Los grupos y la producción de acontecimientos
MARÍA AURORA BELLO,* MARÍA SOLEDAD BERTONA,** MARÍA CELESTE BERTONA***
*Arturo Frondizi s/n-2421 Morteros, Pcia. de Córdoba, República Argentina. Tel-fax: 54-3562-422243. E-mail:
[email protected], Psicóloga clínica-APCVC, Córdoba R.A.
** Av. General Paz 506–8° piso–dpto. “B”-5000. Córdoba, República Argentina, Tel.: 54-351-4215434. E-mail:
[email protected],Comunicadora social- APCVC, Córdoba R.A.
*** Av. Santa Fe 425- 3° piso-dpto. “F”-5000. Córdoba, República Argentina, Tel. 54-351-4210365. E-mail: [email protected],
Trabajadora social- APCVC, Córdoba R.A.
“¿A qué llama usted dignidad? Eso no quiere decir nada –dice König.
A lo contrario a humillación —respondió Kyo”.
André Malraux, en La condición humana
(Aparecido en La Voz del Interior, 30/12/2001)
Hace un tiempo que venimos pensando en la eficacia subjetiva y colectiva de las nuevas expresiones sociales en
nuestro país, que tiene como característica común la falta de legalidad y el grado máximo de legitimidad.
A nuestro entender, los nuevos movimientos sociales que han surgido en los últimos tiempos en Argentina se
expresan como Potencias Instituyentes (Baremblitt) de la protesta y la resistencia; entendiendo a éstos como una
modalidad de acción colectiva, que aparece como novedosa (aunque no lo sea) y que toman relevancia por la fuerza de
sus demandas. Son heterogéneos en su composición social, no tienen estructura orgánica definida y poseen
maleabilidad y temporalidad restringida. Transforman las concepciones tradicionales de la política y la identidad de sus
integrantes, provenientes de diversos sectores sociales. Al redefinir los ámbitos de lo político, modifican también la
identidad personal de los individuos que los componen.
Pero a partir de la pueblada con que la ciudadanía responde al Estado de sitio decretado por el ex presidente De la
Rúa, en un franco acto de desobediencia civil, que provoca su caída, algo nuevo ocurre. Esto “nuevo” está sostenido por
el ruido de las cacerolas, nuevo ruido de batalla y de ebullición de acontecimientos, protegido en las plazas y salones por
los vecinos que se reúnen a discutir propuestas que permitan salir del atolladero en el que está el país, movilizado por el
humo negro y los cortes de rutas de los piquetes, y la justicia popular de los escraches, que descubren y sancionan a los
culpables (que por la vía institucional no son juzgados). Todas éstas son acciones directas de movilización de una
ciudadanía que descree en los resortes institucionales de la política tradicional y que busca “tomar la palabra y la acción”
para volver a ser actores de la historia.
Es en este sentido que reconocemos que la desobediencia civil , como plantean Cohen y Arato, es una forma
colectiva no institucional de acción política específica de los ciudadanos y que está íntimamente relacionada con el
horizonte utópico de una sociedad civil democrática y justa.
Dice el periodista Martín Caparrós:
Si algo pasó en este extraño verano cacerolo, piqueteado, puntuado por presidentes cayendo como moscas, y susto y
gozo y desorientación y coincidencias, fue que volvimos a pensar que la realidad es algo que puede ser cambiado,
algo que necesitamos cambiar si queremos sobrevivir; volvimos a preguntarnos QUÉ PAÍS queríamos, y a suponer que
con tiempo, con esfuerzo, con suerte incluso, quizás podríamos hacerlo. Es un camino nuevo que puede conducir a
muchos sitios o a ninguno; la línea que en una de esas puede llevarnos a la refundación o a la refundición.
Se ha producido un quiebre en la historia del país: a la democracia representativa se le opone la participativa y la
movilización de la clase media en forma espontánea e inorgánica que no registra otro antecedente en la Argentina, es un
gesto colectivo que produce acercamiento al movimiento piquetero, a las asambleas barriales y a los escraches.
Paulatinamente se evanecen los bordes que separan a unos de otros y la ciudadanía deja de ser un tema de
expertos para pasar a ser protagonistas del espacio público. Un nuevo modelo de participación que da cuenta del
descrédito de un modo de ejercicio del poder y de la voluntad de no sucumbir frente a la violencia de un sector que ya no
representa a nadie.
Frente a la crisis de representación: presentación. En las rutas con los piquetes, en las plazas con las asambleas, en
la calle con las cacerolas. Los desaparecidos del sistema, los desocupados, los acorralados, los jubilados, los invisibles,
han ocupado la escena. Se han presentificado. Así, lo local y lo barrial, emergen como un lugar significativo, lugar en el
sentido antropológico, como espacio de relaciones, de historia y de constitución de identidades. En tiempos del “Gran
Hermano”, el público ha decidido convertirse en protagonista. Miles de personas que nunca fueron partícipes comienzan
a serlo. Para ello se necesitó mucha frustración y muchos engaños.
Estudiantes, comerciantes, profesionales, artesanos, jubilados, empleados y desempleados, defensores del otrora
“no te metás”, han decidido ganar la calle. Han acordado unir desencantos y voluntades, con ideologías e intereses
diversos (y a veces contrapuestos), para reconquistar el poder perdido. Se vincularon, se cuidaron y empezaron un
diálogo. Que produce corrimientos de sentido y corrección del malentendido constitutivo tanto del acto del lenguaje como
del vínculo.
Por eso en la Asamblea la palabra circula, lo cual obliga a una formulación constante, y en el piquete la intemperie de
la exclusión lleva a ocupar con otros un lugar aun cuando transitoriamente se esté ausente, no percibido, pero que sí
está. El piquete es un acto que se instala cuando la palabra se devalúa, el acto le confiere una escenografía, que cede si
se descubre la palabra que cifran.
Frente al drama social, se ha producido una declinación de la tragedia (F. Ulloa) y ha nacido una nueva subjetividad.
En la misma línea, el conjunto toma la experiencia del escrache, inaugurado por familiares de desaparecidos,
realizando la misma ceremonia. Esto que comenzó dirigido a represores y torturadores, buscando descubrir y reconstruir
la memoria para mantener los recuerdos colectivos, hoy se lo hacen a funcionarios políticos, legisladores y sindicalistas,
en una suerte de foro público que juzga y sanciona en ausencia del aparato de la ley.
Y todos esos movimientos se hacen apelando a la grupalidad como protección contra la angustia de no-asignación,
una grupalidad que aparece como un continuo, pero que acepta las diferencias; cohesionada por las semejanzas
(ciudadanos abatidos, desilusionados, perplejos, excluidos) pero no idénticos.
El estar con otro implica una ardua tarea de ligaduras y desligaduras, acoplamientos y rupturas, pero que permite
que el grupo aparezca como ese lugar de confianza y de pertenencia que permite ilusionar con la reparación del
narcisismo herido, individual y colectivo.
Al crearse una red identificatoria grupal, los ciudadanos se cohesionan alrededor de un deseo: ser sujetos activos de
la polis.
Según la psicoanalista Silvia Bleichmar, estos nuevos acontecimientos que se están produciendo en Argentina,
“permiten plantear dos cuestiones: el retorno a la política, entendida como participación activa; y el abandono de toda
ilusión retrospectiva de que el fracaso de un modelo de gobernabilidad acarree necesariamente la pérdida de derechos
civiles o ponga en riesgo las conquistas democráticas”.
Las acciones de estos grupos dan cuenta de que no hay deseos de ceder el poder a ningún salvador de turno. Son
ejercicios de una democracia directa, horizontal y participativa, que funcionan como movimientos reparadores que
constituye el comienzo de diálogos simétricos inter-pares.
En este corto periodo de existencia de estos grupos se observa una oscilación entre el polo primario y el polo
secundario, entre la estructuración de los haberes de la identidad y los saberes que genera por medio de la creación y la
participación en la transformación de la sociedad. Dependerá de la flexibilidad y apertura frente a lo nuevo, como de la
tolerancia a las diferencias, si el destino de estas grupalidades avanzan hacia la burocracia o hacia el crecimiento y la
construcción de un entramado social solidario.
Según Ricardo Rubier, “la sociedad civil se queja, pero pareciera que no puede pasar del clamor a la propuesta
constructiva de una sociedad diferente”. A raíz de esto, el analista habla del “cacerolazo negativo”: “El principal actor
social de estas propuestas es la cacerola y el ama de casa, lo que nos lleva a ver la profundidad de la crisis que llega
hasta el grupo social menor que es la familia, pero no deja de ser una manifestación de protesta sin propuestas, piden
que se vayan los jueces pero no proponen otra cosa a cambio”.
Según este mismo analista, la Argentina se encuentra bajo un clima preanárquico y no prerrevolucionario, y para
esto hay que distinguir anarquía de revolución. La revolución, según Rubier, “propone cambiar las cosas y siempre existe
algo que reemplace a otra cosa, ideales, planes, pero en la Argentina se vive un clima preanárquico, no hay propuestas,
la gente se queja y manifiesta su descontento a través de violencia y cacerolas”; pero también dice: “Sin duda los
grandes cambios han empezado desorganizadamente, anárquicamente, como está pasando en nuestro país, pero
habría que esperar un poco más, incluso los actores sociales ya no se manifiestan solos, se están organizando por
profesiones o por intereses: los damnificados por el corralito, los jubilados, los empleados estatales, los marginados...”.
Contrariamente a Rubier, Martín Caparrós expresa (en la revista Veintitrés) que “hay pocas palabras tan ambiguas
como anarquía, es casi dos palabras. Que tienen, incluso, dos definiciones en el diccionario. Si anarquía es desorden,
confusión, por ausencia o flaqueza de la autoridad pública, también es el objetivo del anarquismo: concepción política
que tiende a suprimir el Estado, a eliminar de la sociedad todo poder con derecho de coerción sobre el individuo”.
Continúa el periodista diciendo que “el anarquismo supone, también, que la propiedad es un robo y que todo debería ser
de todos: a cada quien según sus necesidades. El anarquismo parece irrealizable, y quizás lo sea; ése es, acaso, su
mejor atributo: sirve como un parámetro, un juez, el horizonte”. Y culmina la nota diciendo que el problema de Argentina
no es el no-poder (que lleva inscripto la anarquía), sino el uso que se hace del poder: “el poder se usa, desde hace
varios años en Argentina, para conservar el poder. Y como desde hace algún tiempo los políticos ven que hay gente que
quiere el poder del abismo en el que lo han puesto, para mejorarlo, agitan el famoso fantasma de la anarquía”.
Según el diccionario de filosofía, “anarquía no significa necesariamente encontrarse en estado de caos, pero sí
significa encontrarse en un estado de completa flexibilidad”. Es este estado de completa flexibilidad el que nos debería
permitir pensar los cambios necesarios para salir de la actual situación. Pero, en un país donde 4 millones de personas
no trabajan porque no hay empleo y más de 14 millones viven como indigentes se torna difícil tener fuerzas para pasar
de las movilizaciones, la desesperación y la violencia a la propuesta constructiva.
Pero existen propuestas alternativas. El proyecto de un grupo de catedráticos argentinos, llamado “Plan Fénix”, con
aspiraciones altas como el vuelo del ave y con ideas mucho mejores (reducción del déficit fiscal, creación de créditos
para las PyMES, aplazamiento del pago de la deuda externa, y sobre todo el cambio y la renovación de la clase política);
el “Proyecto País”, desarrollado por profesionales de Ciencias Económicas, la “Convocatoria para la defensa de la
Cultura Nacional”, el manifiesto de “Alternativa Argentina” (avalado por pensadores de la talla de Mempo Giardinelli y
Héctor Timerman) que ofrecen respuestas y alternativas porque creen que “el cambio es urgente y es también posible”,la
propuesta de shock redistributivo, trabajado por el Frente Nacional contra la Pobreza ( FRENAPO) avalado por millones de
ciudadanso en una consulta popular, entre otros, permiten pensar en que los grupos están pasando de la queja a la
acción.
Estos nuevos grupos sociales marcan movimientos instituyentes de una nueva lógica ciudadana: la de la autonomía
y de la fidelidad a un proyecto colectivo, hoy todavía poco claro.
Y ante la lentitud de la sociedad para conformar su alternativa, el establishment se apresura a profundizar sus
planes. Empieza a estallar el sistema clientelar y descubren azorados que en tanto la red clientelar sostenida desde la
corrupción está arruinando sus negocios, igualmente su desmantelamiento reactiva la protesta social.
Porque los ciudadanos, que habían sido reducidos por el modelo a meros consumidores, 1 agonizan con el fin de la
fiesta y se agota su condición junto al consumo y la inexistencia simbólica de los excluidos se revertió en amenaza de
aparición real.
Éste es el nuevo y creciente cuadro deliberativo de la sociedad civil y éste es el desafío: ámbitos de elaboración
colectiva y no sólo de protesta colectiva.
René Kaës, en su reciente paso por Argentina, expresó:
Creo que hay una generación en surgimiento, la cual quizás está en camino de pensar y activar un funcionamiento
colectivo que los padres y los abuelos, por padecer del pensamiento congelado consecutivo a la dictadura, no logran
hacer funcionar. Esta nueva generación se encuentra haciendo circular la palabra, incluso para reinventar la política.
No se ha llegado a dañar las estructuras que permiten pensar y a la cultura simbolizar.
¿Asistimos los argentinos al corte entre una época y otra? Seguramente que sí, ya que si retomamos a Castoriadis,
vivimos en una KRISIS, en el verdadero sentido del término; es decir, un momento de decisión. Ese es nuestro actual
desafío: decidir, agruparnos para pensar y construir “otra cosa”, un acontecimiento diferente a los saberes instituidos, en
una ruptura continua, y que ese acontecimiento nombre lo no sabido de la actual situación.
A la vez, deberíamos preguntarnos qué función ocupa nuestro discurso frente a dos órdenes de la realidad: el de la
producción de conocimiento, sin el cual toda práctica se degrada, y el de la transformación, destinada a contribuir al
bienestar humano. Y también saber que los enunciados que elaboremos, más allá de su valor epistémico, son los
disparadores de una fractura en los discursos establecidos como recursos de autoridad y vacíos de contenidos a fuerza
de repetición.
Toda afirmación a la que lleguemos debe ser sólo punto de partida, marcando lugares y evitando, en lo posible,
continuar con el perfil posmoderno de la interrogación permanente, sin arriesgar respuestas ni toma de partido.
El papel de los intelectuales actuales, debería ser continuar despertando la conciencia sobre “el carácter
terriblemente denso de lo que está en juego.” Hölderlin escribió: “Es tarea de vosotros, poetas, permanecer con la
cabeza descubierta ante la tempestad de dios”. ¿Podremos? Es todo un desafío para los tiempos que vienen.
Nota
1 Y a los que hace referencia M. Matta en su texto De la plaza a la platea.
Bibliografía
Arato y Cohen: Sociedad civil y teoría política. Fondo de Cultura Económica.
Augé, Marc: Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad . Gedisa Editorial. Barcelona, 1998.
Bello, María A., Bertona, María C. y Bertona, María S.: “Historia y memoria colectiva en las nuevas expresiones sociales”. Trabajo
presentado en XIII Congreso Latinoamericano de Psicoterapia Analítica de Grupo de FLAPAG, Montevideo, Uruguay, 1998.
Berenstein, Isidoro: El Sujeto y el otro: De la ausencia a la presencia. Ed. Paidós-Psicología Profunda, 2001.
Caparrós, Martín: Qué país. Planeta-Espejo de la Argentina, 2002.
Castoriadis, Cornelius: El avance de la insignificancia. Eudeba, 1997.
Feinmann, José Pablo: “Filosofía de la Asamblea Popular”. Diario Página/12, 9 de febrero de 2002.
Ferreter Mora, J.: Diccionario de filosofía. Editorial Ariel, 1999.
Edelman, Lucila y Kordon, Diana: “A manera de Introducción a la teoría y práctica de los grupos”. Mimeo.
Selener, Graciela y Singer, Diana: “Buscando una ilusión. Narcisismo y configuraciones familiares”. Revista Actualidad Psicológica,
1991.
Vezzetti, Hugo: “Activismo de la memoria: el escrache”. Revista Punto de Vista, núm. 62, diciembre, 1998.
Otras fuentes bibliográficas
Artículos periodísticos aparecidos en los diarios Clarín, Página/12 y La Voz del Interior, en la Revista Veintitrés, en el sitio de internet
www.caceroleando.com, entre diciembre de 2001 y mayo de 2002.