Lila Caimari - Una Sociedad Nacional - Carcelaria
Lila Caimari - Una Sociedad Nacional - Carcelaria
Lila Caimari
Universidad de Quilmes/CONICET
Un artículo que estudia la formación del estado argentino a través de la lente de una
prisión en los confines de la Patagonia puede requerir cierta justificación. Podríamos
preguntar, con Michelle Perrot, por qué elegir un universo cerrado y separado para observar la
turbulencia de los cambios sociales.2 Naturalmente, la prisión siempre ha sido porosa, filtrada
por las premisas políticas y los valores de cada sociedad: si bien está en los márgenes del
estado, sigue de manera única la historia de sus instituciones y presupuestos legales.
Podríamos preguntar también por qué estudiar el estado desde una institución tan marginal en
el aparato estatal. La primer y más evidente respuesta se desprende de la tradición de análisis
de la formación del estado de Norbert Elias: desde esta perspectiva, la prisión es un signo del
desarrollo de los medios de control del estado sobre la sociedad, y por ende un indicador de su
estadio de formación.3 Yo agregaría además que el lugar singular de la prisión – separada de
la sociedad, pero sensible al cambio social – proporciona un ángulo fructífero, un prisma a
través del cual aspectos ampliamente ignorados de la historia del estado y de su relación con la
sociedad aparecen refraccionados en forma original. Además, durante las últimas décadas del
siglo XIX, la prisión “moderna” – especialmente la Penitenciaría Nacional – se convirtió en un
poderoso símbolo de la modernización del estado argentino.4 Desde esta perspectiva, el
presidio de piedra de Ushuaia recordaba con imponencia los poderes disciplinarios de este
estado. Más aún, esta prisión remota tenía otros significados simbólicos: no era sólo una
manifestación del estado, sino su única manifestación. El estado nacional – y la cultura
Argentina moderna – llegaron a Ushuaia bajo la forma de una prisión.
Si la prisión impone un lugar de observación de los cambios sociales e institucionales
que es marginal, el caso seleccionado aquí es aún más marginal por estar tan lejos del
1
Ponencia presentada en las Primeras Jornadas de Historia del Delito en la Patagonia, organizadas por el
GEHiSo y las Facultades de Humanidades y de Derecho y Ciencias Sociales, General Roca, junio del 2000.
2
Michelle Perrot, "1848. Révolutions et prisons", in: L'impossible prison. Recherches sur le système
pénitentiaire au XIXe siècle réunies par Michelle Perrot (Paris: Seuil, 1980), p. 277.
3
Un estudio de la prisión desde esta perspective en: Peter Spierenburg, “Four Centuries of Prison History.
Punishment, Suffering, the Body, and Power”, in: N. Finzsch and R. Jütte (eds.) Institutions of Confinement.
Hospitals, Asylums, and Prisons in Western Europe and North America, 1500-1950 (German Historical
Institute/Cambridge University Press, 1996), cap. II.
4
Sobre la modernización del sistema penitenciario en América Latina, ver: Carlos Aguirre and Ricardo Salvatore
(edd.), The Birth of the Penitentiary in Latin America. Essays on Criminology, Prison Reform and Social
Control (Austin, TX: University of Texas Press, 1995), chapter I.
1
escenario central de la historia tradicional de la formación del estado. Este primer estudio de
la génesis de la prisión de Ushuaia pertenece al “borde” de esta historia, un borde que tiene
dos dimensiones: como una historia del transporte como castigo (una nueva “frontera” en la
modernización del sistema punitivo), y como una historia de la formación del estado en los
confines de su soberanía territorial.5
2
arriba”.8 Pero extender la soberanía a la Patagonia, un territorio históricamente representado
como pura negatividad en la imaginación geográfica (un desierto hostil, sin límites ni
civilización), era particularmente problemático.9 Hacia 1868, poblar la Patagonia era lo
suficientemente urgente (y difícil) como para inspirar la primer iniciativa de poblamiento con
criminales condenados, una solución que Chile había utilizado en el Estrecho de Magallanes
desde 1843.
Los proyectos decimonónicos de traslado de penados a la Patagonia están asociados a
nombres clásicos de la historia de la modernización del estado: Roca y Eduardo Wilde
escribieron el proyecto citado. Pero fue Nicasio Oroño – líder de reformas secularizadoras en
Santa Fe, enemigo de la pena de muerte, y promotor de la colonización del sur – quien
presentó el primer proyecto al Senado en 1868. Su propuesta, apoyada por la mayoría de sus
colegas pero nunca implementada, presentaba la deportación a la Patagonia como sustituto de
la pena capital, ligando así nociones de castigo moderno, “racional y humanitario” con
imperativos de soberanía territorial.10
Estas no eran ideas totalmente originales, claro. Desde fines del siglo XVIII, Inglaterra
y Francia habían usado transporte punitivo para poblar islas remotas que reclamaban para sus
imperios con delincuentes condenados.11 Era un modelo con atractivos poderosos para las
autoridades de las ciudades modernas en rápido crecimiento – fuese Londres en 1780 o
Buenos Aires en 1880. Podía aliviar el congestionado sistema penitenciario y contribuir a la
solución del problema criminal mediante la simple extracción de delincuentes de los centros
urbanos. De hecho, desde la federalización de la Penitenciaría Nacional, el Ministro del
Interior enviaba penados para trabajar en obras públicas en los Territorios Nacionales, de
Formosa a Río Negro. Tal vez el transporte no era un símbolo tan visible del castigo moderno
y racional como la Penitenciaría, pero podía contribuir a su éxito convirtiéndose en una
válvula de escape de las tensiones de la misma. El mismo principio fue aplicado para resolver
8
La acción del estado es descrita en: Oszlack, La formación del estado argentino (Bs As: Edit. Belgrano, 1982).
9
Sobre las construcciones culturales de la Patagonia como un obstáculo para la formación del estado, ver::
Gabriela Nouzeilles, “Patagonia as Borderland: Nature, Culture, and the Idea of the State, Journal of Latin
American Cultural Studies (8: No 1, 1999), p. 36.
10
“Dejar a aquellos hombres en la frontera de la República, en un territorio que es hoy cuestionado por la
República de Chile, establecería nuestro derecho sobre esta propiedad hoy desafiada” (ver trad.); Congreso
Nacional, Cámara de Senadores, Sesión de 1868 (Buenos Aires: Imprenta del Orden, 1869), pp. 263-265. En
1876 y 1881, otros dos proyectos (uno de los cuales fue concebido por Francisco Perito Moreno), el futuro líder
de las negociaciones argentinas con Chile) procuraban establecer instituciones penales en diversos puntos de la
vasta frontera patagónica. Una historia detallada de los estadios iniciales del penal de Ushuaia (hasta 1902) en:
Juan Carlos García Basalo, La Colonización penal de la Tierra del Fuego (Bs As: Servicio Penitenciario
Argentino, 1981), pp. 6-7.
11
Sobre la experiencia australiana: John Hirst, “The Australian Experience. The Convict Colony”; in: Norval
Morris and David Rothman (eds), The Oxford History of the Prison (New York: Oxford University Press,
1995), p. 25.
3
otros problemas de la rápida urbanización porteña: por un acuerdo entre defensores de
menores y gobernadores de los nuevos territorios, niños huérfanos o abandonados fueron
también enviados de la congestionada capital a zonas del territorio nacional necesitadas de
sangre argentina – tal es el origen del orfanato de Ushuaia, creado en la década de 1890 junto
con los primeros edificios públicos.12 Fuesen niños o penados quienes eran transportados en
barcos de la armada que partían al sur, estas decisiones implicaban una infraestructura que
reflejaba una nueva confianza en las capacidades organizativas del estado.
Roca, que había construido su carrera política en torno a la cuestión de la soberanía
territorial, estaba más interesado en establecer una presencia argentina en la Patagonia que en
el reformismo penitenciario. Para él, la prisión era una herramienta para introducir una
presencia que fuera suficientemente sustancial como para ligar tierras remotas al cuerpo
continuo del territorio nacional:
“El dominio de la Nación quedaría establecido y demostrado por el signo más
característico de posesión territorial, que es la población, apartando, por este
medio, las miras de los aventureros a quienes el desierto y la soledad sirven de
tentación.”13
Pero el proyecto de 1883 de crear una colonia penal en Tierra del Fuego sólo era posible en el
clima de ideas de reforma de la prisión moderna. Las palabras “civilizado”, “noble” y
“humano” eran prominentes en su descripción del castigo del transporte. Tierra del Fuego
estaba destinada a convertirse a una nueva Australia – el ejemplo era invocado explícitamente
en el proyecto, y el modelo australiano estaba claramente detrás de las esperanzas del
Presidente:
“(..) los presos, los empleados y las demás personas que forzada o
voluntariamente se hallen allí necesitan alimentarse, vestirse, ocurrir en fin a
todas las exigncias de la vida, de lo que resulta que alrededor de una casa de
esta especie nace un comercio atraído por aquel centro de consumo; comercio
que a la vez se hace el núcleo de una nueva población libre, pero vinculada al
Establecimiento.” (…) “de la Colonia Penal a la colonia espontánea hecha sin
esfuerzo y nacida, puede decirse, a expensas del desenvolvimiento de aquélla,
no hay más que un paso.”14
12
García Basalo, “La fundación del presidio de Ushuaia”, in: Arnoldo Canclini (ed.), Ushuaia 1884-1984. Cien
Años de una ciudad argentina (Ushuaia: Asociación HANIS, 1984), p. 98.
13
Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, Memoria, 1883, pp. 930-936.
14
Memoria presentada al Congreso Nacional de 1883 por el Ministro de Justicia, Culto e Instruccion
Publica, Dr. D. Eduardo Wilde (Bs As: Imprenta y Lit. “La Tribuna Nacional”), 1883, pp. 930-936.
4
A diferencia de Australia, colonia exitosa pero lejana de su metrópolis, la prisión de Tierra del
Fuego estaba destinada a unir la isla al territorio nacional.
La ansiedad por poblar Tierra del Fuego para tener más argumentos en las
negociaciones con Chile era alimentada paralelamente por la prensa. Informes sobre el
progreso de los establecimientos chilenos en el extremo sur y artículos recordatorios de la
ocupación británica de las desiertas islas Malvinas se unían a las historias de extranjeros que
sacaban provecho de esta “tierra de nadie” y denuncias de la toponimia foránea de la geografía
patagónica. La conclusión implícita (o explícita) era que el estado había descuidado sus
deberes en estos territorios, dejados a la merced de la ambición y las lenguas de otros. 15
El lado “argentino” de Tierra del Fuego no estaba desierto, pero la población
difícilmente podía representar los reclamos argentinos en el área. Nicanor Larrain, que había
explorado la costa sur de la Patagonia en 1883, señalaba: “Saben que algunos Tehuelches
hablan inglés?”16 En Tierra del Fuego, la situación era aún más alarmante. Hacia fines del
siglo XIX, la isla estaba poblada por indios Alacaluf, Onas y Yaganas. Muchos de estos
últimos vivían junto a pastores anglicanos, que habían establecido su misión en la bahía de
Ushuaia en 1870.17 Este asentamiento albergaba una sociedad bilingüe anglo - yagana. El
legendario reverendo Thomas Bridges escribió un diccionario Yagana - Inglés de 30.000
palabras. Sus hijos no hablaban español, sino fluido yagana. Los indios, por su lado,
respondieron con británicos "yes"”y "what" a las preguntas de los primeros argentinos que
encontraron. Según un testigo argentino, alrededor de 200 de los 330 yaganas viviendo en
Ushuaia en 1884 hablaban inglés. Muchos habían sido bautizados con nombres ingleses.
Roberto Payró, quien visitó Ushuaia en 1898, concurrió a una misa en la que el reverendo
Lawrence leyó la Biblia en inglés, los indios cantaron himnos en inglés y yagana, y el único
español que se oyó fue una oración “por la prosperidad de las autoridades de nuestro país” 18.
15
El recuerdo de la ocupación de Malvinas de 1832 in La Libertad, N 2448, 8 de agosto de 1883, p. 1; citado en
García Basalo, p. 29. Las denuncias de los nombres extranjeros de la geografía patagónica es analizada en:
Alvaro Fernández Bravo, Literatura y frontera. Procesos de territorialización en las culturas argentina y
chilena del siglo XIX (Bs As: Sudamericaca/San Andrés, 1999), p. 168.
16
Nicanor Larrain, Viajes en el “Villarino” a la Costa Sud de la República Argentina, 1883 (Bs As: Imprenta
de Juan A. Alsina, 1883), pp. 54-55.
17
Los intentos británicos por establecer una misión en la zona databan de 1851. La mayoría procedían del
obispado de Malvinas. Tal era el origen del reverendo Thomas Bridges, quien estableció la misión en Ushuaia
que recibiría a las primeras autoridades argentinas. La historia de las primeras misiones anglicanas en: Armando
Canclini, Hasta lo último de la tierra. Allen Gardiner y las misiones en Patagonia (Bs As: La Aurora, 1951);
Armando Braun Menendez, “Historia de Tierra del Fuego”, in: Academia Nacional de la Historia, Historia
Argentina Contemporánea 1862-1930, vol. IV, segunda sección, (Buenos Aires: El Ateneo, 1967), pp. 504-
505.
18
Robero J. Payró, La Australia Argentina (Buenos Aires: La Nación, 1898), p. 147. Juan E. Belza, En la isla
del fuego (Bs As: Instituto de Investigaciones Históricas de Tierra del Fuego, 1975), vol II: Colonización, p. 10.
5
Pocos años antes, un viajero había notado el retrato de la reina Victoria en los toldos
indígenas.19 Otro mencionaba servicios de té en hogares yaganas. 20 La complejidad cultural de
este universo era aumentada por peones de estancia chilenos, sacerdotes salesianos italianos,
aventureros internacionales atraídos por una fugaz “fiebre del oro”, ocasionales científicos
europeos, y frecuentes náufragos internacionales propios de la era pre - Canal de Panamá.
Quienes necesitaban comunicación, provisiones o transporte desde o hacia el “norte” (palabra
que en Tierra del Fuego significaba “el resto del mundo”) dependían del único centro urbano
activo de la zona, la ciudad chilena de Punta Arenas.
Los primeros símbolos de un estado argentino en la zona fueron introducidos en 1884
por la expedición liderada por Augusto Laserre. Una Subprefectura Naval y una prisión militar
fueron establecidas en la Isla de los Estados, mientras Ushuaia era convertida en capital de una
gobernación creada como parte de la organización legal de los Territorios Nacionales. 21
Ambos casos ilustran cuán tenue era la autoridad oficial en el área. El establecimiento de Isla
de los Estados consistía en un puñado de penados militares – algunos con sus familias, primer
ejemplo de una colonia penal en torno a un asentamiento oficial – que mantenían un faro
funcionando y una bandera nacional flameando. En este caso, la resistencia no fue humana
sino natural: aislamiento y condiciones climáticas imposibles convirtieron esta experiencia en
una pesadilla, y el asentamiento penal fue desmantelado en 1902.22
En Ushuaia el trabajo de los gobernadores era más complejo. Contaban con no más de
dos colonos (extranjeros) con algún potencial para atraer población: el reverendo Bridges y el
colono rumano Julio Popper, explorador, científico y empresario minero. Durante los primeros
años, las autoridades argentinas dependían del consejo de los misioneros ingleses para cada
decisión política – dónde ubicar faros y edificios públicos, cómo escribir documentos para
regular las relaciones con los indios, cómo comunicarse con los yaganas, etc. Todos los
testimonios hablan de una colaboración amistosa – misioneros y yaganas concurrieron a la
ceremonia inaugural de la ocupación argentina en masse. Con todo, la ansiedad por mostrar
generosidad escondía mal los temores de los pastores ingleses con respecto a la nueva
población argentina. Según un miembro de la expedición de Laserre, Bridges tenía de qué
preocuparse al ver el ejemplo poco edificante desplegado por la “recua de atorrantes que se
José Luis de Imaz, Los hombres del confín del mundo. Tierra del Fuego (Bs As: Eudeba, 1972), chapter 1.
19
J. M. Eizaguirre, Tierra del Fuego (Córdoba, 1897), p. ???
20
Testimony of a member of the Laserre expedition, originally published in La Prensa (October 22, 1884),
reproduced in: Canclini, Hasta lo último, p. 245.
21
Ley 1552 sobre Territorios Nacionales, Organización y Límites, (art. 1, inciso 6), 1 de noviembre de 1884.
22
La fuga de penados de Isla de los Estados ha sido dramatizada en: Alfredo Becerra, Fuga de los Estados (Bs
As: Caja Editora, 1994). La prisión militar fue trasladado a Ushuaia, donde pronto fue anecado al presidio
nacional.
6
sacan de los caños de la capital para fundar aquellos establecimientos”. 23 La bandera argentina
llegó a Ushuaia con nuevos gérmenes y abundante alcohol. Los yaganas, y la misión anglicana
dedicada a ellos, no los sobrevivirían mucho tiempo más.24
Las hostiles relaciones con Julio Popper expusieron los problemas de los gobernadores
de modo más crudo. Este aventurero singular – el único conquistador judío de la historia
argentina – había llegado al país en 1885. 25 Pronto gravitó hacia los círculos más altos de
poder porteño, donde hizo amigos influyentes – logro sin duda facilitado por su pertenencia a
la Logia Masónica Docente. Sus expediciones científicas y geográficas contribuyeron
enormemente al conocimiento de Tierra del Fuego mediante artículos, mapas y elocuentes
descripciones presentadas en concurridas conferencias en el Instituto Geográfico Argentino,
así como numerosos artículos en diarios. Popper dio nombres rumanos a los numerosos
accidentes geográficos descubiertos, o utilizó dichos bautismos para halagar a sus nuevas
relaciones en Buenos Aires – tal fue el origen del río “Juárez Celman”. En 1887 adquirió
2.500 hectáreas en Tierra del Fuego, y pronto obtuvo otras 80.000 para implementar un plan
de “civilización” de indígenas fueguinos.26 En realidad, la principal actividad de Popper en su
propiedad era la búsqueda de oro, financiada por “Lavadero de Oro del Sud”, una compañía
cuyos miembros incluían personalidades como B. Irigoyen, E. Lamarca y J. M. Ramos Mejía.
Pronto fue evidente que los nuevos gobernadores argentinos de Tierra del Fuego no
podrían controlar a Popper desde Ushuaia - tensión con reminiscencias de las batallas europeas
entre señores feudales y autoridades de los incipientes estado centrales, más que de conflictos
“verticales” entre estados modernos y resistencia subalterna. En el extremo sur de la isla,
rodeada de montañas, la “capital” estaba completamente aislada e incomunicada del territorio
que “gobernaba”. En su propio territorio, apropiadamente llamado “El Páramo”, Popper era el
23
Testimonio de un oficial de la expedición de 1883, originalmente publicado en La Prensa, 22 de octubre de
1884; reproducido en: Canclini, Hasta lo último, p. 245.
24
La primer demanda de Bridges a las autoridades argentinas fue que prohibieran la venta de alcohol en el
pueblo. La segunda, que garantizaran duro castigo a la borrachera. Esta tensión es transmitida en la delicada
descripción de la experiencia de la familia Bridges escrita por Lucas, uno de los hijos del reverendo. Relatando su
primer experiencia con los argentinos, se refirió al año “crucial” de 1885, cuando tres importantes personalidades
llegaron a Ushuaia: el primer gobernador (Paz), el primer maestro de escuela (que él detestaba) y un protegido del
gobernador, condenado por homicidio. De este último, un gaucho romantizado que “se burlaba del trabajo
estable” los hijos de Bridges aprendieron la mayor parte de su español, lleno de palabras que “hubieran causado
nuestra expulsión de una respetable “drawing-room”, o incluso de un establo”; E. Lucas Bridges, Uttermost Part
of the Earth (London: Hodder & Stoughton, 1948), p. 123. Las demandas de Bridge están transcriptas en:
Canclini, Hasta lo último, p. 235.
25
Este perfil de Popper se basa en: Boleslao Lewin, El explorador argentino Julio Popper y la Sociedad
Geográfica Rumana (La Plata: s/ed, 1960); Popper: un conquistador argentino. Sus hazañas. Sus escritos
(Bs As: Ed. Candelabro, 1967); Braun Menendez, Pequeña historia fueguina (Buenos Aires, 1939).
26
En 1891 Popper solicitó 375.000 hectáreas adicionales como pago de su participación en la construcción de
líneas telegráficas en el sur. La concesión fue denegada debido a la objeción del gobernador Cornero, quien en su
informe manifestó preocupación ante el peligro de que la mayor parte de la tierra habitable de su gobernación
estuviera en manos de un solo individuo.
7
estado. Los signos de su independencia de los “burócratas argentinos” eran inconfundibles.
Navegaba con sus propias naves, evitando los (escasos) barcos de la armada nacional. Quienes
desafiaban el monopolio ejercido por Popper sobre la explotación del oro eran repelidos por el
“ejército” del Páramo, que consistía en alrededor de veinte hombre (incluyendo soldados,
oficiales y comandante en jefe) de origen dálmata, que había llegado al área atraídos por la
fiebre del oro. A pesar de su tamaño modesto, Popper preparaba las apariciones públicas de su
brigada para que apareciera profesional e imponente. Sus soldados desfilaban por las calles de
Punta Arenas luciendo uniformes con reminiscencias austro - húngaras; incluso cuando no
quedaban más de tres soldados, Popper seguía inflando las apariciones de su “ejército”
mediante la adición de maniquíes uniformados en los ataques a intrusos. 27 Más importante aún,
diez años después de que un sistema monetario unificado hubiese sido establecido por el
estado nacional, monedas de Tierra del Fuego con el nombre de Popper eran fabricadas en su
establecimiento, y usadas como dinero. Estampillas de Tierra del Fuego con las iniciales de
Popper también circulaban en la zona.28
Hacia fines del siglo, el “estado” argentino en Tierra del Fuego no era más que una
impotente declaración de principios. Los rumores sobre la posible eliminación de la remota
gobernación, que circulaban en Buenos Aires, finalmente cambiaron gracias a la consolidación
de la presencia argentina . La rápida caída de la población indígena (debida a enfermedades)
condujo al fracaso y abandono de las misiones religiosas anglicanas y salesianas. Popper, que
siempre se había opuesto al proyecto de la prisión en Ushuaia, murió en 1893, dejando detrás
un “reino” patagónico que pronto desaparecería. El mismo año, un dinámico gobernador,
Pedro Godoy, llegó a Tierra del Fuego.
Cambios en criminología y derecho penal convergieron con voluntad política para
crear la prisión de Ushuaia. En la Universidad de Buenos Aires, la primer tesis doctoral sobre
colonización penal fue defendida en 1889. Dos años más tarde, un equipo de prestigiosos
penalistas (Piñero, Rivarola y Matienzo) escribieron un proyecto de Código Penal que incluía
transporte a “islas del sur” para quienes cumplían las sentencias más duras. El Congreso
Científico Latinoamericano, organizado en Buenos Aires en 1898 procuró estimular a los
gobierno a desarrollar colonias penales en sus territorios. La primera ley (3335) estableciendo
que reincidentes sirvieran sus condenas en territorios (no especificados) del sur fue aprobada
en 1885, y sería luego incorporada al Código Penal sancionado en 1921. Así, ideas sobre
27
La historia de los “maniquíes del Páramo” es relatada por el propio Popper en un artículo publicado en La
Prensa, diciembre de 1888; reproducido en Lewin, Popper, p. 136.
28
Las conexiones de Popper en Buenos Aires dieron resultado, y pronto logró que una inspección oficial fuese
enviada a la administración de su rival local, elgobernador Cornero.
8
transporte y establecimientos penales llegaban a la ley.29 Y leyes eran indispensables para el
funcionamiento de cualquier proyecto: las optimistas descripciones del potencial de
poblamiento del transporte penal en el proyecto Roca/Wilde había ignorado el hecho de que
los jueces no podían castigar con transporte forzado hasta que tal figura no fuese introducida
en el Código Penal.
Diez años después de la llegada de la primer subprefectura argentina, Ushuaia
agonizaba: las misiones religiosas desaparecían, los indígenas morían o abandonaban la zona,
y los residentes argentinos eran casi inexistentes – entre 1890 y 1894 Tierra del Fuego había
recibido 26 inmigrantes. Godoy tenía grandes esperanzas con respecto a la prisión como
solución del problema: fue debido a su presión que el proyecto de Roca fue finalmente
inaugurado en Ushuaia, cambiando para siempre la naturaleza del modesto caserío. Los
primeros proyectos para la prisión – diseñados por Godoy y el primer director de la
institución, Della Valle – reflejaban las expectativas que éstos depositaban en la cárcel como
inicio de una utópica colonia de industriosos ex - penados. El trabajo sería obligatorio y
remunerado – una idea que resonaba con la retórica reformista de la prisión. El énfasis, sin
embargo, era poblamiento más que reforma. Quienes se casaran tendrían derecho a cumplir su
condena fuera de la prisión. Recibirían tierra gratuita y material para construir sus casas.
Tierra también sería regalada a los penados solteros que prometieran establecerse en la zona.
Trabajo sería ofrecido a todos. Godoy incluso esperaba que el estado proveyera pasajes
gratuitos a Ushuaia a los parientes de los penados. La prisión sería el centro de un proyecto
orgánico de poblamiento.
La frontera nacional-carcelaria
“Un presidio por capital, y un desierto por jurisdicción”
Ricardo Rojas
29
Código Penal de la República Argentina y Leyes Complementarias, (Bs As: J. Lajoune & Ca- Editores,
1938), art. 51. Sobre los fundamentos científicos de la colonización penal, ver:: García Basalo, p. 64.
9
típica de la historia de las prisiones, donde el minucioso control de la rutina es el principio
organizador de la vida cotidiana.30
Por una serie de razones – la más importante de las cuales es la naturaleza de las
fuentes a las que he tenido acceso para este primer trabajo – voy a limitar esta primer
aproximación a determinados aspectos de esta experiencia de castigo. El centro de este análisis
limitado será la relación entre prisión y sociedad, perspectiva que recorre algunas de las
mejores historias de la prisión, y que me parece especialmente relevante en este caso.31
El utópico proyecto de Godoy fue elogiado pero rechazado en Buenos Aires, tal vez
porque el gobernador (cuya autoridad emanaba del Ministerio del Interior) se otorgaba
amplios poderes para tomar decisiones sobre una prisión (institución históricamente
controlada por el Minsiterio de Justicia). Desde 1897, los gobernadores de Tierra del Fuego
perdieron dicho poder, y la prisión fue administrada por autoridades separadas enviadas de
Buenos Aires. Esta “división de poderes” tuvo el efecto de convertir al director de la prisión en
la autoridad más poderosa del territorio. El presupuesto que administraba y el número de
personas que controlaba eran sistemáticamente mucho más grande que los del gobernador. El
aserradero – principal actividad económica de Ushuaia – fue transferido de la jurisdicción de
la gobernación a la de la prisión. Ricardo Rojas – testigo especialmente sensible a los
significados de elementos del paisaje urbano, confinado en Ushuaia por razones políticas –
describía en 1934 cómo el imponente presidio radial de piedra, construido en 1902 y rodeado
de un número creciente de edificios adicionales, contrastaba con las precarias construcciones
de madera del pueblo, contraste más evidente por la cortísima distancia entre ambos. 32
Los penados se convirtieron en la única fuente estable de mano de obra, y los
gobernadores dependían de la prisión para cualquier iniciativa de construcción. Directores y
alcaldes del presidio, por su parte, podían usar ese poder en sus relaciones con la gobernación.
Como la electricidad era generada en el presidio, tensiones políticas entre gobernadores y
autoridades de la prisión llegaron a producir apagones en la residencia de los primeros. Los
penados construían con las piedras extraídas por ellos mismos de las canteras cercanas, y eran
la mano de obra detrás de cada elemento urbano moderno introducido durante el “período del
30
Paul Veyne, Le quotidien et l’interessant. Entretiens avec Catherine Darbo-Peschannski (Paris: Pluriel,
1995), p. 183.
31
La relación adentro/afuera ha sido examinada, entre otros, por: D. Melossi y M. Pavarini, The Prison and the
Factory: Origins of the Penitentiary System (Totowa, N.J.: Barnes and Noble, 1981); Michael Ignatieff, A
Just Measure of Pain. The Penitentiary in the Industrial Revolution, 1750-1850 (New York: Pantheon,
1978).
32
Archipiélago, p. 101. Las perceptivas observaciones de Rojas sobre Ushuaia remiten a sus previas posiciones
con respecto a las políticas edilicias de Buenos Aires; Adrián Gorelick, La grilla y el parque. Espacio público y
cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936 (Bs As: Universidad de Quilmes, 1998), p. 206.
10
penal”: el muelle comercial, calles pavimentadas, energía eléctrica, líneas telefónicas, edificios
públicos, hospital, etc. Estos logros eran protegidos por los mismos penados, únicos bomberos
del asentamiento. 33 Como en Australia, los presos de Ushuaia construyeron la sociedad en la
que debían sufrir su castigo.
Hasta 1947, cuando el penal fue desmantelado, la historia de Ushuaia y la de la
institución disciplinaria se superponen ampliamente. Los ritos fundacionales del presidio no
eran muy diferentes de los del pueblo mismo. La ceremonia de la piedra fundamental fue
organizada por un “Comité de la Piedra Fundacional del Presidio de Ushuaia”, compuesto por
todas las personalidades locales. El día fue declarado feriado.
Cincuenta años después del primer asentamiento nacional en Ushuaia, los penados
todavía representaban un tercio de la población masculina argentina – el sueño de Roca se
había cumplido, pero la sociedad nacida de la prisión no lograba independizarse de sus
orígenes penales. El número de penados osciló ampliamente según los períodos – de 300 en
1902 a más de 1500 en 1930, con un promedio de 500 presos a lo largo de la vida de la
institución (alrededor del 10% de la población carcelaria total del país). La mayoría de los
pobladores libres trabajaban en el penal (que tenía un personal de alrededor de 350 personas),
para el penal (como proveedores) o vivían del penal (sirviendo a las familias de guardias,
celadores y oficiales). Esta dependencia económica explica por qué el proyecto de construir el
edificio permanente lejos de Ushuaia, en Lapataia, fue opuesto con vehemencia por la
población loca. El éxito de dicha oposición muestra cómo, en territorios tan aislados, las
presiones locales sobre autoridades nacionales podían ser más efectivas que las órdenes que
llegaban de Buenos Aires.
La importancia notable de la dinámica local estaba claramente ligada al aislamiento de
Ushuaia. Cinco décadas después de la ocupación “oficial” argentina de este asentamiento
rodeado de montañas, no había caminos que lo ligaran a otras áreas fueguinas. Barcos de la
armada nacional eran muy poco frecuentes – en 1908, el viaje ida y vuelta llevaba entre 60 y
70 días, apenas un poco menos durante todo este período. El aislamiento – ese elemento
central de la experiencia carcelaria – estaba en el corazón de la peculiar economía espacial de
esta sociedad fueguina. Rojas transcribió una conversación oída en un bar: “Ya sé que vine de
guardián, y que como todos en Ushuaia, yo también ahora soy un preso”. 34 Este intercambio
(posiblemente ficcionalizado por este autor enemigo del penal) resuena con muchas otras
33
El trabajo de los penados en el pueblo es descrito en los informes anuales sometidos por directores del presidio
al Ministerio de Justicia y Educación, Memoria (1896-1947).
34
Rojas, Archipiélago, p. 114.
11
descripciones, incluyendo las de fuentes oficiales. La mayoría de los habitantes de Ushuaia
provenían “del norte”: muchos eran extranjeros (los yugoeslavos siendo una comunidad
importante) o llegaban de provincias con pocas fuentes de trabajo. Todo indica que la gente
vivía con una aguda conciencia de la distancia que los separaba de su punto de origen. En una
comunidad que está a días de viaje del próximo centro urbano, rodeada de imponentes
obstáculos físicos que convertían a la fuga en una posibilidad remota, la separación entre
prisión y sociedad – la clásica relación adentro/afuera de la historia de la prisión – adopta
significados diferentes. Como el “muro” entre Ushuaia y el “norte” era tan espeso, el muro
entre la prisión y Ushuaia se volvió excepcionalmente poroso. De hecho, no hubo muro
material por muchos años, ya que los directores de la prisión no lo consideraban una prioridad
en los proyectos de construcción.
Ushuaia tuvo una política de hecho de “puertas abiertas” – los penados trabajaban más
tiempo afuera que en cualquier otra prisión. 35 Todos los días, un trencito pasaba por la calle
paralela a la costa, a pocos metros de las casas de las familias “conocidas”, llevando penados
con su uniforme rayado a sus tareas cotidianas en el Monte Susana. Ese espectáculo diario –
una imagen recurrente en decenas de testimonios de viejos residentes interrogados en 1984
sobre Ushuaia, no sobre el penal 36 – encarnaba el conjunto singular de significados que la
palabra “estado” adquiría en la zona. Estado era castigo institucional – la apropiación de los
cuerpos de ciudadanos que eran públicamente obligados a trabajar. Estado era la explotación
de los recursos naturales por estos penados – las piedras de las canteras, la madera de los
bosques.37 Y estado era la iniciativa que garantizaba la existencia misma de la población, a
través de una modernización cuyo agente exclusivo era la mano de obra de la prisión. Es una
de la paradojas de la historia de la formación del estado argentino que los ciudadanos más
duramente castigados por el estado moderno se convertirían en los representantes (forzados)
del estado y la modernidad en los bordes territoriales de su soberanía. Un ex - penado hacía
esta conexión espontáneamente cuando describía su llegada a Ushuaia: “De los primeros
pobladores yo no soy; cuando vine ya estaban aquí el Presidio, la Gobernación, la
Subprefectura y muchas cosas.(…) De todos modos,(…) yo también fui mandado aquí por el
35
Los testigos más críticos mencionan alrededor de 80% de penados trabajando afuera; las memorias de las
autoridades de la prisión hablan de 90%.
36
La mayoría de los testimonios de antiguos residentes utilizados aquí provienen de un archivo oral de historia de
Ushuaia reproducido en: Canclini (ed.), Ushuaia.
37
La conceptualización de la relación entre imágenes del estado y explotación de la naturaleza es desarrollada en:
Fernando Coronil, The Magical State. Nature, Money and Modernity in Venezuela (Chicago, Il: The
University of Chicago Press, 1997), chapter 1.
12
gobierno… Debía tener mucho interés en que llegara, porque me trajeron en la bodega de un
barco y con fierros en los pies.”38
Como los penados estaban afuera, también lo estaban sus guardas. Desde el principio,
los directores de la prisión pidieron permiso especial para extender la autoridad de “sus
hombres” a las calles de Ushuaia.39 Esta situación tenía el potencial de convertirse en otro
campo de batalla entre la prisión y el gobierno local. Más de una vez la tensión condujo al
pueblo al borde de la guerra civil. En 1932, un gobernador que tenía malas relaciones con las
autoridades de la prisión prohibió que los guardas caminaran armados por las calles, y arrestó
a dos que desobedecieron. El director de la prisión organizó una tropa de sesenta hombres
armados que atravesaron el pueblo, rodearon la comisaría y amenazaron con tomarla a menos
que sus colegas fueses liberados. La policía rápidamente liberó a los detenidos.40
Como la mayoría de las prisiones, Ushuaia tenía sus ritos y ceremonias institucionales
diseñadas para reforzar imágenes del estado, la sociedad y la racionalidad del castigo –
ceremonias concebidas para penados o para la sociedad exterior.41 En su “rotonda”, las
autoridades de visita eran recibidas, misas y efemérides eran celebradas. El lugar de los
símbolos nacionales en la prisión - frontera era excepcionalmente central: aún en 1939, las
autoridades penitenciarias en Buenos Aires percibían al penal de Ushuaia como un lugar
donde izar el pabellón nacional en “el mástil más austral de la República”. 42 Estos rituales, sin
embargo, no eran realmente “encerrados” – vecinos de Ushuaia participaban en algunas
ceremonias, a las que también eran invitados los pasajeros de ocasionales barcos estacionados
en el puerto. Más importante aún: los rituales “exteriores” de celebración del estado nacional
nunca excluían a la prisión – fotografías de las ceremonias muestran a una mayoría de la
concurrencia (incluyendo a los penados) proveniente del presidio. Los invitados principales
del asado gratuito que ofrecía la gobernación después de los desfiles patrióticos eran los
cientos de empleados de la prisión. Aún cuando las representaciones simbólicas de la
soberanía estatal no estaban filtrados por la cultural carcelaria, seguían siendo generados por la
población del penal. El monumento conmemorando la ocupación argentina de Ushuaia de
1884 (un Ona llevando la bandera nacional, ubicado junto al muelle comercial) y un cuadro
38
Testimonio del ex-penado Insúa, transmitido por Victor J. Guillot, Paralelo 55° (Dietario de un confinado)
(Bs As: Editorial “Sol”, 1936), p. 74.
39
Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, Memoria, 1901, p. 112.
40
En incidente es relatado por uno de los radicales confinados en Ushuaia, Néstor Aparicio, Los prisioneros del
‘Chaco’ y la fuga de Ushuaia (Bs As: Gleizer, 1932), p. 59. Un incidente similar ocurrido antes (una rebelión
de los guardias de la prisión que llegó al borde de la guerra civil en 1918) es recordado por antiguos residentes
en: Canclini, Ushuaia, p. 304.
41
Ricardo Salvatore ha analizado ceremonias similares en la Penitenciaría Ncional de buenos Aires en: “Enclosed
Rehearsals”, manuscrito no publicado.
42
Revista Penal y Penitenciaria (7, Jan-March 1938), p. 108.
13
del almacén pionero “El primer argentino” (expuesto hoy en el Museo Territorial de Ushuaia)
eran el producto de la imaginación artística de dos penados. Objetos artísticos, o simplemente
utilitarios, manufacturados por penados, estaban en toda la comunidad. Las puertas del
presidio se abrían regularmente para la exposición y venta de los productos de sus talleres.43
La música pública también estaba connotada con elementos carcelarios. La banda de la
prisión, compuesta exclusivamente de penados, animaba todas las ceremonias patrióticas. Y
cada domingo a la mañana, músicos uniformados con rayas azules y amarillas caminaban por
las calles al compás de su música, seguidos de cerca por sus guardias. Fotografías de la época
muestran a la banda – que incluía criminales legendarios, como el Petiso Orejudo, asesino
serial de niños de tocaba el bombo – tocando junto al muelle comercial, o en las afueras del
pueblo. La música de la prisión también podía convertirse en un arma en las batallas políticas
entre los alcaldes de la institución y otras autoridades oficiales: a la madrugada, los penados-
músicos eran enviados a “entretener” a los prisioneros sociales de 1931, que reparaban las
calles junto a la casa del gobernador.44 Esta música era uno de los sonidos públicos generados
por la prisión. Los gritos de protesta proferidos al unísono por los penados, que los residentes
oían desde el pueblo, eran otro.45
A fines de los años treinta, el fútbol fue otro vehículo de interacción entre penados y la
sociedad exterior. Un nuevo director de la presidio, José Pettinato (destinado a una carrera
estelar en el mundo penitenciario) introdujo un régimen de “tratamiento atenuado” con gran
énfasis en los deportes. Durante la última década de vida de la prisión, un equipo del club local
“Sportivo Fueguino” (con adiciones ocasionales de la tripulación de barcos de paso) desafiaba
a los penados en partidos semanales jugados en la nueva cancha del presidio.
La densa simbiosis de la cultura de la prisión con la de la sociedad exterior debía algo a
la naturaleza heterogénea y la distribución espacial de la población confinada en Ushuaia.
Inicialmente, esta cárcel estaba destinada exclusivamente a reincidentes. Pronto, sin embargo,
fue claro que los reincidentes (la mayoría de los cuales estaban condenados por crímenes
contra la propiedad) cumplían sus condenas demasiado rápido (a veces, en el barco que los
llevaba a Ushuaia) y que no constituirían un grupo de pobladores. Así, la Cárcel de
Reincidentes se convirtió en Presidio, para penados cumpliendo las condenas más largas y
duras (homicidio era el crimen de más de la mitad de los penados). El perfil de los prisioneros
de Ushuaia no era, sin embargo, el resultado de la aplicación mecánica del Código Penal. De
43
Sobre el monumento: Manuel Ramírez, El presidio de Ushuaia. La ergástula del Sud (Bs As: Claridad, 1935),
p. 11. Las exposiciones del trabajo de los penados descritas en el testimonio de Juan Buezas, in: Canclini,
Ushuaia, p. 450.
44
Aparicio, Los prisioneros, p. 61.
45
Testimonio en: Canclini, Ushuaia, p. 304.
14
hecho, la selección de candidatos no era hecha en los tribunales, sino en la Penitenciaría
Nacional, por el equipo de médicos, psiquiatras y asistentes sociales que encarnaban el
símbolo máximo de la cientificidad y modernidad del castigo: el Instituto de Clasificación. 46
Sus recomendaciones eran modificadas adicionalmente por los intereses de las autoridades de
la Penitenciaría, más preocupados por sus problemas institucionales que por las clasificaciones
de los “científicos”. Destrezas manuales, edad, salud y fuerza física eran criterios de selección
tan importantes como “peligrosidad”.47 Ushuaia fue también concebida como la prisión para
penados de alta visibilidad – de descuartizadores famosos a sofisticados estafadores – que las
autoridades de la Penitenciaría deseaban alejar de la atención de la prensa sensacionalista de la
gran ciudad. El legendario anarquista, Simón Radowitzky, pasó diecinueve años en Ushuaia,
convirtiéndose (como varios presos célebres) en un ícono local.
En 1931 y 1934, Ushuaia se convirtió en lugar de confinamiento político. Alrededor de
cien prisioneros “sociales” – trabajadores sin otro prontuario que la militancia política y la
oposición a Uriburu – fueron enviados al presidio en enero de 1931. Fueron llevados a arreglar
las calles, donde recibían palizas a vista del público, algo que no era novedoso en la
experiencia carcelaria de Ushuaia.48 Esta vez, sin embargo, los vecinos de Ushuaia firmaron
una carta de queja que fue enviada a Cernadas, el siniestro director del presidio, quien hizo
esfuerzos por mantener la tortura dentro de los límites del penal. Los radicales que llegaron en
1934 incluían nombres prestigiosos de la oposición , como M.T. de Alvear, Cantilo,
Pueyrredón, Mosca y Rojas. Ninguno de los famosos prisioneros políticos fue alojado en la
prisión. Su lugar de confinamiento era el pueblo mismo. Dormían en camas prestadas por
personal del presidio, o con familias locales que los trataban como invitados de honor, se
sacaban fotos con ellos, y hasta los hacían padrinos de sus recién nacidos.49
Los penados del presidio también trataban de establecer relaciones con los políticos
exilados. A principios de los años treinta, Cernadas había introducido un régimen de terror en
el penal. El trato de los penados se brutalizó más de lo habitual, en una prisión adonde el
aislamiento extremo siempre había permitido gran brutalidad. Guardias sádicos daban rienda
46
Ibidem, (11: Jan-March 1939), p. 141. Sobre el Instituto de Clasificación, ver: Lila Caimari: “Doctors,
Criminals and Bureaucrats: The Production of Scientific Biographies in the Argentine Penitentiary System” in:
Mariano Plotkin (ed), Argentina on the Couch (Albuquerque, NM: University of New Mexico Press,
forthcoming).
47
Sobre las incompatibillidades entre autoridades penitenciarias y criminólogos positivistas, ver: Eusebio Gómez,
“Clasificación de los condenados”, Revista de Criminología, Psiquiatría y Medicina Legal (1925), p. 617. El
criterio utilizado por el Instituto de Clasificación para selecciones penados es descrito en: Revista Penal y
Penitenciaria (April-June 1938), p. 141.
48
La costumbre de castigos corporales en público es recordada por el ex-penado Insúa; Guillot, Paralelo 55°, p.
76.
49
Aparicio, Los prisioneros, p. 54.
15
suelta a sus instintos con los penados indefensos, con conocimiento y aprobación de las
autoridades. Tortura y castigo arbitrario eran moneda corriente. El carro llevando cuerpos de la
prisión al cementerio al otro lado del pueblo se convirtió en un espectáculo semanal. Los
penados trataron de aprovechar la presencia de autoridades de alta visibilidad para denunciar
las atrocidades cometidas. Cartas clandestinas llegaban secretamente a las residencias de los
exiliados, y motines en las calles fueron concebidos para que coincidieran con la presencia de
testigos importantes.50 Sabemos más sobre este período precisamente por los testimonios de
los presos políticos. Pero aún cuando no había motines públicos, incidentes en el presidio eran
vistos y oídos por el personal. A través de ellos, casi todas las familias de Ushuaia recibían pan
gratuito y cuentos de la prisión.
Además de las ocasionales oleadas de políticos exiliados, los residentes de Ushuaia
estaban acostumbrados a convivir con los ex - penados. Aunque los barcos a Buenos Aires
llegaban muy irregularmente, quienes cumplían la sentencia eran liberados el día y hora
exactos de expiración de la condena. Quienes habían completado su sentencia y deseaban
volver “al norte”, tenían que comprar su pasaje Ushuaia - Buenos Aires y esperar (a veces,
meses) al próximo barco – un asentamiento cautivo algo diferente del originalmente previsto
por Godoy. Los ex - penados esperaban en el pueblo, a veces alojados por residentes que los
conocían, a veces con otros ex - penados en las afueras, a veces en la policía. La gente los
reconocía porque, en su reciente libertad, mantenían reflejos de la cultura de la prisión, como
el saludo militar. Algunos de los liberados aprovechaban la nueva proximidad con los guardias
para permitirse revanchas largamente esperadas.51 De vez en cuando, una amnistía masiva de
presos (como fue el caso durante los gobiernos de Yrigoyen y Perón) liberaban cientos de
penados de golpe, que debían ser absorbidos por la comunidad hasta la llegada del siguiente
barco. Pero estas eran situaciones excepcionales. Sólo una minoría de los liberados se
quedaban en Ushuaia, y eran casi siempre hombres mayores cuya larga experiencia en la
prisión había destruido sus lazos personales con “el norte”. Se convirtieron en parte del tejido
local, asimilándose con poca disrupción como peones en estancias cercanas, o incluso como
guardias de los gangs de penados que trabajaban afuera.52 La gente conocía sus nombres. El
famoso Insúa, que criaba ovejas no lejos del pueblo, iba periódicamente al bar “La
50
Un día en 1934, cuando pasaba el trencito por el pueblo, uno de los penados (seguido por otros) saltó del vagón
gritando sobre los abusos. La presencia de los radicales en Ushuaia ayudó a mejorar la vida en el presidio. La
denuncia de los abusos ya había sido iniciada por el Dr Kelly, ex-médico de la prisión, cuyo testimonio condujo a
la condena de las autoridades y varios guardias del penal en 1934. Una crónica de los abusos en: Aníbal del Rié,
Ushuaia, el presidio siniestro. Régimen de terror. Relato de un reporter (Buenos Aires: Boston, 1933);
Ramírez, Ushuaia.
51
Memoria, 1901, p. 112.
52
Ibidem.
16
Yugoeslava”, adonde gustaba saludar a los nuevos en todos los territorios explorados -
penados, e invitarlos con un vaso de vino. 53 Los niños que se portaban mal eran asustados con
historias sobre el “Negro” Míguez, un ex-penado que sin saberlo generó una versión local del
cuento del “viejo de la bolsa” por su costumbre de caminar por el pueblo con un gran bolso. 54
La fuga ocasional del presidio – casi siempre en verano – era fuente de ansiedad para los
mayores. Hasta que la inevitable noticia de la captura llegaba, especulaciones sobre le caso
dominaban las conversaciones locales – un antiguo residente recuerda a su madre mirando
debajo de la cama antes de acostarse.55
Del mismo modo que las imágenes del estado en Ushuaia estaban empapadas de
elementos carcelarios, las imágenes de Ushuaia en Buenos Aires fueron reducidas a su función
punitiva. La ciudad era conocida exclusivamente por su prisión, y el nombre se convirtió en
símbolo del castigo primitivo y arcaico – la expresión “volver de Ushuaia” adquirió
connotaciones siniestras. La presencia de tantos criminales célebres – en una época en la que
la prensa “moderna” se interesaba cada vez más en el crimen – combinada con la
excentricidad geográfica de la prisión – en una época en la que los diarios fanfarroneaban
sobre los obstáculos superados para descubrir la verdad – convertían a Ushuaia en una “buena
nota”. Simón Radowitzky solo atrajo mucha atención y justificó el viaje de más de un
periodista.56 Prestigiosos diarios conscientemente asociados a la modernidad – como Crítica –
denunciaban el presidio como un lugar de castigo brutal y arcaico. En 1924, un periodista fue
enviado especialmente para juntar testimonios de los penados que desenmascararan “(…) la
verdad sobre Ushuaia, esa tierra de maldición, de odio, de crimen, donde nadie llega”, como la
describió en los artículos y el libro relatando la experiencia. 57 Sin excepción, las notas en la
prensa eran textos de denuncia: los penados eran víctimas, el ruido de sus grilletes diabólico,
su trabajo pura explotación.58 Los cientos de prisioneros políticos que llegaron en los años
treinta atrayeron mucha atención a la isla. Sus historias sobre el exilio remoto, el presidio
“maldito” y su patológico director contribuyeron a la identificación de Ushuaia con las más
oscuras profundidades del castigo arbitrario y antimoderno.
53
Guillot, Paralelo 55°, p. 73.
54
Testimonio de I. Musso de Pérez Villegas, en: Canclini (ed.), Ushuaia, p. 293.
55
Testimonio de J. Salomon, en: Canclini (ed.), Ushuaia, p. 441.
56
Las publicaciones anarquistas dedicaron mucho espacio a esta historia; Fernando Gualtieri, Ushuaia!: anatema
(Buenos Aires: Hnos, 1918); Marcial Belascoián Sayós, El Presidio de Ushuaia; impresiones de un
observador (Bs As: La Protesta, 1918). La Razón sent a reporter to interview Radovistzky in 1925.
57
Alberto Del Sar, Ushuaia! Tierra maldita! (Bs As: Gurfunkel, 1924). The interest of Crítica in the prison
world is discussed in: Sylvia Saítta, Regueros de tinta. El diario Crítica en la década de 1920 (Bs As:
Sudamericana, 1998), p. 191.
58
Crítica, Mundo Policial, y Clarín (Marzo-Abril 1947).
17
El penal de Ushuaia fue desmantelado en 1947, en el contexto de una amplia reforma
peronista “humanista” del sistema carcelario cuyo tema principal fue la mejora “moderna” de
las condiciones de los presos. Los diarios publicaron fotografías de los penados volviendo “al
norte” en sus uniformes rayados – uniformes que serían eliminados durante el período
peronista. En el contexto del cambio veloz que atravezaba la Argentina de esos años, estas
imágenes elocuentes parecían exponer otro aspecto brutal del “antiguo régimen”. Aunque la
reforma peronista del sistema carcelario no ha sido bien estudiada, parece posible sugerir que
su énfasis en el bienestar de los presos refleja un cambio importante en la percepción social de
la prisión que puede rastrearse al menos a la década de 1930. La indignación generada por las
historias sobre instituciones disciplinarias escondidas del ojo público pero intermitentemente
representadas en los titulares, como Ushuaia, alimentaron la emergencia de un discurso de la
prisión que reflejaba una creciente sensibilidad social hacia el sufrimiento físico y mental de
los penados.59
En los círculos de poder donde las decisiones sobre Tierra del Fuego y demás
territorios eran tomadas, la imagen del territorio carcelario dominaba las percepciones
oficiales al punto de excluir proyectos alternativos para desarrollar el área. El obstáculo no era
económico: sucesivos gobiernos nacionales financiaron generosamente el desarrollo del
presidio de Ushuaia. A pesar de las quejas crónicas de las autoridades de la prisión, el
Ministerio de Justicia invertía más dinero por preso en Ushuaia que en ninguna otra prisión del
país, incluyendo la más visible Penitenciaría Nacional.60 Mientras tanto, ningún camino –
signo paradigmático de la presencia del estado – ligaba a Ushuaia con otros centros del
territorio. El estado fue creado y consolidado gracias al presidio, que estableció varios signos
paradigmáticos de su madurez: banderas, ceremonias patrióticas, una escuela, artefactos
urbanos modernos, una conexión estable con Buenos Aires, etc. Pero el desarrollo de este
estado fue también limitado por el presidio, que lo mantuvo confinado a sus manifestaciones
punitivas. Mientras el penal estuvo en Ushuaia, los gobernadores eran débiles. La ciudad ni
siquiera tuvo derecho a un municipio mientras la mayoría de los votos provinieran del
personal penitenciario.61 El complejo carcelario era el receptor casi exclusivo de fondos, y
siguió siendo el único generador aparente de cambio social en la gobernación. El fruto de estos
cambios - una sociedad civil manufacturada “desde arriba” - no logró generar mecanismos de
producción y reproducción independientes de este imponente benefactor. El presidio creó la
59
Un cambio similar ha sido identificado en sociedades europeas contemporáneas; Spierenburg, p. 33.
60
En la década de 1930, el costo diario por penado en Ushuaia (sin contar el transporte) era $6,53, mientras que la
Penitenciaría gastaba $5,37; Dirección General de Institutos Penales de la Nación, Memoria anual, in:
Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, Memoria, 1939, Justicia, p. 430.
61
Rojas, p. 33.
18
sociedad de la frontera, y también impidió su desarrollo. La llegada del estado argentino
transformó la frontera anglo-yagana en una sociedad nacional-carcelaria.
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