0% encontró este documento útil (0 votos)
102 vistas15 páginas

Decreto de Guerra A Muerte

Este documento analiza el decreto de "Guerra a Muerte" emitido por Simón Bolívar durante la Campaña Admirable para liberar a Venezuela de dominio español. El autor explica el contexto histórico en el que Bolívar emitió este decreto y los motivos que lo llevaron a tomar una medida tan drástica. También compara esta situación con el contexto actual de Venezuela, señalando similitudes entre la "rapiña y aniquilación" causada por los españoles en ese entonces y los efectos del gobierno actual.

Cargado por

rolando tapia
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
102 vistas15 páginas

Decreto de Guerra A Muerte

Este documento analiza el decreto de "Guerra a Muerte" emitido por Simón Bolívar durante la Campaña Admirable para liberar a Venezuela de dominio español. El autor explica el contexto histórico en el que Bolívar emitió este decreto y los motivos que lo llevaron a tomar una medida tan drástica. También compara esta situación con el contexto actual de Venezuela, señalando similitudes entre la "rapiña y aniquilación" causada por los españoles en ese entonces y los efectos del gobierno actual.

Cargado por

rolando tapia
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 15

DECRETO DE GUERRA A MUERTE

Anotaciones sobre el Decreto de Guerra a


Muerte; por Federico Vegas
Por Federico Vegas | 25 de mayo, 2017

  email
 8

Fotografía de AVN
I

“La crueldad, como cualquier otro vicio, no requiere de ningún motivo, solo de una
oportunidad”, escribió la novelista inglesa George Eliot.

Venezuela se ha convertido en un arquetipo de este axioma al entrar de lleno en una


crueldad tan desatada como un vicio sobrealimentado por traficantes.

Otro escritor inglés, poeta y también de apellido Eliot, nos advertía:

Abril es el mes más cruel: engendra

lilas de la tierra muerta, mezcla

recuerdos y anhelos, despierta

inertes raíces con lluvias primaverales.

Le hemos dado la razón, quizás demasiada, porque mayo también está siendo el mes más
cruel y junio continuará despertando raíces y anhelos que algunos creyeron inertes.

El motivo y la oportunidad de tanta crueldad se está centrando en un conflicto entre civiles


y militares, una relación que siempre ha sido movediza, como esas arenas que pueden
tragarnos al no ofrecer un apoyo firme y duradero. Si revisamos nuestra historia ha habido
un predominio del poder militar frente el poder de los civiles. Sobre el presente estado de
esta errática evolución, debemos precisar dos puntos de los cuales se puede discutir su
proporción pero no su esencia:

1. Quienes sostienen a Maduro son sus más decididos opositores, me refiero a la inmensa
mayoría de civiles que con su rica y compleja profusión de profesiones y oficios todavía
mantienen al país funcionando.

2. Quienes defienden a Maduro son los m ilitares, manejados por la pequeña camarilla de
civiles que dicen dirigirlos.

Con estos dos puntos quiero señalar que no hay proporción entre las partes en conflicto.
Una es mucho mayor en número y en aportes a la vida del país, la otra es menor en número
y oferta de producción y servicios.

Para explorar qué significa ser un militar nos conviene empezar con Simón Bolívar. Él es el
paradigma, la referencia más amplia y aleccionadora, y considero que el más civil de los
militares. En su vida se dieron todos los infortunios y todas las glorias con la intensidad de
los héroes trágicos.

II
Cuando mi padre se afeitaba en las mañanas solía recitar frente al espejo un poema de
Tomás Ignacio Potentini sobre Bolívar. Papá era algo lampiño y no solía pasar de las
primeras estrofas:

Cuentan que tuvo en su Faz

lo que salva y lo que aterra

rayo de muerte en la guerra

y arco iris en la paz.

¿Cuál era ese rostro que aterraba y esa luminosidad que buscaba la paz?

Se ha escrito mucho sobre el pensamiento de Bolívar, pero nadie con la elocuencia y


profundidad de su pluma, un recurso que nos permite conocerlo tanto desde afuera como
desde adentro.

En 1797, a los catorce años, Bolívar ingresa en el batallón de milicias de los valles de
Aragua. Año y medio después se gradúa de subteniente. Hasta donde sé, allí termina su
educación estrictamente militar. En 1812 es nombrado jefe civil y militar de Puerto
Cabello, ciudad que pierde a manos de los Realistas y lo obliga a huir de Venezuela. Al año
siguiente ya ha realizado la llamada “Campaña Admirable”. En muy poco tiempo ha pasado
de su primera derrota y un episodio oscuro que lo involucra en la traición a Miranda, a
recibir el título de “El Libertador” cuando entra triunfalmente a Caracas. Tiene solo treinta
años. Aún le faltan más de diez años de batallas.

Es evidente en sus cartas y manifiestos que poseía una cultura profunda y extensa. Podemos
decir que su formación en una escuela militar fue breve y superficial. Será en el fragor de la
guerra y en su amplia visión de humanista donde va a encontrar la sabiduría para lograr sus
metas. Leyó las obras de Tito Livio, Polibio, Julio César y Maquiavelo. En estos libros no
solo va a encontrar enseñanzas de estrategia militar, también se adentrará en un amplio
concepto de la historia de la humanidad fundado en su pasión por Locke, Rousseau,
Voltaire, Montesquieu. Esta visión global, que cubre siglos y continentes, va a perfilar su
idea de qué significa una verdadera independencia y cuál debía ser el destino de América
del Sur.

Logró lo que parecía imposible, pero no tuvo tiempo ni salud para cumplir uno de sus
mayores deseos: retirarse a leer y escribir. ¡Qué ofrenda hubiese sido que él mismo nos
hubiera contado su vida entera, incluyendo sus amores y sus lecturas! Ese anhelo lo
presenta como su gloria y su venganza:

¡Caraqueños! Nacido ciudadano de Caracas, mi mayor ambición será conservar ese


precioso título. Una vida privada entre vosotros será mi delicia, mi gloria y la venganza
que espero tomar de mis enemigos.
III

Cuando empezaron a formarse en Caracas clubes de lectura, Luis Yslas nos comentaba que
el club ideal sería el ejército. Es interesante la idea de un batallón leyendo el Infierno de
Dante, o una compañía de blindados comparando la Ilíada con la Odisea. Entrenados para
ser obedientes, todos los soldados entregarán su reporte sin falta y grandes contingentes de
futuros oficiales se irán haciendo más cultos. Aquí radica el dilema que preocuparía al Alto
Mando: la cultura nos hace fuertes y al mismo tiempo frágiles, sensibles, y son tantas las
órdenes que requieren actuar más que pensar. No me refiero a que los marinos le teman al
mar después de leer Robinson Crusoe, o que los francotiradores, que ahora nos tienen en su
mira, se hagan más francos y menos tiradores. Es algo más profundo y provechoso para una
nación. Polibio, uno de los autores cuyos escritos frecuentó Bolívar, lo asoma: “No hay
testigo tan terrible ni acusador tan potente como la conciencia que mora en el seno de cada
hombre”.

Y no existe un oficio que exija más humanidad y conciencia que ser un militar. Está
implícito en su formación los extremos de asesinar y ser asesinado, y no hay decisión más
definitiva que generar la muerte o la mutilación del prójimo. Manejarse en los escenarios de
la violencia con cordura requiere una clara noción del valor de la vida propia y ajena.
Quienes son entrenados para salvaguardar o eliminar, proteger o arrasar, se encuentran
permanentemente al borde de la barbarie y de las más graves faltas a los mandamientos. Un
militar armado y rodeado de civiles desarmados, que está obligado a obedecer ciegamente
las órdenes de sus superiores, puede estar sometido a una decisión cercana al martirio. Si
decide que la orden recibida no es justa seguramente pasará de ser victimario a ser víctima.

El actual gobierno no es solo corrupto (como han sido todos en mayor o en menor grado),
es además corruptor, uno de sus principales medios para estructurar y mantener su poder.
Genera “corrompimientos”, sistemas de corrupción que se le imponen al funcionario y al
ciudadano al no darle otra opción. Si este mecanismo, que genera graves conflictos con los
principios morales, ha dominado a jueces y hombres como Dudamel o Alberto Vollmer,
qué podemos esperar del alma de un joven soldado aislado y vigilado en su regimiento.

Estas situaciones críticas que pueden convertirse en abismos sin retorno, nos señalan que
las enseñanzas más importantes de Bolívar no son sus estrategias militares, sino sus
consideraciones sobre los límites y los extremos que enfrentamos mientras se logran los
ideales que están más allá de las metas.

IV

En este sentido, el episodio más extremista y controversial en la vida de Bolívar es su


“Decreto de Guerra a Muerte”, redactado en Trujillo durante esa Campaña Admirable a
través de nuestros Andes. Está dirigido a sus “conciudadanos venezolanos”.

Leamos con calma una parte:

Tocados de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones que
os hacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña y os
han destruido con la muerte; que han violado los derechos sagrados de las gentes; que han
infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y en fin han cometido todos los
crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa desolación. Así, pues,
la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para
siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que
su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha
de nuestra ignominia y mostrar a las naciones del universo que no se ofende impunemente
a los hijos de América.

Este dramático texto puede leerse desde muchos ángulos e inclinarse a favor de tendencias
opuestas. La camarilla del gobierno puede calificar de “bárbaros españoles” a la oposición,
a la burguesía y al imperialismo yanqui, expandiendo la referencia a la Cuarta República.
Otros dirán que los invasores son los cubanos. Pero hay un presente que ya lleva andado
demasiado tiempo con tan desaforada intensidad y efectos tan evidentes que es imposible
no ver los hechos que arrojan a nuestros ojos. Se trata de un presente cuyo único futuro es
aceptar su condición de oprobioso pasado, pues ya el mundo entero sabe quiénes han
dirigido la rapiña y la aniquilación, quiénes han violado los derechos sagrados del pueblo,
quiénes han infringido tratados solemnes, quiénes han traído la desolación a nuestros
campos e industrias, quiénes han infectado con su monstruosidad hasta los tuétanos de
nuestra vida y deben ser escarmentados en justa proporción a su perfidia.

La mayor enseñanza de Bolívar está en su argumento de cierre, donde se unen la faz que
aterra y la paz que avizora. Aquí nos presenta rigurosamente la mayor de las crueldades y la
más amorosa de las promesas:

Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis


activamente en obsequio de la libertad de la América. Americanos, contad con la vida, aun
cuando seáis culpables.

Es discutible si era válida una oferta de muerte que incluía a los prisioneros. Algunos la
defienden argumentado que la guerra a muerte ya era un hecho. La verdadera novedad es la
oferta de vida a los americanos aun siendo culpables, al ofrecerles:

… una inmunidad absoluta en vuestro honor, vida y propiedades; el solo título de


Americanos será vuestra garantía y salvaguardia. Nuestras armas han venido a
protegeros, y no se emplearán jamás contra uno solo de vuestros hermanos.

Esta garantía no necesita defensores y es digna de mantenerla como símbolo y designio del
espíritu de nuestra nación.

El discurso del actual gobierno constituye un decreto de Guerra a Muerte, unas veces
velado y otras cada vez más manifiesto, contra los venezolanos que lo adversan. El
desarrollo de los hechos avanza en esta dirección. Diosdado nos advierte con su mazo que
no imaginamos de lo que son capaces de hacer. Otras amenazas ya son viejas, como Vielma
Mora jurando que le quitara las tierras a los ganaderos opositores. He visto a un militar con
un chaleco antibalas tan grueso que no puede manejar la varita mágica con que señala la
maqueta de una Caracas pastoral, detallando con emoción cómo la defenderá de los
invasores. Nunca hablará de los miles de cubanos, y tampoco de un gobierno que ha
dividido y empobrecido nuestro país al borde de la mendicidad, hasta convertirlo en presa
fácil de invasores dispuestos a echar mano a las riquezas que guardamos bajo nuestra tierra.
El verdadero propiciador de invasiones es el propio gobierno que nos ha debilitado a los
bordes de la agonía.

Y luego están los hechos. Asesinatos de estudiantes programados para que sean
proporcionales, es decir, una calculada ración diaria suficiente para amedrentarnos. Y las
armas cada vez más letales, y la incorporación de grupos cada vez más apartados de
nuestras Fuerzas Armadas en un proceso creciente dispuesto al exterminio y la
aniquilación. La nueva proclama establece:

Venezolanos, cuenten con la muerte a menos que permanezcan indiferentes. Gobernantes,


contemos con la vida mientras continuamos siendo culpables.

Espero en una próxima entrega hablar de Eleazar López Contreras, un militar que encontró
la calma y la cordura, y la cultura política, para encontrar un camino hacia la democracia
transitando entre extremos. Era el Padrino López de la época, ministro de Defensa de Juan
Vicente Gómez, el hombre que durante más años ha dominado el país. A la muerte de
Gómez, logró sofocar un conato de rebelión propiciado por la camarilla más cercana a
Gómez, decretó la libertad de los presos políticos, invitó a los exilados a regresar al país y
restableció la libertad de prensa. Reformó la Constitución en julio de 1936, rebajando el
periodo presidencial de 7 a 5 años, cláusula que se aplicó a sí mismo. Trajo progreso y paz.
Fue justo, y será siempre un ejemplo de que nuestros militares deben estar al servicio del
futuro de nuestros hijos.

  email
 8

LEA TAMBIÉN: (X)


¿Qué ocurrió en la segunda reunión de cancilleres de la OEA sobre Venezuela?; por
Mariano de Alba

Leer más
Federico Vegas 

Artículos más recientes del autor

 Un país suavecito; por Federico Vegas


 El reposo de los Guerreros; por Federico Vegas
 El día después; por Federico Vegas
 El manual de los opuestos; por Federico Vegas
 Eros, crimen y poder; por Federico Vegas
 Ver todos los artículos de Federico Vegas

Comentarios (19)
Arichuna Silva
25 de mayo, 2017

Excelente. Volvamos a Bolívar.

Estelio Mario Pedreáñez


25 de mayo, 2017

Siempre es un placer leer al brillante escritor Federico Vegas y comparto gran parte de sus
opiniones, no todas. 4 NOTAS: 1) Simón de Bolívar nunca traicionó a Francisco de
Miranda. En 1812 participó en su arresto, ya que en unión de otros oficiales patriotas
indignados por la apresurada y cuestionada Capitulación ante el realista Monteverde, quiso
enjuiciarlo y fusilarlo, pero el Comandante Militar de La Guaira (el Coronel De Las Casas,
nombrado por Miranda) los traicionó y lo entregó a Monteverde y se pasó al bando realista.
Bolívar trató a Miranda de “traidor” y “cobarde” y en su época nadie le reclamó a Bolívar
por esto. Hasta los hijos de Miranda, ya hombres, viajaron desde Inglaterra y buscaron el
apoyo de Bolívar. Se dijo que Miranda capituló porque estaba decepcionado, viejo y
cansado, lo cierto es que nunca antes comandó en jefe un ejército y como Generalísimo
fracasó. Le faltó el temple y la tenacidad de Simón de Bolívar, quien en 1818 ante noticias
europeas de un gran…

Estelio Mario Pedreáñez


25 de mayo, 2017

…esfuerzo del Rey de España y sus aliados extranjeros para expedicionar contra Tierra
Firme, formalmente declaró ante el mundo que combatirían contra Europa y el mundo
entero sí fuera necesario y solo vendrían a enseñorearse sobre ruinas y desiertos, sobre
puros cadáveres, porque primero todos los patriotas morirían en los campos de batalla, con
las armas en las manos, en una proclama histórica (ESTOY ESCRIBIENDO DE
MEMORIA) que pudo inspirar al británico Winston Churchill cuando Gan Bretaña, sola
ante la aparentemente invencible Alemania Nazi a inicios de la II Guerra Mundial, no
aceptó la oferta de paz negociada de Hitler y dijo que si al Imperio Británico le llegaba su
hora final, la hora de su derrota, ésta llegaría combatiendo en los campos de batalla, nunca
en la claudicación. En 1812 Miranda logró embarcar su gran archivo en una fragata de
guerra británica. 2) “La Guerra a Muerte” la inició el gobierno español contra los patriotas,
tratados como criminales insurgentes,…

Pasante
25 de mayo, 2017

Le agradezco tanto que aparezca Ud. en estas horas con estas palabras que alivian. También
estremecen pero quiera Dios desciendan y se eleven al nivel en que estamos cada uno de los
que continuamos “viviendo” en este país y afuera. Vuelen! Amén.

douglas
25 de mayo, 2017

Un historiador faccioso e incendiario llamado Tácito (los calificativos pudieran provenir de


Camille Desmoulins o del historiador Henri Wallon) afirmaba: “Sólo los déspotas torpes se
sirven de las bayonetas; el arte de la tiranía está en hacer las mismas cosas, pero con los
jueces”. Ojalá que la pudibundez no me censure esto que digo. Soy un viejo y no acepto
que me ronde la imbecilidad.

Alfonzo Burgos
25 de mayo, 2017

Birth of a World: Bolivar in Terms of his Peoples (1951). LIbro escrito x Waldo Frank en
el cual hace un interesante analisis del decreto de guerra a muerte. Sr Federico Vegas me ha
gustado su articulo.

Eddy
25 de mayo, 2017
” Era el Padrino López de esa época…pero, qué mas? El de hoy, el actual, es su antítesis…
aquel pudo obedecer ciegamente al dictador,pero este se arrodilló al dictador mas longevo
del planeta; aquel abrió la puerta de los derechos humanos, el ministro de defensa de ahora
los ahoga en gases lacrimógenos, balas, represión en general, juicios militares, y
asesinatos.Hasta su familia se siente manchada por su actuación. En cuanto a la reseña …
excelente…Y la frase que sigue del poema de Tomás Ignacio Potentini: Y cuándo creyeron
quizás, que se cansaba su brazo, hizo en América un trazo y volando casi loco, con aguas
del Orinoco fue a regar el Chimborazo”. Genio extraordinario nuestro Simón Bolívar

Jesus Salcedo
25 de mayo, 2017

Texto magistral.

Una respuesta simple a este nuevo y aun mas terrible decreto según nos ilustra Federico
Vegas, es la elección de nuevos gobernantes. Proceso truncado al no permitir el
revocatorio. Para que le demos una oportunidad a la bondad, a la humanidad venezolana.

Kondorito Konstitución
25 de mayo, 2017

Abel: La violencia es el arma de los que no tienen raz…(Caín no lo dejó terminar. Lástima,
parecía una bonita frase.

Jose Daniel
25 de mayo, 2017

Este escrito debe plasmarse en un libro, para poder volver a leerlo cuendo logremos salir de
estos asesinos, nos dice muchas verdades que para muchos es desconocida, lo que mas me
gusta es el remate con “Calma y cordura” de López Contreras, lo cual vamos a necesitar y
mucho

Eduardo
25 de mayo, 2017

Buen articulo polémico sin duda en todos los aspectos ¿Traiciono Bolívar a Miranda?
buena pregunta en mi opinión Miranda era un romántico y Bolívar demasiado impulsivo
ambos pertenecían a grupos sociales diferentes y enfrentados. Si bien estaban unidos por la
causa es evidente que las diferencias estaban ahí y aflorarían tarde o temprano.

Eduardo
25 de mayo, 2017

Por otro lado no es menos polémica la comparación entre López Contreras y Padrino López
el primero resulta mucho más demócrata que Gómez y mucho menos demócrata que
Medina, sin embargo en su momento se le considero un mero continuista. Con respecto al
segundo todo parece indicar que vive para el proceso como para obedecer, para eso es que
son los militares, recordemos que fue su respuesta a Borges cuando le recordó que debían
cumplir y hacer cumplir la constitución.

Zulay de Sánchez
26 de mayo, 2017

Articulo extraordinario, que nos permite contraponer la historia vivida, y la experiencia del
mal vivir que nos otorgan nuestros gobernantes. No habrá descanso para ellos en sus
ofensan y amedrentamientos…pero para los venezolanos, tampoco en la busqueda afanosa
de su nueva libertad.

Jaime Gallardo
26 de mayo, 2017

Dicen que la historia nos da lecciones para el futuro, cuando acabe esta pesadilla llegarà el
momento de evaluar el papel de las FFAA en la sociedad, ni la constitucuiòn del 61 y
mucho menos la moribunda le pusieron freno al caudillismo que venimos padeciendo por
parte de esta casta desde 1830, si Suiza y Costa Rica lo hicieron quizas nosotros podamos
aprender algo de ellos

Solange
26 de mayo, 2017

Leo este artículo y no puedo estar más de acuerdo con un argumento expuesto por el
historiador Carrera Damas en una entrevista de noviembre del año pasado. Allí expresaba
que si de un saldo pudiera resumirse todo lo que ha representado este proceso político que
inició en diciembre de 1998 es: 1) pulverizar el mito de que los militares son el símbolo del
orden y la eficiencia. 2) Hastío hacia la figura de Bolívar. Siento ese hastío y de manera
profunda. No pienso volver a su figura a buscar respuestas de heroicidad y veneración, no,
busco referencias de un hombre que quiso serlo todo, que fue absolutista y que no permitió
el más mínimo de los disensos. Debe permanecer en la época que le tocó vivir, que sea una
referencia, nada más. Quiero conocer a Francisco de Miranda y mirar de nuevo la historia
que le rodeó en aras de erigirse como el precursor de la Independencia.

Estelio Mario Pedreáñez


29 de mayo, 2017

…2) “La Guerra a Muerte” la inició el gobierno español contra los patriotas, tratados como
criminales insurgentes, ejecutados sin mayores formulismos y confiscados sus bienes como
criminales de Estado, aplicando la bárbara “Ley de Conquista” como la llamó el Jefe
Realista Domingo de Monteverde, en medio de una guerra de exterminio en sociedades
esclavistas (que trataban a los esclavos peor que a los animales de carga) como eran las
mayorías del mundo a inicios del siglo XIX. El Prócer de la Guerra de Independencia (que
ascendió a General por su méritos, no por parentescos, amiguismo, por adular o reprimir
civiles desarmados, como después se generalizó en el Ejército Gomecista) en su “Bosquejo
de la Historia Militar de Venezuela” (Tomo II, página 34, Nº 30 de la “Biblioteca de la
Academia Nacional de la Historia”, edición de 1960) escribió: “Año 1813… Monteverde…
hizo público en 13 de marzo un despacho del Secretario de la Guerra, que hasta entonces
había tenido oculto. En el…

Estelio Mario Pedreáñez


29 de mayo, 2017

Para Solange y Eduardo: Un testigo privilegiado de los hechos acaecidos durante la I


República y la Guerra de Independencia, que ascendió hasta General, el Prócer José de
Austria, escribió en su libro “Bosquejo de la Historia Militar de Venezuela”, publicado en
1857, lo siguiente: “…la pérdida de la campaña de 1812, y el triunfo de los españoles, se
debió exclusivamente a los errores del general Miranda, que mandaba el ejército y había
reasumido todos los poderes públicos. Este mismo general, que en 1806 apareció en
nuestras costas mandando una expedición y buscando apoyo para libertar a su patria, en
1812, a la cabeza de un respetable ejército con que pudo sostener la libertad ya adquirida,
depone las armas y torna a su misma patria a la más degradante y cruel servidumbre.
¡Extraña y lamentable contradicción!… en 1806 obrara el general Miranda en el sentido del
Gobierno de la Inglaterra, que entonces promovía la emancipación de la Amércia del Sur,
en perjuicio de la España con…

Irma Sánchez de Díaz


31 de mayo, 2017

Excelente ANÁLISIS, de Federico Vegas, lo lei con tanta devoción, que cada frase era
mejor que otra,pienso que evidentemente esto puede estar pasando en nuestro Pais,me
gustaria pensar que NO,pero con las cosas que suceden cada dia, es difícil no pensarlo. Son
tan buenos los comentarios sobre el artículo, que me quedaria corta con el mio, son
extraordinarios comentarios. Es todo.

Eduardo
12 de junio, 2017

Sobre los errores de Miranda no discuto porque son muy evidentes, era incluso muy
romántico a la hora de abordar la forma de gobierno en América.
Sobre rebeliones populares; por Elías
Pino Iturrieta

Fotografía de Diego Vallenilla / Haga click en la foto para ver la galería


completa

Recientemente Provea, una ONG de reconocida labor en la defensa de los


Derechos Humanos, aseguró que ahora sucede otra vez en Venezuela una
rebelión popular, fenómeno cuyos antecedentes encontró en 1958. Como en
horas cruciales conviene tener las ideas claras, aquí se tratará de hacer
precisiones sobre el asunto. La conciencia de la novedad de lo que vivimos
en nuestros días se apuntala en el señalamiento de su singularidad. Así nos
enteramos del camino inédito que estamos transitando como sociedad.
Es probable que una gesta colectiva como la que llevamos a cabo contra la
dictadura de Maduro no haya sucedido antes. El pueblo levantado en su
inmensa mayoría contra un régimen abusivo y ladrón no había debutado
todavía, según se tratará de describir en lo que sigue. La hazaña colectiva se
fundamenta en hechos pasados, como traté de explicar en otro lugar, pero, a
la vez, muestra todos los rasgos de su excepcionalidad cuando se buscan
analogías en los fastos de ayer. En el pasado, muy por el contrario, el
pueblo hizo ostentación de su paciencia y aun de su excesiva sumisión ante
las dictaduras, como para que nos pongamos a hablar de una conducta
enaltecedora que ahora nos vivifica.

La mencionada organización sugiere que Pérez Jiménez fue derrotado por


una rebelión popular, pero su afirmación es inexacta. Los venezolanos de
ese tiempo callaron casi durante una década, omitieron su parecer o dieron
muestras de un ostensible colaboracionismo. Solo unos centenares de
ciudadanos valientes y dignos hicieron entonces el trabajo de la resistencia,
ante la indiferencia de la sociedad.

Seguramente la hazaña de un puñado de republicanos comprometidos con


la libertad sea el acicate de la reacción masiva que hoy protagonizamos,
pero jamás el silencio ominoso de las mayorías. La dictadura de Pérez
Jiménez fue derrotada por un movimiento militar, por negocios sigilosos de
los cuarteles, y solo en los días inmediatamente anteriores al 23 de enero de
1958 ocurrieron manifestaciones masivas que aceleraron un proceso que
evolucionó en círculos cerrados, casi herméticos. En consecuencia no se
puede hablar de rebelión popular cuando se hace memoria de lo sucedido
entonces, a menos que el ejercicio de recordar dependa del capricho; a
menos que se pretenda coquetear con el pueblo por acciones que no se
atrevió a realizar.

Tampoco la sociedad reaccionó contra la tiranía gomecista. Aguantó


durante veintisiete años a su verdugo, mientras reinaba una oscuridad
imponente que la gente no quiso perturbar. Dejo el asunto en las manos de
un grupo de guerreros, la mayoría procedentes del siglo XIX, esperando
que una próstata enferma metiera a su tirano en la tumba. Presenció en
silencio la prisión de los estudiantes de 1928, sin pasar de las
murmuraciones y clamando por la comodidad del olvido. Vio desde su
confortable palco la invasión del Falke, como si se tratase de una película
taquillera para cuya exhibición nadie compró entrada. Apenas se atrevió
con unas convulsiones en el comienzo del posgomecismo, para dejar que en
breve las aguas volvieran a su cauce junto con la pasividad de los
espectadores irresponsables.

Es cierto que entonces las reacciones violentas conducían a La Rotunda, a


tormentos inenarrables y a la muerte sin concesiones, pero también es cierto
que solo un puñado de venezolanos dio la cara por el republicanismo
negado y envilecido. También es cierto que otras sociedades han
reaccionado de manera diversa frente a sus mandones, pese a estar
sometidas a desafíos y amenazas de la misma brutalidad. Por ejemplo, el
pueblo mexicano frente a la autocracia de Porfirio Diaz, personaje poderoso
y temido, contra quien se levantó en armas en todos los rincones del país, o
en casi todos, hasta echarlo del poder.

Dejemos la exageración, por tanto, a la hora de llenar de condecoraciones el


pecho de los venezolanos por actitudes heroicas que no existieron. En el
himno nacional se habla de ¨bravo pueblo¨, pero hay que poner la
afirmación en remojo. Los vocablos funcionan como incentivo, como
puente en busca de apoyos para una causa que no los tiene, o para tratar de
meterle emoción a un conjunto de personas que miran las cosas desde la
distancia, pero no reflejan una realidad indiscutible.

Las guerras de Independencia remiten a la existencia de una convulsión


generalizada, pero tal convulsión no se vincula con las rebeliones
populares. Si de tales rebeliones se trata, sabemos cómo el pueblo no
participó en la primera reacción de importancia contra la monarquía y cómo
después se alzó contra unos indeseables señorones que se atrevieron a
pisotear los derechos de Fernando VII. La Independencia no fue una
rebelión popular, en consecuencia. No paso de guerra civil, si aceptamos el
análisis de Vallenilla Lanz sobre el conflicto.

El siglo XIX fue tiempo de guerras civiles, es decir, de una conflictividad


generalizada que así como se puede atribuir a la constancia del descontento
popular, dependió del fenómeno del caudillismo y de los personalismos
dominantes en sucesivas cúpulas.

Los liberales y los godos de entonces no congeniaban con la participación


de las masas. Tal asunto no figuraba en sus programas porque no les era
familiar, y porque solo sabían manejarse como se manejaron las cosas antes
de la desmembración de Colombia, con lanzas y pólvora obedecidas por la
colectividad campesina.

La república de entonces no dependía de la participación popular, a menos


que esta se manifestara en los campos de batalla para tomar el gobierno y
para permanecer en su seno mientras se pudiera. Sangre a cantaros,
acompañada de copiosa literatura en cuyas páginas se clamaba por la paz
sin pensar en cómo llevarla a cabo con una persistente participación de la
sociedad. Unos cuantos repúblicos llamaron la atención sobre el asunto y
trataron de sembrar la semilla de una colectividad comprometida con los
valores del civilismo y con los fundamentos de la soberanía popular, pero
no pensaron en una conducta levantisca que se expresara en sentido masivo
sin que los cortejos de cadáveres desfilaran en las calles de las ciudades.

Entre otras cosas porque no había ciudades en esos tiempos. Faltaban los
teatros en los cuales pudiera ocurrir una rebelión popular como la que ahora
vemos y protagonizamos, o algo semejante. En un país deshabitado, en lo
más parecido a un desierto sin maneras efectivas de comunicarse sus
contadas criaturas, las horas de hoy no tienen vísperas, los luchadores de
ogaño no encuentran antecedentes. Tampoco en los hechos tempranos del
siglo XX, según se trató de describir. De lo cual se colige la exageración de
la meritoria ONG, pero especialmente la irrupción de un suceso
sorprendente en nuestros días, de unos hechos insólitos que pueden
conducir a un capitulo prometedor de la historia que no solo merece un
análisis detenido, sino también, sin duda, justificada apología.

También podría gustarte