Salas, Horacio “El salto a la modernidad”
Es solo en 1921, con la creación de la revista mural Prisma, el surgimiento de Proa, la enunciación de los
principios ultraístas y la publicación de Veinte poemas para ser leídos en el tranvía de Oliverio Girondo, en 1922
como se da inicio real a la nueva centuria. También en ese año, apareció en Buenos Aires la revista Los
pensadores, alrededor de la cual habría de nuclearse el denominado Grupo de Boedo, de orientación izquierdista.
A falta de dinero para publicar una revista, Prisma fue solo un cartel, cuyos dos únicos números pegaron por la
noche sus mismos redactores: Jorge Luis y Norah Borges, Eduardo Gonzáles Lanuza, Francisco Piñero y Guillermo
Juan. Y aunque el afiche fue arrancado por transeúntes anónimos y a las pocas horas solo era un recuerdo para
curiosidad de coleccionistas, Prisma significa la primera experiencia poética de vanguardia. Semanas después, en
diciembre de 1921, Borges se encargó de enunciar los principios del ultraísmo recibidos durante su estadía
madrileña del filólogo Rafael Cansinos Assens. El entusiasmo de Jorge Luis Borges y su grupo pretendía renovar
la poesía argentina. La figura de Leopoldo Lugones había adquirido tal magnitud en el panorama literario nacional
que para romper el cordón umbilical se hacía preciso enfrentarlo.
Para Borges, el ultraísmo se resumía en estos cuatro puntos:
1) Reducción de la lírica a su elemento primordial: la metáfora (esta se convirtió en el signo de la nueva generación.)
2) Tachadura de las frases medianeras, los nexos y los adjetivos inútiles.
3) Abolición de los trabajos ornamentales, el confesionalismo, la circunstanciación, las prédicas y la nebulosidad
rebuscada.
4) Síntesis de dos o más imágenes, en una, que ensancha de ese modo su facultad de sugerencia.
Todavía perduraba el optimismo de la euforia patriótica: la Argentina había celebrado una década antes el
centenario de la revolución de mayo de 1810, en medio de un desbordante nacionalismo que llegó a adquirir
caracteres de xenofobia hacia los extranjeros politizados. Sin embargo, Bs. As. seguía siendo “algo así como el
confín del mundo”. Porque Argentina estaba lejos sobre todo de París, centro cultural de la época y núcleo de
irradiación de las más variadas vanguardias estéticas europeas.
[Menciona los hechos más importantes ocurridos en Argentina y en el terreno internacional].
Bs. As. era la más importante ciudad de Hispanoamérica, crecía en altura y surgían nuevos barrios cada vez
mejor comunicados. Los diarios capitalinos: La Nación, La Prensa, Crítica y La razón estaban al nivel de los
mejores periódicos del mundo. En suma, todo contribuía a que el panorama se mostrara promisorio: un lugar
común afirmaba que el futuro era argentino.
La transformación sociopolítica tuvo su correlato en la efervescencia artística: las escuelas no tenían tiempo de
afirmarse cuando ya habían desaparecido. El aire de época que llegaba a Bs. As. provocó que los jóvenes sintieran
la necesidad de un aggiornamento que les hiciese perder ciertas rémoras aldeanas que advertían al comparar su
producción con las novedades que llegaban de París, donde ya varios ismos habían pasado a la historia.
A la distancia parece natural que en ese clima surgiera una publicación de las características de Martín Fierro,
joven, transgresora, moderna, iconoclasta, irrespetuosa y dotada de un enorme sentido del humor. El momento
histórico, además, coincidió con la aparición generacional de los que con los años habrían de ser algunos de los
mayores escritores argentinos.
Entre 1922 y 1927, fecha del cierre de Martín Fierro, aparecieron los primeros libros de Girondo, Marechal,
Castelnuovo, Lanuza, Barletta, Arlt, entre otros.
Nace una revista. En marzo de 1904, Martin Fierro era una revista dirigida por Alberto Ghiraldo. Había
perdurado hasta febrero del año siguiente y habían colaborado firmas de primer nivel en sus 48 números. Además
de sus preocupaciones artísticas, esta revista dejaba traslucir un fuerte contenido social, impulsado por la ideología
anarquista del director y de sus redactores.
En marzo de 1919, otro grupo había insistido con una revista del mismo nombre, aunque sin ningún lazo con la
anterior. Se trataba de un periódico político y fuertemente antiyrigoyenista.
Por eso, cuando en el verano de 1923/24, convocado por Evar Méndez y Samuel Glusberg, un grupo de
escritores jóvenes se reunió en “La Cosechera” de Av. de Mayo y en la “Richmond” de Florida para fundar una
revista, no resultó llamativo que decidieran utilizar por tercera vez el nombre de Martin Fierro, ya que el proyecto
incluía temas políticos y artísticos. En el grupo inicial estaban Ernesto Palacio, Conrado Nalé Roxlo, Pablo Rojas
Paz, Luis Franco y Cayetano Córdova Iturburu. Este último recordaría “Un vago descontento de lo que se hacía en
el país y una difusa necesidad de algo nuevo nos animaban [….] Pero…poco sabíamos de lo que en materia de
arte y literatura se hacía en ese momento en Europa. Desconocíamos casi enteramente las experiencias estéticas
de los grandes movimientos de vanguardia que en ese instante revolucionaban el Viejo Mundo en el campo de las
artes y las letras”.
Así, con el título de Martín Fierro y la aclaración de que se trataba de una Segunda época, la revista comenzó
su andadura en febrero de 1924, con la dirección de Evar Méndez.
Como para que no quedasen dudas acerca de la índole peleadora y politizada del periódico, en tapa aparecía una
agresiva Balada al Intendente de Buenos Aires. A modo de autopublicidad, 3 frases definían el perfil del lector:
Si usted cree que Firpo (boxeador) es una gloria nacional, no lea Martín Fierro.
Si usted juzga que el colaborar en los grandes diarios supone talento, no lea M.F.
Si usted cree que los senadores y diputados son personas útiles a la Nación, no lea M.F.
El número incluía una recordación del poeta Apollinaire y daba espacio a los primeros famosos epitafios, donde
los martinfierristas descargarían sus humorísticos mandobles sobre los escritores de la época, incluso sobre los
redactores de la revista. Por ej. Yace aquí Jorge Max Rhode. Dejadlo dormir en pax que de ese modo no xode.
Evar Méndez era mayor que la mayoría de los colaboradores salvo dos personajes muy cercanos al grupo y ambos
con influencia decisiva entre los martinfierristas: Macedonio Fernandez y Ricardo Güiraldes. Méndez era un poeta
rubendariano con tres libros publicados, periodista y funcionario en la Casa de Gobierno, cercano al presidente
Alvear.
Oliverio Girondo es quien va a otorgarle su impronta al periódico, redactor del Manifiesto aparecido en el
cuarto número y codirector de la revista entre el n° 17 y el 36. A partir de este n°, se produce la disolución del
consejo y la dirige solo Méndez.
Tanto Macedonio como Güiraldes fueron dos maestros. La palabra de Mac. ejercida un magisterio decisivo, que
influiría en el pensamiento de los martinfierristas. Güiraldes, porque desde mediados de la década del ´10 había
mostrado su pasión por quebrar los cánones establecidos y era –junto con Borges y Girondo- el divulgador de las
nuevas corrientes literarias europeas.
Raúl Gonzáles Tuñón dice que “otro de los que se agregó al grupo fue Roberto Arlt, porque aunque se diga
que era de Boedo, Arlt era un tipo de Florida”.
Importancia de un manifiesto. El sesgo politizado impuesto en un comienzo por Evar M. se advierte en el 2°
número de la revista, que ante la persecución sufrida por Miguel de Unamuno en la España dominante por la
dictadura de Primo de Rivera, toma decidido partido por el escritor vasco. En ese número comienza a advertirse la
importancia que Girondo habrá de tomar en Martín Fierro.
Un elogio pero también una toma de partido, una línea ideológica y estética que se va a afirmar cuando en la
tapa del 4° número se publique el más famoso manifiesto de toda la historia de la literatura argentina, redactado por
Girondo, quien realizaba un aporte económico al mantenimiento de la revista.
En el Manifiesto, Girondo traza no solo una declaración de principios sino que elabora una teoría que será el
denominador común, el aglutinante ideológico que desde el punto de vista académico servirá para analizar a la
generación como un todo.
No parece casual que haya sido Girondo el responsable del Manifiesto: él era el autor del volumen poético más
transgresor aparecido hasta entonces. Él se había permitido incluir en sus versos palabras impensables en cualquier
conversación que no fuera exclusiva para hombres.
Girondo explicaba que había aparecido no una nueva revista, sino una nueva sensibilidad, una manera inédita
de ver la vida y el país, una generación que pretendía cuestionar lo establecido y aceptado.
El Manifiesto, que además de aparecer en la tapa de la revista fue volanteado por el centro, tuvo una repercusión
exagerada, comprensible solo si se tiene en cuenta la chatura del medio cultural argentino. “Las reservas y las
reticencias con que se consideraba a Martín Fierro en ciertos medios se convirtieron en una actitud de franca
hostilidad –escribió Córdova Iturburu-”. Incluso Nalé Roxlo se alejó del grupo primitivo descontento con el texto
de Girondo y con la nueva orientación que implicaba, pero a partir de esa fecha se incorporaron nuevos
colaboradores: Güiraldes, Jorge Luis y Norah Borges, los hnos. Gonzáles Tuñón, José Pedroni, Norah Lange, Xul
Solar, Bernárdez, Mallea y Macedonio Fernández. Martín Fierro adquiere su carácter de nucleador de la juventud
artística de vanguardia y marca la aparición del martinfierrismo en tanto corriente estética.
Sostiene Lanuza que el Manifiesto tenía como directo modelo el primer Manifiesto del Futurismo de Marinetti.
Pero el Manifiesto martinfierrista encierra más de un punto de interés como autentica renovación, no
exclusivamente estética, sino ideológica. “Martín Fierro cree en la importancia del aporte intelectual de América,
previo tijeretazo a todo cordón umbilical”.
Respecto al corte del cordón umbilical, es preciso recordar el momento histórico: los sectores más extremistas
de la oligarquía desalojada del poder en 1916 comenzaban a hacer alarde de un hispanismo basado en la tradición
autoritaria española. Desde los tiempos de Sarmiento el rechazo del dogmatismo español era una constante en la
cultura argentina, hasta el extremo de que Borges, Lanuza y otros trataban de evitar la utilización de la letra “g”,
para reemplazar al estilo chileno decimonónico (sarmientino) por la “j”, como se advierte en Luna de enfrente,
técnica que, como burla, los redactores de Claridad utilizaban para referirse al propio “Borjes”.
Sin embargo, la cercanía generacional hizo que en las páginas de Martín Fierro se acogiera a los jóvenes que
habrían de integrar tres años después la generación del 27. Fue así como aparecieron García Lorca, Jorge Guillén,
José Bergamín y Gerardo Diego.
Entre los colaboradores se incluyó a Apollinaire, Valéry, entre otros.
Esta revista se mantenía atenta a todas las manifestaciones de modernidad que se iban produciendo, y no solo
dentro de los límites de la ciudad de Bs. As, sino con un criterio mucho más abarcador y pluralista.
El Manifiesto también se adelantaba en varias décadas a la defensa del idioma argentino al decir: “Martín Fierro
tiene fe en nuestra fonética, en nuestra visión, en nuestros modales, en nuestro oído, en nuestra capacidad digestiva
y de asimilación”. Fueron pioneros en la sustitución del tú por el vos.
En realidad la revista no significó una quiebra dentro del sistema cultural que regía la Argentina. Giusti, director
de la revista Nosotros y portavoz de su generación durante años, emite un juicio lapidario acerca de la producción
de los nuevos creadores: “¿Chistes, bromas de patotas alegres? En ese caso que cuenten conmigo, que no soy de
palo. ¿Pero eso es literatura? ¡Puah! (…) Todos fuimos iconoclastas a los veinte años, pero estos jóvenes de la
nueva sensibilidad dan cruz y raya, ¡Qué pedantes!”
La polémica Florida-Boedo. El enfrentamiento entre la escuela de Florida, integrada por los martinfierristas y
los redactores de Proa, y la escuela de Boedo que agrupaba a los escritores cercanos a las revistas Los pensadores
y Claridad se transformó en un punto de estudio y de fricción en la literatura argentina contemporánea.
Tampoco faltó quien –como Borges- asegurara que el episodio habría tenido origen en un acuerdo entre Ernesto
Palacio (que firmaba Héctor Castillo) y Roberto Mariani, para generar una polémica artificial, a fin de sacudir el
aletargado panorama literario argentino. Florida representaba el centro y Boedo el proletariado. Yo hubiese
preferido estar en el grupo de Boedo, puesto que estaba escribiendo sobre el Barrio Norte, los suburbios y la
tristeza y los atardeceres. Pero fui informado por uno de los conjurados de que yo ya estaba asignado a las
huestes de Florida. Todo era un asunto artificialmente elaborado…aseguró Borges.
En el n°7 de Martín Fierro, apareció una dura carta de Roberto Mariani. Allí criticaba a la derecha literaria,
representada por La Nación y El Hogar, a la izquierda socialista, y al centro cuyo órgano sería Martín Fierro.
Mariani se autocalificaba militante de extrema izquierda –de hecho, colaboraba en una publicación de ese nombre,
dirigida por Castelnuovo, Barletta y Stanchina-.Decía: “Hay un pecado capital en M.F.: el escandaloso respeto al
maestro Lugones. Se lo admira en todo sin reservas… ¿Por qué los que hacen M.F. se han puesto bajo la
advocación de tal símbolo, si precisamente tienen todos una cultura europea, un lenguaje literario complicado y
sutil, y una elegancia francesa?”. En el número siguiente, M.F. respondió con violencia. El artículo ataca a
Mariani y los boedistas con una virulencia que no se volverá a repetir pero que nuestra un profundo problema
ideológico y clasista: en el mismo número de M.F. donde critican a Mariani y a Extrema Izquierda, saludan
entusiastas la aparición de Proa. Indisimulado, latía el viejo enfrentamiento criollos/inmigrantes, familias de
raigambre argentina/recién llegados, escondido bajo máscaras sutiles y vestiduras aparentemente solo estéticas.
Por un lado, la renovación vanguardista; en la otra trinchera los partidarios de una temática inflexiblemente
realista. Unos tomaban partido por la lucha de clases y otros por la renovación estética.
Se dice que unos se llamaban de Florida porque eran niños bien, elegantes, frívolos y afrancesados, mientras los
otros eran suburbanos, realistas y proletarios. Pero la denominación provenía de una realidad geográfica: la
redacción de la revista M.F. quedaba en el tercer piso de un antiguo edificio ubicado en la esquina de Tucumán y
Florida, mientras que los integrantes de Boedo se reunían en el local de la imprenta que editaba Los pensadores,
que luego cambió su nombre por el de Claridad y cuyo domicilio estaba en esa paradigmática calle de barrio del
suburbio.
Álvaro Yunque, de Boedo, dijo: “…Lo que ha separado siempre a todos los escritores: que los de Boedo
querían transformar el mundo y los de Florida se conformaban con transformar la literatura. Aquellos eran
“evolucionarios”, estos vanguardistas”.
La revolución rusa de 1917 había conmocionado el mundo y sus postulados reclutaban adeptos en la Arg. En el
1° número de Claridad: “aspira a ser una revista en cuyas páginas se reflejan las inquietudes del pensamiento
izquierdista en todas sus manifestaciones. Deseamos estar más cerca de las luchas sociales, que de las
manifestaciones literarias.” Los martinfierristas no dudaban en burlarse: publicaron un agresivo dibujo en el que se
ve, en su carrito tirado por dos burros, a un afilador que pone a punto el filo de una gran cuchilla donde la lee la
palabra tinieblas, en referencia a Claridad. M.F. utilizó sus Epitafios para aniquilar a los de Boedo.
Córdova Iturburu: “Aparte de esas escaramusas, los escritores de uno y otro grupo éramos amigos”. Tanto él
como Borges manifestaron que el enfrentamiento había sido mucho menos sangriento de lo que pareció con los
años. César Tiempo consideró que se trataba de una cuestión de sentido del humor, del que Barletta carecía, lo que
lo llevaba a tomar muy en serio las críticas de los martinfierristas.
Nicolás Olivari, de Boedo, sufrió la severidad de sus colegas y lo despidieron. Raúl González Tuñón le dijo que
lo llevaba a Florida. Arlt, por ej., alternó ambos bandos.
Se ha especulado que los de Florida pertenecían a la clase media y media alta y los de Boedo habían nacido en
casas de baja clase media, pero buena parte de los martinfierristas eran hijos de inmigrantes y solo Güiraldes y
Girondo pertenecían a la clase alta.
Boedoinicio real de la literatura de izquierda en la Arg.
Martín Fierro y las Artes. La presencia de Xul Solar, Alberto Prebisch, el escultor Curatela Manes;
reproducción de Picasso, Dalí; se rescatan los valores de la cultura precolombina; la música, arquitectura, el teatro
–en menor medida- y el cine fueron campos de preocupación; ideas funcionales de Le Corbusier e innovaciones de
la Bauhaus; miraron al sainete como un género menor y no descubrieron la magnitud de Discépolo.
El final del Martín Fierro. Coherente con su admiración por Yrigoyen, Borges fundó el Comité Yrigoyenista
de Intelectuales Jóvenes, con el objeto de adherir a la postulación para un 2° periodo. Logró que casi la totalidad de
los martinfierristas adhirieran a él.
Después de la elección de abril de 1928, en la que arrasó Yrigoyen, Claridad publicó una broma en la que
acusaba de acomodaticios a los integrantes del comité yrigoyenista. Sería el último chiste de la guerrilla literaria.
Los martinfierristas comenzaban su obra de madurez en forma individual, y la Arg., a partir del golpe de 1930,
ingresaba en un periodo regido por el autoritarismo y la intolerancia.
Martín Fierro en la Historia. González Lanuza dijo que los martinfierristas eran un grupo de locos que se
creían así, porque el martinfierrismo nunca existió como corriente, lo cual encierra una verdad: M.F. no fue una
escuela. Fue un estado de ánimo y una forma de ser. Representó la asunción de la modernidad artística por parte de
un grupo numeroso de escritores que vistos desde la perspectiva de setenta años muestran la aparición simultánea
de varios de los más importantes nombres de la literatura.