Caponnetto. La Devotio Moderna Corrección P. Javier
Caponnetto. La Devotio Moderna Corrección P. Javier
Antonio Caponnetto 1
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Clase dictada en forma particular para un puñado de amigos por el Dr. Antonio Caponnetto en el año 2013 y
desgrabada con su autorización. Se ha mantenido el estilo oral y se han omitido las referencias bibliográficas. Es
un texto inicial y meramente didáctico. El autor se basa en el artículo del P. García-Villoslada, “Rasgos
característicos de la devotio moderna”, en Manresa 28 (1956) 315-358.
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y sobre la pasión de Cristo. Con lo cual, me escucharán repetir esto muchas veces en la
charla, con lo cual no es que estemos ante algo malo. Cualquier extralimitación por
milimétrica que sea en este tema: conduce a la demencia, lo digo seriamente. Entonces, no es
que estemos ante algo intrínsecamente malo porque esta devoción nos proponga la
meditación sobre los sufrimientos de Cristo, pero esta acentuación excesiva puede llevar, y
de hecho ha llevado, al jansenismo, es decir a esa postura según la cual todo placer per se
es pecaminoso. No se distingue entre el placer ordenado y desordenado (legítimo e ilegítimo)
y puede llevar también a la sinonimia, peligrosa, según la cual todo devoto es necesaria y
forzosamente un compungido. Un hombre que vive de atrición y contrición permanente sin
gozo interior y sin alegría interior. La imagen de un cristianismo lúgubre, en alguna medida es
consecuencia de esta primera característica que estamos tratando de trazar y de esbozar.
Cuando publiqué la segunda edición de “Hispanidad y Leyendas Negras”, en la
Introducción esbocé un cuadro comparativo entre el Medioevo y la Modernidad, para poder
ubicar más ontológica que cronológicamente al Descubrimiento. Allí presente en síntesis la
diferencia entre Medievalidad y Modernidad, diciendo algo así como que para los medievales
todo era cuestión de Dios empezando por el hombre. Para los modernos resulta al revés, todo
es cuestión del hombre empezando por Dios. Es la forma más sutil de antropocentrismo
práctico que yo conozca. De antropocentrismo disfrazado de Cristocentrismo.
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central de la devoción tradicional. Se recomendaba la oración mental, por supuesto, pero no
mediante un método ordenancista, reglamentarista, rígido. Y en la devoción moderna en
cambio se determina minuciosamente la materia de la meditación, el tiempo de la meditación,
el objeto de la meditación, la duración horaria, diaria, semanal. Con el propósito de que el
devoto, digamos, tenga todo el día ocupado, todo el día absorbido y prácticamente no tenga la
posibilidad del ocio. El ocio parece ser una amenaza para esta devoción moderna, de hecho lo
es y posiblemente lo es por una mala comprensión de la noción de ocio que es fundamental
para entender la devoción tradicional: el ocio contemplativo.
Como parte también de esta segunda característica que estamos trazando vemos que
hay un hincapié excesivo en la examinación de la conciencia minuciosa y diaria a través de
un sin fin de divisiones y sub divisiones. Que a veces atosigan precisamente la vida del
hombre piadoso. Una actitud que se deriva muy comúnmente y muy fácilmente de esta
segunda característica es la sujeción a un director espiritual que hace las veces de un
controlador del trabajo, del trabajo, del sueño, de las lecturas, de las comidas, etc. Ahora
bien, no quiero abandonar esta segunda característica de la devoción moderna sin hacer una
aclaración reiterativa pero prefiero ser reiterativo y no que salgan de aquí y luego digan
ustedes que yo dije cualquier cosa. No todos estos rasgos de esta segunda característica tienen
una maldad intrínseca; no se puede hablar de un mal inherente por la recurrencia a un
método, pero en la metodolatría sí hay un mal. Ejercitar la voluntad, cultivar la voluntad
tampoco puede tener algo de malo inherentemente, pero el voluntarismo sí. El ir y exigir el
examen de conciencia, pedir y exigir la oración mental, tampoco pueden tener algo de
malo per se, pero este hincapié excesivo que se hace en desmedro de otras actividades que
caracterizaron a la devoción tradicional (como por ejemplo la actitud coral) eso sí que es
peligroso, eso si que es malo. El desprecio por el ocio también es algo malo, sobre todo
cuando no se valora suficientemente al ocio como sinónimo de vida contemplativa. Y dejo
para el final la última aclaración de esta segunda característica. Si el director espiritual de un
alma, es una persona adornada de virtudes, y principalmente, principalmente, de la virtud de
la prudencia que es madre de todas las virtudes, pues en buena hora los devotos se
santificarán dirigidos, valga la redundancia, por ese director espiritual. Pero si el director
espiritual es parte de este proceso de la devoción moderna, y no puede salir de ese proceso
de la devoción moderna -y no solamente no puede salir sino que no desea salir- también se
corre un riesgo bajo esa dirección. La fabricación de vocaciones, la coacción espiritual, la
manipulación de las conciencias y el control metodolátrico, el control rígido, de toda la vida
del creyente, estará allí. Por todo esto, el creyente puede terminar cuadriculado, absorbido,
más compungido, o aún todavía, en un estado de infantilismo espiritual que le impide tomar
decisiones propias. Vive sometido a los escrúpulos.
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inofensivo si no sucediera que esta recurrencia abusiva a las sentencias, a las máximas, a los
aforismos, a los propósitos, terminara achicando el horizonte de la filosofía helénica, de la
filosofía romana, reduciendo ambas expresiones a una fuente proveedora de consejos de
sentencias, máximas, aforismos o propósitos. Es decir, la devoción moderna reduce la
filosofía helénica y la filosofía romana a una cantera de preciosos y ricos tesoros morales,
éticos, pragmáticos, operativos, pero no advierte, no quiere, no puede advertir la relación
fontal que hay entre lo helénico y lo cristiano, entre lo romano y lo cristiano. Esa relación
fontal, esa relación propedéutica que vieron los Padres de la Iglesia. Por eso es que la
patrología suele ser la gran ausente en la devoción moderna. Y todo ese universo helénico y
romano queda reducido a un depósito de buenos ejemplos: “¡tomemos un ejemplo de los
griegos!”, “¡tomemos un ejemplo de los romanos!”. Pero como la mirada se achica, se vuelve
miope, se angosta, no se ve luego en ese tesoro extraordinario del mundo helénico y romano
otra cosa más que una cantera de buenos propósitos de buenos aforismos, de buenos
proverbios. Pero esa relación íntima, fontal, que hay y que movió a los Padres de la Iglesia a
considerar que en la filosofía helénica, en la filosofía romana, había una anticipación del
Nuevo Testamento, eso es lamentablemente desconocido o simplemente no es tenido en
cuenta.
Es común, en cambio, que a fuer de insistir en este moralismo, y en este
reduccionismo de la religión al ethos, se caiga en una casuística estoica: “Esto se hace, esto
no se hace…”, “esto hay que hacerlo, esto no hay que hacerlo…”, “esto es así, esto no es
así”... Y este casuismo estoico puede dar resultados hasta cierto nivel de formación del
hombre creyente, del hombre piadoso, pero en un momento determinado, el alma necesita
algo más y si no se lo da esta devoción moderna, como de hecho no se lo da, el resultado
suele ser o un mal catolicismo reglamentaristita, casuístico, o la pérdida del sentido
católico de tarea.
4- La tendencia anti especulativa. Tal vez yo debería aclarar un poco, pero lo doy
por sabido, si no está sabido lo conversamos después, pero repito tal vez debería aclarar un
poco qué entendemos por ocio contemplativo. Recordaré brevemente lo que dice Pieper en
el libro clásico: El ocio y la vida intelectual, en el cual se hace una extraordinaria analogía
entre el ocio y el culto. Diciendo con los Padres que así como el templo es el espacio dentro
de una ciudad que se sustrae a todo lucro, a todo aprovechamiento, a todo rédito, a todo éxito,
porque es el espacio que se consagra exclusivamente a Dios, así también analógicamente
hemos de decir que el ocio contemplativo es ese tiempo que se sustrae al tiempo lucrativo,
productivo, redituable, exitoso. Es ese tiempo interior en el que el hombre forja y labra
exclusivamente la consideración de lo sacro, de Dios y de los misterios divinos.
Por eso es, el decir que esta devoción tiene una tendencia anti-especulativa, es tan
grave. Y repito, es consecuencia del nominalismo que impregnaba aquellos hombres del siglo
XIV que engendraron esta corriente. Y es consecuencia de este nominalismo que impugnaba a
la metafísica de Santo Tomas, justamente porque consideraba que la metafísica de Santo
Tomás era y es un monumento a la vida contemplativa y no al racionalismo reglamentarista.
Algo de razón, algo de razón, podía haber en aquella prevención de los hombres de la
devoción moderna, algo de razón podría haber, en la medida en que ciertos escolásticos
decadentes, y ciertos falsos místicos, habían hecho de la consideración o de la meditación
teológica un campo lleno de sutilezas enfermizas. De modo que, desde este punto de vista,
alguna razón podía asistir a estos hombres de la devoción moderna. Una especie de necesidad
de decirle “¡basta a las sutilezas y a las abstracciones infinitas!”. Pero la reacción se exageró
hasta el desprecio de la ciencia y de la metafísica, cayendo en una religiosidad puramente
afectiva. Un practicismo religioso sin bases sapienciales sólidas. Lo peor es que
paralelamente a este desprecio por la vida especulativa se afirmaba -se sigue afirmando por
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parte de aquellos partidarios de la devoción moderna-, que las altas lucubraciones
sapienciales fomentan la vanidad. De manera tal que hay que alejarse de estas altas
lucubraciones porque son pasibles de fomentar la vanidad.
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devoto no deba ser un compungido y no es que la compunción no implique un dolor interno y
un dolor externo. Lo malo es el desborde; y en esta clase de prácticas devocionales los
desbordes suelen ser más frecuente de lo que hemos conocido.
El subjetivismo, en estos devotos modernos, y les pido particularmente que presten
atención a esto que voy a decir, el subjetivismo en estos devotos modernos ha sido
históricamente el refugio que han tenido frente a la crisis de la Iglesia. La devoción
moderna estalla en plena crisis de la Iglesia. En una crisis que tiene notas características muy
graves, no suficientemente estudiadas. Me refiero al cisma de occidente. Ahora bien, nosotros
no terminamos en el siglo XXI de darnos cuenta de la gravedad y de la tragedia que significó
el cisma de occidente. Concretamente había dos papas y había dos sedes pontificias. ¿Y qué
hacían los devotos modernos frente a tamaña crisis de la Iglesia? Pues se refugiaban en el
subjetivismo, no tenían en cuenta los cismas externos, no tenían en cuenta ese dilema, lo
único que les importaba era no vivir en situación de cisma respecto de Cristo y no le daba
tampoco ninguna importancia a los vaivenes múltiples de la jerarquía en aquella época. Por
ejemplo Gerardo Groote, el fundador de la devoción moderna, estaba con Urbano VI, pero
otros seguidores de la devoción moderna estaban con Clemente VII que tenía la sede en
Avignon.
Ahora, por qué les pedí que prestaran particular atención a esta cuestión, porque
curiosamente, curiosamente, algunos de quienes hoy atacan a la devoción moderna y que se
rasgan las vestiduras desde la devoción moderna, que creen que están curados de espanto
contra el más mínimo atisbo de la devoción moderna caen, al mismo tiempo, en esta nota
característica de la devoción moderna... No tienen en cuenta la crisis de la Iglesia, no tienen
en cuenta los cismas en la Iglesia no tienen en cuenta la cuestión primordial del Papa de la
jerarquía en crisis, refugiándose en una especie de torre de marfil y descartando a aquellos
que no tienen acceso a la misma.
Pero esto es más grave de lo que creemos porque esta característica de la devoción
moderna llevó, en la práctica, a un desinterés por la vida apostólica y por la vida misionera.
Y este desinterés por la vida apostólica y por la vida misionera es el mismo que tienen hoy de
los que son críticos de la devoción moderna. En los devotos modernos ante esta situación
cismática de la Iglesia, prevalecía la vida retirada y la salvación individual como norma.
“Yo no quiero salvar a nadie; me salvo a mí mismo” y entonces evitaban el trato con la gente
y sobre todo el trato misionero, el trato apostólico. Y algo grave también, como consecuencia
de esto, no aparece la noción de la Reyecía Social de Jesucristo y no se preocupaban, por
ende, en extender el reinado social de Cristo. Termino con esta séptima característica, pero
volviendo a recordar lo que les decía cuando les pedía por favor que prestaran atención a esta
característica. Porque, por la paradoja, es una paradoja similar a la que les comentaba al
principio. Todo el mundo acentúa la relación entre devoción moderna y jesuitismo, yo no la
niego, pero se olvidan de la conexión directa que hay entre franciscanismo, agustinismo y
devoción moderna. Muchos intelectuales de nota critican a la devoción moderna y la critican
con fundamentos pero caen en esta séptima característica que estamos describiendo, por lo
tanto hay que evitar estas paradojas que en realidad son contradicciones.
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Vuelvo a repetir que aquí hay una paradoja o hay una contradicción en aquellos que hoy,
específicamente hoy, critican a la devoción moderna pero caen en este error que es típico de la
devoción moderna.
Conclusión
Pero una primera conclusión, muy breve para seguir avanzando sería: es cierto que
San Ignacio de Loyola encuentra sustento en la devoción moderna, esto es cierto, y es
cierto que la Compañía de Jesús encuentra sustento en la devoción Moderna, pero también es
cierto que hay diferencias entre la devoción moderna y el jesuitismo. Por ejemplo: la
preocupación por la jerarquía y la preocupación por el cisma que tenía la Compañía de Jesús,
y San Ignacio de Loyola en particular, no aparece en la devoción moderna.
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El ímpetu apostólico de la Compañía de Jesús y de San Ignacio no aparece en la
devoción moderna, la necesidad de la Reyecía Social y temporal de Cristo, que tanto
acentuaba San Ignacio de Loyola, no aparece en la devoción moderna y la armonía entre
piedad y letras, o entre fe y razón, va a ser un sello característico de la Compañía de Jesús,
tampoco aparece en la devoción moderna. Hechas estas salvedades, lamentablemente debo
decir, que el grueso de las otras características suelen estar presentes en la Compañía de Jesús
o al menos en sus representantes menos preparados o menos diestros para conducir la vida
religiosa o la vida espiritual. De todas maneras, en mi opinión, los ataques que se le prodigan
a la Compañía de Jesús, me resultan desproporcionados y desorbitados. He tratado de estudiar
este tema con serenidad y mi conclusión, provisoria, es que si bien nadie niega la influencia
negativa de la devoción moderna en la formación de la Compañía de jesús, y en San Ignacio,
y cuando digo nadie niega pienso en el Padre Castellani que en su obra: La catarsis católica
según los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, allí llega a decir que si San Ignacio no
hubiese sido declarado santo, o si no fuera santo, podía haber sido pasible de haber sido
declarado pelagianista. Lo cual es bastante serio, sobre todo teniendo en cuenta que lo dice el
Padre Castellani, una autoridad en la materia.
Repito esta primera conclusión, hay que abrir como todo lo que dije, un gran paraguas
de cordura. Porque es muy fácil descalificar a la Compañía y es muy fácil descalificar a San
Ignacio, lo correcto, lo sensato, lo cuerdo es ir incorporando con cautela y prudencia muchos
matices.
Bueno; nadie crea que se va de aquí, tras estas palabras mías, conociendo el tema. Es
una primera aproximación, muy elemental. Hay mucho por estudiar. Por lo pronto, habría que
analizar bien la devoción tradicional. Siempre me interesó comparar el Opus Dei de San
Benito con el otro Opus Dei. ¡Ahí sí que hay materia de reflexión! Como la grandeza de la
primera categoría termina desnaturalizada, traicionada y descuartizada en la institución que se
coloca su nombre.
Fin de la conferencia
Antonio Caponnetto