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El Pais Roto. Amasijo Por Ordenar.

El documento describe la situación política y económica en Venezuela antes de que el presidente Nicolás Maduro anuncie cambios constitucionales. Vicente, un empleado público soltero, espera en su apartamento a su amiga Mayra mientras especula sobre los posibles anuncios de Maduro y reflexiona sobre la crisis que atraviesa el país.
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El Pais Roto. Amasijo Por Ordenar.

El documento describe la situación política y económica en Venezuela antes de que el presidente Nicolás Maduro anuncie cambios constitucionales. Vicente, un empleado público soltero, espera en su apartamento a su amiga Mayra mientras especula sobre los posibles anuncios de Maduro y reflexiona sobre la crisis que atraviesa el país.
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Capítulo I

La convocatoria

Las palabras del presidente Nicolás Maduro retumbaron como truenos, para los
desprevenidos oídos de millones de venezolanos, incluyendo a miles de
simpatizantes chavistas aglutinados esa tarde en la avenida Bolívar de Caracas.
En cuestión de segundos todo un país enmudeció. Un zumbido incomodo quedo
revoloteando en el aire, fastidioso, insoportable. Trece; número pavoso,
cabalístico, de mala suerte para muchos. Trece letras que presagiaban la
hecatombe. Constituyente.
No era un lunes común y corriente, el ajetreo propio del inicio de semana
mostraba evidentes síntomas de ausencia. Este lunes acontecía lo que en
Venezuela se conoce como puente, ya que era primero de mayo, marcado en el
calendario como festivo, todas las instituciones y empresas tanto públicas como
privadas suspenden sus actividades para festejar el sacro santo día de los
trabajadores. El heredero de Hugo Chávez, había anticipado con pomposidad que
en esta fecha realizaría anuncios históricos para el futuro de la patria. La parte del
país que aún cree en el mandatario se frota las manos, en espera de un
trascendental incremento salarial, lo suficientemente robusto como para plantarle
cara a la inflación galopante que hace de los ingresos del proletariado una ilusión
tan efímera como un sueño húmedo justo antes del amanecer. Los más optimistas
corrían la voz de que el ajuste debía ser de tres dígitos, y, que además estaría
acompañado con la orden ejecutiva de congelación de precios. Otros imaginaban
que el anuncio presidencial seria para poner en marcha el plan mágico que
sacaría a el país de la aguda crisis económica que se extendía desde la asunción
de Maduro a la primera magistratura nacional en el año 2013. La fe del pueblo
tiene la virtud de sobreponerse una y otra vez a la decepción de la mentira, a las
promesas incumplidas, a la postergación indefinida de sus anhelos. Este país
desde tiempos remotos parecía vacunado por sus gobernantes contra el mal de la
desconfianza y la incredulidad. Siempre existían motivos para creerse otra nueva
historia. La memoria del venezolano dispone de un rollo ridículamente corto, y su
clase política de antes y de ahora no han desaprovechado oportunidades para
sacar el mayor ´provecho de esa particular característica.
Sin embargo, para decepción de los optimistas, los anuncios del primero de
mayo no girarían en torno al deseado aumento salarial, ni mucho menos se
mencionó el urgente plan económico. Un día antes, el presidente revelo que el
incremento consistía en un 60% y que se elevaba la tasa de cálculo del bono de
alimentación a 15 unidades tributarias por día. En suma, el ingreso mínimo total de
un trabajador alcanzaba los 200 mil bolívares mensuales. Ni los más fervientes
seguidores del presidente obrero llegaron a sentirse satisfechos con la
información. Pero ahora rondaba la pregunta de los diez mil maravedíes ¿qué
anuncios se traía Nicolás Maduro entre manos?
Vicente Castillo no tenía muchas razones para sentirse ilusionado, pensaba que
desde la elección de Nicolás Maduro en abril de 2013 el país se había ido a la
mierda, que la mayor obra del gobierno socialista consistía en haber convertido a
una nación con inmensas reservas de recursos naturales en una cloaca pestilente,
donde la miseria y la inseguridad campeaban su señorío, ante la mirada inerte de
una población incapaz de reaccionar. Venezuela sufría una metamorfosis estilo
kafkiano. El país degeneraba en una mafia, todo y todos tenían un precio, desde
los altos jerarcas del gobierno, hasta el humilde habitante de los sectores
populares, siempre dispuesto a timar a su propio vecino si era necesario, con tal
de asegurar su propia sobrevivencia. La degradación moral alcanzaba el status de
institucionalidad, la perversión auspiciada por el gobierno se convirtió en parte
fundamental de la realidad cotidiana, por su parte, las buenas acciones pasaron a
ser una rareza cada vez menos frecuente.
Vicente aprovecho el asueto para quedarse en casa, con testaruda irreverencia
ignoró la orden de su jefa, quien había girado la instrucción para que todos los
trabajadores de su despacho en el ministerio de alimentación, acudieran a la
marcha en respaldo al gobierno, que tendría como punto culminante la avenida
Bolívar de Caracas. La oposición también tomaría las calles, concentrándose en
diversos puntos de la capital, con la intención de movilizarse hasta el Tribunal
Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral, siempre y cuando las fuerzas
de policía y guardia nacional se lo permitieran. Las protestas de los grupos
adversos al gobierno tenían vetado el acceso al centro de la ciudad, donde
funcionaban las oficinas de los poderes del estado. Todo pintaba para otra
agónica batalla campal, donde la represión seguramente estaría a la orden del día.
Vicente agradeció la soledad de su modesto apartamento en la Av. Fuerzas
Armadas, estar lejos de la agitación de las calles no tenía precio, ─ pensaba ─
mientras agitaba un vaso con ron pampero que había adquirido el día anterior en
la licorería de la esquina. Ya superaba la treintena, edad en la cual la mayoría de
las personas sienten la necesidad de establecerse, pero Vicente permanecía
obstinadamente soltero, a pesar de que muchas mujeres lo consideraban apuesto,
y contaba además con empleo estable y casa propia. Sin embargo, a pesar de
estas ventajas, la tentativa de armar una familia en una situación tan jodida como
la que atravesaba su país, no estaba entre sus prioridades, por el contrario, se
conformaba con mantener relaciones libres, sin mayor compromiso ni lazos
afectivos duraderos.
A media tarde se instaló frente al televisor, para quemar tiempo mientras llegaba
su amiga de turno, una guapa colega recientemente ingresada en la nómina del
ministerio de alimentación, bajo el auspicio de un tío vinculado a Freddy Bernal,
uno de los más relevantes dirigentes del PSUV, y nuevo zar de los CLAP,
perverso mecanismo de distribución de bolsas de comida, e instrumento de control
social de la población más desposeída. Mayra, por su cualidad de empleada
novata, no logro evadir la convocatoria a la marcha pro gubernamental, aunque le
sobraran ganas de ello, no fue capaz de desobedecer el lineamiento de la jefa. La
joven trabajadora tenía hijos y no podía darse el lujo de que la echaran de su
empleo recién adquirido, engrosar las filas del paro no eran la mejor alternativa en
tiempos de crisis. Las amenazas hacia los que no mostraban la debida adhesión al
proceso, se había convertido en una práctica rutinaria; eso a Vicente lo tenía sin
cuidado, de que valía conservar un empleo con un salario tan miserable que
apenas alcanzaba para medio comer; ─ vociferaba iracundo ─, cuando alguien le
recomendaba que cuidara su chamba.
Repaso varios canales sin encontrar nada particularmente atractivo, la opción de
hacerle seguimiento a las marchas contrapuestas que se celebraban ese día le
producía un profundo hastío, ─ ni pensarlo ─ por nada del mundo quería verse
involucrado en ese estercolero, ─ que los políticos resuelvan su peo ─ le había
comentado a Freddy, su amigo de juergas; tanto el gobierno madurista como la
oposición burguesa representaban la misma vaina según su óptica. Lo mejor sería
entrar en un estado de levitación permanente, para que la diatriba política que
absorbía al país no terminara por engullírselo también a él. Estaba decidido a vivir
su vida con el menor número de preocupaciones posible, aunque, con la situación
económica que atravesaba Venezuela la tarea resultaba en extremo complicada.
Con frecuencia maldecía su suerte, se arrepentía de no haber seguido los pasos
de muchos amigos que se marcharon de su tierra en la primera oportunidad que
se les presento. Luego, se daba ánimos imaginando las dificultades de iniciar una
nueva vida en el extranjero. Lo mejor era quedarse quieto, como en la cédula de
identidad, hasta que pasara la tormenta, que en el caso venezolano estaba
llegando a nivel de huracán grado 5.
El tic toc del timbre lo saco de su estado reflexivo, era Mayra que, hacia acto de
presencia para alegrarle la tarde. Se incorporó de un salto, el vetusto mueble
emitió un crujido adolorido, lo cual le recordó que prácticamente tenían la misma
edad. Su padre lo había comprado junto con todo el juego de sala cuando Vicente
apenas era un niño, cuya única obligación era juguetear y divertirse. Vicente
atesoraba al viejo mueble como una reliquia, le recordaba tiempos felices; su viejo,
acostumbraba a tumbarse allí durante horas, todos los días. Desde ese lugar
impartía órdenes con la severidad propia de un general. Ramiro Castillo, su
progenitor, había fallecido en 2012, nunca creyó en Chávez, sin embargo, le
respetaba el hecho de haber tomado en cuenta a los invisibles y marginados.
Este carajo tiene guaramos, ─ decía ─ cuando lo escuchaba arremeter contra sus
enemigos en sus largos discursos, que solían extenderse por horas y horas.
Chávez tenía el don de hipnotizar hasta a sus detractores más acérrimos, quienes
seguían sus largas peroratas para luego tener argumentos como criticarlo.
Abrió la puerta y pudo deleitarse con la impecable sonrisa de Mayra. Sus
blanquísimos dientes y labios sensuales eran una invitación a besar
apasionadamente. Aparte de eso, su cuerpo bien torneado la convertían en un
bocado difícil de rechazar. Vicente, la invito a pasar presuroso, no parecía agotada
a pesar de que seguramente había tenido que recorrer unos cuantos kilómetros:
primero, para llegar hasta la Av. Bolívar, donde el presidente se dirigiría a la
nación. Y luego, para llegar desde allí hasta la Fuerzas Armadas, ya que, tomar un
taxi en Caracas, con sus elevados precios, representaba un lujo imposible para un
humilde trabajador de la administración pública, y el moderno servicio del metro,
se encontraría colapsado por el torrente de usuarios procedentes del acto
gubernamental, que abarrotarían a esa hora las estaciones aledañas a la amplia
avenida del centro de la capital venezolana.
A simple vista Vicente pudo observar que Mayra parecía intrigada. La joven no
sabía mucho de política, pero lo que acababa de escuchar en voz del presidente
de la república no le daba muy buena espina. Y por alguna razón, tenía la
impresión de no ser la única que pensaba de esa manera. Cuando Nicolás Maduro
anuncio la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, los miles de
personas congregadas en la Av. Bolívar manifestaron su sorpresa de diferente
forma: los más fanáticos estallaron en vítores y gritos frenéticos, parecía como si
estuvieran en el punto máximo del clímax. Pero su número solo constituía una
pequeña parte de la inmensa aglomeración humana. Mientras, en toda la
extensión de la arteria vial más importante de la capital se estaba produciendo
algo inusualmente extraño para este tipo de eventos políticos, donde los fervientes
partidarios se entregan a sus líderes con un entusiasmo que raya en el fanatismo
más irracional. Mayra recorrió con su vista los rostros de las personas a su
alrededor, la mayoría estaban perplejos, sus miradas irradiaban temor y
preocupación, como si algo funesto se irguiese amenazante sobre la multitud.
Algunos, se pasaban la mano por el rostro, como quien busca secar el sudor. En
ese punto la joven trabajadora comprendió que la noticia no había sido bien
recibida del todo; si lo que se estaba buscando era levantar pasiones, el efecto
resulto totalmente inverso. Y lo peor apenas iniciaba. Mayra observo con
estupefacción que la gente empezaba a retirarse; primero en pequeños grupos,
luego por cientos, y después por miles. La escena reflejaba la triste imagen de un
ejército otrora invencible batiéndose en retirada, totalmente despavorido. En
minutos, el ambiente festivo se transformó como por arte de magia en un
cementerio lúgubre y tenebroso. La amplia avenida se quedaba vacía, mientras el
presidente anunciaba los detalles de su convocatoria.
─ ¿Lo escuchaste? ¿Qué piensas? ¿Qué va a pasar ahora? Pregunto Mayra, en
atropellada secuencia.
Vicente la miro desconcertado, sin saber a qué se refería.
─Lo que dijo el presidente ─aclaro Mayra.
─No lo he escuchado ─dijo Vicente con desgano ─la verdad tenia cosas más
interesantes que hacer ─bromeó finalmente.
En realidad, Vicente detestaba escuchar al presidente Maduro, siempre que se
encontraba viendo algún canal de señal abierta y entraba una cadena, de
inmediato se cambiaba a la señal por cable. Y por supuesto, daba gracias a dios
por los que tuvieron la brillante idea de crear un servicio tan maravilloso. Mayra
bajo la mirada como quien teme contar una verdad incómoda.
─Que tan mal puede haber sido, creo que ya estamos acostumbrados a sus
continuas metidas de pata ─comento Vicente con algo de sarcasmo.
─No estoy segura, pero me parece que esto puede ser peor de lo que ya hemos
visto hasta ahora.
─Ya, suéltalo ─apresuro Vicente, con intenciones de pasar a otro tipo de acción.
─Maduro acaba de convocar a una Asamblea Constituyente comunal o algo por
el estilo ─soltó Mayra, acompañando sus palabras con una mueca entre nerviosa
y preocupada.
Vicente frunció el ceño, mientras sus ojos amenazaban con salirse de sus
orbitas. Siempre había considerado al presidente Maduro como un tipo de poca
inteligencia, pero esto rayaba en la bestialidad total. A quien se le podía ocurrir
semejante disparate.
─Definitivamente se ha vuelto loco ─vocifero, elevando la voz casi a nivel del
grito.
Mayra asintió en silencio.
─ ¿Qué puede pasar? ─ Pregunto, al cabo de un instante.
─Ni idea ─contesto Vicente, llevándose las manos al rostro ─la oposición jamás
aceptara esa treta, si lo hacen, se estarían entregando a los brazos de Maduro y
sus seguidores, ellos saben que el gobierno tiene un alto nivel de rechazo, es su
oportunidad, si la dejan pasar, tal vez no tengan otra, y tendrán que conformarse
con ver a Nico en el poder por muchos años más.
─Eso implica más conflictividad, más marchas y contramarchas y por tanto la
economía seguirá en picada, no parece un panorama muy alentador ─reflexiono
Mayra.
─Y puede ser peor ─agrego Vicente ─podríamos estar a las puertas de una
guerra civil.
Mayra guardo silencio, ahora comprendía la expresión de miedo en el rostro de
los asistentes al discurso presidencial en la Av. Bolívar. No podía dejar de pensar
en sus hijos, que estaban creciendo en un país sin oportunidades, sin futuro. Se
acercó a Vicente y se aferró contra su pecho. Tenían pocos meses conociéndose,
pero en ese momento se sintió segura y protegida a su lado. Alzo la cara y sus
labios se encontraron en un delicado beso.
Pasaron el resto de la tarde conversando sobre sus vidas, entre sonrisas y trago
trataron de olvidar a Nicolás Maduro, a la Mud, y también a la crisis económica
que azotaba a Venezuela. La botella se acabó justo cuando empezaban a entrar
en calor, ahora eran solo dos amantes furtivos dispuestos a entregarse a la pasión
que los dominaba. Y así lo hicieron.

Capitulo II
Mayo sin flores, tiempo de sombras

II

Cuando entro a la oficina lo primero que recibió fue la fulminante mirada de su


jefa. Vicente no se imaginó que entre tantos empleados que había en el
departamento, alguien podría notar su ausencia, sin embargo, estaba equivocado,
algún compañero con ínfulas de perseguidor se encargó de elaborar un listado
detallado de todos los que no asistieron al acto con el presidente en la Av. Bolívar.
Era una mala forma de empezar el día, después de la excelente velada en
compañía de Mayra, la noche anterior. Vicente no iba con ganas de entablar
pelea, a pesar de que sabía que estaba en su derecho de no asistir a una
actividad con la cual no se sentía identificado. Cuando su jefa le recrimino su falta,
sencillamente opto por no oponer resistencia, escucho tan pasivamente como le
fue posible, y posteriormente se retiró a cumplir con sus funciones.
Echo Una ojeada entre sus compañeros tratando de dilucidar quien había sido el
soplón, si llegaba a descubrirlo iba a conocer la faceta menos amable de su
carácter. Mayra lo observaba con una mirada de solidaridad, en ese momento
representaba la única buena noticia esa mañana; su ardiente amante estaba tan
radiante como horas antes, cuando con desgano se desprendió de sus sabanas y
salió corriendo hacia la casa de su madre para cambiarse de ropa antes de
dirigirse al trabajo, llego a condolerse de la pobre mujer, que sin duda debió haber
recibido una fuerte reprimenda por pasar la noche fuera y sin avisar, y de paso
condenando a su progenitora al papel de niñera. Aunque a decir verdad no se le
veía nada abatida, más bien tenía un luminoso brillo en la mirada que a Vicente le
hizo sentirse incómodo. Le irritaba la posibilidad que ella se estuviese enamorando
de él, enamorándose de un hombre que no quería ningún tipo de compromiso. De
ser así tenía que idear la forma de ir cortando la relación por lo sano, para evitar
llegar al siguiente nivel; que implicaba celos, discusiones, problemas financieros,
hastió y como punto culminante, una dolorosa separación.
Se ubicó en su escritorio, reviso docenas de solicitudes que debía remitir a un
departamento contiguo para su procesamiento, esa rutina le parecía una total
pérdida de tiempo; cuando le fue asignada esa responsabilidad creía que por fin
iba a hacer algo productivo, para su decepción, al poco tiempo descubrió que el
fruto de su esfuerzo iba a parar a un inmenso archivo abandonado, donde las
esperanzas de esa gente que escribía se convertían en alimento para polillas,
ratas y cucarachas. De esa manera funcionaba la burocracia oficial, ponían a los
usuarios a cumplir una serie de requisitos con la intención de hacerlos desistir, y, a
los que perseveraban los hacían perder tanto tiempo que al final también
terminaban rindiéndose. Vicente no entendía cuál era la finalidad de esa práctica
absurda, se suponía que estaban allí para prestar un servicio, tal vez, simplemente
la palabra ayuda no formaba parte del ADN de las instituciones públicas, tanto en
la cuarta como en la quinta república actuaban con la misma tozuda indiferencia.
Al final de la tarde Vicente estaba hambriento, apenas había probado un poco de
espagueti con salsa boloñesa que Mayra tuvo a bien compartir con él, la oficina
quedaba alejada de su apartamento y comprar un almuerzo en la calle como en
otros tiempos resultaba imposible, a menos que estuvieras dispuesto a gastar todo
tu salario en un solo día. Le preocupaba pensar que contar con una novia tenia
algunas cosas positivas: el acompañamiento, las miradas afectuosas, los gestos
de cariño, y hasta tener quien comparta su almuerzo contigo; no has comido nada,
─le había dicho Mayra─ come un poco de la mía, es bastante y yo no quiero
ponerme gorda.
Se suponía que así debían ser las relaciones de pareja, compartir todo,
entregarse mutuamente, sin condiciones ni mezquindades, como un solo ente. No
podía darse el lujo de sucumbir a los encantos de esta mujer que con detalles
empezaba a ganar su atención.
El amor trae complicaciones, el amor te hace vulnerable, se repetía en una
especie de decálogo personal.
Vicente pensaba que parte de ese desapego sentimental estaba estrictamente
ligado a la crisis de Venezuela; como pensar en tener una relación estable con
alguien, si ni siquiera tendría dinero suficiente para cubrir la alimentación de la
familia, mucho menos para salir a divertirse, ni comprar un vehículo. Su viejo
televisor había recibido dos intervenciones quirúrgicas durante los últimos meses y
a duras penas funcionaba, si se dañaba del todo no podría sustituirlo tan
fácilmente, ahora que su precio podía alcanzar hasta los diez salarios mínimos,
por ello, se resistía al llamado del amor, no quería que sus futuros hijos crecieran
en un ambiente de extrema necesidad.
La colosal crisis del país había redefinido el significado de la palabra pobre,
cuando Vicente era niño, los pobres eran aquellos que por no tener ningún tipo de
educación debían conformarse con empleos miserables, si tenían la suerte de
conseguir alguno, sin embargo, comían bien y se daban el lujo de ir de fiesta cada
vez que les venía en gana; pero ahora, la pobreza también azotaba a los
profesionales como Vicente y Mayra, cuyos ingresos eran irrisorios con respecto al
costo de la canasta básica, comprar ropa era un recuerdo de tiempos mejores, la
cultura de la sobrevivencia se apoderaba de los venezolanos, el “ta barato dame
dos” parecía la fábula de Alicia en el país de las maravillas. Y el peor de los males
era que, desde el gobierno se institucionalizaba la pobreza, la gente estaba
obligada a aceptar su condición de nuevo miserable, de lo contario te convertías
en un contrarrevolucionario, en un fascista, en un oligarca, en un traidor a la patria.
Pero todavía había gente que creía ciegamente en el gobierno, como su jefa, por
ejemplo, quien hablaba con tal propiedad de los beneficios de la revolución que
parecía que alguien, tal vez los agentes cubanos, le habían insertado un chip para
quitarle la capacidad de discernir. Esa tarde del dos de mayo, antes que Vicente
se retirara lo hizo llamar a su despacho.
─La constituyente es la solución a todos los problemas del país, ─afirmo sin
ningún tipo de vacilación─ y tú tendrás la gran oportunidad de formar parte de la
comisión que se encargara de difundir la propuesta entre los empleados del
ministerio.
Luego se tumbó en su amplia silla con una sonrisa de satisfacción. Vicente
apenas asimilo la información.
─Empezamos mañana mismo. ─agrego la mujer ─la patria cuenta con nosotros.

La mañana del 4 de mayo se levantó más temprano de lo habitual, y se puso a


repasar con poco interés un material impreso acerca de los alcances y propósitos
de la constituyente. Desde el anuncio presidencial tres días atrás, la situación de
conflictividad se había acelerado, las fuerzas en contienda entendían que se
estaban jugando algo más que un simple proceso electoral, y en el caso del
gobierno se trataba de una movida estratégica para evitar la realización de unas
elecciones transparentes. Para Vicente, el asunto estaba más que claro, la
constituyente representaba la única salida posible para el presidente Nicolás
Maduro y su grupo más cercano, ya que muchos de ellos estaban sindicados y
sancionados por el gobierno de los Estados Unidos por diversos delitos. El imperio
cernía sus garras sobre la cúpula revolucionaria. Un caso emblemático era el de
Tareck El Aissami, vicepresidente ejecutivo de la república, cuyas propiedades en
el norte habían sido confiscadas, y, él mismo colocado en una lista nada decorosa
del Departamento del Tesoro.
Vicente pensaba que la asamblea constituyente era una grosera estafa, la
constitución no dejaba dudas al respecto, el presidente no tenía la cualidad de
convocar a un proceso constituyente, solamente podía actuar como promotor del
mismo. Todo lo que estaban haciendo contaba con el aval de un Tribunal
Supremo de Justicia sumiso y fraudulento. Pero que se podía esperar, la mayoría
de los magistrados de ese tribunal habían sido nombrados entre gallos y
medianoche, escasos días antes de entregar la mayoría parlamentaria a los
partidos de oposición, que habían obtenido un contundente triunfo electoral del 6
de diciembre de 2015.
Y ahora, de cierta manera, Vicente también se convertiría en cómplice del
fraude, también sería un promotor de esa locura, su jefa lo había enredado y él, no
tuvo las pelotas para decirle en la cara que no estaba de acuerdo con ese
disparate, por el contrario, acepto calladamente y, ahí estaba, como un
jurisconsulto, preparándose para explicar lo inexplicable. Sobre su conciencia
también pesarían las decenas de muertos, los centenares de heridos y
encarcelados, y sobre todo la consolidación de una dictadura disfrazada de
socialismo. Se sintió frustrado, dejo las hojas desperdigadas sobre la cama y se
fue a la cocina a preparar un poco de café; con furia se percató que el recipiente
donde lo guardaba estaba vacío, como también lo estarían las despensas de
millones de venezolanos esa mañana. En ese instante su conciencia le mostro la
luz al final del túnel, se decidió a hacer lo impensable, se plantaría delante de toda
esa gente a la que debía instruir sobre la constituyente y les diría que eso era un
fraude, que el presidente era un fraude, que el gobierno era un fraude, que el país
era un fraude.
Encendió su aparato de televisión, un cintillo verde atravesó la pantalla de
derecha a izquierda, su fiel compañero estaba a punto de claudicar, a punto de
dejarlo solo. La noticia del día era el asesinato del músico adolescente Armando
Cañizales. La tarde anterior recibió el impacto de una bomba lacrimógena a la
altura del cuello que le quito la vida. Desde la morgue de Bello Monte, sus
familiares insistían en que el caso no se politizara; como si eso fuera posible,
desde 1999 en Venezuela hasta el aire que respirábamos estaba politizado.
Chávez, había convertido el debate político en una nueva manera de entender la
vida, y él era la estrella, todo giraba en torno al excéntrico mandatario, sus
continuas intervenciones públicas marcaban la pauta a todo un país, odiado u
amado, pero nadie podía permanecer indiferente ante su arrolladora personalidad.
Cuando se despidió de este mundo, el país quedo congelado, inerte, sin brújula,
ya no había a quien obedecer, o a quien criticar. Su legado tendría que ser
analizado por la historia, pero por ahora, el vacío que había dejado no podría ser
llenado tan fácilmente.
El sonido del teléfono resquebrajo su concentración.
─ ¿Estás preparado? ─escucho preguntar a su jefa.
Vicente suspiro y torció la boca.
─Totalmente ─dijo Vicente.
─Excelente ─celebro su jefa ─hoy será un gran día, algunas autoridades del
partido también vendrán, por fin empezarán a valorar mis capacidades.
─Sin duda ─y colgó, con una media sonrisa dibujada en el rostro.

Capitulo III
Junio: Avances y retrocesos
XV

La embajada de la República del Ecuador en Caracas se encontraba a reventar.


La nación meridional se estaba consolidando como uno de los destinos predilectos
para escapar de la tragedia que se vive en Venezuela, el país se había convertido
en una tierra sin esperanzas ni posibilidades de progresar, con un gobierno
enfocado en implantar un estado totalitario vía constituyente. Los venezolanos
empezaban a perder la paciencia, sobre todo los más jóvenes, que no querían
pasar sus mejores años en medio de una guerra fratricida que arrastraba todo
consigo. Vicente se apretujaba en la larga cola para validar documentos, ya
pasaban tres semanas desde que había sido despedido de su cargo en el
Ministerio de Alimentación, de nada le valieron los alegatos planteados por su
abogado en la inspectoría del trabajo, lo suyo era un caso político, su recurso fue
rechazado de plano, ni siquiera se tomaron la molestia de revisarlo. Vicente se
quejó amargamente, como era posible que se violara tan flagrantemente la muy
celebrada Ley Orgánica del Trabajo, ¿dónde quedaba la inamovilidad laboral?; de
cierta manera con sus actuaciones esta gente no solamente se lo estaban
cargando a él, sino también al mismísimo Comandante Chávez, que era el padre
de esa criatura, ─pensaba decepcionado─ ¿Dónde quedaba eso de defender el
legado del gigante?, Vicente se convencía cada vez más de que, las alusiones
constantes a la figura de Hugo Chávez tan solo representaban un discurso
conveniente para enmascarar sus verdaderas intenciones, que no eran otras que
llevar al país hacia un modelo donde las leyes y la opinión del pueblo quedarían
delegados intransferiblemente en la cúpula del partido, y la constituyente no era
más que el instrumento para tal fin.
Un día antes de ser notificado que se le había abierto un procedimiento
administrativo, Vicente Castillo tuvo su venganza personal contra Nicolás Maduro
y su gobierno, al que consideraba el causante de todas las desgracias que
atravesaba Venezuela. En esa oportunidad, y, ante un auditorio repleto de
trabajadores, Vicente había sido nombrado por su jefa como la persona que iba a
instruir a sus compañeros acerca de los alcances y la importancia de la
constituyente, con el propósito de que a su vez sus colegas se convirtieran en
multiplicadores de dicha información. A ciencia cierta, Vicente no sabía porque su
jefa se fijó en él para tal misión, seguramente por su condición de abogado,
aunque, pensándolo mejor, se terminó convenciendo que todo se debía a su
elocuencia. Vicente se expresaba con fluidez, cuando entraba en un tema que le
interesaba hablaba hasta por los codos, dejando a sus interlocutores sin
posibilidad de replicar sus argumentos, esa cualidad le estaba jugando una mala
pasada, erróneamente su jefa, una mujer que difícilmente podía conjugar dos
oraciones coherentes consecutivas, pensó que esa facilidad expresiva resultaba
ideal para llevar el mensaje que ella necesitaba transmitir, y que por sus
limitaciones discursivas le resultaba imposible de realizar. Pero existía un
problema, Vicente no sentía ningún tipo de simpatía hacia Nicolás Maduro, y
además, pensaba que su propuesta terminaría de sumir al país en la debacle
absoluta, en una noche tan larga de la que nadie querría despertar.
Al momento de iniciar el taller se contaba con la presencia de unos directivos
parroquiales del PSUV, que su jefa había invitado para pavonearse de que estaba
tomando la iniciativa de conformar equipos pro constituyente antes de que nadie
se lo hubiese ordenado. La obcecada mujer fue la primera en tomar el derecho de
palabra, su corta intervención duro menos tres minutos, la utilizo para hacer una
completa apología acerca de su trayectoria personal y su compromiso
revolucionario, luego dio paso a uno de los invitados que se enfocó en advertir a
los trabajadores acerca de lo que significaría que alguno de ellos no mostrara
interés en apoyar la propuesta, prácticamente había dejado por sentado que si no
cumplían con su parte se exponían a múltiples sanciones, incluso asomo la
posibilidad de que podían ser despedidos; contamos con el control de la
inspectoría del trabajo, ─había dicho─ con un tono de autosuficiencia y arrogancia
que daban ganas de vomitar.
Vicente sintió que las orejas le ardían producto del efecto de la subida de la
sangre a la cabeza, quiso tener un espejo frente a él para poder observar el color
que debían estar adquiriendo, seguramente ya con tonalidades rojizas. Inspiro
profundamente tratando de mantener la calma, le costaba controlar sus impulsos,
particularmente cuando estaba furioso, nunca se había caracterizado por ejercer
violencia física, pero cuando se enojaba como en ese momento solía decir cosas
tan desagradables que después prefería no haberlas pronunciado. Sin embargo,
justo en ese instante pensaba que necesitaba que toda esa furia contenida
aflorara como la lava de un volcán en erupción. Su mente hacia el esfuerzo por
ordenar un discurso preciso, sin rodeos, ir directo al punto.
El dirigente psuvista culmino su intervención casi media hora después, Vicente
ya había pasado su calentura, lo cual agradeció en el fondo, porque ahora
después de la sarta de ridiculeces que acababa de escuchar tenía la idea clara de
cómo enfocar su exposición. La cara de los asistentes en su mayoría era de
profundo hastió, no cabía duda de que la casi totalidad de ellos estaban allí por
obligación, apenas unos pocos adulantes que ocupaban las primeras filas se
esforzaban por crear un ficticio ambiente de alegría y entusiasmo. Vicente empezó
su intervención hablando acerca de la importancia de la constitución vigente, que
constituía en esencia el verdadero legado de Hugo Chávez, alabo los aspectos
fundamentales de ese magnífico texto, particularmente lo referente a la
participación y el protagonismo del pueblo. Los agitados de las primeras filas
explotaron en aplausos; Vicente dibujo una media sonrisa y apenas se detuvo,
luego, comenzó a hablar sobre los artículos 347 y 348, explicando cómo estos han
sido sometidos a constantes interpretaciones y manipulaciones, siempre para
utilizarlos a conveniencia de quien los citara; esta vez los exaltados fanáticos,
incluyendo a la jefa de Vicente y los directivos del PSUV pusieron cara de
confusión, Vicente pensó que les disgustaba la idea de entrar a un debate sobre
un tema tan espinoso, ellos ya tenían la interpretación que les interesaba, “el
presidente puede convocar a la asamblea constituyente” repetían en cada acto
que realizaban a lo largo y ancho del país. El resto de sus compañeros empezaba
a prestar atención, ya no estaban distraídos, ni ausentes mentalmente, todas las
miradas convergían en el estrado de oradores. Vicente se preparó para lanzar su
zarpazo.
Entonces afirmo en forma tajante; “lo dice claramente nuestra constitución, solo
el pueblo puede convocar a una asamblea constituyente, por tanto, el señor
presidente de la república no tiene la facultad de hacerlo, ni siquiera con el aval
del TSJ”. Entre los asistentes hubo tal silencio que se podía escuchar el aleteo de
un mosquito. Vicente se preparaba para agregar otros elementos, pero fue
interrumpido abruptamente por quien ejercía como maestro de ceremonias, que de
un tirón le arrebato el micrófono ante la perplejidad de un auditorio que no podía
creer lo que acababa de ocurrir.
Antes de ser echado de la sala, Vicente alcanzo a escuchar unos tímidos
aplausos que desaparecieron rápidamente, el locutor intento en vano volver a
captar la atención del público gritando consignas en favor de la constituyente, pero
ya el mal estaba hecho, el mensaje de rebeldía contra la convocatoria presidencial
se encontraba regado en toda la sala, al igual que en todo el cuerpo de la nación,
como una metástasis se apoderaba de cada molécula de vida, hasta en las
instituciones del estado el miedo empezaba a disiparse. La jefa de Vicente
realizaba un notable esfuerzo por sobreponerse, su rostro estaba enrojecido de
vergüenza, la travesura de su ponente estrella le podía costar el cargo.
Al cabo de pocos minutos dieron por concluida la reunión con resultados
desastrosos, después que Vicente fuera retirado del recinto ya no pudieron
controlar la situación, el ambiente se llenó de murmullos y exclamaciones de
sorpresa, los dirigentes partidistas se marcharon en la primera oportunidad, sin
siquiera despedirse. Tenían que entregar un informe urgente, en lo sucesivo cada
evento tendría que ser controlado hasta en sus más mínimos detalles, para que
semejante bochorno no se repitiera nuevamente.
Al día siguiente Vicente recibió la notificación de la apertura del procedimiento
que eventualmente terminaría con su despido, pero se sentía tranquilo, como si se
hubiese quitado un peso de encima, después de esto jamás haría nada con lo que
no estuviera de acuerdo; ─se dijo para darse ánimo─.
Ya llevaba dos horas dentro de la embajada, agradeció haber madrugado
porque la cola no había dejado de crecer después de su arribo a las cinco de la
mañana, pensó que los funcionarios que atendían al público debían tener más
trabajo sumados todos los años anteriores.
La sala de espera estaba dominada por un inmenso televisor pantalla plana
donde los usuarios podían mantenerse al tanto de las noticias, Vicente se lamentó
de que el único canal disponible fuera Telesur, la cadena televisiva fundada en el
2005 con la idea de contrarrestar la alienación sembrada durante años por los
canales norteamericanos; en esta señal solo se colocaba información en favor de
los gobiernos socialistas de la región. Ecuador acabada de elegir a un nuevo
presidente, Lenin Moreno, un hombre que desde 1998 había perdido la movilidad
de sus extremidades inferiores producto de un disparo propinado por delincuentes
que querían robar su vehículo, sin embargo, esa eventualidad del destino no le
había impedido continuar su exitosa carrera política, coronada con la llegada a la
primera magistratura de la nación meridional. Moreno provenía de la misma
agrupación política de su antecesor, el popular Rafael Correa, quien a su vez fue
un entrañable amigo de Hugo Chávez, y en consecuencia aliado del gobierno
bolivariano, por tanto, se suponía que el nuevo mandatario mantendría la misma
línea de respaldo hacia Nicolás Maduro, aunque, en la reunión de la OEA a finales
de mayo de 2017 la representación ecuatoriana se había mostrado más bien cauta
en su apoyo, acercándose a posiciones que rayaban en la neutralidad; habría que
esperar la siguiente asamblea del organismo a realizarse en Cancún entre el 19 y
el 21 de junio del mismo año, para conocer con certeza cuál sería la línea
diplomática del nuevo gobierno con respecto a un socio que empezaba a tornarse
demasiado pesado e incómodo.
Pero hasta que eso no se aclarara todos los que estaban buscando la
posibilidad de emigrar a Ecuador sabían que debían abstenerse de hacer críticas
al gobierno venezolano, nadie podía dar por sentado que los tentáculos del
régimen madurista no fueran capaces de penetrar hasta en la sede diplomática de
otra nación, la perversidad del régimen había alcanzado niveles tan groseros que
se podía esperar cualquier cosa de ellos.
Vicente se había planteado abandonar Venezuela entre los meses de agosto y
septiembre, aunque se encontraba sin trabajo, y aparte de un noviazgo poco
convencional con Mayra, su ex compañera de oficina, no tenía mayores ataduras,
sin embargo, como muchos venezolanos, quería ver el desenlace de esa tragi
comedia que era la elección de la asamblea nacional constituyente, en el fondo
guardaba un ápice de esperanza de que la sensatez se terminara imponiendo, de
que el dialogo lograra ser más fuerte que la violencia sin sentido, que el bien
común privara sobre los intereses de los factores de poder. Sentía que necesitaba
ser testigo de esa parte de la historia, y tal vez, de llegarse a un entendimiento
pacifico, se podía dar comienzo a la construcción de un nuevo país. Solo eso
podría hacerlo desistir de sus planes, Venezuela requeriría un tiempo prudencial
para recuperarse, pero el hecho de alcanzar la estabilidad política seria un envión
importante; en caso contrario, no tendría otra opción que tomar sus maletas y
labrarse un futuro en tierras lejanas, lejos de su Caracas caóticamente romántica,
lejos de los amigos y familiares que aun tenia, lejos de la gratificante tranquilidad
de su apartamento, y también, aunque no lo reconociera, lejos de Mayra, su
cómplice perfecta en aquellas noches cuando la pasión lo era todo, donde no
existía nada más importante que la increíble conjugación de carne y espíritu.

Mientras las protestas se perpetuaban en las calles, miles de venezolanos tenían


que hurgar en la basura para poder conseguir algo de comer, era una situación
deprimente considerando las enormes riquezas del país. Pero para el gobierno
esto solo representaba mala propaganda del imperialismo y sus lacayos, en los
discursos gubernamentales se aseguraba con absoluta convicción que quienes
buscaban alimento entre la basura eran actores contratados por el departamento
de estado, o por la oposición venezolana para crear una matriz de opinión adversa
al presidente, o a la patria, que según ellos resultaba casi lo mismo. Jamás se
había visto tanta hipocresía e indolencia juntas.
La batalla de estrategias se movía con un hilo muy fino, los adversarios
enfrentados esperaban que el otro moviera sus piezas para contraatacar, sobre
todo de parte del gobierno, que daba la impresión de ir perdiendo cada una de las
batallas, y se refugiaba en su único e irreductible bastión; su férreo control sobre la
Fuerza Armada Nacional. Adicionalmente, había dado luz verde a sus grupos
paramilitares para actuar como ejército paralelo, quienes cobijados bajo la figura
de colectivos sociales agredían a la población civil utilizando armamento facilitado
por los militares y cuerpos policiacos. Prácticamente ya no había sitio seguro, las
residencias y urbanismos donde se registraban protestas eran atacados a
mansalva, y nadie se hacía responsable por los destrozos ocurridos, el mismo
presidente se encargaba de acusar de terroristas a todo aquel que se manifestara
en contra de su proyecto constituyente. Prácticamente fungía como el jefe de una
banda de matones y delincuentes.
La Fiscal General seguía siendo una incómoda piedra en el zapato para el
gobierno, cada una de sus declaraciones y actuaciones eran seguidas con
especial atención, ahora el pueblo contaba con un ministerio público dispuesto a
defender la constitución y las leyes. El primer día del mes de junio se presentó
ante el TSJ para solicitar que se aclarara si la democracia participativa y
protagónica había perdido vigencia, esto en vista de que los artículos 347 y 348 de
la constitución definen que el pueblo es el único que puede convocar a una
asamblea constituyente, y en este caso ni siquiera estaba siendo consultado, lo
cual además representaba un retroceso en materia de derechos humanos. La
fiscal actuaba motivada por una sentencia emitida por el máximo tribunal del país,
donde interpretada que el presidente de la republica estaba facultado para realizar
la convocatoria sin que mediara ningún tipo de consulta.
Ese mismo día el presidente Maduro anuncio que la constitución emanada de la
asamblea constituyente seria sometida a referéndum aprobatorio; en apariencia
muchos lo podrían interpretar como un acto de buena fe, ya que inicialmente el
mensaje oficial enfatizaba que la nueva carta magna no requería ningún tipo de
aprobación popular. El problema para Nicolás Maduro es que pocos le creyeron,
entre otras cosas porque ya había mentido flagrantemente en reiteradas
ocasiones con respecto al cumplimiento de las leyes electorales: el año anterior se
había comprometido a someterse a referéndum revocatorio si la oposición lograba
recoger y consignar las firmas necesarias, pero, a través de su brazo ejecutor
electoral, el CNE, coloco una serie de obstáculos para bloquear la convocatoria, a
pesar de esto los solicitantes lograron cumplir cada una las exigencias del ente
comicial, por tanto, a Maduro no le quedaba más remedio que someterse al
proceso que podía acabar con su mandato presidencial, sin embargo, aún
quedaban sorpresas en el tortuoso camino para cristalizar el referéndum, una
estratagema judicial terminaría por abortar este intento por revocar al impopular
presidente, que según todas las encuestas rondaba el 70% de desaprobación, por
lo cual su salida del gobierno estaba cantada si se realizaba dicha elección. .
Con una candidez muy cercana a la virginal inocencia, apenas semanas
después de haberles quitado su derecho legítimo de revocar el mandato
presidencial, la oposición acepta sentarse en una mesa de dialogo con la
mediación de varios ex presidentes y la iglesia católica, que contaba con
autorización del mismo Papa; este proceso también fue un fracaso rotundo, ya que
el gobierno simplemente lo propicio con la intención de ganar tiempo.
Posteriormente, durante los primeros meses del 2017 el presidente Maduro se
ufanaba de estar preparado para su gran victoria electoral en las elecciones de
gobernadores, que según la reprogramación realizada por el CNE debían
efectuarse en el primer semestre del año, sin embargo, Maduro tenía otro as bajo
la manga, su carta estratégica y la única que estaba dispuesto a jugar, la
convocatoria a una asamblea nacional constituyente con unas condiciones tales
que solo él y su partido podían ganar, y por supuesto, que también estaba seguro
de que la oposición no participaría y les dejarían el camino libre. Si lograba cruzar
los mares tempestuosos no tendría que preocuparse nunca más por elecciones
donde tuviera la posibilidad de perder. Por todo esto, cuando el primero de junio
hablo de que su constitución a la medida sería aprobada por el pueblo en
referéndum, todo el mundo entendió que se trataba de otro de sus trucos para
distraer. Pero al parecer no le salió muy bien, nadie se estaba tragando ese
cuento, sobre todo porque en sus bases comiciales no se mencionaba por ninguna
parte cuanto tiempo duraría en ejercicio la asamblea constituyente, podía ser un
año, dos, o tres, incluso prolongarse de manera indefinida, y al cabo de todo eso
decir que sencillamente no era necesario que semejante acierto llegara a su fin,
todos los venezolanos debían ser felices con Nicolás como su presidente eterno.
Una semana después, Luisa Ortega Díaz volvió a arremeter contra la
constituyente convocada por Maduro, en esta ocasión introdujo un recurso donde
pedía la anulación de todos sus efectos y solicito al pueblo que se adhiriera al
documento como parte interesada. En los días siguientes miles de personas
acudieron a todos las sedes del TSJ a nivel nacional para respaldar el recurso de
la Fiscal, pero como era de esperarse la sala constitucional declaro que dicho
recurso era inadmisible, entonces la Fiscal General entendió que no había manera
de luchar contra la sordera del máximo tribunal del país y procedió a emplear
medidas más drásticas; desconocer al TSJ, ya que en esencia se encontraban
atentando contra la estabilidad de la nación, al propiciar la desintegración de la
forma republicana del estado y el desmantelamiento del mismo.
Vicente recibía cada una de esas informaciones con un cuchillo atragantado en
su garganta, meses atrás cuando todavía ni siquiera le pasaba por la cabeza irse
del país a buscar un destino, pensaba que todo debía estar a punto de cambiar
para mejor. El país había llegado a un punto muy bajo, se suponía que Venezuela
se encontraba en el fondo, sin ninguna posibilidad de continuar descendiendo por
ese precipicio adonde la había llevado la irresponsabilidad del gobierno. Pero
lamentablemente para desgracia de los millones de venezolanos la situación
seguía empeorando cada día, como que si el abismo fuera infinito, como si ya no
hubiesen caído lo suficiente.
Esos días de junio y mientras Vicente se ocupaba de los trámites para legalizar
sus documentos había encontrado una sana manera de disipar sus
preocupaciones, de despejar la mente de tanta locura. En la lejana Corea del Sur,
un grupo de jóvenes que en su mayoría apenas alcanzaban a salir de la
adolescencia se habían convertido en la bocanada de oxígeno que todo el país
requería para drenar tanta tristeza, amargura y desesperanza. La selección de
futbol masculina sub-20 dio una demostración de cómo se podía poner en alto la
bandera nacional. Los aguerridos chicos se batieron contra las mejores
selecciones del mundo, logrando mantenerse invitos hasta el juego final, que
finalmente acabaron perdiendo ante Inglaterra un gol por cero. Pero, para los
millones de venezolanos sus muchachos eran los campeones, después de todo, el
resultado había sido el mejor de una selección de futbol vinotinto en la historia, el
país entero se preparaba para darles el recibimiento que se merecían.
Las duras críticas realizadas por el director técnico de la selección, Rafael
Dudamel, sobre la brutal represión que se estaba llevando a cabo en el país
levantaron roncha entre la alta jerarquía madurista, al punto de que no se
atrevieron a utilizar el éxito de los mundialistas como botín político. El 13 de junio
la selección regreso a casa a través del aeropuerto internacional Simón Bolívar de
Maiquetía, fueron recibidos por el ministro del deporte Pedro Infante, que a pesar
de lo que se esperaba hizo lo posible por pasar desapercibido, el gobierno no
quería que el evento se convirtiera en una protesta más, como las que inundaban
las calles de toda Venezuela. Una situación diferente se produjo con la llegada del
gobernador del estado Vargas, el General Jorge Luis García Carneiro, todo un
héroe del chavismo por su decidida actuación en los sucesos de abril de 2002.
Cuando la gente que se encontraba en la terminal internacional se percató de la
presencia del General, se dio origen a una descomunal silbatina, ante tal bochorno
a García Carneiro no le quedó más remedio que retirarse prácticamente de
inmediato, la impopularidad del gobierno comenzaba a hacerse presente en cada
espacio; antes de la agudización de la crisis, el gobernador siempre había gozado
de importantes índices de popularidad, pero la caída en picada en la aprobación
de la gestión de Nicolás Maduro también lo habían arrastrado, y no solamente a
él, ningún alto funcionario del madurismo podía desplazarse por las calles sin el
riesgo de ser abucheado e insultado por gente indignada y furiosa.
Vicente también se había dejado llevar por el espíritu de jolgorio nacional que se
respiraba en las calles de Caracas, esa tarde la ciudad se encontraba
increíblemente libre de protestas, los gases lacrimógenos se tomaban una pausa,
las fuerzas de seguridad se confundían con los ciudadanos al paso de la caravana
que conduciría a los sub campeones hasta el estadio olímpico de la Universidad
Central de Venezuela. Mayra, la novia de Vicente también participaba de la
celebración, no era fanática del futbol, ni de ningún otro deporte en particular, pero
eso que importaba, Caracas era una fiesta, la capital rebosada alegría por los
cuatro costados. La pareja decidió irse directamente hasta el estadio, el ambiente
era maravilloso, las gradas estaban revestidas de un colorido que a Vicente le
pareció genial, se podía sentir una vibración especial, en este pequeño rincón del
país se estaba dando una tregua, un alto al fuego, todos los presentes se
concentraban en disfrutar un momento grande en la historia del deporte nacional.
Una tarima colocada en el centro de la cancha era el lugar señalado para un
tributo postergado por generaciones, por fin el futbol venezolano pellizcaba la
gloria, le hacía un guiño a la grandeza, la histórica cenicienta ahora asomaba
ínfulas de ser protagonista, ya no daban risa, en adelante tendrían que respetarlos
o pagar las consecuencias, como le ocurrió a seis selecciones mundialistas, a las
que hizo morder el polvo de la derrota en su camino al sub campeonato.
Los jugadores y personal técnico fueron apareciendo uno a uno a través de una
especie de elevador colocado debajo de la tarima, todo iba según lo programado,
todo era alegría, el gobierno no se arriesgó a hacer presencia en el estadio, el
complejo deportivo formaba parte de la UCV, institución que se mantenía en
primera línea de batalla contra la constituyente propuesta por el presidente
Maduro, se imaginaban que no serían precisamente bien recibidos.
El director técnico Rafael Dudamel fue el último en ser conducido a la tarima,
miles de voces explotaron al unísono, de lejos el ex portero recibía la mayor
ovación de la tarde. Dudamel lucia sonriente, seguro de sí mismo, la misma actitud
que lo había acompañado a lo largo de su carrera profesional, incluso con la
misma tranquilidad que mostraba como entrenador de la selección de mayores a
pesar de que los resultados no se le dieran. Cuando ya estaba a punto de iniciar
su intervención, paso lo que el gobierno había temido y de lo que hasta ese
momento se había librado, la tribuna rugió con un coro inconfundible, no se trataba
de un canto para arengar a los homenajeados, el ADN de una nación golpeada
como pocas se pronunció de forma tajante. Al inicio Vicente no podía entender de
qué se trataba, observo a Mayra quien también se mostraba confundida.
Entonces, el coro logro perfecta coordinación, y ya Vicente no tuvo más dudas ─y
va a caer, y va a caer, este gobierno va a caer ─. Dudamel micrófono en mano se
esforzaba por alzar su voz, no permitamos que nos roben este momento, ─dijo─;
el canto empezó a perder consistencia, pero ya el mensaje estaba claro, nada
podía distraer a un país en su lucha por la libertad. Ni siquiera el éxito
internacional de sus gladiadores juveniles.
Encendió la televisión y se recostó sobre el mueble; extrañamente no escucho el
crujido característico de esa pieza ancestral que dominaba su pequeña sala, o por
lo menos eso fue lo que pensó; tal vez estuviera entrando en un periodo de
adaptación que hacía que lo que pasaba a su alrededor se volviera imperceptible:
sonidos que no escuchaba, ausencias que ya no percibía, necesidades que ya no
se preocupaba por cubrir; estaba totalmente convencido que el gobierno de a poco
iba minimizando a cada venezolano, los acostumbraba a conformarse, a no tener
expectativas ni sueños, a ser solo un elemento silencioso, mientras ellos se
perpetuaban en el poder. Vicente sentía que necesitaba liberarse de esa situación,
poner distancia entre él y la revolución bolivariana, entre él y Nicolás Maduro, de lo
contrario terminarían por quitarle lo único que le quedaba, su alma, como estaba
ocurriendo con millones de venezolanos que aún los seguían con un fanatismo
que rozaba la imbecilidad, o como muchos otros congelados por el miedo y el
conformismo, vencidos sin darse cuenta, cómplices por omisión de su propia
tragedia.
El cielo empezaba a tornarse oscuro, en pocos minutos llegaría la noche y el
Ávila seria abrazado por las extrañas nubes color naranja que cada tarde cubrían
su verde fachada como un gigantesco manto. A Vicente le gustaba la vista que
tenia del coloso que había sido testigo del crecimiento desmedido y desordenado
de Caracas, le deprimía pensar que se encontraba a escasas semanas de una
partida tal vez definitiva, la melancolía lo asechaba, en sus años de vida apenas
había pasado tiempo fuera de su ciudad, tan solo en ocasionales vacaciones, y en
cada una de ellas rogaba a dios para que se acabaran pronto, que el tiempo
pasara volando y así poder regresar a casa, a su selva de cemento, a su hábitat
de citadino empedernido. No cambiaba a su atribulada ciudad por nada del
mundo: sus parques, sus calles atestadas de vehículos, su caos urbano, la
singular familiaridad de sus habitantes, y hasta el hecho de tener que andar
siempre con una mano adelante y otra atrás para cuidarse de los delincuentes. Así
era Caracas tan impredecible como apasionante, aventurera y caótica. Para
Vicente no existía mejor lugar sobre la faz de la tierra.
En los últimos tres meses las protestas se habían convertido en parte de la
cotidianidad, los caraqueños que no participaban en las manifestaciones contra el
gobierno tenían que ingeniárselas para no quedar entrampados en medio de los
gases lacrimógenos y los continuos trancazos, o incluso peor, que una bala
perdida los alcanzara. Ya había pasado, entre las víctimas de la violencia
figuraban personas cuyo único error había sido estar en el lugar y sitio
equivocado. Vicente, a pesar de que sentía un odio furibundo hacia el régimen que
lo tenía en la antesala de la diáspora procuraba no meterse en problemas,
ignoraba las marchas y pasaba la mayor parte del tiempo refugiado en su modesto
apartamento, donde tendría menos posibilidades de resultar herido o muerto. No
era un héroe, ni deseaba serlo, solo quería que la crisis acabara pronto para
terminar de definir su futuro, si es que eso realmente existía.
La televisión no ofrecía nada especialmente atractivo, lo mejor sería dar una
vuelta y entretenerse un poco. A pocas cuadras quedaba un restaurante que de
noche fungía como bar del vecindario; iría por un par de cervezas, conversaría con
algunos conocidos y posiblemente llamaría a Mayra, una vez que el alcohol
hubiese cumplido su parte y los prejuicios solo constituyeran una imagen difusa.
En días recientes Mayra le había hecho una propuesta que lo dejo totalmente
desconcertado. Me voy contigo, ─soltó sin ningún tipo de protocolo─, ¿y tus hijos?
─Pregunto Vicente─, ya hablé con mamá y le explique qué era lo mejor, así
también podría ayudarla a ella y a mis hermanos, y luego, cuando estuviésemos
bien establecidos vendría por los niños, respondió ella, Vicente guardo silencio, no
supo que contestar, no quería herirla, pero su silencio incluso fue peor. Ya Mayra
no comento más nada, solo dejo que el tema se diluyera, como su entusiasmo.
Vicente observo como la graciosa sonrisa de Mayra se fue apagando, al igual que
el brillo en sus ojos. Desde ese día prácticamente no se habían visto, y
escasamente habían intercambiado llamadas, Vicente no imaginaba de donde se
le había ocurrido semejante idea, irse juntos, como una pareja, y luego los niños,
una familia. Todo le parecía exageradamente precipitado, sin embargo, en el
fondo entendía las razones de Mayra, él partiría lejos, sin fecha de retorno,
mientras, ella se quedaría en Venezuela a miles de kilómetros. Resultaba apenas
lógico que se lanzara a averiguar cuál era el nivel de compromiso que existía en la
relación, lamentablemente para ella, acabo comprobándolo, aunque no con los
mejores resultados.
Entro a su habitación para cambiarse de ropa, su móvil que había dejado
enganchando al cargador emitía los acordes de redemption song, un tema del
cantante jamaiquino Bob Marley, al cual admiraba a pesar de que ni siquiera había
nacido cuando este falleció.
─Estás viendo la TV ─pregunto una voz que identifico de inmediato.
Debía tratarse de algo serio, quien llamaba era su un tío con el cual había tenido
severas diferencias, por su condición de chavista fanático.
─Lo acabo de apagar ─respondió Vicente intrigado.
─Es mejor que lo enciendas, estos carajos se han vuelto locos.
─ ¿A quién te refieres?
─A esos terroristas de la Mud, no encuentran qué hacer para causar zozobra.
Vicente encendió la TV, en los canales del estado no estaba transmitiendo nada
inusual, solo su rutinario bombardeo propagandístico. Quiso preguntar a su tío,
pero este ya no se encontraba en línea. Chequeo los canales privados de señal
abierta y tampoco había nada, la censura del gobierno estaba rindiendo sus frutos,
el país se encontraba en una guerra fratricida y los medios apenas transmitían
pequeños cortes informativos. Entonces prendió el computador, busco en Internet,
diferentes páginas de noticias reseñaban que un helicóptero sobrevoló el TSJ y el
Ministerio del Interior, y se especulaba que había realizado disparos. Sintonizo
RCR, tradicional estación de radio que se nutría de sus usuarios para obtener
información de primera mano. El gobernador de Miranda se encontraba
transmitiendo su programa “contactocapriles” y justo en ese momento hablaba de
la situación irregular que se estaba presentando. Una vecina de los alrededores
del TSJ se encontraba al aire vía telefónica y relataba estupefacta lo cerca que
había escuchado las detonaciones que se realizaban desde un helicóptero que
volaba a baja altura, los disparos iban dirigidos hacia las instalaciones del palacio
de justicia. La siguiente llamada provenía de un hombre que vivía en un edificio
aledaño al palacio de Miraflores, y que alertaba acerca de un movimiento inusual
de soldados en el palacio blanco, edificio contiguo a la sede presidencial. Según el
informante todos miraban hacia arriba como previniéndose de un inminente
bombardeo.
Vicente vivió minutos de gran expectación, pensó que tal vez lo del helicóptero
se trataba del primer paso para un golpe de estado, tal vez la respuesta que
esperaba el país llegaría desde el lugar menos esperado, desde los cuarteles.
Para su desconsuelo, al cabo de unos minutos la información se fue aclarando, un
comisario del CICPC con formación de comando y hobby de actor había sido el
responsable del ataque. Momentos después ya las redes sociales estaban
colapsabas con la información, aparecieron videos que mostraban al helicóptero
mientras sobrevolaba el TSJ una y otra vez y descargaba disparos contra el
edificio. Le sorprendió la facilidad con que realizo la maniobra, ¿Dónde estaban
los modernos aviones de la fuerza aérea en los cuales se había invertido tanto
dinero?, no quería prejuzgar pero le pareció sospechoso, quizá era posible que el
gobierno en su desesperación se inventara un atentado para distraer, o peor aún,
para acusar a sus enemigos de intento de golpe de estado y entonces
encarcelarlos a todos. Esperaba que no fuera el caso, pero tenía sus dudas,
Nicolás Maduro ya había demostrado su total falta de escrúpulos, ya nada podría
sorprender a los venezolanos. Sin embargo, también existía la posibilidad de que
el ataque fuese genuino, que un héroe anónimo quisiera tomar justicia por su
propia mano ante la falta de determinación de la dirigencia opositora.
Descarto la idea del paseo nocturno, mejor concentrarse en la noticia de la
semana. Este ataque improvisto podía encender una mecha, Vicente lo deseaba,
los pueblos a veces requieren que alguien con el suficiente nivel de atrevimiento y
locura de un primer paso, que siempre es el más difícil. El misterioso hombre del
helicóptero pudiera ser eso, un justiciero enviado por la providencia para acelerar
la caída del nefasto gobierno. Tal vez no tuviera que marcharse después de todo.
Ya no tendría que separarse ni de Caracas ni de Mayra. Debía pasar algo, pero
tenía que ser pronto.
II

Flavia tenía su cuenta de Instagram a reventar, desde esa tarde no dejaban de


llegarle solicitudes, comentarios y mensajes. Al ser una cuenta privada podía
seleccionar a quien aceptaba como seguidor y a quien no, el problema es que en
cuestión de horas le habían llegado miles y la frecuencia se incrementaba de
forma incontrolable. Los comentarios y mensajes al privado se contaban por
cientos, en su mayoría la felicitaban por su actuación en la marcha de las mujeres
realizada más temprano, sin embargo, también había tenido que soportar escritos
lascivos, insinuaciones y hasta propuestas sexuales. Se encontraba confundida, a
la mayoría de las jóvenes les atraía la popularidad como a una abeja la miel, ser
una estrella de las redes sociales era el sueño de muchas chicas de su
generación. Pero Flavia tenía otras cosas en mente. En las próximas horas debía
decidir qué hacer con su inusitado salto a la fama.
Flavia Vieira era un monumento de mujer: rubia, con hermosos ojos color
esmeralda, labios sensuales y un extraordinario cuerpo moldeado por la práctica
del futbol, desde muy temprana edad. Aunque había dejado de jugar al balompié,
mantenía el habito de hacer ejercicios; todas las tardes su cita con el gym era
infaltable, gracias a ello su cuerpo siempre esbelto, ahora rozaba la perfección.
Provenía de una familia de comerciantes portugueses, su abuelo, arribo a
Venezuela en tiempos de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, cuando se
abrieron las fronteras del país a cientos de miles de inmigrantes europeos, que
huían de un continente arruinado por la segunda guerra mundial. Llegaban a esta
tierra sin ningún tipo de capital, lo único que traían consigo aparte de unas pocas
pertenencias personales, eran sus ganas de trabajar y salir adelante. Se
estableció en la zona de Chacao, donde, con la ayuda de algunos paisanos y el
apoyo que prestaba el gobierno en ese entonces, logro montar una pulpería; su
mística y capacidad hicieron posible que en pocos años ya contara con varias
sucursales. El padre de Flavia, Rui Vieira, consolido el negocio familiar, y cuando
ella vino al mundo a mediados de la década de los noventa, el patrimonio de los
Vieira alcanzaba para considerarse dentro de la elite privilegiaba del valle de
Caracas.
Estudiante destacada desde sus tiempos en el Colegio don Bosco de Altamira,
su aguda inteligencia e increíble belleza le presagiaban un futuro prometedor, sin
embargo, la llegada al poder de Hugo Chávez amenazaba con arruinar sus
planes; a pesar de ser apenas una niña, cuando el Comandante empezó a realizar
los cambios que afectarían a la clase social a la que ella pertenecía, no podía
dejar de notar, que las conversaciones de su padre con su círculo de amigos y
familiares repentinamente habían comenzado a girar en torno al excéntrico
mandatario y sus políticas, ya las reuniones de los fines de semana no se hacían
para compartir una buena comida o para ver los partidos de futbol de las ligas
europeas, que tanto le gustaban a Rai Vieira, esas verbenas se habían convertido
en centros de debate político, se discutía la forma en cómo se podía darle un
parao al insolente campesino llegado de un pueblo rural en Barinas, a reparar lo
que no estaba roto. Chávez, se volvía omnipresente, como el sol que alumbraba
cada día. El país se había convertido en su epopeya personal, tanto sus
seguidores como sus adversarios, estaban al pendiente de que iba a decir: unos,
para apoyarlo ciegamente y otros, para rumiar su desdicha, por lo que creían no
era más que el camino a la perdición.
En la medida que fue creciendo, empezó a tomar plena conciencia de los
riesgos que significaba la obsesión de Chávez por afianzar su poder absoluto.
Obstinada como era, rechazo la oferta de su padre para ir a estudiar a un país del
primer mundo; antes que la cosa se pusiera peor y el gobierno terminara por
apoderarse de sus negocios, como ya lo había hecho con otros tantos, sin que los
legítimos propietarios pudieran hacer nada para evitarlo. Pero Flavia no era de
esas, se iba a quedar a dar la batalla en el país que les dio todo lo que tenían. A
los veintidós años, ya se había graduado de abogada en la UCAB y se encontraba
en la recta final de la carrera de comunicación social en la UCV. En esos dos
frentes, pensaba que podía dar un aporte significativo. Ya el creador de la
revolución no estaba y su sucesor se mantenía a duras penas en el ejercicio del
gobierno, solo hacía falta darle un pequeño empujón, para propiciar su caída
definitiva. Y ella colocaría su grano de arena para que eso ocurriera a la brevedad
posible.

Al inicio de su penúltimo semestre en la UCV, Flavia se había incorporado al


movimiento estudiantil Creo en la U, que era liderado por Rafaela Requesens; una
chica de carácter firme, cuyo mensaje consistía en despertar a una universidad
que estaba sumergida en un profundo letargo. Su discurso vehemente, solía
confundirse con agresividad, tal vez por la difícil coyuntura política que le toco
afrontar en un país donde la institucionalidad democrática estaba en peligro de
desaparecer, sin embargo, si se lograba hablar con ella en persona, mostraba su
cara más afable. Era amigable y cariñosa. Sus convicciones de mejorar un cuadro
de cosas que consideraba deprimentes, le habían ganado fama de ser una dura.
Rafaela, al igual que su hermano, el diputado a la Asamblea Nacional Juan
Requesens, también era militante del partido Primero Justicia, vanguardia de la
disidencia contra el gobierno de Nicolás Maduro. Estudiante de la carrera de
estudios políticos y administrativos, y ex bailarina de flamenco, de contextura
fuerte, no podría considerarse del estilo de belleza clásico, sin embargo, no dejaba
de ser guapa, su carisma arrollador le atraía infinidad de admiradores. Exhibía en
su brazo izquierdo un tatuaje de un helicóptero en honor a su tío piloto fallecido en
un accidente aéreo, la inscripción se asemejaba en mucho a su personalidad “los
pilotos no mueren, solo vuelan más alto”. Y ese no era el único, su cuerpo estaba
adornado por otros cuatro tatuajes más; además, un coqueto piercing que usaba
en la parte inferior del labio, le daban un toque sensual y enigmático. Tenía un
talento político innato. Flavia, al igual que muchos compañeros, pensaban que a
Rafael Requesens le esperaban cosas grandes, la comparaban con Margaret
Thatcher, pero mucho más bella, quizás, en un futuro no muy lejano, pudiera
convertirse en la primera mujer en asumir la presidencia de la República; decían
por los pasillos de la casa que vence la sombra.
Cuando arrancaron las protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro, el 1 de
abril de 2017, Flavia Vieira no dudo ni por un segundo en apoyar a Rafaela (quien
ahora fungía como la presidenta de la FCU), en todo lo referente a la participación
de los ucevistas en las manifestaciones de calle, su presencia era automática en
cada una de las actividades; de hecho, miles de estudiantes de la UCV se
sumaron a las protestas de forma activa. Iban organizados con su líder a la
cabeza, sabían que esta lucha no estaba exenta de riesgos, y lo pudieron
comprobar en los días que siguieron a la primera jornada, la represión fue
aumentando, en la medida que los manifestantes se fijaban metas cada vez más
ambiciosas, como por ejemplo, marchar hasta el Tribunal Supremo de Justicia, la
Defensoría del Pueblo o cualquier otra institución del Estado. Al cabo de varios
días de protestas, el gobierno opto por colocar barricadas para impedir el acceso,
una especie de muros como otros que a lo largo de la historia se han utilizado
para dividir a las sociedades.
Una vez culminada una actividad, de inmediato había que prepararse para otra,
prácticamente el itinerario copaba todos los días de la semana; la tragedia no
tardaría en hacerse presente, los jóvenes pusieron la primera cuota de sacrificios:
Jairo Ortiz, fue el primero en perder la vida; el joven de 19 años fue asesinado por
un funcionario policial el 6 de abril, mientras se encontraba en las inmediaciones
del sector Montaña alta en Carrizal, estado Miranda, durante la marcha
denominada “el trancazo contra el golpe”. La segunda víctima de la represión fue
Daniel Alejandro Queliz, de 20 años; asesinado mientras manifestaba su
descontento en Valencia, estado Carabobo. Daniel era estudiante de tercer año de
derecho en la Universidad Arturo Michelena. El 11 de abril perdió la vida Miguel
Angel Colmenares, de 36 años, recibió 11 impactos de bala, el crimen se atribuyó
a los colectivos armados que apoyan al gobierno. Ese mismo día en Cabudare,
estado Lara, fue asesinado el modelo profesional y deportista Gruseny Antonio
Calderón, de 32 años. Y lo peor estaba por venir, el 20 de abril el país se tiño de
rojo, en total, 13 personas fallecieron en diferentes eventos, ese día la oposición
había convocado a repetir la marcha de la jornada anterior, la crispación iba en
aumento, el gobierno no estaba dispuesto a ceder el control tan fácilmente.
Mientras, la oposición hacia un llamado a sus seguidores a permanecer en la
calle, hasta que el presidente abandonara su cargo. La estadística final de abril fue
apabullante, 29 muertos, en su mayoría jóvenes con la esperanza de un mejor
país. Los caminos del dialogo parecían cerrados, y la opción de que algún sector
cediera, se presentaba totalmente cuesta arriba. Entonces llego el primero de
mayo y el anuncio del presidente de convocar a una Asamblea Nacional
Constituyente. La gota que rebalso el vaso. Venezuela quedaba rota de manera
definitiva.

El primero de mayo, tanto el gobierno como la oposición habían convocado


actividades de calle con motivo del día del trabajador. El presidente, anticipo en
fechas previas que ese día haría importantes anuncios. A Flavia Vieira eso la tenía
totalmente sin cuidado, en lo particular nunca escuchaba a Nicolás Maduro, ni
siquiera para criticarlo, le parecía una total pérdida de tiempo, para ella ya debía
haberse ido del país con su narco cúpula corrupta; esa frase, acuñada por el
gobernador de Miranda y ex candidato presidencial Henrique Capriles Radonski,
se le antojaba de perlas, porque, para todos los que participaban en las
manifestaciones de la Mud, eso era lo que representaba el desgobierno de
Maduro y sus secuaces; una mafia que había saqueado y prostituido a Venezuela.
Sin embargo, algo le inquietada, antes de salir para la concentración de la Av.
Francisco Fajardo recibió una llamada de la dirigente universitaria Rafaela
Requesens. La voz de Rafaela era más sombría que de costumbre, su hermano
Juan Requesens, le había ratificado la sospecha que el día anterior había hecho
publica el presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, acerca de la
posibilidad de que el gobierno en su desesperación, se estaba planteando
convocar una Asamblea Nacional Constituyente comunal, con el objeto de burlar
la constitución vigente y suprimir definitivamente las elecciones. Flavia esperaba
que esa sospecha no se confirmara, eso sería la señal inequívoca de que el
régimen en su fase terminal se la jugaba toda para implantar una dictadura
disfrazada. Pensó que el argumento por más descabellado que fuera no dejaba de
tener su lógica, contaban con la adhesión plena del alto mando militar; es decir,
tenían el monopolio de las armas. Intento no deprimirse, pero la sola idea de que
eso fuese posible, le puso los pelos de punta. Por momentos sintió miedo.
Cuando Flavia arribo al punto de concentración del movimiento estudiantil, ya
Rafaela Requesens, se encontraba en el lugar, impartiendo instrucciones
megáfono en mano; incansable, siempre era de los primeros en llegar y no se
retiraba hasta que el último de sus compañeros había partido. Marcharían hasta la
Autopista Francisco Fajardo, el sitio convenido para iniciar el recorrido hacia la
zona oeste de la capital, aunque se tenía plena conciencia de que difícilmente
pudieran llegar a destino, lo seguirían intentando una y otra vez, para dejar
constancia de su determinación; sentían que estaban ganando esa batalla de
desgaste. El régimen, cada vez lucia más desesperado, errático, incoherente; ellos
aprovecharían cualquier error, para seguir asestándole golpes a la derruida
credibilidad del gobierno de Nicolás Maduro.
Los artistas más destacados del país participaban de las manifestaciones;
algunos de ellos dejaban de lado su agenda de trabajo para cumplir con su
compromiso como venezolanos, se negaban a permanecer indiferentes. Otros,
que se encontraban en el exterior, ponían su grano de arena difundiendo el
mensaje de lucha a través de las redes sociales, esta herramienta había
demostrado su eficiencia para posicionar la matriz de opinión de que Venezuela
era un caos total, lo que se podía comprobar fácilmente si alguien se tomada la
molestia de hacer un recorrido por el país, ya que lamentablemente los medios
televisivos, habían sucumbido al chantaje de la comisión nacional de
telecomunicaciones (CONATEL). Canal de televisión que hiciera el intento de
transmitir los hechos tal cual estaban aconteciendo, corría el riesgo de perder la
concesión por parte del estado, como ya había ocurrido con RCTV, que salió del
aire el 27 de mayo de 2007.
El cantante Nacho Mendoza y la modelo y actriz Norkis Batista, se consagraron
como voceros de la resistencia. Ya no solo expresaban su opinión acerca de lo
que estaba pasando, sino que participaban directamente en las marchas y
actividades que se llevaban a cabo en Caracas. Esto le granjeo la simpatía de
millones de personas alrededor del mundo, pero también, esa postura los convirtió
en el blanco de ataques de los más furibundos seguidores del chavismo, quienes
afirmaban que ambos personajes estaban siendo pagados por el Departamento de
Estado norteamericano para montar lo que consideraban un show mediático.
Como de costumbre la marcha fue repelida salvajemente por la GNB. La lluvia
de bombas lacrimógenas y disparos de perdigones, caían como lluvia radiactiva
sobre los manifestantes indefensos; por miles, se vieron en la necesidad de
atravesar las putrefactas aguas del rio Guaire, para escapar del efecto de las
bombas y la represión desmedida. Los heridos se contaban por decenas, Flavia,
estaba entre los que aún permanecían en pie de lucha, a la altura del elevado de
los ruices, sin embargo, la arremetida de las tanquetas fue demasiado para los
jóvenes armados tan solo con gritos y banderas, sin pensarlo, hecho a correr para
ponerse a salvo; había recorrido unos cincuenta metros, cuando escucho el sonido
sordo de un cuerpo caer a poca distancia. Se detuvo en seco y viro la vista hacia
atrás, lo que observo la dejo horrorizada, Pablo Febres, un estudiante de segundo
año de medicina de la UCV, se encontraba tendido en el suelo, apenas se movía y
tenía la camiseta bañada en sangre. A pesar de estar paralizada por el miedo, no
dudo en asistir a su compañero herido, se arrodillo y coloco la cabeza de Pablo
sobre sus piernas, el joven respiraba con dificultad y su pulso era débil, Flavia
clamo por ayuda, unos manifestantes al ver al chico tendido e inerte, se acercaron
y levantaron al herido, era alto y robusto. Pesaba. El tiempo corría en su contra. El
equipo de primeros auxilios de la UCV apareció de la nada, acomodaron a Pablo
en una camilla y lo subieron a una camioneta dispuesta como ambulancia
improvisada. Al cabo de unos segundos de angustia, vieron al vehículo alejarse a
toda velocidad por la autopista. Entre sollozos, Flavia rezaba porque no fuera
demasiado tarde, se persigno dando gracias a dios por estar sana y salva todavía,
nunca se había sentido tan cerca de la muerte. Esto tenía que parar de una vez
por todas; murmuraba indignada, impotente. No era posible que la dictadura
asesinara a manifestantes pacíficos y nadie en el mundo hiciera algo al respecto.
¿Dónde estaban los países amigos de la democracia? ¿Qué hacia la comunidad
internacional? Preguntas que rondaban su cabeza, sin encontrar respuesta. Y era
mejor que esas respuestas llegaran rápido para detener esta masacre, pensó,
mientras se ponía a resguardo de los ataques de quienes deberían defenderlos.

Al final de la tarde del primero de mayo, el grueso de la manifestación opositora se


había disuelto producto de la represión, solo algunos grupos se habían mantenido
haciendo frente a las fuerzas de seguridad. Flavia, junto a otros compañeros, se
habían replegado hasta las inmediaciones de la plaza Altamira, allí esperarían
para recibir instrucciones acerca de las siguientes jornadas de protesta.
Cada vez llegaba más gente, hasta ese lugar considerado emblemático para la
oposición. Durante los turbulentos años 2002 y 2003, la plaza se convirtió en el
epicentro de las protestas contra Hugo Chávez, incluso en algún momento, fue
declarada como zona liberada y sirvió de refugio para los militares alzados contra
el presidente.
Flavia Vieira observo que muchos de los presentes mostraban más indignación
de lo habitual, empezaron a reunirse en pequeños grupos, discutían airadamente,
algunos elevaban la voz más de lo necesario. Una señora de cabello blanco y
gafas oscuras se llevaba insistentemente las manos a la cabeza, como
lamentándose por algo, tal vez, se tratara de otros heridos o muertos. Flavia
estaba intrigada, tenía que averiguar de qué trataba el asunto. Se acercó al grupo
más cercano, un hombre joven que llevaba puesta una franela con la imagen de
Leopoldo López, se esforzaba por explicar algo, los congregados parecían
confundidos, preguntaban y repreguntaban, algo no les terminaba de encajar.
Agudizo el oído, en ese instante escucho las palabras por las que se había
formado todo aquel barullo; el presidente acaba de convocar una Asamblea
Nacional Constituyente, dijo el interlocutor alzando la voz, para que todos pudieran
escuchar con claridad. El grupo estallo en reclamos, protestaban al unísono, se
lamentaban, algunos lanzaron maldiciones a Nicolás Maduro; la señora, de cabello
cano y gafas oscuras disimuladamente secaba una lágrima. La noticia produjo
decepción, rabia, impotencia, frustración, pero sobre todo confusión, resultaba una
treta inesperada, temeraria, en ese punto había que entender que lo que se había
visto hasta ese momento era tan solo el preámbulo de lo que vendría. Flavia se
apartó del grupo con el corazón arrugado.
─ ¿Que vamos a hacer ahora ─ pregunto alguien con voz quebrada?
Se produjo un profundo silencio. Todos tenían la mirada fija en el interlocutor,
que sin duda debía ser el dirigente de algún partido que Flavia no alcanzaba a
identificar.
─Debemos esperar el pronunciamiento de los líderes de la unidad, pero en este
punto tengo la certeza que la decisión será desconocer semejante fraude.
El grupo ahora estallo en vítores y gritos de resistencia. Flavia inspiro
profundamente, ahora más que nunca la luz tenía que sobreponerse a la
oscuridad. No era tiempo para dudar, el gobierno con ese paso demostraba su
debilidad. La victoria estaba cerca.

IX

Flavia tenía su cuenta de Instagram a reventar, desde esa tarde no dejaban de


llegarle solicitudes, comentarios y mensajes. Al ser una cuenta privada podía
seleccionar a quien aceptaba como seguidor y a quien no, el problema es que en
cuestión de horas le habían llegado miles y la frecuencia se incrementaba de
forma incontrolable. Los comentarios y mensajes al privado se contaban por
cientos, en su mayoría la felicitaban por su actuación en la marcha de las mujeres,
realizada más temprano, sin embargo, también había tenido que soportar escritos
lascivos, insinuaciones y hasta propuestas sexuales. Se encontraba confundida, a
la mayoría de las jóvenes les atraía la popularidad como a una abeja la miel, ser
una estrella de las redes sociales era el sueño de muchas chicas de su
generación. Pero Flavia tenía otras cosas en mente. Su sorpresivo salto a la fama
la tenía ofuscada, y todavía hacía falta medir la reacción de sus padres, no estaba
segura, pero sospechaba que no estarían muy contentos.
Dos días atrás, el jueves 4 de mayo, efectivos de la guardia nacional habían
irrumpido en los espacios de la UCV, descargando una brutal represión contra los
estudiantes que se disponían a marchar pacíficamente. Rafaela Requesens, se
enfrentó al piquete de efectivos y a viva voz los conmino sin éxito a que pararan la
represión contra los ucevistas. Pero las órdenes eran dispersar a los
manifestantes, y así lo hicieron. Flavia se encontraba en el campus al momento
que la lluvia de lacrimógenas inundo el ambiente, junto a otros compañeros intento
no correr, ser valiente, pero el aire era irrespirable y terminaron por ceder
posiciones. A pesar de ser una niña bien, estaba dejando el pellejo por el futuro de
su país, que se encontraba en terapia intensiva, con un pulso tan lento que de no
hacer algo urgente, pronto estaría recibiendo la extrema unción.
Rafaela Requesens se estaba forjando en el barro de los campeones, la chica
de voz áspera se había convertido en una referencia de lucha para la juventud
venezolana, apenas a comienzos de año era una perfecta desconocida, sin
embargo, ahora fungía como una de las caras más visibles de las protestas que se
llevaban a cabo en la ciudad capital. Flavia y Rafaela se habían hecho muy
buenas amigas, cuando no se encontraban en medio de una manifestación
sacaban tiempo para ir a dar una vuelta con sus amigos, se contaban sus secretos
más íntimos y compartían sus expectativas y sueños: Rafaela soñaba con ser una
dirigente política importante y así poder hacer su aporte a la reconstrucción del
país, mientras Flavia, tenía la intención de prepararse profesionalmente para
abrirse camino como una reputada abogada o como figura destacada de los
medios de comunicación.
Al día siguiente observaron con satisfacción como un enorme pendón colgaba
desde la azotea del edificio administrativo de la Asamblea Nacional con una
inscripción que rezaba “Maduro dictador”. Tanto a Rafaela como a Flavia, eso
trozo de tela les pareció un acto de reivindicación a los caídos por la represión,
una manera de decirle al mundo lo que estaba pasando en el país, en adelante,
nadie en la ciudad de Caracas podría decir que no sabía quién era Nicolás
Maduro, allí estaba claro, escrito en letras grandes, a la vista de todos, como para
no dejar dudas al respecto.
Sin embargo, esa alegría momentánea no podía disipar la tristeza que sentían
en el corazón, en otro lugar de la ciudad se realizaba el funeral de Armando
Cañizales, otra víctima de la ambición desmedida de Nicolás Maduro y Diosdado
Cabello. Otra familia enlutada, ¿Cuántas más harían falta para salir de esto?
─No conocía a Armando pero me duele, como si se tratara de un hermano menor
─recitaba Rafaela, sin poder controlar las lágrimas que rompían su coraza de
mujer fuerte.
Flavia asintió, un nudo se apretujaba en su garganta, quiso decir algo, tal vez,
una palabra de consuelo, pero fue incapaz de pronunciar nada.
─Coño, hasta cuándo va a seguir este gobierno matando gente, matando el
futuro de Venezuela, es necesario hacer algo para llamar la atención del país y del
mundo, para que entiendan que no estamos luchando contra gente normal; estos
tipos son unos asesinos. ─asevero Rafaela indignada.
La impotencia amenazaba con amordazar las fuerzas de su espíritu, pero
Rafaela Requesens era una guerrera, por eso Flavia la admiraba, por esa razón
los estudiantes la seguían sin dudar.
─Cálmate, no es bueno que los muchachos te vean así. Tú eres la que nos da
fuerzas para continuar, si te rindes estamos perdidos.
Rafaela se acurruco sobre Flavia y seco sus lágrimas.
─Tienes razón, ahora es cuando debemos sacar toda nuestra fuerza, no se
saldrán con la suya.

El funeral de Armando Cañizales fue multitudinario y emotivo. Decenas de


músicos lo despidieron con las notas del himno nacional, fue un momento mágico,
digno de admiración, una joven promesa había ofrendado su vida en la lucha por
un mejor país. Resultaba un espectáculo electrizante, había lágrimas de dolor y
tristeza, pero también, el sacrificio de este chico insuflaba una energía contagiosa,
la seguridad de que estaban cerca de lograr el sueño de Armando. Rafaela y
Flavia salieron más convencidas de su compromiso, por Armando y por tantos
otros, en cada rincón de Venezuela.
De camino a casa de Flavia entraron a un cafetín en las Mercedes, se sentaron
en el lugar que les pareció más discreto, Rafaela no era de esconderse, pero ese
día se sentía vulnerable, sensible. Apenas se acomodaron, se dio inicio a una
interminable peregrinación, todos querían saludar a su nueva heroína, no cabía
dudas que Rafaela ya no podía ocultarse del ojo público tan fácilmente. Minutos
después, ya las dos chicas se encontraban rodeadas de gente, Rafaela les
informo de las próximas actividades de la unidad, como animal político recobraba
su vitalidad, se alimentaba de las energías a su alrededor, nuevamente estaba en
su elemento.
─ Ya no querías parar ─ bromeo Flavia, ya caminando por las inmediaciones de
la Av. Veracruz ─ ni siquiera has probado nada, estaba delicioso.
Rafaela torció la boca, y el piercing que adornaba su labio inferior quedo más
expuesto, como recordando que estaba allí por algo, que su sola presencia daba
vida a una rebeldía racional. Como una muestra de que el talento también podía
ser irreverente.
─ He pensado en algo, que puede llamar la atención de la gente ─dijo Flavia.
─Como que ─dijo Rafaela, sin esperar nada realmente creativo.
─Algo osado, atrevido.
Rafaela arqueo los ojos, y se echó una carcajada.
─Es en serio ─reclamo Flavia.
─Nadie ha dicho lo contrario ─riposto Rafaela.
─ Óbvialo, a lo mejor no es una buena idea.
Rafaela miro a su amiga de reojo, no quería que pensara que no valoraba sus
ideas.
─Ya cuéntame, ¿de qué se trata?
Flavia paso por alto la pregunta, pensaba que de todas maneras Rafaela no
estaría de acuerdo con ella, y al final terminaría convenciéndola de cambiar de
opinión.
─La verdad, es que no te voy a contar nada, ya te dije que no era una buena idea
─balbuceo Flavia.
─ Estas hipersensible ─ gruño Rafaela ─ y le acaricio el cabello.
La mañana siguiente se realizaría la marcha de las mujeres, y Flavia tenía un
plan secreto que no podía fallar, así lo pensaba, era arriesgado, pero valía la
pena. Ojala todos pudieran comprender sus motivaciones.

Como las anteriores marchas, la de las mujeres también se encontró de frente con
una barrera de la guardia nacional, en esta oportunidad una estructura metálica de
tres metros de alto obstaculizaba totalmente el acceso por la autopista Francisco
Fajardo. Flavia no había nacido aun, cuando la gente de Berlín echo abajo el muro
que dividía la capital alemana entre el lado Este, de gobierno comunista y el lado
Oeste democrático, ahora, la dictadura se presentaba con esta mala copia, esta
imitación vulgar de aquella mole de piedra que se interponía entre la libertad y el
yugo. Resultaba increíble que un derecho tan básico como el libre tránsito fuera
criminalizado por el régimen, porque, con esta acción no solo impedían el paso de
los manifestantes, todos los ciudadanos que debían utilizar la autopista para
dirigirse a sus casas o a sus lugares de trabajo se verían afectados, tendrían que
ingeniárselas para llegar a sus sitios de destino utilizando vías alternas, la ciudad
estaba trancada por todas partes. Además, la suspensión de las líneas del metro
se había vuelto una estrategia más del gobierno para evitar el flujo de los
ciudadanos hacia los puntos de concentración de las protestas, pero, con esa
medida ridícula terminaban afectando a todo el mundo, y sin embargo, la gente no
dejaba de asistir a las marchas, entre más obstáculos, mayor era la determinación
del pueblo por salir de Nicolás Maduro, su obstinada manipulación acabaría
convirtiéndose en un boomerang que a la postre le golpearía directamente en el
rostro.
Flavia no podía contener su ira, se suponía que a las mujeres ni con el pétalo de
una rosa, así se lo habían enseñado desde chica, su madre siempre se lo decía;
por ningún motivo debes dejar que un hombre te maltrate, ni física, ni verbalmente,
fíjate, tu padre no es el hombre más cariñoso del mundo, pero jamás me ha
tocado un pelo, así debe ser. Pero ahora, Flavia se sentía ultrajada, en su país, las
mujeres no tenían derecho a alzar la voz, mejor dicho, nadie que no gritara
alabanzas al gobierno podía alzar la voz. La imagen de esa muralla grotesca la
horrorizaba a tal punto que sentía unas inmensas ganas de llorar, el espectáculo
era deprimente, Nicolás Maduro se empeñaba en seguir dividiendo a la sociedad
venezolana, ya no solo ideológicamente, ahora la división cobraba forma física, se
volvía presencial, y esto era solo una muestra, si lograban introducir su
constituyente muy posiblemente convertirían a las zonas tradicionalmente
adversas al gobierno en ghettos gigantescos. Solo tenían un problema; la mayoría
del país los repudiaba, en ese sentido, serian ellos los que terminarían cercados,
como en la práctica ya lo estaban. El primer mandatario solo hacia presencia en
sitios estrictamente controlados, donde no existía el peligro de que alguien lo
hiciera pasar un mal rato, donde alguien le restregara en la cara, a través de sus
propios medios de comunicación que había acabado con el país, donde alguien,
de ese pueblo humillado y maltratado, le gritara que todo pulmón que no estaban
dispuestos a tolerar una dictadura.
La muchedumbre compuesta por miles de mujeres se aposto desafiante frente a
la barrera metálica, del otro lado, cientos de efectivos de la guardia nacional se
escudaban tras la frontera artificial. Las manifestantes empezaron a cantar
consignas, miles de voces a la vez, el estruendo era impresionante, Flavia se
imaginaba que a pesar de contar con las armas, los opresores no debían sentirse
muy seguros ante tan inmensa cantidad de personas, una pequeña chispa podía
ocasionar que un aluvión de gente le pasara por encima a cualquier obstáculo,
sobre todo cuando los ánimos se exaltan, y la cordura desaparece, sin embargo,
las valientes mujeres no iban a caer en provocaciones, se plantarían allí mismo, se
podía manifestar en cualquier lugar, todo el país era una protesta.
Rafaela, insto a los estudiantes a permanecer en la retaguardia, el protagonismo
recaería en el movimiento de mujeres, aunque, de vez en cuando la presidenta de
la FCU se acercaba a la barrera para dejarle claro a quienes les negaban el paso,
que nada de eso los detendría, que seguirían protestando cada día, mientras el
gobierno no regresará al cause constitucional. Flavia la escoltaba de cerca, ya el
reloj marcaba las primeras horas de la tarde, el sol se erguía perpendicular sobre
el cielo caraqueño, picaba en la piel. Las manifestantes iban vestidas de blanco,
color que representaba el símbolo de la paz, de la pureza femenina. Flavia
también llevaba puestos unos pantalones blancos un tanto anchos, que sin
embargo no lograban esconder del todo su sinuosa figura, además, lucía una
franela del mismo color, de cuello abierto y mangas cortas, que gracias al brillante
sol dejarían en su piel las huellas propias de un domingo de playa.
Flavia se colocó una máscara que hacía perfecto juego con el resto de su
vestimenta blanca. A Rafaela le pareció un gesto gracioso, la máscara tenía un
pico aguileño y los orificios para los ojos eran lo suficientemente grandes como
para permitir que el hermoso par de esmeraldas de Flavia quedaran expuestos a
la vista de todos. Pocas manifestantes se encontraban cerca de la barrera,
sencillamente habían establecido una especie de plantón, por ratos, los que
exigían libertad se tomaban un respiro, para volver luego con renovados ímpetus.
De improvisto, Flavia se quitó los zapatos, Rafaela no terminaba de entender; que
haces, le pregunto sorprendida; acto seguido, en un rápido movimiento, Flavia
Vieira se deshizo de su pantalón y con decisión lo arrojo sobre el muro de tres
metros de alto, ante la mirada atónita de los efectivos de la guardia nacional
apostados del otro lado. Rafaela estaba absorta, su amiga semidesnuda acababa
de lanzar una sorprendente proclama “para que se agarren los pantalones, o para
que se pongan los pantalones” algo así había dicho. La parte inferior de su cuerpo
majestuoso quedo cubierto apenas por un ajustado cachetero y un par de medias
negras que nadie noto, todos, particularmente los hombres, se concentraron en su
redondo trasero y en sus dorados y perfectos muslos esculpidos ´por alguna
especie de mago, o por los mismos dioses del olimpo. Después, con la misma
determinación, se colocó sus zapatos, alzo su dedo medio, pronuncio unas
palabrotas irrepetibles y se perdió entre la multitud que la ovacionaba eufórica.
Rafaela la siguió entre las mujeres que ahora la cubrían como un manto.
─De verdad que te has vuelto loca ─dijo ─jamás me imagine que fueras capaz
de algo así.
Flavia pensó que le estaba recriminando, al fin y al cabo, Rafaela era la líder del
movimiento estudiantil, tenía todo el derecho de hacerlo, esperaba no haber
metido la pata. Pero, a los pocos segundos pudo notar en Rafaela una extraña
sonrisa de complicidad, de aprobación. Entonces se imaginó que su travesura tal
vez podría tener sentido. Que en algo podía contribuir para llamar la atención del
mundo, mujeres desnudándose como medio de protesta, ya había funcionado en
otros lugares, donde lo convencional dejaba de ser efectivo y tocaba idearse
nuevas estrategias, tratando de sorprender al rival. La desnudez femenina es un
acto sublime, privadamente sublime, pero también podía ser un arma, una de
muchas que necesitarían ante una dictadura indolente y sin escrúpulos.
─ Eres muy valiente, me has sorprendido ─ señalo Rafaela.
─ Vamos a ver qué piensas mis padres de todo esto, a pesar de la máscara
seguramente se van a enterar. ─Se lamentó Flavia
─No te preocupes, entenderán ─dijo Rafaela para tranquilizarla.
El video de la chica arrojando sus pantalones a la guardia nacional se volvió viral
en cuestión de minutos, la máscara no había servido de mucho, así lo pudo
comprobar Flavia cuando por fin llego a su casa al final de la tarde, y se encontró
con su cuenta de Instagram atestada de mensajes y solicitudes. Las redes
sociales eran un arma incuestionable, y en la crisis venezolana la batalla en este
espacio tecnológico se libraba sin cuartel, ahora, ella formaba parte del agudo
debate en desarrollo, la gente de la oposición reivindicaba su acto como el gesto
de valentía de una joven indignada, ante un gobierno que les negaba la posibilidad
de un mejor país, mientras, los seguidores del gobierno, la acusaban de ser una
puta exhibicionista que solo quería mostrar su cuerpo para hacerse famosa. Flavia
había dado un paso que sería difícil de revertir, en segundos dejo de ser una
anónima estudiante de la UCV, y ahora, y por un buen tiempo, ella también seria
parte de la munición que podía ser disparada sin clemencia por ambos
contendientes; cada uno en beneficio de su causa, cada uno según su visión, el
país seguía fracturado, las barreras físicas que exhibían como nuevo mecanismo
de represión las fuerzas del estado, tan solo formaban parte de algo mucho más
catastrófico, la separación irreconciliable de un país, que desde siempre se
caracterizó por su alegría y su solidaridad.

XVI
El bus cargado con alrededor de 50 estudiantes ucevistas atravesaba las mesetas
del oriental estado de Anzoátegui, a Flavia le emocionaba pensar que su periplo
se asemejaba al realizado por los viajeros de la libertad en la década de los años
sesenta. Los viajeros de la libertad eran un grupo de jóvenes norteamericanos en
su mayoría de tez oscura que luchaban contra la segregación racial en el sur de
los Estados Unidos, que como los estudiantes venezolanos habían dado un paso
al frente contra la intolerancia y la injusticia. Otro aspecto en común que tenían
los estudiantes venezolanos con los jóvenes anti segregacionistas
norteamericanos, es que ambos grupos se enfrentaban a la represión desmedida,
los viajeros de la libertad ofrendaron la vida de muchos de sus miembros, lo
mismo había pasado en la dura etapa de protestas contra el régimen de Nicolás
Maduro. Aunque eran épocas distintas, en el fondo la lucha siempre era la misma:
enfrentados a la adversidad, expuestos al peligro, sometidos a la tortura y a la
vejación. Los tiempos eran otros, pero las circunstancias no variaban mucho.
Se han escrito gran cantidad de relatos acerca de las peripecias que tuvieron
que pasar los viajeros de la libertad en sus incursiones al sur de Estados Unidos,
especialmente al estado de Alabama, colocado al tope de la lista en lo que a
segregación se refiere. Cuentan que en una oportunidad el grupo de luchadores
llegó a un restaurante en Montgomery, ocuparon asientos en la barra, ordenaron
comida y se dispusieron a esperar pacientemente para ser atendidos. Eso ocurría
ante la mirada atónita de un grupo de blancos que exultaban su furia por el
atrevimiento de esos monos, como comúnmente los calificaban. El administrador
del local les señalo con una fría mirada el cartel que colgaba justo en la puerta y
que rezaba explícitamente que en ese establecimiento no se servía comida ni a
negros ni a animales. Los viajeros de la libertad decidieron permanecer en el lugar
hasta ser atendidos, un grupo de jóvenes blancos se acercó hasta ellos y empezó
a agredirlos, esta acción no recibió respuesta, ya que permanecer pasivo formaba
parte del método de protesta pacífica de los viajeros de la libertad. Los racistas les
propinaron una verdadera felpa. Al cabo de varios minutos los jóvenes eran
atendidos por otros compañeros que se encontraban al exterior del restaurante.
Casi todos sufrieron heridas de consideración, pero se sentían satisfechos porque
habían cumplido con el plan, que era llamar la atención del gobierno federal y de
la opinión pública nacional estadounidense.
En otra ocasión el autobús en que viajaban fue interceptado por una turba de
racistas blancos, que chocaron el colectivo hasta obligarlo a detenerse a un lado
del camino, posteriormente lanzaron piedras contra los vidrios, rociaron gasolina y
le prendieron fuego. Los pasajeros apenas lograron salir del vehículo en llamas,
solo para encontrarse de frente contra la salvaje arremetida de sus perseguidores.
En esta ocasión los chicos optaron por defenderse y repeler a los atacantes, antes
de que ocasionaran más destrozos. Lo irónico, es que a pocos metros se
encontraban oficiales de la policía estatal observando todo, y en vez de contener
la agresión colaboraban con la misma sin ningún tipo de pudor. Flavia pensó que
fácilmente se podía hacer una analogía con la forma como actuaban las fuerzas
de seguridad del gobierno venezolano, en total complicidad con los grupos
irregulares denominados colectivos.
Después de largas horas de viaje, por fin estaban llegando a destino, ahora tan
solo debían atravesar el puente sobre el majestuoso rio Orinoco y se encontrarían
en el estado Bolívar, donde la mañana siguiente reforzarían la protesta estudiantil
organizada contra la asamblea constituyente y la represión, y además para
defender la autonomía universitaria, severamente pisoteada por el régimen.
El puente era una obra arquitectónica de gran magnitud, construida por el
gobierno del presidente Chávez a través de la empresa brasileña Odebrecht, la
misma que ahora estaba siendo investigada por prácticas de corrupción en varios
países de América Latina. Venezuela no sería la excepción, cuantos dólares se
habrían embolsado las autoridades por conceder esta lucrativa contratación. Con
el cambio político también aparecerían esos trapos negros que estaban ocultos
bajo el manto impenetrable de la corrupción roja.
Flavia veía el rio Orinoco por primera vez, por lo cual se incorporó en su asiento,
abrió la ventana y se concentró en disfrutar de una de las maravillas de la
geografía venezolana. La mayoría de sus compañeros ni se habían percatado, el
trayecto había sido largo, y a pesar de la juventud del grupo, las jornadas de
continuas protestas los tenían exhaustos. Dormían plácidamente. Cuando el paso
por el puente Orinoquia estaba llegando a su fin, Flavia observo que en el extremo
más cercano, ya en territorio del estado Bolívar, estaba dispuesta una alcabala
con un significativo número de funcionarios. Sintió que un tarugo se atragantaba
en su garganta, no quería ser pesimista, pero sabía que no debía tratarse de un
comité de recepción.
Alerto a la líder del grupo y presidenta de la federación de centros universitarios,
Rafaela Requesens, cuya actuación de los últimos meses la había catapultado
como unas de las figuras jóvenes más influyentes del país, y una dirigente política
en ciernes de gran proyección. Rafaela ordeno al grupo mantener la calma, y que
dejaran que fuese ella quien se intermediara ante lo que lo muy seguramente era
una alcabala instalada con el único fin de amedrentarlos. Al momento de pasar al
lado de las fuerzas militares varios soldados se colocaron en el centro de la vía
haciendo gestos para que el bus estudiantil se detuviera. Un oficial muy joven con
insignias de primer teniente subió y le indico a los pasajeros que debían apearse
para una inspección de rutina. Rafaela frunció el ceño pero prefirió no comentar
nada, esperaría para ver cual era el argumento para fastidiarlos, porque eso de la
inspección de rutina no le convencía.
Los chicos bajaron del bus tan rápido como pudieron, ya no estaban
adormilados. Flavia esperaba que su viaje no terminara tan pronto y que ese
pelotón no hubiese sido enviado para impedir su ingreso a la entidad, después de
semejante viaje no podía haber algo más decepcionante que regresar a Caracas
sin siquiera marchar un metro. O tal vez se trataba de algo aún más siniestro, que
la alcabala tuviera como objetivo aprehenderlos y enviarlos con todo y la
presidenta de la FCU a la cercana cárcel de El Dorado. Esa idea la espanto;
compartir un pabellón con decenas de presos comunes, incluyendo violadores y
asesinos no era algo que este gobierno no estuviera dispuesto a realizar. Sintió
que las piernas le temblaban y el pulso se aceleraba hasta alcanzar un ritmo
frenético. Los viajeros de la libertad también habrían sentido miedo, pero no por
ello claudicaron, ella también se mantendría firma, se dijo para alejar sus temores.
Un par de soldados subieron al autobús para realizar una revisión, con valentía
Rafaela exigió que la pesquisa se llevara a cabo en presencia de algún estudiante,
o del chofer por lo menos. Un Capitán que fungía como jefe de la comisión bramo
exaltado:
─Acaso cree que le vamos a sembrar algo.
Rafaela tuvo la intención de gritar ─por supuesto que si─ pero en esta ocasión
utilizo una diplomacia poco habitual en ella.
─Espero que no, pero es mejor estar seguros.
El capitán lanzo una sonrisa sardónica.
─Ustedes los estudiantes siempre andan pensando que los militares somos sus
enemigos ─dijo el capitán ─dejen que uno de los estudiantes esté presente en la
revisión ─ordeno a un subalterno.
Rafaela permaneció de brazos cruzados y con su gesto adusto característico, o
como algunos de sus compañeros comentaban en vos baja, con su cara de culo,
mientras los militares revisaban el bus.
─El resto puede pegarse al bus para cachearlos ─ordeno el capitán.
─No somos ningunos delincuentes, si quiere nuestra documentación con gusto
se la mostraremos ─replico Rafaela.
El capitán la miro con cara de pocos amigos. Rafaela pensó, esto se va a poner
complicado, pero, sin embargo mantuvo su frente erguida y su rostro se endureció
un poco más.
─No se ofusque señorita, solo hago mi trabajo.
─Sí, molestar a los que luchamos por la libertad de Venezuela, lo cual también
los incluye a ustedes ─asevero Rafaela.
Esta vez el capitán no fue capaz de esbozar una sonrisa. La pesquisa duro
pocos minutos, los estudiantes mostraron sus cedulas a los soldados que apenas
se fijaban en ellas. No tenían la mínima intención de chequear nada.
─Bien, ya es suficiente, nos retiramos ─grito el capitán a sus subalternos, que
atendieron sin chistar. Al parecer la firmeza de la dirigente universitaria lo había
sacado de balance.
Flavia suspiro aliviada, las cosas empezaban con buen pie, no esperaba surfear
este obstáculo tan fácilmente. Agradeció contar con una líder con la entereza de
Rafaela, a la que no se le dorada la píldora bajo ninguna circunstancia.
─Solo espero que no ocasionen problemas, porque entonces si me voy a ver
obligado a actuar ─afirmo el capitán mientras se subía a un jeep que se
encontraba estacionado a pocos metros del lugar.
Rafaela ni siquiera se tomó la molestia de responder el último comentario del
militar, imaginaba que todo formaba parte de un plan diseñado para atemorizarlos
desde su llegada. Pero los estudiantes ya habían pasado por eso, así que no los
podrían intimidar con tan poca cosa. Mañana estarían en las calles nuevamente,
pero esta vez acompañados del pueblo y los estudiantes del estado Bolívar.
Necesitaban estar preparados porque la jornada seria ruda, desde la última visita
presidencial cuando un grupo de jóvenes arrojaron objetos en forma de rechazo
contra Maduro las fuerzas de seguridad se habían puesto la tarea de no permitir
más libertades, candelita que se prenda candelita que se apaga, esa era la
consigna. Pero los estudiantes comandados por Rafaela Requesens tenían la
suya “no abandonaremos la calle hasta conquistar la libertad”. La batalla de titanes
estaba cantada, el escenario serían las calles bajo el sol abrazador de Guayana.

El estado Bolívar, como otros tantos de la provincia había representado un bastión


del chavismo hasta las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015, cuando
de forma apabullante la alianza opositora se alzó con casi el 60% de los sufragios
y 5 de 6 diputados. El partido de gobierno apenas logró colar por la lista al ex
ministro y figura prominente del chavismo, Héctor Rodríguez Castro. El resultado
fue escandaloso, tratándose de una región donde la clase obrera tiene un peso
fundamental. Para un gobierno y un presidente que se jactan de ser obreristas
esto resulto una bofetada de la cual no se recuperan todavía.
La mañana del 7 de junio miles de estudiantes y miembros de la sociedad civil
se concentraron en las inmediaciones de la Universidad Católica Andrés Bello de
Guayana, desde partiría la marcha para protestar contra el régimen de Nicolás
Maduro y el fraude que estaban montando con su constituyente. La aparición de
Rafaela Requesens fue recibida con un enorme entusiasmo, los estudiantes
guayaneses se acercaban para intercambiar saludos con la chica que ya era una
referencia nacional de lucha contra la opresión madurista, algunos incluso se
tomaron fotografías aprovechando que hasta el momento todo estaba en calma.
Rafaela se encaramo en una tarima junto a los dirigentes estudiantiles de las
universidades regionales, la multitud colmaba la avenida frente a la UCAB, una
energía contagiosa se apoderaba del ambiente, Flavia se encontraba en la parte
baja de la tarima, a pocos metros desde donde Rafaela se aprestaba a realizar su
discurso. Con un megáfono Rafaela se esforzaba por transmitir su mensaje, no
estaba segura si sería escuchada al fondo de la concentración ubicada a cientos
de metros. La presidenta de la FCU hablo tan fuerte como le fue posible, no tenía
el discurso excelso de otras figuras nacionales, pero lo compensaba con una
pasión que hacia comprimir los corazones.
Su Llamado a seguir en la resistencia a pesar de la represión y el miedo que
esta podía generar, fue recibido con una salva de aplausos. ─A los que reprimen,
a los que disparan, a los que hacen torturas, a los que decidieron ser cómplices de
la dictadura de Nicolás Maduro, se los diremos una y mil veces de ser necesario,
Venezuela decidió cambiar ─miles de gargantas explotaron en gritos eufóricos, los
más emocionados no podían ocultar sus lágrimas, esas palabras eran el empuje
que necesitaban después de semanas de vil represión, ahora más que nunca
estaban convencidos que debían continuar.
Los manifestantes arrancaron con dirección a la plaza Monumento, a la altura
del Mcdonalds de Alta Vista se unieron con otras dos marchas provenientes de
lugares distintos de la ciudad, y conformaron un solo bloque gigantesco. Al llegar a
las inmediaciones de la plaza, Flavia observa que la misma estaba totalmente
militarizada, sin embargo, ellos seguirían caminando para tratar de darle el cierre a
la actividad, tal cual estaba programado. A unas decenas de metros Rafaela y
otros dirigentes decidieron ir a parlamentar con los uniformados para evitar una
confrontación innecesaria, los argumentos de los marchantes eran más que
sólidos, en los kilómetros recorridos no se había presentado ningún incidente
violento, querían que eso continuara así hasta el final.
Apenas alcanzaron a separarse pocos metros al frente del resto de los
manifestantes cuando desde la plaza se produjo el inconfundible sonido de
decenas de escopetas disparando simultáneamente su carga de bombas
lacrimógenas y perdigones. Flavia alcanzo a cubrirse justo a tiempo, otra
compañera no contó con la misma suerte, un perdigón impacto contra una de sus
piernas, la chica cayó al suelo, sus gritos laceraban el alma, Flavia corrió para
auxiliarla, no era la primera vez que le tocaba socorrer a un compañero herido, se
acercó al mismo tiempo de otros manifestantes que la levantaron en peso y en
segundos la sacaron de la zona de peligro. Flavia hizo un recorrido visual para
contactar a Rafaela, le preocupaba su seguridad, las fuerzas represivas se morían
de ganas de darle su merecido y castigar su irreverencia. Flavia no sabía cómo ni
de donde Rafaela se había apertrechado con una máscara antigases y se
encontraba vociferando consignas justo enfrente de las fuerzas represoras.
El ataque arreciaba, Flavia corrió hacia donde se encontraba la líder del
movimiento estudiantil, y como pudo la convenció de abandonar la escena de
combate. Por algunos minutos los estudiantes mantuvieron sus posiciones,
lanzaban piedras contra las tanquetas sin resultados, de a poco las fuerzas de
seguridad fueron ganando terreno y obligaron a los manifestantes a replegarse
hacia los edificios aledaños, muchos se refugiaron en el centro comercial ciudad
Alta Vista; en el establecimiento había cientos de personas que ni siquiera
participaban de la actividad, pero eso no impidió que el lugar fuese bombardeado
con una lluvia de lacrimógenas produciendo el caos generalizado.
La represión se mantuvo durante varias horas, en las cuales se realizaron
allanamientos y detenciones, la actividad cerro con el saldo final de más de veinte
personas heridas. Al igual que en el resto del país el régimen no escatimaba a la
hora de amedrentar y agredir a la juventud y al pueblo en general.
Para Flavia la experiencia había sido dura, sin embargo los ataques
desproporcionados solo fortalecían su convicción de estar luchando por una causa
justa.
Al día siguiente, ya en la capital de la republica Rafaela le informo que un grupo
de estudiantes de la ciudad de Barquisimeto habían iniciado una marcha de 380
kilómetros hacia la ciudad de Caracas; por la libertad, por el respeto a la
autonomía universitaria y por el rescate de la democracia. Los jóvenes
venezolanos no se iban a rendir tan fácilmente, seguirían luchando a pesar de la
adversidad. Flavia se calzo sus botas, había otra movilización a lo cual asistir.

Flavia Vieira se preparaba para lo que se podía denominar como un día normal en
su vida de estudiante, esa mañana se levantó temprano para asistir a una
asamblea convocado en el comedor de la UCV. En esta ocasión la reunión no
tenía como finalidad hablar de las protestas, ni trancas, ni agresiones por parte del
gobierno, el propósito era informar a la masa estudiantil acerca del avance de una
serie de trabajos que se estaban realizando en la Universidad. Ya era 27 de junio,
otro largo mes de lucha y sufrimiento estaba a punto de extinguirse.
El día 19 Rafaela Requesens se había enfrentado contra una barrera de
guardias nacionales y les exhorto a que pararan la represión, los militares la
miraban atónitos, tal vez algunos de ellos incluso con admiración por la valentía de
esta chica, que no sentía ningún tipo de temor a la hora de exponerse. Al día
siguiente fueron recibidos en la UCV los estudiantes provenientes del estado
Lara, después de un periplo de 380 kilómetros y múltiples tropiezos en el camino
por fin habían logrado completar la ruta, otra muestra más de lo determinado que
estaban los jóvenes en su lucha por rescatar la democracia venezolana.
La última semana estuvo marcada por el aumento de la represión, el número de
héroes caídos seguía aumentando, mientras el gobierno se hacia el indiferente,
una sensación de impotencia empezaba a hacerse presente en muchos
estudiantes, ese era el motivo por el cual Rafaela siempre procuraba estar en la
primera línea de batalla, debía dar el ejemplo para insuflar ánimos. Al principio
Flavia no entendía su propensión a arriesgarse, llego a pensar que su amiga y
dirigente estudiantil sufría de alguna especie de vocación suicida, pero al ver el
temor y la frustración en el rostro de sus compañeros comprendió exactamente de
qué se trataba; el buen líder está en la obligación moral de dar el ejemplo, y no
cobijarse en su investidura para evadir responsabilidades, eso sería un acto de
extrema cobardía, de irresponsable comodidad, en momentos donde se exigía
entrega, determinación y desprendimiento.
Flavia sopeso cuanto había cambiado su vida desde el inicio de las protestas
que sacudían al país en el mes de abril. Aunque sus padres la habían apoyado de
forma decidida, no por ello dejaban de sentir miedo, un pánico lacerante, no
querían siquiera pensar que tal cual había ocurrido con otras familias, su hija no
regresara a casa después de alguna manifestación. Apenas la noche anterior su
padre empezó a poner objeciones acerca de su participación en las protestas, se
quejaba de que los jóvenes eran los que estaban poniendo el pecho, lo cual no era
del todo cierto, pero Flavia se negó a discutirlo, sabía que ese comentario estaba
movido por una preocupación natural. Para Rai Vieira el país se había convertido
en un lugar invivible, ya no se podía trabajar tranquilamente, la violencia
exacerbada constituía una amenaza permanente, cualquier mal día sus negocios
podían ser asaltados por los colectivos, o saqueados por una turba de gente
desesperada por adquirir alimentos, además, el negocio empezaba a producir
perdidas por primera vez desde que abrió su primera tienda, llevarle el paso a la
inflación galopante se había vuelto casi imposible, cada vez que debía reponer
mercancía se encontraba con que ya todos los artículos habían aumentado, y
entonces tenía que invertir más dinero de lo presupuestado, el flujo de caja sufría
las consecuencias; entre tanto, el gobierno decretaba continuos aumentos
salariales que complicaban aún más la ya frágil situación financiera de los
comerciantes, en lo que iba de año Rai había tenido que reducir su plantilla de
trabajadores en un 30% para poder equilibrar las cuentas, y si todo seguía en el
mismo tenor tendría que realizar más recortes, y que decir si continuaba
empeorando, en ese caso la única salida seria bajar la Santamaría y emigrar a
algún país con una situación económica más estable, donde su familia pudiera
tener el futuro que en Venezuela Maduro había cercenado.
De la chica a la que solo le preocupaban sus estudios, divertirse con sus amigas
y esculpir su cuerpo en el gimnasio quedaba muy poco, ahora su agenda estaba
copada de marchas, trancazos y reuniones. Acabar con el gobierno tiránico que
amenazaba con arrebatarles a los jóvenes la mejor etapa de sus vidas se había
convertido en el punto central de su existencia. Antes del mes de abril, cuando
inicio el ciclo de violencia que ya se acercaba a noventa días, Flavia se había
estado viendo con un estudiante extremadamente apuesto, Mauro Rangel cursaba
el cuarto año de medicina en la UCV, era hijo de un general del ejército y por tanto
compartía muy poco de la visión política de Flavia. El chico estaba decidido a
centrarse en sus estudios y no permitir que la locura que reinaba en el país lo
afectara. Flavia recordaba amargamente como la última vez que se encontraron
habían terminado discutiendo, ella le increpo por su actitud pasiva ante lo que
estaba pasando en Venezuela, a lo cual, él joven riposto diciendo que lo hacía por
respeto a la posición de su padre, y además, porque la diatriba política no le atraía
en lo más mínimo; al momento, Flavia no fue capaz de comprender las
motivaciones de Mauro, y a partir de allí, no habían vuelto a verse las caras, y
escasamente llegaron a compartir una que otra breve conversación telefónica, y
de eso ya pasaba más de un mes.
Flavia no podía olvidar esa sonrisa que la desatornillaba, lamentaba que por
motivaciones políticas esa amistad con promesa de mucho más hubiese quedado
truncada, juntos se divertían mucho, la pasaban bien. En una ocasión fueron a
cenar a un restaurant de comida rápida, Mauro tenia buen sentido del humor a
pesar de su talante serio; Esa noche Flavia no paro de reír ni un instante, en un
momento determinado acabo chorreando la salsa de su hamburguesa sobre su
ropa, lo que propicio las carcajadas burlonas de Mauro que hicieron que su
hermosa amiga terminara ruborizada, sin embargo, todo quedo resuelto con una
atrevida apuesta de él, quien se acercó a Flavia y sin pedir autorización limpio la
mancha de salsa con su boca. Después, las miradas entre ellos se tornaron
coquetas, comenzaban a pasar a otro nivel, pero por mala suerte, Nicolás Maduro
y su constituyente habían colocado una barrera que por ahora, los tenía
totalmente distanciados.
El comedor de la UCV todavía no estaba a su capacidad máxima, Flavia había
llegado temprano, la asamblea no iniciaría todavía, y ella disponía de algunos
minutos para ir por un desayuno o charlar con algunos compañeros a los que no
veía muy a menudo últimamente.
Camino en dirección a la cantina más cercana, a unos cien metros observo la
silueta de un chico que le pareció familiar, Mauro se desplazaba a paso raudo
cargado de una serie de instrumentos que Flavia imagino serian para alguna de
sus clases prácticas de medicina. Flavia consulto su reloj; justo la hora de entrada
a clases, a eso se debía la prisa de Mauro, quien ahora se acercaba y en cuestión
segundos cruzarían sus caminos por primera vez en muchos días.
Flavia no sabía que hacer exactamente, pensó en ocultarse entre los cientos de
estudiantes que pululaban por los pasillos de la universidad, le pareció que no era
una mala opción, Mauro no se habría dado cuenta, por lo cual sus mundos
continuarían como antes de ese momento, pero, si Mauro también se había
percatado de su presencia ¿Qué pensaría de ella? Seguramente que era una
cobarde, ¿pero a que le tenía miedo? Esas hipótesis perdieron su importancia, ya
no hubo tiempo para nada. Los dos chicos se toparon frente a frente.
─Hola tanto tiempo, me pare…., bueno, como estas ─saludo Mauro titubeante.
Los hermosos ojos de Flavia emitían un brillo especial, aunque trataban de ser
escurridizos, querían ocultarse de esa presencia imponente, intimidante. Pero
también deseaban expresar con sus propios códigos una alegría contenida
después de una larga espera, el tiempo parecía detenido, encapsulado, apenas se
movía con pasmosa torpeza.
─Bien gracias, si mucho tiempo ─dijo Flavia.
Mauro la observaba explorando sus gestos; su mirada esquiva, su sonrisa
nerviosa, se dio cuenta que su presencia la había afectado. Muchas veces
imagino ese reencuentro, pero nunca pensó que fuera tan difícil, no lograba
articular sus ideas. Allí estaba a un metro de él la mujer que invadía sus
pensamientos y había enmudecido como un idiota.
─Llevas mucha prisa ─observo Flavia.
─Si, un poco, en realidad apenas dispongo de tiempo para llegar a mi práctica de
anatomía, por eso es que voy de carrera.
─Que pena ─soltó Flavia inconscientemente.
─Una pena en verdad ─dijo Mauro entre labios.
─Yo voy por un desayuno, y luego a una asamblea en el comedor ─comento
Flavia.
─Que bien, me imagino que debe ser algo referente a las protestas, últimamente
no se te ve mucho por estos lares.
─Algo así, lo bueno es que los profesores han sido bastante comprensivos y nos
dan la opción de presentar las evaluaciones pendientes, una de las ventajas de
pertenecer al movimiento estudiantil ─bromeo Flavia.
─Sin duda, una gran ventaja.
─Que tonta, tu apurado y yo haciéndote perder tiempo.
─No hay problema, me alegra mucho poder verte ─asevero Mauro.
─Que estés bien ─se despidió Flavia.
Mauro permaneció inmóvil durante algunos segundos, pensó en abrazarla, pero
no quería lucir desesperado, ni ansioso, después de todo solo era un encuentro
causal, tal vez no se verían más durante mucho tiempo, y no era bueno alimentar
falsas expectativas.
─ ¿A lo mejor podamos vernos luego? Pregunto Mauro con evidente indecisión.
─Me parece genial ─soltó Flavia sin pensarlo mucho.
─Perfecto ─dijo Mauro. ─y empezó a caminar en dirección al laboratorio de
anatomía.
─Esta tarde puedo ─señalo Flavia, sin dejar de sonreír nerviosamente.
─Me parece grandioso, te llamare. ─aseguro Mauro.
Flavia regreso al comedor donde ya Rafaela Requesens se encontraba a tiro de
dar inicio a la asamblea, lo del desayuno quedo postergado, ya no tenía apetito,
ciento de mariposas ocupaban el lugar que correspondía a las vísceras, el
ambiente a su alrededor dejo de tener importancia, ya no le interesaba escuchar
acerca de los problemas de la universidad y sus posibles soluciones, solo quería
que las horas transcurrieran rápido, que se apartaran del camino, que ya fuera de
tarde. Ese cumulo de sensaciones la hicieron sentirse renacida, a pesar de la
crisis, a pesar de Maduro y su dictadura, seguía siendo una mujer con ganas de
amar y de soñar con un futuro de felicidad. Estaba decidida, nunca más dejaría
que Mauro se apartara de su vida.

Ya había perdido la cuenta de las veces que consulto su reloj, desde su encuentro
fortuito con Mauro en los pasillos de la UCV, esa acción la repetía de forma
mecánica, cada par de minutos, o tal vez cada minuto, minutos eternos, que ahora
se daban una arrogante importancia, como si esperaran una súplica de su parte.
Rafaela acabo por darse cuenta, ¿Por qué vez tanto el reloj, tienes algún
compromiso? Le pregunto la presidenta de la FCU, Flavia solo se limitó a negar
con un leve movimiento de cabeza. Luego de la asamblea de usuarios, se
reunieron con otro grupo de estudiantes para hablar sobre el trancazo del día
siguiente, la planificación de los detalles de esa actividad les llevo el resto de la
mañana y las primeras horas de la tarde, por una parte agradeció el hecho de
mantenerse ocupada, eso hacía más llevadera la espera, si hubiera estado en su
casa sentada como una tonta posiblemente habría terminado comiéndose las
uñas, o abriendo una zanja entre su habitación, la sala y el comedor, al no tener
otra cosa más por hacer que pensar en su cita con Mauro.
Al finalizar la reunión del movimiento estudiantil, Rafaela insistió para que Flavia
la acompañara a visitar a los familiares de los estudiantes detenidos, su amiga se
la estaba poniendo difícil, invento la mejor excusa que le fue posible y se
desmarco de ese compromiso. Fue directo a casa, recordó que en todo el día no
había probado bocado, hurgo en la nevera y observo que a diferencia de lo que
ocurría en los hogares de millones de venezolanos había mucho de donde
escoger; opto por un sándwich de pollo, no quería atiborrarse de comida porque
no sabía adonde la invitaría Mauro.
La esperada llamada llego poco después de las cuatro de la tarde, ya Flavia se
había cambiado de ropa y empezaba a impacientarse, elucubraba extrañas ideas
en su cabeza, como por ejemplo; que tal vez Mauro se hubiese arrepentido, o que
se hubiese recordado de su última salida donde habían acabado discutiendo y a la
postre alejándose uno del otro, y entonces, él decidiera que lo mejor era dejar las
cosas de ese tamaño. La llamada quebró todas esas suposiciones fatídicas. Se
encontrarían en Sabana Grande exactamente en media hora, tiempo más que
suficiente para que Mauro pudiera cubrir la distancia entre la UCV y esa zona
comercial del este de Caracas, Flavia no tendría problemas ya que habitaba en
Chacao y en cuestión de minutos estaría allí. No estaba segura si aguardar en
casa o salir de una vez, ya que tampoco quería llegar antes, pensó que lo mejor
sería hacerlo esperar un poco, aunque no era precisamente lo que deseaba en
ese momento. Se decidió por lo primero.
Sabana Grande estaba repleta de transeúntes, a esa hora miles de caraqueños
salían de sus oficinas y se entregaban a la epopeya de llegar a sus casas en una
ciudad donde las protestas callejeras eran imprevisibles, de cualquier punto y a
cualquier hora surgía un grupo y colocaba obstáculos en las vías, impidiendo con
ello el transitar de vehículos y personas. Flavia llego al boulevard y se entretuvo
observando las vitrinas de las tiendas, que por cientos competían para pescar
posibles clientes en una economía devastada por la crisis. Los precios eran
increíblemente altos, un solo artículo; como un par de zapatos, o una ropa de
marca podían valer el equivalente a varios salarios mínimos.
Se encontraron a la salida de la estación del metro de Sabana Grande. El
sistema de transporte inaugurado a comienzos de los años ochenta por el
presidente Luis Herrera Campins se había convertido en el medio esencial para
trasladarse con que contaban los capitalinos, moderno y eficiente, como pocas
cosas en el país. Mauro aun llevaba consigo el mismo aparataje de esa mañana,
sin embargo, había sustituido la camisa azul que usaban regularmente los
estudiantes de medicina por una camiseta negra y ajustada al cuerpo, que a Flavia
le pareció estupenda, a decir verdad todo lo referente a Mauro le parecía
extraordinario, hasta las muecas que solía hacer cuando estaba dudoso de algo, o
el mal habito de tronar sus dedos con relativa frecuencia, todo ello le parecía
irrelevante contra su desproporcionada acumulación de atributos tanto físicos
como de personalidad.
Caminaron unos cuantos metros hasta llegar al gran café, un lugar icónico que
en las décadas de los sesenta y setenta era el punto de concentración preferido
de intelectuales que colmaban el local para intercambiar interminables peroratas
sobre escritura, música y poesía; había sido renovado años atrás y aunque no
alcanzaba a recuperar su antiguo esplendor a Mauro le pareció el lugar ideal para
una conversación importante, para compartir con alguien especial.
─ ¿Qué tal tu clase de anatomía? ─pregunto Flavia, tratando de romper el hielo.
─Siempre son interesantes, creo que deberían ocupar más espacio en el pensum
de la carrera, ya que nos permita conocer a cabalidad el cuerpo humano, y así
resulta más fácil poder enfrentar cualquier caso ─repuso Mauro, con la seriedad
que le caracterizaba cuando hablaba de medicina.
─Tienes razón, todas las carreras deberían actualizarse.
Mauro asintió con la cabeza, mientras se concentraba en los espectaculares
ojos de Flavia; siempre había pensado que debían ser el reducto de algún
desaparecido tesoro, extraviado por algún pirata en las cercanas costas del estado
Vargas, y que por alguna extraña fuerza de la naturaleza habían llegado a recalar
en el rostro de esa hermosa mujer.
─Estas muy distraído ─interrumpió Flavia.
─Solo pensando un poco ─se excusó Mauro.
─ ¿Podrías compartir en qué consisten tus profundos pensamientos? ─inquirió
Flavia.
Mauro se quedó un poco cortado, tal vez Flavia había leído su mente, en ese
caso no tendría sentido seguir ocultando sus sentimientos hacia ella, o quizás
simplemente estaba tratando de sacar conversación ante lo parco que él se
mostraba. Definitivamente tenía que pasar a la ofensiva, tal como había pensado
desde que se vieron en la mañana; de eso se trataba, para eso se había
arriesgado a pedirle una cita, aunque cuando le hizo la proposición jamás imagino
que esa misma tarde pudiera concretarse, más bien realizo la invitación con la
firme convicción de que iba a ser rechazado, muy cortésmente, pero rechazado al
fin.
─Si lo pones en esos términos creo que tendré que confesarte toda la verdad
─dijo Mauro con una sonrisa pícara dibujada en su rostro.
Flavia puso cara de curiosa, más bien de inocente, de quien no sabe sobre qué
cosa le están hablando. Mauro le hizo una señal para que acercara su oído hasta
su boca, como para contar un secreto que no podía ser escuchado por nadie más.
─Amo ese par de esmeraldas que tienes por ojos ─susurro Mauro.
Flavia se alejó lentamente, su tez blanca ahora tomaba tonalidades rojizas,
instintivamente oculto su mirada, pero su sonrisa la delato; cuanto significado
puede tener una sola frase cuando existe una mutua atracción. Flavia también
quería gritarle en ese momento que adorada sus ojos, sus labios, su cabello, su
voz y hasta los puntos de su cuerpo que aún no conocía.
─Gracias, pero pensé que te gustaban más cosas de mi ─reclamo Flavia,
todavía con la sonrisa grabada en su rostro perfecto.
Mauro le hizo una seña para que se acercara nuevamente, al parecer el juego
que había inventado comenzaba a darle resultados, decidió arriesgarse, avanzar
al siguiente paso. Flavia intento colocarse en la misma posición para escuchar la
segunda confidencia de la tarde, pero fue interrumpida por los labios de Mauro
que chocaron contra los suyos en un delicado movimiento.
─También me fascinan tus labios ─soltó Mauro victorioso.
Flavia hizo un ademan de volver a su posición, pero intempestivamente se echó
hacia adelante y le propino a Mauro un cálido beso, que a diferencia del anterior
fue más sexual, atrevido, lujurioso, la pasión contenida se expresaba con todo, en
ese intercambio entre dos chicos que se adoraban sin reconocerlo.
─Yo también adoro tus labios ─asevero Flavia, y volvió a repetir la acción.
El encuentro había resultado mejor de lo esperado, después de un rato, los
jóvenes no pudieron contener por más tiempo la ansiedad de amarse que
arrastraban desde antes que Maduro se atravesara en sus caminos. Se fueron al
apartamento de los padres de Mauro, que se encontraban en el interior del país. El
cuerpo desnudo de Flavia era una obra maestra, mejor que la música de
Beethoven, Mozart o Vivaldi, mejor que una pintura de Picasso, Van Goth o
Renoir, todas las bellezas del universo debían rendirle pleitesía. Se entregaron a
horas de pasión infinita, ni siquiera la noticia de que un comando de nombre Oscar
Pérez había disparado contra varios edificios públicos logro sacarlos de su entrega
carnal absoluta e irracional. Esa noche todo el mundo a su alrededor se congelo,
al diablo lo demás, solo eran ellos dos, una existencia reducida a las cuatro
paredes de una habitación, a un colchón caliente, a unas suaves sabanas con
aroma del paraíso.

III
El trayecto en bus desde San Fernando de Apure al sur de Venezuela, hasta
Caracas, capital de la república, duraba en promedio unas seis horas, sin
embargo, en esta ocasión el viaje se había llevado más tiempo de lo habitual, a
medio recorrido en esa especie de agujero negro que constituye el trecho entre la
ciudad de Calabozo y la intersección de dos caminos en el estado Guárico, el
vehículo de treinta y cuatro puestos perdió un neumático de tiro, que de no ser por
la pericia del conductor pudo haber finalizado en tragedia. El incidente hizo que los
pasajeros perdieran dos valiosas horas, que hacían una diferencia sustancial.
Salieron de la ciudad apureña a las diez de la noche con la intención de ingresar al
valle del Avila más o menos a eso de las cuatro de la mañana, hora en la cual el
tráfico seria escaso y se ahorrarían la molestia de sumergirse en una amarga cola
que podía costarles varias horas. Aunque era la víspera del primero de mayo,
fecha en que por lo general la congestión vehicular amainaba un poco, siempre
era bueno tomar precauciones, sobre todo tomando en cuenta que ese día se iba
a llevar a cabo la concentración de las fuerzas del chavismo en la Avenida Bolívar.
El gobierno a través de su principal instrumento político el PSUV había realizado
una convocatoria masiva, por lo que se esperaba gran afluencia de militantes
provenientes del interior de Venezuela, solamente de Apure, uno de los estados
del país con menor población, y más distante de la capital se movilizaban
alrededor de cinco mil personas. Pero toda esa planificación para llegar temprano
término por irse el caño producto del inesperado pinchazo.
Lismar Izarra era una mujer de baja estatura, piel oscura, nariz aguileña, y lacia
cabellera, que obstinadamente teñía su cabello de un amarillo pálido aunque su
color natural, negro brillante, le sentaba mejor a juicio de familiares y amigos. Ya
superaba los cuarenta, aunque eso representaba un secreto a voces, ya que
siempre se negaba a reconocer su edad verdadera. Si hubiese tenido la
posibilidad de adquirir el secreto para regresar las manecillas del reloj, con gusto
habría entregado todo lo que tenía y más. De joven, se dedicó a múltiples trabajos
no relacionados con la política, a la que ingreso por avatares del destino; un
encuentro casual con el ya fallecido gobernador de su estado, Jesús Aguilarte a
finales de 2004, le dio la oportunidad de obtener un empleo en una institución
estatal de servicios sociales, de inmediato se enamoró de la lucha por la justicia y
la igualdad social en favor de los más desposeídos. Cerca de la treintena había
descubierto por fin su verdadera vocación, ayudar a la gente. De allí en adelante
nada le importaría más que defender el proyecto bolivariano y a su líder Hugo
Chávez Frías.
Como sospechaba Lismar el retraso les paso factura, a pocos kilómetros de la
alcabala de Tazón se toparon con una cola brutal que se desplazaba a la misma
velocidad que una tortuga lisiada, cientos de vehículos de transporte se agolpaban
uno tras otro esperando cualquier rendija para avanzar unos pocos metros. En las
ventanas de los autobuses se podían ver inscripciones donde se anunciaba la
región de procedencia de cada uno de ellos, también, se podían observar frases
ratificando el compromiso con el presidente Nicolás Maduro; “resteados con
Maduro” era la más común. Un bus que se encontraba apeado a un lado de la
carretera tenía dibujado una consigna aún más elocuente “todavía Rondón no ha
peleado”, haciendo clara alusión a una de las frases preferidas del vice presidente
del PSUV Diosdado Cabello Rondón. Lismar se sonrió de la ocurrencia. No
acababa de entender porque Diosdado no utilizaba su primer apellido para
acuñarlo a ese slogan, tal vez por cuestiones de rima, en dado caso solo él lo
sabía.
A pesar de la pesada cola, aspiraban poder llegar a su punto de concentración a
eso de las nueve de la mañana, hora más que adecuada para que los camaradas
tuviesen chance de ir por un desayuno. La espera hasta el inicio del evento podía
ser larga, aunque el presidente Maduro acostumbraba a presentarse relativamente
temprano, en comparación con Hugo Chávez. Sin embargo, en esta oportunidad
se quería que la avenida estuviese al tope, era necesario dar señales de fortaleza
ante la arremetida de la derecha, que desde comienzos de abril había iniciado una
serie de protestas con el fin de derrocar al gobierno. Lismar Izarra estaba
convencida que jamás lograrían su objetivo, llevaban años resistiendo ataques,
prácticamente desde que el Comandante asumió el poder en 1999, tarde o
temprano terminarían desinflándose, en caso de que no fuera así, se contaba con
una fuerza armada que estaba firme al lado de la revolución, y de paso, la
organización popular que habían alcanzado, era garantía para defender las
conquistas sociales del pueblo. Lismar nunca dudaba, era la vida de la patria la
que estaba en juego.
La crisis estaba en su punto álgido, los chavistas pensaban que la guerra
económica propiciada por la burguesía había logrado en parte su objetivo; causar
zozobra en la población. Los productos escaseaban, la inflación galopante
pulverizaba el salario de los trabajadores, los bachaqueros: una nueva modalidad
de especuladores, revendía los productos a precios exorbitantes, con márgenes
de ganancia que sobrepasaban en algunos casos el 500%. La situación se
tornaba insoportable. Los organismos internacionales estimaban que la economía
venezolana era la de peor rendimiento a nivel mundial. Para completar el complejo
cuadro, las instituciones del estado encargadas de vigilar y controlar el
abastecimiento y el costo de los artículos de primera necesidad mostraban una
olímpica ineficiencia, e incluso muchas de ellas, se habían convertido en
entramados mafiosos que jugaban con la desesperación y el hambre de la gente
para lucrarse. En los últimos dos años se había detenido a una importante
cantidad de funcionarios corruptos, pero era un monstruo de mil cabezas, por un
lado cortabas una y por el otro se reproducían cien. Era apabullador,
desesperante. Para los militantes convencidos como Lismar, la tarea no resultaba
sencilla, tenían que defender en las comunidades a un gobierno que conforme
pasaban los días iba incrementando sus índices de rechazo, no en balde en la
última elección llevada a cabo en el país, habían perdido dos tercios de la
Asamblea Nacional; por primera vez, en más de quince años, la revolución tenía
que convivir con un parlamento de mayoría opositora. Gracias a los errores de la
MUD y al control del TSJ por parte del presidente Maduro, la Asamblea Nacional
había sido declarada en desacato y por ende, el gobierno no reconocía ninguna de
sus actuaciones.
Lismar se jactaba ante sus camaradas de otras regiones del país del éxito
electoral obtenido en su estado. Apure, fue uno de los pocos en que el PSUV y
sus aliados logro la mayoría de escaños correspondientes a la elección del seis de
diciembre de 2015, del total de cinco, alcanzaron cuatro diputados, la oposición
solo pudo ganar el primero de la lista, por razones de proporcionalidad. El estado
Apure seguía siendo un bastión de la revolución, como también lo fue en otros
tiempos del partido Acción Democrática (AD), antes de la llegada de Chávez a
Miraflores. A pesar de todo esto, la victoria había tenido un sabor agridulce, los
votos de la oposición se elevaron hasta los 94.000, cifra record para la MUD en la
región, en esta ocasión tan solo 17.000 sufragios los separaron de la alianza
chavista que computo 111.000.
A las tres de la tarde la llegada del presidente era inminente, la avenida se
encontraba repleta de simpatizantes eufóricos, que cantaban consignas y gritos de
apoyo. A pesar de los errores del gobierno, creían que la única vía para sacar al
país adelante era en socialismo, no se iban a dejar arrancar los sueños de libertad
tan fácilmente. La experiencias de Brasil: donde la derecha había lograr destituir a
la mandataria Dilma Rousseff, a través de un golpe de estado parlamentario, de
Argentina: donde el desgaste y la presentación de un candidato con poco arrastre,
dieron al traste con el proyecto kirchnerista, o como en Bolivia: donde la guerra
mediática y psicológica impidieron el triunfo de Evo Morales, en el referéndum que
le hubiese permitido volver a presentarse como candidato; representaban un
llamado de atención para no ceder espacios que pudieran facilitar los avances de
la oposición apátrida, como era catalogada por el alto mando político de la
revolución.
Para Lismar Izarra, Nicolás Maduro se encontraba librando una batalla histórica
por defender el legado de Hugo Chávez, a pesar de las dificultades y tropiezos se
mantenía firme, indoblegable, sus limitaciones políticas las contrarrestaba con una
férrea voluntad de trabajo, además, provenía de la clase trabajadora, y por tanto,
conocía de primera mano las necesidades del pueblo humilde. El día anterior
había decretado un aumento salarial para tratar de equiparar un poco, el costo de
la vida con el ingreso real, aunque el consenso general, incluyendo a los
chavistas, consideraba la medida como insuficiente, no se podía desestimar el
esfuerzo que hacia el primer mandatario. Estamos venciendo, se decía Lismar
insistentemente, aunque en el fondo algo le decía que no era así, lo palpaba en la
cara de molestia de sus vecinos, de sus coterráneos, la percepción negativa
aumentaba, la popularidad del presidente caía en una espiral indetenible, como si
se lanzara un pesado objeto a un abismo sin fondo, por tanto, se temía que en una
próxima elección los resultados no serían nada satisfactorios. La caída del
gobierno significaba el fin del proceso de inclusión y conquistas sociales por las
que tanto habían luchado. La derecha reaccionaria borraría al chavismo del mapa
sin contemplaciones. Para muestra, el breve mandato de Pedro Carmona en 2002.
Nicolás Maduro subió a la tarima a las tres más veinte minutos de la tarde,
acompañado de la primera combatiente Cilia Flores y escoltado de cerca por el
Capitán Escalona: joven edecán militar que también había servido bajo las
ordenes de Hugo Chávez. También lo acompañaban, el vicepresidente de la
república Tareck El Aissami y el dirigente Diosdado Cabello. En la plataforma
estaban todas las figuras relevantes del chavismo: funcionarios de alto nivel,
representantes sindicales y artistas que se habían decantado por apoyar al
gobierno, entre ellos destacaban Winston Vallenilla: presidente del canal estatal
TVES, y la actriz y modelo Susej Vera, ambos convertidos en blanco de los
ataques de sectores oposicionistas, que no les perdonaban el hecho de demostrar
su fidelidad al presidente. La mesa estaba servida para un mensaje donde se
resaltara el valor fundamental de la clase trabajadora para el proceso de cambios.
La multitud congregada a lo largo y ancho de la amplia avenida no imaginaba que
ese discurso iba a dar un vuelco dramático a los planes de todo un país.
El presidente inicio su intervención poco antes de las cuatro de la tarde, los
primeros cuarenta minutos de su discurso los dedico a rememorar la lucha
histórica de la clase obrera para alcanzar sus reivindicaciones, y a resaltar el
reconocimiento del gobierno revolucionario a esa lucha, refrendada en la ley
orgánica del trabajo. A partir de allí, daría un giro radical a su mensaje, Lismar
Izarra escuchaba atentamente para no perder detalle; “he pensado mucho, junto al
alto mando político, al alto mando militar de la revolución, junto al estado mayor de
la clase obrera, de las mujeres, de las comunas, de la juventud, de los
estudiantes, he pensado las opciones estratégicas, los caminos tácticos. Me he
encomendado a dios, y a los espíritus protectores de esta patria sagrada”, el
presidente, realizo una breve pausa como tomando impulso para lo que iba a
transmitir a continuación; “y hoy primero de mayo anuncio, que en uso de mis
atribuciones presidenciales como jefe de estado, constitucionales, de acuerdo al
artículo 347, convoco al poder constituyente originario, para que la clase obrera y
el pueblo, en un proceso popular constituyente, convoque a la Asamblea Nacional
Constituyente, Asamblea Nacional Constituyente, con el pueblo, con la clase
obrera”….. Lismar no alcanzo a escuchar con exactitud, a su alrededor se armó tal
algarabía que hizo que las palabras de Nicolás Maduro se perdieran en el cielo
caraqueño, solo tenía la certeza de haber escuchado la palabra asamblea
constituyente en más de una ocasión, se sintió confundida, a su alrededor había
gente que gritaba, y alzaba los puños en señal de respaldo a la medida, pero
también, al igual que ella, muchos otros se notaban desconcertados. El
inesperado anuncio los tomo por sorpresa. Se encontraba a unos 500 metros de la
plataforma presidencial, desde allí pudo observar que Maduro ahora elevaba el
tono del discurso y agitaba los brazos con mayor vehemencia, trataba de insuflar
en el pueblo esa sensación de confianza, esa sensación de que pase lo que pase,
todo va a salir bien.
La confusión dio paso a la preocupación, muchos de los asistentes al acto
empezaban a mover la cabeza en clara señal de no estar muy convencidos,
algunos se apresuraron a marcharse del lugar. Lismar seguía sin entender muy
bien de que trataba la propuesta del presidente, no era estudiosa de la carta
magna, pero de acuerdo a su poco conocimiento, para realizar una constituyente
se debía consultar al pueblo. Ahí sí que entendió menos que menos, si se habían
negado a realizar las elecciones regionales ante un escenario que se presagiaba
adverso, que sentido tenia hacer una constituyente donde la oposición tendría la
posibilidad de alzarse con el triunfo, y acabar con la revolución de un solo tajo.
Se acercó a un camarada que agitaba una bandera del partido comunista de
Venezuela, que por lo general tienden a ser más instruidos que los militantes de
su organización. No pretendía parecer ignorante, pero quería salir de allí con
relativa claridad acerca de la propuesta, ya que sin duda, al tener modestas
funciones de liderazgo también tendría que responder preguntas al respecto.
─Y bueno, vamos a la constituyente camarada ─dijo Lismar, en tono de
confirmación.
─Si, ya era hora de dar el salto, ahora le toca el turno a la clase obrera de
obtener el poder real ─asevero el militante comunista.
Lismar asintió con poco entusiasmo.
─Primero tendremos que ir a elecciones para ver si el pueblo está de acuerdo
─soltó Lismar.
El comunista la miro de soslayo.
─Eso no va a ser necesario ─dijo finalmente ─el presidente está planteando la
elección de 500 constituyentistas, la mitad de los cuales serán electos de forma
sectorial. Lo cual quiere decir, que de acuerdo a este método tendremos mayoría
para realizar los cambios que requiere el país, y de una vez sacar del juego a la
derecha fascista. Es maravilloso ─agrego.
Lismar quiso decir algo pero se contuvo. Repaso mentalmente el proceso
constituyente de 1999 y recordó que para ponerlo en marcha, primeramente se
había consultado al pueblo. Ahora sí que estaba preocupada, la oposición jamás
aceptaría semejantes condiciones, y tampoco estaba segura si el pueblo
entendería esa propuesta. Un extraño frio recorrió su cuerpo. Se venían tiempos
difíciles.
XLa primera vez que Lismar Izarra oyó hablar del chavismo sin Chávez fue por
allá en el año 2006, el presidente se enfrentaba a su ultima reelección y aunque
estaba claro que lograría una holgada victoria, también era definitivo que esa sería
la última vez que sus seguidores podrían votar por él, por lo menos eso era lo que
establecía la constitución, solamente dos periodos continuos. Un periodo
presidencial de seis años es bastante largo, Hugo Chávez gobernaba el país
desde 1999, a la hora de transferir el mandato en febrero de 2013 habría cumplido
en el cargo un total de catorce años, el lapso más prologando para un presidente
de la era democrática en Venezuela.
Pero sus seguidores no estaban satisfechos con la idea de que su líder se
retirara a tan temprana edad. Hurgando en la constitución obtuvieron la respuesta
que necesitaban, se haría una reforma constitucional y asunto arreglado, Chávez
podría reelegirse de forma indefinida y de paso aprovecharían para modificar la
estructura fundamental de la nación, convirtiéndola en un estado socialista y
comunal. La campaña electoral por el sí fue pesada, la reforma no fue asumida
con la facilidad que esperaban los jerarcas de la revolución, además, muchos
alcaldes hicieron un doble juego, en el fondo querían que la propuesta fracasara,
porque les quitaba prácticamente todas sus atribuciones y competencias para
entregárselas a los consejos comunales. En tanto, concejales, y miembros de
juntas parroquiales, mandaron a votar en contra, porque la reforma los eliminaba
de un tajo. La oposición también jugo su rol, sobre todo los estudiantes
universitarios, cuyo despliegue se convirtió en el talón de Aquiles para el hasta ese
momento invicto Hugo Chávez. El día de la elección, el 2 de diciembre de 2007, la
reforma constitucional propuesta por el Comandante fue rechazada por estrecho
margen. Ya Chávez no era imbatible, el país despertó a su vulnerabilidad, él
también podía ser derrotado.
Luego de ese revés, la tesis del chavismo sin Chávez retomo fuerza
nuevamente, sin embargo, la enmienda constitucional aprobada en 2009 término
con la discusión, ahora si tendrían a Chávez por siempre, como rezaba un slogan
muy popular en esos días, solamente su enfermedad y posterior muerte, hizo que
sus partidarios cayeran en cuenta de la fragilidad de la vida humana, ya el
Comandante y líder supremo no estaba, a pesar de ello, sus partidarios pensaban
que podían con el liderazgo colectivo y popular mantener el gobierno, nada sería
igual, pero mientras tuviesen el poder seguirían avanzando hacia la construcción
del socialismo; lo que Lismar y millones de seguidores del chavismo no sabían,
era lo duro que se podía tornar la vida sin la presencia y la guía de su líder
histórico, en pocos años habían perdido el control del país, la corrupción que
siempre había existido ahora se erguía imparable, incontrolable, toda Venezuela
era una mafia. El liderazgo de Maduro y la cúpula psuvista eran mediocres, sin
ideas, incapaces de mantener las conquistas de más de una década. Lismar, al
igual que muchos otros, entendió a los trancazos que el chavismo sin Chávez era
una utopía irrealizable, un experimento que salió mal, parecía cuestión de tiempo
para entregaran el poder, mientras, el hijo de Chávez, Nicolás Maduro, se
esforzaba al máximo por buscar los clavos que hacían falta en el ataúd del
malogrado proceso revolucionario. Su ineptitud lo colocaba como amplio favorito
para convertirse en el sepulturero del socialismo del siglo XXI.
Después de anunciar la convocatoria para elegir una asamblea nacional
constituyente, Nicolás Maduro nombro una comisión presidencial, que sería
encabezada por el ministro de educación, Elías Jaua, y contaría con la
participación de renombradas figuras del chavismo; donde destacaban el veterano
dirigente político Aristóbulo Istúriz y el abogado constitucionalista Hermann
Escarrá, figura que había dado varios brincos; a veces furibundo opositor y luego
defensor acérrimo del chavismo, como ahora. Se pensaba que su inclusión en la
comisión obedecía al hecho de ser una de los letrados más respetados del país,
aunque, en el lado opositor no tenían tal impresión, lo tildaban de ser un
oportunista que había vendido su conciencia y prestigio por un buen puñado de
dólares. La comisión tendría como finalidad, según lo expresado por el propio
presidente, ir dialogar con los diferentes sectores del país, escuchar propuestas y
presentar lo imprescindible que resultaba la ANC para lograr la paz en Venezuela.
Una de las primeras acciones de la comisión fue intentar entablar algún tipo de
dialogo con la oposición venezolana, este hecho tuvo varias lecturas, muy pocos
creían, incluyendo a los mismos chavistas, que se tratara de un ofrecimiento
sincero, la opinión pública, en su mayoría, tenía la certeza de que simplemente era
una formalidad, para luego gritar a los cuatro vientos que sus adversarios se
habían negado de plano a participar de la convocatoria a la constituyente. Elías
Jaua remitió una carta al directorio de la Mud, la respuesta que obtuvo no dejo
espacio para la duda, la coalición opositora se negó a aceptar la invitación por
considerar que la convocatoria era ilegitima, inconstitucional y fraudulenta,
ratificando a la vez su petición a nombre del pueblo venezolano: elecciones libres,
secretas y universales.
Lismar Izarra había encontrado notables obstáculos para conformar los equipos
que se encargarían de difundir el mensaje constituyente en los sectores populares
de San Fernando de Apure, la apatía era generalizada, la gente tenía otras
prioridades: el kilo de carne, en un estado eminentemente ganadero alcanzaba el
increíble precio de 8 mil bolívares, cifra que representaba un regalo en
comparación con otras regiones del país, donde ese componente fundamental de
la dieta del venezolano se podía conseguir al doble de ese monto; el arroz, la
pasta, la harina de maíz precocida, el aceite y el azúcar escalaban por encima de
los 5 mil bolívares el kilo o el litro según el caso, algo imposible de soportar para el
exiguo salario de los trabajadores. Y eso si lograban conseguir los artículos, ya
que prácticamente se encontraban desaparecidos de los anaqueles, por lo cual la
gente tenía que recurrir a los implacables bachaqueros, o conformarse con
esperar la asignación del CLAP; alimentos subsidiados, que el presidente se
comprometió a despachar cada quince días, pero que en realidad solían llegar
hasta los desesperados consumidores cada tres o cuatro meses, dependiendo del
factor suerte. La situación estaba llegando a niveles de tragedia, en muchos
hogares, las familias habían tenido que recortar la cantidad de alimentos que
consumían, o incluso, suprimir alguna de las tres comidas diarias o dos si era
necesario, si la cosa se estrechaba más de lo habitual. Buena parte de los que se
incorporaban a las actividades pro constituyente lo hacían por proteger algún tipo
de beneficio, no querían quedar por fuera, la crisis apretaba y mejor era poco que
nada.
Nunca les había tocado lidiar con semejante apatía, con el Comandante Chávez
todo era adrenalina, motivación, bastaba una sola palabra del líder para que un
ejército de laboriosas hormigas se pusiera en marcha sin chistar, con implacable
eficiencia, nadie objetaba nada, ahora, los militantes de la vanguardia ponían en
duda cada nueva instrucción, como si las palabras de su dirigencia fueran un eco
sordo, las reuniones en las unidades de base, Ubch, habían dejado de realizarse
hacia bastante tiempo, el único mecanismo de control que aun reportaba algunos
resultados eran los comités de abastecimiento y producción (Clap), y eso porque
todo el mundo quería asegurar su ración de alimentos subsidiados, la orgullosa
maquinaria del PSUV languidecía inexorablemente, incapaz de hacer frente a una
crisis económica y política que ahorcaba a la nación, incluyendo a los chavistas,
ellos también eran víctimas del ineficiente y corrupto gobierno de Nicolás Maduro.
─Avísale al comité de mujeres que esta tarde tenemos reunión ─ordeno Lismar
a una de sus enlaces en la estructura del partido.
La mujer coloco un gesto entre sorpresa y preocupación. Carraspeo su garganta
para tratar que sus palabras salieron más limpias, sin barreras semánticas.
─Las convocare ─dijo ─el problema es que el equipo no está completo, y
tendremos que agregar a otras camaradas o trabajar con lo que tenemos.
─ ¿Cómo así? ─pregunto Lismar, sin perturbarse mucho. Mantenía su vista y su
concentración en un listado de militantes que debían asistir a una concentración
en Caracas, y que todavía no alcanzaba a completar.
─Por si no lo sabias, la doctora Omaña se ha ido a trabajar a Miami, Ángela, la
negra, fue a visitar a su hijo en Ecuador, de eso ya casi un mes, la llame la pasada
semana y me manifestó que no tenía intenciones de volver, que ya consiguió
trabajo por allá, y que por nada del mundo regresaría a pasar hambre en
Venezuela; la prof Nora también se fue a Estados Unidos, resulta que una amiga
es gerente de una empresa telefónica y le dijo que se fuera, que le aseguraba el
empleo, y la pobre mujer no lo pensé dos veces, ya tenía adelantado lo de la visa,
porque en una ocasión cuando todavía asignaban los dólares preferenciales había
viajado a visitar a unos familiares en Orlando. Por su parte, Elvia Ramos se instaló
en Bogotá hace dos semanas, y por los vientos que soplan se quedara a vivir en el
vecino país, es decir, el equipo ha quedado bien chucuto. Aparte de eso, muchas
de las que permanecen en la plantilla no muestran muchas ganas de integrarse.
La mujer hizo una pausa breve. ─ Dicen que no vale la pena, que nadie les
reconoce el trabajo, además, no se sienten muy entusiasmados con la
constituyente. ─agrego.
Lismar arqueo una ceja y frunció el ceño, sacudió un lápiz contra la mesa como
señal de impotencia, de rabia, poco a poco la sensación que la acompañaba
desde el primero de mayo, cuando Maduro lanzo la convocatoria a la
constituyente, empezaba a confirmarse, la propuesta no estaba calando ni siquiera
en las propias estructuras del partido, para avanzar necesitarían un mejor
esfuerzo, pero no de parte de ella, eso terminaba escapándose de sus manos,
¿qué podía hacer?, el gobierno tenía que echar mano de su cartera, como en los
tiempos del referéndum revocatorio de 2004, cuando, ante la preocupación por un
resultado adverso, el Comandante opto por lanzar una serie de misiones que
movilizaron a cientos de miles de personas, todos con beneficios económicos, que
se convirtieron en los patrulleros y patrulleras que se encargaron de realizar el
censo de electores por movilizar más completo de la historia política venezolana,
con rotundo éxito. Pero, las condiciones no eran las mismas, Chávez era un líder
genuino, con apoyo popular, la gente lo adoraba, en cambio Maduro era
intragable, la misma Lismar se esforzaba por no repudiarlo del todo. Tenía que
seguir luchando, por el pueblo, por el legado, por ella misma.
Nicolás Maduro tendría que hilar muy fino, en poco tiempo debía pasar de ser un
presidente timorato a convertirse en gran estadista, aunque Lismar dudaba en
serio que semejante mutación fuera posible, la única alternativa seria seguir
viviendo a expensas del legado de Chávez, recitar como un catecismo las
conquistas sociales alcanzadas por la revolución. El espíritu del Comandante
había sido su mejor arma hasta ahora, y la única que tenían por lo visto. Cuatro
años después de muerto, Chávez regresaría a dirigir otra campaña, tal vez la
última, si fracasaban, muy probablemente del chavismo no quedarían ni las
cenizas sagradas que reposaban en el cuartel de la montaña.

─Estos malditos escuálidos se pasaron de la raya, con mi Chávez no se pueden


meter ─soltó Lismar, incapaz de contener su furia.
─Toda acción tiene una reacción ─dijo su amigo Lester, sin inmutarse.
─Pero tampoco, si estuviera vivo no se atreverían, le tenían pavor.
─Pero está muerto, y además que se puede esperar después de tanta represión.
Lester Hidalgo, era amigo de Lismar desde antes que ella se hiciera política, se
podía decir que era uno de los miles de desertores que había producido la crisis,
había pasado de ser un militante convencido y seguidor a ultranza de Chávez a
volverse un escéptico sobre la actual marcha del gobierno, aunque, Lismar
sencillamente lo catalogaba como uno más que se había dejado embaucar por la
oposición apátrida, a pesar de eso, se respetaban, cada vez que se encontraban
entablaban largas conversaciones, aunque últimamente se esforzaban por evitar
hablar de política, para no acabar discutiendo, sin embargo, eso sería como no ver
las flores en los jardines de Holanda, siempre terminaban enrollados en
interminables debates, donde ninguno era capaz de retroceder su posición ni
siquiera un milímetro.
─Quieres decir, que de aquí en adelante tendremos que soportar que ataquen a
los símbolos de la revolución, me parece una locura total, esta gente está de
psiquiatría, imagínate que llegaran a ser gobierno, no dejarían piedra sobre piedra.
─Pero es lo que pasara, si el gobierno no reflexiona.
Lismar arrugo la frente y emitió un chasquido para demostrar su oposición al
comentario de Lester. Había pensado en eso muchas veces, en una ocasión llego
a tener un sueño donde el mismo Chávez se quejaba de lo que estaba ocurriendo
con su revolución, y que por ende, le indico a Lismar que se preparara para su
retorno. En los días siguientes la mujer se encargó de difundir su sueño, pocos la
tomaron en serio, incluso, algunos llegaron a insinuar que se estaba volviendo
loca, que ya era hora de dejar de ver tantos videos de Chávez, tan solo un amigo
periodista acepto escuchar el relato integro, se sintió conmovido, le pareció una
especie de mensaje del más allá, como una advertencia de lo que podía pasar si
no se corregía el rumbo. Entre los seguidores del Comandante, todavía hay
personas que creen que lo de su muerte fue solo una estrategia para que pudiera
apartarse a cumplir su sueño de vivir como un ser humano normal, pero que algún
día, cuando la revolución lo necesitara, volvería a asumir el mando al lado de su
pueblo. Lismar pensaba que ese momento había llegado, si en verdad andaba
rondando por allí, es mejor que apareciera de una vez.
─Fíjate, ahora tienen en contra a la Fiscal General, que no es cualquier cosa, esa
señora se puede convertir en un piedra de tranca para el presidente. ─dijo Lester.
Lismar se negaba a confesarlo, pero la deserción de la fiscal de las filas del
gobierno era algo que la inquietaba; Luisa Ortega, representaba a una institución
muy importante, ya que tenía el monopolio de la investigación penal en el país, por
eso cuando apareció rechazando los sentencias 155 y 156 del TSJ, que
habilitaban para legislar al presidente de la república y bloqueaban a la Asamblea
Nacional, Lismar sintió que la sangre se le helaba, el blindaje institucional con que
habían contado hasta el momento empezaba a desmembrarse. Más
recientemente había condenado el uso excesivo de la fuerza pública contra los
manifestantes, y además utilizando como medio al Walt Street Journal declaro: “no
podemos exigir comportamiento legal si el estado viola la ley”, lo que en la práctica
fue una manera de legitimar las protestas. La postura de la Fiscal representaba la
apertura de un frente insospechado, ahora los adversarios del gobierno contaban
con un aliado que no esperaban, pero que agradecían, los dirigentes opositores se
deshacían en loas hacia su nueva paladín, mientras los sectores chavistas que
apoyaban al gobierno la catalogaban de traidora y vendida.
─A esa señora le quedan pocos días en el cargo ─aseguro Lismar.
─No creo que sea tan sencillo ─objetó Lester.
─Ya lo veras apenas se instale la asamblea constituyente saldrá como corcho de
limonada.
─Mmmmmm, primero deben concretar eso, lo cual lo veo bastante complicado.
─Verga, pero tu estas pasado de escuálido ─gruño Lismar, perdiendo la
paciencia.
─Lo dice la calle, este gobierno acabo con Venezuela, nos estamos muriendo de
hambre, tal vez tú tengas como conseguir comida, pero los pendejos tienen que
pagar a los precios del mercado especulativo, o esperar la bendita bolsa del clap,
cuando suele venir.
Lismar negó con la cabeza, habían entrado en un terreno que le incomodaba,
cada día estaba más que convencida que Lester era un resentido, que se había
distanciado del gobierno porque no lo tomaban en cuenta. Se mordió la lengua, lo
mejor era cortar esta conversación antes de que el agua llegara al rio.
─Bueno, por lo menos votaras por mí, pienso postularme como candidata.
Lester guardo silencio por un minuto, no quería herir la susceptibilidad de su
amiga.
─ ¿Que dices? ─pregunto Lismar.
─Hasta ahora no le había confiado esto a nadie por temor a algún tipo de
represalia, pero la verdad es que no pienso votar por la constituyente, por nada del
mundo voy a avalar un fraude, además, te harán lo mismo que han hecho a
muchos, la cúpula escogerá sus candidatos y aplastaran a los demás aspirantes
con la maquinaria y el ventajismo del gobierno, por lo cual, como amigo te
recomiendo que no te metas en esa vaina, porque te van a pasar por encima.
Lismar quiso exponer sus alegatos, ella tenía un trabajo de años con la
militancia, con los de abajo, tendrían que apoyarla, porque era uno de ellos, y esa
constituyente estaba hecha para la participación del poder popular. Sin embargo,
en el fondo sabía que las palabras de Lester representaban una verdad tan
ineludible como la existencia del dios en el que creía. Su amigo tenía razón,
aunque doliera, si presentaba su candidatura tendría que enfrentarse contra toda
la estructura de su partido y del gobierno. Entonces, decidió no decir nada más.

La mañana del 25 de mayo parecía el amanecer de otro día apacible en la capital


del Estado Apure, los militantes revolucionarios se preparaban para asistir en
horas de la tarde al punto rojo, tipo de concentración que se hacía rutinariamente
para demostrar que los psuvistas eran la fuerza mayoritaria en la región, tras casi
dos meses de protestas no se había producido ningún tipo de sobresalto en el
estado llanero, los opositores se congregaban, cumplían con su actividad y se
retiraban sin problemas. Más allá de uno que otro intercambio verbal, hasta ahora
no se había producido ningún enfrentamiento entre grupos y las fuerzas de
seguridad gozaban de una envidiable tranquilidad.
Días atrás, el 19 de mayo, la Fiscal General volvía ser noticia, en esta
oportunidad mediante el envió de una carta a Elías Jaua, presidente de la
comisión presidencial constituyente, donde exponía su desacuerdo con dicha
convocatoria, ya que consideraba que la misma constituía un retroceso con
respecto a los avances alcanzados en la constitución de 1999, además, advirtió,
que la propuesta presentada por el presidente de la república, solo contribuiría a
acelerar la crisis en vez de disminuirla, en virtud de lo cual exhortaba a
reconsiderar dicho planteamiento como primer paso para la pacificación del país.
La dirigencia chavista estaba a punto de explotar, Luisa Ortega se convirtió en
blanco de ataques desmesurados por parte de los principales personeros del
gobierno, era una espada clavada en la espina dorsal del estado revolucionario.
Se rumoraba que el presidente Maduro ya había girado instrucciones al TSJ para
defenestrarla, su traición no pasaría por debajo de la mesa, la harían pagar por su
atrevimiento. La única interrogante era cuando.
Lismar recibió el llamado urgente de la dirección regional del partido, lo que
escucho la dejo absorta, sorprendida, grupos de la oposición habían tomado el
centro de la ciudad, y amenazaban con dirigirse hasta la propia gobernación del
estado para gritarle su descontento a Ramón Carrizales, un Coronel que fungía
como gobernador desde el año 2011, cuando fue llevado al Estado para sustituir a
Jesús Aguilarte, quien fue obligado a renunciar por el mismo presidente Chávez,
con el argumento de que no tenía control político y su gestión de gobierno era un
desastre. Carrizales fue confirmado en el cargo por voto popular en diciembre de
2012, desde ese momento emprendió una purga en todas las estructuras del
Psuv, echo del partido a todos los dirigentes que mantenían una posición crítica y
de independencia con respecto al ejecutivo regional, convirtió la organización en
su hato personal, cualquier decisión por más mínima que fuera era tomada
directamente por él, y se cumplía sin objeciones. A pesar de que se refugiaba en
un discurso pseudo revolucionario, solo era una apariencia, en esencia su práctica
política era de derecha, muy cercana a la visión fascista de los militares del cono
sur, en tiempos de las dictaduras que se prolongaron hasta finales de los años
ochenta. Representaba una especie de Pinochet, pero rojo rojito.
Los militantes chavistas colocaron un cordón humano alrededor de la
gobernación, alentados por los incesantes gritos transmitidos a través de un
micrófono que apareció de la nada, el grupo, al inicio en inferioridad numérica con
respecto a los manifestantes de oposición, fue creciendo rápidamente, hasta estar
en paridad de condiciones con sus adversarios. Los colectivos motorizados
hicieron acto de presencia, precedidos por el estruendoso ruido de sus caballos de
acero, tenían una orden clara, no dejar embochinchar el estado, Apure era
territorio rojo y así se mantendría. Un contingente de la guardia nacional llego justo
a tiempo, cuando ambos grupos estaban a punto de colisionar en un choque de
imprevisibles consecuencias, Lismar Izarra estaba en la vanguardia, agitaba una
bandera y gritaba improperios contra sus enemigos ubicados a una cuadra de
distancia. Al final, los oposicionistas decidieron replegarse hacia el bulevar de San
Fernando, en un punto conocido como la plaza de los choferes, el nutrido grupo
estaba compuesto en su mayoría por estudiantes de bachillerato que habían sido
incitados por alguien, corría el rumor de que dirigentes de la Mud, les habían
ofrecido dinero para sumarse a la protesta, lo cierto es que ya eran cientos, y el
ánimo estaba a punto de ebullición. Cuando iniciaron la retirada fueron atacados
por las fuerzas de seguridad, las bombas lacrimógenas se apoderaron de todo el
ambiente a lo largo de la calle comercio, el aire se tornó irrespirable, personas
inocentes quedaron expuestas al fuego cruzado de bombas y piedras, sin más
opciones que salir corriendo en cualquier dirección para escapar del infierno en
que se había convertido su tranquila ciudad.
Los manifestantes tomaron posesión de las adyacencias de la plaza de los
choferes, colocaron barricadas e incendiaron neumáticos, un humo negro cubría el
cielo, simulando en pequeña escala lo acontecido durante la retirada de las tropas
iraquíes de Kuwait en 1991, cuando decidieron prender fuego a los pozos
petroleros para dificultar el avance de las tropas estadounidenses. Los colectivos
motorizados arremetieron contra los opositores ante la mirada pasiva de las
fuerzas del orden público, al cabo de pocas horas la concentración se había
dispersado, ahora la tarea de los colectivos era darle una lección a todos aquellos
que osaron desafiar su autoridad, la calle era de ellos, uno a uno fueron
capturando a los jóvenes que huían despavoridos e intentaban refugiarse en
cualquier escondite para evitar la arremetida, los motorizados iban armados con
garrotes que batían contra sus víctimas sin ningún tipo de pudor, la imagen de
esas dantescas escenas fueron grabadas por personas anónimas desde lo alto de
los edificios del centro de la ciudad, la feroz agresión pronto recorrió todo el país y
el mundo, a través de las redes sociales. Apure marcaba su presencia en el mapa,
pero no precisamente de la mejor manera, como en el resto de Venezuela la
violencia también se apoderaba de sus calles, en una espiral frenética que
terminaba envolviéndolo todo, como una nube negra similar a la que emanaba de
los neumáticos incendiados, humo negro que estaba cubriendo el alma de una
nación dividida como nunca.

XVII

Los días pasaban deprisa, corría la segunda semana de junio, y Lismar Izarra se
debatía entre presentar o no sus recaudos como candidata a la asamblea nacional
constituyente. La primera etapa del proceso se había llevado a cabo entre los días
31 de mayo y 1 de junio; los resultados expuestos por los directivos nacionales del
PSUV daban cuenta de una participación importante, se calculaba que más de 50
mil militantes se habían postulado para participar en el proceso, el madurismo lo
consideraba un logro significativo, la explosión de la participación popular, la
prueba inequívoca que estaban ante un evento electoral del pueblo y para el
pueblo. Mientras, del lado de la oposición, la inscripción de los candidatos a la
constituyente era catalogado como la parte inicial de una farsa que amenazaba la
democracia venezolana, consideraban que tal cantidad de postulados solo
correspondía a un montaje, miles de pre candidatos promovidos por el partido de
gobierno para hacer bulto y engañar a sus propios simpatizantes.
Lismar empezaba a sentir en carne propia lo injusto de un proceso desigual,
muchos compañeros ni siquiera habían logrado recabar las firmas necesarias para
materializar su inscripción, y defraudados terminaron por apartarse
silenciosamente, pero con una daga clavada en el corazón, se sentían
traicionados una vez más. Los actos realizados por el partido para promocionar la
inscripción de los candidatos daban cuenta de un grosero ventajismo, en el caso
del estado Apure, el gobernador y los alcaldes de cada municipio organizaban los
eventos para posicionar a sus preferidos, de forma vulgar se aseguraban que
estos fueran los únicos en hablar en los mítines, incluso, al momento de entregar
recaudos se realizó una convocatoria con carácter de obligatoriedad para mostrar
el respaldo del pueblo hacia ellos, mientras, decenas de humildes militantes
debían asistir a la correspondiente oficina del CNE tan solos como la una. La
mayoría acabo por desistir, ante la abrumadora realidad. Lismar se encontraba
entre ellos, aunque había logrado recabar las firmas, consideraba que ratificar su
inscripción sería una estupidez que no beneficiaria su carrera política para nada,
porque como todo indicaba, solamente los candidatos de la línea oficial tenían
opciones reales de alzarse con la victoria. Arrojo sus documentos en una
polvorienta mesita que ocupaba el centro de la sala de su casa. Mejor archivar los
documentos pensó, lo que era igual a sepultar sus sueños, abandonar su ferviente
deseo de aportar desde ese importante espacio a cambiar el rumbo de su
revolución, que se encontraba en una encrucijada que amenazaba su existencia
misma.
Ahora que ya no sería candidata debía definir hacia donde iba a dirigir su apoyo,
sentía mucho resquemor hacia el dueño del partido en su estado, el gobernador
Ramón Carrizales, quien como ya acostumbraba, termino imponiendo sus
candidatos sin el más mínimo consenso, su decisión sencillamente correspondía a
sus intereses políticos particulares, el proceso constituyente le estaba resultando
una jugaba maestra, entre sus postulados territoriales para el municipio capital se
encontraban dos posibles aspirantes a la primera magistratura regional, es decir
que en una sola movida se deshizo de dos rivales para el cargo que ocupaba
desde hacía seis años. Al ser electos tendrían que concentrar su trabajo en la
ciudad de Caracas, además, se presentaba una situación adicional; los
constituyentes no tenían suplentes, a diferencia de los diputados de la Asamblea
Nacional, por lo cual se descartaba que estos pudieran ser llamados por el
presidente a desempeñar otras funciones, como si ocurría regularmente con los
asambleístas nacionales, que al ser requeridos abandonaban su curul y el
suplente asumía la responsabilidad.
Una vez culminado el proceso de inscripciones, se pudo notar una considerable
disminución en el número de aspirantes, del total de 52 mil postulados, solo 5500
lograron entregar recaudos, según esas cifras uno de cada diez serían elegidos
para integrar la asamblea nacional constituyente, lo que indicaba un margen de
probabilidad aceptable, el problema radicaba en que al igual que en su natal
estado Apure, a nivel nacional también se estaban manejando listados de los
favoritos del gobierno, tanto en la formula territorial como sectorial, por lo cual el
proceso de selección se convertiría solo en un mero trámite, ya los puestos
estaban asignados quizás desde antes de la convocatoria, lo cual para Lismar
constituía un fraude, otra imposición de las cúpulas de su partido, negando así la
tan vociferada participación popular. El 30 de julio pasaba a ser una fecha
simbólica, la pelea no sería entre candidatos, el reto ahora consistía en colocar
una votación elevada para apagar las críticas para una elección que no era
reconocida ni aceptada ni por la mayoría de los venezolanos ni por la comunidad
internacional.
La pre campaña arranco el 19 de junio, todos los presagios de Lismar
empezaban a cumplirse a cabalidad, los candidatos apadrinados por el
gobernador Carrizales contaron con todo el despliegue de la maquinaria oficial,
todos los programas sociales del gobierno nacional fueron colocados a su servicio,
los integrantes de los CLAP, los colectivos, los frentes sociales y los funcionarios
de las instituciones estaban obligados a respaldar dichas propuestas sin ningún
tipo de objeción. Los demás aspirantes se arrimaban como perrito regañado
tratando de recoger las migajas que dejaban caer sus aventajados adversarios, en
nombre de una falsa unidad no se atrevían a denunciar el ventajismo del que
estaban siendo víctimas, por temor a ser tildados de contrarrevolucionarios, esa
estratagema se había convertido en el modus operando de los jerarcas, en el
símbolo inequívoco de que la democracia del PSUV solo eran unas letras
olvidadas en su libro rojo, que prácticamente ya nadie recordaba, en la práctica se
terminó estableciendo un partido de cogollos, donde los militantes no tenían voz ni
participación en la toma de decisiones. Lismar no podía dejar de sentir lastima por
sus compañeros, la impotencia la invadía con más frecuencia que en otros
tiempos, pensaba que si su Chávez estuviera vivo esto no pasaría, dejaría que
todos se contaran con igualdad; tal vez ni siquiera hubiesen tenido que llegar a
esas instancias, su falta era una losa cada día más pesada, imposible de cargar,
por más que se esforzaran dirigentes genuinos como ella, el barco no terminaba
de coger rumbo fijo, se desplazaba tambaleante sobre mar picado, con un capitán
con brújula perdida, que los dirigía a un inminente naufragio, de no ser por un
milagro. El 30 de julio se antojaba cercano para la tarea que tenían por delante,
debían convencer a millones de que la constituyente era la solución a todos los
males del país, una solución mágica, la última carta del pueblo contra la derecha
fascista, el freno al intervencionismo y a la guerra económica, el inicio de la
Venezuela potencia. Esos argumentos a Lismar le parecían excesivamente
trillados, vagos, imposibles de creer después de tantos años prácticamente
gobernando solos. Pero, si no lograban estimular a la gente el resultado podía ser
una brutal abstención, tal cual se percibía en el ambiente, si eso pasaba podía ser
el principio del fin. Al menos que el presidente y su alto mando político y militar
tuvieran otra cosa en mente.
Su amigo Lester le había hecho una serie de predicciones que Lismar se
esforzaba por olvidar, sobre todo después de haber acertado la primera de ellas;
la imposición de candidatos de la cúpula por sobre los militantes con trayectoria
política y liderazgo pero sin padrinazgo. Las otras estaban por verse, la última y
más fatídica era la que más atormentaba a Lismar; la imagen del 30 de julio con
centros desolados, y con ínfima participación, se había vuelto la peor de sus
pesadillas. Tenía fe de que en lo que quedaba de campaña se pudiera revertir lo
que todo el mundo aseguraba. Que la elección constituyente seria un proceso
electoral con uno de los porcentajes de participación más bajos en la historia
política del país.

La fila de personas crecía a un ritmo incontrolable, los vecinos del sector conocido
coloquialmente como “chucha sola” tenían más de tres semanas sin recibir el
suministro de gas, el ambiente era de inquietud, lo ánimos estaban caldeados; a
diferencia de otros países, en Venezuela el servicio no llegaba a través de
gaseoductos; dependían de la entrega de unos cilindros de metal llamados
bombonas, que era realizado por una empresa estatal denominada Vengas. La
comunidad era una de las zonas más deprimidas de la ciudad. El urbanismo fue
construido en los años noventa, específicamente durante el segundo mandato del
presidente Rafael Caldera, un erudito que llego a ser candidato presidencial hasta
en seis ocasiones, además de ser el fundador del partido de tendencia
socialcristiana COPEI. Originalmente concebido como un proyecto urbanístico
innovador, término convirtiéndose en una muestra más de la ineficiencia de la
cuarta república en su etapa de agonía, la obra jamás fue concluida, y acabo
siendo invadida por cientos de familias sin hogar, que como pudieron trataron de
hacerlas aptas para vivir. Después de más de dos décadas la situación había
empeorado; el sector había recibido su apodo porque en la mayoría de los casos
las familias estaban constituidas por madres solteras con sus hijos, el servicio de
aguas servidas era un desastre, y las calles permanecían inundadas de aguas
putrefactas, calamidad que aumentaba con la llegada del invierno. La revolución
no había llegado a la urbanización “Los Centauros”, nombre oficial de este
monumento a la desidia, el malestar acumulado durante años estaba llegando a
un límite peligroso, la población perdía la fe en sus gobernantes, y estaba
dispuesta a hacérselo saber.
A pesar de tener un record poco halagüeño en lo que se refiere a eficiencia, el
gobierno regional había decidido asumir el control en la distribución del vital
servicio, en la ciudad de San Fernando de Apure, la tarea había sido asignada a la
alcaldesa Ofelia Padrón; una mujer rechoncha, casi sexagenaria y poco brillante,
que ocupaba el cargo desde el año 2013. La decisión había sido anunciada con
bombos y platillos, pero el optimismo del gobierno no era compartido por la
población, las redes sociales explotaron con el reclamo de que no era conveniente
cambiar la forma de distribución, que aunque con fallas, por lo menos llegaba. El
temor estaba fundamentado por el hecho de que, a cada programa que el
gobierno le ponía la mano este dejaba de funcionar, y tomando en cuenta la
importancia del servicio, el pueblo pensaba que no se podía improvisar, de fallar
como se presumía, miles de familias quedarían expuestas a una situación
riesgosa, requerían del gas para cocinar sus alimentos diarios, ya que la otra
opción que consistía en comprar un bulto de leña se escapada rápidamente de las
posibilidades reales de las personas, por su elevado costo y poco rendimiento. En
esa encrucijada como siempre el gobierno tomaría la decisión equivocada, y las
consecuencias empezaban a evidenciarse ante la desazón de la golpeada
población.
Aparte de los habitantes de los Centauros, cientos de personas de los barrios
cercanos se habían llegado al sitio con su bombonita a cuestas, la espera se
había prolongado por varias horas y ya la noche empezaba a caer, el lugar era
bien conocido por sus altos índices de inseguridad, la oscuridad nocturna podían
prestarse para que los delincuentes hicieran su agosto, el precio de cada cilindro
podía superar fácilmente los 100 mil bolívares, o más dependiendo el tamaño. Un
rumor se esparcía a gran velocidad, en la planta de llenado de la vecina población
de Biruaca ya no estaban despachando camiones; los primeros en enterarse
fueron los responsables del Clap, que ante la grave eventualidad tenían la
obligación de informar, sin embargo, nadie decía nada, los dirigentes se habían
marchado sigilosamente dejando a la gente sin saber que pasaba. Los más
exaltados empezaban a vociferar en voz alta; ─este maldito gobierno, ─dijo uno
con el rostro trasfigurado por la rabia, ─hay que protestar, ─grito otro, ─de lo
contrario continuaran burlándose de nosotros, ─agrego. Lo demás se veían las
caras, reinaba la impotencia y la frustración, algunos empezaron a recoger sus
bombonas con intención de retirarse, agotados, confundidos y furiosos, uno de los
exaltados los conmino a trancar la vía, varios jóvenes acataron el pedido de
inmediato, en cuestión de segundos bloquearon el paso con materiales de
chatarra que consiguieron en un promontorio de basura que se encontraba a
pocos metros, al rato también aparecieron unos cauchos, y uno de los muchachos
extrajo gasolina de su moto e intentaba prenderles fuego, los que momentos antes
pensaban marcharse ahora se unían a la fiesta, la multitud se apodero de la
carretera. Los cauchos ardían, pocos adivinaban lo peligroso de la situación,
muchas de las bombonas aun contaban con residuos de gas suficiente como para
hacerlos volar por los aires, y convertir la febril protesta en una tragedia, otra más,
para un país ya desangrado por la violencia política. La noche los cubrió, pero no
estaba oscuro, el fuego iluminaba la espontanea manifestación.
Lismar Izarra había llegado a casa relativamente temprano, después de una
caminata en apoyo a los candidatos constituyentes decidió ir directo a su
residencia, le dolían las articulaciones de las rodillas, ese problema la venia
acompañando desde hacía varios meses, no se había tomado el tiempo para ir al
médico, su intuición le decía que debían ser achaques de la vejez que se le
presentaban de forma prematura. Se quitó la ropa, y con cierta decepción se
contempló en el espejo; del cuerpo turgente que llego a tener en su juventud ya
solo quedaban tímidas secuelas, sus senos pequeños lucían flácidos, sus picos
apuntaban en dirección al suelo como por efecto de la gravedad, sus glúteos
otrora erguidos también padecían los mismos efectos. Con melancolía recordaba
la facilidad con que solía llamar la atención de los hombres, en su vida había
tenido muchos amantes, inclusive en los años en que mantuvo relaciones formales
no dejaba escapar la oportunidad de revolcarse con algún chico apuesto, le
encantaba el sexo, y no sufría de inhibiciones de ningún tipo. Pero esos tiempos
habían quedado atrás, ahora era una mujer mayor con un solo objetivo por
delante, contribuir con su modesto esfuerzo para defender el legado de Hugo
Chávez, aunque a veces dudaba se daba fuerzas para seguir adelante, como una
guerrera, como una fiel creyente en su sagrado socialismo del siglo XXI.
Se recostó en su cama, a punto de conciliar el sueño escucho el casi
imperceptible sonido de su iphone, lo dejo repicar, estaba decidida a hacer caso
omiso al inoportuno artefacto tecnológico. Se dio vuelta y cubrió sus oídos con una
sábana, el repiqueteo era insistente, había contado hasta cinco intentos de
llamada, posiblemente de trataba de algo urgente, o tal vez algún camarada que
quería comentarle un reciente acontecimiento político; la dinámica del país era
salvaje, desde la convocatoria constituyente cada día acontecía alguna noticia
impactante, pero lo que fuera tendría que esperar hasta mañana, su cansancio
requería una tregua, un armisticio hasta que su cuerpo recuperara energías para
seguir la batalla.
El teléfono sonó nuevamente, pero esta vez fue un solo timbrazo, un mensaje se
dijo Lismar fastidiada. Se incorporó de su cama con la pesadez de un mastodonte,
la rodilla le dolía más, arrugo la frente y se prometió que si se trataba de alguno de
sus hijos se llevaría una gran reprimenda, ellos sabían lo mucho que le
incomodaba que la llamaran en horas de la noche, sobre todo después de haber
llegado a casa, aunque ellos no tendrían como saber dónde se encontraba, por lo
menos debían hacer el esfuerzo por imaginárselo. Sin embargo, el mensaje
provenía del secretario ejecutivo, segundo a bordo de la gobernación, enarco una
ceja preparándose para lo que seguramente sería una asignación de trabajo, ni
pensar que la estaban llamando para darle un premio, o para entregarle algún
beneficio, ya se había acostumbrado a que cuando la llamaba un alto funcionario
en el 100% de los casos era para encargarle algo, una misión que ellos no querían
hacer, así era la práctica política de los gobernantes del PSUV, un moderno
sistema de explotación, donde los que estaban ubicados en los puestos
intermedios del escalafón se encargaban de cumplir el trabajo sucio. Leyó el
mensaje con poca curiosidad y mucho menos interés; en el mismo se especificaba
que se estaba produciendo una protesta en el sector los Centauros y que ella
había sido comisionada para calmar la situación, no se abundaba en detalles, pero
debía tratarse de algo lo suficientemente complicado como para enviar a un
dirigente del partido a solucionarlo en plena noche, ¿y donde carajos estaban los
voceros de la comunidad? Se preguntó iracunda, ¿Por qué tenía ella que ir a
solucionar sus problemas?, pensó en evadir la responsabilidad, pero no se sentía
capaz, mucho menos en ese momento, en plena campaña, cuando el destino de
la patria estaba en juego. Se vistió tan rápido como pudo, se recogió su lacio
cabello con una coleta, y salió al encuentro de lo que sin dudas sería una multitud
enardecida.

IV

Se tumbó en su cama entre agotado y furioso; tenía cuatro semanas en su nueva


dirección de Weston, Florida, después de vivir los anteriores tres años en casa de
un tío materno en Orlando. Claudio Salcedo, era ingeniero en sistemas graduado
en la Universidad Simón Bolívar de Caracas; como muchos venezolanos había
optado por salir huyendo de la catástrofe económica que atravesaba su país.
Recordaba en forma nítida las lágrimas de su madre en la terminal del aeropuerto
internacional de Maiquetía, al momento de su partida, no podía recordar nada
más, solo eso.
Esa imagen desgarradora lo acompañaba en cada pensamiento, en cada
extenuante jornada de trabajo. A pesar de las dificultades con que había
tropezado en su país adoptivo, estaba convencido que no podía regresar a
Venezuela, esa tierra hermosa y vibrante padecía un yugo infernal, al que nada le
importaba, con tal de aferrarse a un poder cada vez más efímero, pero sin
embargo, poder al fin, control sobre los destinos de millones de personas, que en
vez de ciudadanos, ahora se convertían en sus víctimas, rehenes, ovejas para el
matadero; su patria se caía a pedazos, sin comida, ni medicamentos, con salarios
ínfimos, que no alcanzaban para cubrir las necesidades prioritarias. Y como si esto
fuera poco, se erguían con descomunal poderío, la corrupción y la inseguridad. En
este panorama dantesco, Claudio, había dejado a su familia, una soleada mañana
de diciembre de 2013.
Claudio tenía veintiséis años, era alto y de complexión atlética, trabajaba como
interno en South.net, una startup que desarrollaba aplicaciones para móviles y que
empezaba a hacer un nombre en la pujante metrópoli mayamera. Los dueños, dos
chicos despabilados, menores que Claudio, no mostraban intenciones de vender
su novel compañía, y recientemente se habían dado el lujo de rechazar ofertas de
varios gigantes de la tecnología, incluyendo Facebook y Google. No se dejaban
tentar tan fácilmente. Claudio pensaba, que tal vez esperaban una mejor oferta,
sin embargo, para él, todo iba viento en popa, por fin estaba trabajando en su área
y el futuro se antojaba prometedor. A lo mejor, con algo de suerte podía terminar
formando parte de una gran empresa, o porque no, a mediano plazo, South.net
podría acabar convirtiéndose en una de ellas. Estaba en el país de las
oportunidades, cualquier sueño de éxito era posible.
De a poco se aclimataba al estilo de vida norteamericano, aunque trabajaba
regularmente más de doce horas al día, siempre quedaba espacio para compartir
su tiempo libre, entre sus nuevos amigos y su novia, una joven modelo que se
ganaba la vida posando lencería en su página de Instagram. Representaba su
versión propia del sueño americano; pero al igual que la inmensa colonia de
compatriotas radicados en el sur de la Florida, las noticias de Venezuela formaban
parte de su día a día. La situación empeorada en forma drástica, el régimen de
Maduro negaba a sus adversarios la posibilidad de elecciones libres; el año
anterior, los esfuerzos por activar un referéndum revocatorio habían chocado
contra un Consejo Nacional Electoral totalmente sumiso a la voluntad del
gobierno, que fue colocando obstáculos, uno tras otro, hasta que, en
conchupancia con el Tribunal Supremo de Justicia, también chavista, terminaron
por secuestrar ese legítimo derecho consagrado en la Constitución nacional.
Luego, las elecciones regionales que debían realizarse en diciembre, también
fueron suspendidas, con la ridícula excusa de que no se contaba con presupuesto
para celebrar dichos comicios. La burla a la ciudadanía no tenían parangón
alguno, la voluntad popular solo era un objeto moldeable a los caprichos del
inquilino del palacio presidencial de Miraflores.
Claudio se incorporó en su cama y se instaló frente a su PC, dio un breve repaso
a las redes sociales, para confirmar lo que ya le habían informado más temprano
familiares y amigos desde Venezuela. Era primero de mayo, en su país natal se
celebraba el día del trabajador. La oposición cumplía un mes de protestas, en
contra de lo que consideraban un golpe de estado continuado, exigían elecciones
libres y transparentes como salida a la crisis; no estaban dispuestos a sentarse en
una mesa de negociación, a finales de 2016 habían sido burlados por Nicolás
Maduro, con complicidad de los mediadores internacionales, donde se contaba al
ex presidente del gobierno español Rodríguez Zapatero. La única salida posible,
era la resistencia pacífica en la calle, hasta que el régimen se fuera.
Ese día la situación de por si complicada, cambio para peor. En el acto de las
fuerzas que apoyaban al gobierno, el presidente Maduro había anunciado la
convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, con el ingrediente adicional,
que esta tendría un carácter comunal, popular, revolucionario. Maduro informo que
en los próximos días entregaría al CNE las bases comiciales, pero asomo,
palabras más, palabras menos, como estaría constituido este cuerpo legislativo;
menciono que el mismo estaría conformado por unos 500 constituyentistas: una
porción elegida de manera sectorial y la otra de forma territorial, lo cual era
claramente violatorio del ordenamiento legal y electoral vigente, ya que una
elección por sectores rompía con el principio de universalidad del voto. Y peor
aún, para convocar esta Asamblea Constituyente, no era necesario consultar si el
pueblo estaba de acuerdo o no, y más grave todavía, una vez elaborado el nuevo
texto constitucional, no necesitaría ser refrendado por el pueblo. Claudio no podía
contener su ira, sentía que odiaba con todas las fuerzas de su alma a Nicolás
Maduro y a su régimen, semejante desfachatez solo podía ser llevada a cabo por
alguien que no tenía el más mínimo respeto por la institucionalidad democrática.
Sin duda se trataba del asalto definitivo a la ya endeble democracia venezolana, la
última y certera puñalada.
Intento disipar su frustración, observando las reacciones que había provocado el
anuncio; lo que observo, le devolvió un poco la calma, el pueblo oprimido
manifestó su férrea voluntad de continuar la lucha. La respuesta había sido
contundente, demoledora, millones dispuestos a seguir en las calles hasta
recuperar el país arrebatado por una mafia indolente y criminal. Los dirigentes de
la oposición aglutinados en la MUD, mostraban la coherencia y determinación que
les había fallado en otras situaciones. Como una maquinaria perfecta, todos
manejaban el mismo discurso, sonoro e irreverente: el fraude constituyente
madurista ¡no va!
Uno de los amigos que Claudio había hecho recientemente en Miami, era un
activista que residía a pocas cuadras de su casa, que constantemente lo invitaba a
participar de sus reuniones. En el área metropolitana de Miami, se habían
conformado diversos grupos de apoyo a la democracia en Venezuela; Claudio
había ignorado las convocatorias, particularmente por motivos de trabajo, pero en
este momento pensó que era hora de hacer una aportación por el país donde aún
vivían sus familiares. Cogió su móvil y se dispuso a llamar a Pedro Ortiz, cabecilla
de la agrupación “libertad y justicia para Venezuela”.

El teléfono repico un par de veces, antes de escuchar la agitada voz de Pedro


Ortiz. Claudio se imaginó que al igual que él también debería estar indignado,
furioso, el anuncio de la convocatoria por parte del presidente de Venezuela, a una
Asamblea Nacional Constituyente, no era esperado por nadie, aunque un día
antes, el presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, había comentado algo
al respecto, al parecer, pocos le prestaron atención. Se trataba de algo que iba
contra cualquier lógica política, a quien se le ocurrir pasarse la democracia de un
país entero por el culo. Definitivamente Maduro era un caso clínico, psiquiátrico,
tenía que estar loco de atar para plantearse semejante aberración.
─Te lo dije, esta dictadura no se va a detener hasta colocar a todo el país bajo su
control absoluto como en Cuba, son fieles discípulos de los Castro ─bramo Pedro
en una ráfaga incontenible.
─Tenías razón, pensé que exagerabas un poco, pero fíjate, lo de hoy ya se pasó
de la raya ─respondió Claudio, con un tono entre disculpa y vergüenza.
Pedro continúo con su andanada.
─Es hora de tomarnos las cosas en serio, de lo contrario cuando nos demos
cuenta, de la Venezuela en que nacimos no quedaran ni las cenizas. Ya no hay
tiempo para hablar, con estos tiranos lo único que funciona es la presión.
Llevamos un mes de protestas pacíficas, y lo que hemos obtenido hasta ahora, es
la muerte de decenas de nuestros jóvenes. Tenemos que darle donde les duela.
─Pero que podemos hacer estando aquí en Miami, que no sea enviar apoyo para
los que están allá resistiendo. ─señalo Claudio.
Pedro guardo silencio unos segundos. Claudio podía escuchar su respiración
acelerada, como si acabara de correr la maratón de Nueva York.
─Tengo una idea ─dijo pedro finalmente ─ ¿pero no puedo decírtelo por teléfono,
puedes llegarte hasta mi casa?
─Seguro, en minutos estoy allá.
Apenas alcanzo a terminar la frase. La llamada se cortó. Estaba intrigado, pero
se alegró de que alguien tuviese un plan, de que la convocatoria a la Asamblea
Constituyente hecha por el presidente no los hubiese congelado, de que en vez de
palidecer, el funesto anuncio los había despertado. Salió de su casa, la noche era
clara y con poco viento, recordó que debía salir con su novia, pero eso tendría que
esperar, después de reunirse con Pedro la llamaría y asunto arreglado. Por el
momento tenía la urgencia de saber cómo podía contribuir a salvar a su amada
Venezuela.

La casa de Pedro Ortiz era un hervidero, una multitud de vecinos se agrupaba en


los alrededores de la hermosa residencia ubicada en las inmediaciones de Weston
Road. Algunos llevaban consigo banderas de Venezuela, la ciudad satélite de
Miami había sido bautizada como Westonzuela, por la gran cantidad de personas
procedentes de la misma tierra de Hugo Chávez que habitaban allí. Pedro,
trabajaba en el negocio de bienes raíces, le iba muy bien, y cada vez, empezaba a
delegar la mayor parte del trabajo a sus empleados, muchos de ellos venezolanos
con alto perfil profesional, por lo cual empezaba a disponer de un tiempo libre
valioso, para concentrarse en su nueva faceta como activista por la libertad de
Venezuela.
Claudio hizo un recorrido visual para ubicar a Pedro. Al cabo de unos segundos
pudo divisarlo, se encontraba parado frente al portón del amplio garaje, lo
identifico fácilmente por su protuberante abdomen y una barba incipiente que le
daba un aspecto un tanto desaliñado. Mantenía una reunión con un grupo de unas
seis o siete personas, todas del sexo masculino. Al notar su presencia, Pedro
realizo una señal para que Claudio se les uniera. Un hombre mayor con gafas al
estilo John Lennon exponía una especie de plan, el resto se mantenían en
silencio, de vez en cuando Pedro agregaba algún comentario, y se volvía a
concentrar en las palabras del interlocutor. El hombre de unos sesenta y tantos
años se llamaba Serafín y hablaba con tal vehemencia que obligaba los demás a
prestarle atención.
─Yo conozco donde viven varios de ellos ─sentencio Serafín, ante la mirada
aprobatoria del resto de sus compañeros.
Claudio se acercó lo más que pudo, para participar de la pequeña conferencia y
entender de qué se trataba el plan. Quiso preguntar, pero se abstuvo, mejor
esperar, para no parecer imprudente, porque aparte de Pedro, no conocía a
ninguno de los participantes del conclave improvisado.
Pedro toma la iniciativa de presentarlo, para eliminar la primera barrera, así ya no
sería un desconocido para el grupo.
─Él es Claudio, el joven del que les hable. Al parecer está dispuesto a
incorporarse de lleno a la lucha.
Instintivamente todos lo miraron escrutándolo. En la ciudad había mucho
chavista enchufado con ganas de colarse entre los grupos adversos al gobierno, y
así obtener información valiosa, que podía servir para prevenir a sus pares acerca
de los siguientes pasos de la disidencia floridiana.
─Tranquilos, es de mi plena confianza ─aseguro Pedro.
El ambiente se disipó y todos volvieron a prestar atención a las palabras de
Serafín.
─Tengo un vecino que es un vicealmirante o algo así, que fue muy cercano al
dictador eterno ─Serafín coloco especial énfasis en esa frase, que Claudio adivino
era en alusión al difunto presidente Chávez. ─trabajo como coordinador del plan
Bolívar 2000 en el oriente del país, y después se desempeñó como presidente de
una empresa del estado, entre otros cargos, un auténtico enchufado, que ahora
viene a darse la gran vida en el imperio, con el dinero de todos nosotros.
─Y así como el hay muchos otros, que son vecinos de Weston o viven en Miami,
eso no lo podemos permitir. ─agrego Pedro Ortiz.
Claudio empezó a tener una remota idea acerca del objetivo de la reunión, por lo
visto estos sujetos eran los cabecillas del grupo y se estaban poniendo de acuerdo
para bajar directrices al resto de los presentes. Sin embargo, aún no tenía claro
que medidas tomarían contra esos enchufados residentes en los Estados Unidos.
─Estoy de acuerdo a lo planteado por Serafín, ─dijo Pedro ─ debemos
encargarnos de hacerles la vida imposible a estos cómplices de la dictadura
─Pedro realizo una breve pausa ─averigüemos la dirección de cada uno de ellos,
luego, debemos seguirlos y echarlos de donde estén: restaurantes, centros
comerciales, escuelas; inclusive de sus casas, no tendrán paz en este país.
Claudio escuchaba absorto, cuando Pedro le hablo acerca de tener un plan,
jamás se imaginó que se tratara de algo así, le parecía alguna extraña forma de
hostigamiento, de fascismo, de terrorismo. Pero por otra parte, la situación no le
parecía del todo injusta, esta gente había contribuido a la destrucción de
Venezuela, en cierta forma eran tan culpables como los detestables líderes
políticos del PSUV, con la única diferencia que sus acciones se habían hecho bajo
la sombra, subrepticiamente. Merecían castigo, alguien tenía que hacerlo, pensó
Claudio.
El pequeño conclave refrendo el plan, ahora tocaba anunciarlo al resto del
grupo. Mientras se daban las deliberaciones la cantidad de congregados había
aumentado hasta superar las cien personas. Pedro agito los brazos para que la
gente se acercara. En segundos estaban rodeados por decenas de exiliados
impacientes y furiosos. La diáspora venezolana se caracterizaba por su
diversidad, pero había algo que los unificaba: su repudio absoluto, decisivo, pleno,
contundente, en contra del régimen madurista.
Pedro Ortiz se expresaba con fluidez, su pragmático discurso de empresario se
enfocó directamente en la estrategia que debían seguir en lo sucesivo. El anuncio
fue recibido con gritos de felicidad y vítores, sin duda, esta gente estaba
esperando una propuesta radical. Se estableció como primera misión la
identificación de todos y cada uno de los enchufados que habitaban en toda el
área de Miami, y no exclusivamente en Weston. Su acción tendría un alcance más
amplio. La información debía ser entregada a la brevedad posible, la situación de
Venezuela se salía de las manos y no había tiempo que perder. En los próximos
días se encargarían de la escoria chavista, lamentarían haber pisado la tierra del
tío Sam.
Claudio no sabía si sería capaz de realizar su parte, pero lo intentaría, aunque le
parecía extremo. Reviso su móvil, tenía un sinfín de llamadas de su novia, ya era
casi media noche, Ángela tendría que esperar por explicaciones. Estaba cansado,
la madrugada iba a ser larga. Una adrelina especial recorría su cuerpo. Venezuela
seria libre, y por fin, él también colocaría su grano de arena para alcanzar ese
objetivo.
XI

─Están cometiendo un grave error, esa gente no son lo que ustedes afirman
─advirtió Claudio al grupo que se preparaba para ir a increpar a la ex jueza Dayva
Soto y a su esposo en su residencia de Weston, Florida.
La pareja de ex funcionarios del gobierno venezolano tenían tres años radicados
en la ciudad, como ciudadanos comunes y corrientes alejados del ojo público.
Eran vecinos de Serafín, el más veterano y vehemente integrante del grupo
“libertad y justicia para Venezuela”, quien se había enfrascado en la idea de que la
ex jueza había sido la encargada de encarcelar a Leopoldo López y a Henrique
Capriles Radonski, o por lo menos a alguno de los dos. A Claudio le resultaba
increíble que en plena era de la información a Serafín no se le ocurriera confirmar
sus datos, y actuara de forma tan irracional, a la ligera, y lo peor era que Pedro
Ruiz, el cabecilla de la organización y el resto lo acompañaran en semejante
irresponsabilidad.
Cuando decidieron que Dayva Soto y su pareja el Capitán Rafael Ricardo
Jiménez, iban a ser el primer blanco en su nueva misión de hacer la vida de
cuadritos a los enchufados que vivían en el área sur de la Florida, Claudio Salcedo
se puso indagar por Internet toda la información posible con respecto a ambos
personajes, en efecto, logro averiguar que la Sra. Soto había sido jueza en
Venezuela entre 1998 y 2007, año en que renuncio a su cargo para emprender
otras actividades, mientras, su esposo había sido vice ministro de seguridad
territorial, pero eso ya hacia bastante tiempo, todo parecía indicar que habían
cortado cualquier tipo de vínculo con el gobierno de Nicolás Maduro. Claudio le
confió su investigación a Pedro Ortiz, quien a su vez le hizo mención a Serafín;
para su sorpresa, ambos hicieron caso omiso de la misma y esa noche se
apertrecharon para realizar una incómoda visita nocturna a Dayva Soto y al
Capitán Jiménez. Claudio intento hacerlos entrar en razón, pero su esfuerzo se
perdió en la nada. Empezaba a vislumbrar que sus compañeros eran un grupo de
fanáticos enceguecidos por el odio, que no se iban a detener hasta cumplir su
cometido. Entonces, decidió acompañarlos para tratar de controlar a sus
exacerbados correligionarios. Lo que en lenguaje militar se suele denominar
control de daños.
El escrache contra funcionarios del régimen y sus familiares empezaba a tomar
dimensiones desconocidas hasta ahora, los activistas de Miami no eran los únicos
que andaban en esa onda, en lugares tan lejanos como Australia un grupo de
mujeres se las habían ingeniado para dar con el paradero de Lucia Rodríguez, la
hija del alcalde de Caracas, Jorge Rodríguez y sobrina de la canciller Delcy
Rodríguez; la joven estudiante se enfrentó al reclamo encolerizado de sus
paisanas, quienes le gritaban cosas como: “por culpa de tu papá hay gente
muriéndose” o “llama a tu tía y pregúntale donde esta Leopoldo”, la adolescente se
limitó a ignorar y sonreír ante los airados reclamos. El defensor del pueblo de
Venezuela, Tareck William Saab, fue interrumpido mientras daba una conferencia
sobre derechos humanos en el Líbano, una mujer le grito “violencia, mi pueblo se
muere, donde están los derechos de los venezolanos, nos están matando”. En
Suiza, fue atacado verbalmente el embajador de Venezuela en ese país, una
señora le increpo en pleno supermercado acusándolo de ladrón y corrupto. El
embajador en España, Mario Isea, fue perseguido e insultado a su salida de un
restaurant en Aranjuez, dos días antes la sede de la embajada había sido
asediada por decenas de manifestantes en protesta contra una conferencia que se
celebraba en esa sede diplomática. También, en ese país la ex ministra MariPili
Hernández, fue abucheada saliendo de otro restaurant en Barcelona, lo irónico es
que la antigua funcionario se encontraba en la ciudad condal para una reunión del
grupo “Instituto para las Transiciones Integrales”, una organización independiente
y sin fines de lucro que busca presentar propuestas para la solución del conflicto
venezolano. El reconocido artista Florentino Primera fue interpelado ásperamente
por venezolanos radicados en Miami, donde también vive el cantante, le exigieron
respuestas ante la situación de Venezuela, a lo cual el hijo del conocido cantor
revolucionario Ali Primera se vio obligado a contestar que no estaba de acuerdo
con lo que estaba haciendo el gobierno, tal vez motivado por las circunstancias a
las que se enfrentaba. Otro grupo de venezolanos residentes en Estados Unidos,
habían manifestado frente a la casa del almirante (r) Carlos Aniasi Turchio en la
ciudad de Orlando, el antiguo comandante de la Armada Bolivariana fue acusado
por la muchedumbre de poseer diversas propiedades en el país. Días más tarde el
ex ministro de la banca pública, Eugenio Vásquez Orellana, fue expulsado de una
panadería en Doral, donde para mala suerte de él fue reconocido y sometido a
una gritería que lo obligo a abandonar el lugar de inmediato. La siguiente en la
lista era la ex jueza Dayva Soto, la histeria estaba desatada y Claudio no sabía
adonde podía parar semejante locura.
La comitiva partió en dirección a la urbanización privada donde vivía la pareja de
ex funcionarios, el grupo iba compuesto por unas quince personas, en su mayoría
mujeres, con astucia sortearon la hermética seguridad del complejo residencial, se
acercaron a la casa que habían identificado con anterioridad y se posicionaron
amenazantes frente a ella. De inmediato empezaron a proferir insultos contra sus
víctimas, al cabo de unos minutos Dayva Soto y Rafael Jiménez emergieron de la
residencia con cara entre preocupación y miedo, indudablemente ya había
escuchado de este tipo de hostigamiento que estaba empleando la oposición fuera
de las fronteras de Venezuela. Las mujeres se lanzaron al ataque contra la
confundida pareja, el plan urdido por Serafín se estaba ejecutando a la perfección,
una sarta de acusaciones caía como lluvia torrencial, Dayva se defendía como
podía, mientras su marido daba vueltas en círculo visiblemente nervioso, apenas
hablo a lo largo de la salvaje arremetida.
La ex jueza trataba de explicar que ella no era la persona que estaban
buscando, o por lo menos que no era responsable de las acusaciones que recibía,
pero las mujeres no escuchaban razones; en un punto determinado de la
discusión la conminaron a que se callara la boca, el lenguaje corporal era
agresivo, Dayva mantuvo la calma tanto como le fue posible, las agresoras le
señalaban un documento donde según ellas se especificaba los bienes que
habían adquirido en la zona; si esta casa la compre hace diez años, aclaro Dayva,
con el dinero de los venezolanos le respondieron con fiereza, y Dayva riposto que
había sido con su trabajo, y las mujeres le contestaron que era una cínica y que no
los iban a engañar con esa cara de huevones que tenían los dos, ambas partes se
acusaron de estar cometiendo delitos. Al final le lanzaron un ultimátum, debía salir
de Weston, de lo contrario se las vería negras. La tensión se extendió por varios
minutos, Claudio no hizo ningún ademan de intervenir, no quería que lo acusaran
de complicidad y que las baterías se enfilaran en dirección a él. Cuando se
retiraron del lugar, el grupo de asalto estaba exultante de satisfacción, habían
tenido un bautismo exitoso, en adelante no se detendrían por nada, cual tiburón
blanco, habían probado la sangre, y les supo a gloria.
Varios días después el grupo “venezolanos perseguidos en el exterior” (vepex)
emitió un comunicado a través de Facebook Live para desmentir las acusaciones
que se habían vertido contra la ex jueza y reprochaban el bochornoso ataque de
que había sido víctima. Explicaron en forma detallada que Dayva Soto había sido
quien excarcelo a Henrique Capriles, al contrario de lo que se le acusaba, sin
embargo, dentro del grupo “libertad y justicia para Venezuela” no se produjo un
solo gesto de arrepentimiento, nadie menciono la posibilidad de una disculpa,
estaba hecho y ya, había señalado Pedro Ruiz, y todos estuvieron de acuerdo, de
todas maneras esos chavistas de mierda no tenían como justificar los bienes
adquiridos, insistía Serafín, por ahora los dejarían a un lado para encargarse de
otros casos, pero no se olvidarían de ellos tan fácilmente.

Claudio Salcedo aún estaba por probar su valía para el grupo comandado por
Pedro Ruiz, el joven sentía que se había metido en un barullo del cual ansiaba
salir en cuanto fuera posible, el hecho de amedrentar a otros paisanos no se le
daba con naturalidad, y ya algunos de sus compañeros empezaban a percibirlo
como blandengue o poco comprometido con la causa. Claudio entendía que
estaba en una terrible encrucijada, entre sus principios y el cumplimiento de un
deber odioso pero necesario, lo que estaban haciendo representaba una medida
para meterle presión al régimen, para que el miedo llegara hasta sus huesos, la
cúpula madurista criticaba públicamente al imperio, pero adoraban disfrutar de los
placeres de la economía y estilo de vida del primer mundo. Claudio no tenía otra
alternativa, necesitaba entregar algún resultado, si se retiraba de la organización
jamás se podría quitar esa macula, no quería que la comunidad venezolana en
Florida, que en casi su totalidad odiaba al gobierno de Nicolás Maduro, pudiera
tener animadversión hacia él, tomando en cuenta que en sus planes estaba
establecerse en Estados Unidos de forma permanente. No deseaba pasar a ser
otro vecino indeseable.
Fijo su interés en un vecino que mostraba ciertos hábitos que no se
correspondían con la forma de vida de los venezolanos residentes en el sur de
Florida, regularmente trabajadores, artistas o emprendedores. Este sujeto tenía un
estilo de vida bohemio y era un derrochador compulsivo. Claudio no había podido
identificar a que se dedicaba específicamente, estaba seguro de que no era una
personalidad reconocida del medio artístico, hurgo en el Internet y consulto con
varios amigos cibernautas y no encontró rastros de que se tratara de un influencer
de las redes sociales, busco en el registro público y aparte de varias casas en la
zona no tenía bajo su propiedad ninguna empresa ni tampoco era socio de algún
consorcio de bienes raíces, entonces, ¿a qué se dedicaba Cesar Moncada?
¿Quién era este personaje que se daba el lujo de gastar miles de dólares en trago
y mujeres sin tener un ingreso certificado? ¿Acaso era algún miembro de la
realeza?, esa última opción lucia totalmente descabellada, en Venezuela no
existían los títulos nobiliarios, tocaba averiguar más a fondo. Claudio tendría que
acercarse a su objetivo para conocer el origen de su fortuna, esperaba que no se
tratara de un narcotraficante, tenía la corazonada de que no era así, todo indicaba
que se encontraba compartiendo vecindad con un legítimo enchufado, uno de los
buenos, ya que aparentemente no había dejado rastros. Pero tal perfección no
existía, recordó Claudio, el dinero siempre seguía una ruta, solo debía dar con la
pista adecuada.
La casa de Cesar Moncada era la más lujosa del vecindario y por mucho; poseía
una fastuosa piscina donde constantemente se celebraban fiestas que podían
prolongarse por varios días, una cancha de tenis que jamás utilizaba, y un amplio
garaje en el que se encontraban estacionados tres vehículos último modelo; a
Claudio le parecía sorprendente la opulencia de sus coches, como estudioso de la
tecnología siempre se mantenía al pendiente de lo que hacían los grandes genios
y líderes de este sector, como por ejemplo Mark Zuckerberg, el chico que había
creado Facebook, empresa que ahora tenía un valor superior a 450 mil millones
de dólares, y por irónico que parezca, su extrafalario vecino exhibía mejores
carros que el multimillonario Zuck. Regularmente eso ocurre cuando el dinero ha
llegado de la nada, cuando para adquirirlo no te ha costado mayor esfuerzo,
pensaba Claudio, y Cesar Marcano aparentaba ser ese tipo de individuo, un nuevo
rico hecho de la noche a la mañana, sin ningún tipo de clase, y que no tenía
reparo alguno para derrochar su dinero caído del cielo.
En Venezuela, durante el gobierno de Hugo Chávez se produjo un boom
petrolero de extraordinarias proporciones, el oro negro llego a cotizarse durante
varios años por encima de cien dólares, se calcula que entre 1999 y 2014
ingresaron al país por este concepto alrededor de 960 mil millones en moneda
americana, sin embargo, esta bonanza no contribuyo en nada a sacar al país del
atraso, si bien es cierto que se mantuvo la estabilidad económica y de alguna
manera la gente no padecía las necesidades de la actualidad, también se podría
decir que dicha estabilidad era ficticia, solo un espejismo sustentado por los
petrodólares; se aplicaron durante estos años políticas económicas erradas que
llevaron al colapso total del aparato productivo, grandes mafias se formaron en
torno al negocio de la importación, como vampiros, los denominados
boliburgueses o enchufados, clavaron sus afilados colmillos en el delicado cuello
del tesoro nacional, siempre amparados en el nefasto control de cambio. Producir
en el país no era lucrativo, la economía de puertos campaba como la gallina de los
huevos de oro, una nueva versión de rey midas tomo firma humana, los altos
jerarcas del gobierno y sus allegados disfrutaban gozosos del festín de Baltazar,
mientras la mayoría del pueblo se desvivía por construir un proceso revolucionario.
Claudio conocía muchas historias de chavistas que se habían vuelto millonarios
a través de turbios negocios con el gobierno, incluso algunos ostentaban su
riqueza allí mismo en los Estados Unidos; compraban lujosas casas, adquirían
negocios, eran socios de empresas, e incluso se daban el lujo de gastar en cosas
banales que la mayoría de los venezolanos jamás podrían soñar en adquirir, ni
siquiera con los ahorros de toda su vida. Era una lástima que revistas financieras
como Forbes o Bloomberg no se encargaran de hacer un estudio minucioso a las
fortunas mal habidas, donde sin duda los nombres de: Alejandro Andrade, ex
tesorero nacional; Miguel Mawad, relacionado con Andrade y vinculado a múltiples
guisos con el Bandes; Eligio Cedeño, quien al final le toco salir huyendo del mismo
gobierno que lo hizo rico, o Wilmer Ruperti, que durante el paro petrolero del año
2002 brindo su apoyo al gobierno con su empresa de transporte, para
posteriormente ser premiado con contratos millonarios. Todos estos personajes
acumulaban fortunas de cientos de millones de dólares, y algunos de ellos
acumulaban varios miles de millones; y ellos solo eran los que por algún motivo
salieron a la palestra pública, pero Claudio estaba seguro que subrepticiamente
había muchos más, millonarios anónimos, sigilosos, timadores que se escapaban
del radar, individuos que seguramente nadie en Venezuela conocía, ni habían
escuchado nombrar jamás. En ese grupo Claudio sospechaba que se encontraba
Cesar Moncada.
El viernes 19 de mayo, el mismo día que se hizo pública la carta remitida por la
Fiscal General, Luisa Ortega Díaz al ministro de educación y presidente de la
comisión presidencial constituyente, Elías Jaua, Claudio decidió poner en marcha
un atrevido plan que ya llevaba varios días pensando. Disponía de la información
del club nocturno donde Cesar Marcano era asiduo visitante. Había pedido apoyo
a su novia Ángela, quien inicialmente mostro reticencia en participar en lo que
consideraba una de película de espionaje con un muy mal guion, pero al final
Claudio termino por convencerla. Para ello, Ángela invitaría a algunas de sus
amigas que estaban tan rebuenas como ella, las bellas chicas serian la carnada
ideal para poder acercarse a su objetivo, esperaba que pudieran acoplarse a la
estrategia y no se fueran a ir de bocazas y terminaran por arruinarlo todo. Esa
tarde Claudio se reunió con las chicas para explicarles detalladamente en qué
consistiría su participación en la trama, por suerte las mujeres se mostraron
entusiasmadas, les gustaba divertirse, y la noche prometía mucho de eso.
Las amigas de Ángela se presentaron puntualmente, justo a las siete de la
noche, venían preparadas con lo mejor de su guardarropa; Stella, Lucia y Camila
eran una caricia para la vista. Al igual que Ángela, iniciaban su camino en el
modelaje, y tenían los atributos más que necesarios para triunfar en ese
competitivo mundo; Stella provenía de Argentina, era alta y delgada, su rizado
cabello con mechitas amarillas y violetas le daban un toque de princesa gótica que
inspiraba los más libidos pensamientos; Lucia, las más morena del trio, tenía un
cuerpo tan voluptuoso que forzadamente podía ser contenido dentro del ajustado
vestido negro que llevaba puesto, mientras que Camila, era tan rubia como el sol,
y dueña de un par de piernas capaces de provocar múltiples colisiones a su paso.
Lucia y Camila eran descendientes de venezolanos, Ángela también, una nueva
generación de bellezas que se apoderaba de Miami, moldeadas por el bisturí y el
gimnasio. Claudio suspiro complacido, con este equipo tenía muchas posibilidades
de éxito, material de primera, que difícilmente podría ser ignorado por ningún
hombre.
─ ¿Cómo están chicas, listas para la diversión? ─pregunto Claudio.
─Listas ─respondieron casi al unísono, con una coquetería que las hizo ver más
sensuales de lo que ya estaban.
─Es hora de partir entonces, actúen con naturalidad ─dijo Claudio, aunque de
inmediato se arrepintió de ese comentario, estas chicas sabían más de fiestas que
María Antonieta, la reina consorte de Luis XVI, famosa por su vida llena de
escándalos y excesos que al final terminaron por llevarla a la guillotina, en pleno
auge de la revolución francesa.
Las tres bellezas compartieron miradas de complicidad.
Según los datos que Claudio había recabado, Cesar Moncada acostumbraba a
frecuentar los días viernes un conocido local nocturno ubicado en Brickell; Barú
Latin Bar, representaba un sitio de moda para la floreciente comunidad latina de la
ciudad del sol, un espacio ideal para la diversión, donde se podía encontrar la
mezcla perfecta entre la calidez y el refinamiento, sus paredes bañadas con
graffitis, pinturas y fotos de los iconos más resaltantes de la cultura pop
estadounidense y latinoamericana, hacían de este lugar una especie de
encrucijada para el encuentro entre dos mundos.
Cesar Moncada contaba con una generosa chequera con la cual se había
ganado muchos amigos en Barú Latin Bar, siempre disponía de atención especial,
y él no escatimaba esfuerzos porque los demás se sintieran a gusto, así como
tampoco tenía problemas en que todos supieran que era un hombre rico, sobre
todo las mujeres, utilizaba su dinero como carta de presentación, sabía que era la
llave perfecta para abrir puertas; el dinero te daba poder, esa era un máxima que
no fallaba ni en Venezuela ni en los Estados Unidos, en múltiples ocasiones,
Cesar Moncada fue capaz de llevarse del club a chicas que no tenían nada que
envidiarle a una reina de belleza, los mejores culos de la ciudad se rendían a sus
pies con tal de poder disfrutar aunque fuera por pocos tiempo de la generosidad
de Cesar, quien acostumbraba a premiar a sus amigas eventuales con fastuosos
regalos, como reconocimiento a su gentileza. Era la vida que siempre había
soñado, su pasado de privaciones quedaba atrás para siempre, ahora era el
dueño de la noche, el dueño de Miami, el dueño del mundo.
Claudio y compañía arribaron a Barú Latin Bar poco antes de las ocho de la
noche, discretamente realizo un estudio visual del club, la iluminación era perfecta,
lo que le facilito la observación, luego de pocos segundos pudo divisar a Cesar
Moncada que ocupaba una mesa estratégicamente ubicada, desde la cual podía
tener una panorámica perfecta de todo lo que ocurría a su alrededor, en ese
momento el encargado del local se le acercaba para saludarlo, Claudio se imaginó
que así pasaba siempre con los clientes especiales, como todo negocio aquí
tampoco dejaban nada al azar, debían asegurarse que se sintiera lo más cómodo
posible para que su estancia fuera duradera y pudiera gastar una mayor cantidad
de dinero, gajes del oficio se podía decir.
Después de analizar la situación, Claudio pudo determinar que tenía dos puntos
a su favor: en primer lugar; al parecer Cesar acababa de llegar y se encontraba
solo, aunque tal vez eso podía cambiar en los siguientes minutos si no actuaba
rápido; y en segundo lugar; la mesa contigua se encontraba desocupada, por lo
cual debía apresurarse a ocuparla antes de que algún desprevenido e inoportuno
cliente se posicionara de ese enclave estratégico. Se encamino hacia el sitio
seleccionado, el harén maravilloso que le acompañaba lo siguió como los boy
scouts siguen a su guía, solo esperaba que la mesa no estuviera reservada para
alguien, posiblemente otro millonario, en ese caso tendría que ser muy audaz para
no dejar pasar su oportunidad, dicen que a veces no se repiten, pero por algún
motivo Claudio creía que estaba en una de esas noches en que nada podía fallar,
en que todo, por más complicado que fuera saldría a la perfección.
Tomaron posición en una mesa con forma de sombrero volteado, de cuyo centro
se desprendían las ramas de un árbol incrustado en la madera como parte del
mobiliario, las ramificaciones subían hasta una inmensa lámpara compuesta por
decenas de pequeñas bombillas que iluminaban a la perfección las virtudes de las
cuatro chicas que acompañaban a Claudio. Las sillas tenían forma de banquillo,
por lo cual la mesa más bien se asemejaba a una barra pero circular. De soslayo
Claudio pudo notar que Cesar no había sido indiferente ante la llegada del grupo
abrumadoramente femenino, lo vio beber su vaso de whiskey de un sorbo, sin
apartar su mirada del maravilloso juego de pechos, traseros y piernas que se
encontraban a escasos metros de él; Claudio pudo reconocer en esos ojos la
lujuria explicita, el deseo irrefrenable del pecado, el ansia de la posesión, sin duda
se lanzaría al ataque, de no ser que ya tuviera concertada una cita, solo sería
cuestión de tiempo, mientras, las chicas harían su trabajo para facilitar las cosas.
No tuvieron que esperar mucho, antes de hacer el pedido un diligente mesero se
acercó con un ofrecimiento que Claudio no pensaba rechazar, pero que sin
embargo pondría sus objeciones, tal como estaba previsto en el plan.
─Disculpe caballero, de parte del señor de la mesa contigua le pide que por favor
acepte la primera ronda a modo de bienvenida. ─dijo el mesero.
Claudio volteo instintivamente hacia Cesar, quien saludo levantando su copa.
─Muchas gracias, pero por favor dígale que no podemos aceptar tal ofrecimiento.
El mesero se retiró con la negativa, pero al cabo de unos pocos segundos ya
estaba de vuelta con el siguiente mensaje.
─El caballero me pidió que le dijera que solo se trata de un gesto de cortesía, por
el cual no espera nada a cambio, y que el ofrecimiento sigue en pie.
─Ya veo ─murmuro Claudio.
Las cuatro mujeres se concentraron en el único hombre que estaba en la mesa,
no sabían que pasaba por su mente, habían venido por Cesar Moncada, y allí se
les estaba colocando en bandeja de plata, no entendían que tramaba Claudio, por
lo cual ninguna se atrevía a pronunciar palabra, era su plan, esperarían que
tomara la decisión.
─En eso caso puede decirle a nuestro buen amigo que las chicas y yo estaremos
muy satisfechos de aceptar su gentileza y como un gesto de cortesía reciproca lo
invitamos a acompañarnos, si así le place.
─Con gusto le informare.
Claudio siguió atentamente al mesero, lo vio acercarse a Cesar Moncada y darle
el mensaje. Cesar asintió, seguidamente dio unas indicaciones al trabajador, este
se limitaba a responder afirmativamente con la cabeza, mientras anotaba algo en
su hoja de pedidos, al rato se retiró de prisa. Cesar no era muy alto, intentaba
vestir a la moda, pero por algún motivo, no se le daba muy bien. Típico, pensó
Claudio, cuando eres millonario de nuevo cuño y has pasado por encima de otros
con mayor nivel de preparación te importa un bledo lo que piensen de ti. Con
modestia fingida Cesar se acercó a la mesa circular, bordeándola hasta llegar
adonde estaba Claudio, pronuncio el nombre que ya todos conocían, Claudio no lo
escucho, porque ya estaba disparando la respuesta mecánica que tenía preparada
para la ocasión, muchas gracias por su amabilidad soy Claudio Salcedo, y ella son
mi novia Ángela y sus amigas, Stella, Lucia y Camila, Cesar hizo una reverencia
ante cada una de las chicas, sin duda eran movimientos forjados por la practica
continua en este tipo de situaciones, se imaginó Claudio. Se sentó entre Camila y
Lucia, conformando a su alrededor el perfecto contraste entre morena y rubia;
entro en ambiente de inmediato, era desenvuelto, debía serlo, para colarse en la
elite chavista y sacar su buena tajada, ningún tonto podía ser capaz de lograr
semejante proeza, Venezuela era el país de los vivos, los pendejos se morían
chiquitos o se pasaban el resto de sus días pegados del sartén, como se decía en
su tierra natal.
Una ronda siguió a la otra, sin limitaciones, el mesero tenía instrucciones
precisas, no podía esperar que las copas se secaran, exquisiteces iban y venían
en un trajinar incesante; Lucia estaba lanzada y tomaba la delantera,
intercambiaba comentarios de boca a oído con el invitado, mientras que sus
amigas tampoco se quedaban muy atrás, enfilaban su artillería contra el solitario
blanco, tres contra uno. Ventaja numérica, debía ser victoria segura.
La noche se hizo larga, Cesar era un veterano de la juerga, por lo cual
permanecía incólume, tan sobrio como cuando llego al club, las chicas también
estaban acostumbrabas a esta faena, incluyendo a Ángela, su profesión las
obligada a llevar una vida social muy activa, en cambio, el que estaba en franca
desventaja era Claudio, cuyo ritmo de trabajo reducía sus posibilidades de salir a
divertirse muy a menudo. Después de varias copas empezó a sentirse mareado,
por lo cual discretamente opto por la estrategia de diluir su bebida más de la
cuenta, de lo contrario quedaría vuelto una uva y su misión se colocaría en
situación de riesgo.
A las dos de la madrugada llego la oferta que Claudio estaba esperando, si
quieren podemos ir a mis casa, dijo Cesar, en esta oportunidad las chicas no
esperaron que Claudio se pronunciara, por supuesto grito Lucia, claro que si, dijo
Stella, seria genial, celebro Camila. Claudio solo tuvo que aceptar el veredicto de
la mayoría. La primera parte del plan se había llevado a cabo con éxito, ahora
tocaba la segunda y más delicada, esa casa guardaría algunos datos importantes,
además, empezarían a tocar temas más personales, para ver que tanto estaba
dispuesto a soltar, ganar su confianza plena era la clave, sus tres amigas jugarían
un rol importante en las próximas horas, pero Claudio tenía un as bajo la manga,
por si el juego se trancaba.

XVIII

Ángela sonrió levemente mientras revisaba su móvil de última generación, le


divertían las aventuras de sus amigas ahora convertidas en escuderas de Cesar
Moncada. Stella, Lucia y Camila, estaban disfrutando de la gran vida, desde que
conocieron al misterioso millonario no habían hecho otra cosa que participar en
interminables fiestas, pasear por lugares paradisiacos y recibir costosos regalos.
De eso hacía casi tres semanas, desde el planificado encuentro en Baru Latin bar.
Esa noche la juerga continúo en la lujosa casa de Cesar; al ritmo de música
estridente y variedad de tragos, las tres chicas habían acabado desnudas en la
piscina ante la lujuriosa mirada de su anfitrión; la única que mantuvo cierta
compostura fue Ángela, tal vez por la presencia de su novio. Aunque eso formaba
parte del plan, Claudio no dejaba de sentirse incomodo, una idea se incrusto en su
cabeza; ¿Qué hubiese pasado si él no estuviera presente? Posiblemente Ángela
también se hubiera despojado de su ropa al igual que sus amigas, tal vez fuera
algo normal para ellas, pensó amargamente, era posible que su novia fuese una
zorra a la que solo le importaba divertirse, y que en ese momento debía estar
haciendo un gran esfuerzo por contenerse y guardar las apariencias.
El coctel de tragos acabo por convertirse en una bomba, al rato las chicas
desnudas contoneaban sus cuerpos perfectos en las narices de Cesar, quien no
tenía ojos para nada más. Con gentileza se dejaban tocar, bailaban con tal
naturalidad que Claudio intuida que debían tener amplia experiencia en clubes
nocturnos, donde se exhibirían por unos buenos dólares, alimentando miradas
ansiosas de sexo, seguramente habían hecho el amor muchas veces con clientes
generosos. Pero en ese instante lo que realmente importaba era que ese talento
podía obrar en beneficio de su plan, desenmascarar a Cesar Moncada, corroborar
sus sospechas, pronto podría entregar a sus implacables amigos de “libertad y
justicia para Venezuela” información acerca de otro enchufado, que en
complicidad con los altos funcionarios del régimen habían desangrado a su país.
Claudio era el único que aún permanecía sobrio, la estrategia de diluir la bebida
le resulto tal como esperaba, se encontraba totalmente lucido, solo tenía que
esperar que Cesar se distrajera un poco más para poner en marcha la siguiente
etapa del plan. Al cabo de algunos minutos Cesar Moncada convenció a las
exuberantes mujeres de retirarse hacia una de las habitaciones, con la clara
intención de dar rienda suelta a su libido desbordado, Claudio lo seguía
atentamente con la mirada, una de las chicas tomo una botella de whiskey recién
iniciada, una cubeta con hielo y cuatro vasos, la fiesta continuaría en privado.
Cesar insistió para que Claudio y Ángela se unieran al grupo, pero la pareja se
negó rotundamente, con el argumento de que preferían quedarse disfrutando de la
piscina y el aire fresco.
Claudio aguardo un momento, el tiempo suficiente para que sus atrevidas
amigas entraran en acción, Cesar estaría ocupado por un buen rato. Se dispuso a
iniciar su operación, sigilosamente se deslizaron hasta el interior de la casa,
esquivaron la habitación que ocupaban Cesar y sus tres cómplices y se dirigió
junto a Ángela al piso superior; realizaron una rápida inspección para determinar
cuál era el dormitorio principal, resultaba una casa bastante grande para una sola
persona, lo cual encajaba perfectamente con el perfil bohemio del investigado.
Debían actuar rápido, aunque dudaban que la fiesta que se desarrollaba abajo
fuera a terminar en lo inmediato, de todas formas ya Claudio tenía preparada la
excusa perfecta en caso de ser descubierto mientras husmeaba. Llegaron a una
habitación amplia en la que solo resaltaba una imagen de la virgen de Coromoto
ubicada al lado de la cama, de resto las paredes estaban vacías, totalmente
desnudas, como los cuerpos que había visto en la piscina; Claudio pensaba, que
de no haber estado Ángela presente con seguridad no hubiese desaprovechado la
oferta que tan amablemente le había hecho Cesar, a pesar de que nunca participo
de una orgia, no podía negar que se sintió tentado, esas chicas eran un manjar del
pecado, un llamado a lo profano, como la diosa afrodita de la mitología griega.
La cama estaba repleta de ropa que su dueño no se había tomado la molestia
de ordenar, Claudio se fijó en la mesita de noche, si en aquel espacio caótico
existía algún documento comprometedor debía ser allí. Abrió las gavetas una a
una, y con excepción de algunos objetos personales no había nada más; Ángela
echo un vistazo al guardarropa con idénticos resultados, ningún documento, cero
pistas, con resignación salieron de la habitación, Claudio se plantó en el pasillo
tratando de organizar sus ideas, mientras, Ángela se dedicaba a fisgonear
buscando algo sospechoso sin saber exactamente qué. Dieron con una especie
de despacho nada convencional, como sería el de un ejecutivo o empresario, más
bien se asemejaba a un pequeño depósito donde se encontraban varias cajas con
artículos diversos aun sin destapar. Al fondo divisaron un escritorio en el cual
sobresalía un pequeño promontorio de carpetas, sin pensarlo se abalanzaron
sobre ellas, se dividieron el trabajo, Claudio tomo el lote más grande, fueron
desechando las que no eran de interés, se concentraron en las que estaban
identificadas con nombres de empresas o asociaciones de algún tipo, el resto las
fueron ordenando minuciosamente, tal cual las habían encontrado, a los pocos
minutos de búsqueda Claudio observo algo que llamo su atención; transacciones
realizadas con instituciones del estado venezolano, los montos variaban desde
unos cuantos miles de dólares, hasta cifras millonarias, decenas de operaciones
que debían arrojar una suma increíble de dinero, necesitaba extraer esos
documentos para hacer una investigación más exhaustiva, ¿pero cómo hacerlo sin
que Cesar lo notara en poco tiempo? Claudio tenía un dilema, pero necesitaba
arriesgarse.
Tomaron las carpetas y salieron del depósito sin perder tiempo, bajaron las
escalinatas a grandes zancadas, cuando llegaron a la planta baja observaron con
estupor que la puerta de la habitación que ocupaban Cesar y las tres amigas de
Ángela se abrió súbitamente, frenaron en seco, Claudio sintió que el estómago le
llegaba a la boca; para suerte de ellos, vieron aparecer en el pasillo a Camila con
la cubeta ya vacía, la chica los miro sin sorprenderse, realizo un guiño de ojo y se
dirigió a la nevera a recargar hielo. Claudio inspiro profundamente, tomo a Ángela
por la mano y apuro el paso sin detenerse a conversar con Camila, no había
tiempo que perder, ya las chicas sabían que hacer, cuando acabara la fiesta
privada debían informar a Cesar que habían tenido que retirarse porque al día
siguiente ambos tenían compromisos contraídos con anterioridad. Esperaban que
todo saliera tal cual lo habían planeado, no existían motivas para sospechar otra
cosa, o por lo menos eso creían.
Claudio no sabía con exactitud cómo iba a hacer para devolver los documentos
a su sitio de origen, por el momento eso no importaba, debía sacar copia a todo el
material y luego pensaría en ello.
La mañana siguiente Claudio llevo los documentos a su oficina, se aseguró de
llegar más temprano que el resto de sus compañeros, fotocopio todo lo que le
pareció relevante y empaco de tal forma que ningún curioso pudiera sospechar
que estaba realizando un trabajo de espionaje contra un cómplice de la dictadura
de Nicolás Maduro.
Esa noche, aprovechando que Cesar había salido a otra noche de juerga con
sus nuevas amigas se introdujo en la casa con la precaución de no ser observado;
más temprano había acordado con las colegas de Ángela que dejaran la puerta
posterior entreabierta, ya que como había previsto las chicas pasaron el día con
su amable anfitrión, además la noche anterior se habían asegurado que Cesar aún
no había activado el sistema de seguridad, por lo cual la tarea resulto sencilla.
En los días posteriores se dedicó íntegramente a revisar los documentos, la
información que reflejaban era elocuente, cientos de millones de dólares se habían
movilizado a través de las empresas de Cesar Moncada, recibía asignaciones en
divisas prácticamente todas las semanas, mientras empresas venezolanas de
amplia trayectoria e importancia dentro del mercado nacional eran puestas en
pesadas listas de espera, se trataba de un fraude gigantesco, otro más contra la
apuñalada nación, Claudio logro tener plena certeza de como la mafia
gubernamental había terminado de saquear a Venezuela, se ofusco, sentía tal
indignación que pensó que el escrache era muy poco para lo que merecían estos
delincuentes, lo que habían hecho no tenía perdón de dios, acumular fortunas
incontables a cambio del hambre de millones, tenían que pagarlo muy caro, todos
los altos jerarcas del madurismo y sus socios acabarían en una fría celda algún
día; con semejante información lo mejor sería involucrar a las autoridades
estadounidenses, ellos sabrían que hacer; Claudio decidió no entregar la
documentación a la organización “libertad y justicia para Venezuela”, él mismo lo
llevaría al departamento del tesoro, la cadena de corrupción debía chispear a
mucha gente importante, Cesar solo era la punta de una cabuya muy larga, que
los guiaría hasta los peces gordos, tenían que ir por ellos para terminar de
estrechar el cerco contra un gobierno agónico pero todavía peligroso.

La mañana en que Claudio enviaría la información sobre Cesar Moncada al


departamento del tesoro en Washington DC, recibió un claro llamado de atención
de parte de uno de sus jefes, quien le recrimino con sorprendente severidad el
hecho de haberse comportado extremadamente descuidado con el trabajo, ya no
cumplía a tiempo con sus asignaciones y su creatividad empezaba a ser colocada
en entredicho; Por algún momento pensó en explicar en que andaba metido, pero
finalmente la idea le pareció absurda, tal vez en su empresa nadie le creería, o
peor, ni siquiera le darían importancia, se encontraba en los Estados Unidos,
donde la único relevante era la productividad, los problemas sociales o las luchas
de los empleados quedaban relegadas a un segundo plano. Entonces, decidió
aguantar el chaparrón y guardar su secreto.
Su plan se había desarrollado a la perfección, sin embargo algunas cosas
empezaban a salirse de control; la relación de sus tres amigas con Cesar se
estaba volviendo cada vez más íntima, su novia Ángela le había comentado
recientemente lo cómoda que se sentían las chicas en compañía de su nuevo
protector, y que en cierta forma mostraban signos de arrepentimiento por haber
participado en la trama que a la postre terminaría por perjudicarlo. Ángela les
había recordado el compromiso adquirido con su novio, pero en el fondo sabía que
no alcanzo a convencerlas, presumía que solo era cuestión de tiempo para que
delataran las intenciones de Claudio, quien a su vez entendió que debía actuar
con premura antes que su presa pudiera ponerse a reguardo.
Claudio se retiró de la empresa antes de mediodía; a través del Internet logro
contactar con un agente que podía servirle de enlace para llegar hasta la persona
encargada de los casos relacionados con Venezuela, como experto informático no
le costó mucho acceder a la información necesaria y para esa misma tarde tendría
la reunión con el funcionario procedente de la capital estadounidense. A pesar de
estar convencido de estar obrando por una causa justa no dejaba sentir un mínimo
remordimiento hacia su vecino, que gracias a la información suministrada por él
seguramente sería llamado por el gobierno federal para rendir indagatoria,
entonces tendría que escoger entre colaborar o cargar con la responsabilidad de
los crímenes cometidos contra el pueblo venezolano. Se compadeció de Cesar
Moncada.
South.net, la empresa donde Claudio daba sus pininos en el mundo de la
informática estaba ubicada en un hermoso edificio con paredes de cristal desde
donde se podía observar el intricado tráfico de Brickell Avenue, en pleno corazón
financiero de Miami. La startup pujaba por abrirse espacio en un mercado
extremadamente competitivo; a pesar de encontrarse a 4.960 kilómetros de Silicón
Valley, meca del Internet, adonde los inversores fijaban su vista y su dinero, la
joven compañía no dejaba de hacerse notar, acababa de recibir su segunda ronda
de financiación por un monto de 2.5 millones de dólares, que sumados a la ronda
inicial de 500 mil le daban una valoración de 30 millones, nada mal tomando en
cuenta que no alcanzaba un año de fundada. Claudio pensaba que estaba en el
sitio indicado, si seguía esforzándose en poco tiempo podría ser premiado con su
primer paquete de acciones, entonces las cosas empezarían a cambiar para él,
empezaba a ver los frutos de su esfuerzo de tres años, los sueños que lo
empujaron a salir de Venezuela tomaban forma, todo pintaba bien, sin embargo,
su reciente inclinación como activista por la libertad de su país le estaba
distrayendo más de la cuenta, ya había tenido que soportar su primera
reprimenda, necesitaba volver a colocar las cosas en su sitio, pero primero
necesitaba culminar la misión que se había propuesto, después decidiría que tanto
quería seguir involucrándose en temas políticos.
La reunión con el agente del departamento del tesoro se llevaría a cabo a unas
cuantas manzanas del edifico donde quedaba su oficina, el funcionario de nombre
Albert Pence ya lo estaría esperando, habían quedado para encontrarse justo a
mediodía, se apresuró para no llegar tarde a la cita, todavía no terminaba de
acostumbrarse a la puntualidad de los norteamericanos. En Venezuela la gente no
se tomaba muy en serio eso de los horarios, llegar retrasado a una reunión
resultaba lo más común del mundo, formaba parte de la idiosincrasia de sus
compatriotas, cualquier retraso podía resolverse con una simple excusa por más
increíble que esta fuera, todos alguna vez habían hecho lo mismo, lo cual le
otorgaba una especie de extraña validación a un hecho que en cualquier otro lugar
era considerado un irrespeto hacia la persona que esperaba.
Cubrió la distancia que lo separaba del punto de encuentro en unos diez
minutos, a pesar de proceder de un país del trópico, el sol de Miami lo hacía sudar
copiosamente, el clima de su Caracas natal era fresco durante casi todo el año por
estar ubicada casi a 1000 metros sobre el nivel del mar, extrañaba todo lo
referente a Venezuela, por eso, el hecho de pensar que estaba haciendo algo útil
para librarla de un régimen oprobioso le daba fuerzas para seguir adelante con su
misión, en algo debía contribuir al esfuerzo de los valientes que habían dejado la
vida en una lucha que ya se prolongaba por casi tres meses.
No sentía la necesidad de esconderse, pero la gran cantidad de personas que
colmaban a esa hora el Brickell City Centre le pareció genial; ahora le tocaba
buscar a Albert Pence, había visto su foto pero entre la multitud tal vez se le
dificultaría la tarea de reconocerlo, se esforzó por recordar las indicaciones;
hombre de mediana edad, cabello canoso, alto, que seguramente llevaría un traje
formal aunque las condiciones climáticas de la ciudad recomendaran otra cosa, no
podía ser tan difícil, pensó Claudio.
Como sospecho, Albert Pence lucía un traje de color gris que no terminaba de
encajar con su corbata multicolor, se encontraba en un cafetín con mesitas
ubicadas en el exterior del local, en sus manos soportaba la última edición del
Miami Herald, parecía concentrado, aunque de vez en cuando llevaba a su boca
una taza de lo que seguramente sería café, en ningún momento retiro la vista del
periódico, Claudio se imaginó que los funcionarios del gobierno federal debían
actuar de esa forma para crear un halo de inaccesibilidad, de misterio, con la cual
lograban intimidar a los ciudadanos comunes, especialmente a aquellos
provenientes de otros países como era su caso.
─Hello Mr. Pence ─saludo Claudio con su ingles todavía imperfecto.
─Podemos comunicarnos en español ─respondió Albert Pence.
─Perfect ─dijo Claudio.
─ ¿Cómo soportan este calor? Pregunto Pence.
─Me imagino que por aclimatación.
─Si, el ser humano tiene esa capacidad de adaptarse a todo, por eso hemos
prevalecido ante todas las demás especies ─asevero Pence.
Claudio asintió.
─Por favor sintiese ─dijo Pence ─señalando la silla contigua a la suya.
─Gracias.
─De modo que tiene otro caso que involucra al corrupto régimen de Maduro.
─Algo por el estilo, espero pueda ser de utilidad.
─Créame que así será.
Claudio coloco el paquete sobre la mesa, mientras Pence le hacía señas al
mesero para que se acercara a tomar un nuevo pedido.
─ ¿Desea un café?
─Mejor un refresco, con el calor del ambiente ya es suficiente.
─ ¿Qué valiosa información me trae? ─ Pregunto Pence.
Claudio inhalo profundamente, abrió cuidadosamente el paquete y desplego una
serie de documentos con la información financiera de Cesar Moncada.
─Estas son las pruebas que comprometen a Cesar Moncada en el desfalco del
sistema de divisas en Venezuela con colaboración de funcionarios del gobierno,
especialmente militares, aunque sospecho que estos son solo la tapadera de
políticos del más alto nivel, que me imagino ustedes tendrán la capacidad de
corroborar.
Albert Pence observo los papeles poniendo especial atención a las abultadas
cifras.
─Vaya, son cientos de millones, sin duda que debe haber peces gordos detrás
de esto, el departamento estará muy complacido en averiguar a profundidad, ya
sabe que se la tenemos jurada a ese régimen que ha secuestrado la democracia
en su país.
─Y asesinado a decenas de jóvenes ─dijo Claudio sin poder evitar que su voz se
quebrara por la tristeza.
─Nos encargaremos ─aseguro Pence.
Seguidamente el agente del departamento del tesoro se puso de pie, coloco un
billete de diez dólares sobre la mesa, estrecho la mano de Claudio y se retiró.
Claudio bebió el refresco en dos sorbos, limpio la frente con un pañuelo y se
dispuso a regresar a su oficina; no tenía apetito, por lo cual esperaría más tarde
para almorzar. En South.net acababan de implementar un comedor para los pocos
empleados de la empresa, sus precios eran exageradamente accesibles, casi
simbólicos, en Venezuela eso sería un privilegio de la elite, en el imperio resultaba
algo común y corriente.
Claudio había cumplido su parte, ahora solo tenía que esperar a que el gobierno
del país más poderoso del planeta cumpliera la suya. Los días de gloria de Cesar
Moncada pronto llegarían a su final.
V

La vida de Cesar Moncada se había convertido en un sueño maravilloso, desde


que logro hacerse amigo de algunas figuras influyentes del chavismo, antes de
eso era lo que en Venezuela denominaban un “pela bola”. No tenía trabajo
estable, contaba en su haber con varios intentos fracasados de montar una
empresa propia, la urgencia económica le había apresurado a utilizar su talento
para timar a alguno que otro desprevenido. El talento sin probidad es un azote,
sentencio el Libertador Simón Bolívar en una oportunidad, sin embargo, Cesar
pensaba que esa dura afirmación del padre de la patria no aplicaba en su caso; se
trataba de la dura y cruda supervivencia, hasta el mismo Bolívar podría
entenderlo.
Su suerte cambio radicalmente cuando en una noche de juerga, organizada por
su amiga Leonor, conoció a un general que se jactaba de tener excelentes
contactos en la nueva mina de oro del estado venezolano, CADIVI. Al militar le
gustaba poner fiesta, especialmente sí se contaba con presencia de chicas que
escasamente alcanzaban los veinte años. Leonor era una especie de sofisticada
proxeneta; si querías acercarte a las niñas más buenas de Caracas, tenías que
hacerte amigo de Leonor.
Esa noche, Cesar estaba aburrido, era viernes y necesitaba distraer la mente.
Después de pensárselo un rato decidió realizar la llamada que le cambio la vida.
Había conocido a Leonor seis meses antes, en una reunión donde tanto hombres
como mujeres andaban en búsqueda de alguien para pasar una noche de
diversión y mucho sexo. Sus amigos ya estaban cuadrados, así que por descarte
empezó a lanzarle piropos a la única mujer que considero disponible, que aparte
era muy sexy, y poco recatada, le pareció la victima perfecta. La chica no puso
muchos obstáculos, y al cabo de unas dos horas ya estaban metiéndose manos.
Una hora más tarde, Cesar y Leonor se encontraban en la calle ansiosos por
tomar un taxi; los tragos hicieron su efecto, los perfectos desconocidos pasaron el
resto de la noche y madrugada en una interminable jornada sexual, que solo fue
interrumpida por la abrupta llegada del día. Desde esa primera vez se volvieron
asiduos amantes, aunque preferían mantener el status de amigos para evitarse los
compromisos y molestias de una relación formal.
Leonor coloco algunos peros, la noche de la fiesta patrocinada por el general; al
parecer deseaba estar libre y la presencia de Cesar representaba una traba, solo
accedió a informarle a su amante del sitio de la reunión, cuando este accedió a no
intentar acercársele; cada quien por su lado, había exigido la chica. Cesar acepto
sin inconvenientes, solo quería pasarle bien, con suerte, tal vez, podría llevarse a
la cama a alguna de las amigas de Leonor, para ello tendría que emplear su labia
milagrosa y su simpatía arrolladora al máximo, ya que no portaba mucho dinero, y
para las chicas jóvenes y hermosas de Caracas, eso constituía un requisito
fundamental, pero él sabía perfectamente como romper esa barrera. El general
estaba extasiado rodeado de tanta veinteañera. Era un hombre tosco en lo
referente a las mujeres, parecía perdido, como quien no acaba de encajar. Cesar
en cambio, estaba como pez en el agua, a las jóvenes les gustaba la manera
directa en que decía las cosas, sin tapujos, se vanagloriaba de su experiencia
sexual; ellas buscaban diversión, sexo y dinero y él podía darles las dos primeras,
para la tercera necesitaba a un socio. Hábilmente entendió que el militar
cincuentón podía ser la pieza que le faltaba a su rompecabezas.
Le pidió a Leonor que los presentara, su solicitud fue concedida a
regañadientes, la chica no quería que su extrovertido amante ahuyentara a su
gallina de los huevos de oro. El general Ramírez lucía una pronunciada calvicie,
aunque se mantenía en forma a pesar de su edad, mostraba la seguridad de quien
ostenta una posición de poder, excepto cuando las imberbes amigas de Leonor se
le acercaban coqueteando y contorneándose al ritmo de la música que arropaba el
lugar. En esa situación quedaba expuesto, sin argumentos, se le veía débil e
inseguro. Cesar entendió que allí radicaba su oportunidad.
Lo abordo con una serie de preguntas acerca de la vida militar, luego, intento
masajearle el ego, afirmando lo mucho que admiraba a la gente como él, que lo
estaban dejando todo por la patria. El general no mostraba mucho interés, a cada
uno de los halagos de Cesar, tan solo se limitó a responder con imperceptibles
gestos de cortesía. Cesar entendió que debía pasar directo al plan, sin protocolos,
de lo contrario perdería su única posibilidad de granjearse un aliado poderoso.
Cuando comenzó a hablar con la pericia propia de un don juan, de inmediato
logro captar la atención del general; a estas niñas les gusta la diversión extrema,
nada de cosas convencionales, mucho licor y algo de drogas de vez en cuando,
dijo Cesar en esa ocasión, ¿y el general pregunto: no será ir demasiado rápido?
Para nada, si quiere comerse esos culitos, tendrá que ser más atrevido, para que
se sientan en confianza, aseguro Cesar, y el general capto la idea. De allí en
adelante, Cesar se volvió la llave perfecta para el troglodita apetito sexual del
general Ramírez. Le facilitaba las cosas. Por recomendaciones del locuaz joven,
ahora las fiestas se celebraban en lugares con alto nivel de privacidad; fiestas
interminables seguidas de monumentales orgias, donde el whisky y el polvo
corrían como agua en el rio, se sucedieron a raíz de ese primer encuentro.
No recordaba puntualmente en que momento habían llegado al tema de los
negocios, ya Cesar estaba bastante a gusto con disfrutar de la buena vida que le
brindaba su cercanía con el militar enchufado, pero Ramírez insistió, tenía entre
manos una oportunidad inmejorable, un compañero de promoción había sido
nombrado dos meses atrás como director de CADIVI, y le ofrecía la posibilidad de
obtener divisas a precio preferencial, claro, para ello necesitaban de alguien que
tuviera una empresa registrada, ya que ellos como militares activos no podían
aparecer en ninguna transacción. Cesar tenía una compañía a su nombre, la cual
entrego al general Ramírez, y lo demás fue coser y cantar, al poco tiempo los tres
implicados estaban forrados en plata. La primera transacción se hizo por un monto
de 1.5 millones de dólares, se puede decir que fue la de prueba para ver qué tan
confiable resultaba Cesar; todo salió perfecto, y para la tercera operación ya la
cifra en verdes superaba los ocho dígitos. En un año que duro la sociedad termino
amasando una fortuna impensable, ahora, viajaba en vuelos privados, vestía la
mejor ropa, usaba las mejores marcas de relojes y empezó a comprar propiedades
en Estados Unidos, y sobre todo, ahora se acostaba con mujeres tan bellas como
las que aparecían en televisión y en las revistas, todas caían rendidas cuando les
mencionaba su abultada cuenta bancaria. Era feliz, gracias a la revolución bonita.
Durante años se paseó por el mundo, disfrutando de su nueva condición de
millonario: Las Vegas, Nueva York, Los Ángeles, Ciudad de México, Rio de
Janeiro, Madrid, Paris, Londres, Mónaco, Roma, Venecia, Singapur, Hong Kong y
otras ciudades y países donde se alojaba en los mejores hoteles y gozaba de la
mejor compañía, sin embargo, ya cerca de su cumpleaños treinta y cinco se
decidió a sentar cabeza, compro una casa en un exclusivo vecindario en Weston,
Florida, y se hizo dueño de una franquicia en la misma ciudad, todo marchaba
perfecto, nunca había sido una figura política, por lo cual pensó que su anonimato
lo dejaba a salvo de cualquier represalia. En su país natal la cosa estaba turbia y
empeoraba progresivamente, la oposición cumplía un mes en la calle enfrentando
al gobierno. Nicolás Maduro se mostraba errático, su gestión era un monumento a
la improvisación, mucha gente del país más rico de Suramérica ahora tenía que
buscar comida en la basura para poder sobrevivir, la situación había llegado a un
punto de no retorno, y aunque ni Cesar ni su familia padecían esas calamidades,
le preocupada una salida intempestiva del presidente; podían empezar a hurgar en
el desfalco de la asignación de dólares preferenciales, en los años de bonanza se
evaporaron como por arte de magia más de 300.000 millones de dólares; sin duda
vendría una investigación, y entonces, seguramente su nombre saldría a flote.
El primer de mayo, Cesar Moncada no estaba del mejor ánimo, un tipo regordete
y mal encarado de apellido Ortiz, que dirigía un grupo de apoyo a la oposición
venezolana, había empezado a hacer preguntas acerca del discreto nuevo
habitante del vecindario, que recientemente había adquirido una lujosa casa
valorada en unos 2 millones de dólares; ¿quién era? ¿A qué se dedicaba? ¿De
dónde provenía su dinero? Cesar recibió el dato de parte de uno de los empleados
del restaurant donde acostumbraba a tomar sus desayunos, que en días previos
recibió la visita de Ortiz y se vio obligado a responder con medias verdades su
inesperado interrogatorio. Intento no hacerle cabeza al asunto, pero algo le
indicaba que eso no era una buena señal, esa gente andaba en algo raro, debía
estar prevenido.
Esa misma tarde Maduro anuncio la convocatoria a una Asamblea Nacional
Constituyente, Cesar se encontraba frente al televisor de su oficina,
instintivamente se llevó las manos a la cabeza, si ya la situación era compleja,
ahora se pondría peor, el enfrentamiento seria hasta que alguien saliera derrotado,
le pareció una jugada muy arriesgada del mandatario, se sintió traicionado, su
gobierno, el mismo que lo había hecho rico, insistía en suicidarse y llevarse en su
caída a todo aquel que hubiese tenido algún tipo de relación con ellos, ya no se
trataba de una confrontación política clásica, el presidente pretendía cambiar la
constitución para amarrarse en el poder. Cesar evaluó sus opciones; volver a
Venezuela quedaba descartada de plano, lo mejor sería continuar de bajo perfil
como hasta ahora, sin embargo, existía un problema, su vecino entrometido,
necesitaba hacer algo para despistarlo, hasta saber a ciencia cierta que se
proponía. En el fondo estaba convencido que en esta ocasión no era para invitarle
a una fiesta, esa gente estaba disociada y ansiosa de hacer justicia por mano
propia. Urgía administrar su ansiedad, de lo contrario estaría cayendo en el
terreno de los que querían importunarlo. Esa noche se iría a un buen club,
escogería a la mujer con el mejor cuerpo del lugar, y pasaría una velada gloriosa,
como si nada, su mundo no se detendría por la estupidez de Nicolás Maduro, ni
mucho menos por unos envidiosos con sed de revancha. Había pasado la vida
huyendo; de su infancia miserable en una barriada caraqueña, de una novia
juvenil que se embarazo para pescarlo, de malas juntas, que lo incitaban a
convertirse en gatillero, de la pobreza. Esta vez estaba decidido a frentear el
problema. ¡Que se jodan! aquí me quedo, con todo y mi dinero.

XII

Cesar Marcano tenía varios días con una loca idea revoloteando en su cabeza,
con preocupación había escuchado las noticias donde se informaba acerca del
acoso que estaban sufriendo los chavistas fuera de las fronteras de Venezuela,
durante esos días fue la primera vez que escucho hablar de la palabra escrache,
busco en google para saber a qué se refería el termino, la respuesta no lo hizo
sentir más aliviado. Escrache: “acción intimidatoria que realizan los ciudadanos
contra personas del ámbito político, administrativo y militar, que consiste en dar
difusión, ante los domicilios particulares de estas o en cualquier lugar público
donde se las identifique, a los abusos cometidos durante su gestión”. Aunque,
según la descripción él no se correspondía con ninguna de las tres categorías que
se mencionaban, para su mala suerte, en el caso venezolano el escrache también
aplicaba contra las personas que se sospechaba habían aprovechado su cercanía
con el gobierno para ganar cuantiosas fortunas, a través de negocios poco lícitos,
y que de paso, luego se iban del país a disfrutar su dinero en otras tierras, sin
importarles en lo más mínimo la devastación económica que dejaban tras de sí.
Desde ese momento empezó a sentir que estaba siendo vigilado, cualquier
persona con acento venezolano, o con rasgos latinos era un potencial
perseguidor, se había vuelto extremadamente precavido, incluso llego a barajar la
posibilidad de mudarse temporalmente de Florida, a un lugar donde no tuviera que
toparse con paisanos a cada rato, pensó que tal vez California sería una buena
opción, allí cuando mucho tendría que encontrarse regularmente con mexicanos o
emigrantes procedentes de Centroamérica; Nueva York, Las Vegas y Houston,
fueron los otros destinos que puso sobre la mesa. Pero Cesar no quería seguir
corriendo de un sitio a otro, había escogido el sur de la Florida como lugar para
asentarse por las múltiples facilidades que ofrecía, particularmente porque el
choque cultural no era tan pronunciado, además se estaba convirtiendo en una de
las zonas más florecientes de los Estados Unidos, lo cual significaba posibilidades
para invertir su capital. Después de meditarlo lo suficiente, llego a la conclusión
que se quedaría, empezaba a hacer amigos y se encontraba bien encaminado
para asociarse en algunos negocios que le darían estabilidad económica para el
futuro, ya que desde que la crisis se agudizo en Venezuela y dejo de contratar con
el gobierno no había hecho más que gastar, y por más que hubiese ganado
durante su sociedad con altos funcionarios del régimen, su fortuna no era infinita y
más temprano que tarde empezaría a mermar si no invertía en algo productivo.
Un vecino con el que apenas había intercambiado saludos empezaba a
incomodarle, un amigo le dio el pitazo, en días recientes ese vecino que apenas
conocía y del cual tan solo sabía que se llamaba Claudio, había estado
preguntando acerca de su ocupación, su procedencia e incluso, de donde
provenía su fortuna, esa eventualidad lo ponía nervioso, no era la primera vez, a
inicios del mes de mayo otro sujeto había estado haciendo preguntas sobre él, la
situación se tornaba sospechosa y preocupante, no quería convertirse en otra
víctima de escrache, resultaría algo vergonzoso y además pondría en alerta a las
autoridades norteamericanas que seguramente comenzarían a investigar quien
era, y en el peor de los casos terminaría con sus bienes congelados. Este
pensamiento lo deprimió, tanto nadar para morir en la orilla, ese no podía ser su
final, el guion de su vida estaba escrito de otra forma, si la providencia no lo
abandonaba debía convertirse en un exitoso empresario, hacia allá estaba
apuntando justo en este momento, no se podía dar el lujo de ser descubierto, por
ello decidió que necesitaba averiguar que se traía el tal Claudio entre manos, tal
vez solo se tratara de un vecino entrometido, de esos que no tienen nada más
interesante que hacer que hurgar en la vida de los demás, o quizás, por el
contrario era una persona que deseaba entablar una relación amistosa, o porque
no, plantearle algún tipo de negocio, después de todo en Florida la mayoría
andaba en eso, buscando una oportunidad para crear una empresa lucrativa; sea
cual fuere su interés estaba en la obligación de conocer los detalles, detalles que
podían hacer la diferencia entre un futuro promisor o un bochornoso y no deseado
enfrentamiento donde llevaría todas las de perder.
Pasaba varias horas al día pegado a las ventanas de su lujosa residencia,
tratando de conocer más acerca de Claudio; lo primero que logro constatar fue la
reducción de sus horarios laborales, cada vez pasaba más tiempo en casa,
entraba y salía con regularidad, con intervalos que no superaban las dos horas,
como sí hubiese recibido unas repentinas vacaciones; Cesar había sentido esa
penetrante mirada de su vecino, que recorría la distancia que separaba ambos
domicilios, saltando cada uno de los obstáculos físicos. Cesar lo observaba desde
la protección de sus muros, pero aun así pensaba que Claudio podía verlo, que
nada podía evitar que fuera víctima de esa vigilancia extrema. Se había vuelto un
prisionero, no se atrevía a salir y quedar expuesto a la vulnerabilidad de su pasado
chavista, de su pasado de enchufado, de su pasado de boliburgués, de su pasado
de nuevo rico, gracias a la revolución bolivariana. Por su tranquilidad necesitaba
hacer algo de inmediato, lo mejor sería plantarse delante de Claudio y preguntarle
a quemarropa ¿Por qué estaba averiguando sobre su vida?, pero entonces
aparecían las dudas, ¿y si Claudio quedaba sorprendido con su pregunta y por el
contrario acabara delatándose? ¿Qué haría en ese caso?, muchas preguntas sin
respuestas, o quizás solo era que estaba volviéndose paranoico, pero de todas
formas sabía que tenía que actuar, antes de que fuera tarde.

Algo compartía en común con su vecino Claudio, la tarde del viernes 19 de mayo
vio entrar a la casa de este a cuatro mujeres majestuosas, a una de ellas ya la
había visto varias veces, por lo que sospechaba que era la novia de Claudio. A
Cesar también le encantaba la compañía de bellas mujeres, era una debilidad de
lo que no podía librarse, y Miami le presentaba una extensa gama de posibilidades
de ligar, sobre todo porque tenía suficiente dinero como para ofrecerles el cielo y
las estrellas; chicas con rostro de diosas y cuerpos de ensueño que no podían
resistirse ante el poder del dinero. En el poco tiempo que llevaba establecido en la
zona, ya había pasado a unas cuantas por su cama, y las que faltaban, se jactaba
ante sus nuevos amigos. Ese pensamiento lo despabilo, recordó que era viernes,
día sagrado para salir de fiesta, entretenerse con unas buenas piernas tal vez era
lo que requería en ese momento para librarse de la tensión que había padecido en
los últimos días. Se dirigiría a su club preferido, escogería a la mujer más sensual
del lugar, o a varias quizás, les invitaría lo que quisieran y luego las llevaría en su
lujoso coche a pasear por las amplias avenidas de Miami, y como punto final se
delataría con sus cuerpos desnudos en la piscina de su casa.
Se dio un baño relajante, se vistió con un traje que a su parecer le quedaba al
punto y se dispuso a apoderarse de la noche. Al bajar al piso inferior observo que
Claudio y sus amigas también iban de salida, en esta ocasión no se ocultó, abrió
la puerta principal justo a tiempo para ver pasar frente a su casa al vehículo
pilotado por una de las chicas, levanto la mano para saludar y fue correspondido
por un sonoro claxonazo. Ahora que Claudio no estaba, se le ocurrió echar un
vistazo en su residencia, para ver si encontraba algo revelador, estudio esa idea
por varios minutos, pero al final le pareció algo muy arriesgado, ya que no contaba
con la pericia necesaria, y aparte de eso, en este país eran muy severos contra la
invasión de propiedad, se imaginó tratando de escabullirse por una ventana ante
el retorno imprevisto de su vecino, escuchar el sonido del motor apagarse y luego
los pasos de varias personas directamente hacia él, sentir abrirse una puerta, e
inexorablemente ser visto, ser capturado infraganti; definitivamente solo en las
películas pensó Cesar, su realidad era otra.
Encendió su Mustang 2017 valorado en unos 50 mil dólares, alimento su ego con
el ronquido del motor, siempre disfrutaba el efecto que ocasionaba en las mujeres,
parecía como que las piernas se les desvanecían, que perdían la conciencia y se
convertían en esclavas de una máquina. Esta noche deseaba que esa dominación
se reflejara en todo su esplendor, que su nuevo y maravilloso estilo de vida
borrara todas sus preocupaciones. Volvió a sentirse intocable, como en los buenos
tiempos de la revolución bolivariana. Como cuando Chávez desafiaba al imperio
con su discurso encendido.

No tardo mucho tiempo en llegar hasta el Baru Latin Bar, su club nocturno por
excelencia, el que había descubierto apenas llego a Miami por recomendación de
uno de los militares enchufados con los que se relacionaba en Venezuela; esos
tipos sí que tenían clase, recordaba Cesar, conocían cada lugar increíble como si
se dedicaran al negocio de viajes, es que cuando tengo un chance cojo mis
maletas y me voy de tour por el mundo, le confeso un buen día el General
Ramírez, la platica que uno se gana debe disfrutarla, darse vida y dejar que los
envidiosos que no han tenido nuestra suerte se mueran rumiando su amargura,
termino diciéndose con una desfachatez que hasta ese momento no había
demostrado. Cesar siguió ese consejo al pie de la letra, y en los siguientes meses
emprendió una travesía que lo llevo a una cantidad de países que en la mayoría
de los casos jamás había escuchado nombrar; comió en los mejores restaurantes,
se hospedo en hoteles de lujo, disfruto los licores de la mejor calidad, y por
supuesto se revolcó con cualquier dama que le daba una entradita, sin que el
idioma representara una barrera, el sexo era un idioma universal, los cuerpos
entrelazados tenían su propio concepto lingüístico. Sin embargo, a pesar de estar
disfrutando la fantástica aventura en que se había convertido su existencia,
reconocía que ese ritmo era insostenible, de no tomar previsiones en algún
momento podía quedar arruinado, sobre todo porque ya no podía seguir
ordeñando a su vaca lechera, como en el relato bíblico de José, tras los años de
abundancia se venían los años de sequía, y de eso ya se manifestaban los
primeros indicios, con tristeza escucho dramáticas historias, varios de sus socios
sencillamente habían dilapidado todo lo que se ganaron por no saber controlar su
nivel de gastos y por los lujos excesivos que se prodigaban. Como al inicio,
quedaron dependiendo de sus magros salarios que ahora en Venezuela no
alcanzaban para nada, a Cesar le toco auxiliar a algunos de ellos, por solidaridad,
por lastima o simplemente porque sabía que también le podía tocar a él pasar por
lo mismo. Se persigno y le pidió a dios que lo alejara de un destino similar,
después de tocar el cielo regresar al fango debía ser una experiencia dolorosa por
la cual no quería pasar.
Le entrego la llave de su Mustang al encargado del parqueadero e ingreso al
local por la entrada reservada para los clientes vip, como siempre el administrador
del club se desvivió en atenciones y lo condujo hasta la mesa que Cesar tenia
apartada siempre que quisiera, pidió un trago y se dispuso a hacer algunas
llamadas, esa noche tenía la intención de divertirse en grande, convocaría a unas
amigas para que le alegraran la noche y lo distrajeran de sus preocupaciones.
Justo cuando empezaba a buscar en su directorio telefónico, observo con
sorpresa que su vecino Claudio y su sequito compuesto por las cuatro esculturas
que había visto más temprano cruzaban el umbral de la puerta principal, increíble
casualidad, en una ciudad tan grande las coincidencias no eran muy comunes,
pensó que tal vez fuera una señal, dios sabia de la angustia por la que estaba
pasando y le presentaba una oportunidad de oro para resolver el crucigrama que
ocupaba sus pensamientos. Trazo un improvisado plan, utilizaría su llave mágica,
nadie podía negarse a la amabilidad de un vecino generoso, ni siquiera Claudio,
independientemente de sus intenciones. Llamo a uno de los meseros y le encargo
la encomienda de proponerle a los recién llegados un brindis todo pago.
El mesero fue por su misión, sin embargo fallo en su primer intento, recibiendo
un tajante no por respuesta, a cambio, por la negativa, Claudio le había ofrecido
un leve saludo. Pero Cesar no era de los que se daban por vencidos tan
fácilmente, más difícil lo había tenido cuando deambulada por los barrios de
Caracas sin tener dinero ni para un café, ahora era un hombre rico, pondría en
práctica su capacidad de convencimiento que tan buenos resultados le habían
dado en el pasado reciente. El empleado del club recibió nuevas instrucciones,
esta vez más específicas, Cesar lo vio acercarse a la mesa circular de extraño
diseño que ocupaban Claudio y sus cuatro amigas, intercambio algunas palabras,
y regreso de forma expedita, esta vez con una respuesta mejor de lo esperado, no
solo le aceptaban la oferta, además lo invitaban a hacerles compañía, lo cual
planteaba una situación no prevista, ya que pensó que de entrada apenas se
limitarían a aceptar un trago y tal vez más adelante él pudiera apersonarse ante
ellos y realizar las presentaciones de rigor, pero sin duda era mejor de lo que
esperaba, por fin conocería a Claudio, se ganaría su confianza y de paso, como
atractivo adicional estaban las cuatro voluptuosas mujeres, por lo cual la
posibilidad de ligar esa noche tampoco quedaba descartada.
Repartieron saludos de presentación, que como en la mayoría de los casos no
dejaban una información precisa, Cesar ya conocía el nombre de su vecino, de las
acompañantes apenas retuvo imágenes físicas; rostros hermosos, curvas
seductoras atrevidamente expuestas e impecables dientes que acompañaban
sonrisas que no debían ser de este mundo. A pesar de la inigualable belleza
femenina que lo arropaba Cesar solo estaba concentrado en su enigmático vecino,
en las primeras de cambio no había notado nada extraño, su trato era cordial y
agradable, tal vez estuviera equivocado y había dejado que la paranoia lo turbara,
sin embargo se mantendría atento a cualquier señal, si Claudio lo estaba
siguiendo tarde o temprano terminaría por delatarse, y entonces pasaría a la
segunda parte de su plan, trataría de convencerlo de que se trataba de un
empresario surgido por mérito propio, y si acaso eso no funcionaba, todavía le
quedaba una jugada, procurar comprar su silencio, y todos saldrían ganando.
Siempre funcionada pensó Cesar.
Los nuevos amigos se entregaron a las copas y al disfrute, Cesar disponía de
tres bellas chicas que se mostraban exageradamente complacientes, dos de ellas
lo cercaron de lado y lado, y en la medida que avanzaba la noche comenzaban a
disputarse su atención, una tercera estaba ubicada en frente y tampoco era ajena
a los encantos de Cesar, que se mostraba tan desenvuelto y extrovertido como un
latin lover, la cuarta mujer era la que Cesar había anticipado sería la novia de
Claudio, como en efecto comprobó apenas se instaló en la mesa. No importaba,
con tres resultaba más que suficiente.
Cesar Moncada movió una pieza más, insistió para que el grupo saliera a dar un
paseo por la ciudad y así poder mostrar a las chicas la potencia de su Mustang,
para luego continuar la fiesta en su majestuosa casa con piscina incluida, las
mujeres no pusieron ninguna objeción, pero lo más importante era la aprobación
de Claudio, sin su presencia el plan perdía todo sentido, posiblemente acabaría
acostándose con alguna de las tres divinidades que se mostraban más que
dispuestas, pero se quedaría sin tener la certeza de si estaba siendo espiado o no,
seguiría atormentado por la preocupación de encontrarse frente a frente en
cualquier mal día con una multitud de exacerbados opositores que le sacarían a la
luz pública hasta su acta de nacimiento. Para su fortuna Claudio también acepto,
Cesar pago una cuenta exorbitante, negándose rotundamente a recibir los aportes
que ofrecían sus acompañantes. Se dividieron en dos sub grupos, Claudio iría con
Ángela, su novia, y Cesar con las otras tres chicas cuyos nombres no recordaba.
Paso la llave, el motor del Mustang trono, el trio femenino estallo en jubilo. Cesar
sonrió satisfecho.

XIX

Cesar estaba eufórico, coincidir con su vecino Claudio esa noche en el Baru Latin
Bar había sido lo mejor que le había ocurrido en mucho tiempo; desde las
monumentales fiestas, repletas de jóvenes y bellas mujeres que patrocinaba el
General Ramírez no la pasaba tan bien. Sus tres nuevas amigas eran un tesoro;
Stella, Camila y Lucia se desvivían por complacerlo, cumplían todas sus fantasías,
desde que las conoció no habían mostrado ningún tipo de reparo en entregarse a
sus caprichos sexuales. Todo parecía indicar que las chicas establecían una
especie de competencia para ver cuál de ellas era más complaciente, Cesar no se
quejaba para nada, por el contrario, estimulaba esa sana competencia, donde él
era el único ganador.
Cinco días después de su primera fiesta con orgia incluida, Cesar había decidido
premiarlas; se embarcaron en un crucero por las Bahamas; al momento de
proponerlo pensó que alguna de ellas pondría algún pero, sin embargo, para su
sorpresa, todas aceptaron encantadas, apenas les dijo empezaron a hacer
maletas, modificaron sus agendas de trabajo, y se instalaron en Weston a esperar
que llegara el día señalado. El viaje fue una experiencia única, Cesar había
tomado previsiones para que el crucero seleccionado tuviera entre su itinerario de
actividades los intercambios de parejas, se paseaba por el barco con el pecho
erguido en compañía de su trio celestial, de inmediato se convirtió en el pasajero
más solicitado, todos querían compartir fiesta con el afortunado poseedor del
harén, pero Cesar era selectivo, solamente accedía cuando se le presentaba una
opción que valiera la pena, escogía para los intercambios a las más voluptuosas
sin importar color de piel, aunque prefería a las rubias también logro acostarse con
latinas, morenas y hasta con una asiática de medidas colosales, todo ello con la
aprobación de sus acompañantes, que obedecían sumisas los mandatos de su
nuevo amo.
En una ocasión, Cesar disfrutaba una noche de copas con sus celestinas en el
bar del crucero cuando un hombre mayor se les acerco, el sujeto espigado
irradiaba la seguridad de la riqueza, sin duda se trataba de algún millonario que
invertía su dinero en alegrarse lo que le restaba de vida. Invito a Cesar y a sus
amigas a unirse a la mesa que compartía con dos hermosas rubias, que según la
presentación realizada eran hermanas, ambas muy jóvenes, posiblemente
bordeaban los veinticinco años, quizás un poco menos, aunque en la época de las
cirugías, los tratamientos faciales y el gimnasio eso se había vuelto difícil de
determinar. Cesar imagino lo deprimente que debía ser para ellas tener que
acostarse con ese vejestorio, el poder del dinero podía ser más afrodisiaco que
cualquier esencia oriental, en cierta forma él y ese anciano millonario tenían algo
en común; las mujeres se rendían ante ellos prácticamente sin oponer resistencia,
todas deseaban ser atendidas, ser tratadas como reinas, y si para lograrlo
necesitaban entregar sus cuerpos, y en muchos casos sus almas, lo hacían sin
remordimientos.
A Cesar le toco llevarse a las bellas hermanitas rubias, mientras el anciano
millonario obtenía en el intercambio a las tres inseparables amantes de Cesar. A la
mañana siguiente un eufórico Cesar relataba apasionadamente lo bien que le
había ido con las hermosas hermanas de piel y cabellos dorados, al punto de
lograr algo poco inusual en este tipo de encuentros casuales; las chicas
terminaron por confiarle sus números de teléfono, correos y cuentas de redes
sociales, esto con el fin de organizar otro encuentro sin la anuencia del viejo,
esperaban repetir lo que a su juicio había sido una agradable experiencia en
compañía del fogoso y joven latino. Esto debían hacerlo con extrema cautela, ya
que no querían perder a su mina de oro. En tanto Camila, Stella y Lucia, tuvieron
una noche bastante diferente, el anciano con sus copas de más en la cabeza
sucumbió a las primeras de cambio, sin llegar a concretar la prometida fiesta
sexual, la noche para ellas fue larga y aburrida, razón por la cual exigieron a Cesar
no volver a comprometerlas a una situación tan vergonzosa.
De regreso a la normalidad, Cesar intento contactarse con su nuevo amigo
Claudio, sin embargo este se encargó de evadir sus invitaciones una y otra vez
con la excusa de estar comprometido en un nuevo proyecto laboral que ocupaba
todo su tiempo, Cesar se mostró contrariado y opto por no seguir insistiendo,
pensó que no todos tenían la libertad de gozar la vida como él lo hacía, las
personas normales que no habían hecho fortunas de la noche a la mañana debían
trabajar a diario para buscar el sustento, se sentía agradecido con Claudio e
incluso sopeso la idea de hacerle una propuesta de inversión, juntos podían fundar
una empresa, él colocaría el dinero y Claudio el conocimiento y el trabajo. Le
parecía justo lo que necesitaba para integrarse plenamente al ambiente
empresarial norteamericano.
Mientras, sus tres concubinas mostraban a Ángela con orgullo los regalos
adquiridos durante su paseo, que era mucho más de lo que ellas hubiesen podido
comprar con sus magros ingresos como modelos de segunda. Ángela, ante el
entusiasmo de sus amigas había preferido obviar el tema de la investigación que
ella y su novio habían estado realizando, que fue lo que provoco el acercamiento
con Cesar Moncada, las chicas al parecer lo había olvidado y ahora se entregaban
con frenesí al mundo del derroche que les ofrecía su protector.
Cuando por fin Cesar y Claudio lograron juntarse, el primero coloco sobre la
mesa la propuesta que había estado madurando desde días atrás, para su
desconsuelo, cortésmente Claudio había rechazado el ofrecimiento de plano, sin
siquiera dejar que Cesar expusiera las ventajas del trato, la negativa fue tajante,
sin ahondar en explicaciones, simplemente no le intereso. Lo que Cesar no sabía
era el oscuro plan que su supuesto amigo estaba tejiendo a sus espaldas, en
estrecha colaboración con el departamento del tesoro de los Estados Unidos, que
en las próximas semanas se develaría con amargos resultados para el antiguo
enchufado del régimen madurista.

En las últimas semanas Cesar había recobrado la tranquilidad, el asedio hacia las
personas vinculadas con el régimen venezolano se habían vuelto acciones
esporádicas, esa estrategia fue perdiendo fuerza motivado al rechazo que
generaba hasta dentro de las propias filas opositoras, los dirigentes de la MUD
uno a uno marcaron distancia, no se podían comportar con el mismo nivel de
salvajismo con que actuaban los partidarios del régimen, si se intentaba demostrar
al mundo que los violentos y fascistas estaban del lado del gobierno era hora de
actuar en consecuencia, por tanto, los casos de escrache que aún se presentaban
eran hechos aislados llevados a cabo por personas indignadas, pero sin que
mediara ningún tipo de organización y planificación.
Sin embargo, ese día volvió a sentir que lo vigilaban, mientras conducía su auto
por las calles y avenidas de Miami noto la presencia de una camioneta negra que
le siguió los pasos durante buena parte de la tarde, en un determinado punto logro
perderlos de vista, intento no volverse paranoico, pero no podía negar que la
situación le preocupaba, el gobierno de Estados Unidos era particularmente
severo con los delitos financieros, aunque él pensaba que estaba totalmente
limpio no estaba de más tomar sus precauciones, se convenció de irse de viaje
por un tiempo, esa misma noche llamaría a sus amigas, compraría boletos para
Europa y se marcharía sigilosamente. También pensó que podría volver a
Venezuela, allí si estaría totalmente seguro bajo la protección de sus amiguetes de
uniforme, pero esa idea lo deprimió, la situación de su país era precaria, en
cualquier momento se podía producir una revuelta que acabara con el gobierno y
él quedaría totalmente expuesto, los nuevos dueños del poder hurgarían en el
desfalco cometido contra el sistema de divisas y no tardarían mucho en dar con
todos los involucrados, Europa le pareció el lugar más razonable, dejar pasar una
temporada observando a la distancia para luego decidir qué hacer.
Retorno a su casa pasadas las siete de la noche, la empleada doméstica le
pregunto si deseaba que preparara la cena antes de retirarse, Cesar se limitó a
negar con la cabeza y continuo hasta su habitación, se tumbó en la cama por unos
segundos, luego se incorporó y encendió la televisión para ver que noticias traían
de Venezuela, ya era 27 de junio y el país seguía inmerso en una sangrienta
batalla que no tenía signos de terminar todavía. Lo que observo lo dejo con la
boca abierta; un grupo comando acababa de disparar contra el TSJ y otros
edificios gubernamentales desde un helicóptero, Cesar se tomó de los cabellos,
esto se está saliendo de control pensó, ese tiroteo justificaba que un regreso a su
patria resultaba en extremo riesgoso, el gobierno se tambaleaba y con él la
posibilidad de seguir pasando desapercibido, ahora lo del viaje resultaba algo
perentorio, cogió su móvil para solicitar los boletos; entonces escucho voces, su
empleada se enfrascaba en una acalorada discusión con alguien, se levantó de un
salto y corrió hacia la puerta de la habitación, intento girar la manecilla pero en ese
instante la puerta se abrió y varios agentes federales entraron atropelladamente
con sus armas de asalto, el terror lo paralizo, no logro hilvanar una sola palabra,
un hombre vestido de civil se posó frente a él, saco una identificación y se
presentó.
─Soy el agente Albert Pence ─dijo.
Cesar guardo silencio, todavía confundido.
─Del departamento del tesoro ─agrego.
Ahora Cesar Moncada entendía perfectamente de que se trataba. Un extraño
escalofrió recorrió su cuerpo de pies a cabeza.
El pesado interrogatorio se prolongó por cuatro horas. Cesar salió de la
vanguardista sede del FBI en Miami casi a medianoche, había sido tratado con
cortesía a pesar de la abrupta irrupción que habían tenido los agentes en su
residencia horas antes; las preguntas giraron en torno a su relación con altas
jerarcas del régimen madurista, Cesar comprendió de inmediato que el objetivo del
funcionario del departamento del tesoro no apuntaba hacia él, más bien se
enfocaron en las figuras de Diosdado Cabello, Tarek El Aissami, Jorge Rodríguez
y el mismísimo Nicolás Maduro, querían a los peces gordos, con ello intentarían
continuar con su metódica descalificación del gobierno venezolano. Cesar
Moncada se había negado a revelar información, se limitó a responder que su
fortuna procedía de fuentes licitas, sin embargo, estaba convencido que el
gobierno norteamericano debía tener suficientes datos de sus negocios e
inversiones, de lo contrario jamás se hubiesen atrevido a detenerlo, necesitaba
pensar rápido, sabía que solo era el inicio de una investigación minuciosa de la
cual no podía salir bien parado.
Ya camino a casa, por las calles semivacías de la ciudad más cosmopolita del
sur de los Estados Unidos volvió a pensar en lo acontecido esa tarde en Caracas;
la seguridad aérea de la capital venezolana había sido burlada por un pequeño
grupo de disidentes a bordo de un helicóptero, ¿Dónde diablos estaban los
sukhoy? Modernos aviones de los cuales el gobierno hacia alarde de ser tan
rápidos que eran capaces de atravesar el país en apenas minutos; según las
noticias, los agresores estuvieron sobrevolando la ciudad por casi una hora
impunemente, sin recibir la más mínima contra ofensiva, eso significaba que las
defensa nacional era una mierda, si no lograron repeler el ataque de un solitario
helicóptero, como esperaban sostener una ofensiva del imperio más poderoso del
mundo y sus modernos equipos bélicos de última generación. No quería ser
pesimista, pero de acuerdo a lo ocurrido, un ataque estadounidense borraría del
mapa cualquier resistencia de la pomposa Fuerza Armada Nacional Bolivariana
sin darles tiempo siquiera de disparar un fusil; el discurso de tantos años, el dinero
invertido en armas y equipamiento, todo resultaba un engaño, otro más. El cinismo
de su gobierno no tenía límite alguno.
Percibía algo sospechoso, como una pieza de rompecabezas que no acababa
de encajar, no parecía descabellado pensar que el gobierno de Nicolás Maduro en
su desesperación por redistribuir las culpas del desastre venezolano fuera capaz
de crear ese montaje con arrebatos de película de Hollywood. Nadie había
disparado una bala, a pesar de encontrarse bajo ataque, todo hacia parecer que
se trataba de una treta para desviar la atención, un falso positivo orquestado para
acusar a la oposición de violencia y terrorismo. Cesar conocía muy bien a la
Fuerza Armada, sus principales socios procedían de ese sector, fueron ellos los
que entre copas le habían confiado su determinación por mantener al gobierno a
como diera lugar, ya que sus cabezas también estaban en juego, la caída del
presidente Maduro los arrastraría consigo, directo al lodazal, muchos de ellos
terminarían en la cárcel o en el exilio, fugitivos o sancionados, pero nunca libres,
sus cuantiosas fortunas no servirían de nada, defender al gobierno o sucumbir en
el intento, no existían caminos alternos.
Pero ahora lo que más le preocupaba era el alcance de la justicia
norteamericana, había dejado de ser un millonario anónimo, el radar del
departamento del tesoro lo había captado, y estaba convencido de que volverían
por él, se enfrentaba a una disyuntiva de esas que atormentan; entre delatar a sus
antiguos socios o seguir guardando silencio y arriesgarse a las correspondientes
sanciones. Cesar empezaba a encariñarse con Miami, la ciudad del sol le ofrecía
todo lo que había soñado desde que era niño y deambulaba por las barriadas
caraqueñas sin un medio en el bolsillo: seguridad, excelente nivel de vida y mucha
diversión, eran los elementos que apreciaba de Miami. Por otra parte, le
atemorizaba perder sus propiedades, y su fortuna depositaba en bancos de
Estados Unidos, cualquier movimiento extraño lo delataría, sabía que estaba bajo
vigilancia extrema a partir de ese momento, lo mejor sería esperar el curso de los
acontecimientos, que su buena estrella volviera a hacer el milagro y que por arte
de magia se olvidaran de él, que lo dejaran tranquilo, que hurgaran en otra parte;
en Venezuela podía esquivar cualquier peligro soltando un poco de dinero aquí y
allá, o con el apoyo de sus amigotes de verde, pero en el imperio las cosas tenían
otro tenor, la justicia era inexpugnablemente justa, sin desviaciones ni trochas por
donde escapar, como un callejón sin salida con todos los accesos bloqueados.
Llego a casa y subió directo a su habitación, se precipito sobre su cama con más
preocupación que agotamiento, cerró los ojos solo para descubrir que sus miedos
continuaban allí, incólumes, inalterables, recordatorio de un futuro incierto. Con
pereza se quitó la ropa y se enfundo en las sabanas con la miraba fija en el techo.
Esa noche seria perpetua, aunque quisiera no podría dormir.

VI

Administrar la arrechera. Esa frase utilizada frecuentemente por la dirigencia


opositora le rechinaba en los oídos, un mes de protesta pacífica y Nicolás Maduro
seguía incólume, inalterable, como si lo que pasaba en el país no le estuviera
haciendo ni coquito. Solo son un reducido grupito de terroristas, repetía
incansablemente a través de sus continuas cadenas de radio y televisión. El
presidente había creado una especie de realidad paralela, donde todo era bondad,
solidaridad, desprendimiento; su gobierno era atacado injustamente por el imperio
y sus lacayos, solo por el hecho de hacer justicia social y luchar por la unidad de
los países de América Latina, aseguraba con vehemencia. Entretanto, Juan Marco
Pereira habitaba en un país diametralmente opuesto; en esa otra Venezuela no
había alimentos, ni medicinas, ni dinero para comprar ninguna de las dos cosas; la
delincuencia era dueña de las calles, durante el año 2016 se produjeron más de
28 mil homicidios, y prácticamente la totalidad de ellos jamás fueron investigados,
ni mucho menos se encontraron culpables, era como una ruleta rusa, solo tenías
que ligar que la bala marcada con tu nombre no llegara tan pronto, que se perdiera
en el vacío, que alcanzara a otro. Pero eso para la elite rojita solo consistía en
mala propaganda, vilipendio, injuria malsana. Gracias a dios contaban con las
instituciones necesarias para evitar que los traidores siguieran perturbando la paz.
El que se resbalaba iba a parar directo a un calabozo, sin debido proceso, sin
posibilidad de una defensa decente, o asesinado en cualquier calle de Venezuela.
Los mundos paralelos se acercaban a una colisión inevitable, dramática,
sangrienta. Abril tan solo fue un abreboca de lo vendría, aun no se había visto
nada.
Juan Marco estaba convencido que ahora nadie podía objetar sus razones, tenía
un mes completo insistiendo en que esa modalidad de protesta pacífica no les
daría ningún resultado. El gobierno contaba con suficiente material bélico para
repelar cualquier manifestación, su arsenal represivo era inagotable, de paso,
ahora, cada vez que se anunciaba una marcha, sencillamente colocaban sus
ballenas y tanquetas en forma de barricada para obstruir el paso. Además, Juan
Marco tenía la preocupación de que la gente empezara a cansarse, que se
frustrara de tanta impotencia y terminara por aceptar la tiranía. En los últimos días
había percibido algo de eso, sobre todo después de la muerte de varios
compañeros en distintos lugares del país, ese factor también jugaba
peligrosamente en contra; que a pesar de la voluntad de la inmensa mayoría,
acabaran sucumbiendo ante el temor de la salvaje represión.
San Antonio de los Altos, en el estado Miranda era un bastión opositor, desde
siempre se había resistido a dejarse seducir por el discurso empalagoso y
populista de Hugo Chávez y de su heredero Nicolás Maduro, en las últimas
elecciones para la Asamblea Nacional, la Mesa de la Unidad Democrática (Mud)
obtuvo más del 82% de los votos, y año y medio después ese porcentaje se
incrementaba día a día, conforme la crisis económica se encargada de convertir a
la clase media, que constituía la base poblacional de la ciudad, en gente pobre, y
sin expectativas de recuperar su antiguo nivel de vida. En pocas palabras, se
podía decir que el chavismo o madurismo, no tenían entrada en la única parroquia
del municipio Los Salías. Para Juan Marco eso representaba una ventaja
estratégica, podían tomarse el control de la ciudad sin tener la amenaza de los
colectivos armados por el gobierno, que en otros sectores se apoderaban de las
calles y agredían a todo aquel que protestara en contra del régimen de Nicolás
Maduro. No quedaba otra, cerrar la ciudad, repeler a la fuerza pública y
desconocer al gobierno.

La concentración en rechazo al golpe de estado, organizada por la Mud el primero


de mayo, fue pletórica, cientos de miles de personas abarrotaron las calles de
Caracas, sin embargo, en esta ocasión tampoco habían podido llegar al punto final
de la manifestación, una vez más las fuerzas del régimen se encargaron de
dispersar a la gente mediante el uso de bombas lacrimógenas, perdigones y
metras que utilizaban como balas. Pero ese día las malas noticias apenas
iniciaban, Juan Marco se enfrasco en una lucha cuerpo a cuerpo con funcionarios
de la GNB y recibió el impacto de perdigones directo al pecho, le dispararon a
quemarropa, como pudo se trasladó hasta un puesto de socorro cercano para ser
atendido de sus múltiples heridas, más que adolorido estaba iracundo, indignado,
en ese momento deseaba contar con armamento lo suficientemente potente para
hacer frente a esos esbirros que los atacaban sin compasión. En el puesto de
socorro, un rumor se propagaba como la peste, algunas personas a su alrededor
comentaban incrédulos acerco de un anuncio que acababa de hacer el presidente.
Juan Marco no pudo descifrar la información a las primeras. Sobreponiéndose al
dolor y a la rabia, se puso de pie y camino hacia donde estaba un grupo
intercambiando impresiones, lo que escucho en ese momento lo dejo atónito, sin
aliento, representaba una declaración de guerra. La convocatoria a la Asamblea
Nacional Constituyente era un golpe bajo, a traición, significaba que para el
gobierno el abuso no tenía limites, iban por todo y quien se opusiera recibiría su
merecido. Seria borrado del mapa, literalmente hablando.
No contaba con los detalles específicos, en general nadie lo sabía, al parecer, el
anuncio del presidente había sido vago, como toda su discursiva, solo hacia
énfasis en que se trataba de una constituyente para la paz, para desmontar el
golpe de estado. A Juan Marco le parecía un absurdo, totalmente ridículo, irónico;
el hombre que robo la esperanza de un país, que lo había llevado a niveles de
miseria como nunca antes en su historia y que se negaba a hacer elecciones,
resultaba ser el agredido, y la Venezuela pisoteada, humillada y desangrada, era
la violenta agresora. Su nivel de cinismo no tenía límites. Con esta acción, el
gobierno quedaba totalmente desnudo, ahora no podrían seguirle mintiendo a esa
parte de la población que se mantenía sin tomar partido activamente, que aunque
golpeada por la crisis y los constantes abusos de poder, insistía en no inmiscuirse
en nada, simplemente rumiaban sus penas y esperaban, eso sí, que se celebraran
elecciones para acabar con su tragedia como dios manda. Su discurso
internacional de amantes de la democracia y la participación popular también
quedaba desenmascarado, la comunidad internacional que tímidamente
empezaba a exigir elecciones libres y respeto a las leyes, tendría que hacer frente
a esta nueva situación y actuar con mayor contundencia y celeridad. Se iniciaba
una marcha contra reloj, para los venezolanos ya era cosa de vida o muerte. Juan
Marcos lo entendió así desde el principio, esperaba que esta nueva arremetida del
presidente hiciera despertar al resto de la sociedad y del mundo.
Juan Marco siempre evocaba aquel momento en que supo para donde iba este
gobierno. Rondaba los veinticinco años de edad, pero se ufanaba de tener la
madurez suficiente como para haber entendido desde el mismo día que Maduro
fue electo presidente, que se dirigían directo a una dictadura estilo cubano, nunca
tuvo dudas de ello, su candidato Henrique Capriles había perdido la elección por
un margen ínfimo, Juan Marco nunca lo creyó, fue uno de los primeros que se
lanzó a la calle a descargar su arrechera, pero no solo contra el gobierno, su
arrechera también era contra los partidos de oposición, por haber aceptado
semejante fraude. Durante días se mantuvo en las calles protestando, no
precisamente en forma pacífica; a este tipo de manifestaciones el gobierno las
denomino guarimbas, las mismas, fueron amainando paulatinamente y
eventualmente terminaron por extinguirse, sin mayor resultado que la pérdida de
vidas de muchos jóvenes. Juan Marco fue señalado por los cuerpos de inteligencia
del estado como responsable de hechos violentos contra personas y propiedades,
con el apoyo de su familia, le toco salir huyendo del país, para no correr la misma
suerte de varios compañeros que se dejaron atrapar, y en juicios sumariales
fueron sentenciados y encarcelados, entre ellos Leopoldo López, el único líder que
había asumido una posición firme contra el régimen fraudulento y que por su
osadía ahora purgaba una pena de trece años, nueve meses y siete días.
Admiraba a Leopoldo, por ello se mantenía atento a los mensajes que emitía su
esposa, Lilian Tintori, que había resultado tan valiente como él. Algún día esa
pareja tendría su oportunidad de cambiar el rumbo a Venezuela, pensaba
esperanzado.
Se mantuvo viviendo durante dos años en Colombia, hasta que el parche se
enfrió (como dicen en el vecino país) y decidió regresar a casa por los caminos
verdes, siempre con la precaución de mantener un perfil bajo para no llamar la
atención, sin embargo, los últimos acontecimientos lo devolvieron a su elemento,
no podía permanecer pasivo ante tanta tropelía. En el último mes había asistido a
cada una de las actividades de la Mud, siempre en la primera línea, se había
vuelto un experto en eso de contrarrestar a las fuerzas de seguridad, gracias a su
experiencia sabía perfectamente cuando debía atacar y cuando replegarse,
conocía como funcionaba el flujo de los gases lacrimógenos, y a que distancia los
ataques con perdigones dejaban de ser efectivos; a pesar de ello, por primera vez
había sido herido, Juan Marco estaba convencido que el exceso de confianza le
acabo jugando una mala pasada, en cierta forma llego a sentirse inmune ante
cualquier ataque, por alguna razón la mente humana se va adaptando a
situaciones cada vez más extremas, superado un peligro, te prepara para otro con
mayor nivel de dificultad y así sucesivamente. Se prometió ser más cuidadoso en
el futuro, aunque el mismo dudo que fuera capaz de cumplir semejante
compromiso consigo mismo, y menos ahora.

Cuando arribo a su casa, ya en horas de la noche del primero de mayo, se


sorprendió al ver que los vecinos empezaban a colocar obstáculos en la vía
pública, el ambiente era de histeria colectiva, una espontánea concentración
empezaba a apoderarse de los espacios adyacentes al edificio de apartamentos
donde Juan Marco residía. Para su sorpresa, su madre que siempre le aconsejaba
que dejara de participar de las manifestaciones, también se encontraba entre el
tumulto, y no era una mera espectadora, con olímpico esfuerzo rodaba un
neumático con la clara intención de colocarlo en medio de la calle, Juan Marco se
apeó del vehículo que lo trasladaba y de un brinco se dispuso a sumarse al
esfuerzo de su progenitora.
─ ¿Pero qué te ha pasado? Pregunto la madre de Juan Marco, al ver su
agujereada franela manchada en sangre.
─Nada mamá, solo he tenido un pequeño accidente ¿Por qué mejor no me dices
que estás haciendo aquí? ─pregunto tratando de distraer la preocupación de su
madre.
La señora, que lucía un impecable vestido blanco con encajes, no dejo de mirar
los destrozos que los perdigones habían ocasionado sobre la humanidad de su
hijo. Estaba al borde del llanto.
─Tranquila mamá, me encuentro perfectamente, este régimen no va a poder
doblegarme tan fácilmente.
La mujer intento sentirse aliviada, sin embargo, su instinto maternal le indicaba
que el asunto no era tan sencillo, que seguramente, como muchos otros, su hijo
había estado expuesto a una muerte prematura. Por lo menos, aunque parecía
herido ya se encontraba en casa, muchas madres no podían decir lo mismo. Se
aferró a su hijo, sin importarle dañar su impecable traje.
─ ¿Y entonces que haces aquí? ─volvió a preguntar Juan Marco, echándose un
paso hacia atrás.
Su madre bajo la mirada, visiblemente incomoda, siempre había pregonado que
la solución para el país era el dialogo, que ambos bandos debían buscar la
manera de sentarse en una mesa de discusión y acabar de una vez por todas con
la situación de anarquía que reinaba en Venezuela, sin violencia, como gente
decente, como ocurría en las sociedades civilizadas de Europa, que ella tanto
admiraba. Pensaba que si la cosa seguía empeorando, vendería todos sus bienes
y se marcharía al viejo continente, a España específicamente, donde seguramente
no tendría tantos problemas para adaptarse. Aunque ya rondaba los cincuenta y
cinco años de edad, se sentía fuerte como para emprender una nueva vida, lejos
de tanta locura desatada. Era medico con especialidad en cardiología infantil,
carrera con mucho campo de trabajo en España; ya muchos colegas habían
marcado el camino con éxito. Pero la motivación fundamental de su plan, era
sacar a sus dos hijos de un país que se desmoronaba a pasos agigantados a
causa del desgobierno de Maduro, quería que tanto Juan Marco, como su hija
menor, Mariana, tuvieran las oportunidades que ella tuvo cuando se formó
profesionalmente, en una Venezuela muy diferente a la que tenía frente a ella, en
ese triste momento de la historia.
─Considero que no nos han dejado más opciones, ─señalo la conmovida mujer
─lo de hoy es una clara señal de que nada les importa más que perpetuarse en el
poder, no podemos permitirlo. Por eso estoy aquí.
Juan Marco sintió la aceleración frenética de los latidos de su corazón, sin duda,
su madre podría darle una respuesta médica a lo que pasaba en ese instante de
emoción pura, de amor inconmensurable. Se esforzó en recordar cuando se había
sentido más orgulloso de su madre que en ese momento. Y no recordó nada. Ver
a una mujer a la que casi nunca había escuchado alzar la voz, y mucho menos
entablar discusiones, plantada con tal determinación ante la ignominia y el abuso,
lo reconforto. Su lucha, que era la lucha de casi todo un país, adquiría más sentido
que nunca antes.
La vía quedo cerrada en ambas direcciones, unas gandolas de combustible que
pasaban por el lugar fueron detenidas y colocadas como parte de la barrera. Juan
Marco giraba las instrucciones, los vehículos estaban cargados de material
inflamable, por tanto, las fuerzas del gobierno se lo pensarían dos veces para
intentar romper el cerco, y arriesgarse a una explosión que pusiera sus vidas en
riesgo. Más gente se fue sumando a la manifestación, la información había sido
propagada en las redes sociales y los vecinos respondían al llamado en masa. Ya
eran cientos de personas. A lo lejos, un sonido inconfundible taladraba la noche,
las patrullas de los cuerpos de seguridad del estado acudían a la cita con inusual
puntualidad, irónicamente, cuando se cometía algún crimen jamás aparecían. Al
poco tiempo estarían allí, y no precisamente para hacerles compañía. La noche
iba a ser larga. Gajes del oficio, pensó Juan Marco, de nuevo expuesto, otra vez
en el blanco de tiro.
XIII

San Antonio de los Altos se encontraba sitiado por las fuerzas de seguridad del
régimen, decenas de tanquetas se paseaban con despampanante soberbia por las
calles de la ciudad como una muestra fehaciente de lo limitada que estaba la
democracia venezolana. La población de los altos mirandinos había demostrado
su rebeldía, ya llevaban más de un mes continuo de protestas y se mantenían con
la moral en alza, siempre dispuestos a cerrarle el paso a la dictadura en ciernes
que amenazaba con arrebatarles la república. Juan Marco Pereira se mantenía
activado las veinticuatro horas del día, fungía como el improvisado líder de un
grupo de jóvenes que con arrojo se unían a las protestas tanto en Caracas como
en su propia localidad. La GNB los tenía en la mira, Juan Marco habitaba en el
parque residencial OPS, que se había convertido en blanco principal del ataque de
los uniformados; decenas de viviendas estaban siendo allanadas ilegalmente,
cualquier residente podía ser capturado sin que mediara orden de detención
alguna, los derechos humanos brillaban por su ausencia, prácticamente en el
municipio se había instalado un estado de sitio no decretado. La gente sentía un
temor natural ante la excesiva violencia de la fuerza pública, la vida había dejado
de ser normal, las personas se desesperaban por comprar comida, pero la tarea
resultaba titánica, en las tiendas los estantes permanecían vacíos y la zona se
encontraba vetada del suministro de alimentos por parte del CLAP, que aunque
nadie lo decía oficialmente todos estaban claros que era un castigo por su
irreverente disidencia. En ese escenario complicado Juan Marco se movía
sigilosamente, como un animal nocturno evitaba cualquier vehículo oficial, junto a
sus compañeros había creado un código de mensajes cifrados como medida
preventiva al espionaje electrónico al que seguramente ya estaban sometidos, en
esencia se comportaban como guerrilleros urbanos, con la única diferencia que su
arsenal bélico consistía apenas en alguno que otro artefacto artesanal que
pudieran elaborar con sus rudimentarios conocimientos.
El grupo de Juan Marco se había dedicado a la tarea de coleccionar botellas de
vidrio, ya contaban con una cantidad importante y decidieron preparar el arsenal
con el cual contrarrestarían las incursiones que realizaban los esbirros en horas
nocturnas, con el propósito de infundir terror en los habitantes de las residencias
OPS, atacarían por sorpresa y en puntos estratégicas que facilitaran su escape.
Por Internet se habían documentado acerca de cómo elaborar bombas molotov
con un mínimo de riesgo, ya que manipularían material inflamable y cualquier error
podía ocasionar un accidente fatal. Se reunieron en la casa de Pablo Merchán, un
joven un tanto díscolo que en ocasiones debía ser reprendido por Juan Marco
para limitar su propensión a exponerse, en ese momento todos eran necesarios,
no podían darse el lujo de ser capturados porque eso significaba que toda la
organización quedaría al descubierto. Corrían rumores que los detenidos eran
sometidos a todo tipo de vejámenes y torturas hasta que terminaban soltando los
nombres de sus compañeros y los sitios donde se guarecían, incluso eran
forzados a implicar a dirigentes de oposición, obligándolos a firmar una
declaración con la cual el gobierno podía justificar su fachada de que estaba
defendiéndose de un golpe de estado propiciado por la derecha fascista y
auspiciado por los Estados Unidos.
Los padres de Pablo Merchán, dos jubilados de la administración pública, no se
encontraban en casa; cuando arrecio la represión decidieron irse unos días al
interior de la republica a la espera de que la situación se calmara un poco, aunque
nadie por más optimista que fuera podía asegurar que la aguda crisis que vivía el
país pudiera estar cerca de llegar a su final, por el contrario la situación se estaba
tornado más compleja en la medida que el gobierno se aferraba en su empeño de
imponer una asamblea constituyente a espaldas del pueblo. Las dos hermanas de
Pablo tampoco estaban en la ciudad, y no regresarían en lo inmediato, por lo cual
el apartamento de los Merchán se había convertido en el sitio idóneo para
establecer el centro de operaciones de este comando amateur conformado por
chicos en su mayoría todavía imberbes, pero dispuestos a arriesgar la vida si era
necesario para hacer de Venezuela una tierra de oportunidades y de sueños.
Esa noche tenían claramente visualizado su objetivo, a pocas cuadras se
encontraba apostado un contingente de efectivos militares, no manejaban una
cifra exacta, pero según el estudio realizado debían ser unos treinta, tal vez un
poco más, además, los represores tenían a su disposición cuatro tanquetas y unas
quince motos de alta cilindrada con la cual perseguían a los manifestantes para
apresarlos y golpearlos. También se habían reportado robos, los funcionarios se
comportaban al estilo clásico de las dictaduras; reprimir, golpear, intimidar, todo
respondía a un plan bien orquestado, era la forma de transmitir el mensaje de que
la libertad apenas consistía en una palabra, que para ellos no tenía ningún
significado, Venezuela no era más que el reino de la barbarie, donde quien
portaba el uniforme tenía la potestad de subyugar a la civilidad que
supuestamente estaban llamados a defender.
El pelotón de guardias nacionales estaba emplazado justo en la entrada del
parque recreacional OPS, con la clara intención de impedir la salida de la gente
que quisiera acompañar las protestas, los vecinos debían pasar por un
vergonzoso chequeo si necesitaban movilizarse hacia algún lugar para cumplir con
sus actividades cotidianas, aunque en las últimas semanas la vida en Venezuela y
especialmente en los altos mirandinos había dejado de ser cotidiana, se
enfrentaban a una situación de guerra ante un gobierno agresor y terrorista.
A nivel nacional la situación no era mucho mejor, ya pasaban los cincuenta días
de protestas y el régimen apretaba con más fuerza, como una tenaza se iba
cerrando contra la frágil democracia de Venezuela, el pueblo había perdido
totalmente su capacidad de asombro ante la ambición desmedida de poder del
presidente Nicolás Maduro y sus acólitos, la constitución y las leyes de la republica
solo eran letra muerta sin ningún valor, El TSJ se erigía como un supra poder
capaz de disolver instituciones o quitar competencias de un solo plumazo y sin
posibilidad de discusión, los caminos democráticos se cerraban mientras el país
se hundía inexorablemente en aguas pantanosas, el gobierno se desplegaba en
todos los frentes, sin embargo, el pueblo respondía con la única alternativa que le
quedaba, continuar en la calle, no había otro camino.
El 18 de mayo el gobernador de Miranda, Henrique Capriles Radonski tenía
programada una audiencia en la ciudad de Nueva York con el alto comisionado de
derechos humanos, para presentar personalmente los casos de asesinatos,
heridos, presos y la brutal represión que había desatado la dictadura, para su
sorpresa al momento de apersonarse en la terminal del aeropuerto internacional
de Maiquetía su pasaporte fue confiscado y anulado, negándole la posibilidad de
cumplir el compromiso, todo esto ante los ojos del mundo que no se lo podía
creer, el gobierno no ofreció ninguna excusa, ni cuando menos hicieron el
esfuerzo por tratar de disimular ese atropello. A pesar de ese obstáculo Capriles
se las ingenió para enviar a su abogado en su lugar, al parecer el gobierno no
contaba con esa jugada audaz, el abogado viajo sin que nadie lo notara y entrego
el informe, a raíz del cual el alto comisionado Zaid al Hussein manifestó su
intención de venir a Venezuela a evaluar la situación sobre el terreno, y además le
solicito al gobierno venezolano que permitiera el acceso del grupo de expertos que
pensaba enviar en esa misión.
El día 19 se produjeron dos eventos que dispararon un rayo de luz a las fuerzas
opuestas a la constituyente promovida por el presidente; se llevó a cabo una
multitudinaria concentración denominada “somos millones por el cambio” que hizo
tambalear los cimientos mismos del régimen, más tarde, ese mismo día se dio a
conocer una carta enviada por la fiscal general Luisa Ortega Díaz, al presidente de
la comisión nacional constituyente Elías Jaua, donde expresaba su contundente
rechazo a dicha convocatoria, por considerar que violaba principios fundamentales
como la participación ciudadana, la democracia y la progresividad del derecho. La
antigua aliada del gobierno se desmarcaba definitivamente, y tomaba una posición
de franco enfrentamiento contra el régimen de Nicolás Maduro.
Ya eran casi las dos de la madrugada del 21 de mayo, Juan Marco, Pablo
Merchán y otros ocho compañeros se encontraban listos para salir a su operación,
cado uno se equipó con tres o cuatro molotov que llevaban cuidadosamente en
sus morrales. El plan consistía en rodear a los efectivos de la guardia nacional y
atacarlos por la retaguardia con el objetivo de minimizar su capacidad de reacción,
para ello esperarían el momento en que estuvieran agrupados entre una ronda y
otra; la hora parecía propicia, es justo el momento en que quien cumple funciones
de centinela se encuentra en una condición de mayor vulnerabilidad, por el
agotamiento y la calma relativa que lo hace sentirse confiado.
Bajaron por las escaleras del edificio a paso raudo, el apartamento de la familia
Merchán se encontraba en el piso trece, un trayecto largo, pero el grupo estaba
compuesto de jóvenes con un promedio de edad de veinte años, por lo cual eso
no constituía un problema, a esa nada edad nada representaba un problema; en el
camino tropezaron con un par de parejas juveniles que intercambiaban mimos y
besos frente a un apartamento del piso siete, los tortolos estuvieron a punto de
salir corriendo despavoridos ante la repentina presencia de la banda de
encapuchados, pero la intervención de Pablo los detuvo, ahora solo mostraban
cara de entre cómplices y curiosos. Llegaron a la planta baja donde funcionan
algunos negocios, y que a diferencia de lo que ocurría durante el día, en que se
daba un gran movimiento de personas, a esa hora se encontraba totalmente vacío
y silencioso, se podía escuchar con claridad el sonido de los vehículos en la
avenida cercana, también alcanzaron a oír voces que se imaginaron provenían de
la alcabala militar ubicada a pocos metros de la entrada de las residencias. Juan
Marco realizo una señal para avanzar hacia la parte derecha, de esa forma
bordearían la cabina de vigilancia, caminarían entre cincuenta y cien metros
amparados por la oscuridad de la noche, y se ubicarían justo por detrás de su
objetivo. El lugar escogido quedaba dos metros por encima del nivel en que se
encontraba la guardia nacional, lo cual brindaba un excelente blanco, la
arremetida se había calculado para ejecutarse en un tiempo estimado de unos
cincos minutos, después de ese lapso se perdía totalmente el factor sorpresa, y
quedarían a merced de la superioridad en números y equipos de los funcionarios
militares.
Juan Marco Pereira fue el primero en llegar al punto, como lo había planificado
la visual era excelente, desde allí podía observar a la perfección todos los
movimientos de la alcabala; seis soldados iban y venían de un extremo a otro de
la avenida, seguramente los que estaban de guardia, ocasionalmente detenían un
vehículo más para molestar y mantenerse despiertos que para buscar
efectivamente algo, los otros efectivos, alrededor de unos quince, estaban
sentados dentro y sobre los vehículos aparcados allí. Juan Marco analizo la
situación, ya el resto de sus compañeros se encontraban en posición y a espera
de la voz de ataque, de las cuatro tanquetas asignadas en esa especie de brigada
mecanizada, tan solo habían dos en ese momento, además de un par de patrullas
y seis motos, Juan Marco pensó que probamente el resto del contingente estaría
causando estragos en algún urbanismo cercano, o simplemente habían sido
requeridos desde su cuartel general, en todo caso era una buena noticia, tendrían
a menos hombres persiguiéndolos a la hora de la retirada.
Pablo también observaba con atención, entre un grupo de guardias nacionales
que conversaba despreocupado logro identificar a el oficial a cargo, solo conocía
de él, que se trataba de un capitán cuya característica fundamental era la saña
con que recrimina los manifestantes, sin ningún tipo de respeto a los derechos
humanos ni a las libertades públicas, un auténtico modelo de sátrapa, que sin
duda debía ser muy bien valorado por el régimen, a este tipo de personajes se
debía referir Nicolás Maduro cuando hablaba de los gloriosos hombres de
uniforme, toda una vulgaridad, pensaba Pablo con ironía.
Pasaron dos o tres minutos eternos y Juan Marco aun esperaba el momento
oportuno, Pablo empezaba a impacientarse, vio con preocupación que el capitán
hacia un ademan de retirarse, tal vez a descansar, pero Pablo no estaba dispuesto
a permitir que escapara así no más, encendió la mecha de su arma artesanal y la
lanzo ante la incrédula mirada de sus compañeros, que solo les toco girar la vista
para ver donde iba a impactar el objeto incendiario. El capitán viro la cabeza ante
el grito de advertencia de uno de los soldados, pero era tarde, el sonido del vidrio
al romperse fue lo siguiente que escucho, y la llamarada se abrazó a su pantalón.
En ese instante ya una lluvia de bombas caía sobre los esbirros sorprendidos que
corrían para ocultarse mientras trataban de asimilar lo que estaba pasando, en
segundos, el fuego se expandía en la parte superior de las tanquetas, una de las
patrullas se encontraba en llamas y tres de las seis motos también ardían, las
arrogantes fuerzas represoras habían sido totalmente sorprendidas. Juan Marco
lanzo sus cuatro artefactos y se dispuso a correr, para ocultarse según el plan, sus
compañeros también cumplían el protocolo a cabalidad, ataque y repliegue;
cuando había cubierto la mitad de las distancia hacia los edificios, volteo para ver
la ubicación de los demás integrantes del grupo, todos habían emprendido el
escape, o eso le pareció a primera vista; observando más detenidamente se
sorprendió con la desgarbada figura de Pablo de pie al borde de la verja, arrojando
lo que Juan Marco supuso eran piedras, intento llamarlo, pero su grito se ahogó en
la madrugada, Pablo Merchán se precipito sobre sus rodillas, en segundos una
jauría de uniformados lo rodeaba, uno de ellos le asesto una patada directo al
abdomen, Pablo lanzo un desgarrador alarido, los demás funcionarios se unieron
a la fiesta, literalmente lo molieron a palos, lo levantaron sin dejar de golpearlo ni
un instante, a trompicones lo subieron a una de las motos que no había sido
tocaba por el fuego y se lo llevaron. Juan Marco y el resto del grupo se
dispersaron como habían establecido previamente. Un estruendo proveniente de
la entrada del urbanismo provoco que instintivamente todos voltearan hacia allá. El
portón y la cerca de las residencias OPS habían dejado de existir, el vigilante de
la cabina intento expresar su reclamo ante la arremetida de las tanquetas pero fue
neutralizado de inmediato. La cabina de vigilancia estaba siendo destruida, junto a
las cámaras de seguridad, lo cual indicaba que no querían dejar evidencias de lo
que pensaban hacer. Esa noche seria dura e interminable.
Ya pasaba un día de la detención de Pablo Merchán, las fuerzas represoras se
volcaron como hienas sobre el complejo de edificios que conformaban las
residencias OPS; la madrugada anterior derribaron las puertas de gran cantidad
de apartamentos en su propia versión de la operación tun tun, un nuevo modelo
de allanamiento ilegal que el gobierno había puesto en marcha desde los primeros
días de mayo, en el cual no necesitaban una orden para irrumpir donde quisieran y
llevarse a todo aquel que ellos decidieran que era sospechoso de algo, decenas
de jóvenes que en su mayoría ni siquiera sabían porque estaban siendo
aprehendidos cayeron en esa redada brutal, también, cinco de los integrantes del
grupo de Juan Marco habían sido llevados al destacamento de la guardia nacional
ubicado en puerta morocha, según información suministrada por el foro penal
internacional y ratificada por los familiares de los detenidos.
Juan Marco Pereira se ocultó en el apartamento de una amiga que vivía en un
edificio aledaño al suyo, tanto la chica como sus padres eran acérrimos enemigos
del régimen, por lo cual brindaron el apoyo sin siquiera dudarlo. El apartamento de
la madre de Juan Marco ya había recibido la visita de la guardia nacional y de
agentes de investigaciones del CICPC, lo que indicaba que la captura y eventual
interrogatorio a Pablo había dado sus primeros frutos, se lamentaba por su amigo,
sabía que debía estar sufriendo vejámenes de todo tipo, solo así habrían podido
sacarle información, también le entristecía el mal rato por el que estaría
atravesando su madre, solo esperaba que no se hubiesen atrevido a maltratarla
físicamente. Su amiga salía y le traía noticias, los allanamientos no habían parado
en todo el día, prácticamente registraban cada rincón, ahora, con otros
compañeros detenidos Juan Marco se imaginaba que solo era cuestión de tiempo
para que dieran con su paradero, esa noche tenía pensado intentar superar el
cerco establecido en todo el perímetro de las residencias, uno vez fuera de allí
estaría a salvo, y buscaría un refugio seguro, solo debía esperar unas horas más,
calculando que la presión se disipara un poco, se camuflaría para tratar de pasar
inadvertido, aunque no sería fácil; por lo menos era mejor que permanecer pasivo
esperando que llegaran por él.
─No creo que sea buena idea que salgas ─dijo su amiga Karen con evidente
preocupación.
─No tengo otra opción, si me quedo terminaran hallando mi escondite, no quiero
que los acusen a todos ustedes de complicidad, ya han hecho bastante, no
soportaría que te pusieran presa, ni mucho menos a tus padres.
─Descuida hijo ─intervino el padre de Karen ─este gobierno ya nos ha quitado
muchas cosas, todos debemos aportar nuestra cuota de sacrifico, el camino a la
libertad no está exento de riesgos y amenazas, pero vale la pena.
Juan Marco no pudo contener una atrevida lagrima que recorría su mejilla cuesta
abajo, ese gesto de valentía de unas personas que arriesgaban su propia
tranquilidad para defender a otros era justamente uno de los motivos de la lucha
que miles de jóvenes mantenían en todo el país. Pero a pesar del gesto de
valentía de este hombre entrado en años y en canas, la decisión estaba tomada,
al filo de la madrugada se deslizaría por el complejo lo más discretamente posible,
hasta llegar a la verja que lo separaba de la avenida, y si todo se daba sin
inconvenientes ya mañana estaría bien lejos y fuera del alcance de los esbirros
maduristas.
Quiso agradecer la solidaridad de sus huéspedes justo al instante que un sonoro
estruendo se apodero de la noche. La puerta salió disparada como por efecto de
una explosión, varios hombres con uniforme de equipos especiales y armas largas
se precipitaron adentro del apartamento con dirección a él, se puso de pie y en un
inútil acto reflejo se cuadro en posición de combate, alcanzo a evadir la primera
andanada, pero el equipo de salto estaba compuesto por alrededor de diez sujetos
bien entrenados. Después de un breve forcejeo lograron inmovilizarlo, lanzo una
mirada retadora, por nada del mundo les iba a dar el gusto de que lo vieran
suplicar, de que lo dieran por rendido, tenía pavor, pero Juan Marco pensó que
igual lo maltratarían y lo golpearían, tal vez lo matarían, por ello lo mejor era
mantener la dignidad hasta el final. El miedo y la muerte también podían ser un
acto de valentía, de entrega por la causa, por lo menos les daría un ejemplo a
esos cobardes que se ensañaban contra el pueblo indefenso. Malditos asesinos,
cobardes, cabro…., no completo la última palabra, la culata de un fusil se estrelló
contra su sien. Escucho voces que se alejaban, y entonces todo se tornó oscuro,
como un túnel infinito. Y ya no escucho nada más.

XX

Cumplía exactamente tres semanas de reclusión la mañana del domingo 11 de


junio cuando su abogado le informo que ese mismo día saldría en libertad. La
boleta de excarcelación había sido firmada desde el jueves 8, pero sus custodios
se negaban a ejecutar la medida, y su caso no era el único, decenas de presos
políticos atravesaban la misma situación, por suerte para él en su caso ocurriría
una excepción, después de la visita de su defensor se le notifico que podía
recoger sus pertenecías para salir a la calle; a Juan Marco le pareció una burla,
desde su aprehensión no le habían dejado recibir visitas familiares, ni entrar ropas,
y aparte de su derruida vestimenta con la cual había sido detenido no poseía nada
más.
Su liberación lo tomo por sorpresa, se encontraba fichado desde el año 2013, y
por alguna casualidad ese expediente no había sido desempolvado, seguramente
por el desfase existente entre la fiscalía y los tribunales militares que eran los que
llevaban su caso. Las tres semanas le parecieron una eternidad, en los calabozos
del helicoide el tiempo transcurría lentamente, los minutos se hacían días y los
días meses, representaba una muerte agónica, sin otra opción más que sufrir lo
indescriptible, sometido a todo tipo de vejámenes y maltrato psicológico, el
hacinamiento era una bendición, los que habían pasado por régimen de
aislamiento solo contaban con la compañía de roedores e insectos mugrientos.
Ya en la calle su madre lo puso al día con los últimos acontecimientos; el joven
Pablo Merchán había negado su vinculación y se abrogaba toda la
responsabilidad en el ataque, Juan Marco no sabía si agradecerle o sentir lástima,
porque a pesar de encontrarse en el mismo centro de reclusión jamás logro tener
contacto visual con él, otros reclusos le habían soplado que se encontraba en total
aislamiento. También se enteró que tres más de sus compañeros se encontraban
detenidos en diferentes cárceles del país, mientras que los otros cinco se
encontraban prófugos, incluyendo a tres que se sabía estaban en Colombia y
tramitaban su solicitud de asilo político. Por otra parte el gobierno había logrado
disminuir las protestas en los altos mirandinos, solo pequeños brotes se
presentaban atendiendo a las convocatorias de la Mud, la represión surtía el
efecto que el régimen esperaba, sembrar el miedo hasta acallar las
manifestaciones constituía su única alternativa ante un país que los aborrecía.
Juan Marco se refugió en el apartamento de su madre, había sido advertido por
el régimen que en caso de verse involucrado en otro incidente tendría que
soportar todo el peso de la ley, por ello se negó a salir de su residencia en los días
posteriores a su liberación, se consagro a la sedentaria rutina de las redes
sociales donde se podía fácilmente medir el pulso del país, observaba con
asombro como las publicaciones de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y su
combo eran abochornados por una lluvia de mensajes negativos, solo sus
simpatizantes más fanáticos se atrevían a rebatir esa andanada de improperios,
pero aun así Nicolás Maduro seguía adelante, como si nada estuviera pasando a
su alrededor, las muertes jamás existieron para él, la soberbia gubernamental no
dejaba dudas de lo que estaban dispuestos a hacer para mantenerse en el poder,
y su constituyente convocada al margen de la ley era vendida como la panacea
que traería a Venezuela de vuelta a la normalidad, su mentira repetida mil veces
chocaba contra los oídos de un pueblo decidido a cambiar, un pueblo que no
estaba dispuesto a regresar a los tiempos de la barbarie.
A mediados de junio Juan Marco recibió la invitación de uno de sus antiguos
compañeros para que escapara hacia Colombia, la oferta resultaba tentadora en
vista de que en Venezuela los caminos democráticos se cerraban paulatinamente,
dejando a los adversarios del régimen prácticamente sin posibilidades, la calle
parecía la única salida, sin embargo después de más de dos meses era poco lo
que se había avanzado, la fe empezaba a languidecer al igual que la esperanza
de salir del gobierno opresor, Juan Marco no tenía intenciones de abandonar la
lucha, aunque después de su tiempo tras las rejas ya no se sentía tan seguro,
odiaba pensar que su espíritu había claudicado, que Maduro y sus secuaces
habían logrado reducirlo a tal punto que estuviera valorando la posibilidad de
escapar y dejar atrás a su patria devastada y moribunda.
Una semana después de salir de su cautiverio en el Helicoide logro establecer
contacto con uno de sus compañeros prófugos, este hábilmente se había
refugiado en la populosa parroquia Petare, en una zona tan hostil que los cuerpos
de seguridad del estado no se atrevían ni a visitar; en lo profundo de las barriadas
caraqueñas el hampa reinaba a sus anchas, ellos representaban la autoridad ante
la ausencia del gobierno, allí Efraín, el amigo de Juan Marco se cobijó bajo el ala
de un primo que jefaturaba la banda criminal que controlaba el lugar, convivio
durante casi un mes entre tiroteos y ajustes de cuentas, pero nunca estuvo en
riesgo de ser capturado, tras conocer la liberación de su compañero decidió enviar
señales, ya era hora de reorganizarse y continuar la lucha. No llamo por teléfono
porque sabía que Juan Marco estaría vigilado, por ello se apoyó en uno de los
lugartenientes de su primo quien se encargó de llevar el mensaje, ahora debía
trasladarse hasta San Antonio de los Altos, desplazarse con la mayor discreción
posible para evitar una posible delación y retomar las cosas donde las habían
dejado.
Juan Marco salió del apartamento de su madre por primera vez en una semana,
acordó con Efraín para encontrarse en la casa de una amiga en común fuera de
las residencias OPS, coloco sus sentidos en alerta, viraba la vista en todas
direcciones para cerciorarse de que no estaba siendo vigilado, dio varios rodeos
mientras llegaba la hora señalada, cuando sintió que estaba totalmente seguro se
acercó hasta el sitio de reunión, detuvo el vehículo prestado y permaneció dentro,
espero varios minutos hasta observar que la desgarbada figura de su amigo
aparecía en una motocicleta con un gorra calada hasta los ojos; no le pareció la
mejor manera de ocultarse, ya que con ese aspecto seguramente llamaría la
atención de alguna de las muchas alcabalas colocadas en el perímetro, pero al
parecer ese no había sido el caso y Efraín alcanzaba a presentarse justo a la hora.
Juan Marco descendió del vehículo y camino a paso raudo, en pocos segundos
atravesó la calle y llego hasta la puerta que se abrió sin demora, nadie lo había
seguido, o por lo menos así parecía.
─Tanto tiempo amigo ─saludo Efraín.
Los compañeros de lucha contra la dictadura se fundieron en un efusivo abrazo.
─Vaya que han pasado muchas cosas, y aun nuestros amigos se encuentran
detenidos injustamente, nos enfrentamos a un enemigo despiadado, que no
vacilara en reprimir cualquier asomo de resistencia. ─asevero Juan Marco.
─En su desesperación se tornan cada vez más peligrosos, pero la lucha debe
continuar, de lo contrario pronto nuestro país se convertirá en una segunda Cuba.
Juan Marco asintió pensativo.
─ ¿Qué has pensado hacer tu? ─pregunto Efraín.
─He barajado varias opciones, incluyendo la posibilidad de irme del país, la
situación se está volviendo complicada al extremo, cualquier paso en falso me
puede llevar derechito a un calabozo en el helicoide, o a cualquier otra mazmorra
donde tienen detenidos a cientos de presos políticos.
Efraín se mantuvo en silencio por varios segundos, analizando los riesgos a los
que estaban expuestos.
─Tienes razón, pero creo que a estas alturas no disponemos de alternativas, si
no damos la pelea perderemos al país para siempre. ─aseguro Efraín.
─Si, no hay de otra, debemos continuar la lucha para detener esta tragedia.
─Tú has sido nuestro líder, tienes la experiencia y el temple necesario,
reorganizaremos el equipo y le asestaremos al gobierno tantos golpes como sea
posible. ─dijo Efraín.
Juan Marco se mostraba indeciso por primera vez en mucho tiempo, siempre
había sido de armas tomar, de los que nunca dudaba para dar el primer paso, en
la vanguardia, sin miedo. No podía resistir el llamado de la confrontación contra el
régimen, aunque su sentido del juicio le indicara exactamente lo contrario.
─Lo haremos ─dijo finalmente.
Efraín estallo en jubilo, celebraba como si se tratara de la llegada del año nuevo,
como si no existiera nada más importante en la vida, como si su misma existencia
estuviera trenzada en el frenesí de las protestas callejeras.
─Ya tengo identificado a un grupo de compañeros que están más que
dispuestos, durante mi clandestinidad no he perdido el tiempo, solo están
esperando el llamado para incorporarse. ─soltó Efraín.
─Nos reuniremos mañana, el lugar te lo informare luego, actuaremos con total
precaución, esta vez tomaremos el doble de medidas de seguridad, no habrá
margen para errores, esta conversación no debe salir de nosotros, cero
comentarios, solo así tendremos éxito.
─De acuerdo, así será.
Los cómplices se despidieron con un fuerte apretón de manos, seguidamente
Juan Marco se despidió de su amiga que se encontraba ubicada a una prudente
distancia, lo suficiente como para no escuchar lo que se estaba discutiendo, abrió
la puerta lentamente, realizo una rápida ojeada al vecindario, y aparte de unos
niños que iniciaban una partida de futbol no pudo observar nada sospechoso,
atravesó la calle tan deprisa como lo había hecho al momento de su llegada y se
introdujo en el vehículo sin mirar atrás. Giro la llave y el motor se encendió, al
mismo tiempo ya Efraín se lanzaba a la calzada, en segundos se perdía del
campo visual de Juan Marco como un celaje, entonces acelero el auto, un
torbellino de sensaciones de agolpaban en su mente, otra vez, el destino testarudo
insistía en colocarlo en la primera línea de batalla, por la libertad.

El grupo comandado por Juan Marco Pereira llevaba varios días reuniéndose,
estaba compuesto por ocho miembros, incluyendo a dos menores de edad que se
habían sumado a pesar de las advertencias de Efraín; con la experiencia adquirida
les resulto relativamente sencillo preparar su arsenal de bombas molotov y
pistolas de perno. Juan Marco se encargó de identificar los posibles blancos, entre
ellos las sedes de las oficinas gubernamentales de San Antonio de los Altos, así
como también los bancos del estado, aunque finalmente optaron por asestar un
primer golpe contundente, por ello terminaron seleccionando el destacamento de
la guardia nacional desde donde se organizaban los operativos para arremeter
contra la población, les darían un toque de su propia medicina.
El ataque se llevaría a cabo en horas de la madrugada, en la instalación militar
se encontraba estacionada la flota de vehículos utilizados para reprimir las
manifestaciones: ballenas, patrullas, motos y tanquetas, agolpadas una al lado de
la otra, un blanco perfecto si se actuaba con sincronización. La disminución de las
protestas representaba una ventaja, los centinelas que un mes atrás estarían
alertas en todo momento en esta ocasión se encontrarían relajados y confiados,
se deslizarían amparados en la oscuridad y arrojarían fuego contra el interior de
los vehículos, los ocho atacantes a la vez, luego aprovecharían la confusión para
escapar antes de que los militares pudieran reaccionar.
Tal como habían previsto la vigilancia era escasa, tan solo tres centinelas
constituían la defensa de la entrada principal del destacamento, en la parte
posterior tal vez habría un par más, el resto estarían durmiendo; eran más de las
dos de la madrugada y en pocos minutos se realizaría el último cambio de guardia
antes del toque de diana, debían lanzarse justo en ese momento para aprovechar
el agotamiento de los soldados. Juan Marco escalo una de las paredes laterales
de la base justo cuando uno de los centinelas se puso de pie y empezó a
deambular de un lado a otro de la alcabala, los demás permanecían sentados sin
percatarse de lo que pasaba a su alrededor ansiando ser relevados para ir a
descansar. Efraín fue el segundo en superar el muro, seguido de sus demás
compañeros, se agazaparon detrás de los vehículos, los utilizarían como escudo,
desde esa posición resultaba imposible que los guardias pudieran observarlos,
cada atacante ocupo el lugar establecido con anticipación, esperando la señal
para que debía llegar en pocos segundos. Juan Marco alzo su brazo derecho y el
grupo procedió a encender las mechas de sus bombas en forma simultánea, el
centinela de la alcabala no se dio por enterado; Juan Marco bajo su brazo,
entonces los atacantes treparon las unidades blindadas y arrojaron los dispositivos
incendiarios, de inmediato la luz se apodero de la noche, la llamarada despabilo a
los centinelas que ahora lucían confundidos, corrían de un lado a otro sin saber
exactamente qué hacer, los agresores volaron la verja y emprendieron la huida, a
los lejos escucharon el crepitar de la tropa que se ponía en movimiento, disponían
de escasos minutos para ponerse a resguardo antes que se descubriera que el
incendio no había sido accidental, cuando eso pasara esperaban estar a
kilómetros de distancia.
El estruendo de una explosión hizo que Juan Marco y su grupo se detuvieran en
seco, una bola de fuego se elevó varios metros por encima del cuartel de la
guardia nacional, segundos después una segunda explosión retumbo contra los
tímpanos de los atacantes que no dudaron en mostrar su júbilo, las llamas
aumentaron su intensidad, escucharon sirenas y gritos, pero hasta el momento
nadie los seguía, el ataque había sido ejecutado a la perfección, detrás de ellos
solo se podía observar destrucción, pero sin embargo sentían que era un acto de
justicia para los caídos, aunque muy poco comparado con los muertos que habían
producido las manifestaciones, con ello no detendrían al régimen pero les daban a
entender que no estaban peleando solos, que el pueblo tenia quien lo defendiera
de tanta arbitrariedad, de tanto abuso, los represores habían sido sorprendidos por
los cuerpos de resistencia. Ahora ellos también podían convertirse en víctimas, su
vulnerabilidad quedaba expuesta de forma dramática.
La mañana siguiente los titulares de la prensa pro gubernamental hacían gala de
su interminable capacidad de manipulación, echaban la culpa de todos los males
del país a los ataques terroristas de la derecha enloquecida, aprovechando de una
vez para justificar su constituyente dictatorial, la única vía según ellos para
alcanzar la paz, semejante ironía no hacía más que incrementar el descontento
social, la nueva elite sin escrúpulos no iba a ceder, el pueblo tampoco debía
hacerlo, la lucha tenia que continuar hasta las últimas consecuencias; el fin de la
dictadura o el fin de la república, no había espacio para ambas cosas a la vez.
El 28 de junio Venezuela amaneció convulsionada con la noticia del ataque
encabezado por Oscar Pérez a bordo de un helicóptero contra las sedes del
Ministerio del Interior y el Tribunal Supremo de Justicia, el grupo comando
integrado por miembros del CICPC se paseó por el cielo caraqueño exhibiendo
una bandera donde denunciaba a la dictadura de Nicolás Maduro, además se dio
el tiempo de ametrallar y arrojar granadas contra ambos edificios; el hecho
aunque no provocó víctimas fatales de inmediato se convirtió en tendencia
nacional e internacional, levantando suspicacias acerca de la credibilidad del
atentado, no faltó quien señalara que solo se trataba de otro mecanismo de
distracción por parte del gobierno, un truco más para desviar la atención. Juan
Marco Pereira no lo tomo desde ese punto de vista, para él y su grupo la acción
representaba una oportunidad, por fin aparecía alguien con su misma línea de
pensamiento, un líder a quien seguir entre tanto cálculo político y actitudes
timoratas, alguien con las suficientes pelotas para entender que las protestas
pacíficas no los llevarían a ninguna parte.
Nicolás Maduro por su parte no perdió la oportunidad de endilgarle el ataque a
los sectores de oposición, a quienes acusó de ser los autores intelectuales y
principales financistas del ataque, su ligereza resultaba más que sospechosa,
apenas se tenía información de la identidad de los atacantes y ya desde el alto
gobierno se hablaba de una conspiración internacional auspiciada por el
departamento de estado con apoyo de los dirigentes de la Mud. Juan Marco
decidió salir de dudas, convoco de inmediato a su amigo Efraín para analizar la
situación y determinar qué actitud debían tomar al respecto, aunque el mismo era
de la idea que lo mejor sería establecer contacto con Oscar Pérez y unirse a su
causa.
Efraín había adquirido una habilidad camaleónica para ocultarse, siempre se las
ingeniaba para despistar a los funcionarios de la policía política que
infructuosamente trataban de dar con su paradero, en una simulación del juego del
ratón y el gato, el astuto roedor escapaba valiéndose del factor sorpresa, evitaba
las rutinas y se mantenía alerta ante cualquier movimiento sospechoso; acudió a
la convocatoria realizada por Juan Marco sin chistar, aunque este había insistido
en reunirse en un lugar neutral Efraín no le presto la menor atención, salió apenas
recibió el llamado sin esperar instrucciones adicionales, tan solo veinte minutos
después se encontraba tocando la puerta del apartamento de la madre de su
compañero.

VII

La obesa mujer se encontraba sentada en un banquillo de cemento ubicado en


frente del edifico de seis pisos, que servía de hogar a alrededor de 120 familias de
clase trabajadora en la parroquia El Valle, al oeste de Caracas. Mantenía la vista
fija en el horizonte, como quien espera que todas las respuestas acerca de la
fragilidad del universo vengan directamente hacia ella. No se veía impaciente, ni
tranquila, más bien era una combinación de ambas cosas. Salazar no pudo
descifrar su estado de ánimo, se acercó a saludarla y a preguntarle cómo estaba.
La conocía desde que tenía uso de razón, durante más de veinte años había sido
la vecina de piso de su familia, Salazar había observado con atención la
metamorfosis sufrida por su cuerpo con el paso del tiempo; de ser una mujer
esbelta y atractiva, a la señora con kilos de sobra y apariencia de contar con
muchos más años que los que en realidad tenia.
Estaba comenzando a oscurecer, era domingo 30 de abril, último día de un mes
marcado por las protestas que ya dejaban más de treinta muertos en el país.
Magnolia se levantó para abrazarlo, siempre le había prodigado un sincero afecto,
desde que Salazar era un niño y jugaba las partidas de futbol con su hijo Andrés.
Pero este abrazo le resulto inusual, exagerado, Magnolia se separó por un
instante, y tras sus redondos anteojos dejo discurrir unas finas lágrimas.
─Andrés no ha vuelto de la manifestación, no he querido llamar a sus amigos
para saber si lo han visto, no estoy preparada para recibir una mala noticia ─dijo
Magnolia.
Salazar trato de calmarla, buscando una explicación lógica a la ausencia de su
hijo. Pero la mujer no entraba en razones, Coloco las manos sobre sus mejillas en
forma de V, ahora las lágrimas salían a borbollones.
─Ya vendrá ─dijo Salazar, y se retiró sin agregar nada más.
En otros tiempos Salazar hubiese organizado él mismo la búsqueda de su amigo
de infancia, tal vez su madre tenía razón y realmente existían motivos para
preocuparse, en Venezuela cualquiera podía morir inesperadamente, ya fuera en
las marchas contra el gobierno o cayendo víctima de la delincuencia. Esperaba
que Magnolia no tuviese razón y su hijo se encontrara en una fiesta con sus
amigos, o pasándola bien en alguna playa. Sin embargo, le preocupaba su propia
reacción, no había sido capaz de sentirse afectado, la muerte se había convertido
en parte de la cotidianidad, ya nadie se alarmaba por el creciente número de
homicidios que ocurrían cada fin de semana, ya no resultaban escandalosos, si
acaso, eran tomados como meras estadísticas, tan solo cuando el fallecido
formaba parte de tu círculo cercano llegabas a recordar la débil línea que
separaba a la vida de la muerte. Dicen, que cuando lo extraordinario se convierte
en cotidiano es porque está pasando algo importante, entonces, en Venezuela
estaba pasando algo importante, algo terrible, la aceptación de una profana rutina
de sangre.
Eduardo Salazar se había hecho guardia nacional seis meses atrás, su
promoción fue licenciada de forma express para hacer frente a la convulsa
situación política del país. En los últimos quince años la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana (FANB) había sufrido un profundo proceso de adoctrinamiento, el
gobierno no quería pasar por la misma situación del año 2002, cuando una facción
del alto mando militar se sublevo contra el jefe de estado y logro deponerlo por 47
horas. En esa oportunidad, la reacción del pueblo chavista sumado a sectores de
la oficialidad, conjuntamente con los errores de los golpistas, dieron pie a la
reinstalación de Chávez al frente de la república. Ahora, nada era dejado al azar,
la lealtad al gobierno constituía la premisa fundamental, los planes de formación
de los futuros oficiales y tropa profesional estaba elaborados para garantizar la
adhesión ciega, no se toleraba el pensamiento crítico ni la libertad de opinión. Se
estableció una férrea vigilancia para evitar cualquier tipo de complot, el generalato
formaba parte de la generación imbuida por el incendiario discurso del fallecido
presidente Chávez, por lo cual, ellos conocían a la perfección como se podía
organizar una sublevación en el seno de los cuarteles. Aparte, los militares
recibían condiciones salariales y privilegios muy superiores al resto de la
población, además, la teoría del gobierno cívico-militar propiciaba la sensación de
que los militares que anteriormente se encontraban excluidos de toda actividad
pública, ahora ejercían el control del gobierno. Todo eso contribuyo a que se
conformara un cuadro de fidelidad absoluta, de verticalidad perfecta. La Fuerza
Armada era chavista y como tal, se prestaban a defender al presidente Maduro a
cualquier precio.
Antes de ingresar a la guardia nacional, Salazar había tenido una juventud
turbulenta, su madre no mantenía muchas esperanzas de que su hijo llegara a ser
un hombre de bien, como lo fue su padre, quien por años se dedicó a la docencia,
y jamás en la vida llego a tener una sola mancha en su conducta. Salazar
sucumbía frecuentemente al placer de las drogas, las mujeres y las malas
compañías. Por ello, cuando resolvió entrar a la carrera militar su mamá lo celebro
con gran estruendo, y se esforzó porque contara con todo lo que exigía la escuela
de tropa profesional a sus nuevos alumnos. Por fin podía dormir tranquila, sin
estar pendiente de que su retoño pudiera acabar preso o en una fría morgue
cualquier mala mañana.
Salazar no se había hecho guardia nacional para complacer a su madre, el
despecho provocado por la infidelidad de su novia, fue lo que lo motivo a tomar la
trascendental decisión, quería apartarse, irse lejos, donde los labios y el ardiente
cuerpo de Carmina solo fueran un amargo recuerdo. Estaba convencido que
después de graduarse pediría que lo trasladasen a un lugar distante, Guayana
representaba una buena opción, mientras más alejado mejor, pensaba. Sin
embargo, el destino insistía en poner tropiezos en su camino, cuando ya creía
haber concretado su asignación para Tumeremo, en lo profundo del estado
Bolívar, recibió la contraorden para ser ubicado en la Comandancia General de la
guardia nacional en El Paraíso, en pleno corazón de Caracas. Inicialmente pasaba
las noches en los cuarteles de la Comandancia, hasta que un día termino
accediendo a la súplica de mamá para que se quedara en casa. Al poco de haber
regresado a El Valle y por primera vez en mucho tiempo, se confronto con su ex
novia, solo para comprobar que sus sentimientos hacia ella seguían tan presentes
como el día que se marchó. Con esfuerzo intento ignorarla, pretender que no
existía, mientras la chica no dudaba en darle vueltas y mandarle mensajitos al
teléfono después de ingeniárselas para conseguir el número. Con complicidad de
una amiga en común, terminaron arreglando una cita, Salazar buscaba
explicaciones por su infidelidad, mientras Carmina lo quería de vuelta en su vida,
dispuesta a reparar su error, y así sucedió, el final de la velada los sorprendió
revolcándose en la cama de ella, aprovechando la ausencia de sus padres.
Solo contaba con una hora para comer algo, cambiarse y regresar a la
Comandancia, esa noche saldrían a hacer rondas, ya que había rumores de que
en las zonas aledañas al cuartel central de la GNB se preparaban grupos
adversos al gobierno para iniciar protestas aprovechando el amparo de la noche.
Salazar se lamentó porque en las últimas semanas los tenían reventados a turnos
y guardias consecutivas, los oficiales les decían que era algo pasajero, que pronto
todo volvería a la normalidad y ellos recibirían un merecido premio por su esfuerzo
y compromiso con la patria. Prácticamente no se veía con Carmina y eso lo tenía
estresado, acababan de reiniciar su relación y deseaban pasar juntos el mayor
tiempo que fuera posible, y así recuperar los días y noches perdidos. Por ahora,
eso no estaba entre las posibilidades, apenas disponía de los minutos suficientes
para comer algo y echarse una ducha, antes de regresar a sus labores. Para
colmo, al día siguiente era primero de mayo, que por lo general es una fecha de
descanso para la casi totalidad del país, sin embargo, en esta ocasión, Salazar
tendría que estar en la calle, porque tanto los partidarios del gobierno como de la
oposición celebraban sendas concentraciones y se esperaba que el ambiente
estuviera bastante crispado. Al finalizar la jornada, se le había informado que
podía tomar una licencia de dos días, lo cual fue ampliamente celebrado tanto por
él como por sus compañeros que estaban en la misma situación.
No había hecho planes, pero esperaba salir a divertirse con su novia y algunos
colegas. Comió atropelladamente, se hecho un fugaz baño y se vistió tan rápido
como pudo. Se plantó frente al espejo y contemplo el impecable trabajo que su
madre realizaba con sus uniformes militares, estaba pulcro. Últimamente había
notado como mucha gente lo miraba con desprecio, la represión contra el pueblo
que se manifestaba en las calles estaba haciendo mella en la popularidad de la
institución. Confiaba en lo que le decían sus oficiales, que esto pasaría pronto, que
en breve Venezuela sería un país normal nuevamente, donde todos se trataran
con respeto. Confiaba que el discurso presidencial del primero de mayo fuera el
paso inicial hacia esa nueva realidad. Más que esperarlo, lo ansiaba, como
también debían ansiarlo la mayoría de los venezolanos.

En la mañana del primero de mayo se presentaron los primeros indicios de que la


jornada estaría marcada por la tensión propia de la agitada situación política del
país. En los alrededores de la plaza Bolívar de Caracas, unos militantes del
partido voluntad popular, que se dirigían a su punto de concentración, se toparon
con un grupo de motorizados partidarios del gobierno, que a los gritos exigían que
los opositores se retiraran del lugar en forma inmediata, reclamaban el municipio
Libertador como territorio chavista, sin embargo, los números dejados por el último
proceso electoral decían exactamente lo contrario. Hasta antes del año 2008, se
consideraba a la capital de la república como un bastión de la revolución, pero ese
enamoramiento inicial había perdido fuelle, y ahora los sectores de apoyo al
gobierno se encontraban en franca minoría en toda el área metropolitana.
La discusión se empezaba a salir de control. Un exaltado motorizado arrebato la
bandera que portaba un joven oposicionista, con tal fuerza que este acabo de
bruces contra la calzada, de inmediato, el resto de sus compañeros acudió al
rescate produciéndose un intercambio de empujones y puñetazos. Un camión
militar cargado de guardias nacionales se detuvo en el sitio para separar a los
contendientes, un total de veinte efectivos tomaron posición entre ambos grupos,
Salazar se contaba entre ellos, debían actuar con precisión para evitar males
mayores, la mañana era joven y no querían que la acción empezara tan temprano.
Salazar se acercó al motorizado y le solicito, haciendo uso de lo mejor de su
diplomacia que devolviera la bandera para limar asperezas; el hombre corpulento
y de espesa barba respondió que no entregaría nada, por el contrario, en un torpe
movimiento intento romper el palo que servía como asta al emblema del partido
fundado por Leopoldo López. Salazar se arrojó sobre él con agilidad felina y logro
interrumpir sus intenciones. Ahora, el fornido motorizado era quien yacía tirado en
el suelo blasfemando salvajemente. Salazar entrego el estandarte, y los
manifestantes se retiraron, no sin antes realizar otro agrio intercambio de ideas.
Por lo menos, se había evitado una confrontación física con imprevisibles
consecuencias, pensó el novel funcionario.
Una vez los grupos se distanciaron lo suficiente, los efectivos militares se
dispusieron a montarse en su vehículo, y seguir su ruta hacia la autopista
Francisco Fajardo, donde reforzarían al contingente apostado en esa importante
intersección, para impedir el paso a los manifestantes que intentarían llegar hasta
el centro de Caracas utilizando esa vía. Esa situación formaba parte en la rutina
diaria de la guardia nacional, el gobierno obtusamente negaba el derecho a
manifestar de sus adversarios, y la tropa era la encargada de cumplir el trabajo
sucio, por instrucciones superiores, sin tener posibilidad de quejarse, ni manifestar
punto de vista alguno, simplemente existían órdenes y había que cumplirlas so
pena de ser sancionado por faltar al sagrado deber.
Llegaron a su destino minutos más tarde, el oficial a cargo del pelotón increpo a
Salazar de manera hostil, al parecer no le había gustado que se tomara ciertas
libertades.
─Firme sargento ─ordeno con autoridad.
Salazar obedeció de forma enérgica. El Teniente lo observo de arriba abajo con
una mirada inquisidora, amenazante, cortante.
─ ¿Quién diablos lo autorizo para arremeter contra ese compatriota? ─inquirió el
oficial.
Salazar aguanto su respuesta, mientras escogía las palabras adecuadas, este
tipo de indagatoria generalmente ya tienen un resultado predeterminado, lo mejor
sería actuar con tino, de lo contrario podía extinguirse su posibilidad del permiso
prometido para el final de la tarde.
─Nadie mi Teniente, solo actué para evitar que la situación se prolongara, ya que
debíamos presentarnos a nuestro puesto lo más pronto posible ─respondió el
sargento, manteniendo su pose marcial.
El Teniente caminaba de un lado a otro, examinando cada uno de los gestos de
su subalterno. No esperaba esa respuesta, había quedado fuera de posición.
Salazar inspiro profundo, para tratar de disipar el fuego que recorría sus entrañas.
─Para la próxima espere la orden, no podemos mostrar debilidad a esos
guarimberos, o se nos montan arriba. Entendió.
─Entendido mi Teniente, permiso para retirarme.
─Retírese. ─ordeno el Teniente.
Salazar ocupo su lugar en la barrera que obstaculizaba totalmente el paso de los
manifestantes que venían del este de Caracas, entre los que se contaban los
diputados de la asamblea nacional. Observo el nutrido grupo de funcionarios, que
debía estar por el orden de los doscientos, y seguían sumándose. El objetivo de la
marcha era llegar hasta el Tribunal Supremo de Justicia, para exigir el cese del
golpe de estado continuado. Ya pasaba un mes desde que la máxima instancia
judicial del país había anulado las facultades de la asamblea nacional de un solo
plumazo, aunque después intentaron maquillar su actuación, entre otras cosas por
el pronunciamiento de la Fiscal General, Luisa Ortega Díaz, sin embargo, ya el
mal estaba hecho, y en la practica la situación seguía siendo la misma, ninguna de
la actuaciones del parlamento era acatada por los demás poderes del estado, en
pocas palabras la voluntad de casi ocho millones de venezolanos que los habían
votado estaba siendo confiscada por los ocho magistrados que conformaba la sala
constitucional, ósea, que cada uno de ellos se tomaba la atribución de un millón de
ciudadanos.
Con desgano los guardias nacionales se ubicaban en su puesto de combate,
apertrechados con escopetas y su provisión de bombas lacrimógenas y
perdigones. No sería un día fácil, la orden era impedir a toda costa el paso de la
marcha hacia el Municipio Libertador. Según los reportes que llegaban, ya en otros
sitios de la ciudad empezaban a producirse los primeros enfrentamientos, en la
avenida Victoria ya se contaban los primeros lesionados, también, un grupo de
opositores que intentaban acceder al corazón de la capital tomando la cota mil,
habían sido interceptados y dispersados sin miramientos. No había
contemplaciones de ningún tipo, no importaba si quienes se desplazaban eran
mujeres, ancianos, estudiantes, daba igual, sencillamente era el enemigo y contra
ellos no existía tregua.
Salazar clavo su mirada hacia el otro extremo de la autopista, por radio
informaban que ya la marcha de la oposición avanzaba en dirección a ellos, y que
en cuestión de minutos estaría llegando hasta su posición. Prendió un cigarrillo;
ese mal hábito lo había adquirido en su paso por la escuela de sargentos, le
ayudaba a soportar los turnos de vigilancia que montaba en la madrugada.
El primer grupo de marchantes despuntaba a lo lejos, no parecían muchos.
Salazar pensó, que esa cantidad de personas no representaban una amenaza, en
cuestión de segundos podían dispersarlos sin problemas. Luego, fueron
apareciendo grupos más nutridos, Salazar observo absorto como un gigantesco
bloque humano tomaba forma y se dirigía imparable hacia la barrera también
humana que ellos representaban. Los oficiales a cargo giraron instrucciones,
Salazar cargo su escopeta con una lacrimógena, que era el armamento
preventivo, si llegaban más cerca tendrían que emplear perdigones, había
escuchado relatos de varios compañeros que en ocasiones se estaban utilizando
metras, lo cual sin duda representaba una munición letal, pero hasta ahora a él no
le había tocado, y no sabía cómo reaccionaría si recibía una orden de ese tipo.
Por su mente nunca había pasado la idea de arrebatar una vida, su conciencia no
lo soportaría, no se alisto para eso.
La multitud se acercaba rápido, gritaban consignas, un coro multitudinario
proclamaba al unísono las palabras Venezuela y libertad. A Salazar se le erizo la
piel, todos eran venezolanos. ¿Cómo habían llegado a esto? Se preguntaba: hijos
de la misma tierra enfrentados de forma fratricida, nada justificaba algo así, y
sobre todo, nada justificaba la pérdida de vidas humanas que se estaba
produciendo, manos que servirían para trabajar por el desarrollo del país que los
vio nacer, manos que nunca volverían a tocar nada, almas que volaron a otra
dimensión antes de tiempo.
Se escucharon las primeras detonaciones, Salazar también disparo su escopeta,
vio alejarse la bomba a gran velocidad y enfilarse en dirección a una joven que no
debía exceder los veinte años. Hizo fuerza para que la bomba lacrimógena no
impactara a la chica, suspiro cuando el objeto metálico se estrelló contra el asfalto
a pocos centímetros de su blanco accidental. Cientos de escopetas habían sido
disparadas a la vez, ahora la muchedumbre retrocedía despavorida, tan solo unos
pocos mantenían su posición, Salazar admiro su valentía, durante su periodo
básico de formación había tenido que tragar humo de lacrimógenas y recordaba
amargamente el efecto que le ocasionaban. Recargo su armamento y disparo
nuevamente, repitió la operación tantas veces que llego a perder la cuenta, la
gente se refugiaba dónde podía, la mayoría habían saltado la pequeña verja que
separaba a la autopista del rio Guaire, y se sumergían hasta arriba de las rodillas
en sus aguas negruzcas y contaminadas; hasta los primeros años del siglo XX,
había sido un riachuelo limpio e impecable donde los caraqueños solían ir de
picnic, pero de eso no quedaba nada, el crecimiento desmedido de la ciudad lo
termino convirtiendo en un canal de aguas residuales y fétidas.
Un pequeño grupo insistía en hacer frente a la barrera de la GNB, en poco
tiempo la inmensa manifestación conformaba por miles, tal vez decenas de miles,
se encontraba reducida a su mínima expresión. En adelante sería una batalla de
desgaste, las fuerzas del orden controlarían el paso en la autopista a espera de
nuevas indicaciones, que Salazar no esperaba que llegaran, no quería pasar al
encuentro físico, que era justo cuando se producían el mayor número de bajas.
Por ahora el objetivo se había cumplido, la marcha estaba disuelta.
La noche acechaba en el cielo caraqueño, los guardias nacionales estaban
cansados tras horas de refriega contra miles de manifestantes indignados pero
indefensos. Finalmente los últimos reductos de resistencia se habían disipado
totalmente y la autopista estaba totalmente despejada. Recibieron la orden de
subir a las unidades de transporte para regresar a la Comandancia. Salazar se
encontraba motivado, por fin podría relajarse un poco, trataría de que esa noche
fuese especial, tenía la sensación que empezaba a volverse loco, llevaba varios
días consecutivos en que lo único que hacía era reprimir manifestaciones, su
mente ya actuaba en forma mecánica; preparar, apuntar, disparar, y luego repetir
la misma fórmula una y otra vez, necesitaba descubrirse como ser humano, como
un joven de carne y hueso, despojado de su uniforme y su armamento.
La Comandancia General de la GNB era un volcán a punto de hacer erupción.
Todos corrían de un lado a otro, como contagiados de una especie de
hiperactividad. Las unidades que recién estaban regresando de cumplir su misión,
eran devueltas en el acto con nuevas instrucciones. Salazar fue el primero en
bajar del camión, con premura quiso dirigirse al parque a entregar su equipo anti
motines, para posteriormente reclamar su boleta de permiso. El Teniente que lo
había fastidiado más temprano, lo observaba con sorna, como si él tuviese algo
divertido dibujado en el rostro. Salazar tuvo un mal presentimiento.
─No tan rápido sargento ─dijo el oficial, con una sonrisa dibujada en sus labios,
que a Salazar le pareció más bien una mueca macabra.
Salazar se frenó en seco, aunque en ese momento deseara otra cosa. El
equipaje que llevaba encima empezaba a pesarle toneladas. Quería desprenderse
de él a la brevedad posible.
─Tenemos una contraorden ─asevero el Teniente ─su voz era de suspenso al
mejor estilo del director británico Alfred Hitchcock.
Salazar palideció, quiso protestar, pero le pareció un gesto inútil, cualquier cosa
que dijera no tenía importancia alguna, estaba en un cuartel, atrás habían
quedado sus años del liceo, donde sencillamente podía ausentarse de clases si
así lo deseaba, incluso si algún profesor se mostraba exageradamente estricto
aún existía la posibilidad de desobedecer, aunque eso le costara un llamado de
atención o un regaño de su madre. Aquí no disponía de esas opciones, su destino
no le pertenecía, otros seres eran dueños de su voluntad, de su alma,
sencillamente todo se basaba en dos palabras mágicas: ordene y entendido.
─Nuestro presidente acaba de anunciar la convocatoria a una Asamblea
Nacional Constituyente ─aseguro el Teniente, colocando un gesto tan adusto, que
pareció fingido, teatral. ─Por lo cual, los permisos que tenían prometidos quedan
cancelados. Nos corresponde iniciar una ronda nocturna para asegurar los
alrededores de esta Comandancia, ya que se espera una proliferación de las
protestas ─remato.
Salazar exhalo amargamente, sus planes, como los de muchos compañeros
habían quedado hecho añicos, fue incapaz de pronunciar palabra alguna. Con
incredulidad observo la cara de su opresor directo, parecía extasiado, de verdad lo
estaba disfrutando ¿Cómo se podía ser tan ruin? ¿Acaso su vida personal no
importaba en absoluto? Se preguntó con rabia contenida. Por otra parte pensó en
la irresponsabilidad del presidente Maduro, ya el país se encontraba bastante mal,
como para echarle más sal a la herida. Estaba seguro que esa propuesta seria
repudiada por la mayoría de la gente, podía percibir el rechazo a la gestión
gubernamental en cada lugar por donde pasaba. Él mismo, aunque se lo
ordenaran jamás votaría por darle un cheque en blanco a un presidente que tenía
al país patas pa arriba. Entonces recordó a Carmina, su bello rostro, su salida de
esa noche, su vida como una nueva especie de prisionero. Lamento
profundamente su decisión de haberse incorporado a la guardia nacional, en la
calle seria libre de hacer lo que le plazca. También empezaba a detestar a los que
protestaban, ellos eran cómplices de su tragedia. Entonces, ya no quiso pensar
más, para qué. La única mujer que abrazaría esa noche seria al frio mango de su
escopeta.

XIV

La deseada licencia había llegado casi dos semanas más tarde de lo que estaba
previsto originalmente. Eduardo Salazar se sentía agobiado, tras veinte días de
guardias consecutivas su nivel de resistencia tanto física como mental estaban
llegando al límite; durante ese lapso había sido testigo de todo tipo de abusos y
tropelías, el 6 de mayo observo con indignación como la marcha de las mujeres
era obstaculizada y repelida por las fuerzas de seguridad de las que él formaba
parte, incluso le toco forcejear con unas enfurecidas manifestantes que
amenazaban con agarrarlo del cuello; de cierta manera entendía la frustración de
esas mujeres, su marcha se había llevado a cabo sin sobresaltos, sin agredir a
nadie, cuando de forma repentina el comandante de su pelotón ordeno utilizar
bombas lacrimógenas para acabar con la protesta, Salazar pensaba que esa
acción no tenía razón de ser, lo lógico era dejar que las marchantes llegaran hasta
su punto de destino, culminaran su actividad y se retiraran voluntariamente y en
paz, pero al parecer eso no estaba en la agenda del gobierno y mucho menos en
el libreto de la oficialidad militar; los oficiales se habían embarcado en una especie
de competencia para ver quien resultada el más inclemente, como si eso fuera
algo meritorio, como si se estuvieran jugando un valioso reconocimiento, la
barbarie también disponía de su ranking, la represión también podía ser una
manera de demostrar que tan eficiente podías ser en el cumplimiento de tus
funciones.
Pero lo que definitivamente le partió el corazón fue la brutal represión del 12 de
mayo, en la denominada marcha de los abuelos. En la mayoría de los países del
mundo resultaría un sacrilegio pensar en atentar contra sus ancianos, incluso en
naciones como Japón el respeto hacia sus viejitos raya en la veneración absoluta,
llegando a ser considerados su razón de ser como sociedad, su elemento más
valioso, su reserva moral. Por eso, no pudo sentir menos que frustración por el
trato dispensado por sus colegas a los marchantes de la tercera edad, en ese
momento comprendió que en Venezuela el mundo giraba al revés, los valores
eran un tesoro desaparecido, la ausencia total del respeto y la sensibilidad
constituían la norma a seguir. Esos abuelos con sueños de un país mejor para los
jóvenes, no representaban una amenaza para el gobierno, no eran ellos
precisamente con su carga de años, canas y reumatismo los que estarían
destinados a derrocar a Nicolás Maduro. La miradas de dolor que observo ese día,
le hicieron entender que estaban llegando al mismo límite de la locura, todo el país
necesitaba un urgente tratamiento psiquiátrico, millones tendrían que estar
sentados en acolchados divanes para que los especialistas pudieran determinar
una posible cura contra la demencia colectiva.
El domingo 14 de mayo Salazar pensaba holgazanear todo el día, no se sentía de
ánimo y a pesar de los ruegos de su novia Carmina se resistía a salir, además, en
Venezuela se celebraba el día de las madres, por lo cual tenía la excusa perfecta.
A las seis de la mañana se despertó sobresaltado, se incorporó de un salto solo
para comprobar que estaba en la habitación que su madre destinaba para él y no
en la Comandancia de la GNB en el Paraíso; Carmina, que había decidido
quedarse por el fin de semana, ya no se encontraba compartiendo la cama, pensó
en levantarse y buscarla ¿para que alguien que no es un sargento novato tiene
que pararse tan temprano? Se preguntó incomodo, entonces recordó que tanto
ella como su mamá quedaron en ir a primeras horas al mercado cercano para
surtirse de algunos víveres que debían preparar más tarde. Al contrario de otras
ocasiones, en el país no se respiraba un ambiente festivo, la población humilde
escasamente podía cubrir sus necesidades básicas de alimentación, estas fechas
especiales por lo general se celebraban con gran algarabía y con abundancia de
suculentos platos con sus respectivas bebidas, cerveza preferiblemente, ahora se
podían considerar con suerte si lograban meter los pies debajo de la mesa en las
tres ocasiones reglamentarias; y la cerveza era un gusto que ya pocos se podían
dar, rondaba los 25000 bolívares la caja, prácticamente medio salario mínimo.
El sueño se había disipado totalmente, en su trabajo madrugar era una rutina
insalvable, en cierto sentido los militares terminaban convirtiéndose en autómatas,
Salazar recordaba que había momentos en que despertaba con la mente en otro
sitio, tal vez pensando en las cosas maravillosas de la vida, como el amor y la
diversión, y de repente, prácticamente sin darse cuenta se encontraba plantado en
el patio de formación con todo el equipaje puesto, era algo que no podía
comprender, la respuesta podía ser que a su paso por la escuela les hubieran
implantado un chip para controlarlos, eso lo asustaba, ese chip también podía
contener la orden de matar, de defender a un gobierno opresor y corrupto a toda
costa, entonces difícilmente volvería a ser una persona normal, como cuando era
un joven despreocupado, pero feliz.
Se envolvió en las sabanas, y logro conciliar el sueño nuevamente, al cabo de
dos horas escucho la puerta del apartamento abrirse, su madre y Carmina estaban
de regreso, Salazar salió a su encuentro, las mujeres se encontraban en la cocina
e intercambiaban impresiones sobre su visita al mercado. En la pequeña mesa
del comedor tres diminutas bolsas de víveres se hacían un espacio entre unos
trastos dejados allí la noche anterior.
─Buen día ¿Cómo les fue? Pregunto Salazar.
─Apenas logramos comprar esto ─dijo Carmina señalando con desdén la mesa
del comedor.
La madre de Salazar frunció el ceño e hizo una mueca de molestia, que su hijo
conocía muy bien. Estaba enfadada.
A ver ¿Qué paso? ─volvió a preguntar Salazar.
Las mujeres se miraron como para decidir quién tomaba la palabra.
─Hijo ─dijo Carmen ─con el dinero que nos diste no logramos comprar casi
nada, todo está muy caro, y lo peor es que las cosas no se consiguen, recorrimos
toda la parroquia y lo único que se ve y se oye es la pelazón y el lamento.
─Pensábamos hacer una comida diferente, pero ni modo, ha resultado
prácticamente imposible ─agrego Carmina.
Salazar asintió pensativo. Valoraba el esfuerzo de las dos mujeres de su vida,
no podía permitir que su buena intención se perdiera en la nada.
─Voy a darme una ducha y a vestirme, todavía me queda algo de dinero,
debemos pasar por un cajero, sacamos algo y nos vamos a la playa, creo que me
hará mucho bien. Eso es lo bueno de permanecer encerrado en un cuartel, los
gastos se minimizan si evitas caer en tentaciones.
Ahora tanto Carmen como Carmina lucían confundidas.
─Creí que no querías salir por nada del mundo, ¿a que se debe tu repentino
cambio de opinión? Pregunto Carmina.
─No tenemos opción, de lo contrario pasaremos el día aquí viéndonos las caras
con el estómago vacío ─asevero Salazar ─mejor se cambian antes que cambie de
parecer ─agrego mientras se dirigía a tomar su baño.
Una hora y media después se encontraban montados en el bus que los llevaría
hasta las casi siempre atestadas playas del litoral varguense, antes habían tenido
que presenciar la anarquía que reinaba en la ciudad capital, en cada cuadra se
tropezaban con restos de barricadas, neumáticos todavía humeantes y bolsas de
basura desperdigadas por doquier como si nadie tuviera la responsabilidad del
aseo urbano. La imagen de Caracas era el reflejo de la triste realidad en la cual se
encontraba Venezuela, un vacío total de gobernabilidad, con un presidente
obsesionado con una constituyente con claros ribetes de fraude, para Maduro
nada era más importante, el mismo había trancado el juego, soñaba con consumar
su estratagema para no tener que pasar más nunca por elecciones justas, su treta
lo perpetuaría en el poder sobre las ruinas de la república; y ahí estaba Salazar,
jugando su papel secundario, pero también formando parte de ese circo, que a
diferencia del muy popular de los hermanos Valentino, este no generaba risas, ni
caras felices, Venezuela eran un tren descarrilado con un chofer suicida, al que no
le importaba estrellarse con todos sus pasajeros a bordo, si eso servía para
consolidar sus planes, si eso significaba aferrarse a su amada silla para siempre.

Los acontecimientos empezaban a producirse en forma acelerada, el 19 de mayo


se hizo de conocimiento público el rechazo de la fiscal general hacia la
convocatoria a elegir una asamblea nacional constituyente sin consultar al pueblo.
Aunque su posición ya era un secreto a voces, la noticia no cayo nada bien en las
filas del gobierno, incluyendo al alto mando militar, sabían perfectamente que
ahora tenían una enemiga declarada con la investidura necesaria para actuar
contra los militares que cometieran delitos en el cumplimiento de sus funciones. El
día 20 la oposición pleno las calles de Caracas con la denominada “marcha de los
millones”, razón por la cual Salazar tuvo otra dura jornada; desde primeras horas
de la mañana recibieron la instrucción precisas de no permitir el paso hacia el
centro de la ciudad, algo que ya se había vuelto rutina en esa guerra de desgaste,
donde no parecía haber un ganador claro. El 22, el ejército de batas blancas se
lanzó a la calle, los galenos protestaban por la falta de insumos básicos en los
hospitales para atender a los pacientes, y de paso para dejar por sentado su
rechazo al gobierno y a su constituyente. En un momento determinado de la
marcha un médico entrado en años se adelantó al grupo y en gesto de gran
simbolismo se abrazó a un guardia nacional, sin embargo, este acto de valentía
también fue repelido salvajemente, el doctor fue empujando literalmente por los
aires por el impacto de un chorro de agua a alta presión disparado por la ballena
de la guardia nacional a corte distancia, en minutos la imagen estaba dando la
vuelta al mundo, Salazar no podía creerlo, ni siquiera con los protectores de la
salud y de la vida existía algún tipo de consideración, esa tarde regreso a la
Comandancia con la moral por el suelo, y además con el terrible presentimiento de
que aún no había visto lo peor, que esto apenas empezaba a entrar en calor, que
en los próximos días y semanas la violencia seguiría subiendo de nivel hasta
dominarlo todo, hasta el aire que respiraban 30 millones de venezolanos.
Las protestas en todo el país no mostraban síntomas de amainar, y la represión
aumentaba al mismo ritmo, o quizás hasta más rápido, las escenas eran brutales y
en cada lugar parecía que siempre había alguien observando, las redes sociales
se inundaban con videos y fotos de manifestantes siendo golpeados sin ningún
tipo de escrúpulo, lo cual aumentaba la condena que estaba recibiendo el
gobierno del presidente Maduro a nivel internacional, a pesar de eso, no parecía
que tuvieran intenciones de alterar sus planes, la mañana del 23 de mayo una
envejecida y depauperada Tibisay Lucena, Presidenta del CNE, presento al país el
cronograma de elecciones para el resto del año. Lucena se resistía a sucumbir al
cáncer que ha estado debilitando su salud en el último lustro; contra la
recomendación de sus médicos tratantes se ha negado a abandonar su alta
responsabilidad, para desdén de millones de venezolanos que la detestan por su
servilismo al régimen, los dirigentes opositores la acusan de ser una de las
artífices de poner a Venezuela en la difícil encrucijada en que se encuentra.
Los miles de manifestantes que se mantenían en las calles todos los días y los
otros millones que a lo largo y ancho del país los aupaban recibieron con el
anuncio de Tibisay Lucena un baldazo de agua fría, por insólito que parezca, el
CNE había fijado las elecciones para la escoger a los miembros de la asamblea
constituyente para el 30 de julio, es decir, que apenas faltaban poco más de dos
meses para asestarle el golpe definitivo a la democracia. La noticia encendió las
alarmas en los sectores de la oposición venezolana, el gobierno se había montado
en una prueba contra reloj, el tiempo jugaba en contra de Nicolás Maduro, porque
a pesar de la proximidad de la elección para ellos seguía siendo distante, lo ideal
es que fueran la semana siguiente, en días o en horas, todavía tendrían un camino
espinoso por delante, ya no tenían a quien convencer, solamente podían contar
con los votos cautivos del sector más radical del chavismo, mientras más tiempo
tuviera la gente de conocer los alcances de su propuesta más difícil seria de que
se animaran a apoyarla, su discurso de por si limitado ahora simplemente se
restringía a un solo tema, el presidente lucia desencajado, se jugaba su futuro
político, y tal vez la posibilidad de librarse de la prisión si las cosas salían como lo
tenían previsto. Más tarde ese mismo día ante la misma Tibisay Lucena, Nicolás
Maduro hizo entrega de las bases comiciales que regirán el proceso constituyente,
primera vez en la historia que la parte interesada será juez y parte, más fraude
imposible.
El Sargento Salazar se devanaba la cabeza pensado en lo caradura que eran
los gobernantes de su país, apenas el año anterior habían suspendido dos
elecciones que estaban dentro del marco legal, y ahora que Maduro se había
sacado un conejo del sombrero se mostraban con inusitada diligencia para
organizar un proceso tan complejo, además, con un colosal descaro porque al
mismo tiempo que se anunciaba la fecha para elegir a los constituyentes también
se colocaba en el cronograma las elecciones para gobernadores y diputados
regionales a celebrarse según Lucena el 10 de diciembre. Varios dirigentes de la
MUD salieron a desestimar la convocatoria para las regionales de inmediato, entre
ellos, el que más énfasis coloco fue el gobernador del Estado Miranda y ex
candidato presidencial por partida doble Henrique Capriles Radonski, quien
desmintió categóricamente que dichos comicios se pudieran realizar después que
el gobierno montara su fraude constituyente. Salazar estaba de acuerdo con el
planteamiento de Capriles, le sorprendió la facilidad como muchos de sus colegas
mordían el anzuelo, y ya festejaban porque según ellos eso ayudaría a que la
situación se calmara. Salazar los reprendió por ser tan estúpidos, les dijo que si el
gobierno había negado esas elecciones el año pasado porque sabía que las tenía
perdidas, que sentido tenia ahora hacerlas si conocía perfectamente que obtendría
incluso peores resultados, en adelante con su constituyente en mano, Maduro y
sus secuaces solo harían elecciones que pudieran ganar, y eso significaba que no
serían en el corto plazo, ni en condiciones de igualdad.
Al día siguiente la fiscal general Luisa Ortega Díaz estremeció al país
nuevamente, en rueda de prensa desmintió la versión del gobierno sobre la
muerte acontecida casi un mes atrás del joven deportista Juan Pernalete, de
apenas veinte años de edad. El joven falleció en una protesta a finales del mes de
abril, altos funcionarios del ejecutivo nacional habían informado que su muerte
había sido ocasionada por disparos a corta distancia con una pistola de perno,
accionada por sus mismos compañeros, los ministros de comunicación Ernesto
Villegas y de interior y justicia Néstor Reverol sostuvieron esa hipótesis y la
vendieron al país como una verdad científica sin discusión, sin embargo, la fiscal
con informe forense en mano aclaro que la misma ocurrió producto del impacto a
quemarropa de una bomba lacrimógena, y aseguro que los responsables habían
sido efectivos de la guardia nacional, que de paso ya se encontraban siendo
investigados y en los próximos días serian imputados por el crimen que segó la
vida de este joven idealista.
El 25 de mayo el presidente Maduro hacía gala de sus limitadas habilidades
como pianista en cadena nacional, no era la primera vez que el mandatario se
deleitaba cumpliendo sus sueños juveniles, mientras a su alrededor rodeaba la
miseria y la muerte. Salazar pensó que él, que jamás había tocado un piano en su
vida podía perfectamente hacer mejor papel. Sintió pena ajena. El 27 se
cumplieron 10 años de la salida del aire de RCTV, y se organizó un acto por la
libertad de expresión, mientras conocidas artistas brindaban su espectáculo, a
pocas cuadras del lugar manifestantes eran reprimidos como ya se hacía
costumbre, no había descanso, no se daban tregua.
El mes cerró con una multitudinaria marcha el 31 de mayo, para Salazar el mes
que concluía lo dejo marcado para siempre, jamás imagino ser testigo de primera
mano de la capacidad de crueldad que podía tener el ser humano, Venezuela
tenía que ser algo más que eso, en sus elucubraciones se veía sin uniforme
marchando al lado de los que pedían libertad, era un pensamiento alocado, pero
se prometió que tal vez lo intentaría, se camuflaría entre la gente como uno más,
despojándose de sus obligaciones, solo así pensó que podría cumplir el juramento
que había hecho al momento de graduarse. Defender la patria y sus instituciones
hasta perder la vida si fuese necesario.

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