Culpa Responsabilidad Civil
Culpa Responsabilidad Civil
1. Estándares Básicos de Calidad para la Prestación del Servicio de Defensa Penal Pública
Rafael Blanco, Mauricio Decap, Héctor Hernández, Hugo Rojas (2002)
ENSAYOS JURÍDICOS
OBRAS
No 1 - 2005 La Culpa en la
C
ISSN 0718 - 2856
Derechos Reservados
Responsabilidad Civil
ESCUELA
DE
DERECHO
Ensayos Jurídicos
Publicación periódica de la Escuela de Derecho de la Universidad Alberto Hurtado
Director
Pedro Irureta
Comité Editorial
Rafael Blanco
Héctor Hernández
Ximena Moreno
Maximiliano Prado
Hugo Rojas
Dirección
Almirante Barroso 6, Santiago de Chile
www.uahurtado.cl
ISSN 0718-2856
Prohibida reproducción parcial o total sin previa autorización del Comité Editorial
Todos los derechos reservados
1000 ejemplares
Colaboraciones
Los académicos e investigadores interesados en enviar artículos, reseñas, traducciones
o notas bibliográficas para su publicación en Ensayos Jurídicos deben dirigirse a:
Comité Editorial, Ensayos Jurídicos, Almirante Barroso 6, Santiago de Chile. Los
textos impresos a doble espacio deberán ser enviados en duplicado, en lo posible con
diskette de computación incluido. Los artículos deben ser inéditos y serán sometidos
a evaluación por parte de expertos independientes. En caso de traducciones, deben
contar tanto con autorización del autor como de la editorial respectiva.
Diseño y diagramación
Revista Mensaje
Ens. Jurid. – Univ. Alberto Hurtado (N0 1, 2005)
1
Conferencia dictada en el Acto de Inauguración del Año Académico de la Escuela de Dere-
cho de la Universidad Alberto Hurtado, 2005.
2
Abogado, doctor en derecho (Universidad de Munich), profesor de la Universidad de Chile,
consejero de la Universidad Alberto Hurtado y del Centro de Estudios Públicos, miembro
del número de la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile,
abogado integrante de la Corte Suprema.
3
HOLMES Oliver W., The Common Law (traducción de la 45ª edición por Fernando Barran-
cos), Buenos Aires: Tea, 1964 (1923), 95. En el mismo sentido, ALESSANDRI Arturo, De la
Responsabilidad Extracontractual en el Derecho Civil Chileno, Santiago: Imprenta Univer-
sitaria, 1943, 109, quien, refiriéndose a la teoría clásica de la responsabilidad basada en la
culpa y siguiendo a Demogue, señala: “Según ella, como los hombres pueden actuar libre e
independientemente, cada uno debe recoger los beneficios que le proporcionen la suerte o
su actividad y soportar los daños causados por la naturaleza o el hecho ajeno. No basta que
un individuo sufra un daño en su persona o bienes para que su autor deba repararlo, es
menester que provenga de un hecho doloso o culpable; sin dolo o culpa no hay responsabi-
lidad”.
1
Barros: La Culpa en la Responsabilidad Civil
2
Ens. Jurid. – Univ. Alberto Hurtado (N0 1, 2005)
regidos por una regla especial diversa (artículos 2284, 2314 y 2329 del Código
Civil4).
En verdad, el régimen de responsabilidad por culpa es condición de eficacia
de una sociedad que se sustenta en un principio de libertad, como se comprueba
en lo asfixiante que resultaría una comunidad regida por un principio extenso de
responsabilidad estricta, donde cada daño daría lugar a la búsqueda de un res-
ponsable, porque casi siempre hay otra persona cuya acción u omisión pudo
evitar el perjuicio. Así, la competencia para obtener un lugar de trabajo o por
ganar nuevos clientes siempre supone un daño a un tercero, pues otro es despla-
zado y no ve satisfecho su interés por obtener una matrícula, una beca o un lugar
de trabajo. Sin embargo, de ello no puede seguirse razonablemente responsabi-
lidad. Los daños que nos causamos en nuestro tráfico recíproco lícito son infini-
tos. Y la convivencia sería imposible si tuviéramos que responder de cada per-
juicio que provocamos con nuestra conducta. Por eso, en ningún sistema jurídi-
co la responsabilidad estricta puede ser el régimen común y general de respon-
sabilidad.
4
En adelante, todo artículo citado pertenece al Código Civil salvo mención expresa en senti-
do contrario o que así resulte del contexto.
3
Barros: La Culpa en la Responsabilidad Civil
4
Ens. Jurid. – Univ. Alberto Hurtado (N0 1, 2005)
5
KASSER Max, Das römische Privatrecht (2 volúmenes), München: Beck, 1971, T. I, 503.
5
Barros: La Culpa en la Responsabilidad Civil
6
Para los fundamentos inmediatos del concepto objetivo de culpa en nuestra tradición jurídi-
ca, POTHIER Robert Joseph, Tratado de las Obligaciones (traducción de la edición francesa
de 1828 a cargo de M. Dupin, por M. C. Cuevas), Buenos Aires: Heliasta, 1978, 557.
7
WEINRIB Ernst, The Idea of Private Law, Cambridge (Mass.): Harvard University Press,
1995, 177.
8
ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco (traducción de Julio Pallí), Madrid: Gredos, 1993, Libro V 4
(1132 a).
6
Ens. Jurid. – Univ. Alberto Hurtado (N0 1, 2005)
que atienda a aspectos subjetivos de cada cual. Sólo de este modo, el derecho pone
a las dos partes en una posición en que sus intereses son recíprocamente conside-
rados como iguales, como exigen las consideraciones de justicia correctiva.
Además, el derecho civil no está en condiciones de penetrar en la subjetivi-
dad de la acción humana. Por eso, aunque razones profundas de justicia así lo
exigieren, “el derecho no toma en cuenta la infinita variedad de temperamentos,
intelectos y educación, que hacen que la característica interna (subjetiva) de un
acto pueda ser tan diferente”, porque “cuando los hombres viven en sociedad, el
bienestar general exige un cierto promedio de conducta y el sacrificio de las
peculiaridades individuales que vayan más allá de un cierto punto”9. En defini-
tiva, es conveniente tener en cuenta que no sólo razones de justicia correctiva,
sino también de seguridad jurídica y de eficacia, hablan a favor de un concepto
objetivo de la negligencia.
9
HOLMES, op. cit. [nota 3],106.
10
ALESSANDRI, op. cit. [nota 3], 172; ABELIUK René, Las Obligaciones (2 volúmenes), Santia-
go: Editorial Jurídica de Chile, 1993, 3ª edición, 179; RODRÍGUEZ Pablo, Responsabilidad
Extracontractual, Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 1999, 180.
7
Barros: La Culpa en la Responsabilidad Civil
cuando la ley habla de culpa o descuido sin otra calificación (artículo 44 III). El
patrón de conducta invoca una persona diligente, caracterizada por emplear un
cuidado ordinario o mediano, porque, como se ha visto, la responsabilidad por
culpa siempre tiene su fundamento en el desprecio de las legítimas expectativas
normativas de los demás, quienes tienen derecho a esperar que nos conduzca-
mos como lo haría ‘un buen padre (o madre) de familia’.
11. El estándar de cuidado (esto es, el nivel de cuidado exigible) puede ser
apreciado sobre la base de dos paradigmas, que, en definitiva, resultan comple-
mentarios: se puede tener como modelo un tipo de persona socialmente deter-
minable (‘la persona razonable’, ‘el buen padre de familia’ o la ‘persona dili-
gente’ como expresivos de lo que en el lenguaje corriente se tiene por tales), o
bien, se puede atender a la conducta que racionalmente resulta exigible11. En
uno y otro caso, sin embargo, el estándar lleva a comparar la conducta efectiva
con el actuar que puede exigirse de quien es respetuoso de los demás, aunque no
se le pueda exigir una especial dedicación. Ese es, en definitiva, el estándar de la
culpa leve, que el artículo 44 III establece como criterio general y supletorio de
responsabilidad12.
11
El modelo del sujeto razonable y diligente es común a la tradición romana y del common
law; el del cuidado socialmente exigible fue introducido por el código alemán, luego de una
extensa discusión doctrinaria.
12
En sentido contrario, sosteniendo que en materia extracontractual se responde de culpa
levísima, ALESSANDRI, op. cit. [nota 3], 48 y 46; CORRAL Hernán, Lecciones de Responsabili-
dad Extracontractual, Santiago: Editorial Jurídica de Chile, 2003, 213. Ambos aceptan, sin
embargo, que el estándar aplicable es el del hombre prudente y diligente (ALESSANDRI, op.
cit., 172; CORRAL, op. cit. 212).
8
Ens. Jurid. – Univ. Alberto Hurtado (N0 1, 2005)
13
En un caso ocurrido en el Hospital del Servicio de Salud de Puerto Natales, la Corte Suprema
estimó que no constituía negligencia culpable la intervención como anestesista de un médico
que no contaba con la debida preparación para ello, ya que “el curso de tres años de duración
que otorga el título de postgrado de anestesiólogo no significa que un médico general, con una
preparación básica, no pueda administrar la anestesia, tanto por la carencia de especialistas en
la materia, cuanto porque la experiencia indica que ante la necesidad de la práctica de la disci-
plina médica, se ha debido preparar incluso a alumnos regulares de la carrera de medicina con
el objeto señalado, necesidad que resulta evidente en lugares apartados como Puerto Natales”,
Corte Suprema, 2.7.1998, Revista de Derecho y Jurisprudencia y Gaceta de los Tribunales, T.
XCV (1998), sec. 4ª, 95 (99), también publicado en Fallos del Mes Nº 476 (1998), 1141
(1150). En otro caso de negligencia médica ocurrido en un hospital de Santiago, donde se
demandó al Servicio de Salud Metropolitano Central, la Corte Suprema estimó que “la ausen-
cia de cuidado ordinario por parte del Servicio se refleja también palmariamente en el hecho
indubitado de encomendar a un estudiante de quinto año de medicina la atención exclusiva de
procesos anestésicos múltiples”, Corte Suprema, 4.10.1984, Revista de Derecho y Jurispru-
dencia y Gaceta de los Tribunales, T. LXXXI (1984), sec. 4ª, 206 (212). En estos fallos se hace
evidente la relevancia del contexto circunstancial en la determinación de la diligencia debida.
14
El análisis en concreto de la culpa es un antiguo axioma en el common law; y no lo es en razón
de una tradición jurídica diferente al derecho codificado, porque en uno y otro sistema la
negligencia puede ser formulada en términos igualmente generales. Así, por ejemplo, en Ale-
mania se acostumbra introducir en los comentarios una larga lista de situaciones de hecho en
que la jurisprudencia ha establecido deberes concretos de cuidado, referidos a las más diversas
situaciones, actividades y profesiones; así, el más conocido comentario breve al BGB analiza
los deberes en materias de emisión y depósito de residuos, arquitectos, médicos, medicamen-
tos, piscinas y playas, construcciones, alpinismo, actos de funcionarios, demostraciones públi-
cas, ferrocarriles, patinaje en hielo, paracaidismo, aceras peatonales, estaciones de servicio,
hoteles y restaurantes, inmuebles, derrames de agua, importadores, caza, espacios de recrea-
ción, vehículos motorizados, hospitales, profesores, máquinas, estanques de sustancias infla-
mables y corrosivas, correo, ciclistas, organizadores de viajes, expertos, ski, estadios e instala-
ciones deportivas, explosivos, calles, acueductos, locomoción colectiva, medio ambiente
(PALANDT Otto, Kurzkommentar Bürgerliches Gesetzbuch, München: Beck, 2003, 62ª edición,
276, 58). A ello se agregan los deberes que se derivan de legislaciones especiales de contenido
protector (como, por ejemplo, valores, sociedades anónimas, biología genética, libre compe-
tencia, competencia desleal) y los ilícitos referidos a derechos de la personalidad.
9
Barros: La Culpa en la Responsabilidad Civil
13. Sin perjuicio de la generalidad del estándar de conducta, en todos los siste-
mas jurídicos se plantea la pregunta por la relevancia de ciertas características
personales típicas, como la edad, las capacidades físicas o el nivel profesional del
demandado. Aunque los aspectos subjetivos de la responsabilidad no sean en teo-
ría relevantes, por el camino de definir los estándares de cuidado a partir de carac-
terísticas personales típicas (esto es, compartidas por otros que se encuentran en la
misma situación), se tiende a dar relevancia, en la práctica, a las circunstancias
personales del autor del daño. Por eso, la tipificación judicial de deberes de cuida-
do atendiendo a características del agente tiende a subjetivar la responsabilidad
por culpa. El estándar de la ‘persona’ diligente pasa a descomponerse en el joven,
el sordo o el principiante diligentes. Mientras más específica sea la referencia a un
tipo de calidad personal, más se aleja la responsabilidad del estándar general de
debido cuidado. La consecuencia es que los tipos personales menos calificados
quedan sujetos a estándares de conducta inferiores que los corrientes.
14. La pregunta crítica se refiere a quién debe correr con los riesgos de las
propias debilidades. El derecho civil establece reglas de justicia que se basan en
la igualdad y no en el mérito, con la consecuencia de que las debilidades e
ineptitudes deben ser soportadas, por lo general, por quien las lleva. Ello condu-
ce a que los ordenamientos civiles más refinados tiendan a evitar severamente
que la responsabilidad se subjetivice subrepticiamente por la vía de hacer rele-
vantes características personales típicas del autor del daño. En definitiva, la ten-
dencia a la objetivación de la culpa propende a neutralizar las diferencias entre
la responsabilidad por negligencia y la responsabilidad estricta, en tanto ambas
desatienden las calidades personales del demandado15.
En particular, puede entenderse que quien tiene una debilidad física debe ha-
cerse cargo de su condición bajo una regla de debido cuidado. El derecho, por lo
general, no es un obstáculo para que quien tiene un impedimento desarrolle activi-
dades que generen algún riesgo, a condición de que asuma su condición con el
cuidado debido. Así, si quien maneja un automóvil tiene un grave riesgo cardíaco
15
EPSTEIN Richard, Torts, New York: Aspen, 1999, 112.
10
Ens. Jurid. – Univ. Alberto Hurtado (N0 1, 2005)
o está en una condición física que le impide reaccionar con la prontitud requerida,
y por esa razón provoca un accidente, puede ser responsable, aunque el hecho
haya ocurrido en condiciones que circunstancialmente no estaban bajo su domi-
nio; y si alguien sufre de inmovilidad parcial de su cuerpo, es imprudente que
emprenda actividades donde ese defecto es susceptible de aumentar más allá de lo
razonable el riesgo de provocar daños a terceros16. En estos casos está implícita la
culpa de haber asumido una actividad para la que se carece de las destrezas o
condiciones necesarias17. La confianza y la seguridad en el tráfico social, que jus-
tifican un concepto objetivo de negligencia, llevan a que este tipo de consideracio-
nes subjetivas resulten irrelevantes en sede de responsabilidad civil.
15. Por el contrario, para la fijación del nivel de cuidado suele ser relevante que
el autor del daño actúe como un experto. Esta condición es especialmente importan-
te para determinar el nivel de cuidado debido en sede contractual, pero también
puede serlo respecto de riesgos extracontractuales. Si alguien desarrolla una activi-
dad particularmente exigente en cuanto a los requerimientos profesionales o a un
cierto conocimiento específico, la confianza comprometida respecto de terceros es
correlativamente elevada. Es el caso de los auditores, que informan al público sobre
los estados de situación de una empresa, o de los abogados, que dan una opinión
legal en una colocación de acciones en el público; o de un guía conocedor de la
geografía en una excursión peligrosa. El estándar es el exigible a quien emprende
tareas delicadas y el cuidado debido resulta ser comparativamente superior al apli-
cable a quien carece de esas calificaciones. El juego en la apreciación de la culpa en
abstracto (según el modelo del hombre razonable) y en concreto (según las circuns-
tancias en que se actúa) se muestra con nitidez en esos casos en que la actividad sólo
puede ser desarrollada por quien tenga particulares capacidades18.
16
Ejemplar en este sentido parece la regla de la recopilación doctrinaria norteamericana sobre
responsabilidad civil: “Si el actor está enfermo o físicamente inhabilitado por cualquiera otra
causa, el estándar de conducta al cual debe conformarse para evitar ser calificado de negligen-
te es el de una persona razonable que sufre de esa inhabilidad”, Second Restatement of the Law
of Torts, St. Paul (Minn.): American Law Institute (edición continua desde 1965), § 283 C.
17
MEDICUS Dieter, Schuldrecht I. Allgemeiner Teil, München: Beck, 13ª edición, 2002, 152.
18
VINEY Geneviève y JOURDAIN Patrice, Les effets de la responsabilité. Traité de droit civil,
sous la direction de Jacques GHESTIN, Paris: LGDJ, 2ª edición, 2001, 359.
11
Barros: La Culpa en la Responsabilidad Civil
16. De lo expresado se sigue que en materia civil la culpa expresa los deberes
de cuidado que, a su vez, marcan el umbral entre el actuar lícito y el ilícito19. De
ahí que resulte esencial discernir los caminos que el derecho puede seguir para
la definición de estos deberes de cuidado. En la parte que sigue de esta exposi-
ción me referiré sucesivamente a la ley, a los usos normativos y a la propia
decisión judicial.
17. Los deberes de cuidado pueden ser establecidos por el legislador u otra
autoridad con potestad normativa (en la forma de ley, reglamento, ordenanzas,
resoluciones, u otras regulaciones semejantes). Es práctica común que por vía
legislativa o administrativa sean reguladas actividades que presentan riesgos.
Es lo que ocurre, por ejemplo, en materias de tránsito vehicular, de daños al
medio ambiente o de mercado de valores.
En principio, basta que el accidente se produzca a consecuencia de la infrac-
ción de alguna de estas reglas para que el acto sea considerado ilícito. En otros
términos, si se ha incurrido en infracción a una norma legal o reglamentaria, el
acto es tenido por culpable sin que sea necesario entrar en otras calificaciones.
Este efecto es particularmente fuerte tratándose de ilícitos penales, en virtud de
la regla del Código de Procedimiento Civil que señala que “en los juicios civiles
podrán hacerse valer las sentencias dictadas en un proceso criminal siempre que
condenen al procesado” (artículo 178).
Pero, más allá de los ilícitos penales, puede entenderse como doctrina acep-
tada que la declaración de ilegalidad de lo actuado lleva implícita la calificación
19
En este sentido, la Corte Suprema ha señalado que la culpa “tiene un carácter normativo que
la entrelaza con la antijuridicidad, ya que se incurre en ella precisamente porque se infringen
deberes de cuidado impuestos por la norma, o sea, por el orden jurídico que los implanta”,
Corte Suprema, 12.8.1981, Revista de Derecho y Jurisprudencia y Gaceta de los Tribuna-
les, T. LXXVIII (1981), sec. 4ª, 120 (125). En el mismo sentido, se ha sostenido que “la
responsabilidad por culpa supone una infracción a un deber de cuidado, de modo que la
calificación reparatoria tiene por condición que el responsable haya incurrido en un hecho
ilícito y de modo que por contravenir dicho deber de cuidado, el autor del hecho debe repa-
rar los daños resultantes“, Corte Suprema, 26.1.2004, Gaceta Jurídica Nº 283 (2004), 121
(136).
12
Ens. Jurid. – Univ. Alberto Hurtado (N0 1, 2005)
civil de esa conducta como culpable, porque, en materia civil, lo ilegal siempre
lleva el sello de la culpa20.
20
Corte de Temuco, 11.3.1991, Revista de Derecho y Jurisprudencia y Gaceta de los Tribuna-
les, T. LXXXVIII (1991), sec. 2ª, 28. Se ha fallado, citando explícitamente a M. Planiol y G.
Ripert, que “para prevenir los daños, la ley y los reglamentos prescriben o prohíben determi-
nados actos. Dado que se reputa que esos cuerpos legales son conocidos por todos, su inob-
servancia constituye culpa”, Corte de Santiago, 17.4.2002, Gaceta Jurídica Nº 262 (2002),
81 (87).
21
Se ha fallado, en el caso de un automóvil que estaba en precarias condiciones, que “la simple
observancia de las disposiciones reglamentarias del tránsito [conducir a una velocidad no
excesiva] puede servir, en general, para excusar la responsabilidad del conductor de un
vehículo…siempre que los hechos se desarrollen en circunstancias normales y cuando se
trate de vehículos debidamente acondicionados para circular sin riesgos excepcionales”,
Corte Suprema, 23.8.1951, Revista de Derecho y Jurisprudencia y Gaceta de los Tribuna-
les, T. XLVIII (1951), sec. 4ª, 186 (197).
22
EPSTEIN, op. cit. [nota 15], 155.
13
Barros: La Culpa en la Responsabilidad Civil
con la idea de que la conducta de una persona prudente está regida por el correcto
discernimiento de los riesgos, y no sólo por la letra de la ley.
19. Luego de las regulaciones legales, un segundo criterio para definir los
deberes de cuidado está dado por las costumbres o usos normativos. Surge en-
tonces la pregunta por la relevancia que el juez debe dar a aquello que se tiene
espontáneamente por debido en la sociedad o en ciertos ámbitos profesionales o
de actividad.
En principio, las meras prácticas o usos de determinada actividad no son
vinculantes a la hora de determinar el deber de cuidado, pues del hecho que una
conducta sea usual no se sigue que también sea correcta. Que una actividad se
haya realizado siempre de cierta manera no expresa per se que sea diligente
(como puede ocurrir, por ejemplo, con las malas prácticas profesionales).
Cuestión distinta ocurre con los usos normativos, esto es, aquellas reglas reco-
nocidas espontáneamente como expresión de un buen comportamiento y que ex-
presan aquello que usualmente se tiene por debido. En principio, estos usos nor-
mativos pueden ser concebidos como reglas de cuidado condensadas por la expe-
riencia23. A veces, estas reglas están formuladas en códigos de ética o de conducta,
como los que rigen la actividad publicitaria o la de algunos colegios profesionales.
Por lo general, sin embargo, se expresan simplemente en una lex artis que señala
la forma en que se debe actuar en diversos tipos de situaciones.
20. La contravención de este tipo de reglas puede ser calificada prima facie
de culpable, en cuanto importa infracción a un deber de cuidado generalmente
23
Así, la Corte de Santiago estableció que era culpable la conducta de una clínica por el trata-
miento otorgado a un recién nacido, ya que éste no respondía a “los cuidados que éste reque-
ría, en los términos que según la literatura médica le eran exigibles”; el establecimiento de la
culpa se fundó en las reglas contenidas en una ‘Guía Médica’ y en literatura especializada en
la materia, Corte de Santiago, 10.7.2002, Revista de Derecho y Jurisprudencia y Gaceta de
los Tribunales, T. XCIX (2002), sec. 2ª, 83, (90).
14
Ens. Jurid. – Univ. Alberto Hurtado (N0 1, 2005)
24
FLEMING John, An Introduction to the Law of Torts, Oxford: Clarendon Press, 2ª edición,
1985, 30.
15
Barros: La Culpa en la Responsabilidad Civil
25
WEINRIB, op. cit. [nota 7], 145.
26
DEUTSCH Edwin, «Die Fahrlässigkeit im neuen Schuldrecht», en Archiv für civilistische Praxis,
2002, 899, 900.
27
POSNER Richard, «Wealth Maximization and Tort Law: A Philosophical Inquiry», en OWEN
David (editor), The Philosophical Foundations of Tort Law, Oxford: Clarendon Press, 1995,
99, 108.
16
Ens. Jurid. – Univ. Alberto Hurtado (N0 1, 2005)
Pero ella no es excluyente, sino más bien dependiente de otras valoraciones, porque
la determinación de la diligencia supone ponderar normativamente los intereses en
juego, atendiendo a su fundamentalidad y al modo que condicionan la concreción
de otros intereses. Por otra parte, de la circunstancia de que se empleen criterios
económicos en la determinación del cuidado debido no se sigue que la responsabili-
dad civil en su conjunto sea considerada a la luz de principios prácticos de bienestar
general, como pretenden los enfoques más radicales de derecho y economía.
28
No es común encontrar casos en que se acuda exclusivamente a la intensidad del daño como
criterio para determinar la culpa. Por lo general, ésta actúa implícitamente, en conjunto con
otros criterios, como la probabilidad de su ocurrencia, y normalmente no es posible distinguir
la relevancia que los jueces asignan a uno u otro, atendida la falta de consideraciones explícitas
en los fallos. Una aplicación explícita de la intensidad del daño como criterio para determinar
los deberes de cuidado puede verse en un caso de negligencia médica en que se falló que “los
deberes de acción relativos al cuidado de la salud y vida de las personas que incumben a los
profesionales de curar, tienen, en principio, el carácter de deberes de singular jerarquía en
razón del bien jurídico que protegen”, Corte de Copiapó, 28.6.2002, Gaceta Jurídica Nº 268
(2002), 133 (140). De manera autónoma el criterio es también especialmente utilizado para
determinar el cumplimiento de la obligación de seguridad del empleador en materia de acci-
dentes del trabajo, donde se ha fallado que “el empleador es un deudor de seguridad a sus
trabajadores. La obligación de otorgar seguridad en el trabajo, bajo todos sus respectos, es una
de las manifestaciones concretas del deber general de protección del empleador; su cabal cum-
plimiento es de una trascendencia superior a la de una simple obligación de una de las partes en
un negocio jurídico, pues ella mira a la prevención de los riesgos profesionales, lo que importa
a sus trabajadores, a sus familias y a la sociedad toda, tanto para proteger la vida y salud de los
trabajadores, como por razones éticas y sociales”, Corte Suprema, 27.5.1999, Revista de Dere-
cho y Jurisprudencia y Gaceta de los Tribunales, T. XCVI (1999), sec. 3ª, 89 (91), publicada
también en Fallos del Mes Nº 486 (1999), 851 (854).
17
Barros: La Culpa en la Responsabilidad Civil
29
FLEMING John, The Law of Torts, Sydney: Law Book Company, 8ª edición, 1992, 115.
18
Ens. Jurid. – Univ. Alberto Hurtado (N0 1, 2005)
30
En otros términos, el valor de la libertad de informar es de tal modo significativo en un
estado constitucional, que su ejercicio en materias de interés público sólo impone responsa-
bilidad en casos de negligencia inexcusable. La libertad de expresión se sostiene en una
valoración de la importancia de la palabra en una sociedad que pretende hacer valer otras
libertades, de modo que aun considerando los riesgos que ella envuelve, una expresión sólo
genera responsabilidad civil bajo condiciones especialmente rigurosas.
31
La idea de reciprocidad del riesgo como criterio del cuidado debido fue desarrollada por
FLETCHER George, «Fairness and Utility in Tort Theory», en 85 Harvard Law Review, 1972,
537 (542).
19
Barros: La Culpa en la Responsabilidad Civil
27. Finalmente, la economía nos pone sobre aviso de los costos que debemos
asumir para obtener ciertos resultados. Por más que se tengan reservas respecto
del análisis puramente económico de la culpa, la carga de eliminar o disminuir
el riesgo de accidentes es relevante a la luz del estándar de la persona diligente
y razonable. Por cierto que los accidentes del tránsito se podrían disminuir
sustancialmente si se eliminaran los cruces de calles al mismo nivel, si todas las
carreteras tuvieran doble pista, si las curvas pronunciadas se evitaran con túne-
les y así sucesivamente. Y también pueden eliminarse muchos daños personales
si todos los automóviles estuviesen provistos de airbag y de frenos con disposi-
tivo ABS. En uno y otro caso, sin embargo, exigir esas precauciones puede re-
sultar exorbitante. Su costo impediría que se completara la red de carreteras y
haría imposible a muchas personas acceder al automóvil. Lo mismo vale en las
más diversas actividades: así, por ejemplo, los costos establecen un límite a los
deberes médicos de cuidado, especialmente en lo referente a equipamiento; un
medio ambiente más amigable tiene un umbral de costos sobre la actividad eco-
nómica que sólo progresivamente se pueden asumir, y así sucesivamente.
32
FLEMING, op.cit. [nota 24], 53.
20
Ens. Jurid. – Univ. Alberto Hurtado (N0 1, 2005)
magnitud del riesgo, el juez norteamericano Learned Hand llegó a elaborar una
fórmula para determinar la culpa, según la cual una persona actúa en forma
negligente, si el costo de evitar un accidente es menor que el daño susceptible de
ser producido por la actividad de que se trata multiplicado por su probabilidad,
esto es, por su índice de la peligrosidad33.
En el fondo, esta fórmula define la culpa como un umbral de eficiencia deter-
minado por la comparación del costo de prevención de accidentes con el costo
que irrogan los daños que de ellos se siguen. El costo de los accidentes es fun-
ción del riesgo, medido sobre la base de la intensidad del daño previsible y la
probabilidad de que éste ocurra. Así, si con cada unidad adicional de gasto en
prevención se ahorran costos de accidentes superiores a ese valor, es exigible
que se incurra en ese costo. Habrá, sin embargo, un punto en que la unidad
marginal de gasto preventivo tendrá por efecto una disminución de los daños
inferior a ese gasto. En este umbral, la inversión en prevención deja de ser efi-
ciente y no resultaría exigible respecto de quien desarrolla la actividad.
33
La fórmula proviene del caso United States v. Carroll Towing Co., 159 F.2d 169 (2d Cir.
1947), y aparece citada por POSNER Richard, El Análisis Económico del Derecho (traducción
de Eduardo L. Suárez), México: Fondo de Cultura Económica, 1998 (1992), 156.
34
Idem, 157.
35
COOTER Robert y ULEN Thomas, Derecho y Economía, México: Fondo de Cultura Económi-
ca, 1998 (1997, 2ª edición en inglés), 400.
21
Barros: La Culpa en la Responsabilidad Civil
30. Los límites del análisis económico surgen, con todo, ya en el terreno
conceptual: hay buenas razones para asumir que el enfoque metódico del dere-
cho civil tiene sus raíces en una idea de justicia correctiva o conmutativa, que
atiende a lo que corresponde a cada cual en una relación entre partes. Por eso, no
es menor el cambio de transformar institutos como la responsabilidad civil a la
luz de una racionalidad que atiende a fines sociales generales y a los medios
apropiados para obtenerlos. En la dimensión de la justicia, concebir la responsa-
bilidad como una técnica social significa desatender el principio normativo que
prescribe que el juicio de responsabilidad se agote en la relación entre el tercero
que es demandado y la víctima que pretende ser indemnizada: “el núcleo estruc-
tural del derecho de la responsabilidad civil está representado por el juicio caso
a caso en que la víctima específica persigue la reparación de ciertos perjuicios
de parte de aquél que ella estima responsable”36.
Por lo mismo, no parece justo un discernimiento de la diligencia debida que
iguale aritméticamente los costos de prevención a los costos que la actividad
irroga a las víctimas de los accidentes, en particular en situaciones en que no
existe reciprocidad en los riesgos. En verdad, desde el punto de vista de la justi-
cia correctiva, puede argumentarse que la existencia de un riesgo muy sustan-
cial es razón suficiente para estimar negligente la conducta, cualesquiera sean
los costos para reducir el riesgo, lo que explica, por lo demás, que las activida-
des en extremo riesgosas estén sujetas a regímenes de responsabilidad estricta o
a presunciones de culpa muy difíciles de contrarrestar37.
A ello se suma la dificultad de comparar costos propiamente económicos
con valores no patrimoniales, como la vida, la privacidad o la libertad38. Final-
36
COLEMAN Jules, The Practice of Principle. In Defense of a Pragmatist Approach to Legal
Theory, Oxford: Oxford University Press, 2001, 16.
37
COLEMAN Jules, Risks and Wrongs, Cambridge: Cambridge University Press, 1992, 368.
38
FLEMING, op. cit. [nota 29], 119.
22
Ens. Jurid. – Univ. Alberto Hurtado (N0 1, 2005)
31. Por pertinentes que sean estas consideraciones críticas, conviene recono-
cer al enfoque económico la ventaja de apuntar al centro de la responsabilidad
por negligencia, en la medida que alerta sobre algo que sabemos con naturalidad
en la vida corriente, como es “que para obtener una cosa debemos renunciar a
otra, y nos enseña a comparar lo que obtenemos con lo que perdemos y a discer-
nir qué estamos haciendo cuando decidimos”40. Esta forma de pensar nada tiene
de heroica, pero no es en absoluto ajena a la prudencia de la persona diligente.
Sólo que esta última parece ser más sensible al contexto de la acción que a
modelos puramente cuantitativos.
39
KÖTZ Hein, Deliktsrecht, Hamburg: A. Metzner, 5ª edición, 1991, 50.
40
HOLMES Oliver W., «The Path of the Law», en 10 Harvard Law Review, 1897, 457, 474.
23
Barros: La Culpa en la Responsabilidad Civil
24