50% (2) 50% encontró este documento útil (2 votos) 250 vistas 177 páginas Boltanski-El Amor y La Justicia Como Competencias
Ciertas acciones son del orden de la justicia; están regidas por la reciprocidad y se apoyan en principios de equivalencia que fundan el equilibrio de las relaciones y los intercambios o denuncian lo contrario. Otras conciernen al amor, y se manifiestan por la gratuidad, la renuncia al cálculo.
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‘ultural de la mbajada de Francia en la Argentina
El Amor y la Justicia
como competencias
‘Tres ensayos de sociologia de la accion
Luc Boltanski
Amorrortu editoresBiblioteca de sociclogia
LAmour et la Justice comme compétences. Trois essais de soviologic
de Vaction, Lue Boltanski
© Editions Metailié, Paris, 1990
‘Traduccién, Inés Maria Pousadela
nica edicién en castellano autorizada por Editions Metailié, Pacis, y
debidamente protegida en todos los pafses. Queda hecho el deptsite
que previene Ia ley n? 11.723, © Todos los derechos de la edicién en
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ISBN 950-518-184-1
ISBN 2-86424-088-1, Paris, edicion original
Impreso en los Talleres Graficos Color Efe, Pago 192, Avellaneda,
provincia de Buenos Aires, en diciembre de 2000.
Para Blien
In insecurity to lie,
Ts joy’s insuring quality.
Emily DickinsonIndice general
nL
105,
uy
129
131
131
138
146
161
151
452
155
160
166
169
174
180
Prélogo
Primera parte. Aguello de que ta gente es capaz
1. Una sociologia de la disputa
. Las bases politieas de las formas yenerales
Denuncias ordinarias y sociologia critica
La sociologia de la sociedad critica
Un modelo de la competencia para el juicio
Prineipios de equivalencia y pruebas justificables
. Prucbas y temporalidad
Cuatro modalidades de la accién
el otro fado del informe
Segunda parte. «Agape», una introduecion a log estados
ae paz
1 Disputa y paz
1.1 Los limites de la justicia
1.2 Antropologia y tradicién
1.3 La tradicidn toolégica
2. Tres formas del amor
2.1 Un primer inventario
2.2 El amor como reciprocicad: Ia philia
2.8 Bl veros» y la construccién de fa equivaleneia general
2.4 El «agape> y la cancelacién de las equivalencias
2.5 La despreacupacién del «gape»
2.6 La duracién y la permanencia
2.7 El ejemplo de los Fioretti
2.8 Parabola y metfora187
187
rot
199
207
207
Dus
218
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226
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276
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239
210
324
381
34,
10
3. El aigapes y las clencias sociales
8.1 El sdgaper: gmodielo practien, ideal o utopia?
3.2 Marx y la teorfa de la justicia
3.3 Las paradojes dol don'y el eontrasdon
4, Hacia una sociologia del «igapes
4.1 Bi modelo del «igape: puro
4.2 3 aceeso @ los estacos de -dgape-
4.5 Del amor a la justicia
4.4 De Ia justicia al amor
4.5 «Agaper y emociones
Tercera parte. La denuncia piiblica
Bl caso como forma social
El sistema aetancial de la denuncia
La exigencia de des-singularizacion
La dificil denuncia de los allegados
‘Maniobras de engrandecimiento
Lo gue no hay que hacer por s{ mismo
Generalizacién y singularidad
La dignidad ofendida
La confisnza traicionada
Sons ASNe
Anexo 1. La canstruceiim del anzlisis factorial
‘Anexo 2. Muestra de cartas tipieas
Referencias bibliograficas
Prélogo
Los tres ensayos sobre el amor y la justicia reunidos en este vor
lumen presentan las principales lineas de fuerza de una investiga-
cion realizada desde hace varios aiios. «La denuncia publica» (Terce-
a parte) fue objeto, con una forma diferente, de una primera publi-
cacign en 1984 en la revista de Pierre Bourdien, Actes de la Recker-
che en Sciences Sociales, «Agape, una introduccién a los estarios de
pazs (Segunda parte) fue escrito en 1989. Bl texto de la Primera
parte, «Aquello de que la gente es capaz, apunta a hacer de lazo en-
tre «La denuncien ¥ «Agapes,retrazando el camino recorrido, asi co-
mo a sugerir posibles prolongaciones. Para lo cual seria necesario
pasar por Les economies de la grandeur (Las economias dela magni-
tud]; (en adelante, BG), obra redactada en comtin con Laurent Thé-
venot, publicada por primera ver, en 1987 y que estamos reelabo-
rando en vista de tna nueva publicacién. Los capttulos 5 y G de la
Primera parte se refieren a esa obra, euyos principales elementos
era necesario recordar para asegurar la coherencia de los textos
aquf reunidos. Por un lado, porque algunos temas que aparecen en
La denuncis» en forma intuitiva estan clarificades y desarrollados
en BG. Por el otro, y sobre todo en la medicia en que «Agape se apo-
‘ya.en el modelo de competencia para la justicia que es el objeto de
EG, para tratar de arrajar alguna luz sobre las conductas que se re-
fieren al amor y no a Ia justicia, Lo cual significa que el lector debe
practicar un ida y vuelta mental entre estos diferentes trabajos que
conforman una totalidad.
Estos trabajos han sido realizadas en ol marco del Groupe de
‘Sociologie Politique et Morale [Grupo de Sociologia Politica y Moral)
(GSPM) de Ia EHESS y e! CNRS.* Se han beneficiado de la intensa
actividad intelectual que reina en ese grupo, de las investigaciones
caleetivas y de las discusiones en el seminario. Ein lo que se refiere a
La denuncia piblica» (Tercera parte) estoy particularmente en
deada con Marie-Ange Schiltz, quien se encargé, can una notable
+ EBS: ole des Haves Etodes en Sciences Soials (Escueta de Altos Esto-
dios en Gioncins Socinlesl; CNRS: Centre Nationale de la Recherche Seientiiave
IContzo Nacional de Investigaciones Cientiias). de fa 7)
aantoridad, de la parte informatica y estadistica, y con Yann Darré,
quion colabors conmigo en el dificil trabajo de codificaciém del mate-
rial de base. «Agape» (Segunda parte) es, en gran medida, producto
de mis conversaciones con Elisabeth Claverie. Debo meneionar la
deuda que he contraido con esta exigente profesora que me permitié
compartir su eradicisn en un terreno que yo desconocia. La presente
obra también debe mucho a las diseusiones entabladas, en las
diferentes etapas de su elaboracién, con dean-Blie Boltanski: asa
saber, a su rigor de razonamiento y a su paciencia incansable que
me devolvian, cada ver. que me encontraba presa de ia duda, 1a
certidumbre de la existencia de mi objeto. Me he beneliciado del
mismo modo de mi relacién con Bruno Latour y eon su obra y, en
particular, de la lectura de sus ultimos trabajos. Agradezco su
generosidad. Finalmente, una obyervacién de Michael Potlak sobre
la virtual ausencia de reflexién acerca del amor en socfologia me
estimuld en mi trabajo; espero que este texto no decepcione sus
expectativas. Esta obra fue lefda y discutida por muchos otros eo-
legas. He intentado tomar en cuenta sus observaciones, siempre
pertinentes, aunque sin lograr resolver en tecios los casos los
complicados problemas que elias planteaban, Por lo tanto, cl debate
permanece abierto a futuras controversias, Agradezco partice:
larmenta, por las discusiones en ol eurso de Ia redaccién del texto ©
por cu lectura atenta y a menudo eritica, a Nicolas Dodier, Charlee
Fredrikson, Frangois Héran, Francis Kramarz, Paul Ladriére,
Sebastien Mac Evoy, Pierre-Michel Menger, Patrick Phar y Heinz
Wismann. Durante el afo en que preparé y redacté el texto sobre el
sdgapes ine resulté extremadamente estimulante la presencia, en el
seno del GSPM, de Denes Nemedi (Universidad Eotvés Lorand de
Budapest) —quien trabaja sobre teoria de la aceién— y deAllan Sil
vor (Universidad do Columbia), quien en este momento conduce
investigaciones de gran interés sobre la amistad. En lo que se re
fiere g la Primera parte, «Aquello de que la gente es eapaz» —cuyo
ssesgo a veces un tanto polémico refleja hasicamente lo dificil del de-
bate que el autor ha debido entablar eon su propio trabajo—, fue dis
ceatida en el earso de seminarios realizados en el marco del GSPM.
Estoy particularmente en deuda con Francis Chateauraynaud
¥y Philippe Coreuff, cuyas pertinentes observaciones me resultaron
{de gran utilidad; con Nathalie Heinich y Claudette Lafaye: y, fi-
nalmente, con Jean-Louis Derouet por el estimulante debate
mantenido con él. Agradezco igualmente a Colette Platre y a Da-
nielle Burre, quienes me han sido de gran ayuda en Ja elaboracién
del manuserito, Pero debo decir que mi reconociniento se dirige
muy particularmente @ Alain Desrosiéres, quien me elenté constan-
12
temente en este trabajo; y, por dltimo, a Laurent Thévenot, sin cuya
presencia la empresa que nos ocupa desde hace cinco aos simple-
mente no hubiera side posible, Sélo queda decir que, de aeuerdc con
Ja formula consagrada, la versiGn final de esta obra no compromete
ims que a su autor.
15 de febrero de 1990
8Primera parte, Aquello de que la gente es capaz1. Una sociologia de la disputa
Las disputas atrajeron nuestra atencitn en el curso de los traba-
jos de campo, Jlevados @ cabo entre 1976 y 1981, que acompaiaron
ja investigacién que condujimos sobre la construccidn de la catego-
ria del personal directivo {eadres| (Boltanski, 1982). Dentro del cen-
tenar de cuadros dirigentes que entrevistamos a lo largo de ese pe-
riodo —a menudo largamente y en el eurso de repetides encuen-
tros—, unos cuantos, reencontrados en muy diversas ocasiones, du-
rante entrevistas prcuradas por canoeidos comunes, en Tos sindica-
tos o incluse en pasantias de formacién, habian experimentado, en
el curso de su vida profesional, «accidentes de trayectoria» —para
emplear la puidiea denominacién quo con frecuencia ellos mismos
utilizaban— que los habfan.maresdo profundamente, a veces de
modo irreversible. Esos «aecidentes», que habian conducido a la ma- ~
yoria de cleo al desempleo, no consistian en despidos en buena y de
bida forma, sino en larges procesos de exclusién y de abandono que
loshabian llevade a presentar su renuneia y también, en numerosos
casos, u perder definitivamente la confianza en su aptitad para Tle-
var adelante una vide activa come la que habfan desarrollado hasta
ese momento. llos describian esos procesos de mode de resaltar su
eostado absurdo, improvisiblo, incomprensible, de la misma mane-
raen que deseriben el mundo las novelas picareseas, en las cuales
cualquier cosa puede ocurrir: un dia el favor del principe, al dia si-
guiente el destierro o la prisién. Repentinamente se habian aca-
mulado reproches sobre sus eaberas, segiin ellos sin fundamentos,
Quienes en la vispers los felicitahan por su éxito y por su entusias-
mo en el trabajo y los alentaban a asumir «responsebilidades», a
“lanzarse», 2 comprometerse cada vez mas, de pronto, sin que se su-
piera bin por qué, ya no los invitaban a las reuniones, coloeaban
por encima de ollos a j6venes directoros «incompetontes, les quita-
ban su secretaria, su teléfono, su oficina, los dejaban durante largos
meses sin «aisiGn>, sin trabajo, en esa situacién humillante en que
Ja ocupacién de cada dia debe ser mendigada y en que la tarea a rea-
lizar (barrer, por ejemplo) no se corresponde en nada con el titulo, el
salario y las responsabilidades oficialmente concedidas. Poco a poco,
Wwamedida que, para demostrar su buena voluntad o poner de relieve
Ia injusticia que se cometia con ellos, acumulaban metidas de pata
[gaffes], mezclanda los wexcesos verbales», los pedidos de explicacién
cde hombre a hombre», las apelaciones a los sindieatos y las amena-
yaa de acudir a recursos slogalos», eus cologas ¥ amigos se aparta-
ban de ellos, ya no los reconocian y Jos evitaban como si temieran
que el simple contacto los arrastrara en el mismo proceso de deca-
dencia y exclusién. Esos temores no carecian de fundamento, puesto
gue ellos reclamaban sin tregua el apoyo de los demés, tratando de
Hevarlos « testimoniar en su favor y a recordar sus éxites del pasado
—on sintesis, procurando movilizarios en aquello que en lo sucesive
denominarian su «caso» laffaire| y euyo resultado era frecuente-
mente un estado cuasi pataldgieo que colia ser descripta por quienes
lo sufrian como «dopresién nerviosa» mientras que sus adversaries,
y también a veces sus antiguos amigos, designaban, a media vor y
en privado», con el términa «paranoian.)
* Las enteevistas ms interesantes fueron relicadas a partir de wn dispositive
reprobado por los manvales metedaligies dade ane parece romper con Ins exizen
fas de exterioridad, de nautralidad, de objetvidad y de no seplieacién que darante
lavgo tiempo feran consideradas eviteris de cienlificidad en la relacion ent
Investigador @seestigado. Bras entrevisns se prodiciam, on fect, en el curse de
‘sr cma we veladan ex ue ne enim renee lee asgor eerie ue
Tbubinn coneertade Is reunién entre ol weidlogo 9 los ejeeutives feadres| entrevista
des. Ahora bien, este dispositivo —que, seg Ia claifeaci propiesta wn EC, po-
Aria sor ealifiado come doméctico— preaoatabe numeroaan ventajes pare el objeto
fe le investigacicn, sobre todo Ja de generar entre antroviatader y entrevistado un
‘lira de confianen que raramente se obtiene cand Ia persona entrevista es cn
{nctads directamentaen la empree, en eepecinl cians el scilogo les presente
por micmbros de la jerargufa, lo que lo hes facihmente eospesinso da complica
fon In sdirecidns. Este cima de cnfinnea failisnba el relata de las injustice sul
de ya adopeice de ung ectitud tien par pari del informante. Ademés Is rece.
ia de amigas comunes eerefa robrelasituacion wna ooaecidn Que favorsea Ia bis
‘quod do justfieacores elides on apoyo de denuneine que, para cer legitims, de
Bian elevarse por enim del caso personal da victims y generalsaree fla ene:
s4-en su conjunto. Bsta presencia suscitaba también une expectativa de eaberenci
Diogrsfes ¢ monaco dic de satisiace. Ln eleto, on la mayeria de ue aos e208
amigos de large dats habian conoe\do al ejeentve imerrognda en tin momento ance
ior de ga carrera en el cual, leas de eitiear n su empresa, se encontraba a gusto er
tila yon frecuencia vo retaceaha elogioe pars sos empleadoresy sos condiciones oe
trabajo, Entonces, la pregunta que se le hacia explititamente 0, més” mend,
{citamente-- gra, en custancia, le siguiente: Zeamo hnbia podido permanceer
ante tanto tempo cegn a las exactioies ya is injusticias cnet a x aleededr
2, m65 an, cimo estar segures de Que dl maismo no haba Leni algo ave ver con
alin asunto desegradable? Sometisa a esta coaceliny que pess sore mamercete
-areepentils: 0 vsidentes, la vietima ne slo debe ustiiear sus acusactones sino
tambien exculparse dela acusacién tacit de compliidad ton eae soueadoa de hoy.
48
Ante todo nos dedicamos a desorihir esta clase de «casos», tratan-
do de conservar, en la medida de lo posible, las caracteristicas que
Jes eran propias y, en primer término, la extraordinaria incertidum-
bre que los rodeaba, En eada caso examinado, Ins versione’ de los
diferentes actores eran divergentes. La de la vietima no eoineidin
eon la de los representantes de los sindicatos, ni con Ia de su mejor
amigo, ni con la del jefe de personal, ni con la de-su mujer, ete. Cads
uno tomaba partids, producia una interpretacion més veraz, mojor
informada y mas inteligente que ln de los otros interlocutores. Pare-
cia imposible abordar estos casos sin quedar de inmediato atrapado
en esa situacién, sin caer a su vez en ellas, es decir, sin alinearse «
su turno con una u otra de las interpretaciones propuestas o sin pro-
porcionar una interpretacién plausible propia; es decir, sin tomar
partido y elegir un bando, En cuanto sociologos, estabamos bien pro-
vistos para ello. Disponiamos, en nuestro arsenal, de mltiples he-
rramientas interpretativas y, por no decir mas, de una ciencia que
nos autorizaba a seitalar, en Ultima instancia, de que se trataba. De
hhaberlo hecho, habriamos sido rechutados « nuestro turno por la vie-
tima, por el sindicato, por la asistente social, ete. Nos rehusamos a
ello, Lo que nos interesaba era el caso en si mismo, su desarrollo, su
forma y las constantes formales que pareeian surgir al comparar
casos on aparioncia muy diferentes.
‘Nuostro proyecto consistié en constituir Ia forma caso en cuanto
tal y en hacer del caso un concepto de la sociologia. Para ello resulta-
a necesario recopilar un cuerpo suficientemente importante de ca-
sos, surgidos en los contextos mas diversos que fuera posible. No se
puede acceder a un objeto semejante por medio de les métodos habi-
tuales de la sociologia: el cuestionario o la entrevista. Ello seria co=
mo buscar una aguja en un pajar. Tras haber tomado contacto con
los protagonistas de casos suficientemente prolongados e importan-
tes como para haber tenido eco on la pronsa, y observado que las per-
sonaa involucradas en ellos eseribian sin descanso —frecuentomen-
te a los periddicos— para movilizar a In mayor cantidad de gente
posible en torno de su causa, nos dispusimos a averiguar, en las re-
dacciones de varios diarios, si podiamos encontrar rastros de esas
cartas que nos pondrian sobre Ia pists de objetos interesantes.
Nuestros esfuerzos fueron recompensados cuando nos pusimos en.
contacto con la redaceidn de la seccién «sociedad» de Le Monde, di-
rigida entonces por Bruno Frappat. ste tenfa la buena eostumbre
—por motivos que todavia no hemos aclarado por completo, pero en
{Como no penser, en efecto, que no abrié los ojos mis que cuando las eonductas|
‘niet, coneuetudinarins en in inettasgn, xe volvieren en ra contra?
19Jos que se mezclaban sin duda la curiosidad del investigader y la
‘compasién del humenista—deresponder todas las cartas que le le
gaban directamente o que eran reenviadas a su equipo por otras sec-
ciones del diario, y de conservar esa importante correspondencia. Y
tuvo la generosidad de permitimos aecoder a ella. Nos encontramos
entonces frento a varias decenas de cajas Henas de cartas acompa-
Radas de expedientes, a menudo voluminosos. Esos expedientes,
contenian montones de documentos heterogéneos —testimonios,
folletos, actas notariales, recibos, resolueiones procesales, fotocopias
deeartas, ete— que los remitentes inelufan en sus envios para exhi-
birlos a titulo de prueba de su buena fe y la legitimidad de sus razo-
tes. Hicinos entonces la experiencia que tan bien conocen los histo-
riadores especializados en el examen de archivos judiciales, Una vez
abierto, cada uno de es0s expedientes ponia de relieve un caso com-
plejo, a primera vista impenetrable, a veces muy antiguo, a menu-
do tragico, con una multitud de protagonistas, un séquito de perso-
nas, objetos, pruchas y sentimientos tales como devociones, adios
inexpiables, injusticias abominables, ete. Pasamos muchos meses,
simplemente leyendo, tomando notas, intentando elasificaciones
siempre provisorias y hablando con los periodistas. En esas conver
saciones se ponia enseguida en primer plano el problema de la nor
malidad. Algunas de estas historias son reales, nos decian, Pero en
muchoe sacoe cotames tratando con parancicos. En otros, finalmen-
te, no podemos saberlo. Les preguntamos cudles eran Ios signos por
Jos cuales decian descubrir, de una sola ojeada, Ia locura del remi-
tente. Su semiologia era mas o menos la misma que nosotros utili-
zabamos espontinesmente. Pues también para nosotros ciertas
cartas parecfan normales mientras que otras pareeian provenir de
enfermos o locos. La euestién de la paranoia, con Ja cual ya nos ha
biamos topado en las entrovistas realizadas en las empresas, termi-
1nd por eolocarse en el centro de nuestros interrogantes. Tomamos Ia
decisién de considerarla no a la manera del psiquiatra —o sea, dar
de ella una definicién sustancial que pudiera servir de punto de apo-
yo para un diagnéstico o un peritaje juridieo— sino a la manera del
‘Socidloge —es decir, intentar describir el tipo de competencia que
permite a cualquiera realizar el mismo diagnéstico y; tambien, es-
forzarnos por comprender las situaciones en que personas hasta en-
tonces normales se velan inducidas a comportarse de un modo tal
que debia atraerles infaliblemente la calificacién de locas—. Lo que
nos interesaba no era, entonces, la locura en cuanto tal, sino las
diferentes manifestaciones del sentido ordinario de la normalidad
que todos somos capaces de poner en prietiea en la vida cotidiana,
Eneste camino nos habfan precedido diferentes trabajos, sobre todo
20
norteamerieanos, y en particular el articulo pionero de Lemert
(reproducido en Lemert, 1967), asi como algunas de las investigacio-
nes realizadas en torno de Ia Law and Society Review, especinlmen-
te la de Festinger y su equipo (Festinger, Abel y Sarat, 1981). La
? Utiizando métodos de tipo etnogriice, B. M. Lamert eatudié eacas de porconas
sometidae a cuidados pigoiateieos y com un dlagastice de psranoia, a calr de sitns
‘Sones originndas en 4 lugar de trabajo. A parr de la veconstruccion desu histovia
9 do antrevietat on las empresas dande caso habia camenzado, W. Lemert sere
‘onta hasta laa ofeness sufiidas por a viecns y fundaments en la realidad» loque
sl shordaje peiqsitrico trata con la forma de! fantasma (cl coude comunidad cone:
pirstivan, Pertenccientas ala corronte de In labeling theory (tors det
‘alentol, esas investigaciones —que presentaron la iamensa ventaja de despejar el
camino para un abordaje secolégice de fendmonos coneiderados hasta entonces
camo puramente psiecligicns opsiguistricas tienen el defect de olocsrse en us
relacién polémica con la psiquiatra, cava posicién simplemente favierten
[Us portura adoptada por los trabajos publiondes alrededor dae déceds de 1980 en
1a Law and Society Reviow —tigades al programa norteamericano de estudio de los
Uiigio (Cia Litigatzon Research Project) en maa radical. Reta programa, que ¥-
‘ia eam prionidad la middle range dispatengbitigios de alcance medio) —exchiyec:
to, por en lado, foe Liigiow peranates que porraaneen enteramente al argen dela
{nstituei judicial y, por el otro, los grondascanfictoe con una dimension explicit
‘monte eolectivao politica, es interesante porque deseanca en uy método que apr
tna reconsituir la ligica a quo obodece la evolueign de Ine dispstas en el tewpo.
Festinger, K Abs!y A. Sarat dstingguen as! eros fase: en la prunera (naming [dene
‘minactn}, el perjuicio @ ientfiesdo, nombrado y eonatituide xm tal a titulo de
ypereioad i4jurous experleneas vexporiencia pertbica como agraviancor;e> Uh
‘und fase la respousabilidad del perjuleio se imputa a otro actor contra cl cual se
blantea un reeammo (blaming? lncueaein}; por Stim, on la toreera face la ocusacion
$e pone en conocimionto de otras personas —-en particular del eausante del probie~
‘ma- acoropanada por una demanda de reparacién (elaine) idemarna), El pring
pal interés de este enfoque consets en que aplioa In perspectivay los mstodos cons-
tructivistas a abjetos que hasta entonces sq trataban dentro de un manenjuridicoo
sxioldgiea,y euya especiticidad se definja, en gran moti, en oposciin ol derecho
{Ea utiizacion de Ia perspectiva constractiviata permits en exe campo Ta mist
apertura que, por ejemplo, en los dominios de la socologia de las crisis poiticaa
{Dobry, 1958) 0 de las controvarsias eietifices (Latour ed, 1982). Bn el caro de lee
trabajos lela ESR ave ond Society Revie), ests perspectiva ests Himitade por el
hecho de que pestula, en el punto de partida de toda disputa,leeistencin de une
Lnparesied injurious experiance experiencia agraviantao peribia] que precede a
Su toma de couciencia y a su ealieaein, por Ia busqueda de-va-mftndo que perm
ta defini, registrar y eventunlmonte ealealar esos porjeicioa no advertigee por los
actores (Coates, Pred, 1980; Miller, Sarat, 1880), In eva iene a relnserible en la
perspestiva adoptada preocupacionesligadas a una eoocepeién esencialista ce los
onfietos y dese cauear, Kx prociamente para acapar a ess forma deesencialiamo
|qe, en estudio de os ltgies de consumiores —parcialmente inspite por los
‘éodoe pucstes a préctica por la Law and Secity Review, JL, Tropos hace u20
Sel concepto de eristalizacione de un cas, que remitea la ver al frtalecimiento que
Je aporta nu inecripcin en formas y ala movilizacin que acompana su desplierueen
et tlempe Crepe, 1988), y que permite ahorrarsoconjeturesinveriicables ralatvas
f22as cnusas sprimerase ce tos casas consideradon
21‘ucstién de la normatidad y del sentido de Ia normalidad tenia un
vvineulo directo con la cuestién de la justiciay del sentido de la justi-
cis hacia la cual habiamos encaminado la inverrogacién sobre los ca
808. En ofecto, en los easos es siempre la justieia lo que esté en eues-
{én aun cuando, como ocurre a menudo, no terminen en los tribuna-
Jes. En un caso, quienes protestan lo hacen porque su sentido de Ia
Justicla ha sido ofendido. Pero incluso antes de examinar si estan
no en su legitimo derecho, debe resolverse otra cuestion, que es la
precondicién dela admisiblidad de su demanda: la de saber si quien
Ja formula es ono normal. Asi, se ponia de manifiesto que, més alli
de los numerosos obstiiculos —a menudo muy reales—- que se opo-
nen al reclamo, y que son del arden de la violencia —o, lo que viene
ser lo mismo, de la amenaza y del temor—, existe una coaceién no
‘menos importante constituida por las reglas de nermalidad que el
autor de Ia queja debe observar para que su demanda sca considera-
dda como digma de ser examinada, Ahora bien, nada indica a priori
que siempre sea posible respetar esns reglas. Asi pucs, ciertas pro-
testas no podrien, en auseacia de toda violencia y de toda presién
explicita o implitita, evarse sin riesgos al espacio de los debates pi
blicos. La euestién que tomamos por abjeto pasé a ser entonces Ja si-
guiente: qué condicién debe satisfacer la denuncia publica de una
injusticia para ser considerada admisible (sea eual fuere el curso da-
do ala demanda). Aportar un esboro de respuerta a arta eueetion
‘eaponia tratar con los mismos instrumentos las emandas juzzadas
‘como normales y las estimadas como anormales, en ven de conten-
tarse —como hasta entonces era frecuentemente el caso— can una
Clasificacion previa, ya efectuada por los dispositivos sociales que se
ccupan de las protestas y de los protestatarios —sindieatos, ins-
tancias médias, psiquidiricas, judieiales, policies, de trabajo s0-
cial, ee —. Habia que renunciar asimismo a la divisién entre disci-
plinas, que remite ciertos objetos a la sociologia y otros a la psico-
logia social, ala psicologia, ¢ incluso a la psiquiatria, Bra necesaria
una recolection de easos previa a todo reporte entre disciplinas , en
cierto modo, desordenada, para tratar de establecer las propiedades”
de los casos en general e identifiear las rasgos distintivos de los ¢a-
sos normales en oposicién a los easos anormales; en sintesis, para
intentar constituir una gramdtica —~entendida como vn conjunto de
~ voaccinies que se imponen a todos—de a protesta contra Is injust-
cia y en la aeusacién que le os inherente.} Puesto que, para exigir
® Pocieros encontrar otro sjemple de elloen el ans realizado por V. Delameurd
(Delamourd, 1985) de un corpus de oeseiontas cares envindss por desomploados al
Presidente dela Repiblica con el nde exponerle su caso, pedirle que intercedicra
fn su favor para que les fuera ctorgade un emples, hk analiiss0 rear «las opera
22,
reparacién, quien protest contra la injusticia que le he sido infligi-
da debe necesariamente designar a su autor 5, por tanto, poner en
marcha un proceso de acusacidn que aquel a quien sefiala tambien
puede, a su ve2, destacar como una injusticia. En estos easos no pue-
de saberse a priori quién ea el perseguidor, y quién, el perseguido.
Pere la intencién de tomar los casos como objeto y tratarlos como
tuna forma social, propia de una sociedad determinada y cuya histo-
ria podria elaborarse,* eonduefa a una ruptura atin mAs temible, La
‘eiipresat no €F5 posible mas que « condicién de renunciar a la parti-
‘eign sobre la cual descansa la divisién de las diseiplinas dentro de
las cfencias humanas —y, en cierto modo, las ciencias sociales mis-
‘mas— entre lo que remite a lo singular y lo que remite a lo general
—o, para conservar el lenguaje habitual de Ia eocioiogia, de 10 cole
tivo—y, de esa manera, dejar de tomar en cuenta la distineién entre
Toque remitirfa a un nivel «microsocials ¥ lo que remitirfa a un nivel
smacrosocialy, Bn efecto, entre los casos que habiamos recalectado,
‘clones cognitivas pestas en prdetica on eso ensayo epistolary en especil, alas me
plobras de justfiescionzealizadas por os solicitantes con el fn de que se edmitfers
lavalsder do su cramite. Asi, ol emtadiod exe corpus porte capear Ine coaeciones &
‘que debe someterse, para ser aceptable, uns certa que reclasne In intereesién del
Presidente Bsus resricelones, que funcionan del rienie mode que una gramatis,
fonstituyen uo ejemplo le saber comparrio, somo io Uasamonian las nuaterosas
figuras dlaldgicas que hacen referencia a le objeciones de un intenlocutor ova 26
‘900, stongo porfots concieneia de que.) Bilas se lercencobre laconstrarcin
{el dispositive de interpelacign a) Prosidente (co la tenaién entre cl Presidente def
Fido en sus ofsibuciones republicanas y en sus atribuciones mendrqutem), sabre Le
‘neon de le demanda partiealar en beneficio de un individua singular eon wn Dien
Comnin vido para todes inciose, por ejemplo, sobre Ie presentacisa que haze de t
‘imo para justifiear la priondad de su daragnda do empleo. Algunas da estas ma-
plobras pueden entrar en tensi6n. Ast, por ejemplo, para apoyar su demanda el
slicitante o menudo atliaa el argumenta dela urgencia 8 soictud oo preitaria
porque a sondicign de dasseupado searre ln disminacion de us eapecidades—que,
1 ausenicia de practice disuelven—y ln destruceién progresiva de su personal
‘ad. Pero quiones so valen de este argummenta también daben mestrar que sigwen
tiondo capaces de tener nnovamenten emplen y que possun todavia las cualidades
iRegeeavins para oeupar el pucsta que ee Tes ofrzce
“Hawt el memento ne @uste, en nuestro coneciionto, a histori sstemstice
fe In nocién de coura como forma secial especies. En ls trabajos disponibles La
nec de causa os oto ds construcciones diferentes segue sea abordada deede la
problematies del espacio publico (FHsbermaas, 1978), del nacimlento deta erticn
(Gcosselleck, 1979) ode la historia de la opinin publica (Baker, 1987) Bl intoeds de
Jos actuaies trabajos de B, Claveri sobre ls conatitucion de lp causa como forma so
cial en los sigloe XVIH y XIX —y, ms procinnonte, entre ef caso Calas y el caso
Dregfue —raciea en que vincwlam ostrechammente la historia judieia I historia po-
Lite a emongencin deta forma caso 3 la eemstvuccin de le toncepeién republican
de fa ciudadanta (Claverie, 987,
23,
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Bourdieu Cast
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