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Hoffer W La Boca, La Mano y La Integración Del Yo

El documento resume la investigación de Willie Hoffer sobre el desarrollo psicológico en los primeros años de vida, enfocándose en el papel de la boca y la mano. Explica que alrededor de las 12 semanas, los bebés comienzan a chuparse los dedos de manera intencional para aliviar la tensión oral, marcando el inicio de la diferenciación del yo. Describe varias observaciones de bebés chupándose los dedos y la coordinación entre la boca y la mano.
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Hoffer W La Boca, La Mano y La Integración Del Yo

El documento resume la investigación de Willie Hoffer sobre el desarrollo psicológico en los primeros años de vida, enfocándose en el papel de la boca y la mano. Explica que alrededor de las 12 semanas, los bebés comienzan a chuparse los dedos de manera intencional para aliviar la tensión oral, marcando el inicio de la diferenciación del yo. Describe varias observaciones de bebés chupándose los dedos y la coordinación entre la boca y la mano.
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Artículos Clásicos del Psicoanálisis

Trabajo leído en la Conferencia de psicoanalistas europeos de Amsterdam, Holanda, primavera de 1947. El orador disponía
de 20 minutos.

La Boca, la Mano y la Integración del Yo


Podemos suponer fundadamente que, al entrar en el segundo año de vida, el niño ha construido un
concepto oral-táctil de su propio cuerpo y del mundo que lo rodea y regula por este medio, dentro de
ciertos límites, sus impulsos eróticos y agresivos (impulsos activos)

Por: Willie Hoffer

Lo que Bertrand D. Lewin llamo recientemente Psicología Oral constituye un tema complejo que
abarca no sólo los aspectos conocidos del impulso oral en la infancia y sus vicisitudes en la vida
ulterior, sino también aspectos remotos tales como el erotismo oral y la sensibilidad de la piel
(Fenichel, 1942). Los fenómenos hipnagógicos de los estados febriles (Isakower, 1938), la
estructura de las ideas delirantes y por último un detalle de la psicología de los sueños: la pantalla
del sueño.

Si bien se admite el hecho que el trabajo del psicoanalista da cabida a la investigación laboriosa y
a la imaginación ingeniosa, nos preguntamos sin embargo si se reconoce plenamente su carácter
tentativo y experimental, y si la generalización no surge antes de que la actitud comparativa de la
práctica analítica permita que las innovaciones sean totalmente re-examinadas y finalmente
valoradas.

En su admirable estudio “Sleep, the mouth and the dream screen” (2), Bertram D. Lewin (1946)
adelanta la opinión de que, en la mente del durmiente, el residuo psíquico (recuerdo inconsciente)
del pecho materno es representado como pantalla del sueño, en la que el soñante proyecta sus
sueños. También cree que al dormirnos y regresar a un estado sin objeto, a un estado fetal,
pasamos por un temprano estadio oral de organización psíquica. Sobre esto arroja una luz potente.

Las dificultades que debieron afrontar los psicoanalistas al exponer procesos psíquicos de la
temprana infancia son debidas a la ausencia de las funciones conocidas del yo y del superyo, las
que, a través del lenguaje y otras indicaciones externas revelan la realidad psíquica que subyace a
las actividades humanas. Ni aún los propios instintos podemos estudiar directamente: son
“soberbiamente” indefinidos y “nunca estamos seguros de que los estamos viendo claramente”
(Freud, 1933).

Mucho, si no todo por lo tanto, depende de la detección de esas tempranas funciones que pueden
ya sea desarrollarse a partir de un núcleo innato (Jean Lampl-de Groot, 1947), o presentarse como
los primeros resultados de una diferenciación a partir del ello. Pertenecen a esa tierra de nadie
entre la biología y la psicología que Freud llamó “Psicología Biológica”. Mediante la exploración de
esos tempranos estadios de la vida psíquica debemos aprender que el yo, como contorno, es
heredado, y que su diferenciación del ello es delineada filogenéticamente.

En la presente investigación ampliaré la idea de que la diferenciación del yo a partir del ello
(Hartamnn, Kris, Lowenstein, 1946) se manifiesta en la superficie corporal del lactante cuando,
puestas al servicio del instinto oral parcial y con fines de placer auto-erótico, dos sensaciones, oral
una de ellas y táctil la otra, son despertadas simultáneamente por el chuparse el dedo. Esta
situación no se presenta habitualmente antes de la doceava semana, en que con toda intención y
no ya como reflejo, la mano es introducida en la boca a fin de aliviar la tensión oral.

En la psicología general, la función de la mano fue mayormente estudiada como la de un órgano


que agarra. No quiero decir que, antes de que esta función de agarrar se manifieste, la mano sea
meramente un accesorio de la boca, sino que desde la vida intrauterina en adelante, la mano se
une en estrecha alianza con la boca para aliviar tensiones, y que, dentro de dicha alianza, conduce
a la primera estructuración del yo primitivo. A partir de entonces, la mano no puede ya abandonar
la función de aliviar tensiones y en esta forma se vuelve el servidor más útil y versátil del yo.

Teniendo presente estas implicaciones de largo alcance del chuparse el dedo en el lactante,
expondré lo que sigue, dentro de una línea sistemática de presentación.

Las observaciones a las que me referiré son tomadas en parte de los escritos de Gesell e Ilg,
principalmente del libro sobre el comportamiento alimenticio infantil (1937), y en parte de mis
propias experiencias que tuve el privilegio de realizar en las Nurseries de guerra de Hampstead,
con el apoyo activo de Anna Freud y Dorothy Burlingham, y sus colaboradores (Burlingham y
Freud, 1943: Anna Freud, 1946 y 1947)

Según Gesell, la respuesta de la mano a la boca es anticipada in útero. Más de cincuenta años
atrás, Preyer afirmaba que el feto introduce los dedos en la boca, descubriendo así la primera
sensación táctil en su propio cuerpo.

¿De qué manera llegan a la boca la mano o los dedos del feto o del recién nacido? En la vida fetal,
el puño es llevado en contacto con la zona oral sensible debido a que la posición del feto se ajusta
a la concavidad del útero en una forma tal que la mano o el puño se encuentran más cerca del
mentón o de la boca que las demás partes del cuerpo.

El tocarse la cara hace descubrir al feto o al recién nacido el reflejo de succión . Hasta el segundo
cuarto del primer año, la succión depende totalmente del tacto y más adelante será despertada
además por la vista del pecho o del biberón (Gesell e Ilg, I l.c.).

Muestra el lactante alguna preferencia por el pecho o el biberón en contraste con la mano las
primeras doce semanas?. Debemos contestar negativamente. Al principio no es el pecho ni el
biberón, ni la mano, sino solamente el tocar la zona oral lo que induce los movimientos de succión.
A veces, dice Gesell, es necesario mantener bajas las manos del lactante; de lo contrario los dedos
y el pezón serán succionados al mismo tiempo.

A partir de la doceava semana la mano ayuda en el proceso de alimentación al colocarse semi-


abierta sobre el pecho o el biberón. A partir de la dieciseisava semana el agarrar como respuesta
más definitiva suele presentarse en el lactante cuando ve que le acercan el biberón a la boca.
Mientras succiona, coloca las manos con mayor firmeza alrededor del biberón o sobre el pecho.

Si volvemos ahora al caso de los lactantes de las Nurseries de Hampstead, el hecho más llamativo
en su comportamiento frente al alimento es la manera directa y resuelta con la que acercan sus
dedos a la boca y los introducen en ella, a partir de la doceava semana. Esto pudo observarse en
cualquier momento en que los niños estaban despiertos; se acentuaba por supuesto antes e
inmediatamente después de ser alimentados.

La mano era a veces introducida por el camino más corto, o describiendo el brazo un círculo amplio
mientras tanto los ojos seguían el movimiento de la mano. A esa edad rara vez pude notar
movimientos de succión vigorosos cuando los dedos eran introducidos en la boca, lo que
contrastaba claramente con la respuesta observable al acercárseles el biberón.

La succión del dedo es principalmente rítmica, concentrada y placentera. La duración parece


importar más que la intensidad. Puede detenerse por un período más o menos largo, mientras la
mano con los dedos replegados descansa sobre la mandíbula. Esto indica irritación de las encías
debido a la dentición.

Bertie, un varoncito de dieciséis semanas, tenía gran experiencia del chuparse el dedo. Suspendía
el anular en la boca doblando los tres dedos restantes y apretándolos a manera de andamio contra
el labio inferior, impidiendo así que la mano resbalara dentro de la boca. No puede pasarse por
alto, el alto grado de adaptación que logra el lactante con el fin de aliviar la tensión oral.
Es la mano la que se adapta hábilmente a las necesidades de la zona oral; su forma y volumen
varían desde un puño hasta un dedo pequeño, de acuerdo a la necesidad de estimulación. El dedo
o el puño pueden penetrar profunda o levemente dentro de la boca, pueden ser dirigidos hacia las
estructuras externas o internas de la boca. La versatilidad de la mano en el proceso de succión
permite la originalidad, y la elaboración de configuraciones de goce individual en gran número.

Con respecto a los dedos dispuestos a manera de andamio en el caso de Bertie, debo sin embargo
hacer una observación. Bertie había sido alimentado a pecho durante las siete primeras semanas
cuando estaba aún en la casa de sus padres. Puede que una sensación táctil fuera despertada en
el mentó no labio inferior por la mano de la madre al sostener el pezón en la boca del niño. La
posición de los dedos al chupárselos puede por lo tanto ser interpretada también como
reproducción voluntaria de una estimulación epidérmica que había sentido al succionar el pecho.

Pude observar en Tom, de dieciséis semanas otro ejemplo de un movimiento de la mano hacia la
boca genuino y dirigido por sí mismo. Este niño nunca había sido alimentado a pecho, sino con
biberón y en forma muy satisfactoria. Filmado, cuando estaba chupándose el dedo, reveló un
esfuerzo y empeño inhabitual en un lactante de dieciséis semanas. Tom mantenía los brazos
ligeramente doblados frente a su rostro, los dedos estaban extendidos y los de la mano izquierda
trataban de asir el pulgar derecho con un movimiento de pinzas.

Al tiempo que ambas manos trataban de acercarse la una de la otra con movimientos
espasmódicos, Tom mantenía la boca abierta, hacía esfuerzos como para levantar la cabeza de la
almohada y sus labios succionaban el aire como una turbina. Cuando lograba agarrarse el pulgar e
introducirlo en la boca, mantenía la mano izquierda sobre la boca, tapando ésta para impedir que la
mano derecha resbalara de nuevo fuera de ella. O si efectivamente resbalaba, la mano izquierda
volvía a empujarla rápidamente hacia adentro y el pulgar era introducido hacia el paladar, todo ello
acompañado de una succión muy intensa. No se observaba en Tom ninguna otra forma de
voracidad oral en relación con el alimento.

En el caso de Bertie, decíamos que su mano era altamente adaptada a la succión, y a la


intensificación y posiblemente variación del placer auto-erótico. En el caso de Tom, ambas manos
(y brazos) actuaban juntos. Una de sus manos, si bien con las mayores dificultades, asía la otra,
del mismo modo que algunas semanas más tarde habría de agarrar objetos inanimados.

Gesell e Ilg (1942) dicen que el lactante de dieciséis semanas reúne sus dedos sobre el pecho y
les hace entablar un juego de toqueteo mutuo. Sus dedos tocan sus propios dedos. En esta forma
toca y es tocado simultáneamente. Este doble tocar constituye una lección en el descubrimiento de
sí mismo. Llega a apreciar lo que son sus dedos, y que los objetos son algo distinto (p. 101). En la
opinión de Gesell los ojos conducen y las manos siguen. Esto se aplica al lactante que aprende a
controlar el mundo exterior; no se aplica al que aprende a conocer su propio cuerpo. Esto lo logra
tocando una mano con la otra y tocando su boca.

Esta asociación de mano y boca puede volverse tan estrecha que temporalmente puede interferir
con el proceso de alimentación y la función alimentadora de la boca. El lactante pude ya insistir en
chuparse el dedo al mismo tiempo que es alimentado, o negarse en absoluto a comer por querer
sólo chuparse el dedo.

Mientras que Gesell anota esta observación como una interferencia accidental con el proceso de
alimentación causada por la mano, el film que rodamos en las Nurseries de Hampstead nos lleva a
interpretar este comportamiento como una rivalidad entre el proceso de alimentación y el chuparse
el dedo.

La necesidad de mantener bajas las manos del lactante para impedir que chupe el mismo tiempo el
dedo y el pecho (o el biberón o cuchara), según lo señala Gesell, posiblemente haya velado este
comportamiento rival de parte del niño. Sin embargo, Winnicott (1945) dice que “algunos lactantes
ponen un dedo en la boca cuando succionan el pecho, aferrándose así en cierta forma a la realidad
creada por sí misma, al tiempo que utilizan la realidad externa”.

Este comportamiento pudo observarse con mucha frecuencia en niños de catorce semanas en
adelante. En algunos casos el niño agrega su dedo al biberón en la boca e insiste en dejarlo allí
mientras se alimenta. En otros casos, tolera bien el biberón y no interfiere chupándose el dedo,
pero empieza de inmediato a introducirlo en la boca cuando se le da espinacas con una cuchara.

Tratando de explicar este comportamiento, no podemos probar que esa rivalidad con los dedos
tenga por objeto impedir que el niño sea alimentado. No en todos los casos el biberón o cuchara
son rechazados cuando el lactante les agrega un dedo. Esto puede significar que, al ser
alimentado el lactante no experimenta la estimulación oral esperada o acostumbrada en aquel acto
en sí, recurriendo a la habitual estimulación auto-erótica de la zona oral por medio de chuparse el
dedo.

Esto muestra la preferencia del niño por repetir la gratificación conocida y experimentada. La
reacción negativa a los cambios abruptos de los estímulos y la importancia de los hábitos
adquiridos de mantenerla estimulación sensorial dentro de determinados límites, altos o bajos,
según el caso, quizá no hayan sido bastante tomadas en cuenta en la psicología del niño.

La molesta agitación del lactante al ponerlo al pecho, descrita por Gesell e Ilg (1937) y Midlemore
(1941) puede considerarse justificadamente como su desagrado por un cambio demasiado abrupto
de un nivel de estimulación bajo a otro alto, o viceversa.

La rivalidad puede persistir durante algunas semanas. El alcance de las actividades se amplía
rápidamente durante el segundo y tercer cuarto del primer año y ya no ayuna preferencia exclusiva
por la zona oral. Me inclino a creer que las manos, luego de haber sido libidinizadas durante el
período de intenso chupeteo funcionan ahora con mayor independencia con respecto a la zona oral
y se hallan más estrechamente bajo la influencia de los ojos, desempeñando el papel de
intermediarias entre los ojos y la boca. Se transformaron de instrumentos que servían como medios
de descarga de tensiones, en herramientas que controlan el mundo exterior. En este estadio
constituyen una extensión sumamente activa del yo en desarrollo.

Al estudiar las funciones tempranas del yo, debemos tener en cuenta que los métodos habituales
de alimentación privan muy tempranamente al lactante del uso placentero de sus manos durante
sus comidas. El recién nacido debe ser alimentado en una forma activa, introduciéndosele en la
boca el pecho o el biberón; la mano es incapaz aún de ayudar o participar en el acto de
alimentarse; la mano no le proporciona alimento sino placer oral.

A medida que el pecho y el biberón son reemplazados por el alimento semi-sólido o sólido, la taza,
la cuchara y la mano adquieren mayor importancia como instrumentos. En lugar del acostumbrado
pezón blando que permanece en la boca, la cuchara o la taza dura toca la boca o penetra en ella
con creciente frecuencia, dejándola al poco rato para ser llenada y llevada nuevamente a ella.

El método usual de alimentación del niño consiste en alimentarlo con el biberón, taza y cuchara
hasta que haya adquirido el pleno control de sus movimientos de manera a alimentarse por sí
mismo, lo que generalmente ocurre durante el segundo año. Los métodos modernos practicados
en las Nurseries de Hampstead permiten al niño alimentarse antes de finalizar el primer año.

La transición es gradual: al principio el adulto, con una cuchara da al niño el alimento contenido en
un tazón; en la etapa siguiente, el niño agarra la cuchara y sigue el movimiento de esta hacia su
boca. Por supuesto, ocurre con frecuencia que el niño manotea y desparrama el alimento, pero en
cuanto desarrolla la suficiente destreza lleva sus manos del tazón a la boca, empezando a
alimentarse con la sola ayuda de sus propias manos. Esto conduce finalmente al niño a
alimentarse con la cuchara. El aprendizaje coincide con el estadio oral-sádico: estadio de la
dentición y del morder.
No deja de sorprender el hecho que muy raramente el niño muerde su propia mano, si bien con
frecuencia no logra conservar el equilibrio y deja caer el alimento en el preciso momento en que
coloca los dedos en la boca. Contrariamente a lo que sería de esperar, el niño manifiesta gran
consideración por sus manos y no va más allá de mordisquear sus dedos ocasionalmente. Si bien
las lastimaduras son harto frecuentes en esa época (si se le da al niño razonable oportunidad de
desplazarse), muy rara vez son los dientes causantes de aquellas. Los juguetes y la cama, son por
lo contrario lamidos y mordidos.

Podríamos decir que el niño que se quiere a sí mismo no se muerde. Es este el primer triunfo del
narcisismo primitivo sobre un instinto parcial como el instinto oral-sádico, y el niño lo logra sin
protección materna. Esto no se aplica en el mismo grado al alimento a esa edad. A veces se
observa cierto manejo oral-sádico del alimento, pero cabe preguntarse cuáles son los motivos que
llevan al niño a tratar su alimento y sus manos con cuidado y consideración, por lo menos durante
unos meses, hasta que alcance totalmente el estado anal-sádico.

Mediante el control del sadismo oral hacia el alimento sólido, por más paradójico que ello parezca,
el lactante da el primer paso hacia la adquisición de modales imponiéndose las primeras
restricciones al manejar el alimento, por ejemplo, mordiéndolo despacio en pequeños trozos. Los
alimentos semi-sólidos son devorados, utilizando la mano tan sólo a manera de pala.

Simultáneamente con la aparición de los dientes y del morder, las funciones del brazo y de la mano
se desarrollan mucho más allá de la relación original mano-boca. Dijimos que al principio la mano y
la boca transmiten la principal sensación del self. Luego la mano se asocia a los ojos y otros
órganos de los sentidos, en particular con el sentido del equilibrio, en el que los brazos y manos del
niño muy importantes.

Durante la corta fase cuadrúpeda del desarrollo motor del niño, las manos están con mayor
frecuencia en contacto con el suelo que lo fueron o serán jamás. Asimismo, la necesidad innata de
llevar las manos a la cara conduce a la consiguiente estimulación del sistema olfativo.

Considerando también el hecho de que el niño, con la ayuda de la mano, lleva a la boca todo lo
que se halla a su alcance, la experiencia acumulada como resultado de la relación boca-mano
parece ser, al finalizar el primer año, bastante rica y promisoria.

Por lo tanto, podemos suponer fundadamente que, al entrar en el segundo año de vida, el niño ha
construido un concepto oral-táctil de su propio cuerpo y del mundo que lo rodea y regula por este
medio, dentro de ciertos límites, sus impulsos eróticos y agresivos (impulsos activos).

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