ALUMNO: JUAN FACUNDO BRAILE
CARRERA: PROFESORADO EN HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES
CURSO: SEGUNDO AÑO
MATERIA: FORMACION RELIGIOSA
PROFESORA: NOELIA MAMBRÍN
Trabajo Practico N°3
Introducción a la temática de la materia.
Lea el siguiente fragmento de la Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” y luego responda:
1- ¿Qué grado de conocimiento tenía usted acerca de este documento? ¿Cuál es su apreciación
personal del documento luego de la lectura del fragmento?
2- ¿En qué consiste la Misión de la Iglesia? Caracterice esa Misión.
3- ¿Cómo se relaciona la Evangelización con la diversidad cultural y la piedad popular?
4- ¿Cómo debería ser la tarea de la Teología en el ámbito de la educación? ¿Qué puntos en
común encuentra entre su tarea de futuro docente católico y la temática abordada en este
fragmento?
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1- Para contestar esta pregunta primeramente debo decir que conocía este documento llamado
en español “La alegría del Evangelio”. Me parece sumamente interesante la opción preferencial
por los pobres como principio de la teología de la liberación.
Mi apreciación personal con el documento puedo dividirla en dos, pero no sin antes realizar una
afirmación. Esta radica en que “La alegría del Evangelio” llena el corazón y la vida entera de los
que se encuentran con Jesús. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.
La división de mi apreciación personal parte de esta afirmación, dado que, como miembros de la
iglesia, tenemos por un lado una misión evangelizadora, pero para poder realizarla debemos
reencontrarnos y abrir nuestro corazón a Jesús. Dado que no “puede haber una autentica
evangelización sin la proclamación explicitica de que Jesús es el Señor”.
Encontrar a Jesús en nuestro corazón es muy importante dado que el gran riesgo del mundo
actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota
del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia
aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los
demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de
su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo,
cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida.
Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es
la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.
2- Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de amor del Padre. Esto
implica ser el fermento de Dios en medio de la humanidad. Quiere decir anunciar y llevar la
salvación de Dios en este mundo nuestro, que a menudo se pierde, necesitado de tener
respuestas que alienten, que den esperanza, que den nuevo vigor en el camino. La Iglesia tiene
que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado,
perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio.
La principal misión de la Iglesia es evangelizar. Supone en la Iglesia la parresia de salir de sí misma.
La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino
también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las
de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria.
Cuando la Iglesia no sale de sí misma para evangelizar deviene autorreferencial y entonces se
enferma. Los males que, a lo largo del tiempo, se dan en las instituciones eclesiales tienen raíz de
autorreferencialidad, una suerte de narcisismo teológico. En el Apocalipsis Jesús dice que está a la
puerta y llama. Evidentemente el texto se refiere a que golpea desde fuera la puerta para entrar.
Pero pienso en las veces en que Jesús golpea desde dentro para que le dejemos salir. La Iglesia
autorreferencial pretende a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir.
La Iglesia, cuando es autorreferencial, sin darse cuenta, cree que tiene luz propia; y da lugar a ese
mal tan grave que es la mundanidad espiritual.
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Simplificando; hay dos imágenes de Iglesia: la Iglesia evangelizadora que sale de sí, o la Iglesia
mundana que vive en sí, de sí, para sí.
Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma de predicación
que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que
cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos. Es la predicación informal que
se puede realizar en medio de una conversación y también es la que realiza un misionero cuando
visita un hogar. Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús
y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un
camino, etc.
3- Para responder correctamente esta pregunta, creo necesario ahondar en el concepto de
inculturación en términos de la Iglesia Católica. La misma significa la armonización del cristianismo
con las culturas de los pueblos como sujetos colectivos y activos.
El papa Juan Pablo II ha definido la inculturación en distintos momentos, pero según la Carta
Encíclica "Slavorum apostoli" (1985), la define como la “Encarnación del Evangelio en las culturas
autóctonas, y a la vez, la introducción de estas en la vida de la Iglesia”.
Esto es así porque cada pueblo es el creador de su cultura y el protagonista de su historia. La
cultura es algo dinámico, que un pueblo recrea permanentemente, y cada generación le transmite
a la siguiente un sistema de actitudes ante las distintas situaciones existenciales, que ésta debe
reformular frente a sus propios desafíos. El ser humano “es al mismo tiempo hijo y padre de la
cultura a la que pertenece”.
Cuando en un pueblo se ha inculturado el Evangelio, en su proceso de transmisión cultural
también transmite la fe de maneras siempre nuevas; de aquí la importancia de la evangelización
entendida como inculturación. Podríamos decir que el pueblo siempre se evangeliza a sí mismo.
En la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se
sigue transmitiendo. Se refiere a las más variadas prácticas y expresiones católicas de culto
privado (personal o comunitario) prestado a Dios, a los Santos, a las cosas santas y a la Virgen
María. Este tipo de culto se fue desarrollando a lo largo de los tiempos, al margen de la Iglesia
oficial, por eso está muchas veces asociado al llamado catolicismo popular. Más concretamente, la
piedad popular es el resultado de la fe y "de la cultura de un pueblo o grupo social".
Pablo VI nos dice que la cultura popular “refleja una sed de Dios que solo los pobres y sencillos
pueden conocer.
Para entender esta realidad hace falta acercarse a ella con la mirada del Buen Pastor, que no busca
juzgar sino amar. Sólo desde la connaturalidad afectiva que da el amor podemos apreciar la vida
teologal presente en la piedad de los pueblos cristianos, especialmente en sus pobres.
En la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza activamente
evangelizadora que no podemos menospreciar: sería desconocer la obra del Espíritu Santo. Más
bien estamos llamados a alentarla y fortalecerla para profundizar el proceso de inculturación que
es una realidad nunca acabada. Las expresiones de la piedad popular tienen mucho que
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enseñarnos y, para quien sabe leerlas, son un lugar teológico al que debemos prestar atención,
particularmente a la hora de pensar la nueva evangelización.
Gran ejemplo de esta relación entre diversidad cultural y piedad popular, se dio en África con Juan
Pablo II y Benedicto XVI nuestro Pontífice Emérito lo la recalca en uno de sus viajes a América
Latina como característica de nuestro territorio.
Quiero hacer una aclaración porque pareciera a simple vista que esta relación solo podría
desarrollarse en países de tercer mundo o subdesarrollados.
Remitiéndome a nuestra América Latina sin duda a la Iglesia le está costando y mucho poder
adaptarse a la piedad popular, pero sin ningún tipo de duda y más allá de la fuerte presencia
cultural autóctona, por ejemplo, en el caso de México, sigue siendo una población en su gran
mayoría creyente que participativa de la vida religiosa en comunidad.
Creo que deberíamos también por el ojo en la sociedad occidental europea y voy a evocar un
recuerdo de “El encuentro internacional de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud que tuvo lugar
en la ciudad de Madrid en 2011” donde tuve la suerte de participar y Benedicto XVI muy
lucidamente aclaró que, en la cultura actual, sobre todo en Europa, se tiende a excluir a Dios, o a
considerar la fe como un hecho privado, sin ninguna relevancia en la vida social y cultural. Aunque
el conjunto de los valores, que son el fundamento de la sociedad, provenga del Evangelio “como el
sentido de la dignidad de la persona, de la solidaridad, del trabajo y de la familia”, se constata una
especie de “eclipse de Dios”, una cierta amnesia, más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y
una negación del tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente
nos caracteriza. Por este motivo, nos invitaba a intensificar vuestro camino de fe en Dios, Padre de
nuestro Señor Jesucristo, y considerarnos el futuro de la sociedad y de la Iglesia.
4- Realmente la Teología de la Educación me parece algo sumamente complejo.
El acto educativo como aprendizaje supone un proceso continuo, una superación de los conflictos,
un proceso humanizador; dicho en otras palabras, la verdadera educación debe tener como fin
orientar al hombre para descubrir el sentido de su vida y el sentido para vivir y morir. En esta
búsqueda de sentido de su ser existencial que se proyecta a dar plenitud a su vida, la persona no
camina sola, pues la educación es un acto comunitario; es un acto humano, pero también un acto
divino.
La acción del docente de teología debería encaminarse hacia la comprensión de la revelación de
Dios, que implica hacer una lectura teológica de la realidad. Su campo de acción no se encuentra
dentro del trabajo con la infancia, ciclo básica primaria y básica secundaria y media, sino en niveles
de reflexión pastoral, sea de manera formal (universidades y centros de formación) o informal (el
culto, la educación en la fe como la catequesis).
En cambio, la acción del profesor de la educación religiosa escolar está orientada a “potenciar y
desarrollar la dimensión religiosa en la formación de la persona”. Y su contexto de acción sí es la
infancia, ciclos básica primaria y básica secundaria y media sin dejar de “brindar un aprendizaje
orgánico y sistemático sobre el fenómeno religioso como experiencia humana, social y cultural”.
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Con lo anteriormente expuesto creo que he respondido la pregunta, y lo hice de esta forma,
debido a que muchas veces (también me tocó como alumno) la formación religiosa escolar
pareciera que se extiende demasiado, y los alumnos principalmente en los colegios católicos
donde han tenido formación desde el jardín de infantes se sienten completamente aburridos y
saturados.
Para responder la segunda pregunta, creo que hay que hacer una reflexión sobre el saber
pedagógico y tratar de que este busque en su acto educativo el camino de la liberación integral, en
pretexto para construir una nueva civilización solidaria consigo misma y con su entorno. Toda
acción educativa del docente, en la medida en que es liberadora y transformadora de la realidad
personal y social a mi modo de ver se convierte en acto salvífico.
Para poder realizar un acto educativo que tiene a llevar al camino de la liberación tenemos como
principal deber conocer profundamente la realidad política, social, económica, cultural y educativa
de la comunidad con la cual nos toque trabajar.