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Los Signos Del Bautismo

El documento describe los diferentes signos y rituales que componen el sacramento del bautismo en la Iglesia Católica, incluyendo la acogida de la comunidad, la profesión de fe, el uso de agua, aceite, y la señal de la cruz para simbolizar la nueva vida en Cristo que se recibe a través del bautismo.
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Los Signos Del Bautismo

El documento describe los diferentes signos y rituales que componen el sacramento del bautismo en la Iglesia Católica, incluyendo la acogida de la comunidad, la profesión de fe, el uso de agua, aceite, y la señal de la cruz para simbolizar la nueva vida en Cristo que se recibe a través del bautismo.
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LOS SIGNOS DEL BAUTISMO

A menudo nuestras palabras no expresan suficientemente las realidades de nuestro corazón. Los


signos son más amplios y más expresivos para traducir nuestros sentimientos. Con más
razón todavía nos serviran para “comprender” el misterio inmenso que es Dios.

Acogida de la asamblea
El Bautismo no es sólo un asunto personal. Afecta a toda la comunidad cristiana. Ésta lo
manifiesta acogiendo al recién nacido acompañado por los padres y padrinos.

Escuchar la Palabra
¿De qué palabra se tracta? De la Palabra de Dios. Cada uno escucha, acoge esta palabra y pide
fuerza para hacerla viva en el corazón de la vida cotidiana.

La profesión de fe
Delante de la comunidad cristiana el celebrante establece un diálogo con los padres y el
padrino y la madrina, si se trata de un niño, o con el bautizado si es un adulto. Son las promesas
del bautismo:

- “Renunciáis, pues, al pecado para vivir en la libertat de los hijos de Dios?” - “Sí, renuncio”.

A continuación se hace la profesión de fe:

- “Creéis en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo?” - “Sí, creo”.

El agua                                                                      
Uno de los signos principales del bautismo es la agua. La agua es fuente de
vida, que fecunda,  regenera, purifica. La agua del bautismo simboliza la vida de
Dios. Ser bautizado significa ser sumergido en Cristo, y participar, ya desde
ahora, de su vida.

El celebrante vierte tres veces agua sobre la cabeza de la persona que es presentada o pide el
bautismo. Al mismo tiempo el celebrante dice: "Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo".  Este gesto y estas palabras son el núcleo central, el corazón del
sacramento, el signo principal de la apertura al don de Dios.

El aceite del Crisma 
El párroco marca la cabeza del bautizado con el aceite del Crisma. Es
un aceite mezclado con bálsamo consagrado por el obispo el Jueves
Santo, con el cual son bautizadas todas las personas del obispado. Este
rito consagra al bautizado como hijo de Dios.

En la antigüedad eran ungidos con aceite los reyes, profetas y


sacerdotes. Así el bautizado es rey (reinar quiere decir amar, servir),
profeta (ser testimonio de Dios entre el pueblo cristiano) y sacerdote
(presenta a Dios toda su vida). Además, el aceite simboliza la fuerza, la suavidad y la belleza del
Espíritu que impregnará al nuevo cristiano.

La luz
El cirio, encendido en el cirio pascual, que es portado por los adultos, recuerda la noche
pascual y todo el misterio de Cristo, que muerto y resucitado es luz para nuestras vidas. Una luz
que ha de brillar en nuestra sociedad.

   

   

   
Señal de la cruz en la frente. Signación

El celebrante, los padres y los padrinos signan al niño en la frente «con la señal de Cristo
Salvador». Con este signo culmina la acogida que la comunidad cristiana hace al neófito.

La signación es uno de los ritos más tradicionales de acogida. De esta manera el que es presentado
queda ya orientado en la línea de aquello que vendrá a ser por el agua y el Espíritu: un cristiano.
Todo esto bajo el signo de la cruz gloriosa de Jesucristo, donde está «nuestra salvación, vida y
resurrección».

Desde que Jesucristo murió en ella, la Cruz se ha convertido en el símbolo primordial de los
cristianos. De instrumento de tortura para ajusticiar a los malhechores pasó a ser el símbolo por
excelencia de la muerte salvadora. Para San Pablo la Cruz es como el resumen de toda la obra
redentora de Cristo. La Cruz ilumina toda la vida del cristiano, da esperanza y asegura la victoria.
Es señal de fidelidad: hay que tomar la cruz, cada uno la suya, y seguir a Jesús.

La señal de la Cruz en la frente es un gesto sencillo, pero de hondo significado. Es una verdadera
confesión de nuestra fe: Dios nos ha salvado en la Cruz de Cristo. Es como si dijéramos: «estoy
bautizado, pertenezco a Cristo, él es mi Salvador». A la hora de empezar a ser cristiano, esa señal
es como una marca de fe y de posesión en Cristo Salvador. Por eso, siempre que hacemos la señal
de la Cruz estamos recordando de algún modo nuestro Bautismo. La Cruz de Cristo es el origen y la
razón de ser de la existencia cristiana. Esta señal nos acompañará durante toda nuestra vida.

Los cristianos hacemos con frecuencia la señal de la Cruz: unas veces nosotros mismos sobre
nuestras personas, otras nos la hacen como en el caso de los sacramentos, invocando a la
Santísima Trinidad. La Eucaristía, por ejemplo, comienza y termina con la señal de la Cruz.

Oleo de los catecúmenos. Unción

Con el óleo de los catecúmenos se hace sobre el pecho la unción del Bautismo. «Para que el poder
de Cristo Salvador os fortalezca, os ungimos con este óleo de salvación en el nombre del mismo
Jesucristo, Señor nuestro». Es un gesto que recuerda a los atletas y luchadores, que ya desde
antiguo se daban este masaje, preparándose para el combate y el esfuerzo.

En los primeros siglos esta unción tuvo sentido de exorcismo, de renuncia y de invocación contra
todo mal. Ahora quiere transmitir la fuerza de Dios para el que empieza la vida cristiana, que
probablemente será difícil. «Concede fortaleza a los catecúmenos que han de ser ungidos con él,
para que, al aumentar en ellos el conocimiento de las realidades divinas y la valentía en el
combate de la fe, vivan más hondamente el Evangelio de Cristo, emprendan animosos la tarea
cristiana, y admitidos entre los hijos de adopción, gocen de la alegría de sentirse renacidos y de
formar parte de la Iglesia». (Bendición del óleo de los catecúmenos).
"La unción, en el simbolismo bíblico y antiguo, posee numerosas significaciones: el aceite es signo
de abundancia y de alegría; purifica (unción antes y después del baño) y da agilidad ( la unción de
los atletas y luchadores); es signo de curación, pues suaviza las contusiones y las heridas, y el
ungido irradia belleza, santidad y fuerza. Todas estas significaciones de la unción se encuentran en
la vida sacramental. La unción antes del Bautismo con el óleo de los catecúmenos significa
purificación y fortaleza" (Catecismo de la Iglesia Católica, no. 1293-1294).

Agua. Baño

El agua del Bautismo debe ser agua natural y limpia, para manifestar la verdad del signo y hasta
por razones de higiene, dice el Ritual en la Introducción.

El bautismo no es el agua, sino el baño del agua, que toma sentido en la fe, como acción
regeneradora de Jesucristo. En el fondo, el que realiza la renovación y la regeneración es el
Espíritu de Jesús Resucitado. El agua es el símbolo, el signo eficaz de este misterio de vida y de
gracia que Dios nos comunica en el Bautismo.

«Oh Dios, que realizas en tus sacramentos obras admirables con tu poder invisible, y de diversos
modos te has servido de tu criatura el agua par significar la gracia del Bautismo... Que esta agua
reciba, por el Espíritu Santo, la gracia de tu Unigénito, para que el hombre, creado a tu imagen y
limpio en el Bautismo, muera al hombre viejo, y renazca, como niño, a nueva vida por el agua y el
Espíritu Santo» (Bendición del agua).

El agua sacia la sed, limpia y purifica. Se ha convertido en el signo de la pureza interior del hombre.
Para los israelitas lavarse las manos antes de comer o de rezar, no era sólo cuestión de higiene,
sino sobre todo de purificación moral. En el Bautismo, este aspecto purificador del agua, aunque
no es el más importante, está presente como signo del perdón del pecado original, en el que todos
nacemos. «Dios todopoderoso,.. te pedimos que este niño, lavado del pecado original, sea templo
tuyo, y que el Espíritu Santo habite en él» (Oración de exorcismo).

Jesús es el Agua viva que apaga la sed. «El que beba de esta agua no volverá a tener sed». «El que
crea en mí no tendrá nunca sed». En el Bautismo los creyentes renacen del agua y del Espíritu. El
agua es símbolo de fertilidad, de fecundidad, de vida. Es el tesoro más preciado, sin el agua la
tierra sería un planeta muerto.

En la oración de bendición del agua del Bautismo se desarrolla una admirable catequesis del
significado del agua en el misterio de la salvación. "Oh Dios,... cuyo Espíritu, en los orígenes del
mundo se cernía sobre las aguas,... que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste el
nacimiento de la nueva humanidad,... que hiciste pasar a pie enjuto por el Mar Rojo a los hijos de
Abraham,... cuyo Hijo, al ser bautizado en el agua del Jordán, fue ungido por el Espíritu Santo...
Mira, ahora, a tu Iglesia en oración, y abre para ella la fuente del Bautismo...»
El Bautismo de Jesús en el Jordán es el prototipo de nuestro Bautismo. Hay dos formas de realizar
el gesto del baño del agua: por infusión, echando el agua sobre la cabeza del bautizando, o por
inmersión, sumergiendo al bautizando en el agua. Ambas formas son legítimas. Etimológicamente
«bautismo» significa «sumergirse».

El sacramento del Bautismo significa el nuevo nacimiento, la incorporación a Cristo en el misterio


de su Muerte y Resurrección. «¿Es que no sabéis que los que por el bautismo nos incorporamos a
Cristo, fuimos incorporados a su muerte?. Por el bautismo fuimos sepultados con él, en la muerte,
para que así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6,3-4). Este misterio de
incorporación a la Pascua de Cristo queda mejor expresado simbólicamente por el gesto de
inmersión, y por eso lo subraya el Ritual, aunque de hecho, por razones prácticas, apenas se
utiliza.

Antiguamente se consideraba «entrar en el agua» como símbolo de «entrar en la nueva vida con
Cristo». La infusión de agua por tres veces sobre la cabeza expresa más bien la purificación que el
agua realiza.

En la Vigilia pascual somos asperjados con el agua bautismal, después de renovar las promesas de
nuestro Bautismo. Así recordamos que fuimos incorporados a la Pascua de Cristo, el paso de la
muerte a la vida.

Vestidura Blanca. Imposición

Los vestidos, además de su función protectora y estética, pueden tener una intención simbólica. El
presidente y los ministros de la celebración se revisten de modo simbólico para su ministerio.
Contribuyen al decoro y estética de la celebración, y ayudan a comprender el misterio que se
celebra.

Después de la unción con el crisma, el padrino o la madrina impone al neófito la vestidura blanca.
Es claro el simbolismo de este vestido . En los primeros siglos el recién bautizado lo conservaba
puesto desde la Vigilia pascual, en que se celebraba el bautismo, hasta el domingo siguiente,
llamado «Dominica in albis», o de la deposición de las vestiduras.

«N., eres ya nueva criatura y has sido revestido de Cristo. Esta vestidura blanca sea signo de tu
dignidad de cristiano. Ayudado por la palabra y el ejemplo de los tuyos, consérvala sin mancha
hasta la vida eterna». El vestido blanco quiere ayudar a comprender en profundidad lo que sucede
en el Bautismo: convertirse en nueva creatura, revestirse de Cristo.

Originariamente la octava de Pascua fue concebida como una octava del Bautismo, para asegurar
a los neófitos una catequesis postbautismal y orar por los nuevos miembros de la Iglesia. Este
aspecto aparece destacado también actualmente en algunas antífonas y oraciones de la Misa.
«Como niño recién nacido, ansiad la leche auténtica, no adulterada, para crecer con ella sanos».
«Acrecienta en nosotros los dones de tu gracia, para que comprendamos mejor la inestable
riqueza del bautismo que nos ha purificado».

Luz. Vela encendida en el cirio pascual.

En nuestra civilización de la luz artificial, la luz de unas velas, aunque no hicieran falta para ver, y
aunque sólo fueran de adorno, puede significar muy expresivamente la fiesta, la atención, el
respeto, la oración, la presencia de lo invisible, la felicidad, el paso a una nueva existencia
iluminada por Cristo.

En la Vigilia pascual celebramos con el simbolismo de la luz la resurrección de Cristo y nuestro


paso de las tinieblas del pecado a la vida en Cristo. En la celebración del Bautismo durante todo el
año se enciende el cirio pascual como recuerdo gráfico de que al ser bautizados participamos en la
Pascua del Señor.

El padre o el padrino enciende la vela en el cirio pascual, que le muestra al neófito, mientras el
celebrante dice: «Recibid la luz de Cristo. A vosotros, padres y padrinos, se os confía acrecentar
esta luz. Que vuestro hijo, iluminado por Cristo, camine siempre como hijo de la luz. Y
perseverando en la fe, pueda salir con todos los santos al encuentro del Señor» (Bautismo de
niños). «Has sido transformado en luz de Cristo. Camina siempre como hijo de la luz, a fin de que
perseveres en la fe y puedas salir al encuentro del Señor cuando venga con todos los santos en la
gloria celeste» (Bautismo de adultos).

En los primeros siglos se hablaba del Bautismo como de una «Iluminación». La vida nueva que el
Espíritu dio a Cristo en la Resurrección (cirio pascual) se transmite ahora a cada uno de los
bautizados (cirio personal).

En la Vigilia pascual todos los años encendemos nuestro cirio en el cirio pascual, que lo
mantendremos encendido durante la renovación de las promesas de nuestro Bautismo y la
profesión de fe. «Por el misterio pascual hemos sido sepultados con Cristo en el Bautismo, para
que vivamos una vida nueva» (Monición para la renovación de las promesas bautismales).

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