0% encontró este documento útil (0 votos)
219 vistas328 páginas

Aca Estamos Version Web PDF

Este documento presenta un resumen de la compilación "Acá Estamos: Carlos Jáuregui, sexualidad y política en la Argentina". Incluye biografías y artículos de diferentes autores que reflexionan sobre la vida y el legado de Carlos Jáuregui, un pionero en la lucha por los derechos de la comunidad LGBTIQ en Argentina. El documento destaca sus contribuciones a la inclusión de la orientación sexual en la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires y la organización de la primera marcha del orgullo gay-lésbico.

Cargado por

Tegan
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
219 vistas328 páginas

Aca Estamos Version Web PDF

Este documento presenta un resumen de la compilación "Acá Estamos: Carlos Jáuregui, sexualidad y política en la Argentina". Incluye biografías y artículos de diferentes autores que reflexionan sobre la vida y el legado de Carlos Jáuregui, un pionero en la lucha por los derechos de la comunidad LGBTIQ en Argentina. El documento destaca sus contribuciones a la inclusión de la orientación sexual en la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires y la organización de la primera marcha del orgullo gay-lésbico.

Cargado por

Tegan
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 328

P.

1
P.2

Acá Estamos:
Carlos Jáuregui, sexualidad y política en la Argentina.
Gustavo Pecoraro ; Maximiliano Ferraro ; compilado por Gustavo Pecoraro. - 1a ed. -
Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2016.
328 p. ; 21x15 cm.

ISBN 978-987-45700-7-9

1. Estudios de Género. 2. Análisis Político. 3. Diversidad Sexual.


I. Ferraro, Maximiliano II. Pecoraro, Gustavo, comp. III. Título.
CDD 306

Fecha de catalogación: 21/11/2016

Dirección Editorial: Maximiliano Ferraro


Compilación: Gustavo Pecoraro
Diseño Editorial: Jorge Codicimo

Agradecimientos:
La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires y el compilador agradecen especialmente a
Ernesto Meccia por su acompañamiento y desinteresada colaboración aportando su punto
de vista sociológico y profesional.
A Marcelo Ferreyra cuyo archivo es parte de las imágenes que publicamos, y a Martín de
Grazia por los textos inéditos que reproducimos.
También al archivo fotográfico de Mónica Hasenberg, Alejandro Correa, José Chaya y Eduar-
do Antonetti y la Hemeroteca LCABA.

“Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723”.

Libro de edición argentina.

Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires


Perú 130. C1067AAD
Ciudad de Buenos Aires. Argentina.
+5411 338 3000
www.legislatura.gov.ar

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión


o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico
o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y
escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.
P.3
P.4
P.5

Legislatura
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Autoridades
Presidente: Diego Santilli
Vicepresidenta Primera: Carmen Polledo
Vicepresidenta Segunda: María Rosa Muiñoz
Vicepresidente Tercero: Roy Cortina
Secretario Administrativo: Jorge Anzorreguy
Secretario Parlamentario: Carlos Pérez
Secretario de Comunicación: Juan Pablo Modarelli

Diputados de la Ciudad
Abboud, Omar (PRO)
Acevedo, José Luis (PRO)
Andrade, Javier (Frente para la Victoria)
Arce, Hernán (Partido Socialista)
Arenaza, Juan Pablo (PRO)
Bauab, Christian (PRO)
Calciano, Claudia (PRO)
Calderón, Octavio (PRO)
Campagnoli, José Cruz (Frente para la Victoria)
Camps, Adrián (Partido Socialista Auténtico)
Conde, María Andrea (Frente para la Victoria)
Cortina, Robert Vicent (Partido Socialista)
De la Torre, Cecilia (PRO)
De Las Casas, Mercedes (PRO)
Del Corro, Patricio (PTS - Frente de Izquierda y de los Trabajadores)
Del Sol, Daniel (PRO)
Depierro, Marcelo (Confianza Pública)
Estebarena, Carolina (PRO)
Ferraro, Maximiliano (Coalición Cívica)
Ferreyra, Pablo (Frente para la Victoria)
Fidel, Natalia (Suma +)
Forchieri, Agustín (PRO)
Fuks, Gabriel (Frente para la Victoria)
García de Aurteneche, Cristina (PRO)
García de García Vilas, Diego (Confianza Pública)
García, Alejandro (PRO)
Gentilini, Javier (Frente Renovador)
P.6

Gorbea, María Inés (Suma +)


Gottero, Silvia María Eva (Frente para la Victoria)
Guouman, Marcelo (Suma +)
Heredia, Claudio (Frente para la Victoria)
Muiños, María Rosa (Frente para la Victoria)
Niño, Claudio (PRO)
Nosiglia, Juan (Suma +)
Ocaña, Graciela (Confianza Pública)
Oliveto Lago, Paula (Coalición Cívica)
Palmeyro, Claudio (Frente para la Victoria)
Petrini, Eduardo (PRO)
Penacca, Paula (Frente para la Victoria)
Penayo, Esteban (PRO)
Persini, Natalia (PRO)
Pokoik, Lorena (Frente para la Victoria)
Polledo, Carmen (PRO)
Presti, Daniel (PRO)
Quattromano, Roberto (PRO)
Quintana, Francisco (PRO)
Ramal, Marcelo (PO - Frente de Izquierda y de los Trabajadores)
Raposo Varela, Emilio (PRO)
Rossi, Hernán (Suma +)
Rueda, Lía (PRO)
Sahonero, Gabriel Maximiliano (PRO)
Santamarina, Eduardo (PRO)
Tiesso, María Magdalena (Frente para la Victoria)
Tomada, Carlos (Frente para la Victoria)
Vera, Gustavo (Bien Común)
Vilardo, Fernando (Autodeterminación y Libertad)
Villalba, Paula (PRO)
Vischi, María Patricia (Suma +)
Yuan, Fernando (PRO)
P.7

Carlos Jáuregui:
Un faro en la promoción de derechos.
por Diego Santili. Vicejefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

>

Carlos Jáuregui forma parte de aquellas personas que se anticiparon a su


época consiguiendo advertir escenarios que muchos otros no. Compro-
metido con la promoción y ejercicio de los Derechos Humanos, ayudó a
impulsar la inclusión de la orientación sexual en la cláusula anti-discri-
minatoria de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires hace ya 20
años. Gracias a ese esfuerzo, dicho texto se convertiría en uno de los
más vanguardistas del mundo ubicando a la sexualidad en el centro de
la estructura jurídica e instalando en la agenda contemporánea la nece-
sidad de fortalecer las libertades individuales.

Libertad en el sentido amplio del término. No sólo se trata de pensar y


elegir sino también de sentir libremente. De vivir sabiendo que cualquie-
ra sea nuestra sensibilidad y elección habrá un Estado que nos ampa-
re y ofrezca las garantías necesarias para desenvolvernos y honrar esta
preciada libertad. Para ello es necesario involucrarse y contribuir desde
donde se pueda a este fortalecimiento institucional. Carlos Jáuregui lo
hizo, participó activamente compartiendo sus ideas y pensando cómo
implementarlas.

Su lucha permitió advertir que sin libertad sexual es muy difícil poder
pensar cualquier libertad humana. Si no fuese posible ejercer libremen-
te algo tan íntimo y privado como lo es la sexualidad, ¿qué será de los
otros derechos básicos? Su respuesta fue categórica: exponer su propia
persona con la convicción de que había que tomar la calle pacíficamente
sin otro ánimo que dejar en evidencia, no sólo una posición política sino
también una posición existencial. Consecuente con sus ideas y sin dejar
de respetar la de cualquier otro, encabezó la primera marcha del Orgullo
P.8

Gay Lésbico en Buenos Aires. Y entre los muchos legados producidos,


quisiera destacar uno: marchar con Orgullo implica expresarse y ser libre,
no sentir vergüenza, reivindicar y honrar las diferencias.

¿Qué seríamos sin las diferencias? ¿Cómo se enriquecería una sociedad


si todos pensasen y sintiesen lo mismo? Es gracias a las diferencias que
un pueblo crece, que se fortalecen las relaciones interpersonales y que
se avanza sobre lo pluricultural. Frente a cualquier situación de vulnera-
bilidad y donde la diferencia se manifiesta, lo primero que surge es un
miedo que paraliza. Carlos Jáuregui promueve otra alternativa: un claro
llamado a la acción; a descubrir que es posible hacer con cuidado y res-
peto; dejando un camino de bases sólidas sobre las que se puede seguir
construyendo ciudadanía.

Carlos Jáuregui habilitó una agenda que permitió que la Legislatura Porte-
ña pueda sentar precedentes en sus leyes para que años más tarde fue-
ran tomadas como referencia a nivel nacional. Recuerdo el año 2009, mi
último año como Presidente de la Legislatura Porteña en el que se debatió
y aprobó la ley 3062. Todavía puedo sentir la emoción que generó en mí
promulgar una ley que ampare el derecho de ser diferente y cómo debe
respetarse la identidad de género de cada persona aunque no sea la mis-
ma que consigna el Documento Nacional de Identidad. En ese momento
supe que se trataba de una ley que avanzaba sobre algo a lo que nunca
antes se había llegado: la identidad autopercibida. Esto permitió que todas
las personas trans tengan el trato que se merecen al indicar que en cual-
quiera de los ámbitos de la Ciudad en que se manejen, tanto en hospita-
les, colegios, o cualquier otro espacio social, sean llamados y registrados
por el nombre que corresponde a su identidad de género, aunque esta
no coincida con los datos registrados en su documentación. Tres años
después, ésto fue legislado en la Ley Nacional de Identidad de Género.

Hay pasos, movimientos específicos que producen giros inesperados en


la historia. Situaciones difíciles de imaginar a finales de la década del ´80,
hoy constituyen derechos conquistados: Matrimonio igualitario, Ley de
P.9

Identidad de Género, Ley Contra la Discriminación, permiten habitar una


ciudad inclusiva, un lugar en el que se vive mejor, con igualdad de opor-
tunidades para todos, una ciudad en la que se practica la convivencia
valorando la diversidad de expresiones identitarias.

Las ciudades no se definen sólo por su cultura y sus costumbres sino


también por los derechos que promueven y protegen. Tener más dere-
chos nos fortalece primero como personas y luego como sociedad. Hoy
Buenos Aires es una ciudad que brinda herramientas y oportunidades
para que todas las personas puedan vivir en plenitud, sintiéndose libres
de ser quienes quieran ser en la vida. Hoy Buenos Aires es un faro en lo
que a los derechos del colectivo LGBTIQ respecta.

Gracias Carlos Jáuregui por ello.


P.10

La visibilidad es el único
camino por el que vamos
a alcanzar la fuerza nece-
saria para lograr nuestros
derechos. Es un camino
durísimo, lo sabemos. Pero
ninguna revolución en la
historia, se hizo sin esfuer-
zos, sin sufrimientos, pero
sobre todo sin la enorme
alegría que da el saber que
tenemos la verdad de nues-
tro lado, porque nuestra
verdad es nuestro cuerpo,
nuestra mente, nuestros
sentimientos.
P.11

El legado
de Carlos Jáuregui.
por Roy Cortina. Vicepresidente tercero de la Legislatura porteña.

>

Carlos Jáuregui, fue Presidente de la Comunidad Homosexual Argentina


y luego fundó la asociación Gays por los Derechos Civiles. Murió de sida
en 1996. Muy joven. La muerte de alguien querido o la de cualquier ser
humano en general siempre nos resulta difícil de soportar y asimilar. Pero
en particular la de aquellos que nos abrieron camino y produjeron un
cambio cultural en el modo de pensar de la sociedad en un momento
determinado, además nos parece altamente arbitraria y prematura.

Fue uno de los activistas más importantes de nuestra historia, que des-
cubrió nuevas formas de impulsar una transformación profunda a través
la comunicación y de la lucha. Eligió mostrar (se), hacer visible lo invisi-
ble. Desmitificar.

No se trata solo de defender lo justo, sino de encontrar la manera de


lograr  que los demás  comprendan, cambien y se logre avanzar y  poner
en práctica el cambio. Carlos no solo supo pensar en su tiempo sino que
logró implementar una estrategia política y de transmisión de valores,
clave en la lucha por la igualdad.

Empezó por hablar de la homosexualidad, y poner luz sobre la  forma


atroz e injusta de vida a la que se exponía aquel que no perteneciera
al colectivo de lo “permitido”, de la mayoría, pero lo hizo a partir de su
propia experiencia.

Buscó poner en evidencia y  romper con el estereotipo impuesto histó-


ricamente con su máximo exponente en las comedias costumbristas de
la TV, donde siempre personajes de varones afeminados era objeto de
P.12

burlas por parte de los protagonistas y elenco, como único posible forma
de admitir la existencia de gays.

Carlos Jáuregui busco despertar a la sociedad e interpelarla respecto a la


legalidad y legitimidad de seguir sosteniendo como normal y natural que
unos  ciudadanos  valieran más que otros, tan solo por su inclinación
sexual. Una audacia que nadie osaba hacer hasta que él infló el pecho y
asumió levantar bien alto los valores de la dignidad y el orgullo.  Nuestros
vecinos, amigos,  familiares o nosotros mismos éramos reprimidos, dis-
criminados y tapados por la sola razón de ser gays y ni siquiera se podía
hablar sobre eso. Carlos mostró que nunca más podía seguir pasando y
señaló el por donde seguir adelante.

Abandonó el estado de queja o de víctima para protagonizar la lucha,  pri-


mero por el reconocimiento y la no discriminación como derecho huma-
no y luego por los derechos civiles.

Aunque todavía existe un sector de la sociedad que elige vivir en la po-


breza de creer que el mundo solo es para unos pocos, la realidad indica
que hemos logrado dar un salto en materia de legislación y de avance
cultural. Ahora son los que quieren mantener el prejuicio quienes deben
moverse en el secreto y la ilegalidad. Discriminar es un delito.

El libre ejercicio de la sexualidad y el matrimonio igualitario hoy son un


hecho y derecho y todo es parte del legado de Carlos Jáuregui.

A 20 años de su muerte, no se terminó  con la discriminación ni con la


necesidad de  ampliar derechos, pero se dio un gran paso: nuestra  so-
ciedad mira hacia una horizonte más igualitario.

El camino sigue pendiente de varias conquistas, el trabajo debe conti-


nuar. Pero está claro que lo que viene siempre será en la senda de avan-
zar hacia más y más  igualdad de derechos civiles y hacia más garantías
de derechos humanos. Nunca retroceder.
P.13

La letra de la marcha “A mi bandera”  dice y  le cabe hoy a Jauregui:


como el cielo refulgente, sigue exclamando a su paso, ahora a través
de  cada uno de nosotros: libertad, libertad, libertad!
P.14

Carlos Jáuregui fue conse-


cuente con la máxima de
que el núcleo de toda vida
política radica en actuar
juntos, esto es, en la acción
concertada llevada a cabo
en espacios compartidos
sobre la base de intereses
comunes. Paradójicamente,
es en esta dimensión espe-
cíficamente política que su
vida privada se volvió inse-
parable de su vida pública.
P.15

Orgullo, ayer y hoy


por Andrea Conde. Diputada de la Ciudad.
Presidenta de la Comisión de Mujer, Niñez, Adolescencia y Juventud.

“No soy un marica disfrazado de poeta


No necesito disfraz
Aquí está mi cara
Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy”
Pedro Lemebel

>

Cuando me invitaron a participar con un artículo en este libro homenaje


a Carlos Jáuregui, una idea cruzó de inmediato mi mente: qué gran
diferencia entre la época política en la que él militaba y el tiempo en que
trabajamos ahora para organizarnos por los derechos de la comunidad
LGTBIQ. Sin embargo, hay algo que une los dos momentos, la centralidad
del orgullo y la visibilidad como práctica política para la conquista de
lo que debe ser nuestro. Estas breves palabras intentan pues, desde la
reivindicación de la lucha de Carlos Jáuregui, trazar un puente entre la
época de su militancia y la aún ardua pelea por más y mejores garantías
para las tortas, putos, travas y trans.

Como sabemos, en las décadas del 80 y 90, aún estaba muy fuertemente
instalada en nuestra sociedad la idea de que la homosexualidad era una
enfermedad. Romper con esas creencias estereotipadas resultaba un
desafío complejo en el retorno de la democracia. Era un momento signado
por el miedo. Ese miedo que nos dejaba como herencia el Terrorismo de
Estado se trasladaba a distintos ámbitos de la vida, en especial, al de
la vida política y sexual, obligando al closet y a la heterosexualidad. La
politización del deseo no era avizorada como una posibilidad y la identidad
de género como categoría no eranombrada y mucho menos reconocida.
P.16

Los alrededor de 400 desaparecidos y desaparecidas de la diversidad que


no fueron visibilizados como tales en el Nunca Más sean, probablemente, el
ejemplo más simbólico de aquel silenciamiento. Nada se escribió allí sobre
los tormentos especialmente sádicos y violentos a los que fueron sometidos
por su orientación sexual. Esta información permaneció oculta hasta que
Carlos Jáuregui la difundió en su libro “La Homosexualidad en la Argentina”,
luego que uno de los integrantes de la CONADEP se la confirmara.

No sólo el reconocimiento de la identidad como categoría política era lo


silenciado por aquel entonces. La agenda de la militancia LGBTIQ estaba
marcada por ese contexto político expulsivo. Era la época en que el virus del
VIH afectaba a gran parte de la comunidad impactando no sólo en su salud
sino estigmatizando aún más a la población y fortaleciendo los miedos.

En ese escenario, Jáuregui tuvo la visión política, la estrategia clara y


la visibilidad como bandera. “En una sociedad que nos educa para la
vergüenza, el orgullo es una respuesta política” –decía. Fue sin dudas
junto a otros y otras, uno de los primeros en dejar los eufemismos y
el closet de lado y poner en la esfera de lo público la existencia de los
deseos de una parte de la población. A través de su militancia, de su
búsqueda constante por la visibilidad de lo hasta ese momento invisible,
contribuyó a la formación de una práctica política del orgullo que perdura
hasta hoy en la comunidad LGBTIQ.

Hay otro elemento que une la lucha de Jáuregui con nuestro presente
militante. Su práctica política también estuvo caracterizada por la voluntad
constante de buscar formas de organización. Pese al contexto neoliberal
e individualista de su época, tenía una comprensión profunda acerca
del valor de lo colectivo en el camino hacia la conquista de derechos.
Jáuregui fue capaz de ver a la política como la mejor herramienta de
transformación de la sociedad.
Desde 2003 en adelante el proceso político que vivió nuestro país nos
invitó como no sucedía en décadas a construir entre todos y todas una
patria inclusiva, democrática y basada en la justicia social. Recuperando las
P.17

banderas del peronismo, Néstor y Cristina vinieron a devolverle al pueblo


el deseo militante y la necesidad de cambiar la realidad de nuestra
patria. Fue central recuperar nuestra historia política con sus avances y
retrocesos para poder construir un futuro que ampliara los márgenes de
la ciudadanía e incluyera a todos y a todas.

Un hecho fundamental en esta revisión de la historia, fue la apertura en


2011 del Archivo de la Memoria de la Diversidad Sexual en la ex ESMA.
La creación de este Archivo permitió recuperar y encontrar nuevos relatos
de la tortura y violencia específica por orientación sexual e identidad de
género de la última dictadura cívico-militar, invisibilizados por el relato
oficial. En la historia de un movimiento que solía ser hablado por otros
y otras, la existencia de un espacio donde se mantiene viva la memoria
de la comunidad LGBTIQ es clave en la construcción de visibilidad y
existencia en la vida política.

En este proceso de inclusión, de ampliación de derechos y de rearmado


de la militancia política, este colectivo pudo caminar las calles con más
orgullo que nunca, organizarse aún más, incluso dentro de las estructuras
partidarias, y transformar en conquistas sus reclamos históricos. La
sanción de las leyes de matrimonio igualitario e identidad de género -que
hicieron historia a nivel latinoamericano y mundial- son la expresión más
clara de que la organización y la voluntad política de aquellos días, nos
transformaron en una sociedad más igualitaria.  

Si hay algo de Jáuregui que vive en la militancia de estos últimos años,


es el orgullo de haberlo hecho en una época donde nombrarse torta,
puto, trava o trans dejaron de ser garantía de exclusión, estigmatización y
desprotección para convertirse en reivindicación.

Al momento de escribir estas palabras, el discurso oficial busca demonizar


y quebrar a esta militancia política. La estigmatiza y presenta como si
fuese un mal que hay que extirpar de nuestra sociedad. El mayor peligro
que representa la instalación de este discurso para todas las luchas
P.18

reivindicativas de derechos es que a través de la estigmatización de la


política y la militancia organizada, metan en el closet el orgullo de pelear
por lo que debe ser nuestro.
P.19

Semblanza
a Carlos Jáuregui
Por Maximiliano Ferraro. Diputado de la Ciudad de Buenos Aires.
Presidente de la Comisión de Educación, Ciencia y Tecnología.

>

“La única manera de lidiar con este mundo sin libertad


es volverte tan absolutamente libre que tu mera existencia
sea un acto de rebelión”
Albert Camus

Esta semblanza no pretende ser un acopio de datos biográficos. No es


mi propósito, pero sí realizar algunas consideraciones políticas y perso-
nales sobre un nombre propio: Carlos Jáuregui. Un nombre propio que
nos impone de manera ética, democrática y colectiva algunos principios
rectores que nos sirven (y seguirán sirviendo) de brújula indispensable
en la construcción de un discurso y acción para el colectivo LGTBIQ y
para ser una sociedad mejor.

Su vida de 38 años y militancia es la de un parresiastés1 construyendo


puentes entre ética y política; diciendo la verdad a cualquier precio porque
se le imponía como un deber moral; empeñando éticamente la palabra;
asumiendo un riesgo ante el poder y transgrediendo, siendo irreverente y
subversivo ante una época y un sistema con el deseo, la sexualidad, la
discriminación, la falta de derechos y el desamparo.

Una transgresión que viene del desagarro y es “…salirse del territorio sig-
nado por las costumbres, por los hábitos, por las reglas, por las leyes, por
el buen gusto. La creatividad le pertenece al transgresor, ya que se atreve
a correrse del territorio sabiendo que esa corrida no le será gratis; tendrá

1. Discurso y verdad en la antigua Grecia, conferencias dictada en la Universidad de Berkeley en 1983


P.20

un costo y está dispuesto a pagarlo con el desarraigo. Es el desarraigo del


desocupado, del solitario, del extranjero, del diferente (…) En nuestra ciudad
-tal vez debería decir en nuestra época globalizada- saben de desarraigo
los viejos, los gordos, los discapacitados, los negros, los feos, los pobres, los
homosexuales, en fin, los diferentes y las minorías…”2

A 20 años de sudesaparición física, Carlos Jáuregui recobra un sentido


significativo en el sostenimiento y fortalecimiento de la memoria. Memo-
ria que se nutre de nuestro pasado, pero que también lo debe hacer con
el presente y futuro como antídoto social ante la amnesia que muchas
veces se impone en este mundo sombrío.

Porque fue (es) la voz de muchos y muchas cuando la palabra era (es)
vilipendiada y una historia silenciada e invisibilizada, como en algunas
ocasiones sigue ocurriendo con el colectivo LGTBIQ y otros colectivos
vulnerables.

Es fiel expresión de que lo personal es político. Abrazó una causa, se hizo


carne en él: testimonió, supo por qué y para qué vivía.Trascendió.

En cada uno de sus actos –simbólicos y reales- había ruptura con lo he-
gemónico, lo homogéneo y el consenso de una época donde había poco
lugar para la disidencia.

Carlos supo construir y conducir con generosidad y amplitud, más allá


de algunas “razones de estado” para preservar lo colectivo y el sentido de
una agenda y una organización. Lo caracterizaron un carisma, cualidades
y calidades excepcionales, difíciles de encontrar hoy en día. En él residía
el carácter polifónico, saber qué hacer con las diferencias y no renunciar
nunca a los matices y a la pluralidad de voces. Entendió que “...la autono-
mía individual, la libertad individual, se construyen y conquistan por medio de

2. Buenos Aires, Una mirada filosófica, Esther Díaz, Editorial Biblos, 2000.-
P.21

batallas que sólo pueden ser colectivas y continuadamente se reanudan...”3


El poder que le fue dado lo ejerció en forma plural llevando adelante una
acción permanente para volver a nacer.

En tiempos de democracia recuperada, caída de muro y en donde no ha-


bría revoluciones, se acababa la guerra fría y se suicidaban las ideologías
disputó y ocupó el espacio público como lugar privilegiado para la cons-
trucción y ejercicio de la ciudadanía, la expresión de los derechos civiles,
la integración social y donde se construye el respeto y reconocimiento
del otro (pedagogías de la alteridad y urbana).

Carlos Jáuregui, en tu nombre:

Un reconocimiento a la historia de un movimiento y activismo de más de


50 años con sus avances, retrocesos y derechos conquistados.

A toda una generación que, con aciertos y errores, nos abrió camino,
quizás a tientas pero con dignidad y grandeza.

Por los y las que ya no están, los y las que vinimos y los y las que ven-
drán después.

Una bandera del arco iris que flamea y sigue alzando voces de libertad,
igualdad, diversidad y derechos.

Más fuertes. Más juntos. Más visibles. Con más certezas, más dudas. Más
miedos, más valentías. Con más ganas de seguir cambiando el mundo, re-
cuperando un espíritu y una idea que muchos creen perdidos y nosotros
sabemos que están vivos, que atraviesan, caminan y queman de libertad a
todo nuestro movimiento.4

3. Didier Eribon
4. Rosario Nunca estuvo tan cerca (de la Felicidad), publicado en Revista NX, Abril de 1996.-
P.22

Acá Estamos, con un lugar - más que merecido - ganado bajo el sol y
donde el orgullo sigue siendo una respuesta política.

Simplemente, gracias!
P.23

Orgullo militante
por Pablo Ferreyra. Diputado de la Ciudad de Buenos Aires.

>

Rememorar a Carlos Jáuregui es intentar también reconstruir qué signi-


ficaba su militancia en un hoy en el que los derechos del movimiento
LGBTIQ han alcanzado en nuestro país niveles de reconocimiento inter-
nacional. Pero es también un impulso para comprender que esos dere-
chos son los de todos, y que se encuentran en permanente expansión.

“A medida que fue pasando el tiempo, al ir observando mi vida y la de mis


amigos, me fui dando cuenta de un hecho: que una persona sea o no gay
debería ser un dato sin importancia. ¿Qué heterosexual va por la vida contan-
do sus intimidades sexuales? ¿A quién le importan?”, nos dice Carlos. “Si el
hecho de ser homosexual afecta a quienes lo son es a causa de la falta de
derechos, de la discriminación y la marginación a la que somos expuestos
injustamente”.

El orgullo por ser quien somos es fundamental para construirnos como


sujetos y para defender nuestros derechos. Esto fue algo que Jáuregui
comprendió cabalmente, y como pionero en las marchas que hoy son
multitudinarias, nos enseñó a enfrentar la mirada del otro con alegría y
desparpajo. Ese decir “yo soy” nos permite sostenernos, comprendernos,
acompañarnos.

Pero también nos enseña el lugar preponderante de la militancia, de la or-


ganización. En tiempos en que algunos quieren volver a imponer el temor
y el agravio sobre quienes militan, el ejemplo de Carlos es también el de
los logros que hemos alcanzado a partir de la militancia. Lo que parecía
imposible se pudo lograr a partir de unirnos, de pensar organizadamente
cuáles podían ser los mejores pasos para conquistar nuestros deseos. Y
queda claro que solo así podremos lograr todos los que nos faltan.
P.24

En los años ´70/´80 en la Argentina, la diversidad en las identidades se-


xuales continuaba siendo un tema tabú, que debía transitarse en privado.
La persecución policial y social hacia quienes fueran “distintxs” ha cau-
sado numerosas tragedias personales y familiares; que a la distancia pa-
recen tan inverosímiles, que en su dolor nos incitan a expandir nuestros
conocimientos y abolir nuestros prejuicios.

Pero hay que comprender, reitero, lo que nos ha costado llegar a este
punto. El sacrificio que muchos han realizado para conquistar este pre-
sente. No hace tanto, cuando se discutía el matrimonio igualitario, vimos
a políticos y organizaciones civiles y eclesiásticas oponerse con argu-
mentos tan inadmisibles como fascistas. Ante esos ejemplos, la defensa
de lo conquistado es una tarea del hoy, que nos sigue implicando a
todos.

Y es también parte de un mea culpa que quienes militamos debemos ha-


cer, el tiempo que le llevó a las organizaciones políticas comprender que
los derechos del colectivo LGBTIQ debían ser parte de sus programas y
propuestas. Por mucho tiempo les pareció a distintos espacios políticos
que eran reclamos que venían por fuera de su tradición, o incluso que
impedirían lograr sus fines si sumaban esos reclamos.

Carlos Jáuregui fue también en eso pionero, junto a muchos otrxs com-
pañerxs que desde sus organizaciones impulsaron la discusión en el
seno de la militancia. Esa es una deuda que aún transitamos en muchos
espacios, y que día a día tratamos de solucionar en la práctica, con es-
pacios dedicados a discutir estos temas.

Pero quizás lo más interesante de la militancia LGBTIQ es su férrea vo-


luntad de expandir los límites de lo que compartimos y pensamos. Que
cuando uno cree haber comprendido todo lo referente a los derechos
que nos atraviesan, aparecen nuevos interrogantes que nos obligan a
reconsiderar lo que hasta ahora hemos realizado, e incluso cómo com-
prendemos lo que nos pasa.
P.25

Un brillante ejemplo de esto ha sido la Ley de Identidad de Género, que


ha significado un avance fenomenal en los derechos de todos, todas y
todxs. Y estas formas del habla que buscamos, que aún seguimos inten-
tando construir, son un ejemplo más de los desafíos a los que nos en-
frentamos en el deseo de avanzar en la expansión de nuestros derechos.

Y esas leyes nos vuelven a traer a la memoria el ejemplo militante de Car-


los, a quien le debemos también la inclusión de la orientación sexual en
el Artículo 11 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, conocido
entonces como antidiscriminación. Esa labor en la legislación de la Ciu-
dad nos hace comprender que nuestro trabajo como Legisladores cobra
sentido cuando logramos incluir en las frías letras de la Ley el reconoci-
miento a los derechos de todxs.

Uno que lo inquietaba especialmente era el de la herencia, al ver cómo


muchos de sus amigos (y él mismo) perdían sus derechos al morir su
pareja en épocas en el que VIH causaba estragos entre la comunidad.
Donde existe una necesidad nace un derecho, y es en la sensibilidad de
cada legislador donde debe nacer esa inquietud que nos permita cons-
truir los consensos necesarios conquistarlos. Pero siempre con la aten-
ción puesta en las organizaciones sociales y políticas, que son las pione-
ras en el reclamo y con quienes se debe articular para lograr una ley que
logre contener todos los reclamos y necesidades.

Saludamos la iniciativa de este libro, de estos recuerdos, de devolver a


nuestro presente la figura de Carlos. De rescatar ese orgullo que lo llevó
a romper las barreras de la moral imperante, cuando con su desparpajo
asumió su identidad desde la tapa de una revista, para escándalo de mu-
chos. Cuando fue construyendo con su accionar militante mucho de lo
que hoy podemos todos disfrutar, y que es nuestro deber consolidar y am-
pliar. Un deber que tenemos para con su memoria, y para con la de tantxs
otrxs que debieron sufrir tan sólo por vivir de acuerdo a quienes son.
P.26

Fue Lohana, junto con


César Cigliutti, de la CHA
quien tuvo la iniciativa de
poner el nombre de Car-
los a un espacio público. El
proyecto fue de 2008, la ley
que logramos consensuar
fue la 3305 de noviembre
de 2009 que en su único
artículo dice: “Denomínase
Carlos Jáuregui al espa-
cio público ubicado en la
calle Cochabamba al 1700
(vereda impar), entre Solís
y la Avenida Entre Ríos, lin-
dando con Autopista 25 de
Mayo.
P.27

El orgullo como respuesta política


por Patricio del Corro. Diputado de la Ciudad.

>

No es mi intención en estas líneas abundar en detalles biográficos de


Carlos Jáuregui, pero sí referirme a la importancia política que tuvo su
militancia por los derechos de la comunidad homosexual y las libertades
democráticas desde la caída de la última dictadura militar en Argentina
hasta el 20 de agosto de 1996, cuando murió prematuramente, con ape-
nas 38 años, como consecuencia de la infección con VIH-SIDA.

No lo conocí personalmente, aunque sí lo hicieron otras compañeras y


compañeros del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y previa-
mente del Movimiento al Socialismo (MAS). Y me gustaría partir de una
anécdota de una de esas peleas dadas en común como manera de acer-
carnos a su legado. En 1994 Carlos fue entrevistado para nuestra prensa
partidaria. El motivo eran las declaraciones homofóbicas que el entonces
arzobispo Antonio Quarracino –el predecesor y mentor de Jorge Bergo-
glio- había dado en un programa que la Iglesia Católica tenía en la te-
levisión abierta y luego defendido en el programa “Tiempo Nuevo”. Tan
bestiales habían sido sus palabras que, hasta Bernardo Neustadt queda-
ba como alguien tolerante. “Una zona grande, para que todos los gays
y lesbianas vivan allí, que tengan sus leyes, su periodismo, su televisión,
hasta su Constitución, que vivan como en una especie de país aparte,
con mucha libertad. No va a ser necesario que se pongan caretas en las
manifestaciones, pueden hacer manifestaciones día por medio, pueden
escribir, publicar. Ya sé que me van a acusar de propiciar la segregación.
¡No! Porque sería en todo caso una segregación a favor de la libertad (…).
Pero con toda calidad, con mucha delicadeza y misericordia, también
debo añadir que así se limpiaría una mancha innoble en el rostro de la
sociedad”. De esta manera, se expresaba una de las cabezas de la Iglesia
con mayor peso en Argentina, pidiendo por los medios masivos que a
P.28

los gays se los mandara a guetos. “Nos recordó cuando a principios de


siglo empezó a hablarse del problema judío, un problema requiere siem-
pre una solución, para Hitler fue lo mismo que para Quarracino: guetos”
contestaba Jáuregui. Si recordamos el episodio extensamente es porque,
para las nuevas generaciones quizás resulten difíciles de imaginar las
dificultosas condiciones en las que la generación de Carlos Jáuregui se
dispuso a salir del clóset, enfrentar la represión, los prejuicios homofóbi-
cos (extendidos incluso entre las organizaciones sociales y políticas de
izquierda) y organizarse para exigir derechos democráticos.

Claro que otras generaciones anteriores vivieron aún peores condiciones


de exclusión, marginación, discriminación. Pero, es importante destacar
que hasta una década más tarde de la caída de la dictadura militar, los
homosexuales, las lesbianas y las travestis eran blanco predilecto de la
condena moralista de las instituciones del régimen político, de la Iglesia,
de los medios de comunicación, además de ser víctimas de la represión
policial que, aplicando los edictos y contravenciones, perseguía y encar-
celaba permanentemente a miembros de la comunidad.

Fue en ocasiones como la del ataque del arzobispo de Buenos Aires a la


comunidad LGTB cuando coordinábamos para lanzar una campaña de
repudios y por la libertad sexual, juntando firmas, sumando declaracio-
nes de personalidades y activistas de distintos ámbitos junto a Carlos,
que ya por entonces conducía Gays por los Derechos Civiles y vivía en el
famoso departamento de la calle Paraná, de sus amigos César Cigliutti y
Marcelo Ferreyra, donde se nucleaba el activismo de la época.

La derrota y después
La generación marcada por la militancia de Carlos Jáuregui, asume su
lucha reivindicativa en una época distinta al periodo de alza de las masas
que dio entre sus frutos el Mayo Francés, en nuestro país el Cordobazo, y
que en Estados Unidos originó la revuelta de Stonewall en 1969.

La reacción que en los años ’80 derrotaba la oleada de radicalización de


P.29

masas que recorría el mundo desde 1968, no sólo actuaba fragmentando


a la clase obrera, liquidando sus conquistas, sus sindicatos y partidos,
sino que también imponía los valores de una moral conservadora de
la mano de Ronald Reagan, Margaret Thatcher y el Papa Karol Wojtyla.
Como bien decían mis compañeras Andrea D’Atri y Celeste Murillo: “La
restauración conservadora, encabezada por Reagan y Thatcher, con altí-
sima desocupación, privatizaciones y recortes del gasto público, aumento
de la expoliación a los países semicoloniales con las deudas externas y
caída de la Unión Soviética, fue acompañada por la propaganda reac-
cionaria de la ‘peste rosa’, que actuó como disciplinador de aquel movi-
miento que, a fines de los ‘60, había emergido cuestionando la hetero-
normatividad, la monogamia y la familia patriarcal.” 1

En Argentina y otros países de Sudamérica se salía de los oscuros años


de las dictaduras militares, pero la comunidad LGTB seguía sufriendo la
persecución policial y a eso se sumaba, a nivel internacional, la aparición
del virus de inmunodeficiencia humana. La primera población que se
visibilizó en riesgo fue la comunidad homosexual y el síndrome de inmu-
nodeficiencia adquirida pasó a nombrarse como “la peste rosa”, reforzan-
do las campañas reaccionarias contra las libertades sexuales.

Al mismo tiempo que en Latinoamérica las dictaduras habían vencido


los procesos revolucionarios a sangre y plomo, en los países centrales
los movimientos sociales que en los años ’70 habían emergido cues-
tionando al sistema radicalmente, no fueron derrotados por la vía de la
represión violenta, sino más bien integrados, cooptados y asimilados por
la vía de concesiones e inclusiones en el mismo régimen social y político
que otrora había sido cuestionado.

Con el movimiento por la liberación sexual que había surgido en Sto-


newall y se había extendido a otros países del mundo, la cooptación y la

1. Andrea D’Atri y Celeste Murillo (2014), “¿Adiós a la revolución sexual?”, revista Ideas de Izquierda Nº
11, Buenos Aires.
P.30

coerción hicieron el juego del “policía bueno y el policía malo”: mientras


se aterrorizaba a los homosexuales con la expansión de la pandemia del
VIH-SIDA y miles de personas morían en condiciones crueles e inhu-
manas, estigmatizados y marginados, millones de dólares fluyeron para
las organizaciones no gubernamentales que tomaran el asunto en su
agenda de prioridades. El movimiento por la liberación sexual no tardó
en reconfigurarse como una miríada de ONG’s y fundaciones dedicadas
a la atención, prevención, investigación y acción sobre VIH-SIDA. “Por
un lado, líderes de la comunidad gay convertidos en una nueva ‘tecno-
cracia’ administradora de profusos financiamientos y dedicada al lobby
político nacional e internacional, para la regulación y el establecimiento
de legítimos derechos civiles, que no cuestionan el orden impuesto de
las democracias capitalistas, sino que exigen su inclusión en él. Por otro
lado, una pandemia –que no solo afectaba a los homosexuales, sino
fundamental y mayoritariamente, a las mujeres heterosexuales de po-
blaciones vulnerables, pobres y sociedades donde primaba una cultura
patriarcal–, que se había convertido en la excusa para arrojar a la hoguera
de la discriminación, el desprecio y la marginación a millones de gays,
lesbianas y transexuales, especialmente a los más pobres. En esos años,
Néstor Perlongher se interrogaba sobre esta cuestión: ‘…cabría preguntar-
se hasta qué punto la asunción de la identidad no puede implicar a veces
la domesticación –por vía de la normativización–, de la adaptación a un
modelo de cierta cotidianeidad transgresiva’.”2

El mismo reclamo, nuevos desafíos


Como bien señala Mabel Bellucci en su biografía política de Carlos Jáu-
regui, “durante la post-dictadura, la temática de la homosexualidad se
integró a una coyuntura atravesada por los organismos de derechos hu-
manos que, por un lado, dispensaban una contención política y, por el
otro, servían como espacio canalizador de conflictos.”3 El movimiento de
mujeres, en Argentina, también adquirió estas características.

2. Ídem.
3. Mabel Bellucci (2010), Orgullo: Carlos Jáuregui, una biografía política. Emecé, Buenos Aires.
P.31

Bajo el nuevo lenguaje de los derechos humanos, se peleó contra las


razzias policiales, los allanamientos y las detenciones arbitrarias. Carlos,
sin duda, logró captar el cambio de clima político y fue el que más agu-
damente advirtió que no se podía hablar de “democracia” mientras un
sector de la población aún viviera criminalizado, perseguido, obligado a
ocultarse y sin los mismos derechos que las personas heterosexuales.
Sus propias experiencias vitales lo habían conducido a imaginar la cons-
trucción de un movimiento callejero de miles de gays, lesbianas y traves-
tis, como el que había presenciado en París en 1981. Entre esos sueños
y esas experiencias cotidianas de persecución y criminalización de la
homosexualidad, surgió la emblemática CHA (Comunidad Homosexual
Argentina). La muestra de que estas peleas eran llevadas contra la co-
rriente lo demuestra que tuvieron que pasar ocho años entre la funda-
ción de la CHA en 1984 y 1992, cuando obtuvo personería jurídica revir-
tiendo un primer fallo de la Corte Suprema que había considerado que
“no contribuía al bien común”.

Pero los desafíos también cambiaban, la dolorosa y cruenta experiencia


con las prematuras muertes de su hermano Roberto y su compañero
de vida Pablo Azcona, llevaron a Jáuregui a reconfigurar la lucha por el
reconocimiento de los derechos humanos de la comunidad gay en una
lucha por los derechos civiles. “Así no me voy a morir”, dijo ante la tumba
de su hermano. Y luego, la familia de origen de Pablo Azcona, lo dejó
en la calle cuando éste murió, desconociendo su vínculo sexoafectivo y
por supuesto, cualquier posibilidad de derechos hereditarios, inexistentes
para una pareja que no tenía reconocimiento civil. Entre lágrimas y dolo-
rosas pérdidas, fue pergeñada la nueva asociación denominada Gays DC.
Quizás lo más interesante de Carlos radique en la visión que Bellucci de-
nomina “ecuménica” que tuvo para su militancia. A diferencia de un mo-
vimiento parcializado en identidades y profundamente integrado a través
de múltiples lazos al Estado, el régimen político e incluso las empresas
y sus fundaciones, como también organismos internacionales interesta-
tales y de financiamiento, Carlos concebía la militancia como una activi-
dad de lucha, voluntaria, independiente económica y políticamente. Pero
P.32

además, apostaba a las convergencias y la unidad con otros sectores en


lucha. Por eso, llevó al activismo gay a participar de las movilizaciones de
repudio a las leyes de Punto Final y Obediencia Debida; a enfrentar los
levantamientos militares que se sucedieron en el gobierno de Alfonsín;
a participar de las marchas de la Resistencia de las Madres de Plaza de
Mayo, por la libertad de los presos políticos o en la masiva Marcha Fe-
deral de 1994, contra el gobierno de Carlos Menem. Su personalidad, su
perspicacia política y sus convicciones fueron determinantes para que
los gays pudieran converger con lesbianas, feministas, travestis y transe-
xuales; organizar encuentros, debates, pergeñar estrategias para avanzar
en la conquista de nuevos derechos y poner en pie un movimiento calle-
jero con las Marchas del Orgullo, tal como había soñado en la primavera
parisina de principios de los ’80.

La continuidad
Carlos Jáuregui moría el 20 de agosto de 1996, también a causa del
VIH-SIDA. Mientras una pequeña procesión de amistades, simpatizantes
y adherentes a su lucha acompañaban su féretro por las mismas cua-
dras en las que, cada año, seguimos marchando por el Orgullo Lésbico,
Gay, Travesti, Transexual y Bisexual, la Comisión de Derechos y Garantías
de la Convención Estatuyente de la Ciudad de Buenos Aires, aprobaba
un proyecto de ley de su autoría. Esta ley incluía, por primera vez en la
legislación de algún distrito del país, que tampoco se podía discriminar,
segregar por acción u omisión, a causa de la orientación o preferencia
sexual, identidad o expresión de género.

No tenía propiedades ni bienes. Combatió la tendencia, que se estaba


generalizando, de hacer de la militancia un medio de vida y de financia-
miento. Sostuvo que las organizaciones debían sostenerse con el apor-
te de sus propios miembros, para mantener la independencia política
y económica que les permitiera total libertad de crítica y de tendencias
de pensamiento entre sus integrantes. En medio de un período signado
por la derrota de la oleada de radicalización de la etapa anterior, cuando
los regímenes democráticos que le sucedieron a las dictaduras militares
P.33

continuaron y asentaron los mismos planes económicos imperialistas


de saqueo y expoliación, Carlos Jáuregui libró su batalla sentando un
nuevo jalón para el movimiento de liberación sexual de Argentina. Porque
como él decía “en el origen de nuestra lucha, está el deseo de todas las
libertades”.

Ese es el destacado lugar que se ha ganado en la historia de lucha de los


oprimidos de Argentina. Son las peleas dadas, y por sobre todo las que
faltan, las que nos hermanan en la lucha por una sociedad sin explo-
tación ni opresión, “por un mundo donde seamos socialmente iguales,
humanamente diferentes y totalmente libres”.
P.34
P.35

Prólogo
>
P.36

Jáuregui fue el gran re-al-


fabetizador de los homo-
sexuales y, al hacerlo, los
convirtió en “gays”; luchó
para colocar en el orden
de lo evidente un mon-
tón de nuevas ideas que
los damnificados se fueron
apropiando. A medida que
lo hacían se producía esa
histórica mutación antro-
pológica de “homosexual”
a “gay”, que fue, una im-
presionante conversión de
la mirada operada sobre sí
mismos por millones de
personas.
P.37

Prólogo
por Gustavo Pecoraro*

>

Colaborar activamente en la construcción de una política de la memoria


LGTBI es una meta que me obsesiona crecientemente en el marco de
una realidad que se (des)dibuja plagada de voces políticas devoradas
por el estricto presente.

La tarea de compilar este libro supuso ir al pasado para producir un


hecho en el presente, como dice el sociólogo Ernesto Meccia “el pasado
no está esperando con todos sus hechos a los narradores sino que son ellos
quienes van hacia él para extraer algunos hechos que -narración mediante-
son utilizados en el presente para dar cuenta de aquello que está bien y,
especialmente, para dar señales de todo lo que está pendiente”.1

En esa coincidencia conceptual con sus palabras, radica mi acción


política de la memoria. No tema nadie: este libro no busca la justeza
documental, no busca corroborar nada del pasado. Al contrario, un hecho
político de memoria se erige sobre la in-coincidencia entre el pasado
real y el pasado rememorado. Y es que bien vista, la memoria no está
primariamente para que volvamos sobre el pasado sino para que lo
utilicemos éticamente para hacer-ver-algo-ahora.

En esta misma línea se expresa otro sociólogo, Michael Pollak, cuando


dice: “El trabajo de encuadramiento de la memoria se alimenta del material
provisto por la historia. Ese material puede sin duda ser interpretado y
combinado con un sinnúmero de referencias asociadas; guiado no solamente
por la preocupación de mantener las fronteras sociales, sino también de
modificarlas, ese trabajo reinterpreta incesantemente el pasado en función

1. Meccia, Ernesto: “Memoria y narración de los últimos homosexuales”, Diario El Litoral, disponible en
http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2016/06/03/escenariosysociedad/SOCI-03.html (06-06-16)
P.38

de los combates del presente y del futuro. Pero, así como la exigencia de
justificación antes discutida limita la falsificación pura y simple del pasado
en su reconstrucción política, el trabajo permanente de reinterpretación del
pasado es contenido por una exigencia de credibilidad que depende de la
coherencia de los discursos sucesivos.” (1989: 11) 2

Pero en este libro no tratamos cualquier pasado.

Tratarlo supuso considerar cuestiones vinculadas a la dificultad de


rememorarlo con una impronta de dolor bien palpable, exigiéndonos
afinar el lápiz. Como primer objetivo: evitar en todo momento las lecturas
fáciles y maniqueas y compartir las experiencias personales políticas y
afectivas, a 20 años de la muerte de Jáuregui, con el rigor extremo de
considerar la máxima polifonía y objetividad, y alejarse -en la medida de
lo posible- de la reivindicación del mito, para retratar(lo) humano.

Durante los últimos seis años se gestó un acercamiento a nuevos


espacios y el reencuentro con viejos compañeros de militancia alentando
esa mirada que estuvo corporizada en alianzas, proyectos y personas
que acompañaron de alguna manera esa idea que llamamos “contar a
Jáuregui”.

Primero fueron las Jornadas Homenaje Carlos Jáuregui (convocadas


cada año desde 2010 entre El Vahído y casa Brandon), más tarde la
película documental El puto inolvidable - vida de Carlos Jáuregui (que dirige
Lucas Santa Ana), y hoy este libro (que se suma como relato colectivo
a la tenaz necesidad de devolvernos su figura política y humana), que
representan partes de un mismo todo y diseñan una propuesta desde
lo cultural y lo político recorrida por la memoria, el recuerdo amoroso, la
praxis y la vivencia generacional.

2. Pollak, Michael: “Memoria, olvido, silencio” en Revista Estudos Históricos. Rio de Janeiro, Vol. 2, Nº 3.
1989. P. 3-15. Esta traducción es de uso interno de curso de pos grado en Antropología de la Memoria
y la Identidad. Maestría en Historia y Memoria de la UNL. Traducción de Renata Oliveira.
P.39

En medio, el proyecto de los diputados porteños Maximiliano Ferraro


(CC-ARI), Pablo Ferreyra (FpV) y Carlos Tomada (FpV) que propone
denominar con el nombre de Jáuregui a la estación de la línea H de
Subterráneos ubicada en las esquinas de la Avenida Santa Fé y Avenida
Pueyrredón, centro neurálgico de la sociabilización –sobre todo de
homosexuales- en los años 70 y 80 y fundamentalmente la década del
90 cuando la visibilización del colectivo LGTBI en el espacio público era
un acto político de gran potencial.

Esta visión sobre el rescate de la historia pretende confrontar dialéctica


y didácticamente al novel activismo del nuevo siglo que -a su vez-
confronta con sus urgencias y con su potencial a aquel activismo
ochenta-noventero que salía a una calle ilegal con la ingenuidad del
coraje utópico siempre al borde de la injusticia, el dolor, la cárcel y la
muerte.

Las leyes represivas vigentes hasta 1996, la pandemia del sida, la cruel
discriminación que fomentaba el odio en escuelas, trabajos y hogares,
y el desprecio con que las fuerzas políticas y muchos de los actores
sociales consideraban a nuestro colectivo, contrastan con la grandeza
de un líder único -humano y con contradicciones como cualquiera- con
un don que nadie más insinuaba: su vida fue el crisol de la lucha por el
deseo de todas las libertades.

La vitae militaris de Jáuregui y sus enseñanzas interpelan metodológicamente


al posibilismo y el positivismo que otorgan los triunfos de los últimos años
distantes de la hipótesis del enfrentamiento directo con el cuerpo represivo.

Con certeza y determinación se llevó adelante la conquista de dos leyes


importantes para el colectivo LGTBI (y para la sociedad en su conjunto)
como son la Ley de Matrimonio Igualitario o la Ley de Identidad de
Género. Esa fortaleza -considero- se debilita navegando entre anglicismos,
el éxtasis de las bodas entre personas del mismo sexo, el diezmo al
activismo, o la escasa revisión de los procesos históricos. Particularidades
P.40

que impiden adquirir una enseñanza ausente: la experiencia de las


anteriores generaciones no sólo ayuda a comprender los errores ajenos
(y evitarlos) sino a valorar en su justa medida los propios.
La negación de la memoria destruye la mística colectiva de la bandera
arcoíris que flameó unitaria desde el origen mismo de nuestra lucha,
e instituye el silencio del otro, de sus construcciones, de su existencia
como sujeto político y de la validez de su praxis.

Es este punto de vista -que no deja de ser esperanzador y por ello


intervenimos con este libro- el que encierra la responsabilidad de
moldear a Jáuregui, quien fuera la llave de los derechos ciudadanos para
lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales. Quien primero
pensó políticamente cómo, con quién y por dónde extender la agenda de
nuestras demandas en un escenario tan rudimentario como quimérico:
estaba todo por hacer y él estaba dispuesto a hacerlo todo.
Y su gran modus operandi: no pretendía hacerlo sólo.

Desde esa asamblea fundacional de la Comunidad Homosexual Argentina


(CHA) en 1984 donde propuso que la organización que nacía se llamase
Putos Unidos, hasta la promoción del acercamiento con los organismos
de Derechos Humanos o el movimiento estudiantil. Desde la crítica hacia
su vieja organización y la búsqueda por formar una nueva y mejorada.
Desde el dolor de viudo al dolor de su propia enfermedad. Desde la
inteligencia de construir una alianza de identidades y promoverla más
allá de su voz homosexual. Desde los primeros portazos recibidos
a ser elegido una de las diez personalidades más importantes de los
movimientos sociales. Desde la deslumbrante lección de su visibilidad a
la estela de su linaje.

Este libro es en definitiva una expresión de deseo colectivo que nos reúne
a cada una de las personas que lo escribimos.

Carlos Jáuregui instaló una capacidad de protesta consciente de su


tiempo.
P.41

Hubo en él una inteligencia de gigante en un colectivo LGTBI en ciernes


que esquivaba la visibilidad y las manifestaciones callejeras.

Se supo acompañado por unas pocas y unos pocos, a los que consideró
mariscales y los necesito iguales. Enfrentó sus propios miedos, la
precariedad económica y de recursos, quedarse sin trabajo, que lo
echaran de la casa que compartió con su pareja Pablo Azcona a horas de
que este muriera, la rivalidad que instala la mediocridad, la incomprensión
de la política, la soledad por la que transitan los grandes.

Su objetivo era la igualdad. Su táctica, los derechos humanos y civiles. Su


meta, la libertad de todos.

A veinte años de su muerte y a veinte años del nacimiento de la


Constitución de la Ciudad lo homenajeamos con la polifonía del
respeto de diferentes sectores políticos que el carácter institucional de
la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires otorga a este libro. Un justo
y válido reconocimiento al vibrante activista que diseño el artículo 11 -la
cláusula antidiscriminatoria- de la Constitución de una ciudad que se
convirtió desde 1996 en vanguardia continental en este tema.

A veinte años de su muerte, la polifonía de testimonios de sus amigos y


compañeros abordan la personalidad y el legado político.

La importancia de su quehacer queda en manos de personalidades


que con su labor comunicacional, periodística y educativa construyen
también este magma heterodoxo que denominamos colectivo LGTBI.

Entonces, esta escritura colectiva -este amoroso relato coral- (no


podría ser de otra manera y vale una y varias veces la reiteración)
detalla el testimonio histórico y abre el análisis y el debate sobre quién
fue. La emoción se hace presente en quienes fuimos sus amigos y lo
acompañamos en su última hora. El reconocimiento y admiración, en
quienes supieron ver el valor de su existencia.
P.42

Al recorrer estas páginas el lector verá a Jáuregui dedicando su vida a la


militancia por los derechos sociales y ciudadanos de personas lesbianas,
gays, transexuales, bisexuales e intersexuales. También verá a un ser
humano divertido, generoso, valiente y apasionado.

Acá estamos. Carlos Jáuregui, sexualidad y política en la Argentina está


dividido en cinco bloques.

El primero lo componen los textos de las autoridades de la Legislatura.


El segundo está dividido a su vez en tres partes. La primera contiene la
mirada analítica sobre la dimensión histórica de Jáuregui. La segunda
parte aborda los hechos políticos y las conquistas, trayendo al presente
los nombres propios y las primeras organizaciones que lo acompañaron.
En la tercera parte se profundiza los testimonios desde la emoción del
recuerdo y el agradecimiento.

Para finalizar, un último bloque en forma de “Anexo” con notas (dos


de ellas inéditas) y cartas de puño y letra de Carlos Jáuregui, fotos y
artículos periodísticos.

La primera parte del segundo bloque abre con la nota Hacia una política
de la memoria colectiva, donde Martín De Grazia (la persona que más
investigó el pasado platense de Carlos) rescata la necesidad de construir
una “comunidad de memoria” para que la misión política de Jáuregui “quede a
salvo contra la repetición del pasado”. Organizar el “ejercicio de la memoria” que
supone esa mirada y la valoración de la experiencia del activismo de los 80
y 90: “durante los años noventa Carlos Jáuregui fue quien mejor supo articular
las demandas igualitarias y traducirlas al lenguaje de los derechos civiles con
la convicción de estar contribuyendo a un proceso colectivo de ampliación de
ciudadanía”. Este texto de De Grazia ahonda también en las particularidades
de su activismo sobre la base tres ejes: el enfrentamiento con el orden
policíaco-eclesial; vocación para la articulación política por fuera de cualquier
marco burocrático y lucrativo; y un modelo de acción política no burocrático
que lleva la praxis comunitaria hasta sus últimas consecuencias.
P.43

Ernesto Meccia (sociólogo, profesor universitario y estudioso de la


homosexualidad en la Argentina) parafrasea el pensamiento de Simón
Rodríguez “o inventamos o erramos” en su artículo O visibilizamos o
erramos donde resalta a Carlos Jáuregui como el “inventor del sufrimiento
del pueblo homosexual y, por otro, de formas organizacionales y políticas para
hacerlo visible y combatirlo”. Describe la acción política enmarcada en la
aparición de los nuevos movimientos sociales occidentales, inaugurada
por el feminismo y sus políticas sobre género y sexualidad que llevaron
al primer plano el combate de la heterosexualidad obligatoria. Plantea dos
tareas en el joven Jáuregui. Primero el “inventar una forma de interaccionar
con los damnificados” ya que la homosexualidad pre Jáuregui era una
experiencia “muda” o una “unidad pasiva” al decir de Sartre (parafraseado
por Eribon), “apresados en el práctico-inerte” con tres características: una
misma colectividad de destino, un destino inapelable desde todo punto
de vista. Segundo: porque aquello que los unía eran circuitos, geografías,
trazos con una función sociabilizadora. Tercero: un altísimo nivel de
condena moral que ubicaba a la homosexualidad en el inmodificable
terreno de lo abyecto. Carlos -entonces- interviene visibilizando y
dando voz a esa injusticia, transformando a la homosexualidad en una
“colectividad discriminada apta para la conciencia y la acción política”.

Finalmente en base a testimonios recogidos en su investigación


permanente sobre narrativas de personas que han vivido los años donde
actuó Jáuregui, lo define como “emprendedor moral” que logró mostrar al
mundo “que había una minoría que sufría acciones de inhumanidad”.

“Carlos Jáuregui encarnó con valentía, inteligencia y sensibilidad la mejor


práctica de resistencia y de propuesta en un contexto de democracia política,
asesinatos por homofobia o habilitados por ella. Y, de repente, y cada vez
más por el VIH”, sostiene Mario Pecheny (Doctor en Ciencia Política,
investigador del Conicet) en Carlos Jáuregui y la ciudadanización sexual
donde además afirma que “encarnó la posibilidad de usar el lenguaje de
derechos como articulador y no como fragmentador”. Pecheny sostiene que
tanto Jáuregui como Lohana Berkins (fallecida en febrero de 2016) fueron
P.44

las dos personas que hicieron posible la ciudadanización del colectivo


LGTBI, o lo que es lo mismo, la conquista de los derechos negados por
parte del Estado para las personas lesbianas, gays, transexuales, bisexuales
e intersexuales que nacen en la promoción del artículo 11 (la cláusula
antidiscriminatoria) de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires.

La filósofa Diana Maffia (directora del Observatorio de Género en la


Justicia de la ciudad de Buenos Aires) traza en Polaroids: tres instantáneas
con Carlos Jáuregui precisos momentos de su relación con Carlos
Jáuregui donde abundan los escenarios relacionados con los derechos
humanos donde se cuelan los nombres propios de Eduardo Rabossi, el
primer Subsecretario de Derechos Humanos después de la recuperación
de la democracia en 1983, Carlos Nino, Beatriz Kohen, César Cigliuitti, o la
inolvidable Lohana Berkins. Feminista y aliada consecuente del colectivo
LGTBI, Maffia recuerda con orgullo (una palabra que abunda por suerte
en este libro) que: “Todavía hay mucho que aprender a construir, y hacerlo
en la palabra genuina, en primera persona, no de modo paternalista y
sustitutivo. Carlos nos dejó muchos de sus compromisos como experiencias
compartidas, y organizaciones y activistas inspirados en esas experiencias”.

La segunda parte de este bloque está compuesta por cuatro textos


memoriosos al tono de biografía política que desgranan los hechos
políticos, con los nombres propios que promovió Jáuregui como pares.

Mabel Bellucci (activista feminista y queer, escritora) rescata en Vidas


precarias la experiencia del activismo travesti transexual con la acción
política de Carlos Jáuregui y cómo éste impulsó ese colectivo. Con
testimonios de Angela Vanni, Lohana Berkins, María Belén Correa,
Marcela Romero, Marcelo Ferreyra, Ilse Fuskova o María Luisa Peralta,
Belluci valora “la imperiosa necesidad de los diferentes activismos de
confluir en un frente de afinidades político/afectivo a modo de presión y
resistencia ante los desmanes del régimen dominante”. Un panorama que
trae al recuerdo las primeras organizaciones como Transdevi de Karina
Urbina, ATTTA con la citada Correa y Claudia Pía Braudacco, OTRA de
P.45

Nadia Echazú, o ALITT de Berkins. Los testimonios coinciden en el valor


del acercamiento de Carlos a estas organizaciones, reafirmado sostenida
en una frase de Lohana “cuando Carlos vio que éramos muchas travestis
juntas, él afirmó con emoción ahora está completo el movimiento”. El texto
trae a la memoria -y con mucha justicia- los encuentros del bar Tasmania
donde se pusieron los primeros ladrillos de lo que conocemos hoy como
colectivo LGTBI con la promoción de grupos de afinidades.

Pensando como una cronología de la historia de nuestro colectivo,


Cesar Cigliutti (ciudadano ilustre de la ciudad de Buenos Aires y actual
presidente de la Comunidad Homosexual Argentina) escribe en Carlos
Jáuregui, el legado de la identidad definiendo a Carlos como el símbolo
constructor de la realidad política y social en estos más de 30 años de
recuperación democrática.

Enumera el marco político social de la aparición de la CHA y la importancia


de que Carlos fuera su cara más visible y reconocida. También el cambio
de paradigma y los nuevos temas que se fortalecen con la fundación de
GaysDC, y los derechos conquistados, la evolución del trabajo realizado, y
las leyes que se pensaron y nacieron muchos años antes de su aprobación.
Para el final, se sincera: “escribir sobre Carlos es también algo muy personal
e íntimo. Compartimos la militancia y un sentimiento de hermandad intenso
y verdadero. Quise mantener eso lo más alejado posible para poder exponer
las principales acciones de su lucha a la que le dedicó su vida”.

Marcelo Ferreyra (compañero de Jáuregui en la CHA y en Gays DC, dirigente


de Akahatá) aborda en Los valores de Carlos, la influencia de éste en un
contexto social a la vez padecido y producido, y la articulación entre el
símbolo y emblema del liderazgo personal “sobre todo en las raras ocasiones
en que este ha podido articular, apostar y potenciar a la construcción colectiva”.
Recorre la historia desde la génesis de la fundación de la CHA hasta
GaysDC con la exhortación constante de Jáuregui de “hacerse visible, para
modificar desde el orgullo de la propia diferencia la marginación impuesta
desde la cultura hegemónica”. La épica de su militancia, los hechos políticos
P.46

producidos, el aprendizaje empírico, y la importancia de las alianzas. Y


enumera las diferentes acciones políticas y campañas que salieron de la
idea premonitoria de Carlos Jáuregui.

La activista lesbiana Alejandra Sardá (ex integrante de la Secretaría de


Mujeres de ILGA y ex Coordinadora de Programa para América Latina
y el Caribe de la IGLHRC, dirigente de Akahatá) en Ya no existe muerte
que te venza porque nunca estuviste tan cerca propone el recorrido desde
el estímulo de la relectura de dos grandes artículos escritos por Carlos
Jáuregui el año de su muerte Rosario nunca estuvo tan cerca (de la
felicidad) sobre el I Encuentro Nacional de Gays, Lesbianas, Travestis
y Transexuales de la ciudad de Rosario; y Ya no existe muerte que nos
venza, sobre la última Marcha del Orgullo a la que Carlos asistió, y que
fueron publicados en la revista NX y forman parte de este libro. Sardá
viaja desde 1996 a nuestros días a caballo de las palabras de Carlos y
se mete en esas notas para explicarnos la realidad de cómo hicimos
“un movimiento cuya marca fue, nada menos, que el orgullo”. Vale rescatar
-por lo simbólico- la anécdota de la imágen donde “Mauro (nota: Mauro
Cabral, activista intersex argentino co-director de GATE -Global Action for
Trans* Equality-) y Carlos se cruzaron, sin verse, en ese I Encuentro Nacional
de Rosario.”

Finalizando con -quizás- la más emocional de estas partes y que queda


a modo de conclusión, que incluye notas profundamente afectivas que
escribieron Ilse Fuskova y Héctor Anabitarte -en una representación
de lujo de la militancia de personas mayores en plena actividad- y los
aportes de Alejandro Modarelli, Osvaldo Bazán y quien escribe.

Héctor Anabitarte (periodista y escritor, fundador de Nuestro Mundo


-primer grupo de homosexuales organizados en la Argentina en
1967-), en su nota Google y más allá, da cuenta de la satisfacción
que “los que en 1967 organizamos el Grupo Nuestro Mundo y después
participamos en el FLH, entendimos que la huella que habíamos dejado
no se había perdido, la antorcha estaba en otras manos”. Linaje, legado,
P.47

colectivización. Política de la memoria, nuevamente en palabras.


Un grande homenajeando a otro grande. El legado del linaje que se
extiende en el camino de la lucha por la libertad, el deseo y los derechos.

En el texto de Osvaldo Bazán (periodista y escritor) hay un agradecimiento


que describe esos gestos que Carlos impuso en la construcción del
reclamo del colectivo LGTBI.

En Los hijos de tu “no”, Bazán se define como heredero del “no” más fuerte
de Carlos, el “no” a la represión policial, el “no” a la intolerancia: “ese no
era la respuesta más sensata y valiente a quinientos años de discriminación,
dolor y humillación (...) ese no fue pedagógico. Ese no fue la declaración de la
independencia de 1816 para el colectivo de sexualidades minoritarias. No es
exageración. Quizás haga falta pertenecer al colectivo para poder entenderlo”.

Ilse Fuskova (histórica activista lesbofeminista, ciudadana ilustre de la


Ciudad de Buenos Aires) en su breve texto cargado de amor El Sol y
las estrellas recuerda una anécdota donde Carlos le contó que “vivo en
la calle Paraná, desde mi cuarto veo el cielo y las estrellas”. Y nos regala
una alegoría esperanzadora “su nombre se convirtió en un sello. Ojalá lo
podamos conservar como un sello solar”. Ilse y Carlos fueron dos piezas
fundamentales en el articulado para la convocatoria de la primera marcha
del orgullo gay-lésbico en 1992. Su afinidad personal y política determinó
el éxito de esa idea y del enriquecimiento de la agenda de la diversidad
sexual en la Argentina en los años posteriores.

El escritor y periodista Alejandro Modarelli ensaya en El paria gran escultor


un recorrido personal que parte en el silencio de su propia juventud y
corona esa tarde del 20 de agosto de 1996 donde Carlos moría. Un texto
desgarrador, íntimo, que con total honestidad habla de las dudas propias,
del aprendizaje, de la importancia colectiva de la visibilidad de Jáuregui
cuestionadora -incluso- del status quo personal, que finaliza con una
despedida pública que se puede considerar el último acto de amor y
agradecimiento al querido amigo: “Sobre el cajón donde se paseaba tu
P.48

cuerpo en torno a la Plaza del Congreso se produjo una epifanía (…) Yo volví
más tarde a la oficina, y recibí el sorpresivo pésame de mi jefe, que quiso
darse por enterado de mi sexualidad, mi conciencia asumida y el sentimiento
de duelo que me enmudecía. Mi habitación se levanta desde entonces en
el afuera del closet, y en todas partes. Tu muerte, para mí, fue ese instante
fatal y sartreano que es el envolvimiento recíproco y contradictorio del antes
y el después: se es todavía lo que se va a dejar de ser y se es ya lo que se va
a ser. La muerte de alguien como vos es, por eso, donación de futuro en el
propio presente”.

A estas colaboraciones se suman los artículos de autoridades políticas


de la legislatura porteña que abren el libro: Diego Santilli (presidente de
la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires), Roy Cortina (vicepresidente
tercero de la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires), Andrea Conde
(Legisladora del Frente para la Victoria, presidenta de la Comisión de Mujer,
Infancia, Adolescencia y Juventud), Maximiliano Ferraro (Legislador de la
Coalición Cívica / ARI, presidente de la Comisión de Educación, Ciencia y
Tecnología), Patricio Del Corro (Legislador del PTS - Frente de Izquierda)
y Pablo Ferreyra (Legislador del Frente para la Victoria).

Pensamos importante que estuvieran presentes en este libro las palabras


de estos legisladores que ejercen sus funciones 20 años después
de la muerte de Jáuregui -algunos de los cuales apenas llegaban a
la adolescencia en esos días- en una Legislatura bastante distinta
a aquella que ni siquiera existía como tal (hablando de autonomía y
gobierno propio). Incluso distinta de esa a la que en 2004 patearon sus
puertas las activistas travestis transexuales encabezadas por Lohana
Berkins contra el proyecto de reforma del Código Contravencional.
Queríamos de alguna manera mostrar esa relación de la política con el
colectivo LGTBI que se fortaleció desde hace pocos años pero que posee
una historia de encuentros y desencuentros desde el propio origen que
el sindicalista de Correos, militante comunista y activista homosexual
Héctor Anabitarte iniciara con la creación de Nuestro Mundo en 1967 (y
por eso él fue parte necesaria de este libro), profundizada con el Frente
P.49

de Liberación Homosexual y sus experiencias con la izquierda trotskista y


el peronismo revolucionario, extendida con el regreso de la democracia en
1983 y la esperanza puesta en el radical Raúl Alfonsín y la amalgama de
grupos ideológicos en la Comunidad Homosexual Argentina que presidió
Jáuregui un año después, hasta nuestros días donde la transversalidad
es una realidad inabarcable y contradictoria. Sin dudas nueva y diferente,
laboriosa -incluso- para analizar en profundidad.

De ahí que nos preguntamos ¿qué significará el Jáuregui ideólogo del


Artículo 11 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires para estos
legisladores contemporáneos? ¿Qué significará para ellos este luchador
visible y orgulloso, deseoso de la libertad? ¿Qué importancia verán en su
legado político?.

Las respuestas están en las palabras que como las del presidente de
la Legislatura no olvidan el paso como trabajadora legislativa de la
anteriormente mencionada Berkins cuyo testigo se sigue levantando por
los pasillos de esta casa, hoy en la persona de Vida Morant. O en las
de los cinco legisladores que completan esta parte, aliados del colectivo
LGTBI con sus proyectos de Ley y desde el acompañamiento político de
nuestros reclamos y nuestras demandas.

Finalmente como amigo y compañero de Carlos Jáuregui me permito


cambiar el tono a primera persona para testimoniar en un texto que fuera
más íntimo -si se quiere- que el que presento como compilador. Difícil
resumir en algunos párrafos el sentimiento íntimo de la ausencia de Carlos
que se combina con ese vacío político que creo no se ha logrado llenar.
Quizás el mejor objetivo sea seguir cuidando su memoria, en este libro y
en todo aquello que lo pueda traer desde el recuerdo, que avive la justicia
del homenaje permanente hacia uno de los dirigentes sociales más
importantes en la historia de la Argentina en los últimos cuarenta años.

No podría haber escrito este libro solo. Pienso que hay más voces que
podrán seguir contándolo. Debería ser así. Si hay una enseñanza de
P.50

Carlos que me abarca el torrente sanguíneo, esa es el construir entre


todas y todos, entonces, “¿Cómo escribir sobre un amigo que ya no está?
¿Cómo redactar frases que reflejen su ausencia pero que a la vez salgan de
la emocionalidad y ayuden a un objetivo político-didáctico? Me hice varias
veces estas dos preguntas. Una cosa clara que sé es que contar a Carlos es
un ejercicio colectivo, un deber de esa polifonía de voces que aprendimos de
él. No puede haber una mirada única porque él era de reunir, de fomentar el
grupo, de sumar”.

La tarea de su recuerdo sigue rodando por el buen camino de la memoria.


Por eso este libro que incluye en su título el sugestivo grito de Acá
estamos que parafrasea un poco al Somos del Frente de Liberación
Homosexual, al Nuestro Mundo que pensó Anabitarte, y se enrosca
contemporáneamente con el Soy.

Acá estamos ayer, y Acá estamos hoy. Afirmaciones sobre nuestra propia
existencia: visible y orgullosa. Memoriosa.

Acá estamos resuena en voz de Jáuregui como el coro del “Alerta, alerta,
alerta que caminan los gays y las lesbianas por las calles de Argentina”
de aquella primera marcha de 1992, y sigue resonando en todos estos
años hasta el hoy del otro Acá estamos de este presente donde hay
-inevitablemente- un grito agradecido de que sí, Acá estamos, querido
Carlos Jáuregui.
P.51

Capítulo
Uno
>
P.52

Jáuregui encarnó con valen-


tía, inteligencia y sensibili-
dad la mejor práctica de re-
sistencia y de propuesta en
un contexto de democracia
política, de persistencia de
represión, de epidemia, y de
neoliberalismo. Encarnó la
posibilidad de usar el len-
guaje de derechos como
articulador y no como frag-
mentador. Metió el adjetivo
“civiles” en las lenguas del
activismo: ser parte de quie-
nes tienen derecho a tener
derechos es clave. Es cues-
tión de ciudadanía.
P.53

Hacia una política


de la memoria colectiva.
por Martín De Grazia*

>

Hoy los derechos de quienes no somos heterosexuales ya son parte de


nuestro mundo compartido. El suelo de igualdad jurídica sobre el que
estamos parados y el paisaje de libertades que damos por sentado cuando
actuamos y nos relacionamos, como si se tratara de nuestra segunda
naturaleza, está hecho en realidad de la sedimentación en el tiempo de
una serie de luchas éticas y políticas. Es un mundo conquistado, no sin
riesgo, a un orden al que nunca pertenecimos por derecho. Quienes se
animaron a desafiarlo, quienes libraron esas luchas, se expusieron a su
violencia.

La historia pública de Carlos Jáuregui quedó para siempre fijada a una


escena primordial: una tapa de revista de interés general que escenificó
un abrazo prohibido a mediados de los años ochenta. Por el carácter
masivo de la publicación, por el primer plano frontal que se ensaña en
la iluminación de las caras, por el detalle de los nombres completos
seguidos de sus edades, pero sobre todo por su lugar para la historia del
movimiento LGTBI en la Argentina, ese abrazo para la foto constituye la
salida del closet más importante de que se tenga registro gráfico.

Visto hoy en perspectiva, es un gesto fundacional, y no es casual que


se haya adelantado cinco días a la solicitada con que la CHA se dio a
conocer, “Con discriminación y represión no hay democracia”. Menos
famosa, en cambio, es la bofetada que sonó a modo de escarmiento
en un transporte público al día siguiente de que la imagen inundara los
quioscos de revistas. Tampoco quedó registro alguno de cada una de
las veces que el reconocimiento de sus protagonistas activó el poder de
intimidación de los guardianes anónimos del orden, de todos aquellos
P.54

que patrullan el muro —señalizado por la exhortación a ser discreto— que


divide lo público de lo privado. Porque la visibilización de un gay durante la
primavera democrática era un escándalo en el sentido literal del término:
un mal ejemplo y una alteración obscena del orden público. O en palabras
del entonces ministro del Interior, Antonio Tróccoli: “una exhibición que
compromete públicamente lo que podría llamarse las reglas del juego de
una sociedad que quiere ser preservada de manifestaciones de ese tipo”.

Para la historia de nuestro movimiento, en cambio, esa foto involucra una


acción política de primer orden, porque introdujo algo nuevo e imprevisto en
la sociedad argentina: la política del darse a conocer, la llamó Carlos Jáuregui.
Y es un dato poco relevante que la foto haya sido solicitada con fines
comerciales y hasta amarillistas. La visibilidad desafiante de los fotografiados
que asumen el riesgo incalculable de la reproducción seriada de su propia
imagen pone las circunstancias editoriales al servicio de lo político del acto:
un acto de libertad en que se revela lo que uno es a través de un gesto
inesperado, inadecuado para la conformidad social, capaz de interpelar no
solo a quienes les está destinado ese mensaje. Para estos dos activistas esa
foto lleva la sentencia de lo irreversible: el ya no hay vuelta atrás.

Carlos Jáuregui sabía que ese abrazo, que en vivo hubiera sido garantía de
agresión, al volverse tapa de revista habría de reinscribir potencialmente la
violencia en cada escena de reconocimiento público. Pero se sintió llamado
a no ser cómplice con un legado extorsivo (culpa, miedo, vergüenza), y
transformó una decisión personal en un hecho histórico y colectivo. Nunca
sabremos en qué medida su vínculo juvenil con el Iglesia católica —con
el dogma de fe, con la militancia parroquial y sus encuentros cristianos—
lo condicionó positiva o negativamente a la hora de tomar la decisión de
exponerse en los medios. Solo podemos estar seguros de una única cosa:
Jáuregui saltó el abismo que separa al ignoto profesor de historia medieval del
célebre activista público, sin red y sin escalas. Y con ese salto se singularizó
y se volvió colectivo a la vez. La sombra que el pasado platense pudo haber
arrojado sobre esa decisión se proyecta a lo sumo en la forma de un gesto
expulsivo; no tanto por lo que se deja de ser sino por lo que nos abandona
cuando nos elegimos de una vez y para siempre.
P.55

Nos basta, para el caso, con conjeturar que la concepción pastoral sobre
la sexualidad no le era ajena. De ahí en adelante sobran los testimonios
públicos de su posición acerca de la jerarquía católica argentina, ya que
la combatió toda vez que se le presentó la ocasión, al punto de hacer de
ese enfrentamiento uno de los pilares más significativos de su activismo.

Jáuregui conocía como pocos el oscuro convenio cultural entre Iglesia y Estado
que subyace al contrato jurídico laicista. Y en ese punto fue casi un elegido.
No es para nada casual que el activismo jaureguiano haya cosechado sus
mejores frutos mediante el enfrentamiento simultáneo con las dos grandes
fuerzas del orden: el clero y la policía. Nunca podríamos entender el apogeo al
que Jáuregui condujo las políticas de visibilidad y afirmación durante la década
del noventa como una mera acumulación de actos de presencia televisables,
como un álbum gay de postales de buena presencia aptas para el VHS
familiar. Si algo supo hacer eficazmente Jáuregui en sus intervenciones en
diarios, programas televisivos y lugares públicos fue delimitar en su discurso
a los enemigos de la diversidad sexual; especialmente, a la policía y a la
jerarquía eclesiástica, a la que le debemos el gran reconocimiento de haber
recogido el guante toda vez que fue interpelada a raíz de sus provocaciones.
Por eso le tocó polemizar —en programas de televisión que eran auténticos
campos minados— con ese viejo club de amigos de la moral y las buenas
costumbres que es la derecha argentina, tan preocupados ellos por la familia
tradicional y la salud de su descendencia, tan apegados además a las viejas
asignaturas escolares de educación cívica y sexualidad reproductiva.

Actualmente, la importancia histórica de Carlos Jáuregui como referente


fundacional de la defensa organizada de los derechos de gays y lesbianas
en la Argentina no parece prestarse a demasiada discusión. Su historia de
activismo, que empieza con el hito de la primera presidencia de la CHA,
se extiende colaborativamente sobre el nacimiento del movimiento trans
argentino. Es por esa misma razón que es interesante reparar en el hecho
de que fue un liderazgo construido a lo largo de un período que va de
1984 a 1996; y en rigor a esos doce años hay que restarle un interregno
de casi tres años de introspección. En conclusión, apenas nueve años
de activismo público en la vida de alguien que nunca dejó de ser joven.
P.56

De ahí la importancia de tratar de entender que ese liderazgo histórico


es consecuencia directa del modo en que Jáuregui supo entender el
activismo. Un activismo desplegado a través de un repertorio creativo de
intervenciones públicas que podríamos sintetizar en tres ejes. Si el primero
fue el mentado enfrentamiento con el orden policíaco-eclesial, el segundo
pasa por una vocación pocas veces vista para la articulación política por
fuera de cualquier marco burocrático y lucrativo. Detrás del arco de las
alianzas —y la compleja organización de la primera marcha del orgullo fue
una acabada muestra de esto—, sus compañeros de activismo destacan
aún hoy no solo la habilidad estratégica y la flexibilidad táctica que son
necesarias para la acción coordinada, sino también una sensibilidad
ética en constante ampliación para no cerrarse nunca en un coto de
pertenencia que privatiza las identidades en la comodidad del gueto. El
tercero —no menos importante que los dos anteriores— es la manera en
que el activismo de Carlos Jáuregui está urdido en la misma dinámica
comunitaria y participativa en la que desarrolló su vida; es notable el
modo en que el entramado de amistades y afectos que lo rodearon se
superpone casi en su totalidad con el núcleo de compañeros de lucha que
lo apuntalaron como principal referente del activismo gay en la Argentina.
Son dos secuencias fotográficas en las que se repiten las mismas caras.

Podemos pensar los dos primeros ejes en forma concomitante, ya que


lo que está en juego en ellos no es ni más ni menos que la construcción
simultánea de un sujeto político colectivo en relación con un enemigo
común: las minorías sexuales se constituyen como sujetos políticos
recién cuando pueden definir sus luchas particulares a partir de pensarse
como objeto de una misma opresión, y así identificar los agentes sociales
y políticos que están detrás de ella para poder combatirlos. Es un proceso
en el que no solo asumen y resignifican el lugar del paria, sino que acercan
posiciones y demandas, y al hacerlo refuerzan los lazos comunitarios. O
directamente los construyen, hacen de ellos espacios compartidos en
los que se reconocen frente a los otros. Durante los años noventa Carlos
Jáuregui fue quien mejor supo articular las demandas igualitaristas y
traducirlas al lenguaje de los derechos civiles con la convicción de estar
P.57

contribuyendo a un proceso colectivo de ampliación de ciudadanía. La


fundación de Gays por los Derechos Civiles (Gays DC) marcó el activismo
con una prédica sobre la igualdad jurídica en una época en que el discurso
de los derechos humanos parecía estar perdiendo eficacia simbólica
para circunscribir políticamente las demandas de las entonces llamadas
minorías: el ideal de una comunidad LGTB —una comunidad de elección,
liberada de los lazos comunitarios tradicionales, dotada de una cultura
y una sociabilidad propia—, entroncaba mejor con los movimientos de
derechos civiles que con la particular herencia política de los derechos
humanos en la Argentina de la restauración democrática. No porque
Carlos Jáuregui abandonara su cercanía a los organismos de derechos
humanos —a los que acompañó hasta sus últimos días, pronunciándose
a favor de la totalidad de sus reivindicaciones históricas—, sino porque
entendía la urgencia de atacar el núcleo jurídico de la discriminación.
Porque si bien seguía vigente su lucha contra la represión policial y a
favor la derogación de los edictos, consideraba imprescindible apuntarle
al cuerpo de la ley: solo inscribiendo la no discriminación en el conjunto
de normas que regulan las relaciones personales y patrimoniales sería
posible construir un suelo estable de igualdad para defendernos del
avasallamiento perenne de nuestros derechos. Y esta convicción hunde
sus raíces en una dolorosa verdad que se le reveló después de que los
padres de su pareja fallecida lo echaran, cual paria, del departamento en
el que vivían: en los hechos, no es posible separar los derechos humanos
de los derechos que nos corresponden como ciudadanos, porque
los derechos universales —inherentes a todos los seres humanos sin
distinción alguna— solo se vuelven reales cuando las personas acceden
a una igualdad efectiva dentro la comunidad política a la que pertenecen.

Si a nuestra identidad particular le niegan carta de ciudadanía, nuestros


derechos humanos quedan inmediatamente sin efecto. De modo que
la falta de derechos civiles y políticos nos convierte en refugiados
permanentes ante el Estado, y nos condena a ser desposeídos por
naturaleza. Carlos Jáuregui lo experimentó en carne propia, y por eso
sostuvo con firmeza que la raíz de la discriminación es política, no social.
P.58

El tercer eje, irreductible a los anteriores, nos permite dimensionar la figura


de Carlos Jáuregui mejor que ningún otro, y constituye a mi entender
su particular lección sobre cómo encarnar la lucha por la igualdad
participativa dentro del activismo, ya que se trata de un modelo de
acción política no burocrático que lleva la praxis comunitaria hasta sus
últimas consecuencias. Carlos Jáuregui fue consecuente con la máxima
de que el núcleo de toda vida política radica en actuar juntos, esto es,
en la acción concertada llevada a cabo en espacios compartidos sobre
la base de intereses comunes. Paradójicamente, es en esta dimensión
específicamente política que su vida privada se volvió inseparable de
su vida pública. Quienes lo conocieron saben bien que Jáuregui puso
todas sus destrezas retóricas, políticas e intelectuales al servicio de
transformarnos en una comunidad de derechos. Lo que no siempre
se ha dicho es que este propósito emana de esa comunidad afectiva
y política que fue su propia vida como activista de tiempo completo, y
que esa intensidad vital es una potencia para la acción desatada por su
obstinada insumisión al mundo laboral, su rebeldía contra lo que Marx
llamó “la monótona compulsión de las relaciones económicas”.

El comunitarismo nominal de la CHA confederada de los ochenta se


radicalizó en la democracia participativa de Gays DC, que funcionó como
una asociación que valoraba por sobre todas las cosas el reconocimiento
de sus correpresentantes como iguales por el hecho de compartir un
espacio de acción y deliberación con un propósito político específico:
la defensa legal y la conquista política de derechos para la diversidad
sexual.

Pero esta estructura de relaciones horizontales que fue Gays DC se


prolongaba sin solución de continuidad sobre un mismo ámbito de
sociabilidad afectiva, que se constituyó en el departamento de la calle
Paraná 157, donde Carlos Jáuregui convivió con César Cigliutti y Marcelo
Ferreyra, único marco de contención familiar después de las muertes
de su pareja y su hermano. “Paraná” a secas es el santo y seña con el
que los ex integrantes de Gays DC (además de sus tres convivientes,
Gustavo Pecoraro y Alejandro Modarelli, entre otros) se refieren al sinfín
P.59

de encuentros que dieron forma no solo a las acciones memorables de


aquella época —las primeras marchas del orgullo, las manifestaciones
performáticas, la andanada de comunicados de prensa anticlericales,
las coaliciones políticas, etc.—, sino también a las cenas de los viernes,
las reuniones y fiestas, y las amistades y amoríos que conforman el
tejido de recuerdos de que están hechas sus propias vidas, casi como
si se tratara de una larga e intensa estadía que lo cambió todo. Carlos
Jáuregui será recordado como el activista gay que mejor comprendió que
la única forma de hacer realidad el movimiento gay-lésbico-transexual
en la Argentina era a través de su politización, entendiendo por ello el
armado paciente de alianzas entre organizaciones de diversidad sexual,
organismos de derechos humanos y fuerzas políticas progresistas sobre la
base de una agenda común de demandas. Esa capacidad para la lectura
de las coyunturas sociales y políticas lo eleva por encima del activista
que se da a conocer en los espacios públicos. Pero la vida de Carlos
Jáuregui, como ese gran articulador que supo ser, se funde, se continúa
y difumina en esa experiencia plural y heterogénea que fue Paraná, y
que lo puso a la vanguardia continental en lo que hace a la defensa de
los derechos de gays, lesbianas, travestis y transexuales. Y es por eso
que las conquistas de Jáuregui son conquistas colectivas que trazan el
contorno de una comunidad en la que estamos todas las personas que
nos vinculamos en libertad —lo sepamos o no— con la tranquilidad de
que existen garantías jurídicas para amar y vivir en un país liberado.

Poco antes de morir, Carlos Jáuregui escribió una crónica sobre su última
marcha del orgullo. Con una concurrencia superior a las mil personas, la
quinta marcha gay, lésbica, travesti, transexual de 1996 le regaló no solo
un adelanto festivo de lo que serían las marchas multitudinarias de la
década siguiente, sino una confirmación de la dimensión histórica que ya
estaba cobrando su activismo. Con todo, la quinta marcha se estructuró
alrededor de una las consignas políticas más duras de su historia, ya que
estuvo signada por las muertes de travestis, baleadas y atropelladas por
la policía: “La discriminación nos condena; la policía nos mata; seguimos
de pie”. En plena era neoliberal, el último acto público que organizó
P.60

Jáuregui fue un acto político para visibilizar el nexo entre las víctimas de
los crímenes de odio y el aparato policial. Aun así, la crónica es una gran
afirmación vitalista, y por eso en su título la muerte aparece negada: “Ya
no hay muerte que nos venza”; es decir, ya no hay muerte que pueda
silenciar el grito de las “dos mil gargantas” que se hacen presentes; ya
no hay muerte que pueda vencernos si unimos fuerzas contra nuestros
enemigos y nos manifestamos contra todo miedo; ya no hay muerte que
nos venza si escapamos entre todos a un destino de vergüenza que nos
condena a la inacción... Y la enumeración de esta glosa podría seguir.

Pero leer este texto hoy supone permitirle cuestionar nuestro horizonte
para que podamos entender qué mensaje sobre nosotros se encuentra
cifrado en él; qué tarea póstuma, nacida de esa singular negación de
la muerte, nos estaría destinada. Por eso propongo leerlo como un
manifiesto por la trascendencia de nuestra comunidad, que se habrá de
dirimir en el terreno de la memoria compartida, y que nos conmina a
reflexionar sobre los modos de afirmar la continuidad de las conquistas
y la persistencia de las luchas: en la transmisión del ejemplo de los que
estuvieron antes, con el recuerdo de nuestros caídos, restituyendo una
y otra vez el sentido de la naturaleza profundamente política de nuestra
vida en común. Y para ello es necesario politizar la memoria, hay que
volverla un hecho político que nos interpele como comunidad y nos
llame a la acción conjunta. “Un lugar bajo el sol”, reclamaba Carlos en
una de sus primeras entrevistas. Hoy podemos animarnos a decir que
lo logró: conquistó el derecho a ser visible para los ocultos en la noche
de la vergüenza. Pero para que la misión histórica de Carlos Jáuregui
quede a salvo contra la repetición del pasado, contra todo intento de
restauración del orden vencido, es necesario organizar políticamente el
ejercicio de la memoria. Porque no habrá muerte que nos venza jamás si
nos constituimos en una comunidad de memoria.
P.61

Polaroids:
Tres instantáneas con Carlos Jáuregui.
por Diana Maffía*

>

Si tuviéramos que medir la influencia de una persona en nuestras vidas


por la cantidad de encuentros presenciales, cometeríamos graves errores
de percepción. Sobre todo en épocas donde sacarse fotos sólo revela la
fugacidad de un instante, y no un vínculo aunque sea apenas perdurable,
debo comenzar diciendo que ni siquiera sé si conservo alguna foto con
Carlos Jáuregui. Pero en mi vida intelectual, y en lo que me interesa más
profundamente de ella, en mis fundamentos éticos para la práctica aca-
démica, Carlos tuvo una influencia enorme.

Quisiera explicar entonces el espesor de algunos encuentros fugaces,


porque compartí con él (y en parte aprendí de él) una insistencia peda-
gógica en explicar y volver a explicar en todos los lugares posibles, ante
todxs lxs interlocutorxs al alcance, personalmente y a través de todos los
medios de comunicación disponibles, una visión amplia y abarcadora de
los derechos humanos. Una y otra vez. Una y otra vez.

El primer encuentro personal con Carlos Jáuregui fue en un espacio pri-


vilegiado. Apenas recuperada la democracia, apenas realizada la notable
tarea de la CONADEP, apenas realizado el informe NUNCA MAS, en la
primera institucionalidad que tuvieron los Derechos Humanos en nuestro
país, el flamante Subsecretario Eduardo Rabossi ofreció el “Primer Cur-
so General de Derechos Humanos”. Organizado por la Subsecretaría de
Derechos Humanos del Ministerio del Interior. Era el año 1985, y entre lxs
muchxs aspirantes que logramos ser aceptados en ese programa está-
bamos Carlos y yo.

Me senté junto a él. Ya sabía de su trabajo y su esfuerzo por ampliar los


P.62

derechos de la diversidad sexual. Una y otra vez explicaba por qué debía
añadirse “sexualidad” además de “sexo” entre los motivos de no discri-
minación. Pacientemente, siempre argumentando, en toda oportunidad,
ante todxs lxs expertxs invitadxs a dar clase. Carlos estaba atento, levan-
taba la mano y lograba vincular el tema de exposición con el reclamo
persistente de incluir una demanda que estaba pendiente.

Para mí fue muy claro ese escenario: especialistas que usan un lenguaje
universal para los derechos, y sujetos que quedan fuera de su ejercicio y
reclaman su inclusión para que el uso de ese universal sea sustancial y
no sólo un universo ficticio de discurso. Yo era feminista, me alcanzaban
por tanto esos reclamos, y comprendí que como feminista mi alianza
con ese reclamo de ampliación por sexualidad era necesario y coherente.
Carlos también era solidario con los reclamos del feminismo, como el
derecho al aborto. No se trataba solamente de un reclamo personal, sino
de un reclamo político. Y lo más difícil, de una praxis coherente con ese
reclamo (una rara perla difícil de encontrar).

El segundo escenario tiene como motivación mi trabajo con Carlos Nino


sobre fundamentación ética de los derechos humanos. Desde fines de
los ´70, en lo que se dio en llamar “la Universidad de las Catacumbas”,
generosos maestros y quienes éramos en ese momento sus jóvenes dis-
cípulos desafiábamos la dictadura estudiando aquello que estaba pro-
hibido en las universidades. En mi carrera, filosofía, dos corrientes eran
acusadas de fundamentar la subversión por discutir el “orden natural”: el
marxismo y la filosofía analítica. Las resistencias del marxismo son cono-
cidas, mucho menos lo son las de la filosofía analítica que era sostenida
solidariamente en un espacio cedido por Genaro Carrió (quien luego, re-
cuperada la democracia, fuera designado Presidente de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación), cuya institución era la Sociedad Argentina de
Análisis Filosófico presidida por el mencionado Eduardo Rabossi, y don-
de transcurrió toda mi formación paralelamente a los estudios universi-
tarios que cursé entre dos dictaduras.
P.63

Unos años después de aquél curso de Derechos Humanos, invité a Car-


los Jáuregui a participar de un seminario sobre “Ética, diversidad y justi-
cia”. Fue en la Fundación Poder Ciudadano, creo que en 1987, donde la
coordinadora de proyectos Beatriz Kohen (con quien durante muchos
años y hasta el presente compartimos luego muchas actividades por
nuestra afinidad intelectual) respaldó estas reuniones de reflexión sobre
la necesidad de poner en discusión el sujeto de la justicia y la ética.
Ese presunto sujeto abstracto, que parecía no tener sexo ni raza ni edad
ni clase (ni “sexualidad”), pero que por las diferencias en quienes no
accedían al ejercicio de los derechos se revelaba varón, blanco, adulto,
propietario y heterosexual.

Dado el papel del derecho en la construcción de una República, era el


mismo sujeto de ciudadanía el que estábamos discutiendo. Hacíamos
una profunda crítica política desde testimonios de dirigentes de colecti-
vos que reclamaban su inclusión (mujeres, diversidad sexual, niñxs, pue-
blos originarios y otrxs). Debo decir con cierta melancolía que esos re-
clamos siguen vigentes, no en la letra sino en la sustancia de la política.
Y que la existencia de convenciones específicas de derechos humanos
referidas a estos colectivos son a la vez un éxito en la explicitación de la
demanda, y un fracaso en el alcance de la universalidad de la declara-
ción de derechos humanos que en 1948 se presentaba como universal
y abarcativa.

Tercera escena. Todavía hay mucho que aprender a construir, y hacerlo


en la palabra genuina, en primera persona, no de modo paternalista y
sustitutivo. Carlos nos dejó muchos de sus compromisos como expe-
riencias compartidas, y organizaciones y activistas inspirados en esas
experiencias. Tuve el privilegio durante 20 años y a través de tres cargos
públicos de mucha responsabilidad (como Defensora del Pueblo Adjun-
ta en Derechos Humanos, como Legisladora y hoy como directora del
Observatorio de Género) de contar con Lohana Berkins como asesora y
compañera de muchas intervenciones que dieron lugar a ampliaciones
de derechos que desde la Ciudad de Buenos Aires inspiraron a otras
P.64

jurisdicciones y fueron llevadas adelante colectivamente con las organi-


zaciones de la diversidad sexual.

Fue Lohana, justamente, junto con César Cigliutti, de la Comunidad Ho-


mosexual Argentina (de la que Carlos fue el primer Presidente) quien
tuvo la iniciativa de poner el nombre de Carlos a un espacio público. El
proyecto fue de 2008, la ley que logramos consensuar fue la 3305 de
noviembre de 2009 que en su único artículo dice: “Denomínase Carlos
Jáuregui al espacio público ubicado en la calle Cochabamba al 1700 (vereda
impar), entre Solís y la Avenida Entre Ríos, lindando con Autopista 25 de
Mayo”. Estuvo precedida de una audiencia pública, como toda designa-
ción de un espacio público, donde todas las opiniones fueron a favor
con discursos muy emocionados. Carlos, claro, no estaba allí en persona.
Pero sí “representado”, traído a la presencia por quienes expresábamos
hacia él gratitud, admiración, amor y muchos sentimientos positivos que
eran el tono de los argumentos a favor del proyecto.

Al año siguiente, un 21 de septiembre, fuimos a realizar la inscripción de


una placa, en una conjunción de ceremonia pública, activismo y fiesta,
que dejara constancia de lo que logramos con la ley: la Plaza se llama-
ba Carlos Jáuregui. Cuando llegamos al lugar encontramos que era una
parada de motoqueros. Todavía lo es. Y hay murales de Carlos en las
paredes, y también consignas y pintadas. Allí se han hecho pic-nics de
familias diversas, mate con tortas de las activistas lesbianas, suelta de
libros del Centro Cultural Tierra Violeta y muchas acciones más. Quiero
pensar que a Carlos le habría encantado esta mezcla, en un barrio como
Constitución donde hay tantos derechos por reclamar, tantas vidas por
iluminar para que sean alcanzadas por las políticas públicas en una de-
mocracia en construcción, siempre endeble, siempre frágil en los avan-
ces, donde nos queda tanto por hacer y donde su inspiración nos es tan
necesaria todos los días.
P.65

O visibilizamos o erramos
Emprendimiento moral, política
y sexualidad en Argentina.
por Ernesto Meccia*

>

Seguro que muchos lectores advertirán que el título de este artículo es


una paráfrasis de un famoso pensamiento de Simón Rodríguez (1769-
1854), persistente en el ideario emancipatorio latinoamericano: “o inven-
tamos o erramos”.

Rodríguez se refería a las instituciones latinoamericanas, que debían in-


ventarse evadiendo el pensamiento colonial. Por mi parte, con su ex-
hortación quiero significar que para afrontar los problemas políticos no
bastan las “soluciones” probadas ya que éstos, con frecuencia, presentan
una cuota de originalidad. Valdría mucho más pensar lo contrario: que,
en realidad, esas soluciones son parte del problema. Entonces, la forma
de la superación sería la invención, y los errores en los que se pudiera
caer serían siempre subsanables e –ineludiblemente- parte de un largo
y complicado aprendizaje, siempre preferible a la repetición de una solu-
ción inexistente.

Me interesa remarcar la acción de “inventar”. Para inventar se debe fan-


tasear, imaginar y, especialmente, “concebir” algo en la mente para plas-
marlo en el invento. Y, por supuesto, se inventa aquello que no existe,
quedando demostrada en el sentido más profundo la capacidad hacedo-
ra de los seres humanos, que es la de instalarle cosas al mundo.

No encuentro una manera mejor de enmarcar una reflexión sobre Car-


los Jáuregui a veinte años de su muerte. Jáuregui fue, por un lado, el
“inventor” del sufrimiento del pueblo homosexual y, por otro, de formas
organizacionales y políticas para hacerlo visible y combatirlo.
P.66

No debiera sorprender que el sufrimiento sea una cuestión de invención,


ya que nada asegura que una persona que es blanco de la inhumanidad
sienta efectivamente eso. Se puede sufrir sin saberlo, o también se puede
sentir que se sufre pero no saber cómo comunicarlo. Y el sufrimiento que
no se sabe o que es del todo opaco para el sujeto sufriente es, en gran
medida, un estado del ser que no existe. Para hacerlo existir se deben
inventar modos del decir subversivos, desestabilizadores, que pongan en
la lengua de las víctimas nuevas palabras, nuevas imágenes, nuevos con-
ceptos. Es sólo a través de este creativo trabajo de re-alfabetización que el
sufrimiento puede volverse visible, luego, insoportable y, por último, causa
de acción política. El lenguaje es performativo también en este sentido.

Hoy en día, socializados con la gramática de los Derechos Humanos y


cuando las nociones de “víctima” o de “sobreviviente” funcionan como
potentes moldes para la subjetivación y la inteligibilidad social, tal vez
parezca extraño plantear que sin discursos no exista el sufrimiento. Pero
en aquellos años (cronológicamente tan cercanos, culturalmente tan
distintos) era una novedad absoluta. Prueba de ello fue la consigna im-
postergable de la “visibilización” seguida del discurso del coming out que
encontró en Jáuregui a su máximo hacedor: sufrimiento que no se ve,
sufrimiento que no se dice, no existe.

La acción política de Jáuregui se sitúa en una época signada por la apa-


rición de los nuevos movimientos sociales en Occidente, una movida
que había sido inaugurada por los feminismos. Estos movimientos se
caracterizaron por inscribir en la arena pública nuevas circunstancias de
privación social que eran directamente rechazadas -o al menos descono-
cidas- por las estructuras de representación política tradicionales. Entre
ellas destacan en primer lugar las referidas al género y la sexualidad.
Los movimientos sociales construyeron estas causales de injusticia y las
llevaron a la esfera pública y a la esfera político-estatal demostrando de
forma más evidente que nunca –a juzgar por las reacciones adversas-
cómo el orden social encontraba uno de sus pilares fundamentales en la
heterosexualidad obligatoria y como lo personal siempre es político.
P.67

En este contexto, lo primero que debía inventar Jáuregui era una forma
de interaccionar con los damnificados, algo para nada fácil. En el libro
Los últimos homosexuales. Sociología de la homosexualidad y la gaycidad
(2011) sostengo que la homosexualidad previa y contemporánea a la
acción política de Jáuregui era, antes que nada, una experiencia “muda”.
Eran distintas usinas de pensamiento heterosexista las que hablaban de
los homosexuales, quienes de esa forma, andaban por el mundo pen-
sándose a través de la injuria que portaba veredictos sociales taxativos e
irreparables, cargando sobre los hombros toneladas de contra-imágenes
de sí, imágenes degradantes que tantas veces los conducían al rechazo
y a la negación de los “compañeros del infortunio”, como decía el soció-
logo Erving Goffman (1989).

La mudez, sin embargo, no quitaba que oscuramente sintieran que for-


maban parte de un colectivo, de una extraña y palpable entidad superior
y que advirtieran que todas sus vidas estaban –inexplicablemente- cor-
tadas por la misma tijera de la privación y la humillación. Didier Eribon
(2001) –abrevando en Jean Paul Sartre (2004)- caracterizó de manera
elocuente aquella homosexualidad como una “unidad pasiva”: los ho-
mosexuales estaban “solos, los unos al lado de los otros, apresados en el
«práctico–inerte», es decir, en la historia sedimentada que ha creado el mun-
do que les rodea y les constituye como lo que son. Pero eso no significa que
estén totalmente separados unos de otros puesto que se hallan unidos por
un lazo de exterioridad (…), cada uno existe para el otro en una relación de
unidad, pero sin que ésta unidad sea querida o elegida. (…). El colectivo es
una unidad que se sufre. (…). Por un lado los individuos están atomizados por
la situación pero están asimismo unidos por esa situación que les hace existir
en la entidad sufrida que les anuncia desde el exterior el orden material de
las cosas, el orden social, cultural, racial o sexual.” (2001: 185)

Aplicado a aquella extinta homosexualidad, lo “práctico-inerte” tenía


tres características. Primera: la participación casi ineludible de los homo-
sexuales en una misma colectividad de destino; un destino inapelable
desde todo punto de vista: haya sido quien haya sido cualquiera de ellos,
P.68

la condena y el ostracismo social eran el seguro punto de llegada. Se-


gundo: inerte también, porque aquello que los unía atomizadamente eran
artefactos, circuitos, geografías, trazos (recordemos el ejemplo paradig-
mático las “teteras”) que cumplían la función sociabilizadora de ponerlos
ante los ojos de sus pares, pero no de dotarlos de conciencia política.
Tercero: inerte, por último, porque era tal el nivel de la condena moral, tal
el nivel de supresión de la dinámica social general, que la homosexuali-
dad parecía estar fuera del almanaque, con un pasado igual de oprobioso
que el presente y el futuro, es decir, quieta, inactiva, apática, repitiéndose
dramáticamente a sí misma, como si la historia, los cambios y los progre-
sos fueran patrimonio exclusivo de los heterosexuales.

En suma, lo “práctico-inerte” como forma de entender la experiencia ho-


mosexual hasta bien entrada la década del 80 alude a una forma del ser
(individual y colectiva) que se referencia solamente en la forma en que
los Otros han dispuesto el mundo para Nosotros y no a la forma en que
Nosotros, los afectados, podríamos disponer de él. Ese modo unilateral
de ser “para” y “como” los Otros quieren obtura las posibilidades de au-
tonomía, ya que produce y se asienta en lógicas de naturalización del
sufrimiento que son iterativas y muy difíciles de desarmar.

Visto en perspectiva, es notorio cómo el accionar de Jáuregui logró hacer


trizas aquella homosexualidad en tanto que “unidad pasiva”, sustrayéndola
de lo “práctico-inerte” y transformándola en una colectividad discrimina-
da, apta para la conciencia y la acción política. Esta argumentación puede
avanzar si se comprende la abismal diferencia que existe entre una “unidad
pasiva sufriente” y una “colectividad discriminada”. La primera, al carecer de
lenguaje propio, es solamente blanco de la injuria. La segunda, al contrario,
es aquella colectividad que pudo desarrollar un lenguaje identitario que la
iluminó en tanto que tal y le permite beligerar en las controversias sociales.

Pienso que Jáuregui tuvo mucha conciencia de la existencia de aquella


comunidad a la vez atomizada y unida por la condena, y de lo dificultoso
de resolver esa situación con los recursos políticos, morales y cognitivos
P.69

existentes. Llegaba entonces el momento creativo y los años de la inven-


ción que fueron los que dieron esa enorme fama que los años no hacen
más que engrandecer. Ya lo dijimos: cuando se sufre y no se lo sabe o no
se sabe comunicarlo, es preciso dotar a los damnificados de un nuevo
lenguaje que, a la manera de las gafas, hagan ver distinto.

Jáuregui fue el gran re-alfabetizador de los homosexuales y, al hacerlo,


los convirtió en “gays”; quien luchó más emblemáticamente para colocar
en el orden de lo evidente un montón de nuevas ideas que los damni-
ficados se fueron apropiando. A medida que lo hacían se producía esa
histórica mutación antropológica de “homosexual” a “gay”, que fue, en ri-
gor, una impresionante conversión de la mirada operada sobre sí mismos
por millones de personas. Con una audacia y una creatividad a prueba
de todo, Jáuregui puso en circulación nuevos conceptos que comenza-
ron a utilizarse como gafas. Y esas gafas, de tanto “hacerles-ver” de otra
forma, terminaron “haciéndolos-ser” de esa forma.

Pero para hacer-ver y hacer-ser hubo que producir moral. Siguiendo la


clásica formulación de Howard Becker (2009), podemos afirmar que
Jáuregui actuó como un “emprendedor moral”. El emprendedor moral es
un cuadro político que se caracteriza por llamar la atención de la socie-
dad acerca de temas que, o no merecen la atención, o la merecen desde
un punto de vista contrario al que plantea el emprendedor. Parecido a un
cruzado reformista, este personaje señala –a menudo en forma didáctica
y estridente- todos los engranajes del mundo y todos los personajes
que son funcionales a la existencia y reproducción de la situación que él
denuncia y combate. El éxito de su emprendimiento puede medirse por
la incorporación a la constitución moral de la sociedad de la cuestión
puesta sobre el tapete. Si recordamos el conjunto de acciones que prota-
gonizó Jáuregui –sea en su etapa en la Comunidad Homosexual Argenti-
na o en Gays por los Derechos Civiles, en los tiempos de la epidemia del
SIDA y durante el litigio por el derecho de asociarse civilmente- creo que
aparecerá un rápido consenso acerca de su eficacia, tanto por su nivel de
conmoción hacia las elites como por su llegada a las “bases”.
P.70

Así se pudo trascender lo “práctico-inerte”. Si antes la homosexualidad se


repetía a sí misma fuera de la historia, ahora entraba en la historia para
disputar en planos contenciosos el sentido social y político de los asun-
tos sexuales, disputa realizada en un país que hacía poco tiempo había
salido de una dictadura cívico-militar genocida y que en plena democra-
cia estaba surcado por los múltiples privilegios de la iglesia católica.

Pero habría que ser justos: lo de Jáuregui fue más que un emprendimien-
to moral, fue una “cruzada moral” de dimensiones realmente colosales.
Mis investigaciones sobre narrativas de personas que han vivido los años
de acción política de Jáuregui (Meccia, 2011, 2016) me han servido para
comprobar esta afirmación.

Allí me encontré con cuestiones atinentes a los “caprichos” de la memo-


ria colectiva: a pesar de que Jáuregui siempre operó dentro de organiza-
ciones sexo-políticas, casi siempre era rememorado en términos indivi-
duales. Notemos en los testimonios que siguen cómo se lo inserta en
explicaciones sobre el cambio social de la homosexualidad y se le otorga
una entidad íntegra y característica. En uno de los testimonios, se dice, y
no al pasar: «yo pienso que cada país debe haber tenido uno». Interesan-
te: si se piensa que cada país tiene la necesidad de un personaje de este
tipo, es porque Jáuregui es rememorado no solamente como un cruzado
moral sino también como la extensión de un «arquetipo», es decir, como
un personaje que representa, o que es signo de algo que lo excede. El
Diccionario de la Real Academia Española define el arquetipo como “la
representación que se considera modelo de cualquier manifestación de
la realidad”. Veremos cómo Jáuregui es re-presentado, es decir, es vuelto
a traer en recuerdos de veinte años después, como una manifestación
modelo concreta de un modelo imaginario, como si su persona hubiera
sido tocada por la varita de una fuerza ética universal que lo eligió como
su representante, apto para transitar por las alturas de las riesgosas cir-
cunstancias.
P.71

Vamos a los testimonios:

Después yo digo que viene la época del «gay power», del 85 al 90. Era la épo-
ca de Jáuregui, de las locas de izquierda que sabían de política. Ahí se em-
pezaron a mover las cosas. Jáuregui, pienso yo, fue como el líder argentino
de la movida del «gay power.» Yo pienso que cada país debe haber tenido
uno. Un tipo que haya movido las cosas. Ojo: estaba también el SIDA pero
igual ahí es que empezaba a hablarse del respeto, de los derechos. Era una
época en que se pensaba: respétenme, acá estamos, tenemos nuestros de-
rechos. (Miguel Ángel Antonio, 49 años)

En el ambiente, en los 80, recién fue Jáuregui el primero en protestar por


esto. Yo no lo conocí ni nada pero sin Jáuregui me parece que no se pueden
pensar muchas cosas. Es el que inauguró para todos nosotros la época de
la «evolución». Porque cuando la gente ve las cosas, empieza a escandalizar-
se menos. Y eso se lo debemos a Jáuregui. Ese fue el momento más político
de los gays. (L. L., 56 años)

Yo creo que hay tres etapas, la primera es la de las teteras más la visibiliza-
ción más la lucha contra el SIDA. Visibilización en un sentido trascendente:
«acá hay muchas personas que tienen tales problemas en la vida por culpa
de la discriminación». Eso fue lo que hizo Carlos Jáuregui.(…) Jáuregui, que
iba a morir en el año 96, fue un tipo re jugado. Le puso el cuerpo y el alma a
la causa. Hay que recordar que el chabón tenía el bicho y se mataba con la
militancia. La segunda es la del «ambiente». «Ambiente» porque vos podías
hacer todo en Santa Fe y Pueyrredón (…) a partir del año 90 ya podías andar
tranquilo por ahí. (N. C., 43 años)
Además en los 80 no había una cosa demostrativa. Digo «demostrativa » en
términos generales. Si alguien era demostrativo era porque lo era de una
forma comprometida, por ejemplo Jáuregui.(W., 72 años)

El periodo «gay» para mí es hasta el 2001. «Gay» porque todo era para los
gays: se inauguraban locales y discos que eran para los gays. Yo, además, no
fui al psicólogo nunca, fui a un grupo de auto–ayuda gay. Eran los años de
P.72

Jáuregui. Hablá con cualquiera de nosotros y te lo van a recordar, seguro.


(J. M. C., 45 años)

Esas benditas locas que se mostraban, que empezaron a hablar y que en-
frentaban a la gente son las que nos abrieron el camino, a las que la gente le
debe respeto y cariño por las cosas maravillosas de hoy. El primero Jáuregui,
claro. (J. C., 75 años)

Jáuregui, el emprendedor moral, insistió en nociones tales como la “iden-


tidad gay”, en mostrar al mundo que había una “minoría” que sufría ac-
ciones de inhumanidad, en “visibilizarla” sin vueltas. Con el tiempo -y
por diversas razones que no viene al caso tratar aquí- esas nociones,
así como las organizaciones que basaron sus acciones en ellas, fueron
sospechadas ideológicamente por parte de algunos sectores del activis-
mo sexo-político y de la academia. Creo, sin embargo, que nada puede
oscurecer un legado semejante.

Cierro contando una anécdota personal. Conocí a Jáuregui en Buenos


Aires, en el seno de un grupo de autoayuda de personas que vivían con
el VIH en los calamitosos primeros años 90. Acompañaba allí a mi ami-
go Tommy. Aclaro para los lectores jóvenes que ese grupo no lograba
mantener durante mucho tiempo su composición porque se producían
inexorablemente “bajas”. Simpatizamos de inmediato. Él, para una per-
sona hacía poco tiempo emigrada de una aldea de la pampa húmeda y
que había cambiado la carrera de Letras por la de Sociología, represen-
taba por antonomasia la promesa más evidente de su “recapitalización”
social, vincular e intelectual. Sin nada de autoritarismo pero siempre con
autoridad se “adueñaba” de los momentos que seguían a las lecturas y
otras actividades que se desarrollaban en el grupo. Me gustaba escu-
charlo.

Lo hice partícipe de una situación vivida en la primera Marcha del Orgullo,


realizada en el invierno de 1992. La mayoría de los asistentes velábamos
el rostro de alguna forma: sea con anteojos oscuros, sea con máscaras
P.73

venecianas o de famosos personajes de la cultura popular. En un mo-


mento, un miembro radicalizado de una de las entidades organizadoras,
totalmente encolerizado, se puso a gritar a nuestras espaldas: “¡sáquen-
se las caretas, maricas tapadas!”, una orden seguida de un espantoso
e injusto dictamen que despertó perplejidad y tristeza en quienes nos
animábamos a marchar, a pesar de tener vergüenza y un intenso temor
a perder si salíamos en la televisión. Un latigazo innecesario, lamentable
por lo inquisidor.

Epifánicamente, caminando rápido, entró en escena Jáuregui. El mucha-


cho emigrado de la pampa se sacó la careta. Muy angustiado lo detuvo
y le contó lo sucedido. Palabras más palabras menos, el emprendedor
moral le pidió que se quede tranquilo y que se la vuelva a poner, que le
quedaba bárbara y que la Marcha estaba por comenzar.

BIBLIOGRAFÍA
Becker, Howard (2009). Outsiders. Hacia una sociología de la desviación. Buenos Aires: Siglo XXI.
Eribon, Didier (2001). Reflexiones sobre la cuestión gay. Barcelona: Anagrama.
Goffman, Erving (1989). Estigma. La identidad deteriorada, Buenos Aires, Amorrortu.
Meccia, Ernesto (2006). La cuestión gay. Un enfoque sociológico. Buenos Aires, Gran Aldea Editores.
- (2011). Los últimos homosexuales. Sociología de la homosexualidad y la gaycidad. Buenos Aires: Gran
Aldea Editores. - (2016). El tiempo no para. Los últimos homosexuales cuentan la historia. Santa Fe:
Ediciones UNL - EUDEBA.
Melucci, Alberto (1994). ‹‹¿Qué hay de nuevo en los nuevos movimientos sociales›› en Gusfield, Joseph
y Laraña, Enrique (Comps.). Los nuevos movimientos sociales. De la ideología a la identidad. Madrid:
Centro de Investigaciones Sociológicas.
Modarelli, Alejandro y Rapisardi, Flavio (2001). Fiestas, baños y exilios. La vida de los gays en la última
dictadura. Buenos Aires: Sudamericana.
Sartre, Jean Paul (1995). Crítica de la razón dialéctica I. Teoría de los conjuntos prácticos. De la praxis
individual a lo práctico-inerte. Buenos Aires: Losada.
P.74

Jáuregui comprendía que


las travestis fundaban en
el territorio de las mayorías
la posibilidad de justicia de
una minoría. Por lo pronto,
alentaba a integrarlas al te-
rreno de las disidencias se-
xuales organizadas a partir
de sus especificidades.
P.75

Carlos Jáuregui
y la ciudadanización sexual
por Mario Pecheny*

>

No exagero si digo que dos personas sobresalieron por su valentía,


inteligencia y reconocimiento en el panorama político sexual de Argentina:
Carlos Jáuregui y Lohana Berkins. Mi admiración por siempre para tales
corajes.

Aquí reflexionaré sobre lo que encarnó, hizo cuerpo y voz, Carlos Jáuregui.
Jáuregui representa, en el doble sentido de que se hizo cargo él para hacer
presente, y de que hoy identificamos en él eso que queremos representar,
una mutación clave de la política sexual en la Argentina. La mutación que
hizo posible la ciudadanización de quienes no son heterosexuales, de
quienes no se amoldan al binarismo genérico y sexual que es esqueleto
del edificio de la heteronormatividad reproductiva.

Por heteronormatividad reproductiva entiendo al orden social,


sostenido políticamente, que privilegia los vínculos eróticos y sexuales
heterosexuales, fundados en un binarismo de género que admite como
identidades exclusivas y complementarias a los varones y a las mujeres,
y a los arreglos conyugales y familiares que de esos vínculos derivan,
por sobre todo otro tipo de vínculos, identidades y arreglos conyugales
y familiares. En los años 1960 y 1970, el lenguaje de la política sexual
disidente era el de la liberación sexual, en el marco de la impugnación
revolucionaria, en prácticas que no podían sino ser anti sistema y anti
Estado. En los años 1980, empieza un proceso paradójico a través del
cual las demandas sexuales y quienes las sostenían en las vidas, las
calles y las incipientes organizaciones, se ven interpeladas a partir de
un estado de derecho y un sistema político, democrático institucional,
que no es el enemigo monolítico claro, como lo era el Estado terrorista
P.76

y el régimen político dictatorial, clasista, racista, anti-joven, misógino y


heteronormativo. En Argentina desde 1983, ese Estado y el nuevo régimen
político adoptaron la forma liberal democrática, forma contradictoria y
paradójica. Hasta esquizofrénica. Voces y brazos del Estado dan la
bienvenida al pluralismo, y otras voces y otros brazos del mismo Estado
reprimen, violentan, asesinan y dejan asesinar.

Los primeros movimientos, incipientes, tímidos pero cruciales cambios,


referían a la regulación de la heterosexualidad: asuntos relativos a la
anticoncepción, al divorcio, a la tutela de hijos e hijas en el contexto de
parejas heterosexuales. ¿Qué hacer frente a un orden democrático que
invitaba y a la vez forzaba, que forzaba y a la vez invitaba, a formular las
reivindicaciones en tanto leyes (o proyectos de leyes) procesables por el
Congreso, reclamables ante jueces de un poder judicial supuestamente
respetuoso del Estado de derecho, reivindicaciones que deberían
plasmarse en leyes que a su vez deberían convertirse en políticas públicas,
en presupuestos y en burocracias, como todas las otras demandas
sociales que se procesan institucionalmente en un sistema democrático.

El dato institucional es clave: de la dictadura, a la democracia, las


cosas cambian. Sobre todo en una democracia que, habida cuenta de
la experiencia del terrorismo de Estado, la sociedad argentina, incluso y
sobre todo sus sectores políticamente más dinámicos y cuestionadores,
habían aprendido a defender y a querer “profundizar”. A este dato
institucional, se suman dos procesos de envergaduras diferentes, que
también hacen a la definición de las reglas de juego, del contexto, de las
condiciones materiales y simbólicas para vivir la vida y para transformarla.
El primer proceso es el auge del neoliberalismo, de la hegemonía del
individualismo, de las ONGs, del mercado, de la globalización capitalista,
del imperialismo vivito y coleando, del ajuste estructural y la crisis del
Estado. Un neoliberalismo que propende a, y supone, la segmentación
y fragmentación de las políticas sociales, y de los sujetos sociales. La
competencia entre víctimas, en un marco de lucha por bienes escasos:
atención pública, recursos, prioridades; sabiendo que si la lucha pasa
P.77

por mostrar quién es más víctima, y no por articular luchas entre todos
aquellos sujetos que reclaman por más justicia y transformación, la lucha
se transforma en la reivindicación de privilegios y ya no de derechos
universales, reconocedores de las diferencias, cada cual según sus
necesidades y sus posibilidades. El segundo proceso es la aparición y
rápido crecimiento de la epidemia del sida. La infección por el VIH, que
afectó particularmente a los varones gay y otros hombres que tienen
sexo con hombres, y a las trans, metió un problema horrible en el medio
de un panorama optimista (relativamente optimista: es decir, en relación
con los horrores de la dictadura, la democracia aparecía como un
horizonte más simpático para la disidencia sexual). El problema horrible:
una enfermedad que la medicina aún no lograba controlar, sufrimientos
individuales y colectivos, mucho dolor, mucha impotencia.

Vamos hacia Jáuregui: luego de la dictadura empiezan los primeros pasos


políticos del viejo movimiento homosexual, formado por quienes cada
vez más se identificaban como gays, y por las lesbianas, y las travestis.
La agenda estaba inundada por las cuestiones de las represiones y
chantajes aún vigentes: códigos, policía, asesinatos por homofobia o
habilitados por ella. Y, de repente, y cada vez, por el VIH. Carlos Jáuregui
encarnó con valentía, inteligencia y sensibilidad la mejor práctica de
resistencia y de propuesta en un contexto de democracia política, de
persistencia de represión, de epidemia, y de neoliberalismo. Encarnó la
posibilidad de usar el lenguaje de derechos como articulador y no como
fragmentador. Metió el adjetivo “civiles” en las lenguas del activismo:
en democracia política, ser parte de quienes tienen derecho a tener
derechos es clave. Es cuestión de ciudadanía. Y la puerta abierta por el
VIH y el sida no alcanza, no reemplaza, al contrario. Gays y lesbianas, y
travestis, y mujeres y varones trans, e interesex, y heterosexuales que no
se conforman a los parámetros heteronormativos, y personas que viven
con VIH, y las trabajadoras y trabajadores sexuales, en suma, todos y
todas en Argentina que por sus prácticas eróticas y sexuales, y por su
género e identidad de género, tienen sus derechos vulnerados, no se les
reconoce como sujetos de derechos, son víctimas de abusos y violencia,
P.78

o de invisibilidad o se les niega la voz con represión o condescendencia,


fueron para Carlos Jáuregui sujetos políticos. No víctimas. No fragmentos.
No blancos de políticas públicas neoliberales, por más “justas” que fueran.
Sujetos políticos que sólo redefiniendo las condiciones de la economía
política capitalista podrán serlo plenamente, o podrán comenzar a serlo,
quizá, plenamente.

En suma, Carlos Jáuregui encarnó el proceso de politización de las


sexualidades en un contexto neoliberal y democrático-institucional,
encarnó la adopción del lenguaje de los derechos en clave a la vez
democrática y crítica. Las huellas de su política son las nuevas reglas de
juego en las que nos movemos, reglas que son por supuesto insuficientes
y no determinan el juego que juguemos: juego de la vida, juego de la
política. Matrimonio igualitario y reconocimiento de las identidades de
género serían sencillamente impensables (yo pensaba, en ese tiempo,
que eran impensables) sin las conquistas que Jáuregui promovió e hizo
existir: la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo.

Por último, pero no por ello menos importante: Monseñor Quarracino.


La Iglesia Católica no es, no sólo es, ese monstruo grande que pisa
fuerte. Puede convertirse con política inteligente, con sentido del
humor, y profundamente democrática, en objeto de escarnio. Ante las
desafortunadas declaraciones del monseñor, que no son exabruptos
sino la manifestación de un odio que no se atreve a decir su nombre y
que estaba y sigue estando en el discurso oficial y oficioso de esa Iglesia,
Carlos Jáuregui y su organización lo llevaron a juicio. Eso es política
cultural. Eso es política. Y eso debería seguir siendo política.
P.79

Capítulo
Dos
>
P.80

En una sociedad que nos


educa para la verguenza,
el orgullo es una respuesta
política.
P.81

Vidas Precaria:
Alianzas y tensiones
en el activismo LG(TTB)
por Mabel Bellucci*

>

Hacia inicios de los años 90, aún la comunidad travesti no estaba


organizada como tal, aunque habían emergido referencialidades de notable
presencia pública y representatividad.  En 1991, dio la cara Transexuales
por el Derecho a la Vida y la Identidad (TRANSDEVI) con Karina Urbina,
quien instaló el debate por el reconocimiento de la identidad. Luego, en
mayo de 1993, surgió Travestis Unidas (TU) de la mano de Kenny de
Michelis y tres amigas. En junio hizo su debut la Asociación de Travestis
Argentinas (ATA) con María Belén Correa y Claudia Pía Baudracco.
Estaba integrada por quince compañeras reunidas para denunciar el
maltrato policial e institucional y contó con el apoyo de  Gays por los
Derechos Civiles (Gays DC), colectivo liderado por Carlos Jáuregui.1 Al
año siguiente unas pocas travestis fueron convocadas por el partido
Frente por la Democracia Avanzada (FDA)2. Allí, estaba Kenny, amiga de
Jáuregui, de César Cigluitti y de Marcelo Ferreyra. En esa reunión no se
llegó a ningún tipo de acuerdo porque ella insistía en que las extranjeras
no podían integrar tal encuentro. Lohana Berkins que participó junto con
unas pocas compañeras peruanas, decidió retirarse en oposición a los
comentarios xenófobos. Entonces no se logró lo buscado. Sin embargo,

1. En realidad ATA fue puesto por la policía no por ellas. Cuando eran detenidas les preguntaban “¿Quién
te crees que sos de la Asociación de Travestis Argentinas?” Travesti, en 1993, era un término muy fuerte.
En la primera nota que salió en el diario Crónica decía ATA pero no desglosó la sigla para que no apa-
reciese la palabra travesti. Carlos decía que poner “Asociación de Travestis Argentinas” era como poner
“Asociación de Putos Argentinos”. Entrevista a María Belén Correa.

2. El FDA y GAys por los DC generaron un espacio que exploró el ambiente universitario, el feminismo,
los derechos humanos y las minorías sexuales. A partir de estas alianzas, el FDA fue el primer
partido en la Argentina en colocar en la agenda política del momento demandas contra todo tipo de
discriminación, en especial, de los gays junto con la despenalización del aborto.
P.82

Carlos aprovechó la oportunidad para repartir un volante a las presentes


en el cual se anunciaba la creación del servicio legal que de a poco estaba
armando Gays DC. De tanto trajinar de un medio de comunicación a otro,
esta colectiva lograba difundir su número de teléfono o su fax. Nada era
en vano, tenía su sentido. Por un lado, para que las travestis supiesen que
existía una organización decidida a asistirlas en todos sus pesares. Por el
otro, para convocar a letrados que colaboren con ellos en los casos de
abuso policial. Marcelo Ferreyra, con una memoria privilegiada, describe
esa travesía: “Entre 1993 a 1994, durante toda la noche nos llovían
llamados de travestis encarceladas o violentadas en sus derechos. De
allí que hicimos un llamado para ampliar nuestro panel de abogados.
Así, se acercaron Fabio Álvarez, Marcelo Feldman y Ángela Vanni. En
verdad, ella fue la que más se comprometió con la cruda realidad de
las travestis. Mientras nosotros las organizábamos hacia afuera, es decir,
las vinculábamos con la comunidad, Vanni las organizó hacia adentro
mediante talleres de capacitación legal”3.

A fines de 1994, nació como respuesta al constante asedio y violencia


policial la Asociación de Meretrices de Argentina (AMAR). Después este
grupo se sumó a la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) lo que hizo
posible abandonar la marginación, al reconocerse como trabajadoras.  Al
tiempo, diferentes posturas en torno a la prostitución provocaron
rápidamente la escisión en el interior de ATA, dando surgimiento a otras
dos entidades: la Organización de Travestis de la República Argentina
(OTRA), fundada por Nadia Echazú, y la Asociación de Lucha por la
Identidad Travesti (ALIT) presidida por Lohana Berkins. Si bien Kenny
de Michelis ya era una figura mediática y sostenida por Gays DC al
incorporarse nuevas travestis empoderadas al espacio de las disidencias
sexuales a partir de las Marchas del Orgullo y de las reuniones de gays
y lesbianas en el inolvidable departamento de la calle Paraná, comenzó
su ocaso.

3. Entrevista en mayo de 2016.


P.83

Ahora bien, la circulación pública de todas ellas seguía siendo restringida


debido a las amenazas y el acoso policial. El accionar del aparato represivo
aún gozaba de buena salud. Por ello, la aplicación de los edictos 2ª F y
2ª H y la Ley de Averiguación de Antecedentes se hicieron cada vez más
frecuentes. Fueron los soportes cruciales para que la policía mediante
allanamientos, razzias y detenciones arbitrarias, pudiese perseguir, detener
y reprimir a los homosexuales y, en especial, a las travestis. Aquellas que
se integraron desde un inicio a las actividades había que acompañarlas
hasta la parada del colectivo para que no fuesen detenidas.

Inclusive, en los boliches gays se les prohibía su ingreso. Por ejemplo,


en la puerta del histórico local Contramano había un cartel que decía
“Prohibido la entrada de travestis”. El testimonio de Belén Correa coloca
el acento en el estado de precariedad en que se encontraban: “Para la
tercera Marcha del Orgullo todas fuimos en el subte con la abogada
Ángela Vanni del grupo de Gays DC. La policía al vernos no nos dijo nada
porque éramos 60. Para muchas chicas era la primera vez que viajaban
en el subte. Parecía un jardín de infantes, todas juntas. Estrenando el
megáfono dentro del subte y decíamos no miren. Lo que entendíamos
era que nos dejaran de molestar porque estábamos cansadas de estar
presas. En ese entonces la expectativa de vida era totalmente distinta.

Ángela que era una abogada muy pilla nos dijo vístanse de hombres para
que la policía no las metan presas. Si el edicto decía vestimenta contraria
al sexo, vístanse con pantalón”4. Entre tanto Marcela Romero, fundadora
de ATA, señala que “por ese tiempo no podíamos salir a tomar un café
o ir al cine, tomar un subte o el micro, por ser detenidas constantemente
por la policía amparada en edictos. Cosas tan sencillas y cotidianas para
otros, para nosotras eran un lujo. Sabíamos que estábamos cansadas de
vivir así, pero no sabíamos para dónde arrancar”5

4. Bellucci, Mabel. Entrevista a María Belén Correa: “Nos volvimos activistas sin darnos cuenta” Revista
Furias, nº 26, 16 de diciembre de 2015.
5. Vásquez Haro, Claudia. “Las adelantadas”. En suplemento Soy, Página/12, Buenos Aires, 9 de
noviembre de 2012.
P.84

Si bien Carlos arrimó a su entorno a las pocas organizaciones de travestis que


había en ese entonces, siempre estuvo acompañado por Cigluitti y Ferreyra.
Por caso, ambos fueron los primeros en vincularse a un pequeño grupo
que estaba presente en la segunda Marcha del Orgullo para preguntarles
quiénes eran y cruzar teléfonos, al estar acompañadas por una antropóloga
y una trabajadora social que frecuentaban las famosas reuniones de Paraná.

Hacia 1994 un número importante de travestis se acercaron a Gays DC


y Jáuregui invitó a AMAR a participar de la marcha. Demás está decir
que esta convocatoria representó el debut público de las mismas y, no
por nada, las referentes travestis del momento no lo olvidaron jamás. Un
documento de AMAR, de ese año, daba cuenta del hecho: se presentaba
como integrante de la comunidad de gays, lesbianas y transexuales
desde la tercera Marcha del Orgullo. Asimismo, entre los objetivos que se
proponía lograr “estaba en querellar a la Policía Federal junto a OTRA con
el asesoramiento de la Dra. Ángela Vanni y el amigo Carlos Jáuregui”6. Un
detalle revelador como bien señala Marcelo Ferreyra fue que “a partir de
esa marcha se dejaron de ocultar los rostros de los y las participantes con
pañuelos o máscaras al estilo del carnaval de Venecia confeccionadas
para la ocasión, por el artista plástico, Marcelo Benítez” 7.

Carlos siempre llevó la cara descubierta y decía: “En una sociedad que nos
educa para la vergüenza el Orgullo es una respuesta política”. Y esa fue una de
las mayores diferencias que se presentó hacia el interior de la cofradía lésbica-
gay con la irrupción del activismo travesti: el dar la cara, la visibilidad como
un modo de rebelión política atrincherada frente a la violencia institucional.
Vuelven los recuerdos de Ferreyra: “La fundación de la CHA, en 1984, surgió
como respuesta a la sedición policial. Carlos desde ese inicio luchó en contra
de la discriminación y de la represión de las minorías sexuales poniendo
el cuerpo. Lamentablemente lo dejaron solo. Entonces entre 1988 a 1989,
comenzamos a entablar un diálogo con las travestis que asistían al boliche

6. Carta e Informe ATA. Buenos Aires.1 de diciembre de 1994. Material facilitado por Marcelo Ferreyra.
7. Entrevista realizada en mayo de 2016.
P.85

Confusión. Queríamos que fuesen el sustento de una política clave de visibilidad


para transformar una legislación represiva hacia las disidencias, además de
exhortar a un compromiso masivo con respecto a los derechos humanos”8.

En septiembre de 1995, un centenar de travestis protagonizó una protesta,


organizada por ATA, bajo la consigna “nos sentamos para poder caminar”
frente a la Casa Rosada en reclamo al reconocimiento de sus derechos
civiles. Del mismo modo, se solicitó una audiencia al entonces presidente
Carlos Menen para exigir la derogación de los edictos policiales. Al mes
siguiente, se movilizaron travestis, gays y lesbianas ante el Departamento
de la Policía Federal en repudio a los abusos e injusticias que atravesaba
esta colectividad. Entre los carteles coloridos estaban los de ATA, Gays DC,
Frente de Lesbianas, Secretaría de Derechos Humanos de la Federación
Universitaria de Buenos Aires (FUBA), la Coordinadora Contra la Represión
Policial e Institucional (CORREPI) y la Comisión de Familiares Indefensas de
la Violencia Social e Institucional de la República Argentina (COVAFI).

Con un megáfono en mano, Jáuregui clamó con su vozarrón de barricada:


“Hoy estamos acá presentes porque la represión policial se acentuó y
afecta a todos los sectores de la sociedad. Pero las víctimas prisioneras de
esa represión policial somos gays, travestis y lesbianas. Por eso sentimos
la necesidad de denunciarlo públicamente y estar todos juntos.”9 A fines
de 1995, varias colectivas de travestis envían una carta al Programa contra
la Discriminación que funcionaba en el Ministerio del Interior, a cargo de
Alejandro Salazar, a través de la cual “denunciaban el persistente accionar
intimidatorio, represivo y discriminatorio que la Policía Federal Argentina
ejerce contra nosotras”. Asimismo, se adjuntaba un informe llamado
Violencia policial contra travestis para dar cuenta “de los casos denunciados
por integrantes de nuestra comunidad y que han sido presentados, ante el
Secretariado General de Amnistía Internacional con sede en Londres”10.

8. Ibídem.
9. S/R. Crónica, Buenos Aires, 3 de octubre de 1995.
10. Carta e Informe ATA. Buenos Aires.1 de diciembre de 1994. Material facilitado por Marcelo Ferreyra.
P.86

De alguna manera, tales acontecimientos revelaban la imperiosa necesidad


de los diferentes activismos de confluir en un frente de afinidades político/
afectivo a modo de presión y resistencia ante los desmanes del régimen
dominante.11 Lo mismo sucedió con los medios de comunicación. En
las convocatorias mediáticas tanto gráficas como radiales se negociaba
siempre la participación de un gay, de una travesti y una lesbiana como
figuras con voz propia. Indudablemente, estas alianzas y encuentros
significaron el principio de un colapso del viejo orden. Lohana recuerda
que “cuando Carlos vio que éramos muchas travestis juntas, él afirmó
con emoción ahora está completo el movimiento.” Al final, su lema era
sencillo y eficaz: “el movimiento es una mesa de cuatro patas: lesbianas,
gays, travestis y transexuales. Si una pata falta la mesa cae.”

Jáuregui comprendía que las travestis fundaban en el territorio de las


mayorías la posibilidad de justicia de una minoría. Por lo pronto, alentaba
a integrarlas al terreno de las disidencias sexuales organizadas a partir
de sus especificidades. Las palabras de Belén Correa da cuenta de ello:
“Decía que nosotras habíamos traído como aire nuevo al activismo. En
ese tiempo estábamos trayendo una realidad distinta a la que ellos tenían.
Estaban con la Unión Civil y nosotras estábamos diciendo no podemos
vivir, no podemos caminar, no podemos ir al supermercado. Literalmente
así eran las cosas. Fue el primero que vino a las reuniones nuestras.
¿Un gay que vaya a una reunión de travesti, no? La revista Nexo también
colaboró. Nos prestaban una pieza para hacer reuniones porque en mi
casa no daba más. Llamaba y decía voy a tener una reunión con las
chicas de ATA y necesitaría el lugar. Y quién le iba a decir que no. Nos
solucionaba las cosas: hacia nuestros comunicados de prensa, nuestro
discursos porque nosotras no sabíamos hacerlo”.12 Además, les recalcaba
que debían presentarse como grupo porque era más importante su

11. Hubo muchas más intervenciones públicas para lograr la derogación de los edictos que no están
abordadas en este artículo: las reuniones en el SERPAJ, las sesiones en la Legislatura de la Ciudad de
Buenos Aires, las recorridas callejeras por la zona de prostitución, la red de alerta telefónica nocturna
para presentar habeas corpus, entre otras tantas.
12. Bellucci, Mabel. Entrevista a María Belén Correa.
P.87

visibilidad y fuerza de conjunto. Nunca les dijo “vengan a Gays DC y


sean parte” sino todo lo contrario: “armen su propio espacio, su propio
nombre”. Para muchas de las referentes que Carlos tuviese muy en
cuenta la cuestión de clase, dónde se encontraba la necesidad, por dónde
pasaba el debate, su interés por trabajar con las bases era un dato que
no pasaba desapercibido. Su planteo empezaba por “Hagamos, vamos”.
Para ellas encarnaba al activista callejero, con un grado de pragmatismo
afín a sus modos de intervención. Su protagonismo resultaba sustancial:
no pensaba en términos de organización sino de movimiento.

Demonio amenazante a la heterosexualidad

En 1993 se abrió en Buenos Aires un bar con restaurante y centro de


actividades culturales llamado Tasmania. Estaba en un pasaje próximo
a la Avenida Córdoba, más exactamente Dellepiane, entre Tucumán y
Viamonte. Las dueñas, María y Roxana, lo llamaron así para parodiar
la amenaza que representaba para los homofóbicos y lesbofóbicos la
presencia de gays y lesbianas. Posiblemente, el nombre provino por un
marsupial carnívoro que solía atacar al ganado de Australia, un animal
que espantaba por lo peligroso. Lo apodaron “diablo” o “demonio” de
Tasmania.

Para María Luisa Peralta, una asidua concurrente, lo recuerda como “un
hermoso bar, cálido, que acogió las noches de muchxs de nosotrxs en
la comunidad lgttb que queríamos un lugar con música pero donde se
pudiera hablar y besarse sin que te molestaran. Oleadas de lesbianas
pasaban a tomar algo antes de ir a bailar y las que venían a desayunar
cuando el boliche cerraba. El pasaje empedrado prácticamente no tenía
tránsito de autos, de manera que la gente se amontonaba a charlar y hacer
tiempo en las veredas del bar” 13. Además, impulsaban rondas de lecturas
de poesía y ciclos de cine de directorxs consagradxs. Si bien, Tasmania

13. Peralta, María Luisa “20-años de la última razzia a un boliche de lesbianas en Buenos Aires”, Té en
el Sahara, Buenos Aires, 10 de octubre de 2015.
P.88

significó un refugio de vitalidad cultural e histriónica para el público


habitué, también en septiembre de 1995, fue el terreno por excelencia
del activismo de la disidencia sexual que encarnó un acontecimiento de
manifiesta importancia: la futura constitución del movimiento lgttb en
Argentina.

Ferreyra cuenta las razones que llevaron a elegir ese lugar “entre gays
y lesbianas decidimos que fuese Tasmania por ser un sitio neutral,
vinculado con el lesbianismo.

A diferencia del departamento de Paraná que estaba estrechamente


asociado al activismo gay” 14.

El evento consistió en seis reuniones con el objetivo de diseñar estrategias


y una agenda en común entre grupos de afinidades. El movimiento, con
sus más y sus menos, tenía la firme decisión política de articular en
dirección a un espectro más amplio y ensanchar sus márgenes. Se sabía
a las claras que su impulsor fue el propio Carlos. Hacía falta alguien
como él para empujar ese proyecto que requería capacidad organizativa
y visión de movimiento. Jáuregui se empecinó en profundizar más aún
los lazos amarrados por las veladas en Paraná, por el primer Encuentro
Sudamericano de Reflexión Lésbico-Homosexual en Chile de cuño
regional, en 1992, y por las tres marchas consecutivas del Orgullo que
tomaban un rumbo de mixtura y masividad. Sin demasiadas vueltas, llamó
a uno por uno de los nuevos y viejos grupos y les propuso escucharse
entre sí. Para alcanzar el ansiado crecimiento, primó la vocación política
de contactar a todos que tuvieran escucha para su planificación, dejando
atrás las tensiones y dar paso al armado de políticas de coalición. De
esta manera, hacia mitad de septiembre hasta finales de octubre, el bar
dejó de brindar sus servicios habituales para llevar a cabo la actividad.
Entonces se optó que el lunes, desde las seis de la tarde hasta las ocho
de la noche, fuese el día en que cerrara sus puertas al público en general.

14. Entrevista realizada en mayo de 2016.


P.89

En la primera hora, el grupo elegido hablaba y nadie podía interrumpir y


en la segunda se daba paso a las preguntas. De acuerdo al anuncio de la
revista NX, año II, Nº 24, era una convocatoria de seis charlas: lesbianismo
y feminismo; travestis; transexuales; gays; visibilidad; sida. El último se
destinó para el armado de tácticas colectivas15.

Nadie quiso faltar a la cita: la CHA; el grupo de Jóvenes Gays y Lesbianas;


la gente de HIV; Lesbianas a la Vista; la Iglesia de la Comunidad
Metropolitana; Escrita en el Cuerpo; la revista Nexo; ATA; SIGLA; el Frente
de Lesbianas de Buenos Aires; Convocatoria Lesbiana; Gays y Lesbianas
por los Derechos Civiles; el Colectivo Arco Iris (de Rosario); el Grupo
Nexo (editor de la revista) e Isis.

En cuanto al taller de las travestis participaron Lohana Berkins, Patricia


Gauna, María Belén Correa, Nadia Echazú, Karina Urbina, Paula Rodríguez
y Claudia Pía Baudracco y con sus menciones movilizaron a los presentes
que escuchaban atónitos sus experiencias. Así, lo narra Alejandra Sardá:
“Oírlas a ellas fue un hecho histórico. Contaban sus vidas, qué querían y
qué podían hacer.” Mientras que Fabi Tron cuenta su conmoción frente
a las exposiciones: “A la Berkins la conocí en unas reuniones que se
empezaron a hacer en el bar Tasmania. Nunca había visto una travesti
en mi vida y allí estaban Lohana, María Belén y Nadia. Esas reuniones
marcaron un antes y un después en mi vida y marcaron profundamente
mi incipiente activismo porque escuchar de boca de las compañeras las
enormes violencias cotidianas que padecían y, desde tan pequeñas, fue
desgarrador. Una no podía dejar de comprometerse frente a tremenda
inequidad, así que rápidamente, surgió la convicción “La lucha es con
las travas, nunca sin ellas” 16. También Lohana suscribe lo dicho: “Una
obsesión de Carlos era el tema de la visibilidad. Él decía que si no había
visibilidad no había movimiento. Cuando ATA tuvo su primera crisis fue
uno de los mediadores. Decía que no había que tener problemas, porque

15. http://potenciatortillera.blogspot.com.ar/1995_10_01_archive.html
16. Tron, Fabi “La confusión deseada”, En suplemento Las 12, Página/12, Buenos Aires, 12 de febrero 2016.
P.90

debían existir muchas agrupaciones. Fue un visionario en ese tema. Y


una cosa que a mí me maravillaba era que, en las reuniones para arreglar
cosas del movimiento, escuchaba y nosotras hablábamos, hablábamos
y al final tomaba la palabra, y con una sabiduría infinita, hacía una
síntesis de todo”.17 Sin duda alguna, él fue la figura clave que instó a la
organización de las travestis.

Las travestis: punto de quiebre en el arco iris

Pese a todo lo expuesto, ellas tuvieron que llevar adelante una lucha
interna dentro de la comunidad lésbica- gay para ser reconocidas como
integrantes con sus especificidades. Como bien se hace referencia
en los distintos relatos, las actitudes discriminatorias por parte de los
gays continuaban sin freno alguno. Un sinnúmero de homosexuales
se habían negado a incluirlas en las marchas por todos los prejuicios
que acarreaban en su contra. Pedían que fuesen más recatadas, que se
vistieran de otra manera. En suma: consideraban que su presencia era
demasiado sexualizada. Ese mismo planteo fue sostenido tanto por las
heterofeministas como por ciertos grupos de lesbianas- que no militaban
como lesbianas sino como feministas y dentro del movimiento de
mujeres - al considerar a las travestis hombres que invadían el territorio
de las mujeres. Al respecto, Belén Correa recuerda: “A ver, hay un escrito
que contaba que nunca se iba a borrar de la memoria lo que nosotras
hicimos en la tercera Marcha Del Orgullo. Nosotras aparecimos en la
Marcha con buzos fucsias hasta el cuello, para que no nos digan que
íbamos con las tetas al aire, y le estampamos en el  centro el nombre de
ATA, una bandera gigantesca de 8 metros y un megáfono (que tuvimos
que hacer una colecta para comprarlo). Ya teníamos nuestra asociación
en el ´93 y sabíamos que se hacia la segunda Marcha del Orgullo.
Caímos de atrevidas nomás porque todavía nadie no nos habían invitado,
tenías que ser invitado por alguna de las asociaciones que estaban en

17. Bellucci, Mabel.” La batalla en todos los lados y al mismo tiempo” En Marcha.org, Buenos Aires, 13
de enero de 2016.
P.91

la organización. Aparecimos en la Marcha con una cartulina que decía


“Asociación” y estaba mal escrito: en el lugar de la s pusieron la c y uno
de los abogados de la CHA vino a decir “Esto está mal escrito” en vez
de decirnos “Qué suerte que están acá”. Eran 50 personas y nosotras
5 estábamos al costado con esa cartulina mal escrita y mirando a los
costados por miedo a que nos llevaran presas. Durante la primera, la
segunda y la tercera era la Marcha del Orgullo Lésbico- Gay. Por eso
primero tuvimos que hacer nuestra lucha interna para ser reconocidas
como integrantes del espacio”.18

Por ejemplo, pese a la incorporación de las travestis por propia voluntad,


la Marcha del Orgullo se siguió llamando LG. Debió pasar muchos años
para una recepción plena de la triple T. Lohana Berkins repasa esas
tensiones: “Cuando nosotras ingresamos de manera más masiva, los y
las activistas nos presentaban dos posturas, por un lado, las lesbianas
nos alentaban a reconducir a la masculinidad mientras que los gays a
la hiper-femineidad. A partir de acá, nosotras empezamos a recalcar el
tema de nuestra identidad. Antes nos decían los travestis y ahora las
travestis. Entonces en las reuniones nos parábamos a coro y usábamos
unos cartelitos para recordarles que eso debía cambiar.” 19 Por supuesto
que todas estas tiranteces no se resolvieron de un día para el otro. A
fin de aclarar un poco más, Belén Correa vuelve con su testimonio: “Yo
tenía el afiche de la primera Marcha, de la segunda y tercera. En la cuarta
decía Marcha Lésbica-Gay y abajo chiquitito decía “marchamos todos
juntos gays, lesbianas, travestis y transexuales” pero seguía siendo el
mismo lema. Aquel abogado que nos señaló la falta de ortografía en el
cartel, un día nos dijo ofuscado ¿Encima que las dejamos desfilar quieren
ustedes ahora cambiar el nombre?” Internacionalmente se llama marcha
del orgullo gay, agregamos a las lesbianas y ahora quieren ustedes que
las nombren. Si coparon toda la prensa”.20

18. Bellucci, Mabel. Entrevista a María Belén Correa.


19. Bellucci, Mabel Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política. Buenos Aires: Emecé, 2010.p.179.
20. Bellucci, Mabel. “Entrevista a María Belén Correa”
P.92

Del mismo modo, Ilse Fuskova alega lo suyo al reconocer cómo esas
limitaciones dificultaban el diálogo: “En general, para los gays y las
lesbianas el ingreso de las travestis fue muy tenso. El exhibirse de
manera exuberante, ejercer la prostitución, provenir de otro sector social,
carecer de lecturas previas sobre los movimientos, no entendíamos
mucho.”21 Distinguirlas como una minoría dentro de otra minoría no era
descabellado para la época. Inclusive más, cuando las travestis asistieron
a la segunda Marcha del Orgullo colocaron dinero como todo el mundo
y pese a ello, algunos gays no quisieron que figuren en los carteles ni
en las banderas. Retomemos las palabras de Berkins: “Recuerdo que en
la primera Marcha del Orgullo que participamos nos hicieron poner 100
pesos y después no querían que en el cartel apareciera la palabra travesti.
Lo pusieron al borde del cartel. Y en los volantes como no figurábamos
habían dejado un lugar para la publicidad y nosotras como estrategia
con un sello grande que mandamos hacer, pusimos travestis en fucsia.
Fueron entendiendo la realidad travesti en toda su dimensión, ya no se
podía usar más las excusas que se usaban anteriormente.”22

A decir verdad, ellas traían consigo una fuerza arrolladora en su lucha. Por
un lado, la causa de la prostitución callejera. Por el otro, la urgencia por
derogar la ley de averiguación de antecedentes y los edictos policiales.
Ambos procedimientos se utilizaban para reprimir y encarcelar así como
representaban fuentes de corrupción y arbitrariedad policial. Asimismo,
las travestis constituyeron un sacudón hacia dentro de las minorías de
entonces. No solo encarnaban otra identidad por fuera del mundo binario
sexo/género sino que además con sus presencias emergían nuevos
ejes: corte etario, étnico y de clase. Berkins relata con precisión estas
diferencias: “Un gay o una lesbiana puede vivir toda su vida sin que nadie
sepa si es gay o si es lesbiana. Pero la visibilidad viene con nosotras.
Creo que nuestro mensaje es más fuerte: porque no necesariamente una
lesbiana rompe con el estereotipo mujer y un gay por más emplumado

21. Bellucci, Mabel Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política.p.179.


22. Bellucci, Mabel.” La batalla en todos los lados y al mismo tiempo”.
P.93

que sea, puede no renunciar a sus beneficios de patriarcas. A una travesti


la sociedad la obliga a estar mostrando lo que quiere ser.”23 Sin lugar a
dudas, eran las piqueteras de este nuevo movimiento, así las definió Javier
Hourcade Bellocq: “Cuando ellas se presentaron, nos dimos cuenta que
nos llevaban a un terreno más real.

Así, nos vimos obligados a articular y aprendimos lo que realmente era la


discriminación más cruda. En un principio todos los temas que estaban a
los márgenes generaban resistencias pero después que a las travestis se
les abrió la puerta ya no se podía volver atrás. Tenían claridad para ver las
situaciones políticas desde el minuto cero. Quizás al principio carecían
de un discurso, lo lograron más adelante al confluir con otros colectivos.
Sus urgencias nos llevaban a postergar discusiones importantes pero
desnudó las divergencias de clase entre los grupos gay- lésbicos y ellas.
Diría que el ambiente lgttb, en esos momentos, era algo parecido a un
rejunte aún no cohesionado pero sin darnos cuenta, nuestra agenda era
totalmente travesti.”24

Y a decir verdad, Jáuregui frente a la cosa nueva que aparecía, de


inmediato, él la integraba y trataba de convencer hasta lograr un
consenso. Primero fueron las travestis, luego las transexuales. Siempre
pensaba novedosas estrategias para ampliar el circuito. A la vez, Lohana
señala los aportes innovadores que ellas introdujeron al movimiento:
“Primero pedimos que los discursos fueran separados. Antes se leía un
solo discurso que representaba a todos y a todas. Y nosotras dijimos que
no. No era la misma realidad de un gay, de una lesbiana comparada con
una travesti. Se empezó a leer discursos por identidades, por ejemplo.
Nosotras incidíamos en las consignas que eran más populares. Después,
recalcábamos mucho sobre la represión y los edictos policiales. Solo
nosotras podíamos atestiguar sobre las marcas que deja la violencia

23. Moreno, María. “Lohana de lejos”. En suplemento Radar ,n° 52, Página/ 12, Buenos Aires,10 agosto
de 1997.p.7.
24. Bellucci, Mabel Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política. p.180.
P.94

institucional. Igual, que con la historia del beso. Al cierre de la Marcha


del Orgullo se besaban gay con gay y lesbiana con lesbiana. Nosotras
propusimos que besáramos a la persona que tenías al lado. Lo interesante
de la irrupción del travestismo fue que, al cruzarse en espacios de
activismo, nosotras descubrimos nuestras homofobias y lesbofobias,
como ellos y ellas, sus travestofobias”25. Por último: se insistía en la
revisión de los prejuicios desde todos los frentes.

Lesbianas a la Vista

A diferencia de aquellos planteos que invisibilizaban a las travestis como


una identidad con peso propio, este grupo26- que atravesaba una etapa
de aprendizaje- fue quizás el único que sostuvo un discurso diferente. La
mayoría de estas activistas (tan jóvenes como las travestis) no se habían
reconocido como lesbianas dentro del feminismo y planteaban una
agenda lésbica por fuera del mismo. Eso devino en explorar coaliciones
con gays y travestis ya que el feminismo hegemónico no era muy
abierto para estas cuestiones. Por dicha razón, ATA se incorporó con la
confianza de que contaba con ciertos avales para su inclusión definitiva.
Movida por su convencimiento, María Luisa Peralta repasa lo sucedido:
“las integrantes de Lesbianas a la Vista fuimos aliadas de fierro de las
travestis con el tema de la identidad de género. Al hacer un frente común
entre nosotras y ellas, contra el machismo naturalizado de los gays,
quedaron medios descolocados. Y esto se experimentó una vez más en
el Encuentro de Rosario, en 1996”. En fin, el enamoramiento fue mutuo,
un descubrimiento entre sí de modos diferentes de impugnar al régimen
falocéntrico y a la norma heterosexual. De nuevo Peralta, conquistada
por ese pasado, habla sobre los resultados: “Nosotras no aprendimos

25. Bellucci, Mabel.” La batalla en todos los lados y al mismo tiempo”.


26. Esta colectiva realizó acciones callejeras, produjo textos teóricos, contó con talleres de salud,
asesoramiento terapéutico, consejerías sobre maltrato, grupos de autoayuda, espacios de reflexión y
otros servicios para la comunidad lésbica. Participaron Alejandra Sardá, Fabiana Tron, Bibi Lorenzano,
María Luisa Peralta, Chela, Luciana Kerner, Verónica García, Mónica Pavicich, entre otras.
P.95

de transgeneridad leyendo en los libros. Los libros nos dieron palabras y


elementos para articular mejor lo que decíamos, pero lo más importante
lo aprendimos de las travestis y algunas transexuales, luego de algunos
varones trans y, por supuesto, de nosotras mismas y de otras lesbianas
que venían a los grupos y con quienes compartíamos acciones. Lo más
importante lo aprendimos de la palabra y el cuerpo de otras y otros,
del contacto directo, por eso algunos compromisos que teníamos como
grupo eran tan inamovibles, no tenían que ver con modas teóricas
sino con la vida de gente con la que tomábamos mate o que veíamos
golpeada por la policía”27 En efecto, Lesbianas a la Vista representó un
punto de inflexión frente a las críticas demoledoras tanto del feminismo
separatista que cuestionaba el activismo mixto como de los planteos
por parte del lesbianismo clásico frente a la participación de las travestis
dentro del movimiento.

No obstante, los pases de facturas continuaron, no quedaron allí. Las


lesbianas que no pertenecían al espacio lgttb no fueron capaces de divisar
ni a los gays ni a las travestis como figuras con potencia de fuga de su
disposición genérica. En cambio, las que sí formaban parte les objetaban
a los varones su tendencia a la hegemonía, tanto al protagonismo en
lo público como a la monopolización de la palabra. Justamente, las
lesbianas como las travestis discutían la jerarquía tradicional y el poder
a partir de sus lugares diferenciales. Pedían que estas cuestiones fueran
más elaboradas hacia el interior para futuras actividades; se reivindicaba
una dinámica próxima a la horizontalidad desde la propia experiencia,
con grupos pares y con la comunidad al mismo tiempo.

En suma: las seis reuniones en el bar Tasmania fueron consideradas


fundacionales del movimiento lgttb en Argentina. Hasta ese momento,
si bien existían organizaciones, no se accionaba de manera articulada
mediante alianzas tácticas. De esta manera, se promovieron grupos de

27. Burgos, Juan Manuel. “Para Verte Mejor”. En suplemento Soy, Página/12, Buenos Aires, 15 de abril
de 2011.
P.96

afinidades para diseñar una agenda en común. Como plantea María


Alejandra Brassó en su texto “Movimiento Lésbico: Una barca en el
mar”28 Tasmania permitió plasmar un activismo lésbico joven, fresco que,
por un lado, revisó el pensamiento feminista hegemónico heterocentrado
y blanco, y, por el otro, ingresó a su terruño la visión de Orgullo y de
visibilidad pública. Asimismo, las travestis a partir de dichos encuentros
y dada la fuerza nacida de sus entrañas, pudieron ser resignificadas y
asumidas por todos los colectivos de la disidencia sexual como una
expresión de género por derecho propio. Y esto, de alguna manera,
desembocó en la configuración de un movimiento lgttb. Y así se concluyó:
en 1996, en Rosario, la agrupación Arco Iris organizó el Primer Encuentro
nacional lésbico, gay, travesti, transexual, transgénero que estampó un
antes y un después. La historia que sigue, ya es presente.

28. http://www.nexo.org/zonalesbica06.htm
P.97

Carlos Jáuregui
El legado de la identidad
por Cesar Cigliutti*

>

Este texto no pretende ser apenas una cronología de la historia de nuestro


movimiento ni tampoco de la corta e intensa vida de Carlos Jáuregui.
Su objeto, en realidad, trasciende esos recursos, o mejor, los pone al
servicio de una constatación histórica: la figura de Carlos Jáuregui como
símbolo constructor de la realidad política y social del país en estos más
de 30 años de recuperación democrática. No obstante, para dar sentido
a esa afirmación, que es a la vez un homenaje, es necesario conocer los
hechos y los contextos sociales y culturales que precedieron a la vida
de Carlos, y también aquellos otros que más tarde la atravesaron y que,
finalmente, devinieron su legado.

El comienzo de nuestra historia: Nuestro Mundo y el FLH

El origen de nuestro actual movimiento lésbico, gay, bisexual, trans, e


intersexual (LGBTI) fue el Grupo Nuestro Mundo, formado en 1967, que se
constituyó más tarde en uno de los principales basamentos del histórico
Frente de Liberación Homosexual en 1971. Entre las consignas del FLH,
la más conocida y celebrada fue “Vivir y amar libremente en un país
liberado”. En un triunfal acto en Plaza de Mayo, el 25 de mayo de 1973, el
FLH se presentó públicamente junto a las diferentes vertientes peronistas,
en una irrupción urbana que signó la aparición en la esfera pública de
“los homosexuales”. Fue, sin duda, una gesta y poseía como tal todos
los componentes heroicos. Era la jornada de asunción como Presidente
de Héctor Cámpora, y el Frente se abrió paso en medio del asombro, y
sin ningún apoyo, con un enorme cartel con una frase que hacía propia,
extraída de la marcha peronista: “Para que reine en el pueblo el amor y la
igualdad”. Era la máxima valentía permitida en esa época.
P.98

Con la última dictadura militar sobrevinieron la devastación y el exilio


de casi todos/as sus integrantes, que fueron víctimas de persecución
y amenazas. El antecedente de esta situación fue un artículo publicado
en la revista filofascista llamada “El Caudillo”, donde literalmente se
convocaba a “acabar con los homosexuales”. Un giro semántico, el del
título, que dio lugar a un cruce de humor y angustia.

La democracia y la CHA:

Con el retorno de la democracia, con Raúl Alfonsín de Presidente y en


el cargo de Ministro del Interior Antonio Tróccoli, de la rama menos
progresista de la UCR, nuestra comunidad comenzó a inaugurar los
primeros lugares de encuentro.

La policía nos llevaba detenidos a las comisarías o al mismo Departamento


Central de Policía simplemente por caminar en una calle cualquiera,
aunque sobre todo en la célebre Avenida Santa Fe, donde circulábamos
camino de los lugares de sociabilidad y cruzábamos miradas y
seducciones. En ningún sitio había paz para nosotros; era común que se
realizaran “razzias” en las discotecas y pubs. La Policía tenía el poder de
imponernos los entonces vigentes edictos, en especial los incisos h) y f)
, que penaban el escándalo en la vía pública y el estar vestido con ropas
del sexo opuesto. Otra maniobra persecutoria era detenernos por la ley
de averiguación de antecedentes. Si sumábamos tres edictos en un año,
íbamos directamente a la cárcel.

En 1984, en una asamblea de más de 200 personas en la discoteca


Contramano, se fundó la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) y
luego de varios debates que duraron semanas, y por votación, se nombró
a Carlos Jaúregui como su presidente, cargo que ocupó durante los
primeros cuatro años.

Carlos fue elegido en una asamblea concienzuda, y estratégicamente. Era


profesor, tenía una voz grave, podía dar la cara públicamente frente a los
P.99

medios de comunicación con su nombre y apellido verdaderos. Había


cientos de militantes que trabajaban para hacer frente a los prejuicios, que
en esa época eran todos los imaginables. La definición más suave que
nos endilgaban era la de enfermos, y la represión policial era constante y
pertinaz. No existía internet, ni celulares, ni computadoras, ni fax. Había
teléfono de línea, cartas con estampillas, banderas pintadas a mano y
volantes que se hacían con “letraset” y máquinas de escribir, a lo sumo
eléctricas.

En ese contexto la CHA comenzó a hacerse pública, y Carlos su cara más


visible y reconocida.

Cada acción de la CHA era largamente discutida y exigía un enorme


e imaginativo trabajo. Desde el alquiler de las primeras oficinas hasta
establecer el servicio de asesoramiento jurídico.

Fueron los años donde todos los esfuerzos se volcaron hacia adentro
de nuestra propia comunidad. Se hacía un boletín informativo que se
repartía personalmente en las discotecas y bares, guías de actuación
frente a las razzias policiales, por ejemplo y qué debía escribirse en la
notificación de la aplicación de los edictos policiales 2H y 2F- “apelo”-; a
la vez se organizaban conferencias y colectas para pagar los gastos de la
sede. Todo voluntario.

La participación de Carlos en los medios de comunicación fue una de


las grandes diferencias de intervención pública en relación a todo lo que
se había realizado en la etapa anterior a la dictadura, donde solo había
tenido trascendencia un artículo publicado en una revista sensacionalista,
que incluía una entrevista a activistas del FLH, la mayoría de los cuales
aparecían en imágenes difusas y ninguno con nombre y apellido. Había,
por fin, a través de la CHA, una persona homosexual que daba la cara,
su identidad y la lucha de toda una organización contra una realidad
discriminatoria.
P.100

Un hecho emblemático de la visibilidad fue la portada de la revista “Siete


Días” con la nota “Los riesgos de ser homosexual en la Argentina” en
abril de 1984. La imagen de Carlos Jáuregui y un novio prestado aparecía
en primer plano y en todos los quioscos de Argentina . Ninguna persona
se había expuesto de esa manera.

El 28 de mayo de 1984 en el diario Clarín, con el título «Con discriminación


y represión no hay democracia» la CHA publica la primera solicitada, y se
presenta públicamente ante toda la sociedad. Era el fin de lo clandestino.

En un allanamiento policial a la discoteca Contramano, el 4 de julio de


1985, Carlos se le plantó al jefe del operativo de moralidad: “esta noche no
se llevan a nadie”, dijo. Cantó el himno, como estilaban los activistas de
derechos humanos en situaciones de acoso policial, pero solo algunos
lo acompañaron. Terminó con su cuerpo en un patrullero, y en seguida
en el Departamento Central de Policía, por resistencia a la autoridad.
Ante semejante situación, la CHA se reunió de urgencia, contestando
con abogados las denuncias. Mediante esa acción de arrojo, quedó aún
más establecida la conducción de Carlos.

Frente a la amenaza del VIH-Sida, mientras que el Estado especulaba


con la identificación y posterior marginación de las personas con el virus,
en septiembre de 1987 la CHA lanzó la campaña Stop-Sida. Volantes,
conferencias de médicos infectólogos, sexólogos y psicólogos entre
otros/as y un célebre evento en la discoteca Palladium, con el apoyo de
una gran cantidad de artistas.

Desde el momento de la redacción de la Ley Antidiscriminatoria


(sancionada en 1988) se presentó el proyecto para que se incluyera en
la norma la no discriminación de las personas homosexuales. El autor,
el entonces senador Fernando de la Rúa, lo rechazó argumentando que
ya estaba incluido en la palabra “sexo”. Todos los juicios posteriores nos
dieron la razón de la necesidad de especificarlo como causal.
P.101

En simultáneo, se inician los trámites de la personería jurídica de la CHA


que, luego de la denegación por parte de la Corte Suprema de Justicia
de la nación, adonde la organización había acudido a causa de la previa
negativa de la Inspección General de Justicia (ICJ). Por la impresionante
presión del activismo internacional -en permanente contacto con la CHA-
durante las diversas giras del ex presidente Carlos Menem, la ICJ otorga, por
su intermediación, la personería jurídica el 20 de marzo de 1992.

La CHA fue la única organización LGBTTI en Argentina durante los


primeros 7 años de democracia.

Gays por los Derechos Civiles, la Marcha del Orgullo y nuevos temas:

Luego, en 1991 por diferencias políticas y en la diversificación de


organizaciones , varias personas fundamos junto a Carlos Jáuregui, Gays
por los Derechos Civiles (Gays DC). Él era el representante y contábamos
con un equipo de profesionales, especialmente abogados y psicólogos.
La realización de actos públicos de denuncia y el permanente trabajo
y visibilidad a través de los medios de comunicación fueron una de las
principales estrategias.

En el año 1992, en una de esas conversaciones que teníamos con Carlos


en la casa de la calle Paraná, donde convivíamos, pensamos que ya era
hora de lanzar la Marcha del Orgullo en Argentina. La referencia mundial
era el 28 de junio de 1969, cuando en el Bar Stonewall Inn de Nueva
York, a causa de los permanentes allanamientos policiales, nuestra
comunidad decidió resistir los atropellos y ponerles fin. Gays, lesbianas y
sobre todo trans se rebelaron y atrincheraron durante tres días hasta que
la policía se retiró por primera vez. Al principio debatimos en Gays DC
sobre el nombre con que convocaríamos; si bajo la expresión “Marcha
de la dignidad gay lésbica” o “Marcha del Orgullo gay lésbico”. Carlos, al
principio, no estaba convencido de que la expresión fuese comprendida
en toda su dimensión, y era verdad porque hasta ese día nunca se había
usado en Argentina e incluso dentro de muchos y muchas de nuestra
P.102

comunidad no sonaba adecuada, por la reacción que pudiese causar en


la sociedad.

Coincidimos, luego de intercambiar opiniones, en que el orgullo es la


respuesta al sentimiento de vergüenza que pretendían imponernos
por ser homosexuales. Hubo entonces un total acuerdo: el nombre
sería Marcha del Orgullo. El 2 de julio de 1992 , entonces, hicimos con
otras organizaciones la primera Marcha del Orgullo Gay Lésbico. Tuvo
una convocatoria de más de 300 personas y la mitad se ocultaba con
máscaras por el nivel de exposición y de homofobia que existía en
esa época pionera, y tuvo una sorprendente difusión en casi todos los
medios de comunicación. En 1997 cambiamos el mes de la convocatoria
por el de noviembre, en conmemoración del nacimiento del primer grupo
argentino “Nuestro Mundo”, fecha que además convenía por la estación
del año. La Marcha del Orgullo se hace todos los años en noviembre y la
convocatoria supera las 120.000 personas. También se realiza en varias
provincias.

En la primera marcha instalamos a viva voz la consigna callejera “Orgullo,


orgullo que camina los gays y las lesbianas por las calles argentinas” y
también “Documentos legales para transexuales”. Fue la activista trans
Karina Urbina de la organización “TRANSDEVI” la que nos mostró toda
una realidad que, en esos años, nos resultaba lejana.

Con las compañeras travestis Kenny de Michelis, Lohana Berkins, Nadia


Echazú, y María Belén Correa, además de enfrentar la represión policial
que las tenía a ellas como el principal objetivo, se estableció la integración
del movimiento que luego incluiría a las personas transexuales e
intersexuales bajo la sigla LGBTTI.

El arzobispo de Buenos Aires Monseñor Antonio Quarracino, en su


programa semanal “Claves de un mundo mejor” de transmisión semanal
por la televisión pública propuso en agosto de 1994 “una zona grande
para gays y lesbianas” y que viviésemos allí, con nuestras propias leyes y
P.103

así evitar una “mancha en el rostro de la sociedad”. La idea de la creación


de un gueto fue el motivo de la presentación de una querella contra el
cardenal. Carlos Jáuregui fue el referente de esta histórica acción jurídica.
Hubo un debate nacional sobre la postura discriminatoria y si bien se
perdió la querella, Quarracino tuvo que pedir disculpas en el programa
más difundido del momento: “Hora Clave”. Por primera vez en Argentina
quedaban claros los límites de la diferencia de iglesia y estado.

Como se ve, nuestro reclamo de todos y cada uno de los derechos


de los que goza el resto de la sociedad encontró eco en los medios
de comunicación y los ámbitos político y académico, ya sea a través
de debates, por denuncias recibidas, y por circunstancias personales.
Se debatieron todos los temas posibles. Y con la identificación en los
Derechos Humanos y en la justicia.

El reconocimiento legal de nuestras parejas fue considerado desde lo


jurídico. Por eso se reclamó el derecho a la herencia y a la adopción. Tan
a la vanguardia era esta postura que activistas de otras organizaciones
hicieron pública su postura en contra de la adopción, repitiendo los
prejuicios de la definición de la familia heterosexual. Carlos había sufrido
el vacío legal desde su propia experiencia. Cuando murió su pareja, la
familia de Pablo, con la que él había compartido durante años cenas y
festejos de navidad, le dio 24 horas para que dejara libre el departamento
común. En ese desapego que tenía Carlos por casi todas las cosas
materiales, se llevó unas pocas cajas ocupadas mayormente por la
edición completa de “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust,
lectura que lo había apasionado desde muy joven.

En otro orden, y sin duda, fue fundamental el rol de Carlos en la articulación


de la comunidad LGTBI con otros movimientos, como el feminista, cuya
reclamo más urgente era y es el Derecho al Aborto Libre y Gratuito.
P.104

Los derechos conquistados:

Desde la creación de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) en


1984, es posible realizar un racconto de los derechos conquistados y de
los grandes sucesos del movimiento:

• Personería Jurídica de la CHA, el 20/03/1992.

•Primera Marcha del Orgullo Gay Lésbico el 2/ 07/ 1992, a la que se


añadieron más tarde las siglas pertenecientes a los colectivos Travesti,
Transexual, Bisexual, Intersexual, Bisexual y Queer

• El 01/10/1996 se aprueba la Constitución de la Ciudad de Buenos


Aires. Es la primera vez en Argentina que se pronuncia en contra de
la discriminación por Orientación Sexual. “El Artículo 11.- Todas las
personas tienen idéntica dignidad y son iguales ante la ley. Se reconoce y
garantiza el derecho a ser diferente, no admiténdose discriminaciones que
tiendan a la segregación por razones o con pretexto de raza, etnia, género,
orientación sexual, edad, religión, ideología, opinión, nacionalidad, caracteres
físicos, condición psicofísica, social, económica o cualquier circunstancia que
implique distinción, exclusión, restricción o menoscabo. La Ciudad promueve
la remoción de los obstáculos de cualquier orden que, limitando de hecho la
igualdad y la libertad, impidan el pleno desarrollo de la persona y la efectiva
participación en la vida política, económica o social de la comunidad.“;

• Ley de Unión Civil en la Ciudad de Buenos Aires se logra 12/12/2002. Es


el primer antecedente y el primer reconocimiento de las parejas de gays
y lesbianas en Latinoamérica y el Caribe.

• Ley de Educación Sexual Integral, el 04/10/2006.

• Pensión por fallecimiento, el 18/08/2008. ANSeS aprueba la Resolución


671/2008 (por las reiteradas presentaciones de la CHA) que reconoce
la pensión por fallecimiento a las parejas del mismo sexo. Es la primera
P.105

vez en Argentina que el estado reconoce a nivel nacional a las parejas


homosexuales

• Ley de Matrimonio Igualitario (Ley N° 26.618 del 15/07/2010), Argentina


es el primer país en Latinoamérica y el Caribe en aprobar esta figura en
el Código Civil.

• Ley de Identidad de Género (Ley N° 26.743 del 09/05/2012)

• Ley de Reproducción Humana Asistida (Ley N° 26.862) o Fertilización


Asistida del 05/06/2013

• Aplicación de la Ley de Identidad de Género para una niña de 6 años


(Luana). El 09/10/2013 Luana recibe su DNI con su identidad de Género,
es el primer caso en el mundo, por la edad de Luana, que una persona
transexual tiene su documento con su verdadera identidad de Género sin
judicializar el trámite.

Esta austera y seleccionada cronología muestra la evolución del trabajo


realizado, convertido en leyes que nacieron de reclamos, de sentimientos
y convicciones para lograr la igualdad desde nuestra diversidad. En todos
ellos estuvo Carlos Jáuregui como símbolo constructor de la realidad
política y social del país en estos más de 30 años de recuperación
democrática.

Y de todos estos hechos la conquista del sentimiento del orgullo por


nuestra orientación sexual, identidad y expresión de género es la más
importante y fundamental.

Escribir sobre Carlos es también algo muy personal e íntimo. Compartimos


la militancia y un sentimiento de hermandad intenso y verdadero. Quise
mantener eso lo más alejado posible para poder exponer las principales
acciones de su lucha a la que le dedicó su vida.
P.106

Carlos Jáuregui le dio su propia identidad y visibilidad a toda nuestra


comunidad lésbica, gay, bisexual, travesti, transexual e Intersexual
(LGBTTI). Fue la primera persona que dio su nombre y apellido a nuestros
reclamos de igualdad de derechos en Argentina.

El “Día del activismo por la Diversidad Sexual”, la plaza ubicada en


Cochabamba 1730, en la Ciudad de Buenos Aires, y el salón de actos de
la Escuela Media 20 de La Plata llevan el nombre de Carlos Jáuregui. Un
honor para el día, para la plaza y para el aula. La bandera del arco iris en
alto.
P.107

Los valores de Carlos


por Marcelo Ernesto Ferreyra*

>

En un contexto nacional donde los matices políticos e ideológicos


parecen haber marcado un recorrido cuyas metas y logros son
equiparables a las de otras partes del mundo, es imposible no reconocer
desde la mirada actual, un aspecto original y único de la Argentina. El
movimiento GLTTTBI en nuestro país ha propuesto caminos en cierta
forma novedosos relacionando las posibilidades de avances civiles con
la integración de sectores históricamente marginados y en gran parte
gracias a esta fórmula ha construido liderazgos a nivel internacional.

En la actualidad el movimiento local ha llegado a una encrucijada de la


que sería de desear renazca una comunidad fortalecida. Es justamente
en este momento que considero fundamental reflexionar sobre las
iniciativas y los valores que en el pasado nos ayudaron a construirnos;
y como esos valores podrían ser útiles para enarbolar un nuevo ideal de
trabajo solidario.

La influencia decisiva de quienes como protagonistas emblemáticos


fueron artífices de este recorrido es una muy importante base de análisis
sobre todo si se profundiza en el cómo interactuaron con un contexto
social a la vez padecido y producido. Es en este punto que considero clave
y fundamental reflexionar en la articulación entre el símbolo y emblema
del liderazgo personal, sobre todo en las raras ocasiones en que este ha
podido articular, apostar y potenciar a la construcción colectiva.

Mabel Bellucci en su libro “Orgullo” traza con precisión un mapa de ruta


del recorrido estratégico abordado bajo el liderazgo de Carlos Jáuregui. Pero
detrás de cada estrategia hay personas que toman decisiones y que de
alguna manera encausan esas estrategias con sus vidas y valores personales.
P.108

Siempre encontré en Carlos Jáuregui, como amigo y maestro en activismo,


un talento especial para articular esa delicada alquimia desde la fortaleza
de unos principios y convicciones que jamás cambiaron, a pesar de que
frustraciones, errores y aprendizajes le hicieran replantear sus estrategias.

Un activista es fundamentalmente un estratega, y Carlos lo era. Su


visión estratégica le permitió iniciar propuestas que más adelante fueron
cristalizando y modelando el contexto político LGBTI que hoy conocemos
y damos por sentado.
Carlos mismo relata, en forma muy emotiva, el espíritu con el que
emprendió la tarea: “En 1981 estaba estudiando Historia en París cuando se
definía la campaña presidencial. Allí, el movimiento gay abarcaba muchas
organizaciones, y se juntaron para hacer, por primera vez en Francia, un
cuestionario como el que hizo la Coordinadora de Grupos Gays (colectivo
que fue germen de la C.H.A.) donde se les preguntaba a las distintas fuerzas
políticas temas relacionados exclusivamente con el tema gay. El movimiento
francés llamó a votar al socialismo, representado por François Mitterrand,
y cuando ganó, los gays organizaron una marcha muy grande, la primera
de esas dimensiones en Francia. Yo por casualidad la vi pasar por el barrio
latino. Lloré como nunca lloré en mi vida de militante, y dije que si volvía a
la Argentina quería trabajar en algo así. No tenía experiencia en militancia
política. Ya en 1984 tuve la certeza de que había descubierto algo que era lo
que realmente quería hacer. Así dejé la investigación y dediqué mi vida a la
militancia gay”. 1

La fundación de la Asociación Civil C.H.A. (Comunidad Homosexual


Argentina) en 1984 fue una acción colectiva que buscaba bajo ese
nombre nuclear en una federación las organizaciones existentes hasta
ese momento. Carlos fue parte de la iniciativa y se convirtió en el primer
presidente de la organización, entre 1984 y 1986. A los pocos días de la
fundación, Carlos hizo su primera aparición pública, identificándose como

1. Narváez Patricia y Cruz Alejandro. 1996. “Lloré como nunca cuando vi la primera marcha gay” Carlos
Jáuregui. Buenos Aires.
P.109

homosexual, en la portada de la revista Siete Días2 y, se convirtió, de esta


manera, en la cara visible de la organización y de la comunidad. Los
recuerdos de Carlos de aquella época se hilan de audacia en audacia:
“.”Contramano3” iluminado “a giorno”. Segunda asamblea de “eso” que ya
llamábamos “C.H.A.”. Catorce personas nos anotamos en una lista. Todo era
cuestión de ponerse a trabajar. Avenida Corrientes, vereda del San Martín,
primera miedosa volanteada callejera como respuesta a un ministro que nos
había dicho enfermos4. Un volante de una página. Nadie leía más que la
firma sorprendente: Comunidad Homosexual Argentina. Mayo del 84: una
solicitada de “Clarín5”. Una tapa en “Siete Días”. Ya todos nos atrevíamos más.
Crecían las certezas en el camino. 20 de setiembre, aterrorizados marchamos
a la Plaza. Nos convocaba una, acaso demasiado inocente, idea de Justicia.
Primera oficina: el cielo por asalto...6”

Carlos siempre exhortó a la práctica de una política militante de


“hacerse visible”, para modificar desde el orgullo de la propia diferencia
la marginación impuesta desde la cultura hegemónica. Esa visibilidad
implicaba a la vez una manifestación de verdad personal y al mismo
tiempo un riesgo. Sin embargo Carlos era también consiente que su
propia visibilidad inserta en las dinámicas de micro-poder al interior
de la organización/federación generaba una división muy marcada
entre quienes eran visibles y los que por muy numerosas razones no
podían serlo. Carlos se daba cuenta de que esto era un obstáculo para
la construcción colectiva de un movimiento y por eso no duda llegado
el momento oportuno de la conclusión de su presidencia en 1986 en

2. Semanario ilustrado que en aquel momento era el de mayor tirada en el país.


3. Contramano es la discoteca gay mas antigua del país, su dueño siempre mostró un interés especial en
colaborar generosamente con el desarrollo del movimiento gay. En su local se fundó la C.H.A. y tuvieron
lugar muchos otros acontecimientos importantes para la comunidad gay Argentina.
4. El reparto de volantes callejeros era considerado como un acto de militancia riesgoso durante el período
del F.L.H y las primeras épocas de la C.H.A. Además de manifestar el volanteador su homosexualidad
frente a los transeúntes debía considerarse la aparición de la policía frente a la cual el único recurso era
arrojar los volantes y huir
5. Diario de mayor venta en el país.
6. La primera oficina de la C.H.A. estaba ubicada en la diagonal Roque Saenz Peña, en pleno centro de
la ciudad de Buenos Aires, hasta ese momento todas las organizaciones habían funcionado en lugares
privados, sin ningún domicilio fijo o público.
P.110

apostar a las normas democráticas de la organización y no volver a


presentar candidatura, a pesar de los ruegos de quienes apelaban a su
innegable liderazgo. Lamentablemente quienes lo sucedieron en el cargo
no estuvieron a la altura de su ejemplo, lo que a la larga fue motivo
de frustración y reflexión por parte de Carlos. Afortunadamente tuvo la
oportunidad de capitalizar, con éxito más adelante, esa experiencia.

La militancia de Carlos lo llevaría a protagonizar eventos más épicos,


actuando en consecuencia a sus ideales. En julio de 1985, durante un
operativo policial contra la comunidad gay en la discoteca Contramano7,
llamó a resistir pacíficamente el atropello, por lo que fue detenido
e imputado por el delito de “resistencia a la autoridad”. “Yo estaba ahí
cuando me contaron que en otro boliche había llegado la cana. Fui hasta allá
pero ya se habían ido, volví a Contramano y estaban ahí. Era una época en
la que los procedimientos consistían en parar la música, prender las luces,
armar quilombo y llevarse gente. Cuando vi semejante despliegue, me paré en
la barra e hice un discurso solidarizándome con los detenidos. Obviamente
fui a parar a la cana. Los chicos de la C.H.A. se reunieron esa madrugada y
sacaron un comunicado. Recuerdo que estaba en el calabozo y escuchaba
los llamados de las radios averiguando sobre lo sucedido. A las 10 ya estaba
en la calle con una contravención por “desorden público”.

Aún ante los riesgos de un escenario de post-dictadura, Carlos no duda


un instante en exponerse, y con el mismo criterio, tampoco duda en
anteponer sus ideales ante sus propios intereses, aunque luego se
lamentara: “Estoy sin un mango. ¿Algún día tendré guita?. Debo organizar
mi vida. Aprender a administrarme. Bancarme más y mejor. Tengo casi 30
años. Soy un exponente típico ¿de qué? No lo sé, pero soy un exponente
típico”8.“Continuo sin un mango. Me arrepiento de haber donado a la CHA los

7. Los tradicionales allanamientos policiales a los locales de la comunidad gay, llamados “razzias”, fueron
dejando de lado su función de cruzadas moralizadoras y se convirtieron en elementos de presión de los
funcionarios policiales para conseguir beneficios económicos de los propietarios. Durante la década del
los 80 la C.H.A. registraba hasta 12 allanamientos mensuales, cifra que fue disminuyendo durante los 90.
8. Diario Personal de Carlos, 25 de mayo de 1987
P.111

derechos de autor del libro9 (se agotó)” 10.

La combinación entre prensa y víctimas era propicia para el momento


político, Carlos la aprovechó para enmarcar a la C.H.A. entre las
organizaciones de Derechos Humanos11. Desde sus inicios la C.H.A.
buscó el reconocimiento del libre ejercicio de la sexualidad como un
tema de Derechos Humanos. Las participaciones de Carlos en marchas
y documentos comunes permitieron contar a la C.H.A. entre sus aliados
combinando dos temas que la sociedad empezaba a descubrir y aceptar:
los Derechos Humanos y la homosexualidad.

Sin embargo para Carlos esto significaba más que una estrategia desde
el momento en que establecía un compromiso emocional con la realidad
política de su tiempo. Su vida personal y su militancia estaban de ese
modo vinculadas ineludiblemente. ““Usted decide: 11 horas Plaza de Mayo,
por la obediencia debida 15:30 horas Plaza de Mayo, por la vida” (Texto de
volante callejero). No lo dudo (¿dudé alguna vez ante las viejas?). Vuelvo de
la Plaza algo más conmovido que de costumbre. Aún no he podido elaborar
racionalmente las sensaciones increíbles que me provocan las Madres. Creo
que se trata del amor más profundo que he podido sentir en toda mi vida.
Las viejas agotan mi capacidad de amar.” 12

Aún así y a pesar de todo Carlos no permitía que las emociones


personales influyeran en su mirada estratégica en cuanto al rol de un
movimiento en defensa de los derechos sexuales.

Una de las primeras acciones de la C.H.A. en relación al SIDA fue aceptar


que el CETIS13 hiciera un testeo a todos los integrantes de la organización

9. Jáuregui, Carlos Luis. 1987. La homosexualidad en la Argentina. Buenos Aires. Ediciones Tarso.
10. Diario Personal de Carlos, 23 de junio de 1987
11. Entre estas organizaciones se encontraban las Madres de Plaza de Mayo, La Asamblea permanente
por los Derechos Humanos, etc.
12. Diario personal, 9 de julio de 1987
13. Centro de Educación, Terapia e Investigación en Sexología fundado por el Dr. León Roberto Gindin
P.112

que estuvieran de acuerdo. Era la primera vez que esto se hacía en el país.
Carlos junto a muchos otros aceptó la prueba y como a muchos otros el
test le dio positivo, salió de la sede y se sentó a llorar en un banco de la
plaza Rodríguez Peña. A pesar de su duelo, su congoja y la forma en que
el tema lo afectaba personalmente Carlos no dudaba en advertir: “En 1987
se estaba lanzando en la C.H.A. la campaña Stop-Sida. Cuando se presentó
advertí: “ojo, que el SIDA no sea un tema que nos devore”. Yo sostenía que
los organismos gays no podían abordar a esa problemática, mucho menos
en un país donde había un solo grupo homosexual; hoy sería distinto porque
somos varios grupos de gays y lesbianas. A lo largo del 87 la campaña se comió
a la C.H.A., todo el esfuerzo se destinó al tema SIDA y recién se retomó el
discurso gay, con una práctica que contuviera a la militancia, con el tema de la
personería jurídica. Ahí yo los ayudé a armar lobby, a hacer presión. Creo que el
logro de la personería fue el gran hecho político más importante para la historia
del movimiento gay en la Argentina, tanto como fue la fundación de la C.H.A.“

Este tipo de desacuerdos con la dirección de la C.H.A sumados a su


situación personal hicieron que Carlos se alejara temporalmente de la
militancia: “Desde mi desvinculación de la C.H.A. vino un tiempo muy duro
para mí. Fue un verano de mierda. Mi pareja estaba enferma de SIDA desde
1984, tuvimos un intento de hacer algo parecido a lo que es hoy Gays D.C.,
pero no pudimos. Luego murió Pablo. En el 91 empezamos a hablar con
Marcelo Ferreyra y Cesar Vasari, los amigos con los que vivo, sobre la idea
de una nueva entidad. El 1º de octubre fundamos Gays D.C. sin ninguna
estructura, cada uno es correpresentante. Yo ya no creo en las organizaciones
con mayoría y minoría, nosotros estamos defendiendo el criterio de la
minoría. En los primeros momentos de la C.H.A. estábamos muy influidos
por la militancia política de izquierda. De Perlongher (amigo y ex militante del
Frente de la Liberación Homosexual, primera agrupación gay argentina que
surgió en los 70) aprendí mucho de todo esto, de cómo la estructura de una
organización que representa a una minoría toma decisiones en función de la
mayoría. Creo que hay que empezar por el consenso. La frasecita con la cual
nos definimos es la de “una organización legal y política con fuerte presencia
en los medios de comunicación” y creo que a eso lo venimos cumpliendo.
P.113

Empezamos nosotros tres, la computadora y el archivo del F.L.H., y al tiempo


nos compramos un fax. Esas son nuestras armas fundamentales, nuestra
artillería.”

El aprendizaje de Carlos le permitió reevaluar la relación visibilidad/


poder en contraposición de una visibilidad/delegación de poder para la
construcción colectiva hacia un Movimiento, con las contradicciones y
las oportunidades que un movimiento diverso y no monolítico implicaba.

Para la época de la fundación de Gays D.C. el momento histórico se


presentaba sumamente propicio para experimentar con esos nuevos
conceptos. El surgimiento simultaneo de nuevos grupos con miradas
y estrategias específicas generaban un nuevo clima de oportunidades.
Casi todos los grupos de varones gays y mixtos eran desprendimientos
de la C.H.A., o como Gays DC, fueron fundados por ex miembros de la
C.H.A. Por otro lado el movimiento de lesbianas ya había ido cobrando
fuerza con la fundación de sus propias organizaciones independientes.
La lucha se enriquece. Las agrupaciones particularizan sus objetivos y
metodología de trabajo; abarcando nuevos campos y nuevas temáticas
mucho más específicas.

En ese contexto la creación de Gays DC, (Gayspor los derechos civiles),


pretendía desde su mismo nombre recortar su lugar dentro de esa
diversidad creciente con un específico de identidad y clase; a la vez que
definía un campo de trabajo en la defensa de los derechos civiles (y
no los derechos humanos), re - enfocando deliberadamente el campo
de lucha en la sociedad civil. Con esa estrategia se buscaba ser solo
uno más entre los otros y ya no aquella organización poliabarcatiba y
hegemónica que había pretendido ser la C.H.A.

Carlos en esta etapa ya no solo trabajaba desde una organización sino que
también formaba parte de la gestación intencionada de un movimiento.
Con este propósito colaboró y alentó las iniciativas para formar grupos
independientes tal como hizo con las agrupaciones “Colectivo Eros”;
P.114

“Travestis Unidas14” o “ATTTA15”; y para generar proyectos como la revista


“Confidencial Argentina” luego cedida al nuevo “Grupo Nexo” para que la
convirtiera en la revista “NX” 16. De esta forma, favoreciendo las distintas
iniciativas sectoriales, se lograba que las necesidades específicas relativas
a la diversidad emergente de identidades o a la proyección de distintas
motivaciones en una pluralidad de estrategias no quedaran truncadas o
desatendidas.

Para que esa diversidad creciente de iniciativas, reclamos y estrategias


pudiera tener un sentido de unidad y pertenencia a un movimiento se
promovían acciones conjuntas, ya sean de apoyo mutuo o de interés
colectivo. Por ejemplo las campañas como “No Vote a Candidatos que
Discriminan” que se realizaban, como Carlos había visto en Francia,
antes de cada elección de autoridades gubernamentales, enviando un
cuestionario elaborado en conjunto a cada candidato interrogándolo
sobre su postura frente a la situación civil de las minorías sexuales. Sus
respuestas eran difundidas luego en los medios de prensa.

Con ese mismo propósito pero también buscando crear espacios que
pudieran atraer la participación de las mayorías no ligadas en forma
activa a las organizaciones, en 1992 las organizaciones; Convocatoria
Lesbiana, Cuadernos de Existencia Lesbiana, GaysDC, Grupo ISIS, Iglesia
de la Comunidad Metropolitana, SIGLA17 y TRANSDEVI18 se unen para
inciar las Marchas del Orgullo que se realizaron año tras año, desde la
Catedral hasta el Congreso.

Carlos también aprovechaba cada oportunidad para enlazar el movimiento


en formación con las iniciativas de otros movimientos aliados. Cuando

14. Primera organización de Travestis en el país, fundada en 1993 por Kenny de Michelis
15. Asociación de Travestis Transexuales y Transgéneros de Argentina
16. La revista “NX” fue durante los 90 el medio de difusión más importante de la comunidad GLTTB
Argentina.
17. Sociedad de Integración Gay Lésbica Argentina
18.Transexuales por el Derecho a la Vida y la Identidadfundada por Karina Urbina
P.115

en Julio de 1994, en respuesta a la iniciativa del presidente Menem de


incluir en la nueva constitución una cláusula de “defensa de la vida
humana desde el momento de la concepción”, 50 ONG y mujeres de
diversos partidos políticos convocan a una conferencia de prensa para
dar a conocer una “Carta Abierta a las Convencionales Constituyentes y
a la Sociedad Argentina”. En ella se exige “que la constitución garantice
el derecho de hombres y mujeres a decidir libre y responsablemente
sobre su reproducción, a través del acceso a la información, la educación
sexual y los métodos anticonceptivos, que permitan efectivamente evitar
embarazos involuntarios” Gays DC junto con otras organizaciones del
movimiento son firmantes de esa carta.

De esa misma manera durante la lucha contra los edictos policiales,


varias organizaciones de muy diversa índole se unieron al reclamo de las
organizaciones de Travestis, Gays y Lesbianas. En la iniciativa también
confluían organizaciones Religiosas, de Niños de la calle, de Derechos
Humanos, Feministas, etc.

Aunque algunos grupos trabajaban ya en forma aliada y debido a, la


inclusión de temas trans, contactos personales, confianza en los
grupos, y deseos de comprometerse en 1995 los miembros de varias
agrupaciones comenzaron a reunirse regularmente y a trabajar juntos
en nuevos proyectos a corto plazo. Como primera actividad organizaron
en marzo de 1996 en la ciudad de Rosario un encuentro nacional gay,
lésbico, travesti y transexual GLTT. Para Carlos esta consolidación de
trabajo conjunto entre diversas organizaciones, identidades, estrategias
y experiencias de activismo significaba la culminación de sus esfuerzos
para generar un movimiento, un objetivo que Carlos promovía con cada
uno de sus iniciativas, actos, estimulando y brindando oportunidades de
diversa índole a activistas y organizaciones.

Carlos sabía que un movimiento debía tener objetivos claros y concretos.


Su principal estrategia fue exigir la abolición de legislación discriminatoria,
la aplicación no discriminatoria de las leyes existentes y la elaboración
P.116

de herramientas legales para proteger a la comunidad LGTT de la


discriminación denunciando su inexistencia como una de las formas
de discriminación más inadvertida. Este trabajo se realizaba con una
combinación de asistencia legal, trabajo de lobby, y manifestaciones
públicas. El 1° de julio de 1992 GAYS D. C. inaugura la primera línea
telefónica contra la discriminación, obteniendo una gran cantidad de
denuncias, algunas de las cuales desencadenaron en procesos legales
como el primer juicio iniciado contra el Estado Nacional y la empresa
estatal ELMA (Empresa de Líneas Marítimas Argentina) por el despido de
un trabajador infectado por el virus VIH. Ya lograda la personería jurídica de
la CHA, lo que conllevaba una especie de reconocimiento de ciudadanía
para los diversos colectivos, quedaba claro para Carlos que las nuevas
metas debían apuntar a la vía legislativa. El 18 de septiembre de 1993, junto
con las organizaciones Convocatoria Lesbiana, ICM19, SIGLA, y Colectivo
Eros;GaysDC presenta ante el Consejo Deliberante varias propuestas de
ordenanzas tendientes a terminar con situaciones discriminatorias. En
mayo de 1994, el diputado Héctor Polino de Unidad Socialista presenta el
primer proyecto de legalización de las parejas homosexuales que, como
resultado del acuerdo con GaysDC (a cargo de la elaboración del ante-
proyecto de unión civil), se había comprometido a llevar al Parlamento.

Carlos nunca puso límites a esta vocación nacida de una Marcha Gay
parisina y dedicó su seguridad, su tiempo y su vida al deseo de libertad.
Trabajó a partir de la restauración democrática una y otra vez en la
construcción de un movimiento de minorías sexuales capaz de exigir
igualdad de derechos dentro de la sociedad, y cuando lo logró, inspiró
en ese movimiento de objetivos, principios y estrategias. Sin embargo
los movimientos sociales que se desarrollan a través de generaciones
no responden a ideas lineales sino a la suma de fuerzas dispares. Carlos
finalmente supo cómo, en un momento clave, encauzar esas fuerzas en
un mismo sentido, para que luego pudieran, desde esa nueva plataforma
abordar su propio desarrollo y autonomia.

19. Iglesia de la Comunidad Metropolitana.


P.117

Ya no existe muerte que te venza


porque nunca estuviste tan cerca
(Parafraseando impunemente a Carlos Jáuregui)
por Alejandra Sardá*

A Néstor y Cristina, por atreverse


A lxs que este año marchen en su primer Orgullo, por lo mismo

Me llevó mucho tiempo decidir cuál iba a ser mi aporte a este libro. Y la
solución me la trajo mi entrañable amigo Marcelo Ferreyra nada menos
ni nada más que en la multitudinaria marcha del 24 de marzo de 2016,
desde el fondo de ese arcón mágico — ahora virtual — en el que guarda
tantas piezas únicas de la memoria individual y colectiva del activismo
por los derechos de las lesbianas, los gays, las personas bisexuales,
travestis y transexuales.

Marcelo me prestó dos artículos escritos por Carlos en 1996, cuyos


títulos me robé para esta ocasión: «Rosario nunca estuvo tan cerca
(de la felicidad)» sobre el I Encuentro Nacional de Gays, Lesbianas,
Travestis y Transexuales; y «Ya no existe muerte que nos venza», sobre
la última Marcha del Orgullo a la que Carlos asistió caminando, bailando
y besando con su propio cuerpo y no en nuestra memoria y en nuestro
agradecimiento. Todas las frases en cursiva que me atreveré a intercalar
en el texto son de Carlos, tomadas de esos dos documentos. Son de
él, pero por un rato son también mías. Nuestra verdad ES nuestro cuerpo,
nuestra mente, nuestros sentimientos.

Leí estos dos textos bellísimos y me vinieron a la memoria esos meses


de 1996, año clave en las vidas de tantas de nosotras, de tantos
compañeros. Por orden cronológico, del 5 al 7 de abril por primera vez
nos dimos cuenta de que éramos un movimiento en serio; el 20 de
agosto murió Carlos y diez días más tarde, el 30 de agosto, conseguimos
la primera consagración (y uso el término religioso a propósito) de la
P.118

prohibición de discriminar por orientación sexual en una asamblea de


lujo que le dio su constitución a la Ciudad de Buenos Aires y en la que
Raúl Eugenio Zaffaroni defendió brillantemente nuestro nuevo estatus
legal. Pero también volví a escuchar a Carlos, después de tantos años:
vertiginoso, poético, absoluto, capaz de juntar en un mismo texto el
detalle de las milanesas comidas antes de la Marcha, la broma al amigo
que aprovechando la ausencia de su novio elegía a los mejores chongos
para realizar una encuesta y una afirmación como que esa marcha fue una
fiesta grande y caliente de la resistencia contra los poderosos de esta tierra.

El túnel del tiempo : 1996

Plenamente consciente de que — ojalá — para muchas personas que


lean este texto 1996 puede ser parte de una misma nebulosa de tiempos
lejanos, codo a codo con la edad media y el 25 de mayo de los paraguas,
permítanme situar al público lector.

Podría comenzar por lo que no había. No teníamos Facebook, ni Twitter,


ni celulares. Teníamos computadoras, sí; eran bastante grandes, las
letras se veían en la pantalla en colores como anaranjado o verde y la
información se guardaba en floppy disks. Había correo electrónico pero
no era algo de uso común. Todavía circulaban — y mucho — las cartas
escritas a mano que llegaban a la casa, a la sede de la organización o a
la casilla de correo.

No había grandes organizaciones “LGBT”. Las más grandes era la CHA y


SIGLA, y en Rosario estaba Arco Iris. Las otras éramos grupos de gente
amiga que nos reuníamos en nuestras casas, a la salida del trabajo y le
dedicábamos muchísimas horas de nuestras vidas al activismo. Éramos
docentes, profesionales, personal administrativo, chicas de prostitución
callejera, y una mayoría no estaba afuera del clóset en el trabajo porque
hacerlo hubiera implicado quedarse en la calle... y también perder un
recurso importante para el activismo ya que en esos años hubo muchos
«financiamientos involuntarios» de nuestros empleadores. (Yo, por
P.119

ejemplo, trabajaba en una empresa cuyo nombre no diré, que sin saberlo
aportó todas las fotocopias de volantes para Las Lunas y las Otras, mi
grupo lésbico-feminista de entonces).

Todo era artesanal, desde nuestras publicaciones hasta la infraestructura


de nuestras marchas, las galas y los carteles que portábamos. Teníamos
pocos apoyos: el diario Crónica, siempre firme junto al pueblo sobre todo
si ese pueblo era «escandaloso» como solíamos ser en nuestros mejores
y peores días; algunas figuras intelectuales y políticas de la izquierda
como Atilio Borón, gracias a quien Carlos fue el primer candidato gay del
país, de imposible triunfo pero sin que nadie le quitara lo bailado; políticas
jóvenes como María José Lubertino que desde el comienzo mismo se
jugó por nosotras/os en todos los espacios que pudo; Madres de la Plaza
como Laura Bonaparte y los HIJOS, que recién surgían y con quienes
compartíamos algunas/os militantes, el primer organismo de derechos
humanos que se sumó a una Marcha del Orgullo.

El que ya no se dejaba amordazar y su cría

Éramos jóvenes, veníamos — la mayoría — de experiencias de violencia


física y emocional. Vivíamos en un mundo donde no teníamos referentes,
más allá de los libros y alguna película que por lo general terminaba
trágicamente. Era habitual que la primera reacción frente a la revelación de
nuestros deseos, de nuestros amores y/o de nuestros cuerpos fueran el
asco, la desilusión o el odio. Y con todo eso hicimos un movimiento cuya
marca fue, nada menos, que el orgullo. Un sueño gigante que crecía, como
escribió Carlos. Un movimiento quemado de libertad. Nos parecíamos a
él: éramos pobres, irreverentes, no teníamos tiempo para esperar; nos
gustaban los chismes y las cenas interminables; nos peleábamos a gritos
y después nos abrazábamos; nuestro activismo no tenía sentido si no
servía — también — para el levante, el romance y la fiesta de los cuerpos;
no le creíamos a nadie que no estuviera ahí a nuestro lado, en la plaza de
la fiesta de junio pero también en las comisarías con las chicas travestis,
en los pabellones del Muñiz con los muchachos de la maldita peste y
P.120

haciéndonos oír entre tanta voz masculina o feminista y hétero cuyas


prioridades siempre eran más urgentes que las nuestras.

Éramos cada vez más. Imposible silenciar lo que está pasando. Y creciendo.
Ya no nos pueden callar más. Ese año, en Rosario, una persona muy joven
que estudiaba Historia salió de un taller que yo coordinaba porque la
dinámica que estábamos haciendo — en un despliegue ignorante de
privilegio cis, palabra que en aquel entonces ni siquiera imaginábamos
— era demasiado dolorosa para su cuerpo. Yo fui detrás, nos sentamos
en una escalera y nos pusimos a conversar. Esa persona luego devendría
Mauro Cabral y ni él ni yo sabíamos ese día que gracias a su enorme
activismo en los años que vendrían, íbamos a ser miles y miles en todo
el mundo para quienes el significado de los cuerpos como «dato duro»
se perdería para siempre. Mauro y Carlos se cruzaron, sin verse, en ese I
Encuentro Nacional en Rosario. Pero alguien como Mauro pudo acercarse
porque alguien como Carlos nunca había cedido en su empeño de que
el movimiento — contra el sentido común de aquel entonces — no fuera
bípedo (de gays y lesbianas) sino cuadrúpedo (gays, lesbianas, travestis
y transexuales, los nombres que habíamos aprendido hasta el momento
pero que habrían la puerta para imaginar otros).

Dos meses más tarde, en la Marcha del Orgullo, Carlos describe a Fabiana
debutando, aterrorizada, y con éxito ante los noticieros de TV. Recuerdo la
escena, porque estuve ahí, acompañando, como también acota Carlos,
con mi amor de entonces. Era fabi Tron, que con Lesbianas a la Vista y
ahora desde la Córdoba que adoptó como propia lleva años siendo una
voz lésbica - torta que se escucha clara, fuerte e imprescindible. Carlos
la hizo debutar como hizo con tantas y tantos: a través del engaño y la
seducción. Nos convencía de acompañarlo frente a los micrófonos, les
aseguraba a los periodistas ávidos de caras conocidas y a nosotras o
a los compañeros que moríamos del terror que sí, que él iba a hablar...
y cuando se encendía la luz roja decía dos palabras y se apartaba,
poniéndole nombre a nuestros ángeles, presentando a la persona hasta
entonces desconocida que ninguna cámara había buscado y que,
P.121

arrojada así al océano, salía siempre nadando victoriosa. En los años


que llevo transitando movimientos pocas veces, por ser gentil, he visto
ese grado de generosidad, de renuncia al divismo, por parte de un líder
adorado por las cámaras. Ese era Carlos, a cara descubierta.

Sueños del futuro

Como soy una señora mayor ahora, de lágrima fácil, me ha ocurrido


varias veces de ir a las hoy multitudinarias Marchas del Orgullo que
sensatamente ya no ocurren el día más frío del año y llorar pensando en
la injusticia de que Carlos, y tantos otros amigos o amigas, sin quienes
esas marchas nunca hubieran existido no hayan podido ver cómo los
besos florecían en cuerpos cada vez más diversos, más orgullosas y
orgullosos, más seguros y más seguras de la necesidad de denunciar, de
reclamar, de llorar, de exigir, de patalear y también ¡por supuesto! de celebrar,
de reír, de festejar, de crecer, de enorgullecernos.

En los deseados y deseosos días que se vienen, mirados desde aquel 1996,
como decía César (Cigliutti) en ese edificio definitivamente algún día se
votaron las leyes que nos debían. Y, por ejemplo algunos de los sueños
de ángeles travestis se volvieron realidad. En manos de Lohana Berkins,
la semilla de clausulita constitucional por allá perdida se convirtió en
las puertas abiertas de una escuela y gritando más y más floreció en
documentos de identidad entregados en mano y con beso por una
presidenta, en cooperativas de trabajo, en programas ministeriales y, casi
lo más importante, en niñas que se hicieron princesas amorosamente
sostenidas por muchas manos.

Que todo es frágil e infinitamente más complejo de lo que alguna vez


creímos, lo estamos aprendiendo en estos días de marzo, veinte años
después. Es cierto que en las Marchas ya nadie se prueba pasamontañas,
y eso difícilmente pueda volver a pasar. Pero seguimos escribiendo sobre
cartón pintado las historias tristes de nuestras y nuestros jóvenes mártires
(y la muchacha que en el relato de Carlos las escribía, Valeria, se quedó
P.122

sin trabajo en estos días y está pensando en irse del país). Allá en 1996,
nos llovían aplausos desde los balcones de la Avenida de Mayo. Y uno que
otro insulto, ya casi desganado, por contravenir el ‘orden natural’. Veinte años
más tarde, el odio se hace carne en el cuerpo de una loca como en Mar
del Plata o en Miramar. Eso duele, alarma, pero son muchas las voces
que lo condenan y no estamos a solas.

En aquel entonces, la sopa de letras recién se estaba cocinando


y todavía no humeaba del todo. Se hablaba mucho de «minorías
sexuales», términos que detestábamos y cuestionábamos. Lo hacíamos
en artículos más o menos sesudos pero, sobre todo, con los cuerpos,
los goces y las banderas. Y en esa plaza, y en esa marcha, por ese día y
a esa hora, ya no fuimos una minoría.Esas palabras están entre el lastre
que afortunadamente se fue perdiendo por el camino; también me gusta
imaginar la sonrisa de alivio de Carlos si pudiera verlo.

Carlos tenía apenas tres años más que yo, pero se hizo sabio muchísimo
antes. Él sabía cosas fundamentales para la vida que yo necesité mucho
tiempo para aprender. Después de esa marcha, la última suya, cuenta
que supimos que las y los que estábamos presentes somos un inmenso
ejército de seres que se aman. La imagen es hermosa y fuerte, pero
confieso que la primera vez que la leí dudé. Como cualquier movimiento
social el nuestro ha estado, y sigue estando, atravesado y partido en
pedazos por diferencias de toda clase, y la palabra amor nos queda
un tanto grande. Pero quienes no somos sabias a veces entendemos
algunos significados solo en los momentos más extremos. Hace casi
dos meses, murió Lohana. Con toda la tristeza del mundo y algo más,
coincidimos lado a lado llevando su cajón, entre llantos propios y ajenos,
flores de todos los colores y los mármoles de la Legislatura, tres personas
que habíamos sido parte del ejército de seres que se aman— María Luisa
Peralta, Gustavo Pecoraro (la gorda Peco) y yo. Agradecí a las diosas y a
la vida que fueran ella y él quienes estaban conmigo, y ahí entendí. Un
líder generoso construye un movimiento para que lo sobreviva, porque
sabe que la justicia tarda casi siempre en llegar mucho más que el tiempo
P.123

mezquino de una sola vida. Y en esa construcción, aunque suene trillado,


el material que aglutina, que liga un pedacito con otro acariciándolos
a los dos, se llama amor. Quienes estuvimos ahí, quienes tuvimos la
fortuna de pelearnos y reconciliarnos con él, quienes marchamos en
minoría desde 1992 o desde un rato más tarde tenemos, pese a todo
lo que pueda dividirnos, un «aire de familia», pedacitos de ese amor-
argamasa que se nos quedaron soldados y cada tanto nos llaman a ser,
de nuevo, ese oxímoron del ejército de seres que se aman.

Quien esto escribe es un cometedor de errores consuetudinario. Soberbia,


personalismo, incapacidad de delegar tareas: tres de los tantos virus que
jalonan mi existencia militante. Y un afán permanente, y pocas veces
alcanzado, por superarlos — escribe Carlos, mezclando la argamasa, poco
después del Encuentro de Rosario.

Después de la marcha de 1996, cuando le quedaban apenas dos meses


de vida, preparándonos, termina así su relato: Que digan lo que quieran
nuestros enemigos, pero cuando de las dos mil gargantas surgieron dos mil
voces gritando ¡PRESENTE! tras el nombre de cada una de las víctimas del
odio asesino de la policía, supimos (yo por lo menos lo supe), definitivamente,
que habíamos ganado. Ya no existe muerte que nos venza. Nunca.

Y tan cierto que fue, que es.


P.124
P.125

Capítulo
Tres
>
P.126

En el origen de nuestra lu-


cha está el deseo de todas
las libertades.
Consigna fundacional de
Gays DC.
P.127

Google y más allá


por Héctor Anabitarte*

>

Al amigo Gustavo Pecoraro se le ocurre mandarme un correo y que


escriba unos folios sobre Carlos Jáuregui.

Sabiendo que Modarelli, Cigliutti, entre otros, participan de este proyecto,


¿qué puedo escribir yo que hace 40 años vivo en España?.

Partí al exilio, con Ricardo Lorenzo, a fines de 1976. No sé cuando me


enteré de Jáuregui, pero para los que en 1967 organizamos el Grupo
Nuestro Mundo y después participamos en el FLH, entendimos que la
huella que habíamos dejado no se había perdido, la “antorcha” estaba en
otras manos.

Años después, visitando Argentina, tomé contacto con la CHA


(Comunidad Homosexual Argentina). Y pensé: valió la pena tanto trabajo
en circunstancias difíciles.

Recientemente Jorge M. Reverte, escritor español, publicó un artículo


titulado “Homófobos en deuda” en el diario madrileño El País que me
menciona en una frase “…Habían aparecido una serie de tipos como Pedro
Zerolo o Héctor Anabitarte (éste todavía vive, espero que por mucho tiempo).
Y esos tipos tenían unas agallas que para sí las hubiera querido cualquier
siete machos…”. Me puse en contacto con él para informarle que todavía
sí estoy vivo. Resulta agradable que en la última etapa de la vida, de cara
a la biografía, no haber desaparecido.

Jorge Luis Borges escribió que “el olvido es imposible”, y debe ser cierto.
Escribí un libro que titulé “Nadie olvida nada”, y parece que es cierto.
P.128

Hasta ahora pretendo presentarme ante los posible lectores


de este proyecto no olvidándome de Carlos Jáuregui pero para
escribir sobre él tengo que recurrir a Google, ¿qué puedo agregar?.
Todo texto debe estar justificado.
P.129

Los hijos de tu “no”


por Osvaldo Bazán*

>

No encontré a Carlos Jáuregui en una tetera.

No lo levanté por Avenida Santa Fe.

No conocí personalmente a Carlos Jáuregui.

No lo miré a los ojos, no le di la mano, no tomé nada con él en ningún


bar, no le hice regalos para su cumpleaños. 

Podría jurar que ni coincidimos jamás en un transporte público, en una


misma vereda, en una misma ciudad. 

Nuestras historias no coincidieron ni en tiempo ni en espacio.

Pero la vida ya nos enseñó que no es dos más dos, cuatro; que hay redes
misteriosas, llamados imposibles, maestros y alumnos que traspasan los siglos
para finalmente unirse en un luminoso presente con destellos del pasado.

No tuve ningún espacio en común con Carlos Jáuregui, excepto


consecutivamente. Fue cuando él ya no estaba que caminé sus calles,
recorrí las aventuras, caminé la avenida. 

Sin embargo me es imposible concebir mi vida sin la presencia generosa


de Carlos Jáuregui. 

Hay un momento en la vida de Carlos Jáuregui que ha quedado para


siempre en mí. Como Rosa Parker negándose a sentarse en el fondo del
colectivo. Como Humprey diciendo “presiento que éste es el comienzo de
P.130

una gran amistad”. Hay gestos que justifican vidas enteras, la resumen y
la  explican para siempre.

Gestos definitivos que pueden parecer pequeños cuando están ocurriendo


pero el tiempo se encarga siempre, siempre, de darle la perspectiva
necesaria para mostrarlos ante la historia tal cual son. gigantes. 
Más de una vez imaginé el cuadro. Muchos años después, en el mismo
lugar, intenté repetir la sensación. Pero había bebido y no sé cómo terminó
la circunstancia. No importa.

Lo cierto es que imaginé muchas veces cómo habrá sido aquella


noche en el perenne Contramano. No sé por qué siempre imaginé que
escuchaban Culture Club. Quizás para mí todo ese tiempo en clave gay
es Culture Club. Imaginé esos bigotazos de la época, esa euforia por
el ventarrón de libertad que se esperaba y de golpe se encienden las
luces, prepotentemente, definitivamente. Y los temidos policías de las
razzias, los que aún no habían sufrido ningún proceso de cambio, los
que estaban enojados porque se terminaba el clima de época que le
había endulzado los últimos años, pedían, exigían de malos modos los
documentos y todos en cana por 24 horas. Averiguación de antecedentes
por contravenciones como “ebriedad” o “escándalo”. Según el mismo
Carlos escribió en su imprescindible “La homosexualidad en Argentina”:
“Entre el 20 de diciembre de 1983 y el 24 de marzo de 1984 , escasos
tres meses se detuvo a la increíble cantidad de 21.343 personas por
averiguación de antecedentes”.

Sí, las fechas están bien.

A sólo diez días de recuperada la democracia en Argentina. 

Era bastante claro que la dictadura no había terminado para todos.


En la calle, el inciso 2 H era el mejor pasaporte hacia las mugrientas
dependencias de la División Moralidad del departamento Central de
Policía.
P.131

Entonces en aquella noche de verano, mientras todos bajaban la cabeza


ante una nueva razzia -de esas que el ministro del Interior Antonio
Tróccoli decía que no existían-  Carlos protagonizó el gesto de su vida. El
gesto que abrió la puerta para todo lo demás. El gesto que lo coloca en
mi vida como en la de tantos y tantos a lo largo y a lo ancho del país y
también del continente.

Ante la mirada atónita no sólo de los policías sino también de los otros
concurrentes al boliche, Carlos se tiró al piso y dijo “No”.

Tan poderoso, tan simple, tan categórico.

“No”.

Ese “no” era la respuesta más sensata y valiente a quinientos años de


discriminación, dolor y humillación.

Ese “no” encerraba la desesperación por los años vividos pero también la
esperanza por los años por venir.

Ese “no” fue la clave; el acto y su consecuencia; el muelle, el barco, el


mar.

Ese “no” fue pedagógico.

Ese “no” fue la declaración de la independencia de 1816 para el colectivo


de sexualidades minoritarias. No es exageración. Quizás haga falta
pertenecer al colectivo para poder entenderlo.

Ese “no” fue definitivo y su eco llegó hasta nuestros días.

Sin ese “no” todas los avances de estos años hubieran ocurrido -eran
inevitable- pero hubieran demorado más.
P.132

No es hipotético.

Las grandes gestas comienzan así, con uno que se para ante el poder y
dice “no”; con un cometa que encarna la época y genera así una lluvia
de estrellas.

Eso hizo Carlos Jáuregui esa noche.

Generó una lluvia de estrellas.

Nos convirtió en estrellas, en luces de los caminos. Hizo posible la utopía.


No son muchos los que merecen ese piropo. 

Te conocimos, Carlos.

Somos hijos de tu “no”.


P.133

El sol y las estrellas


por Ilse Fuskova*

>

Hoy es el día de Pascuas del 2016.

Muchas nubes en el cielo pero de pronto asoma el sol.

El sol emite sus rayos sin decir palabra, emite muchas cosas, imposible
descifrarlas más allá de calor, color, belleza, intensidad.

Carlos Jáuregui tenía esta misma cualidad, por cierto nada frecuente.

Quien hablaba con Carlos recibía más que sus palabras. Su vibración
llegaba como el sol a la otra persona. En cada entrevista, en cada charla
televisiva, importantes periodistas se fascinaban con Carlos y su mensaje
homosexual.

No olvido la frase que me dijo cuando lo conocí en 1992 “vivo en la calle


Paraná, desde mi cuarto veo el cielo y las estrellas”.

Me conmovió.

Hoy al escuchar o decir Carlos Jáuregui surge su mensaje militante, y es


bueno que se utilice su nombre para tantas actividades.

Su nombre se convirtió en un sello. Ojalá lo podamos conservar como


un sello solar.
P.134

Un hecho emblemático de
la visibilidad fue la porta-
da de la revista “Siete Días”
con la nota “Los riesgos de
ser homosexual en la Ar-
gentina” en abril de 1984.
La imagen de Carlos Jáu-
regui y un novio prestado
aparecía en primer plano y
en todos los quioscos de
Argentina. Ninguna persona
se había expuesto de esa
manera.
P.135

El paria gran escultor


No vuelvas a decir “ustedes”
por Alejandro Modarelli*

>

A mitad de los ochenta yo era un joven cuya ambición excluyente era


llegar a hacerse conocido como escritor y, si el deseo quedaba grande,
como periodista. No importaba en qué editorial, diario o revista debía
probar suerte, sino que esa suerte llevara mi nombre y apellido, porque
no existía otro proyecto de vida y de reconocimiento por fuera del
espejo. En esa habitación de clausura vivía a tientas y a locas con mi
sexualidad clandestina que, anómala ella, ingenuo yo, se volvía rumor o
certeza a través del gesto y el fraseo marica. Un deseo confesado con
vergüenza en el diván del terapeuta. Así iba yo, autor de un librito donde
me enmascaraba en los protagonistas de los relatos, temeroso de que
la familia pudiese descubrirme como a una mariposa seca entre otros
libros de la biblioteca, aunque en realidad ya había sido descubierta y,
como en general hacen las madres y los padres, de inmediato vuelta a
ser archivada en el sótano familiar.

Vivía vuelto sobre mi reflejo en la uniformidad de un desierto, sin siquiera


poseer la conciencia cierta de ser un paria entre los parias, e incapaz, por
tanto, de pensar en rebelarme y reclamar, yo con los otros, las llaves de
la ciudad democrática. Mi experiencia individual era jugar a cara o cruz
la partida solitaria propia de aventurero -el aventurero que tiene solo el
azar y el peligro como guía- y desplegar la libido en los bajos fondos de
la ciudad. La periferia me resultaba mucho más tranquilizadora que la
centralidad del amor recíproco o la pareja: hasta para amar y ser amado
libremente era necesaria cierta audacia política contra el imperio moral
de la familia. Vivía así aterrorizado de que me pescase un policía de la
Brigada de Moralidad en el anden del ferrocarril, o por el posible azote
del homófobo.
P.136

Vuelta la democracia, nada había cambiado en la escena lúbrica callejera,


entre aquel adolescente que espiaba la sociabilidad genital en los
mingitorios durante la dictadura (un policía de entonces me había exigido
dinero a cambio de no denunciar mis excursiones a mis padres; en un
andén me golpearon) y aquellos primeros años de Raúl Alfonsín, en los
que los gays seguíamos siendo presas de las órdenes y las obsesiones
maníacas de su ministro del interior, Antonio Tróccoli. ¡Quién no hablaba
en aquel tiempo de Leandro, su hijo rechazado, célebre marica en ese
ambiente en el que yo todavía casi no me movía! No me movía y, si me
tocaba entrar en contacto, le temía o lo repudiaba como un personaje de
Marcel Proust a sus propios pares, a su propio espejo.

Invitado por mi amigo César Cigliutti, el único con el que compartía por
entonces los secretos sexuales de la clandestinidad, a una reunión de
locas, quedé mudo de espanto porque se trataban en femenino. Poco
después adopté con felicidad ese bucle semántico como efecto de la
pedagogía del mundo gay, un hábito del juego de identificaciones que
entró por un tiempo en crisis cuando las locas quisieron ser admitidas en
la arena pública y mediática, y que yo seguí utilizando a pesar de todo por
el placer de desestabilizar el lenguaje. Una performance del habla propia
del loquerío, mimética y automática, contra la masculinidad obligatoria.

Césa,r ya en el ‘85, entraba de pleno en la Comunidad Homosexual


Argentina (CHA), y se alejaba de mi pequeño mundo individual. El
amigo de la adolescencia se convertía en un activista, deshacía el
vínculo siamés para compartir su ruta con otros injuriados que, como
él, se animaban a un nuevo nacimiento, mientras que yo quedaba en la
retaguardia, insistiendo en mi aventura personal. No obstante, con César
en la CHA, me incorporé de a poco a la idea de que mi manera de vivir
la sexualidad podía ser considerada un derecho, y que el Estado no solo
no tenía potestad para ingresar en las alcobas ni tampoco en los lugares
de encuentro o a pasar revista a las publicaciones de la comunidad lgbti.
A fin de cuentas, si la democracia amparaba la libertad de expresión,
P.137

estaba obligada a defender la expresión de mi sexualidad. En esos años


fui abandonando definitivamente la herencia consciente de la educación
católica y las aspiraciones clasistas de niño de barrio bien, porque de
manera intuitiva ya asociaba mi propia libertad sexual, hasta entonces
enajenada, todavía no vivida con orgullo ni felicidad, a un concepto
mucho más vasto, colectivo y radical de liberación.

Supe entonces que Carlos Jáuregui era ya un rostro cuya responsabilidad


excedía el individuo, porque aspiraba a ser la fisonomía de una lucha en
plural. Lo veía cada tanto cuando era presidente de la CHA, y algunas
veces en casa de algún amigo en común de César. Ya entonces él
había sido tapa de la revista Siete Días, en un abrazo romántico con
otro activista, y con ese desafío, aseguro, fuimos tapa por primera vez
todos los gays argentinos. A través de la donación de su rostro y de
su nombre, y su circulación pública, ganamos el primer combate contra
el fantasma social. Supongo que desde el escándalo de los Cadetes
del Colegio Militar en 1942, fotografiados desnudos en saturnales de
locas, la homosexualidad en la Argentina no se había filtrado así en la
conversación familiar de sobremesa.

Muchos consideraron que, ya salida de las catacumbas por obra de los


medios, era necesario revestir la homosexualidad de seriedad masculina,
para que pudiera obtener su pasaporte en la mesa de entradas de la
aceptación. En el escenario todavía se representaba la obra de la
sociedad represiva; el poder todavía censuraba las expresiones de los
deseos disidentes porque no tenía el dominio absoluto de todo lo visible
y de todas las voces de circulación mediática y comercial, y tardaría unas
décadas en convertir las diferencias sexuales en nicho de mercado y el
goce en obligación.

En ese sentido, la aparición de Carlos Jáuregui llegó como bisagra entre


dos formas de ser percibida la homosexualidad como identidad en la
esfera pública. Si todavía era nombrada como enfermedad, cuando
no como pecaminosa, el Estado democrático ya no podía sostener
P.138

jurídicamente esas fantasmagorías, y el mercado entendió antes que


nadie que se presentaría muy pronto un sujeto nuevo para el consumo
diferenciado. De pronto me asaltan dos imágenes que resumen ese
tiempo, entre fines de los años ochenta y mediados de los noventa, en
el que estaba naciendo un estado de cosas sin que terminase de morir
el que lo precedía: Carlos debatiendo en los programas de televisión con
dinosaurios eclesiales, y Carlos en una foto en la provincia de Córdoba,
donde había sido invitado por un empresario que buscaba levantar algo
así como un country club “con absoluta discreción” para vacaciones o
habitat de las locas. Entre esas dos imágenes en tensión, el tiempo, me
parece, se decidió por la última.

Carlos empieza a acompañarme como escultor de mi subjetividad


política mucho antes de que yo me hiciera su amigo tan cercano. Una
madrugada de 1987 me fui con un tipo bastante mayor que yo de la disco
Bunker, refugio para el desborde carnal de fin de semana, cuando la vida
del cuerpo cree haber encontrado un mecanismo de autojustificación. En
su departamento de dos por dos me contó aquel episodio que alguna vez
denominé en una entrevista “el pequeño stonewall de Carlos Jáuregui”.
(Vuelvo acá sobre el tema de este Stonewall porteño porque, a pesar de
que hubo varios párrafos dedicados a él, no creo que los más jóvenes lo
hayan incorporado a su memoria comunitaria):

El breve amante en cuestión (para mi disgusto, pasivo) había estado en


la discoteca Contramano la noche en que Carlos se rebeló contra unos
agentes de la comisaría de la zona que, en un operativo de hostigamiento,
habían hecho encender las luces para detener clientes, y como era
uso en la época, trasladarlos al Departamento Central de Policía para
“averiguación de antecedentes”. Carlos llamó a la resistencia a los gritos,
echándose al piso y entonando con su voz de trueno el Himno Nacional,
tal como hacían los manifestantes populares para interrumpir el asalto
policial. Esa reacción suya, apelando al amparo del símbolo patrio
inapelable, nos reenvía de inmediato a la alianza que Carlos mantenía
con los organismos de derechos humanos, que habían adoptado ese
P.139

método performático, todavía hoy eficaz, cuando hay que defenderse de


la represión.

El habitué de Bunker me narraba la modesta gesta con indignación, por


haberse visto involucrado “en la locura de ese Jáuregui” que no dejaba
de arengar en el carro de la federal. Apenas unos pocos apoyaron la
rebelión neoyorquina de Carlos en el suburbio sudamericano. Entre ese
instante de sumisión y vergüenza de las locas que preferían ser injuriadas
en silencio, como corderos, y otra (la última) razzia policial de la que
fui testigo no hace tanto, por una denuncia vecinal contra una fiesta
privada en un local de Palermo, medió un largo tiempo de comprensión
de la propia dignidad. Esta última vez las locas de fiesta se opusieron
a cualquier humillación, hasta vi que se escabullían entre los agentes,
burlándose de ellos, recordando a los gritos los derechos adquiridos y sin
que estos -que sabían que estaban cometiendo un abuso de autoridad-
se animaran a detenerlas. Aquella revuelta incomprendida por muchos
de Carlos Jáuregui en Contramano, en los años ochenta, triunfó de plano
dos décadas más tarde.

Hay que decir que Carlos era más genial cuanto más arrebatado. Como
cuando una mañana de resaca alcohólica, y sorprendido en el teléfono
por la pregunta de un periodista que mencionaba los insultos del Cardenal
Quarraccino a la comunidad LGTBI, aseguró (mentira) que ya estaba en
curso una denuncia judicial en contra del prelado, por discriminación.
¡Nada menos que contra el Cardenal Primado de la Argentina, y en los
años noventa! Lo cierto es que, obra de esa sobreactuación, se consiguió
que el viejo saurio pidiera, días después, disculpas en su ridículo espacio
televisivo, Claves para un mundo mejor. Fantasmagorías de un mundo
mejor, pero para él, donde los disidentes sexuales seríamos expulsados
a una isla inaccesible.

Es que la forma de moverse en Carlos era nerviosa, su vozarrón era


nervioso, y también la manera de acomodarse los anteojos con el índice
en medio de todas las conversaciones, a lo Tato Bores, como si el tiempo
P.140

nunca fuese suficiente para él, que sostenía que iba a morirse alrededor
de los cuarenta y cinco años. No a causa del virus del VIH, del que nunca
hablaba en primera persona, y que lo terminó por enfermar en 1996,
sino -creo- que por la intensidad que no estaba dispuesto a resignar, de
llegar a la vejez. Y, quien sabe, porque en algún lugar de su inconsciente
empezaba a aportar material para la construcción mítica de su figura.
Ya sabemos que la forma de una muerte, como la de la vida, define la
eficacia del mito. También la propensión a recrear el propio pasado. Para
Carlos aquello de su pasado que no servía, se omitía o se reinventaba.

A partir de 1991 mi amistad con él se hizo íntima, supongo, porque estaba


en un período de receso como activista y compartimos la escritura del
guión de una miniserie protaginizada por un detective, que jamás prosperó.
Las salidas, los reproches y peleas, los jueguitos en la computadora, la
compañía que nos hacíamos como niños decididos a no envejecer. Se
había ido de la CHA pero aún no había nacido Gays por los Derechos
Civiles, donde forjó con César Cigliutti, Marcelo Ferreyra, Gustavo Pecoraro
y, ay, conmigo (siempre como satélite obsesivo y en las sombras,
proponiendo mas no actuando) un proyecto de intervención política de
la comunidad LGTBI en aras de la igualdad jurídica, incorporándonos
así como activistas a la corriente igualitarista internacional. De hecho,
recuerdo el incesante paso por la casa de la calle Paraná, donde tenía
su sede Gays DC, de infinidad de personajes de organizaciones LGBTI de
otros países. Además de que era el ámbito, aquel, donde se reflexionaba
sobre alianzas posibles con otros movimientos sociales y políticos
argentinos, con el objeto de reclamar una legislación que nos reconociese
como sujetos, y así apropiarnos de la máxima arendtiana, que afirmaba
que lo peor no es la discriminación social y cultural sino la jurídica. La
originalidad estratégica de nuestro grupo, en coordinación con otros,
radicaba en comunicar a través de protestas urbanas performáticas, que
atraían a las cámaras de televisión, como cuando Carlos, César, Marcelo
Ferreyra e Ilse Fuskova se caracterizaron como grandes militares de la
historia. O en las primeras marchas del orgullo, aunque algunos con la
protección de la máscara. Y como voces insistentes y cuerpos disidentes
P.141

en cuanto programa de televisión se nos invitara, ya no como propuesta


para la paranoia familiar, sino para irrumpir como ciudadanos (si se
quiere como vecinos) en las cocinas y los comedores.

Me doy cuenta, mientras escribo, de que digo “nos”. Repito ese nosotros,
contra los usos gramaticales que conservaba irreflexivamente en aquellos
tiempos de amistad con Carlos, cuando todavía él no había conseguido
de mí que incluyese mi singularidad dentro de un sujeto colectivo. Era
común que me retase: “no digas más ustedes” cuando se me ocurrían
ideas o reproches. O cuando, una noche de inspiración, creé la consigna
del grupo “En el origen de nuestra lucha está el deseo de todas las
libertades”, para “ustedes”. Así de absurdo, de irracional, era la percepción
que yo tenía del mundo activista, como si fuese un satélite alrededor de
un planeta de decisiones, sobre el cual influía a veces pero del que no
me creía del todo parte.

Si todavía, a pesar de los años de visibilidad, el colectivo y la comunidad


eran un proyecto, un programa político en gestación, nadie -creo- se
había puesto a razonar demasiado sobre qué significaba ese “nosotros”
y si incluía a los más desamparados. Tengo para mí que la emergencia
de la Aldea Gay en los bordes más sucios del Río de la Plata, y su
demolición por parte de las topadoras del Estado a fines de los noventa,
así como el haber hecho propia la pelea de las travestis, llevó a muchos
de nosotros, blancos, cisexuales y de clase media, a asomarnos a un
concepto mucho más dinámico, inquietante y desestabilizador de los
términos “identidades” y “colectivo”.

Otro punto que ha sido puesto en debate, y me tocó discutirlo con un


chico en las redes sociales, es la comparación -que devenía intento de
control de calidad- entre los dos personajes que, muertos, más páginas
aportaron a los anales del movimiento LGTBI argentino: Néstor Perlongher
y Carlos Jáuregui. Ellos reflejan dos tiempos que no son sucesivos, porque
entre la existencia del Frente de Liberación Homosexual (FLH) en los
P.142

primeros setenta, y la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) y Gays


DC, a partir de los años ochenta y hasta 1996, se produjo la Dictadura
Cívico Militar y por tanto la desaparición transitoria del activismo y, en
cierta manera, una diáspora, que tuvo como protagonistas precisamente
a Perlongher, de origen trotskista, y también a Héctor Anabitarte, los dos
máximos referentes del FLH.

Carlos no quería a Perlongher, con quien apenas se cruzó, e intuyo que


ese desamor debió ser recíproco. Habían conformado su liderazgo en
épocas demasiado diferentes. En el FLH se hacía propio el paradigma de la
izquierda revolucionaria, aquel programa de transformación universalista
y radical de las estructuras sociales y culturales, pero el casamiento entre
revolución y homoerotismo se frustró antes de consumarse, y el tren que
debió llevarnos nos dejó en el anden. La CHA y Gays DC advirtieron más
adelante que se necesitaba una agenda propia de visibilidad y de reclamo
de inclusión democrática, porque si no nadie se haría cargo de escribirla
por nosotros.

Perlongher había ido abandonando la militancia sexopolítica y se


concentró en su carrera académica y literaria. A través de sus lecturas de
los postestructuralistas (de Deleuze y Guattari a Michel Focault y Michel
Maffesoli) se dispuso a interpelar de modo revulsivo el concepto de
identidad como imposición, y por tanto la identidad homosexual. Carlos
se enojó a causa de un ensayo de Néstor que tuvo mucha difusión en el
activismo, “La desaparición de la homosexualidad”, donde postulaba que
esa era una identidad en retirada, sobre todo a partir de su sobreexposición
a causa del SIDA, y que pronto se difuminaría en el cuerpo social, ya sin
llamar la atención de nadie. Carlos, en cambio, creía más que nunca
que esa identidad -inestable, estratégica, como quisieran llamarla- debía
terminar de construirse en la Argentina como un rostro en común, que
diera cuenta de su inquietante memoria y su afán reivindicatorio, para
poder después mantenerse y desplegarse, porque de otra manera lo que
desaparecería no serían desde ya los debates epistemológicos en torno
a ella y sí, en cambio, la posibilidad material de registrar su existencia en
P.143

el dominio del Derecho y la Justicia. Carlos mismo había sido víctima


de esa discriminación legal cuando en los ´80 murió su pareja Pablo
Azcona, y la familia lo expulsó de la casa donde habían convivido durante
años, y quedó en la calle. Mediante el reconocimiento del Derecho, la
muerte social -ese desierto adonde nos confinaron- no podría volver a
vencernos a quienes nacimos, crecimos y nos fuimos tantas veces del
mundo como parias, como arena:

Querido Carlos,

Hace unos meses murió Lohana Berkins. Como dicen los melancólicos,
siempre se mueren los mejores y no hay relevo. Yo soy melancólico,
como era tu madre, y eso, como muchas otras cosas mías, te irritaba.
Te prevengo que a mí también me jodían algunos desapegos tuyos,
por ejemplo no haber querido o podido generar tu propio medio de
supervivencia, pero sobre todo el olvido del cuerpo, que tanto maltrataste.
Miro ahora en el escenario de la memoria tu cuerpo en su última jornada,
sobre el sofá de la calle Paraná, mientras lo velábamos antes de que se
resignase a irse. No era un cuadro ofrecido al patetismo, sino uno de
los rituales comunitarios más generosos y más verdaderos de los que
participé: tu grupo más cercano de amigos estaba despidiéndote, y estoy
seguro de que nos escuchabas.

Como siempre, se saca dicha de la desdicha en las peores situaciones


y la erótica del humor llega de pronto a poner en suspenso el poder de
la muerte. Jamás olvidaré la confusión de Alejandra Sardá, que creyó oír
que pedías una cruz -¿había regresado por sus fueros aquel jovencito de
la iglesia platense?- cuando en realidad estabas clamando por un buen
vaso de naranjada, una crush. No sé porqué la crush, si para vos no era
concebible un líquido que no contuviese alcohol (¿te acordás cuando
llegaste borracho de Contramano una madrugada y le echaste libros a
la perra, para que se instruyese?). Por poco esa madrugada de tu agonía
velada no fuimos en busca de un crucifijo.
P.144

Se me ocurre ahora que esa vigilia alrededor del sillón nos anunciaba una
resurrección: lo que resucitaba en la calle Paraná era una familia que para
muchos de nosotros estaba como concepto muerta desde mucho antes.
Reentraba ahora en escena, esta vez disidente y a su manera funcional,
y triunfaba sobre el exilio afectivo al que nos había sometido la sociedad.
Nos apropiamos de esa ceremonia funeraria que tiene tanto prestigio
social, la resignificamos, y volvimos una muerte singular en una muerte
en común (en ese muerto no muerto que contemplábamos irse, vuelto
en sí mismo y fuera de los ruidos del mundo, residía toda tu verdad,
residía el gran escultor).

Desde aquellos años noventa, en los que se vivía el activismo en su


estado de inocencia, es decir en la unidad de lo que no existía todavía y
por lo que entonces se batallaba, con la esperanza de los que no tenían
nada que perder, no volvió a emerger un dirigente como vos, sobre el que
existía una confianza casi unánime. Tus funerales fueron la representación
más cabal de ese consenso.

Sobre el cajón donde se paseaba tu cuerpo en torno a la Plaza del


Congreso se produjo una epifanía. César se presentó en un discurso ante
las cámaras de televisión por primera vez con su nombre y su apellido
verdaderos. Yo volví más tarde a la oficina, y recibí el sorpresivo pésame
de mi jefe, que quiso darse por enterado de mi sexualidad, mi conciencia
asumida y el sentimiento de duelo que me enmudecía. Mi habitación
se levanta desde entonces en el afuera del closet, y en todas partes. Tu
muerte, para mí, fue ese instante fatal y satreano que es el envolvimiento
recíproco y contradictorio del antes y el después: se es todavía lo que se
va a dejar de ser y se es ya lo que se va a ser. La muerte de alguien como
vos es, por eso, donación de futuro en el propio presente.

Escribí, tras la muerte de Lohana, que el liderazgo positivo es aquel que


ilumina, a pesar de sí, los sueños singulares y los incorpora a un sueño
colectivo. Que el poder se encarna entonces, a su pesar y a veces sin
conciencia de sí, como una belleza que en la sala de los elegidos pasa
P.145

de largo de los espejos. Y cuando es necesario, se difumina. Pienso


que te sorprenderían los raros efectos que tuvo tu bello liderazgo y que
sobreviven a la muerte.

Conseguiste plantar espinas en el terciopelo de mi conformismo, y


hacerme entender que no hay sentido del orgullo sin acción. Desde
entonces soy más libre. Desde entonces, hermano mío al que no cobijé
como debía en sus últimos meses, te hospedo como aprendo. Gracias
por haberme dado y darme otra vida antes y después de transcurrido
el duelo. Querido fantasma que el tiempo va revelando al mundo, tan
intenso, brillante y a su manera verdadero, te llevo acá como huella en el
cuerpo. Hasta siempre.
P.146

Carlos siempre exhortó a la


práctica de una política mi-
litante de “hacerse visible”,
para modificar desde el or-
gullo de la propia diferencia
la marginación impuesta
desde la cultura hegemóni-
ca. Esa visibilidad implicaba
a la vez una manifestación
de verdad personal y al
mismo tiempo un riesgo.
P.147

El tizón encendido
por Gustavo Pecoraro*

>

Encontrarte un día con la labor de escribir sobre una persona -recortar


su figura con la perfección necesaria para establecer una imagen lo más
fiel posible en toda su dimensión- es una tarea titánica y no está exenta
de la subjetividad que nos posee a cualquier comunicador. Mucho más
si esa persona ha sido tu amigo.

Hablo de escribir sobre alguien que supone un fenómeno político


inconmensurable que solo la impunidad del olvido y la inmediatez de la
auto referencialidad lo hacen sentir lejano o extraño.

Es este libro y todo aquello que lo pueda traer desde el recuerdo, lo que
aviva la justicia de la memoria hacia uno de los dirigentes sociales más
importantes en la historia de la Argentina en los últimos cuarenta años.
Abrir estas tapas y recorrer los textos de todas las personas involucradas en este
relato permiten andar el camino opuesto al sentimiento lejano o extraño.

Un inolvidable tiempo marca el día que por primera vez nuestras vidas se
cruzaron. Otra tarde cualquiera en la ciudad de Buenos Aires que podría
ser igual o idéntica a otras tantas en otros tantos meses: los mismos
sonidos de una ciudad que olvidó hace mucho tiempo qué es el silencio,
las mismas palomas volando por el cielo, los mismos árboles danzando
al viento, las mismas personas que ayer y que mañana transitando las
mismas calles de todos los días.

Pero en la cotidianeidad de cualquier vida una puerta que se abre cambia


la existencia de dos personas para siempre.
P.148

Así de sencillo es aunque muchas veces no nos demos cuenta de las


causalidades que el destino nos impone en cada minuto, a cada hora.
Tenía el pelo rubio y lacio que le caía sobre la frente, una mirada que
protegía con unos anteojos de gran armazón de un color marrón
horrendo, y un bigote tupido a tono más con los anteojos que con ese
pelo, que me hizo sospechar de la intervención de la mano profesional
en su seductora melena bañada en oro.

Un andar desgarbado -medio torpe-, una voz grave y cascada -como de


permanente resaca-, y una decisión que contagiaba.

Esa tarde vestía una camisa a cuadros grandes naranjas, amarillos,


blancos y negros, un pantalón vaquero y unas zapatillas blancas.

Me extendió la mano y después de las presentaciones formales me hizo


pasar a una diminuta oficina de ese edificio gigantesco que albergaba a
decenas de otras diminutas oficinas por cada piso.

Lo primero que me sorprendió es la cantidad de gente que había en


relación a la escasa dimensión del lugar y la multitud de afiches políticos
que decoraban las paredes que habían sido pegados sin ningún orden pero
que llevaban la marca de las demandas sociales que en esos tiempos se
gritaban: “Libertad a los presos políticos”, “Aparición con vida y castigo a
los culpables”, “No al punto final”, “Por la vida y la libertad / Juicio y castigo
a los culpables”, firmados por las Madres de Plaza de Mayo, Comisiones
sindicales de Derechos Humanos, Juventud del Movimiento Ecuménico de
los Derechos Humanos, Abuelas de Plaza de Mayo, y muchos más.

Le comenté que era militante trotskista y que quería participar en su


organización.

Ante él, había en mí una especie de extraño pudor que medía mi


petulancia de aquellos años juveniles, de la pasión que había encontrado
en la militancia y de la creencia que tenía en mis nóveles ideas.
P.149

Ante mí, sentí que tenía a un dirigente de esos que existían en otros
lugares. Un dirigente de homosexuales como los de Brasil, España,
Alemania, o los Estados Unidos.

Esa petulancia me llevó a plantearle en pocos minutos casi un programa


entero de reivindicaciones, a lo que -sabio- me dijo:

- Vení a alguna reunión y presentamos tu grupo a la Comisión Directiva y si


no hay objeciones se suman con nosotros.

Salí de esa oficina con la sensación de pertenecer un poco más a un


sueño que se enroscaba alrededor de la palabra libertad.

Afuera el viento frío del invierno de 1984 se iba disipando.

Él, se llamaba Carlos Jáuregui.

II

También cae en mi recuerdo como una tonelada de hierro fundido


hirviente esa otra tarde en la que con una última bocanada de oxígeno
acababa su vida en esa misma ciudad, la que olvidó el silencio, la de las
palomas y los árboles, la de la gente, la de las calles transitadas.

Doce años después de la primera vez que nos vimos, tuve que decirle
adiós a Carlos y dejarlo ir sabiendo -más claramente después- que su
partida nunca fue del todo despedida y mucho menos olvido

Se moría un compañero de lucha pero sobre todo un amigo.

Esa amistad se forjó en la militancia y desde la militancia saltó a la vida,


a las alegrías y tristezas que llevamos como pudimos, a las noches de
fiesta, a los amores festejados y los desamores llorados, a los amigos en
común, a las ideas, las peleas, las intrigas y la ilusión.
P.150

Amigos que se corporizarían en derredor suyo donde siempre hubo


grupo. Ese don de congregar y de reunir que tanto marcó a toda una
generación de activistas que ahora vestimos canas y arrugas y que
seguimos reunidos de alguna manera con esa huella de lo inmarcesible
de un tiempo militante que quien no vivió debería conocer a fondo. Una
huella que lamento que escasee en algunos miembros de las nuevas
generaciones más proclives a presumir de abrazos que sólo mueven
el mismo registro, donde el desafío de la diversidad se entiende sólo
corporal o sexualmente pero nunca en el valor de la idea del otro. Donde
la certeza acompaña esa mezcla insana de estalinismo y rebaño que
lleva a la construcción renga de un colectivo que nunca debe tener ni
dios, ni patrón, ni marido.

¡Pobres de aquellos que intenten colorear un colectivo con una sola mirada!
¡Pobres de los que nos expulsan de sus carrozas blandiendo sus banderas
arcoíris manchadas de la arrogancia de la verdad absoluta!
¡Pobres de los que surgen sujetados al a partir de nosotros todo!
Carlos supo desde el primer día que alzó la voz, que sumar sumaba.

Que nadie puede construir por sí solo un movimiento social. Y eso que
él mismo significaba una cabeza de gigante en ese cuerpo de enano que
era el colectivo LGTBI en ciernes (que en aquellos tiempos sólo reunía a
varones gays).

Un 16 de abril de 1984 un grupo de casi un centenar de valientes había


dicho basta y decidido reunirse para discutir qué hacer ante las detenciones
que la policía federal realizaba en la calle y ante las razzias a los lugares
de sociabilidad de homosexuales. Esas personas -muchos ni se conocían-
eran radicales, peronistas, católicos, algunos vivían en Palermo, otros
llegaban desde el conurbano, había trotskos, ex militantes del FLH, algunos
anarquistas, estaban los que habían leído a Foucault y los que habían
viajado fuera del país y traían otras perspectivas, estaban los que confiaban,
los escépticos, los que pretendían reclamar pero sin hacer mucho lío, y los
que pensaban que con discriminación y represión no había democracia.
P.151

Todos, sin embargo, sabían que había que institucionalizar la protesta,


que formar una organización y nombrar autoridades era la clave.
Carlos Jáuregui que fue elegido presidente, propuso que esa organización
se llamara Putos Unidos. La mayoría -aún más cautelosos- definió que
fuera Comunidad Homosexual Argentina.

III

Hay un instante inexorable, un espacio único que nos cobija y qué nos
provoca entender de dónde venimos.

¿Es sólo el vientre materno el lugar del que nacemos? ¿Hay en ese misterio
que se alía una responsabilidad única? ¿Existe la decisión consciente de
nuestros padres? ¿Es algún Dios o deidad desconocida?

Hay muchas formas de nacer y de morir.

Por eso nos parimos -con pies firmes sobre la tierra- en algún momento
de nuestra vida. No creo que sea necesariamente cuando nos dan a luz.

- Gorda, no tengas miedo, que acá estoy yo para cuidarte.

La voz de Carlos sonó tranquilizadora.

Fue su tono y su preocupación lo que logró que yo entendiera que ese


primer porro no me iba a ser nada malo.

Pudo ser simplemente que el sostener mi mano hiciera que sintiese que
me estaba protegiendo. Que era el ser más poderoso del mundo que
podría parar cualquier cosa que me ocurriera.

Mi novio de ese momento, Fabián, por el que Carlos y yo habíamos


inventado una cierta rivalidad que no dejó de ser una broma graciosa
(infantil diría) había decidido divertirnos a fondo en esa noche de gin
P.152

tonic y música que organizamos para celebrar y que invariablemente iba


a terminar en Contramano.

Pablo -el novio de Carlos- no estaba, el departamento de la calle Arenales


donde vivían, era para nosotros. Podíamos ser todo lo desordenados que
quisiéramos.

Cuando Pablo estaba la cosa cambiaba. Carlos se solemnizaba un poco


y nosotros, sus amigos y compañeros, obedecíamos esa pose extraña
que a veces ponemos los maricones en la casa del novio de nuestro
querido amigo.

Nos reunimos en torno a la mesa ratona de vidrio sobre la alfombra que


había en el medio de ese living inmenso que ellos adornaban con un
tapiz que a mí me parecía sucio y deslucido pero que consideraban el
colmo de lo chic, y que supuestamente era carísimo. Nunca me interesó
el tema del abolengo de ese cacho de tela colgado que además ni se
entendía que era. Mientras me asaltaba la duda de cómo lo limpiarían
para que no se deshilache, Fabián armo el porro y empezó a fumar.

Cuando tocó mi turno la respuesta fue no.

Carlos hizo un chiste sobre esa película de Woody Allen -siempre hacía
referencias a las películas de Woody Allen- donde en una fiesta pasaban
una bandeja con cocaína y el personaje que interpreta Allen en vez de
aspirarla, la soplaba. Pensé que sospechaba que yo hiciera lo mismo pero
mordiendo o comiéndome el porro.

Fumé.

No iba a dejar de intentar sentirme a la par de ellos.

Fue raro e estimulante, pero la realidad es que no sentí mucho más que
una excitación placeba que provenía de mi ansiedad y esa cosa como
P.153

misteriosa que da el hacer algo que podríamos ubicar en el terreno de lo


prohibido. Era el final de la década del 80, no olvidemos.

Esa primera escena duerme en mi memoria con la letanía de toda


experiencia íntima imborrable.

Un regurgitar de emociones cruzadas comparada con algún amanecer


frente al mar o esa puesta de sol en el último día de mi vida en Berlín.

Nacemos sabiendo que no sabemos nada. Morimos sabiendo que


sabemos demasiado, y por eso olvidamos.

Volver a explicar al cabo de muchos puede ser incluso aburrido. Repetir


decenas de veces una idea, un hecho, una cara, tendrá el sentido que
la angustia nos permita. Pero más allá de ello, es poco importante para
quien no la sienta.

La confianza que deposité en Carlos aquella noche marcaría para siempre


nuestra amistad de encuentros y discusiones, de eterno descubrir como
dos pequeños niños que llenos de travesura atraviesan un pasillo oscuro
rumbo a la lata de galletitas que la abuela recién escondió en un estante
alto de la alacena de la cocina.

IV

Escribir sobre Jáuregui -y cabe la nominalidad de su apellido en este final-


es escribir sobre alguien que tiene en el colectivo LGTBI un respeto cuasi
unánime (incluso entendiendo esa no unanimidad desde comprender la
ignorancia) pero que más allá de la propia pertenencia es alguien que
trascendió un colectivo para situarse en la sociedad y los movimientos
sociales como otro de esos nombres que nos abarcan, dueños por
derecho de bautizar una calle, una plaza, o una estación de tren.

No está de más recordar que Carlos Jáuregui fue elegido en 1993 por el
P.154

periodismo local como una de las diez personalidades más influyentes


en la sociedad argentina.

Podríamos decir de Carlos que fue el primer presidente y fundador de


la CHA en 1984. Que en 1991 fundó GaysDC (Gays por los Derechos
Civiles). Que en 1992 convocó desde esa organización a la primera
Marcha del Orgullo LGTBI en la Argentina. Que en 1994 fue uno de los
querellantes del Cardenal Quarraccino por violación a la Ley 23.592, quien
había propuesto la creación de un apartheid para homosexuales.

Que participó de decenas de batallas que atañen al colectivo LGTBI.

Que fue candidato a diputado por la Alianza Sur de Pino Solanas y por
la Unidad Socialista de Alfredo Bravo y a Convencional Constituyente por
el Frente Democracia Avanzada de Atilio Borón. Que asesoró el primer
proyecto de Unión Civil que fuera presentado por el Diputado Socialista
Héctor Polino a mediados de los años 90. Que redactó junto al doctor
Marcelo Feldman una propuesta antidiscriminatoria para presentar ante
la Convención Estatuyente de la Ciudad de Buenos Aires que estaba
diseñando la Constitución de la ciudad y que el 30 de agosto de 1996
los convencionales estatuyentes aprobaron por unanimidad como
homenaje a Carlos, quedando plasmada en el artículo 11 que dice: “Todas
las personas tienen idéntica dignidad y son iguales ante la ley. Se reconoce
y garantiza el derecho a ser diferente, no admitiéndose discriminaciones que
tiendan a la segregación por razones o con pretexto de raza, etnia, género,
orientación sexual, edad, religión, ideología, opinión, nacionalidad, caracteres
físicos, condición psicofísica, social, económica o cualquier circunstancia que
implique distinción, exclusión, restricción o menoscabo. La Ciudad promueve
la remoción de los obstáculos de cualquier orden que, limitando de hecho la
igualdad y la libertad, impidan el pleno desarrollo de la persona y la efectiva
participación en la vida política, económica o social de la comunidad.

Podríamos decir mucho sobre Carlos, y está bueno decirlo y seguir


repitiéndolo.
P.155

Para muchos de los que escribimos en este libro, el hecho de compartir


nuestro recuerdo es casi como compartir esa amistad que fue mágica,
aleccionadora, inmensa, vital e imborrable.

Y vuelvo al principio.

¿Cómo escribir sobre un amigo que ya no está? ¿Cómo redactar


unas frases que reflejen su ausencia pero que a la vez salgan de la
emocionalidad y ayuden a un fin didáctico?

Me hice varias veces estas dos preguntas.

Una cosa clara que sé es que contar a Carlos es un ejercicio colectivo, un


deber de esa polifonía de voces que aprendimos de él. No puede haber
una mirada única porque él era de reunir, de fomentar el grupo, de sumar.

El objetivo que me propuse, entonces, fue ofrecerme a garantizar un


espacio para la colectividad de su recuerdo.

Carlos Jáuregui trascendió a Carlos Jáuregui en ese algo de su testamento


militante que está tan dentro de nuestra sangre, como su risa lo está en
nuestros corazones.
P.156
P.157

Textos
de Carlos
>
P.158

Libertad, igualdad, diversi-


dad.
Consigna de la Primera
Marcha del Orgulllo,
año 1992.
P.159

“Así no me voy a morir”


La despedida a Roberto
publicado en Página/12, el 15 de enero de 1994

>

Tuve, acaso, dos hermanos. Uno se fundió en el otro un día de junio de


1989. El Sida ya formaba parte de su cuerpo, de todo él. 45 kilos de peso,
convulsiones, una muerte segura. Lo recuerdo sentándose en la cama, la
barba mal crecida, las palabras brotando, pastosas. “No, voy a hacer algo,
así no me voy a morir”.

“Así”, era una muerte individual, trascendente para unos pocos queridos.

“Así” era una muerte que a él no le servía.

Ese día mi hermano fue mi amigo y, mi amigo, mi compañero militante.

La Fundación Huésped fue el lugar elegido para expresar su ironía, sus


certezas, sus amores. La vida comenzó, entonces, a ser otra cosa.

En estos años logró lo que se propuso. Sumó su vasca cabeza a una lucha
ingrata en la Argentina sorda y neoconservadora: lujosos helicópteros
que sobrevuelan las villas miseria de aguas contaminadas con cólera.

Así y todo, funcionarios y curas no pudieron con él. Muchos quisieron


callarlo: su palabra era incómoda.

En septiembre pasado comenzó el cansancio

Pensaba en su muerte posible y en la vida de los que quedaban abriendo


los ojos con VIH o Sida.
P.160

A los 9 años su decisión fue tener un muñeco del Topo Gigio frente a
la prohibición de mis padres que consideraban al juguete “para nenas”.

No sólo lo consiguió sino que, además contradiciendo a todos, le hacía


vestidos, le lavaba la cabeza con shampoo y lo peinaba. Este fue su
desafío importante. Acaso la forma que eligió para morir tenga que ver
con aquel muñeco del Topo Gigio.
P.161

Digamos la verdad
documento interno, año 1996.

>

Cuando hace algunos meses, algunos y algunas comenzamos a


tantearnos, con dudas, hasta recelosos, en el cálido refugio que nos ofreció
Tazmania, en el pasaje “Delesbiane” en la ciudad de Buenos Aires, no
creo que nadie haya soñado con esta aventura -esta aventura maravillosa
que acabamos de vivir (y que en algún sentido, recién comienza).

Todos los errores de estos días, las fallas, las equivocaciones, los
contratiempos, creo, ya deben haber sido aprendidos para superarlos
en el encuentro de 1997. Para Gays por los Derechos Civiles este no
es ni más ni menos, por todo lo que estamos logrando en este largo
camino hacia la libertad, que el justo momento del aplauso para nosotras
y nosotros.

El Colectivo Eros propuso, felizmente, este espacio de reflexión a


los organismos para que realicemos un balance y analicemos las
perspectivas del movimiento lésbico, gay, travesti, transexual de nuestro
país. Un movimiento que existe, más o menos articulado y mal que
le pese a algunos, desde 1967 con la creación del ya mítico Nuestro
Mundo. A aquellos pioneros y pioneras silenciosos: todo nuestro amor y
reconocimiento emocionado.

Desde aquel lejano 67 hasta hoy, hemos avanzado, y mucho. En este


nunca desmesurado afán de alcanzar nuestros derechos hemos
cometido errores. Individuales casi siempre, institucionales en algunas
ocasiones. Quién esto lee es un cometedor de errores consuetudinario.
Soberbia, personalismo, incapacidad de delegar tareas, tres de los tantos
virus que jalonan mi existencia militante. Y un afán permanente, y pocas
veces alcanzado, por superarlos.
P.162

Pero no creo que eso sea lo más importante a la hora del balance, de
analizar este presente que vivimos como movimiento político comunitario.

Porque si algo nos tiene convencidos en Gays DC es que la organización


y la acción superan al individuo y al individualismo, porque organizados
y actuando es como mejor podemos enfrentar nuestras propias
contradicciones y a nuestros enemigos, que los tenemos y sabemos bien
de su mucho poder. Vaya esto como propuesta para quienes propugnan
salidas individuales afirmando ideas tales como “a mí las organizaciones
no me sirven, yo hago la mía, en mi ciudad es imposible, no me representan,
me echan del trabajo, no vale la pena, que va a decir mi mamá, las cosas
nunca van a cambiar, mi sexualidad es algo privado (sic)” y todo un discurso
que paraliza.

Y las instituciones, pensamos en Gays DC, también debemos replantearnos


algunas actitudes. Debemos establecer en ciertos temas esenciales como
“Identidad”, “Visibilidad”, “Derechos”, un discurso mínimamente unificado
y coherente para todos. No resulta político (y tampoco agradable)
escuchar al presidente de una organización desautorizando al miembro
de otra que se niega al debate entre pares, sobre un tema común a la
comunidad gay, en un medio masivo, sencillamente porque ese no es el
lugar correcto ni apropiado; o ver pelearse en televisión a una persona
travesti con otra transexual sobre a quién se la llevan presa y a quién no.

Nuestros enemigos sacan provecho de esto. Siempre.

No creemos, tampoco, que, dadas las características de este gobierno,


de un poder ejecutivo corrupto y autoritario como el que tenemos sea
conveniente la cercanía de las organizaciones o sus miembros a ese
mismo poder, corriéndose el riesgo de transformarse de organización no
gubernamental en organización para gubernalmental.

Más allá de los errores, Gays DC observa, con absoluta franqueza y


humildad, que este es un momento promisorio de nuestro movimiento.
P.163

Vemos con interés y alegría el surgimiento de instituciones y


emprendimientos empresariales dedicados eminentemente a los aspectos
socio-culturales de nuestra comunidad, hasta ahora postergados. El
archivo “Escrita en el cuerpo”, la “Biblioteca Gay-Lésbica”, la “Librería
Calibán”, la, ya casi tradicional, “Revista NX” comienzan a responder
a necesidades esenciales y hasta hoy no resueltas de gays, lesbianas,
travestis y transexuales de la Argentina.

El surgimiento del “Grupo de jóvenes: construyendo nuestra sexualidad”,


que Gays DC apoyó desde su inicio, es otro hecho significativo de
estos tiempos. Alentamos la creatividad, la falta de esquematismos y
de prejuicios, la ausencia de soberbia, que debe anidar en todo grupo
que incluya a adolescentes gays y lesbianas. Igualmente celebramos la
creación en 1995 de ACT-UP Buenos Aires, una organización internacional
que siempre hemos respetado y que tanto colaboró desde los Estados
Unidos para la obtención de la primera personería jurídica de un grupo
homosexual en nuestro país. Deseamos ver, pronto, convertida a ACT-UP
Buenos Aires en una organización masiva que aúne los reclamos de las
personas viviendo con VIH/Sida en nuestra ciudad. Entre paréntesis ¿le
hemos dado como movimiento el espacio requerido a este tema?. Es
solo un interrogante.

De la misma forma, festejamos la organización de las personas travestis


en nuestro país. Tras los pasos pioneros desde 1993 de la asociación
Travestis Unidas vemos la repercusión y la convocatoria de la Asociación
de Travestis de la Argentina con sus juicios, apelaciones, actos y marchas
que terminarán, tarde o temprano, no lo dudamos, con los edictos
inconstitucionales que coartan la libertad individual de elegir la propia
imagen.

1995 fue, indudablemente, el año de la visibilidad de nuestra comunidad


dentro de la sociedad. La bandera de “Lesbianas a la Vista” (que,
precisamente, no se sostenía sola) frente al Departamento Central de
Policía, los premios Nexo a todos aquellos y aquellas que en el año
P.164

habían decidido quitarse las máscaras, el encontrarnos viendo a gays


y lesbianas desconocidos para, nosotros los militantes, en algunos
programas de televisión; todo eso y mucho más marca el camino que
ansiamos en Gays DC.

Nosotros somos una organización que tiene la dicha de que todos sus
militantes sean visibles. y eso, sentimos, nos hace fuertes, nos da un
sano poder, revitaliza nuestra lucha. La visibilidad es el único camino
por el que vamos a alcanzar la fuerza necesaria para lograr nuestros
derechos. Es un camino durísimo, lo sabemos. Pero ninguna revolución
en la historia, como la que nosotros estamos protagonizando, se hizo sin
esfuerzos, sin sufrimientos, pero sobre todo sin la enorme alegría que da
el saber que tenemos la verdad de nuestro lado, porque nuestra verdad
es nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestros sentimientos.

Hablar de Gays DC, hablar de nosotros mismos, es lo que más nos


cuesta, porque estamos orgullosos de nuestra casa. Nos enorgullece
haber sido la primera organización gay-lésbica del mundo en querellar
judicialmente a un primado de la Iglesia Católica. Nos enorgullece haber
convocado junto a tantas otras organizaciones a la primera marcha del
orgullo lésbico-gay que caminó las calles de Buenos Aires y no se detiene,
nunca más. Nos enorgullecen los fallos pioneros y favorables que hemos
obtenido en los tribunales en materia de VIH/Sida. Nos enorgullece
cada una de las seiscientas veces que hemos estado en una comisaría
peleando la liberación de un detenido. Nos enorgullece nuestro informe
anual que ha sido utilizado hasta por la Comisión de Derechos Humanos
de la Organización de las Naciones Unidas. Nos enorgullecen, también,
cada uno de los juicios que perdimos porque todavía no hay justicia para
gays, lesbianas, travestis y transexuales en nuestra tierra y, junto a todo
el movimiento, esperamos, la vamos a alcanzar.

¡Nos enorgullecen tantas cosas!. Y nos preocupan tantas otras. Nos


preocupa por ejemplo, que nuestro movimiento pueda perder su
dimensión política. Porque si bien es bueno dedicarnos a tantos temas
P.165

a los que comenzamos a dedicarnos y que nos interesan a todos, los


edictos policiales por los que nos llevan presos, solo los podrán derogar
los políticos. La sanción de una ley que prohíba la discriminación por
orientación sexual, solo la sancionarán los políticos. La solución para
nuestros, a veces, terribles, problemas patrimoniales de pareja, solo se
solucionará con una ley que ¿quiénes dictarán?...Más políticos. Tenemos,
obligatoriamente, entonces, que hacer política.

En fin, en Gays DC tenemos tantas dudas y preocupaciones, como


certezas y valentías.

Todas ellas esperarán hasta el próximo encuentro para compartirlas


juntos, mientras seguimos trabajando por la liberación. Nos vamos de
Rosario con una sola cosa clara: el Movimiento está vivo y crece.

Personalmente, esto no ha sido consensuado con nadie de la


organización, pido perdón, yo quiero, necesito hoy, nombrar y agradecer
a algunas personas que han sido inspiradoras, almas tutelares, de
quienes aprendí mucho a lo largo de estos doce años de democracia y
movimiento gay: dos circunstancias que no puedo separar: César Cigliutti
y Marcelo Ferreyra, Pablo Azcona, Roberto Rangoni, Belén Correa, Loana
Berkins, Angela Vanni, Roberto Jáuregui, Javier Hourcade, Alejandra Sardá
y especialmente a alguien que asesinó con dulzura mi enano machista y
a quien, creo, todo el movimiento lésbico, gay ,travesti, transexual le debe
muchísimo y, yo creo que es la “amazona de la Patria”, Ilse Fuskova.

Gracias
P.166

Carlos tenía apenas tres


años más que yo, pero se
hizo sabio muchísimo an-
tes. Él sabía cosas funda-
mentales para la vida que
yo necesité mucho tiempo
para aprender.
P.167

Diez años de la CHA


publicado en revista NX nº 8, julio de 1994

>

Escribo estas líneas apretado por el tiempo y por los inquisidores


compañeros de Nexo que salen de todos los rincones para exigirme un
texto memorioso.

Diez años de la CHA ¿Cómo separar los recuerdos? ¿cómo clasificarlos?


¿qué es personal? ¿qué institucional?.
Imposible.
Me odio.
No puedo hacerlo.
Caigo en el pecado de “confusión mental”, que siempre le reproché a
César.

No importa... Ahí va:

Diez años de la historia Argentina Diez años de lo más importante que


me pasó en la vida: esta militancia de hoy. La Democracia: esa panacea
ilusoria. Alfonsín en el balcón del Cabildo y yo apretando en la Plaza con
un morocho de Franja Morada.

Esa luz azul lechosa de Contramano que nos iluminó la década.

Una Asamblea convulsionada: la policía había decidido pasar a retiro


una vez más a las libertades democráticas. El nombre barajado al azar:
Comunidad Homosexual Argentina.

La acción inmediata superando todas las contradicciones. El dejo


sesentista en el espíritu militante. Algunas arrogancias.
P.168

La Plaza de Mayo un 20 de setiembre.

La bandera de la CHA aplaudida a su paso. ¡Aparición con vida y castigo


a los culpables! (ni locos imaginábamos entonces el huracán ‘’Indulto”,
destrozando los ideales a su paso).

Largas reuniones, pesadas asambleas, caóticas acciones. Pero adelante,


siempre adelante, hasta la confusión y el hartazgo. Hasta la militancia.

Los rostros de cada uno de los pioneros silenciosos de esta lucha que no
cesa, que crece, abarcando las conciencias.

Una primera oficina diminuta: nuestra tierra prometida.

Las primeras apariciones en los medios, ante miles de pares de ojos


que -sorprendidos- descubrían que éramos lo más parecido a un ser
humano... Entre todo eso... Pablo.

Esta enumeración no tiene solución de continuidad.

Podría llenar toda esta revista. Los recuerdos explotan impiadosos


mientras trato de concluir con lo que no tiene fin.

Hoy, trabajando en Gays por los Derechos Civiles, recuerdo aquellos días
con emoción y sin nostalgia.

Hoy el movimiento de gays y lesbianas ha crecido enormemente. Hoy se nos


escucha, hacemos lobby, la gente nos respeta. La lucha es otra... es la misma.
Y es la misma porque, como dice la consigna de Gays D.C., “en su origen
está el deseo de todas las libertades”.
P.169

Presente incierto
publicado en Revista NX, marzo de 1996

>

El 24 de marzo de 1996 se cumplen los primeros veinte años del golpe


de Estado más cruel y sangriento que padeciera nuestra nación a
todo lo largo de su historia. No resulta sencillo para nadie que bordee
peligrosamente el filo de los 40, poder recordar sin inmutarse ese 24 de
marzo de 1976. Sin embargo, el sano ejercicio de la memoria nos permite
convocar los fantasmas del pasado (de un pasado que todos queremos
que no se repita jamás), para poder confrontarlos con nuestros miedos
de este presente, por lo menos bastante incierto.

Nada fue demasiado improvisado. El plan (casi como en una novela de


Umberto Eco) no dejaba ninguna faceta al azar. En función del modelo
económico sustentado por Martínez de Hoz y sus varios secuaces
(acompañados por los “protohistóricos” ancestros de los capitanes de
la industria), se montó un operativo represivo que abarcó al país entero.
La República toda fue dividida casi en términos feudales entre los
entorchados generales (o almirantes, o brigadieres), que se erigieron en
señores de la vida y de la muerte de los ciudadanos. No decimos nada
nuevo ni nada más: 30.000 es y será la cifra más dolorosa que registra
la aritmétrica de la patria.

La represión fue, por supuesto, acompañada por una censura feroz y


patética. Nada ni nadie se salvó de las persecuciones inquisitoriales
montadas por una cohorte de purpurados (dignos aliados de la espada) y
monigotes de uniforme. Obras de teatro y hasta salas de teatro, películas
nacionales y extranjeras, novelas, canciones y cantantes, actrices y
actores, periodistas, lentamente fueron engrosando con sus nombres los
“Index” del régimen. Una especie de “Quién es quién” del “espantoso”
libre pensamiento. Los criterios utilizados nunca fueron sobradamente
P.170

claros. En los primeros años de la dictadura, la censura apuntó, claro


está, a todo lo que fuese subversivo para el régimen.

Nuestra comunidad, como toda minoría en tiempos dictatoriales, fue


víctima privilegiada del régimen. El fallecido rabino Marshal Meyer,
miembro integrante de la CONADEP (Comisión Nacional para la
Desaparición de Personas), creada durante el gobierno radical, expresó en
1985 a quien esto firma, que la Comisión había detectado en su nómina
de diez mil personas denunciadas como desaparecidas, a cuatrocientos
homosexuales. No habían desaparecido por esa condición, pero el
tratamiento recibido, afirmaba el rabino, había sido especialmente sádico
y violento, como el de los detenidos judíos.

En otro orden, tras el golpe, fueron clausurados aparatosamente, tanto en la


Capital Federal como en el Gran Buenos Aires, los pocos boliches que habían
sobrevivido a la época de López Rega. Quizás el último gran operativo haya
sido en febrero de 1977 cuando, por sugerencia del obispo de San Martín, la
policía de la provincia de Buenos Aires allanó y clausuró el bar “La Gayola”,
de Caseros, llevándose detenidos a los doscientos concurrentes. Hasta ya
entrados los años ochenta, los boliches no reaparecieron abiertamente en
Buenos Aires. Hasta ese momento, como escribiera Carlos Mendes en NX
27, “la libertad era extraña, clandestina, atrayente y peligrosa”.

No acababan allí nuestros padecimientos. Los lugares de paseo y levante,


la Plaza Dorrego en San Telmo, la avenida Santa Fe (aunque entonces
era en el tramo Callao-Suipacha), eran patrullados sistemáticamente por
la cana, que muchas veces (y en esto tampoco han cambiado mucho)
se entregaba a la inmunda e ilegal práctica del chantaje o la coima.

Tras Malvinas, la dictadura se despidió de nosotros con una seguidilla de


17 asesinatos en la Capital Federal, nunca esclarecidos. No resultó nada
arriesgado entonces, ni tampoco ahora, pensar en una banda parapolicial
dispuesta a restablecer el “orden y la moral pública” que había imperado
durante los años del mal denominado “proceso”.
P.171

Yo ya vivía en Buenos Aires cuando se realizaron las elecciones del 30


de octubre de 1983. Sin embargo, continuaba manteniendo mi domicilio
en La Plata. Tuve que viajar para votar. Ansioso como siempre, lo hice
casi de madrugada, acompañado por mi hermano. Ambos votaríamos
por primera vez. Salvo unas pocas semanas, un año antes, tras regresar
del exterior, no estaba en la ciudad desde 1979. En la cola de la votación,
una hora antes de que abrieran las puertas, me encontré con la mamá de
Fernando, mi amigo del barrio de toda la vida. Yo ya sabía que él estaba
desaparecido desde 1977. Ella me abrazó llorando. “Estoy con las madres”
-me dijo- “estoy tan sola, ahora” -agregó- “pero lo único que puedo hacer
es seguir adelante, buscándolo” -terminó-. Y en eso no ha defraudado
a nadie. Cuando hace unos días veía en televisión la represión salvaje a
los estudiantes de La Plata, entre las corridas y los gases, allí estaba ella.
Veinte años más vieja (¿pero acaso no lo están también Videla, Massera
y los otros asesinos indultados?).

En la nota de NX 27 que antes citaba, Carlos se preguntaba y se respondía


“¿Qué tenemos?. Tenemos memoria”. Es cierto, y sin embargo, no nos
alcanza. Veinte años después, estamos enloquecidos por hacer justicia.
Quizás si la obtuviésemos, nuestro presente como nación no sería tan
incierto ni tan riesgoso.
P.172

No sé cuando me enteré
de Jáuregui, pero para los
que en 1967 organizamos
el Grupo Nuestro Mundo y
después participamos en
el FLH, entendimos que la
huella que habíamos deja-
do no se había perdido, la
“antorcha” estaba en otras
manos.
P.173

Quiero que lo sepan


publicado en Revista NX N° 21, julio de 1995

>

Ayer fui lesbiana, transexual, prostituta perseguida. Fui muerto de Sida.


Silenciado. Gay desenmascarado. Travesti iridiscente. Villero maltratado.
Estudiante reprimido. Jocoso transformista. Artista solidario. Judío de la
AMIA. Obrero sin empleo. Bisexual australiano. Sordo invisible. Socialista
revolucionario. Taxiboy, créase o no.

Yo escuchaba a Charly aullando “oíd mortales” y miraba el cielo


incendiado solo para nosotros (pertenecer tiene sus privilegios) por las
manos de Marcelo y Susana. Mi emoción se abrazaba a la de Diego
“NX”. Yo temblaba. Él también. Por motivos iguales. Y todos corríamos. Y
nos cruzábamos. César tratando de ordenar lo inodernable. Javier “ACT
UP” Hourcade. Peco poniéndole el cuerpo a la fantástica tropilla de la
A.T.A. Ángela vociferante. Ilse y Claudina. Nos gritábamos cosas que no
entendíamos. Y seguíamos corriendo. La bandera del Arco Iris infiltrando
un camino de deseos en las manos de Fabio y Enrique. Flavio, penitente,
soportando el peso enorme del monigote que Oscar, Alejandro y César
fabricaron entre Fernets-cola madrugadores. El pastor González y el
reverendo Bergonsi dando un cachetazo perfecto a la tiranía doctrinaria
de la jerarquía católica. Feldman repartiendo pancartas a todo el
mundo. Y más corridas. Y más gritos. Y ya nadie entendía demasiado. O
entendíamos todo “políticamente correcto”. Las pancartas espontáneas,
escritas con una lapicera o un marcador sumando voluntades. Rafael
haciendo flamear la celeste y blanca como una especie de algo
obeso granadero, atrás del caos del tránsito, la ausencia de uniformes
preanunciando el éxito de la marcha y su consigna, los habitantes de la
villa 31 de Retiro sumándose en el camino, los estudiantes de la FUBA
recolectando firmas para la derogación de los edictos. Borón, Zamora,
valientes políticos acostumbrados ya a acompañarnos en el camino, Ana
P.174

María Picchio levantada en andas por los chicos de Angel´s que hacían
la seguridad de la marcha, la gente de Contramano repartiendo forros,
Bonín emocionado leyendo la nómina del orgullo y la esperanza…

Mil quinientos caminos confluyendo ese día a esa hora y en ese lugar
una vez al año.

Quinientos más que en el ´94, mucho más de quinientos menos que en


el ´96. Consumiendo en tres horas el trabajo denodado de tres meses.
Quería que lo supieran. Ayer participé de la cuarta marcha del orgullo
lébisco-gay. En Buenos Aires, Argentina. Ayer, 28 de junio de 1995 de la
era de Menem. Ayer me vi en cada rostro y en casa ausencia. Ayer fui
orgulloso como nunca.
P.175

Rosario nunca estuvo tan cerca


(de la felicidad)
publicado en revista NX, abril de 1996

>

Rosario 96 quedó atrás. Dejó huellas indelebles. Cambió la historia,


nuestra historia, para adelante y para siempre.

Finalmente, pudimos hacerlo. Veintisiete años después de fundado


nuestro movimiento en la Argentina. Doce años y cuatro meses después
de recuperada la Democracia en esta tierra, logramos encontrarnos.

Ciento treinta y seis inscriptos, unas cincuenta personas más que


pasaron, a “chusmear” de que se trataba. Casi doscientas “almas” latiendo
al unísono al afirmar con orgullo “soy lo que soy”. Gente de las provincias
de Neuquén, Jujuy, Salta, Córdoba, Santa Fe, Río Negro, Buenos Aires,
Capital Federal; invitados de Chile, Uruguay, Alemania, Estados Unidos.
Veintidos organizaciones que trabajan en defensa de los derechos de las
minorías sexuales y de las personas que viven con VIH/Sida en nuestro
país. Un número creciente de independientes.

Veinticinco talleres realizados. Superadores. Una organización impecable,


aplaudida por todos. Dos reuniones plenarias, para gritar, para pelearnos,
para terminar decidiendo cosas, ¿¡que más cabe!?. Varias actividades
fuera de programa. Tantas otras suspendidas por falta de tiempo. Litros
de kilos de café.

Amores confesados en los pasillos. Una marcha, primera, de más de


cuarenta ciudadanos/as, improvisada en dos minutos, una fabulosa
y húmeda noche de sábado, por la principal calle de Rosario al grito
de: “Gays, lesbianas, travestis, transexuales, luchando todos juntos por
derechos nacionales”. Y la alegría en la cara de Pedro Paradiso, imposible
P.176

de olvidar, quién, acaso, más la merecía de todos nosotros.

Lesbianas haciendo de transexuales. Travestis inventando gays. Una


forma intencionada y sabia de confundir sexos y géneros para aprender,
para cambiar, para divertirnos. Jugando todo el tiempo a ser otros, iguales
a nosotros, distintos a la vez. Fuertes discusiones, entretenidos debates.

Un sainete travesteril con la profundidad de la sangre, aplaudido por todas


y todos. Un abrazo perpetuo, condenando a cadena perpetua a las
prohibiciones, a la discriminación, a la represión, a la homolesbofobia. Un
sueño gigante que crece.

Y el permanente espíritu participativo y comunitario de las Marchas


del Orgullo, flotando en cada uno de los rincones del Centro Cultural
Municipal Bernardino Rivadavia, en el albergue universitario, en el Hotel
Normandie, en el restaurante L´Express, en las calles de esa ciudad que
presenció con asombro y con respeto un hecho inédito en la historia
nacional. Un hecho que, ahora sabemos, podemos repetirlo todos los
años. Y lo haremos. Ahora, Salta 97.

En un año más, la semana santa nos volverá a encontrar reunidos en esa


ciudad del norte del país, en el Segundo Encuentro Nacional de Gays,
Lesbianas, Travestis y Transexuales.

Más fuertes. Más juntos. Más visibles. Con más certezas, más dudas.
Más miedos, más valentías. Con más ganas de seguir cambiando el
mundo, recuperando un espíritu y una idea que muchos creen perdidos
y nosotros sabemos que están vivos, que atraviesan, caminan y queman
de libertad a todo nuestro movimiento.
P.177

Ya no existe muerte
que nos venza
5ª marcha del orgullo, 1996.

>

Y otra vez fuimos muchos y muchas más. Y otra vez fuimos, unas y otros,
mejores. Y fuimos más orgullosas y orgullosos. Y más seguros y más
seguras de la necesidad de denunciar, de reclamar, de llorar, de exigir,
de patalear y también, ¡por supuesto!, de celebrar, de reir, de festejar, de
crecer, de enorgullecernos.

Y llegábamos, claro, desde la Capital Federal.

Y también llegábamos, claro, desde la provincia de Buenos Aires.

Y desde las ciudades de Rosario y de Córdoba, y de La Plata, y de Salta,


y de Neuquén, y de Mendoza, y de Jujuy.

Y de todas partes llegábamos. Y todos y todas pudimos verlo y


emocionarnos y pensarlo y sentirlo: en Buenos Aires, Argentina, a los
veintiocho días del mes de junio de 1996, el día más frío del año, la
Quinta Marcha del Orgullo Lésbico, Gay, Travesti, Transexual fue una
fiesta grande y caliente de la resistencia contra los poderosos de esta
tierra.

Como siempre, César se movía y gritaba cosas que pocos entendíamos;


él igual seguía gritando. Lohana no había aparecido y su presencia era
fundamental, esencial: debía aportar un tacho para hacer la antorcha.
Marcelo...un nimbo. Su última semana, descompuesto marcaba su
presencia. Peco, gorda profesional, terminaba de armar el equipo de
sonido.
P.178

Diego y Gonzalo se pintaban. Milanesas pedía Leo por teléfono, a la


rotisería. Juán se probaba pasamontañas. El año que viene, seguro,
estará hablando ante las cámaras de televisión, a cara descubierta. Todos
y todas esperábamos un flete que nos llevara a la Plaza de Mayo. El
principio y el fin de nuestros desvelos.

Al comienzo, en esa plaza, todo era un vacío, todo se estaba por llenar.
Teníamos tiempo. Peco lidiaba con la pesadez de la fantástica, plástica
insignia de ACT-UP. Lohana, aparecida finalmente, cocía los dobladillos
de la sobria bandera de la Biblioteca Gay Lésbica Travesti Transexual,
trás colgar junto a su hermano la pancarta de una organización que ese
día no la merecía, a ella, como militante. Omar y Hector aparecían, por
Diagonal Norte acarreando la mesa de Gays D.C. Jorge, aprovechando
la ausencia tribunalicia de Marcelo, elegía a los mejores chongos para
realizar una encuesta. Su `trabajo´ sería, luego, desempeñado por Papá
Mendez, que se encantaba con la gente. Mario ya comenzaba a preparar
con Diego, la seguridad de la marcha.

Quinta marcha del Orgullo!, ¿ Quién podría creerlo... salvo nosotros y


nosotras que desde 1992 amanecemos cada 29 de junio pensando y
soñando con la marcha del año próximo ?...

De a poco la Plaza se llenaba de colores. Embarrarnos era un privilegio. El


Arco Iris en forma de bandera aparecía bajo las nubes, en cada poste, en
cada farol, en cada columna que lo permitiera. Las manos de apurados y
azorados oficinistas se colmaban de volantes. Pasaban los granaderos y
les dábamos forros, nos tomábamos fotos irreverentes junto a ellos. Los
paseantes observaban, con intriga nuestra orgullosa historia fotocopiada
en la Superintendencia.

Llegaban las lesbianas. Los besos florecían. Los sueños de ángeles


travestis se volvían realidad. A metros de la Catedral de Buenos Aires,
los desnudos torsos masculinos en las portadas de NX, anunciaban los
deseados y deseosos días que se vienen. Julio y Valeria, escribían sobre
P.179

cartón pintado las historias tristes de nuestras y nuestros jóvenes mártires.


Los transeuntes leían, sorprendidos y espantadas, esas presencias. Bibi
y Vanessa hacían con muñecas lo que el amor hace con sus cuerpos.
Y Fabiana debutando, aterrorizada, y con éxito ante los noticieros de TV.
Alejandra y Chela acompañaban. Mujeres que se aman. Ilse y Claudina
marchaban ese día en Berlín, pero siempre están en Buenos Aires. Y
estaban.

Y llegaban los periodistas de los diarios, de las radios, los móviles de la


televisión. Imposible silenciar lo que está pasando. Y creciendo. Ya no
nos pueden callar más. Y todos gritando, más y más. `Y ya lo ve, y ya lo
ve, es para Corach que lo mira por TV´, un canto generalizado. Y un gentíl
comisario se acercaba para garantizarnos la `custodia` de la marcha.

Y, de pronto, un ómnibus demorado trayendo a la gente de Rosario, y los


aplausos, y su entrada triunfal en la Plaza. Y su creatividad celebrada por
todos y todas. Y la bandera de la castigada Córdoba que se levantaba. Y
los neuquinos pidiendo una pinza para terminar su pancarta. Y Eric de
militar gay, y otra de monja, y otro de cura, y otra de secretaria.

Y la Justicia, más justa que nunca, haciendo carne en el cuerpo de una


loca. Y los ojos de Pedro mirándolo todo como si fuera un chico frente a
un arbolito de Navidad. Y Javier, boqueando como siempre, observándolo
todo, afinando, preparando la crítica.

Y una fabulosa pandilla acharolada con Nadia a la cabeza que se


enciende acarreada por Zaima, brasileña y travesti como pocas.

Y las bombas que explotan.

Y las bengalas que enrojecen la Cabildo nuestro. Y todas y todos,


mariquitas, que no evitamos una lágrima.

Y la Quinta Marcha del Ogullo que comienza.


P.180

Y los raros y las raras ocupando la ciudad que es nuestra, a 48 horas de


una nueva fundación. Y la gente que se detiene a mirar en las esquinas.

Y los aplausos desde los balcones de la Avenida de Mayo. Y uno que


otro insulto, ya casi desganado, por contravenir el `órden natural`. Y más
y más personas, sumándose a lo largo del camino. Y Oscar y Gonzalo
leyendo, con orgullo a travéz de NUESTRO nuevo equipo de sonido, los
nombres de quienes adherían.

Y el grito que no cesa: ` Gays, lesbianas, travestis, transexuales, luchando


todos juntos por derechos nacionales`. Y otra vez la bandera del arco iris
izándose por la idea y las manos de Diego, y flameando con orgullo, en
un mástil de la Plaza de los Dos Congresos, frente a ese edificio, donde
definitivamente, como dice César, algún día se van a votar la leyes que
nos deben.

Y la Argentina toda aprendiéndolo: putos, tortas y travestis ya no nos


dejamos amordazar por los cañones.

Y Peco, y María y Lohana, en la escalinata del monumento poniéndole


nombre a nuestros ángeles.

Y una butch que sabe más que nadie de fuegos artificiales regalándonos
un paraiso de colores orgullosos.

Y ya casi no hacía frío cuando Belén se convirtió en Evita y enloqueció a


los fotógrafos. Y a todas nosotras. Y a todos nosotros. Y en esa plaza, y
en esa marcha, por ese día y a esa hora, ya no fuimos una minoría.

Allí supimos que las y los que estábamos presentes somos un inmenso
ejército de seres que se aman.

Que digan lo que quieran nuestros enemigos, pero cuando de las dos mil
gargantas surgieron dos mil voces gritando PRESENTE! trás el nombre de
P.181

cada una de las víctimas del odio asesino de la policía ,supimos, (yo por
lo menos lo supe), definitivamente, que habíamos ganado: Ya no existe
muerte que nos venza. Nunca.
P.182
P.183

Textos
Inéditos
>
P.184

Ya no hay muerte que nos


venza.
Carlos Jáuregui.
P.185

El VIH y yo
septiembre de 1988

>

Un día cualquiera me entregaron el resultado de mi análisis sanguíneo.

En el papel computado podía leerse “la serología al virus de la


inmunodeficiencia humana aplicando los métodos de Elisa y Gavi dio
resultado: REACTIVO (positivo)”.

No reaccioné. No estoy diciendo que no me haya sentido profundamente


conmovido. Sencillamente, no reaccioné.

Salí del laboratorio. Llovía (aunque parezca una mala película, así era).
Caminé por la Avenida Santa Fe bajo la lluvia, y a la altura del Botánico
crucé la calle y me interné en el verde y barro del jardín. De más está
decir -quizás- que el agua había hecho desaparecer a los viejos y a los
chicos que frecuentan el lugar, los primeros movidos por la inercia, los
segundos por la acción

Era la única persona en el sombrío parque ahora mojado.

Allí, solo, sentado en un banco que recuerdo anaranjado, me desarmé y


lloré. Lloré de la misma forma que si el médico me hubiese comunicado
que tenía cáncer o leucemia o esclerosis múltiple. Lloré de la misma
manera que se llora al abandonar a una persona amada o como el día
en que una persona amada nos dejó. Lloré con miedo, con rabia, con
violencia, con furia, con impotencia pero con nada de resignación, ese
repulsivo sentimiento que el catolicismo ha sabido desparramar por
doquier.

Lloré con tanta ira como nunca había sentido en toda mi vida. Lloré
P.186

maldiciendo a ese virus inmundo. Lloré odiando a todos los que lo


utilizaban en su propio beneficio: laboratorios farmacológicos que lucran
con la desesperación, médicos comerciantes, burócratas del dolor ajeno,
agoreros de castigos divinos, oportunistas de toda laya.

Lloré durante un largo rato -sin consuelo- dejándome empapar y


confundiendo mis lágrimas con la lluvia. Estaba oscureciendo y -de
a poco- me fui serenando. Recordé la escena del film “Hannah y sus
hermanas” en la que el médico le insinúa al personaje interpretado por
Woody Allen la posibilidad de que padezca un tumor cerebral: comencé
a reír sin concesiones.

Tenía que volver a casa. Pablo -mi pareja- me estaba esperando.

Juntos debíamos concurrir a la inauguración de una muestra de pintura.


En cuanto estuve repuesto me marché del lugar. Estaba ya, dejando de
llover. Me apuré lo necesario para no llegar tarde.

Había planeado ir a ver los cuadros nuevos de un amigo y nada ni nadie


me lo iba a impedir.

Esa ha sido -tal vez- mi primera decisión motivada por el Sida.

Su presencia no va modificar mi vida cotidiana, mis propias normas. No


voy a alterar mis hábitos, mis costumbres y mis (pequeñas) manías.
Hasta el último segundo de mi existencia consciente voy a ser idéntico al
que siempre he sido. Con mis virtudes, con mis defectos y (sobre todo)
con mis contradicciones. Con mi inteligencia y mi sensibilidad. Y si algo
modifico, suprimo o altero -no lo dudo- no va a estar motivado por la
enfermedad -que quede claro- lo haré porque lo deseo para ser mejor,
aquí, en este mundo. El único. El real.

Si me preguntasen si la enfermedad transformó mi vida, mi visión del


mundo y de las cosas, debería contestar -imperativamente- que no. Le dio
P.187

muchos matices -profundos matices- algunos (pocos) más sombríos,


otros -paradójicamente- más alegres; produjo una revalorización de ciertos
aspectos de mi existencia que antes me resultaban intrascendentes o a
los que -directamente- no les prestaba ninguna atención y contribuyó
al siempre sano ejercicio de replantearme en sentido final de mi ser, el
último, el de la vida y de la muerte.

Hoy sé -creo saber- mejor, por lo menos, que es necesario relativizar las
preguntas. No puedo cuestionarme por y sobre La Vida o La Muerte. En
todo caso lo que puedo hacer es aproximarme al sentido diminuto (el
único que tengo, por otro lado) de mi propia existencia y de mi posible
final.

Un pensamiento del cual puedo hacer responsable al Sida, es que la


conciencia que he generado de que así como hasta la irrupción del
virus en mi organismo he sido dueño y señor de mi vida y de mi salud,
ahora no voy a permitir que nadie se adueñe de mi posible enfermedad
y -llegado el caso- de mi muerte. He vivido -y vivo hoy- con la suficiente
libertad y responsabilidad como para no concederle a nadie, derechos
que sólo a mí me pertenecen. Quizás sea demasiado obvio afirmar que
la muerte es un acto tan personal y trascendente como para pretender
compartirla con alguien. La muerte es -indudablemente- el acto más
solitario del mundo.

Pero siento que me estoy apresurando, éstas no son más que las páginas
primeras de este trabajo que -acaso- no pretende ser más que un fluir
de conciencia.

Cuando supe que era Reactivo, durante unos meses no se lo revelé a


nadie por una única razón. Pablo estaba infectado desde hace varios
años y comenzaba a manifestar, en el momento en que yo supe que
era un portador sano, los primeros síntomas de la enfermedad. Decidí
entonces, no comunicar a nadie mi estado de salud, con el fin de que él
no se enterase. No iba a sumar a su dolor y a sus miedos la preocupación
P.188

por mi infección y la inevitable sospecha -que por otra parte jamás


hubiéramos podido comprobar y, finalmente ¿para qué hubiera servido?-
de haber sido él quien me hubiese contagiado.

El lector se preguntará, entonces, porqué ahora escribo este libro: Pablo,


con quien compartí varios años de mi vida, murió el 1 de junio de 1988.
Su muerte, pero sobre todo, la fascinante experiencia de todos esos años
de vida en común, son el detonante de este trabajo. Este -ya lo he dicho-,
también es un libro de amor.

Porque él lo merece casi más que nadie. Porque su lucha incansable


contra el virus durante tanto tiempo me lo impone.

Porque todo lo que el lector podrá apreciar (o despreciar) en estas


páginas se lo debo en gran parte a Pablo, quién, como expreso en la
dedicatoria, me enseñó a ver el mundo. A contemplarlo con los ojos de
cineasta que era. A fotografiar las emociones como intentaban aquellos
cientificistas de finales del siglo pasado.

Pablo escribió alguna vez: “la muerte es ambivalente: repugna y atrae.


Las idas y venidas de un estado al otro provocan una gran irracionalidad.
Es además una experiencia que comúnmente no se ha vivido. A mí me
produjo un desequilibrio paulatino que culminó en el deseo de quitar
a la enfermedad la oportunidad de matarme y hacerlo por mí mismo,
graduando las circunstancias y el dolor”.

Y así es, la muerte resulta una alternativa horrorosa y atractiva, sobre


todo ante una enfermedad tan extraña y que mantiene al enfermo en un
estado de ansiedad permanente. Ante esa angustia, ante la posibilidad
-siempre penosa- del sufrimiento físico, ante el temor a ser discriminado,
abandonado, perseguido, ante toda la sinrazón que envuelve a este
mundo; la muerte se yergue -muchas veces- como una salida posible y
deseable.
P.189

Pero -quizás está de más decirlo- Pablo no se suicidó, ni yo tampoco


-imagino hoy, lo haría jamás. Ante esa afirmación levanto la vista de la
máquina de escribir (como seguramente Pablo lo habrá hecho tantas
veces), miró a mi alrededor y pienso que amo demasiado todo esto
como para separarlo de mi vida, quitándomela. Siempre he defendido el
pensamiento que afirma que uno tiene el derecho supremo -la libertad
plena- de disponer de su vida y, mediando una elección en absoluta
conciencia, proceder a quitársela.

Sin embargo, no creo que el fin de la vida sea la muerte. El objetivo de la


vida es -siempre- la vida. Por eso el rol de progenitores tiene en nuestra
sociedad un papel trascendental, y no resulta tan obvio, comprender
que existen otras formas de producir vida como -por ejemplo- generar
cultura, porque esta última “es la vida”.

Así es que -aunque esto pueda desalentar a algunos- no pienso en


suicidarme, de la misma forma en que no pienso morir, este virus de
mierda no me va a matar. Y si lo logra -porque no soy tan ciego para
negar que es un rival de envergadura- no podré lamentarlo. El tiempo
vital es siempre uno y justo. No creo en absolutamente ninguna forma de
predeterminación, pero nadie se muere antes o después de lo que debía,
¿quién podría -por otra parte- afirmar lo contrario?. Hacerlo es como
afirmar “cada cigarrillo que usted fuma le roba diez minutos de vida”.
Estúpido hasta el paroxismo.

Puedo -entonces- morir (por otra parte, como cualquiera) aunque


ni pienso en hacerlo. Moriré el día en que no tenga proyectos. Moriré
cuando todo lo que he planeado esté cumplido. Definitivamente me
moriré cuando esté aburrido.
P.190

Entonces en aquella noche


de verano, mientras todos
bajaban la cabeza ante una
nueva razzia -de esas que
el ministro del Interior An-
tonio Tróccoli decía que no
existían- Carlos protagonizó
el gesto de su vida. El ges-
to que abrió la puerta para
todo lo demás. El gesto que
lo coloca en mi vida como
en la de tantos y tantos a
lo largo y a lo ancho del
país y también del conti-
nente.
P.191

Por amor a Pablo Azcona


octubre de 1988

>

Tengo que escribir sobre el amor. ¡Qué vergüenza! ¿Cómo hacer para qué
más allá de la pretensión de ser original, sea -cuando menos- estrictamente
sincero sin ser vulgar? Hemos bastardeado tanto en nuestra cultura la idea
del amor, que todo lo que sobre él se diga nos suena, nos parece, o es cursi.
Nuestro amor. Nuestro profundo amor. Nuestro nada desmesurado amor
(porque tenía la medida de nosotros mismos). Pablo y yo. Esa confusión
del “nosotros”.

Nos conocimos el 1 de septiembre de 1984. Veintidos días antes de que


yo cumpliera 27 años. Pablo, entonces, tenía 42. Desde ese día, hasta el
día de su muerte (cuatro años después) no nos volvimos a separar.

¿Qué fue lo que más me llamó la atención de él en el momento en que lo


conocí? Sin lugar a dudas: su frente. Pablo tenía la frente más maravillosa
del mundo. Era increíble, fascinante.

Alta, muy alta, se erguía frente a una cabeza de forma singular.

Surcada por dos profundas arrugas “de lector” (aclaraba él). Revelaba en
toda su soberbia, al intelectual, al creador.

Pablo contaba que de mí lo que más le había atraído era el pelo.

Tenía una obsesión casi fetichista con él. Quizás por eso, ahora pienso,
desde su muerte llevo la cabeza afeitada.

A Pablo lo vi por primera vez apoyado contra la pared del baño de


una discoteca. Luego que confesaría que la borrachera y la falta
P.192

de sus anteojos, lo habían empujado contra una pared sólida.


Separados por unos pocos metros, apoyado yo contra una columna,
brindamos con nuestras respectivas miradas y copas. Ese brindis fue el
puntapié inicial para dar comienzo a la charla, entre el ruidos, las voces
y las luces del lugar.

Esa primera conversación -extrañamente- la he olvidado. No puedo


recordar más que algunas frases sueltas. A Pablo le ocurría exactamente
lo mismo.

En mi memoria sólo queda la idea dulce de que en algún


momento y no sé por qué motivo, hablamos de Proust. En
realidad fue Pablo quién lo mencionó (hasta ese entonces yo
sólo había leído “Por el camino de Swann”). Dijo sencillamente:
- “Proust es grande”.

Luego de bailar un rato, me dijo que quería acostarse conmigo. Salimos de


la discoteca. Tomamos un taxi. Fuimos a su lugar. Aquella primera noche
hicimos sexo hasta el amanecer. Luego de desayunar comenzamos a
hacer el amor. Nunca más hasta el día de su muerte nos volvimos a
separar.

Fue grande. Muy grande.

Después de la muerte de Pablo se me volvió más tangible -más concreta-


la idea, la posibilidad de mi propia muerte.

Los pensamientos por los cuales vivimos -esos que son, casi, un motivo
de vida- se encarnan en nosotros. Nos invaden. Nos transportan de
modo inimaginario para que así estemos mucho más dispuestos a vivir
por ellos.

El pensamiento, la reflexión sobre la propia muerte -quizás la idea que


junto a la del amor más ha estimulado a nuestra cultura- en cierto
P.193

momento -tras la desaparición de Pablo- también se hizo carne en mí.

Antes, desde el instante preciso en que tuve la certeza de estar infectado,


la idea de la muerte estuvo muy poco presente. Era como si ante mi
decisión de seguir viviendo (hay mucho de opción en todo esto) la Parca
estuviese acobardada. Ahora su presencia es algo cotidiano, con lo que
he aprendido armónicamente a convivir.

Nunca me asustó la muerte. Sí -y mucho- el morir. La transición. La


posibilidad del dolor.

Pero en mi meticulosa profesión de historiador, aprendemos a armonizar


nuestra existencia con ciertos términos científicos que, en esta
oportunidad, me han servido para hilvanar de un modo plenamente
racional, todos mis sentimientos. Entre ellos nada mejor que la idea de
estructura y coyuntura para comprender plenamente la diferenciación
entre la muerte y el acto de morir.

El acto de morir nos remite específicamente a una dimensión temporal de


corta duración. Nos habla de un cambio en un breve lapso de tiempo, que
-normalmente- es violento porque tiene otras exigencias -más severas-
que aquellos procesos de larga duración, en los que todo evoluciona
mucho más lentamente.

Por el contrario la muerte, la Señorita Muerte, se relaciona con esas


estructuras de larga, muy larga, larguísima duración.

Donde nada cambia porque no hay nada que cambiar. El vasto, vastísimo
desierto donde -indudablemente- no existe el tiempo (quizás el único
elemento alentador de la muerte). Imágenes cinematográficas en
cámara lenta, lentísima, donde el ojo del espectador es a la vez el ojo del
protagonista.
P.194

Hoy al escuchar o decir


Carlos Jáuregui surge su
mensaje militante, y es bue-
no que se utilice su nombre
para tantas actividades.
Su nombre se convirtió en
un sello. Ojalá lo podamos
conservar como un sello
solar.
P.195

Primeros pasos en la CHA


>

Sergio, mi ex amante, me pasó la información:

- “El lunes a las ocho hay una asamblea en Contramano. Quieren hacer
un movimiento gay”.

¿Quiénes eran los que querían hacer qué?. No tenía la menor idea. Fui a
aquel encuentro sin conocer absolutamente a nadie de los que en ella
participaban (no sabía que -en cierta forma- ese día me puse frente a la
gente que -en los años venideros- más iba a querer y a odiar).

La asamblea fue bastante caótica, aunque -cuando menos- se aprobó


el nombre propuesto una semana antes “Comunidad Homosexual
Argentina” (al igual que lo dicho por Talleyrand sobre el Sacro Imperio
Romano Germánico, que no era ni “sacro”, ni “imperio”, ni “romano”, ni
“germánico”; la CHA nunca fue ninguna de las cosas que su nombre
implica). Igualmente se redactó y aprobó (en medio de aplausos) el texto
de la que sería la primera solicitada de la Asociación (que vió finalmente
la luz el lunes 28 de mayo de 1984 en el diario Clarín).

El paso siguiente fue abrir una lista, donde debían anotarse aquellos que
podían trabajar por la organización sin problemas de “dar la cara” (la
consigna -siempre latente- fue “darse a conocer”). En esa oportunidad
catorce personas inscribimos nuestros nombres en aquel primer registro
(después se descubrió que algunos no podían “dar la cara”, se habían
anotado “por ansías de poder” (sí lector, aunque usted no lo crea, siempre
tuvimos nuestras luchas intestinas).

¿Cómo era la composición inicial de la CHA?: sin dudarlo, una inmensa


bolsa de gatos, la valija de Mary Poppins, un revoltijo dantesco. Mezcla de
P.196

maricas marginadas, viejos sobrevivientes del FLH en 1973, intelectuales


admiradores de Foucault (algunos ni siquiera lo habían leído en tanto
que pregonaban sus enseñanzas a los cuatro vientos, y el gran grupo de
los “medianos” (no por altura intelectual sino por equidistancia del todo)
en el que me incluyo sin remedio.

Los medianos: movidos por la curiosidad -sin ningún compromiso previo,


y con la certeza de la necesidad de “hacer algo” (creo que no teníamos
la menos idea del “qué” ni del “cómo”).

En este grupo de gente existía (más allá de las diferencias de educación


y pensamiento) una cierta conciencia social de la problemática del
homosexual. Teníamos más o menos claras ciertas necesidades que
hacían a la formación de un movimiento gay: militancia, movilización,
darse a conocer, peticionar y denunciar, reivindicar. Todo inmerso en un
contexto político del que no podíamos escapar: la realidad del formalismo
democrático alfonsinista.

De esa manera articulamos un espacio de participación que se convirtió


en un eje más de oposición ante la represión y el autoritarismo.

Creo que existía en nosotros la certeza de la relación entre lo cotidiano,


lo ético y lo político. No había rupturas. Muchos de nosotros no teníamos
una idea acabada de lo que nuestra lucha significaba (o cuando menos
podía significar) sino que, poseyendo sólo una serie de ideologizaciones
previas, esquematizadas, no razonadas, debimos ir haciendo nuestras
propias teorizaciones y sacando nuestras propias conclusiones.

Fuimos, en el sentido que da Max Weber a la expresión “políticos


ocasionales”, esos “que somos todos nosotros cuando depositamos nuestro
voto, aplaudimos o protestamos en una reunión política, o realizamos
cualquier otra manifestación de género análoga”.

Si aceptáramos la dualidad de las dos éticas -la de la convicción y la de


P.197

la responsabilidad- creo que la mayoría de los fundadores de la CHA (no


todos, siempre hay excepciones) estábamos insertos en el campo del
comportamiento impulsado casi exclusivamente por la convicción. Las
consecuencias de las propias acciones importaban exclusivamente en la
medida en que -buenas o malas- demostraban nuestro ideario hasta en
sus puntos de mayor intransigencia.

Nunca he justificado la “razón de estado”. Siempre la he detestado y sigo


detestándola. Sin embargo, en aquellos primeros meses la aplicábamos
-desde la Presidencia- en numerosas oportunidades (mucho más
numerosas que lo que una organización supuestamente democrática
soporta para avalar sus pretensiones de tal).

¿Por qué se aplicó de esa forma? Sencillamente porque muchas cosas y


personas conspiraban permanentemente en contra de la supervivencia
de la Asociación. Cuando menos yo, no conocía otra forma de lograr
nuestra perduración.

No pretendo que el lector -al que imagino democrático- acepte y comparta


mi accionar, las razones que movieron mis actos. Hubo que dejar de lado
-literalmente quitar del camino- a mucha gente para crecer. Así se hizo.
Los resultados (por lo menos los inmediatamente posteriores) quizás
disimulen esas faltas.

Aunque, en verdad, hoy comprendo y siento que nada exculpa esa


metodología y que, allí, nacen muchos de los males que posteriormente
se desarrollaron en la Asociación.

Es que -en esencia- siempre fuimos antidemocráticos. Educados en un


mundo autoritario (el promedio de edad en aquella época era de unos
32-33 años, con el tiempo fue descendiendo), machista, ferozmente
agresivo. Nos manejábamos con esas mismas pautas. Recuerdo como
triste anécdota, cuando en una ocasión un psicólogo miembro de
la Asociación, expulsó de una reunión realizada en su domicilio a la
P.198

representante de un grupo nuevo porque “olía a marihuana” (en realidad,


la expulsada -una lesbiana bastante aguerrida- usaba perfume Pachuli).
Las fobias que fomentó la dictadura militar aún pendían sobre nuestras
cabezas.

Aquellos fueron días en los que luchábamos -denodados- contra los


dementes: los que proponían que, antes de comenzar cada reunión del
Consejo de Representantes se leyeran los objetivos estatutarios de la
Asociación; los que sugerían que se creara un ballet de la CHA; los que
aconsejaban que alquiláramos o compráramos un lugar para que los
homosexuales que no tuvieran un sitio donde ir a coger pudieran hacerlo.

Combatíamos a Raúl Soira (alias “Yoel”) un filonazi y antisemita que


posteriormente formaría -años más tarde- una nueva organización -casi
intrascedente- denominada “movimiento gay bonaerense” que entre
otras acciones propugnó dar a conocer una nómina de funcionarios
públicos que fuesen homosexuales.

Indudablemente, Soria no sabía que, a veces, el reprimido, utiliza el mismo


discurso y los mismos métodos que el represor.

Combatíamos a Alejandro Jockl (alias “Poppi Goldstein”) secretario de


prensa en los primeros meses de vida de la CHA, que intentó, a través
de la organización, cumplir su viejo sueño de editar una publicación gay
(cuando salió el primer número del boletín de la CHA, que él dirigía,
se promocionó en revistas de destape como el “primer editor gay de
América Latina”, nuestro boletín tenía cuatro modestas páginas…) Entre
sus logros editoriales, publicó en el segundo número de nuestro modesto
líbelo, una foto trucada donde, supuestamente, un policía increpaba a un
homosexual en la Avenida Santa Fe. Tanto el policía como el homosexual
eran miembros de un grupo de teatro que por entonces, formaba parte
de la CHA. Ese número del boletín nunca vió la luz del sol. Razón de
Estado.
P.199

Correspon-
dencia
>
P.200

Conseguiste plantar espi-


nas en el terciopelo de mi
conformismo, y hacerme
entender que no hay sen-
tido del orgullo sin acción.
Desde entonces soy más
libre. Desde entonces, her-
mano mío al que no cobijé
como debía en sus últimos
meses, te hospedo como
aprendo.
P.201

Carta a Enrique Asis


>

Querido Enrique: Hoy es lunes por la mañana y como en unos días vas
a llamarme por teléfono y podré enviarte un fax empiezo a escribir las
novedades así no olvido nada.

Ahora son las doce de la noche. Acaba de terminar la reunión de la


Coordinadora para el 28 de junio. La CHA estuvo presente. Un poquito
asquerositos pero no hicieron problema. Apenas una actitud un poco
sobradora con referencias a “la trayectoria de la CHA” y al “prestigio de
la CHA”. Estuve a punto, si había una tercera referencia, a explicarle al
muchachito que expresaba eso que yo había sido el primer presidente y
uno de los 14 fundadores por lo que antes de hablar estudiase la historia
de la CHA. Pero, por suerte no hizo falta ya que se calló la boca.

Fuera de eso la reunión fue excelente. Se formaron dos grupitos de


trabajo uno para coordinar la difusión y redacción de todo lo que sea
escrito por la coordinadora y otra para organizar la muestra artística en
el San Martín. Del Panel sobre “La dignidad gay y lesbiana” se encarga
“Gaysdc”. Además a propuesta de ISIS se va a realizar otro panel en la
“Biblioteca Argentina para Ciegos” sobre “Discriminación”. Con respecto
al acto final, cambiamos de idea. Nos fuimos a lo grande. Vamos a hacer
una concentración en la Plaza de Mayo el viernes 3 a las 5 de la tarde y
a las 7 vamos a marchar por la Avenida de Mayo hasta el Congreso. ¿Qué
te parece?.

También comenzamos a hablar sobre la posibilidad de realizar para fin


de año un ciclo de cine gay en la Cinemateca de la Sociedad Hebraica
Argentina (SHA). Con eso le obviamos problemas a los fachos. Una sola
bomba y aniquilan al sionismo y a todo el puterío junto.
P.202

INFORMACION CLASIFICADA
Haciendo un balance general. Estamos (Gaysdc) básicamente muy
contentos con esto que está pasando.

Notamos que, en general, los otros grupos nos toman como un referente
válido. ISIS es, con seguridad, el grupo con el que mejor onda tenemos
y con quienes, en el futuro podremos trabajar mucho. Los chicos de
SIGLA a quienes conocemos de los buenos tiempos de la CHA -creo-
que todavía están muy “enganchados” con la historia de la comunidad.
Manejan muchos recelos, onda conventillo político, de esos que hasta
ahora no han aparecido ninguno en la Coordinadora. Esto es solo una
impresión mía y creo, también, que en la medida que se vayan “limpiando”
del pasado no va a generar ningún problema. Los otros grupos, OK. Las
lesbianas, siempre un poquito susceptibles pero es necesario reconocer
que, a veces, todos les damos motivos suficientes.

Ahora son las dos de la tarde del martes y acabo de hablar finalmente
con Rafael a quien no veía desde el domingo y que no me había llamado.
Me dijo que te pase lo de ANFAR por lo que me quedo tranquilo. Ya me
han llamado del diario “El Cronista Comercial” para hacer una nota por
lo del 28 de junio. Rafael por su parte tiene un programa de radio esta
semana para difundir los eventos.

Tengo que hacerle una nota a Dimitri Belov para nuestra revista (¿Eso
te hace acordar a algo?). El estuvo anoche en la reunión. Se quedó muy
sorprendido por la cordialidad imperante. Parece que en Rusia las locas
se visten de cosacos y de soldados del ejército rojo y se matan.

Acabo de hablar con Jorge Raices Montero quien me pidió por favor que
te pidiera si le podés enviar un número de Noticias Positivas o la dirección
de la revista. Igualmente te recuerda que le envíes las direcciones de
España y (si tenés) de Marruecos. El viaja el 3 de julio. Para terminar
me dijo que te diga que ya hizo todos los deberes que le pediste. Que te
quedaras tranquilo.
P.203

Bueno, ahora son las 10 de la noche y ya estamos esperando que llames


y pasarte, entonces, este fax. Por el momento no se me ocurre nada más
que contarte. Solo que hoy salimos en Página 12 a raiz de un quilombo
que se armó con el programa de Tato Bores. Un tribunal dispuso censura
previa por un chiste sobre la Jueza Servini de Cubría. Una cagada.
Mandamos un comunicado de prensa y publicaron la firma del mismo
junto a la de políticos, periodistas, etc.

Bueno, nada más de mi parte. Te mando un gran beso. Besos de Cesar


y Marcelo y le paso la palabra a una pobre chiquilina que tiene algo que
contarte. (No le creas nada).

Carlos L. Jáuregui
P.204

Carlos supo desde el primer


día que alzó la voz, que su-
mar sumaba.
Que nadie puede construir
por sí solo un movimiento
social. Y eso que él mismo
significaba una cabeza de
gigante en ese cuerpo de
enano que era el colectivo
LGTBI en ciernes.
P.205

Carta a Néstor Perlongher.


>

Querido Néstor:

Nos hemos enterado a través de Marcelo Benítez que vas a estar en


Buenos Aires entre los meses de junio y julio.

Esa información nos alegró mucho ya que, por nuestra parte, pensábamos
invitarte para los festejos del 28 de junio.

Te explico el nosotros. Me estoy refiriendo a “Gays por los Derechos


Civiles”, la organización que creamos el 1 de octubre del año pasado
y con la que estamos teniendo una intensa actividad que ya te
contaremos en persona. En el último año o año y medio ha habido una
inesperada proliferación de grupos y asociaciones gays cada una con
sus peculiaridades pero con las que, mas o menos, estamos trabajando
algunos puntos en común. En estos momentos hay ocho agrupaciones
conocidas que no parecen ser efímeras y que desarrollan actividades
tanto internas como publicas.

Nosotros habíamos pensado hacer, en el marco de una muestra de


artes plásticas, fotografía y video sobre el movimiento gay internacional,
(actividad común a todos los grupos) un acto específico de homenaje al
FLH, como organización gay pionera en la Argentina y pensamos que tu
presencia era y es esencial como figura “señera” del Frente. La muestra
se va a desarrollar en el Centro Cultural General San Martín. Todavía
estamos evaluando la conveniencia de hacerlo en el marco interno de la
muestra o realizarla como una actividad paralela en un ámbito distinto
como Liberarte, el Centro Cultural Ricardo Rojas o la Hebraica, por
ejemplo.
P.206

Nos gustaría que nos respondieras si la propuesta te resulta interesante y


nos des tu punto de vista sobre cómo te interesaría fuese el acto. Nosotros
hemos pensado en un panel con dos o tres expositores sobre la Historia
del FLH y que vos lo cierres con una conferencia y, muy especialmente,
con lectura de algunos de tus poemas.

Espero que te encuentres bien de salud y lleno de energía como para


enfrentar los flashes de los periodistas pues esperamos contar con una
gran presencia de miembros de la “casta amarillista”.

Aguardamos con mucho interés tu respuesta y nos mantenemos en


contacto. Un abrazo fuerte.

Carlos L. Jáuregui
Buenos Aires, 11 de mayo de 1992
P.207

Carlos
Jáuregui
en
imágenes
>
P.208
P.209
P.210
P.211
P.212
P.213
P.214
P.215
P.216
P.217
P.218
P.219
P.220
P.221
P.222
P.223
P.224
P.225
P.226
P.227
P.228
P.229
P.230
P.231
P.232
P.233
P.234
P.235
P.236
P.237
P.238
P.239
P.240
P.241
P.242
P.243
P.244
P.245
P.246
P.247
P.248
P.249
P.250
P.251
P.252
P.253
P.254
P.255
P.256
P.257
P.258
P.259
P.260
P.261
P.262
P.263
P.264
P.265
P.266
P.267
P.268
P.269
P.270
P.271
P.272
P.273
P.274
P.275
P.276
P.277
P.278
P.279
P.280
P.281
P.282
P.283
P.284
P.285
P.286
P.287
P.288
P.289
P.290
P.291
P.292
P.293
P.294
P.295
P.296
P.297
P.298
P.299
P.300
P.301
P.302
P.303
P.304
P.305
P.306
P.307
P.308
P.309
P.310
P.311
P.312
P.313
P.314
P.315

Colabora-
ron
en esta
publicación
>
P.316
P.317

Martín De Grazia
Licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires, especializado en Teoría
y Análisis Literario. Trabaja como corrector y editor en el área de Contenidos y
Publicaciones del Instituto Nacional contra la Discriminación, el Racismo y la
Xenofobia (INADI).
Es quien más ha investigado el pasado platense de Carlos Jáuregui, además de
haber participado de la investigación que condujo al libro Orgullo - Carlos Jáuregui.
Una biografía política (2010), de Mabel Bellucci.
Actualmente, se encuentra investigando la problemática de la abyección en el
marco de las teorías contemporáneas sobre la subjetividad.

>

Diana Maffia
Doctora en Filosofía Facultad de Filosofía (UBA) e Investigadora del Instituto
Interdisciplinario de Estudios de Género de la Universidad de Buenos Aires.
Siendo Legisladora Porteña por la Coalición Cívica - ARI promovió el proyecto de
Ley por el cual se bautizó con el nombre de Carlos Jáuregui a una plaza del barrio
de Constitución ubicada en la calle Cochabamba al 1700.
En la actualidad se desempeña como Directora del Observatorio de Género de la
Justicia de la ciudad de Buenos Aires.
Es autora de los siguientes libros: Capacitación Política para Mujeres: Género y
cambio social en la Argentina actual, en colaboración con Clara Kuschnir (1994),
Sexualidades Migrantes. Género y Transgénero (2008), Búsquedas de Sentido para
una nueva Política, en colaboración con Elisa Carrió (2005), Día de Lucha contra
la discriminación por orientación sexual o identidad de género. 17 de mayo de 2010,
compiladora (2011), Mujeres pariendo historia. Cómo se gestó el Primer Encuentro
Nacional de Mujeres. Reseña íntima y política de las integrantes de la Comisión
Promotora, Diana Maffía, Luciana Pecker, Aluminé Moreno y Laura Morroni,
editoras (2013), Género, Esclavitud y Tortura. A 200 años de la Asamblea del Año XIII.
Diana Maffía, Aluminé Moreno y Celeste Moretti, compiladoras (2014), El género
en la justicia porteña. Percepciones sobre la desigualdad. Beatriz Kohen, Diana
Maffía y Roberta Ruiz, compiladoras (2016), entre otros títulos.

>

Ernesto Meccia
Doctor en Ciencias Sociales, Magíster en Investigación en Ciencias Sociales y
Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires.
Profesor ordinario de grado y posgrado en la Universidad de Buenos Aires y en la
P.318

Universidad Nacional del Litoral.


Escribió numerosos artículos publicados en libros y revistas nacionales e
internacionales en los que aparecen constantemente sus temas de interés:
metodologías cualitativas de investigación social, problemas epistemológicos de
la Sociología, interaccionismo simbólico, fenomenología social, Erving Goffman,
Pierre Bourdieu, formas de sociabilidad de la homosexualidad y la naturaleza
social del prejuicio.
Es autor de los siguientes libros: La cuestión gay. Un enfoque sociológico (2006),
Los últimos homosexuales. Sociología de la homosexualidad y la gaycidad (2011) y El
tiempo no para. Los últimos homosexuales cuentan la historia (2016)

>

Mario Pecheny
Doctor en Ciencia Política por la Universidad de París III. Actualmente, es Profesor
Titular Regular de Sociología de la Salud y Profesor Titular de Ciencia Política en
la Universidad de Buenos Aires, e Investigador Independiente del CONICET en el
Instituto Germani.
En 2013 recibió el Premio Houssay (menores de 45 años) en Ciencias Sociales.
Trabaja sobre temas de derechos humanos y política en relación con la salud, el
género y la sexualidad.
Publicó o editó los siguientes libros: Argentina: Sexualidad y derechos humanos,
con Mónica Petracci- (2006), La dinámica de la democracia, con Sergio Emiliozzi
y Martín Unzue (2007), Todo sexo es político, con Carlos Figari y Daniel Jones
(2008), The Politics of Sexuality in Latin America, Javier Corrales (2010), Discutir
Alfonsín, con Roberto Gargarella y María Victoria Murillo (2010), Estudio nacional
sobre la situación social de las personas viviendo con VIH en la Argentina, con
Hernan Manzelli (2012), entre otros.

>

Mabel Bellucci
Activista feminista queer. Ensayista y periodista.
Participa de la Cátedra Libre de la Campaña Nacional por el Derecho al
Aborto Legal, Seguro y Gratuito, Facultad de Ciencias Sociales (UBA) y del Grupo
de Estudios sobre Sexualidades (GES) Gino Germani (UBA).
También forma parte de la Cátedra Libre Virginia Bolten, Universidad Nacional de
La Plata. Integra el colectivo editorial Herramienta.
Es autora de los siguientes libros: Orgullo - Carlos Jáuregui. Una biografía política
(2010), y de Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo (2014). 
P.319

Cesar Cigliutti
Presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA).
Es profesor de literatura y un activista en favor de los derechos LGTBI desde la
década del ‘80, primero integrando la Comunidad Homosexual Argentina y luego
como fundador de Gays DC (organización con la que fue uno de los convocantes
de la Primera Marcha del Orgullo en Buenos Aires), y desde 1996 nuevamente
en la CHA desde donde promovió la actual Ley de Unión Civil de la Ciudad de
Buenos Aires, el trabajo por la Ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Identidad
de Género y su reglamentación, la anulación de la prohibición para donación
de sangre a personas homosexuales, y el Informe Anual de la CHA sobre casos
Documentados de Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género
que presentan anualmente.
También es el Secretario General de la Asociación de Personal de la Seguridad
Social (APERSES).
El 17 de mayo de 2011 fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos
Aires. 

>

Marcelo Ernesto Ferreyra


Integrante del Consejo Directivo de Akahatá.
Es arquitecto de profesión y un activista feminista defensor de los Derechos
Sexuales y los Derechos Reproductivos desde 1987, primero integrando la
Comunidad Homosexual Argentina y luego como fundador de Gays DC
(organización con la que fue uno de los promotores de la Primera Marcha del
Orgullo en Buenos Aires), y más tarde en Latinoamérica y el Caribe, siendo en
ese contexto miembro Fundador de la Coalición de Organizaciones LGBTTTI con
trabajo en la OEA.
Ha colaborado en varias organizaciones internacionales como Interpride, del cual
fue vicepresidente y director para el área de América Latina y el Caribe.
Desde el año 2006 hasta el 2012 fue el Coordinador del Programa para América
Latina y el Caribe en la Comisión Internacional de Derechos Humanos para
Gays y Lesbianas (IGLHRC), y entre 2010 y 2012 fue Coordinador Miembro de
la Coordinación Colegiada de la Campaña por una Convención Interamericana
sobre Derechos Sexuales y Derechos Reproductivos.
Actualmente es miembro de la Heartland Alliance for Human Needs & Human
Rights.
También es miembro de la Colectiva Asesora de Sexo y Revolución, del Programa
de memorias políticas feministas y sexo-genéricas de CeDInCI/UNSAM; y oficia
como asesor del fondo de mujeres Mama Cash.
P.320

Alejandra Sardá
Activista de derechos sexuales y feminista. Actualmente integra el grupo
coordinador de la Coalición de Organizaciones LGBTTTI que hace incidencia en
la OEA representando a su organización Akahatá - Equipo de Sexualidades y
Géneros,  y también forma parte del Frente de Mujeres, Putos, Tortas y Travas de
Nuevo Encuentro.
Tiene una larga trayectoria regional e internacional que incluye sus trabajos
en Mama Cash (financiadora feminista en Países Bajos), la Iniciativa por los
Derechos Sexuales (en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU) e IGLHRC
(Comisión Internacional de Derechos Humanos para Gays y Lesbianas).
En Argentina, entre 1989 y 1999 integró Las Lunas y las Otras, Escrita en el Cuerpo
y Lesbianas a la Vista.
Es licenciada en Psicología (UBA), traductora inglés-castellano-inglés con
especialidad en género y diversidad, y maestranda en Derechos Humanos
(UNLP).

>

Héctor Anabitarte
Periodista y escritor.
Fundador en 1967 de Nuestro Mundo, primer grupo organizado de homosexuales
de la Argentina, y luego integrante del Frente de Liberación Homosexual (FLH).
Exiliado desde 1976 en España, es activista en temas de inmigración y derechos
humanos desde el colectivo Hombro con Hombro de la ciudad de Aranjuez.
Es miembro de la central sindical UGT y del Partido Socialista con el que fue
candidato a concejal dos veces.
Es autor de los siguientes libros: Homosexualidad: el asunto está caliente (1979),
Sida: el asunto está  que arde (1984), Nicolás Copérnico (1984), Nadie olvida nada
(2004) entre otros.

>

Osvaldo Bazán
Periodista y escritor.
Trabajó en los diarios Página/12 y Perfil y como redactor de las revistas Noticias,
Espectador y Veintitrés. Participó como panelista en el programa De Medio a Medio
por el canal Todo Noticias -donde luego conduciría Agenda Nacional- y como
columnista en el programa Mañanas Informales con Jorge Guinzburg y Ernestina Pais.
Se desempeñó como prosecretario en la sección Cultura y Espectáculos del
diario Crítica de la Argentina hasta su cierre en 2010. Co-condujo Día Perfecto por
P.321

Metro 95.1 y Lanata Sin Filtro por Radio Mitre. En la actualidad conduce 2x1 en
Radio Nacional y es el autor de Yiya, el musical.
Es autor de los siguientes libros: ...y un día Nico se fue (1999), La más maravillosa
música: una historia de amor peronista (2002), Historia de la homosexualidad en la
Argentina. De la Conquista de América al siglo XXI (2004), La canción de los peces
que le ladran a la luna (2006), y Vos porque no tenés hijos (2011).

>

Ilse Fuskova
Activista lesbiana y feminista desde mediados de la década del ‘80.
Fue la primera persona que se declaró públicamente lesbiana ante las cámaras
de televisión en el año 1991, en el programa de Mirtha Legrand.
Es coeditora de Cuadernos de Existencia Lesbiana junto a Adriana Carrasco, cuyo
primer número vio la luz el 8 de marzo de 1987.
En los noventa forma Convocatoria Lesbiana junto a Claudina Marek (su pareja
durante 20 años) y se une con varias organizaciones entre ellas Gays por los
Derechos Civiles, siendo determinante en el entendimiento de lesbianas, gays y
las primeras activistas trans para organizar la Primera Marcha del Orgullo de 1992
en la ciudad de Buenos Aires.
Recibió el homenaje de sus pares en el Primer Encuentro Nacional de Mujeres
Lesbianas y Bisexuales de Rosario de 2008.
En  2015 fue declarada Ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires por
la Legislatura porteña.
Es autora junto a Marek y en diálogo con Silvia Schmid- del libro: Amor de mujeres.
El lesbianismo en la Argentina, hoy (1994).

>

Alejandro Modarelli
Escritor y periodista.
Fue miembro fundador de la organización Gays por los derechos civiles (Gays
DC) en 1991.
Colaborador del suplemento Soy de Página 12, y hasta 2011 en el Suplemento
Cultura de La Nación y diversas publicaciones, como Revista de cine Kilómetro 111.
Participó de diferentes antologías y compilaciones: Otras historias de amor. Gays,
lesbianas y travestis en el cine nacional. Adrián Melo compilador (2011), Un sexo,
mil sexos -Intersexualidades-. Jorge Horacio Raíces Montero compilador (2010),
Memorias, identidades y experiencias trans. (In)visibilidades entre Argentina y España.
Rafael M. Mérida Jiménez y Jorge Luis Peralta compiladores (2015)
P.322

Es autor de los siguientes libros: El universo no debe repetirse (1990), Rosa


prepucio - crónicas de sodomía, amor y bigudí (2010), y Fiestas, baños y exilios.
Los gays porteños en la última dictadura, con Flavio Rapizardi (2001), y La
noche del mundo -brumario de maricas- (2016) de próximo lanzamiento.

>

Gustavo Pecoraro
Periodista y escritor. Integra el Consejo Asesor de la Red Gay Latino.
Activista en favor de los derechos LGTBI desde 1984 integrando la Comunidad
Homosexual Argentina y luego -en 1991- como fundador de Gays DC
(organización con la que fue uno de los convocantes de la Primera Marcha del
Orgullo en Buenos Aires). En 1995 funda ACT-UP Buenos Aires y en 1997 DAG
(Deportistas Argentinos Gays).
Fue columnista de la Revista NX, y creador y conductor durante 6 años de El
Vahído el semanario de crítica social, política y cultural LGTBI de Fm La Tribu.
En la actualidad es colaborador del suplemento Soy de Página 12, de la Revista
Furias, de Notas Periodismo Popular, y del equipo de Corresponsales Clave.
Es co-guionista del documental El puto inolvidable. Vida de Carlos Jáuregui (INCAA
/ Sombracine) dirigido por Lucas Santa Ana, y autor de los siguientes libros: Deseo.
Palabras en el viento (2012), Palabra y pluma. Textos políticos y otras mariconadas
(2014), y de 12 poemas crudos (2015).
P.323

acá
estamos
>
índice
P.324
P.325

índice
acá estamos,
sexualidad y política en la Argentina
05 AUTORIDADES

07 Carlos Jáuregui: Un faro en la promoción de derechos.


por Diego Santilli
11 El legado de Carlos Jáuregui.
por Roy Cortina
15 Orgullo, ayer y hoy.
por Andrea Conde
19 Semblanza a Carlos Jáuregui
por Maximiliano Ferraro
23 Orgullo militante
por Pablo Ferreyra
27 El orgullo como respuesta política
por Patricio del Corro

37 PRÓLOGO
por Gustavo Pecoraro

51 CAPÍTULO UNO

53 Hacia una política de la memoria colectiva.


por Martín de Grazia
61 Polaroids: Tres instantáneas con Carlos Jáuregui.
por Diana Maffía
65 O visibilizamos o erramos.
Emprendimiento moral, política y sexualidad en Argentina.
por Ernesto Meccia
75 Carlos Jáuregui y la ciudadanización sexual.
por Mario Pecheny
P.326

79 CAPÍTULO DOS

81 Vidas precaria: Alianzas y tensiones en el activismo LG(TTB)


por Mabel Bellucci
97 Carlos Jáuregui. El legado de la identidad
por César Cigliutti
107 Los valores de Carlos
por Marcelo Ernesto Ferreyra
117 Ya no existe muerte que te venza porque nunca estuviste tan cerca.
por Alejandra Sardá

125 CAPÍTULO TRES

127 Google y más allá


por Héctor Anabitarte
129 Los hijos de tu “no”
por Osvaldo Bazán
133 El sol y las estrellas
por Ilse Fuskova
135 El paria gran escultor. No vuelvas a decir “ustedes”
por Alejandro Modarelli
147 El tizón encendido
por Gustavo Pecoraro

157 TEXTOS DE CARLOS

159 “Así no me voy a morir” La despedida a Roberto


161 Digamos la verdad
167 Diez años de la CHA
169 Presente incierto
173 Quiero que lo sepan
175 Rosario nunca estuvo tan cerca
177 Ya no existe muerte que nos venza
P.327

183 TEXTOS INÉDITOS

185 El VIH y yo
191 Por amor a Pablo Azcona
195 Primeros pasos en la CHA

199 CORRESPONDENCIA

201 Carta a Enrique Asis


205 Carta a Néstor Perlongher

207 CARLOS JÁUREGUI EN IMÁGENES

315 COLABORADORES
P.328

>

acá,
un grito que supo ser solitario, un llamado a la visibilización,
en un mundo binario: blanco y negro, hombre y mujer, bien y mal,
estamos.

acá,
entre las historias, las noches, las luchas, las marchas,
estamos.

acá,
en cada una de las páginas,
cargando la bandera en el lomo,
estamos.

Entre todos conquistamos el presente.


Logramos salir de lo oculto y lo prohibido.
Con orgullo.

Acá estamos.

También podría gustarte