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Leal - Posmodernidad, El Horizonte de Lo Inmediato

1) La posmodernidad se caracteriza por la velocidad de los cambios, la falta de tiempo y espacio, y la configuración de la subjetividad humana en un horizonte inmediato dominado por el presente. 2) La modernidad se basaba en la idea de progreso infinito y la emancipación a través de la razón, pero la posmodernidad pone en duda estos paradigmas y enfatiza la complejidad, pluralidad e incertidumbre. 3) La posmodernidad surge como respuesta a la crisis de la modernidad debido a factores hist
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1) La posmodernidad se caracteriza por la velocidad de los cambios, la falta de tiempo y espacio, y la configuración de la subjetividad humana en un horizonte inmediato dominado por el presente. 2) La modernidad se basaba en la idea de progreso infinito y la emancipación a través de la razón, pero la posmodernidad pone en duda estos paradigmas y enfatiza la complejidad, pluralidad e incertidumbre. 3) La posmodernidad surge como respuesta a la crisis de la modernidad debido a factores hist
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Posmodernidad: el horizonte de lo inmediato

Antonio Leal
El Mostrador, 11 de abril de 2019
La posmodernidad está presente en nuestras vidas mucho más de lo que pensamos, sus
paradigmas reemplazan aceleradamente a los de la modernidad que han sido dominantes en
la cultura occidental por más de tres siglos y desde hace varias décadas, pero sobretodo en
el siglo XXI caracterizado por la enorme velocidad de los cambios y la aparente
inexistencia del tiempo y del espacio, surge la urgencia de replantearnos filosóficamente
donde estamos. Tal como señala, entre otros, el filósofo italiano Gaetano Chiurazzi, el
significado de la posmodernidad no tiene que ver con una determinación temporal, no es la
época que viene después del moderno, según una periodización cronológica. Gianni
Vattimo caracteriza a la posmodernidad como el debilitamiento del ser y señala que no
constituye una superación de la modernidad, sino que más bien expresa una actitud que
sigue a una consumación interna de la propia modernidad y donde sus paradigmas vienen
nietzschilisticamente deformados, atenuados, debilitados. Con Chiurazzi podemos decir
que en Nietzsche y Heidegger la liberación en la emancipación es entendida sobre todo
como la liberación del carácter positivo de la racionalidad física como también de la
superación distorsionada del ideal emancipador utópico. Por cierto, el mundo transformado
en una fábula no es la equivalencia a la indiferencia ni tampoco el alunamiento de las
diferencias sino, por el contrario, es el desafío de una experiencia que se debe confrontar
positivamente con la situación de complejidad, pluralidad del lenguaje, incertidumbre,
fluidez, pérdida del centro y por la inmediatez que caracteriza la vida contemporánea. La
velocidad de la vida misma, determinada por las comunicaciones digitales y el mercado
global, hace que la subjetividad humana se configure en un horizonte inmediato, dando
paso a un profundo presentismo, perdiendo espacio aquellas promesas de futuro que fueron
típicas de la modernidad sea en el plano de la religión como en el ideológico y político.
Aunque no sea la señal definitiva del fin de lo moderno, lo postmoderno está ligado a una
experiencia de ruptura, de discontinuidad, de una crisis referida en particular a los discursos
apocalípticos que fueron frecuentes en los años sesenta, sobre el fin del arte, de la filosofía,
de lo social, de lo político, de la historia. Lo moderno se inicia con el surgimiento y la
afirmación de la burguesía en el siglo XV, con la reforma protestante y con el nacimiento
de la ciencia, del iluminismo como gran interpretación ideológica del mundo que nacía con
el capitalismo como sistema, con el Estado primario del ciudadano y de las libertades, con
la segunda revolución industrial de la mitad de mil ochocientos, tardía modernidad, como la
llama Touraine, que se desarrollara hasta la mitad del siglo XX. Después de la segunda
guerra mundial se abre una reflexión y una toma de conciencia de una crisis de lo moderno,
debido a razones históricas, económicas, pero sobre todo a razones socioculturales que
caracteriza a la sociedad contemporánea como una sociedad postindustrial. Su
configuración es el resultado de las revoluciones tecnológicas que marcaron el paso a
formas de organización siempre más complejas: en particular el paso de la industria
mecánica a la industria electrónica, las telecomunicaciones y la informática, que han
introducido una profunda transformación de la sociedad y de la cultura, comportando una
profunda reestructuración del trabajo, del saber y de la política. Lo postmoderno es una
reflexión de y sobre este nuevo modelo de sociedad, sobre las bases materiales y sobre sus
productos culturales. La modernidad se definió inicialmente en oposición a la época
inmediatamente precedente, la antigüedad. Con el iluminismo las características
progresistas de este se conjugan con la idea de una emancipación que se lleva a cabo
gracias a la acción crítica e iluminadora de la razón, idea que, como secularización de la
concepción escatológica cristiana, se expresa, en varias formas, en gran parte de la filosofía
del mil ochocientos y mil novecientos, del hegelianismo, marxismo y positivismo.
Bien escribió Walter Benjamin que el hombre moderno estaba condenado a la novedad y
por tanto a la discontinuidad. Esto porque los paradigmas de la modernidad los podemos
concentrar en:
1.- El mito del progreso necesario e infinito.
2.- La concepción de la libertad como emancipación, dado que en la modernidad la libertad
no es una condición ética, no tiene que ver con el hombre en su dimensión metafísica, sino
más bien en su dimensión social, política e histórica. La historia tiene un fin que es la
emancipación de las cadenas ideológicas, religiosas, sociales y políticas. La emancipación
se produce gracias al uso de la razón, a los cambios en la conciencia, gracias al progreso
científico y técnico o a las luchas sociales, todo lo cual ha dado lugar al discurso de
legitimización de una presunta universalidad, acompañada por una profunda confianza en la
historia y en el desarrollo. Marc Augé le llama la confianza en el porvenir que es
característica a la cultura moderna.
3.- El progresivo dominio sobre la naturaleza.
4.- El objetivismo, es decir, la siempre mayor prevalencia de una dimensión objevizante,
científica y técnica, entendida como la supremacía del método cuantitativo-experimental
como medio del conocimiento.
5.- La homologación de la experiencia.
6.- El razonamiento formal e hipotético.
7.- El universalismo naturalista.
Siendo la idea del progreso un emblema de la modernidad, la crisis de ella se delinea
cuando se mete en discusión sobre todo esta idea del progreso, lo que hace interrogarse al
antropólogo francés Marc Augé, ¿dónde quedó la idea del porvenir? La crisis se expresa
como un creciente malestar del hombre en una sociedad racionalizada en la cual se
presentan proceso productivos, destructivos, por mucho tiempo subvalorados, de una
explotación indiscriminada de la naturaleza, por la emergencia en la escena mundial de
nuevos sujetos políticos que llevan adelante reivindicaciones inconciliables con la
universalidad de la edad moderna o al menos se colocan en discusión las promesas
naturalistas y se denuncian sus límites históricos y teóricos, y surgen fenómenos que
ocupan gran centralidad, y reemplazan o se sobreponen a los conflictos sociales clásicos,
como el feminismo, las reivindicaciones de las minorías, el derecho de la diferencia como
derecho fundamental. El propio ecologismo, es un movimiento típico de la sociedad
posmoderna en cuanto a movimiento de reacción a la degeneración destructiva del dominio
tecnológico sobre la naturaleza. Además, la rápida expansión de la ciencia, la física
relativista y cuantitativa, los nuevos descubrimientos en el campo de las matemáticas que
colocan en discusión algunos de los hitos de la racionalidad moderna. Por ello, la
posmodernidad surge como una nueva visión de un mundo complejo, donde la linealidad ya
no existe y el determinismo ha cedido el espacio a la incertidumbre dentro de cuyas claves
hay que construir los nuevos relatos y paradigmas. Coincidiendo y ampliando a Chiurazzi,
las características generales de la posmodernidad podemos concentrarlas en:
1.- la cultura posmoderna coloca en discusión la confianza iluminista del progreso y sobre
todo la capacidad del hombre de asumir un rol guía, según el ideal humanístico que
proviene del renacimiento. Las experiencias históricas contribuyen a hacer madurar la idea
que un progreso científico y tecnológico no siempre coincide con un verdadero progreso.
Esta toma de conciencia crítica se traduce en aquello que Lyotard ha llamado los grandes
relatos, es decir a la renuncia de los discursos omnicomprensivos, totalizantes, que
pretendían interpretar la historia y guiar el proceso emancipativo moderno. Más
radicalmente aun la postmodernidad coloca en discusión la propia concepción moderna de
la historia como sucesiones lineales y progresivas. En tal sentido en el término
posmodernidad se coloca el acento más en el prefijo pos que en el adjetivo moderno. La
postmodernidad indica una condición que hace saltar cualquier tipo de vínculo de
continuidad.
2.- la relación entre el hombre y la naturaleza. también en este campo se produce un
redimensionamiento del ideal baconiano que colocaba el saber y la ciencia al dominio de la
sociedad y la naturaleza por medio de la técnica. Esto comporta la colocación en discusión
de las premisas teóricas del dominio científico en la naturaleza: el objetivismo y el
mecanicismo cartesiano que reducían la naturaleza a un puro mecanismo en virtud de un
acceso compositivo cuantificarte, matemático e instrumental.
3.- la posmodernidad coloca el problema de los límites y de la distorsión del racionalismo
moderno o de la racionalización de la sociedad y del mundo introducida por la modernidad.
Como Max Weber señalaba la modernidad se afirma como una exigencia de
racionalización del mundo, en el desencanto de los contenidos místicos o sagrados a través
de la autonomización del ser de aquellas concepciones religiosas y de la supremacía de la
irracionalidad instrumental sobre aquella racionalidad que está dirigida a los valores.
4.- El principio de la diferencia es una consigna de la cultura posmoderna en el campo
filosófico y político. La posmodernidad significa la diversificación de la realidad contra los
riesgos de la planificación y de la homologación social. Como ha dicho Vattimo” el
máximo de igualdad y el máximo de diversidad”. Afirmando el principio de la diferencia a
la postmodernidad coloca en crisis ciertos pilares del pensamiento político moderno
comenzando con aquel de la identificación nacional y la definición territorial del estado,
que se hace cada vez más débil, no solo por el caráctermultinacional de la economía y las
comunicaciones de la globalización de los mercados, pero también de una experiencia de
vida en los cuales las fronteras son atravesadas siempre con mayor facilidad. La
diversificación postmoderna constituye una radical critica de la nostalgia romántica por la
comunidad orgánica, la constitución de una sociedad inmediatamente familiar en la cual los
individuos encuentran su punto de referencia sustanciales, a los sujetos políticos típicos de
la modernidad caracterizados por un fuerte poder de identificación. la postmodernidad
tiende a contraponer modelos de mayor fragmentación y diversificación, movimientos,
grupos, tribus.
5.- La tolerancia contra la cultura uniforme, la posmodernidad proyecta un modelo de
sociedad fundado sobre la diferencia y el pluralismo en el cual tiene vigencia el principio
moral de la tolerancia. El carácter de la sociedad posmoderna (facilidad de comunicación,
pluralismo, extrema movilidad y transformación) contribuyen a la formación de un
contexto pluricultural y pluriracial. Esta multiplicación de las diferencias de las
diversidades, evidentes también en la emergencia de las culturas marginales o regionales,
no deben tenderse como una explosión de un divisionismo como la petición de un derecho
a la diferencia que no pretende absolutizarla, sino ofrecerle la palabra, sustraerla de la
marginalización y de la exclusión, colocando en discusión los cánones de la cultura
dominante. La discusión política posmoderna vierte sus fundamentos mismos de la
sociedad de las instituciones de la modernidad, con el fin de hacer evidente los límites para
mostrar las marginaciones como las subordinaciones y las exclusiones.
6.- La Criticidad y la integración, dado que la perspectiva política posmoderna es aquella de
un mundo del equilibrio difícil y tal vez no buscado, en la cual la igualdad no cancela la
diferencia, la identidad y la alteridad, donde es posible una heterogeneidad sin jerarquía,
una sociedad sin comunidad, todo lo cual pone en discusión presupuestos y objetivos
políticos tanto de derecha y de izquierda y que hacen practicable una connotación de la
postmodernidad como un tiempo postliberal y postmarxista.
El origen filosófico de la posmodernidad podemos encontrarlo en Nietzsche y en Heidegger
que constituyen dos referencias constantes para quienes sostienen la posmodernidad.
Nietzsche con el anuncio de la “muerte de dios” y la consiguiente irrupción del nihilismo y
con Heidegger en la idea de una constante declinación de la metafísica. Chiurazzi y en una
dimensión más radical el propio Vattimo nos plantean que la posmodernidad está ligada a
la experiencia de un fin que asume un carácter particularmente incisivo y por ciertos
aspectos dramáticos que se expresa en el anuncio de Nietzsche “de la muerte de dios”,
entendido en su dimensión específica, como en el fin de la metafísica y de su ideal
fundacional, es decir, de su tentativo de representar toda la realidad en un fundamento
único, anticipando con ello la aparición del nihilismo y de una nueva forma del
pensamiento y de una nueva humanidad. Para Nietzsche el nihilismo no es una
inconsecuencia o una desviación de la metafísica, sino su esencia misma. Sobrevalorando la
creencia en un mundo ultra terrenal que se opone al mundo terrenal, la metafísica - aquella
platónica y cristiana en particular – se dirige a lo terrestre de los valores físicos, de la
sensibilidad, de la vida. Dios escribe Nietzsche fue muerto por la propia voluntad de verdad
de sus fieles. Aquello que se pide a los hombres posmodernos, entonces, es saber vivir en
un mundo que ha perdido su centro, en el cual no hay referencias aceptables y en el cual
todo es un eterno precipitar sin altos ni bajos. Para Lyotard, la posmodernidad, es la
incredulidad respecto de las metas narraciones. Las reflexiones de Lyotard y de Derrida se
desarrolla en un horizonte cultural francés que entre los años 60 y 70 conoció un
renacimiento de Nietzsche. La condición posmoderna examina las consecuencias del fin de
los grandes relatos de la época postindustrial. El discurso de la modernidad entra en crisis,
según Lyotard, sobre todo porque exigido por la historia y también por las transformaciones
internas de la sociedad posindustrial que comportan una transformación del saber. El saber
es obligado a cambiar su propio estatuto por vía de la condición misma de su
transmisibilidad que ahora son aquellas de la informatización, con lo cual todo aquello que
no satisface esta condición está destinado a ser abandonado, sobrepasado por la abrumadora
información que recorre el planeta y que llega, sin intérpretes, a las personas que sacan sus
propias conclusiones. Se hace camino así un nuevo modelo de sociedad que en el plano
especifico de la producción y la transmisión del saber ve la declinación de la figura
intelectual clásica o incluso del partido como intelectual orgánico en Gramsci, que son los
grandes intérpretes del sentido de las cosas, típica de la modernidad. Lyotard considera el
proceso de disolución de la modernidad como consecuencia de su propia lógica, por lo cual
el postmodernismo no resulta antiético a lo moderno. La universalidad fue vista como
superación de la identidad particular, pero ella se demuestra por su propio estatus en
construcción. Bien señala Chiurazzi que la afirmación de una universalidad adviene
siempre desde un punto de vista particular. La Declaración de los Derechos del Hombre y
del Ciudadano de la Revolución Francesa es formulada por el pueblo francés, un pueblo
particular, aunque esta particularidad aparezca escondida y se despliegue en la razón
universal.
Al entrar en crisis y ser confirmado por dramáticos eventos históricos del siglo XX el ideal
universalistico, basado en grandes relatos de la modernidad, meta relatos, o filosofía de la
historia como proyectos totales, historias de emancipación de la humanidad cuyos ejemplos
clásicos son el cristianismo, la filosofía hegeliana, el marxismo, el liberalismo económico y
político. Todos estos mega relatos tienen una pretensión legitima, en virtud de su pretensión
universalísima, en las cuales se distinguen seguramente de la forma de legitimidad mítica
que son intrínsecamente despóticas, pero que dieron lugar, y el siglo XX es una expresión
de ello, a diversas formas autoritarias del ejercicio del poder y de lo cual el comunismo ha
sido el emblema con el cual inicia, pero también finaliza trágicamente el siglo XX. El fin de
los grandes relatos, la incredulidad en relación a las metas narraciones, constituye la
especificidad del posmoderno, ello significa el fin del universalismo, la crisis del
cosmopolismo iluminista y el retorno a las particularidades no universalistas. Esta
fragmentación caracteriza la posmodernidad sobre todo en su nuevo modo de sentir y de
pensar. La modernidad es un modelo de pensamiento, la posmodernidad es un modelo
diverso en el cual la renuncia a la universalización se traduce en un sentir y en un pensar
que se confrontan como una constante e ineludible “incompletabilidad”. No hay nada que
esté definitivamente instalado como verdad, no existen, como en la modernidad, las
certezas, es la era de la incertidumbre y del desencanto. Por tanto, hay una imposibilidad de
representar la totalidad y lo que caracteriza al posmoderno respecto a lo moderno es una
diversa acentuación de dos momentos constitutivos del pensamiento de Kant: el placer y el
displacer. La posmodernidad combate todo tipo tentativo de totalización y en esto tiene una
función de resistencia al todo, es el decidido clamor contra la conciliación, la afirmación de
la diferencia contra la identidad y la uniformización, es la experimentación contra aquello
que ya está realizado. Como dice Lyotard, la posmodernidad no es la modernidad en su
finalización sino un nuevo estado naciente y constante. Por cierto, al desaparecer en la
política las causas finales, las promesas de los paraísos en el cielo o en la tierra, la política
deja de tener el atractivo de la totalidad, la densidad ideológica de las certezas de los
megarelatos, debe renunciar a las verdades universales inspiradas solo en la racionalidad y
acostumbrarse a vivir en las verdades subjetivas, en los pequeños relatos referidos
esencialmente a lo individual, a un pluralismo axiológico que exalta la diversidad y abordar
el nihilismo entendido como la negación o la imposibilidad de un fundamento último Es
decir, como nos refiere Habermas, debe vivir y operar en una época de ambigüedad
respecto del sentido de la vida y de la historia. En un horizonte inmediato, en una era del
vacío.

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