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10.18 Aprendizaje Hoy N 18 ABORDAJE CLINICO DE LOS TRASTORNOS DE APRENDIZAJE - Marina Müller 6pags

Este documento describe un enfoque clínico y preventivo para abordar los trastornos del aprendizaje. Propone que se debe considerar al sujeto como parte de un sistema que incluye su familia y contexto social. El abordaje debe ser clínico al considerar la historia personal del sujeto, y operativo al trabajar para superar obstáculos al aprendizaje. También debe ser preventivo al abordar problemáticas de forma grupal e institucional, no solo individual. El objetivo es que cada sujeto desarrolle su capacidad para aprender de forma continua más

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10.18 Aprendizaje Hoy N 18 ABORDAJE CLINICO DE LOS TRASTORNOS DE APRENDIZAJE - Marina Müller 6pags

Este documento describe un enfoque clínico y preventivo para abordar los trastornos del aprendizaje. Propone que se debe considerar al sujeto como parte de un sistema que incluye su familia y contexto social. El abordaje debe ser clínico al considerar la historia personal del sujeto, y operativo al trabajar para superar obstáculos al aprendizaje. También debe ser preventivo al abordar problemáticas de forma grupal e institucional, no solo individual. El objetivo es que cada sujeto desarrolle su capacidad para aprender de forma continua más

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Aprendizaje hoy N° 18

Marina MÜLLER

ABORDAJE CLINICO DE LOS TRASTORNOS DEL APRENDIZAJE


1
Para proponer un modo de abordaje clínico de los sujetos que presentan alteraciones
del aprendizaje, partiremos de una característica ineludible del mismo: el “objeto” de trabajo
y de investigación es siempre un SUJETO, un ser humano – o varios -, o el funcionamiento de
instituciones formadas por SUJETOS, por personas cuyas normas y conflictos provienen de las
relaciones entre personas.
Además, abordamos inevitablemente a estos sujetos cuestionados en su aprender,
desde nuestra propia subjetividad, al participar como agentes clínicos. Aunque nos basamos
en una formación académica, y aunque seguimos estudiando y formándonos teórica y
clínicamente durante toda nuestra vida profesional, nuestro “objeto” (SUJETO/S) de trabajo
no está nunca absolutamente prescripto y delimitado desde una pura “objetividad”, como lo
pretendía el modelo científico del positivismo, y el racionalismo de la física y la matemática
clásica.
En el campo clínico que consideramos, el objeto de nuestro quehacer va plasmándose
entre los consultantes y el clínico que los atiende, en un encuentro reciproco donde se plantea
una consulta y una demanda. Desde el análisis de dicha demanda, el profesional establece un
encuadre y un contrato que replantea la demanda inicia, estableciendo un compromiso
conjunto para procurar los objetivos de la clínica, ya sea conocer qué problemas y recursos
trae un sujeto o un grupo para aprender, o, una vez detectada la problemática, tratar las
dificultades para el paciente o el grupo “aprenden a aprender”, es decir, aprendan a aplicar
operativamente sus recursos personales en aprendizaje sistemático y/o en el asistemático
(este último implica “aprender para la vida”, para seguir aprendiendo más allá de la escuela,
para las relaciones sociales, afectivas, educativas o laborales).
Cuando me consultan por un “problema de aprendizaje” comienzo por preguntarme
QUIÉN es aquel que se trae como paciente designado… con frecuencia, llega ETIQUETADO
con frondosos estudios diagnósticos previos. Y no solamente me pregunto QUIÉN ES, sino
CON QUIENES hace sus síntomas, POR QUÉ y PARA QUÉ los hace, qué funcionalidad tiene en
su contexto familiar y escolar.
No atiendo SINTOMAS con la finalidad de sofocarlos y evitarlos. Atiendo PERSONAS que
hacen síntomas para expresar sus malestares y sufrimientos, derivados y sostenidos en un
ámbito que incluye la familia inmediata, la familia extendida internalizada, el medio
sociocultural y económico, las instituciones donde se educa el sujeto y transcurre su vida
(desde luego, lo fundamental la escuela).
Por formación – o deformación – académica, los docentes, psicopedagogos, psicólogos,
médicos, estamos habitualmente preparados a considerar al INDIVIDUO, con su
características y dificultades. Y más propensos a detectar y subrayar FALLAS, ERRORES, 2
ALTERACIONES, que a considerar y alentar las posibilidades originales creativas del sujeto, por
más mínimas que aparezcan.
Pocas veces vamos sistemáticamente más allá de ese sujeto, quien en la realidad de su
vida cotidiana, es una abstracción si lo tomamos como un sujeto independiente, separado de
su contexto. Nadie puede nacer, vivir, crecer ni aprender si está aislado, solo. Es la familia o
el grupo humano quien recibe a cada nuevo habitante del mundo, quien lo prepara como
integrante de la comunidad.
Es desde lo social, desde lo macroscópico, como tendríamos que describir la incidencia
de las dificultades del aprendizaje, del retraso, el fracaso o la deserción escolar. A esto
apuntan la psiquiatría y la psicopedagogía preventivas. Pero no hace mucho tiempo que se
perciben estos temas desde esta mirada más abarcativa.
Por ejemplo, sabemos que el mismo sistema social, económico y educativo, engendra
las condiciones marcadas de desigualdad cuya consecuencia es la marginalidad y el fracaso
escolar, en amplios sectores de nuestra población. Sin embargo, seguimos señalando al “niño
que no aprende”, sin analizar más que su situación personal, y en todo caso, familiar.
¿Nos preguntamos sobre las condiciones de su escuela, sobre las relaciones entre
docentes y padres, docentes y alumnos, alumnos entre sí, en forma estructural, y no como
incidentes aislados? ¿Sobre las características de los programas escolares, y la relación entre
éstos, la pedagogía empleada y las condiciones de vida de los alumnos?
El abordaje psicopedagógico que propongo es CLINICO y OPERATIVO, e intenta atender
a la PREVENCIÓN PRIMARIA.
ES CLINICO porque toma en cuenta al SUJETO-PERSONA, con su historia, sus
peculiaridades, su ser y su hacer, más allá de sus síntomas. Y a este sujeto no se lo considera
aislado, sino parte integrante de un sistema familiar, el cual a su vez es configurado por el
medio social, cultural y económico.
La presentación de sus síntomas implica una oculta colaboración y complementación
familiar, que instala al paciente en su papel de tal, sin cuestionarse los factores subyacentes
al síntoma, entre los cuales se hallan en un lugar destacado las relaciones de la pareja de
padres, de éstos con su hijos y viceversa, así como las fantasías, expectativas y dinamismos
inconscientes que circulan favoreciendo y perpetuando los síntomas.
ES OPERATIVO porque realiza una doble tarea, procurando descubrir el sentido de los
síntomas en las estructuras subjetivas, familiares y sociales, y al mismo tiempo realizando
actividades que contribuyan a explicitar las dificultades y ayuden a los participantes a 3
afrontarlas. La tarea participa en el tratamiento como un objeto intermediario, como un
tercero estructurante.
ES PREVENTIVO porque no trabaja estricta y principalmente con sus síntomas, sino con
su propiedad de obrar como obstáculos al aprendizaje operativo, y no se dirige al error o la
falta como déficits, sino como lugares privilegiados del aprendizaje, donde se halla la
posibilidad de aplicar los recursos personales y grupales que intenten transformar esa
situación de obstáculo en una fuente de aprendizaje y de resolución de problemas. Mediante
la situación de aprendizaje que crea conflictos, el sujeto o el grupo aprenden a aplicar sus
operaciones mentales de un modo útil, reconociendo a la vez qué fantasías, emociones,
temores, se movilizan en esa actividad.
El objetivo de este modo de abordaje psicopedagógico clínico es que cada sujeto ponga
en acción su deseo y su capacidad para aprender, como una dinámica que no se agota en la
experiencia más o menos afortunada de su paso por la escuela. De esta manera, el abordaje
clínico-operativo puede incluir también un aspecto de prevención.
Este ámbito de la prevención es especialmente importante cuando el trabajo
psicopedagógico se desarrolla en instituciones, educativas o de salud, para abordar las
problemáticas en forma no sólo individual, sino grupal, institucional y aún comunitaria.
Es decir, no esperar que lleguen los consultantes a nivel individual o familiar, sino
trabajar con los docentes, los padres, los colegas de los distintos servicios, abrir las puertas
de la institución a la comunidad para abordar actividades y temas de interés no sólo clínico
sino preventivo.
Algunos de estos temas abarcan:
 El apoyo escolar para alumnos de alto riesgo (bajo nivel socioeconómico, familias
desintegradas, etc.).
 Grupos de reflexión para docentes y padres, sobre las características y
problemáticas evolutivas, las bases psicogenéticas de los aprendizajes escolares,
la didáctica recuperatoria, etc.
 Información y educación de la sexualidad.
 Información y educación preventivas sobre las adicciones.
 Orientación vocacional
 Esclarecimiento sobre la problemática del aprendizaje a profesionales de campos
conexos (psicólogos, pediatras, psiquiatras, neurólogos infantiles, asistentas 4
sociales, etc.).
Repetidas veces, al abordar el diagnóstico y el tratamiento psicopedagógico desde
lo estrictamente individual y al desconocer los otros ámbitos donde se produce y se
cronifica la problemática, el psicopedagogo, como puede ocurrirles también a otros
profesionales, se convierte en un agente iatrogénico, es decir, contribuye a instalar y
rigidizar la “patología” efectiva o supuesta en los pacientes.
El psicopedagogo es agente iatrogénico: cuando emite diagnósticos limitativos y
pronósticos sombríos; cuando aborda el tratamiento sin tomar para nada en cuenta a
la familia, a los docentes, a la institución escolar, al contexto sociocultural y económico.
Asimismo, cuando no cuestiona los fundamentos ideológicos de su propio saber, sus
propios problemas y lagunas en el aprendizaje: cuando no replantea críticamente los
supuestos teóricos ni las técnicas, cuando aplica dócilmente modelos que no surgen de
una proceso interno de compromiso, convicción y reelaboración personal, cuando
rehúsa seguir aprendiendo en su propio análisis, en estudios de postgrado, en
supervisiones.
¿Se puede ayudar a aprender, a aprehender? Como hacía Sócrates con sus
discípulos, creo que sí, a condición que nuestra propia vida sea también una búsqueda
nunca terminada, de la verdad y del bien, para nosotros mismos y para nuestros
pacientes, sino éstos, acompañantes en sus propias búsquedas, en un camino abierto,
que tiene muchas encrucijadas y dificultades, un camino donde aprender,
APREHENDER, no es sólo cuestión de interrogantes para la mente, sino también es
pasión, lucha, encuentro, desde las profundidades de nuestro corazón. Aprender no es
aprender sólo conocimientos, sino aprender para la vida, para descubrir que nuestro
SER es siempre mucho más valioso que nuestro TENER o nuestro SABER.
Muchos de nuestros pacientes apenas reconocen que son, apenas tantean su propio
SER porque APRENDER lo tienen obstruido. No acceden al SER reconocido socialmente,
al quedar marcados y marginados en su fracaso del APRENDER. Entiendo que todos
aprendemos para reconocer nuestro SER. ¡TAMBIEN LOS PSICOPEDAGOGOS!
Quiero finalizar este artículo con algunas reflexiones a partir de uno de mis
pacientes. Fabián vino a mi consulta a sus 7 años. Cursaba un segundo grado difícil, y
venía acompañado de una mamá cansada de recorrer consultorios, escuchar
diagnósticos, atender al niño con medicaciones…
Fabián no podía pensar por sí mismo. Era el eco de su mamá, no hablaba desde él,
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repetía las ideas de la madre. Su propio discurso era en cambio deshilvanado,
aparentemente, disparatado; no parecía existir aún como sujeto…
Durante varios años lo atendí en un lento y laborioso proceso que incluyó dos
sesiones semanales, entrevistas bimestrales a los padres o a la familia, tratamiento
psicomotriz paralelo, terapia familia durante unos meses… Esclareció poco a poco su
lugar en la familia, el lugar respectivo de sus abuelos (a los que confundía de familia,
pues hacía a sus abuelos maternos, pares también de su padre). Paulatinamente
comenzó a hablar “desde él”, pensando sus propios pensamientos, discriminándose de
su mamá, compartiendo actividades con sus compañeros.
De destinatario de las burlas y agresiones de éstos, pasó a ser jugador de su equipo
de futbol; de hacerle la madre toda la tarea escolar, pasó a realizarla solo; de no poder
concentrarse ni conversar sobre casi ningún tema excepto futbol, pasó a preguntarse:
“¿Qué me pasa? ¿Por qué me dicen loco?” Y a comentar: “papá y mamá también
necesitan ayuda, no solamente yo”. Fabián terminó la escuela primaria e ingreso al
secundario.
Poco antes de finalizar su séptimo grado, preguntó a la mamá: “Mamá, ¿qué va a
ser de mi vida?”
El padre había comentado hacía tiempo, en las etapas iniciales del tratamiento:
“Parece que Fabián no siente nada, que nada le afecta, nunca se enferma, nunca llora”…
En los dos últimos años de la primaria empezó a engriparse; a enojarse cuando lo
molestan o se burlan de él.
Fabián era un niño psicótico. Un niño a quien ayudé a “aprender para ser”.
En el tratamiento psicopedagógico clínico, Fabián tuyo un texto donde gestó su
propia subjetividad, desalineándola, donde encontró su capacidad de pensar y de
sentir.
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