1.
EVOLUCIÓN MUTILINEAL:EVOLUCIÓN Y PROCESO
EL SIGNIFICADO DE EVOLUCIÓN
a. evolución cultural, a pesar de ser un concepto largamente en desuso,
T 4 ha suscitado nuevo interés durante las dos últimas décadas. Este interés
no indica ninguna reconsideración seria de las reconstrucciones históricas
particulares de los evolucionistas del siglo xix, que fueron descartadas por
razones producto de las bases empíricas. Nace de la importancia metodo-
lógica potencial de la evolución cultural para la investigación contemporá-
nea, de las implicaciones de sus objetivos científicos, sus procedimientos
taxonómicos y su conceptualización del cambio histórico y la causalidad cul-
tural. Por lo tanto, una evaluación de la evolución cultural debe ocuparse de
definiciones y de significados. Pero no quiero involucrarme en problemas
semánticos. Intentaré demostrar que si se hacen algunas distinciones en el
concepto de evolución, es evidente que ciertas propuestas metodológicas
encuentren ahora una amplia aceptación.
Para aclarar las cosas, debemos considerar primero el significado de
evolución cultural en relación con la evolución biológica, porque hay una
gran tendencia a considerar a la primera como una extensión de la segun-
da y, por lo tanto, análoga a la primera. Por supuesto que existe una relación
entre evolución biológica y cultural, ya que un desarrollo mínimo del homí-
nido era una precondición de la cultura. Pero, la evolución cultural es una
extensión de la biológica sólo en el sentido cronológico (Huxley 1952). La
naturaleza de los esquemas evolutivos y de los procesos de desarrollo difiere
profundamente en biología y en cultura. En la evolución biológica se asume
que todas las formas están relacionadas genéticamente y que su desarrollo es
esencialmente divergente. Los paralelismos, como el desarrollo del vuelo, la
natación y la sangre caliente, son superficiales y francamente poco comunes.
Aún más, estos últimos generalmente se consideran instancias de la evolu-
ción convergente, más que paralelismos verdaderos.
Por otra parte, en evolución cultural se asume que los patrones cultu-
rales en diversas partes del mundo no están genéticamente relacionados y,
sin embargo, pasan por secuencias paralelas. Son tendencias divergentes que
no siguen la secuencia universal postulada, como aquellas causadas por am-
bientes locales distintivos, a los que se atribuye solamente una importancia
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34 Julian H. Steward
secundaria. Evolucionistas unilineales modernos, como Leslie White y
V. Gordon Childe evaden los toscos hechos de la divergencia cultural y la va-
riación local al pretender mediar con la cultura como un todo, más que con
culturas particulares. Sin embargo, Childe (1951:160) distingue explíci-
tamente la evolución biológica de la cultural, al enfatizar la naturaleza
divergente de la primera y la operación de difusión y la frecuencia de la con-
vergencia en la segunda. Es interesante que esta historia, al estar implicada en
el relativismo cultural, es bastante similar a la evolución biológica: las varia-
ciones y los patrones únicos de las diferentes áreas y subáreas son claramente
concebidos para representar desarrollos divergentes y, presumiblemen-
te, una relación genética fundamental. Es sólo el concepto complementario
de difusión, un fenómeno desconocido en biología, lo que previene al relati-
vismo cultural de tener un significado exclusivamente genético, como el de la
evolución biológica.
Se afirma que las analogías entre la evolución cultural y la biológica es-
tán también representadas por dos atributos: primero, la tendencia hacia una
creciente complejidad de formas y, segundo, el desarrollo de formas supe-
riores, esto es, el mejoramiento o progreso. Por supuesto, es bastante posible
definir la complejidad y el progreso para hacerlos característicos de la evo-
lución, pero no son atributos exclusivamente de ésta, pues también pueden
considerarse como características del cambio cultural o el desarrollo, según
sean concebidos desde cualquier punto de vista no evolucionista.
La suposición de que el cambio cultural normalmente involucra un au-
mento en la complejidad se encuentra virtualmente en todas las interpre-
taciones históricas de los datos culturales. Pero la complejidad difiere en
biología y en cultura. Como Kroeber (1948:297) establece: "El proceso
de desarrollo cultural es aditivo y, por consiguiente acumulativo, mientras
que el proceso de evolución orgánica es sustitutivo". No es en la cuestión
de la complejidad donde difieren los relativistas de los evolucionistas, sino
en la de la divergencia. Para los primeros, el cambio acumulativo sigue cami-
nos paralelos, mientras que para los segundos, es ordinariamente divergente,
aunque algunas veces es convergente y ocasionalmente es paralelo.
Aunque la complejidad como tal no es distintiva del concepto evolutivo,
podría considerarse un concepto aliado para distinguir tanto a la evolución
biológica como a la evolución cultural de los conceptos histórico-culturales
no evolucionistas. Este es el concepto de tipos y niveles. Donde el relativis-
mo parece sostener que un patrón más bien fijo y cuantitativamente único
persiste en cada tradición cultural, a pesar de los cambios acumulativos que
1. Evolución mutilineal: evolución y proceso 35
crean una complejidad cuantitativa, está implicito el punto de vista evolu-
cionista, que considera que el desarrollo de niveles está marcado por la apa-
rición de patrones o tipos de organización cualitativamente distintivos. Así
como las formas simples unicelulares de vida son sucedidas por formas mul-
ticelulares e internamente especializadas que contienen clases distintivas de
organización total, así las formas sociales que consisten en familias y linajes
son sucedidas por comunidades multifamiliares, bandas o tribus y éstas, en
turno, por patrones de Estado, cada uno envolviendo no solamente una ma-
yor heterogeneidad interna y especialización, sino sobre todo, nuevas clases
de integración (Steward 1950, 1951). Así, el evolucionismo se distingue del
relativismo por el hecho de que el primero atribuye distintividad cualitativa
a los estadios sucesivos, sin tener en cuenta la tradición particular, mien-
tras que el segundo las atribuye a la tradición particular de un área cultural,
más que al estado de desarrollo.
Esto nos lleva a la cuestión del progreso, que es la segunda característi-
ca, tanto biológica como cultural, atribuida a la evolución. El progreso debe
medirse con valores definibles. La mayoría de las ciencias sociales siguen
siendo tan etnocéntricas, especialmente en su aplicación práctica, que los
juicios de valor son casi inevitables. Hasta en la "Declaración de los Dere-
chos Humanos" (1947), presentada a las Naciones Unidas por la American
Anthropological Association, se refleja claramente el valor estadouniden-
se sobre los derechos individuales y la politica democrática. Sin embargo,
ni éste ni cualquier otro criterio de valor implican evolución. De hecho, el
concepto de progreso es ampliamente separable de la evolución y puede en-
focarse de muchas maneras. Kroeber, quien es sin duda un evolucionista,
sugiere tres criterios para medir el progreso: "la atrofia de la magia basa-
da en la psicopatología; el debilitamiento de las obsesiones infantiles con el
entendimiento de los acontecimientos fisiológicos de la vida humana, y la
tendencia persistente al crecimiento acumulativo de la ciencia y la tecnolo-
gía" (Kroeber 1948:304). Éstos no son valores absolutos en sentido filosó-
fico; son "las vías por las que el progreso puede legítimamente considerarse
una característica o un atributo de la cultura". Luego, por definición, es po-
sible, aunque no necesario, considerar el progreso como una característica
de cualquier forma de cambio cultural, se le considere o no como evolutivo.
Tenemos que concluir que la evolución cultural no puede distinguirse del
relativismo cultural o del particularismo histórico, por alguna similitud esen-
cial entre su esquema de desarrollo y aquél de la evolución biológica, por su
característica creciente complejidad, o por su atributo de progreso. Sin em-
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bargo, esto no significa que la evolución carezca de características distintivas.
La metodología de la evolución contiene dos suposiciones de vital impor-
tancia. Primero, postula que en secuencias históricamente independientes, o
tradiciones culturales, se desarrollan auténticos paralelismos de forma y fun-
ción. Segundo, explica esos paralelismos por la operación independiente de
idéntica causalidad en cada caso. Por lo tanto, la metodología es reconoci-
damente científica y generalizante y no histórica ni particularizante. Se ocupa
menos de los patrones y las características únicas y divergentes (o convergen-
tes) de la cultura, que de los paralelismos y las similitudes que se repiten in-
terculturalmente. Se preocupa por determinar los patrones recurrentes y los
procesos y por enunciar las interrelaciones que existen entre los fenómenos
en términos de "leyes". Los evolucionistas del siglo = son importantes para
los estudios contemporáneos, más por su objetivo científico y su preocupa-
ción por las leyes que por sus reconstrucciones históricas particulares.
Entonces, se puede definir a la evolución cultural como una búsque-
da de leyes o de regularidades culturales, pero hay tres maneras distintas de
manejar los datos referentes a la evolución. Primero, la evolución unilineal, la
formulación clásica del siglo xix que se ocupaba de determinadas culturas,
ubicándolas en periodos de una secuencia universal. Segundo, la evolución uni-
versal—un nombre universal para designar a la modernizada evolución mul-
tilineal— se interesa más en la cultura que en las culturas. Tercero, la evolución
multilineal, un enfoque menos ambicioso que los otros dos, es como la evolu-
ción unilineal en su tratamiento de secuencias evolutivas, pero distinta en su
búsqueda de paralelismos de ocurrencia limitada en lugar de universales.
No se han reconocido aún las diferencias críticas de estos tres concep-
tos, y aún existe la tendencia general a identificar todo esfuerzo por deter-
minar forma y procesos en desarrollos similares con la evolución unilineal
del siglo xix y, por lo tanto, a rechazarlos categóricamente. La adopción del
evolucionismo del siglo xix por parte del marxismo y el comunismo, espe-
cialmente del esquema de L. H. Morgan, como dogma oficial (Tolstoi 1952)
ciertamente no ha favorecido la aceptación de los cientificos de los países
occidentales de nada que se categorice como "evolución".
Evolución unilineal
No hay necesidad de discutir la validez de los esquemas evolutivos del siglo
xix, ya que las investigaciones arqueológicas y etnográficas del siglo xx, han
demostrado ampliamente su vulnerabilidad. Pese a que no se haya hecho
1. Evolución mutilineal: evolución y proceso 37
ningún esfuerzo por revisar esos esquemas a la luz de los nuevos datos em-
píricos referentes a la historia de culturas individuales —lo que ya es un hecho
bastante notable—, no necesariamente significa que L. H. Morgan (1910) y
sus contemporáneos (Tylor 1865, 1871,1881,1899) fallaron completamente
al reconocer los patrones y procesos importantes de cambio en casos parti-
culares. La inadecuación de la evolución unilineal se basa especialmente en
la prioridad postulada de los patrones matriarcales sobre otros patrones de
parentesco y en el esfuerzo indiscriminado para forzar los datos de todos
los grupos precivilizados de la humanidad, que incluyen a la mayor parte del
mundo primitivo para colocarlos en las categorías de "salvajismo" y "bar-
barie". Sin embargo, la categoría de "civilización" envuelve una generaliza-
ción menos absoluta, simplemente porque estaba concebida en términos del
Oriente Medio, el norte del Mediterráneo y el norte de Europa. Otras áreas
que llegaron a la civilización, especialmente del Nuevo Mundo, fueron me-
nos conocidas y han recibido menos atención.
En otras palabras, si bien la reconstrucción histórica y las deducciones a
que diera lugar contenían muchas equivocaciones con respecto a los prime-
ros estadios del desarrollo cultural, porque no reconocían la pluralidad de las
variedades en las tendencias locales, los análisis de la civilización contienen
muchos elementos valiosos, porque se basan más concretamente en aconte-
cimientos que ocurrieron primero en Egipto y Mesopotamia y luego en Gre-
cia, Roma y el norte de Europa. A pesar de que las comparaciones con otras
áreas, especialmente las Américas, pero también India y China, dejan mu-
cho que desear en cuanto a formas, funciones y procesos de desarrollo con-
ciernentes a la civilización en general, no obstante, las conclusiones pueden
ser válidas bajo circunstancias limitadas. Es así que los conceptos de Henry
Maine con respecto a los procesos referentes a la evolución de una sociedad
basada en lazos de parentesco, a una sociedad-estado territorial, esclarecen
muchos puntos sobre el desarrollo cultural en otras tantas regiones, aunque
no necesariamente en todas. Las categorías tales como "con base en el pa-
rentesco" y "Estado" son demasiado amplias; se necesita hacer en ellas dis-
tinciones entre tipos particulares, aunque sean recurrentes.
Probablemente, existen muchas formas y procesos evolutivos estudia-
dos por los evolucionistas, que tienen validez siempre que se les considere
como cualidades de determinadas tradiciones culturales y no como carac-
terísticas universales de la cultura. En los muy esclarecedores análisis de V.
Gordon Childe (1934,1946) y otros, sobre el desarrollo cultural del Medi-
terráneo oriental y de Europa occidental, si se hiciese un estudio realmente
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comparativo, probablemente encontraríamos ciertos paralelos bastante pre-
cisos con otras áreas del mundo. Sin embargo, es significativo que el enfoque
de Childe sobre la evolución en mayor escala haya producido un retroceso
hacia las grandes generalizaciones.
Evolución universal
Actualmente, la evolución universal, cuyos principales representantes son
Leslie White y V. Gordon Childe, es la herencia de la evolución unilineal del
siglo xix, especialmente según las formulaciones de L. H. Morgan (desde el
punto de vista de sus generalizaciones, pero no en su tratamiento de los par-
ticulares). Conscientes de que la investigación empírica del siglo xx ha invali-
dado las reconstrucciones históricas unilineales de culturas particulares, que
constituyen el rasgo esencial de los esquemas del siglo xix, White y Childe
se empeñan en mantener vivo el concepto evolutivo de periodos cultura-
les, relacionándolos con una cultura de la humanidad en conjunto. Las tra-
diciones culturales distintivas y las variaciones locales —las áreas y subáreas
culturales— que se han desarrollado como resultado de tendencias históri-
cas especiales y de adaptaciones ecológico-culturales a ambientes especiales,
son excluidas por irrelevantes. White (1949: 338-339) establece:
Podemos decir que la cultura como un todo sirve a las necesidades del hom-
bre como especie. Pero esto no lo hace, ni puede servirnos de nada, cuando
tratamos de dar cuenta de las variaciones de una cultura específica [...]. El
funcionamiento de cualquier cultura en particular estará condicionado, por
las condiciones ambientales locales. Pero al considerar a la cultura como
un todo, podremos promediar todos los ambientes juntos, para formar un factor
constante que puede ser excluido de nuestra formulación del desarrollo cul-
tural (Steward 1949; las itálicas son de Steward).
En mucho, Childe reconcilia lo general y particular de la misma forma. Dice
que "todas las sociedades han vivido en ambientes históricos diferentes y
han pasado por vicisitudes diferentes, que sus tradiciones han sido divergen-
tes, por lo cual la etnografía revela una multiplicidad de culturas, tal como
lo hace la arqueología" (Childe 1951:32). Childe encuentra que considerar lo
particular es una "seria desventaja si tenemos por objetivo establecer esta-
dios generales en la evolución de las culturas," y de esta manera, "descubrir
leyes generales que describan la evolución de todas las sociedades, nosotros
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extraemos [...] las particularidades debidas a diferencias de hábitat" (Chil-
de 1951:35). También debemos descontinuar la difusión, porque cualquier
sociedad debe estar dispuesta a aceptar tecnologías y rasgos sociales difu-
sas. Al mismo tiempo, si bien los desarrollos locales dentro de cierto periodo
general son en gran medida divergentes, el concepto de evolución es salva-
do al asumir que la difusión trae rasgos tecnológicos y sociales a todas las so-
ciedades, recreando así, convergentemente, los patrones requeridos (Childe
1951:160 ff). Más bien, este esfuerzo invertido en la difusión, para equilibrar
la evolución divergente, está basado empíricamente, casi exclusivamente en
los datos del Viejo Mundo. Childe no dice cómo los paralelismos entre el
Viejo y Nuevo Mundo encuadran con este razonamiento.
Es interesante notar que en las discusiones teóricas de White no hace
ninguna referencia a sus propios estudios, extensos y detallados, de los indios
Pueblo, y que el excelente conocimiento de Childe sobre los patrones y pro-
cesos de desarrollo que se descubren en la arqueología del Cercano Oriente
y Europa vienen a ser casi un estorbo para sus discusiones teóricas. El cono-
cimiento profundo de Childe sobre la evolución cultural de estas dos áreas es
altamente esclarecedor; pero él simplemente confunde las dos áreas cuando
se empeña en colocarlas dentro de estadios de desarrollo simplificados.
Es importante reconocer que el evolucionismo de White y Childe arro-
ja resultados sustantivos de orden muy diferente de aquellos de la evolución
del siglo xix. Las secuencias culturales postuladas son tan generales, que
no resultan de mucha utilidad. Ninguno discute que la cacería y la recolec-
ción que Childe diagnostica como "salvajismo", precedieron a la domesti-
cación de plantas y animales; tampoco se contradice su criterio de "barbarie
y el hecho de que ésta fuese una condición previa de las grandes poblaciones,
de las ciudades, de la diferenciación social interna y de la especialización, así
como del desarrollo de la escritura y las matemáticas, que son características
de "civilización".
Si uno examina la evolución universal con vistas a encontrar leyes o pro-
cesos de desarrollo, en vez de encontrar términos de una reconstrucción su-
cesiva de la cultura, también resulta difícil reconocer cualquier cosa que sea
nueva o controversial. Hace tiempo ya se aceptó el hecho general de que la
cultura cambia de lo simple a lo complejo y también la "ley" de White (1943),
de que el desarrollo tecnológico, expresado según el control del hombre so-
bre la energía, subyace a ciertos logros culturales y cambios sociales. Tampo-
co suscita retos la transferencia que hace Childe de la fórmula darwiniana a
la evolución cultural. La variación se ve como invención, la herencia como
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aprendizaje y difusión y la adaptación y selección, como la adaptación cultu-
ral y la elección (Childe 1951:175-179). Es ciertamente un objetivo más am-
plio mirar a las leyes universales del cambio cultural. Sin embargo, hay que
destacar que todas las leyes universales postuladas hasta ahora, se refieren al
hecho de que la cultura cambia —de que todas las culturas cambian— y, por lo
tanto, no pueden explicar características particulares de culturas particula-
res. En este aspecto las "leyes" de evolución cultural y de evolución biológi-
ca son similares. Ni la variación, ni la herencia, ni la selección natural, pueden
explicar ni una sola forma de vida, puesto que no se ocupan de las caracterís-
ticas de especies particulares y no tienen en cuenta el número incalculable de
circunstancias y factores especiales que producen diferenciación biológica
en cada especie. Similarmente, las leyes de White sobre los niveles de ener-
gía, por ejemplo, no pueden decirnos nada sobre el desarrollo de las carac-
terísticas de las culturas individuales. De los datos de evolución, biológica y
cultural, podemos deducir que, sucesivamente aparecen nuevas formas de
organización, pero la naturaleza específica de estas formas sólo se puede co-
nocer trazando la historia de cada una al detalle.
Así, difiere el problema y método de la evolución universal de los de la
evolución unilineal. Con o sin razón, los evolucionistas del siglo XIX trataron
de explicar concretamente por qué el matriarcado debe preceder a otras for-
mas sociales, por qué el animismo fue el precursor de dioses y espíritus, por
qué una sociedad basada en el parentesco evolucionó en una sociedad terri-
torial controlada por el Estado y, por qué aparecieron otras rasgos específi-
cos de la cultura.
Evolución multilineal
La evolución multilineal es esencialmente una metodología basada en la
suposición de que en el cambio cultural ocurren regularidades significativas,
que también conciernen a la determinacion de las leyes culturales. Su méto-
do es más empírico que deductivo. Inevitablemente también le concierne a
la reconstrucción histórica, pero no espera que los datos históricos puedan
ser clasificados en estadios de periodos universales. Está interesada en cul-
turas particulares, pero en lugar de encontrar variaciones locales y hechos
problemáticos diversos, que fuerzan el marco de referencia de lo particu-
lar a lo general, solamente tiene que ver con aquellos paralelos limitados de
forma, función y secuencia que tienen validez empírica. Lo que se pierde en
universalidad se ganará en concreción y en especificidad. De esta manera, la
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evolución multilineal no tiene esquemas o leyes apriori. Reconoce que las tra-
diciones culturales de diferentes áreas puedan ser total o parcialmente distin-
tivas, simplemente pone la cuestión de por qué, cualquier similitud genuina
o significativa existe entre ciertas culturas y de cómo, éstas conducen por sí
mismas a una formulación. Estas similitudes pueden envolver rasgos salien-
tes de culturas enteras, o pueden implicar solamente rasgos especiales, como
clanes, sociedades de hombres, clases sociales de varios géneros, clerecía o
patrones militares.
Puede objetarse, que la formulación es limitada, que postula que una
determinada característica —digamos un clan— que se ha desarrollado inde-
pendientemente en dos o más culturas no pueda ser considerada evolución.
Nosotros, entonces, retornamos a las definiciones. Si la evolución puede ser
considerada como un interés por determinar formas recurrentes, procesos
y funciones, más que como esquemas mundiales y leyes universales, los mu-
chos esfuerzos por hacer generalizaciones científicas —ya se traten de re-
laciones sincrónicas o funcionales, o de secuencias diacrónicas, relaciones
secuenciales que abarquen pocas o muchas culturas— son metodológica-
mente semejantes a la evolución. Los evolucionistas del siglo XIX estaban
profundamente interesados en hacer generalizaciones.
EL MÉTODO DE LA EVOLUCIÓN MULTILINEAL
Paralelismoy causalidad
Un interés implicito en el parelismo y la causalidad ha estado siempre pre-
sente en los estudios culturales; que parece haber aumentado durante las úl-
timas dos décadas. De hecho, será bastante sorprendente si cualquiera se
atiene muy tenazmente a las implicaciones lógicas de posiciones relativistas,
como para clamar que la comprensión derivada del análisis de una cultura
no proporciona conocimiento alguno con respecto a la forma, la función y el
proceso en otras. La dificultad está en hacer que estos discernimientos pasen
del nivel del presentimiento al de las formulaciones explícitas. Los postulados
paralelos y las relaciones recurrentes de causa-efecto son vistos con suspica-
cia. Éstos pueden ser cuestionados sobre bases empíricas, y la dificultad in-
herente de inferir leyes culturales puede ser atacada con bases filosóficas. De
este modo, permanece predominante la metodología de los estudios cultu-
rales en el particularismo histórico, más que de la generalización científica.
42 Julian H. Steward
Sin embargo, muchos investigadores que hicieron contribuciones nota-
bles, dentro del marco de la llamada "Escuela de Boas", expresaron un inte-
rés genuino en los paralelismos. Así, Lowie (1925), que fue implacable con
la reconstruccion unilineal de L. H. Morgan, no solamente reconoce el de-
sarrollo paralelo y la invención independiente en muchos rasgos, como las
moieties (mitades), el sistema dual de números, los cultos mesiánicos y otros
(Lowie 1940:376-377), sino que está muy preparado para aceptar una clase
de necesidad en el desarrollo cultural, al grado en que ciertos logros cultu-
rales presuponen otros. "Si una tribu practica la metalurgia, es claro que no
se halla en el plano del salvajismo; ocurre solamente que los que crían gana-
do y los agricultores forjan metales" (Lowie 1940:45). Pero niega, que esas
culturas puedan ser clasificadas sobre las bases de la metalurgia, porque los
africanos, por ejemplo, la practicaban, pero carecían de otros rasgos de otras ci-
vilizaciones más desarrolladas. Aunque Lowie no puede aceptar la evolución
unilineal' de Morgan, coincide con la mayor parte de los profesionales de
nuestro gremio en aceptar estas generalizaciones, tales como las que pue-
de ofrecer la evolución universal y, además, es en muchos aspectos, un evolu-
cionista multilineal. ¿Quién es entonces más evolucionista, Lowie o White?
Los antropólogos estadounidenses tradicionalmente presuponen la
existencia de paralelismos entre el Viejo y el Nuevo Mundo en la invención
de la agricultura, la crianza del ganado, la cerámica, la metalurgia, los Esta-
dos, el sacerdocio, los templos, el cero y las matemáticas, la escritura y otros
rasgos. Tal vez decir que esto los hace evolucionistas multilineales sea ir de-
masiado lejos. Cuando surge la cuestión de la causalidad cultural paralela, se
conviene en que estas similitudes se mantienen al ser solamente superficia-
les, o al representar una evolución convergente; o bien se ha dicho que las
relaciones históricas y funcionales involucradas son aún comprendidas im-
perfectamente para permitir formulaciones en términos de regularidades
interculturales. Sin embargo, muchas personas han reconocido un signi-
ficado profundo en estos paralelos, pensando que la difusión debe haber
ocurrido entre los hemisferios, mientras que otros han intentado formular
Lowie, en una contestación a White, argumentaba que Morgan, Tylor y otros autores
estaban forzando los datos históricos de ciertas culturas a patrones unilineales en vez
de lidiar con la evolución de una cultura mundial abstracta o generalizada. Ver Robert
H. Lowie, "Evolution in Cultural Anthropology: A Reply to Leslie White," American
Anthropologist, xLvIII, 1946:223-233.
1. Evolución mutilineal: evolución y proceso 43
secuencias del Viejo y del Nuevo Mundo en términos de periodos de desa-
rrollo comparables.
Kroeber (1948:241), no vacilaba en concluir que en los numerosos para-
lelismos en diferentes partes del mundo:
las relaciones o patrones culturales se desarrollan espontáneamente a par-
tir de desarrollos internos probablemente con más frecuencia que por
toma u ocupación directa. Además, siendo limitado el número de formas
culturales, muchas veces el mismo tipo evoluciona independientemente.
Es así que evolucionan una y otra vez las sociedades monárquicas, de-
mocráticas, las feudales o divididas en castas, sociedades teocráticas o
relativamente irreligiosas, naciones expansionistas y mercantiles o las au-
tosuficientes y agricultoras.
Ya he llamado la atención sobre declaraciones de Lesser, Boas, Kidder
y otros autores, respecto de la comprensión intercultural en términos de le-
yes, regularidades o paralelismos —que para llamar a estas "leyes" pueden
usar algun otro término— como los objetivos principales de la antropología
(Steward 1949, 1950). La lista podría extenderse e incluiría una parte sustan-
cial de la profesión.
No es necesario llevar a cabo la determinación y el análisis de los para-
lelismos en un nivel puramente cultural. Son tan lógicos los argumentos de
Leslie White (1949: capítulo 14) a favor de la interpretación del cambio cul-
tural en términos estrictamente culturológicos, que puede quedar la impre-
sión de que culturología y evolución son sinónimos Está más allá de la mira
de este escrito argüir sobre la materia. Pero debo insistir en que la elimina-
ción que hace White de los factores tanto humanos como ambientales es un
aspecto de su preocupación por la cultura más que por las culturas. En diver-
sos estudios he intentado demostrar cómo es que las adaptaciones ecológi-
co-culturales —aquellos procesos adaptativos en los que es modificada una
cultura derivada de un proceso histórico en un ambiente particular— están
entre los procesos creativos importantes del cambio cultural (Steward 1938).
Hay ciertos problemas donde el potencial racional y emocional del
hombre no son un factor cero en la ecuación. Así, Kluckhohn (1949:267)
sugiere que "si se bloquea la salida habitual de la agresividad de una tribu en
guerra, se puede predecir un aumento de hostilidad intratribal (quizá en for-
ma de brujería), o en los estados patológicos de melancolía que resultan de
la cólera hacia el propio yo". Este atributo psicológico de los seres humanos,
44 Julian H. Steward
que canalizan la agresión de cierta manera, puede ser un factor significan-
te en la formulación de ciertos paralelismos culturales. Por ejemplo, entre
los iroquíes y sus vecinos, los prisioneros de guerra eran primero adoptados
como miembros de la familia del captor y luego eran torturados y asesina-
dos. Raymond Scheele (1947) ha sugerido que este patrón ofrece un me-
dio para desviar hostilidades latentes contra parientes hacia miembros de un
grupo ajeno. Se encuentra un patrón similar entre los tupinambas de Amé-
rica del Sur y entre otras tribus de distintas partes del mundo. Aunque las
premisas psicológicas y las manifestaciones culturales pueden estar sujetas a
interrogantes, los datos sugieren una útil formulación intercultural de ciertos
modos de conducta.
Las clases de paralelismos, o similitudes, con que opera la evolución
multilineal se distinguen por su ocurrencia limitada y por su especificidad.
Por esta razón, el problema metodológico principal de la evolución multili-
neal está en hacer una taxonomía correcta de los fenómenos culturales.
Taxonomía cultural
Cualquier ciencia puede tener medios precisos para identificar y clasificar los
fenómenos recurrentes de que se ocupa. Es sintomático de la orientación
histórica, y no de los estudios culturales, que haya pocos términos que de-
signen culturas enteras o componentes de culturas que se puedan emplear
interculturalmente. Las expresiones "cultura de las planicies", "cultura ga-
nadera del Africa Oriental", "civilización china" y demás, designan regio-
nes culturales que se interpretan como patrones y complejos de elementos
únicos. Gran cantidad de términos sociológicos, como "banda", "tribu",
"clan", "clase", "Estado", "sacerdote" y "chamán" se utiliza para describir
rasgos que se encuentran repetidamente en culturas genéricamente no rela-
cionadas, pero son demasiado generales para que puedan sugerir paralelis-
mos de forma o proceso. Los términos más precisos designan características
tecnológicas muy especiales, como "arco", "átlad", o "tejido con ikat". Sin
embargo, estos rasgos no implican patrones amplios y lo único que se infie-
re, por lo general, de su distribución es que ha habido difusión.
La condición actual de la taxonomía cultural revela una preocupación
por el relativismo y prácticamente todos los sistemas de clasificación se de-
rivan fundamentalmente del concepto de área cultural. Básicamente, el área
cultural se caracteriza por contener un elemento distintivo que, al menos en
el nivel tribal, constituye la conducta compartida por todos los miembros de
1. Evolución mutilineal: evolución y proceso 45
la sociedad. La clasificación puede atribuir igual peso a todos los elementos,
como en el manejo estadístico de Klimet de las listas de elementos culturales
compilados en el estudio de la Universidad de California sobre las tribus del
oeste de Norteamérica, o como el método de McKern para clasificar com-
plejos arqueológicos. El primero produce áreas y subáreas culturales; el se-
gundo, da categorías de elementos asociados, que en sí mismos no se ubican
en el tiempo ni en el espacio. Siguiendo a Wissler (1922), las clasificaciones
de áreas culturales tienden decididamente a enfatizar los rasgos económicos,
aunque no todas postulan una relación tan próxima entre la cultura y el am-
biente, así como Wissler y los rasgos no económicos reciben un énfasis que
varía según cada investigador, que puede llevar a una diversidad de esque-
mas de clasificación para los mismos datos. Así, América del Sur queda agru-
pada en las cinco áreas de Wissler (1922), en once por Stout (1938), en tres
por Cooper (1942) y tres por Bennett y Bird (1949). En el Handbook of South
American Indians Steward (1946-1948) la clasifica en cuatro y es dividida en 24
por Murdock (1951). Todas dan primacía a los rasgos que le interesan al indi-
viduo. Todas estas clasificaciones se refieren a los datos de América del Sur.
Ninguna se ocupa de reconocer en cualquiera de estas tres o 24 áreas, rasgos
estructurales ni del desarrollo que sean comunes a otras regiones fuera de
Sudamérica.
La clasificación de culturas en términos de sistemas de valores, o ethos,
tiene esencialmente la misma base que la de áreas culturales. Todas estas
clasificaciones presuponen un núcleo común de rasgos culturales compar-
tidos, lo que hace que todos los miembros de la sociedad tengan el mismo
punto de vista y las mismas características psicológicas. El concepto de pa-
trón de Benedict, el concepto de carácter nacional de Gorer y Mead y el con-
cepto de temas de Morris Opler, derivan de un enfoque taxonómico que es
básicamente igual al de Wissler, Kroeber, Murdock, Herskovits y otros.
Si un sistema taxonómico está elaborado con el propósito de determinar
paralelismos y regularidades interculturales, en lugar de acentuar contrastes y
diferencias, se necesita un concepto que se puede denominar "tipo cultural".2
La dificultad de la determinación empírica de tipos significativos constituye
el principal obstáculo para una búsqueda sistemática de regularidades y pa-
2
Ralph Linton utiliza el término "tipo cultural" pero claramente tiene en mente el
concepto de área cultural, donde hay más que tipos encontrados en las diferentes
tradiciones cultnrales. Ver Ralph Linton, The Study of Man. New York: Appleton-Cen-
tury-Crofts, 1936:392.
46 Julian H. Steward
ralelismos. Según la presente definición, un tipo cultural difiere de un área
cultural en varios aspectos. Primero, se caracteriza por rasgos típicos selec-
tos y no por el contenido total de elementos. Puesto que no hay dos culturas
exactamente iguales en la totalidad de sus elementos, es necesario seleccio-
nar constelaciones especiales de rasgos causalmente interrelacionados, que
se encuentran en dos o más culturas, pero no necesariamente en todas. Se-
gundo, la selección de características diagnósticas debe ser determinada por
el problema y el marco de referencia. Se puede atribuir una importancia ta-
xonómica a cualquier aspecto de la cultura. Tercero, los rasgos seleccionados
tienen supuestamente la misma interrelación funcional en cada caso.
Ejemplos de los tipos culturales son: la "sociedad oriental absoluta" de
Wittfogel (1938, 1939), que ejemplifica regularidades de causa y efecto entre
una clase especial de estructura sociopolitica y una economía de regadío; la
"banda patrilineal" del presente autor, que se caracteriza por ciertas relacio-
nes inevitables entre una economía cazadora, la descendencia, el matrimonio
y la tenencia de tierra (Steward 1936); "la sociedad folk" de Redfield (1941,
1947), que tiene ciertas características generales comunes a muchas —si no a
casi todas— sociedades en un nivel de desarrollo o integracional simple y que
reacciona ante influencias urbanas —al menos a influencias modernas del ur-
banismo— según regularidades postuladas; y una "sociedad feudal" (Prince-
ton Conference 1951), que, en un tiempo, caracterizó tanto al-opón como a
Europa, donde se exhibían similitudes en la estructura social y política y en la
economía.
Estos pocos tipos ilustrativos dan primacía a los rasgos económicos
y sociológicos, porque el interés científico se concentra especialmente en
ellos, y porque la estructura socioeconómica ha sido ampliamente exami-
nada de modo más general que otros aspectos de la cultura. En general, se
atribuye considerable importancia a los patrones económicos, porque es-
tán inextricablemente relacionados con los sociales y políticos. Sin embar-
go, también están incluidos en los tipos de Redfield ciertos aspectos de la
religión. En una elaboración sobre las sociedades de regadío hecha por
Wittfogel, el autor intenta una formulación de tipos de desarrollo que no
sólo incluyen rasgos sociales y políticos, sino también tecnológicos, intelec-
tuales, militares y religiosos, que marcan áreas sucesivas en la historia de estas
sociedades (Steward 1949 y capítulo 11).
El esquema taxonómico designado para facilitar la determinación de
paralelismos y regularidades en términos de características concretas y pro-
cesos de desarrollo tendrá que distinguir innumerables tipos culturales, mu-
1. Evolución mutilineal: evolución y proceso 47
chos de los cuales aún no han sido reconocidos. No servirá para nuestros
propósitos una metodología como la de White, o la de Childe, que ignoran
los casos particulares y van sólo a una escala mundial. Por ejemplo, un esta-
dio de caza y recolección —o de salvajismo, para emplear el término de los
evolucionistas— es una categoría demasiado amplia. Las relaciones funcio-
nales y las adaptaciones ecológico-culturales que condujeron a las bandas
patrilineales, que consisten en un linaje localizado, eran muy diferentes de
aquellas que produjeron una banda nómada bilateral, compuesta por mu-
chas familias sin vínculo de parentesco (Steward 1936). Pero éstos no son
nada más que dos de los muchos tipos de sociedades cazadoras y recolec-
toras que se desarrollaron como consecuencia de circunstancias ecológi-
co-culturales e históricas. Hay también tipos que se caracterizan por grupos
familiares dispersos, como los shoshonis y los esquimales, y por la presencia
de pequeñas tribus cohesivas, como las de California. Además, no significa
necesariamente que todos los cazadores y recolectores sean clasificables en
tipos con significancia intercultural. Muchos pueden ser únicos, excepto al-
gún rasgo limitado de su cultura, que sea paralelo a otro similar de una cultu-
ra distinta, por ejemplo, el desarrollo del clan.
Dado que las tribus cazadoras y recolectoras caen en un número inde-
terminado de tipos culturales, cualquier esquema más amplio de desarrollo
ciertamente no puede tomar como representativo cualquier tipo de estadio
temprano universal, excepto en características que son tan generales que
concretamente no significan nada, sobre alguna cultura particular. Entre
cazadores y recolectores es de esperar la ausencia de poblaciones densas y
estables, de poblados permanentes y grandes, de clases sociales y otros ras-
gos de especialización interna compleja, del sacerdocio y ceremonialismo
grupal, del dinero, las inversiones, la escritura, las matemáticas y de otras ca-
racterísticas de la gente "civilizada". Las formas particulares de matrimonio,
familia, estructura social, cooperación económica, patrones socio-religiosos
y otras características halladas en las sociedades primitivas difieren en cada
tipo de especialización interna compleja. En consecuencia, el objetivo es de-
terminar los procesos mediante los cuales los cazadores y recolectores se
convirtieron en agricultores o en pastores y éstos, más tarde, en gente más
"civilizada", para lo cual es necesario abordar los tipos en particular.
Entre las culturas agrícolas también hay una gran variedad de tipos cul-
turales, que no se han clasificado sistemáticamente haciendo referencia a
problemas ,de paralelismos o formulaciones de causalidad. Se ha prestado
mucha atención a las civilizaciones de irrigación (capítulo 11); sin embargo,
48 Julian H. Steward
la designación de "agricultura de bosque tropical" sigue refiriéndose mera-
mente a quienes hacen labores agrícolas en los bosques tropicales húme-
dos, en vez de a cultivos determinados, métodos de trabajo, mercados y
características culturales relacionadas. Es posible que las áreas culturales de
los bosques tropicales, tanto del Viejo como del Nuevo Mundo, incluyendo
el Mediterráneo y los bosques septentrionales, produjeran tipos culturales
indígenas únicos. Es más probable que se descubran paralelismos impor-
tantes entre esas regiones si se las compara con referencia al ambiente, la
tecnología y el periodo de desarrollo.
En la actualidad, el interés por los paralelismos se concentra en el de-
sarrollo de las civilizaciones del Viejo y el Nuevo Mundo. Los paralelismos
son impactantes e innegables. Incluyen el desarrollo independiente —según
la mayoría de los antropólogos, pero no según todos— de una lista notable de
características básicas: domesticación de plantas y animales, irrigación, pue-
blos y ciudades grandes, metalurgia, clases sociales, Estados e imperios, sa-
cerdocio, escritura, calendarios y matemáticas. Aunque aún existe una gran
tendencia a acentuar los rasgos distintivos de cada centro o tradición y, por
lo tanto, cada una es vista como un área cultural y no como un tipo cultural,
el interés en la función y el proceso gradualmente lleva consigo el uso de una
terminología comparable. En lugar de los términos técnicos como "Edad
de Piedra temprana", "Edad de Piedra tardía" y "Edad de Bronce", se están
empleando otros potencialmente tipológicos, como "Formativo", "Flore-
ciente", o "Clásico" y "Fusión" o "Imperio", en lo que se refiere al Nuevo
Mundo. En cuanto al Viejo Mundo, Childe ha introducido términos parcial-
mente equivalentes, como el de "Revolución urbana".3 Creo que se puede
pronosticar la aparición de una taxonomía indicativa de paralelismos impor-
tantes a medida que el interés se concentre cada vez más en las interrela-
ciones de características culturales y en los procesos mediante los cuales las
culturas se adaptan a los diversos ambientes.
La base conceptual de la taxonomía evolutiva multilineal no es menos
aplicable a las tendencias contemporáneas del cambio cultural que a los cam-
bios precolombinos. Actualmente, las diversas culturas nativas del mundo
3 Estos términos y su importancia han sido abordados por Julian H. Steward (1949:
1-27) y Wendell C. Bennett (1948). Ver Julian H. Steward, "Cultural Causality and
Law: A Trial Formulation of the Development of Early Civilization," American
Anthropo logist, LI, 1949:1-27; y Wendell C. Bennett (ed.), A Reappraisal of Peruvian Ar-
chaeology, Memoir, S ocieg for Ametican Archaeology, Vol. XIII, Part 11;1948.
1. Evolución mutilineal: evolución y proceso 49
—incluyendo países enteros, sus continentes y subcontinentes, como China,
India, el sudeste asiático, Africa y Latinoamérica— sufren la influencia de la
industrialización, que se difunde principalmente desde Europa y los Estados
Unidos y, luego, desde los subcentros creados en todos los continentes.
En cuanto a las características particulares del desarrollo industrial —la
mecanización de la producción agrícola y fabril, los métodos de reporte de
costos, las coorporaciones financieras y los sistemas nacionales e interna-
cionales de distribución y mercado— son considerados como un solo desa-
rrollo mundial, o como muchos desarrollos casi independientes de una base
industrial general, donde aparecen paralelismos bastante notables en las ca-
racterísticas difundidas. Estos paralelismos se pueden clasificar en términos
de tendencias hacia la producción de bienes de consumo, mercancías, com-
pra de artículos manufacturados, individualización de la tenencia de la tierra,
aparición de una racionalidad basada en dinero, valores y metas, reducción
del grupo de parentesco a familias nucleares, el surgimiento de una clase me-
dia, personal de servicios y el apoyo profesional, el incremento en la tensión
entre clases y la aparición de ideologías nacionalistas.
Todos éstos son rasgos que caracterizan a la gente en los pueblos euro-
peos y el estadounidense. Sin embargo, sería una explicación demasiado sim-
ple decir que estos rasgos simplemente fueron difundidos desde Europa; el
estudio detallado de las poblaciones nativas revela procesos que hicieron in-
evitable el desarrollo de estas características, aun en ausencia de contactos
directos y sostenidos entre las poblaciones nativas y las europeas, que po-
drían haber introducido nuevas prácticas y una nueva ética. Existen motivos
para creer que los cambios muy fundamentales que están ocurriendo hoy en
las más remotas partes del mundo son susceptibles de formulación en tér-
minos de paralelismos o regularidades, a pesar de diversos matices locales
derivados de la tradición cultural nativa. Aunque aún no se ha hecho ningún
esfuerzo deliberado por formular estas regularidades, hay un gran caudal de
investigación dedicado directamente a las tendencias modernas y los resul-
tados sustantivos son bastante detallados como para permitir formulaciones
preliminares.
No todos los paralelos tienen necesariamente que basarse en una se-
cuencia de desarrollo. Es así que las regularidades que postula Redfield en los
cambios de una sociedad folk bajo la influencia urbanizadora apenas se pue-
den llamar "evolución". Sin embargo, nuestra premisa fundamental es que el
rasgo metodolOgico crucial de la evolución es la determinación de relaciones
causales recurrentes en tradiciones culturales independientes. En cada uno
50 Julian H Steward
de los tipos culturales mencionados anteriormente, ciertos rasgos se relacio-
nan funcionalmente con otros y la profundidad del factor tiempo, o del de-
sarrollo, está necesariamente implicita; ya que, independientemente de qué
rasgos sean considerados causas y cuáles considerados efectos, se presupo-,
ne que algunos deben ir siempre acompañados por otros, en las condiciones
estipuladas. Siempre tiene que haber desarrollo a través del tiempo: ya sea;
que se requieran diez, veinte años, o varios siglos para que la relación se es-
tablezca, el desarrollo a través del tiempo debe siempre darse; también en
los desarrollos paralelos que sólo requieren unos pocos años, e implican so-
lamente un número limitado de rasgos que no son menos evolutivos, desde
un punto de vista científico, que las secuencias que implican culturas totales
y que abarcan milenios.
CONCLUSIONES
La evolución cultural se puede considerar ya sea como un tipo especial de re-
construcción histórica o como una metodología o enfoque particular. Las
reconstrucciones históricas del siglo xix de los evolucionistas unilineales se
distinguen por la presuposición de que todas las culturas pasan por secuen-
cias paralelas no relacionadas genéticamente. Esta asunción se opone a los
relativistas culturales del siglo xx, o a los particularistas históricos que consi-
deran el desarrollo cultural como esencialmente divergente, excepto cuando
la difusión tiende a nivelar diferencias. Este desacuerdo referente al hecho
histórico fundamental se refleja en la taxonomía cultural. Las principales ca-
tegorías de los evolucionistas unilineales son los periodos de desarrollo apli-
cables a todas las culturas; las de los relativistas y particularistas son las áreas
o tradiciones culturales. La diferencia de punto de vista alcanza también a la
propia lógica de la ciencia. Los evolucionistas eran deductivos, apriori y muy
filosóficos. Los relativistas son fenomenológicos y estéticos.
La investigación del siglo xx ha acumulado gran cantidad de evidencias
que apoyan abrumadoramente el argumento de que las culturas individua-
les difieren significativamente entre sí y no pasan por estadios unilineales.
Puesto que este hecho básico de la historia cultural ya no constituye un tema
de gran controversia, aquellos que han tratado de mantener viva la tradi-
ción de la evolución del siglo xix se han visto obligados a cambiar su mar-
co de referencia de lo particular a lo general, de un esquema universal donde
se pueden acomodar todas las culturas individuales a un sistema de genera-
1. Evolución mutilineal: evolución y proceso 51
lizaciones amplias sobre la naturaleza de cualquier cultura. Admiten que las
culturas particulares tienen rasgos característicos causados por el desarro-
llo divergente en diferentes áreas, también por el estadio de desarrollo, pero
ahora profesan interesarse por la evolución de la cultura considerada gené-
ricamente y no de las culturas. Su reconstrucción de la historia cultural del
mundo está, de hecho, basada en términos tan generales que cualquiera los
puede aceptar. Nadie duda que la cacería y la recolección precedieron a la
agricultura y el pastoreo y que éstas dos últimas eran condiciones previas de
la "civilización", que se caracteriza en términos generales por poblaciones
densas y estables, la metalurgia, por logros intelectuales, la heterogeneidad
social y la especialización interna y otros rasgos.
Debido a que ahora el peso de la evidencia parece apoyar la idea del
desarrollo cultural divergente, se mira con suspicacia la propuesta de que
habría paralalelismos importantes en la historia de la cultura. No obstan-
te, es probable que en su mayoría los antropólogos reconozcan algunas si-
militudes en forma, función y proceso de desarrollo en ciertas culturas con
diferentes tradiciones. Si se puede despojar el interés en estos paralelismos,
pueden ser despojados del dogma "para-todos-o-para-nadie", porque como
se sabe, el desarrollo cultural no es totalmente unilineal, cada tradición tiene
que ser absolutamente única, se pueden echar los cimientos para una recons-
trucción histórica que tenga en cuenta tanto las similitudes así como también
las diferencias interculturales. La formulación de las similitudes en términos
de relaciones recurrentes requiere una taxonomía de los rasgos significati-
vos. La taxonomía, que se discute a lo largo del capítulo 5, puede estar basada
en pocos o en muchos rasgos, y con referencia a un número variable de cul-
turas diferentes. La formulación del desarrollo puede involucrar secuencias
históricas largas o cortas.
Para quienes se interesan en leyes, regularidades o formulaciones cultu-
rales, la gran promesa descansa en el análisis y la comparación de similitudes
y paralelismos limitados, es decir, en la evolución multilineal, más que en la
evolución unilineal o universal. La evolución unilineal está desacreditada, ex-
cepto en los limitados conocimientos que ofrece sobre las culturas particu-
lares analizadas en detalle por los estudiosos de la cultura en el siglo xix. La
evolución universal todavía tiene que ofrecer alguna formulación muy nove-
dosa que explique a una y a todas las culturas. El curso de investigación más
fructífero parece ser la búsqueda de leyes que establezcan las interrelaciones
entre fenómenos particulares, que pudieran repetirse en varias culturas, pero
que no son necesariamente universales.