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"Sexualidad Adolescente, Lugar de Los Padres y

El documento discute la sexualidad adolescente y la consulta psicoanalítica relacionada a este tema. Presenta dos casos clínicos donde los padres están preocupados por la "identidad sexual" de sus hijos adolescentes. También explora si la sexualidad adolescente de hoy es realmente diferente y cómo abordar esta clínica desde una perspectiva psicoanalítica, considerando los cambios en el discurso social.

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"Sexualidad Adolescente, Lugar de Los Padres y

El documento discute la sexualidad adolescente y la consulta psicoanalítica relacionada a este tema. Presenta dos casos clínicos donde los padres están preocupados por la "identidad sexual" de sus hijos adolescentes. También explora si la sexualidad adolescente de hoy es realmente diferente y cómo abordar esta clínica desde una perspectiva psicoanalítica, considerando los cambios en el discurso social.

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“SEXUALIDAD ADOLESCENTE, LUGAR DE LOS PADRES Y

DESENCUENTRO GENERACIONAL”.
Marcos Koremblit

1) Primeros interrogantes: ¿Es distinta la sexualidad adolescente hoy?

Ya en los Tres ensayos de 1905 Freud describió la sexualidad como acometida en dos
tiempos. Esta idea la enriqueció años después en Moisés y la religión monoteísta de
1937, donde el período de latencia queda situado como inherente al proceso de
represión. A la manera del trauma en dos tiempos, el segundo, vía retorno de lo
reprimido, será el puberal-adolescente.
Entre otras cuestiones la sexualidad adolescente en la actualidad prolonga su definición,
en tanto este segundo tiempo seguramente es distinto respecto de aquello que Freud
observó en su época.
En términos generales cabe preguntarnos en qué consiste esta diferencia, si la
sexualidad adolescente hoy es realmente diferente, o estamos experimentando una
época donde habría una mayor tolerancia social hacia lo diferente, en tanto lo que ayer
estaba sumergido hoy lo vemos emergido.
Debemos trabajar la pregunta porque lo diferente nos suscita nuevos interrogantes:

La primera cuestión para pensar hoy la sexualidad adolescente, sería evaluar si es


posible algún tipo de parámetro que nos permita establecer comparaciones respecto a
cómo era la sexualidad adolescente en otras épocas.
Esto nos obligaría de entrada a discutir cómo concebimos a la sexualidad en su
conjunto: si de manera aislada ó incluida en el discurso social de una época.

Empecemos definiendo algunos términos:


1) cuando hablamos de sexualidad en psicoanálisis todos estaríamos de acuerdo que
nos referimos a la psicosexualidad y no a prácticas sexuales concretas, la sexualidad
infantil tal como Freud nos la enseñó y ligada a conceptos como Inconsciente, pulsión,
castración, trama edípica, etc.

2) La otra cuestión tiene que ver con incluir la sexualidad en la adolescencia: ¿es
posible hablar de “la adolescencia”?.
Prefería en principio referirme a las Adolescencias: esto lleva implícita la idea de la
adolescencia como procesamiento subjetivo, singular, y no a la adolescencia como
categoría.
Así, y haciendo peso en lo singular, entiendo que existen múltiples y diferentes
resoluciones posibles de las adolescencias.

Para acotar la discusión quisiera entonces reformular la pregunta: ¿Es distinta “la
consulta” en relación a la sexualidad adolescente hoy?
Con esto estoy intentando restringir mi exposición exclusivamente al ámbito de la
consulta psicoanalítica, entendiendo que “la sexualidad” podría ser analizada también
desde muchos otros campos: sociales, antropológicos, sexológicos, etc.

El polo social lejos de ser un campo que pretendo excluir (ya que además el discurso
social está siempre presente y muy especialmente expresándose en nuestros
consultorios), al menos pretendo darle algún tipo de especificidad en cuanto a la materia

1
que a nosotros nos compete, es decir: la sexualidad adolescente para nosotros los
psicoanalistas.
Sé que esto conlleva una división algo arbitraria ya que nosotros también estamos
atravesados por cambios en el discurso social de la época que nos toca vivir. Volveré
sobre esto.

2) Material clínico

Dos viñetas clínicas: en ambas la consulta fue motivada por preocupación por parte de
los padres en cuanto a la “Identidad” sexual (término que habría que discutir) de sus
hijos; en ambas los chicos se mostraron poco o nada implicados en la preocupación que
sus padres traían.

Juan 17 años.

Los padres consultan ya que hace un año aproximadamente Juan expresó sus
“dudas a nivel sexual”. Quieren averiguar si esto que le pasa es “propio de la
edad” como les dijo alguien cuya opinión es valorada por ellos.
La madre atribuye la responsabilidad a una sobrina suya, que es lesbiana, con
quien Juan tiene mucha afinidad; esta prima lo llevó a un boliche gay donde
conoció a un muchacho.
Esta situación la descubrieron a través de Inés, la hermana de Juan, quien le
interceptó los mails de intercambio con el otro chico.
Definen a Juan como alguien bastante retraído, con pocos amigos, y más afín con
las chicas, “que son más de su nivel” dice la madre. “Los chicos son mas
negritos”.
Con las chicas se junta a hacer las tareas. No le gusta el fútbol.
Piensan que la prima fue quien lo indujo a “hacer todo esto”. Me preguntan si
conviene prohibirle que la siga viendo, y la madre agrega en relación al mail que le
descubrieron: …“no puedo creer que mi hijo escriba esto… seguro que la prima se
lo escribió”.

Cuando entrevisto a Juan me cuenta que está terminando el secundario y muy


entusiasmado con la organización de su viaje de egresados.
Proyecta estudiar una carrera ligada al arte, pero refiere que sus padres no están
contentos con esta elección, ya que lo ven como un pasatiempo y nada más. “Pero
yo no me guío por lo que dice mi familia; hay que hacer lo que uno quiere” dice
Juan.
Habla de la relación familiar a la que describe como buena, salvo con Inés con
quien está enojado porque hace poco le hackeó los mails; “saltó todo lo de un chico
y me quedé con mucha bronca, lo sentí como una violación”.
“Me da bronca que ellos lo tomen como una enfermedad. Yo soy un chico y tengo
que experimentar” agrega.
“Mis viejos le echan la culpa a mi prima, pero yo ya venía con esto desde antes; yo
le pedí a ella que me lleve a bailar a un boliche de estos y ahí conocí a Daniel. Con
él es la única persona con la que me siento libre.
Yo no sé que me gusta, creo que es cuestión de experimentar.
Me preocupa mas por el tema familiar; tengo un tío que es gay y drogadicto, y ellos
lo asocian y entonces lo excomulgan.

2
Y yo odio que me comparen con él. Lo que mas bronca me da es el prototipo que
tienen: a mí la droga no me gusta y el alcohol tampoco. Ellos tienen el prototipo de
gay, alcohol y drogas.
Yo no lo veo como un tema preocupante. Hoy está siendo un poco más aceptado que
antes.
Lo que mas me preocupa es la familia.
Además yo me pregunto: ¿porque a un hombre le gusta ver dos mujeres besándose,
y no se banca dos hombres besándose?”.

Martín 17 años también.


Los padres consultan muy angustiados, ya que acaban de descubrir una página de
videos gays en la computadora de Martín.
Lo describen como un chico muy tranquilo, poco sociable, al que no le gustan las
salidas grupales “justificándose” con que se aburre y prefiere quedarse en casa.
Sus actividades favoritas consisten en bajarse programas o hacer páginas de
Internet. Se pasa muchas horas con la puerta de su habitación cerrada.
Agregan que cada tanto Martín tiene unos desmayos, que ha sido estudiado
clínicamente y no se le ha encontrado ninguna causa aparente.
Siendo el menor de tres varones, el padre dice que Martín no tiene la agresividad
de sus hermanos; “se recluye, se aparta y no le gustan los deportes ni los juegos en
grupo. Es bastante retraído y tímido y su mundo pasa por la PC y la televisión”.
Agrega que ellos son tranquilos también, con poca vida social.
La madre agrega que Martín tiene una amiga virtual con la que habla todo el día.
El padre dice que “Martín nunca mira a las chicas, que él lo ve como neutro, lineal
y por eso la sorpresa “tiene otro sub-mundo al lado tuyo y ni te enterás”.
Antes nos preocupaba que no tuviera amigos y ahora nos preocupa que sí los
tenga” (en relación a algún posible contacto homosexual).
Refieren que siempre se relacionó mejor con sus compañeras, aunque tampoco
parece establecer contactos demasiado cercanos.
El padre dice que intentó de chico llevarlo a jugar al fútbol y que Martín accedía
sólo “para cumplir” con él. Sus hermanos, en cambio, son excelentes deportistas.
Refiere también que él es muy tranquilo y que nunca antes pensaron en consultar
para “no cargarlo de problemas” a Martín.

Es evidente que el descubrimiento del tema gay en Martín implicó un impacto


enorme para estos padres; parecía como si pusiera en descubierto algo que hasta el
momento había sido desmentido.
Cuando entrevisto a Martín, me encuentro con un chico poco motivado a la
consulta, sólo trayendo la cuestión de los desmayos, siendo que este fue el motivo
por el cual sus padres le dijeron que vendría.
Frente a esta perspectiva intenté durante un tiempo mantener entrevistas con
Martín por un lado, y con los padres por otro las que abandonaron a poco de
andar.
La madre en parte avalaba el retraimiento y la exclusión social de Martín ya que de
este modo, no se exponía a “…posibles robos que podrían sucederle…”

3
3) Discusión metapsicológica y psicopatología adolescente.

a) Clásicamente frente a consultas de este tipo solíamos hacer un primer nivel de


discriminación conceptual: o las pensábamos en términos de acting-out (puesta en
escena como expresión de una conflictiva actual), o intentábamos precisar si se trataban
de trastornos del orden de “la identidad”, en el posicionamiento sexual, como algo más
definitivo, o por lo menos que compromete en mayor medida al sujeto en su conjunto.

b) Otra manera clásica de aproximarnos a ésta clínica fue a través de conceptos como
“recursos maníacos”, del lado de la negación y omnipotencia, donde la angustia queda
depositada en los padres por un predominio en el uso de la identificación proyectiva.

Mecanismos maníacos y adolescencia:


¿Es posible pensar la clínica adolescente de esta manera o es un problema de
perspectiva? De este modo nosotros, los adultos, los de otra generación, somos quienes
designamos manía, escisión o negación allí donde un paciente no se problematiza,
siendo que además, este resulta un mecanismo por excelencia en el transcurrir
adolescente.
Tal vez estamos atravesando una época en que habría que buscar otras categorías
conceptuales para designar fenómenos que no conocemos o nos cuesta entender, y que
nuestro andamiaje conceptual, clínico y psicopatológico habitual no alcance a cubrir.

4) Acerca del síntoma

¿Donde está el síntoma? ; ¿Quién lo porta? ¿Es posible pensar un análisis en el que no
exista una implicación subjetiva en el síntoma, por parte de quien consulta?; Estas
preguntas nos obligan a evaluar qué pensamos respecto del síntoma en situaciones
clínicas como las presentadas, y por otro lado y en asociación con ello, a formularnos
cómo operar, es decir, nuestra posición como analistas ante este tipo de problemáticas.
Un primer intento de respuesta, que no pretende para nada ser definitiva, es considerar
el clima en el que el relato de las escenas sucede, cuán involucrado está el paciente con
el síntoma supuesto, y si hay o no producción de angustia en relación al mismo.
En las viñetas presentadas, Juan nos habla de “su necesidad de explorar”. Podemos
creerle o no, en el sentido de verlo mucho mas definido en su posición sexual de lo que
él mismo puede estar dispuesto a reconocerse (o frente a nosotros en tanto
representantes del mundo adulto).
Igualmente quisiera destacar que esto nos obliga a evaluar esta problemática también,
y tal como Juan lo formula, dentro de la necesidad adolescente de crear un espacio de
exploración y de investigación. Nuestra función consistirá en esperar, respetar y
acompañar un tiempo de moratoria antes de encasillar psicopatológicamente lo que
todavía desconocemos que cauces y derivaciones tendrá.
Pensaría la situación de Martín como más compleja. En este los padres están muy
involucrados en una modalidad de funcionamiento que tendería a reforzar el aislamiento
del chico y que sólo se ve cuestionado a partir de los desmayos aparentemente sin
sentido, ó con la aparición de la Página gay en la familia.

4
5) Posicionamiento sexual en la adolescencia:

Tal como antes dijera: ¿Es lícito que hablemos de “Identidad” tanto sexual como
adolescente? Sabemos del riesgo en el uso de este término al suponer consistente algo
que en realidad no es, sentenciando algo de manera definitiva, de una vez y para
siempre.
Este tema además resulta especialmente complejo cuando de sexualidad estamos
hablando. Entiendo que la identidad, lejos de ser conocida, será algo que podrá ser
reconocida “a posteriori” en el mejor de los casos.

Con esto quiero subrayar lo problemático que resulta el término identidad, en tanto
estamos discutiendo una temática, la sexualidad, que siempre tiene algo de enigmática,
ambigua y misteriosa.
Entiendo que la posición del analista también debe moverse en el mismo terreno, con
la incertidumbre que esto conlleva, y sin ofrecer respuestas cliché pre-establecidas que
intenten ordenar la cuestión de la sexualidad que tiene algo desordenado ya por
definición.

Además es justamente es la adolescencia donde “la identidad” se verá cuestionada,


conmovida, así como en todo análisis que se precie de tal.
El joven llegará a la adolescencia con los títulos en el bolsillo para ser usados, y habrá
que ver entonces como se irán jugando las distintas cartas identificatorias.
La “Identificación” en tanto respuesta a un enigma, será entonces un intento de
estabilización a través del Ideal, que lejos de ser fijo, es siempre oscilante y engañoso.

Siguiendo con esta línea: ¿podemos pensar la adolescencia como un momento dónde
ya es posible adscribirle al sujeto un posicionamiento sexual definitivo?
En la adolescencia se expresarán corrientes pulsionales que probablemente se venían
manteniendo (durante y) en latencia y que harán eclosión a partir de ahora, o incluso
después también.
En este momento vacilarán las respuestas y el orden de creencias que el sujeto creía
traer consistentes desde la latencia.
También deberíamos pensar la cultura creando condiciones y condicionantes que
asistirán a la puesta en obra del posicionamiento sexual.
Nuestro motor será investigar cuál es el deseo en juego, sabiendo que éste puede no
necesariamente coincidir con el deseo de los padres, expresión de la trama social en la
que los padres también están inmersos.
En la adolescencia la enunciación todavía puede estar dada desde afuera y el sujeto
todavía no estar en condiciones de tomar una posición propia, singular y mucho menos
definitiva.
El posicionamiento sexual deberíamos pensarlo en relación a la castración y en la
aceptación o no de la misma, y no en base a conductas sexuales, cuyo significado
siempre enigmático, habrá que incluir dentro de una trama significante.

6) Lugar de los padres.

Situaciones clínicas como las presentadas nos hace pensar en cómo, cuánto y de qué
manera incluimos a los padres en los tratamientos con adolescentes. El trabajo de cada
cual habrá que pensarlo dentro de su propia singularidad, pero un primer nivel de

5
aproximación seguramente rondará en el tema de los Ideales de los padres, como algo a
ser trabajado de manera intensa y sostenida.

Una posible manera de conceptualizar estos fenómenos clínicos es la que algunos


autores describen como Inversión de la escena primaria. En este son los padres quienes
desde sus propios celos y curiosidad, pretenden incluirse en la habitación de sus hijos al
no tolerar la exclusión?1

“Un individuo joven sale de la adolescencia cuando la angustia de sus padres no le


produce ningún efecto inhibidor” dice Francoise Dolto.
Entiendo que intenta tomar como referencia para el final de la adolescencia cuando un
joven se puede independizar de los movimientos de angustia de sus padres. Su angustia
dependerá ya de sus propias señales y no de la de sus padres, tanto concreta como
metapsicológicamente, como un mayor logro en su posición subjetiva.

Los adolescentes actuales han nacido en medios donde la influencia, entre otros, de
Internet y los medios de comunicación ligados a la imagen y al instante, nos obliga a
volver a pensar muchos de los paradigmas que creíamos tener y desde los cuales nos
sosteníamos para entender la producción de subjetividad adolescente2. Esto lleva de
manera asociada una inversión en cuanto al lugar del saber que antes creíamos tener
posesión exclusiva los mayores.3

La organización de ciertas pautas, tiempos y espacios con la que los padres fueron
educados, los hábitos y ciertos primeros vínculos fuera del hogar, en el caso de sus
hijos, hoy no resulta. Antes los padres se sentían autorizados por un cierto saber
recibido. Podían intentar dominar el espacio y el tiempo de los hábitos de sus hijos.4

1
Carlos Moguillansky en relación a la posición del sujeto en la escena primaria, y basándose en
conceptos de Benito López, diferencia espacio de intimidad de área de reserva.
En esta última “…predomina un juego de exhibiciones y escondidas con intención de convocar a un
tercero y desplegar así una permutación de los términos de la escena primaria…” (C. Moguillanky,
1995)
2
Su tiempo no será el desarrollo diacrónico del relato, en el cual un significante remite a los siguientes o
a los anteriores, sino el despliegue sincrónico de la imagen, instantánea, fugaz, y por eso mismo inestable;
desplegada no ya en el tiempo, sino en el espacio…” (Leivi M, 1995).
3
Los psicoanalistas post-kleinianos han estudiado la relación con el saber de los padres, a raíz de la
caducidad del saber como un indicador metapsicológico del comienzo adolescente (Aryan, 1993, Meltzer
1998, etc.)

4 Algunos autores subrayan el concepto de “otredad” en tanto expresión de códigos que no conocemos, y
a los que nunca accederemos más que en su significación en un nivel superficial. Así describen que las
sub-culturas a las que no pertenecemos, nos plantean una "otredad" a pesar de los grandes códigos
compartidos. Estaríamos excluidos de este ambiente sub-cultural en lo que atañe a sus signos particulares,
sus percepciones y sus prácticas. Definen "otredad" al desencuentro entre generaciones y destacan que en
tanto los adultos no somos nativos de la cultura de la noche de hoy, somos nativos de otra cultura, y ésta
se nos presenta opaca. Destacan la importancia de aceptar ese hecho cultural, es decir, "la presencia de
otro cercano cuyos códigos no comprendemos" (Margulis, 2005). Así planteado el objetivo pasará
entonces por ver la manera de conversar con los nativos, o sea, "reconocer su otredad" (Clifford Geertz,
1990), admitir su existencia y legitimidad, su sistema de percepción y comunicación.

6
En tanto adultos el mundo de los jóvenes se presenta, por momentos, tan ajeno que
impide el intercambio. Estos fenómenos si bien no son actuales- ya en la década del 50
sociólogos americanos describían a los teenagers y a sus modos de expresión como
viviendo “en un mundo aparte”- hoy tienen una cualidad distinta y novedosa: utilizan la
tecnología como forma de comunicación, boliches, cibercafés y otros lugares de
encuentro ajenos a nuestros códigos, nuevos lenguajes y modas como forma de
expresión.5

7) Adolescencia, grupo y discurso de época.

La sociedad desde siempre ha adoptado actitudes disímiles en cuanto a la sexualidad


se trata. Así nos encontramos con épocas en los que ciertas prácticas sexuales eran
legitimadas, mientras que en otras, las mismas han sido condenadas y hasta
demonizados quienes las llevaban adelante.
“Los hombres se parecen más a su época que a sus padres” dice Marc Bloch
citando un proverbio árabe, en su libro Introducción a la Historia.
Obviamente que parecido no es idéntico, y que el sujeto se constituirá entre aquello que
sus padres hacen, aquello que no hacen, sus propios ideales, así como también a la
época que les toca vivir. Pero vale la pena trabajar la antinomia entre “padres” y
“época” para entender algunos de los fenómenos que hoy estamos discutiendo, ligado
además a ciertas prácticas, que en relación a la sexualidad adolescente, estamos
observando.
Sabemos la influencia que desde lo cultural existe en lo que hoy se ha dado en
llamar “tribus urbanas”. En estas observamos, no sin algún grado de perplejidad,
fenómenos de unificación y masificación imaginarias donde los jóvenes adhieren a los
modelos de la época.
Frente a estos fenómenos de masa lo importante pasará por sentir que no quedan
excluidos del juego social que les toca vivir, quedando los adultos como observadores
pasivos de fenómenos que siempre son vividos con algún grado de ajenidad.
Valdría la pena discutir si estos fenómenos los consideramos actuales ó si cada época
no tuvo desde siempre su propia producción en serie a la que los jóvenes tienden a
adherir, y en la que los adultos quedamos excluidos por definición.

Marc Bloch destaca en su libro, cómo ha aumentado la distancia generacional, en lo


que llama el “…intervalo psicológico entre las generaciones, a partir de las revoluciones
sucesivas de las técnicas”… y concluye que…” la distancia de los antepasados puede
imprudentemente concluir que se ha dejado de estar determinado por ellos…”,
entiendo que haciendo más peso en la balanza a favor de la “época” tal como él lo
concibe.

Algunos autores del campo social estudiaron la noche urbana, la que resulta un
espacio elegido por los jóvenes por su mayor privacidad, al predominar en esta, cierta
ilusión liberadora y sensación de dominio en contraposición al tiempo diurno dominado
por los adultos. Subrayan que "los jóvenes no ofician su propia fiesta, no crean sus

5
Balardini define una nueva clase de especia urbana a la que llama “Ciberchabones” que serían una
mezcla de counterstrike con aires de cumbia, o el rockerito que enfada a sus vecinos haciendo barra en
la puerta del ciberlocal .

7
reglas, no regulan su espacio, siendo sólo actores de un teatro ajeno". Así piensan que
los jóvenes aceptan pasivamente reglas que no han creado a través de rígidas formas de
admisión o exclusión, con códigos a los que deben someterse, adaptarse, mimetizarse,
para ser elegidos, para tener éxito, para "ser miembros” (Margulis M., 2005).

Agregan que las ofertas para la diversión están construidas y los escenarios donde
despliegan su urgencia por encontrar un lugar entre sus pares, de integrarse, para
construir señales de identidad, son determinadas por otros intereses que aprovechan la
necesidad del joven de protagonismo6. En este esfuerzo de adaptación la cultura de la
noche genera un efecto de aculturalización, una socialización para ser aceptados, para
pertenecer, para no ser excluidos. 7

Esta perspectiva, que podría ser discutible, describe un aspecto de la juventud que me
interesa subrayar y que se refiere a la necesidad de socializar. En el psicoanálisis con
adolescentes este es un parámetro que nos interesa muy especialmente, en tanto su
ausencia puede ser desde un indicador de algún aspecto preocupante, pero transitorio,
hasta un signo de alarma en tanto no se va desarrollando en toda su dimensión, con el
riesgo de un posible aislamiento social; el remodelamiento psíquico implícito en la
adolescencia produce una externalización de los conflictos intrapsíquicos y es a través
de la socialización con la consecuente proyección en el grupo de pares, la manera en
que éste se irá tramitando. Asimismo el “esfuerzo de adaptación” al que hacen mención
los autores citados, podríamos pensarlo metapsicológicamente como propio de un
momento vital en el que necesariamente surgen “las esclavitudes al uniformismo y el
culto a la moda del subgrupo para evitar la “anomia transitoria”, como un intento de
estabilización identificatoria en algún tipo de tribu urbana, frente a los fenómenos de
desidentificación propios de la adolescencia por la destitución de las figuras superyoicas
y sus ansiedades consecuentes.

La adolescencia al poner en jaque los posibles referentes que acompañaban la latencia


en un plano de certeza y omnisciencia, y que permitían mantener la creencia en una
estabilidad y una ilusoria identidad, hoy obliga al joven a una nueva búsqueda de
elementos reaseguradores y evidencias de su pertenencia a una “mítica normalidad”
(Moguillansky, C. 1995), es decir búsquedas de naturaleza especular, que suponen
consistentes donde tranquilizarse, a partir de creer encontrar semejanzas que calmen la
angustia propia de sentirse diferente que este período naturalmente conlleva. La
comunidad adolescente le brinda así un reaseguro imaginario en este plano.

8) Encuentros y desencuentros generacionales.

6
Estos temas se enlazan con la idea de “neotribalismo”: como “sensibilidades compartidas y emociones
vividas en común, donde lo importante es, entonces, compartir el territorio, sea este real o simbólico.
(Maffesoli, 1988).
7
Otros autores como Sergio Balardini cuestionan la idea de "juventud como transición”. Plantean
incluso que desde esta posición, cada etapa de la vida no podría ser entonces considerada, desde la misma
perspectiva "de pasaje". Consideran a la juventud como entidad propia, cada vez más prolongada y
diferenciada en las sociedades contemporáneas. Reconsideran así también la idea de moratoria, la que
para ellos tendría la intención de encuadrar la noción de juventud dentro de ciertos límites por la amenaza
que este "rebasamiento" podría implicar

8
Situaciones clínicas como las presentadas, así como tantas otras problemáticas en la
adolescencia, pueden frecuentemente llevar a que el desencuentro generacional se
instale. Los jóvenes discurren entonces por la omnipotencia propia de su desarrollo,
defensiva, potenciado en algunos casos por la sensación de que son los únicos que
conocen un mundo que sorprende a los adultos.

A su vez muchos adultos extrañan el lugar que los mayores creyeron tener en otras
épocas y no atinan a encontrar otros desde donde participar en la escena familiar, que es
en última instancia, y sobre todo a partir de la adolescencia de los hijos, a la vez, escena
social8.

Los adultos en este movimiento, si se dejan llevar por estos supuestos, corren el riesgo
de terminar dejando a los jóvenes solos ante las dificultades que ofrece la estructura
social a la posibilidad de integración.

Pero el adolescente que cuestiona a sus padres sólo “se muestra” autónomo. Lejos de
serlo necesita una presencia que lo acompañe, que esté allí, mientras intenta que su
omnipotencia infantil defensiva, después de dar una dura batalla, se organice alrededor
de un proyecto identificatorio que guarde alguna posibilidad de resonancia con el
mundo y la época que lo rodea. Las generaciones “en relación”, hoy en día, tienen por
delante el difícil desafío de construir un idioma que facilite una traducción existencial
en el que ambas enfrentan enigmas. Y los psicoanalistas tenemos bastante para aportar
allí a partir del modelo de producción de síntoma del que partamos, de la concepción
que tengamos acerca de lo que enferma y por ende cómo favorecer el camino de la cura.

9) Adolescencia e Internet:

No podemos dejar de mencionar los fenómenos que observamos, bastante perplejos a


veces, respecto de la manera cómo nuestros jóvenes utilizan Internet en relación a la
temática que hoy estamos discutiendo.
Sherryl Turckle en su libro “La vida en la pantalla” le dedica un capítulo a “Sexo
virtual y problemas de género”. Allí describe experiencias de distintos usuarios que
utilizan Internet para “jugar” a ser de otro sexo y que tienen como finalidad averiguar
“cómo se siente siendo ese otro”.
Compara estas situaciones tan complejas, que no son nuevas a su entender, con la
novela de Shakespeare, en el que el personaje de Rosalind era interpretado “…por un
muchacho que interpretaba una joven que interpretaba un muchacho que interpretaba
una joven para que pudiese tener una conversación amorosa con un chico….”

10) Psicoanálisis de la sexualidad adolescente hoy.

Como planteara al comienzo y en calidad de interrogante creo que valdría pensar si


estamos observando una nueva problemática clínica, o lo problemático es aquello nuevo
que conmueve a los padres en las consultas por sus hijos, y no necesariamente a ellos.

8
Peter Blos ya decía en 1969: “…la creación de un conflicto entre las generaciones y su posterior
resolución es la tarea normativa de la adolescencia. Su importancia para la continuidad cultural es
evidente. Sin este conflicto no habría reestructuración psíquica adolescente…” (Blos, 1969)

9
¿O tal vez lo nuevo tiene que ver con la necesidad de re-pensar la manera cómo
concebíamos desde el psicoanálisis la sexualidad adolescente antes, respecto a cómo la
concebimos ahora?
Complejizando más aún la cuestión cabe preguntarnos si se presenta diferente la
sexualidad, o tal vez nuestra observación es diferente hoy.
Esto habría que tejerlo también con la discusión acerca de si existe una nueva
metapsicología, en tanto la represión no se instauraría tal como acostumbrábamos
observar, produciéndose así una nueva variedad de cuadros psicopatológicos y nuevas
formas de subjetividad.
O si manteniendo las mismas constantes estructurales las neurosis clásicas sólo se
amoldan a nuevas formas sociales que, en un intento de sortear la represión, encuentran
nuevas modalidades de expresión. 9

A manera de cierre debemos no perder de vista que es el sufrimiento el único motor


para el análisis.
Al momento de la consulta deberíamos preguntarnos ante qué formaciones neuróticas
nos encontramos y cuales son las posibilidades de operar en torno a ellas.
En otros términos, realizar una exploración de la estructura psíquica para saber si hay
condiciones de operar psicoanalíticamente: formación de síntomas y sufrimiento,
indicadores de la instalación de una represión eficaz y del funcionamiento de un aparato
psíquico clivado en dos sistemas en conflicto.
En el mismo sentido preguntarnos cual debe ser nuestra postura ante la demanda del
paciente “en ese momento” de la consulta. Pensar si están dadas las condiciones para la
instalación de un análisis y tomar una posición acerca de la decisión o no de
comenzarlo10. Esto nos permite evitar posibles adoctrinamientos, para que sea el deseo
de cada quien, singular, lo que le permita una elección con el mayor margen de libertad
posible.
Siempre estamos expuestos al riesgo de pretender crear de manera supletoria, sujetos
en serie, según nuestros propios modelos e ideales.
Esto tiene un plus agregado en cuanto a suponer cómo la sexualidad debería ser, cosa
que en realidad desconocemos. Habrá que pensar entonces en múltiples y diferentes
resoluciones posibles de las adolescencias, y tal vez de la sexualidad también.

9
Desde el campo de la historia Ignacio Lewkowicz decía “…si se perturban los saberes establecidos
sobre el sujeto y sus padeceres es porque en rigor constituyen patologías de otro tipo de sujeto…” (I.
Lewkowicz, 2004).
10
Marie-Cecile y Edmond Ortigues subrayan el valor de las entrevistas preliminares en esta etapa de las
consultas, jerarquizando la importancia que el paciente llegue a “…tomar una decisión que sea la suya…”
(Ortigues, 1986), tomando en cuanta los fracasos terapéuticos que se producen cuando se pretende aplicar
el dispositivo y el paciente aún no está preparado para enfrentar las consecuencias que esta decisión lleva
implícita. Si bien esta conceptualización la refieren a los análisis de niños creo que es igualmente
aplicable a la clínica con adolescentes.

10
Referencias bibliográficas:

Aryan Asbed (1993): Conferencia dictada en el Depto. de Niñez y Adolescencia de


APdeBA.

Balardini Sergio (1999): "Juventud de fin de siglo: fragmentos, transiciones y


permanencias" presentado en el Laboratorio de Adolescencia de las IV Jornadas de
Adolescencia de la Asociación Psicoanalítica Uruguaya.

Balardini Sergio (2004): "De dejáis y ciberchabones"; subjetividades juveniles y


tecnocultura. Jóvenes. Revista de estudios sobre juventud, Mexico D.F.

Barredo Carlos (1991): Cambios en la Pubertad. Psicoanálisis 1991 Vol. XIII Nº 3

Bleichmar Silvia (1988): Mesa Redonda sobre “Indicaciones y contraindicaciones en el


tratamiento psicoanalítico de niños”. Revista de la Asociación Escuela de Psicoterapia
para Graduados Nº 15.

Bloch Marc (1949) Introducción a la Historia. Fondo de Cultura económica. México.

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Descriptores: Psicoanálisis con adolescentes. Sexualidad adolescente. Grupo


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