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Cultura

y sociedad
afro-rioplatense

Gustavo Goldman (Compilador)

Autores:
Roberto Pacheco
Alejandro Frigerio
Luis Ferreira
Dario Arce Asenjo
Norberto Pablo Cirio
Gustavo Horacio Rey
Gustavo Goldman
Martha Maffia
Susana N. Tuler
Alex Borucki
Jean Arsène Yao

3
Cultura y sociedad afrorioplatense

© Sobre la presente edición:


Perro Andaluz Ediciones, 2008

© 2008, Goldman, Gustavo (Compilador)

© 2008, Roberto Pacheco © 2008, Gustavo Goldman


© 2008, Alejandro Frigerio © 2008, Martha Maffia
© 2008, Luis Ferreira
© 2008, Susana N. Tuler
© 2008, Dario Arce Asenjo
© 2008, Norberto Pablo Cirio © 2008, Alex Borucki
© 2008, Gustavo Horacio Rey © 2008, Jean Arsène Yao

-1a. Edición -
Montevideo: Perro Andaluz Ediciones, 2008
312 p., 155 x 220 mm
I.S.B.N. 9974-7805-0-0

Contacto con el compilador:


[email protected]

Contacto con el editor:


[email protected]

Diseño gráfico: Rodolfo Fuentes Diseño


[email protected]

Impreso en ZONALIBRO
General Palleja 2478
Tel.: + 598 2 208 7819
Montevideo / URUGUAY
[email protected]
Printed in Uruguay - Impreso en Uruguay

Edición amparada por el Art. 79 de la ley 13.349


Queda expresamente prohibida la reproducción o transmisión de este libro, total o parcial,
por cualquier forma o medio, ya sea impreso, electrónico, digital o mecánico, incluso la
grabación, almacenamiento informático o distribución por Internet, sin la previa autorización
de los autores.

4
Cultura y
sociedad
afro-rioplatense

5
La negación y ocultamiento de la presencia de
población negra en la Argentina - por lo tanto
también de su participación en la construcción de
esa sociedad- asi como la minimización y
folclorización de los aportes a la cultura nacional de
los afrodescendientes en Uruguay, son temas que
recien en las últimas décadas han comenzado a
merecer aportes académicos novedosos y
francamente realistas.

En el presente libro, se entrecruza un conjunto de


trabajos de especialistas argentinos y uruguayos en el
estudio de la población afrodescendiente y su
incidencia en la conformación cultural de la zona del
Río de la Plata. La idea central es fortalecer el diálogo
y la discusión en torno a temas que durante muchos
años, fueron silenciados por las culturas oficiales.

7
La tambora de la fiesta
de san Baltazar
Aproximación a su estudio*

Norberto Pablo Cirio


Instituto Nacional de Musicología “Carlos Vega”

Gustavo Horacio Rey


Artes - UBA

Entonces ese tambor es el llamado a la libertad, el llamado


del amor, el llamado de la gracia divina, entonces el tambor
es infaltable, tiene que estar, con su compá, mal o bien, pero
golpeando las veinticuatro horas al nivel de todos los músi-
cos. Justamente el rezo consiste en lo que uno le brinda por
canción, con amor.
Lorenzo Chamorro, devoto

En el presente artículo trataremos acerca de un membranófono


que se ejecuta únicamente en el culto a san Baltazar, veneración que
se practica en una amplia zona del Litoral argentino. Este instrumen-
to, denominado tambora o tambor, no se encuentra registrado en la
última edición de Instrumentos musicales etnográficos y folklóricos de la
Argentina del Instituto Nacional de Musicología “Carlos Vega” (1993),
ni en el Catálogo ilustrado de instrumentos musicales argentinos de Rubén
Pérez Bugallo (1993), ni en libro El chamamé : Raíces coloniales y des-
orden popular, del mismo autor (1996), por lo que desarrollaremos el
primer estudio del mismo.
Tomamos conocimiento de este instrumento en 1994 dentro del
marco de nuestro trabajo sobre el culto a san Baltazar, investigación
que se centra en sus performances musicales 1. El culto a este Rey Mago
negro es paralitúrgico 2 y está vinculado desde la época de la colonia a
los esclavos africanos, quienes comenzaron a venerarlo a través de la
Cofradía de San Baltazar y Ánimas, creada por los blancos en Buenos
Aires en 1772, y que funcionó hasta 1856. El baile y la alegría caracte-
rizaron a los festejos del 6 de enero, día de san Baltazar. Esta modali-
dad de veneración se ha mantenido hasta el presente, adquiriendo en
cada capilla características particulares. Por ejemplo, en la capilla de

153
Empedrado (Dto. Empedrado, Corrientes) se baila la charanda o zemba,
una danza religiosa que se realiza sólo en la fiesta del santo y que
procede de antiguas danzas celebratorias afroargentinas, por lo me-
nos de la segunda mitad del siglo XVIII (Cirio y Rey 1995a). La tam-
bora de referencia se ejecuta sólo en una determinada área geográfica
del culto y se la utiliza en la música procesional y en el baile del santo.
Este artículo se halla dividido en tres secciones: en la primera
desarrollaremos su descripción organológica según la sistematización
de Hornbostel y Sachs (Vega 1989), su técnica de ejecución, denomi-
nación, distribución geográfica y técnica de construcción, según el
modelo de encuesta propuesto por Arom y Dournon-Taurelle (1987);
en la segunda analizaremos dos performances musicales de las fiestas
documentadas, así como diversas ejecuciones del instrumento fuera
de su contexto original. En la tercer y última sección fundamentare-
mos nuestra hipótesis de que la tambora es un instrumento consagra-
do al culto a san Baltazar que otorga sentido religioso a todas las
performances musicales de la fiesta del santo. Dichas performances cons-
tan de la ejecución de música tradicional correntina (chamamé y
“valseado”) y cumbia.

154
I

Actualmente existe aproximadamente una docena de capillas don-


de el chamamé, el “valseado” y la cumbia se ejecutan obligatoriamen-
te con tambora. De ellas hemos relevado seis, todas en la provincia de
Corrientes: Chavarría, El Batel (Dto. Goya), El Batel (Dto.
Lavalle), El Chañaral, Ifran y Yataity Calle. Así, durante nuestros
trabajos de campo documentamos 12 tamboras: 7 construidas por
un talabartero y 5 de fabricación industrial (3 bombos del tipo
que acompaña las danzas criollas construido con una plancha ar-
queada de madera terciada, 1 pequeño tambor de los que se ven-
den en juguetería y 1 antiguo redoblante de metal). Según la cla-
sificación de Hornbostel y Sachs, el modelo de tambora construi-
da por el talabartero es un membranófono de golpe directo con
cuerpo tubular cilíndrico, posee dos parches independientes cu-
yas ataduras son correas confeccionadas con tientos del mismo
cuero y no presenta aparato especial de tensión. El número que le
corresponde, según esta clasificación, es el 211.212.1-811. Por su
parte, al bombo, al tambor de juguete y al redoblante de metal les
corresponden, según Hornbostel y Sach, es el número 211.212.1-
921, ya que los tres son membranófonos de golpe directo con cuer-
po tubular cilíndrico, con dos parches independientes cuyas atadu-
ras son correas confeccionadas con tientos del mismo cuero o soga
y con aparato especial de tensión 3. El redoblante, además, posee en
su parche no percusivo una cuerda metálica (exactamente, la 4º
cuerda de una guitarra) que lo cruza y vibra por simpatía.
El tipo de tambora construida por el talabartero mide aprox. 35
cm de alto por 30 cm de diámetro. Su cuerpo posee una conforma-
ción única dentro de los membranófonos de nuestro país. Consta de
una serie de duelas de madera atadas por su interior con alambre a
dos aros de hierro. Estos aros vienen a conformar el tamaño de sus
bocas, son internos y constituyen el soporte del instrumento. Las duelas
sólo están adosadas, quedando entre cada una un pequeño intersticio
de luz. Para dichas duelas no se emplea ninguna madera en particular,
pues son extraídas de cajones de verdulería. Algunos ejemplares tie-
nen un oído que, en comparación con el tamaño del instrumento, es
de considerable tamaño. Los parches pueden ser de guasuncho, pe-
rro, vaca o ciervo de los pantanos. No sólo cubren las dos bocas del
instrumento, sino que retoban parcialmente su cuerpo y están sujetos
entre sí por correas de tiento del mismo tipo de cuero. Dichos tientos

155
están colocados en forma de V, aunque con algunas irregularidades.
La tambora posee una correa de algodón tejido para que el tamborero
se la cuelgue al hombro. Es ejecutada por una sola persona, quien
percute sólo uno de sus parches con dos baquetas de madera. Éstas
miden unos 28 cm y están cubiertas de cuero en su extremo de percu-
sión. Cuando el instrumento no se ejecuta se guardan dentro de su
cuerpo, metidas por su oído.

Su denominación émica es tambora, en femenino, cuando los in-


formantes se expresan en guaraní, y tambor, en masculino, cuando se
expresan en español. A pesar de que ellos consideran al primer nom-
bre como guaraní, lo cual tiene su lógica pues esta lengua carece de
consonantes finales, nos inclinamos a pensar que está emparentada
con la manera en que los negros entendían el español, pues es un
nombre común a muchos membranófonos afroamericanos, como ex-
presa Fernando Ortiz: “La ‘feminidad’ de la tambora […] puede deri-
varse del lenguaje vulgar de los negros congos bozalones cuando […]
rompían a hablar en castellano. Solían ellos usar un solo artículo sin-
gular a la manera de prefijo, como hacían en sus lenguajes bantús, y
ese artículo era el femenino la, que por su terminación vocal les era
más fácil y concordante que el masculino el, acabado en consonante
[…]. Por eso dieron en decir la por el y tambora por tambor […], evi-
tando así las consonantes finales” (Ortiz 1953: 12).

156
Este instrumento es propio y exclusivo del culto a san Baltazar,
aunque no se encuentra en toda el área geográfica del mismo. Según
nuestros trabajos de campo, su distribución comprende el centro-oeste
de Corrientes (Dtos. San Roque, Lavalle y Goya) y noreste de Santa
Fe (Dto. General Obligado). En el contexto de las entrevistas realiza-
das, también obtuvimos noticias que se ejecuta en las localidades de
Mercedes (Corrientes), Villa Ocampo (Santa Fe), Basail (Chaco),
General Manuel Belgrano (Formosa) y, en el pasado, en Las Garcitas
(Santa Fe), Esquina, Maruchas y Felipe Yofre (Corrientes). En casi
todas las capillas donde se la emplea solo hay una; la excepción es la
capilla de El Batel (Dto. Goya), donde desde hace unos años se tocan
dos, pues un promesero donó una en agradecimiento al santo, del
tipo bombo que se emplea en las danzas criollas. La tambora se guar-
da en la capilla junto a los demás objetos consagrados y se ejecuta
sólo en el ciclo festivo del santo o cuando un promesero hace una
fiesta durante en año por algún evento, como bendecir una casa nue-
va. Se la emplea en el chamamé, el “valseado” y la cumbia de tipo
tradicional.
En Chavarría (San Roque, Corrientes) vive uno de los construc-
tores, el talabartero Abel Yacuzzi (53 años de edad al momento de la
entrevista). Él ha construido muchas tamboras en la zona y nos ha
explicado cómo los construye:

Se hacen dos arcos [de metal...], después se lija la madera [de las duelas],
se le pone alrededor, se le va atando con alambre […]. Después se moja
bien el cuero del guasuncho o cuero de vaca bien mojao y se le empieza
a amoldar […] por el tambor. Después se le estira […] bien al cuero y se
le deja secar, bien seco una vez que esté, ya da el tono al tambor.
Abel Yacuzzi (53), talabartero. TC 3, 1994, Chavarría (San Roque, Co-
rrientes).

Este artesano asegura que nadie se la enseñó a hacer, sino que


aprendió solo pues “le gustan las cosas regionales”, y comenzó basán-
dose en su memoria de cuando era niño y concurría a las fiestas del
santo de su pueblo. En total recuerda haber realizado cerca de media
docena, de las cuales localizamos dos, una en la capilla de El Chañaral
y otra en la de El Batel (Dto. Lavalle, Corrientes), ambas en Corrien-
tes. Cada una lleva en su cuerpo una inscripción donde consigna su

157
nombre, la fecha de entrega y el destinatario. Tanto Abel como todos
los adultos entrevistados dijeron que el uso de este instrumento “debe
ser antiguo”, puesto que lo conocen desde su infancia y/o por sus
mayores. Abel recuerda haberla vista por primera vez en Maruchas
(Dto. Goya, Corrientes).
La tambora de juguete es de las mismas dimensiones que las cons-
truidas por Abel, y pertenece a una familia de Chavarría. Fue donada
por un promesero de Buenos Aires en agradecimiento de un favor del
santo y por no contar la familia con ninguna, la incorporaron a su
fiesta. El bombo se encuentra en una capilla de Paranacito (Dto. Goya,
Corrientes) y el redoblante de metal en otra de El Batel (Dto. Goya,
Corrientes). De ambos desconocemos las causas por las que fueron
incluidos y si reemplazaron a otras tamboras.

158
II

El primer acercamiento que tuvimos a este instrumento fue en


Chavarría (San Roque, Corrientes) durante la procesión del día de
Reyes de 1994. El culto a san Baltazar en esta localidad tiene una
gran antigüedad, pues según los informantes existía cerca de allí, en
El Chañaral, una capilla cuyo terreno habría sido donado para el san-
to en la primera mitad del siglo XVIII por la Corona Española (4).
Esta capilla desapareció por una gran inundación a principios de los
‘80 y sólo pudieron rescatar las dos imágenes del santo y algunos ob-
jetos del culto, entre ellos la tambora. Estos objetos permanecieron
hasta 1995 en manos de sus dos dueñas, las hermanas Angélica y
Coca Cáceres, de ascendencia negra. Debido a su humilde condición
económica no pudieron volver a levantar la capilla ni organizar la
fiesta, limitándose los festejos del santo a una procesión por las calles
del pueblo. Durante la citada procesión presenciamos una performan-
ce musical en la que se ejecutaba la tambora paralelamente a la emi-
sión de chamamé por un grabador portátil. Sin embargo, el ejecutante
apenas reparaba en ella y se limitaba a repetir ciertos esquemas rítmi-
cos donde la distribución de sus tiempos se encontraba en coinciden-
cia aleatoria con los del compás compuesto de dos tiempos (6 x 8) de
la línea melódica del chamamé reproducido. Según la persona que
transportaba el grabador, dicha instancia de ejecución era frecuente y
no realizó ninguna distinción entre disponer de músicos en vivo y/o
música grabada(Toques 1 y 2).

Toque 1

Toque 2

La segunda performance a analizar es la fiesta de san Baltazar de


1997 de El Batel (Dto. Goya, Corrientes), realizada por la familia
Perichón, a la cual concurre gran cantidad de personas 5. La capilla se
ubica en zona rural y dispone de amplias instalaciones. La fiesta co-
mienza el día 5 de enero a la tarde y se prolonga hasta el mediodía del
6. Los actores partícipes rinden honores al santo bailando, ejecutan-

159
do música o cumpliendo los roles de reina, alférez 6, promesero o
cambá’rangá 7. La tambora de esta capilla es un antiguo redoblante
militar de metal que se halla todo el año al lado de la imagen del
santo y sólo se toca cada 6 de enero. Varios conjuntos de chamamé y
cumbia participan en la fiesta, siendo acompañados alternadamente
por varios tamboreros, tanto para el baile como para la procesión
(Toques 6, 7 9 y 11).

Toque 6

Toque 7

Toque 9

Toque 11

En el viaje realizado en enero de 1996 al Dto. San Roque (Co-


rrientes) hemos utilizado como técnica de trabajo la “escenificación
de la ejecución”, ya que “es útil porque refuerza y aclara ciertos aspec-
tos de las prácticas de ejecución musical que no son generalmente
muy asequibles en el contexto natural” (Béhague 1991: 11). En la
capilla de El Chañaral, uno de los hijos de la dueña nos recreó diver-
sos toques de tambora que suele ejecutar durante la procesión (To-
que 5). Ese mismo año se restituyó al El Chañaral el culto que hicié-

Toque 5

ramos referencia más arriba a raíz del fallecimiento de una de las her-
manas Cáceres, quien había designado como sucesora a una vecina.
A esta nueva capilla se trasladaron los dos santos, la tambora y demás
objetos del culto. Como no pudimos concurrir a su fiesta inaugural
convocamos a quien la había tocado, Hermenegildo Bordón (31 años),
de Chavarría, para registrarle algunas ejecuciones. Las escenificaciones

160
realizadas constaron de la emisión de chamamé por un grabador por-
tátil acompañadas por él. Estas recreaciones denotan una diferencia
sustancial con respecto a las de la procesión de Chavarría en 1994 ya
que, si bien los toques realizados eran similares, era perfecta la sincro-
nía rítmica para con la música grabada(Toques 3 y 4).

Toque 3

Toque 4

La tambora en el contexto del culto

El hecho de que la tambora forme parte de la instrumentación de


los géneros danzarios que se ejecutan para san Baltazar, es algo fuera
de lo común en la música tradicional litoraleña, dado que su instru-
mentación estándar no contempla el uso de ningún instrumento
percusivo. Los actores diferencian a la tambora del resto de los ins-
trumentos de la región al otorgarle un uso y espacio consagrado; pri-
mero, porque su empleo religioso la ciñe propia y exclusivamente a
las performances del culto (procesión, baile durante la fiesta y proce-
sión en cualquier momento del año) y, segundo, porque al estimarla
como objeto del culto se la guarda en la capilla, muchas veces en el
altar mismo. El siguiente comentario de un devoto de la fiesta de El
Batel es ilustrativo al respecto:

El tambor definido para el rey Baltazar está en su altar, ese tambor no se toca en
ninguna oportunidad hasta que no aparezca el día 5, por ejemplo acá, para él. El
tambor es un símbolo, la percusión fue siempre el símbolo de todo lo indio hasta
lo de lo africano, no existe música sin el tambor. La música moderna sin la
batería, sin nada no es música.
Lorenzo Chamorro (aprox. 45), devoto. TC 10, 1997, El Batel (Dto. Goya,
Corrientes).

161
En los cultos afroamericanos los instrumentos que se ejecutan
son todos propios y exclusivos, y mediante su toque se busca estable-
cer comunicación con las potencias sobrenaturales. Por ejemplo, en
la religión Umbanda los tambores son consagrados mediante un bau-
tizo, al igual que su tamboreiro. Por otro lado, comprobamos que en el
discurso de los devotos de san Baltazar es idea generalizada que el
empleo de este instrumento se encuentra vinculado a las antiguas
prácticas afroargentinas del culto:

El tambor es […] el toque popular, es el grito popular... fue la primer


noción de música de que nació la cultura musical, fue la percusión. Y la
percusión, entonces el tambor tiene que acompañar el golpe, ya sea el
ritmo de candombe, el ritmo... afroafricano [sic], chamamé, lo que sea,
el tamborista tiene que estar las veinticuatro horas tocando el tambor,
venga el músico que sea, él tiene que acompañar, el tambor es la parte
más tradicional que el santo tiene, porque es el llamado, es el llamado
de los fieles hacia su altar.
Lorenzo Chamorro (aprox. 45), devoto. TC 10, 1997, El Batel (Dto. Goya,
Corrientes).

En otro artículo (Cirio y Rey 1997), hemos analizado el culto


proponiendo que los devotos se identifican con el santo a través de
un mecanismo dialéctico: de sacralización de lo cotidiano y de
humanización de lo sobrenatural. En el caso de la tambora, el santo
se manifiesta como un igual a los promeseros al ser aficionado al bai-
le, la música y la diversión; mientras que estas actividades cotidianas
son sacralizadas por la ejecución de la tambora como “la voz del san-
to”. Este agregado instrumental es el que marca un cambio en el sen-
tido de las performances musicales de la fiesta, sumándose a su fin
lúdico el devocional y religioso.
En la textura sonora de los conjuntos donde se la emplea, sobre-
sale asumiendo el rol de instrumento principal, pues los actores afir-
man que es “la voz del santo” y “el símbolo de lo africano”. Así, a
diferencia del común de los instrumentos de percusión en los conjun-
tos musicales, no se limita a acompañar sino que es acompañada por
los demás. En cada ejecución, a su vez, asume distintos planos de
volumen. En El Sombrerito (Dto. General Obligado, Santa Fe), un
devoto nos indicó las partes en que se la percute más fuerte:

162
Y más lo usan al golpe con la tambora cuando [...] da el golpe del acordeón [...]
para el zapateo, o para la forma después para donde va el aplauso... la mejor
música donde más [...] se usa la tambora, el golpe. Porque ahora la usan mayor-
mente a ese golpe en la guitarra, cuando da la emoción del zapateo del que
siente la música, porque ahí noma’ el que siente, el que siente la música del
zapateo entonces que se destaca por la guitarra y antes era el golpe de la tambo-
ra, pegaban ahí y resuena más la música, sale mejor, eh, eso e’ en los bailes de
san Baltazar.
Máximo Aguirre (aprox. 45), devoto. TC 9, 1996, El Sombrerito (Dto. Ge-
neral Obligado, Santa Fe).

En el curso de nuestra investigación documentamos una serie de


membranófonos, todos propios y exclusivos de esta veneración. Mu-
chos de ellos se encuentran en desuso, como una batería de tres tam-
bores que se ejecutaban con las manos en la antigua capilla de El
Chañaral. Asimismo, en la ciudad de Corrientes nos relataron sobre
la ejecución de un juego de dos pequeños tambores también tocados
con las manos por los afrocorrentinos mientras bailaban y que estu-
vieron en uso hasta la década del ‘30. También, otras referencias su-
ministradas en Resistencia (Chaco), acerca de ciertos tambores que
eran ejecutados con las manos por sus abuelos negros durante el baile
del santo, hasta por lo menos la década del ‘60. Con respecto a los
tambores vigentes, se encuentra el bombo de Empedrado: un
bimembranófono ambipercusivo que se ejecuta entre dos personas
sentadas a horcajadas sobre él y lo percuten con sus manos. Mide
1,13 cm de largo, está realizado en una pieza y se utiliza sólo para la
danza de la charanda del 6 de enero. Otro tipo de tambor se encuen-
tra en el sudoeste de Corrientes y es ejecutado por los cambá’rangá,
también es llamado tambora o tambor y consiste en un cuerpo consti-
tuido por una lata de veinte litros de aceite de uso automotriz con dos
parches de cuero de perro y enteramente forrado en tela o cuero con
diversos apliques decorativos. Se ejecuta con dos baquetas de madera y
se lo toca durante la procesión y las luchas rituales ecuestres.

163
Consideraciones finales

Si bien se venera a san Baltazar a través de la música y el baile,


existen particularidades por zonas geográficas como, por ejemplo, la
charanda o zemba en Empedrado, o el candombe en las ciudades de
Corrientes y Saladas. De esta manera, el empleo ritual de la tambora
en las fiestas del área del Paraná medio no constituye un hecho aisla-
do. Estas diversas maneras de veneración nos hablan de la estima que
los actores tienen por la música y el baile como medio de comunica-
ción con lo sobrenatural.
Sostenemos que el toque de la tambora es considerado la presen-
cia del santo en la fiesta, tiñendo de sentido religioso sus performances
musicales. Los diversos géneros partícipes son, en principio, los mis-
mos de cualquier otra fiesta regional, pero en éstas, mediante su eje-
cución, cobran un sentido devocional y ritual. Por eso este instru-
mento es un objeto sonoro consagrado.
Desde el punto de vista funcional, al mismo tiempo de satisfacer
las necesidades religiosas y musicales explicadas, la tambora se ejecu-
ta como señal sonora que está aconteciendo la fiesta de san Baltazar.
Esta modalidad puede ser entendida porque la estructura intrínseca
del instrumento es la más propicia para dar señales a largas distancias
y por la asociación unívoca que realizan los actores sobre la ascen-
dencia africana de la tambora en este culto.
Por último, reflexionando sobre los motivos que incidieron en el
desconocimiento académico de este instrumento, estimamos que se
debe al escaso interés que por muchas décadas padeció la música del
Litoral. Es probable que esta falta de interés proceda del apego a un
paradigma de nuestro país que ha privilegiado el estudio de unas re-
giones (por ejemplo, el noroeste) en detrimento de otras. Sumado a
ello, el estrecho marco temporal de ejecución de este instrumento
hace que fuera aún más dificultosa la posibilidad de conocerla, así
como el aislamiento geográfico que ha tenido Corrientes hasta hace
poco tiempo.

164
1. Croquis del modelo de tambora construida por Abel Yacuzzi
(pag. 156)

2a. Tamboras documentadas (medidas en milímetros)

2b. Detalle de las tamboras colectadas, todas construidas por


Abel Yacuzzi

Col: colección Pro: procedencia F: fecha de adquisición Colec: co-


lector Obs: observaciones

1) Col: particular. Pro: Chavarría (San Roque), Ctes. F: 1994. Colec:


Cirio y Rey. Obs: construido por encargo nuestro al mismo tiempo
que el N° 2.
2) Col: particular. Pro: Chavarría (San Roque), Ctes. F: 1994. Colec:
Cirio y Rey. Obs: construido por encargo nuestro al mismo tiempo
que el N° 1.
3) Col: particular. Pro: Chavarría (San Roque), Ctes. Ar: F: 1996.
Colec: Cirio y Rey. Obs: construido por encargo nuestro al mismo
tiempo que los Nº 4 y 5. Lleva la inscripción: Recuerdo / del / talabatero
[sic] / Abel Yacuzzi / Chavarría / Corrientes / 8/12/96.

165
4) Col: particular. Pro: Chavarría (San Roque), Ctes. F: 1996. Colec:
Cirio y Rey. Obs: construido por encargo nuestro al mismo tiempo
que los Nº 3 y 5. Lleva la inscripción: Recuerdo / del / talabatero [sic] /
Abel Yacuzzi / Chavarría / Corrientes / 8/12/96.
5) Col: Instituto Nacional de Musicología “Carlos Vega”, N° 418.
Pro: Chavarría (San Roque), Ctes. F: 1996. Colec: Cirio y Rey. Obs:
construido por encargo nuestro al mismo tiempo que los Nº 3 y 4.
Lleva la siguiente inscripción: Recuerdo / del / talabatero [sic] / Abel
Yacuzzi / Chavarría / Corrientes / 8/12/96.

2c. Tamboras documentadas en trabajos de campo

Loc: localidad. Fam: familia. Ar: artesano. Obs: observaciones.

6) Loc: Chavarría (San Roque), Ctes. Fam: Saucedo. Obs: tambor de ju-
guete de madera terciada de fabricación industrial. Baquetas construidas por
Abel Yacuzzi.
7) Loc: El Chañaral (San Roque), Ctes. Fam: Silvani. Ar: Abel Yacuzzi.
Obs: se encontraba originalmente en Chavarría y es al que hacemos refe-
rencia en la descripción de la procesión de 1994.

166
8) Loc: El Batel (San Roque), Ctes. Fam: Quirós. Ar: Abel Yacuzzi. Obs:
uno de sus parches está deteriorado.
9) Loc: El Batel (Goya), Ctes. Fam: Perichón. Obs: antiguo redoblante de
metal. Aros de madera y cuerda vibrante que cruza el parche no percusivo.
10) Loc: Paranacito (Goya), Ctes. Fam: Perichón. Obs: bombo tubular de
madera terciada.
11) Loc: Yataity Calle (Lavalle), Ctes. Fam: Duarte. Obs: bombo tubular
de madera terciada.
12) Loc: El Batel (Goya), Ctes. Fam: Perichón. Obs: bombo tubular de
madera terciada.

3. Toques de tambora recopilados en los Dtos. de San Roque y


Goya (Corrientes) para chamamé (ejs. 1-8), “valseado” (ejs. 9 y
10) y cumbia (ej. 11) (pag. 159-161)

167
168
Notas

* El presente artículo es una versión corregida y actualizada de una ponencia homónima


leída en las XI Jornadas Argentinas de Musicología y X Conferencia Anual de la Asociación
Argentina de Musicología, celebradas en Santa Fe, del 22 al 25 de agosto de 1996.

(1) Esta investigación fue iniciada en 1991, habiendo sido realizados trabajos de campo
en las provincias de Buenos Aires, Corrientes, Chaco, Formosa y Santa Fe.

(2) Si bien la ortodoxia católica celebra el 6 de enero la Epifanía del Señor o “Santos Reyes”,
la canonización de san Baltazar es popular, por lo que su culto se practica sólo en altares
y capillas familiares.

(3) A pesar de que estos tres modelos poseen aros de madera, nunca se los percute.

(4) Más exactamente en 1726, según recuerda un informante de Chavarría.

(5) La fiesta documentada se realizó al día de Reyes de 1997 y estimamos que tuvo una
concurrencia de unas 2.000 personas.

(6) Es tradicional que las fiestas del santo estén presididas por una o varias reinas y/o
reyes. Estos cargos son ocupados voluntariamente por promeseros por un tiempo míni-
mo de tres años como pago al santo por un favor recibido. Su tarea, así como la de los
alféreces, es permanecer sentados presidiendo el baile.

(7) Los cambá’rangá o cambacito, son devotos de san Baltazar que en cumplimiento de
favores recibidos del santo se disfrazan, enmascaran y animan la fiesta por el mismo
lapso temporal que la reina (ver Nota 6).

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