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Caponnetto. La Devotio Moderna Corrección P. Javier

La devotio moderna fue una corriente espiritual que surgió en los Países Bajos en el siglo XIV, fundada por Gerardo Groote y Florencio Radewijns. Se caracterizó principalmente por (1) un cristocentrismo práctico que enfatizaba la imitación ética de Cristo, y (2) una excesiva metodologización de la vida espiritual a través de esquemas rígidos y minuciosos controles, lo que podía conducir al voluntarismo y primar lo subjetivo sobre

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Caponnetto. La Devotio Moderna Corrección P. Javier

La devotio moderna fue una corriente espiritual que surgió en los Países Bajos en el siglo XIV, fundada por Gerardo Groote y Florencio Radewijns. Se caracterizó principalmente por (1) un cristocentrismo práctico que enfatizaba la imitación ética de Cristo, y (2) una excesiva metodologización de la vida espiritual a través de esquemas rígidos y minuciosos controles, lo que podía conducir al voluntarismo y primar lo subjetivo sobre

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LA DEVOTIO MODERNA

Antonio Caponnetto 1

Voy a hablar de la devotio moderna o de la devoción moderna y el tema presenta


alguna dificultad porque es largo y es difícil y al intentar abreviarlo y al intentar volverlo
didáctico se corre el riesgo de menoscabarlo o disminuirlo.
De modo que vamos a hacer lo posible para que a pesar de que el tema es largo,
delicado y difícil, se pueda entender.
La devoción moderna es una corriente espiritual, una escuela espiritual, que aparece en
la segunda mitad del siglo XIV. Principalmente, aunque no únicamente, en los países bajos.
Tiene fundadores reconocidos y visibles, famosos, uno se llama Gerardo Groote (que vivió
entre 1340 y 1384) y el otro, su discípulo Florencio Radewijns (1350-1400).
Esta corriente espiritual o esta escuela espiritual hizo eclosión en una comunidad
religiosa, por lo menos en una comunidad religiosa, que se conoce con el nombre de los
Hermanos de la vida en común. Conviene saber que esta congregación, esta orden religiosa,
tiene sus raíces en el agustinismo y también en el franciscanismo. Esta aclaración no es
menor. Y la subrayo ahora y tendrá más importancia cuando desarrollemos el tema. Pero
advierto porqué la subrayo y porqué la enfatizo: porque habitualmente se asocia de manera
directa a la devotio moderna con el jesuitismo. Y si bien posiblemente veamos después que
hay una asociación, no es tan directa, ni es tan frontal, como algunos la han presentado.
Paradójicamente es más directa la relación que hay entre agustinos, franciscanos y devoción
moderna que entre devoción moderna y jesuitismo. Sin negar que haya una conexión entre
devoción moderna y jesuitismo
De todas las características que presenta la devoción moderna, vamos a marcar
algunas, que creemos que son las más representativitas y en esto me perdonarán que sea
esquemático, pero prefiero que las cosas se entiendan y no dar demasiado vuelo y demasiada
abstracción a las cosas y que después no nos entendamos. Entonces voy a enumerar las
características y voy a tratar de explicar las principales notas de cada una de ellas.

1- Cristocentrismo práctico. Esto significa que la devoción, se centra en la


humanidad de Cristo, en la consideración y en la meditación de la humanidad de Cristo. Por
eso hablamos de cristocentrismo práctico, más que de un cristocentrismo místico. Se busca en
Cristo una ejemplaridad operativa. Se busca en Cristo una ejemplaridad movilizadora y por
eso se acentúa, en la imitación práctica de Cristo, las notas éticas y las notas pragmáticas.
Cristo es presentado principalmente como un modelo ético a imitar.
Esto como el resto de las características que vamos a ver: no tiene una maldad
intrínseca. ¡Qué malo que es el cristocentrismo práctico! ¡No! No podemos decir eso, no
debemos decir eso. Lo que si podemos decir es que: la acentuación de este cristocentrismo
práctico, el énfasis, el subrayar de una manera exclusiva y excluyente este cristocentrismo
práctico puede llevar al descuido o al abandono, o al debilitamiento, de la contemplación y
principalmente de la contemplación de la Santísima Trinidad, del misterio teándrico (esto
es, el misterio de un Dios que se hace Hombre) y también puede llevar a la disminución de la
contemplación sobre la acción del Espíritu Santo. A su vez, de todas las meditaciones sobre
Cristo, este cristocentrismo práctico, acentúa la meditación sobre los sufrimientos de Cristo

1
Clase dictada en forma particular para un puñado de amigos por el Dr. Antonio Caponnetto en el año 2013 y
desgrabada con su autorización. Se ha mantenido el estilo oral y se han omitido las referencias bibliográficas. Es
un texto inicial y meramente didáctico. El autor se basa en el artículo del P. García-Villoslada, “Rasgos
característicos de la devotio moderna”, en Manresa 28 (1956) 315-358.

1
y sobre la pasión de Cristo. Con lo cual, me escucharán repetir esto muchas veces en la
charla, con lo cual no es que estemos ante algo malo. Cualquier extralimitación por
milimétrica que sea en este tema: conduce a la demencia, lo digo seriamente. Entonces, no es
que estemos ante algo intrínsecamente malo porque esta devoción nos proponga la
meditación sobre los sufrimientos de Cristo, pero esta acentuación excesiva puede llevar, y
de hecho ha llevado, al jansenismo, es decir a esa postura según la cual todo placer per se
es pecaminoso. No se distingue entre el placer ordenado y desordenado (legítimo e ilegítimo)
y puede llevar también a la sinonimia, peligrosa, según la cual todo devoto es necesaria y
forzosamente un compungido. Un hombre que vive de atrición y contrición permanente sin
gozo interior y sin alegría interior. La imagen de un cristianismo lúgubre, en alguna medida es
consecuencia de esta primera característica que estamos tratando de trazar y de esbozar.
Cuando publiqué la segunda edición de “Hispanidad y Leyendas Negras”, en la
Introducción esbocé un cuadro comparativo entre el Medioevo y la Modernidad, para poder
ubicar más ontológica que cronológicamente al Descubrimiento. Allí presente en síntesis la
diferencia entre Medievalidad y Modernidad, diciendo algo así como que para los medievales
todo era cuestión de Dios empezando por el hombre. Para los modernos resulta al revés, todo
es cuestión del hombre empezando por Dios. Es la forma más sutil de antropocentrismo
práctico que yo conozca. De antropocentrismo disfrazado de Cristocentrismo.

2- La metodologización de la vida espiritual. En la devoción moderna la vida


espiritual es víctima de un ordenacionismo. De un reglamentarismo, de un esquematismo,
de un espíritu de esquema, o de geometría, diría Pascal. Es decir, de una rigidez extrema
que controla hora, días, semanas, meses y que lleva una fiscalización y una comprobación
exhaustiva de todos los movimientos y todas las conductas y de todas las actitudes de la vida
cristiana. La degeneración del método y la hipertrofia del método es lo que más nos preocupa
como rasgo característico de esta devoción moderna. Porque esta hipertrofia del método, y
esta tergiversación del método, es una de las características del nominalismo. De allí, que
para muchos autores, entre otros para Gilson, la devoción moderna no es ni más ni menos
que la proyección del nominalismo a la vida devocional o a la vida de piedad. Y es una de
las consecuencias de la escolástica decadente. Gilson en un libro titulado La unidad de la
experiencia filosófica, al analizar la caída de la filosofía medieval, coloca a la devoción
moderna (específicamente a Gerardo Groote y a la escuela de Deventer, a la cual pertenecía)
como una de las primeras corrientes que determinan el racionalismo y el voluntarismo
renacentista. Y aquí hemos pronunciado la palabra clave: esta metodologización excesiva e
hipertrofiada también conduce a un voluntarismo acentuado es decir: a la primacía del ethos
sobre el logos. Y a la primacía de lo subjetivo sobre lo objetivo, y a la primacía del
experimentar sobre el contemplar. Algunas de estas notas justamente son las que después van
a aparecer en algunas de esas prácticas de ejercitaciones espirituales que conocemos nosotros
en nuestros días y desde hace mucho tiempo.
Repito para que esto quede claro: el problema no es la existencia de un método. No
hay pecado en la adopción de un método. El error, el riesgo, el peligro, la amenaza, la
confusión es este metodologismo exacerbado e hipertrofiado que conduce al ordenancismo, al
reglamentarismo, al esquematismo, a la rigidez extrema y al voluntarismo acentuado. Y el
error, vuelvo a repetir, está en las consecuencias que esto suele traer y que de hecho ha traído:
la primacía del ethos sobre el logos. Esto es muy grave porque si primero no es el logos el
ethos no puede encontrar un fundamento recto y un quicio. La primacía de lo subjetivo
emocional sobre lo objetivo y la primacía del experimentar sobre el contemplar.
Para que se entienda mejor esta característica diré algo por contraste: en la devoción
tradicional se enfatizaba la oración pública y común en el coro. El coro es un elemento

2
central de la devoción tradicional. Se recomendaba la oración mental, por supuesto, pero no
mediante un método ordenancista, reglamentarista, rígido. Y en la devoción moderna en
cambio se determina minuciosamente la materia de la meditación, el tiempo de la meditación,
el objeto de la meditación, la duración horaria, diaria, semanal. Con el propósito de que el
devoto, digamos, tenga todo el día ocupado, todo el día absorbido y prácticamente no tenga la
posibilidad del ocio. El ocio parece ser una amenaza para esta devoción moderna, de hecho lo
es y posiblemente lo es por una mala comprensión de la noción de ocio que es fundamental
para entender la devoción tradicional: el ocio contemplativo.
Como parte también de esta segunda característica que estamos trazando vemos que
hay un hincapié excesivo en la examinación de la conciencia minuciosa y diaria a través de
un sin fin de divisiones y sub divisiones. Que a veces atosigan precisamente la vida del
hombre piadoso. Una actitud que se deriva muy comúnmente y muy fácilmente de esta
segunda característica es la sujeción a un director espiritual que hace las veces de un
controlador del trabajo, del trabajo, del sueño, de las lecturas, de las comidas, etc. Ahora
bien, no quiero abandonar esta segunda característica de la devoción moderna sin hacer una
aclaración reiterativa pero prefiero ser reiterativo y no que salgan de aquí y luego digan
ustedes que yo dije cualquier cosa. No todos estos rasgos de esta segunda característica tienen
una maldad intrínseca; no se puede hablar de un mal inherente por la recurrencia a un
método, pero en la metodolatría sí hay un mal. Ejercitar la voluntad, cultivar la voluntad
tampoco puede tener algo de malo inherentemente, pero el voluntarismo sí. El ir y exigir el
examen de conciencia, pedir y exigir la oración mental, tampoco pueden tener algo de
malo per se, pero este hincapié excesivo que se hace en desmedro de otras actividades que
caracterizaron a la devoción tradicional (como por ejemplo la actitud coral) eso sí que es
peligroso, eso si que es malo. El desprecio por el ocio también es algo malo, sobre todo
cuando no se valora suficientemente al ocio como sinónimo de vida contemplativa. Y dejo
para el final la última aclaración de esta segunda característica. Si el director espiritual de un
alma, es una persona adornada de virtudes, y principalmente, principalmente, de la virtud de
la prudencia que es madre de todas las virtudes, pues en buena hora los devotos se
santificarán dirigidos, valga la redundancia, por ese director espiritual. Pero si el director
espiritual es parte de este proceso de la devoción moderna, y no puede salir de ese proceso
de la devoción moderna -y no solamente no puede salir sino que no desea salir- también se
corre un riesgo bajo esa dirección. La fabricación de vocaciones, la coacción espiritual, la
manipulación de las conciencias y el control metodolátrico, el control rígido, de toda la vida
del creyente, estará allí. Por todo esto, el creyente puede terminar cuadriculado, absorbido,
más compungido, o aún todavía, en un estado de infantilismo espiritual que le impide tomar
decisiones propias. Vive sometido a los escrúpulos.

3- El moralismo. De la tendencia práctica operativa y anti-especulativa que tiene la


devoción moderna surge esta característica. En virtud de la cual la religión es una escuela de
moral. Se opera un grave reduccionismo. La religión es reducida a vida moral y la vida moral
es reducida a casuística, esto es, a conjunto de casos. Una vez más vuelvo a repetir: no es
que esté mal el estudio de la casuística, los grandes confesores tienen que hacerlo. No es que
esté mal el análisis de los casos, es necesario muchas veces hacerlo. Lo que sí está mal es ese
reduccionismo en virtud del cual la vida religiosa –con toda la riqueza y grandeza que
implica- queda reducida a moral y la moral a casuística. Aquí ya estamos una vez más
pisando el terreno del jansenismo. Por eso que la devoción moderna insiste tanto en el
conocimiento y la observancia de los deberes de estado y en el conocimiento y observancia de
las leyes eclesiásticas. Y por eso que la devoción moderna acentúa y enfatiza, también
permanentemente, el uso de las sentencias, de los proverbios, de los aforismos, de las
máximas, de los consejos, de los propósitos. Algo que también podría ser en sí mismo

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inofensivo si no sucediera que esta recurrencia abusiva a las sentencias, a las máximas, a los
aforismos, a los propósitos, terminara achicando el horizonte de la filosofía helénica, de la
filosofía romana, reduciendo ambas expresiones a una fuente proveedora de consejos de
sentencias, máximas, aforismos o propósitos. Es decir, la devoción moderna reduce la
filosofía helénica y la filosofía romana a una cantera de preciosos y ricos tesoros morales,
éticos, pragmáticos, operativos, pero no advierte, no quiere, no puede advertir la relación
fontal que hay entre lo helénico y lo cristiano, entre lo romano y lo cristiano. Esa relación
fontal, esa relación propedéutica que vieron los Padres de la Iglesia. Por eso es que la
patrología suele ser la gran ausente en la devoción moderna. Y todo ese universo helénico y
romano queda reducido a un depósito de buenos ejemplos: “¡tomemos un ejemplo de los
griegos!”, “¡tomemos un ejemplo de los romanos!”. Pero como la mirada se achica, se vuelve
miope, se angosta, no se ve luego en ese tesoro extraordinario del mundo helénico y romano
otra cosa más que una cantera de buenos propósitos de buenos aforismos, de buenos
proverbios. Pero esa relación íntima, fontal, que hay y que movió a los Padres de la Iglesia a
considerar que en la filosofía helénica, en la filosofía romana, había una anticipación del
Nuevo Testamento, eso es lamentablemente desconocido o simplemente no es tenido en
cuenta.
Es común, en cambio, que a fuer de insistir en este moralismo, y en este
reduccionismo de la religión al ethos, se caiga en una casuística estoica: “Esto se hace, esto
no se hace…”, “esto hay que hacerlo, esto no hay que hacerlo…”, “esto es así, esto no es
así”... Y este casuismo estoico puede dar resultados hasta cierto nivel de formación del
hombre creyente, del hombre piadoso, pero en un momento determinado, el alma necesita
algo más y si no se lo da esta devoción moderna, como de hecho no se lo da, el resultado
suele ser o un mal catolicismo reglamentaristita, casuístico, o la pérdida del sentido
católico de tarea.

4- La tendencia anti especulativa. Tal vez yo debería aclarar un poco, pero lo doy
por sabido, si no está sabido lo conversamos después, pero repito tal vez debería aclarar un
poco qué entendemos por ocio contemplativo. Recordaré brevemente lo que dice Pieper en
el libro clásico: El ocio y la vida intelectual, en el cual se hace una extraordinaria analogía
entre el ocio y el culto. Diciendo con los Padres que así como el templo es el espacio dentro
de una ciudad que se sustrae a todo lucro, a todo aprovechamiento, a todo rédito, a todo éxito,
porque es el espacio que se consagra exclusivamente a Dios, así también analógicamente
hemos de decir que el ocio contemplativo es ese tiempo que se sustrae al tiempo lucrativo,
productivo, redituable, exitoso. Es ese tiempo interior en el que el hombre forja y labra
exclusivamente la consideración de lo sacro, de Dios y de los misterios divinos.
Por eso es, el decir que esta devoción tiene una tendencia anti-especulativa, es tan
grave. Y repito, es consecuencia del nominalismo que impregnaba aquellos hombres del siglo
XIV que engendraron esta corriente. Y es consecuencia de este nominalismo que impugnaba a
la metafísica de Santo Tomas, justamente porque consideraba que la metafísica de Santo
Tomás era y es un monumento a la vida contemplativa y no al racionalismo reglamentarista.
Algo de razón, algo de razón, podía haber en aquella prevención de los hombres de la
devoción moderna, algo de razón podría haber, en la medida en que ciertos escolásticos
decadentes, y ciertos falsos místicos, habían hecho de la consideración o de la meditación
teológica un campo lleno de sutilezas enfermizas. De modo que, desde este punto de vista,
alguna razón podía asistir a estos hombres de la devoción moderna. Una especie de necesidad
de decirle “¡basta a las sutilezas y a las abstracciones infinitas!”. Pero la reacción se exageró
hasta el desprecio de la ciencia y de la metafísica, cayendo en una religiosidad puramente
afectiva. Un practicismo religioso sin bases sapienciales sólidas. Lo peor es que
paralelamente a este desprecio por la vida especulativa se afirmaba -se sigue afirmando por

4
parte de aquellos partidarios de la devoción moderna-, que las altas lucubraciones
sapienciales fomentan la vanidad. De manera tal que hay que alejarse de estas altas
lucubraciones porque son pasibles de fomentar la vanidad.

5- El carácter predominantemente afectivo. El que no sigue la tendencia


intelectualista sigue la tendencia afectiva.
Alguien dijo alguna vez, mitad en broma mitad en serio, que los hombres nacen
platónicos o aristotélicos. Aquí en la devoción moderna hay una marcada acentuación de lo
anti-especulativo y una hipertrofia de lo afectivo que también es utilizada, muchas veces
como elemento de control de la conciencia manipulada por un mal director. Curiosamente
esta característica tiene más bien una procedencia franciscana. Esta acentuación de lo
sensible, que tanto objetara nuestro padre Castellani, es de origen franciscano; de aquí tendrá
origen, como consecuencia, ese relegamiento de los Padres de la Iglesia que decíamos antes.
La devotio moderna prefiere abrevar en las páginas de las Sagradas Escrituras desde el punto
de vista casuístico. La devoción para estos hombres es fervor, es oración inflamada, es puro
remordimiento, es mortificación, es compunción. Y una vez más me permitirán que repita: no
es que esté mal que la devoción sea fervor, sea oración inflamada, sea remordimiento, sea
mortificación y sea compunción del corazón. Lo riesgoso es que estas notas se acentúen
tanto que queden relegadas o atrofiadas, o descartadas, o desconsideradas las otras notas
que deben tener una devoción y que tuvo la devoción tradicional. Y que todo entonces se
reduzca a un carácter meramente afectivo o emocional.

6- El biblicismo. ¿Qué es esto? Buscar en las Sagrada Escrituras, y lo decíamos


recién, no la norma de la fe, no la relación tipo anti-tipo, no esa maravillosa y
extraordinaria vinculación que vieron los Padres entre lo veterotestamentario y lo
neotestamentario. No buscar esa “figura de Cristo”, como diría el Padre Alfredo Sáenz en
uno de sus más extraordinarios libros sobre este tema titulado Cristo y las figuras bíblicas,
sino que buscar en las SS.EE. un reservorio de ejemplos morales. Si lo mismo se hace con la
filosofía helénica y con la filosofía romana ¿por qué no se va a hacer con las SS.EE.? Es
decir, la Biblia pasa a ser un soporte para el adoctrinamiento moral. Vuelvo a repetir ¿es
que está mal esto? Desde ya que no, claro que no, mil veces claro que no. Pero las SS.EE.
son más que un conjunto de libros para aprovechamiento ético, para el provecho moral. Y si
las SS.EE. son reducidas sólo a eso ya no son sagradas, sino un mero manual de buen
comportamiento.

7- La interioridad y el subjetivismo. Decíamos recién y lo volvemos a repetir que el


devoto moderno se identifica prácticamente con la figura del compungido. Y la compunción
no solamente debe ser dolor interno, sino también dolor externo, por eso, porque la devoción
moderna cree que la compunción debe ser dolor externo, por eso, es que se incentivaron
ciertas prácticas mortificatorias. Dada la delicadeza de este tema, una vez más tengo que
decir: no es que este mal que la Iglesia o que la devoción nos proponga prácticas
mortificatorias externas. No es que esté mal, está bien la mortificación del gusto, de los
sentidos externos; todos sabemos que esos son requisitos necesarios para la práctica de la
vida ascética. Pero el riesgo una vez más, el riesgo es el desborde. Y el acentuar la
mortificación externa más allá de los límites razonables o prudenciales. O entrar en un juego
mórbido de competencias de mortificaciones externas.
No quiero acentuar en detalle por delicadeza, pero este sería un tema para conversarlo
también un poco más largamente. Alguna pista nos dio Maritain cuando habló de esa
extraña e invertida voluptuosidad de ciertas pseudoreligiones orientales que hallan
placer en un cierto masoquismo. En principio, solamente quiero decir esto: no es que el

5
devoto no deba ser un compungido y no es que la compunción no implique un dolor interno y
un dolor externo. Lo malo es el desborde; y en esta clase de prácticas devocionales los
desbordes suelen ser más frecuente de lo que hemos conocido.
El subjetivismo, en estos devotos modernos, y les pido particularmente que presten
atención a esto que voy a decir, el subjetivismo en estos devotos modernos ha sido
históricamente el refugio que han tenido frente a la crisis de la Iglesia. La devoción
moderna estalla en plena crisis de la Iglesia. En una crisis que tiene notas características muy
graves, no suficientemente estudiadas. Me refiero al cisma de occidente. Ahora bien, nosotros
no terminamos en el siglo XXI de darnos cuenta de la gravedad y de la tragedia que significó
el cisma de occidente. Concretamente había dos papas y había dos sedes pontificias. ¿Y qué
hacían los devotos modernos frente a tamaña crisis de la Iglesia? Pues se refugiaban en el
subjetivismo, no tenían en cuenta los cismas externos, no tenían en cuenta ese dilema, lo
único que les importaba era no vivir en situación de cisma respecto de Cristo y no le daba
tampoco ninguna importancia a los vaivenes múltiples de la jerarquía en aquella época. Por
ejemplo Gerardo Groote, el fundador de la devoción moderna, estaba con Urbano VI, pero
otros seguidores de la devoción moderna estaban con Clemente VII que tenía la sede en
Avignon.
Ahora, por qué les pedí que prestaran particular atención a esta cuestión, porque
curiosamente, curiosamente, algunos de quienes hoy atacan a la devoción moderna y que se
rasgan las vestiduras desde la devoción moderna, que creen que están curados de espanto
contra el más mínimo atisbo de la devoción moderna caen, al mismo tiempo, en esta nota
característica de la devoción moderna... No tienen en cuenta la crisis de la Iglesia, no tienen
en cuenta los cismas en la Iglesia no tienen en cuenta la cuestión primordial del Papa de la
jerarquía en crisis, refugiándose en una especie de torre de marfil y descartando a aquellos
que no tienen acceso a la misma.
Pero esto es más grave de lo que creemos porque esta característica de la devoción
moderna llevó, en la práctica, a un desinterés por la vida apostólica y por la vida misionera.
Y este desinterés por la vida apostólica y por la vida misionera es el mismo que tienen hoy de
los que son críticos de la devoción moderna. En los devotos modernos ante esta situación
cismática de la Iglesia, prevalecía la vida retirada y la salvación individual como norma.
“Yo no quiero salvar a nadie; me salvo a mí mismo” y entonces evitaban el trato con la gente
y sobre todo el trato misionero, el trato apostólico. Y algo grave también, como consecuencia
de esto, no aparece la noción de la Reyecía Social de Jesucristo y no se preocupaban, por
ende, en extender el reinado social de Cristo. Termino con esta séptima característica, pero
volviendo a recordar lo que les decía cuando les pedía por favor que prestaran atención a esta
característica. Porque, por la paradoja, es una paradoja similar a la que les comentaba al
principio. Todo el mundo acentúa la relación entre devoción moderna y jesuitismo, yo no la
niego, pero se olvidan de la conexión directa que hay entre franciscanismo, agustinismo y
devoción moderna. Muchos intelectuales de nota critican a la devoción moderna y la critican
con fundamentos pero caen en esta séptima característica que estamos describiendo, por lo
tanto hay que evitar estas paradojas que en realidad son contradicciones.

8- El apartamiento del mundo. Este es fruto de esa poca, escasa o ninguna


inclinación por el apostolado activo. Los devotos modernos son más bien introvertidos y
tienen una mentalidad muy poco jerárquica. Dice el Kempis, que es la quinta esencia de
la devoción moderna: “más vale salvarse uno solo viviendo inocente en soledad que
aventurarse en el trato con lobos y dragones”. Justamente lo contrario de lo que nos debería
pedir y nos pide la verdadera Iglesia. Se trata justamente de hacer lo que hizo san Francisco
con los lobos: convertirlos de bestias sanguinarias en animales mansos y hacer lo que hizo san
Jorge con los dragones: aniquilarlos. Pero aquí la actitud de la devoción moderna es otra.

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Vuelvo a repetir que aquí hay una paradoja o hay una contradicción en aquellos que hoy,
específicamente hoy, critican a la devoción moderna pero caen en este error que es típico de la
devoción moderna.

9- El ascetismo. Y más que nunca en esta novena característica se impone la


aclaración reiterativa que vengo haciendo. ¡Cómo va a ser malo el ascetismo! ¡Por supuesto
que no! ¿Qué tiene de malo el ascetismo? Por su puesto que no tiene nada de malo. Pero la
prevalencia de la ascética sobre la mística eso sí que puede ser grave y puede ser riesgoso.
Y sobre todo el reduccionismo por el cual se reduce a la ascética a un practicismo
metodológico. Bueno esto es lo más común en la práctica de la devoción moderna. La
reducción de la ascética a un practicismo metodológico.
“Hay un método por el cual te puedes santificar”... Hay un ejercicio, hay una rutina,
hay una praxis, hay una praxeología por la cual se puede uno santificar. Una especie de
método. Esto es gravísimo y sin embargo esto es lo que prevalece en nuestros días en
muchos ambientes supuestamente tradicionalistas como consecuencia de la aceptación de
esta cuarta característica de la devoción moderna. Este ascetismo así entendido lleva al
voluntarismo. Voluntarismo que se extiende a la vida cotidiana a veces de manera
asfixiante. Ese voluntarismo reglamentarista, mediante el cual, todos los minutos de nuestros
días tienen que estar metodológicamente predeterminados. Y entonces, se puede
predeterminar la duración de una cocción por la cantidad de jaculatorias que mecánicamente
rece; y todos los actos, todo lo sacro comienza a ser bastardeado por aquello que dice Don
Quijote: “que la excesiva familiaridad genera menosprecio”. Entonces: un Ave María, o una
jaculatoria, o un Credo, o un pésame son medidas de tiempo y espacio para reglamentar
casuísticamente la vida cotidiana, perdiendo el carácter sacral objetivo. Esto es muy serio.
Todo aquello que hiera la rutina, todo aquello que despoje al devoto de la rutina es
tomado como una novedad y la novedad es tomada como un peligro. Por eso el refugio en
esta rutina metodolátrica.
No quiero irme de esta característica, sin volver a hacer una aclaración que vengo
haciendo. Nada hay de malo en el ascetismo; no puede tener nada de malo el ascetismo. Pero
un ascetismo con estas notas características y un ascetismo que lleve a un desprecio por la
mística, un ascetismo que sustituya la mística, eso sí que es peligroso.

10- Décima característica. La bibliofilia y el rechazo por el humanismo. Es decir,


buscar en los libros alimentos para la acción o alimentos para los afectos. El más sutil de
todos los pragmatismos nocivos. Como dice Millan Pueyes: “el peor modo de pragmatismo es
querer encontrarle una aplicación al ocio contemplativo”. Entonces se escogen aquellos
libros que son más aptos para la vida moral que los que serían más aptos para la vida
contemplativa.
Pues bien, quiero aclararles que he tomado estas diez características de un ensayo de
García Villoslada que fue publicado en la revista Manresa en el volumen 28 del año 1956.
Recomiendo vivamente la lectura completa de este ensayo.

Conclusión

Pero una primera conclusión, muy breve para seguir avanzando sería: es cierto que
San Ignacio de Loyola encuentra sustento en la devoción moderna, esto es cierto, y es
cierto que la Compañía de Jesús encuentra sustento en la devoción Moderna, pero también es
cierto que hay diferencias entre la devoción moderna y el jesuitismo. Por ejemplo: la
preocupación por la jerarquía y la preocupación por el cisma que tenía la Compañía de Jesús,
y San Ignacio de Loyola en particular, no aparece en la devoción moderna.

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El ímpetu apostólico de la Compañía de Jesús y de San Ignacio no aparece en la
devoción moderna, la necesidad de la Reyecía Social y temporal de Cristo, que tanto
acentuaba San Ignacio de Loyola, no aparece en la devoción moderna y la armonía entre
piedad y letras, o entre fe y razón, va a ser un sello característico de la Compañía de Jesús,
tampoco aparece en la devoción moderna. Hechas estas salvedades, lamentablemente debo
decir, que el grueso de las otras características suelen estar presentes en la Compañía de Jesús
o al menos en sus representantes menos preparados o menos diestros para conducir la vida
religiosa o la vida espiritual. De todas maneras, en mi opinión, los ataques que se le prodigan
a la Compañía de Jesús, me resultan desproporcionados y desorbitados. He tratado de estudiar
este tema con serenidad y mi conclusión, provisoria, es que si bien nadie niega la influencia
negativa de la devoción moderna en la formación de la Compañía de jesús, y en San Ignacio,
y cuando digo nadie niega pienso en el Padre Castellani que en su obra: La catarsis católica
según los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, allí llega a decir que si San Ignacio no
hubiese sido declarado santo, o si no fuera santo, podía haber sido pasible de haber sido
declarado pelagianista. Lo cual es bastante serio, sobre todo teniendo en cuenta que lo dice el
Padre Castellani, una autoridad en la materia.
Repito esta primera conclusión, hay que abrir como todo lo que dije, un gran paraguas
de cordura. Porque es muy fácil descalificar a la Compañía y es muy fácil descalificar a San
Ignacio, lo correcto, lo sensato, lo cuerdo es ir incorporando con cautela y prudencia muchos
matices.
Bueno; nadie crea que se va de aquí, tras estas palabras mías, conociendo el tema. Es
una primera aproximación, muy elemental. Hay mucho por estudiar. Por lo pronto, habría que
analizar bien la devoción tradicional. Siempre me interesó comparar el Opus Dei de San
Benito con el otro Opus Dei. ¡Ahí sí que hay materia de reflexión! Como la grandeza de la
primera categoría termina desnaturalizada, traicionada y descuartizada en la institución que se
coloca su nombre.

Fin de la conferencia

Antonio Caponnetto

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