La canción del
crucificado
Sergio García Zamora
1
No soltó una lágrima cuando golpearon los clavos
y la sangre corrió caliente y libre,
los sabuesos del cielo escarlata ladraron
pero él no soltó una lágrima.
EZRA POUND
2
LA CANCIÓN DEL CRUCIFICADO (I)
Todos los días me quiebran las piernas,
me hieren el costado.
Los dolores corren juntos hasta ser una sola muerte.
Los soldados se ríen, echan suertes sobre mis libros.
Ya fui leído tres veces, pero no basta.
Me quiebran las piernas para quebrarme el camino,
me hieren el costado para herirme el canto.
No quieren que sepa si soy un ladrón o un mesías.
Todos los días me crucifican,
pero yo soy el que golpea los clavos.
Mi madre está a mis pies.
Mi mujer está junto a mi madre.
No lloran, sino que lavan y cocinan.
Yo estoy crucificado y escribo.
Bájate, me dicen, que es hora de buscar a las niñas.
Entonces me desclavo
y dejo mi corona donde se dejan los sombreros.
Me baño y me visto sin resucitar.
Salgo a la calle como un cristiano,
porque es peligroso salir como un cristo.
3
LA UÑA
La uña enterrada duele
como la infancia enterrada duele.
La uña enterrada duele con zapatos.
La infancia enterrada duele sin zapatos.
Sacarse la uña duele
como quedarse sin infancia.
La uña está enterrada en la carne.
La infancia está enterrada
en la carne de la carne.
4
MARTIRIO DE LAS UÑAS DE MI MADRE
En casa de mi madre
los cortaúñas se mueren de hambre.
Mi madre se come las uñas ella sola
y no le brinda a nadie.
De niña mi madre se comía las uñas.
Comía las uñas de la oscuridad
por miedo a la oscuridad.
De joven mi madre se comía las uñas
y se mordía los dedos,
porque eran los dedos del amor
y las uñas de la espera.
Nadie va a quererte así, decían mis abuelos.
Mi madre era delgada y transparente como uña.
Tenía limpias las uñas que no tenía.
Se enamoró de mi padre,
de las uñas golpeadas de mi padre
que era albañil y carpintero.
Por eso nací con estas garras de ángel.
La leche de mi madre me dio uñas de poeta.
5
Otros cantan al rostro, a los cabellos.
Otros cantan a las manos totales
y los vientres totales,
pero yo canto a las uñas donde todo termina.
Quieren regalarle guantes.
Quieren obligarla a ponerse un dedal o diez.
Pero yo sé que mastica las uñas
y la preocupación debajo de las uñas.
Pero yo sé que no dice nada cuando piensa en mí,
solo mastica las uñas que me quitaron la mugre.
Ella se come las uñas
para que yo no me coma las mías,
las mías están enfermas,
las mías están envenenadas
de tanto arañarle la cara al poema.
6
EL DÍA
El día es un perro que se lo come todo. Un perro que se come todo lo que le
echen: el árbol y la casa en el árbol; golondrinas y gorriones; autos y
bicicletas; niños que van al colegio y padres que los llevan; vendedores de
fruta, policías, ¡carteros!; veletas y molinillos; campanas de iglesia, cruces y
monjas; lirios y más lirios; rosas y más rosas. Y siempre hay una fuente en
medio de las plazas para que el día beba. No se nos vuelva rabioso y haya
que matarlo.
Yo me encontré el día y le puse Viernes porque era inocente como una
novela de Daniel Defoe. El día se nombra como el día que lo encuentres.
Como es el mismo perro a veces un jueves parece domingo, pero todo los
días son el mismo perro. Se parece a la muerte como se parece a la vida.
El día es un perro que siempre tiene hambre. Su plato de metal está vacío
como el mediodía. En el plato brilla el sol. El día se lo come. Entre el
rompiente de sus dientes y su lengua azul y salobre, se lo come. Enrojece su
garganta. ¿Qué haremos? El día no quiere soltar el hueso de fuego, el hueso
redondo y luminoso. Entonces el dueño va hasta el traspatio donde ya lloran
las estrellas, y el traspatio es largo como el mundo. El dueño, que es padre
de familia; el dueño, que es hermano de todos sus hijos, le acaricia la noche
y le dice humanamente: Vamos, suelta el sol, ¡échalo! Vamos, sé bueno. Y
el día tose, estornuda y tose sobre el mundo toda la neblina.
Y otra vez amanece.
7
POEMAS CON PERROS
Qué buenos son los poemas con perros, lo mismo ladrando que callados, lo
mismo hambrientos que satisfechos. No sé si los poemas son los mejores
amigos del hombre, pero los perros son los mejores amigos del poeta. Me lo
enseñó Homero, como casi todo. Cuando Aquiles injuria a Agamenón le
dice: «¡Ebrioso, que tienes ojos de perro y corazón de venado!». Cuando
Odiseo vuelve a Ítaca ve a su Argos tendido, lleno de garrapatas; el can
mueve la cola y las orejas en señal de alegría, pero no logra levantarse, y el
héroe Odiseo se enjuga una lágrima. Qué buenos son los poemas con perros.
Cada día se adoptan y adaptan más; cada día recogen más perros de la calle
para ponerles un collar de versos. Yo regalo los míos antes de que me los
roben. Pero son perros fieles. Siempre vuelven a casa.
8
LA NARIZ
Le rompieron la nariz a mis poemas.
Le dieron con el puño de la vida
y con la frente de las cosas.
Le quebraron el eje perfectísimo del rostro
para que nunca vuelvan a meter la nariz
donde no los llaman.
Cómo fue que jamás me olí esa desgracia,
yo que soy un perro
cansado de olfatear el mundo.
Ahora llaman belleza a esta sangre.
Ahora llaman música a este ronquido.
9
EL HAMBRIENTO
El viento trae una pierna de cordero y un cuchillo trae el viento. Tu nariz es
el doble corredor que lleva a las cocinas. Tu cabeza es el comedor de una
abadía: están los monjes sentados y la carne no llega. Otra vez el pleito de
Don Carnal y Doña Cuaresma. Es el Diablo que hace sus asados en las
colinas. El viento carga el aroma hasta los valles, hasta las aldeas sensitivas.
Disimula que el cielo te está mirando. Suspira como si recordaras tu hogar,
tu hogar de niño, donde no hubo pierna de cordero. En tu hogar de hombre
sí hay piernas de cordero y jarras, infinitas jarras de cerveza, pero tu hogar
de hombre no existe todavía.
10
EL HÁBITO Y EL MONJE
El hábito no hace al monje. El hábito es otro monje. Un hermano carga a su
hermano. Los dos se sirven. Comparten el cilicio y los sudores. Envejecen
juntos, aprenden sus latines, se confiesan.
El hábito no hace al monje: el hábito y el monje se deshacen. ¿El hábito
sigue vivo cuando se muere el monje? A nadie entierran desnudo. ¿A nadie?
¿Pudor de presentarse así ante los ángeles? ¿Pudor de no ser casto con la
muerte?
El hábito no hace al monje, lo condena: Maldito el monje que abandona
el hábito, arderá en el infierno y el hábito irá al cielo. El hábito no hace al
monje, lo bendice: Santo aquel que toma el hábito porque ya era monje
antes de ser monje.
El hábito no hace al monje, sino la fe. A cada hombre lo hace su caridad
o su esperanza; su fuerza o su pensamiento; su amor o su odio. A cada
hombre lo hace su pecado como a cada monje lo hace su fe, y la fe es como
un hábito, la fe sería un hábito si se pudiera ver.
11
LA COLA DEL DEMONIO
¿Por qué llora este niño? Va a despertar al pueblo. Se han callado hasta los
perros. ¿Por qué llora tanto? Es el Demonio que no lo deja dormir. El
Demonio lo tortura diciendo que es su padre. Hay que echar al Demonio,
dicen en la casa. Rápido lo echan, tan rápido que dejan la cola dentro.
Entonces el niño duerme y crece divinamente. Es un joven ya, va por la vida
como un goliardo. Gusta del pecado y de los libros. Adentro de los libros se
mueve la cola del Demonio, dicen en la casa, pero él se ríe y no les dice que
el Demonio es su padre. Hasta la noche en que los perros no callaron.
Vinieron unos parientes con su hija: una prima lejana como una cordillera.
La mirada se moría como un hombre sin poder cruzarla. Tenía los pechos
duros y andinos, los muslos firmes y atroces de ladera donde un guerrillero
se desangra. Oh, niño, oh, joven, ese fue el único verano de tu vida en un
pueblo sin verano. Cada noche fuiste sobre ella un niño que llora hasta
callar los perros. ¿Se fue? ¿O la echaron? Se fue, dicen en la casa. Esa mujer
era el Demonio y el Demonio vino por su cola, la cola que vive entre tus
piernas, calcinada.
12
LOS FALSARIOS
Mentira de los mentirosos:
jamás pedí azufre y fuego eternos,
jamás pedí que hicieran de ellos el escarnio.
Cedo mi derecho si para condenar tengo alguno.
Que gocen el paraíso.
Que a todo nombren el paraíso.
Que Dios, cuando exista, los perdone.
Que Dios después se perdone dejando de existir.
No me importa toda la importancia de no importar.
Solo quiero que sean felices o infelices,
pero bien lejos de mí.
13
PECADO DE PEREZA
Me sequé
porque las plantas
se olvidaron de regarme;
porque el perro
se cansó de pasear mi sombra;
porque amarme siempre
era la tarea de los otros;
porque amarme yo
era no hacer nada.
14
LA CANCIÓN DEL CRUCIFICADO (II)
Mi pensamiento duerme mal.
De continuo se da vuelta.
Se descorteza, se arriesga, se martiriza.
Se muerde la cola que en su caso es también cabeza.
Mi pensamiento es Jesús que vuelve de su soledad en el Monte,
después de pedirle al Padre Pensamiento
que aparte de mí los bajos pensamientos
de la corrupción y la muerte.
Mi pensamiento es Jesús en Getsemaní
que vuelve y encuentra como ronca
el pensamiento de sus amigos.
Levántense, les grita con la idea.
Levántense que vienen a llevarme por ser el que soy.
Ya me han hecho juicio sin oír mi juicio,
ya me azotaron en las sienes.
Mujeres de Jerusalén, mujeres de mi ciudad,
no lloréis por mí que soy un hombre,
llorad por el pensamiento,
llorad por el pensamiento y su cruz.
Van a crucificarme por ser el que piensa.
15
CIERVOS ROJOS
Encuentro ciervos rojos pastando en todas partes. Comen una hierba
invisible que crece lo mismo en el desierto que en la ciudad. Entre los
ciervos, mi ciervo. Pego el oído a su cuerpo y oigo. Oigo cascabeles en su
sangre, oigo el silbido de una flecha disparada al cielo que se ríe, oigo
piedras correr sobre tumbas, y ríos correr bajo tumbas, oigo la luz que no es
dulce ni amarga. Oigo al ciervo, lo acaricio, lo dejo ir entre los miles de la
manada. Tantos hay. ¿Por qué quieres el mío?
16
HIJAS
El animal llamado Hijas es hermoso.
Tiene dos corazones que te muerden y te absuelven.
Tiene huesos tiernos como brotes,
carne como de cordero tierno.
El animal es rubio en la mayor
y trigueño en la pequeña.
El animal llamado Hijas es único,
pero mejor comprarle dos muñecas:
compartir un juguete significa despedazarlo.
Para escribir que no me falte alba,
que no me falte alma.
El animal llamado Hijas
y el animal llamado Madre de Mis Hijas
se acuestan junto a mi sangre.
Los sabuesos del cielo escarlata
nada saben de lo sagrado.
17
MILAGRO DE LAS GEMELAS
Si tu hija amanece doble,
si durante la noche creció su gemela,
¿qué vas a hacer?
Ver a la otra es ver a la misma.
Críalas como si fuesen una.
Igual amor y más comida.
Alégrate de la floración
del espejo vivo que vive
frente al espejo vivo.
Piensa en los que han despertado
con solo la mitad de su hija única.
18
EL JUEGO DEL TELÉFONO
A veces jugamos al teléfono.
A dos pasos de mí las niñas llaman.
A dos pasos de mí
lejanísimas montañas y ríos,
carreteras, puentes, ciudades.
Oigo, les digo. Buenos días, les digo.
La mano se vuelve auricular.
Están en una playa, se oye el mar;
se oye un tren que ya han tomado,
pita el tren de sus risas.
En el mismo vagón
viaja un hombre con un mono
que se parece a mí.
El hombre y el mono se me parecen.
Ven a buscarnos, me dicen,
que el tren perdió las ruedas
y nos da miedo que salga volando.
Colgaron a dos pasos de mí,
pero se oyó como a través del océano.
19
Escribo con la mano de jugar al teléfono.
Escribo poco porque escribo demasiado.
Cuando ellas no están en casa,
yo juego el juego triste
que juegan todos los poetas.
A dos pasos de la ausencia
el teléfono tiembla en mis dedos
y el poema se descarrila.
20
LA POESÍA
La poesía es leche que ponemos a hervir. La velamos, la velamos, la
velamos y en un descuido se derrama. Entonces lloramos de alegría. De
nada sirve llorar de tristeza sobre la poesía derramada. ¿Quién es el hombre
que no quiere que la poesía se le derrame?
21
SANTA CENA
Llevo años escribiendo en la cocina. Parece cosa de hambriento escribir en
la cocina. Mi mujer pregunta: ¿Qué quieres para el almuerzo?, como si
preguntara: ¿Qué quieres escribir? Yo escribí una vez en mi cocina de
soltero y todos fueron poemas enlatados. Nada alimentaba. Nada tenía sal.
Escribía rápido. Platos al estilo más frío y más cortado. Yo era el camarero
de la venganza y el vengativo que no era. Mi mujer pregunta: ¿Qué quieres
para almorzar? Y yo sonrío. Solo tus piernas, amor mío, aderezados con tus
jugos, con tu miel que gotea muslo abajo. La soledad es mala comensal.
22
MILAGRO DE LA MESA
Cuatro herraduras para la mesa y serás la caballista. Saldrá la mesa
cabalgando por los bares de entreguerras. Nada como tus piernas sobre el
lomo de este roble. Todos vienen de sobrevivir sin haber ido al frente. Es el
hastío, su lenta metralla. Cada cual mató a su archiduque para verte bailar.
Cuatro herraduras para la silla en que te sigo hasta la falsa paz.
23
LA SILLA
A la silla que tirita
yo pongo mi abrigo en su respaldo
y doblo mis pantalones como ofrenda
y dejo a sus pies
la tentación de mis zapatos.
En el cuarto del soltero,
más que mesa hay una silla.
Ella es el amor del que se sienta.
Silla junto a la cama del enfermo,
¿cuándo bajarás al baile?
Amo las cosas que se hacen caminando,
caminando y corriendo,
que se hacen o deshacen volando.
Pero amo más lo que se hace sentado.
Las rendiciones ocurren de pie o de rodillas.
La paz se firma sentados.
Puesto en firme o tendido,
yo siempre me siento en mi cabeza.
24
MILAGRO DE LAS CADERAS DE MI MUJER
Me casé con una mujer sin caderas.
Ni gota de caderas tenía mi mujer.
Escribí un poema para ella que solo fuese ritmo,
pero resultó inútil.
Entonces viajamos y ocurrió el milagro.
Las caderas le crecieron una noche en el trópico.
Era la fiesta, la celebración de un santo patrono
que hizo el milagro de las caderas de mi mujer.
Mi mujer no paraba de mover las caderas por la ciudad.
Sus caderas me tumbaban a cada paso y en cada esquina.
En la habitación sus caderas crecían
como el horizonte durante un terremoto.
Yo pasé años desaparecido bajo sus caderas,
aferrado a sus caderas como a peñas sobre el abismo.
Pero es caro un prodigio así.
Un prodigio que necesita renovar sus votos
y tenderse en las playas bajo el sol de Satán.
Hay pobres que no saben que viven ricos.
Tuvimos que vender las caderas de mi mujer.
25
Qué mal baila la vida.
Hombre sin seso, cásate con una mujer sin caderas,
pero no vayas al trópico, no vivas en el trópico.
Así en la vejez nunca podrá fracturarse
la cadera que nunca tuvo.
Que no vaya a arruinar
los mejores años de vuestra ruina.
26
LOS ZAPATOS
Qué semillas los zapatos.
Ni sembrarse necesitan.
Van sobre la tierra y bajo la lluvia,
semillas viajeras que en las noches bailan.
Cada mañana crece el bosque
que a la hora del sueño fue talado:
carpinteros como robles,
enfermeras como palmeras salvajes,
niños que se miran como arbustos,
políticos que son olmos a los que se le pide peras,
padres en las avenidas lo mismo que cipreses y pinos.
Y entre sauces, el sauce llorón de los poetas.
Crecen de los zapatos, crecen.
Mira los pordioseros. No tienen zapatos.
Son leña para el invierno.
27
LA CANCIÓN DEL CRUCIFICADO (III)
Abrieron la garganta del pájaro en pleno vuelo
y vieron que yo era un canto con forma de semilla.
Fui tan leve que sin querer me respiraron.
Yo salí de polizón en los pulmones.
Yo hice la ruta del oxígeno,
más ardua que la ruta de la seda.
No temo a la sangre porque soy un extranjero
que se ha convertido a su tribu.
Veo el corazón como un espejo donde por fin me reconozco.
El corazón del mundo me ordena que salga de mí
y es mi propio corazón ordenando.
Yo trepo por la lengua de los inocentes:
hay manadas salvajes de palabras en la boca de un niño,
potros ciegos que no han visto el sol.
Yo trepo por la lengua de los inocentes
y desde el borde del labio salto al mundo.
Caigo en mi cuerpo y en mi edad.
Miro desde abajo la infancia como a la casa en el árbol
con la escalera rota: A qué he venido, sino a ser canto,
canto con forma de semilla. Ya verán como germina.
28
Ya verán como atravieso con mis raíces el planeta,
como devoro la almendra central del planeta.
Acaso sea el planeta una semilla que canta.
Acaso sea un pájaro el universo
esperando que le abran la garganta.
29
LA LLUVIA
Llueve. ¿Por qué duelen las rodillas? ¿Por qué duelen esas viejas fracturas?
La lluvia no está hecha solo de memoria. La lluvia es el llanto de sí misma.
La lluvia es el llanto por los quebrados que la miran. Oh lluvia, oh
desvalida, tú no has matado a nadie, tú eres solo la Caída, te han hecho
pagar los crímenes del agua. Te quebraron en lo alto todos los huesos. Te
ataron a una rueda y te quebraron todos los huesos hasta que cumpliste la
norma de los ciclos. Todo lo roto en nosotros se rompió ya antes. Esto que
duele eres. Estas rodillas que son nuestra humana fractura. Y los años, los
siglos, los milenios de cargarte.
30
EL RÍO
Tú eres, río, cualquier río
pero nunca un río cualquiera.
Eres más bello que el Tajo, me lo dijo Pessoa.
Pessoa es un fingidor al que le creo.
Tú me enseñaste el arte de la fuga.
Tú me enseñaste a irme para permanecer.
La ciudad ha crecido en tu costado.
Hay luces en tu rostro que antes no existían.
Ahora quién podría distinguir
entre el reflector de una fábrica y la luna.
Hay hoteles de paso que se quedan.
Hay buenos bares de mala muerte
y mejores burdeles de mala vida.
Hay tiendas que se tienden boca abajo
y tiendas que se tienden boca arriba.
Hay refinerías donde trabajan
hombres crudos como el petróleo
para hombres refinados que lo venden.
Hay hasta el ay una ciudad.
31
Y en todo se oye un murmullo
como de río que te quiere suplantar;
como de río aprendiéndose tu música,
comiéndose tu música;
como de río que se pudre
y quiere volverte también su podredumbre
y ha comenzado a lanzarte todo lo viejo,
todo lo inútil e inservible que es humano.
Tú eres, río, el río de los hombres.
Envenenaron tu corazón, te volvieron ácido
como ellos mismos.
Estás enfermo y llagado y quieres morirte,
pero nunca mueres.
¿Por qué si fluyes no te limpias?
Quieres morirte como quieren morirse
esos viejos enfermos y llagados
que viven muriéndose de no morir.
Quieres confesar ya, quieres que Dios te sane
y te lleve al paraíso
y te ponga a correr dentro de otro río.
Voy a cerrarte los ojos
como si cerrarán ahora los míos.
32
Voy a dejar que mueras en mí
para que seas cualquier río,
para que renazcas puro de nuevo,
río niño que el paisaje acuna.
Entonces yo volveré contigo,
en la ciudad resucitada de tu costado
y desembocaré en la mar que desembocas
como si desembocar fuese
ver por primera vez el mar.
Vendrán los hombres a poner el sol
a poner regalos en tu orilla.
El que te vea, verá mi sangre.
33
EL MAR
Extraño a MobyDick, el monstruo, y al capitán Ahab, que era monstruoso.
Los odios sucedían frente a frente. Extraño el Nautilus como extraño
llamarme Nemo, yo que soy nadie. La idea de una vida sumergida me anima
más que la idea de una vida soterrada. Una armadura medieval me
conmueve menos que una escafandra. Una cápsula espacial me seduce tanto
como un batiscafo. Estoy inmerso viendo los peces de colores; viendo lo
que fosforece y depreda; lo que es bello y sobrevive; lo que es grotesco
para sobrevivir; lo ágil, lo dotado de dientes y espinas. Imagina el fondo que
asombra y el asombro de no poder imaginar donde termina. Hígado del
cachalote del que sacan ámbar gris para hacer perfumes. Colmillo de narval
que los falsarios vendieron como cuerno del unicornio. Aletas de tiburón
que nadan en la sopa de un restaurante japonés. Piel fina del delfín que
envolvió el libro de la ley. La mar de crímenes, el mar de los asesinados.
Bajé para aprender porque de aquí vine. Sobre mí pasan los destructores, los
nidos de hierro con sus pájaros atroces. Allá arriba pasan las noticias:
chocan buques frente a la costa y nadie se salva. Dejan morir tripulantes
atrapados en submarino. Ataúd subacuático. El sol tiene sus manchas, el
océano también. ¿Qué sucedió con el supertanquero? Marea negra, marea
negra que somos. Los monstruos de la superficie son peores que los
monstruos del abismo.
34
EL ENSAYO
A cada hora llaman a ensayo.
Tsunamis, terremotos, guerras y epidemias.
El director corrige sombras. Pide más sangre.
Hay actores millonarios y millonarios que actúan:
exigen mayor papel en escena.
Los mejores actores son pobres como nosotros.
A cada hora llaman a ensayo.
Un riguroso ensayo que nos deja muertos.
El fin del mundo debe ser perfecto
como toda obra por encargo.
35
ORACIÓN PARA EMBARCAR
Nuestra Señora de los Aeropuertos, no nos hagas padecer.
Cada salón de espera es tu capilla.
Cada viajero lleva su pasaporte como un himnario.
Los aviones me enferman de un modo deleitable.
Como todos los pecadores, me enamoro de las azafatas.
Después paso días imaginando mi vida junto a una azafata,
mi vida de capitán no cumplida
porque de niños todos quisimos ser pilotos
y solo a unos pocos les llegó la hora.
A cada hora despega un alma de la Tierra.
¿Era su hora o no era su hora?
¿Acaso cada hora es la hora de todos?
A cada ángel su trabajo.
Desde arriba el cielo parece la decepción del cielo.
Ningún niño cree en el fondo que volamos.
La Tierra, sin embargo, cobra un misterio, una gracia:
no dejamos de mirar para abajo
y queremos ver que nos vean acá arriba,
ser el que mira y es mirado.
36
Por eso te pedimos al franquear las aduanas:
Que no se atrasen los vuelos del país
como se atrasa la felicidad.
Que no perdamos el equipaje con los libros
como perdemos los dientes.
Que en la Oficina de Objetos Perdidos y Encontrados,
viva el hermano de todos los poetas.
Nuestra Señora de los Aeropuertos, no nos hagas padecer.
Nunca permitas que sobrevendan nuestra esperanza.
37
LA BOCA
Solo a la boca se le complace.
¿Por qué todo tiene que salir a pedir de boca?
¿Por qué no a pedir de mano
o a pedir de pie?
La boca pide por ella misma siempre.
La boca es una reina enfebrecida.
Para que un poema salga a pedir de boca,
el poeta tiene que volverse
un hombre mudo.
38
LAS PALABRAS
Las palabras me dicen sus nombres y apellidos.
Estas vienen a buscar trabajo.
Son albañiles y carpinteros;
son maestras, pintoras e hilanderas;
son pescadores, mineros, proyectistas.
El empleo es largo como el hombre.
Qué familia abundante y desconocida.
Sangre de nuestra sangre
y aire de nuestro aire.
Basta entrar a un quirófano
o salir de un hotel por la puerta de cocinas.
Las palabras me dicen sus nombres y apellidos.
Las de vanguardia desertaron de mí,
se fueron a pelear en otra milicia.
O las hicieron soledades en un día.
Para ver algunas
debes tomar un tren o dos, nunca se sabe.
Pero una astronave sí es seguro.
39
Hay que tomar una astronave
y bajarte de nuevo aquí en la Tierra.
Tener esa visión de quien llega de la Luna.
Qué nuevo entonces todo lo viejo.
Qué sideral lo terrestre.
Qué horror de belleza y qué belleza.
Las palabras me dicen sus nombres y apellidos.
Las más rancias siempre quieren saber mis intereses.
Las más cultas son todo linaje, estirpe y abolengo;
pocas veces se juntan con mi alcurnia.
Voy a morirme sin conocerlas a todas
como voy a morirme sin conocer
a todos los hombres.
Qué pena.
Existen palabras que no he oído hablar,
que no les he visto el rostro.
Existen palabras que viven lejos de la vida.
40
MARTIRIO DEL QUE OYE
Aceite caliente echan en mis oídos.
Plomo caliente echan en mis oídos.
Pierden el tiempo en su tortura.
El que tenga castos oídos que se desoiga.
Nada me enciende tanto
como palabras calientes de mujeres frías.
41
LOS LIBROS
Ciertos libros me miran entrar y permanecen quietos. A cualquier libro
abren por nada. Basta mirarlos y ya los abriste sin abrirlos y ya los cerraste
sin tocarlos. Ciertos libros me miran entrar y permanecen quietos, pero otros
saltan de los estantes. Al recogerlos enseñan las páginas como un pavo real.
Eso hace un libro cuando quiere aparearse. Caer abierto a tus pies es su
ritual de apareamiento. Toda cabeza de lector es la hembra del libro. Debe
cortejarla y seducirla, debe hipnotizarla como la cola del pavo real. No todos
los libros lo logran. Los machos luchan por copular. Toda lectura es coito.
Toda relectura es placer escogido. Hay que perpetuar la especie y gozar el
acto. Estos son los libros animales. No los libros minerales de los que se
extrae hierro y oro con mucho trabajo. No los libros vegetales de cuyos
árboles se construyen casas para que la sangre y la letra vivan. Estos son los
libros animales: lo mismo carnívoros que vegetarianos, que omnívoros.
Animales del aire, del agua, de la tierra, animales que a veces ponen a vivir
en el fuego. Estos son los libros animales que permanecen o no permanecen
quietos. Cuando entro a las librerías: qué selva, qué pradera, qué océano;
farallones y desiertos, ríos y valles, ¡montañas! Libros, animal de libros.
Solo conocen la época de engendrar. Cubren tu cabeza de lector, como
sementales a sus yeguas. Aunque también existen libros infértiles y cabezas
infértiles. Líbrate, por los siglos de los siglos, de los libros abortivos y de las
cabezas que abortan.
42
UNA TOS HORRIBLE
Lo que se oye cuando la sangre, mi sangre,
pelea con los pulmones.
Lo que se oye cuando mi sangre
pelea con el corazón.
Una arritmia de hombre que baila solo.
Date una vuelta, maldita mía.
Date una vuelta, belicosa mía.
Camina con mis pies.
Mira con mis ojos
Duélele al mundo como el mundo te duele.
Métete con alguien de tu tamaño.
43
LA CANCIÓN DEL CRUCIFICADO (IV)
Yo bajé de la fastuosa indigencia
donde gozan los hombres vivir crucificados.
Yo le pedí sus camisas al aire
y le entregué al aire mis camisas.
En el cambio se quedó con los pulmones.
Entonces le pedí su calzón al viento
y revisé bien al cederle mi calzón.
Yo me puse el pantalón del río,
fresco como pijama de hospital,
un largo pantalón de una sola pierna.
Yo le entregué mi pantalón
como se entrega la mitad de un ahogado
y lo vi flotar poema abajo el pobre
con una trucha en los bolsillos.
Adentro del río están fluyendo mis piernas,
están hechas de agua
como las piernas de un anestesiado.
Yo le regalé mis zapatos a la tierra,
pero fue sin darme aviso, fue sin prevenirme
que me quedé descalzo en el camino
44
y tuve que ponerme los zapatos de la tierra
y supe entonces todo lo que germina
y caminé silbando con mis muertos.
Entonces tuve frío, pero no de muerte,
de vivir tanto fue que tuve frío
y me llegué a las fraguas y los hornos
porque es tan bello el pan como una espada.
Me abrazó el fuego amigo que habla mi lengua.
Me puso sobre los hombros su casaca.
Yo puse sangre y dije:
Árbol de fuego, qué incendiada fronda mi cabeza.
Casaca de fuego, tu reverso es la ceniza.
Casaca de fuego, tu botonadura de oro
me cierro sobre el pecho.
Quien me mira ve su limpio corazón.
45
LA LUNA
Cualquier parque es tu consultorio, Luna. Me tiendo en el diván de felpa
verde, está húmedo de rocío y mi fiebre enciende las farolas. Te cuento
acerca de mi infancia. Qué me importa la vejez. Tal vez no suceda. Tal vez
me recojan aquí mañana y todos vivan jóvenes para siempre. La infancia,
¿sucedió? Luna, todos vienen a preguntarte por ella. El primer hombre no
tuvo infancia ni la tendrá el último maniquí. No tuvieron infancia como los
locos no tienen sentido común. Se enamoran de ti. Solo los locos que se
enamoran de ti merecen ser lunáticos. Solo los poetas que se enamoran de ti
merecen ser selenitas. Me enteré que te vendieron como a una puta. El
sentido común se inflama, se infesta, se tumoriza y hay que extirparlo.
Luna, extráeme el diamante falso de la cordura que nunca vale como aquella
piedra tuya que dejaste caer en mi cabeza. Cualquier playa es tu piso de
soltera. Déjame quedarme, cúbreme con la marea que tengo frío y mi fiebre
enciende las estrellas.
46
CRÁTERES
La tumba es el cráter del meteorito humano. Yo soy una piedra caída del
útero de mi madre. Qué galaxia todo vientre. Las madres mueren como
mueren las galaxias. Cuerpos hay que se incineran como cuerpos celestes.
Los cementerios son campos de cráteres tapados. La tierra se enorgullece y
se avergüenza de sus muertos, por eso los cubre. Cubre a unos para que los
recuerden. Cubre a otros para que los olviden. Solo la luna es indiferente,
solo la luna tiene la frialdad de dejar sus cráteres abiertos. Allí se duermen
los fantasmas en posición fetal. La luna es un ovario enfermo, infecundo.
Pero basta un rayo de sol, basta un solo espermatozoide luminoso, para
fecundar la tierra.
47
LA COMENSAL
La Muerte come viejos como uvas pasas.
Frutos secos quiere la Muerte.
Un flequillo de carne.
Mucha víscera,
mucha huevada del pez humano.
Perro trufero es la Muerte.
Perro trufero de difuntos:
Sabe donde está lo mejor
bajo la tierra.
48
EL VIEJO
Deberías morirte de la vergüenza de no morirte.
Tanta muchacha cancerosa y veinteañera.
Tanto riñón extirpado de su niño.
Tanta sangre puesta a sufrir exilio cada semana.
Tanto apolo entre apolos infartado.
Hasta cuándo aplastarás la sombra de ti mismo.
Hasta cuándo serán tus escaras sus escaras.
Abriré la ventana a ver si el sol te transfigura,
a ver que emerge de esta crisálida con ojos,
de esta boca caída adentro de tu boca.
Qué duro el pan del tiempo.
Pero tu saliva es un ácido que puede labrar la plata.
Tú eres el poeta que hace el cuento.
Tú eres el listo al que no borran de sus listas.
Tú eres el grave que salta en su jadeo
los años como vallas.
Deberías morirte de la vergüenza de no morirte
y después resucitar para enseñarnos.
LA DOBLE MUERTE DE MI PADRE
49
Mi padre de tan bueno
solo pide que no lo entierren vivo.
Que certifiquen que está muerto, muerto.
Que el corazón se le quedó sin música.
Que no se oye al niño que iba en bicicleta
por sus pulmones silbando.
Que no se oye ni un gallo cantar en toda su sangre.
Horror de que te destierren a la tierra.
Horror de estar bajo la tierra
cuando sobre la tierra tu deseo camina.
Despertar en la muerte que es la vida de los otros.
Negarte a la muerte que los otros aceptaron.
Desesperar en lo oscuro:
¿Por qué nunca entierran a nadie con un revólver?
Hijo, no permitas que me entierren vivo.
De tanto pedir lo único que pide,
su miedo es ahora el miedo mío.
¿Quién podrá decirme que mi padre ha muerto
y que yo le crea?
50
¿Quién podrá estar seguro de su muerte
como yo estoy seguro de su vida?
Tendré que matar a mi padre
cuando mi padre de tan bueno se me muera.
O no podré vivir.
51
LA NAVAJA
Ponen demasiado alcohol para limpiarla. Se queda ebria. Quiere carne como
puta, castradora del caballo de tu sangre. Una hembra de hierro
impenetrable. Su vulva es el filo. Ábrele las piernas. Ábrete de venas. Otra
vez ponen demasiado alcohol para limpiarla.
52
UN APRENDIZ
Hay que pasar una temporada en las iglesias.
Es lo más razonable.
A qué saben las hostias, sino a pecado.
Somos caníbales del Señor:
lo pasamos por la lengua que pasamos por el sexo
de la amada y de la amante,
que son carne del diablo como nuestra carne.
Nuestra saliva es agua bendita.
Yo hundo los dedos en las bocas de las confesadas
y me hago una cruz donde me queda el demonio.
Estos santos de madera son los fantoches de lo sagrado.
Se visten y se desvisten como un maniquí.
Hermano mío,
hay que pasar una temporada en las iglesias.
Se aprende tanto como en el Infierno.
53
LA CAJA FUERTE
La caja fuerte se enamora de los ladrones. Solo ellos saben tocarle con
maestría la aureola numerada de su único pezón. Se lo alumbran con la
boca, se lo retuercen con ternura, hasta que ella siente que algo salta en su
interior. Y se abre. La caja fuerte es tan débil, no se resiste a los
enmascarados. La caja fuerte le da a los enmascarados todo lo que posee. La
caja fuerte está casada con un hombre de negocios, que la quiere siempre
cerrada y encerrada. El amor era otra cosa cuando todo se abría con llave.
54
LOS LADRONES
Todas las noches sueño la pesadilla de que roban mis versos. No son poetas
ladrones, esos nunca pueden robarme aunque lo quieran: mi oro se pudre si
no come de mi sangre, mi oro no esplende si no bebe de mis manos. Son
ladrones ladrones que sin ladrar ladronean. Todo se lo llevan por maldad.
Todo se lo llevan esos perros que duermen a los perros. Agarran mis
cuadernos de apuntes para hacer cigarros que comparten con otros
pordioseros. Una vez me llevaron las piernas y dormí una semana porque no
podía levantarme del sueño, hasta que comí manzanas en el sueño y las
piernas me crecieron. Malditos, a la Torre de los Ratones iré a buscarlos.
Dónde está la policía cuando se sueña. No hay padre de policía ni hijo de
policía, pero hay teléfono. En el sueño suena siempre un teléfono, el timbre
no se oye, se oye la cabeza. Es la policía. ¿Qué quiere decir con eso de
«Dónde está la policía cuando se sueña»? ¿Qué la policía es incompetente?
¿Qué la policía no es digna de ser soñada? Póngase a cantar como un
crucificado que hoy dormirá en el paraíso.
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EL BUEN GUITARRISTA
Robar es igual que tocar la guitarra. Cuesta años dominar el arte para
volverlo un oficio. Hay que tener buenas manos. Aprender los acordes.
Todo es cuestión de armonía. Hurtar es igual que hacer música. Un
muchacho roba por diversión y toca la guitarra para divertirnos. Está en una
banda. La banda es la familia del que roba y la familia del que toca la
guitarra. En cualquier caso siempre resulta bueno andar afinado. En
cualquier caso resulta óptimo saber donde uno se encuentra. Podría ponerse
a robar en el escenario a la vista de todos. Podría ponerse a tocar la guitarra
en una tienda a oídos de todos. El colmo sería que lo lleven preso por tocar
la guitarra y que la banda lo expulse por ladrón. La policía dirá que tocar la
guitarra en una tienda está mal. La banda dirá que ellos no son ladrones. La
banda dirá que el muchacho robaba mal, pero tocaba bien.
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LA CANCION DEL CRUCIFICADO (V)
Estoy esperando por ti, canción.
Otros esperan el viaje, la sigilosa sangre del camino.
Otros esperan la casa y el árbol
como a dos hermanos lejanamente crecidos:
la casa fue educada por el hombre,
pero el árbol se educó a sí mismo.
Estoy esperando por ti, canción
como entre lo inúmero y lo contable
alguien espera siempre por la luz.
Canción, dame el viaje,
dame peregrinar por los nombres
y peregrinar por lo que vive debajo de los nombres.
Canción, dame volver a casa
porque yo salí a buscarla por el mundo
y me encontré conmigo.
Canción, dame el árbol,
quiero aprender de él lo que no sé de mí,
quiero aprender sentado en su rama.
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Yo soy un fruto que piensa.
Quiero dormir bajo su fronda
para que el sueño eche raíz.
Dirán que no existes
los que solo tienen un cuervo y un lobo,
los que solo esperan que todo sea cuervo y sea lobo.
Yo espero, yo estoy esperando, canción.
Mi espera es la vida.
Si no te escucho sabré que no era digno.
Canción, son demasiadas cosas las que quiero,
pero solo una la que pido:
Dame ser luz.
Dame ser la alegría para el que me espera.
Yo pido subirme al alma de las cosas.
Yo pido ponerme a sus pies
y cantar, cantar, cantar!
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