0% encontró este documento útil (0 votos)
138 vistas35 páginas

II - La Clase Obrera. Condiciones de Vida y Trabajo.

La etapa de estructuración del proletariado en la Argentina presenta características de heterogeneidad étnica y social, con experiencias laborales diversas, en el contexto de la imbricación de economías tradicionales y formas capitalistas.

Cargado por

Izquierda diario
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
138 vistas35 páginas

II - La Clase Obrera. Condiciones de Vida y Trabajo.

La etapa de estructuración del proletariado en la Argentina presenta características de heterogeneidad étnica y social, con experiencias laborales diversas, en el contexto de la imbricación de economías tradicionales y formas capitalistas.

Cargado por

Izquierda diario
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 35

38 | Josefina Luzuriaga

II. La clase obrera. Condiciones de vida y trabajo.


La inmigración

Los trabajadores en la segunda mitad del siglo XIX


La etapa de estructuración del proletariado en la Argentina presenta
características de heterogeneidad étnica y social, con experiencias laborales
diversas, en el contexto de la imbricación de economías tradicionales y
formas capitalistas.
Desde mediados de la década de 1850, la economía argentina expe-
rimenta una necesidad creciente de mano de obra. Por estos años comien-
zan a ingresar inmigrantes, aunque no con la intensidad de las últimas
décadas del siglo, que se suman a una mano de obra preexistente. Ésta se
compone de criollos, mestizos e indígenas e incluye, todavía en los comien-
zos de esta década, a los negros, con una larga historia en el territorio
argentino y particularmente en la Ciudad de Buenos Aires desde la época
colonial y en las zonas rurales pampeanas, a los gauchos que aún resis-
ten proletarizarse. Aunque estos sectores no consiguen el nivel de organi-
zación que lograrán los inmigrantes europeos más adelante, sí producen
expresiones políticas, plasmadas en periódicos como La Raza Africana y
El proletario, este último dirigido por Lucas Fernández22, que aparecen en
1858, tienen un eje central en las cuestiones étnicas.
La situación de una virtual semiesclavitud de estos grupos es un gran
obstáculo para la organización contra sus condiciones de vida. A partir de
la década de 1870, la mano de obra originaria integra los contingentes
de trabajadores asalariados, que se incorporan a los obrajes del Chaco o a los
ingenios azucareros de Tucumán23. Así, el período anterior a la gran inmi-
gración se caracteriza por la “heterogeneidad étnica y de experiencias socia-
les, políticas y culturales de quienes participaban en [la] conformación”24
de la clase obrera. De esta manera, cada región se va articulando de una
manera específica, dada la existencia de formas más tradicionales de explo-
tación, y en su imbricación con el capitalismo se producen como resultado
realidades diferenciadas entre el litoral y las economías regionales.
Hacia la década de 1860, los asalariados urbanos son todavía semiar-
tesanos u obreros de pequeñas empresas. Caracteriza esta primera etapa
de estructuración del proletariado la “existencia de un grado importante

22  Ricardo Falcón, Los orígenes del movimiento obrero (1857-1899), Bs. As., CEAL, 1984, p. 15.
23  Nicolás Iñigo Carrera, El problema indígena en la Argentina, Debate, en RyR N° 4, otoño
de 1998, reedición electrónica.
24  Edgardo Bilsky, Esbozo de historia del movimiento obrero argentino: desde sus orígenes hasta el
advenimiento del peronismo, Bs. As., Fundación Simón Rodríguez, 1988.
cien años de historia OBRERa | 39

de movilidad social simultáneamente al carácter de ‘improvisación’, ‘alu-


vial’, en la estructuración de la naciente industria”25, en relación al poco
o nulo desarrollo de una burguesía industrial, que deja lugar para que el
obrero artesano, que conseguía adquirir herramientas y experiencia, pase
luego a instalar su propio taller y convertirse en propietario del mismo.
Estas características hacen que la relación obrero-patrón dentro del taller
sea poco conflictiva.
Ya en la década de 1870, la demanda de mano de obra en las ciu-
dades aumenta, todavía limitada por una estructura productiva urbana,
donde predominan las artesanías y el pequeño taller. Mientras tanto, la
cifra de extranjeros que ingresan al país crece significativamente respecto
de la década anterior.
Para fines del siglo XIX, en un período de 20 o 30 años, las transfor-
maciones económicas, políticas y culturales de grandes proporciones mol-
dean la estructuración de la clase obrera y la emergencia del movimiento
obrero. Como hemos visto en el apartado anterior, en este corto tiempo
se desarrollan con rapidez algunos centros urbanos –la Ciudad de Buenos
Aires y Rosario entre los más importantes–. Además, se producen transfor-
maciones estructurales cuantitativas y cualitativas en la clase obrera, emer-
giendo el movimiento obrero con sus primeras formas de organización
política y sindical, cuestión sobre la que volveremos posteriormente.
Hay tres características sobresalientes que lo marcan desde sus oríge-
nes: una gran concentración geográfica, una fuerte presencia en las ramas
claves de la economía primario-exportadora y una alta composición extran-
jera inmigrante. Sin embargo, esta realidad no es homogénea en todo el
país y se combina con la preexistencia de trabajadores asalariados y formas
de trabajo semiserviles, anteriores a la gran oleada inmigratoria. Junto al
fuerte sector de servicios –ferrocarriles, puertos, transportes–, se formó un
sector de obreros industriales que elaboraban materias primas producidas
en el país –algunas concentraciones y multitud de talleres– y una masa de
trabajadores rurales: viñateros, zafreros, esquiladores; esta heterogeneidad
no niega el peso de la concentración de actividades en la zona del litoral,
cerca de los puertos atlánticos, y su peso creciente en la formación de la
clase obrera argentina.

La gran inmigración. Condiciones de vida y trabajo


A partir de la década de 1880, el fenómeno de la inmigración da un
salto cualitativo, y con éste, la emergencia del movimiento obrero organiza-
do en el país. Entre 1857 y 1916 ingresan un total de 4.758.729 inmigrantes.

25  Ricardo Falcón, El mundo del trabajo urbano: 1890-1914, Bs. As., CEAL, 1986, p. 103.
40 | Josefina Luzuriaga

Se quedan de forma permanente en el país unos 2.575.021. El año 1889 así


como los posteriores a 1905 son los de mayor llegada de inmigrantes de
todo el período26.
La importancia del fenómeno inmigratorio se aprecia en el censo de
1895: entre los obreros manuales el porcentaje de extranjeros en la Ciudad
de Buenos Aires llega al 84 %. Según este mismo censo, en 1895, se registran
27.000 obreros de la alimentación, 33.000 del vestido, 85.000 de la cons-
trucción, 15.000 metalúrgicos, 23.000 obreros ferroviarios, 10.000 obreros
azucareros, y 5.000 vitivinícolas. Pero mientras la mayoría de la población
trabajadora extranjera se concentra en las ciudades-puerto y el litoral, en el
interior del país van a formar parte de la nueva clase obrera muchos des-
cendientes de los pueblos originarios, negros y mestizos, que trabajarán en
los cañaverales tucumanos o los yerbatales y obrajes de Chaco y Misiones.
Esta masa de población trabajadora sufre, a partir de 1886, junto con el
freno del aumento de los salarios, durísimas condiciones de trabajo. Desde
esa fecha, con la llegada masiva de inmigrantes, el aumento de la mano de
obra favorece la situación de los patrones, que pueden imponer salarios y
condiciones de trabajo más desfavorables, con una jornada promedio de
10 horas diarias. Veamos algunas cifras. En 1887, el 65 % trabaja 10 horas,
el 22 % entre 11 y 14, y solo el 13 % había logrado las 8 horas. Promediando
la década de 1890, en la Ciudad de Buenos Aires, sobre un total de 134.772
trabajadores, el 85 % trabaja 10 horas o más27. Pero en el interior la situa-
ción es mucho más desfavorable, con jornadas laborales que en algunas
fábricas como las de jabón, ladrillo o queso llegan a un promedio de
11 horas, existiendo casos de jornadas de “sol a sol”28.
En cuanto a los accidentes de trabajo –que son muy frecuentes por
las malas condiciones de seguridad laboral, sobre todo en el transporte, la
construcción y la metalurgia–, durante todo el período final del siglo XIX
y los primeros años del XX, son los obreros quienes se hacen cargo de las
consecuencias y sin recibir ninguna compensación, muchas veces pierden
hasta el empleo. Desde 1907, se implementará un sistema de seguro, pero
costeado también por el trabajador. Durante esta primera década, la rei-
vindicación de que los seguros fueran solventados por las patronales se
irá generalizando en el movimiento obrero. Recién en 1915 se aprueba la
ley 9.688 sobre accidentes de trabajo.
Otro tanto ocurre con la problemática de las condiciones de higiene
de los talleres, tanto en los medianos como en los pequeños y también en

26  Rock, op. cit.


27  Falcón, op. cit., p. 18.
28  Ídem.
cien años de historia OBRERa | 41

las grandes fábricas. Esto es constatado por Bialet Massé29 en el interior y


por Pablo Storni en la Ciudad de Buenos Aires. Estas malas condiciones
incluyen desde inmundas letrinas y escasez de baños hasta las relacionadas
con los elementos tóxicos; el tipo de construcción edilicia sobre el que se
asientan el taller o fábrica; la falta de aireación; el agua que no cumple las
condiciones necesarias de potabilidad y la falta de ventilación, entre las más
habituales. En estas condiciones también se desarrolla el trabajo femenino,
por ejemplo, en las fábricas de fósforo o en las refinerías de Rosario, donde
los polvillos y sustancias tóxicas afectan a las mujeres que son destinadas
a las secciones más insalubres30. Aunque con un salario mucho menor, las
condiciones en las que trabajan las mujeres no son diferentes a las de sus
compañeros varones.
También el trabajo infantil es ampliamente utilizado. Hacia fines del
siglo XIX, se emplean menores en la fabricación de tejidos, en los talleres
de costuras, en las lavanderías y planchado, en las mensajerías, en la fabri-
cación de cigarrillos y vidrio, por mencionar algunos ejemplos. Falcón,
tomando datos del Censo municipal de Buenos Aires, para 1904, relata
que en el sector comercial trabajan 5.000 menores de edad y sus tareas no
difieren de las de los mayores, al igual que sus condiciones de trabajo.
Si las condiciones laborales de los obreros y obreras en los talleres
y fábricas tenían estas características deplorables, en cuanto analizamos
el trabajo domiciliario nos encontramos con un panorama en extremo
agravado. Hacia fines del siglo XIX, aumenta la cantidad de una especie
de trabajo conocido como derivado, y también las personas dedicadas a
este tipo de labor. Las luchas obreras por el mejoramiento de las condi-
ciones laborales, la reducción de la jornada y mejoras salariales hacen que
los industriales deriven cuotas más elevadas de la producción a la labor
domiciliaria para abaratar costos. En este tipo de trabajo predominan
las mujeres adultas y los menores de ambos géneros. Muchas veces, este
recurso es el único que asegura una entrada de dinero al hogar de una
mujer viuda con hijos o de solteras que no puede acceder al trabajo fabril.
La jornada laboral tiene una duración mucho más extensa que la de un taller
o fábrica, y el lugar de trabajo es el domicilio mismo; allí es donde trabajan,
duermen, cocinan y pasan la mayor parte del día. Como informa Bialet
Massé, las condiciones de salubridad eran pésimas, la transmisión de enfer-
medades a través de la ropa que se cosía o arreglaba, el uso de materiales

29  Cuando la “cuestión social” preocupe a las clases dominantes, el Gobierno na-
cional encargará en 1904 al médico, abogado e ingeniero agrónomo catalán, Juan Bialet
Massé, un informe sobre el estado de la clase obrera en la Argentina. Bialet Massé viajó
a distintas regiones del país para conocer la realidad de los trabajadores. Ver Juan Bialet-
Massé, Informe sobre el estado de la clase obrera argentina, Bs. As., Hyspamérica, 1985.
30  Ídem, p. 45.
42 | Josefina Luzuriaga

no desinfectados y la convivencia en pequeños ambientes de todo el grupo


familiar hacía de este trabajo una correa de transmisión de diversas enfer-
medades infecciosas como la tuberculosis; y la fluctuación en la canti-
dad de trabajo era notoria, con temporadas en las que disminuía a cero.
Respecto de la situación de la vivienda, en Buenos Aires en 1880, hay
aproximadamente 1.770 conventillos que contienen 24.023 habitaciones en
las que viven 51.915 personas. Diez años más tarde, son 94.743 personas
las que viven en conventillos, de las cuales 67.720 son extranjeras. El pago
de alquileres consume la gran parte del gasto de la familia obrera, situán-
dolo algunos autores en 30 a 40 % del salario, altísimo en comparación con
el costo de la vivienda en otros países31.
El enorme flujo de inmigrantes al país y la concentración de estos
trabajadores extranjeros en grandes ciudades portuarias cumplen un rol
clave en la formación del movimiento obrero. Allí son sometidos a una
explotación intensa y a condiciones de vida alejadas por mucho del sueño
del inmigrante de “hacer la América”. La desilusión y la frustración, en
la mayoría de los casos, dará lugar a la protesta. El obrero inmigrante
carecerá de todo tipo de derechos políticos y sentirá el peso de una doble
opresión: la explotación en el trabajo y la opresión por ser extranjero. Pero
también es la alta concentración geográfica en las ciudades-puerto y en las
ramas claves de la economía la base estructural que le posibilitará a este
nuevo movimiento obrero conmover los cimientos de la sociedad cuando
se movilice en huelgas por rama o huelgas generales.
Los orígenes inmigratorios actúan de forma contradictoria. Si en algu-
nos sectores dificultan la organización inicial, en otros, y más en general,
la incentivan. En los barcos provenientes de Europa llegan también los
militantes socialistas y anarquistas que empalmando con el descontento
obrero comienzan a formar las primeras organizaciones obreras, los pri-
meros sindicatos por oficio y federaciones regionales o nacionales. De este
modo, esas primeras organizaciones van a incluir pronunciamientos de tipo
ideológico, acordes a las ideas socialistas o anarquistas. Muchos de estos
inmigrantes son la vanguardia que aporta a una clase obrera, aún incipien-
te y heterogénea, la experiencia de lucha y organización y las ideologías
de lo más avanzado de la clase obrera internacional. Esta es también una
marca de origen del movimiento obrero argentino, que desarrollaremos en
el próximo apartado.

31  Iaacov Oved, El anarquismo y el movimiento obrero en argentina, Bs.As., Imago Mundi,
2013.
cien años de historia OBRERa | 43

III. La organización del movimiento obrero

Primeros socialistas y anarquistas


Los primeros militantes de las tendencias socialistas y anarquistas
europeas llegan en la década de 1870, muchos de ellos exiliados después
de la derrota de la Comuna de París. Se considera que la primera huelga
declarada por el movimiento obrero es la de los tipógrafos, lanzada el 2 de
septiembre de 1878, que se mantuvo durante 40 días, paralizando y difi-
cultando la publicación de diarios, generando la indignación de las clases
dominantes y, finalmente, alcanzando un triunfo con el aumento salarial y
la reducción de las horas de trabajo a 10 en invierno y 12 en verano.
Las extensas jornadas de trabajo, los bajos salarios y la ausencia de
derechos laborales impulsan la lucha de los trabajadores gráficos: “Con la
huelga de los tipógrafos, la lucha económica toma la forma que se corres-
ponde con la sociedad capitalista: la de los obreros contra el despotismo del
capital. Y comienza superando su escalón más bajo (por unidad producti-
va): los obreros de un oficio se unen”32.
Con tales rebajas y aumentos de trabajo, la vida de esos obreros se hizo
imposible; pero, ¿a quién quejarse que justicia les hiciera, ¿dónde encontrar
remedio cuando así, aislados, pesaba sobre ellos la amenaza de la falta de
trabajo a la mínima intención de rebelarse? ¿Declararse en huelga? ¿Cómo
se hace eso? 33.

La situación impulsa la organización sindical de los tipógrafos, la reu-


nión de asambleas y la declaración del cese del trabajo para obtener las
demandas. La patronal, desde el diario El Nacional, que poco después sería
La Nación, comenta: “(...) la causa que les mueve es el recargo de tareas que
hacen pesar sobre sus hombros, teniéndolos en algunas imprentas hasta
las 12 de la noche y a veces hasta la 1 de la mañana. [Pero] la huelga es un
recurso vicioso, y no siempre para los que la ponen en práctica da buenos
resultados. En esto deben proceder con calma”34.
A pesar de las prevenciones de la patronal, la huelga se endurece y las
empresas gráficas viajan a Montevideo a buscar tipógrafos, pero encuen-
tran la extensión de la solidaridad. Por tanto, esta huelga tiene además otra

32  Nicolás Iñigo Carrera, La estrategia de la clase obrera, citado en: Inés Van Peteghem,
“Estrategia y lucha en la huelga de tipógrafos de 1878”, en Trabajadores. Ideologías y experiencias
en el movimiento obrero. Revista de Historia, año 1, N° 2, segundo semestre de 2011.
33  Así comentaba el inicio de la huelga el periodista Rafael Barreda, en Carlos M.
Echagüe, Las grandes huelgas, Bs. As., CEAL, 1971.
34  “Huelga de tipógrafos”, El Nacional, 16/08/1878, en Carlos M. Echagüe, op. cit.; ver
también Inés Van Peteghem, op. cit.
44 | Josefina Luzuriaga

significación especial en la historia del movimiento obrero argentino, la del


internacionalismo. Por un lado, la solidaridad brindada por los tipógrafos
uruguayos permite a los trabajadores desbaratar el plan de la patronal de
buscar romper la huelga mediante el trabajo en el país vecino. Y por otro,
son los obreros gráficos los protagonistas de los primeros contactos entre el
movimiento obrero argentino y el socialismo internacional.
Los tipógrafos se habían relacionado con la Asociación Internacional
de los Trabajadores (AIT)35, que les envía en 1870 el primer número del
periódico Anales de la Sociedad tipográfica bonaerense (STB). A partir de la lle-
gada de los exilados franceses a Buenos Aires, en 1871, forman la primera
sección de la AIT en Argentina. El 28 de enero de 1872 se crea la “Section
Française de la Association Internationale de Travailleurs”, con 26 partici-
pantes; en ese mismo año se constituye la sección italiana, y para media-
dos de 1873 se crea la sección española; en 1874 nace en Córdoba una
cuarta sección, esta vez multinacional. Estos pequeños grupos internacio-
nalistas se limitan a una tarea propagandística, publicando dos periódicos,
Le Laborateur y El organizador.
En estos mismos años, los anarquistas también comienzan su actividad
militante en el país, y, en 1876, publican un folleto titulado Una idea, desti-
nado a combatir a los marxistas, y poco después el periódico El Descamisado.

Primera oleada huelguística (1888-1890)


Entre 1881 y 1890, se producen un total de 48 huelgas, pero es en
los últimos tres años que se concentran la mayoría de ellas, un total de 36.
Por esto, y siguiendo también lo señalado por Sebastián Marotta36, quien
define este momento como los “tres años de acción”, se puede concluir que
la primera oleada huelguística de los trabajadores en la Argentina se produ-
ce entre 1888 y 1890; oleada que tiene algunas características importantes
para señalar.
En primer lugar, la mayoría de las huelgas tienen como objetivo el
aumento de salarios. Esto se explica por el hecho de que en estos años se
produce una importante devaluación de la moneda con respecto al valor
del oro, conduciendo a una caída del nivel adquisitivo de los salarios.
A diferencia de lo que sucederá más adelante, el reclamo de la reduc-
ción de la jornada laboral no es todavía el centro de los reclamos, aun

35  La Asociación Internacional de los Trabajadores o Primera Internacional fue


fundada en 1864 en Londres. Marx y Engels fueron sus principales teóricos y dirigentes.
Se disolvió en 1876.
36  Sebastián Marotta fue parte de la corriente sindicalista del movimiento obrero
argentino y uno de los primeros historiadores militantes, su obra El movimiento sindical
argentino es una fuente fundamental para la historia de la clase obrera.
cien años de historia OBRERa | 45

cuando la mayoría de los trabajadores tienen jornadas de más de 10 horas.


Es un primer paso elemental en la conciencia obrera. Las huelgas irrumpen
por aumento salarial como reacción frente a la caída del nivel de vida de las
familias trabajadoras; es un paso defensivo, una respuesta de auto preser-
vación de los trabajadores para no caer en la miseria absoluta.
Aún los obreros tienen un débil nivel de organización; en muchas de
las huelgas no cuentan todavía con sociedades obreras o sindicatos esta-
bles, y es más bien como subproducto de estas luchas que se comienzan a
organizar y consolidar los sindicatos en los diferentes sectores. Tampoco
hay todavía organismos de coordinación entre los diferentes oficios; no
existen en este momento federaciones obreras locales ni nacionales, por lo
que las huelgas tienden a darse de forma fragmentada. Ya se perfila dentro
de los diferentes sectores de la clase obrera un núcleo de vanguardia: son
los albañiles, yeseros, panaderos, carpinteros, ferroviarios y estibadores.
Los últimos dos son sectores obreros que tienen un lugar estratégico dentro
de ramas centrales de la economía. Los ferroviarios particularmente van a
jugar un papel clave en esta primera oleada huelguística.

La Comuna de París
La Comuna de París fue la gran ges- mismo tiempo que plantearon que todos
ta de la clase obrera europea de fines del los funcionarios de la Comuna cobrasen
siglo XIX. Los trabajadores parisinos to- un salario igual al de cualquier trabajador.
maron el poder y formaron su propio Go- Se decretó la separación de la Iglesia del
bierno por casi tres meses, a comienzos de Estado, se condonaron las deudas de los
1871. En el contexto de la guerra franco- trabajadores con las casas de empeño y se
prusiana, los obreros y obreras de París planteó entregar los talleres abandonados
fueron los únicos dispuestos a luchar con por los patrones a cooperativas obreras.
las armas en mano para defender la Re- La Comuna de París fue un enorme
pública del avance de las tropas enemigas, ejemplo de la potencialidad creadora de
ante la deserción de la burguesía francesa. la clase obrera. Por eso, las fuerzas reac-
La República, que había sido proclama- cionarias de toda la burguesía europea se
da en septiembre de 1870 ante la caída de ensañaron contra este primer intento de la
Napoleón, fue reemplazada entonces por clase obrera de “tomar el cielo por asalto”
la heroica Comuna obrera. Esta sustituyó y desataron una gran represión que duró
toda la vieja estructura del Estado bur- varios días, dejando un saldo de 30.000
gués, creando una nueva forma de Esta- obreros asesinados y miles de heridos y
do. Los comuneros disolvieron la policía exiliados.
como fuerza especial de represión, reem- Sin embargo, a pesar de la derrota, la
plazándola por el pueblo en armas, crean- Comuna se transformará en fuente de lec-
do sus propias milicias armadas. Entre ciones e inspiración para la clase obrera
las medidas más importantes, eliminaron mundial.
toda la casta de políticos profesionales y Muchos de esos exiliados de la Co-
la burocracia del Estado, eligiendo a sus muna escaparon en barcos por el océano,
representantes de forma directa y siendo llegando a las lejanas costas del Río de la
éstos revocables en todo momento, unifi- Plata, donde habrían de aportar su expe-
cando el poder legislativo y ejecutivo, al riencia a los trabajadores de la Argentina.
46 | Josefina Luzuriaga

El ciclo de huelgas comienza con la lucha del personal de servicio de


hoteles y restaurantes contra la imposición de la libreta de “buena conduc-
ta”. Esto genera una gran dependencia respecto de los patrones, ya que si
no se encuentra firmada no se puede aspirar a nuevos trabajos. Luego de
una intensa lucha de gran repercusión en la prensa, los trabajadores de ser-
vicio de hoteles y restaurantes consiguen un triunfo y logran la derogación
de la ordenanza municipal37.
Una importante huelga de este primer período es la de los obreros
panaderos, en enero de 1888. En ella actúa la Sociedad Cosmopolita de
Obreros Panaderos, fundada antes del conflicto con influencia de los anar-
quistas. Elabora un petitorio que plantea: “El valor de las cosas más nece-
sarias de la vida, como ser los alimentos, alquileres, etc., va en aumento,
mientras el sueldo ha quedado desde mucho tiempo atrás”38 y otorgan un
plazo a los patrones hasta el día 31; si no obtienen respuesta lanzarán la
huelga. Ese día, cuando los obreros pretenden reunirse en el barrio de
Barracas al Norte, fuerzas de la comisaría 19ª proceden a detenerlos en
masa, pero la huelga comienza y se extiende. Pocos días después, la mayo-
ría de los patrones han aceptado el petitorio obrero panadero.
Se destaca también para esta fecha la huelga de los ferroviarios que,
como afirmamos más arriba, juegan un rol clave en la primera oleada
huelguística argentina. La Fraternidad había sido fundada en 1887 como
Sociedad de Ayuda Mutua entre Maquinistas y Fogoneros de locomotoras.
Son los trabajadores de los talleres de Sola del Ferrocarril Sur (actual FFCC
Roca) los que inician la huelga, en 1888, proponiendo que sus sueldos
sean pagados en moneda oro ante la caída de los salarios. Hay enfrenta-
mientos con la policía cuando los trabajadores intentan concentrarse en
una plaza, con varios obreros detenidos y policías heridos. El conflicto
termina cuando la empresa ofrece un aumento general de salarios del 25 %.
Pero este primer triunfo desata un reguero de huelgas ferroviarias en el
Ferrocarril Ensenada; en los talleres de Junín del Ferrocarril Pacífico (actual
FFCC San Martín); entre cargadores y changadores de Retiro; trabajado-
res de oficios y peones del Ferrocarril de la Provincia; peones de la estación
Constitución y otros. Poco después, se reiteran las huelgas por aumento
de salarios en el Ferrocarril Buenos Aires, Ensenada y el Ferrocarril Oeste
(hoy FFCC Sarmiento).

37  Lucas Poy, “Una periodización de la agitación obrera en Buenos Aires (1887-1893)”,
Revista Trabajadores Año I. N° 1. Primer semestre de 2011. Ver también del mismo autor,
“Los orígenes de la clase obrera argentina. Huelgas, sociedades de resistencia y militancia
política en Buenos Aires, 1888-1896”, Colección Archivos, Imago Mundi, Bs.As., 2014.
38  Marotta, El movimiento sindical argentino, Bs.As., Ed. Lacio, 1960.
cien años de historia OBRERa | 47

También, otros sectores salen a la huelga en estos años por aumento


de salario. También, en 1888, en la Ciudad de Buenos Aires son los obreros
de la metalúrgica Bosch Hermanos, Valeis y Cía., La Platense, Carpintería
de Gambetta y Cia, entre otros, los que reclaman entre 25 y 40 % de
aumento salarial.
Las huelgas recurrentes empiezan a preocupar a los empresarios.
La UIA, que había sido fundada en 1887, declara el 8 de diciembre que
las huelgas llevan a la “ruina industrial”, y crea una comisión especial para
buscar “la forma más conveniente de remediarlas”. Un integrante de la
organización empresaria concurre a una asamblea obrera de diferentes gre-
mios para proponer que se formen “comisiones mixtas”, de trabajadores
y patrones, que busquen solución a los conflictos para evitar las huelgas.

Los Círculos de Obreros Católicos


Los Círculos de Obreros Católicos En una entrevista que cita el diario so-
surgen en la Argentina a comienzos de cialista La Vanguardia, de febrero de 1900,
1892. Un año atrás, en mayo de 1891, el uno de sus dirigentes se lamenta y expre-
Papa León XIII había lanzado una nueva sa sus aspiraciones: “Las clases pudientes
encíclica política sobre la “cuestión social” no se dan cuenta que estamos trabajando
mediante la cual la Iglesia se pronuncia por medio de los Círculos de Obreros Ca-
por el apoyo al derecho laboral y llama tólicos para defender sus propios intere-
a “formar uniones o sindicatos”, establece ses, combatiendo el socialismo, esas ideas
nuevas fronteras ideológicas con el libera- perniciosas que contra las clases ricas se
lismo y principalmente con el socialismo apodera de los obreros”.
y las bases programáticas para la Doctri- En diciembre de 1918, desde los Cír-
na Social de la Iglesia. culos Católicos el cura Dionisio Napal
En la Argentina su fundador es un cura predicará por los barrios porteños contra
alemán, Federico Grote, y rápidamente se “el factor judío en la Revolución rusa”,
extienden desde Buenos Aires a Rosario, creando las bases para el pogrom que
y a partir de 1896 a Catamarca, Córdoba, reprimirá a sangre y fuego, en mayo de
Santiago del Estero y Salta; más tarde, en 1919, a los “rusos bolcheviques” por Villa
1899, a Tucumán, Mendoza y Corrientes. Crespo y Paternal.
Para 1912, cuando Grote es despla- El diario Di Presse, que salía en idish y
zado de su dirección, existen 77 Círculos estaba cercano a las ideas revolucionarias
en el país con 23.000 socios y 21 edificios de Octubre, recuerda en una breve cróni-
propios. Su lema, que acompaña aún en ca que “los curas comenzaron en Corrien-
nuestros días su escudo, es “Dios, patria tes y Junín, y prosiguieron sus sermones
y hogar”. Publican varios periódicos, La contra los socialistas y los judíos con ayu-
Voz del Obrero y El Trabajo, pero el que más da de la policía”, dando sus discursos pro-
se mantiene es El Pueblo, que se publica tegidos por matones a sueldo, acusando
con menor y mayor incidencia hasta los a los judíos de traidores y al socialismo
años 60. como una “tara hebrea”.
48 | Josefina Luzuriaga

La asamblea obrera rechaza la propuesta y emite una resolución, consen-


suada entre socialistas y anarquistas allí presentes:
Las huelgas, en general, son el producto del orden social capitalista; en
particular, las huelgas actuales en Buenos Aires, son el producto natural
de la situación lastimosa de la clase obrera, de la situación creada por la
injusta política financiera del gobierno, por la especulación desenfrenada de
la Bolsa y los capitalistas. (...) En consecuencia: la asamblea protesta contra
la inventiva mentirosa, por la cual afirma una parte de la prensa capitalista
que las huelgas actuales sean la obra artificial de los socialistas39.

En agosto de 1889, más de 2.000 obreros que trabajan en la construc-


ción de las obras del Riachuelo están en huelga; piden un salario digno,
pero no cuentan todavía con una organización sindical que les permita
organizarse y esto dificulta la continuidad de la lucha. Se suman huelgas
de obreros gráficos, de la usina de Gas de la Ciudad de Buenos Aires, del
correo y muchas otras. Hacia fines de 1889, en el sector de la construcción
aparecen las importantes huelgas de los carpinteros y albañiles, nuevas
huelgas ferroviarias y, finalmente, otra vez la huelga de los panaderos, a
comienzos de 189040.
Esta primera oleada huelguística permite a los trabajadores dar pasos
adelante en su conciencia y niveles de organización. Esto se expresará, por
ejemplo, en el acto del 1º de Mayo de 1890 y en el surgimiento de nuevas
organizaciones sindicales. Las primeras huelgas del movimiento obrero
argentino son huelgas de tipo “económico”, por reivindicaciones inmedia-
tas, pero que debido a la represión estatal o la oposición a las corporaciones
empresarias y el Gobierno, adquieren también rasgos “políticos”, enfren-
tando directamente a las fuerzas enemigas de los trabajadores. Hacia 1890,
la agudización de la crisis económica, el aumento de la desocupación y la
carestía de vida van a provocar un reflujo en las luchas obreras.

El 1° de Mayo de 1890 y la aparición de El Obrero


En 1889, se reúne en París un Congreso Obrero Socialista en el que
se funda la II Internacional, agrupando a partidos socialistas de diverso
origen. En esa reunión en París se resuelve convocar a manifestaciones y
mitines o actos en todo el mundo en una Jornada de lucha obrera interna-
cional para el 1º de mayo de 1890.
En el país, los primeros grupos socialistas, como los alemanes que
habían fundado, en 1881, el Club Vorwarts (Adelante), se ponen a la

39  Marotta, op. cit.


40  Poy, op. cit.
cien años de historia OBRERa | 49

cabeza de organizar este acto y llaman a una reunión preparatoria el 30 de


marzo a la que invitan a los anarquistas. Allí, se da un importante debate
entre ambas corrientes, que no tienen acuerdo sobre el contenido que debe
tener el acto y el Manifiesto a elaborar. Una de las principales diferencias
gira en torno a la propuesta de los socialistas de presentar un petitorio ante
el Congreso Nacional, donde se reclame por las 8 horas y otras reivindica-
ciones, así como por “leyes protectoras de la clase obrera”. Con esta cues-
tión polemizan los anarquistas, para quienes no hay que exigirle nada al
Estado, incluida la demanda de leyes. En la comisión organizadora tienen
mayoría los socialistas, por lo que su propuesta de Manifiesto y petitorio es
la que se aprueba. Los anarquistas no lo firman, aunque anuncian que van
a concurrir al acto, pero con sus propias consignas.
De este modo, se celebra por primera vez en la Argentina el 1º de Mayo.
El mitin o acto reúne a unos miles de obreros en la Ciudad de Buenos
Aires, y se realizan otros en Rosario y Bahía Blanca. En Buenos Aires, el
acto se lleva a cabo en el Prado Español, barrio de la Recoleta; entre los
oradores –mayoritariamente de tendencia socialista– hay españoles, italia-
nos, franceses y alemanes, que explican el significado del 1º de Mayo a

Los “mártires de Chicago” y el 1º de Mayo de 1886


En noviembre de 1884, se había ce- acusándolos de haber lanzado la bomba,
lebrado en Chicago (Estados Unidos) el condenando a juicio y pena de muerte a
Congreso de la Federación Americana del varios de ellos.
Trabajo, que propuso que a partir del 1º August Spies, Michael Schwab,
de Mayo de 1886 se obligaría a los pa- Adolph Fischer, George Engel, Louis
trones, mediante la huelga, a respetar una Lingg, Albert Parsons, Samuel Fielden
jornada de 8 horas. Ese día, con más de y Oscar Neebe fueron sometidos a un
5.000 huelgas, las organizaciones labora- juicio orquestado y fraudulento, y el
les y sindicales se movilizaron y paraliza- 11 de noviembre de 1887 Spies, Engel,
ron aquel país. El 3 de mayo, en la mis- Fischer y Parsons fueron ahorcados.
ma Chicago, la policía reprimía, dejaba En su funeral marcharon por las calles
4 obreros muertos y muchísimos heridos. de Chicago más de 25.000 trabajadores.
Como respuesta, las organizaciones Louis Lingg se había quitado la vida en
obreras, convocaron a una manifestación su celda poco antes.
en la plaza Haymarket, a la que concu- Desde ese momento ellos son recor-
rrieron más de 3.000 trabajadores. La dados como “los mártires de Chicago”,
policía irrumpió nuevamente y un desco- ejemplo de lucha y coraje de la clase
nocido arrojó una bomba contra los uni- trabajadora internacional. Los otros en-
formados, que hirió a 66, de los cuales 7 juiciados pasaron largos años en prisión
murieron. La respuesta de las fuerzas de hasta que toda la falsedad del juicio y las
represión fue disparar sin piedad contra mentirosas acusaciones no pudieron ser
la multitud, matando a varios obreros, de- sostenidas y recobraron la libertad.
jando heridos a más de 200 y desatando En su honor se fijó el 1º de Mayo
luego una caza de brujas contra los prin- como fecha para la jornada de lucha in-
cipales dirigentes de las movilizaciones, ternacional de los trabajadores.
50 | Josefina Luzuriaga

los obreros allí reunidos. El corresponsal del diario La Nación, tomando en


cuenta la significación del acto, escribe al día siguiente de forma despectiva:
“Había en la reunión poquísimos argentinos, de lo que me alegro mucho”41.
Las reivindicaciones que se levantan en el Manifiesto de aquel 1º de
Mayo incluyen: 1) Jornada de 8 horas para todos los adultos; 2) Prohibición
del trabajo para los menores de 14 años; 3) Abolición del trabajo nocturno
con excepción de las ramas donde no se pueda realizar interrupciones;
4) Prohibición de trabajos insalubres para las mujeres; 5) Abolición del
trabajo nocturno para mujeres y menores de 18 años; 6) Descanso no inte-
rrumpido de 36 horas semanales; 7) Prohibición de trabajos insalubres;
8) Prohibición de trabajo a destajo; 9) Inspección de los talleres y fábricas
por delegados del Estado; 10) Inspección sanitaria de las habitaciones y
sobre la fabricación y venta de bebidas y alimentos; 11) Seguro obligato-
rio contra los accidentes laborales a cargo exclusivo de los empresarios y
el Estado; 12) Creación de tribunales, integrados por obreros y patrones,
para la solución de conflictos entre unos y otros. Con estos puntos se forma
un petitorio que firman unos 7.000 trabajadores y que se entrega en la mesa
de entradas del Congreso Nacional donde quedará olvidado42.
Además, en el Manifiesto del 1º de Mayo se anuncia la decisión de
formar una Federación de Trabajadores y la necesidad de publicar un
periódico. Éste se llamará El Obrero y aparece en las calles desde diciembre
de 1890 a febrero de 1891, editado primero por el socialista Ave Lallemant
y luego por la naciente Federación. Después del grupo Vorwarts, El Obrero
puede considerarse el primer intento de analizar la realidad social y política
argentina desde una perspectiva socialista y marxista, por lo que se convierte
en una referencia ineludible para las organizaciones socialistas posteriores.
Este triunfo sobre los anarquistas en la organización del acto del 1º de
Mayo es coyuntural para los socialistas. Más adelante son los anarquistas
los que logran mayor influencia en el movimiento obrero. Pero, para que
esto suceda deben producirse importantes cambios al interior del propio
movimiento anarquista, cuestión que veremos más adelante.

Segunda oleada huelguística. La lucha por la jornada de 8 horas


Durante la crisis de 1890, los trabajadores no intervienen con sus
propios métodos de clase, paralizados por la grave crisis económica.
Pero hacia mediados de la década se produce un cambio, cuando la economía
inicia una fase de recuperación que es aprovechada por los trabajadores
para desplegar una nueva oleada de huelgas.

41  Marotta, op. cit.


42  Ídem.
cien años de historia OBRERa | 51

El historiador Gonzalo Zaragoza se refiere a un período de “disper-


sión” entre 1890 y 1894, que es seguido de uno de “agitación obrera”, entre
1894 y 1896. A diferencia de la primera oleada huelguística, esta segunda
incorpora al reclamo de aumento de salarios la lucha por la reducción de la
jornada laboral43. Este hecho es señalado por Marotta, que califica a 1894
como el año inicial de la lucha por esta demanda. Muchas huelgas con-
siguen triunfos, y en general pueden hacerlo por la formación de fondos
de huelga en los gremios. Aunque también hay algunas derrotas, como la
de los panaderos en 1895.
Durante 1894 hay huelgas por la reducción de la jornada laboral entre
los albañiles, ebanistas, curtidores, vidrieros, hojalateros, cocheros de tran-
vías, pintores, descargadores de carbón, galponistas, peones de puerto y
foguistas de a bordo44. Los albañiles piden una jornada de 10 horas en
verano y 9 en invierno. Los yeseros son, en 1895, los primeros que con-
quistan la jornada de 8 horas, a los que le siguen los pintores. Abren así un
nuevo camino, y durante 1896 se dan numerosas huelgas que reclaman las
8 horas de trabajo, como las de los constructores de carruajes, bronceros,
relojeros, obreros del gas, fideeros, tipógrafos, mecánicos y otros.
Entre todas estas huelgas duras la que más se destaca es, nuevamen-
te, la de los ferroviarios, que se inicia en los talleres de Tolosa. Exigen la
jornada de 8 horas sin modificación de salarios, la supresión del trabajo
por pieza o a contrata, la anulación del trabajo los domingos y el pago
doble de las horas extras. La patronal se niega a ceder al reclamo, provo-
cando el estallido de una huelga masiva. El 31 de agosto de ese año hay
1.000 obreros en lucha y se extiende la huelga a otros talleres del país.
Los obreros no cuentan con una organización nacional que los coordine, pero
aun así logran lazos solidarios para sostener la huelga en varios puntos del
país, llegando a confluir en una asamblea general de delegados ferroviarios.
Hay enfrentamientos violentos de los trabajadores con la policía y mien-
tras el Estado manda bomberos, soldados y marineros, la empresa recluta
unos 700 obreros desde Italia para reemplazar a los que están en huelga.
En Barracas, hay un enfrentamiento con la policía, donde mueren 2 peones
y son detenidos unos 47 huelguistas.
En agosto el periódico anarquista Avvenire informa que hay entre 7.000
a 8.000 obreros en huelga por las 8 horas. La huelga “fue apoyada por
muchos gremios que abandonaron el trabajo reclamando las mismas mejoras
que los ferroviarios. 11 gremios en total se unieron a los ferroviarios.
En Rosario los anarquistas consiguen que la huelga ferroviaria se extienda

43  Gonzalo Zaragoza, Anarquismo argentino, 1876-1902, Madrid, Ediciones De la Torre,


1996.
44  Marotta, op. cit.
52 | Josefina Luzuriaga

a la mayoría de los oficios”45. En septiembre, están en huelga por las 8 horas


y otros reclamos, los panaderos, pintores, alpargateras, albañiles, tipógra-
fos, empleados de teléfono, zapateros y otros gremios. El núcleo central
sigue estando en los ferroviarios, pero el movimiento va decayendo y hacia
octubre quedan solos; terminan la huelga de 120 días y obtienen un incre-
mento salarial menor al solicitado. La patronal ha logrado dividirlos por
sector y presionarlos a ceder con la utilización de cientos de carneros.
En estos años se incrementa el desarrollo de las organizaciones sin-
dicales. Entre 1890 y 1896, se forman un total de 32 sociedades obreras
con fines gremiales. Estas sociedades agrupan a oficios varios: tipógrafos,
herreros, talabarteros, hojalateros, escultores, mecánicos, cocheros de tran-
vías, albañiles, constructores de carros, toneleros, fideeros, torneros, taba-
queros, relojeros, plateros, artes gráficas, fundidores y afines, alfombristas,
cortadores de calzado, galponistas, vidrieros y zingueros. Los sindicatos
reúnen a trabajadores del mismo oficio que se agrupan de manera volun-
taria, aportando una cuota también voluntaria a un fondo común para
solventar el alquiler de una oficina, editar un periódico, sostener a trabaja-
dores en lucha u otras necesidades.
Los anarquistas, en 1896, tienen sus principales puntos de apoyo entre
los panaderos, albañiles y yeseros. Publican dos periódicos en castellano de
mucho peso: La Unión Gremial, representativo de los obreros de la construc-
ción y El Obrero Panadero, junto con decenas de otros periódicos por oficio
de tirada pequeña46.
La difusión de periódicos de trabajadores es un hecho destacable en
el período. Aunque algunos no tenían más que corta duración, se renueva
permanentemente la oferta de los mismos por parte de diversos grupos
políticos, asociaciones de trabajadores o sindicatos.

La crisis de 1890 y la Revolución del Parque

En 1890, confluyen en el país una régimen político, que llevarán finalmente


gran crisis económica y una crisis política. a su transformación hacia 1912-1916.
La primera encontrará una salida hacia La crisis económica que estalla en
mediados de la década, seguida de un 1890 es consecuencia de un ciclo de enor-
nuevo proceso de expansión económica me especulación financiera, favorecido por
de largo alcance. La crisis política, en cam- el gobierno de Juárez Celman. En estos
bio, dejará huellas más persistentes en el años crece extraordinariamente el endeu-

45  Zaragoza, op. cit.


46  Julio Godio, Historia del movimiento obrero argentino, tomo I, Bs. As., Ediciones
Corregidor, 2000, p. 111.
cien años de historia OBRERa | 53

damiento externo y se desarrolla un me- venientes de la elite (Ver Milcíades Peña,


canismo donde las deudas se pagan con Masas, caudillos y elites).
nuevo endeudamiento; en el mercado de Entre los caudillos se encuentra el
Londres la Casa Baring vende bonos del grupo liderado por Bartolomé Mitre y
Estado argentino y los bancos en el país también el grupo de Alem, un caudillo
aumentan el otorgamiento de créditos. urbano con tradición de organizar a los
En este contexto de fuerte desvalorización votantes criollos para las elecciones, que
de la moneda empieza a crecer la descon- levanta las banderas del sufragio univer-
fianza general en la fortaleza del Gobierno sal y la oposición frontal al roquismo.
de poder afrontar sus compromisos exter- La revuelta obliga a Juárez Celman
nos. El cierre temporal de la Baring, que a renunciar. Carlos Pellegrini asume la
es salvada de la quiebra total a último mo- presidencia, con el apoyo de Roca. Éste,
mento por el gobierno inglés, genera de a su vez, busca salir de la crisis mediante
inmediato la bancarrota de varios bancos un pacto con Mitre, llegando a ofrecerle
argentinos debido a que el precio del oro si- una candidatura presidencial común. Hay
gue subiendo y el de los títulos de acciones entonces un nuevo escenario político y a
y de los bonos argentinos, caen en picada raíz de las discusiones sobre cómo ubicar-
(Ver Mario Rapoport, Historia económica, se en él, la Unión Cívica se divide. Surgen
política y social de la Argentina (1880-2000)). en 1891 la Unión Cívica Radical (UCR),
El descontento contra el Gobierno ya liderada por Leandro N. Alem y Bernar-
es generalizado, no solo entre los sectores do de Irigoyen, y la Unión Cívica Nacio-
populares y clases medias, sino también en nal (UCN), encabezada por Bartolomé
grupos de grandes terratenientes bonae- Mitre. En los años 1893 y 1905 se suce-
renses, que ven mal las excesivas conce- den las llamadas “revoluciones” radicales,
siones al capital financiero que otorga Juá- una serie de levantamientos armados en
rez Celman. En los últimos años, el precio una ciudad o en varias al mismo tiempo,
de las exportaciones argentinas ya viene contra los gobiernos del PAN.
sufriendo una caída importante, y aho- Después del suicidio de Alem en 1896,
ra la contracción del crédito apuntala el Hipólito Yrigoyen se convierte en líder de
descontento de estos empresarios rurales. la UCR desde la provincia de Buenos Ai-
En 1889, había surgido un grupo de res. En los años siguientes, los radicales
oposición a Juárez Celman con el nombre logran consolidar una base de seguidores
de Unión Cívica de la Juventud. Al año más extensa en sectores medios, así como
siguiente, el grupo pasa a denominarse entre hijos de inmigrantes –muchos de
Unión Cívica y prepara una revuelta, ellos trabajadores– y entre jóvenes profe-
un levantamiento armado, contra el Go- sionales y universitarios, que pasan a for-
bierno, conocido como la Revolución del mar parte de las filas del partido.
Parque. A la Unión Cívica la integran No se dio en el radicalismo un cues-
sectores heterogéneos: son jóvenes uni- tionamiento a la estructura económica
versitarios, hijos de familias patricias; cau- primario-exportadora, debido a que su
dillos políticos de Ciudad y provincia de base social se beneficiaba de ella. Las
Buenos Aires; algunos grupos menores de clases medias, desarrolladas desde prin-
católicos opuestos a las políticas anticle- cipios del siglo XX alrededor de las ac-
ricales de Juárez Celman; y de pequeños tividades comerciales, profesionales y
comerciantes y dueños de talleres artesa- de servicios ligadas al modelo imperan-
nales. Estos últimos son la expresión más te, comenzará a expresar a través de la
“popular” de la alianza, pero está subordi- UCR sus aspiraciones de mayor partici-
nada a las disposiciones de los grupos pro- pación política.
54 | Josefina Luzuriaga

La organización deL movimiento obrero

El Proletario - Periódico
semanal, político, literario y
de variedades (abril de 1858).
Efímero pero histórico medio que
sale en defensa de los “intereses
de las clases de color” en tiempos
muy tempranos, reclamando
“democracia y libertad para los
morenos de Buenos Aires”.

Vorwärts (Adelante, 1886). Reali-


zado por obreros y militantes
socialistas alemanes que escapaban
de la represión desatada en Europa
tras la derrota de la Comuna de
París, este periódico se publica
primero en alemán y luego bilingüe.
Desde sus páginas organizarán la
conmemoración del 1° de mayo y la
lucha por las 8 horas de trabajo.

La Broma / Órgano de las


clases obreras. Se presenta en
1878 como “órgano genuino e
inalterable de las clases menos
acomodadas” y hace votos por la
educación, la igualdad y el trabajo.
Y llama a los obreros negros a no
participar en las elecciones de un
régimen que “sólo se acuerdan
de nosotros en los momentos
supremos de la batalla, cuando
podemos servir de carne de
cañón”, como en la guerra de la
Triple Alianza.

El Descamisado / Periódico Rojo


(1879). Uno de los primeros perió-
dicos anarco comunistas, llegará a
imprimirse en tinta roja. El término
“descamisado” será utilizado en
enero de 1908 por el diario La
Prensa, denunciando las huelgas
como “elementos de obreros desca-
misados, poseídos de ideas inapli-
cables sobre los problemas entre el
capital y el trabajo”. Y posteriormen-
te por el diario Crítica, que reflejará
con desprecio la movilización obrera
y popular que dará nacimiento al
peronismo el 17 de octubre de 1945.
cien años de historia OBRERa | 55

IV. Las corrientes de izquierda en el movimiento obrero

Los anarquistas
Los barcos provenientes de Europa traen desde fines de la década de
1870 a los primeros militantes anarquistas. En América Latina existen a
principios del siglo XX varios grupos libertarios, pero es en el país, después
de España e Italia, donde el movimiento llega a tener mayor influencia.
Echan raíces en los sindicatos obreros y consiguen la dirección de la FORA
(Federación Obrera Regional Argentina); durante la primera década del
siglo, junto a gran cantidad de folletos y publicaciones, crean las llamadas
Casas del pueblo, organizan obras de teatro, funciones literarias y confe-
rencias por todo el país.
Los principios generales del anarquismo son los de “la libertad indi-
vidual, la impugnación de la autoridad y del poder, así como también
de la religión y de la formación y existencia de las naciones. A partir de
estas convicciones el anarquismo combatiría de manera frontal y sin mati-
ces al Estado, al sistema de representación política (parlamentarismo), al
ejército como custodio de la nación y de los intereses burgueses y de la
Iglesia”47.
El 6 de enero de 1879, se publica el primer periódico anarquista en la
Argentina, El Descamisado. Son todavía grupos pequeños y aislados, pero
con las nuevas y poderosas olas inmigratorias su crecimiento es incesante.
Esta influencia lleva a un corresponsal del periódico inglés The Times a escri-
bir, en 1910: “Quizás el problema más serio al que se enfrentan las repúbli-
cas sudamericanas sea la dispersión del anarquismo y su crecimiento en las
nuevas atmósferas libres. Argentina es el Estado más afectado”.
Entre 1897 y 1901, la lista de suscriptores a periódicos anarquis-
tas incluye a las ciudades de Buenos Aires, Rosario, Mendoza, Mar del
Plata, Junín, Ensenada, La Plata, San Juan, Villa Constitución, Carcarañá,
Chascomús, Zárate, Bahía Blanca, Villa Mercedes, Córdoba, Victoria,
Río Cuarto, Corrientes, Santa Fe, Resistencia, y más de 100 localidades en
todo el país, además de numerosos barrios de la Ciudad de Buenos Aires48.
En 1885, llega Enrique Malatesta a la Argentina, un mecánico
electricista italiano exiliado, que funda La Questione Sociale. Permanece
en el país hasta septiembre de 1889, dejando una marcada impronta en
el movimiento anarquista local. En 1887, el anarquista Mattei publica

47  Juan Suriano, “En defensa de los oprimidos: el anarquismo y la formación de una
cultura de izquierda en la Argentina”, Prismas N° 6, Bs. As., 2002.
48  Oved, op. cit.
56 | Josefina Luzuriaga

Il Socialista y colabora con los obreros panaderos en la fundación de su


primer sindicato, como sociedad de resistencia. Los artículos de su esta-
tuto, elaborado por Malatesta, plantean que: “Esta asociación no debe
inmiscuirse en cuestiones políticas”.
En este primer período, la influencia de Malatesta lleva a que peque-
ños grupos anarquistas busquen ligarse a la naciente clase obrera, que está
atravesando su primera oleada huelguística. Malatesta “subrayó la necesi-
dad de consolidar y ampliar el movimiento obrero, de organizar a los traba-
jadores en sociedades de resistencia, en cuyo seno actuarían los anarquistas
y de fomentar la actividad huelguística. Intentó también unir las tendencias
anarquistas enfrentadas, e incluso colaborar con los socialistas para poder
realizar una acción común en el frente obrero”49. Durante el breve período
de su estadía e influencia entre los anarquistas argentinos, éstos participan
de las luchas obreras y comparten acciones con los socialistas. Luego de su
partida, los anarquistas individualistas –una de las tendencias del anarquis-
mo– se convierten en mayoritarios por algunos años.

Anarquistas individualistas
Entre 1890 y 1894, los años que Abad de Santillán llama “el perío-
do de El Perseguido”, las corrientes “antiorganizadoras” ganan preeminen-
cia dentro del movimiento anarquista. Los anarquistas individualistas se
niegan a impulsar cualquier tipo de organización, ni sindicatos ni par-
tidos; y dentro de esta corriente están también los que pregonan accio-
nes terroristas individuales. Tienen su principal vocero en el grupo
Los Desheredados, que edita el periódico El Perseguido: “Nosotros somos
los vagabundos, los malhechores, la canalla, la escoria de la sociedad, el
sublimado corrosivo de la organización social actual”. Su lema es “desor-
ganizar”, “destruir” lo establecido. Este periódico, con una tirada inicial de
2.000 ejemplares, llega a los 4.000 desde el Nº 60.
Frente al acto del 1º de Mayo de 1890, El Perseguido plantea una
posición de crítica extrema: “Cuántos discursos, cuánta infeliz palabre-
ría, cuánta pompa y vaciedad, cuánta pobreza de conceptos, qué lujo de
impotencia”. Cuestionando toda forma de organización estable, los indi-
vidualistas impulsan la creación transitoria de “grupos de afinidad”, que
“se forman y se disuelven constantemente por la libre espontaneidad de
los individuos”. Para El Perseguido, estos grupos: “No son otra cosa que los
individuos en acción común para realizar algo” y, al mismo tiempo, son
“la base principal de la sociedad futura”. Los individuos se reúnen para
realizar un acto, y “una vez realizado el acto que se proponían realizar el

49  Zaragoza, op. cit.


cien años de historia OBRERa | 57

grupo queda disuelto”50. Los individualistas se oponen a la participación de


los anarquistas en las sociedades obreras, y rechazan incluso las huelgas, ya
que temen que los trabajadores limiten sus objetivos a cuestiones parciales,
dejando de lado la lucha por la meta de la huelga general y la expropiación.
Para estos grupos no es necesario ningún tipo de organización estable,
pues la revolución puede estallar en cualquier momento y desarrollarse de
forma espontánea, como una chispa que inicia un incendio. El Perseguido
aprueba “la propaganda por los hechos” y saluda los atentados anarquistas
con bombas, que se dan, por ejemplo, en Europa. Aunque no todos los
individualistas aprueban el uso de la violencia individual, esta es una ten-
dencia predominante en El Perseguido.
Algunos grupos individualistas que tienen actividad estos años son:
Los atorrantes, Los Desheredados, El Errante, La Expropiación, Los Ham-
brientos, Juventud Comunista Anárquica, La libre iniciativa y Tierra y
Libertad. En general, las actividades de los grupos individualistas se limi-
tan a la publicación de folletos y difusión de periódicos, junto a la cele-
bración de fiestas conmemorativas, reuniones y debates públicos. Uno de
los individualistas más activos es Rafael Roca, zapatero, que escribe en
El Perseguido. Buscado por la policía, en 1889, escapa a Montevideo donde
funda otro periódico anarquista y, como muchos otros, después de un
período en Montevideo regresa a Buenos Aires.
La represión del Estado sobre los anarquistas individualistas es inten-
sa, son detenidos u obligados a exiliarse. En febrero de 1894, expulsan del
país a 40 militantes de Rosario y algunos de Buenos Aires, acusándolos de
estar preparando un atentado con bombas para el festejo del 25 de Mayo.
En este período, por la predominancia de las tendencias individualistas, el
movimiento anarquista no logra enraizarse entre los trabajadores.

Anarquistas organizadores
En los años siguientes son las corrientes “organizadoras” dentro del
anarquismo las que logran mayor presencia. Convencidos de la necesidad
de impulsar el agrupamiento de los trabajadores con sus propias organiza-
ciones, por la defensa de sus derechos y para expresar el rechazo al siste-
ma social vigente, empiezan a lograr una importante confluencia con los
obreros inmigrantes. Son tres los periódicos “organizadores” con mayor
difusión en 1894: El Obrero Panadero, El Oprimido, y La Questione Sociale.
Estos núcleos crecen al calor de la oleada de huelgas de 1895-1896, pero
con la salida del periódico La Protesta Humana en 1897 (La Protesta desde
1903) los sectores organizadores logran una preponderancia dentro del

50  El Perseguido. Citado por Zaragoza, op. cit.


58 | Josefina Luzuriaga

movimiento, ligados a la clase obrera. Su primera tirada es de 2.000 ejem-


plares, y alcanzan un promedio de 4.000 a los pocos años, con llegada a
Montevideo, San Pablo, Río de Janeiro, y ciudades de Chile y Perú.
¿Por qué hay este traslado del peso de los individualistas a los organi-
zadores dentro del movimiento anarquista? La respuesta está en la segun-
da oleada huelguística del movimiento obrero argentino y cómo influye
dentro del anarquismo, dando prioridad a estos últimos, quienes centran
su actividad entre los trabajadores, participan de las huelgas e impulsan la
formación de nuevos sindicatos. Hacia 1900, junto con el Partido Socialista,
se convierten en una corriente muy importante dentro del movimiento
obrero:
Al comenzar el siglo XX el anarquismo local salió de su ostracismo y se
produjo su despegue, cuya virtud principal fue articular y combinar las
expresiones y las fuerzas sociales más heterogéneas a través de su inserción
en las sociedades de resistencia, de la creación de una infinidad de centros
y círculos culturales, escuelas, bibliotecas y periódicos. Sin olvidar el signi-
ficativo rol desempeñado por el socialismo o, más tarde, el sindicalismo, el
anarquismo se convirtió durante un breve lapso de tiempo ocupado cen-
tralmente por la primera década del siglo XX en la fuerza contestataria más
importante de la sociedad argentina 51.

Juan Suriano, en su estudio sobre el anarquismo, hace hincapié en la


combinación de “fuerzas sociales heterogéneas” que logra el anarquismo,
dado que consiguen influencia no solo en la clase trabajadora, sino también
en núcleos de intelectuales o artistas que le abren un campo ideológico
desde donde difundir sus ideas. Los trabajos de este autor se han trans-
formado en unas de las obras de referencia para el estudio del anarquis-
mo argentino. Sin embargo, su análisis tiene la limitación de estar teñido
por una visión “culturalista” del movimiento anarquista. Suriano pone el
centro de su investigación en la creación de un proyecto cultural alternativo
a través de la literatura, la propaganda, los símbolos, los espacios culturales
como las conferencias o el teatro, la educación alternativa, entre otros y le
otorga una importancia mucho menor a lo que es la participación de los
organizadores anarquistas en las luchas concretas de la clase trabajadora
del período, en sus huelgas, en la confrontación callejera y en la construc-
ción de sus organizaciones gremiales. En su visión se pierde, de este modo,
la especificidad de la lucha política e ideológica de tendencias al interior
del movimiento obrero y el análisis de las estrategias políticas enfrentadas.
En esta mirada la clase obrera se diluye en un movimiento cultural de los

51  Juan Suriano, Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires, 1890-1910,
Bs. As., Ediciones Manantial, 2001.
cien años de historia OBRERa | 59

“sectores populares”, sin considerar que también las actividades culturales


y de propaganda perseguían el objetivo de conquistar influencia política en
la vanguardia obrera.
Si para el 1º de Mayo de 1890 los socialistas son quienes logran impo-
ner su hegemonía en la lucha de tendencias en el seno de los pequeños
reagrupamientos obreros, hacia la primera década del siglo XX son los
anarquistas los que conquistan mayor influencia, aun cuando los socialistas
siguen manteniendo fuerte presencia. En estos momentos el anarquismo
avanza en conquistar influencia en la vanguardia obrera por dos vías cen-
trales. Por un lado, mediante su participación en los nacientes sindicatos y
en las duras huelgas económicas; por otro, a través de la edición y distribu-
ción de periódicos obreros en forma ofensiva y la realización de actividades
de propaganda, como conferencias, veladas culturales, etcétera.
El complejo entramado social y político de la clase obrera de fines del
XIX y principios de siglo XX explica la hegemonía anarquista en esta etapa
de la historia del movimiento obrero. Por una parte, tengamos en cuenta
que entre los flujos migratorios predominan los que llegan de países como
España e Italia, donde el anarquismo tiene gran influencia en el campo y
las ciudades. Por otra, las condiciones económicas del modelo primario-
exportador que colocan a la Argentina en medio de una gran expansión
económica no implican un mejoramiento sustancial en el nivel de vida de
los trabajadores. Por el contrario, como vimos, viven con bajos salarios y
hacinados en inquilinatos, y los sueños de “prosperar” están bloqueados.
A esto se suma la propia situación del inmigrante trabajador, que se siente
extraño en estas tierras, con un fuerte sentimiento de desarraigo, identi-
ficándose con sus compañeros de trabajo solo como materia humana de
explotación. El Estado oligárquico y su falta de “política” hacia esta nueva
clase trabajadora, a la que niega derechos políticos y sindicales de todo
tipo y a la que enfrenta con la represión a sus nacientes organizaciones,
abona el fortalecimiento de las corrientes anarquistas en el seno de la clase
trabajadora.
El Partido Socialista, con un programa de “izquierda liberal” que
reniega de la huelga general y apela a la vía parlamentaria como estrate-
gia central aun cuando la mayoría inmigrante no tiene derechos políticos,
no logra empalmar con los sectores más combativos de los trabajadores.
Recién hacia fines de esta década, la UCR logra canalizar parte de este
descontento y capitalizarlo en crecimiento partidario, y más tarde en resul-
tados electorales. Pero durante los primeros diez años del siglo subsiste una
gran crisis del régimen de dominio para contener el conflicto social y el
malestar de los sectores obreros.
También, hay que considerar que el nuevo proletariado comienza a
agruparse en sindicatos por oficio, acompañando una estructura industrial
donde prima la manufactura y los pequeños talleres, y no todavía las grandes
60 | Josefina Luzuriaga

empresas industriales. La inestabilidad del empleo, la superexplotación en


el trabajo y la reticencia o negativa de las patronales a conceder reformas
dan a los reclamos obreros un tenor explosivo: más que enfrentar a sus
propios patrones por demandas puntuales, enfrentan al Estado y la explo-
tación social de conjunto.
Hacia mediados de la década de 1910, puede considerarse al movi-
miento anarquista una corriente de vanguardia, aún con la contradicción
de que no poseen una organización centralizada en partido, sino una con-
fluencia de diferentes núcleos. Tienen la dirección de decenas de sindicatos
y de la Federación Obrera de la Región Argentina (FORA), editan nume-
rosos periódicos y folletos, realizan conferencias y actividades culturales,
y cuentan también con figuras reconocidas, tanto dirigentes sindicales
como figuras intelectuales. Los periódicos La Protesta Humana, El Rebelde
y L’Avvenire llegan a tener una tirada de entre 8.000 y 10.000 ejemplares.
La policía estima en estos años que existen 6.000 militantes anarquistas;
1.500 residen en la Ciudad de Buenos Aires, pero su influencia supera por
mucho estas cifras. Las figuras de Malatesta, Pietro Gori, Ghiraldo, Pellico
y Virginia Bolten se distinguen entre otras tantas. También cabe destacar
la publicación del periódico anarquista La Voz de la Mujer, donde las militan-
tes anarquistas ligan la lucha contra la opresión de las mujeres a la lucha
contra el sistema de conjunto, bajo el lema “Ni dios, ni patrón, ni marido”52.
Por último, los anarquistas empalman con el antiestatismo presente
en un momento de la constitución de la clase obrera argentina, y lo refuer-
zan. El anarquismo como corriente obrera en la primera década del siglo
expresa, a su modo, las contradicciones de un proletariado desarraigado,
enfrentado a un Estado autoritario que no desarrolla casi ninguna política
de contención ante “el conflicto social”. Un proletariado que sufre la explo-
tación capitalista “sin mediaciones”, y que se identifica muchas veces con
los principios de los libertarios: “ni dios, ni nación, ni patrón”.

Las ideas anarquistas


El anarquismo es un movimiento de crítica al capitalismo que tiene sus
orígenes a mediados del siglo XIX en Europa. Aparece de forma contem-
poránea y en polémica con el marxismo o socialismo revolucionario. Hasta
1872 el movimiento anarquista forma parte de la Asociación Internacional
de los Trabajadores, la I Internacional, fundada por Karl Marx y Federico
Engels, de la que se escinde por diferencias políticas e ideológicas con el
marxismo.

52  La Voz de la Mujer, periódico comunista-anárquico, Bs.As., Ediciones Universidad de


Quilmes, 2002.
cien años de historia OBRERa | 61

Se pueden identificar cuatro grandes pensadores anarquistas como


fundadores de esta corriente: Pierre-Joseph Proudhon, Mijail Bakunin,
Pietr Kropotkin y Errico Malatesta. El movimiento anarquista es bastante
heterogéneo, y en su interior conviven diversas tendencias: anarquistas
individualistas, anarquistas colectivistas, anarcocomunistas, anarcosindica-
listas, defensores de las acciones terroristas, favorables o contrarios a la
violencia, etc. Más allá de las diferencias entre estas tendencias y entre los
fundadores del anarquismo, es posible identificar un “núcleo central” del
pensamiento ácrata.
En primer lugar, como definición general, el anarquismo comparte con
el marxismo la crítica a la sociedad burguesa, al capitalismo, y persigue el
objetivo de terminar con toda forma de explotación y opresión, con el fin
último de la supresión de la sociedad dividida en clases y del Estado como
forma de dominación de una clase sobre otra. En este sentido, tanto el mar-
xismo como el anarquismo son libertarios. Pero la distinción fundamental
entre ambas corrientes es la forma de alcanzar estos objetivos, cómo terminar
con el capitalismo y qué tipo de nueva sociedad surge luego de su derroca-
miento. Esto se sustenta en una diferente concepción sobre el Estado, ya
que el anarquismo niega la necesidad de que los trabajadores, una vez que
derroten y destruyan el Estado capitalista, construyan el propio.
Marx y Engels plantearon la necesidad de destruir el Estado burgués
por medio de una revolución, para que los trabajadores pudieran tomar el
poder y construir una nueva forma de Estado, obrero, de carácter transito-
rio, en la lucha por el comunismo. Para los anarquistas la diferencia entre
un Estado burgués y uno obrero es secundaria, cuestionan la opresión
estatal, más allá de su contenido de clase. Para los marxistas, en cambio,
el Estado obrero surgido de la revolución es una necesidad durante un
período de transición que permita avanzar hacia la meta del socialismo.
A este nuevo tipo de Estado Marx lo llamó “dictadura del proletariado”, en
contraposición a la dictadura del capital.
Para los marxistas, el Estado capitalista es siempre una dictadura
del capital sobre los trabajadores y el pueblo pobre, aunque los gobier-
nos pueden tener diferentes formas dando distintas “envolturas” al Estado,
desde democracias parlamentarias a dictaduras militares. El Estado capi-
talista tiene su pilar fundamental en el monopolio de las armas por parte
de la burguesía, para reprimir a los trabajadores y el pueblo. El Ejército,
la Policía, las cárceles, son destacamentos especiales de hombres armados,
con el objetivo de defender la propiedad privada capitalista. Para Marx, la
dictadura del proletariado es la forma más democrática posible de Estado,
porque es el gobierno de las mayorías trabajadoras, pero sigue siendo una
forma de Estado, ya que para ejercer este gobierno hace falta imponer la
fuerza sobre los capitalistas que buscarán volver al orden de cosas anterior
a la revolución.
62 | Josefina Luzuriaga

La teoría marxista contempla que esta forma nueva de Estado,


basada en los organismos de democracia directa de los trabajado-
res, como consejos de delegados obreros y el pueblo pobre, tenderá a
desaparecer históricamente, en la medida en que se pueda avanzar en la
construcción de la sociedad socialista. Engels señala que el Estado no ha
existido eternamente, que hubo sociedades que no conocieron ninguna
forma de opresión estatal, que apareció cuando la sociedad se dividió
entre clases sociales antagónicas, y solo desaparecerá cuando las clases
sociales también desaparezcan. Por eso, la extinción del Estado está con-
templada como objetivo final en la teoría marxista, pero para alcanzarla
es necesario atravesar por una fase de transición, el gobierno de los tra-
bajadores o dictadura del proletariado. Vencer la resistencia de los capi-
talistas, extender la revolución a escala internacional, revolucionar el con-
junto de la sociedad, incluyendo las costumbres y la cultura arraigadas
del pasado, son tareas que no pueden hacerse “de un plumazo”.
Los anarquistas, que plantean luchar contra “toda forma de opresión”,
se oponen también a la construcción de este tipo de Estado. Acusan a los
marxistas de “autoritarios”. Lenin retoma esta polémica teórica sobre la abo-
lición del Estado con los anarquistas, en su trabajo El Estado y la Revolución
(1917): “Nosotros no discrepamos en modo alguno de los anarquistas en
cuanto al problema de la abolición del Estado, como meta final. Lo que
afirmamos es que, para alcanzar esta meta, es necesario el empleo temporal
de las armas, de los medios, de los métodos del poder del Estado contra los
explotadores, como para destruir las clases es necesaria la dictadura tempo-
ral de la clase oprimida. Marx elige contra los anarquistas el planteamiento
más tajante y más claro del problema: después de derrocar el yugo de los
capitalistas, ¿deberán los obreros ‘deponer las armas’ o emplearlas contra
los capitalistas para vencer su resistencia? Y el empleo sistemático de las
armas por una clase contra otra clase, ¿qué es sino una ‘forma transitoria’
de Estado?” (Lenin, “El Estado y la revolución. La teoría marxista del
Estado y las tareas del proletariado en la revolución”).
Mientras que para los marxistas necesariamente hay que atravesar un
período de transición entre el capitalismo y el socialismo, los anarquistas
planteaban que podía llegarse al socialismo “aquí y ahora”, sin transición,
de forma inmediata, y sin precisar cómo. Es de conjunto una concepción
utópica. Los anarquistas niegan la necesidad de “tomar el poder”, con una
concepción de la revolución como una “revolución social”, que no es “polí-
tica” ni tiene necesidad de los partidos revolucionarios, ya que éstos serían
una reproducción de formas “autoritarias”. El método de la revolución
social pasa por la huelga general revolucionaria, y el espontaneísmo de las
masas. Los marxistas polemizan permanentemente con esta visión ingenua
de la huelga general, señalando la necesidad de dotarla de una dirección
política, para lo que es necesaria la organización en partido revolucionario
cien años de historia OBRERa | 63

de los sectores de vanguardia más concientes del movimiento obrero, junto


a la intelectualidad revolucionaria.
Aunque con diferencias al interior del anarquismo, y con corrientes
como el anarcosindicalismo que ponen el eje en la organización de los tra-
bajadores, en general, el antagonismo de clase no es para los anarquistas la
contradicción fundamental de la sociedad moderna, sino un enfrentamien-
to más amplio entre “opresores y oprimidos”, en la lucha contra todo tipo
de opresión estatal; en este aspecto la orientación de los anarquistas no es
estrictamente clasista.
En el caso de Proudhon, su concepción puede definirse como un
“anarquismo mutualista” que plantea la constitución de cooperativas de
producción y consumo como forma de alcanzar el socialismo. Marx pole-
miza con Proudhon y su propuesta de “bonos de trabajo”, le reprocha el
utopismo general de sus propuestas sociales, así como su pretensión de
alcanzar un “salario justo”. Proudhon elabora un modelo utópico de orga-
nización social como reemplazo del capitalismo que estaría basado en la eli-
minación de toda forma de autoridad, aunque opina que debe mantenerse
a salvo en el reducto de la familia, donde encuentra natural la autoridad del
hombre sobre la mujer y sus hijos. Así, con respecto a la familia y al rol de
la mujer tiene una posición en extremo conservadora.
En el caso de Bakunin, al que se considera el “padre fundador” del
anarquismo colectivista, sus elaboraciones políticas y sociales son claramen-
te más radicales que las de Proudhon. El planteo “colectivista” de Bakunin
se fundamenta en la formación de una sociedad basada económicamente
en la propiedad colectiva de los medios de producción y la tierra por aso-
ciaciones de individuos y trabajadores, que a su vez se coordinan entre sí.
El reparto de lo producido se realizaría “de acuerdo a los servicios” apor-
tados por cada uno al resto del colectivo, según el trabajo de cada quien.
Los anarcocomunistas con Kropotkin como referente, en cambio,
plantean una organización social basada en la eliminación total de la pro-
piedad de los medios de producción. En esta nueva forma de organización,
cada uno entregaría a la sociedad según su capacidad y recibiría no según
sus “servicios”, sino de acuerdo a sus necesidades.
Malatesta, referente de un “anarquismo pragmático”, plantea la necesi-
dad, dentro del movimiento anarquista, de unificarse para la acción común
más allá de las diferencias filosóficas o ideológicas sobre la sociedad futura.

El Partido Socialista
Como vimos anteriormente, los socialistas alemanes tienen una activa
participación en el acto del 1º de Mayo de 1890. Poco tiempo después disuel-
ven la Federación y el periódico El Obrero. En 1892 fundan la Agrupación
Socialista, sobre la base de la sección Varia de aquella Federación, un año
64 | Josefina Luzuriaga

después, en 1893, y ya con el nombre de Centro Socialista Obrero, comien-


zan a editar el periódico La Vanguardia fundado por J. B. Justo. En abril
de 1894, finalmente, se crea el Partido Socialista Obrero Internacional,
que en la Convención de 1895 adopta el nombre de Partido Socialista
Obrero Argentino. En el Congreso Socialista del año siguiente (1986) par-
ticipan 19 agrupaciones propias y 16 organizaciones gremiales invitadas.
Este Congreso es fundado por universitarios, la mayoría de la carrera de
Medicina, el Centro Socialista Universitario interviene en ambas instancias,
destacándose José Ingenieros, Juan B. Justo, Alejandro Bunge y Enrique
Dickman. En marzo de 1896 se presenta por primera vez a elecciones.
Durante los primeros años de formación del Partido Socialista se
desarrolla una lucha de diversas tendencias por su dirección, después de
la cual J.B. Justo logra imponer su hegemonía. Los historiadores Hernán
Camarero y Carlos Herrera señalan que la historia del Partido Socialista
en la Argentina es, en gran parte, la historia de la lucha de tendencias y
fracciones en su interior, y precisan:
Poco después, el 28 y 29 de junio de 1896, tiene lugar el llamado Congreso
“constituyente” del Partido Socialista Argentino, y en él se aprueban los
estatutos, la “Declaración de principios” y el llamado “Programa mínimo”.
Aunque ambos textos sufrirán en estos primeros años algunas modifica-
ciones, ya sea para alejar todo fantasma de acción violenta en el caso del
primero o para detallar con mayor exactitud sus objetivos inmediatos en lo
que hace al segundo, se constituirán en el núcleo programático de la orga-
nización por más de medio siglo53.

Hacia 1898, Justo logra consolidar su hegemonía en la dirección par-


tidaria; le da a esta cierta estabilidad sin que signifique que dejen de apare-
cer corrientes opositoras internas. Una de ellas es la encabezada por José
Ingenieros y Leopoldo Lugones que se reivindican “socialistas revoluciona-
rios” –este último, el poeta “nacional”, que luego de un lapso “izquierdista”
se convierte al nacionalismo de derecha–. Editan el periódico La Montaña
y, aunque dentro de las filas del Partido Socialista, se acercan en alguna
medida a los planteos anarquistas, en tanto reivindican la vía revolucio-
naria para alcanzar el socialismo. Intentan un acercamiento con grupos
anarquistas, aunque a diferencia de éstos, Ingenieros considera necesa-
ria la participación electoral. En los mismos años, el Centro Socialista de
Barracas plantea sus diferencias con la dirección del partido, oponiéndose
a la política electoral interna del socialismo, dado que los extranjeros no

53  Hernán Camarero y Carlos Miguel Herrera, “El Partido Socialista en la Argentina:
nudos históricos y perspectivas historiográficas”, en Hernán Camarero y Carlos Miguel
Herrera (editores), El Partido Socialista en la Argentina, Sociedad, política e ideas a través de un siglo,
Bs. As., Prometeo Libros, 2005.
cien años de historia OBRERa | 65

naturalizados no tienen voto en las decisiones importantes de la política


partidaria y, en 1899, otros centros disidentes se unen al de Barracas y
forman la Federación Obrera Socialista Colectivista.
Los “socialistas colectivistas” critican también la política parlamenta-
ria del justismo, pero a diferencia de los socialistas revolucionarios acen-
túan la necesidad de la organización económica de los trabajadores, ya
que no consideran practicable ni la participación en el Parlamento, debido
al fraude electoral imperante en ese momento, ni la acción revolucionaria
del proletariado. Por tanto: “(...) es el énfasis obrerista y economista lo
que los distinguió de la postura sostenida por Ingenieros en las páginas de
La Montaña”54. Hacia 1900, tanto los colectivistas como los socialistas revo-
lucionarios y otros sectores regresan al Partido.
Algunos números muestran su influencia inicial. En 1896, el Partido
Socialista cuenta con 19 agrupaciones, 10 en Ciudad de Buenos Aires y
otras 9 en distintas provincias. En 1904, obtiene el primer triunfo electoral
en la 4ta. Circunscripción de la Ciudad, La Boca, que posiciona a Alfredo
Palacios como el primer diputado socialista de América; situación que es
posible por la instauración, durante un breve período, de un nuevo régi-
men electoral en la Ciudad de Buenos Aires, en el que los diputados se
eligen por circunscripción y en el barrio de La Boca tiene peso el Partido
Socialista.
En el terreno de la organización sindical, el Partido Socialista forma
parte de la creación de la Federación Obrera Argentina (FOA) junto a los
anarquistas, en 1901, de la que se escinde para formar la Unión General de
Trabajadores (UGT), en 1902.

Juan B. Justo: un “socialismo positivista”


Según J. B. Justo, el Partido Socialista es el único “partido moderno”
en estos años en el país. Para él, que profesa un socialismo de rasgos posi-
tivistas (no se define a sí mismo como marxista sino como socialista), el rol
del Partido Socialista es fundamentalmente “modernizador”. Justo define
que la sociedad argentina se encuentra atravesada por tendencias moder-
nas (capitalistas) en lo económico, pero bárbaras y atrasadas en lo político,
que retrasan a las primeras. El Partido Socialista, educando y dirigiendo a
la clase trabajadora, debe lograr transformaciones democráticas, que a su
vez permitan un desarrollo de la economía capitalista superando los obs-
táculos “parasitarios”. El tránsito hacia el socialismo se daría mediante un

54  Maricel Bertolo, Una propuesta gremial alternativa: el sindicalismo revolucionario (1904-
1916), Bs. As., CEAL, 2005.
66 | Josefina Luzuriaga

proceso de democratización y modernización, sin tener que atravesar por


los “momentos catastróficos” de la revolución social.
José Aricó, en su libro La hipótesis de Justo, plantea:
Como resultado de una tenaz y admirable actividad cotidiana, los socia-
listas lograron formar un conjunto de instrumentos de vida democrática
colectiva tales como sindicatos, sociedades de socorros mutuos, coopera-
tivas de vivienda y de consumo, círculos socialistas, bibliotecas, universi-
dades populares y otras instituciones de cultura, editoriales y periódicos,
etc. Supieron vincular la propaganda y la agitación a la acción inmediata
orientada a satisfacer las necesidades más apremiantes de los trabajadores,
fundamentalmente de los urbanos, movilizados en buena medida gracias a
esta labor; pero no pudieron o supieron darle una organización de combate
verdaderamente transformadora a una clase a la que contribuyeron decidi-
damente a constituir. No disponían de una teoría revolucionaria ni creían
verdaderamente en la posibilidad de lograr transformaciones socialistas en
un futuro más o menos previsible. En el fondo eran radicales de izquierda 55.

Los socialistas argentinos no plantean un programa específico para


una nación semicolonial ni para enfrentar la penetración imperialista;
toman de la socialdemocracia europea una idea ética del socialismo y un
rol pedagógico sobre los trabajadores, que en la Argentina del Centenario
toma cuerpo en una política parlamentaria. Esto contrasta claramente con
el socialismo ruso, que en la obra de Lenin y Trotsky había conquistado,
ya a principios del siglo XX, un desarrollo de la teoría y la estrategia revo-
lucionaria. A diferencia de los anarquistas, los socialistas evalúan negativa-
mente las tendencias espontáneas y de acción directa de las masas obreras
y proponen en cambio el “entendimiento” y la conciliación. Rechazan la
huelga general por sus consecuencias “perturbadoras” poniendo el acento
en mantener los pocos espacios electorales que abre el mismo régimen
oligárquico. Como señalamos, en 1904, los socialistas ganan su primera
diputación por la Ciudad de Buenos Aires, pero presentándose a elecciones
en momentos en que los radicales practican el llamado “abstencionismo
revolucionario” contra el sistema electoral vigente.
Programáticamente el Partido Socialista postula un “socialismo libe-
ral”, defensor del librecambio y opuesto a toda medida proteccionista. Para
J.B. Justo, el librecambio permitiría una mejora en las condiciones de vida
obrera, al abaratar el precio de las mercancías de consumo importadas,

55  José Aricó, La hipótesis de Justo, Bs. As., Ed. Sudamericana, 1999.
cien años de historia OBRERa | 67

al mismo tiempo que una modernización de la economía, liberándola del


peso de las “industrias artificialmente sostenidas”56. Escribe J. B. Justo:
Entre los empresarios mismos no hemos de creer que todos sean iguales,
que basta su situación de empresarios para que no debamos tener con nin-
guno de ellos la menor afinidad. Desde luego se impone la separación entre
empresarios de industrias libres, de industrias sanas, de industrias que se
han desarrollado espontáneamente, y empresarios incubados y cebados por
la ley, mediante trabas aduaneras y privilegios impositivos57.

Junto con las “industrias artificiales”, el otro gran obstáculo econó-


mico que ven los socialistas para el progreso económico es el latifundio.
Graciano plantea:
Esa estrategia consistió en integrar al partido al proletariado y a los sectores
medios urbanos, pero también a los peones rurales y la pequeña burguesía
rural. El Partido Socialista buscó, además, orientar las luchas corporativas
económicas de ésta última para lograr el desarrollo pleno del capitalismo
en el agro, proponiendo para ello un programa agrario que promovía los
intereses de los pequeños agricultores y ganaderos pampeanos, y cuyo prin-
cipal objetivo era liquidar a la gran propiedad territorial y el poder social
terrateniente58.

Por último, otro elemento importante que caracteriza al socialismo


argentino es que la dirección del Partido está conformada mayoritariamen-
te, en sus máximas jerarquías, por personalidades provenientes de secto-
res medios: doctores, médicos y abogados, y aunque en sus candidatos a
elecciones y en la propia dirección hay obreros, priman los intelectuales y
profesionales.
Aricó señala la hipótesis estratégica de Justo como el intento de lograr
que el Partido Socialista pudiera jugar un papel clave en saldar la con-
tradicción entre una economía capitalista en desarrollo y la organización
política atrasada y oligárquica, que aplaza ese mismo desarrollo capitalista.
El Partido Socialista, como “partido moderno” y representante de los inte-
reses de la clase obrera, se propone edificar esa obra, la de un “capitalismo
sano” y una democracia real. Hernán Camarero, por su parte, señala que la
“hipótesis de Aricó” sobre Justo está basada en su propio intento de buscar

56  Sobre este aspecto del programa socialista, ver el artículo “Algunas reflexiones sobre
la industria nacional”, La Vanguardia, septiembre de 1904.
57  Juan Bautista Justo, “Relaciones del partido obrero con otros partidos”, diciembre
de 1921, en La realización del socialismo, citado por Aricó, op. cit.
58  Osvaldo Graciano, “El Partido Socialista de Argentina: su trayectoria histórica y
sus desafíos políticos en las primeras décadas del siglo XX”, A Contracorriente, V. 7, N° 3,
2010.
68 | Josefina Luzuriaga

La organización internacional de los trabajadores

“¡Proletarios de todos los países influencia llegaron con los inmigrantes y


uníos!”. Con estas palabras termina el Ma- exiliados a la Argentina.
nifiesto Internacional de los Trabajadores redac- Luego de la derrota de la Comuna de
tado por Karl Marx. La I Internacional es París, en un contexto general de reacción
fundada el 28 de septiembre de 1864. en el movimiento obrero y de agudización
La crisis capitalista de estos años en- de los conflictos internos –la ruptura de
cuentra respuesta de los trabajadores, a los anarquistas se formalizó en el Con-
través de la organización y la lucha en greso de la Haya en 1872–, la Internacio-
distintos países de Europa. Al calor de nal, debilitada, se traslada a Nueva York
las primeras huelgas de finales de la déca- donde finalmente se disuelve en 1876.
da de 1850 habían surgido en Inglaterra Después de su disolución, Marx y Engels
las tradeunions, los sindicatos obreros, que continúan realizando las funciones del
comenzaban a tomar en sus manos tanto Consejo General, un organismo integra-
demandas sindicales como políticas de los do por representantes de las diferentes
trabajadores. naciones representadas en la Asociación
Frente a la resistencia obrera, la bur- Internacional que funcionaba como ins-
guesía pretendió usar las diferencias de tancia de enlace internacional entre los
nacionalidades para que los trabajadores diferentes grupos nacionales y locales de
compitieran entre sí, buscando establecer la Asociación.
salarios más bajos y peores condiciones Pasaron 17 años para que la clase
de trabajo. De la necesidad de enfrentar obrera tuviera la fuerza necesaria para
esta situación surgió uno de los prime- poner en pie una nueva organización In-
ros impulsos que dieron nacimiento a la ternacional. Los años siguientes a la diso-
I Internacional. En 1863, las tradeunions lución de la Primera se caracterizaron por
de Inglaterra hacen un llamamiento a sus la reorganización del movimiento obrero
hermanos de clase de otras naciones para europeo y, en este sentido, resultó muy
organizarse contra esta competencia entre importante la construcción de partidos so-
obreros que quería imponerles la burgue- cialistas en los países del viejo continente.
sía, y logran una importante repercusión El más importante de ellos fue el alemán,
entre el movimiento obrero del continen- El Partido Obrero Socialdemócrata de
te; en primer lugar, en los talleres y fábri- Alemania, fundado en 1875, que estuvo
cas de Francia. En 1864, llega la respuesta 10 años en la clandestinidad y adoptó el
de los trabajadores franceses y se concre- 1º de octubre de 1890 un nuevo progra-
ta el llamado a una primera reunión. Esta ma, conocido como El Programa de Er-
marcó la fundación de la Internacional. A furt, elaborado por Karl Kautsky sobre
dicha convocatoria concurren trabajado- bases marxistas, transformándose en un
res alemanes, belgas, polacos, italianos y movimiento gigantesco que llegó a tener
suizos, entre otros. un millón de afiliados y decenas de diarios
De la lucha entre las tendencias polí- propios publicados por toda Alemania.
ticas que integraban la I Internacional y Después de la muerte de Marx (1883),
de la prueba que significó la conquista del el movimiento obrero internacional se de-
primer gobierno obrero de la historia, con sarrolla con fuerza y, en 1886, se plantea
la Comuna de París en 1871 surgieron el problema de formar una nueva Interna-
muchas de las definiciones políticas y pro- cional. Engels participa de su fundación
gramáticas futuras. Esas lecciones y de- tres años más tarde y en calidad de escri-
bates ideológicos se transformaron en la tor y consejero toma un papel muy activo
base para la organización del movimiento en el movimiento obrero de casi todos los
obrero de allí en adelante, y sus ecos e países de Europa.
cien años de historia OBRERa | 69

En 1889, se cumplía un siglo de la gran lación entre reforma y revolución. En el


Revolución francesa; en medio de los feste- Congreso de Dresden, en 1903, August
jos por el Centenario se realiza en París el Bebel, Karl Kautsky y Rosa Luxem-
Congreso que dio nacimiento a la II Inter- burgo derrotaron al sector dirigido por
nacional. Una de sus primeras resoluciones Bernstein (revisionista), quien impresio-
fue la de proclamar el 1º de Mayo como nado por el desarrollo de las organizacio-
el Día Internacional de los Trabajadores y nes obreras, la mejora en las condiciones
apoyar la lucha por la jornada de 8 horas. de vida de los trabajadores y la conquista
En sus primeros años se desarrollaron de nuevas leyes laborales, ante la ausencia
profundos debates políticos entre aquellos de revoluciones en los 30 años que habían
que planteaban que el movimiento obrero pasado desde la derrota de la Comuna de
debía tener como dirección un partido y París, proclamó que ya no había que lu-
los que creían que éste debía ser dirigido char por conquistar el poder, sino que la
por los sindicatos. El nudo de la diferen- tarea consistía en reformas graduales que
cia consistía en que, si lo determinante en “abrirían el camino al socialismo”. Por su
la lucha de clases era la lucha económica, parte, el ala izquierda se opuso al intento
es decir, el logro por mejoras en ese terre- de conciliar los antagonismos de clases y
no, o la lucha política, es decir, la conquis- repudió la colaboración con los partidos
ta del poder. Otra importante discusión se burgueses.
dio con los anarquistas, quienes se opo- Años más tarde, el estallido de la pri-
nían a la acción política y parlamentaria y mera guerra imperialista puso a prueba
practicaban actos de terrorismo, haciendo los distintos programas, el de la reforma
un fetiche de la huelga general y la espon- y el de la revolución, cuando los partidos
taneidad de las masas sin plantearse la socialistas votaron los créditos de guerra
dirección política del movimiento huel- en los parlamentos de sus países (1914),
guístico en una perspectiva de poder. poniendo fin al papel progresivo que esta
En los años siguientes, uno de los organización de los trabajadores del mun-
debates más importantes fue el de la re- do había cumplido.

tender puentes entre el proyecto reformista del socialismo y los “movi-


mientos nacional-populares” de la Argentina del siglo XX, y que son esas
expectativas las que condicionan su lectura de la obra de Justo59.
Para el Partido Socialista, el sindicato, la cooperativa y el partido son
los tres pilares de la organización. Considera necesaria la autonomía de
los dos primeros con respecto al partido, como espacios claramente dife-
renciados. Dentro de este esquema, la acción política partidaria tiene un
papel preponderante, con una línea casi exclusivamente parlamentaria.
Esta orientación, que da lugar a un creciente reformismo parlamentario y
una acción moderada en los sindicatos, lo debilita frente al avance de los
anarquistas en estos últimos. Más tarde se traducirá en el fortalecimien-
to de la corriente sindicalista revolucionaria, que surge como escisión del
propio Partido Socialista, en 1906, centralmente, de los cuadros sindicales.
Como plantea Camarero, los socialistas definieron “una estrategia que

59  Camarero y Herrera, op. cit.


70 | Josefina Luzuriaga

escindió lo sindical de lo político. Sobre todo, desde que se impuso la


denominada ‘hipótesis de Juan B. Justo’, los socialistas consideraron que
el movimiento obrero debía ser completamente independiente del partido,
contando con tácticas propias y fines específicos”60, generando desinterés
por las cuestiones gremiales e, incluso, por las mismas luchas de los tra-
bajadores, y especialmente por aquellas que cuestionaran el orden social,
en el contexto del peso cada vez mayor de la actividad parlamentaria y
legislativa.
Como vemos, los primeros pasos del movimiento obrero argentino se
dan estrechamente ligados al movimiento obrero mundial, moldeando una
subjetividad internacionalista. El peso de los inmigrantes en su formación
hace natural que la mayoría de la clase obrera se sienta parte de una clase
internacional. Los sucesos europeos, de guerra o revolución, son parte de
la sensibilidad cotidiana de miles de obreros que sienten sus vidas ligadas
a los destinos de los trabajadores de otros países. Son ejemplo de esto los
actos del 1º de Mayo que se conmemoran internacionalmente o las campa-
ñas por la libertad de los presos políticos en otros países.
Tanto anarquistas como socialistas son los principales impulsores
de la formación de esas organizaciones sindicales de los trabajadores, la
formación de los sindicatos por oficio y las primeras Federaciones nacio-
nales. Los sindicatos, las mutuales, los clubes deportivos, clubes sociales
o cooperativas son parte de las primeras organizaciones del movimiento
obrero como clase, contra la explotación capitalista. Y estas organizacio-
nes se caracterizan por la democracia obrera, ya que en los sindicatos no
existe una burocracia sindical consolidada como surge tiempo después.
Otro aspecto constitutivo de la clase obrera en el país es la tendencia a
la huelga general y las medidas de acción directa (paros, piquetes contra
los carneros, movilizaciones) impulsadas centralmente por los anarquistas,
mientras que los socialistas son críticos de la huelga general. El anarquismo
aporta al movimiento obrero argentino una fuerte tendencia combativa
desde sus inicios, con métodos de acción directa. Finalmente, tanto anar-
quistas como socialistas aportan al debate ideológico al interior de la clase
trabajadora, empalmando con sectores de ésta que se forman un imagina-
rio de sociedad alternativo al del capitalismo existente.
Así, a lo largo de la lucha de clases de estos años, la combatividad y la
lucha contra el Estado son legados indiscutibles del movimiento obrero anar-
quista. Sin embargo, veremos cómo su orientación política priva a los traba-
jadores de la posibilidad de constituirse en un actor político independiente,

60  Hernán Camarero, “Partido y sindicato en la Argentina. La actuación de los


comunistas en los gremios hasta mediados de los años treinta”, Ciclos en la historia, la economía
y la sociedad, V. 20, N° 39, Bs. As., ene./jun. de 2012.
cien años de historia OBRERa | 71

y no dota de perspectiva revolucionaria a la enorme potencialidad que la


clase obrera demuestra tan tempranamente.
Por su parte, el Partido Socialista logra construirse como fuerza políti-
ca con base obrera, aunque su orientación cada vez más parlamentarista lo
distancia progresivamente de la lucha de la clase trabajadora, asentándose
como una variante en los marcos de las instituciones de la democracia bur-
guesa y renunciando a toda perspectiva de revolución social.
Durante las últimas décadas del siglo XIX y los primeros años del
XX emerge la clase obrera, superando las desigualdades que sus diver-
sos orígenes y la heterogeneidad de su composición le imponen, creando
vínculos de solidaridad, formas de organización y combativos métodos
de lucha. Los militantes anarquistas y socialistas aportan a la constitución
de esta clase que entra al siglo XX como un actor social de peso en la
escena nacional, y que va a ser protagonista de un ascenso significativo de
la lucha de clases.
72 | Josefina Luzuriaga

Lucha
Lucha
dede
cLases
cLases
a comienzos
a comienzos
deL
deL
sigLo
sigLo
XXXX

Huelga
Huelga General
General(noviembre
(noviembre
de de
1902).
1902).Formación
Formacióndeldel
5to5to
de de
Infantería
Infantería
custodiando
custodiandoel el
Mercado
Mercado de deFrutos.
Frutos.
Este
Este
es es
unouno
de de
loslos
regimientos
regimientos queque
viene
viene
de de
loslos
tiempos
tiempos de de
la Revolución
la Revolución
de de
Mayo
Mayo y estaba
y estaba
compuesto
compuesto
mayormente
mayormente porpor
“pardos
“pardosy y
morenos”.
morenos”.

La Laclase
claseobrera
obrera paraliza
paraliza el el
paíspaís
(noviembre
(noviembre de de1902).
1902).
FilaFila
de de
carros
carros
paralizados
paralizados queque
realizaban
realizabanloslos
transportes
transportes y y
servicios
serviciosen en
el puerto
el puertoy Mercado
y Mercado
Central
Centralde de
Frutos,
Frutos,
en en
el bajo
el bajo
porteño
porteño(calles
(calles
Balcarce
Balcarcey Chile).
y Chile).
MásMás de de
5.000
5.000peones
peones
deldel
mercado
mercado exigían
exigían
la abolición
la abolición
deldel
trabajo
trabajo
a destajo,
a destajo, aumento
aumento de de
salario
salario
mínimo
mínimoy reducción
y reducciónde de
la la
jornada
jornadalaboral
laboral
a 9ahoras.
9 horas.

Huelga
Huelga General
General(enero
(enero de de
1904).
1904).Reunión
Reunión
de de
obreros
obrerosdeldel
puerto.
puerto.
DosDos
pizarrones
pizarrones anuncian
anuncian
laslas
asambleas
asambleas parapara
el domingo
el domingo
de de
pintores
pintores
y carpinteros.
y carpinteros.
Entre
Entre
sussus
manos,
manos,varios
varios
dejan
dejan
verver
el periódico
el periódico
de de
la FORA,
la FORA,
La La
Organización
OrganizaciónObrera.
Obrera.

También podría gustarte