CIENCIA, TECNOLOGÍA Y BIOÉTICA: UNA RELACIÓN DE
IMPLICACIONES MUTUAS
Rolando V. Jiménez Domínguez y Onofre Rojo Asenjo*
* Programa de la Maestría en Bioética de la Escuela Superior de Medicina, Instituto Politécnico
Nacional, México
Resumen: Este artículo aborda el tema de los valores en la ciencia y en la tecnología
desde la perspectiva tecnocientífica, procurando una base filosófica para la discusión.
Se revisan algunos avances tecnológicos que afectan la vida de los seres humanos y
sus interrelaciones, así como las posibles formas que estos efectos puedan adoptar en
el futuro. Se plantean algunas preguntas que se derivan de manera natural de estos y
otros desarrollos, y se propone una política de participación social en las grandes
decisiones sobre la ciencia y la tecnología, enfatizándose la importancia de difundir una
cultura científica en la sociedad. Finalmente, se considera a la ciencia y tecnología
actuales como sistemas no ajenos a valores y las implicaciones de esta concepción
para las actividades de investigación y la formación de recursos humanos en las áreas
científico-técnicas.
Palabras clave: ciencia, tecnología, sociedad, valores, sistemas tecnocientíficos
1. Introducción
La ciencia es un cuerpo de conocimiento organizado y sistematizado acerca del
Universo, incluidos nosotros mismos. Hasta este punto no existen implicaciones éticas,
porque el pensamiento es neutro en tanto no determine acciones; pero el humano,
dada su propia naturaleza, no se detiene nunca en sólo conocer y entender, y ha
desarrollado una extraordinaria habilidad para usar y aplicar el conocimiento para
múltiples propósitos, herramientas, productos y procesos de modificación de
materiales que alteran y afectan la forma de vivir. Esto es, la tecnología tiene
indiscutibles implicaciones éticas, ya que la vida alterada a la que conduce no puede
asegurarse que sea mejor o peor, y las consecuencias a largo plazo son, en la mayoría
de los casos, imprevisibles.
Bunge(1) considera que la ciencia debe entenderse como un sistema lógicamente
estructurado de conceptos y enunciados verdaderos, y la actividad científica como una
empresa teórica de investigadores que se rige por la búsqueda de la verdad objetiva.
Para él, la tecnología es el resultado de la aplicación de los conocimientos científicos en
forma de sistemas de acción basados en leyes científicas y por tanto racionales, de lo
que se concluye que el conocimiento científico y la tecnología, basados en la ciencia y
las humanidades racionalistas, son no sólo valiosos medios de producción y bienestar,
sino también condiciones para el debate democrático y la solución racional de los
conflictos.
Esta posición ultraoptimista de Bunge -quien en este artículo aboga por una cruzada
para expulsar de la Academia, como nuevos caballos de Troya posmodernos, a los
"constructivistas-relativistas"- es insostenible y resume cinco mitos que Daniel
Sarewitz(2) menciona. Siendo la sociedad la que sostiene al sistema y considerando al
sistema de alto valor estratégico para el desarrollo social y material de las naciones, es
necesario adoptar nuevos puntos de vista, que Sarewitz considera también mitos pero
más adecuados a la situación actual. El primer grupo de mitos actuales a los que se
refiere Sarewitz es el siguiente:
- El mito del beneficio infinito: más ciencia y más tecnología generarán mayor
bienestar público.
- El mito de la libre investigación: es posible cualquier línea de investigación,
científicamente razonable para producir beneficios sociales.
- El mito de la responsabilidad (rendición de cuentas): el sistema de revisión por
pares, la reproducibilidad de los resultados y otros controles expresan las principales
responsabilidades éticas del sistema de investigación.
- El mito de la autoridad: la información científica ofrece una base objetiva para la
resolución de disputas políticas.
- El mito de las fronteras sin límites: el nuevo conocimiento generado en la frontera de
la ciencia es independiente de las consecuencias morales y prácticas producidas en la
sociedad.
La idea de Sarewitz es que estos mitos han sido creados por la propia comunidad
científica, pero suelen fracasar a la hora de servir a los intereses de la sociedad.
Considera que no se puede divorciar lo que ocurre en el interior del laboratorio del
contexto social más amplio en el que está profundamente inmerso, existiendo la
necesidad de crear "un nivel más realista de expectativas respecto de las promesas
sociales hechas en nombre del sistema de investigación y desarrollo y un incremento
en la capacidad de objetivos sociales". Para esto sugiere una mitología alternativa
sobre la que volveremos al final de este documento.
En relación con el quinto mito -considerar a la ciencia como filosóficamente ajena a
valores y políticas, movida exclusivamente por intereses teóricos y verificación de
hechos, y como consecuencia declararla éticamente neutral, al margen de las
responsabilidades que el uso de los resultados de la investigación libremente llevada a
cabo conlleva-, es una posición que no se puede seguir sosteniendo, por muchas
razones. Por una parte, en la creación del conocimiento intervienen factores sociales,
económicos, culturales, ideológicos, entre otros, situaciones que no pueden quedar al
arbitrio de una sola persona; por otra, los resultados de su aplicación tienen una
trascendencia que puede ser considerada como parte de una estrategia nacional.
Los estudios de los últimos cincuenta años sobre la interrelación Ciencia-Tecnología-
Sociedad (CTS) han puesto de relieve la compleja red de agentes, actividades y
escenarios que integran la ciencia y la tecnología contemporáneas y, como
consecuencia, conducen a aceptar que éstas son un resultado de la cultura humana:
realizaciones sociales y culturales(3).
2. Aspectos éticos del desarrollo tecnológico
Un examen somero de la tecnología nos mostraría que tiende siempre a crecer y
renovarse: la creatividad y la innovación son aspectos destacados de su actividad, de
tal modo que cuando se detiene corre el riesgo de derrumbarse (efecto bicicleta).
Además, se relaciona con otras actividades del quehacer humano, formando un
sistema cuya dinámica compleja se conoce como "desarrollo tecnológico". La
tecnología se relaciona con los propósitos del ser humano, sus aspiraciones y sus
valores; en muchas ocasiones es el instrumento para su logro(4). El ser humano ha
aspirado siempre a extender y ampliar sus capacidades intrínsecas: ver más, mejor y
más lejos, de donde surgen instrumentos (lentes, anteojos, telescopios, microscopios);
la extensión de su movimiento (caballos, trenes, aviones); la ampliación de las
funciones cerebrales (libros, calculadoras, computadores); la reducción de los riesgos
(defensa contra el frío, las inundaciones, el hambre, las enfermedades), por ejemplo.
La tecnología, como expresión de creatividad, se relaciona con propósitos, anhelos y
valores: extiende la capacidad humana y elimina o reduce los riesgos.
La exuberancia y virtuosismo de la tecnología y, por ende, del desarrollo tecnológico
nos lleva a formular algunas cuestiones: ¿para qué crear? ¿Para qué ampliar y
extender las capacidades humanas? ¿Hasta qué punto? ¿Para qué eliminar los riesgos?
No siempre es bueno ni moral el crecimiento. No olvidemos que el cáncer es un
crecimiento celular incontrolado: ¿no podría sucedernos lo mismo con el crecimiento
tecnológico?
Al mismo tiempo que la tecnología amplía las posibilidades de vida, plantea una serie
de responsabilidades y de problemas que están lejos de haber sido resueltos filosófica,
legal o políticamente(5). Como consecuencia del desarrollo técnico se establece una
nueva división del trabajo y comenzamos a ser expertos en nuestro oficio, piezas
sustituibles en el engranaje social, pero con la obligación de tomar decisiones que
tienen implicaciones bioéticas muy vastas. Al decidir, casi siempre tenemos un
conocimiento experto del problema, pero sin tiempo ni lugar para reflexionar sobre sus
alcances. De aquí la necesidad de una formación en bioética.
Los juicios de Nürenberg establecieron de forma contundente (aunque desde el lado
vencedor) que el cumplimiento del deber no excluye la responsabilidad ética. Esta
doctrina extendida al trato médico de poblaciones segregadas, como en el caso
Tuskegee(6), llevó a acuñar el término bioética en 1970(7,8), referido a una
preocupación central acerca del ser humano y su entorno, el cuidado de otras
especies, ecosistemas y el equilibrio de la vida en el planeta. Para Ruy Pérez
Tamayo(9) la bioética nació como un puente entre la biología y la filosofía, pero incluye
también la ecología, la medicina y la antropología, y busca un lenguaje común entre
todas ellas. Con un alcance más amplio, el mismo Potter concibió a la bioética como un
puente entre la ciencia y las humanidades, concepto cuya fertilidad y profundo
significado lo hacen hoy tan evidente y necesario.
¿Cuántos profesionales de la salud necesitan, antes de emitir un diagnóstico, una serie
de estudios, gráficos y números obtenidos en equipos de varia complejidad
tecnológica, y olvidan la importancia de la palpación, el ojo clínico o el semblante de
los pacientes? Quien haya estado alguna vez internado en un hospital moderno se
habrá sentido más atendido por aparatos y sensores electrónicos que por personal
médico o paramédico. ¿Ha enfermado la medicina? Estos hechos deben llevarnos a
reflexionar sobre las implicaciones éticas de la ciencia y de la tecnología.
La tecnología permea e interviene en multitud de actividades relacionadas con nuestra
manera de vivir (desde el momento de la fecundación hasta la prolongación de la vida,
como examinaremos más adelante) y es importante que su uso -y no su abuso-
conduzca a una mejor vida, objeto de la bioética, pues, como se ha dicho, su razón de
ser es evitar que su avance incontrolado arrase con los principios y valores del ser
humano(10).
3. Biotecnología. Sistemas tecnocientíficos. Transgénicos
La segunda mitad del siglo XX estuvo marcada por el surgimiento y crecimiento de los
sistemas tecno-científicos: la investigación nuclear, la espacial, la informática, las
telecomunicaciones, la telemática y en especial la biotecnología(11).Un sistema
tecnocientífico se crea cuando alguien (singular o colectivamente) intencionalmente
(planeación), mediante técnicas apropiadas, transforma un objeto concreto y produce
artefactos(12,13). Siguiendo a Olivé podemos decir que en todo sistema tecnocientífico
cabe distinguir: (a) agentes intencionales que persiguen un fin, (b) objetos que se
transforman, (c) técnicas de manipulación de los objetos y (d) resultados en forma de
artefactos. Las técnicas son sistemas de habilidades y reglas que conducen a la
solución de problemas y, por tanto, cambian de acuerdo con el problema propuesto;
pueden ser habilidades materiales o intelectuales, como técnicas matemáticas, de
cómputo, etc. Los artefactos suelen ser el resultado de las transformaciones de otros
objetos concretos, pero no siempre son un resultado previsto y deliberado. Por
ejemplo, el adelgazamiento de la capa de ozono es un artefacto no intencionalmente
buscado, resultado del uso indebido de compuestos que contienen clorofluorocarburos
(CFC) utilizados como base en aerosoles.
Los transgénicos son organismos modificados genéticamente; son objetos
biotecnológicos, por tanto, son artefactos con vida creados con técnicas de
manipulación biológica. Han existido transgénicos a lo largo de toda la historia: el
cruce de los animales (asno-caballo), injertos de unas variedades de vegetales en
otras para lograr mejor rendimiento u obtener variedades resistentes. Sin embargo, el
caso reviste características y problemas nuevos cuando las posibilidades de producción
de transgénicos -como consecuencia de la fusión del conocimiento científico y la
tecnología han aumentado casi sin límites y sus consecuencias no son totalmente
previsibles.
La biotecnología es un sistema de espectro muy amplio que va desde las vacunas
hasta la clonación de especies animales. Las variedades vegetales transgénicas son
sólo un aspecto muy pequeño de ese gran panorama y si se ha suscitado un debate
nacional e internacional es debido a que con un conocimiento incompleto se trata de
obtener leyes universales de comportamiento y aquellas ideologías de los diferentes
grupos involucrados no encuentran un terreno común de acuerdo. La actitud no puede
consistir en oponerse rotundamente al proceso, pero sí estar alertas a posibles
consecuencias desagradables que pudieran surgir al utilizar transgénicos.
En junio de 2005, un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló que
no sólo no se han encontrado indicios de que los transgénicos sean nocivos para la
salud, sino que pueden ayudar a mejorarla; sugiere que se sigan haciendo
evaluaciones desde un punto de vista social y cultural. Por otra parte, Greenpeace y
otras organizaciones no gubernamentales se aferran al punto de vista opuesto y
abogan contra todo uso de transgénicos, su importación y hasta su posible ensayo.
¿Cómo evaluar los sistemas biotecnológicos y sus artefactos, y las consecuencias que
generan, cuando éstos afectan intereses de diversos sectores de la sociedad? ¿Cómo
manejar estos problemas en una sociedad contemporánea que aspira a vivir
democráticamente?(14).
La discusión bioética con relación a los sistemas biotecnológicos debe hacerse de
manera transparente, con abundante información y, hasta donde ello sea posible,
desprejuiciada y al margen de intereses particulares, de tal modo que los acuerdos
sean éticamente justificables.
4. Las tecnologías de la reproducción
Las técnicas utilizadas en la reproducción humana merecen consideración especial
porque tienen una amplia perspectiva de aplicación médica, ofrecen facetas bioéticas
singulares y se está muy lejos de un consenso en cuanto a su uso y legitimidad.
Nuestra generación posee un conocimiento que no tuvieron generaciones anteriores
acerca de cómo ocurre la concepción humana y cómo se interrumpe. Con esta
información la humanidad puede intervenir en su propia reproducción: técnicas simples
de fertilización in vitro pueden evitar muchos de los problemas iniciales de la
concepción; los embriones pueden ser conservados criogénicamente; se pueden donar
gametos y embriones, y existe la posibilidad, a través de la investigación y el
desarrollo de nuevas técnicas, de descubrir y corregir mal formaciones del nuevo ser
en el embrión mismo(15).
El desarrollo de estas tecnologías conduce a situaciones en que una persona o grupo
de personas adquiere un rol que siempre hemos atribuido a Dios. Los puntos de vista
éticos ante la fertilización in vitro son diferentes entre judíos, musulmanes y cristianos,
y aun en un mismo país y en la misma cultura, entre diferentes asociaciones científicas
y profesionales: se presentan como antagónicos el derecho a la vida y el derecho a
elegir.
Lo cierto es que por primera vez en la historia de la humanidad se puede, mediante el
uso de la ciencia y de la tecnología, resolver el ancestral problema de infertilidad y
satisfacer el anhelo de asegurar la descendencia que tiene casi todo ser humano. Las
situaciones legales y sociales, sin olvidar las religiosas, que aparecen como
consecuencia del uso y difusión de las tecnologías de la reproducción humana son muy
variadas y singulares.
El solo tema del "parentesco por encargo" suscita otra serie de cuestiones de carácter
legal y ético, que comienzan a plantearse en las cortes de justicia y para las cuales aún
no existe jurisprudencia. Nos encontramos con que la tecnología extiende las
posibilidades existenciales pero, al mismo tiempo, origina una serie de
responsabilidades que filosófica, legal o políticamente no están resueltas. El que
desarrolla la tecnología y no sólo el que la aplica debe reflexionar sobre sus
implicaciones.
La manipulación del material genético preembriónico crea otros problemas bioéticos
relacionados con el aborto, y ello llevaría al enfrentamiento con los grupos pro vida. El
punto de vista cristiano es que existe la persona desde el momento mismo de la
concepción y que, por lo tanto, el embrión debe considerarse como sagrado. Paul
Badham(16), clérigo anglicano (Chair of Religión and Ethics de St.David´s University
College de la Universidad de Gales, U.K.) analiza esta posición frente a la Biblia, la
tradición de la Iglesia y los requerimientos de un razonamiento cristiano, llegando a la
conclusión de que no existe un fundamento adecuado para lo que ha dado en llamarse
"posición cristiana" ante el aborto y la manipulación genética.
5. Neuroética(17, 18)
Se han explorado algunos sistemas tecnocientíficos construidos a partir de la ingeniería
genética y se especula acerca de las posibilidades terapéuticas que ofrece la
manipulación de genes: prevención de enfermedades asociadas con genes específicos
del código genético, los cuales podrían ser bloqueados en sus efectos y con ello
evitarlas. La fantasía se desborda cuando se asocia la manipulación con el logro de una
descendencia diseñada de acuerdo con patrones de color, tamaño, inteligencia, etc. En
todas estas especulaciones están ausentes las consideraciones bioéticas y parecen
olvidarse también los fundamentos genéticos de la evolución humana.
Sin embargo, no paran aquí las tribulaciones. Cuando se considera posible afectar,
como ya empieza a serlo mediante manipulación genética y neurotecnologías
apropiadas, el funcionamiento del cerebro y con ello la conciencia, último reducto de la
personalidad humana, es razonable que surja un nuevo campo de estudio acerca de las
posibles consecuencias de estos procesos, conocido como "neuroética", y cuyo
propósito es el estudio y consideración de los beneficios y peligros asociados a la
investigación moderna del cerebro y, por extensión, las implicaciones sociales, legales
y éticas que resultan del tratamiento y/o manipulación de la mente.
Las tecnologías actuales derivadas de las neurociencias, el desarrollo de nuevos y
poderosos fármacos y la utilización de técnicas de resonancia magnética para la
detección y alteración de los estados neuronales, están dando origen a problemas
éticos novedosos que trascienden el ámbito de la bioética. Estas técnicas de
tratamiento y manipulación del cerebro y los estados mentales asociados constituyen
lo que se conoce como "neurotecnologías".
Las neurociencias traen aparejados nuevos problemas bioéticos, cuya naturaleza los
hace particularmente complejos y dignos de especial consideración. Sin entrar en el
problema de entender cómo nuestros cerebros llegan a juicios morales y éticos, hay un
conjunto de cuestiones que pertenecen a la neuroética como, por ejemplo, los
planteados por Michael S. Gazzaniga en su libro "The Ethical Brain"(19). Gazzaniga
pregunta ¿es técnicamente posible escoger los genes de la inteligencia? Y en caso de
serlo, ¿determinan estos genes por sí solos la inteligencia? ¿Es ético este tipo de
manipulación? El autor no descarta una no lejana posibilidad de alterar la personalidad
y la inteligencia a través de la manipulación genética, a pesar de que ser persona
depende también de la influencia de los demás y del azar. Se necesita no sólo cierta
organización genética para ser un profesional brillante, un atleta o un músico; se
requieren muchas horas de práctica y apoyo social. Sin embargo, ¿seremos lo
suficientemente inteligentes para no manipular los genes de la inteligencia más allá de
lo que la evolución de la especie humana determina?
6. Conclusión
Aunque sólo se han explorado aquí algunos sistemas tecnocientíficos, puede ya
entenderse el tamaño y la complejidad de los problemas asociados al desarrollo de
nuevas tecnologías y al avance científico en general. El viejo esquema lineal de la
relación "ciencia-tecnología-sociedad-bienestar humano" resulta ser ahora un esquema
teórico y en el mejor de los casos histórico, pues no sirve para describir la situación
actual. De ahí que concebir la ciencia y tecnología actuales como valorativamente
neutras sea no solamente falso sino incluso peligroso: no puede seguirse educando a
las nuevas generaciones de científicos y tecnólogos al margen de las implicaciones
éticas de su actividad.
No se podrá negar que la ciencia y la tecnología han contribuido enormemente para
mejorar la vida de los seres humanos, pero si se analizan estos resultados en el sentir
y humor de la gente pareciera que no todo ha sido para felicidad humana. Los valores
y metas de la sociedad postindustrial difieren notablemente de los de hace dos o tres
generaciones, estableciéndose la "brecha generacional" con muy poca comunicación
por lo que respecta a los valores. La nueva cultura con base tecnológica está para
quedarse y avanzar del lado técnico. Los que han probado alguna vez el desarrollo
tecnológico tardan en reaccionar ante sus otras consecuencias. Lo que se puede es
repensar la tecnología en un mundo centrado en lo humano.
Volviendo a Sarewitz, la mitología alternativa que propone se basa en:
- Tratar de aumentar la diversidad, especialmente en la cúpula, entre la comunidad
que lleva a cabo la investigación científica y el desarrollo tecnológico.
- Tomar en cuenta el elemento humano al dirigir y controlar el crecimiento y la
productividad.
- Crear mecanismos (brokers) honestos de intermediación entre el laboratorio y la
arena política, que ayuden a crear y mantener armonía, flujo de información y
expectativas.
- Crear vías democráticas amplias para la participación pública en la toma de
decisiones sobre ciencia y tecnología.
- Procurar un enfoque global que se centre en la sustentabilidad más que en el
crecimiento ilimitado.
Esta nueva mitología apunta hacia una política democrática en la toma de decisiones
en relación con la ciencia y la tecnología, controlando el poder de los expertos que en
ocasiones es excesivo y se contrapone al poder de decisión de los afectados. ¿Se
logrará este objetivo? Hasta ahora los hechos parecen decir lo contrario, pero quizá la
inminencia de la catástrofe obligue a comprenderlo y lograrlo.
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Recibido: 8-7-2007 Aceptado: 3-11-2007