Julio Castellanos Cambranes
Quizás si los autores de los ensayos recogidos en el libro que nos ocupa
tuvieran más atentos a las proposiciones que se hacen desde ámbitos
démicos distintos al SUYO, verían que hay muchos problemas más de los
e eIlos plantean y nuevas vías de explicación abiertas: problemas y vías
e en modo alguno aparecen tratados en los ensayos que nos presentan y
a crítica y revisión es necesaria si queremos avanzar en la comprensión
de-la realidad histórica y cultural de los hombres que viven en el sureste de
soamérica.
- Efías Zarnora
Universidad de Sevilla
Sobre el desarrollo de la sociedad y
las relaciones interétnicas en Guatemala
En 1983 fueron publicados en los EE.UU. interesantes ensayos sobre la
sociedad y las relaciones interétnicas en Mesoamérica, escritos por desta-
cados historiadores, antropólogos sociales y etnohistoriadores norteameri-
canos participantes en la conferencia multidisciplinaria que, con el tema de
"Sociedades indígenas en el sur de Mesoamérica: orígenes coloniales y cre-
cimiento post-colonial", tuvo lugar en Dedham, Massachusetts, en octubre
de 1980.
Indudablemente, es de gran importancia que tanto historiadores como
antropólogos sociales, etnohistoriadores y representantes de otras disci-
plinas científicas añnes estén dispuestos a comparar los resultados de sus
investigaciones y a trabajar cada vez más de manera interdisciplinaria. Es
un hecho que el trabajo colectivo de investigación histórica se encuentra
aún en su primera etapa de desarrollo y por ello es muy meritorio el que,
como nos referíamos, representantes de diversas disciplinas sociales e his-
toriadores hayan acudido a una conferencia a tratar un mismo tema desde
distintas perspectivas, tal y como ha sido realizado por estos científicos
norteamericanos.
Foro especial 347
Como historiador guatemalteco, hemos leído con especial interés las
contribuciones de los profesores William L. Sherman ("Algunos aspectos de
cambios sociales en Guatemala, 1470-1620"), Murdo J. MacLeod ("Rela-
ciones étnicas y la sociedad indígena en la provincia de Guatemala, ca.
1620-ca. 1800") y Robert M. Carmack (''Relaciones indígena-españolas en
el altiplano de Guatemala, 1800-1944") y recibido con mucha satisfacción
la amable invitación que nos ha hecho el editor de la presente revista, Dr.
Christopher H. Lutz, para exponer nuestros puntos de vista y reflexiones
en torno al tema.
En primer lugar, con respecto a la literatura pre y post-colombina sobre
las sociedades indígenas mesoamericanas; a la tarea de los antropólogos
y demás científicos sociales e historiadores que se ocupan de estudiar
la región; a la metodología a utilizar en su trabajo; y al análisis de
los problemas a tratar y a su relación con la concepción ideológica del
investigador, hay mucha tela que cortar. Como bien lo señala Sherman,
en la década de 1970 se publicaron bastantes trabajos de investigación
sobre Guatemala. De 1980 en adelante se ha trabajado más intensamente
aún, como lo demuestran los valiosos artículos publicados en la presente
revista, encontrándose muchas tesis de doctorado inéditas a la espera de
su publicación. Un resumen bibliográfico pasa la región centroamericana,
de reciente publicación, solamente da una idea general del aumento en el
interés entre los historiadores y científicos sociales por las concepciones
metodológicas y teóricas.15 MacLeod, por su parte, afirma que apenas sí
han comenzado a hacerse estudios de carácter regional, necesarios para
llevar a cabo otros más amplios en el futuro.
Cabe agregar al respecto que los estudios regionales hechos en los
Últimos tiempos, pese a haber aportado una gran cantidad de conocimientos
específicos, en general no han sido capaces de dar una aclaración satisfac-
toria de las relaciones causales en general. En el caso de los científicos
sociales norteamericanos en particular, debe señalarse que se pueden re-
conocer nuevos rasgos metodológicos, al haberse distancisdo premeditada-
mente muchos de ellos de la actitud extremadamente prejuiciosa de los
funcionalistas frente a la historia.I6 Carmack, finalmente, después de hacer
- .
l5 Ealelberto Torres Rivas. Para entender Centroamérica: resvmen bibliooráfico 1960-
1984 (San José: Instituto Centroamericano de Documentación e Investigación Social,
1985).
l6 Es sabido que los funcionalistas tienden a comportarse en actitud de completo
rechazo frente a las fuentes y documentos escritos, y que acentúan la importancia del
348 Julio Castellanos Cambranes
un bien logrado análisis del material escrito hasta el año 1981 sobre el de-
sarrollo socioeconómico y político de Guatemala a lo largo del siglo xrx
hasta mediados del siglo XX, hace un llamado a que se le dé mayor impor-
tancia al estudio de este período de la historia guatemalteca, relativamente
poco conocido hasta hoy. Sin embargo, la historia de Guatemala, tal como
la d e cualquier otro país, difícilmente puede ser analizada y comprendida
si el historiador no posee una sólida concepción del mundo en el momento
de interpretar el hecho histórico. Una concepción del mundo, a su vez,
no debe confundirse con la militancia en una organización determinada,
que generalmente conduce al esquematismo y a la unilateralidad del pen-
samiento. En este caso, al historiador o al científico social no le será posible.
en tal estrechez de campo visual, abarcar el desarrollo social y cultural en
su problemática total. Por otra parte, debe señalarse que en muchos ca-
sos el análisis científico ha sido sacrificado por el deseo de presentar al
mundo académico tesis supuestamente espectaculares. Esta actitud obe-
dece, en la mayoría de los casos, al simple afán de notoriedad que posee
el autor. Cuando es éste el caso, la interpretación de la documentación
clasificada por el investigador pretende efectuarse desde posiciones pseudo-
científicas, teniendo el efecto de confundir al lector inadvertido y de crearle
más lagunas al estudioso. Se trata claramente de causar la impresión de
que se es objetivo, imparcial en el juicio y políticamente no comprometido
con ninguna corriente de pensamiento que pudiera tildarse de izquierda,
en un intento por congraciarse el autor con las autoridades universitarias
o estatales que tienen el control de la promoción del carrerista, becas de
estudio e investigación, y otros recursos financieros.
Poseer una sólida concepción del mundo significa estar en capacidad
de revelar las condiciones bajo las cuales los colonialistas hispanos y los
neocolonialistas europeos y norteamericanos llegaron a Mesoamérica y se
dedicaron a explotar a la población indígena y a saquear sus recursos
naturales. La objetividad y rigurosidad científica de un autor se ponen
de manifiesto al tomar partido consecuente en favor del movimiento anti-
trabajo de campo. Sólo muy raramente se preocupan de reconstruir el pasado de
los pueblos en base a informes y documentos históricos. Para los representantes del
funcionalismo, no tiene importancia la manera cómo cambian las instituciones sociales
y poüticas. De esta forma, fomentan la impresión y creencia de que los pueblos han
permanecido, en mayor o menor grado, estáticos. Véase al respecto lo que dice Thea
Büttner en su interesante articulo "Historische und ethnologische Literatur über die
Geschichte Tropisch-Afrika vor der imperialistischen Kolonialeroberungn, Zeitsch~iftfür
Geschichtswissenschaft 8 (1967): 1475.
Foro especial 349
neocolonialista de los pueblos indígenas mesoamericanos y sus aliados
mestizos y blancos, llamados ladinos. Esta actitud es el criterio de su
humanismo y la mejor prueba de su honradez política, especialmente en la
actualidad, momento en que el movimiento de reivindicación indígena es
una de las características más positivas de nuestro siglo. Este movimiento
es el resultado de la crisis general de los sistemas coloniales y neocoloniales y
tiene sus leyes propias, así como un mismo punto de partida. Pese a que esas
leyes obedecen a diversas situaciones y condiciones, no poco complicadas, es
tarea del historiador y de todo científico social contribuir a una comprensión
más profunda de las condiciones bajo las cuales se han desarrollado tanto
la sociedad indígena mesoamericana como el movimiento reivindicativo.
Con el fin de entrelazarse meior
" -
el pasado histórico de Mesoamérica
con lo que sucede actualmente en el plano político y socioeconómico de
Guatemala, es necesario el trabajo conjunto de la historia con las diversas
disciplinas científicas que se ocupan del estudio de los aspectos del desa-
rrollo de los pueblos indígenas bajo las condiciones de dominio colonial y
neocolonial. De tal manera, las investigaciones etnológicas e históricas res-
pecto a Guatemala, como lo ha puesto en evidencia Carmack, están muy
estrechamente unidas entre sí, tanto de manera metodológica y teórica como
organizativa, pese a ser disciplinas que trabajan en campos específicos. La
etnohistoria, que se basa en la investigación de fuentes escritas, a diferencia
de la antropología que se basa especialmente en trabajo de campo, es
una ciencia descriptiva, comparativa e interpretativa. Aclara determinados
aspectos del modo de producción y de sus correspondientes fenómenos
ideológicos de la vida social.
Es así como la ciencia histórica necesita cada vez más de los resulta-
dos de la antropología, la etnología y la etnohistoria, al igual que de la
arqueología y sociología, para el estudio y análisis de los fenómenos de la
vida económica y social de los indígenas, el carácter de los mismos, las
formas de organización familiar, su cultura en los diversos períodos de su
desarrollo, etcétera. Los conocimientos fundamentales que proporciona la
historia sobre los orígenes de las grandes civilizaciones y el desarrollo de las
culturas de los pueblos, son constantemente enriquecidos con los aportes
de las ya mencionadas disciplinas científicas, que en su conjunto someten a
análisis el modo de vida, la morfología y la fisiología de los hombres y su
raza. Esto significa que todo aquel que pretenda orientarse unilateralmente
en los estudios históricos utilizando exclusivamente fuentes y datos que sólo
tienen validez para el desarrollo económico y político de un pueblo en un
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período determinado, se tropezará en su labor científica ante el obstáculo
de no poder apreciar el conjunto de factores que intervienen en el desarrollo
humano.
Por otra parte, es absolutamente imposible estudiar el desarrollo de
la sociedad mesoamericana si no se toma en cuenta que el mismo está
condicionado por la indisoluble relación entre el lugar que ocupan los
hombres en la sociedad, el respectivo estado de las fuerzas que participan en
la producción de bienes materiales y las condiciones de trabajo que se dan
en la esfera de esta producción. El investigador debe estar consciente de que
al aparecer el hombre en la escena mesoamericana, como en todas partes
del mundo, se produce una relación entre el respectivo estado de las fuerzas
productivas y la necesidad de la sociedad de una cada vez más elevada
cultura material e intelectual, que se da en los distintos niveles de desarrollo
social como una contradicción constante. Este conflicto, como es sabido,
sólo se resuelve con el desenvolvimiento de las fuerzas que participan en la
producción. Probar esto es el mayor reto que confrontamos, al encontrar a
nuestro paso teorías y esquemas caducos que se pretenden revitalizar con
más teorías y esquemas. No es tarea fácil pero tampoco imposible. Para
Guatemala, tal y como lo ha demostrado Christopher Lutz, la geografía
histórica no permite la separación del desarrollo matenal y la división étnica
del aprovechamiento del espacio geográfico de una región, poniéndose de
manifiesto la importancia de incluir todos esos factores en cualquier estudio
que involucre el desarrollo social.17
Por todo lo anterior, debe reconocerse y destacarse, una vez más, la
importancia del encuentro científico en el que participaron los profesores
Sherman, MacLeod, C m a c k y otros, así como la laboriosidad, profesio-
nalismo y seriedad que muestran sus estudios. Sin embargo -y es aquí
donde se encuentra el pelo en la sopa- nos sentimos obligados a señalar
también el hecho de que, pese a la amplitud con que Sherman y MacLeod
abordan diversos problemas relacionados con las condiciones de existencia y
producción de los indígenas guatemaltecos y sus relaciones de diversa índole
con otros sectores étnicos del país, no deja de surgir en el lector la impresión
de que dichos autores tropiezan y se contradicen, al hacer planteamientos y
observaciones que difícilmente están acordes con el resultado de sus propias
investigaciones y los puntos de vista humanísticos que caracterizan las
l7 Historia sociodemográfica de Santiago de Guatemala, 1541-1773 (Guatemala:
Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica, 1982).
Foro especial 351
concepciones y planteamientos de las nuevas generaciones de historiadores
y científicos sociales norteamericanos. Sherman sorprende y decepciona al
lector que ha seguido con interés su exposición, al referirse al conquistador
Pedro de Alvarado y decir que se destacó tanto por su rudeza como por su
"encanto" y que su brusquedad y modo de ser autoritario ('"curiosamente
similar al de Pancho Villa"!) fue lo que condujo "al detrimento de la paz y
la estabilidad" en Guatemala (pág. 174). Tales juicios se oponen a nuestro
esfuerzo por conocer a profundidad la historia de Guatemala.
Es un hecho indiscutible que la figura y actitud de Pedro de Alvarado
corresponde exactamente a la del clásico conquistador español violento y
cruel, arbitrario y rapaz; a la del señor de horca y cuchillo, despreciador
del trabajo y esclavista, sin lugar a dudas el primer gran explotador de
los indígenas y expoliador de bienes ajenos que existió en Guatemala. No
es exagerado añrmar que fue precisamente Alvarado quien institucionalizó
en Guatemala el terror como medio para ejercer la dominación y el poder
extranjero. Fue él quien introdujo el látigo, el cepo y el hierro candente
para marcar de por vida d indígena esclavizado, y quien con sus iniquidades
v exacciones odiosas daría nacimiento a las contradicciones de clase que -
a partir de la conquista, con apariencia de contradicciones interraciales,
caracterizarían las relaciones que se desarrollaron entre los europeos y sus
descendientes mestizos, y los indígenas.
MacLeod, por otra parte, después de afirmar que el tributo impuesto
a los indígenas en regiones de intensa actividad económica era 'hotoria-
mente exorbitante y destructivo" llega, sin embargo, a la sorprendente con-
clusión de que el mismo tuvo implicaciones aculturales, por cuanto obligó
a la población tributaria a abandonar sus antiguas prácticas de trabajo
comunitario y a trabajar para los españoles y mestizos, a trabajar para el
mercado, a criar animales antes desconocidos y a cultivar nuevas plantas
europeas, con el fin de procurarse los distintos medios de pago que les eran
exigidos (pp. 181-192). El principal portavoz del neocolonialismo nortea-
mericano, europeo o japonés no podría hablar de otra manera, y el traspié
de MacLeod exige una aclaración.
El término "aculturación" apareció por primera vez a fines de la década
de 1920 en la literatura etnológica de los EE.UU., para hacerse referencia a
los fenómenos que resultan del contacto directo y constante entre los grupos
de distinta cultura, con cambios posteriores en los tipos culturales originales
de uno o de ambos grupos. Sin embargo, en la actualidad se habla de "acul-
turación" cuando se procura probar la supuesta misión "civilizadora" del
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antiguo colonialismo y el neocolonialismo moderno, como parte de una es-
trategia global que en el campo de las ciencias sociales e ideológico pretende
confundir y ocultar la fusión de los intereses de los sectores poderosos de las
potencias capitalistas con los de las burguesías extranjerizantes que actúan
como sus representantes en los paises subdesarrollados y sometidos a la ex-
poliación del capital.'' Lo complicado de la temática y las limitaciones de
tiempo y espacio en la exposición que se suelen encontrar en las conferencias
y congresos, posiblemente contribuyeron a que MacLeod decidiera reducir
la importancia del problema fundamental de la interrelación entre la nueva
organización del proceso de trabajo y de vida del indígena y las relaciones
de producción y explotación de carácter netamente feudal colonial que sur-
gen con la conquista española de América, a un fenómeno histórico que,
si mucho, necesitaría de un análisis m& detallado. Si éste ha sido el caso,
más que remitirnos a la investigación histórica, de lo que se trata es de
reflexionar sobre el carácter y función de la base de la producción de la
sociedad colonial, e intentar deducir de ella la correspondiente concepción
de la dinámica del desarrollo social.
El desarrollo de una cultura nativa influenciada por fuertes elementos
de culturas extranjeras, el desarrollo de las relaciones interraciales que se
derivan de ima confrontación de clases cada vez más aguda conforme se
profundiza el sometimiento de la población indígena y el desarrollo de los
factores que participan en el nuevo sistema de producción, constituyen en su
conjunto la dinámica del desarrollo social que se da en Guatemala a partir
de la primera década del siglo XVI. La relación de todos esos elementos
con la agudización crítica de los problemas indígenas y agrarios no pueden
comprenderse si no se investiga con mayor profundidad los fenómenos que
surgieron en la sociedad mesoamericana con el colonialismo español y el
neocolonialismo moderno. Tal afirmación es independiente de la concepción
sociopolítica o del punto de vista metodológico-científico que se posea.
Es necesario destacar, indudablemente, la relación teórica y práctica
entre la violencia y el carácter parasitario del feudalismo colonial y del capi-
talismo necolonial, así como la brutalidad de la opresión y explotación a que
han sido sometidos los pueblos mesoamericanos. La división de la sociedad
en dos clases, más que en dos razas distintas, entre los que se mantiene
'' Ver al respecto el artículo de Kurt Büttner, "Akkulturation oder kotoniafe Ausbeu-
tung: Zur politisch-ideotogischen Funktion imperialistischer Afrika-und Kolonialtheror-
ien", Zetlschrifi für GeschichtswissenschaJt 5 (1969): 598.
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permanentemente una relación de superior a inferior, de dominador y domi-
nado, necesita ser comprendida a cabalidad, para poderse analizar el estado
y desarrollo de las bases socioeconómicas de la sociedad, que determinan
en última instancia su estado general y su aspecto cultural. El proceso de
emancipación social y nacional de los pueblos indígenas mesoamericanos,
en el marco de la liberación anticolonial a nivel mundial, impone nuevas
medidas para la investigación de la historia de los pueblos. Sólo así se
puede resolver el problema fundamental de las fuerzas que actúan en la
sociedad, tanto a nivel de la producción de bienes materiales como a nivel
de las relaciones humanas, sean estas últimas de carácter clasista o étnico.
Tanto en la investigación teórica como en la empírica del desarrollo de las
fuerzas productivas, sólo pueden ser concebidas como una totalidad, como
la base de la existencia social.
Las debilidades conceptuales y metodológicas que hemos creído haber
observado en los trabajos de los profesores Sherman y MacLeod no les restan
valor a los resultados y alcances de sus investigaciones. Sin embargo, es
necesario advertir al académico bien intencionado sobre el peligro de pisar
el terreno de los falsificadores de la historia quienes, sin ningún disimulo, se
han esforzado por fundamentar teóricamente la incapacidad de los pueblos
indígenas de desarrollar su economía agraria y la misión civilizadora que
consideran inherente al colonialismo y al capital extranjero.
Las concepciones históricas tradicionales y neocolonialistas han visto
siempre en los indígenas mesoamericanos simples objetos de explotación.
Los métodos de trabajo de sus representantes son en la actualidad más
refinados y flexibles que en el pasado, pero siempre se ponen de manifiesto
en la presentación de los problemas, en una valoración a menudo parcial de
las fuentes históricas, en sus conclusiones y categorizaciones subjetivas y sin
base científica, y en la romantización de los personajes y acontecimientos
históricos. Esta actitud es indudable que ha tenido motivaciones políticas,
pese a que trata de encubrirse la motivación ideológica.
En nuestro siglo, desde que determinadas regiones del llamado Ter-
cer Mundo son tratadas por las potencias capitalistas como objetos de ex-
plotación colonial y neocolonial, se han emprendido estudios de carácter
histórico, antropológico, etnográfico y de otras disciplinas, que sirven en
primer lugar el interés de esas potencias no sólo por conocer más deta-
lladamente las condiciones socioeconómicas y políticas imperantes en esas
regiones, sino también la finalidad de hacer una interpretación y una pre-
sentación falsa de esas condiciones. De esta manera se pretende desvirtuax