El Pais Roto. Amasijo Por Ordenar.
El Pais Roto. Amasijo Por Ordenar.
La convocatoria
Las palabras del presidente Nicolás Maduro retumbaron como truenos, para los
desprevenidos oídos de millones de venezolanos, incluyendo a miles de
simpatizantes chavistas aglutinados esa tarde en la avenida Bolívar de Caracas.
En cuestión de segundos todo un país enmudeció. Un zumbido incomodo quedo
revoloteando en el aire, fastidioso, insoportable. Trece; número pavoso,
cabalístico, de mala suerte para muchos. Trece letras que presagiaban la
hecatombe. Constituyente.
No era un lunes común y corriente, el ajetreo propio del inicio de semana
mostraba evidentes síntomas de ausencia. Este lunes acontecía lo que en
Venezuela se conoce como puente, ya que era primero de mayo, marcado en el
calendario como festivo, todas las instituciones y empresas tanto públicas como
privadas suspenden sus actividades para festejar el sacro santo día de los
trabajadores. El heredero de Hugo Chávez, había anticipado con pomposidad que
en esta fecha realizaría anuncios históricos para el futuro de la patria. La parte del
país que aún cree en el mandatario se frota las manos, en espera de un
trascendental incremento salarial, lo suficientemente robusto como para plantarle
cara a la inflación galopante que hace de los ingresos del proletariado una ilusión
tan efímera como un sueño húmedo justo antes del amanecer. Los más optimistas
corrían la voz de que el ajuste debía ser de tres dígitos, y, que además estaría
acompañado con la orden ejecutiva de congelación de precios. Otros imaginaban
que el anuncio presidencial seria para poner en marcha el plan mágico que
sacaría a el país de la aguda crisis económica que se extendía desde la asunción
de Maduro a la primera magistratura nacional en el año 2013. La fe del pueblo
tiene la virtud de sobreponerse una y otra vez a la decepción de la mentira, a las
promesas incumplidas, a la postergación indefinida de sus anhelos. Este país
desde tiempos remotos parecía vacunado por sus gobernantes contra el mal de la
desconfianza y la incredulidad. Siempre existían motivos para creerse otra nueva
historia. La memoria del venezolano dispone de un rollo ridículamente corto, y su
clase política de antes y de ahora no han desaprovechado oportunidades para
sacar el mayor ´provecho de esa particular característica.
Sin embargo, para decepción de los optimistas, los anuncios del primero de
mayo no girarían en torno al deseado aumento salarial, ni mucho menos se
mencionó el urgente plan económico. Un día antes, el presidente revelo que el
incremento consistía en un 60% y que se elevaba la tasa de cálculo del bono de
alimentación a 15 unidades tributarias por día. En suma, el ingreso mínimo total de
un trabajador alcanzaba los 200 mil bolívares mensuales. Ni los más fervientes
seguidores del presidente obrero llegaron a sentirse satisfechos con la
información. Pero ahora rondaba la pregunta de los diez mil maravedíes ¿qué
anuncios se traía Nicolás Maduro entre manos?
Vicente Castillo no tenía muchas razones para sentirse ilusionado, pensaba que
desde la elección de Nicolás Maduro en abril de 2013 el país se había ido a la
mierda, que la mayor obra del gobierno socialista consistía en haber convertido a
una nación con inmensas reservas de recursos naturales en una cloaca pestilente,
donde la miseria y la inseguridad campeaban su señorío, ante la mirada inerte de
una población incapaz de reaccionar. Venezuela sufría una metamorfosis estilo
kafkiano. El país degeneraba en una mafia, todo y todos tenían un precio, desde
los altos jerarcas del gobierno, hasta el humilde habitante de los sectores
populares, siempre dispuesto a timar a su propio vecino si era necesario, con tal
de asegurar su propia sobrevivencia. La degradación moral alcanzaba el status de
institucionalidad, la perversión auspiciada por el gobierno se convirtió en parte
fundamental de la realidad cotidiana, por su parte, las buenas acciones pasaron a
ser una rareza cada vez menos frecuente.
Vicente aprovecho el asueto para quedarse en casa, con testaruda irreverencia
ignoró la orden de su jefa, quien había girado la instrucción para que todos los
trabajadores de su despacho en el ministerio de alimentación, acudieran a la
marcha en respaldo al gobierno, que tendría como punto culminante la avenida
Bolívar de Caracas. La oposición también tomaría las calles, concentrándose en
diversos puntos de la capital, con la intención de movilizarse hasta el Tribunal
Supremo de Justicia y el Consejo Nacional Electoral, siempre y cuando las fuerzas
de policía y guardia nacional se lo permitieran. Las protestas de los grupos
adversos al gobierno tenían vetado el acceso al centro de la ciudad, donde
funcionaban las oficinas de los poderes del estado. Todo pintaba para otra
agónica batalla campal, donde la represión seguramente estaría a la orden del día.
Vicente agradeció la soledad de su modesto apartamento en la Av. Fuerzas
Armadas, estar lejos de la agitación de las calles no tenía precio, ─ pensaba ─
mientras agitaba un vaso con ron pampero que había adquirido el día anterior en
la licorería de la esquina. Ya superaba la treintena, edad en la cual la mayoría de
las personas sienten la necesidad de establecerse, pero Vicente permanecía
obstinadamente soltero, a pesar de que muchas mujeres lo consideraban apuesto,
y contaba además con empleo estable y casa propia. Sin embargo, a pesar de
estas ventajas, la tentativa de armar una familia en una situación tan jodida como
la que atravesaba su país, no estaba entre sus prioridades, por el contrario, se
conformaba con mantener relaciones libres, sin mayor compromiso ni lazos
afectivos duraderos.
A media tarde se instaló frente al televisor, para quemar tiempo mientras llegaba
su amiga de turno, una guapa colega recientemente ingresada en la nómina del
ministerio de alimentación, bajo el auspicio de un tío vinculado a Freddy Bernal,
uno de los más relevantes dirigentes del PSUV, y nuevo zar de los CLAP,
perverso mecanismo de distribución de bolsas de comida, e instrumento de control
social de la población más desposeída. Mayra, por su cualidad de empleada
novata, no logro evadir la convocatoria a la marcha pro gubernamental, aunque le
sobraran ganas de ello, no fue capaz de desobedecer el lineamiento de la jefa. La
joven trabajadora tenía hijos y no podía darse el lujo de que la echaran de su
empleo recién adquirido, engrosar las filas del paro no eran la mejor alternativa en
tiempos de crisis. Las amenazas hacia los que no mostraban la debida adhesión al
proceso, se había convertido en una práctica rutinaria; eso a Vicente lo tenía sin
cuidado, de que valía conservar un empleo con un salario tan miserable que
apenas alcanzaba para medio comer; ─ vociferaba iracundo ─, cuando alguien le
recomendaba que cuidara su chamba.
Repaso varios canales sin encontrar nada particularmente atractivo, la opción de
hacerle seguimiento a las marchas contrapuestas que se celebraban ese día le
producía un profundo hastío, ─ ni pensarlo ─ por nada del mundo quería verse
involucrado en ese estercolero, ─ que los políticos resuelvan su peo ─ le había
comentado a Freddy, su amigo de juergas; tanto el gobierno madurista como la
oposición burguesa representaban la misma vaina según su óptica. Lo mejor sería
entrar en un estado de levitación permanente, para que la diatriba política que
absorbía al país no terminara por engullírselo también a él. Estaba decidido a vivir
su vida con el menor número de preocupaciones posible, aunque, con la situación
económica que atravesaba Venezuela la tarea resultaba en extremo complicada.
Con frecuencia maldecía su suerte, se arrepentía de no haber seguido los pasos
de muchos amigos que se marcharon de su tierra en la primera oportunidad que
se les presento. Luego, se daba ánimos imaginando las dificultades de iniciar una
nueva vida en el extranjero. Lo mejor era quedarse quieto, como en la cédula de
identidad, hasta que pasara la tormenta, que en el caso venezolano estaba
llegando a nivel de huracán grado 5.
El tic toc del timbre lo saco de su estado reflexivo, era Mayra que, hacia acto de
presencia para alegrarle la tarde. Se incorporó de un salto, el vetusto mueble
emitió un crujido adolorido, lo cual le recordó que prácticamente tenían la misma
edad. Su padre lo había comprado junto con todo el juego de sala cuando Vicente
apenas era un niño, cuya única obligación era juguetear y divertirse. Vicente
atesoraba al viejo mueble como una reliquia, le recordaba tiempos felices; su viejo,
acostumbraba a tumbarse allí durante horas, todos los días. Desde ese lugar
impartía órdenes con la severidad propia de un general. Ramiro Castillo, su
progenitor, había fallecido en 2012, nunca creyó en Chávez, sin embargo, le
respetaba el hecho de haber tomado en cuenta a los invisibles y marginados.
Este carajo tiene guaramos, ─ decía ─ cuando lo escuchaba arremeter contra sus
enemigos en sus largos discursos, que solían extenderse por horas y horas.
Chávez tenía el don de hipnotizar hasta a sus detractores más acérrimos, quienes
seguían sus largas peroratas para luego tener argumentos como criticarlo.
Abrió la puerta y pudo deleitarse con la impecable sonrisa de Mayra. Sus
blanquísimos dientes y labios sensuales eran una invitación a besar
apasionadamente. Aparte de eso, su cuerpo bien torneado la convertían en un
bocado difícil de rechazar. Vicente, la invito a pasar presuroso, no parecía agotada
a pesar de que seguramente había tenido que recorrer unos cuantos kilómetros:
primero, para llegar hasta la Av. Bolívar, donde el presidente se dirigiría a la
nación. Y luego, para llegar desde allí hasta la Fuerzas Armadas, ya que, tomar un
taxi en Caracas, con sus elevados precios, representaba un lujo imposible para un
humilde trabajador de la administración pública, y el moderno servicio del metro,
se encontraría colapsado por el torrente de usuarios procedentes del acto
gubernamental, que abarrotarían a esa hora las estaciones aledañas a la amplia
avenida del centro de la capital venezolana.
A simple vista Vicente pudo observar que Mayra parecía intrigada. La joven no
sabía mucho de política, pero lo que acababa de escuchar en voz del presidente
de la república no le daba muy buena espina. Y por alguna razón, tenía la
impresión de no ser la única que pensaba de esa manera. Cuando Nicolás Maduro
anuncio la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, los miles de
personas congregadas en la Av. Bolívar manifestaron su sorpresa de diferente
forma: los más fanáticos estallaron en vítores y gritos frenéticos, parecía como si
estuvieran en el punto máximo del clímax. Pero su número solo constituía una
pequeña parte de la inmensa aglomeración humana. Mientras, en toda la
extensión de la arteria vial más importante de la capital se estaba produciendo
algo inusualmente extraño para este tipo de eventos políticos, donde los fervientes
partidarios se entregan a sus líderes con un entusiasmo que raya en el fanatismo
más irracional. Mayra recorrió con su vista los rostros de las personas a su
alrededor, la mayoría estaban perplejos, sus miradas irradiaban temor y
preocupación, como si algo funesto se irguiese amenazante sobre la multitud.
Algunos, se pasaban la mano por el rostro, como quien busca secar el sudor. En
ese punto la joven trabajadora comprendió que la noticia no había sido bien
recibida del todo; si lo que se estaba buscando era levantar pasiones, el efecto
resulto totalmente inverso. Y lo peor apenas iniciaba. Mayra observo con
estupefacción que la gente empezaba a retirarse; primero en pequeños grupos,
luego por cientos, y después por miles. La escena reflejaba la triste imagen de un
ejército otrora invencible batiéndose en retirada, totalmente despavorido. En
minutos, el ambiente festivo se transformó como por arte de magia en un
cementerio lúgubre y tenebroso. La amplia avenida se quedaba vacía, mientras el
presidente anunciaba los detalles de su convocatoria.
─ ¿Lo escuchaste? ¿Qué piensas? ¿Qué va a pasar ahora? Pregunto Mayra, en
atropellada secuencia.
Vicente la miro desconcertado, sin saber a qué se refería.
─Lo que dijo el presidente ─aclaro Mayra.
─No lo he escuchado ─dijo Vicente con desgano ─la verdad tenia cosas más
interesantes que hacer ─bromeó finalmente.
En realidad, Vicente detestaba escuchar al presidente Maduro, siempre que se
encontraba viendo algún canal de señal abierta y entraba una cadena, de
inmediato se cambiaba a la señal por cable. Y por supuesto, daba gracias a dios
por los que tuvieron la brillante idea de crear un servicio tan maravilloso. Mayra
bajo la mirada como quien teme contar una verdad incómoda.
─Que tan mal puede haber sido, creo que ya estamos acostumbrados a sus
continuas metidas de pata ─comento Vicente con algo de sarcasmo.
─No estoy segura, pero me parece que esto puede ser peor de lo que ya hemos
visto hasta ahora.
─Ya, suéltalo ─apresuro Vicente, con intenciones de pasar a otro tipo de acción.
─Maduro acaba de convocar a una Asamblea Constituyente comunal o algo por
el estilo ─soltó Mayra, acompañando sus palabras con una mueca entre nerviosa
y preocupada.
Vicente frunció el ceño, mientras sus ojos amenazaban con salirse de sus
orbitas. Siempre había considerado al presidente Maduro como un tipo de poca
inteligencia, pero esto rayaba en la bestialidad total. A quien se le podía ocurrir
semejante disparate.
─Definitivamente se ha vuelto loco ─vocifero, elevando la voz casi a nivel del
grito.
Mayra asintió en silencio.
─ ¿Qué puede pasar? ─ Pregunto, al cabo de un instante.
─Ni idea ─contesto Vicente, llevándose las manos al rostro ─la oposición jamás
aceptara esa treta, si lo hacen, se estarían entregando a los brazos de Maduro y
sus seguidores, ellos saben que el gobierno tiene un alto nivel de rechazo, es su
oportunidad, si la dejan pasar, tal vez no tengan otra, y tendrán que conformarse
con ver a Nico en el poder por muchos años más.
─Eso implica más conflictividad, más marchas y contramarchas y por tanto la
economía seguirá en picada, no parece un panorama muy alentador ─reflexiono
Mayra.
─Y puede ser peor ─agrego Vicente ─podríamos estar a las puertas de una
guerra civil.
Mayra guardo silencio, ahora comprendía la expresión de miedo en el rostro de
los asistentes al discurso presidencial en la Av. Bolívar. No podía dejar de pensar
en sus hijos, que estaban creciendo en un país sin oportunidades, sin futuro. Se
acercó a Vicente y se aferró contra su pecho. Tenían pocos meses conociéndose,
pero en ese momento se sintió segura y protegida a su lado. Alzo la cara y sus
labios se encontraron en un delicado beso.
Pasaron el resto de la tarde conversando sobre sus vidas, entre sonrisas y trago
trataron de olvidar a Nicolás Maduro, a la Mud, y también a la crisis económica
que azotaba a Venezuela. La botella se acabó justo cuando empezaban a entrar
en calor, ahora eran solo dos amantes furtivos dispuestos a entregarse a la pasión
que los dominaba. Y así lo hicieron.
Capitulo II
Mayo sin flores, tiempo de sombras
II
Capitulo III
Junio: Avances y retrocesos
XV
IX
Como las anteriores marchas, la de las mujeres también se encontró de frente con
una barrera de la guardia nacional, en esta oportunidad una estructura metálica de
tres metros de alto obstaculizaba totalmente el acceso por la autopista Francisco
Fajardo. Flavia no había nacido aun, cuando la gente de Berlín echo abajo el muro
que dividía la capital alemana entre el lado Este, de gobierno comunista y el lado
Oeste democrático, ahora, la dictadura se presentaba con esta mala copia, esta
imitación vulgar de aquella mole de piedra que se interponía entre la libertad y el
yugo. Resultaba increíble que un derecho tan básico como el libre tránsito fuera
criminalizado por el régimen, porque, con esta acción no solo impedían el paso de
los manifestantes, todos los ciudadanos que debían utilizar la autopista para
dirigirse a sus casas o a sus lugares de trabajo se verían afectados, tendrían que
ingeniárselas para llegar a sus sitios de destino utilizando vías alternas, la ciudad
estaba trancada por todas partes. Además, la suspensión de las líneas del metro
se había vuelto una estrategia más del gobierno para evitar el flujo de los
ciudadanos hacia los puntos de concentración de las protestas, pero, con esa
medida ridícula terminaban afectando a todo el mundo, y sin embargo, la gente no
dejaba de asistir a las marchas, entre más obstáculos, mayor era la determinación
del pueblo por salir de Nicolás Maduro, su obstinada manipulación acabaría
convirtiéndose en un boomerang que a la postre le golpearía directamente en el
rostro.
Flavia no podía contener su ira, se suponía que a las mujeres ni con el pétalo de
una rosa, así se lo habían enseñado desde chica, su madre siempre se lo decía;
por ningún motivo debes dejar que un hombre te maltrate, ni física, ni verbalmente,
fíjate, tu padre no es el hombre más cariñoso del mundo, pero jamás me ha
tocado un pelo, así debe ser. Pero ahora, Flavia se sentía ultrajada, en su país, las
mujeres no tenían derecho a alzar la voz, mejor dicho, nadie que no gritara
alabanzas al gobierno podía alzar la voz. La imagen de esa muralla grotesca la
horrorizaba a tal punto que sentía unas inmensas ganas de llorar, el espectáculo
era deprimente, Nicolás Maduro se empeñaba en seguir dividiendo a la sociedad
venezolana, ya no solo ideológicamente, ahora la división cobraba forma física, se
volvía presencial, y esto era solo una muestra, si lograban introducir su
constituyente muy posiblemente convertirían a las zonas tradicionalmente
adversas al gobierno en ghettos gigantescos. Solo tenían un problema; la mayoría
del país los repudiaba, en ese sentido, serian ellos los que terminarían cercados,
como en la práctica ya lo estaban. El primer mandatario solo hacia presencia en
sitios estrictamente controlados, donde no existía el peligro de que alguien lo
hiciera pasar un mal rato, donde alguien le restregara en la cara, a través de sus
propios medios de comunicación que había acabado con el país, donde alguien,
de ese pueblo humillado y maltratado, le gritara que todo pulmón que no estaban
dispuestos a tolerar una dictadura.
La muchedumbre compuesta por miles de mujeres se aposto desafiante frente a
la barrera metálica, del otro lado, cientos de efectivos de la guardia nacional se
escudaban tras la frontera artificial. Las manifestantes empezaron a cantar
consignas, miles de voces a la vez, el estruendo era impresionante, Flavia se
imaginaba que a pesar de contar con las armas, los opresores no debían sentirse
muy seguros ante tan inmensa cantidad de personas, una pequeña chispa podía
ocasionar que un aluvión de gente le pasara por encima a cualquier obstáculo,
sobre todo cuando los ánimos se exaltan, y la cordura desaparece, sin embargo,
las valientes mujeres no iban a caer en provocaciones, se plantarían allí mismo, se
podía manifestar en cualquier lugar, todo el país era una protesta.
Rafaela, insto a los estudiantes a permanecer en la retaguardia, el protagonismo
recaería en el movimiento de mujeres, aunque, de vez en cuando la presidenta de
la FCU se acercaba a la barrera para dejarle claro a quienes les negaban el paso,
que nada de eso los detendría, que seguirían protestando cada día, mientras el
gobierno no regresará al cause constitucional. Flavia la escoltaba de cerca, ya el
reloj marcaba las primeras horas de la tarde, el sol se erguía perpendicular sobre
el cielo caraqueño, picaba en la piel. Las manifestantes iban vestidas de blanco,
color que representaba el símbolo de la paz, de la pureza femenina. Flavia
también llevaba puestos unos pantalones blancos un tanto anchos, que sin
embargo no lograban esconder del todo su sinuosa figura, además, lucía una
franela del mismo color, de cuello abierto y mangas cortas, que gracias al brillante
sol dejarían en su piel las huellas propias de un domingo de playa.
Flavia se colocó una máscara que hacía perfecto juego con el resto de su
vestimenta blanca. A Rafaela le pareció un gesto gracioso, la máscara tenía un
pico aguileño y los orificios para los ojos eran lo suficientemente grandes como
para permitir que el hermoso par de esmeraldas de Flavia quedaran expuestos a
la vista de todos. Pocas manifestantes se encontraban cerca de la barrera,
sencillamente habían establecido una especie de plantón, por ratos, los que
exigían libertad se tomaban un respiro, para volver luego con renovados ímpetus.
De improvisto, Flavia se quitó los zapatos, Rafaela no terminaba de entender; que
haces, le pregunto sorprendida; acto seguido, en un rápido movimiento, Flavia
Vieira se deshizo de su pantalón y con decisión lo arrojo sobre el muro de tres
metros de alto, ante la mirada atónita de los efectivos de la guardia nacional
apostados del otro lado. Rafaela estaba absorta, su amiga semidesnuda acababa
de lanzar una sorprendente proclama “para que se agarren los pantalones, o para
que se pongan los pantalones” algo así había dicho. La parte inferior de su cuerpo
majestuoso quedo cubierto apenas por un ajustado cachetero y un par de medias
negras que nadie noto, todos, particularmente los hombres, se concentraron en su
redondo trasero y en sus dorados y perfectos muslos esculpidos ´por alguna
especie de mago, o por los mismos dioses del olimpo. Después, con la misma
determinación, se colocó sus zapatos, alzo su dedo medio, pronuncio unas
palabrotas irrepetibles y se perdió entre la multitud que la ovacionaba eufórica.
Rafaela la siguió entre las mujeres que ahora la cubrían como un manto.
─De verdad que te has vuelto loca ─dijo ─jamás me imagine que fueras capaz
de algo así.
Flavia pensó que le estaba recriminando, al fin y al cabo, Rafaela era la líder del
movimiento estudiantil, tenía todo el derecho de hacerlo, esperaba no haber
metido la pata. Pero, a los pocos segundos pudo notar en Rafaela una extraña
sonrisa de complicidad, de aprobación. Entonces se imaginó que su travesura tal
vez podría tener sentido. Que en algo podía contribuir para llamar la atención del
mundo, mujeres desnudándose como medio de protesta, ya había funcionado en
otros lugares, donde lo convencional dejaba de ser efectivo y tocaba idearse
nuevas estrategias, tratando de sorprender al rival. La desnudez femenina es un
acto sublime, privadamente sublime, pero también podía ser un arma, una de
muchas que necesitarían ante una dictadura indolente y sin escrúpulos.
─ Eres muy valiente, me has sorprendido ─ señalo Rafaela.
─ Vamos a ver qué piensas mis padres de todo esto, a pesar de la máscara
seguramente se van a enterar. ─Se lamentó Flavia
─No te preocupes, entenderán ─dijo Rafaela para tranquilizarla.
El video de la chica arrojando sus pantalones a la guardia nacional se volvió viral
en cuestión de minutos, la máscara no había servido de mucho, así lo pudo
comprobar Flavia cuando por fin llego a su casa al final de la tarde, y se encontró
con su cuenta de Instagram atestada de mensajes y solicitudes. Las redes
sociales eran un arma incuestionable, y en la crisis venezolana la batalla en este
espacio tecnológico se libraba sin cuartel, ahora, ella formaba parte del agudo
debate en desarrollo, la gente de la oposición reivindicaba su acto como el gesto
de valentía de una joven indignada, ante un gobierno que les negaba la posibilidad
de un mejor país, mientras, los seguidores del gobierno, la acusaban de ser una
puta exhibicionista que solo quería mostrar su cuerpo para hacerse famosa. Flavia
había dado un paso que sería difícil de revertir, en segundos dejo de ser una
anónima estudiante de la UCV, y ahora, y por un buen tiempo, ella también seria
parte de la munición que podía ser disparada sin clemencia por ambos
contendientes; cada uno en beneficio de su causa, cada uno según su visión, el
país seguía fracturado, las barreras físicas que exhibían como nuevo mecanismo
de represión las fuerzas del estado, tan solo formaban parte de algo mucho más
catastrófico, la separación irreconciliable de un país, que desde siempre se
caracterizó por su alegría y su solidaridad.
XVI
El bus cargado con alrededor de 50 estudiantes ucevistas atravesaba las mesetas
del oriental estado de Anzoátegui, a Flavia le emocionaba pensar que su periplo
se asemejaba al realizado por los viajeros de la libertad en la década de los años
sesenta. Los viajeros de la libertad eran un grupo de jóvenes norteamericanos en
su mayoría de tez oscura que luchaban contra la segregación racial en el sur de
los Estados Unidos, que como los estudiantes venezolanos habían dado un paso
al frente contra la intolerancia y la injusticia. Otro aspecto en común que tenían
los estudiantes venezolanos con los jóvenes anti segregacionistas
norteamericanos, es que ambos grupos se enfrentaban a la represión desmedida,
los viajeros de la libertad ofrendaron la vida de muchos de sus miembros, lo
mismo había pasado en la dura etapa de protestas contra el régimen de Nicolás
Maduro. Aunque eran épocas distintas, en el fondo la lucha siempre era la misma:
enfrentados a la adversidad, expuestos al peligro, sometidos a la tortura y a la
vejación. Los tiempos eran otros, pero las circunstancias no variaban mucho.
Se han escrito gran cantidad de relatos acerca de las peripecias que tuvieron
que pasar los viajeros de la libertad en sus incursiones al sur de Estados Unidos,
especialmente al estado de Alabama, colocado al tope de la lista en lo que a
segregación se refiere. Cuentan que en una oportunidad el grupo de luchadores
llegó a un restaurante en Montgomery, ocuparon asientos en la barra, ordenaron
comida y se dispusieron a esperar pacientemente para ser atendidos. Eso ocurría
ante la mirada atónita de un grupo de blancos que exultaban su furia por el
atrevimiento de esos monos, como comúnmente los calificaban. El administrador
del local les señalo con una fría mirada el cartel que colgaba justo en la puerta y
que rezaba explícitamente que en ese establecimiento no se servía comida ni a
negros ni a animales. Los viajeros de la libertad decidieron permanecer en el lugar
hasta ser atendidos, un grupo de jóvenes blancos se acercó hasta ellos y empezó
a agredirlos, esta acción no recibió respuesta, ya que permanecer pasivo formaba
parte del método de protesta pacífica de los viajeros de la libertad. Los racistas les
propinaron una verdadera felpa. Al cabo de varios minutos los jóvenes eran
atendidos por otros compañeros que se encontraban al exterior del restaurante.
Casi todos sufrieron heridas de consideración, pero se sentían satisfechos porque
habían cumplido con el plan, que era llamar la atención del gobierno federal y de
la opinión pública nacional estadounidense.
En otra ocasión el autobús en que viajaban fue interceptado por una turba de
racistas blancos, que chocaron el colectivo hasta obligarlo a detenerse a un lado
del camino, posteriormente lanzaron piedras contra los vidrios, rociaron gasolina y
le prendieron fuego. Los pasajeros apenas lograron salir del vehículo en llamas,
solo para encontrarse de frente contra la salvaje arremetida de sus perseguidores.
En esta ocasión los chicos optaron por defenderse y repeler a los atacantes, antes
de que ocasionaran más destrozos. Lo irónico, es que a pocos metros se
encontraban oficiales de la policía estatal observando todo, y en vez de contener
la agresión colaboraban con la misma sin ningún tipo de pudor. Flavia pensó que
fácilmente se podía hacer una analogía con la forma como actuaban las fuerzas
de seguridad del gobierno venezolano, en total complicidad con los grupos
irregulares denominados colectivos.
Después de largas horas de viaje, por fin estaban llegando a destino, ahora tan
solo debían atravesar el puente sobre el majestuoso rio Orinoco y se encontrarían
en el estado Bolívar, donde la mañana siguiente reforzarían la protesta estudiantil
organizada contra la asamblea constituyente y la represión, y además para
defender la autonomía universitaria, severamente pisoteada por el régimen.
El puente era una obra arquitectónica de gran magnitud, construida por el
gobierno del presidente Chávez a través de la empresa brasileña Odebrecht, la
misma que ahora estaba siendo investigada por prácticas de corrupción en varios
países de América Latina. Venezuela no sería la excepción, cuantos dólares se
habrían embolsado las autoridades por conceder esta lucrativa contratación. Con
el cambio político también aparecerían esos trapos negros que estaban ocultos
bajo el manto impenetrable de la corrupción roja.
Flavia veía el rio Orinoco por primera vez, por lo cual se incorporó en su asiento,
abrió la ventana y se concentró en disfrutar de una de las maravillas de la
geografía venezolana. La mayoría de sus compañeros ni se habían percatado, el
trayecto había sido largo, y a pesar de la juventud del grupo, las jornadas de
continuas protestas los tenían exhaustos. Dormían plácidamente. Cuando el paso
por el puente Orinoquia estaba llegando a su fin, Flavia observo que en el extremo
más cercano, ya en territorio del estado Bolívar, estaba dispuesta una alcabala
con un significativo número de funcionarios. Sintió que un tarugo se atragantaba
en su garganta, no quería ser pesimista, pero sabía que no debía tratarse de un
comité de recepción.
Alerto a la líder del grupo y presidenta de la federación de centros universitarios,
Rafaela Requesens, cuya actuación de los últimos meses la había catapultado
como unas de las figuras jóvenes más influyentes del país, y una dirigente política
en ciernes de gran proyección. Rafaela ordeno al grupo mantener la calma, y que
dejaran que fuese ella quien se intermediara ante lo que lo muy seguramente era
una alcabala instalada con el único fin de amedrentarlos. Al momento de pasar al
lado de las fuerzas militares varios soldados se colocaron en el centro de la vía
haciendo gestos para que el bus estudiantil se detuviera. Un oficial muy joven con
insignias de primer teniente subió y le indico a los pasajeros que debían apearse
para una inspección de rutina. Rafaela frunció el ceño pero prefirió no comentar
nada, esperaría para ver cual era el argumento para fastidiarlos, porque eso de la
inspección de rutina no le convencía.
Los chicos bajaron del bus tan rápido como pudieron, ya no estaban
adormilados. Flavia esperaba que su viaje no terminara tan pronto y que ese
pelotón no hubiese sido enviado para impedir su ingreso a la entidad, después de
semejante viaje no podía haber algo más decepcionante que regresar a Caracas
sin siquiera marchar un metro. O tal vez se trataba de algo aún más siniestro, que
la alcabala tuviera como objetivo aprehenderlos y enviarlos con todo y la
presidenta de la FCU a la cercana cárcel de El Dorado. Esa idea la espanto;
compartir un pabellón con decenas de presos comunes, incluyendo violadores y
asesinos no era algo que este gobierno no estuviera dispuesto a realizar. Sintió
que las piernas le temblaban y el pulso se aceleraba hasta alcanzar un ritmo
frenético. Los viajeros de la libertad también habrían sentido miedo, pero no por
ello claudicaron, ella también se mantendría firma, se dijo para alejar sus temores.
Un par de soldados subieron al autobús para realizar una revisión, con valentía
Rafaela exigió que la pesquisa se llevara a cabo en presencia de algún estudiante,
o del chofer por lo menos. Un Capitán que fungía como jefe de la comisión bramo
exaltado:
─Acaso cree que le vamos a sembrar algo.
Rafaela tuvo la intención de gritar ─por supuesto que si─ pero en esta ocasión
utilizo una diplomacia poco habitual en ella.
─Espero que no, pero es mejor estar seguros.
El capitán lanzo una sonrisa sardónica.
─Ustedes los estudiantes siempre andan pensando que los militares somos sus
enemigos ─dijo el capitán ─dejen que uno de los estudiantes esté presente en la
revisión ─ordeno a un subalterno.
Rafaela permaneció de brazos cruzados y con su gesto adusto característico, o
como algunos de sus compañeros comentaban en vos baja, con su cara de culo,
mientras los militares revisaban el bus.
─El resto puede pegarse al bus para cachearlos ─ordeno el capitán.
─No somos ningunos delincuentes, si quiere nuestra documentación con gusto
se la mostraremos ─replico Rafaela.
El capitán la miro con cara de pocos amigos. Rafaela pensó, esto se va a poner
complicado, pero, sin embargo mantuvo su frente erguida y su rostro se endureció
un poco más.
─No se ofusque señorita, solo hago mi trabajo.
─Sí, molestar a los que luchamos por la libertad de Venezuela, lo cual también
los incluye a ustedes ─asevero Rafaela.
Esta vez el capitán no fue capaz de esbozar una sonrisa. La pesquisa duro
pocos minutos, los estudiantes mostraron sus cedulas a los soldados que apenas
se fijaban en ellas. No tenían la mínima intención de chequear nada.
─Bien, ya es suficiente, nos retiramos ─grito el capitán a sus subalternos, que
atendieron sin chistar. Al parecer la firmeza de la dirigente universitaria lo había
sacado de balance.
Flavia suspiro aliviada, las cosas empezaban con buen pie, no esperaba surfear
este obstáculo tan fácilmente. Agradeció contar con una líder con la entereza de
Rafaela, a la que no se le dorada la píldora bajo ninguna circunstancia.
─Solo espero que no ocasionen problemas, porque entonces si me voy a ver
obligado a actuar ─afirmo el capitán mientras se subía a un jeep que se
encontraba estacionado a pocos metros del lugar.
Rafaela ni siquiera se tomó la molestia de responder el último comentario del
militar, imaginaba que todo formaba parte de un plan diseñado para atemorizarlos
desde su llegada. Pero los estudiantes ya habían pasado por eso, así que no los
podrían intimidar con tan poca cosa. Mañana estarían en las calles nuevamente,
pero esta vez acompañados del pueblo y los estudiantes del estado Bolívar.
Necesitaban estar preparados porque la jornada seria ruda, desde la última visita
presidencial cuando un grupo de jóvenes arrojaron objetos en forma de rechazo
contra Maduro las fuerzas de seguridad se habían puesto la tarea de no permitir
más libertades, candelita que se prenda candelita que se apaga, esa era la
consigna. Pero los estudiantes comandados por Rafaela Requesens tenían la
suya “no abandonaremos la calle hasta conquistar la libertad”. La batalla de titanes
estaba cantada, el escenario serían las calles bajo el sol abrazador de Guayana.
Flavia Vieira se preparaba para lo que se podía denominar como un día normal en
su vida de estudiante, esa mañana se levantó temprano para asistir a una
asamblea convocado en el comedor de la UCV. En esta ocasión la reunión no
tenía como finalidad hablar de las protestas, ni trancas, ni agresiones por parte del
gobierno, el propósito era informar a la masa estudiantil acerca del avance de una
serie de trabajos que se estaban realizando en la Universidad. Ya era 27 de junio,
otro largo mes de lucha y sufrimiento estaba a punto de extinguirse.
El día 19 Rafaela Requesens se había enfrentado contra una barrera de
guardias nacionales y les exhorto a que pararan la represión, los militares la
miraban atónitos, tal vez algunos de ellos incluso con admiración por la valentía de
esta chica, que no sentía ningún tipo de temor a la hora de exponerse. Al día
siguiente fueron recibidos en la UCV los estudiantes provenientes del estado
Lara, después de un periplo de 380 kilómetros y múltiples tropiezos en el camino
por fin habían logrado completar la ruta, otra muestra más de lo determinado que
estaban los jóvenes en su lucha por rescatar la democracia venezolana.
La última semana estuvo marcada por el aumento de la represión, el número de
héroes caídos seguía aumentando, mientras el gobierno se hacia el indiferente,
una sensación de impotencia empezaba a hacerse presente en muchos
estudiantes, ese era el motivo por el cual Rafaela siempre procuraba estar en la
primera línea de batalla, debía dar el ejemplo para insuflar ánimos. Al principio
Flavia no entendía su propensión a arriesgarse, llego a pensar que su amiga y
dirigente estudiantil sufría de alguna especie de vocación suicida, pero al ver el
temor y la frustración en el rostro de sus compañeros comprendió exactamente de
qué se trataba; el buen líder está en la obligación moral de dar el ejemplo, y no
cobijarse en su investidura para evadir responsabilidades, eso sería un acto de
extrema cobardía, de irresponsable comodidad, en momentos donde se exigía
entrega, determinación y desprendimiento.
Flavia sopeso cuanto había cambiado su vida desde el inicio de las protestas
que sacudían al país en el mes de abril. Aunque sus padres la habían apoyado de
forma decidida, no por ello dejaban de sentir miedo, un pánico lacerante, no
querían siquiera pensar que tal cual había ocurrido con otras familias, su hija no
regresara a casa después de alguna manifestación. Apenas la noche anterior su
padre empezó a poner objeciones acerca de su participación en las protestas, se
quejaba de que los jóvenes eran los que estaban poniendo el pecho, lo cual no era
del todo cierto, pero Flavia se negó a discutirlo, sabía que ese comentario estaba
movido por una preocupación natural. Para Rai Vieira el país se había convertido
en un lugar invivible, ya no se podía trabajar tranquilamente, la violencia
exacerbada constituía una amenaza permanente, cualquier mal día sus negocios
podían ser asaltados por los colectivos, o saqueados por una turba de gente
desesperada por adquirir alimentos, además, el negocio empezaba a producir
perdidas por primera vez desde que abrió su primera tienda, llevarle el paso a la
inflación galopante se había vuelto casi imposible, cada vez que debía reponer
mercancía se encontraba con que ya todos los artículos habían aumentado, y
entonces tenía que invertir más dinero de lo presupuestado, el flujo de caja sufría
las consecuencias; entre tanto, el gobierno decretaba continuos aumentos
salariales que complicaban aún más la ya frágil situación financiera de los
comerciantes, en lo que iba de año Rai había tenido que reducir su plantilla de
trabajadores en un 30% para poder equilibrar las cuentas, y si todo seguía en el
mismo tenor tendría que realizar más recortes, y que decir si continuaba
empeorando, en ese caso la única salida seria bajar la Santamaría y emigrar a
algún país con una situación económica más estable, donde su familia pudiera
tener el futuro que en Venezuela Maduro había cercenado.
De la chica a la que solo le preocupaban sus estudios, divertirse con sus amigas
y esculpir su cuerpo en el gimnasio quedaba muy poco, ahora su agenda estaba
copada de marchas, trancazos y reuniones. Acabar con el gobierno tiránico que
amenazaba con arrebatarles a los jóvenes la mejor etapa de sus vidas se había
convertido en el punto central de su existencia. Antes del mes de abril, cuando
inicio el ciclo de violencia que ya se acercaba a noventa días, Flavia se había
estado viendo con un estudiante extremadamente apuesto, Mauro Rangel cursaba
el cuarto año de medicina en la UCV, era hijo de un general del ejército y por tanto
compartía muy poco de la visión política de Flavia. El chico estaba decidido a
centrarse en sus estudios y no permitir que la locura que reinaba en el país lo
afectara. Flavia recordaba amargamente como la última vez que se encontraron
habían terminado discutiendo, ella le increpo por su actitud pasiva ante lo que
estaba pasando en Venezuela, a lo cual, él joven riposto diciendo que lo hacía por
respeto a la posición de su padre, y además, porque la diatriba política no le atraía
en lo más mínimo; al momento, Flavia no fue capaz de comprender las
motivaciones de Mauro, y a partir de allí, no habían vuelto a verse las caras, y
escasamente llegaron a compartir una que otra breve conversación telefónica, y
de eso ya pasaba más de un mes.
Flavia no podía olvidar esa sonrisa que la desatornillaba, lamentaba que por
motivaciones políticas esa amistad con promesa de mucho más hubiese quedado
truncada, juntos se divertían mucho, la pasaban bien. En una ocasión fueron a
cenar a un restaurant de comida rápida, Mauro tenia buen sentido del humor a
pesar de su talante serio; Esa noche Flavia no paro de reír ni un instante, en un
momento determinado acabo chorreando la salsa de su hamburguesa sobre su
ropa, lo que propicio las carcajadas burlonas de Mauro que hicieron que su
hermosa amiga terminara ruborizada, sin embargo, todo quedo resuelto con una
atrevida apuesta de él, quien se acercó a Flavia y sin pedir autorización limpio la
mancha de salsa con su boca. Después, las miradas entre ellos se tornaron
coquetas, comenzaban a pasar a otro nivel, pero por mala suerte, Nicolás Maduro
y su constituyente habían colocado una barrera que por ahora, los tenía
totalmente distanciados.
El comedor de la UCV todavía no estaba a su capacidad máxima, Flavia había
llegado temprano, la asamblea no iniciaría todavía, y ella disponía de algunos
minutos para ir por un desayuno o charlar con algunos compañeros a los que no
veía muy a menudo últimamente.
Camino en dirección a la cantina más cercana, a unos cien metros observo la
silueta de un chico que le pareció familiar, Mauro se desplazaba a paso raudo
cargado de una serie de instrumentos que Flavia imagino serian para alguna de
sus clases prácticas de medicina. Flavia consulto su reloj; justo la hora de entrada
a clases, a eso se debía la prisa de Mauro, quien ahora se acercaba y en cuestión
segundos cruzarían sus caminos por primera vez en muchos días.
Flavia no sabía que hacer exactamente, pensó en ocultarse entre los cientos de
estudiantes que pululaban por los pasillos de la universidad, le pareció que no era
una mala opción, Mauro no se habría dado cuenta, por lo cual sus mundos
continuarían como antes de ese momento, pero, si Mauro también se había
percatado de su presencia ¿Qué pensaría de ella? Seguramente que era una
cobarde, ¿pero a que le tenía miedo? Esas hipótesis perdieron su importancia, ya
no hubo tiempo para nada. Los dos chicos se toparon frente a frente.
─Hola tanto tiempo, me pare…., bueno, como estas ─saludo Mauro titubeante.
Los hermosos ojos de Flavia emitían un brillo especial, aunque trataban de ser
escurridizos, querían ocultarse de esa presencia imponente, intimidante. Pero
también deseaban expresar con sus propios códigos una alegría contenida
después de una larga espera, el tiempo parecía detenido, encapsulado, apenas se
movía con pasmosa torpeza.
─Bien gracias, si mucho tiempo ─dijo Flavia.
Mauro la observaba explorando sus gestos; su mirada esquiva, su sonrisa
nerviosa, se dio cuenta que su presencia la había afectado. Muchas veces
imagino ese reencuentro, pero nunca pensó que fuera tan difícil, no lograba
articular sus ideas. Allí estaba a un metro de él la mujer que invadía sus
pensamientos y había enmudecido como un idiota.
─Llevas mucha prisa ─observo Flavia.
─Si, un poco, en realidad apenas dispongo de tiempo para llegar a mi práctica de
anatomía, por eso es que voy de carrera.
─Que pena ─soltó Flavia inconscientemente.
─Una pena en verdad ─dijo Mauro entre labios.
─Yo voy por un desayuno, y luego a una asamblea en el comedor ─comento
Flavia.
─Que bien, me imagino que debe ser algo referente a las protestas, últimamente
no se te ve mucho por estos lares.
─Algo así, lo bueno es que los profesores han sido bastante comprensivos y nos
dan la opción de presentar las evaluaciones pendientes, una de las ventajas de
pertenecer al movimiento estudiantil ─bromeo Flavia.
─Sin duda, una gran ventaja.
─Que tonta, tu apurado y yo haciéndote perder tiempo.
─No hay problema, me alegra mucho poder verte ─asevero Mauro.
─Que estés bien ─se despidió Flavia.
Mauro permaneció inmóvil durante algunos segundos, pensó en abrazarla, pero
no quería lucir desesperado, ni ansioso, después de todo solo era un encuentro
causal, tal vez no se verían más durante mucho tiempo, y no era bueno alimentar
falsas expectativas.
─ ¿A lo mejor podamos vernos luego? Pregunto Mauro con evidente indecisión.
─Me parece genial ─soltó Flavia sin pensarlo mucho.
─Perfecto ─dijo Mauro. ─y empezó a caminar en dirección al laboratorio de
anatomía.
─Esta tarde puedo ─señalo Flavia, sin dejar de sonreír nerviosamente.
─Me parece grandioso, te llamare. ─aseguro Mauro.
Flavia regreso al comedor donde ya Rafaela Requesens se encontraba a tiro de
dar inicio a la asamblea, lo del desayuno quedo postergado, ya no tenía apetito,
ciento de mariposas ocupaban el lugar que correspondía a las vísceras, el
ambiente a su alrededor dejo de tener importancia, ya no le interesaba escuchar
acerca de los problemas de la universidad y sus posibles soluciones, solo quería
que las horas transcurrieran rápido, que se apartaran del camino, que ya fuera de
tarde. Ese cumulo de sensaciones la hicieron sentirse renacida, a pesar de la
crisis, a pesar de Maduro y su dictadura, seguía siendo una mujer con ganas de
amar y de soñar con un futuro de felicidad. Estaba decidida, nunca más dejaría
que Mauro se apartara de su vida.
Ya había perdido la cuenta de las veces que consulto su reloj, desde su encuentro
fortuito con Mauro en los pasillos de la UCV, esa acción la repetía de forma
mecánica, cada par de minutos, o tal vez cada minuto, minutos eternos, que ahora
se daban una arrogante importancia, como si esperaran una súplica de su parte.
Rafaela acabo por darse cuenta, ¿Por qué vez tanto el reloj, tienes algún
compromiso? Le pregunto la presidenta de la FCU, Flavia solo se limitó a negar
con un leve movimiento de cabeza. Luego de la asamblea de usuarios, se
reunieron con otro grupo de estudiantes para hablar sobre el trancazo del día
siguiente, la planificación de los detalles de esa actividad les llevo el resto de la
mañana y las primeras horas de la tarde, por una parte agradeció el hecho de
mantenerse ocupada, eso hacía más llevadera la espera, si hubiera estado en su
casa sentada como una tonta posiblemente habría terminado comiéndose las
uñas, o abriendo una zanja entre su habitación, la sala y el comedor, al no tener
otra cosa más por hacer que pensar en su cita con Mauro.
Al finalizar la reunión del movimiento estudiantil, Rafaela insistió para que Flavia
la acompañara a visitar a los familiares de los estudiantes detenidos, su amiga se
la estaba poniendo difícil, invento la mejor excusa que le fue posible y se
desmarco de ese compromiso. Fue directo a casa, recordó que en todo el día no
había probado bocado, hurgo en la nevera y observo que a diferencia de lo que
ocurría en los hogares de millones de venezolanos había mucho de donde
escoger; opto por un sándwich de pollo, no quería atiborrarse de comida porque
no sabía adonde la invitaría Mauro.
La esperada llamada llego poco después de las cuatro de la tarde, ya Flavia se
había cambiado de ropa y empezaba a impacientarse, elucubraba extrañas ideas
en su cabeza, como por ejemplo; que tal vez Mauro se hubiese arrepentido, o que
se hubiese recordado de su última salida donde habían acabado discutiendo y a la
postre alejándose uno del otro, y entonces, él decidiera que lo mejor era dejar las
cosas de ese tamaño. La llamada quebró todas esas suposiciones fatídicas. Se
encontrarían en Sabana Grande exactamente en media hora, tiempo más que
suficiente para que Mauro pudiera cubrir la distancia entre la UCV y esa zona
comercial del este de Caracas, Flavia no tendría problemas ya que habitaba en
Chacao y en cuestión de minutos estaría allí. No estaba segura si aguardar en
casa o salir de una vez, ya que tampoco quería llegar antes, pensó que lo mejor
sería hacerlo esperar un poco, aunque no era precisamente lo que deseaba en
ese momento. Se decidió por lo primero.
Sabana Grande estaba repleta de transeúntes, a esa hora miles de caraqueños
salían de sus oficinas y se entregaban a la epopeya de llegar a sus casas en una
ciudad donde las protestas callejeras eran imprevisibles, de cualquier punto y a
cualquier hora surgía un grupo y colocaba obstáculos en las vías, impidiendo con
ello el transitar de vehículos y personas. Flavia llego al boulevard y se entretuvo
observando las vitrinas de las tiendas, que por cientos competían para pescar
posibles clientes en una economía devastada por la crisis. Los precios eran
increíblemente altos, un solo artículo; como un par de zapatos, o una ropa de
marca podían valer el equivalente a varios salarios mínimos.
Se encontraron a la salida de la estación del metro de Sabana Grande. El
sistema de transporte inaugurado a comienzos de los años ochenta por el
presidente Luis Herrera Campins se había convertido en el medio esencial para
trasladarse con que contaban los capitalinos, moderno y eficiente, como pocas
cosas en el país. Mauro aun llevaba consigo el mismo aparataje de esa mañana,
sin embargo, había sustituido la camisa azul que usaban regularmente los
estudiantes de medicina por una camiseta negra y ajustada al cuerpo, que a Flavia
le pareció estupenda, a decir verdad todo lo referente a Mauro le parecía
extraordinario, hasta las muecas que solía hacer cuando estaba dudoso de algo, o
el mal habito de tronar sus dedos con relativa frecuencia, todo ello le parecía
irrelevante contra su desproporcionada acumulación de atributos tanto físicos
como de personalidad.
Caminaron unos cuantos metros hasta llegar al gran café, un lugar icónico que
en las décadas de los sesenta y setenta era el punto de concentración preferido
de intelectuales que colmaban el local para intercambiar interminables peroratas
sobre escritura, música y poesía; había sido renovado años atrás y aunque no
alcanzaba a recuperar su antiguo esplendor a Mauro le pareció el lugar ideal para
una conversación importante, para compartir con alguien especial.
─ ¿Qué tal tu clase de anatomía? ─pregunto Flavia, tratando de romper el hielo.
─Siempre son interesantes, creo que deberían ocupar más espacio en el pensum
de la carrera, ya que nos permita conocer a cabalidad el cuerpo humano, y así
resulta más fácil poder enfrentar cualquier caso ─repuso Mauro, con la seriedad
que le caracterizaba cuando hablaba de medicina.
─Tienes razón, todas las carreras deberían actualizarse.
Mauro asintió con la cabeza, mientras se concentraba en los espectaculares
ojos de Flavia; siempre había pensado que debían ser el reducto de algún
desaparecido tesoro, extraviado por algún pirata en las cercanas costas del estado
Vargas, y que por alguna extraña fuerza de la naturaleza habían llegado a recalar
en el rostro de esa hermosa mujer.
─Estas muy distraído ─interrumpió Flavia.
─Solo pensando un poco ─se excusó Mauro.
─ ¿Podrías compartir en qué consisten tus profundos pensamientos? ─inquirió
Flavia.
Mauro se quedó un poco cortado, tal vez Flavia había leído su mente, en ese
caso no tendría sentido seguir ocultando sus sentimientos hacia ella, o quizás
simplemente estaba tratando de sacar conversación ante lo parco que él se
mostraba. Definitivamente tenía que pasar a la ofensiva, tal como había pensado
desde que se vieron en la mañana; de eso se trataba, para eso se había
arriesgado a pedirle una cita, aunque cuando le hizo la proposición jamás imagino
que esa misma tarde pudiera concretarse, más bien realizo la invitación con la
firme convicción de que iba a ser rechazado, muy cortésmente, pero rechazado al
fin.
─Si lo pones en esos términos creo que tendré que confesarte toda la verdad
─dijo Mauro con una sonrisa pícara dibujada en su rostro.
Flavia puso cara de curiosa, más bien de inocente, de quien no sabe sobre qué
cosa le están hablando. Mauro le hizo una señal para que acercara su oído hasta
su boca, como para contar un secreto que no podía ser escuchado por nadie más.
─Amo ese par de esmeraldas que tienes por ojos ─susurro Mauro.
Flavia se alejó lentamente, su tez blanca ahora tomaba tonalidades rojizas,
instintivamente oculto su mirada, pero su sonrisa la delato; cuanto significado
puede tener una sola frase cuando existe una mutua atracción. Flavia también
quería gritarle en ese momento que adorada sus ojos, sus labios, su cabello, su
voz y hasta los puntos de su cuerpo que aún no conocía.
─Gracias, pero pensé que te gustaban más cosas de mi ─reclamo Flavia,
todavía con la sonrisa grabada en su rostro perfecto.
Mauro le hizo una seña para que se acercara nuevamente, al parecer el juego
que había inventado comenzaba a darle resultados, decidió arriesgarse, avanzar
al siguiente paso. Flavia intento colocarse en la misma posición para escuchar la
segunda confidencia de la tarde, pero fue interrumpida por los labios de Mauro
que chocaron contra los suyos en un delicado movimiento.
─También me fascinan tus labios ─soltó Mauro victorioso.
Flavia hizo un ademan de volver a su posición, pero intempestivamente se echó
hacia adelante y le propino a Mauro un cálido beso, que a diferencia del anterior
fue más sexual, atrevido, lujurioso, la pasión contenida se expresaba con todo, en
ese intercambio entre dos chicos que se adoraban sin reconocerlo.
─Yo también adoro tus labios ─asevero Flavia, y volvió a repetir la acción.
El encuentro había resultado mejor de lo esperado, después de un rato, los
jóvenes no pudieron contener por más tiempo la ansiedad de amarse que
arrastraban desde antes que Maduro se atravesara en sus caminos. Se fueron al
apartamento de los padres de Mauro, que se encontraban en el interior del país. El
cuerpo desnudo de Flavia era una obra maestra, mejor que la música de
Beethoven, Mozart o Vivaldi, mejor que una pintura de Picasso, Van Goth o
Renoir, todas las bellezas del universo debían rendirle pleitesía. Se entregaron a
horas de pasión infinita, ni siquiera la noticia de que un comando de nombre Oscar
Pérez había disparado contra varios edificios públicos logro sacarlos de su entrega
carnal absoluta e irracional. Esa noche todo el mundo a su alrededor se congelo,
al diablo lo demás, solo eran ellos dos, una existencia reducida a las cuatro
paredes de una habitación, a un colchón caliente, a unas suaves sabanas con
aroma del paraíso.
III
El trayecto en bus desde San Fernando de Apure al sur de Venezuela, hasta
Caracas, capital de la república, duraba en promedio unas seis horas, sin
embargo, en esta ocasión el viaje se había llevado más tiempo de lo habitual, a
medio recorrido en esa especie de agujero negro que constituye el trecho entre la
ciudad de Calabozo y la intersección de dos caminos en el estado Guárico, el
vehículo de treinta y cuatro puestos perdió un neumático de tiro, que de no ser por
la pericia del conductor pudo haber finalizado en tragedia. El incidente hizo que los
pasajeros perdieran dos valiosas horas, que hacían una diferencia sustancial.
Salieron de la ciudad apureña a las diez de la noche con la intención de ingresar al
valle del Avila más o menos a eso de las cuatro de la mañana, hora en la cual el
tráfico seria escaso y se ahorrarían la molestia de sumergirse en una amarga cola
que podía costarles varias horas. Aunque era la víspera del primero de mayo,
fecha en que por lo general la congestión vehicular amainaba un poco, siempre
era bueno tomar precauciones, sobre todo tomando en cuenta que ese día se iba
a llevar a cabo la concentración de las fuerzas del chavismo en la Avenida Bolívar.
El gobierno a través de su principal instrumento político el PSUV había realizado
una convocatoria masiva, por lo que se esperaba gran afluencia de militantes
provenientes del interior de Venezuela, solamente de Apure, uno de los estados
del país con menor población, y más distante de la capital se movilizaban
alrededor de cinco mil personas. Pero toda esa planificación para llegar temprano
término por irse el caño producto del inesperado pinchazo.
Lismar Izarra era una mujer de baja estatura, piel oscura, nariz aguileña, y lacia
cabellera, que obstinadamente teñía su cabello de un amarillo pálido aunque su
color natural, negro brillante, le sentaba mejor a juicio de familiares y amigos. Ya
superaba los cuarenta, aunque eso representaba un secreto a voces, ya que
siempre se negaba a reconocer su edad verdadera. Si hubiese tenido la
posibilidad de adquirir el secreto para regresar las manecillas del reloj, con gusto
habría entregado todo lo que tenía y más. De joven, se dedicó a múltiples trabajos
no relacionados con la política, a la que ingreso por avatares del destino; un
encuentro casual con el ya fallecido gobernador de su estado, Jesús Aguilarte a
finales de 2004, le dio la oportunidad de obtener un empleo en una institución
estatal de servicios sociales, de inmediato se enamoró de la lucha por la justicia y
la igualdad social en favor de los más desposeídos. Cerca de la treintena había
descubierto por fin su verdadera vocación, ayudar a la gente. De allí en adelante
nada le importaría más que defender el proyecto bolivariano y a su líder Hugo
Chávez Frías.
Como sospechaba Lismar el retraso les paso factura, a pocos kilómetros de la
alcabala de Tazón se toparon con una cola brutal que se desplazaba a la misma
velocidad que una tortuga lisiada, cientos de vehículos de transporte se agolpaban
uno tras otro esperando cualquier rendija para avanzar unos pocos metros. En las
ventanas de los autobuses se podían ver inscripciones donde se anunciaba la
región de procedencia de cada uno de ellos, también, se podían observar frases
ratificando el compromiso con el presidente Nicolás Maduro; “resteados con
Maduro” era la más común. Un bus que se encontraba apeado a un lado de la
carretera tenía dibujado una consigna aún más elocuente “todavía Rondón no ha
peleado”, haciendo clara alusión a una de las frases preferidas del vice presidente
del PSUV Diosdado Cabello Rondón. Lismar se sonrió de la ocurrencia. No
acababa de entender porque Diosdado no utilizaba su primer apellido para
acuñarlo a ese slogan, tal vez por cuestiones de rima, en dado caso solo él lo
sabía.
A pesar de la pesada cola, aspiraban poder llegar a su punto de concentración a
eso de las nueve de la mañana, hora más que adecuada para que los camaradas
tuviesen chance de ir por un desayuno. La espera hasta el inicio del evento podía
ser larga, aunque el presidente Maduro acostumbraba a presentarse relativamente
temprano, en comparación con Hugo Chávez. Sin embargo, en esta oportunidad
se quería que la avenida estuviese al tope, era necesario dar señales de fortaleza
ante la arremetida de la derecha, que desde comienzos de abril había iniciado una
serie de protestas con el fin de derrocar al gobierno. Lismar Izarra estaba
convencida que jamás lograrían su objetivo, llevaban años resistiendo ataques,
prácticamente desde que el Comandante asumió el poder en 1999, tarde o
temprano terminarían desinflándose, en caso de que no fuera así, se contaba con
una fuerza armada que estaba firme al lado de la revolución, y de paso, la
organización popular que habían alcanzado, era garantía para defender las
conquistas sociales del pueblo. Lismar nunca dudaba, era la vida de la patria la
que estaba en juego.
La crisis estaba en su punto álgido, los chavistas pensaban que la guerra
económica propiciada por la burguesía había logrado en parte su objetivo; causar
zozobra en la población. Los productos escaseaban, la inflación galopante
pulverizaba el salario de los trabajadores, los bachaqueros: una nueva modalidad
de especuladores, revendía los productos a precios exorbitantes, con márgenes
de ganancia que sobrepasaban en algunos casos el 500%. La situación se
tornaba insoportable. Los organismos internacionales estimaban que la economía
venezolana era la de peor rendimiento a nivel mundial. Para completar el complejo
cuadro, las instituciones del estado encargadas de vigilar y controlar el
abastecimiento y el costo de los artículos de primera necesidad mostraban una
olímpica ineficiencia, e incluso muchas de ellas, se habían convertido en
entramados mafiosos que jugaban con la desesperación y el hambre de la gente
para lucrarse. En los últimos dos años se había detenido a una importante
cantidad de funcionarios corruptos, pero era un monstruo de mil cabezas, por un
lado cortabas una y por el otro se reproducían cien. Era apabullador,
desesperante. Para los militantes convencidos como Lismar, la tarea no resultaba
sencilla, tenían que defender en las comunidades a un gobierno que conforme
pasaban los días iba incrementando sus índices de rechazo, no en balde en la
última elección llevada a cabo en el país, habían perdido dos tercios de la
Asamblea Nacional; por primera vez, en más de quince años, la revolución tenía
que convivir con un parlamento de mayoría opositora. Gracias a los errores de la
MUD y al control del TSJ por parte del presidente Maduro, la Asamblea Nacional
había sido declarada en desacato y por ende, el gobierno no reconocía ninguna de
sus actuaciones.
Lismar se jactaba ante sus camaradas de otras regiones del país del éxito
electoral obtenido en su estado. Apure, fue uno de los pocos en que el PSUV y
sus aliados logro la mayoría de escaños correspondientes a la elección del seis de
diciembre de 2015, del total de cinco, alcanzaron cuatro diputados, la oposición
solo pudo ganar el primero de la lista, por razones de proporcionalidad. El estado
Apure seguía siendo un bastión de la revolución, como también lo fue en otros
tiempos del partido Acción Democrática (AD), antes de la llegada de Chávez a
Miraflores. A pesar de todo esto, la victoria había tenido un sabor agridulce, los
votos de la oposición se elevaron hasta los 94.000, cifra record para la MUD en la
región, en esta ocasión tan solo 17.000 sufragios los separaron de la alianza
chavista que computo 111.000.
A las tres de la tarde la llegada del presidente era inminente, la avenida se
encontraba repleta de simpatizantes eufóricos, que cantaban consignas y gritos de
apoyo. A pesar de los errores del gobierno, creían que la única vía para sacar al
país adelante era en socialismo, no se iban a dejar arrancar los sueños de libertad
tan fácilmente. La experiencias de Brasil: donde la derecha había lograr destituir a
la mandataria Dilma Rousseff, a través de un golpe de estado parlamentario, de
Argentina: donde el desgaste y la presentación de un candidato con poco arrastre,
dieron al traste con el proyecto kirchnerista, o como en Bolivia: donde la guerra
mediática y psicológica impidieron el triunfo de Evo Morales, en el referéndum que
le hubiese permitido volver a presentarse como candidato; representaban un
llamado de atención para no ceder espacios que pudieran facilitar los avances de
la oposición apátrida, como era catalogada por el alto mando político de la
revolución.
Para Lismar Izarra, Nicolás Maduro se encontraba librando una batalla histórica
por defender el legado de Hugo Chávez, a pesar de las dificultades y tropiezos se
mantenía firme, indoblegable, sus limitaciones políticas las contrarrestaba con una
férrea voluntad de trabajo, además, provenía de la clase trabajadora, y por tanto,
conocía de primera mano las necesidades del pueblo humilde. El día anterior
había decretado un aumento salarial para tratar de equiparar un poco, el costo de
la vida con el ingreso real, aunque el consenso general, incluyendo a los
chavistas, consideraba la medida como insuficiente, no se podía desestimar el
esfuerzo que hacia el primer mandatario. Estamos venciendo, se decía Lismar
insistentemente, aunque en el fondo algo le decía que no era así, lo palpaba en la
cara de molestia de sus vecinos, de sus coterráneos, la percepción negativa
aumentaba, la popularidad del presidente caía en una espiral indetenible, como si
se lanzara un pesado objeto a un abismo sin fondo, por tanto, se temía que en una
próxima elección los resultados no serían nada satisfactorios. La caída del
gobierno significaba el fin del proceso de inclusión y conquistas sociales por las
que tanto habían luchado. La derecha reaccionaria borraría al chavismo del mapa
sin contemplaciones. Para muestra, el breve mandato de Pedro Carmona en 2002.
Nicolás Maduro subió a la tarima a las tres más veinte minutos de la tarde,
acompañado de la primera combatiente Cilia Flores y escoltado de cerca por el
Capitán Escalona: joven edecán militar que también había servido bajo las
ordenes de Hugo Chávez. También lo acompañaban, el vicepresidente de la
república Tareck El Aissami y el dirigente Diosdado Cabello. En la plataforma
estaban todas las figuras relevantes del chavismo: funcionarios de alto nivel,
representantes sindicales y artistas que se habían decantado por apoyar al
gobierno, entre ellos destacaban Winston Vallenilla: presidente del canal estatal
TVES, y la actriz y modelo Susej Vera, ambos convertidos en blanco de los
ataques de sectores oposicionistas, que no les perdonaban el hecho de demostrar
su fidelidad al presidente. La mesa estaba servida para un mensaje donde se
resaltara el valor fundamental de la clase trabajadora para el proceso de cambios.
La multitud congregada a lo largo y ancho de la amplia avenida no imaginaba que
ese discurso iba a dar un vuelco dramático a los planes de todo un país.
El presidente inicio su intervención poco antes de las cuatro de la tarde, los
primeros cuarenta minutos de su discurso los dedico a rememorar la lucha
histórica de la clase obrera para alcanzar sus reivindicaciones, y a resaltar el
reconocimiento del gobierno revolucionario a esa lucha, refrendada en la ley
orgánica del trabajo. A partir de allí, daría un giro radical a su mensaje, Lismar
Izarra escuchaba atentamente para no perder detalle; “he pensado mucho, junto al
alto mando político, al alto mando militar de la revolución, junto al estado mayor de
la clase obrera, de las mujeres, de las comunas, de la juventud, de los
estudiantes, he pensado las opciones estratégicas, los caminos tácticos. Me he
encomendado a dios, y a los espíritus protectores de esta patria sagrada”, el
presidente, realizo una breve pausa como tomando impulso para lo que iba a
transmitir a continuación; “y hoy primero de mayo anuncio, que en uso de mis
atribuciones presidenciales como jefe de estado, constitucionales, de acuerdo al
artículo 347, convoco al poder constituyente originario, para que la clase obrera y
el pueblo, en un proceso popular constituyente, convoque a la Asamblea Nacional
Constituyente, Asamblea Nacional Constituyente, con el pueblo, con la clase
obrera”….. Lismar no alcanzo a escuchar con exactitud, a su alrededor se armó tal
algarabía que hizo que las palabras de Nicolás Maduro se perdieran en el cielo
caraqueño, solo tenía la certeza de haber escuchado la palabra asamblea
constituyente en más de una ocasión, se sintió confundida, a su alrededor había
gente que gritaba, y alzaba los puños en señal de respaldo a la medida, pero
también, al igual que ella, muchos otros se notaban desconcertados. El
inesperado anuncio los tomo por sorpresa. Se encontraba a unos 500 metros de la
plataforma presidencial, desde allí pudo observar que Maduro ahora elevaba el
tono del discurso y agitaba los brazos con mayor vehemencia, trataba de insuflar
en el pueblo esa sensación de confianza, esa sensación de que pase lo que pase,
todo va a salir bien.
La confusión dio paso a la preocupación, muchos de los asistentes al acto
empezaban a mover la cabeza en clara señal de no estar muy convencidos,
algunos se apresuraron a marcharse del lugar. Lismar seguía sin entender muy
bien de que trataba la propuesta del presidente, no era estudiosa de la carta
magna, pero de acuerdo a su poco conocimiento, para realizar una constituyente
se debía consultar al pueblo. Ahí sí que entendió menos que menos, si se habían
negado a realizar las elecciones regionales ante un escenario que se presagiaba
adverso, que sentido tenia hacer una constituyente donde la oposición tendría la
posibilidad de alzarse con el triunfo, y acabar con la revolución de un solo tajo.
Se acercó a un camarada que agitaba una bandera del partido comunista de
Venezuela, que por lo general tienden a ser más instruidos que los militantes de
su organización. No pretendía parecer ignorante, pero quería salir de allí con
relativa claridad acerca de la propuesta, ya que sin duda, al tener modestas
funciones de liderazgo también tendría que responder preguntas al respecto.
─Y bueno, vamos a la constituyente camarada ─dijo Lismar, en tono de
confirmación.
─Si, ya era hora de dar el salto, ahora le toca el turno a la clase obrera de
obtener el poder real ─asevero el militante comunista.
Lismar asintió con poco entusiasmo.
─Primero tendremos que ir a elecciones para ver si el pueblo está de acuerdo
─soltó Lismar.
El comunista la miro de soslayo.
─Eso no va a ser necesario ─dijo finalmente ─el presidente está planteando la
elección de 500 constituyentistas, la mitad de los cuales serán electos de forma
sectorial. Lo cual quiere decir, que de acuerdo a este método tendremos mayoría
para realizar los cambios que requiere el país, y de una vez sacar del juego a la
derecha fascista. Es maravilloso ─agrego.
Lismar quiso decir algo pero se contuvo. Repaso mentalmente el proceso
constituyente de 1999 y recordó que para ponerlo en marcha, primeramente se
había consultado al pueblo. Ahora sí que estaba preocupada, la oposición jamás
aceptaría semejantes condiciones, y tampoco estaba segura si el pueblo
entendería esa propuesta. Un extraño frio recorrió su cuerpo. Se venían tiempos
difíciles.
XLa primera vez que Lismar Izarra oyó hablar del chavismo sin Chávez fue por
allá en el año 2006, el presidente se enfrentaba a su ultima reelección y aunque
estaba claro que lograría una holgada victoria, también era definitivo que esa sería
la última vez que sus seguidores podrían votar por él, por lo menos eso era lo que
establecía la constitución, solamente dos periodos continuos. Un periodo
presidencial de seis años es bastante largo, Hugo Chávez gobernaba el país
desde 1999, a la hora de transferir el mandato en febrero de 2013 habría cumplido
en el cargo un total de catorce años, el lapso más prologando para un presidente
de la era democrática en Venezuela.
Pero sus seguidores no estaban satisfechos con la idea de que su líder se
retirara a tan temprana edad. Hurgando en la constitución obtuvieron la respuesta
que necesitaban, se haría una reforma constitucional y asunto arreglado, Chávez
podría reelegirse de forma indefinida y de paso aprovecharían para modificar la
estructura fundamental de la nación, convirtiéndola en un estado socialista y
comunal. La campaña electoral por el sí fue pesada, la reforma no fue asumida
con la facilidad que esperaban los jerarcas de la revolución, además, muchos
alcaldes hicieron un doble juego, en el fondo querían que la propuesta fracasara,
porque les quitaba prácticamente todas sus atribuciones y competencias para
entregárselas a los consejos comunales. En tanto, concejales, y miembros de
juntas parroquiales, mandaron a votar en contra, porque la reforma los eliminaba
de un tajo. La oposición también jugo su rol, sobre todo los estudiantes
universitarios, cuyo despliegue se convirtió en el talón de Aquiles para el hasta ese
momento invicto Hugo Chávez. El día de la elección, el 2 de diciembre de 2007, la
reforma constitucional propuesta por el Comandante fue rechazada por estrecho
margen. Ya Chávez no era imbatible, el país despertó a su vulnerabilidad, él
también podía ser derrotado.
Luego de ese revés, la tesis del chavismo sin Chávez retomo fuerza
nuevamente, sin embargo, la enmienda constitucional aprobada en 2009 término
con la discusión, ahora si tendrían a Chávez por siempre, como rezaba un slogan
muy popular en esos días, solamente su enfermedad y posterior muerte, hizo que
sus partidarios cayeran en cuenta de la fragilidad de la vida humana, ya el
Comandante y líder supremo no estaba, a pesar de ello, sus partidarios pensaban
que podían con el liderazgo colectivo y popular mantener el gobierno, nada sería
igual, pero mientras tuviesen el poder seguirían avanzando hacia la construcción
del socialismo; lo que Lismar y millones de seguidores del chavismo no sabían,
era lo duro que se podía tornar la vida sin la presencia y la guía de su líder
histórico, en pocos años habían perdido el control del país, la corrupción que
siempre había existido ahora se erguía imparable, incontrolable, toda Venezuela
era una mafia. El liderazgo de Maduro y la cúpula psuvista eran mediocres, sin
ideas, incapaces de mantener las conquistas de más de una década. Lismar, al
igual que muchos otros, entendió a los trancazos que el chavismo sin Chávez era
una utopía irrealizable, un experimento que salió mal, parecía cuestión de tiempo
para entregaran el poder, mientras, el hijo de Chávez, Nicolás Maduro, se
esforzaba al máximo por buscar los clavos que hacían falta en el ataúd del
malogrado proceso revolucionario. Su ineptitud lo colocaba como amplio favorito
para convertirse en el sepulturero del socialismo del siglo XXI.
Después de anunciar la convocatoria para elegir una asamblea nacional
constituyente, Nicolás Maduro nombro una comisión presidencial, que sería
encabezada por el ministro de educación, Elías Jaua, y contaría con la
participación de renombradas figuras del chavismo; donde destacaban el veterano
dirigente político Aristóbulo Istúriz y el abogado constitucionalista Hermann
Escarrá, figura que había dado varios brincos; a veces furibundo opositor y luego
defensor acérrimo del chavismo, como ahora. Se pensaba que su inclusión en la
comisión obedecía al hecho de ser una de los letrados más respetados del país,
aunque, en el lado opositor no tenían tal impresión, lo tildaban de ser un
oportunista que había vendido su conciencia y prestigio por un buen puñado de
dólares. La comisión tendría como finalidad, según lo expresado por el propio
presidente, ir dialogar con los diferentes sectores del país, escuchar propuestas y
presentar lo imprescindible que resultaba la ANC para lograr la paz en Venezuela.
Una de las primeras acciones de la comisión fue intentar entablar algún tipo de
dialogo con la oposición venezolana, este hecho tuvo varias lecturas, muy pocos
creían, incluyendo a los mismos chavistas, que se tratara de un ofrecimiento
sincero, la opinión pública, en su mayoría, tenía la certeza de que simplemente era
una formalidad, para luego gritar a los cuatro vientos que sus adversarios se
habían negado de plano a participar de la convocatoria a la constituyente. Elías
Jaua remitió una carta al directorio de la Mud, la respuesta que obtuvo no dejo
espacio para la duda, la coalición opositora se negó a aceptar la invitación por
considerar que la convocatoria era ilegitima, inconstitucional y fraudulenta,
ratificando a la vez su petición a nombre del pueblo venezolano: elecciones libres,
secretas y universales.
Lismar Izarra había encontrado notables obstáculos para conformar los equipos
que se encargarían de difundir el mensaje constituyente en los sectores populares
de San Fernando de Apure, la apatía era generalizada, la gente tenía otras
prioridades: el kilo de carne, en un estado eminentemente ganadero alcanzaba el
increíble precio de 8 mil bolívares, cifra que representaba un regalo en
comparación con otras regiones del país, donde ese componente fundamental de
la dieta del venezolano se podía conseguir al doble de ese monto; el arroz, la
pasta, la harina de maíz precocida, el aceite y el azúcar escalaban por encima de
los 5 mil bolívares el kilo o el litro según el caso, algo imposible de soportar para el
exiguo salario de los trabajadores. Y eso si lograban conseguir los artículos, ya
que prácticamente se encontraban desaparecidos de los anaqueles, por lo cual la
gente tenía que recurrir a los implacables bachaqueros, o conformarse con
esperar la asignación del CLAP; alimentos subsidiados, que el presidente se
comprometió a despachar cada quince días, pero que en realidad solían llegar
hasta los desesperados consumidores cada tres o cuatro meses, dependiendo del
factor suerte. La situación estaba llegando a niveles de tragedia, en muchos
hogares, las familias habían tenido que recortar la cantidad de alimentos que
consumían, o incluso, suprimir alguna de las tres comidas diarias o dos si era
necesario, si la cosa se estrechaba más de lo habitual. Buena parte de los que se
incorporaban a las actividades pro constituyente lo hacían por proteger algún tipo
de beneficio, no querían quedar por fuera, la crisis apretaba y mejor era poco que
nada.
Nunca les había tocado lidiar con semejante apatía, con el Comandante Chávez
todo era adrenalina, motivación, bastaba una sola palabra del líder para que un
ejército de laboriosas hormigas se pusiera en marcha sin chistar, con implacable
eficiencia, nadie objetaba nada, ahora, los militantes de la vanguardia ponían en
duda cada nueva instrucción, como si las palabras de su dirigencia fueran un eco
sordo, las reuniones en las unidades de base, Ubch, habían dejado de realizarse
hacia bastante tiempo, el único mecanismo de control que aun reportaba algunos
resultados eran los comités de abastecimiento y producción (Clap), y eso porque
todo el mundo quería asegurar su ración de alimentos subsidiados, la orgullosa
maquinaria del PSUV languidecía inexorablemente, incapaz de hacer frente a una
crisis económica y política que ahorcaba a la nación, incluyendo a los chavistas,
ellos también eran víctimas del ineficiente y corrupto gobierno de Nicolás Maduro.
─Avísale al comité de mujeres que esta tarde tenemos reunión ─ordeno Lismar
a una de sus enlaces en la estructura del partido.
La mujer coloco un gesto entre sorpresa y preocupación. Carraspeo su garganta
para tratar que sus palabras salieron más limpias, sin barreras semánticas.
─Las convocare ─dijo ─el problema es que el equipo no está completo, y
tendremos que agregar a otras camaradas o trabajar con lo que tenemos.
─ ¿Cómo así? ─pregunto Lismar, sin perturbarse mucho. Mantenía su vista y su
concentración en un listado de militantes que debían asistir a una concentración
en Caracas, y que todavía no alcanzaba a completar.
─Por si no lo sabias, la doctora Omaña se ha ido a trabajar a Miami, Ángela, la
negra, fue a visitar a su hijo en Ecuador, de eso ya casi un mes, la llame la pasada
semana y me manifestó que no tenía intenciones de volver, que ya consiguió
trabajo por allá, y que por nada del mundo regresaría a pasar hambre en
Venezuela; la prof Nora también se fue a Estados Unidos, resulta que una amiga
es gerente de una empresa telefónica y le dijo que se fuera, que le aseguraba el
empleo, y la pobre mujer no lo pensé dos veces, ya tenía adelantado lo de la visa,
porque en una ocasión cuando todavía asignaban los dólares preferenciales había
viajado a visitar a unos familiares en Orlando. Por su parte, Elvia Ramos se instaló
en Bogotá hace dos semanas, y por los vientos que soplan se quedara a vivir en el
vecino país, es decir, el equipo ha quedado bien chucuto. Aparte de eso, muchas
de las que permanecen en la plantilla no muestran muchas ganas de integrarse.
La mujer hizo una pausa breve. ─ Dicen que no vale la pena, que nadie les
reconoce el trabajo, además, no se sienten muy entusiasmados con la
constituyente. ─agrego.
Lismar arqueo una ceja y frunció el ceño, sacudió un lápiz contra la mesa como
señal de impotencia, de rabia, poco a poco la sensación que la acompañaba
desde el primero de mayo, cuando Maduro lanzo la convocatoria a la
constituyente, empezaba a confirmarse, la propuesta no estaba calando ni siquiera
en las propias estructuras del partido, para avanzar necesitarían un mejor
esfuerzo, pero no de parte de ella, eso terminaba escapándose de sus manos,
¿qué podía hacer?, el gobierno tenía que echar mano de su cartera, como en los
tiempos del referéndum revocatorio de 2004, cuando, ante la preocupación por un
resultado adverso, el Comandante opto por lanzar una serie de misiones que
movilizaron a cientos de miles de personas, todos con beneficios económicos, que
se convirtieron en los patrulleros y patrulleras que se encargaron de realizar el
censo de electores por movilizar más completo de la historia política venezolana,
con rotundo éxito. Pero, las condiciones no eran las mismas, Chávez era un líder
genuino, con apoyo popular, la gente lo adoraba, en cambio Maduro era
intragable, la misma Lismar se esforzaba por no repudiarlo del todo. Tenía que
seguir luchando, por el pueblo, por el legado, por ella misma.
Nicolás Maduro tendría que hilar muy fino, en poco tiempo debía pasar de ser un
presidente timorato a convertirse en gran estadista, aunque Lismar dudaba en
serio que semejante mutación fuera posible, la única alternativa seria seguir
viviendo a expensas del legado de Chávez, recitar como un catecismo las
conquistas sociales alcanzadas por la revolución. El espíritu del Comandante
había sido su mejor arma hasta ahora, y la única que tenían por lo visto. Cuatro
años después de muerto, Chávez regresaría a dirigir otra campaña, tal vez la
última, si fracasaban, muy probablemente del chavismo no quedarían ni las
cenizas sagradas que reposaban en el cuartel de la montaña.
XVII
Los días pasaban deprisa, corría la segunda semana de junio, y Lismar Izarra se
debatía entre presentar o no sus recaudos como candidata a la asamblea nacional
constituyente. La primera etapa del proceso se había llevado a cabo entre los días
31 de mayo y 1 de junio; los resultados expuestos por los directivos nacionales del
PSUV daban cuenta de una participación importante, se calculaba que más de 50
mil militantes se habían postulado para participar en el proceso, el madurismo lo
consideraba un logro significativo, la explosión de la participación popular, la
prueba inequívoca que estaban ante un evento electoral del pueblo y para el
pueblo. Mientras, del lado de la oposición, la inscripción de los candidatos a la
constituyente era catalogado como la parte inicial de una farsa que amenazaba la
democracia venezolana, consideraban que tal cantidad de postulados solo
correspondía a un montaje, miles de pre candidatos promovidos por el partido de
gobierno para hacer bulto y engañar a sus propios simpatizantes.
Lismar empezaba a sentir en carne propia lo injusto de un proceso desigual,
muchos compañeros ni siquiera habían logrado recabar las firmas necesarias para
materializar su inscripción, y defraudados terminaron por apartarse
silenciosamente, pero con una daga clavada en el corazón, se sentían
traicionados una vez más. Los actos realizados por el partido para promocionar la
inscripción de los candidatos daban cuenta de un grosero ventajismo, en el caso
del estado Apure, el gobernador y los alcaldes de cada municipio organizaban los
eventos para posicionar a sus preferidos, de forma vulgar se aseguraban que
estos fueran los únicos en hablar en los mítines, incluso, al momento de entregar
recaudos se realizó una convocatoria con carácter de obligatoriedad para mostrar
el respaldo del pueblo hacia ellos, mientras, decenas de humildes militantes
debían asistir a la correspondiente oficina del CNE tan solos como la una. La
mayoría acabo por desistir, ante la abrumadora realidad. Lismar se encontraba
entre ellos, aunque había logrado recabar las firmas, consideraba que ratificar su
inscripción sería una estupidez que no beneficiaria su carrera política para nada,
porque como todo indicaba, solamente los candidatos de la línea oficial tenían
opciones reales de alzarse con la victoria. Arrojo sus documentos en una
polvorienta mesita que ocupaba el centro de la sala de su casa. Mejor archivar los
documentos pensó, lo que era igual a sepultar sus sueños, abandonar su ferviente
deseo de aportar desde ese importante espacio a cambiar el rumbo de su
revolución, que se encontraba en una encrucijada que amenazaba su existencia
misma.
Ahora que ya no sería candidata debía definir hacia donde iba a dirigir su apoyo,
sentía mucho resquemor hacia el dueño del partido en su estado, el gobernador
Ramón Carrizales, quien como ya acostumbraba, termino imponiendo sus
candidatos sin el más mínimo consenso, su decisión sencillamente correspondía a
sus intereses políticos particulares, el proceso constituyente le estaba resultando
una jugaba maestra, entre sus postulados territoriales para el municipio capital se
encontraban dos posibles aspirantes a la primera magistratura regional, es decir
que en una sola movida se deshizo de dos rivales para el cargo que ocupaba
desde hacía seis años. Al ser electos tendrían que concentrar su trabajo en la
ciudad de Caracas, además, se presentaba una situación adicional; los
constituyentes no tenían suplentes, a diferencia de los diputados de la Asamblea
Nacional, por lo cual se descartaba que estos pudieran ser llamados por el
presidente a desempeñar otras funciones, como si ocurría regularmente con los
asambleístas nacionales, que al ser requeridos abandonaban su curul y el
suplente asumía la responsabilidad.
Una vez culminado el proceso de inscripciones, se pudo notar una considerable
disminución en el número de aspirantes, del total de 52 mil postulados, solo 5500
lograron entregar recaudos, según esas cifras uno de cada diez serían elegidos
para integrar la asamblea nacional constituyente, lo que indicaba un margen de
probabilidad aceptable, el problema radicaba en que al igual que en su natal
estado Apure, a nivel nacional también se estaban manejando listados de los
favoritos del gobierno, tanto en la formula territorial como sectorial, por lo cual el
proceso de selección se convertiría solo en un mero trámite, ya los puestos
estaban asignados quizás desde antes de la convocatoria, lo cual para Lismar
constituía un fraude, otra imposición de las cúpulas de su partido, negando así la
tan vociferada participación popular. El 30 de julio pasaba a ser una fecha
simbólica, la pelea no sería entre candidatos, el reto ahora consistía en colocar
una votación elevada para apagar las críticas para una elección que no era
reconocida ni aceptada ni por la mayoría de los venezolanos ni por la comunidad
internacional.
La pre campaña arranco el 19 de junio, todos los presagios de Lismar
empezaban a cumplirse a cabalidad, los candidatos apadrinados por el
gobernador Carrizales contaron con todo el despliegue de la maquinaria oficial,
todos los programas sociales del gobierno nacional fueron colocados a su servicio,
los integrantes de los CLAP, los colectivos, los frentes sociales y los funcionarios
de las instituciones estaban obligados a respaldar dichas propuestas sin ningún
tipo de objeción. Los demás aspirantes se arrimaban como perrito regañado
tratando de recoger las migajas que dejaban caer sus aventajados adversarios, en
nombre de una falsa unidad no se atrevían a denunciar el ventajismo del que
estaban siendo víctimas, por temor a ser tildados de contrarrevolucionarios, esa
estratagema se había convertido en el modus operando de los jerarcas, en el
símbolo inequívoco de que la democracia del PSUV solo eran unas letras
olvidadas en su libro rojo, que prácticamente ya nadie recordaba, en la práctica se
terminó estableciendo un partido de cogollos, donde los militantes no tenían voz ni
participación en la toma de decisiones. Lismar no podía dejar de sentir lastima por
sus compañeros, la impotencia la invadía con más frecuencia que en otros
tiempos, pensaba que si su Chávez estuviera vivo esto no pasaría, dejaría que
todos se contaran con igualdad; tal vez ni siquiera hubiesen tenido que llegar a
esas instancias, su falta era una losa cada día más pesada, imposible de cargar,
por más que se esforzaran dirigentes genuinos como ella, el barco no terminaba
de coger rumbo fijo, se desplazaba tambaleante sobre mar picado, con un capitán
con brújula perdida, que los dirigía a un inminente naufragio, de no ser por un
milagro. El 30 de julio se antojaba cercano para la tarea que tenían por delante,
debían convencer a millones de que la constituyente era la solución a todos los
males del país, una solución mágica, la última carta del pueblo contra la derecha
fascista, el freno al intervencionismo y a la guerra económica, el inicio de la
Venezuela potencia. Esos argumentos a Lismar le parecían excesivamente
trillados, vagos, imposibles de creer después de tantos años prácticamente
gobernando solos. Pero, si no lograban estimular a la gente el resultado podía ser
una brutal abstención, tal cual se percibía en el ambiente, si eso pasaba podía ser
el principio del fin. Al menos que el presidente y su alto mando político y militar
tuvieran otra cosa en mente.
Su amigo Lester le había hecho una serie de predicciones que Lismar se
esforzaba por olvidar, sobre todo después de haber acertado la primera de ellas;
la imposición de candidatos de la cúpula por sobre los militantes con trayectoria
política y liderazgo pero sin padrinazgo. Las otras estaban por verse, la última y
más fatídica era la que más atormentaba a Lismar; la imagen del 30 de julio con
centros desolados, y con ínfima participación, se había vuelto la peor de sus
pesadillas. Tenía fe de que en lo que quedaba de campaña se pudiera revertir lo
que todo el mundo aseguraba. Que la elección constituyente seria un proceso
electoral con uno de los porcentajes de participación más bajos en la historia
política del país.
La fila de personas crecía a un ritmo incontrolable, los vecinos del sector conocido
coloquialmente como “chucha sola” tenían más de tres semanas sin recibir el
suministro de gas, el ambiente era de inquietud, lo ánimos estaban caldeados; a
diferencia de otros países, en Venezuela el servicio no llegaba a través de
gaseoductos; dependían de la entrega de unos cilindros de metal llamados
bombonas, que era realizado por una empresa estatal denominada Vengas. La
comunidad era una de las zonas más deprimidas de la ciudad. El urbanismo fue
construido en los años noventa, específicamente durante el segundo mandato del
presidente Rafael Caldera, un erudito que llego a ser candidato presidencial hasta
en seis ocasiones, además de ser el fundador del partido de tendencia
socialcristiana COPEI. Originalmente concebido como un proyecto urbanístico
innovador, término convirtiéndose en una muestra más de la ineficiencia de la
cuarta república en su etapa de agonía, la obra jamás fue concluida, y acabo
siendo invadida por cientos de familias sin hogar, que como pudieron trataron de
hacerlas aptas para vivir. Después de más de dos décadas la situación había
empeorado; el sector había recibido su apodo porque en la mayoría de los casos
las familias estaban constituidas por madres solteras con sus hijos, el servicio de
aguas servidas era un desastre, y las calles permanecían inundadas de aguas
putrefactas, calamidad que aumentaba con la llegada del invierno. La revolución
no había llegado a la urbanización “Los Centauros”, nombre oficial de este
monumento a la desidia, el malestar acumulado durante años estaba llegando a
un límite peligroso, la población perdía la fe en sus gobernantes, y estaba
dispuesta a hacérselo saber.
A pesar de tener un record poco halagüeño en lo que se refiere a eficiencia, el
gobierno regional había decidido asumir el control en la distribución del vital
servicio, en la ciudad de San Fernando de Apure, la tarea había sido asignada a la
alcaldesa Ofelia Padrón; una mujer rechoncha, casi sexagenaria y poco brillante,
que ocupaba el cargo desde el año 2013. La decisión había sido anunciada con
bombos y platillos, pero el optimismo del gobierno no era compartido por la
población, las redes sociales explotaron con el reclamo de que no era conveniente
cambiar la forma de distribución, que aunque con fallas, por lo menos llegaba. El
temor estaba fundamentado por el hecho de que, a cada programa que el
gobierno le ponía la mano este dejaba de funcionar, y tomando en cuenta la
importancia del servicio, el pueblo pensaba que no se podía improvisar, de fallar
como se presumía, miles de familias quedarían expuestas a una situación
riesgosa, requerían del gas para cocinar sus alimentos diarios, ya que la otra
opción que consistía en comprar un bulto de leña se escapada rápidamente de las
posibilidades reales de las personas, por su elevado costo y poco rendimiento. En
esa encrucijada como siempre el gobierno tomaría la decisión equivocada, y las
consecuencias empezaban a evidenciarse ante la desazón de la golpeada
población.
Aparte de los habitantes de los Centauros, cientos de personas de los barrios
cercanos se habían llegado al sitio con su bombonita a cuestas, la espera se
había prolongado por varias horas y ya la noche empezaba a caer, el lugar era
bien conocido por sus altos índices de inseguridad, la oscuridad nocturna podían
prestarse para que los delincuentes hicieran su agosto, el precio de cada cilindro
podía superar fácilmente los 100 mil bolívares, o más dependiendo el tamaño. Un
rumor se esparcía a gran velocidad, en la planta de llenado de la vecina población
de Biruaca ya no estaban despachando camiones; los primeros en enterarse
fueron los responsables del Clap, que ante la grave eventualidad tenían la
obligación de informar, sin embargo, nadie decía nada, los dirigentes se habían
marchado sigilosamente dejando a la gente sin saber que pasaba. Los más
exaltados empezaban a vociferar en voz alta; ─este maldito gobierno, ─dijo uno
con el rostro trasfigurado por la rabia, ─hay que protestar, ─grito otro, ─de lo
contrario continuaran burlándose de nosotros, ─agrego. Lo demás se veían las
caras, reinaba la impotencia y la frustración, algunos empezaron a recoger sus
bombonas con intención de retirarse, agotados, confundidos y furiosos, uno de los
exaltados los conmino a trancar la vía, varios jóvenes acataron el pedido de
inmediato, en cuestión de segundos bloquearon el paso con materiales de
chatarra que consiguieron en un promontorio de basura que se encontraba a
pocos metros, al rato también aparecieron unos cauchos, y uno de los muchachos
extrajo gasolina de su moto e intentaba prenderles fuego, los que momentos antes
pensaban marcharse ahora se unían a la fiesta, la multitud se apodero de la
carretera. Los cauchos ardían, pocos adivinaban lo peligroso de la situación,
muchas de las bombonas aun contaban con residuos de gas suficiente como para
hacerlos volar por los aires, y convertir la febril protesta en una tragedia, otra más,
para un país ya desangrado por la violencia política. La noche los cubrió, pero no
estaba oscuro, el fuego iluminaba la espontanea manifestación.
Lismar Izarra había llegado a casa relativamente temprano, después de una
caminata en apoyo a los candidatos constituyentes decidió ir directo a su
residencia, le dolían las articulaciones de las rodillas, ese problema la venia
acompañando desde hacía varios meses, no se había tomado el tiempo para ir al
médico, su intuición le decía que debían ser achaques de la vejez que se le
presentaban de forma prematura. Se quitó la ropa, y con cierta decepción se
contempló en el espejo; del cuerpo turgente que llego a tener en su juventud ya
solo quedaban tímidas secuelas, sus senos pequeños lucían flácidos, sus picos
apuntaban en dirección al suelo como por efecto de la gravedad, sus glúteos
otrora erguidos también padecían los mismos efectos. Con melancolía recordaba
la facilidad con que solía llamar la atención de los hombres, en su vida había
tenido muchos amantes, inclusive en los años en que mantuvo relaciones formales
no dejaba escapar la oportunidad de revolcarse con algún chico apuesto, le
encantaba el sexo, y no sufría de inhibiciones de ningún tipo. Pero esos tiempos
habían quedado atrás, ahora era una mujer mayor con un solo objetivo por
delante, contribuir con su modesto esfuerzo para defender el legado de Hugo
Chávez, aunque a veces dudaba se daba fuerzas para seguir adelante, como una
guerrera, como una fiel creyente en su sagrado socialismo del siglo XXI.
Se recostó en su cama, a punto de conciliar el sueño escucho el casi
imperceptible sonido de su iphone, lo dejo repicar, estaba decidida a hacer caso
omiso al inoportuno artefacto tecnológico. Se dio vuelta y cubrió sus oídos con una
sábana, el repiqueteo era insistente, había contado hasta cinco intentos de
llamada, posiblemente de trataba de algo urgente, o tal vez algún camarada que
quería comentarle un reciente acontecimiento político; la dinámica del país era
salvaje, desde la convocatoria constituyente cada día acontecía alguna noticia
impactante, pero lo que fuera tendría que esperar hasta mañana, su cansancio
requería una tregua, un armisticio hasta que su cuerpo recuperara energías para
seguir la batalla.
El teléfono sonó nuevamente, pero esta vez fue un solo timbrazo, un mensaje se
dijo Lismar fastidiada. Se incorporó de su cama con la pesadez de un mastodonte,
la rodilla le dolía más, arrugo la frente y se prometió que si se trataba de alguno de
sus hijos se llevaría una gran reprimenda, ellos sabían lo mucho que le
incomodaba que la llamaran en horas de la noche, sobre todo después de haber
llegado a casa, aunque ellos no tendrían como saber dónde se encontraba, por lo
menos debían hacer el esfuerzo por imaginárselo. Sin embargo, el mensaje
provenía del secretario ejecutivo, segundo a bordo de la gobernación, enarco una
ceja preparándose para lo que seguramente sería una asignación de trabajo, ni
pensar que la estaban llamando para darle un premio, o para entregarle algún
beneficio, ya se había acostumbrado a que cuando la llamaba un alto funcionario
en el 100% de los casos era para encargarle algo, una misión que ellos no querían
hacer, así era la práctica política de los gobernantes del PSUV, un moderno
sistema de explotación, donde los que estaban ubicados en los puestos
intermedios del escalafón se encargaban de cumplir el trabajo sucio. Leyó el
mensaje con poca curiosidad y mucho menos interés; en el mismo se especificaba
que se estaba produciendo una protesta en el sector los Centauros y que ella
había sido comisionada para calmar la situación, no se abundaba en detalles, pero
debía tratarse de algo lo suficientemente complicado como para enviar a un
dirigente del partido a solucionarlo en plena noche, ¿y donde carajos estaban los
voceros de la comunidad? Se preguntó iracunda, ¿Por qué tenía ella que ir a
solucionar sus problemas?, pensó en evadir la responsabilidad, pero no se sentía
capaz, mucho menos en ese momento, en plena campaña, cuando el destino de
la patria estaba en juego. Se vistió tan rápido como pudo, se recogió su lacio
cabello con una coleta, y salió al encuentro de lo que sin dudas sería una multitud
enardecida.
IV
─Están cometiendo un grave error, esa gente no son lo que ustedes afirman
─advirtió Claudio al grupo que se preparaba para ir a increpar a la ex jueza Dayva
Soto y a su esposo en su residencia de Weston, Florida.
La pareja de ex funcionarios del gobierno venezolano tenían tres años radicados
en la ciudad, como ciudadanos comunes y corrientes alejados del ojo público.
Eran vecinos de Serafín, el más veterano y vehemente integrante del grupo
“libertad y justicia para Venezuela”, quien se había enfrascado en la idea de que la
ex jueza había sido la encargada de encarcelar a Leopoldo López y a Henrique
Capriles Radonski, o por lo menos a alguno de los dos. A Claudio le resultaba
increíble que en plena era de la información a Serafín no se le ocurriera confirmar
sus datos, y actuara de forma tan irracional, a la ligera, y lo peor era que Pedro
Ruiz, el cabecilla de la organización y el resto lo acompañaran en semejante
irresponsabilidad.
Cuando decidieron que Dayva Soto y su pareja el Capitán Rafael Ricardo
Jiménez, iban a ser el primer blanco en su nueva misión de hacer la vida de
cuadritos a los enchufados que vivían en el área sur de la Florida, Claudio Salcedo
se puso indagar por Internet toda la información posible con respecto a ambos
personajes, en efecto, logro averiguar que la Sra. Soto había sido jueza en
Venezuela entre 1998 y 2007, año en que renuncio a su cargo para emprender
otras actividades, mientras, su esposo había sido vice ministro de seguridad
territorial, pero eso ya hacia bastante tiempo, todo parecía indicar que habían
cortado cualquier tipo de vínculo con el gobierno de Nicolás Maduro. Claudio le
confió su investigación a Pedro Ortiz, quien a su vez le hizo mención a Serafín;
para su sorpresa, ambos hicieron caso omiso de la misma y esa noche se
apertrecharon para realizar una incómoda visita nocturna a Dayva Soto y al
Capitán Jiménez. Claudio intento hacerlos entrar en razón, pero su esfuerzo se
perdió en la nada. Empezaba a vislumbrar que sus compañeros eran un grupo de
fanáticos enceguecidos por el odio, que no se iban a detener hasta cumplir su
cometido. Entonces, decidió acompañarlos para tratar de controlar a sus
exacerbados correligionarios. Lo que en lenguaje militar se suele denominar
control de daños.
El escrache contra funcionarios del régimen y sus familiares empezaba a tomar
dimensiones desconocidas hasta ahora, los activistas de Miami no eran los únicos
que andaban en esa onda, en lugares tan lejanos como Australia un grupo de
mujeres se las habían ingeniado para dar con el paradero de Lucia Rodríguez, la
hija del alcalde de Caracas, Jorge Rodríguez y sobrina de la canciller Delcy
Rodríguez; la joven estudiante se enfrentó al reclamo encolerizado de sus
paisanas, quienes le gritaban cosas como: “por culpa de tu papá hay gente
muriéndose” o “llama a tu tía y pregúntale donde esta Leopoldo”, la adolescente se
limitó a ignorar y sonreír ante los airados reclamos. El defensor del pueblo de
Venezuela, Tareck William Saab, fue interrumpido mientras daba una conferencia
sobre derechos humanos en el Líbano, una mujer le grito “violencia, mi pueblo se
muere, donde están los derechos de los venezolanos, nos están matando”. En
Suiza, fue atacado verbalmente el embajador de Venezuela en ese país, una
señora le increpo en pleno supermercado acusándolo de ladrón y corrupto. El
embajador en España, Mario Isea, fue perseguido e insultado a su salida de un
restaurant en Aranjuez, dos días antes la sede de la embajada había sido
asediada por decenas de manifestantes en protesta contra una conferencia que se
celebraba en esa sede diplomática. También, en ese país la ex ministra MariPili
Hernández, fue abucheada saliendo de otro restaurant en Barcelona, lo irónico es
que la antigua funcionario se encontraba en la ciudad condal para una reunión del
grupo “Instituto para las Transiciones Integrales”, una organización independiente
y sin fines de lucro que busca presentar propuestas para la solución del conflicto
venezolano. El reconocido artista Florentino Primera fue interpelado ásperamente
por venezolanos radicados en Miami, donde también vive el cantante, le exigieron
respuestas ante la situación de Venezuela, a lo cual el hijo del conocido cantor
revolucionario Ali Primera se vio obligado a contestar que no estaba de acuerdo
con lo que estaba haciendo el gobierno, tal vez motivado por las circunstancias a
las que se enfrentaba. Otro grupo de venezolanos residentes en Estados Unidos,
habían manifestado frente a la casa del almirante (r) Carlos Aniasi Turchio en la
ciudad de Orlando, el antiguo comandante de la Armada Bolivariana fue acusado
por la muchedumbre de poseer diversas propiedades en el país. Días más tarde el
ex ministro de la banca pública, Eugenio Vásquez Orellana, fue expulsado de una
panadería en Doral, donde para mala suerte de él fue reconocido y sometido a
una gritería que lo obligo a abandonar el lugar de inmediato. La siguiente en la
lista era la ex jueza Dayva Soto, la histeria estaba desatada y Claudio no sabía
adonde podía parar semejante locura.
La comitiva partió en dirección a la urbanización privada donde vivía la pareja de
ex funcionarios, el grupo iba compuesto por unas quince personas, en su mayoría
mujeres, con astucia sortearon la hermética seguridad del complejo residencial, se
acercaron a la casa que habían identificado con anterioridad y se posicionaron
amenazantes frente a ella. De inmediato empezaron a proferir insultos contra sus
víctimas, al cabo de unos minutos Dayva Soto y Rafael Jiménez emergieron de la
residencia con cara entre preocupación y miedo, indudablemente ya había
escuchado de este tipo de hostigamiento que estaba empleando la oposición fuera
de las fronteras de Venezuela. Las mujeres se lanzaron al ataque contra la
confundida pareja, el plan urdido por Serafín se estaba ejecutando a la perfección,
una sarta de acusaciones caía como lluvia torrencial, Dayva se defendía como
podía, mientras su marido daba vueltas en círculo visiblemente nervioso, apenas
hablo a lo largo de la salvaje arremetida.
La ex jueza trataba de explicar que ella no era la persona que estaban
buscando, o por lo menos que no era responsable de las acusaciones que recibía,
pero las mujeres no escuchaban razones; en un punto determinado de la
discusión la conminaron a que se callara la boca, el lenguaje corporal era
agresivo, Dayva mantuvo la calma tanto como le fue posible, las agresoras le
señalaban un documento donde según ellas se especificaba los bienes que
habían adquirido en la zona; si esta casa la compre hace diez años, aclaro Dayva,
con el dinero de los venezolanos le respondieron con fiereza, y Dayva riposto que
había sido con su trabajo, y las mujeres le contestaron que era una cínica y que no
los iban a engañar con esa cara de huevones que tenían los dos, ambas partes se
acusaron de estar cometiendo delitos. Al final le lanzaron un ultimátum, debía salir
de Weston, de lo contrario se las vería negras. La tensión se extendió por varios
minutos, Claudio no hizo ningún ademan de intervenir, no quería que lo acusaran
de complicidad y que las baterías se enfilaran en dirección a él. Cuando se
retiraron del lugar, el grupo de asalto estaba exultante de satisfacción, habían
tenido un bautismo exitoso, en adelante no se detendrían por nada, cual tiburón
blanco, habían probado la sangre, y les supo a gloria.
Varios días después el grupo “venezolanos perseguidos en el exterior” (vepex)
emitió un comunicado a través de Facebook Live para desmentir las acusaciones
que se habían vertido contra la ex jueza y reprochaban el bochornoso ataque de
que había sido víctima. Explicaron en forma detallada que Dayva Soto había sido
quien excarcelo a Henrique Capriles, al contrario de lo que se le acusaba, sin
embargo, dentro del grupo “libertad y justicia para Venezuela” no se produjo un
solo gesto de arrepentimiento, nadie menciono la posibilidad de una disculpa,
estaba hecho y ya, había señalado Pedro Ruiz, y todos estuvieron de acuerdo, de
todas maneras esos chavistas de mierda no tenían como justificar los bienes
adquiridos, insistía Serafín, por ahora los dejarían a un lado para encargarse de
otros casos, pero no se olvidarían de ellos tan fácilmente.
Claudio Salcedo aún estaba por probar su valía para el grupo comandado por
Pedro Ruiz, el joven sentía que se había metido en un barullo del cual ansiaba
salir en cuanto fuera posible, el hecho de amedrentar a otros paisanos no se le
daba con naturalidad, y ya algunos de sus compañeros empezaban a percibirlo
como blandengue o poco comprometido con la causa. Claudio entendía que
estaba en una terrible encrucijada, entre sus principios y el cumplimiento de un
deber odioso pero necesario, lo que estaban haciendo representaba una medida
para meterle presión al régimen, para que el miedo llegara hasta sus huesos, la
cúpula madurista criticaba públicamente al imperio, pero adoraban disfrutar de los
placeres de la economía y estilo de vida del primer mundo. Claudio no tenía otra
alternativa, necesitaba entregar algún resultado, si se retiraba de la organización
jamás se podría quitar esa macula, no quería que la comunidad venezolana en
Florida, que en casi su totalidad odiaba al gobierno de Nicolás Maduro, pudiera
tener animadversión hacia él, tomando en cuenta que en sus planes estaba
establecerse en Estados Unidos de forma permanente. No deseaba pasar a ser
otro vecino indeseable.
Fijo su interés en un vecino que mostraba ciertos hábitos que no se
correspondían con la forma de vida de los venezolanos residentes en el sur de
Florida, regularmente trabajadores, artistas o emprendedores. Este sujeto tenía un
estilo de vida bohemio y era un derrochador compulsivo. Claudio no había podido
identificar a que se dedicaba específicamente, estaba seguro de que no era una
personalidad reconocida del medio artístico, hurgo en el Internet y consulto con
varios amigos cibernautas y no encontró rastros de que se tratara de un influencer
de las redes sociales, busco en el registro público y aparte de varias casas en la
zona no tenía bajo su propiedad ninguna empresa ni tampoco era socio de algún
consorcio de bienes raíces, entonces, ¿a qué se dedicaba Cesar Moncada?
¿Quién era este personaje que se daba el lujo de gastar miles de dólares en trago
y mujeres sin tener un ingreso certificado? ¿Acaso era algún miembro de la
realeza?, esa última opción lucia totalmente descabellada, en Venezuela no
existían los títulos nobiliarios, tocaba averiguar más a fondo. Claudio tendría que
acercarse a su objetivo para conocer el origen de su fortuna, esperaba que no se
tratara de un narcotraficante, tenía la corazonada de que no era así, todo indicaba
que se encontraba compartiendo vecindad con un legítimo enchufado, uno de los
buenos, ya que aparentemente no había dejado rastros. Pero tal perfección no
existía, recordó Claudio, el dinero siempre seguía una ruta, solo debía dar con la
pista adecuada.
La casa de Cesar Moncada era la más lujosa del vecindario y por mucho; poseía
una fastuosa piscina donde constantemente se celebraban fiestas que podían
prolongarse por varios días, una cancha de tenis que jamás utilizaba, y un amplio
garaje en el que se encontraban estacionados tres vehículos último modelo; a
Claudio le parecía sorprendente la opulencia de sus coches, como estudioso de la
tecnología siempre se mantenía al pendiente de lo que hacían los grandes genios
y líderes de este sector, como por ejemplo Mark Zuckerberg, el chico que había
creado Facebook, empresa que ahora tenía un valor superior a 450 mil millones
de dólares, y por irónico que parezca, su extrafalario vecino exhibía mejores
carros que el multimillonario Zuck. Regularmente eso ocurre cuando el dinero ha
llegado de la nada, cuando para adquirirlo no te ha costado mayor esfuerzo,
pensaba Claudio, y Cesar Marcano aparentaba ser ese tipo de individuo, un nuevo
rico hecho de la noche a la mañana, sin ningún tipo de clase, y que no tenía
reparo alguno para derrochar su dinero caído del cielo.
En Venezuela, durante el gobierno de Hugo Chávez se produjo un boom
petrolero de extraordinarias proporciones, el oro negro llego a cotizarse durante
varios años por encima de cien dólares, se calcula que entre 1999 y 2014
ingresaron al país por este concepto alrededor de 960 mil millones en moneda
americana, sin embargo, esta bonanza no contribuyo en nada a sacar al país del
atraso, si bien es cierto que se mantuvo la estabilidad económica y de alguna
manera la gente no padecía las necesidades de la actualidad, también se podría
decir que dicha estabilidad era ficticia, solo un espejismo sustentado por los
petrodólares; se aplicaron durante estos años políticas económicas erradas que
llevaron al colapso total del aparato productivo, grandes mafias se formaron en
torno al negocio de la importación, como vampiros, los denominados
boliburgueses o enchufados, clavaron sus afilados colmillos en el delicado cuello
del tesoro nacional, siempre amparados en el nefasto control de cambio. Producir
en el país no era lucrativo, la economía de puertos campaba como la gallina de los
huevos de oro, una nueva versión de rey midas tomo firma humana, los altos
jerarcas del gobierno y sus allegados disfrutaban gozosos del festín de Baltazar,
mientras la mayoría del pueblo se desvivía por construir un proceso revolucionario.
Claudio conocía muchas historias de chavistas que se habían vuelto millonarios
a través de turbios negocios con el gobierno, incluso algunos ostentaban su
riqueza allí mismo en los Estados Unidos; compraban lujosas casas, adquirían
negocios, eran socios de empresas, e incluso se daban el lujo de gastar en cosas
banales que la mayoría de los venezolanos jamás podrían soñar en adquirir, ni
siquiera con los ahorros de toda su vida. Era una lástima que revistas financieras
como Forbes o Bloomberg no se encargaran de hacer un estudio minucioso a las
fortunas mal habidas, donde sin duda los nombres de: Alejandro Andrade, ex
tesorero nacional; Miguel Mawad, relacionado con Andrade y vinculado a múltiples
guisos con el Bandes; Eligio Cedeño, quien al final le toco salir huyendo del mismo
gobierno que lo hizo rico, o Wilmer Ruperti, que durante el paro petrolero del año
2002 brindo su apoyo al gobierno con su empresa de transporte, para
posteriormente ser premiado con contratos millonarios. Todos estos personajes
acumulaban fortunas de cientos de millones de dólares, y algunos de ellos
acumulaban varios miles de millones; y ellos solo eran los que por algún motivo
salieron a la palestra pública, pero Claudio estaba seguro que subrepticiamente
había muchos más, millonarios anónimos, sigilosos, timadores que se escapaban
del radar, individuos que seguramente nadie en Venezuela conocía, ni habían
escuchado nombrar jamás. En ese grupo Claudio sospechaba que se encontraba
Cesar Moncada.
El viernes 19 de mayo, el mismo día que se hizo pública la carta remitida por la
Fiscal General, Luisa Ortega Díaz al ministro de educación y presidente de la
comisión presidencial constituyente, Elías Jaua, Claudio decidió poner en marcha
un atrevido plan que ya llevaba varios días pensando. Disponía de la información
del club nocturno donde Cesar Marcano era asiduo visitante. Había pedido apoyo
a su novia Ángela, quien inicialmente mostro reticencia en participar en lo que
consideraba una de película de espionaje con un muy mal guion, pero al final
Claudio termino por convencerla. Para ello, Ángela invitaría a algunas de sus
amigas que estaban tan rebuenas como ella, las bellas chicas serian la carnada
ideal para poder acercarse a su objetivo, esperaba que pudieran acoplarse a la
estrategia y no se fueran a ir de bocazas y terminaran por arruinarlo todo. Esa
tarde Claudio se reunió con las chicas para explicarles detalladamente en qué
consistiría su participación en la trama, por suerte las mujeres se mostraron
entusiasmadas, les gustaba divertirse, y la noche prometía mucho de eso.
Las amigas de Ángela se presentaron puntualmente, justo a las siete de la
noche, venían preparadas con lo mejor de su guardarropa; Stella, Lucia y Camila
eran una caricia para la vista. Al igual que Ángela, iniciaban su camino en el
modelaje, y tenían los atributos más que necesarios para triunfar en ese
competitivo mundo; Stella provenía de Argentina, era alta y delgada, su rizado
cabello con mechitas amarillas y violetas le daban un toque de princesa gótica que
inspiraba los más libidos pensamientos; Lucia, las más morena del trio, tenía un
cuerpo tan voluptuoso que forzadamente podía ser contenido dentro del ajustado
vestido negro que llevaba puesto, mientras que Camila, era tan rubia como el sol,
y dueña de un par de piernas capaces de provocar múltiples colisiones a su paso.
Lucia y Camila eran descendientes de venezolanos, Ángela también, una nueva
generación de bellezas que se apoderaba de Miami, moldeadas por el bisturí y el
gimnasio. Claudio suspiro complacido, con este equipo tenía muchas posibilidades
de éxito, material de primera, que difícilmente podría ser ignorado por ningún
hombre.
─ ¿Cómo están chicas, listas para la diversión? ─pregunto Claudio.
─Listas ─respondieron casi al unísono, con una coquetería que las hizo ver más
sensuales de lo que ya estaban.
─Es hora de partir entonces, actúen con naturalidad ─dijo Claudio, aunque de
inmediato se arrepintió de ese comentario, estas chicas sabían más de fiestas que
María Antonieta, la reina consorte de Luis XVI, famosa por su vida llena de
escándalos y excesos que al final terminaron por llevarla a la guillotina, en pleno
auge de la revolución francesa.
Las tres bellezas compartieron miradas de complicidad.
Según los datos que Claudio había recabado, Cesar Moncada acostumbraba a
frecuentar los días viernes un conocido local nocturno ubicado en Brickell; Barú
Latin Bar, representaba un sitio de moda para la floreciente comunidad latina de la
ciudad del sol, un espacio ideal para la diversión, donde se podía encontrar la
mezcla perfecta entre la calidez y el refinamiento, sus paredes bañadas con
graffitis, pinturas y fotos de los iconos más resaltantes de la cultura pop
estadounidense y latinoamericana, hacían de este lugar una especie de
encrucijada para el encuentro entre dos mundos.
Cesar Moncada contaba con una generosa chequera con la cual se había
ganado muchos amigos en Barú Latin Bar, siempre disponía de atención especial,
y él no escatimaba esfuerzos porque los demás se sintieran a gusto, así como
tampoco tenía problemas en que todos supieran que era un hombre rico, sobre
todo las mujeres, utilizaba su dinero como carta de presentación, sabía que era la
llave perfecta para abrir puertas; el dinero te daba poder, esa era un máxima que
no fallaba ni en Venezuela ni en los Estados Unidos, en múltiples ocasiones,
Cesar Moncada fue capaz de llevarse del club a chicas que no tenían nada que
envidiarle a una reina de belleza, los mejores culos de la ciudad se rendían a sus
pies con tal de poder disfrutar aunque fuera por pocos tiempo de la generosidad
de Cesar, quien acostumbraba a premiar a sus amigas eventuales con fastuosos
regalos, como reconocimiento a su gentileza. Era la vida que siempre había
soñado, su pasado de privaciones quedaba atrás para siempre, ahora era el
dueño de la noche, el dueño de Miami, el dueño del mundo.
Claudio y compañía arribaron a Barú Latin Bar poco antes de las ocho de la
noche, discretamente realizo un estudio visual del club, la iluminación era perfecta,
lo que le facilito la observación, luego de pocos segundos pudo divisar a Cesar
Moncada que ocupaba una mesa estratégicamente ubicada, desde la cual podía
tener una panorámica perfecta de todo lo que ocurría a su alrededor, en ese
momento el encargado del local se le acercaba para saludarlo, Claudio se imaginó
que así pasaba siempre con los clientes especiales, como todo negocio aquí
tampoco dejaban nada al azar, debían asegurarse que se sintiera lo más cómodo
posible para que su estancia fuera duradera y pudiera gastar una mayor cantidad
de dinero, gajes del oficio se podía decir.
Después de analizar la situación, Claudio pudo determinar que tenía dos puntos
a su favor: en primer lugar; al parecer Cesar acababa de llegar y se encontraba
solo, aunque tal vez eso podía cambiar en los siguientes minutos si no actuaba
rápido; y en segundo lugar; la mesa contigua se encontraba desocupada, por lo
cual debía apresurarse a ocuparla antes de que algún desprevenido e inoportuno
cliente se posicionara de ese enclave estratégico. Se encamino hacia el sitio
seleccionado, el harén maravilloso que le acompañaba lo siguió como los boy
scouts siguen a su guía, solo esperaba que la mesa no estuviera reservada para
alguien, posiblemente otro millonario, en ese caso tendría que ser muy audaz para
no dejar pasar su oportunidad, dicen que a veces no se repiten, pero por algún
motivo Claudio creía que estaba en una de esas noches en que nada podía fallar,
en que todo, por más complicado que fuera saldría a la perfección.
Tomaron posición en una mesa con forma de sombrero volteado, de cuyo centro
se desprendían las ramas de un árbol incrustado en la madera como parte del
mobiliario, las ramificaciones subían hasta una inmensa lámpara compuesta por
decenas de pequeñas bombillas que iluminaban a la perfección las virtudes de las
cuatro chicas que acompañaban a Claudio. Las sillas tenían forma de banquillo,
por lo cual la mesa más bien se asemejaba a una barra pero circular. De soslayo
Claudio pudo notar que Cesar no había sido indiferente ante la llegada del grupo
abrumadoramente femenino, lo vio beber su vaso de whiskey de un sorbo, sin
apartar su mirada del maravilloso juego de pechos, traseros y piernas que se
encontraban a escasos metros de él; Claudio pudo reconocer en esos ojos la
lujuria explicita, el deseo irrefrenable del pecado, el ansia de la posesión, sin duda
se lanzaría al ataque, de no ser que ya tuviera concertada una cita, solo sería
cuestión de tiempo, mientras, las chicas harían su trabajo para facilitar las cosas.
No tuvieron que esperar mucho, antes de hacer el pedido un diligente mesero se
acercó con un ofrecimiento que Claudio no pensaba rechazar, pero que sin
embargo pondría sus objeciones, tal como estaba previsto en el plan.
─Disculpe caballero, de parte del señor de la mesa contigua le pide que por favor
acepte la primera ronda a modo de bienvenida. ─dijo el mesero.
Claudio volteo instintivamente hacia Cesar, quien saludo levantando su copa.
─Muchas gracias, pero por favor dígale que no podemos aceptar tal ofrecimiento.
El mesero se retiró con la negativa, pero al cabo de unos pocos segundos ya
estaba de vuelta con el siguiente mensaje.
─El caballero me pidió que le dijera que solo se trata de un gesto de cortesía, por
el cual no espera nada a cambio, y que el ofrecimiento sigue en pie.
─Ya veo ─murmuro Claudio.
Las cuatro mujeres se concentraron en el único hombre que estaba en la mesa,
no sabían que pasaba por su mente, habían venido por Cesar Moncada, y allí se
les estaba colocando en bandeja de plata, no entendían que tramaba Claudio, por
lo cual ninguna se atrevía a pronunciar palabra, era su plan, esperarían que
tomara la decisión.
─En eso caso puede decirle a nuestro buen amigo que las chicas y yo estaremos
muy satisfechos de aceptar su gentileza y como un gesto de cortesía reciproca lo
invitamos a acompañarnos, si así le place.
─Con gusto le informare.
Claudio siguió atentamente al mesero, lo vio acercarse a Cesar Moncada y darle
el mensaje. Cesar asintió, seguidamente dio unas indicaciones al trabajador, este
se limitaba a responder afirmativamente con la cabeza, mientras anotaba algo en
su hoja de pedidos, al rato se retiró de prisa. Cesar no era muy alto, intentaba
vestir a la moda, pero por algún motivo, no se le daba muy bien. Típico, pensó
Claudio, cuando eres millonario de nuevo cuño y has pasado por encima de otros
con mayor nivel de preparación te importa un bledo lo que piensen de ti. Con
modestia fingida Cesar se acercó a la mesa circular, bordeándola hasta llegar
adonde estaba Claudio, pronuncio el nombre que ya todos conocían, Claudio no lo
escucho, porque ya estaba disparando la respuesta mecánica que tenía preparada
para la ocasión, muchas gracias por su amabilidad soy Claudio Salcedo, y ella son
mi novia Ángela y sus amigas, Stella, Lucia y Camila, Cesar hizo una reverencia
ante cada una de las chicas, sin duda eran movimientos forjados por la practica
continua en este tipo de situaciones, se imaginó Claudio. Se sentó entre Camila y
Lucia, conformando a su alrededor el perfecto contraste entre morena y rubia;
entro en ambiente de inmediato, era desenvuelto, debía serlo, para colarse en la
elite chavista y sacar su buena tajada, ningún tonto podía ser capaz de lograr
semejante proeza, Venezuela era el país de los vivos, los pendejos se morían
chiquitos o se pasaban el resto de sus días pegados del sartén, como se decía en
su tierra natal.
Una ronda siguió a la otra, sin limitaciones, el mesero tenía instrucciones
precisas, no podía esperar que las copas se secaran, exquisiteces iban y venían
en un trajinar incesante; Lucia estaba lanzada y tomaba la delantera,
intercambiaba comentarios de boca a oído con el invitado, mientras que sus
amigas tampoco se quedaban muy atrás, enfilaban su artillería contra el solitario
blanco, tres contra uno. Ventaja numérica, debía ser victoria segura.
La noche se hizo larga, Cesar era un veterano de la juerga, por lo cual
permanecía incólume, tan sobrio como cuando llego al club, las chicas también
estaban acostumbrabas a esta faena, incluyendo a Ángela, su profesión las
obligada a llevar una vida social muy activa, en cambio, el que estaba en franca
desventaja era Claudio, cuyo ritmo de trabajo reducía sus posibilidades de salir a
divertirse muy a menudo. Después de varias copas empezó a sentirse mareado,
por lo cual discretamente opto por la estrategia de diluir su bebida más de la
cuenta, de lo contrario quedaría vuelto una uva y su misión se colocaría en
situación de riesgo.
A las dos de la madrugada llego la oferta que Claudio estaba esperando, si
quieren podemos ir a mis casa, dijo Cesar, en esta oportunidad las chicas no
esperaron que Claudio se pronunciara, por supuesto grito Lucia, claro que si, dijo
Stella, seria genial, celebro Camila. Claudio solo tuvo que aceptar el veredicto de
la mayoría. La primera parte del plan se había llevado a cabo con éxito, ahora
tocaba la segunda y más delicada, esa casa guardaría algunos datos importantes,
además, empezarían a tocar temas más personales, para ver que tanto estaba
dispuesto a soltar, ganar su confianza plena era la clave, sus tres amigas jugarían
un rol importante en las próximas horas, pero Claudio tenía un as bajo la manga,
por si el juego se trancaba.
XVIII
XII
Cesar Marcano tenía varios días con una loca idea revoloteando en su cabeza,
con preocupación había escuchado las noticias donde se informaba acerca del
acoso que estaban sufriendo los chavistas fuera de las fronteras de Venezuela,
durante esos días fue la primera vez que escucho hablar de la palabra escrache,
busco en google para saber a qué se refería el termino, la respuesta no lo hizo
sentir más aliviado. Escrache: “acción intimidatoria que realizan los ciudadanos
contra personas del ámbito político, administrativo y militar, que consiste en dar
difusión, ante los domicilios particulares de estas o en cualquier lugar público
donde se las identifique, a los abusos cometidos durante su gestión”. Aunque,
según la descripción él no se correspondía con ninguna de las tres categorías que
se mencionaban, para su mala suerte, en el caso venezolano el escrache también
aplicaba contra las personas que se sospechaba habían aprovechado su cercanía
con el gobierno para ganar cuantiosas fortunas, a través de negocios poco lícitos,
y que de paso, luego se iban del país a disfrutar su dinero en otras tierras, sin
importarles en lo más mínimo la devastación económica que dejaban tras de sí.
Desde ese momento empezó a sentir que estaba siendo vigilado, cualquier
persona con acento venezolano, o con rasgos latinos era un potencial
perseguidor, se había vuelto extremadamente precavido, incluso llego a barajar la
posibilidad de mudarse temporalmente de Florida, a un lugar donde no tuviera que
toparse con paisanos a cada rato, pensó que tal vez California sería una buena
opción, allí cuando mucho tendría que encontrarse regularmente con mexicanos o
emigrantes procedentes de Centroamérica; Nueva York, Las Vegas y Houston,
fueron los otros destinos que puso sobre la mesa. Pero Cesar no quería seguir
corriendo de un sitio a otro, había escogido el sur de la Florida como lugar para
asentarse por las múltiples facilidades que ofrecía, particularmente porque el
choque cultural no era tan pronunciado, además se estaba convirtiendo en una de
las zonas más florecientes de los Estados Unidos, lo cual significaba posibilidades
para invertir su capital. Después de meditarlo lo suficiente, llego a la conclusión
que se quedaría, empezaba a hacer amigos y se encontraba bien encaminado
para asociarse en algunos negocios que le darían estabilidad económica para el
futuro, ya que desde que la crisis se agudizo en Venezuela y dejo de contratar con
el gobierno no había hecho más que gastar, y por más que hubiese ganado
durante su sociedad con altos funcionarios del régimen, su fortuna no era infinita y
más temprano que tarde empezaría a mermar si no invertía en algo productivo.
Un vecino con el que apenas había intercambiado saludos empezaba a
incomodarle, un amigo le dio el pitazo, en días recientes ese vecino que apenas
conocía y del cual tan solo sabía que se llamaba Claudio, había estado
preguntando acerca de su ocupación, su procedencia e incluso, de donde
provenía su fortuna, esa eventualidad lo ponía nervioso, no era la primera vez, a
inicios del mes de mayo otro sujeto había estado haciendo preguntas sobre él, la
situación se tornaba sospechosa y preocupante, no quería convertirse en otra
víctima de escrache, resultaría algo vergonzoso y además pondría en alerta a las
autoridades norteamericanas que seguramente comenzarían a investigar quien
era, y en el peor de los casos terminaría con sus bienes congelados. Este
pensamiento lo deprimió, tanto nadar para morir en la orilla, ese no podía ser su
final, el guion de su vida estaba escrito de otra forma, si la providencia no lo
abandonaba debía convertirse en un exitoso empresario, hacia allá estaba
apuntando justo en este momento, no se podía dar el lujo de ser descubierto, por
ello decidió que necesitaba averiguar que se traía el tal Claudio entre manos, tal
vez solo se tratara de un vecino entrometido, de esos que no tienen nada más
interesante que hacer que hurgar en la vida de los demás, o quizás, por el
contrario era una persona que deseaba entablar una relación amistosa, o porque
no, plantearle algún tipo de negocio, después de todo en Florida la mayoría
andaba en eso, buscando una oportunidad para crear una empresa lucrativa; sea
cual fuere su interés estaba en la obligación de conocer los detalles, detalles que
podían hacer la diferencia entre un futuro promisor o un bochornoso y no deseado
enfrentamiento donde llevaría todas las de perder.
Pasaba varias horas al día pegado a las ventanas de su lujosa residencia,
tratando de conocer más acerca de Claudio; lo primero que logro constatar fue la
reducción de sus horarios laborales, cada vez pasaba más tiempo en casa,
entraba y salía con regularidad, con intervalos que no superaban las dos horas,
como sí hubiese recibido unas repentinas vacaciones; Cesar había sentido esa
penetrante mirada de su vecino, que recorría la distancia que separaba ambos
domicilios, saltando cada uno de los obstáculos físicos. Cesar lo observaba desde
la protección de sus muros, pero aun así pensaba que Claudio podía verlo, que
nada podía evitar que fuera víctima de esa vigilancia extrema. Se había vuelto un
prisionero, no se atrevía a salir y quedar expuesto a la vulnerabilidad de su pasado
chavista, de su pasado de enchufado, de su pasado de boliburgués, de su pasado
de nuevo rico, gracias a la revolución bolivariana. Por su tranquilidad necesitaba
hacer algo de inmediato, lo mejor sería plantarse delante de Claudio y preguntarle
a quemarropa ¿Por qué estaba averiguando sobre su vida?, pero entonces
aparecían las dudas, ¿y si Claudio quedaba sorprendido con su pregunta y por el
contrario acabara delatándose? ¿Qué haría en ese caso?, muchas preguntas sin
respuestas, o quizás solo era que estaba volviéndose paranoico, pero de todas
formas sabía que tenía que actuar, antes de que fuera tarde.
Algo compartía en común con su vecino Claudio, la tarde del viernes 19 de mayo
vio entrar a la casa de este a cuatro mujeres majestuosas, a una de ellas ya la
había visto varias veces, por lo que sospechaba que era la novia de Claudio. A
Cesar también le encantaba la compañía de bellas mujeres, era una debilidad de
lo que no podía librarse, y Miami le presentaba una extensa gama de posibilidades
de ligar, sobre todo porque tenía suficiente dinero como para ofrecerles el cielo y
las estrellas; chicas con rostro de diosas y cuerpos de ensueño que no podían
resistirse ante el poder del dinero. En el poco tiempo que llevaba establecido en la
zona, ya había pasado a unas cuantas por su cama, y las que faltaban, se jactaba
ante sus nuevos amigos. Ese pensamiento lo despabilo, recordó que era viernes,
día sagrado para salir de fiesta, entretenerse con unas buenas piernas tal vez era
lo que requería en ese momento para librarse de la tensión que había padecido en
los últimos días. Se dirigiría a su club preferido, escogería a la mujer más sensual
del lugar, o a varias quizás, les invitaría lo que quisieran y luego las llevaría en su
lujoso coche a pasear por las amplias avenidas de Miami, y como punto final se
delataría con sus cuerpos desnudos en la piscina de su casa.
Se dio un baño relajante, se vistió con un traje que a su parecer le quedaba al
punto y se dispuso a apoderarse de la noche. Al bajar al piso inferior observo que
Claudio y sus amigas también iban de salida, en esta ocasión no se ocultó, abrió
la puerta principal justo a tiempo para ver pasar frente a su casa al vehículo
pilotado por una de las chicas, levanto la mano para saludar y fue correspondido
por un sonoro claxonazo. Ahora que Claudio no estaba, se le ocurrió echar un
vistazo en su residencia, para ver si encontraba algo revelador, estudio esa idea
por varios minutos, pero al final le pareció algo muy arriesgado, ya que no contaba
con la pericia necesaria, y aparte de eso, en este país eran muy severos contra la
invasión de propiedad, se imaginó tratando de escabullirse por una ventana ante
el retorno imprevisto de su vecino, escuchar el sonido del motor apagarse y luego
los pasos de varias personas directamente hacia él, sentir abrirse una puerta, e
inexorablemente ser visto, ser capturado infraganti; definitivamente solo en las
películas pensó Cesar, su realidad era otra.
Encendió su Mustang 2017 valorado en unos 50 mil dólares, alimento su ego con
el ronquido del motor, siempre disfrutaba el efecto que ocasionaba en las mujeres,
parecía como que las piernas se les desvanecían, que perdían la conciencia y se
convertían en esclavas de una máquina. Esta noche deseaba que esa dominación
se reflejara en todo su esplendor, que su nuevo y maravilloso estilo de vida
borrara todas sus preocupaciones. Volvió a sentirse intocable, como en los buenos
tiempos de la revolución bolivariana. Como cuando Chávez desafiaba al imperio
con su discurso encendido.
No tardo mucho tiempo en llegar hasta el Baru Latin Bar, su club nocturno por
excelencia, el que había descubierto apenas llego a Miami por recomendación de
uno de los militares enchufados con los que se relacionaba en Venezuela; esos
tipos sí que tenían clase, recordaba Cesar, conocían cada lugar increíble como si
se dedicaran al negocio de viajes, es que cuando tengo un chance cojo mis
maletas y me voy de tour por el mundo, le confeso un buen día el General
Ramírez, la platica que uno se gana debe disfrutarla, darse vida y dejar que los
envidiosos que no han tenido nuestra suerte se mueran rumiando su amargura,
termino diciéndose con una desfachatez que hasta ese momento no había
demostrado. Cesar siguió ese consejo al pie de la letra, y en los siguientes meses
emprendió una travesía que lo llevo a una cantidad de países que en la mayoría
de los casos jamás había escuchado nombrar; comió en los mejores restaurantes,
se hospedo en hoteles de lujo, disfruto los licores de la mejor calidad, y por
supuesto se revolcó con cualquier dama que le daba una entradita, sin que el
idioma representara una barrera, el sexo era un idioma universal, los cuerpos
entrelazados tenían su propio concepto lingüístico. Sin embargo, a pesar de estar
disfrutando la fantástica aventura en que se había convertido su existencia,
reconocía que ese ritmo era insostenible, de no tomar previsiones en algún
momento podía quedar arruinado, sobre todo porque ya no podía seguir
ordeñando a su vaca lechera, como en el relato bíblico de José, tras los años de
abundancia se venían los años de sequía, y de eso ya se manifestaban los
primeros indicios, con tristeza escucho dramáticas historias, varios de sus socios
sencillamente habían dilapidado todo lo que se ganaron por no saber controlar su
nivel de gastos y por los lujos excesivos que se prodigaban. Como al inicio,
quedaron dependiendo de sus magros salarios que ahora en Venezuela no
alcanzaban para nada, a Cesar le toco auxiliar a algunos de ellos, por solidaridad,
por lastima o simplemente porque sabía que también le podía tocar a él pasar por
lo mismo. Se persigno y le pidió a dios que lo alejara de un destino similar,
después de tocar el cielo regresar al fango debía ser una experiencia dolorosa por
la cual no quería pasar.
Le entrego la llave de su Mustang al encargado del parqueadero e ingreso al
local por la entrada reservada para los clientes vip, como siempre el administrador
del club se desvivió en atenciones y lo condujo hasta la mesa que Cesar tenia
apartada siempre que quisiera, pidió un trago y se dispuso a hacer algunas
llamadas, esa noche tenía la intención de divertirse en grande, convocaría a unas
amigas para que le alegraran la noche y lo distrajeran de sus preocupaciones.
Justo cuando empezaba a buscar en su directorio telefónico, observo con
sorpresa que su vecino Claudio y su sequito compuesto por las cuatro esculturas
que había visto más temprano cruzaban el umbral de la puerta principal, increíble
casualidad, en una ciudad tan grande las coincidencias no eran muy comunes,
pensó que tal vez fuera una señal, dios sabia de la angustia por la que estaba
pasando y le presentaba una oportunidad de oro para resolver el crucigrama que
ocupaba sus pensamientos. Trazo un improvisado plan, utilizaría su llave mágica,
nadie podía negarse a la amabilidad de un vecino generoso, ni siquiera Claudio,
independientemente de sus intenciones. Llamo a uno de los meseros y le encargo
la encomienda de proponerle a los recién llegados un brindis todo pago.
El mesero fue por su misión, sin embargo fallo en su primer intento, recibiendo
un tajante no por respuesta, a cambio, por la negativa, Claudio le había ofrecido
un leve saludo. Pero Cesar no era de los que se daban por vencidos tan
fácilmente, más difícil lo había tenido cuando deambulada por los barrios de
Caracas sin tener dinero ni para un café, ahora era un hombre rico, pondría en
práctica su capacidad de convencimiento que tan buenos resultados le habían
dado en el pasado reciente. El empleado del club recibió nuevas instrucciones,
esta vez más específicas, Cesar lo vio acercarse a la mesa circular de extraño
diseño que ocupaban Claudio y sus cuatro amigas, intercambio algunas palabras,
y regreso de forma expedita, esta vez con una respuesta mejor de lo esperado, no
solo le aceptaban la oferta, además lo invitaban a hacerles compañía, lo cual
planteaba una situación no prevista, ya que pensó que de entrada apenas se
limitarían a aceptar un trago y tal vez más adelante él pudiera apersonarse ante
ellos y realizar las presentaciones de rigor, pero sin duda era mejor de lo que
esperaba, por fin conocería a Claudio, se ganaría su confianza y de paso, como
atractivo adicional estaban las cuatro voluptuosas mujeres, por lo cual la
posibilidad de ligar esa noche tampoco quedaba descartada.
Repartieron saludos de presentación, que como en la mayoría de los casos no
dejaban una información precisa, Cesar ya conocía el nombre de su vecino, de las
acompañantes apenas retuvo imágenes físicas; rostros hermosos, curvas
seductoras atrevidamente expuestas e impecables dientes que acompañaban
sonrisas que no debían ser de este mundo. A pesar de la inigualable belleza
femenina que lo arropaba Cesar solo estaba concentrado en su enigmático vecino,
en las primeras de cambio no había notado nada extraño, su trato era cordial y
agradable, tal vez estuviera equivocado y había dejado que la paranoia lo turbara,
sin embargo se mantendría atento a cualquier señal, si Claudio lo estaba
siguiendo tarde o temprano terminaría por delatarse, y entonces pasaría a la
segunda parte de su plan, trataría de convencerlo de que se trataba de un
empresario surgido por mérito propio, y si acaso eso no funcionaba, todavía le
quedaba una jugada, procurar comprar su silencio, y todos saldrían ganando.
Siempre funcionada pensó Cesar.
Los nuevos amigos se entregaron a las copas y al disfrute, Cesar disponía de
tres bellas chicas que se mostraban exageradamente complacientes, dos de ellas
lo cercaron de lado y lado, y en la medida que avanzaba la noche comenzaban a
disputarse su atención, una tercera estaba ubicada en frente y tampoco era ajena
a los encantos de Cesar, que se mostraba tan desenvuelto y extrovertido como un
latin lover, la cuarta mujer era la que Cesar había anticipado sería la novia de
Claudio, como en efecto comprobó apenas se instaló en la mesa. No importaba,
con tres resultaba más que suficiente.
Cesar Moncada movió una pieza más, insistió para que el grupo saliera a dar un
paseo por la ciudad y así poder mostrar a las chicas la potencia de su Mustang,
para luego continuar la fiesta en su majestuosa casa con piscina incluida, las
mujeres no pusieron ninguna objeción, pero lo más importante era la aprobación
de Claudio, sin su presencia el plan perdía todo sentido, posiblemente acabaría
acostándose con alguna de las tres divinidades que se mostraban más que
dispuestas, pero se quedaría sin tener la certeza de si estaba siendo espiado o no,
seguiría atormentado por la preocupación de encontrarse frente a frente en
cualquier mal día con una multitud de exacerbados opositores que le sacarían a la
luz pública hasta su acta de nacimiento. Para su fortuna Claudio también acepto,
Cesar pago una cuenta exorbitante, negándose rotundamente a recibir los aportes
que ofrecían sus acompañantes. Se dividieron en dos sub grupos, Claudio iría con
Ángela, su novia, y Cesar con las otras tres chicas cuyos nombres no recordaba.
Paso la llave, el motor del Mustang trono, el trio femenino estallo en jubilo. Cesar
sonrió satisfecho.
XIX
Cesar estaba eufórico, coincidir con su vecino Claudio esa noche en el Baru Latin
Bar había sido lo mejor que le había ocurrido en mucho tiempo; desde las
monumentales fiestas, repletas de jóvenes y bellas mujeres que patrocinaba el
General Ramírez no la pasaba tan bien. Sus tres nuevas amigas eran un tesoro;
Stella, Camila y Lucia se desvivían por complacerlo, cumplían todas sus fantasías,
desde que las conoció no habían mostrado ningún tipo de reparo en entregarse a
sus caprichos sexuales. Todo parecía indicar que las chicas establecían una
especie de competencia para ver cuál de ellas era más complaciente, Cesar no se
quejaba para nada, por el contrario, estimulaba esa sana competencia, donde él
era el único ganador.
Cinco días después de su primera fiesta con orgia incluida, Cesar había decidido
premiarlas; se embarcaron en un crucero por las Bahamas; al momento de
proponerlo pensó que alguna de ellas pondría algún pero, sin embargo, para su
sorpresa, todas aceptaron encantadas, apenas les dijo empezaron a hacer
maletas, modificaron sus agendas de trabajo, y se instalaron en Weston a esperar
que llegara el día señalado. El viaje fue una experiencia única, Cesar había
tomado previsiones para que el crucero seleccionado tuviera entre su itinerario de
actividades los intercambios de parejas, se paseaba por el barco con el pecho
erguido en compañía de su trio celestial, de inmediato se convirtió en el pasajero
más solicitado, todos querían compartir fiesta con el afortunado poseedor del
harén, pero Cesar era selectivo, solamente accedía cuando se le presentaba una
opción que valiera la pena, escogía para los intercambios a las más voluptuosas
sin importar color de piel, aunque prefería a las rubias también logro acostarse con
latinas, morenas y hasta con una asiática de medidas colosales, todo ello con la
aprobación de sus acompañantes, que obedecían sumisas los mandatos de su
nuevo amo.
En una ocasión, Cesar disfrutaba una noche de copas con sus celestinas en el
bar del crucero cuando un hombre mayor se les acerco, el sujeto espigado
irradiaba la seguridad de la riqueza, sin duda se trataba de algún millonario que
invertía su dinero en alegrarse lo que le restaba de vida. Invito a Cesar y a sus
amigas a unirse a la mesa que compartía con dos hermosas rubias, que según la
presentación realizada eran hermanas, ambas muy jóvenes, posiblemente
bordeaban los veinticinco años, quizás un poco menos, aunque en la época de las
cirugías, los tratamientos faciales y el gimnasio eso se había vuelto difícil de
determinar. Cesar imagino lo deprimente que debía ser para ellas tener que
acostarse con ese vejestorio, el poder del dinero podía ser más afrodisiaco que
cualquier esencia oriental, en cierta forma él y ese anciano millonario tenían algo
en común; las mujeres se rendían ante ellos prácticamente sin oponer resistencia,
todas deseaban ser atendidas, ser tratadas como reinas, y si para lograrlo
necesitaban entregar sus cuerpos, y en muchos casos sus almas, lo hacían sin
remordimientos.
A Cesar le toco llevarse a las bellas hermanitas rubias, mientras el anciano
millonario obtenía en el intercambio a las tres inseparables amantes de Cesar. A la
mañana siguiente un eufórico Cesar relataba apasionadamente lo bien que le
había ido con las hermosas hermanas de piel y cabellos dorados, al punto de
lograr algo poco inusual en este tipo de encuentros casuales; las chicas
terminaron por confiarle sus números de teléfono, correos y cuentas de redes
sociales, esto con el fin de organizar otro encuentro sin la anuencia del viejo,
esperaban repetir lo que a su juicio había sido una agradable experiencia en
compañía del fogoso y joven latino. Esto debían hacerlo con extrema cautela, ya
que no querían perder a su mina de oro. En tanto Camila, Stella y Lucia, tuvieron
una noche bastante diferente, el anciano con sus copas de más en la cabeza
sucumbió a las primeras de cambio, sin llegar a concretar la prometida fiesta
sexual, la noche para ellas fue larga y aburrida, razón por la cual exigieron a Cesar
no volver a comprometerlas a una situación tan vergonzosa.
De regreso a la normalidad, Cesar intento contactarse con su nuevo amigo
Claudio, sin embargo este se encargó de evadir sus invitaciones una y otra vez
con la excusa de estar comprometido en un nuevo proyecto laboral que ocupaba
todo su tiempo, Cesar se mostró contrariado y opto por no seguir insistiendo,
pensó que no todos tenían la libertad de gozar la vida como él lo hacía, las
personas normales que no habían hecho fortunas de la noche a la mañana debían
trabajar a diario para buscar el sustento, se sentía agradecido con Claudio e
incluso sopeso la idea de hacerle una propuesta de inversión, juntos podían fundar
una empresa, él colocaría el dinero y Claudio el conocimiento y el trabajo. Le
parecía justo lo que necesitaba para integrarse plenamente al ambiente
empresarial norteamericano.
Mientras, sus tres concubinas mostraban a Ángela con orgullo los regalos
adquiridos durante su paseo, que era mucho más de lo que ellas hubiesen podido
comprar con sus magros ingresos como modelos de segunda. Ángela, ante el
entusiasmo de sus amigas había preferido obviar el tema de la investigación que
ella y su novio habían estado realizando, que fue lo que provoco el acercamiento
con Cesar Moncada, las chicas al parecer lo había olvidado y ahora se entregaban
con frenesí al mundo del derroche que les ofrecía su protector.
Cuando por fin Cesar y Claudio lograron juntarse, el primero coloco sobre la
mesa la propuesta que había estado madurando desde días atrás, para su
desconsuelo, cortésmente Claudio había rechazado el ofrecimiento de plano, sin
siquiera dejar que Cesar expusiera las ventajas del trato, la negativa fue tajante,
sin ahondar en explicaciones, simplemente no le intereso. Lo que Cesar no sabía
era el oscuro plan que su supuesto amigo estaba tejiendo a sus espaldas, en
estrecha colaboración con el departamento del tesoro de los Estados Unidos, que
en las próximas semanas se develaría con amargos resultados para el antiguo
enchufado del régimen madurista.
En las últimas semanas Cesar había recobrado la tranquilidad, el asedio hacia las
personas vinculadas con el régimen venezolano se habían vuelto acciones
esporádicas, esa estrategia fue perdiendo fuerza motivado al rechazo que
generaba hasta dentro de las propias filas opositoras, los dirigentes de la MUD
uno a uno marcaron distancia, no se podían comportar con el mismo nivel de
salvajismo con que actuaban los partidarios del régimen, si se intentaba demostrar
al mundo que los violentos y fascistas estaban del lado del gobierno era hora de
actuar en consecuencia, por tanto, los casos de escrache que aún se presentaban
eran hechos aislados llevados a cabo por personas indignadas, pero sin que
mediara ningún tipo de organización y planificación.
Sin embargo, ese día volvió a sentir que lo vigilaban, mientras conducía su auto
por las calles y avenidas de Miami noto la presencia de una camioneta negra que
le siguió los pasos durante buena parte de la tarde, en un determinado punto logro
perderlos de vista, intento no volverse paranoico, pero no podía negar que la
situación le preocupaba, el gobierno de Estados Unidos era particularmente
severo con los delitos financieros, aunque él pensaba que estaba totalmente
limpio no estaba de más tomar sus precauciones, se convenció de irse de viaje
por un tiempo, esa misma noche llamaría a sus amigas, compraría boletos para
Europa y se marcharía sigilosamente. También pensó que podría volver a
Venezuela, allí si estaría totalmente seguro bajo la protección de sus amiguetes de
uniforme, pero esa idea lo deprimió, la situación de su país era precaria, en
cualquier momento se podía producir una revuelta que acabara con el gobierno y
él quedaría totalmente expuesto, los nuevos dueños del poder hurgarían en el
desfalco cometido contra el sistema de divisas y no tardarían mucho en dar con
todos los involucrados, Europa le pareció el lugar más razonable, dejar pasar una
temporada observando a la distancia para luego decidir qué hacer.
Retorno a su casa pasadas las siete de la noche, la empleada doméstica le
pregunto si deseaba que preparara la cena antes de retirarse, Cesar se limitó a
negar con la cabeza y continuo hasta su habitación, se tumbó en la cama por unos
segundos, luego se incorporó y encendió la televisión para ver que noticias traían
de Venezuela, ya era 27 de junio y el país seguía inmerso en una sangrienta
batalla que no tenía signos de terminar todavía. Lo que observo lo dejo con la
boca abierta; un grupo comando acababa de disparar contra el TSJ y otros
edificios gubernamentales desde un helicóptero, Cesar se tomó de los cabellos,
esto se está saliendo de control pensó, ese tiroteo justificaba que un regreso a su
patria resultaba en extremo riesgoso, el gobierno se tambaleaba y con él la
posibilidad de seguir pasando desapercibido, ahora lo del viaje resultaba algo
perentorio, cogió su móvil para solicitar los boletos; entonces escucho voces, su
empleada se enfrascaba en una acalorada discusión con alguien, se levantó de un
salto y corrió hacia la puerta de la habitación, intento girar la manecilla pero en ese
instante la puerta se abrió y varios agentes federales entraron atropelladamente
con sus armas de asalto, el terror lo paralizo, no logro hilvanar una sola palabra,
un hombre vestido de civil se posó frente a él, saco una identificación y se
presentó.
─Soy el agente Albert Pence ─dijo.
Cesar guardo silencio, todavía confundido.
─Del departamento del tesoro ─agrego.
Ahora Cesar Moncada entendía perfectamente de que se trataba. Un extraño
escalofrió recorrió su cuerpo de pies a cabeza.
El pesado interrogatorio se prolongó por cuatro horas. Cesar salió de la
vanguardista sede del FBI en Miami casi a medianoche, había sido tratado con
cortesía a pesar de la abrupta irrupción que habían tenido los agentes en su
residencia horas antes; las preguntas giraron en torno a su relación con altas
jerarcas del régimen madurista, Cesar comprendió de inmediato que el objetivo del
funcionario del departamento del tesoro no apuntaba hacia él, más bien se
enfocaron en las figuras de Diosdado Cabello, Tarek El Aissami, Jorge Rodríguez
y el mismísimo Nicolás Maduro, querían a los peces gordos, con ello intentarían
continuar con su metódica descalificación del gobierno venezolano. Cesar
Moncada se había negado a revelar información, se limitó a responder que su
fortuna procedía de fuentes licitas, sin embargo, estaba convencido que el
gobierno norteamericano debía tener suficientes datos de sus negocios e
inversiones, de lo contrario jamás se hubiesen atrevido a detenerlo, necesitaba
pensar rápido, sabía que solo era el inicio de una investigación minuciosa de la
cual no podía salir bien parado.
Ya camino a casa, por las calles semivacías de la ciudad más cosmopolita del
sur de los Estados Unidos volvió a pensar en lo acontecido esa tarde en Caracas;
la seguridad aérea de la capital venezolana había sido burlada por un pequeño
grupo de disidentes a bordo de un helicóptero, ¿Dónde diablos estaban los
sukhoy? Modernos aviones de los cuales el gobierno hacia alarde de ser tan
rápidos que eran capaces de atravesar el país en apenas minutos; según las
noticias, los agresores estuvieron sobrevolando la ciudad por casi una hora
impunemente, sin recibir la más mínima contra ofensiva, eso significaba que las
defensa nacional era una mierda, si no lograron repeler el ataque de un solitario
helicóptero, como esperaban sostener una ofensiva del imperio más poderoso del
mundo y sus modernos equipos bélicos de última generación. No quería ser
pesimista, pero de acuerdo a lo ocurrido, un ataque estadounidense borraría del
mapa cualquier resistencia de la pomposa Fuerza Armada Nacional Bolivariana
sin darles tiempo siquiera de disparar un fusil; el discurso de tantos años, el dinero
invertido en armas y equipamiento, todo resultaba un engaño, otro más. El cinismo
de su gobierno no tenía límite alguno.
Percibía algo sospechoso, como una pieza de rompecabezas que no acababa
de encajar, no parecía descabellado pensar que el gobierno de Nicolás Maduro en
su desesperación por redistribuir las culpas del desastre venezolano fuera capaz
de crear ese montaje con arrebatos de película de Hollywood. Nadie había
disparado una bala, a pesar de encontrarse bajo ataque, todo hacia parecer que
se trataba de una treta para desviar la atención, un falso positivo orquestado para
acusar a la oposición de violencia y terrorismo. Cesar conocía muy bien a la
Fuerza Armada, sus principales socios procedían de ese sector, fueron ellos los
que entre copas le habían confiado su determinación por mantener al gobierno a
como diera lugar, ya que sus cabezas también estaban en juego, la caída del
presidente Maduro los arrastraría consigo, directo al lodazal, muchos de ellos
terminarían en la cárcel o en el exilio, fugitivos o sancionados, pero nunca libres,
sus cuantiosas fortunas no servirían de nada, defender al gobierno o sucumbir en
el intento, no existían caminos alternos.
Pero ahora lo que más le preocupaba era el alcance de la justicia
norteamericana, había dejado de ser un millonario anónimo, el radar del
departamento del tesoro lo había captado, y estaba convencido de que volverían
por él, se enfrentaba a una disyuntiva de esas que atormentan; entre delatar a sus
antiguos socios o seguir guardando silencio y arriesgarse a las correspondientes
sanciones. Cesar empezaba a encariñarse con Miami, la ciudad del sol le ofrecía
todo lo que había soñado desde que era niño y deambulaba por las barriadas
caraqueñas sin un medio en el bolsillo: seguridad, excelente nivel de vida y mucha
diversión, eran los elementos que apreciaba de Miami. Por otra parte, le
atemorizaba perder sus propiedades, y su fortuna depositaba en bancos de
Estados Unidos, cualquier movimiento extraño lo delataría, sabía que estaba bajo
vigilancia extrema a partir de ese momento, lo mejor sería esperar el curso de los
acontecimientos, que su buena estrella volviera a hacer el milagro y que por arte
de magia se olvidaran de él, que lo dejaran tranquilo, que hurgaran en otra parte;
en Venezuela podía esquivar cualquier peligro soltando un poco de dinero aquí y
allá, o con el apoyo de sus amigotes de verde, pero en el imperio las cosas tenían
otro tenor, la justicia era inexpugnablemente justa, sin desviaciones ni trochas por
donde escapar, como un callejón sin salida con todos los accesos bloqueados.
Llego a casa y subió directo a su habitación, se precipito sobre su cama con más
preocupación que agotamiento, cerró los ojos solo para descubrir que sus miedos
continuaban allí, incólumes, inalterables, recordatorio de un futuro incierto. Con
pereza se quitó la ropa y se enfundo en las sabanas con la miraba fija en el techo.
Esa noche seria perpetua, aunque quisiera no podría dormir.
VI
San Antonio de los Altos se encontraba sitiado por las fuerzas de seguridad del
régimen, decenas de tanquetas se paseaban con despampanante soberbia por las
calles de la ciudad como una muestra fehaciente de lo limitada que estaba la
democracia venezolana. La población de los altos mirandinos había demostrado
su rebeldía, ya llevaban más de un mes continuo de protestas y se mantenían con
la moral en alza, siempre dispuestos a cerrarle el paso a la dictadura en ciernes
que amenazaba con arrebatarles la república. Juan Marco Pereira se mantenía
activado las veinticuatro horas del día, fungía como el improvisado líder de un
grupo de jóvenes que con arrojo se unían a las protestas tanto en Caracas como
en su propia localidad. La GNB los tenía en la mira, Juan Marco habitaba en el
parque residencial OPS, que se había convertido en blanco principal del ataque de
los uniformados; decenas de viviendas estaban siendo allanadas ilegalmente,
cualquier residente podía ser capturado sin que mediara orden de detención
alguna, los derechos humanos brillaban por su ausencia, prácticamente en el
municipio se había instalado un estado de sitio no decretado. La gente sentía un
temor natural ante la excesiva violencia de la fuerza pública, la vida había dejado
de ser normal, las personas se desesperaban por comprar comida, pero la tarea
resultaba titánica, en las tiendas los estantes permanecían vacíos y la zona se
encontraba vetada del suministro de alimentos por parte del CLAP, que aunque
nadie lo decía oficialmente todos estaban claros que era un castigo por su
irreverente disidencia. En ese escenario complicado Juan Marco se movía
sigilosamente, como un animal nocturno evitaba cualquier vehículo oficial, junto a
sus compañeros había creado un código de mensajes cifrados como medida
preventiva al espionaje electrónico al que seguramente ya estaban sometidos, en
esencia se comportaban como guerrilleros urbanos, con la única diferencia que su
arsenal bélico consistía apenas en alguno que otro artefacto artesanal que
pudieran elaborar con sus rudimentarios conocimientos.
El grupo de Juan Marco se había dedicado a la tarea de coleccionar botellas de
vidrio, ya contaban con una cantidad importante y decidieron preparar el arsenal
con el cual contrarrestarían las incursiones que realizaban los esbirros en horas
nocturnas, con el propósito de infundir terror en los habitantes de las residencias
OPS, atacarían por sorpresa y en puntos estratégicas que facilitaran su escape.
Por Internet se habían documentado acerca de cómo elaborar bombas molotov
con un mínimo de riesgo, ya que manipularían material inflamable y cualquier error
podía ocasionar un accidente fatal. Se reunieron en la casa de Pablo Merchán, un
joven un tanto díscolo que en ocasiones debía ser reprendido por Juan Marco
para limitar su propensión a exponerse, en ese momento todos eran necesarios,
no podían darse el lujo de ser capturados porque eso significaba que toda la
organización quedaría al descubierto. Corrían rumores que los detenidos eran
sometidos a todo tipo de vejámenes y torturas hasta que terminaban soltando los
nombres de sus compañeros y los sitios donde se guarecían, incluso eran
forzados a implicar a dirigentes de oposición, obligándolos a firmar una
declaración con la cual el gobierno podía justificar su fachada de que estaba
defendiéndose de un golpe de estado propiciado por la derecha fascista y
auspiciado por los Estados Unidos.
Los padres de Pablo Merchán, dos jubilados de la administración pública, no se
encontraban en casa; cuando arrecio la represión decidieron irse unos días al
interior de la republica a la espera de que la situación se calmara un poco, aunque
nadie por más optimista que fuera podía asegurar que la aguda crisis que vivía el
país pudiera estar cerca de llegar a su final, por el contrario la situación se estaba
tornado más compleja en la medida que el gobierno se aferraba en su empeño de
imponer una asamblea constituyente a espaldas del pueblo. Las dos hermanas de
Pablo tampoco estaban en la ciudad, y no regresarían en lo inmediato, por lo cual
el apartamento de los Merchán se había convertido en el sitio idóneo para
establecer el centro de operaciones de este comando amateur conformado por
chicos en su mayoría todavía imberbes, pero dispuestos a arriesgar la vida si era
necesario para hacer de Venezuela una tierra de oportunidades y de sueños.
Esa noche tenían claramente visualizado su objetivo, a pocas cuadras se
encontraba apostado un contingente de efectivos militares, no manejaban una
cifra exacta, pero según el estudio realizado debían ser unos treinta, tal vez un
poco más, además, los represores tenían a su disposición cuatro tanquetas y unas
quince motos de alta cilindrada con la cual perseguían a los manifestantes para
apresarlos y golpearlos. También se habían reportado robos, los funcionarios se
comportaban al estilo clásico de las dictaduras; reprimir, golpear, intimidar, todo
respondía a un plan bien orquestado, era la forma de transmitir el mensaje de que
la libertad apenas consistía en una palabra, que para ellos no tenía ningún
significado, Venezuela no era más que el reino de la barbarie, donde quien
portaba el uniforme tenía la potestad de subyugar a la civilidad que
supuestamente estaban llamados a defender.
El pelotón de guardias nacionales estaba emplazado justo en la entrada del
parque recreacional OPS, con la clara intención de impedir la salida de la gente
que quisiera acompañar las protestas, los vecinos debían pasar por un
vergonzoso chequeo si necesitaban movilizarse hacia algún lugar para cumplir con
sus actividades cotidianas, aunque en las últimas semanas la vida en Venezuela y
especialmente en los altos mirandinos había dejado de ser cotidiana, se
enfrentaban a una situación de guerra ante un gobierno agresor y terrorista.
A nivel nacional la situación no era mucho mejor, ya pasaban los cincuenta días
de protestas y el régimen apretaba con más fuerza, como una tenaza se iba
cerrando contra la frágil democracia de Venezuela, el pueblo había perdido
totalmente su capacidad de asombro ante la ambición desmedida de poder del
presidente Nicolás Maduro y sus acólitos, la constitución y las leyes de la republica
solo eran letra muerta sin ningún valor, El TSJ se erigía como un supra poder
capaz de disolver instituciones o quitar competencias de un solo plumazo y sin
posibilidad de discusión, los caminos democráticos se cerraban mientras el país
se hundía inexorablemente en aguas pantanosas, el gobierno se desplegaba en
todos los frentes, sin embargo, el pueblo respondía con la única alternativa que le
quedaba, continuar en la calle, no había otro camino.
El 18 de mayo el gobernador de Miranda, Henrique Capriles Radonski tenía
programada una audiencia en la ciudad de Nueva York con el alto comisionado de
derechos humanos, para presentar personalmente los casos de asesinatos,
heridos, presos y la brutal represión que había desatado la dictadura, para su
sorpresa al momento de apersonarse en la terminal del aeropuerto internacional
de Maiquetía su pasaporte fue confiscado y anulado, negándole la posibilidad de
cumplir el compromiso, todo esto ante los ojos del mundo que no se lo podía
creer, el gobierno no ofreció ninguna excusa, ni cuando menos hicieron el
esfuerzo por tratar de disimular ese atropello. A pesar de ese obstáculo Capriles
se las ingenió para enviar a su abogado en su lugar, al parecer el gobierno no
contaba con esa jugada audaz, el abogado viajo sin que nadie lo notara y entrego
el informe, a raíz del cual el alto comisionado Zaid al Hussein manifestó su
intención de venir a Venezuela a evaluar la situación sobre el terreno, y además le
solicito al gobierno venezolano que permitiera el acceso del grupo de expertos que
pensaba enviar en esa misión.
El día 19 se produjeron dos eventos que dispararon un rayo de luz a las fuerzas
opuestas a la constituyente promovida por el presidente; se llevó a cabo una
multitudinaria concentración denominada “somos millones por el cambio” que hizo
tambalear los cimientos mismos del régimen, más tarde, ese mismo día se dio a
conocer una carta enviada por la fiscal general Luisa Ortega Díaz, al presidente de
la comisión nacional constituyente Elías Jaua, donde expresaba su contundente
rechazo a dicha convocatoria, por considerar que violaba principios fundamentales
como la participación ciudadana, la democracia y la progresividad del derecho. La
antigua aliada del gobierno se desmarcaba definitivamente, y tomaba una posición
de franco enfrentamiento contra el régimen de Nicolás Maduro.
Ya eran casi las dos de la madrugada del 21 de mayo, Juan Marco, Pablo
Merchán y otros ocho compañeros se encontraban listos para salir a su operación,
cado uno se equipó con tres o cuatro molotov que llevaban cuidadosamente en
sus morrales. El plan consistía en rodear a los efectivos de la guardia nacional y
atacarlos por la retaguardia con el objetivo de minimizar su capacidad de reacción,
para ello esperarían el momento en que estuvieran agrupados entre una ronda y
otra; la hora parecía propicia, es justo el momento en que quien cumple funciones
de centinela se encuentra en una condición de mayor vulnerabilidad, por el
agotamiento y la calma relativa que lo hace sentirse confiado.
Bajaron por las escaleras del edificio a paso raudo, el apartamento de la familia
Merchán se encontraba en el piso trece, un trayecto largo, pero el grupo estaba
compuesto de jóvenes con un promedio de edad de veinte años, por lo cual eso
no constituía un problema, a esa nada edad nada representaba un problema; en el
camino tropezaron con un par de parejas juveniles que intercambiaban mimos y
besos frente a un apartamento del piso siete, los tortolos estuvieron a punto de
salir corriendo despavoridos ante la repentina presencia de la banda de
encapuchados, pero la intervención de Pablo los detuvo, ahora solo mostraban
cara de entre cómplices y curiosos. Llegaron a la planta baja donde funcionan
algunos negocios, y que a diferencia de lo que ocurría durante el día, en que se
daba un gran movimiento de personas, a esa hora se encontraba totalmente vacío
y silencioso, se podía escuchar con claridad el sonido de los vehículos en la
avenida cercana, también alcanzaron a oír voces que se imaginaron provenían de
la alcabala militar ubicada a pocos metros de la entrada de las residencias. Juan
Marco realizo una señal para avanzar hacia la parte derecha, de esa forma
bordearían la cabina de vigilancia, caminarían entre cincuenta y cien metros
amparados por la oscuridad de la noche, y se ubicarían justo por detrás de su
objetivo. El lugar escogido quedaba dos metros por encima del nivel en que se
encontraba la guardia nacional, lo cual brindaba un excelente blanco, la
arremetida se había calculado para ejecutarse en un tiempo estimado de unos
cincos minutos, después de ese lapso se perdía totalmente el factor sorpresa, y
quedarían a merced de la superioridad en números y equipos de los funcionarios
militares.
Juan Marco Pereira fue el primero en llegar al punto, como lo había planificado
la visual era excelente, desde allí podía observar a la perfección todos los
movimientos de la alcabala; seis soldados iban y venían de un extremo a otro de
la avenida, seguramente los que estaban de guardia, ocasionalmente detenían un
vehículo más para molestar y mantenerse despiertos que para buscar
efectivamente algo, los otros efectivos, alrededor de unos quince, estaban
sentados dentro y sobre los vehículos aparcados allí. Juan Marco analizo la
situación, ya el resto de sus compañeros se encontraban en posición y a espera
de la voz de ataque, de las cuatro tanquetas asignadas en esa especie de brigada
mecanizada, tan solo habían dos en ese momento, además de un par de patrullas
y seis motos, Juan Marco pensó que probamente el resto del contingente estaría
causando estragos en algún urbanismo cercano, o simplemente habían sido
requeridos desde su cuartel general, en todo caso era una buena noticia, tendrían
a menos hombres persiguiéndolos a la hora de la retirada.
Pablo también observaba con atención, entre un grupo de guardias nacionales
que conversaba despreocupado logro identificar a el oficial a cargo, solo conocía
de él, que se trataba de un capitán cuya característica fundamental era la saña
con que recrimina los manifestantes, sin ningún tipo de respeto a los derechos
humanos ni a las libertades públicas, un auténtico modelo de sátrapa, que sin
duda debía ser muy bien valorado por el régimen, a este tipo de personajes se
debía referir Nicolás Maduro cuando hablaba de los gloriosos hombres de
uniforme, toda una vulgaridad, pensaba Pablo con ironía.
Pasaron dos o tres minutos eternos y Juan Marco aun esperaba el momento
oportuno, Pablo empezaba a impacientarse, vio con preocupación que el capitán
hacia un ademan de retirarse, tal vez a descansar, pero Pablo no estaba dispuesto
a permitir que escapara así no más, encendió la mecha de su arma artesanal y la
lanzo ante la incrédula mirada de sus compañeros, que solo les toco girar la vista
para ver donde iba a impactar el objeto incendiario. El capitán viro la cabeza ante
el grito de advertencia de uno de los soldados, pero era tarde, el sonido del vidrio
al romperse fue lo siguiente que escucho, y la llamarada se abrazó a su pantalón.
En ese instante ya una lluvia de bombas caía sobre los esbirros sorprendidos que
corrían para ocultarse mientras trataban de asimilar lo que estaba pasando, en
segundos, el fuego se expandía en la parte superior de las tanquetas, una de las
patrullas se encontraba en llamas y tres de las seis motos también ardían, las
arrogantes fuerzas represoras habían sido totalmente sorprendidas. Juan Marco
lanzo sus cuatro artefactos y se dispuso a correr, para ocultarse según el plan, sus
compañeros también cumplían el protocolo a cabalidad, ataque y repliegue;
cuando había cubierto la mitad de las distancia hacia los edificios, volteo para ver
la ubicación de los demás integrantes del grupo, todos habían emprendido el
escape, o eso le pareció a primera vista; observando más detenidamente se
sorprendió con la desgarbada figura de Pablo de pie al borde de la verja, arrojando
lo que Juan Marco supuso eran piedras, intento llamarlo, pero su grito se ahogó en
la madrugada, Pablo Merchán se precipito sobre sus rodillas, en segundos una
jauría de uniformados lo rodeaba, uno de ellos le asesto una patada directo al
abdomen, Pablo lanzo un desgarrador alarido, los demás funcionarios se unieron
a la fiesta, literalmente lo molieron a palos, lo levantaron sin dejar de golpearlo ni
un instante, a trompicones lo subieron a una de las motos que no había sido
tocaba por el fuego y se lo llevaron. Juan Marco y el resto del grupo se
dispersaron como habían establecido previamente. Un estruendo proveniente de
la entrada del urbanismo provoco que instintivamente todos voltearan hacia allá. El
portón y la cerca de las residencias OPS habían dejado de existir, el vigilante de
la cabina intento expresar su reclamo ante la arremetida de las tanquetas pero fue
neutralizado de inmediato. La cabina de vigilancia estaba siendo destruida, junto a
las cámaras de seguridad, lo cual indicaba que no querían dejar evidencias de lo
que pensaban hacer. Esa noche seria dura e interminable.
Ya pasaba un día de la detención de Pablo Merchán, las fuerzas represoras se
volcaron como hienas sobre el complejo de edificios que conformaban las
residencias OPS; la madrugada anterior derribaron las puertas de gran cantidad
de apartamentos en su propia versión de la operación tun tun, un nuevo modelo
de allanamiento ilegal que el gobierno había puesto en marcha desde los primeros
días de mayo, en el cual no necesitaban una orden para irrumpir donde quisieran y
llevarse a todo aquel que ellos decidieran que era sospechoso de algo, decenas
de jóvenes que en su mayoría ni siquiera sabían porque estaban siendo
aprehendidos cayeron en esa redada brutal, también, cinco de los integrantes del
grupo de Juan Marco habían sido llevados al destacamento de la guardia nacional
ubicado en puerta morocha, según información suministrada por el foro penal
internacional y ratificada por los familiares de los detenidos.
Juan Marco Pereira se ocultó en el apartamento de una amiga que vivía en un
edificio aledaño al suyo, tanto la chica como sus padres eran acérrimos enemigos
del régimen, por lo cual brindaron el apoyo sin siquiera dudarlo. El apartamento de
la madre de Juan Marco ya había recibido la visita de la guardia nacional y de
agentes de investigaciones del CICPC, lo que indicaba que la captura y eventual
interrogatorio a Pablo había dado sus primeros frutos, se lamentaba por su amigo,
sabía que debía estar sufriendo vejámenes de todo tipo, solo así habrían podido
sacarle información, también le entristecía el mal rato por el que estaría
atravesando su madre, solo esperaba que no se hubiesen atrevido a maltratarla
físicamente. Su amiga salía y le traía noticias, los allanamientos no habían parado
en todo el día, prácticamente registraban cada rincón, ahora, con otros
compañeros detenidos Juan Marco se imaginaba que solo era cuestión de tiempo
para que dieran con su paradero, esa noche tenía pensado intentar superar el
cerco establecido en todo el perímetro de las residencias, uno vez fuera de allí
estaría a salvo, y buscaría un refugio seguro, solo debía esperar unas horas más,
calculando que la presión se disipara un poco, se camuflaría para tratar de pasar
inadvertido, aunque no sería fácil; por lo menos era mejor que permanecer pasivo
esperando que llegaran por él.
─No creo que sea buena idea que salgas ─dijo su amiga Karen con evidente
preocupación.
─No tengo otra opción, si me quedo terminaran hallando mi escondite, no quiero
que los acusen a todos ustedes de complicidad, ya han hecho bastante, no
soportaría que te pusieran presa, ni mucho menos a tus padres.
─Descuida hijo ─intervino el padre de Karen ─este gobierno ya nos ha quitado
muchas cosas, todos debemos aportar nuestra cuota de sacrifico, el camino a la
libertad no está exento de riesgos y amenazas, pero vale la pena.
Juan Marco no pudo contener una atrevida lagrima que recorría su mejilla cuesta
abajo, ese gesto de valentía de unas personas que arriesgaban su propia
tranquilidad para defender a otros era justamente uno de los motivos de la lucha
que miles de jóvenes mantenían en todo el país. Pero a pesar del gesto de
valentía de este hombre entrado en años y en canas, la decisión estaba tomada,
al filo de la madrugada se deslizaría por el complejo lo más discretamente posible,
hasta llegar a la verja que lo separaba de la avenida, y si todo se daba sin
inconvenientes ya mañana estaría bien lejos y fuera del alcance de los esbirros
maduristas.
Quiso agradecer la solidaridad de sus huéspedes justo al instante que un sonoro
estruendo se apodero de la noche. La puerta salió disparada como por efecto de
una explosión, varios hombres con uniforme de equipos especiales y armas largas
se precipitaron adentro del apartamento con dirección a él, se puso de pie y en un
inútil acto reflejo se cuadro en posición de combate, alcanzo a evadir la primera
andanada, pero el equipo de salto estaba compuesto por alrededor de diez sujetos
bien entrenados. Después de un breve forcejeo lograron inmovilizarlo, lanzo una
mirada retadora, por nada del mundo les iba a dar el gusto de que lo vieran
suplicar, de que lo dieran por rendido, tenía pavor, pero Juan Marco pensó que
igual lo maltratarían y lo golpearían, tal vez lo matarían, por ello lo mejor era
mantener la dignidad hasta el final. El miedo y la muerte también podían ser un
acto de valentía, de entrega por la causa, por lo menos les daría un ejemplo a
esos cobardes que se ensañaban contra el pueblo indefenso. Malditos asesinos,
cobardes, cabro…., no completo la última palabra, la culata de un fusil se estrelló
contra su sien. Escucho voces que se alejaban, y entonces todo se tornó oscuro,
como un túnel infinito. Y ya no escucho nada más.
XX
El grupo comandado por Juan Marco Pereira llevaba varios días reuniéndose,
estaba compuesto por ocho miembros, incluyendo a dos menores de edad que se
habían sumado a pesar de las advertencias de Efraín; con la experiencia adquirida
les resulto relativamente sencillo preparar su arsenal de bombas molotov y
pistolas de perno. Juan Marco se encargó de identificar los posibles blancos, entre
ellos las sedes de las oficinas gubernamentales de San Antonio de los Altos, así
como también los bancos del estado, aunque finalmente optaron por asestar un
primer golpe contundente, por ello terminaron seleccionando el destacamento de
la guardia nacional desde donde se organizaban los operativos para arremeter
contra la población, les darían un toque de su propia medicina.
El ataque se llevaría a cabo en horas de la madrugada, en la instalación militar
se encontraba estacionada la flota de vehículos utilizados para reprimir las
manifestaciones: ballenas, patrullas, motos y tanquetas, agolpadas una al lado de
la otra, un blanco perfecto si se actuaba con sincronización. La disminución de las
protestas representaba una ventaja, los centinelas que un mes atrás estarían
alertas en todo momento en esta ocasión se encontrarían relajados y confiados,
se deslizarían amparados en la oscuridad y arrojarían fuego contra el interior de
los vehículos, los ocho atacantes a la vez, luego aprovecharían la confusión para
escapar antes de que los militares pudieran reaccionar.
Tal como habían previsto la vigilancia era escasa, tan solo tres centinelas
constituían la defensa de la entrada principal del destacamento, en la parte
posterior tal vez habría un par más, el resto estarían durmiendo; eran más de las
dos de la madrugada y en pocos minutos se realizaría el último cambio de guardia
antes del toque de diana, debían lanzarse justo en ese momento para aprovechar
el agotamiento de los soldados. Juan Marco escalo una de las paredes laterales
de la base justo cuando uno de los centinelas se puso de pie y empezó a
deambular de un lado a otro de la alcabala, los demás permanecían sentados sin
percatarse de lo que pasaba a su alrededor ansiando ser relevados para ir a
descansar. Efraín fue el segundo en superar el muro, seguido de sus demás
compañeros, se agazaparon detrás de los vehículos, los utilizarían como escudo,
desde esa posición resultaba imposible que los guardias pudieran observarlos,
cada atacante ocupo el lugar establecido con anticipación, esperando la señal
para que debía llegar en pocos segundos. Juan Marco alzo su brazo derecho y el
grupo procedió a encender las mechas de sus bombas en forma simultánea, el
centinela de la alcabala no se dio por enterado; Juan Marco bajo su brazo,
entonces los atacantes treparon las unidades blindadas y arrojaron los dispositivos
incendiarios, de inmediato la luz se apodero de la noche, la llamarada despabilo a
los centinelas que ahora lucían confundidos, corrían de un lado a otro sin saber
exactamente qué hacer, los agresores volaron la verja y emprendieron la huida, a
los lejos escucharon el crepitar de la tropa que se ponía en movimiento, disponían
de escasos minutos para ponerse a resguardo antes que se descubriera que el
incendio no había sido accidental, cuando eso pasara esperaban estar a
kilómetros de distancia.
El estruendo de una explosión hizo que Juan Marco y su grupo se detuvieran en
seco, una bola de fuego se elevó varios metros por encima del cuartel de la
guardia nacional, segundos después una segunda explosión retumbo contra los
tímpanos de los atacantes que no dudaron en mostrar su júbilo, las llamas
aumentaron su intensidad, escucharon sirenas y gritos, pero hasta el momento
nadie los seguía, el ataque había sido ejecutado a la perfección, detrás de ellos
solo se podía observar destrucción, pero sin embargo sentían que era un acto de
justicia para los caídos, aunque muy poco comparado con los muertos que habían
producido las manifestaciones, con ello no detendrían al régimen pero les daban a
entender que no estaban peleando solos, que el pueblo tenia quien lo defendiera
de tanta arbitrariedad, de tanto abuso, los represores habían sido sorprendidos por
los cuerpos de resistencia. Ahora ellos también podían convertirse en víctimas, su
vulnerabilidad quedaba expuesta de forma dramática.
La mañana siguiente los titulares de la prensa pro gubernamental hacían gala de
su interminable capacidad de manipulación, echaban la culpa de todos los males
del país a los ataques terroristas de la derecha enloquecida, aprovechando de una
vez para justificar su constituyente dictatorial, la única vía según ellos para
alcanzar la paz, semejante ironía no hacía más que incrementar el descontento
social, la nueva elite sin escrúpulos no iba a ceder, el pueblo tampoco debía
hacerlo, la lucha tenia que continuar hasta las últimas consecuencias; el fin de la
dictadura o el fin de la república, no había espacio para ambas cosas a la vez.
El 28 de junio Venezuela amaneció convulsionada con la noticia del ataque
encabezado por Oscar Pérez a bordo de un helicóptero contra las sedes del
Ministerio del Interior y el Tribunal Supremo de Justicia, el grupo comando
integrado por miembros del CICPC se paseó por el cielo caraqueño exhibiendo
una bandera donde denunciaba a la dictadura de Nicolás Maduro, además se dio
el tiempo de ametrallar y arrojar granadas contra ambos edificios; el hecho
aunque no provocó víctimas fatales de inmediato se convirtió en tendencia
nacional e internacional, levantando suspicacias acerca de la credibilidad del
atentado, no faltó quien señalara que solo se trataba de otro mecanismo de
distracción por parte del gobierno, un truco más para desviar la atención. Juan
Marco Pereira no lo tomo desde ese punto de vista, para él y su grupo la acción
representaba una oportunidad, por fin aparecía alguien con su misma línea de
pensamiento, un líder a quien seguir entre tanto cálculo político y actitudes
timoratas, alguien con las suficientes pelotas para entender que las protestas
pacíficas no los llevarían a ninguna parte.
Nicolás Maduro por su parte no perdió la oportunidad de endilgarle el ataque a
los sectores de oposición, a quienes acusó de ser los autores intelectuales y
principales financistas del ataque, su ligereza resultaba más que sospechosa,
apenas se tenía información de la identidad de los atacantes y ya desde el alto
gobierno se hablaba de una conspiración internacional auspiciada por el
departamento de estado con apoyo de los dirigentes de la Mud. Juan Marco
decidió salir de dudas, convoco de inmediato a su amigo Efraín para analizar la
situación y determinar qué actitud debían tomar al respecto, aunque el mismo era
de la idea que lo mejor sería establecer contacto con Oscar Pérez y unirse a su
causa.
Efraín había adquirido una habilidad camaleónica para ocultarse, siempre se las
ingeniaba para despistar a los funcionarios de la policía política que
infructuosamente trataban de dar con su paradero, en una simulación del juego del
ratón y el gato, el astuto roedor escapaba valiéndose del factor sorpresa, evitaba
las rutinas y se mantenía alerta ante cualquier movimiento sospechoso; acudió a
la convocatoria realizada por Juan Marco sin chistar, aunque este había insistido
en reunirse en un lugar neutral Efraín no le presto la menor atención, salió apenas
recibió el llamado sin esperar instrucciones adicionales, tan solo veinte minutos
después se encontraba tocando la puerta del apartamento de la madre de su
compañero.
─
VII
XIV
La deseada licencia había llegado casi dos semanas más tarde de lo que estaba
previsto originalmente. Eduardo Salazar se sentía agobiado, tras veinte días de
guardias consecutivas su nivel de resistencia tanto física como mental estaban
llegando al límite; durante ese lapso había sido testigo de todo tipo de abusos y
tropelías, el 6 de mayo observo con indignación como la marcha de las mujeres
era obstaculizada y repelida por las fuerzas de seguridad de las que él formaba
parte, incluso le toco forcejear con unas enfurecidas manifestantes que
amenazaban con agarrarlo del cuello; de cierta manera entendía la frustración de
esas mujeres, su marcha se había llevado a cabo sin sobresaltos, sin agredir a
nadie, cuando de forma repentina el comandante de su pelotón ordeno utilizar
bombas lacrimógenas para acabar con la protesta, Salazar pensaba que esa
acción no tenía razón de ser, lo lógico era dejar que las marchantes llegaran hasta
su punto de destino, culminaran su actividad y se retiraran voluntariamente y en
paz, pero al parecer eso no estaba en la agenda del gobierno y mucho menos en
el libreto de la oficialidad militar; los oficiales se habían embarcado en una especie
de competencia para ver quien resultada el más inclemente, como si eso fuera
algo meritorio, como si se estuvieran jugando un valioso reconocimiento, la
barbarie también disponía de su ranking, la represión también podía ser una
manera de demostrar que tan eficiente podías ser en el cumplimiento de tus
funciones.
Pero lo que definitivamente le partió el corazón fue la brutal represión del 12 de
mayo, en la denominada marcha de los abuelos. En la mayoría de los países del
mundo resultaría un sacrilegio pensar en atentar contra sus ancianos, incluso en
naciones como Japón el respeto hacia sus viejitos raya en la veneración absoluta,
llegando a ser considerados su razón de ser como sociedad, su elemento más
valioso, su reserva moral. Por eso, no pudo sentir menos que frustración por el
trato dispensado por sus colegas a los marchantes de la tercera edad, en ese
momento comprendió que en Venezuela el mundo giraba al revés, los valores
eran un tesoro desaparecido, la ausencia total del respeto y la sensibilidad
constituían la norma a seguir. Esos abuelos con sueños de un país mejor para los
jóvenes, no representaban una amenaza para el gobierno, no eran ellos
precisamente con su carga de años, canas y reumatismo los que estarían
destinados a derrocar a Nicolás Maduro. La miradas de dolor que observo ese día,
le hicieron entender que estaban llegando al mismo límite de la locura, todo el país
necesitaba un urgente tratamiento psiquiátrico, millones tendrían que estar
sentados en acolchados divanes para que los especialistas pudieran determinar
una posible cura contra la demencia colectiva.
El domingo 14 de mayo Salazar pensaba holgazanear todo el día, no se sentía de
ánimo y a pesar de los ruegos de su novia Carmina se resistía a salir, además, en
Venezuela se celebraba el día de las madres, por lo cual tenía la excusa perfecta.
A las seis de la mañana se despertó sobresaltado, se incorporó de un salto solo
para comprobar que estaba en la habitación que su madre destinaba para él y no
en la Comandancia de la GNB en el Paraíso; Carmina, que había decidido
quedarse por el fin de semana, ya no se encontraba compartiendo la cama, pensó
en levantarse y buscarla ¿para que alguien que no es un sargento novato tiene
que pararse tan temprano? Se preguntó incomodo, entonces recordó que tanto
ella como su mamá quedaron en ir a primeras horas al mercado cercano para
surtirse de algunos víveres que debían preparar más tarde. Al contrario de otras
ocasiones, en el país no se respiraba un ambiente festivo, la población humilde
escasamente podía cubrir sus necesidades básicas de alimentación, estas fechas
especiales por lo general se celebraban con gran algarabía y con abundancia de
suculentos platos con sus respectivas bebidas, cerveza preferiblemente, ahora se
podían considerar con suerte si lograban meter los pies debajo de la mesa en las
tres ocasiones reglamentarias; y la cerveza era un gusto que ya pocos se podían
dar, rondaba los 25000 bolívares la caja, prácticamente medio salario mínimo.
El sueño se había disipado totalmente, en su trabajo madrugar era una rutina
insalvable, en cierto sentido los militares terminaban convirtiéndose en autómatas,
Salazar recordaba que había momentos en que despertaba con la mente en otro
sitio, tal vez pensando en las cosas maravillosas de la vida, como el amor y la
diversión, y de repente, prácticamente sin darse cuenta se encontraba plantado en
el patio de formación con todo el equipaje puesto, era algo que no podía
comprender, la respuesta podía ser que a su paso por la escuela les hubieran
implantado un chip para controlarlos, eso lo asustaba, ese chip también podía
contener la orden de matar, de defender a un gobierno opresor y corrupto a toda
costa, entonces difícilmente volvería a ser una persona normal, como cuando era
un joven despreocupado, pero feliz.
Se envolvió en las sabanas, y logro conciliar el sueño nuevamente, al cabo de
dos horas escucho la puerta del apartamento abrirse, su madre y Carmina estaban
de regreso, Salazar salió a su encuentro, las mujeres se encontraban en la cocina
e intercambiaban impresiones sobre su visita al mercado. En la pequeña mesa
del comedor tres diminutas bolsas de víveres se hacían un espacio entre unos
trastos dejados allí la noche anterior.
─Buen día ¿Cómo les fue? Pregunto Salazar.
─Apenas logramos comprar esto ─dijo Carmina señalando con desdén la mesa
del comedor.
La madre de Salazar frunció el ceño e hizo una mueca de molestia, que su hijo
conocía muy bien. Estaba enfadada.
A ver ¿Qué paso? ─volvió a preguntar Salazar.
Las mujeres se miraron como para decidir quién tomaba la palabra.
─Hijo ─dijo Carmen ─con el dinero que nos diste no logramos comprar casi
nada, todo está muy caro, y lo peor es que las cosas no se consiguen, recorrimos
toda la parroquia y lo único que se ve y se oye es la pelazón y el lamento.
─Pensábamos hacer una comida diferente, pero ni modo, ha resultado
prácticamente imposible ─agrego Carmina.
Salazar asintió pensativo. Valoraba el esfuerzo de las dos mujeres de su vida,
no podía permitir que su buena intención se perdiera en la nada.
─Voy a darme una ducha y a vestirme, todavía me queda algo de dinero,
debemos pasar por un cajero, sacamos algo y nos vamos a la playa, creo que me
hará mucho bien. Eso es lo bueno de permanecer encerrado en un cuartel, los
gastos se minimizan si evitas caer en tentaciones.
Ahora tanto Carmen como Carmina lucían confundidas.
─Creí que no querías salir por nada del mundo, ¿a que se debe tu repentino
cambio de opinión? Pregunto Carmina.
─No tenemos opción, de lo contrario pasaremos el día aquí viéndonos las caras
con el estómago vacío ─asevero Salazar ─mejor se cambian antes que cambie de
parecer ─agrego mientras se dirigía a tomar su baño.
Una hora y media después se encontraban montados en el bus que los llevaría
hasta las casi siempre atestadas playas del litoral varguense, antes habían tenido
que presenciar la anarquía que reinaba en la ciudad capital, en cada cuadra se
tropezaban con restos de barricadas, neumáticos todavía humeantes y bolsas de
basura desperdigadas por doquier como si nadie tuviera la responsabilidad del
aseo urbano. La imagen de Caracas era el reflejo de la triste realidad en la cual se
encontraba Venezuela, un vacío total de gobernabilidad, con un presidente
obsesionado con una constituyente con claros ribetes de fraude, para Maduro
nada era más importante, el mismo había trancado el juego, soñaba con consumar
su estratagema para no tener que pasar más nunca por elecciones justas, su treta
lo perpetuaría en el poder sobre las ruinas de la república; y ahí estaba Salazar,
jugando su papel secundario, pero también formando parte de ese circo, que a
diferencia del muy popular de los hermanos Valentino, este no generaba risas, ni
caras felices, Venezuela eran un tren descarrilado con un chofer suicida, al que no
le importaba estrellarse con todos sus pasajeros a bordo, si eso servía para
consolidar sus planes, si eso significaba aferrarse a su amada silla para siempre.