0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos) 317 vistas32 páginasCuenta Cuentos SALVAT 22
Fascículo 22 de la Colección (39 Producidos)
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LOPS EOS
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DIVISION DE PUBLICACIONES INFANTILES
Y PEDAGOGICAS DE SALVAT
«ORGANIZACION MUNDO DE LOS NINOS»
Direecidn: Juan Salvat
Direceion de la Division: Ramén Nieto
Edicion y Grabacion: José Gaya
Direccién Anistica: Prancese Espluga
Equipo Editorial: Isabel Gortizar, Ca
Jose Lis Sanchez, Edistudio
Canciones: Rosa Leén
Sonorizacién: Gritos y Susurros, S.A.
Publicado por:
SALVAT EDITORES, S.A.
Maliorea, 41-49, Barcelona, 29. Espana,
© SALVAT EDITORES. S.A., Barcelona, 1983,
© MARSHALL CAVENDISH, London, 1983
Impreso por
Cayfosa
Sta. Perpetua de Moguda (Barcelona)
Depésito legal: B. 2.956-1983
ISBN: 84-345-6148-4
Printed in Spain
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Marco tbérica, Distribucién de Ediciones, S. A.
Carretera de rin, Km. 13,350
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Distribuidora RUBBO. Garay, 4226. Distribuidor para
el interior: Distribuidora SADYE, S.A. Belgrano, 355,
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Gran Avenida, Edificio Arauca. CARACAS,
CUENTA CUENTOS se publica en forma de 26 librtos,
de aparicién quincenal, eada uno de los cuales consta de
36 paginas, incluidas las cubiertas y un encarte de 4 paginas
para colorear, Con cada librito se distribuye una cassette,
de unos 45 minutos de duracién, en donde se reproducen los
‘cuentos y canciones de la serie, Convenientemente sonorizados.
Titulo Hustrador Narrador 2
EL fantéstico viaje de Osvaldo Tony King. Marta Angelat
El tacto de Midas Oliver Frey José Gaya
‘Una cena en compafiia de un mago Tony Ross Josep M. Angelat
Once cisnes salvajes Richard Hook Maria Luisa Sold
Palitroque atrapa un calabacin Peet Elson Rafael Turia
Cancién de bafiar la luna Carme Solé Vor: Rosa Leon
Admi
Salvat,
A. de Dist
Arrieta, 25 - Pamplona (Navarra)
stracién de suscripciones:
uci6n,
Pero ¢
manze¢U n dia estaba sentado Osvaldo a la Pero era muy olvidadizo, y eso le creaba
puerta de su taller, pregunténdose qué muchos problemas. Cuanto emprendia le
podia inventar. Era un ratén muy listo que salia mal, y todo por culpa de su mala
+ habia construido toda clase de aparatos. memoria.
en marcha olvidé
cémo y por dénde
debia andar. Total
que salié zumbando
Un dia inventé una peladora de manzanas eléctrica.
Pero olvidé decirle al aparato qué aspecto tienen las
manzanas, y el aparato pelaba todo lo que pillaba.Y puso manos a la obra, tomando objetos
prestados de aqui y de alld y arriesgando el
pellejo, pues la gente no siempre queria
dejarle lo que él pedia. Por fin, la maquina
estuvo lista.
Cuando llegé el gran dia, algunos amigos suyos
acudieron a despedirse de él. Pero ninguno tenia
mucha fe en el pobre Osvaldo, ni siquiera su
hermana Caty.
—Aun suponiendo que funcione —dijo ella,
sollozando—, olvidarés a dénde te diriges.
Eso hirié el amor propio de Osvaldo, que contesté:
—Nada de eso. Me he hecho un nudo en el
rabo para acordarme. —Y reprimiendo las lagrimas,
subié a bordo de la magnifica nave espacial.
En medio de un gran estrépito,
la nave espacial salié
disparada hacia los cielos
y desaparecié de la vista.
“iEsto funcional”, se dijo
Osvaldo. “Les demostraré
a todos que estan
equivocados. Y no olvidaré
a dénde me dirijo”.Osvaldo era feliz al cruzar el espacio
celeste en solitario y a toda velocidad. Puso
rumbo directo ala Luna y comenzé a pensar
‘en cémo llenaria la bodega de la nave con el
queso deseado que él creia verde y de
fuerte sabor. Al pensar en el queso se le
desperté el apetito y empez6 a mirar en
un armario y otro, pero no pudo hallar ni una
sola migaja. Repasé toda la nave espacial,
mientras su tripa no cesaba de protestar.
—iAy de mil —se lamenté—. iHe olvidado
traer comida!
Pero era demasiado tarde para regresar.
Si lo hacia, sus amigos creerian que habia
fracasado en su intento y él no podria
soportar sus burlas. Conque prosiguié su
viaje, sin poder apartar de la mente la idea
de un apetitoso pedazo de queso.
Al fin avisté la Luna. Pero al
aproximarse, Osvaldo se alarmé.
—Vista de cerca, no parece hecha
de queso. En realidad, ni siquiera
parece comestible.Cuando la nave espacial
alunizé, Osvaldo eché una ojeada
a su alrededor. Estaba muerto de
frio, de hambre y de miedo.
Probé una sustancia gris, cuyo
aspecto no era en absoluto apetitoso.
—iQué asco! —exclamé, sintiendo
néuseas. Muy apesadumbrado,
De pronto oyé un tremendo
alboroto. E
—iAy, ay! —grité Osvaldo, al ver aparecer Pero los duendexillos y los ratones de la Luna
por detras de unas rocas una pandilla de se echaron a reir y le agarraron todavia
horribles seres que chillaban como locos. més fuerte. El pobre Osvaldo iba de
—iSoltadme! —grité Osvaldo. sorpresa en sorpresa.
6 Escoporé Ondo? Compl iin? Lo overgurtis n a nimero 23)I rey Midas se hallaba en la sala de
Ios tesoros, contando su dinero.
Estaba rodeado de oro, pues Midas era
uno de lo reyes més ricos de Grecia y
opinaba que no existia nada en el mundo
comparable al oro.
En esto vio a través de la ventana a un
viejo que dormitaba debajo de un arbol.
El forastero se desperté e incorporé. Era
Sileno, miembro de la corte de Dioniso,
el dios del vino. Sintiéndose muy honrado
por la presencia de tan ilustre invitado,
Midas agasajé a Sileno durante diez
dias antes de que regresara junto a
Dioniso, en el Monte Olimpo.
Al cabo de estos dias los dos hombres
se personaron ante Dioniso, al que
encontraron descansando en su vifia
y comiéndose un racimo de uvas.
—Te estoy muy agradecido, Midas
—dijo—. Sileno es un viejo y querido amigo,
al que tu has tratado con gran cordialidad.
Pide lo que quieras en recompensa y yo
te lo concederé.
El rey sabia que Dioniso podia
conceder cosas maravillosas,
e inmediatamente pensé en el oro.
Era oro lo que queria, oro y més oro.
—Concédeme que todo cuanto toque
se convierta en oro —dijo.
_ —Te concedo tu deseo, Midas, pero
algun dia te arrepentirds de tu codicia.
em, _ iRecuerda mis palabras!Muy satisfecho por haberle sido
concedido su deseo, Midas monté en su
carroza y corrié a casa para contarselo
a todos. Apenas hubo pisado el suelo de
la carroza, iésta se convirtié en oro
macizo! iMidas solté una exclamacién de
gozo al ver que su tunica, su manto y
sus sandalias se convertian también en oro!
Al llegar a casa, las puertas de palacio
se convirtieron en oro nada mas tocarlas
él. Lo mismo sucedié con los adoquines
del patio cuando sus pies se posaron
sobre ellos y con la flor que cogié del
jardin de palacio. La flor perdié su aroma
y su color al instante, pero eso a Midas le
traia sin cuidado. La conservaria en su
sala de los tesoros para siempre; era para
élun tesoro mas preciado que un
centenar de flores frescas.
8
—iSoy rico, soy rico! iSoy el hombre
mas rico del universo! —grito Midas a sus
sirvientes—. iSi lo deseais, puedo haceros
ticos a todos! iFijaos! iPuedo convertir este
muro en oro! iPuedo convertir el palacio
entero en oro macizo! —Y cuando acaricié
afectuosamente a su caballo, el animal
hizo sonar sus cascos sobre los dorados
adoquines y luego se quedé inmévil,
tan inmovil como una estatua de oro.
Midas se encamin6 hacia su biblioteca
con paso lento, pues sus ropajes de oro
comenzaban a pesarle, y toco las
estanterias y los rollos de pergamino con
sus dedos. iTodo ello se convirtié en
oro ante su aténita mirada!
—iTréeme algo de comer! —ordené
aun sirviente, sonriendo de satisfaccién.
Cuando el sirviente vio los adoquinesdorados, las
© columnas doradas, los
papiros dorados y las paredes
doradas, se quedé pasmado.
Colocé la bandeja de comida ante
el rey, junto con un recipiente
Bon agua para que Midas se lavase
las manos. Pero cuando el rey
metié los dedos en el agua, ésta
se convirtié en oro macizo. El
rey lanz6 una exclamacién de
asombro y tomé muy despacio.
un pedazo de pan. Al instante el
pan se transformé en oro. Y
cuando Midas se dispuso a tomar
un sorbo de vino, el liquido se
volvié dorado en la copa. Luego
alargé la mano y asié el brazo del
oar sirviente, terriblemente
t confundido, y dijo:
—iQué puedo hacer? iNo puedo beber
ni probar bocado!
El sirviente no respondié. Estaba tan
inmévil como una estatua, contemplando
a Midas con sus ojos dorados. Se habia
transformado en oro de los pies a la
cabeza.
—iPadre! iPadre! iHaz que mi carruaje
sea dorado! iY mi plato, y mi cuchara!
Las voces procedian de los hijos
menores del rey, que entraron
precipitadamente en la habitacién
extendiendo sus brazos.
Midas traté de prevenirles, pero los
nifios se acercaron corriendo a él y le
besaron y abrazaron, convirtiéndose al
instante en dos figuras de oro macizo.
El rey rompié a llorar, y sus lagrimas
cayeron al suelo, cling, cling, cling,
convertidas en gotas de oro.Cuando Midas regresé a los vifiedos del
Monte Olimpo, sentiase agotado por
_ el peso de sus ropas de oro. iCémo ansiaba
verse libre de su tacto de oro! iCémo
—tY bien, Midas? —resond una voz
en tono despectivo—. éTienes ya oro
suficiente para saciar tu codicia?
—Detesto el oro —contesté Midas,
desesperado—. ¢Por qué me concediste
este estipido deseo? No puedo comer ni
beber y mis amados hijos se han
convertido en oro macizo. iTe lo suplico,
Dioniso, librame de esta terrible
maldicion!
Dioniso no pudo contener Ia risa
al ver lo mucho que habia cambiado Midas
en un solo dia. Pero al fin se apiad6é.
de ély dijo:
—Ve al rio Pactolo y lévate en sus
aguas.
Midas se detuvo junto al rio,
vacilando. éSe convertirian las turbias
aguas en oro y moriria él ahogado en
ellas?
Lentamente, se arrodillé y cogié
un poco de agua con las manos. Al llevarse
las manos a la cabeza, dejé que el agua
se deslizara por entre sus dedos y sobre
su cuerpo cubierto de oro. Unas pequefias
laminas de oro fueron desprendiéndose
|
|lentamente y cayeron al rio, depositéndose
en el fondo. Midas cogié agua con las
manos una y otra vez y se lav hasta que
hubo desaparecido todo el oro que le
cubria. Y al tocar con sus manos la verde
hierba que crecia a la orilla del rio, ésta
no se convirtié en oro. Entonces vio una
vasija alta junto al rio y, después de
lenarla de agua, regres apresuradamente
a palacio.
Una vez alli, lavé a sus hijos dorados y
adorados. Cuando termin6, su hija le
echo los brazos al cuello y le beso, y su
hijo se puso a hablar como si nada
hubiera sucedido: “éY podrds convertir la
tierra en oro, y el mar, y el cielo?”
—Silencio —dijo Midas—. No quiero oir
hablar de oro. No quiero volver a ver
oro en mi vida. Ahora, ayudadme a traer
agua del rio. Voy a lavar el palacio palmo
a palmo,
Y asi lo hizo. Primero lav6 a su
criado, luego a su caballo, luego los muros
y los suelos, y por tiltimo las columnas,
las estanterias y las puertas de la biblioteca.
Al poco rato, el tinico oro que quedaba
en el reino de Midas era el que se hallaba
guardado en la sala de los tesoros. Aparte,
claro esta, de las diminutas laminas de oro
que yacian ocultas en el fondo del rio
Pactolo. Midas se sinti6 feliz aunque ya
no tuviera oro.a
mn TEED
H e participado en comidas realmente vuestras orejas crecieran hasta alcanzar el +
extrafias. Si queréis puedo hablaros de tamajio de una hoja de col, 0 que vuestro
una comida que tomé en una mina, o de otra _ pie derecho pasara al lado izquierdo y
que comparti con un millonario. Pero quizés __viceversa.
0s gustard saber mas acerca de una cena Llamé a una puerta de lo mas vulgar y
que tomé una vez en compafiia de un mago. _corriente. Pero cuando entré, me hallé en
Cuando conoci a un tal don Histrién, la habitacién més curiosa que jamas habia
nada me hizo suponer que era un mago. Una __ visto. Habia en ella dos mesas. Una era
tarde atravesaba yo una calle muy concurrida, de cobre, y encima habia una gran bola de
cuando de pronto pasé junto a mi un cristal. La otra era de madera tosca con
hombrecillo que tan precipitadamente ‘unos agujeros para meter las rodillas. La luz
andaba que casi se mete bajo las ruedas de un _provenia de las dos plantas de un tiesto.
coche. De no haberlo sujetado yo por el cuello No eran lamparas eléctricas, pues toqué una
de su abrigo, el coche le hubiera atropellado _y noté que era fria y suave al tacto
con toda certeza. Las paredes estaban cubiertas por unas
El hombre, convencido de que yo le habia
salvado la vida, me invité a cenar con él
a'la semana siguiente. En aquellos momentos
no noté nada de particular
cn él, salvo que tenia
unas orejas muy grandotas
y que le crecian unos
pelos en las puntas.
El caso es que el
miércoles siguiente acudi
a cenar a su casa. No voy
a daros las sefias para
que no se os ocurra ir a
visitarle y a estorbarle,
cosa que le pondria de
muy mal humor. Es
posible que hiciera quecortinas bordadas con dibujos de personas y
animales. Sé que estaban bordadas porque
las toqué con la mano. Eran unos bordados
muy raros, porque mientras estuve
mirandolos no se movieron, pero en cuanto
aparté la vista y volvi a mirarlos, habian
cambiado.
—Espero que no se asuste usted
facilmente —dijo don Histrién.
No, no —contesté.
—Perfecto, en ese caso lamaré a mi criado.
Pero debo advertirle
que se trata de un
criado un tanto
especial.
Y con esto don Histrién comenz6 a agitar
las puntas de sus orejas haciéndolas chocar
contra sus sienes. Sonaba como el batir de
palmas, aunque no tan fuerte.
De un recipiente de cobre que habia en
un rineén surgié un bicho; al principio t
crei que era una enorme y viscosa serpiente,
pero luego vi que en un costado tenia |
unas ventosas. Era el tentaculo de un pulpo.
Lentamente, el animal abandond el
recipiente, se encaramé a la pared y se desliz6
a lo largo del techo, sujetandose con sus G
ventosas.
Cuando estuvo en el centro de la mesa,
se agarré con un tenticulo al techo y con
los otros siete sacé unos platos, cuchillos y
tenedores y los dispuso sobre Ia mesa
—Este es Oscar —dijo don Histridn—. Es
mucho més titil que un mayordomo, pues
dispone de mds brazos para trabajar.
—iQué le apetece para cenar? Puede
tomar lo que guste. Pastel de calabaza...
éo tal vez sopa de espinacas?
—Tomaré sopa, graciasgitar
ar
le
en 5
{ No me sorprendié que don
ire, Histri6n llevara puesto un
j sombrero de copa. Lo que ya me
mt parecié més raro fue ver que
se lo quitaba y sacaba de él
siz dos raciones de sopa.
—Necesitamos un poco de crema.
iAcércate, Filomena!
4 Una pequefia vaca verde,
aproximadamente del tamafio
% 4 de un conejo, salié apresuradamente
de una jaula, salté sobre la mesa
Es y se paré delante de don Histrién,
quien la ordefié sobre una jarra
de plata que le entreg6 Oscar para tal fin.
La crema era excelente y me gust6 mucho la
sopa.
—iQué le apetece tomar ahora? —pregunt6
don Histrién.
—Lo que usted prefiera.
—Muy bien, tomaremos pescado a la
parrilla dijo don Histrién—. Y después pavo.
Oscar, ve a atrapar un pez, y ti dispénte
a asarlo, Timoteo.
Se oyé un ruido que provenia de la
chimenea y aparecié Timoteo, un pequefio
dragén de aspecto muy simpatico.
Como habia permanecido un rato sobre las.
brasas estaba al rojo vivo, por lo que me
senti muy aliviado al ver que al abandonar la
chimenea se calzaba unas botas de material
incombustible.
—Levanta la cola, Timoteo —dijo don
Histrién—. Si vuelves a quemar la alfombra,
te echaré un jarro de agua fria.
Luego afiadié en voz tan baja que s6lo
yo pude oirl
—Naturalmente, yo no haria semejante,
cosa. Es
una crueldad
arrojar agua
fria sobre
un dragén.
Timoteo se acercé caminando sobre sus
patas traseras y sosteniendo la cola en alto.
Yo me hallaba tan interesado observando
al pequefio drag6n, que no vi a Oscar atrapar
el pez, pero cuando le miré de nuevo ya
habia terminado de limpiarlo y se lo arrojé a
Timoteo, que lo agarrd con sus patas
delanteras, las cuales estaban a la temperatura
adecuada para asar pescado.
Oscar le entregé una fuente y Timoteo
sirvié el pescado muy calentito.
—Son muy titiles los dragones —observé
don Histrién—. Mucho mas que un perro
a la hora de enfrentarse a los ladrones, {no le
parece?
—Verd usted, don Histrién, debo confesar
que Timoteo es el primer dragon que he visto
—Claro, claro. Ha sido una torpeza por mi
parte. Pero ya habrd adivinado usted que
soy un mago, no?
Timoteo comenzaba a sentir frio y le
castafieteaban los dientes, de manera que
corrié a instalarse otra vez en el hogar.Oscar nos sirvié entonces un enorme pavo
asado en una bandeja de porcelana.
Don Histrién sacé una pipa del bolsillo y
soplé por ella. Por el otro extremo salieron
seis grandes salchichas. Oscar sirvié las
verduras, aunque ignoro quién las trajo.
La salsa salié del sombrero de don Histrién.
Mientras comemos prepararé un poco
de fruta —dijo.
Se levanté y dio unos golpecitos en
las esquinas de la mesa con su varita magica.
En seguida aparecieron en la mesa unos
bultos que se abrieron, mostrando unos
pequefios brotes verdes. Mientras comiamos
el pavo, los brotes empezaron a crecer y se
convirtieron en unos arbolitos de los que
pendian frutos maduros y jugosos.
De uno de los arboles colgaban unos
hermosos y dorados frutos, y don Histrién me
dijo que eran mangos, una fruta india.
i—El tinico sitio adecuado para comer
mangos —dijo— es la bafiera, porque se
pone uno perdido. Tienen la piel muy dura y
su pulpa es blanda, y en cuanto se rompe
la piel se escurre todo el jugo. Pero hechizaré
a este mango para que no se manche usted.
Pronuncié unas breves palabras mégicas y
yo comi sin ensuciarme el mango, que
por cierto estaba riquisimo. Mas tarde me
tegalé cinco mangos para que me los Ilevara
a casa, Pero tuve que comérmelos en la
bafiera, porque ésos no estaban encantados.
Mientras tomébamos el café, que
naturalmente salié del sombrero, hablamos
un rato sobre magia, futbol y perros. Luego
le dije que ya se habia hecho la hora de
marcharme a casa.
Empleando dos tentaculos, Oscar me
trajo el abrigo y me ayudé a ponérmelo.
—Le llevaré a casa —dijo don Histrién—,
pero cuando disponga usted de un dia libre,
podriamos ir a la India o a China a pasar
la tarde. Ya me comunicard usted qué dia le
va bien. Ahora coléquese de pie sobre
esta alfombra y cierre los ojos para no
marearse. A veces la gente se marea, sobre
todo cuando es la primera vez que viajan en
una alfombra magica.
Nos pusimos sobre la alfombra y yo cerré
Jos ojos. Mi amigo dio a la alfombra mi
direccién y agité las orejas. Yo senti un soplo
de aire frio en mis mejillas y un ligero
mareo. Luego el aire volvié a hacerse célido y
don Histrién me dijo que ya podia abrir
los ojos. Al hacerlo, vi que me hallaba en el
cuarto de estar de mi casa, en el otro extremo
de la ciudad. Como la habitacin es muy
pequefia, la alfombra casi no cabia y tuvo
que quedarse suspendida a un paimo del
suelo. Me bajé de ella y di las gracias al
anciano mago.
—Buenas noches —dijo don Histrién,
inclinandose para estrecharme la mano. Luego
agité las orejas otra vez y la alfombra
desaparecié. Yo permaneci en la habitacién
con una célida y agradable sensacién,
ademas del paquete que contenia los cinco
mangos, para demostrarme que todo aquello
no habia sido un suefio.cisnes
salvajes
nun principio no habia en el mundo
nadie més feliz que la princesa Leonor
y sus once hermanos. Sus padres les querian
mucho. Pero un dia murié la reina y el
rey tomé una segunda esposa. Su eleccién no
fue acertada, pues su segunda esposa, aunque
bellisima, era una malvada hechicera que
odiaba a los doce hijos del rey. Vendia
todos los juguetes de los principes, y con gusto
les hubiera vendido a ellos mismos.
Sin embargo, los nifios, como se querian
tanto entre si, eran dichosos. Con los afios
los principes se convirtieron en unos jévenes
amables y bondadosos, mientras Leonor
se hacia mas bella cada dia.
La nueva reina sentia unos celos terribles
y no soportaba tener a los nifios cerca. Conque
una mafiana temprano despert6 a los once
principes y los condujo, medio dormidos y
bostezando, hasta el jardin, que estaba
cubierto por el rocio. Una vez alli, toc a cada
uno de los jévenes en la mejilla y dijo:"dejar rastro, se llevé un disgusto enorme.
Al llegar a las puertas de palacio, Leonor
se secé las lgrimas y dijo:
—Es preciso que encuentre a mis pobres
—iOs convertiréis en negros cuervos ys _hermanos. {Qué puede haberles hecho la
alerts aoe para siempre de este lugar! _reina? 2Dénde estaran?
bondad de los principes mitig6 Durante varios dias recorrié caminos
el rai encantamiento de la reina yen vez ‘argos y polvorientos, preguntando a todo
de en cuervos se convirtieron en unos cisnes aquel que se encontraba si habia visto a
blancos y salvajes. once principes varones. Al fin, llegé a orillas
—iMarchaos de aqui! —grité la reina del mar. Se lavé en él y el tinte marr6n
enfurecida—. iY ojalé que unos cazadores os que cubria su tez y su cabello se disolvié en
den muerte! el agua. De pronto, oyé el batir de unas alas
Los cisnes se alejaron volando y en y vio a once cisnes blancos volando sobre ella.
silencio, pues, como sabéis, los cisnes no
pueden hablar.
‘A continuacién, la reina despert6 a
Leonor y dijo:
—Es hora de levantarse. ' Tienes el bafio
preparado.
Pero cuando Leonor se tendié en la
bafiera, la reina eché un tinte marrén en el
agua y la blanca piel y los cabellos dorados de
Ja princesa se volvieron castafios como la
madera.
Horas mAs tarde, cuando el rey se enteré
de que sus hijos habian desaparecido sin
Los habrin robado los gitanos —dijo
la reina—. iDebes desterrar a todos los gitanos
de tu reino!
‘De modo que el rey emitié un decreto en
virtud del cual desterraba a todos los gitanos
de su reino. Y cuando se encontré a una joven
de tez y cabello oscuro en el vestibulo de
palacio, mandé que la echaran de alli,
gritando: “iFuera de mis tierras!” Y su
propia hija, la princesa Leonor, tuvo que
alejarse apresuradamente y llorando.Leonor se oculté entre las dunas y observé
a los grandes pdjaros mientras éstos
se posaban majestuosamente en la playa.
Asombrada, ivio que cada cisne lucia una
pequefia corona de oro! Y cuando el sol se
oculté bajo la linea del horizonte y salieron
las estrellas, los cisnes se desprendieron de su_
plumaje iy aparecieron sus hermanos en
carne y hueso! Los once principes se
reunieron a orillas del mar y se pusieron
a charlar entre ellos.
Leonor bajé corriendo por la playa
para unirse a ellos.
—’Pero sois vosotros? No me engafian
mis ojos?
Y los principes, entusiasmados al verla,
rodearon a su hermana.
~iGracias a Dios que la malvada reina
no te ha destruido!
Leonor abrazé y besé a sus hermanos
y dijo:
=Vamonos a casa.
Pero los principes encantados se miraron
con tristeza y respondieron:
—Eso es imposible, Leonor. S6lo nos
convertimos en seres humanos por las
noches. De dia, el maleficio de la reina nos
transforma de nuevo en cisnes, y debemos
volar a través del océano para escapar de los
cazadores. Al otro lado del mar existe una
tierra maravillosa donde sus rios estan repletos
de peces comestibles. Cuando lleguemos
alli sera otra vez de noche.
—Entonces llevadme con vosotros —dijo
Leonor—. No me dejéis sola.
‘Antes del amanecer, los once principes
confeccionaron para su hermana una hamaca
con una vieja red de pescador que hallaron
abandonada en la playa. Mas tarde, con los
primeros rayos del sol brillando sobre el
maar, sus figuras humanas desaparecieron
debajo de unos plumajes y se transformaronen cisnes. Leonor se tendié en la hamaca y
los cisnes la asieron con sus picos.
Los cisnes batieron sus grandes alas y
emprendieron su viaje a través del mar.
Como portaban a Leonor, no podian volar de
prisa, y al anochecer se hallaban todavia
muy lejos de tierra firme. En cualquier
momento los cisnes volverian a convertirse
en seres humanos iy caerian de las alturas!
Debajo de ellos vieron una pequefia
Toca, no mayor que una mesa, que se erguia
en medio del embravecido océano. Los
once cisnes se lanzaron en picado, y en el
preciso instante de posarse sobre la roca,
desaparecieron sus plumajes. Los doce
hermanos pasaron toda la noche asidos
Jos unos a los otros para evitar ser arrastrados
por el oleaje.
Por la mafiana, los principes encantados
emprendieron el vuelo hacia su nuevo
hogar. Depositaron a Leonor a la entrada de
una acogedora cueva y se tumbaron en
la arena a descansar, mientras su hermana
acariciaba afectuosamente sus cabezas.
Todos los dias, los cisnes salian en busca
de alimento. En ocasiones regresaban
asustados y contaban a su hermana:
—Hoy, el duque que gobierna esta tierra
por poco me mata de un disparo. iMira
la sefial donde su flecha me ha araftado la
espalda!
Y Leonor también se echaba a temblar.
Deseaba hallar el medio de librar a sus
hermanos de la terrible existencia a la que
estaban condenados.
Un dia que Leonor se diigia a la poblacién
vecina, pasé junto a un viejo camposanto.
Vio alli a una sabia anciana, y decidié solicitar—Por favor, aytidame —le rogé después de
relatar su historia—. Mas pronto o mas
tarde los cazadores mataran a mis hermanos.
La vieja miré a Leonor de hito en hito
y sonrié con tristeza .
—Tranquilizate, criatura —dijo—. Existe
un medio para salvar a tus hermanos. Pero
tendrds que ser muy valiente.
—Estoy dispuesta a hacer lo que se:
Pues escucha con atencién. Deberis
ir al camposanto que hay detras de esta casa
y coger con tus manos unas ortigas. Luego
las pisoteards con tus pies desnudos
para convertirlas en lino y con él tejerds
once camisas. Cuando las once camisas estén
terminadas, no antes, se las pondrds a tus
hermanos, y volverdn a recobrar su forma
humana, Pero desde el momento en que cojas
la primera ortiga hasta que la tiltima camisa
cubra a uno de tus hermanos, no deberds
pronunciar una sola palabra. De lo contrario,
tus hermanos moriran.
Leonor se dirigid apresuradamente al
camposanto. Arrancé las ortigas a pufiados
hasta que sus pobres manos estuvieron
cubiertas de llagas. Pero ella ni siquiera se
detuvo a mirarselas. Llevé las ortigas a la
22
cueva y las pisoted con sus pies desnudos.
Cuando los once cisnes regresaron volando a
casa, ella ya estaba hilando el lino.
Al verla, sus hermanos comprendieron lo
que estaba haciendo y Hloraron de emocién
por el sacrificio que aquello suponia. Sus
légrimas cayeron sobre las llagas de Leonor y
mitigaron su dolor.
Dia tras dia, Leonor cogia ortigas con
sus manos, las pisoteaba, hilaba el lino y tejia
las camisas. Un dia, cuando casi habia acabado
su tarea, el duque ia vio en el camposanto,
cogiendo ortigas, y se prendé de ella.—iQuign eres, hermosa doncella?
—pregunté el duque. Y tomé de sus mano
manojo de ortigas, pero al sentir escozor
las dejé caer al instante. Ella deseaba relatarle
su historia, mas no se atrevia a hablar—.
Vendras conmigo a palacio. Haré que el
médico real examine tus manos y luego
te vestiré con ropas de terciopelo.
El duque acompafié a Leonor de regres
ala cueva, rogandole imitilmente que
contestara a sus preguntas. Al fin perdié
Ja paciencia y dijo:
—Aunque seas muda, ite llevaré conmigo!
Leonor tuvo el tiempo justo de coger
las diez camisas que habia tejido, ademés de
la undécima, que casi estaba lista, antes
de que el duque la montara en su caballo y se
la llevara a palacio. La princesa le imploré
con sus bellos ojos que la dejara marchar. Pero
era tan hermosa, que cuanto més la miraba el
duque, mas deseaba tenerla junto a él. La
condujo a una estancia espléndida, cerré
la puerta, y mandé que fuera el médico.
—Es muda y tiene las manos y los
cubiertos de llagas. {Podris sanarla?
—Es posible, es posible —contesté el
médico-. Liévame con ella. Le daré uno:
ungiientos para calmar el dolor.
Pero cuando Ilegaron a la habitacién,
oyeron un ruido en la ventana y vieron a
Leonor que huia por ella. “iDebo
terminarla!”, se decia Leonor mientras
escapaba. “iEs preciso que termine la
undécima camisa!”
El duque y el médico la siguieron hasta el
campos fueron a ocultarse detras de
unas lépidas para observarla mientras ella
cogia las ortigas.(eXasi a por la puertecilla—.
No consentiré que convirtais mi
casa en un hogar para insectos
descarriados.
Y cerr6 dando un portazo.
En cuanto llegaron al arroyo
cristalino, Palitroque comprendié el
problema que se les planteaba a las
hormigas. Debido a las fuertes lluvias habia
ascendido el nivel de las aguas y el rio
casi se habia desbordado, y junto a él habia
un hormiguero.
—Asi que pensabais utilizar el calabacin
para represar el arroyo e impedir que
se inundara vuestra casa —dijo Palitroque.
—Exactamente —contest6
Marisabidilla—. iEra lo mas grande que
podiamos transportar!
—Conozco a alguien que puede
ayudaros —dijo Palitroque, llamando a la
puerta de Petronila.
—Marchaos —dijo la arafia—. iNo
permitiré que unas hormigas vengan
a gobernar mi casa!
—Pero Petronila, si las ayudas, las
hormigas se quedaran aqui, en el arroyo
cristalino —dijo Palitroque, explicandole
el problem:
—Esta bien —dijo Petronila, y sacé su
libro de encantamientos—. Ya lo tengo
28
—anuncié, y comenzé a agitar
su varita magica.
Un toquecito aqui y otro alla,
y el hormiguero defendido
por un dique quedara.
Las hormigas I B
chillaron de gozo al
ver estallar sobre sus
cabezas un polvillo
magico y azulado. \
Perocuandoel #7
polvo se hubo
desvanecido, vieron
con horror que su
hormiguero habia
desaparecido.
—iD6nde esta
nuestra casa?
—exclamaron—. J
éQué has hecho? 4g—Qué torpe soy —dijo Petronil
un dique, he fabricado un barco de remos.
Las hormigas se encaramaron a la ribera del arroyo
cristalin su hormiguero en un barquito verde
que se mecia sobre las agu
—Petronila, eres genial —dijo Mai
wi crees?
—Pues claro, ino lo ves? Ya no tendremos que vol
preocuparnos de las inundaciones. Podremos navegar por
el arroyo cristalino y echar anclas donde mas nos apeteze:
—iVivan Palitroque y Petronila! gritaron las hormig:
—iCémo podemos pagaros? —pregunté Marisabidilla,
—Hay algo que puedes hacer por mi —dijo Palitroque,
y le murmuré al oido el plan que habia ideado.
aqui —dijo la abuela Sarmientocartén—, Has conseguido atrapar un
calabacin?
—Si, abuela —contest6 Palitroque
dejando Ia caja en el suelo.
—Esto tengo que verlo —dijo la abuela
muy divertida. Pero su sorpresa fue
maytscula cuando, al abrir la caja, el
calabacin salté al suelo y se puso a
perseguirla por la cocina, derribando ollas,
cacerolas, cubos y escobas a su paso.
—iLlévatelo de aqui! —grité la buena
mujer saltando sobre un taburete.
Al final el calabacin arremetié contra
el taburete y la abuela Sarmiento fue a
parar al mismisimo puchero.
Palitroque y Petronila rieron hasta que
se les saltaron las lagrimas, mientras
Marisabidilla y el resto de las hormigas
salian corriendo hacia el bosque
embrollado.
—Qué te hace tanta gracia? —pregunté
mosqueada la abuela Sarmiento—.
iSdcame de aqui en seguida!
—Acabo de recordar lo que dijiste
—tespondié Palitroque muerto de risa—.
iQue sélo empleas lo mejor de lo mejor
en tus guisos estrafalarios!
Y la abuela Sarmiento solté entonces
las carcajadas mas sonoras que jamés se
habian oido en el bosque embrollado.
(Continua ene! 2223)CANCION
DE BANAR.
Ya la Luna baj
a bafiarse en un charquito con jabé
ya la Luna baja en tobogan,
revoleando su sombrillade azafran.
Quien la pesque con una cafiita de bambi
se la lleva a Siukiu.
Ya la Luna viene en palanguin
a robar un crisantemo del jardin;
ya la Luna viene por alli, 7
su kimono dice no, no, yella si.
Quien la pesque con una
empolvarse con aziicar la nariz;
la Luna en puntas de pieGay
CUJEINTIO}S}
@ EL FANTASTICO VIAJE
DE OSVALDO.
LA RANA, EL GATO Y LA
GALLINITA.
LA BANDERA DE LAS HADAS,
CUMPLEANOS DE PALITROQUE,
LA VACA ESTUDIOSA.
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