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Colección - Completa - de - Las - Obras - Del - Grande Hipocrates Vol 1

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//—^—tS
V7
COLECCION COMPLETA

DEL GRMDE HIPÓCRATES


Traducidas nuevamente del testo griego con los nu<
\j todas las ediciones á la vista • precedidas
en erítieo-fllosóueo y coi
tensamente

VERSION VERIFICADA AL CASTELLANO T ANOTADA CON TESTOS DE NUES


TROS HAS CÉLEBRES COMENTADORES ESPAÑOLES,

^amad ¿/antera

LICENCIADO EN MEDICINA T CIRUJIA í EX-ALUMNO INTERNO DEL COLBJIO NACIO'


NAL DE ESTA FACULTAD EN MADRID \ SOCIO DE NUMERO FUNDADOS DE LA
ACADEMIA DE EMULACION DE CIENCIAS MÉDICAS Y REDACTOR DE SU PERIODICO
EL SEMANARIO DE MEDICINA; INDIVIDUO DE LA ACADEMIA NACIONAL DE ME
DICINA V CIRUJIA DE CASTILLA LA NUEVA i SOCIO PROFESOR DSL INSTITUTO
MÉDICO-QUIRURGICO ETC., ,
V D. Mamón Qgstt'b&n JFett&xitM) ,
LICENCIADO EN MEDICINA V CIRUJIA \ SOCIO DE NUMERO FUNDADOR DB LA ACA
DEMIA DE EMULACION DE CIENCIAS MÉDICAS; CORRESPONSAL DE LA DE
CIAS NATURALES Y FISICAS DE MALAGA, ETC.

ESTABIiECmiEIVTO TIPOGRAFICO
CALLE DEL SORDO , NUMERO 11.
Esta obra es propiedad de los editores. Lo» ejemplares que no lleven la si
guiente rúbrica , se tendrán por furtivo» , y serán denunciados ante la ley.

ADVERTENCIA.
Las notas qu.e estén señaladas con números romanos son de los traductores;
las que lleven letras alfabéticas pertenecen al autor.

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ff^ UNIVERSIDAD .COMPLUTENSE

531 0712372
\ i!
4 V
JJról0go ir* loa iraimrtom.

«Familiarízaos con el estudio de los


libros amigaos.»

stk dicho sentencioso del célebre médico de Per-


^2|f¿~: w-:;i^^ gamo, que sirve de lema & la grande obra que
ej^ha emprendido Mr. E. Liltré nuestro testual, es
mmm^i^ un consejo tan lleno de fuerza y de razon, que
^3á-"lM7ñ i: nadie habra por cierto en el dia que se niegue
^.^-^y^y^y^y a reconocer sus ventajas. Pregúntese á cual
quier profesor medianamente instruido y aficionado al estudio de
la sublime ciencia que ejerce , que modelo trata de imitar cuan
do se propone describir con exactitud una dolencia , ó en que
fuentes gusta beber siempre que se le ofrece consultar historias
de enfermedades llenas de verdad y de espresion , cuyo pruden
te cotejo le suministre un rayo de luz que le ilumine en un diag
nóstico obscuro que a su juicio se presente , y oiremos pronun
ciar los respetables nombres de Hipócrates, A releo , Sjdenham,
Boerhave, Baglivio y otros cuyas grandes obras jamas caduca
rán entre los verdaderos médicos. Cuanto mas retrocedamos en
el estudio de la ciencia acercandonos a su primitivo origen, y con
sultando los hombres que independientes de sistemas forjados por
teorías viciosas y exajeradas ejercieron su noble y majestuosa pro
fesion sin mas norte que la racional esperiencia, tanta mas pu
reza hallaremos en sus escritos ; mas verdad en sus relaciones;
(IV)
mayor esactilud en sus historias , y mas conformidad con la inva
riable marcha y con los hechos de la constante naturaleza a cuyo
estudio nos consagramos. Y quien con mas razon se halla recono
cido, desde tiempos remolos en que la imajinacion se pierde, co
mo padre de la ciencia , como filósofo mas juicioso y pruden
te á la par que sutil observador, como modelo mas perfecto y
digno por consiguiente de imitar , que el venerable anciano de
Coo cuyo ilustre nombre hemos recibido con respeto pronunciamos
con veneracion , y legaremos á nuestros hijos como puro y perenne
manantial de sabiduria en donde puedan saciar su sed de conoci
mientos , fundidos en el crisol de la observacion mas severa?
Volvamos un poco la vista al siglo que la España recuerda con
orgullo y ft la par con profunda pena por haber perdido tanto
desde entonces en consideracion, riqueza y gloria'; abramos una
página de oro en los memorables fastos de nuesíra historia literaria
en el siglo XVI , en que al mismo tiempo que el leon rujíente
llevaba nuestras armas victoriosas por las naciones de Europa,
Minerva producia en nuestro suelo sabios que causaban la ad
miracion del mundo ; en esta dichosa época en que la medici
na era perfeccionada por los profesores españoles, y veremos ger
minar en este envidiado pais hombres que entregados con
el mayor afan al estudio de los inmortales escritos de Hi
pócrates y Galeno, los comentaron con gloria y sagacidad,
trasmitiendo á sus descendientes una prueba irrefragable de la
grandeza de sus conocimientos y su buen gusto en literatu
ra médica. Hipócrates y Galeno se tradujeron y comentaron con
el mayor esmero y lino ; cátedras establecidas esclusivamente para
la esposicion y comentos de sus obras producian muchos discípulos
bien versados en los Aforismos , Pronósticos y libros de las Epide
mias , y nuestros médicos hacian gala de poseer mejor los sublimes
pensamientos de tan apreciables escritos. Pero desgraciadamente
las glorias de nuestra nacion se obscurecieron poco á poco deca
yendo su predominio sobre el resto de Europa , y las ciencias
tambien bajo el funesto influjo de la densa y negra nube que
empañaba nuestro brillo perdieron poco á poco su floreciente lo
zania; y marchitándose al iin , vinimos á parar en ciegos imi-
tadores de eslrañas escuelas , que no ha mucho envidiaran nues
tro saber y nuestro nombre.
Las obras eslrangeras introducidas entre nosotros se hicie
ron un lugar muy preferente. Desalojando á los libros hipocráli-
cos que anteriormente formaban la base de la doctrina módica
española , y al provechoso estudio de sus paginas y comentos
reemplazó la vana discusion de falaces teorías. Tan desastroso y
lamentable estado llegó tambien á los médicos actuales ; y las
continuas convulsiones políticas, los trastornos y luchas de par
tidos , la falta de seguridad y de reposo , la penuria de nues
tros fondos , y el casi total abandono á que la clase medica se
ha hallado entregada por parte del gobierno y de las leyes que
debieran engrandecerla y protejer su interesante estudio y ejer
cicio , bé aqui un cúmulo fatal de circunstancias que emulas de
nuestra prosperidad han conspirado unidas á sostener una situa
cion tan deplorable.
Pero los desengaños mas evidentes han venido por dicha
á patentizar lo vicioso de teorías que usurpaban a la ciencia sus
verdaderos principios , y ya no son elias las que enseñoreándo
se en las escuelas dan la ley al mundo módico. Sus perecederos
artificios fueron al cabo descubiertos ; su falsedad demostrada
por la razon y la espericncia , y despues de mil rodeos en que
la medicina se ha perdido buscando un nuevo sistema en que
apoyar sus doctrinas , viene al fin á parar á su verdadero cen
tro ; á una exacta y racional observacion. El oráculo de Coo
vuelve á escucharse con la atencion mas respetuosa por los dig
nos sacerdotes de la naturaleza , y la ciencia loma á su verda
dero camino para volar á la cumbre de su gloria y perfeccion.
Persuadidos pues no solo de las ventajas, sino de la necesi
dad en que la tendencia de la época pone a los médicos de pro
porcionarse las inmortales obras del divino anciano cuyo mérito
y memoria partirán su duracion con los siglos, nos hemos pro-»
puesto darlas á luz confiando en la buena acqjida que nuestros
celosos y aplicados comprofesores suelen dar á todo cuanto ceder
pueda en provecho de la ciencia. La celebridad de que gozan
las publicadas por M. E. Liltré ya por la autenticidad de los tex
tos y su buena version, cuanto por el juicioso tino con que se
hallan comentadas, nos lian impelido á traducirlas; y con tan
ta mas razon, cuanto ninguno de los comentos que poseemos has-
la el dia se halla al nivel de los conocimientos actuales, lo cual
(VI)
hace resallar el mérito de la obra que nos hemos atrevido a tomar
sobre nuestros hombros.
Para juzgar de los eslremos anteriormente anunciados ha
creído con mucha oportunidad M. E. Lillré acompañar su tra
duccion del texto griego que la ha servido de original : mas
consistiendo nuestro trabajo en un traslado del suyo, y habiendo
ya fallado el ilustrado público módico acerca de la fidelidad y
esaclitud de la traduccion del nuevo comentador, nos creemos
dispensados de presentar este cotejo, suprimiendo eu nuestra edi
cion el citado texto que siempre nos ofrecería muchas dificulta
des. Mas á pesar de la confianza que justamente tenemos en la
buena version de M. E. Littré apoyada en el juicio de la gene
ralidad de los profesores , no dejaremos de cotejarla con las
latinas de Rhavenna , de Vander Linden y Foesio ; y ten
dremos ademas á la vista los siguientes autores compatri
cios que en todo ó en parle comentaron las inmortales obras
que son nuestro objeto al presente. Francisco Valles, Cistobal de
Vega, Lazaro Soto, Gerónimo Gimenez , Luis de Lemus, Pedro
Miguel de Heredia , Gaspar Casal , Pedro Santiago Esleve,
Ildefonso Lopez (Pinciano), Cristobal Montemayor , Andres
Piquer é Ignacio Montes, hé aqui la lista de los que hemos
podido proporcionarnos con el indicado objeto, sin hacer mé
rito de los anales históricos que actualmente publica nuestro
apreciable comprofesor Don Anastasio Chinchilla y de la obra
de Daza que tambien pueden ser útiles a nueslro propósi
to. A nadie tenemos que envidiar por cierlo la gloria de
haber estudiado con particular aficion y comentado con el ma
yor juicio los preciosos escritos del médico de Coo ; los anales
de nuestra historia literaria nos señalan con páginas de oro los
gloriosos nombres de muchos profesores españoles que recuerda
con orgullo nuestra era, y amantes como el que mas de nuestro
buen nombre, hemos creido un deber sagrado el tributar a sus
gloriosos manes un merecido recuerdo, cuando tratamos de tra
ducir la coleccion completa de las obras á cuyo estudio se de
dicaron con tanto afan como útil aprovechamiento. Esto propor
cionara ademas la ventaja, a aquellos de nuestro* lectores que
no poseen estas obras, de reunir en la que nos atrevemos á
presentarles lodo aquello en que dichos autores no estuviesen
(Vil)
conformes con el nuevo comentador cuyos trabajos traducimos,
ó lo que ellos hubiesen dicho y a este se hubiera ocultado.
Respecto al retrato que ha creido no deber acompañar
a su obra M. Littré por no haber uno fidedigno que po
der imitar , nosotros hemos pensado de otro modo; pues nues
tro digno y apreciable compañero el Sr. D. Joaquín Fernandez
Lopez director de las aguas minero-medicinales de Bussot y con
socio de academia en la de Emulacion de ciencias médicas,
ha tenido la singular bondad de facilitarnos una rareza artística
que posee, cual es una lámina del famoso Rubens sacada de un
busto antiguo y que segun las noticias que hemos podido adquirir es
bastante digna de fé, y de ella hemos hecho sacar copia litografiada
que irá al frente de la coleccion. Y aun cuando asi no fuese, creemos
que la idea de una cabeza tan perfectamente organizada como la del
célebre hombre cuyos escritos eternos forman esta grande obra,
representada en una lámina que nos manifieste sus profundos
talentos y sagaz observacion, siempre será apreciable á los ojos
de todo profesor. La Venus de Médicis es un ente de razon, y
no por eso deja de eslimarle quien se propone leuer materia
lizada la idea de una beldad.
De estas advertencias hemos creido necesario hacer prece
der á nuestra obra esperando de nuestros benévolos comprofe
sores que se servirán dispensarnos las faltas qne sean debidas á la
escasez de nuestros talentos, siquiera en gracia de la sinceridad
de los deseos que al emprenderla nos animan.
Madrid 1 ? de marzo de 1842.

Tomás Santero. Ramon Esteban Ferrando.


PROLOGO DliZa AUTOR

Al emprender mi trabajo sobre los libros de Hipócrates, he necesi


tado hacer tres diversas operaciones : revisar el testo, traducirle de
nuevo é interpretarle módicamente.
Al principio crei que la primera parte de mi obra sería poco
laboriosa, pero no tardé en convencerme de lo contrario. El testo
de Hipócrates, desde el estado en que Foesio lo dejó, solo habia
sido examinado muy parcialmente y aun quedaban muchos pasages
mas ó menos alterados. Con el objeto de tratar estos puntos con
conocimiento de causa y de correjirlos en cuanto fuese posible, he
cotejado y comparado cuidadosamente los manuscritos existentes en
la biblioteca real de París; este trabajo aunque largo, me ha pro
ducido escelentes resultados.
Tanto las variantes que he podido recojer de los manuscritos que
he revisado como las que me han proporcionado las demas ediciones,
van colocadas al final de las pájinas. Cuando me ha parecido que el
caso lo exigía , he discutido mas ó menos detenidamente las razones
que me impelían á admitir esta ó la otra opinion.
El dialecto en que Hipócrates escribió sus obras es una dificul
tad con la que han tenido que luchar todos los editores; yo tambien
á mi vez he encontrado muchas dudas, y estoy bien lejos de creer
que haya podido acertar exactamente con la cadencia y verdadero
caracter del dialecto hipocrático. Sin embargo en un apéndice á la
introduccion, he establecido las reglas que me han parecido mas
jenerales. Debo tambien añadir aquí que el dialecto hipocrático,
segun los manuscritos, me ha parecido a veces indeciso y variar de
un libro á otro. Por lo tanto, he tomado la determinacion de no ad
mitir un dialecto general para toda la coleccion de libros hipocrá
ticos, y la de separar ciertas frases dialécticas de todo tratado en
que los manuscritos no presentasen ejemplo de ellas. En los casos
en que por seguir el sistema que he adoptado acerca del dialecto
de Hipócrates, he variado la leccion que se encuentra en los ma
nuscritos , he anotado la mudanza por mi introducida y la leccion
de estos. De este modo los que se dediquen con especialidad á la
dialectolojia, tendrán ocasion de ver, á pesar de mis modificaciones la
misma diccion de los manuscritos , y asi podrán juzgar fácilmente
las conclusiones que he deducido y rectificarlas en la parte que lo
necesiten (a).
Las considerables ventajas que me ha proporcionado para la cor
reccion del testo la comparacion de los manuscritos de la biblioteca
real de París, me han hecho conocer cuan importante seria el poseer
tambien la coleccion de los que existen en todas las bibliotecas
públicas de Europa. Por este medio la crítica philológica, tendría
muy á la mano todos los elementos mas esenciales para la discusion;
las noticias que proporcionasen los manuscritos serian bien conocidas
y apreciadas, y se reflexionaría mas detenidamente sobre lo que que
dase á la conjetura. Por estas razones, si mi posicion social me lo hu
biese permitido , no hubiera titubeado un instante en procurarme cuan
tas variantes suministráran todas las bibliotecas. Sin embargo, he tra
tado en cuanto ha estado de mi parte llenar este vacío, consignando
todas las variantes que han sido publicadas en diferentes ediciones y
que¿ por otra parte, no he encontrado en los manuscritos que aqui
tengo á mi disposicion.
Mi objeto ha sido poner todas las obras hipocráticas á la vista
de los médicos de nuestros dias, y que pudieran ser leidas como un
libro contemporáneo. Dos dificultades muy principales se me han pre
sentado para conseguirlo: á la primera han dado marjen las antiguas
teorías que hace mucho tiempo han dejado de sernos familiares , y
cuya inteligencia es indispensable , si se ha de comprender un gran
número de pasajes; y he encontrado la segunda en el antiguo len
guaje médico , en el que muchas veces las palabras tienen una sig
nificacion indeterminada, y aun en ocasiones una aceptacion falaz,
en razon á haber cambiado su sentido al traducirse en lenguaje mo
derno. Con el objeto de obviar el primer inconveniente, he puesto en
un comento, al frente de cada tratado, cuanto me ha parecido ser
necesario para su inteligencia; para remediar el segundo, me he ate
nido, en cuanto me ha sido posible y la naturaleza de las materias
lo ha permitido, al lenguaje antiguo, y en este concepto ha sido in
dispensable intentar la formacion de un juicio de antecedentes , que

(a) Mr. de Sinncr tan versado en todo lo que concierne á la philologia grie
ga, me ha prodigado el favor de ayudarme con sus luces a la correccion del
testo. Su escrupulosa revision y sus consejos , por los que aqui le doy las mas
espresivas gracias , han sido para mi una garantía y lo serán para el público.
en verdad no se encuentra rodeado de menos obscuridad que el diag
nóstico formado á la cabecera del enfermo.
«Se podrá preguntar, dice Grimm en el prólogo de su traduccion
alemana de Hipócrates, de que sirven las versiones en lengua vulgar
puesto que hay tantas en latin. Mas recuérdese que la version latina
ha decaido por haber llegado á ser á su vez este idioma una lengua
muerta ; que es por esta razon doblemente dificil el comprenderla, y
que.... acaso ella misma necesita tambien traducirse. En efecto, el
testo latino es con frecuencia mas obscuro que el mismo original;
cada nuevo traductor, emplea al escribir en latín que solo posee
como lengua muerta , sus modismos particulares , de modo que ca
si nos sería preciso aprender su lengua nativa, si habiamos de enten
der bien su íatin especial. Esta es la razon por la que Calvo , Foesío
y Vander-Línden traducen de un modo muy diferente en gran núme
ro de casos á pesar de ser el testo uno mismo , y esta es tambien
la causa de que se acuse á ciertos autores de la antigüedad de con
servar mucho fárrago en sus escritos; porque dejándose ver el anciano
médico griego al través de un latía apenas inteligible, ha sido pre
ciso luchar á la vez con la obscuridad del origen y de la traduc
cion.» (I).
Grimm tiene razon ; ya no es posible dudar la claridad de nues
tros idiomas modernos para entender un autor como Hipócrates. En
general es tanto mas dificil de comprender un autor cuanto es mas
antiguo ; los pensamientos y la manera de espresarlos entre los an
tiguos y modernos , es diferente ; y esta diferencia que apenas se

(l) A eslas razones pudiera añadirse, la de que habiéndose adelantado tan


to en medicina , siendo ya tan diferente el estilo y aun gran parte de la no
menclatura, es indispensable si se han de poder entender las maiimas hi—
pocralicas , esponerlas segun los conocimientos actuales y al alcance de nuestra
jeneracion. A esto conduce muchísimo la traduccion en lengua vulgar, como opina
Grimm con nuestro testual. No es ciertamente este el único que ha creido conve
niente propagar estas obras y hacerlas mas intelijibles , traduciéndolas al idio
ma de los que han de empaparse en sus doctrinas. Nuestro célebre D. An
dres Piquer en su prefaccion á las obras de Hipócrates traducidas y comen
tadas en castellano , espone las razones que á hacerlo asi le movieron, sin creer
de ningun valor el argumento de los inconvenientes que pudiera reportar la
vulgarizacion de la ciencia. Hé aquí el parrafo a que aludimos. «El comun re-
«paro que se suele hacer, de que estando puesta la medicina en castellano,
«han de entenderla las viejas, es de tan poco fundamento , que a nadie le
«debe detener para poner en lengua espanola los tratados que conozca que
«asi han de ser mas útiles é inteligibles. Lo que yo veo es que
«Platon y Aristóteles escribieron la filosofía en la misma lengua que habla-
«ban las viejas de su tierra : que Hipocrates y Galeno escribieron la medicina
«en griego , que era la lengua comun de sus paises ; que Ciceron , Livio, Ho—
■racio y los demas autores latinos , pusieron sus preciosos escritos en el mis-
ano idioma que se hablaba en el pueblo romano, y nunca temieron por eso,
«que se vulgarizasen demasiado sus maximas ; porque para entender las sen—
«tencias de una ciencia ó profesion , no basta comprender las voces , sino
nota eon la simple lectura, se hace mas visible en el momento de
la traduccion, sucediendo con frecuencia el sorprenderse de ver que
un pasaje muy claro y bien comprendido en el acto de leerse, apa
rece despues obscuro y muy dificil al intentar traducirlo. Dilucidar
y aclarar estos bellos trozos tan luminosos ó intelijibles para los an
tiguos , tan obscuros para los modernos, es una de las dificulta
des mas evidentes y menos esperadas de toda version de un libro anti
guo, viniendo á estrellarse en este escullo, todo el mérito que por
otra parte pueden muy bien tener.
En la introduccion (a) he procurado discutir las principales cues
tiones á que do lugar la crítica de las obras de Hipócrates ; esta in
troduccion se ha prolongado tanto que no me ha dejado sino un nú
mero muy pequeño de páginas de mi primer volumen para dar principio
á la edicion que he tomado á mi cargo publiear.
Acaso se admirará el lector de que un trabajo puramente prelimi
nar ocupe tan largo espacio; pero la misma naturaleza de la materia
que trata lo exige asi. En efecto, la coleccion de todos los libros que
llevan el nombre de Hipócrates es un caos de que muy dificilmente
puede salirse en un principio. En él se encuentran diferentes doc~
trinas, obras mutiladas , tratados incompletos , libros que no son mas
que estractos.de otros litros, notas incoherentes, repeticiones, un
desorden en fin , que parece inexplicable y que, á decir verdad, casi
hace imposible una lectura no interrumpida. He reflexionado j pre«
guntado á mi mismo en que podría consistir que la coleccion de las
obras hipocráticas se encontrase en semejante estado, y la respuesta
me ha conducido á investigaciones y consideraciones muy estensas
si, pero indispensables segun puede advertirse.
No me propongo enumerar en este sitio los resultados del tra
bajo crítico á que me he dedicado sobre la autenticidad de los libros
que forman la coleccion bipocrática ; solo quiero prevenir á mis lec-
tpres de algunas mudanzas materiales que verán en mi edicion.

«tambien tos pensamientos , y estos solo los entienden los que saben los prin-
«cipios en que se fundan; por donde el lengiiage facilita la inteligencia; pe—
«ro por sí solo no basta, ni hace al caso para entender las ciencias.» (Pref.
pag. III Ed. 1787).
Acerca de este particular espone tambien nuestro D. Dionisio Daza Cha
con las razones que tuvo para no escribir su Practica y teórica dt la cirujia,
en Iatin y si en romance castellano. En el prologo de dicha obra, digna del
mayor elogio por su vastisima erudicion , dice entre otras cosas. «No se porque
«en lengua italiana , que no es mejor que la nuestra, ni aun quizá tan bue-
«na , hay traducciones de infinitos libros latinos y Griegos de todas profesio—
«nes , y en la nuestra tan pocas ; y no hallo razon sino que la curiosidad
•que á ellos les sobra, nos falta á nosotros.»
(a) Esta introduccion debe mucho & las observaciones criticas llenas de jus
ticia y buen gusto , de mi hermano Bartolomé Littré , á quien una muerto
prematura y cruel acaba de arrebatarme en el momento en que yo corregía
sus últimas páginas. ... . .. i
Habiendo encontrado en la biblioteca real de Paris una traduc
cion latina inédita del tratado de las semanas, lie advertido que la
mayor parte de la 8.» seccion de los aforismos habia sido tomada
de ella, y he conocido tambien que un largo trozo de este tratado
habia sido insertado en el que trata de los dias críticos. Por consi
guiente he podido suprimir en mi edicion la 8.° seccion de los afo
rismos y el opúsculo de los dias críticos , y dejar en el tratado de
las semanas todo lo que de él se habia separado.
Un trabajo comparativo de otro género me ha convencido tam
bien de que el tratado de la naturaleza de los huesos no era otra
cosa que la reunion de fragmentos esparcidos que ni aun habian
sido todos ellos tomados de la coleccion hipocrática. En vista de esto
he suprimido ademas este opúsculo , cuyas diversas partes se en
contrarán en sitio y lugar mas apropiado.
He separado el primero y tercer libra de las epidemias de los
otros cinco, porque son de un caracter diferente y porque los crí-.
ticos de la antigüedad estan conformes en atribuirlos á Hipócrates.
Finalmente , he distribuido los cuatro libros de las enfermedades
de otro modo que lo estan en las demas ediciones , porque apesar
de los números con que van anotados , ni guardan relacion ni se
siguen exactamente los cuatro unos á otros. He separado tambien el
primer libro de los Prorréticos en razon á que solo tienen de co
mun el título.
No menos conveniente me ha parecido el conservar las deno
minaciones antiguas, con el objeto de no introducir confusion ni de
sorden en las señales y citas.
«La crítica y la interpretacion , ha dicho el célebre Heyne al
anunciar el 2.° volumen de las Memorias del Instituto nacional de
Francia, no son, verdaderamente hablando, mas que el medio de po
seer la correccion y el verdadero sentido de un testo. La crítica de
ja de serlo, en el momento que se separa de este objeto. El formar
el buen gusto y aclarar el entendimiento con el ausilio de los au
tores antiguos entresacando de ellos en nuestro provecho sus pre
ciosas máximas, y el hacer servir por medio de una justa aplicacion
sus conocimientos, de utilidad para el tiempo presente, son motivos
muy poderosos y un irresistible atractivo que nos escitará siempre
al estudio de la antigüedad.»
El interés y ventajas que presentan los libros antiguos , está
siempre en relacion con el juicio eomparativo que se forma entre la
ciencia antigua y la moderna. Este juicio , pues, ha de crearse
necesariamente segun ciertas condiciones que ó bien se encuentran
en el mismo lector ó bien en ta manera con que se le presenta el
libro : en el lector, cuando por medio de sus estudios está bien im
puesto en las doctrinas de la antigüedad ; y en el mismo libro, cuan
do sus doctrinas han sido puestas en armonía con los pensamientos
modernos de suerte que se comprenden con facilidad y se entra en
-6-
ellas por decirlo asi . con paso seguro. Esta idea es la que me ha
cuiado en el trabajo que he emprendido sobre Las coras Je Hipócra
tes; porque se trata de poner de mani tiesto ei lazo que une lo pre
sente ron h) pasado, y hacer, por medio de nnajesacla compara
cion de uno y otro, tan iutelijibtes las cosas anticuas como las moder
nas: he conocido muy bien cuan di6cil es el eoosesuir este objeto;
y si no K) hubiere íosrado . al menos he tratado de alcanzarlo en
cuanto me lo han permilido mis fuerzas.
Puestos asi en contacto los pensamientos antiguos y modernos
v> ilustran e instruyen mutuamente: he llegado a cvove&terme por
mi mismo . de que no hay ejercicio Un provechoso como ei meditar
con los grandes talentos* de la antUúedad acerca de las doctrinas, de
las observaetones y de la marcha de La ciencia : ea este sentido y
por este ratones he colocado por er^roíe una sentencia de Gale
no llena de sabtduria ; * tanu.tarii.nH con los Litros de la an-
Uc.üdad.»
INTRODUCCION

■-/os libros de medicina que bajo el nombre de Hipócrates han lle


gado hasta nosotros , pertenecen efectivamente á este médico ? En
caso de negativa , ¿quién es el autor ó autores cuyas producciones
apócrifas han sido conservadas en la coleccion hipocrática? Cuál se
rá el medio con que se puedan distinguir los escritos que realmen
te sean obra de Hipócrates , de aquellos que por el contrario no le
pertenezcan? ¿Qué clasificacion deberá establecerse para este conjun
to de libros, suponiendo que provengan de diferentes orígenes? ¿En
qué podrá consistir que haya escritos que lleven indebidamente el
nombre de Hipócrates y hayan sido publicados con este título? Des
de qué época puede creerse data la publicacion de esta coleccion fa
mosa? Se publicó durante la vida de Hipócrates, ó fué póstuma y
solo se la dió publicidad , en la forma que hoy existe , mucho tiem-
despues de su muerte? Cuál es , por lo que puede colegirse de
libros que no son suyos, el verdadero sistema de este médico?
Qué conexiones tiene con las doctrinas de sus ascendientes y qué
frutos inmediatos ha producido? Finalmente ¿qué es lo que se sabe
de positivo acerca de la biografía de Hipócrates, entre las mu
chas fábulas con que se nos ha oscurecido la historia de su vida?
Y qué juicio cierto y exacto podremos formar de su método, de su
modo especial de observar y de su caracter médico?
Estos son los puntos (y cada uno de ellos encierra diferentes
cuestiones) que rae he propuesto tratar en el largo trabajo á que he
dado el nombre de introduccion y que someto aquí al juicio del
lector. Mientras mas he adelantado eu la traduccion , mas me he coa
vencido de la necesidad de discutir detalladamente todas estas cues
tiones. Son preliminares, es verdad, pero no por eso menos esen
ciales; y en medio de las dificultades que presenta la nueva edicion
que he emprendido, no me he encontrado con seguridad ni he podido
tener certeza , sino despues de profundizado y resuelto los problemas
de crítica médico-literaria que acabo de mencionar.

CAPITULO I.
Ojeada. sobre el estado de la medicina antes del tiempo de Hi
pócrates.
Cuando se trata de investigar la historia de la medicina y los
principios de la ciencia, el primer cuerpo de doctrina que se en
cuentra es la coleccion de escritos conocidos con el nombre de obras
de Hipócrates. Este es el origen de donde procede la ciencia; no
porque anteriormente hubiera dejado de cultivarse y dar margen á
producciones no menos numerosas, sino porque cuanto se hizo antes
del tiempo del médico de Coos , ha perecido sin poder llegar hasta
nosotros. Solo nos quedan de esta época algunos fragmentos dise
minados y sin coordinacion ; las obras de Hipócrates han sido las úni
cas que pudieron salvarse, y por una particularidad bastante rara
y singular ha quedado despues de ellas tan gran vacío como existia
antes de que Hipócrates las compusiera : los trabajos de los médicos
que florecieron desde Hipócrates hasta el establecimiento de la es
cuela de Alejandría y aun los de esta misma escuela, no pudieron
escapar á la destruccion y han perecido completamente, esceptuan-
do tan solo algunas citas y pasages conservadas por los escritores
posteriores; de modo que los escritos hipocráticos quedaron aislados
en medio de los restos de la literatura médica antigua. Este aisla
miento contribuye á engrandecerlos y les dá un mérito é interés par
ticular, apareciendo con nuevo esplendor á los ojos del que con
templa las ruinas de la sabiduría, á la manera de aquellos edificios
que en medio de una asolada ciudad han podido conservarse ilesos,
y cuya grandeza y majestad sobresalen tanto mas cuanto que las
calles y plazas que los rodeaban han desaparecido.
Aun cuando los escritos de Hipócrates no tuviesen otra reco
mendacion que la de ocupar el primer lugar en la escala cronoló
gica de medicina , no dejarían por eso de escitar la curiosidad de
todos los que gusten instruirse en la antigua ciencia de los pueblos.
Pero no; méritos mas sobresalientes llaman nuestra atencion. Han
sido colocados muy cerca del origen de las cosas para no tener un
caracter particular que no ha debido reproducirse con el trascurso
del tiempo; han ejercido una muy grande influencia para no sos
pechar que aun encierran manantiales de sabiduría inagotables; han
sido finalmente muy estudiados para no merecer que se los estudie
-9-
todavia (II). Nunca debe ser permitido olvidar en medicina la anti
güedad ; esclavizarse al dominio de la observacion contemporánea;
sacrificar al tiempo presente las esperiencias hechas en época an
terior, los consejos y máximas dadas; - los pensamientos generales
diseminados, esparcidos en las obras de los genios eminentes; dejar sin
resultado en la oscuridad hechos patológicos que se presentan una
vez para acaso no reproducirse; menospreciar los diferentes puntos
de vista que el curso natural de las cosas siempre diverso ha pre
sentado : finalmente el renunciar á la inteligencia y comprension
de la ley que ha presidido al desarrollo interior de una ciencia tan
antigua como vasta.
La existencia aislada de la coleccion hipocrática al principio de
la historia de la medicina, ha hecho creer que esta ciencia solo
databa desde la época en que Hipócrates floreció y compuso sus
obras. Pero es un error: a esta coleccion precedió un periodo en que
se hicieron esfuerzos é indagaciones que ciertamente no fueron este-
riles , y se enriqueció con herencias y patrimonios cuyo primer ori
gen es imposible averiguar. Es pues muy importante demostrar que
Hipócrates , su escuela y sus libros existieron en una época de mu
cha actividad científica , y que antes de esto ya habia otras escuelas
y otros libros.
Tres son los principales orígenes de la medicina griega en el tiem
po que precedió inmediatamente al célebre médico. El primero los
colegios de los sacerdotes médicos que servían en los templos de Es
culapio y se los designaba con el nombre de Asclepiades; el segun
do los filósofos y fisiólogos que se ocupaban del estudio de la natu
raleza y habian comprendido en el número de sus investigaciones la
organizacion de los cuerpos y el origen de las enfermedades; y el
tercero los gymnasios en que los gefes de estos establecimientos da
ban una grande importancia, para la conservacion de la salud, al
ejercicio y uso de alimentos. Examinaremos sucesivamente estos tres
elementos del desarrollo médico en la antigua Grecia.

(II) A propósito de esto copLunos el siguiente parrafo de los anales históricos de


la medicina que publica actualmente nuestro apreciable comprofesor D. Anastasio
Chinchilla , porque nos hallamos conformes con todo lo que en él se espresa, y
hemos concebido las mismas esperanzas. «Las muchas y frecuentes ediciones, di-
«ce , que se estan haciendo en todos los paises cultos de las obras de Hipó—
«erales , revelan que en este siglo de ilustracion hay una tendencia á propa—
«gar la doctrina hipocrática. En el siglo XVI fue debida la restauracion de
«las letras en Europa , a la introduccion de las obras de los griegos , por los
«que arrojados de Constantinopla se establecieron en Italia. La medicina del
«espresado siglo fué la hipocrática. En el dia , que la abundancia de sistemas
«nos han pue3to en el caso de no entendernos ya , por habernos separado mu-
«cho del camino que señaló el médico de Coos , era preciso volver a tomarlo
«donde le dejamos. Esto es lo que intenta hacerse , y es muy probable que
«aun antes de concluirse el siglo XIX suceda lo que en el siglo XVI. Par-
«tiendo de estas ideas etc.»
-10-
La medicina egipcia se egercia por los sacerdotes, y pertenecía
á cierta fraccion de esta clase de sugetos. Esto mismo sucedió en la
organizacion primitiva de la Grecia, que recibió de sus primeros fun
dadores, los egipcios, un establecimiento social que por largo tiempo
conservó el sello de su primer orijen. En aquel punto, como en las
márgenes del Nilo, los sacerdotes tomaron á su cargo la salud de los
hombres. En ambas partes se reservó la medicina para los templos, se
comunicó solamente á los iniciados, se ocultó cuidadosamente al vulgo,
y dió lugar , por su misma posicion , á una serie de ídeas y de practicas
mas ó menos supersticiosas.
Esculapio era el dios de la medicina , oriundo , como todos los
dioses del olimpo griego, de las regiones orientales. La mitología
le cree hijo del sol. Esta genealogía es tan simbólica como la mis
ma persona del Dios, y Pausanias (lib. VII, cap. 22. t. 4. p.'' 192,
edicion de Clavier,) refiere que un Sidonio, que encontró en el templo,
de Esculapio en -Egio, le dijo que este dios era la personificacion
del aire tan necesario para la salud de todos los seres , y que Apo
lo, que á su lado representa el Sol, era considerado, con mucha
razon, como el padre de Esculapio; puesto que su curso determina
las diferentes estaciones y comunica á la atmósfera su salubridad. El
culto de Esculapio es sumamente antiguo en Grecia. Homero cuenta
á sus dos hijos Podalirio y Machaon entre los héroes que sitiaron á
Troya , atribuyéndose tambien á estos dos personajes la introduccion
del culto de Esculapio en la Grecia. Segun los mitólogos Machaon, le
introdujo en el Peloponeso , y Podalirio en el Asia-Menor. El templo
de Titan cerca de Siciona es el que se cree mas antiguo, y Xe-
nofonte (De republ. Laced. cap. 13. j añade que por una costumbre
inveterada iban médicos en el ejército lacedemonio cuando salia á
campaña, colocándose al lado del rey en el campo de batalla. Estos
médicos habian de ser precisamente de los que servían en el templo de
Esculapio que habia en Lacedemonia.
Desde la mas remota antigüedad existían en la Grecia muchos
Asclepiones (templos de Esculapio) que se fundaron para el culto del
dios y servicio de los enfermos , y esparcieron con su culto la
práctica del arte. Estos templos servian al mismo tiempo de escuelas
en que se enseñaba la medicina , siendo las mas conocidas y célebres
para este objeto, en los tiempos que inmediatamente precedieron á
Hipócrates, las deCyrena, Rhodas, Cnido y Coo. Las de Rhodas y
Cyrena dejaron de existir muy pronto, y no queda monumento alguno
médico que podamos citar aquí : pero las de Coo y Cnido adquirieron
por eí contrario mucha ilustracion y han figurado estraordinariamen-
te en la ciencia.
La escuela de Cnido es la que antes debe ocuparnos, porque
de ella salió el primer libro que se puede con bastante seguridad atri
buir á los Asclepiades , y porque uno de los mas importantes escritos
de Hipócrates está dirigido contra aquel libro titulado Sentencias
cnidianas.
-11-
El mas antiguo de los asclcpiades cnidianos de que se hace me
moria, es Euryfon , contemporáneo de Hipócrates, pero mas anciano
que él. Es tenido por autor de las sentenaias cnidianas y citado por
Platon el cómico. Este poeta, describiendo á Cinesias en la conva
lecencia de una pleuresía , le pinta flaco como un esqueleto , con
el pecho lleno de pus, las piernas como canas y todo el cuerpo lle
no de escaras que Eryfon le habia producido quemándole. (Gal.
tom. 5.° p. 322 Ed. Basil.) Esta cita de Eurifon hecha por un poeta
contemporáneo, era entonces la opinion mas generalmente admitida.
Tambien le citan Rufus , Celio Aureliano y Galeno (t. 5.° p. 43.
Basil) el cual dice que se le atribuían algunos tratados incluidos en
la coleccion hipocrática.
Desde el tiempo de Hipócrates se hicieron dos ediciones de las
sentencias cnidianas lo cual prueba que su autor no dejó de meditar
y de seguir trabajando. En el fondo, en lo esencial , se conservó el
libro intacto; pero se le hicieron algunas supresiones, adiciones y mu
danzas. Los médicos de Cnido, dice Galeno publicaron unas segundas
sentencias cnidianas y este es el libro de quien dice Hipócrates que tenia
un carácter mas propiamente médico (t. 5.° p. 38. Basil.) Este escrito,
que en la actualidad no poseemos, subsistió por bastante tiempo y Ga
leno le tenia aun á la vista.
Los cnidios dividian fas enfermedades en un gran número de es
pecies; asi es que admitían cuatro enfermedades de la bilis, doce de la
vejiga, cuatro de los ríñones, y ademas cuatro strangurias, tres tétanos,
cuatro ictericias y tres tisis; porque tenian presentes las diferencias de
los cuerpos, las cuales variaban segun una multitud de circunstan
cias, y no hacían caso de la semejanza de diatesis observada por
Hipócrates. (T. 5.° p. 39. Basil.)
En esta época aun no habia la escuela de Coo sobrepujado á
su rival, porque aun no habia producido á Hipócrates. Esceptuando
los abuelos de este médico que se dice ejercieron la medicina en la
isla, no se encuentra mencion sino de un médico de Coo que se llamaba
Apolonídes. Este se hallaba en la corte del rey de Persia cuando
Artagerges i.* Megabyza, uno de los magnates de esta corte, fue
gravemente herido en un combate y salvado en fuerza de sus cuidados.
Apolonídes tuvo un fm trágico ; entabló correspondencia amorosa con
una princesa de Persia , bajo el pretesto de curarla ; hallándose esta
á las puertas de la muerte , reveló todo el secreto á Amistris , ma
dre suya y de Artagerges, la cual despues de haber atormentado
á Apolonídes por espacio de dos meses , le hizo enterrar vivo el
mismo dia en que espiró su hija.
Podemos por consiguiente pensar con razon , que la escuela de
Coo entró mucho despues que la de Cnido en la carrera de las pu
blicaciones. Los enfermos que llegaban á los templos con el objeto
de ser asistidos en ellos, tenian la costumbre de dejar despues al
gunas palabras con que manifestaban al Dios su reconocimiento , y
que caracterizaban la enfermedad de que acababan de librarse. «El
-12-
templo de Epidauro, dice Strabon (lib. 8.° p. 360, Bas. 1549), es
tá siempre lleno de enfermos y de cuadros ó tablas colgados en él, en las
cuales es halla consignado el método curativo empleado. Lo mismo suce
de en Coo y en Tricca.» Los sacerdotes recojian estas notas ; y debe
mos creer que esto sucedia por lo menos en los de Coo , porque las
Prenociones coacas de la coleccion hipocrática , no son indudablemen
te mas que un conjunto de notas de esta naturaleza.
Vemos pues que la escuela de Coo , daba una grande impor
tancia al conocimiento de los caracteres comunes de las enfermeda
des , es decir de los síntomas que anuncian los esfuerzos de la natu
raleza, y á la distincion de las crisis (probablemente esta palabra fue
creada en ella) y de los dias críticos. Tal era la direccion y método que
en la escuela de Coo se hallaba establecido, cuando Hipócrates empezó
en ella su noviciado médico.
El enfermo que se acojía á los templos con el objeto de encon
trar algun alivio en sus dolencias , era sometido desde luego á cier
tos preliminares que bajo una apariencia religiosa , les obligaba á
prolongados ayunos , á purificaciones, abluciones y unciones de to
da especie. Preparado de este modo entraba en el templo y pasa
ba en él toda la noche; esto es lo que se llamaba incubacion. Aris
tófanes en su comedia de Pluto hace de ella una buena descripcion,
pintándola muy agradable: mas para los enfermos era cosa un poco
mas seria. Durante la noche se les aparecía el dios y les ordenaba
los remedios necesarios: y en la mañana del dia siguiente referia el
enfermo su vision , y se sometía en su consecuencia al tratamiento
prescrito. Estos Ásclepiones ó templos, estaban situados comunmente
en lugares sanos y en parajes amenos y halagüeños; rodeábalos siem
pre un bosque sagrado, de modo que se encontraban en ellos todas
las condiciones de salubridad y placer apetecibles. Formaban estos
bosques, al menos en la isla de Coo, árboles muy copudos y fron
dosos, pues Turulio , lugarteniente de Antonio , cortó el de Coo
para construir de él una escuadra. (Prcefectus M. Antonii , Turullius,
cum apud Coos everso Esculapii luco classem fecisset , eodem postea
loco á militibus Coesaris est interfectus. (Lact. , de Orig. esr. lib. 2.°)
¿Ejercían los sacerdotes médicos su ministerio fuera de los tem
plos? Schuezio está por la negativa; pero yo soy de opinion que este
célebre historiador no ha dado* tanta importancia, como generalmen
te se concede á los hechos consignados en los libros : el ejemplo de
Hipócrates decide enteramente esta cuestion: pertenecía, en el mis
mo sacerdocio médico , á una ilustre familia que se creia descen
diente de Esculapio; ninguno por consiguiente estaba mas en rela
cion que él , con las costumbres y reglas qne dirigían la práctica del
arte entre los sacerdotes médicos. Sin embargo recorrió diferentes
partes de la Grecia como médico público (a) ó ambulante y en ellas
(a) Hornos traducido público de la voz francesa periodente porque aun cuan
doi no es la verdadera significacion de esta palabra, está mas conforme con la
tiidad que en los médicos de aquella época traja de probar Mr. Litré.
-13-
ejercitó la medicina; no debe pues quedar duda alguna acerca de
este punto: los sacerdotes de los Asclepiones, que curaban las en
fermedades en sus templos, las trataban tambien fuera de ellos. Por
lo demas, nada liacian estos que por su parte no lo hiciesen tam
bien los sacerdotes médicos de Egipto. Herodoto nos dá á conocer
estos médicos egipcios establecidos en la corte del rey de Persia,
Dario, hijo de Hystaspo. Habia también Asclepiades en Rodas, Cnido,
Coo y Atenas; en medio del templo de estos últimos brotaba un
manantial de aguas tbermales. Platon habla en muchos pasages de
los Asclepiades atenienses, y lo hace de modo que prueba la repu
tacion de elegancia y buen gusto que en la ciudad de Minerva ha
bian adquirido. (De repul. lib. i.* t. 5.° pag. 108. Ed. Tauchn). En
una palabra habia Asclepiades en todas partes en que se fundaba
un templo de Esculapio. ¿Qué deberemos pues entender por esta de
nominacion? ¿Formaban verdaderamente una familia, ó simplemen
te una corporacion que se asociaba por medio de la iniciacion de
sus misterios? Es muy cierto que muchos de' ellos al apellidarse de
este modo, pretendian indicar su genealogía y se decían descendien
tes de Esculapio por Podalirio ó Machaon. Galeno (t. 5.° pag. 652,
Basil) nos dice que Ctesías asclepiade de Cnido , era pariente de
Hipócrates; y en otra parte ( t. 4.° pag. 35, Basil ) nos manifiesta
que habiendose estinguido la rama de los asclepiades de Rhodas,
la escuela de esta isla concluyó tambien con ellos. Todas estas citas
podrían hacernos creer en la existencia de una verdadera familia; pero
realmente no es asi. Puede ser muy bien que entre los sacerdotes
que servían en los Asclepiones hubiese algunos que trasmitiesen la
ciencia de padres á hijos y formando de este modo en el mismo
seno de la corporacion una familia, pretendiesen hacer derivar su
origen desde los tiempos mitológicos. La familia de Hipócrates se
encontraba indudablemente en este caso ; mas esto no pasaba de ser
una pretension particular de los Nébridas (nombre que se les daba
en razon á que uno de sus abuelos se llamó asi). El resto de los
Asclepiades se habia reunido por medio de la iniciacion; una prue
ba evidente de ello tenemos en el Protágoras de Platon (tom. 2.°
pag. 139. Ed. Tauchn). Sócrates pregunta á uno de los interlocutores
de este diálogo , cual seria el objeto que se propondría si tratase de
estudiar la medicina con Hipócrates de Coo; á lo que responde
el otro, que para hacerse médico. Luego se llegaba á ser médico en
las escuelas de los asclepiades, sin necesidad de pertenecer á nin
guna familia sacerdotal. Por otra parte ¿cómo hubieran podido los
miembros de una sola familia dar abasto y servir en tan conside
rable número de Asclepiones como existían en todos los paises de
la Grecia?
Formaban pues los asclepiades una corporacion que en mas re
motos tiempos habia tenido el privilegio esclusivo de la práctica mé
dica , pero que empezó, hácia el tiempo de Hipócrates , á dividirle con
otras muchas personas : es muy probable que durante el largo espa
-14-
cio de tiempo en que existieron solos, fuesen por esta razon muy en
vidiados. Isidoro (de origin., 4.° cap. 3) dice : «Cuéntase que ha
biendo sido Esculapio muerto por un rayo , fué prohibida la medi-
«cina ; que cesó su enseñanza con su autor, y que permaneció oculta
«cerca de 500 años , hasta el tiempo de Astorga , rey de los Persas.
«En esta época fué dada á luz de nuevo por Hipócrates , descendiente
«de Esculapio y natural de la isla de Coo.»
Schulzio (historia medicinae , p. 232) da una esplicacion muy inge
niosa de esta relacion mitológica en la que se representa á Esculapio
herido por un rayo por haber enseñado á los hombres la medicina,
diciendo que los sacerdotes querían dar á entender con este símbolo,
la obligacion de encerrar la ciencia en el sagrado recinto y de nunca
abandonarla en las profanas manos del vulgo.
De este modo es fácil formar una idea exacta de la actividad mé
dica que reinaba en los Asclepiones y entre los asclepiades en el siglo
que precedió inmediatamente á la venida de Hipócrates : asistencia de
las enfermedades en los templos y fuera de ellos ; relacion , puesta
en los cuadros ó tablas , de los principales accidentes y medios de cu
racion; recoleccion de estas notas; publicacion de libros (Las senten
cias cnidianas)', y señales ya de dos sistemas médicos, de los cuales el
uno consistía en anotar todos los síntomas y hacer de ellos casi un
número igual de enfermedades distintas , y el otro en investigar la
relacion que pudieran tener los síntomas entre sí, considerados como
indicios del estado de las fuerzas y del curso de la enfermedad.
Mas no estaba lejos el dia en que la medicina habia de salir de los
templos, sin que nada pudiera estorbarlo , y adquirir un vasto desar
rollo, en medio de una sociedad que por todas partes se dedicaba
á la ciencia. Verificábase fuera del sacerdocio médico la mas notable
mudanza , y una ciencia creada por otras manos que las suyas la inun
daba y rodeaba por todas partes. Quiero hablar de los primeros filó
sofos griegos y de sus producciones.
Efectivamente, este es el segundo origen de la medicina griega en
el tiempo de Hipócrates é inmediatamente antes de su venida. Estos fi
lósofos tomaron por objeto de sus estudios á la naturaleza y casi to
dos compusieron libros con este título; tales fueron Mélissus, Par-
menides, Empedocles, Alcmion , Gorgias y otros muchos. (a) Estos
libros han perecido ; solo quedan de ellos algunos pequeños fragmen-

(a) Gal. t. ppg. 501 Ed. Basil. Todos estos escritos fueron anteriores á Hipó
crates ; algunos, como por ejemplo, los de Mclissus, Gorgias y Prodico, es
taban en prosa. Pongo aqui esta nota para reputar a Sprengel que en su Apología
de Hipócrates dice que este médico, discípulo tan solo de la naturaleza, no
pudo aprender nada de una literatura tan pobre como la que eiislia. Sprengel
se sirve de este argumento que, como se ve, no está bien fundado, para dis
cutir la autenticidad de algunos escritos hipocriticos. Antes de conceder una
fecha reciente á las proporciones 1ilosólico-médicas que encierra la coleccion hi-
pocrática, es necesario estudiar muy atentamente los fragmentos de los monu
mentos anteriores.
-13-
tos; sin embargo se pueden apreciar todavía las indagaciones hechas
y cuestiones que en ellos se han tratado. Los filósofos de esta época
incluían en el círculo de sus atribuciones la organizacion de los ani
males y las enfermedades que aflijen á la especie humana : solo pues
aquellos de sus trabajos que á este último género conciernan, deberán
ocuparnos en este lugar.
La escuela filosófica mas importante para la medicina fué la de
la Grecia mayor. Alcmeon , de Crotona, se dedicó á la diseccion de
los animales. Segun este autor no es la clara sino la yema del huevo
la que alimenta al nuevo ser; los que han creido lo contrario han
incurrido en un error. (Aristóteles, de la generac. delos anim. lib.
3.° cap. 2) Admite tambien que la salud se mantiene por el equili
brio de algunas propiedades como lo caliente, lo frio, lo seco, lo
húmedo, lo amargo y lo dulce, creyendo que el predominio de
una de ellas produce la enfermedad. ( Plutarch Phys. Phil. de-
cret. lib. 5.° cap. 30. Stobeo, discurso 99, p. 542.) Sprengel (histoi-
re de la medicine, t. l.° pag. 250) piensa que esta teoría no pue
de ser de Alecneon, atendiendo á que la consideracion de las pro
piedades elementales pertenece á una filosofía menos antigua. Pero
es muy cierto que muchos filósofos anteriores á Hipócrates , ó con
temporáneos suyos, admitieron estas cualidades.
Segun Philolao , pytagórico que cumpuso un Tratado de la natu
raleza , hay cuatro órganos principales: el cerebro, el corazon, el
ombligo y las partes genitales. A la cabeza pertenece la inteligencia;
al corazon el alma sensible; al ombligo la germinacion y á las par
tes genitales la emision del semen y la generacion. El cerebro es
el principio del hombre ; el corazon del animal ; el ombligo el
del vegetal ; las partes genitales el de todas las cosas. (Theologú-
mena arihmétices 4, pag. 22). Esta opinion es digna de notarse, por
que establece los grados en la vida de los seres : primero la exis
tencia comun á todos y que consiste en la procreacion ; despues la
existencia de las plantas ; luego la de los animales que se distinguen
por un alma sensible, y finalmente la vida del hombre caracterizada
por la razon. Todos estos grados de vida estan ordenados de manera,
que el mas elevado contiene siempre todo lo que constituye los gra
dos inferiores. No será dificil advertir en este fragmento de Philo
lao un gérmen de la idea grandiosa formada por los anatómicos mo
dernos que pretenden demostrar la uniformidad de su plan en el
reino animal.
A la escuela filosófica de los Pytagóricos se sigue la escuela mé
dica de Crotona en Italia. Esta ciudad no poseyó ningun Asclepion
ni por consiguiente asclepiades. Herodoto , que , desterrado á la Gre
cia Mayor , compuso su historia en Thuria, en las cercanías de Cro
tona, nos dice que en su tiempo , la escuela médica de esta ciudad
era la mas célebre. Coloca en segundo lugar á la de Cyrena , en
Africa, de la que nada sabemos y si algo produjo nada ha queda
do por lo menos. En esta época la reputacion de las escuelas de
-16—
Coo y Cuido aun no llamaron la atencion del historiador y Hero-
doto las pasó en silencio. Los Pytagóricos permanecieron por mucho
tiempo en Cretona ; se dedicaron con buen éxito al estudio de la na
turaleza y probablemente fueron los primeros que cultivaron la ana
tomía disecando animales; no es pues maravilloso que se formase en
tre ellos y bajo la influencia de sus doctrinas una escuela médica tan
célebre y famosa. Existió por consiguiente sin dependencia alguna de
la medicina sacerdotal de los Asclepiones, y por esta razon egerció un
grande influjo en el incremento de la ciencia. Por otro motivo mere
ce todavía ser citada aquí; y es que sus doctrinas fueron un manan
tial en que Hipócrates bebió con abundancia y que por él ejercieron
un gran poder en el mundo médico. Aduciré nuevas pruebas de este
aserto, cuando haya manifestado lo que de la coleccion hipocrática,
pertenece realmente á Hipócrates. De la escuela de Crotona salió el
médico Democedes, que hecho prisionero por los persas en Samos,
curó á Darío de una peligrosa lujacion, y se grangeó el favor de este
príncipe, asistido en vano por los médicos egipcios.
Galeno (t. 4.° pag. 3o Basil,) que da el nombre de escuela de
Italia á la que se reformó en Crotona entre los Pytagóricos, com
prende en ella los trabajos que se hicieron en la Sicilia y en el
Agrigento.
Empedocles, que era de esta ciudad, nació en el ano 504 an
tes de la venida de J. C. y gozó entre sus contemporáneos de mu
cha reputacion. Escribió un poema sobre la naturaleza, del cual aun
se conservan algunos fragmentos que contenían esplicaciones fisio
lógicas sobre la formacion de los animales. Compuso tambien otro poe
ma titulado: Discurso médico. Desgraciadamente se han perdido sus
escritos ; se dedicó tambien al estudio de la anatomía , y descubrió el
laberinto (Plut. de plac. phil. lib. k. cap. 16.) del órgano del oído,
á quien mira como mas esencial para la audicion. 'Atribuía la dife
rencia de los sexos al predominio del frio ó del calor de los padres,
y la semejanza de los hijos con uno ú otro , á la mayor cantidad de
fluido seminal que vertían el padre ó la madre. Segun él , la dismi
nucion del calor producía el sueño y su estincion , la muerte. Es ne
cesario advertir que Empedocles teiíia ya conocimiento de las cuali
dades elementales, lo dulce, lo amargo, lo ácido, lo caliente, y que
se habia servido de ellas en su física. De él se hace mencion en el
Tratado de la medicina antigua; esta cita falta en todas las edicio
nes. Yo la he vuelto á su primer estado, llenando un vacio de mu
chas líneas con la ayuda de un manuscrito no consultado hasta el dia.
Entre los contemporáneos de Empedocles, existió un médico lla
mado Acron, de quien se refiere que salvó á Atenas de una peste,
aconsejando hacer grandes hogueras por toda esta ciudad. La misma
fábula se cuenta de Hipócrates. Los libros de Acron se perdieron de
masiado pronto. Parece que se dedicaba con mas intensidad que
los demas á la observacion pura y simple de los fenómenos. Acaso
fuera esta la razon de no haber gozado gran nombradia entre los fi
-17-
lósofos, que eran tan amigos de dar y recibir esplicaciones. La secta
empírica que se fundó mucho tiempo despues del Hipócrates, quiso
tener á Acron por fundador. Segun el parecer de Suidas, compuso un
libro en dialecto dórico sobre la alimentacion saludable.
Una filosofia cuyo autor es Anaximeno de Milet, coloca la cau
sa de todas las cosas en el aire. Esta opinion fué seguida por Dió-
genes, natural de Apolonia en Creta. Se le cree contemporáneo de
Anaxágoras y por consiguiente un poco anterior á Hipócrates. Esta
consideracion es importante, porque destruye los errores y preocu
paciones acerca del estado de conocimientos anatómicos en el tiem
po de Hipócrates. Diógenes cultivó la anatomía y Aristóteles (a) nos
ha conservado un largo fragmento de su tratado de la naturaleza en
la que se encuentra una descripcion del origen y distribucion de las
venas. Diógenes empieza esta descripcion siguiéndolas desde el vientre
hasta la columna vertebral , y asegura que dos de las mas gruesas
pertenecen al corazon, desde allí las conduce por el cuello hasta la
cabeza. Conocía tambien los ventrículos del corazon, colocando en el
izquierdo el principio director del alma, puede admitirse que Plutarco
(como lo demostraré en el capítulo 10) ha copiado sus palabras: de
bía tambien tener alguna nocion de las arterias , por que da el nom>
bre de arterial á este ventrículo. Un punto no menos importante de
las doctrinas de Diógenes para la historia de la medicina en esta época,
es la influencia oue atribuye al aire en su teoría de los seres anima
dos. Segun la opmion de este filósofo, el aire, esparciendose por las
venas de todo el cuerpo, era la causa de la inteligencia 'en el hombre;
(Simplicio, Phys. p. 33. Ed. Ald.) opina tambien que es necesario
para la existencia de todos los animales, y aun que los peces tam
bien le respiran con el agua ; idea muy justa y que Aristóteles comba
te malamente. Todas estas opiniones acerca del aire se encuentran en
el libro de Hipócrates titulado Delos Aires.
Anaxágoras de Clazomene, maestro de Pericles, fué un filó
sofo de cuyas doctrinas se conservan algunas señales en la colec
cion hipocrática: suponía que el feto macho estaba siempre en el lado
derecho de la matriz y el hembra en el izquierdo. Esta opinion
fué admitida por Hipócrates en sus Aforismos. Anaxágoras colocaba la
causa de las enfermedades agudas en la bilis. Hé aquí lo que sobre
este particular dice Aristóteles. (b) «Anaxágoras se engaña al suponer que la
«bilis es una delas enfermedades agudas y que se vierte cuando es escesíva
«su cantidad en el pulmon , las venas y las pleuras.» Es pues evidente
que la teoría de la bilis en la produccion de las enfermedades es an
terior á Hipócrates ; ya se distinguía tambien la bilis negra de la
(•) Aristóteles {Historia dt los animales, lib. 3.» ) no dice que el fragmento
de Diógenes haya sido tomado del libro de la naturaleza, pero se infiere de un
pasage de Simplicig {Phyj. p. 33. Ed. Ad.) el cual dice que en este libro seña
ló Diógenes la exacta anatomia de las venas. Esto solo puede saberse por el
fragmento conservado por Aristóteles.
(b) De las partes de los animales , lib. 4.° cap. 2.°
-18-
bilis amarilla. Es bien facil el probar por medio del lenguaje vul
gar , cuan esparcidas estaban estas ideas, y que pertenecían á una
medicina bastante antigua. Asi el poeta Eurípides dijo : Es el frío de
la bilis el que atormenta el pecho? ( Excerpt. vet. trag. et com.
p. 431. Ed. Hugo Grotius). La bilis negra y la locura de que aqui
se hace mencion se encuentran en Aristófanes. (Aristoph. Plut. V. 12]
Estas palabras eran pues bastante comunes, y pertenecían á teonas
que se habian hecho vulgares. No nos debemos admirar de que en
la coleccion hipocrátíca se encuentren todas estas teorías y las es
presiones que las son propias.
Demócrito fue el mas sabio de los griegos antes de Aristóteles
y de conocimientos tan generales como este. Por el catálogo de sus
obras , puede conocerse que fijó particularmente su atencion sobre
las materias mas importantes. La anatomía , la fisiología , la
dietética , las epidemias , la fiebre y acaso la rabia y las en
fermedades convulsivas fueron tratadas por él. Si poseyésemos
sus libros , podríamos formar una idea exacta de lo que fué la
medicina en tiempo de Hipócrates y entre sus contemporáneos. Algunos
de los términos médicos y espresiones de que usaba , han llegado basta
nuestros dias : el nombre de úlcera fagedenica se encuentra en sus
-escritos. Conoció tambien, aunque vagamente como Hipócrates, las
pulsaciones de las arterias, á las que daba el nombre de latidos de
las venas. Escribió mucho y Ciceron (de divin. 2. 64.) al compararle
con Heraclito dijo: Heraclito fué muy oscuro pero no asi Demócrito.
Hubo tambien quien encontraba en su estilo algun tanto de sublime
y poético como en el de Platon; Sexto Empírico le compara á la voz
de Júpiter; y Aristóteles prodiga los mas grandes elogios á su profunda
ciencia. Empleó siempre espresiones peculiares suyas que encontraron
fieles intérpretes en Hegesíanaxy Callímachus: y compuso diferentes obras
sobre fisiología y medicina. He aqui la lista de ellas.
1.a De la naturaleza del hombre ó de la carne, 2. libros;
2.» De los humores i
3.a De las pestes ó de las enfermedades pestilenciales, 3. libros. La
pérdida de esta obra es sumamente sensible, en razon á que los antiguos
nos han dejado tan pocas noticias acerca de esta materia , que debemos
mas á los historiadores que á los médicos. Demócrito atribuía estas
epidemias á una causa muy singular ; á la destruccion de los cuerpos
celestes y á la caida de sus átomos que eran enemigos de la naturaleza
humana. Esta hipótesi no tiene fundamento alguno, pero prueba que
Demócrito conoció muy bien- toda la importancia que merecían los
grandes fenómenos morbosos á quienes habia consagrado una de sus
obras. Es bien sabido que muchos modernos los han atribuido á los
movimientos intestinos del globo terrestre.
4. » De las causa.i que conciernen dios animales, 3. libros. Demócrito,
dice Ammien Marcellin, 27. 4, examinó con los anatómicos las
entrañas de los animales abiertos, para demostrar de que modo podría
la posteridad remediar los dolores internos.
-19-
5.» El pronóstico;
6. a De la dieta, 6 el libro dietético, 6 la sentencia medica;
7.* Sobre la fiebre y sobre los que tosen por causa de enfermedad;
8.» Un libro sobre la Elefantiasis y otro sobre las enfermedades
convulsivas. Estas sod las obras que le atribuye Celio Aureliano.
La sucinta relacion que acabo de hacer de lo poco que sabe
mos acerca de las ideas médicas de los antiguos filósofos, prueba
que se dedicaron á la diseccion de los animales, á la investigacion
de las causas de las enfermedades , y que procuraron incluir en este
estudio, doctrinas que estuviesen en relacion con las que admitían
en sus filosofías. Cultivaron la medicina mas bien en general que
en particular. Pero esta misma invasion de la filosofía en todas las
artes da á conocer el fondo de espíritu científico que habia en los
griegos, siendo muy digno de notarse que los filósofos no se con
cretaron á simples teorías, sino que dieron toda la importancia que
en aquellos tiempos se podia esperar á la observacion directa é in
vestigacion de los hechos. Sus escritos habian ya propagado mu
chísimas nociones módicas; y seria fácil demostrar, con el libro-
de Herodoto , historiador y enteramente estraño á la ciencia , que
la nomenclatura de las enfermedades existia antes de Hipócrates y
de sus discípulos , que ni aquel ni estos innovaron nada, y que se
sirvieron de un lenguaje obra de otros.
El tercer elemento de la medicina griega en esta época , fue
ron los gymnasios y los trabajos de los que dirigían establecimien
tos. Los egipcios habian prohibido el ejercicio de la palestra ; creian
que los egercicios cotidianos de esta clase daban á los jóvenes no
la salud sino una fuerza poco duradera, con la cual estaban mas
espuestos á las enfermedades (Diod. Sicul. lib. l.° pag. 73. Ed. We-
chel). Los griegos por el contrario, se dedicaron con pasion á la
gymnástica.
Habia algunos de estos establecimientos en los que se ensenaban
diversos egercicios. Los individuos que de ellos estaban encargados
acrecentaron insensiblemente el círculo de sus conocimientos y de su
practica. Se acostumbraron á tratar las lujaciones y fracturas, que
con frecuencia eran el resultado de la palestra. Icco de Tarento, fijó
muy particularmente la atencion en el régimen alimenticio, de que
resulto que estudiada esta parte con cuidado, adquirió un gran de
sarrollo. Se investigó que alimentos eran los que contribuían mas
enérgicamente á la adquisicion de las fuerzas; se conocieron y dis
tinguieron las diferentes modificaciones que era preciso introducir
en la alimentacion segun la edad y constitucion de cada uno, y se
habituaron á reconocer los cambios que produce al estertor el apar
tarse del régimen acostumbrado. En una palabra, la salud fue el
objeto de una minuciosa y detenida observacion , que , á decir ver
dad , no contribuyó poco á enriquecer la medicina griega y á darla el
caracter de unidad y universalidad que la distingue.
Aun hay mas: Herodico de Selymbria (no se sabe si este es el
-20-
Herodico hermano de Gorgias) aplicó la gimnástica al tratamiento de
las enfermedades. Hasta entonces no se habia cultivado este arte, sino
con el objeto de formar buenos militares ó atletas. El mismo Herodico
que era maestro de gimnástica y de una constitucion delicada, se pro
puso fortificarse por medio de la aplicacion metódica de los egercicios.
Obligaba á sus enfermos á dar largas carreras como , por ejemplo,
hacerlos ir y venir desde Atenas á Megara sin descansar. Se dedico
con especialidad al tratamiento de las enfermedades crónicas. Se cree
que los asclepiades no se ocupaban mas que del de las heridas y
enfermedades agudas. Por lo menos esto es lo que dice Platon; y acu
sando este autor á Herodico de prolongan la vida de los valetudinarios
y hacer de este modo mas larga la enfermedad , en vez de dejar que
la naturaleza los librase prontamente de sus males por medio de la
muerte(a) le censuró de modo, que nosotros solo vemosen la impugnacion
un elogio. Esta aplicacion de la gimnástica al tratamiento de las enfermeda
des ejerció una grande influencia en la medicina antigua. Muchos enfermos
desertaron de los Asclepiones y se vinieron áserasistidos en los gimnásios;
asi los médicos griegos se acostumbraron á estudiar los efectos de estos
egercicios, los admitieron en su terapéutica y llegaron á prescribirlos
en un gran número de casos, segun las reglas del arte.
Tales son los tres manantiales (templos de Esculapio, escuelas
filosóficas y gimnásras) de que brotó la medicina durante el 5.° siglo,
antes de la venida de J. C. Existia pues en esta época una reunion
de nociones y trabajos diversos; trabajos y nociones que contribuyeron
á facilitar el estudio de las enfermedades en los Asclepiones, el dela salud
en las palestras y el espíritu de generalizacion en los libros de los
filósofos. A esta altura se hallaba la medicina en el tiempo de Hipócrates,
sus contemporáneos y discípulos. La escuela de Cnido anotaba los sín
tomas y los daba tanta importancia que por decirlo asi, hacia una enfer
medad de cada uno de ellos; la de Coo los examinaba bajo el punto de
vista particular de las indicaciones que producen con respecto á los
progresos de la enfermedad y á los esfuerzos de la naturaleza; y las
de Crotona y Agrigento disecaban animales. Los filósofos introdugeron
en la medicina los variados sistemas que idearon sobre todas las cosas
y fenómenos. El agua , el aire , el fuego y la tierra , servían para
esplicar tanto la composicion del cuerpo, como la del mundo. Las
cualidades elementales se colocaron al lado de los elementos, y la reu
nion feliz de unos ó de otros constituía la salud. Estos conceptos se
enlazaron con una maravillosa facilidad á las reflexiones que la in
fluencia de las estaciones suministraba, y el estudio de la gimnás
tica, haciendo ver la accion sobre el cuerpo humano de los ali
mentos y del egercicio , proporcionó datos seguros y positivos que
manifestaron la relacion de la salud con la enfermedad. Asi se pre
paraba la formacion de un gran sistema médico cuyas partes están
en conexión , y en el que toda la ciencia se comprehende en la con-
(«) De la republic. lib. 3.« pag. 406. Ed. Henr. Sleph.
-21-
sideracion simultánea de las influencias generales del mundo este-
rior, de las particulares del régimen, y de las leyes que rigen y pre
siden los esfuerzos y crisis de la naturaleza ; sistema que tambien
fue dominado por las ideas universales que los filósofos habian ge
neralizado. He bosquejado anticipadamente la doctrina de Hipócra
tes, porque su mérito en la ciencia , la razon del alto rango que
en ella ocupa y la causa del poder y valimiento que siempre ha
egercido , existe en las antiguas doctrinas que abrazó , desarrolló,
sostuvo con talento, empleó con mucha fortuna y transmitió á la
posteridad llenas de vida, de fuerza y de sabiduria. Una ilusion
creada por el inmenso espacio de tiempo transcurrido , ha hecho
que se tenga con frecuencia á Hipócrates como fundador de la me
dicina; no fué realmente sino el continuador, como de lo que pre
cede puede colegirse , pero capaz de fecundar cuanto ántes de él
existia. Al leer sus escritos se conoce que las doctrinas que vierte
no son de su produccion, y por todas partes se nota que marcha
con seguridad , como sobre un antiguo y sólido terreno (III).
Esta medicina antigua, aun mas antigua que Hipócrates, se hallaba
á la vez formada por el empirismo de los sacerdotes médicos y de los
que se dedicaban á la gimnasia, y por las doctrinas de los filósofos que
habian emprendido el estudio de la naturaleza. Esto fué lo que con
tribuyó á darla, en tiempo tan remoto, la fuerza y la originalidad, y
lo que aproximándola á la esperiencia y á la realidad , la penetró del
caracter científico que tanto elevó á los griegos. Indudablemente el
empirismo de los Asclepionts y la filosofia de los sabios tenían un ori
gen comun y procedian uno y otro del antiguo Oriente; pero estos
dos elementos no se desarrollaron del mismo modo. A no dudarlo las
primeras doctrinas de los mas antiguos filósofos griegos traian su ori
gen de los mismos templos que habian servido de modelo á la medi
cina sacerdotal de los asclepiades ; pero en Egipto todo se separó y per
maneció inmóvil y en la Grecia todo se mezcló y no dejó de progre-
(III) En efecto no es el fundador de la medicina este hombre inmortal: pero
.habiéndola sacado á luz del taos en que se hallaba sumida , separádola de teo
rías viciosas y sometidola á los principios que debieran imputarla a sus ver
daderos progresos , formando en ella un campo sólido de doctrina no parece
en verdad digno de menor titulo que el que tan justamente honra y eterniza
su venerable memoria ; el de padre de la medicina. Oigamos con este moti
vo lo que dice Cabanis. «El discernimiento y el espíritu de invencion es loque
«distingue á un cortísimo número de hombres privilegiados. De este corlo nú-
amero fué Hipócrates, el cual vió que en favor dela medicina se habia hecho
«demasiado y no lo bastante. La separó pues de la filosofia á la cual no habian
a sabido unirla por sus verdaderas y mutuas relaciones, y la trajo á su camino
«natural, que es el de la esperiencia razonada. Entre tanto, segun lo que él
«mismo dice, trasportó estas dos ciencias la una en la otra, porque las mi-
« raba como inseparables, pero las designó relaciones enteramente nuevas. En una
«palabra, libertó á la medicina de los falsos sistemas, y la creó métodos se-
«guros; estoes lo que él llamaba y con razon , hacer filosófica a la medicina.»
Este razonado y verdadero juicio, dice todo lo bastante acerca del particular
sobre que hemos llamado la atencion de nuestros lectores.
-22-
sar. Las antiguas doctrinas cosmológicas se incluyeron en el estudio
empírico de los hechos , llevando el sello de la investigacion cientí
fica; los hechos, y el empirismo se unieron á su vez con estas doc
trinas , despejaron progresivamente su horizonte, y las proporcionaron
aunque con latitud bases casi inalterables. La época eu que se veri
ficó esta metamorfosis es muy importante no solo para la historia de
la medicina , sino aun para la de todo el mundo; porque, á decir verdad,
entonces fué cuando concluyó el tiempo antiguo para empezar el mo
derno.

CAPITULO II.

Vida de Hipócrates.

Un denso velo cubre la vida de Hipócrates y no debemos mara


villarnos de que asi suceda. Mas de veinte y dos siglos nos separan de
él. Es verdad que perteneció á aquel periodo en que la Grecia,
poseyendo una coleccion cada vez mas abundante de toda clase de li
bros , vió acrecentarse con los medios el deseo de conservar sus produc
ciones literarias; lo es tambien que de este tiempo nos ha quedado ma
yor número de monumentos y testimonios que de los anteriores, mas
sin embargo es bien sabido el destrozo que han causado las revolucio
nes, los incendios y la barbarie en estos frágiles manuscritos que con
tanta dificultad, cou tanta lentitud y á tanta costa se reproducían. La
literatura contemporánea de Hipócrates ha esperimentado inmensas pér
didas; algunos escritos privilegiados han sobrevivido y únicamente de
ellos pueden sacarse algunas noticias positivas aunque escasas acerca
de la vida del ilustre médico de Coo. Todas las demas han desaparecido
y despues de largo tiempo de fábulas, acogiendose al nombre de Hipó
crates, se han referido historias que no pueden sugetarse al examen
de la crítica.
La incertidumbre que existe sobre las circunstancias de la vida de
Hipócrates , se ha estendido necesariamente á sus escritos. No mas se
sabe de la ocasion, el lugar y la edad en que los compuso , ni qué tí
tulo les dió. Han faltado todos los documentos, y cuando la coleccion
que lleva su nombre y que ha llegado hasta nosotros , fué examinada por
los críticos de la antigüedad , no pudieron menos de conocer que efec
tivamente estaba mezclada con algunas otras producciones y que no po
dia toda ella ser de Hipócrates. Los críticos modernos han suscrito es
te mismo parecer; pero la calificacion , dificil ya en la antigüedad , lo
es mucho mas en el dia, porque en este intérvalo una multitud de mo
numentos que podrían dar alguna luz en los puntos oscuros de la crí
tica hipocrática han sido destruidos. Asi pues en la historia del mé
dico de Coo hay dos cosas que considerar : la historia de su vida y la
-23
de sus escritos. Estas no podrán menos de prestarse un mutuo' apoyo,
y todo lo que gane la una, dará necesariamente mas fuerza á la otra.
Ciertamente la historia literaria nos interesa mas que la biográfica pro
piamente dicha; nos importa mas conocer lo que ha escrito que lo que
ha hecho; los libros que ha compuesto que los detalles de su vida pri
vada. Sin embargo, seria de desear que pudiesemos saber donde habia
este ilustre médico practicado su arte y á qué enfermos habia socor
rido , qué discípulos escucharon sus lecciones y qué caracter poseia ya
como práctico ya como maestro. Acerca de todo esto nada se ha po
dido conservar , y la biografía está enteramente incompleta. Con todo,
una parte de sus libros ha podido libertarse de la destruccion, y lue-
go que haya manifestado
leccion le pertenecen , será posible deducir algunas consecuencias acer
ca de su persena, que no carecerán de interés, porque irán acompaña
das de certidumdre.
Antes de todo fijaremos la época, la patria y la profesion de Hi
pócrates , de una manera incontestable. Noticias tan ciertas que pue
dan llevar consigo la conviccion del lector, -no se podrán encontrar en
sus biógrafos , en razon á que separados de él por un gran intérvalo,
no podremos dirigirnos á ellos sin que antes proceda un atento exa
men. Para probar la existencia de un hombre que ha vivido en tiempo
tan remoto, son necesarios testimonios contemporáneos, ó por lo me
mos una tradiccion segura de los que hasta aquella época alcanzan por
medio de una cadena no interrumpida. Para este objeto, poseemos
acerca de Hipócrates cuanto podemos desear ; testimonios contemporá
neos y tradicion de ellos. Reservo para otro capítulo el examen de es
ta tradiccion, y solo quiero mencionar aquí las palabras de un hombre
que vivió en su tiempo , que le admiró y citó en varios pasages y que
acaso le conoció personalmente. Hablo de Platon. En el diálogo titu
lado Protagoras , se lee lo siguientes : «Dime, ó Hipócrates , si quisie-
«ras ir á encontrar tu homonymo , Hipócrates de Coo , de la familia
«de los Asclepiades, y entregarle una suma de plata á costa tuya ; y
«si te se preguntase á quien llevabas esta suma, llevándosela á Hipó-
«crates , qué responderías ?—Que se la llevaba porque era médico—Y
«conqué objeto?—Con el de llegar á ser yo médico tambien. (Tomo II,
pag. 139. Ed. Taunchn, pág. 311, Ed. Steph.)» Este pasage de Pla
ton prueba que Hipócrates era médico , natural de la isla de Coo,
de la familia de los asclepiades , que enseñaba la medicina y que sus
lecciones no eran gratuitas; prueba tambien, puesto que es Sócrates
el que habla en el Protágoras, que Hipócrates era contemporáneo
del hijo de Sofronisca; finalmente demuestra que aun en vida, el mé
dico de Coo gozaba de una reputacion que habia traspasado los límites
del lugar de su residencia y que aun habia llegado hasta la grande y
sabia ciudad de Atenas.
Platon cita por segunda vez á Hipócrates en el Phedro; pero lo hace
mas bien como escritor; por consiguiente reservo la discusion de este
importante pasage para el libro de la coleccion hipocrática á que creo
24-
pertenéce mejor. De este modo algunas líneas de Platon constituyen
el testimonio mas auténtico entre los que tenemos, con respecto a la
persona de Hipócrates; en verdad es poco, pero no por eso deja de
ser tan precioso principalmente en una cuestion que de tanta obscuri
dad y confusion ha cubierto el transcurso del tiempo. Efectivamente,
lo que se encierra en los dos pasages de Protágoras y de Phedro, es-
examen crítico de la
coleccion hipocrática. Hipócrates fué un médico célebre , un profesor
de mucha nombradia cuyas lecciones se buscaban con ansia, y un es
critor de tanta autoridad , que el mismo Platon no desdeñaba de ad
mitir sus ideas , razones y pensamientos. La coleccion hipocrática que
la antigüedad nos ha trasmitido, como encerrando en sí los libros atri
buidos con mas ó menos garantías á Hipócrates, pertenecen realmen
te á un hombre que ha sido práctico , maestro y autor en medici
na. Esta coleccion encuentra tambien apoyo en el testimonio de sus
contemporáneos. Hipócrates compuso algunos libros, y este hecho in
contestable y positivo, aumenta notablemente las probabilidades que
militan en favor de la autenticidad si no del todo, al meuos de algu
nas de sus partes. En esta antigua compilacion (y desde ahora podemos
asegurarlo) deben estar comprendidos algunos escritos, que sean ver
daderamente la obra del médico de Coo. Mas adelante veremos una
prueba evidente de este aserto.
El sabio Triller , que se habia ocupado con mucho celo en el es
tudio de Hipócrates y que reservaba para su vejez el trabajo de dar
una edicion completa , señaló en Aristófanes un pasaje que se refiere
al médico de Coo. Hé aqui lo que se lee en este autor: «Mnesilo-
«co: Juro salvarme por todos los medios posibles, si me sucede algun
«mal.—Eurjpides: Yo lo juro por el ether, mansion de Júpiter —Mne -
«siloco: Qué mejor juramento que la compañía de Hipócrates?—Eu-
«ripides : Pues bien, yo lo juro por todos los dioses.» No es violento el
creer que aqui se trata del Hipócrates de Coo. Efectivamente Aristófar
nes invoca la compañía de Hipócrates, y para ello emplea una espre-
sion que reproduce las primeras palabras del tratado del juramento de
la coleccion hipocrática. Sabemos que Hipócrates era conocido en
Atenas por las citas de Platon. Podemos pues admitir, con mucha pro
babilidad , que Aristófanes le ha citado , como Platon el cómico citó al
mas ilustre de los médicos cnidios, Euryfon.
El nombre de Hipócrates fué muy comun en la Grecia. Es nece
sario no confundir con el médico de Coo , ni al Hipócrates cuyos hijos
fueron el objeto de las chanzas de Aristófanes en los Nublados y de
Eupolis en las Tribus; ni al Hipócrates contra quien el orador Anti-
fon pronunció un discurso (Photius. Bibl. p. 14&3); nial Hipócrates
deChios, célebre matemático, y el primero que llegó á cuadrar una
parte de círculo (menisco ó lúnula.) (Vidrio convexo por un lado y cón
cavo por otro.)
El testimonio del contemporáneo de Platon, es decir de Aristófa
nes, es suficiente para darnos seguridad de la existencia de Hipó-
-23-
cratos, para fijar su época, y hacernos formar una idea de su repu
tacion ; pero guarda silencio acerca de todo lo demas. Veamos, pues,
qué dicen sus biógrafos. Ademas de algunos fragmentos diseminados
en varios autores, tenemos tres biografías de Hipócrates; la una que
lleva el nombre de Sorano, y que sin duda es un estracto de la de So-
rano de Efeso; otra que se encuentra en Suidas y la tercera en Tzet-
zes. (Chil. 7.° hist. 155.) Estos escritores que por sí mismos no tie
nen autoridad alguna , apoyan sus razones y noticias en sus predece
sores. Estos son Eratóstenes, Pherecides, Apollodoro, Ario de Tarso,
Sorano de Coo, Histomaco y Andreas. Conviene examinar la fé que de
bamos darles.
Eratósthenes , Pherecydes, Apollodoro y Ario de Tarso, escribie
ron sobre la genealogía de los asclepiades. Éste Pherecides es entera
mente desconocido; no se hace mencion de él en ninguna otra parte
mas que en la biografía de Hipócrates; Ario de Tarso lo es igualmen
te á menos que no sea el mismo de quien habla Galeno en varios pasa-
ges (De composit. med. sec. gen. lib. 5, 8, 10); pero en este caso se
ria muy posterior á los hechos de que hace mencion. Apollodoro vivió
hácia el segundo siglo antes de J. C. Es por consiguiente una autori
dad de ningun valor. Eratóstenes merece ya mas atencion ; era un sa
bio astrónomo que floreció en Alejandría hácia el año 260 antes de la
yenida de J. C. , cerca de doscientos años despues que Hipócrates. Sus
investigaciones, que han comprehend ido la cronología, parecen no ha
ber tenido otro objeto, con respecto al médico de Coo, que su genea
logía. Acerca de este punto son dignas de mucha confianza, por lo
menos en lo que hace relacion al nacimiento de Hipócrates, porque
al fin era astrónomo, cronologista, y tenia á la mano en la gran bi
blioteca de Alejandría , una porcion de documentos que solo allí se
conservaban.
Histomaco, que compuso un tratado dividido en muchos libros
sobre la secta de Hipócrates, fue un médico por lo demas descono
cido, y que acaso es el mismo á quien Erociano llama Ischomaco.
Andreas de Carysto fue un médico mas conocido , de la secta
herofiliana, y que entre otras obras compuso una sobre la tradicion
médica. En ella da algunas noticias de Hipócrates , con las que tra
ta de empeñar su reputacion; pero su testimonio es de un tiempo
muy distante de aquel en que floreció este médico para que pueda
tener un valor intrínseco.
Muchos médicos han existido con el nombre de Sorano. Es du
doso que Sorano de Efeso, que vivió en tiempo de Trajano, escri
biese algo acerca de Hipócrates. Otro Sorano de Efeso mas moder
no que el anterior , escribió la biografía de los médicos; Tzetzes di
ce que de este fue de quien tomó todos los detalles que acerca de
Hipócrates nos da. La biografia que poseemos con el nombre de So-
rano , cita un tercer Sorano , natural de Coo , que habia registrado
ias bibliotecas de esta isla para recoger noticias acerca de Hipócra
tes; esta es la única que tengo de un Sorano de Coo. Finalmente
Suidas cita aun otro Sorano que era de Cilicia y del cual nada se
sabe. El testimonio de Sarano es demasiada reciente para tener por
sí solo algun valor.
Es pues Eratóstenes el mas antiguo de todos los que han escri
to sobre la vida de Hipócrates, y sin embargo habian ya transcur
rido doscientos afius. Existe en esta parte un vacio que con nada se
puede llenar. En este intervalo nadie ha escrito ex profeso sobre la
vida de Hipócrates ; porque el nombro de sus biógrafos hubiera sido
conservado por los posteriores. Ahora bien , ^ de dónde pudie
ron tomar sus noticias Eratóstenes, Sorano, Histomaco y los demas?
Las que son cierts , puede responderse, han sido tomadas ya
de los escritos de Platon y otros que han perecido , ya de los mo
numentos conservados en Coo , ya de genealogías que tienen algun
valor para la historia. Las restantes derivan de leyendas fabulosas,
que no stn ciertamente mas auténticas por haberlas adoptado los bió
grafos. Es evidente que acerca de los detalles personales de Hipó
crates, no se ha dicho nada digno de creerse; que la biografía de
este médico no se formó por sus contemporáneos , ni tampoco por
los que inmediatamente le siguieron, y que, cuando se ha tratado
de escribirla, rio se han encontrado mas que algunos documentos
fidedignos que lijan su patría , su edad , el lugar donde ejerció su
arte y su mucha celebridad. Tuda lo demas se habia olvidado
enteramente (IV).
Histomaco refiere el nacimiento de Hipócrates al primer año de
la Olympiada 80 (-460 años antes de la venida de J. C.): Sorano de
Coo , que habia examinado las bibliotecas de esta isla , fija con mas
precision la época y dice que nació en el año arriba indicado , en el
reinado de Abriades , el 26 del mes Agriano , y añade que los habi
tantes de Coo , ofrecían por este tiempo sacrificios ú Hipocrates. Este
mes Agriana es el único que se conoce del calendario de- los habi
tantes de Coo, pero no se sabe á qué estacion corresponde. Esta no
ticia no tiene contestacion. Pícese que fué hijo de Heraclides y de
Fenareta (V) y nieto de otro Hipócrates; esto indudablemente es cier
to ; pero la genealogía que le enlaza con Podalirio de la guerra de
Troya con Esculapio y Hércules , es evidentemente falsa. Hé aquí
como la refiere Tzetzes : Esculapio , padre de Podaliriu , padre de Hi-
póloco, padre de Sóstrates, padre deDardano , padre de Crisamis, pa-

(IV) En el tratado tituladu. relitira contra pestt de nuestro antiguo juris


consulto Salado y Qarces , se hallan Ms siguientes noticias acerca del perso
nal de este grande hombre. «Kra pequeno de cuerpo , el referido autor, al
ego vizco; cabeza grande; hablaba poco; era continuo en el estudio, siendo
«pasmo á todos su entendimiento : de ti e 38 años , estuvo esiudiaudo en
«Atenas escediendo su ingenio á los mayores de aquellas escuelas.» Probable
mente deberia aquel estas noticias a un hermano suyo, que era medico, el
cual dice hacia el lin de su obra , hablando de las enfermedades, que le
habia corregido alguuas cosas.
(V) Otros dicen Prcuristoa.
-27-
dre de Clcomyttades , padre de Theodoro , padre de Sóstrates II,
padre de Crisamis II, padre de Theodoro II, padre de Sóstrates III,
padre de Nebro, padre de Cnosidico, padre de Hipócrates I, padre
de Heraclides , padre de Hipócrates II, que es el médico célebre.
En esta lista , Hipócrates es el 17.° descendiente de Esculapio.
Sorano dice que era el 19.° ; y añade que procedia ademas de Hér
cules contando desde el cual era el 20.° De este modo la lista que
Sorano habia consultado tenia dos grados mas. Calculando á 33 años
por cada generacion , se tendrán para las 17, 561 años; pero de
aqui es necesario restar 33 por la vida de Esculapio lo cual redu
ce el número á 528 años que añadidos á los 460 , época del na
cimiento de Hipócrates , nos dan para la toma de Troya ó para
la época de Podalirio , 988 años antes de J. C. Esta fecha es mas
reciente que la que admiten todos los cronologistas griegos. La segun
da lista nos daría para la toma de Troya 10o4 años antes de J. C.
Ninguna de estas dos listas concuerdan con la genealogía de los He
ráclides que reinaban en Esparta. Segun la tradicion , Leonides,
que murió en las Thermópylas , fue el 21.° descendiente de Hércules,
y aun era anterior á Hipócrates por mas de una generacion. He
mencionado estos detalles con el único objeto de demostrar la in
verosimilitud de estas listas cuando se trata de hacerlas servir para
la edad heróica ; pero solamente en esta edad ; porque una lista co
piada por Eratóstenes debe ser auténtica ; y el testimonio de Platon
probando que Hipócrates era un Asclepiade nos obliga á creer que
fue conservada de uno ú otro modo , como perteneciente á una
familia ilustre de Coo, que servia el Asclepion de esta isla, y que
como todas las familias sacerdotales antiguas , se creia procedente
del mismo Dios. En razon á su pretendida descendencia de Hércu
les , se suponia que Hipócrates tenia algun parentesco con los re
yes de Macedonia.
Tuvo dos hijos , Tesalo y Dracon I y por yerno á Polibio Tesalo
médico del Rey de :.íacedonia Archelao, tuvo tres hijos, Gorgias, Hipó
crates III y Dracon II. Dracon II tuvo á Hipócrates IV que fué médico
de Rojana, esposa de Alejandro el Grande, que tubo por hijo á
Dracon III que tambien fué médico de Rojana. Aqui, segun parece
está algo confusa la relacion de Suidas , que nos ha transmitido todos
estos nombres de los descendientes del célebre médico de Coo. Es
necesario añadir tambien que, segun Galeno, Dracon I tuvo un hijo
llamado Hipócrates (Comm. de humor, t. 16. p. 5 Ed. Kühn.) lo cual
complica todavía mas esta genealogía. Suidas cita un Thymbreo de Coo
y de la misma familia; pero no especifica bien su parentesco con el
grande Hipócrates; este Thymbreo tuvo dos hijos ambos con el nombre
de Hipócrates (lo cual es bastante raro), y que forman el quinto y
•esto Hipócrates de su lista. Aun enumera á Praxanas como miembro
de la misma familia, y dice tubo un hijo que fue el Hipócrates VIL
Tanto los cuadros genealógicos anteriores como los posteriores de Hi
pócrates prueban que quedaron señales auténticas de su familia.
-28-
Los autores que en la antigüedad se han ocupado de los libros
titulados hipocráticos, han hecho mencion de alguno de estos descen
dientes de Hipócrates. Especialmente sus dos hijos Tesalo y Dracon
han sido considerados como hombres de gran mérito ; habiendose
atribuido á uno ú otro de estos, aquellos escritos cuya autenticidad
parecía mas dudosa. Galeno se sirve con frecuencia de su nombre
para esplicar las correcciones ó añadiduras que supone en los es
critos hipocráticos; y aun es de parecer, de que se les debe la pu
blicacion de escritos que no son mas que una coleccion de notas
que Hipócrates dejó sin orden , estilo ni redaccion. Polybio , su
yerno, gozó tambien de mucha reputacion y tuvo indudablemente
parte en la coleccion hipocrática , como lo haré ver cuando refiera un
pasage que sobre este particular cita Aristóteles.
Los críticos antiguos, no nos han proporcionado medio alguno
para poder averiguar si las razones ó pruebas que tuvieron para
admitir que los descendientes de Hipócrates publicasen obras de
medicina, fueron escritas ó simplemente por tradicion. No se con
serva noticia alguna ni aun de los títulos de estos libros en la li
teratura griega. Los autores que les atribuyen estas composiciones,
no dicen que hayan sido citadas por alguno de los médicos que
vivieron en el tiempo de los descendientes de Hipócrates ó poco
despues. Es verdad que la mayor parte de los escritos compuestos
en este periodo han perecido , y que acaso entre estos se encontra
sen detalles acerca de los libros de los descendientes de Hipócrates; pero
esto parecerá muy dudoso si se reflexiona que los escritores posteriores
que han poseido las obras de Diocles , de Praxágoras , de Philotimo y
deDieuches, todos contemporáneos ya de uno ya de otro de aque
llos no se apoyan jamas en su autoridad, que aqui seria deci
siva. Suidas al nombrar cada uno de los descendientes de Hipó
crates, añade: escribió sobre la medicina. Si se quiere dar fé á una
proposicion tan vaga, es necesario suponer, atendiendo á que estos
últimos son del tiempo de la fundacion de Alejandría , es ne
cesario , digo , suponer , que con su nombre se reservó sola
mente un recuerdo de los libros que habian compuesto; libros que
acaso jamás salieron del recinto de una escala , y de los cuales no
ha quedado vestigio alguno. Esta es una razon mas para creer que
algunos de estos escritos, despues de haber cambiado el nombre de
sus autores por otro mas precioso y estimado , en el momento en
que los reyes de Egipto y de Pergamo fundaron sus grandes biblio
tecas, existen aun en la coleccion hipocrática como lo han creido
Galeno, Dioscorides el jóven y muchos otros críticos de la anti
güedad.
Dícese que Hipócrates murió en la ciudad de Larisa, en Thes-
salia á la edad de 85 , 90 , 104 y 109 años. Es muy probable que
esta progresion creciente de una edad que aun es dudosa , sea debi
da á la tradicion, que á medida que se ha hecho mas antigua, ha
concedido una vida cada vez mas prolongada á tan ilustre médico,
-29-
Fué enterrado entre Gyrtona y Larisa en un sitio en quj se
gun han asegurado algunos escritores , se manifestaba todavía su
sepulcro; el genio inventor de los griegos les ha hecho decir que
por espacio de mucho tiempo habia' sido su tumbra la mansion de
un enjambre de abejas, cuya miel tenia la virtud de curar las aftas
de los niños (VI).
Dicen los historiadores de Hipócrates que tuvo en un principio
por maestro á su padre Heraclide y despues á Herodico de Sel ym -
bria y á Gorgias Leontino. Nada se opone á esta asercion , pero
nada tampoco la garantiza. Añaden que salió de su patria v fue á
ejercer la medicina á diferentes ciudades de Thracia. Esto, a la ver
dad , concuerda con las noticias que suministran tos escritos de es
te médico, pero probablemente ha sido tomado de ellos. Lo que es
muy dudoso es que fuese llamado por Perdicas II , rey de Macedo-
nia , y que gozase con este príncipe , de gran favor. Perdicas murió
el año 414 antes de J. C. Hipócrates tenía entonces 46; no es cier
tamente en la fecha donde se encuentra la dificultad ; pero se le hace
írcon Euryfón el médico cnidiano, y esta asociacion , como dice Mr.
Hecker, en su Historia de la medicina, es ya una novela. Despues
se pretende que Hipócrates conoció que la enfermedad de Perdicas
estaba únicamente causada por el amor clandestino que tenia á una
concubina de su padre. Esta historia se parece á la de Erasis-
trato que conoció tambien una enfermedad cuya causa era el amor.
Pero eiiste una diferencia notable entre la relacion de estos dos ca
sos y prueba que la historia ha sido por lo menos forjada coa
astucia. Erasistrato reconoció la dolencia del jóven príncipe, tomán
dole el pulso en presencia de la muger á quien amaba: los historia
dores de Hipócrates dicen que formó el diagnóstico solamente por los
cambios esteriores que notó en el rey. Hipócrates no conocía el arte
esfigmica y se hubiera cometido un error de cronología médica hacién
dole palpar la arteria del rey Perdicas. Lo que hace sospechosa
esta historia, es la semejanza con la de Erasistrato, la presencia de
Euryfon y sobre todo la fecha moderna de los biógrafos que la refieren.
Otras muchas fábulas se refieren de Hipócrates entre las cuales de
bemos contar los servicios que prestó á la Grecia durante la peste lla*

(VI) El acreditado y erudito profesor D. Juan Gualberto Avilés en el juicio


critico de la medicina hipocrálica leido en el Instituto español y publicado en
el Boletín de medicina, cirujia y farmacia en los números correspondientes a
los meses de enero y febrero de 1841 , nos ha suministrado una noticia mas
acerca de este particular , que no podemos pasar en silencio. Dice , que Hipó
crates consiguió los honores de la apoteosis, y que los atenienses le iguala
ron con el mismo Hércules. Y añade que sobre su sepulcro pusieron unos ver
sos que Tomas More tradujo al latín del griego , y son los siguientes :
Te ¡alus Hippocrates Cous genere hae jacet urna
Phebi inmortalit , germine progenitus.
Creba tropha lalit morborun armis medicina)
Laudum apta nulla eorte, sed arte sua.
-30-
mada de Atenas; el haberse negado á servir al rey de Persia, y su
entrevista con Democrito. Estas fábulas no se apoyan en testimonio al
guno de valor, é indudablemente, si fuese posible seguir su ilacion , se
advertiría que á medida que el que las refiere se aleja de la época en
que Hipócrates vivió, se aumenta el número de ellas.
De esto tenemos una prueba en las relaciones del papel que se
le hace representar en la referida peste. Sorano dice que, habiendo in
vadido esta enfermedad el pais de los Lyrios y Peonios. los reyes de
estos pueblos le invitaron á que fuese; que Hipócrates, despues de haber
sabido de los embajadores que vientos reinaban con mas frecuencia
en sus comarcas, no quiso acceder á sus ruegos; pero que habiendo de
ducido de sus respuestas que la peste se habia de propagar al Attica,
pronosticó la venida de plaga tan terrible y difundió por todas las ciu
dades de la Grecia á sus discípulos. Varron (De rerust. 1, 4.) refirien
dose á una relacion parecida á esta, dice: «¿No ha salvado Hipócrates de
»una peste, solo á un campo sino á muchas ciudades?» «En pago de es-
»tos servicios, dice Plinio, (Histor. nat. 7, 37) le decretó la Grecia los
«mismos honores que á Hércules.» Varron y Plinio son muy anteriores
al historiador de la vida de Hipócrates y del mismo modo que él han de
bido recoger estos detalles del discurso atribuido á Tesalo, hijo del mé
dico de Coo, y que figura en la coleccion al lado de las cartas hipocráti-
cas de Artajerges, de los Abderitas y de Democrito. Esta leyenda,
porque no puede dársela otro nombre, hace partir á Hipócrates de
Tesalia , conteniendo la peste á su paso por los paises de los Dorios,
de los Phoecios y de los Beocios ; desde aquí llega á Atenas en donde
tambien contiene los desastres que este azote causaba. El autor del li
bro de la Theriaca á Pison, ch. 16, y Aecio (Tetrab. 2, s'erm. l.cap. 94.J
dicen que ahuyentó la peste encendiendo grandes hogueras por toda la
ciudad, y mandando colgar por todas partes coronas de flores olorosas.
Actuario (Meth. med. 5, 6.) se adelanta mas; conocía el antídoto de que
Hipócrates se habia servido para curar á los atenienses y da la fórmula
de él; un manuscrito latino de la biblioteca real (núm. 7028.) es aun
mas preciso, y asegura que Hipócrates notó, luego que hubo llegado á
Atenas, que los herreros y todos los que trabajaban en el fuego, estaban
exentos de la enfermedad pestilencial. De aqui dedujo que era necesa
rio purificar por medio del fuego el aire de la ciudad. En su consecuen
cia mandó hacinar grandes montones de leña, y luego los incendió; ha
biendose purificado el aire, cesó la enfermedad y los atenienses erigie
ron al mt dico una estátua de hierro con esta inscripcion: A Hipócrates
nuestro salvador y bien hechor. Ignoro cual es el origen de estas ampli
ficaciones al manuscrito, cuyo carácter de letra es muy antiguo.
Es muy fácil demostrar que todo esto no es mas que un con
junto de fábulas. Tucídides que ha dado una admirable descripcion
de la peste de Atenas, no hace mencion alguna de Hipócrates ni
de sus servicios; y dice terminantemente, que el saber de los mé
dicos se estrelló contra la violencia del mal , siendo ellos las pri
meras víctunas que sucumbieron. Este silencio de Tucídides acerca de
Hipócrates en una enfermedad que forma época en la historia, es decisi
vo; y prueba que el médico de Coo no hizo nada de lo que en tal acon
tecimiento se le atribuye. Paro en sí misma lleva esta narracion
las pruebas de su falsedad. Hipócrates nació en 460; la peste es
talló en Atenas en 428, con que á esta sazon solo tenia Hipócra
tes 32 años. A esta edad no habría aun podido adquirir la repu
tacion que se supone, y sobre todo no podia tener hijos ni yerno
que enviar á las diversas ciudades de la Grecia. La leyenda ade
mas, altera completamente el curso de la epidemia; la hace venir
por la Ilíria , la Tesalia , Beozia hasta el Atica: y Tucfdides asegura
que se declaró primero en la Pirea , y que procedia de la Etiopia.
Existe aquí una evidente contradiccion con el hecho: pero aunque
no tuviésemos estas pruebas para demostrar la falsedad de tal re
lato, el caracter mismo de las epidemias seria un obstáculo que
nos impediría el admitirle como verdadero. Sabemos por experien
cia propia ó no muy lejana , que el arte del hombre no es bastan
te para contener el curso de estas grandes plagas ; y las hogueras
encendidas en Atenas no pudieron tener un poderío mas fuerte con
tra la epidemia que de lejanas regiones vino á destruirla, que el que
ha tenido en París la medicina contemporánea contra el cólera ve
nido de las orillas del Ganges. Toda historia en que se atribuya
á la ciencia de curar el poder de atajar el curso de tales estragos,
es una mentira.
Y qué diremos de lo que tambien se refiere acerca de haber re
husado Hipócrates á Artaxerxes sus ausilios contra la peste? No tra
to de ocuparme aqui en una discusion detallada sobre tas Cartas y
los Discursos que forman un apéndice de la coleccion hipocrática.
Como todo lo que se refiere de Hipócrates en la peste de Atenas,
sobre la invitacion de Artaxerxes y la repulsa del médico de Coo,
su entrevista con Demócrito, y la guerra hecha á esta isla por los
atenienses no tienen otra garantía que estas Cartas y estos Dis
cursos, examinaré con detencion mas adelante su autenticidad. Solo
me adelanto á decir desde ahora, que todas estas pruebas son apó
crifas. Me basta al presente llamar la atenciou del lector hácia el
testimonio de Tucfdides , que manifiesta que Hipócrates no hizo
papel ninguno notable en la grande epidemia que desoló la Grecia
y á Atenas sobre todo. Las Cartas y los Discursos contienen prue
bas intrínsecas de ser una suposicion, como demostraremos cuando uno
por uno discutamos los escritos que componen la coleccion. (VIIj
Tzetzes supone que Hipócrates, bibliotecario de Coo, quemó los

(Vil) El laborioso profesor D. Anastasio Chinchilla en sus Anate» hUtóricos


hablando de este particular, diee en una nota lo que sigue: «Sea lo que quie
bra sobre la autenticidad de islas cartas , lo cierto es que cuando el consul Ca-
«ton escribió a su hijo aconsejándole que no consintiese la entrada de los
«médicos griegos en Roma, le decía: ellos nos han llamado bárbaros...» cu
ya espresion alude precisamente á Hipócrates. (fol. 3O)
-32-
libros antiguos de los médicos; Andreas dice en su libro sobre la tra
dicion médica, que fué la biblioteca de Cnido, á la que prendió fue
go; y Varron, segun refiere Plinio (Hist. nat. p. 29. 1.) escribió que
despues do haber copiado Hipócrates las observaciones de enfermedades
que en el templo de Coo se conservaban, le incendió. Todas estas no
ticias debidas á escritores muy posteriores no tienen fundamento al
guno, y los griegos no hubieran permitido q^ue bajo ningun pretesto
se incendiase un templo, como dice Platon unico creible en este caso.
Strabon, el geógrafo, nos ha transmitido una tradicion que se halla
mas en armonía con los hechos conocidos, y que tiene todos los
caracteres de probable. «Se refiere, dice, que Hipócrates se dedicó
«particularmente al régimen de las enfermedades, estudiando las his-
«torias y tratamientos que se hallaban depositados en el templo de Coo.»
(Geograph. XIV p. m. 657.) Todo induce á creer que existe todavía
el recuerdo de estas historias , y que constituye la que se conoce en
la coleccion con los títulos de Prenociones coacas y de libro i.° de los
Prorreticos. No es necesario decir, que todos los retratos que se han
hecho de Hipócrates son ideales, las estatuas no han sido copiadas
hasta mucho tiempo despues de él. Los artistas antiguos se convinie
ron en representarle con la cabeza cubierta ya con el bonete fpileusj
ó con plieguesde su capa. Ya se ve que la antigüedad habia ya per
dido los medies de hacer una biografía detallada de Hipócrates; mas
aun cuando exista este vacio, que nada en lo sucesivo será capaz de
llenar, queda todavía mucho, para averiguar el papel que desempeñó,
Hipócrates y el puesto que ocupó. Como práctico, profesor y escritor,
gozó de la estimacion de sus contemporáneos ; descendiente de una
familia cuyo origen hacían subir hasta edad heroica, le grangeó esta
cualidad mas gloria de la que hubiera adquirido ; agregado á una cor
poracion que servia ün templo de Esculapio, hizo esta circunstancia
que prevaleciese la escuela de Coo sobre todas las demas escuelas mé
dicas que la siguieron inmediatamente, y pronto fueron sus escritos
meditados y citados por Platon.

CAPITULO III.

De los libros que llevan el nombre de Hipócrates.

Con el nombre de libros de Hipócrates tenemos un número de


escritos muy considerable ; y á la reunion de ellos es á la que por
abreviar , llamaré Coleccion hinocrática. Ya una simple ojeada nos
manifiesta, que no forman m un conjunto , ni un cuerpo , y que
en vano se buscaría en ella la obra de un hombre que hubiera tra
bajado sobre las diversas partes de la medicina. Los tratados no so
lamente no guardan relacion entre sí, sino que ademas presentan
-33-
grandes desacuerdos. Los unos son escritos completos en sí mismos:
los otros no son mas quo una coleccion de notas, sin conexion alguna
entre sí y dificilmente inteligibles en algunas ocasiones. Algunos
están incompletos y mutilados ; otros forman en la coleccion total
series particulares , que encierran el mismo pensamiento y son de una
misma pluma. En una palabra, por poco que se reflexione sobre e!
contexto de estos numerosos escritos, es facil convencerse de que no
son de un mismo autor. Esto ha causado siempre admiracion á los
que se han ocupado de los libros hipocráticos, y en la misma épo
ca en que se comentaban en la escuela de Alejandría , se disputaba
ya acerca de su autenticidad. La gran confusion que reina en esta
materia hace precisa la intervencion de la crítica, y la antiquísima
fecha de la composicion de estos escritos unida á la falta de testimo
nios fidedignos, hacen semejante trabajo muy espinoso. Si las difi
cultades eran ya tan grandes y se habian suscitado tantas dudas cu
la antiguedad, ¿qué deberá suceder en nuestros dias y entre nosotros
que desde el tiempo de los comentadores Alejandrinos y de Galeno,
hemos sufrido tantas pérdidas en toda clase de libros? Muchos han si
do los trabajos que han tenido por objeto la historia literaria de los
escritos hipocráticos ; muchos los hombres eminentes que se han dedi
cado á las investigaciones que esta historia reclama; sin embargo,
las muchas cuestiones que aun están por decidir y la divergencia de
opiniones entre los críticos sobre la autenticidad de un mismo es
crito , demuestran que aun se carece de un punto estable de par
tida y de documentos que sean algo mas que simples congeturas.
Yo intentaré resolver algunas de estas cuestiones y satisfacer algunas
dudas ; no me vanaglorio de haber disipado toda la obscuridad de que
esta materia se encuentra rodeada , pero ayudado de los trabajos de
mis predecesores en este género de esploraciones , espero hacer en
mi tiempo lo que ellos han hecho en el suyo ; es decir, avanzar
un paso utas en la historia literaria de Hipócrates, y dejarla mas aclara
da de lo que yo la he recibido.
Hallándose esta historia casi completamente falta de datos que la
sean propios y que lo sean de su época , necesita para sostenerse
reunir una multitud de materiales esparcidos. Exige pues una cons
truccion laboriosa , y su desarrollo si ha de ser claro y convincente,
necesita pasar por una serie de indagaciones y deducciones que aunque
es verdad se dirigen al objeto, lo hacen sin embargo á costa do algunos
rodeos. La primera ocupacion debe ser tomar conocimiento de la misma
coleccion, y examinar qué datos pueden sacarse de ella para las cues
tiones que han de resolverse.
Es necesario recorrerla página por página, y deducir despues qué
estado de la medicina representa, qué trabajos indica, qué nombres
cita , á qué paises se refiere , y cuales son las señales evidentes
que lleve en sí misma de una colaboracion de muchos ingenios.El espacio
que separa el tiempo en que floreció Hipócrates del tiempo en que Erasis-
trato y Herofilo llegaron á ser los gefes de la medicina , es decir sobre
-34-
unos 130 años , es una de las épocas que mas carecen de documentos
y de libros. Las obras que forman la coleccion hipocrática han de
bido ser compuestas en este intérvalo; su examen intrínseco nos pro
porcionará ideas y nociones, que por ningun otro camino podríamos
procuiarnos.
Ante todo probaremos que la Coleccion hipocrática encierra frag
mentos que figuran en ella desde los primeros tiempos, pero que in
dudablemente no son de Hipócrates; de lo cual puedo presentar dos
ejemplos incontestables. El primero es un pasage acerca de la anatomía
de las venas que se lee en el Tratado de la naturaleza del hombre.
Este tratado lia sido citado por todos los comentadores, como parte de
la coleccion hipocrática. El punto en cuestion está copiado á la letra
por Aristóteles (Historia de los animales, lib. 3.° cap. 4); y Aristóte
les dice que este trozo es de Polibio. La autoridad de Aristóteles
es mas auténtica, acerca de este particular, que otra alguna y evi
dentemente mas que la de Erociano y la de Galeno. Polibio, yerno
de Hipócrates, debia ser exactamente contemporáneo de Platon; por
consiguiente ya anciano cuando Aristóteles jóven. Asi pues el testimonio
de este último es irrecusable, y tanto mas cuanto que estaba muy
versado en el conocimiento de los libros científicos. No es posible que
desprecíase tan groseramente á Hipócrates atribuyendo á Polibio sus
producciones ; conocía muy bien á Hipócrates, y aun le cita en una
de sus obras. En el mismo sitio en que refiere el largo pasage de
Polibio sobre la diseccion de las venas, discute con mucha detencion
y cuidado una cuestion de anatomía , y al lado de Polibio cita so
bre el mismo asunto un pasage de Syennesis de Chipre, cuyo nom
bre solo él ha conservado, y otro de Diógenes de Apolonia.
De este modo Aristóteles solamente nos demuestra un hecho
acerca del cual ha guardado silencio toda la literatura antigua, á
saber que en la coleccion hipocrática, se encuentra un trozo debi
do á Polibio. Por qué, pues, este silencio? y cómo es que solo
Aristóteles tuvo conocimiento de esta particularidad? Al tratar en
el capítulo VII, de la formacion de la Coleccion, esplicaré este pun
to tan importante de la historia de los libros hipocráticos.
No es el trozo de Polibio el único que en la Coleccion hipo
crática no pertenece á Hipócrates. No me ocuparé aquí del frag
mento de Syennesis de Chipre que se halla inserto en el Tratado
de la naturaleza de los huesos, porque como haré ver mas ade
lante, este tratado no lo es, y no debe por mas tiempo subsistir. Lo
único que debo citar aqui es un fragmento de Euryphon que se encuen
tra casi palabra por palabra en el segundo libro de las enfermedades. (»)
La identidad de estos dos fragmentos es evidente, y como Euryphon es
anterior á Hipócrates, debemos concederle la propiedad.
Ká aqui ya establecido el primer punto : existen en la Coleccion

(a) El pasage de Euryphon se encuentran en Galeno t. ü. p. «W. Bd. Frob.


hipocrática algunos trozos atribuidos á Hipócrates , pero que pue
de asegurarse que pertenecen á otros escritores. De este modo
se abre la puerta á las conjeturas que nos autorizan á sospechar la
existencia, á mas de las dos obras arriba citadas, de algunas otras com
posiciones pscudo-bipocráticas , mucho mas cuando la coleccion en
tera no es otra cosa que la simple reunion de escritos que no guardan
relacion alguna entre sí. Asi pues, nos será permitido creer que muchos
otros libros existen indebidamente condecorados con el nombre del
gefe de la escuela de Coo. Mas adelante examinaremos este punto con
mas detencion, bastándome por ahora haber establecido el hecho sobre
dos ejemplos incontestables.
Las noticias que se encuentran en la Coleccion, son de diferentes
especies. Muchas se refieren á la practica de otros médicos , y se ad
vierten en ellas juicios críticos sobre los medios terapéuticos que em
pleaban, acerca de sus diagnósticos, desus pronósticos y de sus teorías.
Señalaremos los ejemplos mas principales. El autor del Cuarto libro
de las enfermedades dice (Página 172. Ed. Frob.), que los médicos
antiguos se engañaban acerca del conocimiento de los dias; porque
purgaban á sus enfermos en los impares y los hacían asi perecer.
El mismo escritor entra luego en una discusion bastante larga, para
probar, contra la opinion de algunos médicos, que las bebidas no se
introducían por la traquea-arteria. El autor del Tratado de las afec
ciones internas (Pag. 196. Ed. Frob.) acusa á los médicos de equivocarse
acerca del órgano enfermo cuando ven arenillas en la orina ; «creen
«que la vegiga contiene cálculos y se engañan porque es el riñon
«el calculoso.» Este pasagees digno de atencion, porque nos hace ver
algunos indicios de polémica entre los diferentes escritores que con
currieron á formar la coleccion hipocrática. En efecto , contradice
formalmente el aforismo setenta y nueve de la cuarta seccion, cuyo
autor se encuentra colocado entre los médicos que ignoraban el
verdadero asiento de las afecciones calculosas. El aforismo está con
cebido en estos términos: «La orina que deposita arenillas, anuncia
la presencia de un cálculo en la vejiga.» (Quibus urina arenosa
subsidet, illis vesica laborat calculo.) No puede dudarse de la con
trariedad de estas dos proposiciones, ni dejar de percibirse una ver
dadera crítica de la una á la otra.
Los médicos prácticos son citados tambien muchas veces, ya
con elogio ya con crítica. «Los médicos mas dignos de alabanza son
«aquellos que tienen siempre presentes las reglas del régimen y de
«las demas formas de tratamiento, dice el autor del Tratado del
«arte, el cual añade; que aquellos que emprenden la curacion de
«las enfermedades Incurables, son admirados por los médicos de nom-
«bradia, y un obgeto de mofa para los verdaderos médicos.» El autor
del Libro de las enfermedades de las mugeres , acusa á los médicos
de haber practicado operaciones inútiles y nocivas en los casos en
que la retencion de los menstruos les habia hecho creer en la exis
tencia de un absceso. Aun los reconviene por emplear medicamentos
astringentes en las hinchazones de la matriz sea antes, sea despues
del parto; por tratar las enfermedades de las mugeres del mismo
modo que las de los hombres, y considerar como una hidropesía las
hinchazones de pies y piernas que sobrevienen durante el curso de
las afecciones uterinas. E1 autor del segundo libro de las epide
mias hecha en cara á los médicos que asistían á Herágoras, el no ha
ber conocido que las hemorragias abundantes de las narices producían
un alivio considerable. El autor del Quinto libro de las epidemias
hace ver que los médicos encargados de la asistencia de Hipposthene
en Larissa, le creyeron con una pulmonia no existiendo tal enfer
medad. Refiere ademas que un médico que curaba á un herido de
un lanzazo, estrajo bien la parte de madera, pero dejó un frag
mento de hierro; y que creyendo este facultativo que el enfermo
estaba mejor, el autor del Quinto libro de las epidemias predijo que
iba á sobrevenir una convulsion de la cual moriría el enfermo, cuyo
pronóstico se realizó completamente. En el sétimo libro de las epide
mias se lee, que hallándose Eudemo padeciendo una afeccion del ba
zo , recibió de sus médicos el consejo de comer bien , beber un poco
de vino ligero y hacer mucho egercicio. Este régimen no produjo
alivio alguno y sí otro diferente.
Pero sobre todo donde se encuentra una larga polémica contra los
diversos métodos que usaban los médicos, es en el Tratado de las
fracturas. El autor los reconviene enérgicamente porque preferían
los medios de reduccion y apositos que admiraban mas al vulgo , sin
cuidarse de los mas convenientes al enfermo. Uno de estos médi
cos , que se tenían por muy hábiles , quería deducir de las reglas del
arte del arquero el mejor vendaje para la fractura del brazo. Otro
pretendia , con falsas observaciones osteológicas, tener siempre al
miembro en supinacion. El autor no tiene bastantes palabras" con
que vituperar á los que en las heridas complicadas con fractura vendan
el miembro por la parte superior é inferior de la herida; porque se
ven obligados , á causa de la hinchazon, á deshacer su vendaje, del cual
se vuelven á servir despues sin sospechar que es la causa del mal.
Hace el autor esta advertencia porque habia visto sobrevenir gran
número de accidentes desagradables á consecuencia de este modo
de aplicar el vendage, invocando en favor de su práctica, el tes
timonio- de toda la medicina; frase muy notable que se refiere á los
preceptos de la ciencia y que prueba que ya hacia tiempo se cul
tivaba. Adviértase ademas que en el Libro de las fracturas se acon
seja á los médicos que egercen su practica en las grandes pobla
ciones , tener á prevencion un aparato de madera para las reduc
ciones. El autor del Tratado de las articulaciones se dedica á crí
ticas semejantes. Quéjase tambien de aquellos médicos que para re
ducir las lujaciones emplean solo medios propios para admirar á la
muchedumbre , y se avergonzaría , dice , de cuanto pudiera tener visos
de truhanería ; aconseja tener muy presente cuanto se ha hecho en
esta materia y elegir los métodos mas apropiados ; marca la anti
-37-
gücdad de algunos de sus instrumentos , y alaba el uso de todas las
máquinas que estan en relacion y conformidad con la estructura
del cuerpo, desvaneciendo muchos errores ya de osteología, ya del
tratamiento de las lujaciones. Por todas estas citas podrá verse cuán
usual era ya la practica de la medicina , cuantos se dedicaban á
ella y con cuanta escrupulosidad examinaban los escritores de la
Coleccion hipocrática la practica de sus cólegas , ora alabando , ora
vituperando su conducta.
De todos estos médicos , de una época tan remota y tan poco
conocidos , solo dos se hallan citados : que son Prodico y Pytho-
clés. En el Sesto libro de las epidemias se dice , que Prodico causa
ba la muerte á los enfermos de fiebre sometiendolos á ejercicios vio
lentos. Se duda mucho todavía si en vez de Prodicus debiera haber
se escrito Herodicus; mas como efectivamente existió hácia esta épo
ca un Prodico, y Heródico solo aplicaba el egercick> como medio
terapéutico á las enfermedades crónicas , es muy probable que la
crítica del autor hipocrático se dirigiese al primero y no al segundo.
Tambien se advierte en el quinto y en el setimo libro de las epide
mias, que Pythocles daba á sus enfermos la leche muy aguada. Es
ta práctica no está elogiada ni vituperada, pero en un aforismo se
señalan con toda precision los casos de enfermedades febriles en que
está contraindicada la leche.
Al lado de estas advertencias sobre la práctica de los médicos,
se encuentran en la coleccion hipocrática, indicios de una polémica
muy vasta , contra los escritos médicos de esta época. La mas no
table , es sin duda alguna la qu¿ sirve de principio al autor del
Tratado del re'gimen en las enfermedades agudas. Está dirigida con
tra un libro, entonces muy célebre, las sentencias cnidianas , y con
tra la escuela de Cnido. En el Tratado de la medicina antigua se
reconviene á los médicos que establecen sus juicios sobre una hypó-
tesis que solo admite una cualidad elemental, y á los que fundan
la práctica del arte en este nuevo modo de raciocinar. El autor del
Tratado del regimen cita los escritos anteriores sobre este mismo
objeto , y declara que solo habia emprendido el suyo por llenar
los vacíos que estos escritos presentaban. Sobre todo , se precia
de aclarar los signos que se manifiestan antes de las enfermeda
des. El autor del Primer libro de las enfermedades- , sostiene que
el tiempo que mide su curso no es tan exacto y preciso como
algunos pretenden : frase que parece ser una restriccion á la tcoria
de los dias críticos; y el del Segundo libro de los prorrheticos se nie
ga á creer la exactitud con que se dice en algunos libros poder
se conocer el menor desliz del régimen en un hornbre, y predecir
con toda seguridad lo que ha de acontecer en el curso de las enfer
medades. Con frecuencia critica el autor el lenguaje, que solo em
plea por conformarse con el uso establecido ; en muchas ocasiones
se habla tambien de los estraños á la profesion , lo cual prueba que
los médicos formaban una clase particular en la sociedad.
Háblasc tambien con mucha frecuencia de los filósofos que se
dedicaban al estudio de la naturaleza , y de algunos escritos acerca de
este objeto en que se pretende que el cerebro es el órgano que pre
side á la audicion; trátase además de la opinion de los antiguos so
bre el calor y el ether. Débese notar que esta calificacion de antiguos,
se emplea frecuentemente, lo cual prueba que la literatura médica
se cultivaba hacía mucho tiempo. Unicamente se hace en ella men
cion de dos filósofos; uno de ellos es Melisso de la escuela eleática,
citada en el Tratado de la naturaleza del hombre, y el otro esEm-
pedocles que lo es en el Libro de la medicina antigua. En el Libro
de las articulaciones se refiere un verso de Homero , el cual no se en
cuentra en las obras de este poeta segun las poseemos en el dia. Por
su título solo se hace mencion de un libro , que es el de las sentencias
cnidianas , y se habla de dos ediciones de este escrito.
Las noticias que poseemos acerca del estudio de la materia mé
dica y de la farmacia, son mas numerosas. Se ensalzan y ponderan
los progresos de esta parte de la medicina ; se exorta á los principian
tes á gravar profundamente en su memoria cuanto hay escrito sobre
las virtudes de los medicamentos; se habla de composiciones prepara
das con ciertas fórmulas, y muchos pasages nos dan á conocer que
habia algunos tratados de terapéutica en que estaban colocados los re
medios segun los efectos que en realidad ó solo en la apariencia pro
ducían. Asi es que se citan medicamentos propios para las enferme
dades de la matriz, ó bien destinados á restañar la sangre. Algunos
remedios tenian ya nombres particulares, que no eran otra cosa que
voces ó espresiones con que se entendian los médicos y farmacéuticos;
y cuando en el primer libro de las enfermedades de las mugeres se di
ce, tal sustancia debe pulverizarse como un medicamento , es evidente
que existían algunas reglas para los procederes farmacéuticos.
El exámen minucioso de todo lo que pudiera considerarse co
mo origen de la Coleccion hipocrática, nos ha demostrado que los
autores que en ella figuran encontraron ya una literatura rica, y
pudieron aleccionarse con la práctica de un cuerpo médico nu
meroso. En la época en que escribieron Hipócrates y sus sucesores,
poseia ya la Grecia muchos libros de medicina; la enseñanza se ha
bia hecho muy general, y un gran número. de prácticos disemina
dos por el pais, ventilaban entre sí, ya de yiva voz, ya por es
crito, diferentes cuestiones tanto teóricas como prácticas. Estudiada
la Coleccion hipocrática bajo este punto de vista, nos ha dado mu
chas luces acerca del estado de la ciencia y del público médico
que la cultivaba, y sobre todo ha hecho cambiar enteramente la idea
que en lo general se tenia formada, acerca de la posicion de Hi
pócrates en la medicina griega. Consultando los escritos hipocráticos,
únicos dignos de fé en este particular, y corroborados ademas por el
testimonio de los escritores contemporáneos , se le ve colocado en
medio de un movimiento científico que tuvo principio antes de su
venida al mundo, en el cual toma luego una parte muy activa, de
sarrollándose con energía y grandeza aun mucho tiempo despues de
su muerte.
La Coleccion hipocrática lleva en sí misma el índice de los tra
bajos que en aquella época se compusieron y la noticia de las pér
didas que con el trascurso del tiempo hemos esperimentado; con
firmando de este modo el resultado obtenido ya por el examen de los ma
nantiales mismos en que han bebido los autores hipocráticos. Sus obras
no han sido menos maltratadas que las de otros médicos de su tiempo; de
manera que la coleccion hipocrática que no es ya mas que un frag
mento de la literatura médica de esta época , no es tambien á su
vez mas que otro fragmento de las producciones de una escuela, de
la que solo han podido llegar hasta nosotros algunos libros, bajo el
nombre comun de Hipócrates.
En muchas partes de la coleccion , se habla de tratados que ya
se habian destruido , lo cual debió verificarse en una época muy re
mota; porque ni Galeno, ni Erociano ni los mas antiguos críticos de
la escuela de Alejandría, los vieron ni conocieron. Todos ellos debieron
sin duda alguna haber perecido en el periodo que separa á Hipócrates
de la fundacion de las grandes bibliotecas: las obras cuyos títulos se
citan en la coleccion , y acaso otras de que no se hace mencion alguna,
tuvieron una existencia muy poco duradera y debió sucederles lo que
con frecuencia acontece á los libros de la antiguedad , destruirse antes
de ser reproducidos por medio de las copias. Con respecto á estas obras
hipocráticas, no puede considerarse el incendio de la biblioteca de
Alejandría como causa de su destruccion, porque cuando esta biblioteca
se estableció ya no existian.
El médico autor del Libro de las articulaciones anuncia muchas
obras. Habla de un Tratado sobre las fricciones (Pag. 475» Ed. Frob.);
promete esponer la testura de las glándulas, su posicion, sus carac
teres y usos (pág. 476. Ed. Frob.); averiguar, en cierta especie parti
cular de tumores, los casos en que deba recurrirse á la incision (Pá
gina 483. Ed. Frob.); tratar de las deviaciones de la columna verte
bral al hablar de las afecciones crónicas del pulmon (Pág. 484. Ed.
Frob.); demostrar las comunicaciones ó anastomosis de las venas y de
las arterias, el punto de donde nacen y sus usos (Pág. 48o. Ed. Frob.),
y entrar en detalles acerca de la naturaleza del intestino y de todo
el abdomen, de las deviaciones y distensiones de la matriz. (Página
492. Ed. Frob.) Sin duda se cumplieron todas estas promesas ; se
compondrían estos escritos y servirían para la enseñanza de la me
dicina en las escuelas de Coo; pero no salieron de su recinto, y en el
momento en que se desarrolló el afan de recoger libros, cuando se tra
tó de multiplicarlos, ya no existian.
Otro tanto podemos decir de los tratados compuestos por el autor
del Segundo libro de los prorrheticos: ni la obra sobre las colecciones pu
rulentas del pulmon (para hablar en el lenguaje médico de esta época),
(pag. 416. Ed. Frob.); ni las delas enfermedades agudas (p. 418 Ed.
Frob,); ni la que trataba de las fiebres espontáneas y sin causa bien
-iO-
manifiesta (pag. 418. Ed. Frob.) y que abrazaba sin duda la esposi-
cion de la doctrina de las crisis (pag. 420. Ed. Frob.); ni la de las di
ferentes especies de oftalmías (p. 420. Ed. Frob-), pudieron llegar has
ta los comentadores de la escuela de Alejandría. Estos eran tratados
considerables en que se encerraban cuestiones importantes tanto teó
ricas como prácticas. Con esta enumeracion de títulos, se hace la de
los grandes trabajos á que se dedicó la medicina antigua. Cuanto en
tonces se hizo podría componer una biblioteca; en el dia no posee
mos mas que algunos trozos.
El autor del Tratado de las afecciones haciendo á su vez frecuen
tes citas de sus propias composiciones, nos da á conocer los objetos
de que entonces se ocupaba la medicina. Compuso tratados especiales
sobre las colecciones purulentas del pulmon , sobre los tísicos , sobre
las enfermedades de las mugeres (pag. 184. Ed. Frob.), sobre las de
los ojos (p. 180, Ed. Frob.), y sobre las fiebres terciana y cuartana.
Pero el libro de que hace mencion con mas frecuencia y . al cual re
mite incesantemente á sus lectores , es un tratado de farmacología. A
la mayor parte de las enfermedades que enumera, añade que es pre
ciso administrar el remedio como se prescribe en el Tratado de los
medicamentos (p. 180 Ed. Frob.). Los tratados de esta especie han si
do siempre necesarios al ejercicio de la medicina , y en esta época no
faltaban. El autor del tratado de las afecciones internas alude tambien
algunas veces á un libro semejante, (p. 196 y en otras partes.)
El del Cuarto libro de las enfermedades , que con frecuencia se
cita á sí mismo (y nosotros poseemos algunos de los tratados de que
hace mencion, como los libros de la Naturaleza del niño, de la Gene
racion y de las Enfermedades de las mugeres) , alude á un escrito
sobre la peripneumonia que no alcanzó la época de la fundacion de
la escuela alejandrina, (p. 177. Ed. Frob.)
El Tratado del parto de siete meses , está incompleto ; le falta
el fin; el autor debia escribir sobre los cuerpos; lo anuncia, pero
esta parte ha perecido, (p. 46, id. id.)
Él autor del Tratado de la naturaleza humana , promete espli-
car los periodos de los dias críticos (p. 22, id. id.), y da á entender
que ya ha manifestado lo que corresponde á cada edad , á cada es
tacion , á cada constitucion y á cada enfermedad, (id. id. id. id.)
En el libro que se titula Del médico y que hace relacion espe
cialmente á la cirugía , se habla de muchos escritos igualmente per
didos en la mas remota antigüedad. Estos son: un libro sobre los
medicamentos que tienen la virtud de procurar la maduracion, (p. 14,
Ed. Frob.) otro sobre los caracteres de las úlceras, (id. id. id. id.) y
otro sobre la cirugía militar, (id. id. id. id.)
Finalmente, el autor del opúsculo sobre el Arte deja para otro
lugar el examen de una cuestion de filosofía, sobre si los nombres
é ideas de las cosas son la obra del entendimiento humano , ó la
misma impresion de la naturaleza, (p. 1, Ed.Frob.)
Vemos pues cuan larga es la lista de los tratados que de
-41-
saparccieron antes de que se formase la coleccion hipocrática , á que
objetos tan diversos se dedicarou , y cuan poco se ha conservado
de esta literatura aun limitándonos á la escuela de Coo, que es de
la que mas trabajos poseemos. El mismo Galeno, al comentar el Tra
tado de las articulaciones , no pudo menos de admirarse de encon
trar tan numerosas pérdidas. «Hipócrates, dice, anunció en este tra,-
«tado, muchas obras que no existen en el dia. O no las compuso,
«ó han perecido como oíros muchos libros de la antigüedad. .Muchos
«autores han escrito acerca de estas pérdidas.» (Tom. o.° pag. 6l'».
Lu. Bastí.) Añade que aunque es verdad que en el Libro de las afec
ciones internas y en el Primer libro de las enfermedades se habla de las
colecciones purulentas del pecho, ninguno de estos escritos correspon
de exactamente con las citas del Tratado de las articulaciones. La
insercion de fragmentos que pertenecen á diferentes autores, la fre
cuente remision á composiciones que ya no existen , lodo espliea el
porqué esta coleccion se encuciilia tan descabalada.
De ningun modo mejor creo poder terminar las investigaciones
acerca del estado floreciente de la medicina antigua, que valiendome
de una cita de Galeno en que manifiesta toda su riqueza. «Titubearía,
«dice, en escribir un libro sobre el método terapéutico que los au-
«tiguos empezaron y sus sucesores han tratado de concluir. En tiempos
«pasados, porfiaban las escuelas de Coo y Cuido sobro quien haría ma-
«yor número de descubrimientos, porque los Asclepiades del Asia se
«hallaban divididos en dos ramas, desde la estiucion de los de Rodas.
«En esta nuble lucha tomaron tambien parte los- médicos de Italia,
«I'hilistiou, Empedocles, Pausanias y sus discípulos; de manera que
ose disputaban la primacía en medicina tres escuelas admirables. i. a
«de Goo fué la que poseyó mayor número y mejores discípulos; á esta
«menos gloria (Tom. k.° p. 35. fid. Basil.).
Muchos crítieos de la antiguedad, y especialmente de tiempos
modernos, se inclinan á creer que ciertos escritos contenidos en la
Coleccion hipocrática fueron supuestos por falsificadores en la épo
ca en que los reyes de Egypto y Pergamo rivalizaban en la adqui
sicion de libros y los pagaban á un precio exorbitante. Esta asercion
desmentida por muchos testimonios directos, lo está formalmente poi
las citas que de las obras perdidas, hacen los autores de las que hoy
poseemos. Efectivamente; esto prueba hasta la evidencia, que los quo
compusieron estos libros fueron médicos de un tiempo anterior al de la
formacion de las grandes bibliotecas. Un falsificador no hubiera podido
tener presente esta variedad de citas; le hubiera sido imposible ver en
ellas un medio de dar mas crédito á sus suposiciones; y si hubiera
creido útil recurrir á este artificio, citaría mas bien las obras existentes,
con el objeto de que las llamadas de unas á otras hiciesen mas ve
rosímil la autenticidad de las que querían atribuir á Hipócrates. Y en
verdad que el falsario que ha compuesto la correspondencia del mé
dico de Coo con Artagerges y Üemocrito, uo ha dejado de hacerlo.
7
-42-
Cita el libro de los Pronósticos , el del Regimen en las enfermedades
agudas y el de los Prorreticos , y trata por este medio de dar á su
fraude toda la posible apariencia de verdad. Pero los verdaderos au
tores cuyos escritos se han conservado en la coleccion hipocrática se
refieren á otras obras que ellos mismos habiati compuesto, y que ya
se habian destruido en la época en que las bibliotecas recogieronlos
que aun subsisten en el dia. Solo el autor de los Tratados de la ge"
neracion del niño , de las enfermedades de las mugeres ect. haca fre
cuentemente referencia del uno al otro , pero no los cita siempre con
el título que llevan en el dia , y usa para designarlos de alguna va
riedad en el lenguage que no puede ser sino del mismo autor. Un fal
sificador citaría siempre los títulos con escrupulosa exactitud.
A estas razones deben añadirse las que nos suministran aquellos
libros que, bien considerados, no son evidentemente mas que notas
puestas sin orden , observaciones incompletas , recuerdos que solo se
apuntaron para ser consultadosó para servir de materiales á otras obras.
Cinco de los siete libros de Epidemias, el Tratado de los humores,
el final del Tratado del regimen en las enfermedades agudas, ect. no
son otra cosa. Las ideas se suceden en ellos sin tener relacion algu
na entre sí; con frecuencia sus frases no están bien espresadas; á ve
ces se encuentran escritas solo algunas palabras que servirían para
recordar al autor sus pensamientos, pero que son, en el mayor nú
mero de casos , enigmas casi imposibles de descifrar. Si únicamente se
consideran estas composiciones , como una coleccion de apuntes que
los autores conservaban para su uso, sin que estuviesen de ningun modo
destinadas á ver la luz pública, esto se concebirá bieu; mas no, si se tra
ta de ver en ellas verdaderos libros. Efectivamente , quien habrá pen
sado jamas publicar bajo su nombre obras tan informes, en lasque
muchas frases son susceptibles de diversas interpretaciones, sin que
nunca se pueda tener seguridad de haber acertado con la que le es
propia? Podrá creerse que la misma mano que trazó los libros de los
Pronósticos y de las aguas, aires y lugares tan claros, tan correctos,
tan elegantes , se haya complacido en acumular una serie incoheren
te de frases sin construccion regular ni acabada , acumulacion que so
lo puede comprenderse no viendo en ella mas que notas? Esta es la
opinion que , acerca de este particular , han profesado la mayor parte
de los críticos de la antigüedad. Todos están conformes en decir, que los
libros en cuestion no debieron haber sido publicados en esta forma;
pero que los discípulos ó los descendientes del que en este desorden
dejase sus reflexiones , habian publicado la obra postuma def mismo
modo que la hubieron encontrado.
No es admisible otra esplicacion acerca de la composicion de los
libros que al presente nos ocupan. En cuanto á su publicacion, tra
taré de determinar en uno de los capítulos siguientes el modo como
se hizo. Entre tanto tomo acta de su mismo contenido , de su in
coherencia , de su incorreccion , de su obscuridad y del juicio uná
nime que de ellos han formado los críticos de la antigüedad , para
-4»-
Bajo este punto de vista, la Coleccion hipocrática es un caos;
por un lado vemos en ella partes perfectamente conservadas, cuan
do por otro, todo es ruina y fragmentos. Es pues necesario que to
dos nuestros esfuerzos se dirijan á aclarar en lo posible estos pun
tos, y establecer el orden que debe existir; porque ha dicho Bacon,
Ciíius emrrgit vertías. ex errore quam ex confusione. Si nosotros no
tratamos de procurarnos; por otra parte, luces que nos proporcio
nen mayor claridad , si tan solo nos contentásemos con los recursos
que nos pudiera suministrar la meditacion asidua y atenta de los tes
tos hipocráticos , conseguiríamos , es verdad algunos resultados pro-
hables en sí mismos , pero que aun dejarían lugar á la duda ; serian
susceptibtes de contestacion, y nunca saldrían de un estrecho lími
te. Es pues indispensable examinar con cuidado los escritos antiguos
que han llegado hasta nosotros , para obtener de ellos un conocimien
to tal , que permita á la crítica formar un juicio mas exacto acerca
de la importante cuestion literaria que á ella se somete. Este es en
efecto el punto mas difícil. La existencia de los libros que datando
tiempos muy remotos no puede presentar una autenticidad eviden
te, mientras no sean estos dados á conocer desde su origen y comen
tados en todas sus partes. Ahora bien, el conjunto de las obras
hipocráticas no ha sido citado por nadie en el intérvalo que sepa
ró á Hipócrates del establecimiento de la escuela de Alejandría: en
cnanto á su testo, este conjunto, esta coleccion, no fué comentada
hasta que lo hicieron los discípulos inmediatos de Herofilo, escep-
tuando un solo tratado [los Pronósticos) que lo fué un poco antes.
Asi que la existencia de la coleccion no llega á ser evidente, ni su
testo se encuentra asegurado, hasta la generacion que siguió á He
rofilo. Esta Coleccion pudo ser mas antigua, pero no mas moderna;
fíjese desde ahora este límite que la continuacion de esta obra ha de
e\idenciar. Con esta indicaciones ya claro, que si se quiere ir mas
adelante, si se quiere intentar distinguir en la misma Coleccion los
escritos que verdaderamente son de Hipócrates, no deben consultarse
ni citarse como pruebas sino los testimonios anteriores. Es verdad qne
no servirán para el todo de la coleccion , pero sí para algunos libros
en particular, los cuales proporcionarán un punto fijo á la crítica.

poderosa de alteracion de los libros , que desapareció felizmente con la Inven


cion de la imprenta que, segun el mismo autor, tuvo tugaren el año de 1440,
siendo el inventor Juan Gutembcrg , aleman, natural de Estrasbourgo en donde
tuvo esta inapreciable concepcion , que pasando a Maguncia, llegó á realizar. En
erecto, el hallar poco inteligibles algunas frases borradas con el transcurso del
tiempo y el no comprender bien el sentido de otras, dió motivo en su juicio,
á que algunos interpretasen lo que no entendian, siendo los mas notables
entre todos los que de tal modo pervirtieron los escritos de Hipócrates , segun
cita que hare de Galeno , Dioscorides y Artemidoro llamado Gapiton.
A estas causas y al haber existido otros médicos llamados Hipócrates . atri
buye especialmente nuestro Lemus. en la obra citada, la corrupcion de las
grandes obras de cuyo examen nos estamos ocupando.
CAPITULO IV.

Testimonios acerca de Hipócrates y sis escritos , entre la época en


que floreció y la del establecimiento de la escuela de alejandria.

La fecha de estos testimonios los hace de tanta mas importancia,


cuanto que se han hecho muy raros. En efecto, en este intérvalo, como
dejo dicho mas arriba, se encuentra un inmenso vacío en la litera
tura médica. El libro de las Sentencias Cnidianas, las obras de Fi-
listion, de Ctesias, de Diocles, de Praxagoras, de Dieuches, Fi-
lotimo y tantos otros han desaparecido, con lo cual nos faltan
puntos de comparacion con los escritos que componen la Coleccion
hipocrática. Debia en ellos nombrarse el asclepiade de Coo, ó de
signarse sus libros, lo cual nos suministraría señales útiles para la
clasificacion de lo que en el dia poseemos bajo su nombre. Los pocos
testimonios que nos quedan de esta destruida literatura concernien
tes á Hipócrates , deben recogerse con el mayor cuidado y examinar
se muy atentamente, para que no dejemos pasar sin apercibirla al
guna noticia positiva que en ellos se encuentre.
Pertenecen estos documentos á la época transcurrida desde Pla
ton hasta el principio de las escuelas alejandrinas , de modo que
comprenden el espacio de 120 años al menos; y son en número de
diez, á saber: de Platon, Ctesias, Diocles, Aristóteles, Herofilo,
Dexipo, Apolonio, Erasistrato, Xenofonte de Coo, y Mnesiteo. Los
cinco primeros han nombrado á Hipócrates; Dexipo y Apolonio han
sido ó por lo menos se dicen sus discípulos, y retlexionando se de
duce , que Erasistrato , Xenofonte de Coo y Mnesiteo le han citado.
No volveré á ocuparme de lo que acerca de Platon dejo ya di
cho: fue contemporáneo de Hipócrates , leyó sus obras, las consultó
y las citó; y su testimonio es de la mayor importancia en la cuestion
que nos ocupa. En esta época gozaba ya Hipócrates de gran repu
tacion en la Grecia, y sus libros llegaron hasta Atenas y el jardin
de la academia. Me limitaré, pues, á referir las dos citas en que Pla
ton nombra y designa á Hipócrates de Coo , hijo de los Asclepiades:
sabemos que conoció y leyó sus escritos, de modo que si en los li
bros de Platon se encuentran cosas semejantes con los de Hipócrates,
será lícito admitir que el filósofo copió al médico. Seria ademas pre
ciso un largo capítulo para manifestar la conformidad que se halla
en todo género de opiniones fisiológicas y médicas entre la coleccion
de los diálogos de Platon y la Coleccion hipocrática. M. Thiersch en
una disertacion particular (Speciem. Editiones Symposii Platonis; Got-
tingae 1808) ha tocado este punto; hace ver que cuando Platon dice
que «la medicina consiste en_el conocimiento de lo que en el cuerpo
«exige replecion ó evacuacion*,» espresa una doctrina puramente hí
-47-
pocrática : y yo añadiré ademas algunos egemplos. Platon dice : «Los
«médicos piensan que el cuerpo no puede sacar provecho del alimento
«en tanto que no se han espelido los embarazos , como el alma no
«puede aprovecharse de las doctrinas sin estar purificada (a). Este es el
aforismo que dice, que cuanto mas se alimenta á un enfermo tanto mas
daño se le causa. Impura corpora quanto plus nutries co mugis hule».
«La constitucion de los atletas, dice Platon, es peligrosa para la salud»
(hj. Tambien es este un aforismo en que dice, que en los hombres de
dicados á los egercicios es peligroso el esceso de vigor : Corpora e.rer4
citalorum etc. La idea de que un esceso de salud está próximo á la
enfermedad, dominó hacia mucho tiempo entre los griegos. Eschylo,
poeta griego, antes de Platon y aun antes que Hipócrates habia dicho:
«El punto de una salud eseesiva nunca es durable; y la enfermedad
«siempre está próxima.» Las fiebres , dice Platon , son la solucion del
tétanos y del opisthótonos. Esta opinion , sobre que no puede ser pro
pia de la filosofía , solo puede pertenecer á un médico que considera el
tétanos y el opisthótonos como enfermedades procedentes de una causa
de naturaleza fría : y se halla tambien en los Aforismos (seccion
4.a ). No seguiré citando mas pasages de esta especie como pu
diera hacer de muchos : he presentado estos egemplos evidentes, por
que en ellos veo uno de los mejores argumentos en favor de la au
tenticidad de la Coleccion hipocrática tomada en su conjunto. Tales
semejanzas manifiestan, que la composicion de estos libros es en rea
lidad del tiempo á que todos los indicios la refieren.
Hállase en la misma línea un segundo testimonio muy cercano
también al médico de Coo, de tanto mas interés cuanto que se refie
re á sus opiniones médicas y su práctica , y que los de esta clase y
de esta época son muy raros; este es el de Ctesias.
Ctesias mas jóven que Hipócrates era un asclepiade de Cnido;
acompañó á la espedicion á Cyro-el-jóven y quedó prisionero por es
pacio de 17 años en Persia , donde le grangearon sus conocimientos
médicos el favor de Artagerges. Escribió una historia de la Persia y
un libro sobre la India; siendo fácil conocer por sus escritos, que
tenia la costumbre de ocuparse de objetos médicos. Al leer un estrac-
to de sus libros que Photius nos ha transmitido, se encuentran en
ellos los mismos términos médicos que en las obras de Hipócrates.
Algunos críticos han supuesto que la voz músculo, que se halla en
ciertos libros de este grande hombre, es una prueba de que son estos
apócrifos, puesto que pertenecen á la escuela de Alejandría, y que
los antiguos designaban los músculos con el nombre de carnes : pero
este argumento no es fundado , porque Ctesias se valió de la misma
palabra al referir la muerte de Cambyso que dice se hirió el muslo

(•) Sophista tomo 2.» pag. 22. Ed. Tauch.


(b) Republ. 3, t. v. pag. 106 Ed. Tauch.
-18-
en el músculo (a). Oribasio nos ha conservado de él un fragmento in-
gular sobre el uso del heleboro que es el siguiente: «En tiernas de
«mi padre y de mi abuelo, dice Ctesias , no se administraba el hele—
«boro , porque no se conocía ni el modo ni la dosis en que debia
«darse: y cuando se prescribia este remedio , se preparaba al enfer-
«mo como si hubiera de correr un gran peligro. De entre los que le
«tomtban muchos sucumbian, pocos curaban ; en la actualidad pa-
«rece su uso mas seguro.»
He citado este pasage para hacer ver la suficiencia médica de Cte
sias. Ya sea que se hubiese valido para escribir en medicina de escri
tos pardiilos mucho tiempo habia, ó ya (lo que es mas probable)
que no hubiese publicado mas que sus obras históricas , lo cierto es
que habla en diferentes partes del objeto de sus estudios y profesion,
(ialeno sin espresar la obra de! médico enidiaito de quien tomaba la
cita, nos ha transmitido una opinion emitida por Ctesias acerca de Hi
pócrates.» Ctesias de Cnido, el primero, dice él en su Comentario m-
abre el tratado de las articulaciones , y despues de Ctesias otros mu-
«rlios han criticado á Hipócrates por la reduccion de los huesos del
«muslo , y han supuesto que se reproducía la lujacion casi en segui
da.» (b) Estas palabras de Galeno son muy breves y no por esto valen
menos. Ctesias aunque mucho mas jóveu que Hipócrates, fue su con
temporáneo ; pudo verle y conocerle , porque Cuido está muy cerca
de Coo; perteneció á una escuela rival suya, y el único escrito que
de él conocemos es una crítica de Hipócrates. Hay pocas notas tan
importantes acerca de la crítica de este célebre médico , como estas
Eneas que Galeno consignó en uno de sus comentarios. Lo que se
hecha de menos en el intérvalo que media entre el médico de Coo y
la escuela de Alejandría, es sobre todo la memoria de sus obras. Una
tacha como la que Ctesias hecha en cara á Hipócrates, es la prueba
mas palpable que puede darse del conocimiento que se tenia desde
tiempos tan remotos de las opiniones y práctica de este último ; y es
positivo que cuanto mas minuciosamente estudia la crítica los monu
mentos de la antiguedad en la época médica que nos ocupa , encuen
tra un terreno mas sólido en que poder afianzarse.
Hubo en el intérvalo de tiempo de que al presente me ocupo, un
médico famoso á quien se ha llamado el 2.°- Hipócrates : este es Dio-
chs de Carysto. La fecha en que floreció no se sabe de un modo bien
preciso; pero los antiguos hacen mérito de él , casi inmediatamente
despues del médico de Coo ; secundus wtnte famaque, dice Plinio (his-
toria natur. I. 2ü , c. 2.). Compuso muchos escritos que eran muy
estimados en la antigüedad , pero no quedan dc ellos mas que algu
nos fragmentos. Por su época y conocimientos especiales , Diocles es

(a) Esta palabra no puede sor de Photius compilador de Ctesias : pues no


hubiera aquel sustituido una siguificaciou precisa i otra vaga del autor onginai.
(b; Gal. t. V. pag. (l52. Bas.
uno de los testigos mas principales para la historia de los libros de
Hipócrates, pues vivió en un tiempo en que pudo conocer perfectamen
te los hombres y las cosas; Diocles ademas, combatiendo un aforismo
en que Hipócrates 'dice que una enfermedad es tanto menos grave
cuanto la estacion está con ella mas en relacion , como por ejemplo,
la fiebro ardiente en el estío., cita al médico de Coo por su nom
bre. En el comentario de Eciano sobre los aforismos (Schol. in Hipp.
Ed. Dietz, t. 2, pag. 326), se conserva este pasage de Diocles, que
copiaré testualmente , cuando me ocupe de la autenticidad de esta
última obra.
Aristóteles no dista mucho mas de la época de Hipócrates; fue
discípulo de Platon , y en sus estudios habia abrazado todos los conoci
mientos humanos, sin que la medicina le fuese desconocida, habiendo
compuesto sobre esta ciencia libros que desgraciadamente se han per
dido, escepto algunos fragmentos que de ellos subsisten én los Proble
mas (IX). Este es, pues. un testigo interesante que no debemos desaten
der. Solo nombra á Hipócrates una vez y es en la Política, en la
que se lee, en el lib. 7.° cap. 4.°: «Cuando se dice el grande Hipócrates,
«no se habla del hombre sino del médico.» Ésta mencion aunque
hecha de paso, merece .no pasarse por alto. Prueba que la reputacion

(IX) En el libro que escribió en 16W, nuestro Fr. Esteban de la Tilla mon-
ge de San Benito, De las vidas de doce principes de la medicina,. encontramos
algunas noticias que hacen relacion á este punto, en el capitulo que dedica a
este filósofo. Dice: «que era griego de nacion, y se llamo estagirita por ser
«natural de esta ciudad, hijo de Nicomaco y Fistida nietos de Asclepiades como
«lo dan 6 entender estos versos que dicen su descendencia;
Matrc crcatur Phistide , Nicomachoque parente,
Stirpe Asclepiadum divus Aristóteles;
«de los cuales infieren algunos que fue nieto de Esculapio , que no puede
«ser , porque Hipócrates t/ue fue mucho antes, viene á estarse en la décima
«generacion de Esculapio....»
Y mas adelante se espresa asi: «Esrribió muchos libros de todas malp
arias y en particular de medicina, (que fue su padre prolo—médico del rey
«AminUs) ect....— Adquirió mucha gloria con trescientos y mas libros que dicen
«anduvieron en su nombre tan plausibles, de que es muy verosimil se perdic-
«ron muchos; porque desde que pasó su librería de poder de Tcofrasto á sus
«herederos , que la tenían arrinconada , pudieron correr esc peligro, y cada dia
«le corrieran mayof, si la curiosidad de Lucio Sila Dictador que los compró todos,
«no los pusiera en mejor orden vengandolos del agravio que .padecieron sin que
•hubiese aun quien los dijese hasta entonces lo que se dijo de uno que tenia
«machos y los estudiaba poco; Salvete libri sine doctore. Y aunque al princi-
«pio no corrieron harto por la obscuridad con que quedaron , despue» si, con el
«comento de Alejandro Afrodiscp que los hizo mas inteligibles , Abcrroes y
otros espositores que no han tenido poco que hacer en darlos a entender.
En cuanto a Ia6 épocas que ahora tenemos en cuenta, Diocles, de quien
habla el autor en el parrafo anterior, sobrevivió poco á Hipocrates: Platon, maestro
de Aristoteles, nació 32 años despues de este; y Aristóteles, 382 años segun
unos y 38 i segun otros, antes Je J. C: es decir, de 76 á 78 despues de Hi
pócrates.
-80-
del médico de Coo se bailaba bastante bien sentada en una época aun
poco distante de su. muerte,. cuando se le daba el título de grande. Se
refiere tambien aL testimonio mas antiguo de Platon, que como aca
bamos. de manifestar, cita al médico de Coo como una autoridad de
mucho peso. Asi que no tardó Hipócrates en ser estimado por aquellos
que inmediatamente le sucedieron , tanto como lo fue por los que en
tiempos posteriores le reconocieron por gefe de la medicina, y erigie
ron una especie de culto á su memoria y su nombre^ Este no es el he
cho menos importante de su historia.
Lo mismo puede decirse respecto á Aristóteles,. el cual conoció lo
que era Hipócrates, segun se infiere por la cita de la Política. Si par
tiendo de este supuesto se buscasen analogías entre los libros aristo
télicos é hipocráticos, se hallarían muchas: solo me limitaré á referir un
ejemplo. Sucede, dice en la historia de los animales, lib. 3.° cap. 11,
que en aquellas partes- que solo están cubiertas por la piel no se reune
esta si llega á dividirse; por ejemplo, en la parte delgada dela man
dibula, en el prepucio, y los párpados. Aristóteles dá por razon, que
la piel aquí está desprovista de carne. En los Aforismos sec. 6.° y en
el libro i.° De las enfermedades , se dice igualmente, que la porcion
delgada de la mandibula y el prepucio una vez cortados ni crecen ni
se reunen. En los escritores hipocráticos no se halla la razon dada
por Aristóteles. He citado- esta analogía , porque es notable y no pue
de ser casual: por lo demas, cuanto mas se examinan los escritos de
Hipócrates comparándolos con los de Platon y de Aristóteles, mas con
formidad se encuentra entre ellos y mas puntos de comparacion. Las
mismas doctrinas, las mismas hipótesis, los mismos hechos referidos;,
todo esto concuerda entre Hipócrates, Platon,. y Aristóteles.
Erasistrato, Galeno, Plutarco y Aulo-Gelio han citado en algunas.
ocasiones á dos discípulos de Hipócrates que vivieron en la misma época,
que son Apolonio y Dexipo ó Dioxipo de Coo. Suidas habla de este últi
mo y le llama discípulo de Hipócrates: y otros le llaman Hipocrático.
Dice Suidas, que escribió un libro sobre el médico, y otros dos solre los
pronósticos. Platon sostiene en uno de sus diálogos , que las bebidas
pasan en parte por la traquearteria : y esta opinion fué adoptada por
Dexipo, que para defenderla argüía con la falta de epiglotis en los
pájaros. La designacion positiva de Dexipo como discípulo de Hi
pócrates, es un: eslabon mas en la cadena de testimonios entre el
célebre Ásclepiades y la escuela de Alejandría.
Es preciso contar tambien entre los principales testigos de Hi
pócrates á Herofilo. Este médico , célebre por sus descubrimientos
anatómicos y gefe de una secta que llevó su nombre, forma. el me
dio de union entre los tiempos antiguos y modernos, que empezaron
por la escuela de Alejaudria. Por todos estos títulos merece una
gran confianza; y mas particularmente es digno de ella en el punto
de que voy á ocuparme, por haber residido en una ciudad tal como
Alejandría, en donde se formaba una biblioteca pública y empezaba
á radicarse la erudicion. Sus libros se perdieron : pero otros escritores,,
-51-
Galeno y Eciano, nos dicen que habia comentado uno de los tra-
tadoa de Hipócrates.
Puesto que Hcrofilo comentó á Hipócrates, es imposible que no
le conociese Erasistrato. Galeno en varios sitios dice, que este evi
dentemente estaba celoso de los médicos de Coo, hallándose siempre
dispuesto á contradecir á Hipócrates. Con tales aserciones de Ga
leno, no es posible dudar que Erasistrato dejase de nombrar al
médico de Coo en alguna de sus obras. Estas se han perdido:
pero apesar de su adversion á las doctrinas hipocráticas, y de sus
esfuerzos para hacer prevalecer las suyas, se encuentran aun en los
pocos fragmentos que se han conservado, indicios del conocimiento
que tenia de los libros de aquel célebre hombre. Erasistrato dijo en
uno de sus escritos : «Las afecciones cambian , verificándose esta
«mudanza segun las leyes de la traslacion de las enfermedades. Asi,
«la epilepsia desaparece con -la fiebre cuartana ; la convulsion con
«cualquiera fiebre; la oftalmía con la diarrea; la periphneumonia
«con la pleuresía; la soñolencia febril con el delirio de la misma
«especie (Galeno. Comm. tn 2 epidem. Ed. Sozomeno, p. 80).» Este
pasage notable por sí mismo y por la idea de una ley que rige á
la mudanza de las enfermedades , se halla evidentemente en relacion
con algunos aforismos. Se dice al final de la 5.a seccion, que la in
vasion de la fiebre cuartana hace cesar las enfermedades convulsi
vas; en la 6.« seccion aforismo 17, que para curarse un enfermo
que padezca oftalmía , es bueno que le acometa una diarrea ; y en
la 7.* seccion aforismo 11, que es fatal que siga la peripneumonla
á la pleuresía, á cuya proposicion parecia que Erasistrato habia dado
un sentido opuesto. La última, relativa al delirio y soñolencia febri
les, no se encuentra en las obras de Hipócrates ; pero la analogía de
las dos primeras es decisiva, y de ellas las tomó Erasistrato. Esto
confirma lo que podia dejar indeterminado, el modo de esplicarse de
Galeno; y es interesante saber que Herofilo y Erasistrato, que exis
tieron al empezar los trabajos de la escuela de Alejandría , tuvieron
conocimiento al menos de alguna parte de los que constituye en el
dia la Coleccion hipocrática.
El penúltimo de los que me interesa citar aqui es Xenofonte ó*e
Coo, que como dice Celio Aureliano , fue defensor del meto 'o de Cri-
sipo, que comprimía los miembros con una ligadura en la hemopti- '
sis. En donde únicamente he hallado señales de su testimonio, es en
un comento inédito, del manuscrito 2235 de la Biblioteca real. Se tra
ta en él de la esplicacion de la voz griega equivalente á divino en las en
fermedades; espresion que se encuentra en el Pronóstico, y que ha dado
mucho que trabajará la sagacidad de los comentadores tanto antiguos co
mo modernos. Despues de haber dicho que Bacchio, Calimaco, Fí-
lino y Heraclides de Tarenlo habiart considerado las enfermedades pes
tilenciales como divinas, porque la peste parece ser enviada del cielo,
añade este comento : « Xenofonte , de la familia de Praxágoras,
«juzga que la clase de dias críticos es divina ; á la manera que los
-&2-
aGeminos, dice, aparecen a la vista de los marineros combatidos por
«la tempestad y los conducen á salvacion con su presencia divina, lo
«mismo los dias críticos arrancan frecuentemente al enfermo de ma
<ulos de la muerte (a).» El haber sacado este comento no consulta
do del manuscrito en que se bailaba desconocido , me permite refe
rir á su verdadero autor una cita de Galeno que confirma á su vez
la autoridad del comento. Hé aquí lo que se lee en el Comentario
sobre el Pronóstico: «El que dijo que la clase de dias críticos es
adivina, ha espresado su propia opinion , mas no ha aclarado el pen-
«samiento de Hipócrates.» Adviertase que Galeuo se vale de las
mismas palabras que el comento, diciendo la ciate Je dias críticos.
El médico que cita, sm nombrarle, es segun se ve Xenofonte de
Coo. Solo la nota puesta al márgen del manuscrito 2255 podia dar
nos á conocer esta particularidad de historia literaria.
El contesto del comento no permite por cierto dudar, que el
pasage de Xenofonte se refiera al divino del Pronóstico. Podría
concebirse alguna duda, viendo que este médico dice solamente que
los dias críticos son divinos; pero cuando se trata de indicar la opi
nion de Calimaco , Bacchio , Filino , y Heraclides de Tarento , que
se sabe por otra parte que son comentadores de Hipócrates, no se
espresa aquel de otra manera; dice que segun estos críticos la peste
es divina, refiriendo asi brevemente la interpretacion que daban de
la palabra divino en Hipócrates; y al decir Galeno que este autor
ha espresado su opinion, pero no el pensamiento de Hipócrates, da
á entender que habia cierta relacion entre el testó de este y la es-
plicacion de Xenofonte.
Tal vez haya lugar todavía de invocar en favor de Hipócrates
el testimonio de Mnesiteo de Atenas, que en la antigüedad gozó de
una gran reputacion. No se conoce su época de un modo muy
exacto; se cree sin embargo, que ha sido algo posterior á Praxágo-
ras. Las palabras de Galeno me parece que indican que Mnesiteo
habia hablado de Hipócrates, (el lector juzgará): «El nombre del arte
«lleva la ventaja sobre el estraño á la medicina, de saber cuanto se
«aleja la salud de la enfermedad. Hipócrates, el primero, ha tocado
«este punto : y le han imitado todos los que le han seguido y enten-
«dido sus libros, hallándose entre estos Mnesiteo de Atenas hom-
«bre versado en todos los ramos de la medicina.» Si Mnesiteo no
hubiese mencionado á Hipócrates , se espresaria asi Galeno? El
médico ateniense habia sido el primero en establecer un sistema
nosográCco ; decia que la medicina tiene por objeto conservar la sa
lud y curar las enfermedades , conservando la primera con las cosas
semejautes y curando la segundas con las contrarias.
(a) Man. 2233. Comento colocado a la cabeza del tratado de la enfermedad
sagrada. Creo que estas son las únicas lineas que poseemos de Xenofonte de
Coo : advirtiendo que es preciso no confundir a este con el Xenofonte de que babla
Tacito. Ann 12 , 62: Xentrphontem cujus scientia ipse (Claudias) utereturt
tadevt familia [asclepiadarum) ortum.
Reasumamos brevemente todo lo que viene dicho, y sigamos la
cadena de la tradicion que no se halla interrumpida. Cerca de 120
años despues de Hipócrates, le interpretó Herofilo en Alejandría
á donde habian llegado sus escritos; uno de sus discípulos, Dexipo,
se cita como escritor- médico ; Aristóteles le nombra una vez , pero
le conoció tan bien que le da el nombre de Grande. Diocles de
Carysto poseia sus escritos y se sirvió de ellos para criticarlos al
guna vez, como nos dice un comentador, ó para imitarlos con fre
cuencia segun Galeno. Platon cita en dos ocasiones con los mayo
res elogios al asclepiade de Coo ; y un médico de Cuido, Ctesias, com-
temporáneo de aquel, le crítica una praetica quirúrgica, que es la del
autor del Tratado de la» articulaciones. Se ve que la existencia lite
raria de Hipócrates se halla fundada sobre buenos documentos , y es
indudable que poseemos muchos suyos, aunque muchos se han perdido.
Asi, en la época que siguió á Hipócrates, se ha citado su nom
bre muchas veces por testigos irrecusables. Unimos á los nombres de
estos , los de aquellos que habiendo vivido anteriormente al mismo
Hipócrates , se hallan citados en la Coleccion hipocrática; que son:
Meliso en el Tratado de la naturaleza del agua':, Prodico y Pito-
cles en las Epidemia» i Empedocles en el Libro «obre la medicina an
tigua; Homero en el Tratado de las articulaciones y el Libro de las
sentencias cnid tanas combatido en el Tratado del régimen de las en
fermedades agudas. Si esceptuamos á Pitocles hombre enteramente
desconocido, y Homero en cuya fuente bebieron por largo tiempo
los Griegos, no se ven mas que nombres muy antiguos. Prodico y
Meliso son contemporáneos de Sócrates; Empedocles es anterior:
el Libro de las sentencias cnidianas, ya publicado segunda vez, se atri
buye á Eurifon, que es anterior á Hipócrates. Añadiré que el Tra
tado de la medicina antigua reproduce con una exacta fidelidad las opi
niones de Alcmeon, filósofo pitagórico de época muy antigua.
Asi que todas las citas que se encuentran en los escritos de Hipó-
cratesT son tomadas de una literatura anterior : y este hecho es im
portante en la historia de estos escritos, pues corrobora todas las prue
bas que tenemos de su antigüedad.
Si pasamos de los que se citan en Va Coleccion hipocrática á los
que citan á Hipócrates, encontramos en la época que va en seguida,
á Platon y Ctesias, los cuales eran jóvenes cuando Hipócrates viejo:
y un poco despues, Diocles y Aristoteles apoyan este testimonio con
su nombre , que invocan. Asi los autores de que se habla en al-
de los tratados hipocráticos , como los que citan al médico de
constituyen dos lfmite» entre los que se encuentra su ^poca.
Aunque no tuviesemos ademas otras noticias, esta sola consideracion
nos bastaría para que redujésemos esta época á su verdadera fecha;
y por este rode» se llega á confirmar lo que los biógrafos muy pos
teriores Eratóstenes , Sorano de Coo y otros nos han dicho , acerca
del tiempo en que aquel floreció.
-3i-

CAPITLIiO V.

Sobre la transmision de los libros hipocraticos y la serie be


sus comentadores en la antigüedad.

Las conquistas de Alejandro, las numerosas comunicaciones que


se establecieron entre la Grecia y el Oriente, la fundacion de Ale
jandría en Egipto (X) y la formacion de grandes bibliotecas en esta ciu
dad (XI) y en Pergamo, produjeron en las relaciones literarias una revo
lucion semejante , aunque en inferior escala , á la causada por el
descubrimiento de la imprenta. La literatura médica no participó me
nos de ella que los demas ramos de los conocimientos humanos,
y las producciones que en épocas anteriores hablan sido dadas á luz
adquirieron una publicidad mucho mayor. Esto se comprueba por
los libros hipocráticos; en efecto, lo que les faltó sobre todo en el
periodo comprendido entre Hipócrates y la escuela de Alejandría, es
una verdadera y estensa publicidad. Pocos los poseian , apenas se
les mencionaba, y se hallaban encerrados en el círculo de un pe
queño numerado manos, entre sus discípulos y sus descendientes. Era
muy limitado el público que los conocía , muy escasas sus copias,
su circulacion muy reducida, no existían bibliotecas públicas en donde
se les pudiera consultar, y la mayor parte de los escritores no tenían co
nocimiento de estas producciones: no hay pues que estrañar que se
Jes haya citado tan pocas veces. De aqui la frecuente esposícion á
destruirse unos libros de que tan pocas copias existían; la pérdida
de tantas obras de la escuela de Coo, que han perecido antes de
multiplicarse y esparcirse; la facilidad en fin, que los comerciantes
de libros tuvieron, cuando los reyes de Egipto y de Pergamo pa
garon á peso de oro los manuscritos preciosos, para poner el título
que quisieron á escritos muy anteriores sin duda, pero que no se
habian publicado de modo alguno, dándoles un nombre que aumen
tase considerablemente su valor.
No sucedió lo mismo en la época que siguió á la muerte de

(X) La fundacion de esta célebre ciudad es debida á Alejandro el Magno, que


despues de haber conquistad» la Persia y el Egipto, trató de consignar su gran
deza con una ciudad que llevará su nombre. Al efecto eligió un punto que, por
su situacion topografica , pudiera ser el medio de comunicacion de la Europa ron
la otra parte del mundo sometida a su servicio: tal fue la ciudad a que im
puso su nombre de Alejandria. Separada esta de Enrona por no muy larga dis
tancia del mar y de la otra parte de su imperio por el mar Rojo, llegó a ser
como se babia propuesto su fundador el centro de las riquezas, del saber y
del comercio. Anal. hist. de la med. por D. Anas. Chinchilla. Pag, 133.
CXI) El fundador de esta gran biblioteca en Alejandría, fue Ptolomco Flladclfo
hijo de Ptolomco Soler y nieto del Gran Alejandro. Id. id.
Alejandro. Los libros solo por haberse multiplicado, tomaron una
forma mas cierta, que no permitía tan fácilmente sustituciones de
nombres, ni la interpolacion de nuevos escritos en una coleccion ya
existente. La hipocrática (que es la única de que al presente nos
ocupamos) se halló establecida por los trabajos de Jos- comentadores,
y cerrada á la invasion de todo escrito que no hubiera á la sazon
comprobado su origen. Desde entonces su transmision fue regular, y los
comentadores se sucedieron sin interrupcion: y esta transmision de los
testuales y la serie de comentadores, es la que es preciso que estu
diemos (a)~
Si fuese cierto que Diocles de Caristo hubiese comentado algu
no de los escritos de Hipócrates , sería el mas antiguo de los escri
tores que han. trabajado sobre este particular. Ackermann en la es-
celente memoria que forma. parte de la Biblioteca griega de Fabri-
cio, indica á Diocles, Mantías, y Filotimo como comentadores del
Tratado de la oficina del médico. Esta es una equivocacion: ninguno
de ellos ha comentado este tratado , y los pasages de Galeno en que
Ackermann apoya su parecer, han sido mal interpretados. Este mé
dico dice solamente, que Diocles, Filotimo y Mantias compusieron
un libro acerca del mismo objeto , y que tenia casi el mismo títu
lo. Erociano cita este libro de Diocles bajo el título de- Tratado
sobre la oficina del médico ,. deduciendo de él la esplicacion de
una palabra dudosa que hay en el Libro de las articulaciones ; lo
que prueba que es cierto que se valió de los textos de Diocles pa
ra esplicar ciertas voces dificiles, pero que estos no se hallaban
en un comentario de los libros de Hipócrates, sino en tratados com
puestos por el. médico de Caristo sobre diversos puntos de medici
na. Puede asegurarse que Diocles no ha sido- comentador de Hipó
crates , porque sus comentos, si hubieran existido, habrían sido cita
dos por otros autores posteriores: pero escribió varias obras que
tenían mucha semejanza ya por su estilo ó por el objeto con las
de la- Coleccion hipocrática, como son el Tratado de la oficina del
médico y el de los vendages , que ofrecían grande analogía con el
libro hipocrático De las articulaciones; y tambien un Tratado del
Pronóstico, en el que habia. mucho tomado- del libro de Hipócrates
que trata del mismo objeto.
Es pues Herofílo el comentador mas antiguo que se conoce , el
cual fué discípulo de Praxágoras y floreció en Alejandría hácia el año
300 antes de i. C. Trabajó sobre el Pronóstico de Hipócrates; y Ga
lena dice , que se contentó con esplicar solamente las voces, sin en
trar en cuestiones médicas. Eciano (b) nos ha transmitido una de
sus esputaciones : «Herofilo, dice, juzgaba que el pronóstico y la
«prediccion. son. dos. cosas diferentes ; que el primero es el juicio

(a) Pren ha tratado este objeto con el título de interpretibus grácil Hippo-
truUít : no be podido proporcionarme esta disertacion,
(bj Comment. sobre el pronos!, de Uipocr. pag. 61 Ed. Dietz.
-S6-
«que el médico forma sin manifestarle , y el segundo es el mismo
«juicio enunciado.» Eciano encuentra ridicula esta distincion ; lo
cual en efecto prueba, que Herofilo se habia ocupado principalmen
te del sentido preciso de las palabras. Sin embargo, habia induda
blemente añadido algunas otras esplicaciones , porque al -citar Celio
Aureliano su Comentario (Chr. Jib. 4.° cap. 8), refiere que examinan
do Herofilo el pasage en que Hipócrates habla de las lombrices que
se arrojan por las cámaras , dice que importa poco que se evacuen
estos animales muertos ó vivos. Se ve por otros documentos que Ga
leno presenta, que- Herofilo habia efectivamente sometido á un exa
men crítico el Tratado del Pronóstico: promete aquel examinar las
objecciones que ' á este escrito habia opuesto el médico de Alejandría
(a) y añade un poco mas adelante que estas objecciones no valen nada.
Publicó Herofilo otros trabajos acerca de los escritos hipocráti-
cos? Acerca de este punto no hay mas que testimonios inciertos y
testos sospechosos. Galeno dice: «Los- primeros que han esplicado
«los Aforismos , son Herofilo el Bacchio , Heraclides y Zeuxis los
«empíricos » (Tom. 5,° pag. 328. Ed. Basil.).- Schultze (hist,
med. pag. 382) observando que ningun autor hace mencion del co
mentario de Herofilo sobre los aforismos , dice que es preciso- leer
Bacchio el herofiliano. Lo cierto es , que la frase de Galeno no es
correcta, y el artículo ante el nombre Bacchio no está bien , pu-
diendo facilmente admitirse otra correccion que dejase subsistir el
nombre de Herofilo. Erociano cita una esplicacion del médico Ale
jandrino , y la palabra -sobre que versa se halla en el Pronóstico.
Añade que se la encuentra tambien en el V.° libro de las Epidemias,
en el 1.° de las Enfermedades de las mugeres , y en los Aforismos:
mas no probará esto que Herofilo comentase este último tratado. Mont-
faucon 1498 (b), dice, que en la biblioteca ambrosiaua de Milan exis
te un comentario de Herofilo sobre los Aforismos. Si el hecho lue-
se cierto, resolvería de hecho el reparo de Schultze (c); pero nadie
ha hablado despues de este manuscrito de la biblioteca ambrosiaua,
y M. Dietz que recogió los comentadores griegos inéditos , no ha pu-
. blicado este comentario , que seria de tanto valor para la.crítica de
las obras hipocráticas. Esta cuestion grie conduce á otra, cual es la
de saber si Herofilo dejó algun testimonio sobre el Tratado de los lu
gares en el hombre. Trátase tambien aqui de uu testo alterado. Se lee un

(a) Tom. V, pag. 120. Ed. Basil.


(b) Tomo esta indicacion de la Biblioteca griega. Ed. de liarles t. 2, p. Sli.
(c) Podria muy bien creerse , segun un testo de Galeno en el tom. V pag.
410. Ed. Bas. que Herofilo habia- comentado tambien el 3." Libro de las Epi
demias . pues segun el contesto de la frase á que aludo, es evidente que en
vez de Zenon y Herofilo , debe leerse Zenon de la secta herofüiana. Fabricio
(Bib. grieg. t. 13, pag. 43í) y Schultze {hijlor. med. p. 382) han indicado
esta correccion , que por lo demas tiende á hacer sospechar mas el testo an
tes citado , relativo á Herolilo y á Bacchio.
-57-
(laleno : «Eroi íano dice que se llama Kammornn no solo al animal
«mismo ( es un animal semejante al langostino), sino al musgo
«á que se- adhiere. Zcuoii el herofiliano asegura que Kummoron, es
«la cieuta; y Zeusis que es un medicamento refrigerante.» Los ma
nuscritos y los impresos presentan mucha variedad sobre el nombre
de Krociano, poniendo unos Erotiuon , otros Erotinus, y Herolilo otros.
El testo se halla seguramente alterado : si on el Glosario de Erociana
se busca la esplicacion citada por Galeno, no se encuentra en él nada
que se la parezca; y como faltan medios de compro bar cual es la
verdadera leeoion, nada puode deducirse en cuanto á Herolilo.
En esta época que hemos recorrido, se afanaron losgramáticos, como
loe médicos, poresplicar las palabras de los libros hipocráticos. Xenocrito
de Coo, compatriota de Hipócrates, es, segun dicen Calimaco el he
rofiliano, Heraclides de Tarento y Apolonio de Citio , el primer
gramático que emprendió este trabajo de interpretar (Krociano, pag. 6.
Ed. Franz.): y si, como Erociano nos asegura bajo la fé de los co
mentadores anteriores (p. 8. Ed. Franz.) , Bacchio le precedió en tal
tarea , esto refiere á Xenocrito, y con él la Coleccion hipocrá
tica. á la época de Heroftlo. Otros gramáticos sin dedicar un libro es
pecial á un glosario hipocrático , se han ocupado en el curso de sus
trabajos , de las dificultades que presenta el ant;guo lenguage jónico
del médico de Coo. Erociano, que dice que ningun gramático de
celebridad ha pasado en silencio á Hipócrates, cita entre otros á Aris
tarco el crítico famoso , Aristocles y Aristopias (a), ambos de Rodas
y menos conocidos ; á Diodoro de quien nos ha transmitido una es
plicacion sobre una voz dificil del Tratado de los lugares en H hora-
bre , y en fin á Antigono y Didimo, naturales de Alejandría y de gran
de reputacion. Es sensible que los trabajos de estos gramáticos hayan
perecido del todo , pues hubieramos probablemente encontrado en ello»
recursos abundantes , sino para esplicar todas las dificultades que pre
sentan los libros hipocráticos, al menos para poner mas en claro el tes
to. He reunido en este párrafo todos los gramáticos , á pesar de ser
algunos muy posteriores , para |manifestar á golpe de vista el interes
que en tiempos pasados habia inspirado la Coleccion hipocrática.
Pero los trabajos cuya pérdida es aun mas sensible, por ser mas
especiales, son los de Bacchio de Tanagra y de Filino el empírico.
El primero, discípulo de Herolilo, dió una odicion del libro 3.°
de las Epidemias (b), escribió esplicaciones sobre el libro 6.° (c), so
bre los Aforismos <d) y sobre el Tratado de la oficina del medico (e);
compuso ademas un escrito en tres libros , titulado las Dicciones,
que abrazaba la esplicacion de las voces difíciles y desusadas de la
Coleccion hipocrática. Asegura Galeno, que siguiendo el egemplo de
(a) En algunos manuscritos de Erociano se lee .Vristéas y tambien Arislobuto.
(b) Galeno t. V paí?. 413. Ed. Basil.
(c) Id. id. pag. 442 id.
d) Id. id. pag. 328.
e) Id. id. pag. 062. ..... i .
9
-38-
Herofilo, se limitó Bacchio á esplicar los términos obscuros; y añade
que se decia que este médico habia tomado egemplos del gramático
Aristarco (Galeno, Glossar. p. lO4. Ed. Franz.). Erocianodice so
lamente, que Bacchio en esta obra se habia apoyado mucho en el tes
timonio de los poetas. En todo caso, la fecha señalada á Aristarco
no permite creer que Bacchio fuese auxiliado por este gramático: pues
Bacchio fue contemporáneo de Filino, y este habia sido discípulo de He-
rofilo; con que un oyente de Herofilo es anterior á Aristarco. Ero-
ciano nos ha trasmitido en su glotario muchas esplicaciones toma
das de la obra de Bacchio, las cuales versan en efecto sobre voces
obscuras. Los fragmentos de este, cortos pero bastante numerosos, que
han llegado hasta á nosotros , se parecen mucho por su laconismo á
los artículos del glosario de Erociano.
Desde entonces empezó la polémica entre los intérpretes de Hipócra
tes. Filino de Coo combatió á Bacchio en un tratado compuesto de seis
libros, de los que solo nos queda una esplicacion insignificante so
bre un advervio del Pronóstico y una palabra del Tratado de las ar
ticulaciones (a). Hubiera sido curioso ver como el audaz médico, que
fue gefe de los empíricos y que ensayó el establecer sobre la única
base de la observacion el edificio entero de la medicina, habia con
cebido la interpretacion de los escritos de Hipócrates; si es que la
interpretacion versaba sobre otra cosa que sobre nombres. Efecti
vamente, la polémica de Filino, á juzgar por los dos únicos ejem
plos que Erociano refiere, se dirigió contra el libro delas Dicciones,
y no contra los comentarios de Bacchio sobre los Aforismos y sobre el
libro 6.° de las Epidemias , ó contra su edicion del 3.° La obra de
estos dos médicos era alfabética? Estoy inclinado á creer que no, en
vista de que Erociano no indica este orden hasta que nombra á
Glancias que floreció despues de ellos.
Este último, de'la secta empírica, trabajando tambien sobre las
Ealabras oscuras , compuso un solo volumen , pero muy considera
le, en que seguia el orden alfabético. Erociano le encuentra dema
siado largo en su disposicion, y le critica el haber añadido á cada voz
la indicacion de todos los tratados en que se usa. Si el libro de Glau-
cias hubiera llegado hasta nosotros , le hubieramos agradecido su
cuidado muy lejos de vituperarle; porque formaba un lexicon, ó dic
cionario cómodo, de los términos dificiles de la Coleccion hipocráti-
ca. Puso mas atencion que sus antepasados en la esplicacion médi
ca, mas parece que no fue muy feliz en la parte filológica de su tra
bajo, y por esta razon sus interpretaciones fueron en la antigüedad
poco apreciadas. Galeno nos manifiesta (comment. sobre el Trata
do de los humores p. 2. Ed. Kühn), que este médico consideraba el
Tratado de los humores como perteneciente á un Hipócrates diferen
te del grande Hipócrates que es autor de los Aforismos, lo cual nos
suministra al mismo tiempo la prueba , de que el comentador atribuía

(a) Eroc. pag. 32. Franz. y pag. 86.


los Aforismos á Hipócrates. Dos comentadores solamente , dice Ga
leno (t. V, p. 6G2, Ed. Basil.) , que habian comprendido en su
trabajo la totalidad de las Obras de aquel célebre hombre, que
fueron Zeuxis y Heraclides de Tarento, ambos de la secta empírica.
Acabamos de ver en efecto , que Herofilo y Bacchio no liabian co
mentado mas que ciertos tratados ; que Xenocrito , Bacchio , Fili-
no y Glaucias solo compusieron vocabularios para interpretar las pa
labras dificiles; y aunque estos diccionarios no son comentarios,
compilados , como lo eran , sobre toda la Coleccion hipocrática. no
pueden menos de ser una prueba mas acerca de la existencia de esta
Coleccion en los tiempos de los espresados autores.
Desde la época de Galeno se leian ya poco los comentarios de Zeu
xis , y se hicieron escasos. (Galeno, tom. V, pag. 411. Ed. Basil).
En los testimonios dedos intérpretes tan antiguos como Glaucias y
Zeuxis, se encuentra una prueba de que el texto hipocrático se ha
lla, hace mucho tiempo, en el estado en que nosotros le conocemos.
No. pudiendo Glaucias dar una esplicacion satisfactoria de un pasage
del Libro 6.° de las epidemia», añadió una negacion: Zeuxis le vi
tupera el no haber comprendido su sentido, y haber introducido inú
tilmente una correccion violenta y arbitraria; pero Glaucias, por
su misma correccion, confirmaba la leccion que tiene todavía el texto;
de modo que esta frase estaba escrita desde entonces como en el
dia se halla (a): advertencia interesante para la autenticidad de los
textos. El Libro 3.° de las epidemias presenta al final de la histo
ria de cada enfermedad Caracteres. que se han añadido en una época
desconocida , los cuales han dado que hacer á muchos comentadores.
Zeuxis trabajó sobre esto muy particularmente , y separó los errores
de los demás (b).
El mas célebre de los comentadores de Hipócrates, es Heracli
des de Tarento , porque al mismo tiempo fue un gran médico. No
se sabe con exactitud el tiempo en que vivió; es sin embargo, pos
terior á Bacchio. Sus trabajos versaron casi sobre todos los ramos de
la medicina , pero cultivó con especialidad el estudio de la materia
médica y la botánica ; y decia que los médicos que componen tra
tados sobre este objeto sin conocer bien los simples, se parecen á
los pregoneros que publican las señas de un esclavo fugitivo sin ha
berle visto nunca. Se dedicó á trabajos de erudicion acerca de Hipó
crates , y compuso un comentario en muchos libros que versaban
sobre todos los escritos que llevaban el nombre del médico de Coo:
siendo muy sensible la pérdida de este comentario, por la vasta es-
tension de los conocimientos de este médico y el juicioso espíritu que
manifestaba en sus escritos. Es preciso advertir , que Heraclides de
secha como apócrifo el Tratado de los humortf (c).
(a) Galeno t. V, pag. 471. Ed. Basil. i
(b) Id. t. V, pag. 430. Ed. Basii.
(c) Galeno. Comment. sobre el tratado de los humores , t. XVI pag. 1.
I
-60-
Zcnon, de la see'a herofiliana, pasaba por un médico hábir, mas
por un mal escritor (Diog. Laert. p. 251. Ed. H.Steph). Compuso un
comentario sobre el libro 3." de las epidemias (Gateno t. V, pag. VIO,.
Ed. Basil.), y consagró tambien un libro entero á la interpretacion
de sus Caracteres. Apolonio le combatió en otro libro mas volumi
noso todaviaf pero no dándose aquel por vencido, contestó con otra
hueva obra. Continuó esta contienda aun despues de la muerte de Xe
non, y Apolonio Biblas compuso un nuevo tratado sobre el mismo
objeto, en que aseguraba que ni el egempiar hallado en la biblioteca
real de Alejandría , ni el que procedia de los vasos (a), ni la edicion
publicada por Bacchio contenían los Caracteres tales como Xenon los
habia indicado. Asi' ocupó por largo tiempo, á los médicos alejandrinos
que se dedicaron á la crítica literaria, la interpretacion de caraete*
res enigmáticos y de un origen dudoso.
En esta misma época es en la que se hallan una multitud de
comentadores de Hipócrates , acerca de los cuales poco se sabe;
tales son , Calimaco de la secta herofiliana . citado entre ellos por
Erociano., el cual escribio un libro sobre las coronas qite causan los
mules de cabeza (b) ; Epiceleusto- de Creta , que formó un com
pendio de las esplicaciones de Bacchio y las ordenó (c); Apolo
nio Ofis, que hizo lo mismo (d) ; Dioscórides Phacas , que comba
tió á sus predecesores en un tratado compuesto de siete libros (e);
Lisimaco de Coo, qué despues de haber incluido en uu solo libro
todo el comentario de Hipócrates, dirigió tres sobre el mismo obge-
to á Cidias heroíiliano y otros tres á Demetrio ff);Euforion que le si
gue y comentó á Hipócrates en seis libros fg); Heraclides de Eritrea,
que escribió por lo menos sobre el libro 3.° de las epidemias , sobre
los Caracteres y sobre el C.°, (h) y fue uno de los mas célebres discípu
los de Crisermo (i); Epicles , posterior á Bacchio , que habiendo dispues
to su comentario por orden alfabético , afectó una vana brevedad (j);
Erociano, sin embargo, le cita muchas veces; Curíeles, á quien nom
bra una vez Erociano (k), que esplicó el Tratado de las articulaciones;
Filonides de Sicilia , de quien nos ha trasmitido Erociano la esplica-
eion de una voz , que segun este médico , por lo demas descono
cido, significa rubicundez que se manifiesta por afuera (I); Iscomaco,.

Mas adelante esplicaré lo que eran esto»- ejemplares de los vasos.


Plinio, XXI 3.
Erociano , p. 8. Ed. Franz.
Id.
Id.
Ibidtm. Lisimaco es citado en las glosas de Nicandro, pag. 83..
Erociano, pag. 12¿ >''
Gal. t. V, p. 412 , 442 y SI8. Ed. Bas.
Gal t. III, p. 48.
Erociano , p. 16.
Idem, p. 308.
Idem, p. 144. Ed. Franz;.
-61-
Cidias de Mylasa (a) y Cinesias, todos tresnados, una vezcadauno, en
el Glosario de Erociafio; Demetrio el epicureo, de quien Erociano nos
ha conservado la interpretacion de dos voces; Diagoras de Chi
pre, citado tambien una vez por Erociano (pag.. 306); y el poeta
médica, Nicandro de Colofon en Jonia, sacerdote del templo de Apo
to en Claros, que vivió en el segundo siglo antes de l. G. y parafra
seó en verso el Pronóstico de Hipócrates, alterando sin duda en sus
exámetros la precision del lenguaje hipocrático, sin haber suplido- esta
licencia con mérito alguno poético. Nada ha llegado á nosotros de
este poema didactico, y en verdad que poco hemos perdido. Nicandro
habia compuesto tambien un Glosario de tres libros lo menos, en
que esplicaba palabras de Hipócrates. Erociano le cita algunas veces.
Llegamos en fin á un comentador, de quien nos han quedado al
gunas cosas, que es Apolonio de Gitio, que vivió en el primer siglo
anterior á J. C. Fué discípulo de un tal Zopiro, que egercia la ci-
rujia en Alejandría, y observaba los preceptos do Hipócrates para- las
fracturas y lujaciones. (Scholia in Hipp. Dietz t. 1 p. 2.) Esto prue
ba, como ya se deduce de tantos comentadores citados, que la auto
ridad de Hipócrates era grande en Alejandría. , teniendole ya Apo
lonio por (/trino. Este médico compuso un Tratadoi en diez y ocho
Hbros, que combatía una obra en tres de Heraclide de Tarenlo, cuya
obra el mismo Heraclide habia dirigido al libro de Bacchio. No debe do
modoalguno deducírsede esto que Apolonio deCitio fuese contemporáneo
de Heraclide de Tarenlo, pues fué realmente anterior á él. Nada nos ha
quedadode este gran trabajo, ámenos que el pequeño comentario sobre el
Tratado dela»ar ticulaciontB no sen un fragmento suyo. Este es el único que
ha llegado á nuestras manos; fue publicado por primera vez en griego por
M. Dietz, y escuriosobajo esteconcepto,quedetodoslosmonumentosque
poseemos, sea este el mas antiguo. Apolonio le añadió láminas que repre
sentaban las maniobras de la reduccion; acusa á Bacchio de impericia,
y á un tal Hegetor (b) cirujano de Alejandría, á quien hecha en cara
no haber entendido el testo che Hipócrates sobre la reducción del mus
lo. Sostenía Hegetor, que la rotura del ligamento redondo del fé
mur impedia al hueso reducido permanecer en la cavidad cotiloidea,
y á propósito de esto declama Apolonio contra la anatomía de los
heroiilianos tan celebrada , diciendo que semejante opinion se halla
refutada per los hechos (Schollia in Hipp. Ed. Dietz. t. I, pag. 35).
Apolonio de Citío pertenecía á la secta empírica ; asi- que com
batía fuertemente á los heroiilianos. Su libro fue dedicado á un prin
cipe llamado Ptolomeo. El autor se contenta con revisar los diferen
tes medios de reduccion usados por Hipócrates, y no entra en nin

fa) Erociano p-. 192. Seria este Iscoraaco el mismo Histomaco de quien So
tano habla, y que habia escrito un tratado titulado de la Secta de Hipócrates*
Ib) Scholia in Hipp. Ed. DieU t. 1 , pag. 35. Este Hegetor es aquel de
quien habla Galeno en su Tratado sobre la distincion del guiso. Reune en
moa misma frase muchos médicos de Alejandría.
"-G2-
gun pormenor de patología: concluyendo su comentario, muy corto
por lo demas, con una recapitulacion de todas las reducciones de
los huesos dislocados.
Llegó el tiempo en que la medicina iba á ser dominada por un
sistema que se proponía destruir las antiguas teorías, y su autor
Asclepiades se ocupó de los escritos hipocráticos no solo para criti
carlos sino para interpretarlos con erudicion. Este médico llamado
de Bitinia , de Prusa, y algunas veces de Kios , porque Prusa tam
bien llevó este nombre, vivió en Roma desde el tiempo de Craso
el viejo y de Pompeyo. Compuso un gran número de escritos, que
en la actualidad no existen, de los cuales solo dos eran relativos á
un trabajo de erudicion acerca de Hipócrates: un comentario sobre
el Tratado de la oficina del medico citado por Galeno (tom. V, p. 662.
Ed. Basil.) , y por Erociano con el nombre de skeparnos , que se
gun dice Asclepiades , «es un vendaje que volviendo sobre sí mis-
«mo en forma' de X forma una especie de cruz;» y el otro es un
comentario ó esplicacion {explanaíorium) de los aforismos , que pro
bablemente constaba de 7 libros y de los cuales Celio Aureliano (Acut.
3, 1.) y Erociano (p. 300. Ed. Franz.^ citan el 2.° De Galeno he
mos recibido un pasage de Asclepiaaes bastante largo, [sacado tal
vez, de alguno de los comentarios indicados mas arriba , y que me
rece citarse. «Los huesos se dislocan , dice Asclepiades, sin causa
«aparente por la accion de las enfermedades crónicas : Hipócrates
«lo atestigua en su tratado de las articulaciones , y yo por mí mis-
Mmo he observado dos casos. El primero fue en Paros; el enfermo sin
«haber recibido golpe alguno ni dado caida, empezó por sentir do-
«lores en la pierna , y al cabo de tres meses , que los pasó en ca-
«ma , la cabeza del femur fue desalojada de su cavidad. Yo creo que
«este accidente fue producido por los escesivos dolores que le ator-
«mentaron. El 2.° caso ocurrió en un jóven , actor trágico, el cual
«sufrió una lujacion del muslo' sin causa conocida , tirando las car-
«nes, por la inflamacion, de la cabeza del hueso, y sacándola de la
«cavidad que ocupaba.» Esta cita podría hacer creer que Asclepiades
no era tan injusto respecto á Hipócrates, como Galeno supone en
muchas ocasiones. «Asclepiades, dice, en el tom. 1, pag. 436.
«Ed. Bas., menosprecia las dieoíones de Herofilo , reprende á Era-
«sislrato, y hace poco caso de Hipócrates.» Es probable que en
todo caso en que las teorías hipocráticas no se hallasen conformes
con las suyas, no se ' condugese bien con el médico deCoo; pero
puede creerse que en cirugía , rindió un justo homenage á su
esperiencia. -w . i .-
Entre los comentadores de Hipócrates hay dos Lycos; y esta
es una particularidad de la historia médica, que es preciso acla
rar , pues siempre se les ha confundido uno coa otro. Leclerc (a)

(a) Historia de la medicina , t. 111. .pag. 106.


-63-
no habla mas que de un Lycus ó Lupus de la secta empírica, á quien
cita Galeno con frecuencia , como escritor que hacia poco que le
hahia precedido. Ackermann (a) le nombra Lyco el Napolitano , aña
diendo sin embargo que Galeno le atribuye espresamente la califica
cion de Macedonio.M. Heckcr(Geschichte derHeilkunde. B. I. pag. 437)
no conocía mas que un Lyco, á quien llama tambien el Mace-
donio. Es preciso admitir la existencia de estos dos médicos con el
mismo nombre , que trabajaron en la esplicacion de los escritos hi-
pocráticos ; el uno era de Nápoles y el otro de Macedonia. Vivie
ron en época diferente, y por esta circunstancia se les puede dis
tinguir. Erociano cita á Lyco de Nápoles ; y habiendo él vivido
en tiempo de Neron , no podia ser por lo tanto de una época muy
cercana á la suya el Lyco de quien hace referencia. Por otra par
te, Lyco el Macedonio fue discípulo de Quinto ; Galeno siguió las
lecciones de muchos médicos discípulos de su escuela , y por con
siguiente Lyco de Macedonia podia haber sido maestro de Galeno,
siendo aquel viejo cuando este joven. Floreció, pues, hácia el año 120
despues de J. L. y es lo menos 60 años anterior al Lyco de Ná
poles ; aun suponiendo, lo que nada prueba, que este último hu
biese sitio contemporaneo de Erociano. Asi que es preciso admitir
la existencia de ambos Lycos.
No puede fijarse de un modo positivo la época en que vivió el
primero. Erociano (Glos. p. 66 y 214. Ed. Franz.), que le cita dos
veces, le mienta la primera con Epiclés compilador de Bacohio, y
la segunda le nombra con Dioscorides de Anabarza el autor de la
materia médica. No se conocen de este médico otros trabajos sobre
los escritos hipocráticos , que el que nos manifiesta el glosario de
Erociano. Las dos esplicaciones que de él toma, son ambas relativas
á dos voces del Tratado de los lugares en el hombre. Lyco de Ná
poles compuso sobre este escrito un comentario de muchos libros,
porque Erociano cita el segundo.
Tesalo de Tralles, metódico, compuso un libro para refutar los
Aforismos , del cual nada nos queda mas que el juicio de Galeno,
que dice que Tesalo no habia entendido el arte de Hipócrates , y
que le hubiera sido mejor aprenderle antes de criticarle (Galeno tom.
V p. 337. Ed. Basil). Los metódicos eran los que cambiaban el pri
mer aforismo , y decían que la vida era larga y el arte breve, que
riendo con esto significar, que su sistema simplificaba y compendia
ba lo que hasta entonces habia parecido tan complicado y difícil.
Tal ha sido por lo demas la pretension de todos los sistemas en
medicina.
De este gran naufragio de la literatura médica de la antigüe
dad , solo nos han quedado algunos fragmentos ; y raro es el comen
tador de Hipócrates , cuyas obras se hayan conservado. Encontra-

(•) Fabricii bibliot* Gr. t. n, pag. 600. Ed. Baríes.


-di
mos en esta larga enumeracion un segunda escrito dedicado á acla-
rár los escritos de Hipócrates , el cual se lia salvado de la ruina
general : eBte es el glosario de Eroeiano , cuyo nombre se ha escri
to de diversos modos ; Herociano, Erotion, Erotinon , y tambien
Herodino : vivió en tiempo de Neron , y dedicó su obra á Androma-
eo que era el primer médico del rey. No existe noticia alguna acerca
tle su vida y sus demas obras: pero el glosario que do él poseemos
contiene datos preciosos, ya sobre la historia literaria de los escritos
hipocráticos corno sobre la interpretacion de las voces dificiles que
en ellos se encuentran. Compuso sin duda otros comentarios acerca
de Hipócrates , porque hablando de los dos libros de los Prorreticos,
dice que manifestará en otro lugar , que estos libros no le perte
necen: y en otro sitio dice, que hará ver que Hipócrates y Diocles
se engañaron acerca de los supuestos cotiledones de la matriz. Nos
ha dejado un catálogo arreglado metódicamente de las obras de aquel
insigne hombre, que es el mas antiguo que tenemos; y se vé por
la observacion que hace sobre los Prorreticos, que no contiene este ín
dice solamente los escritos que ^uzga ser de la misma mano de Hi
pócrates. La division que adopto Eroeiano en la clasificacion de es
tos libros, es la siguiente; semeyóticos ; libros relativos á la. inves
tigacion de las causas y al estudio de la naturaleza; de terapéutica;
de dietética; de unas y otras materias, Aforismos y Epidemias; y
libros en lia ^ relativos á la práctica del arte; cuya division adop
tó Foesio en su edieion. Mas adelante me ocuparé del índice forma
do por Eroeiano. Notemos sin embargo al presente, que contiene tra
tados que nosotros no poseemos y que no figuran en él algunos de
los tenidos en la antigüedad por hipocráticos; al paso que en la Co
leccion tal como nosotros la tenemos , se hallan otros muchos que
tampoco en él se nombran.
El Glosario de Eroeiano sigue un órden alfabético, en cuanto
que todas las voces que empiezan por la misma letra se hallan uni
das ; pero no se conserva este órden en lo perteneciente á cada le
tra , y el examen comparativo del prefacio y el Glosario mismo ma
nifiesta que este vocabulario ha sido trastornado completamente por
algun copiante, que juzgándose muy diestro para ello, fue en rea
lidad un torpe. Heringa, que ha discutido este puuto de crítica, ha
demostrado bien claro que el órden de Eroeiano ha sido el siguiente:
despues de haber formado su catálogo de los escritos hipocráticos,
tomó el comentador , del primero que en aquel se hallaba colocado,
todas las voces que queria esplicar : hizo otro tanto con el segun
do, y continuó del mismo modo hasta el último. De esta manera
veja el lector á primer golpe de vista, á qué tratado pertenecía la
palabra esplicada , y Eroeiano huía asi de lo que habia criticado á
Glaucjas; el cual anptp en cada voz los tratados en que se ha
llaba , haciendo muy voluminosa su obra. En el estado en que al
presente tenemos el vocabulario de Eroeiano , no es posible en mu
chos casos referir la palabra interpretada al escrito hipocrático de
que procede. Muchas voces, que esplica Erociano, no se encuentran
en Id Coleccion hipocrática del modo que la poseemos. Pertenecían
sin duda algunas de ellas á los escritos de Hipócrates que han pere
cido ; pero seguramente que la falta de la mayor parte es debido á
los copiantes, que han sustituido con frecuencia las glosas puestas
al margen á la voz hipocrática antigua y mas obscura: los manus
critos nos presentan de esto muchos ejemplos.
Desde Erociano á Galeno, es decir, desde el año 50 hasta el
150 despues de J. C. hay un periodo en que absolutamente no ha
llamos comentadores de Hipócrates. Con todo, esta época no fué es
téril en trabajos de este género, pues muchos médicos se dedica
ron á la esplicacion del testo hipocrático. Notable influjo de estos
libros , que ocupan el primer término de la historia y de la cien
cia : todas las edades emprenden su interpretacion , y todas hallan
en ellos con que dar pábulo á la meditacion y fortalecer la inteli- .
gencia.
Sabino fué uno de los comentadores de Hipócrates mas distin
guidos en este periodo. Galeno le cita con frecuencia, criticándole
siempre; pero en el Tratado sobre sus propias obras le hace mas
justicia^ y dice que Sabino y Rufo de Efeso (á quienes casi siempre
nombra Galeno unidos) comprendieron mejor que la mayor parte de los
demas comentadores el espíritu de Hipócrates. (Tom. IV, p. 370. Ed.
Basil). Sabino propendia en lo general á cortar por lo vivo, y á cambiar
enteramente las voces que no podia entender. Galeno cita de esto muchos
egemplos; asi que en el Libro 6.° de las epidemias, se encuentran
dos palabras oscuras que significan verdor brillante, y no entendiendolas
bien Sabino, leyóeo/or brillante (Gal. t. V, p.462.Ed. Basil). Lo mas sin
gular que ha hecho relativamente á este particular, es tal vez, el cambio
que introdujo en un pasage del Tratado de la naturaleza del hombre.
El autor hipocrático dijo ; Yo sostengo que el hombre no se halla úni
camente compuesto ni de aire, ni de agua, ni de tierra, ni de cual
quiera otra cosa : y Sabino varió este pasage del siguiente modo:
lo sostengo que el hombre no se halla compuesto* ni de aire como
Anaximeno supone, ni de agua como dice Thales, ni de tierra como
asegura Xenofano en uno de sus escritos. (Galeno t. V, p. 4. Ed.
Basil.) Es dificil juzgar, segun el testo de Galeno, si era esta una
adicion la mas imperdonable, ó una mera esplicacion intercalada en
forma de paréntesis. En general las esplicaciones de Sabino parecían
tener algo de sutil y estravagante;asi, queriendo interpretar las palabras
respiracion elevada, dice que la respiracion se llama asi, porque se hace
en el origen de las narices, obstruyendo la inflamacion la cavidad de la
traquearteria , y no pudiendo verificarse en el interior de los pulmo
nes la atraccion del aire. No estaba mas feliz en lo que decía acer
ca de las orinas oleosas: «Las sustancias oleosas son, dice, el ali—
«mento de la naturaleza animal , como el aceite lo es del fuego; una
«orina oleosa indica que no toma aquella sus alimentos; asi que es
«un signo funesto.» (Gal. t. V, p. »33. Ed. Basil.) Galeno vitupera
-60-
mucho á Sabino (a) el haber dicho metafóricamente que una enfer
medad tendia lazos: esta espresion, sin embargo, equivale en nuestra
locucion á enfermedad insidiosa. Sabino (lijo, esplicando cierto pasa-
ge, que la presion de los fragmentos huesosos ó de la misma mano
del cirujano sobre el cerebro, producía el delirio; á lo cual replica
Galeno, que sin duda jamas habia visto Sabino un trepanado, por
que á no ser asi , hubiera sabido que apoyando un dedo sobre las
meninges, se ocasiona no un delirio sino un coma profundo (b).
Con respecto al enfermo acostado en el jardin deDealcés, ase
gura Sabino que esta circunstancia concurrió á la produccion de la
enfermedad. «Hablando del jardin , dice , ha querido indicar Hipó
crates que era preciso cousiderar aquí el origen de la fiebre; el
«hombre no es un animal hervíboro ; una alimentacion no acostum
brada hizo esperimentar un cambio funesto á este enfermo.» Ga
leno se burla de Sabino, y le hecha en cara el haberse detenido en
tales futilezas, cuando, si quería dar alguna realidad á esplícacio-
nes tan poco interesantes , tenia tanto que decir sobre los malos aires
de los jardines. (Gal. t. V, p. 402. Ed. Basíl.)
Es probable que Sabino comentase en totalidad las obras hipo-
crátícas; las citas sin embargo que se hallan en Galeno, solo son rela
tivas á las Epidemias, al Tratado (Le la naturaleza del hombre, al
Tratado de los humores y á los Aforismos. Por este último escrito
se deduce, que un comentador posterior, Julio, que interpretó los
Aforismos , se habia ocupado mas de las esplicaciones de Sabino que
del mismo testo de su autor. (Galeno t. V, p. 338. Ed. Basil.)
Aulio Gelio nos manifiesta que tambien comentó Sabino el Trata-
do del alimento, y con este motivo hace un elogio de este médico (c).
Le cita al hablar de un pasage oscuro , cual es; el nacimiento á
los ocho meses es y no es. Sabino esplicó esto diciendo: «Es, por-
«que se presenta el producto del aborto como animal ; y no es, porque
«perece en seguida: es pues un nacimiento aparente, por el pronto; pero
«no es un nacimiento efectivo.» (Noctes Atticas, lib. III, cap. 16.)
Su discípulo Metrodoro se dedicó tambien á trabajos críticos sobre
las obras de Hipócrates ; Galeno no le cita sino raras veces , y con
motivo de su maestro (d).
Rufo de Efeso , médico célebre que vivió en tiempo de Trajano,
se consagró con particularidad al estudio de los monumentos hipocrá-
ticos. Galeno, que no se hallaba muy dispuesto á lisongear á sus pre
decesores en esta clase de trabajos, le concedió , tanto á este como á
Sabino, el mérito de haber sido muy versado en el estudio de íos es
critos de Hipócrates (e). No sabemos á punto fijo , cuales son los que
(a) Gal. t. V, p. 402. Ed. Basil.
ib) Gal. t. V, p. 398. Ed. Basil.
- (c) Hoctet Attica, lib. 3, cap. 16. Sabinus medicus qui Hippocratem com-
tnodlssime commentatut ett.
(d) Galeno, t. V, p. 4«4. Ed. Basil.
(ej De lib. prop. t. I, pag. 38. Ed. Chart. . .
-07-
comentó Rufo. Galeno que solo nos da algunas noticias acerca de este
particular , prueba con las citas que refiere , que comentó los Afo
rismos , los libros de las Epidemias , el primero de los Prorréticos y el
Tratado de los humores: á esto se reduce todo lo que sabernos de sus
comentarios sobre los escritos hipocráticos. Galeno dice , que Rufo
se esforzaba siempre en conservar la antigua leccion del testo. (Tom. I,
pag. 188. Ed. Ras.) Se ve. por algunas líneas que cita aquel del
comentario de Rufo sobre el libro 1 de los Prorréticos, que el médico
de Efeso apreciaba poco los trabajos de Zeuxis : «Zeuxis , dice , si es
«que necesitamos mencionarle, que comunmente se separa de la razon,
«uá aquí una prueba de ello ; pues encontrando un error , le conservó:
«quiere interpretar (trátase de un pasage del lib. 1.° de los Prorreticos)
aorina cocida , otfja títov* como significando orina purulenta y espesa,
«lo cual es erróneo; no sabiendo que la cocion de las orinas, se cuenta
«entre los fenómenos de mayor utilidad (a). Rufo quería que se leyese
orino* espelidas con dolor. Él autor del comentario sobre los Aforis
mos, atribuido á Oribasio, nos dice que Rufo habia dividido este tra
tado en cuatro secciones y Sorano en tres (b). Puede creerse , en vista
de esta cita, que Sorano (el comentario no dice cual) habia tambien
formado algun trabajo sobre los Aforismos; pero si es que ha existido,
no ha quedado de él señal ninguna.
A pesar de las divisiones y diferentes secciones que han su
frido, se han seguido siempre los Aforismos en el mismo orden: Ma
rino presenta de ello una prueba. En la 7.* seccion , en vez de es
te periodo ; en las quemaduras considerables , las convulsiones ó el
tétanos son fatales , leia Marino , en las heridas considerables; aña
diendo que el siguiente aforismo justificaba esta leccion. (Gal. tom. V,
Íi. 317. Ed. Rasil.) En efecto, el aforismo siguiente es relativo á
as heridas , y ha conservado el sitio que tenia desde el tiempo de
Galeno y de Marino. Ademas, este es 50 años anterior al médico
de Pergamo , el cual dejó los Aforismos en el órden que tenían antes
de él. Marino ha sido celebrado por sus trabajos anatómicos; pare-
ee que no comentó mas que los Aforismos de Hipócrates , y Gale
no le cita un poco mas adelante con motivo de un aforismo dificil
de interpretar, (c)
Quinto fue discípulo de Marino (d) y muy versado en la ana-
tomia (e); se cita como comentador de las Epidemias y delos Afo
rismos , pero Galeno hace poco aprecio de sus comentarios. Segun
lo poco que de él se ha conservado, se ve que combatía una teoría
fundamental de Hipócrates, y muy estimada de Galeno, cual era
una opinion espresada en varios sitios y bajo diversas formas en la

(a) Gal. t. V, p. 188. Ed. Basil.


(b) Oribasii comm t'n aphorismos Bippocratis, p. 10. Ed. Basil, 1533.
(c) Tom. V, p. 321. Ed. Bas.
(d) Tom. V, p. 22 Ed. Bas.
(a) Gal. t. IV, p. 362. Ed. Bas.
Coleccion hipocráttca; que siendo conocida la constitucion atmosfé
rica, pueden deducirse las enfermedades reinantes. Si esta opinion emi
tida en los escritos hipocráticos es un resultado de la observacion
directa ó de una teoría , es una cuestion de que no me ocuparé al
presente : pero segun los succesores de Hipócrates y el mismo Gale
no, esta relacion entre la constitucion atmosférica y las enfermeda
des no era tanto producto de la observacion , como de las doctri
nas sobre los cnatro humores y sobre las cualidades elementales de
calor, frialdad, sequedad y humedad. Quinto por el contrario, juz
gaba que dicha relacion era conocida por la esperiencia (a).
Se concibe , por esta cita, que Galeno censuró de un modo
absoluto los comentarios de Quinto ; pero nada prueba que fuese
merecida esta censura. Por lo demas , es preciso notar que Quin
to colocado por Galeno entre los médicos ilustres , nada escribió por
sí mismo (b) ; Lico de Macedonia su discípulo (c) , fue el redactor
de su comentario, el cual compuso ademas los que le pertenecen.
Este es aquel Quinto que habiendole rogado un enfermo suyo que
Be separase, porque le molestaba el olor a vino que despedia, le
respondió: «Bien podeis sufrirle, pues yo sufro el de vuestra calen-
«tura.» (dj Fue espulsado de Koma, por intrigas de otros médicos,
acusándole de que asesinaba á los enfermos ; pero Galeno asegura
que habia suscitado tal envidia por su superioridad en el pronósti
co , que sus cólegas se conjuraron contra él , y le obligaron á aban
donar la capital (e).
Se formaron muchas escuelas diferentes que tenian sus teorías,
y segun ellas juzgaban á Hipócrates; por lo cual se manifiesta ir
ritado frecuentemente Galeno contra los escritores, ya pertenecie
sen á la secta de los empíricos , ó bien de los metódicos ó de los
pneumáticos. Quinto , como acabamos de ver, combatió la doctrina
de Hipócrates; y Lico de Macedonia, su discípulo (f), hizo lo mis
mo. Comentó las Epidemias , los Aforismos , y el Tratado de lo*
humores. (Galeno tom. V, pag. 396 y 252 Ed. Bas.); y se vé por
las citas de Galeno , que Lico criticó la historia de un enfermo del
Libro 3.° de las epidemias , oponiendo á ella ciertos pasages del
de los Prorréticos y un aforismo : este es uno de los comenta
dores á quien peor trata Galeno. «¿Quién sufrirá, dice, la insolen
sela de Lico de Macedonia , la ignorancia de Artemidoro y la pro
lijidad é incoherencia de los discursos de los demas?» (Coment. sobre
el trat. de los humor, t. 16, p. 17. Ed. Kühn). Le vitupera indudable-

Gal. tom. V, p. 348. Ed. Bas.


Gal. t. Y. p. 11. Ed. Bas.
Gal. t. V, p. 282. Ed. Bas.
Gal. t. V, p. 498. Ed. Bas.
Gal. t. III, p. 481. Ed. Bas.
Y no su maestro , como dice sin razon Ackermann en ra escelente re-
literaria acerca de Hipócrates.
mente con mas fundamento , el no haber sitio fiel á su propia doctri
na, y haber mezclado las ideas do los empíricos con otras tomadas
de los dogmáticos (a) , añadiendo con razon , que es preciso in
terpretar á cada autor considerando las cosas bajo su mismo punto de
vista ; á Asclepiades suponiendo los poros y los átomos, y á Hipócrates
admitiendo los humores (b). Con todo, no fue Lico un médico tan
despreciable como Galeno supone ; se dedicó con especialidad al es
tudio de la anatomía , y en un largo trozo que cita Galeno en el
tom, V, pag. 334. Ed. Basil. en que Lico combatía el aforismo
que dice, que los cuerpos que crecen tienen mayor cantidad de ca
lor innato, se manifiesta ciertamente mas fiel que Galeno en la
observacion pura y sencilla.
Artemidoro, llamado Capiton de sobrenombre, dió una com
pleta edicion de las obras de Hipócrates , que fue muy favorable
mente acogida por el emperador Adriano, y añade Galeno , que aun
en su tiempo era muy buscada (Gal. tom. V, pag. h. Ed Bas.).
Lo que mas censura este á Artemidoro, es la licencia con que habia
alterado el testo , á pesar del respeto que habia merecido de los
comentadores mas antiguos ; aduciendo en su apoyo un gran nú
mero de pruebas. Cuando este autor no entendia bien el sentido de
una frase , no se detenia en darle otro que á él le pareciese (c).
Se lee en un párrafo del Libro 6.° de las epidemial una, cuyo
sentido no parece claro á Galeno , y que es en efecto muy
obscuro, la cual está concebida en estos términos: Clavicula salien
te, vetias transparentes (d); y Artemidoro la cambia en la siguiente;
la plétora excesiva es manifiesta , las venas están transparentes.
Dice Galeno que en todos los manuscritos antipuos que consul
tó, encontró la leccion antigua ; que si los comentadores hallaron
en alguna parte la frase de Artemidoro , no se habian tomado el
trabajo de interpretarla , y que nada autorizaba al editor para hacer
un cambio tan considerable (e). Artemidoro suprimió el ionismo, sino
en todos, al menos en muchos casos , y su edicion seguramente ha
influido de un modo considerable en la alteracion tan frecuente del
dialecto de los escritos hipocrálicos.
Dioscórídes, pariente suyo, á quien es preciso no confundir con al
autor de la materia médica, mas antiguo que él, publicó tambien una
edicion completa de las obras de Hipócrates que parecía tener bastante
analogía con la de Artemidoro, y á la cual Galeno critica y alaba del
mismo modo, que suministra algunos curiosos pormenores sobre el an
tiguo estado de la Coleceion hipocrática. Los manuscritos del Libro
3.o de las Epidemias , que se hallan en la biblioteca real, presentan

(a) Gal. t. V, p. 232. Ed. Bas.


(b) Gal. tomo V, pag. 396. Ed. Bas.
(c) Gal. lomo V, p. 489 el p. 672. Ed. Bas.
(d) ÜKUf -rtuifavú, yte&f S~ia.ipa.ntf.
(«) Gal. t. V, pag. 488. Ed. Ba*.
-70-
despues de la série de los diez y seis enfermos, con cuya historia
concluye este libro , un pasage de unas veintiuna líneas que en ca
si todos los impresos se halla colocado antes de estas diez y seis
historias; y Galeno nos esplica ambos modos de colocacion. El pa
sage en cuestion estaba puesto en las antiguas ediciones de las
obras hipocráticas , despues de la historia de los diez y seis enfer
mos : Dioscórides couoció que habia sido traspuesto , y le colocó en
su edicion en el sitio que en la actualidad ocupa en nuestros im
presos. Galeno elogia esta disposicion ; él con todo , sigue en su co
mentario el antiguo testo. Nuestros manuscritos de París presentan
pues , en este particular , el orden seguido antes de Dioscórides ; pe
ro los impresos prueban , ó que á nosotros ha llegado una copia de
la edicion de este médico, ó que nuestros editores han seguido su
consejo. Cuidó mucho de poner títulos á las diversas secciones de
los escritos hipocráticos : asi que en el sitio del Tercer libro de las
epidemias, que empieza por estas palabras; año caliente y lluvioso,
Dioscórides puso por título; Constitucion cálida y húmeda. Nada habia
de semejante en los demas originales ; algunos sin embargo teniau este
epígrafe: Constitucion (a) (ta,á-erao-*). Se juzgaba Dioscórides mas
gramático que los demas editores (b) , y marcó con cierto signo al
gunos pasajes , como hacia Aristarco con los versos de Homero que
sospechaba (c). Por esta presuncion , sin duda , cambió muchas vo
ces usadas por otras antiguas y poco comunes, sin variar en
nada el sentido , y solo por substituir á las locuciones vulgares el
arcaismo (dj. Parece sin embargo, segun un pasage de Galeno, que
Dioscórides respetaba mucho el testo , poniendo al lado de la nueva
leccion que adoptaba, la antigua que desechaba (e): lo cual hace que
se asemeje su edicion á las nuestras, en las que anotamos las va
ríantes de los manuscritos. Haciendo Dioscórides una correccion , y
añadiendo que solo habia encontrado en dos ejemplares la leccion
considerada como antigua , dice Galeno por sí , que habiendo recor
rido las bibliotecas públicas y privadas , no habia encontrado mas
que la antigua, (tom, V, p. 502. Edit. Bas.) Dicho autor , á quien
llama Galeno el jáven, el que vivió en tiempo de nuestros padres (f), pa
ra distinguirle de los otros Dioscórides , compuso un vocabulario de
las voces hipocráticas : mas á pesar de componerse de muchos libros,
no contenia la esplicacion de la tercera ni aun de la cuarta par
te de términos. No hizo, al parecer , una distincion exacta de los
que era preciso interpretar , y dió cabida á voces las mas usadas y
á espresiones las mas inteligibles. «Si alguno ignora, dice Galeno

(a) Gal. tomo V, p. 418. Ed. Basil.


(b) Gal. id. p;g. 4fi3.
ic) Gal. id. pag. 17.
(d) Gal. Glosar, p. 438. Ed. Franz.
(e) Gal. t. V, p. 489. Ed. Bas. .
(f) Glosario p. 402. Ed. Franz.
-71-
«en su Glosario pag. 402. Ed. Franz. , lo que significan las pala
bras , ífj^el, «ofiiTju.» y otras semejantes, no le remitiré yo á Dioscó-
«rides ni á esos que se han dedicado á dar tales esplicaciones.»
Copió ademas largos Irozos de Niger, de Pamfilo, de Dioscórides
de Anazarba (XII), y antes que estos de Cratevas , Teofrasto, He-
raclides de Tarento j otros muchos, sobre los árboles, las yer
bas , lus sustancias minerales , los pescados y animales de que se
hace mencion en las obras de Hipócrates (Gal. Glos. p. 408, Ed.
Franz.). Estos pormenores que á Galeno parecieron superfluos, nos
hubieran sido muy útiles, y es en verdad muy sensible que no
haya llegado á nuestras manos la obra de Dioscórides. Espuso tam
bien los nombres de las ciudades mas conocidas y de los astros mas
notables, que Galeno dice no desconocen ni los niños {Glosar, p. 402,
Ed. Franz.): mas á pesar de toda su crítica , le consultó en mu
chas ocasiones.
Artemidoro Capiton y Dioscórides contribuyeron á sostener el
estudio de las obras hipocráticas; y estos editores, aunque de sus obras
no quedan mas que señales medio borradas, merecían un recuerdo
del que mas de diez y seis siglos despues emprende el mismo trabajo.
Galeno cita alguna vez (tomo V, pag. 382 y 293. Ed. Bas.) á
Numesiano, comentador de los Aforismos, de quien da pocas noticias;
solo parece que hace de él mencion , porque despues de referir una
interpretacion, mala en su juicio, de Artemidoro y Numesiano, añade:
«Esto no me estraña en Artemidoro, porque se hallan en sus comen-
«tarios una porcion de errores ; pero si en Numesiano, que es hombre
«de buen método, y no acostumbra á entretenerse con palabras vanas.»
(t. XVI, p. 197. Ed. Kühn.]
Cita Galeno, al mismo tiempo que á Numesiano, á otro autor toda
vía mas desconocido , llamado Dionisio , que tambien comentó los
Aforismos.
Pelope, discípulo de Numesiano (Gal. t. V, p. 22. Ed. Bas.), com
puso un escrito titulado, Introducciones hipocráticas , que constaba
al menos de dos libros, y en el cual sostuvo con calor, que el
cerebro es el origen no solo de los nervios , sino tambien de las
venas y arterias; lo cual era defender la opinion que se halla espre
sada en el Tratado de la naturaleza del hombre. Galeno considera

(XII) Fr. Esieban de Villa , monge de S. Benito en Burgos. de quien an


tes hemos citado otro pasage, hablando en el mismo libro de las Vidas de
doce principes de la medicina, de este Dioscórides, dice: «Que fue griego,
• llamado Ánazarbeo y el Pecoso , por las pecas de la cara , y floreció en Gre-
«cia poco despues -de la muerte de J. C. : escribió cuatro libros de plantas,
«dos de metales y minerales, y otras cosas en que adquirió tan grande re—
«putacion, que confesó Galeno en muchas partes haber sido el primero en
■ esta materia. Pero que mucho, si desde su tierna edad se dedicó á esta pro—
■ fesion , en que se adquiere con larga espericncio la certidumbre... Dice en
«el prólogo que alcanzó muchas cosas por historia y relaciones de Crate—
« vas y Teofrasto que le antecedieron.
-7i
esta asercion de Pelope como la mas sorprendente é increible ; y
tanto mas, cuanto que este autor en su libro 3.° de la anatomia de
las venas, las hacia proceder del hígado. (Gal. t. I, p. 302. Ed. Bas.)
Tradujo este tambien los Aforismos en latín, poniendo el mayor esme
ro en hacerlo literalmente. (Oribasii comment. in Aphorism. Hippocr.
p. 8. Basil, 1535.) El maestro de Galeno decía, que la vida humana
se dividia en cinco periodos : el ocioso , el laborioso , el viril , el
senil y el decrépito. El ocioso es el de la primera infancia , en que
la inteligencia no se halla aun desarrollada; el laborioso es aquel en
que empiezan los trabajos y egercicíos de la juventud ; el viril el
que se distingue por la fuerza de la edad; el senil en el que se ob
serva el abatimiento del vigor, y el decrépito que se dice bueno ó
malo como el fin de todas las cosas. (Oribas. com. in Aphor. Hi~
ppocratis, p. 10. Basil, 1535.)
Satiro y Fecíano ó Eficiano (porque son uno mismo , y es pre
ciso no hacer de ellos dos diferentes individuos, como Ackermann
en la biblioteca griega), comentaron tambien en todo ó en parte
las obras de Hipócrates. Fueron ambos discípulos de Quinto y maes
tros de Galeno (Gal. t. XV I , p. 48'*. Ed. Küh.) Tambien Pelope
fue preceptor del médico de Pergamo , cuyas lecciones oyó despues de
las de Satiro. Siguió este exactamente las de su maestro Quinto , sin
alterarlas en nada; y Fecíano oió en la esplieacion de las doctrinas
hipocráticas , los dogmas del estoicismo que había abrazado. Galeno
en el tomo V, pag. 605. Ed. Bas. lo dice, con motivo de una opi
nion sobre la sensacion que sostenía un filósofo estoico , y que
adoptó Feciano : é indica que este, entre otros , esplicó el libro de
la Oficina del médico, y tanto él como Satiro el Tratado de los
humores. (Gal. comment. in lib. de Hum., t. XVI, p. 484. Ed. Kühn).
El último comentador anterior á Galeno que me queda que
nombrar, es un médico alejandrino llamado Julio que compuso cua
renta y ocho libros contra los Aforismos de Hipócrates. Tenemos
de Galeno un pequeño escrito de controversia contra el libro diez
y seis de este autor, que dedicó este esclusivamente á combatir
el 2.° aforismo de la primera seccion. Trata Galeno con bastante
acritud á Julio en el tom. V, pag. 338. Ed. Bas. «Yo reclamo, dice,
«el permiso de castigar su ignorancia en términos ásperos, de que
«no acostumbro á valerme.» Desde luego, no es cierto que Galeno
hablase con tanta mesura en su polémica; pues á juzgar de ella por
los cortos fragmentos que Galeno nos ha trasmitido, no parece que
Julio fuese un médico tan despreciable y digno de tan poca circunspec
cion. Hace objecciones muy fundadas á la teoria que busca en los
humores las causas de las enfermedades, y dice que si fuera ver
dadera, no habría necesidad en ninguna afeccion de echar mano do
otros medios que de los evacuantes, las sangrías , los Qegmagogos y
colagogos, segun que residiese el mal en la sangre, en la pituita ó en
la bilis. (Gal. tom. V, pag. 342. Ed. Bas.) «Jamás me convencerán,
«dice hablando de los médicos contrarios suyos , ni se persuadirán a
-73
«sí mismos, de que saben lo que es la naturaleza, cuya gran voz van
«repitiendo de todos m idos, haciendo de ella ya una sustancia sim-
«ple, ya una mezcla de sustancias, ya una combinacion de frio y
«aire (a).
Es preciso referir á una época incierta, pero anterior á Gale
no que le cita , á un médico anónimo que compuso un Tratado so
bre el, regimen siguiendo á Hipócrates, y le dedieó á Víctor cónsul
romano. (Tom. V, pag. 86. Ed. Bas.)
Puede juzgarse, despues de una enumeracion tan larga, si será
cierto que el estudio de Hipócrates estuviese descuidado en tiempo
de Galeno, y que este médico contrajese el mérito de levantar del
olvido en que yacieran los escritos del Asclepiade de Coo.
Antes de concluir la historia de todos estos comentadores y pa
sar á Galeno , no sltú en vano, referir el juicio que el médieo de
Pergamo pronunció acerca de elloi en conjunto: y es claro que es
ta noticia versará sobre los escritos que he podido ver , pues mal
podrán haber servido al objeto los que me han faltado. Es tambien
muv probable , que en la lista de comentadores que he reunido no
se dallen todos los que trabajaron en la crítica de los escritos hi-
pocráticos : solo se hallan incluidos en ella los nombres de los que
citan los escritores que han llegado hasta nosotros , pero sin duda
era su número mayor ; y Galeno habla frecuentemente dt los co
mentadores en general , sin nombrar en particular á ninguno de ellos.
Presento aqui su dictamen acerca de estos, y mas arriba he indi
cado ya las restricciones que es preciso tener en cuenta.
Los comentadores hicieron muchas indagaciones sobre los nom
bres de los enfermos y sitios donde habitaban: asi que en el Lib.
3.° de las epidemias, habiendo dicho Hipócrates que Hermocrates vi
vía cerca de la muralla nueva , supusieron muchos de ellos que esta
circunstancia se habia espresado de intento , porque una habitacion
recien construida es mal sana ; y otros lo contradecían , queriendo
probar que Hipócrates no habia hecho mencion de la muralla nueva
por la cal , sino porque la fábrica del edificio dificultaba el acceso
del aire y el sol en la habitacion en que Hermocrates vivia. (Gal.
tomo V, pag. 339. Ed. Bas.)
Los comentadores procuraban demostrar que habia hecho bien
Hipócrates en espresar la patria del enfermo , porque Asclepiades
dijo, añadian, que los habitantes de Paros se aliviaban particular
mente con la sangría. Galeno les vitupera mucho estas futilezas.
Muchos comentadores descuidando el objeto médico , solo se ocupa
ron dela interpretacion gramatical: asi que en un pasage del Libro
6." de las epidemias en que se hace mencion de las escamas de la
pityriasis en la cabeza, al mismo tiempo que del desarrollo del aire
en el interior del cuerpo , no se cuidaron de lo que se presentaba en

(a) Gal. tom. V, p. 339. Ed. Bas.


11
-Ti
los enfermos; y escudriñando las palabras del modo que suenan, se
afanaron por esplicar el testo , diciendo que las escamas son produ
cidas por los humores dirigidos hácia la cabeza , que estos son lle
vados hácia las partes superiores por un aire caliente, y que por
este motivo se trata en el sitio citado, del aire y las flatuosidades.
Galeno impugna esta interpretación , haciendo notar que él habia visto
muchos enfermos afectados de pityriasis del cuero cabelludo sin de
sarrollo alguno de tales flatuosidades; y añade que el pasage deque
se trata no puede esplicarse sino médicamente , y que el interpretar
le asi palabra por palabra, es reducirse á leer las obras de los mé
dicos antiguos como las de los historiadores Herodoto y Ctesias, y
renunciar á buscar en ellas consejos útiles para la ciencia. (Gal.
toma V, p. 479. Ed. Bas.)
En el tomo V, pag. 4-85. Ed. Bas. dice: «Me admira el que
«tos comentadores solo traten de entender puntos enigmáticos que
«nadie comprende , y que ellos solos no entiendan las proposicio-
«nes claras que todo el mundo conoce.»
Continuando Galeno sus impugnaciones álos comentadores, dice que
uno de ellos presenta esta observacion : «El primer dia se estrajo
«al enfermo libra y media de sangre , el tercero mas de media li-
«bra por cierto, porque tenia ocho onzas. El comentador esplica lo que
«entendian los griegos por libra y onza , y lo que al médico impor-
«ta saber son los signos que indicaban la sangría. Esto vale mas que
«indagar de cual de los Prodicos quiso hablar Hipócrates. (Tomo V,
«p. 486. Ed. Bas.).» Galeno tiene razon en lo que dice': mas con
todo, si hubieran llegado hasta nosotros los antiguos comentadores
que critica el médico de Pergamo, hallaríamos en ellos datos histó
ricos mas útiles é interesantes que algunas disertaciones médicas de
considerable estension , que él emplea en esplicar sus hipótesis fa
voritas. Les critica el referir, con motivo de una proposicion, todas
las que se hallan en la Coleccion hipocrática y se la parecen, juz
gando que seria preciso un año para leer tales obras, que no tie
nen asi utilidad ninguna (a). Esta censura ha podido ser justa; mas
no seria para nosotros cosa indiferente , el poseer los comentarios
antiguos calcados en este modelo.
Algunos comentadores no podrian, aunque quisieran, encontrar bue
nas esplicaciones , por falta cíe esperiencia sobre las cosas mismas,
y se ocuparon de interpretar las voces, dando lugar á que se los
llamase médicos de palabras (b). Lo que Hipócrates dijo con mucha
claridad, lo esplican ellos mal á causa de su ignorancia en medici
na, al paso que en las proposiciones obscuras se muestran enten
didos , tomando sobre sí el cargo de cambiar arbitrariamente el
testo, aunque ellos en la esplicacion no se comprendan (c). No arreglan

eTomo V, pag. 693. Ed. Bas.


Gal. tom. V, p. 098. Ed. Bas.
Gal. tom. V, pag. 487. Ed. Bas.
-73-
las interpretaciones segun íos testos, sino al contrario, coordinan
los testos segun las interpretaciones que se imaginan (a).
Quiere verse un ejemplo del modo como algunos comentadores espli-
caban los escritos hipocráticos?Sedice en el Sento libro de las Epidemias:
tos seca, no ferina: mas ellos dicen , qué es esto sino una tos ferina?
Y han creido los unos que esta tos era producida por lombrices si
tuadas en el orificio del estómago, y han sostenido los otros que
al presente se trataba de la tos de los tísicos , cuyas uñas se encor
van como las de los animales (b). Por cierto que estas esplicaciones
no son tan sutiles y absurdas, que deje de ser sensible la pérdida
de los comentadores antiguos.
La voz roma, de que se vale Hipócrates para esplicar la propension
morbosa al sueño , suministró materia á esplicaciones tan largas , que
ocupaban un tomo entero en las obras de algunos de ellos. (Gal. t. V,
pág. 401 Ed. Bas.)
La mayor parte de los grandes trabajos de Galeno se han conser
vado; asi que no me detendré mucho en este particular. Poseemos de
él los comentarios sobre el Tratado de la naturaleza del hombre; sobre
el Régimen en el estado de salud; ( estos dos eran uno solo antiguamen
te; ) sobre el Régimen en las enfermedades agudas, sobre el Pronósti
co; el Libro primero de los prorrhélicos; los Aforismos; \oslibros 1.°,
2.° (XIII) 3.° y 6.° de las Epidemias; sobre el Tratado de las fracturas; el
de Articulaciones; el libro de la Oficina delmédico; el Tratado de los hu
mores; fragmentos de su comentario sobre el Tratado de aires , aguas
y lugares, sobre el del Alimento, y un vocabulario acerca de las vo
ces difíciles de la Coleccion hipocrática. Hemos perdido completa
mente sus comentarios sobre el Libro de las úlceras ; de las Heridas
de cabeza; de las Enfermedades y el delas Afecciones ; (c) un Tratado
sobre la anatomía de Hipócrates en 6 libros ; (d) otro para esplicar los
caracteres que se encuentran en el tercer libro de las Epidemias, prome-»
tido sino egecutado ; (Gal. tom. V. pag. 436. Ed. Bas;) un Tratado
acerca del Dialecto de Hipócrates (tomo V pag. 525 , id.), ven fin, un
libro sobre los verdaderos escritos del médico de Coo. (Ed. Chartier, to
mo VIII pág. 509.) Se encuentra la indicacion de todos estos comenta-

(a) Id. id. pag. 811, id.


(b) Gal. tomo V, pag. 462. Ed. Bas.
(XIII) Los comentarios 2.ti, 3.ti, 4.» y 8.° de este célebre médico al segun
do libro de las Epidemias de Hipócrates, que aquí se cita, buscados por
todo el orbe infructuosamente, fueron encontrados por D. Manuel Casiri en
la biblioteca del Escorial entre las obras de Galeno comentadas por el arabe
Onain—Ben-Ysac, de religion cristiana, médico el mas docto é instruido de su
época, y que reunia a su grande erudicion profundos conocimientos en las
lenguas griega , siriaca y persiaca , el cual fué nombrado protomédico del
Califa Mot Guaquel, por su estraordinario mérito. Juicio crítico da Don
Juan Gualberto Avilés.
le) Gal t. V. pag 77. Ed. Bas.
(d) id. id. pag. 430. Ed. Bas.
t
-70-
iios, en la memoria que eV mismo Galeno compuso sobre sus propios li
bros, ademas de las notas particulares que yo be citado acerca de ellos.
(íaleno anunció en diversos sitios de sus comentarios, que escri
biría un libro sobre (as investigaciones históricas á que dan lugar las
obras hipocráticas , aunque añadiendo que no eran propias de su ob
jeto, por hallarse eselusivamente destinados sus comentarios á espli-
caciones médicas. Es evidente que semejante division manifiesta mucho
juicio é igual discernimiento entre lo que es practica en la ciencia y
erudicion: es lástima que no haya llegado este libro hasta nosotros.
No nos queda pues de sus comentarios mas que la parte científica,
y aunque su propósito casi esclusivo fué hacer de ellos una doctrina mé
dica, se vió con todo obligado por la naturaleza misma de su objeto á
entrar en detalles filológicos con motivo de las diversas lecciones que
presentaban los manuscritos de su tiempo , y de las varias interpreta
ciones que habian dado sus predecesores , en todo lo que manifestó su
crítica hábil y sensata. «La norma, dice, que he creido preferible se-
«guir, ha sido la de conservar la leccion antigua, esforzándome en
«esplicarla; y solo he tratado de introducir una correccion plausible, en
«los casos en que no me ha sido posible comprender el sentido. (To-
»mo> V pág. 4»2 Ed. Bas.J Prefiero las lecciones antiguas, aunque pa
dezcan obscuras y de dificil esplicacion, porque esta es una razon
«para creerlas verdaderas: las admiten los comentadores antiguos ; y si
«se hubieran atrevido á cambiarlas, no habrían dejado de darlas un
«sentido mas claro. (Tom. id. pág. 473.) «Difiere mucho, dice en otra
«parte, la esplicacion que directamente se hace de un objeto, de aque-
«lla que versa sobre un testo : basta en el primer caso referir las co-
«sas tales como suceden , y es preciso en el segundo conocer la opi-
«nion del autor antiguo. Asi, que no se puede escribir un comentario
«sino despues de haber estudiado sobre él detenidamente; y aunque el
«sentido del testo se halle ya determinado, queda todavia queexami-
«nar si es ó no conforme con la verdad.»
Por estas citas pi-.de conocerse que Galeno habia entendido bien
los deberes de un médico crítico, y que habia tomado parte en las
indagaciones históricas que la persona y escritos de Hipócrates recla
maban, en la correccion del texto, y principalmente en su esplicacion
médica. Presentan tambien sus comentarios un precioso manantial de
datos, que valen mucho para entender los escritos hipocráticos : mas no
pueden servirnos tanto los consejos, correcciones y esplicaciones de un
hombre que se tomó el trabajo dé consultar los manuscritos que tenia
á su disposicion en las bibliotecas antiguas que no existen en el dia,
que poseia grandes conocimientos en filosofia y en las ciencias, y que
fué un maestro en- medicina. El defecto de sus comentarios no consiste
tanto en la proligidad, segun se ha dicho comunmente, como en el
afan de sostener sus propias teorías con los escritos de Hipócrates: asi
que descuida en ellos las que no concuerdan con las suyas, y exagera
hasta el estromo las que, como la doctrina de los cuatro humores,
forman la base de su sistema. Otro defecto es el haber sido extraor
dinariamcnte avaro de observaciones, de hechos particulares y
descripciones de enfermedades: nos seria mas gustosa la esplica-
cion de sus teorias si se hallase unida á la historia de cierto núme
ro de sus enfermos, como hace Hipócrates en el libro de las Epide
mias.
Galeno repite en diferentes partes (a), que este no se ocupó de las
enfermedades como historiador, del modo que Tucidides de la pes
te de Atenas: asegura que el autor ateniense no escribió sino pa
ra el vulgo, y que no dijo nada en sentido científico. Yo no pue
do de ningun modo asentir á la opinion de Galeno. La descripcion
de Tucfdides es tan buena, que basta para hacernos comprender
bien lo que fué esta antigua enfermedad: y es muy sensible que
unos médicos, como Hipócrates y Galeno, no escribiesen na
da sobre las grandes epidemias que presenciaron. Hipócrates fué
testigo de la peste referida por Tucidides, y nada nos ha dejado
escrito sobre ella. Galeno vio tambien la fiebre eruptiva que aso
ló al mundo en tiempo de Marco Aurelio, y que él mismo lla
ma la peste larga, y sin embargo, escepto algunas palabras espar
cidas en sus voluñiinesas obras, y algunas indicaciones que en
ellas hace de paso, nada nos ha transmitido acerca de un acon
tecimiento médico tan importante; en términos, que si no tuviese
mos la historia de Tucidides , nos seria muy difícil formar una idea
de dicha enfermedad que vió Galeno, y no fué otra que la conoci
da con el nombre de Peste de Atenas, como M. Hecker ha procurado
demostrar. (De Peste Antoniana). Esta era una fiebre eruptiva distin
ta de la viruela, que no existe en el dia, y se ha creido ver algunas
senales de ella en los carbuncos ó anthraces de los libros hipocrá-
ticos.
Galeno es el último de los grandes médicos de la antigüedad: des
pues de él existieron algunos dignos de aprecio, pero no fueron creado
res; y los mas sobresalientes de entre ellos lucharon inútilmente con
la decadencia de la medicina. Los comentadores que le sucedieron nos
interesan mucho menos que sus predecesores. Por un lado se alejaron
mas de la medicina antigua; los libros desaparecieron con las guerras
y los incendios; se descuidó el sacar copias de todos ellos, y los origina
les se hicieron mas escasos y los documentos menos auténticos; de
modo , que en los comentadores modernos encontramos pocas noticias
que no pertenezcan á los antiguos, y sobre todo á Galeno, Por otra
parte les falta por lo comun originalidad ; crece con su ineptitud su ad
miracion hácia el hombre cuyos escritos comentan, y las espiraciones
médicas que nos ofrecen , son como las noticias históricas que contie
nen , de mérito inferior á las que proceden de la antigüedad mas remo
ta. Me detendré pues muy poco en hablar acerca de estos comentado
res, que no son por lo demas muy aumerosos.

(») Tona. V, p. 032. EJ. Bas.


-78-
Nada sabemos de Domno y Atalion que se citan entre los comen
tadores de los Aforismos, en el comentario referido á Oribasio (a). Esta
última obra lleva sin razon , como se ha demostrado , el nombre del
célebre médico del emperador Julio; presenta indicios evidentes de
una época posterior, y jamás fué escrita en griego: se ignora quien
fuese su verdadero autor. Por lo demas , prescindiendo del prefacio en
que se hallan noticias curiosas, todo este comento se reduce á espli-
caciones médicas de muy poco valor. Segun testimonio de Suidas, tam
bien Filagrio escribió acerca de Hipócrates. Fué conocido este médico
por un gran número de escritos , de los que tenemos algunos fragmen
tos. Teofilo cita dos pasages del comentario de este médico, á quien lla
ma ambulante ó periodeuta. (b) relativos álos Aforismos. Trátase en el
primero del que se refiere al uso del frio: «He hallado, dice Filagrio,
«un enfermo que tenia en la cabeza una intemperie cálida , ardiente.
«Se emplearon muchos remedios fríos sin obtener ningun alivio: le hí-
«ce rasurar despues completamente la cabeza, aplicándole la nieve, y
«de este modo se estinguió la intemperie y le curé su enfermedad. La
«nieve es un medio que puede emplearse en tales casos.» (c)
En otra parte , tratando Filagrio del aforismo que habla de la cu
racion de la oftalmía con el vino tomado interiormente , se estiende mu
cho acerca de las cualidades que debe tener esta sustancia empleada con
tra las inflamaciones de los ojos; indica que se usará el vino blanco,
dulce y nuevo, y añade que sí el enfermo es delicado de cabeza se mi
tigará la fuerza del vino con el agua (d).
Gesto es otro comentador de los Aforismos de Hipócrates, ó al me
nos los esplicaba á sus discípulos. En el último aforismo de la segun
da seccion se dice; que una estatura elevada está bien en la juventud,
pero que en la edad avanzada es deforme. Cuando Gesio llegaba en sus
lecciones á este punto, decía á sus discípulos; «Si quereis convence-
aros de la verdad de las palabras de Hipócrates, no teneis mas que con-
«siderarme.» En efecto habia sido de alta estatura, cuando joven, y de
buena figura; pero avanzando en edad se llegó á poner todo encor
vado. (el
Asclepio, médico que solo es conocido por citarle M. Dietz en el
glosario" que acaba de publicar, como comentador de los Aforismos, pare
ce que trabajó sobre todas las obras hipocráticas (f), y se propuso un buen
método cual fue el de esplicar á Hipócrates por sí mismo (g). Pero á juzgar
por el pequeño número de ejemplos que de él refiere Teofilo , siguió
este método con poco juicio y escasa inteligencia: asi que habien-

(a) Oribassi comm. in Aphorism. Hipóerat. p. 8 Basil. 1333.


(b) Scholl. in Hipp. lom. 2.o pag. 457. Ed. Dietz.
(c) Schol in Hipp. tom. 2.» pag. 437. Ed. Dietz.
(d) id. id. id. pag. 301.
(ej Scbol. in Hipp. tom. 2.» pag. 343. Ed. Dietz.
(f) Schol. in Hipp. t. 2.o p. 438. Ed. Dietz.
(g) Id. id. id.
do reprobado muchos comentadores el aforismo que da por útiles
las afusiones frias en los dolores de gota y en las contracciones mus
culares, Asclepio le defiende: «El frio, dice, es útil en tales oca-
«siones, no por su propia naturaleza sino accidentalmente ; y porque
«concentrando el calor innato , le multiplica , y disipa (a causa
«morbosa (a).» Esta espitcacion , si bien se ciñe estrictamen
te á las espresiones de Hipócrates, discrepa sin embargo de su sen
tido. Refiere este médico una observacion de superfetacion de cuya
verdad no pueie responderse: «He visto, dice (b), una muger,
«que hallándose embarazada , tuvo relaciones con su marido al 6.°
«mes de su preñez: parió un niño al noveno, y seis meses des-
«pues dió otro á luz.»
Eciano, ó Ecio , de Atenas cita en sus propíos comentarios un autor,
que denomina el nuevo comentador, y que sin duda es Asclepio, co
mo sospecha Dietz (Schol. in Hip. t- 2, pag. 10). Este nuevo co
mentador procura demostrar , que el sitio de la inteligencia se en
cuentra en el corazon. Hipócrates, en el Pronóstico, dice que la
inflamacion de la aurícula ocasiona á veces el delirio, y de aqui
han deducido sus intérpretes, que colocaba en la cabeza el sitio de
la inteligencia. Pero el nuevo comentador combate este punto de doc
trina i «El delirio dice, sobreviene no por causa del cerebro, sino
«por la fiebre :. el mismo Hipócrates dice, que se habia desarroll
ado una liebre aguda. La fiebre toma su origen en el corazon ; el
«delirio es producido por la liebre, luego la inteligencia se refiere
«al corazon (c).»
Todos sus comentarios se han perdido, y lo mismo ha suce
dido con los de Paladio. Este último que lleva el nombre de Iatro-
sofista alejandrino y vivió probablemente en el siglo Vil ú VIII de
la era cristiana , compuso esplicaciones acerca del Tratado de las
fracturas y sobre el Libro testo de las Epidemias. Foesio publicó
las primeras en griego en su edicion de Hipócrates , y Dietz las
segundas en su coleccion de comentadores griegos. Estos comenta
rios tienen tomadas muchas cosas de Galeno; y Paladio dice como
él : «Nosotros nos ocuparemos de cosas y no de palabras.» Por des
gracia tiene menos títulos que el ilustre médico de Pergamo para
usar de este lenguage , y habiendo leido los comentarios de este, po
co provecho se sacará de los del profesor de Alejandría. Puede co
locarse , segun Mr. Dietz id) , casi en la misma época que Paladio,
á Juan de Alejandría , del que nos queda un fragmento de un co
mentario sobre el Tratado de la naturaleza del niño. Este escrito,
que no deja de ser útil en la interpretacion de esta obra hipocrática,
nos manifiesta que habia ya sido comentada muchas veces. Ningu-

(a) Id. id. id.


b) Schol. in Hipp. t. 2.o pag. 470. Ed. Dietz.
c) Schol. in. Hipp. t. l.« p. 209. Ed. Dietz.
(d) Schol. in Hipp. t. 2.« p. 8. id. id.
-80-
no de estos comentarios ha llegado á nuestras manos : el de Juan
es el único que se ha conservado, y aun está incompleto. En él se
halla una cita de Democríto que decia: «La inteligencia es la que
«ve; la inteligencia es la que entiende ; todo lo demas del cuerpo
«es ciego y sordo (a).» Incurre Juan en el error cronológico de
colocar á Hipócrates despues de Platon (b).
Faltan noticias acerca de Eciano de Atenas, á quien ordinaria
mente se confunde con otro del mismo nombre de Alejandría ; pe
ro segun Mr. Dietz , son dos personas distintas , y el segundo era
un alquimista. Se ignora la época en mie vivió el primero; Mr. Dietz
se halla inclinado á hacerle contemporaneo del emperador Heraclio,
pero observa sin embargo, que en el comentario de aquel sobre
el Libro terapeutico de Galeno dedicado á (iílaucon , se encuen
tran voces que parecen de un griego mucho mas moderno que el
de aquella época (c). De cualquier modo que sea , Eciano es se
guramente el mas interesante de todos estos comentadores de Hipó
crates. Tenemos de él un comentario sobre los Aforismos , y otro
sobre el Pronóstico, cuyas dos obras , que fueron publicadas la
primera vez en griego por Mr. Dietz , componen un útil complemen
to á los comentarios del mismo Galeno. Se encuentran en ellas es
piraciones , analogías y citas, que en vano se buscarían en ningu
na otra parte; y Mr. Dietz ha prestado á la erudicion médica un ver
dadero servicio , publicando una edicion de este autor.
Por lo demas, lo que contribuye á aumentar la iucertidumbre
- que hay relativamente á Eciano, es el que llevan el nombre de Me
lecio unos comentarios idénticos á los suyos en una grande esten-
sion, y no se sabe á punto fijo quien es su autor verdadero.
Teófilo ó Filoteo (porque probablemente son un mismo nombre y
un mismo sugeto) es denominado en los manuscritos antiguos médico,
protospatario ó gefe de los guardias (caballerizo mayor del emperador),
monge y filósofo. Fué seguramente cretense, y cree Fabricio que vivió
en tiempo del emperador Heraclio. Se presume en lo general que fue el
maestro de Eciano; pero M. Dietz es de opinion contraria, y manifiesta
que Teófilo no es mas que un compilador de las espiraciones de este. El
comentario que de Teofilo nos queda es sobre los Aforismo*. No demues
tra la mayor independencia de ánimo relativamente al aforismo; «El aflujo
«de sangre en los pechos de las mugeres anuncia la locura." Nota Teofilo
que Galeno considera falsa esta proposicion y añade despues : «Como sa-
«bemos que Hipócrates no se engañó nunca," añadiré para enmendar lo
«que dice Galeno, que Hipócrates observó este fenómeno, pero raras
«veces; por lo que á mi toca, jamás he visto de él ejemplar alguno."
(Schol. in Hipp. t. 2. p. 46o. Ed. Dietz.)

(a) Schol. in Hipp. t. 2.» p. 215. Ed. Dietz. Tcodoreto atribuye esto á Epi-
tarmo, de grocc. ail'ect. car. !ib. 1.
(b) Schol. in Ilipp. t. 2. pag. 216. Ed. Dietz.
(cj Schol. in Uipp. t. 2,o p. 19.
-81-
Es necesario colocar al lado de los compiladores como Teofdo, á Da-
mascio , de quien M. Dietz ha publicado tambien por primera vez en griego
el comentario sobre los Aforismos. Despues de estos escritores, van enrare
ciéndose mas y mas los trabajos de los griegos; pero les reemplazan los
árabes en el cultivo de la medicina, los cuales tradugeron y comentaron á
Hipócrates á su vez , hasta la época en que volvió el occidente á apode
rarse del dominio de las ciencias.
No es la única traduccion que poseyó la antigüedad en idioma latino,
la de Pelope. Casiodoro, que fué ministro deTeodorico rey de los Ostrogo
dos, cita una traduccion latina de Hipócrates , que recomienda con Galeno
y Celio Aureliano como el origen de la instruccion médica, (a)
He procurado en la serie de comentadores que acaba el lector de recor
rer , presentar todos los datos que he podido acerca de aquellos cuyos es
critos han perecido , deteniendome menos en los que han llegado hasta
nosotros, porque hallándose todos los dias en manos de los profesores,
pueden consultarse muy fácilmente.
Esta lista, ademas de las noticias que nos suministra sobre el estudio
de los libros hipocráticos, acerca de los hombres que á el sé han dedicado
y sobre la trasmision de las doctrinas, resuelve de un modo positivo dos
cuestiones, que son: la determinacion dela época mas antigua á que
puede referirse la coleccion hipocrática, tal como nosotros todavía la po
seemos, y la autenticidad general de estos testos en su transmision
desde dicho tiempo hasta nuestros dias.
Xenocrito de Coo esplicó las voces mas difíciles de esta Coleccion;
Bacchio hizo otro tanto despues de él ; Filino le combatió, y este habia sido
oyente de Herofilo. Lo que nosotros Sabemos acerca de estas esplicacio-
nes (que se verá en el siguiente capítulo) nos demuestra, que estas gira
ron sobre el conjunto de libros hipocráticos. Asi, siendo Xenocrito anterior
á Bacchio, no solo los sucesores de Herofilo sino tambien sus contempo
ráneos, trabajaron sobre la coleccion de libros llamados hipocráticos. Este
resultado obtenido por investigaciones directas, concuerda por otroladocon
Una frase emitida como de paso por Galeno , en donde dice este médico,
que desde la época de Erasistrato, la última parte del tratado del Régimen
delas enfermedades agudas estaba unida á la primera, (b) Se halla pues
violentamente referida la época de la publicacion de la coleccion hipocrá
tica al tiempo en que Herofilo , y Erasistrato vivieron , es decir , á lo
mas antiguo que se sabe acerca de la fundacion de los estudios de me
dicina y de erudicion en Alejandría.
Una serie tan prolongada de comentadores, que empieza en Herofilo,
trescientos años antes de la venida de J. C. , y termina muchos siglos
despues , manifiesta que el arte de la critica comprendió en la antigüe
dad todo lo que es atribucion suya: correcciones del testo hipocrático , dis-

(») Post hac legite Hippocratcm atque Galenum latiná lingua convers os. Ds du
Lect. Cap. 31, pag. 341 f... Par. 1379.
(b) Tom. V. p. 89 , Ed. Basil.
cusiones sobre la autenticidad de los escritos, y esplicaciones acerca de las
teorías médicas.
A nosotros que vivimos tantos aiíos despues de ellos , nos es mas
fácil comprender las doctrinas, que conocer los caracteres que constituyen
la autenticidad de tal ó cual escrito. Este vacío en nuestros medios de es-
ploracion da una importancia mas grande á todo lo que se lia sabido acerca
de la crítica antigua, libros , juicios , congeturas, indicios , menciones, alu
siones y citas , que serian de desear mas ostensas ; pero que en vano
trataríamos de buscarlas en otra parte. Desgraciadamente pocas veces
nos han puesto estos escritores en el caso de poder apreciar las ra
zones que formaban su opinion sobre la legitimidad ó ilegitimidad de los
diversos escritos de la coleccion hipocrática. Si en lo que de ellos nos queda
encontrásemos mas razonados sus juicios, esto solo bastaría para comu
nicarnos una parte de las nociones que á ellos fueron accesibles, y han
dejado deserlo para nosotros. A pesar de la insuficiencia que deploramos,
el orden como se suceden tan bien continuado , sus multiplicados traba
jos , sus diversos conceptos y sus animadas polémicas , son otras tantas
pruebas y fianzas para la crítica moderna por todo el espacio de tiempo
que comprenden. No puede negarse, despues de lo que se acaba de
esponer, que siempre que entre ellos se encuentre conformidad sobre un
punto, su opinion debe tener gran peso , porque todo lo sometieron al mas
minucioso exámen y detenida discusion. Resulta tambien de la serie no
interrumpida de comentadores que acabo de manifestar, que se han es
tudiado , interpretado y fijado en su conjunto los testos de los libros
hipocráticos, desde una época no menos remota que de trescientos años
antes de J. C. ; que cada uno de los comentadores ha dado, segun la
época en que ha vivido, una especie de copia legalizada de los espre
sados libros; que tienen por consiguiente estos te tos, salvos los errores
de los copiantes, una autenticidad incontestable aun en lo que tienen de
mas oscuro c incompleto. No es esta la conclusion menos importante de
las que acabo de deducir de la exacta enumeracion de tantos libros que
casi todos han desaparecido, y de tantos escritores de quienes apenas nos
quedan mas qne unas meras indicaciones.

CAPITULO VI.

De tos vahios indicios de los escritos hipocraticos.

En la antigüedad existían índices ó listas, que ya se refiriesen á un


solo autor ó bien se estendiesen á todo un ramo de literatura , contenían
nota de los libros. Galeno hace mencion de un índice de esta especie,
y al hablar del Tratado de las glándulas que todavía poseémos, añade
para corroborar su ilegitimidad , que los mismos que compusieron los íu-
-83-
dices no dijeron nada de él. Si hubiese llegado hasta nosotros alguno de
estos , ciertamente nos suministraría datos muy preciosos ; y aun cuando
se limitase á una simple nomenclatura , siempre nos manifestaría la lista
de los escritos que en la época en que se formó se admitían como hipo
cráticos. Pero lí falta de tal documento, es preciso reunir y comparar las
indicaciones que se hallan esparcidas en diferentes autores.
Si se recuerda lo que dejo dicho en el capítulo IV, en el cual he re
ferido los testimonios mas antiguos acerca de Hipócrates , nos conven
ceremos de que sería inútil buscar una huella seguida de sus escritos en
el intérvalo que precedió al establecimiento de las grandes bibliotecas y
de la erudicion de Alejandría. Si 4 este dato se agregan los suministrados
en el capítulo precedente , en el cual hemos visto que los trabajos sobre el
conjunto de la Coleccion datan en su mayor antigüedad desde Xenocrito
y Herofilo, hallarémos en estos resultados la prueba de que no es posible
dar noticias sobre toda la Coleccion, cuando carecemos absolutamente de
luces , que faltaron sin duda desde el momento en que multiplicándose las
las copias delas obras hipocráticas adquirieron mucha mas publicidad que
la que tenían anteriormente. Estos son idos hechos que tienen mucha co
nexion , y en cuya esplanacion me ocuparé en uno de los siguientes capítu
los, á saber : que por un lado han sido hasta cierta época poco conocidos, poco
estendidos los escritos llamados hipocráticos , limitándose á un pequeno
círculo de manos, como se prueba por las pocas citas qne de ellos hacen
los escritores contemporáneos y los que inmediatamente los siguieron ; y
que por otra parte , aparece repentinamente formada la coleccion hipo-
cráta y sometida á la interpretacion de los comentadores, con todas las
dudas que existen acerca de sus orígenes, y toda la confusion que he
manifestado y haré ver todavía un poco mas adelante. Prescindamos
pues por - ahora de la primera época , que comprende cerca de ciento
treinta años; de la averiguacion de las causas de incertidumbre, y
del estado de confusion en que esta coleccion se halló desde los primeros
tiempos, y examinemos á beneficio de la antigua esplicacion deque fueron
objeto los libros hipocráticos, cuáles de entre estos formaron parte de
la coleccion en la antigüedad; en qué orden se hallaron distribuidos;
cómo los hemos perdido , y por qué tenemos mas de lo que eran ; cosa
bien singnlar! Es indispensable este estudio preliminar para la resolucion
de las cuestiones ulteriores; presenta datos positivos, y establece el cánon
de la coleccion hipocrática por una época cierta.
Que en el antiguo periodo de los primeros comentadores existieron los
libros hipocráticos bajo la forma de coleccion, es cosa que se puede demos
trar. Cuando Erociano y Galeno nos manifiestan que Xenocrito , Bacchio,
Filino y Glaucias (estos son los mas antiguos) esplicaron las voces obs
curas de estos libros, no hacen escepcion de ningun tratado que estos in
térpretes escluyesen de su trabajo: indudablemente se hallaba en él com
prendido todo lo que Erociano y Galeno conocían .La misma advertencia tiene
aplicacion á Heraclides de Tarento y á Zeuxis, que no compusieron glo
sarios hipocráticos, pero que comentaron todas las obras de Hipócrates:
y todas las obras de Hipócrates en sentido de Erociano y de Galeno, signifi_
-Si-
can las que ellos conocían , en las que Glaucias, Filino, Bacchio y Xeno
crito habian aclarado ciertas dificultades de lenguage.
Seria fácil saber, si tuviésemos á la vista las obras de estos críticos,
cuál era en su tiempo la opinion mas general acerca del canon hipocrático:
pero de estos trabajos que tan útiles nos serian , solo restan algunos trozos
diseminados. Asi que no puedo presentar niel dictamen de Bacchio, ni el de
Heráclldes, ni el de Zeuxis, sobre la totalidad de la coleccion. Solamente
manifestaré todo lo que sabemos por diferentes noticias acerca del nombre
de Hipócrates, y de tal ó cual tratado, con referencia á los tiempos remo
tos que al presente considero.
Herolilo es el comentador mas antiguo que conocemos y comentó el
Pronóstico; no digo glosógrafo, porque Xenocrito es casi coutempo-i
raneo suyo, En una época tan distante, que corresponde á los primeros
años del tercer siglo antes de J, C. , se limita el índice á esta obra ; porque
del traban, de Xenocrito solo nos ha quedado una voz , y esta , como
dejo ya dicho en una página anterior , se ve que pertenece al Pronóstico.
La eleccion verificada por Herofilo induce á creer, que el Pro- .
nóstico gozaría en las escuelas médicas antiguas de mas autoridad y
reputacion que los demas libros hipocráticos: y mas adelante demostraré
(cuya advertencia viene en su apoyo), que Erasistrato hizo alusion á él
sin duda , al decir con motivo de la orina negra que es de fatal agüero , y
que esto se halla escrito en los signos. Sea de esto lo que quiera, es
bueno advertir para la historia de la coleccion hipocrática , que el primer
libro que fue comentado desde la época primitiva en que dieron princi
pio los comentarios sobre los escritos de Hipócrates, lia sido el del Pro-'
nóstico: tanto mas, cuanto que este tratado tiene relaciones íntimas con
los otros, cuya autenticidad demostraré en el capítulo XI; de modo que
por diversos caminos á la vez, determina la crítica sus investigaciones y
sus resultados.
Segun las noticias suministradas por Erociano y por Galeno, se conoce
3ue Bacchio habia trabajado sobre el Pronóstico (a), sobre la 7.* seccion
e los Aforismos (b) é indudablemente sobre todos ellos; sobre el libro
1.° de los Prorréticos (c); sobre ell.°, 3.° y 6,° de las Epidemias (d)y por
consiguiente sobre los siete libros ; sobre el libro de las Heridas de cabe
za (e) sobre el tratado de Aires , Aguas y Lugares, (esto se deduce de
una esplicacion dada por su compilador Epicles , acerca de una voz de este
tratado) (f) ; sobre el libro del Régimen en las enfermedades agudas (g);
sobre el tratado delas Articulaciones (h); sobre el de los Instrumen
tos de reduccion, con el Apéndice que Galeno denomina de las Venas

(a) Eroc. Gloss. p. 32. Ed. Franz.


(b) Eroc. Gloss. p. 34. Ed. Franz-Gal. t. V. p. 328. Ed, Basil.
(c) Eroc. Gloss. p. 40. Ed. Franz.
(d) Eroc. Gloss. p. 322 y 382. Ed. Franz-Ga!, t. V. p. 442. Ed. Basil.
(e) Eroc. Gloss. p. 104. Ed. Franz.
(f) Eroc. Gloss. p. 210. Ed. Franz.
<g) Eroc. Gloss. p. 310.VEd. Franz.
(b) Eroe. Gloss. p. 304 Ed. Franz.
-83-
(xifífMtm) y que actualmente figura en el supuesto tratado de la Natu
raleza de los huesos (a) ; sobre el libro de la Oficina del médico (b) sobre
el tratado de la Enfermedud sagrada (c j; sobre el de la Naturaleza del
niño (como se deduce de una esplicaciou de su compilador Epicles); sobre
el libro de los Humores (d); sobre el del Uso de los líquidos (e), el de los
Lugares en el hombre (f), y el libro 1.° de las Enfermedades (g i. Una pa
labra podría referirse al opúsculo sobre el corazon ; pero la citada por
Erociano y Bacchio es harroucet, y en el opúsculo se encuentra solo hairiu
de modo ojne es dudoso que la cita haga referencia al opúsculo mencio
nado. (h) Estas indicaciones se deducen, ya de la existencia de los comen
tarios de Bacchio sobre ciertos tratados ( Galeno nos manifiesta que uo
habia comentado todas las obras llamadas hipocrátícas) (i), ya tambien de las
esplieaciones que formaban parte de su Glosario, que se reconocía como
perteneciente á los libros determinados de la Coleccion. Pero Erociano nos
lia trasmitido la interpretacion de un gran número de otras voces que
son comunes á muchos tratados á la vez, y de las cuales por esta razon no
me he servido. Asi resulta claramente de estos trozos del Glosario do
Bacchio , que tuvo á la vista otros libros hípocráticos á mas de los ante
riormente espuestos. Esta es una advertencia que viene á confirmar direc
tamente el argumento indirecto que habia ya deducido del silencio de
Erociano y de Galeno , para probar que Bacchio habia conocido todo lo que
ellos conocían.
Dos explicaciones de Filino se refieren , la una al Pronóstico (j) y la
otra al libro de las Articulaciones. (k)
Se comprueba que ;los tratados de los Humores ü) , del Uso de
los líquidos (m), los libros l.°y 6.° de las Epidemias (n) , y el delas
Articulaciones lo), contribuyeron al Glosario alfabético compuesto por
Glaucias sobre el conjunto de los libros hípocráticos. Glaucias compondría
probablemente ademas de esta obra , comentarios especiades sobre algun
tratado. Puede esto sospecharse al menos, por lo tocante al libro 6.° de
las Epidemias , del que dice Galeno que fueron los primeros comentadores
Zeuxis , Heraclides de Tarento , Heraclides de Erytrhea , y antes que ellos

(a) Eroc. Gloss. p. 156 y 242. Ed. Franz.


(b) Eroc. Gloss. p. 152. Ed. Franz Gal. T. V. p, 062. Ed. Das.
te) Eroc. Gloss. p. 62. Ed. Franz.
(í) Eroc. Gloss. p. 72. Ed. Franz.
W Eroc. Gloss. p. 64, Ed. Franz.
(f) Eroc. Gloss. p. 68. Ed. Fr.
(g) Eroc. Gloss. p. 164. Ed. Fr.
(h) Eroc. Gloss. p. 242. Ed. Franz.
(i) Tom. V. p. 662. Ed. Bas.
(j) Eroc. Gloss. p. 32. Ed Franz.
00 Eroc. Gloss. p. 86. Ed. Franz.
(1) Gal. t. XVI p. 1 Ed- Kühn.
Ím) Eroc. Gloss. p. 64. Ed. Franz.
n) Eroc. Gloss. p. 322. Ed. Franz. -Gal. t. V, p. 442 Ed.Basil.
o) Eroc. Gloss. p. 72. Ed. Franz.
-86-
Bacchio y Glaucias. (a) Otro tanto es preciso decir del libro del Alimento,
al que este médico consagró un trabajo particular, (b)
Las citas prueban que Zeuxis habia comprendido en su comentario ge
neral al menos los libros 3.° y 6.° de las Epidemias (c) , el tratado de los
Humores (d) , el de los Lugares en el hombre , (e) , el libro 1.° de los Pro~
rre'licos (f), la7.4 seccion de los Aforismos (g), y el libro sobre la Oficina
del médico. (h)
Galeno ha conservado indicios de los comentarios de Heraclides de
Erytrhea sobre los libros 3.° y 6.° de las Epidemias. (i)
Acerca de los grandes trabajos de Heraclides de Tarento que abra
zaron en conjunto la coleccion hipocrática , he recogido las citas de sus es
piraciones sobre el libro de los Humores (j) sobre un aforismo que se halla
en la 7.* seccion (k) sobre los libros 3.° y tí.° de las Epidemias (I) , sobre el
libro 4.° del mismo tratado (m) sobre el libro 1.° de los Prorre'ticos (n) sobre
el tratado de las Articulaciones (o), sobre el libro de la Oficina del me'dico
(p) , sobre el opúsculo del Arte (q), y sobre el libro del Alimento. (r) Puesto
que habia comentado la 7,* seccion de los Aforismos, es bien claro que co
mentó toda esta obra: ademas que esto mismo se manifiesta formalmente
en otra parte. Galeno en su comentario sobre el libro del Alimento, hacien
do relacion de un aforismo, dice qne Heraclide le habia comentado asi como
todos los demas, (s) No insisto en esto mas que con el objeto de demos
trar, que los vacíos que quedan entre los datos procedentes de una anti
güedad tan remota, pueden llenarse con certeza en muchas circunstancias.
Cydias de Milasa (t) é Iscomaco (u ) se ocuparon de la obra sobre las
Enfermedades de las mugeres.

U) Tom. V. p. 422. Ed. Bas.


fbl Gal. t. VI p. 297. Ed. Charticr.
(c) Gal. t. V. p. 411 y 412. Ed. Bas.
(d) Gal. t. XVI p. i. Ed. Kühn.
(c) Eroc. Glos. p. 214. Ed. Franz.
(f) Gal. 1. XVI. p. 636. Ed. Kühn.
(g) Gal t. V. p, 328. Ed Basil.
(h) Gal. t. V. p.662. Ed. Bas.
(i) Tom. V. p. 412 y 442. Ed. Bas.
(j) Gal. t. XVI p. 1. Ed. Kühn.
(k) Gal. t. V. p. 828. Ed. Bas.
(1) Id. id. p. 413 y 4V2. Ed. Bas.
(m) Eroc. Glos. p. 328. Ed. Franz. Este comentario estaba al menos en dos
libros, porque Erociano cita el segundo.
(a) Erot. Glos. p. 2iS. Ed. Franz.
(o) Gal. t. V. p. 633. Ed. Bas. — Heraclides que comentó todo el Hipócrates, citó
este tratado en su libro 4. ° de los Medios tehapbi ticos esternos. Esta es la últi
ma cita que nos trasmite Galeno.
Íp) Gal. t. 862. Ed. Bas.
q) Erot. Glos p. 374. Ed. Franz.
r) Gal. Com.in lib. de Alim. t. VI p.237. Ed. Chart.
s) Gal. t. VI. p. 258. Ed. Chart.
t) Eroc. Glos. p. 374. Ed. Frant.
(u) Gal. Com. in lib. de Alim. t. VI p. 257. Ed Char.
- 87
El tratado de las Heridas de la cabeza fue comentado por Euforion (a)
yLisimaco de Coo (b) ; dúdase acerca de las explicaciones de Filonides de
Sicilia sobrelos libros 1.° y 6,° de las Epidemias (c), que sin duda com
prendió en un trabajo completo.
Demetrio el epicúreo comentó las Prenociones coacas. (d) Filon el
Judio cita el tratado de las Semanas. Celso se apoya en la autoridad
del libro 5.° de las Epidemias, y cuando dice que Hipócrates colocó en
los espíritus la cansa de todas las enfermedades (e) alude claramente al
opúsculo sobre los aires (ts-/ t»i/ju*tw).
Sin presentar un índice completo de las obras que esta ó la otra crítica
han considerado como formando parte de la coleccion lúpocrática, las ligeras
y esparcidas indicaciones que he presentado á la consideracion del lector,
demuestran que esta coleccion existía desde la época á que nos hemos re
ferido en todo lo que tiene de esencial.
No aparecen los títulos de algunos tratados: mas esto no es un motivo
suficiente para creer que no fuesen conocidos ni comentados en los tiem
pos de Baccliio , de Glaucias, de Heraclides de Tarento y de Zeuxis; porque
no han llegado hasta nosotros las notas completas de las obras admitidas
y explicadas por estos autores, y de ellas solo poseemos algunos fragmen
tos. Por otra parte es fácil advertir, que recíprocamente se confirman mu
chos tratadlos. Sabiendo por ejemplo que Bacchio comentó la 7.a seccion
de los Aforismos, podemos deducir de aqui con evidencia que comentó
toda la obra. No sera menor la certeza, cuando afirmemos que sus tra
bajos sobre los tratados que solamente hallamos en citas, prueban la
existencia de otros semejantes sobre la mayor parte de los tratados de que
Erociano y Galeno hacen mencion. Un ejemplo demuestra claramente,
cómo los datos que poseemos manifiestan la existencia de comentarios
sobre mucho mayor número de obras que las que han sido referidas ante
riormente. Unapalabra de Erociano nos indica que Bacchio comentó el tra
tado de la Naturaleza del niíw, pero siendo este tratado una continuacion
del de la Generación , se deduce que Bacchio cuando conoció el uno, no
estar/a ignorante del otro. Cuando se halla la prueba do que un comenta
dor espíicó unaespresion del libro 3.° delas Epidemias y alguna otra del
6.° es indudable que se estenderian sus esplicaciones á los siete libros.
El mismo razonamiento se aplica á todos los vacíos importantes que
presentan las notas reunidas acerca de los trabajos críticos de los mas an
tiguos comentadores.
Asi, despues de la época de Herofilo y Erasistrato , viene una serie |no
interrumpida de trabajos dedicados á Hipócrates y á la coleccion que lleva
su nombre. Esta desde entonces se halla constituida y á pesar de sus
imperfecciones, su confusion, sus oscuridades é incertidumbres ocu
pan tambien desde entonces toda la sagacidad de los críticos. Es pues
(a) Eroc. Glos. p. 10í. Ed. Franz.
(b) Eroc. Glos. id. id. Ed. Franz.
fe) Eroc. Glos. p. 338 y Mi. Ed. Franz.
(d) Eroc. Glos. p. 196." Ed. Franz.
(e) Omnc vitium,... si inspiritu, ut Hippocrali, p. 4, Ed. Targa, Patay. 1706.
-88-
digna de atencion esta advertencia, y la dejo aqui consignada como
un dato interesante para la historía de esta coleccion. Se conocían an
teriormente y se citan muchas ohras de Hipócrates, y no era cono
cido ni mencionado el conpunto de ellas que ha sido formado con el titulo
de Coleccion. Se establecio despues de un modo indestructible en sus par
tes esenciales; los críticos lahan aumentado ó cercenado segun sus convic
ciones , pero la han consagrado al mismo tiempo, por sus trabajos , la exis
tencia, la composicion y la tradicion. Seguramente que no llegó á ser co
leccion , hasta la época en que la fundacion de grandes bibliotecas públi
cas desarrollaron el gusto de los libros y la erudicion. En cuanto á lo
demas que concierne á este punto de historia literaría , digno de mayor
detenimiento , tengo reservado un capitulo especial.
Erociano es el primero del que nos queda un índice completo ; y es
interesante presentarle en esta ocasion y compararle con las citas deduci
das de los orígenes antes citados , por ser el documento mas antiguo de
esta clase que ha llegado hasta nosotros. Admite el Pronóstico; el i.* y
2.° libros de los Prorréticos , añadiendo que probará en otra parte que
no pertenece á Hipócrates esta obra; el tratado de los Humores ; el de los
Aires; el de la Naturaleza del hombre, en el cual se halla indudablemen
te comprendido como se acostumbraba en las ediciones de la antigüedad,
el opúsculo sobre el Regimen en estado de salud; el de la En fermedad sa
grada; de los Lugares y las Estaciones; de las Fracturas; de las Articula-
dones; de las Ulceras; de las Heridas y de los Dardos; de las Heridas de
cabeza; de la Oficina del médico; de los Instrumentos de reduccion; de las
Hemorroides y de las fístulas; los dos libros de las Enfermedades; de la
Tisana; de los Lugares en el hombre; de las Enfermedades de las mugeres,
otros dos libros; del Alimento; de las Mugeres estériles; de las Aguas; los
Aforismos; las Epidemias siete libros; el Juramento; la L¿y; el tratado
áiúArte; el de la Medicina antigua; el Discurso de la embajada, y el del
Súplica.
Comparemos este índice con lo que sabemos de los suministrados por
los comentadores anteriores. Erociano no escluye realmente los Prorréti
cos , por la advertencia que en ellos hace al anotarlos; los antiguos sin
cmHargo, Baechio entre otros, conocieron esta obra, ó al menos la parte
que en nuestras ediciones tiene el título de libro primero > y que es muy
semejante á las Ptenociones de Coo. En segundo lugar, admite como verda-
deramentehipocrático el tratadode los Humores contra la opinion de Glaucias
y de Heraclides que le consideraban como procedente de otro origen. En
tercer lugar escluye las Prenociones coacas que habian sido admitidas por
Demetrio el epicúreo. En cuarto lugar, el tratado de las Semanas citado
por Filon-el-Judio como autoridad hipocrática, no aparece en el catálogo
de Erociano. En quinto lugar no hace mencion del tratado que lleva en
nuestras edicior.es el título de Libro primero de las enfermedades , y fué
citado por Baechio. Estas son las únicas diferencias que podemos indicar
con certeza, atendida la insuficiencia de las nocion.es que tenemos sobre
los trabajos de los antiguos comentadores.
Es inutil establecer comparacion alguna entre el índice de Erociano
y los anteriores con el objeto de ver qué tiene el primero mas que los se
gundos , porque solo poseemos de estos, fragmentos que no permiten un
cotejo de esta clase.
Desde Erociano hasta Galeno se halla un gran número de comentada-
res, cuyas obras han perecido completamente. Mas como sus testimonios
no tienen mayor importancia que el de los comentadores anteriores á
Erociano, ni sus indicaciones, que tomaréde Galeno, nos enseñarían mas
que lo que en este autor podamos aprender , me limitaré á reunir las ci
tas que de los libros hipocráticos hace el médico de Pérgamo, el cual
consagró una obra especialmente á la critica de estos libros, que desgracia
damente ha perecido, no pudiendonos compensar nada su pérdida. En ella
habia puesto indudablemente el catálogo de todos los tratados que compo
nían la Coleccion hipocrática bajo diferentes títulos : y á falta de él , voy á
reunir todo lo que en los voluminosos escritos de su autor hace relacion á
las investigaciones de que en este capítulo me ocupo.
Es inútil repetir , tratándose de Galeno , el índice dado por Erociano;
y en obsequio á la brevedad, me limitaré á señalar sus diferencias. Galeno
cita todos los libros enumerados en el catálogo de Erociano, áescepcion de
uno solo , que es el de las Heridas y de los dardos : pero mas arriba cita
un tratado (que sin duda es el mismo con distinto nombre) sobre las
Heridas peligrosas. Nombra despues las Prenociones coacas, de que los
críticos anteriores á Erociano hicieron mencion y este escluyó de su catá
logo; el tratado de las Afecciones internas; el de las Afecciones; el de
las Carnes ó de los Principios ; el de las Semanas; el tratado del Cora
zon , segun resulta de una cita de que no dice el título , pero en la cual
refiere un largo pasage; el tratado de las Glándulas que declara apócrifo;
los opúsculos sobre el Nacimiento á los siete y á los ocho meses ; el trata
do del Régimen , y el de los Sueño/:. Erociano no admite en su lista mas
que dos libros de Enfermedades, que son el segundo y tercero de los que
en nuestra coleccion llevan este título ; Galeno nos dice que tambien se
habia dado este nombre á los tratados sobre las Afecciones, y cita de ellos
tres que corresponden al primero , segundo y tercero de los que noso
tros poseemos. Yo no he podido encontrar en Galeno noticia alguna del
que en nuestras ediciones forma el cuarto: pero en cambio cita en dife
rentes ocasiones un tratado que designa con el título de Pequeño libro de
las enfermedades, y que hemosperdido enteramente.
De lo espuesto es fácil deducir la gran variedad de opiniones que hubo
entre los autores de la antigüedad , acerca del catálogo de los libros hipo
cráticos. Si se hubiera conservado mayor número de estos comentarios,
indudablemente encontraríamos aun mas divergencias. Creo que será su
ficiente cuanto acabo de esponer, para demostrar las muchas dificultades
de que se halla rodeada la historía de la coleccion llamada de las obras de
Hipócrates. Erociano no aduce en parte alguna las razones que motivaron
sus juicios acerca de los diferentes libros de su índice; Galeno esalgo mas
esplícito, y sin embargo jamás entabla una discusion detallada sobre la au
tenticidad de tal ó cual libro. Algunas veces, (y esto es de suma importan
cia ) justifica la unanimidad de los críticos en admitir una obra como legí-
13
-90-
Üma, ó por el contrario en considerarlailegítima. Con alguna mas frecuen
cia espone los asertos, y opiniones de los críticos, á las cuales añade las
suyas, pero sin razonar unas ni otras. Las indicaciones de Galeno , saca
das del índice deErociano, y colocadas al frente delos trozos recogidos en
las obras en la actualidad perdidas, de los críticos anteriores, como Zeuxis,
Heraclides de Tarento , Glaucias y Bacchio , tienen por lo menos la ven
taja de que todas ellas refieren la propagacion y difusion de los libros
hipocráticos á la época que ya he fijado ; es decir, á aquella en que la
aficion y entusiasmo por la erudicion se desarrolló en Alejandría con la
fundacion de las bibliotecas. Tambien se pueden encontrar en los crí
ticos posteriores algunos indicios, que prueban que los anteriores tuvie
ron conocimiento de los escritos que Erociano desechó de su catálo
go hipocrático. Efectivamente , este ha admitido en su Vocabulario pa
labras que no pertenecen á ninguno de los tratados contenidos en su códice,
y que sin embargo se encuentran en otros de los que separó de él. La
voz í^Bw, que se lee en el fragmento sobre la Extraccion del feto, se
halla en el Vocabulario; y se encuentran esplicadasen él dos palabras, de
las cuales una se halla en el tratado de las Afecciones internas y la otra
en nuestro primer libro de las Enfermedades, á pesar de que Erociano no
hace mencion ni del fragmento de la Extraccion del feto, ni del libro de
Afecciones internas, ni del primero de las Enfermedades. Esto consiste
en que Erociano tomó de las obras de sus predecesores , de que hizo men
cion muy superficialmente en su vocabulario, muchas espiraciones que se
encuentran en los tratados que rehusó incluir en su catálogo, pero que
figuraban en los de otros críticos, por haber creido necesario interpretar
ciertas espresiones de dificil inteligencia.
Asi pues todo esto se apoya recíprocamente; y si se esceptúa el tratado
de las Glándulas , que Galeno asegura no haber sido citado por ningun
crítico ni en índice alguno, y que sin embargo atribuye á los hipocráticos
posteriores, (a) todos los demas han sido considerados como trasmitidos
por tradicion desde el origen que yo indico, y acompañados de todos los
testimonios necesarios. Este conjunto de escritos procedentes todos de
un origen oscuro, y cuyos rastros se pierden desde el momento en que se
llega á los tiempos anteriores al establecimiento de la escuela de Alejan
dría, este conjunto repito, es el que despues se somete á la crítica y sobre
cuya autenticidad son tan diferentes los juicios que se forman. Esta es la
razon de encontrarse tanta diferencia en los índices. Debo llamar, pues, la
atencion sobre esta doble circunstancia; que por un lado todos los críticos
de la antigüedad hacen remontar el origen de toda la Coleccion hipocrática
hasta el intérvalo que precedió á las escuelas de Alejandría, y que por otra
parte se presentan tan divididos con respecto al juicio que debe formarse de
C ida uno de los libros en particular. Es evidente que en la esencia, se
e icontraban en la misma situacion que el crítico que hoy , despues de tan
largo tiempo , trata de ocuparse de este mismo asunto. Sabian muy bien

{•) Toro. V. p. 991. Ed. Bis.


-Si
gue la Coleccion hipocrática pertenecía al intervalo de tiempo que yo
llamaré ante-alejandrino ; pero cuando trataban de emitir su opinion sobre
cada tratado en particular, eran otras las razones en que se apoyaban para
decidirse; es pues necesario que nosotros procuremos tambien buscar
otras, para decidirnos en la misma cuestion.
Despues de Galeno, las obras de los comentadores y demas testimonios
no presentan tanto interes. Paladio y Eciano, al comentar el uno el Tra
tado de las fracturas y el otro los Pronósticos, anotan muchos escritos que
consideran como de Hipócrates; pero añaden que no saben de qué Hipó
crates, pues hubo cuatro, uno hijo de Gnosídico, otro de Hcraclide, otro
de Dracon y otro de Tesalo.
Es dificil poderse formar una idea exacta del modo como estaba dis
tribuida la coleccion hipocrática en el tiempo de Suidas. Hé aquí lo que
dice este escritor: «Los libros de Hipócrates son conocidos de todos los
«que se dedican á la medicina.... Citaré los principales. El primero es el
«del Juramento', el segundo el del Pronóstico; el tercero contiene los
«Aforismos, que sobrepujan á la capacidad del entendimiento humano; el
«cuarto es el Hexacontabiblos ( llamado asi porque se compone de sesenta
«libros), obra tan célebre como admirable, y que abraza toda la ciencia
S'toda la sabiduría médica." En realidad, no se adonde corresponde este
eaacontabiblos ; sin duda bajo este título se han comprendido la mayor
parte de los libros que en el dia poseemos.
Una noticia de mayor importancia nos da Demetrio Pépagonusno en su
pequeño tratado de la Gota, pues cita algunos pasages del libro que cono
cemos en nuestras ediciones con el nombre de Cuarto libro de las enfer
medades , y que escluido de la lista de Erociano , no se encuentra mencio
nado por Galeno.
Para dar cima á este trabajo solo me resta ya comparar el catálogo hi-
pocrático , segun se encuentra en los libros modernos, con estas noticias é
indicaciones suministradas por los antiguos. Poseemos mas y poseemos
menos que estos índices ; es decir, que algunos de los tratados de que en
ellos se hace mencion no han llegado á nosotros, y que otros que en ellos
no se citan figuran en nuestra Coleccion.
Tenemos de menos (todo esto se probará en el examen particular de
cada uno de los libros hipocráticos ) el tratado de las Heridas y de los
dardos, el de las Heridas peligrosas , el llamado por Galeno Pequeño
libro de las enfermedades , y finalmente el de las Semanas. Esto es todo
lo que nos falta ; y aun he publicado yo una traduccion latina de este
último tratado , que hasta cierto punto, podrá suplir lapérdida del original.
Tenemos de mas, el opúsculo Del médico; el del Honor; los Precep
tos; el libro de las Crisis; el de los Dias críticos; el de la Superfctacion;
el de la Denticion; el de la Naturaleza de los huesos; el de las Enfermeda
des de las doncellas; el de la Naturaleza de la muger; el de la Vista ; el
de la Estraccion del feto muerto; el de la Anatomía ; la octava seccion de
los Aforismos, y el fragmento de los Medicamentos purgantes. No deja
de ser bastante singular que poseamos mayor número de tratados hipo
cráticos que el que conoció la antigüedad. En otra parte me ocuparé de
-92-
este particular, y solamente diré aquí, que los unos son fragmentos de
obras verdaderamente antiguas, cuyos autores nos son del todo desco
nocidos , y los otros, trozos que se han estraido de los libros hipocráticos
en una época comparativamente moderna.
Como la Coleccion hipocrática ha dado márgen á tanta divergencia
en los juicios que los críticos han formado de ella, no ha sido posible
establecer una regla fija para el orden de colocacion de que cada uno la
ha creido susceptible. Asi debia suoeder, y efectivamente sucede. Pero
estas diferencias , esta incertidumbrc , se ha estendido aun á los mis
mos tratados en particular ; de manera que en las ediciones que nos han
legado los críticos de la antigüedad , se encuentran reunidos ó separados
de un modo muy diferente. Galeno nos da á entender que en la mayor
parte de las ediciones, se une al tratado de la Naturaleza del hombre un
opúsculo sobre el Régimen de las personas sanas , y en su comentario
se conforma con este orden. Es muy probable que en el índice de Ero-
ciano se comprenda bajo el título de la Naturaleza del hombre el trozo
sobre el Régimen de las personas sanas; pero en todas nuestras edi
ciones (para las que han servido de modelo los manuscritos) se hallan
separados estos dos tratados. Cuando he dicho mas arriba que Bacchio
conoció el libro de la Naturaleza del niño , he añadido que sin duda cono
ció tambien el de la Generacion que en él se halla; y debo asegurar
lo mismo de Erociano, el cual, en mi juicio, comprendió tambien el
libro de la Generacion bajo el título del de la Naturaleza del niño. La di
vision de estos dos libros es de todo punto arbitraria.
En algunas ediciones de la antigüedad, el libro de las Fracturas y el
de las Articulaciones formaban un solo tratado con el titulo de Tratado
de la Oficina del médico.
Un trozo que cita Galeno algunas veces bajo el nombre de Descripcion
de las venas , se encontraba en su tiempo y en el de los mas antiguos co
mentadores , unido al libro de los Instrumentos de reduccion : en el dia se
halla colocado al fmal del que en nuestras ediciones lleva el título de
libro de la Naturaleza de los huesos.
Galeno nos dice, que Dioscorides fué el primero que quitó del sitio en
que estaba un trozo del tercer libro de las Epidemias, el cual se hallaba
hasta entonces colocado hácia el final, y este editor le trasportó delante
de la serie de los diez y seis últimos enfermos. La mayor parte de las edi
ciones modernas han seguido el órden indicado por Dioscorides. En los
manuscritos y ediciones mas antiguas se cometieron los mas crasos erro
res en la colocacion del libro de Aires, aguas y lugares. Le dividieron
en dos partes, de las cuales una lleva su verdadero nombre y la otra está
colocada á continuacion del tratado de las Heridas de cabeza ; en algunos
manuscritos esta última parte forma un libro por separado, con el título
de Pronósticos de los años. He querido hacer mencion de este hecho, úni
camente con el objeto de señalar el increible desorden que introducían
frecuentemente los copiantes imperitos, y con el de justificar la determi
nacion que tomó Dioscorides.
Los títulos de los libros son tambien muy inciertos. Por de pronto se
-93-
puede asegurar, que no son los que sus autores los impusieron. Con fre
cuencia los escritores cuyas obras forman parte de la Coleccion hipocráti-
ca, no nombran sus propios libros. Ya se ha visto cuántos de estos tra
tados hemos perdido, siendo tambien dificil reconocer si una cita indicaba
un verdadero título ó solo se referia al objeto del libro. En los casos en que
las citas se refieren á tratados que aun existen , se designa con ellas el libro
de un modomuy diverso que por el título que llevan en el dia. Asi es, que el
autor del tratado sobrelas Enfermedades de las mugcres, al citaren él (a)
el de la Naturaleza del niño, designa este último con el título de tra
tado sobre la Formacion; y en otra parte (b) de un modo algo variado,
sobre la Naturaleza del niño en la generacion. Asimismo en este último
tratado sobre la Naturaleza del niño, aljiombrar el de las Enfermedades
de las mugeres, anuncia que diráw Telai yuvauttí.ifi lwjdjUetbi , mientras
que en nuestro índice el título es solamente » ijí yutetutím.
Estos hechos prueban, quelos títulos delos libros no fueron puestos por
sus mismos autores. No debe pues causarnos grande admiracion el encon
trar en ellos tanta diferencia. El tratado qne Galeno cita con el nombre de
libro deAguas, Aires y Lugares, lleva en Erociano el título delos Lugaresy
de las Estaciones, y en Ateneo el de libro Sobre los lugares. (c) El que (jale-
no titula Sobre el uso de los líquidos, Erociano y Ateneo le llaman de las
Aguas. El tratado de las Carnes, es conocido tambien conelnombre de tra
tado de los Principios. Algunos han llamado al 6.° libro de las Epidemias
Constituciones de Tesalo. (d) El tratado que nosotros llamamos primer
libro de las Enfermedades , es conocido por Galeno con el título simple
mente de libro de las Enfermedades, y otras veces añade que se le da ma
lamente el título de primero : el segundo nuestro , es el primero de Erocia
no, y de Galeno el primer libro de las enfermedades, el grande; el tercero
nuestro es el segundo de Erociano, y de Galeno el segundo libro de las en
fermedades , el pequeño. Nuestro libro de las Afecciones internas es co
nocido con los diversos títulos de Libro grande de las afecciones, libro
sobre las Colecciones purulentas del pecho, el segundo libro, el mas grande
sobre las enfermedades. Por lo demas , estos diversos títulos eran tan dife
rentes y confusos , que con frecuencia Galeno trascribe sus primeras líneas
eon.el objeto de que se pueda saber con seguridad el libro que cita,
Al tratado del Regimen en las enfermedades agudas, llama Erociano
libro sobre la Tisana ; otros le denominan libro Contra las sentencias cni-
dianas, y otros libro sobre el Régimen , ó como dice Celio Aureliano, Die
tético. El tratado que nosotros llamamos del Régimen , era conocido en
la antigüedad por dos títulos diferentes, segun que se consideraban los tres
libros reunidos ó los dos últimos; en el primer caso se titulaba libro sobre
la Naturaleza del hombre y sobre el Régimen , y en el segundo, libro sobro
el Régimen. (e)
(a) Pag. 231. Ed.Frob.
(b) Pag. 243.
íc) Pag. 46. Ed. J. Casaubon, 1597.
(d) Gal. t. V. p. 442. Ed Basil.
(e) Gal. t. IV. p. 300. Ed. Basil.
-94-
La division en capítulos ó en libros , es tambien obra de los editores y
no de los mismos autores. Rufo dividió los Aforismo» en tres secciones;
Sorano en cuatro ; Galeno siguió la opinion de los que los dividen en siete,
que es probablemente la mas antigua. Eciano nos dice, que Galeno fué el
que dividió los Pronósticos en tres secciones. Apolonio de Citio dividió el
tratado de las Articulaciones en tres partes ; Galeno lo hizo en cuatro.
Los libros de la antigüedad, segun salieron de las manos de sus autores,
no llevaban ninguna de estas divisiones; no habia en ellos , como dice Pa-
ladio , mas que aquellas que naturalmente resultan del sentido y del paso
de un objeto á otro. .
Si pues los títulos de los mismos tratados no fueron obra de los auto
res originales , con mas razon debemos creer suceda esto con los epígrafes
de los capítulos y divisiones. Al llegar Galeno con sus comentos al tercer
libro de las Epidemias, al pasage en que Hipócrates describe una
constitucion pestilencial , dice que muchos manuscritos solo llevaban por
título Constitucion ; que Dioscorides hábia puesto en su edicion Constitu
cion caliente y húmeda; y que algunos otros ejemplares no llevaban epí
grafe alguno, (a)
Todos estos detalles , que yo he reunido «on el mayor cuidado , ma
nifiestan que la Coleccion hipocrática no tenia cuando se dió al público,
orden alguno establecido, ni títulos fijos ni divisiones ciertas; que sus edi
tores fueron los que sucesivamente la coordinaron y distribuyeron si
guiendo sus pareceres, y que desde entonces carece de suficiente autenti
cidad, porque los que la arreglaron lo hicieron sin duda con razon y utili
dad , pero de un modo arbitrario.

CAPITULO VII.

De los elementos de la CRITICA HIPOCRATICA en la antigüedad y db


SU VALOR.

Acabamos de ver que los comentadores de las obras hipocráticas solo


datan desde el principio de las escuelas de Alejandría, desde Xenocrito
y Herofilo. Antes de estos, solo existen algunos, aunque muy raros testi-
timonios, ya sobre un pequeño número de escritos particulares de Hipó
crates, ya de un modo mas general, sobre los trabajos de este médico
como escritor y maestro. Sin embargo, colocados los antiguos críticos ante
la confusa masa de libros que forman la coleccion hipocrática, se han es
forzado ert separar lo verdadero de lo falso , y señalar la parte de Hipócra-

(a) Tom. V., p. 418. Ed. BagU.


-93-
tes y la de los demas escritores cuyas obras se hallan incluidas en esta
Coleccion. Importanos, pues, examinar cuáles eran los elementos de crí
tica que poseian, para fallar sobre la legitimidad ó ilegitimidad de este ó el
otro tratado; porque frecuentemente apoyaré mis aserciones en los juicios
que hayan formado, y nolo podré hacer con seguridad mientras no lleve dis
cutido de antemano el valor que puedan tener y la confianza que deban
merecernos. Si de este examen resultase que carecen de bases y que solo
k apoyan sobre congeturas de poca fuerza, será preciso que no les demos
mas importancia que á hipótesis, las cuales dejan en plena libertad á la
crítica moderna para apreciarlos en lo que creajusto. Mas si por el contra
rio, aparece positivo qne nuestros antepasados griegos y latinos poseye
ron documentos perdidos en la actualidad , muy á proposito para darnos
alguna luz acerca de muchas dificultades que en el dia nos son muy emba
razosas, entonces deberémos prestar á sus opiniones la mayor atencion.
Cuando haga la historia del tercer libro de las Epidemias, demos»
traré que desde los tiempos mas remotos, los comentadores no sacaron
ningun provecho de los manuscritos, con respecto á la legitimidad ó ilegi
timidad de las diferentes partes de la Coleccion hipocrátiea. Sobre este
particular no tenían autógrafo alguno á quien consultar. La coleccion cir
culaba en conjunto, y solo habia algunas señales de autenticidad en
aquellos libros, de quienes á ciencia cierta se sabia, por este ó el otro cami
no , haber sido publicados en los tiempos de Hipócrates. Todo lo demas
se hallaba entregado á la discusion de los críticos.
Efectivamente, no faltaron estas discusiones, pero el tiempo nos las
ha arrebatado. Erociano se ocupó en discutir la autenticidad de los Pror-
rédeos, y aun puede creerse que trató sobre cada uno de los libroshipocrá-
ticos en particular. Por lo menos esto es lo que se infiere de algunas pala
bras de su prefacio, en las que remite á los lectores á sus esplicaciones de
cada parte (a), sobre todo si se se atiende á lo que prometió sobre los
Prorre'ticos , y sobre otro punto que mas arriba he citado. Este trabajo
hubiera sido para nosotros muy interesante, pero no ha quedado de él
vestigio alguno.
Galeno compuso un libro especial en que examinaba tambien la
autenticidad de cada uno de los escritos de la Coleccion hipocrátiea, el
cual se ha perdido enteramente. En los Comentos que de este médico
se conservan , se ocupa únicamente de la parte médica de los libros hipo-
cráticos , y solo como de paso, nos indica las dudas ó sospechas que se
tenían de este ó el otro libro, y del origen atribuido á esta ó la otra pro
duccion. Su obra de crítica literaria sobre la coleccion hipocrátiea sería
para nosotros en el dia un fecundo manantial de noticias. Su vasta erudi
cion estaría en ella esparcida con abundancia ; y aun en los casos en que
la crítica moderna no pudiese adoptar todas sus opiniones, encontraría
por lo menos en este libro citas , noticias y documentos que la aclarasen
y la permitiesen profesar una independiente de la del ilustre médica de

{■) Pag. 6. Ed Frau.


Pergamo. La historia de la Coleccion hipocrática no ha podido esperimen-
tar mas sensible pérdida.
Asi es, que cuanto en la antigüedad se compuso espresamente sobre la
crítica de las obras de Hipócrates , ha desaparecido. Ahora lo que necesita
mos es indagar, en cuanto sea posible , los elementos que tuvo á su dispo
sicion. Encontramos en los escritos de los comentadores un gran número
de opiniones, con frecuencia muy diferentes; pero estas opiniones no se
hallan razonadas, ó por lo menos lo estan insuficientemente. Las bases de
estas razones , que nosotros en parte alguna leemos , se pueden descubrir
si se particularizan los documentos que los antiguos han podido y debido
tener presentes para formarse un juicio mas ó menos exacto sobre la le
gitimidad ó ilegitimidad de los tratados que constituyen la coleccion hipo
crática.
Estos documentos , en su parte mas esencial , pueden referirse á tres
puntos principales: el primero es la existencia ya de las tradiciones ó ya
de algunos monumentos que atestiguan la existencia de los hijos y discí
pulos de Hipócrates; el segundo es el conjunto de libros pertenecientes á la
medicina anteriores yposterioresá Hipócrates, y el tercero es una obra en la
que un discípulo de Aristóteles reasumió la historia médica hasta su época.
En tiempo de los mas antiguos autores que empezaron á escribir sobre
las obras de Hipócrates, habian quedado indudablemente tradiciones aunque
vagas é inciertas sobre los médicos que contribuyeron á formar esta Colec
cion. Nose puede esplicar de otro modo la concordancia de los críticos en se
ñalar como autores de cierto número de tratados á los hijos , nietos ó yerno
de Hipócrates. Los nombres de los hijos de Hipócrates y de sus descen
dientes, que Suidas y otros nos refieren, con la indicacion no muy precisa
de que escribieron de medicina, han sido indudablemente tomados' del
códice do Eratoslenes. Pero »un el mismo Eratostenes ólosposeia por tra
dicion, ó los habia sacado de algun documento ya perdido en el dia. En
cuanto á las noticias sobre la colaboracion de los hijos y descendientes de
Hipócrates , no puedo atribuirlas sino á las tradiciones que se habian con-
servadoen las antiguas escuelas médicas anteriores á las de Alejandría y
Pórpamo, porque no se encuentra de ellas ningun vestigio escrito; un
manuscrito latino (número 7028) que ya he tenido ocasion de citar, dice
que entro los descendientes de Hipócrates se cuenta á Tesalo , Dracon é
Hipocrates el joven , cuyos libros no han sido conocidos fquorum libri non
apparuerunt). Esto es muy cierto: los críticos no apoyan sus opiniones en
testimonios, citas ni libros de estos hipocráticos, y siempre se limitan á dar
las noticias como de oidas. Creo pues que en todo esto, solo se trata de tra
dicion y no de documentos escritos ; pero de tradiciones trasmitidas á los
antiguos comentadores, y cuyos sucesores las anotaron tan vagamente
como las habian recibido.
Hay una particularidad que apoya estraordinariamente esta opinion, y
es que en la Coleccion hipocrática se encuentra un trozo que, segun tam
bien la opinion de Aristóteles , es verdaderamente de Polibio , yerno de
Hipócrates; y sin embargolos críticos, y aun el mismo Galeno , que atri
buyen ciertos escritos á Polibio , no hablan nunca de la cita tan positiva
-97
do Aristóteles, y manifiestan ignorarla ó no hacer de ella caso alguno; de
modo, que á decir verdad , conceden á Polibio alguna parte en la Coleccion
hipocrática, con independencia de la autoridad del gefedel peripatetismo.
Puede ser tambien que en el momento en que Xenocrito y Bacchio tenian
la Coleccion hipocrática y el libro dé la Naturaleza del hombre, que lleva
el nombre de Hipócrates y es de Polibio, puede ser, digo , que en este
momento la Historia de los animales en que Aristóteles hace la cita de
Polibio, no hubiera aun llegado á Alejandría, porque la coleccion delas
obras del filósofo solo fué publicada por Apelicon , (XIV) posteriormente á
los tiempos de los primeros comentadores de Hipócrates. Esta demostracion
suministrada por un testimonio evidente, por un escrito y por un autor, ro
bustece las demas aserciones acerca de la cooperacion de los hijos y nietos
de Hipócrates , é induce á creer que las tradiciones de que estos autores han
hablado, basan sobre un hecho muy verdadero, aunque en sus pormenores
no merezcan acaso una gran confianza. Quiero decir con esto, que puede
admitirse con toda seguridad , que algunas obras de los descendientes y
discípulos de Hipócrates se bailan componiendo parte de la Coleccion
bajo el nombre de su maestro ; pero no puede asegurarse del mismo modo,
que este ó el otro escrito pertenezca mas particularmente á Dracon , Tesa
lo, ó á cualquiera otro miembro de la familia.
Los críticos antiguos han opinado de muy diverso modo, al atribuir á
este ó el otro hijo ó descendiente de Hipócrates los diferentes escritos que
han supuesto no ser de este médico. Creo que será útil anotar sus principa
les opiniones acerca de este particular, porque es muy ciertoque por lo me
nos uno de estos hipocráticos (Polibio) tiene uno de sus libros en la Colec
cion , y es sumamente probable que suceda lo mismo con otros muchos
médicos de la misma familia y de la misma escuela. Segun Galeno, el 5.*
libro de las Epidemias no es del célebre Hipócrates hijo de Heraclides,
sino de otro Hipócrates, hijo de Dracon; dice ademas que el 2.°, el k.*
y el G.° son segun unos de Tesalo y segun otros del gVande Hipócrates,
pero solamente una coleccion de notas sin coordinacion, que Tesalo noque-
riendo dejar perder nada , las reunió todas y las publicó despues de la
muerte de su padre, (a)
Segun Dioscorides, el autor del libro de las Enfermedades, que en

OTJV) Apelicon compró por mucho dinero los libros de la biblioteca de Aris
tóteles, a los descendientes de Nclco, que la recibio de Teofrasto, habiéndola es
te heredado de aquel filósofo : y siendo aquellos hombres imperitos , tenian los li
bros encerrados y sin cuidado alguno, ocultandolos en un hoyo bajo de tierra
donde se mancharon y destruyeron , cuando tuvieron noticia de que los reyes de
Pérgamo a quien estaban sujetos , buscaban libros para la biblioteca que forma
ban. Apelicon en fin los compró , y como él se cuidaba menos de las doctrinas
que de tener libros enteros, queriendo enmendar lo que faltaba por la corrosion
del papel, los hizo copiar supliendo esta falta ; de donde nació el que publicase
estos libros llenos de errores....
PlQCER EK SU PREFACIO DEL TRABAJO SOBni LAS OBRAS DE UtPPOCRATIS
ÍEGCS CITA QUE hACE DE ESTRABON.
(•) Toro. III, p- 182. Ed. Bas.
-98-
nuestras ediciones lleva el titulo de Primero, fué el Hipócrates hijo de
Tesalo. (a)
El tratado de la Naturaleza del niño , se atribuyó á Polibio , discípulo
de Hipócrates. (b)
EÍI opúsculo del Régimen de las personas sanas , ha sido atribuido á
Polibio, (c) áEurifon, á Faon, á Filistion, á Ariston (d) y á Ferecides,
(e) autores todos ó mas antiguos ó contemporáneos de Hipócrates.
El tratado del Régimen (en tres libros) se ha negado á Hipócrates y
atribuido á los mismos Filistion , Aristón , I erecides (f) y aun á Filetas (g)
Segun algunos, el libro de las Afecciones , no es de Hipócrates y sí de
bu discípulo Polibio. (h)
Glaucias y Artemidoro Capiton creyeron que el tratado de los Humo
res , que Heraclides de Tarento y Zeuxis e .Muyeron completamente del
catálogo de las obras hipocráticas, era de uno de los Hipócrates poste
riores. (i)
Los antiguos comentadores han sido de opinion, de que'entre los escri
tos de la coleccion hipocrática , los unos solo son colecciones de notas re
cogidas por el mismo autor para su instruccion y para la preparacion de
otras obras, y los demas, libros acabados y destinados á ver la luz pública.
Dice Galeno en algunos parages, que habiendo Tesalo encontrado las notas,
los libros hypomnemáticos para servirme de la espresion antigua, despues
de la muerte de Hipócrates , las reunió , coordinó y publicó añadiendo
algo suyo. Que algunos libros no sean mas que una coleccion de notas,
de recuerdos que no estaban destinados á publicarse , es una cosa probada
suficientemente por el examen mas superficial de la Coleccion hipocrática;
en cuanto á su publicacion por Tesalo, hijo de Hipócrates, ó es una su
posicion de los comentadores para esplicar esta publicacion, ó una noti
cia conservada por tradicion. Galeno ha enunciado esta opinion particular
mente al tratar del 2.° libro de las Epidemias, del C.°y del tratado de la
Oficina del médico { y al encontrar en este último libro la repeticion de
un pasage , hace notar que este libro fué publicado despues de la muerte
del autor y que los copiantes tenian la costumbre de transcribir en el cuerpo
de la obra estas repeticiones , que el autor solo habia apuntado con el
objeto de examinar cuál de los dos modos de espresar la misma idea
habría de preferir al dar á su obra la última mano, (jj
Con estas consideraciones sobre los comentadores antiguos , he llegado
á demostrar evidentemente que la Coleccion hipocrática existía ya en el

(a) Gal. t. V. p. 436.


(b) Gal. t. I,p.214.
(c) Id. t. Y, p. 29.
(d) Id. id. id. 43.
le) Gal. t. V. p. 302.
!f) Id. id. id. id.
g) Id. t. IV. p. 206.
h) Id. t. V. p. 302.
i) Id. t.XVI.p. l.Ed.Kühn.
(j) Tom. V. p. 697 Ed Basil.
-99
tiempo de Herofilo, y que por consiguiente es preciso remontar mas allá de
esta época la composicion de las diferentes obras que forman parte de ella:
y me alegro deque se me presente esta oportunidad, para recordar que Ga
leno y otros críticos de la antigüedad han profesado esta misma opinion.
Asi es, que el médico de Pérgamo , al anunciar que examinará lo que
en las obras hipocráticas se dice de la disnea , declara que no escluirá de
este examen las obras que no pertenezcan á Hipócrates, atendiendo á que
son de Tesalo , Polibio ó Eurifon autores todos muy próximos al tiempo
y escuela hipocrática. A este mismo resultado vienen á parar todas las
opiniones de los críticos de la antigüedad : cuando niegan que sea de
Hipócrates un libro, le atribuyen siempre á algun autor mas antiguo que
la fundacion de las escuelas de Alejandría.
Sorano de Coo , nos dice el biógrafo de Hipócrates , recorrió las biblio
tecas de esta isla para buscar en ellas documentos acerca del ilustre médi
co cuya vida escribia, y en ellas encontró la fecha exacta de su nacimiento.
Hago mencion de este hecho , solamente por demostrar que podrían en
ellas encontrarse algunos vestigios ya del mismo Hipócrates , ó ya de
su familia , que habia ocupado un puesto tan distinguido en la . isla
de Coo, y que pertenecía al servicio del templo de Esculapio. Pero única
mente sabemos que Sorano encontró en ellas una fecha. Algun otro escri
tor ha debido suministrar noticias acerca de Hipócrates , su familia y sus
obras: este fué Macareo. Compuso una historia de Coo que Ateneo men
ciona en algunos parages, y aunque ningun autor de la antigüedad, álo que
yo sé, ha citado á Macareo á propósito del famoso médico , gloria y prez
de dicha isla , sin embargo es muy difícil dudar que no hablase de él.
Pero tenemos una cita mucho mas precisa y auténtica, sino de Hipó
crates, al menos de los asclcpiades de Coo y Cnido. (XV) Al hablar en el ca
pítulo II de la genealogía de Hipócrates, dije que Eratóstenes era el autor
mas antiguo de que yo tengo noticia, que escribió esta genealogía; pero al
mismo tiempo hice notar ,que copiada por el sabio astrónomo de Alejandría
debia tener algun fundamento. Ahora bien, Focio en el cortísimo estracto
que nos ha conservado de Teopompo, nos ha indicado uno de los manantia
les en que Eratostenes debió surtirse. Teopompo, célebre historiador
cuyos libros desgraciadamente han perecido, vivió en el tiempo de De-
mostenesy Aristóteles; tenia cuarenta y cinco años hácia el tiempo en
que murió Alejandro: estuvo pues bien próximo al mismo Hipócrates.
Pues bien, en su duodécimo libro, al hablar de los médicos de Coo y Cnido,
esplicó cómo eran asclepiades y de qué modo los descendientes de Pe-
dalirio habian venido de Syruos. (a) Esta indicacion interesante para

ÍXV) Los Asclrpiadrs se Uamaban asi de Asclepias , cuyo nombre tenia Es


culapio en griego, segun dice nuestro célebre riquer en el prefacio de su obra
acerca de Hipócrates. Egercitaban la medicina por la observacion, y lo qua
los padres habian llegado a alcanzar, lo enseñaban i los hijos ; los cuales en su
corta edad se hallaban ya informados de la esperiencia de sus mayores, a lo
cual añadiendo despues* la suya, salian sumamente aventajados en el arte, y
eran consumados maestros de sus descendientes.
{*) Pibot. Bibli. p. 203. Ed. Uoeschel.
-100-
a historia de la familia de Hipócrates , demuestra que la genealogía copiada
por Eratostenes , basaba sobre documentos recogidos de escritores muy
próximos á la época del médico de Coo, y por consiguiente mejor in
formados
El hacerse mencion de los médicos de Coo y Cnido en una historia
tan grande como la de Teopompo , prueba la grande importancia que se
daba tanto á estos establecimientos médicos , como á los sugetos que los
presidian.
Considero este título de un capítulo de Teopompo, como asunto ca
pital en la historia de Hipócrates. Hé aquí en efecto cómo se encadena
toda esta historia: Platon, discípulo de Socrates, hablando de Hipócrates
le llama hijo de los asclepiades. de Coo ; Teopompo historiador contempo
raneo de Aristoteles, trata , en un párrafo á parte , de los asclepiades mé
dicos de Coo y Cnído; por otra parte, es conocido Ctesias médico de Coo
y tambien asclepiade ; de modo que Platon, Ctesias y Teopompo for
man una cadena no interrumpida de testimonios, que empezando desde
el mismo Hipócrates, avanzan hasta la época de Alejandro el Grande,
y certifioan en todo este periodo, de la existencia de los asclepiades mé
dicos de Coo , y del lugar que en esta familia ocupó Hipócrates.
Los manuscritos mas antiguos de que los comentadores hacen mencion,
son los que se hallaban en la biblioteca real de Alejandría. Galeno á pesar
desus indagaciones, no pudo encontrar ninguno anterior á esta época;
mucho menos pudo ver aquellas membranas , ú hojas del papyrus , ó pe
queñas tablas en que se ha creido que Hipócrates depositó sus pensa
mientos, y que segun se ha dicho fueron publicadas por sus descendientes.
En tiempo de Pausanias se enseñaba en el templo de Apolo en Delfos,
una estatua de bronce que representaba un cadáver humano, ya viejo,
despojado enteramente de carnes , sin que hubieran quedado en él mas
que los huesos ; los naturales de Delfos decían que era una ofrenda de
Hipócrates el médico. (Paus. Phocic. 22.) Por lo demas, esta estatua era
mucho mas antigua que Pausanias; porque hizo algun papel en la guerra
sagrada en que tomó parte Filipo padre de Alejandro.
Otro origen de datos preciosos eran los escritos médicos anteriores
ó inmediatamente posteriores á Hipócrates. Los escritos anteriores son
los de Alcmeon, deDiógenesde Apolonia, de Dcmocrito, de Pródico, de
Epicarmo y de Éurifon. Toda esta literatura se ha perdido; pero si aun la
poseyésemos, si aun nos fuese posible estudiar estos monumentos mas an
tiguos que el mismo Hipócrates , ciertamente encontraríamos en ellos tér
minos de comparacion y semejanzas, reconoceríamos lo que se habia imi
tado por los hipocráticos, y llegaríamos á fijar con la mayor precision una
genealogía de observaciones y teorías médicas cual se encuentra en la Co
leccion. Por lo presente, supongamos que poseemos todos los escritos
compuestos en la edad que siguió inmediatamente á Hipócrates, es decir
los libros de Diocles , de Praxagoras , de Filotimo, de Dieuches; y en esta
nueva sériede producciones, encontrarémos términos de comparacion y
semejanzas como en la serie anterior , pero en orden inverso , es decir que
las comparaciones y semejanzas en lugar de descender hácia Hipócra
-101-
tes, se remontarán hácia él. De este modo se encerarían entre dos lími
tes fijos y próximos todas las obras dichas hipocráticas , y se llegaría en
un gran número de casos á formar un juicio muy exacto , á beneficio de
las luces que circundarían los dos estremos del espacio á que habríamos
reducido los escritos hipocráticos. Considerados sucesivamente los imi
tados y los imitadores, los plagiaros y los autores verdaderos, resul
taría que estos libros se encontrarían naturalmente colocados en su res
pectivo lugar; y todo lo que en esta coleccion traspasase uno ú otro de
estos límites, iría precisamente acompañado de un carácter de ilegitimi
dad incontestable.
No tenemos prueba alguna de que los críticos y comentadores antiguos
se hayan dedicado á este método de indagaciones y comparaciones con
todo el rigor deque es susceptible, ni que hayan obtenido de él todo el
fruto que puede suministrar. Pero siempre es cierto que poseyeron
y citaron todos los libros tanto anteriores como posteriores á Hipócrates,
que he referido mas arriba. Y si bien es de creer que su examen acerca de
la legitimidad ó ilegitimidad de los libros hipocráticos en particular , no
fué hecho con toda la claridad y precision necesarias, sin embargo, siendo
un hecho incontestable la presencia de los escritos médicos que limitan la
Coleccion en las dos épocas mencionadas , debió ejercer grande influencia
sobre los juicios que de. ella formaron. Aun cuando no hubieran estudiado
con el debido detenimiento los puntos de comparacion de que podian dis
poner, con todo, estos puntos existían, y daban al sentirde los críticos una
direccion, que aunque careciese de reflexion, no por eso era menos real.
Esta direccion nos falta completamente, atendida la inmensa pérdida que he
mos sufrido de momentos médicos; y este es un motivo mas que nos obliga
á pesar muy detenidamente los juicios de los antiguos comentadores, por
que en las consideraciones que acabo de establecer, encontramos una
prueba de que sus opiniones no carecieron de autoridad en que apoyarse.
Solo nos resta de estas autoridades la certidumbre de que para ellos exis
tieron, deque fueron consultadas por ellos y que influyeron directamen
te en los juicios que formaron sobre la autenticidad de este ó el otro libro
hipocrático. Esto es suficiente para asegurar tambien á su vez la crítica
moderna, la cual no ignora que, al menos en ciertos límites, podría dar
entonces crédito á la antigua.
Solo me queda ya que mencionar un libro ; pero él solo , por su fecha
y por su objeto, es el complemento mas precioso y útil á la historia de la
Coleccion hipocrática, que todas las noticias que mas arriba he enumerado.
La antigüedad le poseyó, y si como ella nosotros le poyésemos, tendría
mos en él un tesoro con respecto á la dilucidacion de los libros que llevan'
el nombre de Hipócrates. Galeno solo nos ha conservado de él una indi
cacion , pero que merece ser examinada con cuidado. «Si quereis cono-
«cer, dice Galeno, (a) las opiniones de los antiguos médicos, no teneis
tanas que leer los libros de la Coleccion médica atribuidos á Aristóteles,

(i) Tom. V. p, 4. Ed. Bas.


-102-
«pero que fueron compuestos por Menon , su discípulo ; algunos les dan
«tambien el nombre de Libros menonianos. Es evidente que Menon , des-
«pues de haber registrado con cuidado los antiguos libros de medicina
«existentes en su tiempo , se enteró perfectamente de las opiniones de
«sus autores ; pero no pudo consignar en su obra las doctrinas de los
«libros que ya se habian destruido, ó que aunque existiesen todavía, no
«habia tenido ocasion de ver. No encontrareis en esta obra de Menon , nin-
«gun médico que considere como elemento del cuerpo humano, ni la bilis
«amarilla, ni la negra, ni la phlegma. Muchos médicos, aun despues de
«Hipócrates, parece que admitían como único elemento de nuestro cuerpo á
«la sangre , á quien atribuían la primera formacion del embrion, su incre-
«mento en la matriz y su completo desarrollo despues del nacimiento; pero
«Hipócrates escribió que algunos pensaban que el cuerpo humano éra ó
«todo bilis ó todo phlegma, y no se hubiera espresado de esta manera,
«si en su tiempo ó antes de él no hubiera habido quien emitiera esta
«opinion."
Si este libro hubiese llegado hasta nosotros, ó si Galeno le hubiera dis
cutido para establecer , con respecto á doctrinas , lo que era propio de
Hipócrates, tendríamos á la verdad noticias sumamente exactas y precisas
sobre la antigüedad médica en general y sobre Hipócrates en particular.
Un libro tan antiguo como el de Menon, discípulo de Aristóteles, resol
vería un gran número de cuestiones sobre la época de este ó el otro des
cubrimiento, de esta ó la otra teoría; eliminaría de un solo golpe todo lo
que fuera posterior á este fdósofo y nos daría nociones muy exactas acerca
del tiempo trascurrido entre Hipócrates y la escuela peripatética. El objeto
mismo del libro de Menon se encaminaría directamente al nuestro, y nos
suministraría preciosos materiales para la historia de la medicina hasta
el tiempo de Aristóteles ; es decir, para una época en que son mas incier
tos y raros los documentos que poseemos.
He reunido en este corto capítulo lo que poseian los antiguos y noso
tros ya no tenemos para la decision de las cuestiones relativas á la legiti
midad ó ilegitimidad de este ó el otro escrito hipocrático. Efectivamente,
para nosotros las tradiciones recogidas en tiempo de Herofilo, de Xenocri-
to y de Bacchio , han perecido lo tanto podamos apreciar su
valor; la misma destruccion invadió á la literatura médica de antes de
Hipócrates que á laque le siguió, faltándonos por esto los puntos mas
importantes de comparacion , fiiialmente hasta un tratado de historia de la
medicina, el primero sin duda que se compuso y que asciende hasta la
época de un discípulo de Aristóteles , lia desaparecido con tantos otros
monumentos de esta remota autigüedad. Los antiguos críticos nonos han
dicho qué hicieron de estos elementos de discusion ; mas yo he tratado de
reunirlos bajo un solo punto de vista, con el objeto de asegurar la crítica
antigua antes de pasar á la moderna, que aunque esta acaso puede mas,
sin embargo nada puede sin aquella.
Aunque la cita del libro de Menon no nos proporciona nocion alguna
directa, nos suministra sin embargo un argumento indirecto de mucha
fuerza, Con respecto á la antigüedad de los libros hipocráticos. Todo lo que
-103-
los antiguos críticos , tales como Galeno , Erocianoy los comentadores de
Alejandría, están conformes en colocar antes de la fundacion del peripate-
tismo, debe necesariamente ser admitido como en realidad anterior á
Aristóteles ; porque en los tiempos de estos diferentes críticos se poseia er
mismo libro de un discípulo de este gran filósofo, con el cual se podian re
batir las aserciones que atribuyeran á los escritos de la Coleccion hipocrá-
tica una antigüedad demasiado remota. No han fijado pues los antiguos
la época de la composicion de los principales escritos hipocráticos aten
diendo puramente a congeturas , á tradiciones inciertas y a datos infunda
dos, cuando la establecieron hácia el tiempo del mismo Hipócrates ó hacia
el de sus hijos ó nietos ; pues tenían en la obra de Menon un punto sólido
en que apoyar su crítica. Asi pues, aun cuando nosotros carezcamos de él,
tengamos presente que existió para ellos , y esta sola consideracion, digna
de que la crítica moderna fije en ella su atencion, no dejará de aclarar en
cierto modo algunas cuestiones oscuras.

CAPITULO VJII.

Examen de las obbas modernas en que se trata ex profeso de los


Lmnos CONOC¡DOS CO>' EL SOMBRE DE HIPOCRATICOS.

Las dudas suscitadas por los críticos antiguos con respecto á los dife
rentes tratados llamados hipocráticos, han sido recogidas por los críticos
modernos que han compuesto trabajos especiales sobre este punto
de la historia literaria , que no deben dejarse de ¿ornar en cuenta en
esta introduccion. Es preciso que yo me afiance en sus indagaciones, que
método que han seguido y
el límite á que han llegado , y que trate de mejorar aquel y adelantar
mas en este. Si aquí no espusiese, aunque sumariamente, cuanto sobreeste
particular han hecho mis antecesores, no iría por el camino mas recto, ni
ei lector podría apreciar debidamente mi trabajo.
Los dos primeros que se han ocupado de este punto de crítica, son
Lemus y Mercurial. Luis de Lemus (XVI) (Judicium operum magni Hippo-
eralis. Salmanticw, 1584) se apoya únicamente en el parecer de Galeno, y
y no tiene otra opinion que la del médico de Pergamo ; esta osla sola base
de su crítica. El estilo y la fuerza de los pensamientos que en algunas
ocasiones invoca muy bien Lemus , no son mas que un argumento muy
accesorio para el médico español. La crítica progresaría ciertamente, si se

(XVI) Insigne profesor español de la Universidad de Salamanca, que flore


ció en el siglo XVI, y publicó dos ediciones de su juicio critico de las obras
del grande HvpocRATES. La que Dosolros tenemos á la vista, es del año de 1592.
-lOt-
abandonasc la apreciacion única del estilo, por el examen intrínseco de
los testimonios: pero en el opúsculo de Lemus no se ha abandonado de
intento ísta regla de crítica, á la que se atendrán principalmente los es
critores posteriores, sino porque juzga á Galeno un guia infalible, y
cree que el testimonio de este médico es suficiente para resolver todas las
cuestiones á que dá margen el exámen de la Coleccion hipocrática.
La obra de Lemus es un trabajo menos estudiado 6 independiente que .
el de Mercurial. Este último fCensura operum HippocratisJ divide en cua
tro clases los escritos de Hipócrates : en la primera comprende los que
llevan el carácter de su doctrina y estilo; en la segunda las obras
que solo son un conjunto de apuntaciones recogidas por él , escritas sin
correccion, y publicadas por Tesalo su hijo, ó por su yerno Polibio, ó por
otros discípulos, y en las cuales se encuentran interpoladas otras que no son
de Hipócrates : la tercera clase es la de las obras que no fueron compues
tas por Hipócrates , y sí por sus hijos ó discípulos, que trascriben mas ó
menos exactamente sus dogmas y doctrinas : finalmente, en la cuarta se
hallan colocados todos los escritos que indudablemente no pertenecen á la
escuela hipocrática. Mercurial se apoya principalmente para dividir en
clases los libros hipocráticos, en el estilo y modo particular de escribir
que tenia Hipócrates. Los antiguos han atribuido á Hipócrates una elegan
cia de estilo parecida á la de Homero, la prontitud en inventar palabras
nuevas y una habilidad particular en apropiar á su objeto las frases y es
presiones vulgares. Mercurial reconoce en este médico tres diferentes
modos de espresarse: el uno es una narracion continua como en el libro
de Aguas aires y lugares y el tratado del Re'gimcn en las enfermedades
agudas ; el otro consiste en sentencias separadas como los Aforismos los
Pronósticos y el libro del Alimento; finalmente el tercero está compuesto
de los dos anteriores como el libro de la Naturaleza del hombre.
La condicion principal del estilo de Hipocrates , segun Mercuríal , es
la brevedad unida á la oscuridad , pero Mercuríal se contradice inme
diatamente , porque dice que si Hipocrates se muestra claro y prolijo
en algunos tratados como en el de Aguas , Aires , y Lugares, es porque
bu objeto exilia este género de composicion. De este modo la regla de
crítica de Mercurial se destruye por sí misma, y la señal que dá para
distinguir los escritos auténticos aparece incierta desde el principio. La
segun h condicion , es que las sentencias de Hipócrates aunque conci
sas é incompletas , llevan siempre el sello de la verdad y que no escri
bió una sola palabra en vano ; es evidente que semejante indicacion de
ja á la crítica en la mayor incertidumbre. La tercera condicion es la grave-
- dad que se deja ver no solamente en el mismo objeto, si no aun en las frases
las palabras y el órden con que están colocadas.
Tales son las tres condiciones de que se ha servido Mercurial para distin
guir los escritos propios de Hipócrates de los que no le pertenecen. Los
fundamentos de semejante crítica son muy vagos, porque nada está mas su
jeto á controversia que los argumentos sacados de la gravedad y conci
sion de estilo. Por otra parte; se procede aqui bajo un supuesto; porque
antes de asegurar que tal estilo es propio de Hipócrates, es necesario
-103-
probar que las obras en que se cree , con razon ó sin ella , encontrar
este estilo , son realmente del autor á quien se atribuyen.
Hé aquí la lista de los escritos comprendidos en las cuatro clases de
Mercurial : 1*. clase: el tratado de la Naturaleza del hombre; el de
Aguas Aires y Lugares; los Aforismos; los Pronósticos; las Epidemias; el
tratado del Régimen en las enfermedades agudas, hasta la parte que con
cierne á los baños; el de las Heridas de cabeza; de las Fracturas ; de las
Articulaciones; dela Oficina del me'dico; delos Instrumentos de reduccion; del
Alimento; Ac los Humores y de las Ulceras^, clase: el tratado delosLujarej
tnel hombre; el libro de Aires; el del Nacimiento á los siete y dios ocho meses
y el de la Naturaleza de los huesos. 3*. clase; el libro de las Carnes ó Prin
cipios; el de la Generacion ; el de la Naturaleza del niño ; el de las Afec
ciones; el de las Afecciones internas; el de las Enfermedades; el de la Na
turaleza de la muger; el de Enfermedades de las mugeres; el de las Muge-
res este'riles;c\ de la Superfetacion; el de las Enfermedades delas doncellas;
el de la Enfermedad sagrada; el de Hemorroides; el de Fistulas;c\ del Ré
gimen de las personas sanas ; los tres libros del Régimen ; del Uso de los
líquidos ; de las Crisis ; de los Dias críticos ; los Prorréticos; las Preno
ciones coacas y el tratadodelos Sueños. 4.a clase: el Juramento, los Preceptos
la Ley; del Arte ; de la Medicina antigua ; del Médico; del Honor; de la
Estraccion del feto; de la Anatomía; del Corazon; de las Glandulas; de la
Denticion ; de la Vista; y las Cartas. (VXII.)
Voy á referir tambien aqui un juicio , poco conocido en el dia, sobre
el libro de Mercurial , formado en la misma época en qnc se dió á luz,
por Juan Costei profesor en el liceo de Bolonia, el cual escribió lo siguien
te al célebre Ulises Aldrovando. (a) «El que ha escrito recientemente el
«Examen de los libros de Hipocrates , sabio Aldrovando , merece toda
«mi aprobacion y no puedo admirar bastante la facilidad con que pone
«en órden un conjunto de libros tan confuso y variado. Separar primera-
c(mente los principios que estan conformes con las doctrinas de Hipocra-
«tes de aquellos que son contradictorios , no es ciertamente ni una em-
epresa pequeña , ni obra de un hombre que no estuviera muy versado en

(XVII) Con el objeto de aclarar algun tanto esta distribucion que hace
Mercurial de los libros hiporraticos, en que no nos ha parecido nuestro autor
bastante esplicito para aquellos que no tengan mas antecedentes, hemos creido
útil advertir; que los libros incluidos en la primera clase, son en su juicio loa
génuinos y verdaderos: los que se hallan en la segunda, son los que considera
como formados en parte por Hipócrates en razon a los materiales que dejó pa
ra (ellos, y coordinados por sus hijos Tesalo y Dracon, y su yerno Potibio : los
colocados en la clase tercera, son aquellos en que no tuvo Hipócrates participa
cion alguna, y fueron formados por sus discipulos con arreglo a sus princi
pios ; y por último , los que componen la clase cuarta , son los que tiene por evi
dentemente falsos, no perteneciendo a Hipócrates en modo alguno.
. . (Los traductores.)
(a") Joannis Costei Laudanensis in lyceo Bononiensc medicinae profesoris da-
rissimi , Misc-elaacarum dissertationum llecas prima Palavii, 1698.
15
-106-
«lodos los ramos del arte médica y familiarizado por espacio de mucho
«tiempo con los escritos de este autor ; conocer ademas las obras que
«han salido de la eseuela de Hipocrates , exige mucho trabajo ; y final-
«mente, reconocer los que llevan el sello de la mano del maestro, es el
«mayor esfuerzo de un espíritu el mas sagaz y ejercitado. Por mi parte, si
«algo sé de lo concerniente á los libros hipocráticos , me atrevo á decir
«que hasta el presente solo nuestro autor ha tocado exactamente el obje-
«tó, ó que por lo menos es el que mas se ha aproximado.
«Pero acerca de este particular, no es de estrañarque esten discordes
«los pareceres ; y pues que exigís mi opinion, dire que este es un pun-
«to acerca del cual siempre he suspendido y suspendo el juicio. No re
acuerdo haber leido en ningun autor, que se publicase obra alguna de Hi-
«pocrates durante su vida: entre las razones que inducen á creer que efec-
«tivamente no publicó nada por si mismo, es tal vez la mas fuerte , la de
«que en los mismos libros que todos miran como auténticos, hay ciertas
«partes que desdicen de sus doctrinas segun tambien el parecer del mismo
«Galeno ; otras son estraordinariamente oscuras, se encuentran repetidas
«en el mismo tratado y aun en tratados diferentes ; y finalmente, algunas
«otras se hallan sin orden , sin conexion , y compuestas contra las reglas
«de buena escritura, que ciertamente no ignoraba un hombre tan grande
«y esclarecido. Es pues muy probable, que aquellos libros que no estan
«redactados convenientemente, ni bien acabados, no fueron publicados
«por él.
«De estas razones se deduce, que los libros de la primera y segunda
«clase son del mismo orden. Por mi parte, asiento del todo á la composi-
«cion de la tercera clase , tal como nos la ha presentado nuestro sabio
«autor con mucha sagacidad y penetracion. Sin embargo, consignaré aquí
«el juicio que he formado de las Prenociones Coacas. El testimonio de
«Galeno y algunos otros, prueba que este libro no es de Hipacrates. He
«deseado siempre saber si fue anterior ó posterior á él. Es verdad
«que dice Galeno, que todo lo que en las Prenociones Coacas y en los
Prorréticos se encuentra de verdadero , ha sido tomado de los Aforismo»
«de los Pronósticos y de las Epidemias: pero si, como parece muy razona-
«ble , la esposicion mas ordenada de las cosas debe pertenecer al que es-
«cribe despues , el orden que reina en ciertos pasages de los Pronosticos de
«los Prorre'ticosy de los Aforismos mucho mejor que elque se advierte en
«las Prenociones coacas, induciría á creer, si á ello no se opusiera la au-
«toridad de Galeno , que aqnellas son mas antiguas y que Hipocrates se
«sirvió de ellas en muchas ocasiones. Mas por otra parte, encontrándose
«en jas Prenociones algunos pasages mejores que en los enumerados mas
«arriba, no parece improbable que fueran«ontemporáneas de Hipocrates, y
«que el autor de las coacas haya recolectado como él, en un campo ya fe
cundado por los trabajos y observaciones delos antiguos.
«Aun me queda un escrúpulo acerca del libro del A limento. Efecti-
«tivamente, si la brevedad unida á la oscuridad y gravedad de estilo , y
«la abundancia de pensamientos son indicios de la doctrina hipocráti-
«ca, ¿porqué no considerar este libro como emanado del mismo Hipocrates
-107-
«mucho mas cuando ni Galeno ni ningun autor niegan que sea suyo? (a)
«En cuanto á los libros colocados en la cuarta clase , se muy bien qne
«las opiniones varían , y que muchos modernos tratan de probar con ar-
«gumentos doctos y grandes esfuerzos de erudicion , que estos libros
«pertenecen á la verdadera doctrina de Hipocrates. Pero la misma dife-
«rencía que entre ellos se advierte, demuestra que no son de un mismo
«autor, y que no es posible reducirlos a un plan comun. Creo ademas, que
«la clase de libros apócrifos se coloca con razon en cuarto lugar; pero to-
«dos estos escritos no deben atribuirse á un solo hombre.»
«Tales son , sabio Aldrovando , las reflexiones que me ha sugerido la
«lectura del Examen de los libro» hipocrálicos , lectura que he hecho con
«la mayor ansia y avidez, á pesar de los muchos estudios que ab-
«sorven mi tiempo. He querido apoyar mi aprobacion, y manifestaros mi
«deseo por satisfacer á vuestra pregunta.»
«En cuanto al sabio autor de este Examen, puede estar bien persua-
odido de que la lectura de su libro me ha proporcionado el mas vivo
«é inesplicable placer , y que he formado el mas alto concepto de sus
«esfuerzos dirigidos á dar á la escuela hipocrática , con su ciencia y tra-
«bajo , todo su esplendor.» (XVIII)
Esta carta de Costei , esponiendo el juicio de la obra de Mercu
rial formado por un hombre esclarecido , merece tambien nuestra aten
cion por algunas consideracionesingeniosassobrelacríticahipocrática. Tales
son, el señalar el desorden que reina en la coleccion, y que impide creer que
hubiera sido publicada, al menos en su totalidad, durantela vida de Hipocra
tes, el observar que en el libro del Alimento, escluido por algunos, se
encuentran sin embargo los caractéres de concision y oscuridad atri
buidos por muchos cnticosal estilo de Hipócrates, y Fmalmente, el manifes
tar con mucho juicio, por lo que toca á las Prenociones coacas, que en
tre los libros en que se trata la misma materia y con los mismos pensa
mientos y detalles, supone una redaccion mas acabada la posterioridad
en la composicion. El lector encontrará desarrollada en los capítulos si
guientes la mayor parte de estas indicaciones , que solo en embrion se
encuentran en la carta de Costei.
Gruner (Censura librorum Ilippocrateorum. Uratislavict 1772) ha se
guido casi las mismas reglas de critica que Mercurial; ha reunido en una

(a) Esta reflexion de Costei indure i creer, qre no habia colocado Mercurial
en su primera edicion del Examen, el libro del Alimento en la primera clase.
No he podido comprobar este hecho, por no tener á la mano esta edicion.
(XVIII) Nuestro célebre Piqucr en el prefacio de so obra sobre ias de Hipo
crates, p. 33, refiriéndose a Mercurial, esponc el siguiente juicio: «Mercurial tuvo
«por apócrifos algunos libros (de Hipócrates) que Galeno consideró como propios,
«pero se dejó llevar del torrente de su siglo , sin embargo de haber sido de los
■mas doctos y eruditos de su tiempo ; y asi los libros cuyas máximas se acomo-
«daban a la práctica y esludios suyos los dió por legítimos, bien que siempre a
• favor suyo debemos confesar que fué el que basta ahora ha tratado el presento
«asumo con mayor discernimiento.
-108-
seccion (pág. li.)los caractéres que cree distintivos de los escritos hi-
pocráticos: la brevedad de estilo, un dialecto jónico que se aproxima
algo al antiguo dialecto atico , la gravedad y sencillez del lenguage, y fi
nalmente , la falta de razonamientos teoricos en sus escritos. El usar
del dialecto jónico nada prueba en favor de La autenticidad de este ó el
otro escrito, porque se sabe que mucho tiempo despues de Hipocrátes
le usaron algunos escritores; en testimonio de lo cual, y con respecto á los
medicos, bastará que citemos á Areteo. En cuanto á la falta de toda
teoría , de toda hipotesis , los escritos que se tienen por hipocráticos no
carecen absolutamente de ellas. Asi los Aforismos contienen, por ejemplo,
sentencias apoyadas en la teoría del calor innato , en el orgasmo de los
humores, y en su tendencia á salir por tal ó cual via. Representará Hipó
crates como adversario de las doctrinas generales, es contrariar lo que el
mismo Platon dice acerca de este particular. El médico de Coo juzgaba,
dice el discípulo de Sócrates , que no puede conocerse el cuerpo humano
sin conocer la naturaleza y el conjuntole las cosas. Realmente admitía
las generalidades tan propias de los filósofos de sb época , y en sus libros
se encuentran grandes é ingeniosas teorías.
Gruner , en cuya obra no deja de conocerse erudicion , no ha cambia
do de un modo notable la esencia de la crítica de los oscritos hipocráticos
mas que en un punto; cual es, el haber procurado juzgar de su legiti
midad por los conocimientos anatómicos que en ellas se encuentran con
signados. Considera la anatomía de Hipócrates como en muy pequeño
grado desarrollada, y está pronto á desechar por ilegítimo todo escrito en
que esta clase de conocimientos ofrezcan cierta profundidad. Sin embargo,
no presenta sino pocos hechos especiales , entre otros el conocimiento de
los músculos, y la distincion de las arterias y las venas, cuyas, nociones
cree posteriores á Hipócrates. Para otro lugar me reservo el examinar la
certeza de estas aserciones..
Su ánimo ha sido apoyarse en testimonios de los autores antiguos,
y nombra á los primeros comentadores de los escritos hipocraticos,
pero en realidad se ciñe únicamente á Paladio, Erociano y Gale
no: y en efecto, es de creer que el punto de vista de su crítica no
salió de este círculo , puesto que dice (ibid. p. 5.) «Habiendo sido que-
«unada la biblioteca de Alejandría por los soldados de Julio Cesar, no
«habrá sido fácil que algunos hombres mal intencionados sustituyesen con
«libros apócrifos , los verdaderos que el incendio destruyó?" Gruner olvidó
al escribir estas líneas que algunos comentadores,, que florecieron dos
cientos años antes del incendio de la biblioteca alejandrina, atestiguan
que en esta época existia ya la Coleccion hipocrática , tal como Erociano y
Galeno la conocieron mucho despues.
Con este motivo se lamenta Gruner de la pérdida de las traduccio
nes latinas de Hipócrates , de que habló Casiodoro , como si de nada sir
viese y no debiera preferirse el testimonio de Heraclides de Taranto,
de Glaucias y de Bacchio que vivieron cerca de cuatrocientos años antes
que Galeno y seiscientos antes que Casiodoro. Por lo demas, Gruner
ha copiado este grave error de Mercurial que dice en su Examen pág. 3
i
— 100 —
líe la edicion que ha dado de Hipocrates, que los libros hipocráticos
sufrieron algunas alteraciones en el momento de la desaparicion de la biblio
teca de Alejandría. Aun dice mas ; porque supone que Artemidoro Capi
ton y Dioscorides han sustituido Los libros verdaderos de Hipócrates con
otros apócrifos. Esto es olvidar completamente la tradicion de los comen
tadores, lo cual no hubiera sucedido á estos dos autores, si hubieran se
guido de cerca la no interrumpida succesion de escritores de la antigüedad
que se han ocupado de los libros hipocráticos. Con este ejemplo se
comprenderá fácilmente cuánto se arriesga y vacila la crítica si no se tienen
muy presentes los trabajos antiguos; y puede tambien verse que no ha
sido inutil presentar, como yo lo he hecho, una lista larga pero exac
ta de los comentadores griegos de Hipócrates.
Gruner considera como propios de Hipócrates los libros siguientes: el
Juramento; los Aforismos; el de Aires, Aguas y Lugares; los Pronósticos;
el 2.* libro de los Prorre'ticos; el de la Oficina del médico; el libro 1.° y
3.* de las Epidemias ; el tratado del Regimen en las enfermedades agudas;
el de las Heridas de cabeza, y el de Fracturas , á pesar de que en él se ha
bla de los músculos. Todo lo domas lo escluye del catálogo hipocrático.
Se pregunta, con mucha razon, por qué ha habido tanla divergencia
en los juicios que se han formado acerca de los escritos hipocráticos, pero
no resuelve esta cuestion. En el capítulo XI esplicaré las causas de estas
divergencias, y entonces manifestaré que la Coleccion hipocrática ha sido
formada de trozos que, en su mayor parte, carecieron de testimonio en el
momento de su publicacion.
Ackermann, en su noticia sobre la historia literaria de Hipócrates (a),
al someter al análisis la autenticidad- de los escritos hipocráticos, no ha
añadido á las reglas establecidas por Mercurial y Gruner mas que la tradi
cion y la conveniencia de los autores antiguos sobre este ó el otro tra
tado, la cual es de bastante fuerza en la cuestion presente, sobre
todo cuando á ella se adhieren Galeno, Bacchio ó Erodio. Efectivamen
te, esta es mejor guia que la de las consideraciones sobre el estilo y
frases , porque el Sorano autor de k vida de Hipócrates ha dicho con
mucha razon, que es posible imitar el estilo de un escritor, y que un mismo '
sugeto puede muy bien escribir de diferente manera.
Grimrn , que ha traducido las obras de Hipócrates en aleman, y cuya
traduccion es muy estimada, seesplica del siguiente modo acerca de la
cuestion de autenticidad de los diferentes tratados;. «Los cometadores y
«otros muchos que hqn formado juicios sobre las obras de Hipócrates, han
«establecido muchas reglas con las cuales deben distinguirse los escritos
«verdaderos de los apócrifos. Algunas son exactas y precisas, pero otras
«son de aplicacion dificil , con frecuencia imposible, y sujetas a multitud
«de escepciones y de dudas. Segun mi juicio, los testimonios mas impor-
«tantes son los de los escritores de una época posterior á la de Hipócrates
«tales como Galeno y Erociauo ; testimonios trasmitidos por medio de una

(«) Bíbl. gr. ed. Hartes, t. II. p. 835.


— 110 —
«tradicion oral, ó apoyados en documentos que existían entonces y
«que en el dia ya no poseemos. Ademas, el contenido de los escritos
«debe ser tal, que dé a esta prueba todo su valor. Por consiguiente
«yo no busco en los verdaderos escritos de Hipócrates otra cosa que una
«descripcion de las enfermedades copiada fielmente de la naturaleza con
«sus accidentes y causas bien manifiestas, sentencias generales derivadas
«de esta misma descripcion que no se contradigan, yque solo estén sujetas
«á muy raras escepciones. Todo esto , como la misma esposicion , debe
«estar en conformidad con el tiempo , presentado en un estilo breve y es-
«presivo, y en un lenguage conforme con la época. Sea la que quiera la
«antigüedad de estos libros, no debe encontrarse en ellos ninguna sutileza,
«ninguna hipótesis , y ningun tratamiento ni remedio estraordinario."
Con estos caracteres reconoce Grimm por auténticos, el libro 1.° y 3.°
de las Epidemias, los Pronósticos , los Aforismos, una parte muy consi
derable del tratado del Regimen en las enfermedades agudas, y el libro
de Aires, Aguas y Lugares. Grimm ha seguido la opinion de Gruner con
respecto á los conocimientos anatómicos de Hipócrates, y como él, es-
cluye los libros en que se hace mencion de los músculos , ó en qué se dis
tinguen las venas de las arterías. Escepto el testimonio tradicional , las
demas reglas que espone el traductor aleman dan mucha margen , co
mo las de sus predecesores, álo arbitrario y congetural, y sobre todo
son de un orden muy secundario. Es preciso que tengamos, si es posible,
alguna cosa menos vaga , y para conseguirlo buscar en los mismos libros
hipocráticos y en los escritos que les fueron contemporáneos, ó que se
escribieron poco tiempo despues, noticias mas esactas.
Esta serie de censores de los libros hipocráticos me recuerda la opi
nion que un famoso filólogo formaba de aquellos juicios que solo estriban
en el estilo, en la esposicion y pensamientos de un autor. Lemus, Mer
curíal, Gruner y Grimm, aunque se reconoce en ellos un desarrollo
progresivo del método crítico , se han apoyado con especialidad en esta
clase de razónes; su insuficiencia ha sido muy bien apreciada por Richard
Bentley en un pasage que, aquí mejor que en otra parte, debe tener lugar:
«La crítica, que solo estriba en el estilo y el lenguage, dice en el prefa-
«cio de !a disertacion en que prueba que las cartas que llevan el nombre
«de Falaris son apócrifas, es ordinariamente delicada é incierta y pende de
«nocionos poco fundadas. Hombres muy instruidos y sagaces han cometido
«en este género de congeturas errores que ya tocaban en lo ridiculo. El
«grande Éscaligero publicó unos versos, como un fragmento tomado
«de un antiguo autor trágico, que hahia adquirido de Muret; pero
«éste no tardó en confesar que era una chanza, y declaró que los versos
«eran suyos. Boxornio escribió un comentario sobre un pequeño poema
«titulado de Litle que atribuyó á algun autor antiguo; pero se supo
« bien pronto que era de Michel L' Hospital, canciller de Francia. De
«modo, que si yo no tuviera otro argumento que el del estilo para demos-
«trar la falsedad de las cartas de Falaris, no creería poder convencer
á nadie."
Sprengel en su Apología de Hipócrates ha seguido á Gruner paso á
-Hi
paso. segun él mismo dice. Sin embargo, lia empezado á introducir en la
crítica hipocrática una nueva consideracion, á saber: la de las doctrinas
filosóficas, tratando de comprobar con ellas las doctrinas medicas de los
libros bipocráticos, y establecer entre estos libros un orden de anteriori
dad. Esta indicacion de Sprengel, ha sido despues seguida y desenvuelta
por algun otro crítico.
La marcha de los autores cuyas ideas acabo de esponer, aunque su
mariamente , demuestra que el campo de la critica hipocrática se ha ido
agrandando cada vez mas. Pero este género de indagaciones es tan mi
nucioso, que se encuentran con frecuencia los errores al lado de las me
jores observaciones; yo he anotado y apunto aquí algunos de ellos.
Segun Gruner (p. 88), Aristóteles atribuye el tratado de las Carnes á
Polibio: cita falsa: el trozo de que hace mencion Aristóteles se encuentra
no en el libro de las Carnes, sino en el de la Naturaleza del hombre.
Sprengel dice (Apol. des Hip. B. i. S. 74) que en ningun autor antiguo
se hace mencion del libro titulado del Uso de los liquidas; pues bien,
Galeno le cita con el mismo titulo, y Erociano con el de las Aijuas.
Los cuatro libros de las enfermedades, dice (ib. S. 7o;. tienen el tes
timonio de Erociano y de Galeno ; Erociano no cita mas que dos, y Galeno
en ninguna parte hace mencion del cuarto.
Segun Sprengel (ib. S. 91), asegura Galeno que Aristóteles descubrió
la aorta ; y Aristóteles hablando de este vaso dice : vena que algunos
llaman aorta. Es pues evidente que no fué el primero que la descubrió.
Por otra parte, Galeno dice solamente que el vaso llamado aorta por Aris
tóteles es conocido por otros por la grande arteria, (a)
Grunel y Sprengel suponen que el final del tratado de las Carnes ó
de los Principios, que en algunas ediciones forma un capítulo aparte titu
lado de la Vida, es el libro que Galeno y otros llaman de las Semanas.
No hay nada de esto ; el libro de las Semanas no contiene la parte que es
realmente el final del opúsculo de las Carnes.
Sprengel dice, que el libro de la Naturaleza de los huesos es positiva
mente considerado por Aristóteles como de Polibio. Y este libro fué com-
puestode diferentes fragmentos, uno de los cuales se tomó del mismo Aris-"
tóteles (el deSyenesis de Chipre), y la cita de Aristóteles se refiere al libro
de la Naturaleza del hombre. Estos son errores muy crasos.
Gruner y Sprengel dicen que el tratado de la Medicina antigua
repite muchos pasages del libro del Régimen, y que no siendo este de
Hipócrates , no puede tampoco serlo el otro. Pero Gruner y Sprengel no
han advertido que el tratado con quien tiene semejanza el de la Medicina
antigua es con el del Régimen en las enfermedades agudas, y no con el
del Régimen : y el tratado del Régimen en las enfermedades agudas tiene
todos los testimonios en su favor.
Spon, en el prefacio de sus Aphorismi novi, combate á Mercurial ,
habla mejor que este último acerca de los títulos que tienen los diferentes

(a) Tom. 1. p. 1C7. Ed. Das,


-112-
libros de la Coleccion para ser considerados como propios de Hipócrates. Noto
en este prefacio un error considerable. Spon pretende que el 7.° libro de
las Epidemias está incluido en el número de los libros supuestos. Erocia-
no dice una cosa muy diferente; y en su catálogo de los libros liipocráticos
forma una clase con el epígrafe do Miscelánea, en la cual coloca los siete
libros de las Epidemias, no el sétimo.
Encuentro tambien (a) un error singular en Akermann , á pesar de ser
generalmente tan esacto. Entre los comentadores del libro 3.° de las Epi-
demias, cita un tal Filistio, segun la opinion de Galeno. Y Filistio ó Fi-
listes , no es tm comentador, sino un enfermo euya historia se refiere
en el libre 3.° de las Epidemias; esto es tambien lo que dice la frase de
Galeno en que, por inadvertencia, ha crcido Akermann ver este comen
tador, (b)
He anotado estos yerros de mis antecesores , no con el objeto de aba
tir su trabajo y ensalzar el mio , sino para manifestar que en un nuevo
campo de observaciones, todo es dificultades. Una vez trazado el cuadro,
es ya fácil rectificarle.
H. F. Link ha seguido, para discutir la autenticidad de los libros hipo-
cráticos, la senda trazada por Sprengcl. La base en que apoya su critica,
es la consideracion de las teorías que encierran estos escritos; distingue
tantas clases diferentes como doctrinas encuentra, creyendo que las
que son contradictorias no pueden .pertenecer á un mismo escritor.
Ademas las compara con las doctrinas filosóficas que á ellas correspon
den , y de esta comparacion, deduce una especie de cronología relativa,
seguu la cual , coloca tal escrito antes que otro y despues de Platon ó
Aristóteles, Esta especie de crítica es ciertamente un nuevo punto de
vista, y ofrece consideraciones que no deben despreciarse. Link se mues
tra muy riguroso con los libros hipocráticos , y muy al contrario de sus
predecesores que llenos de entusiasmo recogen con gran facilidad testi
monios inciertos con tal que sean favorables, se encuentra animado de
un inéxorable esceptismo, ante el cual apenas se divisa la persona de
Hipócrates , ó que por lo menos solo le deja un nombre vano sin obra
alguna efectiva. «Cuando se dirige una rápida ojeada sobre los escritos de
«Hipócrates, dice el crítico aleman, se suscita al momento la pregunta
«¿quien es este Hipócrates? Si se habla del autor del libro de Aguas, Aireé
my Lugares, se trata de un escritor claro y agradable; si se habla del autor
«de \oÁl'ronústicos y Aforismos es de un autor apasionado por la concision
«y oscuridad; si úe\ autor de las Epidemias , de un escclentc observador,
«pero que deja morir á los enfermos sin prescribirles nada; si del autor
del Regimen de las enfermedades agudas, de un médico que emplea am
achos medicamentos, algunos sumamente activos."
Si Link hubiera adelantado algo mas en el sistema seguido por Hi
pócrates , hubiera reconocido que los Pronósticos , las Epidemias y el
tratado del Régimen en Jas enfermedades agudas , se hallan relaciona-
(•) Bib. Gr. Ed. Harl. Tom.'II, p. 824.
(b) T. V. p. 174. Ed. Bas.
-113-
dos y se esplican los unos por los otros; pero sigámosle en sus razona
mientos.
Distingue en la coleccion hipocrática seis teorías principales con
las que forma seis clases de escritos, y admite por lo menos seis
autores diferentes.
La primera es la de la bilis y la flema; es muy antigua; habla
de ella Tucydides , y Aristóteles (a) dice que la division de las enfer
medades segun la bilis y la flema era muy familiar á los médicos.
Platon, en el Timeo, atribuye las enfermedades á estos humores; de
donde puede concluirse, que los tratados en que se encuentre esta
teoría han de ser muy antiguos. La oposicion de la bilis y la flema ha
sido bien especificada; la superabundancia de la bilis es la causa de
las enfermedades agudas; la de la flema, lo es de las crónicas. La pri
mera está caracterizada por todo lo que es vivo y atenuante , la segun
da por todo lo que es blando, flojo y lento.
Hé aquí los tratados en que pretende Link que reina la teoria de
la bilis y la flema, con esclusion de toda otra. En primer lugar las
Epidemias : el autor habla en ellas de vómitos de bilis y de flema,
y casi no hace mencion de tratamiento alguno, cuyo vacío esplica muy
mal Galeno, y está en contradiccion con el autor del tratado del Ré
gimen en las enfermedades agudas, el cual emplea muchos remedios.
El que ha compuesto el libro l.*y 3.° de las Epidemias residió por
mucho tiempo en Tasos , porque describe las constituciones atmosfé
ricas de muchos años. ¿Cómo habia de encontrarse Hipócrates en Tasos,
en donde solo habia un templo de Hércules y ninguno de Esculapio
ni de Hygia? Estos dos libros son, no de un módico, sino de un
naturalista que observaba las enfermedades, sin tratarlas. Esta opi
nion de Link es muy singular ; no me detendré en combatir detalla
damente sus asertos, porque su refutacion emanará naturalmente de la
misma discusion sobre el conjunto de los escritos hipocráticos.
Los Pronósticos, libro claro y preciso, pertenece á la misma ca
tegoría. No parece mas que un estraclo de las obras semeyóticas de
Hipócrates; el Hipócrates de Platon, dice Link, hubiera compuesto una
cosa mas científica.
En el libro 1.° de los Prorre'licos , anota Galeno un solecismo. A
causa de este defecto en el idioma y algunos otros, creen muchos no
sin razon, dice el médico de Pérgamo, que este libro no era de Hi
pócrates. Su brevedad oscura y estudiada, los rodeos particulares de
que abunda, la multitud de epítetos y las frases en infinitivo, colo
can este libro al nivel de las Prenociones de Coo y del libro 6.* de
las Epidemias. El libro 2.» de los Prorréiicos es indudablemente
de otro autor; le distingue un estilo claro y sencillo, y finalmente, el
lamentar la exageracion qne se dá á los Pronósticos, indica una fecha
posterior.

(a) Natur. Aus. lib. 11. Cap. II.


18
-114-
Link hace notar que los Aforismos contienen muchos pasages del
tratado de Aguas, Aires y Lugares, y que muchos otros se encuen
tran palabra por palabra en los Pronósticos. Así es, que podría consi
derarse esta coleccion como un estracto de los escritos hipocráticos: pero
examinándolos bien, todavía se descubren diferencias mas notables.
Estas diferencias son: en la primera seccion, el encontrarse la teoría
de la turgescencia de los humores y su evacuacion , idea médica muy
antigua segun Link ; en la segunda seccion , el hallarse una esplica-
cion detallada de los dias críticos, indicados solamente de un modo
muy general en la anterior; en la tercera , el incluir algunas conside
raciones acerca de las edades y de las estaciones, conformes con la
doctrina de las Epidemial; en la cuarta, el notarse una distincion mas
clara de las enfermedades, la division de la bilis en negra y amarilla, y algu
nas espresiones que parecen hacer alusion á los cuatro humores; en la
sesta y sétima, el encontrarse una mezcla de aforismos de los cuales algu
nos, son bien estravagantes, como por ejemplo, el que dice que los mudos
son atacados fácilmente de diarreas rebeldes; con la particularidad, de que
la mayor parte están colocados despues de la misma palabra, ya sea í*í, ya
¿Tieoiti, ya ív. Asi pues, se advierten tales diferencias en las secciones de
los Aforismos, que inducen á creer que no son ni del mismo tiempo ni del
mismo autor;se nota en ellas una gradacion de nociones simples á otras
mas exactas, algunas particularidades, y fmalmente cierta especie de alite
racion ó paronomasia.
El creer que la distincion entre la bilis amarilla y la negra sea la prue
ba de una fecha posterior á Hipócrates, es no tener en cuenta los textos
positivos. Platon habla de la bilis negra ; (Mtn) yjiK>i7 /t jutAetWf x«;<w8ú/
(tp\i?[jia) Tim. t. VII p. 9o. Ed Tauchn.jy yo heroferido en las páginas an
teriores un pasage de Aristófano , en que se encuentra el nombre de
este humor y la relacion que la patología antigua suponía entre la bilis ne
gra y la locura.
M. Link coloca tambien en la teoría de la bilis y la pituita el tratado
del Régimen en las enfermedades agudas, que empieza, como es
sabido, con una polémica contra los médicos de la escuela de Cuido.
Opina M. Link que no habia en esta bastantes escritores médicos para
que dicha polémica se entablase , cuya opinion le ha sido sugerida por la
idea que tiene do que los monumentos hipocráticos son generalmente de
una fecha posterior á la que se les supone. Pero es cierto que la litera
tura médica era ya rica antes de Hipócrates y en su tiempo , y nada hay
en la historia literaria de este siglo tan remoto que contradiga Imposibilidad
de una polémica entre Hipócrates y el autor de las Sentencias a;id <anas.
Al juzgar M. Linck el tratado delos Aires, Aguas y Lugares, en
cuentra agradable el estilo, pero tratado el objeto con poca profundidad.
Sospecha que muchos pasages aluden á la teoría de las cuatro cualidades
elementales , por ejemplo , que la secura perjudica á las constituciones bi
liosas y que es útil á las flegmáticas, de donde resulta que la bilis es cálida
y la pituita ó llegma es como húmeda. Opina en consecuencia , que debe
colocarse este trado en la clase siguiente.
-118-
Comprende esta 2.a clase los tratados en que se halla la tcorfa de los
cuatro humores (sangre, bilis amarilla, bilis negra y pituita), y la de las
cuatro cualidades elementales (cálido, frío, seco y humedo) . Esta teoría
pertenece , segun Link , á Aristóteles ; de modo que todos los tratados
en que se halla esta doctrina, son posteriores al gefe de la escuela peri
patética. Estos son , los tratados de la Naturaleza del hombre , de la Gene
racion, de la Naturaleza del niño, del Régimen de las personas tanas,
del Re'gimen , escepto el libro 1.°, del Alimento, delas Afecciones in
ternas, de las Enfermedades de las mugeres, de la Naturaleza de la
muger , de la Enfermedad sagrada , de las Enfermedades de las don
cellas, de la Vista, de las Úlceras, de las Hemorroides y de las Fistu-
la». Galeno repite con frecuencia, que Aristóteles tomó de Hipócrates
la teoría de los cuatro humores. «Ya se admita, dice en el tom. I , p. 288,
«Ed, Bas. , como Anaxagoras , que el cuerpo se compone de partes simila-
«res ú homogéneas , ó ya se le suponga formado por el calor , el frío , la
«sequedad y la humedad, como juzgaba Crisipo, todos los Estoicos, y antes
«que ellos Aristóteles y Teofrasto y aun anteriormente á estos Platon é
«Hipócrates, la buena proporcion de todos los elementos constituye la sa
lud. "Y en otro sitio; «Leyendo los escritosde Aristóteles y Teofrasto, se les
«tomaría por los tratados sobre la fisiología de Hipócrates ; pues figuran
«en ellos siempre como agentes activos y pasivos el frio , el calor, la se-
«quedad y la humedad. El mas activo es el calor y despues el frío; todo lo
«cual fuó dicho por Hipócrates y repetido por Aristóteles." (a) Ademas he
recordado anteriormente, que el médico de Pérgamo leyó y consultó un
libro en que un discípulo de Aristóteles habia recopilado todas las teorías
médicas antiguas. No pudo engañarse por consiguiente en esta cuestion,
que se reduce á saber quien fué entre Hipócrates y Aristóteles el que
copió al otro. Mas lo que es completamente decisivo contra la cronología
que M. Link ha querido establecer , es que el mismo Aristóteles cita un
pasage de Polibio, que se halla en el tratado de la Naturaleza del hombre,
en el cual se espone latamente la doctrina de los cuatro humores.
La tercera clase ó tercera teoría contiene un solo tratado, que es el dela
Medicina antigua. El autor impugna en él la doctrina de las cuatro cua
lidades elementales, caliente, seco, frio y húmedo, y atribuye la causa de
los trastornos de la salud á una mezcla poco conveniente de lo amargo,
de lo dulce , lo acre , lo acerbo , etc. Este libro , muy bueno por lo demas,
no puede ser de Hipócrates , pues que combate una doctrina procedente
de la filosofía de Aristóteles,
La doctrina de estas cualidades derivadas de los cuatro elementos, es
mas antigua de loque cree M. Link. Galeno lo ha manifestado terminante
mente: hé aqui la prueba de que no se ha equivocado. Platon dijo: «Los
«contrarios son enemigos, el frío del calor, lo amargo de lo dulce, lo seco
«de lo húmedo." (b) Y en otra parte: (c) «Nuestro cuerpo se halla forma-

(») Tom. I. p. lOO.Ed. Il»f.


(b) Conv. t. VII. p. 229. Ed. Taoch.
(c) Pha-don. t. p. 117. id. id.
—416-
«do por el calor, la sequedad , el frío y la humedad." En otro lugar dice,
«Habiendo unido nuestro Creador el fuego , el agua y la tierra , hizo con
«la humedad y las sales un fermento que mezcló dichos elementos, y
«compuso la carne blanda y húmeda." (a) En otra ocasion se espresa de
este modo : «Con la humedad y el calor, todo lo que se hallaba en estado
de pureza se evaporó." (b) Pero á qué detenerno* en Platon ? Anaxagoras,
mas antiguo que Hipócrates , se vale de estas cualidades y habla de la ra
reza y la densidad, del frio y del calor, de la humedad y la sequedad, (c)
Empcdocles tambien ha usado de ellas en sus escritos ; y Alcmeon en
un párrafo, que anteriormente dejo referido, hace consistir en su mezcla
conveniente el estado de salud , como el autor del tratado de la Medicina
antigua. Juzga Sprengel (Hist. de lamed, t. 1, p. 2o0), que esta teoría
es muy posterior á Alcmeon ; pero nada autoriza á sospechar que Plutarco
se equivocase , al referir la opinion del filósofo pitagórico. Ademas del
testimonio de este autor, resulta tambien que los pitagóricos y Alcmeon
usaban mucho estas teorías, por otro testimonio de Aristóteles. «Alcmeon,
«dice este filósofo , asegura que la mayor parte de las cosas humanas se
«dividen en dos clases contrarías, como lo negro y lo blanco, lo dulce y
«lo amargo, lo bueno y lo malo, lo grande y lo pequeño. (Metaph. 1, 5,)
En el diálogo titulado el Sofista, en que Platon hace intervenir á los
filósofos de la escuela de Eolia , se nota que habia quien atribuía la asocia
cion y reproduccion de las cosas á dos cualidades, humedad y sequedad,
ó calor y frio: (esta alusion se ha referido á Archelaa maestro de Sócrates)
(d). Por lo demas, Arehelao sostuvo que el calor y el frío separados eran la
causa del movimiento, (e) Parmenides admitia dos cualidades calor y
frio, (f) Plutarco refiere, que Anaximcno (p) tambien pon la en juego
estas cualidades. Diógenes de Apolonia admitia que el frio y el calor
habian contribuido á la formacion de la tierra. En fin , Zenon de Eolia su
ponía, que la naturaleza universal se hallaba compuesta de calor, frío, se
quedad y humedad , cambiándose una cualidad en otra , (h) que es justa
mente la teoría cuya prioridad atribuye M. Línk á Aristóteles. Se ve por
esta enumeracion , que de intento he hecho tan detallada , como las doc
trinas que juzga M. Link tan modernas, eran antiguas. Los contemporá
neos de Hipócrates y aun los anteriores á él, se valieron en sus espiracio
nes ya de las cuatro cualidades derivadas de los cuatro elementos (calor,
frío, humedad y sequedad), ya solo de dos de ellas, ó ya de algunas otras
que no emanan de los elementos, como lo amargo, lo dulce, lo denso,

(a) Tim.t. VII. p.79.id.ld


(b) Id. Id. p. 82.
(c) Simplic, fol. 33, C.
(d) Tom. 2. p. 3'J. Ed. Taucho.
fe) Orig. Philosophum. c. 9.
(() Teoplir. de Sen. 3.
(g) De primo Frig. t. V. p. 402. Ed. Tiucha.
(h) Diog. Laert. t. IX. p. 363.
-lir
io raro. Todo esto forma un conjunto de una grande antigüedad , y seria
muy dificil el señalar su origen en la filosofía griega.
Acabo de recapitular las opiniones que en la antigua fisiología tu
vieron un lugar muy preferente. Las cualidades, los nombres que
recibieron , y el papel que las fué atribuido , tal vez habrán pareci
do oscuras al lector, que en ello no habrá visto sino ideas vagas sin
fundamento alguno en la observacion. Las teorías caidas en desu
so, cuando se las considera bajo el aspecto de su error, ningun
interés ofrecen; pero si se las mira por el lado de su vo •<'.;-', í;:c:o-
cen fijar la atencion, porque instruyen realmente cnscr.ai.Jo el mo
ño como en ciertas épocas trató el espíritu humano de resolver el eter
no problema que tiene propuesto. Las cualidades , al menos en fisio
logía, son una de las soluciones de la constitucion del cuerpo vivo.
Los antiguos vieron, como los modernos, que se compone el cuer
po de elementos mediatos é inmediatos. Los primeros eran en su con
cepto, el fuego, el aire, el agua y la tierra, como son entre noso
tros el oxigeno, el hidrogeno, el carbono y las otras sustancias in
descomponibles que la química ha encontrado. Los segundos en su jui
cio eran la sangre, la pituita, la atrabilis y la bilis; ó el calor, el
frio, la sequedad y la humedad; ó lo amargo, lo dulce, lo salado
etc. segun se considerasen mas particularmente los elementos inme
diatos en- sus relaciones eon los cuatro elementos, ó na sus diver
sas cualidades. De modo, que la idea de los cuatro humores radica
les ó de las cualidades es variable, y supone el cuerpo constituido por
los mismos elementos que las demás cosas, y una hipótesis que tra
ta de esplicar, porqué «stos elementos primitivos no se manifiestan
en él aisladamente.
La cuarta teoria segun el órden de M. Link, es la que considera al
fuego como el agente universal; tiene por autor á Heraclito en la
filosofia griega. Es preciso referir aquí el libro primero del trata
do del Régimen y el tratado de los Principio». Link dice , sin razon,
que Aristóteles cita algunos pasages de esta última obra: el filósofo
cita uno que se halla en el tratado de la Naturaleza del hombre , que
le atribuye á Polibio. Añade Link, que el libro de los Principio» no
pertenece á Hipócrates, pero que es muy antiguo. Este es un error;
porque relativamente, es muy moderno este libro, pues contiene el cono
cimiento de una teoría anatómica que Aristóteles reclama comosuya, cual
es la de que los vasos sanguíneos tienen su origen en el corazon.
La quinta teoría es la que considera al aire como agente princi
pal. El tratado de los Aires y de la Naturaleza de lo» huesos están
compuestos por discípulos de esta teoria.
I.a sexta y última es la de los catarros ó los flujos. Dice M. Link
que es muy antigua, pero muy errónea. Se supone en ella que baja
la materia morbifica de la cabeza, esparciendose por diversas partes;
que marcha de un sitio a otro ; y desentendiendose de las vias de comu
nicacion, se la hace ir por todas partes. Esta es la teoría mas natu
ral; es la vulgar, Dos tratados corresponden á ella; el tratado de los
-118-
Lugares en el hombre , que contiene además señales de la hipótesis
de las cuatro cualidades elementales, y que es por consiguiente poste
rior á Aristóteles, y el tratado de las Glándulas que representa al cere
bro como un órgano glanduloso suministrando á las partes inferiores
los fluidos de siete catarros. Este es propio, segun Link, de una teo
ría mas antigua: pero los críticos dela antigüedad le consideran uná
nimemente como posterior á Hipócrates.
«Bajo estas seis divisiones ó teorías, dice M. Link, se colocan los
«mas grandes, los mas interesantes escritos hipocráticos reconocidos
«como auténticos en su mayor parte. Nosotros tenemos aqui una Ce—
«leccion de escritos compuestos anteriormente á la época en que las cien-
acias, y entre ellas la medicina, florecieron en Alejandría, y conde-
«corados con el nombre de Hipócrates. Sus doctrinas y su estilo son
«diferentes, de modo que tienen seis autores entre los cuales puede
«escogerse el que mejor nos parezca. Hay tambien en la Coleccion hi-
«pocrática otros muchos escritos que no entran en ninguna de dichas
«seis divisiones, pero que son menos importantes; y ninguno hay sobre
«cuya autenticidad no quepan grandes dudas."
He expuesto detalladamente la opinion formada por M. Link acer
ca de los libros hipocráticos , primero, porque ha considerado este ob
jeto bajo un nuevo punto de vista, y ha procurado establecer unas bases
de crítica diversas de las admitidas por sus predecesores; y además, por
que su Memoria es poco conocida en este pais. Tres hechos positivos hacen
inadmisible su teoría: 1.° el que el libro hipocrático en que se establece la
doctrina de los cuatro humores , es citado por Aristóteles; y por consi
guiente no puede ser posterior al filosofo de Estagira: 2.° el que las cuali
dades elementales (frio , calor sequedad y humedad ) de que no hacen
mérito los libros de los naturalistas, segun Link, hasta despues de Aris
tóteles, se encuentran en Platon , en Anaxagoras , en Alcmeon, en Ar-
chelao, en Anaximeno, Empedocles, Parmenidesy Zenon de Eolia: y que
las cualidades diversas (dulce, amargo, acre, etc.) que cree derivadas
posteriormente á Aristóteles, forman tambien parte de las doctrinas de Pla
ton, de Empedocles y de Alcmeon. Los testos son irrecusables.
Muchas reflexiones hay que hacer sobre las obras de los críticos que
acabo de enumerar, y no en vano las hemos recorrido. Todos han creido
que la Coleccion hipocrática es producto de muchas manos diversas: yo
he demostrado en los capítulos anteriores que asi es en efecto ; y los argu
mentos de Lemns, de Mercuríal, deGruner,Grimm, Ackermann y Link, con
curren igualmente á esta conclusion, ya invoquen la autoridad de Galeno,
ya llamen su atencion sobre la diversidad de estilo, ya manifiesten las
variaciones de los testimonios antiguos , ó bien espongan la heterogenei
dad de las doctrinas que en ella figuran.
Estos son otros tantos puntos que ellos han establecido , que no pue
den descuidarse; son otros tantos auxilios que han suministrado de ante
mano al que les siga en el estudio de los mismos problemas.
Me complazco en reconocer las luces qne les debo: pero cada uno
de ellos ha sido esclusivo en su punto de vista , y no se ha tomado la mo
-lió
lestia de recoger todos los datos diseminados para formar un cuerpo de
doctrina y de crítica. Despues de haberlos leido, este es el primer deseo
que he tenido al emprender mi trabajo.
Gruner y Grimm han dicho que Hipócrates no conoció la distincion
entre las arterias y las venas, y que por consiguiente los tratados en que
se hablaba de esta distincion debieran ser borrados de la coleccion de sus
obras. Esto es lo que Grimm quiso espresar dando como regla de crítica,
que el lenguage de todo escrito que se admitiese como hipocrático , debia
ser conforme á la época en que vivió este médico. Esta objecion conduce
áuna dificultad muy grave, á una discusion muy importante; pues yo
no soy de su parecer sobre este particular. Meditando lo que en tiempo
de Hipócrates se sabia relativamente á la distincion entre las arterías y las
venas, he estudiado al mismo tiempo la antigua doctrina del origen de los
vasos sanguíneos en el corazon , y algunos otros puntos de anatomía y
fisiología de aquella época. Este examen es de mucho interes para la crítica
de la Coleccion hipocrática , y suministra luces que en vano buscaríamos
en ninguna otra parte.
Trabajando M. Link para encontrar las antiguas teorías de los libros
hipocráticos, y hacer por su coleccion lo que el discípulo de Aristóteles,
Menon , habia hecho en su obra tan echada de menos , por toda la medici
na antigua, me ha movido á discutir estos puntos de que sin este estímulo
no me hubiera ocupado.
Los menos sistemáticos de todos estos críticos son tambien los que
menos errores han cometido. Asi que Ackermann es seguramente el mas
digno de seguirse, el cual se atuvo principalmente á lo manifestado por
Erociano y por Galeno. Grimm presenta tambien seguridad en sus deter
minaciones ; pero se limitó á lo que habia mas depositivo, y por consiguien
te mas fácil , y desechó sin razon , como trataré de probar mas adelante,
algunos escritos que deben referirse á Hipócrates.
Los que consultaron principalmente los testimonios de los críticos
antiguos , colocaron este estudio en un terreno sólido , que no se trataba
mas que de estender , haciendo si era posible mas minuciosas las investi
gaciones. De este modo es como me he visto precisado á reunir todos los
testimonios antiguos de IMaton, Diocles, Aristóteles, Herofilo y Xenofon-
te, á referir la existencia de la Coleccion medica de Menon , y á justificar,
en cuanto es posible, la bondad y valor de los documentos en que los anti
guos comentadores se apoyaron. De este estudio ha nacido la sospecha de
Jue solo un pequeño número de escritos de Hipócrates se publicó y circuló
urante su vida, habiendolo sido la mayor parte despues de la fundacion
de las grandes bibliotecas; porque aquí es hasta donde alcanza la nume
rosa série de comentadores que he presentado. Ha sido preciso enton
ces indagar los indicios del modo como fue compuesta la coleccion
hipocrática, y á este examen se hallan dedicados los capítulos X y XI.
Analizando las investigaciones de M. Link , he visto que no me hallaba
de acuerdo con las bases que él admite, y me convencí de que todas las
teorías que él creia ser debidas á Aristóteles ó posteriores á este filósofo,
contaban una fecha mucho mas atrasada. He buscado en ellas los vestí
-120-
gios del tiempo de Hipócrates y de sus predecesores, y claramente he
visto que estas doctrinas se referían á la misma época en que vivió el mé
dico de Coo, y que las ideas que las habian producido traian origen de
una antiguedad mas remota. Dando entonces mas estension al proyecto
de M. Link , y siguiendo el ejemplo que me habia dado , procuré trazar un
cuadro exacto del mismo sistema de Hipócrates; es decir, de las reglas
de que se valia para juzgar del estado de salud ó enfermedad , para obser
var los enfermos y describir la historia de sus padecimientos , para formar
juicio no tanto acerca de la afeccion particular como sobre sus terminacio
nes y sus crisí3, y para aplicar por último lo* remedios. Tal estudio forma
el objeto del capítulo XUI. La lectura de las obras en que mis predecesores
habian adoptado diferentes rumbos, tomando diversos puntos de vis
ta, me hizo conocer la necesidad de combinar todos los resultados
de la critica y aceptarlos como condiciones del problema, de manera
que los escritos que no se hallasen comprendidos en una de ellas, fuesen
por esta razon escluidos del catálogo de las obras hipocrátícas á cuyo tra
bajo me dedico. Era pues necesario que se manifestase mas ó menos clara
mente el sistema de Hipócrates en los escritosque yo juzgaba suyos segun los
testimonios directos ó las consecuencias de ellosdeducidas: y obligado de este
modo á revisar mis primeras determinaciones, reconocí que arrojaría sobre
ellas un nuevo rayo de luz el conjunto mismo de la doctrina, el cual me
ha ayudado á afirmar algunos puntos débiles, en que la critica no puede
suministrar documentos muy seguros.
He invocado en tercer lugar el ausilio de las consideraciones acerca del
estilo y de los pensamientos, y entonces se presentó á mi mente de un
modo inverso el mismo método seguido por los críticos que han dado
mayor importancia á este modo de determinacion. En vez de inquirir por
el estudio del estilo cuales sean los libros de Hipócrates, he tratado
de reconocer los caracteres de su estilo determinando sus obras por
otro método. Era preciso que no encontrase ninguu error notable en el
lenguage y la esposicion entre estos libros, porque esto me hubiera inspi
rado dudas acerca del valor de los argumentos anteriores que me habian
decidido. Hice pues tambien aplicacion al caso presente de la regla que
establece , que en un problema de critica como en uno de física deben ser
satisfechas todas las condiciones.
Asi es, que valiéndome de todos los recursos que mis predecesores
habian preparado, siguiendo todas lasdirecciones que trazaron y examinan
do como ensanchó sucesivamente sus límites la crítica hipocrática bajo su
indujo desde Lemus hasta 5Í. Link , he podido rectificar los puntos de vista
y dar á las determinaciones mayor certeza, tomando como condiciones á
que debia satisfacer la resolucion del problema, los resultados de aquellos
una vez entresacados y admitidos. He procurado manifestar que si en al
guna ocasion he revelado sus errores , no be desdeñado nunca sus traba
jos ; porque confieso que el provecho que de ellos he deducido, se ha au
mentado á medida que por mí mismo he profundizado mas el dificil objeto
á que ellos antes que yo se dedicaron.
CAPITULO IX.

Sobre algunos puntos de cronología medica.

He consagrado los dos capítulos anteriores al exámon de los hechos


y principios que han servido de guia á los críticos tanto antiguos co
mo modernos. He manifestado los recursos que poseyeron los prime
ros , y á falta de trabajos especiales, he procurado reunir algunas razones
que acerca de sus juicios se han dado y se hallan diseminadas en diver
sas partes, con particularidad en las obras de Galeno. Es cierto que
falta la ilacion; pero no obstante, resultan de ellas ciertas noticias úti
les , ya sobre loa autores á quienes atribuían parte en la formacion de
la Coleccion lúpocrática, ya sobre las observaciones particulares en las
que procuraban fundar sus determinaciones.
Los críticos modernos han abierto nuevos caminos. Ya he discu
tido incidentalmentc con M. Link lo que tiene relacion en los libros
hipocráticos con las doctrinas fisiológicas ó filosóficas; ha resultado cier
to que estas eran de un origen anterior al que se las suponía, y aun he
podido de esta manera aproximar los sistemas generales de la Colec
cion á los que anteriormente habian reinado , de los cuales presen
té un bosquejo en el cap. l.°de esta Introduccion. Es digna de una
particular atencion la especie de cronología que los críticos modernos
han querido establecer en los escritos hipocráticos, con el auxilio de cier
tos descubrimientos anatómicos cuya fecha creian determinada de un
modo fijo. Es cierto que han fundado las bases de este sistema ; pero
he creido que necesitaban rectificarse y tomar mayor estension, y me
he empeñado en investigaciones cuyo resultado voy á manifestar al lector.
¿Distinguieron los hipocráticos las venas de las arterias? ¿en qué par
te del cuerpo colocaron el origen de los vasos sanguíneos ? ¿conocieron
el arte de explorar el pulso, ó sea la sphigmológia ? ¿confundieron con
el nombre comun de carnes el parenquima de los órganos y los mismos
músculos , y no usaron nunca esta denominacion para espresar los ór
ganos que sirven para la contraccion? ¿conocieron los nervios? ¿Debe,
en fin, admitirse que no estudiaron las partes del cuerpo humano por
medio de la diseccion? Una de estas cuestiones , á saber: la relativa al
origen de los vasos sanguíneos, no ha sido nunca completamente exa
minada, y solo M. Dietz la ha tocado ligeramente en sn edicion del tra
tado de la Enfermedad sagrada, p. 155. Lips. 1827: las demás se han
resuelto de diversos modos , y todas son muy importantes para la con
solidacion de la crítica de los libros hipocráticos.
Los autores de medicina histórica han admitido generalmente que
!a distincion de las arterias y las venas es muy posterior á Hipócra
tes : esta asercion sin embargo no se halla comprobada. La discusion
-122-
de algunos pasages de la Historia de la medicina de M. Hecker, va á
manifestar que la anatomía de los vasos sanguíneos, por lo que toca
á la serie de descubrimientos de que ha sido objeto , necesita examinar
se mas de cerca, y sobre todo con el auxilio de los testimonios que nos
suministra la antigüedad. Diocles de Caristo, que vivió poco tiempo
despues de Hipócrates , conoció el libro de las Articulaciones: M. Hec
ker deduce de aqui, que este libro, que dice no ser de Hipócrates, fué
compuesto poco despues de este medico, (a) La cuestion de si este li
bro pertenece ó no á Hipócrates, la paso por ahora en silencio; lo que al
presente nos conviene lijar, es que el libro de las Articulaciones , cual
quiera qne sea su autor, es anterior al mismo Diocles. Esto sentado,
veamos las consecuencias que se deducen , y en las cuales M. Hecker
no me parece que ha parado bastante su atencion. Coloca con razon
i Praxágoras de Cao despues de Diocles , y atribuye despues á aquel el
descubrimiento de la distincion entre las venas y las arterías. (bl Hay
contradicion entre este asereto y el incontestable, segun M. Hecker
y mi parecer, de que el libro de las Articulaciones es anterior á Diocles,
porque éste libro contiene en muchos lugares la distincion entre las
arterías y las venas. «Yo esplicaré en otra parte, dice el autor de este
«tratado, las comunicaciones de las venas y de las arterias; (c)" y
en otro lugar: «los ligamentos, las carnes, las arterías y las venas
«se diferencian por la presteza ó lentitud con que se ponen negras y mue-
«ren." (d) Estas citas manifiestan la distincion delasarterias y Jas venas en
una época anterior á Diocles, y con mas razón á Praxágoras, á quien
no puede hacerse el honor de este descubrimiento, sin violentar la pre
cision de los testos. En todo caso , es preciso decidirse ó referir la
composicion del tratado de las Articulaciones á un tiempo posterior á
Praxágoras, ó admitir que la distincion entre las venas y las arterías
se conoció anteriormente áeste médico. Mas orno en materia de críti
ca literaria nada prevalece contra un testimonio exacto, no veo nada que
pueda oponerse á estos dos hechos que acabo de citar ; el conocimien
to de las arterias y las venas consignado en el tratado de las Articu
laciones, y la fecha de este escrito que es sin duda ninguna anterior
no solamente á Praxágoras, sino á Diocles mismo.
Bien pudiera contentarme con este argumento, y considerar como re
suelta por la afirmativa la cuestion de saber si fué conocida antes de
Praxágoras la distincion de las arterías y las venas; mas en materia
tan poco trillada como la historia médica del mismo periodo anterior
i este médico, creo deber reunir mayor número de datos no menos
concluyentes, y dar alguna esplicacion sobre las oscuridades que exis
tieron en el antiguo lenguage anatómico.
Aristóteles habla de la distincion que al presente nos ocupa, y no

(í) Geehicbte der Heilkandc. B. i. S. 2i7


(b) id. id. B. 1. S. 219.
(c) P. 485. Ed. Froben.
(d) P. 497. id. id.
-123-
advierte que esta distincion sea nueva. «La piel, dice, (a) se compone
de venas, de ligamentos (vafpa) y de arterias: de venas, porque da san-
«gre cuando se la pincha; de ligamentos, porque está dotada de tension;
«y de arterias , porque tiene una espiracion." Esta constitucion de la piel,
segun Aristóteles , vino á ser en concepto de Erasistrato la de todos los
órganos. Segun el médico alejandrino , eran los principios constitutivos de
todo el cuerpo una triple combinacion de nervios, venas y arterias. (b).
Escurioso todo este trozo de Aristóteles. No parecequeeste naturalista
tuviese ideas precisas acerca dela distincion entrelas arterías y las ramifi
caciones dela traquearteria. Las arterias, segun él, están llenas deaire, y las
venas.de sangre; el hombre necesita de los espíritus, y los espíritus de los
humores ; las arterias se encuentran unidas á las venas , y esto es per
ceptible á los sentidos. (cj Esta comunicacion visible que existe , segun
Aristóteles , entre las arterias y las venas, se halla conforme con el pasa- "
ge anteriormente citado del tratado dé las Articulaciones. Se ve que aqui
se trata de comunicaciones mal entendidas entre los gruesos troncos arte
riales ,- venosos y bronquiales , y no de las comunicaciones reconocidas
por los modernos entre las estremidades de las venas y de las arterias. El
pasage de Aristóteles acerca de la reunion de estos vasos es muy intere
sante , porque esplica el del libro de las Articulaciones , en el cual habría
podido verse tal vez una anntomía mas perfecta de lo que es en realidad.
Este es pues un segundo hecho que manifiesta que no puede atribuirse á
Praxagoras el descubrimiento de la distincion de las venas y las arterias,
puesto que se ve ya en los escritos de Aristóteles. Pero aun hay mas:
Aristóteles no se da importancia por este hecho , refiriéndole como cosa
conocida; de modo que sin duda lo era en tiempos anteriores al suyo.
Estas noticias son positivast, y aun podemos ir mucho mas lejos.
Diógenes de Apolonia, que es anterior á Hipócrates, colocaba la inteli
gencia en la cavidad arterial del corazon, que es tambien la cavidad pneu
mática, (d) Este filósofo que admitía que el aire era la fuerza que dirigíalos
fenómenos ya del universo ó ya de los que se presentan en el hombre,
debió tener una razon para suponer qué esta fuerza residia en el ventrí
culo izquierdo; y no es dificil encontrar esta razon en el estado de las
opiniones anatómicas y fisiológicas de la época-á que nos referimos. Cre
yendo Diógenes , como otros muchos de sus contemporáneos,- las arte
rias llenas de aire , colocó el sitio de este aire en el ventrículo, origen
del movimiento y de la inteligencia. Yo no dudo que las palabras ventrí
culo arterial (¿pmptxK* kmhí*) sean suyas propias; porque si no hubiera
(a) Sprengel no considera este tratado como propio de Aristóteles. Et sentido
de la voz mpn (li6ambnto) es de este autor, y no de la época de Erasistrato y
Herófilo.
(b) Gal. t. IV. pag. 373. Ed. Bas. El sentido la voz nsubon empleada por
Erasistrato que hizo tantos progresos en anatomía , es el de nervio. Galeno hace
notar , que olvidó éste autor en su idea de la constitucion del cuerpo vivíante,
los líquidos y los espíritus.
(c) De spir. Cap. V.
(d) Plut. De Plac. Phil. IV. 8.
-124-
conocido las arterias, si no las hubiera supuesto llenas de aire, como
habría de haberse inclinado á colocar el sitio del aire en un ventrículo
del corazon? y ¿cómo no habría de llamar arteriaco al ventrículo que re
cibia la aorta? ¿pues los bronquios, es decir, los vasos del aire? ¿se llamaban
tambien aortas, como en seguida voy á manifestar? Habla Diógenes en otro
«itio del, aire que hay en las venas, (a) lo cual es efecto de que siempre
se decía vena por artería ; y en los libros hipocráticos vamos á ver las
arterias, segun el lenguage antiguo, dando origen á las venas, y vice-vorsa.
Ademas de estas razones deducidas de la fisiología de Diógenes, el
contesto mismo de la cita de Plutarco manifestaría que las espresiones
cavidad .pneumática son añadidas por este autor, paraesplicar las do ca-
vided arterial. Asi es en efecto: Érasistrato , en un: pasage criado por
Galeno, t. I, pag. M6, Ed. Basil. , indica el ventrículo izquierdo del co
razon con la espresion de cavidad pnmmáiica, lo que prueba que Plutarco
quiso realmente emplear un sinónimo.
La opinion do que los hipocráticos no conocieron las arterias , se halla
tan arraigada en las historias de la medicina, que por esto me detengo en
acumular testos y razonamientos acerca de este punto. Nada hay de mas
valor para la crítica, que la reunicn de muchos hechos procedentes de di
versos orígenes sobre una misma conclusion. El último de estos hechos
es el testimonio de Eurifon, el célebre médico cnidiano , el autor do las
Sentencias de Cuido. Celio Aureliano consagró un capítulo especial al es
tudio de las hemorragias, y en él refiere las opiniones de los médicos
acerca de su diferencia. Themison no reconocía mas que una sola especie
de hemorragia; todas en su juicio procedian de una herida. Asclepiades
las dividia en hemorragias por erupcion y por putrefaccion : Erasistrato
hacia diferencia entre las de erupcion , putrefaccion y anastomosis, y Bacl*
chio anadia las de exudacion. En este capitulo dice Celio Aureliano: «Los
«médicos Hipócrates y Eurifon atribuyeron la hemorragia á ima erupcion
«de sangre ; el primero solo por las venas, y el segundo por las arterias y
«las venas. Alii vero empitones, u! Hippocrates, Euripho; sed Hippocra-
*tts, solarum venarani; Euripho' verá etiam arteriarum." Morb. chr.
lib. II. c. 10. Llama en efecto Hipócrates á las hemorragias erupciones de
sangre (¿í¡xarof p¡i\m) ; y siompre que indica su origen , habla solo de las
venas ; por ejemplo , acerca de la hemorragia renal , de la pulmonal y de
la anal ó rectal. E! testimonie de Celio Aureliano prueba que Eurifon atri
buía la hemorragia tanto á las arterias como á las venas ; y esto manifiesta
ademas que Eurifon creia á las arterias llenas de sangre, y los hipocráticos
juzgaban que contenían aire.
Hó aqui de esta manera cuatro hechos que recíprocamente se corro-
borran, probando todos que la distincion de las arterías era conocida
mucho tiempo antes de Praxagoras; pues que existe en los libros de Aris
tóteles, en el tratado de las Articulaciones anterior á Diocles , en Dióge
nes de Apolonia y en Eurifon, anteriores á Hipócrates.

(a) Hut. de Plac. Phil. V. 24.


-125-
Establecido esteheclio, es preciso deducir deél algunas consecuencias.
No solo se hace mencion de las arterias en el tratado de las Articulacio
nes, sino que tambien se habla de ellas en el tratado de las Carnes ó de
los Principios, en el del Corazon, en* la primera parte del supuesto trata
do de la Naturaleza de los huesos, en la última parte que en las ediciones
antiguas se titulaba de las Venas, y que formaba un apéndice del libro de
los Instrumentos de reduccion, en el tratado del Alimento, en libro
de las Epidemias y tambien en el 4.° y en el 7,°: es preciso ahora referir
los principales pasages.
«De la vena cava y de la arteria , dice el autor del tratado de las Carnes,
«proceden otras venas que se distribuyen por todo el cuerpo." (a) Hé aqui,
pues , venas que nacen de la arteria : de este modo es como Aristóteles da
siempre el nombre de vena á la aorta , y el autor del tratado de las Carnes
dice lo mismo: «Nacen del corazon dos venas cavas, llamadas arteria la
«una y vena cava la otra." (b) Aqui se denomina aorta lo que Aristóteles
llamó arteria.
En el fragmento sobre las Venas que termina el supuesto tratado de la
Naturaleza de los huesos , se lee lo siguiente: «La vena principal que sigue
«á lo largo del espinazo y se introduce en el corazon; de ella nace otra
«muy grande que tiene en esta'víscera muchas bticas, y que mas allá
trforma un conducto hasta la boca, que se denomina arteria en el pul-
«mon." (c) Se ve pues como los antiguos confundieron la traquearteria
con las arterias , estendiendo la denominacion de una á las otras ; y nótese
tambien cómo el autor del tratado de las Articulaciones conocía que existe
comunicacion entre las arterias y las venas. No solo hallamos esto en loslibros
hipocráticos sino tambien en Aristóteles. Dice este último : «Enseñan las
«disecciones y el libro de la Historia delos animales , como el corazon
tiene aberturas en el pulmon." (d) Y en el mismo libro de la Historia de
los animales: «La traquearteria se halla unida á la gran vena, y al vaso
«denominado aorta. El corazon tambien se halla unido á la traquearteria
«por medio de gordura y de cartílagos. Estando esta llena de aire, se ve en
«los animales grandes que penetra este en el corazon." (e) En todos estos
pasages se manifiestan bien claramente las opiniones antiguas.
Paso en silencio la mencion que de las arterias se hace en la pri
mera parte del supuesto tratado de la Naturaleza de los huesos, en
el libro del Alimento, en el del Corazon, y en el cuarto de las Epide
mias; me limitaré solamente á lo que se dice en el sétimo libro, en el
<jue hablando el autor de los latidos que se notan en las sienes, dice así;
«Las arterias de las sienes latian mas:" y en otro sitio: «Las venas de
«las sienes latían.1' (f) Aqui se toman indiferentemente las vena» por lag

(a) Pag. 40. Ed. Frob.


(b) Id. id. id. id.
(e) Pag. 61. Ed. Frob.
(d) De respir. Cap. XVI.
(e) Hist. Anim. 1. 16.
(fj Pag. 336. Ed. Frob.
— 126—
arterias , y sin que el uso de la palabra vena escluya por cierto el cono
cimiento de las arterias.
Aristóteles nos manifiesta que llamaban algunos aorta al gran vaso
que los modernos denominan aun del mismo modo. Por otro lado, el autor
del libro hipocrático de los Lugares en el hombre llama á.los bron
quios aortas , de modo que aquí tenemos tambien otra prueba de las
relaciones que admitían los antiguos entre las arterias y las ramifica
ciones de la tráquea. Los bronquios son denominados ya arterias ya aor
tas ; tanta confusion habia en el lenguage anatómico entre los bronquios
y las arterias , como entre éstas y las venas.
La inspiracion y la espiracion , segun Empedocles , se verifican, por
que hay vasos que no tienen sangre , y se estienden por un lado has
ta las aberturas de las narices, y por otro lado hasta las últimas partes
del cuerpo. (a) Aristóteles es el que nos ha trasmitido este pasage, y
analizándole dice, que en el sistema de Empedocles se efectua la res
piracion por las vena» que contieuen sangre, pero que no estan del to
do llenas. Hay dos inexactitudes en este análisis: la primera es, que Empe
docles se vale no dé la palabra venas , sino de la voz general canalct,
confirmando mi opinion acerca del uso de la voz vena ifhi^ en
los libros griegos antiguos, el que Aristóteles hace de la misma, para es-
plicar la palabra vjpty\ de Empedocles. La segunda -inexactitud versa
sobre la scmiplenitud de los canales. Empedocles dice positivamente
que estan vacíos de sangre; este líquido no penetra en ellos en su sis
tema, siüo en el acto de la espiracion para desalojar el aire. Esta cita
de Empedocles manifiesta la doctrina fisiológica de una época bien re
mota, que suponía que el aire era conducido por canales vacíos de san-
gre distribuidos por todas las partes del cuerpo, los cuales se denominaron
arterias desde los primeros tiempos,
El confundir con un nombre comun las arterias y las venas, no es
csclusivo de los hipocráticos : hemos visto cuan frecuentemente lo hace
Aristóteles ; y en tales términos , que si solamente se leyera el capitulo
de la Historia de los animales y el de las Partes de los animales, en los
que trata este naturalista de las venas , seria imposible suponer que hu
biese conocido las arterias: Su discípulo Tcofrasto, que sabia como él
distinguir unos vasos de otros , hace llegar el aire á las venas usando indi
ferentemente de esta voz , para significar los vasos que contienen aire (b)
Praxágoras dice que los cotiledones de la matriz son las bocas de las
venas y la» arterias que se distribuyen por ella, "(c) Este autor llama
á la aorta vena gruesa, (d) y lo mismo se halla en el libro hipocrático
del Corazon, en el que se citan las arterias, y sin embargo se dá á
la aorta el mismo nombre, (e) Tan cierto es que este era un puro con-

(a) Empedocles in Hist. De resp. c. VII.


(b) Phot. Bibt. p. 861. Ed Hoescbel.
(c) Gal. t. V. p. 293.
(d) Ruf. Ephes. De part. Corp. hum. p. 42. Ed Par. '
(e) P. 85. Ed. Frob.
-127-
venio de lenguage, determinado sin duda por un estado particular delas
opiniones fisiológicas, pero que no obstaba el que se supiese que habia
venas y arterias. Por esto es por lo que, para volver á los libros hipo-
cráticos, en el tratado de las Fracturas y de las Articulaciones, á pesar
de ser el uno continuacion del otro, solo se habla de las venas en el
primero, y se nombran en el segundo las venas y las arterias. Los
ureteres mismos se llaman venas en algunas ocasiones, como se dice
en el principio del supuesto tratado de la Naturaleza de los huesos, (a)
«Salen de los riñones las venas que van á parar a la vegiga." -
Galeno dice en diversos sitios , que los antiguos comprendian las ve
nas y las arterias bajo el nombre comun de tvnat. Los comentadores se
han equivocado en el sentido de estos pasages de Galeno. Han creido
que -el médico de Pérgamo quiso decir, que po haciendo los antiguos
distincion alguna entre las arterias y las venas, solo tenian un nombre
para significar ambos órdenes de vasos. Pero todos los testos que yo
he revisado manifiestan, que los antiguos se valían de la palabra vena,
casi del mismo modo que lo hacemos nosotros con la % oz vaso , para
designar á la vez las arterias y las venas; y que usaban indiferente-
uiente de la palabra arteria , para espresar á un mismo tiempo las arte
rias propiamente dichas y las ramificaciones bronquiales..
Éi este sistema constituían las arterias mas bien un apéndice de las
vías aéreas, que no una porcion del sistema circulatorio. Prosigamos
pues hasta el fin el examen de esta antigua doctrina fisiológica. Es
notable -que el autor del libro i.* de las Enfermedades, al hablar
de las partes cuya herida es mortal , indica tina vena que da san
gre, (b) Esto es distinguir unas venas que la dan, de otras que no la dan.
El autor del libro de las Articulaciones, que expresamente ha hecho men
cion de las arterias , habla de la mortificacion de las venas sanguíneas,
(c) diferenciándolas así de las que no dan sangre. Las venas sanguí
neas son seguramente 'diversas de las que estan llenas de aire.
Hé aquí un egemplo en que se da el nombre de venas, como en
Teofrasto , á un vaso que contiene aire : es del tratado de la Enfermedad
sagrada. «En las venas, dice el autor, introducimos la mayor parte del
«aire, y son los conductos de aspiracion de nuestro cuerpo: atraen el
«aire hacia su interior, y le distribuyen por todas partes." (d) Y en otro
sitio ; <»el aire va en parte al pulmon , y en parte á las venas , que
«de reparten por el resto del cuerpo." (e) Asi que las venas son en su
juicio las que contienen el aire , y le reciben de los pulmones. Evidente
mente se habla de las venas por las arterias; y este egemplo acaba
de probar, porqué los antiguos decían algunas veces venas llenas de san
gre , que era sin duda para distinguirlas de las venas llenas de aire.

(•) P. 89. Ed. Frob.


(b) P.219. Ed. Frob.
(c) P. 502. Ed. Frob.
id) P. 124. Ed. Bas.
(ej P. 128. Ed. Bas.
-128-
1.a idea de que las venas se hallan llenas de sangre y las arterias
de aire, se encuentra implícitamente espresada por esta distincion: mas
lo está tambien en términos bien explícitos en el libro del Alimento,
en el que se lee lo siguiente: «El origen de las venas se halla en el híga-
«do, y el de las arterias en el corazon ; y de aqui se distribuye por todo
«el cuerpo la sangre y el aire." (a)
Por una espresion de Erasistrato se concibe, que se llamaban en este
sistema las ramificaciones dela traquea, primeras arterias; porque este
médico , que sostuvo que las arterias estaban llenas de aire , dijo que pro
venia este del que nos rodea, el cual entraba desde luego en las primeras
arterias del pulmon , pasando de aqui al corazon y á las demas, (b) Estas
palabras de Erasistrato sirven de complemento , de esplicacion , de prueba,
á todo lo que dejo manifestado. En esta fisiología antigua eran segundas
arterias las que nosotros denominamos arterias; lascuales recibian, de se*-
gunda mano, el airesumístrado por las primeras, por las ramificaciones de
la traquea.
Asi que resulta de esta discusion, que ya desde antes de Hipócrates
era conocida la diferencia entre las venas y las arterias; que se las deno
minaba con el nombre comun de venas ; que las arterias fueron general
mente consideradas mas bien como pertenecientes á las vías aéreas que
como conductos de la sangre; que los hipocráticos creian que las arterias
contenían aire , mas Eurifon juzgaba que daban sangre ; y que este era tal
vez uno de los puntos en que la escuela de Cnido discrepaba de la de Coo.
Resulta tambien que no estamos de ningun modo autorizados para sepa
rar de la Coleccion bipocrática uno de sus libros , solo por el motivo de
hacerse en él mencion de las venas y de las arterias.
Galeno dice: «¿La respiracion sírvepara fortalecerel alma, como piensa
«Praxagoras, ó para refrescar el calor innato, como dicen Filistion y Dio-
«cles,ópara alimentar y animaroste mismo calor como dice Hipócra
tes?" (c) Este es el último término de esta doctrina, acerca de las co
nexiones entre la traquea, el corazon, las arterias y las venas: juzgaban
unos que servia el aire para refrigerar , y otros que para sostener el calor
innato.
Semejantes opiniones pueden sorprender cuando uno no se remonta á
la época en que se concibieron: merecen por lo tanto comprenderse mas
de lo queá primera vista se creerla. Es verdad que no se fundan en hechos,
y que no proceden de la rigorosa observacion de los fenómenos; pero tie
nen su origen en una especie de intuicion que rara vez carece de profun
didad , y bajo este concepto es preciso hacer una gran distincion entre
estas ideas, segun que sean primitivas ó secundarias, es decir, for
madas ó recibidas. Las primeras inspiran el interés de ver en ellas
la primera impresion que ocasionó en la mente del hombre cierta ob-

(a) P. 111. Ed. Frob.


(b) Gal. t. I. pag. 222 Ed. Bas.
(c) Tom. III. p. 153. Ed. Bas.
-129-
servacíon de la naturaleza ; las segundas carecen de tal interés , y solo
Jueda en ellas por lo comun lo que tenian de erróneo ó equivoca-
o. Asi que es preciso procurar entender el modo particular cómo conci
bieron los antiguos médicos y filósofos el uso del aire en la respiracion,
sin conocimiento alguno de fisiología , pues esta opinion pertenece á las
originales ó primitivas. Pero el que Erasistrato, docto anatómico, defendiese
su parecer, y se valiese para sostenerle de una ciencia, que por lo menos le
faltaba , esto no conduciría á nada mas que á ver un error, sin que repor
tase instruccion ninguna. La idea primitiva de los filósofos y médicos grie
gos, se reducía á lo siguiente: El aire es necesario á la vida, y el animal
le respira de continuo; para que aquella se sostenga debe ser este conducido
incesantemente por los vasos á todas las partes del cuerpo. Los antiguos
se equivocaron en el mecanismo de esta conduccion; ¿pero se engañaron
mucho en el fondo de la cuestion ? ¿No es cierto que un elemento del aire,
si no todo él, se distribuye continuamente con la sangre por todas las par
tes del organismo? ¿Y no tiene aquel por objeto sostener el calor innato,
como decia Hipócrates?
Otro punto de historia médica que puede servir á la crítica de los es
critos hipocráticos , es la opinion que los antiguos profesaron acerca del
origen de los vasos sanguíneos. Esta cuestion ocupó mucho á la antigüe
dad, y en la fisiología de aquella época tenia una grande importancia. La
circulacion no se ñabia descubierto; solo algunos espíritus la presentían,
y por todas partes se esforzaban los naturalistas en designar el sitio pre
ciso de donde debian procederías venas. Galeno colocaba en el hígado el
origen de ellas, y en el corazon el de las arterias, prevaleciendo
much o tiempo despues de él esta opinion , que fué entresacada por el
médico de Pérgarno de entre muchas hipótesis que se habian propuesto.
El hígado, el corazon, las meninges, la cabeza, el vientre, una vena
gruesa, habían sido considerados en diversos tiempos y por diferentes auto
res , como el punto de procedencia de los vasos sanguíneos. Tambien se
consignó, desde la antigüedad mas remota, en algunos de los escritos hipo
cráticos , una idea mucho mas profunda y verdadera , cual es la de que
los vasos sanguíneos forman un círculo y no tienen principio ; pero es
ta grande y bella inspiracion quedó condenada á la oscuridad , ya por las
varías hipótesis que suponían un origen de las venas (valiendome del len-
guage antiguo), ya por los trabajos anatómicos mas exactos que habian
manifestado mejor el trayecto de los vasos sanguíneos.
Dionisio de Egeaensu libro titulado Amilana, en el que esponía en
eien capítulos los fundamentos y las objeciones de las doctrinas médicas,
presenta un resumen de las opiniones sobre el origen de los vasos san
guíneos. Este resumen, del que yo me valgo con tanta mas satisfaccion
cuanto que procede de un escritor antiguo, pondrá al lector al cor
riente de esta discusion. Hé aqui el título de los capítulos que hacen re
lacion á estas cuestiones, lo único que conservamos de su obra. —«El
«corazon es el origen de las venas. — El corazon no es el origen de las
«venas. — El hígado es el origen de las venas. — El hígado no es el
«origen de las venas. —El vientre es el origen de las venas. — El vien
-130-
«tre no es el origen de las venas. — La meninge es el origen de todos los
«vasos— La meninge no es el origen de todos los vasos.—El pulmon es el
«origen de las arterias. — El pulmon no es el origen de las arterias. —La
«arteria que está colocada á lo largo del raquis es él origen de las ar-
«terias. — La arteria que se halla colocada á lo largo del espinazo , no es
el origen de las arterias. — El corazon es el origen de las arterias. — El
«corazon no es el origen de las arterias." (a)
Este estracto de Dionisio comprende todas las opiniones antiguas que
los fisiólogos sentaron; pero yo debo limitarme á los de la coleccion
de los escritos hipocráticos, y en ella son menos numerosas las hipó
tesis sobre ej origen de los vasos sanguíneos. Se reducen á cuatra: el
cerebro es el origen de las venas (Polibio, en el tratado de la Natu
raleza del hombre); la gruesa vena que corre á lo largo del espina
zo es el origen de las venas (el autor del íí6ro2.° de las Epidemias);
el corazon es el origen de los vasos sanguíneos ( el autor del libro de
los Principios ó de las carnes, el autor del opúsculó sobre el corazon );
el hígado es el origen de las venas, el corazon el de las arterias ( el au
tor del libro del Alimento). Tanto por estas opiniones contenidas en los
escritos hipocráticos, cuanto por las manifestadas en el resumen de Dioni
sio de Egea , se concibe lo que es necesario entender por el problema
de los vasos sanguíneos , tal como los antiguos fisiólogos se le propu
sieron , el cual no consiste en estravagantes errores de anatomía , sino en
hipótesis que los módicos admitían, queriendo comprender el origen de
los vasos sanguíneos é ignorando la circulacion.
La coleccion hipocrática presenta pues cuatro opiniones muy diver
sas acerca del origen de los vasos sanguíneos. ¿Y estas opiniones repre-i
sentan épocas diferentes de la lisiologia , y será posible reconocer por ellas1
la cronología ? Esto es lo que interesa examinar. Este punto de historia
médica ha sido discutido con particular esmero por un hombre cuya res
petable antigüedad y vastos conocimientos sobre todos Jos ramos del saber
humano, hacen, .por decirlo asi , irrecusable su juicio acerca deestamate-i
ria: quiero decir de Aristóteles. Su ciencia y su erudicion le ponen á cu
bierto de un error ; su época tan cercana á la de Hipócrates , segrega de un
solo golpe una multitud de trabajos, de libros y opiniones, y no permite
confundir lo que es anterior con lo posterior. Voy á reasumir la discusion
de este hombre célebre , porque sobre el interés que presenta para la dis
tincion de los libros hipocráticos , esdigno de verse como el filósofo de Es-
tagira trató un punto como este de crítica y una cuestion de prioridad.
Aristóteles opina que los vasos sanguíneos tienen un origen y que este
se encuentra en el corazon. Hé aquí sus principales razones : Siendo líqui
da la sangre, necesita un vaso que la contenga , y ú esta necesidad ha pro
visto la naturaleza con la formacion de las venas: estas á su vez deben
tener un solo origen , porque en donde es necesario un origen, es mejor
uno que muchos. El corazon es el punto de partida de las venas, porque

. (a) l*hot. Eibl. pag. 210. Ed. Uueschcl.


— 131—
se vé que nacen de él y no que le atraviesen. (a) Ademas, la estruc
tura del corazon es venosa, lo cual era necesario para su homoge
neidad con las venas. Este órgano ocupa una posicion de origen y de
principio, porque está situado en medio , y mas hácia arriba que ahajo y
adelante que atras; porque la naturaleza para menor impedimento, coloca
la parte mas noble en la mas. noble posicion. El medio es et punto mas
conveniente, porque es tínico, y se halla á igual distancia de todo lo
demas. Los que colocan en la cabeza el origen de las venas se engañan.
suponen en primer lugar muchos y separados orígenes, y los ponen des
pues en un lugar frío. Todos los demas órganos son atravesados portas
.venas; solo al corazon no le atraviesa ninguna. Se halla lleno de sangre
como las mismas venas , y aun es la única viscera del cuerpo en que se
encuentra este líquido sin ellas; la sangre, en otra parte cualquiera, está
siempre contenida en las venas. El corazon es hueco para recibir la sangre,
denso para conservar el principio del calor. Del corazon pasa este líquido
á las venas , pero de ninguna otra parte viene al mismo corazon; porque
esta viscera es el principio, el origen, el primer receptáculo de la san
gre. Esto es visible por la anatomía; pero lo es tambien por el estudio del
embrion, porque aquel es el primero de todos los órganos en que se per
cibe sangre, (b)
Las razones que presenta Aristóteles para defender su opinion , son
anatómicas las unas, fisiológicas las otras, y metafísicas las demas. Para él
es esta una doctrina resuelta; la sangre y las venas deben tener y tie
nen un principio , un origen ; y este principio , este origen se halla en el
corazon.
Hé aqui ahora como establece sus derechos de prioridad en esta doc
trina anatómico-fisiológica. Despues de haber espuesto las dificultades que
impiden distinguir el origen de las venas, el cual solopuede verse en los ani
males muertos ó muy imperfectamente en elhombre, refiere algunos pasa-
ges de Syennésis de Chipre , de Diógenes de Apolonia y dé Polihío, y añade
despues : «Lo que han dicho los demas escritores , es muy semejante á los
«pasagesque se han citado. Hay ademas otros autores que han escrito
«sobre la naturaleza, y que no han descrito las venas con tanta esactitud;
«pero todos han colocado su origen en la cabeza y en el cerebro." (c) Este
es pues el mejor modo , es decir , citando los autores que antes que él
habian escrito sobre este particular, como Aristóteles refiere lo que
pensaron los demas y lo que juzgó él mismo, acerca del punto de anato
mia que es objeto de la cuestion.
Resulta claramente de lo que antecede , que Aristóteles colocó en el
corazon el origen delos vasos sanguíneos, que consideró esta opinion

(a) De. part. anim t. III. c. IV, En la edicion de Duval, ha puesto el tra
ductor: Ex hoc enih ven.£, bt per iioc esse viDENTDB. Lo cual es un contra
sentido. No entendiendo la cuestion anatómica tratada en este pasage, tia borrado
el traductor la negativa.
(b) De part. anim lib. 3. » e. IV. passim.
(c) Gal T. 1. -p. 301. Ed. Bas.
-132-
como importante, y que quiso hacer ver que leera propia. Solo adver
tiré una inexactitud : dice que todos los fisiólogos anteriores á él , colo
caban en la cabeza el origen de los vasos; y en el pasage de Diógenes
de Apolonia , que él mismo refiere, no se designa tanto el principio de los
vasos en la cabeza , como en las gruesas venas que corren á lo largo del
raquis. Esto no obsta para que este punto de historia anatómica, resuel
to de este modo por Aristóteles, suministre un término de comparacion
muy instructivo relativamente á muchos de los escritos hipocráticos. Se
hace evidente que las diferencias de opiniones que se notan en la co
leccion hipocrática, indican diversidad de tiempos y de autores: todos
los libros que refieren el origen de los vasos sanguíneos al corazon, per
tenecen á una época posterior á la doctrina de Aristóteles.
La regla de crítica que dejo aqui consignada, es positiva; porque se fun-
daenel testimonio de Aristóteles. Porlodemás, comonadadebedescuidarse
en tales investigaciones , haré notar que en realidad la Coleccion hipocrá
tica presenta á su vez testimonio en favor de Aristóteles. Los escritos
que realmente son de Hipócrates no contienen nada que le sea contrario: en
el tratado de los Aires, Aguas, y Lugares, se halla un indicio de esta
anatomía. Polibio, yerno de Hipócrates, de quien se halla testualmen-
te en el tratado de la Naturaleza del hombre un trozo citado por Aristó
teles, no describe las venas de otra modo; y la descripcion contenida
en el libro 2.* de las Epidemias se aproxima á la de Diógenes de Apolo
nia. Así, que todo lo que hay notoriamente mas antiguo en la Coleccion
hipocrática, confirma el sentir de Aristóteles. Es preciso pues, admitir
un caracter de posteriodad relativa, en el corto número de escritos que
tienen indicio de las opiniones que Aristóteles revindicó espresamente
como suyas.
Erasistrato abrazó la opinión de este médico filósofo , porque dijo
en su tratado sobre las Fiebres , que el corazon es á la vez origen de
las venas y de las arterias. (a) Y en otra parte se espresa de este mo
do: «La vena nace de donde las arterías, que Se hallan distribuidas por
«todo el cuerpo , tienen su principio , y se aboca al ventrículo sanguíneo
«del corazon : la arteria por su parte nace de donde las venas empiezan , y
«se aboca al ventrículo pneumático del corazon, (b) " Asi,. Erasistrato se
hallaba muy próximo anatómicamente al descubrimiento de la circula
cion de la sangre, y fisiológicamente muy distante; porque si por una
parte admitía que las venas proceden del mismo origen que las arterías,
creia por otra á estos vasos llenos de aire.
Herófilo, el- célebre contemporáneo de Erasistrato, manifestó qne igno
raba el sitio del origen de las venas. (c) Era preciso tener á la vista
el mismo testo de Herófilo , para conocer si quería solamente abstener
le de toda opinion sobre el origen de los vasos . ó si admitía , como se
ha dicho en algunos libros hipocráticos , que hallándose aquellos consti-

(•) Gal. T. 1. pag. 304. Ed. Bis.


(b) Id. id pag. 430 id. id.
(e) Gil. T. 1. pag. 302. Ed. Erob.
-133-
tuidos de un modo circular, no tenían principio. En efecto, el autor del
opúsculo de las Venas , reunido en nuestras ediciones al supuesto tra
tado de la Naturaleza de los huesos y en tiempos anteriores al libro de
los Instrumentos de reduccion, dice: «Las venas proceden de una sola:
«¿pero en dónde principia y en dónde acaba esta vena única? yo no lo
«sé : porque en un círculo formado no puede hallarse el principio. " (a)
El autor del tratado de los Lugares en el hombre , dice por su parte:
«En mi opinion no hay principio alguno en el cuerpo: todo es igual-
emente principio y fin ; porque en un circulo descrito no puede eneon-
«trarse el principio." (a) Semejantes ideas en una época en que las condi
ciones anatómicas y fisiólógicas de la circulacion eran desconocidas , tie
nen seguramente una grande importancia; son el descubrimiento de
Harvey vatizinado de un modo mas formal. No existe desarrollo al
guno en la medicina contemporánea, por avanzada que se suponga , que
no se hallase en embrion en la medicina antigua. Los conocimientos de
entonces y lu8 de ahora son idénticos en el fondo, hallandose compues
tos de los mismos elementos; lo queentoncesera solouna yema, es ahora
un ramo robusto; lo quese hallaba oculto con una especio docorteza, bro
tó yaá la luz del dia. En las ciencias, como en cualquier olia cosa, na
da hay que no haya estado en embrion.
Todo prueba que no fueron comprendidas ni elaboradas por los
antiguos fisiólogos las ideas de círculo y circulacion. Se obstinaron en
querer hallar un origen para los vasos sanguíneos, y cuanto mas avan
zó la anatomía en sus progresos, haciéndose mas esacta y reconociendo el
trayecto de las venas y de las arterias y sus vínculos con el corazon, tanto
mas se ratificaron en la opinion de que los vasos debian tener- un prin
cipio. Acontece, como vemos, que los adelantos mismos de la ciencia y sus
descubrimientos efectivos, traen por resultado la destruccion de las ideas
científicas de un gran valor. El pensamiento de la circulacion se encuentra
en los libros hipocráticos; pero se le dejó en tal estado, para engolfarse en
una teoría que separó evidentemente á los espíritus de la averiguacion
del verdadero estado de los vasos, del corazon y de la sangre. De tales
ejemplos , que no dejan de ser comunes , proviene el tener que lamentarse
con frecuencia de que la ciencia retrograda, cuando los hechos minuciosa
mente descubiertos eu tiempos modernos destruyen. las concepciones an
tiguas que en grande los comprendieron , y hacen perder de vista las doc
trinas que siendo producto de una especie de intuicion y verdaderas en su
esencia, solo se hallaron faltas do toda demostracion. Aristóteles, que
disecó mucho, se inclinó á hacer partir del corazon á las venas; pero
abandonó al mismo tiempo la idea primitiva de la constitucion circular del
cuerpo animal. La anatomía moderna no admite, como Aristóteles, que
sea el corazon el origen de los vasos sanguíneos , pero establece como
los hipocráticos que el cuerpo organizado es un círculo sin principio ni fin.
Aunqne se haga ya larga esta discusion , no quiero sin embargo termi-
;a) Id. pag, 61 Ed. Frob.
(b) Id. id. pag. 63. id. id ..
-131-
narla, sin procurar desentrañar el sentido de la opinion de Aristóteles, y
hacerle plena justicia. Anatómicamente le asiste la razon; pero coloqué
monos con ól en el punio mas elevado de su biología: segun su opinion , es
el corazon el sitio del principio de la vida , de la sensibilidad , de la esen
cia del animal ; porque el animal está caracterizado, dice él mismo, por
la sensibilidad. ¿Hay pues, por qué admirarse, de que colocase en dicha
viscera el origen de la sangre y el principio de los vasos? ¿No fué su idea
la de referir el fluido y los conductos que distribuyen la vivificacion por
todas partes , á una viscera en que habia de residir el supremo motor de
la organizacion? ¿Y nonos vemos precisados para entender bien su pensa
miento, á compararle al que la fisiología moderna tiene formado del princi
pio de la vida , que despertado por la fecundacion del letargo en que repo
sa en el hucvecillo , edifica poco á poco todo el edificio del cuerpo or
ganizado?
Estas reflexiones me conducen tambien a aquellos hipocráticos, que co
locaban en la cabeza el origen de los vasos. Admitían que toda sensacion,
toda la inteligencia, toda la humanidad, en una palabra, residia en el cere
bro y de aqui procedió, ignorantes como se hallaban de la circulacion, el
qut adoptasen la cabezacomo punto departida de los vasos y origen del flui
do vivificador. Este pensamiento es en el fondo idéntico al de Aristóteles, á
saber , que la sangre y sus conductos deben hallarse bajo la misma depen
dencia que la vida, y es preciso esplicarle del mismo modo; solamente que
sin buscarle me encuentro de nuevo conducido á este resultado, á saber,
que las intuiciones son en general tanto mas exactas, cuanto son mas anti
guas. El origen de los vasos , si no está en el corazon , todavía lo está me
nos en el cerebro; pero si se trata del motor primordial de la vida, mas
bien debe referirse al sistema nervioso , como juzgaron los hipocráticos.
que al sanguíneo, como pensó Aristóteles.
La esfigmologia , ó el arte de deducir del pulso las indicaciones sobre
el diagnostico, el pronóstico y el tratamiento de las enfermedades, no
es un descubrimiento que se remonte á los primeros tiempos de la me
dicina. Es pues necesario examinarle minuciosamente, para saber si la
cronología de los escritos hipocráticos puede recibir de él alguna luz.
Los crfticos antiguos creyeron generalmente , que en tiempo de Hipó
crates no era conocida la esfigmologia. Paladio (a) dice que la teoría del
pulso era entonces ignorada , y que los médicos se aseguraban de la exis
tencia de la fiebre, poniendo las manos sobre el pecho del enfermo. «En
"tiempo iie Hipocrates, dice Ecio ó Eciano (b) no se tenia un conocimiento
«exacto -le la observacion del pulso; no se reconocían las fiebres con el au-
«silio de este signo, sino que se aplicaba la mano sobre diversas partes del
«cueq» , y en particular sobre el pecho , en donde se halla colocado el
«corazon asiento especial de la fiebre,"
Poco difiere lo que dice Galeno de lo emitido por Paladio y Eciano. Se

fa) Srhol. in Hippot. T. II. pag. 32. Ed Dieti.


(b) Id. id. T. 1. pag. 233. id. id
-135-
lee en un parage : (a) «Hipócrates no trató del pulso , ya porque no le
«conociese o bien porque no creyese importante hacer mencion de él."
En otro sitio dice : (b) «Hipócrates ha dado todos los signos de las crisis,
escepto el pulso." En otro lugar tambien se lee : (c) «Si Hipócrates hubiese
«esplicado el estado del pulso (trátase de los enfermos del libro 3.° de las
«Epidemias), comprenderíamos mejor los accidentes queesperimentaron."
Ultimamente, en el tom. V, p. 164. Ed. Bas. dice tambien; «Hipócrates
espuso todos los signos en el Pronóstico , escepto los que se deducen
del pulso."
Modifica Galeno su opinion en otros lugares, pero no de un modo
esencial. «Los antiguos, dice, no daban el nombre de pulso {a$vyy.ii\ á
«todos los movimientos de las arterias , sino que solo le aplicaban á los
«movimientos violentos, perceptibles á los enfermos mismos. Hipócrates
«fué el primero que dijo que el pulso , cualquiera que fuese, pertenecía á
«todas las arterias." (d) Y en otra parte (ej dice: «Hipócrates es el prime-
oro que ha escrito el nombre de pulso, y no parece que ignoraria el arte
de valerse de él ; pero en general no cultivó esta parte."
Asi, la opinion de Galeno es, que si Hipócrates conoció laalteracion que
esperimenta el pulso en las enfermedades, solo tuvo de ella un conoci
miento limitado , del que apenas lüzo uso.
Consultemos ahora la Coleccion hipocrática , y veamos si los datos que
suministra se hallan en relacion con estos pareceres de los críticos de la
antigüedad. Los pasuge-s qup hacen referencia á las pulsaciones delos
vasos, son en ella poco numerosos , y lié aqui los principales: (En el 4.„
libro de las Epidemias, p. 330. Ed, Frob.): «Las venas presentan latidos
«al rededor del ombligo ; en las liebres mas agudas las pulsaciones son las
mas frecuentes y fuertes.-^(En el mismo libro y página): «En Zoilo, él
«carpintero, fueron las pulsaciones temblorosas y oscuras,» (En el lib. 2o.
de ias Epid. pag. 318.): «Sj laten las venas de las manos, si la cara
está hinchada, y los hipocondrios tensos, la enfermedad es larga.»—En el
libro 2.° de \as£pid. p. 332.): «En Pitodoro no dejaron de sentirse laspul-
«saciones."—(En el mismo lib. p, 364.): «Las venas de las sienes latían.'*
(En el mismo p. 336.): «Las arterias de las sienes latían."—(En el libro
tle Dioet. inacutp. 372): «El vino puro bebido en mucha mayor canti
nead que lo de costumbre, ocasiona latido de las venas, pesadez de ca-
«beza, y sed."—(En el lib. de Morb. xnul. 2. p. 268): «Pulsaciones que
«chocan la mano con debilidad:"— (En ej 2.° de Morb. p. 143): «Las venas
«se levantan y laten en la cabeza."—(En el 3.° pág 168): «Las venas se
«ensanchan y laten."— (Id. id. p. 139): «Las sienes son el sitio de las pulsa-
aciones."—(En el lib. de Loe. in hom. p. 64): «Atraviesan las sienes dos
«venas que laten siempre."—(En las Pro-n coac. p, ¿27.): «Termi

ta) Tom. III. p. 153. Ed. Bas.


(b) Id. id. id. id.
(cj Tom. V. p. 401. Ed. Bas.
(d; Tom. XT1, p. 303. Ed. Kühn.
(e; Tom. IH. p. 8. En Bas.
-136-
«nan en las fiebres , por disenteria , los latidos de la vena situada en el
cuello y el dolor en este punto."—Y el siguiente: «Los febricitantes que
«tienen fuerte dolor de cabeza, rubicundez de la cara, y latido delas
«venas, son acometidos frecuentemente de hemorragia.
Todas estas citas manifiestan qne los hipoeráticos supieron que las ve
nas, como ellos decian generalmente, latían, y que examinaron algunas
veces estas pulsaciones; pero demuestran al mismo tiempo que se halla
ban en embrion estas observaciones, sin que presenten indicio alguno de
una esfigmológia un poco estudiada. Galeno representó perfectamente ese
estado de los conocimientos médicos, diciendo que Hipócrates no parecía
haber ignorado el arte de conocer el pulso, pero que no le cultivó.
Debe sin duda esceptuarsc un solo pasage que voy á citar. Se dice
en el libro 2.° de los Prorre'ticos pag. 414. Ed. Frob. «Se cometen
menos errores palpando el vientre y las venas, que no verificándolo." No
es posible dejar de ver en este tacto verificado en las venas, una
indicacion del hábito de esplorar el pulso en las enfermedades, y por
consiguiente de la esfigmologia. Y lo mas notable es, que este argu
mento que marca en un tratado de la Coleccion un hecho estudiado
despues de Hipócrates, recae precisamantc en un libro, que todos los críti-
ticos antiguos han convenido unanimemente en no considerarle como
perteneciente al médico de Coo. Galeno , Erociano, y segun ellos todos
los demás , le creen cstraño á Hipócrates , sin darnos las razones de
este modo de pensar; y es muy interesante el averiguar por otro con
ducto independiente, los motivos que confirman este juicio.
Me bastarán por ahora algunas palabras para terminar esta cues
tion de esfigmologia. Herófilo escribió un libro sobre el Pulso, fa)
el cual contribuyó mucho al desarrollo de éste estudio. Este fué el
que dando un sentido fijo á la voz sphigmos , y aplicando sin ambigüe
dad este nombre á los latidos que se manifiestan durante ia vida en
las arterias, (b) hizo aclarar las voces y las ideas. Praxágoras, su maes-

eran afecciones de las arterias, y que solo üiienan en ia morra i .


doctrina equivocada, que combatió Herófilo en el principio de su libro
sobre el Pulso- (d) asi, que se ocupó de la averiguacion del pulso, pe
ro confundiendo con él cosas heterogéneas. ¿Praxágoras fué el prime
ro que se dedicó á este estudio? He aquí lo que dice Galeno en el
Tom. 111. p. 50. Ed. Bas. : «Egimio de Eolia escribió un libro sobre las
«palpitaciones, en el cual trata del pulso. ¿Este libróos de Egimio? ¿Es
este el primero que escribió acerca del pulso? Estas son dos cuestio
nes cuya discusion dejo á los que quieran ocuparse de tales investiga
ciones." Así, en la antigüedad, concedian los críticos á Egimio la prie

ta) Gal. t. m. p. «0. Ed- Bw.


(b) id. id. p. 44.
}e) id. id. p. 364. M.
jdj id. id. p. 45. id.
— 137-
ridad en lo tocante á la composicion de un libro sobre el vulto, que
llamaba este médico palpitacion, como Hipócrates en el tratado del Ré
gimen de las enfermedades agudas ; pero esto era dudoso. En resumen,
no puede por cierto buscarse en tiempos anteriores á Praxágoras el pri
mer tratado de esíigmológia: hemos visto sin embargo qtie antes que él
observó Hipócrates el pulso, y no solo este; pues Aristóteles le conoció
tambien. «Todas las venas, dice, laten á- un- tiempo-, porque tienen
«su origen en el corazon." (De respir. c. XX.) Y en otra parte. «El pul-
«so no tiene relacion alguna con la respiracion; que sea esta frecuente,
«fuerte ó suave , siempre permanece aquel lo mismo*; pero se hace irre-
«gular y tenso en ciertas afecciones del cuerpo r y en el temor, la es-
«peran/.a, y la angustia." (De spfritu. c. IV. )
Democrito- conoció tambien el pulso y le llamó- palpitacion de las
venas. ( Eroc. Glos. p. 382. Ed. Franz. )
De modo que fuera de Hipócrates, y aun en tiempo' de mayor anti
güedad , encontramos mencion del pulso ,. pero no la teoría- de- la esfig
mologia.
Algunos críticos modernos hart supuesto tambien, que la palabra mús
culo, fu?, habia sido empleada en una época posterior á Hipócrates, que
antiguamente se valían de la vos carne, y que los anatómicos alejan
drinos fueron los- primeros que distinguieron las carnes con la voa mús
culos. Si se admitiese esta regla de crítica, un gran número de escri
tos de la Coleccion hipocrática se referirían por ella a una época muy
posterior. En efecto, la palabra músculo se halla en el libro 4.° delas
Epidemias , pag. 333. Ed. Frob.; en el tratado del Arte, pag. 3; en el
del Corazon, pag. 55; en el opúsculo de las Venas, pag. 61 y 62: en
el tratado det Régimen, libro 2.° pag. 94, pora indicar la carne mus
cular de tos- animales que se come; en el tratado del Alimento,' pag.
110 y 111 ; en el libro 1.° de las Enfermedades, pag. 129, en que se
habla de la cabeza de los músculos; en el tratado de las Afecciones
internas pág. 195. en el que habla el autor de los músculos de los
lomos; en tos tratados de las Fracturas, de las Articulaciones, <ie la
Oficina del médico, de los Instrumentos da reduccion, en que se halla
repelida con frecuencia la palabra músculo, y en los Aforismos 7.1
seccion, en que se habla de los músculos del raquis. Se ve pues cuantos
tratados se hallarían colocados posteriormente á los trabajos de las escuelas
alejandrinas, de los cuales han sido muchos citados por" los críticos an
tiguos ; y estas citas bastan por sí solas para destruir todo- argumento
de esta clase fundado en la existencia de la palabra músculo en tal ó
cual sentido. i--' i.
Se pitede lnm demostrar la falsedad de Otra manera. Era la palabra
carne relativamente como la palabra vena, un término general que no
escluia el conocimiento de una significacion particular. En un mismo
tratado se encuentran indistintamente usadas las voces canie y músculo,
rom» sucede en el libro 1.° de las Enfermedades , y tambien en el de
las Fracturas , y con este motivo dice Galeno en el tom. V. pág. 556.
Ed. Bas: «Lo que anteriormente se ha llamado músculo, Hipocrates lo
-138-
«denomina carne en esta ocasion , valiendose del lenguaje vulgar.» En
los tratados, por ejemplo, de las Enfermedades libro i.*, y de las Vena*
se usa frecuentemente la palabra músculo, y nunca la de arteria, loque
seria una contradiccion en el juicio de los críticos modernos que hin
admitido el uso de las voces músculo y arteria como señales de una
época post-alejandrina. Por el contrario, en el tratada de las Carnes se
repite mucho la palabra arteria, pero jamas se deja de encontrar reem
plazada la palabra músculo, por la de carne.
Ultimamente, para concluir con este punto, manifestaré que Ctesias casi
contemporáneo de Hipócrates se valió (como anteriormente dejo manifesta
do) de esta palabra; y es bien digno de notarse que el modo como se espresa
el autor del opúsculo sobre el Arte, que empleó la palabra músculo, es en
teramente semejante al de Ctesias. «Los miembros, dice aquel (p.3.Ed.
Frob), tienen una carne ¿evolvente que se llama músculo." Y Ctesias se es
presa asi: «Cambiso se hirió el muslo en el músculo:" cuya frase ocupa
ría muy facilmente el lugar de la usada por el autor hipocrático, carne
involvente {e*%r.a Tipqtpüt.).
Los críticos modernos que se han dedicado al examen de los libros
hipocráticos , al menos los que no han seguido ciegamente á Galeno, se
han formado cierta idea de la medicina hipocrática, y sobre 'ella juzgan
si debe referirse á Hipócrates tal ó cual tratado, ó si debe colocarse entre
los escritos que falsamente se le atribuyen. No debia por cierto proce-
derse de este modo : lo primero que debería hacerse es reunir y compa
rar los textos que pueden ilustrarnos acerca del estado de la medicina
antigua , de los cuales tantos han perecido , y de esta reunion y compara-
clon resultaría un juicio menos arbitrario. '
Generalmente se han inclinado á referir ios libros hiporráticos al
tiempo de la escuela de Alejandría , porque, en mi juirio , se formó una
opinion equivocada de la posicion de Hipócrates. Kl nombre del padre de la
medicina alucinó por mucho tiempo los ánimos ; se le creia el fundador de
toda la ciencia , y se olvidó un principio fecundo de la filosofía de la histo
ría, cual es el de que nada hay en las ciencias, «orno en las demas cosas,
que sea un fruto espontáneo que termine sin preparacion, y madure sin au
xilios; se olvidó el hecho incontestable de que Jas épocas anteriores á Hi
pócrates le dejaron en herencia una gran porcion de trabajos muy diversos;
que la fisiología general , la anatomía , la patológia y la higiene fueron cul
tivadas mucho tiempo antes que él; que Alcmeon, Empedoeles, Anaxago-
ras, Diógenes y Demócrito, habian escrito sobre la naturaleza; que las
escuelas médicas de Crotona y de Cirene gozaron de una celebridad que
aun no habia adquirido la de Coo; que Eurifon trataba la pleuresía por la
cauterizacion antes que Hipócrates; que Heródico , todavía antes que él,
espuso detalladamente el tratamiento de las enfermedades; (a) y por úl
timo, y esto es acaso lo que mas en favor puede decirse relativamente á la
antigüedad de la medicina griega, que el lenguaje técnico se hallaba ya

(a) In Cal. Aureltan Ctar. Iiti. 3 e. 8.


-139-
fonnado, y que Hipócrates no hizo en él variacion alguna.
El conocimiento de los nervios se hallaba en el mismo estado que el
del pulso. Los hipocráticos los indicaron vagamente, sin comprender con
exactitud la naturaleza de estos órganos. Es cierto que confundieron bajo el
nombre de nervios («úf *) el mayor número de partes prolongadas en forma
decordones, aunque tuvieron tambien el nombre de tendon (¡um); pero
designaron otras partes muy sensibles con una voz análoga á la de los tendo-
res cual es la de jovot (tensores,) ( a ) Hé aquí los pasages: «Los canales que
«corren la concavidad de cada lado del pecho, y los tensores toman alli suorí-
«gen delas partes mas peligrosas del cuerpo.» (b) Comentando Galeno este
pasage, dice que los canales son las arterias y las venas, y que los tensores,
los nervios, y las partes inmediatas de donde proceden, son los órganos prin
cipales del pecho, (c) En el mismo libro se halla ademas repetida otras dos
ó tres veces la misma palabra. En el tratadode los Instrumentos de reduccion
pág.oOS. Ed. Frob.se dice: «Hay que temerla retencion de orina en la luxa
cion del muslo hácia adelante , porque el hueso se apoya sobrelos tensores y
es peligroso.» En el libro 2.° de las Epidemias pág. 312. Ed. Frob. se dice:
«Se forman los depósitos por las venas, los tensores, los huesos, los liga
mentos (tensores), la piel y otras diversas vías.» Y mas adelante, pág.
317. Ed. Frob. «Los tensores descienden del cerebro por debajo del hueso
«de la gran vértebra, á lo largo del exófago.» Tales son las nociones que
la coleccion hipocrática contiene acerca de los nervios: seguramente
sus autores los llegaron á entrever, pero ignoraron sus funciones y rela
ciones. Platon se valió tambien de la misma palabra y casi con igual sen
tido, en un pasage que no debe omitirse, por venir á confirmar las con
clusiones generales de este capítulo. «Se divide un estado como un
«vaso en un animal, cuyos nervios (,cm), ligamentos y tensores de los
«tendones, órganos de igual naturaleza aunque diseminados, han recibido
«nombres diversos. (d! Se ve en este pasage, 1.° que se nombran los
tensores; 2.° que se habla de partes que tiran de los tendones, lo cual prueba
el conocimiento de los músculos , y no es sorprendente que siendo estos
conocidos recibiesen un nombre , que se encuentra en Ctesias y en los hi
pocráticos; 3.° en fin, que Platon asegura que estas tres cosas, nervios,
ligamentos y músculos son órganos esencialmente idénticos, aunque dis-?
tribuidos por el cuerpo y conocidos con diversos nombres.
Tenemos aqui un nuevo ejemplo de esta confusion de la anatomía anti-*
gua : asi como se confundieron con el nombre comun de vena, las venas,

(a) Estas dos últimas voces griegas proceden del mismo radical, que significa
estender, y tienen por consiguiente un mismo sentido. .
(b) De Art. pag. 488- Ed. Frobcn.
(c ) Tom. V. pág. 624. Ed Bas. . i . .
( d ¡ De lege XII, f. VI. pag, 410, Ed. Tauch. Se vale Platon de términos que
contienen tanto d un vaso como a un animal.
-HO-
liS arterias, los bronquios y los mismos ureteres , del mismo modo se con
sideraron como de una misma naturaleza los nervios, los tendones y los
músculos. Se presenta ahora tambien un pasage análogo enteramente de
sapercibido, cual es uno del 2.° libro del Regimen, en el que los músculos
se colocan entre las partes desprovistas de sangre. «Entre las partes des-
«provistas de sangre, dice el autor 'hipocrárieo, las mas sustanciosas son
«el cerebro y la médula, y las menos son los intestinos, los músculos, las
«partes genitales de la muger, y los pies.» ( a ) Solo el pasage de Platon
me esplica eómo el autor hipocrátice colocaba los músculos entre las par
tes desprovistas de sangre.
Ni los antiguos fisiólogos, ni Hipócrates, ni sus discipulos, ni el mismo
Aristóteles, pudieron formar una idea exacta de las funciones del cerebro,
atendiendo áqne no conocían las propias de los nervios. Los hipocráticos
es verdad que colocaban la inteligencia en la cabeza , pero no sabian mas
acerca de esto. Combatiendo Aristóteles la opinion de los que juzgaban
que el sitio de la inteligencia en los animales se hallaba en el cerebro,
(b) manifiesta que reside en el«orazon, y como dice Galeno, no sabia para
que sirve el encéfalo, fe) A los anatómicos de Alejandría es á los qne
se debe el conocimiento exacto de los nervios. Erasistrato, segun Rufo-,
distinguía en ellos dos especies , los de la movilidad y los de las sensa
ciones; (d) y segun Galeno, Herófilo y Eudemo, que fueron los primeros
<pie posteriormente á Hipócrates escribieron sobre la anatomía de los ner
vios, no designaron el origen de los que se distribuyen por cada ór
gano, costándoles mucho trabajo á los médicos comprender porqué cier
tas paralisis obran sobre el movimiento y otras sobre la sensibilidad:
pero en tiempo de Galeno se habia adelantado mas , y dice positivamente
que los nervios que se distribuyen por los tegumentos de la mano y la dan
su sensibilidad tienen raices particulares y distintas de las que producen
á los que mueven los músculos. ( e )
El análisis que acabo de hacer de -los conocimientos de los hipoeráti-
cos acerca de los nervios prueba que la coleccion es anterior á los tra
bajos de los anatómicos alejandrinos Erasistrato y Herófilo. ¿ Los antiguos
hipocráticos no abrieron nunca cuerpos humanos , ni examinaron jamás
algunas partes? Sé que generalmente se sostiene la negativa: yo sin em
bargo, no puedo persuadirme de que estuvieran en este punto en -una ig
norancia tan completa. Hé aquí en resúmeu los motivos que me im
pelen á formar este juicio. Se supone que Aristóteles no habia jamás visto
los órganos del cuerpo humano, y él mismo dke que eran desconocidos

(a) P. 9*. Ed. Frob.


(b) De Sen. et. juv. e. 3.
( e} Tom. I. pag. 318. Ed. Bas.
'd) Huf. De hom. part. pag. W. París. 1331.
( e) Ton. III. p. 282. Ed. Bas.
sobre todo los órganos del hombre , y que para formarse una Mea de
ellos, se hacia preciso recurrir á los animales que presentan mucha se
mejanza, (a) Con todo, el mismo Aristóteles (b) dice que tiene
el hombre proporcionalmente el cerebro mas .grande ; que este tie
ne dos membranas, una adherida fuertemente á los huesos y otra
mas delgada que teca al mismo cerebro ; que .el corazon del hom
bre está inclinado á la izquierda (id. c. 17); que su bazo es se
mejante al del cerdo, estrecho y largo (id); que «I hígado es redondo y
semejante al del buey; que los ríñones parecen á los de igual clase de ani
males, hallándose compuestos de muchos riñoncítos que no se hallan
unidos como los del carnero (id. c. 3. y 9) ; y en fm, concluye su libro
l.'dela Historia delos animales , diciendo que ha espuesto el estado de
las partes tanto internas como esternas del cuerpo humano. Refutando
ta opinion de Anaxágoras que atribuía el origen de las enfermedades á
la traslacion de la bilis , añade que si asi fuese, lo demostrarían las disec
ciones, (c)
Diócles que publicó un tratado de anatomía , sabia que en la pleure-
«ia es la pleura el sitio del mal.
Se dice en el libro de la Naturaleza deiniño, pág, 37.. Ed. Frob.
«El «iiño en la matriz tiene las manos cerca de las rodillas y la cabeza
acerca de los pies; mas no puede juzgarse con exactitud, ni .aun vien-
«dole en la misma matriz , si tiene la cabeza hacia arriba ó hacia abajo.
Se dice en el libro de las Carnes, pág. 43. Ed. Frob, « i.os humoces
•del ojo son semejantes en el hombre á los de los aairaaJes..»
En el tratado de las Articulaciones pág. 472. Ed, Frob. se halla tam
bien lo siguiente: «Si se despoja .de carnes el brazo en el mismo sitio en
«que el músculo se ensancha , se verá que la cabeza del húmero está allí
«prominente.«
Reunidos estos pasages de Aristóteles, Diócles, y de los hipocráticos,
roe hacen creer que se examinaron cuerpos humanos antes de los anató
micos alejandrinos.
En general, observo en la coleccion hipocrática que la anatomía de
senvuelta y cuidadosamente tratada en los libros puramente quirúrgicos,
se oscurece de un modo notable en ios que tratan con especialidad de po-,
toloaia interna.
Establecidas ya estas reglas de crítica que me servirán de mucho en lo
succesivo, no será fuera de propósito el hacer mérito de;un pequeño nú
mero de advertencias relativas al mismo objeto, que so hallan esparcidas
en las obras de los críticos antiguos.
En primer lugar es preciso que notemos, que ,ni Galeno , ni Erociano
ni ninguno de los otros han repugnado la autenticidad de un escrito por-

( • ) Hist. anim. L. 1. c. 18.


í b ) Id. id. p. 16.
( e ) De part. anim.'l. IV. c. 2.
-142-
que eh él se haya hecho mencion de las arterías. Galeno , Erociano y
Heraclides de Tarcnto admitieron como propio de Hipócrates el tratado
del Alimento, en que se espresa este conocimiento del modo mas ternú-
iiante. Galeno , Erociano , BacchiO y Filino admitieron igualmente el tra
tado de las Articulaciones en que se nombran las arterias. No vieron en
este hecho un motivo deesclusion, y otro tanto debe advertirse con respecto
á la palabra músculo. .. .- .
Relativamente al pulso, parece Galeno hallarse dispuesto á servirse
i!e él como de un criterio , y nota que la voz sphygmos en sentido
do pulso , es de Praxágoras y Herófilo , y en el de pulsacion vio
lenta de las arterías, de Erasistrato y de Hipócrates. (T. 1. p. 277
Ed. Bas). ' -
Presume Galeno que la anatomía de las venas que se halla en el li
bro de la Naturaleza del hombre no es propia ni de Hipócrates ni de
Polibio, sino que es advenediza, (a) Pero se sabe que Aristóteles la cita
textualmente en su Historia de los animales, y puede asegurarse que
pertenece á Polibio: ademas es notorio que Apelicon fue el primeroique
publicó la coleccion de libros aristotelicos, el cual vivió despues de He
rófilo y Erasistrato , es decir, posteriormente á la época eu que se formo
y publicó la coleccion hipocrática. No es posible intercalar un trozo de Po
libio en un libro de Hipócrates ya conocido : este trozo no fue tomado
de las obras de Aristóteles , puesto que aun no se habian publicado; ni
pudo ser mas bien tomado do (as de Polibio, porque- se hallaban en
la biblioteca de Aristóteles y despues no han vuelto á verse ni á encon
trarse, y no existían con el nombre de Polibio en tiempo 'de la publi
cacion de la coleccion hipocrática: en el capitulo XI esplicaré como ha
podido ser esto. .
Aqui Galeno incurrió en una falta: no se acordaba de la cita de Aris
tóteles, y pugnó en vano contra iin hecho perfectamente positivo.
Frecuentemente toma acta de alguna espresion viciosa ó de algun de
fecto del lenguaje , para asegurar que un escrito no pertenece á Hipó
crates.
Galeno, Erociano y todos los demas consideraban el 2.° libro de los
Prorréticos y el tratado de las Glándulas como posterior á Hipócrates;
pero no manifiestan las razones en que para ello se fundaban. Galeno
juzgaba lo mismo respecto al 7.° libro de las Epidémias ; le hallaba falto
de algunas partes , y evidentemente posterior. En cuanto al o.° creia que
se separaba de la doctrina de Hipócrates fb), cuyo motivo le obligaba
tambien á no admitir el primer libro del Regimen, al paso que los demas
le parecían conformes con el pensamiento del médico de Goo (c): y en el

(a) Tom. 1. pag. 300. Ed. Bas.


(b) Tom. ni. png. 187. Ed. Bas.
(c) Tom. IV. p. 206. Ed. Bas.
- i 13 -
tom. III pág. 374 Ed. Bas. dice tambien , que el tratado de las Sema
nas no es seguramente de Hipócrates.
Algunos críticos no llevan mas adelante la discusion. Asi que Juan
en su comentario sobre cj tratado de }a Ifqturalcza del niño, proponien
dose resolver la cuestion de sí este libró pertenece á Hipócrates , dice:
«Puede decirse auténtico y apócrifo á la vez: auténtico, por las investi
gaciones sobre las mugeres estériles, que son dignas del entendimiento
«de Hipócrates, y tambien por la abundancia de proposiciones; y apó-
«crífo, porque contiene muchas cosas falsas, és~tando' reconocidos los
«errores como agenos de Hipócrates , y porque jrf autor se vale de un
«gran número de ejemplos contrarios á la brevedad y concision que son
propias del médico de Coo, ( a )
Las noticias, aunque muy pocas, relativas Á la cronología de }os libros
hipocráticos que han llegado hasta nosotros con los nwtos de las obras de
los críticos antiguos, hubieran tenido al menos de importante, el no con
tradecir los resultados qúe he obtenido por diversos conductos , habién
dolos mas bien robustecido en muchos puntos, , •, .
En resumen, los conocimientos médicos contenidos en los libros hi
pocráticos tienen un carácter que les es propio. La anatomía se encuen
tra en ellos poce adelantada , escepto en algunos puntos que habian sido
ya .aclarados por la cirugía. Se suponían las arterias llenas de aire, te
niendo un nombre comun con el de otros conductos , lo cual aumenta
mas la confusion ; se consideraron como de poca importancia las rela
ciones de los vasos sanguíneos con el corazon ; la aplicacion de la sphig-
ntolosía era enteramente desconocida; se denominaban los nervios con
alguna vaguedad ; se dirije i» polémica ya contra la escuela de Cuido, ó
contra el os» en medicina de las doctrinas de la filosofía cólica.; ningun
indicio descubren de las doctrinas de Erasistrato , y con mucha mas
razon de las sectas medicas posteriores, y todo el desarrollo que en ellos
se encuentra es debido sin duda al estado anterior de ios ¿conocimientos
médicos. Asi que, estamos autorizados, por la sola composicion de los es
critos hipocráticos, á referirlos á la época que precedió á los grandes tra
bajos de Krasistrato, de Herófilo y de la escuela de Alejandría, fistees
on resultado á donde siempre voy á parar, de cualquier modo que con
sidere la coleccion hipocrática. '• ' • '
i | *i
' . • ' •''••!'.,..'.

• ' -' , .' i

( a ) Schol. íd. Hípp. t. II. p. 207 Ed. DieU.


-144-

CAFITOLO X.

*R LOS f-UXTOS DE CONTACTO QUE SE ADVIERTEN EN ALGUNOS LIBROS 1


., LA COLECCION HIPOCRATICA!.

Rn el capítulo IV he procurado llenar el espacio que separa á* Hipó


crates de los primeros comentadores de sus escritos, y enlazar de este
modo una cadena que he probado no estar interrumpida en parte al
guna ; ahora trataré de hacer con la coleccion' hipocrática lo mismo que
he hecho con Hipócrates, y ver si se puede encontrar alguna noticia so
bre los diversos lazos que unen sus partes- separadas-. Muchos libros hi-
pucráticos presentan entre sí tales semejanzas, que han sido considera
da* como repeticiones. Lo son efectivamente ,• pero no , segun mi juicio,
en el sentido de que sean pasages que haya el autor trascrito de uno*
libros á otros. Yo creo que estas repeticiones significan- otra cosa ; me
parece que indican que-, de los libros copiados de este modo, los unos
han servido de materiales para obras mas perfectas, y los otros son el
resultado de estractos ó compendios, con mucha frecuencia oscuros por
siV estremada brevedad y algunas veces por la negligencia con que el
que los estraclo hizo el análisis , y aun creo que esta succesion, esta re--
produccion de los mismos libros bajo formas diversas, prueba que estu
vieron largo tiempo á disposicion bien de una familia , bien de una es
cuela de médicos. Los resultados obtenidos de este modo corresponden-
exactamente á los que deduge en el capítulo en que manifesté cuán grande
era el número de los libros compuestos por los hipocráticos que se haa
perdido. Esta gran coleccion de libros médicos ha ido minorando y des
truyéndose, y á esta destruccion es á la que se debe atribuir k existencia
de fragmentos y estractos en la coleccion hipocrática.
No trato aqui de reunir y compararlas proposiciones, que'enuncia
das con términos mas ó menos análogos espresan un mismo pensamiento,
sino' de indicar los principales pasages que se hallan testualmente copia
dos unos de otros. Las proposiciones que en lacolecciou hipocrática en
cierran pensamientos idénticos, son en número considerable; y esto se
concibe fácilmente: estos libros son casi de la misma' época; proceden de
escuelas médicas que se hallaban en contacto, y son la obra de médicos ó
descendientes, ó discípulos ó vechios-inros de otros. No debemos pues ma
ravillarnos de encontrar en ellos muchos pasages conformes, lo cual solo
prueba la simultaneidad de trabajos compuestos en una misma esfera
de conocimientos. „ ,.
Pero no sucede lo mismo cuando los pasages estan copiados testuni-
mente y reproducidos en los mismos términos. La casualidad no puede dar
márgen á semejanzas tan absolutas; la conformidad cu las doctrinas tam
poco las esplica. Es pues indispensable admitir una comunicacion mas
inmediata , y con esto podremos asegurar que los autores de aquellos
tratados en que se encuentran pasages tan idénticos, lian conocido , po
seido y copiado unos libros de otros, lista es una prueba indudable de la
transmision de estos libros de mano en mano, hablando literalmente y
sin metáfora alguna.
Costei en sus cartas sobre el Examen de Mercurial , ha emitido la
opinion de que las Prenociones de Coo eran anteriores á ciertas otras par
tes de la coleccion hipocrática, que contienen un gran número de pasages
muy semejantes á la mayor parte de las Prenociones. La esencia es la
misma , la forma es diferente. Las Prenociones son notas en que falta re
daccion. Ahora bien, de escritos cuyo enlace y estilo son escelentes, no
se hacen , dice Costei, mediante nuevo trabajo , una série de notas desor
denadas; pero de notas desordenadas, se pueden muy bien componer li
bros en los que todo esté bien arreglado, y en que el estilo haya recibido
la elaboracion necesaria. La observacion de Costei es muy ingeniosa, y
la regia que de ella deduce es cierta.
Esta consideracion ha sido desenvuelta del mejor modo posible por
Mr. Ermerins, médico holandés, en una célebre tesis titidada: Spc-
cimen histórico médicum inaugurale de Hippócratis doctrina á prognos~
tice oriunda. Lugduni Batavorum 1832. Mr. Ermerins no tenia sin duda
noticia de la idea de Costei, porque no cita al médico italiano. Por otra
parte, el desarrollo que adquirió bajo su pluma y las numerosas pruebas
con que la ha apoyado, parecen indicar que es suya propia. Contentome
con analizar en este lugar la tesis de Mr. Ermerins, porque adopto to
das sus conclusiones; y porque si yo lo quisiera hacer de otro modo,
ciertamente no seria con tanta perfeccion.
El primer libro de los Prorrélicos y las Prenociones de Coo son una
coleccion de notas, relativas la mayor parte á los preságios en las en
fermedades. Estas notas carecen de conexion unas con otras ; se siguen
sí , pero no se corresponden mutuamente. Encierran proposiciones mas
ó menos detalladas , mas ó menos precisas , fragmentos de observacio
nes, dudas que se ocurrieron al autor, y cuestiones que él mismo se
titirita. Mr. Ermerins cree que fuoron recogidas en el templo de los
asclepiades do Coo; esto es muy probable; de todos modos unas notas
muy breves tomadas á la cabecera de los numerosos enfermos que se
presentaban á ser asistidos, y puestas unas á continuacion de otras, nunca
hubieran tenido otra forma.
Las Prenociones de Coo son de mas consideracion que el primer libro
de los Prorrélicos; contienen cerca de un número triple de proposicio
nes. Es muy di^no de advertirse, que todas las proposiciones del primer
libru de los Prorrétkos, salvas muy pocas escepclones , se encuentran en
las Prenociones de Coo. No quiero decir tan solo que sean semejantes
en el sentido, en.la idea: no: la identidad es mayor; las espresiones
-ÜC-
son las mismas, y en el mayor número de casos, las diferencias que
presentan no merecen la pena de ser notadas. Mr. Ermerins lia puesto
en una columna las proposiciones del primer libro de los Prorréticos, y
en otra al frente las de las Prenociones de Coo que á aquellas corres
ponden, y de este modo se advierte con la mayor facilidad hasta dónde
llega la conformidad de ambos libros. De esto concluye Mr. Ermerins,
que se derivan de un mismo origen; esto es incontestable; ó la una lia
sido copiada de la otra, ó ambas lo lian sido de un mismo original.
Mr. Ermerins indica que las Prenociones de Coo son posteriores al pri
mer libro de los Prorrc'ticos, en atencion á que son mucho mas volu
minosas, y que muchas de las proposiciones que se corresponden en
ambos libros estan mas desenvueltas en las Prenociones. Considera las
Prenociones de .Coo como una compilacion cuya parte fundamental ha
sido formada por el primer libro de los Prorre'licos , habiendole ade
mas euriquecido con observaciones subsiguientes mas numerosas y de
talladas.
Sea de esto lo que quiera, los pasages literalmente repetidos en es
tos libros prueban que el autor del uno tuvo el otro á la vista; esto
es incontestable.
Ahora bien: ¿en qué relaciones se encuentran las Prenociones di
Coo (solo hablaré de estas, porque encierran en sí casi enteramente
el primer libro de los Prorre'licos) con otros libros de la coleccion hi-
Íocrática? Esta relacion , bastante singular, ha sido desenvuelta por Mr.
irmerins con la mayor perfeccion. De las comparaciones hechas por el
médico holandés resulta evidentemente, que el autor de los Pronósticos
consultó las Prenociones de Coo, y que estas forman la base principal
de su libro. La identidad de los principios la semejanza de las propo
siciones y la conformidad en las espresiones, no dejan duda de este
aserto. Por otra parte , como los Pronósticos son un tratado completo
en que se han observado todas las reglas de composicion , como las di
ferentes partes del tema estan enlazadas eritre sí formando un todo,
como el libro tiene un preámbulo que le sirve de introduccion y un
discurso que le finaliza, es imposible dejar de admitir que el autor que
los compuso se sirviese de las Prenociones de Coo, como de materiales.
Con efecto, de proposiciones desordenadas puede componerse un libio
llenando los vacíos , separando lo inútil y coordinando su conjunto ; pero
de un libro bien compuesto , jamás se sacarán proposiciones sueltas y sin
órden, ni se dejarán vacíos , ni sedestruirá el método que aquel tiene, ni se
invertira el de las ideas, ni se mutilará la redaccion. Las Prenociones
de Coo no son tampoco un estracto de los Pronósticos , porque no si
guen el mismo órden y contienen una multitud de cosas que no perte
necen á este tratado. Son una composicion del todo independiente, y
cuyo carácter es la reunion de una serie de proposiciones que son re
lativas á los presagios en las enfermedades , pero que no estan coloca
das con órden. Por el contrario, el autor de los Pronósticos ha sistema
tizado su objeto , ha tomado de estas proposiciones lo que lia creido con
veniente , dejando lo demas , añadiendo algo nuevo y disponiendo el
-147-
todo con un plan regular. En una palabra, lo que prueba que las Pre-
nociones de Coo no son un estracto de los Pronósticos, es el contener
muchas cosas mas, y mucliasdiferentes;y lo que manifiesta que han servido
de materiales á los Pronósticos , es que las proposicionos particulares
(le las Prenociones de Coo , donde no se encuentran ningunas genera
les , son los elementos de las proposiciones generales de los Pronóstico»
que no contienen ningunas particulares, Esta relacion de lo particular á
lo general entre las Prenociones y los Pronósticos es muy digna de no
tarse, y decide la cuestion de saber cuál de los dos libros es posterior
al otro.
Bien sé que no fue esta la opinion de Galeno cuando dijo : «El
«que considere todas las proposiciones de los Prorréticos como reglas
«generales, incurrirá en graves errores. Lo mismo sucede con la mayor
«parte de las proposiciones que contiene el libro de las Prenociones de
«Coo. Algunos pasages de los Aforismos, de los Pronósticos y de las
«Epidemias lian sido intercalados en qllas, y estas son las únicas pro-
aposiciones verdaderas que se encuentran en los Prorréticos y las I•re-
finociones de Coo» (Gal. T. V, p. 407. Ed. Basil.)
Pero en estose engañó evidentemente Galeno; tomó por prueba de
posterioridad lo que es de anterioridad , ó mas -bien no profundizó esta
cuestion, y pronunció rápidamente un juicio en que domina con espe
cialidad «u admiracion esclusiva por las verdaderas obras de Hipó
crates.
Relaciones atm mas estrechas unen el tratado de los Instrumentos de
reduccion y el de las Articulaciones. Ambos contienen: la lujacion
(lela mandibula, del hombro , del cpdo , de la muñeca, del muslo,
de la rodilla , del pie ; la esposicion de las heridas que interesan los
miembros ya en la articulacion ya en la continuidad ; las gangrenas que
sobrevienen, y las deviaciones de la columna dorsal. El tratado de los
Instrumentos de reduccion- y el de |as Articulaciones no contienen, á mas
de este cuadro, sino un pequeño número de partes que no les son co
munes. El objeto pues de que ambos se ocupan es el mismo : pero esto
no probaría ninguna relacion entre estos dos libros; porque en una ma
teria puramente quirúrgica, como lo es un tratado sobre las Lujaciones,
el fondo debo ser siempre idéntico ; esto lo lleva consigo la naturaleza
iie las cosas.
Asi es, que no hubiera bocho mencion de estas semejanzas» gí no
avanzaran algo mas; pero son tales, que demuestran palmariamente ser
el tratado de los Instrumentos de reduccion un compendio del de las
Articulaciones.
Podrá creerse que un pasage está esfractado de otro, cuando se ad
vierta que el supuesto compilador, ha conservado el órden de los pen
samientos del original , suprimido los desarrollos estensos , y copiado,
en la parte que conserve , las mismas espresiones del autor. Esto ca-^
talmente es muy fácil de advertir, comparando en los dos tratados las
diferentes secciones que acabo de enumerar. Por no alargar demasiado
este capítulo, solo transcribiré un ejemplo con el objeto de que e| les»
-118-
tor pueda convencerse por sí mismo, de que el tratado de los Instrumen
tos de reduccion es realmente un estracto del gran tratado de las Ar
ticulaciones. En este último se lee lo siguiente: «Sobreviene el esfacelo
«de las carnes en las heridas con hemorragia sobre las que se ejerce
«una fuerte compresion ; en las fracturas de huesos en que se aprieta
«mucho el vendaje, y en general en aquellas parles que estan eompri-
«midas por vendas muy apretadas. Muchas heridas de esta naturaleza se
«curan en aquellos individuos que pierden una parcion de carne y hueso
«sea en el muslo, sea en el brazo ; la curacion es mas dilicil en el an-
«tebrazo y en la pierna; pero algunos heridos soportan todavía este ac-
«cidente y sobreviven. En los casos de fractura en que la lividez y la
«gangrena se establecen muy pronto , la separacion se verifica tambien
«con prontitud del cuerpo; y las partes que deben desprenderse, caen
«al momento, por razon de que los huesos han sucumbido ya á la in-
«fluencia de la lesion. Cuando sobreviene la lividez estando sanos los
«huesos , mueren prontamente las carnes, es verdad; pero los huesos se
«desprenden con lentitud en el sitio en que se establece el límite d¿ la
«lividez y de la denudacion del hueso. Cuando las partes situadas por
«bajo de la lividez estan completamente muertas é insensibles , deben
«separarse de la articulacion, teniendo el médico mncho cuidado de no
«herir las partes sanas; porque si el operado siente dolor y si las par-
«tes en que se practica la reunion no estan aun muertas , es de temer
«que el dolor produzca un desmayo, y muchos enfermos han perecido
«repentinamen'.e en tales sincopes. Yo he visto caerse el hueso del muslo
«denudado de este modo al dia veinte y cuatro. A este mismo enfermo
«se le habia separado la pierna, por la articulacion de la rodilla, el dia
«veinte. Segun mi juicio pudiera habérsele separado antes; pero no
«quise que se hiciese nada con precipitacion, y que la prudencia di-
«rigiese la operacion. En un caso semejante de gangrena, en que el mal
«se estendia hasta la parte media de la pierna, he visto desprenderse há-
«cia el dia sesenta todo lo que de ambos huesos estaba denudado. El
((tratamiento varia segun que se haya de favorecer ó retardar la sepa-
«racion de los huesos denudados.» (Pág, 497. Ed. Frob).
Hé aquí ahora el pasage correspondiente del tratado da los Instrumentos
de reduecion: ((Esfacelo de las carnes: compresion en las heridas con hetnor-
«ragia; vendajes muy apretados en las fracturas de los huesos; lividez acae-
«cida por ligaduras muy ajustadas. De aquellos en quienes se desprende
«una porcion de muslo ó de brazo y caen los huesos y las carnes , cu-
aran muchos, en razon á que sus fuerzas los sostienen. En caso de frac-
«tura, la separacion se hace con prontitud. Ademas se desprenden los
«huesos por el límite de la denudacion , pero mas lentamente. Es nece
sario separar por bajo de las heridas y de las partes sanas, las que ya
a estan muertas: evitar el dolor, porque los heridos mueren en el desma-
«yo. El hueso del muslo se desprendió el dia veinte y cuatro en un es
«lacelo de esta naturaleza. El veinte se habia separado la pierna. Los
«huesos de una pierna , hácia su parte media , se cayeron al dia sesenta.
«En semejantes heridas, prontitud ó lentitud segun las indicaciones.»
-149-
Despues de la lectura y comparacion de estos dos pasages, se reco
noce evidentemente que ci uno es un estracto, un análisis del otro; el
mismo orden en la esposicion de los pe atamientos, los mismos ejemplos,
las mismas espresiones. Solamente lo que en uno se encuentra bien de
senvuelto, en el otro no está mas que en sustancia; y aun este resumen
está tan abreviado, que hay algunas frases que serian muy oscuras sino
poseyésemos su comentario en los pasages correspondientes del tratado
de las Articulaciones. Las semejanzas entre este libro y el de los Ins
trumento» de reduccion son muy dignas de atencion , y tienen el mismo
carácter en todos los artículos, cuya correspondencia en ambos trata
dos he indicado poco mas arriba.
Es pues cierto, que el libro delos Instrumentos de reduccion es, en
gran parte , un estracto hecho de los pasages análogos del de las Articu
laciones. Y digo pasages análogos, porque en el examen comparativo á
que me he entregado, se ha presentado una observacion no menos digna
de ser notada que la relacion entre estos dos libros; y es, que el estracto
que lleva el libro de los Instrumentos de reduccion presenta un orden mas
smgular que el mismo libro de las Articulaciones ; por consiguiente puede
suponerse que este último tratado, en el momento en que se hizo el es
tricto denominado libro do los Inutrumentos de reduccion , estuvo dis
tribuido de un modo diferente del que luego conservó desde su publi
cacion (porque los primeros comentadores Filino y Bachio le conocieron
tal como nosotros en el dia); que contenía mas y contenia menos; y que
en una palabra , tenia una disposicion en un todo diferente,
La siguiente tabla , que suministra un índice de las materias com
prendidas en ambos tratados , manifestará no solo las partes comunes, si
que tambien las diferencias en el órdeu.
-180-

TltATADO TRATADO DE
DE LAS AIITICI'LACIOÍÍES. LOS INSTRUMENTOS DE BEDCCC10H.
Lujacion del húmero y reduccion. Preámbulo anatómico.
Lujacion no reducida del húmero. Fractura de la nariz.
Fractura de la clavícula. los cartílagos de la oreja.
Lujacion del codo. Lujacion de la mandibula-
Diastasis de los huesos del codo. del hombro.
Lujacion de la muñeca. —i—del codo.
——de los dedos. la mano.
. i do la mandibula. del muslo.
Fractura de la mandibula inferior. de la rodilla,
delos huesos de la nariz. de) astragalo.
de los cartílagos de la oreja. del pie.
Doviacion de la espina. Pie contrahecho.
Contusion del pecho. Lujacion del pie con salida de lo»
Lujacion del muslo. huesos.
Lujacion congenita del muslo. Secciones en las articulaciones ó
Lujacion del pie. en la continuidad de los hue
tibio-tarsiana con salida de los hue- sos.
sos. Gangrena.
. radio carpianacon salida de los hue Deviacion de la espina.
sos. Reglas generales de reduccion.
fenioro-tibial con salida de los hue Encabezamientos de capítulos de
sos. cirujia,
húmero -cubital con salida de los Reflexiones sobre lasfracturas con
huesos. heridas.
de las falanges con salida de los
huesos.
Secciones en las articulaciones ó en la
continuidad de los huesos.
Gangrena.
Reduccion del muslo lujado.
de los dedos.
de la rodilla.
de la articulacion tibio-tarsiana.
Diastasis de la articulacion tibio-tar
siana.
-131-
Este cuadro es suficiente para hacer ver que no hay orden en la colo
cacion de las materias que constituyen el libro de las Articulaciones;
que en un tratado en que se habla con especialidad de lujaciones, se halla
intercalada la historia de algunas fracturas , y que las diversas lujacio
nes no se siguen con un orden bastante regular. Lo mismo se encon
traba en el tratado de las Articulaciones que comentó Galeno, y que co
nocieron Filino y Bacchio, Por el contrario, la colocacion en el librada
los Instrumentos de reduccion es mucho mas metódica. Creo pues que en,
el momento en que se hizo el estracto que lleva este título, el trata
do de las Articulaciones existia bajo una forma mucho mejor, que des
pues se estropeó considerablemente en poder de los que le conser
varon, y que en este último desorden fue publicado.
Galeno es de parecer ( y muchos comentadores han suscrito á su opi
nion) que el tratado de las Fracturas y el de las Articulaciones , no forma
ban mas que uno solo malamente dividido en dos por los primeros editores
de la edicion hipocrática. Efectivamente, yo creo que estos dos tratados
son un fragmento considerable de un gran libro, en que esta parte de la
cirujia se hallaba tratada con tanta estension como talento.
Acabamos de ver que el tratado de los Instrumentos de reduccion c<
un resumen, un compendio del de las Articulaciones. Pues bien: supon
gamos ahora que este último no hubiera llegado hasta nosotros, y que
solo poseyésemos el de los Instrumentos de reduccion. Es evidente que
entonces admiraríamos la singularidad de un libro en que tan lacónica
mente se dirían cosas tan sabias ; conoceríamos lo contraria que e* esta
forma á tudas las leyes de composicion, y naturalmente llegaríamos li
sospechar la verdad: a saber, que el tratado de los Instrumentos de re
daccion es solamente el estracto de alguna obra grande.
El tratado del Régimen de las -personas sanas, presenta una particula
r/dad muy digna de notarse. Termina con dos frases que no tienen rela
cion alguna con la materia de que se trata en este opúsculo. Helas aquí:
primera frase : «Los que padecen enfermedades que provienen del cere-
«bro , sienten al principio atolondramiento. El enfermo orina con fre
cuencia , y esperimenta los mismos accidentes que en la estrangurria.
- °Estos síntomas se prolongan por espacio de nueve dias; y si vierten
«raia ó fl -rna por las narices ó por las orejas , se cura la dolencia;
«cesa la estrangurria ; el enfermo arroja sin dolor una orina abundante,
'blanca, hasta que se pasan veinte dias, y desaparece el dolor de ca-
«beza ; cuando fija la vista se desvanece.»
Segunda frase: «El que es capaz de conocer lo que vale la salud,
«debe saber socorrerse en sus enfermedades por su propio juicio.» (Pag.
27. Ed. Frob.) Segun se ve, estas dos frases no guardan ninguna relacion
«intre sí; la primera describe cierta afeccion del cerebro; la segunda con
tiene un consejo á las personas ilustradas sobre la necesidad de apren
der á darse á sí mismos algun socorro en sus enfermedades.
Estas dos frases no tienen tampoco mas relacion con la que Ies pre
cede, y terminan asi tan bruscamente el opúsculo del Régimen de las
personas sanas. Galeno que le ha comentado, al llegar á este pasage
-132-
dicc lo siguiente : «Se ha dudado , y con razon , de la autenticidad
«de estas dos frases; algunos las condenan absolutamente , y aseguran
«que no son de Polibo y 'mucho menos de Hipócrates. El principio, en que
«dice el autor que las enfermedades quo provienen del cerebro llevan con-
«sigo el atolondramiento y la estrangurria , es desde luego confuso. No
«seria esto mas verdadero aun cuando se creyese que se trataba no de
«todas las enfermedades del cerebro, sino solo de aquellas que cesan á
«beneficio de una evacuacion de agua ó flema por las narices ó por las
«orejas. Porque esto ni acontece siempre, ni aun con mucha frecueu-
«cia» Tom. V. pág. 37. Ed. Bas.)
He citado el comentario de Galeno, para demostrar que estas dos fra
ses, sean lo incoherentes que quieran , estan colocadas en el mismo si
tio y redactadas del mismo modo desde la mas remota antigüedad. Por
que Galeno, al señalar los vicios de que adolecen , no dice que sean una
interpolacion hecha despues del principio de los comentarios sobre La
coleccion hipocrática. Existían cu los mismos terminos desde el tiempo de
Bachio. He citado tambien el pasa ge de Galeno con otro obgeto, y es el
de hacer ver que no indicó lu particularidad mas notable de estas dos
frases.
La primera se encuentra testualmente en el segundo libro de las En
fermedades (Pág. 142. Ed. Frob.), y lo que prueba que ha sido copiada de
este libro es que en él se encuentra seguida de otras frases que completan
el cuadro de la enfermedad en cuestion.
La segunda que empieza con estas palabras: el hombre que es capaz etc.
es la primera frase del tratado de las Afecciones. (Pág. 179 Ed. Fron.)
Hé aqui pues dos frases sin conexion alguna entre si ; ni con lo que las
precede, y que parecen pertenecerá dos diferentes tratados. ¿Cómo esplicar
esta particularidad? ¿Es esto acaso un catálogo cu que se indican las obras
por sus primeros renglones? ¿Indicará esto que el segundo libro de las En
fermedades y el tratado de las Afecciones son del mismo autor (pie el opta-
culo del Régimen de las personas sanas'] ¿No será esto un indicio de la
opinion que para mi se confirma cada vez mas? A saber: que en la coleccion
hipocrática, esceptuando algunos libros bien conservados, solo |Klseeim»s
restos , estractos , fragmentos de grandes trabajos sobre medicina.
El segundo libro de las Enfermedades tiene dos principios. Despues de
la esposicion de cierto número de enfermedades de la cabeza (Pág. 140 Ed.
Frob.), se vuelve á tratar del mismo objeto con el epígrafe: Enfermedades
que proceden de la cabeza (P. 142. Ed. Frob.), casi pon los mismos tér
minos, aunque mas desenvueltas las klcas ; y á la entrada de este segundo
principio, es en donde se encuentra colocada la fraseque se halla al liual del
opúsculo del Régimen de tas personas sanas. ¿No es esto una prueba mas
de la destruccion de que he hecho mérito, un resto de las ruinas ante las
que me he detenido muchas horas en asidua contemplacion, aguardando
que un inesperado detalle , me revelase el orden del edilicio áque pertene
cieron?
No hablaré aqui de los numerosos pasages que se hallan simultánea
mente repetidos en los diferentes libros de Epidemias. Pasaré tambien en
—453-
silencio las repeticiones de esta especie que , aunque menos numerosas , se
encuentran entre los mismos libros de las Epidemias y las Prenociones de
Coo. Solo citaré algunos ejemplos.
En el tratado de la Naturaleza del hombre, se dice (pág. 22 Ed. Frob.):
«Las enfermedades que proceden de plenitud , se curan con la evacuacion;
«y las que de evacuacion con plenitud.» Esto se encuentra hasta con los
mismos términos en los Aforismos 2? seccion.
En el trozo que con el epígrafe De venis formaba parte antiguamente del
tratado de los Instrumentos de reduccion, y que en las ediciones modernas
se halla colocado al fmal de Ja compilacion titulada de \& Naturaleza de lot
huesos, se lee lo siguiente al hablar de las venas: «Trazado un círculo, no
«se puede encontrar el principio.» (Pág. 61. Ed Frob.|. La misma frase se
halla en el tratado De locis inhomine. (Pág. 63. Ed. Irob.)
En el tratado de Aires , aguas y lugares se dice. «El esperma proviene
«de todas las partes del cuerpo ; sano de las partes sanas , enfermo de las
«enfermas.» (Pág. 77. Ed. Frob.) Esta frase se halla reproducida al pie de
la letra en el libro de la Enfermedad sagrada. (Pág. 123. Ed. Frob.)
En el opúsculo sobre El uso de los líquidos se lee : «El agua caliente
«ocasiona á los que de ella hacen uso con frecuencia, los perjuicios sí-
«guientes: produce relajacion de las carnes, flogedad eu los ligamentos,
«entorpecimiento deJ sentido, hemorragias y síncopes, llegando estos ac-
«cidentes hasta producir la muerte; el agua fria ocasiona convulsiones , té>
«tanos, la lividez y frios febriles.» (Pág. 112, Ed. Frob.) Todo esto se en-
«cuentra en la 5? seccion de los Aforismos. (Pág. 3%. Ed. Frob.) Asi mismo
«se leen en el opúsculo del Uso de los líquidos y en la misma sección «le los
«Aforismos las siguientes líneas: «El frió es enemigo delos huesos, de los
«dientes , de ios tendones , del cerebro y de la médula espinal ; el calor es
«su amigo.»
«En los tumores de las articulaciones, en los tumores gotosos sin
«heridas, y en la mayor parte de las convulsiones espasmódicas, el agua
«fria arrojada en abundancia hace sudar , aminora y calma el dolor , un
«adormecimiento ligero mitiga el dolor.» Esto se encuentra en el opúsculo
del Uso de los líquidos p. 113, y en los Aforismos seccion V. p. 396.
Todo el fmal de este mismo opúsculo, escepto las dos últimas lineal
(pág. 114.) , se encuentra en los Aforismos sección V. p. 396.
Un largo trozo que empieza con estas palabras : tjktj» tt mui y
concluye por estas : xa» ytpn tv$opaif, se encuentra en el tratado de los
Humores (pág. 115. Ed. Frob.)!, y en los Aforismos p. 392.
Un largo pasage que empieza ai «iffpaiS'&c t^ov-rtr está copiado lite
ralmente en las Epidemias lib, VL p. 346. y en el libro de los Humores,
p. 117. Lo que hay de particular en este pasage , es que hár.ia su parte me
dia , que es continua en el tratado de los Humores , cae la seccion IV del
6.° libro de las Epidemias.
«Los vientos del medio dia entorpecen el oido, turban la vista, ocasio-
«nan pesadez de cabeza, desmadejamiento, y son disolventes. Cuando rei-
«nan estos vientos deben esperarse accidentes analogos en las enfermeda-
«des. Cuando domina el viento norte, reinan toses, anginas, estreñimien-*
-1Sí-
«tos de vientre, disurias con frío, dolores de costado y pecho.» Todo
esto se halla en el tratado de los Humores, p. 116 , y en los Aforismos,
p. 392.
Una particularidad hay que notar en el tratado de I0s Humores, porque
puede instruirnos del modo como
en la p. 116, «que el viento del medio dia produce ciertos accidentes; que el
«del norte ocasiona otros; que si este viento predomina aun mas, se siguen
tdas fiebres á los calores , y las lluvias.» Esto está indudablemente mal co
locado; las fiebres no pueden seguir á los calores y á las lluvias, sino mien
tras reina el viento del medio dia y no el del norte. Si se atiende á los Afo
rismos, se encontrará en ellos la llave de estos errores. (p. 392.) Alli efecti
vamente se esplica mas detalladamente lo que en el tratado de los Humores
solo está en estracto, y en ellos se encuentra la verdadera esposicion de los
diferentes vientos. Galeno en su Comentario sobre el tratado de los Humores
hace notar, por su parte, qu3 este asunto está mejortratido en los Aforismos.
(T. XVI, pág. 117. Ed. Kühn.)
Podemos pues concluir de este hecho, que la compilacion llamada de
los Humores ha sido hecha despues de los Aforismos, y al menos en
parte, sobre ellos mismos.
No poseemos, como ya he dicho, mas que los juicios de los críticos anti
guos sobre la autenticidad de este ó el otro- escrito hipocrático , y carecemos
de las razones. Asi tambien en el transcurso de la discusion. se han pre
sentado ciertos hechos que naturalmente han venido á concordar con sus
juicios acomodándose de este modo la crítica antigua á la moderna. Aun aqtri
hemes obtenido el mismo resultado, y las indagaciones consignadas en este
capítulo esplican las opiniones de los comentadores de la antiguedad sobre
cada uno de los libros hipocráticos. El tratado de los Humores habia sido
desechado. absolutamente por Heráclides de Tarento y por Zeuxis, y atribui
do á un Hipócrates posterior, por Glaucias. Ahora es evidente, despues de la
comparacion que acabo de establecer, que este tratado encierra pasages lite
ralmente copiados de otras obras , y que por consiguiente ha debido ser re
dactado despues de ellas.
No he espuesto detalladamente los pasages que son idénticos en el 7."
libro de las Epidemias y los otros ; pero son muy numerosos. Tuvo pues
Galeno razon para decir que este sétimo libro se halla manifiistameate
desprovisto de autenticidad , que es de fecha posterior, y compuesto de pie
zas y retazos.
Ya será posible , y este es uno de los resultados de este capítulo, esta
blecer entre cierto número de escritos hipocráticos, tres clases: la pri-
mera , que comprende los libros que son anteriores á los escritos que per
tenecen al mismo Hipócrates ; la segunda , fas obras que en realidad
son de este médico ; y la tercera los opúsculos que son posteriores , puesto
que en una gran parte solo son estractos y copias.
El exámen de estas particularidades nos conduce á la misma época que
Erecedió á la publicacion de la coleccion hipocrática: porque, como ya lo
e advertido en diferentes ocasiones, todo esto existia desde los primeros
tiempos ; estractos, fragmentos, notas, pasages copiados, todo esto se en*-
-133-
contraba ya desde los mas antiguos trabajos de Bacchio, de Filino y de
Xenocrito. Asi es, que cuando vemos que los libros son estractos unos
de otros, podemos admitir que estos estractos han sido hechos, que estas
notas fueron recogidas despues de Hipócrates en verdad , pero antes de los
primeros trabajos de las escuelas alejandrinas; mucho mas, cuando estos
estractos presentan algunas veces una redaccion mejor y mas regular que
la de los libros de que provienen , y que nosotros todavía poseemos. Tal
ea el caso del libro de los Instrumento» de reduccion con relacion al de las
Articulaciones. Nosotros concurrimos, por decirlo asi, á la formacion de
la coleccion hipocrática; y comparando todo lo que hicieron los hipocráti-
cos con lo poco que de ellos nos ha quedado, vemos esta gran masa de
libros aminorarse , deteriorarse, y reducirse á estractos y notas, hasta el
momento en que comienza la publicidad de las grandes bibliotecas, y en
que los libros hipocráticos se encuentran salvados, pero positivamente con
todas las señales de grandes é irreparables perdidas.

CAPITULO XL

DE LA PUBLICACION DE LA COLECCION BIPOCBATICA.

No quiero entrar en el exámen particular de cada uno de los libros hi


pocráticos, sin consagrar algunas páginas á la investigacion del modo como
se ha formado la coleccion entera. Ya se ha visto en los capítulos an
teriores que en ella se encuentran incoherencias, desorden , falsificaciones
en el nombre de los autores , descuidos de redaccion que impiden recono
cer ni la obra de un solo hombre, ni la produccion de una sola época, ni
la premeditada y voluntaria publicacion de un escritor que acaba y pule
sus libros antes de darlos á luz. Esto es una dificultad que es necesario
intentar resolver, sino con absoluta certidumbre, al menos con muy
probables conjeturas. Trátase de averiguar como unos fragmentos, unas
simples notas han sido insertadas en una coleccion que tiene partes tan
escelentes, tan bien trabajadas y concluidas; se trata de esplicar por qué se
hau mudado los nombres, y por qué razon una obra de Polibio, por ejemplo,
ha sido introducida en ella como obra de Hipócrates. Estas son cuestiones
que los críticos jamás han tratado ex profeso.
La solucion de este problema no puede esperarse sino del exámen da
todos los caractéres que la coleccion hipocrática presenta como tal colec
cion. Ahora bien; ocho son las circunstancias principales que en ella se ad
vierten. Reuniéndolas y comparándolas todas, se entrevec el modo como
esta coleccion se ha formado.
-18«-
i.* La eoleccion hipocrática no existo de una manera auténtica sino
desde el tiempo de Herefilo y de sus discípulos Filiuo y Bacchio.
2-° Encierra en si porciones que (se sabe por testimonios positivos) per
tenecen á otros médicos y no á Hipócrates.
3.° Contiene colecciones de notas que ningun autor hubiera publicado
bajo su nombre en semejante estado de imperfeccion.
4.° Contiene tambien recopilaciones que son ó analisis ó estractos lite
ralmente copiado» de otros libros que aun existen en el dia en esta misma
coleccion.
5.° Los tratados que la componen, á mas de no pertenecer á un solo au
tor, no son tampoco de- una misma época; unos son mas modernos que otros.
6. * En esto se ve la prueba de que los hipocráticos compusieron gran
número de obras que se han perdido , y que ya lo estaban en el momento
en que se publicó la coleccion.
1.a Aun los críticos mas antiguos han vacilado y divagado cuando han
tratado de determinar á qué autores se debian atribuir las obras que forman
la coleccion hipocrática.
8.° Es preciso esceptuar un ciertonúmero de escritos, de los cuales, por
-«arias razones , han convenido por unanimidad los críticos antiguos en te
ner por autor al mismo Hipócrates.
Reflexionemos pues sobre cada una de estas ocho circustancias caracte
rísticas, y examinemos las conclusiones que de ellas se deducen natural
mente.
En primer lugar, no existe la coleccion hipocrática de una manera autén
tica hasta despues de la época de Berófilo y de sus discípulos Filiuo y Buc-
chio: este es un hecho que ya he demostrado; los comentarios y noticias da
tan desde entonces para coleccion en conjunto; en la época anterior solo se
hace mencion de un número muy pequeño de escritos. De este hecho pues
se puede concluir que la coleccion no se formó ni publicó hasta este momen
to, y que antes nada hubo en ella parecido á la coleccion que ha'sido cono
cida mas tarde con el título comun de obras de Hipócrates.
En segundo lugar, es muy cierto que en la coleccion hipocrática se en
cuentra un pasage de Polibio; examinemos con atencion esta circunstancia:
Aristóteles tenia en su biblioteca los libros del medico Polibio; de ellos
toma un largo trozo que copia literalmente; hé aqui un primer hecho posi-
tivoJpero.hé aq-ii otro, muy singular y no menos positivo-, y es que el'trozo
que menciona Aristóteles se encuentra entero en el libro de- \w Naturaleza
del hombre , no ya bajo el nombre de Polibio , sino con el- de Hipócrates.
¿Cómo puede haberse verificado esta metamorfosis? Ya he dicho que el tro
zo en cuestion no ha podido ser trasportado de las obras de Aristóteles á
las de Hipócrates, porque la publicacion de la coleccion aristotélica es pos
terior á la de la coleccion hipocrática. Por otra parte, tampoco^ pudieron su
ministrarle los libros de Polibio ; porque si estos hubieran existido en el mo
mento en que-se publicó la coleccion hipocrática, los primeros comentadores
que han trabajado sobre lasobras de Hipócrates hubieran señalado el plagio,
y ninguno de ellos ha hablado de los libros de Polibio , que en el acto , ha
brían perecido.
—1S7—
Asi, un libro de Polibio (porque en esto el testimonio de Aristóteles es
decisivo), se encuentra posteriormente cambiado en un libro de Hipócrate8.
Semejante mudanza ó se hizo de intento ó sin saberlo; quiero decir, quu ó
bien fue borrado- d nombre de Polibio y sustituido con el de Hipócrates, ó
bien el h'bro no tenia nombre de autor, y los que entonces le publicaron,
habiéndole encontrado entre otros que llevaban el título de Hipócrates , le
condecoraron con este mismo título. Esta última opinion es la mas proba
ble, y lo es tanto mas, cuanto que el libro de la Naturaleza del hombre está
evidentemente compuesto de estractos y fragmentos de muchas obras. Este
estracto ha podido por esta razon no tener nombre de autor, y ser la inscrip
cion del de Hipócrates mas bien un. error que un fraude.
Este hecho prueba claramente, 1.° que la pnblicacion de la coleccion no
solo es posterior á Hipócrates, sino tambien á Polibio; 2.a que en tiempo
de Aristóteles existían los libros de Polibio con el nombre de este autor; 3.*
que, como en la coleccion hipocrática estos libros han perdido el nombre
de su verdadero- autor y no- existen- mas que enestractos muy mutilados,
la publicacion de esta coleccion no puede dejar de ser posterior á
Aristóteles. He mirado pues con razon la cesacion de los comentarios y
noticias hacia el tiempo de Herófilo y de sus discípulos , como una prueba
de- que la publicacion de la coleccion fue próxima á su época.
Eu tercer lugar , la Coleccion hipocrática encierra colecciones de notas,
que ningun escritor publicaría bajo su nombre on semejante estado de im
perfeccion. Esta verdad ha sido reconocida por todos los críticos de la an
tigüedad ; asi es que han considerado estas notas como postumas. Hago
mencion aqui de este género de consideraciones,, no- tanto para demostrar
que la coleccion hipocrática es una publicacion posteriorá Hipócrates (lo cual
queda prolwdo en otro sitio de una manera incontestable) , como para mani
festar que los libros hipocráticos tales como se han poseido desde Herólile
basta nuestros dias , proviene, por lo menos en parte , de papeles largo
tiempo conservados por una familia medica.
Esto es lo que evidentemente resulta del cuarto hecho : á saber, que la
coleccion hipocrática encierra muchos trozos que son ó una recopilacion
de pasages literalmente copiados, ó un analisis abreviado hecho de los tra
tados que aun existen en la coleccion. En efecto, asi se reconoce en el tra
bajo mismo que dió por resultado este gran número de composiciones que
forman la coleccion; vemos que han sido copiados algunos trozos aqui y
allí en. diferentes libro» hipocráticos, porque el que los copiaba ó quería
conservarlos ú ordenarlos de diverso modo; vemos tambien que otros libros
han sido cstractados y analizados con objeto determinado , bien para estu
dio , bien para enseñanza ; y estos fragmentos , estas copias , estos
analisis han sido guardados y publicados en la coleccion con las
piezas originales; lo cual es la mejor prueba de que los libros hipo
cráticos han permanecido por largo tiempo entre médicos que los han
compaginado, trascrito, estractado ,. usado- y perdido, siendo el resto,
lentamente publicado, el que ha constituido la coleccion hipocrática; deno
minacion por otra parte merecida ; porque la- existencia en esta- coleccion
de libros, que en realidad son de Hipócrates , y de estrados de ellos , de
—158—
muestra que lia provenido ó de loa descendientes del mismo Hipócrates, ó
de personas que las habian adquirido de estos descendientes.
- He insinuado en el capítulo precedente , que dos frases , sin co
nexion alguna entre si ni con laque les precede, y con las cuales termina
el opúsculo del Régimen de las personas tanas, se encuentran, la una en
el interior del segundo libro de las Enfermedades, y la otra al principio del
libro de las Afeccione». Semejante desórden prueba, que luego que empezó
á circular la coleccion hipocrática, se publicaron revueltos todos los pape
los íquiero servirme de esta espresion moderna) que procedian de la biblio
teca de un médico ó de una familia de médicos. Otro tanto puede decirse
del doble preámbulo, estractado el primero y mas estenso el segundo , que
se encuentra al principio del segundo libro de las Enfermedades.
En quinto lugar, de los tratados que hay en la coleccion unos sen
mas modernos que otros. Esto es tambien un argumento en favor de la
opinion que admite que la coleccion , antes de publicarse , permaneció en
poder de una familia ó de una escuela médica. Porque do otro modo,
¿cómo se puede concebir que tratados de diferentes épocas se hayan reu
nido en un solo cuerpo? Pues esto se comprende fácilmente, desde el mo
mento en que so supone que estos libros se han ido acumulando, durante
un largo espaciode tiempo, en entma familia ó una escuela. Tengamos ade
mas presente que han debido existir motivos para que estos libros se lla
masen hipocráticos ; estos son: 1.° el ser desconocidos del público mé
dico, ignorancia que ha permitido poderlos dar con el nombre de
Hipócrates, lo cual no hubiera sido posible si antes hubiesen circulado
con otro nombre; y efectivamente las obras de Praxágoras , de Diócles y
de Eurifon que se compusieron en el mismo tiempo, no han sido llama
das hipocráticas; su publicidad hubiera hecho imposible todo cambio de
este género: 2.° que es tanto mas natural que estos libros lleven el nom
bre de Hipócrates , cuanto que se derivan de un origen hipoorático , es
decir, de personas que los habian recibido por herencia ó tradicion , de
alguna familia médica enlazada con la del célebre médico de Coo. Y
aqui se me ocurre, que entre los libros hipocráticos de diferentes épocas,
los mas modernos alcanzan solamente al tiempo de Aristóteles y Praxá-
goras, y ninguno llega hasta Erasistrato y Herófilo; ya lo he demostrado
en el capitulo que he dedicado á algunos puntos de cronologia médica.
El examen intrínseco de la coleccion no está pues en contradiccion con
el estrínseco; porque si bien por una parte las noticias esteriores de la
coleccion no datan mas que desde Herófilo , tambien por otra , la fecha
de las composiciones mas modernas no avanzan mas que hasta el tiempo
de Aristóteles y Praxágoras. Entre estas dos épocas existió un intervalo
en que se publicó la coleccion hipocrática. Los hipocráticos trabajaron
hasta la primera época; despues se estinguió su familia, su herencia
pasó á otras manos , y poco tiempo despues , la instalacion de la Biblio
teca de Ptolomeo Lagus, y la venta de libros, hizo que se diese
á luz lo que quedaba de sus obras, con el nombre del mas célebre de
ellos, y sin noticia alguna, que pudiera dar á conocer los verdaderos au
tores de esta masa de escritos. Esta es sin duda la razon, de por qué el
—139—
estractoque Bolamente quedaba del libro de Polibio, yerno de Hipócrates
y perteneciente por lo tanto á esta familia , ha sido publicado con el
nombre de Hipócrates? El libro de Polibio se habia hallado en esta bi
blioteca; habia parecido en ella, en ella se habia conservado solamente un
estrado; tambien estuvo en la biblioteca de Aristóteles, pereció igual
mente en ella, y la única noticia que allí dejó, es la cita cunservada
en la Historia de los animales.
En sesto lugar, la coleccion hipocrática contiene citas de una porcion
de libros compuestos por los hipocráticos , que se han perdido, y que lo
estaban en el mismo momento en que se publicó la coleccion. Estas
citas son aquí muy importantes: efectivamente, yo veo en ellas la me
jor prueba que pudiera presentarse de que los primeros editores de la
coleccion hipocrática no fueron falsificadores que compusieran los libros
de toda clase de retazos , sino personas que carecían de nociones exactas
acerca de los mismos volúmenes que poseian, y que desconfiaron de
todo , sin inquietarse por ello. Porque de otro modo ¿ cómo se podría
encontrar en la coleccion hipocrática la indicacion de los libros ya per
didos, cuando se hacia la primera publicacion? Un falsificador no
hubiera dejado de completar la coleccion, ó mas bien nunca hubiera he
cho las citas de tratados que ya se hubiesen perdido. Por lo demas, esta
demostracion se puede obtener de otro modo: á saber, que un falsifi
cador no hubiera jamás publicado notas informes, sin redaccion ni co
herencia: hubiera mas bien tratado de pulir y arreglar lo que quería ven
der. Nada me parece mas cierto que estos dos hechos contradictorios
á primera vista: 1.° que en la coleccion hipocrática hay muchos libros
que no son de Hipócrates: 2.° que estos libros son muy verdaderos, en
el sentido de que son obra de los médicos que florecieron despues de
Hipócrates, hasta la fundacion de las bibliotecas. Ambos hechos deben
ser admitidos, y su admision simultánea ilustra nuevamente el modo de
formacion que tuvo la coleccion hipocrática. En esta epoca se destruían con
mucha facilidad los monumentos literarios. Los libros se hallaban en
cerrados en una casa particular, donde acaso no existia mas que una co
pia, y sujetos en ella á mil fracasos. Asi es que pereció gran número
de ellos. No aconteció esta desgracia únicamente á las obras de Hipó
crates: Aristóteles cita las del médico Syenesis de Chipre, Leofanés y
muchos otros, las cuales nadie ha citado; todo esto pereció antes de
tener gran publicidad , antes de ser depositado en las bibliotecas publi
cas. Cuando estas se abrieron y ofrecieron buen precio á los vendedores,
Jos últimos poseedores de todos estos monumentos médicos los reunie
ron, y en conjunto los llevaron á los que buscaban esta mercancía. Mas
entonces solo quedaban restos de todos los trabajos hipocráticos ; una
parte muy considerable de ellos se habia destruido.
«Algunos autores, dice Galeno, no publicaron sus escritos en vi-
«da, y despues de su muerte solo quedaron una ó dos copias que
han perecido. En otras ocasiones , tienen los escritos poca acogida ; no
se los vuelve á copiar, y tambien desaparecen. Finalmente, hay per-
«soxtas que solo por envidia ocultan y destruyen los libros de los anti
«guos ; otros en fin , lo hacen con el objeto de apropiarse lo que aque-
«llos digeron.» (T. V. pág. k. Ed. Bas.) Independientemente de las causas
que señala Galeno, esta pérdida de libros fué con especialidad muy conside
rable en el intervalo que precedió al establecimiento de las grandes biblio
tecas públicas , y asi debió ser; porque en este periódo de la antigua lw
teratura , el papyrusno era tan .comun como lo fué despues de la conquista
del Egipto por los griegos , y el pergamino aun no se habia inventado. Era
pues muy dilieil el procurarse materiales para copiar ios libros, y en su con
secuencia el número de ejemplares debia ser muy escaso. En esta época se
cita a los particulares y príncipes que tuvieron bibliotecas. íTan raras
fueron 1
Aristóteles se cuenta entre «i número de los que formaron una biblio
teca, y si se ha de juzgar de ella por los autores que cita en sus obras, no
hay duda que fue mny rica en libros. Pero cualquiera que lea sus obras
con alguna atencion notará que de los libros que cita muchos no han sido
citados por nadie. Perecieron antes de conseguir una verdadera publicidad,
y de ser inscritos en el catálogo de las grandes bibliotecas que se fundaron
despues en Egipto., Pérgamo y otnis partes. Algunos envidiosos de la glo
ria de Aristóteles, en la antigüedad ., han supuesto, que destruyó \olun-
tartamente los libros que habia reunido , con el objeto de aumentar sus
méritos v de atribuirse trabajos y descubrimientos que debian pertenecer
á otros. Yo no doy crédito alguno Á .esta calumnia, y sin embargo creo que
hay algun fundamento en este rumor, que corrió en los tiempos antiguos:
creo que Aristóteles fué la causa , no con intencion sino inocentemente, de
que se perdiesen muchos libros; su biblioteca pasó á manos de Teofrasto,
de este fué á poder de Is'eleo y despues á los herederos de este, personas ig
norantes que abandonaron los libros y los dejaron por largo tiempo espues
tos á la humedad y corrupcion. Eu esta trasmision se .destruyeron muchos
libros, de los que comunmente poseía Aristóteles el único egemplar, y asi
fué, volviendo á mi propósito, cerno se perdió .el libro de Polibo que Aristó
teles tenia en su biblioteca, y del que Jos hipocráticos no conservaban mas
que un estracto.
En general puede decirse <jue Jos que se dedicaron á recoger libros
autes del período alejandrino, tan floreciente para la librería antigua, fue
ron la causa de la perdida de los libros , es decir, durante el tiempo en
que los materiales para copiar fueran tan raros y los ejemplares de
cada obra tan poco numerosos. Los compraban muy caros , recogían
la única copia que quedaba , ne se volvían á hacer mas , y si aconte
cía alguna desgracia á la biblioteca , el libro se perdia sin remedio.
De esta manera es como puede concebirse que hayan desaparecido
tantos libros de los hipocraticos. Estos libros se acumularon en el seno
de una familia , circularon poco por fuera , formaron una biblioteca par
ticular, la destruccion obró allí como en otras parles, y quedaron destrui
das una multitud de obras , ó reducidas á fragmentos en el tiempo en que
las recogieron los inmensos depósitos de Alejandría.
Galeno refiere un ejemplo curioso que prueba á la vez la pasion que
que tenia Ptolomeo Evergeta por los libros antiguos, las riquezas que
-161-
empleaba para procurárselos, y lo escasos qae eran los ejemplares de
las obras mas famosas. Ptolomeo que no poseia sin duda en la biblioteca
masque copias incompletas ó infieles de las tragedias de Eschilo , de
Sofocles y de Eurípides , pidió á los atenienses el ejemplar que tenían
de las obras de sus poetas, con el objeto únicamente de sacar de ellos
una copia , prometiendo volverle intacto , Y que en rehenes les entre
garía quince talentos de plata (lo cual hace -64,680 francos de moneda
francesa si se supone que solamente se trata del pequeño talento ático,
el cual vale 4,312 francos segun el cálculo de Mr. Saigey) (Metrología
42.) Despues de haber hecho copiar las tragedias con lujo en el mejor
papyrus, retuvo el ejemplar antiguo y remitió á los atenienses el moderno,
.diciendoles que guardasen el dinero, que él en cambio guardaría la co
pia que le habian prestado. «Aun cuando hubiera retenido , dice Ga~
aleno , el ejemplar antiguo sin enviar otro nuevo, los atenienses que ha-
«bian retenido la suma de plata á condicion de apropiársela si el rey no
«les hubiera devuelto I0s libros de sus poetas, no hubieran tenido qne
«hacer cosa mejor. Asi es que recibieron la rica copia hecha por órden
«de Ptolomeo, y guardaron los quince talentos.» (T. V. p. 412. Ed.
Bas.) Por esta relacion se ve cuán poco esparcidos estaban los libros;
)a biblioteca de Alejandría no poseia nn ejemplar auténtico de los tres
trágicos griegos; solo en Atenas habia de ellos una copia cierta, y si
un incendio hubiera invadido el sitio en que los atenienses conservaban es
tos munumentos del genio de sus conciudadanos, acaso la pérdida hubiera
sido irreparable: hubiera sucedido á los grandes trágicos de Atenas, lo que
Caleno nosdiceque sucedió á muchos poetas cómicos y trágicos. «Entre los
«atenienses, dice, se encuentran los nombres de poetas cómicos y trá
ficos que alcanzaron gloriosamente el premio del teatro y cuyas pie-
«zas han perecido.» (T. V. p. 4.) Comparemos este hecho con otros mas
.antiguos es verdad, pero no menos significativos. Los atenienses prisioneros
en la desgraciada espedicion de Sicilia y reducidos á la esclavitud , mi
tigaron su infortunio, repitiendo los fracmentos de sus grandes poetas á
sus señores, que conmovidos con tan bella poesía, aligeraron las ca
denas de los cautivos. Pero esto mismo prueba que los verso- de So
focles y Eurípides eran nuevos para los sicilianos . qu i las obras de es»
tos trágicos solo eran conocidas por las representaciones en la escena,
y que los ejemplares circulaban poco por la Grecia.
En setimo lugar, los críticos mas antigaos han vacilado al decidir
á qué autores se debian atribuir las obras que forman la coleccion hi-
pocrática. Efectivamente, conviene no creer que la imposibilidad de con
siderar esta coleccion desde mas allá del tiempo de Filino y de Heró-
filo, existe solamente para nosotros, críticos modernos que examinamos
este panto de historia literaria desprovistos de una gran porcion de do
cumentos , piezas y libros que abundaban en la antigüedad. Galeno
tampoco lo conseguió ; y cuantas veces tropieza con las dificultades
que presenta la esplicacion de la coleccion hipocrática , vacila, atri
buye al yerno , á los hijos , á los nietos de Hipocrates , los tratados que
evidentemente no pueden pertenecer al mismo Hipócrates ; asegura que
los que absolutamente carecen de órden , de redaccion , fueron publi
cados despues de su muerte por sus descendientes en. el estado en que
él los habia dejarlo,, pero en ninguna parte sienta un hecho positivo,
ningun testimonio que pruebe que esta coleccion existiera miles de la
época que yo he indicado. Importa al mismo tiempo recordar que desde
esta datan tambien todas las incoherencias y desorden que mas tanlc
se hau notado. Una relacion conservada por Galeno concurrirá a pro
bar que los críticos antiguos lia pudieron ir mas allá del término lijado
mas arriba.
El mismo. Ptolomeo habia dado órden de que se pidiesen á todos los
mercaderes y navegantes que atluian á Alejandría cuantos libros tuvie
sen. Se sacaba copia de ellos; se entregaba esta copia al dueño, y <l
original so depositaba en la biblioteca con esta inscripcion : 'Libro ¿t
los Navios, añadiendole el nombre del que le habia llevado.
Estos detalles se aplican inmediatamente á uno de los libros de lt
coleccion bipocrática. algunas historias de enfermos en el tercer libro áí
las Epidemias, concluyen con ciertos caracteres cuyai interpretacion y
origen han dado mucho que hacer á los .comentadores antiguos; yo aqni
solo me ocuparé del origen* Los unos quieren que el tercer libro de las
Epidemias lucra llevad:) por Mnemon, de Sida en Setalia , médico
partidario de la doctrina de Cleofanto, con los camotera ; decían que
este ejemplarllevaba la inscripcion de £i6ro de los navios, segun la correc
cion de Mnemon, pero habia divergencia sobre esto, y algunos asegu
raban que segun la costumbre indicada mas arriba, solo se bailaba ins
crita sobre el libro el nombre de Mnemom Los otros sostenían qiw
Mnemon. habia tomado el ejemplar de la biblioteca. Keal de Alejaudni
y le habia entregado despues de haber inscrito los caracteres que tanto
dieron que hacer á los críticos. Esta última esplicacion, segtin nota (a-
leno , es muy poco probable ; porque ¿ que fé hubieran merecido se
mejantes caracteres, si hubiesen sido añadidos por un médico desconocido,
y no primitivamente colocados en el libro? Zeuon compuso un libro. so
bre estos caracteres, y se atrajo con él vivas contestaciones. Zeuxis sos
tuvo contra él que no procedian del mismo Hipócrates, y los atribnia i
Mnemon ya que este hubiese llevado el libro con los cararie'res ó ya
que los hubiese añadido al ejemplar de la biblioteca. Pero otro adversa
rio de Zenon , Apolonio Biblas , queriendo manifestar que este comen
tador habia cambiado arbitrariamente los caracteres para espliearlos mas
cómodamente, cita tres ejemplares del tercer libro de las Epidemias,
como de una autoridad casi igual, y que presentaban los caracteres de
otro modo que Zenon los habia espuesto. Estos son i el ejemplar en
contrado en la biblioteca Real: 2.° el ejemplar de los Natíos; 3.° la
edicion de Bacchio. (Gal. t. V. p. 413. Ed. Bas.) Se puede asegurar que
Apolonio Biblas nos ha instruido del verdadero estado de las cosas. Ha
bía en la biblioteca Real un ejemplar que habia llegado é ella, fuese de
un modo ó de otro; un segundo ejemplar, fuera ó no traido por .Mne
mon, se habia adquirido por los Navios, de donde tomaba la denomi
nacion ; y filialmente , la edicion de Bacchio que figuraba al lado
deeitos ejemplares. Nótese que lodos tros estaban acompañados de los
ctra»téret , lo cual destruye completamente la opinion dc los que creian
que habian sido añadidos por Mnemon. En tieinpo.de Galeno no existía
ya ninguno de estos ejemplares; ¿I mismo aürnii quo á p.-<ar de sus
mas activas diligencia; para averiguar el origen de estos antiguos ma
nuscritos, no pudo encontrar ni on Roma, ni en Pergami, ninguno
que tuviera una fecha mas antigua, que de trescientos años. (T. V.
p. 661. Ed. Bas.)
Apolonio Biblas nos hace ver con estas pocas palabras, que en la
biblioteca de Alejandría podia haber dos clases de ejemplares de esta
misma obra; el uno adquirido directamente, y el otro por medio delos
Navios. En efecto, la biblioteca fundada por Ptolomeo hijo de Lagus y
enriquecida por Ptoloraoo Filadelfo, su sucesor, poseia ya un gran nú
mero de libros , antes que Ptolomeo Evergeta, que fue el tercer Rey
griego de Egipto , tuviese la idea de interesar en sus fines á los nave
gantes que abordaban á Alejandría; asi es que el fondo de la biblio
teca se formó con estos primeros libros, y comunmente los ejemplares
dobles fueron llevados por los Navio*. Por lo que tocaá la Coleccion hipo-
cratica, queda ya establecido lo cierto para el tercer libro de las Epide
mias; una copia proeedia de los Navios, y la otra no. Aun hay mas: esta
Coleccion existia en la biblioteca antes de que llegasen los libros de los
Navios; porque Racchio y Fílino, discípulos de Herófilo, y un poco ante
riores á Ptolomeo Evergeta, habian esplicado las palabras difíciles de
ellos, sin hablar de Herófilo que habia comentado los Pronósticos , sin
hacer mencion de Xenócrito que, antes que Bacchio, habia esplicado
ciertas palabras hipocráticas, y sin recordar que la parte del libro del Ré
gimen de las enfermedades agudas, que Galeno mira como adición de una
manoestraña al libro de Hipócrates, se hallaba reunida áél desde el tiempo
de Erasistrato. (Gal. T. V. p. 89. Ed. Bas.) Asi es que se puede asegurar
con verdad que la coleccion hipocrática es anterior á Ptolomeo Evergeta
y á la llegada de los libros de los Navios á la biblioteca de Alejandría.
La relacion pues que acabo de transcribir mas arriba nos suministra
algunas nociones sobre los mas antiguos manuscritos conocidos, del ter- '
eer libro de las Epidemias. Sin toner en cuenta la edicion de Bacchio,
se ve que la biblioteca Real poseia dos ejemplares. Este hecho es im
portante: efectivamente, si no se hubiese encontrado en ella del ter
cer libro de las Epidemias mas que el ejemplar llevado por Mnemon,
se podría sospechur que los otros seis libros existieron separadamente, y
«rae los editores posteriores los intercalasen en el lugar que aun en el
rita ocupan: pero si los otros seis libros de la Epidemias existían ya, el
qne nosotros llamamos tercero debió ser intercalado coa posterioridad , y
los comentadores hubieran indicado una circunstancia tan particular con
respecto á las Epidemias, que no contando en un principio mas que seis
libros . ascendieron hasta siete, y esto por una intercalacion del segundo
al cuarta. Asi, nada mas cierto, por esta razon y por la cita de Apolonio
Biblas, que la existencia de siete libros en ia biblioteca antes de que lle
gase el ejemplar de Mnemon.
- 164-
No he citado tanto estos detalles, curiosos en sí mismos , por los ca
racteres añadidos al tercer libro de las Epidemias, cuanto por el mismo
interes de la, cuestion que discuto con respecto á la formacion de la co
leccion hipocrática. Los ejemplares, habian ya llegado á la biblioteca, pero
revueltos y mezclados en tales términos, que no se los depositaba en
ella sin un, previo exámen, y hasta que los bibliotecarios llamados sepa
radores los revisaban y emitían su opinion acerca de ellos. Los libros
considerados como bueuos se ponían aparte con el título de libros de la
mesa pequeña. (Gal. T. III. p. 181. Ed- Bas.) Es lástima que no sepamos
á qué obras de la coleccion hipocrática se concedieron los honores de la.
viesa pequeña.
Nada mas antiguo que esto se sabe con respecto á los manuscritos de
Hipócrates. Ahora ya es fácil conocer lo que dió tanto trabajo á los crí
ticos, aun los primeros y mas próximos á los orígenes: porque lo que
sucedió con el tercer libro de las Epidemias, sucedió tambien con los de-
mas tratados de la coleccion hipocratica: se encontraron en las bibliote
cas como dice Apolonio Biblas. Cuando fué preciso entresacar esta gran
porcion de libros, sucedió con respecto á algunos, que ó bien porque
hubiesen circulado anteriormente, ó por haber sido citados, ó por estar
ya reconocida su autenticidad de cualquier otro modo, se tuvo certeza
de que realmente pertenecían al autor cuyo nombre llevaban. Asi, para no
usar mas que de un ejemplo, el ejemplar que los atenienses remitieron
á Ptolomeo de sns tres trágicos, era manifiestamente auténtico sin que
de ello pudiera dudarse. Pero cuando faltaba alguna señal decisiva , lo
cual es fácil suponer, la crítica no podia ya guiarse sino por con
jeturas.
Finalmente, en octavo lugar, algunos críticos hipocráticos , en pe
queño número que sepamos, gozaron bastante publicidad antes de que
se formase la coleccion. El capitulo IV, en que he íeunido todos los tes
timonios sobre Hipócrates, lo demuestra. Platon , Ctesias , Diócles y
Aristóteles poseyeron, consultaron y citaron los libros del mismo Hipó-
crates; Aristóteles hizo mencion de un libro de Polibio. El hecho es
pues incontestable; y tambien lo es que en él, es decir, en la publicidad de
un cierto número de escritos durante la vida de Hipócrates y Polibio, ó
inmediatamente despues de su muerte, es donde la antigüedad ha
creido encontrar la mejor prueba de la autenticidad de ciertas obras
contenidas en la Coleccion. «¿No ha habido entre los profesores, dice
«San Agustín , autores muy conocidos bajo cuyo nombre se han publi-
«cado obras que despues se han desechado , ya por no estar conformes
«con las que incontestablemente les pertenecían , ya porque en el tiempo
«en que sus autores las escribieron no merecieron esparcirse ni ser
«trasmitidas á la posteridad , ó por sus mismos autores, ó por sus ami-
«gos? Y para no hablar de los demas , no es cierto que bajo el nombre
«de Hipócrates, médico muy célebre, han aparecido algunos libros que
«no han sido reconocidos por los medicos? De nada les ha servido el
«tener alguua semejanza con las cosas y con las palabras de los es-
«critos verdaderos; porque comparados con estos han resultada ser in-
"163—
«íeriores, y no habian sido acogidos como suyos desde el mismo tiempo en
«que los demas se publicaron.» (Contra Faustum Manichccum , I. XXXIH
6. p. 493. t. VI. Ed. Frob. 1556.) Todo lo demas lleva el carácter dr
incertidumbre.
Un libro antiguo se hace completamente auténtico, sobre tododosi'e
el momento en que es citado y comentado. Asi pues, las grandes bi
bliotecas públicas con sus catálogos, con la erudicion que tanto favo
recían , y con los comentarios á que dieron lugar , fueron una nueva era
para la consagracion de los libros. Galeno acusa á veces á los falsifica
dores de Alejandría de haber alterado las obras hipocráticas : perd Galeno
se engaña; si realmente están alteradas, lo fueron antes, y solo despues
de la fundacion de las bibliotecas se vieron al abrigo de las interpe
laciones y ele las sustituciones de nombres.
Efectivamente, desde que un libro fue depositado en una biblioteca
á donde cada uno podia consultarle , desde el momento en que fue
objeto de comentarios, se encontró, mucho mas resguardado contra las
alteraciones premeditadas. - Y Galeno mismo lo atestigua, en la polé
mica contra los editores que cambiaban temerariamente las antiguas
lecciones que no podian interpretar ; no se olvida de objetarles que
es preciso reconocer la autenticidad del testo , puesto que ha sido
leido de la misma manera por Heráclides, Glaucias, Apolonio y Bac-
chio. En una palabra; mientras los libros estaban ocultos y fuera de
circulacion , era fácil mudarles el título , añadirles algunas porciones
heterogéneas , sustituir el. nombre de su autor con otros , y esto.es sin
duda lo que sucedió luego que se abrieron las grandes bibliotecas pú
blicas y llamaron de todas partes libros que pagaban bien caros. Al
momento se empezó á trabajar en. esto ; los unos compusieron libros de
cualquier modo, y los otros Lwrraron los verdaderos nombres por susti-
tuirlos con otros que se vendian á mas precio. Pero no es menos cierto
que desde el momento que estos libros, tales como se presentaron, fue-
ron admitidos en estas bibliotecas , no estuvieron ya sujetos á mudan
zas ni sustituciones. El ser colocados en estos depósitos públicos fué
para ellos un certificado de autenticidad , que se trasmitió de siglo en
siglo, de catálogo en catalogo, de comentario en comentario. Esto es
tan positivo , que la coleccion hipocrática (porque aquí solo tratamos de
ella) no sufrió alteracion alguna despues de esta época, y Galeno la co
noció cual la habian conocido los mas antiguos comentadores, mientra»
que durante los tiempos anteriores al primer depósito en las bibliote
cas de Alejandría, habia sido manifiestamente interpolada, puesto que
en ella se encuentra un escrito de Polibio , sogun el testimonio de Aris
tóteles, único decisivo en estepunto. No quiero tampoco deeir que desde el
momento en que se abrieron las bibliotecas públicas se hicieran imposibles
los apócifros; la historia literaria seria suficiente para refutarme, no siéndolo
ui aun en el dia, á pesar de que se han hecho mucho mas difíciles por todos
los medios de comprobacion- que poseemos. Quiero decir solamente, que
el depósito en las grandes bibliotecas opone muchos obstáculos á este
género de falsificacion ; que la. circunstancia de hallarse los libros por
--lofV—
largo tiempo ocultos al público y en poder de una familia, de una secta,
de una escuela , es la mas favorable para interpolarlos, añadirlos 6 qui
tarlos, y variarlos el nombre; y el hecho es, con respecto á la coleccion
hipocrática, que no varió desde el momento en que se formó hasta Ga
leno. Va he manifestado que desde Galeno á nosotros ha variado un
poco; es decir, que se han incluido en ella cierto número de trozos
poco importantes y desconocidos para la antigüedad ; la razon de esto
es que en este iutervalo se incendiaron las bibliotecas bastantes vece*,
se volvieran á hacer raros los libros, se debilitó muy notablemente la cul
tura de tas ciencias, y entonces fué cuando se introdujeron arbitra riair ente
un lii coleccion hipocrática algunos trozos cuya ilegitimidad atestiguaremos
wi el dia, justamente porque no fueron esplicados por (os comentadores, y
porque de ellos no han hecho mencion los autores que se han sucedido en
este intervalo.
Asi pues, reasumiendo cuanto llevamos dicho, recordando que la
coleccion hipocrática en su forma actual no avanza mas allá del tiempo
de Herófilo; que ya presentaba entonces todo el desórden que en ella
se ha advertido despues; que los primeros críticos no pudieron señalar
á cada autor la parte que les correspondia en esta masa de libros, me
jor que los que les siguieron ; que por consiguiente su publicacion tuvo
lugar sin que quedasen noticias suficientes para decidir estas cuestiones;
que en sí misma lleva la prueba de que los tratados que la componen
no son contemporáneos, sino que abrazan un espacio de tiempo consi
derable; que contiene libros que sou de Polibio y no de Hipócrates, y
que encierra notas, estrados y fragmentos que ningun autor hubiera pu
blicado en vida, deduzco: 1.° que esta eoleccion despues de haber es
tado largo tiempo en poder de manos médicas, hubo de caer en el de
personas que ignoraban el origen detallado y el valor de estos libros:
S.° que solamente sabian que procedian de los hipocráticos: 3.* que su
publicacion se efectuó poco tiempo despues de la instalacion de las gran
des bibliotecas de Alejandría.
Los resultados que ho obtenido parecerán acaso demasiado precisos
para una materia rodeada de tanta oscuridad. Pero es necesario tener
presente que han sido obtenidos por el exámen comparati\o de todas
las circunstancias, á que no se hubiera podido satisfacer de otro modo.
He caminado paso á paso , y he procurado manifestar que la traba/ou
de los hechos y una atenta induccion podrían conducimos muy lejos
en la investigacion de los pormenores cuyo conjunto ha perecido, pero
de los que aun se conservan en diferentes sitios algunas señales. Ahora
bien: ¿no adquirirá alguna fuerza este método rigoroso , si demuestro
que al seguirle . con un pequeño numero de datos esparcidos en la
eoleccion hipocrática, he reproducido en sn parte mas esencial la his
toria de la publicacion de otra eoleccion no menos famosa, cual es la
de las obras aristotélicas? listo merece esponerse aqui, porque en ello
se encuentra una comparacion que ayuda á comprenderlo todo.
«Neleo, dice Estrabon (L. XIII. p. 608.) heredó la biblioteca de Teo-
«frasto, en la que tambien se hallaba incluida la de Aristóteles. Esta
-1C7-
«se la habia legado á Teofrasto, como le confió la direccion de
«su escuela; Aristóteles ha sido el primero, que sepamos, que reunió
«libros, enseñando de este modo á los Heves de Egipto á componer una
«biblioteca. Teofrasto trasmitió la suya á Neleo , que la hizo conducir
«á Scepsis, y la dejó á sus sucesores , gente sin instruccion, que guarda-
«ron los libros bajo llave y sin cuidarlos. Despues, cuando se supo con
«que empeño buscaban libros los Reves descendientes de Atalo y se-
«íiores de Seepsis, para formar la biblioteca de Pérgarao, los herederos
«fie Neleo escondieron los suyos en un subterráneo. La humedad y los
ngusanos los echaron á perder, hasta que, mucho tiempo despues r la
«familia de Neleo vendió á un precio exorbitante todos los libro» de
«Aristóteles y de Teofrastj á Apelicon de Tóos ; pero Apelicon era mas-
«hihliomaniuco que filósofo. Asi en las copias que mandó hacer para.
«reparar los deterioros que habian sufrido estos libros , no fueron muy
«felices las restauraciones , y su ediciou salió llena de faltas. Los antí-
«guos peripateticos , sucesores de Teofrasto , solo tuvieron á su disposi-
«cion un pequeño número de las obras de Aristóteles-, y principalmente
«de las mas vulgares; por lo tanto no pudieron trabajar sobre los mis-
«mos testos , ocupándose tan solo de algunas proposiciones,»
Kepárese cuan, minuciosamente coinciden estos detalles con los
-que yo he obtenido con respecto á la coleccion hipocrática, siguiendo
únicamente la senda de las consecuencias y el raciocinio. Tanto el con
junto de los libros aristotelicos como el de los hipocrátieos ha sido com
pletamente desconocido del público por un espacio- de tiempo conside
rable; un pequeño número de aquellos , como otro tambien pequeño de-
estos , estuvo desde su origen en circulacion «ontinuando del mismo
modo. La coleccion aristotélica, como lai hipocrática, apareció repentina
mente al público. La de Aristóteles estuvo oculta.en poder de gentes ig
norantes que las habian adquirido por una herencia casual; no tenían nocion-
alguna detallada de estos- libros; ignoraban tambien el origen preciso de
eada uno de ellos ; no sabian si todos pertenecían á Aristóteles ,. ó si
algunos eran obra de Teofrasto, de Neleo, ó de algun otro discípulo
desconocido del gefe de la escuela peripatética. Sin. embargo, todo lo
vendieron al rico Apelicon bajo el nombre comun de Aristóteles, sin
inquietarse por los apócrifos que pudieran encontrarse, ni cuidarse del
trabajo que iban á proporcionar á los críticos. ¿Y qué he dicho de Hi
pócrates? ¿La coleccion hipocrática, aunque compuesta de partes hete
rogéneas, no ha recibido un nombre o- mnn? ¿Esta coleccion no apareció
repentinamente en el mundo literario ? ¿Antes de su aparicion, no es un.
hecho que solamente era conocido del público un pequeño número do
sus libros? ¿Qué mayor y mas exacta semejan/a puede encontrar
se? ¿Y las circunstancias de la formacion de la coleccion aristoté
lica , en razon á coincidir tan exactamente con las que acompañaron
á la de la coleccion hipocrática , no confirman todo lo que he tratado
de establecer en este capítulo?
Supongamos por un momento que lo que nos ha trasmitido Est rabon no
hubiese llegado hasta nosotros, y que careciesemos de noticias sobre el modo
-168-
tlc publicacion de las obras aristotélicas. Al ver que antes del tiempo de
Apelicon solamente se halla citado un pequeño número de estos libros, no
hubieramos concluido que por entonces aun no se habia publicado la colec
cion? ¿Al verla constituida inmediatamente despues de esta época , no hu
bieramos deducido que entonces fué cuando entró en el dominio del públi-
'co ? ¿ Reconociendo al estudiarla que contiene libros que no son de Aristó
teles y otros que se encuentran en el mas estraño desorden , no hubiéra
mos asegurado que no habia sido entregada segün salió de las manos del fi
lósofo, y que las persohas que la guardaron por cualquiera razon que fuese,
liabian vendido un fondo de biblioteca y no la obra de un hombre ? ¿ y al
saber que los mas antiguos Críticos vacilaban sobre los caracteres de auten
ticidad , nn hubieramos dicho que la incertidumbre procedia del mismo he
cho que habia dado publicidad á la coleccion, sin proporcionar al mismo
tiempo sobre los diversos escritos los datos de que carecían antes los últi
mos propietarios?
Por el hecho establecido de que la formacion de la coleccion hipocráti-
(:a es posteribr á Aristóteles, y de que es anterior á Herófilo , me
creo autorizado para colocar esta formacion en el intérvalo que separa á
Aristóteles de Herófilo, y probablemente en el tiempo en que el primer
Ptolomeo fundó la biblioteca de Alejandría, biblioteca que tanto se aumen
tó bajo el reinado de Ptolomeo Filadelfo y Ptolomeo Evergeta , y que, es
citando la rivalidad de los reyes de Pérgamo , fué causa de la invencion del
pergamino. Hácia el ano 320 antes de J. G. estableció su biblioteca Pto
lomeo hijb deLagus; hácia el año 300 floreció Herófilo principalmente
como médico y como escritor , y en sú tiempo la coleccion estaba ya for
mada y publicada. Estos dos hechos establecen con bastante aproximacion
ia fecha dela publicacion de la Coleccion hipocrática. Por otra parte, si
Tecordambs qne el examen intrínseco de esta nos ha conducido tí
colocarla composicion delos tratados mas modernos hácia el tiempo de
Aristóteles y Praxagoras , si aun se tiene presente que los últimos hípo-
cráticos ejercieron la medicina por el tiempo de Rojano , de Antipater y de
Casandro, nos veremos inducidos á admitir'que esta ilustre familia se esÜR-
guió también por esta época ; que los restos de su biblioteca fueron vendi-
dos pocos años despues por los que habian llegado á ser sus posesores, em-
pezando de este modo á tomar publicidad la Coleccion hipocrática con to
das las señales de desorden y mutilacion , y sin criterio que pudiese seña
lar á cada libro el autor deque procedia.
No es esta su fecha exacta; yo la fijo aqui aproxidamente. Los últimos hi-
"pocráticos son del tiempo de Alejandro y de Antipater; los últimos libros de
la Coleccion son del tiempo de la enseñanza de Aristóteles, y la Coleccion
aparece ya formada en el de Erasistrato , Herófilo , Xenócrito y Bacchio.
Existe por consiguiente un intérvalo que se puede acortar ó prolongar y
que comprende sesenta, cincuenta ó cuarenta años. Hay pues aqui una do
ble aproximacion : aquella en que yo supongo que cesaron los trabajos de
) os hipocráticos y en que se estinguió su familia , es tambien en la que creo
qUe se publicó la coleccion y en que ya fue conocida como en el estado ac
tual. Ni una ni otra fecha es exacta; pero ambas tienen límites mas alia de
los quo no puede hacerselas avanzar. Asi es que la publicacion de la colec
cion no puede creerse mas moderna que del tiempo de Herúfilo , Erasistra-
to y Filitio , ni la composicion de ciertos escritos hipocrátieos mas antigua
que de la época de Aristó , tles.
Ruego al lector quo establezca aqui la merecida distincion entre lo que
es un hecho positivo y loque constituye una hipótesis mia. Es muy cierto quo
la coleccion comprende escritos de Hipócrates , de Polibio y do otros hipo
crálieos posteriores ; lo es tambien que esta coleccion encierra en sí mis
ma, ya por las citas de obras que no existen , ya por la presencia de estrae-
tos , notas y compendios, la prueba de haber sufrido una larga elabora
ción y recomposiciones que coinciden con la existencia de una sorie de mé
dicos hipocráticos; es tambien cierto que, por una tercera coincidencia, las
nociones anatómicas y fisiológicas que en ella se encuentran consignadas,
demuestran mayor ostension de conocimientos y abrazan un espacio de
tiempo que se prolonga desde Hipócrates y Polibio hasta la época de lá en
señanza de Aristóteles y Praxágoras ; es cierto que los comentarios pueden
fijarse ya en Bacchio, Filino, Xenócrito y Herófilo, y que por consiguiente
en esta época hay ya seguridad de la existencia de la coleccion en su con
junto; es cierto en fin que ya entonces presentaba el desorden que en el
dia , y que sus primeros comentadores perdieron todos los medios de reco
nocer el verdadero autor de cada uno de los tratados.
Estos son los hechos positivos: hé aqui la hipótesis. Para esplicar
estos hechos, que todos deben ser admitidos simultáneamente, he su
puesto que la biblióteca de los hipocráticos, cuya familia habia llegado
á estinguirse, habia pasado mutilada, truncada y descabalada, á manos
de poseodores faltos de conocimientos detallados, y desdo ellos al dominio
del público. Como los últimos hipocráticos y los últimos libros alcanzan la
época de Alejandro y Antipater, de Aristóteles y de Praxágoras, be supuesto
que la publicacion de la Coleccion debia ser posterior: y como la encon
tramos ya conocida, citada y comentada por Herófilo, Xenócrito, Fi
lino y Bacchio, ha sido preciso tambien no solo suponer, sino admitir,
que habia sido anterior á ellos; de este modo he fijado los límites, entre los
que he colocado la publicacion de la Coleccion. Finalmente, como las gran
des biblioteoas de Alejandría se abrieron por este tiempo; como Ptolo-
meo hijo de Lagus fundó la suya poco despues de la muerte de Ale
jandro, la cual fue estraordinariamente enriquecida por su sucesor Pto-
lomeo Filadelfo, y como esta fundacion y este engrandecimiento de las
bibliotecas son justamente del tiempo de Herófilo, de Xenócrito, de
Filino y de Bacchio , he ereido que la publicacion se debio á la apertura
de estos grandes depósitos de libros.
Esto no es mas que una hipótesis, lo- se, y como tal la presen
to; me pareee sin embargo que se aproxima mucho á la verdad. Se
deduce tan exactamente de la naturaleza de las eosas, que Galeno, á pesar
de no haber hecho de ella como yo un sistema esplícíto, ha admitido
no obstante , todos los datos fundamentales. Cree que algunos libros
de la Coleccion son de Tesalo, de Polibio, de Hipócrates el hijo de
Dracon, y de aquellos á quienes él llama asclepiades posteriores; esto
170-
es admitir en la Coleccion , como yo lo he hecho , la colaboracion de
autores unos mas modernos que otros : cree que algunos tratados han
sido aumentados y coordinados por los descendientes de Hipócrates; esto
es admitir, como yo, recomposiciones en e 'os tratados, en poder de
los médicos herederos de su ilustre abuelo; finalmente, cree que el celo
de los Ptolomeos por los libros , determinó no solo la publicacion de los
hipocráticos, sino tambien las adiciones, á los verdaderos tratados de
Hipócrates, de estas partes que él generalmente mira como la obra de
alguno de sus discípulos; esto es admitir que los editores poseian es
tos fragmentos de los libros de los hipocráticos. Asi es que Galeno ha
tenido tan presentes las condiciones del problema, que puede decirse, que
sin saberlo, ha establecido todas las bases de la solucion.
En efecto, solo hay en mi juicio dos maneras de concebir la for
macion de la Coleccion hípocrática: una es la que acabo de proponer : y
la otra, que solo es una modificacion, consistiría en suponer que los li
bros que la constituyen estaban esparcidos en diversas manos, que lle
garon por diversos medios á las bibliotecas con el nombre de Hipócra
tes, siendo impuesto por los mismos que los vendian para aumentar su
valor, y que de este modo se formó esta considerable coleccion que
los críticos han procurado despues ordenar.
Lo que me impide adoptar esta opinion, es la conexion que une á
estos libros entre sí, la conformidad de sus doctrinas, los pasages co
piados en uno del otro , las citas de los libros perdidos , y la existen
cia de fragmentos , de notas de estractos ; todo lo cual me parece es-
cluir la idea de diversidad de autores. Con tales condiciones, debe ad
mitirse que han sido elaborados en un mismo centro; porque no po
drían hallarse en ellos tales conexiones , si procediesen de médicos que
que no hubieran tenido relaciones de doctrina y de tradicion los unos
con los otros ; no se encontrarían en ellos noticias inconexas y trozos
«in verdadera redaccion , si Tesalo , Dracon , Hipócrates III , Hipócra
tes IV y los demas, los hubieran compuesto para publicarlos; y no
ha sido en verdad posible ponerlos el nombre del grande Hipócrates,
sino porque los trozos que se hallan faltos de toda redaccion , eran pa
peles conservados sin nombre de su autor. Asi es que los estractos
del libro de Polibio , se guardaron y publicaron despues como perte
necientes á Hipócrates, no habiendose conservado el libro mismo en
parte alguna , ni aun en la biblioteca de Aristóteles. Es pues siempre
forzoso el volver á este punto, á saber: que los libros hipocráticos
tuvieron muy poca publicidad anteriormente á la fundacion de las biblio
tecas , si esceptuamos algunos tratados ; y que el primitivo desórden en
que se halló esta Coleccion desde los tiempos de los críticos mas anti
guos, indica mas bien la reunion anterior de libros y papeles que, habiendo
permanecido largo tiempo en poder de una familia, fueron entre sus in
dividuos mas ó menos compendiados, descabalados y mutilados, que
la reunion de tratados recogidos en la bibliotea de Alejandría , habiendo
sido publicados á proporcion que se fueron componiendo, se hallasen asi
en poder de diversos poseedores.
. -171-.
SI existiera, por una parte, el catálogo exacto de los libros hlpoerá-
ticos comprendido en el ejemplar de la Coleccion que segun ApolonioBiblas,
se hallaba en la biblioteca real de Alejandría, y por otra el de los li
bros hipocráticos conducidos por los Navios, podrían considerarse con
probabilidad estos tratados como los que hubieren gozado de cierta publi
cidad, y aquellos como libros que directamente procedian de la familia de
los hipocráticos.
En conclusion, todo lo que se halla de la Coleccion hipocrática au
ténticamente establecido por los trabajos de los críticos antiguos, reune
tal conjunto de condiciones, que es dificil concebir su publicacion de otro
modo que á semejanza del que nos ha trasmitido Estrabon sobre la co
leccion aristotélica.
Próspero Marciano dice , en el prólogo de su Comentario acerca
de Hipócrates : «Si todos los libros llamados hipocráticos no son de Hi-
«pócrates , ¿por qué casualidad han recibido su nombre? Yo indicaré
«dos causas de esto : la primera , que despues de la muerte de Hipó-
«crates, fueron publicados con su nombre todos los libros que se ha-
«llaron en su biblioteca sin el de ningun autor; y la segunda, que
«puede haberse aplicado justamente su nombre á obras de diversos au-
«tores , puesto que existieron muchos Hipócrates.»
Mercurial supone que los libros hipocráticos han podido permane
cer desconocidos durante algun tiempo, como los de Aristóteles. Este
hecho es cierto, pero abusa de él; porque parece que hace llegar esta
ignorancia hasta el tiempo de Galeno , y la falta de publicidad solo
duró hasta la epoca de Horólilo y Erasistrato. He referido estas opi
niones de Mercurial y Próspero Marciano, para demostrar que no he
hecho otra cosa que desenvolver y apoyar con razones y pruebas, por
decirlo asi como de paso , la emitida por estos doctos profesores.
He satisfecho todas las condiciones del problema que puso á la ca
beza de este capítulo, habiendo podido intentar su resolucion, por
que me las he propuesto. Asi se esplica la existencia de fragmentos
truncados , de libros sin principio ó sin fin y de notas sin conexion , y
de este modo se esplica, en la Coleccion hipocrática la introduccion de
muchos tratados que no son ciertamente de Hipócrates, y que sin em
bargo no han sido puestos por ningun falsario. Despues de este grande
hombre, los médicos que le sucedieron, escribieron y aumentaron el
fondo que les dejó en herencia. Pero las causas de destruccion ejercían
su influjo por otro lado: los libros de que solo habia uno ó dos-ejem
plares desaparecían sin reponerse , y cuando se puso en juego la pu
blicacion literaria por el establecimiento de las grandes bibliotecas, y la afi
cion á la lectura iba mas y mas en aumento, reunieron sus últimos
poseedores todo cuanto tenian bueno ó malo , libros enteros y fragmen-
.tos, tratados hechos con cuidado y notas formadas para uso particular,
v publicaron todo este conjuuto bajo el nombre comun del grande hom
bre, cuya ciencia y talento fueron objeto de los elogios de Platon.
-172-

CAPITULO XII.

DE CADA UNO DE LOS LIBROS DE LA COLECCION HIPOCRATICA EX


PARTICULAR.

Cuatro reglas han servido de base á la clasificacion, que presento en


este capítulo , de los escritos hipocráticos.
Consiste la primera en la autoridad de los testimonios directos, es
decir , de aquellos que son anteriores á la formacion de las bibliotecas
públicas de Alejandría.
La segunda se halla deducida de la conformidad de los críticos an
tiguos: y siendo esta de tanto peso, como ya he manifestado, á causa
de los documentos que poseian, merece una grande atencion por parte
de los críticos modernos.
La tercera se deduce de la aplicacion de ciertos puntos de la histo
ria de la medicina , los cuales me parece que presentan una fecha y por
consiguiente una determinacion positiva.
La cuarta por ultimo, resulta de la armonía que existe en las doc
trinas, de la semejanza que ofrecen los escritos, y del carácter del
estilo.
He ordenado estas cuatro reglas segnn- la importancia que las atri
buyo. La primera ejerce mayor .autoridad que las restantes, y estas la
están subordinadas. Colocadas estas reglas de tal modo , deciden ellas,
si un libro debe atribuirse á Hipócrates ; no ya mi propio juicio.
Mi gusto particular nada influye en esta determinacion: mi eleccion
está sujeta á las reglas indicadas. Hay, por ejemplo, un escrito
que por mi voluntad hubiera atribuido á Hipócrates, v. g. el tratado
del Régimen (en tres libros); pero habiendolo desechado todos los
críticos antiguos, me veo obligado á desecharle tambien por las mismas
reglas que dejo establecidas.
Distribuyo en- once clases todos los escritos de la coleccion hipo-
crática.
Primera cía»e. Escritos que realmente son de Hipócrates.
Segunda clase. Escritos de Polibio.
Tercera clase. Escritos anteriores á Hipócrates.
Cuarta clase. Escritos que careciendo de suficiente autoridad para
ser atribuidos á Hipócrates , llevan el sello de la escuela á que él per
tenecia.
Quinta clase, Libros que son mas que una coleccion de notas i de
estractos.
-173-
Seita clase. Libros que perteneciendo á un mismo autor, forman
una serie particular en la Coleccion hípocrática, siendo aquel desco
nocido,
Sétima cía»e. Un solo tratado, al que tal vez se aplica un testimonio
de Aristóteles.
Octava clase. Tratados posteriores á Hipócrates compuestos hácia el
tiempo de Aristóteles y Praxágoras.
Novena clase. Una série de tratados , de fragmentos y compendios,
que no han sido citados por ningun crítico de la antigüedad.
Decima clase. Noticia de los escritos que se han perdido, y que for
maban en la antigüedad parte de la Coleccion.
Undecima clase. Escritos apócrifos.
Primera clase.—libros que son de Hipocrates.—El de la Medicina
antigua; el Pronóstico; los Aforismos ; las Epidemias, primero y tercer
libros; el tratado del Regimen en las enfermedades agudas; el de los
Aires, Aguas y Lugares ; el de las Articulaciones ; el de las Fracturas:
de los Instrumentos de reduccion; de las Heridas de cabeza; el Juramento
y la Ley.
De la medicina antigua. Aunque por todo lo que viene dicho , he
preparado materiales para la discusion de cada uno de los escritos de
¡a Coleccion hipocrática en particular , con todo, me queda todavía que
tratar algunas cuestiones espinosas, dando principio por la mas dificil
de todas. La solucion que presento de ella es uno de los nuevos re
sultados de mi trabajo de introduccion, y uno de los que mas diva
mente han escitado mi interés; porque creyendo encontrar aqui lo que
Platon habia admirado en Hipócrates , me he dedicado á buscar el in
dicio de una comunicacion entre estos dos grandes ingenios casi con
temporáneos.
La mayor parte de los críticos modernos,. Mercurial y Gruner, han
convenido en no considerar el tratado de la Medicina antigua como
propio de Hipócrates, creyéndole posterior á este gran médico. Ero-
ciano, por el contrario , entre los críticos de la antigüedad , le atribuye
al mismo Hipócrates. Pero su testimonio es el mas antiguo que bajo este
respecto poseemos , y la asercion de un escritor que vivió mas de cua
tro siglos despues de4 médico de Coo, no será suficiente, á falta de otros,
para formar conviccion. Faltando ademas noticias anteriores á la época
de Erociano, y detenido á la vista de las objeciones de los críticos mo
dernos que segregan del catálogo hipocrático el tratado de la Medicina
antigua, he permanecido dudoso largo tiempo: y aunque una lectura
atenta y repetida me probase que encerraba este tratado una doctrina
idéntica á la del módico de Coo, y que tenia muchos puntos de con
tacto con otra porcion de escritos verdaderamente hipocráticos , aunque
yo encontrase en él los preceptos mas admirables sobre el arte de ob
servar en medicina , y los principales tratados del sistema de Hipócra
tes, no me atreví á sobreponerme á la opinion de mis antecesores, fun
dado solo en semejantes presunciones, ni á tomar sin una total certeza
un partido que hubiera siempre podido ser calificado de una conjetura
-174-
avonturada. Por otra parlo, es conformo á las reglas do crítica que mo ha
propuesto el inquirir otras pruebas de autenticidad quelas que resultan del
exámen del estilo, y aun de los pensamientos y de las doctrinas, y el que
dar sobre todo satisfecho, cuando he encontrado algun testimonio que se
refiera al tiempo mismo en que vivió Hipócrates.
He hallado, pues, en favor del tratado de la Medicina antigua, uno
de esos decisivos, que una vez reconocidos, no dejan lugar alguno á la
duda ; tal es el de Platon. Este filósofo cita á Hipócrates por su nom
bre en varios sitios, y nunca sin elogiarle; y este mismo cuidado que
tuvo en invocar la autoridad del médico de Coo, manifiesta que le
eran bien conocidos sus escritos. En el Fedro se lee , Sócrates : «¿Pien-
«san que puede comprenderse, hasta cierto punto la naturaleza del alma,
«sin estudiar la naturaleza y armonía de las cosas? Fedro. Si ha de
«creerse á Hipócrates el hijo de los Asclepiades, tampoco puede com-
«prenderse la naturaleza del cuerpo sin este método. Sócrates. Asi es en
«efecto, amigo mio, como Hipócrates se esplica justamente; pero ade-
«mas de su testimonio, es preciso preguntar á la razon , y examinar si
«esta se halla conforme con aquel. Fedro. Indudablemente. Sócrates. Hé
«aqui pues , lo que Hipócrates y la razon podrán decir acerca de la
«naturaleza. Cualquiera que sea el objeto de que nos ocupemos , es ne-
«cesario proceder del modo siguiente: examinar en primer lugar si
«aquel de que nos queremos instruir ó queremos enseñar á los demas,
«es simple ó compuesto ; en el caso de que sea simple, considerar en
«seguida cuáles son sus propiedades, qué accion ejerce sobre las demas
«sustancias, ó qué influencia recibe de ellas; y si fuese compuesto,
«enumerar sus elementos , y hacer cor. cada uno de ellos lo que se
«hizo con el objeto primitivo, es decir, estudiarle en estado activo y
«pasivo.» (a )
He copiado este trozo de Platon, porque es indispensable para poder
formar juicio en la discusion en que voy á entrar. Consideramos ante
todas cosas esactalnente los elementos de la cuestion, y veamos
lo que arrojan de sí los términos de que usó el filósofo ateniense.
Platon no cita el título de ningun escrito de Hipócrates: no dice
ni nos hace sospechar que hagan alusion sus palabras á libro alguno
que haya sido titulado de la Naturaleza del hombre, limitándose á decir
que Hipócrates manifestó la opinion de que no puede estudiarse
bien el cuerpo, sin abrazar el estudio de la naturaleza en su genera
lidad. No debe pues buscarse en el pasage de Platon la indicacion del
título de ninguna obra.
Yo no conozco sobre este punto literario mas que dos opiniones; la
de Galeno, que asegura que quiso Platon citar el tratado de la Natu
raleza del hombre , y la de algunos modernos que creen que el libro
'de Hipócrates, á que alude el filósofo ateniense, se perdió en una é|Hica

'(.») Platon. Tom. VIII. pig. 26. Ed. Tauchn.


—175—
anterior á Galeno. Esta discusion es do la mayor importancia en la his
toria literaria de Hipócrates; en efecto, trátase de hallar un tratado
cuya autoridad invoco Platon, en la reducida Usta de sus escritos au
ténticos.
Galeno juzgó que el pasage de Fedro se referia al tratado de la
Naturaleza del hombre , y en esto estriba su grande argumento de de
fensa sobre la autenticidad de este escrito. «Todos los medicos , dice,
«escepto muy pocos, creen que el tratado de la Naturaleza del hombre,
«es de Hipócrates. El mismo Platon le conoció: porque se lee en el
Fedro; ¿Piensas que puede conocerse algo la naturaleza del alma, sin
«conoeer la del universo? Si hemos de creer á Hipócrates hijo de los
» Asclepiades, tampoco puede conocerse la del cuerpo sin este método. En
«vista de este pasage, los que hablan sin conocimiento deben indagar
«en qué libro de Hipócrates se halla consignado el método que Platon
«elogia ; y verán que el único libro en que se encuentra, es el de la
((Naturaleza del hombre.» ( a ) Vemos pues en lo que consiste el ar
gumento de Galeno : el método atribuido por Platon á Hipócrates no se
encuentra en ningun libro de la Coleccion, escepto en este tratado; este es
pues al que alude el espresado autor. En primer lugar, hecho de ver,
como mas arriba dejo indicado , que no se trata en el pasage de Fedro
del título de ningun libro; importa poco por consiguiente que el tratado
en que Galeno cree hallar la referencia de Platon , se titule sobre la
Naturaleza del hombre.
Añade el médico de Pérgamo que se encuentra en este tratado el méto
do elogiado por Platon, y esto es cierto hasta cierto punto; pero lo es tam
bien, á pesar de lo que dice Galeno, respecto á otros tratados, en que nu
mera el autor los elementos constitutivos del cuerpo humano. Y por otra
parte , no se trata solamente de este método en el pasage de Fedro; trátase
tambien de la opinion de Hipócrates sobre la necesidad de abrazar la gene
ralidad de la naturaleza para estudiar el cuerpo de un modo conveniente.
Pues nada de esto se lee en el tratado que deliende Galeno ; y la única fra
se algo general que contiene este tratado, es una en que dice el autor: «Los
»que estan acostumbrados á oir discursos sobre la naturaleza del hombre,
»que esceden las relaciones de este estudio con la medicina, no quedarán
«del mio satisfechos.» (b) Nada hay aquí que se refiera, ni remotamente, al
pasage de Platon.
Aquellos , de entre los críticos modernos, que no siguiendo ciegamente
i Galeno han querido comparar por sí mismos el Fedro y el tratado de la
Naturaleza del hombre , se han convencido de que el citado pasage y este
tratado no tienen nada de comun. Pero no han llevado mas alia sus inves
tigaciones, y han admitido que el libro de Hipócrates á que Platon aludia,
pereció en época anterior á Galeno. Pero ¿ es legítima esta consecuencia?

(a) Gal. Tom. V. p. 2. Ed. Bas.


(b) De Nat. hum. p. 19. Ed. Bas.
,-lT6-
Yo no lo crea asi , y voy á procurar demostrarlo. Se observa que despues
de Galeno no ha ocupado formalmente á los críticos este punto de his
toria literaria, y este es un motivo mas para que yo discuta en él minucio
samente todos los elementos; lo cual nos proporcionará acaso la prueba de
que un estudio atento de los textos puede todavía,. despues de los escelen-
tes trabajos de nuestros antepasados , aclarar de un modo inesperado algu
nas cuestiones que ya habian sido abandonadas.
Hay en la Coleccion hipocrática dos pasages relativos a la naturaleza
del hombro y á la de las cosas; y con ellos es preciso confrontar el texto
de Platon. Bu efecto, el filósofo ateniense no citó las mismas palabras do Hi
pócrates , pero fué inspirado por un pensamiento que habia encontrado en
sus escritos , y chocándole , le habia conservado. De este pues es del que se
trato; este pensamiento es el que necesitamos hallar; y si en la Coleccion hi
pocrática hay pasages que contengan una idea análoga, en ellos es en los
que debe únicamente esperarse hallar la referencia de Platon. A esto estric
tamente se encuentra reducido el círculo de todas las investigaciones.
El primero de estos pasages, existe en el tratado sobre el Regimen , en
el cual se lee ; «El que quiera escribir con acierto sobre el régimen , debe
«ante todas cosas conocer y diitwruir la naturaleza del hombre completa-»
«mente, es decir, conocor do qué elementos ha sido formado el ser huma-
uno y qué partes predominan on él : porque el que ignore esto , no podrá
adarle una útil direccion. Despues de haber profundizado estos conooimieni-
«tos deberá estudiar el escritor las propiedades, tanto naturales como las
«producidas por la eficacia doí arte , de los alimentos y de las bebidas....
«Hecho esto, aun no se ha completado el estudio sobre la salud del hom->
«bre; porque el hombre no puede estar bueno comiendo, si al mismo tiem-
«po no hace egercicio. La alimentacion y el egercicio son dos propiedades
«opuestas Aun hay mas': es preciso comprender la relacion exacta de
«los egercicios con la cantidad dé alimentos, con la naturaleza del indi-'
«viduo , con la edad , con la estacion , con los cambios de aires , con la si-
«tuacion de las localidades y con la constitucion atmosférica. Se observará
«tambien la salida y desaparicion de las constelaciones, á fin de saber
«prevenirse contra las mudanzas y algunas escesivas influencias (te la ali-
«mentacion , del egercicio , de los vientos , y de todo lo que nos rodea , cu-
«yas mudanzas ó influencias producen las enfermedades.» (Lib. 1." del
Régimen, al principio.)
He dicho poco antes, aunque sin aducir entonces la prueba, que el
método atribuido por Platon á Hipócrates , en que no vió Galeno mas que
el estudio de los elementos de los objetos, y que dice no hallarse
mas que- el tratado sobre la Naturaleza del hombre , se encuentra
tambien en otros escritos de la Coleccion hipocrática: y el párrafo que
acabo de copiar del libro del Regimen presenta de ello un egemplo , entre
otros muchos que podrían citarse.
El autor de este trozo manifiesta ídeas generales sobre la naturaleza
del hombre , sobre las relaciones que tiene con las sustancias esteriores, y
con la influencia del universo , hallándose en esta conforme con lo que se
dice en el Fedro: pero no se encuentra aquí espuesta la necesidad de loa es~
-177-
tudios cuya generalidad tenga por término el estudio del cuerpo. «Para es
tablecer el régimen , dico el autor hipocrálico , es preciso conocer el
«hombre, sus elementos, y las influencias que esperimenta.» Pero , segun
«Platon, dijo Hipócrates:» «Para conocer el hombrc, se necesita compren-
«der la generalidad de los objetos que le rodean.» Este es el método que el
Fedro atribuye á Hipócrates, el cual no se halla en el pasage del tratado
del Régimen. En esto es exacta la idea; espresa que no puede separarse
el estudio del régimen del conocimiento del hombre y del de las cosas este
rtores, y segun Platon , dijo Hipocrátes que el estudio del hombre no puede
separarse del conocimiento de la generalidad de las cosas : pensamiento
muy diferente y mas profundo. El pasage del tratado del Regimen y la cita
de Platon convienen pues , no tanto en el sentido como en las voces; asi
que no nos detendremos mas en este punto.
El segundo pasage que nos queda que confrontar con el Fedro, se en
cuentra en el tratado de la Medicina antigua.
Hele aqui copiarlo t(xtualmente: «Algunos sofistas y médicos dicen, que
«no es posible saber medicina sin conocer al hombre, y que el que quiera
«egercer con acierto el arte de curar, debe poseer este conocimiento: pero
«sus discursos tienen la tendencia filosófica de los libros de Empedocles y de
«(os demas que han escrito sobre la naturaleza humana, y espuesto lo que
«es el hombre en su origen , como fué formado al principio, y de donde pro-
«viene su composicion primordial. En cuanto á mi, creo que tolio lo que han
«dicho ó escrito los solistas ó los médicos sobre la naturaleza, hace menos
«relacion á la medicina que al arte delas conjeturas. Pienso tambien que
«solo por la medicina podrán llegirse á adquirir algunos conocimientos po-
«sitivos sobre la naturaleza humana , pero siempre que se abrazo aquella
«en su verdadera generalidad. Me parece que de otro modo distamos mucho
«de semejantes conocimientos, quiero decir, de conocer al hombre, de saber
«por qué causas subsiste y demás con exactitud. Asi que estoy firmemen-
«te persuadido deque todo médico debe estudiar la naturaleza humana é
«investigar cuidadosamente, si quiere egercer su profesion cual conviene-,
«las rclacio«nes del hombre con los alimentos y bebidas de que hace uso, y
«con su género de vida , y la influencia que las cosas egercen entre si.» (a)
Entendamos bien el sentido de este pasage de Hipócrates! suponian al
gunos médicos y sofistas que no puede saberse medicina , sin conocer la
naturaleza del hombre; é Hipócrates invierte este pensamiento diciendo,
que no puede conocerse la naturaleza del hombre sin saber medicina. Para
llegar á este resultado, es preciso abrazar esta ciencia en su verdadera ge
neralidad , la cual consiste en el estudio del hombre en sus relaciones con
todo cuanto le rodea , y del cual debe el médico deducir datos de que ha
cer aplicacion ; es decir comprender como se comporta el cuerpo humano

(a) I.os que comparen este texto con el eolmin, hallaran entre ambos notables di
ferencias. Vo le be admitido tal como aqui se halla , bajo la autoridad de un manus
crito. ti interesante y no sospechado vacio que este me ba dado ocasion de He
nar , os una de las grandes recompensas de mi largo trabajo sobre el cotejo
de todos los manuscritos bipocráticos que contiene la bibloteca real de Parts.
24
-138-
con respecto á los alimentos , por ejemplo , y los efectos que en él produce
cada sustancia. Fedro da el nombre de método á la doctrina de Hipócrates
acerca de este punto. Efectivamente , en el trozo que acabamos de citar del
'tratado de la Medicina antigua-, se encuentra trazado un método. Se co
loca Hipócrates en el punto de vista de los conocimientos que abraza es-
'ta ciencia y de las relaciones que manifiesta entre el hombre y los demas ob
jetos, para considerar el cuerpo y declarar que no se conseguirán sobre es
te punto nociones positivas , sino por el método que él indica; el cual fué
tambien trazado , para presentarle en oposicion al de los antiguos filósofos.
Consideraron estos el hombre y procuraron esplicar su composicion con
el auxilio de los principios que admitían como causas de todas las cosas,
y aquel aconseja proceder de otro modo ; que se abrace la medicina en su
verdadera estension, es decir, como ciencia de las relaciones del cuerpo
humano con los objetos que le rodean , y que de esta comparacion se de
duzcan las consecuencias científicas que resulten; asegurando que este es el
Único camino , el solo método, como dice Platon, que puede suministrar no
ciones positivas sobre el cuerpo. Todo el pensamiento de Hipócrates estri
ba en su oposicion á la doctrina de los filósofos, que querían que se estu
diase al hombre en sí, para deducir de aquí, de un caso particular de la
medicina , las reglas del arte. Hipócrates se separa de esta doctrina , y or
dena que en vez de empezar los estudios por el hombre , terminen en él.
La diferencia es capital , y llamó la atencion de Platon. Tambien repite este
á su vez, que es preciso estudiar el alma en todas sus conexiones con el
resto de la naturaleza para tener de ella un concepto exacto y completo , y
añade que este método debe seguirse con tanta mas razon con respecto al
alma, cuanto que el cuerpo, menos dificil de conocer, no puede sm em
bargo, segun dice Hipócrates , estudiarse sin él de un modo conveniente,
ni conocerse, ni apreciarse. El filósofo hizo aplicacion á la psicología , de la
idea profunda y estensa a la vez, que el médico se habia formado del estu
dio de la fisiología.
Y no es este en Hipócrates un pensamiento casual , puesto en el curso
de un libro como incidentalmente; porque este libro todo entero es una
larga polémica contra los filósofos y los médicos de su época. Hizo resaltar
su doctrina , y se concibe tanto mejor que no fuese desapercibida por Pla
ton , porque es fundamental , espresada con gravedad , y en un tono apro
piado para llamar la atencion. Ella combate todo el dogmatismo, que se
apoyaba en la consideracion de la composicion hipotética del cuerpo hu
mano , y declara firmemente que es preciso renunciar al estudio de este
en sí mismo, que es necesario ver en él no un punto de partida sino
un centro, y buscar su conocimiento tanto en la accion de las demas
cosas cuanto en su propia constitucion. Este es un pensamiento análogo
al que Bacon espresó diciendo, que nadie puede descubrir la naturaleza de
una cosa en sí misma , sino que deben estenderse las investigaciones á los
objetos mas generales.
Hay ademas en este pasage uu conocimiento profundo de la realidad
de las cosas, y por consiguiente una aversion marcada á las hipótesis gra
tuitas. Evidentemente comprendió Hipócrates que no podian deducirse á
—179—
mriori, las propiedades del cuerpo humano, de las suposiciones que se ha
bian hecho sobre su presumida constitucion , sino que debian encontrar.*:
esperimentalroente, á posteriori , por el examen de las acciones qué cada
cosa produce en él. No quiere que para aprender medicina se estudie
al hombre siguiendo la direccion filosófica de Empedocles y los otros, sj-
no que para conocer al hombre se estudie cuáles son las relaciones del cuer
po vivo con los alimentos, las bebidas y todo el género de vida; y de este
modo dice que es como se llegará á comprender lo que es el hombre, y las
causas porque subsiste. Firmeza y rectitud admirables de un grande inge
nio que no se deja seducir por ninguna hipótesis falsa, y quu entusiasmado
por la contemplacion de la naturaleza, aconseja, que se lapreguntc y Bu
que se la adivine. í
Al decir desde el principio, que la cita de Platon no estestuali ha
prevenido una objecion que es muy fácil hacer , viendo que las espresiones
del filósofo, la naturaleza del conjunio de las cotas , no se encuentran en
el libro de la Medicina antigua, al que, en mi juicio, hace alusion el Pe
dro. Esta es la ocasion de volver á ella , porque en el punto á que ha
llegado la discusion, se comprenderá fácilmente que Platon no ha citado
de ningun modo los propios términos de Hipócrates. En el Fedro, des
pues de haber dicho Sócrates que Pericles debia la superioridad deque
gozaba como orador á las lecciones de Anaxágoras, que le habia ins
truido en el estudio de los fenómenos dela naturaleza, añade que la
elocuencia no puede prescindir de la contemplacion de estas maravi
llas. Compara entonces el arte de la palabra á la medicina, dicien
do que del mismo modo que debe ser conocida del médico la na
turaleza del cuerpo, debe serlo tambien del orador la del alma, si uno
y otro quieren ejercer su profesion con mejores luces que las del oaa-
pirismo. Pregunta despues su interlocutor, si puede comprenderse la
naturaleza del alma sin la del conjunto de las cosas. Háchese de ver
como se suceden sus ideas , y que Anaxágoras y Pericles lo sugirieron
su opinion acerca de la elocuencia, y por un encadenamiento naturiU,
sobre el estudio del alma. Fedro le responde que no es posible haoec
el estudio ni aun del mismo cuerpo, sino segun este metodo, si ila de
creerse á Hipócrates. Es pues un método solamente, y no una espver
sion del médico de Coo, el que Platon cita, el cual consiste enror
ferir al cuerpo humano el estudio de todas las cosas, para compren
der su naturaleza. ¿Y qué eucontramos en la Medicina antigua? Un
método, y justamente el indicado por Platon. Asi, el filósofo ateniense
no tomó de Hipócrates estas palabras, la naturaleza del conjunta de las
cosas, como lo manifiesta el mismo Lesto; y las mismas palabras do Pía*
ton y el sentido que encierran, lodo- concurre á referir el pasage de Fedio
al tratado de la Medicina antigua.
Una dificultad queda todavía que desvanecer en el pasage de Pla
ton': tanto en las investigaciones de la crítica como en las de mediciiia
legal, es preciso notar todas las circunstancias por mas pequeñas ú insig
nificantes que parezcan á primera vista, por inexplicables que sean, pues
cuando se llegan á daermiuar bus límites coa exactitud, tirrojutt luc.es
enteramente inesperadas sobre el objeto oculto que se trata de descu
brir. He creido pues, que todo lo que presentaba dificultades en el testo
de Platon debia, no solamente esplicarse , sino servir tambien á su vez
para confirmar el punto de historia literaria que dejo espuesto anterior
mente.
La dificultad estriba en estas palabras de Platon: véase pues lo que
Hipócrates y la razon podrán decir sobrela naturaleza; en seguida de
lo cual, espone el autor como debe estudiarse la naturaleza de cualquier
objeto. Este pormenor no se halla , testualmente al menos , en el
tratado de la Medicina antigua; este es un hecho, y lejos de negarle
le confirmo. Si pues estas palabras indican una cita testual de Hipócra
tes , no hallándose esta ni en el tratado de la Medicina antigua ni en
ninguna otra parte, queda sin valor cuanto dejo establecido, y perdi
mos el libro á que Platon aludia : pero yo sostengo que no es aquella
una cita testual , y voy á demostrarlo.
Tres puntos hay en este pasage: 1.° el método de Hipócrates: 2.*
la intencion de someter este método al juicio de la razon : y 3.° la
enunciacion de lo que dirán Hipócrates y la razon. Por manera, que lo
que quiere decir Hipócrates y la razon, es el juicio mismo formado so
bre el método. Platon indica que esta manifestacion que atribuye simul
táneamente á Hipocrates y la razon , no es del médico de Coo , sino que
es él mismo el que examina y juzga el valor de la proposicion de Hi
pócrates.
Para aclarar á este pensamiento de Platon es por lo que he tra
ducido aquel período: he' aqui pues lo que Hipócrates y la razon po
drán decir sobre la naturaleza. Esta traduccion hace conocer que lo
que vá á decirse no es uua cita de Hipócrates, sino una esplicacion de
su pensamiento.
Todos los traductores que he consultado han traducido de otro moda
este miembro del periodo , poniendole de este modo : he aqui lo que di
cen Hipócrates y la razon. Esta traduccion no corresponde exactamente
al sentido preciso del testo, y hace oscuro todo el pasage; pues hace
creer que lo quevá á esponerse está copiado testualmente de Hipócrates,
y entonces no es posible comprender, cómo Platon, que quiere someter
una proposicion de Hipócrates al juicio de la razon, cita al mismo Hi
pócrates en fianza.
En efecto , se ha descuidado una pequeña observacion grama
tical, que hubiera podido desvanecer esta duda. El griego no dice
ti Mya iTiroKpctiufff, sino -ri -ni-ri híyti. Hay aqui una diferencia que
no ha sido advertida. La partícula expletiva nunca es inútil : es cierto
que en algunas ocasiones es tan pequeña la diferencia, que podrá omi
tirse sin inconveniente alguno en la traduccion ; pero otras veces, por
el contrario , resultarán de omitirla dificultades, como en el caso pre
sente en que se dá á la frase una significacion dudosa que debe te
nerse en cuenta , y que yo he indicado en mi traduccion , diciendo:
Hé aqui pues, lo que Hipócrates y la verdadera razon podrán decir so
bre la naturaleza. De este modo se dá ú entender, que lo que vá á
—181—
decirse es simplemente una esplicacion de! pensamiento de Hipócrates ,
una esposicion del metodo, que la razon aprueba y confirma. Esta di
ferencia que hago notar, no es tan sutil como á primera vista parece.
En efecto, tan luego como se para la atencion en este punto, se ad
vierte una dificultad que han pasado los traductores sin apercibirla ; pero
dificultad real, que consiste en saber como quiere someter Platon el
método al juicio de la razon , invocando simultáneamente el testimonio de
ella y el de Hipócrates. Póngase; he aqui lo que dicen Hipócrates y la ra
zon, y es palpable la dificultad y la confusion del sentido; pero léase en
vez de esto: he aqui lo rjue podrán decir Hipócrates y la razon, y el
sentido es ya claro y todo se enmienda bien.
Todavía hay mas: el pasage de Platon solo se hace claro é inteli
gible por el de Hipócrates. Efectivamente , separemos por un momento
el recuerdo de la doctrina del médico, y consideremos en sí mismo
el razonamiento del filósofo , y veremos que empieza por sentar que
no puede conocerse el alma ni el cuerpo sin el estudio de la generali
dad de las cosas. Es preciso detenerse en este pensamiento, porque es
profundo , y procurar comprenderle sin hacer caso del comentario que
Platou le añade. El sentido mas natural que arroja de sí parece ser,
que siendo el alma y el cuerpo partes de un gran todo, es preciso el
conocimiento de este para la comprension de aquellas. Esta es la pri
mera esplicacion que á la vista se presenta. ¿Mas de que manera lo co
menta el mismo Platon? En su juicio, lo que quiere decir es. que para
estudiar la naturaleza de una cosa, del cuerpo ó del alma , por ejemplo,
es preciso inquirir si es simple ó compuesto, y las acciones que recí
procamente ejerce y recibe. Dista mucho el pensamiento del comen
tario: estudiar la generalidad de las cosas para conocer la naturaleza de
un objeto, y las acciones que este ejerce ó recibe , no parecen dos [tro-
posiciones derisadas una de otra por un enlace inmediato. El estudio
del conjunto de las cosas no puede significarel de las acciones que ejerce
ó recibe un objeto, mientras no se esplique esta doctrina; y nada
mas claro que esta esplicacion, despues de leer el libro de la Medicina
antigua. Desde el tiempo de Hipócrates, se juzgaba que no era posible
comprender la medicina sin conocer al hombre; y responde aquel á los
que de tal modo opinaban de la manera siguicnte: «Yo creo, por el
«contrario, que no puede saberse lo que es el hombre sin conocer la
«medicina. El hombre se compone de humores y de órganos ; cada hu-
«mor , cada órgano tiene su accion particular, y se halla ademas en
«relacion con las variadas influencias de los alimentos, de las bebi-
«das, y de todo lo que á aquel rodea. Asi, para conocerla natura-
«leza del hombre , estudiad todo lo que sobre él ejerza alguna accion.»
Hé aqui como entiende Hipócrates que se funda el estudio del cuerpo
en el de la generalidad de la naturaleza, y hé aqui tambien (coinci
dencia notable) de qué modo lo comprende Platon. No es posible, en
verdad, conseguir mas exacta conformidad, ni hallar mayores luces so
bre un razonamiento poco desenvuelto. El testo de Hipócrates es el me
jor comentario del de Platon.
-182-
Asi que no solamente he esplicado las dudas que ocasionaban las
mismas palabras dd Fedro, sino que he adatado el testo del filósofo
ateniense, y he disipado la oscuridad que en él ofrecía el razonamiento
filosófico. Las dificultades, pues, se encuentran rodeadas de luce»
nuevas á inesperadas de un pasage de Platon , y esta es acaso la me
jor prueba que puede presentarse para referir la alusion de Fedro al
tratado de la Medicina antigua.
Si Platon no hubiese atribuido á Hipócrates por su nombre el pen
samiento á que se refiere, podría dudarse, al encontrarle en los es
critos del médico , el reconocer en él el original que tuvo aquel á la vis
ta. Pero Platon es esplícito : en Hipócrates fue donde leyó que el buen
método para estudiar el cuerpo es el de estudiar la generalidad de las
cosas , y tambien en un escrito reputado en la antigüedad como propio
suyo es en donde hallamos un pensamiento idéntico.
Pueden añadirse algunas observaciones que completen la inteligen
cia de las relaciones que tiene el libro de la Medicina antigua con las
doctrinas de este tiempo. Platon dice en el Sofista : «Vosotros que de-
«cis que el frio y el calor ó dos agentes semejantes constituyen la ge-
- «neralidad de las cosas.» (a) En Hipócrates se lee: «Los que establecen
«la hipótesis del frio y el calor, la humedad y la sequedad ó de cual-
«quiera otro agente, atribuyen las causas de las enfermedades y la muerte
«á uno de ellos, nomo causa primaria y constantemente la misma, (b)
No insistiré en la semejanza de las espresiones, aunque seria posible
que Platon las copiase de un libro que tenia entre manos, ni me de
tendré en otras locuciones idénticas. Debe hacerse notar que la polémica
emprendida por Hipócrates contra los sofistas y los médicos es segu
ramente relativa á las cuestiones que en su tiempo se agitaban. Acaba
mos de ver que combate algunos puntos de filosofía que Platon hace
impugnar á Sócrates en el Sofista, y arguye ademas contra la aplicacion
en medicina delas doctrinas de la escuela Eolia, y mas particularmente
do Zenon , que suponía que se hallaban compuestas todas las cosas de
frio, de calor, de sequedad y humedad. El diálogo titulado e\ Sofista
tiene muchas analogías con el libro de la Medicina antigua , y me hallo
inclinado á creer que Platon le puso aquí en juego á Hipócrates.
Dice este en dicho tratado (p. 5. Ed. Frob.), que es necesario es-
plicar á las gentes eslrañas en medicina las enfermedades que esperi-
mentan, y que cuando no se pueda vmo hacer entender de ellas, no
debe decirse 16 que hay en realidad . Esta idea es ciertamente singular:
pero en varios sitios de sus obras dice Platon lo mismo, «El medico
«preguntando delante del enfermo y de sus amigos, adquiere del pa-
«ciente ciertos datos, y le instruye en cuanto es posible acerca de su en
fermedad; y no le prescribe nada, antes de haberle persuadido.» (D«

(a) Tom. II. p. 41. Ed. Tauch.


(b) De vct. medie, p. 4. Ed. frot.
—183—
leg. 4. Tom. VI. p, 13'*. Ed. Tauch.) En otro sitio representa al medie,
hablando con su enfermo, llegando en sus explicaciones hasta el campo
de la filosofía, lomando la tnfermedad desde su origen, y desarrollando
toda la naturaleza del cuerpo (De leg, 9. Tom. VI. p. 317. Ed. Tauch.}
Ñútase que lo espuesto en el libro de la Medicina antigua relativamente
á los médicos y enfermos, se funda en los usos establecidos, que fue*
ron mencionados por Platon.
La comparacion cuyos elementos acabo de someter ai juicio del lec
tor, prueba , á mi parecer, que Platon tenia á la vista el pasage de
Ja Medicina antigua , y aun todo este tratado , cuando citó á Hipócra
tes en el Fedro. Resulta de aqui que este libro es uno de los mas au
ténticos que poseemos: refiriendo la cita de Platon á su verdadero lugar
no queda duda ninguna acerca de un escrito que el discípulo de Sócra
tes tuvo en sus manos, leyéndole y elogiándole. No pudo Platon en este
particular ni engañarse ni ser engañado.
Grune r ha advertido que el autor del tratado de la Medicina anti
gua se apoyaba en toda su argumentacion en una doctrina que admitía
muchos humores en el cuerpo humano, como el amargo, el dulce, el
agrio, el salado, el astringente etc., y que esta doctrina era propia de
Alcmeon, filósofo pitagórico que floreció setenta años, lo menos, antes
que Hipócrates: hácia el año 500 antes de J. C. «Alcmeon, dice Plu-
«tarco (De Plac. Filos. Tom. V. p. 314. Ed. Tauch.) atribuye la conser-
«vacion de la salud á la mezcla igual de las cualidades humedad,. se-
«quedad , calor, frio, dulce etc., y la enfermedad al predominio de una
«de ellas ; porque juzga que la preponderancia esclusiva de una sobre
'das demas destruye la salud.» En el tratada de la Medicina antigua se
encuentran la doctrina y las palabras de Alcmeon, y á la mezcla igual
de estas cualidades es á la que atribuye el autor de este tratado la con
servacion de la salud , asi como al predominio de una de ellas refiere
la causa de las enfermedades: se vale, como Alcmeon de la voz fúveiptit
para nombrarlas. Gruner que considera el tratado de que hablamos
como no perteneciente á Hipócrates, creyéndole muy posterior , vé en
esta copia de doctrina y de lenguaje hecha de un autor tan antiguo como
Aclmeon , un medio adoptado por el supuesto Hipócrates para revestir
un carácter de antigüedad. Pero era mucho- mas natural creer que un
escritor que copiaba de tal modo al filósofo pitagórico sin nombrarle, fuese
él tambien muy antiguo, y que Hipócrates. se apoyase en la autoridad de
Alcmeon, como- Platon lo hizo en la del mismo Hipócrates. Por lo demas,
al demostrar que aquel conoció el. tratado dela Medicina antigua, he
manifestado la conformidad que se- encuentra entre este tratado y los
libros anteriores, y le he colocado entre Alcmeon y Platon..
Acabo- de defender con testimonios extrínsecas, entre los que sobre
sale el de Platon, la autenticidad de dicho libro: pero no debe consi
derársele aisladamente: es preciso- examinarle ahora bajo el punto de
vista del resto de la Coleccion ; porque si, como yo creo, los testimo
nios que he reunido son suficientes para decidir la cuestion de autenti-
ticidad , este libro debe llevar á su vez los caracteres intrínsecos que le
-184-
pongan en armonía con los otros libros qne han sido tenidos en la anti
güedad como verdaderos de Hipócrates.
No hablaré al presente de lailoctrina do la coleccion, ni delas crisis,
ni de los dias críticos, en que hace fundamentar la ciencia el autor del
tratado que discutimos, y que son fundamentales en el sistema de Hipó
crates , porque sus discípulos tambien las profesaron : pero sí insistiré
en las estrechas conexiones que tiene este con otros libros. Asi, en el
de la Medicina antigua, se dice: «Las personas que acostumbran á
«almorzar lo que su salud exige , si dejan de efectuarlo, son aconieti-
«dos de una debilidad general , luego que pasa la hora de su costnm-
«bre; los ojos se ponen amarillentos ; la orina se hace espesa y cálida;
«la boca se pone amarga; hay tirantez do las entrañas, vértigos, mal humor,
«falta de aptitud para el trabajo, y con todo esto, cuando se ponen á
«hacer la segunda comida, les parecen las viandas menos gustosas, y no
«pueden concluir loque suelen comer á esta hora el dia que almuerzan;
«bajan los alimentos con retortijones y ruido de tripas, producen calor
«en el vientre , y el sueño de la noche es penoso y agitado con ensue
ños. ( a )
Pues á propósito de esto, se lee lo siguiente en el tratado del Re'ijimen
de las enfermedades agudas. «Los que acostumbran á hacer dos comidas
«en el dia, si omiten la de la mañana, estan flojos, débiles y poco aptos
«para toda clase de trabajo. Les duele el estómago ; padecen tirantez en
«las entrañas ; la orina se hace caliente y cargada; el vientre se estriñe,
«y en algunos se pone la boca amarga y los ojos hundidos; laten las sienes.
«y las extremidades se enfrian. La mayor parte de los que han dejado de to-
«mar el almuerzo no pueden comer «al mediodia; y si lo hacen , sien
ten pesadez en el estómago, y el sueño «es mncho mas penoso que si no
hubieran dejado de almorzar. ( b)
Todo se asemeja en estos dos pasages;el ejemplo, la observancia,
las espresiones ; y las ligeras diferencias que se advierten en las pala
bras , prueban que no es una copia literal uno de otro , sino un pensa
miento reproducido con toda libertad de redaccion por el autor á quien
pertence.
Enseguida de este pasage, diee el autor del tratado del Régimen
de las enfermedades agudas, pág. 371. Ed. Frob: «Tales incomodidades
«sobrevienen á las personas sanas por un cambio de régimen que solo
«se estiende á mediodia.» Lo mismo se lee en el tratado de la Me-
udicina antigua: «Un cambio de régimen por un solo dia, aunque no
«sea entero, produce graves molestias.» (c )

(a ) Pag. 7. Ed. Frob. Solamente he corregido, segun los manuscritos, los gran
des defectos que ofrece este pasage en todas las ediciones.
(b) P. 371. Ed. Frob.
(c) Pág. 7. Ed. Frob.
«Yo sé , dice el autor del libro'de la Medicina antigua, que es muy di-
ierente para el cuerpo un pan de arina pura y otro de arina sin ccr-
«ner, un pan de arina bien molida y otro en que no lo esté , un pan
«amasado con mucha agua ó con poca , uno bien y otro mal ama
chado, y uno bien y otro mal cocido.» Lo mismo es con la arina
de cebada, (a) El autor del tratado del Régimen delas enfermedades
agudas dice por su parte: «¿Cuán diferentes efectos no produce el pan
«hecho con arina fma ó con otra no cernida , cuando se cambia aqne-
«IIa de que comunmente se usa; y cuanto no cambia la preparacion
«á que uno está habituado el que la masa de la cebada esté seca ó hú-
«meda?» ( b )
¿Se quieren ejemplos en que se manifiesten los hábitos del escritor?
se dice en el tratado del Régimen de las enfermedades agudas : Supon-
«gamos un hombre que haya recibido en la pierna una herida que no
«sea muy grave, pero tampoco demasiado leve.» (c) El autor, he
cha esta suposicion, examina lo que sucederá á este hombre, y dicé
que se curará pronto si no anda: pero que si despues de haber per
manecido en quietud por espacio de cuatro ó cinco dias, empieza á
andar en seguida, se retardará la curacion de la herida mas que si
hubiese andado todos los dias despues del acto de recibirla. El autor
del tratado de la Medicina antigua dice del mismo modo : «Snponga-
«mos un sugeto afectado de una enfermedad que no sea ni de las mas
«graves, ni de las mas insufribles , ni tampoco de las mas benignas.»
( d j Supone despues un hombre de una constitucion ni muy robusta ni
muy débil , y concluye la comparacion de la misma manera que el au
tor del libro del Régimen de las enfermedades agudas termina la suya.
Estos son hábitos de razonar y de espresarse, cuya conformidad es tan
grande , que evidentemente es el mismo sugeto <el que compuso los tra
tados de la Medicina antigua y del Régimen de las enfermedades agudas.
Se dice en el primero de estos , que las constituciones mas débiles
Son las que mas se resienten de los escesos en el régimen ; que el débil
es el que mas próximo se halla á la enfermedad , y que el enfermo es
todavía mas débil. Añade despues el autor que es muy dificil conseguir
siempre un alto grado de precision , no poseyendo el arte una exacti
tud correspondiente, y que no obstante , muchos casos de que se habla
rá, no reclaman menos que este grado, (e) Habia yo dejado mucho tiem
po estas palabras , de gue se hablará , como una indicacion incierta de
tlgnn trabajo que era imposible hallar en la Coleccion hipocrática ; pero
io dudo en el dia que se refieran al tratado del Régimen di las enfer-

(a) Pag. 8. Ed. Frob. Salvas las correcciones qae me ban dado los manus
critos.
(b) Pag. 372. Ed. Frob.
(c) Gag. 873. Ed. Frob.
(d) Pag. 6. id.
'e ) Pág. 7. Ed. Frob.
medades agudas. Hay en este una frase que corresponde enteramen
te con lo anunciado en el de la Medicina antigua, y es el siguiente: «Yo
»no veo que los médicos sepan como es necesario distinguir en las en-
«fermedadesla debilidad que proviene de la vacuidad de los vasos, de laque
»es ocasionada por alguna irritacion , y de la que es el resultado del pa-
«decimiento y agudeza del mal. » (a) Este punto de doctrina es uno de los
que mas particularmente han ocupado al autor del libro del Régimen en
las enfermedades agudas , y tambien constituye la principal idea de la
Medicina antigua. Seria muy largo el esponer aqui todas las conexiones
que unen entre sí a estas dos obras. Me contentaré pues con manifestar,
despues de los pasages correspondientes que he presentado al lector, que
estos tratados no concuerdan menos en la idea general que los ha inspira
do , que en los pormenores de composicion y de redaccion ; y que ambos:
pertenecen á la misma filosofía médica , de tal modo , que el libro del
Regimen en las enfermedades agudas es verdaderamente una aplicacion
del gran pensamiento que domina en todo el de la Medicina antigua , el
cual consiste en que para hacerse docto en la ciencia de la vida, interesa
no estudiar el cuerpo en sí y segun tal ó cual hipótesis, sino investigar to
das las relaciones que le unen con los que le rodean.
Importa mucho consignar aqui las concordancias que la crítica llega á
describir , y la seguridad que obtiene por consiguiente. Examinando en
sí, por una parte, el libro de la Medicina antigua, le veo acorde con un-
pasase de Platon en que invoca el filósofo la autoridad y el nombre de Hi
pocrates, lo cual me inclina á creer que Platon aludió á este mismo libro;
sin que esta opinion se apoye mas que en este testimonio, siendo indepen
diente de todas las relaciones que puede tener este tratado con ciertasobras.
de la Coleccion hipocrática. Por otra parte, desentendiendome de este tes
timonio , inquiero por via de comparacion que juicio podría formarse"
acercado la autenticidad del libro de la Medicina antigua , sino exis
tiese la mencion hecha por el espresado filósofo ni tuviésemos para
resolver esta cuestion mas que el examen de las analogías que este libro
presentase con los demas de Hipócrates, y encuentro en este tratado ín
timas conexiones con otro que en la antigüedad se admitió como au
téntico. De manera que dos modos de determinacion tan independientes
uno de otro como los testimonios estrínsecos y las relaciones in
trínsecas nos conducen á un mismo resultado dándonos una misma
solucion..
Asi pues , en vista de las consideraciones que hemos hecho , no con
sidero exagerado decir que en esta discusion he demostrado que el tratado
de la Medicina antigua es propio de Hipócrates.
Pronostico. Un testimonio decisivo asegura la autenticidad de este
libro: Herófilo le ha comentado y. criticado en algunos puntos, y tal
autoridad no puede dejar duda ninguna acerca del verdadero origen del
Pronóstico. Por lo demas, toda la antigüedad y los críticos modernos

(a) Pág. 873, id.


-187-
han estado acordes en colocar este libro en la categoría de las produc
ciones legítimas del gefe de la escuela de Coo.
Aforismos. No es necesario decir que toda la antigüedad reconoció
este libro como auténtico, comprendiendo en esta palabra de antigüedad
no solamente á Paladio , Galeno y Erociano, sino tambien á los pri
meros comentadores Glaucias y Bacchio. La coleccion de los Aforismos
asciende pues á una época que precede á los críticos mas antiguos de li
teratura médica; ¿pero es propia de Hipócrates como han sostenido todos
los críticos de la antigüedad ? He dicho frecuentemente en esta intro
duccion, que nada hay mas sensible para el conocimiento de los libros
hipocráticos que la pérdida de los escritos de Diócles, de Ctesias, de Pra-
-xágoras, Crisipo y otros tantos autores que florecieron entre la época de
Hipócrates y la de Erasistrato. Hó aqui una nueva prueba: «Hipócrates,
«dice Ecio en su comentario sobre los Aforismos. (Schol. in Hipp. Ed.
«Dietz. T. II. p.326), cree que todas las enfermedades qué se hallan
«en circunstancias análogas presentan menor peligro ; y Diócles le
«hace una objecion diciendole: ¿Qué dices Hipócrates? ¿La fiebre ar-
«diente que en razon de la cualidad de la materia, es seguida de ardor,
«de una sed intolerable, de insomnio y de todo lo demas que en ella se
«observa, sera mas benigna á causa de la estacion análoga, cuando se
ttgravan por ella todos estos padecimien tos , que en el invierno que dis-
«minuge la intensidad del movimiento, suavízala acritud, y hace me-
«nos funesta toda la enfermedad?» Este pasage es decisivo, pues que se
c ta aqui el nombre de Hipócrates y un aforismo impugnado, y está con
firme con un pasage menos esplícito de Galeno. Comentando este el
aforismo en cuestion, añade: «Sostienen lo contrario Diócles y el autor
«del libro de las Semana». Estos escritores juzgan que las enferme-
«dades se agravan por circunstancias semejantes y que disminuyen por
«las opuestas , y tanto mas cuanto que el mismo Hipócrates dijo que
«los contrarios se curan con los contrarios.» Opinan que la fiebre ar-
adiente gue aparece en el invierno, es mas fácil de curar que la que se
«prssenla en el estío.» (a) El tratado de las Semanas, del que he sa
cado una antigua traduccion latina, y del cual se insertó un fragmento
en el supuesto libro hipocrático de los Dias críticos (p. 388, Ed, Frob),
contiene esta frase: «La señal mas importante de curacion es que la
«fiebre ardiente , asi como las demas enfermedades , no sea contra la
«naturaleza: la segunda es que la misma estacion concurra á combatir
«la enfermedad ; porque generalmente no sobrepuja la constitucion del
«hombre al poder del conjunto de las cosas.»
El aforismo en cuestion , que es el 33 de la 2? seccion , está con
cebido en estos términos: «Es mucho menor el peligro de las enfer-
«medades en aquellos en quienes es mas conforme con la índole de ellas
«la naturaleza de su cuerpo, su edad, su constitucion y la estacion,

( a ) Tom. V. p. 247. Ed. Bas.


-188-
«que en los (lue tiene» las dolencias pocas relaciones de conformidad de esta
«clase.» En la proposicion de Hipócrates no se> hace mérito de la fie
bre ardiente; pero Galeno. nos dice que el cjemplo.de esta fiebre se halla
citado cu eltratado.de las Semana*. El trozo que de él he referido ma
nifiesta que Galeno trasladó fielmente el sentid» del autor de este es
crito ; y sea dicho de paso , el aforismo- de Hipócrates sirve para com
prender bien una voz de este libro ; pues podría dudarse del significado
de la palabra en el pasage en que se dice que el signo mas im
portante es que la fiebre ardiente no sea contra natural , pero la signi
ficacion queda bien determinada por el aforismo , en que aquella voz sig
nifica claramente naturaleza del cuerpo.
Por otro lado , Galeno nos manifiesta ademas que Diócles, al sentar
lo contrario que el aforismo de que hablamos , habia tambien admitido
el ejemplo de la fiebre ardiente. Asi se dice en efecto, en la cita de
Erociano ; y es evidente ,. por esta cita , que cuando dijo Galeno que el
autor del libro de las Semanas y Diócles juzgaban que dicha fiebre se
curaba mejor en el invierno que en elverano.no se atuvo tanto al espíritu
como á las espresiones de Diócles ; porque no se hace mencion del in
vierno y el verano en el libro de las Semanas, sino ea el pasage del
médico de Caristo.
De aqui resulta la prueba de que los Aforismos fueron publicados
anteriormente á Diócles ; y sentado esto , todo induce á creer que fueron
escritos por Hipócrates , y que no son, como algunos modernos piensan,
un. esteacto de sus obras hecho por otro.
Galeno dividió los Aforismos en siete secciones, y probablemente
mucho tiempo antes que él, Rufo los distribuyó en cuatro , y Soram en
tres. A. pesar de estas varias divisiones, el orden de las proposiciones
aforsticas no ha dejado de ser siempre el mismo, como lo he- demos
trado en el capítulo dedicado á la série de los comentadores. Con todo,
este libro tan estimado en la antigüedad uo se ha librado de alteracio
nes al menos en la redaccion y disposicion, que se refieren hasta la época
de los primeros comentadores , como Bacchio, y Galeno cita, de ellas un
gran número.
La 8? seccion? que presentan algunos manuscritos é impresos, es una
edicion muy moderna. Estos supuestos aforismos son estractos del libro
de las Semenas , como lo probaré al hablar de este tratado.
Epidemias.—libro i y ui.'—Se sabe que las Epidemias se componen
de siete libros , cuya disposicion data ( como lo. he hecho ver en el capí
tulo XI) hasta la época de Bacchio, y el ejemplar hallado , como dice
Apolonio Biblas , en la biblioteca real de Alejandría, contenia los siete
en el mismo órden. Puede juzgarse con tanta mas seguridad que esta
division en siete libros y el órden en que se siguen son el hecho de la
publicacion primitiva , cuanto que los críticos antiguos se- manifestaron
opuestos á este arreglo sin indicar nunca con todo la época en que
se verificó, y si se hizo posteriormente a la primera publicacion. Efec
tivamente, refiriendo Galeno las diversas opiniones sobre los autores
de los siete libros , dice que casi todos coavicaen en. que el primero y
-189-
lerccro son del grande Hipócrates. ( a ) Los bibliotecarios de Alejandría
pensaban sobre esto del mismo modo , é inscribieron á los dos con el tí
tulo de los libros de la mesa pequeña, f b ) Por estos detalles se vé que
reuniendo el primero y tercer libro, si repugno- la colocacion del primi
tivo editor de las obras de Hipócrates , me conformo con la opinion de
toda la antigüedad, que siempre admitió que el tercer libro es la conti
nuacion del primero. Es tambien probable que los manuscritos los pre
sentasen en el mismo órden: en efecto , M. Mercy hizo ya notar que el
manuscrito 2253 de la biblioteca real tenia á continuacion del primer
libro las primeras palabras del tercero, y asi es realmente. En lin , es
tan semejante el contesto de estos dos libros , que es imposible dejar
de persuadirse al leerlos , de- que sean- el uno continuacion del otro.
Esta conveniencia de pareceres de los críticos de la antiguedad , es
pues la que me ha decidido á admitir por un lado que estos dos li
bros proceden del mismo Hipócrates, y por otro, á separar los. cinco
que llevan el mismo título , formando con ellos una obra aparte. Pero
es preciso añadir que los testimonios en favor de I» autenticidad de es
tos libros no pasan mas allá de Bacchio- y de los bibliotecarios de Ale
jandría: ninguna mencien se hace áe- ellos en el intervalo de los tiem
pos anteriores. Con todo, yo creo que la antigüedad no se engañó, y
que se les puede contar en el número de- los auténticos. Efectivamente,
están unidos poc los vínculos mas estrechos á las partes mas esenciales
de la medicina d* Hipócrates , y si es cierto:: (como no puede dudarse),
que los Pronósticos son del gefe de la escuela de Coo , el primero y ter
cero libro de las Epidemias no pueden^menos de pertenecerle; porque en
ellos se halla espuesta la historia particular de los enfermos segun la
doctrina que constituye aquel tratado..
No se han Libertado estos libros de las alteraciones que- han sufrido
otros tantos de lal Coleecion hipocrática, que son el hecho de la pu
blicacion primitiva , como tuve siempre cuidado de advertir. «No se,
«dice Galeno, ¿qué desgracia sucedió á este libro (el tercero), como á
«otros muchos de Hipócrates, en que- se- notan ya alteraciones en su
«orden , ya adiciones á lo que él mismo habia escrito?» ( c ) Hace Ga
leno esta observacion , á propósito de los caractéres de que anterior
mente se ha hablado , y añade luego : «Los caractéres han sido sin duda
«inscritos por alguno que, para instruccion suya, reasumió de tal modo
«los resultados de cada historia.» ( d ) Estos caractéres existían en el pri
mitivo ejemplar que poseia la biblioteca real de Alejandría; y serian en
efecto inscritos, como juzga Galeno, por alguno de los discípulos ó
descendientes de Hipócrates , para su instruccion.
Oirá alteracion mas considerable ha sido indicada por Dioscorides y

(a ) Tom. III. p. 181. Ed. Bas.


(b) Id. id.
(e) Gal. Tom. V. p. 399. Ed. Bas..
(d ) Id. id.
-190-
reconocida como tal por Galeno, y es el cambio de un pasage largo
que en todos los manuscritos antiguos se hallaba colocado al final del
libro tercero , y Dioscorides puso delante de la historia de los diez y
seis últimos enfermos. Galeno admite esta traslacion, juzgando que este
pasage no pertenece á Hipócrates , sino que ha sido añadido por algun
otro. ( a )
Del hegimen en las enfermedades agudas.—Examinemos primera
mente los testimonios relativos á este libro. Galeno le considera pro
pio del anciano de Coo, escepto el final, del que dice lo que sigue:
«En el libro del Jiégimen han sospechado muchos médicos, y no sin
«motivo, que le siguiente al articulo de los fíanos no pertenece á Hipó-
«crates , porque el vigor de la esposicion y la exactitud de los precep-
«tos son muy inferiores al resto ; otros sin embargo se han inclinado á
«admitir este pasage como genuino , atendiendo ya á que el pensamiento
«es en él conforme con su doctrina , de modo que pudiera creerse que
«son la obra de alguno de sus discípulos , y ya á que la redaccion y
«el pensamiento son en él tan incontestables, que parecen proceder de
«Hipócrates que se estuviese preparando á componer un libro en que
«hablase del tratamiento de cada enfermedad en particular, como pro-
«metió en el curso de esta misma obra. Pero este trozo contiene evi-
«dentemente frases que no son dignas de Hipócrates , y es preciso creer
«que fueron añadidas al fin, como sucedió en los Aforismos; porque
«hallándose los escritos del médico de Coo en la memoria de muchos
«hombres , los que hicieron adiciones , las hicieron á lo último.» ( b )
Erociauo considera este libro como perteneciente á Hipócrates sin hacer
en él distincion ninguna. Ateneo asegura que muchos tenían por ilegi
tima la mitad , y aun algunos el todo. ( c ) Bacchio habia esplicado va
rias voces de él en su vocabulario; por consiguiente se tuvo este tra
tado desde entonces como hipocrático: pero aun se puede ir un poco
mas lejos. Efectivamente, hablando Galeno de la parte que considera
«ilegitima, dice: «Si este trozo no es de Hipócrates, es sin embargo
«muy antiguo; porque desde el tiempo de Erasistrato se halla reunido
á la parte legitima. ( d )
Lo que es mas dificil de concebir en la historia del libro perteneciente
al Régimen de las enfermedades agudas, es como Galeno entiende que Era
sistrato habia hecho la critica de él. Voy á esponer á la vista del lec
tor los pasages concernientes á esto, á fin de que pueda el mismo
comprobar las consecuencias que de ellos deduzca.
«Los sectarios de Erasistrato acusan á Hipócrates de hacer morir
«de inanicion á sus enfermos; porque lo que aquel dice en su libro pri-
«mcro de las Fiebres contra Apolonio y Dexipo, discípulos del médico

(a ) Tom. V. p. 431. Ed. Bas.


(b) Tom. V. p. 87 Ed. Bas.
(c) Deipnos. II. 16. p. 37, Ed. Casaub,
(d) Tom. V. p. 89. Ed. Bas.
-191-
«de Coo , hace llegar hasta el mismo Hipócrates la censura de una es-
«cesiva severidad en la dieta. ( a )
«Erasistrato eu su tratado sobre las Fiebres, impugna á este con
«mala intencion, acusando, es verdad, á sus discípulos Apolonio y De-
«xipo , que dice haber hecho construir vasos de la capacidad de la sesta
«parte de una cotila , ( b ) y no haber permitido mas que uno ó dos á
«los enfermos Para confundir la malicia con que cita á Apolonio
«y Dexipo sin tener un escrito suyo que manifestar, y sin escuchar al
«mismo Hipócrates, basta citar algunas frases del tratado del Regimen
«en las enfermedades agudas.» ( c )
«La última parte de este tratado es una composicion antigua ; porque
«desde el tiempo de Erasistrato, se hallaba ya unida á la primera, que
«es auténtica. No puede pues concebirse cómo Erasistrato se atrevió
«á burlarse de Apolonio y Dexipo, y de sus vasos de cera. (T. V.
«p. 89.»)
Estos pasages serian indudablemente muy claros , si tuviesemos á la
vista los del libro de Erasistrato á que aluden : pero habiendose perdido
las obras del médico de Alejandría , se hacen muy oscuros, porque para
nosotros son una conversacion en que solo se oye á un interlocutor,
hallándose el otro fuera del alcance de nuestro oido.
Loque resulta delas citas anteriores es que Galeno, acusando á Era
sistrato de haber hecho una censura injusta de Hipócrates, no refiere las
impugnaciones sino como dirigidas á Apolonio y Dexipo. Y si Erasistrato
no hubiese hablado mas que de estos dos médicos, como habría de ha
berse imaginado Galeno, que estos dos nombres no eran mas que un es
cudo con que el ilustre médico de Alejandría se encubría , para dirigir
sus tiros contra Hipócrates? Y no solamente Galeno tenia esta opinion,
sino que tambien participaban de ella los discípulos de Erasistrato, y los
que decían que Hipócrates hacia morir de hambre á sus enfermos. ( d )
Seguramente habia en el tratado de las Fiebres algo mas, relativo á este
particular, que la mencion de Apolonio y Dexipo. Debia nombrarse en
él á Hipócrates asi como tambien el tratado del Regimen de las enfer
medades agudas. Hé aqui como concibo que se espresó aquí esta indi
cacion : al recorrer Erasistrato la série de médicos que habian aconsejade
en las Fiebres los métodos mas opuestos desde los que condenaban á
sus enfermos á una abstinencia completa , hasta Petronas que los lle
naba de vino y de comida , debió decir de Apolonio y de Dexipo que

( a ) Tom. V. p. 47. Ed. Bas.


( b ) f.a sesta parle de la medida griega cotila es un ciato, que representa
0.0 i.i de un litro . segun Saigey , en su metrologia pag. 31 ( y cada litro corres
ponde á una media azumbre escasa castellana). En farmacia , equivaliendo una
cucharada a media onza de liquido , la sesta parte de una cotila, viene i hacer
poco menos de tres cucharadas.
( c ) Gat. T. V. p. 83. E.i. Bas.
fdj Gal. T. V. p. 80. Ed. Bas.
-192-
cran discípulos de Hipócrates y que estaban imbuidos en los mismos
preceptos del tratado del Régimen de las enfermedades agudas; añadió
que hacían morir de inanicion á sus enfermos , y se burló de las peque
ñas medidas que habian imaginado y que las prescribian tan puntual
mente en las afecciones febriles. Asi es como Galeno pudo decir que
atacando Erasistrato á Apolonio y Dexipo, habia combatido realmente
al mismo Hipócrates y al libro del Regimen de las enfermedades agu
das; y asi es tambien cómo los discípulos de Erasistrato pudieron acu
sar al médico de Coo , de haber atormentado á sus enfermos con una
abstinencia demasiado severa. Con esta esplicacion todo se aclara. Era
sistrato denigra á Hipócrates, pero no impugna directamente sino á Apo
lonio y Dexipo; no existe de estos médicos ningun libro que presentar,
y sin embargo los manifiesta como fieles discípulos de su maestro , ri
diculizando su práctica. En vez de citar i aquel mismo , cita á estos,
y añade aquí Galeno , que basta para confundirle recurrir al mismo
tratado de Hipócrates ; lo cual no vendría al caso , si este tratado y su
autor no se hallasen envueltos de algun modo en la censura dirigida
contra los dos discípulos. Mas adelante advierte que el final del libro
del Régimen de ío* enfermedades agudas, apócrifo en su concepto, se
hallaba unido á la parte auténtica, desde el tiempo de Erasistrato, y
esclama despues (le esta advertencia: No puede concebirse el atrevi
miento de Erasistrato, que se burla de las pequeñas medidas (íe Apo
lonio y Dexipo. No existe conexion alguna entre estas dos frases, á
menos que se suponga , como Jo he hecho mas arriba , un pasage de
Erasistrato , en que se dijese que estos dos médicos seguían las máxi
mas del tratado del Régimen de las enfermedades agudas. En este caso
tuvo razon Galeno para acusar á Erasistrato de mala fé, por empe
ñarse en hacer llegar hasta Hipócrates la responsabilidad de la prác
tica de dos de sus discípulos, sin querer discutir el testo mismo del
médico de Coo.
Sea lo que quiera relativamente á este particular, resulta compro
bado que no solamente fué reconocido por Bacchio esle libro como hipo-
crático, sino que tambien existia en Alejandría desde la época de Era
sistrato; y que este médico le criticó de una manera ó de otra. Es cierto
que faltan testimonios anteriores, pero admitido esto , demos un paso
mas adelante. ¿No critica el autor de este tratado á los médicos cnidia-
nos, el haber dado á cada síntoma el nombre de enfermedad? No de
clara formalmente el autor de los Pronósticos que se abstiene de enu
merar los nombres de las enfermedades, diciendo que bastan para su
objeto los signos generales del pronóstico? ¿No es esto una polémica di
simulada contra los médicas de Cnido? ¿Y no pertenecen los dos libros
á un mismo pensamiento y á una misma mano? No existen notables
identidades entre ambos tratados, como advertí con motivo del de la
Medicina anthptal ¿No forma todo esto un campo de doctrina, un
conjunto en que las cosas están unidas, y que apoyándose en Platon,
por el libro de la Medicina antigua , adquiere de esté modo la mas irre-
probable autenticidad?
En cuanto á la parte que juzga apócrifa Galeno, es preciso considerarla
t-ambien sino orno tal, como una coleccion, al menos , de notas mal re
dactadas. En todo caso, estas dos partes, uni las desde una ramota antigüe-
dad , no pueden separarse, y yo las publicaré como se hallan cu todas las
ediciones.
De los Aires Aguas y Lugares. Habiendo probado con tantos
testimonios unánimes que los Aforismos , el Pronóstico y los libros
2.# y 3.° de las Epidemiis son verdaderamente hipocrálicos , he estableci
do un punto de partida lijo , uu término de comparacion que nos proporcio
nará mas certeza, en don le sean menos vagas las noticias. El tratado de los
Aires, Aguas y Lugares se halla en este caso: toda la antiguedad le reco
noce por auténtico ; Galeno y Erociano lo aseguran, y como Epicles, com
pilador de Bacchio, espllca una voz de él, resulta que fué tambien conocido
este libro desde los críticos mas antiguos de Alejandría. Pero ya desde este
tiempo nos faltan los testimonios: yo creo, sin embargo, que el examen in
trínseco prueba que este libro pertenece realmente á Hipócrates. Dice el au
tor del Pronóstico que las reflexiones que hace son aplicables á la Escitia, á
la Libia y á Delos, y el autor del tratado de los Aires , Aguas y Lugares
recogió sus observaciones en la Escitia, en la Libia, y en la Grecia tan
to asiática co:no Europea. Con que siendo el Pronóstico de Hipócrates, el
tratado de los Aires Aguas y Lugares os sin duda tambien suyo. Ademas la
conformidad do algunos pasages de este libro con los Aforismos y con los
libros 1.° y 3.° de las Epidemias es tan frecuente, que indudablemente
pertenecen todas estas obras á un mismo autor.
So encuentra en Aristóteles un verdadero resumen de este tratado,
qne os el siguiente : «Los pueblos que habitan los climas fríos, los pueblos
«de Europa, son en general muy valientes , pero inferiores en inteligencia
«y en industria ; y si conservan su independencia, son indisciplinables en
«política, y nunca han podido conquistará sus vecinos. En Asia por el
«contrario, son los pueblos mas inteligentes, mas industriosos, pero les
«falta corazon , y están siempre bajo el yugo de una esclavitud perpétua.
«El pueblo griego, que topográficamente es intermedio, reune todas las
«cualidades do los dos: posee á la voz inteligencia y valor.» fa) Se incli
na uno á creer que tuvo Aristóteles á la vista el tratado de los Aires , Aguas
y Lugares , cuando escribió este pasage.
De las Abticl'laciones. Veamos cuales son los testimonios de esto
libro. A Galeno no se le ofrece duda alguna sobre su autenticidad ; Erocia
no le inscribió en su catálogo, y Bacchio y Filino, discípulos de Herófilo,
esplicaron palabras suyas en sus comentarios. De modo que este libro fi
gura en la Coleccion hlpocrátlca , desde su origen : pero habiendo im
pugnado muchos críticos modernos su legitimidad , no bastarán estos an
tecedentes para convencerles, y será preciso buscar nuevas pruebas que ae
refieran á un tiempo mas antiguo.
Ctosias , en uu pasage que ya ha sido citado anteriormente , vitupera.

(«) Pol. T. II. p. ti. Ind. tJe M. B»rlhclémy.-SaíDt.-Bna!re. París, 1837.


-Mi-
una práctica quirúrgica de Hipócrates , que se halla en el tratado de las
Articulaciones. Aun los propios términos de que (íaleno se vale son signi
ficativos. Dice que el primero que criticó á Hipócrates con motivo de la
reduccion del muslo, fué Ctesias; esta palabra el primero, prueba que no
fué hecha su advertencia sin fundamento, y que Ctesias fué esplíeito. Asi
que es positivo que este crítico impugnó un precepto de cirujíadeHipócrates,
que este precepto se encuentra en el tratado de las Arliculuciones,y que los
críticos antiguos refirieron la censura á este tratado. Hé aqui un primer
punto importante para la historia literaria de Hipócrates. Segundo punto
que no lo es menos: se lee en el tratado de las Articulaciones; aproximar
la escalera á una torre ó al tejado de una casa.it Copiando Diocles este pa-
sage, dice Galeno que escribio en su libro de Vendajes la misma frase
idénticamente, y juzga que es la de Hipócrates: advirtiendo que el tenia á la
vista el libro de este ílustre médico y el de Diocles, loque dá un gran peso
á su opinion. Nos falta este cotejo, es verdad ; pero con todo, comparan
do las dos frases, se conoce sin dificultad que la una esta calcada sobre la
otra , siendo ademas visible que la de Diocles es posterior la del trata
do delas Articulaciones. Efectivamente, áHipócratesse valió de una voz que
se hizo oscura Tupjts , en términos que los comentadores creyeron deber
esplicarla ; y Bacchio en el primer libro de su obra titulada las Diccio
nes , dyo que significa una tienda de campaña , una torre , una almena
de un castillo. (a) Pues Diocles sustituye á esta palabra la de xvpyos que es
mas usual; y esta advertencia no me parece que deja duda alguna, en la
cuestion de saber si Diocles tomó su frase del libro de las Articulaciones.
Hé aqui pues una frase que asegura Galeno haber sido copiada por Dio
cles de este tratado, y ademas un precepto quirúrgico, que se encuentra en
el mismo , y que Ctesias reputó como un error que padeció Hipócrates. I-a
antigüedad entera, por otra parte, ha considerado este tratado como au
téntico, y dos discípulos inmediatos de Herófilo le han comentado. Es di-
ficil destruir tal conjunto de argumentos , (pie todos se apoyan en testimo
nios directos, y dejar de creer que el libro de las Articulaciones sea ver
daderamente de Hipócrates.
Todas estas pruebas se necesitan para disipar las prevenciones suscita
das por muchos críticos modernos , Gruuer entre otros , Sprengel y
Grimln.
Se ha asegurado que el conocimiento de las arterias y de las venas
implicaba una fecha posterior á Hipócrates, y ya he manifestado ante
riormente que las arterias fueron nombradas por Eurifon mas antiguo
que él. Se ha presumido tambien que la palabra músculo era de las
escuelas de Alejandría, y ya he demostrado que se encuentra en Ctesias.
Grüner en su Censura de los libros hipocráticos pág. 181 y Sprengel
eu su Apología de Hipócrates , han creido hallar una contradiccion en
tre un pasage del tratado de los Aires, Aguas y Lugares, en que ha
bla el autor de las mugeies guerreras de los Sauromatas, y otro del

<•) Eroc. Glosar. p. 36í. Ed. Frani.


-198
libro de las Artículaeiones , en que el autor tilda de fabulosa la histo
ria de las Amazonas. Pero lo cierto es que no existe contradiccion en
tre estos dos pasages, porque ninguna relacion tienen entre sí. El libro
de los Aires Aguas y Lugares habla de las mugeres sauromatas que iban
á la guerra y se atrofiaban una mama á fin de tener mas libres los
movimientos ( a ), lo que cuenta el autor como una observacion verda
dera ; y el de las Articulaciones habla de las Amazonas que desar
ticulan las estremidades inferiores á los hombres, en su niñez, para
prevenir por su parte toda sublevacion contra ellas , lo cual refiere
el autor como una fábula. ( b ) Se vé pues, que sin incurrir en con
tradiccion , bien pudo el que citó la observacion de las mugeres sau
romatas , criticar de fabulosa la historia de las Amazonas, M. Libas
(Monumentos de la antigüedad mitológica recogidos en la Grecia por la
comision de Morée, primer cuaderno , pág. 65J dice esplicando los por
menores del bajo relieve que se hallaba en el templo de Flgalia, y
representaba la derrota de las Amazonas: «La mayor parte de ellas
«tienen el pecho enteramente descubierto , algunas solo llevan des-
«nuda la mama derecha, y ninguna la tiene cortada; aunque se haya
««supuesto que lo uno y lo otro se usaba entre las Amazonas , porque
«las permitía manejar el arco con mas facilidad. Esta mutilacion no
«tiene en favor suyo mas que la autoridad de algunos autores, en cuyo
«número es sorprendente hallar á Hipócrates (De Aere et LocisJ, sin
«que se halle indicada en ninguno de los monumentos de la antigüedad
«mitológica que he visto.» Pero Hipócrates atribuye esta mutilacion, no
á las Amazonas , sino á las mugeres sauromatas. Estoy satisfecho de ha
ber leido en M. Libas, que los monumentos antiguos (el templo do
Figalia fué edificado ¿30 años antes de J. C. ) no representaban
á las Amazonas con el pecho mutilado , é Hipócrates no se halla en
contradiccion con ellos: solo que es probable que el pasage de lasJr-
ticulaciones , en qne se habla de las Amazonas que dislocaban los miem
bros á los niños, y el de los Aires, Aguas y Lugares, on que se dice
que las mugeres sauromatas se atrofiaban un pecho, se hayan confun
dido, y dado lugar al error de creer que las mitológicas Amazonas so
mutilaban asi , cuando no se dice en realidad tal cosa.
Ademas, si admitimos con los críticos modernos, mas arriba cita
dos, que el tratado de las Articulaciones contiene nociones anatómicas
superiores á las que pueden suponerse en el tiempo de Hipócrates,'
i en qué época habremos de colocar la composicion de este libro? Estos
conocimientos anatómicos tan adelantados se atribuyen á la escuela do
Alejandría , y á pesar de esto dos discípulos de un gefe de esta es
cuela, Filino y Bacchio , no vacilan en considerar el tratado de las Ar
ticulaciones como obra de Hipócrates. Si este libro encierra nociones
que solo pueden pertencer i dichos anatómicos alejandrinos , se dejaron

( • ) Pág. T8. Ed. Frub.


( b ) Pag. 190. E<1. Frob.
-196-
estos engañar por una obra que , por decirlo asi , fué compuesta ante
sus ojos. No puede por lo tanto considerársela en ningun caso, como
post-alejandrina.
Todo esto constituye un conjunto de pruebas, que en mi juicio equi-
Talen á una demostracion; asi es que, siguiendo siempre las reglas que
me he propuesto , y segun las cuales considero coma de mas valor los
testimonios anteriores á la fundacion de las escuelas alejandrinas , no
he podido menos de atribuir á Hipócrates el tratado de las Articu
lacion».
De las fracturas. Aunque considero el tratado de las Articulacio
nes como la continuacion del de las Fractura», he querido hablar pri
mero de aquel , porque Galeno nos ha trasmitido de él algunos testi
monios de que carece este último. Ahora, para demostrar la autentici
dad del tratado de las Fracturas , será suficiente hacer ver que forma
un todo muy conforme con el de las Articulaciones. Galeno se encargó
de este trabajo, y por lo tanto me contentaré con traducirle, (a) «He
«dicho al comentar el t ratado de las Articulaciones , que era una con
tinuacion del de las Fracturas ; quiero recordar aqui aunque breve-
«mente , las razones que prueban este aserto. Desde luego se hace evi-
«dente por el modo de empezar de uno y otro tratado ; el de las Frac
turas comienza por estas palabras : Es necesario que el médico haga
ula eslension lo mas directamente posible en las lujaciones y fractura»;
«el autor anuncia claramente con esto, que tratará de fracturas y de
«lujaciones. El de las Articulaciones empieza con la partícula /i , que
«indica siempre una continuacion y nunca el principio de un tratado.
«Sin embargo, algunos llevan su inteligencia y erudicion hasta el es-
«tremo de citar el libro de Xenofonte titulado el Económico, creyendo
«probar con esto que los antiguos tenían la costumbre de servirse de
«la partícula J't al principio de un libro, y para esto transcriben la
«primera frase de la obra de Xenofonte que se halla concebida en
«estos términos: x<ol/.-a lfi voit fCc (Yo le he oido darme las si-
«guientes instrucciones sobre economía): pero ignoran que este libro
«es el último de los Memorables de Sócrates. Ademas, la esposicion
«misma de las materias de que trata, prueba que el tratado de las Articu
laciones es continuacion del de las Fracturas. En efecto, habiendo
«prometido el autor en este último ocuparse de las lujaciones y de las
«fracturas, añadió en el libro de las Articulaciones lo que no habia
«espuesto en el otro ; de manera que llena cumplidamente su objeto.
«He recordado tambien que algunos creian que Hipócrates no dividió
«la obra entera en dos libros , que solo compuso uno titulado de la Ofi-
«fina del médico , y que despues este libro único habia sido dividido
«en dos por algun otro , en razon á ser demasiado largo. Hipócrates no
«omitió ninguna especie de lujacion ni fractura, exceptuando las del crá-
«neo, y estoy porque se propuso tratarlas á parte: para convencerse de

( a ) Tom. V. P. 373. Ed. Bas.


--197--
«esto, bastará recordar los objetos que espuso en los tratados de las Ar
ticulaciones y de las Fracturas. En este último habla de las frac-
«turas del antebrazo, brazo, pierna y muslo, despues de las del
«pie y de la mano, en seguida de aquellas que van acompañadas
«de herida y denudacion del hueso, y en fm de las fracturas de las
«articulaciones de la rodilla y del codo. Solo le restaba hablar de las
«articulaciones de la espalda , de la cadera , y del raquis , y en clase
«de fracturas , de las propias de las costillas , mandibula inferior, na-
«riz y orejas-, y de ellas trata en el libro de las Articulaciones.
«Ademas, despues de haber dedicado algunos artículos en ambos libros
«para la diastasis de los huesos y las contusiones , completa en el de
«las Articulaciones , lo que no concluyó en el de las Fracturas ; de
«suerte que no omite especie alguna de lujacion, ni fractura , ni de
«diastasis de los huesos. Tambien habló de la contusion de los mús-
«culos , venas y ligamentos. Todo esto prueba que el libro de las Ar
ticulaciones es continuacion del de las Fracturas. Finalmente, despues
«de haber aconsejado en este último á los médicos que hayan de prac
ticar en ciudades populosas, el tener una máquina de reduccion, hace
«de ella una descripcion detallada en el libro de las Articulaciones:
«esto es lo que despues ha sido llamado el banco de Hipócrates.
Nada tengo yo que añadir á lo espuesto por Galeno. Ha demos
trado que estos dos tratados no son mas que uno , y debe por con
siguiente concederse al tratado de las Fracturas el mismo grado de
autenticidad que al de las Articulaciones.
Algunos críticos antiguos, segun Galeno, atribuían unos y otros al
Hipócrates hijo de Gnosidico, y abuelo del célebre Hipócrates; lo cual
es tanto mas singular, cuanto que muchos críticos han sostenido, por
el contrario, que estos dos libros eran relativamente de fecha menos
atrasada.
Dk los instrumentos de reduccion. Este tratado es citado por Ga
leno como un libro cuya autenticidad reconocen unánimente los críticos.
Erociano le incluyó en su índice, y desde el tiempo de Bacchio figura
en la Coleccion hipocrática. Mas no me he determinado á colocarle
al lado de los que considero como verdaderas obras de Hipócrates,
tan solo por la opinion de los críticos de la antigüedad. En el capítulo
X dejo ya probado que el libro de los Instrumentos de reduccion era
un compendio del de las Articulaciones , y por lo tanto no he querido
separar al compendio del original, sea quien quiera el hipocrático que
haya hecho este análisis. Es necesario ademas tener presente que este
opúsculo está precedido de una introduccion anatómica muy corta, y
que sin duda es tambien un estracto. Puede suponerse que esta intro
duccion , en sus proporciones primitivas , serviría de preámbulo á los tra
tados de las Fracturas y de las Articulaciones , que entonces no forma
ban mas que un solo libro ; suposicion tanto mas admisible cuanto
que el primero de estos empieza de un modo muy repentinos que pa
rece indicar que estaba precedido de alguna otra cosa.
Al libro delos Instrumentos de reduccion, estaba unido en la an
-168
tígüedad un fragmento que cita Galeno con el titulo de libro sobre
las Vena». En nuestras ediciones forma este fragmento parte de la com
pilacion titulada de la Naturaleza de los huesos, del cuai nos ocupare
mos en la clase novena.
De las heridas de cabeza. El testimonio mas antiguo que posee
mos acerca de este libro es el de Bacchio. Sin embargo parece que en
la antigüedad no ha dudado nadie de la autenticidad de este tratado:
y debemos creer tanto mas en esta unanimidad, cuanto que nada en el
la contradice: solo algunos cortos fragmentos han sido considerados como
añadidos y apócrifos. ( a )
Jrn\MliNTO. Muchos críticos modernos han dudado de la autenti
cidad de este escrito. Sin embargo, se encuentra citado muchas ve
ces en la antiguedad, Erociano le incluyó en su catálogo, y ciertamente
tomó esta indicacion de los comentadores anteriores. Es por lo tanto
indudable que muy desde luego formó el Juramento parte de la Colec
cion hipócrática. He dicho mas arriba (Cap. U) que una cita de Aristó
teles solo parecía poder hacer relacion al Juramento. Ademas, si se lo
examina con detencion no se podrá menos de concederle una remota
antiguedad. Evidentemente se refiere á una corporacion constituida del
mismo modo que la que formaban los Asclepiades ; y si se coloca su
composicion despues de la fundacion de la escuela de Alejandría, no se
ria fácil comprender á qué estado de cosas podria aplicarse. La grave
dad del lenguaje, el positivo sentimiento de la responsabilidad médica
que en este libro se consigna, todo se opone á considerarle como obra
posterior de un falsario. Lo que ha hecho sospechar de él es la men
cion de la litotomia , operacion , segun dicen , que no se practicaba en
unos tiempos tan remotos. Pero esta es una asercion enteramente gra
tuita ; y es muy probable que , á ejemplo de la medicina egipcia , hu
biese en Grecia médicos para los ojos, para los dientes etc., y para la
litotomia. Sprengel (Apología de Hipócrates, Bd. I. P. 77.) dice que al
gunos pasages , y entre ellos el relativo á la talla, han sido añadidos
ó falsificados por los Alejandrinos; y que Celso, autoridad irrecusable en
este particular, designa á Ammonio de Alejandría con el sobrenombre
de litotomista, como al principal cirujano. Hé aqui lo que dice Celso:
«Si pareciese muy grueso el cálculo para poder ser estraido sin dislace-
«rar el cuello do la vejiga, es necesario dividirle; operacion inventada
«por Ammonio, que por esto ha recibido el sobrenombre de litotomista.»
( a ) Despues describe Celso el instrumento , y esplica el proceder de
que se valia Ammonio para dividir el cálculo.
Se vé pues que segun el mismo Celso , se practicaba la talla antes de
Ammonio, que nada se sabe acerca del origen do esta operacion, y que na-

( a ) Gal. t. V. p. 8T.
( a ) Sí quando autem is (ralculus) majnr non videtnr . nisi rupia eervlcr, er
trahi posse, fíndendns est : cuius repertor Ammonius ub id litoloroos cognomipa*
tus est. L. Vil. 26.
-199-
da se opone á creer que estuviera en uso desde el tiempo de los hipocráti—
eos y aun antes de ellos. Es muy probable que la palabra litholomia , es-
presion tan impropia para designar la talla como adecuada segun el modo
como la empleaba Celso, provenga en el uso médico, de cierta confusion pro
ducida por el mismo pasage del autor latino. Repárese, en confirmacion de
lo que acabamos de decir, que se habla en un libro que forma parte de la
Coleccion hipocrática, de los medios de reconocer, con el auxilio del cateter,
la presencia del cálculo en la vejiga. Finalmente (y esto puede ser de al
gun peso en favor de la autenticidad de este escrito) , Platon nos enseña,
como tambien se dice en el Juramento, que los médicos instruían á sus hijos
en la medicina, (a)
La Lev. Este pequeño trozo, que se halla escrito con mucho esmero,
está colocado por Erociano en el índice de los que pertenecen á Hipócrates.
Por el contrario , la mayor parte de los críticos modernos le miran como
apócrifo ; ¿ y por qué razon ? no será facil responder. Sin embargo , la Ley
tiene mucha relacion con el Juramento ; y si uno se admite como verdade
ro , no puede el otro desecharse como ilegítimo. Lo mismo que este, ad
mite aquella en el estudio de la medicina iniciados y profanos , y habla
tambien de los misterios de la ciencia. ¿A qué época referiremos pues este
escrito, sino es á la de los Asclepiades, corporacion de sacerdotes que ver
daderamente iniciaban, distribuyéndose la enseñanza? Ademas, la Ley pre
senta á estos médicos ambulantes ó periodeutas que iban de ciudad en ciu
dad ejerciendo su arte; y esta es una costumbre que se acomoda muy bien
á la época de Hipócrates. En una palabra, me parece que el Juramento
lleva tras sí la Ley ; y que , sin tener una absoluta certidumbre de que esta
última pieza pertenezca á Hipócrates , puede atribuirse á su epoca y á su
escuela.
Acabo de hacer una reseña de todos los escritos que considero como
pertenecientes al mismo Hipócrates, esponiendo tambien las razones que á
ello me han movido. Ahora bien, si estas han sido fundadas, si no me he
equivocado en mis determinaciones, deben aparecer entre todos estos es
critos, que yo supongo procedentes de una misma cabeza y de una
misma mano , relaciones que acaben de demostrar su comun orí-
gen , y cuya falta seria una objecion contra la crítica. Asi pues, no
temos cuán estrechos vínculos enlazan todos estos escritos. El libro
de la Medicina antigua tiene pasagos enteros que se encuentran repro
ducidos en el tratado del Régimen de lat enfermedades agudas : este trata
do contiene, á su vez, una polémica contra los médicos cnidianos en que
Hipócrates les echa en cara su afan por numerar y dar nombre á las en
fermedades; y en los Pronósticos dice espresamente, que no ha querido po
nerlas nombre en atencion á que esto es inútil para la inteligencia de
los síntomas generales. Las observaciones particulares de las Epidemias
se hallan trazadas bajo igual principio ; rara vez se hallan nombradas
las enfermedades, y todo se reitere á la sola descripcion de los sintonias
generales.
(■) De lege. IV. t. VI. p. 131.
El mismo libro de los Pronóstico» declara qnc los principios médicos
que espone son valederos en la Escitia, la Libia y Delos, y en el tratado de
Aguas, Aires y Lugares espone el autor las cualidades de los habi
tantes de la Escitia, de libia y de los Griegos tanto europeos como
asiáticos. Los Aforismos fannan un lazo entre todos estos libros y los
tratados de cirujía; de manera que en este conjunto de escritos se tiene
verdaderamente un cuerpo de doctrina , en que por todas partes se re
conoce la visible señal de un mismo pensamiento y de una misma mano.
Si preguntamos é inquirimos de los testimonios mas antiguos quien es
este autor, Platon. Ctesias, Diocles y Herófilo nos responden que Hi
pócrates. Las citas que hacen de su nombre se confirman mútuamente;
y mientras notamos en la Coleccion hipocrática un cierto número de
libros marcados con un mismo carácter y enlazados con vínculos incon
testables, vemos tambien en la historia un médico citado por escrito
res célebres que vivieron en su tiempo ó poco despues de él, cuyas ci
tas se refieren á algunas de estas obras que una tradicion de vemte y
dos siglos nos ha trasmitido. De este modo, á pesar de tan largo espa
cio de tiempo y del velo que siempre cubre lo pasado, se distingue
visiblemente la persona del grande Hipócrates, se percibe la señal de
sus trabajos y se puede señalar con certeza lo que ha sido obra suya.
Aqui la crítica se compone enteramente de realidades , y en la concor
dancia de los testimonios intrínsecos y estrínsecos. de libros y de cí~
tas, es en donde encuentra su principal apoyo y su mayor seguridad.

SEGUNDA CLASE.

La série de escritos que manifiestamente no pertenecen á Hipócra


tes, empieza naturalmente por los que debemos á Polibio su yerno. El
tratado de la Naturaleza del hombre, y aun acaso el del Régimen d»
las personas sanas, son de este médico.
Aristóteles (Hist. de los anim. libro
III. cap. 3), cita un largo trozo sobre las venas que atribuye á Polibio
terminantemente ; porque despues de haber espuesto las opiniones de
Sisnesis de Chipre y de Diógenes de Apolonia, añade: Polibio se espresa
en estos términos : y despues de acabar la cita , concluye con estas pa
labras : lo que dicen los demas es sobre poco mas ó menos lo mismo.
Pues todo este largo trozo se halla al pie de la letra en el tratado do
la Naturaleza del hombre. ( a ) Esto no admite contestacion.
Sin embargo , Galeno ha insistido muy particularmente en hacer pre
valecer la opinion de que este tratado pertenece á Hipócrates, opinion
por otra parte muy combatida, segun el mismo nos dice, por otros
críticos. Su principal argumento es el pasage de Platon, que largameute

( a ) P4g. 23. Ed. Frob.


-201-
he discutido al tratar de la Medicina antigua , del cual no debo ocu
parme por mas tiempo.
Llega hasta decir que la anatomía de las venas, tal como se en
cuentra en el libro de la Naturaleza del hombre, ni es de Hipócrates,
ni de Polibio: (a) que esto ha sido demostrado por otros, y que lo
demostrará él mismo en la obra que, mediante Dios, consagrará al exá-
men de los libros que realmente son de Hipócrates. Entre la opinion
de Galeno, que vivió mas deoOOaños despues de Polibio, (XIX) cuyos
escritos no vió nunca, y la de Aristóteles casi contemporáneo de aquel, y
que tuvo sus libros entre manos, no puede ser dudosa la eleccion;
Aristóteles es el único á quien podemos dar crédito en esto, lis verdad
que no cita el título de la obra de Polibio; pero tampoco cita el del
libro de Diógenes de Apolonia, que intituló el suyo de la Naturaleza,
segun nos dice Simplicio, ni el del libro de Sienesis de Chipre. En
cuanto á este último, como su libro pereció antes de ser recogido en
las grandes bibliotecas públicas, se ignora enteramente su título y
objeto.
Creo pues que es imposible no considerar el tratado de la Naturaleza
del hombre como perteneciente á Polibio. Es verdad , como dice Galeno,
que este libro está compuesto de piezas y de varios trozos. Por muy
superficialmente que se inspeccione, basta para convencerse de esto ; pero
todos estos fragmentos han sido tomados del libro de Polibio.
Hé aqni,en mi juicio, una prueba: dice el autor que las enfermeda
des se curan con los contrarios, en una frase que guarda poca rela
cion con lo que la precede; y doce líneas mas abajo, al esponer el modo
de combatir las enfermedades epidémicas, añade que el tratamiento de-

( a ) Tom. I. p. 300. Ed. Bas.


(XIX) Galeno, dice nuestro Piquer (Prefacio delas orras de Hipocrates) que
nacio en Pérgamo , ciudad del Asia menor, en el año de 131 de J. C, y hadalos
18 del Imperio de Adriano. Su pidrc fué Nicol, hombre instruido no solo en las
matematicas, sino tambien en las demas artes y buenas letras. Estuvo en Roma en
diferentes ocasiones ejerciendo la medicina con aplauso general y del Emperador
Anlonino. Escribio mueltísimos libros : y Fr. Esteban de Villa en el suyo titulado
vida de doce principes de la MEiiiciNA, dice lo siguiente : «Sus libros ó tratados
«qnc dicen fueron mas de quedaron en griego, que fué su lengua materna, cu
«la que se mostró muy elegante y versado.»
Dice el mismo autor mas adfiante, «que Galeno fué buen cirujano , y adelantó
«mucho sobre todo en curir heridas y punturas de nervios, porque dicen que curó
«de ellas sin que se le muriese ninguno, sucediendo lo contrario a otros médicos in-
«signes; por lo cual en su patria misma le dieron como lauro el estipendio de la
«cura de los Gladiadores, aun no teniendo mas que 2!t años de edad.»
Piquer dice que permanecio en Roma hasta la muerte del Emperador HelvioPcr-
tinai ; y que despues . habiéndose retirado á su patria , acabó sus dias con des
canso lejos de los estrépitos de la corte, viniendo a tener entonces 63 años de edad,
sin que se pueda saber con certeza lo quele quedó de vida. «Fr. Esteban de Villa ma
nifiesta que vivio 87 años , y añade: «segun otros 140; lo cual no parece verosímil
con tantos estudios , aunque era hombre robusto y muyntimembrudo.»
26
-292-
be ser al contrario de la causa, segun, dice, lo he esplicado en otra
parle. (Pág. 22 y 23. Ed. Frob.) Semejante modo de espresarse hace
relacion á lo que se lleva enunciado un poco anteriormente , ó mas bien
á lo que se ha espuesto en otro tratado ó capítulo, que se reasume
en estas cortas líneas. Yo considero el corto pasage en que enseña que
el tratamiento debe estribar en los contrarios, como la itlca de un libro
ó capítulo particular: y aquel en que esplíca el diagnóstico de las en
fermedades epidémicas , como perteneciente á otro libro ó capítulo.
Inmediatamente despues y sin trasmisión alguna, se ocupa dela
descripcion de las venas del cuerpo: fragmento anatómico del libro de
Polibio.
Pasa luego, del mismo modo, á hacer algunas consideraciones sobre
las orinas , y por fin termina con algunas breves palabras acerca de
las fiebres , materia ciertamente no mejor traida que las demas.
Todo esto prueba efectivamente que son fragmentos, pero al mismo
tiempo se nota que se conserva entre ellos algun vestigio, que indica
que han dependido uno de otro.
No será tampoco imposible formarse una idea del libro de Polibio,
tal como Aristóteles le conservaba en su biblioteca. Empezaba este libro
por algunas consideraciones generales sobre el hombre, en que el autor
trataba de probar que el cuerpo no puede ser simple, como algunos
discípulos de Meltso sostenían , que le constituyen esencialmente cuatro
humores, la sangre, la pituita, la bilis amarilla y la bilis negra , y que
estos humores predominaban en la estacion que á cada uno era mas
conforme.
De aqui pasaba el autor á tratar su principio de que los contrarios
deben ser combatidos con los contrarios , y enumeraba todas las con
diciones del régimen, de la estacion, y dela edad, en que es aplicable
este principio.
Seguidamente examinaba las causas de las enfermedades, atribu
yendo las epidemicas al aire, y las esporádicas al régimen.
Este exámen le conducía naturalmente á la consideracion de las en
fermedades segun los órganos; exámen de que el compendiador conservó
algun vestigio , en la frase en que dice que las enfermedades son mas
ó menos fuertes y débiles, segun la importancia de la parte afecta.
De aqui pasaba tambien naturalmente á las esplicaciones anatómicas
en que colocaba la descripcion que se ha conservado de las venas, y que
citó Aristóteles.
Entablaba luego el autor algunas investigaciones sobre ciertas dispo
siciones que, existiendo en la infancia, ocasionan en la edad adulta, por
una consecuencia necesaria, estados particulares, y trataba de esplicar
por qué los niños y los ancianos están mas predispuestos que los adultos
á padecer de cálculos.
Hallábanse tambien en esta obra algunas palabras sobre las afeccio
nes de las vías urinarias; y finalmente, concluía, segun lo que podemos
juzgar por loque el compendiador nos ha trasmitido, con algunas nociones
acerca de las fiebres.
-203-
Tal es el resumen que puede concebirse de la obra de Polibio. Este
libro, reducido á algunos fragmentos y conservado únicamente bajo
esta forma, ha sido despues publicado bajo el nombre de Hipócrates.
Pero tengamos presente que Aristóteles le tuvo en su biblioteca y que
cita de él un largo pasage, y no nos admiraremos de encontrar entre
el libro de Polibio y los escritos del gefe del reripatetismo , cier
tas semejanzas que no pueden ser casuales, y de las que solo ci
taré aqui un ejemplo. Manifiesta Polibio que en los abscesos que se for
man hácia la vena gruesa y que no se abren pronto, el pus se tras-
fonna en concreciones. (Pág. 2**. Ed. Frob.) Y Aristóteles dice: «La
«sangre que se pudre cu el cuerpo , se transforma en pus y el pus
«luego se concreta.» (Hist. de losanim. lib. III. cap. 13.)
Del regimen de las personas sanas. Este tratado , segun nos dice
Galeno, se hallaba reunido en la mayor parte de las ediciones anti
guas al de la Naturaleza del hombre, y en este caso llevaba el
título de libro sobre la Naturaleza del hombre y sobre el Régimen.
(T. V. pág. 417. Ed. Bas.) Esta circunstancia es la que me ha determi
nado á unir aqui este tratado con el qus lo estaba en otro tiempo, sin
tener otra prueba de que sea su autor Polibio. Es muy probable que
pertenezca tambien al mismo autor que compuso el libro de la Natu
raleza del hombre ; sin embargo, Bn la antigüedad divagó mucho la opi
nion de los críticos sobre este opúsculo , que se atribuyó á Eurifon,
Faon, Filistion, Ariston, y á algunos otros. (Gal. T. V. pág. 29. Ed.
Bas.)
TERCERA CLASI.

Forman la tercera série los escritos que muchos críticos modernos


han considerado como anteriores al mismo Hipócrates, y dimanados
directamente de los templos de los Asclepiades. Estas son las Prenociones
deCoo, y el primer libro de las Predicciones.
Prenociones de Coo.—Predicciones lirro l.*-^-Estos dos libros tie
nen la mayor semejanza en cuanto á la forma , y fueron escluidos del
catálogo hipocrático por la mayor parte de críticos antiguos. Erociano
no hace mérito alguno de las Prenociones coacas ; y las Predicciones, de
que hace mencion , no son de Hipócrates en su juicio. Galeno solo
habla muy superficialmente de las Prenociones de Coo, y esplica algunas
palabras de ellas en su Glosario; en cuanto al libro de las Prediccio
nes, que comentó , le considera como una compilacion de los Pronósticos,
los Aforismos y las Epidemias, en la cual se han intercalado muchas cosas
falsas. La simple lectura de estos dos escritos hace ver que no son una
composicion regular; son apuntes, fragmentos de observacion, casos
particulares en que á veces hasta se menciona el nombre del enfermo.
En muchos sitios se encuentran puntos de interrogacion que no son
otra cosa que cuestiones que deja el autor sin resolver. Que estos li
bros sean antiguos , es cosa exenta de toda duda : que presenten la ma
-201—
yor conformidad de doctrinas y observaciones con los mas auténti
cos de Hipócrates, es un hecho de que fj iilmjute ss convence cualquiera,
comparándolos con los Pronósticos y Aforismos. Michos modernos, y
entre otros Grimm (Tom. II. pág. 503), lian creido con gran funda
mento que estos libros contenían las notas tomadas por los Asclepia-
des en el templo, y que bajo este título presentaron un indicio de la
medicina anterior al mismo Hipócrates. Por otra parte, la comparacion
entre los Pronósticos y estos dos libros hecha con el mayor cuidado
por Mr. Ermerins en su Specimcn historico -medicum inaugurale de
Hippocratis doctrina a prognostice oriunda. Leyde 1832, prueba hasta
la evidencia que si las Prenociones coacas son anteriores á Hipócrates,
se valió" mucho de ellas para la composicion de aquel tratado. Aho
ra bien, entre los Pronósticos y las Prenociones de Coo, ya he dicho
que no puede vacilarse; estas son incontestablemente mas antiguas.
Mr. Ermerins, con ingeniosas razones, trata de probar que el primer
libro de las Predicciones es á su vez mas antiguo que las Prenociones
coacas; 1.° porque en este libro se menciona con mayor frecuencia á
los enfermos; 2.° porque las dudas y cuestiones se hallan en mayor nú
mero que en las Prenociones de Coo, proporcionalmentc á la longitud de
los tratados ; 3.° porque hay en ellas menos proposiciones que en este
tratado; 4.° porque las esplicaciones relativas al Pronóstico son menos
estensas y generales , pareciendo por esta razon deducidas de una co
leccion de observaciones menos abundante.
Casi no hay una proposicion en el primer libro de las Predicciones que
no se encuentre en las Prenociones coacas, estas presentan otras, cuando
muchas enteramente nuevas y originales. No parece sino que esta Co
leccion, cuyo punto de partida seria el primer libro de las Predicciones,
ha ido engrosando y enriqueciendose con proposiciones nuevas y mas
estensas, y aun podrían considerarse las Prenociones de Coo como una
edicion, considerablemente variada y aumentada, del primer libro de las
Predicciones.
Dicho esto , es ya inútil buscar el autor de estas compilaciones; por
que en propiedad no lo es ninguno.

Cl'ARTA CLASE.

Una nueva série forman aquellos escritos que, desprovistos de lo»


•uncientes testimonios para ser atribuidos á Hipócrates, llevan sin em
bargo el sello de la escuela de Coo , y deben ser considerados como
obra de los discípulos de esta escuela que próximamente le siguieron.
Tales son el tratado de las Ulceras, el de lasFís/tt/a» y las Hemorroides, el
de la Enfermedad sagrada; el delos Aires; el de los Lugares en el hombre,
el tratado sobre el Arte, el del Régimen el de los Sueños, el de la»
Afacciones , el de las Afecciones internas, los tres primeros libros de
-205-
las Enfermedades, y los opúsculos del Nacimiento á los siete meses, y
el del Nacimiento á los ocho.
De las ulceras. Este tratado se ha atribuido á Hipócrates de
una manera positiva por Galeno y Erociano. Algunos críticos modernos,
Haller, Gruner y Grimm, han atacado este juicio, y bajo pretesto de
que reinaba mucho desorden en este libro, y de que se habla en él
de medicamentos variados y compuestos, le han juzgado indigno del mé
dico de Coo; el mismo Gruner le atribuye á alguno de los médicos cnidia-
nos. A decir verdad, estas razones me parecen poco conducentes; y á
(alta de mejores argumentos que atestiguen que este libro sea apócrifo,
seria lo mas seguro no apartarse de la opinion de los antiguos, y no te
niendo otros medios de discutir su autenticidad , colocarle, siguiendo á
Galeno y Erociano, entre las producciones de Hipócrates..
De las fistulas.—De las hemorroides. —Galeno, el autor de la
Introduccion , y Erociano no vacilan en contar estos dos tratados entre
los que pertenecían á Hipócrates. Estos dos trozos son evidentemente
de un mismo autor, y aun el uno continuacion del otro. Algunos crí
ticos modernos han hecho contra estos opúsculos las mismas objeciones
que contra el libro de las Ulceras. Como este tratado, carecen los dos
opúsculos de cuanto pudiera desmentir ó dar mas fuerza á la asercion
de Galeno; aquí pues, que faltan completamente todos los elementos
de discusion, es lo mas acertado permanecer en duda
De la enfermedad sagrada. Conocido de Bacchio, que nos ha
trasmitido una esplicacion relativa á este libro, y colocado por Erociano,
Celio Aureliano y Galeno entre el número de las obras de Hipócrates,
se nos presenta este tratado acompañado de los testimonios mas respe
tables. Sin embargo, la mayor parte de los críticos modernos han
creido deberle considerar como apócrifo. Una de las principales causas
que han motivado este juicio ha sido probablemente una glosa que se
encuentra en algunos manuscritos, y que ha reproducido la edicion de
Froben. En ella se dice que el tratado de la Enfermedad sagrada no
es del verdadero Hipócrates, pero que segun Galeno, es obra de un
hombre de mérito. Esta opinion no se encuentra en ninguno do los es
critos de este autor, y la cita es falsa, á menos que no se haya tomado
de alguna de sus obras ya perdidas. Los críticos modernos creen que el
estilo del tratado de la Enfermedad sagrada no correspondo á la bre
vedad, y sencillez del hipocrático, y que este libro contiene todos los ca
racteres que distinguen el tiempo en que estaba ya completamente for
mada la escuela dogmática; señalando en él tambien la abundancia
de razonamientos y una observacion anatómica demasiado adelantada, en
su opinion, para el tiempo de Hipócrates. Por consiguiente, la mayor
parte le consideran como posterior; algunos. sin embargo, (Cesalpino y
Pouce de Santa Cruz) lo han atribuido á Demócrito; otros le creen de
Filotimo: hay demasiado distancia entre este último y Demócrito, para
que la critica , ya incierta entre estos dos autores , no sea viciosa en sí
misma. Mr. Dietz, que ha publicado una edicion de este tratado, ad
vierte con mucha razon que el estilo , la doctrina y una evidente con.
-100-
formidad con los libros reconocidos como obra de Hipócrates, no per
miten dudar que el tratado de la Enfermedad sagradi haya dejado de
salir dela escuela de Coo; y se inclina tambien á creer, que este libro es
del mismo autor que el de la Naturaliza humana.
Si pues aceptando, co no verdaderamente de Galeno, el juicio contenido
en la gloso ei;acb mis arriba, rehusamos conceder al mismo Hipócrates esta
composicion, por lo menos será preciso atribuirla á alguno de sus mejores
y mas inmediatos discípulos.
De los Aires ó mas bien Del Psec.ha. Este tratado que citan Celso,
Erociano y Galeno , tiene en su favor las mismas autoridades que el libro
de la Enfermedad sagrada ; pero está sujeto tambien á las mismas obje
ciones. Parece pertenecer á una escuela dogmática mas desarrollada que en
el tiempo mismo de Hipócrates; pero las analogías que presenta con la ma
yor parte de los otros libros de la Coleccion, no permiten que se le atribuya
á ningun médico de la secta de los pneumáticos, mucho mas moderna. Esta
es una produccion de la escuela de Coo; estraria, si se quiere , al mismo
Hipócrates, pero perteneciente á alguno de los que recibieron su instruc
cion en esta escuela, de donde él salió.
De los lugares ex el homrre. La miyor parte de los autores anti
guos, Bacchio, Lico de Nápoles , Erociano y Rufo de Efeso atribuyeron
formalmente á Hipócrates este tratado. Galeno solo le m?ncioni, al piso,
en su Glosario, y nada dice en pro ni en contra. En general estos opúscu
los, como el de la Enfermedad sagrada, el del Pneumi, el de los Lugares
en el hombre y el de\Arte, han dado márgen, en lo que á nosotros nos queda,
á pocas discusiones en los Hbros de los criticos antiguos, para que podamos,
consultando sus obras, formar un juicio exacto; y acaso es lo mejor perma
necer en esta duda.
Del Arte. Este tratado tiene en su favor el testimonio de Erociano,
y aun el mucho mis antiguo de Heráclide? deTarento, porque aquel cita
la esplicacion dada por este sobre una palabra que se encuentra en dicho
tratado. Es pues evidente que el opúsculo sobre el Arte ha formado , desde
los primeros tiempos, parte de la Coleccion hipocrática; pero de esto no se
puede inferir, de una manera incontestable, que este opúsculo pertenezca
á Hipócrates. Este trataflo presenta algunas particularidades de redaccion;
el preámbulo, en que el autor hace notar que es tan grande el mérito de
hacer descubrimientos como el de perfeccionar las cosas ya descubiertas,
presenta una semejanza muy notable con el del primer libro del Ré
gimen; mas adelante aconseja a los médicos que no se detengan en pro
digar sus cuidados á los enfermos incurables, y esta prevenciou se
lee tambien en los Pronósticos. Finalmente, hay una frase muy notable,
que presenta mucha analogía con otra de Platon, (a) Todas estas reflexio
nes no pirmiten considerar el opúsculo sobre el Ar/e como estraiio á
la antigua escuela de Coo.
Del Regimen, ex tres lirros. Si solamente consultase el valor in-

(•) Wat. Cbarna. t. IV. p. 102. Ed. Tauth.


-20.7-
trínseco de este libro y mi gusto particular , me vería inclinado á atri
buirle á Hipócrates; pero los críticos antiguos están muy divididos acer
ca de este tratado. Unos le creen del mismo Hipócrates; otros de Filistion,
de Locres, de Ariston, Eurifon y de Piletas, todos médicos contemporáneos
ó acaso mas antiguos que Hipócrates. Ks evidente pues, que las diferentes
opiniones de estos críticos solo versan sobre su autenticidad y no sobre su
antigüedad. Erociano no le menciona en su catálogo; Galeno se decide en
contra de su legitimidad ; y aun admitiendo que el segundo libro fuese dig
no de Hipócrates, repudia el primero por apartarse completamente de la
doctrina del médico de Cco. (a) Es muy cierto que el tratado del Régi
men presenta señales de la mas remota antigüedad ; su conformidad con
las doctrinas de Heráclito, cuyo estilo y aun á veces sus palabras,
se encuentran en él reproducidas, y su relacion con los preceptos de
Heródico de Selimbria , le hacen remontar á una época acaso tan anti
gua como la del mismo Hipócrates.
Lo único que me impide considerar este libro como auténtico, es el
que los críticos antiguos no son de este parecer; pues, por lo demas,
contiene indicios muy numerosos y evidentes de conformidad con los es
critos verdaderamente bipocráticos.
En la antigüedad liabia dos ediciones diferentes de este tratado. Cuan
do los tres libros estaban reunidos formando un sulo volumen , llevaban
el título de libro de la Naturaleza del hombre y del Régimen ; y cuan
do corría solo el segundo , se le daba el de Libro sobre el Régimen. Otra
particularidad de este segundo libro , es la de que habia de él dos edi
ciones muy diferentes. La una contenia un largo trozo mas que la otra; la
primera empezaba con estas palabras : Xupiw J t Bóroque son las primeras
de nuestras ediciones, y la otra por estas: s / . iw ti xa/, que se encuentran
sesenta y una líneas mas abajo, en la edicion en folio de Froben. ¿Depende
esta diferencia del capricho de los editores posteriores, ó del mismo hecho
de su primitiva publicacion?
Dr los Sueños. Este opúsculo es evidentemente la continuacion del
tratado del Re'gimen; por consiguiente todo lo que se ha dicho del uno
puede aplicarse al otro. El tratado del Régimen es uno de aquellos, en la
Coleccion, que tienen mejor marcado su fin.. La parte relativa á los sueños
se termina con una fórmula que realmente es la conclusion de todo el
tratado. «Aquel, dice el autor, que observe lo que va escrito, gozará
«de salud durante lodo el curso de su vida; porque yo, con el socorro
«de los Dioses , he trazado , del modo que puede hacerlo un hombre, las
«reglas del Régimen.» (pág. 100. Ed. Frob.)
De las Afecciones. Erociano no cita este tratado ; Galeno habla de
él alguna vez , pero dice que no es digno de Hipócrates ; sin embargo,
añade que contiene algunas cosas útiles. De modo que el único testimonio
esplícito de la antigüedad que ha llegado basta nosotros, es desfavorable
i la autenticidad de este lihro. Tengamos ademas presente que el sileu-

(a) Tum. IV. pág. 306. Ed. Basil.


-208-
cio de Erociano tambien le condena ; sin embargo que este critico ha sido
mas flexible que severo , en la apreciacion de los tí.ulos de cada uno
de los escritos que ha admitido en su índice. Despues de estas consi
deraciones preliminares , es de todo punto imposible que recono7.camos
el libro de las Afecciones como una produccion del mismo Hipócrates,
aunque sea un compendio breve, y bien hecho de una gran porcion de
nociones médicas.
De las afecciones internas. Este tratado, que no cita Erociano,
lo es en muchas ocasiones por Galeno, el cual nos dice que llevaba dife
rentes títulos. (a)
Ademas en su Glosario le cita muchas veces bajo diversos nombres
y con el objeto de no producir confusion en los libros que llevan título,
análogos, cita de ellos la primera línea, que es efectivamente con laque
empieza el tratado que nosotros poseemos en el dia. La falta del testimo
nio de Erociano y el afirmar Galeno que este libro no es de Hipócrates,
no nos permiten tampoco vacilar sobre el sitio en que debemos colocar
el tratado de las Afecciones internas. Foecio le atribuyó á Eurifon mé
dico cnidiano: pero ninguna noticia autoriza á señalar el autor de una
manera tan precisa.
De i.as enfermedades. Io 2.° 3.° Poseemos cuatro libros de las
Enfermedades ; mas no son los cuatro continuacion uno de otro ; no han
sido admitidos por los críticos antiguos en el orden que guardan en la
actualidad , y el cuarto pertenece manifiestamente á otra série , como
diré mas adelante. Erociano no cita mas que dos; Celio Aureliano ad
mite tambien dos solamente; Galeno hace mencion no solo de cua
tro, sino hasta de cinco, y los cuatro que nombra no corresponden
á los que han llegado hasta nosotros. Aqui está la dificultad ; examiné
mosla mas de cerca.
Desde luego se puede preguntar, ¿cuáles son los dos libros de las
Enfermedades que ha insertado Erociano en su catálogo de libros hipo-
cráticos ? Estos son los que en nuestras ediciones forman el segundo y
tercero : lo cual resulta de diferentes pruebas. Celio Aureliano cita dos
veces el segundo libro; (Lib. III. Chron. cap. IV pág. 191. —Lib. IH Acut.
morb. cap. XVII. p. 2V0.) Pues bien , estas dos citas se encuentran en
nuestro libro tercero , Erociano esplica algunas palabras tomadas de nues
tro segundo y tercero ; esta circunstancia , con los testimonios de Celio
Aureliano , no nos deja duda de que los dos libros de las Enferme
dades incluidas en el catálogo de Erociano, son el segundo y tercero de
nuestras ediciones. ¿Pero cómo se ha verificado esta mudanza? Cierta
mente datado mnclio tiempo; ya en la antigüedad habia otras edicio
nes, en las que, el que nosotros conocemos como primer libro de las
Enfermedades , llevaba realmente este título. En efecto , al citarle Ga
leno dice : «El primer libro de las Enfermedades, que malamente lleva
«este título.» (Tom. V. p. 614. Ed. Bas.) Estas palabras pareceu indicar

( ■ ) Tom. V. Pag. 306, y CU. Ed. Bas.


—209—
quo Oalono desaprobaba osta numeracion. Es necesario ademas tener pre
sente que cita la primera línea de este libro , lo cual nos demuestra por
una parte, que no hay error alguno con respecto al mismo libro, y por
otra, que en las antiguas ediciones se confundian con mucha frecuencia
los diferentes libros de las Enfermedades , el de las Afecciones y el de
las Afecciones internas ; asi es que Galeno para evitar toda equivoca
cion , anota en algunos pasages , cuando cita nuestro segundo libro de
las Enfermedades y el tratado de las Afecciones internas , las primeras
palabras de estas obras.
- Hace mencion de cinco tratados sobre las Enfermedades , con dife
rentes títulos, que son: 1.° y 3. " libro de las Enfermedades el grande;
el 2.° libro de las Enfermedades el grande; el 3." libro de las Enferme
dades el pequeño; el 2.° libro de las Enfermedades el pequeño; el 3."
libro de las Enfermedades. ¿A dónde corresponden en la Coleccion, tal cual
la poseemos en el dia , estas indicaciones de Galeno ?
1.° El primer libro de las Enfermedades el grande , es nuestro se
gundo libro; de las palabras esplicadas en el Glosario de Galeno y ci
tadas como pertenecientes al tratado en cuestion, unas se encuentran
en 6l fácilmente, y otras necesitan algunas correcciones bien sea en el
testo hipocrático , bien en el del Glosario. Solo se esceptúan dos pala
bras Mt*»fíe y j«t^<^;fow: es verdad que Foesio encuentra la primera en
el segupdo libro de las Enfermedades; mas como no se encuentra en él
la segunda, y se leen ambas en el tratado de las Afecciones, dobemos
creer que Galeno, que se halla en perplejidad muchas veces al desig
nar de diverso modo los libros que sobre poco mas ó menos llevan el
mismo título, ha dado casualmente al tratado de las Afeccionas el mis
mo que aplicaba ordinariamente á otro. Queda pues establecido que el
Íue llama primer libro de las Enfermedades el grande, es el primero de
irociano, y el segundo de nuestras ediciones,
%° Él segundo libro de las Enfermedades el grande es el tratado de
las Afecciones internas. Todas las palabras dpi Glosario de Galeno que
se han tomado del uno , se encuentran en el otro,
3.° El primero de las Enfermedades el pequeño, se ha perdido sin
duda ; por lo menos , en ninguna de las obras hipocrátícas se encuentran
las tres palabras que Galeno esplica en su Glosario.
k.* El segundo libro de las Enfermedades el pequeño, es el que lleva
en nuestras ediciones el título de tercero ; el segundo de Erociano y de
Celio Auroliano, Galeno solo cita de éi una palabra 'Ai»f, la cual se
encuentra en nuestro tercer libro con su significacion, y se halla igual
mente interpretada en el lexicon do Erociano.
5.° Galeno cita ademas con el simple título de libro de las Enfer*
medades ó do primer libro de las Enfermedades , una obra que es nues
tro primer libro. Ya he citado un pasage en que censura este título de
<

( « ) Tom. V. p. 387. Ed. Bas.


20
—210—
primer libro, y tambien le reprocha en otro que me parece revelar la
prueba de algun trastorno. ( a ) Este pasage se halla concebido en estos
términos : «En el preámbulo del libro malamente titulado primero de las
«Enfermedades , se dice que la fiebre sigue necesariamente al frio.» Pues
la frase citada por Galeno se encuentra, no en el preámbulo, sino al
fin de este tratado.
En un antiguo manuscrito del Glosario de Galeno se lee un artículo,
que falta en todos los demas manuscritos y ediciones , que hace men
cion de una palabra, como indicando que se halla en el primero y se
gundo libro de las Enfermedades. ( b ) Efectivamente esta palabra se en
cuentra en estos libros.
Hé aqui pues citados por Galeno cinco libros que llevan el titulo de
las Enfermedades , y que corresponden, al primero , segundo y tercero
de los que con igual nombre figuran en nuestras ediciones , y al tratado
de las Afecciones internas. El quinto no se encuentra; y por otra parte,
no vemos en las citas de Galeno indicio alguno del que en el <lia se
llama el cuarto. Tal es el último resultado de esta dificil discusion.
¿Quienes son los autores de los cuatro libros de las Enfermedades que
so conservan en la Coleccion actual de las obras bipocráticas ? El pri
mero lleva en la edicion de Froben (p. 129), una nota tomada de algun
manuscrito, en la cual se dice que Hipócrates es el verdadero autor.
A pesar de esto, no se puede admitir su autenticidad. Erociauo no le in
cluyó en su catálogo, y Galeno, al dar su opinion sobre los libros de
las Enfermedades en conjunto , declara que no son de Hipócrates. Este
libro está muy bien compuesto , y es dificil comprender por qué razon
no le admitieron los críticos antiguos; pero lo cierto es que le desecha
ron. Puede al menos tenerse este libro en la misma consideracion que
los escritos de la. escuela que sucedió á Hipócrates.
Galeno (tom. V. p. 456. Ed. Bas.) nos dice que Dioscorides, el edi
tor de Hipócrates , atribuía nuestro segundo libro de las Enfermedades
al Hipócrates hijo de Tesalo, y él mismo duda de su autenticidad. Al
gunos caractéres intrínsecos nos inclinarianá atribuirle á un médico cnidia-
iio ; hay ademas una circunstancia bastante notable, cual es la de hallarse
en él testualmente copiado un pasage de una obra de Eurifon, á quien
en la antigüedad se atribuían generalmente las Sentencias cnidianas.
Esto dá gran valor á las conjeturas de los que vén en él una obra de
la escuela de Cuido.
El tercer libro no puede separarse del segundo.
En cuanto á nuestro libro cuarto, aun cuando no se halla citado por
Erociano ni Galeno, no debe ser escluido de la Coleccion hipocrática,
Íorque pertenece al autor de los tratados de la Naturaleza del nt'fto, de
a Generacion, y de las Enfermedades de las mugeres. Demetrio Pepago-
meno le cita.
Del nacimiento a los siete meses.—Del nacimiento a los ocho
( a ) Tom. V. p. 287. Ed. Bas.
( b ) Eroc. Gal. Ed. Herod. Glosaria, p. 422. Ed. Frauz.
meses. Estos dos pequeños tratados son evidentemente continuacion uno
del otro. Erociano no los admite en su catálogo de libros hipocráticos;
pero Galeno los cita como una obra que realmente pertenece a Hipócra
tes. Clemente de Alejandría atribuye el tratado del Nacimiento á los
ocho meses á Polibio (a), y Pintureo cita al mismo médico como autor del
opúsculo sobre el Nacimiento á los siete meses. ( b) En tal incertidumbre,
no pueden considerarse estos dos opúsculos , aunque ciertamente muy
antiguos, sino como un resto mal conocido de la medicina antigua.

QUINTA CLASE.

En esta série coloco todos aquellos libros que no son mas que una
coleccion de notas y de estractos , que evidentemente no recibieron una
definitiva redaccion , pero que han figurado desde los primeros tiempos
en la Coleccion hipocrática. Estos son el 1.°, el k.°, el 5.°, el 6.° y el 7.°
libro de las Epidemias , el tratado de la Oficina del médico, el de los
Humores y el del Uso de los líquidos. El estado informe de todos estos
escritos es la mejor prueba de que no ha intervenido para nada la mano
de los falsificadores en la Coleccion hipocrática ; porque ¿qué hombre,
ocupado en arreglar libros para las bibliotecas de Egipto , hubiera pen
sado en dar entremezclado un conjunto denotas sin conexion? ¿Quien
hubiera visto en este artificio , el medio de recomendar el libro que se
proponía vender? Indudablemente provienen estas notas de la herencia
de algun médico v de alguna escuela.
Epidemias. Libros 2.°, 5.°, 6.° y 7.° Todos los críticos antiguos
han conocido estos cinco libros de las Epidemias ; mas han estado muy
lejos de convenir en el autor á quion deben atribuirse.
El 2.° libro es una coleccion de apuntaciones sobre muchas y dife
rentes materias , escritas en estilo muy oscuro , y sin conexion alguna
entre sí. La opinion de Galeno es que Tesalo encontró estos fragmentos
despues de la muerte de su padre , á los que hizo algunas adiciones
aumentadas despues por otros médicos. i c ) Tal es la opinion que preva
lecía en la antigüedad sobre el origen ael 2.° libro de las Epidemias , y
los modernos no pueilen menos de admitirla con todas las dudas de que
se halla rodeada desde entonces.
El 6.° libro de las Epidemias, que es muy semejante al 2.°, debe
ser por las mismas razones colocado al lado de este último, y sepa~
rado del catálogo de los escritos auténticos de Hipócrates. Haller ( d j

(a! Llb. VI. Stromat. pag. 788. Trad. lat. Parí», 13C0,
(b ) D. Plac. Phil. lib. Y. p. 307.)
(c) Tom. ni. p. 187. Ed. Bas.
(d) Bjbl. uied. pr. T. I. p. 77,
I
—212—
creyó encontrar la prueba deque el 6? libro de las Epidemias era muy
posterior á Hipócrates, en un pasage en que se hablaba de un filósofo
cínico. ( a) Pero nada hay mas incierto que el valor de esta conclusion;
porque los impresos y manuscritos escriben muy diversamente la pala
bra de que se trata, poniendo ya Cyniscus , ya Cyriscus ; de manera que
nada puede deducirse de una palabra tan vaga.
Por lo que toca al cuarto , Galeno no le cree de Hipócrates ni de
Tésalo, y asegura que la composicion de estos libros es de una fecha
mas reciente que estos dos módicos : en otro pasage sin embargo , le
coloca en la misma categoría que los libros 2.° y 6.° Erociano cita una
esplicacion de Heráclides de Tarento relativa á este libro, ( b ) que prueba
(cosa, por lo demas, suficiente probada) su antigüedad en la Coleccion
hipocrática. El estilo es con corta diferencia igual al de los libros 2!
y 6.°, y en él se encuentran muchos pasages tomados de otros libros de
Hipócrates.
Aunque el 5.° libro de las Epidemias contiene observaciones muy
detalladas y de un mérito incontestable , es sin embargo como los otros,
un conjunto de notas y de fragmentos. Celso, ( c ) Quintiliano , ( d ) y
Plutarco, ( e ) le citan como enteramente auténtico. Galeno , por el con
trario, dice que la opinion casi general es la de que. este libro lleva
un nombre que no le pertenece , y le atribuye al Hipócrates nieto del
grande Hipócrates. Yo añadiré tambien una advertencia , y es que, se
gun Galeno , la palabra diafragma fue introducida por Platon , y se
encuentra en el b.° libro de las Epidemias. Semejante observacion solo
servirá para confirmar el parecer, de que este libro de las Epidemias
ha sido compuesto en una época posterior á Hipócrates.
El 7.° libro nos ofrece en su composicion y redaccion los mismos
caractéres que los precedentes. Es necesario notar que la última parte de
este libro se halla al final del 6.°. Galeno dice que el a.° y 7.° pertene
cen evidentemente á otro Hipócrates ( f ) , y en otra parte ( g ), que el 7.*
parece á todos mas moderno y compuesto de fragmentos.
La atenta lectura de estos cinco libros conduce á pensar , como Ga
leno, que no estuvieron nunca destinados á una publicacion regular, y que
solo son un conjunto de notas , de tro/.os y de observaciones enjare
tadas y reunidas sin arte, y tomadas de diferentes partes.
Las frecuentes repeticiones que se advierten de uno en otro de es
tos libros, y los plagios hechos de otras obras hipocráticas , confirman

(t) Pág. 3S0. Et1. Frub.


(b) Pag. 328. Ed. Frauli.
(e) De re med. lib. VIII. cap. 4.
(d) Instituj, orat. lib. III. cap. 6.
(e) De profect. in visl. cap. XI. T. I. p. 189. Ed. Tauch.
( f) Tom. V. p. 442. Ed. Bas.
(g) Tom. III. p. 182. Ed. Bas.
-213—
aun mas esta opinion ; y si bien es verdad que reina todavía la mayrr
incertidumbre sobre el autor ó autores de esta composicion , esto t n
realidad importa poco. Notas que procediesen del mismo Hipócrab s,
siempre serian curiosas é interesantes ; y puede ser que en efecto haya
en estos cinco libros algunas que le pertenezcan. Pero si despues de
un espacio de tiempo tan considerable y careciendo de la mayor parte
de documentos positivos , vacilamos sobre la autenticidad de tratados
enteros, ¿de qué medios podríamos valemos para reconocer frases ais
ladas y pasages sueltos?
De la ofici> a del MRDico. Bacchio , Heráclides de Tarento y Zeu-
xis conocieron este tratado, y esto es suficiente para probar que el libro
de la Oficina del medico ha sido colocado desde los primeros tiempos en
la Coleccion liipocrática. Los críticos están discordes con respecto á la
autenticidad de este libro. Erociano le atribuye á Hipócrates: pero Ga
leno, que parece ser de este dictamen, hace notar en otros sitios, que
segun algunos , este libro es de Tesalo , hijo de Hipócrates , ó bien de
un Hipócrates mas antiguo hijo de Gnosidico; porfío, en otra parte llega
á decir, que este tratado no fué corregido para publicarse ni por Hipó
crates, ni por sus hijos. ( a )
En el preámbulo de su comentario sobre este libro, dice Galeno que
Mantias, Filotimo y Diócles habian compuesto una obra que versaba so
bre la misma materia, y con el mismo título. ¿La comparacion de los
tratados compuestos por estos módicos antiguos con ti hipocrático , nos
podrá manifestar si esle es anterior á aquellos? Galeno , que tenia uno
y otros á la vista, lo cree asi; mas para nosotros, no pasa de una sim
ple conjetura. La misma redaccion del tratado de la Oficina del médico
indica que no es mas que un estracto, un análisis. Efectivamente, ya
lie manifestado que el tratado de los Instrumentos de reduccion era un
compendio del gran tratado de las Articulaciones: pues la composicion
del libro de la Oficina del me'dico tiene grandes relaciones con la del
libro de los Instrumentos de reduccion. Debe pues ser permitido el creer
que tanto el primero como el segundo son un análisis muy sucinto de
algun gran trabajo sobre cirugía , que ya no existe.
De los ki .mobes. Galeno, en su comentario á este tratado, dice:
tDiócles deCaristo no ha comprendido bien la palabra ippi&u; creyó que
significaba no un síntoma relativo á las fuerzas y corporal, sinoun síntoma
«relativo al almaé intelectual.» La palabra de que aqui se trata se encuentra
en el tratado de los Humores; al leer en Galeno que Diócles no la compren
dió bien, podría creerse que el médico de Caristo la habia interpretado,
é inferir de aqui que habia compuesto un comentario sobre este es
crito. No hay nada de esto; Glaucias, Zeuxis y Heráclides de Tarento,
están conformes en creer que el tratado de los Humores no fué de Hi
pócrates ; y no hubiera sido posible semejante negativa , si Diócles le hu
biera comentado. Disha palabra es una de las que ha definido Diócles, pero

( • ) Tom. V. p. 683. Ed. Bas.


sin hacer relaclo;i á escrito alguno hipocrático. Tin lo-? Glosario* mó
dicos encontramos definiciones , semejantes á estas, de palabras comunes
á Diócles y á los hipocráticos. Erociano cita tres esplioaciones del médico
de Caristo sobre algunas que se hallan en Hipócrates: t? íktíuou. Dió
cles dice que asi se llama el eleboro negro: ( P. 105. EJ. Franz h
2.° trnx.tij.mli! , Diócles dice que se llama asi el eleboro de Anticira (XX)
(P. 3'*6. Ed. Franz); 3.° para espliuar esta palabra, cita Ero-,
ciano una frase de Diócles, en que se halla empleada: Algunas veces,
habia dicho Diócles, se manifitslan sobre el pecho erupciones roja» se*
mejantes á la rubicundez producida por la quemadura ( pvSif. ) (Pág.
338. Ed. Franz. ) Estas citas de Erociano , con respecto á Diócles,
son semejantes á la de Galeno; y si bien las dos primeras pueden hacer
creer en su comentario, la última no lo permite; pues se vé claramente
que Erociano tomó la esplicacion de la voz oscura, de una frase del
mismo libro de Diócles, sin relacion con testo alguno hipocrático. Del
mismo modo definió Diócles la palabra crisis , diciendo que no era otra
cosa que \a solucion, (a) No se trata pues de comentario, como hu-
biera podido creerse, si osta esplicacion so hubiera presentado sin nin
gun detalle. He querido consignar aqui estas observaciones, á fin da
que no se forme una idea falsa do la cita de Galeno. Diócles , tan fre
cuentemente citado , no lo es nunca oomo comentador de Hipócrates, y
esta sola circunstancia hubiera sido suficiente para dar á conocer que
en la esplicacion de la palabra íppt f.it no se trataba de comentario
aun suponiendo que no se hubiera deducido esto mismo de la compara
cion de las citas de Galeno y Erociano.
Despues de leido este libro , es muy difícil darse una esplicacion del
crédito que tuvo en la antigüedad. Paladio le mira como auténtico; Ga
leno, que le ha comentado, declara que pertenece legítimamente á Hi
pócrates, salvos algunos pasages de una estremada brevedad y algunos
otros mas entensos delo que debieran ser; Dioscorides y Artemidoro Ca
piton atribuyen á Hipócrates de Coo todo lo extremadamente lacónico do
este libro , y á otros módicos lo que está mas estenso. Tesalo y Poli-
bio han sido tambien considerados como sus autores por algunos otros
críticos. Los antiguos comentadores de Hipócrates no fueron tan indul
gentes con esta composicion; Zeuxis y Heráclides do Tarento la dese
chan enteramente como apócrifa y Glaucias la atribuye á otro Hipó,
crates.
Semejantes juicios no nos hubieran permitido colocar el tratado de
los Humores entre los libros del médico de Coo, si ya el examen que
de este mismo libro hicimos anteriormente , no nos hubiera hecho cc-

(XX) Ciudad de Focido, rogion del Acaya entre Boccia y Elolia, célebre por
leleboro.
(a) Gal, t. III. p. 439. Ed. Bas.
-218-
nocer que está compuesto de trozos tomados de otros muchos escritos
hipócráticos.
Del uso de los ltquidos. Dice Foesio (Sect. IV. p. 13), que si bien
Galeno y Erociano sacan de este tratado algunas palabras y testimo
nios, sin embargo en ninguna parte han enunciado su título. Gruner
{Censura librorum hippocraticorum, pág. 131.) repite con Foesio, que ni
Galeno , ni Erociano han hecho mencion de él , si se esceptúan algunas
palabras (si paucas voculas exceperis): lo cual es un error que se ha es
capado á la atenta investigacion de Foesio; pues Galeno y Erociano han
citado el libro del Uso de los líquidos. Galeno dice : «La áccion del frio
«se ha esplicado en et libro del Uso de los líquidos y en los Aforismos.» (a)
Vése pues claramente que el médico de Pérgamo cita este opús
culo , hasta con el mismo título que conserva en nuestras ediciones.
Este varió en la antigüedad , y ya he tenido ocasion de decir que tam
bien se denominó de las Aguas, mas quiero probar ahora lo que en
tonces solo enuncie. Erociano (pág. 6*». Ed. Franz) cita dos palabras que
se encuentran en el libro del Uso de los líquidos pág. 112 y 113 Ed.
Froben; por otra parte este titulo no figura en su índice, y sin em
bargo en él se vé un tratado llamado de las Aguas, que no se encuen
tra en nuestras ediciones, ni en Galeno. Resulta pues de esto, que se
guramente Erociano tuvo á la vista el libro del Uso de los líquidos,
puesto que de él consignó algunas palabras en su Glosario, y que pro
bablemente se hallaba incluido en su catálogo con el título de libro so
bre las Aguas. Pero esta probabilidad es certidumbre. En efteto, Ate
neo dice: «En el libro <lelas Aguas, llama Hipócrates agua potable al
agua buena.» (Deipn. II. p. 46. Ed. Casaub.) El traductor latino de la
edicion de Ateneo, que tengo á la vista, tradujo esta frase del modo
siguiente: Libro de aquis optimam esse, statuit multo exercitalam.n No
sé de dónde haya podido inferir semejante sentido; pero el hecho es que
el testo de Ateneo se halla alterado, y que debe leerse •*-oti.« «y en lu
gar de Totú-riAw. Efectivamente, este pasage hace relacion á la primera
línea del Uso de los líquidos , en que se dice con mucha concision: «Agua
«potable. Agua salada, el mar. El agua potable es la mejor para todos
«los usos de la oficina de un médico.» (Pág. 112. Ed. Frob.) La cor
reccion del testo de Ateneo (b) demuestra que el libro llamado por al
gunos de las Aguas, es el mismo que otros titulaban, y que nuestras
ediciones titulan aun, del Uso de los líquidos. De ella resulla tambien
que las palabras esplicadas por Erociano, y que nosotros encontramos
en el tratado del Uso de los líquidos, pertenecen realmente á este libro.

( a ) Tom. V. pig. <79, Ed. Bas. Tambien le cita en la pag. 287 del mismo tomo,
solo que no conserva el ionismo.
( b ) Esta correccion no me pertenece : es debida A Casanbon , y despues de él
ha sido introducida en las ediciones de Ateneo.
Ya he manifestado antes que este opúsculo , lo mismo que el de los Hu
mores , está en parte compuesto de fragmentos tomados de diferentes
libros de la Coleccion bipocrática, que aun existen. Es pues una com
pilacion , pero al menos muy antigua. Erociano nos ha trasmitido la
esplicncion de una palabra por Glaucias oab«MV.>*-. y de otra por Bac-t
chio, \oiin»t)<) y estas dos palabras no se encuentran mas que cu esto
tratado; asi pues el libro del Uso de los liquido» ha ligurado cu la Co
leccion bipocrática desde el tiempo de los primeros comentadores, y nos
ha quedado como una de las antiguas compilaciones que precedieron al
establecimiento de las escuelas alejandrinas.

Los escritos que aqui he reunido á causa de la semejanza de su com


posicion , y de los que he formado una clase aparte, no son mas que
notas, ostractos y compendios, es verdad; pero muy particularmente
interesantes porque nos han conservado algunos indicios de los antiguo»
trabajos de la escuela de Coo y de Hipócrates. Cu efecto, comparándo
los con otros escritos de la Coleccion bipocrática , nos ha sido muy fá
cil conocer que contienen muchos pasagos testualmente oopiados de otros
libros que esta misma Coleccion encierra; esto ha sido tambien muy
útil, porque asi se ha podido entrever el modo como se ha formado
parte de esta Coleccion. Estos opúsculos de la quinta clase no contie
nen solamente pasages copiados de otros libros, sino que tambien en
cierran largos trozos que no se encuentran en otras partes , y ostrac
tos de obras que ya no existen. En el capitulo 3.° de esta Introduccion
he reunido la indicacion de todos los trabajos que se hallan citados en
la Coleccion hipocrática, y que perecieron antes del establecimiento do
las bibliotecas alejandrinas. Si ahora se comparan estas numerosas pér
didas sufridas en la literatura médica antigua con los opúsculos muti
lados y los fragmentos que constituyen' esta quinta séne , cuya com
posicion pertenece justamente á una epócaque, para abreviar, llamaré
anti-alojandrina, se concebirá sin trabajo que estos opúsculos, estos
fragmentos , nos representan los restos do una medicina que habia ocu*
nado gran número de capacidades , y producido una porcion considera
ble de obras importantes.

BESTA CLASE.

Coloco aqui una série de tratados que son de un mismo autor, el cual
es anteriora Aristóteles: el de la Generacion; dela Naturaleza delNíno;A<¡
las Enfermedades (libro 4.°) , de las Enfermedades de las mugeres; de las
Enfermedades de las doncellas ; de las Mugeres estériles.
Estos seis tratados son de un mismo autor , y por lo tanto forman una
-217-
série especial de la Coleccion hipocrátie» , lo cual es muy facil de demos
trar. Desde luego es evidente, y ba?ta una simple lectura para conocerlo,
que los tratados de la Generacion y de la Naturaleza del niño no solamente
fon de un mismo autor, sino que forman una misma y única composicion
siendo continuacion uno de otro. Este tratado de la Generacion no está
concluido puesto que termina con estas palabras: «Vuelvo á tratar del ob
jeto que una digresion me habia hecho abandonar.» (a): y vuelve á tomar
este punto en el tratado de la Naturaleza del nino. Él autor de estos dos
tratados anuncia en ellos que en su libro sobre las Enfermedades de las
nugeres esplicará el modo cómo la supresion de las reglas trastorna la
salud de las personas de este sexo. Esto solo seria ya una indicacion sufi
ciente ; pero al leer las Enfermedades! de las muneres , se encuentran tres
citas, en que el autor remite al tratado de la Naturaleza del niño: dos
acerca de la secrecion de la leche, y la otra sobre la evacuacion menstrual.
Estos tres pasages se encuentran en el tratado á que se refiere el autor , de
modo que no puede quedar duda alguna sobre el origen de estas compo
siciones médicas. De ellos se deduce además que el autor habia dado tam
bien otro título al tratado de la Naturaleza del Niño; porque este libro se
halla citado por el mismo autor de la manera siguiente: Sobre la Natura
leza 6 sobre le formacion del niño en el nacimiento. (b) Este es el título
que le dan los árabes, (c) lo cual demuestra tambien la exactitud.
Al final del 4.° libro de las Enfermedades , se encuentra un pasage de
que resulta que el autor de esté libro es el mismo que el de las Enferme
dades d* ias muyeres. En él se lee lo siguiente: «Se forma en la matriz
«una hidropesía: ya he hablado de este en las Enfermedades de las mu
jeres.» (d) Y en efecto, en el primer libro de las Enfermedades de las mu-
geres, se esplica la hidropesía dela matriz, (e) En cuanto al tratado so
bre las Mugeres estériles , puede decirse que es evidentemente un apén
dice del anterior. Estos testimonios intrínsecos son positivos, y nada puede
•ponerseles.
Tales escritos son en número hastante considerable, y forman natural-
lente una seccion en la Coleccion hipocrática. Examinaré á parte la doc-
ñna que contienen y los hechos que en ellos se establecen. Para atri
-uirlos á Hipócrates seria preciso > ó poseer un testimonio de antigüedad
nuy remota, lo cual seria decisivo, o el asentimiento de todos los críti-
os antiguos , que aunque mas débil prueba , no dejaría de ser fuerte;
-ero nada de esto tenemos con respecto á la serie de escritos de que aquí
« (rata. Los testimonios anteriores á la escuela de Alejandría faltan abso-

(») Pág. 30. Ed. Frob.


(b) Estas dos denominaciones se encuentran en el primer libro de las Ektermb-
iades de las mugeres, la primera, pag. 231. Ed. Frob. la segunda, pag. 2í3.
(c) Arábica philosóforum bibliotheca recenset Bippocratis libros de F«tu et de
íatara pueri in parta. Casiri, lom. I. pág. 238.
(d) Pág. 178. Ed. Frob.
( e ) Pag. 2i7. Ed. Frob.
-218-
lutamente: y en cuanto á la opinion de los comentadores que siguieron á
esta época, varía. Erociano coloca estos escritos entre los hipocráticos.
escepto el libro de las Enfermedades , el cual sin embargo no puede
ser escluido sin que los demas lo sean igualmente. Es muy cierto que los
conocieron críticos antiguos, tales como Bacchio , y no puede ponerse en
duda su antigüedad; lo que sí es incierto , es su origen. Galeno cree que
su autor fué Polibio yerno de Hipócrates (a): pero esta opinion no es mas se
gura que la que los atribuye á Hipócrates , en razon á lo mucho que los
críticos antiguos han divagado sobre este particular.
De todos modos , nada se opone á colocar las composiciones de estos
escritos antes del tiempo de Aristóteles. Este, contra la opinion delos
naturalistas que le precedieron, sentó como principio de anatomía y de
fisiológía que las venas nacen del corazon, de cuyo dictamen es tambien
autor desconocido de lo que aqui tratamos. En el tratado dela Naturaleza del
niño se dice, que todas las venas se terminan en los dedos de los pies y
delas manos, y que las mas gruesas del cuerpo se hallan en la cabeza;
(P. 33. Ed. Frob.); en el 4.° libro de las Enfermedades se dice, que el
corazon es el manantial de la sangre (P. 166. Ed. Frob) ; y en este mismo
libro i.° de las Enfermedades , que las venas llamadas yugulares nacen del
corazon , y distribuyen la sangre por la cabeza y por todo el cuerpo. (P.
168. Ed. Frob.) Aun cuando en tan diversas proposiciones no se encuentra
verdaderamente formulada doctrina alguna, por ellas se ve sin embargo que
el autor admite, como Polibio y como Syenesis de Chipre, que las venas
mas gruesas se hallan en la cabeza, y que desde aqui van disminuyendo
hasta los dedos de los pies y de las manos, y que, como Platon, cree
que las venas yugulares parten del corazon para dirigirse á la cabeza. Es
te conjunto de opiniones se acomoda mejor á las de Polibio y demás hipo
cráticos antiguos, que á las de Aristóteles. Nada pues se opone á colocar
este autor antes de Aristóteles, conforme á la opinion de Galeno y Ero
ciano, que atribuyen estos libros, el primero á Polibio y el segundo á Hi
pócrates.
Erasistrato, combatiendo la opinion de Platon, que sostenía que una
parte de las bebidas pasaba á los pulmones , habia ya preguntado de qué
modo , en el caso de ser esto cierto , se verificaba el paso de la harina
tragada con el asceon ( especie de brevaje compuesto de varios licores,
que usaban los griegos) al través de los pulmones, sin obstruirlos. (b)
Y esta misma dificultad contra la opinion del paso de las bebidas por los
pulmones, que profesaban no solamente Platon, si que tambien Dióxipo
el hipocrático , Filistíon de Locres, y que era vulgar en aquella antigüe
dad, esta dificultad, digo se encuentra espresada con términos muy análogos
en el 4.° libro de las Enfermedades. En el se lee: «Si bebiendo un hombre
«asceon, ó un cocimiento hecho con cebada, ú otra cualquier cosa semejan

te) Tom. I. pag. 21». Ed. Frob.


(b) Plut. Syiupl. lib. Vil. quast. . t. IV. p. 3»3 Ed. Tauch.
-219-
nle, pasase al pulmon alguna parte de ella, creo que sobrevivía poco
«tiempo á este accidente.» (Pag, 178. Ed. Frob.)
Entre el pasage del autor hipocrático y el de Erasistrato, existe una
semejanza evidente, que no me parece pueda ser efecto de una coinciden
cia casual ; y como los libros de que en este momento me ocupo, han sido
atribuidos por la antigüedad á Hipócrates ó á Polibio, y por consiguiente
colocados de comun acuerdo en una época muy anterior á la de Erasistrato,
debe admitirse que el medico alejandrino tuvo á la vista los libros del au
tor hipocrático.
Las cuestiones pertenecientes á crítica literaria de las obras dichas
de Hipócrates , se hallan rodeadas de tanta oscuridad y tantas dudas,
que por mi parte no desperdicio ocasion alguna de dar á las principa
les determinaciones de mi trabajo un grado mayor de seguridad , por
medio de algunas concordancias de todo punto desatendidas. Ahora
bien, esta comparacion de Erasistrato con el autor hipocrático sumi
nistra dos de estas concordancias importantes. En primer lugar he obser
vado que aunque el libro k.° de las Enfermedades no fué citado por Gale
no, ni Erociano, ni crítico alguno anterior, y á pesar deque el prime
ro que le mencionó fué Demetrio Pepagomeno, que pertenece á siglos
posteriores, era sabido, por pruebas intrínsecas, que pertenecía á la
Coleccion hipocrática ; y ahora vemos confirmarse irrefragablemente
estas pruebas con el testimonio de Erasistrato. En segundo lugar he ma
nifestado (y este es uno de los mas importantes resultados de mi trabajo)
que la certidumbre de la existencia de la Coleccion hipocrática en su con
junto, avanzaba, segun los antiguos críticos, hasta Erasistrato y Herófilo;
Galeno habia dicho, y yo lo he recordado, que, desde el tiempo de Era
sistrato , la última parte del tratado del Régimen en las enfermedades
agudas estaba unida á la primera , y ahora en confirmacion de lo que Ga
leno dijo, y de lo que yo mismo establecí, encontramos las señales del co
nocimiento que Erasistrato tuvo de uno de los libros de esta misma Co
leccion hipocrática. Importa, pues, no dejar pasar desapercibidas es
tas concordancias.
El autor de los libros de esta sesta clase , anuncia en dos sitios diferen
tes que ha tratado 'de las enfermedades de las doncellas (a) mas como
lo que anuncia no se encuentra en el pequeño trozo que, en nues
tras ediciones, lleva el título de Enfermedades de las doncellas , y
como aun este trozo se halla evidentemente mutilado, todo induce á creer
es un fragmento y el principio de un estenso tratado sobre esta ma
teria.
Este autor compuso tambien un trabajo sobre la peripneumonia. En
el 4-.° libro de las Enfermedades dice: «Me he esplicado mejor en la pneu-
«monia» (P. 177. Ed. Frob.); y vuelve otra vez mas á hacer mencion de es
to en el primer libro de las Enfermedades de las mugeres. (P. 215, Ed.

( a ) De Morb. i. p. 223. Ed. Frob. y pag ÍM.


-220-
Frob.) Este tratado se ha perdido antes del tiempo de los críticos mas an
tiguos.
Estas son las únicas noticias que he podido reunir acerca del des
conocido autor de los libros que forman la sesta clase.

SETIMA CLASE.

Separo del testo de la Coleccion hipoerática un fragmento bastante


mal ordenado , que puede atribuirse á Leofanés , ó que por lo menos
contiene las mismas opiniones que este profesó. Leofanes precedió i
Aristóteles , y por esta razon creo deber intercalar aqui el opúsculo de
que se trata.
De la si perfetacion. Ningun antiguo ha hecho mencion de este
tratado ; solo Mercuríal hace notar que una palabra esplicada por Ga
leno en su Glosario se refiere muy probablemente á este libro. Esta
cita hace remontar al libro de la Superfetacion (cuya redaccion y com
posicion tambien lo indican) á una época antigua. En cuanto al autor,
todo es muy vago , por la falta de noticias exactas. Sin embargo , yo
creo poder aventurar aqui una conjetura. Sabemos que muchos libros
perecieron antes de la formacion de las grandes bibliotecas de Alejan
dría ; y para no citar mas que un ejemplo en medicina , ninguno ha
bló en la antigüedad , segun Aristóteles, de los escritos del médico S:e-
nesis de Chipre , y las pocas lmeas que de ellos ha conservado este filó
sofo, es lo único que nos queda de las obras de este escritor, fuesen
como quisieran. Otro autor, médico ó filósofo, cita tambien Aristóte
les, yes Léofanes, acerca del cual no poseemos tampoco , segun creo
mas noticias. Rebate aquel la opinion de aquellos que creen que el feto
macho se halla siempre colocado en el lado derecho de la matriz y el
feto hembra en el izquierdo , cuya opinion por otra parte se halla mu
chas veces repetida en la Coleccion hipoerática , y añade : «Por una ana-
«logia de esta especie pretenden algunos que la ligadura del testículo
«derecho , ó del izquierdo , determina la procreacion del varon ó de la
«hembra ; por lo menos esto es lo que dijo Leofanes.» (De gener. nuim.
lib. IV, c. 1.) Me parece que no necesito advertir que se hallan mal co
locadas las palabras en la frase de Aristóteles , y que la generacion de
un niño varon es debida á la ligadura del testículo izquierdo y vice-versa.
Por lo demas, Plutarco entendió este pasage como yo le entiendo ; de
nomina al autor Leofanes, y le cita refiriendose ú Aristóteles. (De Placit.
piiilos. lib. V. tom. V. pag. 301. Ed. Tauch.) Un pasage muy semejante
se encuentra en el tratado de la Superfetacion; en él se lee lo siguiente:
«Si se quiere engendrar una niña , es necesario ligar el testículo derc-
«cho tan fuertemente como pueda aguantarse ; y si un niño el testículo
izquierdo.» (P. 51. Ed. Frob.) Esta semejanza induce á creer que el
tratado de la Superfetacion es del mismo Leofanes , ó por lo menos que
contiene un fragmento de este escritor, anterior á Aristóteles. Por
este sabemos que un libro atribuido á Hipócrates por los escritores
que le siguieron, pertenece á Polibio. ¿Por qué no puede haberse co
metido otro error semejante? ¿Y porqué razon lo que segun el testi
monio de Aristóteles, es de Leofanes , no ha de haber podido tambien
recibir el nombre de Hipócrates , padre comun de tantas obras mé
dicas?
Hay en este mismo opúsculo un pasage en que el autor aconseja
hacer un esperimento para saber si una muger podrá concebir, el cual
se reduce á colocar en el cuello de la matriz un pesario oloroso , y
examinar al cabo propagado has-
ta la parte mas superior del cuerpo; (a) si el olor llega á este punto,
la muger podrá concebir. Aristóteles, por su parte, dice que se re
conoce la fecundidad de las mugeres por medio de pesarios olorosos,
cuyo olor se propaga de abajo arriba hasta el aliento. ( b ) Otras muchas
comparaciones pudieran hacerse entre este opúsculo y los libros de Aris
tóteles; comparaciones tanto mas permitidas , cuanto que el filósofo con
sultó y citó los escritos de Leofanes.
Por lo demas , yo no he tenido otro objeto al poner en claro la cita
de Leofanes por Aristóteles , y al atribuirle un libro de la Coleccion hi-
pocrátira, que el manifestar con mas evidencia las muchas relaciones
que existen entre esta Coleccion y las obras de Aristóteles; porque aun
prescindiendo de esta conjetura con respecto á Leofanes, es muy cierto
que una opinion tan singular de (isiológia perteneciente á este autor,
conocido únicamente por el testimonio de Aristóteles, se encuentra idén
ticamente reproducida en el opúsculo de la Superfetacion.

OCTAVA CLASR.

Coloco aparte todos los tratados que contienen , ya una indicacion


formal de que los vasos sanguíneos nacen del corazon , ó ya el conoci
miento de la esfigmologia , cuya composicion no puede colocarse antes de
Arisióteles y Praxágoras. Estos son el del Corazon , el del Alimento, el
de los Principios ó las Carnet, el de las Semanas , el segundo libro de
las Predicciones , el de las Glándulas , y un fragmento del tratado de la
Naturaleza de los huesos.
Tratado del corazon. Erociano no le incluye en el catálogo de
las obras que atribuye á Hipócrates ; pero Galeno copió de él un pasage
teslualmente, aunque es verdad que sin prevenir al lector. El autor del
tratado del Corazon dice, queriendo probar que una parle de las bebi
das pasa á la traquearteria. «Si se dá á beber á un animal muy alterado

(•) Pág. 49. Ed. Frob.


( b ) De gencr. anim. lib. H, c. 7.
-222-
«agua teñida de azul ó de bermellon , se encontrará, abriéndole la gar-
«ganta mientras beba , que tambien está teñida por la bebida.» ( a ) Ga
leno dice tambien: «Si haceis sufrir la sed á cualquier animal, hasta tal
«punto que pueda decidirse á beber un agua colorada de azul ó de
«bermellon, encontrareis degollándole inmediatamente, que la tintura ha
«penetrado hasta los pulmones.» (De Dogm. Hipp. et Platon, lib. IX. t. I.
pág. 329. Ed. Bas.) Es pues bien evidente que el tratado del Corazon
es un libro antiguo, consultado y aun copiado por Galeno ; pero es im
posible atribuir su composicion á Hipócrates ; porque no se le encuentra
citado en el índice de Erociano : este es uno de los libros que los an
tiguos críticos desechan , de comun acuerdo, del catálogo hipocrático. Ade
mas de esto , aunque no se encuentra en él espresamente trazada la
doctrina que considera el corazon como origen de las venas , sin embargo
una . frase induce á creer que el autor admitía esta doctrina. «Cerca del
«origen de las venas , rodean á los ventrículos unos cuerpos blandos y
«huecos llamados aurículas.» (Pág. 55. Ed. Frob.) Esto unido á la opi
nion de los críticos antiguos , no permite colocar este libro antes del
tiempo de Aristóteles.
Del alimento. Este tratado es sumamente antiguo, porque Glau-
cias , uno de los primeros comentadores de Alejandría , le conoció, segun
el testimonio de Galeno. ( b ) Ha pertenecido por consiguiente á la Co
leccion hipocrática desde los primeros tiempos, y ha sido citado por mu
chos autores como un libro de grande autoridad: pero de esto no puede
inferirse que sea de Hipócrates. Galeno , que le comentó , y que algu
nas veces le atribuye al mismo Hipócrates, cree en otras ocasiones que
es de Tesalo, de Filotiiíio, y de Filistion. Los testimonios antiguos son
pues inciertos ; pero bastará el exámen intrínseco del libro, para demos
trar que ha sido compuesto en una época posterior á la de Hipócrates.
En él se tiene al corazon como la raiz de las arterias, y al hígado como
la de las venas. Ésta anatomía no permite colocar este libro antes del
tiempo de Aristóteles; debe mas bien colocarse al lado del tratado del
Corazon.
De las carnes. Este libro que no ha sido citado por Erociano en
su catálogo , le mencionó Galeno en diferentes ocasiones , y con di
versos juicios; no se puede dudar que sea posterior á Hipócrates.
Efectivamente , se dice en él de un modo esplícito que nacen del cora
zon dos venas , llamadas la una arteria y la otra vena cava ; ( c ) propo
sicion que por sí sola impide suponer la composicion de este libro en época
anterior á la de Aristóteles.

( a ) Pág. 53. Ed. Frob.


( b ) (In lib. de Alimcnt. Comm. IV. 56. p. 297. T. VI. Ed. Cbart.
( c ) Pág. 40. Ed. Frob.
En algunas ediciones se coloca el final aparte, con el título de tra
tado sobre la Vida humana.
Hay tambien una circunstancia digna de notarse, y es que el autor
refiere en términos poca mis ó menos iguales , la historia de una cor
tesana , que ya se encuentra .en el libro de la Generacion ; lo que única
mente hace es amplificarla , y añadir que ha sido con mucha frecuen
cia testigo de observaciones semejantes : por consiguiente copió esta his
toria , y es posterior al autor del libro de la Generacion.
De las semanas. Filon el judio , Galeno, Polux y algunos otros ci
tan un tratado sobre las Semanas que formaba parte de la Coleccion hí-
pocrática , tal como se poseia despues de la escuela de Alejandría, y
que no se encuentra en ella segun la poseemos en el dia. Este es un
libro perdido como otros tantos sin embargo, se lee en el catálogo de
los manuscritos de la biblioteca real la indicacion de un volumen que con
tiene entre otras cosas, el tratado en cuestion, indicacion que se halla
repetida en la biblioteca griega de Fabricio, edicion de Hartes, tom. II
p. 59o. Este volumen esta todo en latin , es el número 7027; se halla en
8.° y se titula De Phisica (de la medicina) , en pergamino, de una es
critura muy antigua, y sin paginar. H6 aquí lo que contiene:
1,° Un fragmento del tratado sobre la Naturaleza del hombre. AI
final se lee: Explicit Ypocratis de natura humana.
2.° Incipit liber Ypocralis ad Mtecenatem salutem. Al final se lee;
Explicit de natura
ó.° Incipit liber qcneris humani.
lrpocratis de aeribus el de locis , et de aquis.
k.° Incipit Ypocralis de septemmadis. Al final se lee: Esplicil Ypocra
lis de septimadis.
5.* Lib. V, Incipit liber Peri diatis ipsius Ypocralis. Esta es la tra
duccion del primer libro de la Dieta.
6.° Commentaria Aphorismorum.
El libro Peri diatis, se halla señalado como el quinto trozo. Asi es que
solo falta en este volumen el principio del tratado de la Naturaleza del
hombre. Aqui solo debo ocuparme del tratado de las Semanas,
Se halla escrito en un latin estrelladamente bárbaro y apenas inteli
gible , como podrá advertirse por algunas citas que mas adelante haré.
Lo primero que es necesario averiguar , es si el texto que yo tengo á la
vista es efectivamente la traduccion del libro perdido. Para esto bastará
comprobar si las citas que de él hacen los autores antiguosse encuentran en
este. Esta comprobacion demuestra la autenticidad de esta desconocida
traduccion. Voy á poner ante los ojos del lector, siguiendo un orden cro
nológico, los pasages de los autores de la antigüedad, que han citado el
tratado de las Semanas, y los correspondientes en el manuscrito 7027.
El primero es Filon el judio , que vivió hacia el principio del primer
siglo de la era cristiana. Este autor despues de haber reasumido la opinion
de Hipócrates sobre la vida , cita testualmente el pasage de este libro en
que se halla consignada esta opinion. «En la naturaleza humana hay siete
«estaciones que se llaman edades ; el niño pequeño , el niño , el adolescen
te, el jóven,el hombre hecho, el hombre de edad, y el anciano. La
-22i-
«cdad del nulo pequeño es hasta los siete años , época de una nueva den-
«ticion; la del niño hasta la produccion del licor cspermático , dos veces
«siete años; la del adolescente hasta el nacimiento dela barba, tres ve-
«ces siete; la del jóven hasta el completo crecimiento del cuerpo, cua-
«tro veces siete ; la del hombre hecho , hasta los cuarenta y nueve años
«siete veces siete; la del hombre de edad , basta los cincuenta y seis, siete
«veces ocho; desde aquí empieza la vejez.»
Hé aqui ahora el testo del manuscrito 7027: «Sic autem et inhominis
«natura septem tempora sunt, retates appellantur; puerulus , puer, ado-
«lescens, juvenis, vir, junior senes. (Debe leerse: junior senex, senex;
«el traductor no supo traducir de otro modo irpisG-jiix yífav-. Hoec sunt
«sic: puerulus usque ad septem annos in dentium imm.itationem ; puer
«autem usque ad seminis cmissionem , quatuor dec im annorum , ad bis
«septem. Adolescens autem usque ad barbas, unum ct viginti annorum,
«ad est septem usque ad crementum corporis. Invenís autem consumma-
«tusiu XX.X.V aun mi n, quinqué septenos; vir autem usque ad XL A
«V1HI a l septies sapte.n; junior vero senex IA et Iü et in \ 111 Sebdoma-
«dis. Exinde seajx.s
Estos dos pasages han sido indudablemente tomados de un mismo tra
tado. Las diferencias que presentan son efecto sobre todo de los erro
res del que copió el manuscrito latino, y aun tambien de diversas interpre
taciones de un misma testo ; y puede creerse que el traductor que hace
empezar la vejez á los 63 afios, tuvo á la vista un eje.n piar mejor que el de
Filon, que la hace emp9zar á los 56.
Polux, que cita este trozo, se aparta igualmente de la traduccion la
tina que acabo de presentar , y de la cita de Filon. Vivió en tiempo de
Commodo, y era sobre p>co mas ó menos contemporáneo de Galeno. No
reproduce el testo hipocrático , sino que únicamente esplica el sentido. Di
ce que, siguiendo á Hipócrates, la quinta edad es de 28 á 35; la sesía de
35 a 45; y la setima de 42 á 40 (Onomast. II.) Lo que en la cita de Filon,
se designa con la palabra TifCÚTus, equivale en la de Polux á yípar , y
rice versa. Por lo demás, es evidente que este último ha interpretado mal
las palabras del autor hipocrático ; porque la vejez no puede empezar á los
42 años, como hace decir Polux al autor del tratado de las Semanas.
Galeno creia que este tratado, no pertenecía á Hipócrates, y sin
embargo le cita muchas veces. Veamos si las citas de Galeno se en
cuentran en el' traductor latino. «Los que dividen el año en siete esta-
«cíones, dice el médico de Pérgamo, cutntan el verano desde la salida de
«la estrella Sirio hasta la del Arcturo, formando la estacion de los frutos.
«Los mismos autores dividen el invierno en tres partes: la intermedia en-
«cierra el Solsticio ; en la anterior se encuentra el tiempo de la sementera,,
«y en la posterior el de la plantacion : porque estos son los nombres que
«dan á la primera y tercera parte del invierno. En el tratado de las Sema-
unas, que se ha atribuido á Hipócrates, se encuentra el año dividido en
«siete partes ; el otoño y primavera no han sufrido division ; pero el in-
«viemo está subdividido en tres , y el estío en dos.» /Tom. V. p. 34".
Ed. Pas.
-228-
Kn c! manuscrito 7027, se lee: (tTempora atitcm annualia septima:
asiint auíemhiez, semeutatio, hiems, plantatio, vera estas, autummis,
«post autummis.» Este testo se refiere evidentemente á la division del año
en siete partes, de que habla (ialeno: paro le oscurecen dos faltas debidas
una al copiante y otra al traductor, y es preciso aclararlas. Desde luego es
bien patente que en lugar de vera estas, debe leerse ver, astas: esta es
una falta del que la copió. En cuanto al traductor, le sirvió de obstáculo
el que en esta division del año en siete partes, el estio se hallase subdi-
vidido en dos estaciones. Galeno dijo el nombre de las dos en el pasage que
¡acabo de citar, y se encuentra tambien en la continuacion del tratado de
las Semanas que contiene el manuscrito 7027. Llamabanse Estio y es~
«-<< de los frutos: y el otoño, S3 dice en griego ^ao-ra-por. Esta coinci
dencia trastornó al traductor, que puso malamente auiumnxts, post autum-
muns. Debe pues leerse todo este pasage del modo siguiente: «El año está
«dividido en siete partes, que son: la sementera, el invierno, la plantacion,
*la primavera, el estío, la estacion de los frutos y el otoño. De este modo
«concuerda perfectamente con el de Galeno, citado poco mas arriba.
Habiendo dicho Hipócrates en un aforismo que las enfermedades son
menos peligrosas cuando su naturaleza está conforme con la de la estacion,
hace observar Galeno en su Comentario tom. V. p. 217. Ed. Bas , que
«Diocles y el autor del tratado de las Semanas sostenían lo contrario;
«pues presumían que las enfermedades se agravan por circunstancias
«semejantes á su naturaleza , y que disminuyen por las opuestas.»
Esto es un poco oscuro; voy á aclararlo. La fiebre ardiente ó eau-
por ejemplo, era, segun la doctrina deHipócrates, menos peligrosa en
el estío, en que la estacion es conforme á los síntomas que la caracterizan
que en el invierno. Diocles de Caristo y elautor del tratado de las Semanas,
profesaban una doctrina opuesta: segun ellos, la fiebre ardiente era mas facil
iie curar en invierno que en estío , porque en esta última estacion tomaba
creces por las circunstancias atmosféricas. Esta opinion , se encuentra
testualmente en el manuscrito 7027, en el que se lee lo siguiente: «Nihil
«molestum si non tempus ipsum ipsis aegritudinibus colluctetur. Plerum-
«que enim non obtinet natura hominis mundi virtutem.» Es decir : «Nada
«habrá que sentir si la misma estacion no ausilía á las enfermedades: por-
«que, en general, la constitucion humana no puede triunfar del conjunto
«de las cosas.» Vese pues que Galeno hizo bien la cita y que nuestro traduc
tor ha reproducido, en su latin bárbaro , el testo del autor, de una ma
nera exacta.
Debió tambien tener á la vista un original correcto, como voy á demos
trarlo. La frase mas arriba citada , con otro largo trozo del tratado de las
Semanas , se ha insertado (lo digo aqui anticipadamente) en el libro de los
Días críticos , compilacion formada con trozos de obras hipocráticas, y en
tre otras de esta; pero ha sido incluida de distinto modo, por seguir
diferentes ediciones. En algunas , la de Froben entre otras , pág. 388,
se halla impresa de este modo; tav avit 8f: leccion equivocada, pues se
ha omitido la negacion lx», que debe haber entre las dos primeras voces. El
sentido lo indica ; la cita de Galeno lo prueba , y por otra parte, el en
-226-
contrarse esta negacion en muchos manuscritos , entre otros el del Vati
cano y el número 2141 de la Biblioteca real de París, quitan á esta cor
reccion aun la apariencia de conjetura. Foesio , Mack, y Künh han cono
cido cuan necesaria era; y sin ponerla en su testo griego, la han admiti
do, con todo, en la traduccion. Es facil esplicar cómo habrá desapareci
do esta negacion de la mayor parte de los manuscritos: como la frase en
cuestion era contraría á un aforismo , creyéndose algun copiante dema
siado hábil, la puso en armonía suprimiendola el yjl: pero nuestro traduc
tor latino , que se valió del mismo testo del tratado de las Semanas , no
pudo cometer semejante error, y el non ocupa en su frase el mismo lu
gar que el en la frase griega.
Tratando Galeno de esplicar un pasage dificil del 6.° libro de las Epide
mias, cual es este; el alma del hombre da sincesar muestras de su existencia
hasta la m uerte , dice : «Si en cualquiera de los verdaderos escritos de Hipó-
«crates se encontrara una esplicacion sobre la esencia del alma , como la
«que ha dado el autor del tratado de las Semanas, podría intentar el
«interpretar la palabra wrai (Tom. V. p. 509. Ed. Bas.) Este pa
sage nos hace saber que el tratado de las Semanas contenia una es
plicacion sobre la esencia del alma. Ahora bien , nuestro traductor la
tino dice: «Ubi dico hominis animam, dico origínale calidum frígido cons-
«títutum. Cuando digo el alma del hombre, digo el calor elemental mez
clado con el frio.»
Poco mas abajo esplica lo que entiende por esto , á cuva esplicacion se
refiere otra cita de Galeno, Este dice en el tom. V. pág. 510. «Los estói-
«cos suponen que el alma, para existir, necesita no solo de alimentos si-
«no tambien del aire; y aun hay algunos que despues de haber leido el
«tratado de las Semanas , aseguran que Hipócrates es el autor de esta opi-
«níon. Es pues necesario que encontremos en nuestra traduccion latina
un pasage en que el alma se conserve , no solamente por el alimento , si
que tambien por el aire. Este pasage existe en efecto; pero la torpeza
del traductor le ha oscurecido de tal manera, que solamente se ad
vierte en él que se trata del alma, del calor primitivo , de la nutricion
y del aire.
En el Glosario compuesto por Galeno se leen palabras hipocráticas que
se hallan en el tratado que nos ocupa , y que tiene bien traducidas el ma
nuscrito latino. Por ejemplo, en aquel se encuentra la siguieutefrase 'Anpvnr
ÁS'iunpno'j como -rxyoj que se leeen el tratado de las Semanas , y habla del
espacio mas allá del mundo, del infinito, de la vida sin forma. El ma
nuscrito latino ha traducido estas palabras , ciertamente difíciles , por
inseparabilis solitas ; la traduccion no es elegante, pero es exacta.
Hay todavía dos pasages en que Galeno hace alusion al tratado de
las Semanas, aunque sin citarle , lo que hubiera sido imposible adver
tir , no teniendo este á la vista. «No se necesita prueba alguna, dice,
«para dar por sentado que el ser vivo goza de salud, mientras perma-
«nece dentro de los límites de la composicion de sus cualidades elemen-
«tales , es decir , cuando el calor y el frío , como dice Hipócrates, se ha
blan en las convenientes proporciones de mezcla uno con otro. Pero si
—227—
«el uno sobrepuja al otro, sobrevienen enfermedades segun la cansa que
«predomina: inflamaciones, erisipelas, afecciones cutáneas rubicundas,
«antraces , fiebres ardientes é inflamatorias y todas las enfermedades fe-
abriles , cuando es el calor elemental el excesivo ; convulsiones,
«totanos, palpitaciones, estupores, paralisis y epilépsias, cuando es el
«frió elemental. » ( Del temblor de las convulsiones y del frio.
Tom. III. pag. 339. Ed. B is.) Este pasaje no es mas que el desarrollo
del que se encuentra en el libro de las Semanas, en que el autor dice:
«Cuando el calor y el frio elementales, que constituyen el principio vi-
«tal, se hallan á partes iguales, el hombre está sano; pero si el calor
«sobrepuja al frio , el cuerpo se pone tanto mas enfermo cuanto es mayor
«la desigualdad.»
Galeno hace una cita en su opúsculo sobre el Marasmo, que es ne -
cesario referir tambien al tratado de que hablamos, y es la siguiente:
«Hipócrates dijo ; el calor que ha producido nuestro cuerpo , es tambien
«para nosotros una causa de destruccion.» (T. III. p. 37V.) Debe no
tarse que Galeno añade haber sido tomado este pasage de un libro atri
buido indebidamente al médico de Coo. Pero lo que hace desaparecer toda
dificultad para saber que libro es este, es el encontrarse dicho pasage en
el tratado de las Semanas. Hele aqui entero, pues Galeno solo citó una
parte. «El calor hace crecer los cuerpos y los altera , cura las enferme-
«dades , engendra las fiebres, y causa la muerte de los seres cuyos cuer-
«pos ha organizado.»
Tales son todas lasnoticiasque sobre este tratado nos suministra Galeno,
las cuales se hallan exactamente acordes con la traduccion desconocida
del manuscrito número 7027. Estas pruebas deberían ser suficientes para
demostrar que tenemos realmente á la vista el tratado de las Semanas
atribuido en la antigüedad á Hipócrates : pero otros autores han hablado
tambien de este libro, y sus citas se encuentran igualmente.
Censorino , que vivió en tiempo de Gordiano, en la primera mitad
del tercer siglo despues de la venida de J. S., cita á Hipócrates y la divi
sion de la vida en semanas: «Hippocratis medicus in septem gradus ceta-
ates distribuit; finem primee putavit septimum; secundoe decimum cuar-
«tum; tertice, vigesimum octavüm; quartas, trigesimum quintum; quintoe
«quadragesimum secundum ; sextae quinquagesimum secundum ; septimeo
«novissimumannum vitaehumanos. (Dedie natali,\i. 98.») Macrobio, que vi
vió poco despues de Censorino, no cita el libro de las Semanas , es verdad,
pero toma de él muchas cosas sobre la vida del hombre, sobre las siete vocales,
y sobre los siete órganos de los sentidos. (Insomnium Scxphnis, I. I c. 6.)
S. Ambrosio, celebrando la semana (Epist. VIII. 39), no se olvida de
citar á Hipócrates : «Celebretur itaque hebdomas, eo quod per septem
«catates vita hominum usqu? ad senectutem transcurritur , sicutHippo-
«crates medicines magister scriptis explicuit suis. Prima cetas infantia
«est, secunda pueritia , tertia adolescentia , quarta juventus , quinta
«virilis cetas, sexta «vi maturitas, septima senectus. Est ergo infans,
«puer, adolescens, juvenis , vir , veteranus, senex. Ergo Hippocrates vel
«septem cetates vel hebdomadas oetatum novit; in illis se hebdomas pre
-2Í8-
«feret.» Por todo esto podrá conocerse cuánto gustó ú los escritores de
la antigüedad esta division de la vida en semanas.
Calcidio, que floreció en tiempo de Arcadio, consagró un párrafo bas
tante largo á las propiedades del número siete. «Este número ha sido
«considerado como el mejor , porque se ha observado que es la regla
«de muchos fenómenos producidos por las leyes naturales. Desde luego
«el nacimiento á los siete meses es en la especie humana legítimo an-
«tes que otro alguno. Despues del sétimo mes nacen los dientes, y
«despues de los siete años es cuando se mudan. El mismo número,
«al cabo de la segunda semana de años, produce en ambos sexos la
«pubertad, epoca en que ya se encuentran aptos para reproducirse; á
«la tercera semana empieza á apuntar el bozo. La cuarta finaliza el
«crecimiento y lija la estatura, y la quinta da toda su perfeccion á la
«edad de la juventud. La esperiencia ha hecho ver que en las enferme-
«dades se efectúan los movimientos siguiendo el mismo número, é Hi-
«pócrates que trata de estos hechos en la mayor parte de sus libros,
«cuenta, en el que ha dedicado con particularidad á las semanas, siete
«aberturas de los sentidos colocadas en la cabeza; los ojos , las narices,
«las orejas y la boca. Las partes vitales son tambien en igual número;
«la lengua , el pulmon , el corazon . el bazo , el hígado y los dos rt-
«fiones. Cúentanse tambien otras tantas vocales que suavizan el sonido
«de las consonantes , y las diversas fases que la luna presenla , ya en
«creciente ya en menguante, se hallan reguladas del mismo modo.»
(Comentaire sur de l'iméc de Platon, p. 111 et 112. Ed. Meurins.
Lug. Bat. 1617.)
Lo que dice Calcidio sobre la division de la vida humana , está to
mado del libro de las Semanas , asi como todo lo demas. La frase re
lativa á los movimientos críticos que se hallan reglados por septenarios,
se deriva de esta: «Solvuntur febres, dice el manuscrito7027, septima aut
«nona, aut undecima, aut cuarta decima, in secunda hebdomada, aut
«una et vigesima in tertia hebdomada, aut vigesima octava in quarta
«hebdomada.» Los pasages relativos á los sentidos , á las partes vitales,
y á las fases de la luna, lo son del mismo modo ; en cuanto á las vo
cales , se lee lo siguiente : «Et ipsius quidem voeis ruptum voealium inar-
«ticu latio.»
Favonio Eulogio , retórico cartaginés, cita el tratado de las Semanas:
«Hippocrates Cous , naturai scrutator egregius, birnc numerum septena-
(crium in libris, quos De hcbd&madis appellat, ait creandis innese cor-
«poribus ; nam semen fusum et fomite matris exceptum septimo die in
«sanguinem commutari , septimo mense perfici , ac plcrumque nasci le-
«gilimam partús dinumerationem mansurum (en lugar de mansurumj,
«que no hace sentido, propongo que se lea emensum), iufantrumque den-
«tes á septimo mense prorrumpere , septimo mutari anno, vis septimo
«incipere pubertatem, ter septeno florem barba juvenilis absolví, qua-
«tuor autem annorum hebdomadibus evolutis staturoe crescentis tenni-
«num fieri, nec ultra proceritatem posse procedere [In Ciceronis som-
«nium Scipionis, dispuiatio ad V. C. Superium. eos. provincia: Bizacenae
-229-
«p. 17. Antr. 1GI3.») El final, relativo a la division de la vida del hom
bre en semanas de años, se halla conforme con las citas anteriormente re
feridas. El principio se encuentra del modo siguiente en el manuscrito 7029:
«Necesse est septenario haberi definitionem septem dierum in coagulatio-
«nem seminis humani, et indc formationem natura hominis; insuper per-
«fici propter hoc partus.»
Tambien encontramos un médico que se apoya en el testimonio del
autor cuya traduccion latina ha permanecido ignorada en la Biblioteca real.
Aecio (Tetrab. sermo I. cap. 83.) dice: «La fiebre cuartana exquisita
«ataca todas lasedades. Hipócrates, en su libro sobre el Número septenario,
«señala con preferencia el vigor de la edad, y parece que asegura que
«una misma persona no es invadida mas de una vez por esta afeccion.
«He aqui como él se esplica: Desde luego la fiebre cuartana no ataca dos
«veces á un mismo hombre; nunca le ha invadido ni invadirá, como
use haya curado una cez de ella.»
Este pasage, citado por Aecio , no se encuentra en ninguno de los
tratados que poseemos en el dia con el nombre de Hipócrates ; pero se
halla todo en el manuscrito 7027. En él se lee : «Primum quidem quar-
«tana febre bis idem neque exagitatus est , nec de catero exagitabitur si
«semel salvus fuerit. Seeundum uniuscujusque hominum matura cetas,
«necesario et stabilita natura hominis.» Rejes (Camp. Eli» quast quoestio
71. p. 954) refiriendo esta cita de Aecio, dice que debemos creer á este
autor, asegurando haber tomado el testo sobre la fiebre cuartana de un
escrito atribuido á Hipócrates. La traduccion latina que acabo de referir no
deja duda alguna sobre la fidelidad de Aecio, el cual , á su vez, probaria
la autenticidad de la traduccion, si por otra parte no estuviese suficiente
mente comprobada por todos los testimonios que he reunido.
Un comentador de Hipócrates, Eciano, compara la division de la vida en
siete periodos que se lee en el tratado de las Semanas, con la division en cua
tro que presentan los Aforismos, atribuyendo estos dos libros al mismo au
tor. «Hipócrates, dice en su comentario sobro los Aforismos, divide de di-
«verso modo las edades; ya en siete como en el tratado de las Semanas,
«ya en cuatro , que son la infancia , la juventud , la declinacion y la
«vejez (Schol. in Hipp. , t, II , p. 270. Ed. Uiezt.)» Mas adelante (p. 373)
vuelve á hablar del mismo objeto: «Segun Hipócrates, hay siete edades:
«la infancia, que tambien se llama edad de la lactancia, la salida de los dien-
«tes, la adolescencia, la juventud, la edad viril, la declinacion y la vejez.»
La obra titulada Theolor/oumena arithmeticas (p. 43) y Moschopoulos
p. m. 134, citan el mismo pasage que Filon el judio, con algunas peque
ñas diferencias.
A esto se reducen los testimenios de la antigüedad sobre este
tratado. Se vé pues que ha sido citado con mucha frecuencia; y des
pues de este conjunto de pruebas, ya no puede quedar duda ninguna
de que poseemos del tratado de las Semanas , cuyo original se ha per
dido , una traduccion latina que , aunque bárbara en el mayor grado, es
suficiente para darnos una idea de él. La casualidad ha hecho de este
modo que vuelva á ver la luz pública una obra que entre los antiguos
—230—
gozó Je alguna autoridad , y que si no es de Hipócrates , por lo menos
fue muy desde luego colocada al lado de tantas otras en la Coleccion
que llevan el nombre del padre de la medicina.
Es admirable lo mucho que ilustra la exhumacion de un libro consi
derado como perdido. No solamente he encontrado en esta traduccion
latina reproducido el tratado que Filon y Galeno tuvieron ála visla, sinoque
á mi modo de pensar tenemos en ella una prueba de que poseemos en
griego , siu que nos quede la menor duda , dos trozos bastante largos
del libro de las Semanas , el uno inserto en el supuesto tratado de los
Dias críticos , y el otro que constituye lo que se llama la octava seccion
de los Aforismos, y de que ciertos tratados que llevan en el dia el nom
bre de Hipócrates y que son la reunion de fragmentos de otros escritos,
han sido recogidos en una época en que el original griego del libro de
las Semanas existia todavía ; de tal manera que por esto vemos clara
mente demostrado, el por qué nosotros poseemos en la actualidad algunos
tratados hipocráticos que no conocieron ni la escuela de Alejandría ni
Galeno.
En todas las ediciones de Hipócrates hay un tratado con el título de
los Dias críticos. El principio es un fragmento del primer libro de las
Epidemias , y lo demas se encuentra en otros tratados , escepto un largo
trozo cuya traduccion es la siguiente: «El presagio mas favorable para
«la salud de los enfermos es que el causas no sea contra la naturaleza.
«La misma regla se aplica á la.* demas enfermedades; porque cuando
«las cosas van conforme á aquella, no sobreviene nada funesto ni mor-
«tal. Otra circunstancia feliz es que la estacion no ausilie á la enferme-
»dad ; porque en general, la fuerza de la constitucion humana no triunfa
«de la fuerza del conjunto de las cosas. Seguidamente la estenuacion de
«la cara y la quietud de las venas del brazo , de los ángulos de los ojos,
«y de las cejas , si antes pulsaban, es de buen agüero. En este caso, si
«se hace la voz mas débil y mas dulce, y la respiracion mas rara y li-
«gera, se debe esperar una mejoría en la enfermedad para la mañana
«siguiente. Hay signos que deben ser examinados para las crisis, á saber:
«si la base de la lengua está cubierta de una saliva blanca , y si la es-
«tremidad de este órgano lo está igualmente aunque en menor grado.
«Si está cubierta y es poco espesa , se aliviará el mal al tercer dia ; si
«lo es mas al segundo; y si aun mas, en el mismo dia. Lo blanco de
«los ojos se pone necesariamente lívido en el principio de la enfermedad,
«cuando es intensa. Si pues lo blanco se pone claro, será un signo de
«curacion ; lenta , si el color blanco tarda en irse presentando; breve si
«aparece prontamente.» (Pág. 388. Ed. Frob .)
Hé aquí el trozo correspondiente en el manuscrito 7027: «Maximum
«autem signum oegrotantium qui cvasuri sunt, est si secundum naturam
«fuerit causus , sed aliis quidem morbis similiter; nihil enim molestum
«secundum naturam nascentibus malis neque mortiferum. Secundo au-
«tem, si non tempus ipsum ipsi oegritudini colluctetur; plerumque enim
«non oblinet natura hominis mundi virtutem. Deinde, si quoc sunt circa
«facíem extenuantur , et vence quue in maníbus et in angulis oculorura
-231-
«et in superciliis, tranquillitatem habeant, in prceterito non tranquilice.
»Vox autem et imbecillior et lenior facta, et anhelitus remollitus et
«tenuis factus ad supervinientem diera solutionem morbi ( promittit ).
«Huec, ergo, oportet contemplari ad crises, et si circa summam lin—
«guau veluti saliva illinitur et in summa lingua hoc idem fit, minus qui-
«dem; si tenue hoc fuerit, in terüurn solutiooegritudims; si adhuc grassiora
«fuerint, erastino; si adhuc grassiora , ipsa die. Uoc autemoeulorum albida
«in initio oegritudinis necesse est nigrescere , cum invaluerit uiorbus.
«Hoec autem munda faeta sanitatem ostendunt, mediocriter quidera tardio-
«rem , fortius celeriorem.»
De aqui resulta que la compilacion que en la Coleccion hipocrática
lleva el nombre de Dias críticos , y que Galeno no conoció , ha sido
compuesta en una época eii que el testo griego del libro de las Sema
nas existia aun. Solo La traduccion latina contenida en el mannscrito
7027 podia hacer reconocer la presencia de este fragmento tomado de
un libro ya perdido. Unicamente advierto que , al comparar el corto pa-
sage en que Galeno dice que el autor del tratado de las Semanas creyó
que la conformidad de la estacion agravaba la enfermedad, con la compi
lacion de los Dias crilicos, se hubiera podido naturalmente pensar
que al menos una frase de aquel libro se hallaba incorporada en
esta reunion en forma de fragmentos. Muchos tratados. que no conoció
la antigüedad y que es imposible atribuirá Hipócrates ni á autor alguno
conocido , son ciertamente los restos de libros que ha mutilado la mano
de los compiladores. Nosotros poseemos todos los escritos hipocráticos que
la escuela de Alejandría
Dardos y de las heridas , de que hace mencion Erociano , el tratado de
las Heridas graves, citado por Galeno, un libro de las Enfermedades, y
finalmente el tratado de las Semanas. Todo lo demas se halla en nuestra
Coleccion actual, prescindiendo de algunos vacíos y algun desorden en la
distribucion. Encuéntranse en ella ademas muchos libros tales como el
de los Dias crilicos, sobre la Anatomía, sobre la Denticion etc., de los
que ninguna mencion hacen los comentadores alejandrinos , ni Ero
ciano, ni Galeno, los cuales son ó bien fragmentos de obras perdidas de
autores no conocidos, ó ya una reunion de pasages tomados de otros
libros hipocráticos.
La copia del libro de las Semanas, que acabo de indicar en el de los
Dias críticos, no es la única que se halla en la Coleccion , como ningun
autor duda. Los Aforismos terminan por una octava seccion que se de
signa en las ediciones con el título de Aforismos falsos: y al concluir
Galeno su comentario, que acaba en el último aforismo ele la setima
seccion, dice: «Este aforismo es el último en la mayor parte de losma-
«nuscritos; pero algunos ejemplares tienen varios aforismos mas, (T, V.
«pág. 329. Ed. Bas.» ) A los que Galeno hace referencia , forman
parte de la octava seccion; lo demas está tomado del tratado de las
Semanas, como voy á demostrar en la siguiente traduccion.
1.» «Es necesario hacer las siguientes observaciones para saber cuando
«un enfermo debe sucumbir ó vivir.»
2. ° «El frío y la retraccion del testículo derecho son signos fatales.»
3.* «La lividez de las uñas , la frialdad , contraccion ó relajacion
«de los dedos de las manos y de los pies , a;uncían la proximidad de la
muerte.»
4.° «Cuando los libios se ponen lívidos , caidos , vueltos hácia afuera
y frios , son de funesto agüero.»
ó.° «El vértigo, la aversion á la luz, y una soñolencia profunda
«con un gran calor, indican que toda esperanza está perdida.»
6.° «El enfermo que no conoce, ni oye, ni comprende, se halla
«próximo á su fin.»
7.° «Se hacen mas claras estas señales en los moribundos , y el víen-
«tre se les hincha y se les llena de aire.»
8. " «Acontece el término fijo dela muerte, cuando el fuego , que
uconstituye el alma , llega por encima del ombligo y á las regiones su-
upcriores del diafragma, y todo el humor se consume. Hallándose el ca
ntor acumulado en los órganos necesarios á la vida, y habiendo perdido
«toda su humedad el pulmon y el corazon, el aire de la respiracion lleva
«tras sí en abundancia el calor que consolidaba la trabazon de todas
«las cosas. El alma se escapa del cuerpo ya en parte por las carnes , ya
«tambien por las aberturas de la cabeza que nos hacen vivir, y aban
dona este frio y mortal simulacro á la bilis , á la pituita y á las
«carnes.» (XXI)
Estas proposiciones se encuentran en el tratado dé las Semanas, ha
llándose colocadas en él en el mismo órden; pero no están enteramente
contiguas, sino mas ó menos separadas por otras frases.
1.? «Haec quidem in febribus et iu acutis morbis ostendunt mortero
«et vitam.»
2.° «Testisdexter infrijidatus, intro retractus, nurtale.»
3.° «Unguss curvati et lividi facti, aut nigri, aut r.isaei, valde mar-
atale; et digiti frigidi et nigrifacti, et curvati, valde maxime mortem
«ostendunt.»
4.» «Hoc autem , labia frígida et pendentia, propinquat mori.»
5.° «Hoc autem quod tenebras appetunt et domines aversati, et non
«patientian sustinens, sed silentíum appetens, et vigilans labore multo et
«gravide possesus, sine spe.»
Este pasage se separa mas del otro correspondiente , cuya traduccion
he presentado mas arriba: pero con todo, en el griego y el latín se en
cuentra la prueba de que se refieren á un mismo original.
El testo griego, tal como se nos ha trasmitido, es un compendio, un
estracto en que han Sido cercenadas las palabras del original ; esto se evi
dencia por las frases que se hallan entre estos llamados Aforitmoi en la
traduccion latina, y que han sido omitidas.

(XXI) Algunas variaciones se notan entre esta traduccion y la de Vandcr-L'mden


tíos otros autores, de las cuales nos haremos cargo en su lugar respectivo, aduciendo
las razoues que en el manifiesta M. I.ittre «n apoyo de las diferencias que presenta.
-233-
6? Hoc autem, non agnoscens, neque audiens, neque intelligens,
«vaide mortale est.»
7.° «Morituris autem omnibus hoce manifesta fiunt omnia; et ven-
«tres dissolvuntur, distenduntur et inflantur.»
' 8.° «Definitio autem mortis hoec est : cum enim calor animoe, undi-
«que ex corpore adducens humorem , ascenderit ad superiora thoracis,
«et exusserit quod omne humoris constitutum est; non enim aliud corpus
«frigidat ; et pulmo et cor humorem consumpserit , de vapore infusione
«facta mortalibus locis, exhalat caloris spiritus et pergit illue unde cons-
«titit , in aerem , aliud per ea quos in capite sunt respiramina quoc de
«vita vocantur.»
Seguramente el traductor salió mal de todo este pasage , bastante
dificil á la verdad ; pero no es menos cierto que ha hecho con mu
cha exactitud la version del texto griego , aunque sin entenderle, es-
cepto las últimas lineas, que faltan en el latino, ya sea que no se encuen
tren en el original griego, ya que las hayan omitido el traductor ó el co
piante , que parece mas probable.
Entre los aforismos de dicha seccion , los que he citado son los úni
cos que se encuentran en el tratado de las Semanas : los restantes pro
ceden do un origen desconocido , que tambien lo fue para Galeno, por
que indudablemente fueron estos á los que aludió en el pasage citado un
poco mas arriba. Estos aforismos, añadidos que dice haber visto en algunos
ejemplares, eran los que no fueron tomados del tratadode las Semanas, por
que si hubieran sido los citados que forman parte de este libro, no hu
biera omitido esta circunstancia; hubiera manifestado que no eran mas
que un trozo tomado de un libro conocido , que por esta razon no po
dian considerarse como aforismos, y que esta adicion habia sido hecha
por algun torpe copiante. Una consideracion puede apoyar tambien lo
que acabo de decir , y es que los aforismos tomados del tratado de las
Semanas no se encuentran mas que en un corto número de los manuscri
tos griegos que se hallan en las bibliotecas, al paso que los otros de la
octava seccion han sido admitidos generalmente por todos. De este he
cho es preciso deducir, primeramente que las copias que poseemos de las
obras de Hipócrates han sido formadas en su mayor parte, sobre los ejem
plares que , como nos dice Galeno , presentaban la adicion de algunos
aforimos; ven segundo lugar, que esta adicion fue aumentada poste
riormente con algunos trozos tomados del tratado de las Semanas , lo
que ha dadomárgená que haya en losmanuscritos dos ediciones del texto
hipocrático; uno mas antiguo y mas comun que solo contiene los afo
rismos agregados ya conocidos de Galeno , y otro mas moderno y mas
raro , enriquecido con un fragmento del espresado libro.
Ningun editor ha podido decir lo que eran estos aforismos falsos,
porque faltaba la esplicacion, que solo podia encontrarse poruna casualidad
que hiciese hallar el testo original ó una traduccion como la que con
tiene el manuscrito 3027. Gorter (Medicina hippocrálica pág. 886) dice
que no se sabe si estos aforismos pertenecen a Hipócrates ó si han 6ído
supuestos por algun otro ; pero que teniendo en cuenta la fó supersti
-231-
ciosa que los antiguos tenían en el número siete, parece probable que
no fuese compuesto por aquel'el octavo libro de que se trata. En pri
mer lugar, nada autoriza á creer que la division de los Aforismo» en
libros ascienda hasta el mismo Hipócrates ; y ademas está probado de
hecho , que el mayor número de los aforismos falsos han sido estracta-
dos de otro libro Lefebvre de Villebrune, en su edicion de los Aforis
mos, \os omite completamente , contentándose con decir (p. 343) que
los desecha como inútiles y absurdos, con Melicio, pijoteo, los Arabes
y muchos griegos. Sin embargo , examinó el manuscrito 7027, pero no
miró el tratado de las Semanas. «Los aforismos contenidos en la oc-
«tava seccion, dice Bosquillon en su edicion francesa pág. 201, son ea
«su mayor parte falsos ó escritos de un modo ininteligible , ó bien la
«repeticion de sentencias que se hallan espuestas con mucha mas clari-
«dad en otras obras del padre de la medicina; faltan en los manuscritos
«mas antiguos, y en los que se encuentran, parecen ser del principio
«del siglo XV. De veinte que yo he reunido, uno solo concede diez
«y ocho aforismos á esta seccion.» La advertencia de Bosquillon es justa;
el único manuscrito que contiene entre los aforismos falsos los que están
copiados del tratado de las Semanas, es el numero 2106 de la Biblioteca
real. Asi que ya juzgo que dichos aforismos han sido añadidos en una
época reciente, y que el texto griego de este tratado se perdió á poco
tiempo , y por decirlo asi , en el momento en qne tocaba el puerto de
seguridad , cuando iba á ser recogido por la imprenta para nunca perecer.
Berends (Leetion ín Hippoc. Aforism. p. 7) atribuye los aforismos falsos
á un impostor del número de los sofistas. Lo cierto es que no ha sido
mas que un compilador poco diestra que ha estractado , sin advertirlo,
algunas sentencias de un libro perdido en el dia, y que el supuesto
sofista, es decir, el autor del libro de las Semana.* , es un módico pos-»
terior á Hipócrates, pero bastante antiguo para poder ser citado como
autoridad por Filotimo-y el Judio. En fin, el último traductor de los
Aforismos, Mr. Dezeimeris, que los ha colocado con mucha sagacidad en
un orden metódico , reconoce que la octava seccion entera es en verdad
una adicion moderna ; pero no tiene dato alguno sobre el origen de los
aforismos que la componen.
De modo que el examen de la traduccion latina que contiene el
manuscrito 7027, restituye á un antiguo libro hipocrático los fragmen
tos q-ie se desechaban como de ningun valor y de un origen descono
cido , y suministra un nuevo ejemplo de la manera como los copiantes
de manuscritos hacían las compilacianes.
- Galeno, como anteriormente dejo espuesto, cita mnchas veces este tra
tado , y nunca deja de manifestar que le considera como falsamente atri
buido á Hipócrates. Ignoro sí para lemitir este juicio tuvo Galeno otras
razones que el análisis de los pensamientos, de las doctrinas médicas
y filosóficas; y del estilo que se observa en el libro de las Semanas: pues
es bien cierta que solo este análisis bastaría para hacer sospechar mucho
de la autenticidad- de dicho tratado. En efecto , la hipótesis tan ciega
mente seguida de la influencia del número siete, los ejemplos sutiles
-238-
ó tosignificantes invocados' en favor de esta opinion , una teoría filosófica
que hace del principio vital una mezcla del calor y del frio elementa
les, una doctrina médica que aplica ú la produccion de las liebres. la
teoría filosófica y refiere todas estas enfermedades á alteraciones pri
mitivas sobrevenidas en la constitucion de aquel principio, y un con
cepto enteramente contrario al de Hipócrates relativo á la influencia de
las estaciones sobre los males, todo esto confirma lo que dijo Galeno
del tratado de \as Sem'anais, y no permite en verdad dudar que este
libro sea la produccion de otro autor que Hipócrates , muy posterior
ademas, a este insigne médico. Esto es lo que voy á hacer por demostrar'
con algunos argumentos que afirmarán el dictamen de Galeno, pero que
serán deducidos de otras consideraciones que las que resultan del exá-
men de las doctrina y del estilo. Quiero decir que voy á intentar un
poco mas adelante discutir este punto de crítica y de historia: literaria.
El autor del libro de las Carnes , despues de haber dicho qne los
niños cambian los dientes á los siete años, añade: «Esi una necesidad
«de la naturaleza: esplicaré en otro lugar porque' se riqen estos fenó-
«menos por el número siete.'» (Hipp. Edit. Froben, p. 44). Este pasage
me parece que alude al tratado de las Semanas, el cual esplica en efecto
como sujeta la naturaleza todas las cosas á la regla del número siete:
alusion que se hace incontestable , por la comparacion de la siguiente,
cita. Despues de haber hablado de la edad de siete á catorce años, añade
el autor que el cuerpo crece hasta el tercer septenario , en el cual em
pieza la adolescencia , y hasta el cuarto y aun el quinto, y que en. el
cuarto nacen, á la mayor parte de los hombres , las dos muelas que llar-,
man del juicio. (P. 42. Ed. Frob.) Esta division de la vida es la misma
que admite el libro de las Semanas. Si dada esta primera indicacion se
examinan los dos tratados, se encuentra en ellos desarrollada una teoría
enteramente semejante. En los dos desempeña el número- siete un papelim-i
portante: en ambos se considera el calor elemental como el grande agente,
de todas las cosas. En el tratado de las Carnes se aplica esta teoría á
la produccion de las partes y de los órganos del cuerpo, y en:el de las
Semanas á la delas fiebres. Este libro es pues considerado, Como aquel,
de época posterior á Aristóteles. :.i--.
Se ha dicho que los antiguos llamaron ether al fuego conducido á las
mas altas regiones del mundo, (pág, 39. Ed. Frob.) y Aristóteles nos dice,.
que Anaxágoras usaba de esta voz para denominar el fuego. (Del cíeío,
lib.I. pág. 435. Ed. Duvals.) De modo que á este autor es al que aludió .
sin duda el del libro de las Carnes, y al que se ha llamado antiguo; pues ni
Hipócrates ni ningun contemporáneo suyo hubiera podido dar esta califica
cion al maestro de Pericles y de Sócrates. - .i . . i.:
Habiendo ya fijado el término máximo de antigüedad del libro de las
Semanas, convendrá tambien determinar un mínimum para la época de.
su composicion. Que sea muy antiguo este tratado no puede poncqse en
duda, al ver que Filon, que vivió en el primer siglo de la era cristiana.
le atribuye á Hipócrates: de modo que desde entonces era dudoso ya su
origen , y este libro se referia con todo lo que tiene de suposicion á una
época que no podia precisarse. Con todo, he advertido mas arriba,
que, segun Galeno, querían ver en él algunos filósofos el origen del dog
ma de los estoicos , en virtud del cual recibia el alma una doble nutri
cion por la inspiracion del aire y por la ingestion de los alimentos. Con
siguientemente á la antigüedad positiva del libro y á esta observacion, podría
admitirse que fué escrito antes de la época de la fundacion de la escuela
estoica.
Reasumamos en pocas palabras los resultados de esta discusion.
1.° El tratado de las Semanas , perdido en griego, existe en una
traduccion: y fué citado por varios autores antiguos, desde Filon hasta
Moschopoulos.
2.» Galeno, que es grande autoridad en esta materia , le considera
como falsamente atribuido á Hipócrates; confirmando esta opinion el análisis
del libro mismo.
3.° El libro de las Semanas es un tratado de fiebres fundado en dos
opiniones que pretenden esplicarlo todo í saber: que las cosas natu
rales están regladas por el número siete, y que el principio vital es un'
compuesto de calor y de frio elementales , cuyas variaciones constituyen
las afecciones febriles.
4. ° Este tratado es del mismo autor que el libro de las Carnes y
probablemente el mismo que el del Corazon.
5? Pertenecen á este libro dos trozos bastante considerables, in
cluido el uno en el de los Dias críticos, y formando el otro, eu
gran parte, la octava seccion de los Aforismos. Ñada habia podido hacer
sospechar este hecho, hasta el exámen del libro de las Semanas.
6.° Poseemos en griego , y como prueba del original, estos dos tro
zos ; el pasage citado por Platon , algunas espresiones sueltas y una frase
entera referida por Galeno, y por último, la que Aecio ha trasmitido. El
dialecto es jónico ; y el estilo, á lo que puede juzgarse por estos fragmen
tos, es oscuro , sin dejar de tener cierta elegancia.
Predicciones, lirro 2.° Este es un tratado muy metódico y perfec
tamente redactado, sobre el conocimiento del pronóstico: es en verdad
uno de los libros mas notables de la Coleccion hipocrática , y sin em
bargo los críticos antiguos de comun acuerdo le desecharon. Erociano en
su prólogo p. 22. Ed. Franz , anunció espresamente que probaria que el
primero y segundo libro de los Prorréticos no son de Hipócrates ; y lo que
dijo delos dos libros, tiene sin duda aplicacion al segundo solo. Galeno
se une á la opinion de los que juzgan que este libro no pertenece al
médico de Coo. (T. DI. p. 454. Ed. Bas.)
En ningun caso es permitido á la crítica moderna oponerse directa
mente á tales juicios , y colocar el segundo libro de los Prorréticos entre
las obras de Hipócrates : faltando los elementos de una discusion pro
funda , es necesario atenerse á los críticos antiguos que los tuvieron á
su disposicion. Esto sentado, he inquirido si á falta de razones en que
fundar la repulsa que nos ha sido trasmitida, seria posible descubrir al
gun motivo cuya consecuencia fuese la misma , es decir, que manifes
tase que el libro que nos ocupa al presente no pertenece á Hipócrates.
—237-
Se encuentra en él el siguiente pasage : «Tocando el módico el vientre
«y las venas, corremenos riesgo de engañarse que no tocándolos.» (P.
414. Ed. Frob.) Esto parece sur una indicacion clara del pulso; y como
de este no se hizo aplicacion al conocimiento de las enfermedades hasta
el tiempo de Praxágoras, refiere aquel el segundo libro de las Prediccio
nes ó Prorre'ticos á una época posterior á Hipócrates, separándole de él,
como lo hicieron los críticos antiguos; y la espresada advertencia corrobora
su juicio ó mas bien toma de él una gran fuerza.
Es difícil comprender cómo el segundo y tercer libro de los Pror
re'licos, tan diferentes entre sí, han sido colocados juntos, siendo el uno
un libro redactado con no menos método que elegancia, y el otro una
série de proposiciones inconexas, en el cual manifestó Galeno una gran
porcion de locuciones viciosas y aventuradas. Sin embargo, se vé por
la cita de Erociano que acabo de referir, que desde muy antiguo fueron
reunidos ambos con el título de 1.° y 2.° Un pasage de Galeno mani
fiesta que el segundo llevaba tambien el título de libro de Predicciones
el mas grande. (Pág. 446. Ed. Frob.)
De las glándulas. Nada hay que oponer al dictamen dado por Ga
leno sobre este opúsculo. El médico de Pérgamo , en- su comentario so
bre el tratado de las Articulaciones, al llegar al sitio en que promete el
autor un libro sobre la Textura de las glándulas, declara que el que
existe en la actualidad no es obra de Hipócrates, sino de los hipocráticos
posteriores (a), y que no ha sido citado por ninguno de los antiguos, ni
por los que se dedicaron á la composicion de índices. Erociano no hace
de él mencion alguna. He buscado las razones intrínsecas en que los
críticos antiguos se fundaron para separar este libro del catálogo hipo-
crático , y no he podido hallarlas. Pero sean las que quieran-, lo cierto
es que unanimemente le desecharon, y Galeno le refirió á algun médico
de la escuela de Hipócrates, mas de una época posterior á su maestro.
Fragmentos sorre las venas, contenido en el libro de la Natu
raleza de los huesos.—Hé aquí, en la clase siguiente, lo que respecta á este
supuesto tratado.

KOVKNA CLASE.

Yo formo una clase aparte de los muchos tratados pequeños, ó


fragmentos, ó compendios que los críticos antiguos no mencionaron , cua
les son ; el opúsculo sobre el Médico , el del Porte decoroso , los Pre
ceptos , sobre la Anatomía, de la Denticion , de la Bstracion del feto,
úo la Vista , de la Naturaleza de de la muger, la octava seccion de los
Aforismos, sobre la Naturaleza de los huesos, sobrelas Crisis, los Dial
críticos, y los Medicamentos purgantes.

(a ) Tona. V. pag. 591. Ed. Bas.


-238-
Def. medico. Ninguno de tos críticos antiguos cita este opúsculo.
Eustaquio, en sus notas sobre Érociano(a), es verdad que supone que
interpretó este autor una palabra (ota\»«) que en él se encuentra; pero
es una equivocacion , como puede conocerse viendo el texto. 'O¡mhí»
«dice, tiene tres significaciones. En el cuso presente significa los há-
«bitos del hombre: en el tratado de las Articulaciones quiere expre-
«sar la contigüidad y sobreposicion , por egemplo en esta frase; el
«húmero esta diherido (ou.t\>M) á la cavidad articular del omóplato;
«y en el mismo tratado de Hipócrates se usa para designar la experien-
«cia, cuando dice; Este arte se adquiere no solo por el razonamiento
«sino tambien por la practica (g//tw» ). Se halla tambien esta palabra en
«el tratado de las Estaciones y de los Lugares» Como esta voz se lee
en el opúsculo que estamos considerando, (pág. 12, Un. 37. Ed. Bas.) creyó
Eustaquio que la primera cita se referia á él: pero es preciso advertir , en
primer lugar, que en el pasage á que se alude no tiene precisamente la
palabra en cuestion el sentido indicado per Erociano; y ademas que hay
otra consideracion, que no permite admitir que se tratase aqui de de este
opúsculo. Erociano dice: «En el caso presente ómhíh significa tos hábitos
del hombre.» Es sabido que interpretó sucesivamente todas las voces de '
cada uno de los libros hipocrátícos que le parecieron dificiles , y que si
guió el órilen manifestado en su catálogo: y Cuando dice en el caso pre
sente , quiere pues significar que se trata de uno de los libros que ha
incluido en su índice, y del mismo cuyas voces acaba de esplicar. Mas
como en él no incluyo el tratado del Médico , no pudo ser este al que se
refierese al escribir la mencionada frase. Es verdad que se encuentran en su
Glosario algunasvoces relativas á tratados que no juzgó conveniente men
cionar en él; pero entonces no dice en el caso presente, porque esta
espresion supone que se le habla de uno de los libros que ha admitido. Asi
que no es al opúsculo sobre el Medico al que se refiere Erociano en su pri
mera significacion de la voz quenOsocupa, sino mas bien, en mi dictámen,
al tratado de los Aires Aguas y Lugares, que el denomina de las Esta-'
dones y de los Lugares. Es cierto que no se encuentra en él dicha pala
bra , pero muchas de las esplicadas por Galeno y Erociano tampoco se
hallan ya en la Coleccion hipocrática, habiendo sido separadas por las
glosas y los errores de los copiantes. La voz oizew, que precede en la
esplicacion á la de que hemos hablado , pertenece al libro de la Natu
raleza del niño, hallándose este colocado en el índice de Erociano in
mediatamente delante dol de Aires, Aguas y Lugares: de modo, que
segun el orden admitido por este autor, despues de una palabra de a-
quel libro , debe esperarse otra de este.
No es posible formarse idea acerca del origen de este opúsculo,
cuando todos los comentadores antiguos enmudecen acerca de este parti
cular. El autor, despues de haber dicho que era necesario á un ciruja»
no militar seguir los egércitos para aprender á conocer y tratar las

(a) Glosar, in Hipp. p. 272. Ed. Frob.


-239-
heridas, añade; «Todo. esto so ha dicho ya en otros escritos:» (Pá*
gina 14, Ed. Frob.)*, y la Coleccion hipóeratica contuvo en otro tiempo
un Jibro d,e cirujia militar titulado de los Dardos y de las Heridas , el
cual juzgó Galeno que no era propio de Hipócrates, y no existe en el
dia. Entre el objeto de este libro y el pasage citado del opúsculo
del Medico, hay una conexion evidente; pero seria preciso tener aquel
tratado para ver si podrían referirse uno á otro estos dos libros.
Del porte decoroso. Este opúsculo no cuenta en favor suyo el
testimonio de ningun comentador antiguo, y concluye con una frase en
teramente análoga á la que termina el Juramento. Éste es el único vín
culo que le une con el resto de la Coleccion hipocrática. Bernard
en una carta á Keiskc ( a } trata de probar que es composicion de un
médico perteneciente á la secta estoica.
Los preceptos. Ningun comentador antiguo los ha mencionado ; y
no sé por qué algunos críticos. modernos los han atribuido á un médico
de la secta empírica. El autor es verdad que recomienda la práctica, pero
con el raciocimo; no de otro modo que algunos escritores de la Colec
cion hipocrática. El silencio que acerca de este opúsculo guardan los co
mentadores antiguos, le deja rodeado dé la mayor oscuridad.
De la anatomia. Tampoco ha sido citado por ningun escritor an
tiguo este corto fragmento , que encierra en pocas líneas nociones acerca
de la mayor parte de los órganos del cuerpo humano. Se encuentra en
él repetida tres ó cuatro veces una palabra que dice Suidas haber sido
propio de los abderitas , y muy usada por Demócrito ; de cuyo hecho han
deducido algunos críticos modernos , que el fragmento en cuestion era
propio de este filósofo. Nada se opone ni corrobora esta conjetura; por
lo tanto, solo podemos decir que fes enteramente gratuita.
De la denticion. Ningun comentador antiguo ha mencionado este
cortísimo fragmento; asi que nada sabemos acerca de su procedencia.
De la estraccion del feto. Lo mismo puede decirse relativamente
al origen de este fragmento , que al de los anteriores. Ni Galeno ni Ero-
ciano te han citado; en sus Glosarios sin embargo interpretan una pala
bra I'x^uw, que solo en él se encuentra. ¿Cómo esplicaremos la existen
cia de esta voz en los Glosarios ? ¿Tendrían sus autores á la vista el frag
mento que nos ocupa, ó copiarían esta esplicacion dfe alguno de los que
antes que ellos compusieron vocabularios hipocráticos, y que conocieron
por consiguiente el tratado de la Extraccion del feto ? ¿Pertenecía acaso
esta palabra á alguno de los libros que soban perdido? De todos modos
este fragmento es muy antiguo , y tal vez deba agregarse al tratado de
las Mugeres estériles , que está cortado precisamente en el mismo punto
en que empieza el autor á hablar de la estraccion del felo muerto. El
trozo de la Estraccion del feto es un fragmento que formaba parte de
alguna obra de obstetricia , pues empezaba del siguiente modo: «Voy

( s ) Véase su vida publicada por su esposa, p. 263. II.


-2-10-
«á tratar de los partoí que no so verifican naturalmente , sino que exi-
«gen la estraccion del feto.» (Pág. 53. Ed. Frob.)
De la vista. Este opúsculo no ha sido citado por Galeno ni por
Erociano, y se halla enteramente desprovisto de todo testimonio de la
antiguedad. Parece ser un fragmento de algun libro perdido ; tiene poco
órden en la redaccion, y es preciso colocarle entro estos trozos inco
nexos acerca de cuyo origen no existe noticia alguna.
Dk la naturaleza de la muger. Falta igualmente toda autoridad en
favor de este libro , cuya composicion por otra parte , no le recomienda.
Contiene una porcion de pasages tomados de los tratados sobre las En
fermedades de las mugeres, lo cual induce á creer que no es masque un
estracto hecho sin el mayor criterio á espensas de otros libros. De todos
modos este fragmento , de que los críticos antiguos no tuvieron noticia ó
no hicieron caso , no pertenece á Hipócrates.
Entre los opúsculos que acabo do enumerar, acaso uno tan solo tiene
un testimonio eu su favor, el de la Estwcion del feto, al cual es muy
posible que deba referirse la palabra citada por Galeno y Erociano. Con
respecto á los demas han guardado los críticos antiguos el mas profundo
silencio, sin .que por esto sea lícito deducir que fuesen composiciones
posteriores á Erociano y Galeno. Efectivamente, llevan estos opúsculos
un carácter de antigüedad que no es posible desconocer , y aun en algu
nos, como por ejemplo, el del Medico y el del Porte decoroso, se ad
vierten indicios de relacion con otras obras de la Coleccion hipocrática.
Pero no sucede lo mismo con los trozos que siguen. Estos son con
toda seguridad composiciones posteriores á Erociano y Galeno , y el pro
ducto de compilaciones hechas en una época ignorada, pero muy tardia.
Este es un hecho que me ha permitido establecer de una manera incon
testable el descubrimiento de la desconocida traduccion del tratado de
las Semanas. He formado la décima claso en la Coleccion hipocrática con
el auxilio de una sola consideracion, á saber: que los opúsculos que la
componen no han sido citados por ningun crítico de la antigüedad. Ad
mitido este hecho, se divide naturalmente en dos series: una (de que
acabo de hahlar) que comprende escritos que no han sido en verdad ci
tados, .poro que sin embargo debe reconocérseles como antiguos en razona
sus caractéres intrínsecos; y otra (de la que voy á ocuparme) que encierra
compilaciones hechas en un tiempo muy posterior á Galeno. El libro de
la Naturaleza dela muger, que he colocado al final de la primera série,
sirve de transicion ; porque no sé si esta es compilacion antigua ó mo
derna.
Octava seccion de los aforismos. Esta supuesta seccion de los
Aforismos, he demostrado, al hablar del libro de las Semanas, que
ha sido tomada do este tratado ; por consiguiente la suprimo , remi
tiéndola al sitio que la corresponde.
De la naturaleza de los huesos. El tratado de la Naturaleza de los
huesos es uno de los que mas han dado que hacer á los críticos por la
confusion que reina en él. Todas las dificultades proceden de que este
libro es una coleccion de fragmentos, desconocida de toda la antigüedad,
-2*1-
y formada por un autor muy moderno. Voy á deimslrar que esto es cierto,
y la prueba de este hecho colocará cada cosa en su lugar, borrando
del número de los libros hipócráticos una amalgama de diferentes trozos
que no deben figurar en ella. Este libre está compuesto de cinco porciones
diversos, de los cuales cuatro son de conocida procedencia, pertene
ciendo el quinto á un autor desconocido. Los enumeraré á continuacion,
recordando desde el principio hasta el fui este supuesto tratado.
El primero, de que paso á hablar, empieza de este modo: Los hue
sos dan al cuerpo sn estabilidad , su rectitud y sa forma. ( a ) Esta
porcion es la que cita Galeno en su Glosario , con el título de Apén
dice al libro del Mochlico, y otras veces con el de Tratado de las ve
nas añadido ai Mochlico. Erociano no hace mencion nominal de este frag
mento, pero esplica en su lexicon cuatro palabras de el; >A*or.ni¿tp rwxi
j,. 76, *H)-*:jp3;oiiii<>e p. 17V ; 'Ei i%Kt'oro;Áiiti p. 110, y "E^u-<\yofiiifat
p. 156. Ed. Franz. Delo cual resulta con evidencia que comprendió este
apéndice bajo el título comun de Machlico, y que le admitió en su ca
tálogo de los escritos hipocráticos. Aun hay mas: Erociano nos ha tras
mitido una esplicacion de Bacchio que se refiere á este apéndice (pág.
155. Ed. Frob.), lo cual prueba que, desde el tiempo de uno de los mas,
antiguos comentadores de Hipócrates, existia este fragmento y estaba
unido al Mochlico. Le devolveré pues su antiguo título , sobre las Venas,
y le uniré á otro fragmento, que versa sobre el mismo objeto, y se
halla comprendido en la compilacion titulada Naturaleza de los huesos.
El segundo trozo que conti?ne este tratado, empieza con estas pala
bras: La vena del hígado de los lomos etc., (pág. 60. E l. Frob.) Está
dedicado á la anatomía de las venas; se encuentra todo él en el segundo
libro de las Epidemias, y lo que prueba que este es su verdadero lugar
es que Galeno, qns 1e cita, se refiere á este segundo libro, y no hace
mencion del tratado sobre la Naturaleza de los huesos.
El tercer fragmento que empieza con estas palabras ; Las venas mas
gruesas se hallan dispuestas de este modo, (pág. 59. E l. Frob.) no es
otra cosa que el trozo que ss lee en el tratado de la Naturaleza Ali
maña , atribuido por Aristóteles espresa nente á Polibio. Galeno, con sa
comentario sobre el tratado de la Naturaleza del hombre, nos prueba que
este ha sido siempre su verdadero lugar, y de aquí es donde le sacó
el autor del tratado de la Naturaleza de los huesos.
El cuarto trozo ha sido estraido no de las obras de Hipócrates , sino
de las de Aristóteles. Sus primeras palabras son estas : Las venas grue
sas se hallan dispuestas de este modo. (Pág. 53. E l. Frob.) Se encuentra
con todas sus letras en la Historia de los animales de Aristóteles, (lib.
I1I. eap. 3), y es de Siénesis de Cliipre médiro por otra parte descono
cido. Esto solo seria suficiente para probar que nosotros tenemos á la
vista una compilacion tarJía , para la que se lia tomado de aqui y de

( i ) Pág. 01. EU. Frob.


32
—2*2-
alli y aun del mismo Aristóteles, y reunido cuanto se habia dicho
acerca de las venas.
Réstanos todo el principio del supuesto tratado de la Naturaleza de
los huesos, que forma el quinto y último de los varios trozos reuni
dos por algun copiante. No me es posible referirle al autor á que per
tenece ; desconozco su origen; ninguna de las palabras esplicadas por
Galeno y Erociano se encuentran en él, y no formaba parte del Apén
dice at Mochín-o: porque de ser asi, no le hubiera separado el copiante,
interponiendo tres fragmentos to:nados del segundo libro de las Epide
mias , de Polibio y de Siénesis de Chipre. A esta razon tan decisiva
se añade otra que no lo es menos; que la anatomía de las venas
es enteramente diversa de la que se espone en el Apéndice del Mochlico.
Segun este quinto fragmento nacen las venas, del corazon, lo cual im
pide colocar la composicion de este trozo antes del tiempo de Aristóte
les. Los conocimientos anatómicos que en él. se vierten le colocan al
lado del tratado del Corazon , del de el Alimento y del de las Carnes:
y este fragmento, que forma el principio del supuesto tratado de la Natu
raleza de los huesos, procede de un escritor enteramente desconocido,
como sucede al de la Anatomía y al de la Denticion entre algunos
otros. Es imposible averiguar si ha formado parte de la Coleccion hi-
pocrática desde la antigüedad.
No será pues de admirar, que, habiendo esta discusion hecho desa
parecer el tratado de la Naturaleza de los huesos, le suprima yo igual
mente de mi edicion. De los dos fragmentos sobre las Ve«a», que ocu
pan el principio y el fin de esta compilacion , el primero parece ser de
una fecha posterior á Hipócrates; el segundo se hallaba unido en la an
tigüedad al Mochlico, como yo tambien hubiera hecho, si no hubiese
colocado á este libro (que es el de los Instrumentos de reduccion) entre
los escritos que deben atribuirse á aquel autor. El Apéndice sobre las
venas, no tiene pues carácter alguno que nos permita juzgar de su au
tenticidad : por consiguiente reuniré ambos fragmentos y los colocaré al
lado del tratado del Corazon, con el cual tienen conexiones muy natura
les , por el objeto de que tratan. Sería muy inútil repetir los dos trozos que
se encuentran , uno en el segundo libro de las Epidemias , y otro en el
tratado de la Naturaleza del hombre; en cuanto al pasage de Siénesis
de Chipre , no hay razon para separar las pocas líneas que le compo
nen del libro de Aristóteles en que se hallan citados.
De i.as crisis. Este escrito no ha sido citado por Erociano, ni por
Galeno, ni por comentador alguno. Examinándole de cerca , se advierte
que está compuesto de estractos tomados de varias partes de las obras
de Hipócrates. Esta compilacion es pues muy moderna , y no ha sido
compuesta con masórden, ni mas inteligencia que la que lleva el tí
tulo de la Naturaleza de los huesos.
De los dias criticos. Esta compilacion, que no se halla citada por
ningun comentador antiguo, ha sido hecha mas recientemente. El único
pasage cuyo origen no podia señalarse, es un fragmento tomado del tra
tado de las Semanas, que yo he colocado en su verdadero lugar, en
— 213 —
contratólo la traduccion latina de este escrito perdido en griego, le
suprimo por lo tanto en mi edicion. Todo lo que contieno está tomado
de otra parte, y añadidas unas cosas tras otras sin cuidado en la eleccion
y sin el menor discernimiento. Ademas Galeno ha dicho formalmente
que Hipócrates no compuso ningun tratado especial sobre los Dias crí
ticos. ( T. III. p. 440. Ed. Bas.)
Muy fácil seria aumentar esta lista de compilaciones. En diferentes
manuscritos se encuentran, bajo el nombre de Hipócrates, fragmentos
titulados de las Orinas , de los Sudares , y de la Gota , los cuales son es-
tractos mas ó menos testuales de diferentes libros hipocráticos.
De los medicamentos purgantes. Este fragmento no ha sido citado
por ninguno de los críticos antiguos, ni se le encuentra en las primeras
ediciones. Fué publicado la primera vez por el P. Petan con esta nota:
«Q:iod rursum tres paginae vacarent, typographi rogatu hnne Hippocratis
«libellum ex Cujaciano codicou olim escriptum adjunximus, qui hactenus
«in omnibus Hippocratis editionibus desideratum est.» (S. Nicephorl Bre-
viarium histáricum , p. 407. Parisiis 1616.) Este fragmento falta tambien
en casi todos los manuscritos. No sé de donde procede.

DECIMA CLASE.

Aquí coloco la nota de los escritos perdidos en la Coleccion hipoerá-


tica , que son ; el libro de las Heridas peligrosas , el de los Dardos y
heridas , y el primer libro de las Enfermedades el pequeño.
De las heridas peligrosas. Con este título cita Galeno , en diversos
parages, un tratado que no atribuye á Hipócrates sino de una mane
ra dudosa, y que seguramente ei el mismo que Eroc'ano designa con
el de libro sobre los Dardos y Heridas. Hé aquí las citas que de él he
encontrado en Galeno: «Sibemos que el que espribió el libro sobre
»las Heridas peligrosas, se propuso esponer el tratamiento de algunas
»de las heridas que interesan el hígado, el vientre ó la vejiga (T. V.
pág. 305, El. Basil).» Y en el tomo V. pág. 100, se lee; «En Hipócra
tes es preciso aprender cóm;> trató las heridas del abdomen , como tam-
»bi-m otras heridas graves». K:i el mismo sitio recomienda la lectura de
este tratado, comí íg'nlmjnte del de las Ulceras.
Aun creo que debe referirse á este libro otra cita de Galeno, á
pesor de que no dice el tratado de que la tomó* El pasaje es muy
notable, y aun cuando no fuese mas que por su valor intrínseco,
merecería reproducirse. «Hay hombres á quienes sobrevienen por in-
ntérvalos vómitos de sangre; y especialmente les sucede á aquellos
»que, abandonando sus ejercicios violentos, no dejan [sin embargo su
«régimen habitual, ó á quienes se ha separado un miembro entero,
«como lo ha enseñado Hipócrates.» (T. IV. p. 115. Ed. Bas.) Este
último periódo de la frase, que no he podido hallar en lo que de
él pjsec.nJs, ha sido tomado sin dula del tratado de las Herida*
- 2ti -
peligrosas. Lo mismo puede decirse de lo que sigue: «Hipócrates
«dijo que á aquellos á quienes se cortaba un miembro, sobrevenían
«deyecciones sanguinolentas.» (T. III. p. 243. Ed. Bas.) «Las pala-
«bras siguientes, dice Foesio, (scc. IV. p. 146.) se han atribuido, en los
«antiguos manuscritos del tratado de las Ulceras, al comentario de
«Galeno : Hipócrates se vale de la palabra íkko( en el tratado de las
«Ulceras para designar las heridas recientes; y en el de las Heridas
«y los Dardos, para expresar las crónicas.»
Puede creerse que una íwrcion de este tratado estaba consagrada
á la exposicion de las reglas que deben seguirse para la extraccion
de las armas arrojadizas. Efectivamente, en un índice, que he tenido
ocasion de citar, y que se halla colocado á la cabeza del manuscri
to 2I46, se lee: de las Heridas peligrosas; de la Extraccion de los
Dardos: y como lo restante de este índice prueba que algunas por
ciones de tratados se hallan enunciadas en él como tratados aislados,
el trozo relativo á la extraccion de los Dardos, que en ninguna par
te se halla citado como un libro separado, es indudablemente un ca<-
pftulo del tratado de las Heridas peligrosas , al cual , el redactor del
índice, ha dado un título y una existencia independiente.
Ciertamente es muy sensible que hayamos perdido este libro de
la cirugía hipocrática, y estos fragmentos solo sirven para hacer sen
tir mas su pérdida.
De los dardos y de las heridas. Este tratado se halla citado
por Erociano en su catálogo de libros hipocráticos , sin que en ningu
na otra parte se halle mencionado. En el curso de su Glosario cita
de él una frase, que es lo único que poseemos: «Habiendo tenido un
«hombre una afeccion de la médula espinal, murió, al dia setimo.»
(P. 74. Ed. Franz.) La nota que refiere Foesio sacada de manuscri
tos antiguos, prueba (y esto ya se podia facilmente suponer) que el
tratado de las Heridas peligrosas de Galeno es el de los Dardos y de
las heridas de Erociano, siendo ambos un mismo libro.
Primer lirro de las enfermedades el pequeño. Este es el tí
tulo con que Galeno cita un libro que Figuraba en otro tiempo en la
Coleccion hipocrática. Este libro no se encuentra ya en ella, y se ha
perdido como el anterior. Galeno cita de él este trozo de una frase.
«Respirar como los niños á quienes se hace callar , y que llorando
«hacen entrar por las narices el aire de la respiracion.» (Eroci. Gal. y
Herod. Glor. p. 431. Ed. Franz.) Despues esplica dos palabras, K*út<»u«
que traduce inflamacion (Eroc. Gal. y Herod. G!os. p. 498.) , y
SLiAut/a de la isla de Melos (Eroc. Gal. Glos. p. 526. Ed. Franz.),
Sin duda se debe tambien referir á esta obra perdida la voz Typho-
mania, que Galeno dice hallarse en el libro de las Enfermedades , y
que nosotros no leemos en parte alguna de la Coleccion hipocrática,
(T. v. p. 168. Ed. Basil.)
-2V4-

l NDECIMA CLASE.

Las piezas que so encuentran á continuacion de la Coleccion hipocrá-


tica son ciertamente muy antiguas, pero no menos apócrifas. Com
prenden cuatro objetos diferentes, que son:
t.° Las Curtas y el Decreto, pertenecientes á la peste que desoló la
Grecia, durante la guerra del Peloponeso.
2.° Las Cartas relativas á la í<<cura de Dcmócrito , y la correspon
dencia establecida despues entre este filósofo é Hipócrates.
3.° La Carta de Hipócrates á sn hijo Tesalo.
Y 4.° Los Díñennos relativos á la guerra hecha por los Atenienses
á la isla de Coo.
1? Ya he tenido ocasion de manifestar, al principio de esta introduc
cion, que los servicios hechos por Hipócrates en la peste de Atenas, son
una pura fábula. Las Cartas y el Decreto, examinados en sí mismos, no
pueden resistir á la crítica ; y aun cuando el mismo Tucidides no hu-
Ijiera estado alli para manifestarnos su falsedad , bastaría dirigir sobre
ellas una mirada para conocer que estas piezas son apócrifas. He aquí
como Artagerges se queja por medio de antitesis. Sin estar en guerra,
dice , tenemos gtierra, Poeto, á quien se dirigen, le responde que los
socorros de la naturaleza, que curan las demas enfermedades por las
crisis, no tienen eficacia alguna contra la epidemia pestilencial , y que
solo el arte, produciendo una crisis artificial, triunfa de la peste. ( Pág.
523. Ed. Frob.). Estas antitesis son de un retórico que esplica lo que
no hubo , á saber: la curacion, por el arte de Hipócrates, de una enfer
medad que abandonada á los solos esfuerzos de la naturaleza era mortal.
Fácil seria reunir muchas frases marcadas con el mismo carácter de sutil
afectacion; pero este género de crítica deja siempre dudas, y asi pre
fiero demostrar las contradicciones que en ellas se encuentran , y que
prueban irrefragablemente que toda esta relacion no es mas que un tejido
de patrañas.
Segun la Carla de Poete á Artagerges, la peste, despues de haber de
vastado á Atenas, pasó al Asia ; porque esta carta habla de los servicios
hechos ya por Hipócrates y de los honores que le concedieron los Ate
nienses. Por el contrario, en el Dccrrtodel pueblo de Atenas, se dice que la
peste venia de la tierra de los Bárbaros, á la Grecia. (Pág. 536. Ed. Frob.)
El hecho es que en efecto vino del i ais de los Bárbaros á Grecia, de la
tierra del gran rey de Atica, de Oriente á Occidente, como la mayor
parte de las grandes epidemias. Tucidides lo dice formalmente en el si
guiente pasage . «Cuando la enfermedad acometió á los Atenienses, por la
«primera vez , ya se habian corrido voces deque habia atacado á mu-
«chos pueblos, y entre otros á Lemnos, y otros puntos.... Se asegura que
«nació en la Etiopia, situada por cima del Egipto, y que descendió de Egip-
«to á la Lybia, y á la mayor parte del imperio del gran Itey. Invadió
-246-
«súbitamonte la ciudad de Atenas, y escogió sus primeras victimas en el
«Píreo, en tal grado, que se acusó á los Peloponesianos de haber en-
«venenado los pozos.» Asi es que la carta de Poeto, que hace pasar la
peste de la Grecia al Asia, contradice la verdad dela historia; y lo que es
aun mas, se opone al mismo Decreto, con el cual tiene algunas co
nexiones. Queriendo el compositor de estas piezas ensalzar á Hipócrates,
y no acordándose sino de que se decia que el pueblo de Atenas habia
espedido un decreto en su favor, incluyó la mencion de este Decreto en
una carta que, si hubiera sido verdadera, se hubiese escrito antes que el
Decreto.
Hé aquí otra contradiccion no menos manifiesta: en la carta que
Poeto escribió á Artagerges, se dice que Hipócrates habia sido ya con
decorado por los atenienses con los mismos honores que Hércules y
Esculapio, por los servicios que les habia hecho. En el Decreto se
manifiesta que los atenienses concedieron á Hipócrates ciertos favores
eminentes y honores parecidos á los de Hercules, porque preservó la
Grecia de las pestes, y rehusó los dones del Rey de Persia. Sí pues
los atenienses le recompensaron por haber rehusado los dones del
enemigo , no p ido recibir la recompensa de los atenienses en el mo
mento en que los relimaba. La equivocacion del falsificador es evidente, e
imposible el dejar de conocerla.
Las inadvertencias del que ha redactado la leyenda de Hipócrates,
con respecto al supuesto papel que figurara en la gran fiebre que
desoló la Grecia, no dejan la mas pequeña duda de que toda esta
historia ha sido inventada. Estas son pruebas positivas , siempre mas
valederas y convincentes que las negativas. Pero aun cuando esta re
lacion se hubiera hecho de manera *que no se encontrasen en ella
contradicciones tan palpables y que tanto prueban su falsedad , ¿fómo
se podría conciliar con lo espuesto por Tucidides, que asegura que todo
el arte de los medios fie inpotente; y por que hubieran los ate
nienses tenido que recompensar á Hipócrates cuando se lee lo siguien
te en el mismo historiador? «El invierno siguiente volvió á aparecer la
«enfermedad en Atenas; á la verdad, no habia cesado nunca comple-
otamente, pero se habia apaciguado algun tanto. Esta segunda inva-
ssíon no duró menos de un año; la primera habia durado dos; de
«manera que puede decirse con verdad que nada dió tan fuerte gol-
»pe al poder de los atenienses. No perecieron menos de 4100 solda-
»dos y 300 caballeros; y del resto de la poblacion, un número incal
culable (L. 3. p. 232, VVechel 1394).» La guarnicion de Atenas no
fea/aba de 29,01)3 hambres , y la poblacion total de la ciudad , libre
y esclava, se valuó en 400,000 almas: de modo qüc, si la pérdida fue
tan considerable en el resto de la multitud como en los hombres ca
paces de tomar las armas, debe valuarse en mas de 80,000 el núme
ro de víctimas de la peste. Se ve pues, como dice Tucidides, que
ningun poder tuvo el arte de los médicos. La enfermedad persiguió á
los atenienses hasta el sitio de Potidea, en donde diezmó su ejército.
En muchas ocasiones hace mencion aquel historiadorde este gran desastre.
-2 li
cuando describe la prosperidad de Atenas al principio de la guerra del
eloponeso , advierte <pie la ciudad estaba llena de fuerza y vigor, y
no habia sido aun presa de la enfermedad. (L. II. p. 119.)
Nada pues se halla mejor establecido que la falsedad de toda esta
historia de Hipócrates v el rey de los Persas; sin embargo no se
puede negar que es de una epoca muy remota. La antigüedad se
complació en forjar un número bastante considerable de estas cartas,
y no ha sido Hipócrates el único objeto de semejantes composiciones
apócrifas. La cita mas antigua que yo conozco, es del tiempo de Ca
ton al antiguo. Plutarco refiere que, habiendo oido hablar os!e roma
no de la negativa de Hipócrates a socorrer á los enemigos, crevó que
todos tas griegos habian prestado semejante juramento, y puso por precepto
á sus hijos que jamás se valieran de ellos. (Plut. Cat. maj. t. Ill. p. 289.
Ed. Tauch.) En esta época se hallaban ya forjadas las carias, y pue
de admitirse muy bien que ya lo estuviesen tiempo hacia. Otro he
cho singular confirma la antigüedad de estas piezas, pero sin probar
su autenticidad. En el Decreto de los atenienses se dice: «Los hijos
»de Los habitantes de Coo podrán entrar en los Gymnarios lo mismo
»que los de los atenienses.» Y en tiempos posteriores , dice Mr. Boeck
en su coleccion de inscripciones griegas; los hijos de los extran-
geros honrados, establecidos en Atenas, obtenían este favor sin ne
cesidad de decreto particular; pero en tiempos mas antiguos no se
concedia sino por privilegio á los extrangeros. Puede creerse que el
redactor de estas piezas, exacto en este punto, aunqne ignorante en
lo demas, fuera algun ateniense que conocía las leyes de su pais.
2.° La segunda série comprende todo lo concerniente á la su
puesta locura de Dcmócrito, su conversacion con Hipócrates, y la cor
respondencia que se estableció entre el filósofo y el médico. Tan apó
crifo es esto como la historia de los presentes del rey de Persia ; por
que en la Carta de Hipócrates al pueblo de Abdera, se hace mencion de
esta circunstancia , y la falsedad de este hecho , que he demostrado mas
arriba , envuelve en sí la de toda la correspondencia relativa á De-
mócrito, Una y otra re lacion se derivan del mismo origen; de cuen
tos populares que la imaginacion de algun autor se complació en in
ventar.
Ahora pues, si se examinasen detalladamente estas Cartas, por todas
partes se reconocerían en ellas inadvertencias y descuidos que descubren
una composicion apócrifa. Quiero señalar algunos detalles que descubren
al falsificador , para poner su autenticidad mas en claro y fuera del al
cance de la crítica y de la duda. En diferentes ocasiones, cita por sus mis
mos títulos los Pronósticos , el tratado sobre la Enfermedad sagruda , el
el de la Tisana , los Prorréticos , el libro de las Enfermedades de las
mugeres, y el quinto de las Epidemias. Pudiera acusarseme de peticion
de principio, si para demostrar la falsedad delas Cartas, me sirviese de
la demostracion en que he establecido que algunos de estos tratados no
son de Hipócrates ; pero haré notar que , en ninguna parte de la Co
leccion hipocrática , se encuentran citas de esta especie con los mismos
—248—
titulos. No tuvieron este cuidado los autores hipocráticos, los cuales de
signan los escritos á que se refieren, por la maleria que tratan, no por
el título : pero el redactor de estos cuentos creyó causar admiracion
nombrando, en una supuesta carta de Hipócrates , muchos de los libros
que con razonó sin ella se le han atribuido. Y adviertase ademas, que
todos los críticos antiguos creyeron que los do3 libros de los Prorrélicos
no eran de este médico, siendo la mayor parte de opinion de que el quinto
de las Epidemias tampoco le pertenece: ¿p2ro qué cosa habria mas au
téntica que estos libros, si de ellos hiciera mencione-I mismo Hipócrates
en una carta á Demiento? Es pues muy evidente que ningun crítico de
la antigüedad creyó formalmente en la autenticidad de estas cartas.
Otra particularidad, acaso mas sutil, pero que no prueba menos , re
sulta de su examen, cual es que su iomsmo no es semejante al de Hi
pócrates. Asi es que se lee tflj»,xxtret, cuya palabra pertenece al ionismo
de este; mas el redactor crevó que seria lo mejor tomar las for
mas jónicas mas terminantes , sin sospechar que el estilo jónico de Hi-
jwcrates no era osactamente el de Herodoto. Fué pues , en el dia
lecto , mas rigoroso que el médico de Coo ; su archaismo traspasó los
límites é hizo lo que a )uel que, escribiendo en nuestros dias en el estilo
del siglo XVI, mezclase las formas solamente usadas en la época
anterior. Areteo, que escribió en jónico en un tiempo en que solo los
gramáticos se ocupaban de este dialecto, conistió muchas faltas de este
género.
3.° La pequena Carla de Hipócrates á su hijo Tesalo , no tiene en
sí nada qua demuestre su falsedad ; pero al lado de tantas piezas apó
crifas, es permitido , sin incurrir en severidad , colocar igualmente esta
carta en la misma categoría.
Añádase á esto que Erociano , que no peca por eveeso de rigor en la
formacion del índice de la3 obras que considera ca:no verdaderamente
de Hipócrates, no dice una palabra de las Carlas.
4? Li Súplica dirigida á los de Tesalia, y el Difcitrso de la emba
jada, forman la última serie de estas piezas, relativas á un mismo y
solo asunto , que es la guerra de los Atenienses contra la isla de Coo.
En la primera implora Hipócrates el socorro de los de Tesalia en favor
de su patria; en la segunda su hijo Tesalo ruega á los Atenienses que no
persistan en sus hostiles designios. Es preciso notar que una historia
análoga se atribuye por Suidas, á Dexipo ó Dioxipo de Coo, discípulo de
Hipócrates. Llama lo este mídico por Hecatomno rey de Caria, para asis
tir á sus hijos, Mausolo y Pixodaro, que se hallaban en un estado deses
perado, no a;:eaJió á los rueg is da este príncipe sino con la condicion
de que acabaría la guerra contra los habitantes de Coo. Ya hemos visto
que lo» biógrafos de Hipócrates han referido, acerca de un amor secreto
del rey de MiceJonia Perdicas , una historia semejante á la que se ha
contado de lirasistrato y Seleuco. L is leyendas parece que gustan de estas
repeticiones.
La Súplica y el Discurso de embajada demuestran mutuamente su
falsedad, en razon á suponerseel uno á la otra. La Súplica á los de Tesa
—249—
lia no tiene, á decir verdad, nada que pueda descubrir al falsificador;
pero el Discurso de la embajada haoe menoion de los servicios prestados
a la Grecia por Hipócrates, de su negativa á socorrer la Peonia y la
Iliria por donde venia la peste, de la remision de sus discípulos á "di
ferentes provincias, del triunfo que obtenía de la epidemia á medida
que llegaba á las ciudades , y fmalmente del saludable consejo que dió
á Atenas. Ahora bien ; nosotros sabemos por Tucidides que ningun mé
dico hizo nada en Atenas contra la peste; la edad de Hipócrates no
permitía tampoco que tuviese discípulos, y sobre todo hijos que enviar
á los diferentes paises atacados. Nada es pues tan fabuloso como el repre
sentar á un médico reprimiendo, desde que apareció una enfermedad
tan violenta. El autor del Discurso hace venir la peste de la Iliría , por
ja Beooia, y Tucidides dice positivamente que venia de la Etiopia, y que
invadió el Atica por el Píreo, Finalmente, Tesalo asegura que marchó al
Peloponeso para oponerse á los progresos de la peste , y el mismo Tu
cidides nos dice que apenas penetró esta en tal parte de la Grecia. Asi
pues por todas partes el autor de estas dos piezas se halla en centradic-
oion con lo verosímil , con la historia y con los hechos.
Sin embargo no es el mismo que oompuso la oorrospendeneja
con Artagerges ó con Demóerito, porque en la Súplxca y en el Discur
to de la embajada, no se habla de la petluíon del rey de los Persas, ni de
la respuesta de Hipúorates. Al contrario, son los reyes de los peonios
y de los ilirios los que solicitan el socorro, y á quienes el médico de Cao
dirige su negativa. Se halla presentado el cuento de otro modo; el es
tilo tambien es diferente, y parece que en la antigüedad tuvieron mas
crédito estas piezas; porque Erociano las cita como do Hipócrates, y
Varron hizo uso de ellas. Así pues, circunstancia bastante curiosa para
la historia de las leyendas sagradas ó profanas y en que no se ha repa
rado, la fábula relativa al papel que hizo Hipócrates en la peste, es
verdaderamente doble; por un lado se le pone en relacion con los re
yes do loi peonios y de los ilirios, y por otro oou el rey de Persia; y
estas dos versiones de una misma fábula tradicional no han distado mucho
una de otral
Sin embargo, parece que Erociano reconoció su Incompatibilidad,
porque, admitiendo el Discurso de embajada, ha esoluido de su índjee las
Cartas en que intervienen Artagerges y Demóerito.
Por último, se puede asegurar que nada es mas cierto que la false
dad de estos dos Discursos, como tambien de las Cartas y del Decreta
relativos á Hipócrates,

CUADRO QUE PUEDE SERVIR DE RESUMEN,

Clase primera. Escritos de Hipócrates: de la Medicina antigua;


los Pronósticos ; los Aforismos ; primero y tercer libro de las Epide
mias; del Régimen en las enfermedades agudas; delos Aires, Aguas y
-.2*)-
Lugares; de las Articulaciones; de las Fracturas; de los Instrumen
tos de reduccion, (á este tratado se hallaba unido en la antigüedad un
opúsculo sobre las Venas, de que ya he hablado al tratar del libro de la
Naturaleza delos huesos), de las heridas de cabeza; el Juramentola Ley.
Clase segunda. Escritos de Polibio: de la Naturaleza del hombre;
del Régimen de las personas sanas.
Clase tercera. Escritos anteriores á Hipócrates: las Prenociones
de Coo; el primer libro delos Prorréticos.
Clase cuarta. Escritos de la escuela de Coo, de los contemporá
neos los discípulos de Hipócrates: de las Ulceras, de las Fístulas y de las
Hemorroides ; de la Enfermedad sagrada; del Pneuma; de las Regiones en el
hombre; del Arte; del Régimen y de los Sueños; de las Afecciones; de las
Afecciones internas; primero , segundo y tercer libro de las Enfermedades;
del Nacimiento ú los siete meses ; del Nacimiento á los ocho meses.
Clase ücisita. Libros que no son mas que estractos ó notas: 2.°,
5.° , 6.° y 7o libros de las Epidemias; de la Oficina del médico; de los Hu
mores; del Uso de los líquidos.
Clase sexta. Tratados que perteneciendo á un mismo autor forman
una serie particular en la Coleccion: de la Generacion; do la Naturaleza
del niño; cuarto libro de las Enfermedades de las mugeres; de las En
fermedades de las doncellas ; de las Mugeres esteriles.
Clase setima. Escrito que acaso pertenece a Leofanes: de la Super-
fetacion.
Clase octava. Tratados que ya porque contienen el conocimiento del
pulso, ya porque admiten el sistema de Aristóteles sobre el origen de los
vasos sanguíneos en el corazon, ya por haber sido declarados posteriores
á los demas por los críticos antiguos , deben ser considerados como los-
mas modernos de la Coleccion hipocrática: del Corazon; del Alimento;
de las Carnes; de las Semanas; segundo libro de los Prorreticos; de las
Glandulas ; un fragmento comprendido en la compilacion titulada de la
Naturaleza de tos huesos.
Clase novena. Tratados, fragmentos ó compilaciones que no se ha
llan citadas por los críticos de la antigüedad: del Medico; del Port*
decoroso; los Preceptos; de la Anatomía ; de la Denticion ; do la Vista; de la
Naturaleza de la muger; de la Extraccion del feto; de la octava seccion de
los Aforismos; de la Naturaleza de los huesas; de las Crisis, de los/Jtcf*
críticos; de los Medicamentos purgantes.
Clase decima. Noticia de los libros perdidos: de las Heridas peli
grosas; de los Dardos y de las heridas; el primer libro de las Enferme
dades el pequeño.
Clase undecima. Piezas apócrifas: Cartas y Discursos.
El precedente cuadro es el resumen de un largo trabajo, de que ya
ha podido enterarse el lector, y cuyo objeto y resultado es una clasifi
cacion de las obras que encierra la Coleccion hipocrática. Unas cuantas
palabras bastarán ahora para hacer comprender lo que yo llamaré sistema
de mi clasificacion.
Todo él consiste en haber tratado de colocar, segun los auto
res y las épocas, los diferentes libros de la Coleccion. El primer
punto fijo que he debido establecer, on una reunion de tratados que
llevan el nombre de Hipócrates , ha sido el reeonocer lo que debia
considerarse como verdaderamente propio de este autor i hecho esto, la
comparacion de los libros de este médico con otros de la Colec
cion , ha demostrado que, de estos últimos , unos eran anteriores á Hipó
crates puesto que habian servido de materiales á algunas do sus obras,
y otros posteriores , en razon á presentar algunos trozos de ellas y es-»
tractos testualos. He aqui han resultado muy distintas y naturales ca
tegorías.
El mismo sistema me ha conducido á poner aparte un libro, que el
testimonio de Aristóteles atribuye positivamente á Polibio , y otro que, por
una razon semejante, acaso deba ser considerado como obra de Léofanes.
Finalmente, en esta investigacion de los diferentes autores de la Colee-»
cion liipocrática , ha sido fácil reconocer una serie considerable de obras
que pertenecen á un mismo sugeto, que no es Hipócrates, y que por
otra parte os desconocido,
Ademas de estas clases hemos encontrado muchos libros; y en este
particular ha sido preciso dejar como incierto lo que no era susceptible
de determinarse con precision ó solamente con probabilidad , y atribuir
en globo á la escuela do Coo , ó ú los discípulos de Hipócrates , un nú-»
mero considerable de tratados que conservan indicios incontestables de
doctrinas análogas y casi contemporáneas. Esta clase es, sime es licito
espresarme de este modo, un residuo refractario á todos los medios do
análisis que he empleado; y la única conexion que une estos libros y que
me ha determinado ú formar de ellos una seccion particular, ha sido la
imposibilidad en que me he visto de poderles señalar una época, uu au
tor, un carácter en finque tuviese alguna precision.
Pero on los que he hallado señales incompatibles con la época de Hi
pócrates, en los que se ha podido demostrar que los autures eran los mé-r
dicos llamados por Galeno, hipocráticos posteriores, en estos, digo, ho
encontrado una razon decisiva para formar una clase separada j la diferen-*
cja de focha ha motivado suficientemente semejante distincion.
Quedóme entonces solamente cierto número de opúsculos ligados por
una condicion comun, á saber: el no encontrarse citados por ninguno de
los críticos antiguos que han llegado hasta nosotros. No ho podido hacer
otra cosa que reunidos todos ; porque el silencio de estos críticos prueba,
ó que no hicieron de ellos ningun aprecio, ó que no los conocieron. Un exá-.
men atento me ha demostrado que estas dos proposiciones eran á la vez
verdaderas: pues do los opúsculos, de que nos vamos ocupando, unos cier
tamente son antiguos, pero Erociano y Caleno por una y otr* razon no hU
cieron mencion alguna de ellos, y los otros les fueron desconocidos, pues
to que son compilaciones redactadas posteriormente con trozos hipocrá-
iicos.
El haber colocado aparte los escritos perdidos , ha sido en razon á ca
recer de todo medio de discutirlos , y á que es muy cómodo para el lector
el poderlos abrazar de una mirada. En fia, nadie se admirará de que
-232
haya separado todas las piezas que no son médicas y si evidentemente
apócrifas.
Se ve pues que en esta clasificacion nada hay arbitrario; todo basa
sobre un punto esencial del cual, admitido, se deduce lo demas como con
secuencia, á saber: que existen ciertos libros en la Coleccion que verdade
ramente son de Hipócrates , y que pueden ser designados de un modo
positivo. Ha sido pues de la mayor importancia para este exámeu criti
co determinar á donde corresponde el testimonio de Platon , encontrar
el de Ctesias, y escudriñar el de Diocles y el de Herofilo. En efecto, con
cluido ya lo correspondiente á Hipócrates, se obtiene desde luego el me
dio de reconocer los escritos que en la Coleccion le son anteriores y los que
posteriores.
Cuando no es posible señalar el autor , es mucho, poder asignar una
fecha relativa. En efecto, la clasificacion que he formado ofrece, por
cu sola colocacion , un cuadro que abraza los tiempos inmediatamente
anteriores á Hipócrates, y que se estiende despues hasta la época de Aris
tóteles. Este es un resultado inesperado y ciertamente ventajoso de esta
clasificacion.
De este modo la Coleccion hipocrática toma un aspecto nuevo y mas
regular. Lo que verdaderamente corresponde á Hipócrates , se halla co
locado en primera línea; esta es taparte mas sólidamente establecida, y
en la que se apoya todo lo demas. Al mismo tiempo se observa lo que fue
en la antigüedad la Coleccion hipocrática ; se advierten las pérdidas que
hemos tenido ; se distinguen los libros que los antiguos críticos no han ci
tado; é igualmente se halla espurgada de muchas compilaciones que
ca se han hallado en ella comprendidas y que no merecen conservarse,
fío me parece poco el poder eliminar con segundad estas piezas que la
deslucen.
En fin , por este último trabajo sobre cada uno de los libros de la Co
leccion hipocrática , que es uno de los principales resultados de mi In
troduccion, y que ha dado por término la clasificacion que acabo de pre
sentar, queda ya establecido que la Coleccion es un resto precioso de la
medicina griega mas antigua; que han cooperado muchos á su formacion;
que se hallan representadas en ella épocas cercanas, aunque diferentes . y
que, hecha toda deduccion, contiene libros marcados con el sello de una
gran vivacidad de ingenio y de un carácter de autenticidad bastante cierto,
para que la posteridad conozca y admire á Hipócrates en sus obra». (XIII)

( XIII ) Nos parece este el sitio conveniente de presentar á nuestros lec


tores, conforme á nuestro propósito, las clasificaciones adoptadas por los pro
fesores españoles que de este punto se lian ocupado, y son las espresadas á
continuacion:
Lüis de Lejios. Este autor, de quien se ha hecho ya mencion nnte-
rionnente, establece las seis clases siguientes, adoptando el juicio de Galeno,
i.! De los litros que son de Hipócrates. 2? De los que en parte hizo Hi
pócrates para su uso, y fueron concluidos por sus hijos ó yerno, despues
-253-

CAPITULO XIII.

EsPOSICION SIMARIA DE LA DOCTRINA MEDICA DE HIPOCRATES.

Si me hubiera empeñado en la indagacion y esposicion de la doctrina


médica de Hipócrates, antes de haber tratado de reconocer lo que de la
Coleccion le pertenecía en propiedad , hubieronle sido muy dificil dar una
idea clara de esta antigua doctrina, y ann el mismo lector no hubiese
podido seguir proposiciones que ó serian chocantes por su contradiccion ó
mal coordinadas en razon á su incoherencia. Hubierase visto aqui la hi
potesis de los cuatro humores , allí la dél calor y el frio elementales, en
otra parte la del pneuma , sin que hubiera sido posible reconocer , entre
estos diferentes conceptos de la medicina griega mas antigua , un enlace
que realmente no existe, porque pertenecen á diversos sistemas.

de su muerte. 3? De los propios de su yerno Polibio. 4? De los de su hijo


Dracon. 5? De los de Tesalo. 6i De los que no tienen un autor deter
minado.
A la li clase refiere los libros I y II de las Epidemias, los Aforismos,
los Pronósticos, el de la Naturaleza humana, el de los Aires, Aguas y
Lugares, el del Régimen en las Enfermedaclas agudas, el Juramento , el del
Alimento, de los Humores, de las Heridas de cabeza, de las Fracturas, de
las Articulaciones, de la Naturaleza del niño, la Lev, del Parto de siete
meses, del de ocho meses, de la Superfetacion.
Incluje en la 2.? clase los libros II, IV y VI delas Epidemias, y el de
la Olirina del mc'diro.
La 3? comprende el II de la Naturaleza humana, el dela Naturaleza de
los huesos, y del Regimen de las personas sanas.
I.a i.\ el libro V de las Epidemias, y el de la Enfermedad sagrada.
La 5? el de las Enfermedades, el de la Locuia, y el de los Pur
gantes.
Y la 6? el libro de los Lugares en el hombre, el de las Glándulas, de
las Afecciones, de los Afectos internos, de las Carnes ó de los Principios, j
de los Aires.
Francisco puente. Divide este tutor los libros de la Coleccion en siete
clases', i' los que pertenecen á Hipócrates ; 2? los que. son de Polibio; 3?
los de Hipócrates , el nielo ; 4! los de Tesalo ; 5? los de Dracon ; 6? libros du
dosos ; 7? los que son evidentementefalsos.
l? clase. Abraza los siguientes libios: los Aforismos (eserptuando al-
-23J-T-
Por medio de testimonios y razonamientos que lie enlazado unos á
otros con el mayor cuidado, sin haber tomada nadado lo que pudiera
considerarse como sistema de Hipócrates, he llegado á señalar ea la
Coleccion, cierto numero de escritos que yo establezco como suyos. Pues
por una coincidencia que ya muchas veces he indicado y que por último
confirma los resultados de mi trabajo, suoede que estos libros, designa
dos como propios de Hipócrates por razones estrañas al exámen de la
doctrina , presentan un conjunto donde solo reina un pensamiento, donde
todo se halla enlazado, y en que no se advierte incoherencia, ni con
tradiccion alguna. A este punto, las prolongadas investigaciones que
lie practicado vuelven por decirlo asi, sobre sí mismas, y forman un
circulo; de modo que pudiera, invirtiendo el sentido de la frase de un
autor hipocrático, decir á propósito de esta concordancia de argumentos;
trazada una circunferencia , no puede encontrarse el principio. (De loe,
iu hom. p. 63. Ed.Frob.)
Es por lo tanto posible , reasumir los principios de la antigua medi
cina hipocratica. Escluiré del objeto de esta esposícion la anatomía y
fisiólogía , porque estas dos partes do la ciencia médica eran á la sazon
muy poco conocidas para que los médicos tuviesen sobre la materia mas
que ideas vagas, bien que algunas voces profundas , pero cuya aprecia-,
cion me arrastraría lejos de mi objeto.

gunos), los Pronósticos, el I y III de las Epidemias, el de los Aires Aguas


y Lugares, el Juramento, la Ley , el de los Lugares en el hombre (escoplo,
algunas sentencias), el de los Aires , y las Epístolas.
2? cíase. Contiene los libras de la íNaturaleza humana, de la Natura
leza de los huesos, del Régimen de las personas sanas, de la Locura, de la
Enfermedad sagrada, de la Generacion, y de la Naturaleza del niño,
3o clase. Solamente so incluye en ella el libro Y de las Epidemias.
4? clase. Contiene el libro del Régimen eu las Enfermedades agudas,
el II, IV, VI y VII de las Epidemias, y el de los Medicamentus pmgantes.
t>°. clase. Las Predicciones ó los Prorréticos.
6? clase. Se colocan en él los libros del Parto á los siete meses, de
la Supert'ctacion, del Alimento, de las Glándulas, de las Afecciones, de las
Afecciones internas , y de las Carnes.
7? clase. Pertenecen á esta, el libro del Médico, el del Porte decoroso,
los Preceptos, el de la Reseccion, de lu Eslraoeiou del feto, de la Denticion,
del Corazon, de los Sueños, del Uso de los líquidos, do las Enfermedades
de las doncellas, el de lasMugeres, el de las Mugeres estériles, el de las Cri
sis, de los Días críticos, de las Fístulas, de las Hemorroides, de la Vista, y
el de los Humores.
D. Andres piqcer, catedrático de la universidad de Valencia que tanto
honor ha heeho á su patria , despues de algunas consideraciones prelimina
res, establece algunas reglas fijas para su clasificacion, que son las siguientes:
1? regla. «Los libros en que la mayor y mejur parle de los autores
• convienen que son legítimos de Hipócrates, y por qtra parle tienen los
Que la medicina de Hipócrates tuviese mucho de teórica, que se
haya dedicado á la indagacion de las causas y á las espiraciones , y
que haya merecido el nombre de dogmática que la antigüedad dió á su
escuela y á sus inmediatos sucesores, no puede ponerse en duda cuando
se lee el siguiente pasage de Platon : «La medicina busca la naturaleza
«del objeto de que trata, la causa de lo que hace, y sabe dar razon
«de cada una de sus cosas.» (Gorgias, 1. I1I. p. 82. Ed. Tauch.) Con
el auxilio de las ídeas teóricas consignadas en los escritos que la crí
tica admite como realmente propios de Hipócrates, es fácil llenar el
programa propuesto por Platon.
El primer punto que debemos considerar en la medicina antigua, es
la opinion sobre las causas de las enfermedades. Hipócrates reconoció
dos órdenes principales de causas , y les atribuyó la produccion de las afec
ciones patológicas. Comprende el primero , las influencias de las esta
ciones, de la temperatura, de las aguas y de las localidades. El segundo
es mas individual , y resulta, ya de la alimentacion particular de cada
hombre, ya de los ejercicios á que se dedica. El desarrollo de uno y
otro se encuentra con especialidad en el libro de Aguas, Aires y Lu
gares, y en el de la Medicina antigua.
La consideracion de las modilicaciones de la atmósfera, segun las
estaciones y los climas, es- uua idea fecunda que Hipócrates esplotó

• caracteres necesario» que para esto deben acompañarles, se han de tener


• por lales.» Entiende por estos caractéres, las ideas, los afectos, las incli
naciones , y otras propiedades que cada autor no puede menos de dar á co
nocer eu sus escritos; y refiriendose á Hipócrates sobre este particular, dice
que, siguiendo á los Asclcpiades, fimdalia todas las máximas en la observa-
eion y la esperiencia , averiguando antes las verdades lijas espcrimeutales,
para combinarlas despues con el raciocinio, y deducir consecuencias que tu
viesen á aquella por premisa: de donde ha nucido, agrega, que su medicina
es perpetua , porque tiene por fundamento las obras dé la naturaleza. Dice
tambien que era breve, conciso en sus esplicaciones , v que, en los libros te
nidos por suyos, no se desenbre afecto á patria, nacion ui escuela, ni incli
nacion á motejar ni alabar escesivamente á otros.
2? regla. «Los escritos que van en nombre de Hipócrates y desdicen de
• su caracter eu el estilo, el método y la solidez, y por otra pai'te son tenidos
• por apocrifos por la mayor y mejor parte de los autores antiguos y mo
°dernos, han de tenerse por espúreos.»
3? regla. «Los escritos q.ie van en nombre de Hipócrates y en parte se
• acomodan con su carácter, y por lo comun desdicen de la propiedad y
• grandeza bipocrática , y tienen muchos autores que los dan por legítimos y
• otros que no los tienen por tules, delien tenerse como dudosos.»
Tales son las reglas que lijó este celebre autor, que nos gloriamos de
haber tenido en nuestro suelo, y con arreglo á ellas estableció las tres clases
que se expresan á continuacion.
if clase. Libros de Hipócrates.=Aforismos , Pronósticos, I y II libro de
ventajosamente, y que los conocimientos posteriores no han agotado toda
vía. Él medico griego dedujo de ello muy profundas consecuencias. A me
dida que el año pasa por mil fases sucesivas de calor y frio , de humedad y
íequedad , esperimenta cambios el cuerpo humano y toman las enferme
dades el carácter de sus diferentes propiedades.
Sobre esta base se ha fundado la doctrina de las constituciones pato
lógicas que corresponden á los estados particulares de la atmósfera , doc
trina qnc se ha reproducido y estendido muchas veces con el mayor es
mero. Segun Hipócrates, cuando el año ó la estacion presentaba un ca
rácter especial y se hallaba dominada por tal ó cual temperatura, su
frían los hombres que á ella estaban sometidos, una série de afecciones
siempre marcada con el mismo sello. Se encierra en esto un pensamiento
profundo que los modornos no han despreciado y sobre el cual trabajan
todavía , cual es el oaráctor propio de las constituciones patológicas y de
las epidemias.
La teoría de la influencia de los climas , desarrollada por Hipócrates
con tanto talento, y que tan frecuentemente se ha tomado de él des
pues , es una consecuencia de todo lo que pensaba acerca de las esta
ciones y de la temperatura de los años. En efecto, un clima no es, por
decirlo asi, mas que una estacion permanente, y su carácter debe ser
tanto mas poderoso cuanto que existe siempre y se deja sentir sin cejar;

las Epidemias, el de los Aires, Aguas y Lugares, y el de los Humar(s.


3? claa. Libros espúreos..=El Juramento , las Preceptos , la Ley, el tra
tado de la Medicina antigua, el del Medico, dol Porte decoroso, de la Es-
traccion del feto, de la Reseccion, del Corazon , el tratado de las Glándu
las, de la Denticion , de la Vista, de los Medicamentos purgantes, de la
Estructura del hombre, do las Euformedades de las doncellas , y todas las
cartas y decretos del Senado ateniense, que se hallan impresas en las ediciones.
3? clase. Libros dudosas.^El II, IV, V, VI y VII de las Epidomia<,
el de la Naturaleza humana, del Régimen en las enfermedades agudas, el de
las Heridas de cabeza , de las Fractnras, de las Articulacionas, de la Olieina
del médico, el Mochlico ó de los Instrumentos de reduccion , el dol Alimento,
de las Ulceras, de los Lugares en el hambre, de las Aires, del Parto á los
.siete meses, del de ocho meses, do la Naturaleza de los huesos, el de las
Carnes, de la Generacion, do la Naturaleza del niño, de las Afecciones, de
las Afecciones internas , de lus Enfermedades , de la Naturaleza de la muger,
de las Enfermedades de las mugeres, do las Mugeres estériles, de la Su-
perfclacion, de la Enfermodad sagrada, de las Hemorroides, de las Fístulas,
del Régimen de las personas sanas, los tres libros de la Dieta, el del Uso
de los líquidos, de las Crisis, do los Dias críticos, los tres libros de las Pre
dicciones, las Prenociones coacas y el libro de los Sueños.
Hemos citado estas clasificaciones, no con el objeto de ponerlas en con
traposicion con las de nuestro testual , sino con el fm de manifestar los tra
bajos que sobre este particular hicieron en otros tiempos los mencionados au
tores compatricios.
-237-
nsi es que Hipócrates cas! no le asignó límites. La conformacion del
cuerpo , la disposicion del espíritu , el amor á la libertad , todo, segun
este autor , depende de la ley de los climas; y si los griegos son bravos
y libres y los asiáticos afeminados y esclavos, deben esta diferencia al
variado clima que cada uno de estos pueblos habita.
Las edades eran consideradas naturalmente como estaciones , y por
la misma razon , espuestas cada una á enfermedades especiales que se
procuraba comparar con las que producen las mudanzas anuales de la
atmósfera ; cuya asimilacion era tanto mas fácil , cuanto que se apoyaba
en una de las principales teorías de Hipócrates. Segun él , se halla el
cuerpo humano penetrado de calor, que llama innato, cuya cantidad está
en su máximum durante la infancia yendo sin cesar agotándose con los pro
gresos do la vida hasta la vejez, en que llega á su mínimum. Estos
cambios sucesivos del calor innato, que esperimenta las mismas fases
que el sol durante el año , debian hacer considerar las edades como es
taciones, y hacer atribuir á cada uno de aquellos un órden de enfer
medades análogo ai de cada una de estas.
La segunda parte de la etiología general comprendia la infidencia que
ejercen los alimentos y el ejercicio. Una alimentacion desarreglada se tenia
por causa de toda clase de desórdenes. El esceso y el defecto ocasionan
igualmente las enfermedades, y es una sentencia muy notable aquella
en que Hipócrates señala, para los atletas, el peligro de un esceso de
salud producido por el esceso de alimentacion y de fuerza. Los ejerci
cios , que se consideran como destinados á desgastar la demasiada pleni
tud que ocasiona la alimentacion , determinan , cuando son escesivos ó
enteramente abandonados, accidentes contrarios y perjudiciales para la
conservacion de la salud.
Tomada esta etiología en conjunto, es grande y magnífica; y el
trascurso del tiempo y los progresos de la ciencia han respetado sus ba
ses. Sin embargo solo debe verse en ella la primera concepcion , aunque
clara y profunda , de la medicina griega , sobre las causas de las enfer
medades. La etiología es aun en nuestros dias uno de los mas impor
tantes y dificiles objetos de nuestro estudio. Fué muy natural á los pri
meros médicos, y entre otros á Hipócrates, el comprender y notar desde
luego ta universal influencia de los agentes del mundo esterior: clima,
estaciones, genero de vida, alimentacion, todas estas influencias fueron
señaladas con grandes rasgos. Ver las cosas en conjunto, es muy propio
de la medicina antigua; esto es lo que forma su carácter distintivo , y
lo que la dá su grandeza , cuando el conjunto escogido es verdadero: ver
las cosas en detalle, y ascender por este camino á las generalidades, es
propio de la medicina moderna. En la actualidad seria imposible esta
blecer una etiología que fuese tan comprensiva , como la que forma la
doctrina de Hipócrates. Muchas de las influencias que se ignoraban eu
tiempo del médico de Coo , han sido conocidas : todo lo relativo á con
tagios , virus é infecciones ha llegado á ocupar un puesto muy importante
en la enseñanza ; y se ha visto despues, que lo que se creia saber, aun
se ignoraba. Esa fiebre tifoidea que es la gran fiebre endémica, á lo me
ms en una porcion de Europa , ha visto humillar toda su etiología ante
los trabajos modernos; los agentes esteriores y la alimentacion tampoco
explican su modo de producirse, entrando su causa en el dominio de las
cosas desconocidas : mas , por otra parte , el indujo de la edad se
deja ver manifiestamente, y por uu singular principio, la vejez se en
cuentra exenta de ella.
A mas de la influencia del calor innato y de las edades, influencia
cuya admision es una prueba de que Hipócrates no era ageuo á las doc
trinas que comparaban el hambre al mundo, el microcamo al ma
crocosmo, es claro que su etiología versa toda sobre el estudio de
las causas esteriores, asi como veremos mas adelante que su pato-
logia se funda en la accion de los humores dañosos. Lo que mejor
comprendia Hipócrates eran los efectos producidos sobre el cuerpo por la
alimentacion, el género de vida y la habitacion; y lo que menos cono
cía , era el mecanismo de las funciones. De aqui es que el carácter de
su etiología, versa sobre lo esterior. Dijo que, para abrazar la medi
cina en su verdadera generalidad , era preciso estudiar la accion de todos
los alimentos , de todo género de vida , y de cuanto al hombre rodea:
este es ciertamente uno de los mas grandes programas de etiología que
se han trazado , y una de las mas profundas indicaciones que se lian
hecho á la medicina. Este programa , que solo deja de comprender el
movimiento y desarrollo espontáneo de la vida , ha sido reasumido por
Hipócrates en la etiología que acabo de esponer: pero, ála verdad, puede
decirse que aun no se halla satisfecho y que el llenarle es todavía uno
de los principales objetos de la ciencia. En otra parte me volvere á ocu
par de este pensamiento consignado por Hipócrates en una de sus obras
mas notables: solamente es precisoadvertirqne unplan de investigaciones
dirigido de este modo , y teniendo por objeto el ser viviente en sus re
laciones con el mundo que le rodea , comprende esencialmente la hi
giene y la patología: por lo tanto, aunque presente algunos vacíos, ofrece
al estudio una base sólida é inmensa, y se concibe bien como, animada
por portan justo y fecundo pensamiento, hizo la antigua medicina de la
Grecia y de Hipócrates tan feliz eleccion en su observacion de la natu
raleza , legando al porvenir , con un tesoro inestimable de esperiencía,
un método que entonces como ahora ha ejercido un influjo tan saluda
ble y poderoso.
La medicina ha tratado frecuentemente de descubrir el medio orgá
nico por el cual la causa verdadera ó hipotética , producía la enferme
dad, en lo que Hipócrates no dejó de sentir la influencia de las doc
trinas que le habian precedido y que reinaban en su tiempo. Ya antes
de él habia atribuido Anaxágoras las enfermedades á la bilis: Hipócrates
las refirió á las cualidades de los humores y á las desproporciones de sus
mezclas. La patología humoral debió necesariamente preceder á la de
los sólidos; porque mucho tiempo antes de saber que los pulmones se
hepatizasen en la pulmonía y que en la pleuresía se hallase cubierta la
pleura de falsas membranas, se habian observado ya las modificaciones
que sufrían en las enfermedades la orina, el sudor, ta espectoracion y
-259
las secreciones alvinas. Sin embargo Hipócrates , en el tratado de la
Medicina Antigua, admitía, aI lado de la accion de los humores, la
de la forma y disposicion de los órganos ; pero esta opinion fué poco
seguida, aun por él mismo, y la teoría humoral predominó por todas
partes.
Segun este insigne médico, se debe la salud á la mezcla regular de los
humores, á cuyo estado llama era*.'*, resultando las enfermedades de su
desorden. A esta opinion se reune unadoctrina, que esun eje de la medicina
hipocrática, cuya doctrina es la de la coccion, que vamos á esplicar algo
detalladamente. Procede sin duda alguna de otra teoría, cual es la del
calor innato , siendo recíproca consecuencia la una de la otra , y apo
yándose ambas igualmente en la observacion do los fenómenos físicos;
el calor innato en la del hecho de que el cuerpo vivo tiene una tempe
ratura que le es propia, y la coccion en la de otro hecho que es el dé
que ciertos humores, á medida que progresa la enfermedad hácia su ter
minacion, se modifican , se espesan, y cambian de color, á al.oracio
nes todas que coinciden con el alivio.
Hé aquí practicamente lo que es la coccion; al principio de un co
riza, el humor que por la nariz fluye es ténue, líquido y acre; pero á
medida que esta dolencia se aproxima á la curacion , se hace este hu
mor amarillo, viscoso, espeso, y cesa de irritar las partes con quienes
se pone en contacto. En una inflamacion de la conjuntiva, el humor que
vierte el ojo es caliente y acre; mas despues se hace espeso y suave,
Los esputos en la pulmonía, de espumosos, viscosos , y sanguinolentos
que so:i en un principio , se vuelven amarillos y espesos, cuando la en
fermedad se aproxima á una favorable terminacion. Esto es lo que los
antiguos observaron, y á lo que llamaron coccion. Es pues la coccion la
mudanza que sufren los humores en el curso de una enfermedad, que,
desposeyendoles por lo general de su tenuidad, fluidez y acritud, les dá
mayor consistencia, una coloracion mas fuerte, y algunos caracteres que
se han comparado metafóricamente al cambio que la ebulicion produce
en las sustancias.
Generalizando estas observaciones , fáciles de percibir en algunas dolen
cias, admitieron los antiguos que la mayor parte de las enfermedades te
nían una coccion ; es decir, una elaboracion de los humores terminada por
la espulsion. Definida ya la coccion, es inútil explicar loque se entiende
por crudeza de los humores , pues que esta teoría lo hace comprender muy
bien por sí misma. I)e este modo la orina se halla cocida cuando presenta
sedimento. Mientras los humores son ligeros y estan crudos, las materias
nocivas se hallan esparcidas por el cuerpo , el mal en toda su intensidad, y
nada puede determinar la espulsion de estas materias dañosas; pero cuando
el trabajo propio de la naturaleza los ha madurado: entonces estas se fijan
y son facilmente arrastradas por las evacuaciones espontáneas ó artificiales,
En esta teoría es siempre una materia la que oprime á la economía animal;
separándola es como se destruyen las enfermedades, y siempre se vale la
naturaleza del mismo medio para oponerse á ellas ; es decir de la coc
cion, del cambio de la materia cruda en un estado en que no pueda
-260-
ser nociva , y en que en su evacuacion se verifique sin peligro; asi toda
dolencia que no sea susceptible de esta alteracion se tiene por incurable,
como por ejemplo el cáncer.
Tal es el sentido y el modo como debe comprenderse la doctrina
de Hipócrates sobre la coccion. A propósito de ella pueden hacerse im
portantes reflexiones sobre el curso de las ciencias, y una comparacion
curiosa con las doctrinas que aun en nuestros dias prevalecen. Esta
tepría de Hipócrates tiene un punto de contacto muy notable con la que
recientemente han sugerido á algunos ingenios las indagaciones de la
anatomía patológica: puesaunque muy diferenteen las consecuencias, parte
de 1111 principio comuu , á saber: que no hay afeccion sin alteracion
material. En sentir de Hipócrates , consiste esta en un humor que trastorna
la economía animal ; y segun las espiraciones de la escuela que ha
querido fundarse únicamente sobre la anatomía patológica, consiste en
una lesion apreciable de los órganos ; de manera que desde el punto
de partida hasta un término bien lejano, la medicina estriba en el mismo
principio. La idea de enfermedad sin materia , como la han entendido
algunas escuelas , no es propia de Hipócrates. En el Comento del tra
tado de la Medicina antigua , trataré de esplicar lo que podria lla
marse el vitalismo del médico de Coo. Anuncio sin embargo desde
ahora que Je contibió realmente, y de un modo tan eficaz como pro
fundo.
No puedo menos de considerar aqui tambien la coccion bajo otro
concepto , y compararla con otro punto de la medicina moderna. La
coccion es para muchas enfermedades agudas ó crónicas , en la ciencia
hipocrática , la idea que corresponde verdaderamente á lo que nesotros
llamamos resolucion. Tómese por ejemplo la pulmonía: el medico antiguo,
viendo que los esputos de sanguinolentos y espumosos se hacían espesos
y amarillentos , anunciaba la coccion que á la curacion acompaña; el
médico moderno, auscultando el pulmon enfermo, reconoce los progresos
de la mejoría y oye sucederse al estertor crepitante á la respiracion bron-
quical , y la respiracion natural al estertor crepitante ; entonces , se
efectúa la resolucion. Es pues aqui la coccion el signo esterior del tra
bajo interior que se verifica en el pulmon; el médico antiguo seguía
el signo esterior, y el moderno observa el trabajo interior. Nada es mas
instructivo que estudiar las diversas soluciones que para un mismo pro
blema han dado las ciencias en épocas diferentes. La coccion de la es-
pectoracion y la resolucion de la hepatizacion son dos respuestas, se
paradas por un espacio de mas de veinte y dos siglos, correspondientes
á esta pregunta : ¿ por medio de que signo puede reconocerse el trabajo
de curacion en la pulmonía?
La coccion considerada en sí misma , ofrece tres puntos principales. En
primer lugar se apoya sobre un dato, ciertamente demasiado general, á sa
ber; que toda afeccion morbosa es causada por un humor nocivo. En se
gundo lugar que donde la vieron los antiguos, es decir, donde un humor
al ser espelido presenta diferentes alteraciones de consistencia y de co
lor, no es la coccion mas que un hecho que acompaña á la resolucion
-261-
que se está efectuando en la parte ó el organismo. En tercer lugar que el
sistema de coccion se ha estendido por analogía á muchas enfermedades
en que este trahajo se halla muy lejos de los ojos del observador ; por
ejemplo en las fiebres continuas. Tambien debe decirse aqni de la ma
nera mas general que la cuestion aun no se halla juzgada ; y que, en
la mayor parte de las afecciones en que se vuelve á la alteracion de los
humores, cuales son las producidas por la introduccion de principios viru
lentos y deletéreos , los fenómenos patológicos presentan un desarrollo
que autoriza la coccion hipocrática , ó por lo menos la idea de un tra
bajo de eliminacion.
La coccion de los humores prepara su cspnlsion : y los esfuerzos de
la economía para efectuar esta, recibieron un nombre particular en la
medicina griega , que fue el de Crisis. Estas tienen abiertos diferentes
caminos ; los mas comunes son los del sudor , orina , escreciones ven
trales , vómitos y expectoracion.
Otro modo de crisis indicó Hipócrates con frecuencia , á saber ; el
depósito ó aposlasis. La teoría del depósito se halla estrechamente en
lazada con la de las otras crisis , y no es mas que una estension de
ellas. Cuando la materia morbífica no ha encontrado salida conveniente,
Ja naturaleza la conduce y fija en un punto particular. No es el depó
sito precisamente un absceso : unas veces es una inflamacion esterior
como una erisipela, otras la tumefaccion de una articulacion , y otras la
gangrena de una parte. De aqni se deduce la distincion, oscura á pri
mera vista, pero real y verdadera , de enfermedades que son un verda
dero depósito y que producen la mejoría , y de aquellas que no lo son mas
que en la apariencia , y que para nada figuran en la solucion de la enfer
medad. Esas erisipelas funestas que se advierten en ciertas fiebres ti
foideas, y que, lejos de disminuirlos accidentes, los agravan, propor
cionan un buen ejemplo en la clínica moderna de esta distincion. Es
preciso recordar ademas, á propósito de esto , una sentencia de los
Pronósticos mirada por unos como ininteligible y por otros como sutil,
que no solamente se halla conforme con la doctrina hipocrática sino
tambien fundada en hechos , segun la cual , es menos peligroso que
un enfermo tenga una parte enteramente negra , que el que esté lí
vida. Sprengel se pregunta (Hist, pragmal de la Medicine, t. i, p. 339)
por qué razon seria esto. Voy á manifestarlo : el color negro de las par
tes es la gangrena, la formacion del depósito, uu esfuerzo saludable de la
naturaleza, y si se limita la mortificacion , presagia un término feliz;
la lividez de las partes no es un depósito , y puede considerarse como
una prueba del decaimiento general del enfermo y como signo de muy
mal agüero.
La doctrina de los dias críticos es el complemento delas crisis. Segun
los antiguos médicos, no sobrovienen estas en épocas indeterminadas de
la enfermedad; el tiempo de su presentacion está regulado; sus fenome
nos están sujetos á un órden, y hay ciertos dias destinados á los esfuer
zos críticos de la naturaleza segun el enfermo, la enfermedad y la es
tacion. Hipócrates adoptó esta doctrina , y señaló los dias que creyó de
importan-ña observar; las circunstancias que los retarda ó acelera; lo
que indica su regularidad ; lo que anuncia su irregularidad , y el peligro
de los dias crítico* que no juzgan.
Dii las consideraciones generales sobre las causas de las enfermeda
des, de la teoría de los humores, de su coccion, de las crisis y los dias
críticos, resultaba un modo de juzgar del enfermo y de la enfermedad,
muy diferente del nuestro. Esto vs lo que en tiempo de Hipócrates se
llamaba la prognosis; y es importante, porque existe en ello una de
las mas esenciales diferencias que separan la medicina bipocrática de
la moderna. La prognosis para la escuela de Coo no era lo que no
sotros entendemos por semeyotica. La semeyotica, en nuestros tra
tados, es una fraccion de la ciencia que nos ensena el valor de los
signos; pero no predomina absolutamente sobre las demas partes, y
aun se baila subordinada al diagnóstico, en los casos en que es
exacto, ocupando un lugar mucho mas pequeño que este en la en
señanza. La prognosis de Hipócrates, por el contrario, domina toda la
ciencia, es ella el punto mas encumbrado, suministra al práctico las
reglas, y no hay cosa que no alcanzo y comprenda: es pues necesario
concebir y entender bien su sentido, pues es, por decirlo asi, la llave de
la medicina bipocrática.
Hállase evidentemente enlazada con las teorías sobre la coccion , las
crisis y los dias críticos ; y no me detendré en indagar si ha nacido
de estas teorías, ó si por el contrario estas se derivan de ella.
Pronóstico, coccion, crisis y dias críticos mareban naturalmente jun
tos; lo que estaba ordenado debia poderse preveer, ó bien lo que se
preveia debia estar ordenado. Paréceme mas filosófico considerar la prog
nosis y la doctrina sobre la coccion y las crisis, no como nacidas una
de otra , sino mas bien como los dos límites de un mismo concepto
científico. Estas dos ideas sin duda se formaron juntas , se elaboraron
simultáneamente , se crearon por los mismos trabajos, se apoyaron
en unas mismas esperíencias, y sin haber recibido una forma sistemá
tica, constituyen la doctrina de Hipócrates, y la regla á que lo refi
rió todo.
¿Qué es pues, la prognosis de Hipócrates? Es necesario no atenerse
á la etimología de esta palabra y creer que solo se refiere á la prevision
de lo que debe suceder; la prognosis (Hipócrates es terminante en
este punto) instruye á la vez sobre lo pasado, lo presente y el porvenir
del enfermo. Instruye sobre lo pasado , porque suministra los medios
de suplir lo que el enfermo no sabe ó no puede decir , y proporciona
indicaciones sobre los accidentes á que ha estado sometido, las causas
que sobre él lian obrado , y la naturaleza de la afeccion por la que re
clama el auxilio de la ciencia: sobre lo presente, porque enseña la di
ferencia que existe entre el estado de salud y el de enfermedad , y de
muestra, por el grado que tiene esta diferencia , el peligro que corre el
paciente, las probabilidades de salud que le restan, y la intensidad del
mal que le atormenta : instruye finalmente sobre el porvenir , porque
enseña. los signos que anuncian la crudeza ó coccion de los humores,
~963—
ia proximidad de las crisis, los dias en que deben manifestarse, las vias
que tomarán, y las resoluciones ó depósitos críticos que tendrán lugar.
Hé aqui todo el sentido de la prognosis de Hipócrates ; lié aqui el cam
po que abraza, y la doctrina que nos enseña.
Acabamos de ver que, consistiendo la salud en la proporcionada mez
cla ó en la crasis de los humores, se produce la enfermedad por la al
teracion de esta crasis: que en el curso de la enfermedad, producida de
este modo, se establece un trabajo , comparado metamorfórkamente á
la coccion, el cual , cuando se completa, determina la curacion, y cuando
no, deja prolongarse la enfermedad ó que concluya por la muerte: que
á continuacion de este trabajo sobrevienen crisis caracterizadas por eva
cuaciones ó por depósitos: que estos fenómenos se hallan reglados por el
tiempo , lo cual dá los dias críticos ; y finalmente, que, guiado por esta
série de observaciones y razonamientos , llega el médico á abrazar la
afeccion morbosa en una doctrina general, que es la prognosis. Ahora
bien, ¿cuál es la última idea de esta doctrina? Que la enfermedad,
independientemente del órgano que afecta y de la forma que reviste,
es alguna cosa que tiene su curso, su desarrollo , y su terminacion. En
este sistema es de mas importancia el considerar lo que las enfermeda
des tienen de comun, que lo que tienen de particular; y estos puntos
de comunidad son los que deben estudiarse, y los que constituyen el
fundamento de la prognosis. Aun se puede esplicar de otra manera ; la
prognosis es ( si puedo espresarme de este modo ) el diagnóstico del
estudio general , en la que el médico solo atiende secundariamente al
órgano enfermo, ó para servirme del lenguaje de Hipócrates, al nom
bre de la enfermedad. Se encuentra en ella reunido lo que nosotros
llamamos diagnóstico y prognóstico: y esta reunion proviene de que el
medico deCoo, solícito siempre por conocer sobre todo el estado ge
neral del enfermo , juzgaba, es verdad, sobre el medo de ser actual,
mas preveia al mismo tiempo, segun las reglas de su arte, el curso de
la dolencia y aun apreciaba en lo pasado algunas circunstancias; esto
es lo que Hipócrates entendió por prognosis. Repárese que esta de
finicion implica el conocimiento de una profunda doctrina , á saber : que
en cada enfermedad el trabajo patológico es uno, y que pasa desde el prin
cipio hasta la terminacion por un desarrollo sucesivo en que todas las
fases se encuentran relacionadas. De modo que la escuela de Coo, crea
dora de la idea de la unidad, ó en otros términos, del desarrollo de la
enfermedad , y poco instruida sobre las particularidades , es decir, sobre
el sitio , condicion anatómica , y la estension de cada dolencia , se de
dicó enteramente á la indagacion de lo que tienen de comun las enfer
medades; y el resultado de este estudio es el que dejó consignado Hipó
crates en el magnífico libro que tituló los Pronóstico*.
Asi , la prognosis era para el antiguo médico el manantial de las
verdaderas luces; en esta época era la filosofía de la ciencia, y sin ella
todo era empirismo y una ciega práctica. Bórrese la prognosis, tal como
la concibió y estableció la escuela de Coo, bórresela , digo, en una epoca
en que la anatomía habia hecho tan pocos progresos , en que el estudio
~2Gi-
dr las funciones se hallaba en su infancia , en que la anatomía patoló
gica no existia , y en que el diagnóstico diferencial se hallaba privado
de sus mas preciosos elementos: ¿qué conocimientos quedarían entonces
á la medicina? ¿Cual seria el lazo que la impediría perderse en un la
berinto de hechos particulares y sin conexion , y cuál el impulso que la
haría salir de la eterna infancia en que queda todo lo que, no siendo el
objeto de un método y de un trabajo científico, cae necesariamente en
poder de los empíricos y no marcha mas -que á la ventura? La prognosis
es la primera formacion científica que conocemos de la medicina. Merece
por este título nuestra atencion , y porque no se halla fundada sobre ra
ciocinios é hipótesis, sino sobre observaciones y esperiencias reales. El
hecho del cambio de las cualidades de los humores durante el curso de
las enfermedades, las indicaciones de los signos que anuncian el progreso
del mal ó una terminacion favorable , el estudio de las evacuaciones y
de los movunientos que son ó no críticos , todo esto forma un conjunto
que fué objeto digno de estudio y de teoría para la escuela de Coo.
El juicio científico de los griegos se manifestó en esto como en otras
cosas, con gran certeza y superioridad. El problema que se propusieron
fue el concebir que no existían solamente hechos particulares, lo cual les
salvaba del empirismo , y el encontrar un sistema general , lo cual ha
cia de la medicina una ciencia. Sin entrar -en el exámen de los carac-
téres propios á las diferentes enfermedades, sin tratar de reunirías en un
cuadro y clasificarlas, ni pensar siquiera en ello , la escuela de Coo con
cibió una idea fecunda que reas'imia todo , y en una abstraccion, que no
carece de profundidad y grandeza , da al médico una doctrina que le guia
á la vez en las investigaciones científicas y en la práctica del arte.
Segun ella (y es la esperiencia no la hipótesis , la que suministra
estos datos) presenta el cuerpo humano, durante el curso de las enferme
dades, una serie de fenómenos que, sin que sea preciso referirlos á esta
ó la otra afeccion, tienen una significacion propia , presagian lo que va á
suceder, indican la terminacion mas probable de la lucha, tos esfuerzos
que intentara la naturaleza , las vías por donde se desahogará, y los au
xilios con que el arte puede y debe socorrerla. Bajo este punto de vista
en que se considera la enfermedad como una cosa general é indetermina
da , no se hace muy necesario el conocimiento de cada una en parti
cular, y adviertase que realmente este conocimiento era muy limitado.
La prognosis estudia la espresion fiel por medio de la que manifiesta
economía el mal que esperimenta, y esta espresion es la que importa co
nocer. Procurar que prevalezca la observacion de todo el organismo so
bre la de un órgano , el estudio delos síntomas generales sobre el de
síntomas locales, la idea de la comun de las enfermedades sobrela de
sus particularidades; tal es la medicina de la escuela de Coo y de Hi
pócrates.
Ya he tenido ocasion de advertirlo en esta Introduccion', la ciencia
y la historta humana caminan á la par; los descubrimientos y los sín
tomas han nacido tan espontánea y premeditadamente como los acaeci-
m ientos de los imperios y las revoluciones (Je las sociedades. La progno
-263-
nosis hipocrática , tal cual yo la acabo de esponer , es ciertamente un
gran resultado del trabajo de la antigüedad ; pero no salió repentinamente
de la cabe/a de Hipócrates, ó por mejor decir, del recinto de la escuela
de Coo, sino que estaban preparados todos sus elementos , y su reunion
fué sencilla y natural. Ya se sabe lo que eran los templos de los Ascle
piades ; los sacerdotes médicos que los servían , recibian en ellos á los en
fermos , consignaban las observaciones que les sugería el éxito de la
enfermedad , y formaban de este modo una coleccion de notas esperi-
mentales, que se encuentran en las Prenociones coacai y en el primer li
bro de los Prorre'licos. Importaba mucho á los sacerdotes , y era muy
propio de su carácter y de las costumbres de todo orden sacerdotal en
Grecia, intentar descorrer el velo del porvenir; y, en los templos de los
Asclepiades, predecir los sucesos patológicos que habian de tener lugar
en cada enfermo. De aqui las señales de prevision, el sello del pronóstico,
si me es lícito espresarme en estos términos, que presenta la antigua
medicina de los sacerdotes Asclepiades. Pero la adivinacion no se limi
taba solamente al porvenir , smo que se aplicaba tambien á lo presente y
á lo pasado que se ignoraba. Esta es la razon porque, para espresar este
trabajo del entendimiento, este juicio médico que tenia por objeto apre
ciar el estado pasado, presente y futuro del enfermo, se empleó la pa
labra prognosis. Hasta aqui fué un arte; pero llegó á ser una ciencia, cuan
do la escuela de Coo , abrazando á la vez estos tres tiempos , vió en
cada enfermedad, no ya una sucesion de fenómenos raros, desordena
dos y sin regla , sino un encadenamiento en que cada hecho tenía su
razon en el hecho que le precedía. Aqui, en mi opinion, se encuentra
el paso del empirismo de los templos á la doctrina de la escuela, y acaso
es al mismo Hipócrates á quien se debe atribuir este progreso. Por lo
demas, la senal evidente de esto se halla en la misma palabra prognó-
$íe , que se ha reservado el principal trabajo de Hipócrates sobre esta
materia. Por consiguiente, de la adivinacion médica en los templos y de
las observaciones sobre que se fundaba, nació la prognosis de Hipócrates:
doctrina profunda segun la cual toda enfermedad es á la vez particular
y comun; particular por su desarrollo, y comun por ciertos fenómenos
Sie , en obsequio de la brevedad , yo llamaré aqui estado general, y que
aleno, esplicando á Hipócrates, denomina diatesis. Se ignora lo que fué
la medicina de los Egipcios y de otros pueblos de Oriente , y si pasó
mas allá del círculo de notas particulares , de hechos sin conexion y de
observaciones sin método filosofico. La escuela hipocrática traspasó este
reducido límite, y por esta razon inlluyó en todo el porvenir de la me
dicina de Occidente.
La base sobre que se fundaba el estudio del estado geueral , concebido
de esta manera, no tenia nada de arbitraria; era la comparacion entrela
salud y la enfermedad. Despues de haber estudiado el juego regular del
cuerpo vivo, que la Gimnástica enseñaba con tanta esactitud, los mé
dicos de la escuela de Coo manifestaban los fenómenos que se producían
en las diversas enfermedades ; el estado de salud era la medida por la
que calculaban su importancia y apreciaban su peligro. En los Pronfath
-266-
«o* no se 9irve Hi|iócrates de otra regla que de esta , para caracterizar la es-
presion del rostro , los sudores , la orina , las evacuaciones ventrales , la
respiracion etc. Es cierto que todo estudio de patología se halla fundado
en la comparacion del estado de salud con el de enfermedad ; pero no todo
estudio de este genero sigue el plan trazado por la escuela de Coo. Esta te
nia presente todo lo que sabia de las funciones en su estado regular, como
en conjunto , y lo comparaba en globo á lo que observaba en el hombre
enfermo ; de cuya comparacion resultaba para ella mas bien un cua
dro, que una enumeracion de síntomas: un estudio de todo el hombre,
mas bien que el de un órgano afecto ; una indagacion mas bien de los
padecimientos y de los esfuerzos de las grandes funciones, que de las
ocultas alteraciones de cualquiera viscera ; un cálculo , en fin , de la
condicion general del paciente, mas bien que de la de un aparato, de
una membrana , ó de un tejido. Ni alabo á la escuela de Coo por ha
ber obrado de este modo, lo cual era inevitable en la época en que se
hallaba colocada, ni tampoco es mi ánimo vituperar á los modernos el
detenerse demasiado en el diagnóstico local , porque sin este no es po
sible que haya esactitud : lo que si quiero señalar como un rasgo de in
genio de la antigua medicina de los griegos, es que tuviesen un poder
de generalizar bastante grande para edificar, con los datos que poseian,
un sistema que contenia estos mismos datos, que era el lazo lógico que
los unía , y que constituyó una ciencia.
No supongo aqui en Hipócrates ni en sus maestros intenciones que no
hubiesen tenido nunca: únicamente hago resaltar con el ausilio del aná
lisis, lo que se hallaba oculto en la síntesis de sus conceptos. Efectiva
mente, Hipócrates profesó esta teoría, segun la acabo de esponer, en
términos de haberla defendido contra los médicos cnidianos, á quienes
acusó de multiplicar las especies en las enfermedades, y descuidar el
estado general: la profesó, puesto que todo su libro de los Pronóstico*
es la esposicion de lo que tienen de comun las afecciones agudas,
y le concluyó diciendo que no se debe echar de menos el nombre de
las enfermedades que no se encuentran en él inscritas , en razon á que
todo lo que ha espuesto es aplicable á todas las afecciones que siguen
el mismo curso: la profesó finalmente, puesto que las historias parti
culares , que consigno en sus libros de Epidemias, se hallan redactadas
siguiendo esta misma regla.
Hipócrates es el primero que nos dejó historias particulares de en
fermedades ; ejemplo notable que no ha sido bastante imitado por
las generaciones que le siguieron. Estas historias tienen un carácter par
ticular, y con mucha frecuencia se las ha encomiado sin comprender el
espíritu que presidió á su redaccion. Son el resultado inmediato del sis
tema qne habia reducido á un todo la medicina antigua; el producto de
esta prognosis que he esplicado.
Seria ciertamente útil y curioso averiguar, en la historia de la cien
cia , cómo han influido las diversas doctrinas módicas sobre el modo de
redactar las observaciones. A la vista tenemos un ejemplo muy nota
ble. El método numérico de Mr. Louis ha cambiado el modo de describir
-267
los hechos particulares para todos aquellos que de él se valen . y aun
pudiera añadirse, que tambien para los que de él no se sirven. Este in
flujo del sistema médico sobre la descripcion, no se halla menos mar
cado en las Epidemia» de Hipócrates. En ellas se abstiene de nombrar
tas enfermedades y de esponer sus síntomas característicos; se encierra
estrictamente en los límites de la prognosis; en una palabra, ejecuta fiel
mente lo que promete en otro de sus escritos; y esta idea era para él
de tanto fundamento , que en los Pronósticos se justifica de no haber
nombrado mayor número de enfermedades particulares, asegurando que
es suficiente para su plan el haber reunido todos los signos comunes. Sea
lo que quiera la opinion que se tenga del método de Mr. Louis , es
muy cierto qne está en armonía con la necesidad que la medicina mo
derna esperimenta de internarse cada vez mas en los detalles de la
observacion. Puede por lo tanto considerarse su manera de esponer la
historia de una enfermedad , como representando el espíritu que anima
hoy dia al estudio médico . del mismo modo que las historias particula
res que se leen en las Epidemias , llevan el sello de la medicina de Hi
pócrates. Esta comparacion bastaría para caracterizar una y otra época.
De la terapéutica de Hipócrates solo poseemos el libro sobre el
Regimen de las enfermedades agudas. Aun en este se halla la idea de
coccion y de crisis, esto es, la consideracion del estado general , ó, en
otros terminos , la prognosis, que enseña el cuándo y cómo nos debemos
servir ya del régimen alimenticio, ya del ejercicio , ya de los remedios,
fiara tratar las enfermedades. Contiene la terapéutica general , es decir,
a fórmula de todas las indicaciones que hacen que el práctico no em
plee á la ventura y sin un objeto determinado los medios que tiene
á su disposicion. Una terapéutica fundada de este modo, trata pues de
darse razón de la causa que la impele á obrar , del resultado que se
propone, del momento que importa elegir, y de la crisis que debe fa
vorecerse ó imitarse ; corresponde á la definicion que dió Platon de
la medicina de su tiempo , y que he referido algunas páginas mas
atrás.
Bajo el punto de vista de la prognosis , el estudio de la salud , de
la enfermedad y del tratamiento , formaba un todo bien sencillo. Era-
sistrato refiere (Gal. t. V. p. 40. Ed. Bas), que á un tal Petronas, poco
posterior á Hipócrates, le ocurrió tratar á los febriciantes con el uso del
vino y de la comida. Seguramente este Petronas no era de la escuela
de Coo ; pues jamás hubiera permitido la doctrina hipocrática seme
jante aberracion: habia estudiado mucho el hombre sano y enfermo y
observado los esfuerzos de la naturaleza en las fiebres , para suponer
que un tratamiento de tal clase pudiera dar jamás resultados satisfacto
rios, y que debiera intentarse nunca semejante ensayo. La prognosis,
tal cual la habia fundado y enseñado , la precavía de los peligrosos des
víos de un empirismo ciego. Petronas se diria groseramente ; puede que
el vino y las viandas curen las fiebres : ¿quien sabe ? probemos. Se
mejante modo de esperimentar era violento á todas las reglas de la
prognosis.
Indudablemente debemos perdonar á los hipocráticos su admiracion
hacia la escuela que ha dado una base á la ciencia, y hácia el grande
hombre que fué su intérprete. La unidad que se deja ver en la concep
cion de la mas antigua medicina griega, tiene algo de grato y de admirable
en especial, tanto mas cuanto que no se ha vuelto á encontrar otra que
la iguale, ó por lo menos cuanto que los sistemas que han tenido la pre
tension de reemplazar el hipocratismo ni han tenido nunca tanta Firmeza,
ni tanta duracion , ni, debemos decirlo , tanto valor intrínseco. Efectiva
mente, los sistemas se han apoyado sobre una hipótesis, é Hipócrates
se fundó en la realidad , como él mismo lo dice en el tratado de la Me~
eina antigua valiendose de estos propios términos.
Vemos, pues, que el antiguo método de Hipócrates y el moderno
no se diferencian en su esencia, pues ambos son esperimentales. Hipócra
tes , como nosotros, quiso que se observase la naturaleza; y como no
sotros, se sirvió de la induccion para ensanchar el campo de sus obser
vaciones y encontrar un medio de union entre los hechos particulares.
Pero él admite que este vínculo es el estudio de los signos comunes de
las enfermedades , y sobre este estudio establece, sin vacilar, su patologa
en general, y nosotros hemos llegado á creer que los signos comunes,
que eran suficientes á Hipócrates , no bastan para dirigir al médico eo
el vasto dominio de los fenómenos patológicos. Si cumpliésemos á la
letra el programa del divino anciano, si considerásemos los signos co
munes y nada mas que estos signos en todas las enfermedades, obten
dríamos un resultado tan reducido , descenderíamos á una generalidad
tan lejana, que no resultaría ningun fruto para la teoría ni la práctica.
¿Qué sucede pues? Que cada dia nos internamos mas en los pormenores,
en la observacion local , y en investigaciones cada vez mas sutiles y mi
nuciosas. Hipócrates, en razon á la naturaleza de sus conocimientos, se
ciñó- á la superficie del cuerpo ; la medicina moderna ha penetrado en
su interior, y esta penetracion, si asi puede decirse, en lo íntimo de
los órganos y de los tejidos , ha sido el trabajo de los siglos que nos se
paran de aquel.
El médico de Coo, en sus Pronósticos , espone lo que hay de comun
en las enfermedades, es decir, el valor del estado general del enfermo:
«n las Epidemias , vuelve á trazar lo que ha observado , es decir, esta
misma comunidad: en su libro del Régimen en las enfermedades agudas,
aprecia la terapéutica segun la regla que espuso en los Pronósticos, y
siguió en las Epidemias. El tratado de la Medicina antigua combate
las hipótesis: en él recurre solo á los hechos observados, y declara que
Íiara conocer el cuerpo vivo es preciso estudiarle en sus relaciones con
o que le rodea. Hé aqui pues, toda la doctrina de Hipócratés espuesta
en sus mismos libros. Su método es esperimental; su teoría médica se
funda en la idea del desarrollo regular y de lo comun de las enfermeda
des; fmalmente, lo que yo llamaré su filosofía ó su metafísica, estriva
en el concepto que formo del cuerpo vivo , el cual, en su juicio, sub
siste por sus relaciones, y debe ser estudiado en las que tiene con las
demas cosas. Este pensamiento del médico griego , diametralmente opuesto
-269-
al de los filósofos contemporáneos que trataban de conocer el cuerpo vivo
en sí mismo, es esencialmente relativo á la higiene y á la patología.
Fué sin duda el fruto de sus vastos conocimientos en estos dos ramos
de la medicina , que á su vez le hizo comprender la impotencia y el va
cío de las hipótesis; asi pudo decir en su libro de la Medicina antigua, que
para el progreso de la ciencia no habia mas que un camino , y que este
era el del raciocinio fundado sobre la espcriencia.
No será de admirar que , al concluir esta corta esposicion do la doc
trina del anciano de Coo , haya recordado los libros que inspiró á ella
misma, porque encerrando estos libros un mismo pensamiento, deben ser
de una misma mano, y esta mano es de Hipócrates. La confirmacion de
todos los resultados de mi trabajo, adquirida por este camino, es tan notar
ble, que no he querido dejarla pasar sin que el lector la percibiese. ( XXVI )

(XXIV) Hablando nuestro Piquer, en el prefacio de ta obra que anteriormente he


mos citado, sobre este particular, conviene tambien en que el estudio de Hipócrates
consistia en observar atenta y cuidadosamente los movimientos y acciones de la na
turaleza , las leyes con que las dirige, los medios con que se mueve hacia su conser
vacion y con que aparta de sí las cosas que la pueden destruir , y los periodos, ope
raciones y transitos con qnc hace y ejecuta sus obras maravillosas. Dice que enten
dia este príncipe de la Medicina por naturaleza , un principio productor de todas
las operaciones del mundo visible y de los entes corporeos que la constituyen , el
cual suponia sometido a otro principio de un órden superior , inmaterial é incorpo
reo que dio a aquel movimiento, prescribiéndole ti ertas y determinadas leyes en
el ejercicio desus operaciones: que estas leyes eran universales, necesarias a la
constitucion del universo, y particulares ó propias de cada uno de los cuerpos. Y
añade que por medio de la atenta observacion averiguaba Hipócrates estos movi
mientos y actos de la naturaleza , con la cual llegaba a conseguir una espericncia
segura; y como esta, contmúa , es el fundamento de toda la medicina hipocratica,
conviene esplicar el modo con que se egecuta. En seguida establece la distincion que
existe entre observacion, rsperimento y ispericneia , las que a pesar de dirigirse i
un fin , con lodo se diferencian , entendiendo por observacion la aplicacion de nues
tros sentidos á las cosas que pueden ser objeto de ellos ; por esperimento la confor
midad de nuestras ideas sensibles con las cosas físicas; y por espcriencia el cono
cimiento racional que hay en nosotros de estas mismas cosas, deducido delas ob
servaciones y experimentos. Pasa luego & manifestar qne, tanto en física como en la
medicina , las observaciones geneiales son las que reportan utilidad , porque las par
ticulares dice que estan ligadas A ciertas circunstancias que rarísima ó ninguna vez
se reproducen , y concluye con citar pruebas de que las observ aciones de Hipócrates
con generales, y perpetuas. i
CAPITULO XIV.

Sorre el carácter medico y el estilo de Hipócrates.

Hipócrates floreció en la mas brillante época de la civilizacion griega;


en el siglo de Pericles que dejó recuerdos inmortales. Vivió eon Sócrates
Fidias, Sofocles, Eurípides, Tucididps, Aristofanes, y ciertamente no
fué menos digno de tan alta sociedad. Dividió tambien con ellos el espí
ritu que animaba entonces á los griegos , orgullosos con su libertad , en
tusiasmados con sus triunfos, y enamorados de sus bellas creaciones en
las artes y en las ciencias. Véase en el tratado de Agvas , Aire» y Lu
gares con quó valentía triunfa el griego del bárbaro , el hombre libre
del esclavo, el europeo vencedor del asiático, vencido en todas partes
por mar y por tierra. ¿Puede encontrarse un sentimiento de amor nacio
nal mas energicamente espresado que la superioridad de origen que el
médico de Coo atribuye á sus compatriotas ? Mientras mas se penetra uno
del sentido de los escritos bipocrátícos y mas se identifica con el fondo
y forma de sus pensamientos, mas bien se comprende la afmidad que le
unia con los grandes talentos contemporáneos suyos , y mas se con
vence de que, como ellos, conservaba la fuerte y viva espresion del genio
griego.
Aun cuando Hipócrates haya guardado silencio acerca de sí mismo, se
Ímede sin embargo , examinando con alguna atencion sus escritos, seña-
ar algunos rasgos que formaron el carácter científico de este hombre ad
mirable. Hállanso sus libros sembrados de reflexiones que prueban que
su imaginacion se habia ocupado constantemente de los recuerdos de su
propia práctica, y del exámen de la de los otros médicos. Indudablemente
meditó mucho sobre la medicina , y en un gran número de pasages se en
cuentran de esas observaciones que, sin atenerse al círculo dela práctica
médica , son debidas á reflexiones propias del que enseña , y que hacen
recapacitar á los que las leen. Muchos ejemplos pudiera citar de ellas;
pero me contentaré con referir solamente uno, porque á él añadiré las
justas notas que á Galeno sugirieron , y que desenvuelven la misma idea
que tengo yo formada de la grandeza del talento de Hipócrates. Dijo
este en el primer libro de las Epidemias; «El práctico debe tener
«presentes dos objetos; ser útil al enfermo, ó por lo menos no da-
«ñarle.» Graves y modestas palabras, en las que se descubre, cuando se
las penetra bien , un profundo sentido y un consejo de suma utilidad. Por
lo demas, oigamos lo que dice Galeno , á quien tambien llamó la atencion
este precepto dado por Hipócrates en el curso de su primer libro de
las Epidemias : «Hubo un tiempo, dice (T. V. p. 370. Ed. Bas,), en que
-271—
«consideraba estas pocas palabras como indignas de Hipócrates; parecíame
«demasiado evidente que el deber del médico es trabajar por consolar al
«enfermo ó por lo menos no dañarle. Pero despues de haber visto á mu
flenos médicos célebres justamente reprendidos por haber prescrito san-
«grías , baños , purgantes, vino ó agua fria , comprendi que tanto Hipó-
«crates , como otros muchos de los que practicaban entonces, habian in-
«currido en errores semejantes. Desde entonces juzgué que era preciso
«no solo tener en cuenta, al administrar un remedio enérgico , hasta qué
«punto podría el enfermo hallar en él su consuelo , sino ademas , como yo
«lo he hecho, no administrar nada sin cuidar antes de que no pudiese
«dañarle en el caso de que la prescripcion no correspondiese al objeto.
«Algunos médicos, á la manera que los que tiran los dados , prescriben
«tratamientos que, si se desgracian, son muy funestos para los enfermos.
«Los que empiezan el estudio de la medicina creerán , estoy seguro,
«como yo lo crei en otro tiempo , que este consejo ser útil ó por lo menos
«no dañar , es indigno de Hipócrates ; pero tambien estoy bien conven-
ácido de que los prácticos comprenderán muy bien toda su importancia,
«y si alguna vez les acontece producir algun mal á sus enfermos por la
«administracion intempestiva de algun remedio activo , entonces será
«cuando concebirán perfectamente el sentido y la gravedad del consejo
«que Hipócrates les ha legado.»
El gefe de la escuela de Coo recuerda á los médicos con mucha fre
cuencia los deberes que tienen que llenar y las reglas de atencion , cuida
do y prudencia que les impone su profesion con respecto de los enfermos,
esponiendo completamente su modo de pensar acerca de tan importante
objeto en estas pocas palabras: «El arte médico tiene tres puntos que
considerar: la enfermedad, el enfermo y el médico. El médico es el ser
vidor del arte, y con el médico debe el enfermo combatir la enfermedad.»
(Epidem. 1, p. 304. Ed. Bas.) En otra parte dice: «Lo primero á que
debe atenderse en medicina , es á curar la enfermedad.» (De Artic. p. 500.
Ed. Bas. Este sentimiento es natural en un hombre que ama su profesion,
que conoce su valor, y por consiguiente las obligaciones y responsabilidad
morales. El amor á la profesion médica se halla espresado por Hipócrates
en una porcion de pasages. La patabra de que se sirve para designar la pro
fesion es la de arte. Todo cuanto pudiera comprometerla ó disminuir su
crédito en la opinion pública, le heria: constantemente tuvo su vista fija
en este punto, y sobre él llamó vivamente la atencion de sus compañe
ros. Cuando los médicos de esta época tan lejana se contradecían en
sus prescripciones y consejos, Hipócrates les decia que desacreditaban
la profesion , hasta el punto de hacer creer que no existia la medicina,
y que de este modo se asemejaban á los adivinos, que interpretaban en sen
tido contrario el vuelo de los pájaros á derecha ó izquierda (De Diel in
aut. p. 368, 369 , Ed. Basil): y tratando de establecer sobre fundamentos
sólidos la doctrina del régimen en las enfermedades agudas, se propone
por objeto el prevenir, sobre un punto tan esencial , las divergencias con
trarias ai honor del arte médico. Una de las razones por las que recomien
da á los medicos que se familiarizen con el estudio de los signos pronósti
-272-
C0s, es la de que con esto se adquirirán mejor la confianza del enfermo
y se decidirán á ponerse en sus manos. (Prog. p. 401. Ed. Bas.) «Hipó-
«crates se ocupa no solo de los enfermos , sino tambien del médico , con
»el objeto de que sea siempre irreprensible en la práctica de su arte, y
»que obtenga consideracion y respeto.»
Los consejos de esta clase que se encuentran frecuentemente repeti
dos en las obras de Hipócrates , se hallan tan en consonancia con el
Juramento , que forman un nuevo argumento en favor de la autenticidad
de este eserito. Los mismos conceptos, los mismos sentimientos domi
nan en uno y en otros; y si los raciocinios de que mas arriba me he vali
do para probar la legitimidad del Juramento no son tan rigorosos como
pudiera desearse , adquieren en mi opinion mucha mas fuerza , cuando
se tiene á la vista y reunido en conjunto todo cuanto Hipócrates disemi
nó en sus obras sobre ios deberes de loe médicos y sobre la consideracion
que, cumpliendolos, ha de grangearles su profesion.
Celso elogió mucho la probidad científica de Hipócrates , en una bella
frase que ha quedado bien presente : A suturis se deceptum esse Hippo-
crates memorice prodidit, more seiliect magnorum virorum et fiduciam
magnarum rerum habentkun. Cels. VIH, 4. No me limitaré á la autori
dad de este testimonio, porque el hecha que invoca Celso se halla en el
quinto libro de las Epidemias, y este libro forma una de esas coleccione*
de notas que no pueden atribuirse á Hipócrates con alguna seguridad.
Pero la lista de observaciones que nos lia trasmitido en los libros primero
y tercero prueban que no trató de ocultar sus reveses y citar únicamente
sus prósperos sucesos, sino que anotó con candor las desgracias que le
ocurrieron, como lo atestigua el número de muertos que refiere.
Este mismo sentimiento de probidad es el que le inspiró la mayor re
pugnancia á todo lo que tiende al charlatanismo ; cuya reprobacion se deja
ver en un gran número de pasages. Solo citare de ellos uno, porque es
aplicable á todos los tiempos y todos los paises. Despues de haber dicho
que el interes del enfermo debe ser antes que todo , añade : «Cuando son
iimuchos los procederes , debe emplearse aquel que presentemenos osten
tacion ; todo el que no pretenda deslumhrar los ojos del vulgo con un
»vano aparato, conocerá que esta debe -jr la conducta de un hombre de
»houor y de un verdadero medico.» (De artic. p. 500. Ed.Bas.)
El ódio que Hipócrates sentía y manifestaba con respecto á los char
latanes , es comparable al que animaba á Sócrates , su contemporáneo,
contra los sofistas. La medicina y la filosofía perseguían con igual in
dignacion á estos hombres que abusaban de la credulidad popular para ven
der, los unos una falsa medicina, y los otros una falsa sabiduría. No
solo desconcertó Hipócrates los artificios de los charlatanes , y previno
al público contra las supercherías de estas gentes que hacen de él objeto
de mofa , sino que previno tambien con el mayor empeño á los verdadero»
médicos coiitra todas las tentaciones que pudieran tener de emplear un
charlatanismo mas ó menos inocente: los precave de este escollo; no quiere
que su conducta tenga de esto la mas mínima apariencia , y ante todo,
les recomienda lo sencillo , recto y decoroso. Verdaderamente Hipocrates
--273—
debió haber pTescnciailo y afectadora mucho con la desvergüenza de los
charlatanes y la credulidad del público, cuando insistió con tanto empeño
y exortó tan formalmente á sus discípulos, no solo contra el uso de un
charlatanismo vergonzoso, sino aun contra toda conducta cuyo esclusivo
V principal cuidado no fuese el desterrar aun la mas lijera sombra de él.
La guerra á los sofistas hecha por Sócrates y la que al espíritu de char
latanismo hizo Hipócrates, son de la misma época y tienen el mismo
carácter.
Hipócrates nos presenta el primer ejemplo que conocemos de po
lémica médida. El libro de la Medicina antigua está destinado en
gran parte á este objeto; y el tratado del Regimen en las enfermedades
aguda» empieza por una discusion contra el libro de las Sentencias cni-
dianas. En otra parte me ocuparé de este debate y espondré los puntos
de filosofía medica á que se refiere. Es en verdad digno de estudio el
conocer las divisiones científicas que han ocupado á nuestros predecesores;
y la polémica entre Coo y Cnido , entre Hipócrates y Eurifon es impor
tante, ya por ser la primera que conocemos, ya por el mismo objeto
que la motiva.
En los escritos de Hipócrates se encuentra un gran número de pá-
sages en que critica los procederes particulares empleados por algunos
médicos de su tiempo en el tratamiento de diferentes afecciones. Ha»
bia reflexionado mucho sobre las cosas para aceptar sin prévio examen
las tradiciones de lo pasado y los ejemplos de sus compañeros: tenia
suficiente esperiencia propia para dejar de formarse una opinion inde
pendiente sobre los principales puntos de medicina; y sobre lo que apro
baba ó condenaba , se espresó con una justa autoridad.
Hipócrates esencialmente era práctico ; y si en medicina no conocia
mas que el arte , por lo menos quería que este fuese tratado científica
mente , es decir; haciendo á él siempre aplicacion de la atencion y el
juicio. (De Diert. in acut. p. 368. Ed. fias.) Los problemas de medicina,
cuya solucion aconseja investigar, son relativos a la especie de régimen
que conviene prescribir á los enfermos en las afecciones agudas; (a) y
si alaba la segunda edicion de las Sentencias cnidianas , de ser algo mas
médica que la primera, es porque se internan mas en la práctica, y por
que son mas apropiadas al uso del médico. ( b ) Para él , la medicina es
siempre el arte; lo que quiere es ilustrar las observaciones recogidas;
establecer principios generales que guien la práctica del médico, y pro
porcionar al arte un lugar científico. Su principal mérito consiste en ha
ber sabido circunscribirse á este orden de ideas: el arte se hallaba de
masiado cerca del empirismo para tener pretensiones mas elevadas que
las que Hipócrates le atribuía ; y este médico era , finalmente , muy jui
cioso para mirar como un guia seguro la especulacion fisiológica que

( a ) De Dittt. in>enl. p, 309. Ed. Ba*.


(b) Id. id. Id.
-Síl-
ocupó á todos los filósofos de sus tiempos, y para arrojarse al estéril
campo de las hipótesis.
Celso dijo que Hipócrates fué el primero que separó la medicina de la
filosofia. «Primus quidem ex omnibus memoria dignis, ab studio sapien-
«tioe disciplinam hanc separavit.» (Lih. I. Id. Prooem.) La asercion del
autor latino merece rectificarse. Lo que acabo de decir de la tendencia
esencialmente práctica y médica que se manifiesta en los escritos de Hi
pócrates, está en efecto conforme con el parecer de Celso. Sin embargo,
es preciso advertir que el libro de las Sentencias enidianas es anterior
al médico de Coo , y que este libro , muy lejos de hacer de la medi
cina una rama de la filosofia , trataba de dividir en muchas especies cada
enfermedad siguiendo un método que Hipócrates no aprueba , pero que
debia alejarse mucho de los grandes sistemas de fisiologia filosófica de
aquel tiempo. La medicina y la filosofia tampoco se hallaban confundi
das por Eurifon. Por otra parte, Sócrates, algo mas antiguo que el médico
de Coo, habia claramente separado la filosofia de la medicina, que con
sideraba, asi como á las matemáticas , inútiles á un filósofo. Ademas,
en ningun escrito de Hipócrates se encuentra esta separacion formal
mente espresada; y es preciso admitir que se verificó sin trabajo en una
época en que las ciencias naturales se desembarazaban poco á poco de
las antiguas filosofias que las tenían comprendidas enteramente en su
seno , y en que la misma filosofia, por medio de la voz de Sócrates, cir
cunscribia mas severamente su propio dominio.
Galeno dice en muchos parages que Hipócrates usó, en la mayor
parte de sus escritos, de una escesiva brevedad. Para que esto sea
cierto, es necesario ceñirse á algunos libros tales como el tratado de los
Humores, el del Alimento, el de la Oficina del médico, y algunos otros
que, en rigor, solo son un conjunto de notas sin redaccion. Los ver
daderos escritos de Hipócrates, aquellos en que se hallan contestes to
dos los testimonios, como los Pronósticos , el primero y tercer libro de
Jas Epidemias , y el tratado de Aires, Aguas y Lugares, no tenían nada de
esa escesiva brevedad, de que se ha hecho á veces un atributo de
Hipócrates. Por el contrario, se nota en ellos un ámplio y cumplido
desarrollo.
Algunofc críticos acusan á este de haber inventado palabras de
difícil comprension. Hé aqui lo que responde Eroeiano (p. 4. Ed.
Franz): «Si hubiera sido el único ó el primero que hubiese inventado
«palabras, acaso se le acusaría con justicia por esta afectacion ; pero los
«antiguos tenían por costumbre semejantes composiciones, como se puede
«ver en los autores de la comedia antigua , cu Démócríto, con respecto
á los filósofos, en Tucidides y Herodoto , con respecto á los hlstbnado-
«res , y en casi toda la serie de escritores antiguos. ¿Por qué pues,
«reprender en Hipócrates lo que para los demas estaba autorizado ? Y
«tanto mas cuanto que fué homérico en su estilo, hábil para componer
«estas palabras, y muy diestro en esprqsar sus pensamientos, va
liéndose de los términos mas apropiados entré los que tenia admitidos
«el uso.» ii -'- . *'
-. . -ara-
La antigüedad admiró mucho el estilo de Hipócrates. Los mas distin
guidos gramáticos comentaron sus obras, y los críticos antiguos le con
cedieron , como se ha visto, una gracia y estilo homéricos. No contradiré
á los antiguos el haber querido referir siempre á Hornero cuanto han
tenido de grande y hermoso en su literatura; pero añadiré algunas con
sideraciones, que me parecen mas directamente aplicables al estilo de
Hipócrates. Por poco que se versen los estudios literarios, se reconoce
fácilmente que los escritores de una misma época, sean las que quieran
las materias que traten , tienen un aire de semejanza y confraternidad:
facies non omnibus una; nec diversa tumen. Aun conservamos los es
critos de uno de los mas ilustres contemporáneos de Hipócrates , en los
, segun mi parecer, se halla bien probada esta observacion. Tucidi-
vivió y escribió en el mismo tiempo que el médico de Coo : y mien
tras mas he meditado sobre el estilo de uno y de otro, y tratado de
penetrar el modo, la forma y el sentido, mas me he convencido de
que entre estos escritores existia una estrecha afinidad que derivaba
de esta ley : que todos los escritores de un mismo tiempo beben en un
manantial comun de pensamientos, de espresiones y de estilo, propios
de cada época. Asi es que Tucidides es con quien debe compararse á
Hipócrates: en ambos se observa un lenguaje grave, un estilo vigoroso,
una frase muy significativa, y una locucion que. aunque muy trabajada,
oo es tan suave como en Platon. Aunque ceñido Hipócrates á una es-
posicion médica , guiado por esa rectitud del gusto griego que no dejaba
nunca de apropiar las palabras á las cosas , supo dar á sus pinturas
mucho realce y colorido. Este mérito del estilo se borra y desaparece con
la traduccion: pero aquellos, á quienes sea familiar el idioma griego,
ge complacerán en estudiar este antiguo y puro modelo; conocerán como
el estilo jónico , armonioso y natural en Herodoto se hace grave y exacto
en Hipócrates; admirarán su frase clara aunque precisa, adornada pero
severa, sencilla pero elegante, y se convencerán , por el mismo ejemplo
del padre de la medicina, de que el lenguaje de la ciencia tiene 'sns re
glas y sus bellezas que dáu á las obras eminentes el último grado de es
celen cía.
Mucho se ha escrito sobre Hipócrates , y aun podría escribirse mas.
Las principales composiciones que nos ha legado la antigüedad tienen
por carácter el no poderse agotar su estudio, y que la ciencia con
forme progresa las vá mirando bajo diferente punto de vista. Los traba
jos de nuestros predecesores acerca de estos antiguos monumentos no
nos dispensan de examinarlos por nosotros mismos; porque tambien para
nosotros encierran gran copia de hechos , de pensamientos y de indica
ciones , que nos servirán de mucho para comprender mejor nuestra me
dicina actual. Me parece conveniente reasumir aqui en pocas palabras
todo lo espuesto en el curso de esta Introduccion, y recordar breve
mente las principales ventajas que proporciona el estudio de los antiguos
maestros del arte. El pedir á este estudio un resultado inmediato, prác
tico, palpable, si puede decirse asi, como el que suministra un libro
moderno sobre este ó el otro punto de la ciencia , seria exigir lo que
no podria dar, y desconocer su utilidad verdadera. No se debe recur
rir á ellos para aprender medicina : mas , cuando ya se posee una ins
truccion sólida y firme , en ellos debe buscarse un complemento que
ensanche la esfera del saber, que afirme el juicio, y manifieste con la
tradicion de la ciencia el trabajo de las generaciones sucesivas, sus er
rores y sus aciertos, su debilidad y su fuerza. En ellos se adquiere el
reconocimiento á los esfuerzos de nuestros antecesores y seguridad para
los actuales; porque entonces escuando especialmente se conoce que la
ciencia no ha sido jamás al fruto de la casualidad, ni la creacion de una
época ó de un hombre, sino una herencia que hemos recibido y que á
nuestra vez trasmitiremos.
Cuando se recomienda el estudio de los tiempos y libros antiguos, de
ben considerarse dos cosas que á la vez suministran : hechos y doc
trinas. Sin aquellos la enseñanza seria incompleta ; y siu estas solo po
dríamos formar una idea falsa de la cultura de la ciencia. Si es verdad
que las enfermedades cambian segun los climas; si estas modificaciones
afectan el entendimiento cada vez mas, por su importancia, práctica y
doctrina, á medida que se propaga la civilizacion por los diferentes pun
tos del globo; no lo es menos que los siglos presentan tambien grandes
diferencias en su fisonomía patológica, y que en ellos se ven desaparecer
ciertas afecciones , mientras que se presentanotrasenla escena del mundo.
El cólera indiano nos ha precisado á tener de esto una triste y reciente es-
periencia. Hipócrates en su lato ó ingenioso sistema comparó las edades
de la vida humana á las estaciones del año. Si yo me atreviese á imi
tarle , compararía las épocas de la historia de la humanidad á los climas
de la tierra. Las unas como los otros tienen sus enfermedades propias;
su patología especial. Asi que , solamente en los autores , antiguos tes
timonios de estos fenómenos pasados que no deben va reproducirse,
solo en los libros, fieles depositarios de estas antiguas observaciones,
puede el médico buscarlas, estudiarlas, y llegará concebir un conjunto
de patología , de que el pequeño horizonte que divisa solo le daria una
mezquina idea. Si por medio del estudio debe el médico hacerse cos
mopolita, por el estudio tambien debe hacerse contemporáneo de todas
1as edades. Asi llega á conocer mil hechos que de otro modo siempre
le serian desconocidos , y este \iage por el tiempo no le es menos pro
vechoso que le seria una espedicion por los continentes y los mares.
Esto en cuanto á los hechos ; por lo tocante á la doctrinas, el hom
bre que reflexiona sobre sí mismo , encuentra en su conducta pasada
grandes advertencias para su futuro proceder, tanto en lo que ha hecho
bien , como en lo que ha ejecutado mal. Ademas, la medicina no puede
considerar su tiempo pasado , sin tomar en él lecciones para el que ha
de venir. El que esplore, con suficientes luces , la doctrina de las teo
rías y de la práctica de nuestros predecesores, encontrará fecundos
manantiales de sabiduría. Nadie debe dedicarse al estudio de la antigue
dad sin poseer los conocimientos necesarios para hacerle con provecho,
pe aquí es el que el órden lógico requiere que se empiece no por lo mas
sntiguo, sino por lo mas reciente. Cuando se halla uno bien penetrado
-277-
de la ciencia contemporánea , entonces es la ocasion de volver hácia la
ciencia pasada. Nada fortifica mas el juicio que esta comparacion. En ella
se desarrolla la imparcialidad del entendimiento ; se manifiesta la inecr-
Üdumbre de los sistemas; se confírmala autoridad de los hechos, y se
descubre , en el conjunto , un encadenamiento filosófico que es en sí
mismo una leccion. En otros términos; se aprende á conocer á com
prender, á juzgar.
En las obras de Hipócrates se han depositado muchos gérmenes, que
luego han recibido un grande y fecundo desarrollo: se han espuesto en
ellas muchos pensamientos, que luego no se han repetido con el mismo
sentido ni con tanta profundidad. Y cuando el padre de la medicina em
pieza sus Aforismos diciendo : Es la vida corta, el arte largo, fugaz la
ocasion, el esperimento falaz, el juicio dificil, ¿quien no se siente
trasportado a otro órden de ideas que aquel á que nos hallamos habi
tuados? ¿Quién no percibe un lenguaje dis'.into del que hiere todos
los dias nuestros oidos? ¿Quien no cree leer en esta sentencia, me
dio griega y medio oriental , la inscripcion monumental inscrita en el
frontispicio de la medicina, en el momento en que una maue poderosa
^bre sus puertas?
-289-
mitido en su tiempo; y no el deseo de complacer á Dcmócrito, como algunos
han supuesto. Este dialecto, en la época que precedió al brillante desarrollo
dela gloria literaria de Atenas, era el idioma de la filosofia y de la ciencia.
Pasa despues tí examinar el parecer de los críticos tanto antiguos como
modernos acerca del verdadero jónico que Hipocrates usó , y menciona al
gunas esplicacaciones sobre palabras de este autor, dadas por Racchio, Xcnó-
crito y Artemidoro Gipiton entre los primeros, citando tambien algunos pa-
sages de Galeno. Viniendo á los segundos dice que los editores Alde, Cor-
nano, Mercurial, Foesio , Carterio, Mach , Vauder-Linden y Kühu se han
contentado con reproducir el testo de los manuscritos con todas sus irregu
laridades, por manera que sus ediciones dejan sin resolver las cuestiones de
dialectología, y lo comprueba en seguida con una multitud de ejemplos.
Deduce de todo, lo mismo qite Galeno, que el iouismodc Hipócrates no es
el puro de Herodoto, sino que se aproxima en ciertos puntos al dialecto ático;
y no deja de hacer mencion del parecer de otros autores sobre la orto
grafia de dichos escritos , como son Hcringa, Bosquillon, Coray, Dietz j
Struve»
Recorre los principales caracteres del ionismo de la Coleccion j y dice
que tienen una constancia bastante grande para que un editor se halle au
torizado á restituirlos sistemáticamente en todos los sitios en que falten. Hay
tambien , dice, diversas formas jónicas que se hallan esparcidas en los libros
hipocráticoi; pero bien examinado, no me es posible asegurar si son formas
esenciales, ó simples variaciones de lenguaje que fuera lícito á cualquier autor
usar, ó que debieran usarse en un dialecto , cuyos límites no se hallan tal
Tez bien precisados, ó que al menos no conocemos con esactitud. Asi que, yo
juzgo relativamente á dichas formas, que es preciso referirse únicamente i
los manuscritos, es decir; aceptarlas ruando los buenos de entre ellos las
presenten, y desecharlas en donde las omitan.
Resultará de aqui indudablemente un defecto de regularidad en algunas
ocasiones , pero que será preferible á una arbitrariedad que nada justificaría,
siendo esta otra nueva razon para inquirir y comparar cuidadosamente las
variantes dialectológicas que presentan los manuscritos.
Por ultimo, las consecuencias que deduce de su trabajo sobre el dialecto
de la Coleccion son las siguientes : 1 . que algunas de las mencionadas for
mas deben ser restablecidas en todas partes con ó siu el asentimiento de loa
manuscritos, porque su frecuencia es tal , que solo puede atribuirse su falta
en los sitios en que esta se halla, á errores de los copiantes: 8? que otras de
ellas, menos constantes en la Colcccioo, no pueden someterse á esta regla con
seguridad, siendo preciso en este caso seguir las irregularidades é inconsecuen
cias de los manuscritos, cuyo sistema presenta 'menos inconvenientes que
el -de hacer la restitucion en todas partes, 'Bajo un tipo acaso falso, de tm
ionismo cuyo verdadero carácter no se halla en su totalidad bien conocido.
- Entra despues el autor en consideraciones acerca de las variedades del
dialecto jónico, haciendo mencion de las cuatro citadas por Herodoto, i
cjuien consideraron los gramáticos como la regla del ionismo, y concluyé
este párrafo primero de su Apénétice, ' diciendoi «Uno de los resultado*
-Mi
mas seguros del estudio de la Coleccion hipocrática, es el convencimiento
que de él resulta de que toda ella ui es de una misma época ni de un
mismo autor: y sentado este hecho, lo que me ha costado mucho trabajo
concebir, es cómo el dialecto jónico se encuentra á corta diferencia
el mismo en todos los libros , á pesar de proceder de diversos autores. Me
parecía que seria debido á que los médicos posteriores á Hipócrates se ha
brían dedicado á copiar minuciosamente las formas del dialecto particular en
ue compuso aquel sus libros. Pero si él escribió sus obras en una vane
ad viva y usada del espresado dialecto, es muy natural aue su* sucesores
por un espacio de tiempo que no debe pasar del de Aristoteles, escribiesen
idénticamente en la misma, puesto que no era un lenguaje muerto; por
consiguiente nada habia que imitar m copiar pra hallarse conformes ; ó mas
bien debió ser la semejanza tanto mas completa, cuauto que, como es sabido,
nada hay menos arbitrario que el idioma de un pueblo. De este modo hize
desvanecer la duda que me ocurría.

PARRAFO SEGUNDO.
DEL TESTO Y EDICIONES DE LA COLECCION HIPOCRATICA EN LA ANTIGÜEDAD.

Las ediciones impresas de la Coleccion hipocrática han sido formadas


por manuscritos depositados en varias bibliotecas , los cuales han sido copia
de otros manuscritos mas antiguos, asi como estos lo fueron de otros mas an
teriores, basta llegar á los primitivos; pero los que han venido á poder de
los modernos, no se remontan á una lejana antigüedad. Los mas antigaos
que existen en la biblioteca real de Paris, y no son muchos, son del siglo
X: de modo que hay un espacio de tiempo, durante el cual aunque la Co
leccion ha sido trascrita por sucesivas generaciones de copiantes, ningun tes
timonio ha quedado del estado en que se hallaba el testo. Pueden sin em
bargo recogerse datos interesantes en los comentarios compuestos por Galeno
sobre algunos escritos de la Coleccion , pues cita este autor ya variantes, que
dice haber entre los diversos ejemplares y el que tuvo á la vista, ya correccio*
nes propuestas por los editores ó por los comentadores; y á beneficio de estas
indicaciones consignadas en ios libros de Galeno, dice Mr. Liltré, he procu
rado discutir y resolver las tres cuestiones siguientes:
1? Las ediciones de la Coleccion hipocrática que se han dado en la anti
güedad por algunos críticos, y que Galeno menciona , han dejado indicios en
el testo que ha llegado hasta nosotros?
2* A cuál de los antiguos corresponde el generalmente reproducido en
nuestras ediciones?
3? Ros queda alguna copia de los ejemplares que, segun Galeno, diferían
notablemente en ocasiones del texto del que el usó pra sus comentarios?
Resuelve el autor la cuestion primera, mencionando á los tres comenta
dores Bucchio, Artemidoro Capiton y Dioacorides, y manifestando que del
37
primero no se encuentra indicacion alguna de las correcciones que introdu
jo en el testo, asi como de los segundos se hulla en Galeno una terminante
explicacion, comprobada por el cotejo de los pasajes de sus ediciones con
los de las nuestras , de la que resultan un gran número de alteraciones
considerables en el testo, las cuales en general son muy gratuitas, aunque
á veces ingeniosas: pero las diferencias que el mismo Galeno presenta nos
hace ver que el indujo de estos sobre los copiantes, que nos han trasmitido
el testo de los libros hipocrálicos, ha sido nulo, siendo el que nosotros te
nemos mas general y esparcido; que los copiantes solo se han atenido a
este, y que los ejemplares delas ediciones de Artemidoro y Capiton han pe
recido completamente, no hahiendo llegado copia alguna hasta nosotros.
En cuanto á la segunda cuestion, dice Litlré que Galeno comentó cierto
número de escritos hipocrálicos, siguiendo en su comentario un testo que el
esplica;y señalando de trecho en trecho las divergencias que decía presen
taban algunos ejemplares; y pregunta despues: ¿Estas lecciones que se separa
ban del testo adoptado por Galeno se encuentran en nuestras ediciones?
Prueba en seguida, con una porcion de citas, que el testo de nuestros libros
impresos se halla conforme con el del ejemplar que tuvo este á la vista, y
continúa de este modo: «De las comparaciones que acabo de manifestarse
deduce que en la antigüedad existia un testo de la Coleccion hipocrática ge
neralmente admitido, que á su reproduccion se atuvieron sobre todo los co
piantes, y que despues del descubrimiento de la imprenta, los primeros edi
tores le recogieron fielmente, siendo el que figura eu nuestras actuales im
presiones.»
A continuacion presenta el autor algunas diferencias que existen entre
este y aquel, á pesar de su conformidad, las que prueban que la edicion an
tigua seguida por Galeno, aunque muy semejante á la que ha servido de
original á nuestros manuscritos, no es con todo la misma.
Por lo que toca á la cuestion tercera, hace Mr. Littré una porcion de
citas, de las que deduce en consecuencia que el manuscrito 2255 de la bi
blioteca real de Paris representa los antiguos ejemplares que Rufo habia
consultado , el cual ofrece considerable número de lecciones, y algunas muy
importantes, que se separan mucho del testo de nuestras ediciones, sin que
tengan nada de comun con las correcciones de Artemidoro Capiton y Diosco-
rides. Dice despues, que este manuscrito que ofrece una leccion análoga á la
de Rufo, ó fue copiado de alguna edicion de las obras de Hipócrates hecha por
este, ó de alguno de los ejemplares antiguos en que él se fundó como auto
ridad, inclinándose mas bien á esto, en razon de algunas diferencias que el
testo del manuscrito presenta comparado con el de Rufo.
PARRAFO TERCERO.
NOTICIA DE LOS MANUSCRITOS DE LA COLECCION HIPOCRATICA.
Los manuscritos han llegado de mano en mano , por trasmi
sion directa, desde la mas remota antigüedad hasta nuestros dias, siendo
el testo original el que sirvió de base á la primitiva edicion de un autor an
tiguo; y el hallar en las impresas tantas variantes, es la causa que obliga dia
riamente á la critica á buscar en ellos rectificaciones y correcciones. Funda
do en su indispensable utilidad , pone á continuacion el autor una larga lis
ta de los contenidos en la biblioteca real de París que lia teindo ocasion de
registrar, colorados en un orden cronológico , con las inscripciones, señas y
numeracion con qne se hallan distribuidos.
Creemos que nuestros lectores nos dispensarán de buen grado que omi
tamos este largo índice, de cuja noticia aunque curiosa, poco provecho po
dría en nuestro juicio resultarles, no pudiendo tenerlos á la vista. Solo dire
mos que cita 57, en varios tamaños, de los siglos X hasta el XY1I ; seis
designados como antiguos sin tener señalada fecha; y 17 sin indicacion al
guna de tiempo; terminando esta especificada enumeracion con dividirlos en
cuatro grupos.
El primero está formado por los señalados con los números 2254 y 2355,
que son continuacion uno de otro: están completos, y contienen todo lo que
poseemos de la Coleccion hipocrática.
£1 segundo, constituido por el del núm. 2146, es tambien completo; pero
tiene dispuestos en otro orden las materias, asemejándose mas á la edicion
de Alde que los anteriores.
El tercero, á que pertenecen los manuscritos 2144, 2141, 2140, 2143
y 2145, no tienen entre sí la mayor analogía y se encuentran en ellos los
mismos tratados colocados en el mismo orden.
Y el cuarto compuesto del núm. 2253, no contiene mas que un pe
queño número de escritos hipocráticos.
Los demas manuscritos solo encierran porciones aisladas de la Coleccion.
Contienen los manuscritos, dice el autor, notas, esplicaciones y glosas,
que algunas veces son instructivas (como ya en un pasage de la Introduccion
hemos tenido ocasion de observar con una tomada del 2255) y proporcionan
la ventaja de aclarar la verdadera leccion, como veremos en el curso de la
obra. Pero no se obtendrá de ellos toda la utilidad que de su examen puede
resultar para la crítica de los libros hipocráticos, hasta quecn todas las biblio
tecas de Europa se haga con los que en ellas existan lo que yo he verificado
con la de Pans. Me inducen á creerlo asi las correcciones que á Mack le han
suministrado los de la biblioteca imperial de Viena, que en ninguna otra
parte se hallan, y las ventajas que me ha proporcionado aquella, suminis
trándome una traduccion inedita del tratado de la Semanai , la esplicacion
de lo que constituye la octava seccion de los Aforismos, el origen de las com
pilaciones tituladas de las Crisis y de los Dias críticos , la restitucion de un
considerable vacío del libro de la Medicina antigua, y muchas variantes y
lecciones interesantes que ninguna obra hasta el dia habia consignado.
-284-
PARRAFO CUARTO.
DE LAS EDICIONES ¥ TBADUCCIONES COMPLETAS DE LACÓLECCION niPOCRATICA.
Termina el autor este Apéndice á la introduccion con una noticia de las
ediciones y traducciones completas de la Coleccion hipocrática , que coloca en
el orden siguiente, que es el de su fecha.
Hippocralis Coi medicorum omnium longé principis octoginla volumina
per F. Calvum Rhavennatem. Roma 1525. 1 vol. in fol.
Esta traduccion ha sido hecha de los manuscritos, antes de que el testo
griego se imprimiese : asi que se observan en ella las dificultades que expe
rimentó el traductor. Ni aclara los pasuges oscuros, ni es bastante precisa y
literal para que puedan notarse las variantes que sin duda presentaron los
manuscritos que la sirvieron de original. Es pues un monumento de los pri
meros esfuerzos que hizo la ciencia en la época de su restauracion para
beber directamente del manantial de la sabiduría hipocrática. Mas no debe
juzgarse esta obra como lo que es en el dia, sino como lo que fue en su
tiempo: y debe conocerse que Eablo Calvo hizo á la ciencia un servicio im
portante con su obra. Fue reimpresa en el año de 1526, en folio ; y ra pre
cedida en esta edicion de una advertencia de Francisco Asulano, en que
anota algunos errores que al autor se le escaparon.
La edicion de Alde fue copiada literalmente de los manuscritos ; de
modo que es preciso estar muy versado eu la lectura de los libros hipocrá-
ticos para poderla leer cen provecho ; por cuya razon está fuera de uso.
Hippocralis Coi medid velustissimi et omnium aliorum principis Ubri
omnes ad vetustos codices summa sludio collati ct restauran. —Froben Ba
stía 1538 in fol.
Doce años despues de Alde, publicó Froben , impresor en Basilea «an
dad capital de la Suiza , una edicion delas obras de Hipócrates; de cuya
grande empresa se encargó el médico Cornado. Este se propuso, segun él
mismo dice, enmendar los errores de los ejemplares que en su tiempo corrían,
y reproducirlos bien correctos; para lo cual se vslió de tres manuscritos
muy antiguos que fueron uno de Adolfo Occo, otro de la biblioteca de
Juan Dalvurgio y otro de Gerónimo Gamuseo , poniendo tambien eu con
tribucion á Galeno. Mas de 4.000 pasajes dice que se habian omitido ó al
terado en la edicion' de Venecia , y que fueron por él restaurados en la
actual.
Nuestro autor dice, que á pesar de lo espnesto por Cornario, no difiere
tanto su obra en el esmero con que está redactada, como en los manuscritos
quo sirvieron para formarla: sucediéudola lo mismo, y por las mismas ra
zones, que a la de Alde, que acabamos de citar.
Hippocralis Coi medicorum omnium facile principis opera qua restant
omrua Jano Cornario médico phisico interprete : 1545 , in 8.° ap. 1. Grjr-
phium.
Cornario prometió publicar, ademas de su traduccion latina, comentarios
sobre todos los escritos htpocráticos : y no habiéndolo podido hacer, dio a
luj nuevamente su traduccion, comparándola con los tres manuscritos que
habían servido de base á la de Froben.
Esta traduccion ha sido muy estimada y reimpresa diferentes veces.
Hippocratis coi opera etc. áHieron. Mcrcuricli. 1588 infol.
Esta edicion va procedida de una critica de los libros hipocráticos , y se
guida de los glosarios de Erociano, Galeno y Herodoto. En ella presentó su
autor un trabajo enteramente nuevo acerca de Hipócrates : discutió la au
tenticidad de los libros, formó un sistema sobre este punto dificil, estudió el
testo, y dió una traduccion en que se advierte el mayor cuidado por in
terpretar su verdadero sentido.
Magni Hippocratis medicorum omniumfacile principis opera omnia etc.
Amuao Foesio Mcdiomatrico médico auctore. Pram-fort. 1595, 1 nal.
in fot.
Este trabajo es superior indudablemente á todos, y es un precioso moc-
numento de erudicion médica del siglo XVI. Foesio ha seguido en la division
4e los libros liipocráticos el orden de Erociano , y ha presentado en cada
uno de ellos anotaciones muy doctas o interesantes ; tomando un gran nú
mero de variantes de los ejemplares de Severinus y Ferrceus jurisconsulto el
uno y medico el otro de París, y añadiendo algunas lecciones de Martinus.
El testo griego admitido por el autor de que hablamos, apenas difiere del
de la edición de Froben; pues fue bastante tímido para introducir en el
griego las correcciones que hizo en su traduccion. Es pues esta edicion una
muia que debe esplotarse con cuidado : notas instructivas , aclaraciones crí
ticas , variantes numerosas é interesantes^ traduccion esmerada , indicaciones
seguras para corregir el testo, todo esto se encuentra en ella: y á falta de
manuscritos, hubiera suministrado su edicion elementos suficientes para un
nuevo trabajo acerca de Hipócrates.
Magni Hippocratis Coi opera omnia et per J. A. Vander-Lindea Bata-
norum. 1665, % vol in 8.°
Esta edicion muy cómoda por su forma y claridad de la impresion ha
sido juzgada con demasiada severidad por los eruditos. La muerte de su au
tor impidió que la anotara las variantes que le obligaron á cambiar el testo
*n algunos puntos : cou todo , he tenido ocasion de convencerme de que es
tos cambios han sido menos frecuentes y considerables de lo que se ha pen
ado, y creo tambien que el autor no consultó los manuscritos.
Hippocratis Coi et Claudii Galem Pergamini opera. Rcnatus Charterius
Viudocinensis plurima interpretatus , universa emendavit , instauravit etc.
w XIII tomos digessit et conjunctin grcecc et latine primus 'edidit. 1679.
La edicion de Carterio es muy incómoda por ser muy voluminosa, y
por tener mezcladas las obras de Hipócrates con las de Galeno ; pero en
cuanto lo dcpias x me ba parecido mas digna de consideracion de lo que
comunmente se la cree.
Añadire' á las ediciones greco-latinas que acabo de revisar , la opinion de
nn crítico muy hábil, M. Struve , que juzgó que el testo y traduccion de
las obras de Hipócrates, á pesar de tantos trabajos, necesitaban someterse á
una atenta revision.
Obras de Hípócrates traducidas al francés anotadas y comprobadas con
los manuscritos de la biblioteca real. París 1697, 2. tom. en 12.°
Esta traduccion no se baila concluida. Dacier, que es su autor, no era
médico , pero se bailaba muy versado en el griego ; por lo cual su traduc
cion y las notas que agrega son dignas de ser consultadas.
tiippocratis opera omnia cum variis lectionibus non modo huc usque vul-
gatis verum ineditis polissimu partim depromptis etc. Studio el opera
Stephani Marckii. Viennce Austria, 1743, 2 vol. in jal.
Esta edicion quedó por concluir : es la mas elegante en cuanto á ra
parte tipográfica, siendo ademas a precia ble por contener ciertas cosas que
en vano se buscarían en ninguna otra parte, debidas á los manuscritos de l%
biblioteca imperial de Viena que tuvo el autor á su disposicion.
Hippokrates IVerke aus dem Griechischen $ fon D. J. F. Grimm. Al-
tcnburg , 4 vol. in 12.°
Esta traduccion es muy estimada en Alemania : y aunque próxima á su
término , quedó desgraciadamente sin acabar. Está enriquecida con notas de
mucho mérito sobre diversos puntos, y con especialidad de materia médica.
Traduccion de las obras de Hipócrates por el testo griego de Foesio.
Tolosa, 1801, 4. vol. en 8.°
Esta edicion no vale mucho sin embargo, es preferible á las traduccio
nes latinas que la precedieron.
Fundacion de la doctrina de Hipócrates segun el testo, por M. de ¡3er-
cy. Paris 1812 , y años siguientes.
Dice Mr. Littré, que no le toca á él juzgar acerca del mérito de esta
obra.
Magni Hippocratis opera omnia per J. C. G. Kühn. Lipsia 1825,
3 vol. in 8.°
El testo y la traduccion son de Foesio : solo tiene sobre este la ventaja
de ser su forma mas cómoda; pero le faltan las notas de este autor.
Traratos recientes. Mr. Petersen acaba de publicar una disertacion titu
lada Hippocratis nomine quee circunferuntur (cripta ad temporis rationes
disposuit christianus Petersen, in gytnnasio Hamburgcnsmm académico phi-
lal.prof. publ. Paul prior. Hambargi 1839 en la que ha lomado por base
la memoria de Mr. Link , y ha tratado de clasificar los escritos hipocráticos
segun la supuesta sucesion de las antiguas teorías médicas, teniendo por
objeto la determinacion de lus fechas, y aun si es posible, de las épocas en
que Hipócrates compuso sus libros.
Ha dividido su disertacion eu dos partes: en la primera coloca los libros
llamados hipocráticos, segun la fecha que se presume tenga su composicion;
y en la segunda, destinada al examen de cada uno de los librosen particular y
dividida en tres secciones, tratará primero de los libros aun mas antiguos
que Hipócrates, despues de los auténticos y contemporáneos, y luego de los
libros mas modernos y supuestos. De estas dos partes solo se ha publicado
la primera.
-287-
Establece las cuatro reglas de crítica siguientes:
Recla primera.—Reconocer cuál es el orden que siguen los libros hí-
pocráticos, y comparar despues sus doctrinas, sus pensamientos y opiniones;
examinar que libros se refieren mutuamente unos á otros, cuáles han toma
do algunas cosas de otros y qué modificaciones se lian introducido en las re
glas del arte, ya que los mas recientes bajan corregido los errores de sus
antepasados , ó ya que hayau sustituido cosas falsas á sus verdades.
Regla segunda.—Es preciso distinguirlos estilas; establecer la diferencia
entre el mas autiguo y el mas moderno: y sobre todo observar cómo se ha
modificado la significacion de cada palabra vendo de menor á mayor exacti
tud. Finalmente, se debe tomar en consideración la diferencia y mezcla de
dialectos.
Regla tercera.—Si una doctrina ó un escrito de este ó el otro autor
medico se halla citado ó indicado de un modo bastante claro en otros es
critores, deben considerarse siempre estos testimonios como los primeros y
mas seguros elementos de toda investigacion critica. Pero la mayor parte
ban hecho mal uso de ellos, y hau seguido con especialidad el parecer de
Galeno; guia poco seguro, como puede conocerse por sus variaciones é ine
xactitudes. Estos testimonios pierden su valor si son posteriores á la época
alejandrina; pera son de muy grande importancia y de mayor todavía que la
que hasta el dia se les ha concedido, si son contemporáneos de la escuela
alejandrina1, ó bien mas antiguos; hallánso contenidos ya en los escritos de Pla
ton ó de Aristóteles, ya en los fragmentos de Diocles de Caristo, que flore
ció pocos años despues de Hipócrates, ya en los de Herófilo ó Erasístrato ó
de aquellos que han seguido sus huellas, y ban sido omitidos por los críti
cos. Pero es necesario tener presente, que esta especie de argumento solo
prueba que los libros son anteriores á los que los citan; pero no que sean de
Hipócrates, á menos que en la cita no se añada su nombre formal
mente.
Regla cuarta.—Para conocer la fecha delos libros médicos antiguos, en
que no se hace mencion de los sucesos históricos, delos cuales á su vez tam
poco la hacen los historiadores, es preciso consultar con particularidad los
filósofos ciya época y doctrina son conocidos. Este género de argumentos,
que los criticos anteriores no descuidaron, promete muy grandes resultados
porque los fragmentos de muchos filósofos, que se hallaban esparcidos en
toda clase de libros, se encuentran en el dia reunidos y ordenados. Lástima es
que no se haya hecho esto con Demócrito , á quien se cree maestro de Hi
pócrates.
Partiendo del punto de vista de M. Link, pero modificándole algo en los
pormenores, presenta Mr. Petersen rl cuadro siguiente de teorías médicas,
y de la distrubucion de los escritos hipocráticos segun estas teorías.
Orden 1! Que comprende los libros que proceden de los principios de
las cosas*
Clase. 1? Aire, principio de las cosas.
De los aires.
Clase 2i Fuego, principio de las cosas.
-288-
De las carnes. —Del nacimiento á lo? siete meses.—Del nacimiento a lo»
ocho meses.—De la superfetacion.—De la denticion.
Clase 3? Pneuma y hnmedad principios de la generacion.
De la naturaleza del niño.
Clase 4? Fuego y agua, principio de las cosas.
Del regimen, en tres libros.
Orden 2.° Que comprende los libros que parten de los elementos de
cuerpo humano.
Clase 5? Bilis y pituita, humores primitivos del cuerpo humano.
Epidemia.; primero y tercer libro.—De la enfermedad sagrada.—Primer li
bro de la* enfermedi.des.-1-De las afecciones.-'-Del régimen en las enferme
dades agudas.—Prouósticos. —Segundo libro de los prorre'ticos.—Aforismos.
—De las aguas, aires y lugares.—De los sueños.—De la locura—Del uso.
del heleboro.—De las hemorroides.—De las fístulas.—Del regimen de las
personas sanas.
Clase 6? Bilis amarilla , bilis negra, pituita y sangre, humores primi
tivos del cuerpo humanó.
De la naturaleza del hombre.—De los humores.—De la naturaleza de
los huesos.—Del corazon.—De la anatomía.—De' las glándulas. De la vista.
—.Dcl alimento.—Del uso de los líquidos.—De las afecciones internas.—2.*
4.* 5.° 6.° y 7? libros de las epidemias.-^- segundo y tercer libro de las en
fermedades.—De las enfermedades de las mngeres dos libros.—De la natura
leza de la muger.—De las afecciones de las doncellas.—De las mugeres es
teriles—De las úlceras.—De la crisis.—De los dias críticos.
Clase 7.? Bilis , agua , pituita y sangre, humores primitivos del cuerpo
humano.
De las enfermedades, libro í.°—De Id generacion.—De los remedios
porgantes.
Clase 8?—Elementos del cuerpo, en número indefinido , «onlrarios en
tre si.
De la medicina antigua.
OaDEJt 3.° Que comprende los libros cuyo punto de partida son los
humores morbosos.
Clase 9.—Fluxion de la bilis y de la pituita , causa de enfermedades.
Prorre'ticos primer libro. —Prenociones de Coo.—De los lugares en el
hombre.
Orden 4.* Que comprende los libros de cirujia.
Clase 10. Ce la oficina del médico.—De las heridas de cabeza.—De
las fracturas.-^-De las articulaciones.—-Moclilico.—De la estraccion del feto
muerto.
Orden 5.° Que comprende los libros en que ni se esponen reglas del
arte, ni doctrinas.
Clase 11.—El juramento.—La ley.—Del arte.—Del médico.—Del por
te decoroso.—Preceptos.—Discurso al pie del altar.—Discurso de embajada-
—Cartas.
Segun Mr. Petersen las clases 10 y 11 , no tienen carácter alguno medí
289-
camente cronológico; por esta razon tio las induje en el siguiente cuadro, en
el que ha colocado estas otases segun el orden cronologico que cree que
hau seguido las teorías lisiologo-médicas.
1? Clase (9) : Fluxion de la bilis y de la pituita , causa de las enfer
medades.
Primer libro de los Prorre'ticos.—Prenociones de Coo.—De los lugares
en el hombre.
2? Clase. (2). Fuego principio de las cosas.
De lascan<es.—Del nacimiento á los siete meses.—Del nacimiento ¿ los
ocho meses.—De la superfetacion.—De la denticion.
3.? Clase (1). Aire principio de las cosas.
De los aires.
4? Clase (5): Bilis y pituita humores radicales del cuerpo humano.
l.°y 3." libro de las epidemias.—Primer libro de las 'enfermedades,
—De las afecciones.—De la enfermedad sagrada.—De la locura. Del uso del
heléboro.—Del regimen en las enfermedades agudas.—Del régimen en el es
tado de salud.—Pronósticos.—2? libro de los Prorréticos.-»Aforísmos,
Aguas, Aires y Lugares.—De los sueños.—De las hemorroides.—De las fis
tulas.
5? Clase (3) : Preuma y humedad, principios de la generacion.
De la naturaleza del niño.
6? Clase (8): Elementos contrarios entre si.
De la medicina antigua.
7i Clase (6): Bilis amarilla y negra, pituita y sangre , humores radica-
cales del cuerpo humano.
De la naturaleza del hombre.—De los humores.—De la naturaleza de
los huesos.—Del corazon.—De la diseccion,—De las glándulas.—De la vis
ta.—Del alimento.—Del uso de los líquidos.-'-De las afecciones internas.
—2.° 4'° 5.° 6 ° y 7.° de epidemias.—2.° y tercer libro de las enfermeda
des.—De las enfermedades de las mugeres , dos libros.—De la naturaleza
de la muger.—De las enfermedades de las doncellas.—De las mugeres esté
riles.—De las úlceras.—De las crisis.—De los diaS críticos.
8.? Clase (7): Bilis, agua, pituita y sangre, humores radicales del euer-
po humano.
4? Libro de las enfermedades.—De la generacion. De los remedios pur
gantes.
9? Clase (í): Agua y fuego principio de las cosas.
Del régimen, tres libros.
El primer punto que trata de determinar Mr. Pctersen es la época en
que floreció Hipócrates, inclinándose á hacerle un poco mas antiguo de lo que
ordinariamente se le cree: pero nuestro a-itor rebate victoriosamente las ci
tas en que so apoya, de algunos cronógrafos que parece que han consulta
do el decreto y las cartas piezas evidentemente apócrifas, haciendo por con
siguiente prevalecer el dictámen (de Histómaco que escribió un tratado ex
profeso sobre la secta de Hipócrates, y el de Sorano de Coo que consulto la
bibliotecas de esta isla. Despues dice que la autoridad de Platon , tambien
-290-
cilada , es de mas peso ; pero manifiesta igualmente algunas confusiones c
inexactitudes que padeció en sus diálogos, de lo cual deduce que, visto esto,
nada se opone á que sospechemos lo mismo de la mencion de Hipócrates, y
que no deberemos ya creernos autorizados para atacar con este argumento
el exacto parecer de Histómaco y de Sorano de Coo.
Por último, desvanece nuestro autor completamente el valor que Mr.
Peterscn quiere dará su opinion agregando á sus razones anteriores una ci
ta que se encuentra en la vida del orador Anlifon, y que aquel refiere á
Hipócrates.
En seguida pasa Mr. Petcrsen al examen de la autoridad y de las c'po^
cas de los libros hipocráticos en particular, de cuyo trabajo obtiene por re
sultado la distribucion espuesta en la siguiente tabla.
«Con el objeto de que el lector, dice Mr. Petersen pág. 48, pueda ente
rarse bien de lo que en medio de tantas tinieblas creo haber determinado,
he formado un cuadro en el que he puesto juntos los libros de un mismo
autor, en cuanto me ha sido posible, y separados los otros con lincas horizon
tales. He inscrito los nombres de los autores, aun en aquellos casos en que
solo por conjeturas he podido deducirlo, pero señalando los que me prc-
cen dudosos con una interrogacion puesta delante cuando la fecha de los
libros no me ha parecido muy solidamente establecida, y colocada detrás
cuando alcanza la iucertidumbre hasta el mismo autor.»
Asos. Autores. Escmtos.

Hacia el de 550 antes Primer libro de los


de J. G Prorréticos.

530 Prenociones de Coo.


Alcmeon.
Elothales. -
'520... Icco de Tarenlo.
500... Epicharmo.
Metrodoro.
. Do los Lugares en
el hombre.
*90... Hipócrates 1°, hijo de
Gnosidico.
( ¿ ) De las Carnes
100 con las adiciones
sobre la edad , el
parto y la denti
cion.

114... Acron.
Empedocles.
Anaxágoras.
Hácia el año 110 De los Aires.
HeródicodeSelimbria.
Dcmócrito. ——
Eurifou.
Hipocrates segundo, Escribió los Pronós
hijo de Herácíides. ticos y el tratado
* de las Heridas de
cabeza.
-292-
Años. Autores. Escritos.

Entrelosafios436-429 El mismo. Escribió los libros


1.° y 3.° de las
Epidemias.

429... üiógenes de Apolonia.


Hipócrates segundo. Escribió la segunda
seccion del tercer
libro de las Epi
demias.
Prodico de Céos.
428-42fc... Hipócrates segundo. Escribió en Atenas
la mayor partede
de los Aforismos.
424... El mismo. Escribió el libro de
Aires, Aguas y
tugares.

Tratado de la Natu
raleza del niño.

Entre los anos. 421


377 De la Medicina an
tigua.

Del Arte. De las


Fracturas.
• DelMédico.DelPor-
te decoroso.
-293-
Años. | Autores. Escritos.

Hipócrates segundo.. Escribió el primer


libro de las En
fermedades ; ( ¿ )
De la enfermedad
sagrada ; del Ré
gimen en las en
fermedades.

Pe los Sueños.

PolibiQ. Escribió los libros


del Régimen de
las personas sa
nas y de las A-
fecciones.
Pilistian de Loares.

377 Platon. Empezó á escribir


los libros de la
República
Eudoxio de Cnido.

Entre los años 377


370 Papeles que dejó Hi Sus hijos publica
pócrates. ron el tratado de
la Oficina del mé
dico, y del Uso
de los líquidos;
Polibioel libro da
la Naturaleza del
-294-
Años. Actores. Escritos.
hombre; Tesalo el
libro de los Hu
. mores, del Ali
mento , y los li
bros 2.° 4.° y 6.!
de las Epidemias.

Tratado de las Afec


ciones internas.
2.° libro de los
Prorréticos.

De las crisis. De los


dias críticos. De
las Fístulas. De
las Hemorroides.

De las Ulceras.
370... Escribió el Timeo.

Entre los años 370


350 Hipócrates 3.° hijo do Escribiólos libros 2?
i - i. Tesalo. y 3.° de las En
fermedades. El
tratado de las En
fermedades delas
mugeres. (?)

Crisipo de Gnido. De la Naturaleza de


la muger. De las
A fecciones de las
i doncellas. De las
Mugeres estéri
les.
-293-
Axos. AlITORES. Escritos.

Djoxipo de Coo.

Hipócrates 4? hijo, de
Dracon. Escribió el 5.° y 7?
libro de las Epi
demias: los trata
dos de las articu
laciones (? ) Del
corazon (?) De
las glandulas (? )
De la vista (?)De
la diseccion (?)

El Mochlico. De la
naturaleza de los
huesos.
Entre los años 350 AristótelesdeEstagira
Diocles de Caris tp.
340 Hipócrates 5o
Escribió el V libro
de las enferme
dades; (¿) De la
generacion ; De
los remedios pur
gantes (??(

Del regimen de la
salud en tres li
bros.
Praxágoras de Coo.

310 Herófilo de Calcedo


nia.
300 Erasistrato de Céos.
-296-
En seguida manifiesta nuestro autor que el examen de esta disertacion
confirma mas y mas la idea de que no debe consultarse un solo orden de
consideraciones (por ejemplo las antiguas teorias medicas) para clasificar los
escritos hipocráticos. Cita en prueba de ello los errores a que estas han in
ducido á Mr. Petersen, haciendole separar escritos unidos por los vínculos
mas estrechos, con el tratado de los Sueños y el del Régimen , que no so
lamente son contemporáneos , sino aun de una misma mano, y lo que es
mas, continuacion uno de otro como ha protado en su Introduccion; colo
cando en la quinta clase el libro de la naturaleza del niño, en la sétima el
libro de las enfermedades de las mugeres, en la octava el cuarto libio de
las enfermedades y el tratado de la generacion ; y pouiendo en el año iU
el libro de la naturaleza del niño, entre los años 370 y 350 la obra de las
enfermedades de las mugeres, y en el año 540 el libro de las enfermeda
des y el tratado de la generacion. De lo que resulta que entre la composicion
del primero y del último hay un intervalo de 84 años, siendo asi que estas
cuatro obras son del mismo autor, como lo prueban las citas de unas á otras
que en sí contienen (Véase la Introduccion). Pero lo mas notable, dice, es
que el tratado de la naturaleza del niño y el de la generacion se hallan co
locados en los dos estrenios, siendo el uno continuacion del otro; es decir,
no formando mas que un solo y único tratado del que es principio el se
gundo y final el primero. En efecto, el autor del libro de la generacion,
de?pues de esplicar que la concepcion se verifica por la mezcla del sémen del
hombre y de la muger, dice que segun predomina el de uno ó el de
otro-, nace la criatura mas parecida al padre ó á la madre, y añade que
cuando de padres robustos nacen hijos ruines, consiste en el mal estado de
la matriz. Para ejemplo de sn teoría , cita el caso de algunos frutos que
pierden su forma por hacerlos madurar en vasos estiechos, y el de íos ár
boles que se tuercen cuando se hallan oprimidas sus raices en \t tierra por
algun obstáculo. Despues de esta digresion, bastante larga , dice el autor:
Vuelvo á la ihateria de que -me estaba ocupando. (P. 30, 1. 5, ed. Frob.)
Estas son las últimas palabras del libro ; es imposible que esto sea una con
clusion; y efectivamente vuelve á tomar en seguida la misma materia
en el libro dela Naturaleza del niño empezando de este modo, qufe es la con
tinuacion directa del punto en que el autor la habia abandonado para entrar
eu ia digresion : Si el semen de ambos padres permanece en la matriz de la
muger se metela igualmente, (P. 30 I. g, ed. Frac.)
A pesar de las observaciones críticas que be apuntado en el curso de este
analisis continúa Mr. Litrré, habrá podido el lector advertir que la diserta
cion de Mr. Petersen está llena de erudicion y que es muy ingeviosa , mere
ciendo especialmente recomendacion, por el feliz esmero con que ha reunido
muchas noticias tomadas de la literatura extra-médica , contemporánea de
Hipócrates ó poco menos.
Mr. Meixuer (1) ha seguido un camino diferente, tomando por punto

(i) Neue Priifung der Echtheit Reinen folge ssemmllicher Schripten


-507-

de partida el pasaje del Fedro ó de Platou (mencionado en la Introduccion)


para caracterizar el metodo de Hipócrates. Mr. Meixner ha dividido su tra
bajo en dos partes; la primera se halla subdividida en cuatro disertaciones.
En la primera, con el objeto de hacer cu cuanto sea posible una completa es*
posicion de los motivos estrínsecos por los que ha juzgado de la autentici
dad de los escritos hipocráticos y del urden de su sucesion, examina la ma
yor parte de los escritores que han pretendido tener conocimiento de los li
bros de Hipócrates.
En la segunda disertacion esplica detalladamente el trozo de Platon acer
ca de Hipócrates, en razon á que este trozo forma la única base segura, his
tóricamente cierta, que puede servir para restablecer la autenticidad y suce
sion de los escritos hipocráticos; porque este trozo que procede de un con
temporáneo de Hipócrates, el mus digno testimonio que podemos invocar,
encierra u.ia clara y estensa esposiciou del proceder científico que Hipócrates
empleó en la investigacion de la naturaleza del hombre.
En la tercera disertacion tomará en consideracion todas las esposiciones
y explicaciones del trozo de Platon sobre Hipócrates, desde Galeno inclusive
hasta los tiempos mas modernos, porque todas las esposiciones que de el se
han hecho son incompletas, y las explicaciones ó poco satisfactorias ó ente
ramente falsas. Finalmente, en la cuarta disertacion espondrá y juzgará los
testimonios de los antiguos y los juicios de los modernos destinados á deter
minar el conjunto de la doctrina hipocrática, es decir; ó solamente á inda
gar la autenticidad de los escritos de Hipócrates, ó á buscar á la vez la au
tenticidad y sucesion de estos mismos.
De las dos partes anunciadas por Mr. Meixner, solo la primera ha em
pezado á publicarse. Hé aquí los resultados que anticipadamente presenta:
á.° El trozo de Platon prueba que Hipócrates habia escrito un libro so
bre la naturaleza del hombre, y que este escrito en el órden de sucesion
fue el primero de los de Hipócrates: un doble hecho que suministra las mas
poderosas y estn'nsecas razones para establecer la autenticidad y sucesion
de todas los escritos de este medico.
2.* Aristóteles presenta un testimonio que prueba que el escrito citado
por Platon es autentico , puesto que loma de el una opinion que «tribuye á
Hipócrates.
3a Aristóteles proporciona ademas testimonios sobre la autenticidad de
otros dos escritos Hipocráticos; porque citando las opiniones que atribuye a
Hipócrates, da á los escritos de que las toma sus títulos ordinarios.
4° Apoyado en estas noticias estrínsccas, y habiendo tenido, dice, la di
cha de descubrir el escrito á que Platon se refiere, ha tratado desde luego

Hippokrates des Grossen (II) von Dr. Franz Simon Meixner, Des erstea
Theilet erste Jbtheilung. Müncben, 1836.—Des ersten Theilcs zvveite
Abthedung. Munchen, 1857.
39
---293 -
Mr. Meixner de determinar con razones intrínsecas la autenticidad de otros
escritos hipocráticos.
5o Partiendo del tratado que considera coma el primero que se compuso,
lia determinado, con el auxilia del necesaria encadenamiento de las doctrina?,
el segundo Ijuc se íormó.
6o Siguiendo el mismo razonamiento, ba dado este segundo escrito otro
que se coloca en tercer lugar en el orden cronológico de composicion.
7.° Del mismo modo y con el ausilio del anterior, ba sido determinado
el cuarta libro.
8° Los dos escritos que Aristóteles indica como auténticos, deben ocupar
en este orden cronológico el 5.° y 6." lugar.
9! De esta manera , dice Mr. Meixner , se encuentran determinadas seis
producciones que indudablemente pertenecen á Hipócrates.
No es posible formar un juicio exacto acerca de estos resultados anunciados
por Mr. Meixner, por no hallarse aun completo su trabajo (del que solo van
publicadas dos disertaciones, la primera y la segunda). Al decir que ha deter
minado seis escritos de Hipócrates, no los nombra; tampoco indica los tres tes
timonios de Aristóteles que refiere á Hipócrates, testimonios que en vano he
procurado encoutrur, y quedebia haberlos citado tanto mas, cuanto que no
solo se han escapado al redactor del Indice de los autores citados en las
obras de este filósofo (Bibl. Gr. ed. Harles), sino tambien á Vander-
Linden que recogió los testimonios de los antiguos sobre Hipócrates. Todo
esto deja al lector en espectativa. Creyendo como Mr. Meixner, dice nues
tro autor, que el trozo de Platon puede indicarnos de un modo positivo cuál
fue el método científico de Hipócrates en el estudio del hombre, mees muy
sensible no haber tenido antes conocimiento de su memoria, porque las espu
taciones que da sobre el pasaje del Fedro merecen atencion, pues no care
cen de interes.
Yo he referido el pasaje del Fedro, de que aquí se trata, al libro de l»
medicina antigua , y Mr. Érmerins en un examen crítico que ha hecho de
este primer volumen (1) ha combatido esta referencia que ha crcido deber
hacerse al tratado de aires, aguas y lugares. Como el método científico que
Platon atribuye en el Fedro á Hipócrates es ciertamente el de este médi
co, debe encontrarse en los escritos considerados como auténticos, y se en
cuentra en efecto. El tratado de Aires, Aguas y Lugares, el primero y ter
cer libro de las Epidemias, el tratado del Régimen en las enfermedades
agudas, y aun los Pronósticos contienen pruebas numerosas é incontestables.
De todos modos creo que si se quiere referir el pasaje de Platon, no á la
doctrina general de Hipócrates tal como Platon pudo concebirla ya por el
conjunto de libros de este médico, es preciso demostrar una alusion mas pre
cisa del de Piato;i al pasaje de Hipócrates. Ahora bien , Platon dice
que el método de Hipócrates se aplica al examen del cuerpo, y en el pasaje

(1) Allgcmeine Hallische Literatur-Zeituno, 1839, octobre núm. 179 y


siguientes :
—299—
de la medicina antigua la cuestion que se trata es la de saber como se po
drá llegar al conocimiento de lo que es el hombre; es pues la cuestion por
ambos lados explícitamente relativa al mismo objeto. Platon dice que segun
Hipócrates no se puede estudiar el cuerpo sin cierto metodo que Platon llama
de la naturaleza del conjunto de las cosas; el autor de la medicina antigua
dice que para saber lo que es el hombre, todo medico debe estudiar la na
turaleza. Finalmente, dice Platon tomándolo de Hipócrates, que para seguir
este me'todo se debe observar si el objeto que se va á estudiar- es simple ó
múltiple, y en uno y otro caso ver qué accion ejerce y cuál recibe; el autor
de la medicina antigua dice que para adquirir acerca del hombre los conoci
mientos de que trata, es preciso comprender su relacion con los alimentos
las bebidas, su género de vida y los fenómenos que produce cada cosa en
cada uno. Estas coincidencias me parecen dignas de la mayor consideracion,
tanto mas cuanto que, como ya lo he hecho ver en mi Introduccion , el tra
tado de la Medicina antigua se halla unido con los mas estrechos vinculos á
na libro considerado como auténtico, cual es el del Régimcu en las enferme
dades agudas.

NOTA. Esta última parte del Atrnoick relativa a los trabajos modernos se halla
colocada por el autor en una advertencia que hay al principio del segundo, tomo,
a causa de que no llegaron aquellos á su conocimiento hasta despues de publicado
el primer volumen; y aprovechandola ocasion , anota ademas en ella algunas adi
ciones al segundo tomo. Nosotros hemos creido conveniente distribuir este arti
culo suplementario en sus respectivos lugares, de modo que liemos colocado la
parte citada anteriormente , en este capítulo destinado á dar a conocer las edicio
nes y traduccion de la Coleccion, y reservamos para los tratados en particular,
las otras anotaciones que forman la segunda parte de la espresada advertencia.

FIN DEL TOMO I.


INDICE,

Prólogo de los traductores i


Prologo del autor ....... u
Introducción. vn
Capitulo i. Ojeada sobre el estado de la medicina antes
del tiempo de Hipócrates . , . , 8
Cap. u, vida de Hipócrates 22
Cap. tu. Delos libros que llevan el nombre de Hipócrates. 32
Cap. iv. Testimonios acerca de Hipócrates y sus escritos
entre la época en que floreció y la del establecimiento
de la escuela de Alejandría. . 46
Cap. t. Sobre la transmision de los libros hipocráticos y
la serie de sus comentadores en la antigüedad , 54
Cap. ti. De los varios indicios de los escritos hipocrá
ticos , 82
Cap. vn. De los elementos de la crítica hipocrática en la
antigüedad y de su valor 94
Cap. vih. Exámen de las obras modernas en que se tra
ta ex-profeso de los libros conocidos con el nombre de
hipocráticos , , 103
Cap. ix. Sobre algunos puntos de cronológia médica. . . 121
Cap. x. De los puntos de contacto que se advierten en
algunos libros de la Coleccion hipocrática 144
Cap xi. De la publicacion de la Coleccion hipocrática. . . . 155
Cap. xu. De cada uno de los libros de la Coleccion hipo
crática en particular 172
Clase 1! Libros propios de Hipócrates 173
Clase 2a Libros de Polibio 200
Clase 3? Libros anteriores á Hipócrates 203
Clase 4? Libros que careciendo de suficiente autoridad
para ser atribuidos á Hipócrates, llevan el sello de la
escuela á que él perteneció 204
Clase 5? Libros que no son mas que una coleccion de no
tas ó de estraclos 211
Clase 6! Libros que perteneciendo á un mismo autor for
man una série particular en la Coleccion hipocrática
tiendo él desconocido 216
Clase 7i Un solo tratado al que tal vez se aplica un testi
monio de Aristóteles . . , 220
Clase 8? Tratados posteriores á Hipócrates compuestos
hácia el tiempo de Aristóteles y Praxágoras 221
Clase 9? Una serie de tratados, de fragmentos y compendios
que no han sido citados por ningun critico de la antigüedad . 237
Clase 10? Noticia de los escritos que se han perdido y que
formaban en la antigüedad parte de la Coleccion. . . . 243
Clase ll? Escritos apócrifos 2W
Cuadro que puede servir de resumen 249
Cap. xiu. Esposicion sumaria de la doctrina módica de
Hipócrates 253
Cap. xiv. Sobre el carácter médico y estilo de Hipócrates. 270
Apéndice á la introduccion 279
^ i.° Dialecto de los libros hipocráticos Id.
§ á.° Del testo y ediciones de la Coleccion hipocrática
en la antigüedad 281
§ 3.* Noticia de los manuscritos de la Coleccion hipo
crática. . 282
§ 4-.° De las ediciones y traducciones completas de la
Coleccion hipocrática 28V
FÉ DE ERRATAS DEL TOMOI.
Páginas. Lineas. Dice. ¡Jase.

V. 2 Desalojando desalojando
VI. 12 Rhavenna M. F. Calvo de Ravena
i- S lo. le
iü 21 es sumamente era sumamente
11 7 Eryfon Eurifon
Id. 24 strangurias estrangurias
12 1? de la hota periodente periodeute
14 37 Alcmion Alcmeon
Id. 3? de la nota reputar refutar
Id. 8? de idem proporciones proposiciones
Id. 18 Alecneon Alcmeon
16 3Í Cretona Crotona
17 3 Milet Melaso
Id. 38 es una de las es causa de las
19 25 establecimientos estos establecimientos
20 22 Gimnasias Gimnasios
21 3? de la nota imputarla impulsarla
Id. 4? idem. campo cuerpo
2.S 36 empeñar empañar
26 3* de la nota el referido dice el referido
27 31 Polibio Tesalo Polibio. Tesalo
29 4 tumbra tumba
30 28 dicen dice
31 11 la Pirea. el Píreo
42 8 haca hace
Id. 27 habrá habría
Id. 33 habrá hubiese
44 4? de la nota Asteriormente Anteriormente
88 29 y el del y el de la
101 1 encerarían encerrarían
Id. 2íi momentos "• monumentos
105 22 VXIÍ xvu
Id. 2!) Hipócrata Hipócrates
Id. 31 . errtre estos de estos
122 16 asereto aserto
Id. 26 - . ó referir ' ó referir ;
148 28 '-' v y si que la
162 16 '**Tupocratica. algunas bipocrática. Algunas,
172 34 libro que son libros que no son
Id. 13 ha he
183 1 medie, médico
Páginas. Lineas. Dice. Lease.

188 8 píCis tutu


Id. 26 Soram Sorano
Id. 27 aforísticas aforísticas
Id. 36 Semenas Semanas
192 47 irreprobable irreprochable.
194 17 á Hipócrates Hipócrates.
195 7 desarticulban desarticulaban
200 5 farman forman
Id. 10 Platon. Ctesias Platon, Ctesias.
Id. 31 Sísnesis. Sienesis
201 25 cuando siendo
205 44 demasiado demasiada
207 4 Filiston, de Locres. Filistion de Locres
214 en la nota icleboro el eleboro
218 14 autor el autor
225 11 esnus estacion
228 43 vis bis
234 39 compilacianes compilaciones
241 5 diversos diversas
243 15 escriptum scriptum
245 30 Paite Poeto
247 18 Gymnarios Gimnasios
249 17 centradiccion contradiccion
250 10 los y
257 13 do de
258 9 microcamo microcosme
260 31 al el
263 8 metamorfóricamentc metafóricamente.
264 41 de la de lo
267 36 febriciantes febricitantes.
269 9 á ella ella
273 10 medida médica.
COLECCION COMPLETA

DE LAS OMVVS

DEL GRANDE HIPOCRATES.


Traducidas nuevamente del testo griego con los manuscritos y todas
las ediciones a la tista , precedidas de un examen critico-filosofico
v comentadas estensamente

version verificada al castellano y anotada con testos de nues


tros mas celebres comentadores españoles,
POS LOS PROFESORES DE MEDICINA T CIRUJIA

D, TOSAS SANTERO
EX-ALUMNO INTERNO DEL COLEGIO NACIONAL DE ESTA FACULTAD EN MADRID, INDI
VIDUO DE LAS*ACADEMMS NACIONALES DE MADRID T RARCELONA, SOCIO DE
NUMERO FUNDADOR DE LA ANTIGUA ACADEMIA DE EMULACION DE CIENCIAS
MEDICAS T DE IGUAL CLASE EN EL ACTUAL INSTITUTO MEDICO DE EMULACION,
REDACTOR DE LOS ANALES PURLICADOS POR ESTA CORPORACION , SOCIO PROFESOR
INSTITUTO MEDICO QUIRURGICO. fgc.

D. RAMON ESTEBAN FERRANDO,

Socio de número fundador de la antigua Academia de Emulacion de


ciencias médicas , corresponsal del Instituto médico de Emulacion , de
la Academia de ciencias naturales y físicas de Málaga. ífc.

TOMO II.

MADRID, 1842. %^^MADHi.-

IMPRENTA MEDICA , CALLE DE SANTA MARIA NUMERO 32.


i.. i.
ADVERTENCIA DE LOS TRADUCTORES.

Antes de dar principio á las obras del ilustre príncipe de la medicina


que forman objeto de la presente publicacion, será preciso que demos
una breve idea del rumbo que en ellas' pensamos adoptar, y que ya
en bosquejo, por no prolongarnos demasiado, manifestamos en nuestro
prólogo.
El cotejo que el autor ha hecho de las actuales ediciones con los ma
nuscritos de la biblioteca real de París, que ha tenido á su libre disposi
cion , le ha suministrado sobrados materiales para introducir en el testo
comun correcciones interesantes que aclaran mucho el sentido de pasages
oscuros hasta el dia.
Esta es una de las ventajas mas positivas que hacen en la actualidad
preferible esta edicion á todas las- demas, por cuyo motivo cuidaremos
mucho de no omitir ninguna de las que produzcan notables alteraciones,
si bien pasaremos por alto todas aquellas que, sirviendo para hacer mas
correcto el testo griego , no influyan con todo visiblemente en el sentido
dela diccion. El omitir nosotros, por las razones sabidas, el espresado
testo, autoriza estas supresiones deque no podríamos dispensarnos de
ningun modo en el caso contrario.
Las obras de M. F. C. de llavena , Foesio y Vander-Linden , que
son las mas comunes y notables, la primera por haberse directamente
hecho de los manuscritos antes de que el original griego se imprimiese,
la segunda por la escelente traduccion y las preciosas notas que contiene
para esplicar las causas que movieron al autor á variar en ella el sentido del
testual , y la tercera por haberse generalizado mucho por lo cómodo de
su forma y la claridad de su version , nos servirán de mucho ya para ase
gurar la esactitud de la nuestra en los puntos en que todas estas edicio
nes se hallan conformes , cuanto para señalar bien las variantes ó dife
rencias de diccion que presenta Mr. Littre.
Habiéndonos propuesto , como ya -en el prólogo dijimos , consignar en
(IT)
esta obra un glorioso y justo recuerdo de nuestros célebres compatricios
que en el siglo XVI y siguientes fueron la antorcha de este especial es
tudio, en que estriba como en su base la ciencia entera, tendremos tam
bien á la vista en cada uno de los tratados en particular las obras de es
tos célebres escritores cuyos famosos nombres forman un precioso laurel
de la brillante corona de nuestras antiguas glorias literarias, y tomando
de ellas todo aquello que nos parezca conforme a nuestro objeto, lo ano
taremos en los pasages en que nos parezca oportuno.
Aprovecharemos por último esta ocasion favorable para dejar espino
samente sincerada nuestra conducta con respecto á haber preferido esta
edicion á toda otra, de cuya esplícita manifestacion no tendríamos nece
sidad en este sitio , si despues de publicada una buena parte del primer
tomo no hubiéramos visto una acusacion formal contra nuestro españo
lismo, en una nota puesta por el Sr. Chinchilla en la pág. 174 de sus
Anales históricos de la medicina, en la que sintiendo que no hayamos as
pirado al honroso título de espositores y comentadores teniendo mas que
sobrados materiales de nuestros compatricios para arrebatar la gloria al
traductor francés, concluye con manifestar que es mengua mendigar en
los estrangeros lo que abunda en nuestro pais.
A fuer de puros y leales españoles tambien nos ha lastimado semejante
inculpacion anunciada lisamente sin entrar en mas reflexiones, y solo
contestanamos, como lo hacemos, en un periódico de la facultad , si el
hallarse tal censura gravada en una obra que será trasmitida de genera"
ciou en generacion , no nos hubiera impelido á aprovechar este momento
oportuno de dejar tambien impresa en oaractéres iguales nuestra justa
indicacion para que las edades venideras no nos juzguen solamente por
el testimonio de nuestro cólega.
El fundamento de la acusacion seria valedero y nuestra compro
bada falta sellaría tímidamente nuestro labio, si al tratar de la obra
que nos ocupa adoptásemos cumplidamente el trabajo del autor
frances, olvidandonos torpemente de tantos ilustres nombres como
nuestra historia pasada ofrece al porvenir en páginas indelebles rodeados
de una aureola brillante de inmarcesible gloría. Mas ya nuestros lectores
saben que dando pruebas evidentes de nuestro puro nacionalismo lejos de
omitir tan notable circunstancia, hemos siempre cuidado de recalcar en
nuestros anuncios estampándolo en nuestro prólogo y en la misma portada
de las obras, que anotaríamos el testo del autor en los pasajes que nos
pareciesen oportunos con testos de nuestros célebres comentadores, y ya
ha podido observarse en el curso del primer tomo que no hemos dejado de
aprovechar la oportunidad de cumplirlo , si bien no con la estension que
hubiera podido ser, por no prolongar demasiado las páginas de la introduc
cion. Estopor una parte desvanece la especie de censura que se nos ha
dirigido, precisamente por un laborioso autor contemporáneo, que ha ob
tenido tambien mencion en nuestras citas.
En cuanto á los motivos que nos han inclinado á elegir para nuestro
intento la obra de Mr. Littré , no necesitará decirse mucho para que el
lector se convenza de su valor.
Ninguno de nuestros comentadores compatricios se lia ocupado de los
escritos liipocráticos en conjunto sino de algunos en particular, ni todos
separadamente lian sido tampoco traducidos y comentados por ellos; por
manera quede sus trabajos no podría formarse coleccion completa, ni
tendríamos otro recurso si intentasemos llenar este vacío, que el de acudir
á las ediciones comunes de Calvo, Mercurial, Cornario, Foesio, Van-
der-Linden ó algun otro á sacar de ellas el testo para nuestra traduccion.
Pero no poseyendo medios necesarios para ofrecer al público una nove
dad capaz de fijar su atencion en nuestra obra, hubiera prometido al
gun resultado probable la version reproducida de autores que figuran en
casi todas las bibliotecas tanto públicas como privadas? Publicándose
por otra parte , al mismo tiempo por Mr. E. Littré un trabajo tan per
fecto que apenas deja nada que desear y formado á presencia de un con
siderable número de manuscritos que le han suministrado correcciones
importantes en que estriva especialmente su mérito , no hubiera sido es
ponerse á luchar inútilmente por adquirir un laurel, que nuestros mis
mos hermanos no habrían podido menos de colocar á presencia nuestra
en la frente de nuestro competidor? El público científico al acoger una
obra no mira paises, ni para su atencion en nombres; busca mérito
verdadero que satisfaga su anhelo de saber, y acoge con entusiasmo al
que mejor llena su objeto.
Persuadidos pues de estas razones hemos juzgado preferible propor
cionar a nuestros comprofesores la presente edicion de Mr. E. Littré, pro
ducto indudablemente de largas y penosas meditaciones, haciéndola en lo
que nos sea posible, mas completa con la adicion de las notas que nuestros
inmortales autores en sus trabajos especiales nos suministren, tomando
por máxima:
Que el que proporcione á sus comprofesores mayor número de nuevos
y buenos conocimientos, será el mas digno de su aprecio, cualquiera que
sea el origen en que los busque.
OBRAS ©E HIPOCRATES*

PRIMERA CLASE.

OBRAS QUE SON DE HIPOCRATES.

Tratado de la Medicina antigua.~De Veteri medicina.


Tratado de los Aires, Aguas y Lugares. =Dc Aeribus , Aquis et Locis.
Los Pronósticos.=Pronostica.
Tratado del Régimen de las enfermedades agudas.=De victus ratione
in acutis. i
Primero y tercer libro de las Eptder.iias.=De Epidcmiis líber primus et
tertius.
Tratado de las Heridas de cabeza.—tic capitis vulueribus»
Tratado de las Fracturas.=De Fracturis.
Tratado de las Arliculaciones.='De Articulis.
Tratado de los Intrumentos de reduccion, =De Mochlico.
El J«ramfn/o.==Jusjurandum.
La Iey.=Lex,
i ... , '- . '-- ' i . . .. ■- ..' . . ... .. t» -
..' '.i . ' .-i! .':. l. i: . ' nl' - .t i - -'" !l..<
- - ' , ' ! y :-o! ' V ! i.j .. . hj h i . t . . - .'' ' .
. OBRO DE LA MEDICINA AIíTIGUAr';;:.
. . ,' . i 'oo »«wj-liti *»;! (KVi 'id.-rs -iii !.
i ; .. - : - !■!».
]~ - . - . . .ii ¡ - t O , / ' . ' , .
'. - - ' . .. »- ... i . . ' .'tt!.- .1 .w.1 *l> r i. - ' .. .'i
-rft v!i-i,n.i,í Cir.i!. "ti -'i.;i, i j'- j ' tíiirn S .ni j;i ,.riii-i.i .; .
.' liíif ni:' "*':-l;-.i! -íum" 1 ;+r Mliv.i^ 7 jli.l;"-' - - i.-i '-.'i. .. - ..*-.
-TOMENTa;
—*flr tii 'nc*.lii .- » u. V.- ,i-Hjivi -wl- í ..:.f"'. ; * - .- . , . .
--.flt'iíli -lli: r. I» -i!i' '.'"iic -'i -'. : i..-...rf * - .1i'... ' , -
v --í;...'.- 'f.J - ..:!i,. i -A- .i.--|i-'j;.i i. . - .. i-i' l 'i.;
1 libro de la Medicina antigua contiene á la vez una polé
mica; un método y un sistema; y esta es la razon que me ha
movido á colocarle á la cabeza-de las obras que yo consi
dero como propias de Hipócrates, porque ocupando este lugar,
forma una especie de introduccion tanto mejor y mas segura
cuanto que es debida al mismo autor y no contiene nadaageno.
Voy á examinar sucesivamente el punto sobre que gira la polémica,
cual es el método , y en qué consiste el sistema.
Se dirige la polémica contra aquellos que, estableciendo una hipótesis,
hacen derivar de ella como de una sola causa el origen de todas las enfer
medades. Espliquemos esto mas latamente. En tiempo de Hipócrates ad
mitían los médicos en el cuerpo humano el calor, el frio, la sequedad y la
humedad, de cuya hipótesis hacían derivar todas las dolencias. Ya he te
nido ocasion de esplicarme en la Introduccion acerca de lo que debe juz
garse sobre estas cualidades, y diré solo al presente que los antiguos (nór
dicos que referían á una causa única todos los padecimientos morbosos, no
hacían otra cosa que loa que entre los modernos los han atribuido ya al
sistema nervioso ó bien á las alteraciones de la sangre. / i oiw'.
Hipócrates los combate con dos argumentos, uno particular y otro
general. -..'liH oi,-i - . -vi: .-'l: n-i'
El primero es el siguiente: á un hombre aniquilado por un mal régi
men, le curareis con el calor, con el frio, con la sequedad ó con la hu
medad? Bien seguro es que no: le curareis con un buen régimen, sin sa
ber espl'rcar qué cualidades son las que predominan en las sustancias repa
radoras que le administreis. Ademas, cuando prescribis una sustancia á un
enfermo , podeis asegurar que sea simplemente cálida ó fria , ó seca ó hú
meda , sin que esté dotada de otra porcion de propiedades activas? Es pues
cierto que vuestra hipótesis se halla en contradiccion con los hechos.
Pero no lo está menos con la filosofía de la ciencia , y este es el argu
mento general. Nadie, dice Hipócrates, se halla autorizado á fundamentar
2
-10-
la medicina sobre un hipótesis cualquiera que ella sea; porque la medicina
tiene hechos positivos de los cuales es forzoso partir con preferencia á toda
suposicion. Hipócrates no permite hipótesis sino en donde faltan observa
ciones directas, y cita por ejemplo los cuerpos celestes ó los ocultos en la
tierra. Deeeribiendo entonces el enlaee de la esperiencia médica y uniendo
á elfHa segnr1ilad'de"la ciencia, toma desde su origen el principio de la
medicina; manifiesta que tiene analogías con las mejoras que la alimenta
cion primitiva de los hombres recibió" con el progreso de los siglos; expone
despues como se revelaron los malos efectos de aquella en las enfermeda
des , y demuestra en fm cómo la medicina propiamente dicha procede de
este cúmulo de observaciones reales y positivas; descubrimiento tan útil y
tan grande, que se creyó deberla consagrar, atribuyéndola á un Dios. Está
consideracion sobre el origen de la medicina se funda en tres ideas anti
guas. Asi dice Isócrates hablando de los egipcios. «Ellos inventaron la me-
i»dicina para el alivio de los hombres ; no esta medicina que se vale de rae-
»dios peligrosos, sino de la que usa de remedios tan seguros en su admi
nistracion como nuestro sustento diario, y que es tan ventajosa que los
«egipcios , segun la opinion de todos , son el pueblo mas sano y de una vida
rtmas larga» (a).Strabon dice lo mismo sobre la medicina dé lo* judios , la
cual recurre generalmente uoálos medicamentos siiio-alréglmefi aiiuienti-
cio fbj. Ert este cúmulo de esperiencias , en todos estos hechos si? funda la
baScde ta medicina, y de ella debe partirse sm temor de eqiriTocarse. Una
hipótesis sustituida á la realidad aqui establecida, é» ttn oVsra rrío del ver
dadero camino , y un error capital que cambia una ciencia' rerdadeva en
una especulacion vana y sin fundamento. l-
Hipócrates se adelanta á decir que por cualquier otro método no es po
sible encontrar nada, no admitiendo que pneda hallarse cosa alguna si se
apoya en una suposicion , y creyendo que el separar la ciencia de los hecho»
es desviarla de su ceutro y constituirla en el mayor estado de esterilidad.
Llama Hi|lócrates nuevos los sistemas que huscahnn en un elemento único
ct juego regular de la vida ó las alteraciones de la enfermedad : en efecto,
procedian de la escnelade Eolia. Xenófano, Parmenides, Zenon y Meliso,
habian sostenido que el universo forma una inmensa unidad ; el mismo Ze
non habia introducido en su física las cuatro cualidades de cálido, frío,
seco y húmedo. Estos filósofos eran anteriores á Hipócrates ; su doctrina
influyó, como sucede siempre, sobre la medicina, y el tiempo necesario, para
que este influjo se hiciese sensible, manifiesta como Hipócrates indica ía
novedad de las opiniones que introducían en la patológia la ídea sistemática
de Eolia y querían referir á una sola causa el origen de todas las enfer
mades. El yerno de Hipócrates , Polibio , combate en fisiológia tal doctrina
y advierte espresamente que sostener la unidad de composicion en el cuer
po es justificar la opinion deMeliso (c). Al hacer Hipócrates la crítica de los

(a) kncr. in linde Busiridis.


ib.) Pag. 677. Ed. Bas. Í549.
(c) Pag. 20. Ed. Frob.
-44-
quo pretendian on ai) tiempo referir á una ó dos causas el orfgon de to
das las enfermedades , condenó de antemano todos los sistemas que so
apoyasen en semejante liase. Sus argumentos dirigidos contra los médicos
discípulos de la filosofta de Eolia, lo son tambien en ol progreso dolos si-*
glos contra los pneumáticos que hacían depender las enfermedades del
pn«uma ; contra los metódicos que las referían al xirictum el luxum ; con
tra los jatroquímicos que las harían proceder de la fermentacion, ó de la
acidez, ó de laalcalesconcia: contra «mellos en fm que las consideraran pro
ducto de la irritabilidad 0 de la irritación. En todos estas sistemas se parte
en efecto de una hipótesis, oual es la de suponer que no existe en el cuer
po mas que una propiedad , segun la que se sistematiza toda la patológia;
y esta hipótesis , dice Hipócrates, es falaz , se aleja de lo verdadero, y añado
que es ademas inútil en una ciencia que tiene los hechos por punto de par
tida. Sthal repitió muy justamente despues de Hipocrates: «Dobet ante
omnia medica pathologia aocupari ciroa res veras qua vere sunt et existutit
(Sthal. p. US).
El método de Hipócrates procede inmediatamente de su polémica;
quiere ante todo que la medicina se apoye eu las observaciones , en los
hechos , en lo que él llama la realidad , poro no se limita á esto su pre
cepto, tas observaciones, los hechos , ia realidad son sin duda aquello
que eada uno vé y esperimenta; ( a ) pero su sentido es aqui mas lato , y
la tradicion de la ciencia suministra observaciones , hechos , una realidad
que es preciso tomar en consideracion y desarrollar con el auxilio de un
recto raciocinio. Efectivamente, es imposible tener una idea mas clara y
roa* astensa del estudio de la medicina. '
He aqui el método de Hipócrates ; hé aqui su sistema. Vio en el cuerpo
humano , tanto en ol estado de salud como en el de enfermedad , modi
ficarse y atemperarse los humores por sus mismas modificacionoa á las
condiciones de estos dos estados , y de esto dedujo que la salud, se sos-
tenia con la justa mezcla de los humores , y que la enfermedad se pro
ducía por su falta de proporcion. Admitió ademas, atendiendo al cambio
de estos humores, que sufrían una coocion que los hacía volver á sus
determinados limites, Y cu fin, siendo el tiempo una condicion necesaria
del desarrollo patológico , intentó comprobar la ley de la crisis y de los
días críticos. -'p :;<
Tal es su sistema ; pero fijemos bien la atencion y veamos que no
creyó on todo esto formar niuguna hipótesis; porque él llama hipótesis
i una concepcion mental sin demostración posible, y pora aquel se apoya

(a) Gori este motivo no puedo disponsarmn do manifestar una nueva


semejanza do Platon con ol autor del libro de la Medicina antigua. Hipócra
tes dioe en él, que es preciso na tepatarse de la realidad, Plataudicu Umbien
que el ser que pudiera despojarse de los sentidos y de todo el cuerpo para na
usar mas quede la inteligencia, hallaría, mejor qiie todos los demás, la
realidad, (Phosdon, t. L p. i 14. Ed.Tauch.)
.M-12—
en hechos y observaciones dé que piensa hacer un uso legítimo.
El tiempo, que ha corrido sobre su método siu alterarle , no ha res
petado su sistema. En otro lugar he hablado en general de la patología
humoral , de la coccion y de las crisis, ( a) y volveré á tener mas adelante
ocasion de examinar algunas aplicaciones particulares. Solamente haré
notar que Hipócrates procuró añadir á su doctrina de los humores,
algunas nociones sobro la influencia de la estructura de los órganos; pero
la imperfeccion de los conooimientos de su tiempo no le permitieron ele
varse á estensas consideraciones , y comparando lo poco que dijo sobre
esto con /os minuciosos pormenores que dá sobre los movimientos de
los humores, se ve como la observacion de estos movimientos fué mas culti
vada por los antiguos módicos que la de losórganos.'
He investigado á cuál de los dos sistemas anteriores podia referirse
el de Hipócrates , y me ha parecido que la idea fundamental procede de
Alcmeon siendo por consiguiente de un origen pitagórico. Én efecto, antes
que Hipócrates admitiese que la justa mezcla de las cualidades era la
la causa de la salud y su alteracion la de las enfermedades, Alcmeon
habia dicho; «Lo que sostiene la salud es la distribucion igual de las
«cualidades, delo húmedo, lo seco, lo cálido, lo frio, lo amargo, lo dulce y
«las demas: el prodominio de una de ellas sobre las otras produce las en-
«fermedades, y este predominio es deletéreo.» ( b ) Este sistema es esac-
tamente el de Hipócrates : el sentido y las 'espresiones son análogas. La
justa mezcla, la crasis la union , la igualdad, la simetría y la armonía , eran
en el fondo las doctrinas pitagóricas. Filolao, otro pitagórico, dijo del modo
mas general que los principios de las cosas no eran semejantes ni homo
géneos ; que no era posible que estuviesen ordenados , si la armonía no
los penetraba de cualquier modo que fuese, (b) Este principio , en su
aplicacion particular á la organizacion del cuerpo , se interpreta por la
armonía , por la simetría, por la justa mezcla de los humores; La armo
nía, en lenguaje pitagórico % era sinónimo de simetría (d). Desde el mo-
-/ ..i.,'i !j ; '. - '-;.'. o'o...!. .w . o| i. "i.- i" r

(a) Véase al efecto el libro de Mr..Hondart titulado; Estudios históri


cos y críticos sobre la vida r doctrina de Hipócrates , par. 1836. Combate
el autor con mucha fuerza los principales puntos del sistema de Hipócrates.
Ha comprendido el carácter pronóstico de este sistema, que ha determinado
la redaccion de las historias particulares de las Epidemias. Ha tratado con
toda libertad las tabulas con que la vida del médico de Coo ha sido embe
llecida ; y en fin , aunque solo se ha ocupado de paso de la autenticidad de
los diferentes escritos de la Coleccion hipocrática, ha reconocido y demos
trado, como Mr. Ermerins hizo anteriormente en su 7V<ú,que las Preno
ciones de Coo sirvieron de materiales á Hipócrates para el Pronóstico. Se vé
que el libro de Mr. Hondart es una obra de que he sacado ideas y demos
traciones que me han in»imulo. ' ', í ' .' . .i»i t-'-.'
(b) Plut. De plac. Phil. V. 30. ' ' M
t <c) Stob. Ed. I. p. 460. Boeelj, Pfcilol. num. 4. ' «i
(d) Plut. de plocc. Phil. 1. 3i " ' ' .t ' > . " ! . '
13—
mento en que Ia doctrina de Hipócrates se refiere á un filósofo pitagórico,
no debe causar admiracion el encontrar en ella desempeñando á los nú
meros un papel muy principal. De aquí la investigacion atenta de
los dias críticos y los cálculos que él fundó en diversos sitios 'de
su libro sobre esta consideracion. Asegura Galeno que la prioridad
de la doctrina de la erasii ó union pertenece á Hipócrates, y en
esto se equivoca, Como acabamos de ver; poro añade que esta
doctrina le distingue de Empedocles 'y que, aunque este atribuye la
composicion de nuestro cuerpo y de todos los situados al rededor de la
tierra á los mismos cuatro elementos, no es á. la mezcla de ellos, sino
á su juxta posicion en las partes mas ténues á quien la refiere ( a ).' Hi
pócrates diferia pues de Empedocles en un punto esencial. De aquí pro
cede el modo notable- con que reprueba aquel la doctrina de este en
una frase del tratado de la Medicina antigua , que falta en todas las
ediciones , y cuya importante restitucio* la debo á un manuscrito.
En el curso, de la esposicion de su- sistema es en donde , intermmr
piendose repentinamente, consigna un gran pensamiento, que es el re
sumen de toda su filosofía sobre la ciencia de la vida, á saber; que para
estudiar el cuerpo humano es preciso hacerlo en sus relaciones con to
das las cosas. Este pensamiento ha sida anunciado y citado por Platon-,
y bajo la inspiracion del filósofo y del medieo es como ha dicho Pascal:
«Las partes del mundo tienen todas tal enlace y tales conexiones las mias
«coa las otras, que creo imposible conocer una sin todo lo demas.
Estudiando el cuerpo humano en sí mismo, los médicos y los filóso
fos combatidos por Hipócrates , deducían todos los cambios que padece
do la consideracion de una sota- propiedad, y sacaban esta deduccion de
una doctrina muy semejante á la de ajgunos médicos de nuestros dias que
han esplicado todas las enfermedades por las lesionas anatómicas. Hipó-
crates, por el contrario, considera el cuerpo viviente como una sustan
cia cuyas propiedades no pueden determinarse á priori , ni en virtud*,
decia él entonces, de la composicion del calor, el frio, la sequedad y
la humedad; ni de la textura de las partes, diría en el dia. El buscar
las de esta manera es proceder por mal camino; y estas propiedades
no se dejan comprender sino por una esperiencia general, que comprueba
qüé efectos recibe de cada cosa la sustancia viva. El conocimiento de
estos efectos constituye la ciencia del cuerpo humano. Esto es lo que
llamaré el vitaliimo de Hipócrates , qoe considerando I* vida como una
cosa positiva y el sér viviente como una sustancia , busca en ella las
relaciones de accion y de reaccion con los diversos objetos de 'la natura-
loza ; vitalismo que será eternamente verdadero al lado do todos los
trabajos que tienen por objeto, y puede añadirse que han tenido por re
sultado, arrojar un rayo de luz sobre ciertos fenómenos del organismo
por el examen de la forma y de la textura. A medida que avanza la
espIicacion ceja la vida, hasta que al fin desapárece y para siempre

(a) Tom. V. p.8 Ed. Bav ' ' -N


quedara incomprensible; de modo que debemos siempre considerar el
ser á quien anima como un cuerpo dotado de propiedades que se trata
de estudiar por la esperienoia , como mi cuerpo en quien es precisa
aprender, como dice Hipócrates, el modo de conducirse con respecto i
las demas cosas. Esto precisamente nada hay en el mundo que pueda
hacerlo comprender á priori. ¿Quién , para servirmo de un ejemplo usado
por Hipócrates, habria probado, buscando la organizacion del cerebro, que
el vhio perturba sus funciones? ¿Y á quien habrían ensenado los conoci
mientos anatómicos del cuerpo humano , que ios miasmas pantanosos pro*
ducen fiebres intermitentes ?
Este es sitio de notar ( porque el mismo Hipócrates me conduce 4
esta advertencia que no me parece poco importante) , que la fisiológia
se compone de tres partes esenolaless la primera es el estudio del des
arrollo del scii desde bu creacion hasta la muerte ; la segunda es el es*
tudio del mecanismo de las funciones ; la tercera es el de los efectos
que el organismo esperimenta de todas las cosas que se hallan con él
en relacion , mieutras la sustancia vive.
Estas tres partes han sido igualniente tratadas, y en general los mo
dernos han fijado mucho la atencion en la seguuda. Las investigaciones
anatómicas y los esperimentos fisiológicos han producido resultados muy
grandes y aclarado et juego de muchas funciones que fueron un miste-
rio para nuestros predecesores. La primera parte , es decir , el desarrollo
del individuo desde el principio hasta el un de la vida , ha empezado
á tratarse con todo el cuidado que se merece y forma una larga y ad
mirable seccion de la grande obra de Burdach. (a) Pero la tercera no
ha obtenido todavía tanta consideracion ; pertenece mas directamente á la
higiene y á la patológia, y llamó mas particularmente que las otras la
atencion de Hipócrates y de los antiguos en general.
El libro de la Medicina antigua tan notable por la rectitud del jui
cio y la profundidad de los pensamientos, no lo es menos por la be
lleza y superioridad del estilo : de manera que en él 1* forma es un
todo digna del fondo. Los periódos, generalmente largos, están cons
truidos con una porfecta regularidad , y sus miembros se equilibran y
lelondean en ellos de tal modo, que aparecen tan gratos al entendi
miento como al oído : la espresiou llena de exactitud y claridad es siem
pre grave y firme, y se emheflece con todo de trecho en trecho A.'
manera que se deja ver el escritor , que dueno de su objeto y dfl *'
mismo, se contiene en los límites trazados por el buen gusto. Es se
guramente un hermoso trozo de literatura griega, y este tratado es un
modelo acabado de discusion científica sobre los puntos generales y
sublimes de la medican*.
Tal vez no ha sido fácil conocer esto mérito en las ediciones an-

. - " . i¡ .
(a) Tratado de fisioUgia considerada romo ciencia de obnrvacion, trad.
de alm. por A. J. L. Jourdan Par. 1837-1839, 8 voltfni, en 8?
—1an
teriores del modo «omo ellas presentaban el tratado de la Medicina
antigua, porque este es uno de los libros que han sufrido mas descui*
dos de los copiantes , y aun tambien de los tratados en que el cotejo
de los manuscritos me ha suministrado ocasion de hacer los cambios wa9
considerables , y me atrevo á decir , los mas felices. Yo he podido llenar
estos vacíos, aclarar los pasages que estaban- muy oscuros 6 eran com
pletamente ininteligibles, restablecer la regularidad de las frases trastor
nadas en muchos pasages , y publicar en vea de un testo corrompido en
muchas partes por defectos , omisiones y alteraciones de todo género, un
testo puro en que todó marcha y se sigue sin dificultad. No hay mas que
dos ó tres puntos en que me han faltado los manuscritos, y en los que
he tenido que recurrir á la conjetura. Los que comparen el testo vulgar
con el de mi edicion y pasen una ojeada sobre las variantes (I) que he
recogido y discutido , reconocerán las importantes mejoras que debe el
actual tratado al cotejo esacto de los manuscritos.
En conclusion , el libro de la Medicina antigua dá una idea de los
problemas agitados en tiempo de Hipócrates y del modo cómo se discu
tían. Tratábase lo mas comunmente de la patológía y de determinar la
causa de las enfermedades, ó en" otras términos, de fundar las bases
de un sistema de medicina. Algunos médicos decían que, siendo esta causa
única, residia en una propiedad única del cuerpo, que ellos especifica
ban. Hipócrates repetía que en el hecho se hallaba esto en contradic
cion con la esperiencia , que este principio era una hipótesis vaga y es
téril , y que solo habia seguridad en el estudio de los hechos y en la
tradicion de la ciencia que conduce á esto. Asi, 400 años antes de J. C.
se intentaba sujetar toda la medicina á una sola propiedad hipotética,
como se ha intentado en nuestros dias; solo que esta propiedad era el
calor , el frio , la humedad ó la sequedad.
Cuatrocientos años antes de J. C. un espíritu severo y luminoso com
batió semejantes opiniones en nombre dela esperiencia, manifestó que, no
pudiendose referirá una sola las causas de las enfermedades, el campo
de la patológia generál era mucho mas vasto de lo que se creia, y for
muló lo que la observacion le habia permitido deducir; pero esta deduc
cion no abraza mas que la alteracion en la mezcla de los humores, su
coccion y sus crisis. Desde entonces se perpetuó el método de los mé
dicos á quienes impugnó Hipócrates, el de este mismo, la hipótesis y la
observacion , como lo atestigua de la historia de la ciencia ; pero no son
ya ni la antigua hipótesis ni la antigua observacion.
Es seguramente instructivo el estudiar los problemas , en el curso de
los tiempos , tales como se han propuesto , y las discusiones que han
Iiromovido. Se ve que la ciencia antigua tiene una gran semejanza con
a moderna : desde la época que nos vemos precisados á admitir como

(I) Variante es la diferencia de lectura que se nota en los ejemplares de


tina misma obra cuando se cotejan. Hacemos esta esplicacion para aquello*
que puedan leer esta obra sin conocimiento de esta voz.
-16—
la aurora de la medicina . desde los primeros monumentos que poseemos.
se han debatido las cuestiones fundamentales, y tocado los limites del
entendimiento humano. . Pero dentro de estos límites encuentra la cien
cia, en una inmensidad; inagotable de combinaciones, los materiales que
la hacen marchar, y es imposible dejar de conocer, que bajo un suelo
y con los alimentos que le suministran .las cosas y la esperiencia, se
desenvuelva en virtud de un principio interno de vida que reside en el
encadenamiento necesario de su desarrollo sucesivo* ; , . -. ->r;J;
BIBLIOGRAFIA.

El tratado de la Medicina antigua ba sido el objeto de las siguientes


publicaciones: ,
Zvingerus le publicó en su coleccion, con el testo griego, las variantes
y la traduccion. Esta es una edicion muy buena. Tiene un comentario di
ficil de leer á causa de su forma tabular.
Gorroeus dió con la traduccion latina (en 4? 1544) el testa griego:
este es tambien un buen trabajo.
Cornarius le publicó en latin. (Basil. 1543. in 4.°)
Euseb. Schenk. Dissertatio de iis quae Hippocrates tradidit in proemio
de veten medicina. 1619 en 4.° Ño he visto esta disertacion.
Ex libris Hippocratis de nova et prisca arte medendi de que diebus
decretoriis epithurnce Michaelis Angelí Blondi. Romae 1545. Esta es una
sencilla traduccion de los tratados del Arte y de la Medicina antigua,
que me ha parecido mala.
Fl. Schuyl pro veten medicina, Lugd. Bat. et Amstelod. apud Gaa-
besquios. 1670 in 24. Esta es una polémica en favor de Sylvius, en que el
autor se apoya mocho en el libro de Veteri medicina.
la Hippocratis librum de veteri medicina Lucac Antonii Portii Neapo-
litani paraphrasis, Romee, 1681. Esta es una traduccion muy libre en
que ha introducido el autor algunas esplunaciones. Juzga que la doctrina
espuesta por Hipócrates en este tratado es la de Demócrito. Yo he mani
festado anteriormente que Hipócrates tomó do Alcmeon una de sus prin
cipales ídeas sobre la salud y la enfermedad.
Varios tratados sobre las panaceas ó remedios universales, sobre los
abusos de la medicina vulgar, con una traduccion de Hipócrates de la
causa de las enfermedades, y los consejos de Van-Helmont sobre la com
posicion de los remedios, por Jacques Massard, decano del colegio de mé
dicos de (írenoble, segunda edicion. Amsterdam , 1686, en 24.
El autor que titula el tratado de la Medicina antigua , tratado de la
—18—
causa de las enfermedades y de la medicina antigua , dice en la página
87 , en un corto preámbulo: «Hipócrates compuso este tratado de la
uMedicina antigua contra algunos innovadores de su época que estable-
«cieron por causa de las enfermedades el calor y el frio , la sequedad y
«la humedad , y con este falso principio derribaron las bases de la
«medicina antigua. Aquel grande hombre combatió este peligroso error,
«é hizo ver que el fundamento de la ciencia debe ser sensible; que debe
«juzgar de los alimentos y los remedios por su relacion con la naturaleza
«y segun el bien ó el mal que de ellos esta recibe, y no por suposiciones
«imaginarias , como hacían estos nuevos autores. Probó que los alimentos
«ni aprovechan ni dañan por el calor ni por el frio , sino por la relaciou
«que se acaba de enunciar.»
Sigue la traduccion en que el autor suprimió algunos pasages.
Jo. Henr., Schulce. De medico vehementer laudari digno ad Hippo-
cratem de veteri medicina , Haloe , 1735, en 4.° No he visto esta diser
tacion.

Nosotros no tenemos noticia de que ningun autor español se haya


ocupado de este tratado hipocrático , que generalmente se ha tenido por
no genuino. LL. EE.

NOTA. Es evidente (y se convencerá fácilmente el lector por los va


riantes) que el manuscrito de la biblioteca real de París 2253 repre
senta una edicion diferente de ta seguida por los demas manuscritos, y
por consiguientede los impresos. Es tambien positivo que contiene una por
cion de lecciones que llenan vacíos, restablecen el sentido y suministran es-
celentes correcciones , siendo ademas el mas antiguo que existe en esta
biblioteca ; y probaré en el curso de las variantes que no solamente es
diverso de nuestros demas manuscritos de Paris, sino tambien de todos los
que han consultado los editores anteriores. Por consiguiente le daré por
lo comun la preferencia.
DE LA MEDICINA ANTIGUA.

1. Todo* los que de viva voz ó por escrito han tratado de la medicina,
se han propuesto como base de sus raciocinios la hipótesis del calor ó del
frio , ó de la sequedad ó de la humedad, ó de otro cualquier principio que
les ha parecido, simplificando las cosas y atribuyendo las enfermedades y
la muerte, en el hombre, á uno ó dos solos agentes como á una causa pri
mitiva y constante, engañándose evidentemente en muchos de los puntos
que sostienen ; y son tanto mas vituperables cuanto que se equivocan en
un arte que existe, que aplican las gentes á las' cosas mas importantes, y
que honran particularmente en la persona de los prácticos escelentes. Se
sabe que hay médicos buenos y malos; y esta distincion no sería posi
ble, si la medicina no fuese mas que una hipótesis, y no tuviese nada
observado ni demostrado, pues entonces serian todos igualmente ines-
pertos é ignorantes, y la casualidad sola decidiría de la suerte de los en
fermos. Pero no sucede asi : en la medicina como en las demas artes
difieren mucho los profesores por su habilidad y conocimientos. De este
hecho palpable he deducido que no tiene aquella necesidad de ninguna
suposicion vana , como las cosas oscuras y dudosas , en las cuales si se
quiere discurrir es preciso valerse necesariamente de hipótesis: por
—20—
ejemplo, en las discusiones sobre los cuerpos celestes ó subterráneos,
cuando intenta el que de ellos se ocupa saber lo que son estos objetos,
ni él ni los que le escuchan podrán alcanzar evidencia alguna sobre la
verdad ó falsedad de sus aserciones , porque no es posible compro
barlas.
2. Pero la medicina há mucho tiempo que existe y posee un principio y
un metodo que ha encontrado , con cuyo auxilio se han hecho muchos y
grandes progresos en el trascurso de los tiempos, y se adelantará toda
vía mas, si los hombres capaces é instruidos en los descubrimientos
antiguos los toman por punto de partida en sus investigaciones, Pero los
que desechando y menospreciando estos inventos buscan otros métodos y
abren nuevos caminos , presumiendo haber hallado algo de bueno,
han sido engañados y se equivocan ; porque esto es imposible, como voy á
demostrar con la misma esplicacion de lo que es la medicina, de lo cual
resultará la prueba de que no puede descubrirse nada sino por este camino.
En mi juicio, el que quiera discurrir sobre el arte meJico debe sobre todo
limitarse á decir cosas conocidas del comuu de las gentes, porque los dis
cursos é investigaciones de un médico no deben tener otro objeto que las
enfermedades que las afectan y las aflijen.
Indudablemente los que desconocen la medicina no pueden saber
como empiezan y concluyen sus dolencias, ni qué causas influyen en sus
crecimientos y remisiones; pero les es fácil comprender lo que otros han
osplicado y hallado, porque no les cuesta mas que recordar, al oir al mé
dico , lo que ellos mismos han sufrido.
Los que separándose de sus conocimientos no se capten de tal modo
su atencion, se alejarán tambien de la realidad de las cosas. Todo lo cual
prueba que la medicina no necesita de hipótesis.
3. En su origen no seria este arte ni hallado ni buscado , porque
no se haría sensible su necesidad , si los hombres se aliviaban en sus
padecimientos con beber, comer y continuar con el mismo régimen de que
usaban hallándose buenos , sin tener otra cosa mejor que hacer. ( a)

( a ) Toda esta larga frase, perfectamente clara del modo que queda es
puesta , no lo es de ningun modo en el testo de Foesio , al que ha acomodado
su traduccion, diciendo: «Quin etiam alia victus ratio contulisset uisi essent
alia meliora;» cuyo sentido no me es posible comprender. Yo he seguido
en todas las restauraciones de este pasage , que está muy alterado , el testo
del manuscrito 2233; solo que me ha parecido conveniente reunir toda la
—21—
Pero la misma necesidad obligó á los hombres á buscar é inventar el
arte médico , porque se persuadieron de que el régimen de la salud no
convenia á la enfermedad , como no conviene en el dia. Y aun , remon
tándonos á los siglos pasados , juzgo que el género de vida y de ali
mentacion de que en el dia usamos no hubiera sído descubierto , si al
hombre le hubiera podido bastar para comer y beber lo que es suficiente
al buey, al caballo, y los demas seres que le- rodean , á saber; las sim
ples producciones de la tierra , los frutos , las yervas y el heno. Los ani
males con esto se nutren , crecen y viven bien , sin tener necesidad de
ningun otro género de alimento. En los primeros tiempos no tuvo sin duda
el hombre otro , y el que usamos en el dia me parece una invencion per
feccionada en el largo curso de los años ; pues de una alimentacion fuerte
y agreste se originaban muchos padecimientos intensos, tales como los
esperimentaríamos en la actualidad si continuase la misma causa , y en
los que se sustentaban con sustancias crudas , indigestas y muy activas
sobrevenían dolores fuertes , enfermedades y una muerte pronta. Es pro
bable que los hombres padeciesen menos entonces á causa de la cos
tumbre; pero sin embargo, los males eran muy grandes, y la mayor parte,
sobretodo los sugetos débiles, perecían ; los que tenían una constitucion
robusta resistían mas , lo mismo que sucede en nuestros dias , que unos
digieren con facilidad alimentps muy fuertes, mientras otros lo verifican
con gran trabajo y dolor. Esta me parece que fué la causa que obligó á
los hombres á buscar una alimentacion conforme con nuestra naturaleza,
encontrando la que usamos al presente. En efecto , aprendiendo á mace
rar , á mondar , moler, cribar y amasar los granos, hicieron con el trigo
pan , y con la cebada una masa á que dieron mil preparaciones. Hicieron
hervir, y asaron y compusieron mezclas en que hacían mas suaves las
sustancias fuertes con la union de otras, mas débiles , adoptándose en

verdadera leccion, de que los demas manuscritos contienen únicamente por


ciones mas 6 menos incompletas , como puede verse en las variantes. (En
seguida anota el autor las variaciones nue deben hacerse en el testo griego,
y concluje diciendo): De este modo se hace claro el sentido í la frase , aun
que larga , está regularmente construida , y ademas del apoyo que encuen
tra en las lecciones estropeadas de los otros manuscritos, legarantiza el testo
del número 2253, lo que dú una perfecta claridad á un pasage tan embro
llado que no ha sido aclarado por un autor tan hábil como Foesio.
—22-
todo á la naturaleza y fuerzas del hombre; (<i) porque juzgaron que las sus
tancias demasiado Tuertes para poder ser vencidas por la naturaleza , in
troducidas en la economía deberian causar padecimientos , enfermedades
V la muerte , y por el contrario , todo lo que fuese digestible contribuiría
á la nutricion , al desarrollo y á la salud. Y á tales investigaciones , á se
mejantes descubrimientos-, ¿qué nombre darles mas justo y conveniente
que el de medicina , habiendo sido inventada para la conservacion , nu
tricion y salud del hombre, en cambio del régimen que no le habia pro
ducido masque padecimientos, enfermedades y muerte?
4. Si se dice que este no es un arte, no me opondré á ello: pues de
lo que nadie ignora , de lo que todos entienden por el uso y la necesidad,
no puede decirse que hay artistas. Mas a pesar de eso todo esto forma una
invencion importante , fléha de arte y de observacion. Aun en el dia los
que se ocupan de la gimnasia y del desarrollo de las fuerzas continua
mente la están perfeccionando, inquiriendo por el mismo método qué clase
de bebidas y de alimentos serán mas apropiados para hacer mas fuerte á
un individuo.
5. Examinemos pues la medicina propiamente dicha , la que fué in
ventada por los enfermos , la que tiene un nombre y profesores, y veamos
si se propone algunos de estos mismos objetos y de dónde ha podido to
mar su origen. ( b ) Nadie me parece , como dije al principio , que hubiera
buscado la medicina , si el mismo régimen hubiera convenido en estado

( a ) El autor manifiesta aquí en una nota que el testo de Foesio y el de


casi todos los manuscritos que ba seguido se baila manifiestamente alterado,
no en el 'sentido que es claro, siub en la construccion que es muy irregu
lar. Espone las variantes y adopta la puesta al margen de la edicion de
Mercurial.
(b) Vandt r-Linden , Foesio, y Calvo de Ra vena, han traducido este
pasage diciendo, «Examinemos pues la medicina por todos roconoctda, la
que fue inventada por los enfermos , y veamos si tiene un nombre y profe
sores íf. ¡Nuestro autor, citando la variante, advierte que en .vez del dip
tongo ei con la aspiracion suave en la í, que se lee en el testo deestosautores,
debe leerse una e larga (cía), -con aspiracion áspera. Evidentemente, dice
Littré, no preguntó Hipócrates si la medioiua tiene un nombre y prácticos;
es preciso leer este pasage del moda que hemos manifestado ; ademas que el
sentido del razonamiento asi lo exije. La invencion de la alimentacion no tiene
nombre ui profesores; pero la medicina sí.
—23—
de enfermedad que en el de salud. En nuestros mismos dias los pueblos
que no tienen médico , los bárbaros y algunos de los griegos , ( il ) lo pa
san cuando están enfermos del mismo modo qne en estado de salud, no
consultando mas que su antojo, no absteniéndose de nada que les agrade,
ni sometiendose á regla alguna, Pero los hombres que buscaron y encon
traron la medicina , guiados por las mismas ideas que aquellos de quienes
he hablado mas arriba, creo en primer lugar que disminuyeron algo de la
cantidad habitual do los alimentos, y en vez de permitir que se comiese
mucho , hicieron comer poco. Este régimen basto, para algunos enfermos,
que ciertamente reportaron de él ventajas conocidas ; mas no á todos les
era suficiente, hallándose algunos en tal estado, que no podian digerir
la porcion mas pequeña de alimentos. Se creyó deber dar á estos alguna
cosa mas suave , y se inventaron los caldos en los qne se mézcla un
poco de sustancia con mucha agua , separándose lo que en ellos hay mas
sustancioso con la mezcla y la coccion. En fin , á los que ni aun podian
soportar el uso de los caldos , se les suprimió , dándoles bebidas sola
mente cuya cantidad y temperatura cuidaban de proporcionar, no ad
ministrándolas ni escasa ni abundantemente, ni tampoco en un mal
temple.
6. Es preciso tener entendido que hay enfermos á quienes no con
viene el caldo , aumentándose evidentemente en ellos la fiebre y los do
lores si lo. usan ; de manera que tomando esta sustancia se hace para la-
enfermedad pávulo y causa de acrecentamiento , siéndolo para el cuerpo
de debilidad y de menoscabo. Si á sugetosque se hallan en tales con
diciones se les prescribe una alimentacion sólida de masa de trigo ó
pan , aunque sea en cantidad pequeña , padecen diez veces mas y de un
modo mas ostensible que si hubiesen estado reducidos al uso de caldos,
solo por la circunstancia de ser mas sustancioso el alimento para la dis
posicion en que se encuentran. Por otro lado, el enfermo que puede
tomar caldo, pero no comer , se hallará mucho mas molesto si come
mucho, que si come poco; pero aun asi le será perjudicial. ( a ) Todas

(ll) Foesio, Vander-Linden y otros autores traducen este pasage di


ciendo: «Los pueblos que no usan de la medicina , los bárbaros vecinos de
los griegos
(a) Toda esta frase se halla variada en los manuscritos y en los im
presos; resultando del modo como está escrito en Foesio y otros autores, que
uniendo el principio de este último párrafo con el final del precedente viene
—21-
cstas causas do padecimientos -vienen á parar á un solo punto, á saber;
que los alimentos mas fuertes dañan mas y de una manera mas per
ceptible. ( a )
7. El que se llama pues médico , el que por confesion de todos po
see un arte y descubrió el régimen y alimentacion de los enfermos , pa
rece regular que haya seguido otro camino que el de cambiar en su ori
gen el género de vida salvage y brutal de los hombres, atrayéndoles
al modo de alimentacion de que usamos en el dia? En mi juicio, el
método es el mismo; el descubrimiento idéntico. El uno se ocupó eu
separar todo lo que era superior á las fuerzas de la economía humana
en estado de salud, á causa de sus cualidades agrestes y poco adecuadas. y
el otro en quitar todo lo que era refractario á las fuerzas de la constitución'
por el estado accidental en que se hallaba. ¿En qué se diferencian am-
dos , sino en que el segundo tiene mas latitud , es mas variado, exi
ge mas habilidad , habiendo sido el primero el punto de partida?
Comparando la alimentacion de los enfermos con la de las personas sa
nas, comprenderá cualquiera que no es esta mas nociva á aquellos, que la
de las fieras y los de nas animales lo es á las personas que disfrutan de sa
lud. Consideremos en efecto un hombre acometido de una afeccion ni de las
mas graves é insoportables ni tampoco de las mas benignas , sino de modo
que se resienta de cualquier esceso en el régimen , que probase á comer

á decir : «Si n sugetos que se hallan en tales condiciones se les prescribe una
((alimentacion sólida de masa de trigo ó pan, aunque sea en cantidad corta^
«.padecen diez veces mas y de un modo mas manifiesto que si hubiesen te-
amado solo caldos; por ser mas sustancioso el alimento para una afeccion en
uque pueden tomar caldo, pero no comer. Si come mucho ¿Sfc. ífc. El manus-
crito 2253 le ha presentado á nuestro autor el testo como debe ser, y coya
traduccion hemos hecho literalmente. Hablando este, en la variante, del de
Foesio y los otros, dice asi: «Esto no puede ser. En efecto, Hipócrates dice
•que hay enfermosa quienes no conviene caldo, y que, si tomasen alguna
«cosa cálida, padecerían diez veces masque si le hubiesen tomado: no puede
■decir pues al mismo tiempo que les convenga tomar caldos.» Habría en
efecto contradiccion en el sentido del mismo párrafo.
La traduccion de Calvo Ravena está conforme con la de Liltré*.
( a ) En la traducción de Vander-Linden y otros concluye asi este par
rafo: «dañan mas y de una manera mas perceptible al hombre, ya ettí
asano ó enfermo.)> El autor. presenta aqui una variante del manuscrito 2253.
—25—
pan, carne ó cualquier otra cosa provechosa en estado de salud, y no di
gamos en gran cantidad, sino aun en menor porcion de la que hubiera to
mado hallándose bueno: supongamos por otra parte otro hombre sano, do
tado de una constitucion ni muy robusta ni muy débil , que empezase á
hacer uso de sustancias útiles y reparadoras para un buey ó un caballo,
Como la algarroba , la cebada ú otras sustancias análogas , tomadas no en
esceso sino en monor cantidad de la que pudiera: resultaría de este eSperi-
mento que el hombre sano no se hallaría espuesto á menos padecimientos
ni á menos peligros, que el enfermo que hubiera comido inoportunamente
pan ó masa de trigo. Tojo esto pruoba que, buscado por este método todo
el arte de la medicina , podría hallarse de nuevo.
9. Si todo fuese tan sencillo como se piensa, si toda alimentacion fuerte
perjudicase y la débil fuese apropiada para el sostenimiento del hombre sano
ó enfermo , no habría en esto dificultad ninguna , porque no correríamos pe
ligro alguno en inclinarnos siempre á esto modo de alimentacion. Pero se
cometería igual falta, quo no sería menos perjudicial al hombre , sí se le
diese una alimentacion escasa ó insuficiente para sus necesidades; porque
la abstinencia influye mucho en la economía humana para debilitar, para
producir onfermedades y ocasionar la muerte. Proceden de ella todo géne
ro do males, diferentes, es verdad, de los que ocasiona la replecion, pero
no menos funestos. Asi que la medicina no tiene una faz sola, y exige un
gran cuidado. Es preciso pues formarse una medida; pero 110 se hallará
esta ni en un peso ni en ,'número á que pudiera referirse para esta-
hlecer el cálculo, sino que únicamente reside en la sensacion del cuerpo.
Por lo cual es muy dificil adquirir tanta exactitud en el juicio que no se
hierre de un modo ni do otro , y yo admiro mucho al médico que no come
te sino leves equivocaciones; pero raras veces se ve una habilidad tan gran,
de. La mayor parte de los médicos se parecen á los malos pilotos : mien
tras reina (acalma, no se manifiestan sus desconcertadas maniobras; mas
cuando se levanta una fuerte tempestad ó un impetuoso viento, dejan pe
recer la embarcacion , sin que nadie desconozca en tal desastre la torpe
za y la ignorancia de quien no supo remediarle. Lo mismo sucede á los
malos médicos, que son el mayor número: mientras tratan leves afec
ciones en que los mas grandes errores no podrían ocasionar accidentes se
rios (y es preciso advertir que las enfermedades poco graves son mas fre
cuentes que las peligrosas), son poco notados sus yerros por el vulgo;
pero si Ies toca una afeccion grave,, intensa, temible, entonces se hacen
claros sus errores y su poca destreza es conocida : el castigo de las faltas
del piloto y del médico no se hace esperar; viene bien pronto. .„ t .
10. Que uní abstinencia intempestiva ocasiono tantos padecimientos
como una replecion inoportuna , nos lo manifestará claramente una consi
deracion sobre el estado normal. Hay personas que lo pasan bien sin hacer
masque una comida, y que por hallarse bien asi se impusieron esta regla.
Otras hay que por igual razon , es decir , porque su salud lo exige , al
muerzan por la mañana; al paso que otras no se acostumbran á lo uno ni
á lo otro por necesidad , sino por placer ó por cualquier otro motivo: y en
efecto, es indiferente a la mayor parte habituarse á comer una sola vez "
á almorzar tambien por la mañana. Pero hay algunos que no podrían so
portar con facilidad una alteracion del régimen que les conviene, resal
tándoles graves molestias de un cambio en mas ó en menos, aun por un
dia, aunque no fuese entero. Los unos, si contra su costumbre almuerzan,
se ponen perezosos , pesados de cuerpo y de espíritu, tienen bostezos, so
ñolencia y sed; y si luego comen, les sobrevienen Hatos, dolores de tripas,
y tienen abundante diarrea: este es con frecuencia el principio de una en
fermedad de consideracion , y les basta comer en dos veces (y nada mas)
los mismos alimentos que suelen tomaren una. Los otros, que acostum
bran á almorzar porque su salud lo exige, si dejan de efectuarlo, se en
cuentran acometidos, desde que pasa la hora de su costumbre , de una de
bilidad general ; los ojos se ponen amarillentos ; la orina se hace espesa y
cálida; la boca se pone amarga; hay tirantez de las entrañas, vértigos,
mal humor é ineptitud para el trabajo : y con todo esto, cuando se ponen á
comer les parecen las viandas menos grates, y no pueden concluir lo que
solían tomar á esta hora . cuando comían dos veces: descienden ios ali
mentos con dolores y ruido de tripas , ponen caliente el vientre , y el sueño
de la noche es penoso y agitado con ensueños. Por lo comun es este tam
bien el principio de una enfermedad. . -.
11. Exáminemos las causas productoras de estes molestias. En el
primero, el que infringió la costumbre de hacer una sola comida , creo que
sea el no haber pasado el tiempo suficiente para que el abdomen hubiese
consumido y digerido perfectamente los alimentos ingeridos en él la víspe
ra y vuelto al estado de relajacion y de reposo; sino que hallándose aun
los órganos digestivos en el de calor y fermentacion, le llenó de nuevo:
en tales casos digieren los estómagos con mucha mas lentitud y necesitan
mas intérvalo de inaccion y de reposo. En el segundo por el contrario, el
que tenia costumbre de comer dos veces, cuando el cuerpo exigía alimen
to con urgencia y la comida anterior estaba digerida no habiendole queda
do nada que consumir, no introdujo en su estómago nuevos alimentos, y
á este es el hambre lo que le abate y le atormente ; porque todos los ac
-27-
eidcntes que «cuba do ennmerar los atribuyo al hambre: y en efecto, cual
quier hombro sano que estuviera dos ó tres dias siu comer, esperimenta-
ría padecimientos análogos á los que acabo do manifestar en el que, acos
tumbrado á do« comidas, omitió una do ellas.
12. En mi juicio, las constituciones que se resienten mas pronta y
fuertemente de talos desvíos son mas débiles que las demas: el débil es el
'pie se aproxima mas al enfermo, pero el enfermo es todavía mas débil:
asi que debe resentirse mas que otro cualquiera, de las faltas en el régi
men. Es dificil, no poseyendo el arte una exactitud correspondiente, al
canzar siempre el mas alto grado de precision; y sin embargo muchos
casos, deque hablaré mas adelante, no requieren menos que este grado.
Ciertamente que lejos de impugnar al arte antiguo su realidad y la bondad
de su metodo , y de condenarle por no tener certeza sobre todas las cosas,
sostengo que es digno de elogio, por hallarse en un camino en que juzgo
que puede aproximarse á la exactitud todo lo posible por medio del razo
namiento (a) , y digno de admirar (b) como de la honda sima de una pro-

(;») Mr. Líltró, anotando «na vatíanlo en este párrafo, dice que ma
nifestando el manuscrito 2253 una escelenle correccion, lia arrojado un
rayo de luz sobre este jKisuje; pero que al mismo tiempo le La causado la
mayor perplejidad otra que suministra sobre esta misma frase.' Habla de oú
en lugar de ¿aw y se espresa de este modo. Si se considera lo segundo,
Hipócrates quiso decir que el razonamiento puede llevar cerca de la perfec
cion ul arte medico; y si lo primero, quiso siguilicar lo contrario. Estos dos
sentidos dianaetraluiente opuestos necesitan discutirse aquí, aunque brevemen
te.» En el segundo se gloría Hipócrates de que el arte medico se halle en caso
de que el razonamiento no pueda conducirle á la perfeccion, y debe traducir-
ase; es digno de elogio el arte medico, porque juzgo que no puede llegar por
«el razonamiento al grado posible de ocrteza.» Pensamiento que al principio
me sedujo: pero las siguientes reflexiones me decidieron por el otro sentido
que he adoptado. Hipócrates dijo, al principio del libro de la Medicina an
tigua, que el mc'todo seguido por el arte antiguo era el único que pudo con
ducir á ulteriores descubrimientos: es pues natural que elogie aqui en dicho
arte el hallarse en camino de poder corregir sus imperfecciones, y no el en
contrarse en camino en que ol razonamiento no pueda perfeccionarle. Por
otro lado, hablando Hipócrates un poco mas adelante de los que siguen uu
buen método, no condena el razonamiento: lo que vitupera es la hipótesis to
—in
funda ignorancia han salido descubrimientos , no por efecto de casualidad,
sino por sabias y rectas investigaciones. .' ..
13. Volvamos á los que siguiendo el mismo método, buscan el arte
con una hipótesis. Si es el calor ó el frio ó la sequedad ó la humedad
lo que daña al hombre, preciso será que el médico hábil cure el frio
con el. calor, el calor con el frio, la sequedad con la humedad y la hu
medad con la sequedad. Supongamos un hombre de una constitucion no
robusta sino débil, comiendo trigo tal como se cria, crudo y sin prepara
cion, y carnes de igual manera, y bebiendo agua. De resultas de este ré
gimen estoy seguro que esperimentará muchas y graves incomodidades;
le atormentarán dolores; se: debilitará su cuerpo; sufrirá descomposicio
nes de vientre , y no podrá vivir por cierto mucho tiempo. ¿Qué remedio
administrar en semejantes circunstancias? ¿El calor ó el frio; la seque
dad ó la humedad? Ciertamente que el uno ó el otro: ( c ) porque si al
guna de estas cuatro condiciones es la productora de la enfermedad, es
necesario remediarla con lo contrario, segun su propio modo de discurrir.
El modo mejor y mas seguro de hacerlo es pues el cambio del género do
vida de que usaba, dándole á comer pan en lugar de trigo , carnes coci
das en vez de crudas, y haciendole beber vino despues de la comida. Es
imposible que con este cambio deje de restablecerse , á menos que su cons
titucion no se halle profundamente alterada por la prolongada duracion del
mal régimen anterior. ¿Y que diremos de esto? Serán las sustancias frías

mada como punto de partida, y por base de una ciencia que se halla ente
ramente formada por lo qne nosotros llamamos hechos y el denomina reali
dades. Estos motivos me han impelido á adoptar el testo vulgar, y desechar
la correccion del manuscrito 2255, como equivocacion de algiui copiante.
(b) Aqui hace notar el autor la necesidad que hnhria para el sentido,
en todos los manuscritos que ha reunido incluso el 2253, del verbo que el
pone en el testo y que Scverino encontró; } añade que ei manuscrito qne
tuvo este á la vista seria ciertamente digno de consultarse.

(c) Foesio y otros autores han traducido este pasage entendiondo,qiie Hi-
póreates quiso significar que una de estas cualidades es sencilla «Si quiclrm
horum qnodque simples estli» enya construccion no es exacta. El manu»cri
to 2253 ha presentado la esplicacion. verdadera, del modo que q.ieda es-
puesto. " .. ' . * ..
-29-
las que produjeron la enfermedad y las calientes lasque curaron. ó al con
trario? ... - . - ... , ;, ;
Muy embarazado creo que me hallaría si hubiese de responder á estas
cuestiones: porque, es el calor ó el frío , la sequedad ó la humedad la que
se quita al pan al hacorle (a) , sometiéndole al indujo del fuego y del agua
Y haciendole sufrir muchas preparaciones de las qup cada una tiene una
virtud particular, perdiendo una parte de sus principios y combinándose y
mezclándose con otros? - . '.":', n . ,' . - . ,
Estoy bien seguro de que es muy diferente para el cuerpo usar de un
pan hecho con arina cernida ó no cernida, con un grano bien ó mal moli
do, amasado con mucha ó poea agua, que esté mas ó menos trabajado,
bien ó mal cocido, y- asi de otras preparaciones que tiene que esperimen-
tar. Lo mismo debe entenderse relativamente á la masa hecha con arina de
cebada. El influjo de cada una de ellas e& muy grande y en nada se pa
rece una á la otra (a). El que no observa estas diferencias, 6 el que ob
servándolas no sabe darlas su verdadero valor, cómo podrá conocer las
afecciones morbosas en el hombre? . '
Porque cada una do estas cualidades obra sobro el cuerpo y le modifica
de diverso modo, y en esto Consiste la vida en el estado de salud , do
convalecencia y de enfermedad. Nada pues es mas preciso, ni mas útil
saber. Los primeros inventores, que se valieron en sus investigaciones de
un buen mótodo y de un recto raciocinio, habiendo sabido acomodar es
tas diferencias á la naturaleza del hombre, peusaron que tal arto seria dig
no de dedicarse á un Dios; cuya opinion fue realizada. Juzgando qué
no es ei frio ni el calor f ni la sequedad ni la humedad lo que daña al
hombre ni de lo que necesita, sino lo que es mas activo en cada cualidad,

(li) La» ediciones pon eo aqui un punto ó dos puntos y los autores tra
ducen esta frase como ulirmativa. El autor opina que debe ser este párrafo
interrogativo, porque de no, dice que no habría en el testo la disyuntiva y.
Hipócrates pregunta si lu preparacion dei jiuii quita al trigo el trio, el ca
lar, la sequedad ó la humedad.

(a) El testo comun, comparado con el manuscrito 2253, presenta aqui


uagrati vacío, que no se hubiera echado de ve?, porque el sentido es claro,
peiu cuva restauracion ha creído el autor conveniente para la regularidad
de la frase. . . .'. .. ... ., . -, ..
—30—
y lo que es mas fuerte que la constitucion humana , reputaron por dañoso
todo lo que esta no podia vencer, y procuraron separarlo (a). Ahora bien,
lo que debe entenderse sugun esto por mas activo os, entre las cuali
dades dulces, la mas dulce; entre las amargas, la mas amarga; entre las
ácldas, .1a mas úcida; en ana palabra, el mayor grado decada una de
ellas: porque vieron que existían en el hombre y que le oran dañosas.
So encuentra efectivamente en el cuerpo lo amargo, lo salado. lo
dulce, lo agrio, lo acerbo, lo insípido, y otras mil cosas cuyas
propiedades varían al infinito en cantidad y vigor. Mezcladas todas
ellas y equilibradas unas con otras, no so hacen maniiiestasni ocasionan
padecimientos ; pero si cualquiera de ellas se aisla y se separa de las
demas, entonces se hace sensible y produce dolor. Lo mismo sucede á
los alimentos que no son apropiados para el hombre y cuya ingestion le
ocasiona enfermedad; cada uno de ellos tiene una cualidad que sobre
sale, ya la amarga ó la salada, la ádda ú otra cualquiera fuerte y dos-
templada , y por esto perturban la salud , lo mismo que las cualidades que
en nuestro cuerpo se aislan. (b). Pero los alimentos y bebidas de que ua-
bitualmente se usa es evidente que no contienen estos principios escesi-
vos y desproporcionados; tales son ol pan, la masa de cebada, y todas las
demas sustancias do semejante naturaleza, de que se hace un uso diario
y abundante, esceptuando de oslo las viandas condimentadas y sazona
das para satisfacer el gusto y la sensualidad. Estos alimentos saludables,
que constituyen la principal parte de la alimentacion dol hombre, no
producen alteracion ni disgregacion de las cualidades ocultas on lu natu
raleza; poro el servir para robustecer, nutrir y acrecentar el cuerpo no

(a) E1 autor advierte fallas on la acentuacion de este párrafo, en Lis obras


de los traductores Mercurial , Foesio, Mark y Gardeil, y añade que el es
tilo de este tratado está tan bien meditado y tan bien distribuidas sus pe
riodos, que en donde se hulla alguna equivocacion, no puedo meoos de atri
buirse á errores de los traductores ó de los copiantes,

(b) Tambien presenta aquí el manuscrito una correccion que aclara el


sentido. Se lia traducido excemuntur en vez de aislar; pero no es esta la
verdadera leccion.- porque no se refirió Hipócrates en este sitio ú lo qnc del
cuerpo se segrega ; sino á lo que en él se separa de lo demas, y se hace da
ñoso á causa de su separacion.
—31
lo deben á ninguna otra virtud sino á la de tener todos sus principios en
una feliz combinacion , sin que presenten nada desproporcionado ni ac
tivo, sino formando un todo sencillo y atenuado (a),
15. Por lo que á mí toca, cuando oigo á esos forjadores de sistemas
que arrastran la medicina hácia las hipótesis , separándola del camino ver
dadero, no puedo comprender cómo tratarán las enfermedades en confor
midad con sus principios; porque ellos no se que hayan encontrado cosa
alguna cálida, fria , seca ni húmeda en sí misma y sin mezcla de nin
guna otra cualidad , é indudablemente no poseen otras bebidas ni otros
alimentos que de los que nosotros usamos ; sino que atribuyen á esta ó
á la otra, cualquiera de las cualidades espuestas. Pero la incertidnmbre
será mayor cuando traten de prescribir á un enfermo que tome alguna
eosa cálida en sí propia , y este les pregunte qué cosa es esta: se hallarán
entonces reducidos á responder con vaciedades ó á recurrir á cualquiera
de las sustancias conocidas. Si acontece que una sustancia cálida sea al
mismo tiempo acerba, que otra lo sea insípida y otra perturbadora (pues hay
una porción de sustancias cálidas que tienen cualidades opuestas) , será
preciso administrar ya la sustancia cálida que es acerba ó la que es insí
pida, ó bien la sustancia fría (porque lo mismo es en unas que otras) en
circunstancias iguales. ( b ) Pero es seguro que lo uno y lo otro producen
efectos contrarios no solamcute en el hombre sino tambien en el cuero y en

(a) Dice el autor que en todos los manuscrita) que ba consultado ba


encontrado esta leccion equivocada, y que no puede conservarse porque está
cu contradiccion con el curso de las ideas: en lugar de (jm^yipói t tienen
tíX'ptt- ¿Dice Hipócrates que la alimentacion habitual es saludable porque no
tiene nada desproporcionado ni activo, y que presenta un todo seoeillo j
fuerte (/o^T¿iw)? Esto no puede ser. Vandcr-Lindcn introdujo una modili-
cion anteponiendo ouk <í esta palabra , cuya leccion ha tomado de las va
riantes admitidas por Foesio , la cual corrige el testo : mas con lodo no le
satisface esto á Mr. Liltré, el cual dice que sino se hubiera propuesto por
norma, en lo posible, presentar las lecciones tales como los manuscritos las
admiten, baria una sustitucion de plabra en el testo griego, que espresa
» continuacion.

(b) Presenta esta frase una variedad de lectura muy embarazosa entre
los manuscritos y los impresos: la variante puesta al margen del manuscrito
—Sa
madera, cuerpos mucho menos sensibles, pues no es lo cálido lo que
posee la mayor actividad, sino lo acerbo y lo insípido, y todas las cua
lidades que he referido en el hombre y fuera de él , en lo que come y
en lo que bebe, y en las sustancias que sirven para untarle y aplicárselas
sobre el cuerpo. . -,. -
lü. Yo juzgo que, de todas estas cualidades, el frio y el calor son
las que menos actividad tienen sobre la economía humana, por las razones
siguientes: mientras que permanecen mezcladas entre sí estas dos cuali
dades, ningun mal so esperimenta, porque el frio se halla templado y mo-
dificado por el calor y viceversa, y solo cuando uno de ellos se desequi
libra acontece la enfermedad: pero en el momento mismo en que sobrevie
ne el frio y causa dolor, al punto y solo por esta causa aparece el calor y
es desprendido por el cuerpo, sin que Becesite de ningun auxilio ni pre
paracion. Y esto se verifica tanto en el hombre sano como enfermo. En
efecto , si un sugeto en estaje, de salud quisiera en la estacion de invier
no refrescarse el cuerpo ya por medio de un baño frio ó de cualquier otro
modo, cuanto mas veces lo repita, no llegando al estremo de ocasionar la
congelacion, mayor calor esperimentará luego que se haya vestido y
abrigado.
Mas al contrario, si se quisiera calentar ya por medio de un baño ca
liente ó con un gran fuego, despues de permanecer con el mismo vestido
y en el mismo sitio en que despues se refresque, esperimentará un frio
mucho roas intenso y tiritará mucho mas. El que se haga aire por causa
de un calor sofocante , procurando refrescarse de este modo , en el mo
mento en que deje de hacerlo sentirá un ealor diez veees mas ardoroso y
angustioso, que otro que en iguales circunstancias no haya hecho nada de
esto. He aqui un ejemplo todavía mas notable : los que andando por la
nieve ó espuestos á una temperatura muy baja hau esperimeutado un frío
intenso en los pies , en las manos ó en la cabeza , cuánto no sufren por U

2255 le parece al autor mas inteligible. Foesio, Yauder-Jánden y olios bao


hecho la traduccion como si hubiera un interrogante preguntando «que en
«caso de haber una sustancia al mismo tiempo cálida y acerba &,rc. f¡c, cuál
«convendrá tomar.» Nuestro autor cree que este es un error : el sentido,
dice, segun indica el razonamiento, es el siguiente: si una sustancia es á la
vez cálida y acerba , será preciso administrar ó no podrá menos de adnü*
lustrarse algo de cálido y acerbo, . ..
noche, cuando se hallan abrigados y colocados en un sitio caliente, po
efecto del ardor y comezon que los atormenta ? A veces les sobrevienen
flictenas, como si se hubieson quemado en el fuego, y no sienten estas mo
lestias hasta despues de haber entrado en calor : tanta es la facilidad con
que el calor y el frio alternativamente se suceden 1 Aun pudiera citar otras
muchas observaciones semejantes. Y en cuanto á los enfermos, no es á los
que tienen escalosfrios á los que acomete la fiebre mas ardiente? (a) Pero
no es muy intensa; cesa al poco tiempo, y las mas veces no tiene malos
resultados: mientras dura, ocasiona un calor general que, recorriendo todo
el cuerpo, termina sobre todo en los pies, en donde el temblor y el frio fue
ron mas pertinaces y mas intensos. En fin , cuando despues del sudor des-»
aparece la fiebre, el enfermo esperimenta mas frio que si no la hubiera
padecido. Pues si los dos contrarios se suceden con tanta rapidez y se neu«
tralizan espontáneamente, qué hay que esperar en ellos de intenso y gra
ve, ni qué necesidad hay de grandes auxilios contra el uno ó contrae)
otro?
17. Se objetará que en las fiebres ardientes, las pcriphneumonias y
otras enfermedades graves no desaparece el calor repentinamente, ni al
ternan el calor y el frio; y precisamente creo yo encontrar en esto la prue
ba mas segura de que la fiebre no es producida tan solo por lo cálido , y
de que estartoes la única epusa de la dolencia; sinoque lo son igualmente lo
cálido amargo, lo cálido ácido, lo cálido salado y otras mil, asi como tam
bien lo frio con otras cualidades diversas. Estas son las verdaderas causas

(a) Loa traductores han variado mucho el sentido de este párrafo. Calvo
j Mercurial no ponen interrogacion , y traducen este pasoge como si Hipó
crates hubiese querido decir qne no es seguido el escalosfrio de una fiebre
intensa ; cuyo sentido bo es probable , sobre todo si se pira la atencion en
lo que se dice mas adelante. Zvinger ha traducido lo que sigue de este
modo: «Aut in quibus non adeo vehemens, sed pauco tempore quiescens;»
cuyo parecer ha seguido Foesio. Gardeil lia hecho abstraccion del sentido para
poner lo que le ha parecido mas razonable, y ha traducido asi: «Si el frío
no es largo, la fiebre no lo es tampoco.» Las divergencias de los traducto
res manifiestan la dificultad de este pasage. Por mi parte , ateniéndome ul
testo y comparándole tambien con lo que sigue, he crcido que Hipócrates
quiso decir realmente que al escalosfrio sigue una fiebre aguda; y que refi
riéndose ó las intermitentes , anadia que no era violenta y que cesaba pronto,
5
—34—
del mal; y si lo cálido sobresale, no es porque tenga virtud alguna especial,
sino porque dirige, activa y aumenta la cualidad que se le une.
18. Que las cosas sucedan de este modo , lo probarán los signos si
guientes : (a) en primer lugar, los evidentísimos que todos hemos ya esperi-
mentado y esperimentaremos todavía. Cuando uno se halla afectado de un
coriza y se establece un flujo por las narices, este humor, que se hace
mucho mas acre que lo que era anteriormente en el estado habitual, hace
hinchar la nariz y promueve un calor escesivo y una sensacion de que
madura; y si se urga á menudo y persiste el flujo mucho tiempo,
se escoria la parte, aunque es seca y poco carnosa. El ardor de la
nariz se mitiga , no mientras dura el catarro y la flegmasía subsiste,
sino cuando el humor se hace espeso, menos acre, y cuando se mezcla
mas, por la coccion, con el liquido primitivo; entonces solamente cesa el
ardor. En los que por el contrario se ha producido el mal claramente por
la sola cualidad fría sin el concurso de ninguna otra cosa , consiguen li
brarse de él por el solo tránsito del frio al calor, y la vuelta del calor al
frío , los cuales se succeden prontamente el uno al otro sin necesidad de
coccion alguna ; (b) pero todo lo que he dicho ser producto de la acritud y

(a) Los impresos y manuscritos difieren mucho en esle testo, dividiendo


parte del primer periodo del párrafo. El manuscrito 2áo5 lo presenta del
modo debido, y el sentido confirma esta buena colocacion.

(b) El autor presenta aquí una variacion en el testo sin apoyarse en autoriza
cion de manuscrito alguno, esponiendo en seguida ias razones que á ello le
han movido. Voy á demostrar en primer lugar , dice , que la frase tal como
se halla en los impresos es embarazosa. Cita á continuacion el testo de Foe-
sio y de todos los demas autores, el cual fué traducido por este del si
guiente modo : Quibusdam vero ex sola frigiditate et uullius allerius aca-
sione hic affectus plené excitatur : qui omnes liberaatur si ex frígore
quidem percalescant , ex ardore vero perfrigescant. La palabra omnes
forma aqui una anfibología. Si dice el autor griego que la cualidad
fria puede ocasionar en unos por sí sola el coriza ¿ cómo habría de
añadir que el calor curase en Indos el frio y el frio al calor sin otros au
xilios? Esto implica evidentemente contradiccion en el razonamiento general
de Hipócrates, segun el cual no cura el frio al calor y viceversa sino cuando
estas cualidades elementales hau obrado solas y sin mezcla ; pero siempre que
—SS-
destfcinple de los humores, entra en calma del mismo modo , es decir,
por la mezcla y la coccion.
19. Otro ejemplo : las flimones que se padecen en los ojos, qne tie
nen intensas y varias acrimonias, ulceran los párpados, escorian en al
gunos las mejillas , las partes situadas debajo del ojo y todas aquellas por
donde corren, llegando á veces á destruir y corroer la membrana que
cubre la cornea. Y hasta cuándo duran los dolores , la inflamacion y el
calor escesivo? hasta el momento en que la fluxion se espesa por el traba
jo dela coccion, y el humor que la constituye se hace legañoso. Haber
sufrido la coccion , equivale en los humores á haber sido mezclados, equi
librados los unos con los otros y cocidos. En cuanto á las fluxiones
de garganta que producen las ronqueras, las anginas , las inflamaciones
y las periphneumonias, todas suministran al principio los humores sala
dos, aquosos y acres, y entonces es cuando la enfermedad está en su
crecimiento; pero cuando estos se espesan por la coccion y pierden su
acrimonia, es la época de la resolucion de las fiebres y de todo lo que al
enfermo le atormenta. Porque es preciso sin duda considerar como causa
de cada enfermedad todo lo que mientras existe sostiene este modo de ser,

no baya sido de este modo la curacion , no se consigue sino por medio de la


coccion: y la mejor prueba, dice Hipócrates, de que las enfermedades fe
briles no dependen de la cualidad fria ó caliente , es el tener necesidad de un
largo tiempo para llegar á la solucion , durante el cual sufren varias modi
ficaciones. De modo que no dijo que la curacion se efectuase en todos por el
cambio del frio al calor , ni del calor al frio. En esto apoya el autor la causa
que le ha movido á introducir la variacion en el testo , poniendo en armonía
con este sentido algunas voces dudosas; y para esforzar su razon, cita lo que
Hipócrates dice mas adelante: «todo lo que proviene de puro calor ó frio
■sui participar de ninguna otra cualidad, podrá cesar con el paso de frio á
•calor ó de calor á frio.» Comparando estas últimas lincas de la frase que
se examina, se inclina el autor á creer que aquí faltaba alguna cosa,' de
modo que deberia espresar; «pero aquellos á quienes acontece esto solamente
•por el frio ó por el calor, sin el concurso de ninguna otra cosa, se libran
•de ello por el solo paso de frio ó calor y de calor á frio.» Yo hubiera he-
•cho tambien, dice, esta adicion griega, sino profesara el principio de que no son
•permitidas las correcciones sino en los casos de evidente ó indispensable ne
cesidad.
—36—
desapareciendo cuando se trasf irma en otra mezcla. Pues si todo lo
que procede de un calor ó ua frío puro , sin intervencion de ninguna
otra cualidad , termina por el cambio del frio en calor ó del calor en frio,
cuyo cambio se verifica del modo que he manifestado, es cierto que las
demas enfermedades á que el hombre está sujeto, provienen todas del in
flujo de las cualidades.
Vease cuando predomina el humor amargo que se llama bilis amarilla,
qué ansiedad, qué calor, qué debilidades se manifiestan. Desembarazado
de ella el enfermo y evacuada ya espontáneamente ó por medio de un pur
gante, si la evacuacion ha sido oportuna, se libra de los padecimientos y
del calor febril; pero en tanto que estos humores se hallan en movimiento,
sin mezcla ni coccion, no tiene la medicina medio alguno para calmar el
dolor y la fiebre. Cuando se desarrollan esas acedias acres y herrumbrosas,
qué irritaciones tan intensas, qué dolores como de mordedura en las vis
ceras y el pecho, qué angustias se esperimentan 1 Y estos accidentes no
se calman, hasta que las acedias han sido depuradas, calmadas y mezcla
das con lo demas. El cocerse , cambiarse, atenuarse y espesarse los humo
res se verifica de muchos y diversos modos, de lo que resulta que las cri
sis y el cálculo de los dias tienen en esto un grande influjo; y de todo esto
nada hay en verdad que pueda atribuirse á lo cálido ni á lo frio , porque ni
con uno ni con otro se verificaría la maduracion ni adquirirían los humo
res esa espesura. Qué deborcmos pues ver en esto.' mezclas de humores
que tienen propiedades diversas los unos con respecto á los otros ; pues lo
cálido no tiene para perder su calor mas que la mezcla con lo frío, y este
no se neutraliza sino por aquel (a).
Todos los humores en el cuerpo son tanto mas suaves y mejores, cuan
to mas mezclas han sufrido ; y el hombre se encuentra en el estado mas

(a) Este pasnge es difícil y ha embarazado mucho á los traductores, como


se advierte por la diversidad de sentidos que han adoptado, y por la oscuri
dad de sus traducciones. Yo me he adherido á la leccion del manuscrito
2253, que tiene la ventaja de restablecer la regularidad de la construccion
y facilitar en gran manera la inteligencia de este pasage. Hipócrates combate
en él todavía á los que pretendian referir los fenómenos morbosos á la cua
lidad cálida ó fría , siendo as! que estas no hacen mas que neutralizarse una
con otra : mas para que puedan efectuarse la maduracion y la coccion de los
humores , hay necesidad de mezclas de propiedades muy diversas entre si.
-37—
favorable, cuando todo permanece en coccion y en reposo, sin que nada
manifieste una cualidad predominante. Acabo de demostrarlo á mi pa
recer de un modo suficiente.
20. Dicen algunos sofistas y médicos que no es posible aprender me
dicina sin saber lo que es el hombre, y que todo el que quiera ejercer con
acierto el arte de curar debe poseer este conocimiento. Pero sus discursos
tienen la tendencia de la escuela filosófica de los libros de Empedocles (II)
y de los demas que han escrito sobre la naturaleza, y expuesto lo que es
el hombre en su origen , cómo ha sido formado en su principio, y de dónde
procede su composicion primordial (a). Por lo que á mi toca , juzgo que

(II) Empedocles, natural de Agrigento, discípulo de ta escuela pitagó


rica, fue médico y filósofo á la vez. Se separó mucho del sistema de su
maestro, sustituyendo a la doctrina de los números la de los cuatro elemen
tos aire , fuego, tierra y agua , ó sea frio , caliente , seco y húmedo, que
suponia entrar en la composicion de todo lo creado, y los consideraba dirigi
dos por dos causas poderosas <pie babian presidido ;í la lormaciou del universo;
una de creacion y otra de destruccion , que han querido referir algunos físi
cos á nuestras fuerzas de atraccion y repulsion. Por esta hipótesis pretendió
esplirar tambien los fenómenos de la vida.
Este médico-filósofo , tan estimado eu la antigüedad, es del que dice el
Sr. Chinchilla en sus Anales históricos ae la Medicina, que volvió á la vida
á una muger asfixiada, abandonada ya como muerta por todos los demas
médicos; cuya curacion , reputada por divina , le dió una gran celebridad
que sirvió para envanecer demasiado su orgullo. Dice que se presentaba siem
pre rodeado de discípulos y esclavos, vestido con un manto de púrpura, su
jeto con un cinturon de oro , los cabellos tendidos y la cabeza ceñida con
una corona. Los historiadores aseguran , anude, que deseando hacerse mas
célebre y aparentar que habia sido arrebatado al cielo, subió al Etna y se
arrojó al volcan.
Tambien dice el Sr. Chinchilla en una nota, pág. ü, que la teoría de los
«natro elementos, que hemos citado, no es suya; sino que es la reunion de
las emitidas por sus antecesores. Segun Tales emanaban del agua todos los
cuerpos; del aire segun Anaxágoras; del fuego segun Pitágoras, y de la tierra
legnu Gacopliane de Colofon.

(a) En los manuscritos y en los impresos falta uua grao porción de este
todo esto qae han dicho los unos y los otros acerca de la naturaleza perte
nece mas bien á la literatura (I>) que á la medicina ; y estoy ademas bien
convencido de que solo por el estudio de esta se llegarán á adquirir co
nocimientos positivos acerca de aquella, siempre que se abrace la medici
na en su verdadera generalidad. De otro modo me parece que distamos
mucho de tales conocimientos , quiero decir, de saber lo que es el hom-

trozo, y se lee en ellos de esta manera: «Dicen los sofistas y los médicos
«que es imposible aprender medicina sin saber lo que es el hombre en
«su primitiva formacion , y la composicion de su cuerpo.» Héchase de ver
el gran vacio que existe, el cual es considerable porque comprende un pa-
sage importante, cual es la cita Empedocles por Hipocrates, que no es circuns
tancia despreciable para la bistoria mc'dica y literaria. Una de las faltas mas
comunes de los copiantes ha sido el saltar en los manuscritos todo lo que
se hallaba comprendido entre una misma paiabra repetida; y aqui sucede ca-
balmense con la voz áiBpaTor hombre, que es la causa de este vacio:
cuyo hecho prueba que, aunque en las bibliotecas públicas se tengan muchos
manuscritos del libro de la Medicina antigua , no tenemos en realidad mas
que dos: cl 2253, y el otro que presenta el varío y ha servido para que se
copien los demas , en los que se halla tambien este vacío , imposible por lo
domas de sospechar. Es singular que no baya sido registrado con cuidado aquel
manuscrito.

(b) Todos han traducido esto por el arle ile la pintura: á mí me pa


reció que tal mencion era oscura en este sitio, cuya oscuridad me hizo dudar
de la bondad de la traduccion. Sin embargo , no me atreví á separarme del
sentido de los traductores latinos que asi se esfresan ars pictorictt ni a
adherirme al sentido adoptado por Gardcil que pone un compositor de li
bros, en vista de que los diccionarios griegos dan por signiticado de la voz
del testual K * el arte de pintar. Ixi que posteriormente me ha im
pelido á dar m la espresada voz cl sentido de estilo escrito, de literatura,
es el uso que de ella se hace en esta acepcion , con hí^ti espresado ó sobre
entendido; como por ejemplo en esta frase de Aristóteles ( Rcthor. 3. 12 .
se halla condenada justamente en los libros la supresion de las conjun
ciones y las repeticiones frecuentes. Me parece que esto autoriza á intro
ducir este sentido en el pasage de Hipócrates, en que todo parece que lo
exije. , . . l ,
—39—
bre, por qué causas existe, y todo lo demas con oxaetitnd. Por manera que
estoy firmemente persuadido de que todo médico debe estudiar la natura
leza é investigar cuidadosamente, si quiere desempenar bien su cometido,
las relaciones que tiene el hombre con los alimentos y bebidas de que
usa y con todo su género de vida , y la influencia que ejercen las cosas
entre sí. Y no basta contentarse con saber que el queso es mal alimento,
porque ocasiona dolor á los que de él se sacian , sino que es preciso averi
guar qué dolor causa , por qué razon , y á qué humor del cuerpo es contra
rio. Existen realmente otra gran porcion de alimentos y bebidas que son
perjudiciales á la economía humana , pero que no la escitan del mismo
modo. Sirva de ejemplo el vino puro que bebido en gran cantidad produ
ce en el hombre cierta debilidad, cuya causa se reconoce asimple vista
en la propiedad del vino y en el vino mismo , y sabemos sobre qué parte
de la economía ejerce su accion. Esta verdad, aqui tan clara , quiero que
lo sea tambien en todos los demas casos. El queso (ya que no me he valido
de este ejemplo) no daña á todas las personas ; hay algunas que pueden
satisfacerse de él sinelmeuorinconveniente, aun nutriendo muy bien á aque
llos sugetos á quienes conviene , y otras por el contrario le digieren con
mucha dificultad. Difieren pues las constituciones de los unos y los otros,
y se diferencian en esto: en que el humor que no es compatible en el cuer
po con el queso, se revuelve y pone en movimiento con esta sustancia. Las
naturalezas en que este humor sobreabunda y predomina, deben forzosa
mente padecer mas con tal alimento; pero si este fuese dañoso á toda la
constitucion humana, perjudicaría á todos los hombres. Conocer pues estas
diversas propiedades , seria saber preservarse de los males que producen.
21. En las convalecencias y en las enfermedades que duran mucho tiem
po, sobrevienen frecuentes molestias; espontáneamente unas y ocasionadas
otras por cosas imprudentemente administradas. Si en el mismo dia en que
esto acontece se ha hecho por casualidad alguna innovacion , como por
ejemplo un baño, un paseo , un alimento diferente, á pesar de ser cosas
que conviniesen , sin embargo la mayor parte de los médicos, como el vul
go, las atribuirán la alteracion acaecida, no conociendo la verdadera cau
sa y proscribiendo acaso lo mas útil. Esto es una falta ; porque no deben
ignorarse los efectos de un baño inoportunamente tomado , ni los
de un ejercicio intempestivo. Jamás ocasionan un mismo mal el
baño y el ejercicio, como tampoco las demas cosas > la replecion ó tal
ó cual alimento. El que desconozca pues el modo cómo aquellas se com
portan con el. hombre no podrá conocer tampoco sus efectos ni su uso
conveniente.
23, Eu mi juicio , debe el médico saber ademas qué afeceioDes pro
ceden de las potencias y de las figuras. Y qué quiero significar con esto!
Llamo potencias á las cualidados estrenias y á las fuerzas de los humoresi
y figura á las diversas conformaciones de los órganos de que se compone
nuestro cuerpo. Los unos son hueoos, y de nnobos se Tan haciendo estre
chos, otros son latos, macizos y redondeados otros, algunos anchos y pén
dulos, largos, apretados, blandos y jugosos, esponjosos y laxos. Pues bien,
si se tratase de atraer los humores de todo el resto del cuerpo, qué órga-r
nos, pregunto, tendrían mayor poder para ello; los huecos y ensanchados,
Jos macizos y redondeados, ó los huecos que se van angostando? Vo creo
que estos últimos, segun puede juzgarse por lo quo esteriormente se ob
serva: pues si se tiene abierta la boca, no puede absorverse líquido alguno)
mas prolongando los labios y comprimiendolos, si se hace la succion seto-
mará todo el líquido que se quiera , sobre todo si se auxilia la accion por
medio de un tubo : lo mismo sucede con las ventosas anchas en su fondo,
y estrechas hácia el cuello, que han sido inventadas para atraer los humo
res de lo interior. Tambien se verifica esto con otras muchas cosas. De los
órganos situados en lo interior del cuerpo, la vejiga, la cabeza y el útero
tienen una constitucion y una forma de esta especie! y ciertamente son los
órganos que mas aspiran , hallándose siempre llenos del humor que atraen.
Los órganos huecos y ensanchados recibirían mejor que los demas los hu-i
mores que afluyesen; mas no podrían atraerlos tan bien. Los sólidos y re
dondeados ni atraen ni reciben, porque el humor se derramaria, no te
niendo en que aposarse ni detenerse. Los esponjososy laxos , tales como el
bazo, el pulmon y las mamas, colocados en contacto con los líquidos los
absorverian, y estas partes sobretodo son las que se endurocerian y se hin
charían con el aflujo de los humores (a); porque estos nó estarían en el bazo
eomo en una viscera hueca que los contuviese en su interior y los diese
diariamente salida (b). Pero cuando este hubiera absorvido y recibido en

(a) Vander-Linden á imitacion sin duda de Cornado , afiade aqni csU


frase, y especialmente el:pulmon: ningun manuscrito presenta esta adicion.
(b) El testo se halla aqni muy alterado, y es deficit restablecerle con
seguridad. Las ediciones y los impresos varían mucho en este pasa ge. Nin
gun manuscrito presenta «na lectura que satisfaga ó que pueda sustituirse con
toda certeza. Sin embargo, a favor de lo que precede y de lo que signe se
deja ver el sentido, y esto es lo que debe servir de guia en el uso que puede
■—VI—
su interior el líijuido , se encontrarían llenos los huecos , las areolas y los
pequeños intersticios ; y de poroso y blando que era se habría convertido
en duro y denso, porque no es apto para la coccion ni para la espulsion de
• los humores. Todo esto sucede en razon de su figura. Todo laque produ
ce desarrollo de aire y revolucion en el cuerpo ocasiona naturalmente
-ruido y sonido en las visceras huecas y espaciosas , tales como el vientre
y el pecho; pues no llenándose de modo que queden inmóviles , sino que
dando espacio para que se muden y muevan, es preciso que sus movimien
tos se vean y sus ruidos se perciban.
Por igual motivo los órganos carnosos y blandos esperimentan entorpe
cimientos y obstrucciones, como sucede en las apoplegías. (a). Cuando el
aire interior encuentra en su paso un órgano ancho y viene á chocar con
el , si este no tiene naturalmente bastante fuerza para resistir su impulso y
sufrir la incomodidad que le produzca, ni suliciente blandura y laxitud
para ceder al choque del aire y seguirle, sino que es por el contrario
tierno , denso, lleno de jugo y de sangre, como el hígado, entonces á
causa de su anchura y de la densidad de su tejido, resiste en vez de ce
der. Aumentándose el aire interior y redoblando su esfuerzo con la resis
tencia que se le opone , desplega mayor impulso contra el obstáculo ; e'

hacerse de la multitud de variantes que presentan aquí los manuscritos. Efec


tivamente, Hipócrates quiso decir que los órganos esponjosos y arcolares no *
son como las visceras huecas que contienen humores y Ids vacian cada dia,
sino que llenan sus areolas y se ponen duros y densos en razon a que
no tienen disposicion para espelerlos. El sentido es bien seguro á pesar de la
incertidumbre del testo. En seguida presenta el autor algunas conjeturas so
bre las causas de la alteracion del testo en este pasage, deducidas del modo
como se halla escrito, y su opinion sobre el modo cómo debería arreglarse.
(a) Este es uno de los pasages alterados en que los manuscritos no pre
sentan una buena lectura ni ofrecen un sentido conveniente. Mercurial ha
puesto glándulas linfáticas del cuello» Me ha parecido que Hipócrates pre
sentaba mas bien un ejemplo que una comparacion , y esto me ha decidido
á traducir esta palabra dudosa del modo que lo he hecho ; con tanta mas
razon, cuanto que era opinion admitida en la patológía antigua , que las
apoplegías y suspensiones del movimiento eran debidas á este aire interior
de que vamos hablando. (Gilvo y Vandcr-Liudeu tradujeron degolladu
ras.)
6
-42—
órgano por su blandura y la sangre que contiene no puede menos de pade
cer , de modo que se halla espuesto á los dolores mas vivos y mas in
tensos, á supuraciones, y toda clase de abscesos. Se hacen sentir tambien
con fuerza estos movimientos hácia el diafragma, pero mucho menos:
pues aunque es en verdad ancho, tenso, y presenta resistencia, con todo
su constitucion es mas nerviosa y robusta, por lo cual sufre menos. Sin em
bargo , tambien sobrevienen en él dolores y abscesos.
23. En lo interior y esterior del cuerpo hay otras muchas formas
de órganos que influyen de muy diverso modo en los padecimientos del
hombre sano ó enfermo. Tales son , una cabeza grande y pequeña , un
cuello grueso ó delgado, un vientre plano ó abultado, la anchura ó estrechei
del pecho y de los costados, y otras mil circunstancias cuyas diferencias
deben conocerse, para observar con exactitud las causas de cada cosa.
24. En cuanto á las cualidades de los humores y al exámen de las
acciones que cada una de ellas puede ejercer sobre el cuerpo , ya he
hablado anteriormente, asi como de las afinidades que tienen entre sí.
(a) Y pregunto yo: ¿si un humor suave se trasformase en otro , no por
nna mezcla accidental sino por un cambio espontáneo, cuál aparecerá
primero? ¿Será el amargo, el salado, el acerbo ó el ácido? Creo que el
ácido. Con que de todo lo que podria administrarse , el ácido seria el
mas malo, en caso de que el humor dulce ó suave fuese de todos el
mas conveniente. Asi el que pudiese conocer la naturaleza de las cosas
esteriores, con tales investigaciones, podria elegir siempre lo mejor;
pues lo mejor es aquello que dista mas de lo dañoso.

(a) Los editores traducen diciendo : Considerar las cualidades de lo»


humores 5¡c. como se ha dicho vias arriba. El autor se ocupa mucho de
esta frase considerándola gramaticalmente en el testo y cotejándola con la que
presenta el manuscrito 2253 , y deduce que no debe ser el sentido sino el
que él espone.
LOS TRADUCTORES.

No habiéndose ocupado ningun comentador español de este intere


sante tratado, indudablemente á causa de haberle creido apócrifo, sepa
rándole por lo tanto de los que debian ser objeto de atencion y serio dete
nimiento , vamos á ensayar el hacerlo presentando á nuestros lectores el
fruto que nuestro escaso talento nos ha suministrado como resultado de
Una detenida meditacion sobre el libro que detalladamente hemos traduci
do. Dos puntos esenciales vemos descollar principalmente en este escrito
bipocrático, lleno de interés en verdad, cabalmente pCf ellos mismos: la
idea que de la ciencia formó su generador, y el principio que le guió en
ros profundas y sabias investigaciones.
Él punto de vista en que colocó la medicina es grande, sublime, y el
vasto horizonte que desde su centro se divisa se pierde insensiblemente
en lo» últimos confines del saber humano. La ciencia del hombre decia
que no estribaba tanto en el estudio intrínseco del seráque se refería, como
en el detenido exámen y profundo conocimiento desus acciones y reacciones
con las cosas que le rodean. Principio eterno que resistirá indestructible
á los roas rudos ataques de los tiempos. Bastará reflexionar brevemente
sobre su sentido para quedar convencidos de su certeza. El hombre , ani
mal de organizacion, si no mas perfecta, filosóficamente hablando, sí mas
complicada y digna de admiracion, se encuentra sumergido en una atmós
fera sujeta á numerosas variaciones , tanto de temperatura cuanto de den
sidad y pureza. Los alimentos que le han de nutrir reparando las pérdi
das ocasionadas por el uso de su organismo ; las aguas que han de diluir
sus espesados humores reponiendo su parte mas sutil y evaporable ; los es
citantes que á sus sentidos ponen en la necesaria actividad para relacionar
le con todos los objetos que le rodean ; las pasiones escitadas por la impre
sion que estos mismos produjeran, y ol ejercicio mismo de los órganos to
dos , son causas que, obrando de continuo sobre el cuerpo sensible, le mo
difican de mil modos, dando por resultado variaciones muy considerables
tanto en el estado normal cuanto en el patológico , para que no sean dig
nas de ocupar seriamente la atencion del médico, constituyendo su estudio
una parte principal de su educacion científica.
Es suficiente esta reseña de los modificadores de la economía humana
para venir en conocimiento del lejano termino á que debe guiar su enten
dimiento todo buen profesor en el largo curso de sus delicadas tareas. La
astronomía, la física , la geografía , la geología , la química y la historia na
tural , hé aqui en resumen trazado el cuadro de los vastos conocimientos
que forman la escala necesaria para tocar el umbral del encumbrado tem
plo de la ciencia' de la vida. Sin ellos no puede el médico arrancar á la na
turaleza sino á medias los misteriosos y profundos secretos que con afan
indaga y escudriña, y solo someramente podrá iniciarse en sus arcanos.
En efecto ¿de. que servirá conocer hasta el ramillo vascular y nervioso
mas sutil , que escapando de los límites de lo sensible, apenas pueda ser se
guido con los ojos de la imaginacion ; qué ventajas podrá reportar el mé
dico de buscar cuidadosamente todos cuantos enmarañados enrejados for
man sus ramificaciones cruzándose y tornándose á cruzar en lo interior ó
en la superficie de diversos órganos, si mientras vanamente consume dias
y mas dias en llevar su delicado escalpelo hasta la última fibra que
ra finura de su vista pueda apenas distinguir, abandona ó no se
cuida del estudio de las cosas que aisladamente ó en conjunto obran de
continuo modificando sin cesar la organizacion del cuerpo , cuyas partes
mas sutiles se propone con tanto empeño penetrar?
—4o—
Este conocimiento es-iwty bueno, aunque solo fuese para poder gloríarse
el hombre de haber conducido á la perfeccion posible esta parte de la cien
cia , á la verdad fundamental : mas concretado á su terreno el profesor,
no hará grandes progresos ni ea la fisulogia , ni en la higiene, ni en el
pronóstico, ni en la terapéutica, sin haber tendido su escudriñadora mirada
por el vasto campo que anteriormente trazamos á su vista.
Apenas habrá on el dia quien se oponga á esta verdad: las ciencias fí
sicas y naturales se hallan enlazadas con vínculos tan ostrechos, que sin
conocimiento al menos de lo mas fundamental de todas ellas no puede
marcharse sino á costa de un ímprobo trabajo en el difícil estudio de cada
una en particular. Y tanto mas en medicina , cuanto que es la aplicacion
de todas ellas al estudio del hombre.
Sumergido este en una atmósfera que de continuo respira, que gra
vita incesantemente sobre la superficie de su cuerpo y que obra sobre to
do él en cada instante segun las condiciones particulares , porque le baña
y empapa, por decirlo asi, por todas partes, es claro que el que se ocu
pe del estudio de la vida no podrá menos de investigar las alteraciones de
que es susceptible un agente tan poderoso, porque en los seres que de
ella disfrutan han de refluir estas necesariamente, y de analizar las cau
sas que las producen , para saber predecirlas y precaver oportunamente
sus funestos efectos. Sabido es el influjo que en su estado de reposo or
dinario ejerce el curso de los astros: las variaciones de la luna y la res
pectiva colocacion en el paso de algunos planetas ocasionan fuertes revo
luciones en las capas de la atmósfera, que se agita procelosamente sacu
diendo con violencia á los cuerpos con quienes choca. Conocido es tambien
el flujo y reflujo diario , semejante al de los mares , que en la atmósfera
se observa, presentando el barómetro una muestra evidente de este fe
nómeno en los alternativos ascensos y descensos que de seis en seis horas
nos ofrece ; cuyas continuas variaciones ejercen tambien una poderosa ac
cion sobre la economía animal, especialmente estando enferma. Los as
pectos de Saturno y Júpiter, dice nuestro Bonafon , y de Saturno y Mar
te, so» los precursores de las mas terribles calamidades , y entre otras,
de las enfermedades contagiosas y epidémicas. Las calenturas malignas
que han devastado tantas veces la Europa con tan gran furor, lo prueban
suficientemente. La cruel peste del año 1127 se verificó despues de la
conjuncion de Saturno y Júpiter. Bocaclo y Guy de Chaulieu refieren que
el aspecto de Júpiter y Saturno ocasionó la peste de 1348; Marcelo Fici-
no, uno de los mayores filósofos de su tiempo, señala como causa de la
que desoló el mundo el año de 1V78 el eclipse del sol y de la luna y la
—46—
conjuncion de Saturno y Marte; y asi de otras muchas epidemias acaeci
das por causas semejantes, y predichas por médicos sabios que sabiau
apreciar debidamente tan provechosas observaciones.
Nada diremos acerca de la grande influencia que en el organismo sano
ó enfermo ejerce el estado de sequedad y humedad de la atmosfera , y el
de frialdad y calor , porque son bien manifiestas á todos los profesores pa
ra que necesitemos detenernos en demostrarlo. El diferente peso específi
ca de las capas atmosféricas segun su mayor ó menor altura , el diverso es
tado de electricidad de la atmósfera , y los varios modificadores de que el
airese sobrecarga, ya por su proximidad á un pantano, á un estanque
desecado, á un pudridero ó á otros focos de infeccion, ó bien por bañar
un suelo bien soleado y alfombrado con multitud de plantas aromáticas,
un bosque, un prado , una vega ó una costa marítima, son condiciones to
das á cual mas dignas de estudio y meditacion , porque en ellas encuentra
el hombre sellos inevitables que han de imprimir en su físico , y de consi
guiente en su moral, alteraciones muy considerables.
Por no detenernos demasiado no haremos iguales consideraciones acer
ca de las aguas, medio generalmente distribuido en la naturaleza para la
conservacion de los animales y que tan notables diferencias presenta en
las diversas regiones del globo ejerciendo igualmente una accion tan di
ferente sobre la economía , en la que representa á veces el interesante pa
pel de un agente benéfico y terapéutico, convirtiéndose en otros en un per
nicioso destructor. Su peso, su temperatura , y los principios de que se so
brecarga son causas muy influyentes en la salud de los hombres , que es-
perimentan de ella diversos efectos segun que es tlovediza , de fuente , de
estanque , de rio, de mar, ó de algun manantial mineralizado.
Los alimentos sabemos tambien cuán diferentemente modifican la eco
nomía segun su mayor ó menor facilidad para digerirse, la mayor ó me
nor porcion de sustancias inertes que los compongan , y el diverso modo
como se les prepare. Las carnes , los pescados , los harinosos , los legu
minosos , proporcionan diversa alimentacion , dando por consiguiente di
ferente robustez al hombre. Lo mismo relativamente debe entenderse de
todos los demas agentes que obran sobre el organismo.
Ahora bien , consistiendo el clima en el conjunto de todas estas cir
cunstancias reunidas en las diversas localidades de que el globo terrá
queo se compone , echase de ver tambien la necesidad que tiene el mé
dico del estudio de la geografía , no solo para la topografía de los luga
res que habita, cuyo exacto conocimiento le instruirá en la clase de en
fermedades endémicas y esporádicas que deben reinar en ellos de pre«
ferencia, sino tambien para conocer á que punto debe aconsejar á sus en
fermos que vayan á residir cuando el estado de su salud exija la mudanza
de domicilio.
Este profundo estudio fue el que grangeó al grande Hipócrates el re
nombre de Padre de la ciencia, á pesar de los escasos conocimientos ana
tómicos que poseia. Sus doctrinas fisiológicas distaban tambien mucho de la
actual exactitud, si bien se observan en ellas los gérmenes de los descu
brimientos posteriores: mas á pesar de todo colocó la medicina en un
terreno muy firme , y sobre el marchó luego con seguridad porque sus
fundamentos eran indestructibles.
El método que indica para aprender la ciencia , despues de sentado el
anterior principio, es otro punto notable que merece nuestra atencion; y el
haberle abandonado por el espacio de muchos siglos, ha sido indudable
mente la causa deque la ciencia haya marchado derrumbada de precipicio
en precipicio al traves de tantas generaciones que han sufrido los desgra
ciados efectos de los errores en ella introducidos.
Como se echa de ver en el tratado de que nos ocupamos , y ya nuestro
juicioso autor ha sabido hacer notar con su gran criterio, no deben referir-
se á una sola causa todas las alteraciones que el hombre esperimenta en su
salud. Hipócrates vitupera en este tratado á los que en su tiempo lo referían
todoá lo frio, lo cálido , lo húmedo , lo seco $fc. , y en esta impugnacion
ya envuelta implícitamente la reprobacion de todos los sistemas esclusivos.
La ciencia no debe ligarse á ninguno de ellos, por-jue ni el cuerpo humano es
un todo homogéneo, ni los modificadores que sobreél actúan se reducen tam
poco á una sola especie. La máquina animal se compone de sólidos y líqui
dos diferentes en composicion , estructura , situacion y conexiones; y tan
to los principios químicos como los orgánicos entran en su íntima consti
tucion. Estos, pues , han de obedecer respectivamente á sus determinadas
leyes; los primeros á las químicas , los segundos á las vitales; y como to
do cuerpo colocado en la naturaleza, no puede menos de regirse el humano
por las leyes generales de la materia : la gravedad , la porosidad , la den
sidad , la capilaridad y todas las demas leyes que son del dominio de la fí
sica determinan tambien en el sus acostumbrados efectos, si bien con las
modificaciones anejas á la constitucion del cuerpo sobre que obran. De
modo que componiendose el cuerpo de elementos orgánicos é inorgánicos,
y representándose en ellas acciones físicas, químicas y vitales, se viene muy
luego á la vista que ningun sistema esclusivo puede usurpar el dominio de
los fenómenos de la vida. No losfundados en la física ni en la química, por-
—Va
que el cuerpo humano es un compuestode tejidos yelemenlos orgánicos que
ae rigen por leyes especiales : no los que estriban únicamente en las
propiedades vitales, porque los elementos químicos que forman la tral azoti
dela máquina animal obedecen á pesar de todo , á la atraccion molecular y
á las leyes que de ellas se derivan ; y tampoco los establecidos sobre las
propiedades físicas, porque su influjo no es en ella tan absoluto y omní
modo.
Todos estos sistemas contienen algo bueno , y ningu no deja de tener princi
pios verdaderos y respetables : mas cuando desquiciándolos de su verdade
ro lugar se los quiere dar un impulso superior á su verdadero alcance, pre
cipitan á la ciencia en un abismo de errores. El campo de la medicina es
sumamente vasto : el punto de vista en que la puso el divino oráculo de
Coo presenta un horizonte de una estension tan grande , que apenas pue
den fijarse con exactitud sus límites. Todo lo que rodea al hombre eger-
ce sobre él acciones diversas , y su complicada máquina se resiente de di
verso modo , segun el modo de obrar de dichos cuerpos y la parte sobre
que ejercen su principal influjo. Asi que el verdadero sistema del médico
debe consistir en el estudio de todos los objetos de la naturaleza, por
que todos á su vez reaccionan sobre el hombre; en el conocimiento de la
.máquina humana, porque ella ha de recibir las modificaciones que aque
llos hayan de impri mirla ; y en la atenta observacion de las relacionesque
entre ellos existen recíprocamente , porque en ellos consiste el egercicio
de las funciones y el deterioro de la salnd. Deben pues tenerse en cuenta
las acciones físicas , químicas y vitales; y mientras por una sola traten de
esplicarse los multiplicados fenómenos dela vida , la ciencia no será mas
que un tejido de hipótesis fundamentadas en una sola clase de he
chos.
Las hipótesis son necesarías para la esplicacíon de actos ocultos por
la naturaleza á la penetracion del hombre. No se trata de es fluirías ente
ramente del dominio de la ciencia, porque es uno de los medios de in
teligencia de las cosas : sino que estas hipótesis deben estar fundadas en
hechos probados , y constituir una probabilidad que raye en el término
de la certeza. El mismo Hipócrates hemos visto en el curso de este tra
tado que no desecha las hipótesis para la esplicacion de algunos fenómenos;
pero es preciso que no se trate de fundamentar la ciencia entera sobre
una suposicion que , aunque tal vez racional contenida en sus jnstos
límites se hace absurda y se pierde en la falsedad mas ridicula cuando lle
ga á traspasarlos , sino que teniendo muy en cuenta los principios en que
se apoya , segun dejamos manifestado anteriormente , se admitan para la
—49—
esplicacion de los fenómenos no una, sino las hipótesis necesarias, tomadas
de la misma observacion de los hechos.
Este es en resumen el principal resultado que nos ha pareeidó dar
el examen atento del tratado que hemos concluido , el cual es por cierto
grande, como que encierra en si propio el grap principio de la verdadera
ciencia.

m
TRATADO DE LOS AIRES,

DE LAS AGUAS ¥ DE LOS LUGARES.

Este tratado no necesita de un largo comento, porque está destina


do á la esposicion de observaciones y teorías que, aunque antiguas, no por
eso son menos inteligibles y familiares á los modernos.
Cuatro son los puntos principales que llaman en el la atencionde Hipó
crates :
1.° Indaga la influencia que ejerce sobre la conservacion de la salud
y la produccion de las enfermedades la situacion de las ciudades con
respecto al sol y a los vientos.
2.° Examina las propiedades de las aguas buenas y malas.
3? Se esfuerza en señalar las enfermedades que predominan segun las
estaciones, y segun las alternativas que cada una de ellas esperi-
menta.
4.° Finalmente , compara la Europa con el Asia , y refiere las diferen
cias tanto físicas como morales que distinguen á sus habitantes , á las
diferencias del sol y del clima.
Tales son las cuatro importantes cuestiones que Hipócrates trata en
este libro. Hállanse espuestas con mucha claridad , y la verdad que cada
una de ellas encierra se halla bosquejada con rasgos sublimes , pero , debo
decirlo , solamente bosquejada.
—52—
Hipócrates se contenta con anunciar el resultado de sus observaciones,
y no esplica cómo han sido obtenidos estos resultados , ni por consiguiente
con el auxilio de que medios pudieran realizarse. Cuando considera una
situacion , por ejemplo la del Norte , dice que las enfermedades que ordi
nariamente reinan en una ciudad de este modo colocada son las pleuresías,
y en general las afecciones llamadas agudas: que la mas pequeña causa
es suficiente para ocasionar supuraciones en los pulmones; que las oftal
mías en semejantes poblaciones son raras, y lasque se presentan secas
y violentas, que producen con frecuencia la pérdida delos ojos; finalmente
que sus individuos hasta la edad de treinta años se hallan sujetos, durante
el estío, á fuertes epistaxis. Tales son las aserciones de Hipócrates, y tal
su modo de esponerlas en este libro. En el dia se procedería de otro modo,
y se desearía que una estadistica detallada y observada por muchos años
estableciese sobre hechos particulares las verdades generales que contienen.
Sin embargo, es preciso advertir que las ideas consignadas en este tra
tado constituyen un conjunto digno de toda nuestra atencion, y que la doc
trina que en el se halla es una de las mas pingües herencias que la ciencia
moderna ha recibido de la antigua. Influencia ile la situacion y de los vien
tos en la produccion de las enfermedades, influencia de las agualde que
se hace uso y de las estaciones , influjo , en fin , de los climas en la confor
macion física y disposicion moral de los hombres, hé aqui un conjunto de
acciones cuya trabazon está llena de sabiduría. Este estudio , considerado
relativamente, ha recibido mayor impulso y hecho mas progresos entre
los antiguos que entre los modernos. Conocemos mejor el globo terrestre
y nos es mas accesible ; son mas diversas las situaciones en que se en
cuentran los hombres; en una palabra, los esperimentos en cuanto á la si
tuacion , al uso de las aguas , á las estaciones y á los climas, se hace sobre
una escala mayor y de mas estension, pero sin que sepamos aprovechar
nos de ello; y el tratado de Aires, Aguas y Lugares compuesto por Hipó
crates para un horizonte muy limitado , debería estar hoy arreglado á ma
yores dimensiones , y dar por consiguiente resultados mas variados y com
prensivos,
La doctrina de la influencia de los climas sobre el carácter , disposicio
nes y costumbres de los pueblos, establecida por Hipócrates con mucha
claridad , ha sido bien recibida y aceptada sin restriccion por grandes ta
lentos, y bastará que en comprobacion citemos á Moutesquieu: pero no
debe avanzar tanto que llegue á una completa abstraccion de las demas cir
cunstancias. Indudablemente el clima ejerce una poderosa accion sobre los
pueblas; é Hipócrates tuvo necesidad de emplear una observacion muy
atenta y una filosofía muy profunda, para reconocer que el hombre, ser in
constante, variable, y al parecer independiente por esto mismo, es sin
embargo modificado por las influencias permanentes del sol, de la atmós
fera y de la temperatura; porque á primera vista, y por decirlo asi itpriori,
¿qué relacion puede encontrarse entre las facultades intelectuales y las
condiciones climatológicas? Una existe sin embargo, que á la ciencia anti
gua ha sido dado el comprender en su realidad: pero á ta ciencia moderna
corresponde el circunscribirla á sus justos límites , y la historia se ha en
—53—
cargado de este cometido. Hipócrates dice que la naturaleza del clima hace
que los europeos sean mas belicosos que los asiáticos. I'nes bien, en el curso
de los tiempos ha llegado á suceder que los persas, tan fácilmente venci
dos por los griegos, han sido despues invencibles para los romanos; que
los griegos han sido débiles en la epoca de su decadencia , y que los árabes
han alcanzado, á su \ez, la palma del valor guerrero. Estos ejemplos son
suficientes para demostrar que la pericia militar no es dependiente de nin
gun clima.
El mismo Hipócrates da á su doctrina alguna restriccion, cuándo dice
que las instituciones políticas modifican notablemente la moral de los pue
blos; y añade que las naciones asiáticas, sometidas al despotismo, son me
nos guerreras que las naciones europeas gobernadas por sus propias le jes.
Aqui debo hacer la misma advertencia que hice mas arriba; que la pericia
militar no depende mas.de las instituciones políticas que de la inlluencia del
clima, sino que estriba únicamente en la disciplina y en la ciencia de la guer
ra. Hipócrates creyó que la superioridad de los griegos, en cuanto á la guer
ra, consistía principalmente en el clima y las instituciones; pero se engañó;
era efecto de una mejor disciplina y de mas ciencia. En la actualidad misma
bastará dirigir una mirada á lo que sucede en nuestro derredor para con
vencerse de la verdad de esta observacion: los rusos, sin disciplina y sin
ciencia militar, fueron vencidos y dispersados en Pultawa por un puñado
de suecos, pero disciplinados é instruidos se tienen por las mejores tropas
de Europa ; los ingleses han formado con los indios escelentes soldados; y
en pocos años el moderno Egipto ha reunido un buen ejército. Se ve, pues,
que el clima y las instituciones influyen poco en el valor militar; la disci
plina y la ciencia lo hacen todo.
Hablando de los escitas y de los egipcios, aduerte Hipócrates que los
individuos de estas dos grandes naciones tienen entre sí mucha semejanza,
que atribuye á los efectos de un clima y un sol que presenta pocas va
riaciones. De este modo, segun él, por una parte, se diferencian los pue
blos entre sí por hallarse colocados eu parages del globo distintos por su
aspecto , configuracion y temperatura, y por otra, los individuos de un
mismo pueblo que se halla en una comarca por todas partes igual, solo pre
sentan diferencias poco considerables: estas dos proposiciones pertenecen
á la misma doctrina antropológica, á saber; que los hombres son profun
damente modificados por el pais que habitan. Hipócrates guarda aqui si
lencio sobre las razas, de que los modernos , en estos últimos tiempos, se
han ocupado esclusivamente , y todo lo refiere á las desigualdades y dife
rencias de las moradas. El punto de vista hípocrático merece una aten
cion particular; y Mr. Geoffroy-Saint-Hilaire en el artículo Domesticacion
(Eneyclopedie nouveüe, publicada bajo la direccion de MM. Lcroux y
Keynaud, Paris 1838] ha probado que los animales domésticos que entre
nosotros presentan entre sí tantas diferencias , las deben á las diferentes
condiciones á que la voluntad del hombre los somete, y que estas dife
rencias desaparecen con volver al estado salvaje , como se observa en los
perros y caballos salvajes de América , que provienen de animales origi
nariamente domésticos. Y añade: "Tanto en las razas humanas como en
«los animales domésticos , los modificadores son siempre las circunstancias
«locales, especialmente la habitacion, el género de vida y el régimen die-
«tético ; los efectos son las variaciones, primeramente en la estatura y en
«el color, y despues en la proporcion y, forma do los órganos.» La doc
trina de Hipócrates sobre las diferencias de los hombres tiene mucha)
puntos de contacto con la do Mr. Geoffroy-Saint-Hillaire sobre las diferen
cias de los animales domésticos; y si por una parte, segun el naturalista
francés, el número y grado de variedades en los animales espresan el nú
mero y grado de las diversas influencias á que se han hallado sometidos,
por otra, segun el médico griego, las diferencias du los pueblos represen'
taián las del sol y del clima; y la semejanza entre los individuos de mu
misma nacion probará que se hallan sometidos, en una grande escala, i
las mismas iniluencias, ya por razon de un estado semimorboso, como loa
escitas, ya por las castas , como los egipcios.
Hipócrates describe una enfermedad singular que reinaba entre los
escitas. Los hombres atacados de ella se hacían impotentes y se dedica
ban á los trabajos de las mugeres , comportándose absolutamente como
ellas, y.aun imitándolas en la voz y en el lenguaje. Herodoto, poco mas
antiguo que Hipócrates , dice tambien que los escitas se hallaban sujetos á
una enfermedad particular que designa con el nombre do enfermedad fe
menina: "Venus castigó á los escitas que saquearon el templo de Asca-
«lon y á sus descendientes , con la enfermedad femenina ; por lo me-
«nos á esta causa es á la que la atribuyen ; y los viajeros que van á
«la Escitia pueden ver el modo cómo padecen estos enfermos que los
«escitas llaman ír«e/:ij.» Muchas veces se ha cuestionado qué podria ser
ata enfermedad femenina, y las- soluciones han sido muy diversas. El
doctor C. (i. Starck ha tratado de probar, en una disertacion , que esta en
fermedad femenina era la que docia Hipócrates que alligia á los escitas.
Yo soy tambien de esta misma opinion. Las espresiones de Herodoto dan
á entender que esta dolencia se reconocía con solo el aspecto de los en
fermos , y esto coincide enteramente con la descripcion de Hipócrates.
Casi en las mismas comnreas han encontrado viajeros modernos fenómenos
semejantes. Dice Reiueggs (Allgert. topograph. Besohrcibuog des Kauka-
sus etc. herausgegeben von Fr. E. Schroder, Th. I, 1796, p. 269) , ha
blando de los tártaros Nogais: "Cuando los hombres se ven atacados de
«una debilidad incurable, ya sea efecto de enfermedad ó de los años, se
«arruga la piel do todo su cuerpo, pierden la poca barba que tienen , se
«hacen impotentes, y todos sus sentimientos y acciones dejan de serlos
«propios de un hombre. En oste estado, huyen de la sociedad masculina,
«viven entre las mugeres y toman sus vestidos.» Jules di Klaproth manifies
ta tambien la existencia entre lesNogais de una enfermedad semejante, que.
compara con la afeccion indicada por Herodoto y descrita por Hipócrates
(Keise in den Caucnsus und nach Georgien, Berlín 1812, Th. I, p. 283.)
Hipócrates aconseja no dar ningun purgante ni hacer medicacion al
guna grave y de trascendencia, en el momento en que las estaciones es-
perimentan cambios considerables, por ejemplo en los solsticios y equi
noccios. Estas observaciones debieron ser inspiradas por climas en que las
—35—
mudanzas de estacion fuesen mas manifiestas que en nuestros paise?. En
Francia, donde es Un inconstante la atmósfera, no hacen los médicos
prácticos mucho caso de este precepto. Sin embargo , hay circunstancias
en que puede ser muy útil tenerlo presente : tal es el caso en que sobre
viene, en nuestras comarcas, una enfermedad epidemica peligrosa. El có
lera nos ha proporcionado un ejemplo de esto; y yo creo que, en un esta
do tan estraordinario y tan poco conocido como en el que se engendran
las grandes epidemias, todo médico amante de cubrir su responsabilidad
liará bien en abstenerse de cualquier medicacion un poco activa, á me
nos que no sea urgente la necesidad.
En este tratado se encuentran algunas observaciones de física.
Las aguas se diferencian, no solo por el sabor, sino tambien por el
peso.
Esplicacion del modo de formarse la lluvia: Evaporada el agua, se se
ltara la |iarte mas turbia y forma las nubes y nieblas. Lamas ligera as
ciende á las regiones superiores del aire; y si vientos contrarios la reunen
repentinamente en cualquier parte , entonces este conjunto rompe por el
lado en que se halla mas condensado.
La fuerza del calor es la que produce las aguas termales, las minas de
hierro, de cobre , de plata, de oro, de azufre, de alumbre , de betun ó de
nitro.
La sal no es mas que el residuo de un agua salada que se ha evapo
rado.
El sol quita á todos los cuerpos su humedad.
Si se espone uno al sol, estando vestido, las partes cubiertas se hume
decen con el sudor, y aquellas á quienes hieren los rayos solares no se
mojan, porque el sol absorve el sudor poco á poto.
La congelacion priva al agua de su parte mas ligera. Para convenceros
de esto, dice Hipócrates, haced el esperimento siguiente: poned en un
vaso, durante el invierno, una cantidad dada de agua, hacedla helar; li
quidarla despues, y midiendola encontrareis que se halla muy disminuida.
Refiero todo esto como indicios de la física antigua, mas no como es-
periencias y resultados incontestables. .
La idea de que ciertas enfermedades prov ienen del castigo divino era
muy comun en el tiempo en que escribia Hipócrates. Segun él, ninguna es
mas divina c:ue otra ; todas son igualmente divinas; es decir, que todas
son el efecto de causas naturales. A este punto de vista es al que lian
llegado la ciencia moderna y la filosofía, Los antiguos admitían que Dios
intervenía á cada instante en el mundo e interrumpía sus leves por medio
de actos escepcionales, á que se daba el nombre de milagros. El grande y
eterno milagro es la existencia de las cosas , su sucesion , el encadena
miento de sus fenómenos ; y esto es lo que Hipócrates espresa en el orden
de los fenómenos patológicos, al decir que todos proceden igualmente de
una causa divina. -
El método que usa el autor de este tratado es el mismo que emplea el
autor del de la Medicina antigua. En este último libro aconseja Hipócra
tes estudiar las relaciones del hombre con todo lo que le rodea, y asegura
—56-
quc esto es el único camino para llegar á comprender el cuerpo humano;
en el libro de Aires , Aguas y Lugares, recorre las influencias de la situa-
cion, de las estaciones, de las aguas y loa climas , é indica los efectos que
estas influencias producen. Se ve, pues, que sigue en ambos el mismo
método; método que debia conducir, conto ya lo habia anunciado , á co
nocimientos profundos y positivos sobre el ser humano. Efectivamente ¿qué
cosa mas positiva y al mismo tiempo mas profunda que sus concepciones
sobre la accion de las causas generales , y sobre las relaciones incontesta
bles que unen al hombre con las influencias cósmicas?
MANUSCRITOS , EDICIONES Y COMENTARIOS.

En la Biblioteca Real de París no hay mas que dos manuscritos del


Tratado de Aires, Aguas y Lugares; el número 2255 , que divideeste tra
tado en dos partes, una con este mismo titulo y otra con el de Pronósti
cos de las Estaciones ; y el 2146 , que se halla ordenado de distinto modo,
y que ha reunido una porcion considerable de este tratado al de las Heri
das de cabeza. En el mismo error han incurrido los antiguos editores Alde
y Cornario, el cual ha sido salvado por los editores posteriores. Sin
embargo han resultado de él desórdenes grandes en el testo de este tra
tado, tanto mas difíciles de remediar, cuanto que es muy pequeño el nú
mero de ejemplares de estos manuscritos.
Un manuscrito latino (7027), que contiene una traduccion muy antigua
del Tratado de Aires , Aguas y Lugares , me ha proporcionado muy útiles
indicaciones. i
Ademas de las ediciones generales de las obras de Hipócrates, de que
no hablaré aqui, ha sido publicado aparte muchas veces el tratado de Ai
ra, Aguas y Lugares. Hé aqui la lista de estas ediciones:
-58-
Hippocrates de aere, aqua et rcgionibus , in Collect. opcrum Rhasis,
Venet. 1497 fol.
De aere, aqua et rcgionibus, Gr. lat. Jano Cornario interprete, Bas.
1529, in 4.°; París, 1512, in 4.»
Hippocratis Coi de aere, aquis, et locis liber, Rostock , 1591 , in 8.°
Ha sido ademas publicado este tratado, por Adrien Lalemant, que pu
blicó en 1557, en París, ei testo griego acompañado de la version latina
solamente ( Bas. 1570, y en sus obras, t. 8 , p. 1 ), en que añadió un
largo comentario; por Antonio Pasieno (Brixix 1574) que dió una traduc
cion latina muy libre, y ordenó el tratado de otro modo muy diferente
que lo hizoFoesio, sinrazon, porque el órden de Foesio, si se escepttian algu
nos desórdenes poco considerables, está conforme con el de la antigua tra
duccion latina del manuscrito 7027: por Teodoro Zvinger , que en 1579
publicó veinte y dos tratados de Hipócrates con el testo griego, en cuyo
número se cuenta el de Aires , Aguas y Lugaresque lleva al margen
variantes de importancia; la traduccion latina está cuidadosamente revisa
da, y es una edicion que suministra muy oportunos auxilios: por Baccius
Baldus (traduccion latina y comentario , Florencia 1580); el autor ha aña
dido algunas variantes que en su mayor parte son las mismas del manus
crito de Gadaldino : por Lázaro Soto, Madrid, 1589 , in f.°; porLud. Sep-
talius que dió una edicion greco-latina y un estenso comentario ( Colon.
1590], cuyo trabajo ha gozado de mucha reputacion: por Camillus Flavius,
que le parafraseó, Ven. , 1596, in 4.°: por Juan Martin, que publicó
el testo griego y una traduccion latina con un comentario muy corto; por
Juan Damascene que publicó la primera traduccion francesa de este
tratado, París 1662, iu 4.°, la cual fue hecha sobre la version latina de Cor
nario; por Fr. Clifton , que publicó una traduccion inglesa , Londres 1784,
con notas , y unió la descripcion de la parte de Atenas por Tucídides por
el doctor Magnan, que dió de ella una traduccion francesa en 1787;
por J. N. Chailly que publicó de ella una traduccion en el mismo idio
ma en 1817, por D. L. V. (Delavaud) , que dió la traduccion latina de
Foesio con una traduccion francesa y varias notas, de las cuales algunas
son instructivas, París, 1804 , en 8.°
Baldus Baldus in Hippocr. text. 23 , de aere, aquis, et locis, Bou»
1637 , in 4.° Toda esta disertacion versa sobre un pasage del tratado dt
Aires , Aguas y Lugares.
Pongo en último lugar el mas importante trabajo que ha visto la lui
pública acerca de este tratado; este es el de Coray: Tratado de Hipócra
tes de los Aires , Aguas'y Lugares , traduccion nueva, 2 vol. París, 1800.
El primer volumen contiene un preámbulo muy largo, en que Coray
analiza el tratado de Hipócrates y da una noticia detallada de todos los
manantiales (manuscritos, ediciones y comentarios) donde ha bebido; des
pues el testo griego corregido y mejorado , la traduccion ,y finalmente,
todas las variante» que ha podido recoger. El segundo volúmen está consa
grado enteramente a notas en que se discute el testo, ya médica , ya filo
lógicamente, las cuales estan llenas de muy útiles nociones.
El doctor Haeglmüller ha publicado (Viena, 1804, en 8.°) una traduc
íion alemana de la traduccion y notas de Coray , y el profesor D. Francis
co Bonafon una traduccion española del prefacio y testo de Coray, con un
discurso preliminar , Madrid , 1808, in 8.'
En 1816 hizo Coray reimprimir en casa de Eberhard, en París (1 vol,
in 8.°) el testo puro y la traduccion francesa , sin las notas que trataba de
arrcülar. El prefacio está en idioma griego moderno.
Por su triple cualidad de griego , médico y helenista , es Coray quien
mejor ha podido dar una edicion del Tratado de Airei , Aguas y Lugares;
por mi parte lie creido no poder encontrar un manantial de .erudicion tan
adundante y seguro.
Hipócratis Coi de acre aqtiis et Jocis líber renuo recesitus et varietate
lectionis Poesiana et Coracma instructus á Christiano Petersen, Phil. Dre.
Hamburg. 1833, in 8.»
Sabido es que el tratado de Aires, Aguas y Lugares se presenta en los
manuscritos bajo la forma de dos tratados diferentes, cuya forma es debida
á un error de los copiantes. Los editores han hallado dificultades en reunir
estas dos fracciones en el órden conveniente: pero yo, conelausilio del
manuscrito latino 7027, he conseguido una segura restauracion, Antes que
yo, habian llegado al mismo resultado Mr, Petersen y Septalio,

El autor sin duda no tenia notieia de otras ediciones españolas , pues


to que no las cita , haciendolo solamente con la de Lázaro Soto , cuyo tí
tulo es : Animadversiones medica, et commentarii in Hippocratis librum
de Aere , aqua , et loeis. (1589 en fol.)
Ea 1625 publicó otra edicion en k.° nuestro Antonio Zamora , titulada:
Aurea expositio ai textum IJippocratis de aere, aqua , et loáis. Hay ada
mas otra traduccion de Serrano Manz ano.»—Los traductora.
DE LOS AIRES, AGUAS Y LEGARES.

i* El que en medicina quiera adelantar debe hacer lo siguiente: Con


siderar primero las estaciones del año y la influencia respectiva- que cada
una de ellas ejerce, porque no solamente no se parecen unas á otras , sino
que aun las vicisitudes de rada una presentan diferencias notables; des
pues examinar cu íles son lo? vientos calidos y fríos, sobre todo aque
llos que son comunes á todos los paises , y en seguida los que son propios
¿ cada localidad. Es necesario tambien conocer las cualidades de las aguas,
I.is que, si bien se diferencian por el sabor y el peso, no difieren menos
|Kir sus propiedades. Luego, pues, que un médico llega á una ciudad para
él desconocida , deberá observar su situacion y las relaciones en que se
halla con los vientos y con la salida del sol, porque no produce los mis
mos efectos la esposicion al norte, al mediodia, al levante ó al poniente.
Adquirirá nociones muy exactas sobre la naturaleza de las aguas de que
usan los habitantes, si son lagunosas , delgadas ó gruesas, si nacen
de sitios elevados y pedregosos, ó son crudas y salobres ; estudiará los di
versos estados del terreno , que ya es árido y seco , ya húmedo y frondo
so, ya bajo y abrasado por calores sofocantes, ya elevado y frio. Recono
cerá el género de vida de los habitantes , si son grandes bebedores, come
dores , y al mismo tiempo holgazanes , ó laboriosos y entregados á los ejer
cicios corporales, cemiendo mucho y bebiendo poco.
2. De aquí es de donde debe partirse para juzgar de las demas cosas.
Instruido el médico en la mayor parte de estos puntos 6 en todos, si es
posible, al llegar á una ciudad para el desconocida, no ignorará ni las en
fermedades locales, ni la naturaleza de las generales ; de suerte que no
vacilará en el tratamiento , ni cometerá los errores en que incurriría aquel
—61—
qne no se hubiera hecho cargo de antemano de estos datos esenciales. Pre
parado de este nudo, predecirá, á medida que adelanten la estacion y el
año , tanto las enfermedades generales qne afligirán á la ciudad en el estfo
ó el invierno , como aquellas á que cada uno en particular se halla espues
to por el cambio de género de vida. En efecto, conociendo las revoluciones
de las estaciones , el salir y ponerse de los astros, y todas las circuns
tancias de cada uno de estos fenómenos , podrá prever la futura constitu
cion del año. Con estas investigaciones y tal prevision de los tiempos,
tendrá el médico el mayor conocimiento sobre cada caso en particular; será
quien mejor sepa conservar la salud, y ejercerá con el mayor éxito el arle
de la medicina. Si se objetara que todo esto es del dominio de la meteoro
logía , se comprenderá fácilmente con una breve reflexion que la astrono
mía, lejos de ser de poca utilidad al médico, le es de suma importancia,
porque el estado de los órganos digestivos cambia con las estaciones.
3. Quiero esplicar detalladamente cómo es preciso observar y enten
der cada uno de los puntos de que se ha hablado. Supongamos una ciudad
espuesta á los vientos cálidos, que son los que soplan en invierno entre el
levante y poniente; reinando en ella estos vientos, se encuentra al abri
go de los del norte. En esta localidad las aguas serán abundantes, poco
profundas, y por lo tanto calientes en el estío y frias en el invierno (aj. Los
habitantes tienen la cabeza húmeda y pituitosa; esperimentan frecuentes
desarreglos de vientre á causa de la pituita que baja de la cabeza ; en ge
neral la constitncion carece de tono y no les permite comer y beber bien,
porque aquellos cuya cabeza es débil , no podrán soportar el uso del vino
siéndoles la embriaguez mas incómoda que á los demas (I). En cuanto á la

(a) En primer lugar debe adverlirse aqui que Coray, siguiendo el ma


nuscrito 2146, ha admitido una adicion en el testo , que desde luego,
me pareció*, dice el autor, uu sumario tal como se bulla en una porcion de
manuscritos; colocado primero al margen, c intercalado despues cu el testo,
en cuya opinion me confirmó el manuscrito latino 7027: que no |ii escuta es
tas palabras , por cuyo motivo he descebado tul adicion del testa Paso ahora
a una correccion mas importante, l, , .
Los impresos tienen á continuacion un largo trozo, que es el siguiente tia-»
ducido al lutin : El quee quiJcm urbes bciie sita sunt ad solem et ad venios

(I) Bonafon no traduce embriaguez, sino cualquiera de los males de


túeta qne (el vinó)' suele -producir. " ' "' '
fermedades endémicas , desde luego se obserra qne las mtigeres son en-
fermizas y espuostas á flujos: ademas, muchas son estériles, no por na
turaleza sino por mala salud, y los abortos son frecuentes.
Los niños padecen convulsiones y dificultad en la respiracion , acci
dentes que hacen temer originen el mal de los niños , es decir la epilep
sia. Los hombres están sujetos á las disenterias, diarreas , fiebres epialas,

et oquis bonis utuntur , ha minus A talibus mutationibus afficiuntur. Qu<t


vero oquis palustnbus ac lacustribus utuntur, et non bene sita sunt ai
ventos et ad solem , ha magis, Et siquidcm astas sicca Juerit, citius se-
<iautur morbi: ti vero pluviosa , diuturni sunt : et phagedanas adedentet es
omni occastiane oboriri verisimile est si ulcus jiat Este trozo está eviden
temente dislocado : ui tiene cone&ioo con lo que precede ni con lo que si
gue. Muchos autores lo han sospechado: asi que Gadaldiuus, Pasíenus j
Coray presentan algunas mudanzas, pero ninguno de ellos ha acertado, co
mo voy á demostrar. El manuscrito 2255 divide en dos partes este tratado;
la primera se titula De los Aires , Aguas y Lugares, y La segunda De los
pronósticos de las estaciones. En esta segunda es en donde presentí colocado
este manuscrito, en lugar conveniente, el pasage ú que nos referimos; de lo
cual deduje que este era su verdadero sitio. Pero esta couclusiou , que re
unía en favor suyo todas las probabilidades, adquirió para mí el grado de
certeza, cuando hallé en el manuscrito latino 2037 colocado el citado trozo
en el mismo parage que el examen del anterior me habi» manifestado. He
aquí el contesto de este trozo en el manuscrito latino. Despues de hos mor
bos irruere , continúa (p. 48 lín. 10): Et quxcumque civitatum bene jaceut
ad solem et Oatus, aquis autem utuntur optlmi», cquidem minime sentiunt
hujusmodi immuta tioues; quxcumque autm aquis utuntur paludestribus et
stagnosís, posita: sunt non bene ad flatus et ad solem; liae autem magis. Et
ti asstas sicca fuerít, facile desinunt morbi; sin vero pluvialís , diuturni effi-
ciuntur morbi, et fagedxnas metus innasci ex omni occassione, si vulousin-
natum fuerit Et Tientense et hydropes ¿fe. No es preciso decir que en este
manuscrito falta este trozo en el lugar en que los impresos le colocaa Estas
traducciones latinas antiguas merecen consultarse mas de lo que se cree: una
me ha suministrado el Tratado de las Semanas y arrojado un rayo de luí
inesperado sobre la coleccion hipocrática, tal como los copiantes posteriores nos
la habian dejado, y estenos manifiesta el verdadero lugar de un trozo, cuyo
sitio no habian podido hallar hombres muy hábiles, con el auxilio de simples
conjeturas.
álaslarens fiebres do invierno, á las erupciones nocturnas y á las he
morroides. En cuanto á las pleuresías , peripneumonias , liebres ardientes
y todas las enfermedades llamadas agudas, no son aqui muy frecuentes,
porque semejantes afecciones no pueden prevalecer en aquellos que tienen
el vientre flojo. Se manifiestan oftalmías húmedas, que no son duraderas
ni tampoco peligrosas, á menos que por la mudanza de estacion no se ha
gan epidémicas. De los cincuenta años en adelante los hombres están es-
puestos á fluxiones que provienen del cerebro , y que producen paralisis
cuando han sido heridos repentinamente en la cabeza por el sol , ó ata
cados por el frio. Tales son las enfermetlados comunes á los habitantes
de estas localidades, sin hablar de las enfermedades que pueden ocasionar
las vicisitudes de las estaciones, de las que participan igualmente.
4. Las ciudades que tienen una situacion contraria , es decir, que
estando al abrigo del viento del mediodia, como tambien de todos los vien
tos calientes , reciben habitualmeute los vientos fríos que soplan entre el
poniente y levante del estío , presentan las particularidades siguientes:
Las aguas son generalmente gruesas y frías; (a) los hombres deben ser

(a) Este pasnge lia dado mucho que hacer á los Inductores por una pa
labra que se liallu en el testo griego, habiuido sido traducido por ellos ge-
iieruhucutc de este modo : Prlmum quidom aquet et dura et frigidoe ut
plurimum dulcescunt. Hipócrates en efecto no lia podido decir que las aguas
asperas y frías se suavizan. De qué modo.'' •Próspero Marciano, dice Coray,
tom. II , p. 44, creyó salvarlo diciendo que esto se verilicaba corrigiendose
en el estómago por el calor de los órganos digestivos que es comunmente mas
considerable en los países fríos. El proponer semejante explicacion á los lec
tores, es en verdad formar muy pobre opinion de ellos. Dacier lia traducido
este pasage como sí Hipócrates hubiese querido sigoiticar que las aguas se vol
vían tosas, cuya cualidad atribuía al frío excesivo, que congelándolas las qui
taba su sabor.* Mas no han parado la atencion en que, al hablar Hipócrates
de las aguas en este tratado , ha usado de la voz suaves en oposicion á la de
crudas ó salobres. Coray, en razon á estas observaciones, ha agregado una
negacion que presume haya sido admitida por los copiantes), y traduce este
pasage diciendo á propósito de las aguas, que no son ciertamente faciles de
corregir. Esta correccion no deja de ser hipotética: la mía lo es tambien, nunque
tal vez un poco menos.
Nuestro Runa fon traduce este párrafo del modo siguiente: Las aguas son
duras y frías , jr no pueden corregirse ó purificarse de ningun modo.
vigorosos y secos; en la mayor parte las cavidades inferiores 'son estreñi
das y difíciles de mover, las superiores son mas fáciles ; los temperamen
tos son mas biliosos que flemáticos; el cerebro sano y seco; las roturas
Interiores son en ellos frecuentes. (II) Las enfermedades que lesson comu
nes son las pleuresías y todas las afecciones llamddas agudas. En efecto,
cuando el vientre está seco, inevitablemente toda causa ocasional producirá
en muchos supuraciones del pulmon ; lo cual procede de la rigidez del
cuerpo y dureza del vientre , porque la sequedad de la constitucion y el
frio de las aguas disponen los vasos á romperse. Los hombres que tienen
esta constitucion deben comer mucho y beber poco ; porque no se puede ser
á la vez gran comedory bebedor. Les sobrevienen por intervalos oftalmías,
que son secas y violentas y producen rápidamente la pérdida del ojo : hasta
llegar á los treinta años se hallan espuestos durante el estío á fuertes epis
taxis, y las enfermedades llamadas sagradas (la epilepsia) son en ellos raros,
pero intensas. Es natural que aqui se viva mas tiempo que en otra parlo.
Las úlceras no se hacen sórdidas ni toman tampoco un carácter maligno y
rebelde. 8u moral es mas aspera que afable. En los hombres se obser
van las enfermedades enumeradas mas arriba, sin hablar de las que esperi-
mentan como todos , por la mudanza de las estaciones : la dureza, crude
za y frialdad del agua hacen generalmente estériles á las mugeres (III) ; la
evacuacion menstrual no tiene en ellas ni la regularidad ni las cualidades
convenientes , es poco abundante y de mala naturaleza. Los partos son la
boriosos, pero los abortos raros. Las mugeres no pueden lactar los hijosqne
paren, porque la dureza y crudeza de lasaguas disminuye la secrecion de la
leche. Con frecuencia padecen tisis ocasionadas por el parto , cuyos esfuer
zos producen desgarraduras y roturas. Los niños, mientras son pequeños,
padecen frecuentemente hidropesias del escroto, las cuales desaparecen á
proporcion que avanzan en edad. La pubertad es tardia en estas localidades.
Esto es lo que tenia que advertir acerca de la accion de los vientos cálidos
y frios , y de la condicion de las poblaciones que están espuestas á ellos.
5. Faso ahora á tratar de las ciudades espuestas á los vientos que so-

(II) Bonpfon y otros autores dicen: están por lo general mas espuestos
á roturas de los vasos.
(III) Esta frase uo es literalmente la del autor; pero la hemos adoptado
conformándonos con el texto de nuestro Bouafou y la de otro» autores por
ser mas clara.
—65—
plan entre el levante r'el estío y del invierno, y de lasque tienen una situa
cion contraria. Las que se hallan situadas al oriente son naturalmente mas
sanas que las que se hallan espuestas al norte ó mediodia , aun cuando la
distancia no esceda de un setadio (1000 pasos). En primer lugar, el calor y
el frio son en ellas mas moderados; ademas las aguas, cuyos manautiales mi'
ran al oriente , son necesariamente claras , de buen olor, (IVJ blandas y
agradables; porque el sol , al salir , las purifica , disipando con sus rayos la
niebla que ordinariamente ocupa la atmósfera por las mañanas. (a) Los ha
bitantes tienen mejor color y mas lozana complexion, á menos que á esto
se oponga alguna enfermedad. Su voz es clara ; son de un carácter mas
vivo , y de un talento mas penetrante que los habitantes de las regiones
septentrionales ; todas las demas producciones son tambien mejores. Una
ciudad situada de este modo go/.a,á causa de la templanza del calor y del
frio, de un temperamento semejante al de la primavera. Las enfermedades
sen en ellas menos frecuentes y violentas, pero tienen analogía con las que
reinan en las ciudades espuestas á los vientos cálidos. Las mugeres son
estremadamcnte fecundas y paren con facilidad. Tales son estas locali
dades.
6. En cuanto á las ciudades que miran al occidente, que se hallan al
abrigo de los vientos de oriente , y sobre las cuales los vientos cálidos de
mediodia y los fríos del norte no hacen mas que pasar ligeramente , son por
necesidad las mas insalubres en razon á su posicion. En primer lugar, las
aguas no son en ellas cristalinas, pues la niebla ocupa generalmente la at
mósfera desde la madrugada, y mezclándose con el agua enturbia su tras
parencia ; porque los rayos del sol no iluminan estas localidades hasta que
está ya muy elevado sobre el horizonte. En segundo lugar, corren, durante
las madrugadas del estío, brisas frias, cae mucho rocío, y en lo restantedel
día, avanzando el sol hácia occidente , quema estraordinariamente á los
hombres : asi es que son descoloridos , enfermizos , participan de todas
las enfermedades de que se ha hablado , y ninguna les afecta esclusiva-

(IV.) Bonafon dice sin olor', y nos parece mas propio.

(a) El texto ba sufrido aqni alguna variacion: se halla algo oscuro. Sin
embargo, describiendo Hipócrates un poco mas abajo la exposicion contrar.a,
dice: porque la niebla embaraza generalmente la atmósfera por la mañana.
Esto basta para precisar el sentido de la frase en cuestion.
9
mente, (a) Tienen la voz grave y ronca á causa del airo, que en estas loca
lidades es generalmente impuro y mal sano , porque no le purifican los
vientos del norte que en ellas apenas se hacen sentir ; y los que en ellas
reinan son muy húmedos por ser tal la naturaleza de los vientos occiden
tales. Una ciudad situada de esta manera se asemeja principalmente al oto
ño con respecto á las alternativas de calor y frio que esperimentan en un
mismo dia; porque la diferencia de temperatura entre la mañana y la tarde
es en ellas muy considerable. Tales son las observaciones hechas sobre los
vientos sanos é insalubres.
7. Voy á esponer ahora lo que hay que decir acerca de las aguas y á
manifestar cuáles son mal sanas y cuáles muy saludables , que molestias
ó qué buenos efectos resultan de su uso, y por qué egercen una grande in
fluencia sobre la salud de los hombres. Las aguas detenidas , ya sea en
lagunas ya en estanques, son necesariamente, durante el estío, calientes,
gordas y de mal olor; no teniendo corriente y hallándote aumentadas con
tinuamente por nuevas lluvias y calentadas por el sol , se hacen turbias,
mal sanas, y propias para aumentar la bilis. Durante el invierno por el
contrario, las heladas las penetran, la nieve y el hielo las alteran, y las
hace mas aptas para la produccion de la pituita y las ronqueras. Los que
de ellas hacen uso tienen siempre el bazo voluminoso y duro, el vientre
estriñido , flaco y caliente, y las espaldas y clavículas (V) descarnadas. En

(a) Este pasage ha parecido oscuro 6 alterado. Mercurial le lia traducido


asi : et ex omnibus morbis participan , nidia enim re ab ipsis separanturi
cuya construccion no parece exacta, no hallándose tampoco el sentido en re
lacion con las palabras. Zvinger tradujo: et ex omnibus pradictis morbis
eosdum participare nihil prohibet. Tampoco está conforme cou el texto este
sentido. Foesio (y Vander Linden) admiten la version de Mercurial , y Da-
cier se contenta con decir; se hillan sujetos á todas las enfermedades de
que he hablado , suprimiendo las palabras que no entendia. Coray. haciendo
una pequeña adicion al texto adopta un sentido que me parece el verdadero,
cual es el que yo he seguido. El manuscrito 7027 traduce, et nihil eorum
privatim; habiendo entendido en c'l el traductor este pasage como Coray.
Nuestro Bonafon le tradujo tambien del mismo modo: Deben participar
de todas las enfermedades de que hablamos, y de las cuales no hay una
que las afecte esclusivamente. (Pág. 179.)
(V) Bonafon en vez de clavículas pone la cara; en Vander Linden se es-
presa lo uno y lo otro.
—67—
efecto, el bazo crece á espensas de las carnes , y esta es la causa del en
flaquecimiento de estos hombres. Con semejante constitucion se hallan am-
brientoa y alterados: tienen el vientresuperior é inferior muy seco, desuer
te que para purgarlos son necesarios medicamentos enérgicos. Este estad0
enfermizo les es habitual tanto en el verano como en el invierno. Ademas*
las hidropesías son en ellos tan frecuentes como peligrosas; porque durante el
estío padecen los habitantes disenterias, diarreas, fiebres y ouartanas de lar
ga duracion , enfermedades que prolongadas so terminan , en semejantes
constituciones, por hidropesías, y causan la muerte. Tales son las afecciones
que reinan durante el verano: en el invierno padecen los jóvenes periph-
neumonias y enfermedades acompañadas de delirio, y en una edad mas
avanzada fiebres ardientes, á causa de la dureza de vientre. Las mugeres
están sugetas á los edemas y á la leucoflegmasia ; conciben y paren con
dificultad, y los niños que dan á luz son al principio gruesos y abotagados;
mas luego se estenuan y se ponen encanijados: el flujo que sigue á los
partos no se verifica del modo conveniente. Los niños principalmente pade
cen hernias, y los hombres varices y úlceras en las piernas. De modo que
la longevidad no es compatible con semejantes constituciones, y llega la ve-
ge? antes de tiempo. Ademas , las mugeres parecen estar embarazadas*
y á la epoca del parto desaparececl volumen del vientre: esta preñez apa
rente es efecto de una hidropesía de la matriz. Considero pues estas aguas
como muy malas para toda clase de uso: las peores, despues de estas, son
las queprovienen de peñascos, lo cual las da necesariamente dureza, ó las
que proceden de un terreno en que haya aguas calientes ó minas de hierro,
cobre, plata, oro, azufre, alumbre, betunó nitro. Todo estoesresultadodel
calor : por consiguiente las aguas de semejantes terrenos no pueden ser
buenas : son duras y ardientes , salen difícilmente con la orina, y estriñen
el vientre. Las mejores son aquellas que vienen de sitios elevados y de co
linas; son dulces, claras, y pueden mezclarse con una pequeña cantidad de
vino. Se hacen calientes por el invierno, y frias en el estío, lo que prueba
que provienen de manantiales muy profundos. Pero se deben preferir las
corrientes de aguas que proceden del lado de levante, y particularmente de
levante de estío; porque son necesariamente mas cristalinas, ligeras y de
buen olor. Ningun agua salobre , cruda y dura es buena para beber ; sin
embargo, hay constituciones y enfermedades en que es útil su uso, de las
cuales hablaré mas adelante. La situacion influye tambien en las cualida
des del agua de manantial : aquellas cuyo origen mira á levante son las
mejores ; siguen despues las que se aproximan al oriente; colócanse en
tercer lugar aquellas cuyo curso está entre el poniente del verano y el del
—68-
invierno, y finalmente, las peores soi aquellas que se hallan mirando al
mediodia, y lasque están entre el oriente y poniente de invierno: los
vientos del mediodia aumentan sus malas cualidades; los del n uto las
disminuyen. En cuanto al uso que debe hacerse do estas aguas, hé aquí las
reglas que deben seguirse : el hombre sano y robusto no tiene necesidad de
elegir ; puede beber siempre de las que tenga mas á la mano: pero el que,
en razon de un estado enfermizo, siente necesidad de buscar el agua mas
conveniente , deberá guardar para recohrar la salud , las precauciones
siguientes. A aquellosque son duros de vientre ó estreñidos y se les enardece
con facilidad, les conviene beber las aguas mas suaves, mas ligeras y crista
linas; mas á los que tienen los órganos digestivos, blandos, hú nedosy
pituitosos, les son mas provechosas las aguas duras, crudas y ligeramente
saladas, que son efectivamente las mas apropiadas para oonsumir los esce-
sos de humedad. Las aguas que mejor sirven para la coccion, y las mas
disolventes, son tambien las que mejor laxan y humedecen el vientre ; las
que son crudas , duras y no sirven para la cocción , constriñen mucho y
desecan los órganos digestivos. Por falta de esperiencia sin duda, no se
tienen conocimientos esactos de las virtudes de las aguas saladas; se las
cree laxantes, siendo asi que las mas veces son de una naturaleza diametral-
mente opuesta; pqrque, siendo crudas é impropias para la coccion, ejercen
sobre el vientre una accion mas bien astringente que laxante. Tales son las
observaciones que hay quehacer acerca de las aguas de manantial.
8. Paso ahora á considerar las aguas llovedizas y de nieve. Las pri
meras son las mas ligeras , las mas dulces, las mas ténues y las mas cris-
latinas : porque lo primero que el sol atrae y eleva de las aguas, es lo que
tienen de mas sutil y ligero. Esto se prueba por la formacion de la sal:
la parte salina, á causa de su densidad y peso, no se eleva y forma la sal;
y la mas sutil , en razon á su ligereza, es evaporada por el sol; altera
cion que se ejerce no solo en las aguas de las lagunas sino sobre el mar
y sobre todo lo que contiene líquidos. Lo mismo se verifica en todos los
cuerpos que tienen humedad , y en el humano atrae el sol la parte mas
ténue y ligera de los humores. He aqui la mejor prueba de esto: espón
gase al sol un hombre vestido ; las partes del cuerpo quehieran sus rayos
no sudarán porque el sol atraerá el sudor á medida que vaya apare
ciendo ) pero las que estén cubiertas por los vestidos ó de otra cualquie
ra manera se humedecerán; pues el sudor producido y llevado á la parte
esterna no se disipará porque lo impedirán los vestidos. Pero si es
te mismo hombre se espone á la sombra , todo el cuerpo se humede
cerá por igual; puesto que ya sobre él no egerce su acción el sol. De todas las
—C9—
aguas laque se corrompe tambien con mas prontitud es la de lluvia , y
adquiere mal olor, porque de todas es la que contiene mas sustan
cias en disolucion, y esta mezcla acelera la corrupcion. Mas por otra
parte, el agua elevada y conducida á las regiones superiores , divaga
por la atmósfera, con la cual se mezcla, se desprende de sus partesopacas y
turbias que forman las nieblas y el rocio , y conserva las mas tenues
y ligeras que se purilican con la accion calorosa del sol, pues por medio de
la cocción todo se purifica siempre. Mientras esta parte ligera per
manece dispersa y sin condensarse , discurre por lo alto de la atmósfe
ra , pero cuando el encuentro repentino de vientos opuestos la reune y
condensa, eutonces se precipita por el punto en que (a condensacion
ha sido mas considerable. Indu ablemente la lluvia se forma de pre
ferencia cuando las nubes que el viento no deja reposar llegan por
el movimiento que las conduce á chocar repentinamente con un vienta
contrario y con otras nubes ; la condensacion se verifica primero en el
punto de encuentro; las nubes que llegan despues se acumulan, se espe
san , se hacen opacas y se condensan ; su peso determina la precipitacion,
y la lluvia cae. Por esta razon es el agua de lluvia la mejor; pero es pre
ciso cocerla para prevenir la corrupcion; sin esta precaucion adquiere mal
olor , y deja roncos álos que de ella hacen uso. Las aguas que provienen
(Je la nieye y del yelo todas son malas. Una vea congeladas no recobran
su primera cualidad ; lo que tenian de cristalino, de ligero y suave se
pierde y desaparece, y no queda sino lo mas turbio y pesado. Os convence^
reis por el siguiente esperimento: Poned en un vaso , durante el invierno,
una cantidad dada de agua , y esponcdla al aire en un sitio en que se con-i
gele completamente ; á la mañana siguiente volved á colocar el
vaso en un sitio en que el calor funda el hielo ; despues de estar deshe
lado medidla de nuevo, y la encontrareis notablemente disminuida. Esto
prueba que la congelacion evapora las partes mas ligeras y sutiles y no las.
mas pesadas y espesas; lo quesería imposible. En consecuencia, yo considero
las aguas de nieve y hielo y las análogas como las peores para cualquiera uso
que sea. Esto es lo que se observa con respecto á |as aguas de lluvia,
nieve y hielo.
9. Ifls cálculos , las afecciones nefríticas , la estranguria , la ciáti
ca y las hernias son frecuentes en los sitios en que los habitantes beben
aguas de diversa naturaleza , como las de los grandes rios que reciben las;
de otros mas pequeños , las de los lagos en que desaguan toda especie de
arroyos, y finalmente todas aquellas que, no viniendo de las cercanías,
sino de sitios lejanos, se hacen heterogeneas en el largo trayecto que recor
—70—
ren. Un agua no puede parecerse á otra; unas ion dulces, otras saladas y
aluminosas, otras proceden de manantiales calientes; al mozclarse luchan
entre sí sus propiedades, y la roas poderosa es laque siempretriunfa: ademas,
no es uua misma siempre la mas poderosa , sino que ya lo es una ya otra,
segun la influencia de los vientos. A una la da preeminencia el viento
del norte, á otra el del mediodia, y asi de las demas. Necesariamente
estas aguas han de depositar en los vasos que las contienen barro y arena, y
su uso ha de producir las enfermedades que he enumerado ; no indistinta
mente en todos los hombres, y héaqui larazon: aquellosque tienen el vientre
libre y sano, no demasiado calor en la vejiga, ni el cuello de este órgano
muy apretado , evacuan la orina con facilidad y nada se condensa en su
vejiga. Pero cuando el vientre tiene demasiado calor, la vejiga participado
esta afeccion; se enardece mas de lo que naturalmente debe ; su cuello se
inflama ; y afectada de este modo, no lanza la orina que permanece en ella
espuesta á la accion de un esceso de calor. Se separa de este liquido la
parle mas tenue y pura, que es la única que se espele fuera de la vejiga; la
parte mas espesa y turbia se condensa y consolida, y esta concrecion pequeña
en un principio, crece sucesivamente , porque tranqueteado en la orina se
agrega los sedimentos espesos que deposita; de esta manera aumenta de
volumon y se endurece. Empujado por la orina en el momento de la
emision , se aplica el cálculo al cuello de la vejiga, impide orinar y causa
un violento dolor; por esta razon los niños que padecen cálculos frotan su
miembro y le estiran , creyendo que con esto se ausilia la emision de la
orina. La prueba de que el cálculo se forma por depósito, es que los que pa
decen esta enfermedad vierten una orina muy cristalina (a); la parte mas

(a) El testo vulgar pone aqui, una orina tan cristalina como el suero,
cuya comparacion han admitido Foesio, Vandcr-Lindeu y otros muchos. El
primero que la separó de su traduccion latina, fue Baccius Baldinus, bajo la
fé do uo manuscrito cuyas variantes le fueron remitidas por un amigo. Dice
Coray que antes de que el viese el trabajo de este autor, habia ya conocido
este error de los copiantes, advirtiendo que esta frase agregada caia precisa
mente en el mismo sitio en que se habia hecho una viciosa traslacion al tratado
de las heridas de cabeza , cuya separacion no ha sido hecha uniformemente
por ítodos los copiantes. Nuestro autor que copia al pie de la letra la nota en
que Coray se ocupa de esto «tensamente; concluye diciendo: Coray ba hecho
bien en borrar estas voces intrusas, cuya destruccion justifica el manuten
—71—
espesa y turbia queda en la vejiga, donde se condensa. De este modo es
como se forma esta enfermedad en el mayor número de casos. Tambien se
produce en los niños por la leche, cuando este alimento, en vez de ser salu
dable, es ardiente y bilioso. Promueve un esceso de calor en los órganos
digestivos y vejiga, y la orina, haciendose ardiente, esperimen talos cambios
que originan la formacion del cálculo. Soy de opinicn que vale mas dará los
niños vino bastante aguado; pues esta bebida inflama y deseca menos las ve
nas. Las doncellas no están tan espuertas como los jóvenesá padecer cálculos;
tienen la uref ra corta y ancha, de manera que es espulsada la orina fácilmen
te; no se las ve como á los muchachos frotarse las partes genitales, ni llevar
la mano al estremo de la uretra ; esta se abre directamente cerca de la
vagina, mientras en el hombre este canal no es directo y es menos anchó;
y finalmente, beben ellas mas que ellos. Estas son sobie poco mas ó menos
las causas de esta diferencia.
10. Hay observaciones con cuyo ausilio se puede juzgar si el año será
mal sano, ó si será saludable. Si no se manifiesta ningun desorden en los
signos que acompañen la salida y postura de los astros, si llueve enel otoño,
si es moderado el invierno, ni muy suave ni escesivamente frio, sí en la
primavera y el estío son las lluvias conforme á estas dos estaciones, semejan
te año será sauo naturalmente. Por el contrario , cuando á un invierno
seco y boreal se sigue una primavera lluviosa y austral , producirá el
estío necesariamente fiebres, oftalmías y disenterias. En efecto, sobrevinien
do de repente un calor sofocante, mientras que la tierra está todavía húmeda
por las lluvias de primavera y por la accion del viento del mediodia, se es
tablece un doble manantial de acaloramiento, uno en la tierra humedecida
y caliente, y otro en el sol cuyos rayos son ardientes. Añádase á esto queel
vientre no ha tenido tiempo de estreñirse , ni el cerebro de desemba
razarse de los humores; porque con semejante primavera, es imposible que
el cuerpo y las carnes no estén empapadas de humedad. Asi es, que reinarán
generalmente las fiebres mas agudas, principalmente en los sugetos flemá
ticos; y las mugeres y todas las personas de unaconstitucion muy húmeda,
serán atacadas de disenterias (VI). Si al entrar lacanículallueve, sise forman

to 7027, que traduce del mismo modo: urinam unim Kpidam hit faeient
quum quad pinguius et turbulentius el condensatur : eu donde se ve que no
buce merito de semeja n te frase. Bonafon tampoco la pone en su traduccion.
(VI) Nuestro Bunafou agrega aquí el siguiente paréntesis: (serán eslas
enfermedades de corla duracion si el verano es seco; y al contrario muy larga*
si fuese lluvioso).
—72—
tempestades* y empiezan á soplar los vientos etesio% se puede esperar que
Cesen las enfermedades y que sea el otoño sano. De otro modo es de temer
quelos niños y mugeres sucumban álas afecciones reinantesqueson de poco
peligro para las personas entradas en edad , y que los que de ellas se
salven contraigan fiebres cuartanas que terminen despues en hidropesías. Si
el invierno es austral, lluvioso ysuavey la primera boreal, seca y fria, las
mugeres embarazadas que deben parir en la primavera, abortan; y las que
paren, echan al mundo niños débiles y enfermizos , que mueren inme
diatamente, ó que viven miserables, debiles y valetudinarios. Tales son los
accidentes propios de las mugeres. El resto de la poblacion está sugeto á las
disenterias y oftalmías secas; y en algunas personas se verifican fluxiones
de la cabeza sobre los pulmones. Es probable que los individuos flemáticos
y las mujeres, en razon á que es húmeda su constitucion y á que la pituita
desciende en abundancia del cerebro, sean atacados de disenteria ; que los
sugetos biliosos, por tener las carnes calientes y secas, lo serán de oftalmías
secas; y que los siigetos de edad , á causa de tener las venas flojas y vacias,
lo sean de fluxiones; accidentes que hacen perecer rápidamente á los unos,
v que producen en otros paralisis ya del lado derecho, ya del izquierdo. En
efecto, siendo el invierno austral , ni la sangre (a) ni las venas, en nn
cuerpo enardecido , pueden contraerse; y si á este invierno se sucede una
primavera boreal , seca y fria, entonces el cerebro, en el momento en
que debia, por la entrada de esta última 'estacion , aflojarse y purgarse por

(a) Me he atrevido á admitir aqui un testo diferente del que presentan


las ediciones y los manuscritos, en ninguno de los que se encuentra diuut
sanguis; mas el testo comun se halla alterado, de modo que no está inteli
gible, y habiendo de admitir una correccion, he preferido la que ofrece el
manuscrito latino 7027 , que indudablemente presenta un buen testo en
muchas 'ocasiones, á pesar de hallarse escrito en un latin barbaro: et calido
corpore non consistente sanguine neque venis. Me ha parecido mejor adoptar
el testo de un manuscrito latino que una congetura, como el oS/uoc que ha
impreso Coray y algunos otros autores.
Nuestro Bonafon traduce este párrafodel modo siguiente: Porque siempre
que á un invierno austral , lluvioso y cálido, (la traduccion y el testo de
Vander-Lendn, tambien pone estas dos cualidades al invierno, que no se
hallan espresadas por el autor, aunque ya se sobreentienden tratándose de una
estacion austral ó meridional), durante el cual ni el cuerpo ni los vasos han
podido compactarse Sfc.
loicorizas y las ronqueras, se condensa y se aprieta; finalmente, lallegada
del estío , la invasion del calor , y el cambio repentino producen las enfer
medades enunciadas mas arriba. Las ciudades cuya situacion es favo
rable en cuanto al sol y los vientos, y en que las aguas son de buena
calidad, se resienten menos de estas vicisitudes; pero aquellas en que se
hace uso de aguas estancadas y pantanosas y cuya situacion es mala,
padecen mas. Si el estío es seco, las enfermedades cesan antes; si es lluvio
so, se prolongan; y es de temer que á la menor causa, se cambien las
heridas en úlceras fagedenicas(a). Sobrevienen lienterias e hidropesías al í>
nal delas enfermedades, porque el vientre no se deseca con facilidad. Si
el estío , y luego el otoño es lluvioso y austral, necesariamente el invierno
será mal sano ; los sugetos flemáticos y las personas que no lleguen á los
cuarenta anos se verán espuestos á las fiebres ardientes , y los sugetos
biliosos á las pleuresías y peripneumonias. Si el estío es seco y boreal, y el
otoño lluvioso y austral, habrá en el invierno siguiente cefalalgias, afeccio
nes graves del cerebro, ronqueras, corizas, y aun, en algunos sugetos, tisis*
Si el tiempo , durante el estío y el otoño, es boreal y seco, y no llueve
á la entrada de la Canícula ni á la de Arturo, esta constitucion será favorable
especialmente á los sugetos flemáticos, á las naturalezas húmedas y á las
mugeres ; pero es diametral mente contraria á los sugetos biliosos. En efec
to, los reseca demasiado , y de esto resulta que padecen oftalmías secas,

(a) Todo este trozo desde Las ciudades cuya situacion Sfc. hasta este
puiito , es el que hizo notar el autor en la pág. 2? que se hallaba
dislocado en las ediciones y puesto en un lugar no conveniente, sin ofrecer
conexion con lo precedente ni con lo subsiguiente, cuya alteracion hobia sido
ya reconocida por otros muchos editores, pero sin indicar el verda
dero sitio á que correspondia. Se apoyó entonces el autor para hacer ver
esto mismo, en el manuscrito 2255, y mas principalmente en el 7027: y en
efecto, este último no presenta ninguno de esos trastornos que ofrecen los
pacos manuscritos griegos que existen de este tratado; lo cual es la mejor
garantía de que el manuscrito griego de que se ha hecho esta antigua truduc-
ciod latina , no habia sufrido aun alterarían alguna.
En seguida pasa el autor a probar con mas razones de construccion grama
tical , que este es el verdadero sitio del párrafo en cuestion, deduciendo de
todo, que dicho pasage se acomoda perfecta y precisamente al lugar en que
el manuscrito latino le ha colocado.
10
— 74 —
fiebres tanto agudas como crónicas, y en algunos produce afecciones me
lancólicas. La parte mas húmeda y acuosa de la bilis se disipa , y solo que.
da la mas espesa y acre: lo mismo sucede á la sangre , y esto es lo que
produce las enfermedades en los sugetos biliosos. Pero á los ^flemáticos
es favorable todo esto ; su cuerpo se seca, y llegan al invierno desembara
zados de los humores superabundantes.
11. Examinando de este modo el curso de las estaciones con reflexión,
se proveerán la mayor parte de los efectos que producirán sus vicisitu
des. Sobre todo se deben tener en cuenta las mudanzas mas considerables,
durante las cuales no se debe administrar ningun purgante sin gran nece
sidad, ni practicar cauterizacion ni incision en las partes inmediatas al vien
tre antes que hayan pasado por lo menos diez dias. Las vicisitudes ma'
considerables y peligrosas son los dos solsticios, principalmente el del estío
y los dos equinoccios, sobre todo el del otoño. Es preciso tambien tener en
consideracion la salida de las constelaciones , primero la de la Canícula,
despues la de Arturo, y también la postura de las Pleyades; porque en estos
dias es en los que especialmente se juzgan las enfermedades , siendo unas
mortales, cesando otras, ó adquiriendo otra forma y otra constitucion. Esto
es lo que concierne á las estaciones. (Vil)
12. Voy ahora á comparar el Asia con la Europa y á manifestar cuan
to difieren en todo una de otra estas dos regiones , asi como la figura de los
habitantes que no se parecen en nada los de una á los de otra. Largo seria
mi discurso si hubiera de enumerar todas las diferencias; me limitaré pues
álas que son mas importantes y manifiestas, esponiendo la opinion quejo
tengo formada. Digo pues que el Asia difiere considerablemente de la Euro
pa, tanto por la naturaleza de todas sus producciones como por la de sus
habitantes. Todo lo que corresponde al Asia es mas hermoso y magnífico;
es mejor el clima y los pueblos tienen un carácter mas dócil y afable.
La causa de esto es el justo equilibrio de las estaciones ; pues situada
en medio del oriente, se halla igualmente distaute del calor y del frio. Lo

(Vil) Bonafoo coloca en este sitio el párrafo dislocado que nuestro autor
ha puesto en la págiua 73 con arreglo al manuscrito 7027, que empieza deesle
modo: Las ciudades que tienen una escelente posicion con respecto álot
tientos y al sol etc.
que mas contribuye al crecimiento y bondad de las producciones es un cli
ma en que nada predomina con esceso , y en que todo se halla exactamen
te equilibrado. No es la misma por todas partes el Asia; pero en las
que se hallan colocadas á igual distancia del frio y del calor , los frutos
de la tierra son mas abundantes , los arboles mas hermosos , el aire mas
sereno, y mejores las aguas tanto de lluvia como de manantial. Ni el esceso
de calor abrasa estas regiones , ni las sequedades y falta de aguas las de
soían , ni las abate el rigor del frio ; y como se halla sostenida la humedad
por las lluvias abundantes y por nieves, naturalmente debe llevar el suelo
frutos mas copiosos, ya provengan degranos sembrados , ya de vegetales
que espontáneamente produce la tierra , y que los habitantes por una cul
tura que dulcifica las cualidades silvestres y por medio de trasplantoscon
venientes, saben apropiar á su uso. Los animalesque aqui se crian son muy
robustos; sobre todo es muy grande su fecundidad, y crecen mucho. Los
hombres tienen buena presencia , se distinguen por sus bellas formas y ta
lla aventajada , y difieren poco entre si en su aspecto y estatura. Semejan
te comarca se asemeja mucho á la primavera por su constitucion y la dul
zura de lasestaciones: pero ni el valor de hombres, ni el sufrmicnto en las
fatigas, ni la constancia en el trabajo, ni la energía moral se podrán
distinguir en sus habitantes , cualquiera que sea su raza indigena
6 estrangera, y necesariamente prefieren el placerá todo lo demas.... Por
esta razon se encuentran entre los animales formas tan variadas. Hé aquí,
en mi opinion, lo que sucede á los Egipcios y á los Libios, (a)

(a) Dice el autor que ha seguido en este párrafo la leccion de Galeno en


•u cita lom. I,png. 340. Zvinger nota un vacio, y Coray opina quedebe sobre
entenderse un verbo; pero aquel juzga que no y dice, que seria singular que
se hallase el mismo vacío en los manuscritos y en la cita de Galeno. Llegado
á esta conclusion, he procurado, dice el autor, entender el testo tal comole
tenemos á la vista, y me ha parecido el sentido muy diferente del que han
dado generalmente los traductores á este pasage. Coray le ha traducido áa[
Diodo siguiente. «Pero es imposible que los hombres de tal pais sean valero-
«sos y vivos, que soporten la fatiga y el trabajo.... (Aqui el primer vacio.
«Todo, hasta los animales, es en el dominado por el atractivo del placer, has
ta el estremo que no se distingue especie ni sexo, cuando se trata de satis,
«facer los deseos de la naturaleza ; y de aqui proviene que se vean formas
atan variadas entre los animales silvestres (Aqui un segundo vacio.) He*
«aquí lo que me ha parecido observar acerca de los habitantes del Egipto
— 7G —
13. En cuanto á los habitantes de las regiones situadas á la dere
cha del oriente de i ivierno (VIH), hasta la laguna-Meotis (porque este
es el límite entre la Ejropa y el Asia), se parecen menos entre si que
los pueblos hasta ajui enumerados ; y esto á causa de las variaciones de
las estaciones, y de la naturaleza del pais. En efecto, lo mismo sucede
con la diferencia de los paises en cuanto á su naturaleza, que en cuanto
á la generalidad de los hombres. En donde las estaciones esperimentan
grandes y estraordinarias vicisitudes, el terreno es silvestre y desigual;
se encuentran en él gran número de montañas frondosas, de llanuras y
praderas ; pero en donde por el contrario, las estaciones no esperimentan
grandes mudanzas, es el suelo muy igual. Obsérvense ahora los hom
bres, y se les encontrará en las mismas relaciones: unos son de natura
leza análoga á la de los paises montuosos y húmedos, otros á la de
terrenos secos y ligeros , otros á la de un suelo cubierto de praderas y
pantanos, y otros finalmente á la de llanuras secas y áridas; lo cual con
siste en que las estaciones que modifican las formas del cuerpo son
diferentes entre si , y mientras mayor es esta diferencia hay mas va
riaciones en la figura de los hombres.
14 Dejando á un lado los pueblos que se diferencian poco entre si,
me limitaré á señalar las considerables variaciones producidas ya por la
naturaleza, ya por la costumbre. Trataré primero de les Macrocefalos:

y de la Libia. {"Nuestro Bonafon traduce idénticamente este pasage.) Se


ve pues que Coray admite dos vacios; mas la cita dc|Ga!eno se opone á la ad
mision del primero. Esto supuesto, creo que el vacio que existe realmente en
este lugar se halla antes de las palabras.... He aquí S¡"c... En Galeno, que
invocando la autoridad de Hipócrates para probar que un clima suave bace
blandos á los hombres , cita esta frase entera como espresando un sentido
completo y acabado , be hallado una fácil y plausible interpretacion de di
cho pasage.

(VIH) Bonafon dice.... situados á la derecha de levante de verano: n«


parece que sufrió una equivocacion; porque no solo el autor pone de invierno,
kino tambien las demas ediciones que liemos tenido á la vista.
— 77 —
ninguna otra nacion tiene la cabeza conformada como estos. En su ori
gen era solamente la costumbre la causa de su desproporcionada longi
tud ; pero en el dia contribuye mucho á ello la naturaleza. Esta cos
tumbre procede de la idea de nobleza que tienen de las cabezas lar
gas. Hé aqui lo que suelen hacer: luego que nace el niño, y mientras que
en su tierno cuerpo conserva la cabeza su blandura, se la componen ¿on
las manos y la obligan á prolongarse por medio de vendages y má
quinas apropiadas que alteran la forma esférica y aumentan la altura.
En un principio, era este uso el que verificaba , á la fuerza, el cam
bio de configuracion de la cabeza ; pero con el tiempo este cambio ha
llegado á hacerse natural , y no es ya necesaria la intervencion del uso.
En efecto , el licor seminal proviene de todas las partes del cuerpo; sano
delas partes sanas, alterado de las enfermas. Si pues de padres calvos
nacen hijos calvos generalmente , de padres con ojos azules hijos con
ojos azules , de padres vizcos hijos vizcos , y asi de lo demas con
respecto á otras variedades de la forma , ¿ qué inconveniente hay en
en que un macrocéfalo engendre un hijo de igual disposicion ? Pero en
el dia no sucede lo que antes ; se ha perdido la costumbre con el tra
to frecuente de otros hombres. Tal es , segun creo , la historia de los
Macrocéfalos.
13 Los habitantes del Faso , otro pueblo digno de consideracion,
ocupan una comarca pantanosa , caliente , húmeda y frondosa: las llu
vias son en ella, en todas las estaciones , tan fuertes como frecuentes;
pasan su vida en los pantanos , y sus habitaciones de madera y caña
se hallan construidas en medio de las aguas. Andan poco ; solo van á
la ciudad y al mercado, abierto á los estrangeros, y el resto del tiempo
se ocupan en subir y bajar por los muchos canales que tienen, en canoas
hechas de un solo tronco de arbol. Hacen uso de aguas calientes , es
tancadas , corrompidas por el calor del sol y continuamente aumentadas
con las lluvias. El mismo Faso es de todos los ríos el que presenta mas
lentitud en su corriente. Los frutos que esta comarca produce son ma
los é insípidos, á causa de la abundancia de agua que les impide madu
rar completamente, y que ademas esparce por el pais nieblas continuas.
Por esto los habitantes del Faso se diferencian de los demas hombres:
son efectivamente dé* estatura alta ; de una gordura tan escesiva que
no se distinguen en ellos ni articulaciones, ni venas; su color es tan
amarillo como el de los ictéricos; su voz- es mas áspera que la de otros
hombres, á causa del aire que respiran, que en vez de ser puro está
cargado de humedad y de niebla; son poco aptos para soportar las fati
gas corporales. Las estaciones uo esperimentan en este pais variado
— 78 —
nes grandes de frio ni de calor ; los vientos que de preferencia reinan
son húmedos , escepto una brisa local que incomoda por la violencia
con que sopla algunas veces y por su calor; la llaman Cenchron (viento
que seca.) El viento del norte apenas se deja sentir; y aun cuando so
pla, es sin fuerza y sin vigor. Tal es la diferencia que existe entre la
naturaleza y forma de los asiáticos y europeos.
16. En c uanto á la pusilanimidad y falta de valor , si los asiáticos
son menos belicosos y de un natural mas dulce que los europeos , es
en razon á que las estaciones no esperimentan en sus climas grandes vi
cisitudes de calor ni frio , siendo sus variaciones poco sensibles. En efec
to , ni la inteligencia esperimenta aqui trastorno alguno , ni el cuerpo
sufre cambios de consideracion que imprimen en el hombre el carác
ter de ferocidad, haciéndole mas indócil y fogoso, cuyosefectos no produce
una temperatura siempre igual. Las^ mudanzas grandes son las que desper
tando el espíritu del hombre , le hacen salir de su inmovilidad. Tales son,
en mi juicio , las causas de que depende la pusilanimidad de -ios asiati
cos ; pero aun es preciso añadir á esto las instituciones. La mayor
parte del Asia se halla en efecto sometida á reyes; y en donde los hom
bres no son señores de sí mismos (IX), no se dedican al egerciciode
las armas, teniendo mas bien interés en no pasar por guerreros, porqu»
los peligros no se hallan repartidos con igualdad : van los hombres á la
guerra, (X) soportan sus fatigas, y aun mueren por sus señores, lejos
de sus hijos , de sus mugeres , de sus amigos ; y mientras los señores
ge aprovechan, para acrecentar su poder, del valor y de los servicios pres
tados, ellos solo recogen por fruto los peligros y la muerte; ademas es
tán espuestos á ver sus campos convertidos en desiertos por la guerr*
y la cesacion de los trabajos.
De modo que, aunque entre ellos haya algunos dotados por la natu
raleza de valor y bizarria , se verán obligados por la índole de sus ins
tituciones á no hacer uso de estas propiedades. Una gran prueba de to-

0X.) Bonafon y algunas ediciones latinas anadón esto;.... ni están go


bernados por leyes propias ele.

(X) Bonafon y algunas ediciones latinas ponen: Los vasallos van forzados
á la guerra tic.
— 79 —
do lo que espongo , es que en Asia todos aquellos griegos ó bárbaros que
no sujetos al yugo de señores se rigen por sus propias leyes y trabajan
por su propia felicidad , son los mas guerreros de todos; porque se es-
ponen á los peligros por sus propios iutereses , recogen el premio de
su valor , y sufren la pena de su cobardia. Por lo demas, tambien se
encontrarán en los asiáticos algunas diferencias con respecto á su mayor
6 menor valor ; lo que depende de las vicisitudes de las estaciones, como
he indicado mas arriba. Esto es lo que tenia que esponer acerca del
Asia.
17. Un Europa hay un pueblo escita que se halla en las inmediaciones de
la laguna \|cotis , y se diferencia de todos los demas pueblos ; estos
son los Sauromatas. Sus mugeres montan á caballo y con ellos juegan
el arco y disparan las flechas ; hacen la guerra mientras son doncellas;
no se casan hasta haber muerto á tres enemigos; ni viven (X) con sus
maridos hasta que han hecho los sacrificios prescritos por la ley. Luego
que se casan dejan de montar á caballo, á menos que una gran nece
sidad obligue á toda la nacion á tomar las armas. A estas mugeres
las falta la mama derecha ; las madres tionen cuidado de destruirla en
su infancia, aplicando sobre ella un instrumento de cobre hecho al in
tento , despues de haberle calentado estraordinariamente ; quemada de
este modo , deja de crecer la mama, y toda la fuerza y nutricion se em
plea en la espalda y brazo del mismo lado, (a)
18. L¿ uniformidad de las facciones en los demas Escitas, tan seme
jantes entre sí como diferentes de los demas pueblos , se esplica como
en los egipcios , á no ser que sea efecto en unos del esceso de ca<-

(X.) Bonafon, VanderLindcn y otros traducen cohabitar en vez de vivir


6 habitar; y el autor dice que en el manuscrito latino 7027 se lee este pasuge
de este modo; et non prius conjunguntur nisi ante sacra immolent.

(a) La anotacion puesta al miírgen del manuscrito ÍJ255 prueba, dice el


autor, que se ha referido la fábula de las Amazonas, á la historia de Hipó
crates sobre las costumbres guerreras de las mugeres escitas, deque han ha
blado otros historiadores : y añade en comprobacion un pasage de un historia
dor mas moderno que Hipócrates, medico tambien y Asclepiade de la escuela
de Cuido.
¡ory en otros del esceso de frío. (XI) Loque se llama el desierto de la
Escitia , es una llanura abundante on pastos , elevada, y medianamente
húmeda ; porque se halla atravesada por grandes rios que se llevan las
aguas fuera de las campiñas. En ella viven los escitas llamados Noma
das , cuyo nombre han recibido por no toner habitacion fija y habitar en
carros , de los cuales los mas pequeños tionen cuatro ruedas y los otro3
seis. Están cerrados con fieltro y construidos como oasas ; unos solo
tienen una habitacion , los otros tienen tres ; unos son tirados por dos
pares de bueyes y otros por tres, que no tienen cuernos; el frio es que priva
de ellos á estos animales. Solo habitan las mugeres en estos carros; los
hombres las acompañan á caballo seguidos de sus rebaños , sus vaca
das y yeguadas. Permanecen en un mismo sitio mientras el forrage es
bastante para el alimento de sus bestias , y cuando todo está consumido
se marchan á otra parte. Comen carnes cocidas , beben leche de
yegua , y hacen tambien con esta leche un queso llamado hippace. Ta
les son sus costumbres y su género de vida.
19. Resta hablar de las estaciones , de las diferencias de los Esci
tas con los demas hombres , y de la semejanza que tienen entre si como
los egipcios , de su poca fecundida l , y de la pequeñéz y escaso núme
ro de animales que cria esta comarca. La Escitia, efectivamente, se ha
lla colocada debajo delaOsa y de los montes Rífeos de donde sopla el viento
del norte. El sol no se acerca á ella mas que en el solsticio del er
tio , y aun entonces la calienta por poco tiempo y con poca fuerza. Los
vientos que proceden de las regiones cálidas llegan á ella muy rara vez,
y debilitados ; por el contrario, soplan por el septentrion vientos frios i
causa de la nieve, los hielos, y la humedad escesiva que jamás aban
dona los montes Rífeos ,lo cual los hace íHabitables. Una niebla densa
ocupa las llanuras de la Escitia durante el dia, y en ellas es donde vi
ven. El invierno reina alli constantemente; hay pocos dias de veranoi

(XI.) Booafon, conforme con las traducciones latinas , traduce este pár
rafo del modo siguiente: «En cuanto a la uniformidad de las facciones que
«se observan e ntre los demas Escitas, tan semejantes entre sí como diferen-
«tes de los demas pueblos, haj que advertir que este fenómeno les es comuo
«con los egipcios j depende de la misma causa , con la diferencia de que estos
«están agoviados por un escesivo calor y aquellos por un frio estremado.»
—TS-
que ni aun son demasiado callentes. Estas llanuras altas y descubier
tas no se hallan rodeadas de montañas, pero se elevan tanto que lle<-
gan hastadebajo de la Osa (a). Tampoco nacen allí animales grandes, sino
'fequeiios , para que puedan resguardarse bajo de tierra : lo que se opo
ne á su incremento es el frio del invierno y la aridez del terreno, que no
les proporciona abrigo ni proteccion. Las estaciones son bastante uni
formes, y no esperimentan vicisitudes grandes ni intensas : de aqui pro
cede la semejanza que los Escitas tienen entre sí ; pues usan tanto en
estío como en invierno de los mismos alimentos , se abrigan con igual
clase de vestidos, respiran un aire húmedo y denso, y beben aguas de
nieve y de hielo; son ademas perezosos, y tienen una vida poco labo
riosa, porque es imposible que el cuerpo*yel alma soporten mucha fa
tiga en donde los cambios de las estaciones no son considerables. Poi
estas razones son los Escitas obesos, de una gordura tal que borralas
articulaciones, y de una constitucion húmeda y debil: las cavidades,
especialmente las del bajo vientre, están llenas de humor; porque es
imposible que el vientre se seque en semejante pais , con la espresada
constitucion, y en clima de tales condiciones. Su gordura y el hallarse
su piel desprovista de pelo hacen que se parezcan los hombres unos á.
otros, lo mismo que las mugeres entre sí ; porque siendo casi las mis
mas las estaciones, no sobreviene corrupcion ni alteracion alguna en la
coagulacion del licor seminal, á no ser por alguna violencia ó enfermedad.
20. Daré una prueba bien evidente de la humedad de su cuerpo.
La mayor parte de los Eccitas y todos los Nomadas en general, se hacen
cauterizaciones en las espaldas , en los brazos , en las muñecas , en el
pecho, en las nalgas y lomos: y la única razon de esta práctica es la

(a) Es dudoso el testo en esto pasage , lo que ocasiona la incertidumbre


del sentido. Coray se detiene en manifestar la conveniencia de una correccion
de la cual resultaria que las llanuras elevándose procedian de los montes
Rífeos, lo que me parece hallarse en contraccion con el testo de todo este
trozo; la frase quiere en efecto dar á entender que las llanuras van eleván
dose bajo la Osa , es decir, hasta el pie de los montes R i feos.
Vander Linden pone.... sed fere sub ipsis Ursis aeclives : pero que van
ascendiendo casi hasta la Osa misma.
Nuestro Bonafon parece que se aproxima á la opinion-de Coray , pues
dice.... porque son unas llanuras altas y desnudas que principian cerca de
la Osa y que se prolongan elevándose mas y mas, sin ser coronadas de
montes. '
11
—82—
de modiQcarla humedad y blandura de su constitucion, que Ies impide esti
rar el arco y apoyar sobre el hombro el tiro de la flecha; pues la cau
terizacion consume el esceso de humor en las articulaciones, y da á sus
miembros mas firmeza, mas nutricion, y mejor forma. Su cuerpo eí
flojo y pequeño; en primer lugar, porque no los fajan de niños como en
Egipto, costumbre que no toman á fin de tenerse mejor á caballo; y en
segundo, porque su vida es sedentaria. Los muchachos, hasta tanto
que no se hallan en disposicion de montar á caballo , van en los carros
la mayor parte del tiempo , y apenas andan á pie, á causa de sus con
tinuas emigraciones. En cuanto a las mugeres , son estraordinaríamente
húmedas y flojas. La raza escita tiene el color rojo curtido, lo cuales
efecto del frio. El sol tiene «poca fuerza , y el frio quema y altera la
blancura de la piel, que se pone roja.
21. Semejantes naturalezas no pueden ser muy prolificas. En loi
hombres es poco viva la inclinacion á los placeres del amor, á causa de
la humedad de su constitucion y de la flogedad y frialdad del vientre,
disposicion que los hace poco aptos para la generacion : fatigados ademas
por una continua equitacion , pierden mucho de su potencia viril. Ta
les son , en cuanto á los hombres , las causas de infecundidad : por lo
que á las mugeres toca , las causas son la humedad y gordura del cuerpo;
la matriz no puede recoger el licor seminal , porque la evacuacion mens
trual no se verifica con la regularidad necesaria; es poco abundante, y
aparece por largos intérvalos; y el orificio del útero obstruido por la gor
dura no admite el semen. Añádase á esto su indolencia, su obesidad y
la frialdad y laxitud de su vientre. Todas estas causas reunidas deben
hacer necesariamente poco fecundos á los escitas. Sus esclavas sumi
nistran una buena prueba de la verdad de lo que acabo de esponer: no
bien tienen comercio con algun hombre, cuando ya quedan embarazadas,
lo que consiste en que trabajan y son mas flacas que sus amas.
22. Otra observacion que debe hacerse acerca de los Escitas, es qua
se encuentran entre ellos muchos hombres impotentes, los cuales se con
denan á si mismos á los trabajos de las mugeres, y hablan como ellas: los
dan el nombre de afeminados. Los indigenas atribuyen la causa de esta
impotencia á la Divinidad ,' y veneran y adoran esta especie de hombres,
temiendo cado uno para sí semejante castigo. Yo creo que esta enfer
medad proviene de la Divinidad como todas'las demas enfermedades; que
ninguna es mas divina ó mas humana que otra , y que todas son igual
mente divinas. Cada enfermedad tiene , como esta , una causa natural,
y sin esta3 ninguna se produce. Hé aqui en mi concepto, como se
—83—
contrae dicha impotencia. El hábito de estar siempre á caballo que
tienen los Escitas les produce hinchazones en las articulaciones, en ra
zon á que llevan siempre los pies colgando del caballo , y llega á
ocasionar la cogera y distension de la nalga en los que son atacados
de gravedad. El tratamiento que emplean para curar su impotencia es
del modo siguiente: en el principio del mal, abren la vina que está de*
Iras de cada una de las orejas: luego que corre la sangre, la debilidad es
cita el sueño , se duermen , y unos despiertan curados y otros no.
Pero este tratamiento me parece que altera el licor seminal; porque hay
detras de las orejas venas que , cortadas, privan á los que han sufrido
esta operacion de la facultad de engendrar, y me parece que son estas
las venas que ellos abren. Hecho esto , se aproximan á una muger ; y
si no pueden cohabitar con ella , en un principio se inquietan
y descansan; pero sidos, tres ó mayor ndmero de tentativas no les
producen mejor resultado , creen haber cometido alguna ofensa al Dios
á quien atribuyen este castigo , y toman los vestidos de muger, declaran
su impotencia, y desde entonces viven como las mugeres, y se dedican á
las mismas ocupaciones. Esta enfermedad no afecta á los Escitas de la
clase ínfima , sino á los ricos y á los mas poderosos por su nobleza y
fortuna: la equitacion es su causa, y si los pobres están menos sugetos
á ella , es porque no van á caballo. Si pues esta enfermedad viniese
de Dios de un modo mas directoque las otras, no debería ser esclusiva
de los nobles y mas ricos de los Escitas , sino que debería atacar á to
dos igualmente, y aun de preferencia á aquellos que poseen menos inte
reses y que no ofrecen sacrificios , si es verdad que los Dioses se com
placen con los homenages de los hombres y los recompensan de ellos con
sus favores ; porque los ricos pueden inmolar numerosas víctimas, pre-
sentar ofrendas y hacer uso de su fortuna para honrar á los Dioses , en
tanto que los pobres, por su indigencia*, se] hallan imposibilitados de
honrarlos igualmente , acusándolos, por el contrario, de esta misma in
digencia. Asi es que la pena de semejantes ofensas debería recaer mas
bien sobre los pobres que sobre los ricos. Pero, como he dicho mas ar
riba, esta afeccion estan divina como todas las demas; se produce segun
las leyes naturales , y la enfermedad de que hablo proviene en los
Escitas de la causa que he indicado. Por lo demas, lo mismo sucede á los
demas hombres; en donde la equitacion es un egercicio diario, se afectan
muchos de fluxiones en las articulaciones, d.e esciátíca, de gota, y lle
gan á ser inhábiles para la generacion. Estos males afligen á los Escitas
y los hacen los mas impotentes de los hombres : añádase á estas causas
—84—
de impotencia el que gastan calzones constantemente , que están casi
siempre á caballo , sin poder apenas llevar la mano á las partes genita
les, que por el frio y la fatiga olvidan el deseo de la union de los se
xos , y que en el momento en que hacen alguna tentativa han per
dido ya su facultad viril, (a) Esto es lo que tenia que decir de la Hafcion
de los Escitas. .
23. En cuanto á las demas naciones de la Europa , se diferencian
unas de otras por su forma y estatura , cuyas diferencias provienen de
las mudanzas de las estaciones. En efecto , las variaciones son considera*
bles y frecuentes , los calores fuertes , los inviernos rigorosos , las llu
vias abundantes, y ademas sobrevienen sequedades muy largas y vientos
que multiplican y hacen muy varias las alternativas atmosféricas. Es
natural que se sientan estas influencias en la generacion , que varic la
conformacion del embrion , y que no sea la misma auu para la misma
persona en el estío ó en el invierno , durante las lluvias ó mientras
duran las sequedades. Por esta razon , á mi modo de ver , so diferen
cian entre si en la.forma los europeos mas que los asiaticos, y por esto
se observan variaciones de estatura entre los habitantes de cada ciudad;
porque la conformacion del embrion esperimenta mas alteraciones en un

(a) El testo no es en este pasage muy seguro, y las autoridades se di video


en cuanto á su verdadera acepcion. Coruy fundando su opiniun en razones que
espone, traduce este trozo del modo siguiente: «Añádase á esto que el frio
«y el egercicio distraen enteramente su imaginacion del deseo de iu aproxima
cion de los sexos, de modo que no se atreven á intentar nada sin estar an
otes bien asegurados de haber recuperado la virilidad.» La edicion de Alde,
el manuscrito 2146 (y nuestro Bonafon) siguen este sentido, debiendo agre
gar a esto que el manuscrito 7Ü27 dice tambien; ru/iil commoveri priusquam
vivificant, que sin duda ha sido una equivocacion del copiante, que en vea
de vivi fiant pone vivificant. Sin insistir en la adicion de Coray , que para
facilitar el sentido que adupta ha añadido sin estar antes bien asegurados,
creo que en esta traduccion no se sigue exactamente el razonamiento de Hi
pocrates. Dice este que los Escitas son los hombres mas impotentes de los
hombres, porque la mayor parte del tiempo estan á caballo, lo que les impi-.
de entregarse á ninguna clase de oscitacion manual de lo.» organos genitales
y porque el frio y la fatiga les hacen olvidar el deseo de la Union de los sexos:
clima en que el cambio de las estaciones es' frecuente , que en otro en
que sean estas semejantes entre si. Esta misma reflexion se aplica á
lo moral; en tales naturales predominan las-disposiciones feroces, la as
pereza y la audacia; porque los frecuentes trastornos que presenta el cli
ma dan rudeza al carácter, y estinguen en el la dulzura y afabilidad.
Por esta razon creo que los habitantes de Europa son mas valientes que
los del Asia : una constante uniformidad favorece la indolencia ; un cli
ma variable inclina al egercicio al cuerpo y al alma: si pues el reposo
y la indolencia sostienen la cobardia , el egercicio y el trabajo propor
cionan valor. Los europeos son por esta razon mas belicosos , y tam
bien por efecto de sus instituciones ; porque no están como los asiati-.
eos gobernados por reyes , y en lps hombres sometidos á la esclavitud
6 al despotismo falta necesariamente el valor qomo tengo, ya manifesta
do ; pues hallándose el alma esclavizada, se cuidan poco de esponerse
á los peligros sin necesidad para acrecentar el poder de otra. Pero los
^europeos, gobernados por sus propias Ieyes convencidos de que los
peligros que corren los arrostran por su propio interés y no por el do
otro , los aceptan con gusto y se arrojan atrevidamente á ellos , porque
esperan recoger el premio de la victoria : tan cierto es el influjo que
tienen las leyes sobre el valor. Tal es el aspecto general .de la Europa
comparada con el Asia. . .
2**. Existen tambien en Europa pueblos que difieren entre si en
estatura , forma y valor , cuyas variedades proceden de las causas que
he enumerado mas arriba , y que voy á esplauar mas. Los habitantes
de una comarca montañosa , desigual , elevada , provista de aguas, en que
las estaciones esperimentan variaciones considerables , son de una ele-

pues esto supuesto, como habría de decir despues que nada intentan hacer an
tes de haber recobrado su virilidad, ni como habría de verificarse esto cun
esta falta de excitacion, con este olvido de todo deseo? Asi que, en mi enten
der, quiso decir Hipócrates que pierden irremisiblemente su facultad viril ba
lo la prolongada influencia de tales condiciones; y que cuando quieren hacer al
guna tentativa , se encuentran completamente privados de ella. Faltándoles
toda excitacion mental ó manual, no se aperciben delos progresos que en ellos
hace la impotencia; y cuando quieran intentar alguna cosa, la naturaleza no
responde á sus esfuerzos y el poder viril se halla estinguido.
La dificultad ha estrilado en poner av^paOxtiu (recuperar la virilidad 6
«raftT(iffi8)i/«i recobrar la virilidad.)
varia estatura y de una constitucion apropiada para el trabajo y tos ar
tos de valor ; pero al mismo tiempo tienen estos naturales con especia
lidad una disposicion feroz y agreste. Los habitantes de un pais situa
do en bajo , cubierto de pastos, en que reinan calores sofocantes, donde so
plan los vientos cálidos con preferencia á los fríos y las aguas potables
Son calientes , no son 'generalmente ni grandes ni bien proporcionados,
pero son rechonchos y sobrecargados de carnes ; tienen los cabellos ne
gros, y en general su color es mas moreno que blanco ; su constitucion
es mis bien flemática que biliosa, (XII); el valor y ia aptitud para el trabajo
tampoco existen naturalmente en ellos en tan alto grado; pero estas cua
lidades florecerían en su alma , si fuesen regidos por leyes apropiadas. La
salud será buena y el color, si el pais estuviese atravesado por rio9
que arrastraran el agua estancada y la de lluvia; mas si al contra
rio, careciesen de rios y bebiesen aguas detenidas, estancadas y pantano
sas serán Ventrudos y tendrán el bazo voluminoso. Los habitantes de
paises elevados , húmedos y batidos por los vientos son de alta es
tatura y tienen entre si grandes semejanzas ; su carácter es mas afable
y menos violento. Los habitantes de terrenos de poca miga, secos y ári
dos, en que las mudanzas de las estaciones no son moderadas, tienen la
constitucion seca , nerviosa , y el color mas bien blanco que moreno;
su genio se inclina á la arrogancia é indocilidad ; porque en donde las
estaciones esperimentan variaciones mas considerables y difieren mas
entre si, es donde se encuentran mayores diferencias en el hábito es
tertor del cuerpo, en el carácter y en la constitucion. Estas son las cau*
sas que mas profundamente modifican la naturaleza humana ; despues si
gue la naturaleza del terreno de que se estrae la subsistencia, y las aguas
de que se usa. Efectivamente , se observa en general que á la natura-

(XII) Vander Linden, Calvo, y otros autores coa nuestro Bonafon, diera
que su temperamento et menos flematico que bilioso: nuestro autor lo tradu
ce al contrario, sin esplicar la causa de esta variacion ni advertirlo en la*
erratas. No sabemos á que atribuir esta divergencia , si bien es de advertir
que los caracteres que Hipócrates va describiendo en estos sugetos asi romo
las condiciones topográficas corresponden mas bien al temperamento bilioso
que al flegmático; hallándonos por lo tanto mas conformes con la version de
Duestro compatricio Bonafon y los otros autores, que con la de nuestro autor
leza del pais corresponden la forma del cuerpo y las disposiciones del al
ma. En todas partes en que el suelo es fértil, blando y húmedo, don
de las aguas por estar muy superficiales son calientes en estío y frías
en invierne, y en donde !a3 estaciones tienen una temperatura favorable,
son los hombres carnosos , débiles , de una constitucion húmeda , de un
carácter indolente , y por lo comun cobardes. La indiferencia, la langui
dez domina en ellos , y su rudo talento carece de sutileza y sagacidad
para el egercicio de las artes. Pero en un terreno árido, sin abrigo , ás
pero, abatido por los rigores del invierno y abrasado por los ardores de
sol , tienen los hombres la constitucion dura y seca , las articulaciones
pronunciadas , el cuerpo nervioso y velludo ; en tales naciones predo
minan la actividad, la penetracion, y al mismo tiempo la arrogancia é in
docilidad ; mas bien ásperos que afables , son mas diestros ó inteligentes
en el egercicio de las artes, y mas bravos en la guerra. E1 influjo del
terreno se estiende igualmente á sus producciones, las cuales son cor
respondientes á la misma tierra. Hé aquí cuales son las constitucione»
físicas y morales mas opuestas. Partiendo de estas observaciones se po
drá juzgar de lo demas siu temor de equivocarse.
En la Advertencia que e! autor coloca al principio ' de su segundo to
mo , de que dimos un estracto al fmal del Ape'ndice á la introduccion
manifestando que agregaríamos á cada tratado lo que relativamente á ca
da uno de ellos manifiesta en ella, se insertan, como adicion al presente,
los párrafos que trasladamos á continuacion. •
Ya hacia tiempo que se hallaba impreso el tratado de Aires, Aguas,
y Lugares con que empieza este segundo volumen , cuando llegó á mi no
ticia el libro de Mr. Rosenbaum sobre la historia de la sífilis. (1) Esta
obra llena de las mas curiosas investigaciones sobre las señales de la enfer
medad venérea en la antigüedad, ha consagrado una muy buena diserta
cion á la enfermedad de que se hallaban afectados los Escitas, segun re
fieren Herodoto é Hipócrates.
Habiendo hablado poco en el corto comento que he colocado al fren
te del tratado de las Aguas , Aires y Lugares , quiero llenar aqui este
vacío con el auxilio de Mr. Rosenbaum.
«Los Escitas , dice Herodoto , que saquearon el templo de Ascalon
y sus descendientes fueron castigados por la Diosa con la enfermedad fe
menina. Esta es la causa á que los mismos Escitas refieren dicha afeccion,

(1) Geschichte der Lustsenchc. Ertlter Tkcil. Die Lusteuche in Alter-


hume. Halle, 1859.
—89-
y los viageros que van á laEscitia pueden ver á los que se hallan en tal
estado.
Las opiniones que se han formado sobre su naturaleza pueden reducirse
á las tres clases siguientes : .
1? Un vicio, á saber: (A) la sodomía, que es la opinion mas antigua
indicada ya por Longin (De subi. c. 28.), defendida principalmente por
Bouhier (a), y á que los comentadores de Longin, Tolle y Pearce se han
adherido, como tambien Casaubon ( Epístolae) y Costar (b); (B) el onanis
mo , opinion á que se inclina Sprengel. (c)
2.a Una enfermedad corporal , á saber : (A) las hemorroides, opinion
sostenida por Pablo Tomas de Girac, (d) por Valckenaer en sus apuntes
sobre el pasage de Herodoto , por Bayer, (e) y por los redactores de la
Historia universal (f) ; (B) una verdadera menstruacion , lo cual parece
haber sido sostenido por Lefevre y Dacier; (2) (g) la blenorragia que han
creido ver en ella Guy Patin, (h) Hensler (i) y Degen (j); (D) una ver
dadera impotencia segun Mercurial , (k) opinion á la que tambien sus
cribe , al menos en parte , Stark , que ve en ella una verdadera tras-
fórmacion del sexo masculino en el femenino.
3.a Una enfermedad mental , una especie de melancolía , segun Sau-

(a) Recherches et Dissertationes sur Herodoto, Dijoo, 1746, ía 4.° d.


207—2Í2. chap. XX.
(b) Costar. Dcfense des teuvres de Voiture, et Apologie, p. 194.
(c) Apologie des Hippokrates. Leipz, 1792, The. 2, S. 616.
(d) Reponse á l* Apologie de Voiture, par Costar, p. 54.
(e) Memoria Scytlúca, in Commeutat. Petropolitan, 1732 t. 3, p. 377,
78.
(f) Parte 6? p. 35.
(g) Danier espresó esta opinion en sus advertencias sobre Longin; pero
en las notas que siguen á su traduccion del tratado de Aguas, Aires y Luga
res (Les ceuvres d' Ilippocrate, traduites en francais, t. 2, p. 532.) se retrac
ta, y no ve en ella mas que una afeccion que hace á los hombres impotentes
y afeminados.
(h) Comment. in vetus monument. Ulploc Marcellin. P. 413.
(i) Geschichte der Lustseuche. Aliona, 1783. Bd. l, S, 211.
(j) Llebertseczung des Herodot. Bd. 1. S. 81, Anmerk.
(k) Varice lectiou. lib. 3, p. 64.
. 12
—90—
vages, (a), Heyne (b), Bose(c) Coray , (d)y Friedreick. ( e )
Mr. Koseiibaum cree que la enfermedad femenina de que habla He-
rodoto es la sodomia , y que esta espresion designa en particular lo
que los latinos llamaban paíhici (impuros). La primera objecion que se
ha hecho á este parecer , es que Herodoto dice que esta enfermedad fue
efecto de la venganza de Venus , y que esta diosa no hubiera podido •
imponer una pena semejante; pero Mr. Roseubaum hace ver con difereif-
tes testimonios, que era muy propio de los antiguos atribuir á la ven
ganza de Venus todos los padecimientos de los órganos sexuales.
El segundo punto que examina Mr. Roseubaum , es el saber cómo
pudo decir Herodoto que la enfermedad femenina se trasmitía por he
rencia. Segun el médico aleman significa esto que era dicha afeccion
hereditaria, como lo son otras muchas corporales ó mentales. En cuanto
á los pathici, hace notar que muchos autores han admitido que este
vicio era trasmisible por herencia : asi Parmenides , segun Celio Aurelia-
no, dijo en su libro sobre la naturaleza , que la disposicion á este vicio
se trasmitía con la sangre, (f) Lysias, en su discurso contra Alcibia-
des , dice que la mayor parte de los miembros de esta familia habian
traficado con su cuerpo. (Orat. contra Alcibiad. 1, p. 550.) Segun Ce
lio Aureiiano , muchos de los principales médicos habian admitido que
era esta una verdadera enfermedad , y que con el semen se trasmitía
de padres á hijos. [(g) Es pues cierto que tos antiguos habian supuesto
semejante trasmision , y que el parecer de Herodoto se halla conforme
con las ideas que reinaron en la antigüedad. Solamente me repugna ad-

(a) Nosol. Metb. Lyon, 1772, t. 7, p. 365.


(b) De maribus intcr Scytlias morbo effeminatis et de hermaphrodilis
Florida?, in comm. Socíet. Gotting. 1779. vol. 1, p. 28—44.
(c) Progr. de Seytharum, Lips., 1774, 4.
(d) Hipp. De aere., aq. et. loo., t. 2. p 526.
(e) Ein historísches Fragment, en su : Magazin fur Scelenheilkunde.,
Hft. 1. Würzburg, 1829, S. 71—78 y en sus Analek ten zur Natnr-unde,
Würzburg, 1831. S. 28—33.
(f) Permenides libris qiios de Natura scripsit, evenlu inquit conceptionis
mollea aliquando seu subactos horninos generari. Celius Aurelianus , Morb.
Chron. 4, 9, ed. Amman, p. 545, Amstel., 1772.
(g) Multi proterea sectarum principes genuinam dicent esse passionem; et
propterea in posteros venire cuin semine. Loe. cit.
—91—
mitir la consecuencia que de esto deduce Mr, Rosenbaum : cree que es
ta trasmision por la \ía de la generacion debería ser un obstáculo
para admitir , como lo han hecho muchos autores, que tal enfermedad
hubiese consistido en una especie de impotencia, y que si los Es
citas que saquearon el templo de Ascalon hubieran sido castigados por
• Venus con una enfermedad que les hubiese privado de la facultad de
engendrar, no hubieran podido tener descendientes. Pero es preciso no
ceñirse á una leyenda incierta , sino colocarse en el estado de las cosas
de que Herodoto pudo sdr testigo ó pudo oir hablar. Ahora bien , lo que
resulta de su relacion es que la enfermedad femenina se trasmitía por
herencia; y pudo suceder muy bien que algunos individuos que aun no
se hallasen atacados de la enfermedad femenina , pero que tuviesen ya
la predisposicion , la trasmitiesen á sus hijos, como vemos en algunos in
dividuos á quienes se ha trasmitido la tisis ó la locura , sin que se haya
manifestado en los padres hasta despues de haber engendrado á sus
hijos.
Contra la opinion de que la enfermedad femenina de Herodoto es la
sodomía se ha obgetado que , segun el historiador griego , se reconocía
esta enfermedad á simple vista. Esta objecion no puede ya sostener
se : Mr. Rosenbaum refiere muchos pasages de autores que han escrito
sobre la fisonomía , como Aristóteles , Polemon y Adamantio, cuyos pa
sages prueban que el pathicus (impuro) tenia ciertas maneras , un modo
de andar, y una presencia tal, que le hacían reconocer muy fácilmente.
Mr. Rosenbaum examina detalladamente lo que significan las palabras
de que se sirve Herodoto, enfermedad femenina, msor B»\tix y de
muestra que los antiguos se sirvieron frecuentemente de las palabras mor-
bus vwotf para espresar un vicio, y entre otros aquellos que dependen de
la incontinencia. Advierte tambien que los que han visto en la espresion de
Herodoto una afeccion mental han tenido razon; solo que no debieron
perder de vista que esta enfermedad mental era producida por el abuso de
los placeres sexuales. Esto supuesto, qué significa el adjetivo B»Aeia?
Significa loque asemeja á las mugeres; de modo que dicha frase querrá
decir un vicio que da á los hombres los gustos y costumbres de la mugen
es decir la especie de desarreglo ó estravío á que se entregaban los que
en la antigüedad llamaban pathici, cinmdi , molles, subacti. Mr. Rosen
baum refiere un pasaje del retórico Tiberio, en que se dice que la enfer
medad femenina de Herodoto es el vicio de que aquí se trata. (De figuris
ed. J. Fr. Roissonade, Lóndres, 1015, cap. 35 p. 56.) A continuacion cita
Mr. Rosenbaum los pasages de diferentes autores , como Filon el judio,
—92-
Herodio, Eusebio de Pamfilia , el obispo Sinesio, Clemente de Alejandría,
Hefestion , los cuales todos han empleado la misma espresion para sig
nificar la especie de estravío á que se entrega el pathicus.
La conclusion que deduce Mr. Rosenbaum con respecto á Herodoto se
aplica tambien á la enfermedad de que Hipócrates dice que se hallaban
afectados los Escitas ; porque generalmente se conviene en que el historia
dor y el médico hablaron de la misma afeccion.
Lo que me ha chocado en la disertacion de Mr. Rosenbaum es que
me parece haber probado hasta la conviccion , que la enfermedad femeni
na de Herodoto ha sido considerada en la antigüedad como significando el
vicio á que se entrega el pathicus, y que esta espresion ha sido empleada
unánimemente en este sentido por diferentes autores. Esto merece mucha
consideracion para el que examina críticamente la cuestion que nos ocu
pa. En efecto , para nosotros los modernos se requieren pruebas absoluta
mente decisivas si hemos de renunciar á una significacion admitida gene
ralmente por la antigüedad.
Esto supuesto y bien entendido , volvamos á Hipócrates y notemos que
muchos pasages de su descripcion se refieren precisamente á una especie
de impotencia, para poder ser aplicados ya á los sodomitas en general, ya
á los pathici en particular. Hipócrates atribuye la afeccion de que aquí se
trata á la equitacion, de que tanto usan los Escitas y les produce infartos,
y á la costumbre de llevar calzones muy estrechos; indica el proceder de
que se valían para curarse, que consiste en abrir la vena que se halla de
tras de la oreja, y añade que con este método se curaban unos y otros no;
que despues de haberle puesto en práctica trataban de tener comercio con
alguna mujer, y que , si despues de muchas tentativas no lo conseguían,
declaraban su impotencia y tomaban vestidos de mujer. La causa que
Hipócrates asigna á esta afeccion enteramente física , los esfuerzos que ha
cen los Escitas para librarse de ella, el tratamiento áque se someten, los
ensayos y pruebas que hacen para asegurarse del restablecimiento de su
facultad viril , finalmente la condena de impotencia que no pronuncian
contra sí mismos sino despues de diversas tentativas , todo esto hace im
posible el que solo se vea en ella un estravío de la funcion.
Do este modo se halla uno indeciso entre la significacion que la anti
güedad ha dado á la palabra enfermedad femenina , y los pasages de
Hipócrates opuestos á esta interpretacion. Mr. Rosenbaum atribuye esta
contradicion á las esplicaciones erróneas de Hipócrates sobre una causa
supuesta, cuando ignoraba la verdadera. «Si ahora, dice Mr. Rosenbaum,
separamos los hechos referidos por Hipócrates de las esplicaciones que de
- 93—
ellos hace, se verá palpablemente que aquí se trata de lo mismo que
describió Herodoto. Se encuentran entre los Escitas hombres que tienen el
aire de mujer, que hablan como ellas, que se dedican á las mismas ocu
paciones y viven con ellas. Su estado se tiene entre los Escitas por un cas
tigo de la divinidad , y por consiguiente tienen á estos hombres un temor
respetuoso. Todo lo demas pertenece á la imaginacion del autor, que hace
todo cuauto puede por descubrir una causa natural , pero que deja á un
lado la mas natural de todas únicamente porque no la conoce , y porque
sabia el hecho no por una esperiencia propia , sino solamente de oí
das.... Si esta descripcion fuera el resultado de su propia observacion, al
decir el autor que los Escitas se hacen abrir las venas de detras de las
orejas, hubiefa podido espresarse diciendo; son estas las venas que me
parece se abren. Sea de esto lo que quiera, es lo cierto, como ya he ma
nifestado , que el autor ignoraba la causa propia de la afeminacion de los
Escitas , y que las esplicaciones , probablemente por una equivocacion en
las espresiones a./avi'^Hj y tuvou^Ui no tienen otro objeto que el refe
rir la pérdida de la facultad viril , la aw^ya. propiamente dicha , á una
causa natural, en cuya indagacion no considera la afeminacion sino como
una circimstancia accesoria.
Creo que la disertacion de Mr. Roseubaum ha conducido la cuestion
al siguiente dilema: O bien, si se ha de referir Herodoto á Hipócrates, es
preciso no entender la enfermedad femenina del primero como la han en
tendido la mayor parte de los autores antiguos que han llegado hasta nos
otros y han hablado de ella , ó bien, si se ha de referir Hipócrates á He
rodoto , es decir si se ha de entender, segun los testimonios antiguos , que
la enfermedad femenina significa el vicio del paíhicus, es preciso admi
tir que Hipócrates se preocupó tanto con la impotencia, que descuidó la
afeminacion ; y que al buscar la causa física de esta impotencia mezcló
con la esplicacion de los hechos algunas otras , que hacen dudar de que
hubiese visto por sí mismo lo que refiere en su libro.
Es difícil decidirse en esta clase de cuestiones. Sin embargo , debo
decir que me inclino á creer con Mr. Rosenbaum que mas bien debe refe
rirse Hipócrates á Herodoto que Herodoto á Hipócrates, porque, como el,
tambien me inclino á creer que el médico de Coo no consignó en el libro
de Aguas, Aires y Lugares resultados que únicamente fuesen debidos' á
su esperiencia personal. La opinion que yo he formado , despues de la
lectura de tan notable libro , es que Hipócrates, guiado por la fecunda
idea de estudiar las influencias de los medios que rodean al hombre , rea
sumió, no solamente lo que por sí mismo habia observado, sino todos los
—94—
materiales que la ciencia de su tiempo poseia sobro este objeto. Y para
hacer ver que no faltaban materiales de este genero , séame permitido
trasladar aquí una cita de Bailly que no me parece fuera de proposito.
«Si se considera que los antiguos no observaron jamas la salida y pos
tura de las estrellas sino con el objeto de conocer y predecir los tiempos
favorables á los trabajos del campo; que por consiguiente han debido
acompañar cada una de sus observaciones de la de los vientos , lluvias,
frio y calor; si se considera ademas que estas observaciones se habian es
parcido por la Grecia desde Chiron , y por lo menos hasta Hiparco , lo cual
hace un intervalo de 1200 años; que CaKstenes encontro en Babilonia
una serie de observaciones hechas en el espacio 1000 años ^ que probable
mente eran en su mayor parte observaciones de este género , se conven
drá en que estas observaciones continuadas por tan considerable número
de siglos podian efectivamente ser útiles para conocer las causas de la
destemplanza de las estaciones , ó por lo menos para predecir su revolu
cion , cualesquiera que fuesen sus causas. Se convendrá en que debemos
echar de menos estas observaciones meteorológicas , nosotros que apenas
tenemos de ellas un centenar de años , y que sobre este particular no
llevamos mas ventajas que la exactitud de nuestros instrumentos y de
las observaciones que de ellos resultan ; ventaja que no siempre compensa
la antigüedad de ellas mismas. Estas reflexiones deben hacernos res
petar el trabajo de los antiguos. Si nosotros los hemos sobrepujado en
muchas partes , aun sin embargo han de pasarse muchos siglos antes de
que lleguemos al termino que los caldeos y tal vez los griegos consiguie
ron. (Histoire de 1' Astronomío anclenne, Paris 1775, pág. 251.)
EL EDITOR- o

Mucho siento no haberme podido proporcionar los comentos de


nuestros celebres autores Lázaro Soto y Antonio Nuñez Zamora , con que
hubiera deseado anotar este tratado, á pesar de las vivas diligencias
que he practicado para conseguirlos. No quiero sin embargo dejar pa
sar este escrito sin que en él queden grabados sus nombres inmortales,
así como tambien deseaba citar á nuestro Juan de Dios Huarte, no por
que se haya ocupado de traducirle ni comentarle , sino porque, apoyán
dose especialmente en su doctrina, compuso su erudito libro titulado Exá-
men de ingenios.

(*) Tenemos el sentimiento de comunicar á nuestros lectores que cir


cunstancias particulares han obligado al colaborador D. Kamon Esteban Fer
rando á variar de residencia, separándose á larga distancia de esta Corte, lo
cual le ha precisado á abandonar esta empresa ; la cual) quedando exclusiva
mente á cargo de D. Tomas Santero, continuará sin interrupcion, con la
actividad y esmero que sea posible. ,
—96—
Por mi parte poco podré esponer acerca del sublime escrito que aca
bamos de trasladar á nuestro patrio idioma , por ser tan clara , sencilla y
verdadera la doctrina que contiene, que apenas necesita de comentarios.
Se ve en él consecuente al autor con las ideas emitidas en el libro de la
Medicina Antigua que precede, y manifestase ostensiblemente la profundi
dad de conocimientos que este genio sublime poseia. Las verdades emiti
das en este gran libro con respecto al notable influjo de los climas y las
estaciones en la salud y moral de los hombres , emanadas de su penetran"
te observacion y fmo talento, se encuentran tan sólidamente fundadas , que
tan florecientes aparecen €n el dia como en la época remota de su feliz
creacion. Prosigue en éste tratado su venerable autor considerando la
ciencia en su punto de vista mas estenso , dando á conocer la variada y
necesaria influencia de los agentes que al hombre rodean de continuo, y
que empezando á obrar fisiológicamente sobre su economía, concluyen por
modificar su constitucion en términos de ocasionar dolencias verdaderas ; y
demostrando hasta á la evidencia este principio con el resultado de su
fina observacion con respecto al influjo de los terrenos , las aguas y los
vientos , hace ver la imprescindible necesidad que tiene el verdadero mé
dico de estudiar topográfica y geográficamente el pais en que haya de
egercer su noble ministerio, si ha de llegar á conocer la naturaleza de sus
habitantes , su idiosincrasia morbifica, el carácter y género de dolencias
que deben afligirles de preferencia , y los medios por consiguiente mas ade
cuados para usar el método curativo que mas convenga. Basta para conven
cerse practicamente de sus eternas verdades, observarla disposicion fisioló
gica y predisposicion patológica de nuestros mismos provincianos y con
siderar las endemias que suelen abatir algunas de nuestras propias comarcas,
y á poco que reflexionemos, no podremos menos de darnos por satisfechos.
Qué diferencia no existe en lo físico , en lo moral , y en las predisposi
cion morbosa entre un navarro y un andaluz , un gallego y un valencia
no, un catalan y un estremeño, un aragones y un castellano? Sus formas.
su índole, su disposicion intelectual, sus inclinaciones, sus hábitos, su
temperamento en fin distan tanto entre ellos, que á simple vista puede ya
advertirse la notable diferencia que los separa.
Hipócrates atribuye al poderoso influjo de los climas el valor guerrero
de los pueblos, y nuestro autor rebaja hasta cierto punto la verdad de este
aserto, como en su comento hemos visto, poniendo por ejemplo algunos
sucesos contrarios que la historia de las naciones ha presentado despues, y
diciendo que el arte de la guerra es el que influye en el predominio de los
ejércitos. Mas á pesar de todo, el hecho citado por Hipócrates , intrinse
-97-
camente considerado, es irrebatible: los hombres de ciertos climas, los que
habitan parages frios, elevados y bien ventiladoi adquieren una fibra mas
fuerte y un ánimo, para despreciar los peligros por inminentes que sean,
mucho mayor que los aclimatados en llanuras, poblaciones templadas, sitios
húmedos y poco venteados. Pregúntese á losgenerales entendidos de la bis-
toria , fijemos la vista en nuestro pais y recorramos las páginas de nuestras
mismas revoluciones, y véamos de parte de qué soldados ha estado siempre
el mayor valor, cuando solos han peleado sin gefes instruidos, sin órden, sin
táctica militar, y fiados únicamente á su suerte y ánimo valeroso. Muchas
condiciones pueden por de contado modificar esta virtud, resultado inmediato
dela organizacion, como ya el mismo Hipócrates advierte; y el que la
historia nos presente sucesos opuestos á la regla general no debe servir de
obstáculo para admitirla, principalmente en la guerra, en que la astucia
puede siempre mas que el valor, por estraordinario que sea. Por lo de-
mas , el valor, lo mismo que las demas cualidades morales de los hom
bres, van tan unidas á la organizacion animal, y estas dependen tanto
del influjo del clima , que por ser un hecho manifiesto, ha sido invariable
la doctrina espuesta por el padíe de la ciencia en el tratado de que nos
estamos ocupando.
El hombre es un ser sumamente modificable por lo mismo que es sen
sible ; y todos los agentes físicos y químicos que de continuo egercen sobre
él una accion constante no pueden menos de inducir en su organismo una
variacion particular. El aire, por ejemplo, gravita continuamente sobre su
cuerpo ; y este peso que está siempre obrando sobre su superficie no puede
menos de ocasionar una mayor ó menor condensacion de la piel y mem
brana pulmonar , segun su grado, dificultando en consecuencia relativa
mente el curso de la circulacion. Cuanto mayor dificultad esperimente la
sangre en vencer el paso de los vasos capilares, tanto menos frecuente
será la pulsacion ; pero en cambio será tambien tanto mas enérgica, cuanto
que, llenándose el corazon de mucha sangre por la lentitud con que circula,
ha de producir una contraccion mas vigorosa para poder desembarazarse de
ella. Lo contrario será efecto de una menor presion. Este diverso modo de
circular el humor sanguíneo, escitante general de todos los órganos, es
claro que ha de imprimir en ellos y en su conjunto un sello particular. En
efecto, las pulsaciones mas frecuentes obran sobre el organismo de un
modo mas continuo y proporcionalmente menos intenso, y escitando ma9
á menudo, en un tiempo dado, los órganos todos y entre ellos el cerebro,
centro de nuestras afecciones morales, ha de producir necesariamente en
el hombre una sensibilidad mas esquisita, una movilidad mayor , propor
—98-
cionada , y todas las condiciones orgánicas anejas a este modo de ser par
ticular. La imaginacion y la memoria en tales sugetos serán mas vivas;
el genio alegre y bullicioso ; sobresaldrán en el estudio de las artes no
bles; serán emprendedores, pero poco constantes y sufridos; y las enfer
medades que padezcan no podrán menos de presentar las señales propias
de tal temperamento. Por el contrario , las pulsaciones menos frecuentes
pero mas enérgicas, imprimen en los órganos escitaciones menos, repe
tidas pera mas profundas; producen en sus fibras una tension mayor y
proporcionada , porque han de resistir al impulso mas fuerte de la oleada
sanguínea; y esta continua resistencia ocasiona precisamente en ellas un
desarrollo mas pronunciado. El vigor resultante de tal estado de la cons
titucion ha de ser grande por consecuencia ; los movimientos de la econo
mía serán mas lentos, pero tendrán mas energía; la imaginativa será menos
creadora, pero el juicio mas profundo; el genio menos suave, y la cons
tancia mayor en las empresas ; sufrirán mas los sugetos de esta clase
todo genero de molestias, y cuando agotado el sufrimiento traten de
romper la cadena que los subyugue , no encontrará dique la pasion que
los conmueva; porque todas las reacciones de su cuerpo y de su espíritu
han de presentar la energía que el movimiento de la sangre ha hecho to
mar á las fibras de su organismo. Lo mismo debe suceder en las dolencias
que les aflijan.
Abstractamente considerado el efecto de la gravitacion del aire sobre
el cuerpo humano, ha de ser el que brevemente hemos descrito con sus
principales caractéres; mas una gran porcion de circunstancias concurren
tambien simultáneamente á modificar ó bien á corroborar este resultado,
como son la temperatura , el estado de sequedad ó humedad , y otras cua
lidades especiales que el terreno da á la atmósfera que le rodea. Un aire ca
liente ha de ser por precision mas raro, debiendo disminuir por lo tanto
los efectos de la gravedad ; y vice-versa , un aire frio se hallará mas con-
densado , y sus efectos han de ser congéneres de los ocasionados por un
peso mas considerable. El calor no solo disminuye la presion y acelera
por consiguiente el movimiento de la sangre , promoviendo los efectos
que anteriormente hemos notado , sino que produce tambien espansion en
los humores, determinando por consiguiente mayor facilidad para segre-
garseporsí, cuya accion es favorecida por la flojedad y laxitud que á las
fibras acompaña , á causa de la poca resistencia que tienen que oponer al
círculo sanguíneo. Por consiguiente, las propiedades orgánicas del cuerpo
humano sometido á la accion de un aire poco pesado y caliente serán las
anteriormente espuestas , pero en un grado mucho mayor. El fríó por el
—90-
contrario , determina los mismos efectos que la mayor gravedad, constrí-
ñendo los tejidos y aumentando la rigidez de la fibra, asi como tambien
produce la condensacion de los humores.
La humedad, es decir, el agua en forma de vapor absorvida por los
poros del cuerpo, se interpone entre las moléculas de los sólidos orgánicos
y los ablanda, disminuyendo su cohesion , y asociada á los humores dulci
fica tambien sus propiedades escitantes, haciendolos mas fluidos; de mo
do que obra en sentido de la poca gravedad y del calor, quitando el tono
á los solidos, y rebajando la fuerza de agregacion de los fluidos del orga
nismo. La sequedad produce resultados contrarios; favorece la accion del
frio y de la presion.
Hechanse pues de ver las diferentes modificaciones que el aire ha de
ocasionar en el cuerpo humano , segun la diversa combinacion de estas
cualidades que tan variadamente se unen en los diferentes climas. Los
terrenos ademas, segun sus condiciones particulares, agregan á estas
cualidades modificadoras algunas otras que no dejan de influir en la al
teracion de la atmósfera. Los sitios muy poblados de árboles son por lo
comun umbrosos; los pantanosos impurifican el aire con los perniciosos
miasmas que desprenden de su maléfico seno ; los litorales sobrecargan,
con la humedad de los mares, á la atmósfera que los rodea, de los
principios que saturan las aguas de estos; y los que se hallan alfom
brados con diversidad de plantas aromáticas embalsaman su alrededor
con las imperceptibles moléculas odoríferas que continuamente exhalan.
Estas circunstancias particulares de los terrenos comunican al ambiente
una cualidad especial, que aumenta la tonicidad del frio y de una presion
moderada , o modifica las condiciones opuestas , ó bien obra en sentido
contrario amortiguando la sensibilidad y el circulo de la sangre , hasta oca
sionando en los humores una alteracion muy depravada.
La situacion de los pueblos influye ademas en el predominio de los vien
tos, segun que ocupen un profundo valle , ó la cúspide de una ele
vada colina , ó el declive de una escabrosa montana. Se hallarán en tales
casos ó bien resguardados de sus continuas agitaciones, ó espuestos al
embate sucesivo de todos ellos, ó bajo el solo dominio de los septentriona
les, los meridionales, los del oriente ó los del ocaso, segun el punto por-
donde descubran un horizonte mas estenso y mas lejano. El predominio pues
de los vientos hará las poblaciones mas frias ó mas calientes, mas húme
das ó mas secas, modificando á su vez las cualidades de la atmósfera en el
sentido que hemos espuesto , y haciéndolas tambien de un temperamento
igual ó muy variable.
—100—
Vemos pues cuanto pueden influir unas condiciones tan varias eu el
organismo del hombre , produciendo cambios notables en su físico y su
moral. Pero no son los aires los únicos modificadores de su economía : los
terrenos crían plantas, y en ellos se apacientan multitud de animales des
tinados esclusivamente á su nutricion y sostenimiento , brotando ademas
en su superficie manantiales mas ó menos ricos, mas ó menos numerosos
de aguas potables ó impuras, cuyos agentes no son en verdad los que menos
contribuyen á los cambios enunciados. La vegetacion no es igual en todos
los climas, ni en todas las alturas se desarrolla con la misma lozanía. En los
climas templados y algo cálidos se desplega con el mayor vigor, al paso
que en los escesivamente frios solo crecen plantas pigmeas que fructifican
con mucha lentitud.
En parages bajos y húmedos los vegetales son tiernos y jugosos, pre
ponderando en ellos el mucílago, al paso que en sitios de condiciones opues
tas adquieren mas robustez , tienen mayor consistencia , y abundan en
principios activos, acres y amargos.
Conócese fácilmente cuan de diverso modo han de obrar sobre la eco
nomía cualidades tan diferentes, proporcionándola aquellas una nutricion
escasa y elementos acuosos ó insípidos, mientras estas por el contrario dan
fuerza y vigor á los anímales que las usan. Claramente se advierte, en con
secuencia , cuan diversos serán los productos suministrados por estos, se
gun la clase de pastos con que se hallen alimentados: los unos darán una
carne bien hecha, en que prepondere hasta con esceso la fibrina, una le
che crasa que segrege poco suero, y así de lo demas, mientras la carne de
los otros será blanda, pálida, insípida, mas gelatinosa que fibrinosa, la le
che clara y muy serosa , y sus órganos todos presentarán uu carácter
análogo.
No se necesitan por cierto grandes comentarios para demostrar los di
ferentes efectos que han de dar por resultado alimentaciones de cualidades
tan opuestas, formándose con una hombres fuertes, vigorosos, sanguí
neos, activos, laboriosos, y con otra hombres flojos, linfáticos, cobardes
e indolentes.
Los moradores de zonas escesivamente frías ó cálidas, donde el rigor
de las estaciones no permite el desarrollo de la vegetacion , ni el sosteni
miento, por consiguiente, de los animales criados á pasto por el hombre
para su alimentacion, se ven precisados á proporcionarse con la caza los
medios precisos para el sustento diario, logrando con ella animales silves
tres y carnívoros , únicos que pueden vivir en un terreno seco y estéril;
cuya especie de alimentacion , juntamente con el género de vida y algunas
—101-
otras circunstancias, produce en ellos la ferocidad, haciéndoles hasta sal-
vages y verdaderos antropófagos.
La naturaleza intrínseca de los terrenos influye mucho tambien en to
das estas modificaciones , pues un suelo arenoso , arcilloso, calizo, primi
tivo, ó de transicion , no es igualmente apto para la vegetacion , conser
vándose ademas en unos por mucho tiempo las aguas, mientras otros las
dan un pronto paso.
El buen juicio del lector comprenderá fácilmente la multitud de modifi-.
caciones que la reunion de estas circunstancias pueden inducir en los cli
mas, y conocerá muy bien el efecto que han de producir en la organiza
cion de los hombres que en ellos moren. Anejos á estos cambios de orga
nizacion han de ser los trastornos morbosos á que se hallen espuestos , y el
carácter que en ellos predomine no podrá menos de ser correspondiente.
Enjos habitantes de climas cuyas condiciones sean apropiadas para mante-
tener hombres robustos y sanguíneos , las flegmásias , las fiebres de índole
inflamatoria, las hemorragias y flujos activos , y las hipertrofias serán las
afecciones que predominen; y en los de circunstancias opuestas, las lesio
nes contrarias serán las que preponderen: en todas las enfermedades que
afecten á aquellos, el elemento positivo dará la ley ; al paso que en las que
aflijan á estos las reacciones serán muy débiles, y la adinamia y la putridez
estarán siempre amagando. Consiguientemente á esta consideracion, el
médico deberá estar prevenido para adoptar im plan curativo proporciona
do , antillogistico sin restriccion en el primer caso , y con mucha reserva
en el segundo , cuando las ocasiones lo requieran , recurriendo muy luego
á los tónicos, antisépticos y escitantes, tanto internos como estemos.
Si a esto pues agregamos el influjo que las aguas , el género de vida
y las instituciones de los pueblos egercen en la economía , favoreciendo ó
rebajando la accion de los modificadores espuestos, tendremos completado
- el cuadro magnifico que tan sábiamente supo delinear el inmortal Hipó
crates.
Las aguas segun su estado de pureza , su origen y temperatura obran
de diverso modo , reparando convenientemente las pérdidas de los humo
res, ó bien modificando la constitucion relativamente á sus cualidades.
Las de manantial , do fuente, de lluvia , las de nieve licuada con los
ardores del sol y precipitadas en arroyos desde las altas montañas , las que
pasan blandamente por el anchuroso cáuce de un rio , y las detenidas en
hondos y pestilentes pantanos no tienen en verdad las mismas propieda
des ; asi como las termales difieren de las frias, y las que han sufrido la
accion de algun mineralizador , sea el ácido carbónico ó el hidro sulfúrico,
—102—
ó bien las sales ó el hierro , producen en el organismo resultados muy di
versos. Seria largo el esponer los efectos fisiológicos de estas clases de
aguas; el padre de la ciencia los indicó muy bien, y no hay en la actuali
dad profesor que los desconozca. Los egercicios á que los hombres se
dedican se hallan por lo comun relacionados con su complexion misma;
así que la gimnasia y la caza suele ser el entretenimiento de los pueblos
vigorosos , al paso que los débiles y afeminados se entregan al descanso en
brazos del amor y al arrullo de los placeres. No influyen menos las ins
tituciones tanto políticas como religiosas en modificar el temperamento de
los hombres ; y en saber establecer sus dogmas de un modo conveniente,
segun el carácter de los climas, consiste la verdadera ciencia del sabio le
gislador.
Deducido pues el espíritu filosófico de este gran libro, se encuentra
en ól encerrado el fundamento de la ciencia, y el gran principio de «una
buena legislacion. La fisiología, la higiene, la patológía y la terapéutica
hallan en su doctrina las bases en que se fundan , brillando juntamente
en su esposicion los conocimientos astronómicos, geológicos, físicos y geo
gráficos.
Con respecto al precepto que en este libro impone Hipócrates de no
usar una medicina activa en épocas de grandes revoluciones atmosféricas,
dice Mr. Littre que en Paris no puede observarse estrictamente, á cauta de
las continuadas variaciones que su clima esperimenta. En este particular
nos hallamos en Madrid en circunstancias análogas, viendo con mucha fre
cuencia variar el termómetro de uno á otro dia , y tal vez en uno mismo,
de cuatro á ocho ó mas grados, y no ha mucho que hemos presenciado una
variacion mayor: el precepto por consiguiente no puede guardarse de un
modo muy rigoroso en nuestros paises, en quetanfrecuentesyrepetidosson
los cambios atmosféricos, porque nos hallaríamos reducidos casi siempre á
ser meros espectadores de los graves trastornos acaecidos en la economía.
Sin embargo, debe tenerse entendido que el repentino cambio de los vien
tos y las grandes alteraciones atmosféricas ocasionan generalmente movi
mientos notables en los cuerpos enfermos, y aun mas ó menos sensibles
en los sanos, determinando un carácter especial en las dolencias que no
puede fijarse de antemano. En efecto, una constitucion particular de la
atmósfera determina en ocasiones un predominio inflamatorio, mientras en
otras, al parecer análogas , produce un escesivo influjo nervioso. En las
mudanzas naturales de las estaciones no estan incierta esta relacion: co
nocido es el carácter que presentan las afecciones del invierno, dé la pri
mavera, del estío y del otoño, y ya anticipadamente puede conocerse;
— 103—
mas no así en los cambios repentinos y estraordinarios. Esto sin duda
hizo conocer al padre de la ciencia la gran reserva con que debia preceder
se en tales casos, siendo preciso que obre el médico con cautela para no
esponerse á errar , adoptando un plan enérgico que tal vez favorezca los
efectos desastrosos de la constitucion atmosférica. Harto sabido es que en
unas, las sangrías , por ejemplo , producen escelentes resultados , al paso
que en otras, hallándose bien indicadas, suelen ser seguidas del éxito mas
funesto. Consúltese la historia de las epidemias , y miles de ejemplos ven
drán en corrobacion de esta verdad demostrada por una larga esperiencia.
Creo pues , en vista de estas breves consideraciones , que siempre que
acontezcan grandes y repentinos movimientos en la atmósfera , convendrá
usar en las. enfermedades una medicina especiante, si la gravedad de los
accidentes ó la intensidad de los síntomas no reclama mas urgencia. En
este caso deberá procederse con arreglo á las indicaciones ; mas siempre
cou reserva, ínterin se manifieste francamente el carácter de la constitucion
atmosférica. En los paises destemplados, como el nuestro, podremos atem
perar de este modo nuestra conducta médica al sábio consejo del oráculo
de Coo, no permaneciendo en la inaccion en dichas épocas, mas sí obrando
con cierta mesura hasta conocer la índole de dicha constitucion.
Se observa tambien en este escrito que Hipócrates no rehusaba absoluta
mente la esplicacion de los fenómenos naturales, pues le vemos en muchas
ocasiones dar la razon de algunos de ellos, adaptándose á los conocimien
tos de su época; la observacion era su guía, y la sana razon analizaba
despues el resultado de la esperiencia, que era su verdadero principio en
todo caso.
Resplandecen en fin en este libro los profundos conocimientos que
este hombre inmortal habia adquirido de las cosas físicas y de su influjo
en la organizacion del hombre; y sus sábias máximas no solo florecen en
el dia, despues del largo curso de veinte y tres siglos que en su rápido pasar
marchitan todo, sino que radicadas en los eternos principios de una exacta
verdadera esperiencia, partirán su perpetua vida con el porvenir entero.
Terminaremos este pequeño artículo con las palabras de nuestro célebre
Solano de Luque en su Lapis Lidot Apollini» , en que hablando de la ver
dadera doctrina hipocrática , y manifestando que en la mas juiciosa espe
riencia tuvo origen lapráctica del padre de la ciencia, que continuada llegó
al aumento y repetida su constancia, pasó á la consistencia , tocando fe
lizmente lo maduro , prudente y cierto de la senectud, concluye de este
modo : «Hé aquí la cátedra, los libros y los ergos de que y con que Hipó
crates formó y afianzó el mejor y mas seguro método de curar; esta fué
— 104—
»Ia escuela donde cursó y aprendió toda su medicina, por lo cual ni las
» edades, ni las sofistérias , ni las cavilaciones de los hombres han podido
«ni podrán oscurecerla, ni harán que sean otras las naturalezas de las
«enfermedades, ni podrán llenar los tiempos ni periodos, ni cancelar la
«ley de crecer y menguar de cada uno: conocido todo y promulgado por la
» esperiencia de este varon tan sin igual , es la razon que , como nada de lo
» dicho depende de la opinion , ni tenga su ser en el entendimiento sino en
» la naturaleza , por esto fué preciso que así como todos lo tocan y regis-
» tran , cierto ninguno lo contradiga. Son finalmente las leyes médicas de
» este príncipe tan firmes y seguras como los elementos del incomparable
«Eitclides, porque ni uno ni otro fundaron opiniones sino evidencias.»
^t 0DÍct0 tetado del Pronóstico es la ésposicion de lo que debe
^¿¿^¿¿^eontideratte enias enfermedades agudas. Así pues, debe advertirse
que solo se trata en él de las enfermedades agudas y febriles; estender mas
allá de este límite las ideas de Hipócrates sería equivocarse » y disminuir es-
traordinariamente el valor y mérito de su libro.
Tiene por objeto lo que los médicos de su época llamaban prognosis,
*pi>?al3 ts 6 T^eyrom : cuya voz , ¿ pesar de su significacion etimológi
ca, comprende lo presente , lo pasado, y lo que ha de suceder en la enfer
medad.
El resultado de esta doctrina es poner al médico en estado de juzgar
del curso de las enfermedades y del valor recíproco de los síntomas, de
emplear con mayor seguridad los medios terapéuticos , y grangearse , por
esta habilidad de adivinar lo que no aprende por boca del enfermo , la con
fianza de aquellos que ponen en sus manos el cuidado de su salud.
—106—
Para formarse una idea de como concibe Hipócrates el estudio de lo que
hay de comun en las enfermedades agudas, bastará echar una ojeada sobre
los objetos de que se ocupa en este tratado. Examina sucesivamente la
alteracion del rostro, la posicion en la cama, el movimiento de las manos,
la respiracion, los sudores, el estado de los hipocondrios , las hidropesías
que traen origen de las enfermedades agudas , el sueño , lás deposiciones,
las orinas, los vómitos y la espectoracion. Esto es, enjuicio de Hipócrates,
lo que el médico debe examinar con especialidad al acercarse á la cabe
cera de un enfermo. Eñ este exámen no se encuentra el diagnóstico de una
enfenhedad particular , sino el del estado general ; diagnóstico en que se
fundaba enteramente la medicina de la escuela hipocrática.
Despues de haber espuesto los signos de las orinas , añade Hipócrates:
«No os dejeis engañar por el aspecto de la orina, si la vejiga padece al-
»guna enfermedad; porque éntónces este aspecto es un signo, no de todo
» el cuerpo , sino solo de la vejiga.» Este pasage nos prueba que Hipócrates
habia atendido á las alteraciones de la orina en las afecciones de los órga
nos urinarios y en las generales, y al .mismo tiempo nos demues
trala significacion del Pronóstico, pues se trata en este libro de los signos
de todo el cuerpo, y no de los de un órgano en particular.
Débese pues considerar el Pronóstico de Hipócrates, no como un libro
de semeyótica, sino como un verdadero tratado de patología especial. Cor
responde el Pronóstico , por lo perteneciente á las enfermedades agudas fe
briles , á nuestros libros modernos en que se espone la historia de las en
fermedades ; en vez de descrjbrir las afecciones particulares , describe Hi
pócrates las modificaciones comunes que el cuerpo recibe de ellas, y -como
esie conocimiento es el que indica el estado presente del enfermo, el que
enseña á preveer el futuro, y el que manifiesta el uso conveniente y opor
tuno de la terapéutica, resulta que Hipócrates, al trazar este cuadro, ha
enseñado al médico práctico todo cuanto le conviene saber, bajo el punto
de vista de la medicina antigua, en el tratamiento de las enfermedades agu
das febriles. Así que termina su libro diciendo : «No debe exigirse el nom
bre de alguna enfermedad que no se halle aquí inscrito; porque todo lo
» que se juzga en los períodos mas arriba establecidos se conoce por los
» mismos signos.»
Mientras mas nos hemos alejado de los tiempos de Hipócrates , mas ten
dencia hemos tenido á considerar su libro como una coleccion de proposi
ciones de semeyótica. Este es un grave error que hace desconocer com
pletamente su significacion y utilidad. La semeyótica se propone, segun la
conciben los modernos, indicar lo que anuncian en bien ó en mal los sig
—107—
nos observados ; y el Pronóstico de Hipócrates tiene por objeto esponer
los síntomas comunes á todas las enfermedades agudas febriles. Se ve pues
de cuan diferente modo se conciben la semeyótica modorna y el Pronóstico
de Hipócrates.
Este tratado se refiere á la idea que dictó el libro de la Medicina
antigua. En efecto, lo que Hipócrates recomienda en esto, como doctrina
fundamental de toda la medicina, es que?debe estudiarse el ser viviente, ó
eu su propio lenguaje, el hombre, en sus relaciones con las cosas esterio-
res, y comprobar las modificaciones que de ellas recibe. El Pronóstico es
una aplicacion de este principio general. Hipócrates no espone en él , como
hacen los modernos, los signos particulares de las enfermedades; pero
fiel ála doctrina de la antigua ciencia, abraza y reune las principales mo
dificaciones que esperimenta el cuerpo enfermo bajo la influencia de las
enfermedades agudas y febriles. Así, en lugar de esponer en él los sínto
mas especiales de la pulmonía, de la angina, de las fiebres, senala los
síntomas comunes á estos diversos estados; de modo que considera el
cuerpo en su conjunto , conforme al método espresado en el libro do la
Medicina antigua.
La ciencia antigua , y por consiguiente la medicina que formaba una
de sus ramas, era esencialmente sintética. Platon, en el Charmida, dice
que no se puede curar la parte sin el todo. El filósofo habia tomado esta
idea de la medicina que en su tiempo se enseñaba, la cual procedia del to
do , del conjunto; y tenemos de ello una prueba en el Pronóstico, que nos
manifiesta de una manera singular como se atempera la composicion de
los escritos particulares á la idea general de la ciencia. Esto libro, tal como
Hipócrates le formó , no podia componerse mas que en una época en
que la medicina conservase aun el sello de las doctrinas enciclopédicas, que
habian constituido la esencia de la enseñanza oriental.
Se advertirá en él que se habla mucho de las afecciones del pecho, pul
monía y pleuresía , lo cual se observa tambien en otros muchos escritos
hipocraticos: parece que en el clima de la Grocia so padecían con mucha
frecuencia estas afecciones. La descripcion que de ellas hace Hipócrates,
aunque á la verdad muy compendiada, me inclina á pensar que, si es
exacta esta descripcion , no seguían el mismo curso que entre nosotros. Ett
efecto, qué son esos empiemas que, segun Hipócrates, se abrían paso al
esterior bajo la forma de espectoracion purulenta? ¿Podrá creerse que bajo
la denominacion de empiemas se comprendiesen los derrames pleuríticos?
Pero estos no se abren al esterior, sino que se curan por reabsorcion. Y
entonces, ¿qué son esos empiemas señalados- por Hipócrates como terna-*
J
—108—
nacion de las periphneumonfas, y esas espectoraekmes purulentas que favo
recen su evacuacion ? Me es imposible responder á estes cuestiones : acaso
observaciones heclias en la misma Grecia podrían resolver este problema.
Traspasaría los límites y el objeto de este comento , si examinase deta
lladamente el valor definitivo que puede darse, en el estado aetual de
nuestros conocimientos, á cada una de las proposiciones del Pronóstico.
Me contentaré con dejar aquí consignado el juicio establecido por un hom
bre muy docto sobre las observaciones relativas á un objeto particular, al
estudio de la orina.
«Las observaciones de Hipócrates , dice Mr. Rayer, sobre las orinas
crudas, pálidas y transparentes, sobre las orinas espesas y cocidas (proba
blemente cargadas de ácido úrico y de uratos), sobre las orinas negras, (pro
bablemente sanguinolentas), sobre las orinas cargadas de arenillas, y so
bre las que presentan sedimentos mas ó menos considerables, han sido.
por largo tiempo la única riqueza de los semeyologistas , y el tema de sus
comentarios. Pero, debemos decirlo, han reproducido toda su doctrina, y
casi siempre sin crítica ni exámen. Todos han repetido, tomándolo de Hi
pócrates, que las orinas eran espesas en los niños, y que su transparencia
era mal signo; y sin embargo nada era mas fácil que comprobar lo contra
rio. Todos han indicado la formacion de sedimentos en la orina al fin de
las enfermedades agudas , sin añadir que se hacen con mucha frecuencia
trasparentes y menos cargadas cuando se declara la resolucion de la enfer
medad ó la- convalencia, y casi todos han referido á la situacion de las nu
béculas, á su elevacion ó acosamiento, signos pronósticos que jamas ha
confirmado la observacion. Con todo, á pesar de estos vacíos y de estos
errores que francamente denuncio , porque han sido reproducidos en mi
llares de volúmenes, las observaciones de Hipócrates sobre la orina ofre
cen un verdadero interes. » {Traite des maladies des reins, 1. 1 , p. 217.)
Lo que Mr. Rayer dice de las observaciones hipocráticas sobre la orina,
se aplica en general á las demas observaciones contenidas en el mismo
libro; es decir, que en parte se fundan sobre hechos bien observados, y
en parte sobre conclusiones dudosas ó erróneas. En fin , me parece que
el principal defecto que en ellas se encuentra es que están demasiado ge
neralizadas, y que el autor no tuvo tan en cuenta como debiera las escep-
ciones.
En todo caso , su valor semeyológico es , en sentido de la doctrina
hipocrática , secundario. Agrupadas, como lo están, con el objeto de
presentar el cuadro de fenómenos generales que las enfermedades agudas
y febriles producen en ta economía , tienen por objeto instruir ai médico de
—lOO-
lo que va á sobrevenir , no para que lo prediga y se atenga á este conoci
miento, sino para que obre segun convenga. Así que las indicaciones que
para nosotros se deducen con especialidad del diagnóstico, resultaban
para Hipócrates particularmente del pronóstico, entendido de esta manera.
Continuamente se habla en el Pronóstico de las crisis y de los dias crí
ticos: Hipócrates los atribuye una generalidad que no han confirmado las
observaciones modernas. Sin embargo, se encuentran algunos casos en
que una crisis manifiesta determina la solucion de la enfermedad, lo cual
se halla establecido de una manera incontestable por observaciones exactas.
De aquí resulta que unas enfermedades no tienen crisis algunas mani
fiestas , y son el mayor número entre nosotros , y otras se terminan por
un verdadero movimiento crítico. En el dia , pues, 9eria un objeto de es
tudio mas importante el procurar hacer la division entre las enfermeda
des críticas y no críticas , y señalar las circunstancias que concurren en
unas y otras.
Hipócrates dice: «En todo año y en toda estacion los malos signos
» anuncian el mal y los buenos signos anuncian el bien. u Si me atreviera
á oponer mi parecer al de Hipócrates , y consignar aquí lo que me ha en
señado la esperiencia , diria que en toda enfermedad aguda importan poco
los buenos signos; que solamente es necesario apreciar la gravedad de los
malos.
Un pasage de este tratado ha ocupado mucho á los comentadores, tanto
antiguos como modernos , cual es el de lo divino en las enfermedades. Aun
que esta espresion sea muy vaga, sin embargo, no se puede menos de creer
que Hipócrates atribuye aqui las enfermedades á un castigo celeste. Hay en
el tratado de Aires, Aguas y Lugares una polémica contra esta opinion
vulgar, é Hipócrates, que sostiene allí de la manera masesplícita que nin
guna enfermedad es mas divina que otra , que todas son divinas y todas son
humanas, y que ninguna se produce sin una causa natural, Hipócrates
digo, habrá profesado en otra parte una opinion tan opuesta? Galeno, des
pues de discutir todas las opiniones emitidas antes de él sobre esta dificul
tad, cree que esta espresion significa aquí las influencias atmosféricas, las
cualidades ocultas que el aire adquiere en algunas ocasiones y que se dejan
conocer muy bien por la esplosion de diferentes enfermedades. Me parece
que esta interpretarian de Galeno es inadmisible , eu razon al sentido preci
so de castigo divino que la palabra Busc tiene en los pasages del tratado
de Aires , Aguas y Lugares , en que Hipócrates combate á los que creen
que hay enfermedades enviadas por la divinidad. Ks pues lícito creer
que en el intervalo que trascurrió entre la composicion del Pronóstico y
—ilO-
la del libro de Aires, Aguas y Lugares, se modificaron las ideas de Hi
pócrates. De aquí se podría concluir que el Pronóstico es un libro de su
juventud.
Algunos comentadores y traductores han supuesto que el Pronóstico
era suficiente para la enseñanza de toda la medicina. Así, Bosquillon dice en
su prefacio, que los Aforismos y el Pronóstico son el compendio de toda la
ciencia. Esto es una exageracion evidente, que hasta se convierte en detri
mento del mismo libro de Hipócrates; en efecto, no solamente el Pronós
tico no encierra toda la medicina, sino que únicamente está consagrado al
examen do las enfermedades agudas febriles , y aun en estas enfermedades
solo trata de lo que tienen de comun. Se ve pues, que los talentos estu
diosos que en el buscaran un compendio de toda la medicina , se encontra
rían chasqueados ; pero si buscasen en el lo que contiene realmente, es
decir, un punto de vista que parece nuevo á la ciencia moderna, juslamen*
te porque es antiguo , les serviría de provecho é instruccion.
El Pronóstico de Hipócrates, aun en el dia, podría ser recomendado co
mo el fun lamento de un huevo estudio; seria en efecto importante y útil el
hacer con los conocimientos modernos lo que Hipócrates hizo en su tiempo
sobre los síntomas de las enfermedades agudas y febriles. Independiente
mente du la afeccion leeal que existe, las enfermedades, y sobre todo las
febriles, se generalizan con mucha fuerza y prontitud; el estudio de esta»
generalidades no está hecho ; sería por lo tanto muy útil saber la parte que
toman las fiebres, las pulmonías, las anginas, las lesiones traumáticas
acompañadas do reaccion febril, etc., en las modificaciones que impri
men en el organismo. De este cuadro carece tanto la fisiología como la pa
tología, y ciertamente suministraría nociones útiles á los prácticos en los
casos en que las indicaciones especiales y precisas no son muy manifiestas.
Lo mismo que el libro de la Medicina antigua y el tratado de Airts,
Aguas y Lugares, se distingue el Pronóstico por la escelencia del estilo y
de la esposicion. Algunos trozos se conservan como clásicos; citaré la piu-
tura que hizo Hipócrates de la fisonomía del enfermo descompuesta por
el padecimiento, y que se conoce con el nombre de cara hipocrática. Una
comparacion hecha ya por Mr. Ermerins y Mr. Hudart, cuya completa
exactitud he visto yo confirmada , ha demostrado que el Pronóstico ha sido
radactado con los elementos que constituyen las Prenociones deCoo. Cual
quiera que haya sido el autor ó autores de estas Prenociones , Hipócrates
las tuvoá la vista, las ordenó, y con el auxilio de su esperiencia propia,
entresacó de ellas las que le parecieron tener un carácter particular: des
pues, en un preámbulo, espuso el modo como él concebia que debia el
—111-
médico práctico observar las enfermedades agudas febriles para apreciar su
intensidad y su curso] y á ellos arreglar su tratamiento y finalmente, en
una conclusion que reasume todo su pensamiento , recuerda que la doctri
na que acaba de esponer es la doctrina general de las enfermedades agu
das febriles. De este modo se ha compuesto el Pronóstico.
En último resultado, el médico que en el dia quiera leer el Pronóstico
de Hipócrates encontrará primeramente observaciones detalladas que ca
si siempre tienen el mérito de una gran verdad y que se han repetido
muchas veces; notará despues la gran diferencia que separa el juicio anti
guo del moderno por Iq .que toca á ía medicina; y finalmente, si se halla do
tado de un talento laborioso; conocerá que la comparacion del pensamien
to antiguo es susceptible de fecundar el moderno , y que se encontraría un
nuevo y vasto campo que esplotar, siso aplicase la doctrina, de Hipócrates
á tantos hechos como ha recogido la medicina desde el tiempo de este hijo
de los Asclepiades.
«Es propio, dice Galeno (t. 3, p. 390, Ed. Basil.) es propio de un mé-
»dico hábil y digno del arte de Hipócrates, el prever el momento en que
» la enfermedad llegará á su rnáximun.» Esta prevision no es por parte del
médico en el dia el objeto de una atencion tan constante, como le era para
el médico formado en la escuela de Hipócrates. Se insiste en el diagnóstico,
se buscan todos los detalles , se le determina tan rigorosamente como es
posible, y con mucha razon sin duda; pero creo que no se debiera perder
de vista el conjunto de la enfermedad y las fases que ha de recorrer. Si
pues á la exactitud moderna se uniese algo de la prevision antigua, es de
cir, si se acostumbrase á combinar con el diagnóstico particular del asien
to ó de la especie de la enfermedad el diagnóstico general á quo Hipócra
tes daba el nombre de prognosis, se utilizarían, con provecho.de la medici
na contemporánea, ideas y estudios que han servido mucho y pueden ser
vir todavía; de tal manera, que yo veo en el estudio del Pronóstico de Hi
pócrates una doble ventaja : el práctico puede aprender en él á asegurar
su práctica, y el patólogo á desarrollar ciertos puntos de la ciencia que
permanecen todavía en la oscuridad.
BIBLIOGRAFIA. »

Los manuscritos de la biblioteca real de París que contienen el Pronós,


tito son: el 36 , 396, 1884, 2140, 2141, 2142 , 2143, 2144 , 2145, 2146.
2255, 2256, 2266, 2269, 2330, 2257, 2228, 2229, 1883, 2316,2319, 446.
Liber Pronosticorum Hypooratis. (Este es el 5.° trozo en la coleccion
de Articella , reimpresa muchas veces. Esta traduccion latina parece ha
berse hecho del Árabe.)
Aphorismi Jo. Damasceni et Rasis cum prognosticis Hippocratis, Bonon.
cura Platonis de Benedictis S. A. 4.° velrsio est ex arabico.

(1) Las noticias bibliográficas que pongo aquí son tomadas del escelentc
artículo sobre Hipócrates de Ackermann , insertado en la Biblioteca gricga
de Fabricío, edicion de Harles. He añadido algunas, aunque raras adiciones
hechas por Kühn, y otras aun mas raras por mí.
—113—
Hippocratis prognostica cum commentario Galeni, interprete Laurentio
Laurentiano Florentino. Flor. 1508, iii f. (Bibl. sen. Lips.) 1343, in 8.°,
Paris, 1557, in 8.° 1631 , in 12.
Hippocratis Coi prossagiorum libri tres, ejusdem de ratione victus in
morbis acutis libri quatnor, interprete Guil, Copo Bas. Praefationem dedit
Copus Lutet. X calend. Apr., 1511. — Bepetita est hoce editio, sed Prog-
nosticorum tantum.Basil, 1543, in 8.° Lugd. 1523, in 12. Additsunt huic
editioni annotationes in quosdam locos commentariornm super prognostica
Hippocratis, ex codice Hippocratis manuscripto, qual in primis editionibus
desiderantur. Cum proefatione Fr. Lenii: Vicent. 1611, in 16. Cnm Apho-
riiraisNic. Leoniceno interprete prognostica prodierunt latine Guil. Copo
interprete Paris ex olTicina Colinei, 1524, in 12. Latine apud H. Stepha-
num, 1512. Cum proefatione Jo. Jac. de Sabiis Bonon, 1326 in 4.°
Galeni commentarius ex versione H. Blacvodei. Paris 1325.
Galeni commentarii in Prognosticum Hippocratis. Paris , 1526 in f.
1527, in f. interprete Vassoeo, 1555, in f.
Thadda:í expositio in divinum librum Prognosticorum. Ven. 1527, in
f. Cum Galeni commentario.
Hippocratis et Galeni libri aliquotex recognitione Frc. Babel*sií Lugd.
1532, in 12, 1543, in 12, 1543, in 8.° Prognosticun continet in tres libros
divisum. Venet. , 1547, in 12, 1620, in 12. Cph á Vega versio. Salamant.
1552, in8.°, Bura Opsopcei , Francf. 1387 in 16. Studio Thom. Mouffet.
Francf. 1588 , in 8.°
Le livre des presaiges, traduit parPierre Verney, á Lyon, 1542, in 8.°,
1552 , in 8.° (Hall. Bibl. med. pract. 1 , p. 36 , 39.)
Henriqut á Cuellar cum commentariis Galeni in Ilippocratis Prog-
nosticon. Coimbrce, 1543, 1582.
Hippocratis Prognoslicon cum commentariis Galeni et adnotatlonifnts
Chístophori de Vega. Lugduni , 1531 , in 8.° (Gunz. Bibl.)
Bened. Victorii commentarius in Prognostica. Flor. 1551 , in f.
Claudii Galeni in Hippocratis Coi Prognosticon comentaríus in tres libros
divisns, interprete Jo. Gorroeo. Lugd. 1552, in-12.
Hippocratis Aphorismi digestí in ordinem secundum locos congruentium
secum materiarum, cum breve expositione ex Golen. commentariis. Ejus
dem Hippocratis Proenotionum libri tres cum explanatione ex eodem fonte.
Lugd. 1555, m 12. Joannes Butinus interpres est, prafatione docenti.
Altera editio. Lugd. 1580, in 12. Butmus nomen in titulo gerit et textum
groecum simul exbibet. Altera est Aureliopoli, 1623, in 16.
Hippocratis aphorismorum libri VU. Prognostica. Coacrc pra-notiones
15
—114—
Prorrheticorum libri II. De insomniis. Jusjurandum. Par apml Morelium,
1557, in 12. Cum excerpto ex libro Jac. Sylvii , de ordine et ordinis ratione
in legendis Hippocratis el Galeni libris.
Hieron. Cardará comentarn. Bas. 1562 , in f. et ía Oper. , t. VIII,
p. 581.
Jo. Molpaei tabuloe quae libros tres de Prognostinis complectuntur. Pa
rís, 1567, in 4..°
Divi Hippocratis Prognosticon latina ecphrasis ex mente Galeni , auc-
tore P. Blondello Calexio, med. reg. Lutet. apud Robertum Stephanum.
1575, in 4.°.
And. Eghnger. poetica paraphrasis. Francof, 1579 , in 8.°
Hippocratis Coi Jusjurandum , aphorismorum sectiones VIII , Prognos-
tica, Prorrheticorum libri II , coaca prasagia, groecus et latinus contextua
accurate renovatus cura Joa. Opsopcei, Francof, 1587, in 12. (Opsopeo
se sirvió de un manuscrito que le habia proporcionado Cordeo, á quien ya
he citado en algunas variantes anteriores.)
Fr. Vallesiíinlprcenotionumcomenlariitres, Colonice, 1589, inf. (Cal,
Gunz.) Paris 1664, in f.
Ant. Lopi breves adnolationes in precnotionum librum. Matrit , 1!i96.
in 4.°
Hier. Mercurialis comentarii in Prognostica. Francof. 1602 , in f. , et in
Pisanis proelectionibus. Ven., 1597, in f.
Rodrigo á Fonseca commenlarius, Patav-. 1597. in k."
The book ofthe presages of deuyne Hippocrates deuyded into three
parts. Also theprotestation, which Hippocrates caused his schollers to ma-
ke. The whole newly collected and translatcd by Pt. Low, Arrelian doc, in
the faculty ofchirurgerie in Paris. Lond. 1597, in 8.° (Este libro se ha publi
cado con la obra del mismo autor titulada : The whole course of chirurge
rie. Lond. 1597, in 8.°)
Hippocratis Coi prolegomena et Pronosticorum libri tres cum para-
phrafttica versione et commentario Jo. Heurnii. Lugd. Bat. , 1597, in 4.a,
1603, in 4.° et in oper. omn. Lugd. Bat., 1609, in 4.4
Jac. Lavellii commenlarius in librum I Prognosticorum Hippocratis.
Ven. , 1602, in 4.° 1609, in 8.°
Hippocratis Coi Aphorismi groece et latine una cum Prognosticis , Pror-
rheticis, Coacis et aliis decem ejusdem opusculis, pleraque ex interpretatio-
ne Jo. Heurnii. Lugd. Bat. 1607, in 12.
Jac. Ant. Phrigii commentarii. Ticini, 1608, in 8.°
Aphorismorum Hippocratis sectiones VH. P. Frc. Occlerio autore. Ven.
—113—
1620 , in 12. Hic Ogglerius auctor audit et Prognosticon péculiarem titu-
lum habet. Iterum cum Aphorismls, Guil, Copo interprete. Ven. 1674, in
12. Iterum Vienn. 1726, in!2, Prognosticon ex Copi interpretationelegi-
tur.ápag. 99,
Hon. Bicaisse, sintaxis prmnotlonum. Aquis Sext. 1635, in 12.
Hippocratis Aphorlsmorum sectiones VII , Nic. Leoniceno interprete,
accesit octava ex Ant, Muse Brassavoli commentariis; ítem prognostico-
rum libri tres. Patav. 1638, in 12, Prognosticis qul titulum peculiarem
habent, annus 1637, subscriptus est. Ven. 1647, in 12.
Melch. Sebitz de &uov seu divino Hippocratis, Argent. 1613, in 4.°
Vates medicas Htppocraticus, seu Hippocratis ColPrognosticorum liber,
commentariis et notis illustratus, in luoem emlssus á Barthol.Horn.Strals,
1645, in 4.°Textus gracus est cum versione latina et commentario practico.
Chr, Lange de facie hippocratica. Lips. , 1651 , in 4.° ed. Grunero,
1784,in 8.a et inScblegelThes. semiot, patholog, Stendal. 1786,in8.°vol,I.
Jo. Vorst de divino in morbis, quod observare in Prognosticis Hippo-
crates medicum jussit. Leid. 1654, in 4,»
Car. Vallesii de Bourgdieu aphorismi prognostici in febribus acutis,
commentariis illustrati. Rom. 1569, in f. (Cat. Gunz.)
. Car. Sponii Sybilla medica Hippocratis libelium prognosticon heroico
carmine latino exprimens,, ad illustrem virum Guid. Patinum. Lugd. 1661
ía 4.° 1666, in4,tt
In Jo. Jac. Becchori Parnassus medicus illustratus: Ein neues Thier—
Krauter— und Bergbuch, samtp der Salernischen Shul, u. den Prasagiis
vitoe et mortis. Ulm , 1663, in fol. (En la cuarta parte, despues de los pre
ceptos do la escuela de Salerno, se encuentra el Pronóstico traducido á el
aleman de la version latina de Guillelmo Copo).
Erh. Heideneccii ^viifionuTinoy VII Hippocratis Aphorismorum sec-
tionum, Prognosticorum libri Hippocratis synopsis brevissima, Bas, 1685,
in 4.a
Ca. Ph. Gessner, de divino Hippocratis. Gott, 1739, in 4.a et in G. G.
Richteri Opuse, med. vol. I, p. 42, in locum Proenotionurn , § 1. 1. I, pá
gina 448, ed Linden.
Magni Hippocratis Coi opúscula aphorística somiotica-therapé&tica VIH
una cum Jurejurando, grcece et latine. Bas. 1748, in 8.° N. 2. Prognos
ticon continet, in sectiones divisum, secundum Foesii textum.
Hippocratis Aphorismi et Prognostica cum recognitione et notís Andrea:
Pastae. Bergam, 1750, in i." 1762, in 12. Prognostica etiam prodierunt
latine. Arast. 1755, in 12.
—lie—
Las obras de Hipócrates mas selectas traducidas al castellano é Hui
das por D. Andres Piquer, médico de cámara de S. M. Madrid, 1757: 3 vo
lúmenes en 4.° (Se han hecho tres ediciones , la tercera es de 1788. El tomo
primero contiene el Pronóstico en latin y en español ; este tomo ha sido tra
ducido al frances por J. B. P. Laborie, con este título: Les Pronosticó
d' Hippocrate, commentés par A. Piquer, d' apres les observateurs prati-
ciens tant anciens que modernes, ouvrage traduitde l'espagnol, et aug
menté d' une notice biographique , Paris 1822, in 8.°)
Du pronostic dans les maladies aigües, par Ch. Leroy. Moutpellier, 1776
in 8.° , 1781, in 8.° Este libro contiene estractos de los Pronósticos y de los
demas libros semeyóticos de Hipócrates. Se ha publicado una traduccion
de él alemana en Leipsick, 1786, in8.°
Hippocratis Aphorismi et Proenotionum liher. Recensuit notasque addi-
ditEd, Franc Marc. Bosquillon. Paris, 1784, 2 vol. in 12. Bosquillon ha
añadido algunas variantes tomadas de los manuscritos de la Biblioteca Real
de Paris.
The prognosticis and prorrheties of Hippocrates , translated fron thc
original greck , with large annotations critical and explanatory , to which
is prefixed a chort account of the life of Hippocrates by John Moffat. Lond.,
1788, in 8.° ;
Pronostiques et prorretiques d' Hippocrate avec tous les passages pa-
ralléles, traduits par Lefebvre-Villebrune, bibliothecaire de la Bibliothe-
que Nationale , Paris , en 3 ; in 16,
Pronostica et prorrhetiques d' Hippocrate latin-francais , traduetion
nouvelle por E. Pariset, 2. vol. in 24 , Paris, 1817.

Ademas de los autores españoles citados por Littré en esta bibliografía,


que son los que he hecho poner con letra bastardilla , se han ocupado de
este libro los siguientes :
Juan Bravo de Piedrahita , que escribió un libro titulado , in li
bros prognosticorum Hippocratis commentaría,ea Salamanca; 1578 y 1583,
en 4.° .
Alfonso Lopez (Pinciano) que publicó otro en Madrid , en el año 159G, ti
tulado Hippocratis prognosticum. Creo que este es el mismo que cita nues
tro autor con el título de Ant. Lopi breves adnotationes in premotionum
librum ; y me lo hace sospechar la circunstancia de no conocerse ningun
Antonio Lopez comentador de este libro, y la de convenir sus citas, en el
año y sitio de la publicacion , con la de Alfonso Lopez de Valladolid.
—117—
Gines Pastor Gallego compuso un libro titulado Brevis epithome valde
uiilis ad pradicendum futura in morbis aculis, un tomo en 8.° de 168 pá
ginas. impreso en Orihuela en el año de 1G2V; y aunque no es un verdadero
comentario á los Pronósticos de Hipócrates, con todo , se hallan basadas
en sus doctrinas las ideas que en el emite acerca del modo de predecir en
las enfermedades agudas y de las crisis, y me parece por lo tanto digno de
citarse.
Tenemos tambien de Valles el siguiente, que es uno de los que he teni
do á la vista en la traduccion de este tratado: Commcntaria in Prognosti-
cum Hippocratis auctore Francisco VallesioCovarruviano, doctore médico,
prímarioque medicas facultatis in Complulensi Academia profesore. Al
calá, un tomo en 8.° 1567.
m

No debo dejar pasar esta ocasion sin manifestar, en prueba de agradeci


miento, que la exactitud de mis anotaciones en cuanto á las noticias biblio
gráficas de las obras de que me ocupo , la debo en gran manera al favor de
mi apreciable amigo y comprofesor D. Juan Gualberto Aviles, que ha te
nido la singular bondad de franquearme su rica biblioteca , compuesta de
multitud de libros antiguos y modernos, con especialidad de autores
españoles, cuya reunion fué obra del sabio y erudito D. Antonio Hernan
dez Morejon, su padre político, que se dedicó con particular empeño al
estudio de la historia de la medicina española , como á todos es sabido,
dejando sobre ella escrito un escelente trabaja, que honra á su patria,
próximo ya á publicarse por el Sr. Aviles , y digno de la mayor aceptacion
por su objeto y por su autor.

* Descoso de complacer á varios profesores que me han indicado lo grato


que les seria recibir el testo latino de los Pronósticos y los Aforismos junta
mente con la traduccion, he determinado hacerlo así; eligiendo para el ac
tual tratado el de nuestro Cristobal de Vega , por ser español , por la clari
dad de su diccion y la bondad de su estilo , y en justo recuerdo de la mere
cida reputacion que siempre tuvo. E1 testo latino irá á continuacion del
castellano.
PRONOSTICOS.

1. Me parece muy bueno que el médico sepa pronosticar: (I) penetrando


y esponiendo, antes de todo, á la cabecera de los enfermos, lo presente,
lo pasado y lo que ha de stfceder en el curso de sus enfermedades , y mani
festando lo que ellos olviden . se grangeará su confianza , y convencidos de
la superioridad de sus luces no dudarán en someterse á sus cuidados. Diri
girá tanto mejor la curacion de los males, cuanto que sabrá, con el auxilio
del estado presente, leer en el porvenir. Dar la salud á todos los enfermos
es imposible, aunque esto valdría mas que predecir la marcha sucesiva de
los síntomas; pero una vez que los hombres mueren, sucumbiendo unos,
antes de haber llamado al médico, víctimas de la violencia del mal , otros
inmediatamente despues de haberle llamado , sobreviviendo un dia ó poco

(I) Aunque esta no sea la version literal del autor, es sin embargo la
generalmente aceptada en las ediciones latinas y en las de nuestros comenta
dores, y la prefiero por lo tanto : el sentido es idéntico en unas y en otras,
pero creo mas exacta la redaccion que admito.
—119—
mas tiempo, y espirando antes de que haya podido combatir con su arte
cada uno de los accidentes, importa mucho conocer la naturaleza de las
afecciones, saber cuanto pueden sobrepujará la fuerza de la constitucion,
y aun esplorar al mismo tiempo si hay en ellas alguna cosa de divino, por
que tambien debe tenerse conocimiento de ello. (II). De este modo el mé
dico será justamente admirado, y ejercerá hábilmente su profesion: en
efecto, preveyendo muy de antemano los accidentes que pueden sobrevenir
podrá preservar mejor del peligro á aquellos cuyas dolencias sean curables,
y conociendo y pronosticando los que deben perecer ó salvarse , no será
vituperado.
.2. En las enfermedades agudas deberá hacer el médico las siguientes
observaciones: examinar primeramente el rostro del enfermo y notar si su
fisonomía es semejante á la de las personas sanas, y sobre todo si es pare
cida á la del mismo paciente en estado de salud. Esta es la mas. favorable,
y cnanto mas se aparte de su natural tanto mayor será el peligro. Llegan
las facciones á su mayor grado de alteracion , cuando la nariz está afilada,
I)s ojos hundidos, deprimidas las sienes, las orejas frias y encojidas, sus
lobulos echados hacia afuera , la piel de la frente seca, tirante y árida, toda
la tez verdosa 6 negra, ó lívida ó aplomada. Si el rostro presenta estos
caracteres desde el principio de la enfermedad , y los demas signos no
suministran indicaciones suficientes, se preguntará al enfermo si ha pasado
muchos desvelos , si ha tenido alguna gran diarrea , ó si ha sufrido ham
bre; porque si hubiese acontecido cualquiera de estos accidentes, deberá
considerarse el peligro menos inminente. Semejante estado morboso se
juzga en un dia y una noche , cuando las causas indicadas mas arriba han
sido las.productoras de esta descomposicion de la fisonomía: pero si así no
fuese, si la afeccion no cesase en él tiempo prefijado, debe tenerse en
tendido que está proxima la muerte. Si está descomposicion de la fisonomía

(II) Nuestro Piquer agrega á este párrafo lo siguiente: deben tambien


advertirse cuidadosamente las diferentes enfermedades epidémicas , y
no ha de ignorarse la constitucion del tiempo. Ninguna de las ediciones qne
tengo á la vista dice esto, exceptola de Calvo que pone.... prmterea si quid
divinum calive et aeris non benigni sit in morbis etc. Me parece que Piquer,
al agregar este pequeño párrafo al anterior, solo tuvo por objeto aclarar el
divinum que precede, tomando lo añadido, de lo último de este tratado, co
mo luego veremos. Cartcrio hizo lo mismo segun pone el autor en una de sus
variantes.
—120—
se verifica en una época mas avanzada de la enfermedad, al tercero ó
cuarto dia, se harán las mismas preguntas anteriormente indicadas, y se
examinarán los demas signos, tanto los que se observan en el rostro como
los que suministra todo el cuerpo. (III) Si los ojos rehusan la luz , si invo
luntariamente se llenan de lágrimas, si se presentan torcidos, si el uno
se pone mas pequeño que el otro, si lo blanco se tifie de rojo, si aparecen
en ellos algunas venillas lívidas 6 negras, si se forman legañas al rededor
de la niña , si se hallan escitados convulsivamente 6 como saliendose de
la órbita ó profundamente hundidos, si las niñas están secas y empañada?,
ó se presenta alterada la coloracion de todo el rostro, debe tenerse enten
dido que el conjunto de estos signos es muy malo y de pronóstico funesto.
Conviene tambien considerar como se ponen los ojos durante el sueño;
pues si aparece lo blanco del ojo al traves de los párpados incompletamente
cerrados, sin que haya precedido diarrea ó la administracion de algun pur
gante , y sin que el enfermo acostumbre á dormir de esta manera , este

(III) Me lie tomado la libertad de introducir una pequeña variacion en


el testo del autor, que termina este párrafo diciendo como los que su
ministran los ojos. Calvo, Foesio, y Vandcr Linden dicen, que deben tam
bien tenerse en cuenta los signos expresados por el rostro, el cuerpo y los
ojos, cuya diccion siguen nuestro Valles y Piquer, entre otros, si bien este
último lo pone de este modo en la traduccion española y no en la latina,
en que se halla conforme con la de* Vega. Este célebre compatricio coloca
un punto entre las palabras el cuerpo y los ojos , de modo que el jxirrafo
concluye diciendo que debe atenderse á los signos suministrados por el
rostro y el cuerpo, y el siguiente empieza con las palabras Y los presen
tados por los ojos, Sfc. £7 ca quain oculis sunt etc. Me ha parecido esta co
locacion la mas exacta , ya porque habiendo dicho que debe atenderse á los
signus espresados por el rostro parece una redundancia el hacer mencion par
ticular de uua de sus partes, cuales son los ojos, sin que se advierta que
estos con especialidad deben llamar la atencion , ya tambien porque en el
párrafo que sigue se trata de las señales que cu ellos deben buscarse; y no
es posible que Hipócrates, tan exacto y tan preciso en todas sus obras co
metiese esta imperfeccion , que regularmente será debida á los copiantes, y
que se remedia con facilidad admitiendo la puntuacion de nuestro Cristobal
de Vega. Así lo he creido conveniente, y por lo tanto me he permitido csla
variacion en el testo que traduzco.
-121-
síntoma es may malo y anuncia un riesgo inminente. Si los párpados , los
labios , ó la nariz se ponen torcidos, ó toman un tinte lívido ó pálido , con
curriendo simultáneamente la aparicion de alguno de los demas signos , se
juzgará muy pró*ima la muerte. Tambien es de funesto presagio el presen
tarse los labios nacidos , caidos , frios y enteramente blancos.
3. Conviene que el médico halle al enfermo acostado sobre el lado de
recho ó el izquierdo, con los brazos, el cuello y las piernas en semiflexion,
y todo el cuerpo tendido de modo que esté flexible; porque asi es como descan
san en la cama la mayor parte de las personas sanas , y la mejor posicion es
aquella quemas se parece á la que adoptan los sanos. El estar acostado de es
paldas, y tener los brazos, el cuello, y las piernas estendidas es menos favora
ble. Latendencíaá escurrirse en la cama, bajando el cuerpo por sí propio hácia
los pies, es todavía peor. Si se encuentra al enfermo con los pies desarro
pados, sin que el calor le obligue a ello, con los brazos, el cuello y las
piernas descubiertas, y en posiciones irregulares, deberá formarse mal
juicio, porque esto es indicio de grande agitacion. Es tambien funesto que
duerma el enfermo con la boca constantemente abierta , y que , acostado
de espaldas, tenga las piernas estremadamente unidas ó separadas. El
echarse boca abajo , si el enfermo no tiene costumbre de dormir de este
modo cuando se halla bueno, indica delirio, ó dolor en las regiones abdo
minales. El deseo de levantarse (IV) en la fuerza de la enfermedad es
malo en todas las afecciones agudas , pero lo es sobre todo en las perip-
neumónicas. El rechinar los dientes en las calenturas (V), cuando no es
hábito contraido desde la infancia , amenaza al enfermo con un delirio ma-

(IV) Nuwtros traductores españoles Vega , Valles, y Piquer ponen, en


lugar de levantarse , residere , sentarse; y asi mismo lo traduce el último
en castellano. Foesio y Vaiíder-Lindeu dicen sedere , y Calvo con nuestro
autor traduce surgerc, levantarse.

(V) A pesar do que todos los autores que llevo citados ponen del mismo
modo esta traduccion , con todo, en la de nuestro autor se observa que solo
dice... El rechinar los dientes , sin espresar lo restante de este miembro del
periodo. No espone el motivo de esta supresion, que tanto altera el verda
dero valor de la frase, como hace siempre en ocasiones semejantes, lo que
junto á la circunstancia de hallarse tambien, en su testo griego, espresado en
las calenturas , me hace creer que ha sido la causa un error de impreutn;
por cuyo motivo-me ha parecido conveniente suplirlo en mi traduccion.
—1-22—
niaco , y es muy grave ; aunque conviene advertir el peligro respectivo:
porque si el rechinamiento se une al delirio , constituye un signo dtí mal
presagio ; pero si el primero sobreviene al segundo , indica un estado muy
alarmante. Deberá informarse el médico de si existia desds el principio de
la enfermedad alguna llaga, ó si se ha formado durante el curso de la do
lencia: pues cuando el sugeto ha de sucumbir, se pone, antes de la muerte,
lívida y seca, ó pálida y seca.
4. En cuanto á los movimientos de las manos, hé aqui lo que he ob
servado: en las fiebres agudas , en las perineumonías , en los delirios fe
briles , en las cefalalgias , el llevar las manos hácia el rostro como buscan
do objetos que no existen , ó el ademan de coger motas, de arrancar peli
llos de la ropa, ó de quitar pajillas de la pared , presentan otros tantos
indicios de upa funesta terminacion.
5. La respiracion frecuente indica dolor ó inflamacion en las regiones
supra-diafragmáticas (VI); la profunda y hecha á grandes intérvalos anun
cia el delirio, y cuando el aire espirado sale frío de las narices y la boca es
de muy mal agüero. Conviene tener entendido que una buena respiracion
ejerce grande influencia en la curacion de todas las enfermedades agudas
que van acompañadas de fiebres y se juzgan en cuarenta dias.
6. Los mejores sudores en todas las enfermedades agudas son los que
se presentan en los dias críticos y hacen desaparecer completamente la,
fiebre. Son buenos, aunque no tanto , los que siendo generales hacen al
enfermo mas soportable su dolencia ; pero los que no producen ninguno de
estos efectos no son ventajosos. Lys peores son los sudores frios y aquellos
que solo ocupan la cabeza, el rostro y el cuello; porque anuncian en las
fiebres- agudas la muerte, y en las menos intensas , la prolongacion de la

(VI) Nuestro Piquer na traduce supra-diafragmáticas , sino que dice...


en las parles que estan cerca del septo tranverso (o diafragma) ; y se fun
da para ello en que, á pesar de que la proposicion Útij (liipcr) con genitivo
corresponde á suprat sabret equivale tambien en ocasiones á khtx circa, justa;
y esto, dice, es mas conforme con la mente de Hipócrates y con lo que se
ve en la práctica ; pues la respiracion acelerada no solo se ve en las inflama
ciones del pecho, siuo tambien en las del hígado y de otras partes que «Un
debajo del diafragma y cercanas á él.
123—
enfermedad (a). Son' tambien malos los que se presentan en todo el cuerpo
con los caracteres de los sudores de la cabeza. Los miliares (es decir , los
que al salir forman gotas poco fluidas parecidas á los granos de mijo) y
limitados al cuello son malos; pero los que forman gotas (mas ténues)
acompañadas de vapor son buenos. Debe tenerse en cuenta todo lo relati
vo á los sudores , porque se verifican unos por la disolucion del cuerpo, y
otros por la intensidad continua de la inflamacion.
7. Los hipocondrios se hallan muy buenos, cuando estan blandos, in
dolentes é iguales, tanto en el lado derecho como en el izquierdo: pero
si estuviesen inflamados , dolorosos ó tensos , ó presentando desigualdad
entre la region derecha y la izquierda, deberán escitar los temores del mé
dico (VII). Si existen pulsaciones en los hipocondrios, es señal de agita

ba) Todo lo comprendido desde este punto hasta la conclusion de este


capítulo 6.° falta en el manuscrito 2228 y en los ejemplares antiguos. Gale
no, que lo advierte, parece que tambien desechó este pasage, que no quis°
comentar. Dice este autor , despues de anotar una leccion de Dioscorides so
bre uno de los capítulos ya espuestos: «Hay en seguida escritas algunas lí
neas sobre los sudores; pero este pasage, que no se halla en todos los ejem
plares, ha sido desechado con razon por algunos, como no perteneciente á
Hipócrates, y entreoíros por Arlcmidoro y Díosrorides.» A pesar de la reproba
cion de estos antiguos espositores y de Galeno , he conservado este pasage,
atendiendo á que se encuentra en algunos ejemplares. Por lo demas, los
manuscritos 2229 y 2146 presentan gran variedad en la lectura.*
Respecto á lo que dice en esta nota M. Littre, puedo añadir acerca de
las ediciones que tengo á la vista, que las de Calvo, Foesio, Vander-Línden
y nuestro Valles ponen tambien el pasage en cuestion. Cristóbal de Vega
y Piquer le suprimieron.

(VII) Las ediciones latinas ponen hypocondrium 6 pracordium, y el au
tor lo traduce tambien en singular : yo , sin embargo , he creido mas con
veniente á la claridad y á la exactitud de la version ponerlo en plural al
traducirlo, persuadido de que la mente de Hipocrates fue indicar con esta
voz lo comprendido en toda la region abdominal que llamamos epigástrica.
Piquer asi loentiende tambien, esplicando, en su comento á este pronóstico, que
la voz hipo-condrium es cqnivalente á debajo de las ternillas, y que signi
—124—
cion ó delirio; pero en estos enfermos es prociso, al mismo tiempo, con
sultar el estado de los ojos, porque, n las pupilas se mueven con frecuencia,
es el delirio el que debe esperarse. Un tumor en los hipocondrios , duro y
doloroso, es muy malo si ocupa los dos lados; pero si existiese solo en uno,
es menos peligroso en el izquierdo. Semejantes tumores , cuando se for
man al principio de la enfermedad , anuncian una muerte rápida : pero si
trascurren veinte dias y el tumor no se deprime ni disminuye la fiebre,
se- forma supuracion on este sitio. En estos enfermos suelen aparecer
tambien , en el primer periodo , epistaxis que los alivian mucho ; por eso
es preciso preguntarles si tienen dolor de cabeza, ó si se les turba la vista,
pues cualquiera de estos signos indica la tendencia á verificarse el flujo
por esta parte. La hemorragia debe mas bien esperarse en los jóvenes
que no lian llegado á los treinta y cinco años. Los tumores blandos, indo
lentes, y que ceden á la presion del dedo se juzgan con mas lentitud, y son
menos peligrosos que los anteriores. En este caso, si continúa-la fiebre
sin cesar, por espacio desesenta dias, y el tumor no se deprime, se estable
cerá la supuracion ; lo cual no solo se verifica en esta especie de tumores,
sino tambien en todos los que se forman en lo restante del vientre : es de
cir , que los tumores dolorosos, duros, y voluminosos presagian un peligro
de muerte cercana , y que los blandos, indolentes , y que ceden á la pre
sion del dedo duran mas tiempo. Los tumores situados en la region del es
tómago supuran con menos frecuencia que los de los hipocondrios, y los de
sarrollados en las regiones subumbilicales (VIII) son los que menos tienden
á la supuracion. Las hemorragias deben principalmente esperarse en las

Gca, por consiguiente, todo lo que hay situado debajo del cartílago xifoides
y de las ternillas en que acaban las costillas falsas que van á unirse á este
cartílago; y apoyado mi parecer en su autoridad, me he determinado á in
troducir esta modificacion.

(VIII) Me he tomado la libertad de poner regiones subumbilicales en vez


de umbilicales que dice el autor, fundado en que, cu las demas ediciones que
tengo á la vista, se halla este párrafo del modo siguiente: Los rumores situa
dos en el vientre supuran con menos frecuencia que los de los hipocondrios;
pero los que se hallan debajo del ombligo no tienden á la supuracion. Nues
tro autor me parece mas preciso al traducir.... los tumores situados en la re
—125—
afecciones que tienen su asiento en las partes superiores ; y siempre que
los tumores persistan largo tiempo en ellas, debe proveerse la supuracion.
En estos abscesos debe considerarse lo siguiente : los que se dirigen hácia
el esterior son los mas favorables , si son pequeños , con gran prominen
cia hácia afuera, y terminan en punta ; pero los grandes, anchos, y que
no terminan en punta son los peores. De los abscesos que se abren al in
terior, los menos malos son los que no tienen comunicacion ninguna con el
esterior, que no forman prominencia, que son indolentes , y no producen
alteracion en el color de la piel. Para que el pus sea de buena calidad, de
be ser blanco , homogeneo, trabado, y sin mal olor; el que presente pro
piedades contrarias es malo.
8. Las hidropesías que provienen de enfermedades agudas todas son
malas; no libertan al enfermo de ta fiebre, y son muy dolorosas y funes
tas. Las mas de ellas proceden de los vacíos y de los lomos, y otras vienen
del higádo. Cuando tienen su origen en los vacíos ó en los lomos, se hin
chan los píes, y aparecen diarreas que duran mucho tiempo, queno disminu
yen los dolores de dichas partes , ni ablandan el vientre. Cuando nacen
del higádo, son atacados los enfermos de gana de toser (IX), apenas espec-
toran, se les hinchan los pies, no mueven el vientre como no sean deposi-

gion del estómago , pues en efecto , la porcion de vientre que se halla com
prendida entre los hipocondrios y la region del ombligo no es otra que la del
estómago; pero no asi al haber variado la redaccion del otro periodo que dice
que los tumores desarrollados por debajo del ombligo no tienden a la supu
racion, minime vero suppurantur quat infra umbilicum sunt, porque no to
das estas partes pertenecen á las regiones umbilicales , sino tambien á la hi-
pogástrica, al bajo vientre; y no parece que Hipócrates escluyó á estas de su
sentencia , como pudiera creerse segun la version de Littré , sino que dijo....
qua; infra umbilicum sunt. Por este motivo he creido conveniente á la exae»
litad de nuestra version, hacer la pequeña modificacion que dejo espresada.

(IX) Las ediciones ponen, que tienen los enfermos tos, jr deseos de toser;
nuestro autor, conforme con Laurenciano, á quien corrige Vega en sucomen-
to, do pone mas que lo segundo , lo que no parece exacto ; pues no solo se
encuentra asi en las otras ediciones, sino que, el hablar en seguida Hipócrates
de expectoracion, da á entender que debe ser asi.
—126—
ciones duras y provocadas por la accion de los remedios (X), y se forman
en el vientre tumores, ya á la derecha ya á la izquierda, que presentan al
ternativas de elevacion y de depresion.
9. Es malo que la cabeza, los brazos y los pies esten frios, mientras
que el vientre y los costados están calientes ; lo mejor es que todo el
cuerpo esté igualmente caliente y flexible. Es cotiveniente que los enfer.
mos se muevan con facilidad y que se levanten ligeros: asi que, si se ma
nifiesta pesadez en los movimientos de todo el cuerpo, y en los de los
brazos y pies, es mas peligroso. Si ademas de la pesadez, se observa que las
uñas y los dedos se ponen lívidos , debe temerse una muerte prosima»
El color enteramente negro de los dedos y de los pies es menos funesto que
el Ivido, pero es preciso tener en consideracion los demássignos: porque si
parece que el enfermo sobrellevacl mal con facilidad, y juntamente con estos
síntomas se manifiestan algunos signos de salud , se podrá esperar que
la enfermedad termine por absceso, de modo que el sugeto se salvará,
y caerán las partes gangrenadas. La contraccion de los testículos y
de las partes genitales anuncia dolores violentos , y peligro de muerte.
10. Por lo que toca al sueno , conviene, segun es costumbre en elesta-
do de salud, velar de dia y dormir de noche. Si se cambia este orden, el mal
es mas grave : esta mudanza con todo sería menos temible, si el enfermo
durmiese desde la madrugada hasta la tercera parte del dia. El sueño á
otras horas que estas es peor ; pero lo mas funesto es no dormir ni de noche
ni de dia, porque se sigue de este síntoma, ó que es el dolor y el mal estar
el que produce el insomnio, ó que el enfermo va á delirar.
11. Las mejores deposiciones son las blandas y consistentes, verifi
cadas á las horas á que estaba acostumbrado el enfermo en su estado de
salud , y que guarden proporcion con las sustancias ingeridas; porque las
evacuaciones de semejante naturaleza prueban que el vientre inferior se
halla en buen estado. Si las deposiciones son líquidas, conviene que se ha
gan sin ruido, que no sean muy frecuentes, y tampoco muy abundantes:
porque la necesidad de levantarse con frecuencia fatigaría al enfermo y le

(X) Foesio, y Gilvo estan conformes con este sentido del autor; pero
Vega, Valles, y Piquer, dicen de estas deposiciones, que son duras y etpelidat
con dificultad; crgre.
-127—
privaría del sueño, y las deyecciones copiosas y frecuentes le espondrían al
peligro de desfallecimiento. Es conveniente que, en proporcion á la can
tidad de sustancias ingeridas, se hagan dos ó tres deposiciones por
dia, y que la mas copiosa sea por la mañana, como es costumbre en
el estado de salud. Las deposiciones deben espesarse á. medida que
la enfermedad se aproxima á la crisis ; deben tener un color que ti
re á rojo, y no exhalar muy mal olor. Tambien es bueno que se arro
jen con ellas lombrices, al acercarse esta época. En toda enfermedad con
viene que el vientre esté, flexible y de un mediano volumen. Las deposicio
nes muy acuosas, ó blancas, ó amarillas, ó escesiv amento rojas, ó espumo
sas, son todas de mala calidad. Lo mismo les sucede cuando son escasas,
viscosas, blancas, ligeramente amarillas, y homogéneas. Las mas funestas
son las negras, grasientas, lívidas, violáceas ó fétidas. Las que presentan
variedad en su composicionanuncianmayorduraciondel mal, pero no menos
peligro; y se hallan compuestas de materiales semejantes á las raeduras,
de materiales biliosos, porráceos, negros, que se evacuan á la vez ó ya se
paradamente. En cuanto á los gases intestinales, lo mejor es que salgan
sin ruido ; pero su espujsion estrepitosa es aun preferible á su retencion.
Los espelidos con ruido, á no ser que salgan asi por voluntad del enfermo,
indican que esperimenta este algun dolor ó que delira. Los dolores y tume
facciones de los hipocondrios, si son recientes y sin inflamacion, se disipan
con un borborigmo desarrollado en estas regiones, sobre todo si se ter
mina con la evacuacion de materiales alvinos, de orina y de gas; si asi
no sucede, el borborigmo por si solo consuela, y alivia todavía mas descen
diendo á la parte inferior del vientre*
12. La mejor orina es la que presenta un sedimento blanco, trabado y
homogéneo , durante todo el tiempo de la enfermedad, hasta la crisis; por
que esto indica que no hay ningun peligro , y que el mal será breve. Pero
si esta evacuacion ofrece alternativas, es decir, si unas veces es clara, y
otras con sedimente blanco y trabado , la enfermedad se prolonga y el
resultado es menos seguro. Si la orina es de un color que tira á rojo y tie
ne un sedimento tambien rojizo y trabado , anuncia una enfermedad que
durará mas que en el'primer caso, pero no es menos saludable. Los sedi
mentos parecidos á la harina de cebada mal molida son de mala naturaleza,
pero los que estan formados por escamillas son todavía peores :. los blancos y
ligeros son fatales, pero aun lo son mas los semejantes al salvado. Las
nubéculas que flotan en la orina, si son blancas, deben tenerse por bue
nas; y si negras, son de mal agüero. Mientras la orina permanece tenue
y roja es señal de que la enfermedad no ha llegado todavía á su coc
—128—
cion: mas si se prolonga tal estado es de temér que el enfermo no pueda
resistir hasta el momento en que esta haya de verificarse. Las ori
nas mas funestas son las fétidas , acuosas , negras y espesas : para
los hombres y mugeres, las negras; para los niños, las acuosas. Cuan
do por espacio de mucho tiempo se espelen orinas tenues y crudas, en
union con otros signos que parecen anunciar el restablecimiento, se debe
pronosticar que se formarán abscesos en las regiones subdiafragmáticas.
El que sobrenaden en la orina porciones grasosas semejantes á las telas
de araña es sospechoso, porque indica colicuacion. En las orinas en que se
encuentran nubéculas debe examinarse si están en la superficie ó en el
fondo, Y qué color presentan; las que descienden al fondo, con los colores
que se han descrito, deben ser consideradas como favorables y de buen
agüero; mas las que se quedan en la superficie con los colores espre
sados, son malas y es preciso desconfiar de ellas. Es necesario cuidar de no
equivocarse con orinas semejantes que podría suministrar la vejiga ata
cada de alguna enfermedad; porque en este caso suministran aquellas un
si.*no que uo pertenece á la totalidad del cuerpo , sino á la vejiga sola
mente.
13. El mejor vómito es el de pituita y bilis muy mezcladas, y no debe
ser ni muy espeso, ni muy abundante; cuanto mas puros salen dichos hu
mores , tanto peor es el vómito. Si las materias vomitadas son porráceas,
ó morenas ó negras, es preciso considerar este síntoma como de mal agüe
ro, cualquiera que sea de estos colores el que se observe ; mas si el mismo
enfermo vomita materiales de todos colores, esto es escesivamente grave.
Los vómitos de materias morenas, si tienen mal olor, indican la müerte
pronta; todos los olores fétidos y pútridos son malos en toda especie de
materias vomitadas.
14. La espectoracion, en todas las enfermedades del pulmon y de los
costados, debe ser arrojada pronta y facilmente , y la parte amarilla debe
hallarse muy mezclada con el esputo. Si mucho tiempo despues del princi
pio del dolor, toma la espectoracion un color amarillo ó rojo , ó produce
mucha tos,ó bien presenta una coloracion poco mezclada, el caso es mas
grave; porque si los esputos amarillos sin mezcla son. peligrosos, los blan
cos, viscosos, y redondeados no lo son menos. Una espectoracion muy ama-
rillaó espumosa es tambien muy mala. Si fuesen los esputos, compuestos
solamente de un humor, en tales términos que pareciesen negros, el peli
gro es mas inminente que en los casos anteriores; pero tambien seria malo
que no hubiese ninguna espectoracion, que el pulmon nada evacuase, y
se llenase de materiales que produjesen hervidero en las vias aéreas. Los
corizas y estornudos son malos en todas las afecciones del pulmon, ya
las precedan, ó bien sobrevengan durante sn curso; pero, en otras enfer
medades muy perniciosas, son útiles los estornudos. En los pulmomacos,
una espectoracion amarilla mezclada con una mediana cantidad de san
gre es saludable y alivia mucho al principio ie la enfermedad; pero en el
sétimo dia ó mas tarde, es menos segura* Todos los esputos que no miti
gan el dolor son malos: los peores son los negros, como ya se ha dicho,
y losmejores son aquellos cuya evacuacion calma el dolor del lado. (XI)
15. Cuando las enfermedades de las regiones torácicas no cesan, ni
por la evacuacion de los esputos, ni por 1as deyecciones alvinas, ni por las
sangrías , las purgaciones, y la dieta, debe tenerse entendido que
terminarán por supuracion. La supuracion que se forma mientras los
esputos son todavía biliosos es muy mala, ya se arrojela espectoracion
biliosa separadamente de la purulenta, ó ya se presenten juntas. Este caso
es grave sobre todo , si la supuracion empieza á salir despues de la espec-
toracion biliosa , estando la enfermedad en el dia sétimo. Con semejante es
pectoracion debe temerse la muerte hacia el dia catorce, á menos que
sobrevenga algun signo favorable. Estas señales ventajosas son las si
guientes: sobrellevar la enfermedad sin gran decaimiento, tener la res
piracion libre, calmarse el dolor, espectorar con facilidad, tener el cuerpo
igualmente caliente y suave, no tener sed, y presentar en las orinas, las
deposiciones, el sueno y los sudores, los signos que han sido descritos
como favorables. Con la reunion de todas estas señales, el enfermo no
perecerá; pero si tiene unos si y otros no, sucumbira el paciente
sin pasar del dia catorce. Los signos opuestos son : estar abatido por
la enfermedad , tener la respiracion grande y frecuente , conser
var el dolor, espectorar con trabajo, tener mucha sed (XII), estar

(XI) Las ediciones ponen solamente... el dolor; nuestro autor lia queri
do ser mas esplícilo, y pone... el dolor del lado,

(XII) Mr. Littrc p.me estar muy alterado en vei de tener mucha sed,
lo que me parece ser efecto de mi error involuntario ; pues no solamente
todas las ediciones ponen valdc sitirc, sino que el mismo autor coloca entre
los signos opuestos favorables que acaban de enumerarse, el no tener sed, al
cual corresponde, entre los qne ahora enunciamos, el que yo me he tomado
la libertad de sustituir al espresado por el autor , creyendo con esto hacer la
traduccion mas exacta.
17
-130—
el calor de todo el cuerpo repartido con desigualdad, tener muy caliente
el abdomen y pecho mientras el rostro, brazos y pies se hallan muy
frios, y Fmalmente, presentar en las orinas, cámaras, sueño y sudores, los
signos descritos como desfavorables. Si cualquiera de estos fenómenos se
une á la espectoracion, de que aqui se trata, no llegará el enfermo al dia
catorce, y sucumbirá el nueve ó el once. Asi que es necesario pronosti
car sobre la suerte del enfermo teniendo presente que esta espectora
cion es muy funesta, y que no le dejará llegar al dia catorce. Comparando
pues el valor de los signos malos y el de los favorables, es como se po
drá formar un juicio que, con esta precaucion, tendrá de su parte todas
las probabilidades. Las demas supuraciones del pecho se abren unas al
vigesimo dia, otras al trigesimo, otras al cuadragésimo y aun algunas al
sexagesimo.
16. Para conocer el principio de la supuracion, es necesario contar
desde el dia en que el enfermo sintió por primera vez la reaparicion de la
fiebre (XJII), ó aquel en que esperimentó frioy empezó á sentir, en vez del
dolor, un peso en eí sitio que padecía; porque estos síntomas sobrevienen
cuando empieza la supuracion. Desde este momento, pues, se debe contar
para esperar la rotura de los empiemas en las épocas fijadas mas arriba.
Si el emploma no ocupa mas que un costado, el médico hará volver al en
fermo, y se informará de si siente dolor en uno de los lados del pecho; eia-

(XIII) Las ediciones ponen aquí que es preciso contar el primer dia en
que el enfermo tuvo calentura, en vez del dia en que sintió por primera cet
la reaparicion de la fiebre , como dice nuestro autor. Me parece mas exacto
el testo de Littré en esta parte , porque un órgano que va á supurar ha de
haber estado inflamado anteriormente y escilado fiebre por lo tanto , y mas
cuando se trata de los pulmones. Luego que es llegada la epoca de la supu
racion , se escita de nuevo la liebre con los caracteres particulares que des
cribe HipiScrates cu este lugar; de modo que, despues de haber cedido la
desarrollada por efecto de la intensidad de la flegmasía del órgano afectado,
vuelve á presentarse cuando va á formarse el pus ; y no es que se desarrolle
por primera vez para- este acto., sino que,, despues de haber disminuido mu
cho, aparece de nuevo. E<ta fue sin duda la mente de Hipócrates, que es
imposible que dejase de conocer un hecho tan constante, y por lo mismo he
juzgado mas exacto el testo de nuestro autor que el de las otras ediciones.
—131
minará si uno de los costados está mas caliente que el otro, y haciendo
acostar al enfermo sobre el lado sano, le preguntará si siente en él como
caer un peso de la parte de arriba: el costado en que el enfermo esperimen-
ta la sensacion gravativa es en el que se ha efectuado el empiema.
17. En general se reconoce á los empiemáticos por los signos siguien
tes: en primer lugar, la fiebre no los abandona; ligera por el dia, se exa
cerba por la noche; se establecen sudores abundantes; los enfermos tie
nen ganas de toser y sin embargo apenas arrancan nada; se hunden los
ojos en las orbitas ; se enrojecen las mejillas; las uñas se encorban; las
manos adquieren un calor quemante, sobre todo en las palmas; sehinchan
los pies ; se pierde el apetito, y se forman flictenas en toda la superficie del
cuerpo. Los enfermos afectados de empiema por espacio de largo tiempo
se reconocen con estos signos, en los cuales se puede tener entera con
fianza; y los empiemas recientes se conocen tambien porestos mismos, si se
les agrega alguno de los que pertenecen al principio de la supuracion, y
si al mismo tiempo la respiracion es algo mas dificil. Los empiemas, cuya
rotura ha de verificarse pronto tienen . diferentes signos que aquellos cuya
evacuacion ha de ser mas tardia. Si se siente el dolor desde el principio,
si la disnea, la tos y la espectoracion frecuente se prolongan, se debe
aguardar la rotura del empiema á los veinte dias y aun antes; mas si el
dolor es menos intenso y todos los demas signos son menore3 propor-
eionalmente, la rotura será mas tardia; necesariamente antes de la sa
lida del pus ha de sobrevenir dolor, disnea y una espectoracion mas fre
cuente. Podrá esperarse que se salvarán con especialidad aquellos á quie
nes falta la fiebre al dia siguiente de la salida del pus, que recobran pron
tamente el apetito, que se ven libres de la sed, que hacen desposiciones en
poca cantidad y de materiales trabados, y en quienes el pus espectorado es blan
co, homogeneo, de color uniforme, sin mezcla de pituita,y espelidosin dolor ni
tos considerable. La curacion se verifica pronta y seguramente en los que pre
sentan todos estos síntomas favorables, ó porlo menos en la mayor parte; pero
es perdido el enfermo cuando no cesa la fiebre ó si cediendo al parecer, vuelve
con mas fuerza, cuando persiste la sed sin que el apetito se restablezca,
cuando hay diarrea, y cuando el pus espectorado es verdoso ó moreno, ó
pituitoso y espumoso. La reunion de todos estos síntomas es fijamente
mortal; mas cuando existen algunos y faltan otros, 6 sucumben los enfer
mos ó no se restablecen sino despues de>mucho tiempo: en este caso, co
mo en todos los demás, se debe establecer el juicio segun el conjunto de
todos los signos.
18. Cuando despues de las afecciones peripneumonicas se forman ha
—132—
cía las orejas tumores que supuran, ó en las partes inferiores abscesos que
terminan por una fístula, el enfermo se cura (a). Hé aqui las observaciones
que deben hacerse en estos casos: si persiste la fiebre , si no .se calma el
dolor, si no se verifica la espectoracion convenientemente, sf las deyec
ciones alvinas no se hacen biliosas, fluidas y homogéneas, si la orina no
es abundante ni forma un gran sedimento, y, por otra parte, presenta el
enfermo todas los demas signos que son saludables, deben esperarse se
mejantes abscesos. Estos aparecen en las partes inferiores, cuando los hi
pocondrios presentan algun infarto inflamatorio (XIV); y en las superiores,
cuando, permaneciendo los hipocondrios flexibles é indolentes, esperimenta
el enfermo por algun tiempo una dificultad en la respiracion que
cesa sin causa evidente. Los abscesos formados en los miembros inferiores,
en las pulmonías intensas y peligrosas, son todos útiles;, pero los mas favo
rables son los que se forman en lá época en que los esputos sufren una
modificacion: porque si la hinchazon y el dolor se manifiesta cuando la esf
pectoracion de amarilla se hace purulenta, arrojándose al esterior, el en.-
fermo tiene todas las probabilidades en sufavor, y el absceso tecminaribien

(a) En los antiguos codices griegos faltaba aqui la partícula disyuntiva,


tan indispensable para comprender bien el sentido ; de manera que en ellos
se leia esta frase significando que los abscesos que se forman cerca de los
oidos supuran en las partes mferiores y se hacen fistulosos. Galeno fue el
primero que ordenó este párrafo del modo que hemos expuesto , haciendo
clara y sencilla su redaccion verdadera. Se observan tambien en aquellos
otras varias diferencias en diferentes sitios de este libro, que notó'en sus co
mentarios el célebre medico de Pergamo,

(XIV) El autor pone solamente infarto, engorgement ; mas en vista de


que las ediciones que dejo ya citadas convienen todas en poner inflamacion,
ateniendose á la voz QKÍ/Aonót de que Hipócrates se vale,, y. reflexionan
do en que dice á continuacion si los hipocondrios estan blandos i in
dolentes , cuyas condiciones, contrastan, en sentido opuesto, con las que deben
teaer en el caso anterior, siendo la tension y, el dolor propios de la flegma-
sia , he creido conveoicnte á la exactitud que me he propuesto , hacer la
modificacion que dejo manifestada. Calvo pone quid pituita.
-133—
pronto sin dolor. Si por el contrario, la espectoraciou no se verifica con
venientemente y la orina no presenta un sedimento favorable, es de temer
que la articulacion en que se ha formado el absceso quede inhabilitada,
ó que de mucho que hacer al médico. La desaparicion y retropulsion de
los abscesos sin que preceda espectoraciou. ni cese la liebre, constituye
un accidente formidable, porque el enfermo esta en peligro de caer en
delirio y sucumbir. Los empiemas que siguen á las peripneumonias
hacen perecer mas comunmenteá las personas avanzadas en edad, mientras
que las demás supuraciones son mas funestas á los mas jóvenes. Cuando
se abre un empiema por lacauterizacion ó la incision, se salva el enfermo,
si el pus es puro, blanco, y sin mal olor; pero sucumbe si es sanguino
lento y como cenagoso, (b)

(b) En, ct manuscrito 1084 se halla colocada esta frase despues de...
no hay esperanza de salvar al enfermo, en el párrafo inmediato: pero se
encuentra seguidamente al Pronóstico, en este mismo manuscrito, un frag
mento titulado jit(t t-j^h'v de Jebribus } que no es otra cosa que un es
trado de este mismo tratado, y en el se omite este periódo. En la mayor
parte de los impresos y manuscritos se encuentra colocado del mismo modo,
y no debe ser asi. En efecto, hablando Hipócrates de los dolores que mu
dan de lagar para, fijarse en las partes superiores, dice que, si en esta trasla
cion sobrevienen signos funestos , es caso desesperado ; pero que, al contrario,
si no aparecen signos fatales, hay esperanza de curacion. Entre estos dos
miembros de una misma proposicion, que son inseparables, no puede inter
calarse el trozo de que nos ocupamos , que es enteramente estraño ; prime
ramente porque trata de una materia muy diversa, y ademas, porque corta
dos partes de una misma oracion que no pueden hallarse separadas por una
frase tan heterogénea. Agreguese á esto que, ni Galeno, en st comentario sobre
el Pronóstico eu que se halla malamente interpuesto este periódo, ni M. Dietz
en el suyo, dicen nada que á él pueda referirse. El silencio de Galeno , no
pasa de ser un argumento negativo, pero que deja mucho ensanche á la ima
ginacion para reconocer el error de algnn copiante; y no apoyándose la co
locacion que los impresos dan á la espresada frase, en otra razon que en la
de bailarse de igual modo euja mayoría de losmanuscritos, ningun valor tie-
neu contra las objecciones deducidas del sentido del testo, y corroboradas
por otras otros dos manuscritos (el 2269 y 446. supp.), de los cuales ti pri
mero la suprime , y el segundo la coloca en otro lugar. Hace mucho tiempo
—13V-
19. Los dolores con fiebre que sobrevienen en las regiones lumbares
y en las partes inferiores son muy funestos , si, abandonando la parte infe
rior, se dirigen hácia el diafragma: debe pues fijarse la atencion en los de-
mas signos, porque si apareciese alguno de los adversos, no hay espe
ranza de salvar al enfermo; mas si, pareciendo dirigirse la enfermedad al
diafragma , los demas signos no fuesen infaustos, se puede pensar con ma

que se lia notado esto. Heurnius (Hippocratis Coi Proleg. p. 256, Lngd Ba-
tav. 1593) dijo: «Aphorismus bic (desde... cuando se abre , hasta... como ct-
• nagosai) uut librarii aut impressorum aut interpretan] stupiditate , id qnod
■ ante nerainem admonuuse miror , male col latus est , ideoque proximese-
»quí aphorismum 76 hic positum (es decir en el sitio en que le hemos en
llocado). Imo in quibusdam exemplaribus non legitur.» Se ve pues que
Heurnius opina que debia colocarse esta frase despues de las demas su
puraciones son mas Junestas á los jóvenes, como yo be verificado; y sin
embargo no adoptó en su obra esta colocacion, siguiendo la antigua, sin
razon ala verdad, contra su propio convencimiento, y sin autoridad de ma
nuscrito alguno que yo sepa. Bosquillon ( Hipp. Aphor. et pnenoL lib. t Si
p. 173), sin citar á Heurnius le ha seguido enteramente: «Han: sentenlia
«(dice aludiendo á nuestra frase) in vulgalis 68scquitur, (que es el sitio en
«que se encuentra colocado comunmente); sed hoc locoaptius ponenda vide-
• tur, ne disjungantur duae senteutix quae conjungi debent. Imo temere hic
• inserta videtur ex sect. VII, Aph. i3 et sect. VI , Aph. 27, nec non ex
• libro de Interis passiouibus; unde hanc omnino tollcudam putamus , nam
•de est in multis codkibus, el hanc Galcnus praeteriit in suis commentariis •
Gardeil, en su traduccion francesa, ha seguido el testo de Hcuuius y de Bos
quillon ; y Grimm, en su version alemana, sigue el testo vulgar de Foesio,
que es el peor partido que pudo tomar. La opinion de Bosquillon es el su
primir totalmente la frase, y para ello se a poja en el silencio de Galeno. En
efecto , Galeno nada dice de ella al comentar el pasage en que nos hallamos
ahora ífc. y el comentario publicado por M. Dietz tampoco se ocupa de este
periodo: pero no ofreciendose en su inteligencia dificultad alguna, es posible
que los dos autores dejasen de intento sin esplicar este trozo, aunque le tuvie
sen á la vista. Repito que el argumento deducido del silencio de estos comen
tadores no es mas que negativo, y que no opone un obstáculo invencible ala
admision de nuestra frase.
Sigue el autor manifestando que tal vez el comentario de M. Dietz ronscr
—135—
cha razon que se formará un empiema (XV). La tension y el dolor de la
vejiga son dos accidentes sumamente graves , sobre todo cuando á ellos
se une una fiebre continua. En efecto , las dolencias de este órgano bas
tan por si so'as para causar la muerte. Mientras continúa el órgano en tal
estado , no espele el vientre sino escrementos duros y con mucha dificul
tad (XVI). La solucion se verifica por medio de una orina purulenta con

va un leve indicio que puede oponerse & este silencio, y concluye esta anota
cion diciendo: «seria pues temerario el suprimir esta frase solamente por el
silencio de Galeno y la omision de un manuscrito (2269); y Bosquillon, que
la aconseja, no lo hizo tampoco. Por lo tanto, creo- que debe seguirse, no el
ejemplo, sino el consejo de Heurnius que se halla apoyado en el manuscrito
446, suppl. en que se halla la frase colocada en el sitio que mejor le convie
ne segun el sentido. Asi, el examen de este manuscrito,, poco digno de con
sultarse por los muchos y crasos errorresde que está lleno, me ha recompensa
do mi penosa tarea, apoyando con la autoridad de su texto,, una. colocacion que
no pasaba de ser hasta ahora una sospecha.

(XV) Este esel sitio en que colocan la frase anteriormente debatida.... Cucair
do se abre un empiema Sfc. nuestro Piquer y M. F. Calvo de Ravena: tam
bien Cristobal de Vega, Valles y Foesio, y con él Vandcr Linden, la ponen,
en el sitio denunciado y combatido en la nota (b)por M. E. Littrcv

(XVI) Refiriendose aqui el modo como se verifica la escrecion de las he


ces ventrales en los casos de inflamacion de la vejiga urinaria, de que habla
Hipócrates, pone nuestro autor... que no se espelcn sino por la accion de los
remedios, conforme con la traduccion de Foesio, que dice et hoc coacte, y con
la de Calvo que pone tambien vique coacti demitfunt : pero las de nuestros
compatricios Vega,. Valles y Piquer ponen cegre, con dificultad, en vez de
toacti. Me parece mas esacta la version española, porque no es propio el ad
ministrar purgantes en los casos de inflamacion aguda dela vejiga de la orina,
sino que mas bien sucede qneel intestino recto, simpaticamente estimulado, entra
en contracciones dolorosos, sin que agentes esteriores vengan á provocarlas, ha
—136—
un sedimento blanco y homogéneo ; pero si este humor no toma ningnn
caracter de mejoría, si la vejiga no se pone fleesible, y la fiebre conti
núa, debe esperarse que sobrevenga la muerte en los primeros periodos
de la enfermedad. Esta forma ataca con especialidad á los niños desde los
siete hasta los quince •años. (XVII)
20. El mismo número de dias que guarda la curacion ó la muerte en
las enfermedades es el que re^la las crisis en las fiebres. Las mas be
nignas , aquellas que llevan en sí mismas los signos mas seguros , se ter
minan en cuatro dias ó antes ; y las peores, las que se acompañan de las
señales mas funestas, quitan la vida en el mismo tiempo : tal es el límite
de su primer periódo. El segundo se presenta al sétimo dia; el tercero al un
decimo; el cuarto,al catorce; el q iiuto, al decimosetimo, y el sesto el vigesi
mo: asi pues se siguen estos periodos eujas enfermedades mas agudas, decua
tro en cuatro dias, hasta concluir en el veinte. Estos cálculos no pueden ha
cerse rigorosament e pordias enteros, porque ni el año ni los meses se cuentan
por dias cumplidos. Continuando mas adelante con el mismo cálculo y la
misma progresion, se encuentra un primer periódo que es de treinta y cuatro
dias , un segundo que es de cuarenta , y un tercero que es de sesenta. Lo
mas dificil es el conocer desde el principio la terminacion feliz ó des
graciada de las enfermedades que han de tardar mucho tiempo en juzgarse,
porque los principios de las afecciones largas se parecen muchisimo: es pre
ciso observar atentamente desde el primer dia, y examinar el estado de
las rosas en cada cuaternario que vaya pasando, y de este modo no se en

ciendo que la espulsion de las heces sea tanto mas dolorosa, cuanto mayor
sea la inflamacion si la vejiga que tan contigua se halla. Esta razon uve ha
hecho preferir este modo de version, permitiendome la modificacion que dejo
espresada en el texto.

(XVII) El autor con Calvo, Foesio, y Vandcr Linden, que sigue el testo
de aquel, pone liatta los quince años, Tina. koíS'tx.x y nuestros compatricios
dicen hasta los catorce; in quartum decimum. Creo que la idea es la misma,
sino que los primeros querrán decir hata el decimo cuarto exclusive y los
segundos hasta el décimo quinto inclusive.
—137—
ganara uno en ol rumbo que debe tomar la enfermedad (XVIU). La cons
titucion de la fiebre cuartana está sujeta á un orden semejante. La ter
minacion feliz ó desgraciada de los casos en que las crisis se presentan en
un término mas breve es mas facil de conocer, porque los principios son
muy diferentes: los enfermos que deben curarse tienen la respiracion facil
no tienen dolor, duermen por la noche, y presentan los demas signos favo
rables; mas los que han de perecer tienen disnea, delirio, insomnio, y to
das las señales mas alarmantes. Puesto que estas afecciones se compor
tan de tal manera, se debe establecer el pronostico segun el tiempo y cada
periódo que se vaya aumentando en la forma dicha, á medida que las en
fermedades marchan hácia la terminacion. En las mugeres siguen las cri
sis la misma regla despues del parto.
21. Los dolores de cabeza intensos y continuos, con fiebre, si se les
agregan algunos signos desfavorables , son muy funestos. Pero si, faltando
estas señales perniciosas, pasa la cefalagia de los veinte dias, siguiendo la
fiebre, se debe esperar una hemorragia por las narices, ó algun absceso
en las regiones inferiores ; lo cual puede tambien verificarse antes de este
término, siendo el dolor reciente y faltando del mismo modo los signos
desfavorables , sobre todo si el dolor ocupa las sienes y la frente. La he -

(XVIII.) Las demas ediciones que dejo ya citadas pn las notas anteriores di-
fir-rcn, en el principio de este párrafo, de la version de nuestro autor. En vezdel
modo como esteseespre.sa, selce en aquellas en la forma siguien te: Mas cuan-
do comienzan las enfermedades, es mas difícil conocer las que han de tardar mu
cho tiempoen terminarse. Parece sin embargo preferible el testo de Littre', porque
hablando Hipócrates unas lineas mas adelante de las afecciones contrarias, de
las que duran poco, dice que se conoce facilmente la terminacion á que se
inclinan : lo cual, hallándose en relacion con el párrafo actual, exige natu
ralmente una redaccion que se corresponda. Y aun en este mismo encontra
mos un indicio seguro que apoya este sentido ; pues dice á la conclusion «que
•observando atentamente desde el primer dia y examinando el estado de las
•cosas en cada cuaternario que vaya pasando, no se engañará uno en el rum-
*bo que debe tomar la enfermedad.» Siserefiere Hipócrates solamente, en es
te lugar, á la duracion de las enfermedades largas, ¿á qué espresarse en es
tos términos? Es sin duda preferible el testo de nuestro autor en la ocasion
presente.
18
—138—
morragia es mas probable en lossugetos que no llegan á los treinta y cinco
años,y la formacion de pus en las personas mas avanzadas en edad.
22. Un dolor agudo en el oido, con fiebre continua é intensa, es un ac
cidente formidable , porque es de temer que el enfermo caiga en el delirio
y muera : y puesto que la afeccion de esta parte es peligrosa, se debe,
desde el primer dia, fijar la atencion en el conjunto delos signos (XIX).
Los jóvenes sucumben á esta enfermedad al sétimo dia, y aun antes: los
ancianos resisten mas , porque á su edad la fiebre y el delirio no sobrevie
nen tan facilmente, y la supuracion tiene tiempo de formarse en los oidos
mas, en cambio , se bailan sujetos á recidivas que matan á la mayor parte
de los enfermos. Los jóvenes , por el contrario , sucumben antes que el oido
supure: con todo, si fluyese de este órgano un pus blanco y se uniese á
esto algun signo favorable , habrá esperanza de curacion.
23. La ulceracion de la garganta acompañada de fiebre es grave, y, si
sobreviene algun signo de los caracterizados como adversos, es necesa
rio presagiar el peligro del enfermo. Las anginas mas funestas y que ma
tan con .mas rapidez son aquellas en que uo se percibe lesion alguna mani
fiesta en la garganta ni el cuello, y que sin embargo ocasionan mucho
dolor y gran disnea; porque sofocan al enfermo en el mismo dia, en el se
gundo, el tercero, ó en el cuarto. Las que, ocasionando sobre poco mas ó
menos el mismo dolor, van acompañadas de hinchazon y enrogecimiento
de la garganta son muy funestas; pero dan mas treguas que las preceden
tes, si la rubefaccion se estiende mucho. Finalmente, las anginas en que
existe rubicundez en la garganta y cuello son de duracion mas larga: en
estos casos es en los que particularmente se salvan algunos enfermos,
cuando la rubicundez ocupa elcuello y el pecho y no retrocede. La desa
paricion de la rubicundez, sin formacion de abscesos al esterior ni expec
toracion purulenta , verificándose en los dias críticos, presagia la muerte;
no sucediendo cuestos dias, denota la vuelta de la rubicundez, si al mismo

(XIX) En verde poner como el autor... y puesto que le afeccion de esta


parte es peligrosa ¿Tr., dicen las demásediciones ya citadas; mas como en esto se
pueden padecer equivocaciones, es menester poner mucho cuidado en las de-
mas señales que concurren, desde el primer dia.
—139—
tiempo el enfermo no siente dolor ni mal estar (c ). Es mucho mas seguro
que la hinchazon y el enrojecimiento salgan principalmente al esterior: la
retrocesion sobre el pulmon produce el delirio, y se forman empiemas en
la mayorparte de los queesperimentan este accidente. Es peligroso sajar ó
cortar la campanilla mientras está roja y'ongrosada, porque de esto resultan
inflamaciones y hemorragias: en tales casos conviene procurar la roduccion
del volumen de dicha parte por medio de otros ausilios:.pero cuando se ha
formado completamente lo que se llama grano de uva ( síaphyle que di
cen los griegos) , es decir,cuando la estremidad de la campanilla se ha re
dondeado y engrosado y la parte superior se ha hecho mas delgada, enton
ces sepuede practicar con seguridad la operacion. Es preferible procurar eva
cuaciones alvinas antes de emplear los medios quirúrgicos, si las circuns
tancias lo permiten y el enfermo no amenaza sofocacion.
24. En las fiebres que cesan sin acompañarse de signos de solucion y
en dias que no son críticos, deben esperarse recidivas. Las fiebres que so

(c) La mencion de los dias críticos es oscura, y los antiguos comen


tadores se vieron con ella embarazado*. Dos esplicacionei antiguas hay de es
te pasage: la primera es de algunos comentadores que, segun Galeno, enten
dieron que Hipócrates (pieria espresar que la erisipela no desaparecia en dia
critico, á fin de hacer comprender que, si desaparecia en tal dia, habrían
perdido los demas signos su funesto. valor, y la segunda es del mismo Gale
no que interpreta este pasage diciendo que Hipócrates entendia que, si estas
tres cosas, desaparicion de la erisipela, falta de formacion de un tumor este-
ríormeute, y de una buena espect oracion, coincidian en un dia crítico, el ca
so era funestísimo; pero que, sí tal coincidencia se verificaba en otro cualquier
dia, no era el exito tan desesperado. Yo me conformo con el parecer de Ga
leno, y añado que mencionó Hipócrates la desaparicion do»Ia erisipela fuera
de un dia crítico para consignar la posibilidad de su reaparicion, porque
es un principio de su doctrina que la cesacion de una enfermedad fuera de
un dia critico, lleva consigo la probabilidad de la recidi\a. (*)
(*) Las ediciones que tengo á la vista ponen este párrafo de la manera
siguiente: Si en los dias críticos no desapareciese laerisipela, ni el tumor salie
se á las partes estertores, ni hubiese espectoracion purulenta, y sin embargo
pareciese que el enfermo lo pasase bien y sin dolor, es señal de muerte ó d$
reaparicion de la rubicundez
—no-
prolongan sin hallarse el enfermo en grave estado y sin persistir el dolor
por efecto de una inflamacion ú otra causa evidente, determinan la forma
cion de abscesos con hinchazon y dolor en alguna de las articulaciones,
particularmente en las inferiores. Semejantes abscesos se verifican con
mas facilidad y prontitud en los sugetos que no llegan á treinta años, y
desde el principio se dobe sospechar su formacion , si la fiebre pasa sin
declinar de los veinte dias: en las personas de mas edad sobrevienen con
menos frecuencia, y en una época mas avanzada de la fiebre. Si esta es
continua, el absceso será tal cual se acaba de esponer; pero si tiene intermi
siones, si vuelve de una manera irregular y está cerca el otoño , en vez de
terminar por absceso vendrá á parar en cuartana : y asi como los absce
sos se forman en los sugetos que no han llegado á los treinta años , las
fiebres cuartanas se determinan con preferencia en las personas que han
cumplido esta edad, y en los que pasan de ella. En el invierno se forman
los abscesos con mas facilidad y cesan con mas lentitud, pero estan menos
espuestos á recidivas (XX). Si un enfermo, en una fiebre que no es
mortal, se queja de dolor de cabeza, ó dice que se le pone delante de los

(XX) Nuestro autor, conforme con M. F. Gilvo de Ravena, dice qne


estan meaos espuestos á recidivas los abscesos, en el invierno: pero Foesio
y nuestros comentadores Vega, Valles, y Piquer, traducen esta frase dicien
do... minus recurrere, que esplican Vega y Valles, en sus comentos, como
significando que hacen menos retrocesos al interior, apoyándose en que los
humores en el invierno son mas deusos y se mueven con el frio mas lenta
mente; y Piqner, en su version castellana, lo pone lo mismo.
Me inclino Á admitir la acepcion de nuestros comentadores, |Xirque es bien
sabido que en el verano son mas temibles las reabsorciones de pus que el invier
no, ya porque el sistema absorvente, asi como el exhalante, tiene entonces ma
yor actividad , cuanto porque el calor disminuye la cohesion de los humo
res, al paso que debilita la tension de los solidos, y los pone en ocasion de ser
absorvidos mas facilmente. Unido esto á que el frio es mas apropiado para
ocasionar congestiones inflamatorias, y que por consiguiente los órganos qne
las padecen quedan, bajo su inUujo, mas espuestos á recidivas que si se ha
llasen bajo la accion de un aire caliente, me mueve á creer mas bien en la
interpretacion que dejo manifestada.
-141—
ojos como una especie de velo, y al mismo tiempo esperimenta dolor en
el estómago (XXI), no tardará en ser atacado de un vómito bilioso; si
tiene ademas escalofríos, y las partes situadas por bajo de los hipocondrios
estan frías, se verificará mas pronto el vómito; y si entonces el enfermo
bebe ó come alguna cosa, lo arrojará al momento. En estos casos, si el
dolor empieza el primer dia, en el cuarto y quinto es cuando se encuen
tran peores los enfermos, y al sétimo aliviados: sin embargo, la mayor
parle empiezan á sentir el dolor al tercer dia , se empeoran en el quinto,
y se libran de él al noveno ó al undecimo: finalmente, cuando principia
el dolor el dia quinto y sigue todo lo demas conforme queda dicho mas
arriba, la enfermedad se juzga al dia decimo cuarto. Este curso de la en
fermedad se observa en los adultos, hombres ó mugeres, principalmente
en toda especie de fiebres tercianas; en los jóvenes se observa tambien
en la misma especie de fiebres, y sobre todo en las tercianas legitimas y en
las fiebres de tipo mas continuo. Otro caso: si en una fiebre de igual
clase, teniendo los enfermos dolor de cabeza , en lugar de ver cómo una
especie de >elo delante de los ojos esperimentan debilidad en la vista ó
perciben resplandores, y en vez de dolor de estómago sienten cierta ten
sion sin dolor ni inflamacion, ya en el hipocondrio derecho ya en el iz
quierdo, se debe esperar que el vómito sea remplazado por una epistaxis,
cuya hemorragia es mucho ^as probable en los jóvenes, y menos en los
que tienen de treinta y cinco años arriba , los cuales estan mas
propensos al vómito. En cuanto á los niños, son atacados de convulsiones,
cuando la fiebre es aguda, si no mueven el vientre, sino duermen y se asus
tan, si prorrumpen en gritos, si mudan de color, y su rostro se pone amarillo,
amoratado ó encendido. Estos accidentes atacan con mas facilidad á los
niños mas pequeños hasta la edad de siete años. Los que son ya mayo
res y los adultos se hallan menos espuestos, en las fiebres, áser ataca
dos de convulsiones, á menos que no sobrevenga alguno de los signos
mas violentos y funestos como en el frenesí. Para pronosticar quienes han
de curar ó sucumbir, lo mismo en los niños que en los demas enfer
mos, es preciso considerar el conjunto de los signos segun hemos descri
to cada uno en los casos particulares. Lo que acabamos de manifestar se
aplica á las enfermedades agudas y á las que de ellas proceden.

(XXI) Dicen los autores ya citados — dolor como de mordedura en la


boca del estómago.
—l4a-
So. El que quiera saber pronósticar del modo conveniente qué enfer
mos curarán ó sucumbirán, y en qué casos durará mas la enfermedad y
en cuáles menos, debe juzgar todas las cosas por el estudio de los signos
y por la comparacion de su valor réciproco, tal como se han descrito, ya
separadamente, como en el estado de la orina y los esputos, ó en su conjunto,
eomocuando laespectoracion es á la vez purulentaybiliosa. Deberá tambien
tener muy desde luego en consideracion el predominio de las que incesante
mente reinan de una manera epidémica, y no descuidar la constitucion del
tiempo ó la estacion. Es preciso tener un conocimiento profundo de los sig
nos y los demas síntomas, y no ignorar que, en todos los años y en todas las
estaciones, los malos signos anuncian el mal, y los buenos el bien. Los que
dejo enumerados tienen lugar en la Libia, en Delos y en la Escitia: por
consiguiente, sepase bien que, en unas mismas comarcas, la conclusion sa
cada de los signos será con mas frecuencia verdadera que falsa , si por el
estudio se aprende á apreciarlos y á calcular su valor. No se debe exigir el
nombre de ninguna enfermedad que no este inscrita en este tratado, por
que todas lasque se juzgan en las épocas indicadas se conocen por los mis
mos signos.
PROGNOSTICA,

LIBER PRIMLS.

PIIOEFATIO.

Cap. I. Medicum (mihi videtur) optimum esse providentiac ope-


ram dare.
Proenoscens enim atque proedicens coram «gris praesentia, procterita et
futura, et quaecumque praetermittunt regrotantes exponens, credetur ma-
gis cognoscere quce ad aegrotantes attinent; quare audebunt homines seip-
sos medico committere.
II. Curationen autem optimé mollietur/proevidens futura ex proosentibus
passionibus: omnes namque lánguidos sanare imposibile est; hoc eDim me-
lius esset quam eventura pranoscere.
III. Cum autem homines moriantur ex vi morbi, alii antequam medicum
vocent, alii vero adhuc aceito statim deficiant; hi quidem diem uuum
viventes, illi vero pauló plus temporis, antequam medicus arte repugnet
adv'ersus unumquemque morbum , oportet quidem cognoscere talium pas-
sioruim naturas, quantum superent corporum facultatem: pariter ctiam , et
siquid divinum in morbis inest, ejus etiam addiscere providentiam. Sic
enim merito admirabilis ac bonus medicus erit. Etenim quos servare possi-
bile fuerit, hos poterit rectiüs custodire, ex longiori tempore praemeditatuS
circa singula : et morituros ac salvandos preccognoscens , atque praenun-
tians , vacabit crimine.

PROGNOSTICA.

I. Considerare autem oportet hoc modo per morbos acutos : primum


quidem aegrí vultum , si sanorum similis sit¡, maximé vero sui ipsius: sic
enim optimus erit. Summé autem contrarius símili , pessimus est.
II y III. Erit autem talis, nasus graoilis in extremis.OcuIi cavi, tempo
ra collapsa , aures frigidoe et contractae, ct lobi earum eversi, et cutis cir
ce frontem dura , circumtensa , et arida existens, et color totius faciei culo-
rus, vel niger , et lividus, aut plumbeus.
IV. Si igiturin principio morbi talis fuerit facies, etnullo modo possibile
fuerit aliis signis conjectari, interrogare oportet , vigilaveritne homo , aut
venter vehementer solutus fuerit, aut fames ipsumoppresserit; et si quidem
aliquid horum confessus fuerit, minus malum esse existimabit: judican-
tur autem ha;c per diem , et noctem , si ob has manífestas causas facies ta
lis fuerit. Si tamen nihil horum esse dixerit , neque in pnedicto tempore
constiterit, nosse oportet hoc signum lethale esse.
V. Si tamen , morbo antiquiore trid nano existente, talis fuerit facies, inter
rogare oportet de his , de quibus auto praecepi , et alia signa considerare,
quae in tota facie , et in corpore suut.
VI. Eteaquae in oculis sunt, si lucem eiíugiant, vcl nollentes illacry-
ment, vel pervertantur , vel alter altero mlnor fuerit , albas partes ru-
bidas habucrint, vel lívidas, aut nigras venulas in ipsis habuerint, aut
sordes appareant circa pupillas, vel instabiles , vel eminentes, vel admo-
dum cavi facti.vel pupillae squalidte, ac sine splendore, vel totius faciei
color immutatus fuerit , haee omnia mala atque exitiosa esse existiman-
dum est.
VII. Considerare autem oportet suspectiones oculorum per somnum. Si
namquealiiiuid ex albo sul)apparuerit,noncommissis palpebris, non ob ven-
tris Quxum, aut medicaraenti potionem, vel nonsic dormire assueto, ma
lum signum est , et lethale valde.
VIII. Si tamen retorta fiant, vel livida, vel pallida pnlpebra, vel lahrum,
vel nasus cum aliquo ex aliis signis, nosse oportet morti proximum esse: le
thale etiam est, si labia subsoluta, et suspensa, et frígida, etalbicantia
fuerint.
IX. Cubantem autem oportet inveniri aegrum a medico super latus dex-
trum aut sinistrum, manibus, cervice, ac crurihusparum inflexis.etuniver-
sum Corpus molliter jacens. Sic euim sanorum plurimi decumbunt: optimi
vero sunt decubitus sanorum símiles.
X. Supinum vero cubare, manibus, cervice, et cruribus extentis, mi
nus bouum est.
XI. Si vero proclivís sit, ac delabaturá lecto in pedes, gravius est
XII. Si verb inveniatur nudos habens pedes (ubi non fuerint admodum
calidi) et manus, cervicem, ac crura inoequaliter dispersa, ac nuda, malum
est : inquietationem cnim significat.
XIII. Lethale autem est hiantem dormire semper.
XIV. Pariter et crura supinicubantis vehementer reducta, distractaque.
XV. Super ventrem vero cubare, eum qui non sic assucvit dormire dum
sanus est, delirium signiñcat, vcl dolorem'partium quae sunteirca ventrem.
XVI. Velle autem aegrum residere, vigente morbo, malum est in omni
acuto morbo: pessimum veró in peripneumonicis.
XVII. Stridere dentibus in febríbus, in quibuscumque id non esteonsue-
tum a pueritia, maniam aut mortem signiflcat, verum praediccre oportet ab
—141—
utrisquc futurum pcriculum : si tamen detirans id efliciat, valde lethalc
jam est.
XVIII. Ulcus autem sive praífuerit, sive in morbo fiat, edisrere con-
venit: si namque moriturus homo est, ante mortem lividum et siccun»
erit, aut pallidum et sicoum..
XIX. De manuum vero latione haec nosse oportet : quibuscumque in
acutis febribus, vel pnlmoniis, yel phrenitidibus, vel capitis doloribus, an
te faciem feruntur, vel venantur frustra, aut colligunt festucas, autstamina
de vestibus evellunt, vel stipulas de pañete carpunt , emnes malos esse
atque lethaies.
XX. Spieitus vero frequens delorem signiíieat, aut inflammationem in
partibus quae sunt supra septum transversum: si vero respiretur magnus,
et ex longo intervallo, delirium nuntiat: frigidus vero expiratus ex ore, et
naso , valde lethalis jam est.
XXI. Bonam autem respirationem existimare oportet, valdé magnam
vim habere ab salutem , in omnibus morbis acutis , quicumqnc cum febre
sunt et in quadraginta diebus judicantur.
XXII. Sudores optimi quidem sunt in omnibus acutis morbis, quicum-
que in diebus decretoriis fiunt, et integre febrem sedant. Boni vero quicum-
que ex toto corpore procedentes, fecere ut homo facilius morbum ferret: si
verbnihil horum fecerint, inutiles ¡sunt. Pessimi veró sunt frigidi, et cir-
ca caput tantum, et vultum, et cervicem facti : hi enim cuui acuta febre
mortem pranuntiairt, cum leviore vero morbi longitudinem. Et qui tolo
eorpore simüiter , et qui circa caput fiunt. Qui vero sunt milio símiles, et
solum circa cervicem fiunt pravi; qui vero destinantes el vaporosi sunt,
boni. Nosse autem oportet hoc in universum de sudoribus ; quosdam fieri
jtree corporis dissolutione; quosdam proe inflmmmationis vehementia (*).
XXIII. Hypochondrium optimum est, sine dolore, molle, atque aequa-
le, dextra ac sinistra parte existens: inílammatum , veró, vel dolorem pne-
bens, vel intentum , vel inaequaliter affectum, in dextris per «omparatio-
nem ad sinistras partes, liaíc omnia vitare oportet.
XXIV. Si vero pulsus insit in hypochondrio,perturbationem signilicat,
aut delirium , s«d oculos talium inspicere oportet. Si enim pupillx fre-
quenter moventur, hos valde insanire sperandum est.
XXV. QEdema veró in hypocondrio d urum et dolens pessimum est, si fue-
rit circa totumhypocondrium: si vero in altera parte fuerit, in sinistra minus
periculosum est.
XXVI. Significant autem hujusmodi cedemata in principio periculum
mortis brevi futura;.

(') Este parrante, puesto en letra basuinlilla , es al que se refiere la no


ta (a) del texto, y está tomada de nuestro Valles.
19
—142—
XXVII. Si autem febris perseveraus vigesimum diem transgrediatur, et
oedema non subsistat , in suppurationem vertitur.
XXVIII. Fit autem his sanguinis eruptio ex naribus in primo circuito,
et valde juvat. Veruntamen interrogare oportet, si dolet caput, vel he-
betantur oculi: si namque quippiam tale fuerit,|eó tendet.
XXIX. Sanguinis eruptionem magis expectare oportet in junioribus trí-
gesimum quintum annum agentibus.
XXX. OEdemata vero mollia et sine do'lore, et quae digito compressa
cedunt, diuturniores faciunt judicationes, ac illis minus gravia sunt.
XXXI. Si vero pertransierit dies sexaginta, febre detinente, et cede-
mate non subsistente , suppurandum esse significat, et boc , et quod fuerit
in alio v entre similiter.
XXXII. Quaecumque igitur dolentia dura , ac magna sunt, periculum
mortis brevi futurae sigoificant: quaecumque vero mollia, sinedolore, ac
digito praesa cedunt, diuturniora illis sunt.
XXXIII. OKdemata , quae in ventre sunt , minus faciunt abscesos,
quam quae in hypochondriis : minimé vero suppurantur quae infrá urnbili-
cum sunt.
XXXIV. Sanguinis vero eruptionem jmaximé de supremis partibus
expectarc oportet.
XXXV. In omnibus aedematibus quae prorogantur circa has partes,
suppurationes considerare oportet.
XXXVI. Suppurationes quae inde proveniunt (*) sic considerare opor
tet: quaecumque enim foras vergunt, optimae sunt, et parvas, et quám ma-
ximé foras inclinantes, et in acutum curvatae: quae vero magnas sunt, et la
tae, et minime in acutum fastigiatae. pessimae,
XXXVII. Quaecumque vero intro rumpuntur, optima sunt, quae nihil
cum exteriore regione communicant, sed sunt contracta, et sine dolore,et
tota exterior regio unicolor apparet.
XXXVIII. Pus autem optimum album esse debet, aequale, ac leve, et
quaii minimé foetidum : huic vero máxime coutrarium pessimum est.

O dice... Suppurationes in hoe libra sic oportet considerare; su


poniendo que Hipocrates quiso referirse á todas las supuraciones, en este
caso, y asi lo explica en su comento : mas ninguno de los otros autores con
viene en esto (incluso nuestro textual), ni tampoco el sentido parece requerir
lo , por cuyo motivo he adoptado, en obsequio á la exactitud, la leccion de
Piquer , que , siguiendo á Vega en lo demas del texto latino , presenta en
este lugar la modificacion espuesta.
—143—

LIBER SECUNDUS.

Prog. I. Hydropes autem omnes , quae ex acutis morbis fiunt, malí


sunt, non enim a febre liberant, et valde dolorosi sunt, ac lethales: incipí-
unt autem plurimi quidem ex partibus inanibus et lumbis, quidam
autem ájecore.
H. Quibus igitur ex partibus inanibus, ct lumbis hydropüm initia fiunt,
pedes intumescunt, et alvi fluor diutinus fit, nec solvens dolorem qui
ex inani parte efíicitur ac lumbis, neqUe molliens ventrém.
III. Quibuscumque vero a jecore hydropes fiunt, tussis, cupiditasque
ipsis inest, et nihil excreant elTatu dignum , ct pedes intumescunt, et ven-
ter non dijicit nisi dura et aegre, et circá ventrem fiunt oedemata, quaedam
in dextra , quxdam in sinistra parte existentia , ac cessantia.
IV. Si caput, manus, ac pedes frigidse sunt, ventre costisque calen-
tibus, malum est
V.
ViI. Optímum
Eum quivero est totum corpus calidum esse,
sitqueac resurgendo
mole aequaliter.
dolet, ut facilé convertatur levis,
oportet.
VII. Si ergo grave videatur reliquum corpus, et item manus ac pedes,
pcriculosius est.
VIII. Si vero praeter gravítatem, ungues quoque ac digiti lividi sint,
expectanda mors statim est.
IX. Si digiti ac pedes emniní) nigrescunt, minus perniciosisunt, quiim
siliveant: sed alia signa considcranda sunt, si enim facile ferre malum vi
deatur , et aliquod aliud signum salubre subindicet, morbum vertí
ad abscessum sperandum est, íta ut aeger convaliturus sit , et corporis
partes denigratae casurae.
X. Testes ac pudendum contracta , fortes significant dolores , et pe-
riculum lethale.
XI. De somno ver6 quemadmodum secnndiim naturam nobis est incon-
suetudine, interdiü vigilare, noctu dormire convenit: si lamen hoc trans-
gressum fuerit, deterius est: minimé vero nocebit, si dormiatur, prima
luce ad tertiam diei partem. Somni ramen extra íd tempus pejores sunt.
XII. Pessimum vero est, neque interdiu , neque noctu dormire: vel
enim ex dolore , et laboribus vigilabit, vel deliríum indé significabitur.
—144—
XIII. Optima vero dejectio mollis est, et constans, et quae eo tempore
secernitur , quo per bonam valetudinem ; quantitas vero secundiun ratio-
nem ingestorum. Sic enim exeunte , imus venter bené utique valebit.
XIV. Si autem fuerit dejectio liquida, expedit ne subducatur cumstri-
dore, aut crebró, et sensim: laborans enim homo ex frecuenti surrectione,
vigilabit utique.' Si vero accumulatim , et saepé dejceerit, periculum est ne
animo delinquat.
XV. Sed oportet pro quantitate ingestorum dejicere bis aut ter in die,
noctu semel: plurimum autem s'ubeat primo mane, quaemaJmodum ho-
mini consuetum est.
XVI. Incrassari autem oportet dejectionem, morbo eunte in judica-
tionem.
XVII. Subruffa autem sit , neque admodum gravé olens.
XVIII. Expedit autem lumbricos teretes cum dejectione exire, morbo
ad judicaeionem eunte.
XIX. Decet autem in omni morbo ventrem flaecidum , ac bonae me—
lis esse.
XX. Valde tamen aqiiosum , vel album , vel chlorum, vel vehemen-
ter rubrurn, vel spumosum ''ejicere, omnia haec mala sunt.
XXI. Mala autem dejeeiio est , si fuerit parva, et glutinosa, et alba,
et subcblora, ac laevis.
XXII. His autem magis lethales erunt, nigra, vel pingues, vel lividae,
vel aeruginosx, vel foetidae.
XXIII. Variegatae tamen dejectiones, his diuturniores sunt, sed nihilo-
minús lethales: sunt autem tales, ramentosae, et biliosas, et cruenta, et
porraceae , et nigrae , nonnumquam quidem simül , nounumquam vero vi-
cissim procedentes.
XXIV. Flatum vero sine souitu ac crepitu exire optimum est. Melius
autem est cum souitu exire , quam revolví, quamvis sic procedens signi-
ficet hominem aliqua parte dolere, aut delirare, nisi volens sic flatum
emiserit.
XXV. Dolores autem atque tumores ex hypocondriis, si recentes fue-
rint, ae síne flegmone, solvit murmurium factum in hypocondrio, et maxi-
mé si exierit cuin stercore, urina, et flatu. Si verb non exierit, proficiet
ubi ad inferas partes descendat.
XXVI. Urina vero optima est , quando sedimentum fuerit album, et
lave, et aequale, per totum tempus, donee morbus judicetur: securitatem
enim sigoificat, ac morbum futurum brevem: si vero intermittat, ita ut
aliquando pura mingatur, aliquando vero subsideat album ac laeve, mor
bus diuturnior ac minus securus est.
XXVII. Si vero urina fuerit subrubra , et sedimentum subrubrum
ac laeve, diuturnior quidem luec quám prior est, valdé tamen salutaris.
XXVIÍL Subsidentix vero in urinis speciem farinae crassioris referentes
malai sunt: his autem pejores sunt esquamosac: tenues vero et albse, val-
de malae; his vero pejores sunt furfuracea;.
XXIX Nebulae- veró quae urinis invehuntur, albae quidem bonx, nigrx
ver5 malai.
-145-
XXX. Quamdiu urina fuerit ruíTa , et tenuis, crudum sígnificat esse
morbum.
XXXI. Si autem diutumus fuerit morbus,et urina talis fuerit, pericu-
lum est ne homo sufficere non possit, donee urina concoquatur.
XXXII. Ex urinis veró magis exitiosx suut fetida , et aquosx , et
nigrae , et craisx.
XXXIII. Viris autem, et mulieribus urinx nigne pessimx sunt, pueris
veró aquosx.
XXXIV. Quibuscumque tenuem ac crudam longo tempore mingentibus
urinam, si extera , ut in convalituris, indicia fuerint, iis abeessum ad
partes septo transverso inferiores especiare oportet.
XXXV. Et pinguedines supernatantes , símiles teiis aranearum, dam-
nandx sunt: signilicant enim colliquationem-
XXXVI. Considerare autem oportet urinas inquibus nebulx sunt , au
sursum, an deorsum existant, et colores quales habent; et cas qux deorsum
feruutan cum coloribus qui dicti sunt, bonas esse ac laudabiles: qux vetó
sursum cuin coloribus, qui dicti sunt, malas ac damnandas esse.
XXXVII. Nec te decipiat , si vesica xgrotans aliquam talem reddide-
rit urinam: non enim totius corporis morbum ostendit, sed ipsius solios.
XXXVIII. Vomitus autem utilissimus est, quiun maxime pituita ac bile
commixtus: non admodum crassus, nec multus. Synceriores uamque dete
riores sunt.
XXXIX Si tamen fuerit id quod vomitur, porraceum, vel nigrum, qui-
cumque ex bis coloribus fuerit , malum esse existimare oportet.
XL. Si tamen omnes colores idem homo vomuerit, valdé lethale
jam est.
XLI. Celerrimam autem mortem ostendit lividus vomitus, si feotidum
oleat.
XLII. Omnes vero sul'putridi, ac r Mdi humores, mali sunt in omni
bus qux vomuntur.
XLIII. Sputum autem ín omr.ibi's i ! u'ibus qui sunt circa pulmonem
et costas f ut citó ac facile rcji^in'.'ir o,, -uet.
XLIV. Permixmmque apnaroat !l-;\<im admodum, sputo.
XLV. Si enim multo post m iiu.u doloris spuatur flavum, aut ruffum>
aut plurimam tussim inferens, ct non admodum commixtum, deterius est.
XLVL Flavum enim, cum sincerum sit, periculosum est, et album
glutinosum , et rotundum , perniciosum.
XLVII. Malum vero, et quod valdc chlorum est et spumosum.
XLVIlI. Si veró adeó sincerum fuerit, ut nigrum appareat, gravius illis
hoc est. Malum autem si nihil aut expurget, aut admittat pulmo , sed
plenus in gutture ferveat.
XliX. Gravedines,et stcrnutament.i in ómnibus morbis,qua> sunt circa
pulmonem , procedere ac supervenire malum. Verüm in aliis morbis exi-
tiosissimis steruutamenta utilia sunt.
L. Si vero sputum llavum sanguini non multo commixtum, in iis>
qui pulmonía luborant ínter initia spuatur, valdé utile est. Septimo v«ro
aut tardiüs, minus secucum est.
—116—
LI. Omnia sputa mala sunt, quaecumque dolorem non sedaverint
nigra vero pessima, ut scriptum est. Quae verb cum rejiciuntur, dolorem
sedan t , omnibus sunt meliora.
LII. Quicümque autem dolores harum partium non sedantur, aut spu-
torum purgationibns, aut ventre exonerato, aut sanguinis missione, ac
victus ratione, et purgatione per medicamentum, suppurationem fieri spe-
raudum est.
Lili. Ex suppurationibus qneecumque pus eiTundunt, adhuc bilioso exis
tente sputo, valde letbales sunt, sivé vicissim, sive simul bilis ac pus
rejiciantur.
LIV. Maximé verb si septima die morbi incipiat separati suppuratio ab
hujusmodi sputo.
LV. Sperandnm veri) est moriturum decimoquarto die eum qui talia
spuit, nisi aliqUod signum bonum ci supervenerit.
LVI. Sunt autem tona hasc: facile ferre morbum, bené respirare, va
care dolore et sputum facile screare, Corpus aequaliter calidum , ac molle
apparere, non sitire, atque urinas, dejecliones , somnos, et sudores, sin-
gula intelligere bona supervenire: sic enim omnibus supervenientibus,
non utique peribit homo. Quód si quaedam ex his superveniant , quscdam
vero non , morietur utique homo , non pertransiens quatnordecimum
diem. Per contraria tamen horum ; difficile ferre morbum , spiratio mag
na et frequens , dolorem non cessare , vix spuere , valde sitire , corpus i
febre inaequaliter affici, ventremque ac costas vehemnntur incalescere,
fronte, mauibus, ac pedibus frigidis, urinae veri) et dejectiones, et som
nos, et sudores: mala singula intelligere, ut descripta sunt. Sic certe si
sputo quippiam horum accesserit, morietur homo , antequam ad decimum
quartum diem pcrveniat, aut nonum, aut undeeimum. Sic igitur conjectari
oportet hoc tanquam valde lethale sputum , ct non perducens usque ad
decimumquartum diem. Eum vero qui de bonis ac malis signis superve
nientibus ratiocinatur, ex his decet praidictíones prasmittere: sic enim
maximé vera dicet.
LVII. Alias veri, puris erüptiones fiunt, plurimfe quidem vigesimo die,
quxdam veri) trigesimo , quaedam quadragesimo, quasdam autem ad sexa-
gesimum diem perveniunt.
LVIII. Considerare autem oportet priucipium suppurationis fore ratioci-
nantes , á prima die qaa homo febricitavit, si quando primum rigor ipsum
prxhendit , et dixerit , in parte qux dolore vexabatur , pro dolore, ponde
re ipsum gravari. Hxc enim in principas fiunt suppnrationum. Ex his igitur
temporibus rupturam suppurationum fore sperandum est, pnedictis tem-
poribus.
LIX. Si vero empiema in altera tantum parte existat, lios convertere,
ac discere oportet , doleat né quippiam in altero latere , et an altcrum al
tero calidius sit. Atque cubantem super sanum latus iuterrogare , an vi-
deatur sibi onus aliquod desuper suspendi : si enim ita est, in quodcum-
que latus pondus insit , in illo suppuratio existit.
LX. Hujusmodi signis omnes suppuratos dignoscere convenit. Primum
quidem , si febris non dimisserit, sed interdiü tenuiter afiiciat, noctü vero
—147—
plus : et plurimi superveniunt sudores, atque tussicndi cupiditas eisinest,
et nihil excreant effatu digiium: oculi fiunt cavi , malac vero rubent , mi
gues manuum incurvantur, digiti incalescunt, et potissimum summi , iu
pedibus fíunt oedemata, cibos non appetunt, et ptilictenx per corpus
erumpunt.
habent , et eis credere maxime oportet. Quieeumque veri> recentes sunt,
per luec innotescent, si quid apparuerit corum, quae in principio iiunt , si-
mul autem etsi difticilius spiraverit homo.
LXÜ. Quae veró ex eis celerius aut tardius rumpuntur, bis siguiscog-
noscere oportet. Si dolor ab initio fiat , et diflicultas respirandi, et tussis,
et excreatio perseveret, rupturam sperare oportet vigesimo die: et adhuc
anté. Si vero dolor mitior fuerit, et reliqua omnia secundum rationem, in
his posteriüs ruptura speranda est. Precedere autem necessé est ante pu-
ris eruptionem , dolorem , difficultatem respirandi, et excretionem.
LXIII. Liberantur autem ex his maxime quidem, quos febris dimisse-
rit eodem die post eruptionem, et qui cibos citiüs appetunt, et siti va-
cant , et venter pauca ac constantia dimittit , et pus album , locve,
uniusque colorís fuerit , ac sine pituita, et sine dolore, aut tussi vehe-
menti. Sic enim optimcac citissimé liberantur. Sin minas hi, qui ad
hos maximé accedunt. Moríenüir autem quos febris minimé dimisserit, vel
cum dimississe putetur, iteriun incalescere videantur, et sitim habuerint, et
cibos non appetant, venter humidus fuerit, et puschlorum et lividum spuant,
vel pituitosum, vel spumosum; si omnia ha?c fiant, moriuntur. (juibus
vero ex his quaedam supervenerínt, quaedam vero non, quídam ipsorum
morientur, quídam longo tempore salvabuntur: verum ex omnibus indiciís
in ipsis inventis, conjectari oportet de aliis omnibus.
LXIV. Quibuscumque ex pulmonía abscessus circa aures fíunt, et sup-
purantur, vel ad inferas sedes et tistulantur , ii liberantur.
LXV. Considerare autem. oportet talia iu bunc modum. Si febris deti-
net, et dolor non cessavcrit, et sputum nonexcernaiur secundum rationem,
neque biliosae fueriut alvi dejectiones, neque dissolutae atque sincerae,
nec urina valdé multa, et crassa , ac plurimum continens sedimentum:
paratur autem salubris ab omnibus aliis salutiferis signis: in his oportet hu-
jusmodi ahscessus futuros sperare.
LXVI. Fiunt autem hi quidem in partibus inferioribus, quibus circa
hypocondria fhi-y^a, id est, inflammatío qua-píam innascitur: mili vero
in superioribus, quibus hypochondrium flaccidum, ac sine dolore perseve-
rant : si ver6 aliquando dilficulter respiraverit, sine alia mauifesta occasio-
ne cessabit.
LXVIII- Omnes autem abscessus, qui fiunt iu cruribus, in pulmoniis
veheraentibus, ac periculosis, utiles sunt: optimi vero, qui fiunt sputojam in
pus mutato. Si namque tumor ac dolor fiant, sputo facto purulento ex flavo,
et foras procedente, fecurissime liberabitur nomo, et ab/tcessus citissimé
cessabit sine dolore. Si lamen sputum non bené processerit, nec urina
cum bono sedimine apparuerit, períclitatur articulus claudicare, aut mul-
tum negotium praíbere.
—118—
LXIX. Sí veri> abscessus repente occaltantnr, atque recurrunt , spu-
to non procedente , ac febre non dimitiente, malum est: periclitatur enim
homo delirari atque morí.
LXX. Ex empyicis , qui ex pulmonía morbis tales sunt seniores po-
tius moriuntur : ex aliis verb suppurationibus juniores poiius intereunt.
LXXI. Dolores vero cum febre facti circa tumbos el inferas sedes, si
septum transversum attingerint, inferas sedes retinquentes , valdé letha-
le. Aliis igitur signis mentem adhibere convenit. Quoniam si aliquod sig-
num malum apparuerit, desperatus homo est. Quicumque veró ex 'empyi
cis uruntur, quibus pus purum album, et sine pravo odore fuerit, servan-
tur: quibus verb subcruentum et ccenosum, moriuntur. Si autem assur-
gente morbo versus septum transversum alia sigua supervenerint , non
mala, ipsum empyicum futurum valde speratur.
LXXII. Vesicae dura ac dolorosae, malne omninb sunt, et exitiosae. Exi-
tiossisimae veri» qurccumque cum febre continua sunt. Dolores namque ab
ipsis evenientes iiUerimire valent, et ventres in talibus non dejiciunt,
nisi dura , et xgré.
LXXIII. Solvit vero morbum urina quae purulenta mingitur, album ac
keve habens sedimentum.
LXXIV. Si vero urina nullatenüs concedat, neque vesica molles-
cat, et febris continua vexaverit, in primis morbi circuitibus speratur (lo-
lentem moriturom.
LXXV. Modus autem iste potissimum tentat pueros ü septimo in quar-
tum decimum annum.

LIBER TERTIUS.

Pbog. I." Fehres vero judicantur In eisdem diebus numero ex quibus


supersunt homines, et ex quibus moriuntur.
II. Simplicissimoe namque febres , ac signis firmate securissirois,
quarto die aut citius cessant: pessim«e vero, ac cum signis gravissimis
iacte, quarto die aut citius interimunt.
III. Primus itaque insultus ipsarum in hunc modum finitur, secundus
autem ad septimum perducitur, tertius ad undecimum , quartus ad qiwr-
tum decimum, quintus ad decimum septimum, sextus ad vigesimum:bi igi
tur ex acutissimis morbis facía perquatuoradditione, ad vigesimum finiuntur.
—140—
IV. Fieri veró non potest ut aliqnid horum integrls diebus veré annu-
meretur, non enim annus, aut menses integri9 diebus annumerari solent.
V. Post hrec autem eodem modo et secundum eamdem adjectionem,
primus circuitus quatuor et triginta dierum, secundus quadraginta dierum,
tertius sexaginta dierum est.
- VI. Intor initia tamcn horum difficilius est pranoscere ea quae multo
temporis spatio judicari debent: simillima enim eorum initia sunt.
Sed á primo die animum adhibere opus est , ac per glngulos quaternarios
additos considerare ; nec latebit quí» vertetur morbus.
VII. Est autem et quarlana> constitutio, ex tali ooncinnitate.
VIII. Qui veró mínimo temporis spatio judicari debent, facilimi cogni-
tu suut; maximé enim ab initio diflerunt: qui enim convalituri sunt, fa-
ciléspirant , et sine dolore agunt, noctu dormiunt, ac reliqua securissi-
ma habent : morituri tarnen diflicile spirant, delirantes, vigilantes, ac
reliqua signa pessima habentes.
IX. Uis igitur ita evenientibus , conjcctari oportet per tempus, ao per
singulas additiones, morbis euntibus in judicationem.
X. Secundum eandem rationem, et fosminis judicationes fiunt ex parto.
XI. Capitis autem dolores vehementes atque contmui cum febre , si
quidem aliquod ex signis lethalibus accesserit, valdé exiUosum est. Si la
men absque talibus signis dolor viginti dies trascendat, et febris detineat,
suspicari oportet sanguinis é naribus eruptionem, vel aliquem alium abs-
cessum ad inferas sedes. Donee autem dolor recens fueritx consimililer
sanguinis é naribus eruptionem , vel suppurationem speetara oportet,
pnesertim si dolor circa tempora ct frontem fuerit.
XII. Magis autem oportet expectare sanguinis eruptionem in junioribus
trigesimumquintum annum agentibus ; iu senioribus veró suppura
tionem. i
XIII. Auris ver¿ dolor acutus cum febre continua ac vebementi, ma-
lum: peiiculum enim est delirii, atque abolitionis. Quoniam igitur fallas
hic locus est, citó mentem adhibero convenit, et omnibus aliis signis á
prima die.
XIV. Pereunt aotem exhoc morbojunloresquldemseptimodie,atadhuc
citius, seniores veró multo tardius; febres namefue et deliria minüs eis
superyeniunt, et hanc ob causam aures stippurari praeveniunt: verum in bis
Ktatibus recidive morbi supervenientes plurimos interimunt. Juniores tamen
ante auris suppurationem moriuntur. Si autem pus album ex aure de<-
fluat, spes habetur de salute juvenis, si aliquod aliud bonum sigum el
superveniat.
* XV. Fauces exulcerari eum febre, diffieilét verumtamen si aliquod
aliud signum snpervenerit, eorum qu* malis adjudicata sunt, praedicen-
dum hominem in periculo esse.
XVI. Angina autem gravissinvB sunt, ac celerrimé interimunt, qua»
cumque aihil conspicuum faciunt in faucibus, neqiw in cervice; plurimum
vero dolorem inferunt , atque orthopneam. Haec enim eodem die strangu»
lant , et secundo , et tertio , et quarto.
XVII. Quaccumqua veró dolorem aJioqui alteri simililer iuferunt,
—150—
attollunt autem , ac in faucibus rubores efficiunt, valdé quideni lethates,
cxterumpracedentibus diuturniores, si magnas fiat rubor.
XVIII. Quibus verá fauces et cervix sim-.il rubent, hx sunt diutur-
turaiores: et maxime in ipsis liberantur quibus cervix et pectus rubo-
rem traxerint, nisi sacer ignis intró recurrat.
XIX. Si veró neque iti diebus decretoriis sacer ignis evanescat , ne
que ttiberculum ad externan» convertatur regionem, neqne pusscreet, et
facilé ac sine dolore agcre videatur, mortem significat, vel conversio
nes ruboris.
XX. Securius veró est tumorem atque ruborem quám maxime
foras vergere. Si tamem in pulmonem vergat, insoleutiam faciet, et ex
ipsis magna ex parte fient empyici.
XXI. Gargareones secare, aut scarificare periculosum est, quandiü
rubri fucrint, et magni; inflammationes etenim ets superveniunt, atque
sanguinis eruptiones. Sed decet per id tempus hujuscemodi tentare, alus
machinamentis extenuare. Quando veri, jam separatum fuerit totum id
.quod vuam appellant, et facta fuerit summa pars gargareonis major atque
orbiculata , superior veró tenuior , tune temporis tutum est admovere ma-
num. Sed melius est evacuato ventre manus operatione uti, si tempus
concesferit, et non sufTocetur homo.
XXO. Quibus febres desinunt, neque cum signis solutionis, neque in
diebus decretoriis, recidivam in eis expectare oportet
XXIII. Quawumque febris prorogatur , salubriter affecto nomine,* nec
ob inflammationem , nec ob aliam quamvis causam manifestam , dolore
detinente , huic expectandus est abscessus cum tumore ac dolore , ad
aliquem articulorum , maximé eorum qui sunt in parte inferiorí.
XXIV. Uujusmodi abscessus, magis ac in minori tempprc fiunt, ju-
nioribus natu trigesimum annum agentibus.
XXV. Considerare autem oportet statitn abscessus ¡signa , si viginti
diebus transactis febris detineat.
XXVI. Senloribus veró minüs accidunt , ubi febris fuerit diutumior.
XXVII. Oportet autem hujusmodi abscessum sperare, ubi continua
fuerit febris: in quartanam vero deducetur, si intermittat, et erratio modo
apprehtendat, et fie agéns autumno appropinquet.
XXVIII. Quemadmodum vero junioribus trigesimum annum non
attingentibus abscessus fiunt , sic quartanae magis bis qui triginta anno-
rum sunt , et senioribus.
XXIX. Scire autem oportet abscessus magis fieri hyeme, tardius
cessare, et minus recorrere.
XXX. Quicumque autem in febre non lethali dixerit caput dolere,
aut etiam tenebrosum aliquod ante oculos apparere, et oris yentriculi mor-
sus huic accesserit, biliosus vomitus aderit. Si autem, et rigor accesserit,
et partes inferiores hypochondrii frígidas habuerit, citius adhuc vomitus
aderit: quod si aliquid biberit aut ederit per id tempus, valde celert-
jer vomet.
XXXI. Ex his vero quibus dolor fieri cceperit prima die, quarta
praemuntur maximé , et quinta : ad septimum vero liberantur. Plurimi
—151—
autem ipsorum tertia doleré incipiunt, quinta vcró maxime vexantur: H-
berantur vero nona aut undecima. Si tamcn quinta dolere cceperint , et re-
liqua secundum rationem priorem ipsis eveniant, decimaquarta morbus
judicabitur.
XXXII. Fiunt autem hxc mulieríbus quidem et viris, in tertianis
maxime: junioribus autem fiunt quidem et in ipsis, magis vero in febri-
bus perassiduis , et in legitimis tertianis.
XXXIII. Quibus autem per hujusmodi febrem capite dolentibus , pro
tenebrositate ante oculos apparente, hebetudo fiat, vel splendores praesen-
tentur; pro morsu vero oris ventriculi, in hypochondrio , vel in dextra vel
insinistra parte.contendaturquippiamsinedolore aut phlegmone, pro vomi-
tu sanguinem é naribus erupturum sperandum est:indé autem in juvetiibus
magis sanguinis eruptionem expectare oportet. In his vero qui triginta
annorum sunt et senioribus, minus ; sed in his vomitus sperandi sunt.
XXXIV. Pueris veríi convulsiones fiunt, si febris acula fuerit, et ven-
ter non excernat, et vigilent, ac perterreantur, et lugeant, et colorem
mutent, et chlorus, vel lividus, vel rubicundus emergat. Fiunt autem
hsc promptissimé quidem pueris quam primum edilis, usque ad septimum
annum. Adultiores tamen pueri et viri non amplius per febres convellun*
tur, nisi aliquod signum accesserit vehementissimum ac pessimum , qualia
in phreneticis fiunt.
XXXV. Morituros autem ac liberandos ex pueris, atque aliis con-
jicere per omnia signa, quemadmodum in singulis singula scripta sunt.
XXXVI. Uaee autem dico de morbisacutis, etjquicumque fiuntex ipsis.
XXXVII. Oportet autem eum qui rectó pracognoscere debet sal-
vandos ac morituros, in quibus etiam morbus plurium aut pauciorüm
dierum futurus est, cum signa didicerit , ipsorum vires ratiocinatus, invi-
cem discernere , quemadmodum de aliis scriptum est, ac de urinis et
sputis, miando simul pus ac bilem excreaverit.
XXXVIII. Decet autem morbonim semper populariter grassantiummi-
petum considerare , nec latere temporis constitutionem. -
XXXIX. Recte igitur nosse oportet de teemeriis , id est, de conjectu-
ris certis, atque aliis signis: nec latere quod omui tempore, et mala ma-
lum , et bona bonum significant.
XL. Quandoquidem et in Libya , et in Delo , et in Scythia quas scrip
ta sunt apparent veridica signa.
XU. Bené igitur nosse oportet, quod in ipsis regionibus non est diffi-
eilé multiplicia ipsorum consequi , si quis ediscens ípsa, recle judicare ac
rationari sciat
XLII. Nullius morbi nomen desiderandum est, quod hic non fuerit
scriptum : omnia quae in temporibus praedictis judicantur, eisdem signis
cognosces.
Empieza Hipócrates este precioso escrito recomendando á los médicos d
arte de pronosticar, en el que solamente se adquiere suficiencia por medio
de la observacion , como Piquer asegura en su comento poniendo por
ejemplo á los astrónomos y agricultores, y añadiendo que, «como ellos
«podemos hacer los médicos en las enfermedades y con igual certeza, si
«observamos atentamente los movimientos y acciones de la naturaleza,
» procurando averiguar el enlace y conexion que estos tienen entre sli
«con la consideracion que en el cuerpo humano se guardan constante-
» mente ciertas y determinadas leyes en la produccion y aumento de la»
«dolencias que en él se observan." La prognosis, providentia , pnrcog-
fiitio, dice Vega explicando esta voz, es el conocimiento de todo lo pasa
do, lo presente y lo futuro , relativamente á la enfermedad, el cual no se
consigue sino prestando la mayor atencion y poniendo todo cuidado en
observar cuanto ocurre en los enfermos, teniendo muy presentes los pre
ceptos de los antiguos. «Los que se desdeñan de consultar con fre-
» cuencia las obras de Hipocrates y Galeno , añade este autor , no merecen
«perdon, ni son dignos de llevar el nombre de médicos; y se hallan tan
«distantes de saber pronosticar, como de recoger el fruto que su conoci-
V miento proporciona."
Continúa Hipócrates manifestando las razones de conveniencia que
deben impeler al médico al estudio del pronostico, lass cuale se re
ducen á dos, una pertenecientejal médico y otra al enfermo: mas, como
dice el divino Valles, la que hace referencia al primero influye tambien
en utilidad y provecho del segundo; pues al médico le sirve de honor el
—153—
predecir con acierto , y el paciente será mejor dirigido en la curacion por
nn profesor que se halle bien poseido del estado actual de la enferme
dad , que comprenda claramente el órden sucesivo de los fenómenos que
la representen , que aprecie en su justo valor el influjo de las causas
que la produjeron ó favorecieron su desarrollo , y que prevea con fun
damento los incidentes que pueden ocurrir, las complicaciones que deben
temerse, y el modo como debe terminar: porque, habido este conoci
miento , claro es que el plan curativo no podrá menos de ser el conve
niente, yapara evitar los malesque deban precaverse ó para disminuir su gra
vedad cuando no ha sido posible impedir su aparicion , como tambien para
dirigiral enfermo al termino feliz de su dolencia. En confirmacion del crédito
que granjea al profesor un buen pronóstico, cita Piquer, en su comento á
este párrafo, lo que sucedió á Galeno en Roma, recien llegado á esta
ciudad. «Dice que le encontró un filósofo llamado Glaucon, que fiaba poco
en los pronósticos de los médicos; pero que, habiéndose divulgado la fama
que aquel tenia en pronosticar que mas le creian adivino que médico , le
rogó que pasase á visitar á un médico conocido suyo que sehallaba enfer
mo. Fue en efecto, y como al entrar en la casa viese Galeno casualmen
te una deposicion que acababa de hacer el paciente, semejante al agua
en que se lava la carne fresca , y notase que tenia este la respiracion ace
lerada y pequeña , junto con una tosecilla como de irritacion , y el pulso
con señas de inflamacion, sin esperar que se le digese nada aplicó la mano
hacíalas últimas costillas falsas del lado derecho, asegurándoleque allí sen
tiría dolor, que la tos le molestaría de rato en rato, que serfa pequeña, y
que no arrancaría nada. Añadió que debería sentir , ademas, peso hácia el
hígado, y mayor dolor siempre que quisiese respirar fuerte, y tal vez una
especie de tirantez hácia abajo en la axila correspondiente; y verificando- -
se todo esto en el enfermo, causó mucha admiracioná todos los circunstan
tes , y logró que Glaucon tuviese en adelante á la medicina en mayor esti
macion.» Efectivamente , un pronóstico acertado granjea al médico una
gran reputacion; pero tanto crédito cuanto adquiere, si este juicio llega á
realizarse, pierde proporcionalmente si el éxito no corresponde.
«Conviene que el médico tenga presente, dice Alfonso Lopez (Pin-
sciano), que todo está sujeto á las vicisitudes de las cosas: nada debe
» aventurar; nada despreciar. Debe tener seguridad en la cosas ciertas, y
»ser cauto en las dudosas; porque el juicio proferido no puede ya recoger-
»se, y mas estimacion se pierde con uno fallido, que se gana con diez pro-
» nósticos realizados. Sed, por lu tanto, diligentes en prejuzgar (tn prce-
jttensione) , por utilidad del enfermo; pero tardos en predecir (in pra
—15'»—
»dictione),es decir, en manifestar esta juicio , por honor vuestro." Y unas li
neas mas adelante, continúa de este modo: «Pesad bien pues, todoslos signos:
»sí todos indican el restablecimiento de la salud, anunciadla; y si la muerte,
«predecidla. Mas si van acordes todos los signos, y se presentan junta-
» mente los favorables y los adversos, como sucede muchas veces, volved á
» pesar su valor con el mayor ciudado: si preponderan los primeros, tened
» esperanza ; y temed por el contrario , si los segundos predominan : pero
»sí de tal modo se presentan combinados que ninguno de esos signos ter-
» minantes se 'presenta, guardad silencio hasta que esta oscuridad se
• desvanezca, y no os avergonceis de confesar lo dificil del caso. Mirad
» como Galeno dijo , en la historia de la enfermedad aguda que padeció la
«esposa de Epicrates, al undécimo dia de la afeccion, que fallaban tigno*
«para poder confiar en la curacion , y para esperar un fin trágico." Este
consejo de nuestro célebre compatriota, tan lleno de razon y de experien
cia, dice lo bastante para que yo trate de estenderme mas acerca de este
nteresante punto. El médico, pues, debe emplear todo su estudio y la
mas atenta y escrupulosa observacion en confirmar practicamente las re
glas que le guien por tan difícil terreno , obrando de todos modos con la
mayor cautela en la esposicion de su juicio , por razonado y probable
que parezca.
Si el médico entiende los males que el enfermo padece , dice Hipócra
tes, y conoce los que han de venir , dirigirá con acierto la curacion:
relativamente á lo cual espone Piquer en aclaracion que conviene no ol
vidar nunca que la naturaleza es la que quita las enfermedades, y que los
medios de la medicina, hechos á tiempo y con juicio, aprovechan en cuan
to ayudan á aquella á superar los males que la oprimen. Ella tiene en
sí fuerzas suficientes para sostener, nutrir y desarrollar al hombre, y
cuando decae profundamente ningun medio puede emplear el médico su
ficiente para reanimarla. Asi que deberá este observar su marcha para
prestarla los socorros favorables, no empeñándose en contrariar las vías
que elija para desembarazarse de lo que la dañe, ni precipitándose á acele
rar las terminaciones que se han observado acaecer en épocas fijas. a Los
«médicos, continúa este grande hombre, se han estraviado muchas veces por
«seguir sus sistemas ó sus caprichos, que es lo mismo ; y queriendo go-
»bernarpor ellos las máximas concernientes á la curacion, no solo han
» causado graves daños sino que se han hecho ridiculos."
Asi realmente ha sucedido con todos los sistemas que han pretendido
subyugar la ciencia á su esclusivo dominio: han logrado fascinar por el
pronto una porcion mas ó menos considerable de espíritus poco conteni
—155—
plativos ; se han afiliado proselitos, entre los médicos aficionados á la no
vedad, que han adoptado con desmedido entusiasmo las doctrinas nueva
mente proclamadas; pero bien pronto este movimiento tumultuario vino á
ceder á lá ley de la razon , y los palpables desengaños aprendidos en una
costosa esperiencia por sus mas fanáticos defensores, han sido los primeros
ataques dirigidos á su frágil poder prontamente desplomado. Abranse las
páginas de la historia de la ciencia y sigánse las diferentes fases que en
2300 años ha corrido, y veremos manifestarnos esta luminosa antorcha
la realidad de este hecho. Solamente ha permanecido siempre vigo
rosa la doctrina sentada por el admirable griego , cual magestuosa roca
se mantiene firme en medio de los agitados mares, como haciendo alar
de de la solidez y resistencia de la base en que se afirma. En sus sabias
máximas han pretendido, fijar el fundamento de sus hipótesis todos los ín*
ventores de sistemas para darlas crédito y valor, y esto es en verdad una
buena prueba que acredita la certeza de la doctrina hipocrática.
Continúa el sabio anciano en sus profundas máximas advirtiendo la ne
cesidad de observarla naturaleza de la afeccion y calcular las fuerzas del en
fermo, cuyo prudente consejo es de tal importancia, que encierra en po
cas palabras el fundamento de un buen pronóstico , y el norte de la te
rapéutica. Sin conocer de antemano la índole de la enfermedad, cómo esta
blecer un pronóstico fundado y fijar racionalmente un buen plan curativo?
Sin apreciar las fuerzas que tiene la naturaleza para resistir el mal, cómo
juzgar del éxito de esta lucha, y proporcionar los medicamentos apropiados
en la cantidad debida? Bien conocido es el poderoso influjo que ejerce en
la terminacion y en las indicaciones el diverso carácter de una misma espe
cie de dolencia. Las anginas, por ejemplo, sin referirme á la convulsiva, con
sisten esencialmente en una irritacion flogística de la mucosa, que tapiza
las fauces y la laringe, y el pronóstico, sin embargo, como el plan cu
rativo que se adopte debe variar mucho en las francamente inflamatorias,
en las pseudo-membranosas , y en las malignas 6 garrotillo español , quo
define Escobar diciendo: «ser una afeccion pestilente de las fauces con
dificultad de respirar y tragar, nacida de una inflamacion con úlceras
gangrenosas depascentes (ó corrosivas) que de sí despiden algun hedor,
acompañada siempre de calentura aguda y alguna vez de exantemas,
con otros malos síntomas. (*).

(*) Acerca de esta cruel enfermedad que ha reinado en España epide-


— 156—
El carbunclo y la pústula maligna no ofrecen por cierto) la misma
gravedad ni son combatidos del mismo modo que una flegmasía cual
quiera de la piel , ni el tifus presenta el mismo riesgo ni por consiguien
te iguales indicaciones que las fiebres inflamatorias francas ó las biliosas;
porque tanto el carbunclo como el tifus son enfermedades especiales, pro
ducidas por causas propias que egercen una accion deletérea particular
sobre el sistema nervioso determinando el desarrollo de fenómenos reac
cionarios que, aunque de índole flogística en un principio, llevan con
todo el indeleble sello del mortífero agente que los produjo, y como tales,
lio solamente debe ser el pronóstico diverso del 'suministrado por una fleg
masía cutánea ó por una liebre gástrica ó inflamatoria, sino que tambien el
método curativo debe variar eon arreglo á las condiciones particulares de
las espresadas dolencias. En cuanto á la fuerza de la naturaleza para
resistir los males, es otra condicion tan indispensable, que no se debe per*
der jamás de vista,no solo para el establecimiento de un pronóstico acerta
do, sino tambien para la buena determinacion de los medios adecuados para
combatirlos. «Es preciso que el médico contemple, diee Piquer en su co-
» mento , si está el mal superior á la naturaleza , ó al contrario ; porque
» habiendo lucha de ambos, forzoso es que el de menos fuerzas quede
«vencido." Y con este motivo manifiesta , que, no habiendo de verificarse
el vencimiento hasta que llegue la enfermedad á su estado, no ha de ha
cerse el juicio de la robustez del enfermo del dia solo de la dolenciat
en que el médico lave, sino con mira á los trabajos que tiene todavía
que superar, como sucede á uno que lleva un gran peso, y con él tiene que
hacer un camino largo. Sabido es de todo» los prácticos que para efectuar
se U resolucion en las enfermedades es menester contar con las fuerzas
á la naturaleza, y ya espresó bien este principio el gran Boherave en el
.aforismo en que dijo... Ars curans per remedia morbos est vita persisten»,

micamente en varias ocasiones, especialmente en el siglo XVII , causando


estragos considerables , habiendo sido tan universal en el año 1615 que le
quedó el nombre de año de los garroli/los , segun dice Víllalba en su Epi
demiología, escribieron muchos mediros compatricios; notándose entre lo*
principales Gomez de] la Parra, Heredia , Nuñez, Villareal , Gil de Piua,
y el Dr. Cascales de Guadalajara , de quienes tomaron los extranjeros lo
bueno que sobre esto han publicado.
—157—
illa deficiente iners medella. Cuando los órganos caen en aquella espe
cie de inercia ó debilidad, que les hace inhábiles para efectuarla reab
sorcion de los humores acumulados en sus areolas por efecto de la irri
tacion , en vez de ser estos trasportados al torrente de la circulacion, de
sahogando la parte congestionada, se aumenta, por el contrario, esta acu
mulacion de un modo pasivo, ya por el nuevo aposamiento que física
mente se va formando de los materiales que llegan en cada momento,
como por la falta de la absorcion que es necesaria. Lo mismo en las en
fermedades que afectan, no un órgano ó varios órganos con especialidad,
sino los sistemas generales, constituyendo las fiebres : si las fuerzas fal
tan y cae el regulador de la vida en un colapso, no habrá medio capaz de des
pertar su accion amortiguada ; no podrán verificarse las crisis de un modo
favorable, y al fin sucumbirá la economía. El pronóstico, pues, debe conducirse
por este precioso dato que cual estrella polar le llevará al acierto, y la tera
péutica no puede menos de proceder segun el rumbo que este la indique.
Aconseja Hipócrates en el mismo lugar que debe ponerse mucho cui
dado en observar si en las enfermedades hay algo de divino, Buor, de
cuya voz se vale igualmente en el tratado de Aires, Aguas y Lugares pa
ra espresar y combatir el parecer de los que admitían que algunas enfer
medades eran mas divinas que otras , considerándolas como efecto del
castigo de los dioses. Cree M. Littré que en este lugar participaba Hipó
crates de la misma opinion, y en esto se funda para juzgar que habia
variado de parecer en el tiempo que trascurrió de la formacion de un
tratado á otro, adoptando la idea de que la composicion del ac
tual fue anterior á la del precedente. La interpretacion de esta frase
ha dado mucho que discurrir á los comentadores , creyendo algunos en
la antigüedad que se referiría al amor á que llamaban divino, porque
todas las enfermedades en que los afectados se ponían tristes , pálidos
y desvelados, las referían á una causa moral como el amor, la avaricia, etc.,
atribuyéndolo otros á los dias críticos por su influjo en la terminacion de
los males que creian debido al movimiento de los astros, y creyendo otros
que aludiría á las dolencias mandadas por los dioses en desagravio de las
ofensas que habian recibido. Galeno refuta en sus comentarios todas estas
«pin iones, apoyándose especialmente en pasages de otros libros del mis
mo autor, que se oponen 4 estas interpretaciones, y cree que la mente
del padre de la ciencia , al emplear dicha voz , fue el indicar la influen
cia particular del aire, porque el aire, decía, todos le llaman cielo,
y por lo tanto lo que de él depende es celeste , es divino. Siguen
este parecer nuestro Cristobal de Vega y Piquer explanándolo en
—138—
sus comentos, y VallesdeCovarruvias dice entenderlo de otro modo espresán
dose en estos términos : « No veo que haya precision de dar un solo senti-
» do á esta voz empleada por Hipócrates , que fue tan conciso en sus es-
» presiones, cuando dicha voz puede espresar dos ó mas cosas sin repug
nancia alguna , y mas en ocasion en que la frase de que se vale indica lo
» mismo: pues queriendo inculcarnos que estudiemos todo lo que puede
» servirnos para el pronóstico, diciendonos que consideremos la índole de
» las afecciones y el estado de las fuerzas de la naturaleza (es decir, to-
»do lo que se manifiesta por señales sensibles), anadió á esto, todo lo que en
»las enfermedades haya de divino. No se detuvo en espresar si debia en-
» tenderse por divino en las enfermedades lo que procediese del influjo de
«los astros , de los dioses , ó de alguna cosa desconocida , sino que di-
»jo en general que debia tambien examinarse en el pronóstico , si quid in
hmorbis divinum inest ; si existe algo de divino que pueda servir al indi-
• cado juicio. No debemos pues ocuparnos en indagar cuál seria de entre
«las cosas que por tal voz pueden entenderse la que Hipócrates querría sig
nificar, sino considerar cuales son las que pueden presentarse en los
» males y servir para el pronóstico , y entender que todas ellas fueron ia-
» dicadas en dicha palabra por Hipócrates."
Esta opinion es, en mi juicio , la preferible, y no puedo avenirme con
el parecer de Mr Littré, porque no deja de repugnarme que un hombre de
juicios tan sólidos como Hipócrates variase de modo de pensar desde la
composicion de un libro á la de otro, precisamente en un punto de bas
tante interes que combate en uno de ellos ; y aun suponiendo que fue
se anterior el libro de los Pronósticos al de los Aires, Aguas y Lugares,
creo que la sinceridad y rectitud de este genio de la medicina, que siempre
se manifiesta tan consecuente en sus doctrinas , no hubiera dejado de es-
plicar la causa de este notable cambio en sus creencias. Por otra parte, en
ningun escrito suyo se habla esplícitamente á favor de esta opinion, advir
tiéndose al mismo tiempo que en la terminacion de este mismo libro en
carga la observacion de la fuerza de las enfermedades epidémicas y de la
constitucion del tiempo, acerca de cuyo influjo insiste mucho en varias
ocasiones, ocupando casi todo el tercer libro de los aforismos en manifes
tar las dolencias que corresponden á cada estacion.
En el comento de este pronóstico, que es uno de los mejores que tie
ne D. Andrés Piquer por las luminosas ideas que en el desplega , se
adhiere, como dejo ya dicho, á la opinion de que Hipócrates quiso signifi
car con el B<i.f ó divinum, la influencia particular del aire, segun la que
el recibe de los astros y de los planetas , la cual hace que en unos años
—159—
sean benignas las enfermedades agudas , que su curso sea regular y que
sus crisis se verifiquen completamente, y que en otros, por el contrario,
sean malignas o irregulares: por lo cual queria Hipócrates , dice este au
tor , que su hijo Tesalo supiese Astronomía ; esto es , para ser buen mé
dico. Agrega que por esta causa no es posible entender bien la antigüe
dad médica, establecedora de las bases mas sólidas de la ciencia , sin
noticia de dicho estudio á que todos se dedicaron, esplicando las altera
ciones que debe tener el aire en los dias de la salida y postura de los
astros y las que deben ellas producir en el cuerpo humano, segun
la diversa combinacion que entre sí tienen los planetas y la disposicion
de los sugetos en quienes obran. «El vulgo, dice, ignorando estas cosas, va
ȇ buscar la causa de la novedad que esperimenta en el vaso de agua que
»bebió , en el aire fresco de la mañana y otras vagatelas de esta
» clase; pero lo peor es que muchos médicos por falta de este co
nocimiento van ccn el vulgo, y con sus medicinas exasperan un male-
» cilio á veces ligero , que muy en breve quitaría la misma naturaleza , si
»Ia dejasen obrar.» Esto se halla muy conforme con el precepto de Hipó
crates, en el tratado de Aires, Aguas y Lugares, respecto á que no se em
plee una medicina activa en épocas de grandes trastornos atmosfericos,
acerca de cuyo particular opino del modo manifestado en mi comento
al espresado libro: agregando aqui solamente que , lejos de esto, en las
enfermedades crónicas, que se exacerban de un modo muy notable en los
cambios atmosféricos, no debemos permanecer en la inaccion en estas
épocas tan perniciosas para los pacientes , sino obrar con arreglo á las
indicaciones; pues en ellas casi siempre suelen estos .perecer.
Termina Hipócrates esta breve pero significativa introduccion advir
tiendo á los médicos que jamás se les culpará de nada si con tiempo co-
nocon el resultado que tendrá la enfarmeded y lo manifiestan á las perso
nas interesadas , y en seguida pasa á la consideracion de los signos pro
nósticos en las enfermedades agudas. Esplicando nuestro Cristobal de
Vega la razon de por qué Hipócrates escribió solamente los sig
nos de las enfermedades agudas, dice que si alguno le dirigiese esta
pregunta, le respondería: «Porque las afecciones crónicas no sufren
• cambios repentinos en la salud ó en la muerte , en los cuales se
«espera principalmente un éxito pronto y el juicio de esta termina-
acion; porque estas afecciones no se juzgan , sino que concluyen
» paulatinamente , no siendo por lo tanto taa útiles los pronósticos;
» y ademas , porque en el largo trascurso de ellas cometen los cn-
» fermos muchas imprudencias, que suelen hacer fallar los juicios pro
—160—
«pronósticos.» Consecuente siempre el divino anciano con la idea grande y
universal que de la ciencia habia concebido, se ocupa de los signos gene
rales sin descender á pormenores de ninguna dolencia en particular ; y
si en algunas parece detenerse con especialidad, como en las afecciones
de los órganos torácicos, lo hace manifestando solamente los signos de su
terminacion , fausta ó desgraciada, mas no describiendo los síntomas pecu
liares que las dan á conocer. Jamás aconseja que se guie en sus juicios el
profesor por los signos suministrados por alguno ó algunos órganos sola
mente , aunque parezcan decisivos , sino que siempre previene que se
jenga en cuenta el conjunto de todos los demas. Esto manifiesta claramente
lo convencido que se hallaba de la grande armonía que esiste entre todas las
partes de la economía humana , laque sabiamente espresó en otro lugar di
ciendo, conscnsus unus , conspiratio una , ct omnia in corpore cansen-
tienlla , y que no solamente consideraba al hombre sometido á la in
fluencia de todos los agentes esteriores y modificado por ellos , dando á
esta relacion grande importancia , sino que en el hombre mismo veia con
igual interés esta reciprocidad de accion en el conjunto. Idea grande,
sublime, á que es deudora la ciencia de su misma creacion.
Empieza Hipócrates la esposicion de los signos que forman el objeto
de este tratado. por los correspondientes al hábito esterior , y entre estos
por los que se representan en el rostro, que son los que primero lla
man la atencion del observador, porque siendo este la imagen del alma, co
mo decia Ciceron , justamente por hallarse dotado de una multitud de
nervios procedentes todos del encéfalo , centro á donde van á parar to
das las impresiones tanto internas como esternas, no puede menos de
retratarse en él el estado de escitacion, de dolor, de estupor, ó de in
diferencia , y hace con este motivo una pintura tan verdadera y es.
presivade la profunda alteracion que presentan las facciones en el mayor gra
do de abatimiento vital , que los médicos, en justo tributo de admiracion
y respeto , han convenido en designarla con el nombre de cara hipocrá-
iica. Distingue los casos en que las señales de esta alteracion no son de
tan mal agüero, y, despues de fijarse particularmente en las suministradas
por los ojos, pasa á considerar las que ofrecen los decúbitos, notando
como muy peligrosa la posicion abandonada del enfermo y su tendencia á
escurrirse en la cama hacia los pies, cuyo signo funesto raro será
el profesor que haya dejado de observar en los tifus y fiebres graves,
como efecto de una debilidad estrema. La posicion , en efecto , que adop
ta el paciente es un signo de gran valor, 'pues la indiferente ó abandona
da de un tifoideo iio indica lo mismo que la inquieta de un pulmonía
—161—
co, ni el estado de encogimiento de un tercianario en la invasion de la
fiebre guarda analogía con el decúbito abdominal de un sugeto que pa
dece un cólico , ni la postura de una persona afectada de peritonitis, dice
lo mismo que la inquietud y gran desasosiego (jactitatio) del que padece
carditis ó pericarditis , y asi de otros decúbitos , que sirven indudablemen
te mucho tanto para el diagnóstico cuanto para el pronóstico, usando de
nuestro lenguaje.
Acerca del rechinamiento de dientes en las fiebres, designado por
Hipócrates como mal signo fuera de los casos en que es efecto de una
costumbre adquirida desde la infancia, dice Piquer : «El ser tan mala
» señal el rechinar los dientes dimana del daño tan considerable que debe
«suponerse en el celebro para este efecto; porque el rechinamiento seha-
» ce por una convulsion violentísima de los músculos temporales y de las
«mejillas, y esta convulsion trae siempre tras de sí la muerte.» Realmente
este signo es de mal agüero en las fiebres nerviosas., en que se observa,
y nuestro célebre Piquer esplica suficientemente la causa á que su malig
nidad debe ser atribuida.
El secarse las úlceras , ya existentes á la época de la invasion del mal
ó abiertas durante su curso , y ponerse pálidas y lívidas en un sugeto
próximo á la muerte, es un hecho constante. Sabido es que , fuera de
aquellos casos en que la vida termina de un modo repentino , por efeeto
de una profunda lesion de alguno de sus centros, como la apoplegía, la
conmocion cerebral , la asfixia etc., se va estinguiendo poco á poco re
tirándose de la periferia al centro hasta que al fin concluye, como
Bichat espuso estensamente en sus Investigaciones fisiológicas sobro
la vida y la muerte. Qué estraño será pues , que la supuracion deje de
verificarse y que el color se vuelva pálido- ó lívido en un órgano en que
falta ya el calor vital, donde la circulacion capilar se ha suspendido, hacién
dose la deílos grandes vasos de un modo casi imperceptible , y siendo tam.
bien casi nulo el influjo del espíritu nerveo?. En cuanto á los movimientos
que hacen los enfermos con las manos llevándolas hácia la cara como en ade
man de separar objetos que divagasen por el aire, ó quitando motas de kis
cubiertas de la cama, indicando una profunda alteracion del sensorio que hace
percibir objetos que no existen , denotan en efecto un fatal estado. Débe
se advertir que los dolores de cabeza que Hipócrates refiere entre las en
fermedades en que acontece este mal signo no deben tomarse en el senti
do que suena , sino en el de afeciones graves del encéfalo : pues claro
es que una cefalalgia , por sí sola considerada , no conduce á un término
tan desastroso, ni es de pensar que fuese otra la mente del divino ancia
—16-2—
no, que en muchas ocasiones usa de la palabra dolor como equivalente á
vicio ó lesion.
Habla despues Hipócrates de los signos suministrados por la respira
cion , que no dejan de ser importantes para el diagnóstico unosj y para
el pronóstico otros; y pasa á la consideracion de los sudores; hallándose
tan comprobado por la eperiencia diaria lo que en pocas palabras espresa
acerca de esta evacuacion, que no necesita aclaracion alguna, debiendo es
te pronóstico grabarse con caractéres indelebles en la memoria de todos
los prácticos.
Nuestro Vega en su comento, dando mucha importancia á tales sig
nos, los coloca en una tabla, para mas pronta y facil inteligancia, que me
ha parecido del caso trasladar á continuacion.

i1Si calma la fiebre. . es muy bueno.


Si hace que el pacien
te soporte la enferme
dad masfacilmente, es bueno.
Si no produce este re
sultado es inútil.
i Si hace que elpaciente
l Soporte la enfermedad
De parte i con menos molestia. . co es malo.
delcuerpo\ Si no produce este efte-
Sudor. '< I to. . . . es inútil.
\ ¿ii es de cabezay cuello, es muy malo.
IDe todo el cuerpo es pisimo.

De la tabexa y cuello es sumamente malo.

Los sudores , como todas las demas evacuaciones que acontecen en


las enfermedades agudas, ó son críticos ó sintomáticos; y en el pronóstico
á que nos referimos espone perfectamente Hipócrates lo que debe pec-
sarse acerca de cada uno de ellos, sin que sea preciso q-.ie nos detenga
mos en su esplanacion. Sin embargo, no pasaré en silencio un sabio pre
cepto que Piquer dá á los médicos al comentar este pasage, y es como
sigue: «Crean los médicos, dice, que las enfermedades son ciertos ente»
«que existen t y en su existencia corren las leyes de nacer y morir, lo cual
«ejecuta cada una de ellas en varios tiempos; y para cumplirlo gasta
«distintos espacios , ni mas ni menos que sucede en las plantas. Cuand*
- «comienza la. enfermedad á vivir , está cruda , fuerte é indómita, mas
—163—
«andando el tiempo es superada por la naturaleza y se acaba ; y entonces
»es cuando la causa del mal provechosamente se arroja. De aqui nace que
nías evacuaciones en los principios de la enfermedad son dañosas ó á lo
«menos aprovechan poco, porque son irritaciones violentas que la
«naturaleza padece ostigada de la causa del mal.»
Hablase despues, en este tratado, de los hipocondrios, esponiendo
Hipócrates las circunstancias que en el curso de las enfermedades agudas
deben llamar hácia ellos la atencion del práctico, y al hacer esta preven
cion deja conocer bastante la importancia que daba al estado de las visce
ras colocadas en estas regiones ; pues claro que á las visceras contenidas
en los hipocondrios es á loque se refiere. Valles, al comentar este pár
rafo , dice que jamás debe descuidarse esta advertencia , porque sirve de
mucho para el pronóstico el enterarse bien del estado de estas partes, á que
llama offUince concoctionum , in quibus coquuntur alimenta et generan-
tur separanturque escrementai por lo cual, agrega, es muy probable que
la mayor parte de las enfermedades graves tengan aqui su origen y su
asiento.» Véase como ya Valles en el año 1567 se esplicaba acerca de
un punto que ha formado despues uno de los fundamentos de la doctrina
de Broussais. En los párrafos que Hipócrates dedica al objeto de este
pronóstico da á entender, pues, el peligro de las flegmasías de los órganos
situados en dichas regiones, haciendo notar que son de mayor considera
cion las afecciones del hipocondrio derecho . ó del hígado , que las
del izquierdo ó del bazo. Nuestros acreditados comentadores se hallan to
dos conformes en que la voz adema, de que Hipócrates se valió en esta
ocasion para espresar estas ideas, es equivalente á tumor, al que agre
ga despues duro y doloroso , significando por lo tanto un flegmon ó
flogosis que entonces espresaba una misma cosa, y asi se deduce en efec
to del contesto de las espresiones. Cristobal de Vega se detiene en ma
nifestar lo difícil que es conocer estos tumores por el tacto cuando se
hallan profundamente situados, y por esto, dice, escribió Galeno otros sig
nos que los dan á conocer, manifestando al mismo tiempo el medio que
este célebre médico indicó para distinguir en los sugetos flacos los que re
siden en los músculos abdominales de los que afectan el hígado, que se
reduce á poder circunscribir con los dedos el tumor en el último caso, y
no en el primero porque todo es continuo. Háchase de ver tambien en
este lugar que Hipócrates conocía bien la relacion que existe entre las
visceras colocadas en la region de los hipocondrios y el cerebro , y entre
este y las pupilas, cuando dice que debe temerse la agitacion ó el delirio si
existen pulsaciones en aquellas partes, las cuales, en las enfermedades agu
—164—
das, solo son efecto de la viva agitacion de los vasos promovida por la gran
de inflamacion , y aconseja, para conocer si sobrevendrá el delirio, obser
var si se mueven mucho las pupilas. Manifiesta por último las terminacio
nes que pueden tener estas flegmasías , ya por una muerte pronta si se
desarrollan desde luego con mucha intensidad ó ya por supuracion si
pasan de los veinte dias sin que ceda la fiebre ni los síntomas locales , é
indica que las epistaxis son un indicio de curacion, las cuales van acom
pañadas de ciertos signos locales que las dan á conocer, como pesadez de
cabeza, turbacion de la vista, encendimiento de las partes inmediatas á la
nariz , etc. Estas hemorragias, que observó verificarse por el lado derecho
ó el izquierdo segas que el hígado ó el bazo son los órganos afectados,
dice que deben esperarse mas bien en los jóvenes, porque en efecto en ellos
tiene la naturaleza mayor robustez , y predominando la accion del sistema
sanguíneo, hay mayor predisposicion á esta clase de flujos. En contra
posicion á la flegmasía intensa, tuihores duros y dolorosos de que nos aca
bamos de ocupar, presenta despues Hipócrates el estado contrario, tu
mores blandos , indolentes y que ceden á la presion , los cuales dice que
tienen un curso mas lento , que son menos peligrosos, y que terminan por
supuracion si se prolongan por mucho tiempo (mas ¡de sesenta diai) sin
que ceda la fiebre ni disminuyan los síntomas locales. Esto se refiere á
aquellas inflamaciones de dichos órganos» que , por las circunstancias
del sugeto ó de la estacion ó del clima, se presentan con poca violencia,
afectando el carácter de inflamaciones hiposténicas que se dice en el dia,
en cuyo caso estas, como todas las demas flegmasías en semejantes con
diciones, son de peligro mas remoto , llevan mas lentitud en su curso, y
suelen terminar por supuracion. En los hipocondrios advierte tambien
Hipócrates, que son -mas comunes las supuraciones que en la region del
estómago y>en las subumbilicales: basta considerarla textura de las vis
ceras colocadas en unas y otras regiones para hallar la razon de esta ver
dad; pues en efecto , la formacion de abscesos es mas propia de los parén-
quimas, al paso que de los órganos membranosos lo «on las inyecciones,
las erosiones, ulceraciones, perforaciones y reblandecimientos. Ultimamen
te, concluye lo relativo á este particular con indicar ks señales de los
abscesos mas favorables , que son los que se abren al esterior ; espre
sa que de los que se abren interiormente los que no tienen comunica
cion con el esterior son los menos malos , porque en efecto el acceso
del aire al icterior de los abscesos es de fatal influjo, y porque sucede
tambien que en ocasiones se derrama el pus en el tejido celular in
termedio al hígado ó el bazo y el peritoneo que los cubre, y alli se
-1G3-
onquista , ó estableciendose antes de la rotura una fuerte adhe
sion entre las paredes del absceso y las de los intestinos se abre paso
aquel en la cavidad de estos, espeliendose por cámaras el pus , en cuyos
casos se hace mas remoto el peligro del enfermo.
Sigue la consideracion de las hidropesías ó derrames de serosidad que
dependen de las enfermedades agudas , cuyo origen hace proceder Hipó
crates, en su mayor parte, do los vaoíos, los. lomos y del hígado, es decir;
de los intostinos. de los riñones, y del órgano secretor de la bilis : espresa
algunos síntomas que respectivamente las acompañan , y con razon pro
nostica mal de todas ellas. La profunda debilidad en que las colitis agudas
postran á los pacientes, la falta de secrecion de la parte fluida de la san
gre por la disminucion ó supresion do la orina en las nefritis , y el en
torpecimiento de la circulacion en las hepatitis, son las causas á que en
tales casos se deben los derrames de serosidad , ya en el tejido celular
subcutáneo ó en la cavidad del peritoneo , si bien en las enteritis algo in
tensas puede tambien desarrollarse por efecto de la propagacion á esta
membrana de la irritacion de los intestinos á quienes sirve de envoltorio.
Se hallan descritos despues en-los pronósticos los síntomas que respectiva
mente acompañan a dichas hidropesías , en cuya consideracion no me de
tengo, ya por ser bien claros y manifiestos , cuanto por no esceder los lí
mites de este comento , y siguen otros', que parecen intercalados ó tras
puestos , en los que espone algunos otros signos funestos, indicantes de
gran postracion vital.
Pasa Hipócrates á considerar las señales que suministran las alteracio
nes del sueño, las cuales es sabido que se hallan íntimamente ligadas á
diversos estados del cerebro , indicando la vigilia la escitacion de esta en
traña y el dollrio , y manifestando el sopor un estado opuesto de depre
sion ó de compresion. No se ocupa Hipócrates en esté lugar mas que del
primer estado, consignado despues por Celso en la siguiente sentencia,
iPessimum lamen e»t si tomnus neque nocíu , ñeque interdiu accedit\
id enim feri sine continuo delirio esse non potest,» juzgando malas tam
bien las alteraciones en las épocas de esta suspension intermitente de las
acciones animales, respecto á lo acostumbrado por el paciente cuando dis
frutaba de salud , porque todo lo que se aparta mas ó menos de lo natural,
es relativamente mas ó menos morboso.
Sigue la consideracion de los signos que se deducen de las evacuacio
nes ventrales, en los que, teniendo por tipo para juzgar de las alteracio
nes de dicha escrecion la cantidad y calidad de sus materiales y su modo
de espulsion , se describen exacta y concisamente los caracteres que
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—166—
deben tener estas evacuaciones para ser mas favorables , y luego compen
diosamente se esponen las señales que las hacen indicar una gravedad mas
ó menos peligrosa. En efecto, los escrementos duros y descoloridos arroja
dos con dificultad , las deposiciones serosas y sanguinolentas muy abun
dantes y acompañadas de dolor , y las formadas casi esclusivamente de
materiales biliosos ó mucosos , indican afecciones inflamatorias graves dd
hígado y de los intestinos , hallándose en igual caso las espumosas, que
son indicio del desarrollo de gases en el tubo intestinal , los cuales solo
se desarrollan en tales ocasiones por efecto de la descomposicion de aque
llos materiales; pero las negras y fétidas, que se presentan en las lie
bres pútridas, son lasque mas peligro anuncian, por ser la disolucion
humoral que acompaña á la putridez la causa de signos tan per
niciosos.
Háceseen este lugar la distincion debida entre los gases desenvueltos
en el tubo intestinal en las afecciones inflamatorias , y los que existen
cuando hay inflacion de los hipocondrios sin inflamacion , manifestando
con respecto al primer caso lo que acabo de referir, y esponiendo en
cuanta al segundo que, lejos de ser mal signo el desarrollo de tales flatos,
suele calmar un borborigmo la incomodidad de los pacientes, y mas cuan
do va acompañado de la espulsion de heces ventrales , de orina ó gas , co
mo vemos suceder diariamente en las indigestiones , en los flatos que aco
meten á los hipocondriacos é histéricas , y en muchos casos de cólicos, en
cuyas ocasiones es debi Ja la molestia que esperimenta el vientre , con es
pecialidad en los hipocondrios á donde corresponde el colon trasverso , á
la distension ocasionada por la acumulacion do dichos gases. Nótase en es
te lugar que Hipócrates asegura ser bueno que se arrojen lombrices con
los cursos al aproximarse las crisis, lo cual depende de la opinion que
acerca de estos insectos tenia formada este grande hombre , creyendo que
en la generacion trasmitían los padres á los hijos el germen de ellos, de
sarrollándose despues en épocas y condiciones apropiadas, en cuyo concep-
to suponía que el espelerlas hacia la época de la crisis de la enfermedad era
señal de coccion. Mas, prescindiendo de esta opinion acerca del desarrollo
de las lombrices, en el dia se dá poca importancia á este fenómeno en que
Hipócrates fija la atencion , porque se, las ve salir á veces en las fie
bres mucosas y pútridas , á épocas diversas del mal, sin que va
ya su espulsion acompañada de cambios notables en el curso de estas do
lencias. Nota , por último , que es bueno que las deposiciones vayan espe
sándose á medida que se acercan las crisis, y advierte que su heterogenei
dad indica una duracion mas larga, sin que por esto se aleje el pe
ligro. El primer juicio se funda en un hecho bien sabido, á saber,
que los órganos secretorios que suspenden su funcion al principio de las
flegmasías agudas en que toman parte , segregan despues un humor cla
ro que va tomando tanta mayor consistencia cuanto mas se aproxima á la
terminacion , variando tambien á proporcion el color de los materiales se
gregados en estas diferentts epocas.
En cuanto al segundo, es evidente lo que Hipócrates afirma ; porque
la diversidad de materiales biliosos , mucosos, serosos y sanguinolentos,
indica que los órganos secretorios de estos humores se hallan todos afec
tados, y en gran manera, cuando los suministran en tal cantidad que pue
den todos distinguirse ; lo que es señal , dice Pinciano , de que hay mu
chos enemigos: esto por una parte da idea de un mayor peligro , por ser
mas los órganos que padecen , y al mismo tiempo indica una duracion ma
yor , por lo mismo que la completa mezcla y trabazon de estos humores
es la propia del estado de salud , y tanto mas distará el paciente de ella,
cuanto menos se aproxime á la homogenidad. Valles dice en su comento que
debe tambien entenderse este pronóstico de otro modo , a saber : que in
dicando las deposiciones de esta clase la lesion de varios órganos, si los
enfermos salen del peligro , tardarán mas en convalecer que si hubiesen
sido afectados de una sola dolencia : cuya interpretacion sirve tambien pa
ra aclarar el sentido.
Vienen á continuacion los pronósticos de las orinas , en que, siguiendo
Hipócrates cu método acostumbrado , empieza describiendo los caractéres
de la orina buena , os decir, de la que indica bien acerca del curso y ter
minacion del mal, pasando despues á referir concisamente los demas sig
nos que dicho humor nos suministra para el pronostico de las afecciones
agudas. Dice Cristobal de Vega, para probar lo interesante del co
nocimiento de las orinas, refiriéndose á Galeno, que «asi como las evacua-
• ciones alvinas manifiestan el estado del vientre y los esputos al del pul-
»mon, del mismo modo las orinas indican la disposicion del hígado y del
» sistema vascular.» Sin duda hicieron mencion del órgano secretor de la
bilis juntamente con el sistema vascular, por el gran papel que entonces
hacia el hígado en la purificacion de la sangre ; mas, como quiera que sea,
es cierto que la orina nos ofrece datos positivos que contribuyen á acla
rar el diagnóstico de las enfermedades propias de dicho sistema general,
cuales son las calenturas , presentándonos un color rojo en las inflamato
rias, azafranado en las biliosas, blanco-turbio en las mucosas , y oscuro-
ro-negruzco en las putridas. El sudor y la orina son dos escreciones ge
nerales , dos emuntorios que se hallan estrechamente relacionados con ej
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siste na circulatorio, y que al parecer notienea otro uso que el de descar
gar á la economía de los materiales que no la son necesarios y que lleva
la sangre en disolucion. Todas las secreciones tienen un objeto especial eu
nuestra máquina, y el fluido sanguíneo lleva en sí los principios necesa
rios para la elaboracion de sus productos: asi que la bilis sirve para la
quimiñcacion , la saliva y el jugo pancreático para la digestion , el esperma
para la fecundacion, el moco segregado por las criptas ó folículos para lu
brificar las membranas en que se derrama, y la serosidad para mantener la
humedad necesaria entre dos porciones contiguas de una misma membra
na; pero el sudor y la orina no tienen otro que el de evacuar los materiales
escrementicios que son inútiles ó perjudiciales á la economía, y por lo tan
to, hallándose estas secreciones en tan íntima dependencia del fluido san
guíneo, con mucha razon dijo nuestro Vega, con Galeno, que las orinat
indican la disposicion del sistema vascular. Y aunque es verdad que el su
dor es tambien un cmuntorio general de usos análogos, no puede, con todo,
servir tanto para dicho objeto, como la orina, en razon á no presen
tarse, como esta, reunida en cantidad considerable, y capaz por lo mismo
de permitir apreciar mejor sus cualidades físicas. Sabido es cuanto varia
este humor naturalmente, segun la edad, temperamento , alimentacion, gé
nero de vida, clima y estaciones , siendo clara en los niños, mugeres y per
sonas nerviosas, en las que se alimentan de sustancias poco azoadas, en el
invierno y en los parages fríos y húmedos, y mas ó menos encendida y sedi
mentosa en las circunstancias opuestas ; lo cual depende de la diversa
proporcion de sus principios, del mayor ó menor calor animal, y aun del
estado de la otra secrecion que la es congenére; y lo mismo sucede en las
afecciones morbosas. Es bien cierto que la uréa, principio orgánico compues
to de oxígeno, hidrógeno, carbono y azoe , con predominio de este último
elemento , entra en gran parte en la formacion de la orina humana, te
niendo la propiedad de ser muy soluble en el agua , y de descomponerse
con el calor, dando márgen al desarrollo del hidrógeno azoado ó amo
niaco. En los casos pues en que la sangre es muy acuosa , ó poco consi
derable el calor del cuerpo, cualesquiera que sean las causas que en ello
influyan, la urea permanece muy disuelta en la sangre, y la orina salecla-
ra : mas, por el contrario, cuando las condiciones opuestas hacen que la
sangre se depure de su parte mas fluida, ó el calor animal sube de punto, la
uréa se concentra en el primer caso saliendo mas abundantemente con la ori
na, á quien dá un color rojí7.o, y en el segundo, entrando en descomposicion,
da margen á productos amoniacales que se unen con los ácidos libres que en
dicho humor se encuentran , precipitándose en forma de sedimento que
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afecta el color rojo mas ó menos encendido, segun la mayor ó menor con
centracion de las sales.
Si la orina presenta variedad en el curso de una misma afeccion, apare
ciendo clara unas veces y con sedimento otras, dice Hipócrates que anuncia
una duracion mas larga, y que el éxito no por eso es mas seguro: lo cual
se funda en que las diversas formas presentadas por este fluido orgánico
indican grandes alternativas de exacervacion y remision en el curso de
la dolencia, y cuanto mas se aparta del tipo continuo una afeccion aguda
tanta mayor dnracion promete, como sucede en las fiebres mucosas y
podemos observar en las intermitentes. Manifiesta luego que las orinas ne
gras son las mas funestas en los adultos y en los niños las muy acuosas,
cuya idea solamente puede esplicarse en atencion á que las fiebres pútri
das, en las cuales se presentan las primeras , son mas propias de aquella
clase de sugetos , mientras que las afecciones nerviosas, á que acompaña
una orina muy clara ó acuosa, son la causa de la muerte de la ma
yor parte de los niños cuya delicada vida es segada desgraciadamente
en flor.
Se decía en la antigüedad que las orinas estaban crudas en el prin
cipio de las dolencias, cuando no forman sedimento; y mas adelante, cuan
do ya presentan este precipitado , decian que se habia verificado la coccion,
es decir; que la naturaleza habia madurado la materia morbifica en
términos de poderla espeler por cualquier emuntorio , á cuya operacion
daban el espresado nombre. Lasorinas, en efecto, no suelen presentar se
dimento en los principios, á no ser en los casos en que ataca la fiebre con to
da intensidad desde muy luego , porque la calentura no suele ser gran,
de en esta época, porque entonces es el sistema nervioso el principal
mente afectado , y la orina no puede todavía presentar indicios de una
alteracion que aun no ha sufrido: pero mas adelante, cuando despierta la
accion del sistema vascular que se rehace contra la causa morbosa , y la
fiebre se presenta , entonces ya la orina se hace roja; y, á proporcion que
la enfermedad llega á su estado , es la irritacion tanto mayor, el ca
lor tanto mas graduado, y la alteracion de !a orina es por lo mismo
mas considerable. Con razon pues , sentó Hipócrates esta sentencia : y á
pesar de la opinion de Dance que dice que « es tan absurdo querer vati
cinar la suerte de los imperios ó de un individuo por el vuelo de las
«aves como el pretender juzgar de una enfermedad por el aspecto de la
»orina», no podemos menos de confesar que, si bien exagerar este me
dio de prognosis seria en efecto tan ridiculo como escuchar en el can
to de las aves los grandes sucesos de un vasto territorio , contenida en sus
—170—
justos límites la observacion de este humor, es un indicio muy cierto de
la naturaleza de los males, y una señal muy atendible para juzgar de su
duracion. El sedimento varía mucho segun la índole de la afeccion: en la
fiebre inflamatoria no hay mas que precipitacion delas sales amoniacales for
madas por la descomposicion de la uréa, y por esto es rojo; en las biliosas
se agregan los materiales de la bilis, bien sean reabsorvidos ó ya vayan
sus principios disueltos en la sangre, y le dan un tinto azafranado; en las
mucosas ó catarrales se presenta unido el moco que predomina á cau'
sa de la oscitacion del sistema que le segrega , y en las pútridas afecta
un color negruzco, ya por la descomposicion pútrida del mismo humor uri
nario , cuanto por unirse á esto la sangre que se estravasa en su reser-
vorio á causa de la atonía en que los órganos se encuentran. Habla tam
bien Hipócrates de las orinas oleosas en que sobrenadan porciones graso
sas parecidas á la tela de araña , cuyos caractéres se observan en los
hécticos, dioiendo que son malos porque indican colicuacion: asi es en
efecto, y nada tiene de estrauo que estas porcioues grasosas se presen
ten en la orina , cuando en dicha clase de fiebres es tan rápida y activa
la absorcion que se verifica especialmente sobre la gordura contenida en
el tejido areolar. Esto es lo que conviene tener presente en lo relativo á
los pronósticos de las orinas , cuyo capítulo concluye advirtiendo con mu
cha oportunidad su autor que se cuide de ver si estos signos son efec
to de alguna lesion particular de la vejiga , porque entonces no tendrán
valor para juzgar de la generalidad , sino que serán referidos á este
órgano.
Pasa á considerar seguidamente el vómito, empezando por dar á co.
nocer las señales del que menos recelo inspira , y manifiesta que no es
bueno que el humor lanzado sea muy puro, asi como tambien es un sig
no fatal el que los materiales de esta evacuacion morbosa presenten muchos
colores. Es la causa, en el primer caso, que la pureza del humor, bien sea
bilioso ó mucoso, separándose del estado de mezcla en que naturalmente
se encuentran ambos, da á conocer el predominio patológico de sus ór
ganos secretorios ; y, en el segundo, que hay muchos órganos dañados en
el aparato digestivo, y que la afeccion por lo tanto es mas grave y com
plicada ; lo cual espresaba Piquer diciendo, que la fuerza generatita
de los humores está de modo que en todas parles se hcllla viciada en ta
les casos, lo que arguye un gran dominio del mal sobre la natu
raleza.
Pronostica mal de los vómitos porráceos, morenos ó negros, y sobre
todo si acompaña á este último carácter un olor fétido, pues, en tal caso,
—171—
dice que se halla próxima la muerte. Este vómito suele aparecer con tales
propiedades en la terminacion de algunas calenturas pútridas , é indica la
estravasaciou de sangre en el estómago , su mezcla con la bilis y demas
humores gástricos, y su descomposicion pútrida. Debe advertirse que, si
no se presenta en este vómito la hediondez espresada , aunque peligroso,
no dice Hipócrates que lo sea de un modo tan inminente; porque entonces
puede constituir tan solo una hematemesis , cuyo resultado no sea tan
funesto ; y Cristóbal de Vega cita en su comento un caso de vómito de es
ta clase, negro y sin fetidez , en una noble señora sexagenaria , cuyo éxi
to no fue desgraciado. El vomitar humores fétidos, de cualquier naturaleza
quesean, en las afecciones agudas, es muy malo; y nuestro Piquer agrega
á esto, en su comento, la observacion siguiente : «He visto algunas' veces
«entrar una calentura á un enfermo, cou vómitos de color de escremento,
»y muy fétidos. La carrera de este mal es esta: la calentura es pequeña y
«continua , sus crecimientos apenas se conocen , el pulso es delgado y algo
«duro], y los vómitos tan frecuentes, que cualquiera cosa que toman la vo-
» mitan luego. Tal vez hacen algunos cursos, tal vez estan estrifiidos ; pe-
uro no alivian nada. El paciente está inquieto, sin delirio, antes algo azor
rado, aunque no soporoso , pero sin verdadero sueño. No hay sed moles
tia , ni se pone seca la lengua. La cara está aplomada , y la pesadez de los
«miembros es grande. Cerca del setimo dia se enfría , y no vuelve mas en
«calor; porque en siete ó nueve dias con una frialdad de todo el cu-
»tis y con los vómitos indicados, que nunca cesan, muere sinco-
«pizado.»
La espectoracion es otra de las evacuaciones morbosas en que fija lue
go la atencion Hipócrates , llamando la consideracion de los prácticos so
bre el modo de verificarse y sobre los caractéres que presenta su parte
material ó los esputos , de lo que se deducen datos preciosos para eJ diag
nóstico y pronóstico de las enfermedades de los órganos situados en la ca
vidad del pecho. Piquer dice que, si el médico es diligente observador, por
solo el modo de toser conocerá el vigor de la naturaleza , la causa de la
tos, y tal vez la dolencia de que dimana; y á esto puede agregarse que un
práctico atento é instruido, por el aspecto de los esputos, podrá tambien
formar una acertada idea de la Indole de la afeccion, y del estado en que
se encuentra. Hipócrates dice qup en las pulmonías conviene que los espu
tos sean espelidos con prontitud y facilidad , como en señal de que la ac
cion de los órganos todavia no está debilitada , y de que aquellos no tienen
demasiada consistencia ó inspisitud , cuyo carácter los acompaña en las
flegmasías que son de alguna consideracion ; y añade que la parte amari
-172—
lla debe hallarse muy mezclada con el esputo, es decir; que la sangre y
la mucosidad deben estar proporcionadas , lo cual será indicio de que la
estravasacion de sangre en las areolas pulmonares no es en cantidad tan
Considerable que Bupere á la parte mucosa que constituye el esputo. Las
condiciones opuestas indican una gravedad mayor , por razones faciles de
concebir, siendo entre todas la peor, como señal de gangrena, el que la
espectoracion tenga un color negro , y vaya al mismo tiempo acom
pañada de fetidez. Los esputos de color negro sin fetidez puedan
presentarse por circunstancias particularos , sin ser efecto de des
composicion pútrida; y yo puedo citar un caso en que se presenta
ron de tal manera que en un jóven que padeció una pulmonía hipos-
ténica , cuyo carácter fue debido á la pobreza de su constitucion, y
en la cual, á pesar de la gravedad en que estuvo, el éxito no fue
desgraciado, como sin duda hubiese sido si los esputos hubiesen indica
do la gangrena.
Advierte Hipócrates que los corizas y los estornudos son malos en las
afecciones del pulmon, y esto es sin duda porque, sobreviniendo la irrita
cion de la mucosa nasal en el curso de una de estas dolencias , puede
aumentarla intensidad de ellas propagándose á la mucosa traqueal, ó
tambien porque el movimiento brusco que en el torax produce el estornu
do, puede ser doloroso, aumentando de este modo las molestias ocasiona
das por el mal : pero agrega que suelen ser útiles los estornudos en otras
enfermedades graves, y esto lo vemos al final de ¡las fiebres pútri
das, cuando las costras lentorosas de las narices empiezan á despren
derse, en cuyo caso anuncian los estornudos el pronto restablecimien
to del paciente. Dice que es bueno que al principio de las pulmo
nías se presente la espectoracion mezclada con una cantidad regular
de sangre , porque esto es lo propio de la afeccion , mas añade que no
es tan bueno despues del último dia , porque esto indica mayor cru
deza , es decir, mayor intensidad de la inflamacion pulmonar, que
tanto mas abatirá al paciente cuanto mas graduada sea y mas dura
cion presente. La espectoracion que no calma el dolor , es decir , coa
la cual no cede la afeccion , manifiesta que es mala : la razon es por»
que entonces sirve solamente para estenuar al paciente , empeorando
su estado , verificándose esto principalmente cuando la afeccion pasa 4 la
cronicidad.
Largo seria detenerse en comentar todos los pronósticos que Hipócrates
espolie acerca de esta clase de afecciones , en que M. Littré advierte con
razon que se detiene mas que en ningun otro punto de los que abraza es
—173—
te escrito, y sien ello hubiefa de ocuparme, se liarla preciso -dedioar os-
clusivamente un tomo á este comento. No puedo sin embargo prescindir de
llamar la atencion sobre la exactitud de los signos que espone como Indi
cantes dela resolucion do la enfermedad y de su tránsito al estado de supu
racion , asi como tambien de los que dan á conocer la existencia de este
desastroso resultado. La descripcion que hace de un empiofnático , es de
cir , Je un tísico por supuracion del pulmon , es tan exacta , tan expresi
va y verdadera , que bastará para encomiarla decir que es obra dt suma-
no. M. Littró observa con razon que las afeccionosde pecho son las que
mas ocuparon la atencion de oste grande hombre, no solamente unios
Pronósticos sino tambien en otros varios libros, y esto es efectivo; asi co
mo lo es tambien que entre nosotros no es tan comun la formacion de empie-
mas que se abran paso al interior, terminando generalmente las pulmo
nías, en los casos desgraciados, por hepatizacion roja ó por supuracion que
consume poco á poco los órganos respiratorios, saliendo el producto mate
rial por los bronquios , hasta que al fin termina con la vida este fatal es
tado. Acerca de lo que en este mismo capitulo se halla espuesto relativa--
mente á los abscesos críticos que se desarrollan hácia las orejas ó en las
partes inferiores , solo diré que se ha observado poco para aventurarse,
á entrar en comentarios. Lo mas constante que hay acerca de esto
es la coeesistencia de fístulas de ano con supuraciones del pulmon
6 catarros pulmonares crónicos, ya antecedan ó bien sigan los se
gundos a los primeros ; y en verdad que la asociacion de estas do
lencias no suele ser ventajosa para los desgraciados pacientes, como
yo he tenido ocasion de observar mas de una vez. Sin embargo, de
dicha sentencia pueden deducirse reglas ventajosas para el uso y época do
la aplicacion de los revulsivos á las estremidades inferiores, en dichas enfer
medades.
Mas adelante esponc Hipócrates la gravedad de la traslacion al dia
fragma ó á las visceras que se hallan en las inmediaciones de este septo , de
los dolores febriles que aparecen en los lomos y piernas, con lo que sin
duda quiso aludir al reumatismo agudo que suele afectar estas partes, y
constituye uncasode la mayor gravedad cuando hace retropulsion'al dia
fragma, corazon, ü otra viscera cualquiera. Y aunque pudiera creerse quo
al citar la region lumbar hubiera querido referirse tal vez, el sabio autor de
este precioso escrito, á cualquiera de los órganos correspondientes á este
lugar en la cavidad del vientre , la circunstancia de mencionar simultá
neamente las estremidades inferiores, y la de atribuir á la traslacion del
dolor de dicha parte á las situadas cerca del septo transverso, el peligro
—174—
que manifiesta, da á conocer claramente que no debe entenderse de tal
modo.
A estas consideraciones siguen las relativas á la inflamacion de
la vejiga de la orina, hácia cuya gravedad llama tambien la atencion
de los prácticos , y pasa luego á los pronósticos de las Qebres en par
ticular.
Empiezan estos por la manifestacion de que las fiebres tienen cier
ta duracion determinada, acerca de cuya sentencia espone nuestro
insigne Piquer unas ideas tan filosóficas, que creeria faltar al sagrado
deber que me impone el carácter de escritor médico español, sino las tras
cribiese literalmente. Diue hablando de este pronóstico: «Es conveniente
»que sepamos el número de dias que corresponde á cada dolencia en su
«curacion, para ver si la naturaleza tiene fuerzas hasta el término de ella.
«Tambien conviene considerar si en la medicina hay ó no fuerzas para
• quitar la enfermedad antes de su término , porque sino las hay , es una
«grande imprudencia y muy mala conducta del médico el empenarse en
«quitarla antes del tiempo en que la corresponde fenecer. Lo que convie-
»ne hacer entonces es fortalecer la naturaleza que es el máximo de todos
«los remedios, para que teniendo fuerzas no sea superada del mal ; y esta
«práctica ha de seguirse en la mayor parte de las enfermedades crónicas,
»en las cuales las medicinas han de ser pocas y han de tener la propie-
»dad de oponerse en cuanto- sea posible al mal , y dar vigor á la natura-
»leza. Si la medicina tiene fuerzas suficientes para quitar la enfermedad,
«entonces conviene hacerlo , pero observando dos precisas condiciones; la
«una es que si un mal aprovecha para quitar á otro es menester dejarle, y
«asi seria imprudencia quitar los empeines, abscesos, y otros males se-
«mejantes que salen á la superficie , porque sirven para quitar males mu-
»cho mayores que ellos. La otra cosa es, que no sean los médicos fáciles
«en creer que sus remedios tienen todas las virtudes que se les atribuyen,
«porque asi no se arrojarán á darlos con falsas promesas y esperanzas ir-
«risorias. Asi, creo yo que las enfermedades agudas no ceden á ningun
«remedio hasta ahora conocido, antes corren el término que les toca
«hasta llegar al fm de su duracion ; é importa muchísimo saber cuanto
«dura cada una, porque este es el mejor modo jde conocer el princi
pio, el aumento, estado y declinacion que corresponde á cada una
«de ellas.»
En este lugar se presenta la debatida cuestion de las crisis, acerca de
la cual pienso ocuparme con algun detenimiento en el comento de otros
tratados que siguen , cuándo con ellos á la vista y con los antecedentes
suministrados por los actualeg pronósticos, podamos reunir mas datos
para poder fijar con la posible exactitud la opinion del padre de la cien
cia y su valor, sobre un punto que tanto ha llamado en todos tiempos
la atencion de los profesores. Prescindo pues, al presente", de esta in
teresante investigacion , advirtiendo solamente á los lectores que no
dejen de tener en cuenta lo que espresa aquel en uno de estos pár
rafos con respecto al modo de contar los dias, porque en su lugar
oportuno recordaremos esta espresion. Manifiesta despues Hipócrates,
lo dificil que es juzgar de. éxito de las [enfermedades largas , en su
principio, porque en esta época todas se parecen, y que no Jo es
tanto en las agudas , por la razon contraria. En efecto , todas las
afecciones crónicas que empiezan desde luego de tal modo, presen
tan los mismos caracteres de lentitud en su curso , poca intensidad de
sus síntomas, y cierta debilidad general , y de ellas se curan muchas an
tes de llegar á aquel término fatal en que ya los órganos por efecto de
graves lesiones han perdido su propia textura , al paso que siguen otras
avanzando poco á poco en su desastrosa carrera , minando con lentitud
pero de un modo seguro las visceras afectadas , con alternativas mas ó
menos frecuentes de exacerbacion y remision , hasta que por último con
cluyen con la vida de los pacientes. No asi las enfermedades agudas; el
modo de invasion es en ellas siempre violento, aunque en grados diver
sos, y de los síntomas que en los primeros dias y tal vez en las pri
meras horas aparecen , puede ya juzgarse acerca del peligro de la dolen
cia invasora. Encarga mucho la observacion, especialmente en las primeras,
por lo mismo que es mas dificil su juicio en los principios, é indica des
pues los signos que sirven al práctico en las segundas para formar su
pronóstico: advirtiendo muy oportunamente que debe este rectificarse se
gún las señales que aparezcan en los diversos periódos del mal , á me
dida que se acerca á la época de su terminacion. Habla despues de las fie
bres cou lesion del cerebro, indicando su gravedad si se agrega al dolor
intenso algun otro signo desfavorable, como suelen ser el delirio, el es
tupor, las paralisis ó convulsiones, y manifestando que, si esto no sucede,
suelen aparecer como señales críticas, epistaxis ó abscesos en las regio
nes inferiores, sobre todo si ocupa el dolor la region frontal y temporal.
En el curso de las fiebres cerebrales suelen verse efectivamente sobreve
nir estas hemorragias nasales que alivian el dolor de cabeza, y hácia el
fin de la enfermedad no es raro que se presenten como críticas, así como
los abscesos sabemos tambien que aparecen en ocasiones, á la terminacion
del mal , en las estremidades inferiores ; [pero ni lo uno ni lo otro se
—lTC-
verifica constantemente. Piquer deduce de esta sentencia no solo signos
apreciables para la prognosis, sino tambien consejos provechosos para
la terapéutica; porque dice que en tales afecciones debemos seguir á
la naturaleza en sus operaciones y en el modo de curarlas. Manifiesta que
convendrá en estos casos aplicar sanguijuelas junto á los óidos y aun,
si pareciese necesario , sangrar de la frente, porque esto es llevar la natu
raleza á su destino , y que ademas es muy del caso aplicar ¡cantáridas á
las piernas , para llamar alli los abscesos que curan esta enferme
dad: agregando despues que, si hay señales claras de epistaxis, convendrá
no haber nada, sino espérar el movimiento de la naturaleza. En todo
lo cual me parece, como siempre, respetable y digna de elogio la opi
nion de nuestro gran Piquer, honra y gloria de la medicina patria , que
supo interpretar tan sabiamente los fundamentales dogmas del divi
no griego.
A este sigue otro pronóstico en que se espone lo temible de una otitis
aguda, que espresa su autor diciendo.... un dolor agudo en el oido con
fiebre continua é intensa , cuyo temor hace estribar en el peligro de que
se desarrolle el delirio y muera el pacien'.e. *sta breve esplicacion dice
mas que una disertacion entera dedicada al objeto de tal sentencia , y
nos da bien á entender cómo Hipócrates habia aprendido en el libro de la
observacion , lo que despues han enseñado los adelantos de la anatomía.
En la inflamacion aguda del oido interno se halla comprendido el nervio
auditivo, como parte constituyente del órgano afectado, el cual, te
niendo tan próximo su origen, trasmite prontamente sus padecimien
tos al cerebro, dando margen con su lesion material al trastorno fun
cional de esta viscera^ como el sabio Asclepiades indica, el que, segun
él mismo dice , es mas temible en los jóvenes , en razon á su mayor vi
talidad.
Se presenta despues la consideracion de las anginas , que justamente
se declaran graves cuando van acompañadas de fiebre y ulceracion , ó lo
que es lo mismo , cuando es grande su intensidad , y dice Hipócrates que
entre ellas las mas funestas son las que, sin manifestar lesion alguna en la
garganta y cuello , agravan al enfermo y ababan por sofocarle. Los ci
mentadores se hallan conformes en cuanto á la determinacion de esta espe
cie de angina, refiriéndola á la inflamacion de los músculos de la gargan
ta , y Piquer la describe del modo cemo él dice haberla visto , que es en la
siguiente forma : «Acomete aL.paciente un gran frio, sigue luego vehemen-
» tísima calentura , cuya actividad no tanto se conoce en la fuerza del ca-
»lor , como en la celeridad y dureza dej pulso : junto con esto tiene un
— 177—
«gran dolor en la garganta , y no puede respirar sino estando sentado. La
«dificultad de pasar el alimento no es grande, la cara está encendida , las
«venas del cuello hinchada?, el ansia es muy grande , y la leagua se pre-
«senta blanca. Al fin del segundo dia , lo mas largo, ya hay estertor ; la
«vigilia es sumi, la cara se pone aplomada , los pulsos un poco mas ba-
«jos , y el enfermo que mis se alarga , pasa asi el dia tercero , y al cuarto
«muere. Es menester confesar, sigue diciendo, que la medicina tiene po-
«cos consuelos para este mal , el cual es de creer que consiste en una in-
«fiamicion malignísima de la garganta , esto es, de los músculos y terni-
»llas que componen la caña de los pulmones, y su terminacion regular es
«en gangrena.»
Don Francisco de Figueroa, médico de Sevilla, se ocupa tambien
de esta sentencia de Hipócrates hablando en el mismo sentido, en
un tritido que compuso ti tiilado, De una especie de angina, garrolillo
ó esquinando- mortal, impreso en Lima en 1615 ; cuyo tratado se halla
unido á otro compuesto por el mismo, Sobre las calidades y efecto de
la uloxa.
Discurriendo yo acerca del verdadero sentido del pronóstico en cues
tion , no veo necesidad de haberle de fijar en esta lesion precisamente;
pues hablando siempre su esclarecub autor del modo mas general,
y no siendo una sola especie de angina la que en tal descripcion puede
comprenderse, de creer es que , al emitir esta sentencia, quisiera abra
zar en su estension todas cuantas afecciones se encuentran en seme
jantes circunstancias. La laringitis , el croup ó angina traqueal membrano
sa , y el edema de la glotis ó angina'edematosa , es decir, las que residen
en la laringe ó principio de la traquea, y empiezan con mucha intensidad,
se hallan en el caso de no presentar alteracion visible ni en la garganta
ni e;i el cuello, de producir dolor y gran disnea, y de ocasionar una pron
ta sofocacion , si la ciencia no interviene de un modo eficaz con sus ma3
enérgico^ auxilios. Creo pues que á todas estas especies de esquinancías
debe aplicarse el pronóstico á que nos referimos, aunque no todas fuesen
conocidas por el sabio autor de este tratado con la exactitud que á nosotros;
y ayuda á formar esta opinion de que debe ser estensivo á mas de una, el de
cirse... las anginas, y no la angina, como parece que debería decirsi so
lo de una se tratase. Las demas especies que presentan alteraciones apre.-
ciables á los sentidos, como son las que afectan las fauces , dice que tam
bien son muy funestas , dando con todo á entender que su gravedad no es
tanta , comparativamente á las que anteceden , en lo cual es facil de con
venir si atendemos al sitio de ambas afecciones. Agrega á continuacion
-178—
que su duracion es mas larga si la rubicundez se estlendo muoho , con lo
cual quiso manifestar que no es tan inminente el peligro si la flogosis es
esterior , es decir , si se presenta en la mucosa que reviste las fauces de
modo que se perciba bien su estension marcada por la rubicundez , y con
poca profundidad en los tejidos subyacentes; y dice despues que el riesgo
es aun menor, cuando la rubefaccion se presenta en el cuello y pecho
y no retrocede : mas creo que no fuesé su ánimo espresar que
simultáneamente se presentase dicho síntoma en estas partes , porque
entonces , lejos de ser menor el peligro sería el exito mas temible , por
hallarse complicada la angina con una erisipela. Dedúcese que el sentido
de Hipócrates no debió ser este, como yo creo, del contesto del aforismo
49 de la seccion 7i, en que dice: «Ab angina habito, rubor et tumor in
pectore supervenientes , bomun; ex foras enim vertilur morbus: en donde
claramente se manifiesta que la aparicion de tales señales al esterior es
buena en cuanto que obra como revulsivo. Esto se ve confirmado en el
sarampion y la escarlata que suelen ir precedidas de coriza y catarro
la primera y de angina la segunda , cuyos accidentes disminuyen tan
luego como se presenta la erupcion que las es propia, siempre que la
intensidad del mal no forme de ellos una seria complicacion. Manifies
tase despues lo grave que es la retropulsion de dicha rubicundez al
interior, y se esponen otros pormenores en que no me detendré,
ya por no ser necesario, cuanto por no alargar demasiado este co
mento.
En los pronósticos que siguen indica Hipócrates dos condiciones,
en su juicio indispensables para la completa terminacion de las fie
bres , cuales son el verificarse estas en dias críticos, y por medio de
fenómenos de la misma clase , y espone que, en los casos en que
asi no se verifica , hay temor , de recidivas ; cuya sentencia no te
nemos en el dia rigorosamente confirmada, asi como tampoco tiene
valor en nuestros tiempos lo que seguidamente espone acerca de
la aparicion de abscesos en las articulaciones de las estremi-
dades inferiores , - en las fiebres que se prolongan sin causa ma
nifiesta.
Por último, debe advertirse lo que espresa en los siguientes, con que
termina, acerca de las fiebres continuas que presentan remisiones notables
y erráticas, que pasan con facilidad á cuartanas en la época del otoño , en
lo cual queda envuelta la idea del paso de las fiebres continuas á las
intermitentes en ciertas circunstancias ; y tambien merecen atencion los
gignos que indica como precursores de convulsiones en las fiebres que aco
—179—
meten á los nifios , diciendo que los mismos son indicio en personas mas
adultas del frenesí ó delirio. Este es un hecho constante y bien facil de
esplicar: porque, hallándose en la primera edad el sistema nervioso con
un predominio muy notable , ya por el mayor volumen relativo de su
masa cuanto por su blandura, se desarrollan en ella con la menor esci-
tacion esos espasmos ó convulsionos que indican su agitacion , sin
que se perciba con tanta facilidad la perturbacion de las facultades
intelectuales en razon á su corto desarrollo en tal época de la vida. Por
el contrario , en edades mas adelantadas en que, tomando la razon todo su
desarrollo y adquiriendo el sistema nervioso mayor dureza equilibrán
dose mas y mas con I03 demas sistemas, no tienen los sugotos tanta es-
citabilidad, las convulsiones no son tan fáciles ni comunes, y el delirio se
manifiesta en aquellas condiciones con preferencia, por lo mismo que las
facultades intelectuales son los actos preponderantes del órgano ce
rebral.
Terminados ya I03 pronósticos en que sucesivamente se recorren los
signos suministrados ya por la totalidad del cuerpo , cuanto por las visceras
colocadas en las tres grandes cavidades, hace su esclarecido autor ¡un
conciso y filosófico epílogo, correspondiente á la introduccion , en el cual
presenta á los médicos los consejos mas convenientes para la buena de
terminacion de un recto juicio. Sienta por base que para conseguirlo ha
de guiarse el profesor por el estudio de los signos y por la comparacion
de su valor reciproco, es decir, que no debe darse por satisfecho oon
entender perfectamente el significado de cada uno de ellos en particular,
sino que es indispensable tenerlos todos en cuenta, considerarlos en con
junto, y juzgar imparcialmente del resultado de su cotejo, en cuyo sa
bia precepto, deducido de la mas pura y racional observacion, estriba
toda la ciencia de una buena prognosis. Nos espondriamos de otro
modo á serias equivocaciones en la mayor parte de los casos , y ya
Hipócrates lo previene repetidas veces , inculcando en varias partes
de este tratado que jamás nos guiemos por un solo signo, por funesto
que parezca, sino que consultemos lo que resulte de todos los demas;
pues sabido es cuan facilmente se combinan circunstancias particula
res para simular afecciones que no existen, ó para presentar fenó
menos que, aterradores á primera vista, nada tienen de estrafio des
pués de sometido. el hecho á un examen rigoroso. Debe pues aten
derse al estado de la generalidad, comprender la relacion que exis
te entre todos los signos que se nos presentan y apreciar su va
lor propio y recíproco, dando á cada cual el que por su importancia
—100-,
se merezca, segun el órgano en que resida y la causa que le pro-,
duzca.
Encarga Hipócrates en seguida que se atienda especialmente al influ
jo de las enfermedades que sueten reinar de un modo epidémico, y que
se examine la constitucion del tiempo, fundándose este esclarecido obser
vador en lo mucho que modifican el curso y terminacion de los males el
carácter particular y desconocido que tiene el ambiente en las diversas
épocas del tiempo, y las calidades del aire en las estaciones, segun la
direccion y fuerza de los v ientos, el estado de humedad y gequedad, la
temperatura y la electricidad: pues la accion de estos diversos modifica
dores se deja sentir de un modo especial en los cuerpos organizados, va
riando la tendencia de las afecciones morbosas, y haciendolas revestir una
forma acomodada á sus circunstancias particulares. La tierra ejecuta un
movimiento de rotacion sobre su eje empleando en su vuelta un dia natu
ral, y otro de traslacion por el que corre la órbita que la está trazada,
en el espacio de un año ; los demas planetas con sus satélites termi
nan las suyas respectivas en un plazo mas ó. menos largo , variando
por consiguiente sus puntos de relacion coa aquella, y los cometas, re
comendo curvas mas prolongadas, vienen en épocas lejanas á apare-
cor en el horizonte, Como la atraccion que estos cuerpos reciprocamente
egercen entre si varía en razon a su distancia y volumen, siendo esta diver
sa , es claro que tambien so aumenta ó disminuye á proporcion el punto 6
grado de aquella. Esta alteracion produce en la atmósfera y en los ma
res cambios y movimientos que influyen á su vez sobre los cuerpos sen
sibles; y el destemplo do las estaciones suele ser el resultado inmediato
de semejantes trastornos, levantándose fuertes vientos que alteran el ca
lor y sequedad ó las condiciones opuestas de los paises , cuyas alteraciones
acaecen, por lo comun , de un modo repentino. Ningun profesor habrá
dejado de observar el notable influjo de estos cambios 0ii el curso y ter
minacion de los males ; y basta para convencerse recorrer la historia de
la ciencia , que en sus luminosas páginas nos enseria que el mayor
número de las funestas epidemias que tantas veces han devastado las diver
sas regiones del globo, han sido producidas por estas causas, cuando so
han dejado sentir con demasiada intensidad, sin que tengamos que mendi
gar ejemplos en tierras estrañas, pues en la Epidemiologia de nuestro
YiUulba encontraremos mil casos que lo comprueban. Es tal este predo
minio, que obliga muy comunmente á adoptar en los métodos curativos
restricciones especiales , como sucedió entre otros á Stholl en su pulmonía
biliosa , en que tuvo que echar mano del emético para obtener resulta
—181—
dos ventajosos. Esto hace que sea dificil el curar prontamente las enfer
medades epidemicas , por no poderse seguir constantemente las reglas
generales, como el celebre Sidenham reconoce en el cap. 2.° de Morbis epi-
demicis: y si de tal modo sucede cuando aquellos trastornos son tan conside
rables, no son menos, aunque notan visiblemente , en las constituciones
atmosféricas comunes ; porque, aunque de un modo mas lento, losospresa-
dos cambios siempre se verifican.
Conocida es tambien la marcada influencia de las estaciones en el ca
racter de los males, debida á causas en cuyo analisis no me detengo
ahora , ya por ser bien manifiestas , cuanto porque vendrá ocasion en
otro tratado de fijar en este punto nuestra atencion mas particular
mente.
Dice Hipócrates en seguida que, no obstante el influjo de la consti
tucion epidémica y la estacion , las señales buenas siempre son buenas
y las malas lo son igualmente; lo cual debe cntenderso significando que
aquellas importantes circunstancias no alteran esencialmente el valor de
los signos, sino que sirven para acelerar el curso de los males ó
agravarlos , 6 al contrario en los casos favorables. Para demostrar que las
señales espuestas en este libro tienen siempre una misma significacion,
porque la naturaleza de las enfermedades es igual en todas partes varian
do tan solo en los accidentes, dice que ^tan ciertas son en los enfermos
de la Libia como en los de Delos y la Escitia, cuyos diversos paises repre
sentan temperaturas muy diversas, perteneciendo el primero á un terre
no cálido del Africa, el segundo á uno templado del Asía, y el ter
cero á uno frio en la Moscovia. Concluye por último asegurando que, con
el estudio de los signos espuestos y un recto juicio acerca de ellos en
los casos particulares en que se presenten, nunca se equivocará el mé
dico en sus pronósticos, y advierte que no se busque en este libro el
nombre de las enfermedades que no hayan sido citadas; porquo el objeto
que este sabio fe propuso al presente no fue el de trazar ¡el cuadro de
síntomas que caracteriza cada afeccion morbosa, sino el de dar á conocer
las señales favorables ó funestas que en su conjunto acontecen como in
dicantes de una terminacion feliz ó desgraciada.
Seméjante estudio es propio solamente de un espíritu tan entregado á
la observacion, y prueba el gran talento y perspicacia de este hombre in
mortal , que supo de los casos particulares deducir los hechos constan
tes, formando de este trabajo un cuadro tan perfecto , que al través de
Untas generaciones, en épocas tan diversas, y en siglos tan adelantados en
todos los ramos del estudio del hombre , ha pasado siempre recogiendo
—182—
tributos de la mas profunda veneracion de tantas y tan diferentes edades.
La naturaleza jamas holla sus leyes; y aunque los trastornos del globo
lleguen á producir modificaciones con el tiempo en algunos de sus re
sultados, no es por cierto en sus principios fundamentales, que serán
tan duraderos como el universo mismo á quien dirigen, sino en aquellos
efectos que pueden variar segun la diversa combinacion de circunstan
cias accesorias. Por lo tanto, los hechos que de ellos proceden son
idénticos en su esencia, y lo serán mientras no varie el órJen de las
cosas el Supremo Hacedor de lo creado; presentando solamente algu
nas diferencias accidentales que el conjunto de ciertas condiciones puede
ocasionar. El estudio atento y la fiel observacion de estos fenómenos
es el verdadero objeto del sabio naturalista y del filósofo que cultiva la
sublime ciencia del hombre.
Estudiemos pues con atencion este precioso código da principios
prácticos recogidos por el. genio inmortal de nuestra ciencia; analizamos
con detenimiento su espíritu filosófico, y sigamos constante y desi npre-
sionadamente las huellas que en él estan trazadas , y llegaremos á conse
guir en el arte de pronosticar aquel grado de certeza que nuestro espíritu
busca con afan. Vemos en el recorrer sucesivamente y con toda escrupu
losidad el hábito estertor del cuerpo ; fijar despues la atencion en el estado
de la respirácion, de los sudores y de los hipocondrios; observar con dete
nimiento las hidropesías que acontecen en las enfermedades agudas , y con
siderar los signos que nos suministran el sueno , las deposiciones , las ori
nas , los vómitos y la espectoracion. Siempre tiene en cuenta su admirable
autor el estado mas natural de los fenómenos que son objeto de su parti
cular cuidado , para que sirva este punto fijo de término de comparacion ; y
advierte en muchas ocasiones que no deje de averiguarse si los mo
vimientos que en las enfermedades constituyen los signos son hábitos con
traidos por el sugeto en su estado de salud , para que entonces no los con
fundamos con los datos que han de servirnos para formar nuestro juicio.
Examina en las partes en que especialmente se detiene, su volumen, su
color, y el estado de sensibilidad; y en las escreciones, á que justamen
te da un valor que para el caso se merecen , considera la cantidad y cali
dad del humor segregado , y el modo de verificarse la secrecion; deducien
do de todos estos pormenores muchas señales positivas del estado de los ór
ganos en particular , y de toda la economía. Hé aquí brevemente espuesto
el camino que nos enseña á seguir para la formacion de un buen pronósti
co , recorriendo con tal órden todos los signos que el cuerpo del hombre
enfermo nos puedo suministrar , y teniendo á la vista en el análisis de ca
-183-
da uno las circunstancias espuestas. Lástima es que falten para completar
este magnífico cuadro los signos suministrados por el aparato circulatorio,
eon cuya importante reseña nada quedaría que desear. Concluyamos pues
recordando el prudente consejo que nuestro Lopez Pinciano tpma del mis
mo Hipócrates y comunica á sus lectores en el prefacio de sus comentos á
este mismo libro , agregando despues algunas oportunas reflexiones, cuya
tita escuso repetir por hallarse estampada al principio de este comento.
(Pág. 153.) Acostumbremonos á no desatenderla generalidad por aislar
nuestra atencion en un órgano que aparezca primitivamente afecto, ó de
mayor gravedad; estemos siempre á la mira de los efectos producidos por el
maravilloso enlace establecido entre todas las partes del organismo , y ga
nará en ello la ciencia, la humanidad y nuestro honor.
DEL REGIMEN EN LAS ENFERMEDADES AGUDAS,

fr>-|y -^íste tratado no tiene por objeto esponcr la terapéutica de las enfer-
¡£&&&£medades agudas , sino que se limita á tratar un solo punto de ella,
•ual es el régimen de tales afecciones; y los principios que en él se hallan
consignados han sido deducidos á la vez de la observacion del estado de
salud, y del morboso.
En cuanto al primero, examina Hipócrates muchos casos en que ciertas
alteraciones en el regimen son seguidas de .trastornos notables en la
economía , y establece espresamente por regla , que debe uno guiarse por
el régimen de los hombres en el estado normal. La comparacion con tal
estado fue en el libro de la Medicina antigua la base en que trató de
establecer el origen y desarrollo del arte medica.
Sin embargo, en las cuestiones patológicas daba aun mas importan
cia á las observaciones hechas en el estado morboso , y con razon indu
dablemente, pues siempre hay menos peligro de error en las observaciones
hechas directamente, que en lasque interviene la analogía. De esta manera
ha sentadoque un error en el régimen tiene resultadosde mucha menos gra
vedad al principio de una enfermedad que en época mas avanzada , mien
tras el mal llega á su apogeo. Manifiesta 'que, cuando los enfermos co
men en el primero ó segundo dia del principio de la fiebre, sufren molestias,
pero sin que por esto se aumente de un modo considerable la intensidad
de la afeccion, mientras que, por el contrario, si comen cuando el mal ha
hecho mas progresos , los padecimientos son mayores. De esto es de lo
que dedujo el precepto de someter á los pacientes á una severa dieta,
sobre todo mientras la enfermedad se halla en toda su fuerza y vigor.
Empieza Hipócrates por atacar á los médicos cnidianos , vituperándoles

—185—
que sé limitasen á describir los síntomas de las enfermedades sin ocu
parse de cosas importantes á la interpretacion de los signos, que omi
tiesen, en la aplicacion de esta misma interpretacion á la terapéutica , lo
que [él cree mas esencial , y que prescribiesen pocos remedios, al menos
en las enfermedades crónicas. En las agudas y febriles que se padecen co
munmente, el medico mas digno de elogio es, en juicio de Hipócrates, el
que sabe emplear un método curativo mas adecuado: pero, bajo este
concepto , el vulgo es un juez muy malo del mérito facultativo, porque
juzga que todos los medicos , buenos y malos, hacen en estos casos las
mismas prescripciones , y se engaña ; pues hay diferencias muy conside
rables.
La mayor parte de los médicos' de aquel tiempo tenían la costumbre
de prescribir en el curso de las enfermedades agudas el cocimiento de
cebada , Tttaátt , cuya tisana era de dos especies , que distingue Hipócra
tes con mucha oportunidad. La primera, designada con el nombre de tisana
solamente, de tisana entera, ó tisana sin colár, queconsistia en elespresado
cocimient sin colar, en el cual se hallaba por consiguiente el grano en
tero , era nutritiva , y ocasionaba algunos esfuerzos de digestion. La se
gunda, llamada jugo de tisana, Xvus. se preparaba del mismo modo,
solo que se colaba, de manera que era su digestion mucho mas fácil. Elo
gia Hipócrates á los médicos el haber elegido esta preparacion, cuyas bue
nas cualidades encomia , y la toma por modelo á que poder referir las
reglas del régimen de las enfermedades.
Man i tiesta aqui las divergencias esenciales entre estos médicos acer
ca de la prescripcion del régimen en las enfermedades agudas, y le pare
ce ser una de las cuestiones mas importantes que la medicina se puede
proponer , el investigar el origen de aquellas y las reglas fijas por las
cuales se las debe hacer desaparecer.
Entra en el exámen de la práctica de los médicos contemporáneos, y
dice que la mayor parte hacían observar una rigorosa dieta desde el princi
pio de la enfermedad, por espacio de dos, tres, ó mas dias, y que ad
ministraban despues la tisana entera. Dice Hipócrates que esta practica
era viciosa , y presenta muchas pruebas, en su apoyo; en primer lugar, si
es acometido un hombre de calentura á poco tiempo despues de haber co
mido, le ocasionan mayor molestia los alimentos que ha tomado, que si
comiese en el curso de la enfermedad; de modo, que valdría mas per
mitir á los enfermos, en los principios, el uso de la tisana entera , que so
meterle en esta época á una dieta absoluta, para pasar inmediatamente al
uso de aquella.
En segundo lugar, las alteraciones en el régimen , en el estado de sa-
. lud, ocasionan un gran mal estar; y, despues de citar muchos ejemplos,
concluye Hipócrates diciendo que, cuanto mas considerables son estos
cambios, son tanto mas apropiados para producir enfermedades. Con
que los médicos que prescribian la tisana entera despues de una dieta ri
gorosa, cometían una falta capital.
En suma , lo que condena la práctica de los médicos y establece la
de Hipócrates es , que al principio son menos peligrosos los errores del
—186—
régimen que en el vigor de la enfermedad; que los cambios deben ser gra
duados y no repentinos; y que es preciso, sobre todo, precaver estos, y
observar abstinencia en la época en que el mal está en su fuerza. La
causa deque la práctica de los médicos sea incierta, contradictoria y
funesta , consiste en no saber distinguir los casos en que la debilidad es
debida, en las enfermedades agudas , á la inanicion, á la irritacion, al
dolor, ó á la agudeza del mal
Despues de haber establecido estos principios , fundados en la espe-
riencia tanto del estado de salud como del de enfermedad , examina Hipo
crates las cosas que entran principalmente en el régimen de las enfer
medades agudas y febriles, cuales son la tisana de cebada, el vino, el
bydromel , el oximiel, el agua y los baños.
En general, no se administra la tisana en las enfermedades muy inten
sas , y cuando se prescribe es necesario tomar algunas precauciones : si
las vias digestivas se encuentran llenas de materiales y no se tiene cuidado
de evacuarlos antes de la administracion de la tisana entera, se exasperará
el dolor si ya existe , ó se le producirá en el caso contrario. Otro ejem
plo: si en una afeccion de pecho no se hace desaparecer el dolor con la
sangría ó los purgantes, y se administra dicha tisana , se ocasionará la
muerte á los pacientes; y aqui se presenta una descripcion notable del
auxilio que las lesiones reciprocamente se prestan para acelerar un término
desastroso. Con este motivo, y por incidencia, espone Hipócrates lo que
debe hacerse en estos casos de dolor de costado: dice que se procurará
combatirle primeramente á beneficio de fomentos y embrocaciones; y
que si estos medios no bastasen , se deberá recurrir inmediatamente á
la sangría , que debe ser copiosa , ó á los purgantes si el dolor tiene su
asiento por debajo del diafragma. Hay en este tratado muchas digresio
nes , como observa Galeno , cual es por ejemplo el esponer Hipócrates' el
modo de remediar el mal estar que produce un error en el estado de
salud.
En re sumen : la agudeza del mal , la aproximacion de los creci
mientos ó recargos y de las crisis, contraindican el uso de la tisana.
Pasa Hipócrates en seguida al examen de las otras bebidas, vino, hy-
dromiel, oximiel, agua, y de los baños , cuyo uso ordena segun la ac
cion que producen sobre el cerebro, las deposiciones, la secrecion uri
naria, y la espectoracion. Segun las .indicaciones que simultáneamente
suministren la naturaleza de la enfermedad,, el periodo en que se halle,
y la constitucion del enfermo, asi se prescribirá, suprimirá , disminuirá,
ó abolirá el uso de tal ó cual de estas bebidas. Todos los preceptos que
contiene esta parte de tratado del Regimen de las enfermedades agudas
dependen esencialmente de los Pronósticos, cuyos dos libros se prestan
mutuas luces. , . . .
Lq que sigue al capítulo del baño es considerado porGaleno y la mayor
.parle de los, comentadores. como noperteneciente á Hipócrates, y como una
adicion hecha despues de su muerte; pues en efecto, soli noticias incohe
rentes sobre diversas afecciones agudas y acerca de los medios que de
ben emplearse para combatirlas , y en ellas se notan gran número de re
-187
peticiones testuales tomadas de la parte auténtica de este tratado. Hi
pócrates en el curso de este libro prometió recorrer las diversas afecciones
agudas, y hacer aplicacion á los casos particulares de sus principios genera
les,- pero si lo cumplió, se perdió este escrito en una época anterior á la
formacion de la coleccion hipocrática. La parte que Galeno juzga, con
razon , como no auténtica, ha sido redactada ó con estraclos de este li
bro ó con notas dejadas por Hipócrates , en cuyos estractos ó notas ha
hecho interpolaciones alguna mano posterior, pero siempre anterioral es
tablecimiento de la biblioteca de Alejandría.
Por lo tocante á la prescricion del régimen dietético e:i las enferme
dades agudas, la práctica de los médicos contemporáneos de Hipócrates
no se apoyaba ni en una observacion exacta, ni en un justo raciocinio. No
se fundaba en la observacion , porque sucedia que , no sabiendo distinguir
algunos médicos la debilidad que procedia de la agudeza del mal de la
que resultaba de las pérdidas ocasionadas, prescribian alimentos en épo
ca en que, hallándose todavía la fiebre y la inflamacion en el periódo de
agudeza, servían para aumentar los males del paciente. Tampoco es
tribaba en un justo raciocinio; porque, sentando algunos médicos que
el paso de la salud á la enfermedad era ocasionado por un gran cambio
verificado en el cuerpo, deducían de aquí que el tránsito de la enferme
dad á la salud debia tambien procurarse por una grande alteracion ; y
por esto, despues de haber sometido á los enfermos á una dieta rigorosa
durante los tres, cuatro ó cinco primeros dias , los administraban repen
tinamente la tisana sin colar.
La doctrina á cuyo desarrollo se halla consagrado el libro del Regi
men de las enfermedades agudas , se funda en dos principios: el prime
ro es que debe cuidarse mucho de no dar alimento á los enfermos en ,la
fuerza de las afecciones, porque en tal época acrecenta la alimentacion el
vigor del mal ; el corolario que emana de este principio es , que , cuando
se crea necesario conceder alimento al paciente antes del fin de la enfer
medad , es preciso cuidar de que no le tome inmediatamente antes de
las exacerbaciones , si existiesen. El segundo principio es la ley de la cos>
tumbre que hace que todo cambio sea perjudicial; en cuya consecuencia,
deberá ol médico ser muy prudente al volver al enfermo de la absti
nencia á la alimentacion. Escudado con estos principios, cuyo conocimien
to habia arrojado, en su concepto, un rayo de luz sobre muchas cues
tiones oscuras, abordó Hipócrates los problemas en que los módicos coetá
neos dice que no habian pensado, y que no habrían sido capaces de resol
ver aunque en ellos hubiesen fijado la atencion.
Ambos principios descuellan de una exacta y profunda observacion de
los enfermos; y, en una época en que se hallaban tan poco determinadas
las ideas sobre el régimen de las enfermedades agudas , y en que los mé
dicos iban realmente equivocados, es de elogiar en Hipócrates que reco
giese en su práctica dos hechos capitales , estableciendo sobre este fun
damento un dogma que la posteridad medica ha sancionado y adoptado en
toda su estension.
Agreguemos á esto , que el tratado del Re'gimen de las enfermeda
—188—
des agudas estriba en la misma doctrina que se halla en el libro de la
Medicina antigua. Lo que en este escrito vituperó Hipócrates á los siste
máticos de su tiempo, fué el buscar la ciencia) por las hipótesis , es decir,
suponer en el cuerpo ciertas cualidades (como lo frio, lo cálido, lo hú
medo y lo seco), deduciendo de esta suposicion reglas para los procedi
mientos; y lo que queria que se sustituyese á la hipótesis era el estudio
del ser vivo, de la realidad, y la investigacion del modo como el cuer
po se comporta con cada cosa en particular. Este precepto, que desenvol
vió en el libro de la Medicina antigua, es el que tambien le guia en el
tratado del Régimen de las enfermedades agudas. No se detiene en exa
minar cual es la primitiva composicion del cuerpo, ni las cualidades
que,en el dominan; sino que se ocupa en ver como el cuerpo enfermo se
comporta con las sustancias alimenticias, y de esta investigacion deduce
dos principios que forman la base de su doctrina.
La polémica tiene lugar en ciertos libros del médico griego. Destinó
el de la Medieina antigua á combatir á aquellos que tomaban la hipote
sis , en medicina , y en general en la-fisiologia , como punto de partida, y á
determinar el verdadero terreno de la ciencia. El tratado del Régimen
de las enfermdades agudas contiene (aunque solo incidentahnente) un
ataque contra los médicos cnidianos, en el que discute Hipócrates las ba
ses de la nosología. Este debate , interesante á causa de su remota anti
güedad , es tambien importante en razon á los puntos que abraza. Voy á
examinarlos con alguna detencion , y empiezo por manifestar á los lecto
res lo que refiere Galeno acerca de aquellos médicos y del libro de las
Sentencias cnidianas,
• Hipócrates dice que los médicos cnidianos usaban de pocos reme
dios, escepto en las enfermedades agudas , lo que da entender que en es
tas se valían de muchos; y asi tambien se encuentra en el libro de las
sentencias cnidianos. Encuentrase en ellas igualmente, como dice Hipó
crates, que todo el método curativo de las enfermedades crónicas se limi
taba al uso de los purgantes , del suero y,la leche, segun las circunstancias
(Gal. t. 5, p. 38. ed. Bas.»)
•No solo conocieron los medicos cnidianos la diversidad de las enfer
medades, sino que hicieron demasiado estensa esta descripcion. «(Idem,
p. 39..)
«Se dice que se ha refundido (tTiJWxevsía-Qiu) un libro cuya segunda
edicion se ha publicado, cuando, tratando del mismo objeto y conservan
do la mayor parte de las frases ya empleadas , presenta en cotejo coa la
primera edicion, supresiones , adiciones , ó modificaciones. Si quereis
un egemplo para comprenderlo mejor, teneis el segundo Autolicus de
Eupolis refundido sobre el primero: del mismo modo dieron los médicos
cnidianos una segunda edicion de sus Sentencias, que teniendo muchas
cosas semejantes á la primera, se diferenciaba sin embargo por las supre
siones, adiciones, y variaciones que presentaba. Esta segunda edicion es la
que dice Hipócrates que era mas médica que la primera. (Id. p. 38-)»
» Los médicos de Cnido describieron, desde el principio siete enferme
dades de la bilis; un poco mas adelante distinguieron doce de la vegiga;
—189—
y masadelante aun, admitieron cuatro de los riñones. Independientemente
de las enfermedades dela vejiga, iudicaron cuatro estrangurias, tres tetanos,
cuatro ictericias, y tres tisis. Consideraron solamente las variedades de
los cuerpos que modifican mucbas causas, y descuidaron la semejanza de
las diátesis que observó Hipócrates, valiendose, para determinarlas, del úni
co método que puede hacer hallar el número de las enfermedades. (Id.
. pag. 39.»)
«Hipócrates dice que el libro de las Sentencias cnidianas no contiene
todo lo que es necesario para el conocimiento de los signos , y que relativa
mente á este punto se encuentran en él muchas omisiones. (Id., pag, 38.»)
«No solo no omitieron los médicos que escribieron las Sentencias cni
dianas ninguno de los accidentes que esperimentan los enfermos, sino que
se ocuparon en la descripcion de los pormenores mas de lo que era preci
so. No debe ser objeto del arte el no omitir nada de lo que pueda ser co
nocido hasta de las personas mas estrañas á la ciencia; otro debe ser el
propósito del médico; el de consignar por escrito todo lo que conduzca
al tratamiento; de modo que tendrá precision frecuentemente de añadir
algunas particularidades ignoradas del vulgo , y de quitar otras muchas
que este no desconozca , sino son importantes al fin que se propone el ar
te.» (Id. pag. 37.)
Galeno, recordando que Hipócrates habia especificado los casos en que
las afecciones peripneumónicas van acompañadas de mucha sequedad , ó
presentan tendencia á humedecerse y suministran una espectoracion
conveniente , y que habia indicado las precauciones que deben tomarse,
añade que no fueron fijados estos puntos por los médicos cnidianos. (T. 5.°
pag. 86 Edi. Bas.) Tambien omitieron estos todo lo relativo á los efectos
del hábito , tan perfectamente esplicado por Hipócrates. (Id. pag. 87.) En
fin, despues de haber notado que las enfermedades tienen un estado y
una coccion, cuyos signos presentó cuidadosamente Hipócrates, concluye
Galeno diciendo que estas nociones y otras semejantes son cosas omitidas
porlos cnidianos, y que el médicode antemano debe ya saber sin necesidad de
que el enfermo se las refiera. (Id. pag. 87.) Galeno tuvoá la vista el libro
de las Sentencias cnidianas criticado por Hipócrates, y pudo muy bien
referirse á él en todo lo que dijo.
Interesa determinar la significacion del objeto de esta polémica entre
Hipócrates y los médicos cnidianos, por lo que toca al método, pues este es
el indicio mas antiguo de controversia entre dos escupías rivales. Coq yCnldo
tenjan doctrinas opuestas; Hipócrates combatió lasde sus adversarios; y cc-
moel libro de las Sentencias cnidianas ha perecido, solo podemos vislumbrar
algunos puntos aislados del método de observacion de los médicos de Cnl-
do , al través de los argumentos de Hipócrates ratificados por Galeno. Pa
ra juzgar del modo conveniente esta polémica necesitamos considerarla
bajo dos fases diversas: es decir, que primeramente debemos fijarla con
sideracion en el órden de la medicina antigua, é investigar qué escuela
seguia el camino verdadero con arreglo á los conocimientos de su época,
y trasportarnos despues al punto de vista de la actualidad , procurando
reconocer cual de los dos principios se acomodarla mejor á los conocimien-'
25
—190—
tos del dia. Muchas cosas no son verdaderas en las ciencias mas que rela
tiva y transitoriamente: y sucede que un principio de aplicacion defectuosa
y mal acomodada en una época, viene á ser en otro tiempo de un uso
justo y muy bien admitido. Se nos presenta aqui un ejemplo de esto en
los metodos de Coo y Cnido. El principio que constituía la esencia del mé
todo de la primera escuela es la prognosis, es decir, el estudio preferente
de las diversas fases del estado general ; el cual fué despues abandonada
al cabo de mucho tiempo, y los modernos no sabrían ya hacer esta aplica
cion universal á la medicina. El que formaba la base del método de la
otra escuela es el estudio de la diversidad de los males, al cual se han
remontado las épocas modernas, reposando sobre él la patología en el dia.
Investigar las especies en las enfermedades fué el método seguido por
la escuela de Cmdo , é impugnado por Hipócrates , con razon , á juzgar
por los indicios que sobre este particular conservamos. El mismo objeto
se propone la medicina moderna : tan cierto es que cambia con los tiem
pos el valor de los métodos. Y para valemos de un ejemplo tomado de
otra ciencia, cuando los astronomos quisieron introducir el método de me
dir la distancia de los astros por el tiempo , se desechó con desprecio seme
jante proposicion: mas, como dice Bailly, los hombres no pueden preveer
los bienes que lacasualidad les presenta, ni los recursos del ingenio; cuando
Huyghens hizo aplicacion de la péndola á los relojes, pudo medirse la es
presada distancia por el tiempo , y este método , antes impracticable y des
preciado, fue despues un medio de posteriores investigaciones y la base de
toda precision.
Examinemos primeramente lo que Hipócrates juzga del método de-Ios
autores de las Sentencias Cnidianas : reconoce que describian con exac
titud lo que esperimentaban los pacientes en cada enfermedad, y el curso y
terminacion ere algunas de ellas; pero añade en seguida que cualquiera
que no fuese médico podría hacer otro tanto , informandose con cuida
do de los mismos enfermos de las molestias que sufren. De modo que lo
que Hipócrates vitupera á los médicos Cnidianos es el no haber dirigido su
observacion sobre la terminacion y curso de las enfermedades, contentán
dose las mas veces con la descripcion de los síntomas y sus accidentes. En
efecto, en su sistema médico fundado todo en la prognosis, lo que interesa
saber es, no si el enfermo ha presentado tal ó cual síntoma particular, sino
cuál es el valor general de estos síntomas, ó lo que es lo mismo, la dura
cion, el curso y terminacion que cada enfermedad debe tener. Héchase de
ver que la diferencia entre Hipócrates y los Cnidianos es muy considera
ble. Los unos describian los síntomas del modo que los percibian , sin tra
tar de averiguar cual pudiese ser la unidad de la afeccion, y el otro inves
tigaba esta unidad, y dando poco valor á los síntomas que le parecían no
conducir directamente á este objeto, atendia solamente á los que podrían
suministrarle señales útiles: asi decia que los Cuidianoi olvidaban muchas
cosas que es precisoque el médico sepa sin que el enfermo se las diga y que
son muy importantes para el conocimiento del valor de los signos.
Era natural que esta descripcion condugeseá dichos médicos á multi
plicarlas diferencias entre las enfermedades. Quisieron pues caracteriza
—191—
con exactitud el número , es decir, las especies de cada afeccion , y contra
esto tiende la segunda impugnacion que Hipócrates les dirige. Buscar en le
ves diferencias el carácter de un mal , admitir que cada una de ellas debe
llevar un nombre propio y constituir una afeccion distinta , es acometer una
empresa que jamas terminará.
De modo que la descripcion de los síntomas sin la consideracion de la
prognosis, y el estudio que ofrece la diversidad de las enfermedades, fue
ron, en filosofia médica, los caracteres del método adoptado por los médi
cos de Cnido. Pues ahora bien , con el conocimiento que tenemos del esta
do de la anatomía y la fisiología en aquellos tiempos, y de las teorías que
entonces dominaban sobre los humores , dificil es creer que este método
proporcionase resultados ventajosos. Galeno nos maniGesta que los Cnidia-
nos distinguían siete enfermedades de la bilis: en qué podian fundarse ta
les diferencias sino en las hipotesis concebidas en dicha época acerca de
papel que se hacia desempeñar al humor bilioso? Por lo demas, tenemos de
esto un vestigio en los libros segundo y tercero de las Enfermedades de la
Coleccion hipocrática, con cuyo testimonio podemos convencernos de que
las distinciones se apoyaban en signos inciertos , pasajeros , y de ningun
modo apropiados para servir de base á verdaderas especies.
El método de los médicos Cnidianos produjo el libro de sus Sentencias:
nosotros no podemos juzgar de el , mas sin embargo lo cierto es que no
mereció el asentimiento de Hipócrates. Este se habia educado en otra
escuela; se hallaba poseido de una idea general que le abría en la ciencia
un vastohorizonte, y apoyado en esta base pudo decir, como'en efecto dijo:
«La medicina há mucho tiempoque existe y posee un principio y un méto
do que ha encontrado , con cuyo auxilio se han hecho muchos y gran
des progresos en el trascurso de los tiempos, y se adelantará todavía
mas , si los hombres capaces é instruidos en los descubrimientos antiguos
los toman por punto de partida en sus investigaciones.» ( Libr. de Medie,
aníig. pag. 20. ) Era pues natural que impugnase las observaciones de los
Cnidianos, que para nosotros carecerian de todo carácter de precision,
y para él se hallarian desprovistas de toda significacion útil para el cono
cimiento de los signos y la aplicacion de los remedios. Por consiguiente,
siguió el camino trazado por sus mayores y maestros, y prescindiendo de la
investigacion de las especies de cada enfermedad , se dedicó á buscar las
del estado general en una escala mayor y en afecciones de un órden mas
elevado: los monumentos mas importantes que de él nos quedan , son re
feren es á las enfermedades agudas febriles,
Asi que puede sostenerse que en la polémica á que aludimos estuvo
la razon de parte de Hipócrates: pero deberemos decidirnos en favor suyo
de una manera absoluta , ó de un modo relativo ? Para esto necesitamos
juzgar la cuestion bajo el punto de vista de la actualidad , hasta el término
de hacerse esta á su vez antiguo, y quedar en el lugar á que la posteridad
le destine. Yo po tengo reparo en mamfestar que el método de los Cnidia
nos, es decir, la distincion mas y mas exacta de las especies de las enfer
medades, es el trabajo á que se dedican los modernos con la mayor acti
vidad y con no poco provecho, J<qs descubrimientos de la anatomía patq-f
—192—
I ígica , la observacion escrupulosa de los síntomas durante la vida, el es
tudio químico de los humores, todo concurre á un grande objeto , cual es
el de aumentar cada vez mas la precision del diagnóstico. La introduccion
de la estadistica en medicina es una de las espresiones de esta nueva nece
sidad; y, á no dudar , los que invocan con tanto celo el método numérico
son , por grados remotos pero ciertos , los herederos de los mé licos de
la escuela de Cuido, y los defensores de lo que en otros tiempos se sostuvo
en el libro de las Sentencias Cnidianat, en la actualidad perdido.
Si me es licito, en esta grave cuestion suscitada al cabo de tanto tiem
po y cuyos principales fundamentos voy á manifestar, si me es permitido,
repito, espresar la opinion que yo tengo formada, diré que la precision y
minuciosidad en los datos de la observacion jamas serán exajeradas.
Podrán elegirse entre los hechos ( cada pormenor aqui es un hecho) los
que se consideren mas importantes á la ciencia contemporánea y mas con
ducentes á las ideas generales; pero cuando se observa, no es licita la elec
cion entre ellos: todos tienen igual derecho á ser escogidos: el mas
insignificante pertenece á este maravilloso conjunto de la naturaleza,
cuya gran profundidad atrae y á la vez confunde nuestro espíritu. Los obje
tos que nos presenta loman á nuestra vista , cuando sabemos prestar la
atencion que se merecen , una realidad que satisfacen cumplidamente la
inteligencia humana, porque son á un mismo tiempo sustancia é idea: sus
tancia, porque pertenecen al gran to¿o, fuera del cual nada podemos
imaginar; ó idea, porque tienen una significacion, una relacion , y un fin
que llenar. Creo pues que no hay dato por pequeño que parezca que no ten
ga alguna importancia: que cuanto mas cuidado ponga el hombre en dis
cernir los hechos grandes ó pequeños, mas completamente desempeñará su
mision y satisfará el objeto de la ciencia, que es el estudiar la naturale
za : y entrando ya en la jurisdicion- médica , de que me habia estraviado un
poco , diré que es preciso no dejar de recoger ningun hecho por insignifican
te que parezca; que basta que exista para que tenga la mas alta importan
cia, y que apruebo sin restriccion todo lo que tiende al desarrollo de la
ciencia en este sentido.
La importancia del tratado del Régimen en las enfermedades agudas,
el método que en el se sigue, y las cuestiones incidentales que en el se tra
tan, manifiestan cuanto habia meditado Hipócrates sobre el estudio de la
medicina. Por espacio de mucho tiempo habia confeccionado una gran suma
de ideas y procurado ver las cosas bajo sus diversas fases. Se encuen
tra realmente en este libro el indicio de muchos objetos que habia estudia
do, y sobre los cuales pensaba escribir. Yo he reunido aqui las indicacio
nes esparcidas acerca de ellos; mas los trabajos ó no se realizaron ó pere
cieron anteriormente á la época de la fundacion de la biblioteca de Alejan
dría. Es muy interesante el buscar estos vestigios, casi borrados, de las
meditaciones de Hipócrates.
Manifestando que, si la enfermedad es de naturaleza seca, es preciso,
antes de administrar la tisana entera, hacer tomar el hidromel, vino,
ó loque convenga, añade: aya explicaremos lo que convenga segun loseasos.
En otra parte dice: «Un húmedecimiento pronto y abundante anuncia la
—193—
proximidad dela crisis; y si es mas lento indica su retraso.lEstas observacio
nes en si son generalmente verdaderas, y hay otras muchas igualmente
importantes para la interpretacion de los signos , de que hablaremos en
seguida.»
En otro lugar. «En la administracion de los alimentos debe pensarse
menos en añadir que en quitar; pues es de grande utilidad la priva
cion absoluta en los casos en que el enfermo puede sostenerse hasta el mo
mento en que la enfermedad, llegada á su maximum, haya sufrido la coccion.
Yo trataré de lis circunstancias en que deberá seguirse esta regla. »
E:i otra parte: «Noveoque los médicos sepan como es preciso recono
cer, en las enfermedades agudas, si la debilidad proviene de las evacuaciones,
de alguna irritacion, de dolor, ó de la agudeza del mal Yo daré el
pormenor de los signos que enseñan á distinguir estos diferentes ca
sos. »
E:i otro sitio: «Es necesario no usar la tisana entera antes de la coccion de
la enfermedad, ó cuando se hayan manifestado algunos signos de vacuidad
ó de irritacion en el intestinoóen el hipocondrio tales como los describiré.»
En otro lugar: uLas deyecciones biliosas, morenas... no estinguen el ardor
delos hipocondrios, sino que leaumentan: causan angustia y agitacion, y tien
den á ulcerar el intestino y el ano. Yo escribiré los remedios para este 'mal.»
En otra parte: «En qué casos será preciso usar del agua para bebida?
Cuándo convendrá administrarla en grande ó pequeña cantidad? En qué
ocasiones tomarla fria ó caliente? Esto es lo que se ha dicho , ó lo que se dirá
en lugar oportuno.»
En otro sitio, enumerando las diversas especies de bebidas, añade por
último: «Escribiré en cada enfermedad cuando es necesario usarlas, asi co
mo los medicamentos compuestos.»
Ya tratase realmente Hipócrates de cada uno de estos puntos que aca
bo de manifestar al lector, ó ya se quedasen en promesa estos anuncios,
lo que de todos modos puede conocerse es á donde se inclinaban principal
mente sus estudios. Dedicarse á la interpretacion de los signos, investigar
cual es la verdadera naturaleza de la debilidad en que el enfermo se halla
sumergido, examinar si podrá sostenerse, á pesar de una abstinencia com
pleta, hasta el momento de la coccion , esplicar cuales son las bebidas que
mejor convienen segun las circunstancias, indicar los remedios con que
se deben atemperar y cohibir las deyecciones biliosas , y prescribir en fin
los medicamentos compuestos que importa administrar en cada enfermedad,
tales son los objetos sobreque Hipócrates habia escrito ó al menos meditado.
Este conjunto es á la verdad considerable , y toca objetos de mucho interés.
Yo notaré solamente como caracter que distingue la medicina de Coo de
la moderna, el no tratarse en aquella de la descripcion detallada de las
enfermedades: lo que á Hipócrates ocupó no fué el describir cada afeccion en
particular , sino el comprender en ella los caracteres generales , y estable
cer sobre ellos reglas igualmente generales. En otros términos: el pronós
tico hipocrático no es un diagnóstico sino en cuanto que se aplica al es
tado general del enfermo , y el diagnóstico actual no es un pronóstico si
no en cuanto que el conocimiento del sitio del mal y de su índole lleva
^194—
consigo una idea del curso de los accidentes] y de la gravedad que la
afeccion debe tener.
En los libros puramente médicos de Hipócrates se encuentran in
dicios de la atencion que tambien prestó á la práctica quirúrgica. Cuando
dice en este libro: lo que debe ser hecho con prestexa debe ejecutarse pron
to; lo que debe ser hecho con esmero debe hacerse detenidamente ; lo que debt
ser operado con la mano sin dolor , es preciso operarlo con el menor do-
lor posible, se refiere evidentemente, por el discurso , á las curas y ope
raciones. Ejerció pues á la vez y con igual reflexion la cirujía y la medi
cina, y no debe yacausar estrañeza que dejase compuestos libros tan intere
santes sobre estos dos ramos de la ciencia.
Se ve por este tratado que la terapéutica de Hipócrates empleaba un
gran número de remedios. Vitupera á los médicos Gnidianos el usar muy
pocos remedios en las enfermedades crónicas, y habla de la sangría , de
diversasclases de embrocaciones en el dolorde costado, de diferentes purgan
tes^ de supositorios. En estaépocaexistian numerosos medios farmacéuticos,
y es lástima, para nuestro conocimiento de la terapéutica antigua, que no
compusiese Hipócrates , ó que no haya llegado hasta nosotros, el libro en
que prometió examinar el uso de estos medios en cada enfermedad.
Desde antes de Hipócrates se sabian mezclar las sustancias para dis
minuir las cualidades desagradables de ciertos medicamentos. Cita este
celebre médico la combinacion de algunas plantas aromáticas con los pur
gantes , y advierte que no es indiferente la eleccion de estos escípientes, si
no que tienen diversos y respectivos puntos de conformidad con las sustan
cias activas á quienes han de incorporarse.
El mismo Hipócrates nos instruye acerca de lo que él compuso. Segun
él, los antiguos no habian escrito nada importante sobre el régimen de las
enfermedades ; y consigna en su libro las observaciones que sus prede
cesores habian descuidado. De esta reseña se deduce que antes de Hipó
crates no se habia determinado con exactitud, en los escritos médicos, el
régimen alimenticio de los enfermos, habiendo estado abandonado á la ru
tina de la práctica mas bien que dirigido por observaciones precisas. Hipó
crates se gloria de haber introducido esta precision en un objeto de la mayor
importancia para la salud de los hombres. Puede creerse que las ideas de
Hipócrates tomarían esta direccion por las innovaciones de la gimnasia,
que trabajó en regularizar el régimen de las personas sanas para aumen
tar sus fuerzas y aptitud para los egercicios.
Si Hipócrates, como el mismo dice y no hay motivo para dudar, orde
nó el régimen de los enfermos en el curso de las afecciones agudas,
abandonado hasta entonces al capricho ó la rutina, Ihizo un gran servicio á
la humanidad doliente, del cual todos los dias recibimos nuevos beneficios,
y es muy justo que nuestro agradecimiento le tribute los dones merecidos.
Los médicos, y Broussais entre otros en el tratado de las flegmasías
crónicas , han notado que una alimentacion considerable en el curso de las
afeociones agudas de pecho era muy fatal , que exasperaba todos los acci
dentes , y que los |hacia prontamente mortales , cuya observacion se baila
muy acorde con la del mismo Hipócrates, Este insigne griego señaló cabal
-196-
mente esta misma clase de afecciones, como notable ejemplo de los ca
sos en que los males se exasperan mucho por la administracion de alimen
tos mas ó menos sustanciosos y en cantidad mas ó menos considerable.
Notemos aquí una opinion y una espresion que atribuye Hipócrates á
los antiguos. Estos (que para nosotros son de muy lejana antigüedad) con
sideraban como herido» de un rayo, y aun asi designaban á los que rápi
damente sucumbian con ortophnea y estertor presentando en el pecho man
chas lívidas (sin duda cadavéricas), lo cual espresaron luego los latinos con
la voz sidcrati (1) , con la que se hace mas claro el carácter de las opinio
nes que habian dictado semejante denominacion. Estos pertenecen al
cuadro de esos castigos divinos que habian hecho dar á la epilepsia el
nombre de sagrada , contra lo cual escribió Hipócrates algunas líneas en
el tratado de Aires Aguas y Lugarts.
El órden que sigue en este libro su esclarecido autor es fácil de com
prender. De los efectos perniciosos que ocasiona la administracion de los
alimentos, deduce, por medio de la esperiencia y de un legítimo racioci
nio , las reglas que deben observarse en el régimen alimenticio: pero aquí
8e presenta una reflexion ¡que no deja de tener importancia para compren
der la direccion de sus ideas. Si cotejamos lo que dice en este tratado del
Regimen de las enfermedades agudas con lo que espuso en el libro de la
Medicina antigua, veremos que concibió el origen y la historia de la cien
cia del mismo modo que su estudio. En efecto, queriendo esplicar en este
último escrito el principio de la medicina, supone que, habiendo observado
los hombres que los alimentos que tomaban en el estado de salud les ha
cían daño cuando estaban enfermos, los disminuyeron, los suspendieron
ó los modificaron segun la necesidad; y en el actual, tratando de manifes
tar como se llegó á reconocerla utilidad del régimen que prescribe en las
enfermedades agudas y los inconvenientes del usado por los otros médi
cos, presenta igualmente los hechos de que dedujo sus principios. Hipó
crates, pues, adoptó en la idea que se formó de la historia de la ciencia el
mismo método que siguió para recoger los hechos, clasificar los resultados
y deducir las consecuencias. En vez de inquirir con hechos el modo de for
macion de la ciencia , estableció en teoría la manera como debió formarse.
Fué en este punto, para valerme de una espresion tomada de otras cien
cias, racionalista , é infiel, en el concepto de la historia , á los preceptos
que habia dado para el estudio del hombre, i saber: que es preciso partir
de los hechos, de las realidades, y no de las hipotesis. El racionalismo es
un recurso peligroso al que no se debe acudir sino á falta de otros ausilios:
asi que, yo creo que Hipócrates hizo mal en valerse de él, porque todo lo que
sabemos del origen de la medicina tiende á probar que los primeros ensayos
fueron empíricos y no racionales. Vemos empleados, desde una antigüedad
tan remota que se oculta á nuestras investigaciones , la sangría, los pur
gantes, los vomitivos; y hasta el tiempo de Hipócrates no se ordenó el régi
men en las enfermedades agudas.
(1) Asi lo dice tambien Foesio en saOEconomia Hippocrttii alphabeti
serie distincta. pág. 125.
-190-
Estas varias é inconexas advertencias, que sucesivamente he presen*
tado al lector , bastarán para fijar su atencion sobre algunas particularida
des de este libro. Hé aqui otra relativa á la disposicion de las casas del
tiempo de Hipócrates.
Diciendo este que pocas tenian lo necesario para tomar un baño, aña
de Galeno en su comentario. «Parece que en tiempo de Hipócrates po es
taban todavía admitidos los baños t-n las casas: porque cuando dice que en
pocas babia la disposicion y criados necesarios , cuando agrega que es
prpeiso un sitio que esté al abrigo del humo, que haya mucha agua , y lo
demas que sigue en el testo , da á entender que aun se calentaba el agua
en las casas , ep calderas. y que en seguida. se echaba en los baños.»
( t. 5 , par/. 83 , Ed. Bas. ) Tambien puniera creerse , segun la frase de
Galeno , que no se hacia en Roma calentar el agua en las casas: proba
blemente se la conducirla ya caliente al sitio destinado para el baño eu las
casas particulares.
Despues de haber reasumido con brevedad el tratado del Régimen de-
las enfermedades agudas , de haber examinado con detencion el punto
científico debatido entre Hipócrates y la escuela de Cuido , y de haber
reunido á golpe de vista los trabajos perdidos en el din , si llegaron á ser
ejecutados , de que Hipócrates da una idea de este libro, solu me resta
considerar en pocas palabras el punto de vista bajo el cual puede sernos
útil todavía. Én primer lugar, nos presenta un vacio que llenar; pues
aunque evidentemente se dpcide elmédico de Coo por la dieta Figurosa en
las enfermedades agudas febriles , sin embargo , presenta de cuando en
cuando restricciones que espresa por lo común bajo esta forma: Si el en
fermo puede sostenerse hasta el fin. Hay ocasion de observar en algunos
casos, y sobre todo en las fiebres consecutivas á una herida ó á alguna ope
racion , que no siempre conviene una dieta absoluta y rigurosa. Esto se
deja al tino y juicio del médico ; pero aun queda este objeto muy en vago
en las cosas no enseñadas (etx*Ta/ua Buree ) de que habla Hipócrates. Po
dría pues volverse á tomar el tema del médico griego para hacer observa
ciones y formular preceptos que faltan á la práctica del dia.
Mas no se limita á esto la ventaja que el médico puede reportar de
este tratado en la época presente. Se halla unido á él un interés inmedia
to, porque este libro contiene preceptos sobre la direccion del régimen
en las enfermedades agudas qge es preciso tener siempre en la memo
ria y que jamas han sido mejor espuestos ni demostrados que en este,
y otro interés mediato , pero no menos real, cual es el filosófico que per
tenece al estudio de toda obra en que espone un autor ideas nuevas que
su esperiencia y reflexion le han sugerido.
Tambien se observa en este libro el mérito del estilo que caracteriza á
Hipócrates, que especialmente sobreselo en presentar el cuadro del as
pecto general del enfermo. Citare como prueba el siguiente trozo: «Los
enfermos se hallan dominados por insomnios que impiden la coccion dela
enfermedad, se vuelven tristes é irritables, se ie ellos el delirio,
los ojos so ponen brillantes, y sienten mnn. 'rior de '
dos ; las estremidades se les enfrian; la orii-
—197—
so presentan de igual caracter, oscuros, y teñidos ligeramente de un
color sin mezcla; el fuello se halla humedecido de sudor; la inquietud es
estremada; la respiracion frecuento 6 muy grande, es embarazosa en la
espiracion ; un siniestro fruncimiento aproxima sus eejas ; sobrevienen
funestos desmayos; separe el enfermo las cubiertas que gravitan sobre
el pecho; las manos se ponen temblorosas, y á veces está el labio infe
rior agitado de movimientos convulsivos.» Ésuusado es hacer notar aqui
la exactitud eon que se bailan recojidos todos estos hechos, reproduci
dos con animacion y agrupados con maestría , y tampoco podrá menos
de advertirse la analogía que guarda esta pintura con otras do ígoal clase
que se hallan en los Pronóstico» : echase do vep en uno y otro escrito
el mismo modo de observar y de describir.
M. Prnys Van-der-Hoeven, con motivo del pasage en que dice Hi
pócrates que los médicos, por sus divisiones, se parecen dios adivinos
que interpretan el vuelo de un ave cada uno de diverso modo, espresa
que en esto usó de una ironía valiéndose de un modo de argüir verdade
ramente socrático, (á) Esta advertencia me ha parecido justa: pues se
halla en efecto, en varios sitios de este tratado, tma especie do burla seria
revestida con la apariencia de un argumento en forma, el cual, si me es lí
cito decirlo asi , es el que ridiculiza mas bien que la espresion. Ademas
del ejemplo citado por Mr. Pruys, espondré yo todavía otro en que Hi
pócrates dice: «Los medicos (que ponen los enfermos á dieta desde
los primeros dias y de repente los conceden despues alimentos), juz
gan que, habiendo esperimentado el cuerpo un gran tmstorno, por efeo-
to de la enfermedad, es preciso oponerle otro gran cambio. Induda
blemente el cambiar no trahe poca ventajo, pero es necesario que se
haga con tin* , ¡fe.» A la veTdad es curioso encontrar en un contempo
ráneo' de Socrates, en un hombre que , como él , ha gozado de tan gran
tenombre, alguna manera del modo de argumentar que fué propio del
maestro de Platon.
Aunque este no sea el lugar apropiado para suscitar cuestiones sobre
la autenticidad de los diversos escritos, se presentan. sin embargo , algu
nas veces notas particulares que á duras penas hubieran podido acomo
darse en la Introduccion, y que el cotejo dp los dos tratados mencionados
ofrece naturalmente. Tal es aqui la conformidad de doctrinas y semejan-
za de espresion entre el Pronóstico y el libro del Régimen en la» enfer
medades agudas. Se lee en el primero. «El médico, esponiendo lo que lo*
enfermos omiten , se gramjeará su confianza, y convencidos de la supe
rioridad de sus luces no dudaran en someterse á sus cuidados. (Pag. 118.)
Y en el segundo se dice: Y nada digeron de la mayor parle de las cosas
que dsbe saber el médico sin oir la relacion del enfermo. Hé aqui una
doctrina idéntica, establecida en los Pronósticos y en el tratado de que
nos vamos á ocupar ahora : de estos dos libros, el primero fue comentado

(á) Est in hisce íronia ac vere Socrática rolio. Cltrestomathiallipocrática


Haga; comitií, 1824, p, 70.
26
—190—
por Herofilo y su autenticidad no puede dejar duda ninguna ; 'y el segun
do fue considerado unanimemente, en la antigüedad, cbno propio de Hipó
crates: con una discusion laboriosa , pero decisiva, á mi juicio, he senta
do que Platon en el libro del Pliedro , aludió al de la Medieina antigua.
Tenemos pues tres libros que, por diversos títulos , merecen el crédito de
autenticidad. El Pronóstico hemos visto que tiene cierta conexion con el
libro del Régimen; y este, como he demostrado, no ofrece relaciones
menos ciertas ni evidentes con el tratado de la Medicina antigua. De este
modo, k> que acreditan los testimonios estrínsecos se halla confirmado por
los intrínsecos, y nada creoquesea capaz de alterar el juicio sentado. Nota
se tambien, por el principio del libro del Régimen en la» enfermedada
agudas y por todo el de la Medician antigua , cuanto habia reflexionado
liipócratea sobre las cuestiones generales de la ciencia médica , y sus de
seos de discutirlas.
Observa Galeno, en diversos pasages de su comentario, qne Hipócra
tes espresa sus ideas con cierto desórden, en lo cual me parece que se de
jó llevar por la apariencia , y que no comprendió la distancia que media
entre un estilo antiguo como el del médico griego , y uno moderno como
el suyo: en el estilo antiguo, la ilacion del razonamiento existe en las
ideas, siendo poco notable en las espresiones; y el moderno, por el con
trario , exige que dicha ilacion se siga aun en la redaccion misma , de
modo que á cada instante vaya el lector advirtiendo los progresos que lu
ce el autor en las consecuencias de su tema. Este caracter que aeabo de
señalar en el estilo antiguo , es una de las razones que hacen dificil li
traduccion de las obras procedentes de una época muy remota» Cuando
se ha verificado la version con toda escrupulosidad, se admira uno, al re
visarla sin comparacion del texto , de la inconexion , desaliño y oscu
ridad que por esto mismo reina en ella , y deque no corresponda en ma
nera alguna á la imágen que el original habia impreso en la mente del
traductor. Es preciso suplir entonces lo que , falta con artificios de lengua
je que haga evidente una conexion que mas, ó menos visible en el autor
mismo , necesita ser puesta de un modo claro y acomodado al idioma á
que se hace la traduccion.
No puedo adherirme por lo tapto á dicha opinion de Galeno, que para
justificar y atenuar al,'mismo tiempo su crítica, añade: «Es imposible que,
»en este solo libro que nos ocupa, digese Hipócrates todo del modo con-
»venien te y presentase su doctrina en el mejor órden, y tanto mas cuanto
»queél era su inventor.» (Tomo V. pág. 63. Ed. Bas.) Este reparo de Ga
leno ha sido, en mi juicio, el punto departida de algunas observaciones,
que no creo desprovistas de interés.
Existe entre el libro de los Pronósticos-y el del Régimen una diferencia
muy notable en el modo de esposicion. Al paso que procede en el primero
con una seguridad. dogmatica, como hombre que espone una doctrina es
tablecida . se vale en el segundo de una argumentacion de razonamiento,
ejemplos y analogías. Si nos. remontamos al origen de estos dos libros,
encontraremos la causa de la disparidad que bajo este aspecto presentan.
El libro de los Pronósticos fué redactado, como AL Eriuerins ha hecho
—199—
ver en su thesis Specimcn historico médicum inaugurale de llippócrati*
doctrina á prognostice oriunda L,ug. Bat. 1833, y cuyas conclusiones hu
adoptado, con materiales que do pertenecían á Hipócrates, y qne tenían
para con él una grande autoridad: tales son las Prenociones de Coq, HiptW
crates no creyó tener necesidad de probar lo que se hallaba establecido por
las observaciones de los Asclepiedes, y se contentó con poner en forma de
tratado dogmático las proposiciones separadas, haciendo de ellas un con-
junto; uu todo. No sucedio asi con el tratado del Régimen: en este era
inventor de sus observaciones propias, dedujo principios que se hallaban
en oposicion con la práctica de los médicos contemporáneos , y combatió
las proposiciones de estos al mismo tiempo que fundamentó las suyas. Era
pues muy natural que usase en el de otro modo de esposicion , empleando
la discusion en este tratado , en vez de esponer preceptos, como en los
Pronóstico».
Aun me parece que pueden estas reflexiones llevarnos mas adelante,
é iluminar algun tanto la cronología relativa de los escritos hípoerátícos. Do
haber sido redactados los Pronósticos solamente con las Prenociones de Coo,
de que Hipócrates no representase en ellos otro papel que el de intérprete
de doctrinas que adoptó, pero que no le pertenecían, de observaciones de que
usó, pero que habia recibido de sus padres y maestros, no es licito dedu
cir que esta obra fue una produccion de su juventud , de una época en que
se contentaba con la gloria de ordenar los materiales que se hallaban en la
escuela en que se habia educado? Segun este modo do ver, la composicion
de los Pronósticos seria anterior á la del libro del Régimen en las enfer
medades agudas; y , por otro lado, lo seria tambien al de Aires Aguas y
Lugares, porque la opinion que concedia el influjo del castigo divino en las
enfermedades , ligeramente indicada en aquel tratado , se halla enérgica?
mente combatida en este último. En fin, podría creerse que el libro de la
Medicina antigua precedió en su formacion al del Régimen , como pro
curé demostrar en el examen de cada uno de los libros hípoerátícos en
particular. Cualquiera que sea el valor de estas congeturas, llamo la aten
ción del lector sobre los hechos queme las han sugerido, á saber; Ja relacion
que existe entre los Pronósticos y las Prenociones de Coo, la diferencia de
composicion entre el primero de estos libros y el del Régimen,y por último
la diferente opinion que se encuentra .acerca de la palabra iiio> divins»
en aquel y en el tratado de Aires Aguas y Lugares ( II.) Me limito á de
jar aquí consignados los hechos de critica intrínseca, reservándome el en
sayar sistematizarlos, cuando haya reunido un número mayor de ellos.
Diciendo Hipócrates que los medicos no siempre saben distinguir
las diversas afecciones y variadas formas que producen nuestra naturale
za y constitucion , añade: «Y sin embargo, el conocimiento ó ignorancia de
«estas cosas causa la salud ó la muerte.» Frecuentemente se hallan en es
te inmortal autor tales pensamientos , que manifiestan cuanto habia pro-

(fiO Acerca de este último particular véase lo que dejo «puesto en mi


comento al libro delos Pronósticos,
1
—200—
fundizado cu su espíritu la gravedad delos peligros que de continuo v por
todos lado» nos asedian, y la necesidad de una prudente y rigurosa vigi
lancia por parte del médico. Habia visto muchas veces estrellarse la vi
da, como la cosa mas fragil , en el caso mas inopinado, o con el esceso
al parecer menos trascendental, y creyó que, en medio de tantos camlvos
imprevistos como nos amagan á cada instante y con tanta gravedad, im
portaba mucho poner de su parte cuanto le fuese posible para cubrir su
responsabilidad. Esta indudablemente gravita sobre todos los hombres, pe
ro la profesion médica es una de aquellas en que mas se hace sentir su pe
so; y aprovecho con satisfaccion esta oportunidad de referirla al nombre
de Hipócrates, ea una época en que la exigencia moral crece á la par da
la científica.

BIBLIOGRAFIA.

Manuscritos de la Biblioteca real de París: números 2253, 2141, 21W,


2254, 2140, 2.143, 2145,2148,2148 , 36 , 2166, y el 2276 . titula
do de Diafta in acutis. Se encuentran indicados entre los manuscritos la
tinos de diferentes bibliotecas , traducciones latinas del tratado del Ré
gimen en las enfermedades aguda*. Algunos de ellos atribuyen tambien
esta traduccion á Marsilio de Santa Sofia. Esta mersion Ba sido publicada
en la Coleccionde Articella, si merece el nombre de traduccion una para
frasis que sin dudaba sido hecha del árabe, y que apenas da una idt-ade)
original. Otro Unto debe decirse-de la traducciou latina del Pronóstico qw
se halla impresa en la misma Coleccion. -
Liber de dileta in acutis , latine ex Andrea; Brentü versione, Lugd.
1506, in 8.° cum nonnullis Champen).
Liber de diabla in actilis latine Gu, Copo interprete , París , 1523 in
12.° et quidem cum libro d« natura humana qui.solus intitulo memoratur.
Liber de Victus ratione in acutis p. 13 iucipit.
Liber de diaeta acutorum, grece. París, 1530 in fol. Haller.
Liber de dieta acutorum , graece et latine , Jo. Vassaeo interprete,
Par. 1531 inl fol. Maíttaire.
De Victus ratione in acutis morhis , sive de ptisana Hippocratis Coi
liber, una cum Galeni quatnor in nundem commentarns , Jo. VassaK> Mel-
densi interprete , á quo denuo omma. sunlt recoguita et regutata. París.
J. Koigny , 1543 in-12,*
—201—
Liber de diaeta in acutis ex recogn. Fr. Ráb«laí3í\ ,Gu. Copo interpre-
te, Lugd. 1532 , in 12." cum Prognóstico etaliis. 1
Kaye , mas generalmente conocido con el nombre de Cajus , tradujo
en latín el libro del Repinten en las enfermedades agudas. El índice que
formó de sus propios escritos, dice: Ex nostra versione De Diaeta in
morbis acutis (Biographicad memoirs of medicine by John Aikin , London
1780 , p. 134. ) No se si esta traduccion se haimpreso.
De diacta acutorum latine cum (ialeni comment. et Galeni de semine, lib.
2.° Basil. 153a infoK Cat. bibl. Bun. 1 , p. 93.-Bas-1542 , in 8.° 1543 , in
8? Ras.-155l,in fol.-Housset. Lugd. 1565, in- 12.° cum Jo. Martini adnot.
Liber de dista acutorum latiue, ed. Nic. Lavacluo, Flor , 1513, in-V-*
Anton. Mus. Brasavoli in libro de victus ratione in morbis acutis Hippo-
cratis et Galeni commentaria et annotationes , Venet 1546. Post textum
ab. A. M. Brassavolo latinitate donatum leguntur ' Musas comentan!..
Dein Galeni Commentarius sequitur Jo. Vasoeo interprete, et denique in
hunc commentarium A. M. Brassavoli copiosVssima enarratio.
De diaeta acutorum Paulo Juliario interprete . Veron. 1542, in 8.° Gunz.
Hier. Thriver. Brachelii. comm. Lugd.ap. Beringos, 1552in.8° Gunz.
—Lugd. ap. haeredes Jac. Juntae. 1552 in8.° Gunz.
Liber de diaeta in acutis , latine , Jo. Yassaeo intérprete, cum annota-
tionibus JO. Molini. dug. 156S, in-12.°
Fr. Vallesu commkntariis in lirrum de Victus raiione in morbis
aeuiis Augustas Taurinorum , 1590 iu-8.°
Híer. Mercurialis Comm. in Hippocratis Prognos. Prorrhet. De victus
ratione in morbis acutis, et Epid. historias , Franc 1602, in-fol.
Jo. Reurnii Cemm. in Hippocr. de victus ratione in morbis acutis libri IV.
Edidit postl mortem auctoris ejus Blius Otiho Heurnius. L. B. 1609, in 4.°
In magni Hippocratis librum de humoribus purgandis et in librum de
diaeta acutorum Ludovici Dureti Segusiani, doctoris medici parisiensis
et profesoris regií comentarií interpretatione et enarratione insignes. Ad-
jecta est sub finem accurata constttutionis primee libri 2. Epidemion
ejusdem au«toris interpretatio (cura PL Girardet.) Paris 1631, in 8.°—Pa
rís, 1639-, in-8.*
Hieron. Cardani comment. in librum: de Diaeta in acutis morbis exs-
tant in Oper. omn. t. X. Lugd.. 1663, fol..
De victu febricitantium dissertatio auctore JosephoAntonio Pujati Sa-
ciliensi in Patavino Gymnasio praxeos medicas- ordinariae p. p.p. Putavii,
1715 in-4.° Esta disertacion está principalmente consagrada á la esencia
de la doctrinar hipocrática.
Hippocratis Coi de- humoribus purgandis liber et de diaíta acutorum
libri tres cum comentariis integris Lud. Dureti. Accesit constitutio prima
libri II, Epidemiom cum ejusdem auctoris interpretatione. Pt. Girardetus
primum in lucem protulitr recensuit, enmendavit notas, adjicit Just.
Godofr. Gunz. Lipsiae 1744 in-8-°—Lipsiae 1745. in-8.°
Hippokrates von der Lebensordnnng in hisigen Krankheiten , aus
den Griechischen , Altenb. 1772 in 8! Opus, dit AcRermann studiosisi-
me elaboratum- cum uotis doctisimis in quibus praesertim medicaaifO.ta
-202^
anliqua Hippocratis ilustratum, autore Jo Fr. Ca. Grjmnio yersiouis ope-
rum Hippocratis.
Chrestomathia hippoGritica. Edidit atque prafatus est C. Pruys Van
der-Hoeven , Haga comitis , 1824. in-12. Este volumen contiene frag
mentos de las Prenociones de Coo , de los Pronósticos , del primero y
tercer libro de las^Enfermedades agudas, y de los Aforismos.

Ademas de la edicion de nuestro Valles enTurin, deque da noticia


el autor, hay otra en Alcala , año de 1569.
Tomas Rodríguez de Veiga tiene tambien dos ediciones de este trata
do publicadas en Leon en los años de 1586 y 1594 : y Bonafon, en su
Compendio de la doctrina de Hipócratet, sepeupó tambien de este trai
tado.
—203-

DE REGIMEN

ES LAS ENFERMEDADES AGUDAS,

f? ^os que compusieron el libro titulado Stntencias Cni dianas des-


j^^^cribieron con exactitud lo qoe padecen los enfermos en cad a
afeccion y el modo como algunas de estas se verifican, lo cual tambien
haria el menos instruido en los principios de la ciencia, procurando infor
marse cuidadosamente de los mismos enfermos acerca de lo que sienten:
pero nada han dicho de las cosas que el médico debe saber sin que el en
fermo se las reflera, y cuyas acciones son con todo diversas, segun los ca
sos, teniendo algunas gran importancia para la interpretacion de los sig
nos. Asi , cuando se trata de establecer las indicaciones con arreglo á este
juicio, difiero en muchos puntos del modo de esposicion que han adoptado
los autores del referido libro ; y no solo por este motivo , sino tambien
por haber usado de muy pocos remedios : pues toda su terapéutica se re
duce, escepto en las enfermedades agudas , á la prescripcion de medica
mentos purgantes, del suero ó de la leche, segun las circunstancias. Sí
estos medicamentos fueran buenos y convenientes en las enfermedades en
que se aconsejan , serian tanto mas dignos de elogio cuanto que en pe
queño número llenarían bien su objeto : pero no sucede asi. Los autores
que despues se han ocupado en reformar dichas Sentencias han añadido
alguna cosa mas acerca de los ausllios que conviene emplear en cada ca
so. Nada que merezca la atencion han escrito los antiguos acerca M ré
—20^
gimen en las enfermedades agudas , cuya omision es harto grave. No
desconocieron algunos , sin embargo , las diferentes formas y multipli
cadas divisiones de las enfermedades ; mas, »1 querer demostrar con exac
titud las variedades de cada una , se equivocaron , pues su determinacion
no es tan facil , si se toma por principio en semejante trabajo el hacer una
especie particular de cada caso en que se presente alguna diferencia, y
el de poner un nombre distinto ácada afeccion que desde su origen no
parezca idéntica á las otras. (a) ■ ' t

(a) Reformando yo aqui el testo vulgar, con el ausilio de las citas que
á continuacion espongt, y consultando una de las ediciones de Foesio y Van-
dcr-Ljudcn, be visto que cu los iutpjesos se halla esta frase del misino mo
do, y que losautores, conformes en el testo, han verificado |a traduccion de
una manera uniforme. Durcto pone: proptereaque non eundem morbum
videri, quin idem sit nomen et appellatio; Valles , et non videri eundem.
morbum este nissi idem nomen habeant ; l'ooio , neque eundem este mor»
bum rcpclctx nui codem nomine nuncupetur; Vaseo, nullumque mor
bum evndem videri, quin idem quoque nomen habeat; Gardeil , y site
cree que las enfermedades no son las mismas sino tan designadas con el
mismo nombre; Grim , undernichl glaubl dan es dic namlichc Krank-
heit dey , tobait sie nioht den tuemli'che/i Nahmen fulert, Esta traduccion
por correcta que parezca, presenta sin embargo una dificultad, cual es la de
no poder comprender como pudo decir Hipocrates, para cai «eterizar el me
todo de sus adversarios, que una enfermedad iio les parecía la misma si no
llevaba el mismo nomine; porque, en patología, cuando se trata de estable
cer especie?, se empieza por determinar la diferencia imponiendo despues el
nombre ; y no de fijar el nombre para buscar despues la diferencia. La difi
cultad pues , es positiva. Procnremos , antes de lodo , consignar indepen
dientemente del testo el razonamiento mismo de Hipócrates. En su concepto,
no habían. elegido buen camino los Cnidiunns para la determinacion de las
especies morbificas ; buscaron diferencias , y sjempre que hallaron una,
formaron de ella una especie; y dice Hipócrates que una clasificacion esta
blecida baju esta base ni era facil de verificar, ni arreglada á un justo ra
ciocinio. Tal es el sentido del pasaje en cuestion: veamos ahora como se
aplica al testo vulgar, y á las diversas variantes que acabo de presentar
reunidas. El testo vulgar dice asi: Los Cnidianos caracterizan las especies
de una enfermedad del modo siguiente : examinan si un caso difiere d*
otro en alguna cosa, y la afeccion no parece la misma sino tiene el mismo
nombre. La correccion que ya he verificado con el auxilio del manuscrito
núm. 36 , presenta el texto en esta forma; Los Cnidianos caracterizan lat
especies de una enfermedad del modo que sigue: examinan si un caso di
fiere en algo de otro , y si la enfermedad no parece la misma, no recibe
ti mismo nombre. Me purece que el simple cotejo de estas dos traducciones
-205-
SL Mi opinion es que siempre debe usarse de la reflexion en medicina:
cuando el caso exija que se obro bien y con regularidad , no debe seguir
se otro camino; cuando deba procederse con resolucion , no convendrá
obrar con parsimonia; lo que exija detenimiento, no deberá atrepellarse,
cuando se halle indicada una operacion manual sin ocasionar mucho do
lor , debehacerse con la menor molestia posible; y asi debe procederse
en todos los demas casos , esforzándonos siempre en obrar del modo mas
conveniente. (I) Elogiare sobretodo al médico que sepa conducirse con
destreza superior á la de todos los demas , en las enfermedades agudas,
tan funestas al género humano , como son las que los antiguos conocie
ren con el nombre de pleuresía , pulmonía, phrenitis, letargo , causus y
otras afecciones analogas (II), en que la fiebre es generalmente continua.
Cuando no reina epidémicamente una enfermedad pestilencial , sino que

basta para manifestar cual espresa mejor et verdadero testo de Hipócrates,


porque la segunda no ofiecc dilicultad. Los Cnidianos buscabun las dife
rencias que presentan los casos de una misma dolencia; y, en hallándola, ha
cían de ella una especie, y la daban un nombre. Impugnando Hipócrates el
principio de este método, cuyo valor lie analizado en el Comento, pudo ana
dir (y sin dificultad se concibe ) que siguiendo todas las variedades de los
casos , «o seria posible calcular las especies. Este sentido es en el que dice
Galeno comentando este pasaje; «Los Cnidianos consideraban las variedades
de los síntomas modificados por muchas causas, pero no tenian en cuenta
la semejanza de las diatesis a que Hipócrates atendia.» He aqui demostrado
el fundamento de mi correcion, con arreglo al manuscrito n.° 36.

(I) Bonafon traduce esta última frase diciendo: debemos siempre in-
íentar lo mas perfecto , sea la que fuere la parte de Medicina que
abrazemos, »in atenernos servilmente á métodos particulares. Solamente
cito esta version con el objeto de dar mayor claridad al testo; no porque
baya diferencia alguna en el sentido.

(II) El autor dice aqui y otras enfermedades análogas que de estas


dependen: Vander-Liuden pone.... his hcercre ; que las acompañan: Calve
dice.... his similia; y nuestros Valles.... et alii morbi his proximi sun.
La traduccion de estos últimos me ¡T parecido mas exacta, segun lo queel
texto arroja de si , y por esto la he preferido en mi version.
—ÍÍOG-
las afecciones que se presentan son esporadicas y comunes, (III) muere en
tonces mayor número de personas á efecto de las agudas , que por causa
de todas las demas reunidas. El vulgo no distingue en verdad los médicos
que son mas hábiles en juzgaracerca de estas afecciones (6), y se halla mas
bien dispuesto á elogiaré vituperarlas medicaciones estraordinarias. Lo
que prueba aun de un modo mas claro que el tratamiento de dichas enfer
medades es el que el vulgo puede apreciar menos, esquelosque no son mé
dicos lo parecen justamente en lo(pje á ellas respecta : pues , en efecto, es
cosa bien facil aprender los nombres de las sustancias que se acostumbran
á usar en tales casos. Basta nombrar el cocimiento de cebada , el vino tal ó
cual , y el hidromel ; y el vulgo que observa que todos los médicos pres
criben estas cosas , opina que lo mismo lo hacen los buenos que los malos,
y se engaña , porque en esto hay entre ellos grandes diferencias.
3 Lo que sobre todo me parece digno de consignarse por escrito son las
nociones que no se enseñan al médico , -á pesar de la importancia que pa
ra él tienen , y la* prácticas que producen grande utilidad ó graves
perjuicios. Una de ellas es , por ejemplo , el que tmos administren , en las
enfermedades agudas, el cocimieuto de cebada con el grano entero cre
yendo obrar cual conviene , y que otros, por el contrario, cuiden mucho

III. Las ediciones citadas ponen non similes, como significando la idea
opuesta á la uniformidad de caracteres de las enfermedades epidémicas; y
nuestro autor, siguiendo á Galeno, adopta la espresion, mas clara en mi jui
cio, de semejantes á las afecciones que suelen reinar, quitanda la negativa
del testo, lo cual he traducido reasumiendo la espresion en 1a voz co
munes.

Qi) Esta frase tan sencilla al parren-, presenta dificultades positiva», pues
sucede que casi todos los traductores la interpretan de diverso modo: voy
á ver si puedo determinar el verdadero sentido entre todos los que estos nos
ofrecen; y en cnanto á las variantes, la misma discusion manifestará que
no tienen valor alguno, y que el testo se halla intacto. Establezcamos ante
todas cosas, por el contesto mismo, la significacion del razonamiento de Hi
pócrates: en su concepto, no sabe el vulgo distinguir los médicos buenos de
los malos en el tratamiento de las enfermedades aguda*: ol serva que los
unos y los otros prescriben en tales ocasiones la tisana de ecb ida el vino, ó
el hidromel; juzga que la practica de todos es la misma; j como la diferen
cia queentre ellos existe casi no aparece sino en este particular, no teniendo
ningun medio de juzgar bajo tal concepto, coloca á todos los médicos en
igual clase para el tratamiento de las enfermedades agudas. Pues ahora bien,
ó Hipócrates qui»o decir que el vulgo vitupera ó elogia mas el tratamiento
de evitar que el enfermo tome grano alguno creyendo que ha de hacerle
mucho mal, no administrando el cocimiento sino despues de bien colado:
otros, en fm, no quieren usarle ni colado ni sin colar ; estos no le aconse
jan hasta despues de pasado el último dia , y aquellos hasta la epoca en
que aparece la crisis. Los médicos no están acostumbrados á discutir es
tas cuestiones ; y aunque lo hiciesen, tal vez no podrían resolverlas. Es
to, sin embargo, hace que el vulgo forme de la medicina un juicio tan des
ventajoso , que llega á imaginar que no existe realmente ; porque, en Us
enfermedades agudas , difieren tanto los practicos , que reputan unos por
malo loque por otros fue aconsejado como útil y provechoso. Comparo á la
medicina, bajo este concepto, con el arte de los agoreros, en que .unos tienen
por bueno el vuelo de un pájaro si se dirige á la izquierda, ó por malo si se
inclina á la derecha , y deducen igualmente consecuencias diversas de la
inspeccion de las entrañas segun los diferentes casos , mientras otros opi
nan con las mismas cosas de un modo diametralmentc opuesto. Estoy
convencido de que la cuestion que acabo de suscitaf 'es magnifica, y
ceneesionada con todos y los mas importantes puntos del arte, por su in
fluencia en el establecimiento de los enfermos , en la conservacion de la
salud de las personas sanas, para el desarrollo de fuerzas en los sugetos
dedicados a la gimnasia, y para todo, en una palabra.

de las enfermedades que no son agudas^ ¿ quiso espresar que se porta asi con
los metodos singulares y estraordinarios, segnn los testos. Prescindamos del
sentido de Hipócrates, y veamos la opinion de los siguientes traductores: Copo
ha dicho, ita modo has modo illas curationis formas aul laudant.aul »«-
tuperanf; aliaque auxilia magis laudani et\ vituperani; Valles en
su comentaria pag. 12-, aliarumque magis curationumlaudatores ixistunt,
hoc est, quivis laudat vituperatque quam lubet curationem , nequaquam
dignoscens bonam cí mo/am ; Dureto, eoque ftt mí sine judicio allia pro-
bent remedia, alia criminenlur. Foesio y Grimm diceu casi lo mismo,
aunque de una manera no muy clara. Se ve pues tjue las trad aciones nos pre
sentan un vacío, no habiendose atrevido sus autores á separarse del texto li
teral ni á optar entre los sentidos que este sugiere, y dejando a\ lector el
trabajo de tener que estudiar la verdadera signiQcacion. Es presciso, pues,
decidirse entre los dos sentidos espuestos anteriormente. Yo creo que el se
gundo es el aceptable, y asi es como le ha entendido tambien Gardeil, que-
a mi entender es el único que ha comprendido la frase, el cual diceí este (el vul
go) se complace en elogiar 6 vituperar las curaciones estraordinarias.
Dos motivos tengo para inclinarme á esta interpretacion: la primera es la
verosimilitud intrínseca de la idea emitida aqui por Hipocrates, pues , a la
verdad, no puede concebirse como habría este de haber dicho que el vulgo
alaba ó critica con preferencia el tratamiento de las enfermedades que no
—208—
4 Detengámonospues en la consideracion del cocimiento de cebada que,
entre las sustancias alimenticias sacadas del reino vegetal , me parece ha
ber sido elegida con razon , eu el tratamiento de las enfermedades agudas.
Alabo mucho á los que hicieron de ella esta preferencia , porque el muci-
lago que contiene es atemperante, homogéneo, agradable y lubrificante;
abunda en humedad, apaga la sed, facilita las evacuaciones alvinas, si es
que lo necesitan , no tiene propiedad alguna astringente, ni causa altera
cion en la digestion , ni se hincha en el vdentre , pues en el acto de la de
coccion se entumece todo lo que naturalmente puede. Esto sentado, veamos
ahora las reglas que debe el médico seguir con respecto á aquellos pacien
tes cuya enfermedad no sea tan grave que les impida tomar el cocimiento
de dicha sustancia sin colar : no deben, por decirlo asi , pasar un dia en
tero sin tomarle, y le usarán sin interrupcion, á menos que el uso de al
guna purga obligue á suspenderle por algun tiempo. Los que acostum
bran á hacer dos comidas al dia , le tomarán igual número de veces;
mas los que se hallan habituados á no hacer mas que una comida, deberán
tomarle una sola vez á los principios, aumentando despues progresivamen
te la cantidad, si el caso lo permite, y dándosele tambien dos veces, segun la
necesidad que de ello haya. En cuanto á porcion de tisana que debe admi
nistrarse , uebe tenerse entendido que ni debe ser copiosa ni muy escasa;

son agudas, no viendo razon gue á esto le mueva. Mas se comprende facil
mente que Hipócrates dijese gue>el vulgo elogia 6 vitupera, sobre todo, los
metodos esIraordinat ios, porque, en efecto, el vulgo se bulla siempre inclma
do á obrar de tal modo. Mi primera razouescstu: la segunda se halla en el
segundo Comentario de Galeno, aunque parece á primera vista que está en
oposicion cou el parecer de Gardeil. Si se lee el texto de Galeno, t 6.■p.
3S). Ed. Bus, se verá que quiere decir; Hipócrates dice que el vulgo no dis
tingue los metodos convenientes y plausibles, sino que distingue mas los
otros ; de modo que elogia y .critica sin razon. «Aqui no podria esta «pre
sion... los otros., significar otra cosa que los métodos diferentes de los opor
tunos y plausibles, es decir , los malos; y si el vulgo supiese distinguir los
metodos malos, implícitamente se admitía que tambien sabría hacerlo coa
los buenos. Pero Galeno no pudo decir esto,, porque espresaria lo contrarío
que Hipócrates; y salvando un error que debe haber en una palabra del
testo , debe decir este de la manera que sigue : « Hipócrates dice que el
vulgo no sabe distinguir los .tratamientos convenientes y dignos de ser apro
bados, sino que mus liicu sabe distinguir los . estrao rd i natíos, de modo que
ni elogia ni vitupera con fundamento,»
Bonafou traduce este párrafo del modo siguiente: «No siendo por
lo comun el pueblo capuz de distinguir un médico bueno de otro iguo-
rante, aprueba ó condena por capricho las curaciones que ve ejecutar.*
-209
y deberá proporcionarse á la cantidad de alimentos que el enfermo acostum
bre á tomar. A fin de evitar una gran deplecion de los vasos cuando se
trate de aumentar aquella , deberá precederse con arreglo á las siguientes
observaciones: si la enfermedad presenta uu caracter decidido de seque
dad , no deberá permitirse aumento en la cantidad de tisana ; y antes de
administrarla, se deberá usar el hidromel , el vino, ó lo que convenga : ya
esplicaré lo que conviene segun los casos particulares. Mas si, por el con
trario,'la boca está húmeda, y la espectoracion es como debe , se puede
establecer por punto general que debe aumentarse la cantidad del cocimien
to; porque un humedecimiento pronto y abundante anuncia la proximidad
de las crisis , y las condiciones opuestas indican su retraso. Estas observa
ciones , en sí, son generalmente verdaderas ; -<j aun quedan otras muchas,
no menos importantes, que sirven de signos , y que en seguida voy á ma
nifestar. Cuanto mas abundantes sean las evacuaciones, tanto mas es pre
ciso aumentar la cantidad del cocimiento de cebada hasta las crisis ; y se
rá bueno continuar todavía con este régimen un par de dias despues de ve
rificada aquella , ya parezca que la enfermedad se haya juzgado el dia
quinto, el setimo ó el noveno, á fin de precaverse igualmente de las
recaidas del dia par ó del impar; al cabo de los cuales se dará por
la mañana la tisana , y por la tarde se la sustituirá por alimentos sólidos.
Tales son las reglas que, en general, deben observarse en el régimen de
las enfermedades que, desde el principio, han podido someterse al uso del
cocimiento de cebada sin colar. -De este modo cesan al momento espontá
neamente los dolores en las afecciones pleuríticas cuando empieza á esta
blecerse la espectoracion, por poco considerable que 'parezca ; las evacua
ciones se hacen mucho mas completas , se evita mejor que con otro régi
men la formacion de los empiemas, y las crisis son mas sencillas , mas
decisivas y menos espuestas á recidivas.
5 La tisana debe hacerse con la cebada de mejor calidad y lo mas bien
cocida que sea posible , á no ser que el médico se proponga simplemente
usarsu jugo(ó crema): porque, ademas de las otras virtudes de la tisana^es-
ta preparacion hace que los granos que se traguen no ocasionen daño; no se
adhiere á ninguna parte en su Vánsito, ni se detiene al pasar por los con
ductos que atraviesan el pecho. El cocimiento mejor preparado es el que
mas facilmente se traga, el que mas bien mitiga la sed, el mas digestible
y el que mas pronto cede á la accion del estómago ; cuyas cualidades son
las que debe tener. Pero si el médico no toma , por otra parte, todas las
precauciones necesarias para que !a administracion de dicha tisana llene
cumplidamente su fin, se espondrá á muchos inconvenientes .que traerán
perjuicios á el enfermo. En efecto, cuando hay astriccion de vientre,
— 210—
oí uso del cocimiento de cebada , antes de la evacuacion de los mate
riales escrementicios que se hallan detenidos , exasperará el dolor , si
existe , ó le producirá muy luego si no le hubiera habido; la respi
racion se hará mas frecuente , lo cual es un mal , porque esta frecuencia
produce scqwedad en los pulmones, y fatiga en los hipocondrios, el
hipogastrio y el diafragma. Ademas, si existe dolor de costado muy con
tinuo , que no cede á las embrocaciones, y si, en vez de presentarse ana
buena respiracion, se hace viciosa y cruda, en tales circunstancias, s>
no mitiga el médico el dolor por medio de las evacuaciones alvinas ó
la sangría , segun lo que parezca mas conveniente , y administra la li
tada , ocasionará brevemente la muerte de los enfermos. Por estas ra
zones, y otras todavía mas poderosas, los que de estos se someten al
uso del cocimiento de cebada sin colar, sucumben al sétimo dia y aun
mas pronto, acometidos unos de delirio, y sofocados otros porortof-
nea y estertor. A estos enfermos aplicaban los antiguos la denomina
cion de heridos de un golpe del cielo , (tefi ó siderati) , á causa de la ra
pidez de su muerte , y porque, despues dejverificada esta , se presentan
en el costado manchas lívidas como si hubieran recibido un golpe; lo
cual depende de acontecer el fallecimiento antes de que la afeccion se
haya resuelto. La respiracion al momento se dificulta; y haciendose esta
frecuente y precipitada, toman los esputos, como anteriormente queda
manifestado, una viscosidad sin coccion que impide el poder ser espeli-
dos. Esto ocasiona su detencion en las vias aereas, y como resultado
el estertor; y llegado este caso.es la muerte generalmente inevitable;
porque la espectoracion detenida impide, por una parte, penetrar el aire
al interior, obligándole, portotro lado, á ser espelido hácia afuera con
rapidez. De modo que «I mal ayuda al mal; los esputos detenidos pre
cipitan la respiracion , y la respiracion acelerada hace que los esputos ad
quieran viscosidad que sirve de obstáculo á su salida. No solo acontecen
estos accidentes cuando se administra la tisana antes de tiempo, sine
que aun son mayores cuando se come ó bebe cualquiera sustancia cu
yo uso sea todavía menos conveniente que el espresado cocimiento.
9 Es pues necesario tomar precauciones análogas con los enfer
mos que se hallan sometidos á el uso del cocimiento de cebada-, ya
sin colar ó bien colado; pero diferentes, en algunas ocasiones, con aque
llos á quienes no se administra la tisana en ninguna forma , hallándose
solo al uso de bebidas. Hé aqui las reglas que en general deben obser
varse en tales circunstancias: Si, inmediatamente despues de haber co
mido y no habiendo hecho aun deposicion alguna , empieza la fiebre
—211—
con doler ó sin el , deberá abstenerse el práctico de prescribir el cocimien
to de cebada sin colar hasta que juzgue que los materiales escrementicios
han bajado á la parte inferior del intestino : si esperimenta el enfermo
algun dolor, se le harán tomar bebidas como el oximiel, templado en
el invierno y frio en el verano ; y si hubiese grande alteracion , se le
prescribirá el hidromel y agua. Mas adelante , si aun el dolor se hace
sentir ó se presenta algun síntoma temible , se administrará la tisana,
que deberá ser clara y en pequeña cantidad ; y aun esto , siendo el su-
geto robusto, y ^despues del setimo dia. (rf) Por el contrario , en el
caso en que, despues de haber comido el enfermo', no descienden los
materiales alimenticios, se le purgará , si es jóven y de buena com
plexion; (IV) y si es mas débil, se le aplicará un supositorio, á no
ser que el vientre se mueva espontáneamente y con abundancia. Hay
al principio, y en todo el curso de Ma enfermedad , una época á la cual
es preciso atender para administrar el cocimiento de cebada sin colar :
cuando se hallan los pies frios , deberá suspenderse el uso de la ti
sana y sobre todo de las bebidas ; pero cuando el calor baja á los
pies, entonces es el tiempo de-ia administracion del cocimiento: debien
do estar seguros de que si la eleccion de 'esta oportunidad es de gran
de importancia en todas las enfermedades , lo es sobre todo en las
agudas, y tanto mas cuanto son mas febriles y peligrosas. Resta ahora
establecer algunos preceptos para el uso de la tisana colada : primera
mente se la prescribe sola, para llegar despues á la tisana sin colar,
teniendo mucha atencion con los signos arriba mencionados.
7 Por egemplo , en el ¿olor de costado , ya aparezca desde el
principio ó bien sobrevenga despues, convendrá usar desde luego fo
mentaciones con el objeto de aplacarle. El mejor modo de hacerlas es
con agua caliente puesta en una odre , en una vegiga , ó en una va
sija metálica ó de tierra cocida , cuidando de interponer un cuerpo

(rf) Las ediciones ponen ademas del dia setimo ol noveno: el manus
crito 2253 suprime este último, cuya supresion habia yo atribuido á error
de algun copiante: mas viendo que Galeno* habla siempre, en su Comenta
rio á este pasage, como si Hipocrates solo hubiese hecho mencion del setimo
dia , me he persuadido de que el indicado manuscrito ha conservado el testo
verdadero.

(IV.) Otras ediciones ponen en vez de. se le purgará , se le pon-


drá una lavativa.
—212—
blando para que su contacto no ocasione incomodidad. Tambien es bueno
aplicar una esponja grande y fma , empapada en agua caliente y es-
primilla. De cualquiera especie de fomentacion que se use , convie
ne cubrirla con un lienzo, ya para que el calor se conserve por mas
tiempo, como tambien con el fin de que el vapor no moleste al enfer
mo en el acto de la respiracion, á no ser que la inspiracion de este
vapor sea conveniente , porque hay casos en que lo es. Tambien pue
den aplicarse almohadillas rellenas de cebada ó algarroba hervidas en
agua mezclada con vinagre en porcion mayor de la que se pondría para
beber, y puede tambien usarse el salvado en la misma forma. En cuanto
á las embrocaciones secas, la preferible es de sal y mijo tostados y pues
tos en saquillos de lana; porque este último es laxativo y emoliente:
con esta fomentacion se calman los dolores , aun aquellos que se es
tienden hasta la clavicula , siendo asi que la sangría no es tan eficaz;
á no ser que el punto doloroso se fije hácia las clavículas. Pero si las
aplicaciones calientes no mitigan el dolor, es preciso no insistir por
mucho tiempo en su uso, porque ocasionan el efecto de secar el pul
mon y favorecer la supuracion. Cuando- el dolor se manifiesta hácia la
clavícula, ó se hace sentir peso- en el brazo, ó al rededor de la ma
ma, ó encima del diafragma , es preciso abrir la vena interna que se
halla en el pliegue de la articulacion del codo, y hacer salir una gran
cantidad de sangre, hasta que se presente este líquido mucho mas rojo,
ó que, en lugar de afectar un color vivo, le ofrezca oscuro, pues ambas
cosas sucede». Mas en los casos en que por el contrario se limita
el dolor á las regiones sub-diafragmáticas , y no se estiende hácia las
clavículas, se deben escitar evacuaciones alvinas con el eleboro negro.
(helleborut orientalis , Linneo ; helleborut officinali* , Salisb.) , 6 con
el euforbio (euphorbia peplus , Linneo), á los cuales debe añadirse: á
el eleboro negro , el dauco crético ( aíhamanta crelensis de Lin. )
el seseli de Creía ( tordylium officinale. Lin. ) el comino ( cuminum
cymilum de Lin.), el anis (pimpinella anisum del mismo) 6 alguna
otra planta odorífera ; y al euforbio , el jugo del asafetida : porque
estas sustancias mezcladas entre si tienen grande analogía de accion.
El eleboro produce mejores evacuaciones y mas útiles para las cri
sis que el euforbio; y este último, á su vez, es mas ventajoso pa
ra espeler los gases: ambos calman siempre el dolor; y aunque hay
otros varios purgantes que gozan de la misma propiedad , los mas
eficaces de todos son los dos que quedan mencionados. Debemos ad
vertir que los purgantes pueden incorporarse al cocimiento de ceba
-213-
da sin colar; mas, para hacerlo asi, es preciso que no sean muy
incómodos por su amargura ú otro mal gusto , por su cantidad , su
color, ó, en una palabra, por otra cualidad cualquiera que repugne ai
enfermo. Inmediatamente despues de administrado el purgante , se dará
la tisana completa, ó sin colar, casi en la misma cantidad <pie la acostum
brada; mas es conveniente suspender su uso mientras aquel esté obrando,
Luego que su efecto ha dejado ya de sentirse , deberá el enfermo to
mar una dosis del cocimiento de cebada menor que la habitualmente
usada, despues de lo cual, es preciso ir progresivamente aumentando
la cantidad de este , si el dolor ha desaparecido y no se presenta
otra nueva contraindicacion. Estas reglas deben hacerse estensivas á
los casos en que conviene el cocimiento sin colar, en los cuales deben
igualmente adoptarse estos medios preparatorios , sangría y purga , de
que he hablado: porque yo establezco por punto general que es me
jor usar desde el principio un cocimiento, colado ó sin colar, que
administrarle al cuarto, quinto, sesto ó sétimo dia despues de una dieta
rigurosa, á no ser que se anticipe la crisis de la enfermedad.
8. Tales son, en mi concepta, las reglas que deben tenerse en cuen*
ta para la administracion del cooimiento de cebada colado ó sin; colar; y
en cuanto á las bebidas , de que trataré, cualquiera que sea la que se use,
deberán guardarse tambien estos preceptos. Yo bien sé que los médi
cos hacen realmente lo contrario de lo que debieran; pues se propo
nen estenuar al enfermo en el principio con una dieta absoluta obser
vada por espacio de dos, tres, ó mas dias, permitiendole despues el
uso de cocimientos y bebidas (IV) ; presumiendo tal vez, que, habiendo
esperimentado el cuerpo un gran trastorno, es preciso oponerle otro qne
le sea contrario. El producir un cambio es indudablemente no poco ven
tajoso; mas es preciso hacerlo de un modo seguro y oportuno, y sobre
todo saber dirigir bien el plan dietetico , despues de verificado. Los que
mas daño esperimentarán de una mudanza intempestiva serán los en
fermos que se sometan á el uso del cocimiento de cebada sin colar des-»
pues de una abstinencia completa; tambien resultarán males á los que
tomen simplemente la tisana colada en las mismas circunstancias; y
en fin , la sola administracion de bebidas bastará para ocasionar per
juicios ; mas esta será la menos desventajosa.

IV Aqui esta claro que con la voz cocimiento! quiso Hipócrates espre
sar líquidos nutritivos, y con la de bebidas los de otras clases.
28
—214—
9. Para instruirse bien en esta materia, es necesario observar el
régimen que es útiil á los hombres en su estado de salud ; porque , si
al ó cual alimentacion ofrece grandes diferencias, aun en las personas sanas,
bajo diversas circunstancias, y sobre todo por los cambios que origina, como
no ha de presentarlas en las enfermedades, y con mas razon en las agu
das? En el estado de salud , debe tenersoentendido, que el uso constante y
regular de alimentos y bebidas de buena calidad es generalmente mas pro
vechoso que el verificar en el régimen un cambio grande y repentino (e). En
efecto , ya se halle establecida la costumbre de hacer una ó bien dos
comidas al dia, los cambios repentinos ocasionan siempre incomodida
des y dolores. Supongamos que un hombre, no acostumbrado á almor
zar, se pone á la mesa á la hora del desayuno: al momento siente
molestia- , pesadez de cuerpo , flogedad y poca disposicion para el tra
bajo;. y, si hallándose em tal estado se pone á comer, esperimenta
eructos agrios, y algunas veces sobreviene diarrea; porquelas vías di
gestivas se hallan sobrecargadas de un peso estraordmario, hallándo
se , como se hallaban , acostumbradas á tener un largo intervalo de
secura,. á no recibir dos veces el peso de los alimentos, ni á emplear
un doble trabajo de coccion.. En este caso, para contrabalancear el cam
bio esperimentado en el régimen alimenticio , conviene dormir acostán-
■e despues de la comida lo mismo que por la noche ([) ; es decir , pontéa

le) Las ediciones ponen el final de este párrafo diciendo,, «que es me


nos provechoso el tránsito repentino de on mal régimen ó otro mejor.' Apo
yado en la autoridad del manuscrito 2253, he variado esta version supri
miendo la idea de mejor. El Comentario de Galeno dice solamente que la
trase de Hipócrates significa que los cambios repentinos son perjudiciales á
'as personas sanas, sin que se refiera á régimen malo ó mejor ,, cuya idea
no puede en manera alguna relacionarse con el párrafo que sigue, porque
m es mejor ni peor que un sugeto se acostumbre á hacer una ó dos comi
das al- dia. Galeno entiende que solamente se trata aqui de mudanzas de ré
gunen en general, y no de cambios en otros mejores, de los que Hipócra
tes habla mas adclaute. Sin duda ha sido esta adicion hecha por algun mal
corrector.

[f) Galeno- hace notar aqui que la mayor parte de los comentadores
entendian que Hipócrates habia querido espresar qne era preciso dormir
despues de la comida del mediodia, lo que reputa por un error, manifes
tando que, segun el contesto del párrafo, el sueño se refiere al desayuno.
—215—
dose abrigado en el invierno, y resguardado del calor en el verano.
Si no pudiera dormirse, es necesario dar ur> paseo largo, sin agitarse
ni detenerse; no se deberá corner, y si se come, será poco y sus
tancias muy digestibles , ni tampoco beber, y menos agua. En tales
circunstancias serán mucho mayores aun las molestias, si .comiese tres
veces al dia hasta la saciedad; y todavía serán mas considerables, si
lo hiciese con mas frecuencia; hay sin embargo muchas personas , á quie?
nes tres abundantes comidas diariamente no ocasionan incomodidad algu
na; mas es porque se hallan habituadas á,este régimen. Por otra parte,
los que estan acostumbrados á hacer al dia dos comidas , si dejan de to
mar el desayuno, sé ponen débiles, lánguidos y poco dispuestos al tra
bajo; esperimentan incomodidad en el estómago y tirantez en las vis
ceras; la orina se pone cálida y encendida,. y las deposiciones to
man igual aspecto; algunos tienen gusto amargo de boca; los ojos
se les hunden en las órbitas; las sienes les golpean; tas .estremida-
des se les enfrian ; y la mayor parte de los que omiten esta costum
bre no ¡tienen apetito á la hora de comer, y si comen, sufren peso
en e| estómago, y tienen el sueño mucho mas agitado que si hubie
ran almorzado como tenían de costumbre. Sobreviniendo, pues, tales
accidentes en el mejor estado de salud, por una alteracion del régi
men, en el corto tiempo de medio dia, es evidente que , en ol de en
fermedad, no deben hacerse, ni en mas ni en menos, los cambios que
los médicos ejecutan (j). Puesto que ros sugetos que dejan de almor-

■ Por consiguiente , dice , una de dos : ó es necesario corregir le leccion vul-


* gar como viciosa , ó, de admitirla, es preciso enteuder la frase de este
S modo : dormir despues del desayuno , como se tuviese costumbre de hacer
» despues de la comida del mediodia , es decir , como antes de pasar la
* noche. »

(g) El último miembro de este párrafo se ha entendido de diverso modo


por los traductores modernos y Galeno. Los primeros han referido su sen
tido á las personas sanas , entendiendo que, eo razon á lo que se acaba de
manifestar, es preciso no alterar su regimen ni en mas ni eu menos. Segu
ramente este sentido es el que á primera vista aparece ; mas tiene el incon
veniente de no ser exacto con respecto al razonamiento de Hipócrates, que
en esta ocasion arguye constantemente á Jortiori; del estado de salud al de
enfermedad. Galeno refiere á los enfermos este miembro , cuyo sentido se
—216—
zar contra su costumbre, y pasan asi un dia sin tomar nada, espe-
rimentan , si comen luego como siempre, pesadez despues de haber co
mido, es claro que será esta mucho mayor, si, halláudose desazonados
y débiles por el espresado motivo, comen mas de lo acostumbrado; y
si á este esceso precediese una abstinencia todavía mas prolongada, tam
bien será proporcionalmente mas considerable la sensacion de peso que
el estómago esperimente (h). Cualquiera que se halle en el caso de ha-

balla enteramente conforme con et razonamiento de Hipócrates, j el único


obslácul o que encuentra es la falta de la palabra enfermos ; mas prueba, en
o Comentario , que los comentadores antiguos lo entendian tambien coa re
lacion al cambio en mas ó en menos que prescribían los médicos comba
tidos por Hipócrates.

(ft) Como en este párrafo be introducido alguna variacion en el testo


vulgar, cambiando de lugar un miembro de una frase y añadiendo otro com
pleto, sin la autoridad de los manuscritos, voy á manifestar los motivos eu
que me he fundado. El testo vulgar dice : « Puesto que los sugetos que de
jan de almorzar, contra su costumbre, y pasan asi un dia entero sin lo
mar nada, esperimentan , si luego comen como siempre, pesadez despues
de comer, es natural que, si en tales circunstancias se hallaban desazona
dos y débiles , esperúnenten mucho mayor peso. » Esto me parece ininteligi
ble : porque , habiéndose dicho anteriormente que los sugetos que omiten el
desayuno contra su costumbre , si comen al mediodia , sienten peso en el es
tómago, y no esponiendo al presente ninguna circunstancia nneva, parece
que se hace en este párrafo una repeticion ociosa üe lo que se acaba de es-
piesar : mas, prosiguiendo un poco mas adelante, se nota, si bien se exami-
aa que tal repeticion no se hace su perlina.
En efecto, la adicion que en este párrafo se hace de que ..... esperi-
mentara el estómago un peso mucho mayor % no puede comprenderse, si las
circunstancias del egemplo propuesto por Hipócrates permanecen las mismas ; y
esto prueba forzosamente que aqui habia añadido Hipócrates alguna nueva
condicion á su egemplo , que ha desaparecido en el testo vulgar, habiendo
dejado la frase en la obscuridad mas grande. Si consultamos la straducciones,
veremos que sus autores no han podido dedueir un sentido plausible de un
testo que se halla completamente mutilado. Durelo diee: Ergo si hic , qui
temel, nec tuo more, pastum inivit , exhausto per totum diem corpore, tan-
tum in cana cibi adlubcat , quantum consuevit, si cum inpransui laborabat
languidusque trat, cantatas autem corporis gravitote opprimebatur , multo
etiam gravius a/fici par eit. Yo no puedo comprender esta latio: por que
multo. gravius? Las traducciones de Foesio, Gardeil y Grimnv, no se hallan
mas claras que las de Dureto. Resulta, pues, que por el estudio del testo
—217—
ber omitido el desayuno, quebrantando su costumbre, conviene que
contrabalanceeen este dia los efectos de tal omision, es decir, que evi
te el frio, el calor y el cansancio, porque todo le será dificilmente so
portable: debe comer mucho menos que de ordinario, y no alimen
tos secos , sino sustancias húmedas ; no beber Ilíquidos acuosos , y
mucho menos en mayor cantidad proporcional que los alimentos
sólidos; y al siguiente dia comerá con sobriedad, á fin de volver gra
duadamente á su régimen ordinario. Los sugetos que tienen redun
dancia de bilis amarga en la parte superior de sus vias digestivas

vulgar no puede deducirse el sentido verdadero , y que esta imposibilidad


ha hecho esteriles los esfuerzos de los traductores. Las variantes de los
manuscritos, por otra p rte , no arrojan ninguna luz sobre este part írular
he pesado 3u valor con el mayor cuidado , y no he halladlo nada que pueda
aclarar la alteracion del testo y el modo de corregirlo. Con todo, ninguna
de estas circunstancias seria bastante para abonar La licencia que me he to
mado y y hubiera faltado á todas las reglas de crítica que me he propuesto,
si en esto solo hubiera apoyado mi temeridad: mas afortunadamente el Co
mentario de Galeno ha venido en mi ausilio, y su autoridad me ha puesto
en estado de restaurar con una completa certeza, sino el mismo testo, al
menos el sentido de este pasage. Dice este célebre Comentador : • He' aquí
lo que Hipócrates entiende: Si el que habiendo dejado de tomar el deta-
juno , cenando despues menos de lo acostumbrado- , esperimenta pesadez
durante la noche, el que cene mas de la ordinario sufrirá mucho mayor
peto. •
Este Comentario tiene tanta precision que nada deja que desear, quedan
do ya aclarado el pasage á que nos referimos. Examinemos pues ahora el
testo vulgar, con el ausilio de esta aclaracion. Tan luego como me entere
de ella , no tardó en ocurrirme lo que ya antes habia sospechado , que es la
dislocacion de la frase si comen mas de lo acostumbrado. En efecto, Hipó
crates dijo unas líneas mas arriba, que aquellos que dejan de almorzar se
gun costumbre, esperimentan , si comen luego, peso el estómago ; y al pre
sente dice; puesto que los sugetos que dejan de almorzar, contra su costum
bre , esperimentan , si luego comen como siempre , pesadez despues de ha
ber comido], volviendo á tomar su ejemplo para ir mas adelante y esten
der mas allá los resultados de su comparacion. Esto resalta a primera vista;
y siendo, por otra parte, cierto el comentario de Galeno, é incierto el tes
to vulgar del pasage que disentimos, la regla de eritica erige aquí que el
testo se acomode al comentario: con lo cual queda justificada la variacion
que hecho, en virtud de esta necesaria conformidad, con la menor modifi
cacion posible del testo, tai como nos ha sido remitido por los copiantes de
los manuscritos, asi como tambien la adicion de las palabras que en él fal»
•218—
toleran estas irregularidades con mncho mayor trabajo; al contrario Je lo
que sucede á aquellos en quienes la pituita es la preponderante, que
en general soportan mejor la abstinencia , de modo que sm una gran
molestia quebrantan la costumbre de almorzar. En resumen , todo es
to prueba suficientemente que los grandes cambios en lo relativo d la
naturaleza y constitucion de nuestro cuerpo son las causas morbificas
mas activas ; y con mucha mas razon debemos de abstenernos , en las
enfermedades, tanto de una rigorosa dieta fuera de tiempo, como de
la administracion de sustancias alimenticias durante el estado de agu*
deza ó inflamacion: no conviene hacer, en una palabra , oambio alguno
repentino y completo, ni en uno ni en otro séntido.
10. Aun podrían citarse otras muchas observaciones análogas,
relativas á los órganos digestivos, como la <le que algunos soportan bien
el uso de alimentos y bebidas que no son de muy buena calidad,
pero á la9 cuales estan acostumbrados, y que no toleran otros el de
sustancias á que no se hallan habituados, aunque su calidad no sea
mala, gi ítratásemos de los njal'ts efectos que ocasionan las infraccio
nes^ del régimen alimenticio establecido, coma el abuso de la carne , el

tan , correspondientes á la frase de Galeno.... el que cene mas de lo ordi


nario.
Mr. Littré espone luego otras variaciones que en el testo griego ha intro
ducido, conforme tambien con el comentario de Galeno, y concluye esta
nota diciendo: Habiendo reformado, por último, segun el comentario de
Galeno-, un testo ininteligible, estoy seguro de presentar aquí al lector el
pensamiento de Hipócrates, si no con sus mismas palabras í y creo que vale
algo el poder restituir con certeia el sentido de un pasage , cuya primitiva
redaccion uo tiene la crítioa medio alguno de poder hallar. ( * )

( * ) En honor de nuestro celebre Valles debo consignar aquí , <roe al


llegar este insigne medico español al pasage de la aclaracion de Mr. Littré,
en la pág. 69 de su obra Commentaria t'n librum Hipp. de. vietus ratione,
dice á propósito de la frase multo magia gravarii uVidentur hic deesse
vvoculce aliquot ad perfeciam orationem; mihi videtur suplendum, *t
Vtanarit lautius.» Quede pues sabido que ya este celebre comentador «&-
Íiuso en su tiempo el vaoío que Mr. Littré ha reparado, dejando tambien
ndicado el mismo modo de suplirle de que este se ha valido.
{Nata del Editor.)
—219—
de los ajos, del tallo y jugo del asafetida (V), ó de otras usstancias
de la misma naturaleza, que se hallan dotadas de propiedades acti
vas, nos causaría menos estrañeza el que , mas bien que otra cosa, re
sultasen de su uso grandes perjuicios para los órganos digestivos, Ob
servemos las alteraciones que produce la masa de harina de cebada,
como plenitud, desarrollo de gases, y retortijones de vientre, en
aquellos que no se hallan acostumbrados á su uso , y cuanto peso y
tension en el estómago ocasiona el pan en los sugetos que le comen,
hallándose habituados á la masa de cebada. El pan mismo , si se co
me caliente, causa sed y un empacho repentino, por efecto de »"s
cualidades desecantes y la dificultad con que atraviesa las vías diges
tivas ; y son diversos tambien los resultados, si, faltando á la cos
tumbre, se come pan de harina bien ó mal molida, masa de cebada
seca, húmeda ó viscosa, reciente ó añeja, ó cuando se cambia re
pentinamente el uso de beber vino ó agua , y aun el de beber vino
mezclado con agua , ó vino puro. Estos cambios producen necesariamen.
te , ó abundancia de humores en las partes superiores de las cavida
des digestivas y gases en las inferiores, ó latidos delas venas, pe
sadez de cabeza y sed. Bastaría el simple cambio de im vino blanco
por otro tinto , ó vice versa , aunque fueran ambos igualmente fuer
tes, para ocasionar grandes trastornos en la economía ; y con mucha
mas razon no debe admirarnos que la mudanza de un vino flojo en
otro fuerte, ó de uno fuerte en otro debil, dé lugar á semejante*
resultados.
11. Confesemos ahora, sin embargo, que debe decirse en favor
del razonamiento de mis adversarios, que se ha verificado el cambio
de régimen, en los casos que acabo de esponer, sin. que el cuerpo,

(V) Las ediciones ponen silphium, voz anticuad» que se usaba por al
gunos, en tiempos remolos, para significar el tullo del Laserpilic, asi como
á su raiz dieron el nombre de Magydaris y á las hojas el de Maspeton,
segun dice Dioscorides. El Doctor Laguna , que tradujo e§ta obra en el año
1570, diee en una, nota pág. 526, que los árabes llamaron á esta planta
Anividen , y al Laser , que es su licor , as*a, que dividieron en dos es
pecies , u»i olorosa y otra hedionda, por imitar ú Dioscorides, que tambien
lo hizo asi, llamando al mejor cyrenaieo , por veuir de Cyrene, y al peor
medico y siriaco , porque procedia de Media y de Siria. Laguna creyó
que el primero era el beujui, y el segundo el asafetida
-220-
en cnanto & su fuerza ó debilidad, presentase alteracion notable que
fuese preciso remediar con el aumento ó diminucion de sustancias alU
menticlas; es cierto: mas con todo, siempre que sea necesario esta«
blecer un cambio de esta clase, debe tenerse muy presente el estado
de las fuerzas del enfermo , el carácter del mal , la constitucion y el
régimen habitual , no solo en lo relativo á los alimentos sino tam
bien en cuanto á las bebidas. Debemos, no obstante, hallarnos siempre
mas dispuestos á disminuir que á aumentar la cantidad de estos, pues
aun la dieta absoluta es de la mayor utilidad , en los casos en que
se halle el enfermo en disposicion de sostenerse hasta la época en
que , llegada la enfermedad á su máximum , haya sufrido la coc
cion : ya espondré las circunstancias en que deberá seguirse esta re-i
gla. Aun podrían citarse otros muchos ejemplos tomados del estado
de salud, yj aplicables á mi objeto por analogía; mas hé aqui una
prueba de mayor valor, puesto que, en vez de aplicarse por analogía
á la cuestion de que me ocupo, es argumento directo y decisivo, por
ser ella misma el sugeto de la controversia. Al principio de las eufer-
dajes agudas, sucede que algunos toman alimentos el mismo dia en
que la afeccion ha comenzado; otros al dia siguiente; estos comen lo
primero que les presentan, y aun toman, en fin, el cyceon mismo (pre
paracion de consistencia de papilla , hecha comunmente con vino, ha
rina de cebada tostada, miel y leche cuajada). Cualquier otro régimen
hubiera sido mejor que este: mas ucoh todo, menos daños resultarían
de un esceso cometido á esta época de la enfermedad , que si , des
pues de haber sufrido una rigorosa abstinencia por espacio de los dos
ó tres primeros dias , empezasen á tomar alimentos al cuarto , y aun
al quinto ; y los perjuicios serían todavía mucho mayores, si, habien
dose prolongado la abstinencia hasta el coarto <S quinto <i|a, empeza
sen á comer en seguida , antes de que terminase la coccion de la enfer-
-medad. Seguramente, tales errores en el regimen ocasionan la muerte
¿ la mayor parte de los enfermos , á no ser en los casos en que la
afeccion es muy benigna; pero las faltasen el principio no son tan| ir
reparables, sino que se remedian, por el contrario, con mayor facili
dad. Lo que acabo de esponer es, pues, á mi modo de pensar, la
prueba, mas convincente de que no debe privarse ,; al principio , de tal
ó cual sustancia alimenticia á los enfermos que deben usarlas mpj
pronto; y arguye una crasa ignorancia, por una parle, en los mé
dicos que prescriben la tisana entera , sin saber los perniciosos, efectos
(le su uso Inmediatamente despues de una completa abstinencia de dos,
—221—
tres 6 mas dias, y por otro lado, en los que ordenan el jugo <J« //.sa
no (ó etema) , sin saber tampoco los males que reporta su uso tomán
dola sin discrecion. Lo que saben (y procuran tambien evitar) es que
se causan graves accidentes, si, antes de la crisis de la enferme
dad , se administra la tisana entera á los enfermos sometidos hasta en
tonces , con razon , al uso del jugo de cebada. Todo esto prueba
claramente que los médicos no dirigen con acierto el régimen' de los
enfermos: en las afecciones en que no es preciso someterles á una
dieta absoluta, porque han de empezar muy pronto á tomar tisana, los
ponen á una abstinencia completa; y en las dolencias en que no convie
ne pasar de esta privacion al uso de las tisanas, aconsejan este cam
bio; y cabalmente suelen hacerlo, el mayor ntimero de veces, en la
época en que convendría suspender el uso de la tisana , si la estuvie-
rán tomando, como por ejemplo, en los casos en que acontece una exa
cerbacion del mal. Algunas veces este error es causa de que se ar
rebaten los humores biliosos crudos á la cabeza y á las regiones del
pecho; se apoderan de los enfermos insomnios que perturban la coc
cion de la dolencia, se ponen los pacientes tristes é ' irritables , les
acomete el delirio, sus ojos se ponen brillantes, les zumban los oí
dos, las estremidades se les enfrian , la orina se presenta cruda, los
esputos sin consistencia, salados, y levemente teñidos de un color sin
mezcla; se empapa el cuello de sudor; la agitacion es estremada; la
respiracion, embarazada en la espiracion, se haco frecuente ó muy gran-,
de; un siniestro fruncimiento aproxima sus cejas; sobrevienen desma
yos funestos; levanta el enfermo las cubiertas dela cama que le pesan
sobre el pocho, sus manos se ponen temblonas, y á veces se pone
agitado el labio inferior con movimientos convulsivos. Todos estos sín
tomas , presentados en el crecimiento de las enfermedades , indican
un delirio violento que termina casi siempre con la muerte; y los pa
cientes que sobreviven, deben tan feliz desenlace al saludable efecto
de un absceso, de una hemorragia nasal, ó de una espectoracion de pus
espeso, sin que haya para ellos otro medio de salvacion. No veo que
Ios médicos tengan la sagacidad suficiente para distinguir en las en
fermedades , las diversas especies de debilidad , segun que procedan
de inanicion de los vasos 6 de alguna irritacion debilitante, de algun
dolor ó de la agudeza del mal , ó bien de las afecciones y diversas
formas que producen en cada uno de nosotros un temperamento y cons
titucion! particular; y, sin embargo , la ignorancia ó conocimiento de
todas estas cosas, redunda en la muerte 6 salud delos enfermos. Induda
39
-222-
blemente, en los casos en que la debilidad es el resultado del do
lor y de la agudeza de la afeccion , se ocasiona el mayor daño hacien
do tomar bebidas en abundancia, tisana, ó alimeatos, en concepto de
que es aquella producto de la vacuidad do los vasos ; pero tambien es
vergonzoso no conocer que un enfermo está débil por inanicion, y
agravar su estado con la dieta. Este error es peligroso, si bien no de
tanta trascendencia como el anterior, pero es mas ridiculo: pues en
efecto, si llega otro médico, ó, cualquier estraño á la ciencia, y en
terado de lo que sucede le aconseja que coma y beba lo que su mé
dico le habia prohibido , le producirá un alivio manifiesto. Semejan
tes casos son los qne acarrean á los prácticos la crítica del vulgo; por
que parece que los consejos de aquellos son los que han dado la vida
at enfermo. En otro lugar espondré los signos, por los cuales deben
distinguirse estas diversas circunstancias.
12. Al' tenor de los ejemplos espuestos relativamente á los orga
nos digestivos , pueden citarse los siguientes : si se reposa mucho mas
de fo. acostumbrado , no se aumentarán las fuerzas ; y si , despues de
haber tenido prolongado descanso, entra el cuerpo repentinamente en
ejercicio, se cometerá un error palpable. Con cada una de las partes
del cuerpo sucede otro tanto: seria, en realidad, una falta de régi
men , hacer que los pies ú otros miembros acostumbrados á la inac
cion, entrasen de repente en ejercicio; y lo mismo sucede respecto á
los dientes, los ojos, y á ktodb el cuerpo, en una palabra. Una cama
mas, blanda ó mas dura que lo acostumbrado causa mal estar; y si
se duerme al raso, sin estar habituado á ello, se pone el cuerpo rígi
do.. Convendrá que citemos algunos ejemplos: supongamos un hombre
que tenga en una pierna una herida ni muy grave, ni tampoco muy
sencilla , y cuya constitucion ademas, ni favorezca ni ponga obstáculo
á la cicatrizacion: si desde el primer dia se pone en cama y se cui
da , y no mueve la pierna , estará mas exento de inflamacion y se
curará mucho mas pronto que si hubiera hecho el mas pequeño ejerci
cio; pero si al contrario, se empeña en levantarse y empieza á andar
al quinto ó sesto día, y aun mas adelante, esperimentará mayores
daños que si hubiera andado algo en todo el curso dfe- la curacion : y
por ultimo, si, en cualquiera de los dias indicados, hace un grande
ejercicio, sufrirá mucho mas que su, en el mismo caso, hubiera es
tado andando en todo el tiempo de la asistencia. El conjunto de estos
ejemplos contribuye unanimemente á probar que todo cambio repentino,
en mas ó en menos, separado de la costumbre establecida, es perjudi
—223-
cial: que asi como, en el cuerpo entero, el tránsito repentino de un
reposo absoluto á un eje cicip escesivo es mucho mas dañoso que el
el cambio contrario, del mismo modo, en los órganos digestivos, se
ocasionarán padecimientos mucho mayores tomando una cantidad consi
derable de alimentos despues de una prolongada abstinencia, que pa
sando de una abundante alimentacion á la dieta (tj. Si en .el cambio

(i) Habiendo cambiado la puntuacion ¿e fisiQ frasp y gA misma tiempo


el sentido , roe bailo en el caso de tener ,<ju# d^ir al lector satisfaccion cum
plida de ello. El testo vulgar se halla jen Ja misma forma que las Induccio
nes que de c'l se lian sacado , y es como signe; Foesio ;; «arto itaque in
ventre est laesio, ubi ex multa rotorum inanitione plus justo de repente
cibus ingerttur. Quin et reii-yuum corpus si ex longa quiete subito ad
majorem laborem'se verjíerit, multo magis Imdeiur quam si ex multo ci
to ad vasorum inanitionem commutetur : Dureto, en la traduccion publi
cada por Girardet, y revisada por Günz, sigue la misma marcha: at infi-
nitis partibus major est noxa , auat alvo infertur , si á diuturna vacua-
tione repente plu* cibi adjungatur. Quin etiam in univjerso corpore, si
ex diuturno olio repente quis ad vehementiorem laborem jesse converte-
ril, ea multo gravioríbus damnis augebit mutatio, quam,si á liberalio-
re victu ad inediam esse converlerit. Grimm , en su apreciada traduccion
inglesa, y Gardcil en la francesa , no difieren de las latinas. Todas estas
traducciones se hallan acordes, y á sus autores no ha ocurrido que ,el testo,
tal como le tenían á la vista, presenta Aina dificultad. No han reparado que
era imposible que Hipócrates dijese que sufie mas el cuerpo si se pasa del
reposo á la actividad que si de una alimentacion abundante se pasa á
la abstinencia , no habiendo niuguna paridad entre .estos dos terminos de
comparacion que los traductores establecen. El comentario de Galeno debia
de haberles puesto en claro este pasage , leyéndose en él del modo que si
gue : «Hipócrates asegura que será mucho mas grave el daño en el cambio
»de régimen alimenticio cuando de una completa abstinencia se pasa á una
»escesiva alimentacion, que cuando es en sentido contrario.» Galeno entien
de (segun resulta de su cita) que el final de la frase ,en cuestion quam si
ex multo cibo ad vasorum inanitionem commutetur (Foesio) se refiere,
como término de comparacion , no á todo fil cuerpo, sino á los órganos
de la digestion; y que forma un miembro de la frase correspondiente á
ubi ex multa vasorum inanitione plus justo de repente cibus ingeritur:
y en efecto, basta leer el testo con' detencion para convencerse de ello. La
conitruccion, y el sentido sobre todo, lo indican de un modo manifiesto. Por
lo demas, Galeno entendió tambien del mismo modo este pasage , añadien
do á lo que dejo espuesto anteriormente ; « Hipócrates intercaló una com-
• paracion con lo que esperusenta el cuerpo entero; porque padece menos
-224-
de una alimentacion copiosa á la abstinencia es preciso dar "reposo al
cuerpo f tambien debe dejarse en quietud el vientre cuando se reem
plaza la grande actividad corporal por el descanso y la indolencia , lo
que equivale á decir que debe disminuirse la cantidad de alimentos;
de lo contrario, resultarán molestias y pesadez general de todo el cuer
po o*).

«cuando repentinamente pasa del movimiento al reposo , que cuando el


)icainbío es el opuesto.» Asi que , la construccion gramatical , el orden del
raciocinio, la esplicacion de Galeno, y la falta de sentido en que los traduc
tores incurren , todo exige cambiar la puntuacion de este pasage del modo
que lo he verificado ( * ). ,

(*) Debo advertir que nuestro Valles, en su comentario, pág 100,


espone esta correccion , arreglando el párrafo del modo siguiente: Sed et
secundum et reliquum Corpus si ex multo otio repenté in mullum
laborem veniat,, multo plus ladil quam si ex multa defatiijatione re
pente in otium incidat ; atque si, ex vasorum inanitione in multum
cibum , quam si ex multa exhibilioñs in mullam vasorum inanilionem
mulalío fíat.

(j) Presentase aqui otro pasage que los traductores han Comprendido mal
á causa de uu error en la puntuacion, y teudremos ocasion, al mismo tiem
po, de corregir una falta de los copiantes que hacen el testo del comentario
de Galeno completamcute oscuro. Foesio dice: his sane toto corpore quiescef
re convenit, atque si ex multa def'atigatione de repente ad otium et ígna-
viam decida!. His quoque ventiem á ciborum copia quiescere oportet. En es
ta traduccion se hace decir á Hipócrates, que es preciso descansar cuando
se pasa del ejereitio al reposo ; y ciertamente Hipócrates no pudo decir
semejante simpleza. Dureto> siguiendo la misma puntuacion, ha pro
curado salvar tal falta de sentido , poniendo de la manera que sigue: est
igitur necesse quorum Corpus ommnu quiescere úi olioque et timbra vivere
oportet, quamvis multo fracturo labore, ad otium ct ad ignaviam transfef
ratur. Quin etiam et iis qui abstinentia cibi suum defrauda verunt geuinm,
alvum cessare oportet cibi copia. Se ve que Dureto uo ha sido mas feliz
que el anterior. Grimm tampoco acertó, el verdadero sentido ; y Gardcil
ha traducido este pasage de modo que no guarda relacion con el original:
• Ilic certe, dice Mack t. 2.° p. Ill , locus adeo obscuros apparet ut mul
lís ausam dederit litteram immutandi.» El sentido verdadero de este pasa-
ge tan dificil, puesto. que no ha sido compreudido por tantos hombres há-
Liles , es que debe descausarse cuando se pasa de una alimentacion copio
sa ú la dieta , j que debe establecerse la abstinencia , cuando se cambia
-225-
13, Me he ocupado con toda detencion de los cambios del régi
men en uno y otro sentido ; y si tal conocimiento es de |la | mayor
utilidad general, no es menos importante á nuestro objeto presente, cual
es el paso de la abstinencia al uso de la tisana entera en las enfer
medades agudas. Es preciso, en efecto, hacer este tránsito del modo
que dejo manifestado, y cuidar ademas de no usar las tisanas antes
de la coccion de la enfermedad , ó mientras'aparezca algun signo de
evacuacion ó de irritacion en los intestinos ó los hipocondrios, cuyos
signos describiré (V). Una vigilia prolongada dificulta la digestion de

una grande actividad corporal en inaccion. En una palabra , quiso Hipó


crates deeir que¿ cuando se come poco se debe trabajar poco, y que cuan
do se trabaja menos, se debe tambien comer menos. Esto es indudable,
segun se deduce del contesto: es preciso, pues, hacer en la puntuacion las
variaciones que jo me he permitido : la construccion gramatical lo exige
tambien , y si se quiere tma prueba mayor, añadire' que Galeno entendió
este pasage del mismo modo que yo le acabo de esplicar, si bieo el yerro
de un copiante ha hecho que no se entienda su contenido, dando lugar á
que los traductores posteriores hayan tropezado todos en este escollo.
Mr. Littré espone en seguida de un modo incontestable las razoens en
que funda el restablecimiento del testo de Galeno, y le presenta en conclu
sion , del modo que sigue : «Los que pasan á la abstinencia, quiere Hipócra-
»tes que renuncien ul ejercicio y el movimiento, es deeir, que pongan sn
acuerpo en reposo , lo cual se baila conforme con el aforismo en. que
»dicc que cuando hay hombre no debe trabajarse; y á los que pasan de
mma grande actividad corporal á una completa inaccion , aconseja que co-
»iuan menos.» Restablecido de este modo el testo dé Galeno, continúa el
autor, se ve que, en su juicio, quiso Hipócrates manifestar que es preciso
trabajar poco cuando se come poco, y comer menos cuando se trabaja menos.

(V) El autor pone aqui... algun signo de vacuidad ó de irritacion de-


bililantex eü vez de evacuacion ó de irritacion; mas, sin embargo, creo
deber traducir del modo que dejo espuesto, porque el sentido presenta ma
yor claridad de esta manera , hallándose conforme con las demas ediciones
y con la explicacion que de esa frase da nuestro Valles en su comento , en
el cual manifiesta que esta voz evacuacion se rebere á las escreciones críticas
ue vienen despues de cocida la enfermedad , y la irritacion á los signos
ecretorios, como la que antecede cu los intestinos á las deyecciones; lo cua;
se halla en armonía con la idea de coccion que inmediatamente precede. M.
Littré no espresa , en sus variantes , el motivo de esta mudanza, y por esto
me hi< tomado la libertad de traducir del modo que he creido mas conve
niente.
—226—
las bebidas y los alimentos; por otro lado, el sueño escesivo relaja el
cuerpo, le debilita, y produce dolor de cabeza (/).
14. El vino dulce, el espirituoso, el blanco, el tinto, el hidro
mel , el agua y el oximiel , son sustancias empleadas en las afeccio
nes agudas; voy á manilestar los signos que determinan su uso. El
vino dulce causa menos pesadez y embarazo de cabeza que el espiri
tuoso , y predispone mas á las evacuaciones alvinas , pero ocasioua en
tumecimiento del hígado y del bazo: no 'es por lo tanto conveniente á
los sugetos biliosos, porque les causa sed. Produce gases en la parte
superior del tubo intestinal, mas no ten la inferior como pudiera cre
erse; porque los flatos desarrollados por el vino dulce no descienden,
sino que permanecen en la region de Jos hipocondrios. En general, es
menos diuretico que el vino blanco fuerte; pero facilita mas la espec-
toracion. En los sugetos á qujenes causa sed , es menos espectorante
que otros vinos; pero lo es mas en aquellos en quienes no produce el
indicado efecto. Esplicado lo relativo al vino dulce, dejo ya espuesto
lo que hay que decir de mas importante acerca del blanco espirituoso;
fues pasando mas facilmente á la vegiga, y siendo diuretico y aperi-
'

(l) Dice Galeno, con motivo de este pasage sobre la vigilia, que este
libro, hallado en borrador, fue publicado despues de la muerte de Hipócra
tes; porque no puede atribuirse á otra causa el desorden que en e'l se en
cuentra. Hipócrates escribió de antemano , en un libro, los ejemplos parti
culares necesarios para apoyar los prmcipios generales en uno y otro senti
do , y el que le copió no supo colocarlos en el orden conveniente. La frase
«obre el insomnio no se haya puesta en su verdadero lugar: no es aqui don
de duberiu presentarse, sino un poco mas arriba , cuando espone los ejem»
píos de cambios en estrenios opuestos ( * )

(*) Nuestro Valles, en su comento á este párrafo, empieza diciendo,


que aunque parezca fuera de propósito el ajilar *» tste sitio las lesiones
que una vigilia escesiva y un sueño prolongado pueden ocasionar, na
da tien* ae estraho, porque dijo Hipócrates , que , no solamente son
nocivos los cambios repentinos en la alimentacion y las bebidas, sino
que tambien en cualquier otra cosa. Que seria muy largo ocuparse de
iodos los pormenores de tan lata proposicion, y solo se detuvo, por lo
mismo, en considerar los mas necesarios , como en los alimentos y las
bebidas, la quietud y el movimiento, y al presente la vigilia y el
sueño , indicando en estos tan solo los inconvenientes mas relacionados
con la alimentacion.
—227—
tivo, podrá siempre ser útil en las enfermedades agudas; y -si bajo
otros conceptos es menos conveniente que el vino dulce, sin embar
go, la evacuacion que ocasiona en la vegiga alivia al enfermo si se la
facilita del modo apropiado. Estos caractéres relativos á la utilidad y
desventajas del uso del vino son escelentes, y no han sido mamfes
tados por mis antecesores. En cuanto á los vinos claros, tintos y acer
bos, pueden usarse, en las enfermedades agudas, en los casos siguien
tes : cuando no exista pesadez de cabeza , ni perturbacion de las fun
ciones del cerebro , ni supresion de la espectoracion ó de la orina , y
las deposiciones ventrales no sean demasiado fluidas ó abundantes, ni
presenten el aspecto de lavaduras de carne : en tales circunstancias ú
otras análogas, es en las que convendrá sobre todo usar esta clase de
vinos con preferencia al blanco. Es preciso saber, por lo demas, que
los vinos astringentes son tanto menos dañosos á las partes superiores
y á las vías urinarias cuanto mas aguados se hallen, y tanto mas pro
vechosos á los intestinos cuanto mas puros se encuentren.
15- El hydromel (ó aguamiel) usado durante todo el curso de
las enfermedades agudas , es , en general , menos útil en las afeccio
nes biliosas y en fas que presentan infartos inflamatorios de las vis
ceras , que en las de otra naturaleza (VI). Es menos escitante que

(VI) Las ediciones comunes no ponen aqni infartos inflamatorios , sino


infartos simplemente. Nuestro autor se apoya para esto en la autoridad de
Galeno y del que dice en una nota ; «que con razon , í su juicio , esplica
»en su comentario que la indicada voz corresponde á las ingurgitaciones in-
«flamatorias , y no í las crónicas, puesto que Hipócrates se ocupa solo en
»este libro de las enfermedades agudas.» Nuestro Valles, en su comentario
hace tambien mencion de este juicio aV Galeno , y espresa que no se halla
con e'l conforme en creer que se refiera la frase... por todo «l curso de las
enfermedades agudas i aquellas de duracion tan corta, que puedan pasar
con solo el uso de dicha sustancia , sino que opina que debe entenderse co
mo queriendo significar, que en cualquiera época de las dolencias de tal ge
nero es iuútil , porque la miel , do solo mezclada con agua sino entrando
en la composicion de pociones, es mala para la bilis; por cuya ruzon, agre
ga, en tales apozemas prefiero yo los acidos ó los amargos. Manifiesta la
opinion de | Galeno con respecto al infarto de km visceras , y dice, que
por su parte, tampoco administraría el agua-miel en las obstrucciones ó es
cirros que las afectan, porque si con el uso de las sustancias dulces se en
tumece el hígado, menos podrá suponerse que sean capaces de desincharle,
—828—
el vino fullee , por lo mismo que reblandece los conductos respirato
rios, y que activa suavemente la espectoracion y calma la tos; y aun
que es cierto que se halla dotado de una cualidad detersiva, es con
todo tan debil, que deja espesar los esputos mas de lo necesario (m).

estando ya infartado , y concluye con decir; que si bien es verdad que el


uso del liydromel no es Un perjudicial eu las obstrucciones como cuelas
inflamaciones, no le cree útil , con todo, para ningun género de infartos.

(m) Esto pasage es muy difícil ; y se hallan de el tres diversas íuterpre»


lacioues : la primera es de la muyor parte de los traductores que , repro
duciendo literalmente el texto griego, no presentan sentido alguno determi
nado.- la segunda es la sumimstrada por el manuscrito 2253 1 muy mge
niosa, pero que ofrece aun grande dificultad; y la tercera es de Galeno,
que, siendo forzada, ofrece campo á fundadas impugnaciones. Copo traduce;
quippe qua abstergentli famllaiem sed plus viscositatis quam ppportur
nuty *i< sputo iuducil. Traduccion contradictoria í porque , si el hydromel
tiene una virtud detersiva , no hará los esputos mas viscosos. Foesio díee:
habet namque detergens quiddam quod plus quam par est viscidum espu~
tum reddit. Esta yersion se halla sujeta a la misma objeccion que la prece
dente. Durcto ha puesto : nonnulla enim vis detergendi inest mtlicralo\
hade lamen aliquando efficil ut viscosius el glutinosius sputum fial. Günz
hecho de ver el delecto de tales versiones, y propuso sustituir á la de Du
rcto; quft si modum excedil, sfficit ut justo viseosius ¿tfc ; pero aunque lo
literal del testo permitiese este sentido, no salvaría por eso la dificultad;
porque no puedo ser la propiedad detersiva la que da mayor viscosidad á los
esputos. La traduccion de Crimm no es mejor que las otras. Gardeil pone;
tiene algo de detersivo que divide estraordi»ariamenie el esputo; cuya
version es algo libre. El manuscrito 2253 , presentando la sustitucion de
una palabra por otra, ofrece una solucion, buena ó mala, de esta dificultad:
Porque ti hydromel , dice, tiene algo de detersivo, que hace los esputos
mas fluidos gue no el vino acerbo. Este sentido se halla aoorde con el
que antecede; porque, habiendo dicho Hipócrates que el hydromel activa
suavemente la espectoracion, esplica ahora esta accion , anadiendo que tal
6ustaneia tiene algo de detersiva ; y, habiendola ya comparado al vino dulce,
es natural que lo hiciese ahora cou el acerbo ó astringente. Esta interpreta
cion es ingeniosa , pero presenta la dificultad de que es preciso entonces va
riar la acepcion del verbo que significa hacer mas viscoso , tomándole en el
sen I ido contrario de hacer mas fluida, á pesar de emplear Hipocrates por
varias veces aquella voz en el sentido primero. Conociendo Galeno la difi
cultad de esta frase , intentó resolverla diciendo : porque el hydromel tiene
Es tambien un escelente diuretico, á no spr que baya en las visceras
algun obstáculo que se oponga á la administración de la miel , y pro?
duce, mas bien que el vino dulce, deposiciones biliosas, ya buenas,
ó mas cargadas de bilis y espumosas que lo que es necesario ; cuyo
efecto se presenta particularmente cuando las afecciones son biliosas,
y existe en las visceras un infarto inflamatorio. El hydromel diluido en
agua facilita mas la espectoracion y ablanda el pulmon; pero, cuando
La miel prepondera , hace que las deposiciones sean mas espumosas

una virtud detersiva , pero en un grado tan debil , que deja frecuenter
mente espesarse los esputos y hacerse viscosos. En su comentario mani
fiesta por menor esta explicacion , y , analizando ¿ra malica luiente el perio
do , dice que no se /«¿presó bien Hipócrates; que valiera mas que hubiese
dicho, el hydrome} tiene algo de detersivo, quf permite comunmente á los
esputos tomar mayor viscosidod déla necesaria, por lo debil de .aque
lla propiedad. No es, cu efecto^ que el esputo se haga mas espeso por el
hydromel, sino que esta inspisilud es la cualidad del espulo, sobre i a cual
Dada hoce el hydromel.
Como quiera que sea , es lo cierto que el pasa ge en cuestion ha embara
zado en todos tiempos á los comentadores. He presentado al lector dos in
terpretaciones plausibles, una suministrada por la variante del manuscrito
2252, y la otra debida á la explicacion de Galeno ; mas las dos adolecen
de un mismo vicio , cual es el de violentar el sentido de las palabras del
testo ó el de la construccion. Sin embargo , siendo ciei'Ao , como ha dicho
Galeno, que Hipócrates no se espiicó bien, es necesario optar entre dos
interpretaciones que no estan libres de objeciones. En este caso , he creido
mas prudente guiarme por la opinion de Galeno, habiendo ya manifestado
las dudas que hay acerca de .este punto ( * j.

(*) Nuestro Bonafon traduce libremente este párrafo, como todo lo


demas , y dice que « el hydromel tiene una cualidad javonosa capaz de
diluir mas los esputos,* Reconociendo Valles la dificultad de este pasa-
ge , en su comentario, y discurriendo acerca de su sentido, juzga que Hí«
pócrates quiso significar en él^ que, teniendo solamente dicha sustancia la
propiedad detersiva y no la wcindente; no produce una fuerte accion es-
pultriz, sino una mediana. El hydromel espele con suavidad el humor, en
ocasion en que no está espeso; pero, cuando .es necesario producir una accion
incidente, no hnce mas que limpiar ó deterger, y en el. esputo separado
ocasiona mayor inspisitud: (tal vez parque, no dando á los tejidos la fuerza,
suficiente para espelerle , le deja sujeto á la condensacion que esperimen-
tan todos los humores detenidos' en alguna cavidad,) (Edit.)
30
—230—
biliosas y ardientes que lo que conviene. Las deposiciones de esta es
pecie tienen tambien , por otro lado , graves inconvenientes ; porque, le
jos de calmar el ardor de los hipocondrios, le escitan , ocasionin in
quietud al enfermo y agitacion en los miembros , y producen ulcera
ciones en los intestinos y el ano. Ya manifestaré los remedios que
deben emplearse' en este caso. Si , absteniendose de toda clase de n»
sana, colada y sin colar, Se pone el enfermo al uso esclusivo delhy-
dromel e nías enfermedades agudas, algunas veces se obtendrá buen
resultado, y nunca malo: en cuanto á los casos en que debe admi
nistrarse y los que no, y las razones que en apoyo de su uso se pre
sentan , dejo ya espuesto lo que conviene saber principalmente. Se cree
por lo comun que esta sustancia debilita , y que accelera la muerte;
mas no tiene otro fundamento esta opinión que el haber visto á algu
nos morir de hambre , porque, habiendose propuesto este fin , se han
sometido al uso esclusivo del hydromel por alimento y bebida, per
suadidos de que realmente posee esta propiedad , que no tiene de nin
gun modo. En efecto, tomado por bebida es mas nutritivo que el
agua, á no ser que laxe el vientre; y aun comparado con un vino
ligero, débil é inodoro, es unas veces mas, y otras menos fuerte.
Mas, puestos en cotejo el vino puro y la miel pura, que indudable
mente difieren mucho entre sí, se encontrará, sin embargo, al com
parar su respectiva fuerza nutritriva , que una persona que beba so
lamente vino puro no se sostendrá tan bien como si hubiera tomado
una mitad menos de miel , á no ser que esta última sustancia afloje
el vientre ; porque suministra mucha mayor porcion de materias alvi
nas. Si, hallándose un enfermo acostumbrado al uso de la tisana ente
ra, bebiese el hydromel antes que esta, esperimentaria gran plenitud,
desarrollo de gases, é incomodidad en las visceras contenidas en los
hipocondrios; pero, haciendolo al contrario, no p^ducirá malos efec
tos, y aun será ventajoso en algun modo. El hydromel cocido tiene
mejor aspecto que el crudo, es brillante, ligero , blanco y trasparen
te; mas no puede atribuírsele ninguna propiedad -útil que no posea del
mismo modo el hydromel crudo. No es en efecto mas gustoso, su
poniendo que la miel sea de buena calidad ; y si es menos nutritivo
y proporciona menor cantidad de materias alvinas, ni lo uno ni lo
otro es necesario para la eficacia del hydromel. Asi que, no se em
pleará cocido, á menos que la miel sea de mala calidad, impura, ne
gra , 6 de mal olor, porque, en este caso, se despojaría en la ebulicion
de todas estas impurezas que le ñapen repugnante.
—asi
lo. Usase tambien comunmente, en las enfermedades agudas, lo
que se conoce con el nombre de oximiel, porque favorece la espectora-
• cion y el movimiento respiratorio. Hé aquí las circunstancias que abo
nan su uso : jamás obra el -oximiel muy ácido con mediana intensidad
sobre la espectoracion que no sale facilmente ; si arranca los esputos
• que obstruyen las vias aereas, si los pono en disposicion de poder ser
espelidos, y desembaraza la laringe, calma los padecimientos del pul
mon, porque esta accion es emoliente sobre este órgano: si concurren
pues tales circunstancias , ejerce un beneficioso influjo ; pero á veces,
lejos de vencer el oximiel muy ácido la resistencia de los esputos,
los hace mas viscosos , y de este modo es perjudicial. Acontece so
bre todo este accidente en aquellos que, encontrándose en un inmi
nente peligro , no pueden toser ni espeetorar. En este caso , conviene
calcular bien las fuerzas del enfermo, y, si hay alguna esperanza, ad
ministrarle el oximiel , cuidando entonces de hacérsele tomar tibio y á
pequeñas dosis , y nunca mucho de una vez- En cuanto al oximiel po
co ácido, humedece la boca y la garganta, facilita la espectoracion, y
mitiga la sed ; por la misma propiedad detersiva , es favoTable á los
hipocondrios y á las visceras que en ellos se .contienen; previene los
inconvenientes que tiene la miel , y corrige lo que «sta tiene de bilio
sa (n). Tiene tambien la propiedad de provocar la espulsion de los
gases y promover las orinas , mas ocasiona mucha humedad en la
parte inferior de los intestinos , y determina deyecciones semejantes á
las raeduras. May casos , en las enfermedades agudas , en que esta
accion se hace dañosa , sobre todo porque impide que los flatos atra
viesen los intestinos , obligándoles á reascender, y tambien porque cau
sa debilidad y enfriamiento de las estremidades^ este es el único in
conveniente que se me ofrece en el uso del oximiel medianamente áci
do, que merezca la pena de -escribirse. Cuando los enfermos toman
Cocimiento de cebada , conviene que se les de el oximiel antes del co-

(n) Ni en el testo comun ai en las variantes de los manuscritos se


halla claro el sentido de este pasage. Felizmente el comentario de Galeno
viene aquí en nuestro auxilio, el cual dice de este modo: «El oximiel es
• útil al bazo y al hígado, del mismo modo que humedece la boca y la
• garganta, detergiendo las visceras sin dolor.» Determinado asi el sentido
de un modo cierto , no queda ya mas que conformarnos con el testo.
—232—
cimiento, en pequeñas dosis, por la noche, y en ayunas ; y tampoco
hay inconveniente en administrarle despues que haya pasado un lar
go rato de la última toma de la tisana. Al contrario, cuando los en
fermos se hallan sometidos al uso de bebidas solas, sin tomar el co
cimiento de cebada , no conviene administrar el oximiel durante todo
el curso de la afeccion , principalmente porque este liquido incomoda
é irrita los iutestiuos (cuya accion se verificará con tanta mayor inten
sidad sobre estas partes, cuanto qne se encuentran desembarazadas
de materiales excrementicios , y la abstinencia ha disminuido la masa
de los humores) , y ademas porque quitaría al hydromel su propiedad
nutritiva (o). No obstante , si pareciese útil administrar esta bebida du
rante todo el curso de la afeccion, en cantidades grandes, es preciso
aumentar un poco de vinagre, en terminos que apenas se deje conocer
la acidez; de este modo se corregirán cuanto es posible Io9 inconvenien
tes del oximiel , y se obtendrán de su uso los buenos efectos que se
desean. Por último, el ácido del vinagre conviene mas á los sugetos
biliosos que á los melancólicos: disuelve, en efecto , y reduce á pituita
los humores amargos, que pone en movimiento, pero hace fermentar,
exalta y aumenta los negros , porque el vinagre promueve su evacua
cion. En general , es mas contrario á las mugeres que á los hombres,
porque ocasiona en ellas dolores en la matriz.
17. El agua, tomada por bebida en el curso de las enfermedades
agudas, no produce ningun efecto particular que pueda yo decir. No

(o) Este último miembro del periodo ha sido traducido por Foesio,
posiea antem et agua multa vire» suas amiserit', por Dureto, in inedia
addc, quod ipsitm melicratum non nihil vires labefactat ; por Grimm,
denn mcechte aveh das Honlgwasser die Krafte bereiís iveggenoemn
haben ; y por Gardeil , efecto (ta irritacion de los intestinos) que es menos
notable en el hydromel. Estas cuatro traducciones difieren, y ninguna pre
senta un sentido satisfactorio. Veamos ahora el comentario de Galeno: «A
• los que solo toman bebidas y no tisana, dice , no conviene beber oximiel
■ dorante todo el corso de la afeccion, porque irrita demasiado los intesti-
»nos que se hallan al descubierto (pues cuando se toma la tisana forma
esta en ellos una especie de Cubierta) , y porque no reportaria tanto pro-
'•vecho el hydromel. Hipócrates esplicó , á propósito de esta sustancia, las
•■ventajas que proporciona al cuerpo.» El sentido de este pasage es cierto,
aunque el testo se encueulra algo alterado.
-233-
modera la tos en las afeeciones peripneumonicas , ni facilita la espec-
toracion, y su accion es menos activa que la de las otras bebidas
cuando se usa esclusivamente ; pero tomando á intérvalos un poco de
agua , entre el oximiel y el hydromel , favorece la salida de los es
putos modificando la cualidad de las bebidas , porque el agua causa
una especie de inundacion (VII). Por lo demas, ni calma siempre la
sed , lejos de esto se hace amarga , porque es biliosa para los tempe
ramentos biliosos , y daña á los hipocondrios; pero nunca es mas per
judicial , mas biliosa , ni mas debilitante, que cuando penetra en los
órganos vacíos; hincha el hígado y el bazo cuando estan inflamados;
produce, qn el interior, una especie de hervor, y queda como fluc-
tuante ; pasa con lentitud , porque es de cualidad algo fria y de difí
cil coccion , y no es laxante ni diurética (VII). Aun tiene otro inconve-

(VI) Bonafon traduce.... el oximiel y el hydromel, porque altera


estas bebidas y activa tus buenos efectos , diluyéndolos en el estómago
cuyo sentido se halla conforme con el testo literal.
(VII) Este párrafo presenta en su sentido la mayor oscuridad. Nues
tro Valles lo descifra en su comentario, pág. 130, del modo que sigue:
Dice 'Hipócrates que no siempre calma el agua la sed , cuya cualidad es
en ella la mas propia , porque en los biliosos es de naturaleza biliosa,
y siendo asi , la esrila mas bien que la estingue. Mas, porque siendo el
agua fria y húmeda, y por lo tanto de condiciones opuestas á las de las bi
lis, es biliosa para algunos, como queda dicho? No esa la yerdad porqne
el agua se convierta el bilis (lo que no puede ser) , sino, porque diluyendo
aquel fluido a este humor, le aumenta «u cierto modo haciendole redun
dante, como et que echa agua eu el vino aumenta su cantidad, aunque
sea mas diluido. Nada hay, por otra parte, mas cierto que el que sientan
mas amargor de boca con el uso del agua los sugetos que tienen mucha bi
lis,- porque diluida se esparce hasta la boca : en ellos, pues, lejos de estin-
guirse la sed, se escita; cuyo mal gusto se corrige añadieudo al agua uuáci-
do , que se opone al amargor de la bilis y lo salado de la pituita , si existe
en la lengua. Pero añade Hipócrates que es dañosa á los hipocondrios, y
que nunca es mas perjudicial , mas biliosa y debilitante que cuando
penetra en los vacuos ¿fe. : en los hipocondrios daña , porque aumenta su
cacoqirimia en razon á ser muy biliosa, del modo que antes se ha dicho; y
cuando se deposita en los huecos que existen entre las visceras y el perito
neo, debilita las fuerzas, y produce tumor en el hígado y el bazo, si estan
inflamados ,"porque no los penetra, sino que fluctua y sobrenada, y las
visceras se hinchan con el agua que permanece en estos sitios, especialmen
te cuando tienen mucha bilis, porque el agita la aumenta £fc. De todos mo
dos queda el párrafo sin poderse comprender.
-234-
niente, cual es el de no producir evacuaciones alvinas; y, si acontece
que él enfermo la beba teniendo los pies frios , se manifestarán de un
modo mas notable los perniciosos efectos que se la han atribuido, cual
quiera que sea el que mas bien se presente (VIH). Sin embargo, cuan
do en las enfermedades agudas tema el médico una grande opresion de
cabeza 6 el delirio , se abstendrá enteramente de dar vino , y prescri
birá agua , ó cuando mas administrará un vino acuoso , claro , y sin
compostura , y aun asi , deberá el enfermo beber despues un poco de
agua : de este modo se hará sentir menos la accion del vino sobre la
cabeza y la inteligencia. En cuanto á los casos en que conviene pres
cribir especialmente el agua por bebida , en que es preciso darla en
abundancia ó con moderacion , ó en que debe administrarse fría ó ca
liente , han sido espuestos los unos anteriormente , y lo serán los otros
cuando la ocasion se ofrezca. De igual manera las demas bebidas , tales
como el agua de cebada , los jugos de yerbas , los cocimientos de uvas
l , de iurujo de aceitunas (p), de trigo y cartamo (carlhamut tinc-

(VIII) Este párrafo no ofrece tampoco mayor claridad : la última


frase parece indicar que el agua bebida «n la epoca de accesion de los pa
roxismos , cuando dura aun el frio que los suele preceder , hace daüo; y
asi lo entiende tambien Valles..

(p) En los manuscritos 2148, 3141, y 2144, se lee en una glo


sa.... orujo de uvas en vez de burujo de aceituna», interpretando de este
diverso modo la voz a7tu.$vKa,. El entenderlos Aticos por esta palabra el
sentido que yo he aceptado (vease á Pbryuichus , ed. Lobeck , p. 405) , y
la probabilidad de que en seguida de las uvas se hablase de otra rosa que
de un producto de la viña , me hau decidido á separarme de este parecer
y de la opinion tambien de los demas traductores, que han tomado dicha
voz en igual acepcion.
—235-
torias) (IX), las infusiones de bayas de mirto , de granos de granada y
otras, formarán objeto de esplicaciones particulares en la misma enfer
medad en que sea conveniente su uso, y entonces hablaré tambien de
otros remedios compuestos..
18. El baño es útil en muchas enfermedades, usado con frecuen<
cia en unas y con moderacion en otras; pero algunas veces es preciso
abstenerse de su uso , por no haber todo lo necesario. En pocas casas
se encuentran , en efecto , los útiles que son precisos, ni criados que
sirvan como corresponde: y de no tomar el baño como es debido , pue
de ser perjudicial. Es necesario una pieza en que no haya humo . un
baño capaz , y agua abundante para afusiones frecuentes, pero no fuertes
sino hay necesidad. Es mejor no dar fricciones detersivas, y , si se em
plean, deben hacerse con una sustancia caliente y diluida en mucha ¡ma
yor cantidad de agua de la ordinaria , empleando gran cantidad de es
ta y renovándola con frecuencia. Es preciso tambien que no tenga el
enfermo que andar mucho para ir al baño , y que pueda entrar y salir
en él con facilidad. El que se baña debe estar quieto, callado, y dejar
á los asistentes que ejecuten lo que deban hacer. Es menester que se
tenga á la mano y en abundancia agua templada para rociar al enfermo
á la salida del baño (q) , haciendo las abluciones con prontitud ; se se
cará despues el cuerpo con esponjas en vez de paños , y se untará con

(IX) Calvo, Vander-Linden, Valles, y casi todas las demas edicio


nes dicen cneco , voz con que Plimo designa una yerba particular de Egip
to , y trae dos espeeies.

(q) Galeno esplica con mucha claridad en su comentario este pasage.


Dice que los antiguos, como algunos pueblos modernos, tcnian la costumbre
de hacer abluciones frias despues de un baño caliente; pero que juzgando
los mcilicos dañoso este cambio rejientino , y deseando, por otra parte , no
renunciar á la accion tónica de un baño menos trio despues de un baño de
elevada temperatura, usaron de las abluciones de agua fria y caliente
-236-
aceito antes de que se seque mucho (X). Re cuidará de enjugar la ca-
beza cuanto sea posible, con una esponja , sin dejar enfriar esta par
te , las estremidades , ni lo demas del cuerpo. No debe entrar el
enfermo en el baño inmediatamente despues de haber tomado ali
mento ó bebida, ni debe de tomar nada acabado de salir. Tampoco
debe olvidarse si el paciente estaba acostumbrado en su estado de sa
lud á bañarse por gusto , porque á estos sugetos que desean mas los
baños les sientan bien , y no pueden privarse de ellos sin molestia. En
general, es mas provechoso el baño en las periphneumonias que en
las Fiebres ardiente*; en efecto, mitiga .el dolor que se siente en ei
costado, en el dorso y en el pecho, ablanda la espectoracion y facili
ta su salida, desembaraza la respiracion, disipa la sensacion de laxi
tud por la propiedad que tiene de relajar las articulaciones y la su
perficie de la piel; es diuretico, quita el peso de cabeza, y humedece
las narices. Tales son las ventajas que proporciona el baño tomado con
las precauciones necesarias; pero, si por falta de los auxilios oportu
nos falta alguna ó algunas de estas condiciones, es muy de temer que,
lejos de ser útil, ocasione perjuicios, porque el menor descuido que
haya en la asistencia es capaz de producir grandes males. No se de
berá usar el baño en bis enfermedades en que el vientre se presente
demasiado suelto, cerno tampoco eu las que vayan acompañadas de
una astriccion fuerte y no haya habido antes alguna evacuacion : de
berán tambien abstenerse del baño los enfermos débiles, los que ten
gan náuseas, vómitos ó eructos biliosos, y los que padezcan hemor
ragia nasal , á no ser que sea muy poco abundante; para lo cual de
be considerarse si conviene., porque, si en tal caso no fluyese la san
gre necesaria , será bueno aconsejar el baño, ya general , si por otra3
consideraciones es oportuno, ó bien de cabeza solamente. Supuesto ya
que el uso del baño sea ventajoso, y que se halle dispuesto todo lo
necesario, deberá darse el enfermo uno en cada día; y no se come-

(X) Valles | en su comentario, dice que Hipocrates advierte esto por el


uso que teulan en tu tiempo de frotar el cuerpo en el baño con una especie
de brutas duras , de metal ¿ piedra , ó con lientos ásperos { cuyo uso seria
perjudicial i los enfermos) 6 quienes debia frotarse suavemente.
—237-
terá error ninguno con permitir dos diarios á aquellos pacientes que
se hallen acostumbrados á bañarse. El baño conviene mucho mas á los
enfermos que toman la tisana entera que á los que solo usan el jugo,
aunque á veces tambien á estos aprovecha ; y aun conviene menos a
los que solo estan al uso de bebidas, aunque tampoco esta restriccion
es absoluta: los signos descritos mas arriba nos liaran conocer los ca
sos en que á cada una de estas especies de régimen aprovechará ó
jto el uso de los baños. En suma (r), los que sientan gran necesidad

(r) Todo este párrafo ha sido alterado por los copiantes; el testo vulgar no
es susceptible de sentido satisfactorio, y si, se examinan los variantes, se
nota una gran di\ersidad en la colocacion de las negaciones. Esla causa
es la que ha podido ocasionar la incertidumbre del sentido; y en tal dificul
tad e» preciso buscar, en el contesto de la frase y en los elementos de lec
tura que suministren los manuscritos, una restitucion que, en el caso pre
sente, será tan feliz como deseamos, si llega á ser probable. Recorramos,
antes de todo, la opinion de los traductores pasados, y pongo, para
este efecto, á la vista del lector los cuatro principales traductores que
han dado de este posa ge una esplicacion diversa. Dorelo piensa que quiere
decir la frase que debe bañarse o no bañarse, segun que el baño esté bien
6 mal preparado: Si enim guidpiam eorum , quer ad balnei prastantiam
attinent , deest , quamvü aliquid commodi ex balneo speraeeris , lava-
ri lamen non opportei; quod si nihil horum desit , videaturque ex noíit
quibusdam utile fore , tum lavari praestat. Foesio juzga que quiei* la
Frase significar que no deben bañarse los que no tengan las cosas que pue
den hacer provechoso el baño , y que es preciso bañar ñ los <pie las tengan:
Quibus namque eorum aliquid maxime deest bua balneum bonum red-
dere et juvare possunt , eos lavare minime expedit ; quos auíem nihil
horum deficit et quibus prasenlia sunt signa in quibus lavari conducit,
hos lavare oporlet. Juzga Grimm que el significado es, que debe bañarse
el que necesite los beneficios que produce el baño, y tambien el que, sin
necesitarle , presente los signos con los cuales es el baño provechoso : Denn
man bade zu>ar die tf. Gardeil traduce; Deberá bañarse todo el que se
encuentre en las circunstancias en que el baño es bueno, y no deberán
bañarse aquellos en que , lejos de presentarse los signos propios para
hacer confiar en el buen éxito del baño , se manifiestan otros que le ha'
gan tener por dañoso. On baignera ceux qui se trouvent dans les cir-
conslances oú le bain est bon Sf. De estas cuatro traducciones, creo que
deben ser completamente desechadas la de Dureto y la de Grimm , por es
31
•238—
de alguno de los beneficios que estos producen , y padezcan alguna de
las afecciones que el baño mitiga, deberán bañarse; y, por el contra
rio, aquellos cuyo estado particular no requiera tal auxilio, ó que pre
senten algun signo que contraindique su uso , no deberán someterse
á la accion de este remedio.

pararse mucho del sentido del pasage tal como puede estudiarse al través
de las alteraciones de los copiantes : la de Dnreto , porque se trata aquí de
las condiciones de los enfermos que hacen aplicable ó no aplicable el ba
ño, y no de las de este; y la de Grimm, porque trata de dos clases de
enfermos , de unos á quienes conviene y otros á quienes no conviene el uso
del baño , y no de una sola clase de parientes á quienes convenga ó no
convenga. Las traducciones de Foesio y de Gardeil concuerdan con el senti
do general, solo que las relaciones cstan tergiversadas ; en la del primero es
negativo el primer miembro y afirmativo en la del segundo, y al contra
rio en el siguiente. Este sentido general es el que debe prevalecer , y yo
adopto el de Gardeil, salvas las irregularidades e' insuficiencia de su traduc
cion. Me apoyo para esto en el manuscrito 2253, que es digno de toda con
fianza y presenta este sentido , y ademas en la buena significacion de las
plabras (*).

( *) Nuestro Valles tradujo este periodo del mismo modo que lo


hace Littre', solo que en el último miembro, en vez de poner ó que presen
ten algun signo que contraindique su uso, dice nt presenten ninguno de
los signos que hacen conveniente su uso.
EL EDITOR.

wyy^oco me resta que decir en verdad acerca del espíritu filosófico


¡p^)£deeste tratado, despues de haber espuesto el autor, en su apre-
j&£^%j|ciable comento, con el tino y juicio que le son propios, todo
cuanto puede decirse sobre el particular. No obstante, habiendome
propuesto desde el principio poner tambien en contribucion mis esca
sas luces para coadyuvar en lo posible á la completa dilucidacion de
una materia tan importante, espresando mis ideas acerca de los prin
cipales puntos que en cada tratado hallo dignos de fijar de un modo
notable la atencion de los profesores , cumpliré al presente mi de
signio del modo que dejo ya empleado.
Nótase, en primer lugar, tan pronto como uno se ha hecho cargo
de este interesante escrito , que , sin apartarse el ilustre vástago de Es
culapio del método seguido en sus obras precedentes , abrazando la
ciencia de un modo general y presentando las consecuencias ó reglas
igualmente generales que su fina observacion ayudada del mas recto
—240—
raciocinio dtdugeran, se ocupa de establecer los dogmas fundamenta
les del régimen que debe observarse en las enfermedades agudas, abs-
taractamente consideradas. El rigor en evitar tránsitos repentinos en e'
uso de todas las cosas higienicas , y con especialidad de una dieta ab
soluta á una alimentacion considerable y el mas severo respeto á las
fuerzas, constitucion, y sobre todo á los hábitos contraidos por los
enfermos, son los dos puntos capitales que descuellan en el fon
do de este libro, tan digno de consideracion en el dia , como precio
so en la época de su formacion : principios que , solidamente sentados
por aquel genio inmortal, sirven todavía de robustos pedestales que
sostienen la dietética en el mas firme terreno. La esperiencia ha con
firmado en los tiempos posteriores la verdad del primer dogma , hacien
do conocer que el uso intempestivo de alimentos despues de un lar
go reposo del aparato digestivo, en el curso de las afecciones agudas,
hace que los órganos de esta funcion, débiles por el padecimiento
mismo ó por su falta de ejercicio, no puedan obrar de un modo con
veniente, fatigándose de un modo nocivo á su vitalidad y dejando por
completar la elaboracion de las sustancias que le han sido ingeridas,
las que alteradas en su composicion se convierten en escitantes mor
bificos que, irritando localmente los tegidos á quienes tocan, estien
den luego su pernicioso influjo á otras partes importantes de un mo-
do mas ó menos grave segun las circunstancias. Análogos trastornos se
verifican cuando se hace entrar en accion á cualesquiera otros órganos
que dejados en quietud por algún tiempo no pueden entrar en ejerci
cio de un modo repentino sin esperimentar molestias considerables,
que pasan muy facilmente al estado de enfermedad. Relativamente al
segundo principio nada debemos decir , por ser tan conocida su certe
za, que no hay práctico ni obra de medicina que deje de recomendar
la mayor atencion con tales circunstancias, al coordinar, en las enfer
medades, la clase de sustancias nutritivas que han de componer la
dieta, y la cantidad y frecuencia con que deben ser administradas.
Nada mas exacto que la perfecta descripcion que Hipócrates hace de
las molestias que esperimentan los sugetos que en el estado de salud
quebrantan sus reglas habituales , para establecer despues consecuencias
muy fundadas acerca de los peores efectos de tan temibles abusos en
ios casos de enfermedad. La continuada repeticion de unos mismos ac
tos llega á formar en la economía animal leyes tan respetables como
las naturales mismas; y los órganos responden á su falta de obser-
< rancia, luego que se halla establecida costumbre, con gritos semejan
—24l-
tes á los qué espresan sus padecimientos cuando dejan de satisfacerse
las necesidades que les son propias. Motivo por el cual debe siempre
avenirse el tratamiento, en las enfermedades, con los hábitos adquiri
dos, en todo aquello que sea compatible con el método de curacion.
Pero ademas de estos interesantes puntos que descuella.! en el con
junto del libro, como el gran programa de su objeto, hay otros
que, aunque no tan culminantes, no por eso merecen pasar desaper
cibidos: y recorriendo á este fin todo el escrito, con la brevedad
que mi lugar me impone , paso á llamar sobre ellos la atencion de
los lectores, para que estos, en su buen juicio, deduzcan las conse
cuencias á que por sí den origen.
Hace notar Hipócrates en su preámbulo, combatiendo á los médi-
cos de Cnido , que no deben multiplicarse las especies de las enferme
dades ni establecerse como tales tan solo porque una difiera de otra
en algun punto , lo cual dice que baria dificil su determinacion ; y asi
-debe ser en efecto, pues no 'ofreciendo la naturaleza especies sino in
dividualidades, en razon á que cada afecto morboso, aunque idénti
co en su esencia , siempre difiere algo en la multitud de sugetos en
quienes se presenta, por efect* de muchas circunstancias intrínsecas
ó estrinsccas del individuo , si hubieran de adoptarse las especies con
semejante procedimiento , llegarian á ser tantas cuantas personas pue
den ser las -mvadidas.
Deben fijarse sí diferencias que nos hagan distinguir esencialmente
toda clase de enfermedades, pues con arreglo á su índole es preciso
obrar médicamente; mas no multiplicar las divisiones hasta el estremo
de no contar con las influencias particulares del individuo ó de las
cosas que le rodean , y que dan a cada una de ellas un colorido par
ticular, pues esto equivaldría á establecer una nosología imposible de
comprender y de seguir. En hora buena que se estudien las afecciones
en particular por cuantos medios puedan discurrirse; apliquense, ade
mas de los sentidos y el raciocinio , los recursos suministrados por la
física y la química, y consultemos en los cadáveres la certeza de
nuestros juicios: todo servirá utilmente para un diagnóstico mas exacto
y completo; mas no para llevar hasta un grado exagerado el número
de nuestras divisiones, haciendo diversas entidades de una misma, fau
solo por las varias formas que revista. Precepto de mucho valor para
el establecimiento de las nosologías.
Otro precepto práctico de interes se descubre en un párrafo que
sigue , reducido á aconsejar á los médicos que obren siempre del mo
do que convenga, segun los casos exijan, para lo cuil el profesor ha
de tener la mayor vigilancia en no desaprovechar las ocasiones oportunas.
El que sabe conducirse con destreza superior á la de todos los demas,
especialmente en las enfermedades agudas t dice Hipócrates, merece
mis elogios; en cuya frase van envueltas dos ideas provechosas: la de
que el médico debe proceder siempre con arreglo al caso que se le
ofrezca, esperando atentamente la ocasion oportuna de obrar, y con
sultando con la esperiencia ei modo como ha de verificarlo, sin guiarse
ciegamente por la conducta de los demas, sino adoptando los sólidos
principios de una sana práctica y siguiendo en la curacion de los ma
les las sendas que ellos mismos le trazaran , y la de que las afeccio
nes agudas son las que exigen mas cuidado, mayor vigilancia, y me
nor inflexibilidad en el orden de procedimientos.
Lastímase mas adelante, el insigne autor de este libro, de que los
médicos siguiesen principios tan opuestos en su modo de obrar, que
reprobasen unos por inútil ó perjudicial lo que otros aconsejaban co
mo oportuno y beneficioso, de cuya vaguedad dice que resultaba el
gran daño de que el público no creyese en la certeza de la medicina,
pareciendose sus profesores á los que ejercían el arte de los adivinos.
Verdad es esta tan triste para la ciencia y los que la ejercen , como
cierto, por desgracia, que desde Hipócrates hasta el dia no ha podido
estirparse un vicio tan trascendental , ni podrá estinguirse tampoco
mientras el tiránico imperio de los sistemas esclavize la ciencia, su
jetándola al duro carro del mas exagerado esclusivismo. Ojala veamos
pronto completamente desplomado el ruinoso poder de tales artificios,
forjados en la fantasía de espíritus creadores y sostenidos con porfiado
empeño por hombres noveleros y poco profundos , y no habrá entonces
que sentir el triste mal que Hipócrates deplora 1 Cuando los profesores
se convenzan de que los sistemas todos son buenos ó malos segun el
uso que de ellos se hace, y de que la naturaleza, tan varia en sus
acciones, no puede en manera alguna sujetarse al estrecho circulo de
un solo orden de principios que restringiesen el uso de su poder, di
ferirán menos en el modo de ver las cosas, sus opiniones no lleva
rán rumbos tan opuestos que no puedan encontrarse con la mayor fa
cilidad, ni ofrecerán sus cuestiones el escándalo de presentar la cien
cia continuamente á los ojos del vulgo en contradicion consigo misma.
Terminando Hipócrates su proemio , pasa al examen de las enfer
medades agudas, objeto principal de este trabajo, y empieza por ma
nifestar las ventajas que tiene el uso del cocimiento de cebada, sus
-213-
tancia elegida entre las cereales alimenticias , con razon á su juicio,
por sus buenas cualidades, y del fruto de cuya gramínea hacían en
su tiempo dos preparaciones de diversos grados nutritivos: coasistia la
que menos gozaba de esta propiedad, en el zumo ó jugo de cebada,
que se estraia macerando y percudiendo el grano, y colándole des
pues , y la mas abundante en productos alimenticios era el cocimiento
del grano, que contenia su fécula. Sustituyen, entre nosotros, á estas
dos preparaciones la sustancia de arroz y los caldos suaves ; y nues
tro Valles, en su comentario á este pasage, da por razon de esto, el
que los hombres en los primeros tiempos se alimentaban de vegetales
con preferencia , al paso que en las edades posteriores se han ido ha
ciendo mas carnívoros , teniendo por consiguiente los médicos que va
lerse , aun en las enfermedades , de sustancias mas nutritivas , por
indicacion de la costumbre. Lo que Hipócrates dice, por lo tanto, de
las dos preparaciones de cebada, debemos nosotros respectivamente
aplicarlo á las últimas sustancias de que nos valemos, entendiendolo
asi en las sabias reglas que prescribe en este lugar, y de que al prin
cipio, aunque ligeramente, nos hemos ocupado. Preceptos que cons
tituyen el principal fin de este libro, y dignos de la mayor atencion
por el cuidado que aconseja en el tránsito de un lestado de inedia á
otro de replecion asi como en el modo de aumentar lenta y progre
sivamente la cantidad de alimentos, por la atencion que inculca debe
prestarse á la costumbre de los enfermos en cuanto á la cantidad de
sustancias alimenticias que suelen ingerir en su aparato digestivo, el
número de veces y las horas en que estan habituados á verificarlo, y
la precaucion con que debe procederse, no pasando al uso de alimen
tos antes de la coccion de la enfermedad|, ni mientras no se hayan com
batido y hecho desaparacer con los medios, apropiados todas las lesio
nes que puedan hacer dañosa su administracion. Muchos enfermos, di
ce en corroboracion de la bondad de tan sabias máximas , que por
faltar á ellas sucumbian , y tan evidenciada se halla en nuestros tiem
pos su importancia,, que á ellas se reducen en conclusion las bases
de la dietética.
Siguen despues otros párrafos que no guardan con los preceden
tes entera relacion, y de los cuales han formado en las ediciones un
segundo libro, y en ellos se halla consignado el prtcepto de no dar
la tisana completa mientras se halla obrando algun purgante , permi
tiendo solamente el uso de ligeras sustancias alimenticias luego que
ha cesado el efecto del remedio , y aun asi paulatinamente , empezan
-244-
do por cortas porciones: la digestion , en efecto , no puede verificarse
del modo conveniente en el estado de alteracion que dichos medica
mentos producen en el aparato encargado de este acto vital, ni tam
poco parece acertado perturbar la accion de estos con la introduccion
de sustancias que exigen elaborarse por los órganos sobre quienes se
trata de obrar medicamente. Insiste de nuevo en la demostracion de
lo perjudicial de un paso repentino de la abstinencia á la alimenta
cion, valiendose de pruebas directas y de analogía aducidas cou el
mayor tino y presentadas con oportunidad y brillantez, en cuyo resul
tado viene á deducir logicamente que ni debe prescribirse fuera de
tiempo una rigorosa dieta, ni administrarse tampoco alimentos du
rante la [agudeza 'e inflamacion , ni permitirse cambios repentinos en
uno ni otro sentido. Habla otra vez despues, del grande influjo del
hábito, que llega en algunos sugetos hasta hacer digestibles sustancias
que no lo son regularmente, y al contrario, é inculca la necesidad de
consultar siempre , en las mudan/as del régimen , las fuerzas del en
fermo , la naturaleza del mal , la constitucion y la costumbre del pa
ciente: circunstancias tan niteresantes , que deben servirnos siempre
como de 'estrella polar en la buena direccion de nuestros procedi mien
tos terapeuticos. La dieta no puede efectivamente soportarse con igual
tolerancia en todos casos, ni por toda clase de sugetos: las personas aba
tidas por un largo padecer ó débiles por naturaleza no podrán sufrír
la privacion de alimentos de un modo tan absoluto como los que se
encuentran en condiciones opuestas; los pacientes que se hallen aco
metidos de una afeccion nerviosa debilitante no podrán tampoco sobre
llevar tan impunemente la inedia , como los que tengan una enferme
dad estenica; los sugetos de constitucion debil se hallarán en circuns
tancias iguales con respecto á los robustos y fuertes, y lo mismo los
que se hallan habituados á comer ó beber poco con respecto á los
grandes comedores.
Manifiesta un poco mas adelante, con motivo de estos cambios en
el régimun de las dolencias, que es mejor pasar por demasiado come
didos en la concesion de alimentos, que esponerse á graves perjuicios
por ser imprudentemente pródigos, y, en comprobacion de esta verdad,
describe con aquella animacion que caracteriza sus preciosas pinturas,
algunos de los fatales resultados de semejantes escesos
Otra indicacion notable se encuentra en uno de estos párrafos, cual
es la de las varias especies de debilidad , segun que resulta de la va
cuidad de los vasos , de alguna irritacion debilitante , de algun dolor,
de la agudeza del mal, 6 de las afecciones y diversas formas qiio
en nosotros producen nuestro temperamento y constitucion particular;
lo cual se ofrece como una nueva prueba de la gran penetracion de
Cste genio colosal , que ya en la infancia de la ciencia estableció prin
cipios que solo emanan de una práctica estensa y bien aprovechada,
alcanzando la importante diferencia que debe hacerse al presente eri-
tre la debilidad que consiste en nná verdadera anemia ó falta de lí
quido nutritivo, la que es pfodncto del agotamiento de fuerzas por
un gran padecer, la que pende de la violencia de la afeccion , y la que es
efecto de la constitucion peculiar de cada enfermo. Diferencia tan impor
tante para el buen establecimiento del método.curativo, que sin tenerla
á la vista nos espondriamos á oometer mil veces errores trascendentales.
La debilidad directa , producida por una gran pérdida de sangre arrojada
ó estraida, á la que se refiere tambien la que es efecto de evacua
ciones considerables de otra' espéeie ó dé la inedia, se corrige con
los tónicos suaves y- los analépticos, administrados del modo y forma
convenientes; la ocasionaba por uUu 'irritacion que por su violencia
oprime las. fuerzas , desaparece con las evacuaciones sanguíneas oportu
nas ; la que e t efecto <le un dolor éscesivo que désgasta las facultades
del infeliz que le sufre, solo se corrige calmando la sensibilidad con
medicamentos que la emboten; la originada por la intensidad dél mal,
como por 'ejemplo la que sigue a una 'violenta inflamacion que ter
mina por gangrena, no cuenta otros auxilios que los corroborantes y
antisépticos; y' la que depende del- estado y constitucion del paciente,
se contrabalancea sin gran dificultad con la bueiift direccion del ré-*
gimen prescrito y -la prudencia debida en las evacuaciones que sea
preciso ejecutar. Véase como descubrió' el hombre grande del mundo,
cual si penetrante rayo de luz vVvta 'repteserftase f4 sutil talento que
admiramos, las grandes verdades encerradas en la profunda ciencia
de Epidauro , sin que haya sido posible á las generaciones sucesivas
enmendar, añadir, ó tildar nada , porque la naturaleza en su per*
pétuo libro nos ofrece constantemente escritos con indelebles caracté-
res los hechos que en el supo leer aquel genio inmortal, y las indes
tructibles máximas que, en ellos calcadas, tuvo la habilidad de dedu
cir. Respeto y veneracion eterna al sabio de los siglos, cuya vasta in
teligencia y admirable profundidad consiguieron establecer con tanta fir
meza los sólidos é inderrocables fundamentos de- la ciencia que reporJ
ta al hombre los más preciosos é inestimables beneficios I
Mas no pasaré esta ocasion sin hacer mérito dé nuestro célebre co-
32
—246-
comentador Francisco Valles, que, al ocuparse de este pensamiento de
Hipócrates en el sitio correspondiente de su comentario, lo hace con
tal acierta y suficiencia, que nada deja que desear. Esplana perfecta
mente las ideas contenidas en tan preciosa frase, y hablando á propó
sito de la debilidad que es producto de la agudeza del mal, dice,
que á ella deben referirse todas las que proceden de la vehemencia
de la afeccion , ya sean ocasionadas por la intensidad de ella misma, co
mo cuando decaen las fuerzas del paciente por la violencia de una fie
bre, ó por su mala índole (oíi caehoetes) , como en los casos de fie
bre maligna, ó por la naturaleza del órgano afectado, como cuando
desfallecen los enfermos por una afeccion del estómago, del útero ó
del cerebro, ó por la multitud de escrementos; cuyas diferencias con
viene al médico saber, porque son diversos los auxilios que en tales
, ocasiones se emplean. Que la debilidad provenida de intensidad de la
fiebre » con ningun medio se corrige mejor que con el agua fría ; qne
la procedente de la mala cualidad de la afeccion se combate con los
medicamentos alexifarmacos , que aprovecharán bien poco para reanimar
las fuerzas oprimidas por la acumulacion de tos humores, si se deja
Sofocar el calor natural pasando vanamente el tiempo en esperar una
evacuacion ; y asi de las demas que espresa. Por decontado que, al
hablar de la debilidad] en este sitio , se refiere á las enfermedades
agudas ; pues la que acompaña á las crónicas es efecto de las continuas
pérdidas , mas t> menos aLundantes , ó de la alteracion de la nutri
cion, ó de una y otra ctusa reunidas. Al concluir esta máxima tan
importante advierte Hipócrates la necesidad de no tenerla ignorada,
manifestando que el conocimiento de estas cosas redunda en la salud
6 muerlt de los enfermos, como realmente sucede, por ser tan deci
sivas las indicaciones que de ellas emanan.
En seguida hace referencia , comparativamente á lo qne viene di
cho de los órganos digestivos, de los malos efectos del tránsito repen
tino del reposo al ejercicio de todo el cuerpo y de cada una de sus
partes , deduciendo por resultado los mismos principios prácticos que
en el caso anterior, á saber; que los cambios repentinos en uno ú
otro sentido son muy dañosos, y que entre los dos estremos es me
nos perjudicial el paso de la alimentacion á la inedia y de la actividad
á la inanicion, que el verificado en el sentido opuesto: la razon de
esta verdad es bien facil de comprender.
Ultimamente!, concluye esta materia advirtiendo que la alimenta
cion debe ser proporcionada al ejercicio del cuerpo, ¡pues ,[ como desde
luego se concibe , si no repara sus pérdidas y se nutre no tendrá las
fuerzas necasarias para soportar el trabajo que entonces se converti
rá en causa morbifica , y , si por medio del ejercicio no desgasta los
jugos suministrados por una abundante nutricion activando la absorcion
y {secreciones , te ocasionará una redundancia de materiales nutritivos
que alterarán los humores radicales ó primitivos, fraguando males de
mucha consideracion. Al terminar enuncia tambien, como de paso,
los inconvenientes que trae un escesivo sueño ó la vigilia inmoderada
completando con esto la reseña de todos los actos que debe tener en
cuenta el profesor para el establecimiento de un buen régimen , en los
casos morbosos , ya por lo que arrojan de sí , cuanto tambien por el
influjo que cada uno de éllos tiene sobre la accion digestiva, objeto
principal de este tratado.
Aqui concluye el segundo libro, segun I? division que hacen gene
ralmente las ediciones , y empieza el tercero, que dedica al estudio de las
sustancias usadas en su tiempo como bebida para el tratamiento de las
enfermedades, cuales son el vino, el hydromel, el agua y el oximiel:
acerca de lo cual no diré nada , porque se concreta su esclarecido au
tor á esponer en estos capítulos las cualidades de que en su época se
las creia dotadas, siendo facil de discernir el valor que en el dia tie
nen. El vino se halla reconocido por tónico, si feien el blanco es
algo diuretico y los espirituosos estimulantes; el hydromel no se usa
generalmente entre nosotros, reemplazando el azucar á la miel, por
sus cua^dades menos activas ; el oximiel es un suave escitante de la
espectoracion ; y el agua se usa por lo comun unida á otras sustan
cias , porque en sí no tiene virtud alguna especial , como dice Hipócra
tes, y para hacerla medicinal se la agregan acidos, mucilagos, ó aromas
en disolucion por varios medios.
Dice Valles que nada mas natural, á pesar de haberse creido de
Otro modo, que el que tratase Hipócrates al presente del baño, por
ser dos los usos que del agua hacemos , uno interior y otro esterior;
y que, habiendo hablado del primero, parecía regular que se ocupase á
continuacion en decir alguna cosa del segundo, principalmente en una
época en que era tan comun y frecuente el uso de ellos. Parece que
habia entonces, como ahora, segun él mismo dice, dos especies de ba
ños; comunes ó públicos, ya naturales ó artificiales, y privados ó par
ticulares que se preparaban en las casas: mas no pudiendo ir á los
primeros mas que las personas sanas ó afectadas de padecimientos
crónicos , dedúcese, como tambien del testo , que solo de los segun
—248—
dos es de los que Hipócrates hablaba en esta ocasion , aunque espo
niendo en general sus aplicaciones y virtudes. Refiriendose á esto el es
presado Valles en su comento, espone con claridad, exactitud y preci
sion, de la manera que signe, los provechosos resultados que el baño
produce : «Con razon se hace del baño una aplicacion muy comun por
«la utilidad que reporta, porque humedece,' cuece y laxa, y pur lo
»tanto cura á los .que se hallan ardientes, madura las enfermedades,
«promueve evacuaciones manifiestas , evacua insensiblemente , y resuel-
»ve los dolores.» Merito sane est ad mulla ulile : nam humectal, eo-
quil et laxat et inde medetur arescentibus ; morbos matural, evacua-
nes manifastas promovet et lassitudines doloresque soloit.. Las virtu
des espresadas en este breve párrafo se refieren indudablemente al ba
ño tibio, que es el emoliente; pues sabido es que el frio determina re
sultadas contrarios, hallándose con justicia colocado entre los auxilios
terapéuticos que gozan de cualidades tónicas.
Despues de manifestar Hipócrates que el baño os de grande utilidad
en muchos casos , pasa á esponer los medios necesarios para que sean
provechosos , respecto á las comodidades que para ellos deben propor
cionarse , que son bien fáciles de comprender. Háblase , entre estos cui
dados , de que no deben hacerse afusiones fuertes , á no ser que sean
precisas , pues para que el baño produzca sus efectos emolientes es ne
cesario procurar la mayor quietud posible, al paso que cuando nos
proponemos llenar con él indicaciones de tono deben hacerse afusiones
fuertes, echando el agua de bastante altura sobre la parte en que que
ramos obrar. Asi dice Valles que conviene á los que no padecen enfer
medades agudas, sino ob quosdam morbosos apparatus aut diuturnas pa
siones, con lo que sin duda quiso aludir á varias afecciones crónicas,
como ciertos infartos de las visceras del vientre, algunos tumores
blancos de las articulaciones , ó dolores pertinaces , y al estado de de
bilidad y abatimiento que producen en el cuerpo las pasiones .continua
das, por efecto de la alteracion del sistema nervioso á que dan origen
y de su influencia en las funciones de la nutricion y en todas las de
mas ; en cuyos casos se emplcau los baños á chorro como fundente ó
resolutivo, ó como tónico ó escitante de la accion de los conductores
de la sensibilidad.
Respecto á la hora oportuna del uso de los baños, dice Hipócra
tes que no debe ser inmediatamente despues de haber tomado alimen
to, asi como tampoco quiere que se tome nada nutritivo hasta despues
de algun tiempo que de él se haya salido; dando Valles por razon de
esta máxima prudente, que no pueden digerirse ó cocerse bien los alimen
tos, en semejantes casos , por hallarse el calor natural llamado con la
sangre hácia la periferia del cuerpo ó los tegumentos. Y no solo dice
que debe observarse este precepto en los baños generales, sino tambien
en los parciales; pudiendo no obstante dar á tos ardientes, ya en el
mismo baño ó inmediatamente despues de haber salido, leche ó algun
jugo que humedezca y sea de facil digestion, porque siendo asi, añade,
no daña, y distribuyendose por el cuerpo humedece mas.
> i Respecto á lo que Hipócrates espresa a continuacion de que ios ba
ños son mas provechosos en las pulmonías y demas inflamaciones de
los órganos colocados en la cavidad del pecho, como nuestro Valles
entiende, que en las fiebres ardientes, sabido es que nosotros nos abs
tenemos de su uso en dicha clase de afecciones, ;no porque creamos
inexacta la esposicion do los beneüuiosos resultados que en ellas pres
tan y que el médico griego refiere con la mayor precision, sino por
el justo temor deque un enfriamiento repentino <i la salida del baño des
virtuase sus buenos efectos, agravando el estado, del padecimiento. No
obstante, en prueba de haber sido reconocida la bondad y oportuni
dad de este precepto, si bien no empleamos el baño general por el es
presado motivo,I nos valemos del topico, haciendo que respiren los en
fermos una atmósfera : cargada de agua que hacemos evaporar conve
nientemente en sus estancias. En cuanto á las fiebres ardientes , como
las inflamatorias y biliosas, tampoco usamos este medio, á ao ser en los
casos en que se hallan producidas por una intensa inflamacion del apara
to urinario, del peritoneo, ó alguno de los demas órganos situados en
la cavidad abdominal, en cuyas circunstancias le empleamos ventajosa
mente auxiliado de otros medios, con todas las precauciones debidas, cui
dando especialmente de evitar el aflujo de sangre á la cabeza con la
aplicacion de paños fríos durante la. permanencia del enfermo en e|
agua y algun rato mas.
Dice luego Hipócrates que no es conveniente el uso del baño á los que
tienen el vientre mas húmedo de lo regular, es decir, á los que padecen
diarrea, lo que esplica Galeno diciendo que es debido á] que se contienen
las deyecciones. Valles no se muestra muy satisfecho de tal esplicacion,
pues dice que cabalmente por esta causa aprovecha el baño muchas veces
en semejantes ocasiones , sino que cree que , siendo mayor la abundancia
de humores viciosos que la que puede revelerse hácia el cutis , puede, á be
neficio de tal medio, aumentarse la diarrea con la laxacion y humedeci-
mienlo^que produce en los intestinos y en los vasos que por ellos se ra
minean y que, si la cantidad de humores escrementicios es ya tan cor
ta que puede rcvelerse á la piel con el uso del baño , Tale mas espe
rar á que cese espontaneámente , que viciar todo el cuerpo por uua
cosa innecesaria. Esta interpretacion se halla conforme con las doctri
nas del] humorismo dominantes en aquella época , en que se creia que
los humores alterados en cantidad ó calidad vagaban de una parte á
otra del cuerpo, fijándose en tal ó cual punto, y espeliéndose por di
versos emuntorios : se halla con todo fijada la idea de revulsion como
efecto inmediato del baño , con la cual nos conformamos tambien en
el dia las mas veces que le prescribimos. En la .actualidad no pode
mos absolutamente admitir esta máxima de Hipócrates , á no ser en los
casos de diarreas serosas mucosas ó lientericas, ocasionadas ó sostenidas
por un estado de debilidad del aparato digestivo, de sus membranas y
vasos, en <cuyas circunstancia» el medio á que nos referimos no haria
mas que obrar en favor de la causa , acrecentando mas y mas tal esta
do de laxitud: mas , cuando la diarrea es producto de una Irritacion fio-
gistica de los intestinos mas ó menos intensa, no podemos menos de
reconocer la conveniencia de tal¡ auxilio , de cuyos buenos oficios nos
presenta mil egemplos la práctica diaria. Tampoco podemos convenir
en que la astriccion de vientre #ea un contraindicante del uso del ba
ño siendo necesario que antes de emplearle se procuren evacuaciones
por medio de los enemas , porque , generalmente hablando, esta afeccion
es debida 6 bien á un espasmo de los intestinos ó á alguna irritacion
tlogistica de los intestinos delgados ó del hígado, en cuyas circuns.
tancias el baño tibio es muy ventajoso por lo mismo que humedece y
laxa los tegidos.
Concluyo pues mis cortas reflexiones sobre este interesante libro de
la doctrina hipocrática que forma un brillante lucero de la aureola de
gloria que rodea el venerando rombre del) gran fundador de la apolí
nea ciencia, con fijar da nuevo la atencion de mis lectores sobre la
uniformidad y constancia de ideas que constituyen el profundo y filo
sófico pensamiento de su ilustre autor. La naturaleza humana en su
conjunto, y las relaciones en que se halla con las cosas estertores ; hé
aqui el grande objeto de sus admirables trabajos.
APENDICE

AL

TRATADO DEL REGIMEN

el comento qné precede al tratado del Rigimen en las enferme


dad» aguda* , espuse que iba este seguido de un apéndice, general
mente considerado como no perteneciente á Hipócrates; mas no entré
en pormenor alguno que diese una idea sumaria de su contenido , en
razon á que no forma cuerpo con el libro á cuyo fin va colocado. Vuel
to pues al presente sobre este particular de que me habia propuesto
ocuparme en tiempo y lugar oportuno , y paso á hacer una breve ex
plicacion de este apéndice, tanto mas necesaria cuanto que, hallándose
compuesta de trozos que no guardan relacion entre si , no forma un
verdadero tratado : su lectura por esto mismo seria fatigosa , porque
la incoherencia es lo que molesta] mas, é ininteligible, porque no se
descubre el ilo de un pensamiento que pudiera seguirse. He querido
llamar la atencion del lector sobre estas particularidades , para que no
-252—
le sorprendiese lo defectuoso de la forma de lo que va á leer ; y creo
al mismo tiempo que , prevenido de este modo de que no es mas que
una coleccion de apuntes sin redaccion, se verá movido de cierto in-
teres de curiosidad á registrar papeles procedentes de un médico , y
llegados á nuestras manos desde una epoca muy remota. No se ha
lla enteramente exenta de provecho esta curiosidad ; porque este Apén
dice contiene algunas cosas buenas , y el breve comento que voy á
presentar |no tiene otro objeto que el de hacer que no pasea desaper
cibida^ del lector.
El primer punto de r|ifa, iu \t H 'áeftrata es el causus , que dis
tingue el autor en dos .eB[)ecÍes4 tuna, qiie podría llamarse légitima,
y otra cuyos caracteres estan menos marcados. El cáusus se hallaba
colocado por los patólogos antiguos entre las fiebres , y tenia por
carácter un calor abrasador y una sed inestinguible , ocupando un
lugar principal en la patología de los médicos griegos. Si se compa
ran sus descripciones Ua eliftfTuadadtfs que tioy vemos, se verá
que no es posible identificar tal afeccion con la fiebre tifoidea de la
escuela de París ^fiebre general caracterizada anatomicamente por una
erupcion especial • en el ; canal digestivo); ni fompoeo puede hacerse
semejante comparacion con el tifo de los nosologos franceses, intensa
afeccion febril que se na observado comunmente en los campamentos
y ciudades sitiadas, y que tal vez es endémica en muchos sitios de
Inglaterra é Irlanda. El causus tiene semejanza con la fiebre amari
lla: una diferencia notable se opone con todo á su identidad, cual
es la falta de los vómitos y de la coloracion de la piel tan caracte
rísticas en esta enfermedad; y el no ir acompañado de bubones ni
erupcion alguna , es ojistácu' o tambien que se optíBe- á XHwapararie con
la peste de OrieAtg., Sin embargo,, nolcreo que el amsut sea una
de esas afecciones esüngui.Ias, que pertenecen á una épüoa. desaparea
tiendo en otras posteriores, tal como la peste de -Atenas, en los tiem
pos antiguos y el sudor inglés en íos . modernos* Eos méd icos. que han
ifije/cklo y, .escrito en .paises cálidos han dado .la descripcion, de una
enformedad;. que tiene ciortas, analogías con la que ahora, nos ocupa:
esta es la fiebre biliosa,; remitente ói continua , de los paises, cálidos,
en cuya . afeccion yemps seguramente un ejemplo entro nosotros que
podemos comparar á aquella. Volveré á ocuparme de este punto en
oj comento al tratado de las ¿;ií<ítmi««, •.. '.-p . ; . • -•- • '
Trátase, despues del cautm, de diversas enfermedades agudas que
no parecen tener entre ai relacion alguna más que lo comun de Ut
agudeza , cuales son las anginas, inflamaciones de los hipocondrios, pér
didas repentinas de la palabra por afecciones cerebrales , é irritaciones
producidas por la introduccion en las venas de la bilis negra y de hu
mores acres. El tratamiento principal, y, como dice el autor, el que
debe preceder á todos los otros , es la sangría. El autor hipocrático for
mula su uso en dos reglas generales , cuales son ; estraher sangre en
las enfermedades agudas, si lo permiten las demas circunstancias del
paciente , y no emplear remedios evacuantes hasta que la sangría haya
relajado las partes, pues de otro modo no hacen mas que debilitar
sin rebajar nada la inflamacion. Galeno estraña que no pusiera Hipócra
tes en los aforismos la regla primera, y con razon; porque tanto esta
como la otra son, en efecto, el resultado de una práctica tan sabia
como segura , y ambas manifiestan que desde entonces tenia ya la
medicina una vasta esperiencia que la habia hecho llegar á establecer
preceptos muy generales y precisos.
Entre estas afecciones agudas se distinguen dos especies de anginas,
de una de las cuales se ha dicho que es causa de la ortofnea , que los
músculos de la parte posterior del cuello se ponen tensos, que la voz
.se pierde, que la respiracion se hace pequeña y la inspiracion frecuen
te y muy penosa , y el autor añade que en la garganta no se pre
senta tumefaccion alguna. Semejante descripcion se refiere sin duda á
las anginas laríngeas ó bien al edema de la glotis ; y , si se digera
que los niños estan sujetos á ella, se vería ademas en tal pintura otro
indicio del edema.
Esta serie de afecciones agudas va seguida de un capitulo sobre la
pleuresía y uso de los medios evacuantes en la invasion de la fiebre,
eu circunstancias en que el enfermo está estreñido de vientre ó aca
bado de comer, el cual se halla mucho mas desenvuelto en el libro
del Régimen de las enfermedades agudas. Galeno advierte que este tro
zo no puede ser de Hipócrates, porque no habría tratado aquí con me
nos precision lo que habia espuesto mejor en otra" parte; mas, con to
do, presenta algunas adiciones sobre el régimen de la convalecencia,
El argumento de Galeno se halla inmediatamente despues debilitado
por un largo pasage relativo á la época de la enfermedad en que de
be administrarse el cocimiento de cebada, y el mismo Galeno espone
que este pasage, que tiene otro análogo en el libro del Régimen de
las enfermedades agudas, es aqui mas estenso y mas claro, como si
fnera una esplicacion en que se hubiera conservado el pensamiento de
Hipócrates. La existencia, pues, de pasages análogos en la parte au
-251-
téntica y en el Apéndice, tratados ya 'mejor ó menos bien en el uno
que en el otro , me autoriza á pensar que este es una colección de
apuntes emanados del mismo Hipócrates.
Despues de esto empieza una serie de reflexiones sobre un gran
número de casos que se presentan en las fiebres. El autor se limita
á hacer resaltar las indicaciones pronosticas sin dejar por eso de indi
car los principales remedios que juzga oportunos; y este pasage , sal
va la parte relativa á los remedios, tiene mucha analogía con los cor
respondientes de los pronosticos. He notado sobre todo un trozo que
forma, puede decirse, el comentario de una frase, sino oscura al
menos muy concisa , de este último libro , cual es en el que se dice
«.que para juzgar desde el principio la terminacion feliz ó desgraciada,
es preciso establecer su observacion desde el primer dia.» Este pre
cepto se halla repetido en este Apéndice, y despues de haber dicho
el autor que debe tenerse por punto de partida el primer dia, indica
el modo de examinar fea cabeza, el. pecho y los hipocondrios, lo cual
nos indica como un médico de la escuela hipocrática tomaba conoci
miento del estado de un enfermo.
Encuéntrase, en la serie de estas diferentes consideraciones sobre
las fiebres, un pasage que me parece no poderse aplicar sino al deli-
rium (remens. Despues de haber hablado sobre la epistaxis al principio
de las enfermedades agudas, añade el autor que, si el enfermo se ha
lla en la fuerza de la edad, ó está habituado á los ejercicios gimnás
ticos, ó si tiene la mano temblorosa por efecto de la bebida, puede pre
decirse el delirio ó la convulsion. Si se reunen estos dos síntomas,
temblor de las manos ocasionado por la bebida y el delirio consiguien
te , se reconocerá que los hipocráticos habian tenido ocasion de observar
y no habian desconocido del todo esta enfermedad singular á que es-
tan espuestos los bebedores.
Las afecciones perihneumonicas y pleuriticas son el objeto de algunas
consideraciones: la sangría era ya conocida como el remedio porescelen-
cia.y el autor dice que es preciso no dudar en llevarla hasta el desmayo.
El uso frecuente de las sangrías es una regla que en general los mo
dernos aplican igualmente al tratamiento de tales enfermedades: y ea
cuanto á su prolongacion hasta la lipotimia, un práctico muy distin
guido de la escuela de Paris , Mr. Lerminier , que ha sido mi maestro,
aconsejaba que nunca se ijegase á producir el síncope en las pulmonías,
porque deciaque los desmayos en ellas son peligrosos. Presenta este pár
rafo un pasage paralelo en la parte auténtica del tratado del Régimen e»
-255-
las enfermedades agudas, que es relativo á la administracion de los pur
gantes en la pleuresía; mas es preciso notar aquí la esplanacion de un
precepto que no se halla desenvuelto en la parte auténtica. Aconseja en
aquel Hipócrates, que despues de la purga se administre la tisana; y dice
en este que , si se purga antes de la coccion de la enfermedad , es ne
cesario permitir el uso de la tisana, siempre en pequeña cantidad, á fia
de que el enfermo pueda dormir, digerir y sostener las crisis. Asi se
esplica de un modo facil el precepto inscrito en la parte auténtica de
administrar la tisana despues de haber purgado, lo cual se cgecuta
porque se haga sentir menos el efecto de la evacuacion sobre las fuer
zas del enfermo para que pueda esperar la época en que la naturaleza
promoverá un esfuerzo favorable. Esta regla se ha presentado en algu
nas ocasiones como refiriéndolo todo á la autocracia de la naturaleza, y
dejando al médico en el lugar de simple espectador de una lucha en qi'o
solo se limitase á esperar los resultados: pero, bien entendida y acep
tada en toda su generalidad , espresa un pensamiento profundo , y es
tablece una máxima que no es menos importante para la práctica mo
derna que lo fue para la antigua. En muchas enfermedades, como la fie
bre tifoidea , la viruela flfe. no parece que tiene el arte eficacia al
guna directa ; toda su utilidad se limita á combatir algunos accidentes
y á sostener, hasta la época en que la organizacion pueda contrarres
tarlos, las fuerzas combatidas por el mal: en estos casos, por con
siguiente, interesa estudiar muy por menor todo lo que, en la pres
cripcion del régimen , pueda contribuir á este grande objeto. Esto es
aun verdadero hasta en las enfermedades en que la accion de la me
dicina se manifiesta con mas poder. El precepto pues de Hipócrates
Se reduce á lo que sigue : que , en la peligrosa lucha en que se
halla el cuerpo empeñado y en que el éxito pende comunmente de
tan poco , es preciso tener en cuenta no solo la accion de los auxi
lios enérgicos que se emplean, sino tambien los recursos que tieae
en si propio el enfermo, dando á este ultimo elemento el valor que se
merece.
No será fuera de propósito hechar una ojeada comparativa sobre
ana interesante memoria' que un médico inglés, M. Stokes, acaba de
publicar relativamente á el uso del vino en el tratamiento del tifo
{tiphous fevtr) (the Dublin journal ofmedical science , n. 43, march.
1830 vol. 15 p. 1 .). Del mismo modo que Hipócrates Intentó especi
ficar los casos en que es preciso administrar el vino en las enferme
dades agudas , ha querido M. Stokes circunscribir en el dominio par
.256—
ticular del tifo aquellos en que el vino es necesario. Dice este profesor;
aSi comparamos al hombre poco práctico cou el que tieue una larga es-
»periencia del tifus, vemos que el primero emplea generalmente el
»método antiflogístico mas enérgico, desde el principio de la enferme-
»dad, y retrasa el uso de los estimulantes hasta que las fuerzas vitales han
«decaido mucho , al paso que el segundo conserva mas los recursos de
»su enfermo, y duda meno* en emplear el vino y los demas estimu
lantes. En determinar el uso del vino en el tifus es eii lo que a)
«médico jóven ó inesperto se ofrece mayor dificultad ; él prescria
• bir este medio es lo que mas le embaraza y leda mas que temer.»
Pero hasta el presente ha sido abandonada al solo tino practico la ad
ministracion del vino , y el médico nuevo no tieue regla alguna pre
cisa qne en el pueda suplir este tino que solo se adquiere en fuerza
de una larga y dificil esperiencia. M. Stokes ha intentado llenar este va
cio, y fija por regla de procedimiento que , siempre que en el tifj dismi
nuye la impulsion del corazon ó deja de hacerse sentir con una dismi
nucion proporcional de los dos ruidos ó una preponderancia del se
gundo , hay una indicacion directa y casi infalible para emplear el
vino (p. 67.). Hipócrates, por su parte, ha dado reglas generales para
su uso, no en una fiebre particular, sino en las enfermedades agudas
febriles ; y puede notarse como el médico moderno y el antiguo se
han sometido respectivamente á la doctrina de su época. Mientras el
médico moderno , fiel ál impulso que conduce la ciencia hacia la pre
cision mas y mas grande del pronostico , especifica cierta lesión de la fun.
cion del corazon en el tifo , indicando sus caracteres fisicos y refiriendo
á ellos la administracion del vino, el médico antiguo, discípulo de una
doctrina que consideraba sobre todo los signos generales de la enferme
dad , busca sus reglas en las indicaciones suministradas por la orina,
la diarrea, la espectoracion , el delirio- ¿Ñfc.
El trabajo del médico inglés es enteramente conforme con el es
píritu de la medicina hipocrática, como es facil comprender. El objeto
de Mr. Stokes es el de asegurar el estado de fuerzas del enfermo, y
sostenerlas, si se debilitan, con la administracion del vino: pues va
luar las fuerzas del enfermo y sostenerlas, fue uno de los principales
cuidados de la medicina hipocrática. Puede sin embargo replicarse que
este objeto ocupaba en la enseñanza de la escuela de Coo un lugar
muy distinto del que tiene en las modernas , en que todo se confun
de mas en la idea comun de tratamiento. La medicma hipocratica se
dividia, en ta aplicacion terapéutica , en dos ramas que , aunque tendían
—257-
á un Su comun , no por eso dejaban de ser objeto de un estudio se
parado: la administiacion de remedios , y !a prescripcion del régimen
alimenticio. Encargada esta parte de cumplir otra indicacion que los
medicamentos, tomaba sus reglas en la observacion del estado general
del paciente; y se disminuía, se aumentaba, ó se variaba la dieta,
segun la intensidad de la afeccion, la época en que se hallaba, y la
oportunidad que ofrecía cada uno de estos diversos tiempos. Volveré á
ocuparme de este punto en el Comento de los libros 1.° y 3.° de las
Epidemias, ad virtiendo solo al presente, con respecto al trabajo de M.
Stokes, que, siempre que se trata de estudiar en el dia el estado ge
neral del enfermo independientemente de la naturaleza de la enferme
dad , y las circunstancias que indican el uso de las sustancias alímen"
ticias sin referencia á la accion de los medicamentos propiamente di
chos, se entra en el dominio de la doctrina antigua, que Hipócrates fue
el primero en desenvolver en su inestimable libro del Regimen en las
enfermedades agudas , la cual aun no ha suministrado todo el fruto
que puede dar.
He puesto á la vista d el lector estas observaciones sobre la medi
cina antigua y la moderna, persuadido de que le sugerirán reflexio
nes que en verdad no serán inútiles.
Las defmiciones no abundan mucho en la coleccion hiprocrática: dog
ofrezco al presente ; una de Jos esputos, en que se dice que estan ma
duros cuando son semejantes al pus, y otra de las orinas, en que se
espresa que estan cocidas cuando ofrecen un sedimento algo rogizo;
las cuales manifiestan con exactitud cual era el estado físico de la es-
pectoracion y de la orina , y lo que entendia uu médico hipocrático por
estado de coccion ó de madurez. .
Despues de unas breves consideraciones acerca de la supresion de
la disenteria y sobre la fiebre biliosa , háblase del tetanos ; cuyo pa-
sage no ha obtenido el asentimiento de Galeno , que espresa su crítica
de la manera que sigue : « El autor no prejuzga con certeza la benig
nidad del tetanos por la evacuacion de las orinas. Aunque este hu-
»mor anuncia claramente la crudeza de la fiebre, los signos deduci-
»dos de su inspeccion en las enfermedades aque afectan los músculos
»son muy poco seguros; y en cuanto al vino, es un error no pe-
nqueño dársele á los tetanicos, sin decir si el tetanos proviene de
»frio ó de otra cualquiera causa.»
En consecuencia de todos los ejemplos enumerados hasta el presen
te, hallamos una frase general acerca de las vías de solucion , que son,
-258—
en las enfermedades , la boca , los intestinos , la vejiga 6 alguna otra
viscera, mientras el sudor lo es do todas las afeccione-, Galeno ob
serva que esta frase es incompleta, y que se verifican tambien solu
ciones por el útero y por epistaxis.
El párrafo siguiente es relativo al- uso y contraindicaciones del ele-
boro. E-puse, en la Introduccion, un pasage del libro de las Epide
mias, en que se dice que el médico debe ser útil al enfermo ó al menos
no dañarle, y aqui se halla otro precepto análogo, con la diferencia
que en este se hace una regla de prudencia que mas concierne al mé
dico que al enfermo. En efecto, se dice; «No ha de administrarse
(á los enfermos á que el autor se refiere) el eleboro, porque no Ies
sirvirá de nada ; y , si esperimentan algun accidente , se lo atribuirán al
medicamento. » Por todo lo que viene dicho se conoce que este Apén
dice es una reunion de trozos juxtapuestos que no tienen entre si
conexion intrínseca. Y en este mismo sitio, al concluir lo concerniente
al eleboro , se presenta una singularidad aun mayor , que es una fra
se no acabada ; lo cual bastaria para demostrarnos que en este Apén
dice no tenemos un trabajo dispuesto para publicarse.
Despues de todo estofe presenta, en el orden de yuxtaposicion, un lar
go trozo sobre la influencia de los cambios del .régimen, que tiene otro
semejante en la parte autentica, con la particularidad que en el Apéndice
se encuentran pormenores acerca del modo de obrar del vino , que fal
tan en el pasage análogo del tratado; á lo cual sigue la enumeracion
de varias sustancias alimenticias, con la esposicion de los efectos que
cada una produce.
El cólera seco es el objeto del párrafo que sigue , cuya afec
cion no se halla caracterizada sino de un modo bastante vago. Las
únicas señales que el autor indica son; el volumen del abdomen, ej
ruido de tripas, el dolor de los lados y de los lomos , y el estreñimiento;
segun los cuales pudiera creerse que se trataba del cólico fiatulento,
ó bien de algun obstáculo al curso de los materiales alimenticios por
las vias digestivas , ó tal vez de un cólico que es frecuente en los
paises calidos y que designan los patólogos ingleses con el nom
bre de dry-belly ache. \ continuacion del párrafo relativo al colera
seco se halla una frase en que se habla de flujo de vientre , de
evacuaciones biliosas, de dolores de tripas, y de vómitos. Galeno se
pregunta si aun corresponde esto al cólera seco , ó si debe ser considera
da esta frase independientemente de lo que procede; pero á mi me
parece mas probable la alternativa primera , en razon de la descripcion
-259-
que se ha dado del dry belly-ache: (Véase 7 Clark Observalions on
the diseases Sfe, p. 242.)
No me detendría en la diferencia que establece el autor, en el
punto siguiente, entre el anasarca y la hidropesía con enfisema, que
parece una ascitis, si otras consideraciones hechas por los médicos
hipocrá ticos sobre las hidropesías no ofreciesen una semejanza curiosa
con algunos descubrimientos modernos. Se dice en los Pronósticos; «Las
•hidropesías que proceden de las enfermedades agudas todas son fa
ltales; no quitan la fiebre, y son muy dolorosas y funestas. La ma-
»yor parte traben su origen de los vacio* ó de los lomos, y otras del
•hígado. Cuando proceden de los vacíos ó los lomos , se hinchan los
•pies, y se establecen diarreas prolongadas que no mitigan los dolo
bres de dichas partes , ni restituyen al vientre su propia fiexiblidad.»
Esta hidropesía de los vacíos y de los lomos distinguida claramente
de la del hígado . recuerda la que va con tanta frecuencia unida á la
enfermedad de Bright , ó nefritis calculosa de Rayer. (Tratado de tai
enfermedades de los ríñones y de las alteraciones de la secrecion uri
naria, Pans 1810 t. 2.° en 8.° pag. 97 y siguientes, y atlas lam. 6,
7, 0, 9, y 10.). Si bien no puede decirse que realmente los médicos hi-
pocrátícos refiriesen una hidropesía á cierta afeccion de los ríñones, no
es sin embargo poco notable que, haciendo separacion del hígado, co
locasen en la region lumbar la causa de una de ellas, cuya pertina
cia habian al mismo tiempo conocido. Tampoco deja de serlo el que
hubiesen observado en esta hidropesía diarreas funestas que no li
bran al paciente del humor derramado ; y en fin , tambien es digno
de atencion , bajo el punto de vifcta de historia de la ciencia, que ha
yan sido necesarios los trabajos y descubrimientos de muchos médicos.
modernos para dar á una observacion consignada en los pronósticos un
valor por tanto tiempo desconocido.
Lo que sigue es relativo á las personas que tienen el vientre enar
decido; despues de lo cual viene un precepto general sobre el régimen
de los enfermos, que se dirige, segun el autor, principalmente, por
la observacion de las remisiones y exacerbaciones de los males.
El trozo siguiente es un cuadro de diversos estados patológicos
que contraindican el uso de los purgantes. Acerca de esta acumula
cion hecha sin orden dice Galeno, que evidentemente todo es un con
junto de notas con las que sin duda habia pensado su autor compo
ner w libro.
Algunas palabras relativas á la necesidad de contener el vientre
-260-
de un enfermo que quiera sangrarse, preceden á muchas prescrip
ciones que . en el sentir de Galeno, no se refieren á caso alguno
determinado , ya se omitiera la frase en que se indicara la enferme
dad por el primero que lo copiase, ya que el mismo autor se distra-
gera y se olvidara de decir á que afeccion se dirigían los precep
tos que daba. Galeno añade que podia creerse que se trataba aqui de
dolores.
Hállase en este sitio intercalada una fórmula farmaceutica contra la
hidropesía , en la que entran las cantáridas conio parte constituyen
te , cuyo medicamento se sabe que tambien se emplea en el dia contra
tal afeccion.
En fin, se termina todo con una coleccion de composiciones far
maceuticas contra las hemorragias, la disenteria, la oftalmía Sfc. don
de se halla interpuesta la descripcion de la operacion del trichosis Y
de la ligadura de los tumores hemorroidales.
Háblase con mucha frecuencia en este Apéndice del papel que de
sempeña la intercepcion del aire vital en las apoplegias y otras afec
ciones , acerca de lo cual ,tendremos ocasion de ocuparnos en otro sitio.
Buscando, entre los numerosos medios empleados, cuales eran
los de aplicacion mas comun entre los médicos hipocráticos , y por
consiguiente, del mismo Hipócrates, se encuentran la sangría y los
evacuantes, eméticos y purgantes sobre todo ; cuya observacion no es
indiferente ni para el conocimiento de la medicina antigua ni para la
moderna ; porque en una ciencia tan rodeada de graves dificultades
como esta, hay un grande interesen saber lo que debeser conside
rado por sus profesores como lo mas aproximado á lo cierto por ha
ber recibido la sancion de la mas larga esperiencía.
Galeno, en el juicio que emite sobre este apéndice, distingue pasages
de diferentes;carácteres unos que, aunque lejos, á tu parecer, de ha
llarse con la fuerza de espresion y la exactitud de las proposiciones que
pertenecen á la primera parte del tratado , tienen sin embargo el sello
de la doctrina de Hipócrates, por manera que bien pueden creerse pro
cedentes de alguno de sus discípulos ; otros que presentan la espre_
sion y el pensamiento tan perfectos, que no hay inconveniente en ad_
mitirlos como propíos del mismo Hipócrates que los estuviese reunien
do para hablar despues, como habia ofrecido, de cada enfermedad en
particular ; y otros en fin , que no son dignos de un autor tan escla
recido, sino! interpolaciones estrailas de las que se encuentran tam
bien egemplos hácia el fin de los aforismos: siendo generalmente co
—261—

nocido el principio de los libros, los falsificadores introdujeron sus adi


ciones hacia el fm con el objeto de disimularlas , y asi se ven igualmente
en el libro de tes Heridas de cabeta y en el k.° de las Epidemias, como en
este apéndice al tratado del Régimen en las enfermedades agudas.
Este juicio de Galeno me parece ser el resultado de un examen atento
del libro de que se trata. Es un conjunto de notas que no se hallaban des
tinadas á publicarse , pues en ellas se encuentran frases incompletas , no
acabadas, que bastarían para la inteligencia de su autor, masque de nin
gun modo tendría esle dispuestas para darlas á luz bajo esta forma, con
cibiendose muy bien que seria una publicacion postuma hecha bajo un cé
lebre nombre. (En el cap. 3.° de la Introduccion he desenvuelto este punto
de la existencia de notas no redactadas en la coleccion hipocrática. ) Esto
supuesto , aun pueden reconocerse las siguientes particularidades : unos
de estos apuntes deben ser considerados realmente propios de Hipócrates,
no Unto por la razon que da Galeno de la fuerza del pensamiento y la es-
presion, sino porque reproducen, de un modo mas compendiado y á veces
mas desenvuelto, los pisages que constituyen una parte integrante del
libro del Régimen en las enfermedades agudas; de modo, que tenemos á la
vista algunos pensamientos que Hipócrates escribió como elementos de
un libro que meditase, lo cual nunca deja de inspirar cierto interés. Nos
otros tenemos , hasta cierto punto , conocimiento de este modo de tra
bajar ; y el tiempo, que ha consumido tan gran número de monumentos
de la antigüedad literaria, lia perdonado algunos fragmentos consignados
para uso particular en alguna hoja suelta.
Como Hipócrates ofreció en el libro del Régimen de las enfermedades
agudas tratar de cada una de las enfermedades en particular , y se hallan
en este apéndice varios apuntes relativos á ciertas enfermedades de esta
especie, es muy probable que algunos de ellos provengan del mismo Hipó
crates que los tuviese destinados para la elaboracion del libro en que pen
saba, y que ó bien pereció antes del establecimiento delas grandes biblio
tecas públicas de Alejandría , ó no llegó á ser compuesto.
Entre las demas anotaciones , piensa Galeno que algunas son proce
dentes de los discípulos de Hipócrates, y á propósito he llamado la
atencion sobre una frase tan marcadamente médica , que no puede ser de
ningun eslraño á la profesion, cual es en la que se dice: "Si sobreviene la
convulsion la muerte es muy probable; y hé aqui un motivo para un buen
pronóstico." Nuevo argumento en apoyo de las razones que enlaintroduc
—262—

cion esplané para probar que estos apuntes tienen una procedencia ver
daderamente médica, y que no son obra, como se ha dicho, de algun fal
sificador que se ocupase en engañar á los bibliotecarios de los reyes de
Pérgamo y Egipto. Examínese aquella espresion, en la cual se trata de la
muerte del enfermo, y se verá que el autor, enteramente preocupado de una
especie de interes científico que en medicina jamás debiera llegar hasta el
estremo de olvidar ni un solo momento que la sustancia viva es muy dis
tinta de la física y la química estudiada en los laboratorios, aplica un epí
teto impasible á un pronósticoquenoserá bueno, es decirjusto, sino en tan
to que el enfermosucumba á la dolencia. Frecuentemente he tenido ocasion
de oir semejante lenguage á los médicos á quienes he tratado, diciendo un
buen caso , un buen diagnóstico , un buen pronóstico. Confieso que tales
espresiones me chocaron desde luego, y en el dia, que me halló en el ca
so de analizar su valor , entiendo que envuelven una contradicion implí
cita de la idea de la medicina, que destinada á un mismo tiempo á edificar
la ciencia delos fenómenos patológicos., que son parte de los naturales, y á
aliviar á los hombres en sus padecimientos, jamás debe sacrificar la una
á la otra de estas exigencias. Mas, por una abstraccion inmeditada que
fácilmente se concibe , los médicos han acostumbrado á llamar bueno , á
lo que es para el enfermo causa de peligro, de dolor y de la misma muer
te. Esta espresion es pues caracter stica; y ciertamente los que al hablar
de la prediccion de la cercana muerte de un enfermo dijeron que era un
buen pronóstico, no podian menos de ser médicos.
Dice Galeno que los falsificadores anadian algunas veces al final de los
libros trozos que no les pertenecían. Este apéndice termina en efecto con
una coleccion de fórmulas farmacéuticas que pueden muy bien proceder
de tal origen. Añádase á esto, por último, que cuando se pasa de la par
te auténtica de este tratado al apéndice , se echa de ver una gran dife
rencia en el estilo, hallándose en este espresiones descuidadas y frases
de construccion irregular y poco esmerada. Nada nos demuestra mejor
que esta repentina diferencia, que tenemos una porcion de apuntes redac
tados de cualquier modo y sin corregir.
En resumen, creo que el lector, prevenido de este modo, no dejará
de revisar con provecho estas anotaciones de Hipócrates y sus discípulos.
Siendo la medicina uno de los mas graves cargos que puede el hombre
desempeñar , interesa mucho al médico reflexionar sobre ella. Por esto
la lectura en general y la de los antiguos en particular le es sumamente
—263—

ventajosa ; porque , si la comunicacion de los pensamientos de los demas


escita en nuestro espíritu una porcion de ideas que sin esto jamás nos
habrían ocurrido , el exámen del giro de los pensamientos antiguos , que
siempre tiene para nosotros alguna novedad, fija mas nuestra atencion,
no dejando pasar entonces cosas que de otro modo hubieran quedado
desapercibidas.
• O»—— «

BEL REGHEEÍS

APENDICE.

1. La fiebre ardiente se produce cuando las venillas desecadas


por el calor chupan los humores acres y biliosos, en cuyo caso se de
termina una calentura considerable con gran sensacion de laxitud y
dolor. Tambien es efecto muchas veces de una marcha forzada , y de
una sed contenida por largo tiempo, cuyas causas hacen que, desecán
dose las venas pequeñas, atraigan á sí fluxiones acres y cálidas. En
estas circunstancias, la lengua se pone áspera, seca y muy negra-, es-
perimenta el enfermo en el abdomen dolores como mordicantes; las
evacuaciones alvinas se presentan fluidas y amarillentas -, y estos sín
tomas vienen acompañados de una sed considerable, de vigilia, y á
veces de delirio. En esta afeccion, se dará al enfermo á beber agua é
hydromel cocido y diluido en el mismo liquido en la cantidad que
quiera -, si la boca tiene un sabor amargo, convendrá hacerle vomitar
y promover con enemas algunas deyecciones -, y si estos remedios
no produjesen su efecto, deberá purgársele con leche de burra co
cida -, es necesario abstenerse de toda sustancia acre ó salada, porque
su uso le seria insoportable , ni permitir la tisana hasta haber pasado
el tiempo de la crisis. Si aparece una epistaxis, la enfermedad se re
suelve-, asi como tambien se verifica este feliz resultado, si se esta-
—264—

bleccn sudores legítimos y críticos, con orinas blancas, espesas y con


sedimento homogéneo, ó cuando se forma un absceso. Si la enferme
dad se resuelve sin ninguno de estos fenómenos, debe temerse una
recidiva , ó que sobrevengan dolores en las caderas ó en los miem
bros inferiores ; y para recobrar la salud, espectorará el enfermo ma
teriales espesos. Hay otra especie de calentura ardiente en que se
presenta diarrea y sed considerable la lengua se pone árida y seca,
con un gusto salado ; la orina se suprime ; hay vigilia , y las estre-
midades se enfrian. Esta afeccion no se juzga , si no aparece una
epistaxis, ó un absceso alrededor del cuello, ó dolor en las piernas,
ó espectoracion de materiales espesos (á lo que debemos añadir,
cuando el sitio del mal se halla en el vientre (I ), un dolor en las ca
deras, ó el aparecer un color livido en las partes genitales ) : la ten
sion de los testículos es tambien un signo critico. El enfermo debe
usar en este caso alimentos líquidos capaces de atraer los humores.
2. En las enfermedades agudas debe sangrarse, si la afeccion
es intensa , si los enfermos se hallan en el vigor de su edad, y son ro
bustos. En los casos de pleuresía con angina deben prescribirse al
enfermo eclegmas (ó lamedores) sialagogos-, mas si la debilidad pare
ciese muy grande y se hubiera ya sacado mucha sangre , no se de
berá hacer mas que disponer una lavativa cada tres dias hasta que se
halle el enfermo fuera de peligro, teniendole á dieta si fuese necesa
rio (a).

(I) Las ediciones no ponen la frase marcada dentro del paréntesis del mo
do que nuestro autor, sino que dicen: "Esta afeccion no se juzga si no apare
ce una epistaxis, ó un absceso hacia el cuello, ó dolor en las piernas, 6 es
pectoracion de materiales espesos (despues de haber cesado la diarrea), ó dolor
en las caderas, ó lividez en las partes genitales &c." Asi loespresan Calvo de
Ravena, Vander- Linden, y nuestros espositores Valles y Bonafon. Pregun
tandose Valles en su comento , por qué el flujo de vientre ba de ser un obs
taculo que se oponga a los buenos resultados de las anteriores evacuaciones,
se responde que es debido a que evacua los humores que habrían de cons
tituir aquellas crisis.

(a) Este pasage es muy dificil ; voy a manifestar las dificultades que pre
senta, y las razones que hacen probable la interpretacion que de él hago. Foe-
sio traduce; dontc in luto alger/uerit el /ame opui habeat. Para que fume
tenga alguna significacion, es preciso entenderlo en el sentido de ser alimen-
—265—

3. Los tumores de los hipocondrios que no son producidos por


la interrupcion del aire interior ; la tension del diafragma -, la respi
racion entrecortada con ortofnea sin espectoracion, en los casos en
que aun no se ha verificado la formacion del pus, pero en que estos ac
cidentes son ocasionados por la sofocacion ; los fuertes dolores del

tado; porque en el de abstinencia, habría una contradiccion con el hallarse


fuera de peligro (in lulo), puesto que los enfermos que se encuentran ya en
tal estado no estan puestos a dieta, sino que ya han empezado el uso de ali
mentos. Gardeil ha traducido ; Itasta que el enfermo se halte fuera de peli
gro, y sienta apetito (jusi/u* d ce qu*il est hors de danger &e. ). Este sentido
es el mismo que el de Foesio, y susceptible por lo tanto de igual objecion.
Estas traduciones se hallan conformes con el testo vulgar: Grimm ha toma
do otro rumbo, siguiendo la variante que presenta el testo que acompana al
comentario de Galeno: bis sie ent<vcder in Sicherheresit siud &c. Segun esta
version, hubiera dicho el autor hipocratico que es preciso purgar cada tres
djas por medio de lavativas, hasta que el enfermo se halle fuera de peligro ó
tenga necesidad de estar a dieta. La dificultad que yo encuentro en este senti
do es la estremada oposicion que hay en estas dos alternativas: la primera
supone un estado de convalecencia, y la segunda, ó una agravacion de tal es
tado ó la proximidad de la crisis; y si el autor hipocratico hubiera querido
indicar el incremento de los síntomas, no lo hubiera hecho de una manera
tan perifraseada, sino que hubiera dicho simplemente, si sobreviene algun
síntoma grave , ó si se aproxima la crisis. Adviértase ademas que nada se
ha dicho en lo que precede de que el enfermo tomase sustancia alguna ali
menticia, de modo que nada autoriza a admitir que aqui.se tratase de prohi
bir una alimentacion de que aun no se ha hablado. En vista de estas dudas,
me be decidido por el manuscrito 2253 que me ha suministrado un sentido
a mi parecer mas satisfactorio, traduciendo prescribiendo la abstinencia si es
preciso: lo cual por una parte es muy claro , y ademas muy natural. Galeno
dice en su comentario sobre este miembro de la frase; "Lo que se añade a lo
«último se comprendera facilmente por los que se acuerden de lo que he ma-
vnifestado en mi comento sobre el primer libro." Nada hay en este pasage
que contradiga la esplicacion que he dado con el ausilio del manuscri
to 2253. '
* Nuestro Valles admite tambien la interpretacion que Foesio, diciendo;
Usqut dum in luto sit aegrotus ct fame indigeal; y loesplica manifestando que
con esta espresion se quiere significar que el enfermo se halla en la declina
cion del mal , pues entonces necesita tomar alimentos , y para esto es preciso
que sienta apetito. Bonafon traduce esta frase diciendo, hasta que se halte
fuera de peligro y no tenga necesidad de otro remedio que de ¡a abstinencia.
—266—

higado sobre todo, y las opresiones del bazo; todas las demas flegma
sías y dolores fuertes situados en los órganos colocados por encima
del diafragma-, en fm, las enfermedades agudas en que hay infarto de
humores, no se resuelven si se las combate al principio con los pur
gantes. La sangría es en ellas el remedio principal, y despues vienen los
enemas ; á no ser que la afeccion sea grande é intensa, en cuyo caso
convendrá usar una purga despues de la sangría, procediendo en esto
siempre con seguridad y moderacion ( b ). Los médicos que procuran
obtener la resolucion de las enfermedades inflamatorias por medio de
medicamentos purgantes administrados desde el principio no consi
guen disminuir la tension é inflamacion, porque las enfermedades no
ceden á tales remedios en su estado de crudeza , sino que pro
ducen la licuacion de las partes que se hallan sanas habiéndose resis
tido á el mal-, debilitándose el cuerpo prepondera la dolencia, y, cuan
do esta prevalece, la curacion no es posible.
4. La pérdida repentina de la facultad de hablar debe atribuirse
á la escesiva replecion de las venas , si sobreviene este accidente en
el estado de salud sin causa manifiesta ó violencia esterna : en este
caso debe abrirse la vena interna del brazo derecho, y estraerse una
cantidad de sangre mas ó menos considerable , segun la constitucion
y edad del enfermo. La mayor parte de los sugetos acometidos de es
ta indisposicion presentan los síntomas siguientes: rubicundez del
rostro, inmovilidad de los ojos, distensiones de las manos, rechinido
de dientes, pulsaciones, apretamiento de las mandibulas, enfriamiento
de las estremidades, y suspension del curso del aire en las venas (c).
5. Los dolores que se fijan desde luego en un punto atraen á él
abundancia de bilis negra y de humores acrimoniosos-, esperimentan
las partes interiores una sensacion de mordedura ; irritidas las venas

(b) Algunas ediciones ponen mal esta última frase, diciendo que la san
gría despues de la purga necesita emplearse con seguridad y moderacion^
pero Galeno deshace tal equivocacion, y el manuscrito 2253 se baila confor
me con el sentido de Galeno. *

* Nuestro Valles y Bonafon traducen esta frase lo mismo que el autor.

(c) En algunas ediciones se encuentra diversidad en el sentido de cate


parrafo, que es debida a la mala puntuacion que ban adoptado.
—267—

á su vez y desecándose, se ponen tensas-, é inflamadas, atraen hácia si


los humores que afluyen. De este modo, alterándose la sangre y no
pudiendo el pneuma recorrer sus conductos naturales, se forman es
tancaciones que producen enfriamientos, oscurecimiento de la
vista, pérdida de la palabra, pesadez de cabeza y convulsiones, cuan
do afectan el corazon, el hígado ó la vena cava-, cuyos accidentes van
seguidos de epilepsia ó de paralisis, si la fluxion cae en estos órganos
por las venas contiguas , y si á causa de la desecacion no puede el
pneuma seguir en ellos su camino. A estos enfermos se les debe, ante
todas cosas, aplicar fomentos y sangrar inmediatamente despues,
mientras el aire interior y los humores que dañan se hallan todavía
en movimiento-, despues se dará fuerza á los pacientes, y tomando en
consideracion las crisis, se procurarán, si el mal no cede, evacuacio
nes por vómito. En cuanto á las vias inferiores , si no bastasen las
lavativas, se ordenará leche de burras cocida en cantidad de doce
cotilas ( * ), y aun de diez y seis , si el sugelo fuese robusto.
6. Primera angina ( de la parte posterior de la boca) : aparece
esta angina en la primavera y el otoño, cuando baja de la cabeza
una fluxion abundante y viscosa á las venas yugulares, que atraen, á
causa de su magnitud, mayor cantidad de humores. Siendo esta flu
xion fria y viscosa, forma una obstruccion-, y, embarazando el curso
del pneuma y de la sangre, conduce lade las partes inmediatas, deján
dola inmóvil y estancada, por la propiedad que tiene de enfriar y de
obstruir. De aqui résulta la sofocacion, poniéndose la lengua lívida,
redonda y encorvada , por lo que se hinchan las venas sublinguales.
(Se ve, en efecto, si se corla la uvula, que tambien se llama colu-
mela , una gruesa vena en cada lado. ) Hinchadas pues las espresadas
venas, fijadas en la lengua, cuyo tejido es flojo y esponjoso, y reci
biendo este órgano con ansia, á causa de su sequedad, el liquido que
de ellas viene, de aplastada que era se hace redonda-, de encar
nada se vuelve lívida -, de blanda se hace dura ; inflexible de flexi
ble ; de modo que el enfermo está muy espuesto á sofocarse si no se le
socorre prontamente. Los ausilios que deban prestarse consisten en la
sangria del brazo , la abertura de las venas sublinguales, el uso de los
eclegmas, y los gargarismos calientes: se debe tambien rasurar la cabe
za-, aplicar un ccrato sobre ella y sobre el cuello-, cubrir con lana estas

( ') Cada cotila equivale a nueve onzas.


—2G8—

partes, y hacer fomentaciones de agua caliente con esponjas finas y


esprimidas. Deberá beber el enfermo agua y oximiel templados , y se
le prescribirá el jugo de tisana, luego que habiendo pasado la crisis
se halle fuera de peligro. Otra angina (la laríngea ) : cuando en el ve
rano ó el otoño baja de la cabeza la fluxion cálida y acre ( porque la
estacion la da estas cualidades) irrita, ulcera é incha las partes don
de se detiene ; sobreviene ortofnea y una gran sequedad -, reconoci
da la garganta no presenta tumefaccion alguna; se contraen los mús
culos de la parte posterior del cuello, como lo estan en el tétanos; la
voz se pierde ; la respiracion se hace pequeña ; la inspiracion es fre
cuente y dificil -, se ulcera la traquearteria y el pulmon se inflama,
no pudiendo estos enfermos hacer entrar en su pecho el aire que vie
ne del esterior. Esta especie de angina, á no ser que espontáneamen
te se dirija hácia las partes de afuera , es mas funesta y espuesta á un
peligro mas inevitable , á causa de la estacion y de los humores cáli
dos y acres que la ocasionan.
7. Cuando acomete á alguno la calentura en ocasion de no ha
ber movido el vientre por espacio de mucho tiempo ó á poco de ha
ber comido, ya venga ó no acompañada de dolor de costado, deberá
el enfermo guardar quietud hasta que los alimentos hayan bajado á
los intestinos inferiores, tomando por bebida el oximiel. Cuando se
sienta el peso hácia los lomos, se evacuará el vientre con una lavati
va ó se prescribirá un purgante -, despues de purgado, tomará el en
fermo primeramente tisana , é hydromel por bebida , y despues ali
mentos sólidos y pescados cocidos, bebiendo por la noche un poco
de vino aguado, ó hydromel diluido en agua por el dia. Si espele ga
ses muy fétidos, convendrá promover del mismo modo una evacua
cion por medio de un supositorio ó una lavativa-, y, si asi no sucede,
se continuará en el uso del oximiel hasta que los escrementos hayan
pasado á los intestinos inferiores, y entonces se pondrá un enema.
Si acomete la fiebre ardiente á un sugeto que tenga el vientre libre,
y á pesar de eso se juzga conveniente purgarle, no debe procederse á
ello en los tres primeros dias, sino esperar al cuarto. Cuando se haya
prescrito una purga, deberá permitirse el uso de la tisana, teniendo
mucho cuidado con las exacervaciones de la liebre-, porque es preciso
tomarla, no cerca de su aparicion sino en la época en que termina,
cuando haya cesado completamente , y lo mas distante posible de su
reaparicion. Mientras se hallen los pies frios , no conviene adminis
trar tisana, ni bebida, ni cosa alguna de esta especie -, importa mu
cho abstenerse de su uso hasta que el calor se baya restablecido ente
ramente, y entonces puede prescribirse lo que se creamos oportuno.
—269—

En general, el enfriamiento de los pies es indicio de una próxima


exacerbacion de la fiebre-, pues si en este momento se carga con cual
quiera cosa el estómago del paciente , se le ocasionará un notable
perjuicio, acrecentando no poco la enfermedad. Al contrario, cuando
la exacerbacion se estingue, los pies se ponen mas calientes que el res
to del cuerpo ; y si se enfrian , se reproduce aquella, y se enciende
en el pecho un fuego que trasmite su ardor á la cabeza. Dirigiéndose
rápidamente todo el calor hácia arriba, y exalándose hácia esta, nada
tiene de estraño que los pies se enfrien, siendo partes nerviosas y muy
poco carnosas ademas, hallándose tan distantes de las regiones don
de reside el calor, no contribuye poco á enfriarlos el reconcentrarse
este en el pecho-, y, por la misma razon, cuando la fiebre cesa y se
disipa, baja el calor á los pies, y el pecho y la cabeza se enfrian en
tonces. Estos fenómenos deben fijar mucho la atencion del médico;
porque si, mientras los pies estan frios, el vientre se halla necesaria
mente ardoroso y el estómago levantado, tensos los hipocondrios, y el
cuerpo agitado á causa de la turbacion interior, si la razon se perturba
y se sienten dolores, si el enfermo esperimenta tiranteces y ganas de
vomitar, y, si vomitando materiales de mala naturaleza, el mal se em
peora, al contrario-, cuando el calor baja á los pies y la orina sale li
bremente, aunque no se presente sudor, calman toáoslos accidentes.
Esta es pues la ocasion oportuna de prescribir la tisana , que antes
hubiera sido muy perjudicial. •
8. En las fiebres en cuyo curso el vientre se presenta siempre
suelto, debe cuidar el médico de que los pies no se pongan mas frios
que el resto del cuerpo, procurando conservar en ellos el calor con
la aplicacion de ceratos y envolviéndolos en bayetas -, y, si se hallan
calientes, no se aplicará nada á este fin , cuidando solo de que no se
enfrien : se tomará por bebida el agua fria ó el hydromel, en la menor
cantidad posible. En las fiebres en que el vientre se presenta suelto,
la inteligencia turbada, en que la mayor parte de los enfermos arran
can motas de las cubiertas de la cama, se pellizcan las narices, respon
den pausadamente á las preguntas que se les hace, y por sí nada di
cen razonable, me parece que dependen estos síntomas de la atrabi-
lis. En tales casos, si el flujo de vientre continúa y el cuerpo se de
bilita, me parece conveniente prescribir las tisanas mas frias y espe
sas que de ordinario, y bebidas contentivas, vinosas y aun astringen
tes (II). En las fiebres en que desde el principio sobrevienen vérti-

(II) Vander- Linden y nuestro Valles ponen mas bien vinosas que
astringentes.
35
—270—

gos , latidos de cabeza , y aparecen las orinas claras, es de esperar que


haya exacerbacion del mal al aproximarse las crisis, y aun puede fa
cilmente suceder que se presente delirio. Si á la misma época las ori
nas son nebulosas y turbias, se purgará al enfermo con moderacion,
si es que no existe nada que lo contraindique; y si, por el contrario,
las orinas se presentan claras, no deberá usarse de purgantes, sino
de lavativas, si parecen útiles. Hé aqui cómo debe dirigirse la cura
cion de estos enfermos: se les aconsejará reposo, unturas, y que esten
bien abrigados; se prescribirá el hydromel mezclado con agua para be
bida, asi como de alimento se ordenará el jugo de cebada tomado por
la tarde. Debe cuidarse mucho desde el principio de promover eva
cuaciones alvinas por medio de lavativas, mas no con el uso de los
purgantes; porque, si de este modo se provocan algunas, no esperi-
menta coccion la orina, y la calentura se prolonga mucho tiempo sin
sudor y sin crisis. Guando la época de las crisis se aproxima no debe
administrarse la tisana hasta que la enfermedad decline y vaya á me
jor. En cuanto á las demas especies de calentura, debe siempre estarse
muy ála mira de lascrisisparasuspenderel uso de lastisanas á esta épo
ca de la enfermedad. Suelen estas prolongarse y ocasionar abscesos que
se forman hácia las orejas y el cuello, si estan frias las partes inferiores,
apareciendo otros cambios si no se hallan frias ; sobrevienen tam
bien epistaxis, y el vientre se perturba. En las fiebres en que se pre
senta ansiedad, tension de los hipocondrios, inquietud que obliga á
los pacientes á cambiar á cada instante de postura, y enfriamiento de
todas las estremidades, es preciso estar muy vigilantes y ser muy
cautos : no se dará en todo el curso de la enfermedad mas que oxi
miel diluido en agua, ni se permitirá el uso de las tisanas hasta que
la dolencia haya terminado y sufrido la coccion. El enfermo debe ha
llarse colocado en un cuarto oscuro y acostado en una cama tan
blanda como sea posible , encargándole que no mude con frecuencia
de posicion, y que evite cualquier movimiento del cuerpo; cuyas pre
cauciones le son sumamente ventajosas. Tambien es provechosa la
aplicacion sobre el hipocondrio de la simiente de lino cocida en agua
ó aceite y en forma de cataplasma que debe estar templada. Se de
ben inspeccionar las orinas para formar juicio acerca del éxito de la
dolencia-, pues si se presentan espesas y de un color pálido son un
signo favorable; si tenues y negras son de mal agüero; y, si varian sus
caractéres, indican la prolongacion de la enfermedad y sus necesarias
alternativas en mejoria y retroceso. Las liebres irregulares deben
abandonarse á si propias hasta que hayan tomado un caracter fijo; y
luego que se haya logrado este paso deberán combatirse con el régi
—271—

men y método curativo apropiado, teniendo en cuenta la constitucion


del paciente.
9. £l aspecto de los enfermos se presenta en las distintas oca
siones bajo una multitud de diversas formas-, por consiguiente no de
berá el médico dejar pasar sin apercibir la menor circunstancia, ya
entre las causas la que sea mas manifiesta ó que baile el raciocinio
mas adecuada, ó ya entre los síntomas los que deben aparecer en los
dias pares é impares segun sean (III), desconfiando sobre todo de los

(III) Existe variedad en las ediciones en cuanto & la redaccion de este


párrafo, como ya indica tambien M. Littré en sus variantes, haciendo no
tar el comentario de Galeno en que espresa relativamente a este punto , que
unas causas son evidentes para toda clase de personas , al paso que otras lo
son tan solo d los medicos, agregando que debe prestarse tambien atencion á
las causas que aparecen en los dias pares ó impares. Foesio tradujo en el mis
mo sentido , y nuestro autor, a pesar de estas dos autoridades, se atiene al
testo literal de los manuscritos, porque no es faril comprender cómo deban
manifestarse las causas en los dias pares ó impares.
Calvo traduce este periodo del modo que sigue: Existen muchas especies
de enfermedades que el medico debe conocer y observar sin que se te pase
nada, asicomo tambien debe atender al número par ó impar &c. Nuestro Va
lles y Vander-Linden se hallan conformes espresandose como sigue :Sunt au-
ttm aspec/us mullí tvgrofantium : qliare animadvertendum est medico ne a¡i-
qua manifesto causa ipsum lateat, ñeque u/la earum quee sillogismo (aut ra-
ciotinaiione) agnoscuntur , neque queteumque ad numerum parem vel impa-
rem apparere opoitel. Esplicando Valles el sentido de este parrafo en su
comento, se espresa de esta manera: "Cree Gateno que esta sentencia es refe
rente a la parte curativa, y que, al espresar aspecto de los enfermos, quiso Hi
pócrates aludir a las especies ó diferencias de enfermedades, como con la voz
de enfermos a las dolencias mismas; comprendiendo por lo tanto, que, al de
cir que se presente bajo diferentes formas el aspecto de los enfermos, quiso
manifestar que hay una porcion de especies de enfermedades que debe el mé
dico conocer, si ha de egercer su arte con acierto, asi como tambien las cau
sas manifiestas y las internas ó que no son perceptibles a los sentidos sino al
recto raciocinio, y que no debe ignorar tampoco todo loque hace relacion a
los dias decretonos. Es preciso estar impuesto en todas estas cosas para saber
la manera y oportunidad con que debe procederse en el tratamiento. La sen
tencia es verdadera ; mas la interpretacion de la palabra aspecíus es algo
violenta, incurriendo Galeno en un vicio que él mismo reprende en el uso
de las voces. Juzgo yo que tal espresiou se refiere justamente al pronóstico, y
que la frase aspecius ctgrotantium debe tomarse en su verdadero seutido, en
—272—

últimos, porque en ellos suelen verificarse grandes cambios en uno ú


otro sentido. Es preciso fijar mucho la atencion en el primer dia en que
el enfermo se halló indispuesto, é investigar de donde y cómo ha toma
do origen la afeccion-, porque este punto es el primero que interesa
aclarar. Averiguado todo esto, se informará despues el médico del es
tado en que se halla la cabeza, observando si existe en ella dolor ó pe
sadez-, pasará despues á examinar los hipocondrios y el pecho, ob
servando si aquellos se presentan doloridos é hinchados, ó desiguales
entre si, y si producen una sensacion de peso ó incomodidad-, y vien
do si en este existe dolor, y si hay al mismo tiempo algo de tos, do
lores de tripas ó desazon de vientre. Cuando alguno de estos sínto
mas se manifiesta en los hipocondrioscon especialidad, deberán promo
verse evacuaciones por medio de lavativas, y administrarse el hydro-
mel cocido y caliente. Tambien debe el médico averiguar si, cuando
el enfermo se levanta, se ve acometido de desmayos, y si la respira
cion se egerce bien ; y no es menos digno de su cuidado inspeccionar
si las cámaras se presentan muy negras ó tan naturales como en c
estado normal, y observar si la fiebre se exacerba cada tercer dia.
Despues de haber considerado con la mayor atencion, en estas
afecciones, lo que sucede en los tres dias primeros, importa mucho
comparar los síntomas que ulteriormente se presenten con los mani
festados en todo el tiempo dicho ; pues, si al cuarto aparecen algunos
accidentes semejantes á los del tercero, debe creerse que el estado del
paciente es peligroso. Hé aquí los signos á que conviene atender: las

tendiéndose por tal lo que se ofrece de notable en el rostro del paciente, co


mo en los ojos, la frente, la boca y lo demas de la cara. Continua nuestro
célebre comentador diciendo que, asi como en los pronósticos dijo Hipócrates,
despues de haber descrito los malos signos que suministra el semblante, que
si aparecen de tal modo desde el principio conviene para fijar el juicio infor
marse de si el enfermo tiene insonios, ó diarrea, ó si ba padecido hambre,
porque si hubiera alguna de estas circunstancias el peligro es mas remoto, al
paso que esta proxima la muerte en el caso contrario, ilel mismo modo dice
al presente que el rostro del enfermo presenta diferente aspecto en diversas
ocasiones, cuyas diferencias debe el médico tener en cuenta para establecer
su juicio; asi como tampoco debe desconocerla causa oculta ó manifiesta, por
que, cualquiera que sea el aspecto del paciente, indica la primera una grave
dad mayor y mas peligro. Debiéndose entender lo mismo respectivamente a
otros signos y tambien a la fuerza de los dias decretonos, por la influencia
que estos tienen en las crisis de las enfermedades. "
—273—

deposiciones negras anuncian la muerte ; las que se manifiestan pare


cidas á las de las personas sanas indican la convaiecencia cuando son
diariamente lo mismo. Si las lavativas no producen efecto alguno, y
el enfermo, aunque tenga la respiracion espedita, esperimcnta desma
yos al levantarse ó al sentarse en la cama, debe esperarse el delirio, si
tales síntomas aparecen desde el principio (IV). Tambien debe aten
derse al estado de las manos; pues, si se presentan temblorosas, vendrá
epistaxis, y en este caso debe tambien mirarse las narices y ver si
atraviesa por ellas el aire con libertad, porque, cuando la respiracion
se hace por ellas con fuerza, suelen aparecer convulsiones que acar
rean la muerte del enfermo ; y este es un buen pronóstico.
10. Si en una fiebre de invierno se pone la lengua áspera y acon
tecen desmayos (d), es lo comun que la enfermedad remita •, mas,

(IV) Galeno critica médicamente esta frase, que dice no apoyarse en la


esperiencia ni el raciocinio: que tal vez puede presentarse un conjunto de sin
tomas de esta especie, pero que las reglas pronósticas ne deben establecerse por
los fenómenos que acontecen pocas veces, sino por lo que diariamente se pre
senta.
Valles, en su comentario, dice que el autor hipocr&tico aconseja aqai po
ner un supositorio ó lavativa, no solo ron el objeto de obrar medicinalmente,
sino tambien para deducir signos; porque, al prevenir que se observe si hay
desfallecimientos al levantarse dela cama ó en el mismo lecho, establece un
pronóstico deducido de tales circunstancias. La significacion de este pasage la
esplica del modo que sigue: "Si es tal la astriccion de vientre que no obe
dezca a las lavativas ó calas, prueba que hay gran redundancia de humores en
las partes superiores, asi como suele deserarse tambien el vientre en las grandes
fluxiones de cabeza , y presentarse la orina ténue y clara, y aun hacerse blan
ca en las frenitis. Mas, si a esto se agrega la facilidad en respirar y la apari
cion de desmayos en las circunstancias espuestas, indica que los hipocondrios,
el septo transverso, y el tborax, se hallan desembarazados, porque si no lo
estuviesen la respiracion no seria espedita, y que la cabeza es el sitio de la
fluxion humoral. ¿Y qué debe esperarse entonces sino el delirio, siendo esta la
principal lesion de las funciones del encéfalo?"

(d) Advierte Galeno que, entre los antignos comentadores, entendieron


aqui unos esta espresion en el sentido de fiebre sobrevenida en el invierno, y
otros en el de fiebre analoga por su índole al invierno , es decir , pituitosa.
—274—

con todo, debe tenerse al enfermo á dieta y al uso de bebidas acuosas,


hydromel, y jugo de tisana, sin fiarse en la remision, porque en los
que aparecen tales síntomas suele verificarse la muerte. Sabido esto,
debe formarse un pronostico arreglado á las consideraciones espues
tas. Cuando en las fiebres sobreviene al quinto dia algun síntoma
temible, como diarrea repentina, desmayos, pérdida de la palabra,
convulsiones ó hipo , si á esto se agrega una sensacion de náusea , y
sudores de narices, frente cuello y nuca , los enfermos en quienes se
verifica esta reunion de síntomas no tardan en morir asmáticos. A
veces , en el curso de las afecciones de que hablamos, se presentan
tumores en las piernas, que se prolongan sin madurarse persistiendo
la fiebre ; y si llegan á desaparecer en el estado de crudeza al mismo
tiempo que el enfermo esperimenta un sentimiento de sofocacion que
no va acompañada de flogosis en la garganta, se manifiestan comun
mente hemorragias nasales, que si son abundantes indican la solucion
de la enfermedad, y si escasas, su prolongacion: ad virtiendo que, cuan
to menos considerable sea la epistaxis, tanto mayor será el peligro y
mas larga la duracion. Si, por lo demas, el estado del paciente es sa
tisfactorio, debe esperarse que sobrevengan dolores en los pies; y, ha
biéndose fijado el dolor en esta parte, si continúa y aparece inflama
cion alrededor sin que la resolucion se verifique, es de temer que se
trasmita poco á poco al cuello, la clavicula, la espalda, el pecho, y
las articulaciones, en cuyos puntos deberá formarse algun tumor.
Pero si estos tumores desaparecen, y son atacadas las manos de con
tracciones ó temblores, sobreviene la convulsion y el delirio: apare
cen tambien flictenas y rubicundez en las cejas; hinchándose los pár
pados se aproximan, y se presenta en ellos una inflamacion fuerte; los

Posible seria que los patólogos griegos antiguos hubiesen es'ablecido alguna
distincion relativamente a las fiebres intermitentes y pseudo-contínuas de in
vierno, a la manera que los patologistis modernos han distinguido entre las
fiebres de los paises calidos una fiebre congestiva de la estacionfria. ( Véase a
Twining, clinical illustralions, t. 2. pag. 347.) *

Valles en su comentario dice; que el ponerse la lengua aspera por la in


tensidad de la fiebre es señal deque es ardiente, siendo mas peligrosa en la es
tacion de invierno que cuando aparece en otra cualquiera época, porque dista
roas de la naturaleza del tiempo.
—275—

ojos se entumecen considerablemente, y el delirio aumenta mucho,


haciéndose mas notable por las noches que durante el dia. Los signos
funestos se manifiestan en mayor número en los dias impares que en
los pares-, mas, no obstante, por pocos que aparezcan, siempre son
de fatal agüero. Si se juzga conveniente purgar desde el principio á
estos enfermos, debe hacerse antes del quinto dia, en caso de que
haya ruido de tripas, porque si no debe omitirse el uso de la purga. Si
se percibiese dicho ruido y las deyecciones fuesen biliosas, conven
drá promover moderadamente evacuaciones alvinas por medio de la
escamonea (convolvulus sagitlifolius, Sibth. segun M. Dierbach), cui
dando, por lo demas, de dar las bebidas y la tisana en la menor can
tidad que sea posible, para que el enfermo se halle mejor, hasta que
pase el dia catorce y esperimente algun alivio. Cuando un febricitan
te pierde la voz hácia dicho dia, es señal de que se prolongará mucho
la enfermedad-, y si esto acontece en el mismo dia catorce, su duracion
será todavía mas larga. Si al cuarto dia de calentura empieza un en
fermo á esperimentar torpeza en el habla y se presentan deyeccio
nes biliosas, sobreviene por lo comun delirio: el médico debe pres
tar mucha atencion á lo que á estos síntomas subsigue, porque es de
la mayor importancia su observacion. En las enfermedades agudas de
estío y otoño, una hemorragia repentina indica tension y necesidad
de obrar sobrelas venas, pudiéndose tambien anunciar en su vis
ta que al dia siguiente serán las orinas claras. Si el enfermo se halla
en la fuerza de su edad , si se dedica á los ejercicios gimnásticos , si
es de buena musculatura, ó de complexion melancólica, ó si tiene las
manos temblonas por efecto de la bebida , debe el médico predecir
que sobrevendrá delirio ó convulsion-, cuyos síntomas serán menos
funestos si aparecen en dias pares que si en las crisis en que son
de fatal agüero, á no ser que una hemorragia abundante, nasal ó
por el ano, proporcione salida á la sangre redundante , ó que se for
me algun absceso, ó se presenten dolores en los hipocondrios, en
los testículos ó en las piernas ( e ), porque á estos síntomas se sigue

(e) A cuatro sentidos se refieren las variantes que presentan aquí los ma
nuscritos. El primero, que es designado con los números 2253 y 21 /í6, y ano
tado en la margen del 2276, quiere decir evacuacion de la pletora que se ha-
Ha acumulada en las narices ó hácia el ano. El segundo es el del testo vulgar,
y quiere decir evacuacion de la pletora por las narices ó /ior el ano, ó forma-
don de absceso. El tercero es el de diverso» manuscritos en que se halla ron
—270—

una espectoracion espesa ó una evacuacion de orina con sedimento


blanco y homogéneo. En la liebre singultuosa (que tiene el hipo
por síntoma) debe mezclarse el jugo de asafétida al oximiel y el dau-
co de Creta (alhamanta cretensis, Lin.), y dar á beber esta mezcla, asi
como tambien deberá administrarse un eclegma compuesto de gálva-
no, comino (cominum ciminum, Lin. ) y miel, y despues el jugo de
tisana. La curacion no podrá verificarse si no sobrevienen sudores crí-

varias lecciones , evacuacion de ¡a pletora ya por las narices ó por el ano, y es


el sentido en que le admite Foesio, aunque su testo pone como en el anterior.
Y el cuarto, por último, es el de otros varios manuscritos que dicen, evacuacion
por las narices óformacion de absceso en el ano. De todos estos sentidos , el
primero y tercero se hallan acordes, si liien el primero añade á la pletora el
epitelo de acumulada : el segundo difiere de los dos precedente por la adi
cion de la formacion de absceso en general, y el cuarto en fin no habla de
hemorragia por el ano , pero en su lugar hace mencion de abscesos en el
mismo sitio. Es dificil elegir entre tantas lecciones que son todas plausibles. El
comentario de Galeno, que no se propone sin duda resolver tales dificulta
des producidas por errores de los copiantes, nada dice que conduzca a la ma
yor claridad de este objeto; sin embargo, me parece contener impltcitamente
las razones que me han guiado en la eleccion delas variantes, hallandose con
forme con el sentido de los manuscritos 2253 y 2146, por los cuales no he
podido menos de decidirme en razon a su grande autoridad , especialmen
te el primero. Pero ademas debe notarse que las ediciones comunes ponen este
pasage diciendo , que el peligro es inminente sí se manifiestan tates sínto
mas en la época de tas crisis, d no ser que una abundante hemorragia de sa
lida d la pletora, ya por las narices ó por elano, ó bien un absceso 6cc, cuyo
testo se ve diferir notablemente del que yo he adoptado conforme al manus
crito 2253. Galeno en su comentario opina tambien que no debe entenderse,
como en el testo vulgar, que hay esperanza de curacion si se presenta hemor
ragia, absceso, ó metastasis, sino que cree que el autor hipocratico quiso
manifestar que si se presenta hemorragia debe esperarse un absceso ó una
metastasis ( dolores en los hipocondrios , en los testículos ó en las piernas).
Muchas veces he sentado que las reglas de crítica exigen, en casos de discor
dancia como el actual, que un testo mal asegurado, como lo es el vulgar,
debe arreglarse a un comentario cierto, como lo es el de Galeno, y mucho
mas cuando los manuscritos nos suministran medios de hacer esta conforma
cion, si no con facilidad al menos con la probabilidad posible de certeza. Asi
sucede al presente: el estado del comentario de Galeno y de los manuscritos
han determinado con precision el sentido mas probable de una frase oscura,
trabajosa, y de muy dificil é imposible construccion , cual se halla en las edi
ciones comunes , suministrando el sentido que dejo espuesto en mi traduccion.
—277—

ticos j sueños regulares, si no se espelen orinas espesas y cálidas, ó se


fija la enfermedad en un absceso. Puede tambien darse un eclegma
hecho con mirra y piñones-, debe usarse el oximiel en la menor can
tidad posible, y el agua de cebada si el enfermo tiene mucha sed.
11. En las afecciones periphneumónicas y pleuriticas debe
examinarse si la fiebre es aguda, si hay dolor en uno ó en los dos la
dos del pecho, si el enfermo siente molestia en la espiracion, si tie
ne tos, si los esputos son rojizos ó lívidos, claros, espumosos ó san
guinolentos, si presenta en lin alguna diferencia con respecto á su
estado natural, en cuyo caso deberá procederse del modo siguiente:
si el dolor se estendiese hácia la clavicula, la tetilla ó el brazo , se
abrirá la vena interna del brazo correspondiente al lado afecto. La
cantidad de sangre estraida ha de ser proporcionada á la constitucion
del cuerpo, la estacion, edad y el color; y, si el dolor es agudo, se
dejará correr libremente, hasta el desmayo, aplicando despues una la
vativa. Si el dolor ocupa la region inferior del pecho y la tension es
fuerte, debe prescribirse un purgante suave á los pleurlticos; mas no
ha de dárseles nada mientras este se halle obrando, administrándoles
despues el oximiel: este remedio debe propinarse al cuarto dia, usan
do de lavativas en los tres primeros, y recurriendo á los purgantes,
como se ha dicho, si estas no produjesen ningun alivio. Se tendrá
mucho cuidado con los enfermos hasta que les falte la calentura y pa
sen del décimo dia -, desde esta época, si pareciesen estar fuera de
peligro, déseles jugo de tisana en corta dosis, ténueal principioy mez
clada con miel. Si la convalecencia marcha bien , la respiracion se
egerce con facilidad, y no existe dolor alguno en los costados, se ad
ministrará el jugo de tisana dos veces al dia, aumentando poco á po
co su consistencia y cantidad ; pero, si al contrario, el curso de la
convalecencia es delicado, se disminuirá la cantidad de bebidas, per
mitiendo solo para alimento un ligero jugo de tisana en pequeña
porcion y una vez sola, eligiendo para ello la hora en que el enfermo
se encuentre mejor -, lo que se conocerá por el examen de la orina.
No debe concederse tisana á los enfermos que se bailan próximos á la
terminacion de la dolencia , mientras la orina y los esputos no mani
fiesten la coccion : sin embargo, si se ha usado alguna purga y ha
producido evacuaciones abundantes , es preciso administrarla, aun
que en menor cantidad y mas ténue, porque sino la vacuidad de los
vasos no les permitiría dormir, ni digerir, ni sostener las crisis.
Fuera de este caso, es preciso que los humores crudos se fundan y que
sea evacuada la materia morbosa-, y nada se opondrá entonces á la ali
mentacion. Se conoce que los esputos estan cocidos, cuando se presen
—278—

tan semejantes al pus-, y las orinas, cuando depositan un sedimento ro


jizo como el orobo (ervum ervilia, Lin.). En cuanto á los demas dolo
res de costado (V), nada impide que se apliquen fomentos y emplastos
de cera; se darán fricciones de aceite caliente ó con manteca en los lomos
y en las piernas, y se cubrirán los hipocondrios hasta las mamas con ca
taplasmas de harina de linaza. Cuando la periphneumonia llega á su es
tado, de nada aprovecha lo que se haga si no se promueve evacuacion-,
y es sumamente malo que se presente disnea, que la orina sea clara y
acre, y que aparezcan sudores alrededor del cuello y la cabeza. Estos
sudores son muy funestos, porque se manifiestan á proporcion que el
mal se agrava por la sofocacion, el estertor y su violencia •, en cuyo
caso triunfa este, á no ser que se verifique un flujo de orina abundante
y espesa, ó una espectoracion de materiales cocidos: sobreviniendo
cualquiera de estos fenómenos, la enfermedad se resuelve. Eclcgma
para las periphneumonias (gj: gálvano y piñones con miel ática. Otro
espectorante: abrotano (artemisia abrotanum, Lin.) con oximiel y pi
mienta (h). Purgante: hágase cocer el eléboro negro (helleborus orien-

(V) Valiesen ra comento dice que se refiere aqui a los dolores producidos
por el flato ó por el frio.

(g) La fórmula de esta preparacion se llama éxAcotr<r y linettu en latin.


Tambien se halla designada entre los médicos griegos con el nombre de ix.A*y¿t*,
de donde se ha tomado en farmacia la voz ecJegma. A pesar de ser antiguo,
. be preferido este término al de iooch que se usa en el dia, con tanta mas razon
cuanto que el ectegma se preparaba de manera que se fundiera y permanecie
se en la boca por algun tiempo.

(b) La puntuacion de esta frase es muy dificil, y el sentido no puede ser


virnos de guia en este caso; porque no se sabe de cuantas preparaciones far
macéuticas se trata. Foesio ha traducido como si solo hubiese dos: un ectegma
compuesto de galvano y del fruto del pimu picea de Lin., y una purga forma
da por la artemisia abrotanum de Lin., la pimienta y el eléboro negro. Segun
Grimm hay tres preparaciones: un eclegma, una bebida hecha con artemisia
y oximiel, y un purgante compuesto de pimienta y eléboro negro. Yo creo que
este autor lleva razon, solo que se ba equivocado en colocar la pimienta en la
tercera preparacion correspondiendo a la segunda. Galeno dice en su comen
tario: "El primero y segundo medicamento facilitan la espectoracion, y el que
talis, Lin), y dese á beber á los pleuriticos en el principio y mientras
dura el dolor. Tambien es buena, en las afecciones del hígado y en
los dolores fuertes que proceden del diafragma, una bebida de apo-
ponaco (pastinaca opoponax, Lin.) que se hace hervir en oximiel y
se cuela. En general, debe administrarse en vino y miel cualquier re
medio que haya de promover evacuaciones de vientre y de orina; y,
si se trata de que solamente obre por la cámara, se usará en mayor
cantidad en oximiel diluido en agua.
12. Cuando se suprime la disenteria se ocasionará algun absce
so ó tumor, á no ser que sobrevenga fiebre, sudores, un flujo de ori
na blanca y espesa, una calentura terciana, varices, ó algun dolor
que se fije en los testículos, en las piernas, ó en las caderas.
13. Apareciendo con frio la ictericia, en una fiebre biliosa, an
tes del sétimo dia, la enfermedad se resuelve (i) ; pero si se presenta
sin frio fuera de los dias críticos, es mortal.

lleva el eléboro negro sirve para promover evacuaciones alvinas." Este comen
tario prueba del modo mas evidente que se trata de tres diversas preparaciones:
no me queda mas dificultad que el colocar la pimienta. En dicho comentario
se nombra solo el eléboro, y esto nos induce a creer que él solo compone la
tercera preparacion: ademas, la pimienta no me parece i propósito, médica
mente hablando, para unirse con una sustancia purgante, al paso que en el li
bro tercero de las Enfermedades la encontramos usada como especlorante. To
das estas razones me han movido a colocar esta sustancia en la segunda prepa
racion, a pesar de la oscuridad del testo. •

(i) Galeno advierte, en su comentario, que no es cierta esta proposicion


sino haciendo una distincion: que, si la ictericia sobreviene antes del dia séti
mo como síntoma de una lesion del hígado, no es favorable; pero que si apare
ce romo crisis de la naturaleza que conduce la bilis hacia afuera, es prove
chosa. *
* Valles en su comentario procura poner en armonía este pasage con los
aforismos de la seccion 4-a relativos i este mismo particular, diciendo que, si
en el 62 de esta seccion se dice que "en las fiebres en que sobreviene la ictericia
(morbus regius) antes del sétimo dia no es buen signo ," espone su autor al
presente esta esceprion, manifestando que tambien puede ser útil si viene
acompañada de frio: lo cual esta en consonancia con el aforismo 52 de la
misma seccion, en que dice: qui d febre ardente tenclur, rigore superveniente
líberatur.
—280—

14. El tétanos de los lomos y la interrupcion de los espíritus


en las venas por los humores atrabiliarios, se disipan con la sangria.
En ciertos casos se hallan las partes anteriores del cuerpo fuertemen
te contraidas por los tendones ; aparecen sudores en el cuello y ros
tro; afecta el dolor y deseca los tendones del sacro, que, siendo muy
gruesos , sirven para sostener el rachis, en el punto donde se implan
tan los ligamentos mas considerables para ir á terminar en los pies
(VI); y si no sobreviene fiebre ni sueño , si las orinas que despues se
evacuan no salen cocidas, y no se manifiestan sudores críticos, se
hará beber al enfermo vino fuerte de Creta ; se le administrará por
alimento harina cocida ; se le darán unturas y fricciones con un
cerato, y, despues de haberle sumergido las piernas en una vasija lle
na de agua caliente, se le envolverá hasta los pies, lo mismo que los
brazos hasta los dedos y la espalda desde el cuello hasta las caderas,
con un encerado, de modo que cubra bien estas partes por todos la
dos ; se le fomentará á ratos con vasijas de barro llenas de agua ca
liente, y despues de taparle bien, se le tendrá acostado. No se pur
gará al enfermo, y solo se emplearán supositorios si hiciese muchos
dias que no moviese el vientre (j). Si se alivia, tanto mejor; y si
no, macháquese en un vino oloroso la raiz de brionia (bryonia cretica,
Lin.) y el <lauco de Creta (athamanta cretensis, Lin.) y dese á beber
al enfermo esta infusion por la mañana temprano antes de las afusio
nes, haciéndole tomar en seguida harina cocida y caliente en la ma
yor cantidad posible, y bebiendo despues cuanto quiera vino bien

(VI) Aqui es evidente que se quiere significar con la vos de ligamentos los
grandes nervios que proceden de los pares sacros.
(j) Las ediciones presentan dos variedades en esta espreiion: adoptan nnas
el sentido de que no deben emplearse otros evacuantes que los supositorios, y
aun estos solo cuando haga mucho tiempo que el enfermo no haya movido el
vientre, y dicen otros que no deben usarse otros evacuantes que los suposito
rios, a menos que no falten las excreciones ventrales por espacio de largo tiem
po; es decir, que, en este caso, debera recurrirse no solo a los supositorios, sino
tambien a los purgantes tomados por la boca. Creo que debemos admitir el
primer sentido; en primer lugar, porque le sigue el manuscrito 2253 que es
de tanta autoridad, y ademas porque Galeno dice que no estuvo acertado el
autor hipocratico al establecer que no deben procurarse evacuaciones por otro
medio que por los supositorios, porque, dice, hay casos en que se purgarta con
ventaja en semejantes afecciones. Galeno no se hubiera en verdad espresado de
este modo, si el autor hipocratico se hubiera esplicado en el sentido de la se
gunda variante.
—281—

aguado. Si disminuye algo el mal, habrá esperanza de curacion; pe


ro si no, deberá hacerse un pronóstico grave.
15. Todas las enfermedades se resuelven por medio de evacua
ciones que se presentan por la boca , por el vientre , por la vegiga, ó
por otro cualquier órgano de esta especie. En cuanto á el sudor es
comun á todas.
16. Debe purgarse con el eléboro á los que les baja fluxion de la
cabeza-, pero, cuando sobreviene unempiema, ya á consecuencia de un
absceso, de la rotura de una vena, por la intemperie de los humores
ó por cualquier otra causa violenta, no debe prescribirse este medica
mento, porque no servirá de nada; y si el enfermo esperimenta algun
accidente, se le atribuirán al remedio. Al contrario, si hay postra
cion de cuerpo, ó dolor persistente de cabeza, ú obstruccion de los
oídos ó de la nariz, ó tialismo, ó pesadez de las rodillas, ó hinchazon
general estraordinaria, debe ordenarse el eléboro, cualquiera de es
tos fenómenos que se presente, suponiendo que no sea producido ni
por abuso de la bebida ó de los placeres venéreos, ni por tristeza, cui
dados ó desvelos; porque, si cualquiera de estas causas hubiera sido la
productora, contra ella debe dirigirse el tratamiento.
17. Los dolores producidos por un largo cansancio en los costa
dos, en la espalda , en los lomos y las caderas , y todo lo que ocasiona
de un modo manifiesto dificultad de respirar (I) frecuentemente
los escesos del vino y de alimentos flatulentos producen dolores en los
lomos y en las caderas, y los que padecen estos accidentes tienen di
suria : la fatiga es aqui la causa, asi como los corizas y las bron
quitis.
18. En el régimen alimenticio, los cambios introducidos en el
órden habitual se hacen sentir mucho. El que no tiene costumbre de
almorzar, si se desayuna, esperimenta peso en el estómago, soñolen
cia y plenitud, y si luego come, el vientre se perturba: conviene en
este caso tomar un baño y dormir, y despues de haber dormido dar
un largo paseo muy despacio. Si el vientre se mueve, podrá comer,
tomando poco vino y no muy aguado; y si no se mueve, se le darán
unturas calientes : si tiene sed , beberá vino aguado ó dulce y descan
sará ; y si no puede dormir, deberá guardar mas quietud. Por lo dc-

(1) En este sitio se presenta un blanco. Galeno dice que el autor no espre
só con regularidad esta frase que pudiera llamarse acéfala.
—282—

mas, se observará el mismo régimen que despues de la crápula. En


cuanto á las bebidas, los vinos acuosos pasan con mas dificultad, cir
culan y quedan fluctuantes en los hipocondrios, sin salir por la ori
na. Los que beben de ellos en abundancia, no deben emplearse en tra
bajos que exijan mucha fuerza y agilidad, sino guardar la mayor quie
tud posible hasta que todo se haya digerido, líquidos y alimentos. Las
bebidas menos acuosasó mas astringentes producen latidos en el cuerpo
y pulsaciones en lacabeza; en este caso es conveniente dormir, y tomar
alguna pocion caliente de las que sean mas gratas. La abstinencia no
produce beneficio alguno en los dolores de cabeza y la borrachera.
Los que (contra su costumbre) no hacen mas que una comida, sien
ten debilidad-, espelen una orina cálida, efecto de la abstinencia á que
no se hallan habituados; se les pone la boca salada y amarga; al menor
egercicio tiemblan-, sufren tension en las sienes, y no pueden digerir
tan bien la comida como si hubieran almorzado. Para remediar estos
accidentes deberán comer (m) menos de lo que tengan de costum
bre; masa de harina de cebada bien húmeda en lugar de pan, y roma
za (rumex patientia, Lin.), malvas (malva fotundifolia, Lin.), ceba
da cocida y acelgas (beta vulgaris, Lin.) en vez de legumbres : al co
mer beberán vino en cantidad moderada y mezclado con agua, y des
pues de haber comido darán un corto paseo hasta que baje la orina y
sea espelida. Tambien podrán comer pescados cocidos. Cuando se
cambia de alimentos es cuando se dejan conocer sus propiedades: los
ajos producen flatuosidades, caloren el pecho, pesadez de cabeza, in
quietud, y, si habia de antes algun dolor que molestase, le exacerba.
Lo que tiene de bueno es el aumentar la cantidad de orina; y la opor
tunidad de comerle, es cuando se va á cometer algun esceso en la co
mida, ó en caso de embriaguez (n). El queso engendra flatos, es-

(m) Entre todos los manuscritos el 2253 es el único que aquí conserva la
leccion verdadera. Es evidente, por el contesto, que se habla al presente de co
mer, no de beber; porque en seguida no se trata mas que de alimentos sólidos,
como la masa de harina de cebada y las legumbres, y un poco mas adelante se
ocupa expresamente el autor de las bebidas. El sentido pues nos da a cono
cer que el testo vulgar y los demas manuscritos tieueu esta espresion equi
vocada.

(u) El testo vulgar y las ediciones que de él estan sacadas ponen... cuando
se va d comer con esceso ó á embriagarse. Esto, como se ve, no tiene buen
—283—

triñe el vientre y enardece-, produce humores crudos é indigestos, y


lo peor que tiene es el ser muy perjudicial tomándole despues de ha
ber bebido (o). Todas las legumbres, ya crudas, cocidas ó fritas,
son flatulentas-, lo son menos cuando se maceran en agua ó estan ver
des, y solo deben comerse con pan (p). Cada una de ellas en particu
lar tiene sus respectivos inconvenientes. Los garbanzos (cicer arieti-
num, Lin.) crudos ó tostados son flatulentos y ocasionan dolor ; las
lentejas son astringentes y producen incomodidad si se comen con la
cáscara; los altramuces son entre todas ellas los que menos daño ha
cen. La raiz y el jugo del asafétida, que es bien digerido por algunos,
les hace mal á otros, y produce lo que se llama cólera seco-, cuyo acci
dente sobreviene con especialidad, cuando se come esta sustancia con
mucho queso ó carne de vaca. Esta en efecto exaspera las afecciones
atrabiliarias, porque es de difícil digestion (q), resistiéndose á la ac-

sentido: los manuscritos 2253 y 21 46 y las ediciones que se refieren al comen


tario de Galeno presentan la leccion del modo que yo dejo adoptado, el cual
es el verdadero.

(o) El sentido de este pasage seria muy oscuro sin el comentario de Ga


leno; pero este nos le ha aclarado perfectamente. "En esta frase, dice, se ha
llan interpuestas palabras de un modo que hacen dificil la redaccion. Quiso e4
autor decir que todos los humores crudos é indigestos reunidos en el cuerpo
son producidos comunmente por alimentos semejantes i el queso, y es co
mo si hubiera dicho: el queso desarrolla gases , estriñe el vientre y es calido;
ademas es un alimento crudo e indigesto, que produce humores de igual natu
raleza.

(p) Galeno dice que "el autor aconseja aqui no comer legumbres sin
mía, y que entiende por tal, sobre todo, el pan hecho con fermento, ó sim
plemente todo lo que tiene una preparacion cualquiera." Esta esplicacion nos
manifiesta que dicha voz puede recibirse, en este parage, en el sentido de pan,
6 en el de cualquiera preparacion de cocina : lo cual hace que se deseche como
añadida la palabra que el testo griego comun lleva unida a la anterior, restrin
giendo el sentido de ella al de un alimento cualquiera , sin que pudiera acep
tarse el de pan.

(q) Galeno sustituye la voz correspondiente a dificil digestion por la de


—281—

cion del estómago, cuyas malas cualidades se corrigen estando bien


cocida, y siendo muy hecha. La carne de cabra tiene los inconvenien
tes de la de vaca ; es como esta difícil de digerir , y ocasiona mas fla
tos, eructos y bilis. La que mejor se sujeta á la accion del estómago
es la mas aromática, firme y agradable al gusto, siempre que se coma
bien cocida y fria; y la que es repugnante, de olor desagradable y du
ra, se presta peor á la digestion, sobre todo si procede de animales re
cien muertos. En el estio es mejor que en el otoño (r). La carne de
lechoncillo es mala cuando está muy poco ó demasiado cocida, porque
es biliosa y perturba el vientre. La de cerdo es la mejor de todas; y la
mas sustancial es la que ni es muy gorda, ni muy magra , ni procede
de un animal viejo: debe comerse sin corteza y un poco fria.
19. En el cólera seco, se halla el vientre inflado de aire, hay rui
do de tripas , y dolor en los lados y en los lomos. El enfermo está es-
triñido, y, para evitar los vómitos, deben promoverse evacuaciones al
vinas. Se aplicará al efecto desde luego una lavativa caliente y muy
cargada de grasa ; se le darán á menudo unturas oleosas-, se le meterá
en un baño caliente, y estando en él se le harán muy despacio afusio
nes de agua á la misma temperatura : si con estos ausilios se consigue
mover el vientre, la curacion es segura. Le conviene tambien dormir
y beber vino suave, añejo y puro-, debe administrarse aceite para cal
mar y promover evacuaciones, porque entonces la enfermedad termi
na, y es preciso abstenerse del pan y los demas alimentos (s)-, pero si el

imposible digestion que tiene el testo vulgir, en razon 4 ser iaCMcta; porque
dice que "lo que es insuperable 4 las fuerzas digestivas es lo que nadie puede
digerir."

(r) Galeno esplica por qué la carne de cabra es mejor en el estío y mas
mala en el otoño, atribuyéndolo 4 los retoños de los arboles que aparecen a fi
nes de primavera, que son para esta clase de animales el mejor pasto, debiendo
4 su uso la bondad de sus carnes en tal estacion; al paso que en el otoño, en
que se bailan desprovistos de tal género de alimentos, pierden estas buenas
cualidades.

(s) Tres sentidos diferentes se presentan de esta última frase: el manus


crito 2253 dice el pan y ¡os demas alimentos; los designados con los números
2145,2165 y 2276 significan los alimentos sólidos y las bebidas; y el lesto
vulgar quiere decir los alimentos y lo demas. Yo me decido por el primero.
—285—

dolor no cede, debe usarse la leche de burra hasta que el vientre se mue
va. Si se presenta diarrea y las deyecciones son biliosas, si hay dolores
de tripas, vómitos, angustias, y una sensacion de mordedura, lo me
jor que debe hacerse en este caso es ordenar la quietud, dar el hydro-
mel por bebida, é impedir el vómito.
20. Hay dos especies de hidropesía ; la una es el anasarca , que
cuando ataca es imposible librarse de ella, y la otra es con enfisema,
de la cual es una gran suerte triunfar. Para conseguirlo es necesario
hacer egercicio, aplicar fomentos, usar de moderacion en el régimen,
y comer cosas secas y cálidas, con lo cual orinará mucho el enfermo
y adquirirá fuerzas. Si hay opresion (ó dificultad de respirar), si fuese
verano , si estuviese el paciente en la flor de su edad y fuera robusto,
debe practicarse una sangría de brazo (t) y darle despues pan caliente
empapado en vino tinto y aceite (v)-, se le aconsejará que beba lo me
nos que sea posible, que haga mucho egercicio, y que coma carne de
puerco cocida con vinagre, para que pueda pasearse por sitios escar
pados.
21. En los enfermos que tienen el vientre inferior cálido, y pa
decen diarreas acres é irregulares por efecto de colicuacion, es nece
sario, si se hallan en estado de soportar el eléboro blanco (veratrum
album, Lin.), promover vómitos con este medicamento; y si no se
hallan en tal disposicion, debe dárseles un cocimiento de trigo, espeso
y frio, ó de lentejas-, tortas hechas de dátiles, de harina y agua, y co-

(t) Galeno dice acerca de este pasage: "cuando se teme que el calor in
nato se estinga por la superabundancia de una sangre dotada de cualidades
frias, el principal remedio es la sangría, cualquiera que sea la estacion en que
sobrevenga este accidente. Es inútil pues agregar sifuese verano: porque esta
y las otras consideraciones serviran para calcular la cantidad de sangre que
debe estraerse, mas no para destruir la indicacion de la sangría que procede de
la naturaleza del mal. Algunos, tal como Dioscorides , han puesto la primave
ra en vez del verano, creyendo que en el estiolas fuerzas estarian debilitadas,
y que eu el invierno seria mayor la naturaleza fria de la enfermedad."

(v) Galeno dice que el dar despues de la sangría pedazos de pan caliente
empapados en vino y aceite, para dar fuerzas al enfermo, se fundaba en una
antigua practica vulgar.
—286—

cidas en tarteras (VII)-, pescados cocidos, si hay calentura, y fritos si


no la hay, y vino tinto en caso de apirexia: en las circunstancias con
trarias, ó agua de nísperos, ó de hayas de mirto, de manzanas, de ser
bas (sorbus domestica, Lin.), de dátiles, 6 de flores de vid. Si no exis
te fiebre, y hay dolores de vientre, se administrará antes de todo un
poco de leche caliente de burra , cuya cantidad debe aumentarse pro
gresivamente-, tambien se hará una bebida de simiente de lino, de ha
rina de trigo puro (VIII) y de habas de Ejiptof«i/m;)/ia,n nelumbojmc-
lidas y despojadas de su parte amarga, y se les dará á comer huevos
medio duros fritos, harina fina de trigo y del holcus sorghum de Lin.
y harina de avena mondada cocida en leche. Estas sustancias y otras
semejantes se tomarán cocidas y frias, tanto por alimento como en
bebida.
22. Lo que principalmente debe observarse en el régimen alimen
ticio de las enfermedades largas, son las exacerbaciones y remisio
nes de las fiebres, á fin de poderse precaver de las oc asiones en que no
deben darse alimentos y conocer aquellas en que pueden administrar
se con seguridad, que son las mas distantes del recargo (x).

(VII) Las ediciones ponen pan cocido entre cenizas , y tambien nuestro
autor en el testo; pero eu las erratas corrige esta frase del modo que aqui
se lee.

(VIII) Foesio y nuestro Valles ponen harina de trino mezclada ron la de


cebada; Calvo y Vander- Linden, estan conformes con el autor.

(x) Se presentan en este pasage una porcion de variantes que es imposible


discutir sin el comentario de Galeno: por esto voy a ponerle en seguida i la
vista del lector. "Algunos, dice, escriben el final de esta frase de la manera que
sigue : y ademas, saber cuándo se disfamas de la época del recargo; como si
el autor añadiese i los consejos establecidos sobre este particular el de tomar
en consideracion la ocasion mas lejana del paroxismo. Pero, si se considera el
sentido de este pasage sin anadirle determinacion particular del tiempo en que
deben administrarse alimentos, se vera que el precepto relativo a la alimenta
cion queda fuera de propósito, y que no significa nada." Este comentario de
Galeno nos manifiesta que habia en algunas ediciones cierta leccion que cita y
vitupera, porque en su juicio (y con razon) estropeaba el sentido de todo el
pasage. Esta leccion está conforme con nuestro testo vulgar. ¿Habia olra!ea
—287—

23. Es preciso saber distinguir las cefalalgias que proceden de los


egercicios del cuerpo, dela carrera, de un largo viage, de la caza, de
cualquier otra fatiga extraordinaria, ó de escesos venéreos ; la pali
dez, la ronquera, las afecciones del bazo, la anemia, la disnea, la tos
seca, la sed, la pneumatosis, la intercepcion del aire en las venas, la
tension de los hipocondrios, de los costados ó del dorso, el entorpeci
miento, el oscurecimiento de la vista, el ruido de oídos, la inconti
nencia de orina, la ictericia, las deyecciones de materiales indigestos,
la epistaxis, las hemorragias abundantes por el ano, los eniisemas y
los dolores intensos que no ceden á nuestros ausilios. En todos estos
casos debemos abstenernos de purgas, porque su uso seria peligro
so, no produciria ventaja alguna, é impediria las evacuaciones y las
crisis que espontáneamente pudieran presentarse (y).

los egemplares antiguos? Indudablemente sí; y , al decir Galeno que solo algu
nos la escribian de este modo, manifiesta implicitamente que existia otra lec
cion, la cual era la que aprobaba. Mas, ¿en qué términos se bailaba esta con
cebida? Acerca de este punto nada nos dice; sin embargo, si bien no nos re
fiere el pasage con sus mismos términos, nos conserva al menos su sentido.
"El autor, dice, solo fija un objeto que llenar, cual es el de alejar, cuanto sea
posible, de la exacerbacion la época de administrar alimentos." Determinado
«si el sentido, es preciso examinar las variantes, con el ausilio de las luces que
desprende. Desecharemos desde luego el testo vulgar que no difiere de la lec
cion reprobada por Galeno, y las variantes que de él proceden. Pero en el ma
nuscrito 2276 y tambien en el 2253, aunque en una forma alterada, se en
cuentra una leccion que conviene esactameute con el sentido preciso de Gale
no, y que, en este límite al menos, puede considerarse como el testo seguido
por él. Esta es la razon porque la he sustituido a la de todas nuestras edicio
nes. Los traductores latinos Mercurial, Carnario, Vaseo, Copo, Foesio, Carte-
rio, Vander-Linden y Mack, no habiendo tomado en consideracion el comen
tario de Galeno y seguido simplemente el testo vulgar, se han equivocado.
Grimm ha hecho lo mismo: Gardeily de Mercy son los únicos que, adoptando la
opinion de aquel, han sido fieles al verdadero sentido. El primero dice : para dar
¡os alimentos en ocasion en que no puedan dañar , que es cuando se halla la
enfermedad lo mas distante de la entrada del recargo ; y el segundo traduce:
y conocer de este modo cuando la enfermedad se halla mas distante de su ma
yor grado.

(y) Despues de esta larga enumeracion, dice Galeno que el autor no ha


hecho distincion alguna; que en muchos de estos casos se debe purgar, y que
—288—

24. Si conviene sangrar á un enfermo, es preciso anle todo for


talecer el vientre (IX), sangrarle despues, y ponerle á dieta prohi
biendo el uso del vino: por lo demas, se observará el régimen conve
niente, y se darán fomentos húmedos (z). Si el vientre estuviese es
treñido, convendrá poner una lavativa emoliente.
25. Si se juzgan convenientes las evacuaciones, deben procurar
se con seguridad por arriba, á beneficio del eléboro blanco; mas no es
oportuno purgar en tales casos. El método mas seguro para estos en
fermos consiste en promover flujo de orina y sudores, y pasear-, deben
darse al enfermo fricciones suaves á fin de ablandar el cuerpo, y si es
tuviese en cama, se las darán otros (a). Si el dolor existiese en el pe

se enganarla el que siguiese sus consejos; que, si se quieren hacer las debidas
distinciones, se vera que todo esto no sirve de nada, ni escusan el trabajo de
leer muchos volúmenes. Valiera mas, anade, que cuando los autores no tratan
de esplicarse con claridad, no nos dejasen la pena de tener que adivinar sus
pensamientos. Por lo demas, no deja Galeno de conocer que esto era solo un
apunte que el autor tenia en borrador. *
Del mismo sentir es nuestro Valles.

(IX) Valles esplica esta frase en su comento diciendo, "que antes de pro
ceder a sangrara un enfermo conviene observar el estado de su vientre, por
que si estuviese flojo, debería fortificarse, no fuese que con la diarrea y la eva
cuacion de sangre se aplanasen las fuerzas ¿ce."

(z) Galeno advierte que no siempre es preciso dar fomentos húmedos á


los que se sangran, y que el autor debiera haber especificado en qué casos con-
venian.

(a) Dice Galeno en su comentario, "que el autor habla en esta ocasion


como si ya hubiese enunciado la enfermedad a que se referia, pero que sin
embargo no hace mencion de tal cosa, ya que se hubiese perdido por falta de
los copiantes el período en que se especificase, ya fuese un olvido del autor,
ó, como se dice ahora comunmente, una distraccion." Mas adelante dice que,
por los consejos que da, puede creerse que'aludia a los dolores. *
" Nuestro Valles dice tambien que se baila mutilado este parrafo, faltán
dole la cabeza.
—289—

cho por encima del diafragma, debe estar el paciente mucho tiempo
sentado, se le permitirá acostarse todo lo menos que sea posible, y se
le darán, en aquella postura, fricciones con gran porcion de aceite
caliente; mas, si el dolor afectase el vientre por debajo del septo trans
verso, conviene que el enfermo esté acostado, que permanezca en
quietud, y que no se haga otra cosa que darle fricciones. Los dolores
del bajo vientre que terminan por un flujo moderado de orina y su
dor, se disipan espontáneamente cuando son leves, y causan acciden
tes funestos si son graves ; porque, en este caso, ó sucumben los en
fermos, ó bien no se curan sin pasar á otros males, pues tales afeccio
nes suelen formar abscesos que se fijan.
26. Pocion para la hidropesía. Tómense tres cantáridas, quíte
selas la cabeza, los pies y las alas, y macháquese su cuerpo en tres va
sos de agua; dése á beber al enfermo esta pocion, y, cuando haya em
pezado á obrar, dense unturas de aceite y háganse despues afusiones
de agua caliente: la pocion debe tomarse en ayunas, y comer despues
pan caliente con manteca (b).
27. Medicamento hemostático (para las epistaxis). Apliquese so
bre la vena abierta un pedazo de lana empapado en la leche que sale
de los higos, ó introdúzcase en las narices un tapon hecho con cuajo,
ó póngase en ellas colcotar con el dedo, y comprímanse por de fuera
los cartílagos; promuévanse al mismo tiempo evacuaciones de vien-

(h) Refiere Galeno a propósito de esta pocion bidragoga hecha con las
cantaridas, que, habiendo seguido un médico audaz las prescripciones estable
cidas en este pasage, el enfermo, que parecía haberse aliviado, terminó por su
cumbir: que se vituperó a este medico su proceder, diciéndole que no era el
cuerpo, sino la cabeza, los pies y las alas de las cantaridas lo que decia el libro
de Hipócrates que debia usarse; y que habiéndolo hecho asi con otro enfermo,
murio tambien al cabo de algunos días. Añade Galeno que, sin embargo, al
gunos hidrópicos usan sin inconveniente las pociones diuréticas preparadas con
las cantaridas. *

Valles en su comentario refiere tambien este pasage de Galeno, y dice


que en su libro tercero de Temperamentis y en el mismo de Simplicihus ha
bla del uso de este medicamento en bebida contra las hidropesias, esponiendo
que no deben administrarse solas las cantaridas de modo alguno, sino forman
do parte de un remedio compuesto, en que entre en cantidad muy pequeña, y
aun asi con correctivo. Dice que la dosis a que Galeno aconseja usar este me
dicamento es la de una centésima parte de dracma.
—290—

tre con la leche cocida de burra, rasúrese la cabeza, y adminístrense


refrigerantes si la estacion es cálida (c).
28. 'El isopyrum ihalictroides de Lia. (d) evacua por arriba ; se
usa en pocion, á la dosis dedracmay media, con oximiel. Se le com
bina tambien con la tercera parte de eléboro, y esta mezcla es me
nos ardorosa.
29. Trichiasis. Enébreseuna aguja con un hilo, y atraviésese con
ella la piel hacia el borde libre del párpado superior-, pásese otra por
la base-, pónganse tensos los hilos, y hágase un nudo con ellos que se
debe dejar hasta la caida de la ligadura. Esto solo bastará ; mas, si no
fuese suficiente, es decir, si las pestañas no se vuelven bastante hácia
afuera, repítase la operacion (e). Para las hemorroides debe hacerse

(c) Galeno dice: "El autor en las epistaxis recomienda los revulsivos, tales
como los purgantes, y los medios que egerceu sobre la cabeza una accion as
tringente, como las aplicacioues frias. "

(d) En el glosario de Erociano se lee scamo'i'des, y Diocles decia sesamot-


des (en cuyo uso esta recibido en las ediciones comunes), llamando asi al elé
boro negro. Pero el uso de Diocles no prejuzga el de los hipocraticos : el au
tor del Examen de ¡a parte botanica del ensayo de una historia pragmatica
de ¡a medicina, por Kurt Sprengel (Paris, 1815), ha referido el sesamoYdes
al isopyrum ihalictroides , Lin. (p. 11); cuya determinacion ha sido aprobada
por M. Dierbach ( Die Arzueymittel des Hippokrates, p. 115.)

(e) Velpeau, en sus Nuevos elementos de medicina operatoria , espone co


mo sigue este proceder operatorio: "Hipócrates, dice, pasaba dos asas de hilo,
una por el borde libre y otra hacia la base del parpado, y las anudaba juntas
para volver de fuera las pestañas." (T. 3, p. 352.) M. Malgaigne ha tenido la
bondad de comunicarme las observaciones siguientes, sobre este procedimien
to del autor liipocratico: "Aunque parece que el autor empleaba dos hilos, sin
embargo, no se hace mencion mas que de una aguja, y parece bien indicado
que esta atravesaba dos pliegues transversales en direccion de arriba abajo.
Hé aquí cómo yo traduciría el pasage en cuestion: para la trichiasis, atravié
sese de arriba abajo con una aguja enebrada con un hilo la parte mas elevada 6
la base del parpado superior, despues de haber formado con él un pliegue, y
hagase pasar del mismo modo la aguja un poco mas abajo, ó en el borde li
bre; júntense los hilos y anúdense, dejando luego que se desprendan por si
mismos."
—291—

lo mismo: atravesarlas igualmente con una aguja y ligarlas con un


hilo de lana sucia lo mas grueso y largo que sea posible, porque esto
garantiza mas la operacion; y, despues de haber apretado la ligadura,
debe emplearse un medicamento corrosivo, no usando fomentaciones
húmedas antes de la caida de aquellos tumores. Debe cuidarse de de
jar siempre una (X) ; y despues de esto , remitiendo la enfermedad,
se purgará con el eléboro. En seguida se hará que los enfermos se de
diquen á los egercicios gimnásticos, que suden, y se den friegas por
la mañana (XI); pero se abstendrán de correr, de embriargarsc, y del
uso de todas las sustancias acres, escepto el origanum heracleoticum,
Lin. : deben tambien escitar el vómito cada siete dias, ó tres ve
ces al mes., porque de este modo se conservará el cuerpo en el mejor
estado. Por bebida tomarán un vino austero en corta cantidad y
mezclado con agua.

(X) Valles esplicando este pasage, en su comentario, tía la razon en que


se lumia este precepto del autor hipocratico, diciendo que las hemorroides
i] u en tes suelen ser en muctias ocasiones preservativas de enfermedades graves,
y que por esto conviene en tales casos dejar una siquiera por donde se evacue
el humor vicioso que estaba acostumbrado a afluir a dicha parte: lo cual se
halla tambien consignado en el aforismo 12 de la sec. 6.a

(XI) Me he tomado la libertad de aceptar en el principio de este parrafo


la version en que convienen las ediciones comunes y la de Valles, con prefe
rencia a la del autor que no me parece tan buena, y es como sigue: "se hara
ucn seguida que los enfermos se dediquen a los egercicios gimnasticos, y que
»se enjuguen el sudor provocado de este modo; en la gimnasia deben hacerse
«frotar y luchar desde por la mañana; pero se abstendran &c." Mr. Littrc no
esplica en las variantes la razon de haberse separado asi del testo comun; y co
mo en su traduccion no se observe el mejor orden en las ideas, pues no parece
necesario advertir que se enjuguen el sudor, ni muy propio que se hiciesenfro-
tur en la gimnasia ,a\ paso que las emitidas por las ediciones anteriores espie-
sau ya un pensamiento unido y que tiende a hacer, como dice Valles, que se
provoque la salida de tos humores escremenlicios, he creido preferible esta
version.
Tambien debo advertir que nuestro Valles da por razon de esceptuar
el autor hipocratico al oregano de las sustancias acres, cuyo uso prohibe, el
que dicha sustancia, segun Dioscorides, evacua por el vientre los humores ne
gros, con lo cual quita materia a las hemorroides.
—292—

30. Empiema. Córtese en rodajas la escila (scilla maritima, Lin.)


y cuezase en agua; y, despues de haber cocido bien, arrójese esta
agua primera, echando otra nueva, en la cual debe hervir la escila
hasta que se ponga blanda y bien cocida. Macháquesc despues esac-
tamente y mézclese con comino tostado (cominum cyminum , Lin.),
sesamo blanco (sesamum orientale, Lin.), y almendras frescas, unién
dolo todo con miel , y hágase un eclegma que se dará á tomar al en
fermo, bebiendo encima un poco de vino dulce. Para alimento : ló
mese un lekiskion (quince dragmas) de adormideras blancas, y macé
rense en agua que haya servido para lavar harina de trigo nuevo;
cuézase en ella con miel , y dése á tomar al enfermo , templado, para
que pase asi el dia, comiendo despues, por la tarde, segun lo que se
hubiera observado (XII).
31 . Disenteria. Tómense tres onzas de habas mondadas de Egip
to (nymphaa nelumbo, Lin.), y doce pedazos de rubia (rubia tincto-
rum, Lin.), quebrántense, mézclense, y háganse cocer; añádaseles
manteca, y fórmese un eclegma (XIII).
32. Enfermedades de los ojos. Tómense escorias de cobre lava
das, amásense bien con manteca formando una pasta no muy hú
meda, y tritúrese todo: humedézcase con agraz, y hágase secar al
sol, humedeciéndolo de nuevo hasta que tome la consistencia de un
güento; y, cuando la preparacion esté seca, redúzcasela á polvo muy
lino, aplicándola sobre los ojos y poniéndola en sus comisuras.

(XII) Era costumbre en aquel tiempo, segun dice Valles, dar a los enfer
mos por la mañana alimentos líquidos, y a la caida de la tarde (hora de co
mer para ellos) alimentos sólidos. Por esto dice aquí el autor que, despues de
haber pasado el dia con la preparacion espuesta, debe darse de comer al
enfermo por la tarde, observando lo que en el curso de aquel se haya ofre
cido.

(XIII) Segun Valles , las habas de Egipto eran aconsejadas por Galeno
y Dioscorides para la disenteria, por su propiedad astringente, y ía rubia es
diurética. De dos modos, pues, puede obrar este medicamento compuesto para
cohibir la diarrea. if. , ' . ,
—293—

33. Para la humedad de los ojos. Tómese una dragma de ébano,


y nueve óbolos ( dragma y media ) de cobre quemado tritúrese
junto en un mortero, y añádanse tres óbolos (escrúpulo y medio) de
azafran •, y cuando se halle todo reducido á polvo fino, échese una
cotila ática (nueve onzas) de un vino dulce, poniendo luego al sol
esta preparacion y cuidando de taparla, guardándola despues de
bien digerida.
34. Para los fuertes dolores de ojos. Tómese una drogma de col-
cothar y otro tanto de uvas, y póngase á digerir por espacio de dos
dias , al cabo de los cuales se esprime -, tritúrese mirra y azafran , y
mézclese todo con mosto, haciéndolo digerir al sol. Con esta prepa
racion se darán unturas en los ojos afectados, conservándola en vasos
de cobre.
35. Medios de reconocer una sofocacion histérica. Pellizquese á
la enferma con los dedos ; si lo siente, es un acceso histérico; y si no,
es un ataque de convulsion.
36. Soñolencia (f). Tómese un lekiskion ático redondo (quin
ce dragmas) de euphorbia peplus de Lin, y hágase con él una pocion.

(f) Preséntase aqui una grave dificultad que va aumentando hasta el final
de esta serie de fórmulas. ¿Se trata de hidropesias, como dicen la mayor parte
de los manuscritos (y las ediciones), ó de la soñolencia como pone el 2253?
¿La voz utxcávtip {meconium) dehe tomarse en el sentido de adormidera , ó
en el de euphorbia peplus de Lin.? Porque en la coleccion hipocratica esta voz
tiene ambas significaciones. Claro es que la acepcion de esta palabra estara
en relacion con el sentido que demos a la que indica la enfermedad de que se
trata: «i se entiende por hidropesia ó soñolencia, debe indicar aquella un pur
gante; y si se trata de conciliar el sueño, es claro que debera ser un soporife
ro. Atendiendo rigorosamente al valor de las palabras usadas, para demostrar
la afeccion, no puedo menos de decidirme por el manuscrito 2253, que tanta
autoridad tiene. Algunas líneas mas adelante se usa la voz meconium en el
sentido de euphorbia peplus de Lin., puesto que se habla de evacuaciones ; mas
seria aventurado deducir de aqui un argumento en favor de esta acepcion,
atendiendo a que no sabemos cómo se ha hecho esta coleccion de fórmulas que
se halla al final del libro del Re'gimtn, ni si tienen diferentes procedencias.
Creo que la razon mas convincente que puede darse en apoyo de este último
sentido, es la imposibilidad de encontrar, ya en la leccion del manuscrito 2253,
ya en la del testo vulgar, el que era preciso que tuviesen para que dicha voz
significase adormidera. Ahora bien, ¿a qué dosis se administraba este medica
mento? Un tekiskion se tiene por equivalente al o.xybafo 6 acetabulo de los
romanos, cuya capacidad es de unas 15 dragmas. Es imposible dar una dosis
38
—294—

37. Tómense limaduras de cobre en triple cantidad de la que


pueda cogerse con el tallito de una espiga ; amásense con harina de
trigo nuevo , y háganse pildoras que tomará el enfermo. Este medi
camento evacua las aguas por las vias inferiores.
38. Preparacion eccoprótica. Esprimase sobre higos secos el jugo
del euphorbia charadas, de Lin. (titilamo de las ediciones), echan
do en cada uno siete gotas ; coloquense en un vaso nuevo , y guár
dense en él, haciendo que tome de ellos el enfermo antes de comer.
39. Macháquese el euphorbia peplus y échese agua encima; cué-

tan alta del jugo de adormideras; mas tampoco puede darse tal cantidad de jugo
del euphorbia. Un poco mas arriba se habla tambien de un lekiskion de ador
mideras blancas, y en otro sitio (libro de la Naturaleza de la muger, p. 223,
I. 49> ed. Frob.) de la quinta parte de un semi-chenice de la misma sustancia
(que equivale a poco mas de dos onzas). El hecho es que no se trata aquí del
jugo de la planta, sino de la planta misma, de la que se iomaba en peso ó tal
vez en volumen la cantidad espresada, lo cual en verdad quita la precision
a las dosis, mas permite rebajar mucho los números dados. Esta dosis es justa
mente la que establece Dioscorides para el peplus. "Esta planta, dice, purga
la pituita y la bilis a la dosis de un oxybafo bebida con una cotila de oximiel.'*
Segun la voz con que este autor designa el peplus, y la espticacion que Galeno
hace de ella en su glosario, el peplus de Dioscorides es el meconium de este
pasage. Esta conformidad viene eu apoyo de las razones que he dado para tra
ducir ftnuinti (meconium), no por jugo de adormideras, sino por euphorbia
p,plus de Lin. El comentario de Galeno se halla mutilado en este punto; mas,
siu embargo, es preciso apelar a él, porque aun asi puede ilustrar mucho la
cuestion. Despues de haber espuesto lo manifestado anteriormente sobre el
modo de contener la epistaxis, continúa: "En seguida de esto escribe el autor
varias fórmulas de medicamentos, y, en medio, algunos ausilios quirúrgicos.
Habla primeramente de lo que se llama scsarao'ídes; describe luego la opera
cion del trichiasis llamada anabronchismo , y la ligadura de las hemorroides,
con todo lo demas del tratamiento; espone despues medicamentos y tisanas pa
ra los empiemilicos, y la preparacion de medicamentos oftalmicos, y habla en
seguida de las histéricas, del euphorbia peplus, de un medicamento hydrago-
go, y de otro eccopróilco. Concluye por último aconsejando para las evacua
ciones alvinas y de las aguas, el euphorbia peplus, amasado con harina. La
mayor parle de estas cosas son claras; pero hay intercaladas otras que son muy
oscuras. Voy eu seguida a manifestarlas." Aquí termina el comentario de
Galeno, precisamente en donde iba a esplicarnos los pasages difíciles. Por lo
demas, hallamos en él la enumeracion de las diferentes fórmulas y prescrip
ciones que este pasage contiene, en el mismo órden, y sin faltar mas que una
(la correspondiente a la disenteria), ya que Galeno se olvidase ioadvertidaraeu
—295—

lesc y amásese con harina, haciendo unas tortas que, añadiéndolas


miel , deben darse á comer á los sugetos que necesiten purgarse y á
los hidrópicos (g). Encima deberán beber vino dulce ó aguado , ó
hydromel diluido en agua y hecho con el residuo de la cera : recó
jase el euphorbia peplus (h), y guárdese esta planta para los usos de
la medicina.

te de ella, ó que no la tuviese el testo que tuvo á la vista, ó que no formase


una prescripcion aislada. *
* Valles, siguiendo a Galeno, se decide tambien por la acepcion que nues
tro autor.

Gardeil ha encontrado tan oscura esta conclusion del libro hipocraii-


co, que no ha querido traducirla. "Las nueve ó diez lineas que siguen, dice,
no ofrecen masque un tegido de fórmulas imposibles de descifrar, a lo menos
para mí. Abandono pues su version, despues de haberme esforzado inutilmen
te en deducir algo de provecho." Veamos si podemos aclarar algo este pasagc.
Despues del euphorbia peplus, dice Galeno que lo que sigue a continuacion es
una fórmula hydragoga: de manera que lo que debemos encontrar es un me
dicamento de tales cualidades. Poca certeza podriamos deducir en esta cuestion
de las propiedades de las limaduras de cobre, sustancia no usada en el dia; mas
tratase al presente de las cualidades que las atribuían los antiguos. Un pasage
de Dioscorides en que se hallan estas espuestas, contiene todas las aclaraciones
que podemos desear para resolver esta dificultad del testo hipocratiro. "Lasti
maduras de cobre, dice, bebidas con el hidromel, producen evacuacion de las
aguas; algunos las amasan con harina, y las hacen tomar en forma de bolo."
No solo nos manifiesta este pasage que los antiguos consideraban las limaduras
de cobre romo un medicamento hydragogo , sino que hace relacion tambien a
la preparacion hipocratica: de modo que no puede dudarse que tenemos aqui
la fórmula hydragoga de que, segun Galeno, se hacia mencion en seguida del
euphorbia peplus.

(g) Aunque ningun manuscrito presenta la leccion que he adoptado, con


todo, no he creido deber sustraerme de la autoridad de Galeno, que dice al
hablar de esta fórmula: "El autor da en forma de tortas el euphorbia peplus
para la evacuacion de materiales alvinos y de aguas.

(h) Este pasage ha sido el escollo en que han tropezado todos los traduc
tores, y del cual no hubiera podido librarme, a no haberme manifestado el
—296—
medio de hacerlo el manuscrito 2253. Foeaio en su (¡Economía dice que la voz
meconSum significa tambien el meconio Je los recien nacidos, y que esta es sin
duda la significacion que dio al presente a esta palabra el autor hipocratico:
en vista de esto traduce, al mcconium ex stercoribus coJUctum recondito et
curato. Este sentido es el que bao admitido todos los traductores, esceplo Cal
vo, que tradujo meconinm. Heriuga (cap. 24, p- 208) vitupera a Foesio baber
dado tal sentido a esta palabra, y quiere que se entienda por peplus (eupborbia
peplus); pero él traduce x.t*?;ur por estercotero (sterqui'linii's), diciendo que las
plantas tienen diferentes cualidades, segun el terreno en que se crian , y que el
autor hipocratico recomienda en este pasage el peplus procedente del espresado
sitio. Esta esplicacion no es la mas plausible. Galeno en su glosario dice panal
de miel; y la mayor parte escriben X*púa, en vea de x.nrf!«t, cuya palabra
significa el residuo que se saca de la cera. El manuscrito 2253 poniéndolo de
este modo, que era el mas comun, nos ha dado ocasion de referir a su verda
dero lugar la glosa de Galeno. No se trata pues de escrementos, ni de esterco
lero, sino del líquido que se desprende de los panales de miel. *
* Valles en su comentario lo es plica diciendo, que despues de haber con-
quasado el peplus y colado el agua en que se infundio, no debe arrojarse el pe-
plus que queda por residuo, sino que puede conservarse para que vuelva a ser-
viral mismo uso. Este sentido me parece mas inteligible queel vulgar, y que el
aceptado por Littré.
D
1 erfectamente dilucidado por el autor, con el ausilio de los traba
jos de Galeno, el origen de este libro titulado sobre las Fiebres, que
va unido al del Régimen de las enfermedades agudas como formando
parte de él, y ampliamente analizados con el mayor tino los princi
pales puntos que en él se hallan , presentándolos en cotejo con los
adelantos actuales, voy á ver si puedo entresacar del cúmulo de apun
tes que le componen algun punto de doctrina que me parezca conve
niente dilucidar, para dar mas estension al útil y sabio objeto que
aquel se propusiera.
Parece que este libro es una especie de complemento del tratado
que antecede ; pues, sentándose en aquel las bases en que se deben
fijar los preceptos del régimen en las enfermedades, trátase en el ac
tual de esponer los remedios mas adecuados para su curacion. Em
pieza el autor por el causus ó fiebre ardiente , cuyos principales ca-
ractéres describe , diciendo consistir en una sensacion general de la
xitud y dolor , secura y aspereza de lengua acompañada de un aspec-
4o negro, dolores abdominales, evacuaciones alvinas liquidas y
amarillas, sed escesiva, vigilia, y á veces delirio. Las causas á que
refiere esta enfermedad son el estío, las marchas prolongadas, y la sed
—298—

contenida. Preséntanse en esta descripcion tres grupos de sintonías;


unos pertenecientes al sistema nerv ioso, otros propios del sanguíneo,
y relativos los demas al aparato gástrico. La sensacion de laxitud y
los dolores de cuerpo, la sed, la vigilia, y el delirio cuando se pre
senta, constituyen los primeros; la secura, aspereza, y color de la len
gua forman los segundos ; y los dolores de vientre acompañados de la
espulsion de escrementos blandos y amarillos componen los últimos.
Hállanse las causas espuestas en relacion con ellos mismos , obrando
las marchas escesivas sobre el sistema nervioso y vascular asi como
tambien la sed, que entiendo yo fuese tomada por el autor hipocráti-
co en esta ocasion como equivalente á privacion de agua , y siendo
abonada la temperatura cálida y seca del estio para producir escita-
ciones gástricas, sin dejar por eso de influir en los sistemas genera
les nervioso y vascular. De la consideracion de los grupos de sínto
mas que quedan establecidos, y de las causas que con ellos se hallan
en relacion, no puede menos de deducirse que la enfermedad de que
se trata es una fiebre inflamatoria gástrica intensa. Existe afeccion
graduada de los sistemas generales nervioso y sanguíneo, como lo
indican las sensaciones morbosas espresadas en el primer grupo, la
irritacion cerebral que produce la vigilia y el delirio, y la gran secu
ra, aspereza, y color anejo á estas alteraciones de la mucosa lingual,
puestas en el segundo. Tal vez haya alguno que, obcecado todavía
por las innovaciones introducidas en la ciencia por sistemas no muy
antiguos, si bien ya decaídos, califique de error el atribuir al sis
tema de la circulacion tales caracteres presentados en la cubierta del
órgano del gusto ; mas, si desimpresionadamente atiende á los resul
tados de la esperiencia, leerá en este sabio y verdadero libro un gran
número de casos en que la lengua ofrece caractéres que de ningun
tnodo se hallan en relacion con padecimientos gástricos, sin que
por eso neguemos los importantes signos que en ellos solemos ver en
casos de afecciones del tubo intestinal. En casi todas las enfermeda
des de este aparato la lengua es un espejo fiel que nos refleja el esta
do de tales padecimientos; mas no por eso se ha de concluir arbitra
riamente que es de rigor hallar una lesion gástrica, siempre que en
la mucosa lingual observemos alteraciones. íQué de errores no co
meteríamos en el diagnóstico y tratamiento de las dolencias, si, por
el aspecto de la lengua, en las anginas faríngeas y laríngeas, en las
pneumonías, en las cistitis con retencion de orina especialmente, en
bis cerebritis, en las fiebres adinámicas producidas por un estado ané
mico, y en varias otras afecciones hubieramos de creerla existencia de
un padecimiento gástrico ! Pero si los hechos hablan con la mas sig
—299—

nifícativa elocuencia y ásu irreprochable voz cede toda hipótesis con


tradictoria, el valor de su espresion adquiere una fuerza mas grande
cuando la solidez del raciocinio desnudo de aparatos sofísticos viene
en apoyo de su verdad. Asi sucede en el caso presente : no solo nos
demuestran los casos citados, y otros muchos que aun pudieran enu
merarse, la certeza de nuestro aserto, sino que tambien la razon vie
ne en su ayuda. Cuando la circulacion se activa de un modo consi
derable, se aumenta tambien proporcionalmente el calor animal, que
tan subordinado se encuentra á dicha funcion, y la respiracion que
con ella se egecuta. El calor graduado favorece, por una parte, la
pronta evaporacion de la humedad en cualquier sitio que se consi
dere , adquiriendo en las fiebres esténicas la mayor intensidad -, y ha
llándose, por otro lado, la lengua sometida al frecuente paso de cor
rientes de aire atraídas por unn respiracion exagerada en tales ca
sos, la evaporacion de la humedad que naturalmente baña su super
ficie ha de ser mas rápida y continua, en términos de superar
la fuerza de desecacion, por decirlo asi, á la de exalacion, consumién
dose en un tiempo dado mayor cantidad de humedad que la que pue
da segregarse. De aqui debe resultar necesariamente la secura de este
órgano, al cual sigue la crispatura de las papilas nerviosas, que en el
estado natural se hallan blandas por el moco y humor perspirado que
las baña, afectando un color tanto mas oscuro cuanto mayor sea su
sequedad -, cuyo color toma diversas formas, si el humor segre
gado por sus folículos se halla alterado , dando lugar á cubiertas de
diverso matiz y consistencia. De modo que, como dice Valles en su
comento á este pasage, la secura de la lengua es el graduador de la
intensidad de la liebre : ita fit ut in lingua siccüas referat febris vehe-
mentiam. En semejantes términos que yo lo he verificado esplica este
célebre médico la secura y aspecto negro de la lengua, como propio
del estado de la circulacion, refiriéndolo igualmente al continuo pa
so del aire cálido, que sale con tanta frecuencia en la espiracion del
calenturiento, y á la accion del calor ; si bien advierte tambien, con
mucha oportunidad, que no siempre dicho color depende de tal causa,
sino de la abundancia de humor negro, y para distinguir los casos cu
que este color es dependiente de un ardor grande de aquellos en que
es debido al esceso de humor negro (ó melancólico), dice que en el
primero está la lengua seca y áspera al mismo tiempo, mientras en el
segundo aparece negra sin estos caracteres.
Presentándose, pues, signos evidentes de escitacion delos sistemas
generales nervioso y vascular, aunque es lástima que no se diga nada
en la concisa descripcion que del mal se hace acerca del calor y del
—300—

pulso á que tan poca importancia se daba entonces, no puede menos


de reconocerse la existencia de una fiebre que, por la índole de los
caractéres manifestados, debemos' admitir como inflamatoria. Pero
agréguense á estos signos de escitacion de los sistemas generales los
propios del aparato gástrico/que, ya por efecto de la estacion á que
la enfermedad se refiere ó por otra cualquiera causa, ha tomado una
parte muy notable en la escitacion general, y no se podrá menos de
reconocer un colorido particular en la fiebre inflamatoria que hemos
admitido, que obliga á distinguirla con el epíteto de gástrica. Bus
cando Mr. Littré entre las enfermedades actuales las que pudieran
identificarse con esta tan comun en los libros de medicina griega,
recorre diferentes afecciones que rayan en su término, y dice que en
tre nosotros no se halla egemplo de ella, manifestándose solo cierta
analogía en la fiebre biliosa de los paises cálidos. Seguramente Mr.
Littré, tan juicioso y acertado en todas sus reflexiones, se habrá re
ferido al pais en que ha escrito su comento, al sentar esta proposi
cion ; pues en nuestro suelo, mas meridional que el suyo, no es tan
raro el presentarse en el verano fiebres inflamatorias gástricas con to
dos los caractéres espuestos en este lugar por el autor hipocrático, y
apenas habrá entre nosotros profesor que haya dejado de ver en el
estío afecciones de tal naturaleza , especialmente en los hospitales ó
enfermerías á donde acuden personas enfermas que por razon de su
estado han tenido que sufrir los fuertes ardores del sol, y hacer mar
chas prolongadas. No deja de ser frecuente que las fiebres pútrido-
nerviosas, en tal estacion, se presenten en su primer periodo con el
aspecto de esta calentura en que, valiéndome de la espresion de Va
lles, diré que parece que el enfermo se abrasa, per quam totus homo
uri videtur , pasando á tan funesto estado por causa de la intensidad
de la misma afeccion, si las circunstancias la favorecen. Es imposi
ble, en efecto, como dice nuestro autor , referir la fiebre ardiente al
tifus, la fiebre amarilla, y la peste, enfermedades que en su princi
pio ofrecen con ella cierta analogía, por la falta de una porcion de
signos que respectivamente se encuentran en estas sin que de ellos
se haga mérito en la descripcion de aquella; mas no deja de ser co
mun que aparezca, en la ocasion y forma de dejo manifestadas.
Esplica el autor hipocrático la causa de esta fiebre por la reseca
cion de los vasos capilares, cuya esplicacion es aceptada por ios an
tiguos comentadores sectarios del humorismo, diciendo que los va
sos, desecados ó vacíos por la consuncion de los fluidos orgánicos
contenidos en su cavidad, atraen á si la porcion mas tenue de los hu
mores acres, por ser mas fáciles de absorver las partes menos densas,
—301—

debiéndose á sus cualidades irritantes la produccion del causus. Dice


Valles que estas partes ténues, serosas y biliosas, absorvidas por los
vasillos capilares, son en el sistema vascular lo que la sanies ó el jugo
icoroso escrementicio en las úlceras, y que á su presencia en todo el
sistema es debido el ardor manifestado en todo el cuerpo -, agregando
que tiene esto lugar principalmente en el estio, pero que puede su
ceder igualmente antes ó despues siempre que aparezca un calor
grande, porque, en las consideraciones médicas, la temperatura in
dica mejor las estaciones que el número de los meses ó la salida de
los astros, y por efecto de otras causas como el abuso del vino. Nos
otros esplicaremos la fiebre por la accion de las causas enumeradas so
bre el sistema nervioso á quien escitan, y sobre la sangre á quien
privan de su parte serosa, haciéndola tambien de cualidades irritan
tes que se han de hacer sentir por precision en los vasos que la con
tienen, y el carácter gástrico por la disposicion de los sugetos, por el
influjo de la estacion, ó por la Indole de la causa.
En el tratamiento aconsejado para esta afeccion nota Valles jus
tamente dos faltas considerables-, el usar de sustancias que en el libro
del Régimen se declaran malas para la bilis, como son el agua en afec
ciones biliosas y el hydromel por su naturaleza, indicándose tambien
la leche, que se dice en los Aforismos ser nociva á los febricitantes
y principalmente á los que tienen cursos biliosos, y el no aconsejar
la sangría , cuando , en sentir de Galeno , que sigue las huellas de Hi
pócrates, no hay remedio mejor para estas fiebres. En efecto, estas
contradicciones son notables para la determinacion de la autentici
dad de este pasage, pudiéndose agregar á los datos recogidos por el
autor, pues no cabe en la firmeza de principios manifestada en todas
ocasiones por el profundo y esperimentado maestro, posibilidad de
incurrir en tales inconsecuencias. Merece, con todo, atencion el pre
cepto de dar á beber á los enfermos , en la cantidad que quieran , los
líquidos que deben atemperarles, y la prohibicion de sustancias esci
tantes, asi como de las alimenticias, hasta despues de pasadas las cri
sis. El método curativo aconsejado se halla en la relacion debida con
el juicio formado de la Indole del mal -, pues, creyéndose consistir en
la perniciosa accion de los humores acres y biliosos atraidos á los ca
pilares por efecto de su desecacion, nada mas natural que procurar
espelerlos, como se indica, si bien solo se proponen medios evacuan
tes suaves , atendiendo á la fuerte escitacion que se presenta. Nos
otros que vemos en tales casos irritaciones producidas directamente
en los sistemas generales, ó bien alteracion primitiva del humor san
guíneo, atendemos á calmar lo uno y lo otro con las evacuaciones
—302—

sanguíneas, en grado proporcionado, la dieta y los atemperantes.


Háblase luego de las crisis de esta afeccion, y de una variedad en
que los síntomas flogisticos parecen menos marcados, como tambien
los del aparato gástrico ; cuya diferencia podria depender jde la inten
sidad de la causa, disposicion de lossugetos, ó influencia particular
de la atmósfera.
Establécese mas adelante el precepto de sangrar en las enferme
dades agudas, con lo cual disculpa Valles en su comento a este pár
rafo, la omision que advirtió en el uso de este grande ausilio al ha
blar del causus , fijando por bases de su determinacion, la intensidad
de la afeccion , el vigor de la edad , y el buen estado de las fuerzas;
sin cuyas consideraciones, dice aquel célebre comentador, no debe
jamas procederse á practicar la sangría. Esta importante máxima, sa
biamente establecida, es digna de la doctrina hipocrática, que abra
zaba en proposiciones generales las circunstancias comunes á los ca
sos á que aludia, y que fundaba dogmas radicados en la mas sana y
verdadera esperiencia. En tres sencillas consideraciones fija el móvil
de nuestro juicio acerca del uso de un remedio tan principal, sin cu
ya atencion procederiamos ciertamente con la mayor vaguedad en el
tratamiento de las afecciones agudas, esponiéndonos á incurrir en
graves errores. Obsérvese la intensidad del mal; porque, si esta no
fuese grande, con ausilios mas sencillos se logrará la resolucion, y si
estrajésemos sangre en este caso quitariamos á la naturaleza las fuer
zas necesarias para conseguirla , prolongando ó agravando la dolen
cia. Atiéndase al vigor de la edad ; porque los niños y los ancianos
tienen poca robustez, aquellos por el predominio de su sistema ner
vioso , y estos por el desgastamiento de este mismo regulador de la
vida, y en ellos la sangria ni puede ser tan aplicable, ni aunque lo
sea debe hacerse bajo iguales condiciones que en el jóven ó en el
adulto. El estado de las fuerzas, sobre todo, es el indicante que debe
guiarnos y al que debemos referir las demas consideraciones, porque
no ha de perderse de vista que los males para su resolucion necesitan
cierto vigor, sin el cual la naturaleza no puede triunfar. Las fuerzas
pueden hallarse abatidas por la débil constitucion del sugeto, por
abundantes y continuas pérdidas, por largas meditaciones y pesares,
por la índole de la causa productora de la afeccion, y tambien por
una fuerte escitacion morbosa que las haya consumido en poco tiem
po ; y todos estos pormenores deben entrar muy en cuenta al tratar
de poner en práctica las evacuaciones sanguíneas, porque no es in
diferente aumentar la debilidad, por este medio, en un enfermo cu
yas fuerzas se hallen disminuidas por cualquiera de las causas roen
—303—

cionadiis. No es la primera vez que nos ofrece esta coleccion motivo


para hablar sobre un punto práctico de tanto interés y de tan grave
consecuencia. Solo falta en este precepto una consideracion que
nunca olvida Hipócrates en sus sabias máximas, cual es la constitu
cion atmosférica, que tambien puede ser en muchos casos contrain
dicante de este remedio-, y esto pudiera ser otra prueba racional ó de
que esta frase no era suya sino de alguno de sus discípulos, ó de que
se hallaba en algun apunte suelto sin concluir. Nuestro Ponce de
Santa Cruz en su libro de Impedimentis magnorum auxiiiorum, Va
lencia 1695, escrito para combatir los abusos de los prácticos en la
sangría y las purgas, reduce á tres clases las consideraciones á que
debe atenderse para el uso de aquellas. Coloca en ta primera, que lla
ma de cosas naturales, el temperamento, edad, constitucion, cos
tumbre y fuerzas del enfermo -, en la segunda, de cosas no naturales,
pone la agitacion de cuerpo y de espíritu, la constitucion atmosféri
ca , el coito , la vigilia y el sueño ; y á la tercera , de cosas preterna
turales, reduce la causa de la enfermedad y los síntomas. "Si bien se
considera cuánto puede influir cada una de estas circunstancias en
los buenos ó malos efectos de tal remedio, agrega este autor, se co
nocerá la gran dificultad de usarle, y el peligro que se corre en su
uso inmeditado." Sciant medid , dice mas adelante, quando sit eva-
cuandum et quomodo , quamvis retiqua ignorent: hoc Mis et agris
sufficit. Con la frase retiqua ignorent se refiere á cuestiones su
tilezas y disputas escolásticas de que habla en el párrafo anterior á
este.
En un capitulo de los que siguen, se citan una porcion de enfer
medades agudas de los órganos contenidos en las cavidades del pecho
y vientre, en los cuales se dice nuevamente que la sangría es el re
medio principal , aconsejando despues el uso de los evacuantes intes
tinales, lavativas ó purgas, si la afeccion es muy intensa, mas hacien
do preceder aquella al uso de estas, porque si no se-producen males
no consiguiendo la espulsion de lo inflamado. Está fundado este pre
cepto en la creencia de que la materia morbosa que constituia la in
flamacion debia cocerse antes de ser espetida, por cuyo motivo el uso
de purgantes antes de tiempo era inoportuno y perjudicial ademas,
porque, promoviendo evacuaciones inútiles, quitaba fuerzas á la na
turaleza para alcanzar la resolucion. Con lasangria pensaban los médi
cos de esta época desobstruir las partes en que la sangre se hallaba acu
mulada, desembarazando de este modo á la naturaleza de un peso que
laoprimiay servia de obstáculo á sus acciones-, y, despuesque esta ve
rificaba la coccion de los humores dañinos, juzgaban oportuno favo
—304—

recer los medios de espetarlos. Nosotros, que profesamos otras ideas


relativamente á la esencialidad de las enfermedades, nos valemos tam
bien de las evacuaciones sanguíneas á esta época con otro obgeto, y
no convenimos en el uso de los purgantes en todos los casos de fleg
masías agudas, si bien los administramos á veces despues de tales
afecciones, ya como revulsivos, ya para descargar al tubo intestinal
de materiales detenidos en su cavidad durante el curso de la dolen
cia , ó para escilar suavemente la accion del órgano secretor de la bi
lis que no siempre queda espedita por diferentes motivos. Sin em
bargo, debe advertirse que, a pesar de la diversidad de opiniones pro
fesadas en la época de la composicion de este libro y en los tiempos
modernos, vienen á parar los prácticos á un mismo resultado, por
diferentes caminos, cual es el no usar purgantes en el principio de las
enfermedades agudas, que es la oportunidad de las evacuaciones de
sangre. Esta conformidad en los hechos deducidos, cualquiera que
sea el sendero que haya guiado á su determinacion, robustece de un
modo indestructible las máximas establecidas, pues nos demues
tra que los hechos siempre son los mismos, aunque el hombre adop
te en su esplicacion los medios distintos que le parezcan mas condu
centes.
Merece atencion el párrafo siguiente en que se habla de la pér
dida repentina de la palabra, refiriéndola á la escesiva replecion de
las venas, como si dijéramos á una congestion sanguínea, ofreciendo
un esacto cuadro de los síntomas que en tales casos se presentan que
todos hacen relacion á un padecimiento del cerebro, y aconsejando
oportunamente el uso de la sangría. Mas se espresa la condicional de
sí este accidente no sobreviene por una causa esterna 6 violenta, pues
como dice Valles, en su comento á este párrafo , puede tambien ser
ocasionado por un susto ó alegría fuerte y repentina, en cuyo caso
no es debido á la acumulacion de sangre en el cerebro sino á la misma
emocion que este esperimenta interrumpiendo el curso de los espíri
tus que se contienen en el corazon (es decir, paralizando la accion del
sistema nervioso, y del que influye sobre esta entraña, dando már-
gen á la disminucion ó suspension de sus movimientos), ó bien por
un golpe, caida ó conmocion que obre sobre aquella viscera.
Háblase luego de otras afecciones agudas como las anginas farín
gea y laríngea, en que, esplicándose las causas que las producen, con
arreglo á las teorías de tal época, se conviene al cabo en un método
curativo análogo al que nosotros seguimos, lo cual viene en corrobo
racion de lo que dejo espuesto anteriormente.
Obsérvase mas adelante el cuidado que el autor hipocrático ad
—305—

vierte con él frío de las estremidades inferiores, en lo que conviene


este libro con el del Régimen que antecede, procurando siempre que
se restablezca el equilibrio en el calor animal ; y esta máxima impor
tante se halla no menos respetada en nuestros tiempos, pues sabe
mos que el enfriamiento de las estremidades se presenta generalmen
te en las afecciones agudas febriles cuando existe una fuerte conges
tion ó inflamacion intensa de órganos interiores, en cuyo caso la cir
culacion parece desequilibrada afluyendo mayor cantidad de sangre
hacia el órgano afecto y menor á las partes mas distantes, observán
dose por consiguiente igual distribucion en el calor animal que tan
to depende del estado del circulo sanguíneo. Señálase, en el mismo
pasage, este enfriamiento como precursor del recargo de la fiebre en
muchas ocasiones; y, en efecto, esta especie de espasmo general que
antecede á las exacerbaciones, marcado de un modo mas ó menos no
table por escalosfrios, palidez y retraccion del pulso, va acompaña
do de frialdad en las estremidades, que no desaparece hasta despues
de haberse preseutado la reaccion, si esta es bastante fuerte. Mas lla
ma, sobre todo, este fenómeno la atencion del autor cuando se pre
senta en las liebres que van acompañadas desde el principio de un flujo
de vientre, lo que esplica Valles diciendo que las evacuaciones que
aparecen constantemente desde el principio son malas, porque no de
ben presentarse hasta el tiempo oportuno, manifestando su existencia
en aquel tiempo malignidad de la enfermedad, ó abatimiento de fuer
zas, y que si á esto se agrega el frio de las estremidades es indicio
de mayor gravedad , pues ambas cosas significan putridez de los hu
mores en las visceras, úlceras grandes inflamaciones ó dolores in
tensos de los intestinos, cuyas afecciones hacen reconcentrar el calor
en las partes internas, enfriándose las esternas. Por esto, añade este
comentador, debemos procurar atraer el calor á las estremidades,
no por el frio mismo, ni porque el hallarse de tal modo los pies sea
causa de la dolencia, sino para derivar el calor y la sangre acumulada
en los órganos afectos-, limitándose á conservarle en caso de que aque
llos no se presenten fríos, como manifiesta el testual hipocrático,
pues entonces no hay que llenar aquella indicacion, sino procurar
evitar que se reconcentre en los órganos interiores.
Hallase mas adelante un principio práctico de la mayor im
portancia reducido á manifestar que deben abandonarse las fiebres
irregulares hasta que tomen una forma conocida, en cuyo caso se las
combatirá con los medios adecuados con arreglo á la constitucion del
enfermo. En circunstancias como esta, en que desconociendo la ín
dole de la afeccion no puede establecerse plan curativo racional, va
—306—

le mas, dice Valles esplícando este párrafo, no hacer nada, que es


ponerse á obrar fortuita y temerariamente ; y á esta máxima parece
que se arregló Avicena cuando dijo, que, siempre que se desconozca
la especie de fiebre, debe ponerse á dieta al enfermo, porque es me
jor privarle de alimentos que esponerle á los malos efectos que pue
den resultar de su uso inoportuno. Mas entra en seguida este célebre
comentador en la discusion de esta interesante máxima, dilucidán
dola con el mayor tino, y repara que, en muchas ocasiones en que la
afeccion no aparece con claridad, urge sin embargo su terminacion,
sin manifestarse por eso de un modo mas ostensible, concluyendo á
veces la vida de los enfermos antes de que haya sido bien conocida
del médico -, en cuyas circunstancias no parece muy conveniente es
perar un éxito tan. desastroso, sin administrar ausiíios de ningun gé
nero. "¿Quién negará, dice, que puede presentarse un conjunto
de sintonias inciertos que no puedan referirse á un cuadro determi
nado, y que sin-embargo amenacen de cerca con la muerte? ¿Quién
se atreverá á defender que en tan inminente riesgo debe el medico
permanecer pasivo, sin emplear con la mayor presteza ninguna cla
se de remedios? Para mi no está probado que deba seguirse esta
conducta; y, en tal concepto, debe investigarse qué método convie
ne usar, porque alguno ha de observarse, aunque siempre con gran
cautela, cuyo método debe ser el mismo, ya se desconozca el órgano
afectado ó bien se ignore la causa de la enfermedad. Debe procu
rarse antes de todo conocer la constitucion, del modo que sea posi
ble, y tambien la duracion del mal, pura establecer con mas certeza
el plan que deba adoptarse , porque en las enfermedades largas pue
de esperarse sin riesgo. La agudeza de la afeccion se conoce por la
intensidad de los síntomas, asi' como la especie se halla determinada
por su naturaleza. Para proceder en los casos en que la enfermedad
nos sea desconocida, hé aqui las reglas que creo deben adoptarse.
Usar de los ausilios comunes-, oponerse á los síntomas, y en ocasio
nes probar con mucha prudencia otros recursos: de este modo se ob
serva el precepto de Hipócrates, saliendo al encuentro de los signos
morbosos y no dañando. Se procederá con certeza siempre que, co
nociendo esactamente todas las cosas preternaturales, se empleen
las que les sean contrarias-, pero, aun en el caso en que no sean cono
cidas, no se dañará obrando del modo que dejo establecido. Yo lla
mo remedios comunes á los que sirven para cortar el curso de mu
chas enfermedades, como por egemplo, cuando se duda si un enfer
mo padece una calentura cotidiana, terciana doble ó continua, y el
sugeto esjóven y robusto, nada hay que se oponga ácl uso de lasan
—307—

gria, porque de cualquier modo que sea se halla bien indicada, asi
como no deben usarse los medicamentos imindentes, porque no se
rian á propósito. para ninguno de estos estos. El contrariar los efec
tos de los síntomas urgentes, nunca es inútil en cualquiera enferme
dad que sea: si un hombre, por cgemplo, se halla en grave peligro
por la intensidad de un dolor fuerte ó por una escesiva vigilia, ¿por
qué no han de emplearse los anodinos ó narcóticos, aunque no se co
nozca |a enfermedad que padece? Tambien es conveniente en oca
siones echar mano de algunos ausilios como medio de investigacion,
insistiendo en ellos si probasen y cejando oportunamente si los efec
tos no correspondiesen , siguiendo la máxima de Hipócrates cuando
dice quod si calorificis dolor non solvatur, non multo tempore calefa-
cere opportet. He dicho anteriormente que conviene calcular la du
racion de la dolencia, porque en las que es larga, puede esperar
se á que se fije -, con lo cual queda implícitamente manifestado,
que el obrar en los casos que dejo espuesto no es porque sea lo me
jor, sino en razon á la urgencia que no permite conducirse de otro
modo. Considerando pues la necesidad, he espuesto lo que creo que
debe practicarse ; é Hipócrates, consultando lo mejor, aconseja no
hacer nada hasta que la enfermedad se determine, en cuyo caso debe
obrarse con arreglo á !a constitucion del paciente."
He querido trascribir integro el comento de Valles, porque le
juzgo digno de singular atencion, en vista del gran tino con que tra
ta una materia tan delicada. En efecto, si una enfermedad no es co
nocida, parece que el sentido comun y nuestra conciencia nos impo
ne el deber de no hacer nada, por temor de esponernos á un yerro
involuntario, hasta que, acrecentándose los síntomas, pueda mani
festarse aquella de un modo bien terminante, y suministrar las opor
tunas indicaciones. Este precepto, pues, se halla calcado en el mas sa
no juicio y en la moral mas estricta -, pero las consideraciones que el
Galeno español, como le llama Solano de Luque, manifiesta como
objeciones á esta interesante máxima , son tan justas y tienen tal
fuerza, que apenas dejan lugar á la incertidumbre. Si vemos á un en
fermo abatido por una afeccion grave que le precipita en el sepul
cro, pero rodeada de tal oscuridad que no puede penetrarla la ob
servacion mas atenta, ¿habremos de esperar con calma estoica, que
la parca fatal corte su vida , sin oponer algun ausilio , aunque dudo
so, que conceptuemos adecuado al juicio mas valedero que forme
mos de la dolencia *? El módico, por acertada que crea su conducta y
arreglada á las mas prudentes y racionales máximas, jamás deja de
sujetar mil veces sus procedimientos al minucioso examen de su con
—308—

ciencia , cuando ha tenido un caso desgraciado ; : y qué tormento no


acibararia sus mas plácidas horas de continuo, si en las circunstan
cias espuestas se limitase voluntariamente á desempeñar el papel de
mero espectador de un lance tan desastroso! íEn qué responsabilidad
no incurriria tambien ante el escesivamente severo tribunal de la
opinion pública, que atribuiria entonces la duda producida por su
saber á la mas estúpida ignorancia, confundiria la prudente espec-
tacion con la mas reprensible apatía , y llegaría tal vez á calificar, en
su injusto y riguroso fallo, hasta de criminal la conducta normada
por la moral mas rígida ! La esperiencia ademas nos autoriza para se
guir el consejo de Valles-, pues diariamente vemos á los prácticos
prudentes ensayar una afeccion dudosa en la piedra de toque de los
ausilios terapéuticos manejados con la mayor cautela, y que el éxito
corresponde clicazmente , ya cediendo los síntomas ó exacerbándose
c&n su aplicacion , y enseñándonos de esta manera su carácter verda
dero. No se necesita ser muy gastado en el ejercicio de la profesion
para haberse hallado en tales circunstancias, por desgracia harto co
munes, en las cuales se hace ciertameute indispensable el mayor
tino y prudencia, sabiéndose conducir con todo el conocimiento que
exije un caso arduo -, cuidando mucho de elegir entre los medios du
dosos los que sean mas inocentes, y proporcionando á las circunstan
cias el modo y cantidad en que deben empicarse.
En el párrafo que sigue aconseja el autor hipocrático el mayor
cuidado en el exámen de los enfermos , por la variedad con que se
presentan las dolencias, y pone á continuacion el orden metódico de
hacer la esploracion sucesiva del estado de los órganos contenidos en
las tres grandes cavidades, examinando despues el aspecto de las es-
creciones , y averiguando primero la causa y época de los males ; en
lo que dejó establecida la pauta que luego se ha seguido en general
en los tiempos posteriores.
Siguen á este una porcion de párrafos en que presenta el autor
un gran número de pronósticos y de proposiciones aisladas, manifes
tadas unas en otro lugar, nuevas otras y verdaderas, y difíciles de
esplicar algunas en nuestros dias, y llega por último al pasage relati
vo á las afecciones periphncumónicas, en que no omite la observa
cion de ningun signo importante, escepto los que actualmente se de
ducen de la ausaultacion, percusion y aun sucusion, aconsejando en
ellas la sangría, sin temer llevarla hasta el desmayo, en caso de que
el dolor sea muy agudo. Acerca de este punto en que se detiene par
ticularmente Mr. Littré, tambien espondré yo la opinion de nues
tro Valles, que dice relativamente á este particular : "Debe tenerse
—309—

entendido que los médicos pueden pecar en esto por dos estrenios...
Por lo cual quisiera yo modificar este consejo relativo al uso de la
sangría, para que, á pesar del mandato de Hipócrates, no se lleve
hasta el desmayo -, pues, aunque no estoy convenido con los que ab
solutamente se oponen á que en todos casos se practique en tal estre
mo, sin embargo, en la pleuresía, pulmonía y otras enfermedades
thoracicas en que la escrecion es necesaria, pienso que nunca debe
hacerse en tales términos, porque en ellas hay que atender mas á la
facultad animal que en otras en que solo por la natural se efectuan
las cocciones. " La potencia animal, dice Ponce de Santa Cruz ha
blando de este género de afecciones en su libro de Impedimentismag-
norum auxiliorum , p. 308, es la que debe espeler con la tos, y la
natural la que madura la materia poniéndola en disposicion de ser
arrojada. "Claro es, añade, que si no se conserva el vigor y fuerza
animal, poco importará que la materia se halle superada y cocida ;
pues he visto á muchos plcuriticos sofocados con la materia dispuesta
á ser espectorada, mas que por falta de potencia animal no pudieron
espelerla y sucumbieron Asi que los obstáculos que impiden mas
las grandes evacuaciones, son el temor de que la facultad animal de
caiga, y de que no pueda desembarazarse de la materia superada y co
cida. Pienso que la opinion de estos célebres médicos es esacta;
pues, aunque en una flegmasia del pulmon, y en ella quiero compren
der tambien la pleuresía, en la cual no puede concebirse que cuando
es tan intensa que exija el uso de la sangría no se halle tambien irri
tada la porcion de pulmon adherida á la de membrana que está infla
mada, aunque en una flegmasia pulmonal mas ó menos intensa, re
pito, se evacue sangre hasta ocasionar el desmayo, no por eso se lo
gra desembarazar el órgano de la sangre acumulada en el sitio de la
inflamacion. En una simple congestion se concibe que sea fácil -, pon
que consistiendo esta solo en la reunion de mucha cantidad de san
gre en los vasos de tal ó cual punto , la sangría , haciendo un vacio
relativo en el sitio en donde se practica, atrae hácia éste el humor
sanguíneo de todas las demas partes, siendo fácil por lo mismo llegar
á reveler del órgano congestionado tal acumulacion, con tanto me
jor éxito cuanto mayor sea aquella. Mas en las flegmasias no puede
aspirarse á semejante resultado; porque la sangre no está en ellas sim
plemente acumulada en los vasos, sino estravasada en el parenquima
del órgano afecto y en nuevas combinaciones ton los demas humores
que allí afluyen, y por lo tanto nunca llegaria á desalojar este punto,
aunque á este fin se estrajese toda la que circula por el cuerpo. Por
manera, que abusando de este precioso medio de curacion, no solo
40
—310—

no puede conseguirse el fin apetecido, sino que, en vez de propor


cionar tan beneficioso resultado, se disminuyen las fuerzas de la na
turaleza hasta el estremo de no poderse verificar la reabsorcion de
los materiales estravasados en el sitio de la flogosis, dando tugará
ulteriores alteraciones de estos productos. Las evacuaciones sanguí
neas deben practicarse en las inflamaciones, para disminuir en lo po
sible uno de los principales elementos de la vida que en estos casos
se activa demasiado, y evitar la nueva acumulacion y estravasacion
de uno de los principales factores que entran en la esencia de tales
padecimientos-, mas no deben nunca llevarse hasta el eslremo de pro
ducir un abatimiento de fuerzas que seria perjudicial, reglándose
para ello por la constitucion y edad del paciente, la estacion, índo
le de la enfermedad y naturaleza del órgano afectado, como Hipó
crates aconseja en varios pasages de los libros que llegó á perfec
cionar.
Habla despues el autor hipocrático de los casos en que el dolor
reside por debajo del pecho, en los cuales aconseja usar de lavativas
en los primeros dias y un suave purgante á el cuarto, si aquellas no
producen el efecto propuesto, en cuyo párrafo sin duda quiso refe
rirse á los que padecen dolor en los hipocondrios , como cree
Valles, aunque se espresa con la voz pleuriticos, porque x\mt»s
pleuros quiere decir lado, y al espresarse con este termino ma
nifestando que ocupe el dolor la region inferior al pecho, parece
indicar que se halle este en un lado que esté debajo de la cavidad
thorácica. Aunque nada dice aqui de evacuaciones sanguíneas,
como deja establecido por punto general que convienen en todas las
afecciones agudas, y acaba de hablar de ellas, parece que se sobre
entiende que debe preceder este ausilio, empleándose tambien lava
tivas para laxar en los primeros dias, ó echando luego mano de un
purgante suave , á la época precisamente en que la fuerza de la in
flamacion debe ceder, cual es el cuarto, si, durante aquellos, no se lo
lograse mover el vientre.
El autor hipocrático se ocupa luego del lumbago y del entorpeci
miento ocasionado en los miembros por la acumulacion de sangre,
aconsejando la evacuacion de este humor, y pasa despues á hablar de
las afecciones espasmódicas ó nerviosas con contraccion, en las que
establece el uso de las afusiones y fomentos calientes, delas unturas
de aceite y materias grasosas, y de algunos antiespasmódicos, en ca
so de que no sobrevenga fiebre, sueño, orinas ó sudores críticos,
porque entonces la enfermedad se resuelve sin necesidad de estos au-
silios. Entre estos consejos se encuentra uno que llama especialmen
—311—

1c la atencion, habiéndome detenido por él en este párrafo, cuales el


de no purgar, sino valerse, para vencer el estreñimiento de vientre,
si existiese, de supositorios y los demas remedios que el autor con
sidera apropiados, con lo cual nos da á entender que, en caso de que
el espasmo se hubiese estendido hasta las paredes de los intestinos,
debe dirigirse sobre todo la curacion á combatirle, para que, venci
do, se espelan luego fácilmente los materiales escrementicios, no em
pleando los purgantes que aumentarian la causa sin corregir los efec
tos. Realmente es asi : sabido es cuan debatida ha sido la cuestion de
la oportunidad de tal clase de medicamentos en los espasmos de los
intestinos, creyendo unos que no debian absolutamente administrar
se por temor de aumentar el mal con la irritacion que causaran, al
paso que otros los han juzgado muy útiles para la espulsiou de los
Ynateriales escrementicios que pudieran con su presencia sostener y
aumentar la afeccion que se combatia •, pero lo cierto es que el estre
ñimiento no se vence hasta que se domina el espasmo á beneficio de
los emolientes y calmantes, pues bien haya sido esta afeccion causa ó
efecto de aquel, siempre resulta que, mientras no cede, es imposible
producir sin graves inconvenientes la espulsion de los materiales de
tenidos, é imprudente dirigir desde luego la curacion á este solo ob
jeto.
Establécese en el párrafo que sigue el principio de que todas las
enfermedades se resuelven por espectoracion , diarrea, flujo de ori
na, ó alguna otra evacuacion (como epistaxis y abscesos), y que el
sudor es una evacuacion critica general, es decir, que puede servir
para la resolucion de todas las dolencias agudas. Este punto, junta
mente con lo demas relativo á las crisis, formará objeto de discusion
particular en otro comento, limitándome al presente á fijar bien sobre
él la atencion de los lectores, para tenerle en cuenta en sitio opor
tuno.
El siguiente pasage relativo al cólera seco y húmedo, que pare
cen referirse, el primero, como dice Mr. Littré, á nuestro cólico íla-
tulento, y el segundo al verdadero cólera esporádico, es muy nota
ble, no solo por la esactitud de la descripcion de los sintomas, sino
tambien por la justa correspondencia que en conjunto se observa en
el método curativo. Aconséjase el uso de la leche de burra, cuando el
primero es pertinaz, con el objeto de promover evacuaciones alvinas,
dela cual dice nuestro Valles que habia conseguido escelentes resulta
dos, á pesar de la prevencion con que en su tiempo la miraban los pro
fesores para tal clase de enfermedades, valiéndose de ella con preferen
cia á las demás leches por ser muy serosa. Este liquido, por sus cua
—312—

] i da des embotantes, es un cscelente remedio en todos los casos de es-


citacion nerviosa, y nada eslraño es, por lo tanto, que se hubiesen
de él obtenido en el actual tan felices efectos.
En otro párrafo se establece que a los sugetos que padezcan disen
teria por colicuacion, debe administrarse un emético, si se hallan en
estado de soportar la evacuacion, ó cocimientos astringentes y frios
en el caso contrario, de cuya práctica no distamos en el dia, habien
do adquirido por este uso la hipecacuana, en épocas posterio
res, el titulo de antidisentérica. Combátese en un principio el flujo
disentérico con los emolientes y calmantes oportunos; mas si , pasa
da la agudeza, continúa sosteniéndose, por cierto estado de debili
dad, abatiendo las fuerzas del enfermo con las frecuentes pérdidas
que ocasiona, bien conocido es el uso que se hace entonces de un
emético, despues de otros ausilios, sin que podamos esplicar bien su
accion jen tales circunstancias, á pesar de los qúe la creen revulsiva,
hallándose preferida la hipecacuana por la propiedad tónica que sue
le egercer sobre los intestinos -, asi como tambien es útil, en este ca
so, la administracion de los cocimientos astringentes á baja tempe
ratura.
El capitulo relativo al anasarca simple y con enfisema se refiere
á las mismas enfermedades que con tal nombre se conocen aun en el
dia -, y échase de ver que ya en tiempos tan remotos se distinguía la
especie de anasarca llamada actualmente inflamatoria, pues se acon
seja la sangría cuando va acompañada de opresion, es en época de ve
rano, y el sugeto es jóven y robusto. El pronóstico que de ambas ha
ce el autor hipocrático es grave-, y, en efecto, el anasarca esencial no
deja de merecer consideracion, siendo sobre todo temible cuan
do es inflamatorio, y mas si se acompaña del enfisema, porque este
suele ocasionar sofocacion por la frecuencia con que se afectan los
pulmones.
Tales son los principales puntos que pueden entresacarse de esta
coleccion de notas, que merezcan fijar nuestra consideracion por sus
relaciones con los conocimientos modernos, ademas de los que Mr.
Littré deja bien desarrollados. Se reducen los restantes á trozos di
fíciles de comprender en el dia, pasages relativos al tratado que an
tecede, fórmulas sueltas, y enumeracion de enfermedades citadas
sin guardar el menor órden. Obsérvase en este Jibro que, abando
nándose hasta cierto punto el plan de vista general seguido en los
anteriores, se restringe mas á casos determinados, lo cual no deja
de tener valor en la balanza de los signos racionales, al tratar de in
vestigar su origen. No obstante, nuestro ilustrado autor no de
—313—

jó de creer con fundamento que, á pesar de los datos que hay para
no aceptar este libro como un trabajo completo del práctico por
escelencia, seria leido con interés y curiosidad. Descúbrense en
él máximas importantes que no deben desapercibirse , descrip
ciones de enfermedades análogas á las que hoy observamos, y con
formidad en el espíritu que preside á los métodos curativos de
muchas de ellas, si bien nos separa un largo trecho en cuanto á las
teorías con que esplicamos los fenómenos. Esta conveniencia en los
resultados, á que venimos á parar despues del curso de tantos siglos
que en su tránsito fugaz han borrado las huellas que dejaran impre
sas en sus obras las creencias antiguas, nos manifiesta de un modo
tan palpable como el prisma la composicion de los rayos luminosos,
que la ciencia es inmutable en sus verdaderos principios, y que, cual
quiera que sea el rumbo que elijamos para darnos razon de su exis
tencia, siempre vendremos á parar á un mismo centro.
Págin. Lineas. Dice. Léa»e

IV 26 indicacion vindicacion
11 7 jalroquimicos iatroquimicos
11 19 qua vere qua? vera
63 3. °de not. quidom quidem
id. id. frigidoe frígida
65 4 setadío estadio.
71 l.ade not. unim enim
76 21 Macrocefalos Macrocefalos.
126 12 lvido lívido
137 15 cefalagia cefalalgia
142 l."denot. hoe hoc
147 10 siguis signis
151 30 mipetum ímpetum
152 21 lass cuale las cuales
153 33 dice Alfonso Lopez (Pin- dice Alfonso Lopez Pin-
ciano) ciano, refiriéndose al
mismo Hipócrates,
205 2. 8 de la
nota Calve Calvo
id. 3.°deid. sun «uní
208 20 algunos egemplares po
nen.... espesa debe leerse escasa
219 1.a usstancias sustancias
225 10 de not. razoens razones
30S 37 asaultacion auscultacion

ERRATA IMPORTANTE.

En la tabla de las obras genuinas de Hipócrates que se halla despues


de la Advertencia de los traductores, se ha omitido , por error de
imprenta , el tratado de los Aforismos.
I1TDICI5

Advertencia de los traductores pág. III


Tabla de los libros genuinos de Hipócrates ( agregando el de
los Aforismos que se omitió por equivocacion de im
prenta) VII
Libro de la Medicina antigua.
—Comento del autor
—Bibliografía 17
—Esposicion del tratado 19
—Comento del editor 43
Libro de Aires , Aguas y Lugares.
—Comento del autor 51
—Bibliografía 57
—Esposicion del tratado 60
—Adicion 88
—Comento del editor 95
Libro de los Pronósticos.
—Comento del autor 105
— Bibliografía 112
—Esposicion del tratado 118
—Testo latino 143
—Comento del editor 152
Libro del Regimen en las enfermedades agudas.
—Comento del autor 184
—Bibliografía 200
—Esposicion del tratado 203
—Comento del editor 239
Apendice a este tratado.
—Comento del autor 251
—Esposicion del tratado 263
—Comento del editor 297

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