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El Santo Evangelio Según San Juan

El documento resume el contenido y estructura del Evangelio de San Juan. Se divide en dos secciones principales: 1) el ministerio público de Jesús que culmina en Jerusalén y 2) la pasión, muerte y resurrección de Jesús. La primera sección contiene siete milagros o señales de Jesús y discursos que revelan su naturaleza mesiánica. La segunda narra los eventos de la última semana, incluyendo la última cena, arresto, crucifixión y apariciones del resucitado.
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El Santo Evangelio Según San Juan

El documento resume el contenido y estructura del Evangelio de San Juan. Se divide en dos secciones principales: 1) el ministerio público de Jesús que culmina en Jerusalén y 2) la pasión, muerte y resurrección de Jesús. La primera sección contiene siete milagros o señales de Jesús y discursos que revelan su naturaleza mesiánica. La segunda narra los eventos de la última semana, incluyendo la última cena, arresto, crucifixión y apariciones del resucitado.
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EL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN

INTRODUCCIÓN
Propósito
Juan, el autor del cuarto evangelio, manifiesta con admirable concisión el

propósito que lo mueve a escribirlo. Como dialogando figuradamente con sus

futuros lectores, les explica que las señales milagrosas hechas por Jesús y

recogidas “en este libro... se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el

Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre” (20.30-31). Esa es,

en resumen, la intención que guía al evangelista a recopilar también el conjunto de

enseñanzas y discursos reveladores de la naturaleza y razón de ser de la

actividad desarrollada por Jesús, el Mesías, el Hijo unigénito (1.14), enviado por el

Padre para quitar “el pecado del mundo” (1.29) y para dar vida eterna a “todo

aquel que en él cree” (3.13-17).

El autor del evangelio de Juan (Jn) se presenta a sí mismo, al igual que a Juan el

Bautista, como un testigo vivo de la revelación de Dios. Nadie ha visto a Dios

jamás (1.18), pero ahora se ha dado a conocer por medio de su Hijo (19.35; 21.24;

Cf. 1.6-8,15). Encarnado en la realidad humana, el Cristo preexistente y eterno

viene a conferir a nuestra historia un nuevo sentido, una categoría que excede a
toda nuestra capacidad de comprensión y razonamiento. De ello, Juan el Bautista

rindió un testimonio precursor al comienzo del ministerio público de Jesús. Ahora

lo hace Juan el evangelista desde la perspectiva del Cristo que vive a pesar de la

muerte del Señor que, con su muerte ha vencido al mundo (16.33) y que es vida

para todo el que lo acepta por la fe (11.25-26).

El recuerdo del Resucitado está siempre presente en el corazón del autor de este

evangelio, como sin duda lo estuvo en el de cada uno de los discípulos que

acompañaron al Señor durante los días de su existencia terrenal

(Cf. 2.17,22; 12.16; 14.26; 15.20; 16.4). Y el acontecimiento de la resurrección es


como una línea luminosa que corre de principio a fin del libro de Juan y permite

contemplar la figura única e irrepetible del Mesías salvador.

Más que ofrecer una biografía de Jesús en el sentido estricto que hoy damos a la

palabra, lo que Juan pretende es introducir al lector en una profunda reflexión

acerca de la persona del Hijo de Dios y del misterio de la redención que en él nos

ha sido revelado. En Cristo se ha manifestado el amor de Dios, y por medio de él,

el creyente tiene acceso a las moradas eternas (14.2,23); es decir, a una vida de

comunión con el Padre.


Particularidades del Evangelio
El punto de partida del cuarto evangelista para su consideración del Mesías no es

el mismo que el de Mateo, Marcos y Lucas. Juan busca otros enfoques, de

manera que a menudo se refiere a situaciones y eventos, o incluye palabras,

enseñanzas y discursos de Jesús no atestiguados por los sinópticos. Esto permite

suponer que probablemente Juan, contando con alguna fuente de información

propia, pudo ampliar determinados datos conocidos y transmitidos por aquellos;

sobre todo teniendo presente que, de acuerdo con el criterio más ampliamente

aceptado, la redacción del cuarto evangelio tuvo lugar después de la aparición de

los otros tres, en fechas próximas ya al final del s. I.


Un aspecto singular de este evangelio es el interés que muestra por dejar

constancia de la localización de los acontecimientos. Y curiosamente, en tanto

que Mateo, Marcos y Lucas prestan mayor atención a la actividad desarrollada por

Jesús en Galilea, Juan se fija de modo especial en los hechos que tienen lugar en

Jerusalén (pero cf. Jn. 2.12; 4.43-54; 6.1—7.9). Al propio tiempo pone de relieve

que determinadas fiestas del calendario judío parecen marcar los momentos

escogidos por el Señor para entrar en la ciudad: la pascua (2.23; 11.55), los

tabernáculos (7.2), la dedicación del templo (10.22) e incluso una fiesta no

precisada (5.1).
Esta relación simultánea de Jesús con Jerusalén y con las festividades judías es

uno de los elementos de composición que contribuyen a dar al texto de este

evangelio su peculiar colorido. Pero no es el único, pues existen otros rasgos

igualmente característicos que es menester tener presentes. Destacan entre ellos:

a) El lenguaje simbólico (ej.: el Verbo 1.1; el agua 7.37; el pan, 6.35; la

luz, 8.12).

b) Las imágenes tomadas del AT (ej.: el pastor y las ovejas: 10.1-18; cf. Sal.

23; la vid y los pámpanos 15.1-6; cf. Is. 5.1-7).

c) Las referencias culturales o a la naturaleza humana (ej.: la boda en Caná,

la personalidad de Nicodemo, la mujer samaritana, el ciego de nacimiento).


Autor
Detalles como los indicados caracterizan al autor como un auténtico judío,

profundamente religioso y buen conocedor de las tradiciones y las expectativas de

su pueblo; pero un judío que ha encontrado en Jesús de Nazaret al Mesías

esperado, al Salvador y Señor «de quien escribió Moisés en la ley, así como los

profetas» (1.45; 12.32-34,38; 15.25). Sin embargo, no contamos con mucha más

información acerca de la persona de este evangelista. Diríase, más bien, que él

mismo desea ocultar su identidad tras un anonimato apenas quebrantado cuando


se refiere a aquel discípulo «al cual Jesús amaba» (13.23; 19.26; 20.2; 21.20), del

que en 21.24 se dice que fue quien “escribió estas cosas”. La tradición que

atribuye el evangelio al hijo de Zebedeo, a “Juan hermano de Jacobo” (Mr. 3.17),

se remonta al s. II.
Contenido
A lo largo de los años se han hecho diversos esfuerzos por establecer de algún

modo la cronología de los sucesos referidos en el cuarto evangelio, o por agrupar

lógicamente sus elementos literarios. Como es evidente que el propósito de Juan

no fue redactar una crónica, sino crear una atmósfera de reflexión que conduzca al
lector a la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios, la composición del libro también debe

considerarse desde este punto de vista.

De otra parte, lo que sí resulta claro en una primera aproximación al texto es su

división en dos grandes secciones. De ellas, la una llega hasta el final del capítulo

12 y está centrada en el ministerio público de Jesús; la otra, que comprende los

capítulos 13 a 21, narra lo acaecido en Jerusalén durante la última semana de la

vida terrenal de Jesús, incluyendo su pasión y muerte, y su resurrección.

El bloque de capítulos que forma la primera sección del libro se abre con un

Prólogo (1.1-18) que, con resonancias de Gn. 1.1, exalta la encarnación de la

Palabra de Dios, eterna y creadora, en la persona de Jesús, el Cristo. Junto a

otros asuntos, el evangelio refiere aquí un total de siete milagros o señales

realizadas por el Señor para manifestar su gloria y para que sus discípulos

creyeran en él (2.11; 4.48; 5.18; 6.14; 9.35-38; 11.15,40). Son las siguientes:

1. La conversión del agua en vino (2.1-11)

2. La curación del hijo de un oficial del rey (4.46-54)

3. La curación de un paralítico (5.1-18)

4. La alimentación de los cinco mil (6.1-14)

5. Jesús camina sobre las aguas (6.16-21)


6. La curación de un ciego de nacimiento (9.1-12)

7. La resurrección de Lázaro (11.1-45)

Respecto de estos actos milagrosos es importante subrayar lo que también se

percibe en primer lugar en la intención del evangelista; a saber, su propósito de

destacar el sentido profundo de esos milagros como manifestaciones de la

actividad mesiánica de Jesús. A dar realce a este enfoque contribuyen los

diálogos y discursos que en diversas ocasiones acompañan al relato de las

señales (así en 5.17-47; 6.25-70; 9.35—10.42; 11.7-16,21-27).


La segunda parte del libro muestra a Jesús en su enfrentamiento con los poderes

públicos, representados particularmente por las autoridades religiosas judías.

Encabeza la sección el lavamiento de los pies de los discípulos y la predicción de

la traición de Judas (13.1-30); viene luego un largo discurso dirigido a los

discípulos (14.1—16.33), que concluye con una oración conocida como

«sacerdotal» (17.1-26). Los capítulos 18 y 19 contienen el relato del arresto, juicio,

muerte y sepultura de Jesús; y los capítulos 20 y 21 son el testimonio que Juan

rinde de la resurrección de Jesús y de las diversas apariciones del Resucitado.

Esquema del Evangelio [las subdivisiones que aparecen en el texto se han

agrupado en unidades mayores]:

Prólogo (1.1-18)

1. Ministerio público de Jesús, el Cristo (1.19—12.50).

a. Juan el Bautista (1.19-34).

b. Jesús comienza su ministerio (1.35—3.36).

c. Revelación de Jesús como el Cristo y enfrentamiento con las autoridades

judías (4.1—6.71).

d. Revelación de Jesús como la luz y la vida para el mundo (7.1—12.50).

2. Pasión, muerte y resurrección (13.1—21.23).

a. La última cena (13.1—17.26).
 La cena. El nuevo mandamiento. Discursos de despedida (13.1—16.33).
 La oración sacerdotal (17.1-26).

b. Arresto, juicio, muerte y sepultura (18.1—19.42).

c. La resurrección (20.1—21.23).

 El sepulcro vacío (20.1-10)
 Jesús se aparece a María Magdalena (20.11-18)
 Jesús se aparece a los discípulos (20.19—21.23)
 Epílogo (21.24-25)

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