“CADA UNO JUZGA BIEN AQUELLO QUE CONOCE”
(ARISTÓTELES, EN, I, 3, 1094 b 28-1095 a 13)1
MARGARITA MAURI
The aim of this paper is to explain, by means of Aristotelic texts,
the answer to two questions related to the mentioned concepts:
1) What is the goal and purpose of the philosophy of human
things?: and 2) To whom is this knowledge addressed?
En las últimas líneas del capítulo tercero del primer libro de la
Ética a Nicómaco Aristóteles se refiere, tan breve como explí-
citamente, a las condiciones de la materia que comienza a
desarrollar y también menciona las que ha de reunir aquél que
pretenda ser, con provecho, su discípulo. La finalidad de esta
comunicación es la de exponer, siguiendo los textos aristótelicos,
la respuesta a dos cuestiones relacionadas con las líneas
mencionadas: 1) ¿Cuál es el objeto y el objetivo de la filosofía de
las cosas humanas?; y, 2) ¿A quién se dirige este conocimiento?
1. ¿Cuál es el objeto y el objetivo de la filosofía de las cosas
humanas?
Con el nombre de ‘filosofía de la cosas humanas’2 Aristóteles
se refiere a los temas desarrollados en la Ética a Nicómaco desde
cuyo final da paso a la segunda parte de esa filosofía, constituido
por el tratado de la Política. En la primera de las obras, el interés
de Aristóteles se ha centrado en todo lo concerniente a la feli-
cidad humana abordada, básicamente, desde su ámbito indivi-
dual. Sin embargo, puesto que hablar de la felicidad individual no
1
Comunicación presentada durante las XXXVIII Reuniones Filosóficas (28-
30 de abril de 1999) celebradas en la Universidad de Navarra bajo el título La
filosofía práctica de Aristóteles.
2
Aristóteles, Ética a Nicómaco, tr. J. Marías / M. Araujo, Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 31981, ed. bilingüe (EN, X, 9, 1181b 15-16).
Anuario Filosófico, 1999 (32), 469-475 469
MARGARITA MAURI
deja de ser una licencia metodológica, el autor completa la
exposición de la filosofía de las cosas humanas con el estudio de
la comunidad que ha de albergar, y también procurar, la actividad
virtuosa que constituye el objeto de la Ética.
El ámbito de conocimiento de la filosofía de las cosas
humanas es el de las cosas de la vida en un doble sentido3: 1) en
el sentido de que ese es su objeto, trata sobre ellas, las explica,
busca su fundamento; y 2) también precisa de su ejemplo para
probar la explicación teórica que trata de entender las cosas
humanas, la actividad práctica: “En todas estas cuestiones
debemos intentar convencer por medio de argumentos, emple-
ando los hechos observados como prueba y ejemplo”4.
La finalidad de una investigación que verse sobre la praxis
humana no puede ser otra que la de la incorporación vital de sus
conclusiones. El conocimiento que se desarrolla para conocer una
de las actividades propias del hombre se justifica por la posibi-
lidad de incorporar a la práctica el resultado de dicha inves-
tigación. De otro modo, carecería de sentido o cabría relegar esa
actividad de investigación a la categoría de “divertimento”.
2. ¿A quién se dirige este conocimiento?
Por paradójico que parezca, el conocimiento sobre las cosas
humanas se dirige a todos aquellos que, en su vida práctica, ya
aplican las conclusiones de esa reflexión. En otros términos, esta
clase de saber resulta provechoso sólo para aquéllos que guían su
conducta por la razón. Con lo cual, el pensamiento de Aristóteles
en este punto puede formularse del siguiente modo:
a) La praxis previa al conocimiento permite que éste resulte
provechoso.
b) El conocimiento fruto de la reflexión sobre las cosas
humanas no puede tener otro fin que el práctico.
3
Aristóteles, EN, I, 3, 1195a 34.
4
Aristóteles, Ética Eudemia; tr. J. Pallí, Gredos, Madrid, 1988, EE, I, 6,
1216b 27-29.
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CADA UNO JUZGA BIEN AQUELLO QUE CONOCE
Una de las características diferenciadoras del ámbito práctico
con respecto al especulativo es la necesidad que acompaña al
conocimiento del primer género de ser traducido al terreno de la
acción, para lo cual, más allá del propio conocimiento, se precisa
la presencia del hábito sin cuyo concurso falla el puente que se
tiende entre el conocimiento adecuado y la actuación pertinente.
No es necesario presuponer conocimiento filosófico alguno en
el que guía su conducta por la virtud, puesto que, de acuerdo con
Aristóteles, no existe relación de necesidad alguna entre el cono-
cimiento sobre la virtud y su práctica posterior. De este modo,
hay que suponer que la conducta virtuosa proviene de una cuida-
dosa educación que empieza en la infancia y puede, eso sí, ser
complementada con la reflexión teórica que la filosofía propor-
ciona. Y, aunque la condición necesaria para sacar algún prove-
cho de la reflexión filosófica sobre las cosas humanas sea la de
estar habituado a guiar la conducta por la razón, no por eso se
negará cierto tipo de utilidad práctica al conocimiento filosófico
aun para el que, convencido ya por la práctica, se acerque a escu-
charlo. De otro modo, no podrían entenderse las palabras de
Aristóteles cuando dice que “el saber acerca de estas cosas será
muy provechoso”5. Lo que permite al virtuoso incorporar a la
conducta las reflexiones especulativas es la disposición de carác-
ter que le define como persona virtuosa. Aquello que la razón es-
tima como lo mejor, en este caso como conclusión de la reflexión
filosófica, no encuentra ninguna clase de impedimento para ser
puesto en práctica porque la parte afectiva o pasional se halla ya
moldeada por la razón. Si no fuera así, la fuerza del razona-
miento no sería suficiente para incorporar a la conducta esas
conclusiones cuando la parte apetitiva no está habituada a secun-
dar a la razón. Los razonamientos se pierden cuando no son aten-
didos por el que puede entenderlos, porque la sola fuerza de la
razón sirve para estimular al virtuoso, pero carece de eco ante el
que no lo es:
“Ciertamente, si los razonamientos bastaran para hacer buenos
a los hombres [...] sería preciso procurárselos; pero de hecho,
si bien parece que tienen fuerza suficiente para exhortar y
5
Aristóteles, EN, I, 3, 1095a 11-12.
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estimular a los jóvenes generosos y para infundir el entu-
siasmo por la virtud en un carácter noble y verdaderamente
amante de la bondad, resultan incapaces para excitar a la
bondad y a la nobleza al vulgo”6.
En EN, I,4,1096b 6-8 Aristóteles se refiere a lo supérfluo de la
reflexión filosófica cuando el carácter moral ya se halla bien
dirigido por los hábitos:
“Pues el punto de partida es el qué (hóti), y si está suficien-
temente claro, no habrá ninguna necesidad del porqué (dióti).
Un hombre tal, o tiene ya o adquirirá fácilmente los princi-
pios”.
La política, en su reflexión sobre las cosas buenas y justas, se
interesa por las razones de la bondad o maldad de la actividad
práctica, es decir, su interés está centrado en las causas o prin-
cipios universales que la explican. La captación de la explicación
relativa a los principios se presenta más comprensible para aquél
cuya actividad práctica es buena. El hombre cuya vida práctica
está conducida por hábitos buenos –Aristóteles se refriere a la
praxis con el término «hóti», «qué»– no precisa del conocimiento
de los principios –«dióti»– para la praxis, si por ‘precisar del
conocimiento de los principios’ entendemos su necesidad con
vistas a una conducta buena.
En X, 1, 1172b 4-7 Aristóteles escribe:
“Parece, pues, que los argumentos verdaderos son de gran
utilidad no sólo para el conocimiento, sino para la vida,
porque, como están en armonía con los hechos, se les da
crédito, y así mueven a quienes los comprenden a vivir de
acuerdo con ellos”.
No cualquier argumento resulta convincente, sino el verdade-
ro, porque en su expresión muestra las cosas tal y como ocurren.
Ahí radica el poder de su convicción, en ser capaz de dar expli-
cación de los hechos. Sin embargo, estos argumentos sólo son
convincentes para los que pueden apreciar su contenido. Aristó-
teles señala con el término “comprender” la especial captación
que el hombre virtuoso tiene de los argumentos verdaderos relati-
6
Aristóteles, EN, X, 9, 1179b 6.
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CADA UNO JUZGA BIEN AQUELLO QUE CONOCE
vos a las cosas humanas. Por eso, los argumentos verdaderos tie-
nen una función estímuladora de la conducta buena sólo en el ca-
so de que sean comprendidos por hombres de carácter ordenado,
porque “El resultado de las lecciones depende de las costumbres
de los oyentes”7.
Por todo lo considerado hasta aquí, se comprende que
Aristóteles afirme que el joven –joven de edad o de carácter– no
sea discípulo apropiado para la política. Justifica su afirmación
con tres razones8:
1. El joven no tiene experiencia de las acciones de la vida.
2. El joven se deja llevar por sus sentimientos.
3. El joven procura todas las cosas de acuerdo con la pasión.
El principal obstáculo para que el joven sea un buen discípulo
de la política se encuentra en que, debido a su carácter, atiende
más a la pasión que a las razones. Pero Aristóteles se refiere tam-
bién al joven de carácter, es decir, a aquél que habiendo vivido lo
suficiente para poseer la experiencia y un carácter bien conducido
por los hábitos, da muestras de guiar su vida por los dictados de la
pasión. Ni en un caso ni en otro el conocimiento resultará útil, o
lo que es lo mismo, en ninguno de los dos casos el conocimiento
que la filosofía de las cosas humanas proporciona podría tener
una aplicación práctica, cuando, como dice Aristóteles, “el fin de
la política no es el conocimiento, sino la acción”9.
La inutilidad del conocimiento práctico puede ser debido a dos
causas:
1) a las condiciones del oyente,
2) a la finalidad de la investigación.
Acerca de la primera causa, hemos visto como el carácter
moral del oyente determina el grado de utilidad del conocimiento
recibido. El hombre movido en sus elecciones por la pasión es
incapaz de aplicar a la praxis el conocimiento teórico, porque
7
Aristóteles, Metafísica; tr. V. García Yebra, Gredos, Madrid, 21982, Met. II,
3, 994b 31.
8
Aristóteles describe ampliamente el carácter del joven en Retórica, II, 12,
1389a 2-1389b 14.
9
Aristóteles, EN, I, 4, 1095a 6.
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ninguna clase de conocimiento incluye la capacidad de usar ese
conocimiento:
“Ninguna de las otras ciencias confiere al que la aprende el
uso y el ejercicio, sino sólo la facultad. En este caso, incluso el
conocimiento de estas cosas no confiere el uso [...] sino la fa-
cultad; la felicidad no consiste en el conocimiento de las cosas
que la producen, sino que deriva del uso de estos medios”10.
El joven de edad o de carácter podría llegar al conocimiento
del objeto de la política, pero como la finalidad de dicho conoci-
miento es su uso, no solo su posesión, el joven de edad o de ca-
rácter no lograría ese fin, con lo cual, como dice Aristóteles, “Pa-
ra tales personas, el conocimiento resultaría inútil”11.
En cuanto a la segunda razón de la inutilidad del conoci-
miento, ésta la encontramos en el hecho de que la intención de
mantener en el terreno teórico la especulación sobre un objeto
práctico, pervierte, en parte, su naturaleza, puesto que con la
intención de no traspasar las barreras de lo teórico queda sin
aplicación lo que, de suyo, sirve para ser aplicado o sirve sólo en
tanto que se aplica. Así, con relación a esta segunda causa de
inutilidad dice Aristóteles: “Por tanto, puesto que el presente
tratado no es teórico como los otros (pues no investigamos para
saber qué es la virtud, sino para ser buenos, ya que en otro caso
sería totalmente inútil)”12.
“Cada uno juzga bien aquello que conoce”, dice Aristóteles,
donde ‘conocer’ tiene una connotación eminentemente práctica.
Los que tienen experiencia sobre determinadas cosas juzgan
rectamente sobre ellas y también acerca de cómo se han realizado
y por qué medios. Aristóteles, en el último capítulo del libro X de
la EN, se refiere a los políticos y a los médicos. Los tratados sobre
las leyes son útiles para los que entienden de leyes, y los tratados
de Medicina para los expertos en ese arte. Bien pueden leer los
tratados de leyes y de Medicina quienes, no siendo ni políticos ni
10
Aristóteles, Magna Moralia, II, 10, 1208a 34-38. The Complete Works of
Aristotle, J. Barnes (ed.), Princeton University Press, Princeton, 21985, vol. II.
Traducción al castellano de la autora.
11
Aristóteles, EN, I, 3, 1095a 9-10.
12
Aristóteles, EN, II, 2, 1104b 26-29.
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médicos, tienen interés en comprender ambas ciencias; “pero los
que, sin ningún hábito, recorran tales documentos, no podrán
juzgar acertadamente (a no ser que tengan especial don natural
para ello), si bien puedan adquirir de ese modo mayor compren-
sión de tales cuestiones”13.
A quien resulta más útil el conocimiento es a aquél que posee
la práctica de ese conocimiento. Esto es así porque determinado
tipo de conocimientos, los que se completan con la práctica
correspondiente, son recibidos con mayor facilidad por aquéllos
que desde la práctica acceden al universal, justamente porque la
práctica les proporciona el utillaje básico para ese acceso a la
explicación abstracta. El conocimiento práctico se completa sólo
con el uso práctico de ese conocimiento. Por eso, el que se halla
dentro de una práctica encuentra útil la explicación teórica de la
práctica. Si con el conocimiento no se adquiere el uso –con lo que
el conocimiento práctico resulta inútil–, cuando ya se tiene el uso
resulta útil ilustrarlo con el conocimiento. De ahí que Aristóteles
diga que el conocimiento sobre las cosas humanas resulta inútil
para quéllos que no guían su vida de acuerdo con la razón.
Margarita Mauri Álvarez
Departamento de Filosofía Teórica
Facultad de Filosofía
Universidad de Barcelona
Zona Universitaria de Pedralbes
08028 Barcelona España
13
Aristóteles, EN, X, 9, 1181a 10-12.
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