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Temas para Dialogar en Reuniones Semanales

El documento presenta conceptos budistas sobre el bien y el mal, el yo superior y el yo inferior, la valentía y la gratitud. Según el budismo, el bien y el mal son relativos y ningún individuo es completamente bueno o malo. El yo superior se refiere a un estado amplio y compasivo, mientras que el yo inferior está regido por el egoísmo. La valentía es fundamental para lograr cambios positivos, y la gratitud reconoce que la vida depende del esfuerzo de otros.
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Temas para Dialogar en Reuniones Semanales

El documento presenta conceptos budistas sobre el bien y el mal, el yo superior y el yo inferior, la valentía y la gratitud. Según el budismo, el bien y el mal son relativos y ningún individuo es completamente bueno o malo. El yo superior se refiere a un estado amplio y compasivo, mientras que el yo inferior está regido por el egoísmo. La valentía es fundamental para lograr cambios positivos, y la gratitud reconoce que la vida depende del esfuerzo de otros.
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BIEN Y EL MAL

El bien y el mal son conceptos opuestos y


excluyentes. Pero si un cruel criminal alberga
amor por su familia, en conclusión, ¿es esta
persona buena o mala? Es visto además que,
sin mucho fundamento, la gente tiende, por
ejemplo, a juzgar a otros como "buenos"
cuando los apoyan y "malos" cuando no
congenian con ellos.

Según el budismo, el bien y el mal son


aspectos diferentes, pero naturales, propios e
inseparables de la vida; de acuerdo a lo cual,
no se puede catalogar a ningún individuo ni
grupo de individuos meramente como "buenos" o "malos". Todo ser humano es capaz de actuar
con suprema nobleza, así como también, con maldad. De acuerdo al budismo, el bien y el mal no
son cualidades absolutas, sino relativas. Un acto puede ser malo o bueno según el impacto que
cause, en uno como en otros, por lo que no puede ser medido por reglas de conducta abstractas.
Podría decirse que un individuo obra mal cuando actúa con egoísmo, es incapaz de comprender
las conexiones que entrelazan a las personas, alberga la intensión de lograr un beneficio propio a
expensas del perjuicio de otros, o considera que la vida es algo desechable y no un fin preciado en
sí. El bien, por el contrario, es lo que genera y enriquece las conexiones humanas, lo que recupera
y restaura las relaciones de la sociedad humana.

En el contexto de la filosofía budista, el bien se relaciona directamente con la "naturaleza


fundamental de la iluminación", condición que implica un estado de absoluta libertad y felicidad
logrado a partir de la comprensión plena del yo; mientras tanto, el mal se relaciona directamente
con la "oscuridad fundamental", condición que implica un estado de vida, ofuscado por lo ilusorio y
alejado de la verdad, sumido en la incapacidad de ver el potencial que tienen las personas de
lograr la iluminación, y que causa sufrimiento al sujeto y a su entorno.

Fuente: [Nota: Adaptación de un artículo publicado en la revista SGI Quarterly, octubre 2002.]
YO SUPERIOR

El "yo superior" (en japonés, taiga) es un concepto


que implica un cambio de visión por la restauración de
la armonía de la vida en nuestro planeta.
El yo superior es a veces considerado como un tema
abstracto, que debe ser analizado en términos de
cosmología. Sin embargo, al hacer eso se corre el
riesgo de menoscabar su verdadero sentido. Se trata
de un concepto mucho más práctico y sencillo: del
yo capaz de sentir afinidad o empatía por los que
sufren y del yo capaz de sentir el deseo de aliviar
dicho sufrimiento. El yo superior es un estado de vida
amplio y compasivo, que implica el relacionamiento del sujeto con otras personas, así como
también, su relacionamiento con toda forma de vida, incluso con el entorno natural. Se trata de la
identidad del ser basada en un profundo respeto por la dignidad de la vida, propia y ajena, y
basada en la sabiduría que permite comprender que todos los entes vivientes conforman un todo
indisociable e interdependiente.
En contraposición se encuentra el "yo inferior" (en japonés, shoga), regido por los deseos, los
impulsos y el egoísmo.
El budismo alienta al individuo a buscar continuamente la expansión de su estado de vida para
manifestar su yo superior. Dicho proceso interior fue denominado por el segundo presidente de la
Soka Gakkai, Josei Toda, "revolución humana".

Fuente: [Nota: Adaptación de un artículo publicado en la revista SGI Quarterly, abril 2006.]
VALENTÍA
Tener valentía es fundamental para lograr o
emprender cualquier cosa en la vida. Obrar con
coraje no implica una hazaña gloriosa o un
gesto heroico. Se trata más bien de la fortaleza
para realizar esfuerzos perseverantes por
alguna causa correcta, aunque otras personas
no se den cuenta de ello o no lo valoren.

Cuando la falta de coraje se manifiesta en el


plano social, por ejemplo cuando una persona
en posición de liderazgo renuncia a sus
principios o no es capaz de defender la verdad y
la justicia, ésto puede convertirse en la causa
del sufrimiento de todo un pueblo. La convicción
en el potencial del ser humano está estrechamente ligada a la valentía, pues es lo que motiva al
ser humano a actuar con compromiso y con misericordia por lo correcto y por la justicia.

En el plano individual, la valentía nos permite cambiar nuestras vidas, romper con las barreras de
la inseguridad que nos impiden dar un nuevo paso y desarrollar nuestro verdadero potencial. Un
simple problema puede convertirse en una preocupación abrumadora, según quién viva dicha
experiencia. Sea cual fuere la magnitud del obstáculo que se deba enfrentar, el proceso interior
que nos permite armarnos de valentía es igual en todas las personas. Cuando una persona se
arma de valor para afrontar cada vicisitud de su vida puede transformar no solamente su vida sino
que también puede ejercer una influencia notoriamente positiva en su entorno.

Daisaku Ikeda, presidente de la SGI, señala: "La fortaleza o la debilidad de nuestra fe depende
más del coraje que del conocimiento". Asimismo, afirma: " El auténtico coraje significa
emprender acciones sensatas, justas y beneficiosas para todos. Es aquel que demostramos
cuando vivimos con honestidad y tesón. El coraje sano, resuelto y firme representa la
cualidad más preciosa de todas".
Fuente: (Artículo publicado en el Seikyo Shimbun, el 28 de marzo de 2010.)
[Nota: Adaptación de un artículo presentado en la revista SGI Quarterly, enero]
GRATITUD

La gratitud es el reconocimiento jubiloso de que


la vida del ser humano está sostenida
diariamente por el entorno natural que lo rodea y
los múltiples elementos hilvanados por el
esfuerzo y la reflexión de incontables individuos.

Daisaku Ikeda, presidente de la SGI, alienta


constantemente a las personas a enfrentarse sin
retrocesos a los desafíos más rigurosos de la
vida con el fin de crecer. Cuando una persona
desarrolla y eleva su estado de vida, es capaz
de sentir mayor aprecio por las cosas, inclusive por los obstáculos. Acoger los problemas con
gratitud, y convicción en el triunfo final, es una manifestación del estado de vida emancipado de la
Budeidad.
Nichiren declaró su agradecimiento a Hei no Saemon-no-jo (m. 1293), el funcionario
gubernamental que fue artífice de su persecución e intento de asesinato, con la seguridad de que
el hostigamiento que le infligió le permitió comprobar la valía de sus convicciones religiosas y le dio
mayor fortaleza para seguir adelante en su propósito.

Nichiren enfatizó constantemente que el agradecimiento es un factor esencial de la humanidad, y


describió la existencia de tres categorías de individuos que se merecen el respeto y la gratitud de
todas las personas: el soberano, el maestro y el padre. El agradecimiento hacia nuestros padres es
elemental debido a que les debemos la vida y nuestra relación con todos los fenómenos existentes.
El maestro, en el contexto budista, es quien nos guía en la práctica de la fe, y, en términos más
amplios, se refiere a la educación y todas las influencias positivas que estimulan el desarrollo de la
personalidad. El soberano, en el contexto moderno, se refiere a la sociedad. El soberano, el
maestro y el padre son funciones que enriquecen la vida, y que representan la naturaleza
compasiva del universo.
[Nota: Adaptación de un artículo publicado en la revista SGI Quarterly, julio 2009.]

KARMA
El karma permite comprender que el destino
depende de cada uno y que cada persona
tiene el poder de transformar su vida para
bien en cualquier momento. Karma –que
significa acción— resume el principio de la
causalidad del universo, similar a la de la
ciencia moderna, en donde cada acción
tiene su correspondiente resultado. Incluye,
además, los aspectos espirituales, tales
como la sensación de felicidad, miseria,
gentileza y crueldad.

Nichiren cita el siguiente pasaje del Sutra


sobre la contemplación de la mente como terreno: “Si queréis comprender las causas que
existieron en el pasado, observad los resultados tal como lo manifiestan el presente. Y si
queréis comprender qué resultados se manifestarán en el futuro, observad las causas que
existen en el presente”.
El karma, como cualquier otra cosa, está en constante cambio, por lo tanto, el ser humano puede
crear su propio presente y futuro mediante las elecciones tomadas en cada instante.

[Fuente: Cortesía de la revista SGI Quarterly, enero


DIGNIDAD
HUMANA
El budismo es una filosofía que
tiene por enseñanza más
importante la valoración de la vida
y el respeto a la santidad de la
vida. El budismo sostiene que
cada entidad viviente es la
manifestación de la fuerza vital
cósmica. La filosofía budista
proclama el valor supremo de la
dignidad de la vida y del ser
humano, que es poseedor de la naturaleza de Buda.

Nichiren declara: "La vida es el más preciado de los tesoros. (…) Un día de vida es más
valioso que los tesoros de un gran sistema planetario". (NICHIREN: Los escritos de Nichiren
Daishonin, Tokio, Soka Gakkai, 2008, pág. 1000.)
Daisaku Ikeda, presidente de la SGI, afirma: "La recitación resonante del daimoku (Nam-myoho-
renge-kyo) es un cántico a la dignidad humana y a la vida misma".

Sensei Ikeda explica: "Los miembros de la SGI hemos podido llevar a cabo un diálogo entre
civilizaciones y entre religiones porque estamos comprometidos a cultivar el humanismo, guiados
por el espíritu compasivo de denunciar todos los males que ponen en jaque la dignidad humana y
los derechos primordiales de los seres humanos. Por esta razón, nos posibilita unirnos a otras
religiones y filosofías que comparten los mismos valores de respeto a la humanidad y a la dignidad,
en una relación que Tsunesaburo Makiguchi describió como de competencia humanística,
enfocada en erradicar el sufrimiento del mundo.
Desde el punto de vista del budismo, el ser humano puede escoger crear valor aún en las
circunstancias más difíciles. A través de las elecciones que la persona hace en la vida, esta puede
cumplir con su misión y desarrollar al máximo la expresión de su dignidad humana. El despertar a
la propia dignidad humana inherente a cada ser humano es la base fundamental de los derechos
humanos.

[Nota: Adaptación de un artículo publicado en la revista SGI Quarterly, julio 2000.]

ESPÍRITU JUVENIL

El presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, dice:


"La juventud se refiere a la fortaleza
espiritual de no estancarse nunca, de
volverse resistente al cambio, pero
mantenerse abierto a nuevas
posibilidades. Es el poder de un espíritu
que se niega a sucumbir a la complacencia
y lucha por seguir avanzando. (…) Son
muchos los que se tornan cada vez más
enérgicos y vigorosos, con el paso de los
años, más amplios y tolerantes, capaces de
vivir con inmensa libertad y tranquilidad. Es
importante recordar que envejecer y volverse viejo no son, necesariamente, la misma cosa. (…)
Nichiren Daishonin dice, sobre las personas que abrazan la Ley Mística: 'Rejuvenecerá, y su buena
fortuna será cada vez más grande'. La enseñanza del Daishonin está totalmente libre de falsedad.
El Sutra del loto también promete juventud y vida eterna, y declara que sus practicantes 'no
conocerán la vejez ni la muerte'. Seguramente, esto se refiere a una vida templada y forjada
mediante la práctica budista inquebrantable. Shakyamuni proclama: 'Las personas que viven con
espíritu alerta no mueren; los que viven en forma negligente, es como si estuvieran muertos'. Esto
es muy, muy cierto. La diligencia permanente –el esfuerzo valiente y vigoroso— en la práctica
budista infunde en nuestra vida la grandiosa fuerza vital del Buda eterno. En cambio, las personas
que tratan de abrirse paso en la vida a través de tácticas hábiles y engañosas están representando
una 'muerte en vida'". (IKEDA, Daisaku: Discurso pronunciado el 8 de enero de 1998.)
[Nota: Adaptación de un artículo publicado en la revista SGI Quarterly, octubre 2009.]

INSEPARABILIDAD DE MAESTRO Y
DISCÍPULO
Daisaku Ikeda, actual presidente de la SGI, escribe:
"Este pasaje [del Sutra del loto], por cierto, describe
la relación eterna del maestro y el discípulo que
luchan juntos por hacer realidad la aspiración más
profunda que pueda albergar un ser humano y toda
forma de vida: la iluminación y la felicidad, tanto de
uno mismo como de los demás. El verdadero
mentor, en el budismo, es aquel que nos permite
recordar y revivir esta aspiración. Por su parte, el
verdadero discípulo es aquel que sigue la
enseñanza de su mentor, que recuerda que esa
aspiración suprema también es la suya, y que,
convencido de esta verdad con todo su corazón, sin asomo de dudas, se lanza a actuar de acuerdo
con las instrucciones de su maestro".

El papel del mentor es señalar un ideal y la forma de lograr dicho objetivo. El rol del discípulo es
esforzarse por la consecución de dicho ideal, e inclusive engrandecerlo. El objetivo compartido y
la lucha conjunta de maestro y discípulo es lo que establece el lazo entre ambos. El lazo
basado en el compromiso compartido es lo que el budismo denomina unidad o
inseparabilidad de maestro y discípulo, y constituye la savia vital del budismo. Si el discípulo
no actuase como un agente impulsor en base al espíritu del maestro, el budismo perdería su poder
transformativo.
Sensei Ikeda destaca: "La relación entre el mentor y el discípulo puede compararse con la
que existe entre una aguja y un hilo. El mentor es la aguja y el discípulo, el hilo. Cuando
cose, la aguja va a la cabeza, pero al final, se vuelve innecesaria, y es el hilo el que queda y
mantiene todo unido. (…) Creo firmemente que mi actividad más importante en esta fase esencial
es completar el cimiento para ustedes". (IKEDA, Daisaku: "Los jóvenes fénix", La nueva revolución
humana.)
El fiel compromiso por la felicidad de la humanidad es el corazón del budismo. Este ideal podrá ser
concretado únicamente mediante el lazo inseparable de vida a vida del maestro y el discípulo.

[Nota: Adaptación de un artículo publicado en la revista SGI Quarterly, enero 2010.]

CAUSA Y EFECTO

El budismo enseña que la ley de causa


y efecto es inherente a todos los
fenómenos. Los pensamientos,
palabras y acciones positivos generan
efectos positivos en la vida de las
personas y conducen a la felicidad. Por
el contrario, los pensamientos,
palabras y acciones negativos, que de
una u otra manera menoscaban la
dignidad de la vida, son los que
conducen a la infelicidad. Tal es, de
manera general, el principio del karma.

En el budismo de Nichiren, el logro de


la Budeidad está regido por un principio profundo de causalidad, revelado en el Sutra del loto. No
se trata de un proceso gradual de transformación por el cual, en el transcurso de numerosas
existencias, el ser humano común, lleno de fallas y de imperfecciones, va modificándose y
transformándose para acumular causas positivas y evitar las negativas hasta llegar a un estado de
perfección.

Al extraer la propia naturaleza iluminada, cuyas características son la valentía, la sabiduría, el amor
compasivo y la fuerza vital, uno adquiere los elementos para enfrentar los problemas de la vida,
transformar positivamente la realidad y manifestar plenamente la iluminación. Los problemas y
desafíos que se nos presentan, en ese sentido, son un medio para demostrar la fuerza y la realidad
de nuestra naturaleza iluminada, y para inspirar a los demás a emprender el mismo camino. El
budismo implica vivir confiada y expansivamente en el aquí y ahora. El factor clave para ello es la
fe en nuestra naturaleza iluminada.

[Nota: Adaptación de un artículo publicado en la revista SGI Quarterly, abril 2013.]

FUGACIDAD Y VACÍO

El "vacío" o "vacuidad" (shunyata, en sánscrito, o ku, en


japonés) es un concepto budista fundamental –que
también ha sido expresado como no sustancialidad,
latencia o relatividad—, según el cual las cosas y los
fenómenos no tienen una naturaleza fija o
independiente.

La idea budista del "vacío" se asocia con la noción del


origen dependiente, que plantea que los fenómenos no
tienen sustancia fija, debido a que surgen y mantienen
su existencia en virtud de su relación con otros
fenómenos. El concepto de vacío, por su parte, enseña
que nada existe independientemente.
Asimismo, el concepto de "vacío" hace referencia al potencial inherente de la vida. Por ejemplo, cuando la
persona es invadida por fuertes emociones, tales como la ira, su sentimiento afecta su cuerpo: su expresión,
su voz, la tensión en su cuerpo, etcétera. Cuando la persona recupera su serenidad, la ira desaparece. ¿Qué
pasa entonces con la ira? La ira sigue latente dentro del ser humano, pero no es palpable hasta que algo
haga que resurja. Cuando una persona se mantiene serena, es como si la ira hubiese dejado de existir. Otro
ejemplo son los recuerdos. El ser humano no se percata de que los tiene hasta que surgen ocasionalmente
por alguna razón. Esto implica que tanto la ira como los recuerdos están en un estado de latencia o "vacío".
Es decir, existen y a la vez no existen.

Por lo general, el ser humano tiende a darle sentido al mundo en que vive fijando ciertas ideas sobre las
personas, las circunstancias que lo rodean o sobre sí mismo. Sin embargo, eso lo lleva a caer en la
subjetividad y decir: "Esa no es una buena persona", "Estoy en una pésima relación humana" o "Nunca habrá
paz en esta región". Al catalogar las cosas de cierta manera, imponemos limitaciones que cercenan las
posibilidades de cualquier evolución beneficiosa de las circunstancias. Sin embargo, cuando somos
conscientes del potencial infinito de las cosas, podemos dirigir controlar el pensamiento y la acción de una
manera más constructiva y crear los condicionantes que permitan crear una realidad mejor.

La Budeidad es el potencial de la verdadera naturaleza de la vida. Nichiren denominó esa realidad Nam-
myoho-renge-kyo. Por ello, Nichiren instó a sus seguidores a entonar con convicción el Nam-myoho-renge-
kyo para que cada uno pudiese hacer surgir el potencial latente del estado de Buda en su propia vida y en su
entorno circundante.

[Nota: Adaptación de un artículo publicado en la revista SGI Quarterly, abril 2001.]

SABIDURÍA

Un buda se caracteriza por su profunda


sabiduría. Sin embargo, ¿cómo podemos actuar
con sabiduría? ¿La sabiduría se desarrolla en
todo momento o es algo que se acumula con la
edad?

Josei Toda, el segundo presidente de la Soka


Gakkai, señaló que la confusión más
generalizada de la era contemporánea era la
existente entre el conocimiento y la sabiduría.
En la centuria pasada, el progreso científico y
tecnológico logró aliviar el sufrimiento humano
de manera parcial, debido a que causó simultáneamente muerte y destrucción. Josei Toda
ilustraba la diferencia entre el conocimiento y la sabiduría dando el ejemplo de una bomba de agua:
si la bomba de agua no funcionaba y no podía extraer agua perdía su utilidad. Su ejemplo no tenía
como propósito desdeñar la importancia del conocimiento, sino advertir que el conocimiento podía
generar consecuencias beneficiosas como dañinas, y destacar que la sabiduría tenia la fuerza de
orientar a las personas hacia el bien y la creación de valores.

Cuando desplegamos sabiduría en nuestras vidas, somos capaces de superar tendencias


arraigadas, comprender cada situación con una perspectiva más amplia evaluando los
hechos desde su esencia y dirigir nuestras vidas hacia la felicidad. 

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