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Las 10 Plagas de Egipto

El documento resume la historia bíblica del éxodo del pueblo de Israel de Egipto. Explica que los israelitas emigraron a Egipto durante el tiempo de José y disfrutaron del favor de los egipcios al principio, pero con el tiempo fueron esclavizados. Dios envió a Moisés para liberarlos y envió 10 plagas contra Egipto, cada una desafiando a los dioses egipcios. La primera plaga convirtió las aguas de Egipto en sangre, juzgando a los dioses del r
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Las 10 Plagas de Egipto

El documento resume la historia bíblica del éxodo del pueblo de Israel de Egipto. Explica que los israelitas emigraron a Egipto durante el tiempo de José y disfrutaron del favor de los egipcios al principio, pero con el tiempo fueron esclavizados. Dios envió a Moisés para liberarlos y envió 10 plagas contra Egipto, cada una desafiando a los dioses egipcios. La primera plaga convirtió las aguas de Egipto en sangre, juzgando a los dioses del r
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uchos de nosotros probablemente estamos familiarizados con

los hechos básicos del éxodo del pueblo de Israel y su escape de


la esclavitud en Egipto. Para resumir brevemente, los israelitas
emigraron a Egipto en tiempos de José diecisiete años antes de
la muerte del patriarca Jacob, a quien Dios había dado un nuevo
nombre, Israel. Al principio disfrutaron el favor de los egipcios
gracias a todo lo que José había hecho como visir (o primer
ministro) del faraón. Sin embargo, a medida que pasaron los
años, esa relación cambió y los egipcios acabaron por considerar
a los israelitas como una amenaza. 

Con el correr del tiempo subió al poder un nuevo faraón, quien


esclavizó al pueblo de Israel. Las condiciones empeoraron tanto,
que los egipcios comenzaron a matar a los bebés israelitas de
sexo masculino para evitar que los hebreos no los superaran
numéricamente.  

Durante este tiempo, Dios levantó a un libertador llamado


Moisés. Él había sido salvado de la muerte cuando todavía era
un bebé y había crecido como miembro de la familia real de
Egipto. Pero después de matar a un egipcio huyó a la tierra de
Madián, donde cuarenta años más tarde Dios le habló desde una
zarza ardiente y lo envió de vuelta a Egipto para librar a los
israelitas de la esclavitud. En Éxodo 7:1-5, Dios le dice a Moisés
que va a hacer tres cosas:

1. Sacará a los israelitas de Egipto.

2. Lo hará “con grandes juicios”.

3. Lo hará de tal manera que “sabrán los egipcios que yo soy


el Eterno”. 

En Éxodo 12:2 Dios añade que además haría otra cosa muy


importante: “Pues yo … ejecutaré mis juicios en todos los dioses
de Egipto”. Por tanto, los juicios que Dios llevaría a cabo serían,
en cierto modo, contra los dioses egipcios. Él les enseñaría una
lección no solo a los egipcios, sino también a los israelitas, que
para aquel entonces ya habían estado en Egipto por varias
generaciones y se habían apartado de la religión de sus
antepasados, Abraham, Isaac y Jacob, y se habían empapado
completamente de la cultura y la religión egipcias.

La cultura egipcia era muy idólatra, y adoraba a una multitud de


dioses y diosas. Se creía que muchos de ellos supuestamente
tomaban la forma de animales, así que los egipcios consideraban
que las vacas, carneros, gatos, cocodrilos, cobras, ranas, y varios
insectos y aves, eran sagrados. En las representaciones de
deidades egipcias que acompañan este artículo pueden
apreciarse algunas de estas criaturas. 

Cada una de las plagas que Dios envió fue un desafío directo a
uno o más de los dioses y diosas de Egipto. Y si bien los egipcios
estaban familiarizados con cosas como langostas e insectos
picadores, lo que distinguió a estas plagas y las hizo únicas fue
que Dios las intensificó mediante su poder divino y las envió a
los egipcios en el momento que él escogió. Así, las plagas fueron
mucho peores de lo que normalmente hubieran sido, y se
llevaron a cabo exactamente cuando Dios dijo que sucederían
por medio de Moisés para mostrar que él, Dios mismo, era quien
estaba detrás de ellas.

Examinemos entonces cada una de estas plagas y veamos


quiénes eran los dioses o diosas contra los cuales el Dios
verdadero estaba ejecutando juicio. Veremos qué hizo el Dios
verdadero para enseñarles una lección tanto a egipcios como
a israelitas.

Primera plaga: las aguas  se vuelven sangre 

La primera plaga fue dirigida contra el río Nilo, vida y corazón


de Egipto. Esta nación era un desierto, y su economía y sustento
dependían de este río. Sus aguas irrigaban las cosechas, y sus
campos dependían del fértil lodo que depositaban en el suelo sus
crecidas. El Nilo era también la principal “carretera” del país, ya
que gran parte de sus negocios e intercambio comercial estaban
supeditados a él.  

¿Qué le sucedió entonces a este río, alma misma de la nación?


Leámoslo en Éxodo 7:19-20: “Y el Eterno dijo a Moisés: Di a
Aarón: Toma tu vara, y extiende tu mano sobre las aguas de
Egipto, sobre sus ríos, sobre sus arroyos y sobre sus estanques, y
sobre todos sus depósitos de aguas, para que se conviertan en
sangre, y haya sangre por toda la región de Egipto, así en los
vasos de madera como en los de piedra.

“Y Moisés y Aarón hicieron como el Eterno lo mandó; y alzando


la vara golpeó las aguas que había en el río, en presencia de
Faraón y de sus siervos; y todas las aguas que había en el río se
convirtieron en sangre” (énfasis nuestro en todo este artículo).

Y aunque esta plaga tuvo como objetivo principal el río Nilo, fue
mucho más allá. Todas las otras fuentes de agua también fueron
afectadas, incluyendo los estanques y arroyos de irrigación y
hasta el agua almacenada en jarrones y cubetas en las casas de
la gente.

Este fue un desastre terrible para los egipcios: toda el agua, vital
para la supervivencia de la población, estaba envenenada y no se
podía beber. Y como si eso no hubiere sido suficientemente
malo, “los peces que había en el río murieron; y el río se
corrompió, tanto que los egipcios no podían beber de él. Y hubo
sangre por toda la tierra de Egipto” (v. 21).

La catástrofe era total. Las reservas de agua que los egipcios


tenían para beber, lavar y bañarse ahora no eran más que un
desastre tóxico. Los peces, una de sus fuentes principales de
alimentación, habían desaparecido. Esto era absolutamente
devastador para el país.

Entonces, ¿podía ser esto un juicio contra los dioses egipcios?


Debido a que el Nilo era tan importante para los egipcios, estos
adoraban a varios dioses que tenían la responsabilidad de
cuidarlo. El gran dios Jnum, que generalmente era representado
como un varón con cabeza de carnero, era considerado el dador
y guardián del río Nilo.

Otro dios, Hapi, o espíritu del Nilo, era responsable de las


crecidas del río que traían consigo miles de toneladas de limo
fértil para abonar el suelo año tras año. También era venerado
como el dios de los peces, las aves y los pantanos, razón por la
cual a menudo se le representaba con juncos sobre su cabeza.
Otros dioses vinculados a las inundaciones eran Sopdet y Satet. 

Uno de los grandes dioses de la trinidad egipcia era Osiris, Dios


del mundo subterráneo. Los egipcios consideraban el río Nilo
como su torrente sanguíneo, ¡y ahora literalmente estaba como
sangre! Uno puede imaginarse el horror y la sensación de
abandono de los egipcios al contemplar el río que anteriormente
era hermoso, poderoso y sostenedor de vida, y que ahora era una
gigantesca cloaca maloliente cuya ribera estaba cubierta de
toneladas de peces muertos y en proceso de descomposición.
Esto afectaba también a Hatmehit, diosa guardiana de los peces
y los pescadores. 

Estos grandes dioses de Egipto resultaron ser inútiles para


prevenir la plaga que afectó al río. ¡Demostraron no ser nada
comparados con el Dios de Israel!

Un Dios de juicio

¿Por qué comenzó Dios con una plaga sobre el Nilo? ¿Y por qué
escogió una plaga de sangre? Porque él es un Dios de juicio y
justicia. Los egipcios tomaron a miles de pequeños e indefensos
bebés israelitas y los arrojaron al río para que se ahogaran o
sirvieran de alimento a los cocodrilos y peces (Éxodo 1:22). Los
egipcios habían derramado la sangre de los hebreos, y Dios
esencialmente les respondió: “Si quieren sangre, les daré
sangre para que beban”.

Por ello fue que Dios escogió el Nilo y por ello también fue que
lo convirtió en sangre — porque él es un Dios de juicio y
justicia. Esto nos enseña una gran lección: puede que Dios
demore su juicio, pero llega el momento en que actúa, y cuando
decide que es tiempo de ejercer justicia, la venganza es suya.

Debido a que los egipcios no habían mostrado ninguna


misericordia al esclavizar y oprimir brutalmente a los israelitas,
procurando incluso eliminarlos mediante un genocidio, Dios
llevó a cabo un juicio muy severo contra Egipto y sus
dioses falsos. 

Segunda plaga: ranas 

La segunda plaga consistió en ranas, como se describe en la


primera parte de Éxodo 8. No era nada raro que hubiera gran
cantidad de ranas, ya que los abundantes pantanos a lo largo del
Nilo eran terreno propicio y natural para la crianza de estos
batracios. Sin embargo, esta plaga fue diferente.

“Entonces el Eterno dijo a Moisés: Entra a la presencia de


Faraón y dile: el Eterno ha dicho así: Deja ir a mi pueblo, para
que me sirva. Y si no lo quisieres dejar ir, he aquí yo castigaré
con ranas todos tus territorios. Y el río criará ranas, las cuales
subirán y entrarán en tu casa, en la cámara donde duermes, y
sobre tu cama, y en las casas de tus siervos, en tu pueblo, en tus
hornos y en tus artesas” (vv. 1-3).
Las ranas eran consideradas una manifestación de Heqet, diosa
de los nacimientos y esposa del creador del mundo. Era
representada con cabeza de rana y cuerpo de mujer. Además, la
corte de Hapi, mencionado más arriba, incluía dioses cocodrilos
y diosas ranas. Y los tres dioses principales, Nun, Kek y Heh,
eran representados como hombres con cabezas de ranas. 

Las ranas se consideraban sagradas en Egipto porque vivían en


dos mundos, en el agua y en la tierra. Tan sagradas eran para los
egipcios, que incluso el pisar accidentalmente una de ellas podía
ser castigado con la muerte.

Note la gran ironía aquí. Se suponía que Heqet era la diosa que
controlaba los nacimientos, ¡pero durante esta plaga millones y
millones de ranas desbordaban el territorio y su reproducción
obviamente estaba fuera de control! Matar a una rana al pisarla
por accidente acarreaba una condena de muerte, pero ¿cómo
podían evitar algo así cuando el suelo estaba completamente
cubierto de una masa de ranas viscosas y chillonas? Había ranas
en el suelo, en sus casas, camas, hornos y platos.

Los egipcios prácticamente no podían caminar sin pisar las


ranas y aplastarlas, ¡y al hacerlo estaban violando sus propias
leyes y autosentenciándose a muerte por ofender a la diosa
Heqet y a las otras deidades de las ranas! Finalmente la gente
tuvo que salir y recogerlas en grandes pilas de cadáveres
malolientes y en descomposición. ¡Hasta ahí llegó su animal
sagrado! ¡Dios mostró en esta ocasión que era mucho más
poderoso que estos así llamados dioses!

La tercera plaga: piojos 

La tercera plaga, de piojos, se encuentra en Éxodo 8:16-17:


“Entonces el Eterno dijo a Moisés: Di a Aarón: Extiende tu vara
y golpea el polvo de la tierra, para que se vuelva piojos por todo
el país de Egipto. Y ellos lo hicieron así; y Aarón extendió su
mano con su vara, y golpeó el polvo de la tierra, el cual se volvió
piojos, así en los hombres como en las bestias; todo el polvo de
la tierra se volvió piojos en todo el país de Egipto”.

¿Cuál de los dioses egipcios estaba siendo juzgado ahora? Tal


vez esta plaga fue dirigida en cierta medida a Geb por la
abundancia de la tierra, pero en este caso, en vez de que la tierra
produjera cosechas, frutas y verduras, solo produjo piojos y sus
irritantes picaduras. ¡Y su dios Geb estaba dejando claro que no
tenía ningún poder para evitarlo!

Esta infestación también puede considerarse una bofetada a los


dioses egipcios en general, ya que ninguno de ellos pudo
contrarrestarla. Los egipcios invocaron a Harpócrates (Horus en
su forma de niño) para mantener alejadas las criaturas
peligrosas y a Imhotep, dios de la sanidad medicinal (y también
a otros dioses sanadores), pero no hubo alivio. El faraón
también era considerado dios, como veremos más tarde; sin
embargo, tampoco se escapó del contagio de piojos.

No deja de ser interesante la forma en que esto afectó a los


sacerdotes de los dioses de Egipto. El historiador griego
Herodoto, que viajó al antiguo Egipto, nos dice que los
sacerdotes egipcios debían realizar muchos rituales de
purificación para llevar a cabo su rol de sacerdotes. Algunos de
estos rituales se enfocaban específicamente en la forma de evitar
los piojos ya que, en caso de contagio, los sacerdotes no podían
desempeñar sus funciones religiosas en servicio a sus dioses. 

Una vez más vemos la ironía en esta plaga: el territorio estaba


infectado de piojos, que atormentaban a toda la gente y los
animales, ¡pero los sacerdotes de Egipto no podían ni siquiera
entrar a sus templos para orarles a sus dioses, ya que los piojos
los habían inhabilitado para servir!

La cuarta plaga: enjambres
En apariencia, la siguiente plaga se asemeja mucho a la de
piojos; pero probablemente fue muy diferente, como vamos
a ver.

Éxodo 8:20-23 nos dice: “Luego el Señor le dijo a Moisés:


Mañana, levántate temprano y párate delante del faraón cuando
baje al río y dile: Esto dice el Señor: Deja ir a mi pueblo para que
me adore. Si te niegas, enviaré enjambres de moscas sobre ti, tus
funcionarios, tu gente y todas las casas. Los hogares egipcios se
llenarán de moscas, y el suelo quedará cubierto de ellas. Pero
esta vez haré una excepción con la región de Gosén, donde vive
mi pueblo. Allí no habrá moscas. Entonces sabrás que yo soy el
Señor, y que estoy presente incluso en el corazón de tu tierra.
Haré una clara distinción entre mi pueblo y tu pueblo. Esta
señal milagrosa ocurrirá mañana” (Nueva Traducción Viviente).

La frase “de moscas” fue agregada por los traductores y no existe


en el hebreo original, que simplemente usa la palabra
“enjambre” para referirse a insectos voladores y que zumban.
Un escenario más probable, de acuerdo a la forma en que vemos
que Dios opera hasta aquí en esta historia, es que los
“enjambres” en este pasaje estaban compuestos de otro tipo de
insecto que los egipcios consideraban sagrado: el escarabajo.
Estos eran en realidad escarabajos peloteros o estercoleros,
¡insectos que se alimentan de excremento de animales! Los
escarabajos peloteros pueden ser además muy destructivos, ya
que tienen mandíbulas capaces de aserrar madera.

Si este fue el caso, ¿estaba esta plaga dirigida a algún dios


egipcio en particular? Así es. El dios egipcio Khepri era
representado como un hombre cuya cabeza era un escarabajo.
Khepri era considerado como el dios que empujaba al Sol a
través del cielo y se le asociaba con el escarabajo pelotero
porque estos insectos hacen rodar el estiércol hasta formar bolas
que empujan por el suelo, tal como Khepri empujaba al Sol por
el espacio, según creían los egipcios. 
Los escarabajos surgían de animales muertos o de estiércol, por
lo cual los egipcios creían que eran creados de la materia
muerta. Debido a esto, fueron asociados al renacimiento y la
resurrección. Los egipcios aparentemente no se daban cuenta de
que los escarabajos simplemente ponían sus huevos en
cadáveres de animales o en estiércol, y que de esos huevos salían
sus crías. ¡Esto ciertamente no tenía nada que ver con divinidad!

Así, cuando el enjambre de criaturas invadió el territorio y estas


se introdujeron en todo, tal como las ranas y piojos de las plagas
anteriores, esto fue una afrenta directa al dios Khepri. Este dios
probó ser incapaz de controlar los insectos terriblemente
perjudiciales que ahora se abrían camino destruyendo las casas
y edificios de Egipto. También debemos hacer notar que el dios
supremo Amón, dios del viento, debió haber sido capaz de
repeler y alejar a los enjambres. Una vez más, el Dios verdadero
demostró que los dioses de los egipcios eran
absolutamente inútiles.

Cabe destacar también que esta fue la primera plaga en la que


Dios hizo una distinción entre su pueblo y los egipcios. Los
israelitas debieron soportar las primeras plagas junto con los
egipcios, pero ahora Dios mantuvo esta plaga y las subsiguientes
lejos de Gosén, donde vivía su pueblo.

Quinta plaga: enfermedades del ganado

La quinta plaga, comenzando en Éxodo 9:1, tuvo como objetivo


los animales domésticos: “Entonces el Eterno dijo a Moisés:
Entra a la presencia de Faraón, y dile: el Eterno, el Dios de los
hebreos, dice así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. Porque
si no lo quieres dejar ir, y lo detienes aún, he aquí la mano del
Eterno estará sobre tus ganados que están en el campo, caballos,
asnos, camellos, vacas y ovejas, con plaga gravísima. Y el Eterno
hará separación entre los ganados de Israel y los de Egipto, de
modo que nada muera de todo lo de los hijos de Israel” (vv. 1-4).
Esta plaga significó un descomunal desastre económico para los
egipcios. Afectó sus fuentes de alimento, transporte, capacidad
militar, capacidad agrícola y los bienes económicos que
producían estos animales. Pero, aun así, el corazón del faraón
permaneció inamovible.

En Egipto no solo se valoraba enormemente el ganado, sino que


también se le consideraba sagrado. Los egipcios adoraban
muchos animales, entre los cuales se contaban toros y vaquillas.
El dios de la creación, Ptah, era representado por un toro vivo
conocido como “toro Apis”. El toro Apis era muy sagrado, y
cuando morían los egipcios lo endechaban como si hubiera
muerto un faraón. Después de muerto, el toro Apis era
embalsamado y colocado en una tumba, tal como un faraón.

Los dioses Atum y Ra, dioses creadores y también del Sol,


fusionados como una sola deidad, eran representados por el toro
negro Mer-Wer o Nem-Wer (llamado Mnevis por los griegos). El
cielo y las diosas Nut y Neith eran representadas como una vaca
celestial que daba a luz al universo y a otros dioses.

Una de las diosas madres más importantes de Egipto era


Hathor, representada como una divinidad con cabeza de vaca o
como una mujer con rasgos de vaca. Normalmente era
representada con un par de cuernos y con el disco solar entre
ellos. Se la consideraba la madre simbólica del faraón. 

Durante esta plaga, estos numerosos dioses egipcios no lograron


proteger el ganado ni el sustento de la población. Tenga en
cuenta que cada vez que los azotaba una nueva plaga, los
egipcios probablemente oraban desesperadamente a sus dioses
para que la detuvieran. No obstante, en todas las instancias, sus
dioses se quedaron callados y fueron incapaces de hacer algo.

Sexta plaga: úlceras
Ahora llegamos a la plaga de úlceras. “Y el Eterno dijo a Moisés
y a Aarón: Tomad puñados de ceniza de un horno, y la esparcirá
Moisés hacia el cielo delante de Faraón;  y vendrá a ser polvo
sobre toda la tierra de Egipto, y producirá sarpullido con úlceras
en los hombres y en las bestias, por todo el país de Egipto. 

“Y tomaron ceniza del horno, y se pusieron delante de Faraón, y


la esparció Moisés hacia el cielo; y hubo sarpullido que produjo
úlceras tanto en los hombres como en las bestias. Y los
hechiceros no podían estar delante de Moisés a causa del
sarpullido, porque hubo sarpullido en los hechiceros y en todos
los egipcios” (Éxodo 9:8-11).

Los egipcios adoraban a varias deidades sanadoras, y en


ocasiones incluso sacrificaban seres humanos en su honor. Las
víctimas eran quemadas en un altar y sus cenizas arrojadas al
aire, para que el viento las esparciera sobre el pueblo. Esto se
consideraba una bendición. Moisés tomó cenizas del horno y las
arrojó al aire, fueron esparcidas por el viento y cayeron sobre los
sacerdotes, la gente y los animales que quedaban. Pero esto, en
lugar de ser una bendición, se convirtió en dolorosas úlceras —
grandes pústulas que aquejaban a la gente.

Esta plaga debe haber sido una afrenta a varios de los dioses
egipcios. Uno de ellos, mencionado anteriormente, era Imhotep,
dios de la medicina. Otro era Toth, dios de la inteligencia y el
aprendizaje médico, quien tenía cabeza de ibis. Una de las
diosas era Isis, miembro de la trinidad egipcia y esposa de
Osiris. Se suponía que ella tenía la capacidad para resucitar a
Osiris después de su muerte, pero mostró ser impotente para
ayudar a los egipcios o protegerlos de las dolorosas úlceras que
les habían aparecido por todas partes.

El versículo 11 menciona específicamente que los hechiceros


[magos] sufrían también de úlceras. Los sacerdotes con poderes
mágicos, especialmente los del culto de Sekhmet (diosa de la
sanidad, además de su importante rol como diosa de la guerra),
eran los médicos del antiguo Egipto. Sin embargo, los magos
sufrían tan horriblemente a raíz de los furúnculos que apenas
podían estar de pie, y obviamente no podían usar el poder de sus
dioses aparentemente inútiles para sanar a otros.

Séptima plaga: granizo

Luego sobrevino la plaga de granizo. Esto debe haber sido algo


muy inusual, ya que la región donde ocurrió solo recibe
unos 50 mm de lluvia al año. 

“Y el Eterno dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para


que venga granizo en toda la tierra de Egipto sobre los hombres,
y sobre las bestias, y sobre toda la hierba del campo en el país de
Egipto. Y Moisés extendió su vara hacia el cielo, y el Eterno hizo
tronar y granizar … Asimismo destrozó el granizo toda la hierba
del campo, y desgajó todos los árboles del país” (Éxodo 9:22-
25).

¿Cuáles dioses de Egipto y su falta de poder expuso esta plaga?


Debido a que se originó en el cielo, la deidad más prominente
desacreditada por esta plaga fue Nut, el dios del cielo
mencionado anteriormente. A menudo se le representa en el
arte egipcio arqueado sobre la Tierra, con su cuerpo pintado
de estrellas.

Pero Nut no fue el único dios egipcio desprestigiado por esta


plaga. ¿Dónde estaba Shu, el dios del aire y sostenedor del cielo?
¿Por qué no detuvo esta devastadora tormenta? ¿Y dónde estaba
Horus, la deidad con cabeza de halcón, tercer miembro de la
trinidad egipcia y dios del Alto Egipto? ¿Y Seth, dios de las
tormentas y protector de las cosechas? ¿O Neper, dios de las
cosechas de grano? ¿U Osiris, el gobernador de la vida y
la vegetación?
Esta plaga fue otro demoledor golpe para la nación. Los egipcios
ya no contaban con pescado para su alimentación, debido a que
el Nilo se había convertido en sangre; la plaga del ganado había
matado a la mayoría de los animales, y los que aún quedaban en
los campos después de la tormenta de granizo sucumbieron a
esta, así que los egipcios ya habían perdido gran parte de sus
fuentes de carne y leche. Y, sin embargo, las numerosas
deidades vacunas mencionadas previamente no habían podido
hacer nada.

El lino mencionado en el versículo 31 era la principal fuente de


fibra para la ropa de dicho material, así que no solo perdieron
gran parte de su capacidad para alimentarse sino también la
materia prima para confeccionar su ropa.

Octava plaga: langostas

La plaga de granizo fue seguida de una plaga de langostas. El


granizo había aniquilado las cosechas y la mayoría de las
plantas, y lo poco que había sobrevivido ahora iba a ser
devorado por langostas.

“Entonces el Eterno dijo a Moisés: Extiende tu mano sobre la


tierra de Egipto para traer la langosta, a fin de que suba sobre el
país de Egipto, y consuma todo lo que el granizo dejó. Y extendió
Moisés su vara sobre la tierra de Egipto … Y subió la langosta
sobre toda la tierra de Egipto … y oscureció la tierra; y consumió
toda la hierba de la tierra, y todo el fruto de los árboles que
había dejado el granizo” (Éxodo 10:12-15).

La historia ha documentado la destrucción causada por


enjambres de langostas, en cuestión de minutos, a las reservas
de alimento de algunos pueblos. Estos insectos simplemente
devoran todo lo verde — cada hoja y brizna de pasto.
Nuevamente, tal como ocurrió con las plagas anteriores, los
dioses de Egipto se mantuvieron en silencio. Uno no puede
menos que preguntarse qué pensaron sus adoradores al ver
semejante destrucción. ¿Dónde estaba Anubis, el dios con
cabeza de chacal y guardián de los campos? ¿Y Osiris, el dios
supremo de la agricultura? Una vez más él, Isis, Seth y Neper, y
también Shu, dios del aire, y Amón, dios del viento,
fueron humillados.

Los campos devastados, arruinados por el granizo, quemados


por el fuego y arrasados por las langostas, fueron un testimonio
de la impotencia de los dioses egipcios.

Novena plaga: oscuridad

En Éxodo 10:21 leemos acerca de la aterradora plaga de


oscuridad. “El Eterno dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el
cielo, para que haya tinieblas sobre la tierra de Egipto, tanto que
cualquiera las palpe. Y extendió Moisés su mano hacia el cielo, y
hubo densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto, por tres
días. Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar
en tres días; mas todos los hijos de Israel tenían luz en
sus habitaciones”.

Imagine cómo sería que el mundo como usted lo conoce


súbitamente se oscureciera tanto que no puede ver nada. No
puede ver a otros miembros de su familia ni nada en su casa:
mesas, sillas,  camas, puertas, ventanas, sus campos, nada. El
mundo entero está en tinieblas, y esta oscuridad es palpable —
en cierto modo se puede sentir su presencia agobiadora en todo
el entorno, y esto se prolonga por un día y una noche. Y otro día
y su noche. Y luego un tercer día y una tercera noche. Para
quienes están acostumbrados a 365 días de luz al año, ¡esto debe
ser aterrador!
Esta plaga de oscuridad fue un juicio sobre la religión de Egipto
y toda su cultura. De todos los dioses de Egipto, ninguno era
más venerado que el Sol. El dios Sol, conocido también como
Re, Ra, Atum o Aten (y algunas veces Horus) había llegado a ser
identificado con el dios supremo Amun, Amón o Amen. Amón-
Ra era considerado el más grande de los dioses de Egipto. Se le
veneraba como el creador, el dador de vida, que inundaba el
territorio con sus rayos energizantes. Muchos de los faraones
incorporaron su nombre dentro de los suyos propios — nombres
como RAmsés (“atraído de Ra”), AMENhotep (“Amen o Amón
se complace”) y TutankAMÓN (“imagen viviente de Amón”). 

Sin embargo, en esta oscuridad Amon-Ra estuvo en silencio.


Literalmente, no se veía por ninguna parte. Nada era visible en
la agobiante oscuridad que se cernió sobre el territorio. Todos
los otros dioses y diosas de Egipto no solo demostraron ser
inútiles, sino que además su dios más importante, Amón-Ra, fue
tan impotente e inútil como ellos e incapaz de ayudar al pueblo.
Los dioses egipcios nuevamente les habían fallado.

Décima plaga: muerte de los primogénitos

La décima plaga fue muy selectiva. Destruyó a los primogénitos


de los egipcios, tanto humanos como animales. “A la
medianoche yo saldré por en medio de Egipto, y morirá todo
primogénito en tierra de Egipto, desde el primogénito de Faraón
que se sienta en su trono, hasta el primogénito de la sierva que
está tras el molino, y todo primogénito de las bestias. Y habrá
gran clamor por toda la tierra de Egipto, cual nunca hubo, ni
jamás habrá” (Éxodo 11:4-6).

¿Por qué los primogénitos? Dios consideraba a Israel como su


primogénito entre las naciones y le había advertido al faraón lo
que sucedería (Éxodo 4:22-23). Además, en aquel tiempo y
cultura, el primogénito recibía la mayor porción de la herencia
paterna. Los primogénitos generalmente llegaban a convertirse
en la elite gobernante del país: generales y funcionarios
militares, administradores principales y, con frecuencia, en los
mismos faraones. Este faraón en particular parece no haber sido
el primogénito en su familia, ya que no murió a consecuencia de
la plaga. Tal vez su hermano mayor había muerto siendo todavía
joven y él era el siguiente en orden de sucesión. Sin embargo, su
hijo era quien lo sucedería como el próximo faraón, y pereció en
esta plaga.  

Una vez más, los dioses de Egipto se mantuvieron mudos.


Serket, la diosa de la protección, probó ser inútil. Mesjenet, la
diosa que protegía el nacimiento de los niños, no pudo salvar a
los primogénitos. Sobek, el dios de la protección y la fertilidad
que era el epítome del poderío de los faraones, no pudo proteger
a nadie. Renenutet, el dios que parecía un buitre y era el
protector especial del faraón, no pudo librar al hijo de este, el
mismo que sucedería a su padre en el cargo. Y, nuevamente,
¿dónde estaba Osiris, el dador y gobernador de la vida? Todos
estos dioses falsos fueron juzgados y se comprobó que carecían
de poder y validez.

Juicio contra faraón

La muerte de los primogénitos fue la última plaga, pero no el


juicio final a los dioses de Egipto. Uno de los dioses
principales se mantuvo y posteriormente fue juzgado y se
comprobó que no era ningún dios.

Continuando con la historia, después que los israelitas por fin


salieron de Egipto, el faraón nuevamente cambió de parecer y
emprendió una cacería con 600 de sus mejores carros, más
todos los otros carros de Egipto (posiblemente varios miles en
total), para hacerlos volver a la esclavitud. Los israelitas fueron
acorralados en el mar por los egipcios, pero Dios demoró a estos
últimos valiéndose de un pilar de fuego y nube mientras el
pueblo de Israel cruzaba sobre tierra seca hasta el otro lado. 
Una vez que los israelitas cruzaron, Dios levantó el pilar de nube
y fuego y llevó a cabo juicio contra el último de los grandes
dioses egipcios. Ese dios era nada menos que Faraón mismo.

Los faraones eran considerados hijos literales de Ra o la


encarnación divina de Horus, lo cual significaba que ellos
también eran considerados dioses en la Tierra. En cierto modo
se creía que ellos personificaban a todos los dioses de Egipto y
que eran sus representantes ante el pueblo egipcio. Por ello era
que ejercían tanto poder sobre el pueblo: el poder de la vida, la
muerte y la esclavitud. Y por ello fue también que hicieron
construir tan magníficos monumentos para sí mismos y
fabulosas tumbas llenas de riquezas y tesoros. Se creía que estos
edificios debían honrar a dioses, no a simples seres humanos.

La responsabilidad mayor de un faraón era mantener todo en


orden para asegurarse de que las decenas de diosas y dioses
egipcios cumplieran bien sus responsabilidades, de manera que
el reino de Egipto se mantuviera próspero y fuerte. Pero este
faraón fracasó espectacularmente; no pudo evitar las plagas que
asolaron su reino y lo sumieron en el caos. No pudo prevenir la
muerte de su propio hijo, ni que sus ejércitos se ahogaran en el
mar. Él y su poderoso reino acabaron absolutamente derrotados
y avergonzados. ¡El último de los grandes dioses de Egipto fue
pesado en balanza, juzgado y hallado falto! 

Cuando analizamos todo esto, vemos que las plagas de Egipto no


fueron fortuitas. Dios es un Dios de lógica y orden; él envió cada
una de las plagas para mostrar específicamente a los egipcios y a
los israelitas que él era más grandioso que todos los dioses
de Egipto.

En su conjunto, las diez plagas provocaron la completa derrota


del faraón y de todo el panteón egipcio, tal como Dios había
prometido. Esta fue verdaderamente una guerra épica entre el
único Dios verdadero y las fuerzas demoniacas de la oscuridad.
El verdadero Dios ganó; los dioses de Egipto perdieron. ¿Pero
por qué? Dioses falsos como estos en realidad no existen, ¡y los
falsos dioses que engañan a la gente para que crea que sí existen
no se comparan en absoluto con el Dios de la Biblia! 

Lecciones importantes para nosotros

Entonces, ¿cuáles son algunas de las lecciones que debemos


aprender de estos acontecimientos y que se aplican a nuestras
vidas actuales?

1. Debemos darnos cuenta de que Dios toma muy en


serio el pecado. La gravedad de las plagas de Egipto revela
cuán en serio tomó Dios sus pecados. Sin embargo, él no solo
aborrece el pecado de los egipcios: él odia todo tipo de pecado.
Nunca debemos minimizar el pecado en nuestras vidas.
Cualquier pecado es grave, y si no nos arrepentimos de él nos
acarrearemos muerte eterna. 

2. Dios es paciente y nos da tiempo para arrepentirnos,


pero su paciencia tiene límites. Y él entrega advertencias,
como reiteradamente lo hizo con los egipcios; pero su paciencia
finalmente se le agota, y el resultado es su temible juicio. ¡Ojalá
nos arrepintamos antes de que esto suceda!

3. Muchas personas “se vuelven a Dios” en momentos


de calamidad, pero cuando las cosas mejoran, casi de
inmediato le dan la espalda nuevamente. Sus corazones
vuelven a endurecerse. Tal vez nos preguntemos cómo Faraón
pudo haber sido tan ciego y necio tantas veces, pero el hecho es
que él no era tan distinto a los demás. Cuando se vio bajo
presión, se ablandó y dijo que dejaría ir a los israelitas, pero tan
pronto esa presión cedió, su corazón se endureció una vez más. 

4. Dios está tratando de llamar nuestra atención.


¿Estamos escuchándole? Recuerde que los israelitas fueron
víctimas de las tres primeras plagas al igual que los egipcios.
Dios tenía que remecerlos y llamar su atención para poder
empezar a separarlos del mundo y convertirlos en su nación
escogida. Las noticias de lo que está ocurriendo a nuestro
alrededor actualmente debieran servir para despertarnos. Los
principales sucesos y tendencias que esta revista y sus
predecesoras han vaticinado por años de acuerdo a lo revelado
en la profecía bíblica, están comenzando a tomar forma ante
nuestros propios ojos.

5. Dios exige obediencia, no solo creer. ¿Por qué se


libraron los israelitas de la muerte de los primogénitos?
Tuvieron que confiar. Y después tuvieron que actuar. Tuvieron
que hacer algo. Tuvieron que poner la sangre del cordero
pascual en sus dinteles. Tuvieron que actuar y obedecer por fe o
hubieran perdido a sus primogénitos, como los egipcios. De
igual manera, nosotros en la actualidad tenemos que actuar y
obedecer fielmente y huir del Egipto espiritual representado por
este mundo, para que podamos ser salvos.

6. ¿Cuáles son sus dioses? Los egipcios tenían decenas de


dioses a los cuales adoraban y dedicaban sus vidas. ¿Y qué hay
de usted? ¿A qué dedica su vida? Un dios falso es cualquier cosa
que se interpone entre usted y el único Dios verdadero. ¿Cuáles
son los ídolos que se interponen entre usted y Dios? ¿Qué
consume su tiempo y energía? ¿Su trabajo o carrera?
¿Pasatiempos? ¿Deportes? ¿Entretenimiento? Únicamente
usted puede responder estas preguntas. Eso sí, recuerde que en
algún momento estas cosas se desvanecerán y no significarán
nada, como les sucedió a los egipcios, y quedará usted solo ante
su Creador para darle cuenta de las cosas a las que dedicó
su vida. 

7. Nuestro Dios todopoderoso está en absoluto control.


Esto es algo que vimos al repasar las plagas. Dios controlaba
cada aspecto de ellas para cumplir su propósito de librar a su
pueblo de la esclavitud y el pecado y hacer de él una nueva
nación. Esto debe darnos mucho consuelo y esperanza. Nada
escapa a su control; él ha comenzado una buena obra en
nosotros y la continuará mientras seamos receptivos y abiertos a
él para que continúe esa obra (vea Filipenses 1:6). No permita
que nada interfiera entre usted y el verdadero Dios y su voluntad
para su vida.  BN

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