Manual de Cocina Sencilla
Manual de Cocina Sencilla
1908 se publica en Madrid este breve Manual de cocina sencilla. Arte de preparar
con poco gasto platos exquisitos, redactado por Luz Martín y que se vendería al
precio de 50 céntimos de peseta.
Se recogen en él suculentas recetas entre las que se encuentran numerosas comidas
regionales como el pote gallego o la fabada asturiana, diferentes sopas, caso de la de
ajo o la primavera, o salsas como la castellana o la española. Asimismo se expone la
forma de cocinar numerosos platos a base de verduras y legumbres, como los
pimientos asados, la coliflor rebozada o las lentejas, de arroz, como la paella, de
carne, caso de los filetes a la madrileña, los riñones al jerez o el cordero asado, las
morcillas de arroz y de cebolla, el pollo en pepitoria o al chilindrón, las perdices a la
cazadora o escabechadas o el conejo guisado a lo campesino, y de pescado, como el
besugo asado, la merluza guisada, el bonito a la asturiana, los calamares en su tinta o
el bacalao a la vizcaína.
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Luz Martín
ePub r1.0
Titivillus 04.12.2019
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Título original: Manual de cocina sencilla
Luz Martín, 1908
Ilustraciones: R. Carcedo
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
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Índice de contenido
Cubierta
Portadilla
Al lector
Capítulo preliminar
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Huevos a la nata.
Huevos al plato.
Huevos a la nieve.
Tortilla española.
Tortilla francesa.
Tortilla con jamón.
Tortilla de carne.
Tortilla de verdura.
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Capítulo VII: Platos de carne
Vaca estofada a la francesa.
Vaca asada.
Vaca y ternera mechada.
Vaca en estofado.
Chuletas empapeladas.
Filetes rellenos en salsa.
Beafteck con patatas.
Filetes a la madrileña.
Pastel de hígado de ternera a la francesa.
Hígado de ternera en salsa.
Riñones de vaca o ternera al jerez.
Manos de ternera a la madrileña.
Manos rebozadas.
Sesos de vaca a la marsellesa.
Picadillo de vaca cocido a la francesa.
Chuletas de carnero a la cazadora.
Pierna de carnero.
Cordero a la aragonesa.
Cordero asado.
Espaldilla de cordero entre dos fuegos.
Capítulo X: Aves
Pollos en pepitoria.
Pollo salteado.
Gallina con arroz.
Pollo asado.
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Pollo a lo chilindrón.
Pichones asados.
Pichones guisados a la parisién.
Pato con patatas.
Pavo asado.
Contraportada
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AL LECTOR
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las gallinas, desde el 10 de Septiembre al 15 de Octubre; las mantecas deben
conservarse en local fresco, evitando la humedad y el calor.
También os conveniente tener vinos de mesa y postre que sean de excelente
calidad. Para conservarlos bien, se ponen en cuevas orientadas al Norte, teniendo en
cuenta que una buena cueva hace el buen vino.
Aparte de estas observaciones, creemos oportuno advertir que cada salsa debe
tener y conservar su aroma y gusto especial; el buen acierto del cocinero consiste en
aplicar a cada manjar aquélla que mejor haya de adaptarse a su sabor. Por nuestra
parte, ya las indicamos en las fórmulas respectivas.
Daremos por bien premiados nuestros desvelos en la confección de este manual si
resulta útil y provechoso para la generalidad de las familias.
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CAPÍTULO PRELIMINAR
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fuego es aún fuerte, se tiene cuidado de cubrirle con ceniza mojada.
Para los asados al horno, pescados fritos, frituras y demás platos preparados en la
sartén, se abre la llave del tubo para que el fuego sea muy vivo.
Las parrillas para asados se colocan sobre ascuas ardientes, procurado hacerlo
cuando el carbón no despida ya humo a fin de evitar el mal gusto que produce. Deben
ponerse muy inclinadas, con objeto de que la grasa no escurra sobre el carbón.
El gas como combustible para guisar en la cocina tiene muchas más ventajas que
el carbón y solamente presenta dos inconvenientes que son: el coste y el riesgo. El
primero puede disminuirse empleando baterías de cocina apropiadas o sea de fondo
plano y de metal que sea buen conductor del calórico, y con cerrar, inmediatamente
determinado el guiso, todas las llaves, incluso la del contador, resultará tan
económico o más que el carbón.
El peligro de una explosión puedo evitarse teniendo una exquisita vigilancia con
las llaves y gran cuidado al encender el gas.
La limpieza en la cocina de gas debe ser asidua para que no haya oxidaciones y
depósitos de grasa y polvo, a fin de que estén completamente expeditas las llaves, el
inyector y la cámara de combustión.
Los tubos de caucho deben lavarse cada vez que se ennegrezcan, y se les debo
inspeccionar con frecuencia para cambiarlos si se han partido o agujereado. En este
caso se debe cerrar la llave del contador antes de hacer el cambio.
El encender instantáneamente la cocina de gas hace ganar cada día dos horas de
tiempo a la cocinera, por el que pierde para limpiar y encender la de carbón, cuyo
calor es más irregular, pues al encenderla casi no da calor; así es que para el
desayuno, antes que la leche, el café o el chocolate están prestos, se pierde media
hora. Además, la cocina de carbón hay que encenderla por lo menos dos veces al día,
porque el entretenimiento continuo lleva un gasto considerable de combustible. Si es
cok aún es más costoso, porque si no está lleno el hornillo se apaga pronto.
En la cocina de gas, como no necesita de más preparativos que abrir las llaves y
aplicar la cerilla, en cinco minutos se hace el desayuno o un par de huevos. Por la
noche, en los casos de indisposición repentina, se calienta el agua inmediatamente.
El carbón vegetal es ventajoso para el uso de las parrillas, por las excelentes
ascuas que da, las cuales ejercen acción directa sobre la vianda y no tiene el
inconveniente de los carbones de hulla y cok, que les da mal aspecto por su calor
seco. Todas las preparaciones delicadas suelen cocinarse mejor con el carbón vegetal.
En la cocina de gas deben regularizarse las llaves a lo estrictamente necesario.
Supongamos que se trata del clásico cocido español: en los primeros quince minutos
necesita un fuego muy vivo para que resulte la ebullición muy fuerte e intensa, con
objeto de que los ingredientes que componen el puchero suelten las impurezas en
forma de espuma. Para esto se abre el fuego a toda llave, hasta que permita espumarlo
muy bien. Después se regulariza la llama, disminuyéndola para que siga con hervor
suave y tranquilo hasta su completa cocción.
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Los diversos procedimientos que suelen emplearse para los asados nos obligan a
discurrir sobre las ventajas e inconvenientes de cada sistema haciendo algunas
observaciones generales, propias de este capitulo preliminar.
Los adelantos modernos han llegado también a la cocina, que ha sufrido
trasformaciones, motivadas por el perfeccionamiento de los utensilios, y no han sido
los menos importantes los que se refieren a la manera de asar las viandas.
En los tiempos en que el solo combustible era la leña, el único utensilio que se
empleaba para asar era la cadena colocada a través de las altas chimeneas
rudimentarias y hacía falta una cocinera muy habilidosa para hacer y presentar
buenos asados.
En la actualidad se confeccionan utensilios que permiten asar con toda
perfección.
Los asados al horno tienen el inconveniente de que los jugos se evaporan, las
grasas se queman y las fibras se secan, con lo que pierden buena parte de sus
cualidades nutritivas. Puede atenuarse en parte estos inconvenientes con una
vigilancia muy esmerada de la cocinera, y dando frecuentes vueltas al asado.
El asador mecánico es muy cómodo y puede adaptarse para toda clase de
combustible. Es un mecanismo de relojería puesto dentro de una caja, que hace dar
vueltas a la vianda, con más o menos viveza, según la altura de la clavija.
Sin embargo, el asado en parrilla suele salir más acertado que en ningún otro
aparato.
Las viandas llamadas negras requieren desde luego un fuego vivo. Se denomina
así el carnero, el venado, la vaca, la liebre, el pato y los pichones.
Se llaman blancas las perdices, pollos, codornices, pavo, conejos, cerdo, cordero
y ternera. Éstas con fuego más templado se asan perfectamente.
Hay que tener muy en cuenta que la viveza del fuego ha de ser proporcionada al
volumen del asado; un lomo de vaca de cuatro kilos debe tener fuego menos vivo que
otro de dos kilos, porque se quemaría exteriormente si desde el principio se le
sometiera a un fuego ardiente.
La sal para los asados debe echarse unos minutos, ocho o diez, antes de retirarlos
del fuego, porque si se sazonan antes, les hace salir el jugo, lo cual es contrario a los
buenos principios de cocina que aconsejan que debe conservarse el jugo en el interior
de las viandas.
Si el asado se desea tierno, puede retirarse cuando escapa un tenue vapor de la
vianda, aunque no siempre es infalible este signo; más bien lo conoce la experiencia
de la cocinera, que lo servirá más o menos hecho, según el gusto.
Muchos asados suelen mecharse con trocitos delgados de lardo fino para
neutralizar la acción secante del fuego.
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CAPÍTULO I
SOPAS Y PURÉS
Sopas de ajo.
Sopa de pastas.
Se pone litro y medio de caldo, colado, del cocido en una cacerola; cuando esté en
ebullición se le va echando, poco a poco, la pasta de sémola, fideos, macarrones, etc.,
que quede muy Clarita, teniendo cuidado de moverla mucho y dejándola cocer hasta
que se vea esponjosa y trasparente.
Si la sopa es de sémola, se añaden picatostes en el momento de servirla.
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Sopa de arroz.
Se ponen a cocer en dos litros de caldo del cocido 200 gramos de arroz limpio,
retirándolo al amor de la lumbre a los veinte minutos de ebullición. Momentos antes
se le echa picadillo de jamón y al apartarlo se le añaden cuatro huevos enteros,
teniendo cuidado de que estén separados. Quince minutos después de retirado se
sirve.
Sopa de primavera.
Sopa de verano.
Se cuecen medio kilo de patatas, dos tomates, una cebolla y un pimiento verde.
Después de muy cocido se pasa por un colador, agregándole litro y medio de caldo
del cocido, con el cual se pone a fuego lento una hora.
Antes de servirla se echa bastantes cuadraditos de pan, fritos en aceite.
Sopa de otoño.
Se fríen ajos menuditos en 200 gramos de aceite; se quitan los ajos, y se echa un
poquito de clavo y pimienta molida y a continuación un litro de agua sazonada.
Cuando el agua esté cociendo en la sartén, se va echando en pequeños puñados el pan
cortado en rebanadas cortas y finas. La sartén se tendrá inclinada hacia delante y
según se vaya mojando el pan se retira hacia atrás para que vaya escurriendo el agua.
Así que esté toda el agua embebida en el pan, se añade picadillo de jamón y se da a la
sopa forma de tortilla dorada por fuera y jugosa por dentro.
Se sirve guarnecida con uvas.
Sopa de Invierno.
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En una cacerola se mezcla un litro de caldo del cocido con medio kilo de patatas
cocidas muy machacadas y una cucharada de harina, añadiendo medio cuartillo de
leche que se va echando despacio; todo bien revuelto, se deja cocer quince minutos a
fuego lento, hasta que esté algo espeso.
Un pedazo de carne del cocido, frita en manteca, picadillo de jamón y dos patatas
cocidas se machacan y mezclan hasta formar una masa, y con ella se hacen unas
bolitas que se pasan por huevo y harina y se fríen, poniéndolas en la sopera, vertiendo
en la misma el caldo preparado anteriormente.
Sopa de María.
Sopa Juliana.
Córtense en filetes dos zanahorias y dos racimos de apio; se ponen en una
cacerola con manteca, moviéndolos sin cesar hasta que estén ligeramente dorados; se
agregan dos puerros cortados en pedazos, algunas hojas de lechuga, alcachofas y un
poquito de azúcar. A esto se le echa dos litros de caldo, haciéndole hervir despacio
una hora.
Cinco minutos antes de sacarlo puede agregarse una cucharada de guisantes
verdes, y unos tostones de pan al servirlo.
Sopa de pescado.
Con manteca o aceite se fríen unos ajos, una cebolla y una zanahoria, partidos
muy menudos; así que estén fritos, se echan en la cacerola dos litros de agua, sal y
pimienta; se deja cocer diez minutos, y después se agrega medio kilo de pescado (sea
mero, merluza, almejas, etcétera) y se le hace hervir durante media hora.
Se tienen preparados en la sopera cuadraditos de pan frito, y pasando el caldo por
un colador, se echa en la sopera y se sirve muy calentito.
Puré de patata.
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Se cuece un kilo de patatas enteras, y una vez cocidas, se machacan y pasan por
un colador. Se fríe un tomate, unas rajitas de ajo y una miga bastante grande de pan, y
después de machacarlo todo, se cuela también y se mezcla con la patata, y echando en
la cacerola litro y medio de caldo, se le deja cocer a fuego suave diez minutos.
Momentos antes de servirlo pueden agregarse unos pedacitos fritos de buen
chorizo riojano.
Puré de legumbres.
Se ponen a cocer 30 gramos de las legumbres secas que se desee con unos
pedacitos de cebolla y zanahoria. Cuando estén bien cocidos se machacan, se les echa
un poquito de caldo para que se disuelvan y se pasan por un colador. Todo junto en
una cacerola con litro y medio de caldo, se pondrá media hora a fuego lento.
Al tiempo de servirlo, en la sopera se añade picadillo de jamón y picatostes, si se
quiere que resulte más sabroso.
Puré de cangrejos.
Sopa de macarrones.
En caldo que sea de buen cocido se pone a cocer medio kilo de macarrones
gordos, y cuando estén blandos y jugosos se agrega jamón muy menudo y zumo de
tomate fritos. Poco después se le echa una nuez de manteca de vacas y queso de
Gruyere rallado, sazonándolo todo con pimienta molida. Se deja a fuego suave diez
minutos y se sirve.
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CAPÍTULO II
SALSAS
Las salsas que se elaboran por una preparación independiente del manjar que se
guisa resultan mucho más apetitosas que las que se hacen con harina o féculas que
suelen emplearse para trabar o espesar el caldo que tiene la vianda que se
confecciona.
Las salsas pueden dividirse, principalmente, en dos clases: calientes y frías. Éstas,
a su vez, se subdividen en muchas clases.
Las salsas calientes son una mezcla de manteca, harina, féculas, etc., con un
líquido hirviendo que se combinan por la acción de un fuego moderado.
Las salsas frías tienen por base yemas de huevo trabajadas con aceite o manteca y
jugo de limón, vinagre, etc.; éstas son bastante más costosas y de acierto más difícil.
Es condición indispensable, para que las salsas resulten bien, que las primeras
materias que se usen para su confección sean de excelente calidad, porque si no serán
desagradables al gusto.
Salsa bechamel.
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vaso de leche que esté hirviendo y cuatro pedacitos de manteca fresca del tamaño de
avellanas y la sal necesaria, revolviéndolo con una cuchara de madera.
Después de que haya formado una masa fina se agrega una cucharada de nata y
cuatro o cinco cucharadas de leche hirviendo, se vuelve a poner a fuego suave cinco
minutos y se saca, debiéndola usar inmediatamente.
Salsa castellana.
Se hace tomar color en una cacerola a 100 gramos de manteca, seis cebollas
pequeñas partidas en pedazos, cuatro chalotes, tres clavos de clavillo, laurel, tomillo,
perejil, un poquito de ajo machacado, dos o tres pedacitos de zanahoria, trabándolo
con una poquita de harina; enseguida se echa poco más de medio vaso de vino y otro
tanto de agua y una cucharadita de vinagre Se deja cocer media hora y ya puede
emplearse.
En una vasija barnizada se ponen los despojos crudos de liebre, perdiz o becada,
un poco de tomillo, una hoja de laurel y tres o cuatro cebollas, con un buen vaso de
vino blanco. Se deja en fusión durante una hora, pasada la cual, se cuela y añadiendo
medio litro de buen caldo al líquido que ha resultado, se pone a cocer media hora,
teniendo cuidado de tapar la cacerola para que no se evapore el aroma. En seguida se
pasa por el tamiz de seda y ya está hecha.
Salsa mayonesa.
En un perol o plato hondo se ponen dos yemas de huevo con un polvo de sal y
otro de pimienta; con una cuchara se las mueve siempre para el mismo lado, a fin de
que no se corte la salsa, y se agrega gota a gota el aceite necesario hasta que la pasta
se ponga consistente y se separe de las paredes de la vasija. Se prueba y sazona
nuevamente de sal; si hace falta se le agrega un poco de vinagre o limón y se mezcla
todo con la cuchara hasta que esté bien unido. Puede añadirse también una cucharada
de nata, y de esta manera resulta la salsa más fina.
Salsa española.
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machacándolas en un mortero. Si esta salsa ha de servirse con pescado, se alarga con
agua, en cuyo caso se le echan unas gotas de limón o vinagre, y si es para carne, se le
pone caldo en lugar de agua, y se deja cocer unos minutos.
Salsa de tomate.
Se ponen a asar unos tomates, y así que están, se los pela, se pican muy bien, y
pasándolos por un colador, se dejan en una cacerola, se les añade un poco de caldo
del cocido, una chispita de manteca y la sal necesaria. Se aproxima al fuego quince
minutos, y se retira.
Salsa vinagreta.
En dos yemas de huevo cocidas y machacadas se echa poco a poco una jícara de
aceite, mezclándole muy bien, y se le agrega sal, pimienta molida y dos jícaras de
vinagre; se le añade picadillo de huevo cocido, ajo menudo, pimiento asado, también
muy menudo, perejil, pepinillo, y algunos echan bellota o castaña.
Salsa tártara.
Hay quien gusta de salsa fuerte, y en este caso se hace lo siguiente: en una taza
grande se ponen dos yemas de huevo, se echa una cucharadita de vinagre, otra de
mostaza, sal, pimienta, perejil y una jícara de aceite, mezclándolo todo muy bien,
como en la salsa mayonesa. Se aproxima al fuego y se le da unas vueltas durante tres
o cuatro minutos.
Puede añadirse también cebolletas o chalotas picadas muy menudas.
Salsa casera.
Alí oli.
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Con una cuchara de palo se baten muy bien dos yemas de huevo crudo, y
removiéndolas sin cesar, y siempre para un lado, se va agregando gota a gota el aceite
hasta que la salsa se ponga muy dura. Se machacan dos dientes de ajo, y desleídos
con un poquito de aceite, y echando sal molida, se agregan a la salsa. Se sirve fría.
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CAPÍTULO III
HUEVOS Y TORTILLAS
ADVERTENCIAS IMPORTANTES
Para freír los huevos es conveniente usar una sartén pequeña y honda, poner
abundante aceite, y no echar a freír los huevos hasta que el aceite está tan caliente que
humea. Debe tenerse también la precaución de romper el huevo en un plato o taza, y
ver si está fresco y bueno antes de freírlo.
Para hacer las tortillas debe estar muy limpia la sartén por dentro; los huevos no
conviene batirlos excesivamente, porque se ponen como una masa, y la tortilla no
resulta jugosa; en cambio, conviene, una vez batidos los huevos, añadirles un pedazo
de mantequilla del tamaño de una nuez, dividida en trocitos por toda la tortilla, pues
de esto modo resulta la tortilla muy fina y sabrosa.
En las tortillas a la francesa, una vez echados los huevos en la sartén y en cuanto
cuajan un poco, se levanta por un lado la tortilla con una volvedera y se dobla una
mitad sobre la otra, con lo cual queda muy tierna la tortilla por el interior, que es
como la prefieren muchas personas.
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Huevos fritos.
Hacerlos parece cosa sencillísima que todo el mundo sabe; sin embargo, vamos a
decir cómo resultan bien hechos. Esto se consigue tomando una sartén honda y
pequeña con bastante aceite y dejando que se ponga muy caliente; cuando humea se
echa el huevo con cuidado que no se rompa la yema y se va rociando la clara con el
aceite. En cuanto está cuajada la clara se sacan en seguida con una volvedora, antes
de que se pongan demasiado tostados, porque el huevo quemado es de mal digerir.
Huevos a la nata.
En una cacerola se pone manteca, perejil, cebolla picada, sal, unas raspaduras de
nuez moscada y un vaso no lleno de nata, la cual se habrá mezclado con una
cucharadita de harina; se revuelve todo muy bien y se le echan huevos duros cortados
en tiras o rodajas, poniéndolos al fuego, y se sacan antes que hierva.
Huevos al plato.
En el fondo de un platito, de los que venden adecuados para este objeto, se pone
una cucharadita (de las de café) de queso rallado, otra de jamón menudito y una
poquita de manteca de vacas; todo muy mezclado se extiende y sobre ello se echa un
par de huevos por plato. Se ponen en horno fuerte y cuando la clara está coagulada se
les saca. Se les echa por encima una poquita de sal y pimienta molida.
Huevos a la nieve.
Se baten las claras de doce huevos frescos, con medio kilo de azúcar en polvo, y
dos cucharadas de agua de azahar o esencia de naranja, limón o café. Póngase a cocer
en una cacerola medio litro de leche y un cuarto de kilo de azúcar, y cuando empiece
a hervir se van echando en ella, por cucharadas, las claras antes batidas, que así que
han cocido un poco se sacan, dejándolas escurrir sobre un tamiz. En seguida se aparta
la mitad de la leche, y en la mitad que queda al fuego se echan, después de batidas,
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las yemas correspondientes a las doce claras, formando una crema con la que se
rocían las claras, que se han colocado en una fuente de porcelana, en la que se sirven
a la mesa los huevos a la nieve.
Tortilla española.
Se cortan patatas muy delgadas, se fríen con manteca, moviéndolas sin cesar, y
sin dejar que lleguen a dorarse se echan los huevos muy bien batidos con sal,
haciéndose la tortilla.
Para que resulte más suave puede echársele una poquita de cebolla frita.
Tortilla francesa.
Se baten media docena de huevos con perejil muy picado, sal y una poquita de
agua. Se echan en la sartén, que tendrá un poco de manteca muy caliente, y cuando
esté hecha la tortilla, por un lado se dobla y se saca muy pronto a fin de que quede
muy jugosa por dentro.
Se pica jamón y se preparan los huevos con una cucharada de harina desleída en
una jícara de leche, haciéndose la tortilla en la misma forma que la anterior.
Tortilla de carne.
Se cuece un cuarto de kilo de ternera de cadera, echándole tomillo, laurel, perejil,
orégano y sal. Cuando esté cocida y absorbida el agua, que se habrá tenido cuidado
de echarla en poca cantidad, se pica muy bien y se le da unas vueltas en la sartén con
manteca. Se mezcla con cuatro huevos batidos y se hace la tortilla en un poco de
aceite muy caliente.
Tortilla de verdura.
Se tienen preparadas verduras cocidas, por ejemplo, espinacas, judías verdes, etc.,
y se escurren muy bien. En manteca caliente se fríen cebollas y ajos tiernos picados y
después se mezclan con las verduras para que también frían un poco; seguidamente se
echan los huevos batidos y se hace la tortilla.
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Para esta tortilla, media docena de huevos y una cantidad prudencial de
legumbres.
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CAPÍTULO IV
PATATAS, VERDURAS
Y LEGUMBRES
Patatas fritas.
Patatas en salsa.
Quitadas las cáscaras a unas almendras y nueces, se ponen en agua caliente para
pelarlas; se machacan muy bien con ajo, cebolla frita, azafrán y perejil, se disuelve
esto en un litro de agua templada y sazonada, se cuela y se echa en una cacerola que
se pone a fuego lento.
Entre tanto se cortan patatas en rodajas gruesas y en varias veces se van echando
en la sartén, que tendrá manteca de cerdo muy caliente; cuando empiecen a dorarse
por un lado se las vuelve y se quitan antes de que estén fritas; según se vayan sacando
de la sartén se echarán en la salsa preparada, y así que estén todas, se dejará cocer
veinte minutos.
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Patatas en tortilla.
Se cuecen patatas enteras, un kilo; así que lo están se mondan con cuidado y se
machacan hasta que resulte una pasta fina, con la cual se mezclan dos cucharadas de
leche, dos yemas de huevo y una chispita de manteca de vaca. Se incorpora picadillo
de lomo de cerdo o jamón y se hace en la sartén con un poquito de aceite, dándole
forma de tortilla.
Patatas souflées.
Pimientos asados.
Coliflor rebozada.
Cortada la coliflor por los troncos, se lava y se pone a cocer en agua hirviendo
sazonada con sal. Se tiene cuidado de sacarla antes de que se ablande, se escurre, y
envueltas en harina y huevo, se echan a freír en aceite.
Repollo.
Lombarda.
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Se corta en pedazos menudos, y como la anterior, se pasan por agua hirviendo con
sal, lavándola después en agua fresca. Se pone a cocer en agua con sal, y cuando está
cocida, se escurre muy bien y se echa en una sartén con manteca, ajos menudos y una
chispita de harina tostada; se le da unas vueltas en fuego vivo, y, a la mesa.
Espinacas a la andaluza.
Las espinacas deben lavarse muy bien, por la tierra que suelen tener adherida. Se
ponen a cocer en agua y sal, y cuando estén cocidas se las escurre y se dejan en una
cacerola. En aceite caliente se fríen unos ajos y un picadillo de jamón y con el aceite
se echan en la cacerola.
Antes de sacarlo a la mesa se adorna con unos huevos duros cortados muy
menudos, que se rehogan en la sartén con un poquito de aceite y sal.
Alcachofas.
Se quitan las hojas de fuera y las puntas; córtense en pedazos, con los tallos más
tiernos, y se lavan. Se ponen a cocer en agua y sal, y así que están se escurren muy
bien. Se hace una salsa con piñones picados, una cucharada de harina tostada, un
poquito de clavo, unas raspaduras de nuez moscada y manteca. Esta salsa cuece
quince minutos con las alcachofas, y ya está el guiso.
Espárragos.
Cardo en salsa.
Cardo al natural.
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Se limpia con mucho cuidado, quitándole la hebra, se parte en pedazos y se lava
muchas veces. Pónense a cocer en agua hirviendo y sal, y cuando ya están se les
escurre bien. En aceite caliente se fríen ajos, que se quitan, se echa media cucharada
de harina y sin esperar a que se dore se rehogan los cardos ya cocidos.
Pisto manchego.
Se fríen unos cuadraditos finos de patata y antes que se doren se les echa en una
cacerola. Con el mismo aceite o manteca se fríen cebollas y berenjena cortadas muy
finas, y se agregan a la patata con el aceite o manteca en que se han frito. Se asan, se
mondan y se cortan muy menudos tres pimientos verdes y se añaden a la cacerola. Y
por último se fríen muy menudos dos tomates, y se mezclan bien en la cacerola,
echándoles una poquita de agua y de sal y se deja cocer quince minutos.
Este pisto puede servirse con carne guisada de antemano o con jamón frito.
Se limpia y escalda medio kilo de judías, quitándoles las puntas y los hilos, y se
ponen en agua cociendo; cuando estén a medio cocer se les añade dos o tres patatas
partidas en pedazos y la sal necesaria. Cocidas ya, se les escurre el agua y puestas en
una fuente se les echa cebolla menuda y zumo de tomate muy fritos.
Se cuecen 750 gramos de judías en agua, y se echa sal cuando casi estén cocidas.
En una cacerola se prepara una salsa con manteca, una cucharadita de harina tostada,
hierbas finas y un poco de caldo, poniéndola al fuego. Cocidas y escurridas las judías,
se ponen a cocer en esta salsa, sazonándolas con sal y pimentón. Después se mezclan
dos yemas de huevo y una poquita de nata, se echa en la cacerola y poco después se
sirve.
Con medio kilo hay bastante para cuatro personas. Se dejan a remojo en agua
caliente, y junto a la lumbre unos quince minutos. Después de escurridas, se ponen a
cocer en agua fría, en cantidad que las cubra nada más, pues si hace falta, se va
añadiendo agua fría. Deben hervir en fuego suave, para que no se les vaya la piel.
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Cuando están a medio cocer, se les echa un chorizo de buena clase, y la sal cuando
están cocidas.
Con el caldo de las judías blancas se puede hacer sopa de pan que resulta de un
gusto agradable; pero en este caso se han de cocer con mucha más agua.
Para prepararlas y cocerlas se usa igual procedimiento que en las blancas; pero en
lugar de echarles chorizo cuando están a medio cocer, se les pone cebolla, una cabeza
entera de ajos, media hoja de laurel, un pedazo de zanahoria, tres clavos de especia y
aceite. La sal cuando ya estén cocidas.
Lentejas.
Con las lentejas hay que tener cuidado al limpiarlas, por las piedrecitas que suelen
llevar. Se lavan, y puestas a cocer en agua fría, se las quita cuando empiezan a hervir.
Se ponen otra vez a cocer con agua fría que las cubra solamente, y así que estén
cocidas, se las adereza con cebolla frita, una cucharadita de harina tostada y sal.
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CAPÍTULO V
COCIDO
Y PLATOS REGIONALES
Cocido español.
Olla podrida.
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Con el jamón se echa también un pedazo de tocino, y al echar la patata, también se
agrega una morcilla.
Cocido francés
Pote gallego.
Para este plato se pone a cocer con medio kilo de judías blancas un pedazo de
lacón, tocino añejo y nabos partidos. Se escaldan unas berzas partidas y cuando esté a
medio cocer el pote se echan las berzas, y un poco después se añade unas patatas
partidas en canteros y una morcilla.
Fabada asturiana.
Con medio kilo de judías blancas se pone a cocer un cuarto de kilo de carne de
vaca y un trozo de jamón, procurando que vayan cociendo a fuego lento. Cuando
estén a medio cocer, se le echa un chorizo y una morcilla. Para que quede muy poco
caldo, el agua se va añadiendo poco a poco.
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CAPÍTULO VI
PLATOS DE ARROZ
Paella de familia.
Se limpia, se soflama y se parte en pedazos una gallina o un pollo y se pone a
cocer en poca agua sazonada con sal. Se saca un momento antes de que esté cocido, y
así que haya escurrido bien el caldo, se rehoga en aceite con un poquito de ajo, un
chorizo partido y 200 gramos de jamón en pedacitos, y se echa todo esto en una
cacerola. En el aceite que queda en la sartén se fríen dos cucharadas de zumo de
tomate que se añade a lo anterior. Seguidamente se agregan seis cangrejos, patatas
partidas en cuadraditos y un poquito de azafrán. Cuando todo esto esté cociendo, se
echa el arroz en cantidad de unos 300 gramos. Antes de retirarlo de la lumbre para
que repose, se añaden unas aceitunas sin hueso, 100 gramos de guisantes cocidos y
dos pimientos encarnados asados y cortados en tiras.
Para servirlo, se adorna con rodajas de huevo duro, que resultarán más agradables
si, rebozadas en harina, se fríen ligeramente con aceite y sal.
A fin de que salga bien, se calcula en doble la cantidad de caldo que de arroz,
procurado moverlo con cuidado para que salga entero y no dejar que se pase.
Arroz tostado.
Tiene muchos aficionados por lo apetitoso que resulta, y debe hacerse con muy
buen caldo de cocido.
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Para cuatro personas se ponen tres tazas de arroz de las de café y seis tazas de
caldo; cuando éste hierva, se echa el arroz, cuidando de moverlo con frecuencia en
los primeros momentos; así que el arroz se quede sin caldo por haberlo adsorbido,
pónense sobre la tapadera varias ascuas de carbón de encina o leña, y en cuanto esté
dorada la parte superior, se sirve.
Arroz blanco.
Arroz a la italiana.
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Este arroz debe comerse jugoso, no seco.
Arroz a la alicantina.
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CAPÍTULO VII
PLATOS DE CARNE
Como la cocción ha de ser larga, debe elegirse un trozo de a kilo, por lo menos,
de pierna o espalda de una vaca gorda y bien criada, procurando que la carne esté
muy fresca para que el plato resulte agradable. Se le hacen varios agujeros por
diferentes sitios y se introduce en ellos cien gramos de jamón y otros tantos de tocino
añejo, cortados en pedazos pequeños. Preparada así la carne, se echa en un puchero
barnizado con un vaso de agua, igual cantidad de consommé, medio vaso de vino
blanco, sal y pimiento, y todo junto se pone a cocer en fuego vivo.
La especialidad de este plato consiste en que con la carne se pone a cocer una
pata de ternera, buena y fresca, de un color blanco rosado, la cual se habrá lavado
cuidadosamente con agua fría y un poco de vinagre para que quede muy blanca.
Como hemos dicho, este guiso se somete a fuego fuerte en los primeros
momentos, provocando la ebullición a borbotones con objeto de quitar la espuma, y,
hecho esto, se añade zanahorias y cebollas partidas, clavillo, un ajo y hierbas
aromáticas. Entonces se hace cocer a fuego lento poco más de cuatro horas, dándole
algunas vueltas.
Cuando la carne esté tierna, que se conoce en que el tenedor penetra sin
dificultad, se retira unos momentos del fuego para que repose, y se acerca otra vez
para que se reduzca el caldo.
Este guiso puede servirse con la pata de ternera, o también puede presentarse ésta
separada con salsa picante.
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Vaca asada.
No todos los trozos de carne de vaca son buenos para asar; solamente sirven los
de contextura bastante fina para soportar el asado sin endurecerse. Para esto se
prefieren el lomo y el solomillo.
Antes de ponerlo en el asador o parrilla, se quita la piel, la grasa, los tendones y
los nervios, se extiende a lo largo y se unta con una poquita manteca de cerdo.
La fuerza del fuego debe ser proporcionada al grueso de la vianda; es decir, que si
el trozo de vaca es grande, no debe ser muy vivo el fuego, porque si no, se quemaría
por fuera sin estar asado por dentro.
Si ha de servirse como asado, se deja tierno; pero si ha de añadirse alguna salsa,
entonces debe estar más hecho.
Vaca en estofado.
La carne más apropiada para este guisado es Ja que llaman de aguja y también es
buena la falda magra. Se parte en pedazos no muy grandes y se pone en un puchero
de barro de boca estrecha; se adereza con dos jícaras de aceite crudo, otras dos de
vino jerez seco, una cabeza de ajos, una cebolla pequeña entera incrustada con clavos
y granos de pimienta, dos tomates asados y colados y sal.
En la boca del puchero se pone un papel doblado de estraza y una cazuelita con
agua. Debo cocer a fuego lento y moverlo con alguna frecuencia. Quince minutos o
más antes de que esté pueden echarse unos canteritos de patata.
Chuletas empapeladas.
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Se hace un cocimiento con una hoja de laurel, un ajo, un palito de hinojo,
orégano, tomillo y unas gotas de vinagre; después de cocer cerca de una hora se deja
enfriar. Las chuletas de ternera han de ser de lomo bajo. Se limpian, se es quita el
hueso y se macean, y en seguida se les pone en aceite y unas gotas del cocimiento
arriba indicado, bien untadas por ambos lados, y así se dejan tres horas. Se sacan y se
dejan escurrir, y veinte minutos antes de servirlas se sazonan con sal, se impregnan
muy bien de manteca de cerdo, se rebozan con pan rallado mezclado con perejil
hecho polvo y se envuelven con papel de hilo que sea blanco, recogiéndolo por las
dos puntas, que estarán recortadas, y resultará como un fleco. Después de envueltas
se unta el papel muy bien con grasa y se ponen a la parrilla en el horno, que estará
muy fuerte. Cuando se vean doradas, y antes de que se queme el papel, se sacan y se
sirven.
Se hace un picadillo de jamón, hígado frito de cerdo, ajo y perejil; se amasa con
un huevo batido y pan rallado. Se preparan los filetes, que deben ser de cadera de
vaca, adelgazándolos con la mano de madera, dándoles buena forma para enrollarlos.
Se les pone sal, pimienta y manteca de cerdo. A cada filete se le pone relleno, se
enrolla y se ata con un cordón o hilo; se rebozan en harina y se fríen en manteca hasta
que se doren. Después se ponen a cocer con la salsa española indicada en el capítulo
de salsas.
Filetes a la madrileña.
Se corta en filetes finos medio kilo de solomillo de vaca o ternera; se les echa sal,
se untan muy bien con huevo batido y se los reboza con pan rallado. Seguidamente se
los fríe en una sartén con abundante manteca fresca de cerdo que estará muy caliente,
y muy dorados, a la mesa.
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Pastel de hígado de ternera a la francesa.
Después de limpias y lavadas en agua caliente se las pone a cocer en agua fría,
con un trozo de jamón, un chorizo y clavo molido. Así que estén cocidas se
deshuesan y se fríen en manteca con una miga de pan, que después se machaca con
dos yemas de huevo duro. Se mezcla todo con el caldo en que cocieron las manos y
se deja unos minutos en fuego suave. Al chorizo se le quita la piel y con el jamón se
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pica muy menudo y se les echa en la salsa con un poco de pimentón y unas rodajas de
huevo duro.
Manos rebozadas.
Limpias previamente, se cuecen en agua hirviendo con sal. Así que estén cocidas
se deshuesan, poniéndolas a freír rebozadas en huevo batido y harina.
Se adornan con perejil al servirlas.
Se parten muy finas tres cebollas y hierbas aromáticas; se pasan por manteca
hasta que casi estén cocidas, añadiendo media cucharada de harina hasta que tome
buen color; se sazona con sal y pimienta molida; se añade caldo del cocido y medio
vaso de vino seco. Cuando la cebolla esté cocida y la sal a mermada, se le echa el
picadillo de vaca, que se dejará cocer a fuego lento. Antes de servirlo se espolvorea
con una poquita de mostaza.
Son preferibles para este plato las de lomo, y se arreglan para que estén de buen
ver. Se pasan ligeramente por manteca fresca de cerdo, que estará muy caliente. En
seguida se ponen en una cacerola, con buen caldo de cocido, picadillo de jamón,
zanahoria, clavo, ajo y un vaso de buen vino seco. Se deja cocer hasta que se vaya
mermando el caldo.
Se sirve con judías u otra clase de legumbres cocidas y aderezadas aparte. La
salsa se vierte sobre las legumbres.
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Pierna de carnero.
Para que resulte buena y tierna es preciso que el carnero sea fino y gordo y no
viejo Por diferentes sitios se le hacen pequeñas incisiones, introduciéndole unos
trocitos de tocino y algún grano de pimienta negra. Se le echa la sal y después de muy
untada con manteca de cerdo se pone a asar en una cacerola apropiada, de modo que
no esté muy holgada; se pone al horno, tapándola hasta que se haya calentado muy
bien; entonces se deja ya destapada, untándola, con una pluma de ave, con aceite,
perejil y ajo picados en un mortero y unas gotas de limón. El fuego estará muy vivo,
y cuando se vea dorada por un lado se vuelve.
Para servirla se monda la punta del hueso y se le pone un papel picado, atándole
con una cinta.
Al propio tiempo se sirve ensalada.
Cordero a la aragonesa.
Cordero asado.
Beaftecks a la Colbert.
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Se corta en filetes un buen trozo de solomillo, procurando que tengan un dedo y
medio de grueso, y se sazonan con sal y aceite crudo, exponiéndolos a un fuego vivo
en la parrilla por espacio de siete a ocho minuto, dándoles vuelta continuamente. Se
echan en una cacerola seis cucharadas de gelatina derretida y cuando haya hervido se
retira del fuego, incorporándole lentamente 100 gramos de buena manteca, sin dejar
de agitar la mezcla hasta que esté perfectamente trabada, añadiéndole unas gotas de
zumo de limón y un poco de perejil menudamente picado. Esta salsa se echa muy
caliente sobre los beaftecks, que se colocan en una fuente plana.
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CAPÍTULO VIII
PLATOS DE CERDO
La matanza del cerdo constituye en muchos pueblos un verdadero acontecimiento
en cada casa, porque es la defensa más verdadera de la despensa durante mucho
tiempo, lo mismo con la carne fresca que con el matapuerco, conservas y salazón.
En las ciudades no es muy fácil proporcionarse este gusto, y como por otra parte
los embutidos se comen a veces con desconfianza, por ser operación que requiere
mucha limpieza y esmero en su confección, además de carne sana, nos decidimos a
explicar después de los platos de cerdo, la manera de hacer el clásico matapuerco de
Aragón, que resulta muy exquisito.
Lomo en rosca.
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pedacitos de laurel. Se cubre de agua, se agrega una cucharada de vinagre y un vaso
de vino; se deja cocer, y cuando haya absorbido el caldo, se pone al horno destapada
para que se tuesto por encima, y se saca con cuidado a una fuente para que no pierda
la forma.
Se sirve con patatas fritas y se adorna con pedacitos menudos de pimiento
encarnado asado.
Se aplastan con una paleta, y sazonadas con sal y ajo, se ponen en la parrilla con
un plato de porcelana encima hasta que estén asadas por un lado, y se vuelven.
Salen mucho más tiernas que sin tapar.
Lomo en conserva.
El lomo de cerdo, sin hueso y sin gordo, puede conservarse mucho tiempo, si en
verano se tiene en sitio fresco.
Para esto se corta en filetes de dos centímetros de grueso y se les deja dos días en
sal. En un caldero se echa abundante manteca fresca de cerdo cortada en pedazos,
poniéndolo al fuego hasta que se derrita. Cuando esté muy caliente se le echan unos
clavos de especias y en seguida el lomo; se le da unas vueltas y para saber si está en
sazón para la conserva se parte un pedazo y si ha perdido el color encarnado se sacan.
La manteca, pasada por un colador, se pone en una cazuela muy grande de barro
que no esté llena y entonces se echan las tajadas de lomo, procurando al enfriarse la
manteca moverlos a fin de que queden separados unos de otros. Después que esté
fría, si el lomo no ha quedado muy cubierto y la vasija llena, se añade más manteca.
Morcillas de arroz.
Para tres kilos de arroz se pone a hervir doble cantidad de agua con sal, una rama
de laurel y una naranja partida, sin las pipas. Cuando el agua cueza, en la caldera, se
echa el arroz limpio y lavado, que sea de muy buena clase; se le va dando vueltas,
teniendo cuidado de llegar con la paleta hasta el fondo para que no se pegue. En
cuanto esté a medio cocer se saca y se vierte sobre una vasija grande de barro
barnizado; se quitan la naranja y el laurel, se tapa con una servilleta limpia y se aparta
del fuego para que enfríe.
Así que el arroz está casi frío se le van echando los ingredientes que siguen:
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Almendra tostada molida 100 gramos.
Sal molida 20 gramos.
Clavo molido 10 gramos.
Pimienta negra molida 15 gramos.
Anís tostado y medio picado 30 gramos.
Laurel, orégano y tomillo machacados 15 gramos.
Azúcar molida 50 gramos.
Canela fina molida 50 gramos.
Piñones lavados 50 gramos.
Cuando todo lo anterior esté mezclado con el arroz, se va echando la sangre del
cerdo, pasándola por un colador y revolviéndolo mucho para que forme una sola
pasta; antes de empezar a embutir se prueba ésta para ver si tiene buen gusto o por si
le falta sal, manteca o alguno de los ingredientes, a cuyo fin se sacan dos cucharadas
y se ponen a freír en una sartén, sin manteca, y se prueba después de frita.
MANERA DE EMBUTIR.— Se tienen preparados intestinos de diferentes cabidas,
lavados con mucho esmero y cortados en pedazos que no sean más de 80 centímetros
de largo. Se ponen en agua templada, en la cual habrá cocido anís en grano. Si se
tiene máquina de embutir se usa y si no se hace esta operación con embudo, echando
la pasta dentro y atando el intestino, según vaya llenándose, cada 10 centímetros, sin
apretarlas mucho. Se tendrá puesto al fuego medio caldero de agua con sal, una rama
de laurel y un palo de hinojo, y sin dejar que cueza el agua se van echando las rastras
de morcillas con mucho cuidado, procurando que estén holgadas, y si no caben para
hacerlo de una vez se hace en dos. Deben cocer muy suavemente. En la punta de un
palo largo se pone un alfiler y mientras cuecen las morcillas se les va pinchando para
que salga el aire y no se revienten. Como el arroz está ya a medio cocer, no hace falta
que estén mucho tiempo, teniendo en cuenta que las morcillas de intestinos anchos
tardan en cocer un poco más que las estrechas. Una vez cocidas, que es fácil conocer
por el color del intestino, se retira el caldero de la lumbre, dejándolas en él media
hora, después de la cual se extienden en una mesa cubierta de mantel o paño blanco y
se tapan con otro paño. Al día siguiente se cuelgan en sitio ventilado para que se
conserven.
Morcillas de cebolla.
Se eligen cebollas que sean gordas y dulces, se pican muy menudas y se ponen en
una vasija con poca agua, dan un hervor en la lumbre y se ponen en un paño blanco o
servilleta para que escurra bien el agua, teniéndolas así toda una noche. Se hacen y
condimentan igual que las descritas anteriormente; únicamente se añade pan rallado
para que trabe la pasta, y también algunos echan un poco de arroz.
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Bolas o tortetas.
Con la sangre sobrante se hacen unas bolas del tamaño de las naranjas
mandarinas. Como se conservan algún tiempo, suele echarse una cada día en el
cocido. De tiernas son muy agradables; se cortan en rodajas y se fríen en manteca de
cerdo.
De pan del día anterior se cortan unas rebanadas como para hacer sopa, se moja
con caldo de las morcillas y se echa en la misma vasija en que éstas se embutieron.
Se mezcla la sangre y los ingredientes citados, con una poquita más de pimienta. Se
agrega harina de trigo, revolviéndolo bien hasta que se forme una pasta dura. Hecho,
esto se va sacando a una tabla y con ayuda de una poquita de harina se hacen las
bolas.
En fuego muy vivo se pone la caldera en que cocieron las morcillas y con el
mismo caldo, al que se añadirá agua si hay poca; cuando hierva a borbotones se le
echan las bolas, pasando con mucho cuidado la paleta para que no se peguen. Una
vez cocidas se sacan, poniéndolas separadas entre paños como las morcillas,
extendiéndolas al día siguiente en sitio ventilado.
Longanizas.
Se corta y pica muy menudo lomo de cerdo con sus partes gordas, o también
magro y gordo de cadera. Se prepara un cocimiento con hojas de laurel, unos palos de
hinojo, orégano fresco, tomillo, algunos ajos y un vasito de vinagre, todo esto en un
litro de agua. Cuando esté hirviendo y cocido, se escalda bien el picadillo anterior,
procurando que se moje toda la carne, pero que no sobre líquido; si es necesario, se
hace la operación sin usar más que una parte de él. En la carne se echa una poquita de
pimienta, clavo y canela fina molidos, rociándose la carne, además, con un poco de
aguardiente; se mezcla bien y se embute en intestinos de los estrechos; se los va
haciendo bastante apretados, pinchándoles con alfiler muy fino. No se atan hasta el
día siguiente que se vuelven a apretar y se atan por las dos puntas.
Después de ocho o diez días de hechas, también pueden ponerse en conserva las
longanizas, como el lomo, partidas en pedazos de diez centímetros, y con este objeto
se fríen un poco, con igual procedimiento.
También se conservan en aceite crudo.
Chorizos.
Por cada kilo de carne se ponen seis pimientos dulces morrones secos; se lavan y
se dejan en agua tres o cuatro días para que se ablanden. La carne de cerdo para los
chorizos se elige entre gorda y magia, se pica muy bien, y se lo echa sal, pimiento
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dulce y picante en proporción a la que se echó en las morcillas, tres dientes de ajo
machacados por cada un kilo de carne, pasados por el colador con una poquita de
agua. Los pimientos morrones también se machacan y se pasan con otra poquita de
agua por el colador, echándose sobre la carne; ésta, con los ingredientes, se deja en
una vasija de barro barnizada, y se tiene allí ocho días, dándolo una vuelta diaria.
Pasados estos días, se hace el embutido y se atan, procurando que esté muy apretado.
Después se cuelgan como los demás embutidos.
Salazón.
Salchichas a la canela.
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CAPÍTULO IX
FRITOS
Ya en algunos capítulos hemos explicado platos fritos; así es que en éste sólo
escribiremos algunos de los que no están incluidos en su capítulo correspondiente.
Riñones.
Para freír son preferibles los de cordero joven. Después de muy limpios y lavados
se parten en rodajas del grueso de un duro, se untan con manteca y se rebozan con
pan rallado, ajo y perejil picados. Se ponen a freír en abundante manteca caliente y se
sirven sobre una servilleta de refresco.
Sesos huecos.
Quitadas la piel y las fibras, se ponen a cocer con sal y unos granos de pimienta
negra. Para un seso de cordero se baten dos claras de huevo a la nieve. Se deslíe en
agua cucharada y media de harina, hasta que forme una crema espesa y fina,
echándole sal y unas gotas de limón; esto se mezcla con las claras batidas y se van
rebozando pedazos de seso con esta pasta y se fríen en abundante aceite muy caliente.
Jamón frito.
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leche; seguidamente se rebozan en pan rallado, y, como se hace en los demás hitos, se
ponen a freír en sartén honda, con abundante aceite o manteca.
Croquetas.
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CAPÍTULO X
AVES
Pollos en pepitoria.
Las aves, después de bien desplumadas y limpias, se soflaman en llama de
alcohol, para que no se ahúmen.
Para este guisado, se parte el pollo en pedazos y se pone en un puchero de barro.
Se fríe aceite con un pedacito de cebolla y se vierte sobre el pollo, se le echa sal y sin
taparlo se lo da unas vueltas. Así que se haya rehogado se le añade una poca de agua
caliente, pimienta, clavo y azafrán y poniendo por tapadera un puchero con agua se
deja cocer. Media hora antes de sacarlo a la mesa y sin que deje de cocer se le echa la
salsa española, unos guisantes y champiñons.
Pollo salteado.
Cocer medio pollo en agua salada, partirlo en pedazos, dejándoles los huesos,
mezclar los pedazos con zanahorias y col partidas en filetes y que de antemano se han
cocido en dos vasos de agua con un trozo de manteca fresca de cerdo. Dejarlo aún
diez minutos en el horno y aderezarlo con nuez moscada antes de servirlo.
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rato por ser muy dura. Cuando esté casi cocida se le echa arroz y pedacitos muy finos
de patata.
Pollo asado.
Pollo a lo chilindrón.
Para este plato deben ser muy tiernos y jóvenes. Se parten en pedazos y se fríen
en aceite o manteca.
Separadamente se hace una salsa de tomate y añadiendo pimientos asados se
mezclan con los pollos, dejándoles cocer quince minutos en fuego suave.
Pichones asados.
Limpios ya, se les quita el cuello, se abren por el espinazo, se sazonan con sal, y
rociados con vinagre, se les deja así dos horas; después se ponen a asar al horno
untados de manteca, hasta que se doren.
Se limpian y chamuscan dos pichones o palominos que sean gordos. Se les quita
el cuello y se atan las patas cruzadas sobre el vientre. Se les pone en agua hirviendo
quince minutos, se los saca, y con un paño limpio se los seca muy bien. Se prepara
una cacerola con aceite, un pedazo de tocino y una cucharada de harina, dejándola
freír hasta que adquiera un color dorado; seguidamente se le echa un cuartillo de agua
templada, medio vaso de vino blanco, pimienta, tomillo, una hoja de laurel, perejil,
un poco de jamón y unas setas menudas. A los pichones se les echa unas gotas de
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limón, y se les pone a cocer con las pechugas hacia arriba. Una hora antes de
servirlos se añade una cebolla grande partida en dos pedazos.
Pavo asado.
Puesto ya en condiciones, se unta con manteca por fuera y por dentro, se pincha
un poco y después de bien rociado con vino blanco seco se pone a asar lo mismo que
el pollo, muy tapado; después se destapa para que se dore, volviéndole. Necesita
asarse en fuego muy vivo.
El capón se asa igual que el pavo, y se le rellena, si se quiere, como los pollos,
añadiendo trufas si las hay.
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CAPÍTULO XI
CAZA
Perdices a la cazadora.
Una vez limpias se colocan en una cacerola, en forma que no estén muy holgadas,
se les pone hasta su mitad de agua sazonada, echándoles además dos cucharadas de
vinagre, dos jícaras de aceite crudo, dos o tres granos de pimienta, clavos y una hoja
de laurel, una cebolla partida en pedazos y unas rodajas de zanahoria. Se dejan cocer
hasta que el caldo haya mermado bastante, se cuela éste y se sirven.
Perdices escabechadas.
Codornices cubiertas.
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Puestas en condiciones como las demás aves, se rehogan en manteca y se les pone
en el hueco del vientre un pedazo de tocino y jamón. Las patas y los alones se sujetan
con un bramante. Después se introducen cada una en un pimiento grande, abierto por
el tallo, se sazona con sal y se ponen al horno hasta que se asen.
Conejo asado.
Quitada la piel y lavado con cuatro o cinco aguas, se seca muy bien con un paño,
se le sazona con sal y untado de manteca, se pone en la parrilla, cambiándole de lado
hasta que se vaya dorando.
Se sirve con la salsa ali-oli.
Liebre a la española.
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molida y 100 gramos de jamón. Se deja cocer una hora y entonces se le agrega una
yema machacada de huevo duro, una copita de vino añejo, media onza de chocolate y
la salsa española indicada en el capítulo de salsas, y se deja cocer hasta que esté
tierna.
Pájaros fritos.
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CAPÍTULO XII
PESCADOS
Merluza a la mayonesa.
Merluza guisada.
Lenguado frito.
Los lenguados se fríen enteros, en abundante aceite y sazonados con sal. Al
sacarlos a la mesa se les cubre con pan rallado frito y unas rodajas de limón.
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Salmón.
Besugo asado.
Besugo en salsa.
Se quitan las escamas y limpio y seco con un paño se parte en pedazos grandes un
besugo de un kilo; se unta de harina y se frío en aceite muy caliento, teniendo
cuidado que no se deshaga.
Se hace una salsa de piñones tostados y machacados, cebolla frita, ajo, perejil,
pimienta molida, todo desleído en agua; se añado un poquito de vinagre o unas gotas
de limón y media hora antes de servirlo se pone a cocer el besugo en esta salsa.
Besugo a la vizcaína.
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besuguera, sazonándolas con sal, un poquito de ajo menudamente picado, una jícara
de aceite crudo y medio cuartillo de vino añejo. Se deja cocer por espacio de cinco
minutos, y pasado este tiempo se añaden una docena de nueces pulverizadas en el
mortero y un poco de perejil y jengibre, volviendo al horno la besuguera para
completar el cuarto de hora de cocción que requiere el besugo si ha de estar en su
punto y la salsa para reducirse y espesarse convenientemente.
Anguila a la tártara.
Pescadillas.
Bonito a la asturiana.
Se elige medio kilo de bonito de la parte del centro, que en la costa de Asturias
llaman ventresca, y partido en filetes se fríen en aceite, untados de harina y sazonados
con sal. Después de fritos se dejan en una cacerola. En el mismo aceite se frío una
cebolla grande partida y sin dejar que se dore se echa en la cacerola con el bonito,
añadiendo aceite, una cucharada de vinagre y un poquito de pimentón, y se deja cocer
unos minutos.
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Congrio en salsa.
Un pedazo de congrio que pese medio kilo se fríe en aceite, sazonado con sal y
envuelto en harina. Una vez frito, se pone a cocer un rato con la salsa española hecha
con nueces.
Al servirlo se añade una yema de huevo desleída en poca agua y se mezcla con la
salsa.
Mero.
Siendo este pescado muy sustancioso, resulta muy bien como la merluza guisada
o con arroz, o bien se cuece con poca agua y se sirve con cualquiera de las salsas
propias de los pescados. También es agradable frito en filetes en abundante aceite.
Langosta al natural.
Atadas las patas, se pone a cocer en agua templada, en una vasija que quepa bien;
a los veinte minutos está cocida y se sirve con salsa tártara o mayonesa.
Langostinos.
Se dejan cocer diez minutos en agua y sal con unos granos de pimienta. Después
de cocidos se sirven con salsa mayonesa.
Calamares en su tinta.
Bacalao a la vizcaína.
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Se quita muy bien la sal al bacalao, poniéndole a remojo la noche anterior, se
parte en pedazos, quitándole la piel y las espinas. Después de escurrido se pone a
cocer en aceite crudo y una poca de agua, tomates asados pelados y partidos y cebolla
picada muy fina. Cuando esté a medio cocer se le echan pimientos asados, cortados
menudos.
Bacalao frito.
Olla de pescado.
(Bouillabaisse marsellesa).
El plato que vamos a explicar, además de ser exquisito y de tener fama universal,
resulta económico y muy a propósito para las familias en días de Cuaresma. Reúne,
además, la ventaja de que con él se forma una comida con dos platos, esto es: la sopa,
que se hace con el caldo previo, y el plato de pescado, que se sirve luego con salsa
mayonesa, salsa verde, vinagreta u otra salsa a elección.
Cantidades para ocho personas (para cuatro personas se pone la mitad de estas
cantidades): Kilo y medio de pescado, esto es: 1/4 de kilo de almejas sin conchas, y
lo demás de merluza o mero, o ambos pescados a la vez.
Para el caldo previo: Dos litros de agua, 100 gramos de cebolla cortada en
rodajas, 60 gramos de zanahorias cortadas en el mismo sentido, 4 pedacitos de clavo,
1 hoja de laurel, 1 tallo de tomillo, 4 o 5 ramitas de perejil, 1 diente de ajo, 1 pedazo
de corteza de limón del tamaño de un duro, 4 granos de pimienta, 15 gramos de sal en
grano.
Para la olla o Bouillabaisse: Un vaso de aceite, o sea 2 decilitros; 1 vaso de vino
blanco, 1 decilitro de puré de tomate, 30 gramos de cebolla picada, 50 centigramos de
azafrán, una cucharada bien llena de perejil muy picado, 2 trozos de limón con sus
cortezas, 1 diente de ajo pequeño.
Manera de operar.
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Se deja cocer el caldo previo unos veinte minutos con la tapadera puesta.
Mientras tanto, se pone en una cacerola medio vaso de aceite y se mete en ella la
cebolla picada hasta que se dore un poco. Una vez conseguido esto, se retira la
cacerola y se arregla en la misma el pescado.
Se le echa el otro medio vaso de aceite, el perejil cortado y el azafrán. Se añade el
tomate, los pedazos de limón, el ajo, vino blanco, y se echa por fin el caldo previo
sobre todo esto. Hay que advertir que este liquido ha de cubrir suficientemente el
pescado.
Se pone al fuego, y a los cinco minutos debe empezar a hervir francamente por
todos los lados de la cacerola. Es preciso que esta ebullición produzca una espuma
parecida a la de la leche cuando subo, y durante todo el tiempo de la cocción.
Con sólo diez o doce minutos de hervor el plato está pronto a ser servido, y se
efectúa: el caldo aparte con rodajas de pan del tamaño de la palma de la mano, y el
pescado en otra fuente.
Luego, cada comensal se echará sobre el pescado la salsa que crea conveniente.
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