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El Llamado de Dios Al Ministerio Pastoral

Este documento discute el llamado al ministerio pastoral. Explica que Jesús es el ejemplo principal de liderazgo y que todo ministerio debe partir de un llamamiento de Dios. También destaca que el ministerio pastoral requiere humildad y servicio a los demás como Jesús enseñó con su ejemplo. El documento concluye que el llamado al ministerio es un privilegio, una carga y una gran responsabilidad ante Dios y la gente.

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El Llamado de Dios Al Ministerio Pastoral

Este documento discute el llamado al ministerio pastoral. Explica que Jesús es el ejemplo principal de liderazgo y que todo ministerio debe partir de un llamamiento de Dios. También destaca que el ministerio pastoral requiere humildad y servicio a los demás como Jesús enseñó con su ejemplo. El documento concluye que el llamado al ministerio es un privilegio, una carga y una gran responsabilidad ante Dios y la gente.

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El llamado de Dios al ministerio pastoral

Durante todo el cuatrimestre nos dedicamos a ver numerosos autores cuyas palabras
intentaban hacer que nos “amiguemos” con un concepto bíblico del llamado ministerio
pastoral. El primer foco se situó en Jesús, y alguna mención a los sacerdotes y maestros de la
ley de la antigüedad, y los predecesores del Cristo, que sin la intención de actuar como
vicarios, se preocupaban por dirigir la iglesia de los primeros siglos, llegando de generación en
generación, atravesados por mil y una corriente ideológica hasta nuestros días.

Considero que es fundamental si vamos a hablar del llamado, mencionar algún líder bíblico y
su relato de vocación, sin embargo eso implicaría hacer diferencias y relaciones con el líder por
excelencia, el que nosotros conocemos como Buen pastor.

En lo personal, no le dediqué demasiada lectura a otros liderazgos que no fueran el de Jesús y


en este último tiempo me preocupé por estudiar con detenimiento y con toda humildad el
ejemplo suyo, como tal, frente a los discípulos. No digo que los demás ejemplos no sean
válidos, sino que simplemente no puedo afirmar que les haya prestado la debida lectura.

Jesús como líder, siempre me impactó. Jesús fue llamado y a partir de este punto todo lo
demás se construye: ¿Cómo una ministerio va a desarrollarse si no parte de la base del
llamamiento? ¿Cómo un líder va a desarrollar la misión si no ha sido llamado? Jesús tenía
convicción y es indiscutible.

Ahora, no está demás mencionar que si bien todos somos llamados, y hay algo que conocemos
como el sacerdocio universal del creyente en un sentido plenamente genérico y apoyado en la
gracia (1 Pedro 2:9), hay una especificidad que no podemos negar. Una cosa es el llamado a la
misión, que encontramos al final de cada evangelio sinóptico, e impregnado en Juan 17 y otra
es aquello que consideramos un llamado ministerial.

Ciertamente el Señor no acepta otra respuesta a su llamado y envío que no sea una dedicación
absoluta y para graficar esto hay una frase que un profesor me dijo en 1er año de Seminario,
que nunca me olvido. “Hay 2 cosas muy graves que podes hacer en tu vida. Hacer lo que Dios
no te pidió y NO hacer lo que Dios te pidió”. En otras palabras, no ir en contra de la voluntad
de Dios es clave.

Por otro lado, es preciso mencionar y no olvidar que Jesús mismo apartó y envió con un
propósito, con una misión multiplicadora, ni más ni menos, de expansión del Reino. Además, el
Espíritu Santo en persona apartó a Pablo y Bernabé para su obra (Hechos 13:2,3).

Ante todo lo mencionado, voy a desarrollar lo que considero que es el llamado al ministerio, y
cuál debería ser la actitud del hijo que percibe tal cosa.

Si partimos de la base de que la Iglesia como tal, es una comunidad cuya única cabeza en plena
autoridad es Cristo y que lo demás somos siervos suyos en diferentes funciones y roles,
llamados a edificarnos mutuamente manteniendo los ojos en El, entonces y solo entonces,
estaremos construyendo sobre roca.
Considero que el llamado al ministerio no es más que una aclaración de cómo debemos utilizar
los dones y talentos que ya hay dentro nuestro, por primera designación previa a nuestro
nacimiento por parte del Dios Creador. Sin duda, algunas capacidades son más eficientes en un
ministerio que en otro, pero, no dedicaremos un párrafo para discutir en este espacio cuales
son las cualidades del carácter más útiles y cuáles no, porque el foco es otro.

Ahora bien, manteniendo la imagen horizontal de una comunidad, es posible afirmar que la
Biblia misma añade una serie de requisitos particulares para el ministerio pastoral (1 Tim 3:1-
7), no porque fuera más importante, sino por sus posibles consecuencias y sus alcances.

La razón de ser de este ministerio es la transmisión del evangelio, el recuerdo del Señor, la
unidad de la Iglesia, su reconciliación, la edificación del cuerpo por medio de la instrucción de
la Palabra, la guía en el aconsejamiento y como rol clave, la guía como figura de autoridad.

Sociológicamente es innegable que toda agrupación deba tener una autoridad, alguien que se
haga cargo, tome decisiones y sea responsable, pero esto no valida un gobierno autoritario,
despótico, sino, una guía de un “mayor entre iguales”, no un superior, ya que esta última
acabaría por opacar la figura máxima de autoridad que es el Cristo.

Un llamado al liderazgo, puede resultar tentador o abrumador, pero todo va a depender de la


definición que se tenga del mismo. Si como cristianos aún estamos preguntándonos “¿Quién
es el más grande?” hemos fallado en algo clave, y es preciso retomar el camino a Emaús, y
charlar con Jesús, andar junto a El y recordar su ejemplo. El maestro, como autoridad, se alza e
inclina como siervo. La espada y el cetro no simbolizan el verdadero servicio cristiano sino la
toalla, la palangana y la cruz. Jesús denota que la palabra clave es humildad. Jesús estaba por
encima de los discípulos como Señor y entre ellos como siervo.

Todos y cada uno de nosotros somos siervos, y nuestro llamado, sea en donde sea, tenga
autoridad y capacidad para decidir, tenga funciones “de poder” o responsabilidades mayores,
jamás debe dejar de lado la razón del servicio. Esto siempre va a estar más allá de nosotros, de
nuestros pares, siempre nos va a atravesar y siempre va a ser nuestro estandarte. El llamado al
ministerio, es una guía a un servicio más específico.

Tomo esta frase de los tantos apartados que tuve la bendición de leer en este cuatrimestre:
“Tu vocación es demasiado grande para ti y tu llamamiento es demasiado sagrado para ti. Pero
Dios está dispuesto a ayudarte en tu ministerio si estás dispuesto a pagar el precio de orar.”

Para terminar, dedico unas palabras a lo que considero características del llamado.

-Es un privilegio

-Es una carga

-Es una responsabilidad

Ciertamente, que el Señor señale, de la forma que sea, que precisa, que busca y que anhela
que “dejes tu tierra y tu parentela”, y te dediques al ministerio pastoral, es un gran privilegio.
¡Uno debe sentirse honrado! Jesús mismo pide que apacientes sus ovejas. No es algo que se
gana, no hay una cuota de meritocracia. Es elección, es gracia, y tiene una razón de ser.
No fuiste elegido para tu vanagloria, para tu empoderamiento, para que seas centro de
atención de halagos y felicitaciones. Para nada. Más de una vez, esto se vuelve una carga, un
peso, un yugo a cargar, por servir a otros, buscando servir a Cristo. Desde la poca experiencia
personal, pero habiendo compartido y escuchado de líderes, está más que confirmado que la
aflicción y el dolor casi como el de un profeta del Antiguo Testamento, viene aparejado con el
ejercicio del ministerio pastoral. Sigue siendo elección, sigue siendo gracia, y tiene una razón
de ser.

Hay una responsabilidad innegable. Con el Señor, y con aquellos que tocará guiar. Va a haber
una relación de confianza, donde cada palabra, cada hecho, va a ser pesado y medido,
analizado, cuestionado, honrado o despreciado. Ciertamente hay un antes y un después, por
importancia de la función y lo fundamental que es mantenerse fiel al Evangelio.

El ministerio pastoral surge como un plano distinto, por la bendición de conducir a otros a la
obediencia de la fe y la continua edificación del cuerpo de Cristo, pero sigue estando a los pies
de la cabeza, como siervo que se somete a la guía del Dios y Padre Creador, que en su perfecto
plan decidió darle a su Iglesia su compañía misma y elige, con su buen criterio a quienes
buscan tener un corazón que le agrade, para dirigir, guiar, y con toda humildad presentarlo a
los oídos y ojos de la gente.

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