Brevísimo recuento
sobre el nacimiento del
culto a la Cruz Parlante
(o la santísima)
Mikjail Ivan Carrillo Sulub
Universidad Autónoma de Yucatán
Facultad de Ciencias Antropológicas
Licenciatura en Antropología Social
Segundo semestre
Curso de Funcionalismo
Dr. Gabriel Angelotti Pasteur
Mérida, Yucatán, México
Lunes 5 de mayo de 2019
«El gran tronco de caoba en el que se veía la
cruz fue cortado hace más de un siglo […].
Ahora los niños juegan allí.
¿Cuántos oyen todavía la voz de Dios?»
(Don Dumond, El machete y la cruz)
Introducción
El culto a la cruz parlante o a la santísima, como todavía, más de siglo y medio después, se
le sigue llamando por los dignatarios mayas, se convirtió en eje principal y motor de
supervivencia por cincuenta años de la rebeldía de los indios rezagados en el sur y oriente
de Yucatán, ahora estado de Quintana Roo. La herencia del culto persiste hasta nuestros
días, y todavía forma parte de la sangre y el espíritu de los descendientes de aquellos
legendarios guerreros que lucharon incansablemente por la libertad.
El culto comienza en 1850, pocos años después de haberse originado la Guerra de
Castas —que, en realidad, fue una guerra de clase, la de siempre: los de abajo rebelándose
contra los de arriba—, en la que los indios lograron dominar, con escasísimos recursos y
una minoría incomparable a la del gobierno, pero con una rabia incontrolable y acumulada
por siglos, gran parte de los territorios de la península; provocando que los blancos huyeran
ante la ofensiva insurrecta, y que los ejércitos del gobierno perdieran las posibilidades de la
victoria. De tal magnitud fue la rebeldía y el movimiento libertario.
Los rebeldes, por sorpresa, en la cumbre de su heroica lucha, decidieron retroceder y
no seguir a la ofensiva. Continuaron, por el contrario, con la organización de sus pueblos y
la siembra de las milpas en sus territorios, con anhelos de autonomía y libertad. Los
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militares del gobierno, sin embargo, aprovecharon la situación y atacaron las comunidades.
Los indios fueron masacrados, se fragmentaron y parecían destinados a desaparecer.
Así, en el momento más oscuro, cuando ni si quiera la luz de la luna otorgaba
esperanzas, aparece un destello de luz y, por obra de una casualidad, un invento de alguien
o acaso un milagro de los mismísimos dioses, hacen aparición las legendarias cruces
talladas en una caoba, en un cenote del ahora Felipe Carrillo Puerto, en la Zona Maya. Ese
es el punto clave: aquel culto que mantendría rebeldes a los indios por tantísimo tiempo.
La herencia
Una vida sin comprender todo aquello que me rodeaba y de lo que soy parte y está dentro
de mí. La herencia había pasado desapercibida. Ahí se encontraban, sin embargo, miradas,
perspectivas, palabras: muchas historias de un gran pasado de rebeldía y de lucha por la
libertad; desde centurias detrás, con incontables sucesos y memorias se iba formando, al
paso del tiempo, la realidad de la que somos herederos.
De manera no consciente y desde mi nacimiento, el entorno, de una forma tan
natural, me había abastecido de conocimientos y saberes de aquella herencia que
continuamos construyendo. Así, pues, con los ojos abiertos y con una mirada reflexiva
sobre lo que soy y lo que somos, pude dar cuenta de la grandeza de nuestro pasado. Los
testimonios y la transmisión de las vivencias de mi familia; la casualidad de encontrarnos
frecuentemente en casa de mi abuela, a escasos metros del legendario sitio donde más de
siglo y medio antes José María Barrera había encontrado aquel cenote con agua cristalina y
una madera de caoba que yacía a su orilla, con la que sería creada la santísima, la
denominada Cruz Parlante.
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Con lo anterior y más experiencias —que, por el objeto del texto, no me posibilito a
extender más—, pude encontrar, además de información valiosa, la motivación
fundamental y una vasta guía para estas letras. La tradición oral que, si bien en ocasiones,
sin su documentación, se sale de los cánones metodológicos, se convirtió en la matriz de
este brevísimo estudio.
El método
A la base de apoyo personal ya mencionada se le suma, por supuesto, la documentación
académica. Es de resaltar, primordialmente, los textos tratados en el actual curso, que me
otorgaron una mucho mayor claridad sobre la sociedad en general, y me permitieron
abordar de una manera un tanto más sistemática —aunque no apartada de mi propia forma
de redacción— y con mayor entendimiento la elaboración del presente texto.
A pesar del conociendo de la existencia de un gran número de bibliografía que
aborda el tema en cuestión, me encontré en la fundamental de reducirla a un corto pero
oportuno número; con los que, a mi parecer, son los textos que mejor reflejan la realidad
social de los mayas rebeldes de 1850 y su relación esencial con el culto a la santísima.
La unión de estos dos tipos de bibliografía que, a priori, pueden parecer de
contextos distintos, me posibilitaron a identificar y determinar la importancia de los
conceptos de estructuras y funciones sociales en el culto a la Cruz Parlante. Esto se intentó
plasmar en el texto de una manera interna y desvanecida, que se pueda entender sin hacer
mención explícita; sin embargo, hay momentos que son oportunos de mención.
El texto, en su extensión, es realmente corto y, por ello, no se pudieron abordar los
temas y datos que la ambición anhelaba en un principio. Es, sin embargo, un gran aterrizaje
para próximas investigaciones y la creación de nuevo material.
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Los resultados
I. El mundo espiritual
La visión del mundo de los mayas macehuales es total, abarca todas las cosas de la vida
dentro de un sistema comprensible y completo. Si el sistema no es bueno, su cultura y su
mundo se desploma; la fe no logra su grandeza y la motivación se desvanece (Reed, 1971).
Se hace valida, pues, la analogía con el mundo orgánico tan famosa desde Spencer (2004)
que, si bien no es igual, tiene cierta similitud en los sustentáculos de la sociedad de los
mayas y su relación esencial con la naturaleza para la construcción de su cosmovisión. Así,
en servicio del todo comunal, las funciones se van diferenciando, y, dependiendo de las
circunstancias, hay algunas que toman más valor y resultan primordiales.
En tiempos de guerra la fe se vuelve fundamento. La espiritualidad del linaje es la
invocación de la filosofía de los antepasados y de aquellos personajes míticos: los profetas
y los dioses. El hombre ha hecho a los dioses según sus necesidades; de este modo, cuando
las necesidades cambian, los dioses tienen que cambiar también. El hecho de la
superioridad y dominación de los extraños encuentra su función y explicación en un nivel
espiritual; para buscar soluciones y encontrar un resplandor que provea de esperanzas ante
un mundo de contradicciones e injusticia (Reed, 1971).
II. El nacimiento del culto
El milagro llegó cuando más se necesitaba. Los mayas sublevados crearon la esperanza con
una visitación divina que reactivó su mundo rebelde. El lugar de la aparición fue en el
cenote de la selva de un pueblo, que “iba a crecer, a hacerse famoso como capital rebelde y
a proveer un centro psicológico y político alrededor del cual se agruparían los rebeldes más
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recalcitrantes durante medio siglo” (Dumond, 2005: 271). El personaje del memorable
acontecimiento fue José María Barrera, el terrible enemigo de los blancos; un hombre
conocedor de los indígenas. El historiador Baqueiro (1990, Vol. IV, pp. 119) nos describe
aquel encuentro de 1850:
vagando Barrera con su hueste en aquellos días de cruel e incesante persecución en los que
tenían, encontró una fuente de agua a la entrada de un subterráneo y bajo la sombra de unos
árboles seculares, cuyo lugar marcó, estampando en la corteza de uno de los árboles tres
cruces pequeñas para que pudiera conocerse con exactitud el sitio donde se hallaba la fuente
descubierta.
El cenote, como menciona Reed (1971), no tenía una verdadera utilidad práctica,
pues se encontraba realmente escondido, entre árboles y rocas que formaban una gruta en la
que se veía, unos metros al fondo, la cámara de agua cristalina. Pero era justo aquello lo
que deseaban los mayas macehuales: un lugar donde ocultarse, entre la oscuridad de la
selva y la luz de la luna resplandeciendo en el agua. El sitio, no obstante las condiciones,
era de suma importancia para los mayas. Reed nos continua ilustrando:
La incomodidad de aquel lugar, su entrada baja y oscura, su poco espacio y su ocultamiento
eran precisamente los aspectos que agradaban a la imaginación de los mayas, y que harían
de él un cenote “virgen” por excelencia. La verdad es que ochocientos metros más allá hacia
el este había un cenote más grande y útil. […] También era aquel un lugar indicado para la
supervivencia de las voces del cielo, estando como estaba ubicado entre los mayas menos
asimilados, más allá de la frontera de la civilización, adentrado en la espesura selvática,
lejos de los ojos y los oídos del hombre blanco (1971, pp. 139).
Se puede notar, entonces, que no existía una búsqueda por la utilidad productiva
sino que el apego a sus costumbres y su forma de sentir la vida tomaba más importancia.
Era relativamente frecuente que las apariciones y los milagros en los pueblos mayas, desde
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la conquista, hayan tenido lugar en grutas y sitios subterráneos, en el silencio de los
bosques, bajo la sombra de la selva y junto a ojos de agua (Baqueiro, 1990).
Este, sin embargo, no es un caso excepcional. Se puede ver el claro ejemplo de
Malinowski (1986) que, en su investigación de campo con los nativos de las islas Trobiand,
dio cuenta de la gran complejidad de estos grupos y principalmente en la forma de sus
tradiciones. Ahí mismo pudo percatarse de que ellos no necesariamente le otorgaban un
valor utilitario a sus decisiones, como lo hace el modo de producción capitalista, sino que
se adaptaban, de cierta forma, a su manera de vivir y de sentir la existencia.
La comparación de la forma de vida y las tradiciones de los nativos trobiandeses con
los mayas macehuales rebeldes toma importancia en dos aspectos principales: la ignorancia
ante lo utilitario y la importantísima rendición a un tipo de culto o tradición. El culto a la
Cruz Parlante puede ser comparado, de alguna forma, con el sistema de intercambio del
Kula; ambos sustentan, en cierta manera, a la sociedad y a los actores que la componen;
ellos viven de y para el sistema o el culto: es lo que los moviliza y motiva a continuar con
viviendo y organizándose, cada quien, claro, en sus formas y sus modos.
III. La cruz que habla
El culto había comenzado y el lugar estratégico se fue conociendo. La gente visitaba el
cenote para proveerse de agua y, como una costumbre adquirida desde los tiempos de la
conquista, rendían adoración con velas y ofrendas cuando veían las cruces (Baqueiro,
1990). La pasión acumulada entre los indios que visitaban el cenote de las cruces aumentó
la tendencia de las familias rebeldes para situarse en las cercanías; algunos de ellos eran los
despojados, quienes habían perdido sus tierras a manos de las tropas del gobierno
(Dumond, 2005).
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De esa misma caoba fueron labradas tres cruces de madera. Hechas la cruces, se
pusieron sobre una plataforma de estacas, en una ladera, al oriente de la gruta que
resguardaba al cenote. Ahí, los fugitivos oraban a Dios para que los librara de la opresión; y
la cruz, de una manera casi mítica, respondía (Reed, 1971). El lenguaje de la cruz era
autoritario y persuasivo; los reanimaba y alentaba para que se levanten de nuevo; los
aconsejaba y les decía que protegería a sus indios en la lucha contra los blancos; que
siempre estaría ahí, frente al enemigo, en la retaguardia (Villa, 1978). La motivación se
revitalizaba; el espíritu de rebeldía renacía y los mayas estaban cada vez más convencidos.
Cierto es que todos los grandes investigadores del culto a la Cruz Parlante señalan a
José María Barrera —el descubridor del cenote— como el artífice detrás de la apariencia
“sobrenatural” de la cruz, como dice Villa (1978, pp. 97). Además de mencionar, con
importancia, a Manuel Nahuat como el ventrílocuo que interpretaba los mensajes de Dios y
hacía que la cruz hablase. Si bien desde el escepticismo científico parece imposible que la
cruz hable por si sola, no está en esa discusión el significado que le otorga grandeza al
movimiento. Donde radica la verdadera importancia es en la creación de un culto que, de la
manera que fuese, restauró los ánimos de los indios y les dio nuevas esperanzas por las que
vivir y continuar resistiendo durante más de cincuenta años.
IV. Noj Kaj Santa Cruz
La rebelión había adquirido un motivo sagrado; el núcleo para el culto estaba establecido
cerca del cenote, dentro de las profundidades de la selva, y en sus alrededores estaba ya
situada una población que daría origen a Noj Kaj Santa Cruz (Villa, 1978). En las cercanías
la gente comenzaba a organizarse y daban nacimiento otros poblados vinculados con gran
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fuerza. La motivación había resurgido y el objetivo se esclarecía: defender las tierras en
búsqueda de la libertad. Era, además, una lucha por la supervivencia, una lucha por la vida.
La cruz había formado una estructura a su alrededor a que salvaguardaba los
intereses materiales. Era centro de culto religioso, cuartel militar y una zona de confluencia
económica entre las gentes de los poblados y también entre comunidades. No obstante las
persistentes batallas y hostigamientos entre los insurrectos y los blancos, la armonía de la
sociedad que menciona Durkheim (2016) se estaba construyendo de alguna forma.
El culto les permitió recuperar sus tradiciones más arraigadas, de las que habían sido
despojados a lo largo de la historia. Volvieron a cultivar, a tratar la tierra, a practicar la
milpa que, desde tiempos milenarios, había sido base de la pureza espiritual de los mayas.
Era una vuelta a la colectividad, una verdadera revolución contra un sistema que se les
intentaba imponer de todas las maneras posibles, y ante el que ellos se rebelaban; porque
querían conservar su autonomía, cultivar sin propietarios, vivir sin amos y en libertad;
aquello por lo que habían luchado durante toda su historia (González, 1978).
Y hubo más que eso, mucho más. Al haberse apartado de la sociedad, del mundo
externo, se revivieron también las ceremonias para invocar a las lluvias, para sembrar y
cosechar, incluso para curar a los enfermos; se recuperaron la siembra de la ceiba, el árbol
sagrado y la cultura maya volvió a tener aquel mítico esplendor que parecía ya olvidado
(González, 1978).
La herencia no se puede olvidar, forma parte de la sangre: es el linaje, la estirpe.
La rebeldía se mantenía y estaba más viva que nunca. Era en aquel místico lugar, apartados
de la civilización, “donde los rebeldes fueron creando su refugio, su santuario, su esperanza
y su símbolo” (González, 1978: 59). Ahora eran más que mayas macehuales, eran mayas
que vivían de y para la cruz; eran los mayas cruzoob. Y lo continúan siendo…
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A manera de conclusiones
Un tiempo después…
Han pasado 169 años desde el milagro de las cruces. Ya no son las mismas, ni los
adoradores son los mismos. La cruz continua reuniendo a los de la misma estirpe, a los
dignatarios, ahora divididos en compañías que se turnan en grupos cada siete días para el
resguardo de la santísima. Aquellos legendarios guerreros que anhelaban y luchaban por la
completa autonomía y libertad, ahora son mayas politizados; forman parte de la vida
pública y toman partido; se reúnen con los candidatos de los partidos políticos cuando
andan de campaña y se toman fotografías con el Presidente de la República.
El cenote con agua cristalina ya no lo es más. Ahora se encuentra sucio, con agua
imbebible, como también la es la de cualquier pozo en las cercanías. La caoba de las cruces
no está más; fue cortada hace mucho. Más árboles y caobas fueron talados para construir un
parque y permitir que los turistas y el público en general visite el santuario. Ya no es más
un lugar restringido, ¿acaso continua siendo sagrado?
La siembra y el uso de la milpa se ha perdido casi por completo. En lugar de eso se
ha implantado el turismo, el supuesto desarrollo que traería una mejor vida para las gentes
de la Zona Maya. Ahora los mayas tienen un patrón. Ya no hay libertad, ya no hay fuerzas
para volver a tomar la ofensiva y declararse en contra del sistema opresor.
¿Dónde? ¿Dónde quedó la rebeldía? ¿Y la lucha por la autonomía? ¿Y el rechazo a
la modernización? ¿Y el mantenimiento de las tradiciones? ¿No acaso en la sangre de los
cruzoob se encuentra la pureza rebelde? ¿Qué falta? ¿Qué necesitamos para que retorne la
resistencia? ¿Que despierte la santísima? ¿O acaso un nuevo milagro, que aparezcan otras
cruces? No… Ahora el milagro nada más lo podemos hacer nosotros: los herederos de los
bravos guerreros mayas; nosotros, quienes conservamos todavía el linaje.
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Bibliografía
Baqueiro, Serapio (1990), Ensayo Histórico Sobre las Revoluciones de Yucatán desde el
Año de 1840 Hasta 1864. Volumen IV. Yucatán: Ediciones de la Universidad Autónoma de
Yucatán.
Dumond, Don (2005), El machete y la cruz. La sublevación de campesinos en Yucatán.
México: Universidad Nacional Autónoma de México / Instituto de Investigaciones
Filológicas.
Durkheim, Émile (2016), Las reglas del método sociológico y otros escritos. España:
Alianza.
González Duran, Jorge (1978), La zona maya. Los Rebeldes de Chan Santa Cruz. Yucatán:
Edición del Ayuntamiento de Felipe Carrillo Puerto, Q. Roo.
Malinowski, Bronislaw (1986), Los argonautas del Pacífico occidental. Un estudio sobre
comercio y aventura entre los indígenas de los archipiélagos de la Nueva Guinea
melanésica. España: Planeta Agostini.
Reed, Nelson (1971), La guerra de castas de Yucatán. México: Era.
Spencer, Herbert (2004), “¿Qué es una sociedad? Una sociedad es un organismo” en: Reis.
Revista Española de Investigaciones Sociológicas, núm. 107, pp. 231-243.
Villa Rojas, Alfonso (1978), Los Elegidos de Dios. Etnografía de los mayas de Quintana
Roo. México: Instituto Nacional Indigenista.
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En cuanto a la vestimenta, las principales diferencias que observamos fueron en términos
de edad y género. Cuando preguntábamos sobre la diferenciación de la forma de vestir con
respecto a las distintas generaciones de la familia, la respuesta siempre resultó clara; es una
realidad que, conforme pasan las generaciones, las vestimentas, especialmente en el caso de
las mujeres, cambian drásticamente, pues la que es su ropa tradicional fue dejada de usar
cotidianamente mucho tiempo atrás, según algunas declaraciones.
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