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Sentencia 42258 de Octubre 16 de 2013

El documento presenta una sentencia de la Corte Suprema de Justicia de Colombia. La Corte determina que los acusados cometieron falsedad en documento privado y no fraude procesal como se les había acusado originalmente, ya que los notarios no administran justicia ni son autoridades administrativas. La Corte concluye que aunque la acusación cambió, no se violó el principio de congruencia ni los derechos de los acusados dado que su conducta se adecuaba al delito de falsedad en documento privado.

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Sentencia 42258 de Octubre 16 de 2013

El documento presenta una sentencia de la Corte Suprema de Justicia de Colombia. La Corte determina que los acusados cometieron falsedad en documento privado y no fraude procesal como se les había acusado originalmente, ya que los notarios no administran justicia ni son autoridades administrativas. La Corte concluye que aunque la acusación cambió, no se violó el principio de congruencia ni los derechos de los acusados dado que su conducta se adecuaba al delito de falsedad en documento privado.

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6/4/2019 Sentencia 42258 de octubre 16 de 2013

SENTENCIA 42258 DE 16 DE OCTUBRE DE 2013


CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

CONTENIDO: FRAUDE PROCESAL NO SE MATERIALIZA EN ACTUACIONES NOTARIALES. EL DELITO DE


FRAUDE PROCESAL SOLO SE MATERIALIZA CUANDO SE REALIZA EN UNA ACTUACIÓN JUDICIAL O
ADMINISTRATIVA, NO EN ACTUACIONES NOTARIALES, YA QUE, LOS NOTARIOS NO ADMINISTRAN
JUSTICIA NI TAMPOCO TIENEN LA CALIDAD DE AUTORIDADES ADMINISTRATIVAS.

TEMAS ESPECÍFICOS: ACTUACIÓN ADMINISTRATIVA, DERECHO DE NOTARIADO Y REGISTRO, NOTARÍA,


FUNCIÓN NOTARIAL, PROCESO PENAL, ACTUACIÓN DEL POLICÍA JUDICIAL, FRAUDE PROCESAL
SALA: PENAL
SALA: PENAL
PONENTE: BARCELÓ CAMACHO,JOSÉ LUIS

Sentencia 42258 de octubre 16 de 2013


CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN PENAL
Aprobado Acta 343
Magistrado Ponente:
Dr. José Luis Barceló Camacho
Bogotá, D.C., dieciséis de octubre de dos mil trece.
EXTRACTOS: «Consideraciones
Como los censores plantean temas comunes, la Corte abordará su estudio conjunto para no incurrir
en repeticiones innecesarias, iniciando, primero, con los ataques relacionados con el delito de
falsedad en documento privado; en segundo lugar, con los atinentes al de estafa y, finalmente, los
dirigidos contra la condena en perjuicios, con la advertencia que no se ocupará de las falencias en
las que pudieron incurrir, toda vez que ellas fueron superadas con la admisión de las demandas.
Así mismo, recuerda que, como se dejó dicho en el auto del 26 de septiembre del año en curso, las
solicitudes hechas por algunos de los no recurrentes, dirigidas a que se case la sentencia de
segunda instancia, resultan improcedentes.
1. La condena por un delito distinto al endilgado en la resolución de acusación.
1.1. En los tres libelos, bajo las causales segunda y tercera de casación, se reprocha al tribunal
porque condenó a los procesados por falsedad en documento privado, delito disímil al de fraude
procesal, por el cual fueron llamados a juicio.
Según dicen los recurrentes, dicho proceder lesionó la legalidad, las formas propias del juicio y el
derecho de defensa y reparan en que no era viable acudir al precedente contenido en la sentencia
dictada por esta Sala de Casación el 21 de abril de 2010 (Rad. 31.848), porque en esta ocasión la
fiscalía compulsó copias para investigar el primero de los punibles.
1.2. Razón le asiste a los demandantes en torno a que la resolución de acusación se profirió por los
punibles de fraude procesal y estafa y que el ad quem los condenó por este último reato y por el de
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falsedad en documento público. Sin embargo, se equivocan al afirmar que la conmutación hecha en
segunda instancia lesionó el principio de congruencia y los derechos de sus clientes. Obsérvese:
1.2.1. Acertó el juez colegiado al concluir que en esta ocasión no se configura un fraude procesal.
Tal como lo sostuvo la Corte en la sentencia de 21 de abril de 2010 (Rad. 31.848) —en la cual se
soportó el ad quem—, dicho punible solo se materializa cuando la conducta se realiza en una
actuación judicial o administrativa, no notarial; los notarios no administran justicia, ni siquiera en
forma excepcional y menos tienen la calidad de autoridades administrativas.
Dijo así la Sala en el proveído citado y que ahora se reitera:
“Significa lo anterior que cuando el notario adelanta por petición de las partes una sucesión,
no ejerce funciones jurisdiccionales. Su labor tampoco reviste naturaleza administrativa, pues,
como se dijo, no ostenta la condición de autoridad de esa estirpe. En esas condiciones, no es
viable predicar aquí la estructuración del delito de fraude procesal, en cuanto ese
comportamiento implica la pretensión de obtener sentencia, resolución o acto administrativo,
cuyas decisiones no se encuentran bajo el resorte de los notarios”.
1.2.2. No obstante lo expuesto, el comportamiento desplegado por los acusados no resulta atípico
frente a la ley, pues se adecua perfectamente al tipo penal de falsedad en documento privado y así
lo precisó el tribunal.
En torno al punto, basta con recordar lo que en la providencia referenciada manifestó esta
corporación:
“Comparte la Sala, en cambio, la manifestación del Ministerio Público acorde con la cual dicho
comportamiento tipifica el delito de falsedad ideológica en documento privado. Así, advertido
sea, lo consideró la Corte en reciente sentencia, al avalar la adecuación típica en ese mismo
sentido efectuada por los falladores de instancia dentro de un caso análogo al que ahora se
decide (17) .
Se ratificó de la anterior manera la postura expuesta por la Corte en pretéritas decisiones,
consistente en que el artículo 289 del Código Penal no solamente reprime la falsedad material
de documento privado sino también la falsedad ideológica, aun cuando frente a esta última
exigiendo para su configuración que la ley, en forma expresa o tácita, establezca al particular
el deber de decir la verdad. Dicho criterio, prohijado nuevamente en esta oportunidad, lo
condensó la Sala en la sentencia del 16 de marzo de 2005, en la cual sostuvo:
‘Uno. La falsedad ideológica en documento privado sí se encuentra definida como delictiva,
tanto en el Código Penal de 1980 como en el del 2000.
‘Dos. Para hablar de falsedad ideológica en documentos privados, al principio se requería que
el autor faltara a la verdad y originara daño a un tercero o, al menos, que lo hiciera con la
intención de propinarlo.
‘Luego, ante el ostensible y necesario cambio de óptica sobre el alcance y contenido del bien
jurídico fe pública, no fue imprescindible incluir esos elementos en la definición típica, porque
era obvio que si una persona falsificaba un documento con suficiencia para vulnerarlo una vez
sometido al torrente del tráfico jurídico, incurría en delito, siempre que, desde luego, afectara
real o potencialmente el decurso normal de las relaciones socio jurídicas.
‘Tres. Por lo anterior, aun cuando los tipos penales de 1980 y del 2000 no lo requieren en
forma expresa, se sigue hablando del deber de verdad que debe acompañar al autor para que
pueda cometer esa conducta delictiva. Esa determinación es atendible, porque, en verdad, un
documento ideológicamente falso que solamente vincule y produzca efectos exclusivamente
entre particulares, no genera riesgo ni perjuicio a la fe pública por cuanto esta se halla en
cabeza de la ‘colectividad’, es decir, del ‘interés de la generalidad social’. Sin embargo, si esa
mentira entre dos o más personas trasciende y arriba al terreno de la pluralidad poniendo en
peligro o dañando el habitual y normal entramado jurídico, el simple embuste particular,
privado, se convierte en delito.
‘Cuatro. El deber de verdad resulta de dos fuentes. La primera es la ley. Sucede cuando esta,
concebida en sentido lato, frente a una relación social, afirma expresamente que las personas
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están obligadas a obrar con la verdad; es el denominado deber legal de verdad, o deber
expreso de decir la verdad; la segunda es la que surge de la demostración de que en el caso
concreto con la conducta desplegada —falsedad y uso— se ha creado un riesgo para el ‘bien
jurídico social’ conocido como fe pública, o cuando se comprueba que lesionado el carácter
probatorio del documento, efectivamente, se ha ofendido ese bien ‘colectivo’. Es la obligación
tácita, sobrentendida o deducida de decir la verdad’ (18) .
En el caso materia de análisis, existe obligación legal de decir la verdad para quien acude a
un notario a adelantar el trámite de liquidación de una sucesión, pues el Decreto Legislativo
902 de 1988, modificado por el Decreto 1729 de 1989, normatividad que regula dicha
actuación, señala en su artículo 2º que los peticionarios o sus apoderados ‘deberán afirmar
bajo juramento que se considera prestado por la firma de la solicitud, que no conocen otros
interesados de mejor o igual derecho’, estableciendo adicionalmente que su ocultación ‘hará
que los responsables queden solidariamente obligados a indemnizar a quienes resulten
perjudicados por ella, sin perjuicio de las sanciones que otras leyes establezcan’”.
1.2.3. Esa jurisprudencia sirvió de base para que el tribunal variara la calificación, pues, luego de
valorar todo el material probatorio, determinó que los procesados cometieron una falsedad
ideológica en documento privado cuando en los poderes otorgados faltaron a la verdad y negaron
conocer a otros herederos con igual o mejor derecho en la sucesión de Alonso Jiménez y Azucena
Giraldo, muy a pesar de que sabían de la existencia de los familiares de esta última. Esa mentira se
consignó luego en la escritura pública 988 del 11 de abril de 2003, de liquidación de la sucesión
doble e intestada de los esposos Alonso Jiménez y Azucena Giraldo, en donde participaron 20 de
los acusados, en calidad de solicitantes, bajo la asesoría del abogado Wilson Guizado. Así quedó
probado en el plenario.
1.2.4. No se quebrantó el principio de congruencia.
Este constituye un límite al Estado a la hora de definir el proceso penal, e implica que solo se
puede condenar a una persona por los cargos que en forma clara y específica se le hayan
formulado en la resolución de acusación, en tanto ella es pieza fundamental dentro de la actuación
y marca los linderos fáctico y jurídico en que se desarrolla el juicio.
Ahora bien, aunque la consonancia exige correspondencia entre la sentencia y los cargos
imputados en la acusación, no se puede perder de vista que la calificación jurídica hecha en aquella
es provisional, toda vez que la definición del asunto siempre radica en el juez de instancia.
En efecto, el Código de Procedimiento Penal de 2000, en su artículo 404, previó la posibilidad de
introducirle cambios a la acusación en lo que corresponde a la imputación jurídica, las
circunstancias en que se cometió el comportamiento y la calificación jurídica de este, o, lo que es
igual, su adecuación típica, manteniendo siempre el núcleo fáctico.
No obstante, la regulación respecto de la mutación se previó exclusivamente para hacer más
gravosa la condición del imputado y garantizar así sus derechos de defensa y contradicción; pues,
de advertir la fiscalía o el juez, que el acusado debe responder por una conducta de menor
gravedad, siempre que se respete el núcleo central fáctico de la imputación, solo habrá de
solicitarlo, la primera, y declararlo, el segundo (19) .
Acorde con lo expuesto, es ostensible que el delito de falsedad en documento privado, desde la
óptica del monto punitivo establecido en la ley para su sanción —1 a 6 años (20) —, resulta menos
gravoso —o más favorable como se indicó en la providencia— para los procesados, que el fraude
procesal —con pena entre 4 y 8 años—.
1.2.5. Se respetó el núcleo fáctico de la acusación y, en ese orden, los encartados no vieron
restringidos sus derechos de defensa y contradicción.
Tanto en las indagatorias como en el acto de llamamiento a juicio, se hizo alusión a las
manifestaciones mentirosas que, bajo juramento hicieron los procesados —herederos de María
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Luisa Jiménez—, en torno a la inexistencia de otras personas con igual o mejor derecho en las
sucesiones —los miembros de la familia Giraldo—, así como la participación que en ese entramado
tuvo, como artífice, el abogado Guizado Hernández.
Véase cómo relató la fiscalía delegada ante el tribunal superior el devenir fáctico respecto del
punible de fraude procesal:
“Sobre los trámites sucesorales que en últimas son los que han dado origen a la investigación,
se tiene: a instancias del abogado Guisado (sic) Hernández, su colega Nancy Liliana Pineda
Correa inicia el trámite correspondiente a la sucesión de Alonso Jiménez Hernández, para lo
cual recibe los poderes otorgados por los supuestos herederos de Jiménez Hernández
firmados y autenticados de manos del doctor Guisado (sic), recuérdese que la abogada no los
conocía hasta ese momento. Por supuesto estos dos profesionales del derecho sabían de qué
estaba conformada la masa herencial, no solo los bienes inmuebles, sino también los dineros
representados en certificados de depósito a término en varias entidades bancarias Colpatria,
banco de Bogotá, entre otras.
(...).
De lo dicho en precedencia y perfectamente probado, se concluye que en ese momento se
excluyó de la sucesión a los herederos de Azucena Giraldo Ramírez, constituyéndose aquí la
primera de las múltiples y graves irregularidades que se avistan en la actuación y es que los
herederos de Alonso Jiménez Hernández, bajo juramento señalaron en los poderes otorgados
a la abogada Pineda Correa que eran los únicos y verdaderos herederos y desconocían
absolutamente la existencia de otros. Esto por supuesto con la coadyuvancia del señor
Guisado (sic) Hernández que fue quien confeccionó tales documentos.
Situación totalmente contraria a la realidad, pues son los mismos procesados y herederos de
Alaonso (sic) quienes en sus indagatorias sostienen que conocían a la familia de Azucena
Giraldo vale decir hermanos y sobrinos, desde que contrajeron matrimonio aquella con Alonso
Jiménez, llegando a compartir algunos momentos de la cotidianidad y que inclusive todos
asistieron a los funerales de Azucena y también hicieron lo propio al fallecimiento de Alonso.
Sobre los poderes claramente señalan que el abogado Guisado (sic) los elaboró y ellos
firmaron, algunos sin leer el contenido” (21) .
En las indagatorias consta que a los acusados se les preguntó si, con anterioridad a iniciar los
trámites de la sucesión doble e intestada de Alonso Jiménez y Azucena Giraldo, conocían a los
familiares de esta última, si otorgaron poder al abogado Wilson Guizado y a otra profesional para
adelantar actuaciones relacionadas con aquel legado y si admitían, como suyas, las firmas allí
plasmadas (22) . Vale la pena destacar que, en algunos de los memoriales poder que en dicha
diligencia se les puso de presente, los que estaban orientados a iniciar la sucesión de Alonso
Jiménez y Azucena Giraldo, se lee: “Desconozco la existencia de otros herederos presuntos o
reales, legatarios, albaceas con tenencia de bienes, con igual o mejor derecho...” (23) .
De otro lado, se observa que en los alegatos de conclusión, los defensores de los acusados se
ocuparon de ofrecer explicaciones en punto de la elaboración de los poderes y del endilgado
ocultamiento de otros herederos (24) .
1.2.6. Los censores aseguran que era inviable seguir el precedente fijado por la Corte en la
mencionada sentencia del 21 de abril de 2010, porque la fiscalía de segunda instancia, en el pliego
acusatorio, dispuso expedir copias para investigar el punible de falsedad en documento privado,
razón por la cual la condena impuesta infringe el principio non bis in idem y es al interior de la
nueva actuación en donde se ejercen los derechos de defensa y contradicción.
No les asiste razón en su crítica porque, si bien es cierto en el numeral séptimo de la parte
resolutiva de la acusación la fiscalía 11 delegada ante el tribunal ordenó la “compulsa de copias (...)
con destino a la dirección seccional de fiscalías de Medellín para que se investiguen las probables
conductas de concierto para delinquir y falsedad en que pudieron incurrir los aquí procesados” (25) ,

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también lo es que ello respondió a comportamientos distintos al de manifestar bajo juramento en los
mandatos, contrariando la verdad, desconocer otros herederos.
Lo anterior surge con facilidad de la propia estructura de esa determinación, cuya parte
considerativa posee tres segmentos: uno, los recursos de la parte civil dirigidos contra la decisión
de precluir investigación contra los ahora acusados; dos, la apelación propuesta por el abogado de
Gloria del Socorro Escobar Jaramillo —para ese momento la única llamada a juicio—, y, tres, la
admisibilidad de la demanda de parte civil reclamada por Colpatria.
El aparte uno —el que interesa en este momento—, se subdivide, a su vez, en: primero (fls. 21-30
(26)
), donde, a la luz de la jurisprudencia, se recuerdan los elementos del fraude procesal, la estafa
y el falso testimonio; segundo (fls. 30-51 (27) ), en el que, frente a las pruebas, se examina la
configuración de los punibles de fraude procesal y estafa; tercero (fls. 51-58 (28) ), allí se analiza lo
atinente a la situación jurídica de los encartados y a la viabilidad de imponer medida de
aseguramiento; cuarto (fls. 58-60 (29) ) se verifica lo relativo a la conducta de falso testimonio, y,
quinto (fls. 60 y 61 (30) ), se estudian las peticiones elevadas por la parte civil.
Es precisamente en el aparte cuatro, esto es, después de que se destacaran las ficciones
consignadas en los poderes, cuando la fiscal advierte que compulsará copias para averiguar por
otros comportamientos disímiles. Véase la determinación:
“Ahora bien, lo que sí vislumbra este despacho es que a la par de las conductas por las que
aquí se profiere resolución de acusación en contra de los procesados herederos de Alonso
Jiménez y sus abogados, es que se pudieron haber consumado otro tipo de conductas, así:
Sin duda los delitos de fraude procesal y estafa, perfectamente delimitados aquí,
necesariamente tuvieron que ir acompañados de otras probables conductas que aún no han
sido objeto de investigación, es que el engranaje mismo de toda la actividad desplegada para
la elaboración de las sucesiones, significó un mayor esfuerzo por parte de los actores y la
unificación de voluntades con propósitos ilícitos claros, lo que podría enmarcarse en la
conducta de concierto para delinquir. A la par y en virtud a las posibles irregularidades que
alegan los representantes de la parte civil con respecto al árbol genealógico que presentan los
herederos para demostrar el parentesco, cabe destacar situaciones como aquella de la madre
que tuvo tres hijos a los 8 o 9 años, 11 y 14 y en general las múltiples inconsistencias en
cuanto a nombre y fechas que de manera ordenada y detallada los apelantes en diferentes
estadios de la investigación han destacado. Igualmente, amerita hacer una investigación
profunda respecto del trámite y constitución de los certificados de depósito a término en el
banco Colpatria, situación que también ha sido materia de preocupación de los recurrentes y
que en aras de buscar la verdad y la justicia, sería importante instar en ello.
Conforme a lo dicho en precedencia se dispondrá la compulsa de copias para que el fiscal
competente de Medellín, adelante las investigaciones a que haya lugar con el fin de establecer
si probables conductas como concierto para delinquir, falsedad u otras pudieron haberse
presentado en el trámite de las sucesiones de marras...” (31) .
Lo anterior pone en evidencia, y así lo destacó la delegada de la procuraduría, que la compulsa de
copias hecha en instrucción, por la posible falsedad, excluyó la conducta punible de esa naturaleza
cometida al otorgar los poderes, por la cual el tribunal profirió condena, y se concentró en otras,
tales como el árbol genealógico exhibido por los herederos y las inconsistencias en cuanto a
nombres y fechas.
De manera que, ninguna usurpación de competencias se evidencia por parte del juez colegiado y
se conservó la unidad procesal, que nunca sufrió ruptura por ese aspecto.
Ahora, que el juez de primera instancia haya previsto la remisión de copia de su sentencia para
investigar, eso sí, el comportamiento descrito, no comporta dificultad alguna, toda vez que allí se
condicionó la orden a la ejecutoria de la determinación, lo que obviamente no ha tenido lugar por
virtud de los recursos de casación interpuestos.

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En ese orden de ideas, no prosperan los cargos primero, así propuestos en las tres demandas y
tercero formulado en la última por el defensor de Guizado Hernández.
2. La antijuridicidad de la conducta de falsedad.
2.1. En la segunda censura del libelo 2 (32) el apoderado cuestiona la sentencia por violación directa,
por falta de aplicación del numeral 6º del artículo 3º del Decreto 902 de 1988, lo que derivó en el
inadecuado empleo de los artículos 9º, 11, 52 y 289 del Código Penal.
Dice el recurrente que el ad quem, al ocuparse del delito de falsedad en documento privado, no
tuvo en cuenta que los herederos de la familia Giraldo sí intervinieron en la actuación sucesoral
cuando hicieron el pacto que se reflejó luego en la nueva repartición de bienes. En ese sentido, la
mentira contenida en los poderes carece de peligro en el tráfico jurídico y, por ende, de
antijuridicidad.
2.2. Cuando se elige esta vía de ataque es imperioso que se admitan los hechos, las pruebas y la
valoración que de ellas hizo el sentenciador, motivo por el cual no es factible discutir cuestiones de
facto, toda vez que la impugnación es de estricto orden jurídico y recae sobre la ley sustancial. Así
mismo, la falta de aplicación impone al actor la carga de demostrar porqué la norma que echa de
menos era la llamada a resolver el caso y, por ende, debía guiar el examen

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