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Los Avances Importantes en La Teología de La Liberación

Este documento resume los avances más importantes en la teología de la liberación entre 1972 y 1978, incluyendo 7 temas clave: 1) El interlocutor principal pasó a ser las masas empobrecidas en lugar de los no creyentes; 2) La Biblia se releyó desde la perspectiva de los pobres; 3) La historia de la Iglesia se releyó desde los oprimidos; 4) Los pobres se reconocieron como agentes del cambio histórico; 5) La cristología se profundizó desde la perspectiva latinoamericana
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Los Avances Importantes en La Teología de La Liberación

Este documento resume los avances más importantes en la teología de la liberación entre 1972 y 1978, incluyendo 7 temas clave: 1) El interlocutor principal pasó a ser las masas empobrecidas en lugar de los no creyentes; 2) La Biblia se releyó desde la perspectiva de los pobres; 3) La historia de la Iglesia se releyó desde los oprimidos; 4) Los pobres se reconocieron como agentes del cambio histórico; 5) La cristología se profundizó desde la perspectiva latinoamericana
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Los Avances importantes en la teología de la liberación (1972-

1978)

Destacan siete temas en los que se avanza en este período. No ocurre


esto en un orden cronológico exacto, pues no obedece a un programa
preestablecido, sino que los temas se van perfilando muchas veces desde
la situación y necesidades sentidas por las diversas comunidades
eclesiales. Aunque algunos temas se van entrelazando, trataré de
presentarlos aproximadamente tal como van siendo profundizados.

- El interlocutor de la teología de la liberación. En el encuentro de El


Escorial, Gustavo Gutiérrez desarrolló y valoró el esfuerzo de la teología
europea moderna, que llegó a fructificar en el Concilio, al tratar de
responder a los retos del no creyente. Ahora bien, en América latina la
increencia es mínima. Por el contrario, la miseria y pobreza son
generalizadas. De ahí considérase como el interlocutor de la teología
latinoamericana a las muchedumbres en situación de no humano. El
asunto no es, pues, cómo hablar de Dios en un mundo increyente y
secularizado, sino cómo anunciarlo como Padre en un contexto
deshumanizado e injusto[34]. El esclarecer y determinar el interlocutor
teológico ayudó a situar correctamente los avances y las críticas al
pensamiento emergente latinoamericano.

- La Biblia releída y ahondada desde los pobres. Si bien son varios
teólogos quienes viven en su práctica e iluminan este aspecto[35], el que
coronó muchos esfuerzos y logra plasmar un método es Carlos
Mesters[36]. La invitación e impulso conciliares para la utilización de las
Escrituras se van haciendo realidad en miles y miles de cristianos y
comunidades que aprovechan los elementos metodológicos de Mesters.
Punto clave en la hermenéutica bíblica es la vida y solidaridad con los
pobres. De esta comunión surge el escuchar juntos los pasajes bíblicos y
recoger sus intuiciones y reflexiones. Con este material se profundiza,
junto con otros exegetas, el sentido de los textos. Y esto se sistematiza y
ofrece en folletos populares. Mesters y un puñado más realizan esa
siembra a lo largo de esa década.

- Releer la historia de la Iglesia desde el reverso. Sobresale el


estudio de Enrique Dussel, Historia de la Iglesia en América
latina[37]. Es el primer intento de reorientar la lectura de la historia
eclesial desde la praxis de la liberación. Este enfoque marca la distancia
entre la lectura de Dussel y las lecturas tradicionales. Usa como
instrumento y paradigma de análisis el de Fessard, en sus tres relaciones
fundamentales: hermano-hermano (político-justicia); hombre-mujer
(erótico-sexual-familiar); padre-hijo (pedagógica). Ella configura el
núcleo ético-mítico, y es el núcleo que da sentido a la vida de los pueblos.
Con el colonialismo español, ese núcleo, en los indígenas, fue oprimido;
fue la etapa de la cristiandad colonial. En la segunda etapa (1808-1930),
de los estados republicanos, señala Dussel que se cambió de dueño, pero
siguió la dependencia, ahora de las ideologías y formas políticas surgidas
de la revolución francesa. La tercera etapa, que se inicia en 1930, apunta
hacia el despertar del subcontinente hacia su liberación. Este intento de
relectura ayudará a iluminar y reenfocar la labor de muchos estudios de
historia de la Iglesia[38].

- La fuerza histórica de los pobres y la justicia. En los libros de


Gustavo Gutiérrez La fuerza histórica de los pobres y Desde el reverso de
la historia[39] se recalcó que los pobres no son sólo el lugar privilegiado
de la manifestación de Dios, sino que son también los portadores
fundamentales de la buena noticia de la liberación. Los pobres nos
evangelizan al constituir el sujeto histórico del reino. Desde ellos se puede
cambiar la historia hacia la fraternidad; tienen el potencial del Espíritu del
siervo de Yahvé. Mientras los poderosos ofrecen su propia visión histórica
es muy otra la lectura del Espíritu de Dios, que opera desde los humildes y
sencillos.

- Cristología desde América latina. Profundizar en la praxis de la


liberación implica ahondar en la praxis histórica de Cristo. La cristología,
corazón de toda teología cristiana, fue lógicamente la que empezó a ser
más trabajada en la teología de la liberación. En este período, los estudios
de L. Boff y J. Sobrino sobre el tema son sin duda los mejores frutos de
una abundante producción. El estudios de L. Boff pone de relieve y
manifiesta lo certero de calificar a Jesucristo como el Liberador, título
muy estimado por los cristianos comprometidos con el pueblo. Además,
ofrece una sólida presentación bíblica de Cristo desde una perspectiva
latinoamericana[40]. El estudio cristológico de Jon Sobrino representa un
avance cualitativo en la reflexión teológica sobre este tema. Critica
profundamente puntos de partida cristológicos que no se fundan en el
Jesús de la historia. Y retoma y relee, desde la perspectiva de los pobres,
los aspectos centrales del acontecimiento histórico de Jesucristo. Quizá no
sea demasiado arriesgado afirmar que este estudio fue la mejor aportación
a la teología de la liberación en la década de los sesenta[41].

- Espiritualidad y método teológico. Una espiritualidad, una


evangelización que no ayuden al cambio de corazón y de mente son falsas.
Una teología que no manifieste el porqué del cambio y sus orientaciones
es como un foco fundido. Monseñor Proaño ayudó en esta
iluminación[42]. Muestra cómo la evangelización tiene una clara
dimensión concientizadora y politizadora. En esa perspectiva escribió:
“Una contemplación, una espiritualidad que no están enraizadas en la
misión liberadora de Cristo no son auténticas”[43]. Y lo mismo cabe decir
del quehacer teológico. El método teológico latinoamericano surge y bebe
de la espiritualidad del Verbo encarnado y liberador. J. L. Segundo ofreció
un magnífico aporte sobre la teología y la correcta hermenéutica[44].
Asimismo, Pablo Richard, en diálogo con la teología europea, subrayó
cómo el método teológico latinoamericano parte de la situación opresión-
liberación. Por tanto, no se centra, a diferencia de teologías europeas
progresistas, en la oposición abstracto-concreto, sino en la dominación-
liberación; ni en la deductivo-inductivo, sino en la interpretación-
transformación[45].

- Iglesia y liberación. Tierra fértil donde surge la fisonomía, el rostro


rejuvenecido de la Iglesia en el espíritu de Medellín, son las comunidades
de base. En ellas va creciendo una reflexión sobre sus características, sus
notas como Iglesia. Momentos que recogen y sistematizan muchas
experiencias y reflexiones fueron los encuentros nacionales de las
comunidades eclesiales de base, entre los que destacan los del Brasil. Su
primer encuentro nacional se efectuó en la ciudad de Vitoria. Allí, el
proceso de Iglesia y teología alcanzaron un nuevo nivel. Se realizan con
una periodicidad de tres años y vienen marcando las etapas por las que va
pasando dicha Iglesia y su misión liberadora al interior del pueblo. En
distintas formas, según situaciones y momentos propicios de los diversos
pueblos, se va dando un proceso similar.

La elaboración y desarrollo de estos temas fueron delineando las


características propias de la teología de la liberación latinoamericana. Al
crecer esta reflexión, con sus rasgos específicos, se fue distinguiendo de
otro tipo de reflexiones. Sus valores fueron iluminando el caminar
eclesial, y a la vez, experimentó la exigencia de mayores esfuerzos para
responder al clamor y urgencia de los que sufren en la pobreza. Asimismo
fueron apareciendo algunos temores y críticas, que tomarán fuerza pasado
el primer fervor de la Conferencia Episcopal de Puebla.

c) Un paso adelante: el hito de la Conferencia Episcopal de


Puebla: Feb-1979
El caminar de iglesias locales y grupos cristianos con su acento
original e independiente, en el espíritu del Concilio, suscitó temores y
esperanzas. En ese clima se vivió una verdadera efervescencia de
experiencias y reflexiones, no sólo en el ámbito eclesial, sino en buena
parte de la sociedad. ¿Qué posiciones asumiría la reunión de Puebla? ¿Qué
diría sobre la misión de la Iglesia en el subcontinente? ¿Qué posición
asumiría con respecto a Medellín? ¿Qué juicio haría sobre la inspiradora y
ahora temida teología de la liberación?

Durante el año 1977, el grupo directivo del CELAM preparó un


documento de trabajo para la Conferencia, desde una ideología lejana al
pueblo, y consiguientemente lejana a sus logros; pero fue rechazado por la
mayoría de los episcopados nacionales. Tuvo que rehacerse y disminuir un
poco su tono negativo. Para evitar que se difundiera, y sobre todo que se le
criticara, se envió con tiempo justo para que se recibiera poco antes de la
reunión episcopal. Fue enviado con la aprobación de Juan Pablo I, que en
agosto de 1978 había sucedido a Pablo VI. Juan Pablo I anunció que iría a
Puebla, y pocos días antes de su muerte ya se había enviado el documento
de trabajo. La Conferencia se retrasó de octubre de 1978 a enero-febrero
de 1979. El ambiente y metas puestas por el documento de trabajo se
diluyeron. Tal como se vivió Puebla, y como puede verse en sus actas,
dicho documentos careció de relieve: ni ayudó, ni estorbó.

Lo que impacta es recordar los muchos modos en que los pequeños


grupos eclesiales buscaron hacer llegar su voz hasta los obispos.
Reuniones, envío de delegaciones, desplegados periodísticos, etc.,
llenaron el ambiente previo a la Conferencia. Muy iluminador fue el
documento preparatorio de los religiosos, elaborado por la CLAR. Por lo
que toca a los obispos se asesoraron de muy diversas maneras. Pero lo que
fue común y muy profundo, fue la oración del pueblo de Dios impetrando
al Señor que enviara su Espíritu a Puebla.

El papa Juan Pablo II, en su primer viaje, quedó impresionado por la


cálida y cariñosa bienvenida que le dio el pueblo de México. Inauguró la
Conferencia, y en marzo de 1979 aprobaría el documento final. En éste se
responde a las principales inquietudes de aquellos momentos. Fue
producto de la amplia y sincera oración de millones de católicos y el
esfuerzo de los que participaron de alguna manera en esos trabajos. El eje
central del llamado y de las orientaciones de la Conferencia de Puebla
responde a las cuestiones centrales, que no son otras que las abordadas por
la teología de la liberación, y son así una evaluación crítica de la misma.
Lo podemos sintetizar en cuatro puntos:
- Análisis de la realidad, visión pastoral y discernimiento. En esos
años el tema del análisis de la realidad era candente. En algunos medios
muy conservadores, se confundía hacer ese tipo de análisis con ateísmo;
analizar los aspectos económico, político, ideológico para acercarse a la
realidad, con atacar a la Iglesia. En el capítulo primero, denominado
visión pastoral, sin embargo, no sólo se aprueba, sino que se usa el análisis
de la realidad en los niveles económico, político e ideológico. Lo
importante viene a ser ahora cómo se usa bien un instrumento. Y los
obispos lo usan con la perspectiva de los pastores: el énfasis está en la
visión pastoral, en contraposición a otra visión sociológica, etc. Unos
pastores sin visión de la realidad, mal podrían juzgar de ella y discernir el
bien del mal. El instrumental metodológico central en la teología de la
liberación viene a ser aprovechado y avalado en Puebla[46].

- Misión de la Iglesia: la evangelización liberadora. Ante el pecado


social discernido en el capítulo primero, se urge a una evangelización
liberadora, a ejemplo de Cristo, cuya continuadora es la Iglesia. Se señala
que “la Iglesia, del modo más urgente debería ser la escuela donde se
eduquen hombres capaces de hacer historia de nuestros pueblos hacia el
Reino”(Puebla 274). Este llamado y necesidad se hacían más apremiantes,
ya que la situación de injusticia institucionalizada se había agravado en la
mayoría de nuestros pueblos, como enfatizan los obispos: “Los pastores
de América Latina tenemos razones gravísimas para urgir la
evangelización liberadora” (Puebla 487). Así se recoge y hace suyo el
núcleo central de la teología de la liberación que manifiesta cómo el Señor
llama a la liberación. Liberar, hacer la justicia, es hoy el modo verdadero
de amar a Dios y los hermanos (Puebla 327).

- Liberación y reconfiguración de la Iglesia y la sociedad. “En esto


reconocerán que son mis discípulos: si se aman unos a otros (Jn 13, 35).
Cuando los hermanos viven unidos y compartiendo sus bienes, con
especial atención a los pobres y desamparados, es señal de la presencia del
Señor. Los pastores reunidos en Puebla elevaron su voz para destacar que
la evangelización liberadora estaba en marcha en las comunidades
eclesiales de base, “las cuales son motivo de alegría y esperanza para la
Iglesia (Puebla 96). Medellín no sólo generó conciencia, sino impulsó
eficazmente a vivir como hermanos, cuya concreción son las
comunidades. La renovación empieza en casa, no sea que suceda que la
Iglesia, en sus llamados, “sea candil de la calle y oscuridad de la casa”,
como enseña la sabiduría popular. Desde la renovación propia en las
comunidades eclesiales, y de modo particular desde ellas, la Iglesia
latinoamericana se lanzó a su misión de cooperar en la liberación de
nuestros pueblos y en la construcción de la nueva sociedad pluralista
(Puebla 1206). El documento indica que las comunidades “se han
convertido en focos de Evangelización y en motores de liberación y
desarrollo (Puebla 96). La Iglesia ofrece sus brazos y corazón a todos los
que se empeñan en la construcción de una sociedad justa y fraterna en que
se respeten los derechos humanos (Puebla 1206-1293). Los grupos
humanos y eclesiales, que alimentan privilegiadamente la reflexión
teológica de la liberación, son avalados y reimpulsados por el Sínodo de
obispos latinoamericanos.

- Evangelización liberadora y la opción preferencial por los pobres.


El modo, el estilo, la estrategia, no puede ser otra que la dejada por Jesús,
que nació, vivió y evangelizó en pobreza, solidario con los pobres (Puebla
190). Esta realidad se ha recuperado en todo su vigor y cuestionamiento
en la teología de la liberación. Y nuevamente los obispos apoyan con su
magisterio la opción por los pobres, subrayada por Medellín (Puebla
1134). Es más, a partir de esta opción la Iglesia quiere llamarse “la Iglesia
de los pobres”. En comunión solidaria con el pobre y su proyecto histórico
camina la evangelización. Esta orientación enmarca la opción por la
justicia que subrayan los obispos y que presentan como tarea:
constructores de la nueva sociedad, como vimos en el párrafo anterior.
Desde esta perspectiva de la opción por los pobres y su justicia se subraya
proféticamente la opción por los jóvenes, como opción por el futuro, como
rechazo el presente pecaminoso, como actitud transformadora y activa
ante la realidad (Puebla 1186). Así pues, la opción preferencial por los
pobres no se ve como algo romántico o lejano, sino que entraña la
búsqueda de la justicia con corazón joven cargado de esperanza.

Como es normal en el caminar de la Iglesia en concilios y sínodos se


ventilaron diversos puntos. Pero éstos como vocaciones, ministerios,
educación, salud, etc, quedaron reorientados desde la perspectiva del eje,
del núcleo central del mensaje de esos sínodos. Ciertamente la
Conferencia de Puebla respondió a las graves cuestiones que se le
plantearon. Clara y repetidamente avaló a Medellín y su profetismo.
Subrayó que la misión, hoy, de la Iglesia está en la práctica de la
liberación en el espíritu de Jesús. Recogió, aprovechó y reimpulsó el
servicio de la teología de la liberación, como hemos ido destacando.

4. Consolidación (1979-1987): Hacia la maduración en medio de


conflictos
Al trabajo realizado en Puebla por los teólogos de la liberación siguió
el de facilitar la lectura y difusión de su mensaje. Esta labor llenó buena
parte del año 1979. Era muy importante que el pueblo, que había orado y
reflexionado sobre su caminar, conociera y comentara los aportes de los
obispos. Con aire primaveral, en muchas comunidades eclesiales de base,
fueron recibidos los documentos de Puebla. Se abrieron algunos espacios
para vivir la fe y esperanza en la práctica de la liberación. La tarea descrita
evitó la ignorancia o deformación del documento de Puebla en algunos
sectores del pueblo de Dios.

Pero la consolidación que se fue logrando en estos años, será también


polémica, pues se irá generando un tono general que enlaza con el
ambiente anterior a Puebla: sospechas, desconfianza, ataques. En medio
de conflictos, la teología de la liberación seguirá ahondando en sus rasgos
propios y pasará a ocupar un lugar primordial en la teología de los
ochenta.

La riqueza de la reflexión teológica latinoamericana seguirá


dependiendo de la gran riqueza evangelizadora de varias Iglesias locales y
de muchas comunidades eclesiales de base; signo de la esperanza de que
algún día se hará presente una realidad diferente a la explotación que
sufren las mayorías de nuestros pueblos. En julio de 1979 es derrocada la
dictadura de los Somoza, y de Estados Unidos en Nicaragua. Es notable la
presencia destacada de sacerdotes y cristianos en el proceso de liberación,
que fue y sigue siendo signo de contradicción. Ese proceso del pueblo, que
nos cuestiona, y los pastores que lo alientan, llegó a tener un modelo en
monseñor Romero, obispo y mártir. Desde su muerte el 24 de marzo de
1980, no sólo el pueblo salvadoreño, sino el pueblo latinoamericano, lo
reconoce como ejemplo de pastor. Su vida, su compromiso, su palabra,
cuestionan y alientan la evangelización. El espíritu y orientaciones de
Medellín y Puebla encontraron en él a un hombre cristiano dócil al Señor.
Aunque a diverso nivel y ritmo, muchos procesos eclesiales han vivido en
ese espíritu. Este caminar, esta vitalidad eclesial de la que van surgiendo
tantos mártires, esclarece algo de dónde surge la fuerza que se encuentra
en la teología de la liberación.

En la década de los ochenta se va ahondando la brecha entre ricos y


pobres. Las grandes deudas contraídas en los años setenta, inducidas por
el gran capital financiero mundial y canalizadas por los gobiernos
corruptos, en general de la seguridad nacional, se convierten en carga
insoportable para nuestros pueblos. La planificada alza de intereses (de un
4 a 5 por 100, hasta el 23 por 100 a principios de la década), ha
significado una sangría interminable, que se traduce en menos pan, más
enfermedad y muerte para las mayorías empobrecidas. A esto se añade la
baja en los precios de las materias primas de los productos
latinoamericanos. Por otra parte hay un resurgir de democracias formales
en América latina, aunque impotentes e inoperantes en la práctica. En
algunos países la democracia alcanza ciertos niveles de dignidad, como en
Argentina; pero en otros sigue generando tristes realidades, como en
Honduras El Salvador[47]. Tan inocultable es el agravamiento de la
injusticia social en América latina, que aun personas que se mantenían
distantes de los procesos sociales se van implicando en ellos al lado de sus
pueblos.

A continuación me centraré en dos puntos que muestran el proceso


de la teología de la liberación en estos años, que culminará, quizás, en el
año 1992, en que se cumplen quinientos años del inicio de la
evangelización en América. El primer punto se refiere a los documentos
de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. El segundo, al
significado de la elaboración

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