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La Simbología Del Poder en La Construcción de La República. Venezuela, 1808 - 1830.

Este documento es un resumen de tesis para optar al título de Magíster Scientiarum en Historia de Venezuela. El trabajo analiza la simbología del poder en la construcción de la República de Venezuela entre 1808 y 1830, identificando dispositivos simbólicos como rituales, ceremonias y fiestas que legitimaron el ejercicio del poder. El objetivo es estudiar el significado de estos símbolos y su importancia para afianzar nuevas pretensiones de poder, así como para cohesionar e identificar a la sociedad venezolana con los ideales republic
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La Simbología Del Poder en La Construcción de La República. Venezuela, 1808 - 1830.

Este documento es un resumen de tesis para optar al título de Magíster Scientiarum en Historia de Venezuela. El trabajo analiza la simbología del poder en la construcción de la República de Venezuela entre 1808 y 1830, identificando dispositivos simbólicos como rituales, ceremonias y fiestas que legitimaron el ejercicio del poder. El objetivo es estudiar el significado de estos símbolos y su importancia para afianzar nuevas pretensiones de poder, así como para cohesionar e identificar a la sociedad venezolana con los ideales republic
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ii 

 
REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
LA UNIVERSIDAD DEL ZULIA
FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACIÓN
DIVISIÓN DE ESTUDIOS PARA GRADUADOS
PROGRAMA: HISTORIA DE VENEZUELA
NIVEL: MAESTRÍA.

LA SIMBOLOGÍA DEL PODER EN LA CONSTRUCCIÓN


DE LA REPÚBLICA. VENEZUELA, 1808 - 1830.

Trabajo de Grado para optar al título de Magíster Scientiarum en Historia de Venezuela.

Autor (a): Lcda. María de los Angeles Castro.


Tutor (a): Dra. Ligia Berbesí de Salazar.

Maracaibo, Marzo de 2012.



 

 
A Dios por ser mi guía, protector y salvador.
 
A mi madre Magleny, ya que representas el
  amor más puro, sincero y el ejemplo
perfecto de que la constancia y la
  perseverancia son la clave del éxito.

  A mi esposo Carlos, compañero de vida y


estímulo incondicional en el arduo pero
  grato oficio de historiar.
vi 
 
AGRADECIMIENTO.

Al Altísimo Creador por derramar cada día en mi, múltiples bendiciones de vida, amor,
sabiduría y perseverancia. Sin él nada soy.

Agradezco a mi tutora, Dra. Ligia Berbesí de Salazar por brindarme todos sus
conocimientos. Por ser muestra de la constancia, firmeza y voluntad en ser mejor cada
día sea a nivel académico o personal. Gracias por creer en mí y en mis capacidades.

Asimismo, al personal académico que integra la División de Estudios para Graduados


de La Universidad del Zulia, por toda la colaboración y apoyo prestado durante el
desarrollo de la presente investigación.

Del mismo modo a la Dra. Nelly García Gavidia, por todos sus aportes en cuanto al
estudio de los símbolos y signos, mi sincera gratitud.

A mi esposo Carlos Javier, por todas sus valiosas orientaciones que me permitieron
avanzar en positivo en los momentos de más dificultad.

A todos, mi eterna gratitud.

 
vii 
 
Castro Pirela, María de los Angeles. La Simbología del Poder en la Construcción de
la República. Venezuela, 1808 - 1830. LaUniversidad del Zulia. Facultad de
Humanidades y Educación. División de Estudios para Graduados. Programa en Historia
de Venezuela. Nivel: Maestría. Trabajo de Grado. Maracaibo, Venezuela, 2012. 154
pp.

RESUMEN.

En el contexto de los cambios que derivaron en la transición del antiguo régimen a la


modernidad política una vez declarado el colapso de la monarquía española, esta
investigación se ocupa de la simbología del poder en el proceso de construcción de la
república en Venezuela entre 1808 y 1830, a partir de la identificación de diversos
dispositivos simbólicos,- rituales, ceremonias, fiestas, signos y símbolos,- que legitiman
el ejercicio y funcionamiento del poder. El interés se centro por una parte, en el
significado de los mismos en la legitimación de otras pretensiones de poder. Por otra,
en los alcances y limitaciones de la simbología que se requiere imponer para la
construcción de una república de corte liberal. Como referentes teórico-metodológicos,
desde la interdisciplinariedad científica se asumen los aportes de la historia socio-
cultural, la cual valora el estudio de individuos y colectivos sociales en y desde la red
de relaciones materiales y simbólicas que les unen y separan. Para el logro de los
objetivos propuestos se preciso de la consulta e interpretación de fuentes
documentales, bibliográficas, hemerográficas y electrónicas. Se concluye, que los
símbolos asociados al ejercicio y funcionamiento del poder develan una intencionalidad
política, cuyo objetivo es no solo, afianzar y legitimar unas nuevas pretensiones de
poder, sino que también, pretenden cohesionar e identificar a la sociedad venezolana
a partir de los ideales republicanos de corte liberal.

Palabras clave: República de Venezuela, Simbología, Poder, Ciudadanía, participación.

[email protected]
viii 
 
Pirela Castro, María de los Angeles. The Symbolism of Power in the Construction of
the Republic. Venezuela, from 1808 to 1830. LaUniversidad del Zulia. Facultad de
Humanidades y Educación. División de Estudios para Graduados. Programa en Historia
de Venezuela. Nivel: Maestría. Trabajo de Grado. Maracaibo, Venezuela, 2012. 154 pp.

ABSTRACT.

In the context of changes that resulted in the transition! old regime political modernity
once declared the collapse of the Spanish monarchy, this research deals with the
symbolism of power in the process of building The Republic in Venezuela between 1808
and 1830, from the identification of several symbolic devices - rituals, ceremonies,
festivals, signs and symbols – that legitimate exercise of power and performance. The
focus is on the one hand, in their significance in the legitimation of other claims to
power. On the other hand approaches and limitations of the symbolism that is required
to impose for the construction of a liberal republic. As theoretical and methodological
references from scientific interdisciplinary contributions are assumed social-culture
history which values the study of individuals and social groups in and from the network
of relationships that separate material and symbolic. For the achievement of the
objectives of the consultation is necessary and interpretation documentary sources,
bibliographies, and electronic library records. It is concluded the symbols associated to
operation of power exercise and reveal a political purpose, whose goal is not only,
consolidate and legitimize a new claim to power, but also seek to unite and identify
Venezuelan society from the republican ideals of a liberal.

Keywords: Republic of Venezuela, Symbolism, Power, Citizenship, participation.

 
ix 
 
ÍNDICE GENERAL.

p.

Frontispicio iii
Veredicto iv
Dedicatoria v
Agradecimiento vi
Resumen vii
Abstract viii
Índice General ix
Índice de Ilustraciones x
Anexos xi

Introducción 1
Presentación y Justificación del Tema 1
Marco Historiográfico y Objetivos 7
Metodología 13
Fuentes 15

CAPÍTULO I.

REFLEXIONES TEÓRICO – METODOLÓGICAS.

El Antiguo Régimen. Del Poder su


Ejercicio y Funcionamiento.  20
Símbolos y Simbología.  33
Ceremonias y Ritos  39
Los Juramentos   42

CAPÍTULO II.

DE LA NUEVA SIMBOLOGÍA.

Los Actos de Jura   47


Las Juntas de Gobierno y el Juntismo 62
Festividades y Diversiones  65
La Música como Símbolo de Identidad Nacional 68

 
CAPÍTULO III.

DEL PODER Y SU LEGITIMACIÓN SIMBÓLICA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA


REPÚBLICA EN VENEZUELA ENTRE 1808-1830.

Representación y Participación Política 81


El Orden Jurídico Constitucional como Símbolo de
Unificación e Integración Territorial 88

CAPÍTULO IV.

LA CONSTRUCCIÓN DE LA LEGITIMIDAD REPUBLICANA DE CORTE LIBERAL.

Los Símbolos Patrios. 101


Bandera 102
El Escudo de Armas 108
Los Sellos o Impresiones 109
Instrucción Pública 110
Simón Bolívar como Símbolo de la Unidad Nacional 112

CONSIDERACIONES FINALES 117


FUENTES CONSULTADAS 125

ÍNDICE DE ILUSTRACIONES.

Nº p.

1. (Cuadro), Canciones de índole Revolucionario, Surgidas Durante El


Proceso Independentista. 72

2. Bandera de Francisco de Miranda, izada en 1806 102

3. Bandera de la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII,


decretada el 4 de Mayo de 1810 103

4. Bandera decretada por el Congreso Constituyente de 1811 104


xi 
 
5. Bandera del Gobierno Federal, decretada el 12 de Mayo De 1817 104

6. Bandera de Angostura, 20 de Noviembre de 1817 105

7. Bandera de Colombia, decretada el 4 de Octubre de 1821 106

8. Bandera de la República de Colombia, promulgada en 1824 106

9. Bandera Provisional de la República de Venezuela, sancionada el 14 de


Octubre de 1830 107

10. Blasón Provisional de la República de Venezuela, 14 de Octubre de 1830. 108

11. Sello del Almirantazgo de Venezuela 109

12. El Panteón de los Héroes de Arturo Michelena 113

13. Alegoría en Homenaje a Bolívar 1824 114

14. Bolívar tras la Campaña Admirable 115

ANEXOS. 139

1. Canción Americana (Letra: J Picornell y C. Campomanes,


Música: Lino Gallardo) 139

2. Canción Patriótica para la Visita del Libertador (Juan Meserón) 139

3. Gloria al Bravo Pueblo (Letra: Andrés Bello, Música: Lino Gallardo) 140

4. Para los Libertadores del Sur (José María Isaza) 141

5. Canción Patriótica en Obsequio al Libertador 1825(José María Isaza) 142



 
INTRODUCCIÓN.

Presentación y Justificación del Tema.

La conceptualización del poder y su ejercicio, ocupa hoy desde nuevas y


renovadas perspectivas teórico-metodológicas, la atención de diferentes científicos
sociales. Historiadores, sociólogos, antropólogos y politólogos entre otros coinciden por
una parte, en que la misma es múltiple y compleja; por otra, que esta debe matizarse
con otros juicios, otras interpretaciones y otras valoraciones para apuntar a su definición
desde su dimensión social. Es decir, quiénes lo ejercen y cómo se ejerce.

Una explicación elemental del mismo remite a la capacidad para forzar a alguien
a hacer algo contra su voluntad, por medio de algunos procedimientos establecidos. De
este modo, señala (Berbesí, 2002), se le asocia solo con el ejercicio de autoridad, y en
consecuencia, unos mandan y otros obedecen en respuesta al símbolo inflexible de lo
que significa dicha relación, representada bajo aspectos que conducen a la prohibición,
convirtiéndose la ley en un instrumento de negación de las conductas que no son
permitidas ni aceptadas. Así, el poder se asocia con todo aquello que dice no,
manifestándose a través de la censura, el rechazo, las barreras y el castigo.

Esta visión generalizada, ofrece a quienes controlan y dirigen el poder, las


posibilidades de ejercer más control sobre el resto de los colectivos, y al menor intento
de resquebrajamiento de la estructura ya sea política, jurídica, institucional o social
establecida; solo basta con acudir a las visiones ya internalizadas y cultivadas por la
sociedad para desaprobar y desechar lo que se pretenda imponer, legitimando a la vez lo
ya establecido (Bork y col. 2006).

 
A la luz de recientes aportes al respecto, se coincide en su naturaleza
multidimensional y, en consecuencia, su capacidad para perseguir y alcanzar objetivos
en el marco de redes de relaciones contradictorias y antagónicas.

Desde estas significaciones (Foucault, 1992), argumenta que el poder circula y


funciona en cadena, que forma redes y se ejerce mediante una organización reticular;
que no está localizado aquí y allí, porque transita entre los individuos que son efecto del
mismo, y a su vez, sus elementos constitutivos. En esta perspectiva, podemos señalar
que el poder no solo se concibe desde el ámbito de la negación o prohibición, sino que
éste se ubica en cada una de las acciones materiales y simbólicas que el hombre
realiza día a día en su condición de ser social.

Así, el poder se significa, se representa y se identifica mediante signos y símbolos.


De acuerdo con (García, 1991: citado por, Cabrera, 2004), éstos apelan a las instancias
irracionales de las emociones, la emotividad y las sensibilidades para lograr sus
propósitos. Además de partir los símbolos de lo emocional, a la vez resultan manejados
por los agentes del poder.

Según el diccionario de los símbolos (Chevalier, 1991), éstos representan más


que el signo, llevan más allá de la significación al plano de la interpretación. Están
cargados de afectividad y dinamismo. En efecto, no son simple comunicación de
conocimiento sino convergencia de afectividad. “Es por ello que los símbolos son el
instrumento más eficaz de la comprensión interpersonal, intergrupo, internacional, que
conduce a su más alta intensidad y a sus más profundas dimensiones.” El acuerdo sobre
los símbolos constituye un paso inmenso en la vía de la socialización. Quien penetra en
el sentido de los símbolos de una persona o de un pueblo, conoce en el fondo a ese
individuo y colectivo.

 
Asimismo, los símbolos solo adquieren significado e importancia cuando existe la
intensión de que todo o parte del significado pueda ser entendido por los espectadores.
Los códigos simbólicos, a su vez, son entendidos como representaciones que instruyen
acerca de la posición, el deber y el comportamiento que cada individuo detenta dentro de
la sociedad. Es decir, cómo se construyen realidades determinadas. Dichas
percepciones o apreciaciones del mundo son interiorizadas automáticamente por el
individuo, desencadenando con ello el proceso que se conoce como naturalización. De
ahí que éste crea una concepción que lo que hace y construye es inherente a su
condición social. Cómo se hace ver y creer, ratificar o convertir la visión del mundo,
siempre esta inherentemente ligada a unas determinadas relaciones de poder, en la que
inexorablemente los individuos dependen unos a otros (Bork y col. 2006).

En este contexto relacional se admite según (Berbesí, 2002), que todo proceso de
legitimación política se construye en y desde los símbolos del poder, ligados siempre a
intereses y fines particulares, que exteriorizan la trama relacional que subyace en el
ejercicio y funcionamiento del poder.

Desde estas consideraciones, esta investigación analiza la simbología del poder


en la construcción de la república en Venezuela entre 1808 y 1830. Específicamente, se
ocupa de los significados y de las significaciones que individuos y colectivos sociales
construyen del poder en tiempo de crisis y de definiciones políticas. El hilo conductor de
esta investigación está en la dimensión simbólica de la ruptura con la monarquía y, en
los alcances y límites de la nueva simbología, como fundamento de la legitimidad
republicana.

De esta manera, es fundamental determinar los mecanismos simbólicos que


explican tal construcción, a partir de signos y símbolos, que se concretizan en diferentes
formas discursivas, - rituales, ceremonias, fiestas, insignias, canciones patrióticas y en

 
la conflictividad -, que por la ocupación y usos de los espacios de poder construyen y
objetivan individuos y colectivos sociales.

Esta investigación tendrá como referentes principales hechos o situaciones


producidas en algunas capitales provinciales como Caracas, Maracaibo, Valencia,
Cumaná y Guayana. Ellas, fueron escenario de celebración, de opinión y de disputas en
la significación y construcción de una nueva legitimidad política.

La coyuntura histórica propuesta es relevante en la interpretación y comprensión


de la organización republicana, en el contexto de la formación del Estado y de la Nación
venezolana. Además, permite ofrecer aportes sustanciales para subsanar el vacío
historiográfico existente en el tratamiento dado a la diversidad de referentes simbólicos
que van a construir esa realidad en la sociedad de principios del siglo XIX, período que
se conoce como el inicio de la modernidad política.

De igual forma, esta investigación nos acerca a la comprensión del proceso de


transformaciones profundas que experimenta la Venezuela de hoy en su sistema
político, económico y social. Transformaciones que nos remiten a una profunda
discusión sobre la democracia, la ciudadanía y el papel de los Estados Nacionales entre
otros.

De ahí, la importancia de este estudio. De una parte, es una forma de


acercamiento al conocimiento y comprensión de nuestro pasado para entender nuestro
presente, y que para el caso que aquí nos ocupa, se relaciona con la significación de
los códigos y símbolos del poder en el proceso de gestación de la nación venezolana.
De otra, la comprensión del complejo proceso de construcción de la ciudadanía a partir
de la cultura política de la representación, la participación y la opinión.

 
Así, los resultados aquí obtenidos apuntalan las necesidades de investigación
emanadas actualmente por el Estado venezolano, según lo propuesto en la ley orgánica
de Ciencia, Tecnología e Innovación, la cual destaca entre sus prioridades la promoción
de la educación histórica, política y cultural en general, y de la investigación en
particular para la comprensión crítica y transformación de la realidad individual,
colectiva y nacional para la emancipación.

En esta misma perspectiva responde a los lineamientos del Plan de la Nación


Simón Bolívar 2007-2013 que señala la necesidad de promover una ética, cultura y
educación liberadora y solidaria; fortalecer e incentivar la investigación en el proceso
educativo y a su vez garantizar los accesos al conocimiento para universalizar la
educación universitaria con pertinencia, fomentar la actualización permanente de
nuestros pueblos en el entendimiento del mundo contemporáneo. Es decir, la
socialización del conocimiento porque eso es lo único que garantizará los principios de
igualdad y libertad.

La investigación se desarrolla en cuatro capítulos. El capítulo I: Reflexiones


teórico-metodológicas. Aborda un conjunto de conceptualizaciones que constituyen las
bases teóricas y metodológicas que sustentan a la investigación propuesta. En
particular, se ocupa del ejercicio y funcionamiento del poder en la sociedad de antiguo
régimen. De igual modo, se hace referencia a los símbolos y signos del poder, y al
discurso que se expresa en insignias, símbolos, signos, ceremonias y representaciones,
como parte del sistema político y de la estructura de poder.

El capítulo II: De La Nueva Simbología. Aborda de acuerdo a las fuentes


disponibles, algunas manifestaciones alegóricas-, actos de jura, festividades, rituales,
diversiones y espectáculos públicos-, que aunque en el contexto de referentes de corte
antiguo, intentan de uno u otro modo expresar las recientes circunstancias políticas.

 
El capítulo III: Del Poder y su Legitimación Simbólica en la Construcción de la
República en Venezuela. 1808-1830. Se propone a partir de la trama relacional que
vincula a gobernantes y gobernados, una aproximación al universo simbólico que
legitima unas pretensiones de poder institucionalizadas en un conjunto de atribuciones,
deberes y compensaciones que simbolizan la identificación entre poder real y poder
soberanos. Asimismo, se ocupa de los alcances y límites de la ciudadanía impuesto por
la nueva simbología en el contexto de la construcción de una legitimidad republicana de
corte liberal. Para ello se recurrió a las constituciones de nuestro país de los años 1811,
1819, 1821, 1830.

El capítulo IV: La Construcción de la Legitimidad Republicana de Corte Liberal.


Refiere de una parte, al nuevo ordenamiento político instaurado con el advenimiento de
la República, esto es, el moderno Estado liberal burgués con su separación de poderes
y la igualdad de los ciudadanos ante la ley, de otra, el diseño y significado de los
blasones políticos y héroes nacionales que se hacen necesarios durante el surgimiento
y afianzamiento de la República, al igual que en la legitimación de la misma.

El objetivo es contribuir a develar cómo la simbología del poder crea una cultura
política, en y desde antiguos y nuevos códigos simbólicos -, rituales patrióticos, ideas,
discursos, símbolos, elecciones, ceremoniales y banderas entre otros -, que van desde
lo local a ámbitos mucho más extensos.

En esta perspectiva, esta investigación apunta al estudio del proceso histórico


venezolano en el contexto de la transición de la sociedad de antiguo régimen a la
sociedad moderna, donde triunfa la legitimidad de la nación republicana, en la que la
oligarquía criolla ahora, en el marco de los principios liberales aspira e intenta el
ejercicio, disfrute y control del poder.

 
Marco Historiográfico y Objetivos.

Durante el desarrollo de la presente investigación ha sido evidente la escasez de


estudios que de manera directa se relacionen con los objetivos aquí propuestos. Luego
de una exhaustiva revisión, buena parte de los trabajos que existen han sido tomados
en cuenta ya que constituyen de una parte, una referencia para comprender de manera
general la coyuntura histórica de finales del periodo monárquico e inicio de las
repúblicas en la América Hispana. De otra, para el análisis especifico de la simbólica del
poder, objeto que está investigación se ha formulado. Sus aportes son fundamentales
ya que abordan el entramado político y socio- cultural del periodo que aquí se estudia.

Para el caso específico del poder y sus dimensiones, su abordaje y comprensión


teórico-metodológica se logró a través de las aportaciones entre otros, de Foucault
Michael (1992), sus estudios están relacionados con lo que el autor denomina la
genealogía del poder; es decir, cómo se ejerce, sus tácticas, sus estrategias y sus
mecanismos de regulación. Así, la comprensión del poder como una red de
interacciones que forma intrincadas mallas, que funciona horizontalmente y que es
legitimado por toda la sociedad, deja atrás la percepción negativa del mismo en la que
este era entendido como una fuerza represora que funcionaba en forma vertical. Por su
parte, Imízcoz José María (1996), dedica buena parte de sus estudios a explicar el
ejercicio y funcionamiento del poder desde las redes de relaciones que individuos y
colectivos sociales entretejen alrededor del mismo. Para el autor estas redes no son
más que redes de poder que se edifican mediante vinculaciones de afectos, de
negocios, de parentescos, de amistad y clientelares entre otras.

En cuanto al significado de signos y símbolos han sido fundamentales entre otros


los estudios de Chevalier Jean. Desde el Diccionario de los Símbolos (1991), fue
posible un acercamiento a la conceptualización de los símbolos y signos; de Schwarz
Fernando, en Mitos, Ritos, Símbolos (2008), plantea que los símbolos y signos logran

 
establecer una relación entre lo visible y lo invisible, lo concreto y lo abstracto; de Pross
Harry, en Estructura Simbólica del Poder (1989), establece que los símbolos permiten
conocer y entender la importancia que adquieren las personas o las cosas de acuerdo
al contexto en el que se ubican; Bork Paula y otros, Poder Simbólico como Herramienta
de Dominación (2006), refieren como los códigos simbólicos que construimos y
valoramos como parte de un colectivo nos permiten de una parte, justificar y
comprender el lugar que cada uno ocupa en la sociedad; y de otra, ayudar a sostener el
sistema de poder imperante; Literas Luciano, Poder Simbólico y Realidad Social (2004),
argumenta que la simbología del poder es un instrumento que nos impone una
determinada perspectiva de la realidad haciendo legítimo y perdurable las relaciones de
poder.

En esta misma perspectiva se han valorado las contribuciones de Bourdieu


Pierre, Espacio Social y Espacio Simbólico (1997); Jung Carl, El Hombre y sus
Símbolos (1997); Turner Víctor, La Selva de los Símbolos (1966). En general sus
aportaciones han sido fundamentales en cuanto al estudio de los signos y símbolos
como elementos que nos permiten acercarnos a la comprensión y funcionamiento de
determinada sociedad; Molero de Cabeza Lourdes, El Enfoque Semántico – Pragmático
en el Análisis del Discurso (2003), permite la comprensión del discurso como objeto de
estudio ya que devela significados y símbolos como parte del comportamiento de las
sociedades.

En cuanto a los aportes más específicos respecto al tema que nos ocupa, se
encuentran las contribuciones de Boto de Calderari María y Constant Marcelo,
Construcción y Legitimación del Nuevo Orden Político: Ideologías y Rituales, Jujuy
1810-1813 (2003); Campos Sánchez María, Viforcos Marinas María, Honras Fúnebres
Reales en el León del Antiguo Régimen (1995); Leal Carole, El Discurso de la Fidelidad.
Construcción Social del Espacio como Símbolo del Poder Regio (Venezuela siglo XVIII)
(1990); Garavaglia Juan Carlos, El Teatro del Poder: Ceremonia, Tensiones y Conflictos
en el Estado Colonial (1996), Manifestaciones Iniciales de la Representación en el Rio
de la Plata: La Revolución en la Laboriosa Búsqueda de la Autonomía de Individuo

 
1810-1812 (2004); Gutiérrez Ramón, La Fiesta Secular: Tradición, Obsecuencia y
Trasgresión (1997); Ortemberg Pablo, Algunas Reflexiones sobre el Derrotero Social de
la Simbología Republicana en tres Casos Latinoamericanos. La Construcción de las
Nuevas Identidades Políticas en el Siglo XIX y la Lucha por la Legitimidad (2004);
Quijada, Mónica, ¿Qué Nación? Dinámicas y Dicotomías de la Nación en el Imaginario
Hispanoamericano (1994); Ramos Sosa Rafael, La Fiesta Barroca en ciudad de México
y Lima (1997).

Asimismo, Nieto Soria José, Fundamentos Ideológicos del Poder Real en Castilla
(Siglo XIII-XVI); Ceremonias de la Realeza. Propaganda y Legitimación en la Castilla
Trastámara (1988), nos permite una comprensión del universo simbólico que
fundamenta las ceremonias, los actos de jura y los ritos como afianzadores del poder
político imperante en la monarquía; de Reyero Carlos, Alegoría, Nación y Libertad. El
Olimpo Constitucional de 1812 (2010), a través del estudio de las alegorías utilizadas
por la monarquía española durante el siglo XIX, nos acerca al entendimiento de la
simbólica del poder desplegada por el régimen monárquico para legitimar y afianzar su
posición a lo largo y ancho de todos sus dominios; Chicangana Yobenj, La
Independencia en el Arte y el Arte en la Independencia (2010), aborda el estudio y
comprensión de la independencia de Colombia a través de las expresiones pictóricas
como elementos simbólicos y legitimadores de la nueva estructura de poder.

Para el caso particular del que esta propuesta se ocupa en cuanto a los símbolos
y signos del poder han sido fundamentales referentes los estudios de. Berbesí de
Salazar Ligia; Vínculos, Símbolos y Poder en el Gobierno Provincial de Maracaibo,
1787-1812 (2002); Ceremonial y Poder en el Gobierno Provincial de Maracaibo a
Finales del Gobierno Borbónico (2000). En ellos la autora reflexiona sobre el ejercicio y
funcionamiento del poder, en particular se ocupa de la relación gobernantes
y/gobernados durante el periodo monárquico e inicios del periodo republicano. De
manera que aporta elementos sustanciales para el análisis del entramado del poder que
grupos familiares, amistades y clientelas tejen alrededor del ejercicio del mismo;
10 
 
Cabrera Geovanny, Fiestas Nacionales y Opinión Pública en Maracaibo 1834 – 1862
(2004), estudia la importancia de las fiestas nacionales que durante la segunda mitad
del siglo XIX, se celebraron en nuestro país, como forma de promover y legitimar el
ejercicio y funcionamiento del poder; Salvador José María, Efímeras Efemérides.
Fiestas Cívicas y Arte Efímero en la Venezuela de los siglos XVII – XIX (2001), explica
la importancia estratégica de las fiestas - desde la colonia hasta la instauración de la
república de Venezuela- como elementos legitimadores que hacían visible el orden y
poder imperante. Igualmente, refiere la trascendencia de la fiesta para la promoción
propagandística de los signos y símbolos del poder.

En la valoración del proceso independentista venezolano, coyuntura fundamental


en el análisis que aquí se ofrece, se tomo en cuenta las contribuciones entre otros de
François Xavier Guerra, Modernidad e Independencia. Ensayos sobre las Revoluciones
Hispánicas (1993). Desde su perspectiva del proceso de creación o invención de las
naciones americanas, el autor ofrece importantes aportes para la comprensión de la
problemática desencadenada en nuestro continente por los nuevos fenómenos de la
ciudadanía, la representación y la participación política; Hebrard Véronique, en
Ciudadanía y Participación Política en Venezuela. 1810-1830 (1999), nos ilustra sobre
la participación política y el acceso que a la misma tenían los ciudadanos de acuerdo a
su condición social. Al igual que sobre las transformaciones de que fue objeto el
sistema constitucional para el otorgamiento de la ciudadanía durante el proceso de
independencia. Aportaciones fundamentales en la comprensión de los alcances y
limitaciones de la nueva simbología, en el contexto de la construcción de la legitimidad
republicana.

En cuanto a la vertebración social de la sociedad colonial venezolana y el


conjunto de valores que regulaba la misma, han sido fundamentales los aportes
realizados en diferentes estudios por Pellicer Luis Felipe (2009). Sus contribuciones han
permitido comprender a la sociedad de antiguo régimen partiendo de sus valores, en
11 
 
particular el honor, la lealtad y la fidelidad que fundamentaba y normaba el régimen
monárquico.

De Carrera Damas Germán, se han tomado en cuenta dos estudios. De una


parte, Una Nación Llamada Venezuela (2006). Desde el mismo, fue posible la
comprensión de la ruptura con el nexo colonial en Venezuela como parte del proceso
de transformación y crisis de la sociedad implantada colonial, producto del agotamiento
de los factores dinámicos de la implantación, de las tensiones sociales entre los grupos
o castas entre otros. De otra, el Culto a Bolívar (1969), fundamental para precisar la
importancia de la figura del Libertador, como referente simbólico de unidad e
integración nacional en la legitimación de la república de corte liberal.

De Berbesí de Salazar Ligia, sus estudios relacionados con la Igualdad, la


Libertad, la Ciudadanía y la Opinión en la Temprana República (2007); y sobre la
conflictividad que por la representación, la participación y la ocupación de espacios de
poder generó en distintas localidades y regiones de la antigua capitanía general de
Venezuela, los cambios y transformaciones que impone el tránsito hacia la modernidad
política (2010), hicieron posible el análisis del entramado real y simbólico que individuos
y colectivos sociales significan entre antiguas y modernas sociabilidades.

Por su parte, las aportaciones que ofrece La Dra. Vázquez Belín, en


Independencia y Estado - Nación en Venezuela desde los Regímenes de la
Gubernamentalidad (2010); y De Instruir para la República de Ciudadanos Morales e
Ilustrados a Educar para la Ciudadanía Nacionalista en Venezuela, 1819-1920 (2010),
permitieron estudiar el proceso de estructuración y legitimación colonial del poder
“Moderno Estado Liberal Burgués.” A su parecer, los canales institucionales definidos
en el contexto de las leyes, constituciones y la instrucción pública entre otros son los
que marcan a lo largo del siglo XIX venezolano, la política nacional, que será la
encargada de regular la vida y relación entre los ciudadanos.
12 
 
Finalmente, los trabajos de Mondolfi Gudat Edgardo, José Tomás Boves (2005);
y de Brito Figueroa Federico, Historia Económica y Social de Venezuela (2005), han
constituido un aporte invalorable para el logro de los objetivos aquí propuestos. El
primero, por realizar la descripción del ceremonial acaecido en Caracas tras la llegada
de José Tomás Boves durante la coyuntura independentista. El segundo, aborda la
evolución que el término ciudadanía ha experimentado en nuestro país a través de los
textos constitucionales entre 1811 y 1830.

Desde estas aportaciones, esta investigación se planteo como objetivo general,


analizar la simbología del poder en el proceso de construcción de la república en
Venezuela entre 1808 y 1830, en el contexto de los procesos de cambios que derivaron
en la transición del antiguo régimen a la modernidad política. Para ello, fue preciso
realizar una reflexión teórico-metodológica sobre la conceptualización de la sociedad de
antiguo régimen, con el fin particular de determinar la lógica del funcionamiento social
del poder y su ejercicio; al igual, que la simbología que ratificaba y legitimaba unas
pretensiones de poder en y desde el orden y subordinación social. De esta reflexión fue
posible la identificación de los dispositivos simbólicos (Actos de jura, ceremonias,
rituales, canciones patrióticas, fiestas, signos y símbolos, entre otros), que legitimaron el
proceso de construcción de la República en Venezuela entre 1808 y 1830.

Una vez identificados estos dispositivos se procedió a explicar el significado de


los mismos en la legitimación del poder en la construcción de la República en
Venezuela entre 1808 y 1830. En particular, se hizo referencia a la jura de la
constitución monárquica en 1812 en diversas localidades del territorio. Además, a una
serie de ceremoniales; rituales y celebraciones cívicas; a la conformación de juntas de
gobierno como las realizadas en Caracas, Cumaná y Barcelona; a distintas
celebraciones patrias como las del 19 de abril de 1810 y 5 de julio de 1811,
celebraciones de un profundo simbolismo republicano ya que eran aceptadas como
momentos fundacionales del nuevo Estado; y a la llegada de algún líder militar en
alguna localidad. Acontecimientos que en medio de los avatares de la guerra se
13 
 
manifiestan no solo como afianzadores de un poder que se pretendía imponer, sino
también para calmar los niveles de conflictividad en buena parte de las distintas
provincias y localidades que se manifiesta en respuesta al reacomodo institucional que
los acontecimientos imponían.

Finalmente, se determinaron los alcances y límites de la nueva simbología en el


contexto de la construcción de una legitimidad republicana de corte liberal. Para ello se
procedió al estudio de las constituciones venezolanas de 1811, 1819, 1821 y 1830. A
partir de ellas fue posible abordar el marco jurídico institucional que define el carácter
de la ciudadanía republicana, y en consecuencia, los alcances de la nueva simbología
de corte liberal para la conformación del Estado Venezolano, en la que los referentes
simbólicos como los blasones políticos y la figura del padre de la patria Simón Bolívar
van forjando el camino hacia la consolidación de una conciencia nacional.

Metodología.

Para el análisis de la dimensión simbólica de la ruptura con la monarquía, y de


los alcances y límites de la nueva simbología republicana, ha sido fundamental la
aplicación del método histórico, entendido como el conjunto de pasos o procedimientos
que sigue el historiador para asegurar el correcto acercamiento al conocimiento
historiográfico propuesto (Aróstegui, 2001). Es decir, partiendo de unas posibles
problemáticas se procedió a la localización, arqueo y revisión de diversidad de fuentes,
esto para comprobar la factibilidad y utilidad de las mismas para el abordaje de la
investigación y lograr contrastar la información obtenida con el problema propuesto y
así dar cuenta de la realidad objeto de estudio. De esta manera, tal como lo señala
(Aróstegui, 2001), se asume que investigar y representar la historia no es meramente
descubrir cosas ocurridas en el pasado… sino dar cuenta de cómo las sociedades se
comportan y evolucionan en el tiempo.
14 
 
Una vez localizadas las fuentes se procedió a la clasificación y organización de la
información aportada, a través del fichaje y cuadros comparativos con la finalidad de
analizar los dispositivos discursivos y simbólicos que explican la dimensión simbólica
del poder en el transito del antiguo régimen a la modernidad política en Venezuela entre
1808 y 1830. A partir entre otros de rituales, ceremonias, fiestas, insignias, símbolos,
signos, canciones patrióticas y la conflictividad por la ocupación y uso de los espacios
de poder, se develan situaciones que explican la intensidad con que algunas capitales
provinciales como Caracas, Maracaibo, Valencia, Cumaná y Guayana significaron la
ruptura con la monarquía española, ya que ellas fueron escenario para la celebración,
la opinión y la disputa.

Esta investigación tiene como referente teórico-metodológico fundamental los


aportes ofrecidos por la historia socio cultural. En y desde la interdisciplinaridad
científica, esta corriente historiográfica se ocupa de develar la intrincada red de
relaciones - redes de poder, que individuos y colectivos sociales entretejen para darle
sentido y significado a la realidad social. De este modo tal como lo afirma (Rojas, 2010),
la historia socio cultural nos da pistas y nos ofrece caminos para abordar en su
complejidad el proceso de construcción de la realidad social.

Para la historia socio cultural la relación entre sociedad y cultura tiene sentido
porque son los individuos y las sociedades partiendo de una realidad especifica quienes
le impregnan de significado e importancia. En todo caso, como ciencia totalizante y
globalizadora, la historia toma en cuenta los supuestos teórico- metodológicos de una
multiplicidad de ciencias, y comprende que esas representaciones y practicas
simbólicas forman parte de una realidad tan compleja que por su naturaleza no pueden
ser abordadas ni comprendidas por una sola ciencia, sino que es necesario un
acercamiento a dichas realidades a través de un enfoque multi e interdisciplinar. Con
ello se logró un nivel de análisis más amplio, sistemático y riguroso, y en consecuencia,
una interpretación en conjunto del hecho abordado.
15 
 
En particular, el análisis e interpretación de símbolos, códigos y dispositivos
simbólicos preciso de herramientas conceptuales y metodológicas ofrecidas por el
análisis del discurso, la politología, la semiología y la heráldica entre otras. Desde sus
aportes fue posible la comprensión de la conformación de una estructura simbólica que
hiciera visible las nuevas ideas políticas más allá de las palabras. De ahí, que en las
alegorías, las imágenes, los blasones políticos reinterpretados ahora desde los ideales
liberales, subyace la necesidad de legitimar y reafirmar una nueva identidad política.

Fuentes.

Para el logro de los objetivos propuestos, esta investigación preciso de la


consulta de fuentes fundamentalmente documentales, bibliográficas, hemerográficas y
electrónicas. Una exhaustiva revisión de las mismas ofreció información valiosa
relacionada con el ejercicio del poder y su simbología en el proceso histórico
venezolano, de transición de la sociedad de corte antiguo a la sociedad moderna. La
información por ellas referidas hizo posible la investigación que aquí se presenta.

Si bien la revisión de fuentes fue exhaustiva, no fue posible por inconvenientes


propios de la naturaleza de la investigación, la valoración en su totalidad. Sin embargo,
la revisión realizada permitió la sustentación requerida.

Documentales - Manuscritas.

Estas fuentes han sido localizadas en el Archivo General de Indias en Sevilla,


España. Específicamente, en las secciones Audiencia de Caracas, Estado e Indiferente
16 
 
General, entre otras; ofrecen información oficial relacionada específicamente con los
hechos que ocurren en el territorio de la Capitanía General de Venezuela en el periodo
que aquí se estudia. De ahí, su valoración.

Es importante señalar que si bien se pretendió abordar las fuentes del Registro
Principal de Maracaibo, no fue posible el acceso a dicha documentación debido al cierre
de tal institución.

Bibliohemerográficas.

En relación a las fuentes Bibliohemerográficas, contamos de una parte, con


referentes teórico–metodológicos fundamentales para el desarrollo de la investigación
que nos ocupa. Han sido un valioso aporte aquellas relacionadas con el poder y su
simbología, entre ellos están los de Michael Foucault, Microfísica del poder; Harry
Pross, Estructura simbólica del poder; García Pelayo, Mitos y símbolos políticos; Víctor
Turner, La selva de los símbolos; Carl Jung, El hombre y sus símbolos; Fernando
Schwarz, Mitos, Ritos, Símbolos; Luís Ricardo Dávila, Imaginario político venezolano;
Bourdieu Pierre, Sobre el poder simbólico.

De otra parte, se han tomado en cuenta los libros y los artículos de revistas que
de manera general y específica nos acercan a esta investigación. Estas fuentes en su
mayoría constituyen una referencia valiosa en cuanto a los estudios y aportes
historiográficos que del período independentista conocemos. Destacan entre otros
Francois -Xavier Guerra, Modernidad e independencia; Juan Carlos Garavaglia y Juan
Marchena, América latina de los orígenes a la independencia; Véronique Hébrard,
Ciudadanía y participación política en Venezuela, 1810-1830; María Salomé Boto de
Calderari y Marcelo Constant, Construcción y legitimación de un nuevo orden político:
17 
 
ideología y rituales, Jujuy 1810 – 1813; Pablo Ortemberg, Algunas reflexiones sobre el
derrotero social de la simbología republicana; José María Salvador, Efímeras
efemérides. Fiestas cívicas y arte efímero en la Venezuela de los siglos XVII-XIX.

En el caso de Venezuela valoramos los aportes de historiadores que han logrado


avanzar en la comprensión del proceso independentista y en la construcción de la
nación. Hacemos mención a Germán Carrera Damas, Una Nación Llamada Venezuela;
Belín Vázquez, Textos y contextos del ciudadano moderno en los orígenes de la nación
en Venezuela, 1811 – 1830; Carole Leal, El discurso de la fidelidad en la Caracas del
siglo XVIII; Ligia Berbesí de Salazar, Vínculos, símbolos y poder en el gobierno
provincial de Maracaibo 1787 – 1812, y El gobierno provincial de Maracaibo en la
gestación de la primera república 1799 – 1810; Federico Brito Figueroa, Historia
Económica y Social de Venezuela; Luis Felipe Pellicer, La Sociedad Venezolana de
1811 y Geovanny Cabrera, Fiestas nacionales y opinión pública en Maracaibo 1834 –
1862.

En referencia a los artículos publicados en revistas, se ha recurrido a un


significativo número de publicaciones relacionadas de una u otra manera con el tema
objeto de estudio. Entre las revistas más significativas para esta investigación podemos
señalar entre otras la Revista Nómadas, Universidad Complutense de Madrid; Indias,
Madrid – España; Cuaderno de la Universidad de Jujuy, Universidad Nacional de Jujuy;
Revista Opción, Universidad del Zulia; Procesos Históricos, Universidad de los Andes;
Utopía y praxis latinoamericana, Universidad del Zulia; la revista Historia Caribe,
Universidad del Atlántico; Tierra Firme, Universidad Central de Venezuela; Tzintzun,
Universidad de Michoacana de San Nicolás de Hidalgo; Revista Historia, Pontificia
Universidad Católica de Chile.

Estas publicaciones han permitido una aproximación a los avances teóricos-


metodológicos que se han hecho en torno al significado de la simbología del poder, y al
18 
 
estudio y comprensión de la ciudadanía en la sociedad de antiguo régimen y en la de
principios del período republicano ya sea en Venezuela o Latinoamérica.

Electrónicas.

Las fuentes localizadas por vía electrónica constituyen un invalorable aporte.


Hasta ahora para el estudio de la simbología del poder, contamos con las páginas:
http://estudiodelasociedad.wordpress.com; http://www.cecies.org; en relación al poder
disponemos de los portales http://www.rebelión.org y http://www.monografías.com. Otro
de los enlaces de la Web fundamentales es http://anhvenezuela.org; http: //redalyc.org,
http://laestancia.pdvsa.com, que ofrecen documentación sobre artículos de revistas
científicas arbitradas, algunos boletines publicados de la academia nacional de la
historia y demás información que aportan reflexiones teóricas – metodológicas
relacionadas con el tránsito del antiguo régimen a la modernidad política, fiestas,
ceremonias, canciones patrióticas, símbolos y signos u otros puntos relacionados con la
ciudadanía.

En ese sentido, la web ofrece gran cantidad de trabajos, publicaciones e


imágenes que representan un importante soporte para el desarrollo de la investigación
que aquí presentamos.

 
19 
 

 
20 
 
CAPÍTULO I.

REFLEXIONES TEÓRICO- METODOLÓGICAS.

El presenta capítulo ofrece una definición y comprensión de la sociedad de


antiguo régimen español, en particular de la sociedad española. En lo especifico se
destacan sus valores, practicas simbólicas y la red de poder que lo sustentaba, así
como la forma en que dicho régimen es trasladado desde la península hacia América,
desencadenando una cultura política que permite legitimar y significar simbólicamente
las relaciones, posiciones y poder social que se va a mantener en la colonia y que será
redefinido durante la formación de la república en Venezuela.

El Antiguo Régimen. Del poder su Ejercicio y Funcionamiento.

Por antiguo régimen se conoce el período histórico que vivió Europa entre 1500 y
1789, en la que valores sociales, códigos simbólicos y relaciones de poder caracterizan
una sociedad jerarquizada y estamental. En opinión de (Berbesí, 2002), esta
jerarquización sustenta una entramada red de relaciones – redes de poder que
entrecruzan y articulan parentescos, alianzas, clientelas, obediencia, autoridad y
filiaciones de cualquier tipo con el propósito de que un grupo social determinado
alcance legitimidad política.

Así, esta sociedad asume a sus individuos como un todo, es decir, un conjunto
de diversas interdependencias ya sean amistosas, pacíficas, inamistosas y conflictivas.
De ese modo, los acuerdos y desacuerdos entre familias, amistades y enemistades
pasaban del plano personal a situaciones que en gran medida influían y formaban parte
de los asuntos de gobierno, como también de los negocios y convenios.
21 
 
De ahí, que el sistema de valores que caracteriza a esta sociedad “honor,
fidelidad y lealtad -” contribuyeron al fortalecimiento de las relaciones afectivas y
simbólicas que unen y separan a los diferentes estamentos que integran la sociedad.
De ese modo, se construye un discurso que se expresa en insignias, símbolos, signos,
ceremonias y representaciones - asegurando así la legitimidad del poder regio. Estos
sistemas simbólicos tenían la finalidad de instruir al colectivo en lo relativo al orden y
subordinación, a la identificación de quién es quién, y de cómo se podía y se debía
actuar en los diversos círculos sociales (Berbesí, 2000).

Hoy según (Chartier, 1989: citado por, Berbesí, 2002), se admite que el discurso
en cualquiera de sus formas ha transitado en distintos momentos históricos
produciendo diferentes significaciones e interpretaciones en quienes lo escuchan y lo
leen. De ahí, que su conocimiento permita una comprensión de lo social y del mundo
que nos rodea.

Para Ligia Berbesí, el discurso es un instrumento de legitimación y justificación


del poder. Por lo tanto, no debe entenderse como algo uniforme ya que son sus
diversas características “autoridad, prestigio, lealtad, privilegio, valores, creencias y
representaciones” que como parte de la cultura política le dan consistencia, legitimidad
y significaciones propias y diferenciadas (Garrido, 1993: citado por, Berbesí, 2002).

En este sentido, el discurso debe de inscribirse dentro de la historia social,


centrada no solo en la simbolización de las imágenes sino también en las prácticas de
los actores sociales, con la finalidad de legitimar y significar simbólicamente las
relaciones, posiciones y poder social. En palabras de (Berbesí, 2002)

...“el antiguo régimen logró legitimarse mediante un


discurso en el cual prevalecen ideas de tipo
“religioso, sagrado, divino, sobrenatural” fundadas
22 
 
en el presupuesto intencional de la obediencia. De
esta manera la ideología...““fórmulas y las
estructuras del discurso mediante las cuales se
expresa.””Su objetivo es justificar una política,
defender el régimen político vigente y exaltar la
pertenencia a una comunidad. De alguna forma
simboliza el pacto entre gobernantes y gobernados,
asegurando así la legitimidad del poder.”

En consecuencia, el discurso en la época monárquica se representa a través de


valores, símbolos, poder, prestigio, lealtad, ceremonias, rituales, honor, fiestas, entre
otros. Para (Norbert, 1982: citado por, Berbesí, 2002), la sociedad cortesana del “ancien
régimen,” es una sociedad de orden estamental y de dependencias recíprocas que
unen y separan a los individuos. Por tanto, la relación de subordinación, sostén del
orden establecido engendra códigos y comportamientos que definen las posiciones de
los individuos en su relación colectiva.

Son los deberes, compensaciones y atribuciones las que dan consistencia y


perdurabilidad a la estructuración y estamento de la sociedad. De igual forma, los
códigos de comportamiento definen también la posición que detenta cada individuo. Por
esta razón, la sociedad cortesana logró concentrar en las manos de un solo hombre un
sinnúmero extraordinario de poder, en una relación que conlleva derechos y deberes
recíprocos que van a responder a la creciente y hegemónica centralización del poder.
De ahí que el poder del rey fuese considerado limitado, más no absoluto, es limitado por
la ley de Dios de quien el gobernante recibe la potestad, como por las leyes emanadas
en el reino. A raíz de dicha situación el rey forma parte de una red de dependencias e
interdependencias, en la que los individuos van a depender unos de otros y así
sucesivamente (Norbert, 1982: citado por, Berbesí, 2000).

En este sentido, es el discurso el que va a legitimar la relación entre el soberano


y sus súbditos, asimismo es un elemento cohesionador e integrador que involucra la
vida social y cultural…
23 
 
Efectivamente, el discurso en el antiguo régimen se distingue y caracteriza en
sermones, homilías, oraciones fúnebres, imágenes, actos oficiales, monedas, medallas,
decoraciones urbanas, estancias monárquicas, fiestas, espectáculos, etiquetas entre
otros; que al conjugarse le imprimen exaltación y poder tanto a la figura del rey como a
toda la política real (Nieto, 1993).

Estas formas de discurso envuelven al individuo en un mundo que no es ni


público ni privado. Es decir, en esta sociedad nadie tiene vida privada, todo el mundo
representa un papel público, dentro de ese entramado de dependencias e
interdependencias que dio pie a que las redes de clientela se hicieran cargo
consecutivamente de las funciones públicas y privadas (Berbesí, 2000).

A la luz de estas consideraciones, resulta importante aclarar cómo ha ido


evolucionando la conceptualización en torno a lo público y privado. Para ello se asume
las posturas de Ligia Berbesí,1 cuando nos aclara que dentro de la transformación de lo
público y lo privado existen dos momentos fundamentales en la historia que los definen.

Un primer momento, que abarca los siglos XVI Y XVII, donde no se había
producido una distinción clara entre lo público y lo privado, razón ésta que permitió que
el uso de los espacios individuales estuviesen marcados por un fuerte comportamiento
y racionamiento colectivo comunitario; de igual forma, los actos comunes de la vida
privada se realizaban de forma pública o estaban entrelazados dentro de la esfera
pública, finalmente en este período el Estado era administrado como un bien familiar.

En el caso del segundo período que va desde el siglo XVII al XVIII, ya son
observables ciertos cambios dentro de ese proceso “público y privado,” es decir, se
inicia una separación y fijación de fronteras entre lo público y lo privado, razón por la
                                                            
1
Al respecto la autora cita los trabajos de Norbert, 1982; Aries, 1992; Soriano, 1996; Hunt, 1992; Garrido,
1996.
24 
 
cual el espacio privado es separado del espacio público, quedando el primero
supeditado a la sociedad, a quien se le asigna el dominio de la esfera privada e
individual donde se supone que el Estado no debería tener poder. Para el caso del
espacio público, le será otorgado la definición y el ordenamiento a la esfera estatal o el
Estado, que ya comienza a construirse como el Estado Moderno.

En efecto, la sociedad de antiguo régimen según (Norbert, 1982), buscará en


todo momento la preservación y conservación del orden político y la subordinación
social, de ahí que la actuación del colectivo girará de acuerdo a su status, se les
otorgará derechos más o menos iguales, pero a ninguno se le permitirá prevalecer
sobre los otros. Es decir, que como sociedad estamental y jerarquizada encontramos
como cabeza del reino al rey quién es el que asegura la calma, paz y estabilidad de sus
posiciones ultramarinas.

Asimismo, en esta sociedad estamental, los valores son entendidos desde el


orden social. El honor, la fidelidad y la lealtad representan valores sociales que
cohesionaban los distintos estamentos de la sociedad de corte monárquico. De manera
que el honor se constituye como el valor social fundamental, y su reconocimiento era la
afirmación del poder que equivalía a una posición jerárquica o conducta social íntegra.
Para llegar a poseerlo se requería de la limpieza de sangre, riqueza y valentía. El
privilegio de tenerlo daba derecho a ostentar cargos político-administrativos, funciones
religiosas, ingreso a la educación y demás prerrogativas que aseguraban status, rango
y alta posición social (Berbesí, 2000). De ahí, que el honor se convirtió en el ordenador
de la vida de todos los hombres pertenecientes a esta sociedad jerarquizada y
estamental. En tal sentido, la persona que era privilegiada con este valor era digna del
respeto, admiración y aprecio que se hacía visible para el resto de la sociedad.

Según (Maravall, 1982), el honor en la sociedad de ancien régimen lo podemos


ubicar en dos sentidos, uno como discriminador y el otro como distribuidor de
25 
 
privilegios, comportamientos o reconocimientos. En tal sentido, la sociedad maneja los
valores de acuerdo a su condición social o jerárquica, posición que otros imitan,
legitimando así el status y el poder establecido.

Por tanto, el honor simboliza el premio, por responder a lo que se está obligado
socialmente dentro de la compleja ordenación estamental, pero es necesario que el
mismo sea reconocido públicamente para que sea legitimado y aceptado. Según
(Berbesí, 2000), la opinión de los demás y de los otros decide y asegura posiciones de
privilegio - “status” y rango social-.

En el contexto de esta sociedad jerarquizada, la exclusión sintetiza un complejo


de valores que se fundamentan en el honor, cuyo valor fundamental es la calidad. La
población era dividida de acuerdo a la calidad que debía de ser demostrada y
legitimidad. Y aunque la del blanco era la más valorada no bastaba solo con poseer el
color para tener honor. El llegar a poseerlo requería, según (Pellicer, 2009)

“Además de tener calidad de blancos y ser limpios


de sangre, es decir: no tener sangre de moros,
judíos o negros, para tener honor era necesario ser
descendientes de los primeros conquistadores y
pobladores, tener abolengo, ser noble y ser hijos
legítimos. Todos esos atributos, juntos, acreditaban
a los hombres que los poseían para ejercer
funciones y tener privilegios que sólo podía ejercer la
gente con honor. Entre éstos estaban: ocupar cargos
en el cabildo, ser oficiales de milicias de blancos,
estudiar en la universidad, ser sacerdotes, tener
hacienda y esclavos, usar espada, oro, perlas, y que
sus mujeres pudieran usar mantos y alfombras para
asistir a las iglesias.”

Asimismo, es importante mencionar que el honor proviene de un planteamiento


ideológico que se remonta a tiempos lejanos. De acuerdo a los argumentos de (Pellicer,
26 
 
2009), este se corresponde a una tripartición funcional de las sociedades feudales,
donde las funciones sociales están divididas entre quienes tienen honor y los que no lo
tienen. A los nobles le corresponde las funciones eclesiásticas, militares y
administrativas. El trabajo agrícola, artesanal y manual le corresponde a los que no
poseen esta virtud.

De ahí, que el honor en la sociedad de antiguo régimen actúa como fundamento


ideológico sobre los dominados y sobre los dominadores, haciéndolos aceptar como
normal el lugar que cada grupo étnico ocupa, según las relaciones de subordinación y
dominio (Pellicer, 2009).

En relación a la lealtad y la fidelidad, ambos valores eran de suma importancia


para esa sociedad de corte antiguo. Según (Berbesí, 2002), éstos explican la existencia
histórica de una red tejida de vínculos por quienes tenían el derecho a ejercer y
monopolizar el poder. A su vez, se reconocía los privilegios tanto políticos, económicos
o sociales.

En tal sentido, la lealtad demostró ser uno de sus valores más vigentes y
eficaces. De ahí, que el defender los interés económicos, el reconocimiento, status y
poder político resaltan la necesidad de una recíproca lealtad. Ya que existe una
persona divinizada que ha asumido el rol de defender y proteger a cambio de una
obediencia mutua, ser fieles y súbditos a la persona del rey.

De este modo, todos los privilegios o intereses son centrados y legitimados por la
figura del rey, que se erige como el representante de Dios en la tierra, por lo tanto se
asume como el protector o defensor del colectivo, con la finalidad de recibir obediencia
y subordinación. Dicho poder es consentido, aceptado y legitimado por la sociedad de
antiguo régimen. Así, la lógica del funcionamiento y subordinación social develan
27 
 
significaciones que conllevan a la idea del poder (Elías, 1982: citado por, Berbesí,
2002).

Al respecto, es importante señalar que este trabajo ha tomado algunas


propuestas teóricas sobre el poder y su ejercicio, con el fin de determinar el hilo
conductor de esta investigación, más sin embargo se especifica que no se estudiara y
analizara ampliamente las múltiples y complejas teorías sobre el poder, sino el
funcionamiento de dicho poder a través de las redes de relaciones en la sociedad
monárquica y su paso a la modernidad política en Venezuela.

El poder ha sido considerado en amplios sectores del mundo académico como


un fenómeno de la dominación, ya sea individual o masiva de un individuo sobre otros;
de un grupo o clase social sobre los otros. A pesar de esto, es importante tener
presente que la actual valoración teórico-metodológica de las ciencias sociales en
general, y de la historia en particular, ha aportado otros significados-. En esta dirección
apuntan las reflexiones que al respecto plantea (Foucault, 1992), y que esta
investigación considera conveniente destacar. Para el autor el problema del poder se
plantea siempre en los mismos términos: un poder esencialmente negativo que supone
por una parte un soberano cuyo papel es el de prohibir, y por otra, un sujeto que debe
de algún modo decir sí a esta prohibición. De ese modo, es importante resaltar que si el
poder hubiese sido percibido única y exclusivamente desde el ámbito de la represión y
la prohibición ¿creen que las sociedades a través del tiempo hubiesen tolerado por
siempre esa situación?

La única fórmula de poder (la prohibición) ha sido implementada en todas las


sociedades y bajo distintas formas de sometimiento. De ahí, que partiendo de una
definición negativa del poder se llega a una doble subjetivación, por un lado el poder
que se ejerce, es decir, el sujeto absoluto, real o jurídico que homogeniza la prohibición.
28 
 
Y por otro, el poder que se sufre que de igual forma se subjetiva, ya que tiende a
determinar el momento en que se dice sí o no al poder.

Así, el poder no está localizado aquí ni allí sino que transita entre los individuos,
y funciona a través de una organización reticular, y en sus redes circulan los individuos
ya sea en situación de ejercer o sufrir ese mismo poder.

“En esta perspectiva, los efectos del poder son


variados y se significan de diversas maneras. Así, un
cuerpo, unos gestos, unos discursos, unos deseos,
aunque sean identificados y constituidos
individualmente, son en sí mismos uno de los
primeros efectos del poder” (Foucault, 1992).

Desde la perspectiva de (Foucault, 1992), el poder no puede ser considerado


meramente como una fuerza o autoridad de índole negativo, sino que éste se encuentra
inmerso en la sociedad produciendo saber, placeres y discusiones. En consecuencia,
se entiende como una red que atraviesa y circula entre los individuos. Es decir, que se
ubica en cada una de las acciones materiales y simbólicas que éstos construye en su
condición de seres sociales.

Desde estas consideraciones, podemos afirmar que el poder se define en y por


una relación determinada entre los que ejercen y los que lo sufren. De ahí, que su
práctica se hace inconsciente al agente que la ejecuta o se vea influenciado por él.
Asimismo, el ejercicio del poder es señal de prestigio y refleja relaciones de
superioridad y de inferioridad…“la posición social que da acceso al poder solamente
puede convertirse en base de la estratificación y si este es permanente y está
institucionalizado” (Silva, 1998).

Es importante resaltar que el objetivo del poder en todo momento es la búsqueda


y alcance de su legitimación, y utilizará como medios o recursos la ideología, la
29 
 
creación de imágenes, el uso de las creencias, símbolos, implementación del ritual, la
ceremonia y religión. Más sin embargo, muchas veces es la tradición y costumbres ya
heredadas del pasado lo que ratifica su legitimidad. Para (Silva, 1998), la función que
debe tener el poder es:

“…el de coordinar la acción social y proteger a la


sociedad de sus propias fuerzas de dispersión
mantenerla cohesionada y organizada, evitar la
anarquía, promover y condicionar las adopciones que
no contravengan los principios fundamentales de
convivencia.”

Es decir, que el poder se hace necesario para el desarrollo y organización de las


sociedades. Pero el desarrollo del mismo debe de tener ciertos límites que propondrán
los mismos integrantes de esa colectividad, con la finalidad de crear en conjunto un
sistema de reciprocidad que asegure los derechos, obligaciones, responsabilidades y
valores de ambos bandos entre gobernantes y gobernados.

Por su parte (Imízcoz, 1996), entiende el poder como una capacidad de acción
pues extiende el disfrute de los recursos que se poseen al colectivo social según su
estatuto. Es así, que no sea solo imposición, autoridad, es también intercambio,
mediación, acomodación, resistencia u opinión.

De esta manera, en cada una de las acciones que las sociedades significan y
construyen se establecen relaciones de poder, ejemplos claros los observamos entre
los docentes y sus estudiantes, entre un monarca y sus vasallos o la iglesia y la
sociedad; en todos ellos vemos una relación en la que interactúan, negocian y aceptan
formas de poder que no necesariamente emanan de esos dirigentes o personas, sino
que de forma inherente el poder busca estar inmerso dentro de las sociedades.
30 
 
Al respecto (Heras, 1964: citado por, Berbesí, 2002), señala que el poder desde
el punto de vista social, se encuentra íntimamente ligado a la noción de autoridad, debe
entenderse como una relación y no como un atributo de las personas, de ahí, que es
reconocido como legítimo al ser aceptado por los demás y su eficacia es proporcional al
prestigio, a la jerarquía y estima social adquirida u obtenida.

En el antiguo régimen las relaciones de dominación, dependencia y


subordinación sobre las cuales se establece el poder, se constituyen legítimamente en
el derecho y en la antigüedad del linaje. Los individuos siempre se relacionan unos a
otros y en esas relaciones, se dependen mutuamente, por tanto, siempre se suscita una
jerarquía de poderes con base en los recursos de que se dispone (Berbesí, 2002). Es
decir, que en la sociedad de corte antiguo la procedencia, ascendencia y estatus de las
familias, les permitía al colectivo tener mayor ventaja y poder de aceptación dentro de
los círculos sociales.

Resulta evidente que el esquema de relaciones y de dependencias recíprocas,


que une y separa a individuos y colectivos sociales ratifica y legitima la autoridad y el
poder que ejercían diversos grupos privilegiados, vinculados unos a otros en una amplia
y fuerte red de lazos de amistad, negocios y familias con sus naturales relaciones de
dependencia y subordinación. A este respecto (Berbesí, 2002), sostiene que:

“Las redes de sociabilidad, en las que se interactúa


en el marco de normas, códigos y valores propios
del Antiguo Régimen, legitiman y confirman unas
relaciones de poder construidas en la devoción, la
lealtad, la fidelidad, el orden y la subordinación al
poder regio. Por tanto, develan una forma de
representación de la autoridad y el poder; a su vez,
significan una realidad representativa de una
sociedad.”
31 
 
Asimismo, entender el poder en el antiguo régimen, significa tomar en cuenta
toda una realidad política – institucional del rey y del reino, pero de distinta forma,
develando quién toma las decisiones y en que niveles de la organización política se
toman. El poder soberano reconoce en el rey la potestad para dirigir, derogar o
enmendar las leyes; mientras que los súbditos ejercen el poder legal y ejecutivo
mediante los mecanismos del aparato administrativo representado en las diversas
instancias que conforman el gobierno (Ares, 1993: citado por, Berbesí, 2002).

En tal sentido, el rey es un defensor, juez y ejecutor de la justicia, de ahí que el


correcto ejercicio de su función será de donde nazca el buen funcionamiento del Reino.
Con ello se contribuye a elevar la responsabilidad del monarca con respecto al
bienestar del reino, pues el vicariato, como consecuencia de su dimensión judicial,
impone al monarca la obligatoriedad de la rendición de cuentas ante Dios que es al que
está representando (Nieto, 1988).

Es pues, la figura del rey el elemento cohesionador del régimen monárquico y su


legitimidad abarca el plano social, cultural, económico y sobre todo político. De acuerdo
con (Berbesí, 2002), el rey es el jefe natural, la autoridad destinada a realizar los fines
religiosos, naturales y jurídicos encomendados por la naturaleza divina. La relación rey-
reino se expresa en solemnes promesas, convenios y pactos entre sí.

La relación de poder que caracteriza a dicha sociedad, se encuentra


representada en el rey - soberano que ejerce dominio sobre los individuos. Asimismo, el
poder es entendido en un entramado de redes que involucra a los colectivos sociales.
Poder que circula sobre la base de unas relaciones de dominación vistas y aceptadas
por los demás como algo normal y que se encuentra justificado por el derecho divino o
sagrado (Foucault, 1992).
32 
 
En la sociedad jerarquizada de antiguo régimen el sentido relacional del espacio,
del orden y de la subordinación social se devela en varias dimensiones como una
compleja articulación del Estado, lo que permite captar el poder y sus articulaciones en
redes sociales, concretadas en vínculos interpersonales. De ese modo, se reconstruye
el funcionamiento y socialización del poder en el entramado social que subyace en
relaciones consanguíneas, clientelares y amistosas que legitiman el ejercicio del mismo.

En consecuencia, se acepta que estas relaciones de amplia trascendencia


develan una manera de simbolizar o producir relaciones de poder entre individuos o
grupos que significan compromisos de fidelidad y lealtad en donde están en juego a su
vez, intereses particulares y monárquicos. De esta manera, las funciones públicas se
hallaban definidas por el estatus, el origen de las familias y la riqueza. De ahí que la
supremacía social, económica y política estaba limitada y legitimada a determinados
grupos sociales del momento.

Para (Cabrera, 2004), el ejercicio del poder se concretizaba en distintas


instancias: real, señorial, eclesiástica, municipal, corporativa… las cuales representaban
y simbolizaban el entramado social que articulaba intereses individuales y particulares
con los de la monarquía…

  De acuerdo a lo planteado, esta investigación abordará el poder desde la


perspectiva social ya que en primer término se ejerce dominio sobre los individuos y a la
vez, su ejercicio se efectúa de forma colectiva. Es decir, que el poder se articula a
través de una amplia red donde circulan e involucran todas las personas como un todo
ya sea en situación de ejercer o sufrir ese mismo poder.

En la sociedad de antiguo régimen, la autoridad es jerarquizada y asumida por el


colectivo como algo normal, el poder en ese sentido se busca legalizarlo utilizando
diversos medios como la moral y los valores sociales, es decir, se trata de darle
33 
 
legitimidad a las autoridades a través del mantenimiento y conservación de esas
creencias, normas y códigos permitiendo con ello la inclusión y aceptación libre por
parte de la sociedad.

Símbolos y Simbología.

Según el diccionario de los símbolos (Chevalier, 1991), éstos representan más


que el signo, llevan más allá de la significación al plano de la interpretación. Están
cargados de afectividad y dinamismo. En efecto, no son simple comunicación de
conocimiento, sino convergencia de afectividad. “Es por ello que los símbolos son el
instrumento más eficaz de la comprensión interpersonal, intergrupo, internacional, que
conduce a su más alta intensidad y a sus más profundas dimensiones.” El acuerdo sobre
los símbolos constituye un paso inmenso en la vía de la socialización. Quien penetra en
el sentido de los símbolos de una persona o de un pueblo, conoce en el fondo a ese
individuo y colectivo. Asimismo, los símbolos solo adquieren significado e importancia
cuando existe la intensión de que todo o parte del significado pueda ser entendido por los
espectadores.

Hoy se acepta que el ser humano es capaz de representar conscientemente su


realidad por medio de símbolos y signos y así, vincular lo tangible y lo representable, o
lo que es lo mismo, establecer una relación entre lo visible y lo invisible, lo concreto y lo
abstracto (Schwarz, 2008). De ese modo, la principal función de los símbolos es el
permitir la entrada a realidades inabordables de otra manera y penetrar a la vez, en la
conciencia del hombre con visiones desconocidas hasta entonces.

En tal sentido, señala (Eliade, 1964), el símbolo tiene varias dimensiones, pero a
la vez es suficiente para significar lo que buscamos conocer o entender. Sin embargo,
34 
 
siempre remite a otras significaciones que develan la peculiaridad multivalente y
simultánea del mismo, logrando así transfigurar la experiencia particular que cada quien
tiene con su realidad. Al respecto (Silva, 1998), advierte que los símbolos son la clave
de la naturaleza humana, y como lo hemos ya abordado tanto el signo como el símbolo
corresponden a realidades diferentes. En todo caso, opina García2 que los símbolos
son epífánicos, es decir, van más allá de lo que vemos. Activan la vida social y están
presentes en los diferentes recursos que las sociedades utilizan en su organización.
Todas las actividades, prácticas culturales y religiosas están inmersas en los sistemas
simbólicos.

Efectivamente, desde la capacidad mental de cada quien los dispositivos


simbólicos son los que permiten y reproducen la realidad, la interpretan e identifican, y
todo esto se logra a través de los símbolos. Así opina (Geertz, 1988),3 el hombre los
encuentra en los contextos culturales y los utiliza para dar sentido y orientarse en el
entorno social respectivo. Es decir, los símbolos son fuente de información.

De ese modo, tanto el símbolo como el simbolismo permiten de forma indirecta


que la conciencia se manifieste al mundo. Es decir, lo que no es tangible, hacen que se
represente a la conciencia a través de las imágenes. Así, se acepta de una parte, que el
simbolismo es una forma de conocimiento, expresión y comunicación; de otra, que la
actividad simbólica es de orden mental. En consecuencia, el objetivo del simbolismo es
ante todo explicar las ideas y hacerlas conocer (Schwarz, 2008).

Al respecto (Pross, 1980), afirma que el hombre vive no solo en un mundo


natural sino en un mundo que se encuentra cargado de simbolismo. Por lo que, desde
los sistemas simbólicos podemos conocer y entender el sentido e importancia que
tienen las personas y las cosas de acuerdo al contexto donde se encuentren inmersos.
                                                            
2
García, Nelly, 2010, “Lo simbólico, los símbolos y la simbolización. Posibles lecturas desde la
antropología I. Seminario dictado en la Facultad Experimental de Ciencias de la Universidad del Zulia,
Educación Continua. Marzo/Julio.
3
Idem.
35 
 
En esta consideración los códigos simbólicos, a su vez, son entendidos como
representaciones que instruyen acerca de la posición, el deber y el comportamiento que
cada individuo detenta dentro de la sociedad. Es decir, cómo se construyen realidades
determinadas: cómo se hace ver y creer, ratificar o convertir la visión del mundo,
siempre inherentemente ligada a unas determinadas relaciones de poder, en la que
inexorablemente los individuos dependen unos de otros. Dichas percepciones o
apreciaciones del mundo son interiorizadas automáticamente por el individuo,
desencadenando con ello el proceso que se conoce como naturalización, este proceso
según (Lander, 2000), es el mecanismo mediante el cual los patrones de
comportamiento de una sociedad especifica son asumidos como los únicos posibles,
deseables y naturalmente espontáneos dentro del desarrollo humano, De ahí, que éste
crea una concepción que lo que hace y construye es inherente a su condición social.

Con esta visión generalizada respecto al mundo social, existe la ventaja de parte
de quienes controlan y dirigen el poder, de ejercer más control sobre el resto de los
colectivos, de modo que al menor intento de resquebrajar la estructura ya sea política,
jurídica, institucional o social establecida; solo basta con acudir a las visiones ya
internalizadas y cultivadas por la sociedad para desaprobar y desechar lo que se
pretenda imponer, legitimando a la vez lo ya establecido (Bork y col. 2006).

En ese sentido, los símbolos constituyen vehículos de identificación, ya que


muestran valores y normas profundamente enraizados en la cultura que los utiliza
(García, 1991: citado por, Cabrera, 2004). Quien penetra en el sentido de los símbolos
de una persona o de un pueblo, conoce en el fondo a ese colectivo. Ello le permite a los
individuos definir su mundo, expresar opiniones, sentimientos y formular sus propios
juicios en torno a lo que les rodea. De esta manera, un símbolo puede representar
varias cosas al mismo tiempo (Turner, 1989).
36 
 
Por su parte (Chevalier, 1991), sostiene que los símbolos juegan con las
estructuras mentales ya que se le compara con esquemas afectuosos, funcionales y
motores. El acuerdo sobre los símbolos constituye un paso inmenso en la vía de la
socialización.

Para (Pross, 1980), Símbolos y signos dan la seguridad de que hay algo que
está en lugar de otro, pero al mismo tiempo transmiten la inseguridad de un constante
cambio. Es decir, que los signos como los objetos asignados y la conciencia que
interpreta cambian la posesión que se tenga de determinado signo, es una relación que
debe ser renovada y mejorada constantemente; ya que así como las sociedades
evolucionan, los dispositivos simbólicos deben de adaptarse y responder a las
necesidades materiales y espirituales de determinado colectivo.

Al respecto (Schwarz, 2008), afirma que el carácter arbitrario y convencional del


signo lo diferencia del símbolo. El signo generalmente señala objetos o cosas a las
cuales podemos tener acceso directamente; se compone de un significante y
significado. El primero, trata de lo físico; lo visible; lo palpable. El segundo, busca hacer
presente en su ausencia, lo invisible; el sentido y el contenido en sí.

En esta distinción (Jung, 1997), argumenta que el signo es siempre menor que el
concepto que representa. Es decir, su significado será siempre evidente e inmediato, y
como tal, afirma (Schwarz, 2008), puede ser totalmente convencional, porque indica
frecuentemente elementos materiales a las cuales podemos tener acceso directamente.

Por otra parte (Nieto, 1993), argumenta que los símbolos constituyen la
manifestación de una política de la posteridad. Es decir, determinados símbolos e
imágenes son valorados en cuanto que se consideren perennes, y en consecuencia, se
37 
 
heredan como parte del capital simbólico al que individuos y colectivos acceden en
reconocimiento de su honor y su prestigio.

En todo caso, la simbología del poder tiene la capacidad de imponer y legitimar


el punto de vista que se posea de la realidad, a la vez, hacer o lograr que sea
soportable y perdurable la relación dominantes - dominados. De ahí, que la percepción
que se tenga del mundo reside en la capacidad de imponer a través de la lucha
simbólica, los principios sobre los cuales será construida la realidad. Así, se asume que
el poder simbólico significa el hacer grupos a través de poder consagrarlos e instituirlos
(Bourdieu, 2000: citado por, Literas, 2004).

Una de las formas de constituir ese poder simbólico es haciéndolo a través del
discurso, ya que este último da consistencia al primero, porque impregna los hechos de
legitimidad, veracidad o deslegitimación. Es decir, que a través del discurso se logra
establecer los límites y alcances del poder.

Partiendo de estas consideraciones (Radford, 2004), al analizar la


conceptualización ofrecida al respecto por (Cassirer, 1957), llega a comprender como el
símbolo se encuentra dotado de un poder epistemológico, ya que a través de su
representación podemos acceder al objeto de estudio. En ese sentido (Radford, 2004),
toma como ejemplo la obra Historia de las Indias, de (Las Casas, 1951), donde
argumenta que durante el primer viaje de Cristóbal Colón en búsqueda de las Indias,
uno de sus capitanes Martín Alonso, al ver tierra firme, presupone que la Isla observada
no era Cuba sino el reino del Gran Khan. Lo trascendental de esa situación es que
Alonso continua ratificando y trata por todos los medios de enlazar el mapa cartográfico
que Florentino Marco Paulo había realizado de las Indias a estas tierras, en el cual era
evidente que los diversos accidentes geográficos que mostraba el mapa no
contrastaban en lo más mínimo con la realidad de ese espacio al que desembarcaron.
38 
 
Las Casas llegaría a demostrar en sus escritos que cuando el hombre desea y
concibe algo como verdadero lo sostiene y ratifica en su imaginario, y por ende lo toma
como real, es decir, “lo interpreta como una prueba de lo que realmente quiere ver”
(Radford, 2004).

Los símbolos han formado parte esencial de las sociedades, y es a través de sus
códigos simbólicos que muchas veces se ha logrado estudiar y conocer el
comportamiento, las creencias y las ocupaciones que los individuos ejercen en
determinada sociedad.

En el caso que nos ocupa, se ha tomado como referencia la simbología del poder
en la sociedad tradicional de antiguo régimen. En dicha sociedad los símbolos van a
tener una gran influencia en la conformación de las mentalidades de los colectivos,
incluyendo a los monarcas que utilizan diversas representaciones simbólicas (corona,
cetro, escudos, pendones reales, monedas entre otros), con la finalidad de hacer visible y
aceptable su soberanía. Así, se contribuía a ratificar el poderío que el rey detentaba
como máximo protector del mundo; gracia que era emanada de Dios, y por lo tanto
reconocida y legitimada por la sociedad en todas sus posesiones ultramarinas. Los
signos y símbolos justificaban el poder sacralizado del monarca, y determinaban las
relaciones y posiciones que los individuos ejercían como sociedad cortesana4.

Desde estas consideraciones, la investigación aquí propuesta al analizar la


dimensión simbólica de la ruptura con la monarquía hispánica entre 1808 y 1830, en la
jurisdicción de la antigua capitanía general de Venezuela develara la conformación
progresiva de una nueva simbología y de un nuevo imaginario, indispensable en la
construcción del Estado liberal/republicano, que al calor de la guerra de independencia
se pretendía instaurar. En el contexto de la conflictividad por mantener espacios de
poder, y de los avatares de la guerra, es indiscutible la imposición de unos símbolos y

                                                            
4
Al respecto consultar Berbesí, 2002.
39 
 
signos del poder, que legitimaran los hechos y la nueva realidad política. En efecto,
republicanos y monárquicos-, tendencias en pugna-, utilizaron todo tipo de imágenes,
de emblemas y de alegorías para significar sus propuestas.

Actos de Jura; proclamación de la constitución de 1812; manifiestos en defensa


de la patria, de la religión y del rey; discursos de carácter político y religioso entre otros,
develan de una parte, el real significado y las dimensiones de las redes de relaciones-
redes de poder; de otra, las aspiraciones, las angustias y los temores de quienes
personificaban las tendencias en pugna.

En todo caso, en acuerdo con (Reyero, 2010), de lo que se trata es de hacer


visible los fundamentos del poder. La puesta en escena de unos símbolos y de unos
signos siempre lleva consigo una intencionalidad política, por lo que muy bien se les
pudiera calificar como armas de combate.

Ceremonias y Ritos.

Las ceremonias y los ritos son actos laicos y profanos de la vida civil, en algunos
casos se llevan a cabo dentro del contexto mágico religioso. En tal sentido, advierte
(Silva, 1998), a pesar de la diferencia existente entre los ritos y ceremonias en algunos
momentos de la vida pública encontramos a ambos entrelazados.

“…en numerosas ocasiones de la vida social es


preciso remarcar el significado de un acto, tanto
profano como religioso, a veces entremezclado en
determinadas celebraciones: la misa y el Te Deum
de las paradas, conmemoraciones y efemérides de
las ceremonias cívicas, la ceremonia del matrimonio
40 
 
civil dentro de la iglesia después del rito religioso,
como se ha establecido últimamente”.

Es decir, que ambos se relacionan en momentos claves del ser humano,


nacimiento, desarrollo, matrimonio, muerte entre otros. Asimismo (Leal, 1990), afirma
que las ceremonias son actos de acciones públicas ordenadas como prácticas que van
hacer introducidas ininterrumpidamente generando en el colectivo una costumbre
inmemorial o tradición.

Los ritos y las ceremonias contribuyen a establecer, confirmar o transformar las


relaciones de poder existentes entre los que protagonizan ya sea en niveles distintos
dichos acontecimientos. De ahí, que las ceremonias constituyen un medio
incuestionable de hacer creer en la legitimidad del poder político de quien lo ostenta
(Nieto, 1993).

Ambos actos tanto los ritos como las ceremonias deben ser considerados partes
integrantes del sistema político y de la estructura de poder, no deben entenderse como
elementos secundarios de un sistema político o como una máscara que intenta ocultar
la manera de cómo se ejerce el poder, sino que deben de ser asimiladas como formas
de poder en sí mismas (Nieto, 1993).

En la sociedad de antiguo régimen, la ceremonia permite garantizar y exhibir en


todo momento la lealtad y fidelidad que deben mostrar los súbditos del reino hacia el
monarca. De manera que las ceremonias las podemos ubicar dentro de lo público y lo
privado, la primera realizada en la calle, de forma organizada e intencionadamente
multitudinaria y su finalidad es la propaganda, la segunda, efectuada en el interior de un
edificio, palacio o templo, esencialmente jurídico-político siendo su función la
legitimación de un determinado poder (Nieto, 1993).
41 
 
En la sociedad cortesana de “ancien régimen” las ceremonias simbolizaban la
distinción entre el rey y sus súbditos, así como entre los diversos rangos cortesanos, es
decir, que la superioridad jerarquizada de unos con respecto a otros era claramente
evidente. En este sentido, los objetos y espacios del quehacer ceremonial dicen algo
más que su literal significado funcional, pues dictaminan una intencionalidad social
(Leal, 1990: citado por, Berbesí, 2000).

De ahí, que las ceremonias son actos que permiten legitimar, ratificar o glorificar
una estructura de poder, es decir, que contribuyen a afianzar y asegurar el poder regio
existente. Por ello, las insignias y símbolos utilizados en las ceremonias representan y
simbolizan las desigualdades sociales propias de la época, asimismo, son indicativos
de la mayor o menor importancia que se tiene en la jerarquía de la representación del
poder (Berbesí, 2000).

En consecuencia, el acto ceremonial con perspectiva política en el antiguo


régimen simboliza la fidelidad, la lealtad, y la subordinación de los súbditos al monarca,
a la vez de, glorificar y consolidar el poder regio existente. En efecto (Garavaglia,
Marchena, 2005), mencionan que el ceremonial, “… era un medio para mantener el
orden social, que expresaba ciertas relaciones sociales mediante un determinado
comportamiento ritualizado.” Es decir, en el ancien régimen contaban con una
estructura social bien delimitada y jerarquizada donde cada individuo tenía una función
específica que cumplir. Situación que era aceptada y aprobada por el colectivo. En ese
sentido, toda posible transformación en el ceremonial ponía en peligro el orden
estamental que ya poseía la sociedad.

A la luz de estas consideraciones, el objetivo central de las ceremonias y los


rituales es el legitimar el control y el ordenamiento de la sociedad. Es así, como en el
antiguo régimen fueron utilizadas para dejar ratificado la jerarquía y el orden existente
entre gobernantes y gobernados.
42 
 
Los Juramentos.

Los actos de jura forman parte de las ceremonias, de ahí que su valor permite
legitimar y aprobar fervientemente el poder establecido, y más si este se realiza dentro
del contexto político ya que su trascendencia es mucho mayor. En el antiguo régimen
los actos de jura por parte del monarca o de la corte real, representaban un recurso
ceremonial legitimador al que se acudía en los momentos de crisis, como mecanismo
para la reconstrucción de unos fundamentos políticos existentes (Nieto, 1993).

Por otra parte, los juramentos que los colectivos hacen al rey y al reino, tienen
como objetivo el confirmar la legitimación política del monarca, a cambio de una total
fidelidad, es decir, que el acto de jura representa un símbolo que permitirá sellar o
mantener las lealtades de los súbditos hacia la corona. Según (Berbesí, 2002), estos
remiten también a unos rituales ya sea de carácter público o institucional. De ahí, que la
iglesia, la plaza, la calle servían de espacio para que las autoridades, civiles,
eclesiásticas, políticas, militares entre otros; expresaran a través de la jura fidelidad y
legitimidad a toda la monarquía.

De acuerdo a los planteamientos de (Berbesí, 2002), durante ese período los


actos de jura tomaran dos rasgos definitorios que pervivirán a través del tiempo, lo oral
y lo escrito, cada uno con ventajas y efectos que ratificaran en un panorama más
amplio la justificación y confirmación del poderío real. De ahí que, los juramentos
constituían la garantía que el rey-reino tenían para mantener o reestructurar de acuerdo
al caso, el sistema político al que representaban.

Evidentemente, en el caso que aquí nos ocupa durante los inicios de la república
en Venezuela, los actos de jura también son tomados como prácticas simbólicas
legitimadoras del nuevo orden que se intenta establecer, es así, como de jurar al rey a
la monarquía, ahora las autoridades republicanas y la sociedad en general juraran por
43 
 
la patria que en adelante será parte esencial de los símbolos, que buscara junto con los
otros referentes simbólicos la cohesión y representación de la Nación.
44 
 
45 
 
CAPÍTULO II

DE LA NUEVA SIMBOLOGÍA.

En el contexto de símbolos, valores, actitudes y comportamientos de orden


tradicional, la construcción de la república requiere legitimar una nueva simbología
institucional y política. Así, cada ceremonial y cada acto público pone en escena
símbolos y signos que significan los cambios que en todo caso, se hacen necesarios
para imponer los principios que aseguraran y consolidaran efectivamente la estabilidad
de la nueva república.

Es evidente que signos y símbolos de poder, visibilizan una intencionalidad


política, y develan el significado y alcance que en el caso venezolano, entre 1808 y
1830 tienen las nuevas ideas.

En esta consideración, este apartado aborda de acuerdo a las fuentes


disponibles, algunas manifestaciones alegóricas-, actos de jura, festividades, rituales,
diversiones y espectáculos públicos-, que aunque en el contexto de referentes de corte
antiguo, intentan de uno u otro modo expresar las recientes circunstancias políticas.

Siguiendo a (Nieto, 1993), los símbolos y los signos plasman su valor en tanto
que se les considera no sólo como afirmación del poder, sino también, como sustento
de su legitimación y eficacia propagandística. En ese sentido, ceremonias, ritos, fiestas,
símbolos, signos y canciones patrióticas entre otros contribuyen a instituir y a confirmar
unas relaciones de poder, en las que gobernantes y gobernados, pretenden simbolizar
el nuevo escenario político.

De cualquier modo, los símbolos se hacen legitimadores ya que logran


sustentarse a través de una realidad edificante que presenta las imágenes como
46 
 
verdaderas, una visión fehaciente de los que se vive en la historia y que
convenientemente pretende servir como fundamento de los ideales provenientes del
ancien régimen que entrelazados con los principios liberales – republicanos comienzan
a tomar gran relevancia en todas las provincias venezolanas a partir del siglo XIX.

De todos modos, a partir de la escenificación de signos y símbolos, el fin es de


una parte, generar opinión y apoyos; de otra, legitimar el nuevo discurso que personifica
la nación de corte liberal. Discurso que progresivamente se impone y sustituye el de la
lealtad y de la fidelidad a la monarquía y al rey.

Efectivamente, este nuevo escenario requiere de otros actores y de otras


significaciones, y para ello las ceremonias como actos confirmatorios y ratificadores,
son fundamentales. En opinión de (Leal, 1990), ellas envuelven símbolos verbales y no
verbales como, por ejemplo, inclinar la cabeza, la ubicación de alguna autoridad real
sea en una ceremonia u otro acontecimiento, un gesto, un pendón, enarbolar una
bandera entre otros. Así, se les considera como instrumento esencial en la estabilidad
del orden político.

En el caso que aquí nos ocupa, es evidente de un lado, que el derrotero que
muestra la crisis de la monarquía española; y de otro, las propias dinámicas internas
que definen ocupación y uso de los espacios dejan sentir sus consecuencias. De un
lado, los defensores de la monarquía; de otro, los defensores de la república. Estas
posturas se ponen en escena en los diversos espacios de acción y de opinión, y
develan la presencia aunque muy tímida de nuevos imaginarios y de nuevos
significados. En todo caso afirma (Berbesí, 2000), si bien cada celebración, cada
ceremonia y cada acto representaba y ratificaba los valores sociales de fidelidad y de
lealtad de los vasallos a la monarquía, a la religión católica y a la patria entre otros; se
advierten ya públicamente los deseos, las intenciones y la necesidad de significar los
47 
 
ideales de la libertad y de la independencia. En adelante, las luchas se van a desarrollar
en estricta correspondencia con estos ideales.
Los Actos de Jura

El acto de jura representa el símbolo de la conciliación y entrega de los súbditos


con la monarquía, que implica fidelidad y obediencia. Es este el sentido que se da por
ejemplo, a la jura de la constitución española de 1812, fervientemente proclamada en
buena parte de los territorios de la extinta capitanía general de Venezuela. El
ceremonial con que se festejo devela una especie de pacto social que involucró a todos
por igual, pues el objetivo era el bien común, muy bien explicitado en el texto
constitucional gaditano de 1812.

De ese modo, dicho texto es adoptado y apropiado por todos; pues en sí,
simboliza el deseo de participación colectiva, de patria y de libertad. Para (Reyero,
2010), su jura se asume como un ritual con el que se quiere demostrar el triunfo de la
libertad sobre el despotismo.

Legitimar e imponer los cambios consagrados en el texto constitucional, ahora,


máxima expresión de libertad, de igualdad y de justicia rige el camino para su difusión y
aceptación. Lo que se impone pese a todo, es la necesidad de legitimar y reafirmar una
nueva identidad, y en ello, tal como lo ha señalado (Reyero, 2010), la constitución en si
misma representa un referente de identidad distinto al de súbdito.

La proclamación de la constitución en algunas localidades y regiones de la


antigua capitanía general de Venezuela, se asumió como una festividad pública de
carácter memorable y ratificador de unas nuevas pretensiones de poder. En Caracas
por ejemplo, el 29 de noviembre de 1812, se juramentó el texto constitucional en la
plaza mayor de la ciudad. Acto presidido según el ceremonial de la época por el
48 
 
gobernador y capitán general. Como máxima autoridad de gobierno, Domingo de
Monteverde junto a su ejército asistió a la misa solemne cantada por Mons. Narciso Coll
Y Prat; seguidamente, salió en procesión junto a las demás autoridades y ciudadanos
para que la población fuera partícipe del ceremonial, y a la vez, manifestaran fidelidad
al nuevo símbolo que estaban presenciando: la constitución (Salvador, 2001).

La plaza mayor con el retrato de Fernando VII y un epígrafe que señalaba su


esplendor, la fidelidad de sus vasallos y el amor que su pueblo le profesaba, se
encontraba decorada con palmas y ramos según tan importante acontecimiento. El
centro estaba cubierto con alfombras y damasco rojo, al frente y a los lados se hallaban
inscripciones que exaltaban la majestuosidad y grandeza del régimen monárquico
(Salvador, 2001).

Esta exaltación iconográfica de Fernando VII, muestra el uso de un símbolo


eminentemente político con el que se quiere imponer la institucionalidad monárquica. Al
parecer de los liberales de turno, no irreconciliable con el mensaje constitucional. De lo
que se trata, señala (Reyero, 2010), es de significar a Fernando VII, como el promotor y
responsable de sancionar y promulgar la nueva ley.

De igual manera para ratificar el poder monárquico, en las esquinas norte, sur y
este de la plaza mayor se encontraba el batallón de voluntarios de Fernando VII
uniformados y apertrechados, mientras que en la esquina oeste dos cañones que
apuntaban hacia el escenario donde Monteverde clamó ante toda la multitud “soldados
de las Españas: vais a oír la constitución política de la monarquía española, hecha por
la felicidad común por las cortes generales y extraordinarias del reino. Atended” (Gaceta
de Caracas, 1812: citado por, Salvador, 2001).

Luego de ser leído el texto por horas, Monteverde procedió a jurarlo, con la mano
puesta sobre el devocionario y el crucifijo juro guardarle fidelidad y asumir el
49 
 
compromiso de hacer cumplir y dar a conocer lo planteado en la nueva carta magna.
Como acto político de escenificación pública, su jura convoco a variados sectores
sociales, pues la ocasión ameritaba la concordia, la armonía y la aceptación de todos.
Seguidamente, al compás de música en honor a la constitución, a la madre patria y al
monarca, hubo salvas de artillería y fusilería. En las casas consistoriales se ofreció
banquetes y en la noche una iluminaria general por tan importante acontecimiento.

Tras lo ocurrido en Caracas, las demás provincias pertenecientes a la antigua


Capitanía General de Venezuela, buscaban de la misma manera demostrar al rey y la
monarquía, su absoluta fidelidad y entrega a la nueva constitución monárquica de 1812.
Para ello, recurren a la organización y realización del ceremonial y a las sucesivas
fiestas; con ello, pretendían exhibir la mayor ostentosidad, como símbolo del amor y
veneración de los vasallos a su amado soberano.

Así, por orden del Gobernador político de la ciudad de Maracay y del Teniente de
Justicia Mayor don Monseñor Martín Domínguez, el pueblo del Guapo, a partir del 23 de
julio de 1812 celebra con un gran festejo la publicación y jura de la constitución política
de la monarquía española, sancionada por las cortes generales y extraordinarias de la
nación promulgada en Cádiz. Como acto político de significativa importancia, las
autoridades del pueblo se organizaron para dar cumplimiento al ceremonial que
merecía tan digno acontecimiento.

De ese modo, se ordeno a los vecinos a entapizar, limpiar y asear sus casas con
la decencia que el caso merecía, sobre todo las ubicadas cerca del lugar en el que
pasarían las autoridades-, desde el tribunal hasta la esquina de Don Ysidro
Colomedas-, y desde allí hasta llegar a la iglesia (AGI, Caracas, 178).
50 
 
Los vecinos deberán iluminar sus casas por tres noches consecutivas,
manifestando su entusiasmo, regocijo y respeto con la finalidad de que tan importante
evento perviviera en la memoria del pueblo.

Asimismo, se envió un oficio al venerable cura párroco del pueblo Don Fernando
Amezquita, para que en obsequio a tan sagrada función, solemnizará una misa
cantada en acción de gracias al espíritu santo, acompañado de las personas blancas
más respetables y demás autoridades de la jurisdicción (AGI, Caracas, 178).

Igualmente, se celebró el ceremonial al son de la música, caja militar y salvas


que incluían discursos y cámaras que mostraban la grandeza que representaba la
constitución como símbolo legitimador de la monarquía. Precisamente, la finalización
del ceremonial devela la importancia concedida a este acto. Como muestra de
concordia y de voluntad colectiva-, autoridades civiles, eclesiásticas y el pueblo-, todos
congregados en la iglesia parroquial se confunden para solemnizar armoniosamente y
dar testimonio de reafirmación y reconocimiento de su libertad.

De igual forma, en el Puerto de la Guaira no se pasaría por alto dicho


acontecimiento. Desde el 4 de junio hasta finales de mes el presidente de la
municipalidad Don José Catusla junto a las demás autoridades, acuerdan prestar
juramento a la carta constitucional. Diputados, ministros de hacienda pública, el
contador y sargento mayor de la plaza, comandantes de artillería y el administrador de
la renta nacional de correos entre otros reunidos y por mandato del referido presidente,
inician los actos oficiales. A tal efecto, Don José Catusla dispuso en las manos del
sargento mayor de la plaza en la forma siguiente:

“Jurando de pie derecho, y con las manos puestas


sobre el libro, abierto, de los Santos evangelios i
guardar y hacer guardar la constitución política de la
51 
 
monarquía española… y ser fiel al Rey a lo que
contestó: Si Juro. Y seguidamente el Ciudadano
Presidente recibió igual juramento de la Diputación
en Cuerpo, y en particular a cada uno de los
Ciudadanos jefes de corporación…” (AGI, Caracas,
178).

Concluida esta ceremonia el ciudadano presidente y demás autoridades se


dirigen al lugar destinado para la publicación de la constitución. Es de suponer que
dada la importancia de dicho acto, se presume su realización en un espacio público
como una plaza o calle principal. Desde allí, el magistrado Don José Catusla en esta
ocasión en medio de las salvas de artillería, dio inicio con su juramento al acto. Luego
en compañía de los vecinos se dirigió al magnífico tablado decorado con diversas
inscripciones, emblemas y alegorías que incluían al sagrado código llevado en un
almohadón regado de flores, junto a cuatro (4) niñas vestidas de ninfas5 dentro de un
carro tirado por los principales ciudadanos de la localidad. Mostrando en todo momento
entusiasmo, alegría, respeto, exaltación y vivas a la constitución, a la nación y al rey.

Al llegar al recinto de la augusta ceremonia las ninfas se dispusieron a subir al


magnífico tablado junto a las autoridades presentes, quienes se colocaron en sus
respectivos asientos, bajo un templete magnifico que en sus cuatro arcos sostenían
inscripciones, emblemas y alegorías alusivas a la ocasión. El presidente procedió a
tomar la constitución del almohadón e inclinándose dio principio a su lectura alternando
enseguida con los demás municipales (AGI, Caracas, 178).

Los visitantes guardaban silencio en señal de obediencia y veneración mientras


escuchaban de las autoridades el sagrado y sabio contenido. Concluido este acto se
colocó la constitución en el carro para recorrer las principales calles del pueblo y leer en
varios parajes artículos de la carta magna, siempre entre vivas y libre exaltación de
todos los presentes, que no dudaron ni un instante en cargar sobre sus hombros por

                                                            
5
Las ninfas son deidades griegas que suelen ser utilizadas para representar atributos como la justicia, la
libertad, el conocimiento, la patria entre otros.
52 
 
varias ocasiones el carro, no encontrando sus corazones mejor muestra de la total
fidelidad y amor a los símbolos que representaban el poder y legitimidad de la
monarquía.

La forma en que es movilizada la carta magna-, puesta sobre un almohadón


regado de flores junto a cuatro (4) niñas vestidas de ninfas, dentro de un carro que era
llevado en hombros por los vecinos de la localidad-, hace una alusión casi perfecta de
algunos ceremoniales de corte religioso en el traslado de vírgenes, santos y deidades
con lo cual no solamente se aseguraba la unión y legitimidad religiosa de dicha
constitución sino que además se reafirmaba la grandeza e importancia de la
mencionada carta magna.

En cuanto, a la denominación utilizada para referirse a la constitución una vez


más, se observa la utilización de la religión para legitimar el simbolismo constitucional.
Es decir, se acepta o al menos para muchas culturas es así, que los libros religiosos
mas importantes como la Biblia, el Talmud, los libros Veda, el Corán entre otros son
considerados sagrados; es por ello que al afirmar que la constitución monárquica era un
sagrado código, simbólicamente se iguala con estos textos y por consiguiente se le
confiere una legitimidad casi absoluta y divina. Al respecto (Reyero, 2010), sostiene:

“… la adaptación al lenguaje constitucional de


referentes religiosos se puede analizar en dos
planos diferentes, uno que afecta a la comprensión
intelectual del proceso como empresa trascendental,
y, por lo tanto, sagrada, lo que tiene sus
consecuencias visuales y, sobre todo, rituales; y
otro, más concreto, que implica la utilización precisa
de símbolos procedentes de la religión para dar
trascendencia al texto constitucional.

La iglesia como símbolo visible e ineludible del poder que caracteriza a la


sociedad de corte antiguo, se hace presente en estos actos. Su presencia busca no
53 
 
sólo invocar la bendición divina para resguardar el orden político ya restituido, sino
también, su legitimación. En consecuencia, el templo como espacio referencial es
adornado e iluminado con el mayor gusto posible por su venerable Cura Párroco José
Vicente Vergara, que inflamado con un gran entusiasmo ofreció un solemne Te Deum
en acción de gracias a la constitución y a la santa religión. Evidentemente, la alegoría
religiosa acompaña al orden político que se pretende renovar al amparo constitucional
de 1812.

Igualmente, el ceremonial establece el camino a seguir para visibilizar y


personificar la debida atención a los valores constitucionales que darán continuidad a la
nación española. Luego de la alegoría religiosa, entre las salvas de artillería y otras
demostraciones de júbilo, las autoridades y demás ciudadanos se encaminaron a la
casa del gobernador entonando vivas y aclamaciones, que incluían al presidente y la
distinguida diputación. A su vez, durante los ocho (08), días feriados decretados por la
municipalidad para la celebración, se ordenó la realización de bailes y comedias para el
disfrute de todo el pueblo, por lo que el tablado estuvo habilitado hasta las once (11) de
la noche para que disfrutaran hasta la hora pautada con el mayor orden, decoro y
sinceras vivas y jubilo extraordinario. Igualmente, se ordenó la iluminación general, y la
decoración de los frontis de las casas con varios emblemas y poemas que exaltaban la
paz y la unión fraternal.

“Pueblo de America imitad al virtuoso y digno de la


guayra imitad su moderacion, su generosidad, su
verdadera exaltacion politica. Hemos visto planteada
el nuevo regenerador sistema sin la menor
contrariedad con un voto general y unanime. Hemos
visto la grande obra de la reunion de unos corasones
hasta ahora divididos por la falta de politica unica
cura a mal tan terrible” (AGI, Caracas, 178).

Evidentemente, la calidad del ceremonial y festividades en la Guaira hablaba del


deseo de sus vecinos por mostrar la adhesión al pacto social que tenían con la
54 
 
monarquía. Además, se logró demostrar la prosperidad económica del puerto a pesar
de todas las convulsiones políticas en las que estaba inmersa Venezuela.

En todo caso, el acto de jura supone de entrada la confirmación de todos los que
participan de la legitimidad política de la constitución monárquica que define por sí
misma una utilidad concreta del acto ceremonial a realizar. Por lo que, durante todo el
proceso independentista los juramentos pretendían fortalecer y mantener al máximo la
total fidelidad de los vasallos con su rey. Y qué mejor que los códigos simbólicos para
sostener de forma indirecta las estructuras de poder ya existentes.

Al respecto (Nieto, 1993), señala que los conceptos de fidelidad en estos casos,
actúan como justificadores de la celebración sea a través festividades o ceremonias,
que en definitiva, tratan de poner en relieve el comienzo de una nueva etapa política,
convirtiéndose así el acto de jura en el símbolo que representa el nuevo intento de
reconstruir las lealtades políticas.

Por ello, los actos ceremoniales fueran de uno u otro bando mostraron
fervientemente la necesidad de legitimarse y reafirmarse a la vez. Es así como los
defensores de la monarquía creyeron con gran certeza que las alegorías6 podrían
representar mejor el espíritu redentor de la constitución. En ese sueño se revelan todas
las aspiraciones, miedos, las concesiones, las renuncias y las certezas de un
pensamiento en el que se pretendía involucrar a toda la sociedad en un esperanzador
camino hacia el futuro (Reyero, 2010).

De esta manera, las celebraciones públicas contribuyeron no solo a presentar los


cambios políticos existentes, sino que también dichas festividades tenían el objetivo de
mitigar el pánico en la sociedad y que a la vez fueran utilizadas no solo como elementos

                                                            
6
Trata en definitiva, de hacer visibles los fundamentos del poder (Reyero, 2010).
55 
 
ratificadores de determinado poder, sino que junto a ese escenario superficial las fiestas
permitieran un culto de aprobación a los códigos simbólicos que se hacían presentes.

Precisamente, por tratarse de un acto público tan ostentoso-, la ceremonia y


festividades en la Guaira-, perseguía una doble intencionalidad por un lado la de llamar
la atención de todos los súbditos hacia el ritual y por ende a la legitimidad monárquica, y
por otro, que tan magnánima festividad quedara grabada en la memoria colectiva como
un acto de reafirmación de los valores y virtudes del antiguo régimen. En ese sentido
(Reyero, 2010), argumenta que la constitución política de la monarquía
pretendía…“perpetuar más y más en la memoria de las generaciones presentes y
venideras un día y una hora tan deseada, como necesaria su observancia”.

Otros actos de jura a la constitución política de la monarquía fueron los ocurridos


en la provincia de Coro y en el Valle de Escuque provincia de Maracaibo en julio de
1820. Su majestuosidad y esplendor develan su importancia. La significación alegórica
a los mismos, así como la pompa y fastuosidad con las que dichas poblaciones
celebraron, evidencian las pretensiones de poder y, como tal, la intencionalidad política
de quienes lo controlan y lo dirigen.

…“ Vista la orden del Excelentisimo Señor General


en Jefe y Comisionado Regio Don Pablo Morillo que
se recibio a las nueve de la noche del dia de ayer
con repiques de todas las campanas y con el mayor
aplauso y gusto de guantos entendieron; cumplan,
guardese y executese como en ella se previene a á
ese fin anunciere al publico por bando con la mayor
solemnidad tan laudable providencia y que se
publicará y jurará la Constitución política de la
Monarquia Española el dia veintinueve de los
corrientes a las cuatro de la tarde, que és el qué su
Señoria Acordó con los Señores Alcaldes Ordinarios,
Don Mariano Arcaya y Don Antonio Navarrete…”
(AGI, Caracas, 178).
56 
 
Así, con el decoro y solemnidad del caso, las autoridades de estas comunidades
hicieron participes a todos los pobladores de su jurisdicción de tan significativo
acontecimiento. Por ello, se ordenó a todos los vecinos a que adornasen sus casas con
toda la magnificencia posible, limpiando y aseando las calles sobre todo las ubicadas
por el lugar que iba a pasar la carreta. Asimismo, esa noche y las siguientes se
iluminase toda la ciudad no dejando de manifestar su entusiasmo y regocijo en señal
del amor a nuestro amado rey representado en los símbolos que se hacían visibles.

En ese sentido, luego de fijar los carteles en los lugares públicos y


acostumbrados se procedió el día veintinueve (29) a las cuatro (4) de la tarde en la sala
capitular con el respaldo del señor gobernador político militar e intendente de esta
provincia coronel de los ejércitos nacionales Don Miguel Correa y demás autoridades se
dirigieron a la plaza de la parroquia donde se encontraban las tropas de artillería e
infantería con la gran concurrencia de vecinos de diferentes clases, y subiendo al
tablado diseñado para la ocasión se dio inicio a la lectura de la constitución. Una vez,
finalizada la misma, el señor alcalde Don Mariano Arcaya tomó juramento al señor
gobernador que hizo por Dios y por los Santos Evangelios de guardar y hacer guardar
la constitución política de la monarquía y ser fiel al rey, por lo que enseguida el señor
gobernador recibió juramento de las demás autoridades presentes (AGI, Caracas, 178).

Seguidamente, se realizaron salvas de artillería e infantería acompañadas de


“vivas a la nación, al rey y la constitución,” dirigiéndose al mismo tiempo los citados
señores a la sala capitular acompañados por las tropas y vecinos que aclamaban
constantemente a la nación, al rey y la constitución.

Posteriormente, se celebró misa y se canto un solemne te deum en honor a la


constitución, desde ahí el señor gobernador tomó el juramento del pueblo y el clero
presente concluyendo el acto con salvas de artillería.
57 
 
De igual forma, el Valle de Escuque provincia de Maracaibo rindió honores al
nuevo símbolo de la monarquía, la constitución. Para ello, Don Juan Antonio Chuecos
teniente de justicia mayor, en compañía de los vecinos más destacados del pueblo se
juntaron en la sala de la audiencia para organizar dichas festividades.

Se diseño una especie de teatro ricamente adornado e iluminado, que se


diferencia a los anteriormente señalados en las otras provincias de Venezuela ya que
mostraba en su interior el retrato de nuestro soberano Don Fernando VII con
inscripciones en su honor, “Viva la nación, Viva la constitución y Viva el rey” (AGI,
Caracas, 178). En las significaciones de la época, el retrato de una dignidad política
como la del monarca, tenía la intención de ratificar, de una parte, el hacer visible y
presente simbólicamente el poder regio, de otra, promover la idea de la majestad divina
del Rey como protector del mundo.

De acuerdo a lo planteado (Reyero, 2010), sostiene que se observa la inclusión


de ciertos atributos a la figura del monarca, particularmente el de ser presentado como
el rey salvador de la patria.

Asimismo, se realizó el acto de jura entre las autoridades y el pueblo presente,


efectuando repiques de campanas, tiros, iluminación general, toques de cajas y otros
instrumentos musicales que incluían bailes y demás diversiones permitidas por el jefe
superior de esta provincia (AGI, Caracas, 178).

Incluyendo, en los días siguientes la misa solemne cantada con te deum, en


acción de gracias por la ocasión. Lo que nos permite comprender, que el ceremonial
religioso era indispensable ya que representaba uno de los signos más visibles de la
monarquía. En ese sentido, el acto litúrgico llevado a cabo simbolizaba al igual que la
58 
 
jura el clímax de todas las festividades. Es decir, la religión ratificaba el poder del rey
heredado de Dios.

Para dar por concluida las festividades en el Valle de Escuque el teniente de


justicia mayor organizó en su casa una rica mesa de refrescos, que incluían bailes y se
sirvieron unas onzes rumbosas a todos los concurrentes para festejar por la ocasión
(AGI, Caracas, 178).

De igual manera, el pueblo de Maracaibo para 1812 da muestras de la lealtad a


la monarquía y expresa que el llamado de Caracas a constituirse independiente del
gobierno de España, solo produjo un efecto contrario a lo esperado por la junta central,
es decir, “la fiel y leal Maracaibo, se mantendrá obediente a su monarquía y a su rey.”
En consecuencia, como clara manifestación no solo del control político que se tiene de
la ciudad, sino también, de la necesidad de advertir a todos y a todas de la defensa de
los intereses reales, mediante dispositivos de carácter eminentemente simbólicos,
interpretados y aceptados por la mayoría de la sociedad; se ordena una vez jurada la
constitución que en acto público se quemen los papeles subversivos e irreligiosos, al
igual que las banderas alusivas a la independencia (AGI, Caracas, 177).7 Con la plaza
mayor como escenario, se pretende demostrar la total desaprobación a los símbolos
sediciosos, y en consecuencia, la sucesiva fidelidad del pueblo a la causa del rey.

Con la quema en la plaza pública de estos referentes simbólicos-, Propaganda


sediciosa y banderas-, que representan la causa patriótica la cual progresivamente
comienza a revolucionar a las provincias venezolanas, se pretende de una parte,
ratificar la necesidad de todos por significar y valorar su lealtad a la monarquía;
asegurando así a la madre patria la subordinación de sus súbditos. De otra, advertir de
la exaltación y la consolidación ante todo el colectivo, de la constitución política
gaditana de 1812 confirmada por las cortes extraordinarias de la nación.

                                                            
7
El documento no hace alusión al contenido de los papeles.
59 
 
En consecuencia, durante todo el proceso emancipador la corona intentará en
todo momento, y más en tiempos de crisis reforzar todo el andamiaje simbólico que
permitirá significativamente afianzar el poder regio existente.

Queda demostrado que los actos ceremoniales ponen en escena un sin número
de códigos simbólicos, que materializan y sacralizan el poder reinante. Es decir, un acto
público se transforma simbólicamente en un hecho muy importante con la sola inclusión
de un retrato del rey Fernando VII, esto porque al incluir tal símbolo en el ceremonial, se
traslada toda la autoridad y el poder del monarca a dicha celebración, lo que representa
que lo invisible se haga visible y lo común se vuelva sagrado e importante. Asimismo, la
jura permite afianzar el pacto de fidelidad entre los gobernantes y gobernados. En
opinión de (Chartier, 1992), signos y símbolos van más allá al manifestar las
pretensiones de los que controlan y ejercen el poder, es decir, se determinan
posiciones, relaciones y estatus en cada grupo o clase social a la que se pertenece.

Ejemplo de lo anterior, son algunas ceremonias de índole religioso donde se


observa la presencia de las autoridades políticas y económicas, el conjunto de la
sociedad allí reunida acepta que dichas personalidades por su significación simbólica
merecen un tratamiento especial y de hecho tienen reservado un sitial de honor,
comúnmente en los asientos más cercanos al altar, por lo que todo el colectivo en
presencia de las autoridades implícitamente o tácitamente aceptan y legitiman la
diferenciación, el posicionamiento y el estatus social de cada grupo.

De igual manera, las celebraciones realizadas en Maracaibo para septiembre de


1812 dan cuenta del júbilo demostrado en esta provincia por la constitución política de
la monarquía española, su patriotismo y fidelidad absoluta al rey.8

                                                            
8
El detalle completo de la celebración se recoge en AGI, Caracas 177.
60 
 
“Por lo que se levantaron tres hermosos tablados y
los adornaron con alegorías, y jeroglíficos alusivos a
la dignidad, heroísmo y demás virtudes de la nación,
con lo que se lego, y hizo la constitución por los jefes
militares y tropas el 25 de septiembre y se publico
solemnemente el 26” (AGI, Caracas, 177).

Durante los días 25, 26 y 27, de las festividades hubo iluminación general y en la
casa del gobernador se colocó una vistosa inscripción que decía “Viva la nación, Viva la
constitución, Viva el rey”. En el último día las autoridades civiles y eclesiásticas juraron
la constitución, acto realizado en la casa del gobernador donde celebraron con un gran
baile y abundantes refrescos tan digno acontecimiento.

El día 26 se realizó el juramento en la plaza mayor, y el pueblo ahí reunido con


gran entusiasmo y en espera de presenciar la jura en defensa de la constitución,
aguardó a las autoridades civiles y eclesiásticas para efectuar la lectura y juramento de
la carta magna. Seguidamente, diez militares a caballos perfectamente uniformados que
llevaban en el escudo de sus gorras ricamente guarnecidas las inscripciones de, Viva
Fernando VII, procedieron a su publicación (AGI, Caracas, 177).

Las fiestas continuaron los días 1, 2 y 3 de octubre, hubo por la mañana y tarde
corridas de toros a cuya diversión es muy “aficionado este pueblo”. Dichas corridas
fueron organizadas por las autoridades municipales de la ciudad, pero ante y debido a
las dificultades económicas que se estaban presentando por los avatares de la guerra,
los gastos fueron asumidos por las elites locales, con ello, pretendían demostrar su
compromiso con las distintas autoridades de gobierno y con los intereses que
representaban.

Para el 4 de octubre se preparó un globo aerostático de treinta y dos vueltas de


circunferencias, pintados de hermosos colores con las inscripciones de “Viva la nación,
Viva la constitución, Viva el rey” y fuegos artificiales que engalanaron la velada (AGI,
61 
 
Caracas, 177). Con ello se pretendía algo más que la simple recreación su objetivo en
este caso, ratificar los sentimientos de lealtad y fidelidad a Fernando VII. Según
(Cabrera, 2004), los globos aerostáticos se convirtieron en medios de comunicación que
representaban los ideales en pugna.

Para asegurar todo lo necesario y la mayor pulcritud en el manejo de dichas


festividades, las autoridades debían de garantizar paz y tranquilidad, “que es la señal
más clara de la obediencia y respeto a la santa constitución como símbolo legitimador
de la monarquía” (AGI, Caracas, 177).

Por ello, los sistemas simbólicos engloban códigos, normas, conductas y valores
que son propios en la sociedad cortesana, y que a la vez determinan el lugar y la
función de cada individuo dentro de ese entramado social. En efecto, cualquier
eventualidad sean fiestas, ceremonias, rituales, actos de jura, entre otros lo reflejan. Lo
que se impone ahora es significar al igual que en la sociedad tradicional la
demostración espontánea de la total fidelidad, lealtad política y social hacia el rey y la
institucionalidad monárquica.

En ese sentido, es trascendental señalar el significado y funciones de las


celebraciones pues al igual que en el pasado reciente, engloban un sistema de
deberes, compensaciones o retribuciones que hacen posible su existencia y contribuyen
a su conservación. De ahí la importancia de la jura como ente que legitima y consolida
públicamente la superioridad de la institucionalidad monárquica y lo que ello implica
(Berbesí, 2000).
62 
 
Las Juntas de Gobierno y el Juntismo.

Al igual que los actos de jura la formación de juntas defensoras de los derechos
del rey, una vez declarada la acefalia de poder, está revestida de gran significado
político, esto porque en su ceremonial se evidencian toda una serie de códigos
simbólicos que buscan afianzar el accionar de los miembros, de ahí la pertinencia en
comprender algunas de las juntas que se llevaron a cabo en nuestro territorio durante el
proceso emancipador.

En Cumaná por ejemplo, tras deponer al gobernador Don Ensebio Escudero en


la subversión de 1810, los nuevos representantes encabezados por el teniente coronel
Dignísimo Gaspar de Cagigal señalaron que la destitución del gobernador se debía a su
insistencia en no querer nombrar una nueva junta en Barcelona ya que ellos no
representaban al rey, y por lo tanto el juramento era ilegal (AGI, Caracas, 437A).

Ante la situación, las nuevas autoridades constituidas procedieron a


desconocerlo e instaurar la nueva junta de Barcelona propuesta por Caracas,
nombrando como presidente al teniente coronel Dignísimo de Gaspar de Cagigal. De lo
ocurrido se dio parte a Caracas y otros lugares de la provincia para que no aceptaran
más autoridad que la ya constituida (AGI, Caracas, 437A).

Para celebrar la instauración de la nueva junta, el 27 de abril tuvo lugar en


Cumaná la primera concurrencia de la misma con el ceremonial que el caso ameritaba.
Así, a las 4 de la tarde todas las autoridades locales y provinciales se dispusieron para
ir a la iglesia parroquial con sus insignias de laso tricolor, donde se canto el tedeum
landarmis correspondiente con salvas de artillería en alegoría al establecimiento del
nuevo gobierno; los habitantes declararon a la junta el tratamiento de alteza: el de
63 
 
excelencia a los dos presidentes y el de señoría a todos los vocales…” (AGI, Caracas,
437A).

El hecho de instaurar y legitimar la nueva junta, y que a la vez haya sido una de
las primeras preocupaciones de las autoridades proclamadas, devela la relevancia de
promulgar este código ceremonial ya que la junta apuntaba a la construcción de una
nueva estructura del poder, donde los símbolos representarían el elemento legitimador
del nuevo ideal político que comenzaba a surgir.

Asimismo, la junta de Barcelona en un primer momento afecta y dispuesta a la


defensa del régimen monárquico, y posteriormente se suma a la causa republicana. En
todo caso, sus afectos por un bando u otro, intentaban exaltar y afianzar los códigos
simbólicos, normas, valores e incorporar los rituales dentro del ceremonial, como
muestras de aceptación del orden y la subordinación social del ancien régimen, que
continuaba vigente, y que a la vez permitía la aprobación y aceptación espontánea por
parte de la sociedad cumanés de los hechos que se estaban sucediendo.

En consecuencia, cada uno de estos actos simbólicos, expresan elementos de la


estructura social y política de la sociedad cortesana. Tal como lo señala (Garavaglia,
1996), cada uno de los partícipes parece un actor recitando una obra de teatro ya
escrita y que, aparentemente, es inmutable. Pero no es así, sino que por el contrario
está viva y su guión es objeto de disputas y luchas.

En este contexto, la instalación del congreso general de Venezuela también


representó un acto ceremonial de suma importancia ya que al momento de su
establecimiento en Caracas, marzo de 1811, no solo se vivía en plena guerra de
independencia sino que España se encontraba bajo la invasión napoleónica que
buscaba el control y dominio de las posesiones españolas, de ahí, que la creación de
64 
 
este congreso representaba el rechazo al poderío francés, la defensa de la monarquía
española y el resguardo de todas sus posesiones ultramarinas.

Al respecto, los diputados electos se reunieron en el salón de la junta suprema


conservadora de los derechos de Fernando VII, para luego marchar a la catedral y
asistir a los oficios religiosos precedidos por Mons. Narciso Coll y Prat, ante quien los
diputados juraron defender los derechos del Rey y oponerse a toda posible invasión y
dominación que intentara impedir la independencia de las provincias venezolanas.

Para tan importante acontecimiento Francisco Isnardi describe, que se ordeno


erigir un templo o monumento en el palacio de gobierno, decorado suntuosamente para
la ocasión e iluminado en cada uno de sus cuatro frentes; en los cuales se dispusieron
cuatro orquestas, a las que la multitud presente seguía, entonando las canciones
patrióticas. Asimismo, se encontraba un arco, “… y a la sombra de un denso árbol, una
hermosa mujer con una espada en la mano derecha y una pluma en la izquierda que
representaba a Venezuela afirmando que: “A la sombra del árbol de la libertad
Venezuela escribe su constitución y la defiende” (Salvador, 2001). Al parecer, este árbol
se encuentra en las iconografías diseñadas por la sociedad patriótica, por lo que podría
constituir uno de los símbolos más utilizados por la elite gobernante del momento
(Cabrera, 2004).

De igual forma, para la ocasión se adornaron ostentosamente con signos y


símbolos alusivos los principales edificios e instituciones públicas de la capital. Más sin
embargo, a diferencia de las celebraciones en honor al rey, ahora se presentan los
retratos de los precursores de la independencia José María España y Manuel Gual,
además de una majestuosa estatua que representaba a Venezuela con todo su
esplendor y gloria.
65 
 
Gran parte de estos referentes simbólicos fueron inducidos mediante ceremonias
y rituales que ya eran reconocidos y legitimados por todos, hecho que fue sumamente
beneficioso debido a que si bien se estaba planteando un cambio, el mismo no debía
representar una trasformación radical y totalmente nueva que no guardase ningún tipo
de relación con los vínculos identitarios que ya se poseían.

Festividades y Diversiones.

En la Venezuela del siglo XIX el poder que se impone según (Salvador, 2001),
utilizará las fiestas cívicas,9 como instrumento político de autopropaganda y control
sobre la sociedad. Con la finalidad de asegurar la fidelidad y lealtad de los súbditos, el
resguardo a las instituciones políticas, la aglutinación y aceptación del orden existente.

En consecuencia, a lo largo del siglo XIX las fiestas se hicieron más notorias
sobre todo en los tiempos de crisis cuando se buscaba exaltar y conmemorar con gran
júbilo las entradas triunfales de los realistas o patriotas según fuese la situación política
en la que se encontraban las provincias de Venezuela. Asimismo, se conmemoraran las
fechas que estaban cargadas de un alto contenido simbólico para la naciente república,
tales como el diecinueve (19) de abril de 1810 y el cinco (5) de julio de 1811.

Interesa destacar, el regocijo que el pueblo de Caracas manifestó tras la llegada


de José Tomás Boves el día 16 de julio de 1814. Sus tropas fueron recibidas con el
mayor júbilo y muestras de total fidelidad del colectivo a la causa del rey (AGI, Caracas,
62).

                                                            
9
Son las solemnidades públicas de índole patriota.
66 
 
Para tan importante acontecimiento el propio monseñor Narciso Coll y Pratt
espera a Boves tras su llegada a Caracas, deseoso de brindarle un caluroso
recibimiento, hasta tal punto de ofrecerle la sede arzobispal para su hospedaje e incluso
llegar a decir, “que después de Dios era a este jefe militar a quien le debía la vida.”

“…En esta recepción – apunta un testigo- “venía un


gran concurso de pueblo, y hubo música, fuegos
artificiales y se echaron a vuelo las campanas.”
Serían en total unas cinco mil almas las que estarían
aguardando a Boves…” (Mondolfi, 2005).

Asimismo, los acontecimientos de la gesta independentista serán tomados como


días de fiesta nacional ya que constituirán fechas esenciales que ratificaran e irán
forjando los valores republicanos, como por ejemplo el 19 de abril de 1810 y el 5 de julio
de 1811. Con estas celebraciones a lo largo del siglo XIX las autoridades republicanas
encabezadas por los presidentes de turno se desvivirán por el logro, mayor
majestuosidad y trascendencia de estas solemnidades patrias, lo que nos lleva a
comprender que cada una de las actividades desarrolladas forman parte de ese capital
simbólico, que pretendía exaltar a la patria y sus líderes con la finalidad de darle
cohesión y significado a la nación que se intentaba construir.

Es así, como para conmemorar en 1814 su cuarto aniversario, los balcones de la


municipalidad caraqueña se tapizaban con los colores de la bandera de la República
que se ondeaba en el balcón central, la fachada de la referida sede era iluminada para
tan importante acontecimiento. Como complemento se incluían los despliegues
musicales, redobles de campanas, procesiones patrióticas, fuegos artificiales,
iluminación total de la ciudad, salvas de siete cañones al amanecer, te deum en la
catedral de cada 19 de abril, carreras de caballos, espectáculos nocturnos, globos de
aire caliente e inclusión de templetes o pabellones muy bonitos y bien decorados en la
plaza mayor, en su cima se exhibían figuras simbólicas que representaban el corazón y
eficacia de la libertad (Salvador, 2001).
67 
 
De igual manera, en toda Venezuela se celebra el 5 de julio, fecha que se
conmemora la declaración definitiva de nuestra independencia. La misma fue
proclamada con gran júbilo en Caracas el 14 de julio de 1811 por orden de Francisco de
Miranda. Para dichas festividades se realizaron redobles de campanas, misa con te
deum, se enarboló la bandera republicana en los edificios públicos y en la plaza mayor
entre salvas de artillería la capital permaneció iluminada por tres noches consecutivas
(Briceño, 1954: citado por, Salvador, 2001).

Se distribuyeron por toda la ciudad, notas con versos en las que invitaban al
pueblo a decorar e iluminar las fachadas de sus hogares. También se realizaron
diversos espectáculos que incluían prácticas de corte antiguo, con la inserción de
nuevos elementos que tienen la finalidad de exaltar la grandeza de la patria libre e
independiente del yugo monárquico.

A la luz de estas significaciones, la fiesta representa por una parte, la necesidad


del espíritu humano de vivir y de compensar de alguna u otra manera las adversidades
y situaciones que se experimentan a diario. Por otra, desde lo político significa y ratifica
una forma de hacer política que privilegia la sociedad heredera del orden tradicional que
no dejo de ser la excepción, por lo que se recurría a las festividades como un escape
ante tanta rigidez que significaba el pertenecer a un mundo jerarquizado con tantos
códigos de comportamiento y estatus que lo definía.10

En ese sentido, de un bando u otro las fiestas buscaban en todo momento


exaltar la importancia de los valores provenientes de la ortodoxia católica, la
jerarquización social y el reconocimiento de la tradición como elementos legitimadores
de la sociedad.11

                                                            
10
Véase Ramos, 1997.
11
Al respecto, consúltese a Campos, M. Viforcos, M. 1995.
68 
 
Es decir, la fiesta al igual que otros sistemas simbólicos persigue en el colectivo
una serie de sensaciones visuales: imágenes, decoraciones o epígrafes; auditivas como
canciones y discursos con la finalidad de captar la devoción voluntaria de los pueblos a
la causa realista o patriótica.

La Música como Símbolo de Identidad Nacional.

La guerra de independencia sin proponérselo quizás alentó valores y


sentimientos encontrados-,identidad, justicia, patriotismo, libertad, igualdad entre otros-,
significados ahora en el discurso de la “felicidad pública”, con el que se pretende unir a
todos, encontró en la música una forma más de apuntalar el ideal republicano. En otras
palabras, con la música como símbolo legitimador y cohesionador, se pretendió formar
a los republicanos que se requerían para alcanzar la consolidación de la república. De
ahí, el empeño de las voces de la emancipación en su difusión.

Al estudiar la trascendencia de la música como símbolo cohesionador de la


sociedad utilizado por el bando republicano para justificar su proyecto de
independencia. Ernesto Mora, Jean González y otros, señalan que

“Las luchas armadas entre los americanos y


españoles por el control del territorio se consustanció
con la competencia por el control de un conjunto de
elementos culturales en los cuales las personas se
veían representadas. De esta manera, los grupos en
pugna esperaban que el control de los elementos
culturales e identitarios de la población garantizara la
adhesión a sus respectivas causas. Entre este
conjunto de elementos culturales utilizados por los
republicanos para cohesionar a la sociedad en torno
a las representaciones colectivas de la nueva
69 
 
nación, la música jugó un papel estelar” (Mora y col.
2010).

En ese sentido, las loas en coplas y demás musicales de índole popular


constituyen elementos culturales que definen la identidad de la sociedad venezolana,
que se transforma a raíz de todo el proceso emancipador y conlleva a una nueva
organización socio-política, donde la música juega un papel central en la lucha por la
redefinición como uno de los símbolos emblemáticos y sobre todo representativos del
ideal republicano.

En medio de tantas disputas, cada cántico era ofrecido en honor a la nueva


nación y a los héroes que han hecho posible el surgimiento de la patria venezolana. El
gloria al bravo pueblo de Andrés Bellos y Lino Gallardo; La canción americana de J.
Picornell y Lino Gallardo; A Bolívar canción patriótica de Lino Gallardo; para los
libertadores del sur de José María Isaza; Visita del libertador, de Juan Meserón y la
Canción patriótica en obsequio al Libertador 1825, entre otras, constituyen ejemplos al
respecto.12

En ese sentido, cabe destacar la trascendencia de nuestro himno nacional que


surgió como un canto que expresaba todo un sentir revolucionario y patriótico nacido a
raíz de los sucesos del 19 de abril de 1810. En el imaginario político de la época, esta
canción se concibe y se interioriza para demostrar la opresión en la que España nos
había sometido por más de 300 años, y como tal, su intencionalidad es avivar los
ánimos patrióticos.

                                                            
12
Véase http://laestancia.pdvsa.com/index.php/galery/mues galery/audio/5/8 para indagar más
detalladamente en las canciones que contribuyeron y fueron un símbolo emblemático de la causa
independentista.
70 
 
No se sabe con exactitud quienes son los verdaderos compositores del himno
que simboliza el sentir de la naciente república. Sin embargo, testimonios y fuentes que
se conservan del periodo en estudio, vinculan su autoría con Andrés Bello y Lino
Gallardo, por lo que el presidente Guzmán Blanco se cuido de no nombrar en su
decreto a los autores, de ahí que todavía se polemiza al respecto. Pero a pesar de
todos los elementos a favor de los compositores ya mencionados, oficialmente se sujeta
su creación a los señores Juan José Landaeta y Vicente Salías13.

Según el Ministerio de Información y Turismo (1981), la canción gloria al bravo


pueblo ha sido objeto de muchos disputas en cuanto a su autoría y musicalización, sin
embargo lo cierto es que la misma constituye el más vivo y perdurable testimonio del
entusiasmo patriótico en los días iniciales de la lucha por la independencia, por ello, se
llegó a conocer con el nombre de canción nacional.14 Simbólicamente, este canto
rememora la lucha de los patriotas por alcanzar la libertad.

Al recurrir al análisis del discurso como herramienta metodológica, y en el caso


que aquí nos ocupa en acuerdo con (Molero, 2003), podemos afirmar que el discurso
en cualquiera de sus manifestaciones es siempre de carácter referencial y cognitivo y
además, conceptualiza una realidad que también es contextual e intencional.

En esta consideración, el estudio y comprensión de algunas canciones


patrióticas de la época, devela que estas siempre tuvieron un propósito específico y
aluden una determinada realidad.

                                                            
13
Véase “Himno Nacional de Venezuela” si desea información más detallada relacionada con su autoría
en la página web http://www.efemeridesvenezolanas.com/html/himno.htm.
14
Consulte http: //www.rena.edu.ve/segundaetapa/estetica/himno.html, si desea información relacionada
sobre los ideales patrióticos plasmados en el himno nacional.
71 
 
Como evidencia de lo anteriormente señalado presentamos algunas canciones
de índole revolucionario (véase cuadro 1) que surgidas durante el proceso de
independencia develan la intencionalidad de significar en los distintos colectivos no solo
la visión republicana que se requería para la unificación de la patria, sino que también
era necesario significar a su vez la tiranía y la opresión, de la monarquía como sistema
de gobierno.15

Para el caso de la canción patriótica se observa una exaltación de los ideales


republicanos, del pueblo como soberano y lógicamente es ahí donde recae la
legitimidad. Igualmente, se hace alusión a la madre patria que ya no será entendida
como la patria española, sino como el lugar donde se nace, la patria Venezuela. De
esta manera, se percibe la unión de símbolos religiosos sagrados con los valores
republicanos, ya que al afirmar primero, que el pueblo recobra sus derechos sagrados y
segundo, que el ser infinito y divino había dotado al hombre de libertad, básicamente se
estaba planteando la idea que el pueblo al abrazar los ideales republicanos estaba
retornando la sagrada libertad que le había sido otorgada por Dios, y que los españoles
en su cruel despotismo le habían arrebatado.

La visión monárquica de la canción nos presenta un enfoque sumamente


negativo del bando español, al ser calificado este grupo de opresores, tiranos, infames,
inhumanos, sanguinarios y monstruos que mantenían esclavizada y afligida a nuestra
patria y por tal razón debían morir.

                                                            
15
Véase anexos para conocer las canciones completas.
72 
 
Cuadro 1.
Canciones de índole revolucionario, surgidas
durante el proceso independentista.

Canciones Visión republicana Visión monárquica.


Canción Viva el Pueblo Mueran los opresores
Americana Pueblo soberano Tirano (tuvo a la patria
(1811). Patria: nuestra madre querida esclava y afligida)
Lino Gallardo El pueblo recobró sus derechos Opresor, inhumano,
J. Picornell sagrados infame, déspota y
C. Campomanes. Ser infinito supremo y sabio que sanguinario
creó al hombre de libertad Monstruos feos y
dotado. horrendos; destruye a los
americanos, crímenes
salvajes
Canción Bolívar su gloria inmortal Desgracias que un mal le
Patriótica para la Nuestra patria afligida. causó.
Visita del Bolívar de tierras lejana
Libertador (1827). lamentos y quejas oyó.
Juan Meserón. Vuela cual rayo impetuoso.
Una rama de olivo mostró.
Gloria al Bravo Gritemos con brío. Muera la opresión.
Pueblo (1810). Compatriotas fieles la fuerza es
Andrés Bello la unión.
Lino Gallardo. El supremo autor, un sublime
aliento al pueblo infundió.
Para los Gloria a los bravos guerreros.
Libertadores del Nos dan libertad.
Sur (1825). Gloria al genio creador… que ha
José María Isaza. luchado hasta darnos la paz.
Héroes guerreros, genio
inmortal.
Mano divina que a Colombia le
ha dado la paz.
Canción Caraqueños tributan afecto y Soberbios y tiranos,
Patriótica en lealtad. Guerra que nos ha
Obsequio al A Colombia le dio libertad. destruido.
Libertador (1825). Reina ya la libertad. Nunca podréis ya triunfar.
José María Isaza. Malvados.
Fuente: Elaboración propia.
73 
 
Por otra parte, en los canticos la figura de Bolívar y de quienes lo acompañaron
en la gesta independentista, simbólicamente fueron presentados de manera mítica y
gloriosa, esto con la intención republicana de ir transformando y cambiando los
referentes simbólicos,- alabanzas-, que se observaban en las canciones, es decir, tal
como lo hacían en los actos de jura la idea era modificar la imagen divinizada del rey,
por el de un nuevo líder que guiara a nuestra patria y especialmente uno que como
Bolívar representaba todos los ideales de hombre ilustrado que la nueva patria
requería.

Por tal razón, Bolívar es presentado como un “genio creador de gloria


inmortal” con una tenacidad tan grande que logró emancipar a todos los pueblos,
igualmente, sus acompañantes son señalados como héroes y bravos guerreros que
junto a Bolívar nos dieron la libertad. Simbólicamente, la figura del Libertador fue
asemejada con la de semidioses griegos, de ahí que su gloria es tan grande que
innegablemente fue considerado como el padre que creó y libertó a la nación
colombiana.

Una vez más, el bando monárquico se caracteriza por ser hostil y negativo, es
decir, los calificativos que los definen son los de soberbios y tiranos que mantenían
afligida a nuestra patria, además eran promotores directos de una guerra que
solamente nos estaba destruyendo y que ya nunca podrían ganar, básicamente son
valores contrarios al ideal republicano.

Como resultado, muchas de las canciones surgidas durante todo el proceso


emancipador venezolano fueron consideradas subversivas y en consecuencia, fueron
prohibidas por las autoridades monárquicas, esto se debe a que la música durante el
ancien régimen fue utilizada con fines recreativos o ceremoniales en honor al rey, la
corte y la religión; pero con el polvorín de la guerra la polarización y radicalización que
viene acompañado con ésta, van a influir en todas las expresiones de la sociedad y en
74 
 
este caso, las canciones no serán la excepción, toman un cariz político y revolucionario
en defensa de la república y de todos los valores que la representaban igualdad,
libertad, fraternidad y justicia social.

De lo anteriormente señalado, podemos afirmar que la música permitió


diferenciar en todo momento la oposición existente entre españoles y americanos.
Asimismo, que en los cánticos coexistieron ideas y creencias que mitificaban a los
líderes durante todo el proceso emancipador (Mora y col. 2010). Ejemplos claros lo
vemos en la figura guerrera, salvadora y divinizada de Bolívar que con su marcha velos
salva de los tiranos a su pueblo llevándoles paz y libertad.

Como es de suponer durante buena parte del siglo XIX, la música de índole
patriótica será objeto de discriminación y prohibición. Evidentemente que la misma
generaba adhesión por parte de la sociedad, y al mismo tiempo, la desaparición
progresiva de la cultura colonial. De ahí, la trascendencia de las canciones dentro de
cada ceremonia, festividades y actos públicos como parte de todo el capital simbólico
que legitimaría paulatinamente la nueva identidad nacional.
75 
 
76 
 
CAPÍTULO III.

DEL PODER Y SU LEGITIMACIÓN SIMBÓLICA EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA


REPÚBLICA EN VENEZUELA ENTRE 1808 Y 1830.

Como ya lo hemos señalado la diversidad de signos y símbolos cumplen una


función política y social, revestidos en todo caso de significaciones que contienen la
idea de poder. Así, cada signo y cada símbolo como señala (Berbesí, 2000), es un
referente con protagonismo e intencionalidad propia, que refiere significados para
todos, independientemente de su condición étnica, social y política. En todo caso,
advierte cada cual se identifica con unos códigos simbólicos cuya intencionalidad es
reflejar, expresar y legitimar unas posiciones y relaciones de poder, que develan el
pacto implícito entre gobernantes y gobernados.

En opinión de (Reyero, 2010), los códigos simbólicos son una forma de


conocimiento, expresión y comunicación que imprimen de significado la realidad objeto
de estudio. De ahí, que la conformación de símbolos, genera como resultado la
visualización de determinadas ideas políticas más allá de las palabras.

Este capítulo se propone a partir de la trama relacional que vincula a


gobernantes y gobernados, una aproximación al universo simbólico que legitima unas
pretensiones de poder institucionalizadas en un conjunto de atribuciones, deberes y
compensaciones que simbolizan la identificación entre poder real y poder soberano.

En 1815 en plena guerra por nuestra independencia, el rey Fernando VII


concede a los virreyes y presidentes de las audiencias, la facultad de condecorar con
diversos símbolos por méritos y servicios a sus súbditos. Con ello, además de
reconocimiento, se pretende de una parte, preservar la fidelidad y la obediencia. De
otra, afianzar el sistema de lealtades mutuas, a fin de garantizar el funcionamiento del
poder.
77 
 
En consecuencia, su majestad remite el 19 de octubre de 1815 una real cédula al
Capitán General de Caracas D. Josef Cevallos, en la que otorga reconocimientos y
méritos a doña María Josefa Matos, esposa de don Domingo de Manterola por los
servicios prestados por éste a la causa real.

“Doña María Josefa Matos, muger de D. Domingo


Manterola, solicitando me dignase concederla la
gracia de poder llevar al cuello mi Real busto con el
lema de Fiel Venezolana, en premio de sus servicios
y adhesion á mi Real Persona en las dos
revoluciones de aquella provincia, por cuya causa
padeció una persecucion decidida del Gobierno,
hasta el extremo de haber sentenciado á dicho su
marido á ser pasado por las armas. En vista de esta
solicitud fui servido mandar á mi Supremo Consejo
de las Indias me propusiese una distincion para
todas las mugeres que se hallasen en semejante
caso;…he resuelto que asi á la referida Doña María
Josefa Matos, como á las demás que se hallen en
igual caso, se las condecore con la distincion de una
medalla de oro orleada y coronada con mi Real
busto, y en el reverso una inscripcion que diga: El
premio de la fidelidad de las Americanas…” (AGI,
Caracas, 19).

Como se observa, este símbolo nos deja entrever a una sociedad estamental y
jerarquizada que se basa en el fortalecimiento de ciertos valores lealtad, honor y
fidelidad; que para el caso se ofrece a todas las mujeres leales a la corona generando
con ello, el afianzamiento de relaciones afectivas que unen los vasallos con el Rey, con
la finalidad de asegurar la legitimidad del poder regio.

Por otro lado, se rinde exaltación legítima y poder al monarca, incluyendo el


significado que para ese grupo de mujeres representó el obtener dicho distintivo que
evidenciaba el reconocimiento público, status social y por ende una conducta integra
que era ratificada y afirmada por el colectivo.
78 
 
Asimismo, este distintivo cumplía la función de renovar el pacto de fidelidad entre
el rey y sus súbditos (mujeres), con ello se lograba un intercambio simbólico que le
aseguraba adhesión y sumisión del pueblo a cambio de una total protección, justicia y
amor con sus vasallos.

De igual forma, en 1815 el gobierno de Maracaibo da muestras de la total


fidelidad del cabildo local y del pueblo a la causa del rey. El cuerpo municipal de esta
ciudad ha demostrado la mayor lealtad y cooperación en la defensa de nuestros
sagrados derechos y en hacer respetar su Augusto nombre. A pesar de la penetración
constante de los pueblos rebeldes de Venezuela y Nueva Granada que han rodeado de
mil modos nuestra provincia. Por lo que sus buenos hijos y moradores en muestra de
todo su amor, constancia y firmeza han conservado y restituido los territorios que se
hubiesen perdido sin los auxilios de esta capital (AGI, Caracas, 149).

En ese sentido, los documentos que se remiten al gobierno supremo presentan


no solo la situación por la que fue expuesta la Nueva Zamora, sino también los méritos
que se le deben acreditar por todos sus servicios extraordinarios en defensa de los
territorios monárquicos. Por ello, solicitan a V.M. se digne conceder el tratamiento de:

“excelencia en cuerpo á este ayuntamiento, el de


Señoría á los individuos que lo componen, y
compusieren en adelante: las cruzes que fuesen de
Vuestro Real agrado de la Real Orden Americana de
Isabel la Católica…, y expresa Vuestro Gobernador:
la declaratoria de independencia de esta Provincia
de Maracaybo en todos sus ramos de la de Caracas
con la creación de Capitanía General; y mas
urgentemente la Intendencia separada en los
términos solisitados por el Diputado D. José
Domingo Rus…” (AGI, Caracas, 149).
79 
 
Es decir, se intenta demostrar y consolidar la fidelidad del pueblo con su rey, de
ahí que afirma (Reyero, 2010), los símbolos significan para la sociedad la revelación del
poder absoluto del monarca y por tanto deben de analizarse como vehículos que
conllevan a la construcción de argumentos políticos, a la vez, son instrumentos
fundamentales de la socialización ideológica.

Igualmente, los méritos que la provincia exige nos demuestran la gran


importancia que los símbolos toman sobre todo en momentos de crisis al ser utilizados
como muestra del honor y constancia de los individuos por la causa que representaban,
en ese sentido, el llegar a poseerlos otorga no solo prestigio sino también, estatus
social y político.

Queda demostrado que los símbolos son armas de combate que las sociedades
han utilizado a través del tiempo con gran intencionalidad política, religiosa y social
entre otros. Con ello se pretende demostrar una verdad absoluta que para el caso que
aquí nos ocupa está asociado al ámbito político, al solicitar con hechos la necesaria
independencia de la provincia de Maracaibo respecto a la de Caracas, incluyendo la
acreditación de méritos por el trabajo que se viene desempeñando en resguardo de la
región y de sus adyacencias.

Otro de los referentes simbólicos que merecen señalarse son los atribuidos al
Cabildo de Cumaná capital de las dos provincias de Nueva Andalucía y Nueva
Barcelona para marzo de 1810. El señor Eusebio Escudero manifiesta a su Majestad
las nuevas pruebas de vasallaje y patriotismo que ha dado este vecindario con motivo
de haberle otorgado el Real busto del Señor Don Fernando VII, para su colocación en
las casas consistoriales (AGI, Caracas, 181).
80 
 
Este tipo de símbolos (lápidas), destinados en los espacios públicos demuestra
no solo una gran importancia sino que en concreto ocupan un lugar central en la
propaganda reaccionaria que intenta por todos los medios el mantener en la memoria
colectiva la legitimidad monárquica.

De igual forma, el cabildo de Cumaná solicita a su Majestad la gratificación que


merecen varios individuos de la sociedad por méritos y servicios, debido a su fidelidad y
patriotismo, que han sido demostradas ampliamente al otorgar muchas veces sus
caudales y hasta sus propias vidas si era necesario en defensa de nuestro Augusto
Soberano (AGI, Caracas, 181).

Estas personas leales serían el Capitán Don Salvador Andrés, por sus donativos
a la fragata de Nuestra Señora del Carmen; Teniente Letrado Auditor de Guerra y
Asesor General de Gobierno e Intendencia, Doctor Don José Joaquín Ataroto, por todas
sus virtudes e ilustraciones en defensa de la patria y la monarquía; Sargento Mayor del
Real Cuerpo de Ingenieros, Don José Joaquín de Pineda, por su impecable hoja de
servicios militares; Don Sebastián de Espinosa Capitán del Cuerpo Veterano de
Infantería, por su conducta militar irreprehensible; Don Manuel Villapol Teniente de
Infantería.1er Ayudante de la Plaza, por su fidelidad y patriotismo; Don Diego de
Vallenillas, Teniente de Infantería. Ayudante Veterano de Milicias, por fidelidad y
servicios militares prestados; Don Gerónimo Martínez, Capitán de Milicias Disciplinadas
de Cumaná, por sus donativos patrióticos; Don José de Alcalá, Teniente de Milicias
Disciplinadas de Cumaná, por destacados servicios militares prestados y sin
bonificación; Don Luís de Vallenillas, Subteniente de Milicias Disciplinadas del Real
Cuerpo de Artillería, Servicio militar y donativo patriótico; Don José Otero, Oficial 1º de
Real Contaduría, por servicios administrativos; Don Juan Francisco de Alva, Del
Comercio de Cumaná y Comandante Urbano de Tres Compañías, donaciones y
servicios prestados; Don José Leonardo Alcalá, Labrador y Comerciante, por sus
donativos patrióticos; Miguel Alonso Garzón, Sargento de las Milicias Disciplinadas de
Pardos, por su conducta, eficacia y capacidad; José María Rivero, Sargento de la
81 
 
Compañía de Caballería de Milicias Disciplinadas de Pardos, conducta irreprehensible,
capacidad, eficacia y disposición para todo (AGI, Caracas, 181).

Esta relación hace mención de los individuos que por el honor, amor y entrega a
la patria y la monarquía deben ser acreedoras del reconocimiento por parte del Rey,
debido a todos los servicios prestados y demostrados durante años.

De igual forma, la nueva república estimuló a diversos pintores a aventurarse en


representar temáticas como las alegorías que simbólicamente hicieran visibles los
ideales de la independencia, libertad e igualdad. Uno de estos artistas fue Pedro José
Figueroa, neogranadino que desde septiembre de 1819 se dedicó a realizar una
iconografía destinada a celebrar los triunfos de Bolívar.

En el marco de la mentalidad de la época los méritos que se otorgaban a los


defensores de la monarquía representaban la lealtad y entrega de los súbditos al rey y
por ende constituían una expresión real y simbólica del poder regio. En consecuencia
los signos y símbolos se hacen más visibles y aceptables ante la sociedad ya que
contribuyeron a afianzar la soberanía absoluta e irrevocable del rey como protector y
guía del mundo. Por ello tanto monárquicos como republicanos los utilizaron como
recursos para afianzar la legitimidad y perdurabilidad del régimen. Se hicieron más
notorios en tiempos de crisis ya que coadyuvaron en el fortalecimiento de los ideales
que se trataban de imponer en uno u otro bando.
82 
 
Representación y Participación Política.

A inicios del siglo XIX con la invasión napoleónica a España y la posterior


abdicación forzada de Fernando VII en Bayona, se inicia un proceso de cambios
sustanciales que afectan con sus singularidades y particularidades, a todos sus
dominios. En efecto, el Estado, la sociedad y el poder adquieren otros significados y
otras representaciones, que progresivamente trastocan actitudes, prácticas,
comportamientos y valores entre otros. En esta consideración, las nociones sobre el
poder, la representación, la igualdad, la opinión y la participación política hilo
conductor de esta investigación develan la magnitud y los alcances que desde 1808,
produjo la crisis política de la monarquía española (Berbesí, 2001).

A decir de (Berbesí, 2011), la lógica y el ritmo propio de los acontecimientos


impuso en todo el mundo español la necesidad de redefinir no solo el marco jurídico
que sostenía la estructura de gobierno monárquico, sino que España viera a América
como parte esencial de la monarquía y no como colonia, carente de derechos políticos
propios. En consecuencia, ahora el tema a discutir es “-el de los derechos de América-
por la aparición de una política fundada en la representación”. Tema que también desde
el comienzo de la crisis toca a la península pues a la hora de definir el marco jurídico
que legitimaría la nueva realidad política era imposible un tratamiento desigual.

En este contexto, con sus particularidades se impuso al menos entre 1808 y


1812, la defensa, la lealtad y fidelidad al soberano y a la patria. Así, en su lugar, y en
su nombre se acuerda unificar esfuerzos e intereses-, conformación de juntas de
gobierno en España y en América. En efecto, el 25 de septiembre de 1808 en el palacio
Real de Aranjuez se instala la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino. En
opinión de (Chust, 1999: citado por, Berbesí, 2010), “su instauración suponía el triunfo
de las tesis liberales, y por ende revolucionarias, frente a las ilustradas, que reclamaban
una continuación de la tradición legal,…”.
83 
 
En este sentido, la retroversión de la soberanía a los pueblos provocó un punto
de inflexión en los dominios de América que además se encontraba profundamente
influenciada por los nuevos ideales liberales ilustrados. Situación que provocó
malestares y desencuentros, pues buena parte de los sectores sociales se sentían
agraviados por las medidas que se pretendían imponer. En el caso que aquí nos ocupa,
la elite mantuana representada en los cabildos de las distintas provincias y localidades
de la hasta ahora capitanía general de Venezuela, reclaman igual participación y
representación política, esto porque al considerarse como miembros iguales de una
misma nación, los derechos y libertades que son aceptados para los peninsulares
también son asumidos como propios y justos para los americanos y en nuestro caso,
por los venezolanos.

Una muestra del significado de igualdad política por parte de los criollos es la
conformación de las juntas defensoras de los derechos de Fernando VII, además de la
aceptación y regreso de la soberanía a los pueblos en ausencia del rey. Con ello, se
pretende asumir la organización de nuevas maneras y formas de gobierno político, en
acuerdo a las leyes que garanticen la tranquilidad y felicidad plena. Al Respecto
(Berbesí, 2010), señala que en el caso nuestro la formación de juntas

“…, constituyó quizás la forma más expedita y


menos traumática de organizar el nuevo gobierno,
amén de que se convierten en centros del
surgimiento de la insurgencia. La idea de que, en
ausencia del rey, la soberanía recaía en el pueblo,
adquirió significados sin precedentes, y fue objeto de
fuertes disputas en las distintas localidades y
provincias.”

La formación de estas juntas defensoras de los derechos del rey, trajo consigo
una serie de contrariedades en la Capitanía General de Venezuela. Por una parte,
algunos de ellos relacionados con la legitimidad y la representación política; por otra,
las reacciones diversas y contradictorias a partir del principio de retroversión de la
84 
 
soberanía a los pueblos, si bien ciertas provincias se expresaron proclives a la
formación de las mencionadas juntas, otras se declararon en rebeldía y se mantuvieron
leales a la monarquía, al reconocer a la máxima autoridad monárquica, representada en
la regencia.

Al respecto, en uno de los manifiestos publicados por la junta revolucionaria de


Caracas en 181216 se sostiene que habían logrado la dignidad de los pueblos cultos de
la América gracias al ardiente patriotismo emanado de los vecinos de esta capital. En
los significados de la época se intenta por una parte, crear un referente que
simbólicamente sirviera de identificación para el pueblo que integraba la provincia de
Venezuela; y por otra, un diferenciador de la mencionada población para con los grupos
españoles y la antigua madre patria. Esto porque según (Guerra, 2002), el término
patria sufriría una serie de mutaciones no solo en España sino en América, cambios
que irían desde patria como lugar donde se ha nacido o tierra de nuestros ancestros
hasta simbolizar “el amor y la lucha por la libertad”.

…“ En el nombre de esa patria que es sinónimo de


libertad irían forjando los americanos la ruptura del
vínculo político con el gobierno central de la
monarquía castellana, y se plantearían asimismo las
reivindicaciones que constituyen el fundamento de la
nación cívica…” (Quijada, 1994).

Igualmente, a esta construcción simbólica de la patria se le agregaría


significativamente el término patriota o patriotismo que invadirá la esfera política durante
todo el periodo independentista como un referente simbólico que consistía no solo en
sentir un amor pasivo por nuestra patria, sino que representará la defensa, servicio y
entrega absoluta, con la finalidad de alcanzar la libertad, el progreso y la prosperidad
deseada.

                                                            
16
Véase el manifiesto en AGI, Caracas, 437A para información más detallada de la constitución de la
junta de Caracas, sus proyectos e ideales revolucionarios.
85 
 
Asimismo, para los redactores del manifiesto de 1812 la constitución de la junta
o gobierno provincial, conformada y consolidada por el voto universal de sus miembros
en representación de todos, significaba la única posibilidad de garantizar la voluntad
general de participación y de representación política. De ahí, los esfuerzos de Martín
Tovar Ponte y José de las Llamosas, ambos redactores del manifiesto por ejemplificar
como la junta provincial emanaba de una legitimidad distinta a la monárquica, es decir,
si el rey obtenía su legitimidad por gracia divina, a la junta le era ratificada con el voto y
consentimiento de los ciudadanos que la conformaran.

En consecuencia, se intenta afianzar un proyecto revolucionario donde los


ciudadanos libres e independientes deciden a favor del progreso y beneficio de nuestra
provincia. Sin embargo, es importante recordar los términos de ciudadanía y pueblo que
no poseían la amplitud de hoy en día, ya que estaban limitados a un reducido grupo de
hombres blancos, propietarios e ilustrados.

De igual forma, la elite mantuana caraqueña, devela la intencionalidad de ejercer


el dominio no solo de su jurisdicción provincial, sino también extenderlo a otras
provincias, o lo que es lo mismo erigirse en “representación nacional legítimamente
constituida”. Básicamente, intentaban demostrar que contaban con el apoyo
incondicional de todas las provincias, pretendiendo avalar así la legitimidad de su
proyecto.

Así, el gobernador de la provincia de Maracaibo-, provincia disidente-, Fernando


Miyares, advierte que dicha provincia conserva su lealtad al rey Fernando VI y a su
gobierno, dejando claro que solo este “representaba su real soberanía”. Es decir, para
el gobernador Miyares a diferencia de los juntistas caraqueños, la soberanía no
emanaba del pueblo sino de la monarquía y de todas las instituciones que amparaban y
sostenían el orden real. Evidentemente, el gobernante de dicha provincia aún se
encontraba apegado a lo que simbólicamente representaba el poder monárquico.
86 
 
A estas desavenencias sobre la legitimidad se agrega otro elemento: el de
representación y de la participación política esto, porque al interior de las provincias
muchas de las localidades comenzarían a cuestionar el poder y la capitalidad de las
ciudades cabecera. Igualmente, estas ciudades lucharían por mantener su dominio
sobre el vasto territorio que controlaban.

A este respecto (Berbesí, 2010), sostiene que las aspiraciones de las capitales-
cabeceras de provincia, a representar a los demás pueblos de su ámbito jurisdiccional,
situación que incluía a unos y excluía a otros, genero la redefinición de las ya
reconocidas jerarquías territoriales. En efecto, otras ciudades y otras jurisdicciones
expresan su descontento, alegando igualdad de derechos y de condiciones para decidir
sobre su territorialidad.

Uno de estos casos, fue el ocurrido el 27 de abril de 1810 en la ciudad de


Barcelona, hasta entonces jurisdicción de la provincia de Cumaná. A raíz de los hechos
ocurridos en Caracas, su cabildo decide formar un movimiento juntista que le permitiera
separarse de Cumaná, a la vez, de mantenerse fiel a la regencia.

Igualmente, en septiembre de 1810 el cabildo de la ciudad de Mérida, después


de una larga y polémica sesión, decide unánimemente formar una junta, que al igual
que la caraqueña apoya a Fernando VII, desconoce a la regencia, y además, a
Maracaibo como capital provincial. En consecuencia, se adhiere a la causa de Caracas.
A tal efecto señala (Berbesí, 2010), “… todos proclamaron libremente su voluntad de
erigirse en Junta y así, reasumir la autoridad soberana, por lo que todas las autoridades
que desempañaban asuntos de gobierno cesaban en sus funciones, y en adelante
serían asumidos por la recién nombrada junta.”
87 
 
Esta voluntad de los grupos que controlan y dirigen el poder desde el gobierno
local, legítimamente expresada y aceptada puede considerarse como una
manifestación de descontento por los agravios que desde el gobierno provincial con
sede en Maracaibo, en opinión de algunos miembros del cabildo local, se habían
cometido en su contra. Con esta postura, los merideños sellan su sólido compromiso de
una parte, con la lealtad y fidelidad monárquica, y de otra, con la propuesta de la
oligarquía caraqueña, que en 1811 se traduce en “vivas a la libertad y a la
independencia” (Berbesí, 2010).

A su vez, los vecinos de Valencia y Puerto Cabello, a mediados de 1812,


aprovechándose del conflicto político existente buscan mediante prebenda real lograr
su separación de Caracas y convertirse en la capital de toda la provincia, no solamente
aludiendo la fidelidad de sus virtuosos moradores a la causa real, sino también
recordando la traición de Caracas, sosteniendo la grandeza de esta tierra, lo
beneficioso de sus suelos y su puerto que es mucho mayor que el de la Guaira, por lo
tanto es Puerto Cabello el que generaría mayores ganancias y beneficios tanto a la
corona como a las demás provincias que conformaban a Venezuela.

“Así, señor, erigido en aquella ciudad el superior


gobierno tendrá este otros tantos defensores de su
seguridad cuantos individuos hay en ella…El buen
selo de Valencia premiado dignamente…será capaz
en corto numero de años de llevar aquella ciudad
aun alto punto de riqueza y prosperidad…Los
dilatados valles de Aragua que son naturalmente
donde debe existir una pujante agricultura…y sobre
todo por aquella hermosa y extensa laguna de vente
leguas del circuito…objeto de las más extensas
especulaciones de prosperidad pública. La
proximidad de este magnifico puerto, único por sus
ventajas de nuestra América presenta las mas
risueñas proposiciones para dar salida a los frutos y
producciones de estas provincias…” (AGI, Caracas,
181).
88 
 
Evidentemente, que dichas confrontaciones por la supremacía territorial en las
provincias, se encuentran estrechamente relacionadas con el ejercicio y uso del poder.
Ello, explica los intentos de ciudades como Maracaibo, Cumaná y Caracas por
mantener el control sobre sus vastos dominios, y el de ciudades como Barcelona,
Mérida y Valencia por deslastrarse de dicha supremacía.

Simbólicamente, las luchas por la supremacía territorial adquieren múltiples y


variados significados. En todo caso, lo que se intenta es demostrar con estas luchas por
la territorialidad era el de erigirse desde el punto de vista de la simbología del poder
como la cabecera de un vasto territorio, y demostrar que por el desarrollo económico,
político y social de dichas ciudades era allí donde debían tener el asiento los poderes
de dicha provincia, bien sea que estuviesen como en el caso de Valencia y Maracaibo
apegadas al régimen monárquico, o como Caracas que buscaba sustituir el poder del
rey para implantar su supremacía política y económica sobre el resto de sus
jurisdicciones.

El Orden Jurídico Constitucional como Símbolo de Unificación e Integración Territorial.

La legitimación del nuevo orden se fundamenta en las constituciones de 1811,


1819, 1821 y 1830.17 La primera carta magna sancionada el 21 de diciembre de 1811,
es muy clara en definir para quienes son los privilegios políticos y quienes son
considerados ciudadanos, aquellos que posean propiedades y aprobación en una
ciencia o arte.

                                                            
17
Constituciones de Venezuela en:
http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/sirveobras/12371641912347174198846/p0000001.htmI1.
89 
 
Es decir, que para 1811 ciudadanos eran los hombres mayores de veintiún años
que poseyeran una renta que superara los 600 pesos, que estuviesen provistos de un
arte o ciencia liberal útil y propietarios. En Esencia se trataba de una ciudadanía
limitada y excluyente que valiéndose de los patrones simbólicos de la República liberal
e ilustrada buscaban instaurar y perpetuar el dominio de un grupo de hombres
propietarios e ilustrados sobre el resto de los hombres y mujeres, fuesen por su
condición social, económica e ilustrada.

Por lo que aún cuando se estaba vendiendo una lucha entre los más avanzados
y humanos valores del liberalismo contra la opresora y tiránica monarquía, en realidad
de lo que se trataba era de una estrategia de cambio del poder político donde el nuevo
grupo dominante asumiría el control del resto de la sociedad sobre la base de unos
nuevos patrones o referentes identitarios “-igualdad, justicia, libertad, prosperidad”- que
no significarían un cambio radical de la igualdad entre dominantes-dominados sino un
nuevo transito de dominadores.

Al respecto (Carrera Damas, 1986), argumenta que el proceso de independencia


generó en la sociedad colonial una estructura de poder interna, que les permitió a los
criollos garantizar el control efectivo de la misma. De esta manera ratifican su condición
de clase dominante, manteniendo las prerrogativas y los privilegios de los cuales ya
venían disfrutando.

Por otra parte, el deber de todo miembro que integraba la sociedad era la
sumisión y defensa de las leyes sin importar las condiciones. Sin embargo, la lealtad a
la patria no garantizaba a todos el derecho a participar en la elaboración y discusión de
las leyes, reservado solo a los ciudadanos. Convenientemente la parte sana del pueblo
que le correspondía cuidar efectivamente los destinos del país. Por ello se insistía
desde 1810 en la necesidad de elegir personas idóneas, dotadas de patriotismo, luces y
buena reputación para las elecciones de diputados.
90 
 
Estas restricciones se acentuaran a partir de la constitución de 1811, la posesión
de una propiedad o de un caudal es un requisito primordial para ser elector de primer y
segundo grado incluyendo la diputación. Y uno de los principios claves para el
otorgamiento del derecho al voto. La Constitución establece en su artículo 26:

“Todo hombre libre tendrá derecho de sufragio en las


Congregaciones Parroquiales, si a esta calidad
añade la de ser Ciudadano de Venezuela, residente
en la Parroquia o Pueblo donde sufraga: si fuere
mayor de veintiún años, siendo soltero o menor
siendo casado y velado y si poseyere un caudal libre
del valor de seiscientos pesos en la Capitales de
Provincia siendo soltero y de cuatrocientos siendo
casado, aunque pertenezcan a la mujer o de
cuatrocientos siendo en las demás poblaciones en el
primer caso y doscientos en el segundo; o si tuviere
grado, u aprobación pública en una ciencia o arte
liberal o mecánica; o si fuere propietario o
arrendador de tierras, para sementeras o ganado
con tal que sus productos sean los asignados para
los respectivos casos de soltero u casado”
(Constitución de Venezuela, 1811).

De igual forma (Hebrard, 1999), argumenta que durante este período prevalecen
los intereses generales de la República sobre los provinciales. Por ello, los diputados
tenían la ardua tarea de unificar tal como lo garantizaba la constitución de 1811, la
voluntad general de la provincia a la que representaban con el objetivo de afianzar una
identidad nacional como símbolo de unificación e integración territorial que era lo que se
perseguía o de lo contrario si se realizaban las consultas de forma individual en cada
localidad se podría no demostrar el apoyo general hacia el proyecto nacional. La
Constitución en su artículo 17 hace referencia al señalar:

“La población de las Provincias será la que


determine el número de Representantes que les
corresponda, en razón de uno por cada veinte mil
almas de todas condiciones, sexos y edades. Por
91 
 
ahora servirá para el cómputo el censo civil
practicado últimamente, que en lo sucesivo se
renovará cada cinco años; y si hechas las divisiones
de veinte mil, resultare algún residuo que pase de
diez mil, habrá por él un Representante más”
(Constitución de Venezuela, 1811).

De tal manera que se asumió la representación absoluta, según la cual cada


diputado, en virtud de su elección como representante de su provincia, “era el
depositario de la voluntad general de su pueblo” (Cabrera, 2004). Es decir, para ese
momento el objetivo más importante era el de provocar el nacimiento definitivo de la
República, y para tal fin debían ser dejado a un lado las aspiraciones o necesidades
particulares de cada provincia a favor del todo republicano unificado y centralizado.

La constitución de 1819 es mucho más excluyente en cuanto al tema de la


ciudadanía y por ende la participación política. Se introduce de manera oficial la
distinción entre ciudadanos activos y pasivos. El mismo Bolívar se apego a las ideas de
la época al exponer que con la división de la sociedad bajo estos parámetros se
pretende promover “la prosperidad nacional por las dos más grandes palancas de la
industria, el trabajo y el saber” (Bolívar, 2000).

Una particularidad de la ciudadanía cuya diferenciación radicaba en la utilidad


que los individuos tenían para la patria, está en las posesiones (propiedades), bienes o
rentas e ilustración que pudiesen tener los individuos -ciudadanos, correspondiéndoles
a éstos entre otros derechos el de votar, es decir, a elegir y a ser elegidos, facultad
debidamente registrado en la constitución de 1819; la cual

“…consagró la primacía de los hombres ilustrados


que obrarían desde entonces en nombre de la
generalidad de los venezolanos esta selección
entre pasivos y activos, ante todo de orden social,
incluso moral, conservó todavía su dimensión
92 
 
económica. Los primeros excluidos fueron, en
efecto, los marginales, los vagos, y la gente sin
confesión, o que tuviesen problemas con la justicia.
Solo los más útiles y meritorios obtenían, una vez
más, el derecho de ejercer la soberanía popular y,
para algunos de ellos, el de postularse a cargos de
representantes” (Hebrard, 1999).

Es importante resaltar que cuando Bolívar respaldaba la división de la ciudadanía


en activa y pasiva, lo hacía según sus propias palabras, para evitar el caos y los
conflictos en los procesos electorales. Asimismo, asumió que para ese momento los
ilustrados y propietarios eran los más aptos para tomar las decisiones y riendas del
país, de ahí que se entienda que cuando el libertador hace mención al pueblo, no lo
hace según nuestra definición actual, sino que está haciendo mención a ese grupo
activo, ilustrado y útil de la sociedad, o lo que es lo mismo en las significaciones de la
época “la parte sana de la sociedad.”

Sin embargo, la élite criolla se amparaba bajo el discurso de la igualdad, de la


libertad y de la fraternidad que todavía para 1819 en los distintos colectivos sociales
engendra diversos y variados significados.

Al respecto, Véronique Hebrard argumenta que algunos diputados expresaron


sus reservas respecto a los militares, sobre todo a los de condición parda quienes
habían logrado ciertas cuotas de poder. La declaración de los derechos del hombre
(1811), reconocía la igualdad para todos. Y de todas maneras eran mayoría y contaban
con los recursos económicos e intelectuales por lo que podían llevar al país al caos si
no se les reconocía sus derechos e igualdad jurídica (Hebrard, 1999).

Evidentemente, la constitución de 1819 contempla la subordinación de los


individuos. Es decir, unas leyes que legitiman el poder de unos pocos ratificados solo
por una parte de la sociedad, donde la soberanía la ejerce a plenitud un pequeño grupo
93 
 
ilustrado y activo (la parte sana), que según Simón Bolívar es la que encaminaría a la
nación por la senda de la grandeza y del poder moral. Así, quedaba debidamente
reglamentada la exclusión de las mayorías pardas a los cargos de diputados en
cuestión.

Posteriormente, en 1821 con la creación de la República de Colombia se hace


efectivo el establecimiento de una República libre e independiente de la monarquía
española u otra potencia, tal como lo propuso el libertador Simón Bolívar.

La carta magna que regiría los destinos de la República de Colombia,


sancionada en 1821 definía a la comunidad colombiana como todos los hombres
nacidos dentro del territorio colombiano y los hijos de éstos, todos los radicados en
Colombia durante su transformación política, incluyendo su fidelidad a la causa
independentista y los no nacidos en el territorio que obtengan carta de naturaleza.

En opinión de (Hebrard, 1999), con esta constitución se inicia una cierta


transición dentro de la ciudadanía, puesto que la misma ley ratificaba que a razón de
sus servicios en amor y fidelidad a la patria, los militares y extranjeros contaban con el
acceso a la ciudadanía y nacionalidad. En efecto, “la nacionalidad, además del
nacimiento, estaba dotada de un fuerte contenido político y militar puesto que la carta
de naturaleza podía adquirirse como agradecimiento del sostén aportado en la
reconquista de la independencia.”

De igual forma, el otorgamiento a cargos políticos y derechos ciudadanos estuvo


fuertemente determinado por la propiedad y la educación. Para los títulos de elector en
las asambleas parroquiales, la constitución reseña en su artículo 21:
94 
 
“Ser sufragante no suspenso; Saber leer y escribir;
Ser mayor de veinticinco años cumplidos y vecino de
cualquiera de las parroquias del cantón que va haber
las elecciones; Ser dueño de una propiedad raíz que
alcance el valor libre de quinientos pesos, o gozar de
un empleo de trescientos pesos de renta anual, o ser
usufructuario de bienes que produzcan una renta de
trescientos pesos anuales, o profesar alguna ciencia
o tener un grado científico” (Constitución de
Venezuela, 1821).

Al igual que en los anteriores textos constitucionales, el de 1821, excluía a la


mayor parte de la sociedad, pues se exigía además de las condiciones de edad y de
residencia, la posesión de una propiedad o renta anual, el ejercicio de una profesión u
oficio útil. Las mujeres, los dementes, vagos y las clases desposeídas estaban todavía
excluidas. Sin embargo, los términos ciudadanos activos y pasivos desaparecen de la
ley, pero vemos que los mismos criterios continúan prevaleciendo.

Asimismo, la participación política continúa en manos de un reducido grupo, es


decir, la ley sigue siendo discriminatoria. Sin embargo, los pardos pueden gozar del
ejercicio de la ciudadanía activa avalado por constituciones anteriores a la vigente. Por
lo que miembros de la élite criolla lo presentan como una victoria de este lado del
atlántico, “la República de Colombia si respeta la igualdad.”

Según la constitución eran las cualidades individuales la que determinaban la


selección de los representantes. En la teoría era el hombre virtuoso el que se mostraba
más útil con la sociedad. Por ello, la fidelidad al Estado, conducían a la reafirmación del
carácter voluntario de la adhesión a la nación (Hebrard, 1999).

Para 1830 la República de Colombia sueño y creación del libertador había


quedado disuelta, consolidándose la República de Venezuela libre e independiente que
95 
 
bajo el movimiento separatista encabezado por José Antonio Páez. Buscaban así,
reorganizar al país a través de un mismo pacto de asociación política para su común
utilidad. Por lo que todo venezolano debe de respetar y proteger las leyes que
sustentan esta carta magna, asimismo respetar á las autoridades, contribuir a los
gastos públicos, y estar pronto en todo tiempo á servir y defender á la patria con sus
bienes y sus vidas si fuere necesario (Constitución de Venezuela, 1830). La legitimidad
del nuevo orden político no escondía la profunda segregación social y política que
existía. Al respecto (Brito Figueroa, 2005), explica:

“Los propietarios de la riqueza territorial, los


comerciantes en dinero y los comerciantes
importadores – exportadores, sus ideólogos y
políticos más representativos se apoderaron de “la
prensa y de los Ayuntamientos, convirtiéndolos,
como en el antiguo régimen, en intérpretes y
defensores de sus intereses” y “proclamando los
más opuestos principios políticos e interviniendo en
las elecciones hasta llevar sus representantes al
Congreso, apoderándose de los Tribunales de
justicia, de las jefaturas políticas de las localidades”,
y con la colaboración de antiguos jefes realistas
lograron apoderarse de la dirección de la República.”

Nuevamente, los derechos a la ciudadanía exigían no solo ser venezolano,


casado, ó mayor de 21 años, saber leer y escribir, sino que además ser dueño de una
propiedad raíz cuya renta anual fuese de cincuenta pesos, ó tener una profesión u
oficio útil que produjera cien pesos anuales, sin dependencia de otro en clase de
sirviente doméstico (Constitución de Venezuela, 1830).

Por otra parte, la constitución era muy precisa al señalar los ciudadanos que
podían ejercer los derechos de elector de segundo grado; ser sufragante parroquial no
suspenso, haber cumplido veinticinco años, saber leer y escribir, ser vecino residente
en cualquiera de las parroquias del cantón, dueño de una propiedad raíz, cuya renta
anual sea doscientos pesos; ó tener una profesión, oficio, ó industria útil que produjera
96 
 
trescientos pesos anuales; ó gozar de un sueldo anual cuatrocientos pesos
(Constitución de Venezuela, 1830).

Asimismo, la propiedad paso a ser un requisito indispensable para los aspirantes


a cargos representativos. Para optar al de diputado se requería ser dueño de una
propiedad raíz, cuya renta anual fuese de cuatrocientos pesos, o tener una profesión,
oficio o industria útil que produjera quinientos pesos anuales, o gozar de un sueldo
anual de seiscientos pesos (Constitución de Venezuela, 1830). Para aspirar al cargo de
senador, era indispensable ser dueño de una propiedad raíz, cuya renta anual fuese de
ochocientos pesos; ó tener una profesión, oficio, ó industria útil que produjera mil pesos
anuales: ó gozar de un sueldo de mil doscientos pesos al año (Constitución de
Venezuela, 1830).

De ese modo, se nos presenta una constitución que favorece totalmente a la elite
dirigente quienes serán los encargados en difundir los nuevos ideales republicanos que
demandaba la nueva nación. No olvidemos que el país estaba sumido en una difícil
situación social y económica a causa de la guerra de independencia, la más larga que
se había librado en el continente. La población había mermado significativamente
aproximadamente unas 830.000 almas en todo el territorio, que constituían unos 2,9
habitantes por milla cuadrada que si se compara con otras latitudes del planeta como la
del desierto de Trípoli 3,2 habitantes o la de Rusia 37 habitantes por milla cuadrada,
vemos que la situación era realmente crítica en toda la geografía nacional (Brito
Figueroa, 2005).

Por tal razón, no podemos presentar como democrática una constitución que
prohíbe la participación política de las masas populares siendo solo atribuido a los
ciudadanos que establece la carta magna, los terratenientes, rentistas, los oligarcas y
los caudillos militares que se enriquecieron a raíz de su contribución en la guerra de
97 
 
independencia “…para la masa general de la población, en especial para los
campesinos y esclavos, la República no podía ser de ninguna manera democrática, y si
estaba iluminada de algo, sería a lo sumo de sangre y terror…” (Brito Figueroa, 2005).

Se impone una República soberana, liberal y democrática, que tiene en la


oligarquía criolla su más fiel representante. No obstante, el pueblo exige a los
legisladores de la República se respeten sus derechos y calidad de vida por lo que
durante el siglo XIX veremos fuertes levantamientos y asonadas en todo el territorio
nacional producto de todas las injusticias sociales, igualdad, tierra y libertad para todos
eran las consignas que difundían los campesinos y esclavos, que posteriormente
devienen en guerras de guerrilla o guerras civiles.

Durante este periodo histórico las elites mantuvieron una concepción de la


nación determinada por los criterios económicos que se traducían en términos de
utilidad para los individuos considerados ciudadanos. Según (Hebrard, 1999), la
estrategia que aquí funciona era parte de la lógica que percibía la integración a la
nación en la pertenencia a la categoría de ciudadano.

Como consecuencia, la participación política estará vinculada abiertamente con


la posesión de la propiedad e ilustración claramente señalado en las constituciones de
1811,1819, 1821 y 1830. Por consiguiente, eran excluidos los que no gozaran de la
ilustración necesaria al libre ejercicio de la razón. Asimismo, el juzgar la cosa pública
era signo no de expresión de la opinión moderna, sino de la anarquía y disolución
(Hebrard, 1999). Se percibe a una sociedad donde los intereses de los actores políticos
estaban mayormente en oposición con los de la sociedad que representaban.
98 
 
99 
 
CAPÍTULO IV.

LA CONSTRUCCION DE LA LEGITIMIDAD REPUBLICANA DE CORTE LIBERAL

La organización política que se va a ir perfilando a través de las cartas


constitucionales y normativa legal durante todo el proceso de ruptura con el orden
monárquico, no va a ser otro que el Estado liberal con su separación de poderes,
libertad de los ciudadanos y la igualdad de éstos ante la ley.

En esta consideración este capítulo destaca el proceso de construcción simbólica


del nuevo estado liberal republicano a través de la delimitación de la ciudadanía, la
utilización de los símbolos patrios, sellos, la instrucción pública y la utilización de la
imagen del libertador como el símbolo más efectivo para lograr la unidad nacional
republicana.

“A partir de los primeros ensayos republicanos,


Estado, nación y soberanía, funcionaron coligados a
los nuevos poderes instalados y ordenados por la
institucionalización de la razón universal del
moderno Estado liberal” (Vázquez, 2010).

En adelante el moderno Estado liberal será el encargado de intentar regular y


ordenar toda la vida y relación entre los ciudadanos, para comenzar y partiendo del
contrato social de Rousseau, se entendía que el Estado estaba conformado gracias a la
unión contractual de los ciudadanos propietarios, libres e individuales, con esto se
aseguraba la interconexión de un sistema de poder en el cual todos los ciudadanos
renunciaban a una parte de su poder para legarlo en el Estado, así todos estaban
sujetos a este poder y a la vez eran reproductores del mismo.
100 
 
En esencia, de lo que se trataba era que desde la simbología del poder, se
ofreciera al Estado liberal moderno, como la máxima y más acabada concreción de la
organización política de la sociedad, y como dentro del Estado solo existen ciudadanos,
pues simbólicamente se presentaba a éste último como la más grande expresión
individual a la cual debía y podía aspirar todo hombre, de forma tal que el juego de
interacciones simbólicas quedara legitimado no solo por la organización política sino por
la autodefinición de los individuos en dicha organización.

Igualmente, para lograr una efectiva instauración del Estado se debía partir del
principio de la igualdad de los ciudadanos ante la ley, que en realidad representaba la
exclusión de todos aquellos individuos que fuesen desiguales o diferentes de acuerdo al
hombre que se concebía para el momento.

Un claro ejemplo de lo anterior se observa en la distinción realizada en la


constitución de 1819 entre ciudadanos activos y pasivos, los ciudadanos activos tienen
los derechos al sufragio y al ejercicio de la soberanía nacional nombrando sus
representantes; los ciudadanos pasivos quedan marginados de estos derechos;
además de esta obvia desigualdad entre los ciudadanos, lo verdaderamente revelador
de la exclusión social son los requisitos exigidos por esta constitución para gozar de la
condición de ciudadano activo.

“Haber nacido en el territorio de la República, y tener


domicilio o vecindario en cualquiera parroquia; Ser
casado o mayor de veintiún años; Saber leer y
escribir; pero esta condición no tendrá lugar hasta el
año 1830; Poseer una propiedad raíz de valor de
quinientos pesos en cualquiera parte de Venezuela.
Suplirá la falta de esta propiedad, al tener algún
grado, o aprobación pública en una ciencia, o arte
liberal o mecánica; el gozar de un grado militar vivo y
efectivo, o de algún empleo con renta de trescientos
pesos por año” (Constitución de Venezuela, 1819).
101 
 
Una vez más, se observa como el discurso legal reglamenta la exclusión. Con
ello no solo se reafirmaba el poder del Estado, esto es así porque si el Estado nacional
moderno es la única vía de relacionamiento y convivencia que se le ofrece a los
hombres, y si estos lo aceptan como tal, entonces se aseguraba la legitimidad de la
moderna forma de organización política, a la vez que para poder relacionarse entre sí y
con el Estado, los hombres debían de encajar dentro de lo que el Estado exigía de
ellos, esto es, el símbolo de los ciudadanos individuales, propietarios y en posesión de
algún arte u oficio liberal.

Evidentemente, estos requisitos nos demuestran la indudable desigualdad de


estas leyes que buscaban aparentemente la “igualdad de la ley ante los hombres”, esta
exigencia era conseguida sí y solo sí se cumplían con todos los parámetros requeridos
por la constitución, con lo cual quedaban fuera de la ley y específicamente del poder las
mujeres, los iletrados, los discapacitados y todo aquel que no poseyese una renta igual
o superior a la exigida. Con ello, se demuestra que la gran mayoría de la población
venezolana de ese entonces quedaba excluida del ejercicio o goce de la ciudadanía
activa.

Los Símbolos Patrios.

De igual forma, la nueva simbología logra a partir de unos símbolos, signos,


discursos, ceremonias y fiestas entre otros, que independientemente de la condición
social y étnica de los individuos, todos se identifiquen con una misma patria y con un
mismo ideal de la libertad, la independencia y la soberanía. Propiciado por la elite del
momento quienes intentaran afianzar su supremacía y control territorial.
102 
 
“Para los criollos se trataba ni más ni menos que de
realizar una gran proeza, y la realizaron. Una proeza
ideológica. Esa proeza fue hacer recaer sobre el
poder colonial la responsabilidad, de los efectos de
la propia dominación interna ejercida por los criollos”
(Carrera Damas, 2006).

Por esto la ruptura con el nexo colonial obligó a la república y a sus dirigentes a
crear todo una arquitectura simbólica que consolidara y convenciera a la ciudadanía de
las virtudes e importancia del nuevo orden nacional. Uno de los primeros elementos
utilizados para tal fin, fue la creación de nuestro pabellón nacional. Este símbolo sufre
una serie de transformaciones durante el periodo objeto de estudio.

La Bandera.

El 2 de febrero de 1806, se izó en el Mástil de la Corbata "LEANDER", la


Bandera Naval de Miranda que condujo su expedición sobre Coro y Ocumare. Esta era
rectangular y azul, símbolos del cielo y mar, es decir el color del nuevo mundo. En el
centro trazada en blanco, la faz de la luna que simbolizaba la declinación del poderío
Español, en la parte inmediata al asta, un sol que emerge de las ondas y simboliza la
libertad Americana que se levanta en el horizonte. En la parte superior de ella, adherido
al asta, lleva una franja roja que en letras mayúsculas exhibe: "MUERA LA TIRANÍA Y
VIVA LA LIBERTAD"

Imagen 1. Bandera de Miranda izada en


1806.
103 
 
Publicada en la Gaceta de Caracas Nº 9, el 4 de mayo de 1810 según lo dispuso
la Junta Suprema Conservadora de los derechos de Fernando VII; los colores rojo y
amarillo significaban la bandera española y el negro mostraba la alianza con la
Inglaterra timbradas con las iniciales de Fernando VII, que simbolizaba los esfuerzos
combinados de ambas naciones. Asimismo, esta bandera refleja el fin político del
momento y la adhesión a la autoridad del Rey de España reconocida para entonces.

Imagen 2. Bandera de la Junta


Conservadora de los derechos de
Fernando VII, publicada el 4 de mayo de
1810.

Sucesivamente, en 1811 el congreso constituyente que declara la independencia


de Venezuela presenta el diseño de la bandera que sería adoptado por el nuevo Estado
soberano. La bandera estaba formada con los colores amarillo azul y rojo en franjas
desiguales, sobre la franja amarilla, en el extremo superior izquierdo, aparece el
siguiente escudo de armas: una indígena sentada en una roca y portando en la mano
izquierda un asta rematada por un gorro frigio, rodeada por diversos símbolos del
desarrollo, el comercio, las ciencias, las artes, un caimán y vegetales; detrás de ella la
inscripción “Venezuela Libre,” y a sus pies una cinta con la palabra “Colombia” que
equivalía entonces a América.
104 
 

Imagen 3. Bandera de la Independencia,


decretada por el Congreso Constituyente
de 1811.

Para 1817, el poder ejecutivo del gobierno nacional establece el uso del tricolor
patrio que incluía en su franja amarilla 7 estrellas azules en representación de las
provincias unidas de Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita, Barcelona, Mérida y Trujillo,
a ser usada en los buques de guerra de la república de Venezuela.

Imagen 4. Bandera del Gobierno Federal,


decretada el 12 de mayo de 1817.

Una vez lograda la victoria de la campaña de Guayana el General Simón Bolívar


incorpora la octava estrella al tricolor sobre la franja amarilla, en representación de la
nueva provincia liberada Guayana.
105 
 

Imagen 5. Bandera de Angostura, con la


octava estrella agregada por Bolívar en
representación de Guayana. Decretada el
20 de noviembre de 1817, en el Palacio
de Angostura.

Posteriormente, el Congreso General reunido en la Villa del Rosario de Cúcuta,


establece en 1821 que la bandera de Colombia será la misma que adoptó Venezuela
en 1811, es decir, con las tres franjas horizontales de diferente anchura, sus colores
amarillo, azul y rojo con la diferencia que donde se encontraba la indígena se ubicó el
escudo de armas de la Nueva Granada para simbolizar la unión de ambas naciones en
la obra Bolivariana.

El escudo de la Nueva Granada, está enmarcado por un cuartel que lleva en la


parte superior un cóndor, símbolo de la soberanía, dicha ave sostiene con su garra
izquierda una granada y con la derecha una espada. Sobre su cabeza una corona de
laureles donde emergen dos cintas que rodean el cuartel y se unen en su extremo
inferior con la estrella de los libertadores, llevando el lema “Uixit et amore patrie” y en la
parte inferior, una luna llena aparece delante de una columna de diez estrellas.
106 
 

Imagen 6. Bandera de Colombia,


decretada el 4 de octubre de 1821 por el
Congreso General reunido en la Villa del
Rosario de Cúcuta 

En 1824, después de iniciarse la campaña del sur y ante la liberación de las


nuevas naciones, Ecuador, Perú y la posterior creación de Bolivia fue instituida una
bandera para la gran república de Colombia. Con un escudo de armas sobre la franja
azul central formado por dos (2) cornucopias llenas de frutas y flores de los países fríos,
templados y cálidos como símbolos de la abundancia, fuerza y unión, un hacecillo de
lanzas con la segur atravesada, arcos y flechas enlazados con cinta tricolor en la parte
inferior. Este conjunto rodeado por un círculo en el que aparece inscrito república de
Colombia.

Imagen 7. Bandera de la república de


Colombia promulgada en 1824.

Seguidamente, en 1830 el Congreso Constituyente decretó la bandera de la


república de Venezuela manteniendo las tres franjas amarillo, azul y rojo, cambiando el
escudo de armas, es decir, que será provisionalmente el mismo de Colombia, con la
107 
 
diferencia que las cornucopias serán vueltas abajo y en la parte inferior del ovalo llevara
la inscripción de Estado de Venezuela que posteriormente será cambiado por república
de Venezuela.18

Imagen 8. Bandera provisional del 14 de


octubre de 1830, decretada por el
Congreso Constituyente de Valencia,
Decreto Nº 54.

Tal como se observa en las diversas banderas descritas siempre se buscó


simbolizar las virtudes del momento político fuese con la bandera que en su centro
tenía grabada las iniciales de Fernando VII como símbolo de fidelidad al monarca,
pasando por la decretada en 1811 que declaraba a Venezuela libre del yugo español,
hasta las banderas que con las estrellas azules en la franja amarilla intentaban afianzar
la idea de unidad y libertad de las provincias independientes.

La utilización de estas banderas en buques de guerra a favor de la república,


fiestas conmemorativas, actos de carácter público, edificios o casas de gobierno tenía
como objetivo afianzar el sentido de pertenencia y unificar a la sociedad venezolana
bajo ciertos códigos simbólicos de libertad, igualdad, independencia y soberanía. En
ese sentido, se trataba que la bandera como símbolo nacional despertara el mismo
sentimiento de apego y solidaridad al Estado Venezolano.

                                                            
18
Para información detallada sobre la evolución histórica de la bandera de Venezuela consulte,
http//www.efemeridesvenezolanas.com/html/evolución.htm.
108 
 
El Escudo de Armas.

El primer escudo de armas del que se tiene conocimiento en Venezuela entró en


vigencia el 14 de octubre de 1830, este era el mismo adoptado por la república de
Colombia compuesto por dos cornucopias llenas de frutos y flores de los países fríos,
templados y cálidos, las armas colombianas compuestas por un hacecillo de lanzas con
la segur atravesada, arcos y flechas cruzadas, atados con una cinta y en la parte
inferior la inscripción Estado de Venezuela.

La intención que se tenía con este escudo era simbolizar a través de las
cornucopias que se encontraban desbordantes de diversos frutos, ejemplificar la
prosperidad y la riqueza de la naciente república, además, con la aplicación de la frase
Estado de Venezuela se afirmaba la existencia de un órgano rector de la sociedad
Venezolana y la identidad de esta para con dicho Estado.

Imagen 9. Blasón provisional del 14 de


octubre de 1830, decretado bajo el Nº
54 por el Congreso Constituyente de
Valencia.
109 
 
Los Sellos o Impresiones.

Uno de los símbolos que debe de señalarse por su gran importancia y


significado, ya que se utilizaría como referente (cuño o papel sellado) que daba la
valides y soporte a todos los dictámenes emanados durante el periodo objeto de
estudio. Se conoce el caso particular de un sello del Almirantazgo de Venezuela que
incluye las dos alegorías en una misma imagen. A un lado un paisaje costero con una
palmera y hay una indígena armada con carcaj y flechas, que sostiene con su mano
derecha un letrero que dice auxilio y espera a la libertad, una mujer que se aproxima
en una barca, sosteniendo en su mano derecha una lanza con el gorro frigio enarbolado
en la punta y en su mano izquierda un ancla que prepara para el desembarque
(Chicangana, 2010).

El sello del almirantazgo, bastante excepcional por incluir las dos alegorías,
establecería una diferencia entre la Patria representada por la india y la Libertad
representada por la mujer que viene en la barca, que además seria una metáfora de la
importancia de las fuerzas navales para la causa republicana (Chicangana, 2010).

Imagen 10. Sello del Almirantazgo de Venezuela. Izquierda:


Impresión en lacre. Derecha: dibujo del contenido. (Barriga, 2002:
citado por, Chicangana, 2010).
110 
 
Es evidente, que en la mayoría de los referentes simbólicos surgidos durante el
periodo emancipador, la presencia de indígenas como protagonistas de las alegorías de
la Libertad y de la Patria nos ha llevado a concluir erróneamente que la independencia
pretendía la reivindicación social de los indígenas. El proyecto nacional buscaba
afianzar y enaltecer el pasado de las civilizaciones prehispánicas deslegitimando a los
españoles como los únicos culpables de todos los males traídos a la América. “Por eso
comienzan a ser usados nombres indígenas como: Cundinamarca, Bogotá, y símbolos
como las indias, las flechas y las lanzas en escudos, sellos y banderas” (Chicangana,
2010).

Instrucción Pública.

Uno de los instrumentos preferidos para subsanar “la natural desigualdad” entre
los hombres fue la educación. Se suponía que el Estado debía impulsar la instrucción
pública a todo el cuerpo social, con esto se pretendía fijar desde la temprana edad los
ideales de razón y progreso ilustrado que permitiera ir eliminando todo aquel
pensamiento, comportamiento u opiniones distintas a la requerida por el Estado en
aquella época.

“Lo prescrito era universalizar y nacionalizar la


enseñanza pública primaria entre todos los
republicanos, con conocimientos elementales de
lectura, escritura, moral, religión, habilidades
manuales y técnicas para ejercer las artes y oficios
de utilidad pública; ello porque la razón del Estado
demandaba ciudadanos morales y cultivados, así
como la regeneración de la pobreza con extinción de
la ignorancia, la ociosidad, enfermedades y
epidemias” (Vázquez, 2010).
111 
 
Lógicamente, el modelo educativo impulsado por el Estado aún cuando buscaba
eliminar la desigualdad entre los hombres, en realidad se convertía en un elemento
reproductor de la desigualdad sobre la base de la exclusión de los valores liberales. En
ese sentido, las féminas eran confinadas a las labores del hogar y por lo tanto su
educación giraba en torno a lo domestico, a la vez de asegurar su función sexual y
reproductora, con ello la mujer quedaba confinada al espacio privado, siendo el espacio
público del hombre, en su condición de ciudadano activo el encargado de todos los
asuntos públicos del Estado (Vázquez, 2010).

A esta disparidad entre hombres y mujeres también se le agregaba la


diferenciación entre los grupos sociales, esto se debía a que los vicios de los infantes
pobres debían ser corregidos en hospicios, mientras que la educación para los hijos de
los ciudadanos más pudientes era encargada a preceptores o maestros, que los
prepararían para ser los republicanos que la nación demandaba, con un altísimo
espíritu de moral y razón pública.

Así la educación entraba en todo este juego de reafirmación y reproducción del


poder ya que perpetuaba la desigualdad entre los géneros cuando relegaban la mujer a
funciones meramente del hogar y en cuanto al hombre solamente se preocupaba por
corregir sus vicios en las clases más desfavorecidas, dejando la educación de las
clases acaudaladas para el dominio y control del Estado.

“Para el cultivo de la racionalidad y el


establecimiento de un orden burocrático con
instituciones orientadas hacia los fines políticos de la
moderna razón del Estado, el ejercicio de los
poderes públicos era potestad de aquellos hombres
que lograban colocarse a la altura del carácter
racional” (Vázquez, 2010).
112 
 
En definitiva, tanto el ordenamiento constitucional y legal como la educación de
principios del siglo XIX en nuestro país, intentaban provocar la naturalización de los
valores ilustrados y liberales. Es decir, que la ciudadanía individual, el liberalismo, el
Estado, la separación de los poderes, la igualdad ante la ley y la ciencia ilustrada entre
otros fueron presentados simbólicamente como los únicos posibles y el fin último de la
evolución humana, de tal forma que todo aquello que fuera concebido como diferente a
dichos preceptos era presentado como algo retrogrado, irracional o atrasado. En
consecuencia, será la élite la encargada de dirigir la política nacional que fundamentara
la naciente República.

Simón Bolívar como Símbolo de la Unificación Nacional.

La figura de Simón Bolívar como símbolo de los más altos valores ciudadanos
será una de las armas más eficazmente utilizada por las élites para solidificar la unidad
nacional. Según (Cabrera, 2004), “El culto a Bolívar se inicia desde el año 1813, cuando
las poblaciones de Venezuela le rindieron grandes recepciones a su paso en el trayecto
de la campaña admirable … siendo aún brigadier, es coronado con los gloriosos títulos
de General del Ejército Libertador, Capitán General de los Ejércitos de Venezuela y
Libertador de la República.”

A partir de este momento fechas como el día de San Simón veintiocho (28) de
octubre serán celebradas para conmemorar el cumpleaños del libertador, no solo con la
intención de rendirle honores a su persona, sino que además se utilizaban las creencias
religiosas para afianzar los valores republicanos. Igualmente, surgirán una serie de
canciones que exaltan las virtudes y grandes proezas de Simón y su ejército libertador,
su amor a la patria y la república.
113 
 
Por otra parte, la producción iconográfica es muy significativa durante todo el
periodo revolucionario, se exige a los pintores de la época independentista no solo
retratar, sino hacer heroico al personaje retratado. Se hace necesaria la construcción
identitaria como base para la formación de la futura conciencia nacional y esta se
comienza a establecer con los protagonistas de las guerras, con ello, “se inicia y define
un panteón de héroes conformado por los mártires, militares y caudillos que derrotaron
al imperio español y fundaron la república, siendo la principal figura Simón Bolívar”
(Chicangana, 2010).

Imagen 11. El Panteón de los Héroes


(1898), de Arturo Michelena. En:
http://es.wikipedia.org/wiki/Arturo_Miche
lena.

Simón Bolívar será uno de los personajes más representados, se cuentan en


centenares sus imágenes y que han sido realizadas en diferentes épocas y países
Europeos y Americanos, destacándose Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia
como los de mayor producción iconográfica (Chicangana, 2010).

“Los retratos de los héroes son bastante canónicos,


siguen normas compositivas similares, sin importar si
representan a Nariño, Bolívar o Santander. El
personaje será presentado de perfil, en escorzo o
frontales, siempre en primer plano imponentes,
hieráticos y monumentales, pudiendo tener un color
plano de fondo, un recinto o alguna escena épica.
Otros personajes siempre aparecerán de menor
tamaño de acuerdo a su importancia, pero diminutos
114 
 
si comparados a la figura protagónica” (Chicangana,
2010).

Es evidente, que en la pintura los personajes heroicos, como el caso del


libertador no son representados como simples retratos o imágenes, sino que
simbólicamente asemejan y escenifican, una leyenda, un mito o un semidiós.

Imagen 12. Alegoría en homenaje a Bolívar.


Francia. c. 1824. Colección Fundación John
Boulton, ya en dicha imagen comienza a
observarse el culto a la figura del libertador.
En: Revista Memorias de Venezuela, 2010

Sin embargo, en los últimos años de la vida del Libertador se pudo observar una
visión negativa que se construye alrededor del prócer, tanto es así que sufrió la
persecución y el escarnio hasta convertirse en un “héroe” repudiado y expulsado de
varias naciones liberadas por el proceso emancipador que él lideraba.

Posteriormente, a su muerte la imagen del Libertador cobraría una importancia


mucho mayor, ya que la sociedad venezolana golpeada por la guerra y con buena parte
de sus ciudades destruidas por el terremoto de 1812, con las reivindicaciones sociales
de igualdad y libertad para los esclavos incumplidas por el movimiento emancipador,
incluyendo las elites del país divididas entre federalistas y centralistas que luchaban por
la autonomía provincial o el control y la supremacía del Estado Nacional. Precisamente,
en este cuadro tan caótico la imagen de Bolívar sintetiza una multiplicidad de referentes
115 
 
simbólicos, es el padre de la patria cuyo proyecto podrá darle prosperidad y riqueza al
país, es el libertador que finalmente logrará la igualdad social y libertad de los esclavos,
es el ciudadano en cuyo seno se encuentran representados los más altos valores
liberales de ilustración, prosperidad, trabajo y progreso.

“…la figura del libertador ocupaba el alto sitial de


representativo de todo aquello que no se había
obtenido al cabo de la lucha emancipadora. Son
innumerables las huellas de la devoción que hacia él
guardaba el pueblo. El propio Páez, al dirigirse al
Congreso de 1842, renueva su solicitud hecha en
1833, de que se repatriasen los restos del
Libertador…” (Carrera Damas, 1969).

Imagen 13. Bolívar entra triunfante a Caracas,


luego de la heroica campaña admirable, recibe el
título de libertador. Obra de Edmundo
Wolterbeck. En:
http://abrilinsurgente.org/noticias.php?id=3175&c
at=&art=

Por eso no resulta extraña la idea de algunos historiadores como (Briceño


Iragorry, 1988), que sostiene que para poder realizar una comprensión de lo venezolano
o la venezolanidad es necesario realizar primero una precisa comprensión de la figura
histórica de Bolívar su pensamiento. De igual forma (Vallenilla Lanz, 1991), sostiene
que el Libertador es también el creador de la nacionalidad venezolana ya que al lograr
con su autoridad, liderazgo y carisma someter al resto de los caudillos orientales y
116 
 
centrales como Páez y Zaraza pudo unificar toda la nación bajo un solo mando y lograr
de esta manera evitar el desmembramiento del Estado Nacional en pequeñas
repúblicas independientes. “…Bolívar, constituyó con aquellas fuerzas dispersas una
sinergia poderosa puesta al servicio de la causa de América…”

Lo que nuevamente es una clara muestra de la eficacia que posee la figura de


Simón Bolívar dentro de la sociedad venezolana como símbolo de la unidad nacional.
Por ello, su nombre evoca a la imagen del héroe de la libertad, justicia, orden y
progreso.

 
117 
 
CONSIDERACIONES FINALES.

En y desde la interdisciplinariedad científica la investigación aquí desarrollada


tuvo como soporte teórico-metodológico fundamental los aportes ofrecidos por la
historia sociocultural. En esta perspectiva, los resultados aquí expuestos procuran
comprender otra variable de nuestro proceso independentista, esto es, la simbología del
poder construida por individuos y colectivos sociales bien para reafirmar la estructura
monárquica de poder, bien para legitimar el ideal republicano/liberal que se pretende
imponer.

En esta consideración, los objetivos propuesto han develado que la sociedad de


orden tradicional caracterizada por valores como el honor, la lealtad, la fidelidad, la
obediencia, la sumisión y la subordinación entre otros, y una profunda valoración de los
sagrado y religioso, se manifiesta, pervive y coexiste con nuevos valores, conceptos y
referentes -, libertad, igualdad, fraternidad y unión -, devenidos de la crisis de la
institucionalidad monárquica de fines del siglo XVIII y primeras décadas del siglo XIX.
En esta lógica se explica el ejercicio y funcionamiento del poder como red de
relaciones, que vincula a individuos y colectivos sociales, en una intrincada red de
amistad, negocios y parentelas consanguíneas. Estas relaciones de amplia
trascendencia simbolizan y significan compromisos de fidelidad y lealtad en donde
están en juego a su vez, intereses particulares y monárquicos. De esta manera, las
funciones públicas se hallaban definidas por el estatus, el origen de las familias y la
riqueza de ahí que la supremacía social, económica y política estaba limitada y
legitimada a determinados grupos sociales del momento.

En dicha sociedad signos y símbolos ven a tener una gran influencia en los
diferentes colectivos, incluyendo a los monarcas que utilizan diversas representaciones
simbólicas (corona, cetro, escudos, pendones reales, monedas, entre otros), con la
finalidad de hacer visible y aceptable su soberanía. Así, se contribuía a ratificar el
118 
 
poderío que el rey detentaba como máximo protector del mundo; gracia que era
emanada de Dios, y por lo tanto reconocida y legitimada por todos. Los signos y
símbolos justifican el poder sacralizado del monarca, y determinaban las relaciones y
posiciones que los individuos ejercían como sociedad cortesana.

En todo caso, la simbología del poder que se logra institucionalizar tiene la


capacidad de imponer y legitimar el punto de vista que se posea de la realidad, a la vez,
hacer o lograr que sea aceptable, soportable y perdurable la relación dominantes –
dominados. De ahí, que la percepción que se tenga del mundo reside en la capacidad
de imponer a través de la lucha simbólica, los principios sobre los cuales será
construida la realidad.

El análisis ha evidenciado que esta simbología se significa en el discurso de la


época mediante símbolos, valores, ceremonias, rituales, fiestas, entre otros donde
prevalecen códigos que definen la posición y el lugar que cada individuo ocupa dentro
de la sociedad, y a su vez, logra establecer los límites y alcances del ejercicio y
funcionamiento del poder.

Así, se asume que el discurso es un instrumento de legitimación y justificación


del poder. Por lo tanto, no debe entenderse como algo uniforme ya que son sus
diversas características “autoridad, prestigio, lealtad, privilegio, valores, creencias y
representaciones” que como parte de la cultura política le dan consistencia, legitimidad
y significaciones propias y diferenciadas (Garrido, 1993: citado por, Berbesí, 2002).

En ese sentido, en el contexto de símbolos, valores, actitudes y comportamientos


de orden tradicional, cada manifestación alegórica (actos de jura, festividades y
diversiones, juntas de gobierno, espectáculos públicos, rituales entre otros), perseguía
de una parte, generar apoyo, es decir, vasallaje, sumisión y obediencia al rey, de otra,
119 
 
legitimar el nuevo discurso que personifica la Nación de corte liberal. Discurso que
progresivamente se impone y sustituye el de la lealtad y fidelidad a la monarquía y al
rey.

En el contexto del nuevo orden político venezolano que comienza a configurarse


en 1811, símbolos, valores, actitudes, prácticas y comportamientos apuntalan la
construcción de la naciente República, que en adelante requiere legitimar una nueva
simbología institucional y política. Así, cada ceremonial y cada acto público pone en
escena símbolos y signos que significan los cambios que en todo caso, se hacen
necesarios para imponer los principios que aseguraran y consolidaran efectivamente la
estabilidad de la nueva República.

Es evidente que signos y símbolos del poder, visibilizan una intencionalidad


política, y develan el significado y alcance que en el caso venezolano, entre 1808 y
1830 tienen los ideales republicanos, que fundamentados en diferentes textos
constitucionales exigen otra organización de la sociedad y del Estado.

De ahí, que la coyuntura histórica exige e impone cambios: soberanía,


representación, participación política, opinión se construyen ahora desde nuevos y
viejos significados, referentes y dispositivos simbólicos que progresivamente trastocan
actitudes, prácticas, comportamientos y valores entre otros.

Es así como, los actos de jura a la constitución española de 1812 realizados en


ciudades de la Guaira y Maracaibo; en el pueblo del Guapo; en la provincia de Coro y
en el Valle de Escuque tenían por objetivo ratificar la lealtad y fidelidad a la monarquía.
En tal sentido las autoridades de la época debían garantizar la paz y la tranquilidad, que
era la señal más clara de obediencia y respeto a la santa constitución como símbolo
legitimador del poder regio.
120 
 
Por su parte, las juntas de gobierno que se instalaron por ejemplo en Caracas y
Cumana como capitales provinciales, develan la necesidad de legitimar una nueva
estructura de poder. En su significación, el ceremonial impuesto tiene como objetivo
representar y hacer inteligible la “nueva realidad política”.

El ceremonial se iniciaba con la marcha de las autoridades a la catedral, así se


lograba llamar la atención de los vecinos para con el acto público y se perseguía unir
simbólicamente en un solo ceremonial el poder y la legitimidad política y religiosa.
Además, los nuevos símbolos del poder republicano se exhibieron en las calles y
edificios públicos como símbolo de la autoridad y del poder. Es decir, desde las cintas
con el nuevo tricolor nacional que portaban las autoridades en Cumana, como la
decoración en Caracas con los retratos del Gual y España en sustitución del retrato del
monarca.

Asimismo, en todo acto público-, festividades e instalación de juntas-, al son de


la música como elemento legitimador y cohesionador de la sociedad para con el nuevo
orden republicano se avivaba la intencionalidad de los ánimos patrióticos, y a la vez, se
significaba la tiranía y opresión de la monarquía como sistema de gobierno. Un ejemplo
de ello, es la canción americana y la canción patriótica para la visita al libertador.

Igualmente, los signos y símbolos fueron ratificadores del poder regio dejando
entrever a una sociedad estamental, jerarquizada y con ciertos valores sociales, que
para el caso que aquí nos ocupa se evidencia en la condecoración de un real busto
llevado al cuello con el lema de fiel venezolana entregada a Doña María Josefa Matos
por el supremo consejo de las indias en solicitud del rey, en premio a la fidelidad,
vasallaje y adhesión al monarca en las dos revoluciones de la provincia de Caracas por
cuya causa tanto ella como el esposo sufrieron persecución.
121 
 
De igual manera, la solicitud realizada por el gobierno de la ciudad de Maracaibo
para el otorgamiento a esa localidad de la Real Orden Americana de Isabel la Católica
como muestra de su total fidelidad a la causa del rey.

Para el caso de la representación y participación política en Venezuela durante el


periodo objeto de estudio, se observa que con la ausencia del rey y gracias al principio
de retroversión de la soberanía al pueblo, localidades como Caracas se asumirían
como hijos de una misma Nación y por tal razón con los mismos derechos que todos los
integrantes de tal Estado, incluyendo la prerrogativa de la formación de juntas de
gobierno, lógicamente esta transformación vino acompañada de nuevos inconvenientes
o luchas, es decir, alguna ciudades cabeceras de provincia intentaron mantener el
control sobre su territorio mientras que otras jurisdicciones buscaron separarse de dicho
poder.

Básicamente, la formación de juntas desde la simbología del poder perseguía


dos objetivos contrarios, la de mantenerse fiel al rey y al orden monárquico o la de
promover la independencia respecto a España. En todo caso, se pretendía que las
capitales cabeceras de provincia tomaran el control sobre el vasto territorio, al
demostrar que el desarrollo económico, político y social estaba en dichas ciudades por
lo tanto era allí donde debían tener el asiento los poderes de dicha provincia.

Asimismo, la legitimación del nuevo orden se fundamenta en las constituciones


de 1811, 1819, 1821 y 1830 en tales textos constitucionales se evidenciaron los alcance
y límites de la nueva ciudadanía, que determinaban quienes quedaban excluidos y
quiénes eran los que tenían acceso a la misma y por los tanto podían entrar a formar
parte del juego político en el naciente Estado nacional (el derecho a elegir y ser elegido
a un cargo de representación pública), todo ello logrado y legitimado a través del orden
legal y constitucional de la época, y mediante la herramienta de la instrucción pública
122 
 
como uno de los primeros vehículos para el adoctrinamiento de los nuevos
republicanos.

Así por ejemplo, la constitución de Venezuela de 1811 es bien clara al determinar


quiénes eran los ciudadanos, “… todo hombre libre mayor de veintiún años que
poseyera un caudal libre del valor de seiscientos pesos o que tuviese grado u
aprobación en una ciencia o arte liberal o mecánica, y que fuese propietario o
arrendador de tierras…”.

En esencia, se trataba de una ciudadanía limitada y excluyente que valiéndose


de los patrones simbólicos de la República liberal e ilustrada buscaban instaurar y
perpetuar el dominio de un grupo de hombres propietarios e ilustrados sobre el resto de
los hombres y mujeres, fuesen por su condición social, económica e ilustrada.

Por tal razón, el orden legal, la instrucción pública junto a toda la construcción
simbólica promovida por las elites criollas tendrían como fin último la instauración del
moderno Estado liberal como única y más avanzada forma de organización político y
social del país, de tal forma que solo dentro de él se podría alcanzar el progreso y la
libertad que la patria requería y por tal razón únicamente dentro del Estado los
ciudadanos podían relacionarse y dirimir sus diferencias. Es decir, que la ciudadanía
individual, el liberalismo, el Estado, la separación de los poderes, la igualdad ante la ley
y la ciencia ilustrada entre otros fueron presentados simbólicamente como los únicos
posibles e idóneos, de ahí, que todo aquello que fuera concebido como diferente a
dichos preceptos era presentado como algo erróneo o irracional.

Por ese motivo, la simbología impuesta por los republicanos logró a partir de
unos símbolos, ceremonias, fiestas entre otros que todo el colectivo se lograra
identificar bajo la consigna de la patria ahora libre, independiente y soberana con la
123 
 
finalidad de afianzar la perdurabilidad del nuevo régimen republicano y el nacimiento del
Estado Liberal, tarea que no sería nada fácil no solo por las condiciones políticas,
económicas y sociales en las que se encontraba nuestro país, sino que la ruptura con el
nexo colonial no había concluido, la sociedad mantenía los valores y prácticas sociales
del antiguo régimen español.

Por ello los nuevos dirigentes debían convencer al pueblo de las virtudes e
importancia del nuevo orden nacional, para tal fin, fue necesario la creación de
banderas, escudos, blasones, sellos y otros símbolos que sirvieran como referentes
identitarios y unificadores de toda la sociedad en torno a un solo ideal de Nación. De
ahí, que la creación del pabellón nacional devela el capital simbólico que nos
identificara con las bondades de nuestra tierra, ejemplo de esto es la utilización de las
alegorías indígenas en la bandera de la independencia decretada por el congreso
constituyente de 1811, así como la inclusión de estrellas-, que significaban las
provincias unidas a favor de la causa republicana-, en la bandera del gobierno federal
decretada el 12 de mayo de 1817.

El escenificar los símbolos patrios es lograr que, todos se identifiquen con una
misma patria y con un mismo ideal-, libertad, independencia y soberanía-, propiciado
por los grupos de poder en distintas localidades y regiones quienes desde sus
particulares intereses procuran afianzar su supremacía y control territorial.

Igualmente, la figura del hombre patriota con sus ideales republicanos, al ser
ahora el portador, defensor e hijo ilustre de esta patria, se convierte en el patrón a
seguir para el resto de la sociedad, una especie de manual de conducta y
comportamiento que debía ser acatado por toda la población para convertirse en
ciudadanos ejemplares. En consecuencia, los héroes nacionales representarían el
ejemplo de la unificación nacional, así, la figura de Simón Bolívar, se significa como
libertador y símbolo de la independencia, de la libertad y la soberanía. Bolívar vendría a
124 
 
simbolizar la patria, la nación y la libertad venezolana, con el libertador todos los grupos
sociales podían identificarse ya que era el padre de la patria y unificador de la nación,
en fin, fue la imagen y el símbolo que funcionó para múltiples propósitos durante el
proceso de conformación y legitimación de la nación venezolana.

 
125 
 
FUENTES CONSULTADAS.

DOCUMENTALES MANUSCRITAS.

ARCHIVO GENERAL DE INDIAS.

1. Caracas 181, Tira 125. Representación del Cabildo de Cumaná sobre donativos
patrióticos. 5 de Marzo de 1810.

2. Caracas 437A, Tira 248. Subversión de Cumaná. Cartagena de Indias. 2 de


Agosto de 1810.

3. Caracas 437A, Tira 20. Proclamas. Caracas 22 de Diciembre de 1810.


Ciudadanos Patriotas de Venezuela. 25 de Enero de 1811.

4. Caracas 178, Tira 27. Testimonio del Pueblo de Guapo para Celebrar la Jura de
la Constitución de 1812. 24 de Julio de 1812.

5. Caracas 177, Tira 78, Ff 432-437. Muestras de Lealtad de Maracaibo a la


Monarquía. 11 de Septiembre de 1812.

6. Caracas 437A, Tira 13. Papeles Impresos de la Junta Revolucionaria de


Caracas. 25 de Septiembre de 1812.

7. Caracas 177, Tira 79. Los Habitantes de Maracaibo Acreditan Jubilo a la


Constitución de la Monarquía. Octubre de 1812.
126 
 
8. Caracas 181, Tira 134. Presentación de los Vecinos de Valencia y Puerto
Cabello Solicitando se Declare a Valencia Sede del Gobierno. Puerto Cabello 6
de Noviembre 1812/1817.

9. Caracas 62, Tira 274. El Ayuntamiento de Caracas y a Nombre de los Habitantes


de la Provincia. 19 de Septiembre de 1814.

10. Caracas 181, Tira 132. El Apoderado del Ayuntamiento de Caracas. Madrid 29
de Septiembre de 1814.

11. Caracas 149, Tira 336, Ff 413-418. El Gobierno de Maracaibo sobre la Fidelidad
y Lealtad del Cabildo Local. 10 de Agosto de 1815.

12. Caracas 19, Tira 23. Real Cédula del Rey por Fidelidad. Madrid 23 de Febrero de
1818.

13. Caracas 178, Tira 22. Juramento a la Monarquía Española del Puerto de la
Guaira. 4 de Junio de 1820.

14. Caracas 178, Tira 21. Juramento a la Monarquía Española en el Valle de


Escuque, Provincia de Maracaibo. 3 de Julio de 1820.

15. Caracas 178, Tira 23. Juramento a la Constitución Española en Coro Nº 3. 20 de


Julio de 1820.
127 
 
BIBLIOHEMEROGRÁFICAS.

16. Aróstegui, Julio, 2001, La Investigación Histórica: Teoría y Método, 2da. Edición,
Barcelona, España, editorial Crítica. pp. 69-326.

17. Berbesí de Salazar, Ligia, 2000, El Gobierno Provincial de Maracaibo en la


Gestación de la Primera República 1799-1810, 1era. Edición, Maracaibo,
Venezuela, editorial Sinamaica. pp. 15-69.

18. ____________________, 2000, Ceremonial y Poder en el Gobierno Provincial de


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139 
 
ANEXOS.

CANCIONES PATRIÓTICAS.

1. Canción Americana 1811.

Música: Lino Gallardo

Letra: J. Picornell y C. Campomanes.

Coro.

Viva, viva tan solo el pueblo, el pueblo soberano mueran, mueran los opresores,
mueran, mueran los partidarios.

La patria es nuestra madre querida a quien tuvo el tirano esclava y afligida a esta es a
quien debemos hasta la misma vida perezcamos pues antes que ella se vea oprimida.

Tiembla opresor infame, tiembla cruel e inhumano que todos sus delitos van hacer
castigados. Ya la temible espada va a destruir vuestro orgullo déspota y sanguinario.

Monstruos feos y horrendos hacían 300 años que tu furor destruía a los americanos. Ya
es tiempo de que pagues tus crímenes salvajes pues ya recobro el pueblo, recobro sus
derechos sagrados.

O tu ser infinito supremo justo, sabio tu que creaste al hombre de libertad dotado. No
permitas que sea más tiempo esclavizado, destruye el despotismo confunde a los
tiranos.

2. Canción Patriótica para la Visita del Libertador 1827.

Por: Juan Meserón.

Coro.

Colombianos la fama publica de Bolívar su gloria inmortal. Compatriotas con dulce


alegría gratos himnos por el entonar.
140 
 
1

Nuestra patria afligida lloraba las desgracias que un mal le causo y Bolívar de tierras
lejanas sus lamentos y quejas oyó. Vuela entonces cual rayo impetuoso nada estorba
su marcha velos y al pisar de sus patrias las playas una rama de olivo mostró.

3. Gloria al Bravo Pueblo 1810.

Letra: Andrés Bello


Música: Lino Gallardo

Coro.

Gloria al Bravo Pueblo que el yugo lanzo,


La Ley respetando la virtud y honor.

Pensaba en su trono que el ardid gano,


Darnos duras leyes el usurpador.
Previo sus cautelas nuestro corazón
Y a su inicuo fraude opuso el valor.

Abajo cadenas, gritaba el Señor,


Y el pobre en su choza
Libertad pidió.
A este santo nombre tembló de pavor,
El vil egoísmo que otra vez triunfó.
141 
 
3

Que aguardéis patriotas, hijos de Colon?


Marchad tras nosotros y viva la unión
Y si el despotismo levanta la voz,
Seguid el ejemplo que Caracas dio.

Gritemos, con brío, muera la opresión,


Compatriotas fieles, la fuerza es la unión.
Y desde el empíreo el Supremo autor,
Un sublime aliento al pueblo infundió.

Unida con lazos que el cielo formó,


La América toda, existe en nación.
Temedla tiranos, que el orbe adoro,
Ya jura ser libre, ya os ve con horror.

4. Para los Libertadores del Sur 1825.

Por: José María Isaza.

Coro.

Gloria eterna los bravos guerreros que en Colombia nos da libertad. Gloria al genio
creador de este suelo que ha luchado hasta darnos la paz.

Por centenas los héroes guerreros a sus aras los mira inmolar y hasta el genio creador
sucumbiera si este genio no fuera inmortal.
142 
 
2

Tres millones de voces oyeron todas juntas un grito entonar bendiciendo la mano divina
que a Colombia le ha dado la paz.

5. Canción Patriótica en Obsequio al Libertador 1825.

Por: José María Isaza.

Coro.

Caraqueños con gran entusiasmo tributamos afecto y lealtad a quien supo vencer
tantas veces y a Colombia le dio libertad.

Hasta cuando soberbios, tiranos sostendréis con capricho tenaz una guerra que nos ha
destruido y en que nunca podréis ya triunfar.

La venganza os conduce malvados, si malvados si con las (filas) de reconquistar pues


difícil empresa parece donde reina ya la libertad.

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