Violencia y Estrategias Colectivas en Los Andes
Violencia y Estrategias Colectivas en Los Andes
andina
Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela
Gonzalo Sánchez y Eric Lair (ed.)
DOI: 10.4000/books.ifea.3808
Editor: Institut français d’études andines, Editorial Norma, Instituto de Estudios Políticos y Relaciones
Internacionales
Lugar de edición: Bogotá
Año de edición: 2004
Publicación en OpenEdition Books: 2 junio 2015
Colección: Travaux de l'IFEA
ISBN electrónico: 9782821845596
http://books.openedition.org
Edición impresa
ISBN: 9789580478171
Número de páginas: 656
Referencia electrónica
SÁNCHEZ, Gonzalo (dir.) ; LAIR, Eric (dir.). Violencia y estrategias colectivas en la región andina: Bolivia,
Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Nueva edición [en línea]. Bogotá: Institut français d’études
andines, 2004 (generado el 30 janvier 2020). Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/
ifea/3808>. ISBN: 9782821845596. DOI: 10.4000/books.ifea.3808.
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Presentación
que producen, en términos de recursos y capacidad militar de los actores armados, (Eric
Lair) los vínculos más o menos orgánicos con la economía de las drogas. Estos nexos,
valga decirlo, no son exclusivos de los grupos armados. Han permeado múltiples esferas
del Estado y la sociedad. La persistencia, ya por décadas, de la confrontación en
Colombia no sólo ha transformado los grupos en conflicto (Eric Lair, Daniel Pécaut) y
las representaciones que la sociedad colombiana se hace de su pasado y de su futuro,
sino que ha penetrado todos los resquicios de la vida privada (Daniel Pécaut, Gonzalo
Sánchez). Con estas premisas se llega al creciente clima de intensificación de la guerra
que prevalece hoy en Colombia tras la ruptura del proceso de paz con las farc en
febrero de 2002, ruptura que contribuyó en buena medida a la elección presidencial de
Álvaro Uribe Vélez. A su turno, y en estrecha correlación con las dinámicas referidas,
Sophie Daviaud explora las transformaciones del discurso de los derechos humanos en
las últimas décadas y a menudo su instrumentalización por las partes en conflicto y por
el propio Estado, así como las dificultades del trabajo de las ONG, cuyos activistas se
cuentan entre las más reiteradas víctimas de la violencia. Cambiando de escenario
geográfico, y pasando a un análisis postbélico, el estudio de Kimberly Theidon versa
sobre el impacto de la experiencia de la guerra en la memoria colectiva en el Perú con
base en las narrativas y especialmente en las representaciones de las jerarquías de
poder, las identidades y las relaciones de género, generación y etnicidad. Fundamenta
su investigación en una cuidadosa aproximación a las mujeres que participaron en las
rondas campesinas de diversas comunidades agrarias de Aya-cucho, en el sur del país,
en la época del activismo armado de la guerrilla Sendero Luminoso. Dentro de esta
misma perspectiva, el sociólogo peruano Carlos Iván Degregori, sentencia: “no hay
violencia política sin discurso”. El punto de partida de su análisis es la eficacia de Sendero
Luminoso en sus sucesivas fases de expansión. Sendero se inventa su profeta; construye
una narrativa dentro de la cual el triunfo es inevitable; le da un sentido de comunidad
mesiánica a su agrupación; la dota de una doctrina coherente, y pone todo ese
andamiaje simbólico al servicio de la guerra, a costa de pujantes movimientos sociales
coetáneos. El sofisticado discurso senderista se impuso sobre la compleja trama social y
política, y precipitó, junto con sus reiteradas acciones violentas, el aislamiento de
Sendero Luminoso de sus propias bases y su virtual (auto) liquidación. Todas estas
múltiples facetas de la violencia se entrecruzan y se convierten eventualmente en
componentes centrales de las relaciones entre los países de la región, llegando incluso
en el caso de Colombia y Venezuela a perfilarse lo que uno de los autores (Miguel
Hernández) llama el “enguerrillamiento” de sus relaciones.
5 Drogas, grupos armados y privatización de la violencia le dan unidad al conjunto de artículos
del segundo campo temático del libro. En uno de los artículos se explora, sin prejuicios
moralizantes, la compleja trama de las interacciones de las FARC con los colonos, que
llevó a aquellas a pasar de la prohibición, a la tolerancia, al control y finalmente a la
aceptación de los cultivos de droga, como mecanismo de captación de bases sociales y
posteriormente como recurso de guerra, mediante cargas impositivas a los cultivadores
(Juan Guillermo Ferro). De allí surge también una alianza duradera entre guerrilla y
colonos contra las políticas de fumigaciones. En el artículo de Mauricio Romero se
ponen de relieve las conexiones del latifundio, los narcotraficantes y sectores del
ejército en la génesis de los grupos paramilitares, en respuesta a las políticas de
democratización y de reinserción de guerrilleros durante el gobierno de Belisario
Betancur que, según el autor, desestabilizaron las viejas bases del poder político local y
regional, en particular en la costa Atlántica de Colombia. Los paramilitares,
4
fuerzas encontradas. Todo ello por supuesto sin descartar, sino al contrario
enfatizando, las tendencias a la contaminación e involución propias de la atípica
prolongación de la guerra irregular en Colombia.
7 En la segunda parte, se ilustran los patrones de expansión de unas y otras violencias,
con su impacto en las formas de sociabilidad y en la frágil esfera pública de la sociedad
colombiana, y no obstante la multiplicidad, se introducen criterios de diferenciación
entre las acciones provenientes de la insurgencia, con aspiración de poder y de
refundación del Estado, y las acciones provenientes de la criminalidad que apuntan al
lucro personal y a la desestructuración del tejido social. Se reconoce asimismo la
volatilidad cada vez más notoria de tales fronteras. En efecto se pueden detectar
claramente tendencias a la degradación del conflicto, expresadas por ejemplo en el uso
hipertrofiado del secuestro, o de recursos provenientes de la producción y comercio de
drogas ilícitas, que no sólo dificultan la dinámica negociadora sino que dan pretexto a
discursos, a apoyos y finalmente a grupos de justicia privada cuya legitimidad es
inversa a la de las guerrillas. Es el tema del tercer objeto de reflexión: los paramilitares.
8 Los paramilitares y grupos de Autodefensa, objeto de la tercera parte, se analizan desde
su propio discurso y desde sus articulaciones locales y regionales. Punta de lanza en la
privatización de la guerra, y factor agravante de la crisis humanitaria que vive
Colombia, los paramilitares en su versión de las Autodefensas Unidas de Colombia -Auc-
tienen pretensiones de reconocimiento político como guerrillas del orden, cuyas acciones
más protuberantes son las punitivas que recaen sobre la población civil, dependiendo
del arbitrario nivel de adscripción a la insurgencia que le adjudiquen a sus víctimas,
procedimiento que dicho sea de paso es propio de todos los actores armados, incluidos
los estatales.
9 La persistencia y aún el agravamiento de las manifestaciones de violencia indican que
algo ha andado mal en los casi últimos 20 años de guerra y de negociación. En el cuarto
apartado del texto se indaga por los modelos de negociación y de tránsito de las armas a
la política, puestos en práctica por las sucesivas administraciones, desde 1982 hasta
hoy. Los límites de concepción, de recursos y de decisión política por parte del Estado,
que se superponen a los límites dados por el extrañamiento social y cultural de los ex
combatientes en vías de reinserción.
10 El texto cierra con algunas anotaciones en torno a lo que deberían ser los ejes de las
acciones futuras en búsqueda de la paz: primero, lo que el asesinado profesor Jesús
Antonio Bejarano llamó “ensanchamiento del centro”, es decir de una sociedad civil
protagónica; en segundo lugar, la necesidad de “desguerrillerizar” la paz, volviéndola
una preocupación de la sociedad en su conjunto y no exclusivamente de la insurgencia
y el Estado; en tercer lugar la necesidad de abordar el tema de los campesinos cocaleros
no como un problema militar sino como un problema social, que trasciende las actuales
zonas de colonización armada y la existencia misma de las guerrillas; y finalmente la
necesidad de garantizar la plena vigencia del Derecho Internacional Humanitario.
La singularidad del caso colombiano: multiplicidad,
interdependencia y jerarquía de violencias
11 El rasgo característico del espectro político colombiano desde por lo menos la década
del ochenta es la multiplicidad de violencias en términos de sus orígenes, objetivos,
10
habían sido ignoradas por las agencias gubernamentales y por los científicos sociales.
Con todo, es preciso subrayar que las fronteras entre lo negociable y lo no negociable
son muy inestables: el narcotráfico fue considerado hace unos años, antes de la presión
norteamericana, negociable: y la criminalidad asociada con las milicias urbanas, que era
considerada como no negociable, se resolvió parcialmente a través de negociaciones.
Muchas bandas de Medellín se convirtieron en organizaciones políticas y fueron
tratadas como tales por las autoridades municipales y departamentales, con la
aprobación del gobierno central. En realidad, una de las peculiaridades de la sociedad
contemporánea colombiana es la fluidez entre lo voluntario y lo coercitivo, lo legal y lo
ilegal, lo institucional y lo parainstitucional, lo revolucionario y lo criminal, a tal punto
que muchas veces no sólo hay indefinición de fronteras sino de hecho involución
política.
41 En todo caso, el incremento de la criminalidad se refleja de manera contundente en las
cifras de homicidios. Colombia tenía, en el tránsito de una a otra década (1989-1992),
una tasa de homicidios intencionales alrededor de 77.5 por cien mil habitantes (el tope
fue 86 en 1991). Significativamente los más afectados por estas altísimas tasas de
mortalidad son los jóvenes, de sexo masculino, entre 15-24 años de edad. En términos
de impacto diferenciado de género señalemos que en 1994 el grupo masculino de veinte
a veinticuatro años alcanzó una tasa de 142.5 por cien mil habitantes, en tanto que su
equivalente femenino sólo llegó a 9.3. En términos de distribución regional, vale
también la pena destacar que las tasas más altas se registran en los departamentos de
Antioquia, Caldas y Valle, es decir, en los grandes polos de desarrollo económico del
país, que junto con la capital, Bogotá (cuya tasa es la del promedio nacional),
contabilizaban, a mediados de los noventa, cerca del 70% del total de homicidios del
país22. El homicidio se había convertido en la principal causa de muerte en
42 Medellín desde 1985, con una tasa de 100.8 muertes violentas por cien mil habitantes,
de lejos la más alta del país entonces23. Y aunque a fines de los noventa el porcentaje de
homicidios en el conjunto nacional decreció (72 en 1995 y 56 en 1998), es todavía, en
términos comparativos, y excluyendo los países en guerra, uno de los más altos del
mundo en la actualidad. En Francia fue 4.6; en EE.U.U. 8.0; Perú 11.5; México 20; Brasil
24.6 y Colombia 72.
43 Durante los últimos cinco años la composición de la criminalidad probablemente esté
cambiando: menos homicidios, más secuestros, por ejemplo. Pero, de todas maneras, en
términos de Álvaro Camacho y Álvaro Guzmán, la criminalidad colombiana fue tres
veces mayor que la de Brasil, el segundo país más violento de América Latina, y para el
curso de un año el número de homicidios en Colombia fue casi tres veces más alto que
el de la República China.
44 Si se considera el promedio de homicidios intencionales entre 1986 y 1995, que fue de
aproximadamente 24.000, y hacemos la proyección para la década, tendríamos una cifra
perfectamente cotejable con la de la década sanguinaria de la Violencia de los años
cincuenta, que hace unos pocos años habríamos pensado como irrepetible.
45 La violencia es por otra parte, el mayor problema de salud pública hoy en Colombia, con
una participación del 26% en la carga financiera del sistema de salud, que contrasta
palmariamente con un 3.3% para América Latina y un 1.5% para el resto del mundo 24.
46 Pero hay algo aún más preocupante y es el crecimiento simultáneo de criminalidad e
impunidad. El fenómeno de la impunidad no es nuevo pero las dimensiones sí. Desde la
Segunda Guerra Mundial, en efecto, el sistema judicial colombiano no sólo incrementó
18
Fuente: Comisión Colombiana de Juristas, (Colombia, Derechos Humanos y Derecho humanitario: 1996).
Policía Nacional, Criminalidad 1998. Saúl Franco, El Quinto: No Matar.
47 Como consecuencia de las múltiples violencias, todos los escenarios de la vida cotidiana
en Colombia sufrieron profundas alteraciones en las dos últimas décadas: las formas de
sociabilidad (fiestas, comidas nocturnas en restaurantes, se han reducido
enormemente); las actividades de esparcimiento para los niños en la calle y en los
parques se han limitado (por el temor al secuestro); las maneras de vestir
especialmente para las mujeres se han vuelto particularmente austeras (no pueden
19
portar collares, aretes, pulseras y joyas en general); las casas se han ido convirtiendo en
verdaderas prisiones, cercadas y enrejadas; se han incrementado las construcciones de
conjuntos habitacionales cerrados, considerados con razón como una especie de
apartheid espacial26, con barreras infranqueables para los “indeseables”; en barrios de
muchas ciudades, las calles, especialmente para los jóvenes, “están sembradas de
muerte”27, son escenarios de socialización para el delito; hay alto riesgo en caminar por
la calle o parar un taxi en la noche. En una palabra, todas las prácticas colectivas se han
visto afectadas de una u otra forma por las diferentes expresiones de la violencia.
48 Como resultado de estas tendencias, se ha producido una ostensible contracción de lo
público, convertido ahora en el territorio del miedo y de la fuerza y una exaltación de la
esfera privada. Como corolario, el interés ciudadano se ha ido sacrificando en aras del
movimiento defensivo del interés privado28. Para ponerlo en términos fuertes, las calles
de las ciudades, como diría Yi-fu Tuan, se están convirtiendo en “paisajes de miedo”,
(landscapes offear29): miedo a los terroristas, miedo a los ladrones, miedo también al
vecino, al transeúnte, a los organismos de seguridad, a los mendigos, miedo incluso a
las propias víctimas de la violencia, tendidas en la acera esperando en vano un gesto
solidario. Este ambiente ha dado lugar a una verdadera explosión de guardias privados
—que vigilan residencias, edificios públicos e instituciones bancarias- y en casos
extremos a bandas de autodefensa comunitaria. La ciudad se ha vuelto un mundo de
habitantes incomunicados.
49 No sólo el miedo se ha vuelto una experiencia colectiva, también el dolor bajo esa
modalidad que se expresa con motivo de la partida de los seres queridos y que
llamamos el duelo: ¿a cuántos entierros de parientes, coterráneos, compañeros de
colegio, colegas o copartidarios, originados en la violencia, ha debido asistir cada
colombiano en los últimos diez años? Y cuántas veces también en la experiencia íntima
a raíz de estos episodios abrumadores, se ha pasado del duelo de la marcha fúnebre, a la
rabia, y luego a la impotencia?
50 Dadas las dimensiones de esta experiencia colectiva de violencia no se puede esperar
que la paz sea el logro inmediato de un proceso negociador. La situación es de hecho
tan compleja que en Colombia, así se negociara la reconstrucción institucional con la
guerrilla mañana, la reconstrucción del Estado y del tejido social podría tomar décadas.
Pasar, en efecto, del hobbessianismo actual a lo que en otro contexto se ha llamado un
estado de “reciprocidad generalizada”30, en donde cada cual puede asumir que todos los
demás se están sometiendo a las mismas reglas, implicará un largo proceso de
aprendizaje y de reinvención de tradiciones cívicas que la rutinización de las violencias
ha ido aniquilando. En este sentido, más que de superar una crisis política o una crisis
del Estado, se trataría de una crisis de sociedad, que está por reconstruir o refundar: en
sus valores, en sus solidaridades y en sus conductas anteriores a todo orden político.
Porque se trata en efecto de una sociedad que por efecto combinado de violencia y
narcotráfico ha visto transformadas las estructuras de la comercialización; los
fundamentos de la acumulación (la ilegalidad sustituyendo la ganancia socialmente
aceptada); los valores culturales; las redes entre el dinero, la justicia y la política; las
maneras de relacionarse con la vida y con la muerte. Es una sociedad que más allá de la
posibilidad de formular cualquier proyecto de unidad o de orden nacional está
sometida a un permanente proceso de “negociación del desorden” que lo haga, si no
erradicable, al menos soportable31. Claro que una sociedad así para mantenerse en pie
20
tiene que desarrollar también estrategias y formas inéditas de resistencia cultural, pero
este es un tema que desborda los objetivos de este ensayo.
51 El punto entonces es que la situación presentada en el diagnóstico de los
“violentólogos”, hace más de diez años, ha empeorado y cambiado sus patrones de
desarrollo: la violencia política lejos de ser una forma marginal de violencia entre otras
es reconocida como el contexto de reproducción de todas las otras formas de violencia,
o para decirlo de otra manera, y en palabras de Daniel Pecaut, “la violencia organizada
constituye el contexto de la violencia no organizada”32, que no sólo favorece la
expansión de las otras formas de violencia sino que ella misma se ve afectada y sobre
todo contaminada por ellas.
52 Detallemos algunos indicadores del agravamiento de la situación. Primero, la ecuación
militar: si hace una década las guerillas estaban ubicadas principalmente en las zonas
periféricas, las regiones de la colonización moderna, este ya no es el caso. Las guerrillas
de hoy están presentes no sólo en cerca del 93% de los municipios de ocupación
reciente, sino también en por lo menos la mitad del total de muncipios del país 33.
Aunque a menudo estas cifras no distinguen apropiadamente presencia permanente u
ocasional, son de todas maneras indicativas de las dimensiones del fenómeno
guerrillero y, sobretodo, de su grado de penetración en los poros de la sociedad, como
nunca en épocas anteriores, ratificando las prevenciones de quienes desde las
posiciones más recalcitrantes sostenían que la tregua y las negociaciones de mediados
de los ochenta habían sido un episodio más de la vieja táctica comunista de la
“combinación de todas las formas de lucha” para obtener ventajas en el terreno militar,
como es hasta cierto punto natural en las fases iniciales de todo proceso de
negociación. En todo caso, con la liquidación de la Unión Patriótica y los centenares de
asesinatos políticos posteriores, esa táctica de tener simultáneamente un frente en la
política abierta y otro en la clandestinidad, quedó agotada y por consiguiente la
transición de la guerra a la política en futuros procesos de negociación tendrá que
recorrer caminos inéditos.
53 Según cifras de 1995, que revelan una tendencia no contrarrestada hasta ahora, las
guerrillas pasaron de 7.673 hombres, y ochenta Frentes, en 1991, a 10.483 hombres y
105 Frentes en 1994, y en muchas regiones “las guerrillas constituyen una forma
semiclandestina y semipública de gobierno local”34. Y ese crecimiento ha continuado de
manera exponencial hasta hoy, calculándose en unos 17.000 sus efectivos actuales,
elevando también inusitadamente las operaciones tendientes a sostener
financieramente semejante ejército irregular (secuestro, extorsión, participación en el
negocio de las drogas y apropiación de recursos públicos). Se ha podido establecer, en
efecto, que entre 1991 y 1994, los ingresos de las FARC y el ELN, por concepto de los
anteriores rubros crecieron un 87%, sin que aún se vea muy claro hasta dónde puede
llegar el umbral de tolerancia social con estas prácticas 35. El pago de tributos más o
menos permanentes por parte de los sectores pudientes y de las multinacionales a los
actores armados se ha vuelto una forma de convivencia negociada con la violencia, que
tiende a reproducirse, y que incluso puede ir en contravía de los esfuerzos estatales
para eliminarla. La capacidad operativa le ha permitido a las guerrillas incluso ejercer
lo que se ha llamado una “veeduría armada”36 sobre los alcaldes y sobre los
presupuestos locales y regionales.
54 Henry Kissinger, en un texto pertinente, ha puesto en evidencia la asimetría en la
dinámica de los contendores armados así: “la guerrilla gana si no pierde, el Ejército
21
convencional pierde si no gana”37. Con las cifras antes señaladas es fácil adivinar el aire
triunfante de la guerrilla colombiana y la sensación de fracaso, desmoralización y
decepción del Ejército. Según uno de los más prestigiosos generales retirados, el
General Valencia Tovar, quien tuvo a su cargo las operaciones militares en las que
pereció el cura revolucionario Camilo Torres (1966), el establecimiento colombiano
empezó a perder hace más de 30 años, en 1964, por dos razones: primero, una razón
militar, el Ejército fue incapaz de entender la naturaleza de las nacientes guerrillas de
los sesenta, al asociarlas con el bandolerismo, o en todo caso, con las secuelas de las
viejas rivalidades partidistas. Segundo, una razón política, a saber, la inconsistencia de
las políticas estatales para realizar las tareas de rehabilitación económica y social de las
áreas afectadas por la vieja violencia, que impidieran el renacer de la lucha armada 38. Es
decir, la no resolución de la vieja Violencia, nos metió, casi sin que lo advirtiéramos, en
la actual. Y sólo ahora, terminada la Guerra Fría, se hace posible no sólo para los
militares sino para las elites en general, indagarse sobre las causas endógenas de esa
violencia.
55 Un segundo signo del deterioro actual es el desplazamiento interno. Entre 1985 y 1996 la
cifra se aproximaba al millón de desplazados, el más alto porcentaje de ellos (45%) de
Antioquia, el departamento con mayor número de masacres, seguido por Cesar (10%),
Córdoba (8%), Santander (7%), Sucre (5%) y Caquetá (5%). El ritmo del ascenso es aún
más preocupante: en 1995 fue de 89.510 desplazados, en 1996 se elevó a 181.010,
atribuibles en un 33% a acciones desatadas por los paramilitares y 29% a acciones de las
guerrillas, y en 1998, el número de desplazados se elevó a 308.000, siendo el caso más
crítico el de la población petrolera de Barrancabermeja39. Este proceso incluye, entre
muchos otros, a campesinos, militantes sindicales o políticos, activistas de derechos
humanos, representantes de las minorías indígenas y negras, y-semilla para futuras
violencias- el 55%, son menores de dieciocho años. Como en todas las guerras, los más
pobres, y los más débiles, mujeres y niños, sufren las peores consecuencias,
agregándole nuevos ingredientes a las tradicionales fuentes de marginalización y
vulnerabilidad.
56 El dilema, como se lo relató un campesino a un organismo de Derechos Humanos, es: “Si
nos quedamos nos matan, y si nos vamos nos queman las fincas”. La gravedad de la
situación es tal que recientemente fue creada una Consejería Presidencial para la
atención de la población desplazada por la Violencia. El hecho es significativo, pero hay
que advertir que, en este caso como en el de los reinsertados, los apoyos que se den a
los desplazados pueden ser interpretados por los habitantes de las localidades de
destino como privilegios inaceptables, o como agentes portadores de tensiones y
conflictos40.
57 El número de desplazados (y de refugiados a países vecinos, Venezuela, Ecuador,
Panamá) está adquiriendo proporciones abrumadoras: durante los últimos años la cifra
se aproxima al 1’500.000 desplazados. Estas cifras significan que en la actualidad uno de
cada cuarenta colombianos huye de su región por razones de violencia. En el año 2000
se produjo un incremento sin precedentes. La región de Urabá, el sur del Departamento
de Bolívar y el Magdalena Medio, el Putumayo, áreas de confrontación entre guerrillas
y grupos para-militares, son las más afectadas por el desarraigo forzoso de sus gentes,
que con el territorio y los recursos pierden muchos otros referentes culturales. Y sólo
hasta ahora comienza a hablarse de ello en la prensa internacional, a pesar de que se
trata de cifras superadas sólo por Sudán, Afganistán y Angola. Incluso las migraciones y
22
los exilios de Centroamérica llamaron mucho más la atención, quizás por el hecho de
que su lugar de destino se concentró especialmente en un solo país, siendo este
precisamente los Estados Unidos, a diferencia del desplazamiento muy disperso de
Colombia a los países vecinos, a Europa y también a Norteamérica.
58 Una tercera fuente de inquietud es la asociada a lo que podríamos llamar la involución
política, uno de los más preocupantes efectos de la expansión económica militar y
geográfica de las guerrillas en la última década. Tal involución política es consecuencia,
entre otras cosas, de las alianzas operativas o tácticas con el narcotráfico en algunas
zonas, con grandes beneficios económicos inmediatos, ciertamente, pero con
incalculables costos éticos. De una violencia con claros objetivos políticos, con
horizontes ético-normativos definidos y con criterios de acción regulados o
autorregulados, se ha ido pasando a una creciente indiferenciación de fronteras con la
criminalidad común. Estoy pensando sobretodo en el secuestro por razones
económicas, que se expandió de manera dramática, especialmente después del colapso
del bloque socialista, que fue durante largo tiempo el proveedor de recursos y de armas
a las guerrillas del resto del mundo, incluida Colombia.
59 Colombia tiene hoy el más elevado número de secuestros en el mundo (50% del total) y
más de la tercera parte de ellos realizados por las guerrillas. El número total de
secuestros entre 1995 y 1998 se incrementó en más del doble: en 1995 fue de 1.158
secuestros; en 1996 fue de 1.608 secuestros; en 1997 ascendió a 1.986 secuestros y en
1998 alcanzó la cifra de 2.60941, en el 2000 superaron los 3.000 plagios, siguiendo esta
progresión siniestra, sin contar por supuesto el bajísimo grado de denuncia, estimado
en un 20%, pues los parientes de las víctimas prefieren negociar silenciosamente. A la
luz de estas cifras se puede decir que Colombia es hoy una sociedad asediada.
60 Un antiguo representante del gremio de los ganaderos ha señalado que “ser
secuestrado en Colombia ya no es un riesgo, es una gran posibilidad” 42. Entre 1987 y
1998 el número total fue de 15.181 secuestros. El secuestro, con otras formas de
exacción generalizadas, como el “boleteo” y la “vacuna” (cotización ocasional o
permanente que exime del secuestro) constituyen, lo que Jaime Zuluaga ha llamado,
una verdadera “economía tributaria” de la insurgencia, un sistema de transferencia de
recursos, principal, pero no exclusivamente del sector agrario a los grupos armados.
Adviértase que el sector agrario sufre, además de las mencionadas manifestaciones de
violencia, como el robo o exterminio físico de ganado de los hatos, o el incendio y
destrucción de instalaciones de las fincas, y de otras que deben sumarse a los crecientes
costos de la guerra en Colombia. Si se tienen en cuenta las motivaciones del
secuestrador, las relaciones entre secuestro, dinero y política, resulta extremadamente
compleja. Todas las combinaciones son posibles43. En su texto, Noticia de un Secuestro,
Gabriel García Márquez ha mostrado hasta dónde la retención de un selecto número de
personalidades de la política colombiana, realizada por Pablo Escobar y los
extraditables, activaba todas las redes de poder y de solidaridad entre las elites, y podía
operar también como mecanismo de presión eficaz para inducir cambios en el sistema
legal y judicial del país, e incluso en la formulación de cláusulas específicas de la nueva
Constitución Nacional expedida en 109144. Muchos de los secuestros de las guerrillas se
orientan también a modificar decisiones del Ejecutivo, del Legislativo y en general de
los poderes públicos; a presionar la liberación de prisioneros políticos; a imponer
determinado curso a las negociaciones; hasta llegar al desplante de la oficialización
nacional e internacional de la extorsión colectiva (con amenaza de secuestro) mediante
23
la llamada “Ley 002 sobre tributación” del Estado Mayor de las FARC, promulgada en
marzo de 2000, para los patrimonios superiores a un millón de dólares.
61 No vamos a ahondar en este punto. Lo que queremos subrayar más bien es que el
análisis del secuestro no se puede limitar sólo a sus dimensiones políticas y económicas,
y en especial al “rescate”, que es lo que en la mayoría de los casos interesa a los
plagiarios. Los medios no pueden ser indiferentes a los pretendidos objetivos políticos.
En el secuestro están envueltos en verdad muchos aspectos de un drama humanitario
que se inicia a menudo con los riesgos de la operación misma, en que la víctima es
arrancada del entorno natural, profesional y familiar. Por ello, entre otras cosas, desde
los primeros momentos y hasta el desenlace del secuestro, para los parientes y
negociadores se vuelven esenciales las rituales “pruebas de supervivencia”, que son al
mismo tiempo mecanismo de identificación de los captores. Todas las expectativas del
secuestrado y sus parientes oscilarán entre la ejecución, la liberación voluntaria, la fuga
y el rescate armado.
62 Lo inesperado del hecho y la simple incertidumbre de en manos de quién se está
(delincuencia común, narcotraficantes, guerrilleros) constituye suficiente motivo de
desconcierto y angustia tanto para la víctima como para su familia que gradualmente
descubrirán que hay una secuencia, unas reglas, y unas etapas más o menos definidas
en el modus operandi del secuestro, incluso unos predecibles tiempos muertos en el
proceso de negociación. Cuando se trata de la insurgencia, el hecho mismo de
reconocer el secuestro puede tener ciertas ventajas; obliga ante todo a los victimarios a
comportarse mínimamente como actores políticos. Con todo, importa determinar
también de qué grupo específico proviene la autoría, pues la reputación de barbarie con
sus víctimas se reparte desigualmente entre ellos, aunque a menudo esto tampoco
importa demasiado pues la delincuencia común suele “vender” sus secuestrados a la
insurgencia, y el anonimato de la operación le permite a la guerrilla eludir las
responsabilidades políticas de la operación. El secuestro deviene así la dimensión
antiheroica de la guerrilla.
63 El calvario para la víctima se prolonga con su traslado en vehículos, vendados los ojos, o
tras agotadoras jornadas a pie, a un sitio no identificable, a un no-lugar, cuyos
contornos no debe reconocer, sometida a un tormento adicional, el de la soledad. Allí
en el sitio terminal de la operación estará bajo el control físico y mental de sus
verdugos, con los cuales la mayoría de las veces la interlocución se limitará a los
insultos, a la indagación por los bienes, a la perpetua amenaza de las armas y la muerte
y adicionalmente, en el caso de las mujeres, a la amenaza de la violación sexual y a la
dignidad pisoteada en el ejercicio de los actos más íntimos como bañarse y hacer sus
necesidades fisiológicas, bajo vigilancia o atada a una cuerda. Para algunas víctimas una
de las ansiedades más frecuentes es la de perecer en el cautiverio sin que nadie se
entere del hecho, “sin que haya una tumba a dónde ir a visitarlo” 45. En ese escenario de
incertidumbres cruzadas, la víctima es sometida a un proceso de cosificación, de simple
“mercancía” negociable, rodeada por una estructura organizativa que al igual que la de
los torturadores de las dictaduras tiene sus especialistas en la presión física y
sicológica, en la extracción de información, y en la gradación del suplicio para
mantener la “utilidad” monetaria de la víctima y la eventual cooperación-sumisión de
la familia. El secuestrado se encuentra allí no sólo en una extrema soledad -a la espera
de una transacción de la cual dependen su vida y su libertad- sino además rodeado de
barreras y controles que evitan todo contacto o muestra de simpatía emocional con sus
24
(en las filas del movimiento de Autodefensas de Carlos Castaño no sólo hay numerosos
ex combatientes del EPL y del ELN, sino, lo que es más grave, desertores o miembros
despedidos del Ejército regular con rango de oficiales); insurgentes brindándole
entrenamiento militar en sus campamentos a bandas juveniles de delincuencia común
en Medellín al amparo de los acuerdos del proceso de paz de la administración del
presidente Be-tancur48; narcotraficantes y delincuencia organizada ofreciendo sus
servicios a la insurgencia; cambios en identidades para encubrir, o para atribuir a otros,
operaciones que generan el repudio público (en especial el secuestro) y, como se ha
detectado en Medellín49, borrosos y complejos límites entre las milicias urbanas, las
multifacéticas bandas juveniles, y las del sicariato asociado al narcotráfico.
70 Si de las guerrillas de los cincuenta se ha podido decir que se movían hacia la
cualificación, de las de hoy, pese a los numerosos códigos guerrilleros 50, habría que
decir que se mueven, en muchos aspectos, hacia la degradación 51 o involución.
Un nuevo modelo de contrainsurgencia: La
privatización de la guerra
71 Los Grupos de Autodefensa tal como existen hoy en Colombia tuvieron su primera
conferencia regional en 1994. Tres años más tarde, en junio de 1997, celebraron la
primera conferencia nacional y siguiendo casi los mismos esquemas de ¡as guerrillas
establecieron una estrategia política y militar para derrotar a las fuerzas subversivas.
Tienen hoy sus propios comandos, una emisora, un órgano de difusión propio, Colombia
Libre, uniformes, emblemas, y un modelo para aplicar: “Puerto Boyacá”, la primera
región de la cual fueron desarraigadas en los ochenta, a “sangre y fuego”, no sólo las
guerrillas sino de paso todas las manifestaciones de inconformidad social y política. El
esquema prácticamente se replicó en la dolorosa “pacificación” de Urabá, en la frontera
con Panamá, y se proponen extenderlo a todo el país. De las 55 masacres realizadas por
motivos políticos entre octubre de 1995 y septiembre de 1996, por lo menos 32,
equivalentes al 59.25% fueron atribuidas a paramilitares, trece a las guerrillas, de las
cuales diez a las FARC.
72 Las Autodefensas tienen múltiples antecedentes históricos: los ejércitos privados
quejugaron importantes papel en las guerras civiles del siglo XIX; las policías privadas
con que los terratenientes pretendieron neutralizar los conflictos agrarios en las
primeras décadas del siglo XX; y mucho más nítidamente tanto las “contrachusmas”,
“guerrillas de paz”, como los célebres “Pájaros” de los años cincuenta, vinculados a un
proyecto político-partidista. Más estrictamente, en su versión actual, las Autodefensas,
surgieron bajo inspiración de la doctrina de la seguridad nacional, que se extendió
durante los setenta y los ochenta por toda América Latina, como parte de una
estrategia mundial contra el comunismo. En su etapa formativa en Colombia recibieron
apoyo financiero decisivo de las asociaciones de ganaderos y también de los
narcotraficantes, que se habían convertido en los nuevos señores de la tierra en
amplias regiones del país. Conel tiempo y el colapso del comunismo, más que a un
proyecto doctrinario, la dinámica de las Autodefensas, al igual que acontece con la
guerrilla, responde a batallas más pragmáticas por territorios y por recursos. La mayor
parte de sus operaciones son de represalia contra el secuestro, el abigeato y la
extorsión.
26
Fuente: Comisión Colombiana de Juristas, Colombia, Derechos Humanos y Derecho Humanitario: 1996,
p.7.
27
77 Desde el punto de vista militar, las Autodefensas sostienen, que a diferencia del Ejército
que libra una guerra regular contra la guerrilla, la de ellas es una guerra irregular, ya
que, según sus manuales de historia militar, “no hay antecedentes en la historia en que
un ejército regular haya derrotado a uno irregular. Un ejército irregular sólo se detiene
con uno de las mismas características”55.
78 Como es apenas imaginable, el impacto sobre la población civil de esta nueva modalidad
de confrontación es abrumador. Se estima que en 1998 hubo un total de 194 masacres
(asesinatos colectivos de más de tres personas), que se distribuyeron así: 103 atribuibles
a las guerrillas y 91 a las Autodefensas56. El año de 1999, el último del siglo xx, impuso
un nuevo récord de rutinización de la barbarie: 403 masacres y 1.865 víctimas, cuya
autoría, según las estadísticas de la Defensoría del Pueblo 57, se estableció así, 38% las
Autodefensas, 16% la guerrilla, 17% grupos armados, 1.4% Fuerza pública, otros 2%. En
términos comparativos, las masacres de ese sólo año 1999 superan las de treinta años
de guerra en Guatemala, y ni la comunidad internacional se moviliza, ni a los actores
armados parece inquietarles ese tipo de vigilancia. Lo que se busca es simplemente
aterrorizar a la comunidad circundante, golpear su precaria economía y dejar
constancia sangrienta de control territorial. Son, en efecto, masacres acompañadas a
menudo de destrucción de viviendas, saqueo de víveres y despojo de animales.
79 Hay sin embargo nuevos desarrollos de estos grupos de Autodefensas, tanto en
términos políticos como militares, desarrollos que están cambiando la naturaleza de la
guerra en Colombia. En términos políticos están mostrando cada vez más preocupación
con la imagen pública. Es así como en tanto que en los textos de la “ III Cumbre
Nacional” subrayaron que los obstáculos puestos por los organismos de derechos
humanos a la capacidad operativa de las Fuerzas Armadas eran los que las habían
colocado a ellas a “la vanguardia de la lucha”58, en la primera edición del periódico
Colombia Libre, por el contrario dan precisas instrucciones a sus miembros sobre
elementos del Derecho Internacional Humanitario aplicables al conflicto armado
colombiano59. Esto no puede ser tomado muy seriamente con actores que siguen
cometiendo masacres en contravía de su nuevo discurso. Pero en octubre de 1997.
expulsaron de la organización nacional a uno de sus comandos en el suroriente del país
(Meta) por su responsabilidad en la masacre de una comisión de jueces. Durante las
elecciones municipales y departamentales de octubre del mismo año exhortaron a sus
seguidores a votar por el “sí” del “Mandato Ciudadano por la Paz, la Vida y la Libertad”
-un plebiscito que contenía preguntas específicas sobre el Derecho Internacional
Humanitario (secuestro, participación de civiles y de niños en la guerra) y una clara
determinación por la resolución pacífica del conflicto armado. Las Autodefensas (al
igual que las guerrillas) controlan la delincuencia común en sus zonas, suministran
créditos de largo plazo a los campesinos y en algunas regiones ponen en práctica su
propia reforma agraria.
80 En términos militares, la expansión es también impactante. En una entrevista de 1997,
el jefe máximo de las Autodefensas, Carlos Castaño, afirmaba que en ese momento
contaban con veinte frentes, cada uno de entre cien y 150 hombres, y que su meta era
disputarle a las FARC el sur de Colombia, los departamentos de Guaviare, Caquetá y
Putumayo, que dicho sea de paso proveen a la guerrilla de su principal fuente de
ingreso: las plantaciones cocaleras, que son la base del trabajo de pequeños campesinos,
sin fuentes alternativas realistas de ingreso. La importancia estratégica de estas zonas
se pone en evidencia si tomamos en cuenta los siguientes datos: las drogas (coca,
28
heroína, y los impuestos que pesan sobre ellas) representan con el 50%, la primera
fuente de ingreso de las FARC (siendo la segunda el secuestro). Con un 20% las drogas
representan la tercera fuente más importante de ingreso para el ELN (siendo la primera
la extorsión a las compañías petroleras, y la segunda el secuestro) 60. Esto muestra de
paso la creciente diversificación de las finanzas de las guerrillas.
81 Es preciso resaltar que en el momento actual cinco municipios de la provincias sureñas
de Caquetá y Meta, a saber, La Macarena, Mesetas, San Vicente del Caguán, La Uribe y
Vista Hermosa, con un área total de 41.000 km2, y una muy baja densidad de población
—aproximadamente 100.000 habitantes-, siguen bajo “despeje indefinido”. Este
“despeje” consiste en el retiro total de las fuerzas armadas gubernamentales de dicha
área, como marco geográfico de las conversaciones de paz que adelanta el gobierno del
presidente Andrés Pastrana con las FARC, la guerrilla que comanda el legendario
“Tirofijo” (Manuel Marulanda Vélez), un hombre que está en las montañas de Colombia
desde 1949, subrayando de manera patética la continuidad entre la vieja Violencia (de
los cincuenta) y las recientes.
82 Con las Autodefensas, cuyo número de efectivos a fines del año 2000 se calcula en 8.000,
por primera vez en Colombia se consolida un movimiento contrainsurgente de
proyección nacional. Ellas están hoy empeñadas en el reconocimiento político que les
dé algún papel definido en el proceso de negociación, dentro de la fórmula acuñada por
el ex presidente Samper de “un solo proceso, dos mesas de negociación”. El forcejeo en
torno a este punto, que no ha tenido una clara definición por parte del presidente
actual, Andrés Pastrana, puede conducir a un empantanamiento del proceso de paz. En
efecto, en tanto que las FARC exigen al Gobierno, como condición para avanzar en las
negociaciones, demostraciones contundentes en la lucha contra las Autodefensas, estas
a su vez exigen como condición para no sabotear el proceso que se les dé el status de
actor político-militar, en idénticas condiciones a las de la guerrilla. El secuestro en
mayo de 1999 de la prestigiosa senadora del partido liberal, Piedad Córdoba, por parte
de las Autodefensas de Carlos Castaño para denunciar lo que llamaron “diplomacia
guerrillera del partido liberal” puso las cosas en su máximo nivel de presión y de
tensión, en momentos en que, sumado al creciente descontento militar y de otros
sectores con la prolongación del “despeje” por considerarlo una simple cesión de
soberanía sin contraprestaciones, el gobierno pareciera perder la iniciativa en los
asuntos centrales de la agenda de negociación. “Secuestrado el proceso de paz”, fue el
titular de uno de los periódicos de mayor circulación en el país. Y las cosas no han
cambiado de manera sustancial, como para suponer distinta percepción pública del
proceso en el momento actual.
83 Significativamente, tanto las guerrillas como las Autodefensas explican sus orígenes
casi en idénticos términos: la incapacidad del Estado para cumplir con sus obligaciones
económicas sociales y culturales (origen de la guerrilla), por un lado; e incapacidad para
garantizar la seguridad pública, como es función esencial de cualquier Estado moderno
con relación a la vida, la propiedad y las libertades ciudadanas (origen de los
paramilitares). Aquí radica la esencia de la naturaleza de la crisis colombiana: dos
rivales, contra un enemigo ausente, el Estado. El Estado no es ni regulador, ni guardián
del orden. La guerra ha entrado pues en un acelerado proceso de privatización con la
consiguiente deslegitimación del Estado y de las instituciones públicas.
29
por las guerrillas activas en sus antiguos bastiones, Córdoba y Urabá. Si a esto se
agregan las inconsistencias de los organismos estatales que hacen que mientras unas
entidades sean instancias de mediación, otras lo sean simultáneamente de represión
(asesinando a los propios negociadores o intermediarios), se entenderá el desamparo y
orfandad en que van quedando los partidarios de la solución negociada. Pero aún
aceptando el modelo de negociación que se puso en práctica con estos grupos, no debe
perderse de vista que al fin y al cabo, tanto el Estado como la sociedad receptora de los
ex guerrilleros han sido profundamente afectados por la guerra y por lo tanto deben
prepararse conscientemente para la reinserción.
Fuente: Fundación Progresar. “Informe sobre Derechos Humanos. Caso Reincorporación legal
del EPL”, marzo de 1995.
87 La lógica territorial de la paz parcelada es que el espacio desocupado por uno de los
actores es inmediatamente reconquistado por otro con un discurso aún más radical que
el precedente, que se apropia del nombre del grupo, de sus banderas, de sus insignias,
de sus programas, de sus normas, de su acervo simbólico. Las negociaciones
fragmentadas no conducen a un proceso acumulativo de la paz sino a la reproducción
de la violencia. La paz fragmentada es la guerra prolongada. La única negociación
eficaz, podría decirse, es la negociación global, una negociación que involucre
simultáneamente a todos los grupos.
88 Por otro lado, la transición de la vida guerrera, con sus rigideces y sus jerarquías, a la
vida civil deliberante es muy compleja no sólo en términos políticos sino también
personales. Mientras se estaba en el colectivo comunidad-guerrilla, se anota en un
estudio psicoanalítico, “el compromiso con la historia había borrado los compromisos
familiares o aquellos que tuviesen sólo trascendencia individual”; con el retorno a la
sociedad individualista, “para el reinsertado es casi insoportable pensar que a partir de
ahora su vida está dedicada a superar problemas tan banales como el mercado, el
arriendo, la pensión escolar”63. El desprendimiento-desgarramiento del colectivo
31
las drogas ilícitas. Es decir, diseño de una política integral que busque la salida a los
cultivos ilícitos no en la represión y el terror, ni en la fumigación aérea y la
erradicación forzada, como torpemente insisten las autoridades de Estados Unidos,
provocando una catástrofe ambiental, sino en la formulación y financiación de
programas de desarrollo alternativo para los cultivadores de coca y amapola en las
diferentes regiones. Es decir, una clara distinción entre los asuntos y los intereses de los
narcotraficantes y el trasfondo social de las zonas campesinas, para las cuales con o sin
insurgencia, el cultivo de la materia prima para las drogas es una necesidad,
particularmente en las regiones de reciente colonización, como Meta en el suroriente o
Guaviare, Caquetá y Putumayo en la Amazonia colombiana. La presencia decisiva de las
guerrillas en estas zonas las podría convertir ante la comunidad internacional y
sobretodo ante los Estados Unidos en las verdaderas garantes de una solución duradera
al cultivo de productos psicoactivos74.
101 Todo esto sugiere una creciente interacción de los temas de las drogas con los de las
guerrillas (recuérdense sus fuentes de ingreso). Es lo que se ha llamado la narcotización
del proceso de paz y la nar-cotización de las relaciones de Colombia con los Estados
Unidos. En efecto, con la centralidad del tema de las drogas, que opera como sustituto
del enemigo ideológico que colapsó con el Muro de Berlín, el conflicto colombiano ha
pasado por esta vía al primer plano de las preocupaciones de los Estados Unidos. Este es
el tema central en el dilema de Washington: o presionar para la negociación, o crear la
legitimidad de alguna forma de intervención. ¿Cuál es el camino a seguir?
102 Los principios que han venido inspirando la acción gubernamental, en acuerdo con las
principales fuerzas políticas, son:
El reconocimiento del carácter político de la guerrilla
103 Esto significa aceptar, primero, que a pesar de muchas de sus prácticas condenables, no
son simples bandidos, terroristas o narco-guerrilleros, sino rebeldes con ideología,
recursos, y objetivos específicos contra el orden existente, es decir, que al menos
teóricamente y a diferencia de las mafias, acumulan recursos y poder con una
pretensión colectiva, y segundo, este reconocimiento implica la aceptación de la
imposibilidad de una victoria militar, y por consiguiente la necesidad de una salida
negociada. El más contundente reconocimiento del carácter político de las guerrillas lo
dio el actual Presidente Pastrana, primero como candidato y luego como presidente en
ejercicio, al encontrarse personalmente en las montañas de Colombia dos veces con el
líder máximo de las FARC.
104 No se trata siempre en todo esto de asuntos de principio. Estos reconocimientos
expresan las cambiantes relaciones de fuerza entre los rebeldes y el Estado. Entre 1990
y 1992, después de la caída del Muro de Berlín y el fin de la guerra Fría las expectativas
oficiales eran las de que las guerrillas verían en el inmediato futuro reducida su
capacidad en muchos niveles. Sin embargo, la enorme autonomía financiera que estas
guerrillas lograron con respecto a sus apoyos externos y la tremenda amenaza que las
políticas internacionales de erradicación de las drogas representaba para amplios
sectores del campesinado, le brindaron a las guerrillas inesperadas bases sociales y
relegitimación política, a pesar de las involuciones que se han señalado en otras partes
de este ensayo.
35
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1. Sobre este tema son muy sugestivos los ensayos de María Teresa Uribe. Especialmente Uribe,
María Teresa (1997), pp. 126-37.
2. Krauthausen, Ciro (1998).
3. Uribe, María Teresa (1993). pp. 29-37.
4. Veáse entre otros Ramírez Tobón, William (1997).
5. Uribe, María Victoria (1992).
6. Richani, Nazih (1997), pp. 37-81.
7. Estas relaciones son cuestionadas o reciben diferente presentación en el ensayo de Fernando
Gaitán Daza en Deas. Malcolm y Gaitán. Fernando (1995).
8. Echandía. Camilo (1999), pp. 101 y ss. Véase también Bejarano, Jesús Antonio; Echandía,
Camilo: Escobedo. Rodolfo; León Queruz, Enrique (1997), pp. 135-136.
9. Uprimny, Rodrigo. Texto inédito.
10. Lebot, Ivon (1995) y Degregori, Carlos Iván (1996).
11. Una guerrilla con visión de futuro debería estar planteándose desde ya los problemas de la
reconstrucción, los problemas de la violencia después de la violencia, y para ello asimilar las
lecciones de El Salvador y Guatemala en donde uno de los rasgos más característicos y
preocupantes de la situación posbélica es el crecimiento alarmante de la criminalidad común, que
ha obstaculizado notablemente el cumplimiento de los acuerdos y puede incluso desestabilizar el
proceso de paz. En un coloquio realizado los días 6 y 7 de noviembre de 1997 en el Instituto de
Estudios Latinoamericanos de Londres (“Guatemala after the Peace Accords”) al cual tuve la
oportunidad de asistir, se señalaba cómo no obstante la reducción casi a cero de los hechos de
violencia política en el primer año de vigencia de los acuerdos, había una escalada de la
criminalidad común que los analistas guatemaltecos calificaban de “colombianización” y que
estaba obligando a una creciente remilitarización del orden público, en contravía de expresas
cláusulas de los pactos de paz. ¿Cómo reconstruir un país, aquí y allá, en medio de una
desbordada ola de criminalidad?
12. Salazar, Alonso (1990); Ortiz Sarmiento. Carlos Miguel (1991). pp. 60-73; Alape, Arturo (1995).
13. Stannow, Lovisa (1996). Limpieza del cuerpo; limpieza de la ciudad (“Bogotá Limpia”, “Amor
por Medellín”); limpieza de la sociedad y deshumanización del conflicto (cosificación de los
excluidos, los “desechables”, los “parches” de la ciudad): tres momentos de esta nueva estética
social. Sólo a mediados de los noventa se inició una depuración sistemática de los organismos
policiales, como lo muestran estas cifras: entre 1995 y 1997 habían sido desvinculados de la
institución por diversos motivos 5.044 policías de todos los rangos, 353 oficiales. 517 suboficiales.
647 de otros niveles no especificados, y 3.527 agentes. Esto se tradujo en un cambio notorio de la
percepción pública sobre la institución. Véase Llorente, María Victoria (1999), p. 393. Este mismo
estudio observa que en la última década ha muerto un promedio de 329 policías por año en actos
del servicio, lo que los coloca entre las principales víctimas de la violencia
14. Estoy extrapolando aquí el sentido del título del libro, por demás interesante, sobre las
formas de producción cultural del miedo. Niño Murcia, Soledad: Lugo Torres, Nelson; Rozo
Montejo, César; Vega U, Leonardo A. (1998).
15. Salazar, Alonso y Jaramillo, Ana María (1992). Véase también Jaramillo A., Ana María; Cevallos
M., Ramiro y Villa M., María Inés (1998), p. 70.
16. 16 Salazar. Alonso (1993).
41
50. El historiador Mario Aguilera adelanta una novedosa investigación sobre la “justicia
insurgente”.
51. Esta es una de las tesis centrales de mi libro Guerra y política en la sociedad colombiana (1991). Es
en parte también la trayectoria de los rebeldes filipinos, los Huks, que se enmontaron después de
la Segunda Guerra Mundial y fueron confrontados por el gobierno con una mezcla de
autoritarismo, primero, y de reforma agraria después, a fines de los cincuenta, antes de que
entraran en un proceso de involución, que a mediados de los sesenta los puso definitivamente
fuera del espectro político, relevados por la moderna guerrilla. Por cierto, el éxito parcial del
gobierno filipino alcanzó a tener algún eco en Colombia en los llamados Planes de Rehabilitación
de comienzos del Frente Nacional, el acuerdo bipartidista que puso término formal a la violencia.
52. Ramírez Tobón, William (1997). p. 139.
53. El Tiempo. 29 de marzo de 1997. Bogotá. Recordemos que bajo la dictadura argentina y la
“guerra sucia” de 1976 a 1983, el secuestro -la desaparición- y la tortura (en su doble dimensión,
como instrumento punitivo y como instrumento judicial-investigativo fueron los rasgos
característicos de acción de organismos policiales de la triple A.
54. En octubre de 1997 y en vísperas de una decisión de la Corte Constitucional sobre su status
jurídico, se estimaba en 414 el número de tales asociaciones con un número aproximado de 3.531
afiliados. ElTiempo. 29 de octubre de 1997, Bogotá. El periodista y politólogo Hernando Gómez
Buendía ha definido con precisión los dilemas de estas asociaciones.
Las asociaciones de vigilancia rural son inútiles si respetan la Constitución, y si son útiles ¡a violan... Las
Convivir existen sólo porque el Estado no es capaz de controlar ¡os grupos armados: pero su legalidad
depende de que el Estado pueda controlarlas como grupo armado.
El Tiempo. 9 de septiembre de 1997, Bogotá. El fallo de la Corte Constitucional que respaldó su
vigencia por la estrecha mayoría de cinco a cuatro refleja tanto las incertidumbres sobre su
legalidad, como las ambivalentes o divididas actitudes de la sociedad colombiana en general
sobre ellas. El Tiempo. 7 y 8 de noviembre de 1997, Bogotá.
55. El Tiempo. 28 de septiembre de 1997, Bogotá.
56. Vicepresidencia de la República de Colombia (1999), p. 6.
57. “Barbarie Nacional” en Semana. 1-8 de mayo de 2000.
58. “III Cumbre Nacional. Movimiento Autodefensas Unidas de Colombia”. (Panfleto
mimeografiado. Sin fecha y sin lugar).
59. Colombia Libre (1997) (Órgano de divulgación de las Autodefensas Unidas de Colombia - AUC-).
NO. 1, julio, pp. 12-14. En claro contrapunteo con las más chocantes prácticas guerrilleras los otros
temas de mayor prominencia en este ejemplar de las Autodefensas son: “ El crimen del secuestro”
por la Comisión AUC de Asuntos Políticos; “Denunciamos violación de Derechos Humanos” por la
Comisión AUC para los Derechos Humanos con instrucciones sobre tratamiento a la población civil
y condena al uso inhumano de los niños en la guerra; y “Ecologicémonos. Preservación del Medio
Ambiente”, por la Comisión AUC de Asuntos Ecológicos, con un plan de contención de los atentados
dinamiteros contra oleoductos y refinerías, y la tala de bosques en parques naturales.
60. Richani, Nazih (1997). p. 46.
61. Ver una útil presentación del caso colombiano dentro del marco de las teorías de resolución
de conflictos en Hartlyn, Jonathan (1993). pp. 37-61.
62. Comisión de superación de la violencia (1991). Esta comisión fue coordinada por Alejandro
Reyes Posada.
63. Jaramillo Giraldo, Javier (1997), “Prólogo”, p. III.
64. Henao, Idelfonso (1997), p. 110.
65. En una edición reciente de la revista Alternativa se lee lo siguiente: “La respuesta de los
colombianos (a los acuerdos) ha sido contradictoria. A pesar de aplaudir ¡os procesos de paz. amplios
sectores de la población critican al gobierno por considerar que millones de colombianos se encuentran en
43
iguales o peores condiciones que los ex combatientes y. sin embargo, no reciben la más mínima ayuda o
atención por parte del Es- tado”. De hecho, según Tomás Concha (el Coordinador General del
Programa de Reinserción) “a uno le preguntan ¿cuántos años hay que ser guerrillero o qué hay que
hacer para que tengamos acceso a lo que tienen ellos? ”
66. Deas, Malcolm y Gaitán Daza, Fernando (1995), pp. 73 y ss.
67. Ver Sánchez, Gonzalo (1995), “Prólogo”, El libro recoge precisamente las memorias de dos ex
combatientes.
68. Wills, María Emma (1993).
69. Para una visión más amplia de este tema ver Sánchez, Gonzalo y Meertens, Donny (1997)
70. Las FARC han venido recurriendo al terrorismo, especialmente en Urabá y Córdoba, zonas de
las cuales los paramilitares las han venido expulsando sistemáticamente, y más recientemente lo
han extendido a otras regiones del norte y sur del país. Analistas políticos, como Alfredo Rangel,
han venido subrayando la tendencia de la guerrilla colombiana a utilizar los métodos típicos de la
ETA, y los de Pablo Escobar (la “escoba-rización”) en la época del narcoterrorismo. Ver, por
ejemplo, El Tiempo. 2 y 23 de marzo de 1997, Bogotá.
71. Rangel Suárez, Alfredo (1999), p. 43.
72. El Espectador. Domingo 29 de octubre de 2000, Bogotá.
73. Naylor, R.T. (1999), “The Insurgent Economy: Black Market Operations Guerrilla
Organizations”, citado en Rangel Suárez, Alfredo, op.cit. p. 44.
74. Varga Meza, Ricardo (1999). p. 49.
75. El Tiempo. 13 de septiembre de 1999. Bogotá.
76. Pécaut. Daniel (1999). p. 203.
77. Veáse una primera formulación en Comisión de estudios de la violencia (1995), y más
recientemente Palacios, Marco (1999), pp. 50-107.
NOTAS FINALES
1. Profesor Titular, Instituto de Estudios
Políticos y Relaciones Internacionales,
Universidad Nacional de Colombia.
E-mail: [email protected]
44
12 Sin embargo, estas organizaciones no han conocido una suerte muy distinta a la de
muchos otros grupos guerrilleros latinoamericanos de su época. Acantonadas en las
regiones periféricas; sin armas; viviendo día a día, llevadas al sectarismo, ellas han sido
bastante incapaces de amenazar el régimen. En un país que se urbanizaba y se educaba,
su auditorio disminuyó progresivamente. En 1975, el ELN y el EPL se encontraban al
borde de la extinción; las FARC aún no llegaban más allá de la organización de unas bases
campesinas en autodefensas; el M-19 estaba apenas en sus primeros balbuceos.
Solamente este último logra despertar una amplia simpatía en las clases medias con su
estilo “tupamaro” y su lenguaje nacionalista y populista.
13 Es a finales de los años setenta que el conflicto comienza a coger un nuevo rumbo. Los
acontecimientos de América Central no son ajenos a este viraje ya que muestran la
posibilidad de atacar de frente a los regímenes constituidos. El M-19 es la organización
que más decididamente se compromete con esta vía al intentar implantarse en las
ciudades y, posteriormente, luego de su derrota en este plano, al privilegiar una
estrategia cuya naturaleza primordial era militar y ofensiva. La dura represión
desplegada por el gobierno de Julio César Turbay Ayala logra atajar el ascenso del
movimiento rebelde, si bien a costa del descrédito del régimen.
14 Esta nueva etapa está, sin embargo, también ligada a la activación de la economía de la
droga que se da por la misma época. La lucha armada va a coger nuevo vuelo y todo el
contexto político se verá trastornado. Serán las FARC quienes más se beneficiarán de
este nuevo recurso. Efectivamente, esta organización controla ampliamente las zonas
periféricas en donde se desarrollan los cultivos de coca, y de ahí en adelante
acompañarán su expansión. Esto mismo harán en los años noventa con los cultivos de
amapola, cuyo dinamismo no es igual. El ELN evitará hasta la fecha este medio de
financiación pero las demás organizaciones guerrilleras tendrán vínculos ocasionales
con las redes de traficantes3. En cuanto a los primeros grupos para-militares, muchos
de ellos fueron formados directamente por los narcotraficantes. El cartel de Medellín
desempeña un papel preponderante en este sentido; Gonzalo Rodríguez Gacha, una de
las personas cercanas a Pablo Escobar, es uno de los principales responsables de esto,
sin embargo, el hermano de Carlos Castaño, miembro del cartel durante un tiempo, es
quien crea estos grupos en Córdoba. Son los narcotraficantes quienes, en el norte del
Valle del Cauca, multiplican estos grupos. En 1989, se cuentan oficialmente más de 130
núcleos de “autodefensa”, nombre que reivindicaban los paramilitares.
15 La redefinición de los grupos guerrilleros con base en la captación de recursos
financieros no se da, sin embargo, solamente a partir de la economía de la droga. Por la
misma época, surgen otros polos de producción minera o agrícola que escapan
ampliamente a la influencia del Estado, lo que brinda a la guerrilla nuevas
oportunidades. El ELN se reconstituye gracias a exacciones sobre las actividades
petroleras en plena expansión y sobre los recursos mineros tales como el oro. El EPL
aprovecha el dinamismo de la producción bananera en el Urabá. Las FARC y el M-19
recurren a “impuestos” sobre las grandes haciendas. Todas estas organizaciones
recurren al secuestro como una de sus fuentes importantes de financiación.
16 En estas condiciones, su capacidad militar y sus ambiciones se acrecientan. Desde 1982,
las FARC duplican el número de sus frentes y anuncian un plan para tomar el poder en
ocho años. El M-19 lanza grandes operaciones en el Caquetá y el Valle del Cauca. El ELN y
el EPL consolidan sus posiciones regionales.
48
salvo el ELN. En 1989-90, los presidentes Barco y Gaviria retoman la iniciativa y esta vez
con éxito. El gobierno acepta reunir una asamblea constituyente, condición exigida por
el M-19 para su desmovilización. Este se convierte de inmediato en partido político y su
ejemplo es seguido por el EPL y otros grupos de menor importancia. En la asamblea
constituyente, la Alianza Democrática M-19 -nombre dado al nuevo partido-casi iguala
al partido Liberal. La nueva constitución sienta las bases de una renovación profunda
de las instituciones: un reconocimiento del pluralismo cultural y religioso, la
afirmación de numerosos derechos, la adopción de procedimientos rápidos para
hacerlos valer. La prueba de que el régimen no está condenado al inmovilismo en todos
los campos. El discurso de la paz renueva ahí sus fuerzas 7.
La expansión de la guerra
24 Es sin embargo la guerra, que progresa a grandes pasos a partir de 1993, una guerra que
cada vez más asume los rasgos de una guerra civil. No una guerra civil “clásica”, en la
cual una gran parte de la población se identifica con un campo o el otro. Tampoco una
guerra alimentada por antagonismos religiosos, étnicos o regionales. Más bien una de
esas guerras civiles contemporáneas interminables, en las cuales los protagonistas se
definen cada vez más por los recursos financieros que manejan, y por la tendencia a
desligarse más y más de las poblaciones que pretenden representar.
25 Esto no significa que el conflicto no siga estando relacionado con las tensiones u
oposiciones sociales. La confrontación entre grupos guerrilleros y paramilitares
presenta en ocasiones un aspecto de lucha de clases. Los paramilitares disponen de un
apoyo importante entre los sectores privilegiados: grandes hacendados, burguesía rural
media y naturalmente, narcotraficantes. Estos han llegado con el correr del tiempo a
ser grandes propietarios y posiblemente los más poderosos de ellos. Se calcula que han
adquirido cuatro millones de hectáreas, estando así al origen de una verdadera
contrarreforma agraria. De forma inversa, en ciertas zonas los grupos guerrilleros
continúan asumiendo las reivindicaciones de transformación social de los habitantes.
Los pequeños cultivadores de plantas para la producción de drogas -que se reclutan
entre la población urbana desempleada- con frecuencia los perciben como sus
protectores.
26 Las tensiones sociales, no obstante, son todavía más fuertes en las zonas donde existen
polos de producción de riquezas y donde la plata circula de manera abundante -zonas
mineras, de agricultura moderna... o de producción de drogas- que en cualquier otro
lado. Masas de emigrantes llegan a estas zonas rebuscando su oportunidad, con
frecuencia a sabiendas de que no pueden esperar la más mínima asistencia del Estado.
¿Favorecen estas tensiones la inserción en la lucha armada? Es difícil de decir, ya que
es, en todo caso, en estas mismas regiones donde se establecen estos actores armados
para asegurar su financiación y por lo tanto imponer su ley. Lo más probable es que en
efecto exista una relación en los dos sentidos.
27 La relación entre la evolución de las desigualdades y el conflicto armado es aún más
compleja. Entre 1965 y 1984, las desigualdades tienden a disminuir gracias a los avances
en materia de educación y salud. La expansión de la economía de la droga tiende, al
contrario, a traducirse en una acentuación de dichas desigualdades. Sin embargo, es a
partir de 1997 que se produce un viraje dramático con el crecimiento masivo de la
proporción de la población que vive en condiciones de pobreza —estimada en más del
50
39 Todos los candidatos a la elección presidencial de 1998 hacen campaña con el tema de
la paz. El éxito de Andrés Pastrana se debe al hecho de encarnar la oposición al
gobierno Samper. Además Pastrana encuentra apoyo de última hora en las señales que
dan las FARC a su favor. No dudan en recibir a un delegado de Pastrana entre las dos
vueltas y hasta llaman a votar por él en las regiones bajo su control. Dadas estas
condiciones, Pastrana parece tener un gran número de ventajas que favorecerían la
salida política al conflicto.
40 Pastrana además muestra de entrada que está decidido a asumir una serie de riesgos
para lograr el éxito de los diálogos. No duda, sin esperar su investidura oficial, en
visitar a Manuel Marulanda Vélez. En dos ocasiones, en las cuales el proceso de paz está
empantanado, Pastrana reitera esta iniciativa. Reconoce a los dos grupos guerrilleros el
estatus de “actores políticos”. Satisface ante todo las exigencias de las FARC a fin de
iniciar las negociaciones: la desmilitarización de una zona de 42.000 km 2, en la región
del Caguán, el equivalente del tamaño de Suiza. Aparentemente, le concede una menor
prioridad a las conversaciones con el ELN y de hecho este, por su parte, pretende
negociar primero con la “sociedad civil”. En 1999, se compromete, no obstante, a
otorgarle su propia zona desmilitarizada. El gobierno incluso da señales de querer
tomar en cuenta el problema de los para-militares, procediendo a la disolución de las
asociaciones “Convivir”8 .
41 Sin embargo, las conversaciones no dan la impresión de poder desembocar en
resultados tangibles. Durante más de tres años andan a la deriva, entre incidentes y
crisis, entre interrupciones y esperanzas rápidamente defraudadas. Al punto de
poderse cuestionar si en realidad en algún momento se inició un verdadero diálogo.
42 Cuando finalmente se produce la ruptura definitiva con las FARC en febrero de 2002, el
balance es notablemente modesto. En 1999, el gobierno y las FARC se ponen de acuerdo
sobre una agenda común y, algunos meses después, sobre el procedimiento para debatir
los diferentes temas. Sin embargo, la agenda es demasiado amplia y los procedimientos
no son lo suficientemente obligatorios como para que las partes se vean realmente
comprometidas. En enero de 2001 la visita de Pastrana a Marulanda permite retomar el
hilo provisoriamente y la asistencia de los “países amigos” admite la posibilidad de una
esperanza. Esta se ve pronto defraudada. En junio del mismo año, un acuerdo
humanitario desemboca en el intercambio de algunos prisioneros enfermos y las FARC
proceden poco después a liberar unilateral-mente a unos 250 policías y militares 9. No
obstante posteriormente no hay avance alguno que permita “humanizar” el conflicto.
En enero de 2002 -cuando la ruptura parece ya inevitable- se firma un acuerdo, que
prevé en particular un cese al fuego dentro de un plazo de tres meses. Obtenido a la
brava, gracias a la intervención de los representantes de la comunidad internacional,
este finalmente no resulta ser más que un simple alivio temporal. Un mes después de
concluido, las FARC provocan un grave incidente que no deja al gobierno otra alternativa
que la de poner fin a los diálogos10.
43 Los diálogos con el ELN parecían más fáciles. Al finalizar el mandato de Samper, esta
organización mostró su predisposición a un primer acuerdo 11. Sin embargo, no lo
respeta y, ante todo, las negociaciones se enfrentan rápidamente a un obstáculo
imprevisto: el gobierno no logra cumplir con su compromiso de desmilitarizar una
segunda zona. La zona prevista -con una extensión bastante menor a la otorgada a las
FARC- está situada en una región mucho más estratégica. Los paramilitares movilizan a
los habitantes a fin de impedir que la decisión sea puesta en práctica y atacan las
53
posiciones del ELN en la zona. Inclinándose frente a los hechos 12 y sin duda ante las
reservas emitidas por los militares sobre esta nueva concesión, el gobierno siembra la
duda sobre el alcance de sus compromisos. Sin embargo, las conversaciones se
prosiguen en el exterior de manera intermitente. Acogidas en La Habana, alentadas por
Fidel Castro, en un momento dado parecen avanzar. A comienzos de junio de 2002,
estos diálogos también se hunden.
44 Un balance así de pobre parece sugerir que las partes estaban desde un comienzo
convencidas de la imposibilidad de llegar a un acuerdo, y que se involucraron en las
negociaciones con la idea de aprovechar esta fase para fortalecer su potencial militar.
Esta interpretación es probablemente demasiado simplista. Es más verosímil que hayan
buscado medir las posibilidades de llegar a unos acuerdos así fuesen parciales. Sin
embargo, es cierto que desde un comienzo actuaron en función de la probabilidad de
que se fracasara, diseñando estrategias alternativas.
45 No hay razón para poner en duda la voluntad inicial de paz del gobierno. Contra viento
y marea, al costo de concesiones frecuentes y a riesgo de perder el apoyo de la opinión
pública y de la clase política, se esforzó por mantener los diálogos hasta el final. Otra es
la constatación de que parece no haber logrado diseñar una verdadera estrategia de
negociación. Como si la referencia a la paz bastase en sí para abrir el camino, jamás
sometió a la guerrilla propuestas concretas que respondiesen, así sea de manera
parcial, a sus reivindicaciones, o que por lo menos los hubiesen obligado a pronunciarse
al respecto. Tampoco logró asociar a la sociedad y a los responsables políticos a lo que
habría surgido como un gran proyecto nacional.
46 No hay razón tampoco para pensar que la guerrilla no era sincera cuando reclamaba
medidas de transformación social. La reforma agraria, el abandono de las
privatizaciones así como la opción de sustitución manual de los cultivos de coca, son
algunas de las demandas que siempre han reivindicado. Lo que sorprende es su
incapacidad para hacer de ellas la base de un proyecto político capaz de convencer a los
sectores populares e incrementar su capital político. Si bien la difícil situación militar
del ELN puede explicar en parte estas dilaciones, el inmovilismo político de las FARC no
deja de ser sorprendente. Se puede, sin duda, atribuir en parte a su larga historia.
Orgullosas de haber capoteado el tiempo, dan la impresión de continuar encerradas en
el viejo país rural -cada vez más amenazado— y de saborear interminablemente su
revancha contra las fuerzas políticas tradicionales, incluso las corrientes de extrema
izquierda que durante tanto tiempo las despreciaron13. Sin embargo, esto también
refleja el hecho de que las FARC se acostumbraron a confundir objetivos políticos con la
lucha por posiciones de poder, para retomar la distinción que evocábamos
anteriormente.
47 El hecho de que se hubiesen iniciado las negociaciones sin que se diera el cese al fuego
condenó el proceso a una sucesión de litigios.
48 La zona desmilitarizada concedida a las FARC pronto se convierte en la manzana de la
discordia. La falta de reglamentación gubernamental al respecto lleva a las FARC a
afirmar su total soberanía. Pronto se ven acusadas de dar a la zona un uso que nada
tiene que ver con la realización de los diálogos: el entrenamiento de nuevos reclutas,
base para replegarse después de ciertas operaciones militares y escondite de muchos de
los secuestrados. Así toda decisión sobre la forma de reconducir la zona se convierte en
una fuente de tensión. La instauración, a finales de 2001, de un control aéreo sobre la
54
Guerra y polarización
57 Si el gobierno pensó que la modernización de las Fuerzas Armadas le iba a permitir
atajar la progresión de los actores ilegales, no le queda más alternativa que
desencantarse.
58 Las Fuerzas Armadas conocieron indudablemente una modernización considerable a
partir de 1998. Sus efectivos aumentaron y se profesionalizaron parcialmente: ahora se
cuentan 120.000 soldados de los cuales 60.000 son voluntarios. Su dotación en
helicópteros —que se calculan actualmente en 160—y en medios de observación aérea
se ha visto mejorada, principalmente gracias al Plan Colombia. Fueron creadas
unidades de intervención rápida y progresó la coordinación entre los diversos cuerpos.
Se atenuaron algunas de las rigideces burocráticas. En suma, la eficiencia global de los
militares indudablemente progresó. No volvieron a sufrir reveses como los del período
anterior y lograron por el contrario causar a la guerrilla unas pérdidas considerables.
Su propio comportamiento se vio modificado como lo atestigua el número decreciente
de “atropellos” que les son directamente imputados. La vigilancia de los Estados Unidos
no es ajena a esto y es una de sus condiciones para mantener su ayuda. No obstante, sus
efectivos siguen siendo insuficientes para controlar el territorio nacional. Por lo demás,
a fin de no exponerse a los golpes de la guerrilla, el ejército ha dejado numerosas zonas
sin protección. Su presupuesto, apenas un poco por encima de la media de los países
latinoamericanos, no le permite llevar a cabo operaciones de envergadura sino de
manera ocasional. Las clases privilegiadas no muestran ninguna prisa por contribuir al
esfuerzo de guerra ni por que sus hijos participen en ella. Sin embargo, la imagen del
Ejército ha sido indudablemente restaurada al punto de rivalizar con la de la Iglesia en
las encuestas de opinión.
59 Durante el transcurso del proceso de paz, los paramilitares fueron quienes conocieron
la expansión más significativa. Una progresión así supone que las Fuerzas Armadas
están lejos de haber renunciado sistemáticamente a una actitud tolerante. Abundan los
testimonios sobre la coexistencia pacífica que prevalece en muchos pueblos. Es como si
los militares delegaran su trabajo sucio a los paramilitares.
60 De hecho, los paramilitares están ahora presentes en una gran parte del país y son ellos
quienes amenazan las posiciones de la guerrilla en la mayoría de las zonas estratégicas.
Se han implantado en los perímetros de las principales ciudades; han irrumpido en
territorios guerrilleros de vieja data, como el departamento del Putumayo o en Arauca;
les disputan el control de rutas esenciales tales como las que conducen hacia el Pacífico
y el de zonas fronterizas como la compartida con Venezuela; se esfuerzan por
arrancarles el control de los principales polos económicos de las regiones de
colonización reciente, comenzando por las zonas de cultivos de coca, teatros de algunos
de los enfrentamientos más intensos. A comienzos de 2001, muestran la medida de su
fuerza al apoderarse de Barrancabermeja, sede de la principal refinería de petróleo del
país y de un poderoso movimiento sindical, por largo tiempo bajo el dominio del ELN y
de las FARC. Si hacía falta un símbolo de la avanzada paramilitar, este es.
61 En estas condiciones, los grupos guerrilleros se ven con frecuencia reducidos
localmente a posiciones defensivas. Este es, como dijimos, el caso del ELN. Las FARC
llegan con frecuencia a controlar las zonas ocupadas por estos últimos, no sin que se
57
66 La intimidación es lo que además sirve para roer el poder político a nivel local. Docenas
de alcaldes han sido asesinados o secuestrados. En lo que va corrido del 2002, ya han
sido asesinados ocho. Muchos otros se ven obligados a consultar con los grupos ilegales
antes de tomar cualquier decisión, y deben darles un porcentaje del presupuesto local.
Un número creciente de alcaldes se ve obligado a refugiarse en otras localidades para
desde allí administrar sus municipalidades. Por otra parte, las FARC acaban de expulsar a
todas las autoridades de una parte del departamento de Caquetá. En el momento de las
elecciones, las diversas organizaciones armadas se esfuerzan por hacer que la gente
vote por sus candidatos. En varias ocasiones, los grupos guerrilleros han impuesto
boicots a nivel local. Aunque estas presiones no siempre han sido exitosas 19, bien
podrían acentuarse. En los comicios legislativos del pasado marzo, los paramilitares
hicieron alarde de haber asegurado el triunfo de muchos de sus candidatos.
67 Las FARC actualmente están transfiriendo estas estrategias de intimidación a nivel
nacional. En tiempos recientes, han procedido al secuestro de figuras políticas de
primer plano, la candidata presidencial Ingrid Betancourt, el gobernador de Antioquia,
un antiguo ministro de Defensa, varios congresistas. De acuerdo con algunas de sus
declaraciones, estos secuestros tendrían como objetivo lograr por fin la liberación de
los cuadros de la guerrilla que han sido detenidos. De todas maneras, estos actos tienen
como consecuencia la fragilización del gobierno. Las tentativas de asesinato contra
Alvaro Uribe por parte de las FARC, antes de la elección presidencial muestran que ellas
saben, llegado el caso, recurrir a medios aún más expeditos.
68 Más que la agravación del conflicto en el terreno, lo que se vislumbra como uno de los
nuevos elementos más significativos es la polarización de la opinión pública sobre la
guerrilla. La ruptura del proceso de paz representa un fracaso para el gobierno pero
también lo es para la guerrilla desde un punto de vista político. La opinión pública y los
medios imputan a la guerrilla la responsabilidad de la ruptura; las exacciones, los
cilindros de gas, y sobre todo el secuestro —del cual todo el mundo puede sentirse
blanco potencial— se han encargado del resto. La exigencia, en vísperas de la elección
presidencial, de la desmilitarización de los departamentos del Caquetá y Putumayo, o
sea esta vez un área de 100.000 km2, parecía ser una provocación más de las FARC. Por
rebote y, aunque sigan siendo responsables de la mayoría de las atrocidades y
violaciones de los Derechos Humanos cometidas, los paramilitares avanzan, no
solamente a nivel territorial, sino también a nivel político. Más allá de sus apoyos
explícitos, ellos gozan, de una creciente tolerancia -o simpatía- en múltiples sectores.
La pérdida de zonas rurales y de pueblos, incluso Barrancabermeja, es ciertamente el
resultado de la eliminación física de los militantes de izquierda, como también es el
resultado del hastío de los habitantes con la guerrilla y de la incomprensión de sus
objetivos. Consentir el avance de los paramilitares comporta oscuras amenazas, no sólo
en lo que se refiere a la reanudación eventual de las negociaciones sino, básicamente,
para la estabilidad democrática.
69 Aunque evidentemente de otro orden, el ascenso repentino de Alvaro Uribe en las
encuestas desde finales de 2001 se inscribe dentro de esta misma evolución. Asilos
paramilitares y una extrema derecha heteróclita no disimulan su prejuicio a favor de
Uribe, ellos no representan sino una mínima parte de un amplio movimiento de opinión
que en definitiva se apuntó a favor de Uribe. Ver en este voto un apoyo a la idea de una
guerra total, sería desconocer el pragmatismo de los colombianos. Si bien ellos
constatan el fracaso de la retórica de paz y, aunque aspiran a que el Estado recupere
59
una mayor autoridad, la mayoría son conscientes de que la guerra no sabría sustituirse
de manera duradera a la política.
70 Alvaro Uribe parece ser el primero en estar convencido de esto. Indudablemente,
cuando fue gobernador de Antioquia, fue un defensor vehemente de las asociaciones “
Convivir” y, a pesar de las críticas, siguió insistiendo durante su campaña presidencial
en la prosecución de un esfuerzo por fortalecer las Fuerzas Armadas y, lo que es más, en
la organización de la población civil en alianza con este esfuerzo. Sin embargo, él
también sabe que una estrategia exclusivamente militar no basta y que la opinión
pública se le puede voltear, si dicha estrategia no se ve acompañada de un verdadero
proyecto político, que comprenda amplias transformaciones y que desemboque tarde o
temprano en la búsqueda de una solución negociada del conflicto. Si existían dudas al
respecto, Uribe mismo se encargó de disiparlas desde el momento en el que fue elegido:
en su declaración, hace un llamado a una mediación de las Naciones Unidas. Esto es, un
reconocimiento explícito de la necesidad de retomar el proceso de paz lo más pronto
posible, pero esta vez con la participación institucional de la comunidad internacional.
¿Internacionalización del conflicto o
internacionalización del proceso de paz?
71 La referencia a la posibilidad de una mediación internacional es un indicativo de que,
como mínimo, hay un punto frente al cual la política de Álvaro Uribe no se puede
inscribir dentro de la continuidad de su predecesor: la necesidad de un apoyo amplio de
la comunidad internacional. De ahora en adelante, este respaldo se impone en todos los
campos, no solamente en el de la búsqueda de la paz, sino ante todo en la búsqueda de
soluciones al problema de la economía de la droga. La estrategia del Plan Colombia ha
mostrado sus limitaciones. Docenas de miles de hectáreas han sido sometidas a la
fumigación aérea, sin que por esto hayan disminuido las áreas cultivadas. La ira de los
colonos no ha hecho sino aumentar y los cultivos sencillamente han sido desplazados a
otras regiones de Colombia, con las consiguientes repercusiones ecológicas. La
sustitución manual emprendida a pequeña escala, con el apoyo de la Comunidad
Europea, tampoco ha arrojado resultados concluyentes. Ya es hora de que los países
consumidores -implicados, por otra parte, en el lavado de dineros de la droga así como
en el tráfico de armas- tomen en serio el principio de co-responsabilidad sobre el que
tanto hablan desde hace años.
72 Que se sientan interpelados por los programas destinados a ayudar a Colombia a salir
de una situación económica y social, que desde diversas perspectivas se perfila como
explosiva. A pesar de las medidas adoptadas en estos últimos años, el desequilibrio de
las finanzas públicas no ha hecho sino agravarse. Para el 2001, la deuda pública ha
llegado a ser casi del 50% del PIB; el déficit fiscal es de 5,1%; el endeudamiento
internacional nunca había sido tan alto. El crecimiento inevitable de los gastos
militares sólo podrá aumentar el déficit. La situación social es dramática. Si bien
Colombia logró salir de la terrible recesión de 1999, su tasa de crecimiento en el 2001 no
llegó sino al 1,5%. El deterioro de todos los indicadores sociales, aparente desde hace
varios años, sigue su marcha. La tasa de desempleo urbano continúa siendo de
aproximadamente un 20%. El porcentaje de la población asalariada se ve diezmado de
manera constante y los impactos de la pobreza absoluta llegan a una creciente
proporción del sector informal. Sin aumento del gasto e inversión social, el gobierno
60
corre el riesgo de perder rápidamente todo apoyo, y todo nuevo intento de diálogos por
la paz, se vería condenado al fracaso. La cooperación de la comunidad internacional
urge a fin de evitar que Colombia caiga en una desestabilización aún más profunda.
73 Parece evidente que la sola propuesta de mediación de las Naciones Unidas no basta en
sí para definir una estrategia de paz. Es probable que, en una primera instancia, los
grupos guerrilleros y las Fuerzas Armadas piensen sobre todo en el establecimiento de
un equilibrio de fuerzas que les sea más favorable; los primeros recurriendo al
terrorismo y reforzando su dominio sobre las regiones del sur, los segundos
prosiguiendo su modernización. Los Estados Unidos de ahora en adelante parecen, por
lo demás, dispuestos a que su ayuda militar sea destinada a la lucha contra los grupos
guerrilleros y no solamente a la lucha contra la droga. Sin embargo, tarde o temprano
surgirá el tema de la reanudación de las negociaciones y compete al futuro gobierno
trazar los objetivos correspondientes y llegar a lograr que estos se vean respaldados por
la opinión nacional y la comunidad internacional.
74 La actitud del gobierno frente al tema de los Derechos Humanos será decisiva en lo que
atañe a la paz. Los Estados Unidos y Europa no han dejado de insistir en la necesidad de
que el régimen colombiano haga, por su parte, algunos esfuerzos en ese campo y las ONG
internacionales, seguramente, estarán muy alertas frente al nuevo presidente. El
comportamiento de las Fuerzas Armadas con respecto a los paramilitares será
observado muy de cerca. Las Fuerzas Armadas deben demostrar que están dispuestas a
perseguir dentro de sus rangos a quienes sean considerados responsables, y a
interrumpir ciertas de sus fuentes de financiación. El éxito del gobierno dependerá
asimismo de su capacidad para brindar nuevas perspectivas políticas. A este respecto,
las reformas institucionales y sociales parecen indispensables, y no dan espera a los
resultados de las negociaciones. No obstante, son evidentemente las negociaciones las
que requieren, más que nada, otro horizonte político. El “prejuicio favorable” de los
para-militares puede ser en este caso una ventaja. En la medida en que Álvaro Uribe
lograse disminuir el accionar paramilitar de manera significativa, podría convencer a la
guerrilla de que ellas no tienen por que temer involucrarse en las negociaciones y -con
el concurso de la comunidad internacional- incitarlos a conformarse al Derecho
Internacional Humanitario so pena de caer en un aislamiento total. Una mediación, en
el sentido estricto del término, de las Naciones Unidas supone el consentimiento de las
partes. Si se llega a dar, la ONU podría hacer prevalecer una confianza mínima, la cual ha
hecho falta hasta ahora para abordar el problema de la reconversión de los grupos
guerrilleros en fuerzas políticas.
75 En medio de las convulsiones colombianas, no faltan razones para tener esperanzas. La
sociedad civil, en el sentido amplio, intenta organizarse. Numerosas ONG y asociaciones
participan en redes que se reivindican de la “sociedad civil”. En muchos casos, se trata,
sin embargo, de corrientes sin una verdadera representatividad que, aunque adoptan el
discurso de la paz, no logran conferirle un verdadero alcance político, así como
tampoco logran sustraerlo totalmente de la lógica de la confrontación. No obstante,
bajo la égida de la Iglesia como tal, o a través de curas de parroquia, O de ONG de
terreno, no faltan aquellos esfuerzos que respaldan las aspiraciones de la población de
mantenerse por fuera del conflicto. En Urabá y Chocó, se han construido las “
comunidades de paz”. En la región del Magdalena Medio, uno de los epicentros de la
confrontación, se ha puesto en marcha un admirable programa que promueve la
organización de los habitantes alrededor de proyectos productivos, con el apoyo del
61
Banco Mundial y, más recientemente, de la Unión Europea. En estos últimos meses, por
iniciativa propia, algunos pueblos han hecho un llamado a la “resistencia civil” y al
derecho a la “neutralidad”, principalmente en la zona indígena del Cauca donde los
habitantes han logrado repeler en varias ocasiones las incursiones de grupos armados
por medios no violentos. Todo esto refleja una sorprendente voluntad de hacer frente a
la guerra, más precisamente, una valentía asombrosa.
76 En un plano más general, varios representantes de las localidades, alcaldes y
gobernadores, han instaurado nuevos tipos de relaciones con sus comunidades. Las
grandes ciudades, comenzando por Bogotá, se modernizaron profundamente gracias a
una gestión que se esfuerza por combinar racionalidad con democratización. La crisis
de los partidos políticos permite el surgimiento de corrientes y de una opinión pública
autónoma. Pero ante todo, el apego a la democracia sigue prevaleciendo. Estos son una
serie de elementos que pueden favorecer una política de paz de largo aliento.
77 La alternativa ahora está entre la internacionalización de la guerra y la
internacionalización de las negociaciones. La opción no depende solamente del
presidente cuyo margen de maniobra está limitado por múltiples incertidumbres Con
todo, él tiene el poder de influir sobre lo que prevalecerá.
NOTAS
1. Bushnell, D. (1996), Colombia, Una nación a pesar de sí misma. Bogotá, Planeta.
2. Las FARC se situaban dentro de la esfera de influencia del Partido Comunista ortodoxo Los otros
dos. que se reclamaban respectivamente del castrismo y del maoismo, se esforzaron por articular
grupos campesinos con nuevos sectores urbanos radicalizados. El M-19 ha pretendido, en cuanto
a el. rechazar el dogmatismo ideologico e invocar un nacionalismo mas abierto.
3. A comienzos de los noventa, una nueva guerrilla que asume el nombre del fundador del M-19,
“Jaime Bateman Cayon”. y que cuenta entre sus dirigentes antiguos miembros del M-19, se
implanta en el Cauca. Ella es. en gran medida, un apendice del cartel de Cali.
4. Los “carteles” no tienen necesariamente la cohesion que se les atribuye. Son ante todo redes
flexibles. Sin embargo, los de Medellin y Cali lograron efectivamente controlar por un tiempo el
acceso al mercado norteamericano. Despues de la muerte de Pablo Escobar en 1993 y el
encarcelamiento de los jefes del cartel de Cali en 1995, se constituye una miriada de redes
autonomas, mucho mas dificil de destruir.
5. Una de las excepciones es la toma del Palacio de Justicia por el M-19 en 1985, la cual termina en
un bano de sangre con mas de cien victimas, entre las cuales figuran la mitad de los miembros de
la Corte Suprema de Justicia.
6. C. Echandia subraya en diversos articulos que el numero de acciones de las organizaciones
armadas esta correlacionado con el numero de asesinatos ligados a la violencia cotidiana.
7. El mismo dia de la eleccion de la constituyente, el gobierno Gaviria permitia a los militares
lanzar una operacion contra la sede central del secretariado de las FARC. Así las FARC no estuviesen
dispuestas a tomar parte en la constituyente, esta operacion no podia sino reafirmarlos en su
desconfianza. En 1992, no obstante, se reanudaron las negociaciones con las FARC y el ELN, en
Caracas primero, y en Tlaxcala, Mexico posterior mente. Estas se veran truncadas.
62
8. Asociaciones de vigilancia, que funcionan en vinculo con el ejército. Se verán acusadas de lazos
con los paramilitares, principalmente en el caso de aquellas que fueron creadas en Antioquia
durante el mandato del entonces gobernador Alvaro Uribe.
9. La decision de liberar a todos los prisioneros -policias o militares- salvo oficiales y suboficiales,
obedecia sin duda ante todo a la voluntad de las FARC de poder disponer de los cientos de
combatientes que tenian dedicados a vigilar a los presos. Las FARC es peraban, no obstante,
mejorar asi su imagen y parecen haberse sorprendido de no haberlo logrado
10. En 2001, el gobierno y las farc avalaron la constitucion de una comision consultiva compuesta
por tres personas encargadas de plantear propuestas con miras a relanzar el proceso de paz. En
su informe, la comision subrayaba principalmente la necesidad de un cese al fuego. Pero los
incidentes se multiplican a partir de agosto de 2001. Las FARC secuestran a un ex gobernador que
viajaba bajo la proteccion de las Naciones Unidas. Poco despues, se llevan a tres cooperantes
alemanes. El gobierno refuerza la vigilancia de la zona desmilitarizada.
11. El acuerdo fue firmado en Alemania con los representantes de la “sociedad civil” Preve la
reunion en Colombia de una “convencion nacional” entre el ELN y la “sociedad civil”. Ciertas
propuestas que enfocaban en principio la “humanizacion de la guerra” provocan un clamor de
indignacion: si bien el ELN promete renunciar al secuestro de me nores, de mujeres encinta y de
personas mayores, esto equivale a ratificar todas las demas categorias de secuestrables.
Posteriormente, el papel desempenado en la organizacion de este encuentro por un importante
agente secreto aleman, quien estaba implicado en la negociacion de los dineros del rescate de los
secuestrados por el ELN y de su blanqueo en Europa, va a generar un malestar duradero frente al
cual Alemania asumira una actitud extremadamente prudente.
12. Para evitar la repeticion de los errores cometidos en el Caguan, los paises “facilitadores”
habian desarrollado en cooperacion con la guerrilla y los representantes del gobierno, un
proyecto de reglamentacion particularmente minuciosa.
13. A manera de ejemplo del inmovilismo politico de las FARC. con frecuencia se menciona el
exterminio de la UP a finales de los anos ochenta. Sin embargo, tambien habria que evocarse su
rencor tenaz contra la mayoria de las corrientes de izquierda. En los anos sesenta y setenta,
sentian un desprecio infinito por una organizacion subordinada al “revisionismo” o al
“reformismo” del Partido Comunista. Algunos de los dirigentes de otros grupos guerrilleros, en
particular del M-19, se inician en las armas en las FARC y las abandonan cuestionandose sobre la
ausencia de ambicion militar y politica. En una fase reciente, las FARC se emanciparon de un
Partido Comunista reducido practicamen te a la nada. No esconden la poca estima en la que
tienen a algunos de sus dirigentes. En realidad, su desconfianza de todo aquello vinculado de lejos
o de cerca con el mundo de lo politico permite descifrar una buena parte de sus actitudes.
14. El “impuesto” ya no solo se aplica a los grandes o medianos industriales. Lo cobran tambien a
muchos artesanos y comerciantes.
15. El problema del financiamiento de sus combatientes en caso de llegar a un acuerdo surge de
manera recurrente ya que el acuerdo estableceria la suspension de los secuestros. Esto se vio
confirmado en los hechos en el momento que se precisaba la eventualidad de una tregua con el
ELN: a cambio de la liberacion de los secuestrados, el jefe del ELN exigio que el Estado pagara los
rescates.
16. El gobierno estadounidense habia entrado en contacto con los representantes de las FARC en
Costa Rica a finales de 1998 Posteriormente, rehusaron a todo nuevo contacto a raiz del asesinato
por la guerrilla de tres indigenistas norteamericanos y frente a la negacion del secretariado de
entregar a los responsables y, lo que es mas, ni siquiera condenar el acto.
17. Dificilmente se puede pensar que las FARC aceptarian que el ELN concluya un acuerdo
separado, el cual acentuaria su aislamiento politico. En el pasado, las FARC demostraron que no
estaban dispuestas a tolerar una guerrilla desmovilizada en una region importante. Entre
63
1991-1992, no dejaron de intentar tomar el lugar del EPL en Uraba despues que este depuso las
armas. Blanco de atentados en serie, muchos de los antiguos combatientes del EPL no tuvieron
otra opcion que unirse a las filas de los paramilitares. El partido politico surgido del EPL tiene
numerosas alcaldias en Uraba, pero con el aval de las fuerzas paramilitares.
18. En varias ocasiones, las AUC han publicado comunicados en los que reconocen que algunas de
sus unidades extorsionan o participan en la comercializacion de la droga para su propio
beneficio.
19. Las tasas de abstención siempre han sido muy altas, 50% o mas, aun en lo mas algido de las
pasiones politicas de los anos cuarenta. A pesar de todo, la larga tradicion electoral colombiana
hace que la posibilidad de votar forme parte de las libertades esenciales. Durante las elecciones
de octubre de 1997. las guerrillas fijaron una consigna de boicot que fue relativamente bien
acatada pero que generó un gran descontento. En San Vicente del Caguan, corazon de la zona
desmilitarizada, los habitantes eligieron a un re presentante del minusculo partido de Ingrid
Betancourt a pesar de las FARC. En la pasada eleccion presidencial, Alvaro Uribe con frecuencia
quedo de segundo en los municipios supuestamente de dominio paramilitar y de primero en los
municipios bajo la influencia de las FARC. El voto puede servir tambien para expresar el rechazo
de las presiones.
NOTAS FINALES
i. Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales
64
Transformaciones y fluidez de la
guerra en Colombia: un enfoque
militar
Eric Lair
1 Desde hace dos décadas, el recrudecimiento de la guerra1 interna y de todas las formas
de violencia colectiva en general, que azotan hoy a la sociedad colombiana, han
suscitado un número creciente de interpretaciones2. A raíz de la ruptura del proceso de
paz en febrero de 2002 entre el gobierno de Andrés Pastrana y las FARC tras tres años de
infructuosas negociaciones3, esta tendencia se ha vuelto aún más patente con la
multiplicación de los comentarios, a veces algo sensacionalistas, sobre la naturaleza de
la guerra.
2 Sin entrar en el detalle de los enfoques privilegiados ni hacer un análisis de los “
discursos” de la guerra, es interesante anotar que las dimensiones militares del
conflicto no han sido objeto de mayores desarrollos.
3 Retomando una perspectiva maoísta, algunos estudios aluden al carácter “prolongado”
de la confrontación. Argumentan que la larga duración del conflicto ha tenido como
corolario la conformación de una guerra de “guerrillas”. Igualmente, ha sido sinónimo
de recurso4 para los actores ilegales (ante todo las guerrillas y los grupos de “
autodefensa”) ya que estos han desarrollado una importante economía de guerra,
articulada en torno a los tráficos ilícitos y a la extorsión, la cual les ha permitido
acumular poder e influencia socio-espacial en numerosos municipios del país, así como
una gran capacidad de desestabilización bélica.
4 Si bien es cierto que los dos mayores movimientos de guerrilla, las FARC ya citadas y el
ELN, aparecieron en los años sesenta, este largo conflicto entró en una fase de
65
16 Para volver a la temática del tiempo, la obra de Clausewitz enseña que el espacio y el
tiempo estratégicos de la guerra son mayores a los de la táctica 18, que corresponde a la
preparación y al involucramiento de las tropas en el campo de batalla 19. El componente
estratégico temporal se confunde a menudo con lo que los estudiosos denominan la “
totalidad” del conflicto o. cuando la confrontación se perpetúa, una “guerra prolongada
”. Esta última expresión, central en la tradición maoísta, ha sido usada en varias
oportunidades en el caso del conflicto colombiano.
17 Siguiendo dos preocupaciones formuladas por el propio Mao Tse-Tung (1893-1976),
surgen entonces dos preguntas: “[...] ¿Por qué es una guerra prolongada?” y “¿cómo
llevar a cabo una guerra prolongada?”20.
18 La diversidad de los factores en interacción en el tiempo estratégico hace difícil
responder a estas dos inquietudes en apariencia tan sencillas. Dicho tiempo abre
secuencias que enlazan el pasado con el presente y el futuro del conflicto. El despliegue
de la violencia guerrera es sucesiva o simultáneamente marcado por aceleraciones y
momentos de relativa inacción.
19 A la luz de lo anterior, intentemos leer el tiempo estratégico del conflicto colombiano
cuyo núcleo reside en la idea de “guerra prolongada”. Nuestro postulado es que en los
años sesenta se inició un ciclo estratégico polimorfo con la estructuración del ELN, del
EPL y de las FARC. Al considerar la prolongación del conflicto hasta hoy, estas cuatro
décadas de protesta armada dejan aflorar espontáneamente la imagen de una
confrontación de larga duración.
20 La guerra parece prolongada ya que ocupó casi toda la segunda mitad de la historia del
país en el siglo XX. También supera la longevidad de las guerras que puntuaron en
distintas épocas la construcción del Estado-nación colombiano 21. Por otra parte, la
difusión temporal de la guerra ha sido tan significativa que la violencia ha permeado y
modelado las representaciones y la memoria de muchos colombianos, primeras
víctimas de las acciones armadas. Estos suelen crear continuidades entre la guerra
actual y episodios bélicos lejanos como si la violencia armada fuese continua y la
sociedad se encontrase estancada en un conflicto sin fin 22. Para los grupos ilegales en
conflicto, la guerra se ha vuelto un verdadero modo de vida perennizado en el tiempo,
ofreciendo posibilidades de “carrera” y ascenso social dentro de las organizaciones
armadas, o aún de control coercitivo sobre las poblaciones. Por último, una breve
mirada internacional da pie a la idea de una larga trayectoria de la guerra, ya que
Colombia es el teatro de una contienda que se cuenta entre las más antiguas del mundo,
junto con Israel/Palestina, Myanmar (antigua Birmania), Sri Lanka y Sudán, por
ejemplo.
21 La prolongación de la guerra no significa que sus dinámicas hayan sido uniformes e
impermeables al cambio. De hecho, el conflicto ha evolucionado contundentemente a lo
largo del tiempo. La confrontación colombiana corrobora uno de los principios
fundamentales distinguidos por la literatura militar, a saber que la guerra supone una
repetición en los combates con un telón de fondo que se transforma en permanencia: es
un “camaleón”23.
22 Las guerrillas colombianas -el ELN, el EPL y las FARC- que abrieron el ciclo estratégico de
la presente guerra, se conformaron en los años sesenta después de un período de
profundas convulsiones internas, conocidas como la Violencia 24 (unos 200.000 muertos),
las cuales fueron en gran parte, pero no únicamente, alimentadas por el antagonismo
68
respecto las derrotas sufridas por las FARC en el departamento del Quindío en 196727 y en
Anorí, en el departamento de Antioquia, por el ELN en 1973. Esas ofensivas tácticas
lanzadas por las fuerzas regulares ocasionaron la muerte de miembros de la cúpula de
las dos organizaciones armadas y de numerosos combatientes y evidenciaron en
filigrana la vulnerabilidad de la guerrilla frente a una acción armada adversa de gran
magnitud.
26 Dichas ofensivas tuvieron también consecuencias de relevancia estratégica. Señalaron
el fracaso del “foquismo” y subrayaron las limitaciones de la política de las FARC,
prisioneras de su línea de “resistencia”28 (modelo de “autodefensas”) y, por otra parte,
el desfase entre las ambiciones del ELN y el EPL y su incapacidad para provocar las
condiciones de una insurgencia popular.
27 A finales de los años setenta, las guerrillas cambiaron de política armada. Aprendieron
de sus errores pasados, acumulando un “capital bélico” que les permitió forjarse una
historia y una memoria de la confrontación. Emuladas por la efervescencia de los
movimientos de oposición armada en América Latina y bajo el impulso de una nueva
guerrilla, el M-19, creado en 1974, pero realmente activo a finales de la década, se
animaron a tomar la iniciativa como nunca antes.
28 En consecuencia, en el umbral de los años ochenta cuando se intensificó la represión
estatal contra el creciente protagonismo de la “subversión”, Colombia vivía una guerra
rural y “periférica”, desde un punto de vista geopolítico interno, que se caracterizaba
por la imposibilidad para la guerrilla de incrementar la intensidad del conflicto y una
relativa indiferencia de la sociedad frente a sus acciones.
29 A partir de ese momento, la guerra experimentó un salto cualitativo y cuantitativo sin
precedente, el cual materializaremos bajo la expresión de “ruptura estratégica”. La
modificación de la postura general de las guerrillas ha acarreado un trastorno en la
fisonomía de la guerra y sus representaciones. También ha revelado la dificultad que
han encontrado las autoridades oficiales para pensar un conflicto difuso y adaptar sus
efectivos al fortalecimiento de la “subversión”, poniendo durante varios años a las
Fuerzas Militares en una posición defensiva y de inferioridad militar.
30 ¿Cómo y en qué circunstancias se han exteriorizado dichos cambios? Por simplicidad,
vamos a distinguir dos grandes “rupturas estratégicas”29 que permiten dar una visión
no uniforme de esta confrontación “camaleón”.
31 La primera “ruptura” se produjo a finales de los años setenta mientras que la segunda
ocurrió a comienzos de los años noventa con el regreso a la vida civil de la mayoría de
los integrantes del EPL, del M-19 y de una guerrilla regional, el Movimiento Armado
Quintín Lame30, y el ataque de las Fuerzas Militares al secretariado de las FARC en Casa
Verde, en el centro-este del país.
32 En resonancia con la efervescencia político-militar provocada por el M-19 que se
singularizaba, entre otras cosas, por su tonalidad nacionalista y populista, además por
su propensión a realizar acciones militares puntuales “espectaculares”, con una gran
movilidad tanto en zonas rurales como urbanas, las FARC y el ELN pasaron a la ofensiva
táctica y estratégica. Tras sus respectivas conferencias celebradas entre 1982-1983, las
FARC y el ELN avalaron planes político-militares “agresivos” con la pretensión de
convertirse en los depositarios legítimos de la lucha “revolucionaria” a escala nacional
mientras que el EPL se confinaba a un radio de acción más local, en Urabá sobre todo
(parte septentrional de Colombia).
70
"justifica" su existencia. En esta lógica, se podría pensar que si los guerrilleros cesaran
sus actividades bélicas, los paramilitares deberían desarmarse y regresar a la vida civil.
38 Ahora bien, desde la década de los ochenta, los paramilitares se han involucrado en una
competencia armada por el control de las poblaciones, los recursos y los territorios
(corredores de comunicación, zonas de rEPLiegue y abastecimiento, etc.). De manera
paulatina, se han inclinado hacia una estrategia político-militar más ofensiva, borrando
la frontera con la defensiva. No se han limitado a contener a la guerrilla sino que se han
empeñado en perseguirla en sus bastiones y en emprender acciones anti-guerrilla de
destrucción e inhabilitación preventiva de gran envergadura. Han procurado
fortalecerse en calidad de poderes de facto políticos, militares y económicos locales, en
busca de legitimidad política.
39 La progresión de los paramilitares ha venido acentuando la militarización de la
guerrilla y viceversa mientras que la apropiación de recursos económicos se ha vuelto
primordial para la consolidación de los grupos no legales. La criminalización económica
de la guerra y su militarización se han hecho, en gran parte, en detrimento de la
adhesión de la población. Los objetivos y medios de la confrontación, y finalmente la
trama explicativa de esta, se han “ramificado” a partir de la primera “ruptura
estratégica”. A la voluntad de destitución del régimen y de reforma institucional y
económica reivindicadas por la guerrilla, se han sumado intereses políticos y
económicos locales o ciclos de venganza, los cuales invitan a tener una lectura
multidimensional y “micro” del conflicto que “alberga”diversas lógicas de acción
cambiantes35.
40 Dentro de la bipolarización privada de la guerra, las tropas estatales sobresalieron por
su inmovilismo en el transcurso de los años ochenta. La falta de directivas estratégicas
claras diseñadas por el poder político y la altas instancias militares favorecieron las
condiciones de una correlación de fuerzas favorable a los paramilitares y a las guerrillas
excepto en los grandes centros urbanos del país. Estas evolucionaron de una situación
de inferioridad (1960-1970) a una relación más equilibrada en términos estratégicos, e
inclusive superior tácticamente en algunas ocasiones, mientras que las tropas regulares
no supieron responder a este desafío por no tener una visión acertada de la realidad
bélica ni de los recursos adecuados para repeler la propagación de los grupos armados
al margen de la ley.
41 Estas tendencias se confirmaron y profundizaron con la segunda “ruptura” de índole “
estratégica” que se inició con el retorno a la vida civil de ciertas guerrillas agotadas
militar y económicamente después de años de “infructuosa” rebelión armada (casos del
EPL y M-19 principalmente), y sobre todo con el ataque de las tropas regulares a las FARC
en Casa Verde en diciembre de 1990 bajo la presidencia de César Gaviria 36.
42 De entrada, precisemos que esta nueva etapa en la confrontación ha corroborado hasta
hoy la impresión según la cual los actores ilegales pretenden comprometer al Estado en
una confrontación prolongada y costosa que parece no tener fin. Al diversificar los
escenarios de confrontación, los protagonistas ilegales han agudizado la situación de
incertidumbre estratégica, o de “caos”37, heredada de la década anterior. Han tratado
de erosionar las capacidades de acción y de libertad de la fuerza pública en la
integralidad del teatro de guerra que se ha extendido.
43 Mal preparado y coordinado, el asalto al secretariado de las FARC en Casa Verde se saldó
sin un resultado operacional positivo para las Fuerzas Militares. Por el contrario, ha
72
69 La pregunta que surge consiste en saber cómo los grupos colombianos han logrado
ocupar y recorrer esta geografía sinuosa a lo largo de tantos años de guerra.
70 La geografía del país, y ante todo el tamaño del territorio, han dado a los actores no
legales de la confrontación la oportunidad de experimentar un crecimiento numérico y
espacial exponencial, evitando largas campañas de contactos frontales con las tropas
regulares, en una lógica de guerra “elusiva”53.
71 Algunas cifras confirman dicho crecimiento: las FARC pasaron aproximadamente de
tener 32 frentes y 3.500 combatientes en 1986 a más de sesenta frentes y 8.500
integrantes en 1995; las filas del ELN se incrementaron en el mismo período de once a 32
frentes y ochocientos a 3.200 guerrilleros. En la actualidad, las FARC contabilizarían
16.000 hombres armados contra 4.000 para el ELN. En cuanto a los paramilitares, su
expansión fue fulgurante en la década de los años noventa. De unos 650 miembros en
1987, superaron la cifra de 1.500 alzados en armas en 1990 antes de retroceder y volver
a crecer continuamente para culminar a unos 8.000 en el umbral de 2001 54.
72 Por supuesto, este aumento vertiginoso de los grupos privados en conflicto, el cual
tiene pocos equivalentes en el mundo, no significa que todos sus integrantes estén
disponibles y listos para pelear contra las fuerzas militares cuyos efectivos ascienden a
unos 145.000 soldados55. Muchos de ellos son auxiliares intermitentes, mal entrenados
para la guerra. Tampoco se traduce irremediablemente en una superioridad militar
incondicional sobre el enemigo. No obstante, da una indicación de las capacidades de
desestabilización y “cobertura” geográfica de los beligerantes involucrados en una
competencia armada multidimensional.
73 Desde un punto de vista socioespacial, las guerrillas (sobre todo las FARC y el ELN) se han
acercado al área andina en los últimos veinte años. Allí se concentran las principales
zonas políticas y económicas del país, donde no se ha desarrollado suficientemente la
infraestructura de la costa pacífica, a diferencia de las demás naciones suramericanas.
La guerrilla se ha afirmado como un foco de desestabilización mayor, sin renunciar a su
implantación periférica (regiones fronterizas, deprimidas y/o de colonización reciente,
las cuales brillan por la precariedad del Estado) que les asegura cierto control
poblacional y fuentes de ingresos con el florecimiento de actividades ilícitas. En la
mitad de los noventa, se estima que la guerrilla ejercía su influencia armada en unos
620 municipios del país56.
74 No obstante, esta influencia de la “subversión” no implica que esta tenga siempre un
dominio sobre los espacios nacionales ni los medios de una territorialización estable, a
excepción por ejemplo de sus zonas de implantación histórica: grandes proporciones
del territorio colindante con Venezuela para el ELN y los departamentos del Guaviare,
Caquetá y Putumayo, en dirección del sur del país, en el caso de las FARC.
75 Al explotar la diversidad geográfica con sus numerosos corredores fluviales y terrestres
y puntos montañosos propicios para el descanso de las tropas, el camuflaje y las
acciones armadas de tipo relámpago (ataques por sorpresa, retenes, secuestros, etc.),
las facciones de guerrilla se han aproximado a lo que los economistas llaman “la
Colombia útil”.
76 Dentro de este dispositivo, la cordillera oriental de los Andes representa un bloque
escarpado, pivote para la guerrilla: ha servido de línea de comunicaciones (norte-sur y
este-oeste), de protección de las zonas planas vecinas en dirección del este o aun de
77
84 No podemos dar aquí una proyección geográfica y detallada de las zonas de operaciones
que cambian con regularidad y no corresponden sistemáticamente a la distribución de
las masacres y los actos de violencia más difusos, ni a la geografía de los
desplazamientos forzados de poblaciones58. Tratemos entonces de aludir a algunas de
ellas y buscar temas de análisis transversales.
85 Los principales teatros de operaciones del conflicto colombiano bien podrían entrar en
la clasificación de los “lugares de disputa” y “peligrosos” definidos por el estratega Sun
Tzu (aproximadamente 400-320 A.C)59. La intensidad y el carácter crónico de las
confrontaciones que los caracterizan indican en filigrana el valor que revisten unas
porciones del territorio para los actores en conflicto compitiendo por su control u
ocupación, inclusive parcial.
86 Distingamos las principales zonas de operaciones terrestres más estables donde el
espacio es instrumentalizado por consideraciones militares directamente asociadas a la
dinámica bélica (corredores, zonas de descanso y abastecimientos, etc.) y/o por una
voluntad de control de la población, corroborando la hipótesis según la cual los actores
al margen de la ley aspiran a ser poderes políticos locales. A la convergencia de la
guerrilla hacia la zona andina, los paramilitares han respondido, entre otras cosas, con
la creación de un corredor “antisubversivo”, que va de la frontera con Panamá (selva
del Darién) hasta los límites con Venezuela, y pasa por el norte de Antioquia, Córdoba,
Bolívar, el Magdalena Medio y el Cesar. Este corredor tiene su epicentro en las tierras
ganaderas de Córdoba donde converge una importante actividad paramilitar y cuyos
confines están hoy amenazados por las FARC, empeñadas en su esfuerzo por recuperar
su influencia perdida en estas partes norteñas del país, durante la primera mitad de los
noventa (época de la segunda “ruptura estratégica”).
87 Precisamente, por su ubicación geoestratégica propicia a los tráficos y a la movilidad
hacia afuera (doble fachada marítima y cercanía a Panamá) o el interior del país, la
región del golfo de Urabá, que cubre franjas de Córdoba, ha sido el epicentro de
sucesivos ciclos de confrontaciones: inter-guerrillas entre las FARC y el EPL; luego entre
los paramilitares y las FARC a favor de los primeros tras el regreso a la vida civil del EPL;
y de nuevo entre estos dos actores en la actualidad.
88 Todos los grupos armados, legales o no, libran una aguda guerra en el sur de Bolívar, en
particular en la Serranía de San Lucas que es a la vez un área provista de recursos
auríferos y energéticos y un territorio de comunicaciones de primera importancia que
permite la movilidad de una zona de operaciones a otra (fluidez inter-regional).
89 Por su parte, la extensa frontera colombo-venezolana, de influencia tradicional del ELN,
se encuentra en el centro de una contienda multipolar con diversos subteatros de
operaciones. A las prácticas de sabotaje dirigidas contra las instalaciones petroleras,
hay que agregar ahora combates por el control de la producción de droga y de rutas de
comercios ilícitos (parque nacional del Catatumbo, por ejemplo).
90 En el sur del país, conocido por ser una de las regiones cocaleras claves para la
economía de guerra de las FARC y de mayor erradicación de cultivos ilícitos, el
Putumayo ha conocido una progresiva intensificación de la guerra con enfrentamientos
sustanciales entre grupos armados desde finales de la década del ochenta con las
incursiones, cada vez más rotundas, de los paramilitares a pesar de ser una zona de
implantación histórica de la guerrilla.
79
91 Por último, el Cauca, el Valle del Cauca y franjas del litoral oeste han sido últimamente
el blanco de las acciones de los protagonistas ilegales ( FARC ante todo) contra la fuerza
pública y los pueblos. En estas tierras, los actores ilegales han privilegiado más la
destrucción de los puestos de policía que los contactos sistemáticos con el ejército o la
Fuerza Aérea Colombiana ya que buscan provocar un “vacío” de poder del Estado e
instituir nuevas zonas de cultivos de droga y vías de tránsito para su comercialización
entre las cordilleras andinas central y occidental y el océano pacífico.
92 Para incrementar su flexibilidad y rapidez de acción o aun articular las redes de
abastecimiento y de distribución de la droga en flujos descentralizados, los
paramilitares y las guerrillas utilizan todos los corredores de circulación naturales
posibles. Transregionales, los grandes canales fluviales, a imagen del río Atrato
(noroeste del país con unos 610 km) por el cual las FARC y las Autodefensas combaten en
sus partes septentrionales (la muerte de 119 personas en Bojayá en mayo de 2002 es la
resultante de esta competencia territorial), son “lugares de alta disputa” al igual que los
corredores de comunicación continentales como el Sumapaz, que conecta municipios
aledaños a la capital del país, el este y el sur de Colombia, donde fueron dados de baja
varios integrantes de las FARC por parte de la fuerza pública a finales del año 2000
(tercera “ruptura estratégica”).
93 En el marco de la multiplicación de los teatros de operaciones, no corroboramos
plenamente la tesis de una urbanización de la guerra. Es cierto que los actores armados
no oficiales se han acercado a los centros urbanos, ante todo para que sus operaciones
tengan una gran audiencia y desestabilizar los focos de poder del país 60. Pero los “
centros de gravedad” del conflicto siguen siendo eminentemente rurales, aunque la
magnitud de la violencia presentada en ciudades regionales como Barrancabermeja y
Medellín pudiera indicar lo contrario.
94 Retomando la retórica de la “urbanización de la guerra” sin interrogarse sobre las
implicaciones de semejante afirmación, muchos comentaristas confunden la capacidad
de perturbación puntual con una fuerte connotación simbólica de la guerrilla y los
paramilitares cuando cometen asesinatos o perpetran atentados (para impresionar a los
ciudadanos y desolidarizarlos del Estado) con su propensión muy débil, por ahora, a
penetrar y atacar militarmente con frecuencia las zonas urbanas.
95 Hasta la fecha, no se han observado repetidos fenómenos de guerrilla urbana ni
bombardeos sistemáticos de las ciudades con una clara voluntad de destrucción. Estas
estrategias de sitio se manifestaron recientemente en el Líbano y la ex Yugoslavia, por
ejemplo. Analistas hablaron entonces de “urbicidio” para hacer referencia a la política
de deconstrucción física de los espacios sociales que son los soportes básicos de la
identidad y memoria de los pueblos.
96 La historia militar del conflicto colombiano difiere de esos teatros de guerra. Las tomas
de edificios o de barrios urbanos no han sido comunes, y algunas han fracasado de
manera contundente si evocamos el ataque al Palacio de Justicia en Bogotá perpetrado
por el M-19 en 1985. En Colombia, existen pocas prácticas de guerra urbana con
enfrentamientos en las calles o tácticas de asaltos concentrados desde las afueras,
porque los grupos privados no parecen dispuestos ni preparados para provocar
semejante escalada de la guerra cuyos resultados resultarían inciertos por la fuerte
presencia de tropas regulares y porque estos no conocen bien el mundo de las ciudades
donde no han podido reunir las condiciones de una adhesión popular masiva.
80
97 Por lo tanto, argumentar que la sociedad sufre una “guerra urbana”, supone por lo
menos dos aclaraciones previas: se trata de una urbanización circunscrita desde un
punto de vista geográfico y de la intensidad militar; además, se singulariza en la
mayoría de los casos por una territorialización aleatoria de las guerrillas y las
organizaciones paramilitares, las cuales se encuentran obligadas a recurrir a atentados
puntuales y a fuerzas “delegadas” como las milicias y los grupos delincuenciales para
adelantar operaciones y tener una influencia bélica en las grandes ciudades.
98 Suplementariamente a la prolongación del tiempo estratégico, vemos que la dilatación
del teatro general de la guerra ha contribuido a modelar la textura de la misma. Ahora,
queremos ahondar en algunas modalidades de las confrontaciones para finalizar este
tríptico relativo al análisis militar del conflicto.
El carácter elusivo del enemigo y de los combates
99 Empecemos por precisar que, pese a la intensificación de los combates entre grupos
bélicos desde hace varios años61 (período posterior a la segunda “ruptura estratégica”),
Colombia no ha vivido grandes campañas seguidas de confrontaciones militares de tipo
convencional. La guerra que se está librando no es, desde un punto de vista estratégico,
de aniquilación ni de “atrición”62 con repetición de choques frontales.
100 Se trata más bien de un conflicto de “atrición” distorsionado y discontinuo que se
desenlaza en una sucesión espacio-temporal de tácticas de enfrentamientos mediante
emboscadas, ataques relámpago y/o atentados que buscan debilitar moral y físicamente
al enemigo sin comprometerse en una lógica bélica directa, que sería particularmente
costosa. Estas tácticas tienden a multiplicar los teatros de operaciones, ya mencionados,
que afectan en forma diferenciada el tejido social y a hacer "evanescentes" las tropas
adversas que, en muy pocas ocasiones, ofrecen frentes identificables y estáticos.
101 Volviendo a un enfoque estratégico, dichas tácticas remiten a un espectro de conflicto
de desgaste en el cual el elemento militar es uno de los tantos recursos disponibles para
llevar a cabo y hacer inteligible esta compleja guerra prolongada.
102 El caso colombiano se aparenta en este sentido a lo que analistas militares llaman una
guerra desarrollada de modo “estratégico indirecto”63 que permite usar varios medios y
métodos y seguir distintas vías en la confrontación (combates, atentados, masacres de
población, ataques a la infraestructura, lucha política, competencia por el control de
zonas de alto potencial económico, batalla por la inteligencia y la información, etc.).
103 En una acepción clásica, la identificación de actores armados estructurados con planes
de acción y la repetición de combates violentos en incremento, aunque diluidos en un
tiempo estratégico largo, autorizan a hablar de guerra64. No obstante, Colombia se
distancia de los teatros de guerra convencionales donde se privilegian los contactos
directos.
104 Además, la imagen de los combates, de preferencia no frontales, no puede resumir y “
agotar” la complejidad de la guerra en Colombia. Se dispersa a menudo (sin
desaparecer) en una miríada de acciones armadas como los atentados y los asesinatos
de civiles, las cuales no acarrean sistemáticamente una respuesta bélica. Es decir que
este tipo de acciones no encaja en la visión de la guerra heredada de la época de
Clausewitz en la cual los enfrentamientos militares son primordiales y el peso de los
81
108 A la luz de lo anterior, entendemos porqué se han multiplicado los actos de violencia
contra los civiles dando a veces la impresión que las facciones armadas libran un
conflicto “por poblaciones interpuestas” para evitar caer en una espiral de guerra
directa. Allí, el terror instrumentalizado por los grupos en conflicto juega un papel
fundamental en la dinámica bélica66 para someter, desplazar y/o distanciar a la
82
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NOTAS
1. Por comodidad, emplearemos sin distinción semántica las palabras: “guerra”, “conflicto
(armado)” y “confrontación”.
2. Para un análisis de los estudios sobre la violencia armada en Colombia, véase Peñaranda,
Ricardo (2001), pp. 179-194.
3. Para un balance de la negociación y una presentación de la situación socio política actual del
país, ver la contribución de Daniel Pécaut en la presente publicación
4. Rangel Suárez, Alfredo (1999).
5. Consultar las cifras del Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y
Derecho Internacional Humanitario. Vicepresidencia de la República de Colombia. Dirección
electrónica: www. derechoshumanos.gov.co/observatorio [consulta: enero de 2003].
6. Sobre la cuestión de los desplazados en Colombia, ver los informes disponibles en la página:
www.codhes.org.co [consulta: octubre de 2002].
7. Centroamérica con mediación de las Naciones Unidas y Perú por derrota de las guerrillas.
8. Sobre este tema, ver Raufer, Xavier (1993).
9. Gray, Colin (1999).
10. Aquí se refiere, únicamente a la estrategia militar, dejando de lado las consideraciones
relativas a las interacciones entre esta y la estrategia política general, también denominada en el
mundo anglosajón “gran estrategia”.
11. Clausewitz, Carl Von (1955), p. 181.
12. Jomini, Antoine-Henri (2001), p. 125.
13. Como lo recuerda Terray. Emmanuel (1999). pp. 65-67.
14. Ver al respecto la estimulante presentación de la guerra hecha por Desportes, Vincent (2001),
pp. 25-118.
89
44. Para una presentación histórica y teórica de su obra, ver Rapin, Ami-Jacques (2002).
45. Jomini, Antoine-Henri (2001), p. 133.
46. Boulanger, Philippe (2002), pp. 121-184
47. Ver al respecto Echandía Castilla. Camilo (1999), pp. 33-60.
48. Clausewitz. Carl Von (1998), p. 65.
49. Ver por ejemplo, Palat, General (1998), p. 126.
50. Caso de la guerra estadounidense en Vietnam Ver Krepinevich. Andrew ( 1986).
51. Ejemplos de las guerrillas etíopes en la época de la guerra fría como lo revela el estudio de
Hammond, Jenny. (1999), o aun de los mujahidín en Afganistán contra la URSS en los años 1980.
Consultar Ahmad Jalali, Ali y Grau, Lester (2001).
52. Para tomar un ejemplo lejano, se citan algunos episodios de los combates de guerrilla en las
zonas montañosas de las Apalachinas durante la guerra civil estadounidense entre 1861-1865. Ver
Current, Richard (1992), p. 133.
53. Término retomado de William Rosenau (2001). Special operations forces and elusive enemy ground
targets: lessons from Vietnam and the Persian Gulf war. Rand Corporation Documento disponible en:
www. rand.org [consulta: marzo de 2002].
54. Ministerio de Defensa Nacional (2000). p. 10.
55. Esquivel, Ricardo (2001), p. 147.
56. Echandía Castilla. Camilo (1999), p. 38.
57. Para un estudio detallado, ver Bejarano Ávila, Jesús Antonio (1997).
58. Tampoco se confunden totalmente con las zonas de fuerte presencia de los actores armados
ya que a veces estos se ubican en una localidad para descansar, abastecerse o explotar recursos
económicos sin que se registre una intensa actividad militar.
59. Tse, Sun [Sun Tzu] (1993), p. 63.
60. Lair, Eric (2000), pp. 30-37.
61. Escobedo David, Rodolfo; Echandía Castilla. Camilo y Salazar Arbeláez. Gustavo (2002). p. 22.
62. Se admite por lo general que la estrategia de “atrición” consiste en una enorme
concentración de fuego en el tiempo y el espacio, con repetición de los ataques directos, cuyo
principal propósito es romper la unidad del enemigo y paralizarlo o agotarlo rápidamente (el uso
de la fuerza aérea por parte de los estadounidenses contra Irak en 1991 es un ejemplo clásico de
conflicto de “atrición”). Aquí, se emplea la noción en un sentido algo diferente: la “atrición”
remite a una serie de operaciones violentas, no necesariamente frontales, que buscan desgastar
al otro de manera gradual. Sobre este tema, ver las interesantes aclaraciones de Coutau-Bégarie,
Hervé, (1999), p. 328.
63. Para una reflexión sobre los modos directos e indirectos de la estrategia militar, véase Anfré
Beaufre, Introduction á la stratégie. París, Hachette, pp. 45-63.
64. Clausewitz insiste en que la guerra es fundamentalmente violenta. Supone ciclos de
enfrentamientos armados no aislados entre al menos dos protagonistas antagónicos que pelean
en una dinámica de reciprocidad (interacciones). Clausewitz, Carl Von (1955). pp. 51-83.
65. Ibidem, p. 89.
66. Las “funciones” del terror han sido analizadas en varias publicaciones, entre las cuales está
Pécaut, Daniel (2001).
67. Idea desarrollada por Archer, Jones (2001).
68. Ver por ejemplo Andel. Michael (2001), pp. 155-164.
69. Cabe precisar que la preponderancia de la sorpresa también ha sido destacada en otros tipos
de guerra.
70. Ver por ejemplo O'Leary, Jeffrey (2000). “Sorpresa e inteligencia: hacia un mejor
entendimiento”. En Air and Space Power Journal. Texto sin paginación ni fecha precisa disponible
en: www.airpower.maxwell.af.mil [documento consultado en agosto de 2002].
71. Leonhard. Robert (2000), p. 184.
91
72. Hoyos Estrada, José Fernando; Mercado Rivera, Bibiana; Soto Franco, Martha Elvira (1997), p.
27.
73. Andel, Michael (2001), pp. 155-193.
74. Salazar Arbeláez, Gustavo (2000), pp. 139-153.
75. Richardot, Philippe (2002), pp. 75-76.
76. Ibidem, pp. 79-80.
NOTAS FINALES
1. Profesor de Relaciones Internacionales, Universidad Externado de Colombia & Academia
Diplomática de San Carlos, Bogotá. [email protected]
92
3 Por cierto, esta aproximación desde el discurso está lejos de explicar todo el fenómeno
SL, ni todos los fenómenos de violencia política. Por un lado, no olvidamos las raíces
estructurales de la violencia ni el contexto histórico y sociocultural, decisivos para
entender la violencia política en el Perú y que hemos desarrollado en otros trabajos 2.
Pero consideramos válida la apreciación de Pizarro3, cuando afirma que en el inicio de
la violencia la voluntad política tiene un papel decisivo. Y es de ese inicio que
trataremos en el presente artículo.
4 Por otro lado, la aproximación de Apter tampoco tiene el mismo grado de potencia para
explicar todos los casos de violencia política.
5 El autor se inspira en algunos casos como los Tigres del Tamil Elan, de Sri Lanka y
precisamente Sendero Luminoso, pero él mismo anota que casos como el de la eta vasca
o las farc colombianas corren por otros carriles.
La violencia de SL desde el análisis del discurso
6 Según Apter, el discurso necesario para la violencia política comienza con
acontecimientos que sirven de materia prima a partir de la cual se elabora una
interpretación razonada. Tal interpretación es un proceso, emplea ciertos ingredientes,
paradigmas o ejemplos, doctrinas, mitos y teorías, magia (o fantasía) y lógica, metáfora
y metonimia, narrativa y texto. Es a través de esta alquimia lingüística que, por ejemplo
manifestaciones espontáneas, motines o demostraciones, se vuelven movimiento
autosostenido. No importa cuan profunda y antigua sea la rabia de alguna gente o cuan
graves sus reclamos, sin discurso dichos eventos apenas pueden explotar como fuegos
artificiales, brillar por un momento y luego apagarse. Es cuando los acontecimientos
son incorporados en discursos interpretativos y se encarnan en lo que Apter llama
comunidades discursivas, que la violencia política no sólo se retroalimenta, sino que se
vuelve autovalidante y autosostenible.
7 Algún evento, que en circunstancias ordinarias difícilmente hubiera producido
comentario alguno, detiene súbitamente el tiempo y lo reinicia. Los significados se van
cargando acumulativamente, el acontecimiento adquiere densidad simbólica. La
historia se cuenta múltiples veces y se socializa. Las historias, colectivizadas, tienen
consecuencias cuando, convertidas en mitos, pretenden ser historia y como historia,
estos son reinterpretados como teorías y, como teorías, explican como historia los
acontecimientos, que se vuelven metáforas dentro de un proceso narrativo, y
metonimias para una teoría.
8 Se necesita un narrador para consolidar este proceso y transformarlo en poder político.
El narrador puede ser una figura tipo Odiseo, un vagabundo en el exilio, que gana en
sabiduría y luego de muchas pruebas regresa a casa para reclamar el patrimonio. O
puede convertirse en la fuente, el padre o madre de la patria, el falócrata, todo pistolas,
armas, uniformes, figura putativa de la fertilidad. Pero para consolidar un mito, para
convertirlo en una figura mitológica, se requiere una figura cosmocrática. Una suerte
de Budha dentro del círculo tántrico dice Apter, que advierte que hay otras muchas
representaciones posibles.
9 Tal es la figura que encuentra la lógica de la verdad en la narrativa, los mitos repetidos
por el narrador crean un espacio para la explicación teórica. Si no un cosmócrata, el
agente puede ser profético vehículo de una voz más alta que la suya. En realidad, el
94
cuando decide lanzarse a la lucha armada. Según la historia oficial del partido, en 1977
SL “aplasta” un núcleo disidente “de derecha”, que reconocía que el gobierno había
hecho la Reforma Agraria y proponía un accionar más parecido al del resto de la
izquierda. Los disidentes propugnaban que el partido “organice a los campesinos en
tomo a la Confederación Campesina del Perú”, donde coexistían diferentes grupos de
izquierda. “Y en las ciudades desarrollaron obrerismo, centrando a la clase en
gremialismo y oponiéndose a que cumpliera su papel dirigente” 14. Léase: propugnaban
la participación en la Confederación General de Trabajadores del Perú ( CGTP), que
convocó los exitosos paros nacionales de 1977 y 1978. Luego, entre 1979 y 1980 se
desarrollaron tres “intensas luchas” contra quienes dentro del partido se oponían a
iniciar la lucha armada15.
23 El principio de realidad anidaba todavía dentro del partido. Fue para extirparlo y
derrotar a sus adversarios, que Guzmán debió terminar de convertirse en un
cosmócrata y transformar a su partido en un “pueblo del Libro”. Era necesario expulsar
de la Jerusalén en construcción a todos los timoratos o vacilantes, erradicar cualquier
brizna de duda para culminar así la creación de su comunidad de discurso, un mundo
interior blindado contra una realidad -léase correlación de fuerzas- tan
apabullantemente adversa.
• La nueva bandera
24 El primer texto se llama Por la nueva bandera16, fue escrito en junio de 1979, once meses
antes del inicio de la guerra, y comienza con una frase bíblica: “Muchos son los
llamados y pocos los escogidos”. Los ecos de la lucha interna resuenan en esa frase,
como también en otras de raigambre igualmente bíblica: “El viento se lleva las hojas
pero va quedando el grano”. Es interesante que en los momentos decisivos sea la Biblia
la que aparezca como el gran repositorio de simbología. Pero el dios de este libro es la
materia, que avanza de manera ineluctable hacia la luz, hacia el comunismo.
25 Por un hábil recurso retórico, Guzmán y los suyos aparecen encarnando ese
movimiento de la materia y se vuelven entonces indestructibles, adquieren fuerza
cósmica y la minoría queda reducida a “briznas”, “quebradizas gotas”, “apagadas
voces”, “sombrías chispas que quieren negar la hoguera”, porque “¿puede una chispa
rebelarse contra la hoguera?”, “¿Cómo los granos podrían detener las ruedas del
molino? Sería hecho polvo”, “necio es querer destruir la materia”.
Quince mil millones de años llevó la Tierra para generar el comunismo, burbujas
ensoberbecidas, ¿eso queremos ser? ¿Una parte infinitesimal que quiere levantarse
contra quince mil millones de años? ¡Que soberbia, que putrición! 17.
26 El discurso está transido de lo que podríamos llamar un fatalismo optimista: “a la
revolución nada la puede detener, esa es la ley, el destino” 18. Entonces se entiende una
frase repetida en slogans y proclamas e incluso en un poema que un recluso asesinado
en la gran masacre carcelaria de 1986 llegó a escribir antes de morir: “Estamos
condenados a triunfar / que hermosa condena”.
27 Pero no es fácil enarbolar el optimismo. Nadie mejor que Pablo de Tarso para
infundirlo: Algunos qué poca fe tienen, que poca caridad, qué poca esperanza...” hemos
tomado las tres virtudes teologales para interpretarlas. Pablo dijo hombre de fe,
esperanza y caridad.
98
28 Para engancharse al carro de la historia es necesaria una ruptura total. Como Lot al
dejar Sodoma, sólo se debe mirar hacia delante.
29 No hay siquiera posibilidad de rectificación: “hecho es hecho, no puede ser
replanteado”. Otra vez, el lenguaje grandilocuente esconde apenas las mezquindades de
una enconada lucha interna. Las votaciones de eventos anteriores, los acuerdos que
llevaron al partido al umbral de la lucha armada, las posibles maniobras (en otro nivel,
no es acaso maniobra recurrir al lenguaje religioso para resolver problemas políticos)
se vuelven hechos cósmicos que “no pueden ser replanteados”: “¿Vamos a revocar el
tiempo escrito, el hecho estampado en materia?”. Sólo queda “levantar el vuelo” hacia
delante. Y adelante está la revolución, descrita con los mismos versos del rey Salomón
que la Iglesia católica resignificó para honrar a la Virgen María. “Hay un viejo canto”,
dice el cosmócrata, y recita su versión del Magnificat: “¿Quién es aquella que tiende sus
miradas como el alba, bella como la luna, esclarecida como el Sol, imponente como
ejércitos de banderas tremolantes?”19.
30 La ruptura es colectiva, pero también personal, interna. “Dos banderas [luchan] en el
alma, una negra y otra roja. Somos izquierda, hagamos holocausto con la bandera
negra”. Para ello es necesario “...lavarnos el alma, lavarnos bien. Basta de podridas
aguas individuales, estiércol abandonado”. Todos los militantes deberían experimentar
las abrasadoras batallas intelectuales del cosmócrata, para terminar finalmente lavados
y vueltos a nacer, a la manera de los “cristianos renacidos”. Pero al mismo tiempo
“...uno no vale nada, la masa es todo, si algo hemos de ser, ser como parte de la masa...
Nuestro amor, nuestra fe, nuestra esperanza es colectiva, son realizables, son tres en
una sola bandera”. El alma sólo puede purificarse dentro de la comunidad de discurso,
porque: “el Partido es la sal de la tierra, el árbol vivo, los otros son parásitos”. Su
definición del partido es, como se ve, un abierto plagio de la que hace de sí misma la
Iglesia católica a partir de los Evangelios. Resulta inevitable, por tanto, recordar la
formación del futuro cosmócrata en un colegio religioso de Arequipa 20.
31 Según Gorriti, luego de esta reunión uno de los lugartenientes de Guzmán rompió con
él tildándolo de “hoxhista” y logró reunir en torno suyo a un grupo del Politburó y el
Comité Central21. “El grupo pudo haber quizá logrado la mayoría, y cambiado entonces
la historia del país, pero le faltó cohesión y lo aplastó el temor reverencial hacia
Guzmán”22. Derrotado, el jefe de la oposición dejó la organización y salió del país.
• Tres capítulos de nuestra historia
32 El segundo texto se titula Sobre tres capítulos de nuestra historia 23. Fue un discurso
pronunciado el 3 de diciembre de 1979. Era su cumpleaños. Victorioso en la lucha
interna y dispuesto a ligar indisolublemente su vida personal con la de su criatura
política, Guzmán aprovecha esa fecha para dar nacimiento al Ejército Popular y para
recapitular no sólo su historia sino la del Perú. Aquí se comprueba que Guzmán es muy
consciente de su cambio de tono pues le dice a su auditorio:
Hay momentos en que los hombres recurrimos a hablar en símbolos, metáforas, o
en formas no tan directamente intelectuales, sino que, preferimos que nuestro
conjunto de seres comunistas hablen por nosotros directa y ampliamente 24.
33 Como si fuera un oráculo, el conjunto de comunistas van a hablar por su boca pero,
curiosamente, no se expresan en lenguaje científico sino simbólico. Para cumplir su rol
de médium, el narrador utiliza un recurso retórico que se podría denominar fl ash
99
forward. Pide a sus escuchas que se pongan “en plan de imaginación revolucionaria” y
se ubiquen en la segunda mitad del Siglo XXI, y desde allí imaginen la historia escrita
por los futuros comunistas. Si vencer es su destino, nada más natural. Trata así de
abolir el tiempo e insuflar seguridad en el triunfo. La diosa Historia está de su lado. La
diosa Materia, que es otro nombre para la misma divinidad, también lo está. Y entonces
convertido en un historiador del Siglo XXI, el cosmócrata comienza su relato “Hubo una
época en que prevalecieron las sombras...”
34 Los miles de años de historia del Perú son concentrados en tres grandes capítulos que
llevan de la oscuridad a la luz. El primero, “De cómo prevalecieron las sombras”, abarca
desde la llegada del homo sapiens a los Andes hasta principios del Siglo XX. Si algo llama
la atención aquí es el poco apego al pasado y al terruño. No está tratando de reafirmar
ninguna identidad parroquial ni primordial, tampoco de recuperar ningún paraíso
perdido. En un país como el Perú, llama la atención la frialdad del texto frente a las
grandes civilizacio nes prehispánicas. Dentro de su visión absolutamente clasista, lo
étnico no juega ningún papel. Lo que importa es el surgimiento del Estado y las clases
en la época Wari (S.vi-xi n.e.). La conquista es un simple cambio de explotadores.
“Como el lncario era un sistema carcomido basado en la explotación se hundieron al
choque con un orden superior”. No hay lágrimas. Se trata más de proyectar que de
recuperar. El paraíso está en el futuro.
35 El nombre del segundo capítulo es “De cómo surgió la luz y se forjó el acero”. Se inicia
entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX cuando, junto con el nuevo orden
imperialista, “una nueva clase amanece, es el proletariado”. En un primer momento,
Mariátegui y la joven clase obrera peruana tienen los papeles protagónicos hasta que,
como en una cosmogonía, de la oscuridad:
Comenzó a surgir una luz más pura, una luz resplandeciente, esa luz la llevamos
nosotros en el pecho, en el alma. Esa luz se fundió con la tierra y ese barro se
convirtió en acero. Luz. barro, acero, surge el partido en 1928... (mayúscula en el
original)25.
36 Ya no se trata sólo de lenguaje bíblico. Es una Biblia con su génesis proletario... y luego
una historia de redención con la clásica trilogía: Vida-muerte-resurrección. Porque José
Carlos Mariátegui murió a los 36, apenas dos años después de fundar el partido. Así
“tuvimos una posibilidad que se deshizo cuando se cegó la vida del que nos fundó”. Sin
embargo: “lo que no pudo ser realidad quedó como Programa y Plan”. Pero ese legado
germinal de Mariátegui: “fue negado, soslayado, ocultado”. Es, sin duda, una temporada
en el infierno. El Santo Grial -Programa y Plan- queda sepultado por los traidores y
revisionistas que se apoderan del partido. Pero no desaparece porque: “la clase lo
encarnó, siguió latiendo en clase y en pueblo combatientes y en los comunistas”. Hasta
que nuevamente la historia se acelera y se vuelve vertiginosa. En la década de los
setenta llega al éxtasis, porque por entonces:
Nuestro pueblo fue iluminado por una luz más intensa, el marxismo-leninismo,
pensamiento de Mao Tse-tung; fuimos primero deslumbrados, al comienzo
rompimiento de luz inacabable, luz y nada más; poco a poco nuestras retinas
comenzaron a comprender esa luz, bajamos los ojos y comenzamos a ver nuestro
país, a Mariátegui y nuestra realidad y encontramos nuestra perspectiva: la
Reconstitución del Partido26.
37 Monte Tabor, Pascua y Pentecostés condensados en una sola frase. Revividos por una
suerte de Dios Padre que habita en China, esos marginales funcionalmente superfinos
están listos para “hablar lenguas” y ser los protagonistas del tercer capítulo que se
100
inicia el día mismo en que el cosmócrata pronuncia su discurso. Plan y Programa han
sido reconstruidos. Es el día de la resurrección. Por eso el título del tercer capítulo: “De
cómo se derrumbaron los muros y se desplegó la aurora”. El narrador vuelve al siglo XXI
y desde allí escribe la historia de ese preciso momento:
Se dirá: Nuestro Partido forjado con la luz más fuerte y acero más puro tuvo un
momento de decisión y generó el Plan Nacional de Construcción y el Partido, que
era un pedazo de bandera desplegada al viento, se extendió para iluminar nuestra
patria... Los comunistas se levantaron y la tierra tronó y al tronar la tierra los
camaradas avanzaron... Los pocos comunistas que había se convocaron de varios
puntos, y al final se comprometieron y tomaron una decisión: Forjar en los hechos
la Primera Compañía de la Primera División del Ejército Popular; y, así, comenzaron
a retroceder las sombras en forma definitiva, los muros temblaron y fueron
horadados: Con los puños se abrió la aurora, la oscuridad se aclaró... Las almas
estaban alegres y los ojos resplandecían luz27.
38 Los comunistas se congregan y acuden como las masas al Sermón de la Montaña, o más
bien como al Armagedón. Una vez conformada la comunidad-de-discurso, el nuevo
pueblo del Libro está listo para ponerse en marcha. Nada lo detendrá. Para probarlo, el
narrador recurre a otro flash forward y continúa su historia desde el futuro lejano.
Un capítulo dirá: mucho esfuerzo costó, dimos nuestra cuota [de sangre], y en
momentos difíciles enterramos nuestros muertos, secamos nuestras lágrimas y
seguimos combatiendo. Así se concretó y en el día nacional fue proclamada la
República Popular... Nuestra América brilla, es ya un mundo libre y se extiende por
todas partes. Hoy viejos imperios se hunden, son aguas sucias, ceniza envejecida,
mientras el trabajo está reivindicado y los campos florecen en la República Roja...
Así dirá la historia; en ese sentido nos enrumbamos para llegar inevitablemente al
comunismo, para llegar a la luz plena y absoluta. La sangre de los que cayeron
clama: -luz, luz- al comunismo llegaremos! Eso estará escrito, así dirá la historia 28.
• A derrumbar los muros
39 El tercer texto se titula: Comenzamos a derrumbar los muros y a desplegar la aurora. Fue un
discurso pronunciado en una reunión clave: la ii Sesión Plenaria del Comité Central 29,
que Según Gorriti30 empezó el 17 de marzo de 1980 y se prolongó hasta fin de mes. Cabe
explicitar que de acuerdo a la vocación magistral y claustrofílica de Guzmán, las
reuniones eran por lo general largas encerronas en las cuales el líder era no sólo
retórico, exegeta y profeta sino también estratega y organizador. Y los textos
estudiados y citados eran no sólo bíblicos sino predominantemente de Marx, Lenin,
Stalin y Mao, aunque también, como apunta Gorriti, de clásicos occidentales. Largas
reuniones en las cuales el maestro iba venciendo todas las resistencias de los discípulos
y moldeándolos a su imagen y semejanza, más como el herrero que como el alfarero.
Porque, como repetirá a lo largo de los años con variantes, refiriéndose a quienes no
son discípulos pero tampoco enemigos:
No va a ser fácil que acepten.... requerirán unos hechos contundentes... que les
martillen en sus duras cabezas, que les hagan saltar a pedazos sus especulaciones,
para que en sus almas también anide la realidad de esta patria nuestra.
40 Este II Pleno del CC es clave porque la oposición interna subsiste, a pesar de haber sido
descabezada. El jefe de la oposición había salido del país, pero envió un documento que
fue leído “y defendido” en ese evento31. Podemos imaginar las diferencias entre los
jóvenes deslumbrados por las narraciones del cosmócrata, que no necesitan martillos
para que sus almas se abran al proyecto triunfador, y los viejos militantes fogueados en
101
las duras pugnas de la izquierda peruana de los setenta, que, además “veían” el auge de
los movimientos sociales y el avance a grandes trancos del resto de la izquierda. Pero
no podemos sino elucubrar sobre el grado de cinismo que pudiera existir en el narrador
cuando se eleva a la cosmología para resolver los problemas internos del partido.
41 Lo cierto es que, como dijimos, entre 1979 y 1980 el partido libró tres luchas internas.
La primera contra una “línea oportunista de derecha”, que negaba la existencia de una
situación revolucionaria. Fueron expulsados. La segunda, “contra una nueva línea
derechista que consideraba que iniciar la lucha armada era imposible”. La tercera, que
parece ser la que se desarrolla en este evento, es ya: “con las divergencias en la
izquierda, en la que se vieron los matices sobre cómo desarrollar la guerra popular,
estableciéndose que el matiz proletario era el del Presidente Gonzalo” 32. En todo caso,
usando terminología senderista podemos decir que en este ii Pleno, Guzmán decidió
“rematar con sello de oro” la lucha interna y “aniquilar” a sus adversarios. Si en el ix
Ampliado predominó el tono paternal, esta vez es el dios de la ira el que desde el
incuestionado poder de la materia, truena y amenaza. La sangre invade el escenario. No
en vano en la reunión se leen trozos de Machbet, de Julio César y del Prometeo de
Esquilo33. “La sangre de nuestro pueblo nos enardece y bulle en nosotros”. “Somos
sangre poderosa y palpitante” ¿Quién habla por la boca de la oposición interna?
Las negras fauces de la opresión y explotación, las negras fauces llenas de baba y
sangre. No olvidar que la reacción necesita verter sangre a raudales para aplacar al
pueblo, es su sueño de fuego y hierro...34.
42 En Por la nueva bandera resonaban ecos del Génesis. La lucha interna separaba la
oscuridad de la luz, el día de la noche. Ahora es el Apocalipsis. El fuego reemplaza a la
luz: “No nos queda sino quemar viejos ídolos, quemar lo caduco...”. La sintaxis se vuelve
por momentos frenética: “Inaceptable, inadmisible: quemarlo, volarlo”. Antes la
ruptura implicaba lavarse el alma y la oposición era “silencio”, “espuma envejecida”,
“viejo mar envejecido, podrido por el tiempo”, “aguas negras en descomposición”.
Ahora, como en un arrebato de pánico, o de histeria, el cosmócrata exige:
Desarraiguemos las hierbas venenosas, eso es veneno puro, cáncer a los huesos, nos
corroería; no lo podemos permitir, es putrición y siniestra pus no lo podemos
permitir, menos ahora... desterremos esas siniestras víboras, esas nocivas víboras,
no podemos permitir ni cobardía ni traición, son áspides... Comencemos a quemar,
a desarraigar esa pus, ese veneno, quemarlo es urgente. Existe y eso no es bueno, es
dañino, es una muerte lenta que nos podría consumir... Los que están en esa
situación son los primeros que tienen que marcar a fuego, desarraigar, reventar los
chupos. De otra manera la ponzoña sería general. Venenos, purulencias hay que
destruirlas: el cuerpo está sano, si no las destruimos se iría el vigor 35.
43 Imposible no mencionar las dolencias que obligaron a Guzmán a retirarse de Huamanga
en 1974. Una enfermedad a la sangre, polistemia, que le impide vivir en la altura, y otra
que le afecta la piel produciéndole escamas y llagas: soriasis, una muerte lenta 36. Y la
muerte, la gran protagonista de los años siguientes, hace su aparición junto a la sangre.
Para culminar la derrota de la oposición es necesario:
Que las acciones armadas confirmen nuestra prédica, que nuestra sangre se junte
con la sangre de los que tienen que verterla; no tenemos derecho a que esa sangre
tirite sola, que su frío se acune con la tibieza de la nuestra. O no somos lo que
somos37.
44 Ser en la muerte. “Si nuestra sangre y vida son reclamadas tengamos una actitud:
llevarlas en la mano para entregarlas...”. Porque: “...nuestra muerte por la buena causa
seria el sello de nuestra acción revolucionaria”. Para la muerte “Mañana la materia nos
102
45 El cuarto y último texto, el más importante, se titula Somos los iniciadores. Fue un
discurso pronunciado al clausurar la i Escuela Militar de SL el 19 de abril de 198o 38, a
menos de un mes del inicio de las acciones armadas. Nuevamente, el narrador anuncia
que hablará “con el corazón abierto, en palabra de voluntad y razón de sentimiento”
pero de inmediato, como si temiera que sus palabras aparentemente contradictorias
fueran malinterpretadas por un auditorio acostumbrado al discurso “científico” del
marxismo-leninismo, añade: “también esto tiene estricta lógica”. La estricta lógica de
los sentimientos. Una pasión fría que en los siguientes trece años abrasó todo el Perú
hasta casi consumirlo.
46 Una vez purificados y en capacidad de interpretar el pasado, el presente y el futuro, es
posible que los maoístas renacidos pasen a la acción. Al hacerlo, conmocionan al
mundo. Porque según Abimael Guzmán, el inicio de su lucha armada en los remotos
Andes peruanos marca un punto de viraje en la correlación planetaria de fuerzas y
significa que“ ...entramos a la ofensiva estratégica de la revolución mundial 39“. El
cosmócrata traza un hilo que va desde las luchas más antiguas de las masas, pasando
por la Comuna de París, la Revolución de Octubre, la Revolución China y la Revolución
Cultural hasta llegar a ese día en el cual: “toda esa grandiosa acción de siglos se ha
concretado aquí. La promesa se abre, el futuro se despliega: ila 80”.
47 ILA son las iniciales de “Iniciar la lucha armada”. Guzmán tiene la cualidad de condensar
en siglas, en fórmulas algebraicas, enorme cantidad de capital simbólico. Si en los
textos anteriores acumuló ese capital moviéndose entre la física y la cosmología, ahora
trata de hacerlo en el terreno del análisis de la situación política internacional. Las
razones para que pueda hablarse de una ofensiva estratégica de la revolución mundial
serían cuatro: “el poderoso movimiento obrero internacional, las encrespadas olas del
movimiento de liberación nacional el desarrollo de los partidos comunistas, el
marxismo elevado a la gran cumbre del pensamiento Mao Zedong”.
48 Es muy difícil pero no imposible imaginar que desde Ayacucho, Perú, no se advirtieran
las debilidades del movimiento obrero internacional y las grietas del movimiento de
liberación nacional en plenas guerras entre China, Vietnam y Kampuchea, para
mencionar un solo ejemplo. Pero hay un inadmisible punto ciego en el análisis de quien
siguió tan de cerca la evolución del Partido Comunista Chino: la muerte de Mao y la
derrota del Grupo de Shanghai o Banda de los Cuatro. Es imposible no sospechar que se
trata de una omisión que se da en esa penumbra entre la conciencia y el autoengaño.
Otra interpretación complementaria es que al sobrepasar el tradicional análisis político
marxista para incursionar en el discurso profético, Guzmán rompe con toda traza de
materialismo. No importa que Mao haya muerto y sus seguidores hayan sido
derrotados, lo que importa es que la idea marxista se ha elevado a la gran cumbre del
pensamiento Mao Zedong y que él encarna esa idea.
103
49 “La rebelión se justifica”, fue uno de los lemas centrales de SL, inspirado en Mao. Cabe
preguntarse si las pulsiones apenas disimuladas del líder no obligan a precisar el lema
“la rebelión contra la realidad en nombre de la idea se justifica”. A pesar de que a
primera vista aparece como un lento y paciente trabajo, la historia de SL a partir de los
años setenta podría pues ser vista como una huida cada vez más sangrienta hacia
adelante; y la construcción de una comunidad-dediscurso como la elaboración de un
blindaje impenetrable que permitiera ignorar la realidad en nombre del sueño y
remontar un “hecho contundente”: llegaron tarde a la historia. En qué medida habrán
influido en la decisión guerrerista de Guzmán las reformas de Velasco y la masiva
organización campesina, con las cuales se esfumaba el campesino siervo, sujeto
principal de su proyecto; la transición democrática 1978-1980, que diluía la posible
polarización “dictadura fascista” vs. Revolución; el fin de la Revolución Cultural, que
marchitaba la esperanza en una triunfante revolución maoísta mundial.
50 Somos los iniciadores trata de barrer toda sombra de dudas y fortalecer una convicción: la
lucha armada es posible, necesaria. La situación mundial es favorable; la nacional lo
justifica. La denominada violencia estructural está en la base de esa justificación:
Ellos en su vieja y sangrienta violencia, en su paz de bayonetas, en su guerra
maldita que liquida en las cárceles, en las escuelas, en las fábricas, en los campos,
asesinando incluso a niños en los vientres maternos (...) Esa siniestra violencia
encuentra hoy la horma de su zapato40.
51 Si antes se elevó hasta la cosmología, ahora se hunde en las estructuras profundas para
no “ver” ni la sociedad ni la política, para ignorar a la inmensa mayoría del país, que se
ubica entre ese mítico “ellos” y SL. Sólo existen “revolución y contrarrevolución que se
aprestan a la violencia”. Al centro el vacío. No ve que hay gente rebelándose de otro
modo. Eran los años de mayor auge de movilizaciones sociales del presente siglo:
movimientos sindicales, campesinos, barriales, magisteriales, regionales, el inicio de
movimientos femeninos, contiendas electorales. La izquierda marxista llegó al 28 % de
la votación en las elecciones para la Asamblea Constituyente de 1978. No cuentan. Toda
otra forma de lucha es negada, denigrada y quienes la llevan adelante son acusados de
traición. Ello trajo consecuencias dolorosas en los años siguientes, cuando SL se
convirtió en un verdadero “antimovimiento social”41 al identificar a quienes no estaban
del lado del partido con el mítico “ellos” estatal, encarnación del mal absoluto,
merecedores, por tanto, de la muerte, que SL se encargó de prodigar cada vez más
generosamente.
52 Podríamos decir que mientras se mueve entre el Génesis y el Apocalipsis, el análisis de
Guzmán es menos vulnerable. Pero en realidad ya no se trata de un análisis político de
correlaciones de fuerzas sino de un discurso, una narración a través de la cual el dolor
de los funcionalmente superfinos se convierte en rabia. Y entonces SL pasa a ser la
mano que escribe en la pared en medio del banquete:
Sueños de sangre de hiena tienen la reacción; agitados sueños estremecen sus
noches sombrías; su corazón máquina siniestras hecatombes; se artillan hasta los
dientes pero no podrán prevalecer, su destino esta pesado y medido. Ha llegado la
hora de ajustarle cuentas42.
53 ILA 80 marcará el inicio de ese ajuste, ILA es posible, según SL, porque existe un equilibrio
estratégico a nivel mundial.
En el equilibrio: El pueblo se encabrita, se arma y alzándose en rebelión pone
dogales al cuello del imperialismo y los reaccionarios, los coge de la garganta, los
atenaza; y, necesariamente los estrangulará. Las carnes reaccionarias las desflecará,
104
las convertirá en hilachas y esas negras piltrafas las hundirá en el fango, lo que
quede lo incendiará... y sus cenizas las esparcirá a los vientos de la tierra para que
no quede sino el siniestro recuerdo de lo que nunca ha de volver porque no puede
ni debe volver43.
54 La virulencia del lenguaje anuncia la violencia que vendrá:
Sus huestes negras y siniestras irán contra nosotros, montarán poderosas
agresiones, grandes ofensivas. Nosotros responderemos, los desvencijaremos, los
dividiremos; sus ofensivas las convertiremos en multitud de pequeñas ofensivas
nuestras y los cercadores serán cercados y los pretendidos aniquiladores serán
aniquilados y los pretendidos triunfadores serán derrotados y la bestia finalmente
será acorralada y como se nos ha enseñado, el estruendo de nuestras voces armadas
los hará estremecer de pavor y terminarán muertos de miedo convertidos en pocas
y negras cenizas44.
55 Si el hombre está hecho de la madera de sus sueños, es indudable que nos encontramos
frente al producto de una desmesurada pesadilla. Después de ila 8o, la comunidad de
discurso quedó conformada, el proyecto triunfador vibrantemente delineado. “La
destrucción del partido ha sido conjurada”. El partido ha sido reconstituido y sus
militantes se convierten en alquimistas de luz:
Somos un torrente creciente contra el cual se lanza fuego, piedras y lodo; pero
nuestro poder es grande, todo lo convertiremos en nuestro fuego, el fuego negro lo
convertiremos en rojo y lo rojo es luz. Eso somos nosotros, esa es la Reconstitución.
Camaradas, estamos reconstituidos45.
56 Convertidos en superhombres, ansiosos de iniciar la larga marcha hacia la tierra
prometida, los levitas de ese nuevo pueblo del Libro, firman entonces un compromiso:
Los comunistas de la I Escuela Militar del Partido, sello de los tiempos de paz y
apertura de la guerra popular, nos ponemos en pie de combate como sus
iniciadores, asumiendo bajo la dirección del Partido y ligados al pueblo, la forja de
las invencibles legiones de hierro del Ejército Rojo del Perú. -Gloría al marxismo-
leninismo-pensamiento Mao Tsetung! ¡Viva el Partido Comunista del Perú! ¡Por el
camino del camarada Gonzalo, iniciemos la lucha armada! 46.
57 La guerra milenaria estaba a punto de empezar.
• De profeta a Mesías, o un do de pecho para cambiar el mundo
los sentimientos, del amor y del sexo, fluyen de manera natural en ese contexto. Por
eso para Laura Zambrano, dirigenta nacional de SL, el amor se encontraba “al servicio
de la guerra popular”49. Después de su captura Guzmán parece haber definido el sexo
como una “ansiedad fisiológica”50. Con seguridad, usó esos mismos términos en un
cuadro militar entrevistado en el semanario Sí, el 2 de noviembre de 1992. Corolario: las
normas deuteronómicas, pavlovianas, que regían la vida sexual de los combatientes.
61 Ya en los cuatro textos comentados se advertía una voluntad rabiosa de obliterar la
individualidad, vinculada a la visión teleológica que conllevaba el proyecto triunfador.
En Por la nueva bandera, esa voluntad se expresaba en contraposiciones bíblicas: chispa
vs. hoguera, grano de trigo vs. rueda de molino. En los Tres capítulos de nuestra historia, el
futuro imaginario adquiría ribetes de ciencia-ficción:
Ubiquémonos en la segunda parte del siguiente siglo, la historia estará escrita por
nosotros y los que sigan son nosotros, los futuros comunistas, porque somos
inagotables; y vendrán otros y otros, y los que vienen son nosotros 51.
62 Adviértase que todo está redactado -o dicho- en presente y en primera persona del
plural. En la comunidad de discurso el tiempo es abolido. También, por tanto, la
muerte, pues “...los futuros comunistas son nosotros”. Ese nosotros trascendente y total
-más que como en la Iglesia católica, como en la teoría Gaia o en el planeta-organismo
de las novelas de Asimov- vuelve irrelevante la vida individual, que puede llevarse
entonces en la punta de los dedos.
63 Pero al mismo tiempo, en ese gran Nosotros unos son más iguales que otros. Se trata del
cosmócrata, cuyo ego es exaltado a través de un culto a la personalidad inédito en la
historia del movimiento comunista52. Demos algunos ejemplos. En las Bases de Discusión
elaboradas para su i Congreso y aparecidas en 1988 en El Diario, los capítulos no
aparecen como decisión de una instancia colectiva -Comité Central, Buró Político- de
acuerdo a la tradición leninista y de los partidos políticos en general, sino como
enseñanzas del Presidente Gonzalo53. Lo más peculiar: desde principios de la década de
los ochenta los militantes debían firmar una “carta de sujeción”, que no era en primer
lugar al partido ni a la “línea revolucionaria”, sino al presidente Gonzalo y su
pensamiento. La siguiente no es precisamente una carta de sujeción, sino un informe de
un militante al Comité Central escrito en diciembre de 1988. Sin embargo, el lenguaje es
tan absolutamente canónico, que da una idea bastante precisa de la cadena de
sujeciones' a las cuales se sometía el militante:
Queridos Camaradas: Expreso mi saludo y sujeción plena e incondicional al más
grande marxista-leninista-maoísta viviente sobre la Tierra, nuestro querido y
respetado Presidente Gonzalo, jefe y guía de la revolución peruana y de la
revolución proletaria mundial, maestro de comunistas y centro de unificación
partidaria. Expreso mi saludo y sujeción plena e incondicional a la ideología
científica del proletariado, el Marxismo-Leninismo-Maoísmo, Pensamiento Gonzalo,
principalmente Pensamiento Gonzalo, concepción todopoderosa e inmarcesible que
alumbra nuestro camino y nos arma la mente. Expreso mi saludo y sujeción plena e
incondicional al grande, glorioso, correcto y victorioso Partido Comunista del Perú,
el estado mayor de la revolución armada que dirige magistral-mente ocho años de
guerra popular en nuestra patria. Expreso mi saludo y sujeción plena e
incondicional al Comité Permanente, Buró Político, Comité Central y todo el sistema
de dirección partidaria. Expreso mi saludo y sujeción plena e incondicional al i
Congreso marxista del PCP. Congreso marxista-leninista-maoísta- pensamiento
Gonzalo, brillante hito histórico, hito de victoria, que nos ha dado el pensamiento
Gonzalo y la base de unidad partidaria, a todos sus acuerdos y tareas que emanan de
106
66 Encerrado en una jaula de hierro, un tipo desgreñado, barbudo y con el traje a rayas de
los presos de otros tiempos grita y gesticula como fiera acorralada. Es Abimael Guzmán,
finalmente apresado después de doce años de guerra popular. Toda la violencia
acumulada por siglos en el cuerpo social pareciera concentrarse dentro de esa jaula,
dentro del llamado Presidente Gonzalo, que luego de su arenga final es sepultado en
vida en una cárcel de máxima seguridad. El genio de la violencia ha regresado a la
botella. Un suspiro de alivio recorre el país. Años más tarde, reza el slogan oficial, el
Perú es un país pacificado y con futuro.
67 Sin embargo, como en ciertas películas de terror, nadie advirtió ese día que en el
momento en que partía rumbo a su última morada, la violencia concentrada en Guzmán
salía de él, se escurría por entre los barrotes y se encarnaba en otras partes del tejido
social y en el gobierno. En realidad, el genio siguió suelto y siguió castigándonos,
multiplicado y multiforme, de manera más sutil pero quien sabe si igualmente nociva.
En efecto, tanto la violencia del discurso político, especialmente en los medios de
comunicación, así como ciertos estilos de hacer política, exacerbados en el Perú de la
década del noventa, fueron herencia del enfrentamiento o guerra sucia entre las ffaa y
Sendero Luminoso.
El discurso mediático
68 La violencia del discurso mediático se hizo patente en los llamados diarios “chicha” y
en la televisión de señal abierta, especialmente cuando quedó controlada en lo
fundamental por el gobierno de Alberto Fujimori hacia 1998. Como en losjuicios
107
BIBLIOGRAFÍA
108
Bibliografía
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Abajo Ediciones.
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NOTAS
1. Apter, David (1992) y (1997).
2. Degregori, Carlos Iván (1985), (1989) y (1996).
3. Pizarro, Eduardo (1996).
4. Degregori, Carlos Iván (1990).
5. Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso (1988), p. 343.
6. Guzmán cita a Lenin. que sustentó un Boicot contra la Duma teniendo en cuenta:“el ascenso de
la lucha popular que llevaba a la insurrección”. Guzmán precisa: “En nuestro país el camino no es
la insurrección en la ciudad sino el de la lucha armada, el de cercar las ciudades desde el campo a
través de una guerra popular prolongada; entre nosotros el ascenso es, en esencia, ascenso del
movimiento campesino y es este el que devendrá lucha armada, la historia del país, y la década
del sesenta lo prueban fácilmente”. Ibidem. p. 110.
7. Degregori. Carlos Iván (1985) y (1990).
8. Degregori, Carlos Iván (1985), p. 48.
9. Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso (1988), p. 343.
10. Nun, José (1989).
11. Partido Comunista del Perú (1978).
12. Apter. David (1992).
13. Véase por ejemplo, Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso. 1978. “Contra las ilusiones
constitucionales y por el Estado de Nueva Democracia” en Arce Borja. Alberto (1990) salpicado de
cuadros sobre la distribución de la tierra y la evolución del Producto Interno Bruto;
“Desarrollemos la creciente protesta popular” (PCP, 1979). Donde se trata de explicar la debilidad
del Estado peruano a partir de citas de Mao y la existencia de una situación revolucionaria
recurriendo a Mao y a Lenin. Mediocres en la interpretación estadística, despistados en el análisis
político.
14. Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso (1988).
15. Ibidem. Para una versión bastante detallada del contexto de luchas internas en el cual se
producen estos textos o discursos ver Gorriti. Gustavo (1990). Capítulo III.
16. Discurso pronunciado el 7 de junio de 1979 en el ix Pleno Ampliado del Comité Centra] del PCP,
con ocasión de la jura de bandera del partido, roja por cierto, el mismo día en que las Fuerzas
Armadas juran fidelidad a la bandera peruana. Ver Arce Borja. Alberto (1990), pp. 141-145.
17. Ibidem p. 144.
18. A propósito de esta aceptación fatalista del destino, según Gorriti, Gustavo (1990), Cap. iii, en
una reunión celebrada pocos meses después, Guzmán dio a leer a los asistentes uno de sus libros
favoritos, La vida de Mahoma de Washington Irving. Si se tiene en cuenta que a partir de la década
siguiente los militantes de SL suscriben una “carta de sujeción” al presidente Gonzalo, podríamos
imaginar a Guzmán encarnando no sólo la materia sino también el destino o la voluntad divina.
19. Arce Borja. Alberto (1990), p. 142.
20. Si algo brama en el discurso senderista son los ecos del dios de la ira, el dios de la venganza, el
dios inquisidor, el dios del miedo, tan parecido a aquel que enarbolaronlos cruzados de Francisco
Franco en España y que predicaban muchos hermanos de La Salle en la época en que pasó por sus
aulas el joven Abimael. antes de los profundos cambios experimentados por esa orden, que
produjo años después teólogos de la talla de Noé
Zevallos.
21. “Hoxhista”, por Enver Hoxha, líder de la resistencia antifascista albanesa, dirigente del
Partido del Trabajo de Albania y gobernante de ese país desde 1945 hasta su muerte en 1986.
Hoxha enfatizaba el papel de las ciudades en la revolución, a diferencia de la estrategia maoísta
de “cercar ¡as ciudades desde el campo”. La acusación del Hoxhismo volvió a surgir cuando la
dirección senderista planteó intensificar sus acciones urbanas hacia fines de la década de 1980.
110
Dalai Lama. Recuérdese que la idea de Perú como centro de la revolución mundial y luego de
Gonzalo como “cuarta espada”, comienza a germinar poco después de la muerte de Mao y que, si
se toma el punto de vista senderista, no ha habido nunca más una espada viva: Stalin asume ese
papel después de la muerte de Lenin y en lucha contra sus otros rivales; Mao después de la
muerte de Stalin y la traición de Krutschev, quien habría podido ser el heredero natural' del
georgiano.
57. Las ideas de este epílogo están más desarrolladas en Degregori, Carlos Iván, (2000).
NOTAS FINALES
i. Instituto de Estudios Peruanos
112
nueva manera de ser varón utilizó formas globalizadas de una masculinidad armada —
elementos de un “soldado universal,” simbolizada en las películas de acción que están
omnipresentes en los canales televisivos- para establecer una nueva postura dentro de
las comunidades y entre estos varones y el Estado. Ya no eran los campesinos humildes,
agachando la cabeza frente a la sociedad mayor que les considera ignorantes -
campesinos con poco acceso a recursos como la educación o el manejo del idioma
castellano—. Como sugiere Nelson en su trabajo en Guatemala, “The Indian is often coded
as female,” precisamente por el poco manejo de tales recursos 11. Ser guerrillero se
convirtió en una manera de cerrar la brecha entre una identidad feminizada y una
masculinidad deseada.
15 En este proceso de militarización -que involucra no solamente cambios estructurales
sino también giros de conciencia- la organización comunal cedió ante la hegemonía de
los Comités de Defensa Civil y sus comandos. Por un lado, los senderistas asesinaron a
muchas autoridades comunales como parte de su campaña de “descabezar” a las
comunidades campesinas y sujetarlas a sus códigos revolucionarios. Por otro lado, el
ejercicio tradicional del poder terminó desplazado por un nuevo núcleo dirigente de
liderazgo compuesto por jóvenes ronderos. Este nuevo cuadro trastocó el poder
generacional en la medida en que estos hombres jóvenes, prácticamente “jubilaron” a
una generación completa de autoridades comunales mayores. Este nuevo liderazgo se
legitimó a sí mismo a partir de su protagonismo durante la guerra y de sus relaciones
cercanas con las ffaa. De tal manera, la guerra terminó en manos de jóvenes guerreros,
quienes más tarde inmortalizarían este período en la historia comunal. Naturalmente,
las guerras se luchan pero también se relatan.
16 El pertenecer a determinadas patrullas -ser parte de “Los Tigres” 12- significaba para
estos jóvenes un cierto reconocimiento dentro de la comunidad y el acceso al prestigio
masculino en las presentaciones públicas. Este capital simbólico era con frecuencia
canalizado por ellos hacia la búsqueda romántica de una pareja y para desafiar las
jerarquías tradicionales de poder; invirtiendo las relaciones que anteriormente habían
servido para otorgar autoridad a hombre mayores y, en menor grado, a mujeres
mayores.
17 Sin embargo, estos jóvenes ronderos encontrarían contradictores con el título de “el
más macho” en el seno de la propia jerarquía. Si bien esta autopercepción había nacido
de su lucha contra SL, los soldados no estaban tan dispuestos a cederles este título. Una
de las estrategias utilizadas por los soldados para establecer su poderío era la
“feminización” de los ronderos. En mis entrevistas con oficiales de las bases militares
de Carhuahurán y Qellaqocha, estos insistieron que durante los ataques senderistas, los
varones escaparon con sus armas dejando atrás a las mujeres y los niños. En esta
versión castrense de los ataques, las rondas no son perfiladas en el papel heroico que
ellos mismos retratan; más bien, habrían sido los soldados quienes salvaron a estas
comunidades, afirmando que los varones del lugar no podían cumplir con la defensa de
“sus propias mujeres”.
18 Pero había otros actores sociales en escena: los senderistas. A lo largo de la guerra, los
militantes senderistas también hacían uso de la feminización a fin de poner en tela de
juicio la valentía de sus enemigos. En este caso, los senderistas llamaban “maricones” a
aquellos soldados que se asustaban al punto de no poder ni siquiera salir de sus bases.
Así, vemos las múltiples masculinidades que se despliegan en la búsqueda del
establecimiento de relaciones de poder y legitimidad dentro de nuevos modelos
117
respondían a los cambios abruptos que acompañaron los años de guerra. Las mujeres
seguían siendo las que se encargaban del hogar frente al doble reto de la violencia
política y una pobreza exacerbada por la guerra.
25 Enfatizo que, aunque la lucha por la supervivencia puede ser “menos dramática” que la
lucha armada, el análisis de la economía doméstica de guerra revela el grado al cual la
supervivencia en sí se convierte en una lucha cotidiana. Al vivir en cuevas durante
meses, y en algunos casos durante años; desplazarse cotidianamente de un lugar a otro,
y cocinar y asumir el cuidado de los niños en condiciones adversas, estas mujeres no
limitaron su protagonismo a los modelos épicos masculinos. Como lo relataban las
socias del Club de Madres de Purus:
Estábamos tristes porque no podíamos alimentar bien a nuestros niños. Los niños
lloraban para comer, y es la mamá quien tiene que hacer algo.
26 Lo que revelan las entrevistas con estas mujeres es el reconocimiento implícito del rol
central de la mujer no sólo en lo que se refiere a producción sino a reproducción social;
ambas amenazadas durante la guerra, que coloca la mera supervivencia en entredicho.
27 Sin embargo, el papel activo asumido por las mujeres durante la guerra permanece en
la sombra en las historias comunales que están siendo elaboradas en estas
comunidades. Percibo la brecha entre discurso y práctica: es decir, la brecha entre los
acontecimientos de la guerra y la memoria social que se elabora en este periodo de
transición. Muchas de las historias sobre la violencia política son relatadas por los
varones y con respecto a los varones en la región. Como sugiere Hayden White, sólo una
narrativa imaginaria nos puede proporcionar una historia perfectamente coherente,
sin contradicciones, sin lógicas múltiples, es decir, una gran epopeya heroica 16.
Adicional-mente, White sugiere que la forma narrativa no es inerme sino que moldea el
contenido. Es cierto que la historia épica es algo que nos es familiar; desde la infancia
nos acostumbramos a las epopeyas a través de los cuentos, las tiras cómicas y las
películas. Como asevera Cooke, estas historias reflejan el paradigma dominante de
guerra “que resucita clichés esencialistas y pasados de moda de la agresividad de los
varones y el pacifismo de las mujeres”17. A continuación exploro las historias que
relatan y las implicaciones de estas en la construcción de identidades locales y
nacionales.
Memoria y narratividad: La política identitaria
28 Toda comunidad construye un pasado para sí misma, tanto con el fin de dotarse de un
sentido colectivo como para proyectar una identidad colectiva coherente frente a los
“demás”. De hecho, sugiero que la producción consciente de la memoria histórica
empieza cuando se requiere la definición de una identidad colectiva, de “nosotros”. Sin
embargo, “nosotros” es una categoría escurridiza y puede servir a intereses tanto
incluyentes como excluyentes.
29 No es tanto una cuestión de tener o no un pasado; se trata más bien de qué pasado se
debe dotar la colectividad. De tal manera, los historiadores locales corren con la
responsabilidad de seleccionar el pasado que debe recordarse y, por contraste, el
pasado que debe olvidarse, o enterrarse. Es gracias a estas historias, que hacen énfasis
en el heroísmo masculino, que los miembros de estas comunidades han desarrollado la
identidad estratégica que les ha permitido colocar sus demandas frente al Estado.
119
historia de guerra, sino que también se presentan otros agentes externos que llegan
buscando el significado del pasado y así suscitan la reelaboración de estos recuerdos.
Por ejemplo, estamos nosotros, los antropólogos, que llegamos con preguntas centradas
en las rondas de defensa civil y la violencia política. En la primera instancia,
escuchamos recuentos épicos y en la segunda, lo que se da es una etnografía de la
violencia en lugar de un estudio sobre la vida humana. Es importante tener en cuenta la
intersubjetividad de la memoria: tanto el narrador como su auditorio moldean los
recuerdos.
41 Estas estructuras narrativas, a pesar de verse manipuladas por la memoria, afectan
directamente las prácticas políticas y el acceso al espacio público. Como vimos, la
ideología del heroísmo masculino se ve inscrita en prácticas espaciales que concretizan
de manera efectiva la marginalización de las mujeres. La práctica simbólica de izar la
bandera con los ronderos impulsada y ordenada por los CAC los domingos -práctica por
medio de la cual los hombres indican su sentido de pertenencia al Estado y llevan a
cabo el nacionalismo militarizado forjado durante la guerra- es una práctica espacial
chauvinista en la cual las mujeres, literalmente, no tienen cabida.
42 Mi objetivo no es el de negar la importancia de las rondas campesinas en la redefinición
del curso de la guerra y en la formación política de los habitantes rurales como actores
de la historia y sujetos de derecho. Más bien, advierto que hay una conquista desigual
del sentido de pertenencia al Estado, y de la integración nacional. Estas narrativas de
guerra chauvinistas no sólo llegan a auditorios externos, ellas son contadas y repetidas
dentro de las comunidades mismas. De tal manera, producen sus efectos de verdad y
poder.
43 En conclusión, deseo invertir el enfoque de Anderson19 y Hobsbawm y Ranger 20 para
quienes las elites son los autores principales de las comunidades imaginadas de la
nación y de la invención de tradiciones. Por el contrario, me parece sugerente la línea
investigativa de Joseph and Nugent21, Manrique22 y Mallon 23 de explorar los
nacionalismos campesinos y las modalidades cotidianas de formación estatal. A
continuación enfoco estas preocupaciones.
44 Ciudadanía y nuevas prácticas políticas
45 Pregunta: ¿Por qué levantan la bandera cada domingo?
Para que si hay terrucos en la puna, van a saber que aquí viven peruanos.
46 Pregunta: ¿Por qué no hay mujeres en el levantamiento de la bandera?
Las mujeres no participan.
47 Víctor, ¿por qué será?
Las mujeres son menos peruanas. No son armadas. Victor, 11 años, Carhuahurán.
48 Si bien es cierto que la guerra ha conformado una temática central en la historia de
estos pueblos, la revisión de las Actas Comunales de Balcón, Carhuapampa y
Carhuahurán revela un hallazgo sorprendente. En plena guerra -de hecho en los años
más difíciles- las actas comunales daban cuenta de las asambleas permanentes en las
cuales se discutía “el progreso del pueblo”. En la calma relativa que reinaba entre
ataque y ataque, los habitantes seguían haciendo preparativos y trabajando hacia el
desarrollo de sus pueblos por medio de solicitudes de apoyo para la construcción de
carreteras, centros de salud o, como en el caso de Carhuahurán, pidiendo la
distritalización. Estas Actas Comunales no son archivos escritos de las penurias de la
guerra sino testigos de una postura desarrollista hacia el futuro.
122
49 En esta pareja improbable entre guerra y progreso, la lógica se repite: el rol de las
mujeres se considera menos protagónico. En su sugestivo trabajo, De la Cadena 24 analiza
los temas de género y etnicidad en el caso cuzqueño y sugiere que, debido a que las
mujeres hablan menos español y tienen una menor experiencia, son consideradas “más
indias”. Es decir, que los ejes de diferenciación de género, raza y etnicidad funcionan de
manera multiplicadora, perjudicando a las mujeres que se encuentran en el cruce de
caminos entre estas formas de calificar a los seres humanos y de construir jerarquías
con base en estas diferencias.
50 En el caso ayacuchano, la construcción de las mujeres como “más indias” —o sea menos
“desarrolladas”- se manifiesta en lo que Víctor expresó como “menos peruanas”. Esta
categorización hace un vínculo implícito entre el modelo de ciudadanía que salió de los
años de violencia política con la imagen de la mujer subordinada al patriarcalismo
militarizado. Este vínculo tiene implicaciones intergeneracionales ya que los niños
incorporan estos valores chauvinistas como requisito central de la construcción de la
ciudadanía. Sugiero que este es un ejemplo de la ciudadanía armada y chauvinista que
Elshtsin llama “virtud cívica armada”; es decir, la fusión entre ideas de ciudadanía y el
concepto del buen guerrero25.
51 Este modelo de ciudadanía militarizada no sólo corresponde al deseo de estos ronderos
de mantener su poder dentro de la comunidad sino constituye una forma de capital
simbólico que les permite negociar una entrada en el “mundo moderno”. De hecho, en
el transcurso de recolección de testimonios, varios ronderos insistieron en el hecho de
que sus recuentos de guerra tenían valor en el mercado. Es significativo el hecho de que
sólo pensaron en términos monetarios al narrar su participación en la lucha armada
contra SL. Parece que la única forma de capital que poseen en el mercado capitalista
global es lo que ellos pueden narrar.
52 Si bien las mujeres se ven relegadas a la periferia de este “mercado de valor”, esto no
significa que nunca traspasen estos márgenes. De hecho, ellas también han tenido un
aprendizaje político a partir de sus propias luchas. La señora Modesta, por ejemplo, al
referirse a los abusos cometidos durante los primeros años de la guerra por los sinchis
(tropas gubernamentales de contrainsurgencia) me comentaba:
En esa fecha no teníamos nuestra experiencia. Si hubiera sido como es ahora, hasta
donde también hubiéramos ido, a los jueces, a los Derechos Humanos, a donde sea
hubiéramos caminado. Ahora recién tenemos nuestra capacidad. En esa fecha,
éramos como unas criaturas, totalmente sin ningún juicio.
53 Las mujeres que han llegado a puestos de autoridad no son las únicas que comentan
sobre los cambios surtidos en estos años, y esta sensación de haber vivido “tiempos
acelerados” es generalizable. La apreciación de estos cambios se trasluce aún más en el
discurso de quienes fueron desplazados de sus pueblos hacia las ciudades. Está el
ejemplo de Teodora, una mujer de 26 años originaria de Macabamba, una comunidad
retornante. Aún siendo joven, habla como si fuera una abuela, contando memorias de
una época distante:
En mi tiempo los padres no les permitían ir a la escuela a las niñas. 'Si quieres ir,
vaya pues con tus animales', nos decían. Las niñas antes y ahora trabajan más en la
familia, lavando ropa, cocinando, cuidando animales, recogiendo leña. Antes era
peor porque se pensaba que la vida iba a ser igual. Pero no es así. Después nos dimos
cuenta y todos se están dando cuenta que la vida de hoy y después va ser para los
que tienen ojos. Esta diferencia se dio después de estos accidentes (violencia). Por
123
eso, ahora tanto los niños y niñas estudian por igual, inclusive terminan la primaria
casi igual. Ya que tienen a nosotras como ejemplo de la ignorancia y ya no ser así.
54 Parece que los cambios abruptos de la guerra han resultado en una apertura en cuanto
al lugar de las mujeres dentro de sus comunidades. Por consiguiente que la narrativas
reflejen esta apertura en vez de cerrarla.
55 Parece apropiado concluir, pensando en términos de hegemonía, tanto en lo que se
refiere a la memoria como al género. La hegemonía siempre es parcializada, enfoque
que requiere si desea mantenerse frente a retos contrahegemónicos. Como sugiere
Ortner, se debe estar atento a la multiplicidad de contradicciones y lógicas que operan
en una sociedad dada. De hecho, ella sugiere que es enriquecedor analizar estas
contradicciones en términos de transformación social:
Hay un ordenamiento -una hegemonía en el sentido de la dominación relativa que
ejercen algunos significados y prácticas sobre otros. A mi me interesa tanto el
ordenamiento como el desordenamiento potencial26.
56 La importancia de escuchar las versiones contrahegemónicas de la guerra radica
justamente en “desarmar el sujeto” que conforma el modelo de ciudadanía surgido de
la violencia política.
57 Por supuesto, la idea no es remplazar una narrativa monolítica con otra igualmente
univocal. Nos recuerda la primera onda feminista. Escribiendo dentro de los marcos
teóricos del materialismo histórico de Marx, la sociología weberiana, y la teoría
psicoanalítica freudiana, esta onda de feminismo académico buscaba remplazar La Gran
Teoría (androcéntrica) con una “meta-correctiva” feminista. El problema: La
dominación masculina. La solución: teoría feminista. Ambos en el singular.
58 Más bien, busco preservar la polifonía de voces históricas -de-construir “el subalterno”
para examinar sus fragmentos múltiples y su totalidad compleja- articulando ambos
con relaciones de poder al nivel local, regional y nacional. Si estos campesinos logran
desarticular los derechos a la ciudadanía del símbolo del rondero armado, es posible
que puedan desarrollar una democracia más amplia que permita a todos los miembros
de estas comunidades gozar de un sentido de plena pertenencia a la comunidad
nacional.
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NOTAS
1. Toda narrativa, por más completa que parezca, está construida a base de una serie de eventos
que pudiesen haber sido incluidos pero que no lo fueron; esto es tan cierto en lo que se refiere a
narrativas imaginarias como a las realistas.
2. Degregori, Carlos Iván; Coronel, José; Del Pino, Ponciano, y Orin, Starn (1996).
3. Cooke. Miriam (1993).
4. Véase Caldeira y Holston, (1996), p, 717
5. Mallon, Florencia (1994), p. 1.511
6. Esta investigación fue posible gracias a becas del Social Science Research Council (SSRC) y el
American Council of Learned Societies, la Wenner Gren Foundation, la Inter-American
Foundation, y el Human Rights Center de University of California at Berkeley. Agradezco también
el tiempo para la redacción de este trabajo al Institute on Violence, Culture and Survival at the
Virginia Foundation for the Humanities, el Center for International Security and Cooperation at
tanford University, y la Harry Frank Guggenheim Foundation. Estoy supremamente agradecida
tanto por el apoyo financiero como por las relaciones de colegaje brindadas por los
representantes de todas estas instituciones. Por sus lúcidas conversaciones y apreciaciones sobre
este trabajo quiero agradecer a José Coronel, Kathleen Dill, Elizabeth Jelin y Victoria Sanford.
También he sido afortunada de contar con la revisión de un lector anónimo, a quien le doy mis
sinceros agradecimientos.
7. Agradezco a Ponciano Del Pino por haber compartido conmigo los documentos sobre Tambo.
8. Ver en Del Pino, Ponciano (1992).
9. 9 El norte de Ayacucho incluye las provincias de Huamanga. Huanta y La Mar. No es mi
intención examinar las razones que conllevaron a la movilización de la población campesina en
contra de SL. sino más bien explorar las implicaciones de la guerra en términos de relaciones de
poder y reglas de género en el Ayacucho rural. Para un análisis más detallado del proceso de
violencia y la historia de las rondas campesinas en Ayacucho, ver Degregori, Carlos Iván (1996).
10. Ver en Arnold. Denise Y. (1997). Harris. Olivia (1978). Isbell. Billie Jean (1979), p. 12.
Silverblatt, Irene (1987). Reynaga, Gumercinda (1996).
11. Véase Nelson Diane, (1999), p. 26.
12. “Los Tigres” es el nombre dado a los comandos especiales de autodefensa, una organización
civil especializada que opera de tiempo completo con un salario mensual pagado por la
comunidad. Este comando estaba compuesto por hombres jóvenes entre los quince y 33 años,
aquellos que tenían una mayor experiencia de combate.
13. Agradezco a Ponciano Del Pino por una conversación sobre este término.
14. Esta entrevista fue llevada a cabo en Pampay en 1995.
15. Degregori, Carlos Iván (1996); Tapia, Carlos (1997).
16. White, Hayden (1987).
17. Cooke. Myriam (1996).
18. Escobar, Arturo (1995).
19. Anderson. Benedict (1993).
20. Hobsbawm. Eric and Ranger. Terence (1987).
126
NOTAS FINALES
1. Kimberly Theidon es antropóloga médica. Es la directora de Praxis, un Instituto para la justicia
social, y desde el 2004 será profesora en el departamento de Antropología de la Universidad de
Harvard.
127
1 A comienzos de los años ochenta con el final de la Guerra Fría, la extensión del modelo
capitalista y la aceleración de los fenómenos de mundialización, el discurso sobre los
Derechos Humanos parece lograr un surgimiento espectacular. La afirmación de un
derecho de injerencia humanitaria1, el proyecto de creación de una Corte Penal
Internacional (CPI) y el juicio de parte de los Lores ingleses contra el ex dictador
Pinochet por crímenes contra la humanidad, son algunos de los hechos que manifiestan
el surgimiento de un espacio internacional de Derechos Humanos, en función del cual
“los derechos fundamentales de cada uno tienden poco a poco a convertirse en
incumbencia de todos”2. Ya no se conciben como una herramienta en contra del
opositor sino que se convierten en el instrumento para construir un nuevo orden
internacional. Algunos analistas incluso interpretan “la consagración actual de los
Derechos Humanos” como “el principal acontecimiento ideológico y político de los
últimos años”3.
2 Sin embargo, este nuevo impulso de los Derechos Humanos no deja de suscitar una
serie de contradicciones y cuestionamientos. Nos invita a preguntarnos sobre lo que
puede suceder cuando estos se convierten en nuevos fundamentos de la política.
Teniendo en cuenta que la difusión del discurso sobre los Derechos Humanos parece ir
de la mano de una creciente ambigüedad sobre el concepto, es conveniente precisar la
forma en que nosotros utilizaremos esta expresión. Para los fines de este artículo, los
Derechos Humanos serán considerados bajo su dimensión jurídica y ética, como
“puntos de encuentro entre la moral y el derecho”4.
3 ¿Será que el advenimiento de esta nueva “religión” de los Derechos Humanos señala la
dimisión de lo político? Este cuestionamiento que ya ha dado pie a virulentos debates
128
académicos parece, hoy más que nunca, de gran relevancia. Para Claude Lefort, los
Derechos Humanos pueden representar una herramienta de renovación democrática en
la medida en que su carácter meramente declarativo y ficticio los lleva a evadir
cualquier poder susceptible de apropiarse de ellos. Marcel Gauchet, por el contrario,
hace hincapié en los riesgos que implica para la política el que los Derechos Humanos se
conviertan en una norma de la acción pública. Llamados a llenar el vacío de los actuales
discursos políticos y sociales, los Derechos Humanos parecen paradójicamente
acrecentarlos ya que “hacen coincidir la instalación de la democracia en lo
incontestable en cuanto a sus fundamentos, con una proyección hacia la incertidumbre
radical en lo que se refiere a su funcionamiento”5. Dado que se limitan a enunciar una
política de intenciones e imágenes, ellos serían “la tumba de la política” al reducirla a
“un cascarón vacío, a un puro teatro de sombras”6.
4 El ejemplo de Colombia no puede sino incitar aún más a la circunspección y a la
prudencia frente a lo que algunos denominan “la nueva ideología de los derechos
homnistas”7. Colombia nos permite analizar lo que sucede con estos derechos en una
situación supremamente compleja y alarmante. Se trata, en efecto, de uno de los países
del mundo en el que más se violan los Derechos Humanos. Es el país en el que se lleva a
cabo el mayor número de secuestros. Adicionalmente, entre 1985 y 1999, 1.843.000
colombianos fueron desplazados por la violencia8. En fin, frente a la constante
degradación del conflicto, ninguno de los actores ha dado prueba de su voluntad de
respetar los principios de base del derecho humanitario y de no involucrar a la
población civil.
5 Si bien el derecho ha ocupado tradicionalmente un lugar preponderante en la sociedad
colombiana, la avanzada del discurso sobre los Derechos Humanos parece un fenómeno
relativamente reciente. La agravación del conflicto y la generalización de la violencia se
han visto acompañadas de una difusión notable del lenguaje sobre los Derechos
Humanos en la sociedad colombiana; no existe un campesino en Colombia que no apele
a los derechos fundamentales. Los informes sobre la situación de los Derechos
Humanos, las organizaciones que se dedican al problema, y las divulgaciones
formativas sobre el tema se multiplican.
6 Por otra parte, mientras que el país atraviesa una crisis mayor, los Derechos Humanos
se convierten en la referencia ineludible del discurso político y el eje de todos los
debates9. Sin embargo, los “efectos de repercusión” de dichos discursos a nivel interno
parecen limitados. Los Derechos Humanos acaban con frecuencia convertidos por los
protagonistas del conflicto en instrumentos estratégicos, y la guerra se prolonga
igualmente en este terreno. En lo que se refiere a la Comunidad Internacional, aunque
esta expresa una creciente preocupación, no existe un consenso sobre el tipo de apoyo
que se debe brindar a Colombia. ¿Por qué en el contexto colombiano, a diferencia de
otros países latinoamericanos, hay tanta dificultad para aplicar los Derechos Humanos?
Esto es, seguramente, en parte debido a que la violencia colombiana es difícil de
aprehender por medio de esquemas simplistas. El conflicto no es una guerra civil
clásica sino más bien el resultado de interacciones entre múltiples actores enfrascados
en una lucha por el control de los recursos territoriales y económicos, pues la mayor
parte de la población colombiana continúa rechazando la violencia.
7 En este artículo, deseamos analizar la situación de los Derechos Humanos
circunscribiéndonos a un contexto particular. Estudiaremos el campo de los Derechos
Humanos en Colombia vinculando la evolución de sus diferentes configuraciones con la
129
19 Así mismo, las ONG han procedido a la reconstrucción de las características del sistema
penal colombiano. Este último, sin embargo, no se distingue por su severidad; pocos
países confieren un tratamiento tan privilegiado a los rebeldes:
(...) Es indudable que el sistema penal colombiano ha sido siempre particularmente
tolerante con la violencia. (...) El delito de rebelión no sólo se ha considerado como
menos grave que el homicidio sino que además ha cobijado y protegido legalmente
otras conductas punibles violentas, siempre que estas se hayan cometido en una
situación de combate (...)19.
20 La figura de la rebelión sirvió no sólo para dejar impunes muchas muertes violentas, o
para sacar presos políticos de las cárceles, sino además para darle, a través de los
juicios, una amplia difusión a las justificaciones sociales y políticas de la violencia
guerrillera.
La violencia que golpea a las ONG
• La generalización de las violencias
arriesga con hacer olvidar que la vida solo existe en virtud de aquellos derechos que
son parcialmente despreciados por todos los protagonistas.
• La instrutnentalización creciente de los Derechos Humanos
41 Consejo Nacional de Paz, la sociedad civil y las Autodefensas de Córdoba y Urabá con
respecto al inicio de un proceso de paz con esta organización.
Esbozo de cambio en el seno de las ONG
42 La internacionalización creciente de la violencia colombiana y la evolución de la
dinámica del conflicto van a conllevar a una serie de cuestionamientos en el seno de las
ONG colombianas de defensa de los Derechos Humanos.
43 Con respecto a los países del Cono Sur y de América Central, el problema de Colombia,
considerada por muchos como la democracia más estable de América Latina, parecía
menor. El examen de las diferentes decisiones de entidades y organismos
internacionales sobre Colombia entre 1980 y 1997 muestra hasta qué punto la mirada
fue cambiando progresivamente40 hasta llegar al establecimiento en Bogotá de la
Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos. La mirada de los Estados
Unidos sobre Colombia también se modifica en el sentido de una mayor exigencia en
137
colaboración indirecta con la guerra). Claro está que estas iniciativas han tropezado con
las estrategias de los diferentes actores armados. La guerrilla ha asesinado a varios
miembros de las Comunidades de Paz en medio de procesos pretendidamente
revolucionarios y los paramilitares han matado a personas que tildan de colaborar con
la guerrilla. Por otra parte, el carácter particularmente agudo de los enfrentamientos
en esta zona contribuye a perpetuar la vulnerabilidad de las Comunidades. A pesar de
esto, las tres grandes Comunidades de Paz del Urabá chocoano (San Francisco de Asís,
Natividad de María y Nuestra señora del Carmen), que acogen más de 8.000 personas,
continúan revindicando su neutralidad.
• Los límites a la construcción de un espacio de Derechos Humanos
encuentran asociadas a los diferentes movimientos de la sociedad civil por la paz (Asamblea
Permanente de la Sociedad Civil por la Paz, Redepaz). Trabajan por el fortalecimiento del
Estado y la consolidación de las instituciones políticas colombianas. En este grupo convergen
diferentes visiones de los Derechos Humanos, desde organizaciones de la Iglesia que
redescubren sus antiguas concepciones de los Derechos Humanos en términos de derecho
natural, hasta organizaciones que tienen una visión más jurídica y adoptan una concepción
moderna de los derechos fundamentales que integra las tres generaciones principales de los
Derechos Humanos.
3. Las ONG, nacidas recientemente, en el seno de sectores de Derecha y que denuncian
exclusivamente las violaciones de Derechos Humanos cometidas por la guerrilla. Este es el
caso de la organización País Libre que se consagra a denunciar el secuestro desde comienzos
de los años noventa o del Comité Nacional de Víctimas de la Guerrilla.
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NOTAS
1. El debate sobre el derecho a la injerencia se configura a comienzos de los años ochenta; un
encuentro en París sobre el tema de la moral humanitaria preconiza el “derecho a la injerencia”.
Véase en Bettati M (1996), p. 12.
2. Badie, B. (1999), p. 260.
3. Gauchet, M. (2000), p. 268 - 270.
4. Papacchini, A (1997), p. 17.
5. Ibidem.
6. Ibidem.
7. De Maillard, J. (1995). pp. 83-90.
8. Cifras presentadas por la Consultorίa para los Derechos Humanos y el Desplazamiento –
codhes en un seminario internacional sobre el tema de los desplazados, organizado en Bogotá del
30 de mayo al 2 de junio de 2000.
9. De esto da fe el lugar que ocupa el argumento sobre los Derechos Humanos desde el inicio del
actual proceso de negociación entre el gobierno y los grupos guerrilleros. La muerte de seis niños
el 16 de agosto de 2000 en Pueblo Rico (Antioquia) –víctimas de un supuesto fuego cruzado entre
el ejército y la guerrilla– provoca fuertes condenas de parte de la Comunidad Internacional y de
la sociedad civil colombiana. Esta exige a los actores armados el respeto de la población civil y la
firma de un cese de hostilidades.
10. Pécaut, Daniel (1987), p. 29.
11. Entre 1958 y 1974, el Sistema Político colombiano se rige por el Pacto del Frente Nacional.
Este acuerdo reparte el poder entre los partidos Liberal y Conservador.
12. Pécaut, Daniel (1989), p. 23.
13. Se señalan 615 casos en 1970, 4.271 en 1973, 7.914 en 1977, 6.819 en l980. A partir de este año,
el número de detenidos se reduce.
14. La práctica de la ejecución también se expande: 49 casos en 1970, 101 en 1973, 139 en 1977,
105 en 1979. La tendencia al aumento se prosigue de ahí en adelante
15. El primer caso de desaparición es el de Omayra Montoya en 1977. Para 1981 ya se señalan 101
desapariciones, CINEP y Justicia y paz. Base de Datos. Comité permanente para la defensa de los
Derechos Humanos. Informes, CINEP. 1982. Colombia: represión 1970-1981. CINEP. Bogotá.
16. La USO o Unión Sindical Obrera es un sindicato formado por la Empresa Colombiana de
Petróleos –ECOPETROL–. Situada en Barrancabermeja en la región del Magdalena Medio ha
desempeñado un papel importante en el movimiento social colombiano desde los años veinte.
17. Comité de Solidaridad con los presos políticos, (1974), pp. 18 - 205.
144
18. La Declaración del Derecho de los Pueblos hace hincapié preferencialmente en los derechos
colectivos: derecho a la autodeterminación, derechos económicos y culturales, derecho a la
educación, derecho al medio ambiente y al acceso a los recursos naturales, derechos de las
minorías. Es de inspiración tercermundista y socialista.
19. Rubio, M. (1999), p. 138. Esa observación es válida hasta el momento de la decisión de la Corte
Constitucional de septiembre de 1997, la cual abroga el artículo 127 del Código Penal de 1980.
20. Medina Gallego, Carlos (1990).
21. Pécaut, Daniel (1996), p. 91.
22. A la fecha, las estimaciones del número de miembros de la UP que fueron asesinados
arrojan números que varían entre 2.500 y 3.000.
23. La mayoría de las organizaciones tienen sus listas de los defensores asesinados y Colombia
sigue siendo uno de los países donde más peligro corren los defensores de Derechos Humanos.
24. Gallón, Gustavo (1992), p. 15.
25. En un solo año se señalan más de 130: La Negra y Honduras, La Mejor Esquina. San Rafael,
Segovia.
26. El presidente Turbay llegará al punto de negar la existencia de prisioneros políticos en
Colombia, y su ministro de Defensa divulgará la tesis de una “autotortura” por parte de los
prisioneros puesto que la acusación de tortura no podía ser más que una farsa.
27. La mayoría de los miembros de la Unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía ha sido
amenazada u obligada a emprender el camino del exilio.
28. Blanquer Jean Michel (2000), pp. 156-157.
29. Entrevista con el Mono Jojoy en Cambio 16 Abril de 1995.
30. El Protocolo adicional a los Acuerdos de Ginebra de 1949 fue ratificado por el gobierno
colombiano en 1995.
31. Acuerdo de Puerta del Cielo firmado entre los representantes de la sociedad civil colombiana
y el ELN el 15 de julio de 1998, en Maguncia. Alemania.
32. El 12 de abril de 1999, el ELN secuestra 46 pasajeros de un avión de la compañía Avianca que
viajaba entre Bucaramanga y Bogotá. El 30 de mayo de 1999. el mismo grupo secuestra 59
personas en una iglesia de Cali.
33. La explosión de un oleoducto en Machuca el 19 de octubre de 1998 provoca un incendio y
múltiples víctimas entre la población civil.
34. Ejército Nacional, Brigada xx (1996), Violación de los Derechos Humanos de la población civil por
parte de la subversión. Bogotá, p. 46.
35. Castaño Gil, Carlos (1997), p. 8.
36. Declaración de Córdoba del 2 de julio de 1998, suscrita por los miembros del Consejo Nacional
de Paz, la sociedad civil y las Autodefensas de Córdoba y Urabá con respecto al inicio de un
proceso de paz con esta organización.
37. Castaño Gil, Carlos (2000).
38. Ibidem
39. Al respecto la Comisión Nacional de Televisión de Colombia emite el siguiente mensaje a favor
de la paz. “Para comenzar a estar bien debemos ponernos de acuerdo en lo que está mal”.
40. Comisión Colombiana de Juristas Defensoría Del Pueblo, 1997.
41. Es más, las amonestaciones al Ejército colombiano no dejan de surtir unos efectos reales: el
desmantelamiento de la XX Brigada a raíz del informe de 1997 del Departamento de Estado
estadounidense y el arresto de militares de alto rango. El informe del Departamento de Estado
para el año 1998 señala el arresto del coronel Bernardo Ruiz Silva, comandante de la XX Brigada
en 1995, la condena del coronel Luis Felipe Becerra por su responsabilidad en la masacre de
Riofrío en 1993, la condena a 18 años de prisión de los tenientes coroneles Marco Báez Garzón y
Alejandro Londoño Tamayo por su responsabilidad en la masacre de Segovia.
145
NOTAS FINALES
1. Doctorante en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales ( EHESS) de París. Asistente de
Investigación en el Instituto de Altos Estudios de América Latina ( IHEAL) de París.
[email protected]
146
Colombia-Venezuela: de la
integración al enguerrillamiento.
(1989-1999
Una perspectiva venezolana
Introducción
1 La historia de las relaciones entre Colombia y Venezuela ha estado cruzada
permanentemente por los problemas causados por controversias limítrofes,
convirtiéndose este factor en la dimensión dominante de dichas relaciones. En este
contexto es que ha predominado lo “limítrofe” –entendido como concepto restringido–
sobre el criterio más amplio y rico social y económicamente de lo “fronterizo”. Esta
situación, no obstante la vecindad geográfica y de intereses comunes, ha afectado
negativamente las posibilidades de integración y cooperación bilaterales.
2 Hasta 1941, la difícil y traumática delimitación de la frontera terrestre, y desde
mediados de la década del sesenta, las negociaciones para la delimitación de las aguas
marinas y submarinas en el golfo de Venezuela, se constituyeron en el eje central de la
agenda de relaciones entre los dos países. Desde entonces, los momentos de tensión y
distensión en la bilateralidad colombo-venezolana han dependido casi exclusivamente
del tratamiento que se le estuviera otorgando a las controversias limítrofes. Esto ha
sido particularmente patente desde la década del sesenta en relación con el diferendo
en el golfo de Venezuela. Sin embargo, es constatable a lo largo de dicha relación, la
intensidad del volumen de los encuentros, acuerdos y contactos políticos, sociales y
económicos permanentes entre los dos países, así como el carácter “mixto” de las
relaciones –ya que estas no son puramente cooperativas ni exclusivamente
conflictivas– en cuanto a la variedad de temas y motivaciones, así como a la
simultaneidad de intereses comunes (integración económica, comercio, inversiones
mutuas, empresas binacionales de explotación de recursos e interacción social
147
agenda bilateral, desde una perspectiva global e inclusiva, donde todos los aspectos
(conflictivos y cooperativos) de dicha relación serían tratados simultáneamente, sin
otorgar privilegio a ninguno.
8 A partir de aquel momento, el proceso de integración entre Colombia y Venezuela se
convirtió en el más dinámico de la región. Dicho proceso influyó positivamente en la
agenda global de las relaciones bilaterales, “desgolfizándolas” y ampliando las
posibilidades de cooperación, otrora obstaculizadas por los problemas limítrofes, al
tiempo que se abrían interesantes retos para la extensión del proceso de integración
hacia otros países de la región.
El nuevo marco institucional regulatorio de las
relaciones bilaterales
9 El esquema político-institucional dentro del cual se han venido desarrollando las
relaciones entre Colombia y Venezuela desde finales de la década pasada, tuvo su
origen como ya planteáramos previamente, en la Declaración de Caracas, la Declaración
de Ureña y el Acta de San Pedro Alejandrino (6 de marzo de 1990); acuerdos firmados
por los presidentes Virgilio Barco y Carlos Andrés Pérez. En el primero de los
documentos, los mandatarios de ambos países acordaron mantener una activa
coordinación de esfuerzos en los foros regionales a fin de promover la integración
latinoamericana; por otra parte, decidieron iniciar las consultas conducentes a la
reintegración de la Comisión de Conciliación prevista en el Tratado sobre No Agresión,
Conciliación, Arbitraje y Arreglo Judicial, suscrito en 1939. Acordaron, además, designar
dos altos comisionados por cada país para hacer un inventario de las principales
cuestiones pendientes por examinar entre las dos naciones, así como proponer a los dos
gobiernos una metodología adecuada para su tratamiento y solución. Por último, se
decidió excluir de la consideración de los Altos Comisionados la preparación y estudio
de los convenios de carácter político, económico, jurídico o de seguridad, relativos al
desarrollo económico y social de las zonas fronterizas, para lo cual ambos gobiernos
procedieron a designar sendas comisiones.
10 En la Declaración de Ureña, los presidentes nombraron a los integrantes de la Comisión
Permanente de Conciliación. Así mismo, designaron los cuatro Altos Comisionados para
elaborar el inventario de los principales problemas bilaterales. Igualmente designaron
a los integrantes de las comisiones encargadas de la preparación y estudio de los
convenios y tratados relativos al desarrollo económico y social de las áreas fronterizas,
las cuales, a partir de aquel momento, serían conocidas como Comisiones Presidenciales
de Asuntos Fronterizos o Comisiones de Vecindad, como se les denomina en Colombia.
Las tareas asignadas a dichas comisiones serían las de realizar estudios y convenios
relacionados con el tránsito de personas, bienes y vehículos, la integración económica
fronteriza, la planificación conjunta del desarrollo urbano y el uso y preservación de los
recursos naturales.
11 El 6 de marzo de 1990, los presidentes Virgilio Barco y Carlos Andrés Pérez se reunieron
en la Quinta San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, Colombia, para recibir el informe
final de los trabajos realizados por los Altos Comisionados de Colombia y Venezuela, de
acuerdo a lo establecido en la Declaración de Caracas y en la Declaración de Ureña y se
149
20 Sin embargo, estas visiones parecen ser minoritarias. La mayoría –dentro de la cual nos
adscribimos nosotros– aún considera que el esquema adoptado en San Pedro
Alejandrino mantiene plena vigencia. A pesar de las limitaciones y problemas
confrontados, las Comisiones Negociadoras y las de Asuntos Fronterizos abren
importantes posibilidades para canalizar las negociaciones entre Colombia y Venezuela.
Lo peor que les puede suceder a los dos países es asumir el abordaje de los asuntos de
interés común desde una perspectiva inmediatista, y no comprender que entre ambos
siempre existirán tanto temas conflictivos como cooperativos.
21 Sin lugar a dudas, el diálogo directo y bilateral, sin interferencias de terceros, basado en
el tratamiento global de la amplia y compleja agenda común, sigue siendo preferible a
cualquier otra opción. Los problemas de los mecanismos basados en la globalidad no
radican en el método en sí mismo, sino en el hecho de que a ambos lados de la frontera
no hemos estado acostumbrados a discutir, dialogar y gerenciar conjuntamente
nuestros problemas y posibilidades comunes. A pesar del avance en la mentalidad
cooperativa desarrollada a lo largo de la última década, aún debemos enfrentarnos a las
tendencias que privilegian lo espasmódico, lo pasajero y coyuntural por sobre lo
permanente, lo estratégico y lo colectivo6, así como a las visiones prejuiciadas y
estereotipadas, que no ayudan en nada a encontrar caminos de entendimiento y
cooperación entre los gobiernos y pueblos de ambos países. Corresponde entonces
desarrollar a ambos lados de la zona fronteriza una perspectiva que cimente las
relaciones entre Colombia y Venezuela en la idea de la “vecindad”, lo cual significa
fortalecer la tolerancia y el conocimiento del “otro” más allá de la frontera.
El dinamismo de la integración económica uno de los
aspectos positivos de la relación bilateral
22 Sin lugar a dudas, los ejes del proceso de integración entre Colombia y Venezuela han
estado sustentados, por una parte, en el establecimiento de una serie de mecanismos
institucionales y políticos que han facilitado el diálogo alrededor de una amplia
variedad de temas que constituyen la agenda común de los dos países, y por otra parte,
sobre el dinámico proceso de integración económica desarrollado a partir de 1989, y
que ha sido uno de los aspectos más relevantes de las relaciones colombo-venezolanas
durante la presente década.
23 El 30 de enero de 1992 los presidentes de Colombia y Venezuela acordaron, mediante la
suscripción de la Declaración de Maiquetía, crear una zona de libre comercio entre los
dos países. Este acuerdo refrendó el proceso de integración económica, incrementando
significativamente el intercambio comercial y las inversiones. Ya para este momento,
dicho intercambio, así como las posibilidades de asociación entre empresas de ambos
países, habían alcanzado un dinamismo sin precedentes. Desde comienzos de la
presente década, especialmente a partir de enero de 1992, cuando entra en vigencia el
acuerdo de zona de libre comercio entre los dos países, se produce un boom del
comercio bilateral.
24 Sin embargo, no todo ha sido positivo en las relaciones económicas entre Venezuela y
Colombia. Se han presentado algunas controversias propias de la intensidad del proceso
de integración. Hasta mediados del año 1997, el gobierno colombiano mantuvo
restricciones para el ingreso de algunos productos venezolanos al mercado del vecino
152
país, específicamente el azúcar, el arroz, el papel, los productos cárnicos, así como
productos siderúrgicos y cauchos, afectados por restricciones impuestas por Colombia,
vía Puente Santander. Sin embargo, algunas de estas restricciones fueron levantadas
luego de una reunión entre los ministros de Comercio e Industria de ambas naciones.
Por otra parte, la crisis del comercio binacional, generada a partir del paro de
transportistas venezolanos del año 1998, que se reeditó en 1999, y ante el cual el
gobierno del presidente Hugo Chávez decidió suspender el libre tránsito terrestre de
mercancías adoptando medidas de trasbordo en las aduanas fronterizas de San Antonio
del Táchira, Ureña y Paraguachón, ha afectado negativamente el proceso de integración
económica y ha agregado nuevos elementos de confrontación y de exacerbación de las
percepciones negativas entre trabajadores venezolanos y colombianos en la frontera.
25 Por otra parte, si bien es cierto que a nivel macro se ha producido desde 1992 un
importante desarrollo de la integración económica entre Colombia y Venezuela,
especialmente en el ámbito del intercambio comercial y de las inversiones, también es
cierto que este proceso, y sus eventuales efectos benéficos, se han concentrado en las
grandes empresas de los dos países, así como en los centros poblados, ocasionando una
serie de efectos perversos sobre la industria y el comercio en las localidades fronterizas
de los dos países. Estos problemas deben ser analizados y enfrentados conjuntamente
por ambas naciones, a través de dos instancias: una intergubernamental, mediante la
cual se deberían crear tanto un Fondo de Inversión Social Fronteriza como uno de
Fomento Industrial, y otra basada en las organizaciones sociales y no gubernamentales
existentes en la zona fronteriza.
1995-1996: de la cooperación al conflicto
26 Entre 1989 y 1994, las relaciones colombo-venezolanas tuvieron un giro de 180 grados;
el clima prevaleciente, auspiciado por la voluntad política de los gobiernos y con la
iniciativa privada como pivote de la integración, se caracterizó por el acuerdo y la
cooperación. Si bien las actividades fronterizas de la guerrilla, del narcotráfico y de la
delincuencia común se mantenían, el entendimiento y la negociación, facilitados por el
febril intercambio económico y por los mecanismos institucionales acordados en
diferentes cumbres presidenciales, prevalecieron sobre el conflicto.
• El ataque guerrillero a Cararabo: Crisis del nuevo modus vivendi
27 En febrero de 1995, coincidiendo con el comienzo del gobierno del presidente Rafael
Caldera, se va a producir un hecho que significará un nuevo retroceso en las relaciones
entre los dos países. El ataque perpetrado por el Ejército de Liberación Nacional ( ELN) de
Colombia a un puesto fluvial de la Armada venezolana, situado a orillas del río Meta en
la población fronteriza de Cararabo, estado Apure, con un saldo trágico de 8 infantes de
marina muertos, va a dar inicio a un período donde el conflicto prevalecerá sobre la
negociación. Desde ese momento y hasta el año 1997, los problemas fronterizos
(ataques guerrilleros, narcotráfico, secuestros a ganaderos, robo de vehículos etc.) van
a pasar a ser el tema central de las relaciones entre los dos países, afectando
sensiblemente sus relaciones políticas y diplomáticas, mientras que paradójicamente, el
proceso de integración económica continuaba su marcha indetenible.
153
37 Este es uno de los planteamientos repetido hasta el cansancio en los días más tensos de
las relaciones entre los dos países posteriores al ataque guerrillero a Cararabo. La tesis
se sustenta en reiterar que la violencia que se produce en la frontera proviene de
Colombia y no se origina en nuestro país, y que por el contrario, es consecuencia de un
conflicto interno en el vecino país, y que de alguna forma es trasladado a Venezuela.
Una encuesta recientemente realizada por el Grupo Académico Colombia-Venezuela,
refleja de manera muy clara esta percepción. Entre los venezolanos consultados, un
63% dijo estar de acuerdo en que los colombianos estimulan la criminalidad en
Venezuela. En cuanto al robo de vehículos, un 78% de venezolanos encuestados afirmó
estar de acuerdo con el supuesto de que ese delito se genera en Colombia. Ante la
afirmación “gran parte del narcotráfico en Venezuela es atribuible a los colombianos”,
el 84% de los venezolanos dijo estar de acuerdo11.
38 Un ejemplo de esta idea o “mito”, como lo hemos denominado, se evidencia en las
declaraciones suministradas hace algunos años por el ex ministro de la Defensa
venezolano, Tito Rincón Bravo: “...la guerrilla es colombiana y el narcotráfico no es
nuestro”12. Según esto, nuestro país no tiene nada que ver con esa situación, por tal
motivo es al Estado colombiano a quien corresponde encontrarle solución. Como
consecuencia del “mito” antes mencionado, el Estado venezolano a través de sus
principales funcionarios, ha venido exigiendo a los distintos gobiernos del país vecino
una mayor presencia militar en la frontera, para evitar que desde territorio
colombiano, y como consecuencia del conflicto armado que Colombia vive, se sufran en
territorio venezolano consecuencias violentas de dicho conflicto, tales como secuestros,
cobro de “vacuna”, ataques a puestos militares fronterizos, contrabando, narcotráfico y
otros delitos.
156
45 No rechazamos la necesidad de plantearle al gobierno del vecino país que evite con sus
acciones el trasiego de la confrontación armada a las zonas fronterizas venezolanas, sin
embargo, debe ser el propio Estado venezolano el que adopte medidas económicas,
sociales, políticas y de seguridad –insistimos especialmente en las tres primeras– para
evitar que la violencia que se genera en Colombia –pero que con frecuencia se ve
alimentada por la participación de venezolanos– penetre y afecte a los pobladores de la
zona de frontera. Debemos entender entonces, que los delitos y acciones violentas en la
frontera tienen, en muchos casos, un carácter binacional. Por otra parte, la violencia y
la inseguridad en la zona fronteriza no está siempre relacionada con el conflicto
armado existente en Colombia. Factores propios de la complejidad de la frontera, y
actores muy diversos, sin motivaciones políticas o ideológicas, también actúan en esas
regiones.
46 El Estado venezolano debe asumir una política proactiva en dicha región, que se base
fundamentalmente en la atención económica y en la incorporación política y social de
los habitantes de la frontera en las labores de desarrollo y poblamiento, única forma de
que a largo plazo puedan enfrentarse con algún éxito los problemas que aquejan a estas
regiones. Sin duda, esta tarea debe ser parte de un programa integral de desarrollo
fronterizo que, al mismo tiempo, tendría que ser consecuencia de un proyecto
socioeconómico nacional.
• Creer que con medidas militares se resuelven los problemas de
seguridad en la frontera
47 Este mito no sólo se refiere a los aspectos antes mencionados, es decir, exigirle a
Colombia una mayor presencia militar en la frontera, también incluye de parte del
Estado venezolano, una excesiva tendencia a sobreestimar el componente de seguridad
militar en detrimento de una mayor presencia estatal en aspectos de primera
importancia como lo son la salud, la educación, infraestructura y poblamiento de las
zonas fronterizas, acciones que eventualmente podrían contribuir a resolver a largo
plazo los conflictos de toda índole que se suscitan en nuestra frontera con Colombia.
48 De esta manera se hace énfasis en medidas de corte militar y represivo (“persecución
en caliente” y establecimiento de Teatros de Operaciones). El mismo ex ministro Burelli
Rivas, en la presentación de la Memoria y Cuenta, a la que más arriba nos referíamos,
destacaba entre los logros del gobierno venezolano durante el año 1997, la instalación
de teatros de operaciones y las actividades de inteligencia realizadas en la frontera 18.
49 Este mito, y las medidas y acciones que lo acompañan, en realidad ocultan o soslayan la
responsabilidad del Estado venezolano en el abandono secular al que han estado
sometidos los pobladores de nuestras zonas fronterizas, situación que no es exclusiva
de nuestro país, sino que también es una realidad del otro lado de la frontera.
• Las acciones de la guerrilla en la frontera son parte de una
estrategia “invasora” del Estado colombiano o un intento de drenar
sus problemas a los vecinos
50 Otro mito es considerar que las acciones de la guerrilla en la frontera son parte de una
especie de estrategia maquiavélicamente elaborada y puesta en práctica por el Estado
158
poner en duda la efectividad de los mecanismos políticos que han regulado la relación
entre los dos países desde 1989. Si algo se puso a prueba –y salió fortalecido– con la
tensión generada a raíz de Cararabo, fueron las instancias institucionales sobre las
cuales se han desarrollado las relaciones bilaterales durante la última década. Si bien en
un primer momento estos mecanismos se paralizaron como consecuencia de la crisis y
de la tensión entre ambas naciones, inmediatamente se reactivaron, convirtiéndose en
catalizadores de la situación, favoreciendo lenta pero progresivamente el
restablecimiento del diálogo bilateral.
55 Desde nuestro punto de vista, más allá de las críticas que se puedan formular al
mecanismo en el que se han basado las relaciones entre Colombia y Venezuela, el cual
indudablemente puede ser mejorado y ampliado, de no haber existido el importante
andamiaje de acuerdos e instancias de interlocución política y diplomática instaurado
con la Declaración de Ureña y el Acta de San Pedro Alejandrino, y desarrollado a lo
largo de varios años de productiva actividad, hubiera sido muy difícil en aquel
momento de alta sensibilidad y tensión, encontrar salidas positivas a la situación
provocada por el ataque guerrillero en Cararabo. De hecho, al restablecerse el diálogo a
través de la reunión binacional de las Comisiones de Asuntos Fronterizos celebrada en
Mérida entre el 30 y el 31 de abril de 1995, se ponen en funcionamiento acuerdos y
mecanismos previamente establecidos entre los dos países 21, y comienzan a surgir una
serie de nuevos convenios e instancias que poco a poco van a contribuir a destrabar la
compleja madeja de reclamos, desencuentros y notas de protestas en que se vio sumida
la relación colombo-venezolana por aquellos años.
El comienzo de la distensión
56 Si bien el conflicto y el deterioro de las relaciones diplomáticas entre los dos países,
paralelamente a un progresivo avance de la integración económica, fueron la
característica principal de las relaciones entre Colombia y Venezuela a lo largo del
período 1995-1997, durante este último año se produjo un lento pero evidente proceso
de distensión y acercamiento entre las dos naciones, facilitado por la disminución de
los ataques guerrilleros, consecuencia directa de los acuerdos de cooperación en
materia de seguridad fronteriza suscritos entre las fuerzas armadas de ambos países 22;
el establecimiento por parte del gobierno venezolano, así como de gobernadores
fronterizos, de conversaciones con la guerrilla colombiana 23, y la adopción de una
política de fronteras que hizo énfasis en el despliegue militar, puesta en evidencia con
la conformación de los Teatros de Operaciones en los estados Apure, Táchira y Zulia.
57 Hasta mediados de año, la situación siguió siendo tensa y conflictiva. En abril se
produjo un nuevo ataque guerrillero, presuntamente ejecutado por el ELN, en el río
Arauca, entre El Ripial y La Victoria, estado Apure. En dicho ataque murieron dos
efectivos de la Armada venezolana. Ese mismo mes se activó el Teatro de Operaciones
No.2, en La Fría, estado Táchira. Después de estos acontecimientos surgie ron voces
planteando una eventual salida del conflicto de los cauces bilaterales. En Colombia se
esbozó la posibilidad de crear una zona de seguridad en la frontera, mientras que en
Venezuela se propuso presentar el caso de los conflictos fronterizos ante la
Organización de Estados Americanos y ante las Naciones Unidas. Sin embargo, a pesar
de los conflictos –o quizás, precisamente por ellos– nuevos mecanismos de
coordinación y diálogo se establecieron entre los gobiernos de ambos países,
160
que creemos que ha sido decisivo para el significativo y positivo giro en las relaciones
colombo-venezolanas experimentado en los dos últimos años, basta con destacar que el
propio presidente Caldera reconoció públicamente haber recibido mensajes de la
guerrilla colombiana30.
65 Durante el año 1997, lo más significativo sobre las relaciones bilaterales fue el debate
sobre la posibilidad de conversaciones entre la guerrilla colombiana y el gobierno
venezolano, así como el ofrecimiento del gobierno del presidente Caldera de prestar sus
buenos oficios ante un eventual proceso de negociación de paz en Colombia.
Efectivamente, desde junio de aquel año y durante todo el año 1998, el tema de las
relaciones colombo-venezolanas va a girar alrededor de los dos aspectos antes
mencionados, mientras que progresivamente el ambiente de conflictividad pasará a
segundo término.
66 De hecho, la política seguida por el presidente Hugo Chávez durante 1999 es, en gran
medida, continuación de la adoptada por Caldera entre 1997 y 1998. La diferencia
fundamental radica en la forma desembozada y pública como lo ha hecho el actual
presidente venezolano, a diferencia de Caldera que siempre negó cualquier contacto
con la guerrilla, y permanentemente afirmó que su gobierno sólo reconocía como
interlocutor al gobierno legítimamente establecido en Colombia. Chávez, por su parte,
mostró públicamente su interés en negociar con la insurgencia a fin de resolver los
problemas en la frontera; esto fue interpretado en Colombia como un primer paso del
gobierno venezolano para otorgarle el status de fuerza beligerante a la guerrilla
colombiana, al mismo tiempo que declaró su neutralidad frente a los actores armados
en Colombia, actitud que rompía con la tradicional posición asumida por los diferentes
gobiernos venezolanos de considerar a la guerrilla como “enemigo común” de los dos
países.
Conclusión preliminar
67 La relativa tranquilidad que caracteriza a las actuales relaciones binacionales, está
permitiendo incluir en la agenda bilateral otros temas de interés común. En Venezuela
gana fuerza la idea de cooperar con decisión y firmeza en la resolución del conflicto
armado en el vecino país, como forma de eliminar a largo plazo la conflictividad en la
frontera. Paralelamente a lo antes mencionado, es notorio el progresivo acercamiento
que se viene produciendo entre las elites académicas y económicas, así como entre la
oficialidad de las fuerzas armadas de los dos países.
68 Al desarrollo de esta atmósfera positiva que nuevamente ha impregnado a las
relaciones entre Venezuela y Colombia, han contribuido los mecanismos institucionales
de interlocución política (Comisiones de Negociación y de Asuntos Fronterizos)
existentes desde 1989, así como la gran variedad de acuerdos sectoriales e instancias
especializadas que desde entonces, y a pesar de los conflictos y de la tensión
diplomática generada por la situación fronteriza, se han establecido para abordar la
cooperación binacional en aras de encontrar caminos de solución a los problemas y
necesidades comunes.
69 La disyuntiva en las relaciones bilaterales entre cooperación y conflicto no puede tener
cabida. Frente a los eventuales hechos controversiales que puedan surgir a futuro, se
impone, por encima de cualquier otra circunstancia, la cooperación, en el marco de una
163
política para la vecindad que deberá recaer en los actores políticos y sociales a ambos
lados de la frontera común.
70 El mecanismo diseñado en el modus operandi, a pesar de sus fallas y dilaciones ha
demostrado que es la mejor posibilidad para manejar el esquema de entendimiento
directo y de tratamiento global de la relación. Hay que profundizar la eficacia de las
instancias existentes y actuar con imaginación para diseñar otros novedosos
mecanismos en caso de que sea necesario hacerlo.
71 En cuanto al futuro de las Comisiones de Asuntos Fronterizos, consideramos que estas
deben revitalizarse incorporando a sus actividades a hombres de frontera,
consustanciados con las necesidades y expectativas de los pobladores de la zona, y
profundizando los lazos con los distintos sectores sociales, políticos y económicos de la
región fronteriza.
72 La seguridad fronteriza seguirá siendo un factor de tensión en ciertos momentos. Los
logros de los mecanismos previstos y la disminución de los incidentes demuestran que
el camino a seguir es el de la cooperación, vía los mecanismos establecidos, por encima
de las estériles recriminaciones mutuas. La responsabilidad de los problemas
fronterizos, trasciende en la mayoría de los casos la valoración subjetiva unilateral,
para convertirse en asuntos que requieren un análisis, tratamiento y decisiones
compartidas.
73 Los problemas generados en las poblaciones fronterizas por el proceso de integración
económica, deben ser analizados y enfrentados conjuntamente por los dos países, a
través de mecanismos de carácter intergubernamental a los cuales se sumen las
Organizaciones Sociales y No Gubernamentales existentes en la zona de frontera, con el
fin de encontrar soluciones compartidas a dichos problemas. En tal sentido, se debería
contemplar la posibilidad de crear Fondos de Inversión Social Fronterizos, así como de
Fomento Industrial, con el apoyo financiero de la empresa privada de ambos países 31.
BIBLIOGRAFÍA
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164
Salazar, José Miguel y Marín, Gerardo (1975): “El fenómeno de la imagen de espejo en las
percepciones mutuas de colombianos y venezolanos”. Revista de la Asociación Venezolana de
Psicología Social, Caracas.
Fuentes hemerográficas
NOTAS
1. Cardona. Diego et al. (1992), pp. 129-130.
2. Salazar, José Miguel y Marín. Gerardo (1975).
3. Cardona, Diego et. al. (1992), pp. 47-48.
4. Ardila, Martha (1991), p. 75.
5. Ibidem, pp. 75-76.
6. Área, Leandro (1996), p. 32.
7. El narcotraficante venezolano Larry Tovar Acuña huyó a Colombia después de obtener un
indulto de parte del presidente Ramón J. Velásquez por medios fraudulentos, y posteriormente
fue detenido en Bogotá a mediados del año 1994. La protesta venezolana formulada ante el
gobierno colombiano por el retraso en la extradición, fue justificada por la Fiscalía General
colombiana en los siguientes términos: “Si Venezuela hubiera optado por la deportación, se
habría surtido un trámite administrativo más rápido, pero no sólo escogió la extradición, sino
que se tardó casi sesenta días para presentar la solicitud formal”. El Diario de Caracas. 23 de
marzo de 1995.
8. El 15 de marzo de 1995, el gobierno venezolano comenzó la deportación de más de
cuatrocientos ciudadanos colombianos asentados ¡legalmente en la sierra de Perijá, Estado Zulia.
El operativo de deportación fue protestado por el vecino país debido al supuesto incumplimiento
por parte del gobierno venezolano al adelantar el procedimiento, el cual previamente había sido
acordado por los dos gobiernos realizar el día 31 de marzo. El Gobierno Nacional ante la nota de
protesta enviada por el gobierno colombiano planteó que se trataba de un acto de ejercicio de la
soberanía para el que no se necesitaba consultar. Sin embargo, era evidente en aquel momento
que el intempestivo adelanto en quince días de la deportación significaba una retaliación por los
sucesos de Cararabo. En ese sentido, resulta muy claro lo afirmado por el vicecanciller
venezolano Roy Chaderton Matos, a la sazón encargado del Ministerio de Relaciones Exteriores:
...“hacer una operación de este tipo, con un conocimiento anticipado de tres semanas o un mes,
en las circunstancias que hemos vivido actualmente y debido a informaciones recibidas, nos hizo
pensar que era mejor adelantar las operaciones”. El Diario de Caracas, 16 de marzo de 1995.
9. El comisario de la DISIP Eduardo Iglesias había trabajado durante cuatro años en Colombia
investigando el caso de los vehículos robados en Venezuela que luego son llevados al vecino país.
10. A finales de 1996, el gobierno venezolano a través del canciller Burelli Rivas planteó que
estaría dispuesto a hacer lo que fuera necesario para contribuir con la paz en Colombia, siempre
165
que el gobierno del vecino país así lo solicitare. En tal sentido, se ofreció a ayudar en la liberación
de los sesenta soldados colombianos en poder de la guerrilla.
11. En nuestra opinión, esta percepción, en gran medida, es generada por la representación que
los medios de comunicación hacen de Colombia y del impacto de su situación interna en nuestro
país. Una investigación realizada por Ángel Álvarez en el marco del Grupo Académico Colombia-
Venezuela, corrobora esta afirmación. Durante el año 1999, el tema, con respecto a Colombia, del
que más se ocupó el diario El Nacional, fue el de las relaciones diplomáticas, el segundo lugar lo
ocupó la guerrilla (veinticinco del total de las menciones al citado país). Álvarez además afirma,
“presumiendo los vínculos lógicos entre los temas que han sido denominados ‘guerrilla’,
‘narcotráfico’, ‘paramilitares’, ‘delincuencia y violencia guerrillera’, se puede construir una
categoría más amplia referida a la violencia en sus manifestaciones políticas y sociales.
Agregando las frecuencias de los temas incluidos en este rubro, se obtiene la cifra porcentual de
36.8. Vistas así las cosas, la violencia es el tema informativo predominante para El Nacional. Este
tema, evidentemente, tiene una carga valorativa negativa. Puede inferirse que la imagen de
Colombia, reflejada o construida desde la óptica de este diario, tendrá obligadamente un fuerte
componente de violencia. Colombia, con esta lectura, se nos presenta en El Nacional como un país
violento”. Álvarez (1999), p. 82.
12. El Universal. 3 de julio de 1997.
13. El Nacional. 12 de marzo de 1998.
14. En abril de 1997, un documento elaborado y discutido en el Congreso colombiano, planteaba
que: “El Gobierno de Colombia ha perdido paulatinamente el control sobre sus áreas fronterizas”.
Dicho documento, además de recomendar hacer fuertes inversiones para revertir la situación de
abandono en que se encuentran las zonas de frontera por parte del Estado, agregaba: “El
Gobierno no se ha dado por enterado de que está perdiendo la soberanía sobre las fronteras”. El
Universal. 18 de abril de 1997.
15. El Universal 13 de abril de 1997.
16. El Universal. 22 de febrero de 1997.
17. El Universal, 6 de febrero de 1998.
18. El Nacional 12 de marzo de 1998.
19. El Globo, 10 de mayo de 1993.
20. El Universal, 9 de agosto de 1992
21. Aquel encuentro de las Copaf de los dos países, tuvo una significativa importancia en
momentos en que la situación había llegado a una extrema tensión. En dicha reunión se anunció
la firma de un acta de intención entre ambos países para designar y reunir en Bogotá –durante el
29 y 30 de mayo del mismo año– a una Comisión mixta colombo-venezolana sobre
estupefacientes. En cuanto al tema de los vehículos robados, los cancilleres Pardo y Burelli
anunciaron la conformación de un grupo de trabajo que se encargaría de reactivar las labores
relacionadas con la detención, recuperación y devolución de vehículos de transporte terrestre,
aéreo y acuático. Igualmente, reactivaron la Comisión de Alto Nivel, creada en 1994 por medio del
Acta de la Casa Amarilla. Asimismo, Colombia, a través de su canciller, reconoció que Venezuela
actuó ajustada al Derecho Internacional en el operativo de deportación de ciudadanos
colombianos asentados ilegalmente en la sierra de Perijá. Por otra parte, el vecino país ratificó su
compromiso de incrementar su presencia militar en la frontera creando el Comando Unificado de
Oriente.
22. El 17 de diciembre de 1996, los gobiernos de Colombia y Venezuela suscribieron un Manual de
Procedimiento Operativo y crearon una Comisión Binacional de Seguridad Fronteriza
(COMBIFRON), integrada por los ministros de Defensa de los dos países, a través de los cuales se
reglamentaría el análisis y los procedimientos conjuntos a ejecutar en la frontera. Igualmente, y a
afectos de profundizar la coordinación de las actividades militares, se suscribió el 25 de febrero
de 1997, un Memorándum de Entendimiento para la Verificación de Incidentes Fronterizos, el
166
cual dispone que:... “En caso de surgir algún incidente fronterizo, previa comunicación entre las
partes, se reunirán los ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa o sus representantes,
quienes conformarán una Comisión ad hoc que se trasladará al lugar del incidente para evaluar
conjuntamente la situación y levantar un acta común de los hechos, exponiendo la realidad que
han encontrado” (Venezuela; 1997).
23. Independientemente de que los voceros gubernamentales hayan insistido en que su único
interlocutor es el gobierno de Colombia, lo cual era obvio que públicamente se planteara, existen
claras evidencias de que tanto los gobernadores fronterizos –los cuales vienen estableciendo
contacto con la guerrilla desde hace mucho tiempo–, especialmente el gobernador del Zulia,
Francisco Arias Cárdenas, como el Gobierno Nacional, han adelantado conversaciones con las
FARC, en una primera instancia, y con el ELN, posteriormente.
24. El Nacional. 28 de junio de 1997.
25. Ibidem.
26. El Universal, 2 de julio de 1997.
27. Ibidem.
28. El Nacional. 5 de jlio de 1997.
29. El Universal, 8 de julio de 1997.
30. Con ocasión de la visita del presidente Ernesto Samper, con el objeto de inaugurar la Oficina
de Negocios de Colombia en Caracas, el presidente venezolano declaró: “Hemos recibido mensajes
de las organizaciones guerrilleras que operan en Colombia y hemos respondido cautelosamente
que no podemos hacer una negociación con ellos porque no estamos autorizados por el gobierno
legítimo de Colombia. Lo cierto es que hemos apreciado esto como una muestra de
reconocimiento de la posición de Venezuela en favor de la paz de Colombia por parte de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia en alguna ocasión y del Ejército de Liberación
Nacional en otra ocasión” (El Nacional. 9 de julio de 1998).
31. Ramírez, Socorro: Cardozo, Elsa; Romero. Carlos; Ramírez, José Luis: Hernández, Miguel Ángel
y Jaffé. Angelina (1999).
167
Fuente: Con base en Departamento de Estado 1991 a 1998 y DNE - UNDCP Proyecto SIMCI: 1999 -
2001
Fuente: Con base en datos de SIMCI Censo Nacional de cultivos de coca año 2001.
Note 77
Cuadro No. 5. Estimación de la necesidad de atención a nivel municipal por vulnerabilidad del
medio natural, según presión de población (1996) en el Alto, Medio y Bajo Putumayo9.
26 Este hecho junto con el asesinato del dirigente y sacerdote católico Alcides Jiménez,
Director del Programa Comunitario de Capacitación Integral de las parroquias del bajo
174
29 Observado desde hoy ese primer fin del Plan Colombia, esto es la negociación con los
grupos alzados en armas, la ruptura de conversaciones de paz del 20 de febrero de 2002
expresó la crisis del propósito fundamental en relación con la solución política al
conflicto armado, generando una nueva dinámica a la guerra y que se manifiesta a su
vez en un grave incremento de la crisis humanitaria. Adicional-mente, ese proceso le
costó al país $20.000 millones de pesos es decir unos 8 millones de dólares 15.
30 En segundo lugar, en la lucha contra el narcotráfico aparecen tres componentes:
1. Erradicación forzosa
2. Erradicación voluntaria
3. Interdicción
37 Para la ejecución de todo el Plan se creó una nueva entidad que se denominó Fondo de
Inversión para la Paz (FIP) creado mediante la ley 487 de 1998 y reglamentado por el
Decreto 1813 de 200o18, la cual ha adquirido un fuerte protagonismo en relación con los
propósitos de la erradicación voluntaria, la Recuperación Económica y Social y el
Desarrollo Institucional
38 Junto con el FIP se integraron dos entidades que ya habían sido creadas desde antes del
Plan Colombia, tratándose justamente del Fondo de Programas Especiales para la Paz 19
y el Plan Nacional de Desarrollo Alternativo (PLANTE)20.
39 Sin embargo en el marco del predominio del Plan Colombia, el FIP por encima de PLANTE,
fue quien estableció los lincamientos de los programas de desarrollo alternativo. En
efecto el FIP definió las características de los proyectos de desarrollo, presentó los
criterios de focali-zación, priorizó las áreas geográficas y estableció las líneas de acción.
40 Los proyectos productivos fueron definidos como instrumentos directamente
encaminados a la generación de las condiciones sostenibles de desarrollo y generación
de ingresos en las regiones afectadas por el conflicto armado y los cultivos ilícitos 21.
41 Para ello se definieron tres tipos de proyectos:
1. Generadores de ingreso y empleo, los cuales de acuerdo con FIP, se dirigen a aprovechar y
dinamizar ventajas comparativas y de com-petitividad en determinadas regiones para la
176
42 Esta era pues la concreción de la perspectiva del Estado central y de modo particular de
los círculos más cercanos a Presidencia, en relación con la implementación del Plan
Colombia frente al problema de los cultivos ilícitos.
• La perspectiva local
51 Hasta las primeras decisiones alrededor del Plan Colombia, Plante reconcentró la
dirección política formal del desarrollo alternativo. A través de esta entidad se
empezaron a canalizar como contraparte nacional, los primeros recursos del
“componente social” del Plan a través de la AID. Para algunos técnicos en esta materia,
fue este un momento único para el relanzamiento político del Programa de Desarrollo
Alternativo, el cual aparecía debilitado en razón al fracaso de la política y de su gestión
al comenzar la nueva administración del presidente Pastrana. Sin embargo PLANTE no
logró estructurar una política nacional sólida, mostró deficiencias administrativas y de
gestión muy notorias en sus primeras actuaciones dentro del Plan Colombia.
52 La situación del PLANTE pareció agravarse políticamente al crearse el FIP e iniciar este la
reglamentación, focalización y manejo de los recursos orientados al desarrollo
alternativo. De este modo se estableció una competencia poco deseable entre FIP y
178
PLANTE, la cual repercutió en las áreas de incidencia de este último, sobre todo en el
sur26.
53 Adicionalmente, en el manejo de la problemática de los cultivos ilícitos aparece otra
instancia que es la presencia del Consejero Nacional para la Seguridad y la Convivencia
cuyas funciones en esta materia no son claras, pero asumió en los hechos
responsabilidades en nombre del gobierno central alrededor de los compromisos del
Estado en el tema de los pactos de erradicación manual.
54 Así mismo la Red de Solidaridad que es un establecimiento público del orden nacional,
tuvo dentro de sus funciones propias, programas y actividades relacionadas con la
atención a personas afectadas por las fumigaciones aéreas, con lo cual entró también en
aspectos de intervención tanto del FIP como del Plante.
55 En este escenario de entidades paralelas promovido desde Bogotá, se profundiza el
desorden institucional coadyuvado por la descalificación del PLANTE como instancia con
capacidad de gestión, situación agravada por la ausencia de una política de desarrollo
alternativo y los manejos coyunturales y de fuerte improvisación del mismo Programa.
56 A este desarreglo institucional se agrega la ausencia de coordinación entre los
organismos encargados de las fumigaciones aéreas y las entidades responsables del
desarrollo alternativo. Como se sabe, uno de los mayores cuestionamientos a las
fumigaciones es su impacto sobre proyectos financiados por la cooperación
internacional y por el mismo Estado colombiano. A este escenario relacionado con las
actuaciones institucionales con niveles de responsabilidad en el tema de los cultivos
ilícitos, se añade la débil presencia de entidades del orden nacional y regional que
tienen responsabilidades en la planeación del desarrollo de zonas como la amazonia
(Corpoamazonia, Corpoica, entre otras).
El problema institucional entre el centro y la región
57 A la debilidad institucional y la descoordinación entre las entidades nacionales que en
los hechos asumieron compromisos paralelos o diferenciados en desarrollo alternativo,
se agrega la ausencia de espacios de concertación y seguimiento entre las autoridades
del orden nacional y las del nivel regional y local. De este modo desapareció en los
hechos la perspectiva del fortalecimiento institucional del nivel local que, en el marco
de la pérdida o ausencia secular de control del territorio por parte del Estado,
constituye una base fundamental de construcción de su legitimidad. En efecto, se
trataba de buscar una incidencia en zona típica de colonización, secularmente ubicada
al margen de la integración en términos nacionales.
58 Esta situación se reflejó, de acuerdo con el balance adelantado por la Contraloría
General de la República, como una característica estructural del Plan Colombia, al
desarrollar una inequitativa distribución regional de los recursos a su cargo, hecho que
se encubre en una supuesta convocatoria neutral para acceder a sus fuentes de
financiación en virtud “de la capacidad de presentar y tramitar proyectos por las
propias regiones”, situación que contrasta con una intervención propuesta sobre la
base de las necesidades reales de esas áreas. Como bien lo señala la Contraloría en su
balance:
59 “De allí que se observe, en muchos casos, que las regiones de un mayor desarrollo
relativo han obtenido una proporción mayor de los recursos en perjuicio de aquellas
179
61 Este hecho contrasta fuertemente cuando se sabe que son escenarios de guerra y
fumigaciones, situaciones que además de la crisis humanitaria generan desempleo para
productores, jornaleros, además de la pérdida de empleos indirectos sobre todo del
sector servicios. Agregado a ello está la crisis del sector rural colombiano, dentro de la
cual la generación de empleo e ingresos es altamente desfavorable ya que según la CGR:
“aún si se hace el estimativo optimista de que todos los renglones productivos
legales aumenten su área en los próximos dos años en un 10%, o sea un 5% anual,
apenas se podría ampliar el empleo en 80.000 puestos...” 28.
62 con ello se genera un contexto de mayores dificultades para encontrar respuestas de
empleo e ingreso en el corto plazo en un escenario de desordenamiento provocado por
las políticas de fuerza del Estado. Programas como Jóvenes en Acción no representan
una solución contundente. De acuerdo con la Contraloría General de la República:
“Parece más un incentivo a la oferta privada de instituciones educativas que
recibirán, a través del FIP, el pago de los cursos ofrecidos para capacitar por
períodos trimestrales, asegurando una demanda efectiva para sus programas. Para
la industria, el programa se traduce en la vinculación de mano de obra temporal,
durante tres meses, cofinanciada por el Estado, sin que exista un vínculo laboral ” 29.
63 En resumen, la implementación de toda la política general contenida en el Plan y su
gestión, refleja muy bien el tipo de estructura de Estado vigente en Colombia y, en
parte, a través de ella se explica la realidad que se ha creado con dicho Plan y las
distorsiones generadas en su ejecución. Entre los elementos más destacados en ese
proceso se encuentran:
1. La tensión entre el Estado central y las regiones que secularmente han estado al margen de
la integración en términos nacionales.
2. El desorden institucional del centro, en medio de una compleja e incomprensible red de
normas que crean instancias incapaces de inscribirse en una estrategia de integración y
afirmación nacional.
3. La inexistencia de estrategias de política claramente definidas para las zonas de colonización
cuya mayor importancia es la presencia de complejos ecosistemas relevantes a nivel
ambiental.
ese propósito, hicieron que el escenario de las áreas de cultivos ilícitos tuviesen una
mayor significación. Esto sobre todo a la hora de evaluar los resultados, entre los cuales
la eliminación de cultivos ilícitos tiene el peso mayor, como quiera que la continuidad
de la financiación del Plan ha dependido principalmente de los resultados que arrojen
las tareas de erradicación forzosa30.
Los pactos de erradicación manual
• Pactos bajo presión: desconfianza mutua
65 El punto de partida de los pactos de erradicación mostró una situación de crisis del
modelo de concertación ya que primó la decisión unilateral del Estado, focalizada en
exigencias perentorias de erradicación de cultivos de coca en poco tiempo (un año),
como criterio definidor del éxito de la política propuesta.
66 Entre diciembre de 2000 y julio del 2001, se firmaron 33 pactos en 9 municipios del
Putumayo, los cuales involucraron 37.775 familias. De ellas 6.000 pertenecían al
municipio de Puerto Asís. De esas, a febrero de 2002, se habían entregado elementos del
proyecto de seguridad alimentaria a 1.800, esto es, 4.86% del total de las familias
comprometidas en los pactos y sólo un 30% del municipio piloto de los pactos (Puerto
Asís). Tomando como base que los primeros pactos se firmaron en diciembre del 2000,
quiere decir que en ese momento la entrega a ese 4.86% de las familias se hizo en un
lapso de catorce meses.
67 Pero independientemente de los crecientes obstáculos y trabas administrativas que
fueron comunes en la gestión de la parte inicial del proceso, desde el punto de vista de
la política se volvieron a reproducir los límites del modelo del desarrollo alternativo
que toma como indicador fundamental y definitivo los niveles y ritmos de erradicación
forzosa. La preocupación por mostrar resultados medidos bajo esta óptica llevó a
condicionar el resto de las acciones a ese propósito. Como consecuencia:
68 Se abandonó el punto de partida de un ejercicio mínimo de inversiones para el
desarrollo regional, vale decir, el conocimiento riguroso y detallado del potencial
biofísico de la región, la calidad de suelos y el conocimiento técnico de la vocación
agrícola y ambiental de cada subregión. Así mismo se desconoció la medición de la
cantidad de población que pueden soportar este tipo de áreas, fenómeno distorsionado
por la economía de la coca y que permitiría ver las zonas objeto de una mayor
focalización de las inversiones.
69 Al primar el tema de la reducción de la coca en el menor tiempo posible, se buscó
afanosamente establecer un punto de partida para contabilizar la fecha de inicio de las
erradicaciones manuales y por tanto garantizar el elemento disuasivo dentro de las
reglas de juego para los fines de la política antidrogas. Al quedar relegado el tema del
desarrollo, las decisiones quedan condicionadas a los procesos de erradicación y, como
consecuencia, se abandonó la estrategia del fortalecimiento de las comunidades hacia el
desarrollo regional, hacia la creación de una cultura de identidad regional y sobre todo
se relegó la necesidad de crear confianza entre el Estado y las comunidades bajo el
propósito de un desarrollo integral.
70 La autosuficiencia alimentaria lejos de convertirse en la señal de contabilización del
año para erradicar los cultivos ilícitos, fue concebida por las comunidades y el poder
181
reducido, con lo cual el objetivo de generar ingresos sólo se había satisfecho en forma
precaria. La baja capacidad de ejecución del PLANTE, el desorden institucional reinante
en la intervención del Estado en relación con la autosuficiencia alimentaria y las
debilidades e incertidumbre frente a los proyectos de mediano y largo plazo, llevaron a
una crisis en la constitución de la contraparte de la cooperación de AID.
El contexto institucional en las políticas de
cooperación internacional
84 Dado el vacío institucional que se generó en la implementación de las acciones de
cooperación, resultó en los hechos posicionándose AID Chemonics, a través del manejo
directo de recursos de cooperación sobre desarrollo alternativo del Plan Colombia. Vale
la pena recordar que AID ocupa a partir del 2000 el primer lugar en montos de toda la
cooperación internacional para Colombia. Véase Cuadro No.6.
Cuadro No. 6. Recursos recibidos de Cooperación Internacional
Fuente: DNE La Lucha en Colombia contra las drogas ilícitas, Acciones y Resultados, 2001.
85 De acuerdo con estas cifras oficiales, la cooperación suministrada por AID para Colombia
representa el 92% del fondo total de desarrollo alternativo.
86 El recorrido que tuvo la ayuda para el desarrollo alternativo fue el siguiente 39: el Plan
Colombia fue aprobado en el Congreso de EU en julio 13 de 2000. En ese contexto, el
Congreso apropió: U$869 millones como suplemento de fondos para el Departamento de
Estado.
87 De esos, 123.5 millones fueron a USAID cuya formalización por USAID Colombia se produjo
en septiembre del 2000.
88 De esos 123.5 millones, 42.5 fueron para el programa de desarrollo alternativos bajo el
objetivo estratégico N0.2 de “Promover alternativas económica y social a la producción
ilícita de coca”. Según USAID Colombia, se trataba de generar condiciones sociales y
económicas en áreas de producción de cultivos ilícitos, a través del fortalecimiento de
los pequeños productores que voluntariamente abandonan la producción ilícita. Los
42.5 millones han sido dedicados a esa estrategia a través de una enmienda efectuada a
un acuerdo que existía con el gobierno colombiano. Esta enmienda se agrega al
184
Crisis institucional y cooperación internacional
92 La AID percibió así la crisis y la redefinición de su intervención en Colombia de la
siguiente manera:
93 “El plan inicial, desarrollado con las contrapartes del Gobierno colombiano, fue que
USAID se centrara en los esfuerzos de generación de ingresos económicos a mediano y
largo plazo, mientras que la (parte) colombiana de ejecución, se centraba en la entrega
de asistencia inmediata a los agricultores que firmaban los pactos de reducción de la
coca con el Gobierno.
94 A medida que esto se realizaba, la demanda de participación en estos pactos con el
gobierno aumentó en un volumen inesperado, pero fue políticamente difícil para el
Gobierno limitar su oferta inicial. Como resultado, se informó que aproximadamente
37.000 familias firmaron 33 distintos pactos entre diciembre del 2000 y julio del 2001.
Este gran número superó la capacidad del Gobierno colombiano para entregar
asistencia inmediata. Los factores de complicación incluían lo remoto y difícil del
acceso a las áreas donde vivían los suscriptores de los pactos y una serie de incidentes
de seguridad fue generada por conflictos entre las guerrillas de las FARC y los
paramilitares de la AUC en la región. Estos incidentes resultaron en la muerte de dos
trabajadores colombianos del desarrollo alternativo en septiembre de 2001. La
asistencia del Gobierno colombiano está ahora siendo entregada a los suscriptores de
los pactos (se estima que se llegó a aproximadamente 8.500 hasta el momento). El
Gobierno ha dado tiempo hasta el 27 de julio del 2002, a los suscriptores de los pactos
para concluir la erradicación de sus cultivos de coca. Luego de este punto, tiene la
intención de realizar la erradicación aérea de los cultivos de coca restantes 41.
95 Como se puede ver, la crisis que terminó desbordando la capacidad institucional llevó a
que las fumigaciones se vieran como la única salida, justificadas bajo el falso argumento
de que la responsabilidad era de los campesinos que habían suscrito los pactos. La
desazón reinante en las comunidades hacía prever una respuesta de resiembra de la
185
coca en vista de las inseguridades que provocó la crisis institucional, AID fue consciente
también de este vacío generado por la representación estatal colombiana y entró
entonces a reajustar sus programas a través de una intervención directa, en donde se
buscó responderle a las comunidades en los programas de mediano y largo plazo. El
mecanismo fue concertar una erradicación anticipada, esto es, no sometida al desorden
en la contabilización del punto de partida en que finalmente cayeron los pactos de
erradicación manual:
96 “Una evaluación en el terreno realizada por USAID en octubre-noviembre del 2001
constató que muchos suscriptores de los pactos se mostraban escépticos de que el
Gobierno efectuara la entrega oportuna de la asistencia inmediata o reanudara la
fumigación luego del 27 de julio del 2002, ocasión en que terminaría el mandato del
Presidente Pastrana. Muchos han replantado la coca en las áreas que fueron fumigadas
anteriormente. No obstante, otras comunidades han comenzado voluntariamente la
erradicación inmediata, en un intercambio por la provisión de asistencia, a través de los
beneficiarios de USAID. USAID comenzó a reajustar su plan original en noviembre pasado
para comenzar a trabajar directamente con dichas comunidades bajo un programa de
“erradicación temprana”42.
97 De este modo las acciones implementadas por AID-Chemonics se empiezan a desarrollar
en un contexto de ausencia de una política nacional de desarrollo alternativo y en
general de falta de un posicionamiento de un eje nacional, creándose así un tipo de
manejo que termina evitando las instancias nacionales formalmente responsables del
manejo de la política y colocando a la vez sus reglas de juego, a través de:
98 1. La redefinición de los distintos programas ya existentes (Raíz por Raíz), o la creación
de nuevos como el Programa de Iniciativas Locales de Erradicación Temprana ( PILDAET)
con base en las pautas de AID -Chemonics, esto es, interés exclusivo en reducciones
rápidas de áreas de cultivos ilícitos, todo lo cual manifiesta los síntomas de una
claudicación del Estado colombiano en la conducción para el manejo del problema.
99 2. Como se anotó, el esquema transaccional de recursos por erradicación inmediata se
implementa a través de la modalidad de contratación privada a través de ONG
empresariales que resultan debilitando la precaria institucionalidad local y regional.
Observemos la distribución regional y los montos que manejaron estas empresas, en el
cuadro n° 7.
Cuadro No. 7. ONGs que ejecutaron contratos para Seguridad Alimentaria en Putumayo
100 En el proceso de implementación de las acciones contratadas con los operadores que
actuaron como ONG se observó43:
• En general venían de experiencias muy distintas a la realidad de los cultivos ilícitos 44.
• Las estrategias operativas fueron desfasadas tanto en el cubrimiento del territorio como en
la capacidad de los promotores (uso por ejemplo de bachilleres técnicos) teniendo en cuenta
que se trata de acciones que demandaban conocimiento y experiencia.
• No hubo seguimiento y monitoreos efectivos de las ONG en relación con el trabajo de sus
funcionarios.
• La estructura de gestión facilita la proliferación de irregularidades en el manejo de los
recursos (por ejemplo, el ganado que hacía parte de la ayuda alimentaria, dura hasta seis
días sin consumir alimento, entre otros).
101 3. Como consecuencia las autoridades locales, las organizaciones de la comunidad
quedan, por razón de los recursos, girando alrededor de los criterios emanados de
entidades externas (AID, en este caso) que lejos de concertar dinámicas de desarrollo,
termina transando acciones de erradicación45. Todo ese escenario termina, visto en el
mediano y largo plazo, en un mayor desorden institucional al no articularse la
cooperación dentro de los planes de desarrollo local o regional y al propiciar que las
pocas y débiles organizaciones sociales (campesinas e indígenas) giren alrededor de la
demanda de pequeños recursos para sus zonas (2 reses por familia como autosuficiencia
alimentaria o proyectos veredales, resultado de la transacción por erradicar coca de
manera inmediata). Esto sin que se fortalezcan realmente los espacios de concertación
desde el ámbito local ni se cualifique su proyección como entidades representativas de
la comunidad, ni -por tanto -sean protagonistas del desarrollo regional.
102 Al contrario, AID se afirma en la necesidad de jugar un papel complementario con el
elemento disuasivo de la fumigación y en segundo lugar, la promoción de la
organización de la comunidad debe darse alrededor del sustento ideológico de la
estrategia antidrogas de Washington.
103 “Es también importante repetir que los programas de ejecución, tales como la
erradicación aérea, son parte fundamental de la ecuación. No existen alternativas
lícitas a la coca y al procesamiento de la pasta de coca, en el mismo campo, que se
puedan acercar, en relación con la generación de ingresos económicos, para los
agricultores. Esto hace que los esfuerzos de implementación sean fundamentales para
lograr la meta de la reducción de la coca”46.
104 Para AID, las lecciones obtenidas en Bolivia, Perú y Ecuador, demuestran que la
administración, antes que los niveles de ingresos económicos o la pobreza, es el factor
subyacente clave, que determina si la industria de la coca se establecerá o no, si crecerá
o disminuirá. La administración en este contexto incluye una presencia de
implementación del gobierno nacional, gobiernos locales dispuestos a prestar servicios
públicos y crear incentivos contra la producción de la coca, comunidades locales
cohesivas y un sistema de valores o creencias individuales que rechacen la producción
de drogas como medio de vida.
105 Así mismo, para AID si las comunidades locales trabajaran en conjunto, de manera
participativa, y estuvieran apoyadas por una presencia visible del gobierno nacional,
con un fuerte compromiso hacia la erradicación de cultivos para la fabricación de
drogas y una presencia militar capaz, la economía ilícita de la coca podrá ser reducida
significativamente
187
106 “La coordinación con los programas de erradicación e interdicción continúa siendo
crítica. Los agricultores no erradican sobre la base del desarrollo alternativo solamente.
La erradicación forzada es un poderoso incentivo para unirse a un grupo que erradicará
voluntariamente y obtendrá algunos beneficios del desarrollo alternativo. La
interdicción efectiva reduce el margen de ganancias a los cultivos para la fabricación de
drogas y hace que la asistencia de desarrollo alternativo sea una oportunidad
económica mucho más atractiva. Si los agricultores no se alinean para participar en los
grupos de desarrollo alternativo, ellos deben ver mejores opciones que la producción de
cultivos para la fabricación de drogas. Esto significa que nosotros no hemos alcanzado
aún la combinación o equilibrio en forma correcta entre la erradicación y el desarrollo
alternativo”47.
107 4. Como conclusión, la desinstitucionalización de la política de desarrollo alternativo
por parte del gobierno central al limitar y propiciar la descoordinación de los entes
estatales que tienen un papel en la planeación y el impulso del desarrollo regional,
manda señales contradictorias frente a la retórica de la construcción de soberanía
nacional a través de la legitimidad estatal. Este tipo de vacíos que contrasta con la
magnitud de los compromisos adquiridos frente a las comunidades, resulta siendo
llenado por una entidad de “cooperación” que, respondiendo a sus intereses
estratégicos en materia de drogas y seguridad, ha terminado implementando por su
propia cuenta, una política que requiere ser concertada para garantizar una proyección
en el largo plazo. Los acuerdos que se impulsan para garantizar una erradicación
inmediata pueden tener la apariencia de una “transacción”, pero por su contenido
predominante (erradicación previa y no resiembra de la coca como el fundamento de la
política) no hace avanzar realmente el propósito estratégico del fortalecimiento de la
sociedad de estas zonas. En segundo lugar, tampoco se mueve en dirección a fortalecer
la legitimidad del Estado en estas áreas, ya que incluso al promover un modelo
privatizado de ejecución, se aporta muy poco al desarrollo de poder institucional del
nivel local y regional.
108 5. El entorno del conflicto armado que se centra en la lucha por el control del territorio
y dentro de este, por el control de la comercialización de la pasta básica de coca
termina reflejando igualmente intereses particulares de grupo, dada la baja legitimidad
de la representación de los alzados en armas. En ese sentido y como criterio que
corrobora la anterior afirmación, ninguno de los actores del conflicto tiene en su
agenda expectativas por incidir en el desarrollo regional. El predominio del avance
táctico para el logro de un posicionamiento militar para la defensa del status quo del
poder como grupo o sector armado, lleva a manejar el territorio como escenario de la
guerra más que un escenario de desarrollo.
Fumigaciones y conflicto en el Putumayo
109 Las fumigaciones en el marco de la implementación del Plan Colombia se iniciaron el 22
de diciembre del 2.000 y en una primera etapa que se dio hasta el 5 de febrero de 2001,
se había erradicado 29.000 hectáreas de coca, lo cual equivalía al 69% de lo erradicado
en todo el año 1999. Situación sin antecedentes en la historia de la aplicación de esta
política en Colombia, sobre todo si se tiene en cuenta que esa cantidad de hectáreas
fumigadas se hizo prácticamente en dos municipios San Miguel y Valle del Guamuez.
188
110 En el caso de San Miguel el 12 de enero del 2001 el Concejo Municipal denuncia a las
autoridades centrales la grave situación provocada por las fumigaciones 48:
• Afectación de los productos agrícolas
• Daños graves en el bosque49, microcuencas, ríos, quebradas, humedales y arroyos.
• Afectación de la fauna de la región (muerte de pájaros, peces, etc.)
• Afectación de la salud de las personas de la región (denuncia de afecciones oculares, en la
piel, en las vías respiratorias y síntomas de intoxicación)
• Daños en pastos que obligaron a traslados del ganado existente en el área
• Afectación de animales domésticos.
111 Por su parte las comunidades indígenas de los resguardos de San Miguel y Valle del
Guamuez denunciaron ante la Defensoría del Pueblo serios problemas relacionados con
el carácter indiscriminado de las fumigaciones afectando los Cabildos y Parcialidades de
Santa Rosa de Guamuez, Nueva Isla, Nuevo Horizonte, Tierra Linda, entre otras. De
acuerdo con la Defensoría:
112 “Los indígenas señalaron que las aspersiones aéreas destruyeron sus cultivos de
pancoger y yagé, causaron la muerte de animales y problemas en la salud de la
población. Se fumigaron 45 hectáreas de bosques de sitios sagrados y cuatro casas
ceremoniales. Adicional-mente, afectaron varios de los proyectos, que, previa
concertación con el Plan Nacional de Desarrollo Alternativo - PLANTE O PNDA - y con
recursos de este, se llevan a cabo en la zona”50.
113 Como hecho insólito en relación con las políticas estatales sobre cultivos ilícitos, los
pueblos Kofan, Awa, Embera, Paez, Quechua y Pastos han firmado con autoridades
centrales un Pacto Social de Desarrollo Alternativo y Erradicación Voluntaria el 12 de
enero del 2.001, con el objeto, entre otros, de restablecer las condiciones de producción
existentes antes de las fumigaciones y que fueron destruidas por estas 51.
114 En el caso de Valle del Guamuez, el carácter indiscriminado de las fumigaciones
adelantadas hasta el 31 de enero del 2.001 afectó una economía diversificada de la
región que aprovecha las ventajas agroecológicas de sus suelos que se caracterizan por
poseer un humus excepcional con respecto a las limitaciones para prácticas agrícolas
que se derivan de las características de los suelos amazónicos. Entre los casos más
relevantes se tiene:
1. Afectación de monocultivos de yuca producidos por la Asociación de Yuqueros del valle del
Guamuez (ASOYU) y en general los producidos por las fincas de la región, así mismo se
fumigaron monocultivos de plátano, chontaduro, pastos, estanques para peces, y en general
los cultivos de pancoger en toda la región.
2. Ganado vacuno, porcino, aves de corral y animales de cría.
3. Bosque, constatable en el impacto sobre árboles de 25 a 30 metros de altura lo cual indica las
distancias a las cuales se fumigó y que explica el gran efecto de deriva que se deduce por esta
situación. Así mismo se denunció la afectación del bosque protector del río Guamuez.
115 Las denuncias presentadas ante la Inspección de Policía de Valle del Guamuez por la
primera fumigación alcanzaron la cifra de 2.400 afectados. Las fumigaciones
desarrolladas en el Putumayo entre el 2000 y el 2001 violaron diversas disposiciones
contempladas en la Resolución 005 del Consejo Nacional de Estupefacientes.
116 En primer lugar, la Resolución reconoce algunas restricciones en el uso de herbicidas en
la zona rural en aplicaciones terrestres, de diez metros y en aplicaciones aéreas de cien
metros, los cuales constituyen una franja de seguridad referidas a cuerpos o cursos de
189
Cuadro No. 8. Quejas recibidas en la Defensoria del Pueblo por fumigaciones en Putumayo
Fuente: Con base en Defensoría del Pueblo Resolución Defensorial Nacional 026, oct.9 de
2002.
123 Las quejas provenían de los municipios de Puerto Asís, Orito y Valle del Guamuez, en su
mayor parte de firmantes de pactos, que se suponía habían erradicado si no el 100% de
la coca por lo menos un 70%. En los sitios de los quejosos se encontraban cultivos de
yuca, plátano, maíz, árboles frutales y pastos53.
124 Así mismo, otro de los impactos sociales de las fumigaciones aéreas de coca junto con el
conflicto armado es en efecto, la generación de una migración forzosa provocada desde
el Putumayo denominada “de retorno” hacia diferentes puntos de Nariño e incluso del
Cauca.
125 En efecto y a modo de ilustración, en un estudio de caso hecho sobre desplazados hacia
Samaniego (Nariño), se detecta un peso significativo de nativos del mismo municipio
nariñense que había mi-grado hacia los cultivos de coca en el Putumayo en lapsos de
seis a veinte años.
126 Esta información contrastada con el tiempo de permanencia de los mismos desplazados,
los cuales son en su mayoría personas con una residencia en Putumayo de más de seis
años, muestra que los migrantes forzosos no representan una población flotante sino
que son colonos motivados por el traslado de la producción cocalera hacia Putumayo.
Cuadro No. 9. Desplazados hacia Samaniego (Nariño) por su lugar de origen
Fuente: Con base en ACNUR, Corporación Opción Legal, Alcaldía de Samaniego “Proyecto
Censo y Caracterización Población Desplazada del Municipio de Samaniego” Carolina
Cortés (coord.)
191
127 Dos hechos de coyuntura sobresalen en esas dinámicas de colonización. En primer lugar
los desplazados de 11 o más años y que representan más de una tercera parte del total,
se relacionan con el período más crítico de la economía campesina de Nariño como
resultado del impacto de la apertura económica en ese sector, hecho que a su vez se
relaciona con el inicio de una dinámica más sostenida de la coca. En segundo lugar, el
rango de 6 a 10 años cabe dentro del período de mayor auge de la coca en Putumayo,
estimulada por el traslado de los cultivos hacia los años 96 y 97 como resultado de las
fumigaciones en Guaviare.
128 A pesar de este auge económico que representó la coca para el Putumayo y que a la vez
se constituyó en una fuente importante de ingreso, existe un cuadro a nivel social que
muestra el bajo impacto en términos de indicadores de desarrollo para la región. El
fenómeno tiene que ver con la escasa incorporación a nivel institucional de este
movimiento económico que se refleja a su vez en una pobre capacidad de apropiación
del fisco municipal de una parte de estos recursos, consolidándose las “soluciones
privadas” en materia de atención en salud y educación.
129 En el diagnóstico social, los documentos que sirvieron de base para la propuesta de
desarrollo alternativo local reconocen una situación crítica sobre todo en materia
educativa:
130 De cada cien niños que ingresan a primero elemental sólo terminan la primaria 25... En
el caso de la educación secundaria de 55.525 jóvenes en edad escolar sólo 15.448 se
encuentran estudiando, esto es un 28%. La casi totalidad de los establecimientos
educativos carecen de talleres de educación artística (estética, música, expresión
corporal), se carece de bienestar estudiantil, orientación pedagógica, consejería,
bibliotecas, cafeterías, salas de profesores, aulas inteligentes, ludotecas y laboratorios”
54
.
131 Como resultado de este contexto, junto con las demás causas relacionadas con la crisis
de los espacios de socialización de los niños y jóvenes, la inasistencia escolar alcanza
más del 45% en la zona rural por cuanto se estima prioritario el trabajo juvenil en la
producción agropecuaria o de procesamiento de la hoja de coca, y es en estas zonas
donde se presentan los mayores niveles de deserción escolar 55. En ese escenario de
incertidumbre y ausencia de oportunidades, muchos jóvenes optan o son cooptados
como parte de la guerra.
192
El conflicto armado en el Putumayo
132 En la región del Bajo Putumayo se reconcentran hoy dos dinámicas muy conflictivas:
a. Las fumigaciones de cultivos ilícitos adelantadas con intensidad a partir del 22 de diciembre
del 2.000 (véase mapa).
b. La encarnizada disputa entre autodedefensas y guerrilla por el control de todo el bajo
Putumayo. Esta disputa se inicia a través de dos dinámicas:
133 1. Ingreso de grupos de autodefensa a Puerto Asís hacia finales de 1997 y comienzos de
1998, motivadas en gran parte por el impacto de las marchas campesinas del año 96,
percibidas como bases de apoyo de la insurgencia en el sur de Colombia. Durante esta
etapa inicial se desarrollan sistemáticamente asesinatos selectivos sobre líderes
comunitarios, activistas eclesiales y en general sobre sospechosos de tener vínculos con
la insurgencia. Así mismo se desarrolla una acción sistemática de desalojo del control
de la guerrilla sobre el comercio de PBC56 y se adelanta un proceso de amenazas contra
los comerciantes del casco urbano y de colocación de cuotas para financiar las acciones
de las autodefensas. Así mismo se producen amenazas y persecuciones contra los
líderes de las movilizaciones campesinas de 1996, siendo presionados para que
abandonen la región u opten por vincularse a las guerrillas.
134 2. Simultáneamente a finales del 98 se produce un ingreso importante de autodefensas
a la zona de La Hormiga - Valle del Guamuez. En este caso, se conoce que hubo una
labor de inteligencia previa con el fin de detectar los auxiliadores de la insurgencia y
poder desarrollar un proceso de control del territorio.
135 La tendencia general del proceso de desalojo de la guerrilla de la zona arranca con
iniciativas de fuerza dirigidas en primera instancia contra las cabeceras municipales en
la búsqueda del control de dos actividades:
1. La comercialización de la PBC
2. La articulación de las actividades comerciales y de servicios de las cabeceras hacia
condiciones de tributación controlada por los grupos de autodefensa.
136 Para tal fin se lanzan señales contundentes con un uso desbordado de la violencia como
pauta para mostrar que se ha producido un cambio en el control de la localidad o
región. Las masacres tienen esa connotación simbólica. Simultáneamente la guerrilla
reacciona con asesinatos selectivos y masacres tendientes a neutralizar el ingreso de los
grupos de autodefensa a ciertas áreas o revertir el control que empieza a darse en otras.
Una muestra de las acciones de fuerza por el control del territorio con un alto impacto
humanitario en la población civil, se puede observar en el cuadro N0.11:
193
Cuadro No. 11. Muestra de lugares y hechos de violencia donde se libra la disputa territorial en el
Putumayo 1998-2001
Fuente: Trabajo de campo y datos del Informe sobre DDHH, DIH y otros derechos. Bogotá,
mayo 19 del 2.000.
137 El proceso de reversión del poder insurgente en la región del Bajo Putumayo se inicia
con labores de investigación con el fin de ubicar la estructura urbana de las milicias y
en general las bases de apoyo e inteligencia que posee la insurgencia en las cabeceras
municipales o en sitios importantes para la comercialización de la pasta básica.
138 Así mismo se busca conocer la estructura de impuestos al sector comercial y de
servicios con el fin de crear las condiciones para revertir las gabelas al nuevo poder.
Una vez se logra obtener esa información se procede a ajusticiamientos selectivos y se
notifica a todo el comercio del cambio en la estructura de poder.
139 En el proceso de control de la economía de la pasta básica, la insurgencia optó por sacar
de la intermediación del capital del narcotráfico a los comisionistas 57. La razón de fondo
es la apropiación de la prima de intermediación que obtenían los “chichipatos”. El
argumento público es la desconfianza de la insurgencia hacia este sector que acusa de
ser proclive al ingreso de grupos paramilitares.
140 La estructura de “servicios” de las milicias es un punto nodal en toda la estrategia
contrainsurgente. Para algunos miembros del alto mando de seguridad del Putumayo,
numéricamente esta base puede representar entre cuatro o cinco veces el número de
combatientes.
141 Para un connotado dirigente gremial:
142 “¿Qué son las milicias de las Farc, las milicias del ELN? Son instrumentos que a ellos les
permiten estar en las ciudades poniendo bombas, asaltando, secuestrando” 58.
143 Y esas milicias se consideran el principal obstáculo para el desarrollo de acciones
contrainsurgentes al verse como la expresión de condiciones de desventaja de las
fuerzas armadas para desarticular el accionar de los grupos alzados en armas. En ese
sentido el accionar paramilitar tiene una racionalidad muy definida en el contexto de la
guerra: desarticular estas estructuras como condición básica para golpear el poder
armado de la insurgencia.
144 Se calcula que sólo en La Hormiga en el proceso de entrada de los grupos de
autodefensa mataron a 53 milicianos.
194
145 Una segunda función de las estructuras milicianas es el control social sobre la
población. El acopio de información, el seguimiento de los movimientos de los
pobladores, sacerdotes, líderes, es una de las características centrales de esta
modalidad organizativa.
146 En tercer lugar en algunos sitios, las milicias en zonas de producción de pasta básica
constituyen un mecanismo para asegurar el comercio de la misma por parte de los
colonos y campesinos de un área. El establecimiento de relaciones económicas
pragmáticas alrededor del negocio de la PBC mediadas por el uso de la fuerza, constituye
hoy una de las mayores fuentes de deslegitimación de la guerrilla en lo local, ya que de
la alta concentración de poder fácilmente se cae en comportamientos arbitrarios.
147 En el rol de comisionistas, milicianos de algunas zonas se constituyen en verdaderas
vértebras en la articulación de los grupos insurgentes al circuito económico de las
drogas. Son los sustitutos de la otrora multiplicidad de intermediarios que irrigaban
parte del capital en diversas actividades comerciales (bares, prostitución, contrabando
de armas, etc.)
148 Por su parte los comisionistas son los primeros damnificados económicos del giro que
da la insurgencia cuando opta por controlar la intermediación del capital del
narcotráfico. Así mismo constituyen una verdadera base social en ciernes para el
ingreso de las autodefensas a ciertas zonas ya que estas se caracterizan por mantener el
papel de los comisionistas, debiendo pagar una prima a los nuevos dueños del poder.
Ello no quiere decir de ninguna manera que haya una aceptación a priori de los
comisionistas del fenómeno paramilitar. Su posición se explica como una reacción
latente por la decisión de la insurgencia de sacarlos del circuito económico entre la
producción de pasta y el capital que la demanda para procesarla. 59
149 Simultáneamente, existe otra diferencia en esta compleja relación entre guerra y
economía ilegal. Se trata de la regulación de los precios. Es notoria la intervención
arbitraria de la insurgencia en la regulación de los precios de la materia prima.
Normalmente lo hace frente al productor rebajando el precio de compra para
incrementar el valor de la ganancia de la intermediación 60. Muchos productores
arriesgan su vida, ya que la desobediencia por vender en ciertos y determinados puntos
la pasta básica puede acarrear la pena de muerte, al buscar sitios de comercio
alternativos donde se le reconozca el precio del mercado a la pasta básica.
150 En algunos casos y oportunidades, las autodefensas -jugando a ganar una mayor
aceptación en diversos lugares de la región amazónica- desarrollan un comportamiento
más flexible en la estructura de precios (por lo menos mientras logran su propósito
estratégico de sacar a la insurgencia de algunas zonas clave) y juegan con unos precios
de acuerdo al comportamiento del mercado (oferta -demanda) sin intervenirlos a la
manera como la hace la guerrilla. Esto va a favor de un mayor apoyo de los
comisionistas y del mismo productor que no entiende por qué en un sitio la guerrilla le
paga muy por debajo del precio, mientras que en otros sitios puede tener diferencias
significativas a favor de quien la produce.
151 Ligado a lo anterior, aparece el problema de las frecuentes situaciones de ¡liquidez de
las guerrillas para cancelar rápida y cumplidamente el precio que le paga al productor.
En estos casos la insurgencia sacrifica su legitimación política. Muchos campesinos
evocan situaciones propias de la colonización y la manera como los institutos de
comercialización del Estado de aquella época como el IDEMA, demoraban meses para
195
hacer efectivos los pagos, fenómeno que aportó a la decisión de las comunidades de
entrar, justamente, a la economía de la coca.
152 También, en este sentido, se observa la diferencia entre el perfil de la guerrilla como
seguridad de la zona para los colonos, los cuales aceptaban sus códigos y
reglamentaciones y otra la situación actual, donde se conjuga una modalidad de
comisionistas armados, en ocasiones incumplidos o demorados en los pagos, a quienes
el colono por razones de seguridad, no puede hacer reclamos por el incumplimiento de
su papel como comprador o por las deficiencias que muestran como intermediarios del
capital que demanda materia prima.
153 En contextos donde existen comerciantes de bienes y servicios con relativa autonomía
y teniendo en cuenta situaciones de ¡liquidez, las guerrillas han usado el sistema de
pago al campesino con bonos que hacen efectivos en el establecimiento del comerciante
a cambio de bienes requeridos por los productores, siendo luego redimidos con valores
en donde muchas veces se sacrifica la ganancia del comerciante. Esto sin lugar a dudas
distorsiona los circuitos económicos locales y crea malestar en sectores que giran
alrededor de la comercialización de la pasta básica. En estas situaciones se
instrumentaliza también el poder armado para disuadir eventuales manifestaciones de
inconformidad.
154 En síntesis, si bien las guerrillas han asumido un comportamiento pragmático sobre la
economía cocalera, en muchas oportunidades el tipo de manejo se convierte en un
verdadero factor de pérdida de legitimidad. Con ello se crean también condiciones
políticas favorables para el ingreso de los grupos paramilitares en algunas zonas que
han sido controladas durante largos períodos por la insurgencia. Como reacción a este
tipo de situaciones la guerrilla elabora e impone reglamentaciones sustentadas en el
control de las armas y, de modo más coyuntural, desarrolla mecanismos como el
impulsado en el Putumayo a finales del 2000 decretando un paro armado que resultó al
final un desastre político para la misma insurgencia 61. Las razones de ese fracaso son las
siguientes:
a. 1. No tenía objetivos claros para las comunidades, más allá de mostrar un rechazo
desesperado como grupo a la presencia paramilitar. Tal situación se vio reflejada en la
ausencia de argumentos consistente cuando se intenta promover una movilización de la
población civil hacia Bogotá.
2. Por encima de una respuesta al Plan Colombia, el paro desgastó a la población y a las
mismas Farc y creó condiciones óptimas para el gobierno central para iniciar las
fumigaciones, en el sentido de adelantarlas cuando la población venía de una resistencia
física de 65 días por los bloqueos del paro.
3. En el contexto del paro fueron incendiados vehículos, dinamitado el oleoducto con daños
en el entorno ambiental y se prohibió el traslado de alimentos tanto al por mayor como de
personas que buscaban desesperadamente elementos básicos para subsistir 62.
4. El paro se levanta por decisión de las Farc sin conseguir ningún propósito y por el
contrario generando una gran inconformidad y rechazo de la población por los costos
sociales, económicos que debió pagar por esta decisión. Con el paro las Farc pusieron de
presente la profunda crisis política de una guerrilla que ha sustituido los objetivos
políticos por demostraciones de fuerza. Es decir, la ausencia de proyecto político y de
propuestas regionales de desarrollo es llenada por un uso excesivo de la fuerza frente a la
población civil.
196
157 El mayor nivel de violencia homicida se observa en la región del Bajo Putumayo y
dentro de esta Puerto Asís tiene un comportamiento nuevamente significativo, al pasar
las muertes violentas de 55 asesinatos en el 2001 a 276 en el 2002, es decir un 401.8%
más en este último año63. Véase gráfico No.2
197
Gráfico No.2
Otros impactos del conflicto armado en la región del
Putumayo
• Control de la población
De este modo se generan dificultades políticas para que la misma comunidad desarrolle
formas propias organizativas. En el caso de los programas de desarrollo alternativo,
algunas comunidades del Putumayo debieron obtener un “permiso” para que la gente
se organizara en núcleos y pudiese recibir la ayuda alimentaria.
Desplazamiento forzoso
161 En el año 2000, la Red de Solidaridad registraba 7.248 desplazados, lo que arroja un
promedio mensual de 604 personas. Para el 2001, fueron expulsadas 17.143 personas de
municipios del Putumayo. Y finalmente en el 2002, asociado con la ruptura de
conversaciones de paz, la intensificación de las fumigaciones y de la misma
confrontación armada, se produjo una fuerte salida forzosa que continuó incrementado
esa dinámica hacia los departamentos vecinos de Nariño, Cauca y Caquetá 64.
162 Visto en el mediano plazo, en la reconstrucción histórica del desplazamiento forzoso en
el Putumayo se destacan como causas:
1. El proceso de ingreso de los grupos paramilitares hacia 1997-1998, en la zona del Bajo
Putumayo y que generó un serie de masacres en Puerto Asís, La Hormiga, San Miguel y
finalmente en Puerto Caicedo y Puerto Guzmán,
2. El paro armado promovido por la guerrilla en septiembre de 2000.
3. La ofensiva contra la guerrilla por parte de las fuerzas armadas en abril de 2001 y que
produjo el desplazamiento de 300 familias hacia Ecuador de un total de 600 en Piñuña Negro.
En esos mismos hechos, hacia Puerto Asís salieron 40 familias.
4. También por ofensivas de las FFAA contra la insurgencia se presentó un fuerte
desplazamiento en Teteyé en agosto de 2001.
5. Las cifras de la Red de Solidaridad señalan en 2.500 el número de desplazados tan sólo a la
cabecera municipal de Puerto Asís, provenientes de la grave situación presentada en Puerto
Caicedo, Orito y San Miguel principalmente. Esta situación es más crítica a partir de marzo-
abril de 2002 y está relacionada directamente con el impacto regional por razón de la
ruptura de conversaciones entre el gobierno y las FARC el 20 de febrero de 2002.
6. Finalmente las situaciones relacionadas con el conflicto armado están generalmente
acompañadas de las fumigaciones aéreas con lo cual se complementa un cuadro muy grave
en el estímulo al desplazamiento forzoso.
Desplazamiento forzoso en el período reciente año
2002
163 Una de las características del desplazamiento más reciente es que no es masivo
(avalancha) sino que se da a cuentagotas, aunque no por ello resulta menos grave que el
primero. En Puerto Asís se ha triplicado el número de desplazados en lo que va del 2002
frente al comportamiento en el 2001.
199
164 Las amenazas directas y el reclutamiento forzoso son, ajuicio de las autoridades de
veeduría de los DDHH, las principales causas del auge del desplazamiento en el 2002.
165 En general se aprecia que el desplazamiento rural-urbano tiene como autor
predominante la guerrilla y el desplazamiento urbano-urbano los grupos paramilitares.
166 Los principales sitios de expulsión en el 2002 son:
1. Puerto Caicedo: zona rural
2. Puerto Guzmán
3. Puerto Asís: de la zona rural de Teteyé y Piñuña Negro65
4. San Miguel-La Dorada
5. La Hormiga
Desaparición forzada
167 A pesar de que por vías indirectas se sabe que se está incrementando la desaparición
forzada, los familiares o personas cercanas no están denunciando los casos. Así mismo,
se dan versiones coincidentes de diferentes fuentes en el sentido de un incremento de
los casos de desaparición forzada, recayendo sobre jóvenes y hombres cabezas de
familia. Esta situación se presenta con fuerza también luego de la ruptura de
conversaciones de paz y tiene que ver con distintos fenómenos:
• Reclutamiento forzoso, sobre todo de niños.
• Ejecución de personas sobre las que los grupos armados tienen sospechas fundadas o no de
ser aliados del enemigo y de actuar como informantes. Esta es una tendencia que crece con la
polarización del conflicto.
168 El área más crítica de los enfrentamientos sigue siendo Puerto Caicedo el cual, como se
señaló, es un punto que condensa un bastión en la intercomunicación entre el Bajo
Putumayo-Pasto y Bajo Putumayo-Mocoa/Pitalito.
169 Existen así mismo indicios de un posicionamiento de los grupos armados hacia la
frontera con Ecuador y Perú en Puerto Leguízamo. Las FARC vienen produciendo
contraofensivas en puntos rurales específicos.
200
desarrollo como AID-Chemonics. Como se explicó en esto hay un primer antecedente y fue el
asesinato de los dos miembros de Fundaempresa, catalogados como sospechosos de hacer
inteligencia para las fuerzas armadas, de lo cual se sindica a las FARC.
e. Otro caso que genera interrogantes es la situación a futuro alrededor del potencial petrolero
en la zona de Teteyé en el municipio de Puerto Asís, siendo esta una zona bajo control
insurgente. En esa perspectiva, se sabe que ha habido presencia de técnicos que han hecho
mediciones para establecer el potencial del crudo en la zona. El área coincide con una serie
de ofensivas de las FFAA, intensificadas luego de la ruptura de conversaciones en febrero de
2002.
f. El otro punto que está siendo oficializado es el proyecto de interconexión Tumaco-Pasto-
Puerto Asís-Brasil (a través del río Putumayo, que es navegable en su totalidad hasta Brasil).
SENA, Corpoica, INCORA a través de las cuales, aunque de manera muy desequilibrada
fluyeron recursos para la zona.
179 Esta estructura institucional que representa el mundo de lo legal, contrasta
fuertemente con la continuidad de una economía ilegal que sostiene mayoritariamente
las actividades económicas principalmente del sector comercial y de servicios. Así
mismo la continuidad de las actividades del narcotráfico permite una alta participación
de intermediarios de la compra de pasta básica y que de alguna manera democratiza el
acceso de sectores medios a los grandes recursos de la economía ilegal. Allí también se
conjuga un fuerte movimiento de insumos de contrabando como precursores químicos,
gasolina, cemento que estimula un sector medio muy poderoso. Dentro de este sector se
encuentran actividades como la libre circulación y venta de los denominados “12 del
patíbulo” en almacenes de agroquímicos72, hecho que expresa el gran poder de los
sectores ilegales que controlan la economía local.
180 Esta ilegalidad que, como se ve, es mucho más que los cultivos ilícitos, controla toda la
economía local y posee una alta capacidad de ocultamiento a través del sostenimiento
de un equilibrio funcional que involucra la actividad económica legal “visible”. Pero lo
más importante es destacar el predominio de unas reglas de juego resultante en primer
lugar de quienes controlan la economía ilegal; en segundo lugar, de las organizaciones
armadas en guerra, simbiosis que disminuye el ámbito de lo institucional a pesar de la
aparente “normalidad” en el ejercicio de sus funciones.
181 La presencia institucional representa así, hasta cierto punto, una situación de enclave.
Esto es, se estructura paralelamente a unas reglas de juego controladas por el poder
económico ilegal o los grupos armados. En otras palabras, la presencia institucional
tiene alguna incidencia en el interior de las oficinas y en proyectos específicos
caracterizados por una significativa atomización. De puertas hacia afuera existen
algunos circuitos mínimos de legitimación de la institucionalidad ya que deben
moverse dentro de un marco de poder y de orden dominado por el narcotráfico y el
paramilitarismo, en el caso de la cabecera municipal de Puerto Asís y de los municipios
del Bajo Putumayo o de los códigos de la insurgencia en la mayor parte de las zonas
rurales. La debilidad para que los organismos de seguridad puedan controlar estas
actividades tiene una trayectoria que se remonta a antecedentes que se caracterizan
por una ausencia de referentes claros de institucionalidad y pérdida de sentido de la
ética civil73.
182 La falta de unos referentes claros de construcción de instituciones estatales fuertes
tiene como premisa la separación de los poderes privados tanto legales como ilegales,
del poder del Estado. Las dimensiones económicas y de seguridad que maneja aquel
poder terminan manipulando la cobertura institucional existente. Si se observa el
ámbito de acción del Estado, este se ve distorsionado por:
183 a. Justicia: la prevalencia de unos códigos de silencio, detrás de los cuales se extienden
ejecuciones extrajudiciales, baja denuncia de delitos graves como homicidios y la
permisibilidad a actuaciones privadas violentas o de aplicación de la justicia “por mano
propia” que pretenden justificarse en el marco de la degradación de la guerra. El 90% de
los casos denunciados de homicidios aparecen registrados como en indagaciones sin
que se sepa de acciones de cumplimiento de la ley y castigo a los responsables 74.
184 b. Seguridad: secularmente en la zona se ha dado una fuerte convivencia de los
organismos de seguridad con grupos de civiles armados que se remonta a comienzos de
la década de los 90. Esta situación se incrementó desde 1997 cuando se decide el ingreso
203
consignados dentro del Plan de Desarrollo del presidente Uribe en relación con un
tratamiento adecuado de los cultivos ilícitos.
204 12. El escenario “previsible” a corto plazo es un ambiente de equilibrio muy inestable,
tal como lo demostró la nueva ofensiva de las FARC el pasado febrero de 2003 contra las
inspecciones El Tigre y El Placer, catalogados como puntos de repliegue paramilitar. Las
tensiones se mueven dentro de un período de relativa calma con algunos sobresaltos,
como resultado de los efectos de la fumigación, de reacomodamiento de fuerzas, el
restablecimiento de la “funcionalidad” de la frontera y en síntesis, un proceso de
“normalización” de ese nuevo equilibrio inestable77. Todo esto en un contexto de pocas
fortalezas institucionales, sin embargo cabe la pregunta acerca de las variables que
intervienen en el diseño de ese eventual escenario futuro para el Putumayo.
205 Algunas variables identificadas que podrían intervenir con una incidencia en la
compleja situación del Putumayo serían:
• La estructuración de una política coherente y de clara incidencia sobre el desplazamiento
forzoso.
• El tipo de desarrollos específicos en relación con el programa de desarrollo alternativo y su
componente de guardabosques que ha propuesto el gobierno.
• La estructuración de una política de fronteras (la cual que se relaciona en términos
coyunturales, con el futuro político y su estabilidad en Ecuador).
• La eventual tendencia de movilidad de los cultivos ilícitos de coca hacia Ecuador, sin
embargo quedan dudas sobre la sostenibilidad de un proceso en esta dirección. Así mismo
este aspecto depende de la suerte del tema de seguridad fronteriza y de manera más clara la
opción que asuma el gobierno ecuatoriano frente al desenvolvimiento del conflicto armado
colombiano.
• Las presiones de EU sobre un mayor comprometimiento de las FFAA de Ecuador van a pesar
en la dinámica de fuerzas frente a la disputa sobre el control territorial en la zona.
• Finalmente para el caso del Putumayo, las definiciones en materia de política petrolera van a
tener también una incidencia sobre el futuro de la región y del mismo conflicto.
206 Todos estos factores de poder van a jugar en la serie de definiciones a futuro para la
región.
207
Cultivos ilícitos y dinámica de la guerra por el control del territorio en Putumayo (situación a enero
de 2003)
BIBLIOGRAFÍA
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Salvador, El Salvador.
Artículos periodísticos
El Espectador, La Revista. “Las nuevas relaciones entre Estados Unidos y Colombia”, noviembre 4
de 2001, Bogotá.
NOTAS
1. La actividad de campo para el soporte de la información se desarrolló desde febrero de 2001,
febrero, julio y agosto de 2002.
2. Sobre el tema, Zárate. Carlos (2002).
3. Municipio de Puerto Asís. Plan Básico de Ordenamiento Territorial, Diagnóstico General.
Puerto Asís, 2001.
4. Ibidem.
5. Así por ejemplo, el 64.5% de los negocios inscritos en la Cámara de Comercio de Puerto Asís
corresponden a “ventas al detal”.
6. Policía Nacional, Dirección Antinarcóticos “Situación del Narcotráfico en Colombia”, marzo de
2000, Bogotá (mimeo).
7. Este total fue ajustado en términos globales para el departamento, es decir, sin discriminar por
municipios arrojando un consolidado de 47.120 has.
8. IGAC Diccionario Geográfico de Colombia (1998), Bogotá y Plan de Desarrollo De partamental del
Putumayo 1998-2.000, Mocoa.
9. La metodología que se siguió para establecer las necesidades de atención se encuentran en el
anexo del documento IDEAM, “Elementos para el ordenamiento ambiental del territorio”. 1999.
Bogotá.
10. Véase Vargas. Ricardo (1999).
11. A pesar de que la Iglesia católica ha jugado un papel de liderazgo muy temprano en la
colonización del Putumayo, no pudo consolidar una influencia socialmente significativa y por el
contrario ha sido aislada y duramente golpeada por la dinámica de vio lencia que se impuso en la
región. Esto junto con la ausencia de una institucionalidad constructora de legitimidad y la baja
cobertura de la legalidad estatal, condujo a crear condiciones de hegemonía de los poderes
privados como el narcotráfico o los grupos insurgentes presentes en la región.
12. Véase Consejo Municipal de Desarrollo Rural (CMDR). Municipio de Puerto Asís, “Documento
del CMDR”.
13. CMDR. Ibidem
14. Sin embargo hacia el 2002 existían síntomas de un nuevo e incipiente proceso de organización
estimulados por ANUC-Putumayo por un lado y por otro, muy pausadamente, la Pastoral Social.
15. Contraloría General de la República, Plan Colombia, Tercer Informe de Evaluación, julio de
2002, Bogotá.
211
16. La dosis de 8 litros por hectárea fue consignada en la Resolución 1065 del 26 de noviembre de
2001. La nueva dosis se decidió a comienzos del 2003. No se conocen estudios que sustenten los
eventuales impactos ambientales y de salud en relación con este cambio.
17. Hemos reseñado dos de los cuatro: negociación con los grupos alzados en armas y lucha
contra el narcotráfico.
18. El FIP se creó como una cuenta especial del Departamento Administrativo de Presidencia, sin
personería jurídica y se administra como un sistema separado. Véase, Contraloría General de la
República, Plan Colombia, Tercer Informe de Evaluación, julio de 2002, Bogotá.
19. Este Fondo se creó mediante la Ley 368 de 1997 como una cuenta especial del Departamento
Administrativo de Presidencia de la República (DAPRE), “cuyo objeto es la financiación de
programas de paz encaminados a fomentar la reincorporación a la vida civil de los grupos alzados
en armas”. Véase Contraloría General de la República ( CGR) ibidem p. 9.
20. El PLANTE es otra entidad dependiente del DAPRE fue creado bajo la administración Samper
mediante el Decreto 472 de 1996 y fue hasta mediados de 2002 la primera autoridad en materia de
políticas de desarrollo alternativo para los cultivos ilícitos.
21. Entre las características que debían reunir los proyectos se señaló: “Que sean de naturaleza
comunitaria y hayan sido formulados mediante procesos de participación y concertación con la
comunidad, la cual debe asumir un papel activo en todo el ciclo del proyecto; incorporen las
acciones de fortalecimiento institucional regional y desarrollo organizativo, necesarias para
garantizar un adecuado soporte a la operación del proyecto y a la dinamización de procesos de
construcción social; prevean acciones e inversiones en infraestructura física y social necesarias
para contar con un entorno que contribuya a los propósitos del proyecto”. Así mismo: “que se
dirijan a beneficiar en forma directa a pequeños y medianos productores, población indígena,
campesinos sin tierra y en general, a los grupos más vulnerables de la población rural;
demuestren su viabilidad y sostenibilidad económica, técnica, financiera, ambiental y
organizativa; sean coherentes con los planes de ordenamiento territorial y con los planes de
desarrollo de las unidades territoriales en las cuales se proyecta su ejecución; su localización
corresponda a las áreas geográficas y a grupos poblacionales priorizados por el Consejo Directivo
del FIP”. Véase República de Colombia, Departamento Administrativo de la Presidencia de la
República, Fondo de Inversión para la Paz, (DAPR-FIP), Consejo Directivo, Acuerdo No. 03 de 2000,
Bogotá.
22. Los documentos estuvieron bajo la coordinación del sociólogo Rubén Darío Pinzón, a la sazón
director de la UMATA.
23. Para la versión inicial del Plan Colombia véase Presidencia de la República. Oficina del Alto
Comisionado para la Paz - Departamento Nacional de Planeación, Plan Colombia, diciembre de
1998, Puerto Wilches.
24. Véase los documentos Alcaldía de Puerto Asís, UMATA “Reconversión de la economía de Puerto
Asís - Sustitución voluntaria de cultivos ilícitos en Santana, Putumayo. Colombia”; “Seguridad
Nutricional para la sustitución voluntaria de cultivos ilícitos” y “Creación de una
comercializadora de doble vía”, agosto de 2000. Puerto Asís.
25. Municipio de Puerto Asís-UMATA “Reconversión de la Economía de Puerto Asís”, junio de 2000,
Puerto Asís.
26. Lo anterior sin referir los problemas administrativos que de suyo plantea el modelo del FIP
puestos de presente en el informe de la Contraloría sobre Plan Colombia. El FIP “tiene una planta
de 17 profesionales del DAPRE adscritos a este Fondo y una nómina de 592 consultores de todo
orden, con un costo que supera los $9.000 millones al año”. El FIP “se ha convertido en una
organización altamente compleja, que de alguna manera, establece un paralelismo con las
funciones propias del DAPRE. especialmente en materia de revisión jurídica, evaluación y control”.
Contraloría General de la República. Ibidem p.10.
212
27. Contraloría General de la República, Plan Colombia, Primer Informe de Evaluación, agosto de
2001
28. Contraloría General de la República, ibidem.
29. Contraloría General de la República, Ibidem.
30. En diferentes oportunidades la embajadora de EEUU en Colombia Anne Patterson ha señalado
que “la punta de lanza del Plan Colombia son las fumigaciones de cultivos ilícitos”. Véase por
ejemplo, “Las nuevas relaciones entre Estados Unidos y Colombia” en La Revista. El Espectador,
noviembre 4 de 2001, Bogotá.
31. Esta situación contrasta fuertemente con lo consignado por el FIP para atender los proyectos
de comercialización. “Proyectos para viabilizar Alternativas Productivas, de Comercialización y/
o Tecnológicas, básicamente son proyectos de investigación aplicada, de corto plazo y bajo costo,
orientados a remover obstáculos para hacer viables proyectos promisorios en la generación de
ingresos, empleo y seguridad alimentaria. Al interior de este tipo pueden distinguirse proyectos
que definan qué producir, proyectos que definan ajustes y mejoras de los sistemas de
comercialización, proyectos que definan cómo producir”. Véase República de Colombia,
Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, Fondo de Inversión para la Paz,
DAPR-FIP, Consejo Directivo, Acuerdo No. 01 de 2000, Bogotá.
32. Término acuñado por los asistentes a un taller de evaluación de los pactos adelantado en
Puerto Asís durante los días 8 y 9 de febrero de 2002 con presencia de las autoridades locales y
representantes de las comunidades. La responsabilidad de la política recae en primer lugar sobre
el programa plante y en segundo lugar sobre los Ministerios de Agricultura y Ambiente.
33. Las ONG contratadas por el Estado colombiano recibieron $130.000 pesos (U.S. 60
aproximadamente) por cada entrega a la familia beneficiaria. Sin entrar a problema-tizar lo que
ambientalmente representa la ampliación del hato ganadero del Putumayo, en la práctica lo que
hay es la entrega de vacas y no proyectos ganaderos.
34. El cambio de los bienes de la autosuficencia alimentaria por bebidas alcohólicas o su venta a
mitad de precio o la simple desaparición de los mismos como las gallinas, dan cuenta de la
improvisión con que asumió este tipo de acciones.
35. Con las generalizadas fumigaciones de los pastos, los dueños de las reses se ven forzados a
sacarlas hacia otros sitios incrementando así el desorden económico y la in-certidumbre social
con lo cual se pierde lo que el Estado busca supuestamente construir, esto es, una economía legal
alternativa.
36. Este fue un proyecto inconcluso de la administración Samper que generó grandes sobrecostos
para ser terminada.
37. La baja producción de hoy se explica por la serie de errores cometidos por el Estado al
convocar a la siembra sin haber asegurado el funcionamiento de la planta. Muchos cultivadores
se quedaron con la producción y sin su compra.
38. Véase Defensoría del Pueblo, Resolución Defensorial Nacional No. 026 “Dere chos Humanos y
Derecho Internacional Humanitario en el marco del conflicto armado y de las fumigaciones de los
cultivos de coca en el departamento del Putumayo”, octubre 9 de 2002, Bogotá.
39. El recuento del trámite se hace con base en USAID, Testimonio de Adolfo Franco. Sub-
Administrador para América Latina y el Caribe (www.usaid.gov).
40. Seguramente Plante.
41. USAID, Asistencia de los Estados Unidos a Colombia y a la Región Andina, Testimonio de Adolfo
Franco, Sub Administrador para América Latina y el Caribe, (s.f.)
42. USAID Asistencia de los Estados Unidos a Colombia y a la Región Andina, Ibidem.
43. Estas entidades fueron calificadas como “operadoras” y su reconocimiento está contemplado
en el Acuerdo No. 01 de 2000 del DAPR-FIP así: “Los proyectos pueden tener origen en
organizaciones comunitarias, entes territoriales, entidades públicas u Organizaciones no
213
Gubernamentales, las cuales deben formular los proyectos con el apoyo de “Entidades
Operadoras de proyectos” reconocidas por el Fondo de Inversiones para la Paz, a través de las
cuales se presentarán los proyectos”.
44. Como bien lo señala la Contraloría, la mayor parte de estas entidades ( ONG) venían de la
experiencia del Forec (Fondo de Reconstrucción del eje Cafetero). El órgano de control constató
que “aparte de algunos problemas en la selección de las ONG, que se están verificando por la CGR,
el trasplante mecánico de esta fórmula operativa a las zonas de mayor conflicto como el
Magdalena Medio, Putumayo y Caquetá, no fue la más aconsejable, porque las condiciones
sociales, políticas y económicas no eran similares a las del eje cafetero”, CGR, Ibidem p.10.
45. Esta es una de las consecuencias de la máxima que se ha venido consolidando en estos niveles:
“Quien pone la plata, pone las condiciones”.
46. USAID, Ibidem.
47. USAID, Ibidem (s.p.)
48. Concejo Municipal Municipio de San Miguel - Putumayo Carta a Gonzalo de Francisco, enero
12 del 2.001, CSM-013.
49. El bosque protector del río Guamuez fue afectado. El hecho constituyó una violación flagrante
de la resolución 005 de agosto del 2000 que determinó respetar una dis tancia de 100 metros
frente a los cuerpos de agua.
50. Véase Defensoría del Pueblo-Delegada para los Derechos Colectivos y del Ambiente “Informe
Defensorial No. 1 Fumigaciones y Proyectos de Desarrollo Alternativo en el Putumayo” febrero 9
del 2001
51. Véase Pacto Social de Desarrollo Alternativo y Erradicación Voluntaria con las comunidades
Kofan, Awa, Embera, Paez, Quechua y Pastos, que forman parte del Plan de Vida del Pueblo Kofán
y Cabildos indígenas del Valle del Guamuez, San Miguel, departamento del Putumayo, 12 de
enero del 2001.
52. En este punto surge una pregunta: ¿Entonces a qué se reduce la presencia de las autoridades
de Salud. Ambiente e ica? Si antinarcóticos tiene esa discreción pueden decir que la fumigación se
tuvo que hacer a 30 metros de altura: por razones de seguridad!
53. Defensoría del Pueblo Resolución Defensorial Nacional 026, Derechos Humanos y dih en el
marco del conflicto armado y de las fumigaciones de los cultivos de coca en el Departamento del
Putumayo, oct.9 de 2002, Bogotá.
54. Municipio de Puerto Asís, UMATA, Ibidem, p. 9.
55. Municipio de Puerto Asís. Plan de Ordenamiento Territorial, Puerto Asís, 2000.
56. Pasta Básica de Cocaína.
57. En la región se conocen como chichipatos. Los cuales se sitúan entre el productor y el capital
comprador de PBC.
58. Véase “la conversación” con Jorge Visbal en La Revista, El Espectador febrero 25 del 2001.
59. En sólo Puerto Asís, se calcula que pueden existir más de mil pequeños y medianos
comisionistas. Esto da una buena idea del tamaño de las confrontaciones que pueden suscitarse
frente a esta masa de intermediarios.
60. En abril del 2001, la guerrilla pagaba al productor 2 millones de pesos mientras ella vendía ese
mismo kilo por 2 millones quinientos mil pesos, precio real del mercado.
61. El paro armado de las Farc se produce en el departamento del Putumayo desde finales de 25
septiembre hasta el 28 de noviembre de 2000.
62. A partir de ese tipo de medidas como el de bloqueo de alimentos, la guerrilla su fre un
desgaste en donde las fuerzas armadas se limitan a dejar que el paro avance en el tiempo y
efectivamente cuando el paro se hace insostenible por su deslegitimación, al final el ingreso de
las FFAA a puntos como Puerto Asís con cargamentos de alimentos, se vive una euforia colectiva
que es capitalizada por las FFAA.
214
63. Véase Departamento Administrativo de Salud del Putumayo DASALUD, enero de 2003 y
Defensoría del Pueblo “Informe Defensorial Putumayo”, octubre de 2002.
64. Defensoría del Pueblo, Ibidem, p. 10.
65. Sobre este eje se adelanta una ofensiva militar a lo largo del 2002.
66. Véase Departamento del Putumayo, Alcaldía de Puerto Asís Plan de Contingencia para la
Prevención y Atención Integral del Desplazamiento Forzoso en el Municipio de Puerto Asís (s.f.).
67. Un funcionario judicial cuyo nombre se reservó, señaló como ejemplo la ocurrencia de un
homicidio a pocos metros del batallón militar a las 5 de la tarde. El homicida se desplazó delante
de varios testigos. Cuando las autoridades se acercaron a los pocos minutos de haber ocurrido el
hecho, nadie ofreció información, ni siquiera para describir las características externas del
sujeto. Primó el silencio, una práctica consolidada en la zona.
68. En efecto, en zonas como Puerto Limón en Putumayo y en otros sitios de ese departamento,
ya se empiezan a presentar problemas hacia finales de 2002 por la apropiación ilegal al parecer
por parte de la guerrilla de una parte del ganado entregado como ayuda alimentaria.
69. En general la orden perentoria que se imparte es: “Quien tenga familiares en los paras debe
irse”. Este tipo de hechos se retroalimenta de situaciones parecidas usadas por los grupos
paramilitares e incluso por parte de las FFAA y el mismo Estado: casos, entre muchos, como el
asesinato sistemático los hermanos del comandante Gabino del ELN en Santander, o de la familia
de Pablo Catatumbo o recientemente el caso del hermano de Andrés París, miembro este del
secretariado de las FARC, detenido sin mayores pruebas de su supuesto compromiso con la
insurgencia, hecho que fue rectificado con su liberación luego de varios meses de estar detenido.
70. Estas se hicieron a través de dos volantes. El Comunicado No. 1 de junio 6 de 2002 dice así:
“1. El Frente 48 comunica que Alvaro Uribe Vélez (AUV) representa el paramilitarismo estatal. 2.
Que la gran mayoría de funcionarios y entidades como Fundaempresa, plante y otros son los
intermediarios para imponer la política paramilitar en las regiones de Colombia 3. Tanto AUV
como la mayoría de los alcaldes, Concejos Municipales, Inspectores, corregidores, jueces y fiscales
orquestan la guerra criminal contra el pueblo, desviando los recursos de la inversión social para
alimentar la represión, la guerra sucia y la violencia oficial. 4. Convoca a crear un bloque de
resistencia para enfrentar la guerra civil”. Al día siguiente, se emite un segundo comunicado en
los mismos términos, pero amenazando perentoriamente a los alcaldes: “5.... En vista de lo
anterior el Frente 48 no permitirá el funcionamiento de alcaldes. Concejos Municipales,
Inspectores, Corregidores, Jueces y Fiscales a partir de la fecha. 6…. el Frente 48 Pedro Martínez
exige a todos los funcionarios públicos ya mencionados renunciar inmediatamente a sus cargos”.
71. En Puerto Asís han abierto sede las siguientes entidades, ACNUR, OIM. Médicos Sin Fronteras y
la Cruz Roja Internacional.
72. Entrevista a un ingeniero agrícola cuyo nombre se reservó, y que adelantó una labor de
auscultación sobre la presencia de agroquímicos altamente tóxicos prohibidos en los países del
norte pero que siguen circulando en sitios como Putumayo.
73. La trayectoria se refiere a tres momentos en la historia del narcotráfico en la región
relacionados con la acción u omisión de los organismos de seguridad estatal en Putumayo: 1. A
finales de los ochenta y comienzos de los noventa, denuncias graves alrededor de la Policía
Antinarcóticos y hechos de violencia. Véase Comisión Andina de Juristas seccional Colombia
“Putumayo: serie informes regionales de Derechos Humanos”, 1994, Bogotá. 2. Las graves y
reiteradas denuncias hechas por el Personero de Puerto Asís Germán Martínez sobre las
relaciones entre paramilitarismo y organismos de seguridad hacia finales de los noventa y
comienzos del nuevo milenio y que no llegaron a un esclarecimiento por parte de la justicia
colombiana. El personero está hoy asilado en Canadá. 3. Las denuncias de Human Rigths Watch
sobre financiación de agentes de seguridad estatal por parte del paramilitarismo en el 2002.
215
74. Esta grave situación de impunidad contrasta con indicadores de la cooperación internacional
en cuanto a la construcción de “casas de justicia” que si bien representa una mejora de
instalaciones locativas, no significan nada en el mejoramiento en el cum plimiento de la ley.
75. Como se señaló, también esta situación fue reiteradamente denunciada hacia finales de los 90
por el Personero Municipal Germán Martínez quien se movilizaba fuertemente escoltado para
ejercer sus funciones. Su asilo en Canadá obedeció a graves amenazas contra su vida.
76. Véase Human Rights Watch Informe 2001 “La Sexta División”, capítulo La Brigada XXIV. Así
mismo el informe periodístico “Piden revisar visas de militares”, en El Tiempo octubre 5 de 2001,
Bogotá. En este informe se detalla el nivel de relación de las fuerzas armadas y de Policía con los
grupos paramilitares:
“Pilar”, una contadora que trabajó con las autodefensas, cuenta que Darío (jefe de finanzas de las
AUC en el Putumayo) a través de contactos por radio y celular con agentes de la policía y militares,
siempre sabía de antemano lo que iba a hacer el ejército. Según su relato, el 15 de diciembre de
2000 un grupo de fiscales enviados para capturar a los paramilitares en Puerto Asís sólo dieron
con alias “El Ruso” porque no entendió las señales de un policía en el aeropuerto. Ella dice que los
paras le pagan mensualmente a policías y militares. “Si era capitán recibía entre 2000 y 3000
dólares; mayor 2500; y los soldados, 1500. A los coroneles les pagaban pero no directamente”.
Según “Pilar”, los paras manejan en la región US 650.000 dólares por mes de impuestos de la
coca.” Así mismo “paras y militares habrían coordinado el ataque de julio del 2000 a Puerto Vega
e incluso que autodefensas habrían viajado en helicóptero oficial”.
77. Este punto 12 es el resultado de una reflexión colectiva junto con Rodrigo Velaidez y Carolina
Cortés.
NOTAS FINALES
1. Sociólogo. Investigador asociado del Transnational Institute ( TNI) de Amsterdam. Representa a
la plataforma Acción Andina en Colombia. Hace parte del proyecto Drogas y Democracias
desarrollado con el apoyo del TNI y Acción Andina. Autor entre otros de Drogas. máscaras y juegos.
Tercer Mundo, TNI, Acción Andina, mayo 1909 y Fumigación y conflicto, Tercer Mundo, TNI y
Acción Andina, noviembre de 1999. E.Mail:[email protected]
216
para lo que se consideraba como el derecho a la defensa propia de esas élites regionales
agredidas por la guerrilla4. Así lo dejó entender Fernando Botero, primer ministro de
Defensa del gobierno liberal del Presidente Ernesto Samper (1994-1998), en el congreso
ganadero de octubre de 1994. Esta visión tomó forma en la propuesta para crear las
cooperativas de seguridad Convivir en 1995, organizaciones privadas de vigilancia,
información y seguridad rural, diseñadas para obtener la cooperación entre sectores de
propietarios y las Fuerzas Armadas en las labores de control del orden público. Esa
confluencia entre “sociedad y Fuerzas Armadas” había sido largamente buscada por los
altos mandos militares, dada la desconfianza, y en ocasiones franca hostilidad, de
sectores de oposición, organizaciones sociales o de la misma población hacia la
organización militar en las regiones con conflicto social y armado. Las denuncias por
violar los Derechos Humanos hechas por grupos de abogados y activistas sociales,
medios de comunicación y organismos del sector judicial confirmaron ese sentimiento
de inseguridad frente a las fuerzas del orden. Si bien la legalización de las Convivir fue
finalmente revocada a raíz de una intensa oposición de las redes de Derechos Humanos,
las cuales consideraron que la propuesta tenía el riesgo de legalizar a los grupos de
sicarios y justicia privada, la iniciativa señaló la necesidad de protección de los
propietarios rurales frente a los crecientes efectos del conflicto armado. Lo discutible
no era esta demanda por seguridad, sino la delegación implícita de la justicia en manos
privadas.
4 Ese énfasis en la seguridad también vino acompañado con una clara diferenciación
entre autodefensa y paramilitarismo. La distinción había sido útil para separar los
orígenes de estos grupos armados no estatales -campesinos y hacendados organizados
para defenderse o sicarios a sueldo ligados a terratenientes o narcotraficantes- Sin
embargo, el poder descriptivo de esa diferenciación fue perdiendo sentido en la medida
en que los distintos grupos coincidieron a mediados de los años noventa -bien en la
práctica o en la concepción sobre cómo superar el conflicto armado- con los
organismos de seguridad de las Fuerzas Armadas. Sin duda, estos aparatos de seguridad
han continuado atados a las doctrinas de la Guerra Fría, sin una modernización
conceptual que supere el dogma de la eliminación del “enemigo interior”, propio de las
guerras de contrainsurgencia. Una necesaria renovación doctrinaria las ubicaría en el
nuevo contexto mundial de democratización, y por tanto, facilitaría una negociación
política del conflicto armado. La aplicación de ese principio de guerra interior por
organismos estatales y la propia asimilación por grupos privados armados, creó un
campo de acción en donde coincidieron diferentes sectores. Dentro de ese campo de
acción fueron incluidos como blancos no sólo opositores políticos, activistas sociales o
“guerrilleros de civil” o “parasubversivos”, como el jefe de los paramilitares, Carlos
Castaño, nombra a las redes de apoyo civil de las guerrillas, dentro de las cuales
también ubica a un gran espectro de población que no está de acuerdo con sus
estrategias y postulados. Así, la ambigüedad de la distinción ha sido utilizada como
parte de un dispositivo de oculta-miento para darle vía libre a un mecanismo expedito
y efectivo de combatir no sólo la subversión, sino también los intentos reformistas y las
demandas por democratización. Esa manera de ver el paramilitarismo sólo como un
“derecho a la defensa propia” -ha tendido a reducir la amplitud del fenómeno a un
problema de “oferta y demanda por seguridad”, ocultando sus devastadores efectos en
la modernización política iniciada por el presidente Belisario Betancur en 1982.
5 En este trabajo se quiere presentar una perspectiva que añade otra dimensión a la
complejidad del fenómeno paramilitar, sin desconocer los puntos de vista expuestos
218
por las anteriores interpretaciones. El texto busca hacer énfasis sobre un aspecto al cual
no se le ha dado la suficiente atención: el contexto de apertura política,
descentralización y negociación de paz con las guerrillas en el que surgieron los grupos
paramilitares en la década de los ochenta. Los riesgos de una posible democratización
provocaron la reacción negativa de elites regionales ligadas a los partidos Liberal y
Conservador pero principalmente al primero- frente a la posible incorporación a los
diferentes sistemas políticos locales de los antiguos insurgentes, y con esto, la inclusión
de grupos sociales hasta ese momento marginados del debate público. El mismo
fenómeno paramilitar se puede analizar desde una perspectiva que considere los
miedos y temores que genera la inclusión política de grupos que habían sido
considerados como “ajenos a la nacionalidad” por los sectores privilegiados. Esta
apertura del régimen político trajo competencia local, amplió la agenda de discusión
pública a temas de justicia social y derechos en general, y amenazó con desplazar del
poder institucional a las redes políticas y de intereses tradicionales, lo mismo que con
ampliar los marcos de interpretación asociados con estas.
Equilibrios políticos en riesgo y reacción
6 Lo anterior se pudo observar en las regiones en donde la guerrilla y sus aliados
electorales tenían un significativo apoyo, como en Urabá y el sur de Córdoba, el bajo
Cauca y el Magdalena medio, y el piedemonte de la cordillera oriental; estas regiones
son precisamente los centros en donde se desarrollaron los núcleos paramilitares, en su
gran mayoría regiones dominadas por las redes afines al partido liberal y con tendencia
a tener economías basadas en la gran propiedad territorial o con una alta
concentración de la tierra5. Esas redes además de percibir el riesgo político, estaban
siendo cortejadas al mismo tiempo por los emergentes y poderosos jefes del
narcotráfico, quienes venían adquiriendo tierras rurales y urbanas en las zonas con
conflicto social y armado desde finales de la década del setenta 6.
7 Por contraste, es de resaltar la evolución política de los departamentos del sur
occidente del país, como Nariño, Cauca, Tolima, Huila y Caquetá, en donde la crisis del
partido Liberal y Conservador ha sido más aguda, sus liderazgos han tendido a
desintegrarse y los grupos paramilitares han tenido más dificultad para consolidar una
base firme, objetivo logrado en las regiones mencionadas primero. Ese vacío político
está siendo ocupado por movimientos sociales y electorales diferentes al bipartidismo,
con agendas cercanas a la socialdemocracia y el multiculturalismo, como se observó en
las elecciones regionales de octubre de 2000. Hay que resaltar que esas redes
emergentes en el sur occidente han logrado conformar una propuesta progresista,
condenando el uso de la violencia, pero buscando una salida negociada al conflicto
armado y sin renunciar a una mayor democratización. Hasta el momento, estos grupos
emergentes no han sido acusados de apoyar a la subversión armada, recurso aún
utilizado por los políticos tradicionales para descalificar a los movimientos demo-
cratizadores. Éstos han sido el principal blanco de los paramilitares, quienes fielmente
aplican el principio de “quitarle el agua al pez”, aludiendo a la relación de grupos de la
población civil con la guerrilla, lo cual ha significado llanamente el asesinato, la
desaparición, el destierro o el silencio de quienes han buscado reformas y mayor
participación en las estructuras de poder, mientras que la guerrilla ha respondido a esa
“guerra sucia” fortaleciendo su aparato militar y de inteligencia.
219
mismo año que acuerda la Comisión Nacional de Juntas de Acción Comunal, y Segundo
Congreso Nacional de Movimientos Cívicos y Organizaciones Populares efectuado en
1986, además de múltiples encuentros locales y regionales. Con el crecimiento de las
organizaciones guerrilleras durante esta década, en concreto las FARC, el M-19, el ELN y
el EPL, y la disputa por controlar las organizaciones sociales, se revivió un viejo debate
sobre si la guerrilla servía para controlar el autoritarismo estatal, o si este existía, como
resultado de las actividades de la guerrilla17. Lo cierto es que el mayor pluralismo
dentro de las organizaciones sociales ganado en esta década, se vio atravesado por las
polarizaciones del conflicto armado y los intentos por subordinarlas a un proyecto
político específico.
24 El movimiento indígena también tuvo cambios significativos en los años ochenta. En
1982 se realizó el primer Encuentro Nacional Indígena del que surge la Organización
Nacional Indígena de Colombia, ONIC, la cual obtiene el reconocimiento del gobierno y
fortalece el proceso de unidad del Consejo Regional Indígena del Cauca, CRIC. El
gobierno de Betancur también acepta a los cabildos como formas autónomas de
organización política y a los resguardos como unidad territorial, hecho que desenlaza
un acelerado proceso de afirmación étnica y política sin precedentes. En parte, ese
proceso se expresó de manera armada en el Movimiento Quintín Lame durante los años
ochenta, cuyos líderes aprovecharon las posibilidades de reinserción a la vida civil
ofrecidas por las negociaciones de paz a finales de esa década. El caso del Quintín es una
experiencia única de reincorporación exitosa de una guerrilla a la vida civil, y el del
movimiento social que lo apoyaba, un ejemplo revelador de éxito electoral, como lo
demostró la elección de Floro Tunubalá, primer gobernador indígena en Colombia,
quien derrotó a una alianza liberal-conservadora en el Cauca en las elecciones de
octubre de 2000.
25 En la década del ochenta, las presiones de los diferentes movimientos armados y los
desacuerdos con estos contribuyeron a reforzar la cohesión de los diferentes grupos
indígenas en el sur occidente del país, y a consolidar no sólo su organización, sino su
independencia y autonomía frente a los dos partidos tradicionales y los actores
armados. Esto también ayudó a consolidar la unidad territorial de los resguardos frente
a terratenientes y colonos, opositores históricos de los indígenas por el control de la
tierra. Esta afirmación cultural y étnica se reflejó en las garantías constitucionales de
respeto a su autonomía política y territorial, obtenidas en la constitución de 1991 18. Los
resultados electorales recientes son un reconocimiento a la persistencia en la
afirmación de unos derechos negados por las elites caucanas, afirmación que tiene aún
más mérito ya que se obtuvo por una vía no violenta.
26 El tema de los Derechos Humanos fue uno de los que más dinamizó a la sociedad civil
durante los años ochenta. La forma como las autoridades políticas y militares han
asumido esta nueva problemática desde la década del setenta, cuando surgió como área
de controversia pública, ha sido revelador de las concepciones oficiales acerca de
quiénes son los sujetos portadores de derechos, y quiénes no, y por lo tanto, qué tipo de
límites tiene el Estado frente a uno u otro cuando llega el momento de aplicar la ley o
usar la coerción. El tema ha estado relacionado con el tratamiento estatal de la protesta
social, la oposición y la rebeldía política, y si estas se consideran amenazas a la
seguridad estatal y traiciones a la nación. Dependiendo de dónde los diferentes sectores
sociales construyan el límite, las implicaciones para las relaciones entre autoridades y
población son definitivas.
225
27 Uno de los puntos álgidos en este campo durante los años ochenta fue el de si los
Derechos Humanos formaban parte de una agenda pública legítima, o eran sólo un
instrumento de la subversión armada para desprestigiar a las fuerzas militares. A pesar
de que el tema ha sido prioritario en la agenda internacional sobre democratización
desde los años ochenta, aún sigue siendo considerado sospechoso por sectores de la
sociedad política, y con franco recelo por el estamento militar. Para finales de 1980
había aproximadamente un centenar de grupos y comités de Derechos Humanos en
diferentes regiones y municipios del país, quienes paulatinamente han ganado
credibilidad en todos los niveles, aún en las esferas civiles del gobierno. Ante la
gravedad de las violaciones y las presiones internacionales, el gobierno inauguró la
Consejería presidencial para los Derechos Humanos a finales de los años ochenta,
reconociendo el tema como uno de los prioritarios en la agenda pública.
28 Esa movilización sectorial descrita, da una idea de la dimensión de la acción colectiva
por recursos, reformas y garantías para el ejercicio de los derechos. Sin embargo, si no
se tienen en cuenta los contextos regionales de negociación con la guerrilla y de
apertura democrática, claves para una acertada apreciación de esa movilización social,
no se perciben los efectos intimidatorios sobre las élites locales. En la respuesta
violenta de estas hay que considerar no sólo la presencia de nuevos propietarios ligados
al narcotráfico, sino también la idea de proceso de paz y de apertura política que tenían
los altos mandos de la institución militar. La asociación directa con la subversión
armada de esas demandas por democratización, reformas y reconocimiento, sin
reconocer la naturaleza política de la situación, resultó ser fatal.
Fuerzas armadas, autonomía militar y
democratización
29 La transformación estatal y la apertura política iniciada a principios de la década del
ochenta coincidieron con uno de los momentos más álgidos de la Guerra Fría y con la
polarización surgida del conflicto centroamericano, hechos que enmarcaron las
oportunidades de democratización que ofrecieron esos cambios en la disputa este-
oeste, resaltando su dimensión ideológica. Esto sucedió en detrimento de las peticiones
por justicia social, reconocimiento político y reformas de los sectores movilizados
armados y no armados. En este contexto, las fuerzas militares colombianas, formadas y
entrenadas en el marco de la Guerra Fría para combatir al “enemigo interior”, se
convirtieron en un opositor formidable a los intentos de reconciliación y de ampliación
del sistema político iniciados por el presidente Belisario Betancur, 1982-1986 19.
30 La tensión entre el ejecutivo y el estamento militar, situación que ha llegado a veces a
un evidente enfrentamiento entre presidencia y Fuerzas Armadas 20, ha sido una
constante -hasta hoy- cuando de conversaciones de paz entre insurgencia y gobierno se
trata. Esa diferencia de apreciaciones entre estas dos agencias estatales han
configurado un “path dependency”21 que ha limitado los intentos de paz y reducido las
posibilidades de solución política al conflicto. Esa rivalidad abierta, y a veces soterrada,
por el manejo del orden público y la política frente a la rebelión armada ha durado
cerca de 17 años, creando el contexto para el desarrollo de los grupos paramilitares y
de autodefensas. La tensión entre las fuerzas militares y la Presidencia, y la ambigüedad
resultante en la subordinación-autonomía22 militar frente al gobierno civil y sus
226
políticas de paz, han sido la base para la confluencia a nivel regional de los sectores
sociales y políticos descontentos con una negociación política con las guerrillas.
31 Ese conflicto por autonomía-subordinación entre Presidencia y Fuerzas Armadas -en
particular el Ejército- tuvo efectos inesperados en el nivel subnacional. La
inconformidad militar por las políticas de paz del ejecutivo llevó a la organización
armada a buscar apoyo de las elites regionales hostigadas por la extracción de recursos
de las guerrillas y acosadas por la movilización social. Esto fue un hecho durante el
inicio de las negociaciones entre gobierno y guerrilla en la primera parte de los años
ochenta. En efecto, la sensación de traición sentida por muchos generales y elites
rurales por esas negociaciones creó un espacio de confluencia para estos dos sectores.
32 Elites regionales y organización militar coincidieron en su oposición a las políticas de
paz durante el gobierno de Belisario Betancur, y desde entonces esa coincidencia ha
sido definitiva para los resultados de los intentos de reconciliación que han pretendido
ir más allá de la mera desmovilización y reinserción de los guerrilleros, como se ha
demostrado con las FARC y el ELN. Esa concurrencia a nivel regional, sumada a la
inversión de diferentes narcotraficantes en la compra de predios rurales y propiedades
urbanas a todo lo largo y ancho del país, evolucionó hacia el fenómeno paramilitar y de
autodefensas del presente.
33 Esa “alianza funcional” entre elites regionales, sectores de las Fuerzas Armadas y
narcotraficantes en contra de las guerrillas, se fortaleció aún más con las reformas de
descentralización política y administrativa iniciadas a mediados de los años ochenta. En
efecto, el balance del poder político local se vio amenazado. Había una posibilidad real
de que antiguos guerrilleros o candidatos de los frentes electorales de la izquierda con
aprobación de la guerrilla Unión Patriótica, Frente Popular y A Luchar- ganaran
alcaldías y rompieran el monopolio local y regional de los partidos Liberal y
Conservador, como resultado del proceso de paz, por un lado, y de la nueva estructura
estatal que permitía la elección de mandatarios locales, por el otro.
34 Esto puso al rojo vivo la disputa por el poder político y burocrático local en 1988, 1990 y
1992, años de las tres primeras elecciones locales, en las regiones de influencia
guerrillera. Esa competencia era un hecho sin precedentes en la historia colombiana, ya
que hasta 1988 los gobernadores nombraban a los alcaldes, luego de que aquellos eran
designados por el presidente. Pensar que antiguos guerrilleros, sus voceros o los
tradicionales dirigentes de los frentes electorales de izquierda, pasaran a ser
potenciales líderes políticos con capacidad de competir por el poder local, agudizó la
intransigencia de muchos años de rencores y odios acumulados por la guerra irregular.
35 Mientras se dio ese proceso de radicalización y alinderamiento a nivel regional, en el
cual las Fuerzas Armadas encontraron apoyo y respaldo, en el plano nacional ocurría lo
contrario. Ese mayor protagonismo de la institución militar en el funcionamiento del
régimen político desde mediados de los años setenta, la expuso al escrutinio y crítica de
la opinión pública nacional e internacional. Así, desde el inicio de las negociaciones
entre gobierno y guerrilla en 1982, esos intentos de ampliación democrática y de
respeto por derechos civiles y humanos fueron acompañados por un renovado interés
de la academia, intelectuales, sectores de los dos partidos tradicionales, periodistas y
del público en general, por el manejo del orden y seguridad interna. Igualmente,
sectores de la rama judicial y de la sociedad civil denunciaron las reiteradas violaciones
de Derechos Humanos y atropellos en contra de opositores políticos, activistas de
izquierda, sindicalistas, defensores de los Derechos Humanos o de la misma población
227
39 Un tema sobre el cual existe muy poca información, dados los efectos sobre el
comportamiento de la institución militar frente a la población, es el de la ayuda y
entrenamiento internacional; en este caso, el de la asesoría militar de los Estados
Unidos. Este punto es importante porque la identidad y cohesión interna de las Fuerzas
Armadas en América Latina se constituyeron no sólo en relación con el contexto
interno, sino con gran influencia del sistema internacional, como se demostró durante
el enfrentamiento este-oeste y la Guerra Fría.
40 Una de las prerrogativas que ha generado más polarización es la de la amplitud del
fuero militar, por el cual delitos cometidos por miembros de las Fuerzas Armadas son
juzgados por tribunales militares. Este privilegio, invocando el espíritu de cuerpo, ha
servido para proteger de sanciones administrativas y penales a miembros de las
instituciones castrenses acusados de violar la ley. Esa tensión entre el estamento
militar, por un lado, y sectores de la rama judicial y de la sociedad civil, por el otro, por
la jurisdicción para juzgar los delitos cometidos por miembros activos de las fuerzas
militares, ha sido el terreno de una agria disputa desde finales de los años setenta, en
particular cuando las acusaciones se refieren a violaciones de Derechos Humanos. Los
controles que, difícilmente, el sector judicial ha logrado imponer al ejercicio de la
actividad militar desde los años ochenta, han sido considerados por los altos mandos
como serios limitantes de su deber constitucional, de controlar el orden público, en
especial en un período de confrontación armada.
41 Esa tensión ha tenido importantes repercusiones operacionales dentro de las Fuerzas
Armadas, y con frecuencia es aducida por el Ejército como generadora de baja moral
dentro de sus miembros, responsable de la poca efectividad para combatir a la guerrilla
a pesar de los crecientes recursos, e indirectamente, propiciadora del desarrollo de los
grupos paramilitares. En el más reciente episodio por recuperar las funciones de policía
judicial perdidas a finales de los años ochenta, el Ministro de Defensa, Luis Fernando
Ramírez, presentó un paquete de reformas para “fortalecer la capacidad operativa” de
las fuerzas militares. La reforma contemplaba la ampliación de la jurisdicción militar en
el área de seguridad pública. El ministro la justificó indicando que “en la medida en que
fortalezcamos a las fuerzas militares y de policía con más herramientas jurídicas para
actuar, menos violaciones de Derechos Humanos tendremos en Colombia”. Ramírez
agregó que: “lo que ha ocurrido es todo lo contrario, les quitamos herramientas, les
quitamos facultades, les quitamos autoridad, con lo que llevamos a que los militares se
crucen de brazos y entonces surja la justicia privada”26.
Cuadro 1. Cambio en prerrogativas militares en Colombia, 1974-2000
Fuente: Dávila (1998); García-Peña (1995); Leal (1994a), (1994b); Reyes (1990); Torres (1986).
229
Cuadro 2. Cambios institucionales en el sector defensa, 1974-2000
Fuente: Dávila (1998); García-Peña (1995); Leal (1994a), (1994b); Reyes (1990); Torres (1986).
42 Como era de esperarse, la propuesta del ministro Ramírez fue recibida con enorme
escepticismo por las ONG de Derechos Humanos, columnistas de la prensa y sectores de
oposición en el Congreso, a pesar de las aclaraciones de que las nuevas facultades
tendrían una supervisión estrecha de la Procuraduría y la Fiscalía. Hay que señalar que
durante el período 1991-1997, precisamente después de la finalización de la Guerra Fría,
la ayuda y asesoría militar de los Estados Unidos a las fuerzas militares estuvo en su
nivel más bajo, debido al récord de violaciones de Derechos Humanos de la institución
armada y a la importancia de este tema en la agenda del gobierno demócrata que
reemplazó a la administración Bush en 1992. Conviene recordar también que el inicio
del período coincide con el nombramiento del primer civil como ministro de defensa en
37 años, y con una mayor injerencia de la Presidencia en materias de seguridad,
financiamiento y organización de las Fuerzas Armadas. Esto vino acompañado de un
mejoramiento salarial y de seguridad social significativo para la oficialidad, y un
aumento importante en la partida militar, la cual llegó al 30% del presupuesto anual del
gobierno central. Paradójicamente, estos años –especialmente hacia el final del período
– también coincidieron con una de las más agudas crisis institucionales de las fuerzas
militares de las últimas décadas, y precisamente, con el desarrollo y consolidación del
paramilitarismo como organización con cubrimiento nacional.
43 Frente a lo anterior, se podría concluir que la ausencia de vínculo con un liderazgo
internacional fuerte que les ofreciera motivaciones ideológicas, políticas y éticas para
justificar una misión dentro de la conflictiva y dividida configuración nacional
colombiana –como lo fue en su momento la Guerra Fría– y frente a la pérdida de
prerrogativas en favor de un poder civil que tampoco ofrecía ese liderazgo, sectores
significativos de las Fuerzas Armadas optaron por continuar operando con la misma
lógica de considerar a sectores de la población como un “enemigo interior”, como lo
habían hecho en el pasado, sin importar el cambio en la nueva agenda internacional,
sin explorar posibilidades de reconciliación, y más grave aún, sin prestar atención a las
credenciales de los compañeros de ese viaje antisubversivo. Valdría la pena reflexionar
sobre la responsabilidad que le compete a las administraciones liberales en esa ausencia
de liderazgo político. No en vano el período 1986-1998. tiempo en el cual se desarrolló y
consolidó el paramilitarismo, la responsabilidad presidencial recayó en ese partido.
44 Si bien parte del origen de esa autonomía militar frente a la Presidencia puede ubicarse
en la resistencia de las elites regionales a las políticas de paz -y en general a las
intervenciones del Estado central que conlleven responsabilidades sociales o
ciudadanas como extinción del latifundio, respeto a derechos y libertades laborales y
civiles, pago de impuestos sobre propiedad rural, etc.–y al apoyo de este sector a la
230
política de “mano dura” favorecida por algunos sectores en el Ejército 27, también hay
que considerar los efectos de la bipolaridad internacional durante la Guerra Fría. El
inicio de las conversaciones de paz en 1982 da una imagen clara. Si las condiciones
domésticas no favorecieron la iniciativa del presidente Betancur, aún menos lo hizo la
situación internacional. La Guerra Fría estaba en su momento más alto en los años
ochenta. En Centroamérica, la administración Reagan apoyó abiertamente a la
oposición armada al régimen sandinista, a la contrainsurgencia en El Salvador y
Guatemala, y protegió de manera vehemente su patio trasero en el Caribe. El presidente
Reagan llamó “luchadores por la libertad” a “la contra” nicaragüense, un término que
le ofreció a los sectores más fuertes de los militares colombianos una justificación
política y moral para sus llamados a que los propietarios asumieran su propia defensa.
Esos grupos dentro de las Fuerzas Armadas necesitaban reivindicar su violencia en
contra de reformadores y radicales, y así responder a las acusaciones de violación de los
Derechos Humanos. Lewis Tambs, embajador norteamericano en Colombia en la
primera parte de los años ochenta contribuyó a enmarcar a los rebeldes izquierdistas
como criminales comunes, acuñando el término “narcoguerrilla”, el cual aludía al papel
de los insurgentes como mediadores entre traficantes de drogas y campesinos
cultivadores de coca.
45 Las negociaciones de paz de los años ochenta indicaron la dificultad para crear una
nueva comunidad política y redefinir el sistema bipartidista. Las conversaciones de paz
revelaron lo inflexible de las identidades moldeadas durante el prolongado conflicto
armado, en el marco de la Guerra Fría. El caso de las Fuerzas Armadas durante la década
de los ochenta demostró cómo sus identidades se forjaron en relación con los actores
domésticos, y también en relación con los foráneos. Las negociaciones indicaron que las
Fuerzas Armadas eran responsables no sólo frente a actores domésticos, sino también
frente a actores internacionales, en este caso el gobierno republicano de los Estados
Unidos. La asimetría de las relaciones entre los Estados Unidos y un país como Colombia
enseña que no sólo la política internacional de un país pequeño está limitada, sino
también su política interna: un proceso de reconciliación nacional es a la vez doméstico
e internacional. Los obstáculos para fortalecer el Estado nacional colombiano y sus
instituciones, a través de la redefinición de la comunidad política, revelaron la
profundidad en que los intereses, imágenes y representaciones favorecidos por el
Frente Nacional y la Guerra Fría estaban entretejidos en la cultura política colombiana.
Que las Fuerzas Armadas, apoyadas por elites regionales y narcotraficantes convertidos
en terratenientes, confrontaran las políticas de paz de la Presidencia revela la
intensidad del antagonismo. Pocos anticiparon la magnitud del proceso provocado por
esa reacción.
Años noventa: paramilitares, autodefensas y
reconocimiento político
46 De los grupos de sicarios iniciales al servicio de narcotraficantes de mediados de los
años ochenta, a la organización contrainsurgente nacional del presente, es mucho lo
que esas agrupaciones han cambiado en relación con los propósitos originales, las
alianzas que han establecido y la protección política obtenida. De ser guardianes de las
nuevas haciendas adquiridas por individuos asociados al tráfico de drogas, pasaron a
cooperar con las fuerzas de seguridad del Ejército para eliminar a civiles vinculados a
231
izquierda surgidos del proceso de paz de la década del ochenta), jueces, periodistas,
sindicalistas, o todos aquellos que se enfrentaron al narcotráfico como Luis Carlos
Galán, candidato presidencial del liberalismo y considerado seguro vencedor de las
elecciones para presidente de 1990.
51 Durante el período 1991-1992 hubo casi un año de cese de hostilidades, como resultado
de las discusiones de la asamblea constituyente y la promulgación de una nueva
constitución en 1991, lo mismo que del abandono de las armas por el M-19, el EPL y el
Movimiento Quintín Lame (la Corriente de Renovación Socialista del ELN lo hizo en
1993). Esto tuvo como contraparte que en las regiones con influencia de los grupos
guerrilleros desmovilizados, los paramilitares también iniciaran un proceso de
desarme, al menos parcial. Un caso significativo y con efectos a nivel nacional fue el del
departamento de Córdoba y la vecina zona bananera de Urabá. Aquí el EPL tenía su
principal zona de influencia, al igual que la familia Castaño y su ejército privado, con su
hermano mayor Fidel a la cabeza. La desmovilización del EPL y su conversión en un
movimiento legal –Esperanza, Paz y Libertad– fue seguida por el anuncio de Fidel
Castaño de la distribución de cerca de 16.000 hectáreas de su propiedad a campesinos
pobres o víctimas del enfrentamiento armado, y de la organización de FUN-PAZCOR -
Fundación para la Paz de Córdoba-, encargada de brindar asesoría técnica y financiera a
más de 2.500 familias favorecidas.
52 A pesar de los acercamientos y ensayos para superar el conflicto que la apertura
política y los nuevos espacios institucionales de la Constitución de 1991 permitieron en
Córdoba durante 1991-1992, la inercia de la guerra terminó por imponerse de nuevo 32.
Como los espacios geográficos dejados por el EPL fueron ocupados por las
organizaciones guerrilleras que no participaron en el proceso de paz –en especial por
las FARC–, esto llevó a la reactivación del aparato militar de la familia Castaño en 1993.
Ahora bajo el nombre de Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, ACCU, el rearme
y reorganización de este grupo incluyó un apoyo social y político más amplio y
organizado, y una sofisticación del discurso, acorde con su intención de convertirse en
un aparato político-militar similar al de las guerrillas. Para 1995 el grupo ya había
reafirmado su papel de fuerza contrainsurgente, reemplazando paulatinamente a las
fuerzas de seguridad del Ejército, y montando una red de comunicación radiotelefónica
que sólo en Córdoba permitió a 950 fincas ganaderas de la región estar en contacto
permanente33.
53 Esta forma de información y comunicación instalada en los territorios controlados por
las ACCU, sirvió de modelo para las cooperativas de seguridad Convivir propuestas por el
Ministro de Defensa, Fernando Botero, con el entusiasta apoyo del Ejército, durante la
administración del presidente Ernesto Samper (1994-1998) 34. Si bien se aclaró que las
Convivir eran más que todo una red de inteligencia dirigida por civiles y en
coordinación con las fuerzas militares, para beneficio de los habitantes de una región
determinada, existía el riesgo de que se terminara autorizando legalmente el
funcionamiento de los grupos paramilitares, ante la imposibilidad de las autoridades
centrales de vigilar el funcionamiento de esas asociaciones, el tipo de armamento que
utilizaban y las labores que desempeñaban. Como las críticas y las denuncias sobre
coincidencias entre paramilitares y Convivir aumentaron, la Corte Constitucional
declaró estas asociaciones “opuestas a la Constitución Política y a la Ley” 35.
54 Al mismo tiempo, este aparato militar surgido en Córdoba y Urabá, impulsó desde 1995,
en su nueva etapa como ACCU, la agrupación de las diferentes autodefensas y
233
paramilitares del país bajo una misma sigla y mando. Carlos Castaño, hermano de Fidel
y ahora comandante de las ACCU, logró conformar un frente político-militar con
proyección nacional en 1997, denominado Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, el
cual opera como una avanzada militar anticomunista, en “defensa de la propiedad
privada y la libre empresa”, organización que ofrece su modelo de seguridad a
propietarios de otras regiones del país afectados por la guerrilla. Definidos como una
“organización civil defensiva en armas”36, obligada a asumir su protección frente a la
extracción de recursos y amenaza contra la vida por parte de la subversión, justifican la
limpieza política por el “abandono del Estado” de sus funciones de seguridad frente a
los propietarios. A pesar del cambio operativo de las ACCU hacia formas de autoridad
menos arbitrarias en las zonas donde ha logrado consolidar su control, el carácter
agresivo y expansivo de su actividad hace que las ACCU sigan siendo asociadas con el
paramilitarismo, dimensión que sus jefes tienden a soslayar, en favor de una imagen
como la autodefensa, más propicia para su proyecto de restauración del orden rural.
55 Un rasgo que sorprendió de la nueva etapa iniciada por las ACCU fue la pretensión de
organización político-militar, similar a la guerrilla, y la búsqueda de reconocimiento
político. Si bien su objetivo no era enfrentar al Estado, sino suplir sus “debilidades”, ese
giro corresponde a un cambio significativo en su composición. Aunque parezca
paradójico, las ACCU en su nueva etapa absorbieron parte de los combatientes y cuadros
políticos del antiguo EPL y de otras organizaciones de izquierda, las cuales mantenían
una honda confrontación con las FARC, desde los años setenta en la región, y en general
habían iniciado una crítica en contra de los métodos de la guerrilla en sus relaciones
con las comunidades campesinas. Así, para mediados de los años noventa las ACCU eran
una alianza aparentemente insólita, y no sin tensiones, entre negociantes y
empresarios vinculados con el narcotráfico, ganaderos y agroexportadores, y
exguerrilleros o antiguos militantes de la izquierda legal o revolucionaria, coalición que
se mantenía unida dada la dimensión del objetivo común por enfrentar. Si bien, no ha
sido claro el papel y la posición de ese grupo venido desde la izquierda en la jerarquía
de las ACCU, además de proveer mandos militares y experiencia de trabajo político y
social con la población civil.
56 Esa nueva composición de las ACCU se reflejó en cierta distancia, al menos en el discurso,
frente al Ejército, los partidos tradicionales y el mismo narcotráfico, y un
fortalecimiento de las solidaridades internas creadas alrededor de la consolidación del
aparato militar y político. Otra característica que afloró con la nueva composición fue el
inicio de programas de producción, educación y promoción comunitaria en las zonas de
influencia de las ACCU, lo cual aumentó su base social, ya no sólo con respaldo dentro de
los propietarios pudientes, sino entre grupos de menores ingresos beneficiados con los
programas de promoción social. Los años del gobierno Samper (1994-1998), se pueden
considerar como un período de ajuste de esa inusual coalición, en la que se pudieron
observar dos líneas de acción independientes, sin ser contradictorias. Una relativa a la
legalización de las Convivir e impulsada por el grupo de empresarios y ganaderos, y
otra interesada en un reconocimiento de las autodefensas como actor político legítimo
y liderada por los llamados ex guerrilleros.
57 La misma presión del gobierno de los Estados Unidos y de las organizaciones
internacionales de Derechos Humanos, sobre la administración Samper, para que
reaccionara frente al evidente crecimiento paramilitar, también tuvo efectos
cohesionadores. El sólido respaldo social dentro de los propietarios, logrado por las
234
Ley, democratización y aparatos armados
58 A lo que no hace referencia la carta es que, para Castaño, el enemigo fundamental ha
sido la población civil. Él mismo lo afirma:
En guerra, un civil desarmado es un término relativo. Dos tercios de la guerrilla son
miembros desarmados que operan como población civil, y colaboran con la
guerrilla38.
59 Esta concepción del conflicto ha convertido en “objetivo militar” a cualquier individuo
que las autodefensas consideren sospechoso, lo cual no es difícil. Otro término acuñado
por esa manera peculiar de entender la crítica y el disenso es el de “parasubversivo”,
que puede ser cualquiera en desacuerdo con las AUC y sus diferentes componentes. La
romería de intelectuales, profesores universitarios, periodistas o simples activistas de
Derechos Humanos o sindicalistas exiliados en el exterior o en un silencio forzado por
las acusaciones de “parasub-versivos” ha venido creciendo desde 1998, y se suma a dos
millones de desplazados por el conflicto en los últimos seis años, y a la crisis de
violación de Derechos Humanos, evidente desde la década de los ochenta.
60 Lo que no deja de ser preocupante es la persistente relación entre sectores de las
Fuerzas Armadas y paramilitares observada en varias regiones del país, lo mismo que
algunas de las coincidencias ideológicas y operativas entre estos dos aparatos armados,
los cuales quieren derrotar a la guerrilla de las FARC y el ELN sin establecer y mantener
una posición ética y moral superior. Aunque las fuerzas militares han sido uno de los
sostenes del fragmentado régimen bipartidista (bastante cuestionado, por lo demás),
también se han convertido en un obstáculo institucional para la consolidación de la
democracia y una salida negociada al conflicto39. En efecto, los hechos más recientes
tienen que ver con el retiro de tres comandantes de brigada entre abril y agosto de
1999, acusados de promocionar grupos paramilitares o permitir el ataque de estos a
poblaciones desarmadas en dos de las zonas más álgidas de enfrentamiento con la
guerrilla, con más de un centenar de civiles asesinados. Se trata del general Rito Alejo
del Río, comandante de la XVII Brigada con sede en Urabá; el general Fernando Millán,
comandante de la ν Brigada con sede en Bucaramanga, y el general Alberto Bravo,
sucesor del anterior en la misma jurisdicción. A pesar de los reiterados anuncios de los
altos mandos de que esa alianza no es una política institucional, la periódica repetición
de hechos similares hace pensar que debe existir una tendencia al interior de las
fuerzas militares que mantiene viva esa relación, y que de paso, desacredita a toda la
institución al mostrar unos militares violando la misma ley que dicen defender.
61 Hay que reconocer también, que parte de las condiciones políticas para el sorprendente
avance de los grupos paramilitares en los últimos dos años surgieron con el boicoteo
electoral de la guerrilla, especialmente del ELN, durante las elecciones municipales de
235
finales de 1997. Esto fue claro en el sur del departamento de Bolívar, área que forma
parte del Magdalena medio, región de un intenso conflicto armado, desplazamiento y
masacres en los años recientes. Ese saboteo impidió que candidatos con gran aceptación
popular llegaran a las alcaldías o enfrentó a grupos importantes de la población con la
guerrilla, como sucedió en Santa Rosa del Sur, Simití, y San Pablo –todos en el sur de
Bolívar–, hasta hace unos años considerados baluartes políticos de la guerrilla,
municipios que se oponen a una zona de distensión para el ELN, similar a la que tuvo las
FARC en el sur del país. La guerrilla desconoció no sólo decisiones sobre participación
electoral que comunidades enteras habían tomado, sino también se enfrentó con
grupos de las elites tradicionales de esos municipios, hechos que aprovecharon los
enemigos de la guerrilla para denunciar su autoritarismo y presentar la llegada de los
paramilitares como una oportunidad para el ejercicio de la libertad. Un sentimiento
similar también surgió luego del éxodo campesino del sur de Bolívar hacia
Barrancabermeja –Magdalena medio– a finales de 1999, debido al férreo manejo que se
le dio a la organización de los marchistas durante su permanencia en el casco urbano de
Barrancabermeja.
62 El caso del sur de Bolívar muestra que las nuevas posibilidades de participación,
ofrecidas por la descentralización, han sacudido a las organizaciones sociales del
tutelaje bipartidista, lo que ha permitido una mayor pluralidad y autonomía en su
interior, como también un cuestionamiento a las formas de ejercicio del poder por
parte de la guerrilla. Sobre los errores y autoritarismo de esta, los paramilitares y sus
aliados han logrado crear un público que coincide con su propuesta o con puntos de
ella, así no estén de acuerdo con el terror de sus métodos. Si bien el uso de la violencia
en contra de la población civil sospechosa de auxiliar a la guerrilla, usualmente la más
pobre, ha sido un rasgo de las operaciones paramilitares, no hay que olvidar que grupos
políticos y sociales concretos se han beneficiado de los efectos de ese terror, con la
creación de una base política poderosa, que por silenciosa, no quiere decir que no
maquine en la sombra.
63 Además de la tensión mencionada entre el ejecutivo y las fuerzas militares por la
definición de las políticas de paz, hay que llamar la atención sobre una nueva zona de
conflicto entre militares y otra sección del Estado fortalecida por la Constitución de
1991; se trata del sector judicial, con la Fiscalía a la cabeza, y de una serie de
instrumentos de defensa del ciudadano frente a abusos de autoridad por parte de
funcionarios estatales. A ese fortalecimiento institucional corresponde también una
mayor conciencia de la noción de derechos y demandas democráticas, de diferentes
sectores sociales del país, la cual se ha consolidado desde inicios de los años noventa.
Sin embargo, este avance parece que no ha sido bien entendido por grupos influyentes
en la institución militar, haciendo salvedad de la policía, cuerpo que inició una
transformación en 1993 y que está aún en proceso. En efecto, tal vez la mayor queja del
Ejército en la actualidad se refiere a las posibilidades de que sus miembros sean
“judicializados” o acusados de violar los Derechos Humanos. Es lo que un comentarista
de prensa cercano a la fuerza armada calificó como “el Estado contra el Ejército” 40, en
donde acusa a la Fiscalía de una “guerra jurídica” en contra de la organización armada.
64 En el fondo de esta nueva tensión, esta vez no con los intentos de paz de la Presidencia,
sino con la aplicación de la ley y defensa del ciudadano por parte de la Fiscalía, se
encuentra también la concepción del conflicto que aún persiste en el Ejército, o al
menos dentro de sus aparatos de seguridad, y la caracterización como enemigo interior
236
de todos los que no acepten sus postulados estratégicos. Esto está a tono con la idea de
que la lucha democrática y por reforma del régimen, en un contexto de enfrentamiento
armado de baja intensidad como el colombiano, es una “guerra subterránea”. Así lo
expresa el general Adolfo Clavijo, quien considera que esa guerra “se dirige y pelea
desde los escritorios, desde los escenarios políticos y democráticos universales, desde
nuestras propias instituciones políticas, económicas, jurídicas, diplomáticas y sociales,
es una guerra que se ha enquistado en los medios de comunicación masiva para inclinar
la balanza a favor de esta insurgencia terrorista”41. En la amplitud e imprecisión de la
anterior línea de argumentación se podría incluir casi cualquier actividad y hacerla
aparecer como si favoreciera el terrorismo. Algo similar sucede con el incriminatorio
concepto de “parasubversivos” de las AUC.
65 Es conocido que las ACCU se han convertido en los años recientes en refugio de militares
“empapelados”, según el uso coloquial, o acusados de violar los Derechos Humanos,
según afirma la Fiscalía. El influjo reciente ha sido tal, que ha generado roces aún en la
misma coalición de los tres sectores que componen las ACCU, en particular de parte del
grupo identificado como “ex guerrilleros”, quienes han perdido terreno frente a los
recién llegados. En mayo de 1999, Castaño reconoció que trece oficiales del Ejército
habían ingresado a las ACCU, no por violar la ley, sino como resultado de “la
desmoralización en el Ejército”. El jefe de escolta del mismo Castaño es un capitán
desertor del Ejército. “Es que a uno lo quieren empapelar a toda hora”, se queja el ex
capitán, al tiempo que rechaza los controles de las autoridades civiles. Este ex oficial del
Ejército fue alumno de la Escuela de las Américas, ubicada en Fort Benning, Georgia,
famosa por los cursos de contrainsurgencia y por el récord de violaciones de Derechos
Humanos de sus graduados42, de acuerdo con sus opositores en los Estados Unidos.
Además, el nuevo frente de las AUC en el Valle del Cauca está compuesto por militares
retirados, según sus mismos anuncios43. Igualmente, de 388 miembros de las fuerzas
militares dados de baja, entre otras razones por violaciones de Derechos Humanos a
finales del año 2000, aproximadamente cincuenta fueron reclutados por Castaño 44. Es
decir, existen oficiales, o se podría pensar un sector amplio dentro de las fuerzas
militares y del cuerpo de sus miembros retirados, quienes piensan que la institución
armada debería estar por encima de la ley, como fuero especial de su actividad. O más
aún, un sector para el cual el fin justificaría cualquier medio.
Conclusiones
66 El presente trabajo ha mostrado el paramilitarismo y las autodefensas en un marco
analítico distinto a los normalmente usados para aproximarse al tema. Ese marco es el
de la modernización política iniciada en 1982 con las negociaciones de paz entre
gobierno y las guerrillas izquierdistas, la apertura política, y luego con la
descentralización y la primera elección de alcaldes en 1988. El énfasis en los efectos del
paramilitarismo sobre las posibilidades de democratización iniciadas en 1982, quiere
llamar la atención sobre la extraordinaria movilización social por derechos y
democracia impulsada por una impresionante variedad de actores regionales,
sectoriales y nacionales desde finales de los años setenta. La atención casi exclusiva
dirigida a las guerrillas y las reacciones en su contra han opacado esas demandas por
justicia y reconocimiento, en favor de una perspectiva en donde los actores armados
han sido casi los protagonistas exclusivos, y por lo tanto, alrededor de los cuales se han
237
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NOTAS
1. Medina, Carlos (1990), pp. 166-243. Palacio, Germán y Rojas, F. (1990), pp. 69-104; Reyes.
Alejandro, (1994), pp. 111-122 y Uprimny, Ricardo y Vargas, Alejo (1990), pp. 105 165.
2. Ver Informe del Procurador General de la Nación, Carlos Jiménez Gómez, febrero 19 de 1983; y
el reporte sobre paramilitarismo elaborado por el Departamento Administrativo de Seguridad
(DAS), bajo la dirección del General de la policía Miguel Maza Márquez. Parte de este fue publicado
por la revista Semana como “El dossier paramilitar”. abril 11-17 de 1989.
3. Ver el Debate parlamentario de agosto de 1987, en el que el ministro de Defensa, general Rafael
Samudio y el ministro de Justicia, Juan Manuel Arias, justificaron y apoyaron los grupos de
autodefensa campesina. El Tiempo, agosto 28 de 1987, Bogotá.
4. Ver Discurso de Fernando Botero, primer Ministro de Defensa del gobierno liberal del
presidente Ernesto Samper (1994-1998), en el Congreso Ganadero de octubre de 1994. También
hay que recordar que el término autodefensa fue el usado en el informe sobre los “grupos de
justicia privada” del entonces ministro de Gobierno liberal, Cesar Gaviria, en 1987.
5. Cubides, Fernando (1995), pp. 147-155.
6. Reyes, Alejandro (1997), pp. 279-346: Romero, Mauricio (1995), pp. 96-121.
7. El Tiempo. 6 de septiembre de 2000, Bogotá.
8. Salazar, A. (1993), p. 127.
9. Leal, Francisco y Zamosc. L. (1990), p. 2.
10. Castellanos, C. (1992), pp. 9-28.
11. Comisión Colombiana de Juristas (1997), pp. 3-81.
12. Londoño, R. (1994), pp. 25-85.
13. Archila, Mauricio (2000), pp. 12-37.
14. Ibidem.
15. Restrepo, Luis Alberto (1994), pp. 13-72.
16. Archila (2000), y Salgado, C. y Prada, E. (2000), pp. 145-196.
17. Santos, Boaventura De Sousa (1990), pp. 291-299.
18. Orjuela, L. J. (1993), pp. 134-161.
241
19. Dávila, Andrés (1998), pp. 127-174. Leal, Francisco (1994), pp. 67-177. Leal, Francisco. (1994 b),
pp. 131-172.
20. El episodio más reciente de esa tensión fue la renuncia del ministro de Defensa, Rodrigo
Lloreda, en mayo de 1999, debido a desacuerdos con la decisión de la Presidencia de prolongar la
zona de despeje para las FARC. Esto sucedió pocas semanas después de que la Presidencia pidió el
retiro de dos generales acusados de promover grupos paramilitares. decisión controvertida
dentro del estamento militar. En solidaridad con el ministro renunciante, la plana mayor de las
Fuerzas Armadas amenazaron con renunciar: 17 generales, encabezados por el comandante del
Ejército, y más de 100 coroneles y mayores, además de otros oficiales y suboficiales. También se
rumoró sobre amenazas de posibles deslizamientos de oficiales y soldados bajo su mando, hacia
los grupos paramilitares y de autodefensas. Cambio. No. 311, Mayo 31-junio 7 de 1999.
21. Esta expresión se refiere a la trayectoria seguida por un fenómeno social, en la cual las
decisiones de los implicados, o los resultados previos, van delineando un camino o reduciendo las
posibles alternativas disponibles para los sujetos –individuales o colectivos– involucrados. De
esta forma, la evolución de un fenómeno determinado se limita a las variaciones dentro de unos
parámetros ya previsibles. Las negociaciones de paz iniciadas en Colombia en 1982 son un buen
ejemplo. Cada gobierno ha iniciado conversaciones con la guerrilla desde entonces, siguiendo un
libreto similar: un primer año de grandes expectativas, seguido de acusaciones de las Fuerzas
Armadas poniendo en duda la buena fe de la guerrilla, luego se pasa a acusaciones mutuas sobre
incumplimiento de lo pactado, y finalmente estancamiento del proceso. Al menos esta ha sido la
trayectoria con las FARC. El intento de negociación del presidente Pastrana es el quinto desde
1982.
22. Esta polaridad no significa que un extremo excluya al otro. Más bien, hace referencia a una
continuidad a lo largo de la cual hay movimiento permanente, unas veces más cerca de un
extremo que del otro, dependiendo de las condiciones que la afecten. Así, no hay situaciones de
absoluta autonomía o absoluta subordinación, sino diferentes combinaciones.
23. El Tiempo. 18 de agosto de 1999, Bogotá.
24. Se diferencia civilista de civil, porque hay civiles con una concepción más militarista de la
solución de los problemas sociales y políticos que los mismos militares. De igual forma, hay
militares más civilistas que los mismos civiles.
25. Semanario La Nota. No. 39, Junio de 1999.
26. El Tiempo. 18 de agosto de 1999, Bogotá
27. Romero, Mauricio (1999), pp. 175-218.
28. El Ejército considera que en sentido estricto los paramilitares son las guerrillas, mientras que
estas denominan paramilitares a las fuerzas de contrainsurgencia y encubiertas del Ejército. A su
vez, los grupos, que los medios de comunicación y los académicos consideran como paramilitares,
rechazan este apelativo y se llaman a sí mismos autodefensas, mientras que estos reservan la
palabra paramilitar para las fuerzas de seguridad del Ejército.
29. Además de las ACCU están las Autodefensas Campesinas de los Llanos Orientales, Autodefensas
Campesinas de Cundinamarca. Autodefensas Campesinas del Casanare. Autodefensas Campesinas
de Santander y Sur del Cesar, y Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio. Recientemente
se creó un frente nuevo en el Valle del Cauca, pero no está claro aún si es una avanzada de las
ACCU o tiene estructura y base regional autónoma. De acuerdo con volantes repartidos en Cali,
este frente está compuesto por militares retirados de las fuerzas militares.
30. Castro, Germán (1996), pp. 141-232.
31. Medina, Carlos (1990).
32. Romero, Mauricio (1995).
33. Semana. No. 669, 28 de febrero de 1995.
34. El ministro Botero fue uno de los primeros funcionarios de alto rango en renunciar al ser
acusado, y luego condenado, por recibir cerca de seis millones de dólares del cartel de Cali para
242
financiar la campaña que concluyó con la victoria presidencial del candidato liberal Ernesto
Samper (1994-1998).
35. Alternativa. No. 16, Diciembre de 1997.
36. Documento de las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, en las que se declaran movimiento
político-militar. Julio de 1997.
37. El Tiempo. 18 de enero de 1997, Bogotá,
38. Castro, Germán (1996).
39. Dávila, Andrés (1998).
40. Mendoza, Plinio. El Espectador. 16 de septiembre de 1999, Bogotá.
41. Mendoza, Plinio. El Espectador. 30 de septiembre de 1999, Bogotá.
42. Entrevista a Carlos Castaño publicada en El Espectador. 18 de mayo de 1999, Bogotá.
43. Ver nota 30.
44. El Espectador, 21 de octubre de 2000, Bogotá.
45. CINEP- Justicia y paz (1997), pp. 155-160.
NOTAS FINALES
1. Investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales ( IEPRI),
Universidad Nacional de Colombia, Este trabajo es parte de la investigación Elites Regionales,
Seguridad y Crisis del Estado en Colombia, financiada por COLCIENCIAS.
243
resulta del todo válida para entender lo que ya para entonces ha sido casi una década
de uso preferente e intermitente de la violencia por los narcotraficantes, y en un
contexto global, en el que bajo las administraciones Reagan y Bush, (1980-1988 y
1988-1992, respectivamente) el Estado más poderoso del mundo ha incorporado dentro
de su política internacional una retórica y unas acciones de “guerra contra el
narcotráfico”. Subsiste en todo caso una ambivalencia acerca de la dimensión privada o
pública de la violencia. Mientras que en el contexto inmediato al que se refieren
Krauthausen y Sarmiento existe esa guerra abierta, el postulado en que se apoyan
subraya, que la que es consustancial, de mercado, es la violencia ejercida
individualmente, la violencia en su dimensión privada.
3 En el presente escrito, y con apoyo en varios títulos de la amplia literatura que se ha
acumulado sobre el problema, y un conocimiento directo de algunas de las regiones en
que el cultivo de la coca es la actividad predominante, nos proponemos entender la
cambiante relación entre el narcotráfico como actividad económica y varias de las
modalidades de violencia que afectan a la sociedad colombiana, a la altura de 2002
inmersa en una guerra declarada. A su vez, procuramos entender las determinaciones
que provienen del contexto internacional, pues será la declaratoria de guerra contra el
narcotráfico, como un objetivo estratégico de la política exterior norteamericana lo que
reducirá el margen de acción de los gobernantes y políticos colombianos hasta hacerlo
casi exiguo, dando lugar a todo tipo de incongruencias.
4 Uno de los investigadores colombianos que mencionábamos antes, Krauthausen, en su
disertación doctoral –publicada como libro en alemán y también español: Padrinos y
mercaderes (1998)– relativiza en su segundo trabajo el postulado inicial, refina su
análisis e introduce la variable tiempo de manera explícita mediante una periodización
más detallada, se aparta de algunas de las ideas centrales de su primer trabajo y del
propio Arlachi en sus propósitos generalizadores. Al hacerlo además Krauthausen se
ocupa in extenso de la guerra contra el narcotráfico, y de la estrategia de confrontación
de los narcotraficantes para obtener concesiones e impunidad del sistema político. Ya
para entonces considerar ambas dimensiones -pública y privada- es ineludible, su
distinción analítica va perdiendo sentido y a partir de aquí se irán imbricando cada vez
más.
5 La que adopta Krauthausen es una periodización que ha sido adoptada también por
otros estudiosos del problema y que coincide grosso modo con la que empleamos en este
artículo. En todo caso una recapitulación de los hechos de los primeros años del
narcotráfico –en que predominaba el carácter meramente artesanal y marginal de la
producción y el carácter puramente conspicuo del consumo– sin que se trate de una
reconstrucción minuciosa, historiográfica, de los hechos, nos permite apreciar cómo,
hasta 1980 en la política norteamericana, y hasta 1983, en el ámbito nacional, primó la
permisividad: la confrontación y los hechos de violencia asociados al narcotráfico
fueron muy esporádicos, siempre ligados al ajuste privado de cuentas y en todo caso
por fuera de la escena pública o de cualquier intento de modificación de la forma en
que se distribuía el poder político. A la luz de lo ocurrido después de 1983 hoy esa etapa
puede parecer-nos casi idílica, y requiere de un seguimiento de prensa detallado y de
un esfuerzo imaginativo representarse el grado de aceptación, el tratamiento folclórico
que se le daba a algunos de los primeros grandes narcotraficantes 3.
6 La delimitación cronológica que se ha sugerido es, por ahora la más convencional: las
décadas (años sesenta y ochenta, años noventa, etc.). No obstante, hilando más delgado,
245
examen detallado que hace de “la función de integración por vía mañosa, de las
subculturas políticas locales en el sistema político nacional” 8. Nótese en nuestro caso
que si las aspiraciones de negociación se plantean en un plano nacional, y aspiraciones
individuales como las del capo Escobar se manifiestan en ese plano, son las redes
locales y regionales las más permeables a la influencia de los narcotraficantes, las más
comprometidas, y bastaría la enumeración de los políticos que en el plano local y
regional han resultado ser instrumentos de los narcos. Habría que examinar la
estructura de los movimientos del capo Lehder en el Quindío, de Escobar en el Valle de
Aburra –el dominio absoluto que consiguió en un municipio como Envigado–, de los
Rodríguez Orejuela en Cali y en el Valle, para corroborarlo.
15 Desde luego que en las alternativas de guerra y conatos de negociación que se seguirán
de modo intermitente hasta 1992, aparecerán una y otra vez los grupos armados,
autodefensas o paramilitares, ya existentes, como una baza fuerte, como un argumento
negociador9, sin que dejen de ser perceptibles las variaciones regionales en el uso de la
violencia, las diferencias en cuanto a orientación estratégica que caracterizan a los
diversos grupos, como trataremos de ilustrarlo en seguida. En ese contexto, el hecho de
que Lehder, cuando era perseguido, o Escobar en uno de sus delirios cuando se
encontraba en máximo estado de confrontación amagaran con organizar su propio
grupo guerrillero (“Antioquia Rebelde” era la denominación escogida por Escobar)
tiene una significación apenas anecdótica.
16 En todo caso, lo que se puede deducir del contexto y de todas las entrevistas e indicios
consultables es que para los capos del narcotráfico, en este momento era inaceptable
que el gobierno que había emprendido una negociación con la guerrilla y formulaba lo
que para la época era una novedosa política de paz, al mismo tiempo emprendiera una
guerra contra ellos, que se sentían “de una pieza con el sistema”. Y eso es constante, ya
sea en las disparatadas y vehementes declaraciones y gestos teatrales de un Lehder, o
en los cuidadosos y melifluos alegatos de Gilberto Rodríguez Orejuela. Pero sobre todo
lo encontraremos en las acciones que emprenden las dos organizaciones más
estructuradas, y en el momento que eligen para introducir variaciones en su estrategia.
17 De mayor alcance, y más representativo como una modalidad de uso de la violencia es
la participación de los principales capos de la organización de Medellín en la formación,
el aprovisionamiento y el entrenamiento mediante asesoría de mercenarios ingleses e
israelíes10, de los primeros grupos paramilitares. Basándonos en “El Dossier
Paramilitar” compilado por el das, y divulgado por varios medios 11, en los casos
judiciales consolidados contra Luis Alfredo Rubio, primer alcalde electo de Puerto
Boyacá, se puede ver cómo, lo que había surgido como grupos de escoltas y de
guardianes de su patrimonio privado, por confluencia de intereses con los
terratenientes tradicionales de Puerto Boyacá, se convierte luego en una organización
para la guerra irregular, que se propone disputar el control territorial que había
adquirido previamente la guerrilla, y la hegemonía política de las fuerzas de izquierda
en el municipio. El caso Puerto Boyacá, y su difusión como modelo ha sido objeto de
excelentes trabajos de monografía histórica, como el del historiador Carlos Medina
Gallego12. Hay aspectos por investigar todavía sobre todo la responsabilidad de oficiales
del Ejército colombiano en el aprestamiento logístico, e incluso en la mediación para la
contratación de los mercenarios, como lo señalan varias fuentes. Sobre lo anterior será
necesario volver cuando abordemos la cuestión de la génesis y los desarrollos iniciales
del paramilitarismo.
248
El expediente Pallomari. Datos calificados sobre uno
de los organigramas delincuenciales: El cartel de Cali
18 Durante varios años hizo carrera en el lenguaje periodístico, y en algunos de los
analistas, hasta convertirse en un tópico, una fácil contraposición entre las
organizaciones de Medellín y de Cali. Según ella, a los narcotraficantes de Cali había
que reconocerles un ánimo pacifista, una actitud contemporizadora y la continua
disposición a la transacción que evitara la violencia. Fuentes documentales posteriores,
y los propios registros estadísticos, desvirtúan ese tópico. La principal de las fuentes, es
el llamado “Expediente Pallomari”.
19 Se trata de una fuente sujeta a lícitas dudas en cuanto a la veracidad de su testimonio,
pero que corroboran buena parte de las investigaciones judiciales que conformaron los
casos contra Miguel y Gilberto Rodríguez. Nos referimos a la sinopsis del mencionado
expediente –como se sabe, Pallomari, el contador del cartel de Cali que tras una
primera captura en 1995 y el inicio de un proceso en su contra, decidió entregarse a la
justicia norteamericana–. La cautela crítica se impone, pues los de Pallomari son datos
que se ofrecen en un testimonio –al igual que el de Max Marmelstein– en función del
plea bargain, en el cual quien está siendo procesado judicialmente, negocia su pena y
está obviamente interesado en magnificar su propio papel; las evidencias que entrega
entonces están tamizadas por su interés en esa misma causa, y no son en modo alguno
el cuadro general de su acción delincuencial. Las distorsiones son, pues, inevitables.
20 Pero la representatividad del personaje es indiscutible: ocupaba un papel clave en la
cúpula de la organización, contribuyó a su diseño y fue quien a la vez diseñó el sistema
que durante mucho tiempohizo posible que las ganancias ilegales irrigaran los negocios
legales de los Rodríguez Orejuela; así mismo quien ideó el sistema de guardar en
archivos magnéticos la información más sensible: la que comprometía a constituyentes,
parlamentarios y personajes de la vida política. Tales archivos eran un instrumento
clave de la intimidación y del chantaje político al que serían sometidos los que fallaran.
También al que someterían a los miembros del Ejército y de la policía que aparecían en
su nómina, y que habían sido cooptados. Toda la destreza de Pallomari como ingeniero
de sistemas, y su técnica contable, la puso al servicio de esa empresa y al momento de
su detención era la mano derecha, el analista financiero y representante personal de
Gilberto Rodríguez en las juntas directivas de varias de las empresas legales (entre ellas
en veinte compañías de distribución y venta legal de drogas, siendo la más conocida de
ellas “Drogas la Rebaja”). Es eso lo que da un valor especial a su testimonio de 1997, tal
como fue presentado a la oficina del fiscal del Distrito Sur de la Florida y utilizado como
prueba reina contra los abogados norteamericanos Michael Abell y William Moran,
abogados de la Florida, cuyo bufete tenía a su cargo todos los asuntos penales de los
integrantes de la organización, y que fueron condenados luego por encubrimiento.
21 Del testimonio se infiere, por cierto, la visión estratégica de los hermanos Rodríguez
Orejuela, de José Santacruz y de Helmer “Pacho” Herrera, quienes conforman la cúpula
de la organización. Al igual que lo hace la junta directiva de cualquiera de las grandes
empresas, sostienen rutinariamente una reunión semanal para evaluar los resultados;
reuniones de las que se lleva un acta: muy temprano se trazan como objetivo la
corrupción (a cargo de una de las divisiones –es su propia terminología– de la
organización), la financiación a políticos en trance de campaña y a altos funcionarios,
249
como la garantía de la impunidad que buscan, pero en un sentido más amplio, como la
forma de acceder al poder político regional y consolidar el poder económico ya
adquirido. Practican la violencia hacia sus rivales, pero eluden la confrontación con el
Estado, es en eso que se distinguen de la organización de Medellín, y de sus principales
capos. Escobar y Rodríguez Gacha. La competencia ocasionalmente conduce a la
confrontación y en el curso de ella no vacilan en acudir al terrorismo (carro-bomba
contra el edificio de Escobar en enero de 1988), pero a su vez eso no excluye nuevos
acuerdos y alianzas como la que hace posible un “pool” de donantes para obtener la
abolición de la extradición en la Constitución del 91. El testimonio de Pallomari
describe con verosimilitud el sistema adoptado, que tuvo como uno de sus pivotes al
propio secretario de la Asamblea, que por ese entonces redactaba el nuevo texto
constitucional. Tras la abolición de la extradición mediante norma constitucional, para
los narcotraficantes de Cali, solo seguía, según sus planes, “bussiness as usual”. El apoyo
a grupos de limpieza social –“Cali Limpia, Cali Linda ”– entra en este punto. También las
amenazas a grupos menores, y esto es característico, como un arma más de
negociación, el apoyo a un grupo guerrillero con presencia regional. Como señalan
varios autores sobre el tema, el uso de la violencia por los narcotraficantes no es que
sea su medio específico o preferente, pero siempre está allí como recurso, y en la
medida en que amplían su ámbito de actividades y crece el volumen del negocio,
aunque hayan decidido en principio optar por penetrar pacíficamente en los círculos de
poder y eludir la confrontación, en la medida en que en los territorios de sus
actividades tiene presencia un actor irregular o según su diagnóstico, el Estado ha
colapsado, se hace inevitable la tentación de acudir a ella, y una vez tomada esa
decisión, debe hacerse de la manera más metódica.
22 Si hay una verdad establecida, una sabiduría convencional como se dice, es la que
relaciona la primera etapa de la actividad de los narcotraficantes –una etapa de
acumulación y expansión patrimonial–, con la formación de los primeros grupos de
justicia privada, los núcleos originales del paramilitarismo. Las investigaciones
pioneras sobre la consolidación de un patrimonio agrario por los narcos se han
incorporado ya, como un dato básico a la mayoría de los análisis y figuran incluso,
como uno de los supuestos clave para el abordaje del problema en un documento del
Ministerio de Defensa que comienza a circular ahora. En cambio, la territorialidad de
esos grupos, su transformación de defensores del patrimonio agrario de los
narcotraficantes en practicantes de un tipo de guerra degradada en busca del control
territorial, está menos establecido, es más discutible y se basa ante todo en inferencias,
en especulaciones acerca de sus estrategias; inferencias hechas no a partir de sus planes
reales sino de sus declaraciones a los medios. Hay un panorama general en trabajos ya
publicados, pero no existe suficiente conocimiento acerca de esa lógica territorial, de
los mecanismos de implantación y de expansión en un ámbito regional, como para
hacer generalizaciones sobre el conjunto de los narcotraficantes colombianos, aún si su
presencia territorial o su expansión, obedecieran a una pauta común. Ese aspecto del
entramado, tal vez para la región en que se ha podido examinar con más detalle y
fundamentación empírica, es para el norte del Valle, en los trabajos de los historiadores
Darío Betancur y Adolfo Atehortúa. Un expediente, que ha contado con difusión
internacional como el de la masacre de Trujillo.
250
del norte del Valle. A nuestro modo de ver es muy significativa la coincidencia entre lo
que afirma el historiador colombiano Atehortúa, y la enunciación del problema, tal
como la formula el norteamericano Michael Kenney acerca de “La capacidad de
aprendizaje de las organizaciones colombianas del narcotráfico” 19. Coincidencia en
cuanto a la capacidad de aprendizaje y de adaptación de las organizaciones
significativas, habida cuenta de que parten de supuestos distintos, y aplican enfoques y
herramientas de análisis también muy distintos.
30 El saldo de ese aprendizaje es que, aun cuando el grupo que produjo las torturas y
masacre de Trujillo ha sido desarticulado, algunos de sus mentores siguen en la sombra,
y en Trujillo, así como en Riofrío (un municipio adyacente) y otros municipios cercanos
del centro y el norte del Valle, se registra hoy la presencia del Bloque Calima de los
paramilitares20.
Otra versión de “la combinación de todas las formas
de lucha”
31 Los paramilitares como “brazo armado del narcotráfico” es una formulación genérica
que puso a circular ya hace unos años López Michelsen21, sumaria y simplificadora.
Como todas las expresiones genéricas, oculta más de lo que revela. Útil para abrir el
debate pero al fin de cuentas inexacta por la univocidad que establece entre los
narcotraficantes y tan sólo uno de los grupos armados. Aquí lo que cabe, de nuevo, es el
empleo del plural. Como grupo social los narco-traficantes han empleado varios
“brazos armados” según la coyuntura y el contexto regional De acuerdo con el
testimonio de Pallomari para el caso del Valle un 30% de la oficialidad del Ejército y de
la policía llegó a figurar en la nómina de los Rodríguez Orejuela. Allí mismo se trasluce
que a la vez ellos no escatimaron esfuerzos para apoyar grupos de justicia privada y de
modo simultáneo mantuvieron nexos con uno de los grupos guerrilleros de presencia
regional, el Jaime Bateman Cayón. Es decir en su momento de mayor poderío el cartel
de Cali en verdad combinó todas las formas de lucha, y el vínculo con esa guerrilla
regional, que existe todavía pero que durante mucho tiempo actuó a la sombra del
cartel es, precisamente, de los rasgos más típicos y a la vez menos estudiados. Como se
infiere de informaciones regionales y de testimonios dispersos, dicha guerrilla, cuyos
efectivos son cerca de trescientos hombres, parecía ser una carta más de negociación:
un recurso al que se echaba mano si los demás fallaban, según se documenta en el
expediente Pallomari.
32 Pero esa flexibilidad en cuanto al uso de la fuerza no es exclusiva de los
narcotraficantes de Cali: en este punto tal vez no sea superfluo retroceder hasta un
momento anterior, algo olvidado ya, y que mencionábamos en la nota 7: cómo los
paramilitares aparecen en el borrador de una agenda de negociación entre la cúpula del
cartel de Medellín, ahora bajo el rótulo de Los Extraditables, y Los Notables, grupo de
personajes entre los cuales están dos ex presidentes, el arzobispo primado de Colombia
y el presidente del principal partido de oposición, la Unión Patriótica, grupo que
durante el gobierno Barco Vargas, procura un alto a las acciones terroristas y de
secuestro selectivo por parte de la organización de los narcotraficantes y explora
fórmulas de favorabilidad jurídica para el caso de que cesen en la confrontación.
33 ¿Cuál es el propósito al prohijar grupos armados tan disímiles en un amago de
negociación? ¿Intención especulativa? ¿ “Alarde” en un conato de negociación que
253
finalmente no se realiza? En todo caso, junto a los buenos oficios como mediadores ante
sicarios y paramilitares, al padrinazgo que sugieren respecto de ellos, la mimesis e
impostación del lenguaje por parte de los narcos es tal, que en el cruce de comunicados
que se produce en esta coyuntura entre “notables” y “extraditables”, el periodista
Antonio Caballero encuentra motivo para una de sus columnas más satíricas, titulada
“Los intercambiables”22. Cotejando al detalle los pasajes de unos y otros, Caballero,
demuestra de modo convincente que el tono elusivo y formalista es el mismo y en
ambos campea un tono “santanderista”, como concluye el citado columnista, aludiendo
a una tendencia inclinada al formalismo jurídico en el pensamiento político
colombiano.
34 No se trata tan sólo de una anécdota; desde que existen indicios acerca de la
organización de Medellín, y más allá de las diferencias personales que subrayan algunos
cronistas (inclinación por contemporizar y agotamiento de recursos legales por los
Ochoa, intemperancia verbal y proclividad por el uso desembozado de la violencia por
Rodríguez Gacha. “El Mexicano”, volubilidad de Escobar, etc.) puede rastrearse una
dirección y un propósito negociador. Además una idea directriz como constante: desde
que existe y se hace explícita una política de negociación con la guerrilla, los
narcotraficantes la toman como modelo y pretenden un tratamiento análogo.
35 Si de los comunicados de los narcotraficantes, redactados por un grupo de asesores, la
mayoría de ellos abogados de formación, es posible inferir una retórica y una actitud
transaccional que acaban siendo una manera de disfrazar su genuino desprecio por la
ley, “ser guerrero” el uso metódico de la violencia, resulta una actitud más genuina,
interiorizada. Actitud que surge como tal en las entrevistas más espontáneas y
distensionadas, pero sobre todo que se haya corroborada en la secuencia de los
acontecimientos. Pablo Escobar, por ejemplo, fue lo suficientemente hábil para eludir
entrevistas que no estuviera en capacidad de controlar, de guiar hacia sus propósitos;
en la única que se acerca a lo que se podría denominar una entrevista a profundidad, el
conjunto de pinceladas que traza Germán Castro Caicedo sobre la base de notas
dispersas de varias entrevistas inconclusas a lo largo de los años que preceden a la
oleada narcoterrorista, ese del guerrero resulta un rasgo sobresaliente 23. Además de los
intermitentes contactos con dirigentes guerrilleros, de proclamar su admiración por los
líderes del M-19, de asumir su papel como cofundador del mas (todo lo cual al fin
apunta sólo a una semblanza individual), lo indicativo está en las actitudes de grupo, en
lo que hay de concertado como estrategia negociadora cuando se adelanta a nombre de
una organización por precaria y adventicia que sea (como la de Los extraditables) y en
la secuencia que se puede establecer entre las negociaciones con la guerrilla, sus
alternativas, las oleadas de acciones violentas y narcoterroristas que acometen, y los
reclamos de un tratamiento en pro de una negociación por parte de los
narcotraficantes. Es posible que “El Mexicano” y Pablo Escobar se hayan ido a la tumba
con el convencimiento de que en Colombia toda autoridad al fin es corruptible, que
basta encontrar el canal y el momento adecuado para obtener decisiones a su favor (en
su lenguaje la ley es siempre algo peyorativo, sinónimo de autoridad susceptible de ser
corrompida) y que siempre como grupo hay aproximaciones, tratativas, actitudes
transaccionales, conatos de negociación. El modelo que se invoca, el precedente por
excelencia es el proceso de paz con la guerrilla.
36 Pero hay una secuencia y una analogía más inquietante: la campaña sistemática de
secuestro que emprende la organización liderada por Pablo Escobar, y que está dirigida
254
inmediatos y también una estrategia de expansión. Pero no es posible hoy suscribir, sin
más, una afirmación como la que hacía Alejandro Reyes en 1994 “Es probable que la
compra de tierras sea la inversión preferida de los narcotraficantes colombianos” 31.
Distintos observadores y varios indicios señalan que desde entonces las estrategias de
inversión de los narcotraficantes, sin duda se han diversificado. En ello se puede hallar
también el efecto ejemplificante de las leyes de extinción de dominio, y los obstáculos
legales que se han puesto al testaferrato. Entre los narcotraficantes latifundistas que
subsisten tal vez predominen aquellos que están connaturalizados con la guerra, a
quienes es familiar ya “ser guerreros”. En todo caso, la guerra circunda sus posesiones
desde los cuatro costados, pero las lecciones de lo desventajosa que resulta una
confrontación directa, parecen haberse asimilado hace varios años. No se concluye de
lo anterior que los narcotraficantes de hoy sean indiferentes a las alternativas de la
guerra, o que pretendan sustraerse a su dinámica, pero tal vez lo perceptible es que la
analizan en un contexto más global y se han hecho conscientes de la gama de
implicaciones internacionales que conlleva.
47 Al eludir la tentación enciclopédica, la pretensión de recapitular un proceso tan
intrincado y sobre el cual la endeblez del fundamento empírico es la nota
predominante, puede decirse sin embargo, que una de las claves del crecimiento
sostenido del narcotráfico como actividad económica radica en esa variada relación con
los agentes de la guerra. Los narcotraficantes han apoyado, y han querido convertir en
instrumentos para sus fines, a mercenarios, a sectores del Ejército y de la policía y han
infiltrado con éxito a los organismos de seguridad del Estado colombiano y prohijado a
los paramilitares. La relación con estos últimos es más orgánica y siempre ha sido
consustancial, pero lo engañoso puede ser explicar hoy lo uno por lo otro, considerar
sin más al narcotráfico como el único fundamento del paramilitarismo. Esta sería otra
forma de reduccionismo. Aquí sí que conviene periodizar, pues las generalizaciones
siguen siendo muy riesgosas. Por lo demás, la diferenciación y la fragmentación siguen
siendo la pauta; bastaría examinar de nuevo, la relación de la organización liderada por
Pablo Escobar con el aparato militar de los hermanos Castaño, para convencerse: como
se deduce del conjunto de los testimonios y de toda la documentación accesible, es
Escobar quien prohija la formación de ese aparato y convoca el apoyo de otros
narcotraficantes a su favor; es él quien concibe su papel inicial, y quien delinea su
estrategia, pero ese aparato militar una vez creado tiene su propia dinámica, y llega a
ser definitivo como parte de “Los Pepes” en la liquidación del propio Escobar y de su
organización.
48 Las acciones recientes de la Fiscalía en contra de los financiadores de grupos
paramilitares. si bien apenas han dado para encabezar algunos procesos de indagación
judicial y han sacado a la luz algunos de los aportes y parte de la estructura financiera
que sostiene el aparato paramilitar, ha surtido un efecto de demostración en la región
en donde más aceptación social han tenido: el departamento de Córdoba. Acciones
tímidas de una justicia que quiere ser ejemplarizante, y el enviar, por fin, señales claras
a los sectores sociales que han apoyado y financiado a los paramilitares, y que surten
efecto pues coinciden con una presión sostenida de los norteamericanos que anuncian
represalias comerciales y cancelación de visas a quienes resulten comprometidos en
dicha financiación.
49 Más ilustrativo resulta el que esas pocas acciones judiciales hayan producido efectos
internos en la cúpula paramilitar. El desplazamiento del liderazgo ostensible de Carlos
258
detiene pues afirma: “he ido creando un nuevo concepto universal” 32. Definición tan
incongruente, tan dada a la desmesura como la que ofrece de su propio hermano,
presuntamente desaparecido: “un gentleman, un ganadero, un paramilitar y sobre todo
un experto en arte francés”, del cual dice además que era asaltante y cuatrero
“realizaba grandes robos”33. Uno de los rasgos que desconcierta a quienes lo suelen
entrevistar, es su habilidad mediática; muy pronto accedió a internet, ha sabido sacar
partido de la red, y de entrada la define como “mi frente de guerra más importante”.
No deja de advertirse que gracias a ella es que logra ejercer un cierto grado de
fascinación sobre la mayoría de los entrevistadores.
55 Pero pasando a asuntos más prosaicos, de varios pasajes de la entrevista, y de su
corroboración con otras fuentes, puede inferirse la lógica económica con la que opera
este actor armado que describíamos antes y a la que nos hemos referido en trabajos
anteriores. Un mecanismo elemental que consiste, en una primera etapa, en lucrarse de
la inseguridad comprando tierras en donde la presencia o las incursiones de la guerra la
han desvalorizado, una vez vendidas o redistribuidas a simpatizantes o potenciales
adherentes, y tras haber expulsado a la guerrilla, captar el tributo, ya como una
actividad continuada, rutinaria.
56 La ruptura, a fines de febrero de 2002, de las precarias conversaciones que venía
sosteniendo el gobierno con las FARC, la más antigua y la más fuerte –en términos
militares– de las guerrillas colombianas (conversaciones que la retórica oficial
denominó “proceso de paz”), abre nuevas posibilidades al accionar de los paramilitares,
tras un período en el que sin disminuir su fuerza militar, su aprovisionamiento logístico
ni el aprestamiento de su dispositivo, habían decidido bajar el perfil de su
protagonismo al acusar los efectos de la presión norteamericana, pues desde el 2001
quedaron clasificados como terroristas, en la definición ritual que viene haciendo el
gobierno de los Estados Unidos acerca de sus amenazas en el exterior.
57 La de los paramilitares es, pues, una lógica económica y una representación eficaz de
un cierto tipo de intereses que sirven para explicar por qué, siendo un personaje al cual
uno de sus entrevistadores más incisivos diagnosticó una psicosis maníaca 34, eso no sólo
no le ha impedido captar adherentes, sino además le ha permitido convertirse en
interlocutor de la alta política (al suscribir el flamante “Acuerdo del nudo de Paramillo”
con algunos de los más altos funcionarios de los organismos de control: Procurador
General de la Nación, Defensor del Pueblo, Alto Comisionado de Paz, y voceros de los
gremios más importantes).
58 El problema no está, desde luego en que haya individuos criminales que se inspiren en
Conrad como Castaño. El problema está, lo hemos dicho, en que existiendo hayan
podido construir una organización de una cobertura y una eficacia como la suya, hayan
adquirido tal poder, y por ende se pueda deducir que cuenten con tales apoyos para sus
fines.
59 Locura y frenesí, claro está; megalomanía, sin duda, pero lo que lleva a desconfiar y a
temer y lo que resulta significativo en la Colombia de hoy es que, como en aquella otra
locura, hay en todo ello cierto método.
261
BIBLIOGRAFÍA
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NOTAS
1. Arlachi, Pino (1983).
2. "La comunidad de los mercados ilegales no conoce códigos escritos, policía y tribunales, a los
cuales pueda recurrir un actor en el caso de que uno de sus derechos sea lesionado (...) Las
condiciones en las cuales tienen lugar el intercambio ilegal. de este lado se acercan a las
sociedades primitivas descritas por los antropólogos: falta un poder soberano y público".
Krauthausen, Ciro (1998), p. 195. Se concluye entonces por parte de Krauthausen y Sarmiento que
la violencia es recurrente y consustancial a la actividad: "La ausencia de un aparato formal de
derecho produce la sustitución de las instituciones judiciales por la violencia, que pasa a ser
ejercida individualmente". Ibidem, p. 194.
3. Es típico de esa etapa el artículo "Un Robin Hood paisa" dedicado a Pablo Esco bar, en Semana.
N° 50, abril 19, 1983, pp. 28 y 29.
4. En el estilo de las mejores crónicas periodísticas, con una adecuada contextualización, el
periodista Germán Santamaría hizo una entrevista detallada, de la que tomamos el anterior
pasaje. El Tiempo. 29 de julio de 1984, Bogotá. En esta indagó por los motivos y el contenido del
encuentro de López M. con los capos Escobar y Ochoa. Los hechos se siguieron discutiendo por
algún tiempo, y produjeron una polémica directa con otro ex-presidente: Misael Pastrana. Hay
algunas diferencias de una a otra versión acerca de si el presidente Betancur estuvo enterado
previamente de la entrevista y la aprobó. La versión de Belisario Betancur apareció con
posterioridad. El Tiempo. 11 de marzo de 1991, Bogotá, bajo el título " Memorias no escritas sobre
hechos que fueron y no fueron ".
5. López Michelsen, en la entrevista mencionada. El Tiempo. 29 de julio de 1984, Bogotá.
6. Además de los documentos y declaraciones que aparecen en un libro de su autoría, lo reitera
en una entrevista posterior: "Afirma Jiménez Gómez: se debió conversar con los narcos". El
Tiempo. 2 de noviembre. 1987, Bogotá.
7. Una nueva ronda de desmentidos y rectificaciones acerca de la entrevista en el Hotel Marriot
que se produce tras la publicación del libro de López Michelsen (2001) y en la que participan de
nuevo además del ex presidente Betancur, su exministro Bernardo Ramírez, y el ex procurador
Jiménez Gómez (El Tiempo. 22 de abril de 2001) aunque no logra alcarar del todo el origen de la
entrevista, y los compromisos -tácitos- que llegó a adquirir el gobierno, corroboran que la
existencia de negociaciones con la guerrilla era determinante de sus propias aspiraciones a una
negociación. Al respecto, muchas claves, acerca de la relación y de la afinidad de Pablo Escobar y
otros capos del narcotráfico con algunas de las organizaciones guerrilleras, sobre la base de
testimonios de primera mano, particularmente con el M-19. se encuentran dispersas a lo largo
del libro de Alonso Salazar (2001), pp. 103-104, pp. 141 y ss.
8. Arlachi, Pino (1983), p. 60.
9. En ese intenso cruce de comunicaciones entre "Los Notables" y " Los extraditables", entre
diciembre de 1989 y enero de 1990. se hace ya evidente: sin que viniera al caso, el Comunicado de
los Extraditables del 17 de enero de 1990, en respuesta a la declaración previa de "Los notables"
(así se denominó a una comisión de buena voluntad conformada por tres ex presidentes, el
263
Arzobispo de Bogotá y el presidente de la Unión Patriótica) dice: "8 -Nos ofrecemos como
mediadores para obtener la paz con los grupos de esmeralderos, de los llamados paramilitares y
con los grupos denominados bandas de sicarios, con el único propósito de poner fin a la violencia
que lesiona y conmueve nuestra patria".
10. Entre los israelíes, el teniente coronel de la reserva, Yair Klein, capturado en Sierra Leona en
el 1999, y quien estuvo en Colombia en 1989 al frente de varios instructores de su empresa Hot
Hahanit; en sus declaraciones ha sostenido siempre que su acción fue legal, y que fueron
funcionarios colombianos quienes sirvieron de intermediarios para su contratación; al
preguntársele si era consciente que los narcotraficantes eran quienes pagaban su labor sólo
respondió: "We worked withfarmers.If drug dealers got into te group we worked with one or two of them,
then only God knows". The Boston Globe, 5 de septiembre de 1989, p. 14, Boston.
11. La versión más completa apareció en el N° 362 de la Revista Semana. 17 de abril de 1989, p. 22
a 34.
12. Medina, Carlos (1990).
13. Apodo de un asesino célebre, ligado a los poderes regionales y locales en los años cincuenta,
todo un ptototipo acerca del cual hay una novela histórica y una película.
14. Cuadro III-Ubicación Geográfica de la Violencia 1958-1963. Apéndice al Capítulo II, Vol. II, en
Guzmán, Germán; Fals Borda, Orlando y Umaña Luna, Eduardo (1977).
15. " Los narcotraficantes han invertido extensamente en tierras en el Valle. De 40 municipios
analizados, hay propiedades de ese grupo en 28 municipios y se ha informado sobre la presencia
de paramilitares en 15 municipios. Aquellos donde hay inversión en tierras y operan grupos
paramilitares son Buenaventura, Sevilla, Trujillo, Tuluá y Zarzal". Reyes, Alejandro, Delgado, Luz
Piedad, Krauthausen. Ciro (1998), p. 33.
16. Aun cuando el Estado colombiano adquirió el compromiso de hacer una edición oficial, las
publicaciones consultables por ahora son las hechas por Organizaciones Humanitarias que se han
apersonado de los intereses de las víctimas y sus parientes. La que aquí utilizamos, básicamente,
es la prologada por Javier Giraldo (1995)
17. Atehortúa, Adolfo (2000), "Narcotraficantes, paramilitares y desplazados en el Valle del
Cauca", ponencia en el Seminario Internacional: La Société prise en otage Stratégies individuelles et
collectives face à la violencia. Marsella. Un análisis detallado de esos componentes que enuncia el
historiador Atehortúa se encuentra en su libro: Atehortúa, Adolfo (1995).
18. "En tales circunstancias, la más rica experiencia para los narcotraficantes colombianos fue
aportada por los grupos del Norte del Valle. Mientras la represión del Estado colombiano y de los
Estados Unidos se ocupaba de los grandes carteles de Cali y Medellín, los narcos del norte del
Valle se apoderaban cautelosamente de diversas rutas y mercados. Las dificultades de las
autoridades y de la DEA para establecer su identidad y golpear sus estructuras han sido notorias"
en la ponencia mencionada en la nota anterior.
19. Es el título del artículo de Michael Kenney (2000).
20. Sin que en este caso haya plena coincidencia en cuanto al período analizado, una ilustración
de esa presencia se puede consultar en los mapas 4.3: "Municipios con presencia paramilitar y
compra de tierras por narcotraficantes", y 12.1: "Geografía de la violencia en los municipios del
litoral pacífico 1993-1995". en Echandía, Camilo (1999), pp. 68, 201.
21. "No importa lo que sea el paramilitarismo en sus orígenes, el hecho es que es el brazo armado
rural del narcotráfico frente a la guerrilla". López M., Alfonso (1999), p. 89.
22. El Espectador. 21 de Enero de 1990, Bogotá.
23. "Es que en este país uno se hace es en la guerra" en Castro C, Germán (1996), p. 283. En ese
pasaje y los siguientes Escobar demuestra un conocimiento de experto sobre el tipo de guerra
irregular, se expresa además sobre el mas, y acerca del pacto de no agresión que finalmente se
establece con el M-19.
24. En la ya citada entrevista de Germán Santamaría, El Tiempo. 29 de julio de 1984, Bogotá.
264
25. Ver "Los hombres que manejan el dinero de auc", el informe de la Fiscalía publicado, en: El
Espectador. 10 de septiembre 2000, Bogotá.
26. Ministerio de Defensa Nacional (2000), pp. 14 y ss.
27. En dos ensayos publicados con anterioridad, hemos procurado fundamentar esta afirmación.
Cubides, Fernando (1998 y 1999).
28. Pardo, Rafael (2000), p. 70.
29. Joven periodista y presentadora de televisión, quien hizo una fulgurante carrera en parte
gracias a esta clase de entrevistas, y luego tuvo que salir del país por amenazas durante una
temporada.
30. Para las cerca de 5.000 hectáreas cultivadas en coca de La Gabarra y San Lucas, en agosto de
2000 cuando se lleva a cabo la entrevista, Castaño afirma que su organización extrae como tributo
600 millones de pesos al mes.
31. Reyes, Alejandro (1994).
32. Aranguren, Mauricio (2001), p. 90.
33. Ibidem, p. 83.
34. Levy, Bernard Henry, (2001).
NOTAS FINALES
1. Sociólogo, profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia, autor de varios estudios
sobre colonización, guerrilla, historia de las ideas políticas y de análisis sobre diversos aspectos
de la violencia y su dimensión municipal.
265
que sin esta relación coca-FARC este grupo guerrillero estaría ubicado en una posición
política mucho más ventajosa.
3 En este artículo, mostraremos que el efecto de esta situación es diferente según se
analicen las regiones cocaleras o al país en su conjunto. Específicamente creemos que la
decisión de las FARC de permitir el cultivo de la coca significó por un lado ganar un
espacio de legitimación, con algunos vaivenes frente a la población involucrada en
estos cultivos y, por otro lado, una pérdida de legitimidad frente a otros actores, y en
general frente a la opinión pública que está por fuera de esta economía. Vale la pena
aclarar que el presente trabajo se ocupará de las expresiones regionales de este
problema y de las percepciones y análisis de los actores directamente involucrados, y
no de sus implicaciones en el nivel nacional.
4 Adicionalmente, creemos que la historia de la relación de las FARC con los cultivos de
coca es dinámica y cambiante porque las formas de su intervención no han sido
siempre iguales. Esta característica es precisamente la que justifica plantear un análisis
por etapas, que se desarrollarán a lo largo de este texto. La parte final del artículo
pretende analizar y mostrar las versiones tanto de las FARC como de los colonos
cocaleros, sobre las implicaciones que han tenido para esta organización sus diversas
formas de intervención en la economía de los cultivos de coca.
Formas de intervención de las FARC en la economía
coca en el departamento del Caquetá
La coca llega al Caquetá
La coca llega primero por la acción individual de algunos colonos, inclusive tengo
entendido que antes que la coca llegó la marihuana. Algunos colonos mínimos,
pocos, empezaron a entrar las variedades caucanas, motivados tal vez porque ya en
el sector del Putumayo se estaba consolidando un mercado pequeño con respecto a
la coca. Ellos (la guerrilla) llegan y su primer contacto realmente no es propiamente
con el cultivo, es con los colonos, a raíz precisamente de querer regular un espacio
que ellos veían potencialmente estratégico para sus posibilidades de expansión del
movimiento. Así como en el Urabá. ellos veían al Caguán como un punto estratégico
para su expansión política y su expansión como fuerza militar 2.
5 Para comprender este proceso habría que remontarse a los años setenta cuando se
inician los cultivos de coca en el Caguán, y las FARC se enfrentan al dilema de autorizar o
prohibir a los colonos su producción. El anterior testimonio y la siguiente entrevista
con una personalidad cívica de Cartagena del Chairá muestran el complejo contexto en
el que se tomó esta trascendental decisión.
Cuando entró las FARC era una época de demasiada pobreza, o sea, no podemos
tampoco en ese momento histórico, asociar que la guerrilla bajó al medio y bajo
Caguán porque había una solvencia económica muy grande que era la coca. No.
Cuando ellos entraron, que entraron en el 78 oficialmente, digámoslo así, hasta
ahora se iniciaba la coca y coincidía con un período de demasiada pobreza. Entró la
sequía del 79, la famosa sequía donde murió una cantidad de ganado, porque se
inició la colonización masiva e indiscriminada, es decir, por las malas políticas del
INCORA empezó una deforestación masiva e indiscriminada, entonces hubo un
desbalance económico y eso hubo unas plagas las tremendas. Todo el mundo
comenzó a tumbar monte, quemar y sembrar pasto, para los cultivos de pasto y
para la ganadería extensiva. Las quemas se utilizaban como procedimiento barato
para la limpieza de los potreros en medio del prolongadísimo verano de diciembre
267
de 1978. Entonces eso cogió diciembre, enero, febrero, marzo, abril y mayo de puro
verano seco que no cae una gota de agua, imagínese el desastre que hubo. Esto
provocó el mayor incendio forestal de la historia natural del país sobre 15.000
kilómetros cuadrados de región, eso fue una barbaridad, mejor dicho la mortandad
de ganado que hubo en el Alto Caguán, las sabanas del Yarí y de ahí para abajo... El
desequilibrio biológico que el incendio provocó desató una plaga de gusanos, lo que
la gente llamaba medidores. Eso quemó el pasto, los orines lo picaron y lo quemaron
y se extendió como maldición bíblica, atacó los pastos que retoñaban, y una vez
terminado se apoderó de los cultivos hasta el punto de llegar a destruir el 70% de las
cosechas, provocar la muerte por hambre de 2.000 cabezas de ganado y obligar a la
evacuación de cerca de 50.000 reses desde San Vicente para acá, todo el mundo las
vendió, las sacó, las regaló de toda la zona del Caguán. Entonces fíjese que en medio
de esa hambre tan bestial, la guerrilla entró3.
6 Este relato ilustra la importancia de considerar un fenómeno que la literatura sobre
este tema no ha tenido en cuenta: las condiciones ambientales y económicas presentes
en la zona del Caguán cuando se inician los cultivos de coca. En otras palabras, el
contexto económico y natural descrito fue coyunturalmente muy propicio para el des
pegue de los cultivos ilícitos a finales de los años setenta. Además, se agregan las
circunstancias de orden político que se relacionan con el tipo de presencia del Estado
en esta región durante los años que estamos analizando.
Ah, es que se me olvidaba que en ese año 79, para el colmo de la crisis ecológica que
hizo morir mucho ganado y por ende las consecuencias económicas de la gente,
estaba el idema, como única entidad representativa del Estado que compraba las
cosechas y todo, y en ese año era el maíz, y en ese diciembre del 79, fue como
digamos el florero de Llorente, la gente vino toda ilusionada con sus cargas de maíz
y la pagaron mucho menos que el comercio. Entonces empieza a surgir la coca, muy
tentativa y les dan ese mazazo con el producto convencional, entonces, para mí, ese
fue el florero de Llorente que hizo que se disparara la gente y se metiera, y entonces
la guerrilla tomara como argumento eso4.
De la oposición inicial a la aceptación de los cultivos
que sería bueno darle a la gente la oportunidad económica, ya que existe esta
oportunidad económica, porque no hay manera de pagarles las cosechas, no hay
canales de comercialización para que la gente pueda sacar sus ganancias y
capitalizar, ¿ustedes que dicen? ¿Damos permiso por uno o dos años o no?' Ellos
querían que su presencia de recién llegado fuera bien vista por la gente, entonces
ellos no podían de primerazo volverse coque-ros, tenían que aparentar alguna
salida democrática, o algo diferente, entonces ellos nos preguntan, yo me acuerdo
que yo dije Ό todo o nada'. Si ellos admitían la coca, en dos o tres años era tanto la
afluencia de plata que ellos se corrompían también, ellos no iban a cortar en dos o
tres años, después de haber una gallina de los huevos de oro, no la iban a matar,
ellos iban a seguir, entonces que se decidieran en seguir por sécula seculorum o que
de una vez la cortaran antes del fenómeno, ya que estaba en ese momento
iniciándose, gestándose. El padre Pepe me apoyó. Yo me acuerdo que el padre Pepe
dijo: ‘Claro esa es la salida’. El padre Pepe era radical corten, no hay ninguna
concesión’ y ellos con el argumento de que la gente pobre, que no era sino por dos o
tres años... El padre Pepe fue radical, dijo no. Yo sí fui más o menos, yo decía Ό la
cortan toda o lo otro es mentira, es un sofisma decir en dos o tres años, eso ya se va
indeterminado’. Entonces ellos decidieron que la iban a dejar en dos o tres años, y
dicho y hecho, cuántos años llevamos ya, vamos para veinte 5.
Creación y crisis de las Autodefensas
11 El impuesto no sólo se le exige a los compradores sino que también se hace extensivo a
los dueños de las “cocinas” (término con que se conoce a los laboratorios que
transforman pasta de coca en cocaína), y a los vuelos en que se despacha la mercancía.
Y después siguen cobrando esos impuestos a los que trabajen en las cocinas. Allá sí
les cobran. Ellos cobran por la hechura, por ejemplo si salen 100 kilos, cobran por
100 kilos hechos. Por el avión me parecen que cobran a $50.000, por kilo ya hecho,
por cristal11.
La primera propuesta de sustitución de cultivos
recursos de donde fuera. Hicimos ver que todos los días se presentaban nuevos
cultivos, y la gente se estaba volviendo muy ambiciosa, ya había problemas sociales,
había problemas de mucha clase. Creo que se consiguieron los recursos, no se de
que países, pero trajeron unos recursos grandes. Desgraciadamente a raíz de la
matanza de estos soldados, desviaron esos recursos y se fueron para la Bota
Caucana, yo no sé si fueron los Estados Unidos o los países europeos, los que
aportaron los dineros. Lo único que sé es que fue un triste fracaso porque eso lo
manejó el Estado con representantes del Gobierno; desgraciadamente no hay cosa
más mal manejada que la que maneja el que no le duele. Sí a uno le ha costado y uno
quiere que esto sirva, uno lo maneja bien para que la plata rinda y las cosas se
hagan bien12.
La regulación policiva
15 ¿Cuál fue el papel de las FARC en las marchas de los campesinos cocaleros de 1996
durante los meses de agosto y septiembre? ¿Cuál fue la repercusión político-militar de
su intervención?
16 Mientras que la versión del Estado sostuvo que estas marchas estaban orientadas y
dirigidas por las FARC, la versión pública de los cocaleros decía que ellos estaban
protestando por la política de fumigaciones de cultivos ilícitos que adelantaba el
gobierno en las zonas de la Amazonía. No obstante, posteriormente los cultivadores han
reconocido el protagonismo de la guerrilla en el auspicio de la movilización.
Que el narco sostuvo la marcha, eso es mentira, le tocó por obligación. Esa marcha
la ideó directamente la guerrilla, ellos fueron los gestores, fueron los que hicieron
todo. Uno por tener su finca, por ser de tal parte, tenía que llevar remesas. ‘Usted
tiene que hacer esto y lo otro. Se necesita que usted dé 30 estufas, que dé 30 pares
de botas, que dé dos vacas, una vaca’. Pero que el narco haya sostenido el paro, por
decir algo económicamente, no. Le tocó por obligación, por fuerza 17.
En ese momento le decían a la gente que la marcha se iba a dar por las
fumigaciones. Pero más que todo por la presencia del Ejército, porque lo de las
fumigaciones no fue tanto. Incluso la guerrilla decía que tenían que desalojar
Remolino, y así el Ejército no tendría ningún objeto para estar allí, porque no había
población civil. El Ejército debe estar donde hay población civil, y donde no hay
población civil pues no tienen nada que hacer. De todas maneras eso fue presionado
así, ‘tienen que irse y hacer invasiones’18.
Yo creo, que el interés primordial era hacerle ver al Gobierno, que ellos (la
guerrilla) sí pueden. Que ellos son las Fuerzas Armadas, como ellos mismos se
autodenominan, y que ellos pueden poner al país en jaque y demostrarle al Ejército
que ellos lo que se ‘dice se hace’, y segundo tener en algo que ver, en proteger al
campesinado porque de todas formas, con la no fumigación el campesino se ayuda
mucho, pues no se va a acabar, ¿cierto que sí? pues desde que haya coquita hay
plata, hay para todo, pero que ellos hayan hecho el paro, únicamente y
exclusivamente para favorecer al campesino, no lo creo, por mi forma de pensar no
lo creo, ellos tenían dos objetivos uno demostrarle al Gobierno y a la opinion
pública y a nivel nacional y a nivel internacional, que ellos pueden, que ellos
mandan, y el que tiene las armas puede y segundo sí, favorecer 30%, 40% al
campesinado19.
273
17 De la misma manera, las FARC aceptan el papel central que desarrollaron tanto en la
preparación como en el desarrollo de las marchas. Sin embargo, si en algún momento el
objetivo era rechazar el avance de la acción del Ejército (a través de la llamada
“Operación Conquista”), esto no se logra con la movilización social sino con los
enfrenta-mientos posteriores estrictamente militares, y en particular con el combate
ocurrido en El Billar (Cartagena del Chairá, 3 de marzo de 1998) donde fueron retenidos
43 soldados de la Brigada Móvil No. 3 del Ejército.
En el Caguán sí fue un año casi de trabajo. Para poder hacer esas marchas,
prácticamente fue un trabajo diario con cada una de las veredas, realizando
balances, recolección de los dineros y preparando toda la infraestructura. Eso duró
casi seis meses y claro, hubo un trabajo de concientización y a la gente se le explicó
el efecto de las fumigaciones. Se entendía que era la defensa por la subsistencia. A la
gente se le explicó y adquirió conciencia que las fumigaciones les podía truncar
todo su proyecto económico. Hay gente que prácticamente tenía todas sus
inversiones en esa región del Caguán. Nosotros de alguna manera jugamos el papel
catalizador de esas marchas, le hacíamos ver a la población campesina de esa región
que en gran medida estaba en peligro todo el proyecto económico de esa región.
Eran las perspectivas económicas de esa región. Nosotros sabíamos que si la gente
había metido los cultivos de coca como medida extrema para tener un nivel medio
de subsistencia en esas regiones, con esas fumigaciones iban a tener unas
implicaciones y de hecho eso fue así. Pese a las marchas campesinas y a los
compromisos que adquirió el Gobierno, la desolación que hoy se vive, y los
comentarios que se escuchan de los habitantes de esa región son bastantes
dicientes. La economía se ha deteriorado, inclusive la ciudad de Florencia ha tenido
una depresión de todo el comercio, el transporte, la construcción y todos los
renglones que giran alrededor de los cultivos de coca se han visto afectados.
Principalmente estas eran las motivaciones. Lo que pasa es que nosotros no
podemos quitarle el papel dirigente, el papel de vanguardia que tiene el
movimiento guerrillero en esa zona. La guerrilla no la podemos separar del
contexto de toda la problemática de esa región, de hecho el movimiento guerrillero
es una vanguardia en esa región, es una vanguardia política y es una organización
dirigente, es una organización que proyecta, que traza planes, que compromete a la
población dentro de sus luchas. El movimiento armado tiene una visión mucho más
esclarecida de la problemática y cómo reaccionar y cómo organizar la respuesta
popular frente a ese tipo de situaciones. Nunca podemos decir que el movimiento
guerrillero no tuvo nada que ver con las marchas. Claro que tuvo que ver, el
movimiento guerrillero estuvo y jugo un papel preponderante y justamente es el
papel que nosotros hemos reclamado. El papel de defensa, el papel de orientador y
el papel de organizador de esas poblaciones. Si bien es cierto que el movimiento
trazó unas orientaciones muy generales, todo el soporte organizativo, lo que fue el
manejo y las negociaciones, fueron exclusivamente de la dirigencia campesina.
Nosotros sabíamos que una acción militar la teníamos que repeler militarmente. Es
decir, nosotros no podemos, y mal haríamos en pensar en poner a la población civil
como un escudo para una operación de carácter militar, a sabiendas de que eso no
ha servido nunca en este país. En Colombia las operaciones militares cuando han
sido diseñadas han pasado por encima de la cabeza de todo el mundo. El retiro de la
fuerza pública y el retiro de las Fuerzas Armadas en una determinada región nunca
ha sido el compromiso que el Gobierno haya adquirido con la comunidad, sino que
ha sido el producto del mismo desenlace de la confrontación militar. Y una prueba
de esa situación es que pese a la capacidad de movilización que hubo, a la cantidad
de gente comprometida en esas movilizaciones, y a lo que eso significó a través del
debate político y militar de este país, la ‘Operación Conquista’ continuó y la presen
cia militar antes que disminuir se multiplicó en los Departamentos del Caquetá,
Putumayo, Guaviare. Lo que se demostró posteriormente es que si el Ejército salió
de esa región, fue como resultado de las operaciones militares que allí se realizaron.
274
19 Actualmente hay un debate sobre la capacidad que tiene la guerrilla para adelantar un
proceso de sustitución de cultivos de coca. Algunos aseguran que las FARC no
abandonarán jamás su fuente principal de financiamiento. Otros consideran que por el
ascendiente que ejercen sobre la población, y por su capacidad militar, es el único actor
capaz de controlar y vigilar un proceso de sustitución. Frente a estas posiciones habría
que tener en cuenta cuál escenario es el que se está considerando, y por lo tanto ubicar
este problema dentro de la dinámica del conflicto armado y de su posible negociación
política. Uno de los escenarios posibles es la guerra, en donde la economía de la coca
como muchas otras economías del país es aprovechada para el financiamiento de un
ejército insurgente. Otro escenario es el cogobierno, por ahora futuro e hipotético,
donde las FARC ya como integrantes de un poder oficial no tendrían ningún interés en
patrocinar esta actividad. Los temas de la agenda actual con el gobierno y la propuesta
de declarar a Cartagena del Chaira como municipio piloto de sustitución de cultivos
apuntan en esta última dirección. Es decir, que en la medida en que avance la
negociación, las FARC serán más proclives a participar en planes de sustitución,
275
mientras que si el proceso se dificulta este interés quedará aplazado. Veamos algunos
ejemplos de las visiones sobre este fenómeno.
No creo que las FARC estén en capacidad de orientar un proceso de sustitución de
cultivos ilícitos por varios razones: la primera, la gran dependencia que tienen, la
dependencia económica que tienen frente a los colonos, a los cultivadores, a los
intermediarios, por la participación que tienen indirecta dentro de todo el proceso
de cultivo, de transformación y de exportación de la droga. Y segundo, por que
dicho de alguna manera, el Bajo Caguán y gran parte del Caquetá fue una república
independiente durante mucho tiempo, donde tuvieron absolutamente toda la
autonomía, donde la gente era poquita y el resultado ¿cuál es? O sea después de
quince, veinte años, la república independiente del Bajo Caguán, como alguien se
atrevió a decir, ¿qué tiene para ofrecer, para mostrar? ¿Este es el ejemplo de lo que
van a hacer cuando lleguen al poder?22.
Vamos a partir de una conclusión a la que hemos llegado sobre los programas
alternativos de sustitución o de erradicación que se han adelantado, no solamente
en Colombia sino en el Perú y en otros países: ninguno de estos métodos hasta
ahora ha sido efectivo, y no será efectivo por muchas razones, dentro de esas, la
principal es la de ¿quién controla o regula en la zona que la gente haga sustitución o
erradicación a largo plazo? Mire, a partir de las fumigaciones, que aparentemente
aparecen como un resultado de erradicación, efectivamente en la zona del Caguán
por lo menos el 30% de los cultivos han dejado de ser productivos, pero ¿qué ha
pasado? Que tenemos referencia que en la vereda de Monserrate había 100
hectáreas, y en la zona misma en la vereda de Buena Vista que se fundó dos o tres
horas más adentro, se están volviendo a implementar las mismas 100 hectáreas, y lo
peor es que se está desplazando la zona coquera del Bajo Caguán al Alto Caguán o a
la zona de la Bota Caucana o a la zona inclusive de Piedemonte, al pie de Florencia.
Entonces esos son los resultados grandes, que puede que se termine en un sector del
área coquera, llamemos identificada, pero se desplaza a otros sitios. Falta
precisamente alguien que fiscalice directamente en el campo, que realmente pueda
hacer esta labor de fiscalización efectiva de desmonte de los cultivos de coca, en un
proceso seguramente a largo plazo. Y yo sí pienso que los únicos que pueden hacer
eso son las FARC. Y si partimos de este principio debe haber propuestas de cómo se
va a desmontar la coca y eso depende principalmente de la voluntad y de la
propuesta concreta que pueda tener el movimiento guerrillero con respecto a la
coca. Si ellos llegaran a un acuerdo directamente, como parece que lo están
haciendo con Estados Unidos, ellos se comprometen a acabar los cultivos ilícitos en
un plazo largo, proyectado a una década, a cambio de que se hiciera realmente una
fuerte inversión de dinero. La gran conclusión que hemos tenido las personas que
de alguna manera tenemos algún conocimiento de esto, que hemos participado en
eventos de tipo nacional e internacional, con respecto a la problemática de los
ilícitos en el mundo, es que inversión económica, en programas de sustitución como
tal, realmente no ha habido, una inversión que se acerque a la problemática
económica real del flujo de la coca. Cuatro o cinco millones de dólares, por ejemplo,
para una región del Bajo Caguán, serviría de pronto para hacer un programa de
sustitución, para unas cien familias en una o en dos veredas de la región. Pero no
para seguir un plan o un programa de desarrollo sostenible para las veredas, que
involucre no solamente las alternativas económicas sino todo lo que requiere el
desarrollo de una región: educación, vías de acceso, capacitación todos esos
elementos que requiere la gente. Entonces, si la propuesta que ellos tienen, tiene
eco dentro de los grandes países consumidores y los que puedan de pronto tener la
plata para hacer este proceso de sustitución... yo pienso que la propuesta está en la
mesa. En la zona amazónica, pensamos que el primer tema importante, el tema
global, es la paz, pero la paz no se consigue por sí sola. La paz es la sumatoria de
todos los conflictos que vivimos en la Amazonia, y el conflicto número uno que
vivimos en la Amazonia es el de los “ilícitos”. Entonces, el primer tema sobre la
mesa importante, es la regulación y la sustitución de los cultivos ilícitos y ellos (las
276
FARC) pienso yo, vuelvo y reitero, son los únicos agentes con capacidad de fiscalizar
y con capacidad de poner orden y disciplina, de hacer unos acuerdos con los
productores de coca, hacer un proceso de desmonte paulatino, porque ese es un
proceso que no se va a llevar a cabo en un año o en dos. Pensamos que debe ser una
década porque debe conllevar no solamente la extracción y la caducidad física de
los cultivos de coca, sino que también debe ir acompañado de crear una nueva
mentalidad para los jóvenes y las personas que están en capacidad de adquirir otra
forma alternativa23.
• La entrada de los paramilitares
Efectos de los ingresos provenientes de la coca sobre
el crecimiento de la organización
La percepción de las FARC
23 Las FARC le restan importancia a los ingresos que perciben provenientes de la economía
de la coca, con el argumento de que así como en el Caquetá reciben recursos de estos
cultivos, en otras regiones del país su sustento proviene del tipo de economía que allí
exista. De igual manera, plantean que también han crecido en estas regiones no coca-
leras. Con respecto a la pregunta sobre el efecto que han tenido los cultivos de coca
sobre el crecimiento de las FARC ellos dicen:
El desarrollo nuestro no está basado en los cultivos ilícitos, de hecho cuando las
FARC se formaron no había cultivos. Si no hubieran existido cultivos ilícitos igual el
movimiento tendría que desarrollarse. Igual hubiera tenido que recurrir a otro
método. A lo mejor esa área donde se siembra coca, serían grandes cultivos de maíz,
entonces es del maíz que vivimos. El problema de nuestro crecimiento no puede
estar ligado, supeditado a la producción de coca, porque ese es el cuento que los
militares le han vendido a los gringos y es el cuento que le han vendido al mundo,
que nosotros subsistimos en Colombia no porque haya unas convicciones subjetivas,
para que nosotros existamos, sino porque hay cultivos de droga 26.
En Córdoba, por ejemplo, que no hay cultivos ilícitos, ¿por qué están creciendo los
frentes? En Urabá, allá solamente hay banano y agricultura, ¿cómo está creciendo
sin cultivos ilícitos? Entonces ¿cómo crecen las FARC en esos lados? ¿Cómo están
creciendo los frentes de Urabá, los frentes de la Sierra Nevada? Sin necesidad de
coca, solamente con el trabajo que nosotros hacemos a nivel urbano y a nivel rural y
suburbano, el trabajo político, el trabajo de concienti-zación. Cuando yo ingresé a
278
las FARC había cinco frentes, a los 809 meses a mí me eligieron como responsable
político del frente para que organizara todas las masas campesinas del Urabá
antioqueño, después me mandaron para los límites de Córdoba y Antioquia a hacer
trabajos organizativos, conocer tierras. Entonces uno hablaba en una vereda con los
campesinos y diariamente los muchachos iban ingresando a la guerrilla sin
necesidad de eso. Fíjate, a mí me postularon a crear el 18 frente de las FARC, y lo
creamos con 10 hombres, al cabo de un año éramos 120. Después del 18, surgió el 35
y no en zona cocalera, en zona agrícola, latifundista. No necesariamente la coca ha
contribu ido al desarrollo nuestro, al contrario, yo pongo el ejemplo de cómo a
algunos comandantes nuestros el narcotráfico los corrompió. Eso es cierto, yo me
acuerdo de un muchacho muy querido y muy joven y vino un mafioso y le hizo un
trabajo, un mafioso caleño, el tipo muy inteligente, el tipo le comenzó a llevar
cositas al muchacho, que whisky, que la cadenita, que la platica, tómese para la
gaseosa y le dejaba $400.000, $500.000, a los cuatro sábados le llevó una muchacha
quién sabe de dónde, se la llevó y el tipo se enamoró tanto de la muchacha que puso
a dudar al comandante, ¡terrible! Como ese caso en la historia del Caguán hay miles
y miles. Primer Decreto mío: nadie me carga cadena, cadena que les regalen, me la
dan a mí y yo la mando. Todo ese oro del Caguán sirvió para hacer unas medallas,
unas condecoraciones dedicadas a Isaías Pardo, un guerrero nuestro por allá de la
época de Marquetalia. Nosotros no cargamos oro, prohibido mientras yo estaba allá.
Los cultivos ilícitos no han hecho crecer al movimiento en sí, porque entonces qué
sería de la guerrilla donde no hay coca27.
24 El discurso de las FARC frente a su relación con los cultivos de coca está basado en
razones de corte social: para este grupo es importante resaltar su relación con el
pequeño cultivador y soslayar su vínculo con los demás actores de la cadena productiva
y comercial de la coca.
Nosotros tenemos contactos directos con los campesinos que cultivan la hoja de
coca, y no con los grandes procesadores de la hoja, con el narcotraficante en sí,
mucho menos con el que saca el producto y se lo lleva, porque eso es carreta en el
fondo. Nosotros tenemos es contacto con el campesino, y si ese campesino se gana
5, 10015 millones de pesos (que ya no se los ganan, porque la coca está en bastante
retroceso), ese campesino nos consigue una dotación, nos da comida, o hace un
potrero y monta ganado. Nosotros les decimos que siembren mucha comida, que
siembren yuca, plátano y maíz, para que no tengan que traer todo de Bogotá, como
acontece aquí, para ir teniendo la autosustentación y de ahí también comemos
nosotros y que si de ahí nos dan un millón, dos millones de pesos, eso es cosa de
ellos, pues los recibimos, eso no es problema, los dólares del café, son los mismos
dólares que entran por el narcotráfico, no hay problema28.
25 Las consecuencias de relacionarse con los narcotraficantes en el Caquetá son un
elemento problemático para las FARC. El narcotraficante local le vende a uno más
grande y poderoso que posiblemente financia grupos paramilitares en otras regiones. El
hecho de que los “peces gordos” no vayan al Caquetá, no significa que no haya una
cadena entre narcotraficantes que negocian con la guerrilla y aquellos que patrocinan
grupos paramilitares.
En la época en que yo estuve allí, la mayoría de los que compraban coca eran del
cartel de Cali. ¿Por qué digo yo que eran del cartel de Cali? Porque la mayoría
compraba y se la vendía a los peces gordos de Cali y las avionetas que cargaban era
de la gente de Cali y la gente que nos pagaba a nosotros era gente de Cali, eso era lo
que nos decían. En el Caquetá nunca ha habido grupos de paramilitares de parte de
capos del cartel29. Lo que pasa es que ¡o que compraban era gente del Caquetá, no
eran los peces gordos, porque el pez gordo jamás llegó a la zona. O sea si ese pez
gordo fuera sospechoso de patrocinar grupos paramilitares, si nosotros lo
hubiéramos podido coger, o si lo hubiéramos podido aniquilar lo hubiéramos hecho.
279
26 Para las FARC es imposible aceptar que el crecimiento de su organización tenga que ver
con el dinero que proviene de la economía de la coca. Sin embargo, es claro que esta por
lo menos aceleró tal crecimiento y permitió la autonomía financiera de las FARC, como
claramente lo señala un líder y cultivador de la zona del Caguán.
Cualquier ejército necesita una financiación y mantener unos hombres con armas
vale mucha plata; si ese dinero del narcotráfico no hubiera aparecido habría sido
muy difícil sostener y darle alimentación a miles de hombres. Ellos tienen los tres
renglones económicos más productivos que existen, que son el narcotráfico, la
extorsión y el secuestro. Yo creo que a punta de extorsión y secuestro difícilmente
habrían podido llegar a los niveles de poder económico y militar que tienen en este
momento, creo que habría sido muy difícil, personalmente pienso que la gran
cantidad de dinero del narcotráfico ha jugado un papel fundamental, tanto en el
enriquecimiento de la guerrilla y por tanto el aumento de su poderío militar, como
en la formación de los grupos paramilitares y autodefensas. El incremento de
cultivos ilícitos y la cantidad de tributantes si tiene que ver con la expansión, en
cantidad, de la guerrilla. De pronto a mayor cantidad de cultivos, mayor cantidad de
arrobas y mayor cantidad de coca, entre más hoja y más coca, hay más plata, de
pronto en ese sentido hubo una correlación directa por supuesto entre lo uno y lo
otro. Que se les dificultó más por la cantidad de gente que había, hay más gente que
paga impuesto, pero hay más gente que pone problemas, eso sí 31.
27 Aunque parezca paradójico, el control de la economía de la coca le reporta ventajas a la
guerrilla en términos de su crecimiento, incluso cuando hay crisis de precios. Las crisis
periódicas de la coca también favorecen a la guerrilla porque frente a la falta de
oportunidades laborales ingresar a sus filas se convierte casi en la única alternativa.
La guerrilla ha venido en incremento de acuerdo a las circunstancias. La gente
cuando llega la crisis dice: es que no hay nada más que hacer, no hay alternativas,
más que meternos a la guerrilla’, porque no saben hacer otra cosa. Se fue creando
esa cultura de la coca, que a partir del noventa, ya la gente no hacía otro trabajo
diferente a la coca. Anteriormente yo tenía cinco, seis trabajadores en la finca,
trabajaba uno el pedacito de coca y seguía sembrando el plátano, sembrando el
maíz. (La Guerrilla) ha ido creciendo a la par, entonces yo pienso que eso ha ido
muy ligado, porque supuestamente la presencia de estos grupos armados, se da
donde hay más coca. En Remolino que era la zona más productora de coca, entonces
también había más presencia de guerrilla, entonces van de la mano. Uno piensa que
cada que se presenta una crisis de estas, hay más gente que puede ingresar allá,
porque hay gente que no sabe hacer otra cosa. Cuando la otra crisis de la coca, que
fue cuando hubo presión del Gobierno dura, en el 9632 no sabía uno cuánta gente se
fue a la guerrilla, cuántos muchachos se fueron, y lo mismo actualmente, uno se
encuentra con los raspachines, que se metieron a eso, que desafortunadamente son
los mismos hijos de nosotros, los hijos de los campesinos que se metieron en lo del
negocio de la coca, con lo de la raspa. Y usted le pregunta a esa gente: '¿Y usted que
piensa hacer cuando la coca se termine, cuando la coca no sea una alternativa?'
Dicen: 'Pues yo me meto a la guerrilla, pues para yo irme a ganar nada, a ganar
$8.000 o S10.000 que no se pueden pagar aquí en jornal, yo no me voy a dar a eso,
pues mejor me meto a la guerrilla', entonces se piensa que esos grupos tienen que
seguir creciendo33.
280
vínculos que hemos detectado entre estos dos problemas se pueden resumir de la
siguiente manera:
• El control de la economía de la coca por parte de los actores armados (guerrilla y
paramilitares) se está convirtiendo en un instrumento fundamental para el control
territorial, para el social y económico de la población que vive en estas zonas. Tales
controles definen la corrrelación de fuerzas político-militares de estos actores.
• Las relaciones comerciales de las FARC con el narcotráfico han permitido la adquisición de
ingresos económicos considerables para el sostenimiento y crecimiento material de la
organización. No obstante, las consecuencias han sido alimentar simultáneamente los
objetivos sociales, económicos y políticos del narcotráfico, claramente adversos al proyecto
político de las FARC. Paradójicamente este negocio también auspicia el desarrollo del
“enemigo “. Prueba de ello es el riesgo que existe de que los carteles que han trabajado con
las FARC, frente al crecimiento de las fuerzas paramilitares en la región, decidan apoyarse en
estas para sus propósitos comerciales por la mayor identidad política que tienen.
• Los narcotraficantes son un actor social muy interesado en la continuidad del conflicto
armado, en la medida en que tanto guerrilla como paramilitares se han convertido en
“socios” indirectos del negocio de la droga en Colombia. La terminación del conflicto con
victoria de cualquiera de los bandos, necesariamente, se traduce en un Estado más fuerte y
con mayor capacidad para controlar el negocio de los ilícitos.
• La actual propuesta de sustitución de cultivos para la región del Caguán, hecha por las FARC
NOTAS
1. Artículo inicialmente publicado en la revista: L'ordinaire Latino-américain. ipealt, Université de
Toulouse-Le Mirail, Toulouse, France, vol. 179, enero-marzo de 2000. Este artículo es uno de los
productos de una investigación más amplia realizada en conjunto con la investigadora Graciela
Uribe sobre la dinámica organizacional de las FARC, publicada en Ferro J. G. y Uribe G. (2002) “El
orden de la guerra. Las FARC-EP: Entre la organización y la política”, Bogotá, Ceja.
2. Entrevista a Rodrigo Velaidez. agrónomo. San Vicente del Caguán. Caquetá 1999.
3. Entrevista a Manuel Ruiz, médico e historiador, Cartagena del Chairá, 1900.
4. Ibidem
5. Ibidem
6. Ibidem
7. Entrevista a Jorge Castillo, líder comunitario, Cartagena del Chaira, 1999.
8. Entrevista ya citada a Rodrigo Velaidez.
9. Ibidem.
10. Entrevista ya citada a Jorge Castillo.
11. Entrevista a Raúl Plazas, cultivador, Florencia, Caquetá, 1999.
12. Entrevista a Bertil Trujillo, colono del norte del Caquetá, 1999.
13. Entrevista a Fernando Sarmiento, colono de la región del Caguán, Caquetá, 1999.
14. Entrevista ya citada a Rodrigo Velaidez.
15. Se refiere a Fabián Ramírez, Comandante del Bloque Sur y actual vocero de las FARC en el
proceso de negociación con el Gobierno colombiano.
16. Entrevista ya citada a Bertil Trujillo.
17. Entrevista ya citada a Raúl Plazas.
18. Entrevista ya citada a Jorge Castillo.
19. Entrevista ya citada a Raúl Plazas.
20. Entrevista al comandante de las FARC. Yesid Arteta, preso en la cárcel Modelo de Bogotá en el
momento de la entrevista, 1999.
21. Entrevista a Octavio Collazos miembro del Partido Comunista. Florencia. Caquetá, 1999.
22. Entrevista ya citada a Fernando Sarmiento.
23. Entrevista ya citada a Rodrigo Velaidez
24. Entrevista a Fabián Ramírez, Comandante de las FARC, Cartagena del Chairá, Caquetá. 1999.
25. Intervención que se inicia en El Caguán y que posteriormente se generaliza en todo el
departamento del Caquetá.
26. Entrevista a Fernando Caicedo, Comandante de las FARC San Vicente del Caguán. Caquetá,
109g.
27. Entrevista a Julio Rincón, miembro de las FARC.
28. Entrevista a Camilo (Sacerdote), Comandante de las FARC, San Vicente del Caguán, Caquetá,
1999.
29. El testimonio se refiere al contexto de principios de los años noventa.
30. Entrevista citada a Julio Rincón.
31. Entrevista citada a Fernando Sarmiento.
32. Se refiere a las marchas campesinas de 1996.
33. Entrevista citada a Jorge Castillo.
34. Ibidem
35. Entrevista citada a Fernando Sarmiento
36. Entrevista citada a Rodrigo Velaidez.
283
NOTAS FINALES
1. Profesor e investigador de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Universidad
Javeriana. Bogotá, Colombia.
284
Retornandо a la solidaridad y
faccionalismo aymara
Xavier Albó
1 El aymara tiene, por una parte, un fuerte sentido de grupo: ha demostrado una
resistencia colectiva a la desintegración cultural en un grado superior al de otros
grupos andinos, y en algunos casos, ha llegado incluso a formar movimientos de fuerte
contenido etnocéntrico. Pero, por otra parte, uno de los elementos más típicos en su
esquema cultural es un faccionalismo interno, con manifestaciones entre otros en el
ciclo familiar, sociopolítico y religioso, que logicamente parecería deber llevar a la
desintegración, sobre todo teniendo en cuenta las presiones del mundo urbano
circundante.
2 La paradoja se refleja también en las reacciones de la gente ante los aymaras. Muchos
forasteros que por primera vez entran en contacto con el aymara quedan
inmediatamente sorprendidos por su sentido comunitario y su fuerte espirit de corps.
Por otra parte, cuando los propios aymaras examinan entre sí sus problemas, uno de los
primeros puntos que salta a la vista es la mutua desconfianza y el divisionismo. Unos y
otros tienen razón.
3 A veces tanto la solidaridad como el faccionalismo han generado situaciones violentas.
En el año 2000 hemos tenido en Bolivia ejemplos de ambas situaciones. Para empezar, el
año se estrenó con un fuerte rebrote de la crónica lucha armada entre comunidades
rivales de los ayllus Laymi y Qaqachaka, que en pocos meses dejó el saldo de al menos
ochenta muertos hasta que toda la zona fue ocupada por tropas del Ejército. Después,
en abril y, de nuevo, en septiembre su espíritu solidario se manifestó en dos fuertes
bloqueos de caminos realizados por quizás un millar de comunidades aymaras en
diversas provincias del altiplano de La Paz y Oruro, que mantuvieron bloqueada y
aislada a la ciudad de La Paz durante varias semanas. El Ejército intentó romper el cerco
285
sin éxito, a pesar de haber causado varios muertos y heridos entre los bloqueadores.
Pero también estos incendiaron, en Achacachi, un puesto de la policía y lincharon a un
oficial del Ejército. En ambos levantamientos, la calma no vino por el camino militar
sino por las concesiones (siquiera formales) en la mesa de negociaciones.
4 En estas páginas retomaré algunas partes de un anterior trabajo Desafíos de la
solidaridad aymara1, actualizándolas con algunos complementos de investigaciones y
acontecimientos posteriores hasta los que acabamos de mencionar y para enfatizar algo
más la dimensión conflictiva.
El aymara comunitario
5 El aymara rural, en medio de la aparente soledad de la Puna no puede vivir aislado.
Vive sumergido en sus grupos primarios: la familia y la comunidad. Casi no puede
tomar decisiones, ni organizar su trabajo, ni divertirse, ni rezar si no es con referencia
a estos grupos a los que pertenece. Incluso su individualismo, del que como ser humano
no está exento, se manifiesta principalmente como un egoísmo comunitario, de grupo.
Resulta prácticamente imposible hablar a fondo de la vida del aymara, al menos del
campesino altiplánico, sin hacer referencias constantes a la comunidad en que se halla
inmerso. Cada familia tiene su propia actividad económica relativamente autónoma de
la de otras familias. Pero un conjunto de ellos forma una comunidad 2 caracterizada
globalmente por características como las siguientes:
6 Todos comparten un mismo territorio (tengan o no títulos individuales de propiedad),
con sus linderos conjuntamente defendidos, sus terrenos comunes de pastoreo, sus
cultivos repartidos familiarmente, pero en última instancia, controlados
comunalmente. Dentro de él, comparten un centro ceremonial y de servicios y algunas
otras áreas de uso común: allí están los lugares de encuentros religiosos y festivos, las
capillas, cementerio, cancha de fútbol, el lugar de asambleas, la escuela, posiblemente
una plaza central rodeada de estos y otros servicios y quizás varias casas.
7 La comunidad cumple, además, regularmente una serie de tareas y trabajos en conjunto
principalmente para construir y mantener algunos de los servicios comunes.
8 Siempre que haga falta, esta comunidad tomará decisiones en común sobre diversos
asuntos internos o para enfrentar conjuntamente amenazas y desafíos que le llegan
desde afuera: para ello cuenta con su propio sistema de autoridades y también con una
serie de normas y principios éticos, regularmente no escritos, por los que se rige.
9 Finalmente, la comunidad celebra periódicamente sus alegrías y angustias conjuntas, a
lo largo del ciclo agrícola o de los principales acontecimientos del ciclo vital y familiar,
culminando todo ello en la fiesta patronal, que es al mismo tiempo la celebración
misma de y a la comunidad, coincidente con frecuencia con la culminación del ciclo
agrícola anual.
10 Dentro de la comunidad cada familia tiene sus derechos, empezando por el derecho a
un pedazo de tierra, y sus obligaciones, incluyendo la de ir sirviéndola en una serie de
cargos y tareas sobre todo a partir del momento en que se contrae matrimonio y por
tanto se ad-quieren derechos a una o diversas parcelas dentro de la comunidad y se
llega por fin a ser realmente jaqi ‘persona’. No es siquiera pensable la posibilidad de que
dentro de la comunidad alguien viva como zángano a costa de los demás, o que persista
en un estado de total mendicidad. A la larga los mecanismos comunales lo irán
286
11 Uno de los campos en que aparece más este control de todo el grupo es en la manera de
manejar la “república” local. Se observa ya en el sentido rotativo de cargos, cargas o
beneficios, que en otras partes hemos llamado la “democracia aymara” 3 o a un nivel de
mayor generalización, la “democracia étnica”4. Incluso en muchos lugares en los que,
desde la Reforma Agraria de 1953, se ha introducido la organización “sindical”
campesina5, persiste el esquema de que todos los miembros del grupo-sean estos
familiares, estancias, zonas, comunidades, o grupos de comunidades- vayan pasando
por turno rotativo a ir ocupando los diversos cargos necesarios para el funcionamiento
del grupo. La igualdad de oportunidades (y de inoportunidades 6) para todos y cada uno
es considerado un criterio más importante que el de aptitud para el cargo. Es cierto que
este enfoque lleva con frecuencia a que la actividad comunal sea estática y el turno de
autoridad recaiga sobre alguno menos capacitado o innovador 7. Pero este mismo hecho
fomenta el sentido comunal, casi ritual, de toda la gestión comunitaria y exige, para su
buen funcionamiento, un constante control comunitario sobre los que están de servicio
en un período determinado.
12 Este sistema genera también una cierta mística de “servicio a la comunidad” en
contraposición a la de “poder sobre la comunidad” más propia de sistemas
occidentales. Finalmente puede generar una especie de consejos comunales,
ordinariamente informales, que son los que en realidad tomarán las decisiones
importantes (no simplemente rutinarias) de la comunidad. En este sentido no es raro
que el grupo múltiple de autoridades de un determinado año, tanto tradicionales
(corregidor, jilaqatas, mallkus, etc.) como de nuevo cuño (principales carteras
“sindicales”, junta vecinal, etc.) actúe en conjunto: “Todos caminan juntos”, me han
comentado en diversos lugares y ocasiones. Dentro de este esquema es también
frecuente que los “pasados”, (autoridades de años anteriores) no sólo tengan un status
especial sino que funcionen además como consultores para determinados asuntos más
importantes. Estas son varias huellas actuales de lo que quizás fueron los consejos de
amawt'as de tiempos antiguos.
13 Pero el sentido de decisión comunitaria no se limita al grupo de la elite dirigente ni
menos al grupo informal de “pasados”. Normalmente las decisiones pasan por la
asamblea comunitaria en que participan activamente los hombres jefes de familia, y
después, en forma menos visible pero quizás más eficaz, pasan además por el tamiz de
cada hogar donde marido y mujer tienen consultas sobre el asunto antes de llegar a una
decisión firme. En asuntos impuestos desde afue-ra, la situación de dependencia
centenaria influye para que estas asambleas sirvan a veces simplemente para transmitir
órdenes (por ejemplo, la prestación vial anual o algún requisito para la escuela). Pero
en asuntos dentro del control de la comunidad, estas asambleas son un foro de
expresión y proceso colectivo de decisiones, que sorprende al forastero por su grado de
participación y por su sentido de respeto democrático. Suelen ser asambleas pacíficas
en las que el mismo tema es repetido de forma machacona por diversos participantes
287
ejemplo defensivos en época de lluvias. Este tipo de trabajo colectivo ha llegado incluso
a adquirir rango de impuesto nacional, a través de la llamada “prestación vial”, por la
que cada campesino en forma colectiva ofrece tres días anuales de trabajo en el arreglo
de caminos, en medio de frecuentes libaciones y regocijo. En regiones más
accidentadas, el trabajo colectivo se extiende también a caminos de herradura y en
muchas comunidades cubre muchos más días que la prestación vial obligatoria,
arreglando otros caminos secundarios, o abriendo otros nuevos. La apertura de
caminos es una de las principales ocasiones para la coordinación del trabajo colectivo
de varias comunidades. Cuando se inicia una nueva comunidad en áreas de colonización
aumentan, también notablemente, los trabajos comunales hasta tener los servicios más
esenciales; pero después disminuyen. Un estudio realizado en Caranavi en 1980 mostró
que como promedio cada colonizador -nuevo y viejo- invertía veintidos jornales
anuales en trabajos colectivos, de los que la mitad se iba en caminos. Pero si había una
obra urgente, como un camino o escuela, fácilmente cada comunario podría invertir en
ella un mes o más de trabajo. En algún caso más urgente, como la construcción de un
puente, que debe concluirse antes de la época de lluvias, el número anual de jornales
colectivos, puede alcanzar a noventa y más por comunario. En el Altiplano crisis
extraordinarias, como la sequía de 1983, han estimulado también la intensificación de
trabajos comunales, en este caso combinados con ciertas ayudas externas en alimentos
o semillas.
20 La unidad que se suele agrupar para algún trabajo colectivo es la comunidad en sentido
estricto, es decir la que comparte un mismo sindicato y una misma asamblea. Las
principales ocasiones en que llegan a colaborarse varias comunidades son la
construcción de caminos nuevos, de núcleos escolares, y de algunos edificios u obras
comunes en el pueblo, al centro de todas las comunidades de una región. Especialmente
en el último caso, la presión puede venir de grupos no aymaras que en última instancia
son los principales beneficiarios de este trabajo colectivo mancomunado.
21 Entre los antiguos aymaras la propiedad de la tierra era colectiva, de modo que para los
individuos o familias sólo cabía cierto nivel de usufructo. A pesar de un sinfín de
expoliaciones en la época colonial y republicana y de los diversos intentos de “
liberalización” individual de la propiedad durante la República, la propiedad
jurídicamente colectiva se ha mantenido en casi todas las comunidades originarias que
se libraron de ser haciendas. Muchas de ellas guardan con orgullo y secreto
documentos de la época colonial y republicana en los que se especifica esta propiedad
colectiva. Esta tenencia de tierra comunitaria es, sin duda, una base económica que
explica en parte la prevalencia de la solidaridad al nivel comunitario.
22 Al nivel de usufructo, la situación varía mucho. En lugares más aislados, como en el
norte de Potosí, y en lugares donde hay exceso de tierra con pocas posibilidades de
agricultura, como en el oeste de Oruro, hay mayor flexibilidad de uso. Pero en otros
lugares más céntricos y más densamente poblados, los derechos individuales quedan
mucho más delimitados por la costumbre, de modo que cada familia conoce desde
tiempo inmemorial los terrenos de su uso.
23 Además la Reforma Agraria de 1953 aceleró el proceso de parcelación individual.
Prácticamente todas las titulaciones de exhaciendas y la mayoría de las dotaciones en
zonas de colonización se han hecho en forma de propiedades familiares individuales.
Con este ejemplo, hay también bastantes comunidades originarias que desean y algunas
que ya han logrado este tipo de titulación individual más “moderna”. De todos modos
289
incluso en estas individualizaciones de uso, así como en las exhaciendas que ya habían
perdido la propiedad colectiva, este derecho último de la comunidad sobre los
miembros se manifiesta eficazmente, en momentos especiales, como el de asignar
terrenos que han quedado vacantes, o el de afectar terrenos de uso particular para
satisfacer alguna necesidad común prioritaria (escuela, nuevo pueblo, etc.), o incluso
para expulsar a algún miembro que por su comportamiento indigno no merezca seguir
usando terrenos de la comunidad.
24 En sentido comunal solidario aparece también en el conjunto de servicios prestados a la
comunidad. En ellos el concepto de mit'a o turno reaparece como un mecanismo por el
que todos los de la comunidad van sirviendo al grupo, unos tras otros, y a través de una
serie larga de servicios o cargos: los que pasan fiestas a diversos niveles, los delegados
para atender a alumnos y profesores (alcaldes escolares), los que cuidan las chacras
incluso ritualmente (yapu alcalde o qämana), las autoridades comunales...
25 Evidentemente esta imagen de servicio al grupo ha sido distorsionada con frecuencia
por los no aymaras hacia servicios obligatorios al patrón, al cura, a las autoridades
mestizas y a otros poderosos. De esta forma la hacienda fue creando todo el llamado
sistema de pongueaje, y los pueblos mestizos sus sistemas de servidores, mayordomos y
demás prestaciones. Aún hoy. después de la Reforma Agraria, se sigue corriendo el
riesgo de reincidir en esta distorsión en instituciones nuevas. Por ejemplo, en algunas
escuelas los “alcaldes escolares” no difieren mucho de lo que habría sido un pongo del
profesor. Pero en general, en los casos en que no hay claramente un “señor”, prevalece
la imagen de servicio al grupo. En el santuario de Copacabana, por ejemplo, los
religiosos quisieron eliminar el antiguo sistema de mayordomos que por turno servían
en el santuario. Pero las propias comunidades se opusieron, por considerar que la
presencia de un “delegado” de ellas en el santuario era una especie de garantía para el
grupo contra calamidades naturales.
El aymara individualista
26 Pasemos a mostrar ahora la otra cara de la moneda. El aymara no llega a quedar
sumergido completamente por el grupo. Mantiene claramente su propia identidad
individual. Sin embargo, la presión positiva y negativa ejercida por el grupo, junto con
otros factores que varían según las circunstancias, determinan con frecuencia que esta
identidad del individuo, frente al grupo, se manifieste bajo la figura de mutua
desconfianza y envidias; eventualmente también bajo la forma de agresividad más o
menos reprimida, que en algunos casos puede llegar a salir a la superficie, en forma de
pleitos, demandas, o incluso violencia.
27 Con lo aquí señalado no pretendo adherirme a las imágenes evidentemente
distorsionadas sobre el carácter del aymara, presentadas por todo un coro de
investigadores y escritores. Estos, en la mayoría de los casos, conocieron al aymara sólo
a distancia, a través de los vecinos de los pueblos, los hacendados, o las empresas de
extranjeros establecidos en la región aymara. Además, casi todos escribieron en épocas
en que la opresión sobre el aymara por parte de hacendados, vecinos y autoridades se
hacía sentir mucho más que en el momento actual9. En base a mis conocimientos del
aymara boliviano actual, puedo asegurar que estas explicaciones reflejan prejuicios
encontrados aún hoy día en gente “culta” de la ciudad pero no reproducen la realidad
aymara. En algunos casos, la insistencia de esta leyenda negra en subrayar los rasgos de
290
pericia de las propias comunidades y sus dirigentes, y en parte de una serie de factores
ambientales a que me referiré más adelante.
32 Tomemos el ejemplo de la distribución equitativa de beneficios entre todos los
miembros de la comunidad. La equidad de la distribución puede deberse no sólo a un
espíritu igualitario sino también a la desconfianza colectiva. Hace unos años hubo una
iniciativa en una colonia de Yungas para introducir naranjos. Pero la iniciativa no se
realizó hasta que, por fin, toda la comunidad logró ponerse de acuerdo y al unísono
todos introdujeron naranjos en sus parcelas. La razón dada fue: “Ahora ya no hay
peligro de que los que no tienen naranjas se las quiten a los que tienen”. Las mutuas
sospechas encontraron su equilibrio a través de una acción colectiva. La desconfianza
engendró un cierto comunitarismo que, en última instancia, era sólo una yuxtaposición
sincronizada de individualismos.
33 El campo de las innovaciones es un terreno más abonado que otros para desatar
individualismo y desconfianzas. Son muchos los agentes de cambio de cualquier tipo -
económico, técnico, religiosos, político, etc.- que dicen tropezar ante la desconfianza e
incomprensión de sus propias comunidades (por no hablar de los agentes no aymaras).
A pesar de ello los aymaras siguen innovando nuevos elementos en muchos aspectos de
su existencia, porque no están cerrados al progreso ni mucho menos. Hay muchas
razones para desconfiar ante el innovador. Puede ser una especie de instinto
comunitario que ve amenazada la solidaridad del grupo, si algunos empiezan a
descollar excesivamente. Puede ser el mecanismo de defensa propia de toda sociedad a
nivel de subsistencia, que se aferra a lo poco que tiene porque no puede correr el riesgo
de perder este poco. Puede ser la experiencia de que otras aparentes innovaciones han
resultado en una mayor opresión de estos grupos oprimidos. O quizás es la propia
interiorización de la estructura de dominación por parte del aymara oprimido, por la
que innovación equivale a subversión y por tanto a represión o pérdida del débil
equilibrio actual.
34 Igualmente en los trabajos colectivos de toda la comunidad las autoridades suelen
llevar control estricto de la asistencia y cobran multas a los ausentes. Pero aquí surge el
contrapunto entre este sentido egoísta, que exige sanciones, y el sentido comunitario.
En varios lugares la gente indica que acude a la reuniones, trabajos, etc., para no tener
que pagar multa, pero por otra parte esta misma gente no recuerda ningún caso en que
esa multa haya llegado realmente a cobrarse a los ausentes injustificados. Cuando se
cobra, suele tratarse de una cantidad insignificante que, con criterio puramente
económico, resultaría menos onerosa que eljornal exigido por el trabajo comunitario.
En una comunidad observé un arreglo que encaja perfectamente con la tensión
individuo/comunidad. Allí se cobran eficazmente las multas pero sirven para que las
autoridades hagan un obsequio (refresco, panes, etc.) a los asistentes en la siguiente
reunión comunitaria.
35 Los trabajos colectivos pueden ser también la ocasión para la competencia entre grupos
dentro de la comunidad, o entre comunidades, si se trata de obras de mayor
envergadura. Cada grupo suele tener asignada una tarea bien específica, por ejemplo,
un ala determinada de la escuela, un tramo del camino, etc. y cada grupo tomará sumo
cuidado en que los otros cumplan su cometido. Si un grupo falla en la parte que tiene
asignada, ninguno de los demás moverá un dedo para reemplazarle en la misma,
aunque el resultado sea que la obra, por ejemplo el camino, resulte incompleta en
292
perjuicio de todos los participantes. Hay incluso una forma de trabajo colectivo,
llamada wayka, que consiste en trabajar en forma competitiva dos o más grupos.
• Individualismo de grupo
36 Resumiendo lo dicho hasta aquí, el aymara resuelve muchas veces la tensión entre
individualismo y comunitarismo por medio del individualismo en grupo. Ello puede
lograrse o bien haciendo desfilar sucesivamente a todos y cada uno por los servicios y
cargos comunitarios, o bien sincronizando los intereses de los diversos individuos a
través de ayudas recíprocas o de empresas conjuntas, en las que en última instancia
sólo se uniforman los intereses particulares dentro de una común matriz institucional.
Evidentemente, a la larga, esta resolución grupai de los intereses individuales puede ir
creando la mística comunitaria que analizábamos al principio del trabajo.
37 Dentro de la comunidad aymara local abundan las desconfianzas, envidias, etc., y en
algunos lugares las divisiones y pleitos internos no son tampoco desconocidos. Los
casos más frecuentes suelen ser pequeñas demandas por daños causados por animales
en sementeras ajenas, por golpes o palabras intercambiadas durante una borrachera,
por conflictos entre marido y mujer y ocasionalmente, por algún caso de infidelidad
conyugal o de embarazo sin matrimonio. También son frecuentes en lugares más
poblados los litigios por herencias. Todo ello es compatible con la existencia del sentido
comunitario. En su gran mayoría estos conflictos se resuelven -o se mantienen a raya-
localmente con las autoridades o en una asamblea. Pero una manera de manifestar
enojo, estimulado quizás desde afuera de la comunidad, puede ser elevar el caso hasta
las autoridades criollas del pueblo o a los abogados de la ciudad.
38 En algún caso excepcional el conflicto puede llevar a la muerte del culpable, por
ejemplo del cónyuge infiel o más frecuentemente de un ladrón sobre todo si es
forastero. Pero entonces la propia comunidad se solidariza con el que ha administrado
justicia y sirve de cobertura frente a la autoridad externa. En otros casos, también
esporádicos, el culpable puede ser forzado, directa o indirectamente, a abandonar la
comunidad, reestableciéndose así de nuevo la pax comunitaria. A pesar de lo anterior y
gracias a esos mecanismos internos de control, hay una relativa armonía dentro de la
comunidad, en comparación, por ejemplo, con lo que sucede en el valle de Cochabamba.
39 Otro indicador de la misma tranquilidad es la escasez de brujería de unos individuos
contra otros de la misma comunidad. A pesar de la gran riqueza de prácticas en el
mundo mágico aymara, son relativamente pocas las prácticas tendientes a embrujar a
otro miembro de la comunidad. En los casos de embrujamiento, la víctima suele ser
algún individuo mal identificado, por ejemplo algún ladrón desconocido, o alguien de
otra comunidad.
40 Dentro de este punto el siguiente hecho puede ser significativo para entender el
individualismo de grupo del aymara. Se cree que los niños o fetos que mueren sin
bautizar (limpu, limbo) pertenecen al achachila, divinidad ancestral de los cerros. Por lo
tanto hay que enterrar sus cadáveres en la punta de estos cerros achachila. De otro
modo llegarán granizadas, heladas y otras mach'a o calamidades a la comunidad (no al
individuo) culpable. Por lo mismo, cuando llega alguna de estas calamidades a la
comunidad, el yatırı (sabio sacerdote) y las autoridades hacen investigaciones prolijas
entre las mujeres para averiguar cuál de ellas ha enterrado algún “limbo” dentro de los
límites comunitarios sin llevarlo al cerro. Ahora bien, en varias comunidades de
293
otro nivel, no siempre es este el caso. Puede ocurrir a veces que en un conflicto entre
dos comunidades o entre dos grupos de la misma comunidad cada contendiente
empiece a reclutar aliados sin respetar jurisdicciones de ayllus, pueblos etc. En este
sentido se confirma la generalización de que el campesino no hace alianzas
permanentes sino coaliciones ocasionales y tácticas11.
45 A continuación me referiré a tres factores que pueden favorecer el faccionalismo: el
acceso a los recursos naturales, la religión y la política. Pero enseguida desarrollaré con
cierto detalle uno de los casos más crónicos y violentos de faccionalismo, en el norte de
Potosí, en el que se conjugan estos y otros factores, para de ahí pasar en las siguientes
secciones a hacer un análisis más estructural de toda esta dialéctica de solidaridad y
faccionalismo.
• La pugna por recursos escasos
temporal, es sintomático que los conflictos se agudicen en forma cíclica cada cierto
número de años, es decir cuando toca barbechar los terrenos disputados. Donde hay
terrenos escasos es fácil que la necesidad compartida por muchos individuos llegue a
polarizar grupos antagónicos en la misma comunidad.
51 Cuando hay escasez de tierras también suele sufrir el antiguo principio andino de la
verticalidad o acceso compartido a múltiples climas y pisos ecológicos 14. Ello puede
suceder a un nivel regional, por ejemplo, entre ayllus de Puna (tierras altas) y sus
contrapartes de Valle en el Norte de Potosí. En alguno de estos casos, el conflicto ha
llegado a perder la característica de faccionalismo entre iguales y ha adquirido ciertos
rasgos de levantamiento social de los cuasi co-Ionos del Valle, frente a sus cuasi
patrones de la Puna. Así ha sucedido, por ejemplo entre los campesinos de las colonias
machaqueñas de Timusí y los representantes o apoderados de los doce ayllus en la Puna
de Jesús de Machaqa, o entre los campesinos de algunas “valladas” en Inquisivi y Loayza
y sus contrapartes en el Altiplano. Puede suceder también a un nivel micro, para
disputarse, por ejemplo, los terrenos de ladera a que previamente tenían derecho los
comunarios cuya sayaña (o asentamiento) principal está situada en la pampa. Así han
surgido subdivisiones de comunidades que siguen llevando ahora el mismo nombre más
incisos como “arriba/abajo” u otros.
52 Aparte de las tierras, otros tipos de recursos también pueden desencadenar el conflicto,
según las ecologías de cada región. Así son frecuentes los litigios por la distribución
equitativa del agua, ordinariamente demasiado escasa. En la orilla del lago Titicaca y en
varios ensanchamientos del río Desaguadero son frecuentes los pleitos por causa de los
totorales, a los que de ordinario se asigna propiedad al nivel comunitario 15. A pesar de
la gran inmensidad del Altiplano de Oruro, también allí pueden surgir conflictos por un
determinado recurso. Por ejemplo, el conflicto ya centenario entre los urus de Chipaya
y el ayllu Qullana de Huachacalla, en una zona con una densidad demográfica inferior a 1
habitante por Km2, es por un determinado sector con mejor pasto que el resto.
Igualmente las comunidades de Coipasa y Vitalina en la misma región tienen una
querella por un sector del inmenso salar en el que la sal tiene ciertas ventajas para su
comercialización.
53 En un grado mucho menor pueden ocurrir otros motivos, muchas veces en forma
concomitante con los anteriores o como racionalización de algún motivo básicamente
económico, como los mencionados hasta aquí. Las formas más frecuentes de litigio no
puramente económico son la religión y la política.
• El factor religioso
sueñan formar su propia comunidad. Varias colonias nacidas de esta forma tienen
nombres como Nueva Israel, Galilea, Sinai, Berea, etc. Algunas de ellas conservan
después de los años cierta mística casi mesiánica que mantiene a sus miembros
relativamente aislados del resto, o -por lo menos- estos creyentes retienen el control de
la nueva comunidad.
• El amplificador político
64 Incluso en Achacachi, una de las regiones más superpobladas del Altiplano, muchos de
estos conflictos suelen tener un trasfondo de acceso a recursos. Así, por ejemplo, al
analizar en detalle los casos más sonados de faccionalismo político, en la región de la
Rinconada se ve con claridad que se trataba primordialmente de aprovechar las
influencias políticas para utilizar los dos recursos más escasos y codiciados de la zona:
tierra y agua.
Los ayllus en el norte de Potosí
65 Uno de los casos más notorios y complejos de faccionalismo aymara crónico ocurre en
el Norte de Potosí y su contorno. Su análisis más detallado puede ayudarnos a entender
qué factores entran en juego sea como causa, detonante o amplificador del conflicto.
66 Ya en la época colonial se registraron casos crónicos cuya solución requirió muchas
décadas, como el que ha sido estudiado por Ramiro Molina R., entre los ayllus Siwaruyu
y Killaka. Limitándonos a tiempos más recientes, en los años sesenta hubo un grave
conflicto entre los ayllus Laymiy Jukumani, que causó centenares de muertos. La raíz de
este conflicto, como de tantos otros, era un problema crónico de linderos que se
reproducía sobre todo en aquellos años y lugares en que volvían a roturarse terrenos
disputados que habían estado descansando. De ahí surgieron también problemas de
abigeato, que incluían incluso razzias a comunidades distantes fuera del área en litigio.
Pero este se amplificó significativamente al adquirir también ribetes políticos.
67 En efecto, este pleito entre comunarios fue aprovechado y en algunos momentos
incluso estimulado por grupos gubernamentales, sobre todo durante el régimen del
general Barrientos, para mantener fuerzas militares en esta región minera de gran
importancia estratégica para todo el país. Los trabajadores mineros de Catavi y Siglo XX,
colindante con estos ayllus, eran un fuerte foco de resistencia a las medidas de
flexibilización laboral del régimen militar y en la noche de San Juan de 1967 fueron
incluso objeto de una brutal masacre. La manipulación política de este caso de
faccionalismo tradicional fue clara en la época del pseudo-dirigente campesino Wilge
Nery, quien quiso sacar partido de luchas ancestrales para enfrentar políticamente a los
comunarios de uno de los ayllus contra los mineros de Catavi y Siglo XX, que se resistían
a las medidas de flexibilización laboral del régimen militar y quienes a su vez se
acercaron entonces al otro ayllu. Esta manipulación política desde afuera aumentó
considerablemente la gravedad y el número de bajas del conflicto 20.
68 Aquel conflicto se apaciguó pero desde los años noventa ha habido rebrotes que han
involucrado a comunidades de estos mismos ayllus -ahora aliados- y de otros vecinos,
enfrentados todos ellos a comunidades del ayllu Qaqachaka, perteneciente al vecino
departamento de Oruro. Como en las décadas anteriores, los motivos iniciales eran
problemas de linderos y de ahí se pasó al abigeato armado, incluyendo operaciones de
uno u otro bando en comunidades distantes y desprevenidas, en las que han ocurrido
bastantes muertes principalmente de mujeres y niños sin mayor provocación que la
cultura de violencia y rechazo que se ha ido acumulando desde muchos años atrás.
69 Esta vez ya no había un objetivo político que pudiera motivar a escudarse en este
conflicto tradicional, pues la beligerancia minera había desaparecido con el cierre de
las empresas a partir de 1985. Las comunidades del lado Laymi son católicas mientras
que en el lado Qaqachaka hay una mayor presencia de los evangélicos, pero no parece
299
les cortó la oreja. Cabe añadir que este militar era uno de los más sanguinarios frente al
movimiento minero y su cadáver apareció años después descuartizado dentro de una
bolsa de polietileno en una calle periférica de la ciudad minera de Oruro.
73 Toda esta violencia frente al otro bando coexiste con un notable nivel de solidaridad
entre los miembros de un mismo bando, participen o no en las acciones beligerantes.
Las delaciones o denuncias, fundadas o no, provienen siempre del otro bando. Y aunque
todos afirman que sólo unas pocas comunidades de cada ayllu están implicadas en las
acciones consideradas delictivas, nadie del mismo ayllu delatará a los cabecillas de estas
ni las autoridades tradicionales los castigarán. La justicia comunitaria consuetudinaria
sigue funcionando a otros niveles inferiores y para otras infracciones individuales; pero
en estos casos de faccionalismo prevalece el sentido de Fuenteovejuna, todos a una.
Pero, como era previsible, entre los ayllus en conflicto ya no hay un nivel de autoridad
tradicional común y estos mecanismos de resolución interna ya no tienen un canal
adecuado.
74 Hasta ahora, cuando alguno de estos conflictos ha crecido hasta convertirse en una
preocupación de orden público, sólo se ha apaciguado momentáneamente con la
intervención de las Fuerzas Armadas. Varias veces se han realizado actos solemnes de
entrega de fusiles a cambio de alimentos, herramientas o promesas de tales
intercambios, que después llegan muy tarde o nunca. Pero mientras no se afronten con
decisión política otros factores, como los aquí señalados, el rebrote ocurrirá en
cualquier lugar y momento.
• Los bloqueos de 2000
75 Concluiremos este recuento con una referencia más detallada a los bloqueos masivos, a
los que hicimos alusión al principio de este trabajo. Nos ofrecen un buen ejemplo de
solidaridad y conflicto, en este caso estimulado sobre todo por los dirigentes de niveles
superiores, ya poco controlables desde sus bases comunales. Este caso, que ha adquirido
dimensiones nacionales, involucra no sólo a los aymaras sino también a campesinos
quechuas de Cochabamba y otras regiones. Pero es particularmente significativo el rol
de aymaras, en conexión con los de la región de Cochabamba, que es también
eminentemente conflictiva.
76 Sin querernos remontar más allá en la historia previa, en 1998 la CSUTCB (Confederación
Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia), heredera actual de la
Organización Sindical Nacional Campesina creada con la Reforma Agraria medio siglo
antes, estaba muy dividida, debido sobre todo a un conflicto fuerte entre dos líderes -el
cochabambino quechua Alejo Véliz y el aymara Evo Morales, dirigente de los
colonizadores quechuas y aymaras emigrados a la zona productora de hoja de coca en el
trópico de Cochabamba- que habían creado una escisión del movimiento primero en el
departamento de Cochabamba y después en el seno de toda la CSUTCB. Se convocó
entonces un congreso de unidad, que se logró reconstruir apelando a la legendaria
figura de Felipe Quispe para que dirigiera la organización.
77 En torno a este aymara, nacido en una comunidad cercana a Achacachi, se había creado
una aureola de admiración por su pasado guerrillero21, que lo retuvo varios años en la
cárcel, y por la agresividad y valentía con que hacía sus denuncias a los q 'aras y
reclamaba por la nación aymara. Por eso le empezaron a llamar “el Maliku”, en
referencia a uno de los principales títulos de autoridad originaria. En sus declaraciones
301
y acciones utiliza muy conscientemente la figura del héroe colonial aymara Tupaj
Katari22, hay reminiscencias explícitas al célebre cerco de La Paz en 1781, que sigue muy
vivo en la memoria colectiva tanto de los aymaras como de los habitantes criollos de la
ciudad. Ya en los años ochenta, cuando participaba en el movimiento de los Ayllus
Rojos, se descubre su autoría en un libro anónimo titulado Tupaj Katari vuelve, carajo.
Más tarde, en la cárcel, Felipe Quispe leyó ávidamente, completó el bachillerato y, al
salir, estudió historia en la universidad, lo que le permite tener un discurso ilustrado y
coherente que combina la denuncia a la sociedad neocolonial, la figura de Tupaj Katari
y la idea de que esta otra Bolivia marginada y, en particular, la nación aymara debe
llegar a tomar el poder.
78 Sin embargo, llegado a este nuevo cargo en la organización nacional más
representativa, el Maliku no resultó ser el vínculo de unión esperado, pues empezó a
mostrar la misma agresividad, ahora no exenta de autoritarismo, en la manera de tratar
a aquellos dirigentes campesino indígenas, incluso aymaras, que se permitían
discrepar. Se rodeaba de quienes le aceptaban y expulsaba sin mayor trámite a los que
le hacían sombra. El año 2000 se cumplía su mandato de dos años y en diversas
ocasiones otros dirigentes que se habían sentido desplazados o tenían sus propias
ambiciones empezaron a hacer movidas para sustituirlo. La división principal se dio
entonces entre los partidarios del Maliku, a los que se unió el grupo del cochabambino
Alejo Véliz, y -en el otro bando- los partidarios del aymara Evo Morales, entre los que se
contaban varias organizaciones departamentales o sectores significativos de ellas,
además de los productores de coca.
79 Pero surgieron por entonces en el país graves conflictos sociales multisectoriales 23,
primero en abril y después en septiembre. Ambas circunstancias fueron bien
aprovechadas por el Maliku para recuperar su liderazgo amenazado. En una acción
firme y conjunta, logró movilizar a grandes contingentes aymaras: en abril, en torno a
la región de Achacachi, de donde procede; y en septiembre y principios de octubre, a
casi todo el altiplano. En realidad no había allí ninguna queja o coyuntura local
específica sino que, en este contexto propicio, se impuso su carisma de líder para
catalizar el crónico descontento de este pueblo aymara pobre y marginado. En frase del
Maliku, abril habría sido el primer ensayo para la toma aymara del poder y septiembre
el segundo. La Federación Sindical Campesina de La Paz apoyó disciplinadamente el
bloqueo y en todas partes hubo movilizaciones solidarias de hombres, mujeres y niños,
a veces incluso con cierto sentido de wayka o competencia colectiva para ver qué
comunidad o subcentral era más firme y eficiente.
80 Sobre todo a fines de septiembre y principios de octubre, después de tres semanas de
bloqueo en el altiplano aymara -liderado por el Maliku- y en el área de productores de
coca24 en el trópico de Cocha-bamba -bajo la batuta de su ya consagrado dirigente Evo
Morales-, las ciudades del eje central del país seguían aisladas y empezaron a sentir la
ausencia de alimentos y de intercambio comercial, debiendo cerrarse varias industrias,
lo que finalmente obligó a un gobierno acorralado a entrar en negociaciones,
solicitadas y facilitadas por una comisión mixta mediadora, constituida por la
Defensoría del Pueblo, la Iglesia y la Asamblea de Derechos Humanos. El nombre del
Maliku, catapultado por los medios de comunicación, estaba en boca de todos -con
entusiasmo para los aymaras y pánico para muchos citadinos blancos- hasta el punto de
que a fin de año una de las estaciones de radio de mayor sintonía nacional hizo sondeos
sobre el personaje del año y el más votado fue este líder aymara.
302
81 Pero por entonces su aureola ya volvía a eclipsarse por el mismo tipo de conflictos
internos que habían ocurrido antes de abril. El conflicto interno reapareció ya en el
momento mismo de las negociaciones iniciadas en octubre. El gobierno había
priorizado la negociación con este sector del Maliku y el de los maestros rurales,
dejando aislado a Evo y sus cocaleros sin que el Maliku le tendiera una mano, a pesar de
ser ambos aymaras. Pero Evo tiene también muchos seguidores en bastantes partes del
país, incluidos algunos dirigentes de La Paz que habían sido marginados por el Maliku;
su hermano Hugo Morales es además el máximo dirigente de los campesinos aymaras y
quechuas de Oruro, en el altiplano central. Todos estos grupos quisieron participar
también en la negociación con el gobierno, dejando constancia que toda negociación
hecha exclusivamente con el Maliku carecería de representatividad. Se dio entonces la
sorprendente situación de que la comisión mediadora de alto nivel, antes de llegar a
mediar entre bloqueadores y gobierno, tuvo que gastar sus buenas horas para mediar
más bien entre estos dos bandos de campesinos indígenas para que llegaran a aceptarse
mutuamente y presentaran una propuesta conjunta, que al final se plasmó en un pliego
de cincuenta puntos. Pese a los rencores, el Maliku reconoció que era el momento de
sumar fuerzas pero dando por descontado que el máximo liderazgo debía seguir en sus
manos. Significativa y paradójicamente, la mayoría de los puntos incluidos en el pliego
provenían de un ampliado de la CSUTCB realizado en Oruro pocos días antes de los
bloqueos, en el que se había decidido convocar al nuevo Congreso en el que sin duda se
pretendía destronar a Maliku; pero ahora quien lideraba ostensivamente la negociación
de estos puntos era precisamente el mismo Mallku, fortalecido por su capacidad de
convocatoria y por haber puesto de rodillas al gobierno con el masivo y exitoso
bloqueo. A su lado estaba Alejo Véliz y sus colaboradores más cercanos, llegados
oportunamente desde Cochabamba y otros tres departamentos; y en frente, bastante
silenciosos, todos los dirigentes del otro bando que sin embargo decidieron no
abandonar la mesa de negociaciones.
82 Suspendidos finalmente los bloqueos del altiplano, por las concesiones que hizo el
gobierno siquiera en “decretos de papel mojado”, una de las primeras declaraciones del
Maliku fue que, por las circunstancias y la necesidad de precisar mejor los alcances de
los decretos, el congreso de la CSUTCB se aplazaba indefinidamente. No lo aceptaron tan
fácilmente los del otro bando y de hecho en enero de 2001 se realizó el congreso en
Oruro -territorio del aymara Hugo Morales, hermano de Evo- en el que, efectivamente,
se desconoció a Maliku y se nombró como nuevo secretario ejecutivo a otro aymara:
Humberto Choque, también de La Paz. Pero el Maliku no asistió a este congreso; él
mismo había señalado aquella fecha pero a última hora, al sentirse de nuevo en
minoría, propuso otras fechas. Quien sí asistió al congreso de Oruro fue Alejo Véliz, tras
un simulacro de rompimiento con el Maliku, pero con la clara intención de obstruir la
realización del evento. En un momento dado él y su gente, proveniente de varios
departamentos, llegó a disparar petardos contra los asistentes, antes de abandonar la
sede del Congreso. Los afectados, airados, asaltaron al alojamiento de estos donde, en
un confuso tumulto, golpearon y patearon a un cochabambino hasta dejarlo muerto.
83 En el momento de escribir estas líneas (18 de marzo de 2001) la CSUTCB está de nuevo
dividida en dos directivas, cada una presidida por un aymara, ambos de La Paz. Diversos
sectores del poder ejecutivo, correspondientes a partidos distintos dentro de la
coalición gobernante, se dirigen a una u otra directiva como a su interlocutor válido sin
que se perciba en el horizonte cercano la superación de esta situación, de la que no son
303
88 Aunque en muchas partes, sobre todo cerca de La Paz, el esquema social dual ya se ha
perdido o se está perdiendo, quedan aún bastantes pueblos divididos en dos
parcialidades o mitades del tipo Aransaya/Urinsaya27. En muchas pequeñas
comunidades, incluso en lugares que ya no conocen la división fundamental por
mitades, se han producido divisiones más recientes en estas mismas líneas o en otras
análogas como grande/chico, cerro/pampa, etc. A veces llegan a combinarse varias de
ellas en sucesivas divisiones28.
89 Un caso antiguo particularmente complejo es el de Chayanta en el Norte de Potosí. Allí
desde antiguo han existido dos pueblos casi contiguos, Chayanta y Aymaya, a cada uno
de los cuales pertenecen dos mitades de ayllus geográficamente entreverados. Además,
el pueblo de Chayanta ha poseído hasta hace poco dos parroquias, situadas a ambos
lados de la plaza, una para cada mitad de ayllus. En la iglesia, común, la derecha
corresponde a una de las mitades y la izquierda a la otra. La gran mayoría de los santos
de dicha iglesia se encuentran asimismo por duplicado. Finalmente las mitades de
ayllus de Chayanta están subdivididas a su vez en varios ayllus, en forma ya no dual y
uno de estos ayllus consta en realidad de dos. En las fiestas más importantes los
comunarios de todos los ayllus se reúnen en Chayanta para sus celebraciones. Como en
el resto del Norte de Potosí, un acto culminante de la fiesta es el tinku o enfrentamiento
ritual pero real entre grupos de diversos ayllus. Por intervención de las autoridades,
ahora el tinku suele hacerse en encuentros mano a mano de parejas de luchadores
debidamente pertrechados quienes tras cada victoria van siendo reemplazados por
otras parejas de los mismos ayllus contendientes. Pero no es raro incluso hoy día que en
momentos de inmenso control y de mayor influjo del alcohol lleguen a formarse tinkus
entre grupos más numerosos entre los que corre piedra y en los que en más de una
ocasión ha habido algún muerto. Hay incluso tinku entre mujeres.
90 Se ha caracterizado el tinku como una unión sexual simbólica entre las binas que en
último término vienen a conformar toda la sociedad campesina de la región. El
momento de máxima comunión, que sin duda son estas fiestas, se expresa precisamente
por esta máxima agresión. La paradoja aymara llega así a su plena expresión estrucural
y ritual29.
Reflexión final
91 En resumen, hemos visto que el sentido comunitario del aymara, del que hablan tantos
que no le conocen, existe ciertamente. Se ve en la gestión conjunta de los asuntos
comunitarios, en el sentido de ayuda recíproca y en otros muchos rasgos. Pero el tema
es mucho más complejo de lo que a primera vista parece. La unidad se da sobre todo al
305
95 Otro factor importante es la presión demográfica. Es cierto que los Laymis y Jukumanis
del valle tienen menos fricciones que sus hermanos de la Puna y es posible que a ello
contribuyan factores ecológicos y climáticos como los señalados más arriba. Pero en
situaciones climáticas comparables a las de los tranquilos ayllus del valle se encuentra
306
98 No es fácil determina r en qué forma la cercanía o contacto con los centro urbanos
importantes desequilibra en uno u otro sentido la tensión entre unión y división. En
general las regiones que podríamos llamar plenamente marginales a estos centros
nacionales mantiene mejor el equilibrio. Pero al mismo tiempo estas regiones no llegan
a desarrollar tampoco ninguna solidaridad a nivel supralocal ni a desencadenar ningún
movimiento social de tipo reivindicativo. Viven en su mundo cíclico y relativamente
estático. En cambio, cuando hay más contactos, aumenta tanto el faccionalismo como la
posibilidad de que surja algún movimiento social reivindicativo, como también la
posibilidad de que se desarrollen lazos de dependencia de tipo servil con relación a los
intermediarios del sistema nacional.
99 El conflicto crónico en el norte de Potosí ocurre en una doble situación muy especial.
Por una parte, como vimos, la lucha ocurre en áreas rurales aisladas pobres y sin
caminos. Pero, al mismo tiempo, estos ayllus han estado en el patio trasero del
desarrollo minero desde los tiempos coloniales hasta la época de las grandes empresas
capitalistas mundiales y los conflictos laborales de estas últimas, han provocado la
intervención activa del ejército, que mantiene ahí sus cuarteles hasta el día de hoy.
100 Todas estas reflexiones, por supuesto tentativas, plantean entre otras la siguiente
pregunta: la mayor integración a través de los mayores contactos, ¿se resolverá
últimamente en una mayor solidaridad del aymara o en una mayor desintegración?
Estos contactos sacan ciertamente al aymara de su rutina y lo empujan a algún tipo de
activismo. Este activismo toma entonces tanto la ruta de las reivindicaciones sociales,
potencialmente productiva, como la del faccionalismo interno, fundamentalmente
estéril sobre todo a este nivel ya nacional.
307
101 Brota entonces una nueva pregunta: ¿Hasta qué punto los grupos que detentan el poder
estimulan este faccionalismo? Ciertamente muchas de las luchas intercomunitarias en
Achacachi y zonas cercanas antes de la Reforma Agraria fueron estimuladas por
patrones que esperaban sacar ventaja de ellas para sus respectivas haciendas. Incluso
después de la Reforma Agraria, algún pleito entre comunidades se debe al menos
indirectamente a ex patrones que buscan cómo vender mejor lo que quedó de sus
haciendas, o a leguleyos que alientan esos pleitos por el beneficio lucrativo que les
traen31. Es decir, ha existido una manipulación directa o indirecta. Ya hace dos milenios
que se inventó la fórmula “divide y vencerás”. Aunque tampoco debemos olvidar que el
faccionalismo es además muy aymara, independientemente de si hay o no
manipulación de estos grupos.
• Procesos en zigzag
102 Sin embargo, a veces esta manipulación ha tenido efectos contrarios a los pretendidos.
Algunos conflictos inicialmente fueron el resultado de una manipulación interesada.
Pero cuando surgió un objetivo reivindicativo bien definido, se transformaron en
movimientos de protesta en contra de los propios grupos dominantes que los habían
manipulado.
103 Algunos episodios del vasto movimiento del Willka Zárate en Aroma y Oruro en 1899,
tan bien documentado por Condarco32, muestran este cambio. En su guerra para
determinar la capital de Bolivia, el general Pando quiso aprovecharse de los indios y del
faccionalismo, por ejemplo entre Umala y Sicasica; pero en varias ocasiones el conflicto
se transformó en levantamiento aymara vs. militares y blancos 33.
104 Las peleas, años más tarde, entre liberales y republicanos, queriendo aprovechar la
fuerza india, también caldearon el ambiente para el famoso levantamiento contra el
pueblo de Jesús de Machaqa en 1921. Más aún, la agresividad que ahí existía entre
algunos ayllu por conflictos de linderos encontró entonces un cauce más solidario y
reivindicativo frente a los abusos de las autoridades mestizas del pueblo central 34.
105 En Achacachi los patrones estimularon el faccionalismo entre colonos inmediatamente
antes de la Reforma Agraria de 1953, y es probable que este antecedente ayudara al
movimiento general aymara contra patrones de la región pocos años después. La rápida
expansión del sindicalismo campesino en aquellos años se entiende mejor gracias a la
persistencia de “comunidades cautivas”, con todas sus redes internas de reciprocidad,
incluso en el seno de las haciendas. Pero en este último caso el boomerang habría
tenido un efecto de ida y vuelta: en un primer momento creó este tránsito del
faccionalismo manipulado por los patrones al movimiento reivindicativo; pero en su
segundo momento, una vez desaparecido el común enemigo -la hacienda- la belicosidad
revirtió nuevamente a la lucha entre comunidades, alimentada a su vez por su
vinculación con una u otra rama del ya dividido partido gobernante MNR35.
106 Finalmente, ya hemos visto que en los bloqueos de 2000, en el curso de apenas un año,
ya se ha producido un zigzag de cinco tiempos: división, unidad en el bloqueo, división,
nueva unidad en el bloqueo y la actual división. Es todavía prematuro analizar en
detalle los diversos factores que intervienen en este proceso inconcluso, pero es
evidente que la paradoja o dialéctica aymara, entre la solidaridad y el faccionalismo,
sigue muy presente, bien alimentada por una constelación de factores internos y
externos.
308
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NOTAS
1. Albó, Xavier (1985).
2. El prestamo castellano kumunirara (comunidad) es el termino actualmente mas utilizado para
esta instancia social. Pero segun los lugares y su historia su organizacion recibe tambien el
nombre ancestral de ayllu o el mas moderno de sindicato. Como despues explicaremos, hay varios
niveles de comunidad.
3. Albó, Xavier (1972) pp. 773-816,
310
4. Rojas. Gonzalo (1994) Ticona. Esteban (2000); Rojas. Gonzalo y Albó, Xavier (1995)
5. Los sindicatos locales actuales solo son una nueva version de una realidad anterior que de
sindicalismo solo tiene el nombre. Cualquier adulto casado de la comunidad es miembro nato del
sindicato y en muchos casos le llegara tambien automaticamente el turno de ser dirigente en
diversas carteras por rotacion directa o indirecta. Ver Iriarte (1980, cap. 13) y nuestra discusion
mas adelante.
6. Insisto en lo de “igualdad de inoportunidades”. Sea causa sea efecto del sistema, con frecuencia
sucede que ocupar un cargo sea realmente visto como “cargar una carga”, de la que sigue si un
aumento de prestigio, pero tambien de gastos. Los rituales de transferencia de autoridades, por
ejemplo a principio de ano. abundan en este simbolismo: se ha de coger de sorpresa al nuevo
ocupante del cargo para que no se escape: el que ya ha cumplido su turno, baila con aire de
“liberado” al que empezara a sonreir la abundancia, etc.
7. Lo cual, a su vez cuestiona la posibilidad de persistencia o validez del sistema en una situacion
de rapido cambio socioeconomico y de incorporacion a los sistemas nacionales y continentales, a
menos que se renueve con la incorporacion de nuevos criterios y elementos mas o menos
“revoluvionarios”. Pero seria tambien lamentable que en este proceso de renovacion se perdieran
otros elementos tradicionales con una funcion claramente favorecedora de lo “comunitario”, que
tanto echamos a faltar en instituciones de tipo moderno. Ver Astvaldsson (2 0 0 0 : cap. 6), Ticona
y Albó (1997: cap. 3).
8. Ver Alberti, Giorgio y Mayer, Enrique (1974), con bibliografia; Golte, Jurgen (1974).
9. Ver resumen de opiniones en Bolton, Ralph (1976).
10. Alien, Guillermo (1972).
11. Wolf. Eric (1966), p. 80.
12. ritualismo belico se menciona tambien en otros lugares del altiplano. Ver la Barre (1948: 162),
Choque y Ticona (1996: 168-170, 293) y las narraciones noveladas sobre el cronico conflicto de
Laymis y Jukumanis del Norte de Potosi en Taboada (1968: 119). Sobre el faccionalismo en esta
ultima region ver Harris y albo (1984) y la seccion 3.4, mas adelante.
13. Choque, Roberto y Ticona, Esteban (1996), p. 33.
14. Murra, John (1972).
15. Sabidas son las multiples utilidades del junco llamado totora. Se utiliza para forraje, para
techar las casas y hacer tumbados, para construir balsas, trojes, esteras de cama, objetos de
artesania; su raiz tierna es alimento, etc.
16. Platt, Tristan (1976).
17. Ticona, Esteban; Rojas, Gonzalo; Albó, Xavier (1995); Ticona, Esteban (2000) .
18. Albo, Xavier (1979a).
19. Albo, Xavier (1979a), pp. 71-75.
20. Ver Harris, Olivia y Albo, Xavier (1984).
21. En torno a un grupo mixto de aymaras y marxistas urbanos llamado prmero los Ayllus Rojos y
despues el Ejercito Guerrillero Tupaj Katari (EGTK)
22. Entre los muchos estudos de este gran levantamiento anticolonial, los trabajos de Golte (1980)
y Albó (1986b) analizan especificamente el mismo tema que aqui nos ocupa.
23. El conflicto de abril fue iniciado por la coordinadora del agua, que agrupa a diversos sectores
populares en la ciudad de Cochabamba y que, en propuesta por un alza de precios del agua y un
proyecto de ley para privatizar este recurso; pero pronto se le unieron sectores tan diversos
como la policia, que reclamaba un aumento salarial, los productores de coca y, en el distante
altiplano, las organizaciones aymaras. En Septiembre el conflicto fue iniciadopor un pueblo del
tropico de Cochabamba que reclama ser municipio y, por efecto cascada, siguieron los
productores de coca primero en el vecino Chapare y despues en las distantes yungas de La Paz,
los maestros rurales y, de nuevo, las organizaciones aymaras, con eco en otras partes y sectores
del pais,
311
24. Estos productores de la hoja de coca, tan utilizada en la cultura tradicional andina pero a la
vez materia prima de la cocaina, si tiene una razon local coyuntural muy fuerte para levantarse.
Han sido objeto de fuerte represion y sujetos de no menor resistencia desde que fuerzas
conjuntas de Bolivia y Estados Unidos han orientado hacia ellos la mal llamada “guerra contra las
drogas”, como si estos pequenos productores fueran su enemigo principal. Dentro de ello ha sido
precisamente el gobierno del general Banzer el que ha asignado maxima prioridad a su meta
“coca cero”, con bastante exito y mayor publicidad internacional.
25. Ver Albó. Xavier y Mamani. Mauricio (1976).
26. Ver, por ejemplo, Harris (1978), Harris y bouysse (1988), Platt (1976. 1988). Montes (1986),
Mendoza et al. (1994). Ayllu Sartanani (1995). Fernandez, 1995. Yampara 1999).
27. Esta nomenclatura con terminologia quechua (lado de arriba/lado de abajo) se escucha en
algunos lugares, como por ejemplo Sicasica. mas frecuente es la erminologia aymara (alasaya/
masaya o variantes) incluso en lugares que hoy son de habla quechua, como Macha. En la region
nortenna de La Paz, donde hay un elclave quechua, algunos pueblos como Moqomoqo y Ayata
tienen mitades conocidas como Wargas/Inka; Wargas corresponde a las comunidades mas
elevadas y es netamente aymara; Inka corresponde a las comunidades mas bajas y es
primordialmente quechua, aunque cada vez con mayores presiones el aymara dominante. En
otros lugares las mitades son mas conocidas a traves del nombre de sus ayllu preponderantes.
28. Ticona, Esteban y Albo, Xavier (1997).
29. Platt. Tristan (1976, 1988).²
30. Bolton, Ralph (1976).
31. Estos tinterillos pueden estimular tambien en forma interminable pleitos entre particulares
por incidentes insignificantes. En cierto lugar un insulto entre ninas inicio una demanda judicial
que duro anos y anos, consumio un capital y llego hasta la Corte Suprema de Sucre.
32. Condarco, Ramiro (1983)
33. Ibidem, 294, 299-344, 376-387.
34. Choque, Roberto y Ticona, Esteban (1996).
35. Albó. Xabier 1979.
NOTAS FINALES
1. Investigador del Centro de Investigacion y Promocion del Campesinado (CIPCA), la Paz, Bolivia
312
La rebelión intermitente
Estos movimientos de abril y septiembre no van a ser en vano. Alguna gente debe
pensar que solamente es una actitud o locura de nuestra gente, pero yo digo que no
es tanto así. Este movimiento ya ha generado intelectuales, ha generado
pensamiento diferente a lo occidental, un pensamiento en el marco de la lógica
aymara (...). Este no es un movimiento callejero, o sólo furia, o sólo emocional 1.
En lo posterior vamos a plantear la autodeterminación de la nación aymara, así
como de la quechua y las demás (etnias) que hay en este país y eso va a ser una
lucha por las nacionalidades y no como ahora que es una lucha de clases 2.
• La coyuntura histórica boliviana
10 Para entender mejor los alcances de la rebelión campesina de este nuevo siglo, es
necesario hacer unas rápidas apreciaciones sobre algunas de las características
fundamentales de la coyuntura histórica boliviana en la que esta se desarrolló:
El neoliberalismo
15 Bolivia cuenta con casi dos décadas de régimen democrático representativo, en el que
se han sucedido cinco gobiernos elegidos de forma democrática. Aunque es evidente
315
18 Es ampliamente conocido que la aplicación de las políticas liberales tuvo como uno de
sus efectos sociales más significativos el contundente debilitamiento de las
organizaciones obreras y populares que en Bolivia jugaron durante décadas un papel
central tanto social-sin-dical como político. La otrora poderosa Federación de
Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), prácticamente desapareció luego de que la
crisis de la minería de 1985-1986, provocó el despido de más del 80% de los trabajadores
de las empresas estatales; y la Central Obrera Boliviana ( COB), en cuyo seno los mineros
fueron hegemónicos, vive la crisis más profunda de su historia.
19 En los últimos 15 años la protesta social ha sido abundante pero poco efectiva,
principalmente por la ausencia de objetivos claros, el sectarismo, la utilización de
métodos de lucha desacreditados, la ausencia de liderazgos renovados, las políticas
laborales estatales y privadas fuertemente antisindicalistas y tendientes a la
“flexibilización laboral”, y otros. También ha influido el debilitamiento de la izquierda
política que en el pasado actuó preferentemente en el seno del movimiento obrero y
popular y la crisis de las utopías revolucionarias a nivel internacional e interno.
20 Por otro lado, el descrédito de la democracia ha llevado a que diferentes sectores de la
población vuelvan a utilizar prácticas de confrontación abierta y de presión social, a
través de todo tipo de movilizaciones, para obtener reivindicaciones que no creen
poder conseguir por la vía del diálogo o recurriendo a las instituciones democráticas.
Este tipo de comportamiento social, más antiguo y permanente en sectores como los
mineros, los productores de coca del Chapare cochabambino o los maestros, es ahora
práctica común de distintos tipos de actores, que presionan al gobierno con paros,
huelgas de hambre, bloqueos, marchas e incluso acciones violentas.
21 A estos elementos coyunturales de carácter general y que se acumularon en las últimas
dos décadas, se ha sumado una gestión gubernamental no sólo ineficiente y carente de
316
mayo del pasado año. En esos testimonios directos, tanto campesinos de base como
dirigentes intermedios, se refirieron con orgullo a las acciones realizadas el 9 de abril,
las que consideraban sólo el inicio de una larga lucha. Asimismo, entendían a su
movimiento básicamente como la respuesta de los aymaras a la explotación que ejercen
contra ellos los “k'aras” (blancos, criollos, sectores dominantes) y consideraban que
había llegado el momento de lograr su autodeterminación como nación indígena, por lo
que lucharían en el futuro.
43 En los hechos, Achacachi comenzó a aplicar algunas de esas reivindicaciones al impedir
desde entonces la presencia de autoridades estatales en el pueblo y en las comunidades
indígenas, al expulsar a la policía, y clausurar definitivamente a “tranca” ubicada en la
entrada al pueblo. Pronto irían más lejos.
44 Por otro lado en todos los puntos donde se había bloqueado, los campesinos hicieron
flamear la “wiphala”, es decir, la bandera del Tahuantinsuyo que comenzó a utilizarse
desde la década de los setenta, gritaron consignas contra el gobierno, enfrentaron a los
militares con palos, piedras e insultos y respondieron al grito de estos de “matar,
matar, matar”, con “jallallas” (vivas en aymara) a su líder mítico Túpac Katari, a la
nación aymara y a Mallku.
45 De manera organizada, las comunidades participaron en el bloqueo por turnos, en una
franca recuperación de la “mink’a” de origen prehispánico y se ejerció una fuerte
presión social contra aquellos que dudaban de dar su concurso al movimiento colectivo.
Además, todas las decisiones que se tomaron emergieron de asambleas, ampliados y
otras instancias participativas en las que se practicó la democracia directa, utilizada
tradicionalmente por los aymarás bolivianos y otros sectores populares sindicalizados.
46 Además, como nunca había ocurrido en el pasado, contaron con la solidaridad y
participación directa en los bloqueos, de vecinos de los pueblos, maestros rurales,
transportistas de las rutas interprovinciales, además de la tradicional presencia en
conflictos de mujeres y niños.
47 Antes que se iniciaran las negociaciones con el gobierno, los campesinos exigieron la
presencia del presidente de la República, Hugo Bánzer, en Achacachi. Al respecto, un
dirigente dijo a la prensa “También somos bolivianos los aymaras y campesinos en
general, por lo que consideramos ser merecedores de la palabra del presidente y de la
atención de su gobierno que debe ser igual para todos, no sólo para quienes viven en las
ciudades”5. Obviamente, este no acudió a la cita.
48 Finalmente, el 15 de abril, la CSUTCB y el gobierno firmaron un convenio de paz, con la
garantía de la Iglesia Católica, la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de
Bolivia (APDHB) y la Defensoría del Pueblo. Los bloqueos fueron levantados y las fuerzas
militares abandonaron el campo.
49 En los siguientes meses, a la cabeza de Quispe, la CSUTCB desarrolló negociaciones con el
gobierno en torno a un pliego de peticiones del que hablaremos más adelante.
Paralelamente, el dirigente campesino visitó decenas de comunidades y numerosas
provincias, y secundado por los dirigentes indígenas de esas localidades, se comenzó a
preparar la eventualidad de un nuevo conflicto social, que estalló en septiembre del
mismo año.
50 El movimiento campesino del Altiplano había descubierto su fuerza. Ahora pensaba
cómo seguir utilizándola.
320
sentirse afectada por los bloqueos, amén de la total oposición de los empresarios que
decían haber perdido millones de dólares como consecuencia de los mismos. Al
respecto, la Unidad de Análisis de Política Económica (udape) calculó las pérdidas
globales provocadas por los bloqueos en 100 millones de dólares, de los cuales 73
millones corresponderían al sector productivo y 26 millones a otros rubros;
empresarios cochabambinos arrojaron a la puerta de la sede de la Federación
Departamental de Campesinos miles de polluelos muertos que no pudieron ser
transportados a sus lugares de comercialización, el sector hotelero y turístico se
declaró en quiebra y el gobierno afirmó que la reparación de carreteras costaría más de
cinco millones de dólares.
79 Más allá de esos argumentos en contra del movimiento campesino, el Mallku fue
acusado de racista, de querer el desmembramiento de Bolivia, de enfrentar a indios
contra kara’s, de violento y agresivo. Pero, lo que olvidaban esas críticas es que Felipe
Quispe no estuvo solo. Miles de campesinos secundaron su movimiento; al respecto,
Quispe declaró:
Somos toda una nación. La opinión pública urbana dice que el Mallku está solo. No,
estoy con mis hermanos: ¿acaso los miles de aymaras no cuentan?, ¿acaso siguen
pensando que son indios y nada más? (...). No es el Mallku el que bloquea, sino todo
un movimiento consciente de sus deberes de hombres libres y rebeldes; estoy ha-
blando de la nación aymara8.
80 ¿Hasta dónde es posible desmentir esa realidad? Hasta el momento, los hechos han sido
contundentes.
La instrumentalización de la negociación
No voy a dialogar, voy a retirarme de este recinto (oficinas de CARITAS), pero si
ustedes quieren dialogar, dialoguemos en Achacachi, si son hombres vayan allá, les
vamos a dar todas las garantías porque no puedo negociar la sangre derramada por
mis hermanos9.
Con diálogo o sin diálogo, nuestra meta final es la toma del poder por el pueblo
aymara10.
81 Los levantamientos campesinos de abril y septiembre conducidos por la CSUTCB y
estallados, como se ha visto, en el contexto de una crisis social generalizada,
merecieron más que otros la atención del gobierno. Este se vio obligado a cambiar la
represión por la mesa de diálogo en las dos oportunidades y a aceptar la mayoría de las
reivindicaciones campesinas al advenir que no hacerlo podría significar incluso el
derrocamiento del gobierno.
82 En cuanto a esto último, aunque en abril ya se levantaron algunas voces pidiendo la
renuncia de Bánzer, en septiembre, el pedido fue repetido de manera permanente por
los campesinos alzados en Cochabamba y La Paz, principalmente. Mas allá de los
discursos, las dimensiones que cobraron las movilizaciones sociales y el levantamiento
campesino generaron temor en varios sectores de la población del estallido de una
insurrección popular de vastos alcances e incluso se habló de la posibilidad de un
“segundo 52”.
83 Al negociar con la CSUTCB por separado, el gobierno intentó frenar esa amenaza latente,
y al mismo tiempo, impedir la articulación de los distintos movimientos bajo una sola
dirección, cosa que no ocurrió pues los campesinos particularizaron su movimiento y la
COB, que en décadas anteriores fue la cabeza unitaria de los sectores obreros y
325
federaciones campesinas favorables a Quispe, este afirmó una vez más que los bloqueos
se iniciarían el primero de mayo y que esta vez duraría 90 días. Pero, 24 horas antes de
que este se concretara, un ampliado grupo campesino controlado por el líder aymara
decidió suspender la medida.
95 Al levantar el bloqueo, Quispe privó a la Central Obrera Boliviana (сов) de su principal
fuerza, y aunque la marcha laboral preparada por esta logró aglutinar a miles de
trabajadores y arribar a la ciudad de La Paz el 10 de mayo, tras varios días de eludir la
represión, no tuvo la fuerza suficiente como para provocar el movimiento de masas
previsto. Lo único que logró fue que el gobierno iniciara el diálogo con la сов para
discutir las demandas planteadas en su pliego de peticiones.
96 Desinflado el anunciado estallido social, la actitud del Mallku fue fuertemente criticada
por diversos sectores populares, que mostraron asombro, desconcierto y también
desilusión y se empezó a generalizar la opinión de que Quispe había sido comprado por
un partido de la coalición del gobierno, que su actitud se debió a la rivalidad con el líder
cocalero Evo Morales, que sus comportamientos erráticos respondían a una
personalidad autoritaria y otras apreciaciones similares.
97 Esas percepciones aumentaron cuando dos semanas después Quispe recibió del
gobierno una sede social para la CSUTCB avaluada en 200.000 dólares, mientras los
portavoces del gobierno se comprometían en público, una y otra vez, a cumplir con los
puntos que aún quedaban pendientes.
98 Pero el líder campesino no tomó en cuenta esas acusaciones y, contrario a lo que podía
esperarse, comenzó a preparar en silencio un nuevo bloqueo de caminos, que estalló en
junio de 2001. Frente al envío de tropas militares a los Yungas del departamento de La
Paz, con el objetivo de erradicar coca excedentaria, se encontró con una tenaz
resistencia campesina del lugar, Quispe volvió al camino de la rebelión, argumentando
que el gobierno había violado uno de los puntos del acuerdo de octubre.
99 En el desarrollo de los bloqueos iniciados el 21 de junio, año nuevo para tos aymaras-
puso en práctica su “Plan Pulga” consistente en acciones de baja intensidad, es decir, la
no realización de bloqueos masivos sino concentrados en algunos puntos y
principalmente durante horas de la noche. En las tres primeras semanas de bloqueo
este parecía ir al fracaso pues se había concentrado en pocas provincias del altiplano
(las localidades de Achacachi y Huarina, principalmente). Mientras la mayoría de las
Federaciones Campesinas del país se habían negado a acudir al llamado del Secretario
Ejecutivo de la CSUTCB, los cocaleros de los Yungas habían logrado doblar el brazo al
gobierno y los del Chapare no veían motivos para volver a los caminos.
100 El propio gobierno dio poca importancia a los hechos, aunque los reclamos de los
operadores turísticos -pues justamente la zona bloqueada es la que conduce al lago
Titicaca– y de otros sectores de la sociedad, lo llevaron a dos caminos: intentar
tímidamente iniciar negociaciones, que fracasaron de inmediato y mandar tropas al
campo, que pese a los intentos por desbloquear no lo lograron pues el plan pulga
funcionó perfectamente.
101 Como el bloqueo continuaba causando perjuicios, el gobierno decidió dar un ultimátum
a los aymarás paceños, sintiéndose en una posición de fuerza. Este se cumplió a las dos
de la tarde del viernes 13 dejunio. Ante el asombro de todos, bastó un llamado de
Quispe y sus dirigentes intermedios para que aproximadamente 20 a 30 mil campesinos
decidieran salir a los caminos a resistir al Ejército, en forma compacta e inmediata.
328
Frente a la decisión mostrada por estos, los militares se vieron obligados a retroceder,
aunque en el camino de regreso cometieron atropellos con pequeños grupos de
campesinos y decenas de ellos fueron arrestados.
102 A los pocos días, una nueva jugada maestra fortaleció a Quispe al lograr firmar un pacto
de apoyo con el dirigente cocalero Evo Morales, con el dirigente cocalero de los Yungas,
Dionisio Nuñez, y con un dirigente fabril que en abril de 2000 dirigió la “guerra del
agua”, Óscar Olivera. Al mismo tiempo, la carretera a Oruro comenzaba a ser bloqueada
y varios sectores campesinos y populares amenazaron con plegarse al movimiento.
103 El gobierno tuvo que ceder y firmar un nuevo convenio con Quispe en el que se
comprometió a retirar inmediatamente las tropas del altiplano y comenzar a discutir
las demandas planteadas por el sector campesino. Ya no se trataba sólo de los cincuenta
puntos de septiembre del pasado año, ahora se incluía lo que varios ministros y medios
de comunicación señalaron como demandas irrealizables, ya que, entre otros, se exigía
la abrogación del D.S. 21060 que instauró en 1985 el neoliberalismo, la Ley 1008, que es
la que combate al narcotráfico en Bolivia y la Ley INRA, instituida hace algunos años
para reglamentar la tenencia de la tierra y otros.
104 Pero más importante que eso fue que en el movimiento de junio/ julio, las
reivindicaciones tendientes a la autodeterminación étnica salieron a luz con más fuerza
que antes. En muchas localidades se expulsaron a las autoridades estatales -la mayoría
de las cuales aún no han podido volver a ocupar sus puestos-, se cerraron y atacaron los
puestos policiales, se declararon territorios libres, se desconoció la jefatura nacional de
Hugo Bánzer y el discurso predominante en los lugares de concentración aludió a la
explotación y opresión que viven los aymaras en el seno de Bolivia. Un mes después de
concluido el conflicto, los festejos por el día de la patria -6 de agosto, que conmemora el
nacimiento de Bolivia en 1825, fueron suspendidos en todo el altiplano.
105 Quispe, al que muchos creyeron debilitado salió fortalecido del movimiento y habiendo
logrado la reunificación de hecho del movimiento campesino, aunque la alianza con
Morales es todavía muy frágil y otros dirigentes –como su segundo hombre, Alejo Váiz,
han comenzado a atacarlo.
106 En todo caso, la importante dimensión de las concesiones que obtuvo del gobierno en
un acuerdo firmado el 23 de agosto de 2001 en la localidad de Pucarani -una de las que
mas secundó al movimiento del Mallku-, lo ponen como un líder que ha sido capaz de
obtener resultados con sus acciones.
107 Entre los puntos comprometidos por el gobierno, en esta oportunidad, están:
• Más de 70 millones de dólares a ser invertidos en desarrollo agrario, en microcrédito y en la
compra de 1.000 tractores.
• Reparación de todas las carreteras interprovinciales de La Paz.
• Dotación de 3.8 millones de hectáreas, tierras saneadas para programas de asentamientos
humanos, con asistencia técnica del gobierno.
• Implementación del “Seguro Básico de Salud Indígena y Originaria”.
• Indemnización con un monto de 50.000 Bs. por cada indígena originario fallecido en los
conflictos, además de cubrir los gastos hospitalarios, medicamentos y/o de entierro.
• Suspensión inmediata de las investigaciones iniciadas por el tribunal militar, contra 33
dirigentes de Omasuyos.
• Vigencia plena del fuero sindical.
• La presentación por parte de la CSUTCB de una propuesta de “Ley de Tierra y Territorio”.
329
NOTAS
1. Entrevista a dirigente campesino de Achacachi. octubre de 2000.
2. Entrevista a Felipe Quispe, Semanario El Juguete Rabioso, 15 al 28 de julio de 2001
3. Arenga de un dirigente campesino recogida por el periódico La Razón, 10 de abril de 2000.
4. Declaración a La Razón de Felipe Quispe, 18 de abril de 2000.
5. La Razón, 11 de abril de 2000.
6. Dirigente campesino de Achacachi, septiembre de 2000.
7. Campesino de base. Achacachi, octubre de 2000.
8. El Juguete Rabioso, 15 al 28 de julio de 2001.
9. Felipe Quispe, en reunión con representantes del gobierno y facilitadores del diálogo, La Razón,
2 de octubre de 2000.
10. Entrevista realizada a dirigente campesino de Achacachi en agosto de 2001.
331
NOTAS FINALES
1. Profesora Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, Bolivia.
332
Andrés Guerrero
3 Sin duda alguna estos datos son parciales y defectuosos. No existen, a mi conocer, cifras
más o menos verificables de los así llamados “ajusticiamientos”, que es la designación
oficializada por los medios de comunicación para estos actos colectivos de violencia.
Para empezar, el empleo de la palabra ajusticiamiento ya de por sí espejea ambigüedad.
Parangona la violencia colectiva e ilegal del linchamiento con los actos de justicia,
propios al “monopolio legal de la violencia” ejercida por el Estado, si se acepta la
definición weberiana. Dicho término, por lo tanto, los sitúa en la vertiente de aquellos
hechos sociales resguardados por una cierta connotación semántica de legitimidad en
cuanto al uso de la violencia. Al mismo tiempo, la palabra (como noticia), se
autojustifica y facilita un acto de encubrimiento. Diluye los objetivos espectaculares de
tipo comercial: la avidez con la que los medios de comunicación masivos difunden los
actos de violencia (más aún cuando es colectiva) para captar audiencia y ganar índices
en el mercado de la difusión de las noticias. Por último, desvía la atención del público,
de la fascinación morbosa, de la mirada de los propios periodistas cuando captan
imágenes, obtienen relatos y difunden en directo los hechos más truculentos.
4 Además, los datos del cuadro son parciales porque los periodistas del cotidiano El
Universo transcriben información de los archivos de la Policía Nacional que tan sólo
registran un suceso cuando el linchamiento concluyó en al menos un cadáver, con lo
cual se ignora una cantidad imponderable de casos que terminaron en personas heridas
que consiguieron huir o fueron rescatadas por la policía. En el cuadro anterior, gracias
a un cruce de información obtenida de otros cotidianos y algunos archivos
335
los cambios que estaban ocurriendo en el mundo indígena. Casi sin tapujos, los medios
de comunicación insistían en un “retorno del salvaje” y manejaban las imágenes del
“indio por civilizar” creadas por el liberalismo de fines del siglo XIX3.
8 Sin embargo, los linchamientos tienen lugar tanto en las ciudades como en el campo y
ocurren entre los ciudadanos blanco-mestizos y la población indígena. Más aún, al
revisar la prensa, se tiene la impresión de que estos actos grupales de violencia pública,
en una doble connotación: por el lugar de realización y la colectividad de personas que
lo practica, ocurren a escala nacional y obedecen a un cierto efecto mimético de
repercusión: reverberan y remodelan la imaginación colectiva. Surten de ejemplo e
instituyen una modalidad de justicia que se impone por acción particular. Validados
por lo autoreferencial, des-contextualizado y acrífico de las imágenes televisadas, esos
ejemplos de violencia colectiva son integrados en un acervo de pautas mentales que el
proceso de imaginación asocia y reutiliza continuamente.
9 Un autor señala para el Brasil, que los linchamientos parecen suscitarse en hondas de
repercusión que se expanden. Uno o varios linchamientos ocurren en un lugar y al cabo
de un tiempo, se lee en la prensa que ocurrieron casos en otras partes 4. Las noticias de
un suceso parecen predisponer en la imaginación y avalar en los hechos, el ejercicio de
una violencia colectiva y pública por otras poblaciones, en otros puntos del país. Al
mismo tiempo, los medios de comunicación se integran en esa onda de difusión y la
amplifican a nivel nacional. Cuando ocurre uno en un lugar, los medios de
comunicación son sensibilizados por la búsqueda de lo espectacular y reservan mayor
amplitud informativa a los sucesos siguientes. Así, por ejemplo, los veinte
linchamientos registrados en el país se sucedieron a una cadencia de más de uno por
mes, a lo largo de un año y medio y obtuvieron una atención concentrada en los
informativos. Pasado un cierto tiempo, la onda de expansión decrece por saturación. La
prensa, la radio y la televisión (¿y el público?) abandonan temporalmente el suceso.
10 La impresión que se tiene al hojear los diarios en búsqueda de información es que los
casos más difundidos imprimieron una suerte de guión discursivo, gestual y temporal.
Crearon un estereotipo de estrategias que cunde y suscita las mismas reacciones, en
otros casos y en otras situaciones percibidas como de amenaza o delito. En algunas
entrevistas que he realizado se reiteran los argumentos, que explican la motivación de
la violencia, en la negligencia de la policía y la corrupción de la justicia 5. Es un discurso
que, sin duda, pone de manifiesto los nódulos de un sentido común. Como es una de sus
características, deviene circularmente obvio: se autovalida en la experiencia personal
despojada de crítica6.
11 Los entrevistados culpan de ineficacia a la policía y de corrupción a la justicia estatal.
En lugar de castigar a los delincuentes, los dejan en libertad. Significativa y
contrariamente a lo que se podría pensar, la constatación de una repetición de los
discursos y los gestos no parece válida solamente para los actos en el medio urbano,
sino también para aquellos realizados en comunidades indígenas de la Sierra. Más aún,
y se verá posteriormente, el guión rural e indígena tiende a calcar en los linchamientos
una misma modulación (en cuanto a motivos y secuencias) en varios aspectos: en las
relaciones que se establecen con las autoridades del Estado, los tiempos de coyuntura
que crean y el propio lugar del ceremonial.
12 En este sentido, es probable que la publicidad de un suceso contribuya a una reiteración
ubicua de los “ajusticiamientos”. Hipótesis que parece apoyarse en la advertencia
amenazante de que “nosotros mismos hemos de castigar a los ladrones que vienen
337
batería de camión puesto que, en los años setenta, no había llegado todavía la
electricidad a Zumbahua. La idea era difundir noticias y problemas que concernían a las
comunidades que concurrían al mercado. Muchos programas tenían el formato de
radiodramas en los que los actores eran los propios comuneros. Con la innovación de
los altavoces, el mercado semanal se transformó; la plaza tomo el carácter de un
espacio público en el sentido moderno de la palabra; un lugar con una comunicación a
la vez colectiva y anónima9.
16 El segundo paso en la creación de ese espacio público comunero vino con la
radioemisora episcopal ubicada en Latacunga, la capital de la provincia. El nuevo medio
de difusión desbordó el tiempo de comunicación colectivo pautado por la concurrencia
semanal al mercado, extendió un espacio social restringido a la congregación en la
plaza, creó una audiencia amplia y desconocida y modificó el único tipo de comunidad
existente hasta entonces: la agrupación de personas que se frecuentaban cara a cara, y
se ubicaban por historias de vida relatadas de boca a oído. La radio expandió el espacio
público al horizonte de una circunscripción de comunidades hasta entonces ignoradas.
Al escuchar los mismos programas de radio creados en las cabinas radiofónicas
comunales, una amplia región de comuneros tomó consciencia de su existencia. Se
vincularon, así no se conocieran, ubicaran ni tal vez nunca se llegaran a encontrar. La
radio, sobre todo al trasmitir los sucesos de cada lugar y provocar comentarios, creó
una vinculación abstracta en una suerte de tiempo sincrónico que regía en todas las
comunidades de la provincia y favoreció el surgimiento de una agrupación imaginada
de radioescuchas comuneros. El fenómeno tiene sin duda semejanzas con aquel de los
lectores de periódico estudiado por B. Anderson10. La radio crea un público que en una
región geográfica (que puede alcanzar la escala de un país), a la misma hora todas las
mañanas y todas las noches, escucha simultáneamente las mismas noticias como una
radionovela de intriga. En las décadas siguientes y sobre todo luego del Primer
Levantamiento Indígena Nacional en 1990, esa nueva forma de comunidad abstracta
alcanzó una escala nacional en la escena política y los medios de comunicación.
17 Un fenómeno más reciente es, en cambio, el acceso de los comuneros a otros dos
medios de comunicación: la prensa y la televisión. La lectura de la prensa roja es un
hecho constatable en las últimas décadas. Probablemente habría que vincularlo a
múltiples variables que han modificado los hábitos de los comuneros e introducido
nuevos comportamientos de sociabilidad: por ejemplo, el acceso a la lectura con la
escolarización, la urbanización de los comportamientos de los comuneros durante su
prolongada emigración fuera de la comunas, la extensión de la red de caminos y un
consiguiente acercamiento de la vida rural a la urbana. Los cotidianos que compran los
hombres combinan dosificaciones intensas de noticias espectaculares sobre sexo y
violencia. En una corta visita a un mercado frecuentado por indígenas, por el ejemplo el
gran mercado de Latacunga o el pequeño de Quisapincha, el visitante observará en las
esquinas de la plaza, sentados en fila, campesinos que ojean esos periódicos
inconfundibles precisamente por la tinta roja de sus fotorreportajes. Circulan de mano
en mano.
18 Pero sin duda el medio de comunicación que más fascinación y avidez produce hoy en
día es la televisión. Tiene un empuje cada vez mayor y alcanza a las más alejadas
comunidades indígenas. Los comuneros que ahorran algo de dinero en su trabajo
urbano aspiran a comprar un receptor, aún a costa de endeudarse y de postergar
339
necesidades primarias. Las antenas comienzan a erguirse en los techos de las casas
cuando una comunidad consigue acceso a la red eléctrica nacional.
19 Las noticias y las telenovelas acaparan la atención en el seno de los hogares indígenas.
Miran la pantalla colectivamente entre familiares, parientes y vecinos. Son un tema de
conversaciones dentro de la familia y una forma de vivencias imaginarias compartidas
en la calidad de espectadores que pertenecen a un círculo amplio, no solo regional sino
nacional. Como en todas partes donde la utilización de la televisión se convierte en una
costumbre, remodela el arreglo del espacio de habitación familiar y modifica la
repartición del tiempo de cada uno y de todos sus miembros, en particular de los
niños11. Al respecto, las comunidades no son una excepción. Pero, además de esto, la
televisión introduce cambios específicos en las relaciones entre ancianos, adultos y
niños: induce un proceso de jerarquización. Algunos entrevistados relatan, por ejemplo,
que las mujeres y los ancianos de la zona alta de Quisapincha no entienden lo que ven,
ya sea porque sólo hablan quichua o porque carecen de un saber contextual de tipo
urbano. La explicación viene dicha con un dejo apenas velado de menosprecio. Los
jóvenes con la emigración y los niños en la escuela, acceden a esos conocimientos.
Sobre todo los niños, averiguan al maestro lo que no entienden de las telenovelas y los
noticieros. Son quienes más explican a los ancianos y a las mujeres los sucesos que
presenta la pantalla.
20 Las familias comuneras, en cuanto a esto, siguen la querencia común hacia la
uniformización nacional, tal como sucede en el resto de los hogares blanco-mestizos del
país. Sin embargo, el fenómeno más importante para el tema de los linchamientos es
sin duda, el proceso de nivelación en el imaginario que acelera la televisión, lo cual no
significa forzosamente que provoque ni un mayor acercamiento ni un mejor
entendimiento entre la población indígena y la ciudadana blanco-mestizos. Sin
embargo, bajo su influencia las poblaciones ciudadana e indígena incorporan un
“mundo del sentido común”12, un conjunto de principios de clasificación compartidos a
escala nacional. Por lo tanto, en cuanto al principio de la división entre blancos e
indios, es un medio de comunicación que transgrede en el imaginario las restricciones
de intercambio social, definidas por las estrategias de frontera étnica en los espacios
públicos y el mercado. Los medios de comunicación en general, y con intensidad la
televisión, crean un conjunto supuestamente no diferenciado de espectadores, aunque
cada cual haga diferentes lecturas de lo que ve. Para los indígenas, la pequeña pantalla
se convierte, utilizando la metáfora de un presidente de comunidad, en una ventana.
Permite “ver como viven en las ciudades los blancos” desde su remontada comunidad
que, en el caso preciso del presidente que habla, no tiene camino estabilizado pero si
televisión permanente. Permite vislumbrar la vida íntima de los ciudadanos y atisbos
de los comportamientos públicos de los políticos. Por esa ventana virtual, desde el otro
lado de la frontera étnica, las telenovelas son interpretadas, además de emotiva,
pedagógicamente. Dan acceso a un conocimiento del mundo ciudadano y, aunque se
reconoce que son tan sólo una ficción, de todas maneras se considera que introducen a
la realidad de la vida de “los blancos”. Realidad que debido a las exclusiones que
imponen las estrategias de frontera étnica, es un mundo por muchas vías inaccesible
para los comuneros en las relaciones cotidianas. Los noticieros les introducen en la
escena de la representación política, asunto de particular interés para los dirigentes de
las comunidades. Según explica el Presidente entrevistado, para él mismo ha sido un
aprendizaje. La televisión es más accesible a los hombres en general y a los dirigentes
en particular. En efecto, los informativos son asiduamente seguidos por los líderes, más
340
allá del interés que suscitan las noticias del día 13. Los gestos de los ciudadanos políticos,
que atentamente se estudian en la pantalla, adquieren la jerarquía de modelos
imaginarios y, provocan una proyección de espejo. En cuanto a los discursos, sobre todo
respecto al vocabulario burocrático y la entonación de la voz, brinda modelos formales
para expresarse ante el micrófono que propone un periodista o la grabadora que
enciende un antropólogo. Son gestos y palabras que se incorporan. Serán readecuados y
utilizados en las entrevistas con las autoridades estatales o, por ejemplo, en las
asambleas de las organizaciones comunales14.
Un vacío bibliográfico
21 Reflexionar sobre el tema en el Ecuador conlleva una desventaja mayor; hay que
encarar una suerte de travesía del desierto en la literatura de las ciencias sociales.
Además, la revisión de dos importantes centros de documentación me hacen intuir que
la bibliografía sobre el tema tampoco es pletórica, al menos en América Latina. Lo cual,
de ser comprobado, destacaría una paradoja puesto que los linchamientos son una
práctica frecuente en casi todos los países. Sin embargo, por ahora, apenas si dispongo
de trabajos sociológicos, antropológicos o históricos que enfoquen el tema 15.
22 En tres artículos que he podido consultar (dos sobre Brasil y uno sobre Argentina), se
analiza linchamientos de tipo urbanos que se dieron en barrios populares y entre la
clase media ya sea de las grandes urbes o de las pequeñas ciudades. Sin embargo, uno
de los autores (J. Souza Martins), advierte que en el Brasil existen una “cantidad
significativa de linchamientos en áreas rurales y al menos en dos casos los linchados
fueron indígenas”16. El autor asocia estos actos de violencia a tres procesos nacionales.
En primer lugar, los linchamientos se vincularían a una “resurrección de las
concepciones y prácticas de justicia privada” imperantes en las regiones rurales más
atrasadas del país en el proceso de transición del régimen militar al democrático. En
segundo lugar, tendrían una relación con la invasión de las ciudades por emigrantes
que implantan “un estilo más rural de prácticas políticas”. En tercer lugar, serían actos
de violencia asociados a potentados locales, mediadores políticos de corte rural, en
“ficticias organizaciones de barrio”, que el Estado no ha impedido que resurjan. En
síntesis, para de Souza Martins, los linchamientos en el Brasil deben ser
contextualizados entre los fenómenos sociales que, por un lado, tienen un origen rural
y, por otro, surgen en las situaciones inconclusas de transición hacia la modernidad.
Brotan de procesos de cambio social que sitúan a las poblaciones emigrantes en una
suerte de “filo de la navaja”: “un espacio donde la propiedad, el trabajo y las relaciones
de autoridad se están desintegrando”. El autor caracteriza el tiempo y el espacio donde
ocurren los linchamientos, con una metáfora inspirada en Borges: son un “umbral de
intersecciones inacabadas”. Dichos umbrales agrupan poblaciones con acceso
bloqueado o negado a la modernidad17.
23 Estos planteos interesan aquí por una razón: los linchamientos en las comunidades
indígenas implican precisamente a poblaciones que se encuentran en un umbral de
cambios que, en el propio curso del proceso, quedan desdibujados. Como en otro
trabajo he mencionado, es un proceso de “modernidad metaestática”. Se caracteriza
por la metáfora de una piedra que rueda por una pendiente y algo la detiene en su
recorrido, para volver a rodar y detenerse: o sea, un proceso a la vez en inercia y en
desequilibrio que, de todas maneras, progresa en una situación de transición
341
Integran la categoría de un hecho social nacional. Ocurren en una localidad pero crean
un escenario (político y espectacular) difundido en casi todo el país y derivan de las
estrategias de actores desconocidos, insertos en micro coyunturas. Obedecen a razones
restringidas (antes particulares que públicas) pero, sin embargo, el objetivo final que se
construye en el proceso de la acción es lograr un acto preformativo: implicar a las
autoridades estatales en una negociación.
29 Es a este nivel que los llamados linchamientos interesan aquí. Precisamente, en estas
páginas se intenta pensar los linchamientos como una suerte de “revelador político”.
Con esto quiero decir que pueden ser enfocados en tanto que hechos colectivos que
iluminan más allá de lo événementiel. Interrogan las situaciones de cambio, las
modificaciones que se han dado en el sector rural, las tendencias en las prácticas
políticas que se adoptan en las comunidades y las relaciones de las organizaciones
indígenas con respecto al Estado y la sociedad nacional. Pero antes de continuar me
detengo en la descripción de un par de sucesos ejemplares.
El relato de los hechos
30 Escojo aquellos linchamientos que considero más significativos y accesibles en cuanto a
información. Desde luego, como sucede en todo fenómeno social que se replica, no
todos los casos se asemejan y escasos son los apropiados para los objetivos del análisis
que se pretende realizar aquí. Escojo aquellos que destacan procesos mayores entre el
Estado y la sociedad debido a las situaciones de conflicto que desencadenan entre los
actores. En estos casos el ejercicio de la violencia adquirió un carácter instrumental.
Creó una coyuntura política que implicó a fuerzas, instituciones y agentes sociales
internos y externos a la comunidad. Más aún, fueron linchamientos que alcanzaron una
alta “eficacia preformativa” en la interlocución con el Estado y tuvieron un fuerte
impacto en la opinión pública. Vale decir, fueron actos colectivos de violencia que, en el
contexto preciso en el que se dieron y al filo de las estrategias de los actores, se
construyeron en actos políticos. Sin embargo, en su propio desenvolvimiento,
desbordaron los parámetros de las redefiniciones de lo político que proponían.
31 Desde luego, los casos que escojo fueron aquellos que mayor divulgación tuvieron en los
medios de comunicación, en tiempo de emisión de radio y televisión, tamaño de los
titulares y páginas en los cotidianos21. Suscitaron intensos comentarios en los
encuentros cotidianos, como se dice, “en la calle”. Sintéticamente, organizados en
secuencias temporales, los sucesos tuvieron el siguiente curso.
• 1° Caso. El castigo de “las brujas de Calguasig”. 15-22 de julio de
1996. Lugar: Comuna de Calguasig (cantón Quisapincha, Prov. de
Tungurahua).
Primer momento: secuestro y movilización comunal
32 Día 15. Dos mujeres que viven en la ciudad de Ambato (capital de la provincia) son
detenidas por los comuneros de Calguasig. La comunidad indígena es pobre y está
trepada a un flanco interno de la cordillera a 3.500 metros. Se ubica a pocos kilómetros
de la capital de la Provincia de Tungurahua. Sin embargo, llegar requiere largas horas
de camino en autobús y a pie. Cuando llueve es inaccesible de subida y de bajada, este
343
clima es frecuente a lo largo de todo el año en esa parte de la cordillera. Las dos mujeres
de las que se trata tendrán unos 40 años en el momento de los hechos. Son acusadas de
ritos de brujería por los comuneros de a poncho. Para los dirigentes de corte moderno
del cabildo (algunos de los cuales adoptaron la religión evangélica) son estafadoras:
aprovechan la credulidad, la ignorancia y la superstición de los indígenas. De todas
maneras, es una creencia enraizada en el sentido común de los comuneros que sus
maleficios habrían provocado la muerte de varias personas. Hay, sobre todo, una pareja
postrada que se debate entre la vida y la muerte, y sus hijos están abandonados. Corre
un rumor de boca en boca que enciende una alborotada indignación. Se dice en
Caguasig que les habrían echado una brujería, como a muchos otros comuneros. Todos
saben que las dos mujeres alardean de eficaces intermediarias del poderoso San
Gonzalo, un santo de la ciudad de Ambato. Se trata de una imagen ambivalente, capaz
de causar el bien y el mal. En la opinión de los comuneros, las culpables de las muertes
serían aquellas dos mujeres secuestradas: por lo tanto, exigen un castigo ejemplar. Para
los dirigentes en cambio se trata de una estafa. Lo que conviene hacer es denunciarlas
para, así, eliminar de una vez por todas la superstición y la ignorancia de los
comuneros22.
33 Día 16. Las dos mujeres continúan encerradas bajo candado en una habitación en la
Casa Comunal. Las autoridades de Calguasig vocean por los altoparlantes a una reunión
que tendrá lugar ese mismo día en la comuna23. Citan a los dirigentes de la
Confederación de Organizaciones Campesinas Indígenas de Quisapincha, (cociq 24),
convocan a los presidentes de cabildo de las demás comunas y extienden el
llamamiento a los comuneros en general (hombres y mujeres) del cantón de
Quisapincha. Proponen realizar una asamblea abierta. En el orden del día está inscrito
discutir si conviene o no entregar las mujeres apresadas a las autoridades judiciales y
de policía. En el primer caso, si se las entrega, las autoridades estatales deberán dar
garantías de que las dos mujeres pagarán una indemnización por cada enfermo y por
cada muerto, y que no se las dejará en libertad y serán juzgadas. De ante mano
previenen que, de todas maneras, las autoridades del cabildo de Calguasig impartirán a
las dos mujeres un castigo según sus costumbres. En caso contrario, si la asamblea
decide no entregar las dos mujeres a las autoridades de la provincia, queda sin decir,
pero para todos planea en el aire la amenaza de quemarlas, emulando anteriores casos
en el país. Además, la asamblea deberá discutir si adopta diversas acciones de protesta,
tal vez obstaculizar las carreteras, como en los levantamientos nacionales de indígenas.
El objetivo sería presionar a las autoridades estatales a que cumplan y “hagan justicia”.
34 Ese mismo día llegan a la plaza de la comunidad de Calguasig varios periodistas de
diferentes medios de comunicación del país. El presidente de la comunidad se pone en
contacto con una radioemisora (privada y comercial) de Ambato, la capital de la
provincia. Dicha radio es muy conocida y escuchada en la región, sobre todo en las
comunidades. Se ha convertido en medio privilegiado de difusión para comunicarse con
los dirigentes de las comunas de la región, para enviar mensajes a familiares,
condolencias por deceso y celebración de onomásticos con música. Hacer público el
secuestro de las brujas, más allá del circuito de las comunidades de la región, es una
decisión tomada por las autoridades del cabildo indígena y la organización mayor, la
Confederación de Organizaciones. El objetivo es lanzar una advertencia a las
autoridades estatales de la provincia (al comisario de Policía, a la fiscal y al gobernador)
para que adopten medidas eficaces. Los comuneros se quejan de estar abandonados por
344
la negligencia de las autoridades con respecto a su pobreza. Todos quieren que el país
“conozca como vivimos”. Varias radios locales y nacionales retransmiten la noticia y
despachan reporteros para cubrir los sucesos desde el lugar de los hechos.
Segundo momento: un hecho público y las negociaciones
35 Día 17. Se reúnen algunos miles (dice la prensa) de campesinos en “asamblea”. Los
dirigentes acusan a las autoridades estatales (jueces y policías) de ineficacia y de poner
en libertad a los brujos que habrían sido denunciados anteriormente (señalan un caso
en 1993). Por otro lado, se indignan de que, cuando los indígenas han querido imponer
su propia justicia, las mismas autoridades estatales (“mestizas”, dice el periódico) les
han maltratado y hasta encarcelado.
36 Día 18. El secuestro es un hecho público en la provincia y recorre el país por los medios
de comunicación nacionales.
37 Día 19. Nueva reunión de dirigentes de las comunidades. Siguen deliberando sobre si
conviene entregar a las secuestradas o no a las autoridades. Afluyen más comuneros
hacia Calguasig. El cotidiano El Comercio dedica dos páginas enteras al caso y añade
información sobre otros linchamientos en el país. Las emisoras de radio y la televisión
siguen difundiendo noticias del secuestro de “las brujas” en los informativos. Hay
negociaciones con las autoridades estatales de la provincia. El propietario de una radio
difusora de Ambato actúa de intermediario. Los dirigentes de las comunidades ( COCIQ)
exigen que los funcionarios de la provincia concurran a la comuna de Calguasig a
negociar personalmente.
Tercer momento: el acto de castigo
echa agua (les baña)26. Las autoridades observan el castigo. El Presidente del cabildo da
por terminada la ceremonia y, apresurado, embarca en los vehículos del Estado a las
dos mujeres. Las autoridades las conducen a Ambato27.
• 2o Caso. Secuestro, asesinato y cremación de un joven acusado de
abigeo. 7 de Agosto 1997. Lugar: Comunidad de Cachi San
Francisco (Provincia Cotopaxi, cantón Pujilí).
40 Cachi es una de aquellas comunidades con historia ambigua, a la vez de secular pasado
y de reciente constitución. Bajo una cierta forma de agrupación comunal no
reconocida, integraba una antigua y extensa hacienda colonial que entre herencias y
ventas se fue desmembrando poco a poco. Finalmente, se desintegró del todo cuando
prosperó un conflicto liderado por los campesinos externos que se calificaba de “los del
camino”. En efecto, sus casas estaban a la vera del carretero; o sea, en un espacio
público y no dentro de la hacienda como los huasipungueros. Corrían los últimos años
de la década de los setenta cuando “los del camino” pidieron el cumplimiento de la
Reforma Agraria. Fueron quienes arrastraron en el conflicto a las demás familias
trabajadoras. Entonces, a la vez por intervención del Estado y con la compra de las
tierras por las antiguas familias de trabajadores, a inicios de los años ochenta, se
constituyó la actual comuna en una entidad autónoma, dotada de sus propios estatutos,
autoridades nombradas y tierras reconocidas. Los miembros de una ong católica
jugaron el papel de “intelectuales externos” y colaboraron en la organización de los
campesinos. Desde fines de la década anterior a la solución del litigio vivían en el lugar
y venían realizando varios programas de desarrollo agrícola y educacional: con los
campesinos crearon escuelas, un taller de carpintería, un molino de granos, una
panadería y un almacén comunal. Salvo la escuela que luce bien conservada, los locales
que acogieron esas actividades dan una idea exacta de la decadencia de aquellos
programas de desarrollo28.
41 Ubicada a unos 15 kilómetros de la ciudad de Pujilí (la cabecera cantonal) y servida por
transporte público frecuente, a la comuna de Cachi San Francisco se llega por un
camino vecinal estable que se bifurca de una carretera a la costa con intenso tráfico.
Hay un trasiego perseverante: los comuneros van y vienen de la capital de la provincia
Latacunga. Llevan productos agrícolas y compran alimentos, ropa e insumos para los
cultivos. Al borde del camino, temprano por la mañana, los hijos e hijas de los
comuneros en uniforme escolar esperan el paso de las camionetas de transporte
público. Concurren al colegio de enseñanza secundaria a 10 kilómetros en el camino a
Pujilí. Un comunero me cuenta que desembolsa un excesivo presupuesto en el
transporte de sus hijos. Los escolares pobres van y vienen a pie. De regreso a sus casas,
los que tienen televisión siguen ávidamente las populares telenovelas mexicanas,
venezolanas, brasileras o argentinas29. Desde fines de la adolescencia, hombres y
mujeres emigran para buscar trabajo en Quito. Cuando pueden, retornan a sus casas los
fines de semana. Las comunas de esta zona están dotadas de alumbrado público en el
carretero y de electricidad para uso doméstico. Se conectan a la red sobre todo aquellas
casas -casi todas abandonaron el techo de paja luego del último terremoto- en la parte
central, cercana al camino. Las antenas de televisión no son una excepción en los
tejados. Los camiones de distribución de gas para consumo familiar recorren las
comunas y venden bombonas al borde del camino. Con carretillas o a lomo de burro, las
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familias las llevan a sus casas. Hace más de una década, la cocina de gas desplazó al
fogón de tres piedras, fuego de leña y olla de barro.
42 El escenario escogido para el linchamiento en Cachi San Francisco fue un antiguo patio
de hacienda, un sitio de connotado prestigio y recuerdos. En ese mismo patio apenas
hace tres décadas, el patrón en persona o en función de una delegación de poder común
en la Sierra, su mayordomo, ejercía una “justicia de patio de hacienda”: amarrados a
una gran piedra, azotaba a los trabajadores incumplidos o acusados de robo. En un
costado de ese destituido cuadrilátero, hondamente incrustada en uno de los taludes
pero sobresaliendo, destaca a la mirada una piedra grande. Sirvió de apoyo material y
de sitio simbólico para el fusilamiento y la cremación del joven. Al pie de esa piedra de
unos tres metros de altura, dos comuneros cómplices fueron obligados a enterrar el
cadáver. El antiguo patio de hacienda es ahora un espacio público comunal: acoge las
reuniones del cabildo y las fiestas anuales que algún prioste dedica al Niño de Atocha.
Por un costado de ese cuadrilátero la perspectiva desborda y se pierde hacia el ilimitado
paisaje del valle de Latacunga; al frente, se erige una pequeña y desangelada iglesia de
un solo campanario. Una casa comunal desconchada cierra un tercer costado. En una
explanada donde desemboca por ahora el camino transitable, hay una escuela pública
de arquitectura burocrática: losa de cemento armado, grandes ventanas en marcos de
metal, pintura verde desteñida por el sol y las lluvias. Quizás por el indefinible
ambiente urbano que produce el encuadre de los postes del alumbrado público
alineados a lo largo del camino, el acceso al lugar recuerda la llegada a una suerte de
remota periferia urbana, quizás una suerte de villa de miseria apenas en formación. Es
un tipo de impresión primera, un ambiente que resalta con frecuencia en las
comunidades de la Sierra ubicadas en la cercanía de una ciudad. Se diría que son
lugares rurales sin definirse ni alcanzar el rango de espacios urbanos. El conglomerado
de comunidades de la región de Cachi, en algún momento no muy remoto, debieron
amagar una aletargada transformación desde hace tiempo y que aún continúa.
43 Primer día: la búsqueda y el encuentro. Al amanecer empezaron los sucesos. Una
familia comunera de Cachi San Francisco constató el robo de una vaca y de un caballo.
Fueron sustraídos al amparo de la noche de un terreno propio, aledaño a la casa.
Apenas aclara la mañana y ya se dispersa de boca en boca en la comuna la noticia del
robo. Se reúne un grupo de 85 comuneros que tienen las autoridades del cabildo a la
cabeza. El grupo de hombres se fija la tarea de rastrear las huellas de los animales,
según declaran a los periodistas30. El robo de ganado (vacas, caballos y llamas) había
sido frecuente en los últimos meses en la comuna. Hay un ambiente de inquietud
colectiva y de indignación. Las huellas, explican los comuneros a los periodistas,
conducen al grupo de búsqueda a una distante comunidad, situada a un buen día de
camino a pie por senderos de alto pajonal en el páramo. Reconocen al ganado robado.
Pace cerca (o en los terrenos, según otra versión) de la casa de una familia de cuatreros
blanco mestizos con antecedentes delictivos probados, afirman los comuneros. Cuentan
que el padre de la familia tuvo hace unos años un castigo en otra comunidad de la
región por sustracción de ganado (lo ortigaron, bañaron y arrastraron atado a un
caballo). Cuentan que a último momento, antes de que lo mataran, fue rescatado por la
policía; sitúan los sucesos hacia 1983. El grupo de hombres de Cachi San Francisco ataca
con armas la casa del supuesto cuatrero que se defiende a tiros. Al fin consiguen entrar
en la casa, la destruyen y secuestran a dos de sus hijos y a la joven esposa de uno de
ellos; tienen 16, 20 y 19 años respectivamente. Golpean ferozmente a la madre y la
dejan por muerta; el padre huye por una puerta trasera. Los tres jóvenes son
347
secuencias y las articula a la siguiente. Aparecen como juegos de poder que despliegan
la posibilidad de que los sucesos adquieran plena repercusión y logren una difusión
fuera de la comunidad: primero en la región, luego en el país. No son actos realizados
de manera encubierta y bajo el sigilo de actos violentos y clandestinos; por lo contrario,
son ampliamente publicitados. Mientras más numerosos los espectadores, mayor el
éxito en cuanto a la capacidad de negociación de los agentes comunales. Interviene la
lógica sacrílega (para la soberanía ciudadana) del sacrificio humano. En este sentido, el
linchamiento se convierte en un gesto de soberanía comunal, que empuja hasta los
confines de lo político, una capacidad colectiva de significación en el ejercicio de un
poder simbólico. Interpelan al Estado y la sociedad nacional: abren una coyuntura. Por
una parte, el desafío impugna el monopolio del ejercicio de la violencia por el Estado;
transgrede no solamente sus leyes, atribuciones y funciones, sino sus principios
constitutivos. La violencia se convierte y es transformada por los medios de
comunicación en un espectáculo público que obtiene una difusión nacional, con
secuencias de expectativa y desenlace. Los dos casos de linchamientos comunales arriba
descritos tienen precisamente en común que el retardo del desenlace los convierte en
una coyuntura política, aunque de ninguna manera sea aquella una intención
preconcebida (inicial) ni el motivo que desencadena los sucesos.
De espacio compartimentado a la marginalización
nacional
53 Pensar en las micro coyunturas de violencia en el sentido de un revelador social,
conlleva el supuesto implícito de que pueden ser concebidas en el rango de hechos
sociales totales, en una semejanza al ejemplo clásico del potlach de M. Mauss o la pelea
de gallos en Balí estudiada por C. Geertz38. Ahora bien, de asumir dicha hipótesis,
quedaría por precisar esos actos de violencia entre los parámetros de la historia
republicana. A mi parecer, son los cambios ocurridos en la forma de administración de
poblaciones en las últimas tres décadas, los que abren la posibilidad de una bifurcación
del hecho aldeano e indígena, hacia lo político nacional y ciudadano. Un primer aspecto
remite a la historia de la transición del gobierno colonial indirecto, ejercida bajo la
modalidad de las dos Repúblicas: de españoles y de indios 39. En resumen, el proceso de
la construcción ciudadana y nacional en el siglo XIX consiste en la transición de las dos
repúblicas do tadas de soberanías supeditadas y jerarquizadas, a un gobierno unitario e
igualitario pero cruzado por una frontera étnica40. Este problema recorre toda la
historia poscolonial y, sin duda, encausa una tensión de larga duración que de ninguna
manera ha concluido. Hoy en día resurge y vuelve a significarse en los levantamientos
indígenas y la violencia comunera local. Aunque el tema desborda el alcance de estas
páginas, conviene mencionarlo aquí porque concierne a la soberanía comunal y los
cambios en la administración de poblaciones por el sistema ciudadano.
54 Los linchamientos de comunidad actuales no son actos inéditos. Recuerdo al menos dos
casos que pueden situar un fiel para apreciar las transformaciones de las últimas tres
décadas. A comienzos de los sesenta un médico y funcionario de la primigenia
institución internacional de desarrollo en comunidades indígenas (Misión Andina, un
organismo de la OEA), fue asesinado colectivamente en una comunidad de la provincia
del Chimborazo porque esta se sintió amenazada. Luego, en 1962, dos encuestadores
que recorrían la comunidad de Pul (cantón Guamote) fueron asesinados por los
351
BIBLIOGRAFÍA
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Fuentes hemerográficas
NOTAS
1. En Cachi realicé personalmente el trabajo de campo, con el apoyo de Radio Latacunga.
Agradezco a la institución y, sobre todo, a las personas que me brindaron su colaboración, en
especial a Eduardo Guerrero. En las comunidades de la Confederación de Organizaciones
Campesinas Indígenas de Quisapincha (COCIQ, provincia de Tungurahua) la antropóloga Maite
Marín realizó el trabajo de campo bajo mi dirección. Además de la valiosa información que
produjo Maite Marín, le debo un fructífero y creativo diálogo. La antropóloga Gardenia Chávez
colaboró en recoger alguna información. Adriana Jarrín revisó algunos archivos con perspicacia.
La investigación fue financiada por el Centro Andino de Acción Popular ( CAAP): agradezco a su
director, Francisco Rohn, por el apoyo de su amistad, las finanzas y la institución. El Centro de
Documentación de Movimientos Sociales (CEDIME) prestó su apoyo para un primer acercamiento a
la COCIQ. La Central Ecuatoriana de Servicios Agrícolas (CESA), con larga implantación en la zona de
Quisapincha. colaboró con su imprescindible infraestructura al trabajo de Maite Marina.
Agradezco el apoyo que se le brindó.
2. Hoy (archivo informatizado de Infodatos para el período 1991-1998): El Comercio,
algunos meses de 1996 y 1997; El Universo, un mes de 1997: archivo informatizado de la
revista Vistazo los años 1994-1998. Existen dos imágenes filmadas por periodistas de dos
canales de televisión sobre los linchamientos en Cachi y Quisapincha.
3. Guerrero. Andrés (1997), pp. 555-590.
4. Souza Martins. J. (1901). p. 25.
5. Entrevista en la comuna de Quindigua Alto (Ctón. Guamote, prov. del Chimborazo). Abril de
1998.
6. Geertz, C. (1986), pp. 94-97.
7. Entrevista en la comuna de Quindigua Alto (Ctón. Guamote, prov. del Chimborazo). Abril de
1998.
8. Venegas, José (s. í), (policopiado, s.l.).
9. Entrevista al p. J. Herrán, inventor de las cabinas radiofónicas comunales, Cayambe, mayo de
1999.
10. Anderson, B. (1993). pp 48-62.
11. Quisapincha. entrevista al presidente de la comuna Illagua, Chico. 30 de diciembre de 1998.
12. Bourdieu, Pierre (1997), pp. 118-119.
13. Quisapincha, entrevista al presidente de la comuna Illagua Chico. 30 de diciembre de 1998.
Sobre la noción de frontera étnica y el espacio ciudadano, me permito remitir a Guerrero, Andrés
(1997). pp. I-XIX.
14. La televisión presenta cada vez más frecuentemente dirigentes indígenas (mujeres y
hombres) filmados en sus funciones de representación. En las comunidades se los observa con
admiración de nuevos modelos.
15. Una búsqueda por la palabra “Lynch” y sus derivados “lynching”, “lyncher” en el Handbook of
Latin American Studies de la Biblioteca del Congreso Norteamericano arrojaba una respuesta
desoladora: dos títulos, que obviamente citaré aquí. En la Biblioteca Hispánica de Madrid, por
linchamiento no se encontraba ningún trabajo clasificado en el catálogo informatizado.
16. Souza Martins, J. (1991).
17. Ibidem, pp. 21-24.
18. Guerrero. Andrés (1992).
19. Brandt, Hans-Jurgen. (1986), (anexos): Starn, O. (1992), pp. 89-111.
20. No encuentro una definición satisfactoria de linchamiento. Los artículos citados
establecen tipologías pero eluden una definición. La Enciclopedia of Social Science no trae
357
el término. The Encyclopœdia Americana propone una curiosa explicación: Lynch Law or
Judge Lynch: “a name for irregular punishment, especially capital, inflicted by private
individuals independently of the legal authorities (...) This mode of administra-ting
justice has always prevailed more or less in every country in times of great popular
excitement, and it is necessarily resorted to in newly-settled territories, where the
power of civil government is not fully established”, (vol. 17, p. 883). La explicación es
contradictoria con el hecho que el fenómeno de los linchamientos es relativamente
tardío en la historia de los Estados Unidos. Hubo más de 4 mil linchamientos entre 1885
y 1956. Ocurrieron en territorios donde las autoridades estaban bien establecidas. The
New Encyclopedia Britanica. Vol. 7, p. 589. C. Van Woodward: “Dangerous Liaisons”, nybk.
Vol. XLV, No. 3, feb. 1998, pp. 15-16. Por su parte. Stewart E.Tolnay y E. M. Beck
proponen una definición en cuatro puntos: 1- una persona fue asesinada; 2- fue un acto
ilegal: 3- tres o más personas participaron: 4- actuaron bajo el pretexto de servir a la
justicia o a la tradición (1992), A Festival of Violence. Analysis of Southern Lynchigs
1882-1930. Univ. Ill. Press. Urbana, p. 260.
21. La forma del relato que produce la prensa es un tema en el que habrá que detenerse en la
investigación por su impacto en la formación de la opinión pública y la imagen que construye de
los indígenas, la crisis y la violencia social.
22. Entrevista al ex presidente de Calguasig, J. A. P febrero de 1999 (realizada por Gardenia
Chávez).
23. Las comunas de Quisapincha se “vocean” información de unas a otras por
altoparlantes colocados en altos postes clavados en la plaza de cada comuna.
24. Unas 18 comunidades del cantón Quisapincha están agrupadas en una organización de
“segundo grado”, la Confederación de Organizaciones Campesinas e Indígenas de Quisapincha
(cociq). La decisión del secuestro fue adoptada por los dirigentes de la comuna. Un dirigente de
esa comunidad había ocupado anteriormente puestos importantes en la Confederación.
25. Relata un periodista: “De pronto, con un micrófono en mano, un dirigente, desde el segundo
piso de la Casa Comunal, ironizó en contra de las autoridades por la poca importancia que dieron
a la detención de las dos presuntas hechiceras. Las autoridades estaban pasando bonito en la
ciudad, ahora están sintiendo frío y dolor', dijo el indígena a viva voz. La prolongación de la
asamblea dijo uno de los mediadores, es para que las autoridades sientan, en carne propia, lo que
es vivir en el páramo, sin educación, vivienda y salud.” El Comercia 22 de julio de 1996.
26. Algunos minutos del “castigo” fueron difundidos por un canal de televisión con
alcance nacional durante la hora de mayor audiencia. Se observa en el video que las
mujeres (calificadas de “morenas”, en la prensa) eran mulatas y que también se castigó
a un hombre mulato. Salvo los azotes con acial de cuero trenzado, el tormento fue
realizado colectivamente. Algunas mujeres irrumpían de la multitud con ramas de
ortigas y les azotaban: otras personas les echaban agua Una autoridad mediaba y
amortiguaba la violencia. En un momento del castigo, un hombre se aproximó a una de
las dos mujeres y amagó el gesto de rociarlas con un líquido (¿gasolina o agua?). El
dirigente que presidía la ceremonia le apartó con un enérgico movimiento de brazo.
Presenciaba el espectáculo una multitud de indígenas (mujeres y hombres) de todas las
edades.
27. El Comercio. 18, 19, 22 y 28 de agosto de 1997.
28. Entrevista al hijo de un antiguo huasipunguero que lideró el conflicto, R.T., Latacunga febrero
de 1999. Entrevista al último propietario de la hacienda Cachi San Francisco, Dr. A. P.M., mayo de
1999 (agradezco a Alicia Torres por esta última entrevista).
29. Entrevista a N. C, comunero de Cachi Alto-El Tablón, mayo de 1999.
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30. Es la versión oficial de los hechos recogida sin más en los cotidianos. Desde luego que es
imposible rastrear huellas de unos pocos animales en los densos pajonales del páramo. Adelanto
aquí que los comuneros manejaban obvia información del lugar donde se hallaba el ganado.
Sabían además que existía una red de cuatreros constituida por personas de las comunidades
aledañas.
31. “Los líderes son como unos caciques”, me explica un abogado que les conoce per sonalmente.
Entrevista al Dr. J. A., Latacunga. mayo de 1999.
32. Entrevista al párroco de Pujilí, julio de 1999. Las dos mujeres iniciaron un juicio contra las
autoridades de la comuna. Los funcionarios estatales que presenciaron los hechos fueron
destituidos.
33. Entrevista al periodista de Ecuavisa G. A. Quito. Marzo de 1999 (realizada por Adriana Jarrín).
34. Artículo de J. M. Ruiz N. (obispo de Latacunga). “Incultura de la violencia” en El Universo, 31 de
agosto de 1997; El Comercio, 12 y 13 de agosto de 1997; reportaje de Santiago Roídos B. y María S.
Játiva. “El quinto: no matarás” en Vistazo 27 de agosto de 1997.
35. Concretamente me refiero al conflicto entre los habitantes del pueblo de San Pablo
del Lago con las comunidades colindantes por las tierras al borde de la laguna.
36. Rappaport, J. (1990 y 1994); Guerrero. Andrés (1991).
37. La COCIQ constituyó una comisión para observar los noticieros de la televisión en los días del
secuestro y analizar la imagen que daban de los sucesos. (Comunicación de un dirigente de la
COCIQ, febrero de 1999).
38. Mauss, M. (1983).
39. Annino, A. (1994). pp. 229-250.
40. Thurner. M. (1997).
41. Entrevista al Teniente Político del Quisapincha, F. S. Diciembre de 1998
42. Guerrero, Andrés (1992), pp. 331-354: y del mismo autor (2000). pp. 9-61.
43. Clark, K. (1994).
44. Lentz, Carola (1998)
45. Ibidem.
46. Korovkin, T. (1997). pp. 25-49.
47. Waters, W. F. (1997), pp. 50-64.
48. Rudel. Th. K. and Richards, Samuel (1990), pp. 73-89.
49. Korovkin, T. (1097), pp. 89-110.
50. Zamosc, L. (1996).
51. Guerrero. Andrés. (1997). pp 98-105.
52. Vistazo, 21 de agosto 1997.
53. Foucault, Michel (1997), pp. 216 y ss.
54. Foucault, Michel (1997), pp. 216 y ss.
NOTAS FINALES
1. Profesor de flacso Ecuador y Honorary Research Fellow de la Universidad de St. Andrews
Escocia.
359
1 En varias regiones de Colombia los campesinos resuelven sus conflictos a través del
arbitraje de la guerrilla. A esa experiencia judicial aluden términos como “la ley del
monte”, “la ley de los muchachos” o la “fiscalía 45”, con el que se hace referencia a una
pistola con ese calibre. A eso mismo se refieren cuando alguien comenta que fue citado
al “tribunal del río” o a “la oficina”, es decir, a los “despachos” más o menos
permanentes que en algunas regiones sirven de escenario a la actividad de la justicia
insurgente.
2 El ofrecimiento a las comunidades de seguridad y de justicia es uno de los factores que
contribuyen a explicar el crecimiento territorial de las guerrillas. Las prácticas
judiciales de los grupos guerrilleros han sido tan importantes para su proceso de
expansión como el incremento de ingresos económicos derivados del narcotráfico, del
secuestro o de su sistema de tributación y la relativa deslegitimación del Estado al no
poder resolver viejos problemas estructurales de orden económico y social, o al
enfrentar la acción guerrillera con mecanismos violatorios de los Derechos Humanos.
3 El ejercicio por parte de la guerrilla de unas practicas judiciales, y su progresivo
fortalecimiento en el actual conflicto interno, se explica por razones que van más allá
de la obvia necesidad de todo grupo armado de ordenar por razones de seguridad el
territorio bajo su influencia. Sin que sean las únicas razones, nos parece que debemos
destacar dos causas: la primera, la incapacidad del Estado de atender las demandas
provenientes de diversos procesos de colonización en los últimos cincuenta años. En
esos espacios, las guerrillas, especialmente las FARC, se encargaron de imponer un orden
y de estimular los procesos de organización comunitaria. La segunda causa, proviene de
la crisis de la justicia en general y no exclusivamente de la justicia penal. La
360
fuerza llevaría a que los obreros fueran arrastrados al combate. Sobre el particular, el II
Pleno de esa organización política estableció que
La lucha urbana estará supeditada durante todas las fases iniciales a la lucha en el
campo (...) mientras que la lucha campesina girará, principalmente al comienzo,
alrededor de la guerrilla, y tan pronto como sea posible, alrededor de los
destacamentos semirre-gulares y regulares de combate5.
25 La instalación de la guerrilla en zonas apartadas y marginales del país hizo que se
establecieran relaciones de diverso tipo con los campesinos y que de alguna manera se
rompiera el orden habitual en esos territorios. En líneas generales, la guerrilla provocó
tres tipos de situaciones sucesivas y complementarias: la imposición de un orden en el
entorno para mantener su seguridad, la sustitución de algunos funcionarios del Estado
en relación con las tareas propias de sus cargos, y como corolario de lo anterior, la
oferta de justicia y seguridad a los campesinos.
26 Sin embargo, de los diversos modelos –en medio de enconados debates ideológicos
dentro de la izquierda de la época, en donde cada grupo decía tener la razón o la
verdadera y única “línea correcta” para el logro de la revolución–, las guerrillas
tendieron en la práctica a ser muy parecidas y a convertirse en guerrillas “foquistas” y
militaristas. Esos rasgos definieron a su vez el contenido de sus prácticas judiciales, las
cuales adquirieron un perfil esencialmente penal. Esto quiere decir que la mayor
preocupación en la relación de los guerrilleros con los campesinos fue la de intimidar
por medio de la imposición de la pena de muerte. Por supuesto que en sus orígenes, los
guerrilleros impusieron otras penas y regularon diversos aspectos de la comunidades,
como lo hizo particularmente el EPL con sus experiencias en el Alto Sinú y en el Alto San
Jorge. Sin embargo, dichas formas judiciales fueron más bien marginales en el contexto
que estamos analizando.
27 Las guerrillas impusieron la pena de muerte para ciertos “delitos”, es decir, para
acciones u omisiones de los campesinos en relación con la seguridad de los grupos
armados; además, reforzaron con la imposición de la pena de muerte un par de
prohibiciones contenidas en el Código Penal colombiano. En otros términos asimilaron
los pobladores a combatientes y fueron más allá de las penas estipuladas por el Estado
al castigar con pena de muerte a delincuentes menores que tenían fama de atentar
contra tres pilares del orden social: la propiedad, la vida y el honor sexual.
28 A esa justicia guerrillera la hemos denominado ejemplarizante, porque busca la
penetración y permanencia del movimiento insurgente en espacios rurales extraños a
la mayoría de sus componentes: porque revela una aplicación instrumental en la
medida en que muy poco tiene que ver con los ideales de los aparatos armados, y
porque antepone el interés de la guerrilla sobre los intereses de los campesinos, al
predominar en sus acciones la búsqueda de seguridad y de aceptación de los grupos
guerrilleros. Es también una justicia que le crea problemas a las zonas campesinas
porque es una justicia que impone un orden para la guerra. Si bien resuelve problemas
de seguridad sin consideración a sus utopías –porque en concordancia con ellas algunos
de los “ajusticiados” hubieran podido salvar sus vidas-, su fin último apunta a la
penetración y el avance militar en zonas consideradas como estratégicas para su
existencia y expansión.
29 La justicia ejemplarizante presenta tres matices, que como ya se dijo, responden a
modelos revolucionarios, pero también al papel que cada grupo le asigna a las masas o
al pueblo, y que se refleja de alguna manera, en la relación de los guerrilleros con los
365
campesinos de las zonas escogidas para sus acciones. A mayor distancia con las bases
sociales y con los pobladores campesinos, la justicia penal o la justicia como castigo
tendió a ser la única forma de impartir justicia. En cambio, a mayor relación del grupo
guerrillero con las bases sociales, menor fue el aspecto penal de la justicia guerrillera y
más amplias y diversificadas las funciones judiciales. Así, en un extremo, se halla el caso
del ELN, que denominamos justicia defensiva. Este grupo estableció una escasa relación
con los campesinos y fue el que más tendió al rigorismo interno y externo, y al ejercicio
de una justicia de tipo penal. En cambio, en el otro polo identificamos al EPL, por cuanto
establece una relación estrecha con los campesinos, muestra una variabilidad de
ejercicios judiciales (expropiaciones, resolución de conflictos familiares etc.) y una
menor penalidad sin que se excluya por supuesto la pena capital. A la justicia del EPL, la
denominamos justicia comunitaria. En el centro ubicamos a las FARC, específicamente
en su proceso de transición de guerrilla de “autodefensa” a guerrilla móvil, momento
en el que establece unas relaciones tenues con las comunidades fundadas en asuntos
puntuales como el ofrecimiento de condiciones de seguridad a través de la “limpieza”
de delincuentes. La fórmula de explorar y de configurar influencias territoriales sobre
la base de una justicia exclusivamente penal contra algunos delincuentes la bautizamos
como justicia expedicionaria. Veamos brevemente las características de las tres formas
de justicia ejemplarizante.
• La justicia defensiva
30 En sus orígenes el ELN antepuso el aspecto militar al político. Rechazó de plano la acción
legal reivindicativa, es decir, la lucha organizada encaminada al reconocimiento de
ciertos derechos porque se consideró que esta acción convertía al pueblo o las masas en
conformistas y los apartaba de los verdaderos y grandes objetivos revolucionarios. Para
esa organización, lo fundamental era que la guerrilla asumiera el papel de foco
generador de una “conciencia revolucionaria” que se transformaría espontáneamente
en aparatos organizados acordes con las necesidades ”concretas de la práctica
revolucionaria”6. De esta manera se le atribuía a la guerrilla un poder casi mágico, pues
se pensaba que sus actos podrían ser un detonante que arrastraría tras de sí a los
sectores sociales interesados en la revolución social7.
31 Con tales presupuestos era explicable que el ELN no pudiera lograr explotar las relativas
ventajas históricas y políticas de sus primeros escenarios de actividades. Eso también
permite comprender que el contacto con la población campesina se rigiera por
necesidades logísticas. Las normas no escritas que la guerrilla ponía en funcionamiento
al penetrar en una zona pasaban, en lo fundamental, por una primera fase de
clandestinización en las zonas de operaciones. Luego, en un segundo momento, se
buscaba el acercamiento con los campesinos para explicarles los objetivos de su lucha y
los futuros beneficios si triunfaba la revolución. Y, por último, procedían a la
imposición del silencio a los campesinos en cuanto a los movimientos del grupo, y,
eventualmente, a la asignación de tareas de abastecimiento, de enlace o de información
a los habitantes de la región8.
32 La guerrilla imponía un “orden de guerra” e involucraba a los campesinos en la lucha,
asimilándolos a combatientes o militantes revolucionarios. No hubo códigos escritos,
pero en cambio era claro para los campesinos que algunas omisiones o acciones que
eran delitos podían ser consideradas como traición. Indicativo de aquel “orden de
366
guerra”, es el que recuerda uno de sus jefes históricos, Nicolás Rodríguez Bautista:
estaba prohibido que los campesinos se relacionaran entre sí, “sin una estricta
necesidad”9.
33 La pena de muerte ordenada por el jefe del grupo guerrillero fue por lo general, la
respuesta al quebrantamiento de las normas de seguridad de la guerrilla. En muy raras
excepciones el comandante le entregó a civiles la valoración de la falta y el
señalamiento de la sanción. Las muertes de campesinos fueron criticadas por algunos
de sus miembros y por los propios campesinos de la zona que todavía recuerdan que las
ejecuciones contribuyeron a la crisis que vivió ese grupo a comienzos de los años
setenta10.
• La justicia comunitaria
34 Los primeros pasos del EPL apuntaron a repetir el proceso de la Revolución China y a
construir un nuevo Estado de “dictadura popular” denominado “República Popular de
Colombia”. La etapa inicial del proceso revolucionario se desarrollaría en el campo, con
la formación de varios “frentes armados” o “bases de apoyo” en distintos lugares del
país. En teoría se pensaba aprovechar las contradicciones sociales rurales, entre
terratenientes y campesinos, agitando un programa agrario que bajo la consigna de “la
tierra para quien la trabaja”, entregara tierra a costa de las propiedades de los “
imperialistas”, los “latifundistas” y los “enemigos de la revolución”. Se planteaba
también la devolución de las tierras arrebatadas a los campesinos por medio de la
violencia respetando los derechos de terceros, el reparto de bienes muebles
confiscados, la anulación de las deudas e hipotecas, el castigo para los especuladores y
el respeto a las propiedades indígenas11.
35 La realización del programa agrario en cada “base de apoyo” debía pasar por la
movilización campesina, la organización de una fuerza armada, la liquidación de los
enemigos internos en las regiones y la configuración de los gobiernos locales como un
elemento fundamental de ese proceso. En ese aparato de poder local debían estar
representados organismos militares como el EPL, políticos como el Frente Patriótico y,
“esencialmente los obreros y peones agrícolas, campesinos pobres y los aliados”. El
desarrollo de ese poder local no debía seguir un modelo determinado ni estar
supeditado a una teoría especial, sino que había que construirlo sobre la base de
experiencias concretas, de las particularidades regionales y de su racionalización por
parte de la dirección del partido y de las bases sociales.
36 Ahora bien, a esas “bases de apoyo” se les asignaba un papel central en el proceso
revolucionario, pues debían multiplicarse por todo el país, “estrangular los centros
neurálgicos y las arterias vitales del enemigo”, convertirse en retaguardia de las
guerrillas y nutrir los destacamentos del Ejército Popular de Liberación, el cual en una
fase más avanzada de la revolución, se transformaría en el “ejército regular del pueblo”
encargado de asegurar la dictadura del proletariado.
37 En los planes del EPL estuvo el propósito de establecer 22 zonas campesinas en varias
regiones del país, pero sólo se concretaron dos en las zonas del Alto Sinú y del Alto San
Jorge, en la región del nordeste antioqueño. Y lo más próximo que hubo a una base de
apoyo se dio en esta región, en los años 1967 y 1968, es decir, hasta cuando los cercos
militares de mayo y agosto de 1968 desmantelaron la organización guerrillera lo cual
determinó el retiro temporal del EPL de la región. Con dicho experimento político, este
367
• La justicia expedicionaria
43 Las FARC nace como guerrilla durante la primera y segunda Conferencia del Bloque
Guerrillero del Sur de Colombia, realizadas en septiembre de 1964 y en mayo de 1965,
cuando a partir de la reivindicación de su pasado como “autodefensa campesina”
aprueba la transformación a guerrilla móvil, y el despliegue a nuevas zonas del país. En
su primera década, las FARC se convirtió en una guerrilla móvil, pero mantuvo algunos
rasgos de la experiencia anterior, lo cual tuvo repercusiones en sus prácticas judiciales.
Veamos a grandes rasgos sus dos principales formas de acción que, dependieron, en
gran medida, de la escasa presencia o de la ausencia de aparatos armados estatales.
44 Una primera forma es la que despliega al apoyar formas de “autodefensa campesina” o
“autodefensa agraria” en regiones de reciente colonización, apartadas, de muy difícil
acceso, y con alguna presencia del Partido Comunista. Estas autodefensas fueron
diferentes a la de los años cincuenta, en la medida en que sus miembros no eran
guerrilleros ni tenían la tarea de defender un territorio. Se trataba de campesinos
organizados en ligas o sindicatos agrarios que tenían el respaldo de las FARC para
emprender acciones políticas frente al Estado, contra los grandes propietarios, o para
acceder a la tierra como para facilitar las tareas de colonización y explotación de los
recursos. En Yacopí, por ejemplo, el sindicato agrario, compuesto por unos 450
campesinos, recibió el respaldo de ese grupo guerrillero para invadir tierras o para
garantizar la posesión de las mismas. Los campesinos no apelaban a la entidad estatal
encargada de resolver los conflictos en el campo, sino que recurrían al grupo
guerrillero15.
45 El grupo guerrillero promovió el acceso a la tierra, resolvió conflictos entre colonos,
avaló el traspaso de bienes en lugares en que no existían notarías y cobró porcentajes
por el valor de la venta de los inmuebles. Otros conflictos de su competencia, como los
delitos contra la propiedad, los castigó con la pena de muerte.
46 Una segunda forma de acción de las FARC es la que desarrolló como aparato móvil en
zonas que estaban en proceso de colonización desde los años cincuenta, y en lugares
con antecedentes históricos de resistencia liberal y de influencia del Movimiento
Revolucionario Liberal -MRL- En esas áreas los grupos guerrilleros entablaron relaciones
con los pobladores a partir del ajusticiamiento de delincuentes acusados de delitos
menores y de bandas organizadas denunciadas por homicidios, atracos, violaciones
sexuales y robos. Ese método, que le da el nombre a la presente denominación de
justicia, fue tan característico de las FARC que uno de los jefes fundadores del ELN,
Nicolás Rodríguez Bautista alias “Gabino”, indicaba: “Donde llegaba, limpiaba la zona de
delincuentes y creaba, de alguna manera, una atmósfera de seguridad” 16.
47 ¿De dónde provenían las acusaciones y peticiones de castigo? Generalmente de los
mismos campesinos, y en ello coincidían tanto el hacendado acomodado como el
pequeño propietario, coincidencia que indicaba el interés de los pobladores por
instaurar un orden mínimo en regiones apartadas, pero que también resultaba de la
desconfianza en la acción de la justicia penal del Estado. La ejecución procedía luego de
un llamado de atención, y siempre que el delincuente no diera señales de querer
corregirse17. A cambio de esas tareas, el grupo guerrillero exigía silencio, colaboración e
impuestos.
369
48 El anterior repaso de las formas iniciales de justicia guerrillera, en los orígenes de estos
movimientos muestra la tendencia a actuarde manera preferentemente penal,
intimidando a la población civil y asimilándola a la condición de militantes
revolucionarios. La justicia ejemplarizante es el resultado de una combinación entre
justicia defensiva y justicia expedicionaria, porque se trata de asegurar a toda costa,
por un lado, la seguridad del grupo guerrillero, y, por otro, la aceptación de los mismos
a través de la ejecución de delincuentes. Los dos rasgos que formaron esa combinación
se convirtieron en una técnica de penetración en diferentes zonas del país, desde los
años sesenta hasta la actualidad. El tipo de justicia del EPL fue marginal y muy
particular, debido a la existencia de pequeños aparatos de poder local y al sentido
comunitario de la misma. Sin embargo, resultó coincidente con las demás
organizaciones en cuanto a que la población campesina recibía el tratamiento de
“ejército popular” para la revolución. Con ello, se llegó por otro sendero a asimilar a la
población civil del territorio guerrillero como una extensión del grupo combatiente.
La “justicia retaliadora”
49 La segunda forma de justicia guerrillera, la “justicia retaliadora”, nació durante la crisis
y reconstitución de las guerrillas colombianas, es decir, entre los años de 1976 y 1985.
La forma de justicia en estos años estuvo influenciada por la llamada “justicia
revolucionaria o popular” acuñada con especial énfasis por los movimientos
revolucionarios de Uruguay y Argentina. Esta justicia, igualmente penal, amplió el
espectro de los sujetos potencialmente castigables por cuanto fue guiada por una lógica
clasista y retaliadora al definir enemigos en dos sentidos: se podía ser enemigo del
pueblo, cuando se le explotaban o violaban sus derechos, y se podía ser enemigo de la
revolución si se pertenecía a los aparatos de seguridad del Estado, si se era miembro de
partidos políticos tradicionales, o por representar a las autoridades civiles.
50 La justicia que hemos llamado como retaliadora se inspiró en la experiencia del
movimiento guerrillero urbano suramericano, que surgió a finales de los años sesenta y
comienzos de los setenta. En Uruguay, por ejemplo, las prácticas de justicia guerrillera
se denominaron “justicia popular o revolucionaria”. Se pueden identificar por lo menos
tres ideas básicas alrededor de los grandes juicios aplicados por los Tupamaros:
51 1) Su origen se entiende como una respuesta a la “farsa de una justicia burguesa”, que
se define como clasista en cuanto sirve a los intereses de unos pocos y porque se ensaña
contra los “luchadores sociales”. 2) Se trata de una justicia que penaliza y en esa
medida se convierte en un medio de defensa del pueblo, para responder a la “violencia
reaccionaria con lucha revolucionaria”. 3) Se considera que es un medio de lucha que
debe estar articulado al movimiento social y que apunta a demostrar que se trata de la
prefiguración de un poder paralelo, que puede desarrollarse y llegar a constituir una
alternativa para sustituir al existente18.
52 La adopción por parte de la guerrilla colombiana del modelo de justicia retaliadora fue
una expresión un tanto superficial, por el afán de buscar puentes de comunicación, con
un movimiento social en ascenso desde finales de los años setenta, cuando se muestra
un apre-ciable desarrollo del sindicalismo, las luchas estudiantiles y los paros cívicos.
Con el auge del movimiento social, los movimientos de izquierda y las agrupaciones
guerrilleras trataron de ganar una audien-cia, para la difusión de las ideas socialistas y
comunistas19. El impacto de esas ideologías permitía que las organizaciones tomaran
370
de la revolución por deudas pendientes con la guerrilla o con algún sector del pueblo.
Estudiemos cada una de ellas.
La justicia retaliadora con el pueblo por testigo
56 El M-19 más que cualquier otro de los grupos guerrilleros colombianos recogió los
rasgos esenciales de la justicia aplicada por los Montoneros de Argentina o los
Tupamaros de Uruguay. Pese a que fueron pocas sus acciones dejusticia retaliadora,
juicios como el realizado contra José Raquel Mercado, presidente de la Confederación
de Trabajadores de Colombia, contra Hugo Ferreira Neira, ex ministro de Agricultura, o
el intento de procesar al propio presidente de la República Belisario Betancur, fueron
suficientes para lograr un gran despliegue propagandístico y para intentar mostrarle a
los movimientos sociales de la época que había nacido una justicia de clase dispuesta a
favorecer a los sectores populares. El comunicado que anunciaba el juicio contra
Mercado por considerar que había incurrido en varios delitos, entre ellos el de traición
a la clase obrera, argumentaba:
El pueblo debe de aplicar justicia, pero no la envejecida y gastada justicia que como
limosna nos concede el burgués. El pueblo debe crear las defensas de sus luchas, las
leyes de defensa de su trabajo, la condena a sus opresores. La justicia popular es la
justicia contra los explotadores y todos sus agentes. Los campos son claros el
combate es a fondo (...)
Toda ley contra el pueblo debe ser rota en la lucha diaria. El estado de sitio debe
romperse en las calles. El limitado código laboral debe combatirse en cada huelga.
La libertad del pueblo debe ser obra del pueblo mismo. Los derechos del pueblo
deben ser conquistados por el pueblo. Los enemigos del pueblo deben ser juzgados
por una nueva justicia: la justicia popular20.
57 La justicia del M-19 fue una justicia muy selectiva. Únicamente funcionó cuando se
podían obtener fines políticos y publicitarios, o cuando la detención del sindicado y su
procesamiento podía contribuir a resolver un conflicto social o laboral. Con el
juzgamiento a Mercado se pretendió la aceptación en los escenarios obreros; sobre ese
juicio Jaime Bateman, el más importante dirigente del M-19, llegó a decir que se había
constituido en un triunfo muy grande por haber abierto “la puerta de la clase obrera” 21.
En el caso de Ferreira Neira, se perseguía que su empresa Indupalma le cumpliera a los
trabajadores con normas mínimas consignadas en el código de la “legalidad burguesa”:
jornada laboral de 8 horas, salario mínimo, reconocimiento de días festivos y
dominicales, y reconocimiento del sindicato. En cuanto al secuestro o detención de
Camila Michelsen, la justicia del M-19 intento presionar a su padre, el banquero Jaime
Michelsen Uri-be quien se hallaba prófugo de la justicia estatal, para que respondiera e
indemnizara a los ahorradores perjudicados por sus negocios financieros y la quiebra
del Grupo Grancolombiano. El fallido juicio al presidente Betancur en el Palacio de
Justicia, donde funcionaba el más alto organismo de la rama judicial, buscó establecer
su responsabilidad por el deterioro del proceso de paz iniciado durante su gobierno.
58 En los tres primeros casos los secuestrados o detenidos fueron instalados en una “cárcel
del pueblo”, es decir, en una habitación subterránea provista de ducha e inodoro.
Mercado y Betancur fueron acusados de delitos que no estaban en el Código Penal
estatal y que sólo se explican en el contexto del pensamiento de izquierda de la época y
en la lógica de una justicia clasista y vindicatoria. A Mercado se le sindicó de “Traidor a
la clase obrera” “ (...) por aliarse con los patronos” y“ (...) colaborar con el enemigo de
372
clase” y “Traidor a la Patria” por hacer aparecer a los Estados Unidos como benefactor
del pueblo “ocultando su verdadero papel de saqueador de nuestras riquezas
naturales”. Al presidente Betancur se le acusó de haber suscrito un acuerdo de paz con
la guerrilla en “forma dolosa y mal intencionada, abusando de la confianza de la Nación
y deshonrando su alta investidura”, de aplicar una política económica y social contraria
al proceso de paz, de violar la soberanía nacional al entregar a los extranjeros recursos
naturales y, de firmar un tratado de extradición con los Estados Unidos.
59 A diferencia de los anteriores, las detenciones de Ferreira Neira y de Camila Michelsen
aludían al incumplimiento de normas del orden legal vigente en materia laboral, penal,
civil y comercial. El M-19, con tales detenciones, pretendió presionar la resolución de
conflictos pero dentro de la lógica capitalista, al aparecer como un brazo armado
dispuesto a superar, o por lo menos a hacer realidad, la “legalidad burguesa”.
60 El procedimiento judicial en los procesos adelantados por el M-19 implicó la
presentación de pruebas. En el caso de Mercado, el grupo guerrillero publicó un
extenso folleto citando datos tomados de periódicos, libros y revistas. En cuanto a los
casos de Ferreira y Camila Michelsen, las pruebas fueron de cierta manera de dominio
público, debido a las numerosas referencias de prensa sobre los motivos de la huelga en
Indupalma o sobre el proceso penal abierto por la quiebra del Grupo Grancolombiano.
61 En los tres casos el M-19 ofreció la liberación de los detenidos a cambio del
otorgamiento de reivindicaciones sociales. Con Mercado, la guerrilla prometió la
conmutación de la pena de muerte a cambio del reintegro de trabajadores despedidos
en varias recientes huelgas, la abolición de decretos que atentaban contra la estabilidad
laboral y la movilización sindical. El gobierno del presidente López Michelsen no cedió
y Mercado fue encontrado muerto después de 64 días de cautiverio. En cambio, Ferreira
y Camila Michelsen, fueron liberados. El primero, como resultado de un acuerdo
“satisfactorio” entre los directivos y el sindicato de Indupalma, y la segunda, como
consecuencia de una “negociación parcial” con la familia y la promesa de “cancelar
pasivos a los acreedores”22.
• Justicia retaliadora como simple sentencia de muerte
62 Al igual que en otros países, en Colombia primó esta modalidad de justicia que no
implicaba la imitación o la presencia de algunos elementos del proceso penal de la
justicia estatal. No se dio la detención en una cárcel guerrillera, ni la acumulación de
pruebas, ni la determinación de las acusaciones y respuestas del acusado; tampoco la
publicidad que indicaba la existencia de una acusación o de un proceso, y aunque
existieron sentencias orales, fueron mínimas las probabilidades de negociación o de
conmutación de las mismas. La sentencia a muerte era producto de la voluntad de los
comandantes guerrilleros, de los comandos o de las células guerrilleras. La mayoría de
los ejecutados fueron ajenos a los designios secretos de la justicia revolucionaria: no
recibieron amenazas que pudieran prever que contra ellos caería una sentencia capital:
algunos conocieron minutos antes de la ejecución que debían morir por conductas
contra el pueblo y la revolución y otros nunca supieron por qué iban a morir.
63 Esta modalidad de aplicar la sentencia de muerte a nombre de una justicia del pueblo se
ejerció sin excepción en todos los grupos guerrilleros y en dos sentidos: como castigo a
los enemigos del pueblo cuando se presentaban conflictos sociales para estimular, de
esta manera, la movilización popular en busca de reivindicaciones de clase, y como
373
que se supone surgirá con la victoria de la guerrilla. Tal eje estratégico no sólo
reorganizó la acción de la justicia guerrillera, sino muchas de sus actividades políticas y
de combate. Acciones como el asalto y destrucción de las sucursales de la Caja Agraria
en los pueblos, o el apoyo de las guerrillas a las marchas campesinas que protestaban
por las fumigaciones de los cultivos de coca, no son simplemente formas de
confrontación con el Estado, sino que responden a objetivos muy precisos de atraer el
apoyo campesino: de un lado, el de los deudores de esa institución bancaria estatal, o el
de los recolectores y pequeños cultivadores de la coca afectados con esa medida en el
sur del país, del otro.
74 El preponderante ordenamiento de la guerra en función del poder local y la escasa
influencia de los grupos insurgentes en las ciudades colombianas, ha hecho más
evidente la centralización de la lucha guerrillera en las zonas rurales, luego de un
período en el que las movilizaciones obreras y estudiantiles hicieron visible el trabajo
de la guerrilla urbana o de sus redes urbanas. El ordenamiento de la guerra en torno del
poder local ha llevado también a que la guerra sea una disputa de territorios y a que los
grupos paramilitares adopten algunas metodologías exitosas de la guerrilla. Nos
referimos, exclusivamente, a que cada vez es más notorio el intento de los paramilitares
de convertirse en árbitros en algunos conflictos individuales; el desarrollo de proyectos
socioeconómicos en las zonas conquistadas por ellos y la vigilancia más bien política
sobre las alcaldías o el poder municipal en las regiones bajo su control.
• El control del poder local
75 El ejercicio de un control sobre los poderes municipales por parte de las guerrillas se
origina en el mismo proceso electoral. Sobre ese mecanismo democrático, los grupos
guerrilleros han mostrado posiciones complejas y contradictorias que varían de
acuerdo a los frentes guerrilleros, las regiones y las coyunturas electorales. Ha sucedido
que mientras la mayoría de los frentes guerrilleros de una organización armada se
muestran indiferentes o manifiestan su incredulidad frente al proceso electoral, otros
frentes optan por sabotear ese proceso, lo cual no indica que su posición se convierta
en sistemática o inmodificable. El saboteo electoral presenta diversos elementos: la
amenaza para lograr la renuncia de los aspirantes, la prohibición de hacer campaña, el
secuestro de los candidatos, la amenaza contra jurados electorales y la presión para que
los electores no sufraguen el día de las elecciones28.
76 Las razones invocadas para el saboteo del proceso electoral son de vieja data: la
ilegitimidad del orden político, la existencia de maquinarias o clientelas electorales, y la
falta de garantías y candidatos que representan sectores sociales populares. El saboteo
puede responder también al veto a los candidatos, con argumentos que van desde la
proximidad con los grupos paramilitares hasta antecedentes de malos manejos de los
recursos del Estado, sin que para esto último se necesite, por supuesto, una previa
sentencia judicial estatal en contra del acusado. Ahora bien, cuando hay libertad de
movimiento de los candidatos en zonas con notoria influencia guerrillera puede
intuirse que se han realizado acuerdos, o por lo menos diálogos, entre la guerrilla y los
aspirantes para que el proceso electoral pueda realizarse normalmente 29.
77 Una buena parte de la guerrilla ablandó sus antiguas posiciones abstencionistas,
aunque siguen refiriéndose a las elecciones como “farsa electoral”, y no parecen tener
en esas jornadas intereses directos. Pese a ello, han mostrado cierta preocupación por
376
el desarrollo de esos procesos, en la medida que les permite influir o actuar de alguna
forma en la política local. La guerrilla refuerza al Estado en la medida en que se suma
indirectamente a la búsqueda de la trasparencia electoral a través de la amenaza de no
dejar ejercer a los candidatos electos cuyas victorias hayan dependido de la comisión de
delitos electorales: compra de votos en dinero o en especie, trasteo de votantes y
coacción para votar por determinado candidato30.
78 La guerrilla asume la fiscalización de las administraciones municipales cuando obliga a
los alcaldes o a las corporaciones públicas a rendir cuentas sobre asuntos importantes
tales como el cumplimiento de los programas de gobierno, las inversiones y el manejo
de los dineros del Estado. La guerrilla establece también una vigilancia sobre las
calidades de los funcionarios que son nombrados en las administraciones locales y el
otorgamiento de contratos de obras públicas municipales. Igualmente, trata de
controlar la forma como funcionan y se usan los recursos de otras entidades del Estado
como los hospitales, las entidades de crédito como la Caja Agraria y los centros de
enseñanza. Sólo en raras ocasiones la guerrilla cuestiona las determinaciones de los
funcionarios judiciales.
79 La vigilancia sobre el manejo político local puede conducir al secuestro del investigado,
que ellos llaman “retención”, a fin de que haga entrega de informes, explicaciones o
cuentas de su gestión. La retención puede ocurrir cuando los alcaldes, personeros o
ediles, se hallan en ejercicio o han cesado en sus funciones.
80 La escasa información que existe sobre los juicios, los delitos y las sanciones, se ha
obtenido a través de los comunicados de los grupos insurgentes. Los retenidos, al ser
liberados, no entran en detalles, y por lo general expresan que salieron bien librados
del juicio guerrillero.
81 Durante el tiempo de la retención, que es muy variable, la guerrilla presenta pruebas y
exige explicaciones y documentos; se podría inferir que la administración municipal
afectada por la retención de uno de sus miembros se encarga de hacer llegar las
pruebas que solicitan tanto el procesado como las organizaciones guerrilleras.
82 El juicio lo realizan generalmente en los campamentos guerrilleros y excepcionalmente
al frente de la comunidad como ocurrió con un ex concejal de un pueblo del Cesar, que
fue detenido por 10 guerrilleros, paseado por la localidad, acusado públicamente en la
plaza principal, y condenado y fusilado en presencia de varias personas. A ese ex
concejal, que no había acatado la orden de desocupar la localidad, se le enjuició por el
“extravío de algunos dineros públicos, por incumplimiento de programas que había
anunciado en su campaña electoral y por otras irregularidades que había cometido” 31.
83 La justicia guerrillera en su vigilancia a las administraciones locales no se aparta, en
términos generales, de los delitos previstos por el Código Penal colombiano para el
juzgamiento de las conductas de los empleados estatales que lesionan el patrimonio y
los intereses de la administración pública. Sin embargo, en sus comunicados y en las
pocas resoluciones escritas que se conocen, no hacen diferenciación en las modalidades
de peculado, ni usan los términos corrientes del derecho penal. Ese desconocimiento de
los tipos penales no les impide que en términos llanos persigan y traten de castigar las
diversas modalidades del peculado en el ámbito pequeño de la localidad. Así, en un
comunicado en que se anunciaba la “apertura de un proceso de investigación” contra
varios funcionarios y en el que a la vez se exigía su renuncia so pena de ajusticiamiento,
se rechazaba la apropiación de recursos de la comunidad a través de: “a) Jolgorios,
comidas, festejos y borracheras con dineros del pueblo, b) Sobrefacturación, c)
377
Conclusión
102 El presente artículo ha abordado una de las manifestaciones más desconocidas de la
relación de las guerrillas con la población no combatiente. Hemos planteado la
existencia de tres grandes formas de justicia que se explican en correspondencia con
contextos históricos muy definidos, moldeados por los rasgos internos de cada grupo
guerrillero, el contexto internacional, los cambios institucionales y las formas con que
se manifiestan los movimientos sociales. En la configuración de cada modelo es notoria
la intención de las guerrillas de articular las prácticas judiciales a las expresiones más
notables de los conflictos sociales. Si bien, la “justicia ejemplarizante” respondió a los
primeros modelos de la lucha insurgente, se convirtió desde entonces en una técnica
expedita para la penetración en las zonas rurales e incluso en las zonas urbanas. Más
ligadas a las expresiones del movimiento social son las prácticas de “justicia
retaliadora” y de “justicia del poder local”. La primera se incuba y difunde entre los
grupos guerrilleros ante el ascenso del movimiento obrero y estudiantil de mediados de
los setenta. El eco actual de esa forma judicial, pero sin la espectacularidad ni el
argumento propio de aquella década, se advierte en la idea de la guerrilla de cargar los
costos económicos del conflicto al peculio de los grupos sociales adinerados o con
alguna capacidad económica; o en las públicas conversiones de los no combatientes en
“objetivos militares” por conductas o posiciones políticas relacionados o no con el
desarrollo de la guerra.
103 La actual forma predominante de justicia guerrillera surge articulada a los conflictos o
movimientos locales o regionales, o se engarza a ciertos cambios institucionales
relacionados con la democracia local. Al mismo tiempo la “justicia para el poder local”
es también consecuencia de la reciente territorialidad de la guerra. La oferta de
seguridad y de una justicia rápida, barata y eficiente, es un importante elemento para el
control permanente de los territorios. La justicia guerrillera rivaliza con la justicia
estatal pero en ocasiones se complementan. En materia penal, por ejemplo, ha ocurrido
que la guerrilla entrega delincuentes a los funcionarios estatales o que la justicia estatal
tiene que proceder rápidamente contra delincuentes para protegerlos y evitar que sean
ajusticiados. Al lado de la rivalidad o de la complementariedad, surge también la
instrumentalización de la justicia guerrillera por quienes recurren a ella, en tanto que
los vencidos en juicios por la justicia estatal en ocasiones apelan a la justicia guerrillera
como si fuera una “vía extraordinaria” o una forma alternativa de “revisión de
sentencias”. En este evento el combate judicial puede volverse más complejo, por la
probabilidad que el frente guerrillero que ha “revisado” la sentencia sea desalojado de
su territorio por grupos paramilitares, deseosos de fortalecer sus adscripciones con la
solución de conflictos individuales.
104 La justicia guerrillera muestra la relación entre el derecho y la guerra, en cuanto es una
justicia que nace en medio del conflicto y se convierte en una metodología para tratar
de potenciar subordinaciones originadas en la fuerza o en las adhesiones políticas. Es
una justicia condenada a ser embrionaria: primero, por su situación de inestabilidad, y
porque no puede proteger realmente ni los bienes jurídicos puestos en juego en cada
contienda judicial ni garantizar la vigencia de los Derechos Humanos. Y segundo,
porque no logra delinear claramente formas jurídicas propias y sobrepasar los
principios y los procedimientos de la justicia estatal.
382
BIBLIOGRAFÍA
Bibliografía
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Nariño. Tesis de grado Universidad de Nariño-Universidad Nacional de Colombia, Pasto.
NOTAS
1. Este artículo ha sido publicado con el título de “Justicia guerrillera y población civil” en Santos,
Boaventura De Sousa; García Villegas, Mauricio (2001): El Caleidos-copio de las Justicias en Colombia.
Tomo II, Bogotá, Colciencias, Universidad Nacional. Uniandes, Siglo XXI y Universidad de Coimbra,
pp. 389-422. Esta investigación fue patrocinada por Colciencias.
2. Partido Comunista Colombiano (1967).
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7. ELN (1970).
8. De La Torre. Cristina (1980). pp 122-137.
9. Medina Gallego, Carlos (1996).
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11. Partido Comunista Colombiano (M-L) (1975).
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21. Jimeno, Román (1984).
22. Pizarro Leongómez, Carlos (1987).
384
23. El Bogotano (1977), Bogotá; El Tiempo (1977-1982), Bogotá; Vanguardia Liberal (1983),
Bucaramanga; El Espectador (1982), Bogotá. Comunicado de Prensa en Autodefensa Obrera (1978)
24. Anónimo (1977), p. 114.
25. Vanguardia Liberal (1982), Bucaramanga.
26. Rangel Suárez, Alfredo (1996), pp. 4-16.
27. Echandía, Camilo (1994) (Mimeografiado).
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39. Dávila Ortiz, María Elena y Salas Portilla, Luis A. (1998).
40. Arrazola, María del Rosario, en El Tiempo. Noviembre 1 de 1992.
41. Ardila Delgado, Mery y Espitia Plaza. Diego (2000).
42. FARC. Frente Timanco, Comunicado a la población de Guadalupe (1998).
43. FARC-EP, II Bloque Sur. s. f
44. Constitución Política Campesina (1992).
NOTAS FINALES
1. Historiador Abogado. Profesor de la Facultad de Ciencias Humanas e investigador del Instituto
de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales. Profesor Asociado. Universidad Nacional de
Colombia, [email protected]
385
Entre la vulnerabilidad y la
reconstrucción: mujeres
desplazadas en la costa caribe
colombiana
Donny Meertens
previas, que en muchos aspectos se diferencian de las de los hombres. Pero también
entre las mujeres mismas existen diferencias en la forma en que se sienten afectadas
por el conflicto armado, o asumen la reconstrucción de su proyecto de vida después del
desplazamiento -diferencias que remiten a experiencias laborales, niveles de educación,
movilidad social y geográfica o el trauma sufrido por la violencia-. Para las mujeres, el
factor más incisivo en la manera de enfrentar la reconstrucción post-desplazamiento,
ha sido su experiencia en participación pública (social, política) desarrollada antes del
desplazamiento y las habilidades sociales que esta participación les aportó para la
reconstrucción. A manera de ilustración de estas tesis, analizamos y comparamos en el
ámbito regional las experiencias de dos categorías de mujeres desplazadas, ambas jefas
de hogar. Las primeras, mujeres campesinas tradicionales, repentinamente convertidas
en viudas por la violencia rural y expulsadas hacia las ciudades. Las segundas, mujeres
campesinas líderes, cuyas experiencias de participación y organización han ayudado a
forjar un nuevo proyecto de vida, individual y colectivo, en la ciudad.
5 El desplazamiento interno por razones de violencia, si bien estaba siempre presente en
la segunda mitad del siglo XX, comenzó a sentirse en toda su magnitud a partir de los
años 1988 y 1989. En esos años se dispararon las cifras de asesinatos políticos y
masacres, especialmente en aquellas zonas donde confluyeron varios factores: luchas
campesinas en el pasado, posteriores enfrentamientos entre guerrilla y Ejército,
compra de tierras por narcotraficantes y llegada de para-militares a “limpiar” la región
de guerrilleros y de paso también de organizaciones campesinas. La Conferencia
Episcopal de Colombia, en una primera investigación a escala nacional, encontró
600.000 desplazados entre 1985 y 1994, expulsados principalmente de zonas como
Urabá y Córdoba en la Costa Atlántica (región de estudio en este artículo), la región del
Magdalena Medio en el interior y los Llanos Orientales en el oriente del país 8. En las
más recientes estimaciones9, el número de desplazados internos ha sobrepasado los dos
millones en 15 años (entre 1985 y 2001), cifra que representa el 2.5% de la población
total del país y que sigue en aumento. En efecto, en el año 2000 se ha registrado el
número más alto hasta el momento: 315.800 desplazados entre enero y diciembre. Lo
anterior indica la magnitud del problema en términos de devastación de zonas rurales,
reordenamiento territorial y demográfico, crecimiento desordenado de ciudades y
crisis humanitaria permanente. Pero ante la permanente extensión de las dinámicas de
guerra, no sólo se ha incrementado el número de desplazados, sino también el número
de zonas geográficas expulsoras, como el Departamento del Chocó en la Costa Pacífica,
el Sur del Bolívar, el Norte del Valle, el Sur del Tolima, el Cauca, zonas de intensiva
producción de cultivos ilícitos como el Putumayo y en general las zonas fronterizas con
Panamá, Venezuela y Ecuador, hasta comprometer a la mayor parte del territorio
nacional.
6 Según los primeros datos de la Conferencia Episcopal en 1995, el 58.2% de los
desplazados eran mujeres y niñas (7 puntos por encima de la proporción de mujeres en
la población total de Colombia) y el 25% de los hogares desplazados era encabezado por
una mujer. En estudios posteriores, sin embargo, la proporción de jefatura femenina del
hogar subió a 31 % a nivel nacional y a 38% entre los hogares desplazados en Bogotá 10.
De ellas, el 40% eran viudas que huyeron con sus hijos tras la muerte violenta de sus
maridos, y el 18% fueron abandonadas después del desplazamiento a la ciudad 11.
7 Las corrientes de migración forzada se dirigen en parte hacia la capital, Bogotá, pero
mayoritariamente hacia las ciudades intermedias en proximidad de las zonas de
389
pequeñas pero daban para el sustento diario. El trabajo de las mujeres se confinaba a las
actividades domésticas, la cocina y la atención a la huerta o las especies menores. Sus
vidas transcurrían dentro de un círculo relativamente cerrado y tranquilo de familiares
y vecinos.
Teníamos como unas 10 hectáreas entre tres personas, a cada hectárea se le sacaban
unos veinte quintales de maíz... allá cultivamos maíz, yuca, ñame, ajonjolí, plátano.
El plátano nos servía para la venta; se sacaba un poquito, se vendía en el pueblo y
con eso se mercaba. Yo era ama de casa, criaba mis animalitos, barría los patios,
lavaba, hacía de comer(...) La vida era muy tranquila, y había mucho compañerismo
entre la gente, entre los mismos vecinos nos comprábamos las cosas, que un huevo,
la gallina, plátano, cualquier cosa; nos reuníamos y jugábamos naipe, pero no se
jugaba la plata, sino que por ejemplo, yo hacía dulces o tortas, entonces la gente
apostaba era eso y de paso me compraban a mí. (Lydia, 31 años).
13 La movilidad de esas mujeres campesinas solía ser muy restringida, se criaban en una
vereda y allí se casaban. O si se pasaban de una vereda a otra, era por el trabajo del papá
o del marido, cuando estos eran jornaleros.
Mi papá era un triste machetero en madera. Vivíamos de finca en finca, mi papá
rodando, pa allá y pacá pues él no tenía tierra (...) De Arboletes fuimos para
Naranjito, porque mi papá se fue para allá, entonces allá me conseguí el señor con
quien viví. Bueno, entonces allá tuve la mala suerte que “Pran”(... ) para mí fue el
fracaso, ese que tuve, que lo mataron a él... (María, viuda de 30 años).
14 La mayoría de las mujeres campesinas desplazadas habían sido criadas en una tradición
campesina de sujeción a la autoridad del hombre y de una rígida separación de esferas
masculina y femenina, donde la última se centraba casi exclusivamente en lo doméstico
y en aquellas actividades agrícolas (la huerta, el procesamiento) cercanas al espacio del
hogar. Tenían una niñez y una adolescencia caracterizadas por el aislamiento
geográfico y social, con poco acceso a la economía del mercado, la información, o las
instituciones formales. Aún el contacto con organizaciones cívicas o comunitarias era
escaso. En otras palabras, los límites del “mundo”, del contacto con la sociedad, eran
dados por los jefes de hogar, primero el padre y luego el esposo.
15 Para muchas de ellas, la violencia les llegaba de sorpresa. Precisamente por no
participar mucho en la vida pública, confiaban en que el conflicto no tuviera por qué
tocar la puerta de sus casas. Sin embargo, cuando las matanzas llegaban a veredas o
fincas cercanas, eran ellas las primeras para presionar al marido para salir de allí.. Hay
un notorio dramatismo en los relatos de las viudas del primer período de
desplazamiento (1988-1992):
Yo le dije vamonos pa’l monte, él me dijo no, yo no le debo nada a nadie. Yo sí me
tiré pa’l monte con los niños(...) al momentico todas las casas estaban prendidas (...)
al otro día llegaron y mataron cinco, yo le decía vámonos(...) él me dijo vete para
Montería a donde tu tío, yo me quedo aquí con los peladitos, pero yo no me
aguantaba aquí sola(... ) me volví y una noche se lo llevaron y lo mataron. (Gloria,
viuda de 28 años).
Estábamos trabajando en una finca bananera, yo le dije, mira vámonos de esta finca,
cuando mataron a cuatro muchachos compañeros de él; no hombre, el decía quien
no la debe no la teme’(...) cuando yo me acerqué a la puerta vi venir a unos
hombres(...) ’mire señora nos permite hablar con su marido pero saca a sus niños, y
nos espera ahí en frente porque nosotros vamos a hablar con él’(...) cuando yo oigo
los disparos yo digo ¡ay mami que pasó!’ y solté a la niña y así sola me le eché a uno
para desarmarlo, para también darle, porque, ajá, estaban matando a mi propio
marido, y yo no iba (a dejarlos) pero él luchó conmigo hasta que me dio una
trompada y ahí quedé, me llevaron al servicio médico para que volviera en mí.
392
(Olivia, viuda de 27 años; estaba esperando el quinto hijo cuando mataron al marido
en una masacre en una finca bananera).
16 El siguiente relato, de una mujer cuya viudez fue causada por la retaliación de los
paramilitares hacia familiares de guerrilleros, muestra los efectos desgarradores del
conflicto político en todas sus matices al interior de una familia:
A mi esposo lo mataron los paramilitares, por tener un hijo guerrillero, ellos decían
que tenían que acabar con la última semilla. Siempre nos acusaban de auxiliares de
la guerrilla, por ese mero hecho, nos querían obligar a decirles dónde estaba
nuestro hijo, cuando ni nosotros mismos sabíamos si estaba vivo o muerto(...).
También desaparecieron al otro hijo, por ser hermano de guerrillero, pero eso si
fueron las FARC (...) Ese viejo era un viejo bueno, nunca se metía en nada, el único
pecado fue tener un hijo que se había metido a la guerrilla(...) Antes de llevárselo
estuvieron dos días en la casa, se quedaron, cocinaron, era como una especie de
arresto domiciliario. Después lo vistieron de militar y se lo llevaron, no sin antes
burlarse de él, por todo el camino. Lo vistieron así, diciéndole que si de pronto los
atacaba la guerrilla y él moría, entonces lo habría matado su propio hijo(...) No tuve
quien me ayudara en la salida(...) Uno trata de sobrevivir y seguir, pero son muchas
las heridas que no cicatrizan. Los nietos son como la semilla de mis hijos, son como
mis hijos. Yo vivo es por mis nietos... (Mercedes, 50 años).
17 Las viudas de esas masacres emprendían la huida, no sólo por las amenazas de los
asesinos de volver o por sus órdenes perentorias de desocupar la finca o la casa, sino
impulsadas en forma dramática por el trastorno emocional, el miedo y la necesidad de
salvar a sus hijos. A veces huyeron casi a ciegas y quedaron totalmente desubicadas
cuando llegaban a la ciudad. María, la hija del machetero, se demoró casi ocho días para
enterarse del asesinato de su marido, porque ella huyó cuando lo sacaron
violentamente de la casa. No se atrevió a recoger el cadáver de la morgue. Otra mujer
contó (cuando se llevaron al esposo y a ella le dieron tres horas para desocupar):
No recogí nada, yo no tuve que ver con nada, yo con la sorpresa que me llevé, yo
únicamente me aseguré mis niños y les dije, bueno vamos(.) llegamos a la carretera
sin saber para dónde íbamos a llegar(...) ahí vimos como un campero: ’vea señor’, y
me puse a contarle a él, y le salían las lágrimas de lo que yo le estaba contando y
ahí(.., ) nos subieron al carro(...) ellos se metieron la mano al bolsillo, me regalaron,
pues, platica, me dijeron, ’ustedes no tienen conocidos ni nada como una dirección’,
pero yo no cargaba una dirección ni nada en la cartera. (Belén, viuda de 38 años).
18 Cuando Olivia llegó con sus hijos a la ciudad después del asesinato de su esposo en la
finca bananera, buscó a una hermana pero esta se negó a recibirlos por el hacinamiento
en que ya vivía. A Olivia no le quedó otro remedio que quedarse en la calle:
Cuando yo estaba durmiendo en un corredor aquí en la ciudad, agachadita con mis
hijos, llegó la policía una noche con unos hombres que llevaban presos y me vieron
en el corredor en medio de un aguacero torrencial, a preguntar qué hacía ahí, y yo
les dije: estoy esperando que llueva para irme a tirar del puente pa’bajo, al agua con
todo y pelado; yo estaba que no sabía qué más hacer, estaba como un barco sin
bahía... (Olivia, viuda de 27 años).
19 A partir de las especificidades de género anteriores al momento de la destrucción y el
desarraigo, se podría considerar a las mujeres campesinas tradicionales, enviudadas y
desplazadas, triplemente víctimas: por el trauma que les había producido el asesinato
de su cónyuge, por la pérdida de sus bienes de subsistencia (casa, enseres, cultivos,
animales), que implicaba la ruptura con los elementos conocidos de su cotidianidad
doméstica y por el desarraigo social y emocional que ha significado el desplazamiento
desde su mundo único de relaciones primarias en una apartada región campesina, al
anonimato de un medio urbano desconocido. La destrucción en la fase del antes, en
393
otras palabras, ha afectado su identidad social, en un grado mucho mayor a las viudas
que a los hombres cuya libertad de movimiento y acceso a la información se daba por
supuesto: también les ha afectado más que a las líderes quienes manejaban un espacio
geográfico, social y político más amplio. Para las mujeres viudas, la ruptura del tejido
social a nivel de la familia y de vecindad les ha producido la sensación de estar
completamente a la deriva: como un barco sin bahía.
• Las líderes
20 Durante las intensas luchas por la tierra en la Costa Atlántica al comienzo de los años
setenta, particularmente en las numerosas tomas o recuperaciones de tierra que se
realizaron en 1971, 1973 y 1974 en Córdoba y Sucre, la participación de las mujeres fue
destacada aunque no reconocida en todas sus dimensiones. Las mujeres participaban en
el levantamiento de ranchos, la siembra de cultivos, la defensa del terreno
“recuperado”. Constituían, además, la fuerza de choque contra la fuerza pública
durante las operaciones de desalojo19. Dentro del movimiento campesino mismo, el
reconocimiento del papel de las mujeres en la organización se limitaba más bien a
destacar su papel de garantes de la supervivencia y de fuerzas de apoyo. En ese sentido
se crearon un gran número de comités femeninos con actividades más económicas que
formativas u organizativas. Con todo, las invasiones dieron la oportunidad a las mujeres
de mostrar su fuerza de resistencia, a la vez que los comités femeninos iban a constituir
el primer espacio de organización propia para mujeres campesinas a nivel de base, que
permitiera de alguna manera el surgimiento de liderazgos femeninos. Tres dirigentes
campesinas y comunales relatan sus luchas con -y a veces contra- sus compañeros
campesinos en la recuperación de la tierra y en las organizaciones campesinas:
Entonces nació la reforma agraria en el año de 1970 y los activistas nos la fueron a
llevar allá al pueblo, los activistas con cartillas que nos enseñaban qué era la
reforma agraria; nosotros lo vimos con buenos ojos, era recuperar tierra y vivir uno
más o menos como un ser humano (...) Entonces fue cuando vinieron las primeras
tomas de tierra a nivel nacional, nos organizamos durante seis meses y nos
tomamos la tierra. Y esa fue una lucha constante de seis meses: mete y entra a la
tierra y bajo los aguaceros -porque fue en un invierno- nos tocaba hacer ranchos y
dormir en tierra. (Leonor, antigua líder campesina).
“De esa manera participamos, y también, en la misma lucha, hacíamos resistencia a
la policía: cuando venía por los compañeros, ellos se metían al rastrojo y nosotras
éramos las que dábamos la cara para que no se los llevaran presos porque en esa
época respetaban a las mujeres. Siempre fuimos la salvaguardia de los campesinos.
(Maribel, antigua líder campesina)
Con mi hermana, vivíamos en la toma, pero en esa época todavía no se reconocía la
fuerza de la mujer, a nosotras las mujeres no nos daban una parcela porque éramos
mujeres, éramos solteras, entonces la parcela se la dieron a mi papá; él había estado
en la lucha, pero no en la toma, las de la toma éramos nosotras(...) pero a él fue al
que le adjudicaron la parcela (Leonor).
21 A pesar de los desconocimientos fundamentales que menciona Leonor -se trataba en la
práctica de una negación del derecho a la tierra para las mujeres 20 - ellas no pararon
ahí. Comenzaron a preguntarse qué hacer con ese pedazo de tierra y a organizar a los
parceleros para ver cómo conseguir un préstamo para empezar a cultivar y a formar
proyectos económicos para apoyar a las tomas de tierras y para que los dirigentes de la
organización se pudieran desplazar por la zona. En ese trabajo de base de las mujeres,
poco a poco elevaban su autoestima y comenzaban a cuestionar los comportamientos
394
27 Desde otra óptica, cierto grupo de viudas sufría, al llegar a la ciudad, discriminaciones
especiales de estigmatización, como la de haber sido compañeras de hombres
reconocidamente pertenecientes a los grupos guerrilleros22.
28 También el ciclo de vida familiar incidía en las oportunidades para sobrellevar el
primer período de supervivencia en la ciudad. En ese sentido, las historias de Belén y de
Olivia se inscribían en las peores circunstancias donde todos los factores negativos se
conjugaban: se encontraban en la fase expansiva del ciclo familiar, nunca habían salido
de su pequeño mundo, su huida fue repentina, ante las amenazas de los asesinos y con
el shock de la muerte de sus esposos encima. Como viudas cabezas de hogar debieron
comenzar una nueva vida en la ciudad, a solas con sus pequeños niños. Muchas veces,
en medio del drama personal, las viudas mostraban entereza para asumir la
supervivencia de ellas mismas y sus hijos23. Pero la misma responsabilidad de los hijos
que era fortaleza, también encarnaba amenaza, pues no dejaba tiempo para entregarse
a las emociones o los recuerdos, y tendía a aplazar casi indefinidamente el duelo por la
pérdida del ser querido.
29 Miremos sus experiencias desde el lado de las fortalezas. Para lograr la primera
supervivencia después del desplazamiento, las viudas han sido muy recursivas,
buscaron, más que la compasión de los hombres, la solidaridad de otras mujeres:
familiares, maestras o comerciantes de la plaza de mercado. Así aseguró Belén la
comida para sus hijos:
Allá en el mercado me puse a charlar con una señora. Me regaló manguitos(...) y ella
me daba la comida(...) y enseguida vi a una señora que tenía una proveedora y le
dije: oiga, doña, hágame el favor y me acredita una libra de arroz, aceitico,
espaguetis. Me dio huevos, pan(...) ’cuando consiga me los paga, no ponga a los
niños a trabajar’(...) ella dijo que la historia mia era bastante dolorosa; ahí los niños
se van todos los días almorzados y allá, como ya sabían la historia de ellos, allá en
ese mercado, en ese costal, tenían para comer carne, arroz, de todo, tomate,
berenjena, de todo me mandaban... (Belén).
30 El contraste más fuerte con los hombres se da en las oportunidades que unos y otras
han tenido para insertarse en el mercado laboral urbano. En las estadísticas nacionales
recogidas por codhes resaltan no sólo las diferencias de género en el tipo de
ocupaciones antes y después del desplazamiento, sino más que todo en el enorme
incremento del desempleo de los hombres jefes de hogar, en comparación con un
aumento mucho más modesto del desempleo de mujeres jefes de hogar 24. Los hombres
en Córdoba trabajaban antes en la agricultura y la ganadería 25, de los cuales podría
decirse que son oficios de poca utilidad en el nuevo entorno urbano. Según los datos
nacionales, mientras que el 63% de los hombres había trabajado antes en la agricultura,
sólo el 13% lo hacían después (como trabajador trashumante y con la familia en la
ciudad); en el caso de las mujeres la disminución fue de 18% a 3%. Por consiguiente, en
ciudades como Montería a los hombres les esperaba la inutilidad, el desempleo o
actividades muy marginales como la venta ambulante de jugo en la plaza de mercado
(un líder indígena), la venta de naranjas en un triciclo (antiguo trabajador de una finca
bananera), o el esporádico oficio de “todero” (sacar tierra, cargar agua, ayudar en
albañilería) de un ex-colono de tierras baldías. En todos esos casos, el trabajo de sus
mujeres era indispensable para la supervivencia de la familia. Para las mujeres, la
migración forzada no significaba igual ruptura de labores, pues si bien trabajaban en la
agricultura antes del desplazamiento, dedicaban la mayor parte del tiempo a las labores
domésticas. Por consiguiente, emplearse como aseadora, planchadora o sirvienta
397
33 Para las mujeres desplazadas que habían sido líderes en sus organizaciones campesinas,
las actitudes de desconfianza y total ruptura con el tejido social no se presentaron tan
tajantemente. Generalmente, su salida de la región fue menos precipitada que en los
casos de las viudas “tradicionales”. Y, como ya mencionamos, tenían un rasgo en
común: el de haber encontrado, durante su juventud, algún camino para escapar al
confinamiento del hogar de la típica familia campesina, fuera mediante el servicio
doméstico en la ciudad, o el estudio secundario en internados urbanos. Haber viajado,
haberse educado, haber desempeñado un papel en la organización campesina o haber
conocido la ciudad y las instituciones públicas, les daba una ventaja en la
reorganización de sus vidas, con acento más colectivo, después del desplazamiento
forzado. Aunque mencionaron grandes tensiones emocionales a consecuencia de las
matanzas y las amenazas, lograron rehacer sus vidas con un mínimo de solidaridad
entre sí. “Lo que conseguíamos lo compartíamos, vivíamos así”. Todas contaban con
contactos urbanos y habilidades específicas para la supervivencia. Aún así, la
supervivencia era muy dura y requeriría jornadas triples entre lo laboral, lo doméstico
y lo público. Todas se reunieron con otras mujeres, desplazadas y no-desplazadas, para
organizarías y luchar por mejores condiciones de vida: organizaciones comunales,
organizaciones populares de mujeres, organizaciones de madres comunitarias,
empresas productivas femeninas.
Dedicamos tres días de la semana a la actividad económica, a la producción de
vestidos y camisas, y tres días se los dedicábamos al fortalecimiento de la
organización de mujeres. Nos turnábamos para cuidar a los niños, o me llevaba al
niño al trabajo con la organización y dejaba a la más pequeña al cuidado de un
compañera que siempre nos dio solidaridad. (Maribel).
Nos tocó de pronto del totazo empezar a trabajar en cosas tan mínimas; o sea,
nosotros llegamos que no sabíamos qué hacer, y mi mamá no hacía sino llorar y
desesperarse porque la situación cómo la iba a resolver, entonces yo me fui a una
tienda desconocida porque, imagínate, primera vez que llegamos y entré a la tienda
398
y dije que me fiaran, que me fiaran unas cositas para yo empezar a trabajar, y me
fiaran el arroz, el aceite. Entonces empezamos a tener una mesa de frito a vender
patacones, empanadas, quesos, de pronto también chicharrones, esas cosas, en una
esquina. Mi mamá, ella no hacía sino llorar, llorar, llorar, la hemos sometido a
terapia psicológica y ella no supera esa crisis(...) pero ahora ella hace parte de
nuestra organización y de pronto dice que la organización le ha servido muchísimo
y no solamente a ella, pienso yo, sino que a mí me ha dado conocimientos
impresionantes a pesar de que yo ya venía trabajando en algunas cosas, trabajos
comunitarios, pero es aquí que se ha consolidado realmente la organización y ha
abierto posibilidades a uno. (Cristina).
34 En Montería y otras ciudades de la región costeña, se consolidaron organizaciones
populares y no-gubernamentales femeninas, que han logrado una importante labor de
asociación y apoyo mutuo como estrategia de supervivencia, económica y psicológica,
de las mujeres desplazadas. No obstante, con la continua agudización del conflicto
armado, estas organizaciones de mujeres han sido en creciente medida objeto de
hostigamientos por parte de los actores armados, como también se ha señalado para
otras regiones del país27.
• Viudas y líderes: lo público y lo privado
organizaciones. Pero hay una diferencia: antes estaban en organizaciones mixtas, ahora
dirigen organizaciones de mujeres. En ambas situaciones, las mujeres líderes habían
pagado un precio por su participación pública: la soledad en la vida privada, la
restricción de su vida afectiva. Estos costos del lide-razgo femenino, sin embargo, eran
mayores cuando participaban en las organizaciones campesinas o populares mixtas,
antes del desplazamiento. Eran costos enfrentados con una cierta dosis de ambigüedad,
producto del orgullo por el reconocimiento ganado y las nuevas responsabilidades
asumidas; pero también de la desesperación de no tener con quién compartir las
intimidades de la vida.
La relación con los compañeros de lucha era muy linda, mucho respeto, había
compañeros atractivos, pero a uno le enseñaron a tener una mística, que uno no se
podía prostituir(...) era una de las enseñanzas que nos daban los dirigentes. Como
uno iba a tener una dimensión de liderazgo, tenía que ser el espejo en que se
miraran las otras mujeres que la seguían. Nosotras conformamos los comités
femeninos. Una forma de ganarnos la confianza de los compañeros era ser de
conducta intachable, que no lo vieran a uno besándose con un tipo porque ya no
dejaban ir a la compañera a la reunión, porque las íbamos a convertir en
prostitutas(...) Había mucha vigilancia encima de nosotras(...) siempre estaban
atentos que uno no se estuviera enredando, porque sino no podía cumplir las
tareas. (Maribel).
39 Una vez en la ciudad, esa soledad no ha desaparecido. Aún en el medio urbano, no
resultó fácil defender un nuevo concepto del mundo y nuevas prácticas sociales en una
región que, como la costeña, es conocida por su proverbial subordinación de género.
Pero por otro lado, trabajando con organizaciones de mujeres, no había más miradas
restrictivas sobre ellas, y comenzaron a experimentar nuevas formas de autonomía:
Pero nunca más busqué compañero, no, no, porque ... yo pienso que la solución del
problema económico de uno, no es depender de otra persona sino de uno mismo, en
la medida en que uno se abra el paso, en la medida en que uno crea metas con uno
mismo, así progresa. (Cristina).
He tenido la posibilidad de capacitarme, de ver las cosas de otra manera, de poder
tener la oportunidad de pensar las cosas diferente, de no ser una campesina
dependiente, yo tengo mi autonomía, he logrado tener conocimientos. (Maribel).
40 Por ende, los costos del liderazgo representados en la soledad afectiva, la falta de un
compañero estable que acepte que su mujer tenga protagonismo en la comunidad y
perciba ingresos propios, son de cierta manera compensados por la plenitud que les
brinda el trabajo por la satisfacción de las necesidades más urgentes y el empode-
ramiento de las mujeres en la ciudad:
La finalidad de nuestra organización es crear realmente sólidas organizaciones de
mujeres que nos permitan luchar por la reivindicación de nuestros sectores...
luchar por lo de nosotras... que las mujeres se valoren y sean reconocidas no como
objeto sino como un ser útil, como persona. (Maribel).
Conclusiones: Supervivencia, organización y
construcción de un nuevo futuro
41 La violencia política y sus consecuencias sociales han afectado de manera diferenciada a
mujeres y hombres. La “violencia de género” como dimensión de la violencia política ha
cambiado de contenido e intensidad, a la par con el creciente instrumentalismo de las
acciones de guerra. Entre las víctimas del desplazamiento, las mujeres campesinas
tradicionales, en especial las viudas de la violencia, han sufrido una mayor pérdida de
400
su identidad social que los hombres. Sin embargo, son ellas quienes deben asumir la
responsabilidad de la supervivencia física de la familia y enfrentar la construcción de
una nueva identidad social en un medio urbano desconocido y hostil. Los hombres
desplazados, por su parte, debido a su mayor movilidad geográfica y su mayor
experiencia social y política, han enfrentado con más fuerza las rupturas con el tejido
social de su entorno rural.
42 En la fase de reconstrucción de la vida familiar, las oportunidades para hombres y
mujeres parecen invertirse: el impacto del desplazamiento se concentra para los
hombres en su desempleo, situación que le despoja del papel de proveedor económico.
En contraste, las mujeres parecen mejor equipadas para continuar las rutinas de las
labores domésticas -tanto en el servicio a otros como en su propio hogar-. A pesar de
los traumas, la pobreza, la falta de espacio para vivir el duelo, aún para las viudas se
han presentado algunas nuevas posibilidades de desarrollo personal. Estas posibilidades
han surgido con mucha más fuerza en el caso de aquellas mujeres campesinas que ya
tenían una historia de liderazgo. Sin embargo, también en el caso de ellas, su nuevo
papel de liderazgo en organizaciones femeninas en la ciudad, ha tenido algunos costos.
En lo público, la visibilidad de ellas y sus organizaciones las han puesto cada vez más en
la mira de los actores armados, sufriendo serios hostigamientos y amenazas. En lo
personal, la figuración pública ha mostrado otra cara de la moneda: la dificultad de
encontrar un hombre que tolere una mujer líder a su lado y comparta la vida con ella.
Por ende, y como balance general, hay que destacar que las experiencias organizativas
previas de las mujeres, ayudaron en todo caso a sobrellevar las penurias del
desplazamiento, aportándoles un acervo de fortalezas y habilidades para emprender la
reconstrucción personal y colectiva de su nueva vida urbana.
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NOTAS
1. Scott, Joan W. (1988), p. 28-52.
2. Comisión Colombiana de Juristas (1996); y Meertens. Donny (1998), p. 236-265.
3. Uribe, María Victoria (1990), pp. 167-175 y Guzmán, Germán; Fals Borda, Orlando y Umaña
Luna, Eduardo (1977), pp. 340, 344 y 1977.
4. Comisión Colombiana de Juristas (1996).
5. La Mesa de Trabajo “Género y Conflicto Armado”, conformada por diferentes organizaciones
de mujeres y de Derechos Humanos, ha preparado en 2001 la visita a Colombia de la Relatora
Especial de las Naciones Unidas para la Violencia contra las Mujeres.
403
NOTAS FINALES
1. Antropóloga PhD. Profesora del Programa de Estudios de Género e investigadora del Centro de
Estudios Sociales. Universidad Nacional de Colombia. Apartes de una versión anterior de este
artículo se han publicado en inglés en Latin American Perspectives. 2001, Vol. 28, N0.1 pp. 132 148.
con el título “Facing destruction, Rebuilding Life: Gender and the Internally Displaced in
Colombia”.
405
Introducción
1 El Perú de los años noventa, mirado en retrospectiva, se caracterizó por tres situaciones
atípicas en comparación con otros países latinoamericanos. Primero, un movimiento
hacia formas cada vez más autoritarias de Gobierno, a contramano de las tendencias
democratizadoras en el Cono Sur. Dos años después de su elección, en abril de 1992, el
presidente Alberto Fujimori –en aquel entonces figura constitucional, ahora un fugitivo
refugiado en Japón– disolvió el Congreso y con la ayuda de las Fuerzas Armadas
desmontó la endeble institucionalidad de las instancias estatales. En segundo lugar, la
respuesta del Perú a las políticas de ajuste estructural. En 1990, el Gobierno había
iniciado un programa de ajuste estructural cuya implementación no encontró el mismo
grado de resistencia popular que se había presentado en otras partes del continente, a
pesar de la debilidad de los programas sociales creados para mitigar sus efectos. Uno de
los resultados fue el incremento de la población por debajo de la línea de pobreza y la
propagación de enfermedades relacionadas con la pobreza extrema. En efecto, la
epidemia de cólera en 1991 mató a miles de personas. Tercero, el fortalecimiento del
movimiento guerrillero maoísta Sendero Luminoso, hoy prácticamente vencido.
Mientras que en Centro América los grupos guerrilleros iniciaban procesos de
negociación, Sendero Luminoso expandió su área de influencia y sus prácticas
terroristas de las provincias andinas sureñas hacia la costa y la capital, Lima.
2 Pobreza agudizada como producto de las medidas de ajuste estructural, epidemia del
cólera y el movimiento maoísta Sendero Luminoso fueron, entonces, los fenómenos
aposentados en el Perú de los noventa. Las causas del surgimiento y expansión de
Sendero Luminoso se remiten indudablemente a las profundas fracturas sociales,
económicas y raciales del Perú. Si es posible registrar alguna lección del accionar de
este grupo, es que enfrentó al país, a sus intelectuales y su clase política, a una realidad
406
que había estado empañada como la luna de un espejo y que ocultaba resentimientos,
violencia subterránea, frustraciones y postración.
3 No es el objeto de este texto enumerar las claves interpretativas del fenómeno
senderista, aunque sí incluirlo como un factor explicativo importante en la dinámica
social de los grupos de mujeres movilizadas hace dos décadas por dos propuestas
radicalmente distintas: la organización en torno a la sobrevivencia familiar y el
consumo colectivo, y la militancia alrededor de un líder, Abimael Guzmán, quien
solicitó a sus seguidores la destrucción del Estado para construir una nueva sociedad.
4 Las líneas siguientes proponen una lectura del rol de las mujeres en el proceso de
democratización, y el surgimiento de los conflictos entre sus aspiraciones personales y
los proyectos colectivos, entre sus deseos y la frustración. En la primera parte se
sugiere una interpretación sobre las organizaciones populares femeninas y la tensión
que se desnudó al momento en que, al interior de los grupos, se visibilizaron proyectos
individuales, de afirmación y progreso personal. El encono, la envidia, los celos ante los
méritos y triunfos ajenos, son rasgos de un comportamiento social generalizado, sobre
cuyas raíces todavía no existe una reflexión sistemática. En la segunda parte, se
recorren las aspiraciones y frustraciones de otro grupo de mujeres, quienes optaron
por la violencia y en nombre de su verdad, asesinaron a las dirigentes populares.
Muchas militantes senderistas apostaron al progreso personal mediante la educación
universitaria, progreso que se truncó tanto por la débil modernización del país como
por los invisibles barrotes de la discriminación social. Finalmente, en la última sección,
a raíz de la presencia de Sendero Luminoso en Lima y el asesinato de la líder popular
María Elena Moyano, se intentan graficar los límites de los procesos de
individualización y la intolerancia y rechazo que estos provocan en sociedades
deprimidas y fuertemente jerarquizadas.
5 Por rebasar los marcos del objetivo de este documento, están ausentes de él dos
aproximaciones analíticas que, sin embargo, hubieran sido pertinentes para una mayor
claridad de las afirmaciones que se resumen: la ruptura o reformulación de una
identidad de género en las líderes de ambos grupos y, en segundo lugar, una reflexión
cuidadosa sobre el proceso de constitución de la noción de ciudadanía en el Perú
(donde derechos individuales y políticos aparecen desdibujados, cuando no ausentes de
la preocupación y demandas de la mayoría de la población 2).
El temor al cambio
6 Una especificidad del Perú en el contexto latinoamericano es la masividad y
heterogeneidad del movimiento de mujeres. Esta es una manera pertinente de aludir a
las diferentes vertientes del movimiento femenino, que exhibió desde la década del
ochenta una multiplicación de las ideas feministas y de visibilidad pública de sus líderes
más importantes, un conjunto vasto de folletos, programas de radio, revistas e
investigaciones sobre la mujer desde las cientos de ONG existentes, y una vigorosa
expansión en las ciudades de organizaciones femeninas populares por la sobrevivencia.
Esta masividad del movimiento de mujeres dificulta el abordaje del conjunto de sus
piezas, y pese a que para el caso de este análisis se priorizará la descripción de las
líderes de estos grupos femeninos urbano-populares, es cierto también, que a su
dinámica no le son ajenas las influencias de las ideas feministas y un pertinaz
407
rechazo de las líderes a ensombrecer su rol con la sospecha de una búsqueda –por lo
demás legítima– de poder. Por el contrario, afirman constantemente que su cargo
dirigencial es un sacrificio que realizan por su vocación de servicio y su defensa de la
vida, y se refieren a sus bases y su organización como sus “hijos” o a su barrio y sus
necesidades como su “casa grande”8. Las líderes escurren su deseo de cambio personal a
través de una figura de maternidad ampliada, su único rol socialmente legitimado,
recuperando el discurso de la tradición y reelaborando para el exterior sus intereses.
16 Si las dirigentes comenzaban a superar las trabas impuestas por la socialización en
función a su género, fue más complicado remontar la lógica comunitaria. Estas mujeres
han sido y siguen siendo pobladoras, tributarias entonces de la acción colectiva en la
resolución de necesidades y demandas, que se tensiona y contrapone a las iniciativas
individuales. Carlos Franco9 ha argumentado que los cientos de miles de migrantes
andinos que llegaron a las ciudades desde los años setenta en adelante, construyeron
una “otra” institucionalidad en los bordes del precario patrón de modernización
propuesto por el Estado, en donde ellos no tenían cabida: invadieron terrenos para
levantar sus barrios, auto-construyeron comunitariamente sus viviendas e
infraestructura básica, se organizaron como trabajadores independientes ante la
creciente tendencia de informalidad y precariedad en el empleo, y propusieron
fórmulas de ejercicio participativo vía sus organizaciones culturales, poblacionales y
gremiales.
17 El Estado no fue ajeno a este proceso. La organización para la autoayuda fue tolerada
cuando no alentada por el Estado, como un recurso eficaz para que los pobladores
suplieran por sí mismos los servicios que el sector público no les ofrecía. Se desnudaban
así las profundas brechas sociales que, de acuerdo a Franco, tienen su correlato en la
exclusión política de las mayorías y generan un proceso peculiar en la constitución de
la ciudadanía. Los derechos individuales suelen ser ejercidos a través de organizaciones
sociales: al derecho a la propiedad y la vivienda se suele acceder en las ciudades
peruanas mediante una actuación grupal e ilegal, como son las invasiones masivas; una
demanda individual de un poblador frente a una dependencia pública tiene más
posibilidades de ser atendida si la presión se ejerce a través de una acción colectiva.
Para Franco, en el Perú es a través de organizaciones sociales que se canalizan muchos
derechos civiles que en Europa o los Estados Unidos se ejercen individualmente y, más
aún, estos derechos individuales serían experimentados por la población como
derechos sociales.
18 Es este el contexto en el cual surgen las líderes de las organizaciones de sobrevivencia.
Su presencia en los barrios populares no fue inusual en la constante recreación de
espacios comunitarios y de autogestión, aunque el impacto personal que generó el
movimiento en decenas de mujeres tropezó con las limitaciones impuestas por su
propio grupo de referencia, como se verá en detalle más adelante.
19 A las distancias crecientes entre la líder y las bases, en 1992 se sumó la actuación
política de varias de las dirigentes más destacadas. Anteriormente, las dirigentes
habían subrayado su público rechazo a la militancia partidaria con el signo común de la
mayoría de las direcciones de los movimientos sociales. Es posible, como asegura Ruth
Cardoso (1992), que esta neutralidad en términos de la política partidaria fuera una
contraseña útil para negociar con mayor libertad con los funcionarios públicos y para
mantener una legitimidad ampliada en su grupo social de referencia 10. Pero tampoco es
menos cierto que la devaluada imagen de los partidos políticos no invitaba a exhibir la
410
jóvenes universitarias ven que su futuro se trunca, que el viejo Estado les niega
desarrollarse como profesionales, que nada pueden esperar del viejo orden 19.
33 En 1991, un vídeo de aficionados encontrado en uno de los refugios senderistas mostró
a Abimael Guzmán y los miembros de su Comité Central en la celebración de una de sus
reuniones políticas. Hombres y mujeres posaban junto al líder. Alrededor de Guzmán se
desbrozaba ansiedad, sonrisas turbadas, excitación adolescente entre las mujeres que se
le acercaban. Kirk y otros analistas políticos, a partir de las imágenes del vídeo, no
pudieron evitar la comparación de la actitud reverencial de las senderistas hacia
Guzmán con la de las monjas respecto al Papa. Como a ellas, esta nueva fe les exigía
dedicación exclusiva. Igual que los hombres, las mujeres en Sendero firmaron cartas de
sujeción al “Presidente Gonzalo”, renunciando a su pasado, a su familia y a sus
aspiraciones personales, poniendo su vida al servicio de Guzmán y su causa. La
periodista Robin Kirk, en 1992 entrevistó a una mujer senderista en una cárcel de Lima.
A la pregunta de si tenía hijos, ella respondió:
Eso es secundario. También es secundario dónde se encuentren ellos. (Finalmente
admitió tener cuatro hijos).
¿Qué sientes al dejar a tus hijos para unirte a esta guerra?
La más grande herencia que uno les puede dejar: una nueva sociedad. Es lo que nos
hace felices.
34 Las militantes de Sendero sufrieron la desvalorización común de su pertenencia de
género, fueron afectadas también por las profundas discriminaciones raciales y
sociales, se frustraron en sus expectativas de progreso. A su déficit narcisista se le
añadió un proceso de alienación consecuente a ese déficit y un hombre –Abimael
Guzmán, también llamado “Presidente Gonzalo” y reconocido por sus seguidores como
el “Pensamiento Guía”– las definió, las valorizó, les ofreció un futuro de igualdad y
felicidad20. De otro lado, el “Presidente Gonzalo” les permitió a las mujeres un poder
que al interior de su organización las equiparó con los hombres y hacia el mundo
externo, las proyectó como un peligro, ellas inspiraban temor. El costo, sin embargo,
era altísimo y contradictorio con el pretendido feminismo de Sendero. A la dominación
de “la familia, el clan y la religión” que Sendero señalaba como fuentes de opresión
femenina, el Partido les propuso otra sumisión, esta vez a un hombre todopoderoso e
infalible. La socióloga norteamericana Carol Andreas recogió la explicación de una
militante:
(...) ella insistió en que tener un liderazgo cabal, que era digno de confianza, no
vacilante, le era inspirador (...) el liderazgo vertical de “El Guía” aparece como un
grato alivio. (Traducción de la autora)21.
35 Como le confesó un militante senderista a la investigadora Carmen Rosa Balbi, “el
Partido canalizaba su odio”. Una pista para comprender el enrolamiento en Sendero
Luminoso de jóvenes con aspiraciones y sin esperanza, es que la furia brota cuando se
sospecha que las condiciones pueden cambiar, pero estas permanecen iguales 22. Así,
existiría una mayor relación entre violencia política y desigualdad económica en los
países de nivel medio de modernización. Estos son países, como el Perú, en donde se ha
generado un proceso que quebró estructuras tradicionales e impulsó en la población
una movilización de expectativas que, sin embargo, no pudieron ser satisfechas. Al
mismo tiempo, la democratización generó también una población con mayor
conciencia de sus derechos y deseos de participación, que en contraste está excluida de
una adecuada distribución de los ingresos, del empleo y del consumo. Frente a las
demandas de los excluidos, las elites dominantes y el Estado asumen una conducta
414
rígida e inflexible. Esta es, sugiere López, una combinación explosiva 23. Y en el caso del
Perú esta hipótesis parece factible.
36 Pero existe también otra combinación explosiva: la violación sistemática de los
Derechos Humanos desde el Estado en el contexto de la lucha antisubversiva, infringida
contra población campesina o urbana-popular. La aparición de Sendero Luminoso fue
inicialmente soslayada y luego respondida desde la escena gubernamental como un
problema delincuencial y luego militar. Las Fuerzas Armadas ingresaron al conflicto en
1982, en una demostración más del error en el tratamiento de un fenómeno político,
enraizado en las seculares postergaciones sociales y económicas de importantes
sectores de la población. De otro lado, el maltrato de los mandos militares a los
sospechosos de senderismo y a la población civil campesina develó el profundo
desprecio de las clases medias, blancas y hasta mestizas, por el indígena y el pobre.
37 A partir de ese tiempo, al amparo de la declaración del estado de emergencia se
registraron casos de asesinatos extrajudiciales, descubrimiento de fosas comunes con
decenas de campesinos asesinados en masa, torturas y desapariciones forzadas,
acciones que casi siempre quedaban impunes. Desde 1982, un cálculo conservador de la
Coordinadora Nacional de Derechos Humanos estimó en 2.785 las personas
desaparecidas. En 1991 y por cuarto año consecutivo, el Perú fue considerado por el
Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzosas de las Naciones Unidas como el país
que registraba más casos de desaparecidos en el mundo 24. Amnistía Internacional
estimó en 1992 que un 85% de los abusos a los Derechos Humanos sucedieron en “zonas
de emergencia” y habían sido producidas por las FFAA25.
38 Aunque no existe una información sistematizada al respecto, algunos análisis revelan
que la incorporación de nuevos militantes a las filas del senderismo podrían motivarse
en reacciones emocionales ante esos abusos, cometidos contra hermanos, padres,
esposos o en el caso de las mujeres, contra ellas mismas. Un informe de la institución
privada Americas Watch (1992) descubre que la violación de mujeres, según Amnistía
Internacional y el Departamento de Estado de los Estados Unidos, “puede considerarse
una práctica común tolerada –o al menos ignorada– por la oficialidad” o “una condición
difundida y rutinaria en las incursiones militares a las comunidades campesinas” 26.
Como señala el informe que comentamos, la violación a mujeres estaba fuertemente
codificada por la raza (eran indígenas o de piel oscura) y la clase social, eran pobres.
39 Informes sobre violación de mujeres durante la represión política en países del Cono
Sur, sugieren que el ensañamiento contra ellas es también un castigo por haber
transgredido su rol de género: las sospechosas participan en política, pueden empuñar
un arma. En el caso peruano, la violación de mujeres por parte de miembros de las FFAA,
revela también el triple surco de la dominación femenina: son mujeres, pero también
pobres y cholas27. El testimonio de un ex infante de Marina que cumplía misiones en
Ayacucho recogido por Degregori y López es bastante significativo al respecto:
Un día nos dieron una chola para que le demos curso (...). Nos instalamos ahí, todos
pasaron de uno en uno con la pobre chola. Me acuerdo que previamente los patas la
vistieron bien con su vestidito y todo, la pusieron bien a la chola. Me acuerdo
también que el jefe de patrulla no quería que la tocásemos y yo le repliqué. Tú estás
bien cojudo, la orden ya está dada, hay que darle curso a esta chola y nada más. Me
acuerdo que decía: yo soy virgen, yo soy virgen. Fuera de acá chola. Por supuesto
que no era virgen. Aquí uno aprende a ser mierda. Después los chibolos la tenían
como a un yo-yo. Ya después le dimos curso28.
415
45 De esta manera, SL cosechó las desconfianzas, las envidias y rencillas vecinales que
podía suscitar la dirigente y el ejercicio de su liderazgo. Simultáneamente,
simpatizantes senderistas se infiltraron en la organización, creando temor e
infundiendo sospechas: el terreno está sembrado para asesinar a la dirigente, crimen
ante el cual muchos vecinos pueden reaccionar con una frase: “por algo será” 32. El
grupo se debilita o se quiebra. Pero para que esto ocurra es preciso también que se
presente una constelación de situaciones: la indiferencia del Estado frente a los ataques
senderistas a la organización civil, la falta de una respuesta articulada desde las fuerzas
políticas opositoras a Sendero y, ante esto, la soledad y el desconcierto de los vecinos
para organizar la autodefensa desde las bases. Finalmente, las amenazas constantes a
los profesionales de las ONG que trabajan con mujeres en los barrios.
46 La intimidación a profesionales de ONG, asesinados también por Sendero, tanto en Lima
como en el campo, se redoblaron con las ONG de mujeres y las organizaciones
feministas. Sus nombres, sus acciones y zonas de trabajo son señaladas constantemente
en el vocero senderista El Diario y calificadas en los siguientes términos:
Señoronas feministas(...) colchones de adormecimiento)...) instrumentos de
opresión y retardamiento de la mujer con el fin de alejarse del camino que el
proletariado y el pueblo se han trazado con la guerra popular 33.
Aún cuando el imperialismo –vía las ONG– intente prostituir dirigentes, detener y
anular la rebeldía mediante limosnas...34.
47 Las organizaciones no gubernamentales cumplieron un rol fundamental en la asesoría
de las organizaciones femeninas populares, en la elaboración de propuestas, en la
oferta de ciertos servicios. Con las amenazas, muchas profesionales tuvieron temor de
permanecer en los barrios. Las dirigentes comenzaron a quedarse solas. Como sugirió
un analista político, alrededor de las líderes se creó un vacío social por la desconfianza
generada en sus bases, un vacío político por el inmovilismo de los partidos y también
una carencia de seguridad física.
48 Es inútil detallar nombres y situaciones en las que dirigentes del Programa del Vaso de
Leche o de Comedores Comunales, tanto en Lima como en otras provincias, comenzaron
a ser asesinadas y sus locales destruidos por Sendero Luminoso. Todas las dirigentes de
la Comisión Nacional de Comedores estaban bajo amenaza de SL en 1991 y en cada uno
de sus barrios de origen los simpatizantes senderistas activaban rumores y sospechas.
Una de ellas, Enma Hilario, se salvó milagrosamente de morir luego que fue abaleada en
su cama mientras dormía. Desde 1992 vive en el exilio y varias de sus compañeras, ante
la inseguridad y el riesgo, renunciaron a sus cargos o viajaron temporalmente fuera del
país.
49 Un exilio temporal era lo que había vivido poco antes de su muerte, en febrero de 1992,
María Elena Moyano, Teniente-Alcaldesa de Villa El Salvador, un poblado distrito
417
53 En una comunidad campesina del Cusco, se les preguntó las mujeres porqué no usaban
ropa urbana, moderna, en lugar de las acostumbradas ropas tradicionales, una mujer
contestó llorando:
Si yo me cambio de ropa, seguro van a decir que de la caca del perro se ha levantado
una mestiza.
54 De otro lado, uno de los personajes de fiestas de carnaval en los Andes es la “limaca”
(de Lima), una mujer joven, que luego de ir a Lima, regresa con aires de elegancia y
desprecio por los quechuas, dice ignorar el idioma y viste a la moda con brillantes
pantalones muy ajustados, camina presumidamente, masca chicle y se acomoda el pelo.
En esta representación, y en la burla y el sarcasmo que pretende provocar, está
implícita una advertencia, una llamada al orden a esta mujer que pueda distinguirse
(¿individualizarse?) e identificarse con otros grupos (Oliart, 1988:207). No es extraña la
coincidencia de esta escenificación, con la reconstrucción que hace Carol Andreas de
una obra de teatro que Sendero utilizaba para “educar” al pueblo: las mujeres que
chismean y quienes tratan de imitar a las peruanas de clases altas o personajes de series
de televisión son también ridiculizadas39.
55 El asesinato de Moyano fue, por estas y otras razones, la destrucción de un símbolo; fue
el patriarca Guzmán quien castigó a la desviada a la norma utilizando, por cierto,
militantes mujeres para ejecutarla. La autoría del crimen fue reivindicada por un
organismo local de SL en Villa El Salvador con la siguiente explicación:
¿Era dirigente popular? No! Sólo nata superficial que traficaba y cabalgaba sobre el
hambre de nuestro pueblo(...) María Elena Moyano fue aniquilada no por ser
‘dirigente popular’, sino por ser una declarada y probada agente del imperialismo 40.
56 Las demás dirigentes de organizaciones femeninas acusaron recibo del aviso y se
paralizaron: Moyano había proclamado un doble desafío, contra Sendero y contra la
oscuridad de su origen y de su género, y por eso fue asesinada.
• A manera de conclusión
57 Resulta difícil escribir conclusiones sobre este texto. Las conclusiones suelen tener un
aire de recomendaciones objetivas sobre lecciones (no) aprendidas que podrían servir
para un futuro. Lo cierto es que el Perú de las décadas del ochenta y del noventa
pareció entrampado en un pasado irresuelto de injusticias y adversidad, en el cual la
violencia de Sendero Luminoso y la respuesta igualmente violenta del aparato del
Estado despertaron al viejo león dormido del encono y la animadversión entre los
peruanos. Existía una deuda social impaga que cotidianamente nos pasaba la factura.
Las respuestas fueron múltiples: desde la destrucción total con el aniquilamiento del
“viejo Estado” propugnado por Sendero hasta la aquiescencia, durante años, de la
opinión pública con la propuesta autoritaria y veladamente dictatorial de Fujimori, que
ofreció orden y seguridad. De otro lado, no deja de ser paradójico que fuese en el marco
de una democracia cuando en el Perú sucedían los horrores de la “guerra sucia” que se
desnudaron en los países del Cono Sur durante los regímenes dictatoriales.
58 Las formas organizativas para el consumo colectivo de alimentos y las acciones de las
mujeres que las lideraron, fueron motivo en el país de apasionados debates que
pendularmente las calificaron de espacio democrático, solidario y emancipatorio para
los grupos femeninos, y de otro lado, las estigmatizaron por estar ceñidas a los viejos
estilos nacionales del caudillismo y el autoritarismo. Posiblemente esté maduro el
419
momento de un balance más reflexivo, que rescate los beneficios personales que
obtuvieron sus integrantes y también su condición humana, es decir, su imperfección,
relevando el proceso de conformación de estos grupos en actores sociales, en sujetos
colectivos. Porque así actuaron en todos los espacios disponibles: el barrio, las calles
con sus movilizaciones, las agencias donantes y el Parlamento. Fueron eficientes en su
papel de madres nutrientes y actuando, ganaron en confianza personal, en autoestima.
Es posible que en ese camino las dirigentes vieran en el liderazgo de una organización
un canal, sino de ascenso, sí de visibilidad social. ¿Y qué si así lo fuera? ¿A qué espacios
de realización personal y/o prestigio podían aspirar estas mujeres de barriada, mestizas
y de piel oscura, amas de casa y madres sin una carrera profesional?
59 Si entendemos la ciudadanía no sólo como el ejercicio grupal de reclamos sociales, sino
también como un proceso de individuación que nos permita reconocernos en y con los
otros como sujetos portadores de derechos individuales, lo que hicieron Juana López,
María Elena Moyano, Bernardina Maldonado y tantas otras líderes populares,
asesinadas por Sendero Luminoso hace más de una década, fue un proceso de
afirmación ciudadana.
60 Pero en la tendencia a la uniformización hacia abajo que recorre el comportamiento
social peruano, encajó Sendero Luminoso. Interrumpió el proceso de crecimiento
personal de las líderes y congeló entre las jóvenes las aspiraciones de relevo
generacional de la dirigencia; atemorizadas por el terror, renunciaron u optaron por el
perfil bajo. Sentirse orgullosas de ser reconocidas y valoradas, distinguirse por sus
habilidades de conducción y eficiencia, a la postre les había costado la vida a las otras
dirigentes. También en este sentido Sendero Luminoso fue una fuerza retardataria del
cambio que empató con el malestar y la desconfianza que, en un ambiente de enorme
privación, generaba la diferenciación del otro.
61 Finalmente, las organizaciones de sobrevivencia no sólo amortiguaron el impacto de la
depresión económica en las familias pobres, desactivando así una de las válvulas de la
explosión social que Sendero Luminoso buscaba. Demostraron también que, desde la
práctica social autogestionaria, era posible tender puentes de negociación con el
Estado, construcción inadmisible en una estrategia de confrontación y destrucción del
viejo orden.
BIBLIOGRAFÍA
Bibliografía
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traducción al español del Centro Flora Tristan, Lima.
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421
NOTAS
1. Este texto es una versión en español, con modificaciones, del capítulo 5, “Female Leadership,
Violence and Citizenship in Pera”, en Jaquette Jane S. y Wolchik, Sharon L. (1998): Women and
Democracy: Latín America and Central and Eastern Europe. Baltimore, The John Hopkins University
Press, pp. 104-124. El esquema inicial del texto recibió valiosas sugerencias de Jane Jaquette y
Susan Bourque. Mi reconocimiento a Ernesto de la Jara y María Angela Cánepa por facilitarme
generosamente importantes materiales de información, así como al Centro de Documentación de
la Mujer y el Centro de Documentación de DESCO. Las gracias también a Jessica McLauchlan,
Eduardo Bailón, Carmen Rosa Balbi y Marga Stahr por sus acertados comentarios a la redacción
inicial de este artículo. Los errores que muestra son de mi responsabilidad.
2. La gravitación de los derechos sociales en América Latina y la fragilidad de la construcción del
ciudadano como sujeto de derechos individuales han sido trabajados por Jelin, Elizabeth (1992) y
han motivado apreciaciones interesantes en Ugaz, José Carlos y Vargas. Virginia (1993). Para el
primero, entre los peruanos parece no existir una conciencia extendida de “su derecho a tener
derechos” (en una cárcel peruana, pre guntado un sospechoso de terrorismo que había sido
torturado, por qué no denunció el maltrato, contestó: “Porque no sabía que no podía ser
torturado”). Para Vargas, lalucha por la despenalización del aborto en el Perú no tuvo eco en
amplios sectores de mujeres porque, junto con otros factores, no hay conciencia del derecho
autónomo de decidir.
3. Como ilustración se puede mencionar el caso de los padres del cronista mestizo Garcilaso de la
Vega. Su madre, la princesa inca Chimpu Ocllo, fue entregada en concubinato a un capitán
español de la Conquista en el siglo XVI: ni ella hablaba el español ni él quechua y a pesar de la
azarosa convivencia, treinta años después de su unión, cuando ella dicta su testamento, debe
recurrir a un intérprete. No es difícil imaginar la violencia de este y otros encuentros; sin duda el
lenguaje fue una de las privaciones más notables de las mujeres. Ver en Hernández, Max (1993).
4. Stahr. Marga y Vega, Marisol (1988).
5. Barrig, Maruja (1993a).
6. Henríquez, Narda (1992).
7. Barrig, Maruja (1993b).
8. Córdova, Patricia (1993).
9. Franco, Carlos (1991) y ( 1992).
10. Cardoso, Ruth (1992).
11. Balbi. Carmen Rosa y Callirgos. Juan Carlos (1992). Kirk, Robin (1992).
12. El Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación entregado oficialmente el 28 de
agosto del 2003. eleva casi a 70.000 las víctimas del conflicto armado interno.
13. Ibidem.
14. Portocarrero. Gonzalo (1990).
15. Rodríguez Rabanal, César (1990), p. 30.
16. Chávez de Paz, Denis (1993). p. 80.
17. Ibidem, p. 58.
18. “Mujeres profesionales en la lucha de clases. Bregan en difíciles condiciones de trabajo y
formación”, en El Diario. 13 de setiembre 1991.
19. “Por la emancipación de la mujer ¡Combatir y resistir!”, en El Diario. 26 de marzo 1992.
20. Ureta de Caplansky, Matilde (1993).
21. Andreas, Carol (1991).
22. Arendt, Hanna, citada en Portocarrero, Gonzalo (1990), p. 66.
23. López, Sinesio (1992).
422
24. En una investigación reciente, la Defensoría del Pueblo señala que, sobre siete mil casos de
desapariciones forzadas entre 1981 y 1996, se encuentran debidamente documentados 4.020.
Instituto de Defensa Legal (1992). Ver también Instituto de Defensa Legal (1093).
25. Americas Watch (1992).
26. Ibidem.
27. Barrig, Maruja (1993).
28. “Dar curso” significa asesinar en lenguaje coloquial. Degregori, Carlos Iván y López Ricci, José
(1990), p. 27.
29. Henríquez, Narda (1992).
30. Ibidem.
31. “La Historia no contada de la Madre Coraje”. El Diario Internacional, abril 1992.
32. Americas Watch (1992).
33. “Más Hambre y Desocupación sobre la Mujer”, en El Diario. 21 de febrero. Citado por America’s
Watch 1992.
34. “Barriadas. Campos de lucha por el poder”, en El Diario. 30 de noviembre 1991.
35. La “pituquería” es la palabra desdeñosa para referirse en el Perú a la clase alta; pitucas y
pitucos sus integrantes.
36. Stahr, Marga y Vega, Marisol (1988).
37. Oliart, Patricia (1991).
38. Stahr. Marga y Vega. Marisol (1988).
39. Andreas, Carol (1991), p. 26.
40. “La historia no contada de la Madre Coraje “, en El Diario Internacional, abril, 1992.