El caso Fujimori y la autoría mediata
en primer lugar, un “poder de mando sobre la organización”. Este dominio supone en el agente la
capacidad de dar órdenes que deben cumplirse para el funcionamiento mismo de la organización,
siendo indiferente el nivel jerárquico que ocupa el agente, ya que únicamente importa que
domine la parte de organización a él sometida.
El 7 de abril de 2009 la Sala Penal Especial de la Corte Suprema del Perú condenó al ex presidente
Alberto Fujimori Fujimori como autor mediato de crímenes contra la humanidad por el asesinato y
posterior desaparición de un profesor y nueve estudiantes de la Universidad Enrique Guzmán y
Valle (La Cantuta), por la muerte de diecisiete personas en una quinta del distrito limeño de
Barrios Altos, y por el secuestro de un empresario y un periodista.
En histórica sentencia, sin precedentes en la jurisprudencia nacional, y na de las más relevantes
de la jurisprudencia internacional, la Sala Penal Nacional de la Corte Suprema de la República
condenó al ex presidente Alberto Fujimori Fujimori como autor mediato de crímenes contra la
humanidad, basándose esencialmente dicho fallo en la teoría de la autoría mediata por
organización para el enjuiciamiento de los crímenes cometidos desde aparatos organizados de
poder. El estudio realiza un recuento del origen y los antecedentes de la teoría. Se analiza y
formulan apreciaciones críticas a la amplia fundamentación de la sentencia respecto a la
participación criminal que desplegó el ex mandatario peruano, la misma que sienta ya las bases de
una doctrina jurisprudencial nacional y consolida la autoría mediata en nuestro medio.
Este pasado 31 de octubre, el juez de investigación preparatoria Richard Concepción Carhuancho
dictó prisión preventiva por 36 meses contra Keiko Fujimori por el presunto delito de lavado de
activos en el marco de las investigaciones del caso Odebrecht.
Uno de los puntos más centrales que sustenta la decisión del juez es la construcción de la autoría
mediata por dominio de organización, teoría desarrollada por Claus Roxin, que permite sancionar
crímenes cometidos desde aparatos organizados de poder. Curiosamente, el 7 de abril del 2009,
en una sentencia histórica sin precedentes, la Sala Penal Especial de la Corte Suprema del Perú
condenó a Alberto Fujimori como autor mediato en el caso La Cantuta, Barrios Altos y por el
secuestro del empresario Samuel Dyer y el periodista Gustavo Gorriti.
Antes de comenzar con el análisis de la autoría mediata por dominio de organización en el caso de
Keiko Fujimori, es necesario tener previamente una idea de qué es la autoría y qué implica ser
autor de un delito.
Al encontrarnos en un sistema diferenciador respecto de los delitos dolosos, el Derecho Penal
realiza una distinción entre autores y partícipes, que consiste en que los primeros son quienes
ejecutan el injusto penal y los segundos son quienes intervienen en el mismo (Villavicencio, 2017).
En esa línea, de acuerdo a la redacción del artículo 23 del Código Penal, se identifica como autor a
quien tiene el dominio sobre la ejecución del hecho punible y además lo realiza personalmente
(Villavicencio, 2017). De esta forma, tomando este concepto como base es posible identificar a los
demás sujetos activos del delito. En ese sentido, un aspecto importante de esta distinción se
encuentra en las consecuencias penales, en específico, en la determinación de la pena, la cual
como regla general es mucho más intensa en el caso de los autores.
A estas alturas, cabe preguntarnos lo siguiente: ¿qué es la autoría mediata por dominio de
organización?
A diferencia de la autoría mediata clásica[1], esta teoría no comprende una instrumentalización de
un autor inmediato, sino la de un aparato organizado de poder. Es decir, mediante esa teoría, es
posible imputar una autoría mediata a quien o quienes ostenten un mando autónomo por delitos
ejecutados directamente por terceros –plenamente responsables a efectos penales-
pertenecientes a la estructura de poder, que siguen las órdenes de los primeros, “los de atrás”.
Aterrizando este concepto al caso de Keiko Fujimori, el fiscal José Domingo Pérez la acusa de ser la
cabeza de una organización criminal formada en el seno de un partido político, Fuerza Popular,
que se encargó supuestamente del lavado de dinero recibido de la empresa Odebrecht,
protagonista de un mega caso de corrupción que involucra a varios Estados de la región.
De acuerdo a Roxin (1999), la autoría mediata por dominio de organización comprende los
siguientes elementos: en primer lugar, debe haber un poder autónomo de dominio, de manera
que se pueda organizar el aparato y asignar las funciones respectivas. En segundo lugar, una
pluralidad de miembros, suficiente para que estos últimos estén integrados jerárquicamente en
estructura organizada, sobre la cual recae el dominio (la instrumentalización). En tercer lugar,
como consecuencia de los dos elementos anteriores, se exige la fungibilidad, que consiste en la
posibilidad de sustituir a los miembros de ese aparato rápidamente por otros, asegurando así el
cumplimiento de las órdenes. En tercer lugar, la desvinculación del aparato del Derecho, es decir,
esta estructura opera fuera del marco jurídico.
Sobre lo anterior, a propósito de lo desarrollado por la Sala Penal Especial de la Corte Suprema en
su sentencia condenatoria contra Alberto Fujimori, esta contempla que la desvinculación se puede
dar de dos formas: por un lado, desde el nacimiento del aparato y, por otro lado, a pesar de tener
orígenes legales, puede suceder que en el trascurso el aparato se vaya apartando del Derecho[2].
Llevando todo lo desarrollado al caso de Keiko Fujimori, en primer lugar, si bien Fuerza Popular es
una partido político “con orígenes legales”, como fundamento para el pedido de la prisión
preventiva, el fiscal sostiene que dentro del partido en cuestión se habría constituido una
organización criminal que se encargaba de recibir “aportes” provenientes de la corrupción y de
contribuyentes fantasmas. Es decir, no se criminaliza al partido político, sino a un grupo que al
interior de este realiza actos ilícitos. Asimismo, se ubica a Keiko Fujimori en la cabeza de ese
aparato organizado; es decir, como la persona que ostenta el poder autónomo de dominio y que,
por lo tanto, es quien da las órdenes aunque no sea el sujeto que directamente ejecuta los hechos
punibles. Por otro lado, la pluralidad de miembros se configura entorno a los integrantes de la
estructura de partido y a ello se le añade el hecho de que muchos de quienes conforman este
aparato son personas que tienen incidencia en los poderes del Estado (especialmente, y de
manera directa, el Legislativo).
Finalmente, esta lucha contra la corrupción -tal vez como muchas, si no como todas- pone en
manifiesto la relación (y el conflicto) entre lo jurídico y lo político en nuestros tiempos. Octubre
nos deja con un panorama que más que aliviador, en realidad es un poco inquietante: este mes
cierra con eventos que nos dicen a gritos que nuestro país está en manos de partidos políticos que
tienen como prioridad sus propios intereses, y que la corrupción y el poder al parecer son
inseparables.