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Vilchis - de Maestros y Consejeros en El Sendebar

Este documento analiza un pasaje confuso en la versión A del Libro de los engaños, donde parece no diferenciar entre las figuras de los privados y los sabios. El autor argumenta que el copista que hizo las correcciones en la versión B no enmendó este pasaje porque podría reflejar la cosmovisión medieval y el imaginario cortesano de la época, del que los lectores modernos no somos completamente conscientes debido a la distancia temporal. El objetivo es entender mejor cómo se diferenciaban la figura de un consejero de la
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Vilchis - de Maestros y Consejeros en El Sendebar

Este documento analiza un pasaje confuso en la versión A del Libro de los engaños, donde parece no diferenciar entre las figuras de los privados y los sabios. El autor argumenta que el copista que hizo las correcciones en la versión B no enmendó este pasaje porque podría reflejar la cosmovisión medieval y el imaginario cortesano de la época, del que los lectores modernos no somos completamente conscientes debido a la distancia temporal. El objetivo es entender mejor cómo se diferenciaban la figura de un consejero de la
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De maestros y consejeros en el Sendebar

José Carlos Vilchis Fraustro

La corónica: A Journal of Medieval Hispanic Languages, Literatures, and


Cultures, Volume 47, Number 2, Spring 2019, pp. 33-57 (Article)

Published by La corónica: A Journal of Medieval Hispanic Languages, Literatures,


and Cultures
DOI: https://doi.org/10.1353/cor.2019.0013

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https://muse.jhu.edu/article/729895

Access provided at 7 Oct 2019 16:46 GMT from Northwestern University Library
DE MAESTROS Y CONSEJEROS EN EL SENDEBAR

DE MAESTROS Y
CONSEJEROS EN EL
SENDEBAR

José Carlos Vilchis Fraustro


UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE LA CIUDAD DE MÉXICO

Abstract: En este trabajo se analiza uno de los pasajes más confusos de la versión
A del Libro de los engaños, que dificulta la comprensión del desarrollo del relato
por, aparentemente, no diferenciar la figura de los privados y los sabios. Esto ha
sido un tema de discusión que permanece vigente entre los estudiosos y autores de
las ediciones críticas de la obra. Mi interés es reflexionar y analizar las razones por
las que el amanuense responsable de las notas que originaron la versión B, no hizo
ninguna enmienda o anotación para corregirlo. Es posible que haya evidencias para
sospechar que el pasaje, en realidad, no fue enmendado porque en él subyace parte de
la comprensión de una cosmovisión medieval y un imaginario cortesano del que los
lectores del siglo XXI no somos completamente conscientes, por tener ocho siglos de
distancia con la génesis del texto.

LA CORÓNICA 47.2 SPRING 2019 33-57

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El Libro de Sendebar es el nombre genérico de la rama oriental de una


colección de cuentos de amplia difusión “cuyo remoto origen se puede fijar
en la India o Persia, pero que circula ya en árabe en el siglo VIII” (Lacarra y
Cacho Blecua 84). El Libro de los engaños et los asayamientos de las mugeres,
es el nombre con el que se conoce la versión hispánica de dicha obra y, de
acuerdo con el prólogo, la traducción del relato al castellano fue encargada
por el infante don Fadrique, hijo de Fernando III, el Santo, y hermano
de Alfonso X, el Sabio, en el siglo XIII.1 María Jesús Lacarra explica que
posiblemente se produjo en una de las estancias del infante en los territorios
reconquistados, donde pasó largas temporadas en Sevilla, probable sitio
donde vio la luz la versión castellana (“Sendebar” 948). El Libro de los
engaños, perteneciente a esta rama oriental, atestigua ser hasta ahora el
único manuscrito conservado en lengua castellana, pero que no es el
original; no contamos con la fuente árabe que sirvió como base para realizar
la traducción, y tampoco se conserva el modelo (Lacarra, “Sendebar” 948).2
Esta situación codicológica propone una serie de problemas al momento
de revisar la obra porque se aprecian en ella pasajes, palabras y elementos
confusos y, como apunta Carlos Alvar, “la existencia de un sólo manuscrito
castellano plagado de incoherencias hace pensar en un traductor poco hábil
o en un texto precedente ya deteriorado. Todo ello hace que no siempre
resulten claros los relatos contenidos en el Sendebar” (405).
La dudosa calidad de la traducción castellana ha propiciado que, si se lee
el pasaje donde inician los siete días de la pugna narrativa que la mujer
sostiene con los privados para que Alcos decida sentenciar a muerte o
perdonar al infante, el lector descubra un específico e interesante problema
de concordancia y coherencia narrativa que ha llamado la atención de los
estudiosos en la materia, sobre todo de aquellos investigadores que han
realizado ediciones críticas del texto. Se trata del número de personajes
que van a hablar ante el rey Alcos para defender al infante de la acusación

1 En adelante me referiré al texto como Sendebar o Libro de los engaños de acuerdo con los
criterios de Amador de los Ríos (536) y que explican Lacarra (Cuentística 31; Sendebar 13-
21, 49-53) y Tobar (318-19).
2 Para ahondar en las versiones orientales véase, entre muchos otros, Loiseleur-
Deslongchamps, Benfey, Perry, Artola “Nature,” Epstein, Darbord, De la Torre Rodríguez.

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DE MAESTROS Y CONSEJEROS EN EL SENDEBAR

de la madrastra, donde el narrador omnisciente señala la presencia de


“siete privados” y, líneas después, aparentemente al referirse a ellos,
habla de “cuatro maestros,” pareciendo una clara inexactitud del número
e identidad de los personajes referenciados. Ante esta desconcertante
situación del relato, en un códice único y con la carencia de la fuente de la
que fue traducido, el objetivo de este trabajo es perfilar una comprensión
más clara de algunas cuestiones de interpretación del pasaje y su contexto:
en primer lugar, ayudarnos a reflexionar en los posibles motivos por los
que el amanuense de finales del siglo XV, que hizo las correcciones a la
transcripción más temprana de un texto del XIII, no realizó ninguna
enmienda por concordancia y, en segundo lugar, a través de esta probable
interpretación y comprensión del corrector del manuscrito, entender los
elementos para diferenciar la figura de un consejero de la de un sabio
dispensador de saber, al interior del relato. De ser así, podríamos intentar
comprender mejor el universo cortesano donde se desarrolla la trama en el
Libro de los engaños, de acuerdo con las cosmovisiones que corresponden
a su primera recepción en el siglo XIII. Las siguientes páginas pretenden
ensayar y reflexionar al respecto.

De manuscritos y correcciones
La primitiva versión castellana del Sendebar se encuentra en el manuscrito
15 de la Biblioteca de la Real Academia Española (que ha sido denominado
también P, en honor a su antiguo propietario, el Conde de Puñonrostro).
El Sendebar está copiado en letra semigótica con elementos de cursiva,
quizá de principios del siglo XV (aunque hay una vertiente de la crítica
que piensa que es del XIV) y enmendado en numerosos pasajes por una
mano posterior; estas correcciones están situadas entre líneas o al margen
y todo parece indicar que fueron hechas hacia finales del XV o principios
del XVI. La crítica ha denominado A el texto base y B la mano que realiza
las enmiendas. En general se desconoce el motivo por el que fueron hechas,
pero infinidad de interrogantes y suposiciones de diversos autores versan
en torno a la figura del primer copista anónimo, sobre quien se cree que
tenía poca pericia para transcribir el texto considerando que la redacción
de A tiene numerosos pasajes oscuros o que carecen de sentido. De esta

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V I L C H I S F R AU S T R O LA CORÓNICA 47.2, 2019

manera, hay hipótesis que indican que el lector posterior lo modificó


para obtener una mejor lectura y comprensión, quedando sus notas en
el manuscrito que se conserva actualmente.3 De acuerdo con John Esten
Keller, “The emendations, since they were penned into the manuscript
without in any way disfiguring the original physically (the emendations
do not cover, erase or in any way damage the original hand), provide an
interesting comparison of meanings, and one is able to see the extent
to which such meanings were altered or lost across the centuries”
(“Some” 276). Con esta observación, su propuesta es entender que estas
correcciones obedecen a cuatro necesidades de las que el copista quizás era
muy consciente:
I suggest that with four divisions, within which are four subdivisions,
one can classify the changes: 1) orthographical emendations seen by the
emender as corrections of archaic spellings; 2) substitution of archaic words
for words the emender considered contemporary; 3) changes in phraseology
made by the emender to clarify meaning; 4) miscellaneous changes made
for a variety of purposes -incomprehension on the emender’s part, reasons
of taste, reasons of ultracorrection, etc. (“Some” 277)

Según Alberto Blecua, sin embargo, estas enmiendas posiblemente


estuvieran destinadas a preparar el texto para ser impreso, de tal modo que
“una mano posterior, de finales del siglo XV o principios del siglo XVI,
moderniza regularmente varias voces y construcciones sintácticas de P”
(14). Esta hipótesis tiene, en el trabajo de Rafael Ramos, la idea reforzada
de las enmiendas como preparación para la imprenta cuando observa
que el último relato encontrado en otras versiones de la rama oriental,
llamado “Vulpes,” fue sustituido por “Abbas,” del que no se conoce alguna
otra versión medieval y que en su opinión más bien recuerda a los fabliaux
franceses, la novella italiana o las anécdotas del Arcipreste de Talavera
(387). Tras discutir ampliamente el asunto, explica que la posible solución
al paradigma del relato sustituido se logra mediante una observación
integral del manuscrito: el relato en cuestión fue transcrito en el texto
inmediato anterior en el códice, El Conde Lucanor, en el enxemplo XXIX

3 Para profundizar esta información remito a Keller (xiv-xv), González (xiii-xv), Lacarra
(Sendebar 49-51; “Sendebar” 948-50), Blecua (xi-xiii), Orazi (63-66) y Tobar (312-321).

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DE MAESTROS Y CONSEJEROS EN EL SENDEBAR

que sería el mismo relato de “Vulpes” (Ramos 393-401). Incluyendo varias


observaciones y evidencias codicológicas más, Ramos explica que sería
posible que el copista medieval del texto haya optado por no repetir el
relato en dos títulos distintos dentro de la misma compilación.

Un problema de transmisión
A la luz de la información anterior, revisemos el fragmento del pasaje
que nos interesa analizar, donde se habla de siete privados y después de
cuatro maestros en una misma línea de acción narrativa. De acuerdo con la
edición de Keller dice así:
este rrey avia siete privados mucho sus consejeros, de guisa que ninguna
cosa non fazia menos de se consejar con ellos. Despues que vieron quel
rrey mandava matar su fijo a menos de su consejo, entendieron que lo fazia
con saña porque creyera su muger.
E dixieron los unos a los otros:—Si a su fijo mata, mucho le pesara, e
despues non se tornara sinon a nos todos, pues que tenemos alguna rrazon
atal por que este ynfante non muera.
E estonçe rrespondio uno de los quatro maestros, e dixo:—Yo vos escusare,
si Dios quisiere, de fablar con el rrey.

Este privado primero fuese para el rrey.4 (12)

Pueden observarse, en el párrafo, los tres momentos que determinan


esta incoherencia textual, que se vuelve realmente notable si tomamos en
cuenta que el Sendebar tiene al menos trescientas correcciones, ya sea para
modernizar las palabras o corregir errores de concordancia o gramaticales
y aquí no hay ninguna. George Artola observa de manera crítica la edición
de Keller y la complejidad del texto A sin enmiendas y que a menudo
necesita de los apuntes de B para una mejor comprensión:
Since it would be difficult to suppose that the emendations were made on
the basis of an older, more original manuscript utilized by the later scribe,

4 Utilizo muy a propósito esta transcripción, a pesar de que mi texto base es la edición de
Lacarra. Esto, debido a que Keller fue “[el] primer editor que adoptó de manera bastante fiel
el texto primitivo como base . . . anotando las enmiendas de B, aunque sin servirse de ellas
para corregir el texto” (Lacarra, Sendebar 52).

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V I L C H I S F R AU S T R O LA CORÓNICA 47.2, 2019

it would seem that Keller has done well to give us a text which comes closer
to being a faithful rendition of the original than any text previously printed.
But Keller, in his fidelity to A, on the whole a faulty and defective text, has
produced an edition which is often incomprehensible. The carelessness
of the scribe has resulted in blunders and omissions which should have
been noted in the body of the text by Keller. Rather than contaminate his
A text he has chosen to print a “pure” text with corruptions which are only
interpretable by reference to B. (“Sindibad” 38)

Artola, además, reconoce que hay ocasiones en que el mismo enmendador


no logra corregir el texto; obvia, sin embargo, que una lectura como la de
Keller complejiza y contribuye a la reflexión de las visiones A y B del Libro
de los engaños. Esto nos ubica nuevamente en el problema: ¿por qué motivo
el amanuense posterior no corrigió este fragmento para obtener una
comprensión más eficaz? La pregunta cobra importancia cuando sabemos
que a la postre, y con nuevas investigaciones, estas enmiendas han arrojado
más luz sobre el conocimiento del libro y su época, en una muy vigente
discusión sobre su interpretación y análisis.
Encontramos, en el fragmento sin enmiendas de la edición de Keller, que
Alcos, “avia siete privados mucho sus consejeros, de guisa que ninguna cosa
non fazia menos de se consejar con ellos” y que deliberan entre sí (12). La
voz omnisciente nos comenta que “E estonçe respondio uno de los quatro
maestros e dixo:—Yo vos escusaré, si Dios quisiere, de fablar con el rrey,”
contraviniendo claramente la información inicial en número de personajes
(12). El problema de coherencia se acentúa cuando la voz narrativa
aparentemente personaliza ese uno de los “quatro maestros” en su siguiente
oración: “Este privado primero fuese para el rrey” (12). Una primera lectura
nos deja ver claramente una situación anómala. En esta oportunidad me
gustaría reflexionar sobre los posibles motivos por los que, desafiando la
lógica narrativa, se produce este sinsentido entre número y adjetivación de
personajes que no vio ninguna enmienda en el manuscrito P.
Cuando Lacarra editó el Sendebar, trajo a colación la probable
incongruencia numérica y poca claridad de la voz narrativa que en el
pasaje se expresa (76). Informa que debido a una preocupación editorial,
centrada en la lógica narrativa, Emilio Vuolo decidió cambiar el número

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DE MAESTROS Y CONSEJEROS EN EL SENDEBAR

de privados y maestros e igualarlos en siete para este pequeño fragmento.


La finalidad del crítico era dotar de mayor cohesión, concordancia y
coherencia el relato.5 La edición de José Fradejas también sigue este criterio
puntualizando que “El texto es confuso, primero dice: ‘uno de los cuatro
maestros’, y luego ‘este privado primero fuese para el rey’ y le contó el
exemplo. En consecuencia, he sustituido el maestro por el privado” (54).
Esta postura que comparten ambos críticos implica un esfuerzo por cuidar
la cohesión del relato, en un uso lógico del lenguaje literario y que debiera
estar consecuentemente ordenado. Otras ediciones y estudios consultados
para este trabajo, sin embargo, no buscan dicha reinterpretación ya
que respetan la redacción original y se limitan a puntuar de forma
modernizada el pasaje del manuscrito para dotarlo de sentido.6 Del corpus
que me he valido, es importante resaltar que algunas versiones son más
sensibles a diferenciar el grupo de siete privados y el de cuatro sabios. En
tal situación, se busca explicar un sentido adecuado para el lector ante este
paradigma textual. Los casos más significativos son los de Sofía Kantor,
Lacarra, Pietro Taravacci y Verónica Orazi. En su caso, Lacarra señala que
el lector anónimo que hizo las correcciones del manuscrito castellano
no enmienda. En esta versión resulta un tanto incoherente la aparición, al
comienzo y al final de la obra, de cuatro sabios, cercanos al rey, que luego
desaparecen para dejar paso a los siete privados narradores. Tanto el texto
hebreo como las traducciones orientales solucionan este conflicto haciendo
siempre que sean siete sabios quienes aconsejen al Rey, enseñen al Infante y,
finalmente, lo salven con sus cuentos. (Sendebar 76)

Kantor, basándose en la clasificación de grupos de manuscritos y ediciones


(A y B) que Moses Gaster hizo sobre la versión hebrea del relato, el Mišlé
Sendebar, encuentra que no hay un criterio uniforme sobre el número
de lo que en su estudio se llama “sabios consejeros,” al comparar algunas
ediciones y manuscritos (28-29). De acuerdo con Kantor, entonces,
5 Lacarra explica que Vuolo corrige el texto así: “uno de los siete privados. Dixo:—Yo . . . La
corrección de E. Vuolo se basa en que ahora son siete, y no cuatro, los sabios que están en
escena” (Sendebar 76).
6 Las ediciones consultadas son las de Comparetti, Bonilla, González, Keller, Lacarra, la
edición facsimilar de la RAE, Taravacci, Orazi y las versiones modernizadas de Fradejas y
Cándano, además del estudio sobre el engaño y el error de Kantor.

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“El grupo A tiene siete, la explicación es que se piensa en Sindibar [el


Çendubete castellano] como el séptimo, lo que, evidentemente, plantea
el problema de que siete sabios, sin él, narran las historias durante los
siete días. Estas oscilaciones en número no siempre son explicables” (54).
La edición del Mišlé Sendebar de Ángeles Navarro Peiro menciona “los
seis sabios consejeros del rey” (51) y, si se trata el asunto en esa versión
específica, se señala que “[los] seis sabios: [son] ‘los siete consejeros’.
En Engaños ‘siete privados’ consejeros del rey” (51). Lo que me interesa
resaltar, amén de la problemática propia de la versión hebrea, es la evidente
diferencia de los personajes si se compara con la versión castellana,
tanto en nombre como en número. En Kantor se muestra, además, que
las correspondencias numéricas o las identidades de los personajes que
adoctrinan y aconsejan al rey y que además defienden al príncipe, no
varían tan radicalmente en las versiones orientales que revisa en su estudio
o, en su defecto, no parece que se dividan en dos grupos (siete privados y
cuatro sabios) como sucede en el manuscrito castellano (54-65).
Para desenmarañar la situación, y darle un sentido más comprensible al
pasaje sin alterar su contenido, Lacarra editó la puntuación de manera
que se entendiera de mejor forma la interacción y presencia diferenciada
de los cuatro maestros y los siete privados. Para ello, es necesario volver a
enfatizar que el Sendebar castellano tiene muchos errores de transmisión,
y que es el criterio principal utilizado por ella para interpretar este
fragmento. De acuerdo con Lacarra, esto se logra observar mediante la
comparación de la manufactura y el trabajo de traducción entre el Calila
e Dimna alfonsí y el Sendebar de Fadrique en los que, aun siendo textos
coetáneos, pueden encontrarse numerosas diferencias en su calidad.
Acorde con esta idea, posiblemente el equipo de traductores de Alfonso
X era muy competente y especializado en su época, mientras que del
encargado de trasladar el Sendebar al castellano no sabemos nada, y del que
resalta su inferioridad técnica. Por eso Lacarra comenta que:
Posiblemente las circunstancias que rodearon la traducción del Calila y el
Sendebar no fueron las mismas. Al menos en la corte alfonsí el Calila no fue
considerado un libro de fábulas, sino más bien un compendio de sabiduría,

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DE MAESTROS Y CONSEJEROS EN EL SENDEBAR

como lo prueba el hecho de que el método empleado para su traducción sea


el mismo al utilizado en otras obras científicas. En cuanto al Sendebar es
probable que no alcanzara nunca tal estima. (Cuentística 33)

Estas opiniones pueden confirmarse en “Algunos errores en la transmisión


del Calila y el Sendebar” donde Lacarra compara y analiza algunos relatos
de ambos textos encontrando claras inconsistencias narrativas en el Libro
de los engaños, además de redacciones confusas. Explícitamente, examina
los cuentos 14, 16 y 17 encontrando que están revestidos de incoherencias
que trastocan la lógica narrativa, así como de sentido. Por eso contrasta
tal inferioridad en la manufactura del Sendebar con fragmentos del Calila
traducido al castellano, descubriendo en éste que tiene pocos errores pero,
además, “responde con exactitud a las versiones árabes” (“Algunos errores”
55). Esto es explicable debido a que tenemos registro y conocimiento de la
calidad y metodología del trabajo de los traductores que servían a Alfonso
X (Menéndez Pidal 363-80; Foz 139-60) y que posiblemente fue la misma
utilizada en el Calila. De acuerdo con Lacarra, cuando se centra en el
Sendebar en esta comparación, nos advierte que:
Tampoco hay que olvidar las diferentes circunstancias que rodearon la
traducción de Sendebar al castellano. Sólo sabemos que se realizó “por
mandato del infante don Fadrique”, sin especificar más detalles. Es fácil
suponer que el hermano de Alfonso X no contara con un equipo tan
competente como el que después dio origen a la “escuela de traductores
alfonsíes.” (“Algunos errores” 56)

Bajo esta óptica, también Alvar ha trabajado en las inconsistencias del


texto comparándolo con el Mišlé. En tal situación, ha retomado el cuento
14 del Sendebar, “Enxenplo de cómmo vino la muger al sescito día, e diol’
enxenplo del ladrón e del león, en cómmo cavalgó en él,” también conocido
como “Simia,” situándolo en relación con la versión hebrea del mismo
relato.7 A la luz de este cotejo Alvar es consciente de que el Libro de los
engaños contiene una versión corrupta cuya problemática principal es la

7 Mantengo para el presente estudio, en adelante, los nombres latinos de los relatos del ciclo
del Sendebar, que de acuerdo con Lacarra se hace “siguiendo así una tradición establecida
entre los estudiosos de esta colección desde el trabajo de J. Gorres, Die Teutschen
Volksbücher, Heidelberg, 1807” (“Entre el Libro de los engaños” 69).

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imposibilidad de determinar específicamente el contenido deturpado y las


inconsistencias. Profundiza en detalles como lo hizo Lacarra pero sobre
todo agudiza la visión de la pobreza en la calidad de traducción que impera
en el texto castellano, valorando con mejores opiniones la manufactura
narrativa que encuentra en el Mišlé (405-16).
Por otra parte, y volviendo al pasaje que estamos revisando, en el caso
de Taravacci, cuando lo edita para su edición, explica que “Non emendo
‘maestros’ in ‘privados’, come fa invece Vuolo. L’incongruenza logica
nell’identificazione del locutore nasce dalla semplice confusione—non
avvertita neppure da B—tra uno dei sette ‘privados’ appena entrati in
scena e uno dei quattro maestri della sequenza precedente” (188). Resulta
interesante que la edición de Taravacci enfatice que privados y maestros
son sujetos distintos basando su decisión editorial en una situación
estructural y en la interpretación de que el corrector del manuscrito (la
versión B) no advirtió la incongruencia originaria del texto base (la versión
A). En este detalle, Taravacci subraya, como lo hizo Lacarra, que B no
modifica. Esta observación es importante porque de acuerdo con Verónica
Orazi la redacción del manuscrito castellano que atestigua siete privados
y cuatro maestros en la misma escena es compleja, y por ello se ve en la
necesidad de explicarla de la siguiente forma:
en este punto de la narración reaparecen los sabios que antes se habían
enfrentado con Cendubete, a la hora de decidir sobre quién recaería el
encargo de educar al Infante; esta aparente incoherencia podría encubrir
un problema textual, pero se podría también deducir que los cuatro
maestros (los más sabios, entre los novecientos que había en el reino) sean
también consejeros del monarca, hecho que no extrañaría, puesto que se
trata de hombres avisados y expertos, como parece sugerir el mismo texto
a continuación, definiendo el maestro que acaba de hablar este primer
privado; escusaré: “evitaré”; fincó los inojos: “se arrodilló”; errallo as mal:
“cometerás un error muy grave, te equivocarás”; oírtelo he: “escucharé lo que
me digas.” (84)

Ante las opiniones y propuestas editoriales que se han recogido, está claro
que hay críticos que buscan mayor coherencia pero modifican el contenido
del relato, mientras que hay otros que han dejado pasar este detalle

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DE MAESTROS Y CONSEJEROS EN EL SENDEBAR

modernizando su puntuación, y entre ellos hay quienes han decidido


explicar las posibles situaciones por las que quedó así en la versión
castellana. En este sentido, respetar el contenido del manuscrito arroja que
hay unos aspectos muy llamativos que problematizan la lectura. El primero
y más importante de todos, es la cohesión y concordancia del texto, que
es confusa entre los personajes y su número. El segundo, es la necesidad
manifiesta de dotar el relato de una lógica narrativa. El tercer aspecto es
la distinción de privados y maestros que necesita aclararse y en cuarto
lugar, pero sobre todo, resulta muy interesante que el revisor del texto no
haya corregido el pasaje para hacer la versión B. Ante este panorama, es
necesario retomar la problemática.

Hacia un análisis del problema textual


Estas diferencias entre sabios y privados que estamos observando las revisé
en un artículo que titulé “Hombres versus mujer en Sendebar: ¿consejo sin
sabiduría?” En dicho estudio se discierne que los siete privados son, por
obviedad del apelativo que los distingue, sujetos distintos a los sabios pero,
además, pertenecen también a diferentes esferas del universo retratado
en el Sendebar, y para demostrarlo se utiliza el análisis de las exégesis que
hacen los privados de sus intervenciones, así como las de la madrastra,
cuando relatan un exemplum para el rey Alcos.
El summum de dichas exégesis son paremias que Hugo Bizzarri identifica
y explica en “Proverbia in fabula,” donde habla de la aparición de
estos recursos en el Sendebar. De acuerdo con Bizzarri, los privados
contextualizan al monarca, mediante el uso de paremias, sobre el sentido
de sus relatos y justifican su utilización: “Relato y proverbio detienen al
rey, pero mientras los relatos van a cambiar a lo largo de la intervención
de los otros seis consejeros, los proverbios serán siempre los mismos”
(“Proverbia” 169). Atendiendo esta observación, la madrastra hace una
suerte de imitatio de la técnica, con la intención de apresurar la condena de
muerte: la diferencia con los privados radica en que la mujer se desautoriza
paulatinamente y no mantiene su discurso hasta que se va quedando sin
voz, como lo ha demostrado Lillian von der Walde (623-29). Así, para

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afirmar que los sabios son distintos en la cosmovisión de Sendebar, debe


observarse que los siete privados y la madrastra, a pesar de aconsejar al
monarca y valerse de relatos que sirvan como testimonio o prueba de
sus dichos, no son capaces de persuadirlo para que pueda sostener una
decisión: de ahí que Alcos intercale la sentencia de muerte y el indulto para
el infante durante siete días, dependiendo de sus interlocutores. Desde ese
punto de vista puede observarse que, en comparación, los cuatro sabios
y Çendubete, cuando hablan entre sí o ante al rey, utilizan un lenguaje
predominantemente escueto, críptico, metafórico, complejo, centrado en
una manufactura paremiológica y ninguno relata propiamente cuentos.
Siguiendo este razonamiento, sería importante recordar que en el Sendebar
cada vez que los siete privados y la madrastra se dirigen al monarca no son
hábiles poseedores del mismo tipo de lenguaje sucinto y difícil y, aunque
también usan unas pocas paremias, éstas no dan mayor contundencia a sus
palabras para persuadirlo (Vilchis 203-23). Al tenor de estas cuestiones, y
de acuerdo con Bizzarri, “ejemplos y proverbios funcionan frecuentemente
en los relatos como una manera de detener una condena” y el Sendebar es
una muestra de tales técnicas narrativas (“Proverbia” 167). Debe recordarse
que la coexistencia de formas breves de sabiduría con relatos y ejemplos, se
producía por un contexto intelectual muy bien definido donde era común
su uso literario y muy seguramente cultural (Bizzarri, “Le passage” 7-23).
Es preciso resaltar, entonces, que es muy distinto el uso del lenguaje
proverbial en boca de los privados y los sabios, porque tales diferencias se
expresan a su vez en dos efectos en el propio rey Alcos: los cuatro sabios
y Çendubete dictan enseñanzas al rey valiéndose de unas abstracciones
muy complejas y éste las asume sin ninguna oposición, resultando así
unas palabras de autoridad (donde las paremias tienen un mayor peso
argumentativo), mientras que las usadas por los privados sólo postergan las
acciones; no las detienen ni logran modificar con contundencia los deseos
del rey. Estos razonamientos son los que me han traído a este estudio, y
este problema de coherencia y concordancia textual para observarlo.
Por principio de cuentas, coincido con el criterio general para las ediciones
que han hecho los críticos y editores que concuerdan en dejar el relato

44
DE MAESTROS Y CONSEJEROS EN EL SENDEBAR

con esta posible incoherencia, bajo el imperativo de respetar el contenido


del texto base del Sendebar que está cifrado en el manuscrito. Concuerdo
también con la necesidad de realizar las modernizaciones de puntuación
a las que haya lugar por parte de los editores. Bajo esta óptica, podemos
observar que el lector encontrará algunos hechos textuales que ayudarían a
pensar una manera de aclarar contenidos para la cuestión del problema de
concordancia.
El primer hecho textual está cifrado en que, de los personajes de todo el
marco narrativo, a los únicos que se les llama “maestros” es a aquellos que
son denominados “sabios” o son reconocidos así pública y socialmente.
No hay ningún privado al que se le nombre de tal forma. Este dato
en realidad está confirmado con el trabajo de Constance Carta, “El
vocabulario,” donde desvela un universo de acepciones y vocablos que
muestran una cosmovisión sapiencial de la narrativa hispánica del siglo
XIII. De acuerdo con este estudio, Carta señala que se alterna entre el
vocablo maestro y sabio en el Sendebar; esto, además, está inserto en un
análisis que profundiza, de manera general para la figura del sabio que se
está recogiendo en el corpus de su estudio, en la cualidad de que se trata
de hombres letrados y relacionados con la escritura, con la lectura de los
astros, la mesura, el buen seso, buscadores del bien, etc. (“El vocabulario”
311-35).
De las dieciséis veces que aparece la palabra maestro a lo largo del Libro de
los engaños, catorce están vinculadas exclusivamente a los cuatro sabios y
Çendubete, manifestando así una dicotomía en ese universo retratado en
el texto. De acuerdo con la edición de Lacarra, encontraremos que en la
sección del marco narrativo llamada “Enxenplo del consejo de su muger,”
(65-74), se encuentran seis menciones; todas aluden a los cuatro sabios y
Çendubete.8
Una segunda sección del marco narrativo (74-76) contiene la palabra
tres veces. La primera está precisamente en el título de dicha sección, el
encabezado en tinta roja en el manuscrito, que dice “Enxenplo de la muger,

8 En adelante, todas las referencias serán de la edición de Lacarra.

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V I L C H I S F R AU S T R O LA CORÓNICA 47.2, 2019

en cómmo apartó al Infante en el palaçio e cómmo, por lo que ella le dixo,


olvidó lo que le castigara su maestro” (74). La referencia es clara hacia el
sabio Çendubete. Es en esta parte donde se encuentra también el problema
textual que ha desencadenado este trabajo, donde una redacción ambigua
ha provocado que haya una confusión de la identidad entre privados y
sabios.
En la tercera sección del marco narrativo, que comienza con “De cómmo
al otavo día fabló el Infante e fue ant’el Rey” (135-38), aparece tres veces
referenciando como maestro al sabio Çendubete. De acuerdo con la trama,
esta sección desencadenará el despliegue de sabiduría del infante, por lo
que una última parte que habla de personajes del marco como sabios/
maestros es la denominada “Enxenplo del omne e de los que conbidó, e
de la mançeba que enbió por la leche, e de la culebra que cayó la ponçoña”
(139-40). En esta sección del marco narrativo se alude a los cuatro sabios
como maestros.
Las dos menciones restantes pertenecen al universo de los relatos del
infante (Lacarra, Sendebar 142-55). De acuerdo con Carta, se alejan de la
dicotomía del maestro y el sabio del marco narrativo. Explica que:
En Sendebar se llama “maestros” a cuatro personajes que se disputan
el privilegio de educar al infante frente al que obtendrá el encargo, es
decir, Çendubete (el texto alterna con la apelación sabios). . . . Solo dos
utilizaciones de la palabra maestro se alejan del marco de esta relación:
en una, se menciona a un viejo ciego que suele impartir todas las noches
consejos a quienes vienen a pedírselos . . . ; en otra, por una vez no se trata
de un título que refleja el grado de saber adquirido, sino que parece tratarse
de un calificativo:
El dixo el viejo <un ciego>:—Non fuste maestro nin sopiste qué te feziste;
<. . .> . . .
El no saber lo que es bueno para sí mismo y cómo actuar para obtenerlo es
no ser maestro de su propia vida, ya que significa estar privado del saber
que permite protegerse de la maldad de los demás. (“El vocabulario” 311)

Ante esto, debe resaltarse que, si bien el infante habla del viejo ciego,
maestro de los embaucadores en el cuento 22 “Senex Caecus,” nuestro

46
DE MAESTROS Y CONSEJEROS EN EL SENDEBAR

interés se centra en que se aluda a él de la siguiente manera: “Dixo la


vieja:—Sepas que ellos [los timadores de la ciudad] an por maestro un
viejo çiego, e es muy sabidor” (150). Obsérvese la cualidad de ser “sabidor,”
cuestión que, desde la perspectiva de este trabajo, en realidad se encadena
con la dicotomía del marco narrativo para identificar al maestro/sabio y,
además, se trata de un relato en boca del infante, un joven sabio, ante la
asamblea de sabios convocada expresamente para demostrar su sabiduría.
De acuerdo con Joan Corominas y José A. Pascual, en la acepción “saber”
del Diccionario crítico etimológico, hay un derivado llamado “sabido,”
“sabedor,” forma recogida tardíamente que existió en época arcaica
del vocablo “sabedoría” y explican que “de ahí, por contaminación del
sinónimo sabido salió el anómalo pero general sabidor ‘sabio’” (113). Carta
advierte que en textos medievales como el Sendebar, el Calila, el Barlaam y
el Libro de Apolonio, los adjetivos sabio, sabidor y sesudo, encontrados en
construcciones enfáticas del tipo “nadie hay más sabio/sabidor que él”, “muy
sesudo/sabio”, etc., . . . denotan cierta y evidentemente la conexión con
una concepción atesoradora de la sabiduría, que es vista como un conjunto
cerrado, concluido y preexistente. . . . de una forma general sabidor y sabio
parecen ser equivalentes. (“Calificar” 142)

De esta manera, de las dos menciones contenidas en los relatos del


infante, la perteneciente al viejo ciego muy sabidor, podría pertenecer a
la cosmovisión general del Libro de los engaños que relaciona el concepto
maestro con el de “sabiduría.”9
Debe resaltarse que la precitada y descrita dicotomía se trata de un hecho
textual, cuya simplicidad desencadena un segundo hecho textual, y es notar
visiblemente que otra manera de llamar a los privados del marco narrativo
del relato es mediante la palabra consejero, que aparece sólo cuatro veces,
cuestión que, desde mi punto de vista, los distancia de una concepción
gnómica tan importante como la de los sabios; por tanto sería otro nivel
de hombres de conocimiento, completamente distinto al reservado para el

9 Para profundizar sobre la relación entre la palabra maestro que se refiere exclusivamente a
un sabio, revísese Carta “El vocabulario” (319-20).

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V I L C H I S F R AU S T R O LA CORÓNICA 47.2, 2019

hombre sabio. De acuerdo con la edición de Lacarra, en “Enxenplo de la


muger, en cómmo apartó al Infante en el palaçio e cómmo, por lo que ella
le dixo, olvidó lo que le castigara su maestro” (Sendebar 74-76), la palabra
aparece dos veces para estos personajes. Una, de manera general, refiere
a los consejeros del monarca, que así aparecen retratados como gente
cortesana: “E fabláronle los consejeros del Rey e el niño non fabló” (74). La
otra, relacionada con el problema de coherencia que ya hemos recogido en
páginas anteriores, especifica que hay siete privados, los más cercanos al
rey Alcos, y que no hace nada sin su consejo: “E este rey avía siete privados
mucho sus consejeros, de guisa que ninguna cosa non fazía menos de
se consejar con ellos” (76). Las tercera y cuarta menciones del concepto
consejeros las dice la madrastra en pleno debate, en el cuento 11, “Aper,”
refiriéndose a los privados: “veremos qué farás con estos tus consejeros …
tus malos consejeros” (112).
Si nos detenemos en cuantificar las menciones del sustantivo privado (o
“el privado,” como lo recoge Carta), encontraremos un muy sustancioso
corpus en el Sendebar, con 35 menciones. De acuerdo con los datos
obtenidos por la autora, equivale al 48.6% de todos los testimonios de las
cinco obras que revisa en su estudio (“El vocabulario” 142). Este elevado
porcentaje se explica con dos factores que son, a saber, la brevedad de la
obra en comparación de las otras cuatro con las que la contrasta (el Calila
e Dimna, Barlaam e Josafat, el Libro de Apolonio y el Libro de Alexandre) y
el idiolecto que usó el traductor medieval que, como coincide en general
la crítica del Libro de los engaños, evidencia una calidad inferior por el
limitado léxico que utilizó. Finalmente, Carta explica que la aparición
computada del término, de elevada presencia porcentual, en realidad es
fundamental (“El vocabulario” 158).
Lo anterior son hechos textuales que aparecen en el Libro de los engaños
y puede apreciarse muy claramente la división entre personajes a través
de sus adjetivaciones: los sabios son considerados maestros y, en el
desenvolvimiento de sus acciones en el relato, veremos que se trata de
auténticos dispensadores de saber tradicional, científico, astrológico,
político, paremiológico, filosófico, general y/o elevado (el gran ejemplo

48
DE MAESTROS Y CONSEJEROS EN EL SENDEBAR

de ello es el propio Çendubete, de una muy diversa actividad intelectual


centrada en la enseñanza y el despliegue de conocimientos), mientras que
los privados, consejeros del rey, pareciera que son personajes al servicio del
Estado, constreñidos a un diario acontecer para las decisiones políticas y de
la vida cotidiana, óptimos para entender los vaivenes de la corte, y lógicas
generales del mundo. Puestos en el universo de obras que estudia Carta,
descubrimos que, efectivamente:
El privado, como el consejero de nuestros textos, es el que tiene el
primer lugar en la gracia y confianza de un príncipe o alto personaje; sus
cualidades morales y éticas hacen de él una persona sincera y leal que
inspira seguridad, sus cualidades intelectuales vierten sobre la solución de
cuestiones interpersonales así como de gobierno. La verdad que buscan
es la verdad de los corazones, de las personas; nadie mejor que ellos sabe
identificar el mentiroso y el ambicioso entre las marcas de deferencias de
los súbditos. Los adjetivos más característicos de Sendebar, Calila y Barlaam
apuntan en la misma dirección: entendido, sabio o necio expresan el grado
de habilidad del consejero para desentrañar las dificultades relativas a cada
caso. (“Sabiduría” 436)

Es esta valoración general, adecuada para la época, la que nos resulta


interesante de la trama del Libro de los engaños. El primer personaje
que cumple con características de servicio esforzado y noble al rey que
encontramos en la narración, es la madre del infante. Ella es el primer
antecedente de la idea del consejero en el Sendebar, es quien se acerca a
Alcos para darle un buen consejo a su cuita. Ante esto no parece que nos
deba ser posible desentendernos posteriormente de la situación cortesana
de los privados y la madrastra, por la manera en cómo acceden al rey:
ellos no provienen de lugares lejanos como los sabios, que es el retrato
del universo del Sendebar para tales personajes. Resultaría obvia la visión
de mundo que Carta explica: el privado que aparece en el Libro de los
engaños parece provenir de una cosmovisión muy definida, de confianza,
y las mujeres del rey al parecer pertenecen a ese círculo; cuando le hablan
no pueden influirlo de manera definitiva, pero sí sumirlo en serias
vacilaciones que serán resueltas ya ni siquiera por los sabios (a quienes
respeta y valora muy hondamente), sino por su hijo, un joven sabio
(político, cortesano) heredero del reino.

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V I L C H I S F R AU S T R O LA CORÓNICA 47.2, 2019

Es preciso reiterar, entonces, que los consejeros son sujetos que pertenecen
al ambiente de la corte, al igual que la madrastra: ella también, por cercanía
y parentesco, actúa en el palacio y tiene acceso al rey. Tanto esta mujer
como los consejeros tienen la capacidad de vincularse con Alcos cuando
le relatan historias para persuadirlo: no parece que su interacción con
él sea claramente para adoctrinarlo o darle una lección didáctica con
la contundencia que un sabio, aparentemente, sí lo hace; ellos retrasan
decisiones reales, pero no las evitan y este fenómeno se explica más a fondo
y con mayor detalle en ese otro estudio de mi autoría (vide supra) que me
trajo a estas reflexiones. Debo apuntar que no ignoro ni soslayo que en el
propio Sendebar los sabios son dispensadores de consejos, pero pueden
verse claramente con un mayor estatus gnómico y, como otro hecho textual
del que es necesario percatarse, reiteradamente se vinculan a sus palabras,
de manera muy enfática, los verbos “enseñar,” “castigar” y “mostrar”
que utilizan en la narración para hablar de sus acciones, mientras que la
madre del infante, la madrastra y los privados, principalmente narran
y aconsejan. Esta cuestión podría abrir otra discusión adyacente a los
hechos textuales que estamos revisando, ya que los conceptos “enseñar,”
“castigar” y “mostrar,” pueden ser palabras eminentemente relacionadas al
didactismo, y que no están expresadas con alto grado de conciencia por los
privados, la madrastra o la buena mujer del primer marco narrativo. Todos
esos personajes aconsejan, no adoctrinan, de acuerdo con los usos verbales
plasmados en el relato, en lo general. En el caso de la madrastra, si intenta
castigar (en el término medieval de dar o dictar una lección), de inmediato
hay descrédito en ella; de acuerdo con el infante al octavo día, quiso
castigarlo, cuando en realidad era presa de un mandado de la falsa mujer:
“—Mas de la muger te digo de quando me apartó, que me quería castigar,
e yo díxele que yo non podía responder fasta que fuesen pasados los siete
días. E quando esto oyó, non sopo otro consejo sinon que me fiziésedes
matar ante que yo fablase” (Sendebar 136). Es este breve fragmento harto
complejo ya que se aprecia un uso específico de los términos donde la
mujer no puede dictar castigo, pero si accionar en sí misma su intuición
para culpar falsamente al infante. Remito al análisis de Carta hacia los
vocablos, donde explica que

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DE MAESTROS Y CONSEJEROS EN EL SENDEBAR

los verbos . . . apuntan a los temas de la enseñanza (enseñar, mostrar,


castigar) y del aprendizaje (aprender, demandar, preguntar), de la
memorización (acordar, membrar y su contraparte olvidar) y de la posesión
del saber (conocer, entender, saber), a los que se puede añadir la actividad
de reflexión a través de la voz cuidar. (“El vocabulario” 137)

Es necesario, entonces, reflexionar las posibles diferencias cualitativas de


los usos verbales entre la mujer, los privados y sabios porque no reducen,
en lo mínimo, la dilatada discusión del valor del consejo en este tipo de
obras para la Edad Media; a mi parecer complejizan la cosmovisión del
lenguaje y la actividad del didactismo medieval.10
Un último hecho textual que deseo recoger aquí, son las dos exégesis
que el relato ofrece de los sabios y de los privados, diferenciados en sus
actividades. Cuando en el marco narrativo se reúnen los cuatro sabios y
Çendubete con el rey, aparece la siguiente exégesis: “E dixo el quarto de los
maestros:—Sepades que los maestros, quando se juntan, conosçen los unos
a los otros e despútanse los unos a los otros, e las sabidurías que an non
conosçe uno a otro lo que dize” (Lacarra, Sendebar 70). La voz omnisciente,
que ha sido ya citada en páginas anteriores, explica que los privados sólo
aconsejan, no disputan saberes: “este rrey avía siete privados mucho sus
consejeros, de guisa que ninguna cosa non fazía menos de se consejar con
ellos” (76) y además se disputan aconsejar al rey con la falsa mujer y, aún
más, el Sendebar inicia con el consejo de la madre del infante: un círculo
político, cerrado, cortesano y del mundo del poder regio, a diferencia del
mundo de los sabios que necesitan reuniones para actuar y ejercitar su
saber.
Pensar las actividades, palabras, y actuaciones de los sabios, los privados
y la madrastra en el relato cobra importancia si pensamos en las
reflexiones de la cosmovisión contextual del Libro de los engaños. No nos
es ajeno el acontecer político de su génesis hispánica, en cuyo caso Alan
Deyermond explica que es posible que Fadrique haya reconocido las

10 Además de los trabajos de Carta que aquí se han mencionado véase, entre muchos otros,
Beltrán, Bizzarri, Beceiro, Castañeda, Cándano, Haro, Delgado.

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V I L C H I S F R AU S T R O LA CORÓNICA 47.2, 2019

tensiones familiares y políticas que le tocó vivir, pero también estructuras e


imaginarios cortesanos y de poder porque
the book deals with the limits of royal power, the value of education for
leadership, the relation between a king and his advisers, the effects of false
accusation at court, the dangers created for individuals and society by a
weak king, the conflict of justice and power, and the ability of a king to put
to death a member of his own family. (166)

Ahora bien, con esta claridad, ¿puede explicarse el problema de coherencia


y concordancia que ha iniciado esta disertación? Varios críticos ya han
adelantado una posible respuesta: el texto es muy defectuoso y tiene
pasajes que no tienen sentido, y en esa claridad Lacarra ha puntuado su
edición para diferenciar los sabios y los privados. Además, hay estudios
que señalan la posibilidad de que el relato iba a imprimirse y se le había
hecho una revisión para tal efecto. En esta base, el texto que se recoge
en nuestro único manuscrito conservado a principios del siglo XV tiene
las correcciones hechas en la transición al XVI, pero que no tocan ni
modifican los conceptos en el pasaje que resulta muy contradictorio
para nuestras lecturas actuales. Aun aceptando la ineficacia del primer
traductor o un original deturpado, el corrector que hizo la versión B podría
haber tenido más presente la cosmovisión lingüística, sintagmática y
paradigmática del texto, debido a su contextualización histórica y cultural:
de ahí que, posiblemente, no contó con la pericia para atenuar el problema
de continuidad narrativa, pero sí mantuvo la clara diferenciación entre
sabios y privados. No resulta difícil pensarlo cuando leemos “The Origin
of the Book of Sindbad,” donde Perry diserta meticulosamente sobre las
adecuaciones que las versiones orientales del relato atravesaron para cada
lengua, región y cultura en la que fue difundido; sus observaciones y
comparaciones con otras versiones acusan una mirada crítica constante
por parte de los traductores para engastar en diversas cosmovisiones
socioculturales su contenido y trama. No hay que ignorar tampoco las
explicaciones de la evolución de la lengua española hechas por Antonio
Alatorre: de manera general el idioma español tiene textos escritos
hace siete u ocho siglos que son altamente comprensibles para el lector

52
DE MAESTROS Y CONSEJEROS EN EL SENDEBAR

moderno, pero debe ser consciente de que la lengua castellana del


periodo alfonsí constituyó un fenómeno muy versátil de exploración
y experimentación que fue trayendo la “fijeza” del español actual
paulatinamente, donde diversos usos del lenguaje fueron actualizándose
y quedando consolidados en una producción literaria. En este sentido, las
experimentaciones y variaciones de esos tres siglos podrían sorprender al
lector ordinario y común, pero no a un especialista (Alatorre 139-51). De
este modo, podemos contemplar la idea de que el copista y el corrector
anónimos del siglo XV (responsables de las versiones A y B del manuscrito
conservado) serían susceptibles de entender conceptualmente mejor que
nosotros, lectores del siglo XXI, un texto del XIII.

53
V I L C H I S F R AU S T R O LA CORÓNICA 47.2, 2019

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