Antonio Manuel Espanha, UnaNuevaHistoriaPoliticaEInstitucional-5073004
Antonio Manuel Espanha, UnaNuevaHistoriaPoliticaEInstitucional-5073004
institucional
A ntonio Manuel H espanha
T raducción: Clara Martínez Valenzuela
Resumen
Hasta hace poco tiempo la historiografía política e institucional había dependido casi por
completo del imaginario político estatalista elaborado por la teoría política liberal del siglo
XVIII. De ahí derivó una reinterpretación del sistema político institucional del Antiguo
Régimen. El análisis que se propone en este artículo adscrito al pensamiento historiográfico
postestructuralista, consiste en una descripción de las instituciones políticas y jurídicas
prerrevolucionarias a través de las categorías que sugiere una interpretación densa de los
discursos y prácticas de la época. De esta manera se pretende evitar el anacronismo, liberar
la narrativa historiográfica de los intereses que condicionan el conocimiento político actual
y restaurar el pluralismo historiográfico de las distintas experiencias de organización política.
En todo caso, aún permanece sin respuesta la siguiente cuestión: ¿qué tan accesibles son las
categorías históricas para comprender lo político?
Abstract
Until very recently the political and institutional hisloriography has been entirely based on the
state’s ideology proposed by the liberal political theory since the 18th century. Upon this idea
has evolved most of the literature on the a n cien e rég im e’s political institutions System. The
analythic method proposed in this paper attempts in compliance with a post-structuralist
historiographic criteria, to describe the pre-revolutionary political and juridical institutions
through a diverse set o f cathegories that suggest the interpretation o f the discourse and
practices of this historical period. This procedure aims to avoid anachronism, to free the
historiographic narrative of all sort of elements conditioning curren! political thouglu and to
restore the historiographic pluralism of the various experiencies of political organization. In
any case still remains without answer the question of the suitability of historical categories for
the understanding of political phenomena.
9
menos conformistas, la teoría política liberal — de la mano con el
positivismo jurídico— estableció un concepto según el cual el poder
político tenía que ver con el “Estado” y las instituciones relevantes
eran mecanismos y organizaciones instituidos por él.1 Todo eso
parece cuestionarse de nuevo, y las consecuencias a nivel de la defi
nición del objeto de la historia política e institucional no pueden
dejar de hacerse sentir. Este es el tema del presente artículo.
1 Cfr. Jaques Chevalier e I. Loschak, S cien ce adm inistrative. T b eorieg en eróle d e l ’institu-
tion adm inistrative, Paris, LGDJ, 1978, 2 vol.
1 R. Ruffilli, C lised elleS ta toestorio g rafia con tem porán ea. Milano, II Mulino, 1979; Ruffilli,
que además de historiador de prestigio continuaba su actuación cívica (civil) en un valiente
combate por la reforma y dignificación de la vida política italiana, murió a manos de las
B rig ad as Rosse (B rigadas Rojas).
- Cfr. Antonio Manuel Hespanha, “O poder o direito e a justica numa era de perplexidades",
A d m in istra d o . A d m in istra d o P ú blica d e M acau, 1 5 ,1922a, pp. 7-21, y Ju stica e ligiosidade.
H istoria eprospectiva, Lisboa, Fundación C. Gulbenkain, 1993c.
10
Perspectivas teóricas
u
retrocede, se descubre que, finalmente, no se trataba en realidad
más que de un imaginario, por detrás del cual se agitaban múltiples
mecanismos de organización y de disciplina sociales: la educación
de los sentimientos (la moral), el sentido común, las rutinas, la orga
nización del trabajo, la familia, los círculos de amigos. Por la inti
midad de los amores, por los mecanismos viscosos de la rutina, por
la acción del verbo, por los juegos de la evidencia y de la verdad,
por los constreñimientos de la domesticidad y de la amistad, la so
ciedad continúa tan firmemente organizada como antes. Y por lejos
que estén de las cumbres de la política, los hombres y las mujeres
tienen todos los días sus momentos de poder. En fin, se hace política
tanto como se respira.
' [.imitándome a ejemplos de los últimos años, venidos de puntos opuestos de la reflexión
sobre la política: P. Legendre, en el ámbito de una ya prolongada reflexión sobre la forma
12
- — 1 — Perspectivas teóricas
estatal ("desde L 'am our du censeur, 1974, hasta Les enfurtís clu lexte. E lu de su r la fo n c tio n
p a r e n ta le des Etats, 1992, y Trésor historique d e l'Etat en Franco. L'adm inistration classique,
1992), pronostica “su disolución del interior, dejando lugar a otra cosa", (Trésor..., 13). Del
lado de las teorías del m a n a g e m e n t— cuyo papel dogmático (legitimador de las relaciones
políticas establecidas) es planteado por P. Legendre al lado del Derecho de los Estados con
temporáneos— , tomamos el ejemplo de A. Toffler que ve en las actuales dislocaciones del
poder (powershift) la señal del advenimiento de una nueva época civilizatoria, dominada por
formas blandas y flexibles de organización (flex-organ ization s).
13
ficaba. Porque el pasado, leído (y por tanto aprendido) a través de
las categorías del presente, se volvía un documental vivísimo del ca
rácter intemporal — y por lo tanto racional— de esas mismas cate
gorías. “Estado”, “representación política”, “persona jurídica”, “pú-
blico/privado”, “derecho subjetivo”, se encontraban por todos lados
en la historia. No podían dejar de ser formas continuas e irreductibles
de la razón jurídica y política. Que esa continuidad fuera producto
del mirar del historiador era una cuestión de la que al parecer no se
tenía conciencia.
Pero además de poder ser leída en el registro de la “permanencia”,
la continuidad también puede ser leída en el registro de la “evo
lución”. En este caso, se trata de asistir al nacimiento y secular per
feccionamiento de un concepto o de una institución. La “continui
dad” es concebida como la continuidad de los seres vivos, que
crecen y “desbotonan” en flores y finalmente en frutos. La sabiduría
político-jurídica de la humanidad, justamente porque continúa el
pasado y no pierde sus enseñanzas, se perfecciona, progresa lineal
mente por acumulación. A partir de esta idea se instituye una visión
progresista de la historia del poder y del Derecho, que transforma
la organización institucional actual en un fin de la civilización polí
tica y jurídica. El Estado liberal-representativo y el Derecho legislado
(o, mejor dicho, codificado) constituirían el fin de la historia, el
término último de todos los procesos de “modernización”.
La visión histórica en este caso todavía servía para documentar esa
saga, esa continua lucha por el Derecho (K a m p fu m Recht). Los dog
mas del Derecho histórico ya no son, como en el caso anterior, tes
timonios de la justeza del presente, sino testimonios de la actividad
de liberación de la razón jurídica en relación a la fuerza, a los pre
juicios y a las dolencias infantiles.6
En uno y en otro caso, la idea de la continuidad era garantía de
estos usos legitimadores de la historia. O sea, la idea de que el saber
del presente se arraigaba en el saber del pasado y que recibía de éste
las categorías fundamentales sobre las cuales trabajaba. De hecho,
la clave del éxito de la tradición romanística, desde los g losad o res
hasta la p an d ectística alemana, siempre fue e n m a s c a r a r el carácter
6 Este tema fue abordado en Antonio Manuel Hespanha, “A historia das instituifoes e a
'morte do Estado’”, A n u ario d e filo so fía d el Derecho, Madrid, 1986c, pp. 191-227.
14
~ " Perspectivas teóricas
7 El precio pagado por esa orientación fue una inevitable “historicización” de las corrientes
romanísticas y su pérdida de peso en las facultades de Derecho. Por eso, algunos sectores
romanistas propusieron un estudio “jurídico” (actualizante) del derecho romano, reactivando
las intenciones dogmáticas de la pan dectística (zu rü ck zu Savigny, zu d em heutigen System
d es rom ischen Rechts). Véase, en este último sentido, el “manifiesto” de Sebastiao Cruz,
“Actualidade e utilidade dos estudos romanísticos”, D ireito rom an o, Coimbra, Almedina,
1989, pp. 113-124.
15
más tarde, en el transcurso de los años setenta. A pesar de la variada
identidad ideológica de los actores, no parece muy arriesgado decir
que se trató de un movimiento de crítica al triunfalismo de la política
establecida — el Estado liberal representativo y su Derecho legisla
do— que amarró la historia institucional y jurídica a su carro de triun
fo. Lo que se intentó hacer desde distintos lados fue desatar de ahí
el pasado, mostrando cómo, si lo dejaran hablar en su propio len
guaje, se alejaría de las formas establecidas del presente y cantaría
la inenarrable volubilidad de las cosas humanas.
En el dominio de la historia político-institucional, esta misión fue
preparada por los trabajos pioneros de Otto Brunner8 — que junto
con Otto V. Gierke, Emile Lousse o Julius Evola, pertenecía a los
críticos tradicionalistas de la “situación política”— , al destacar la
alteridad de las representaciones del Antiguo Régimen sobre el po
der y la sociedad.
La fortuna que este autor tuvo en los medios historiográficos m o
dernistas se debe bastante al recibimiento que le brindó la historiogra
fía político-institucional crítica (aunque, esta vez, “de izquierda”) ita
liana de los años setenta y al énfasis dado a su obra en los prefacios
de dos antologías que entonces tuvieron mucha fama: la de Schiera-
Rottelli y la de A. Musí.9 La influencia de Brunner, combinada con
sugestiones previas y divulgada por esta nueva historiografía, pro
vocó un sentimiento historiográfico muy amplio en la actualidad, de
problematización de la justeza de aplicar categorías e interpretacio
nes contemporáneas a la historia del poder en las épocas medieval
y moderna.10
En el dominio de la historia del Derecho, la crítica a la continuidad
prometía mayores dificultades,-de tal modo que ésta era esencial no
sólo en el mantenimiento de la idea de ratio iuris, sino también en
" Indicaciones bibliográficas, evaluación global y nota sobre los precursores, Antonio Ma
nuel Hespanha, P oder e instituí^oes n a Europa d o Antigo Regime, Lisboa, 1984a, pp. 31 y ss.
’’ E. Rotteliy P. Schiera, LoStato m oderno, Bologna, II Mulino, 1971 y AurelianoMusi, Stato
e p u b b lic a am m in istrazion e n ell’an cien régime, Napoli, Guida, 1979- Yo le atribuí la misma
importancia en la antología P od er e instituifoes n a Europa d o Antigo R eg im eí Am onio Manuel
Hespanha, P oder e instituifoes n a E uropa d o Antigo Regime, Lisboa, 1984).
10 Wim Blockmans, "Les origines des États modernes en Europe, XlIIe-XVlIIe siécles: état
de la question et perspectives", en Wim Blockmans y Jean-Philippe Genet, Visions su r le dé-
veloppem ent des États européens. Théories et historiographles d e I’État m od em e, Rome, Fran-
t,aise de Rome, 1993, 1 y ss.
16 ■■ -
Perspectivas teóricas
" Éstas requieren que el paso del tiempo y la evolución de los contextos no perjudique
la similitud (la “continuidad") de las situaciones. Las cosas son, en realidad, más profun
das: la idea de continuidad (de las cosas y de las personas) es la que soporta el esencialismo
que, a su vez, soporta el derecho. Sin él, nuestras cosas se desvanecerían continuamente; las
promesas estarían perdiendo siempre sus garantes, y así sucesivamente.
12 Frankfurt/Main, V. Klosterman, 1977.
IV
tre el Derecho y la sociedad. Pero, por encima de esto, el corte con
las continuidades de la tradición jurídica disolvía esta “familiaridad”
de que se ha hablado, suspendía la trivialización de los dogmas jurí
dicos del pasado y hacía correr el riesgo de introducir un historicismo
que, tarde o temprano, acabaría por afectar el presente. Porque, real
mente, la extrañeza del pasado es la señal, en negativo, del enraiza-
miento histórico del presente.13
El programa de recuperación de los sentidos “auténticos” (“loca
les”) de las instituciones del pasado no sería fácil de llevar a cabo
a menos que se ignoraran los problemas metodológicos planteados
por el designio de describir el pasado jurídico en s í m ismo. O sea,
si se supusiera que el encajonamiento del pasado en las categorías
del presente es un hecho intencional y que puede, por lo tanto, ser
evitado por una especie de disminución voluntaria de los prejuicios
actualistas. Las cosas se complicaron justamente porque los marcos
de aprehensión son producto de prejuicios inmanentes a la propia
mirada del historiador. Scholz estaba consciente de esto. Ni las de
formaciones epistemológicas de los historiadores tradicionales eran
intencionales, ni la historia podría nunca trabajar con categorías neu
tras de aprehensión que dejaran vivir, en toda su libertad y autode
terminación, el objeto sobre el que incidieran. Así, se intentaba su
perar el impasse recurriendo al concepto, entonces desarrollado por
la teoría alemana de la historia, de marcos de conceptualización su
geridos por el propio objeto de estudio (g eg en stan d sbezog en e K ate-
gorieri), marcos que posibilitarían una adhesión distanciada y no
pietista en relación a las auto-representaciones de los agentes histó
ricos. Más adelante volveremos a esta cuestión.
El programa que Scholz trazara en este su “manifiesto”14 ya esta
ba siendo llevado a cabo, en el dominio de la historia del Derecho
privado, por el jus-historiador florentino Paolo Grossi, uno de los
ejemplos más interesantes de una historiografía jurídica que, man
teniendo cuidadosamente todas las distancias en relación a la D og-
18
......... _ Perspectivas teóricas
m en g esch ich tetrad iciom l, tomaba en serio los textos. O sea, Grossi
se rehusaba a ver en los textos históricos de Derecho y en sus figuras
discursivas los antecedentes de una historia futura. No sobreestimaba
las aparentes continuidades formales (palabras o elementos norma
tivos aislados del contexto), ni trivializaba los elementos extraños o
inesperados. Sus estudios acerca del derecho sobre las cosas (princi
palmente en su libro Le situ azion e reali n ell’esp erien za g iu rid ica
m edievale, 1968, continuado en II d om in io e le cose. P ercez io n e m e-
d iev ali e m o d e m e d e i diritti reali, 1992) inauguran una nueva forma
de tratar la dogmática jurídica medieval y moderna.
Partiendo del estudio de la dogmática medieval sobre las relacio
nes entre los hombres y las cosas, y relacionándola con sus raíces
en la teología, P. Grossi intenta revelar un sistema de pensar estas
relaciones diferente del contemporáneo. Un sistema en el que, entre
los hombres y las cosas, se tejen lazos variados y sobrepuestos mu
cho más complicados que los lazos biunívocos (una cosa es pro
piedad de una persona, una persona es propietaria de una cosa) del
modelo liberal de una propiedad concebida como un poder exclu
sivo de uso. Lo interesante del proyecto es justamente el hecho de
suspender la continuidad aparente de los conceptos familiares (c o
mo el de dom in iu m ), subrayando, de un solo golpe, la naturaleza
cultural de los conceptos empleados tanto por el sistema dogmático
del Derecho medieval como por el del Derecho contemporáneo. Al
hacer esto, P. Grossi no queda prisionero ni de los marcos dogmá
ticos actuales (que él rechaza como p la n c h a de reconstrucción
histórica) ni de los de la época. Se limita a observarlos, fríamente,
buscando sus orígenes en el seno del discurso teológico-jurídico y
poniendo en evidencia sus consecuencias en el plano de la per
cepción de las relaciones sociales. En suma, pone en práctica esa
lectura de los textos “por encima del hombro de aquellos que los
escribieron”, de la que hablan los antropólogos. Lee lo que ellos
leían, con un mirar paralelo; pero lee, también el propio acto de lec
tura (o de escritura) original.
Para dar otro ejemplo de este género de “lectura participante”
proveniente también del brillante grupo de discípulos de Paolo Gro
ssi se podría citar el ejemplo de Pietro Costa, autor en los años sesen
ta de un libro inesperado que, a diferencia de los ensayos comunes
de historia de las ideas políticas, procuraba tomar las categorías de
19
lo político de los tratados jurídicos sobre la jurisdicción ( Cfr. Costa,
1969). La empresa historiográfica de Pietro Costa era doblemente
innovadora. En primer lugar reconstituía, en su alteridad, el sistema
medieval del saber relativo al poder, mostrando así que el lugar del
discurso político en el seno de una sociedad que se creía fundada
en la justicia, se arreglaba en el lugar donde se trataba de la capa
cidad para hacer justicia, o sea, en el discurso de los juristas sobre
la jurisdicción.15Después Costa revela la eficacia, textual y contextual,
de los sistemas vocabulares (de los campos semánticos) contenidos
en los textos jurídicos, como, por ejemplo, el vocabulario jurídico
medieval sobre el poder, esas relaciones interminables de definicio
nes y clasificaciones en torno a palabras com o iu risdictio o im pe-
rium. Era en el seno de estos juegos v o ca b u la res donde toda la
realidad social era aprehendida y contenida. Ahí quedaba sujeta a
operaciones de tratamiento intelectual que obedecían a una lógica
estrictamente textual y, de nuevo, era propuesta “al mundo” com o
un modelo, una matriz, destinado a enmarcar las cuestiones políticas
y a servir de norma para ellas.16
20
1 ~ Perspectivas teóricas
17 Sobre eso véase, en síntesis, Antonio Manuel Hespanha, 1993b, op. cit., pp. 122 y ss.
18 Véase Pietro Costa, L oS lato im aginario. M etáfora e p a r ax d ig m i n ella cu ltu rag iu rid ica
f r a ottocen to e novecento, Milano, Giuffre, 19H6.
19 Cfr. Antonio Manuel Hespanha, “La revolución y los mecanismos del poder (1820-
1851)’’, en Carlos Petit (coord.), D erecho p riv a d o y revolución burguesa, Madrid, Pons, 1990b,
sobre la pluralidad de los poderes y de las tecnologías de nuestros días, véase Hespanha,
1992o, op. cit.
21
normación y de resolución de conflictos en las sociedades contem
poráneas.20
En todo caso, la idea de que la normación social se efectúa en
múltiples niveles ya ha encontrado aplicaciones notables en la más
reciente historiografía político-institucional del Antiguo Régimen.
Tomo como ejemplo a Bartolomé Clavero, uno de los historiadores
más interesantes del Derecho de nuestros días. Desde 1979 (D erecho
com ú n , Sevilla, 1979), Clavero desarrolla un modelo alternativo y no
anacrónico para describir el universo político del Antiguo Régimen.
El autor encontró ese modelo, casi explícito, en la literatura jurídica
de la época. Esta literatura no hablaba del Estado, sino más bien de
una pluralidad de jurisdicciones y de derechos, derechos en lo plu
ral, estrechamente dependientes de otros órdenes normativos (co
mo la moral religiosa o los deberes de amistad). Clavero insiste en
dos temas:
22
- Perspectivas teóricas
21 La influencia de este modelo —que también fue propuesto, aunque de manera menos
sistemática, en Italia, por historiadores contemporáneos a Clavero, como P. Schiera— actual
mente es muy importante en Italia, España y Portugal, sobre todo entre los modernistas. La
historiografía inglesa siempre le estuvo más próxima, así como algunas corrientes de la histo
riografía alemana. En todo caso, tanto en Alemania como en Francia, el modelo estatalista to
davía domina. Para un panorama de los puntos de vista más recientes sobre el "Estado moder
no”, ver Wim Vlockmans yJean-Philippe Cínet, Visions su r le dévelopm ent, des Etats eu ropéens.
Théories et historiographies d e l ’Etat m odem e, Rome, Ecole Franyaise de Rome, 1993.
22 Los efectos de esta lectura de la historia jurídico-política son chocantes para los parti
darios de la historia jurídica, institucional y política centrada en el Estado y que insiste en la
idea de centralización, como característica de las monarquías europeas de la época moderna.
En España, esta imagen era tributaria del centralismo político de la época de Franco U ispapa,
una, g ran d e, libre). Pero ciertas corrientes de la historiografía posfranquista no dejan de co
mulgar con esta visión centralizadora. Lo que explica, en cierta medida, el tono polémico que
envuelve todavía hoy a la obra de Clavero en su propio país.
21 El papel ejemplar de la familia y de la disciplina domésticas fueron objeto de estudios
recientes por parte de Daniela Frigo ( IIp a r e d i fam iglia. G ovcm o d ella c a s a e g o v em o civile
n ella tra d iz io n e d el “(¡econ óm ica ”ira Cinque eSeicenlo, Roma, 1983a; "La dimensione ammi-
nistrativanellariflessionepolítica(secoliXVI-XVIII)’’,en C. Mozzarelli (ed.), /.’a d m in istraz io n e
n ella Italia m oderna, Milano, Giuffre, 1983b, pp. 21-94; "Disciplina rei familiaria: l'oeconomia
come modelo amministrativo d’ancien régime”, Penélope, 1989, pp. 47-62), sólo por citar un
ejemplo notable.
21 Ver los estudios de Joaquim Ramos de Carvalho o de Francisco Bethencourt, entre otros.
Para Europa en general ver Angelo Turchini y Umbeno Mzzone (coords.), I.e visitepastorali,
Bologna, II Mulino, 1985 y Miriam Turrini, !.a coscien za e le leggi. M orale e diritto nei testip er
la con fession e della p rim a éta m oderna, Bologna, II Mulino, 1991.
25 Hay además una dimensión fundamental del amor cristiano, llena de virtualidades legi-
timadoras y disciplinarias, el amor a Dios y su irrupción en la historia por medio de los sacra
mentos. Sobre la relación entre amor divino, gracia y poder, véase el excelente libro de Paolo
Prodi, 11sa cram en to delpotere. IIgiu ram en to ¡xilitico n ellastoriacostitu zion aledell'O cciden te,
Bologna, II Mulino, 1992.
26 Pierre Legendre, L ’a m o u r d e censeur. Essai su r l ’o rd re dogm atiqu e, Paris, Seuil, 1974;
Jouir du pouvoir. Traité de la bourgeoisie patrióte, Paris, Minuit, 1976; y L 'empire d e la vérité.
Intrvductions a u x espaces dogm atiqu es industriéis, Paris, Fayard, 1983.
27 Sobre el contexto emocional y afectivo de la política, véase también Pierre Ansart, La
gestión des p assion s politiques, Paris, L’age d’homme, 1983.
28 C/r. Andreas Tiraquellus, Tractatus deprivilegiis rusticorum , Coloniae Agrippinae, 1582;
Renatus Chopinus, De privilegiis rusticorum, Parissis, 1575; D esprivilegesdesperson n esvivan t
a u x cham ps, Paris, 1634 (cfr. Antonio Manuel Hespanha, “Savants et rustique. La violence
douce de la raison juridique”, lu s com m une, 1983).
24
*~ ~ ***^ ~ ~ 11 ~ ~ Perspectivas teóricas
25
Al hablar de amistad, liberalidad y gratitud estamos hablando de
disposiciones sentimentales que no pueden ser observadas directa
mente. Por eso las corrientes historiográficas que tienen que ocu
parse de ellas están obligadas a trabajar sobre los textos normativos
acerca de los sentimientos y de las emociones. La hipótesis de que
se parte es la de que estos textos disponen de una eficacia estruc
turante sobre, en primer lugar, la autocomprensión de los estados
de espíritu y, después, sobre la modelación de los sentimientos y de
los comportamientos que de ahí resultan. En este sentido, la lite
ratura ética — diseminada por las obras de divulgación, por la pa-
renética y por la confesión— constituirá una más de las tecnologías
de modelación de los sentimientos particularmente importante para
la realización del orden en la época moderna.
Pero también la literatura jurídica en unos casos más que en otros,
se ocupa de los sentimientos, de las emociones o de los estados de
espíritu. Los ejemplos clásicos son, en el dominio del Derecho penal
pero también del Derecho civil, los estados psicológicos como la
culpa ( cu lpa), el dolo ( dolus), el estado de necesidad ( necessitas),
la mentira, la locura, la amistad, etcétera. Refiriéndolos, como presu
puestos para la aplicación de normas jurídicas, el Derecho instituye
una “anatomía de alma” (una “geometría de las pasiones”, según
Mario Bergamo) que fija los contornos de cada sentimiento. A partir
de este momento, el discurso va más allá de una actitud meramente
cognitiva, instituyendo normas que disciplinan la sensibilidad y los
comportamientos.
26 " — ............. —
1— ~ Perspectivas teóricas
27
cho de propiedad.32 El mérito de Paolo Grossi fue el de saber ir más
allá de las evidencias en busca del sentido perdido.
Otra forma de trivializar los textos históricos es aligerar el peso de
lo que dicen, atribuyéndoles el estatuto de metáfora o dispositivo
meramente retórico. El autor no podía querer decir precisamente,
literalmente, aquello que dijo. En todo caso estaría utilizando una
imagen, adornando el discurso con un artificio de elocuencia, o tam
bién, queriendo engañar al lector escondiendo la dura realidad con
el manto diáfano de la fantasía. Le correspondería, entonces, al his
toriador interpretarlo cu m g ra n o salís, reduciendo lo dicho a las ver
daderas dimensiones de lo pensado, dándole su verdadero sentido.
Ejemplo de esta lectura “perspicaz” es la que normalmente se ha
ce de las continuas referencias que se encuentran en los textos
jurídicos a las órdenes superiores de la ética y de la religión. Una
actitud común de los historiadores del Derecho, por no hablar de los
historiadores de lo social que frecuentan los textos jurídicos, es la
de considerar estas referencias, completamente extrañas a la actual
comprensión secularizada de un Derecho y de un poder completa
mente secularizados, como artefactos retóricos desprovistos de sen
tido.33 Por el contrario, en el caso de los textos de Derecho medie
val y Derecho moderno, esas referencias son la señal de una ligación
ontológica entre el Derecho y la religión, sin la cual no pueden ser
entendidos ni el sentido global del orden jurídico, ni muchos de sus
detalles.34
Lo mismo sucede respecto a las referencias al amor. En este caso,
la trivialización presenta dos vertientes. Por un lado, se reinterpreta
el concepto de amor. En efecto, no habría sino uno, el que corres
ponde a nuestra gramática de los sentimientos, el amor por el aman-
’2 Hace muchos años leí que cuando el cardenal De Gasperi elaboraba el borrador de la
encíclica Q uadragesim o arm o, preocupado por encontrar una fundamentación histórica y
tradicional para la doctrina de la Iglesia de defensa de la propiedad privada contra los “errores”
del comunismo, saludó con una entusiasta anotación "Ecco il diritto di proprietá" un pasaje
de Santo Tomás donde se hablaba de dom inium en el sentido no exclusivista y no
individualista que el término tenía. Es un ejemplo de cómo las preocupaciones contextúales
actúan sobre la lectura. Generalmente, sin embargo, los procesos de contextualización social
de la lectura son menos directos.
" O mejor dicho, de un sentido pragmático (destinado a conmover al lector) y no semán
tico (destinado a denotar objetos).
* Cfr. El testimonio del principal responsable de la divulgación, en términos nuevos, de
esta idea: Bartolomé Clavero (Clavero, 1991, op. cit ).
28
Perspectivas teóricas
te, cuando mucho por los padres o por los hijos. El amor por los
gobernantes, por el orden, por la justicia, un amor que está en el
origen de la justicia, no serían más que maneras enfáticas de decir,
dispositivos retóricos sin contenido mental ni (todavía menos) so
cial. Esta aproximación de los sentimientos afectivos (y de las acti
tudes correspondientes) en relación con personas tan diferentes
como el rey, los padres, los compañeros de viaje o los amantes, no
diría nada de la realidad política “real”, pudiendo ser dejada de lado
en el análisis histórico de los efectos políticos .35
Por el contrario, una lectura profunda (una lectura “densa”, para
retomar la terminología propuesta para describir preocupaciones
del mismo género ) , 36 que respete todo lo que es dicho (y no dicho),
que rechace el sentido común, que subvierta una lectura tranquili
zante del pasado, mostrará cómo los textos que se referían al amor
reposaban (construían, difundían) sobre una diferente gramática de
los sentimientos, otra a n a to m ía d ell’a n im a (Mario Bergamo), que
constituía lo impensado del Derecho, así com o del conjunto de los
saberes sobre el hombre y la sociedad, y daba, por lo tanto, un senti
do profundo y específico a sus proposiciones. El trabajo de recupe
ración de los sentidos originales es, como se ve, penoso. El sentido
superficial tiene que ser separado para dar lugar a las sucesivas capas
de sentidos subyacentes. Como en la arqueología, la excavación del
texto tiene que hacerse por capas. Los hallazgos de cada una de ellas
tienen que tener sentido a ese nivel. La manera como ellos fueron
posteriormente recuperados puede ser objeto de descripción, pero
eso es otra historia, la historia de la tradición.
A cada nivel, por lo tanto, el esfuerzo consiste en recuperar la ex-
trañeza, no la familiaridad, de lo que es dicho; en evitar dejarse llevar
por lecturas pacíficas; en leer y releer, planteándose porqués a cada
palabra, a cada concepto, a cada proposición, a cada "evidencia” y
buscando las respuestas no en nuestra lógica sino en la lógica del
propio texto. Hasta que lo implícito de éste se haya vuelto explícito
" Para un análisis del amor como senlimienlo político, véase Legendre, 1974, op. cit., y
Boltanski, 1990.
* Cfr. C. Geertz, “Thick description: toward an interpretative theory of culture", en C.
Gertz, The interpretation o f culture. Selected essays, New York, 1973 y Uans Medick,
“Missionare im Ruderboot? Ethonologische Erkenntnisweisen ais Herausforderung an dic
Szxialgeschichte”, Geschichte u. Gesellschaft, 1984.
- 29
y pueda ser objeto de descripción. De esa forma, lo vanal se carga
de sentidos nuevos e inesperados. El pasado, en su escandalosa di
versidad, es reencontrado.
El escuchar de las profundidades del texto es también un sondeo
de las zonas límite del universo de la interpretación.
Realmente, en la base de los comportamientos o de las prácticas
se encuentran opciones humanas frente a situaciones. Estas situacio
nes son evaluadas de acuerdo con disposiciones espirituales, cogni-
tivas o emocionales, que también dictan el tipo de reacciones de los
sujetos. A menos que se compartan los puntos de vista de una na
turaleza innata y común de estas disposiciones, ellas están fuera del
alcance del conocimiento exterior, histórico o no. Lo más que se
puede hacer en esta hermenéutica de las raíces de la práctica es
anotar las manifestaciones exteriores, sean éstas comportamientos
o discursos (principalmente discursos que autorrepresenten los es
tados de espíritu), describirlos con todo el detalle y la fidelidad y,
a partir de ahí, intentar identificar las disposiciones espirituales ahí
embebidas, el origen de los sentidos auténticos de las prácticas.37,38
30
1 .............. .................. - Perspectivas teóricas
w Cfr. Clavero, “Bartolomé. Historia y antropología. Por una epistemología del derecho
moderno”, en Cerda y Ruiz-Funes, 19B5.
Cfr. Clavero, op. cit., 1991, “Prefacio”. F.l pesimismo a este texto no deriva de “dudas"
locales en cuanto al valor histórico de los textos ético-jurídicos para la reconstrucción de lo
imaginario social moderno, sino de dudas “generales" en cuanto a la pertinencia de cualquier
reconstrucción.
11 En el plano pedagógico esto acarrea la ventaja de permitir la sustitución de una
exposición atomista de la historia institucional en la que cada institución es descrita p e r sí, por
una exposición de los grandes marcos de la cultura institucional subyacente.
31
tuyendo parrillas de distinción y clasificación, formas de describir,
constelaciones conceptuales, reglas de inferencia, patrones de valo
ración. Esquemas que se habían incorporado al propio lenguaje,
que se habían vuelto comunes en una literatura vulgar o en tópicos que
se exteriorizaban en manifestaciones litúrgicas, en programas icono-
lógicos, en prácticas ceremoniales, en dispositivos arquitectónicos,
y que, por eso, habían ganado una capacidad de reproducción que
iba mucho más allá de aquella que provenía de los textos originales
en sí mismos. La tradición literaria teológica, ética y jurídica cons
tituía así un habitu s de autorrepresentación de los fundamentos an
tropológicos de la vida social. En este sentido, su acción conformadora
antecedía incluso cualquier intención normativa, pues era conse
cuencia de la introducción necesaria de una colección completa de
utensilios intelectuales básicos imprescindibles para la aprehensión
de la vida social.
Pero esta literatura era todo menos puramente descriptiva, todo
menos anormativa. Su carga preceptiva era enorme, tanto porque
sus proposiciones aparecían ancladas al mismo tiempo en la natu
raleza y la religión, como porque su intención no era describir al
mundo, sino transformarlo. De hecho, lo que aparece descrito en los
libros de teología y de Derecho aparece o com o dato inevitable de
la naturaleza o com o dato inviolable de la religión. Los estados
de espíritu de los hombres ( affectus), la relación entre éstos y sus
efectos externos ( effectus), eran presentados com o modelos forzo
sos de conducta, garantizados por la inderogabilidad de la natura
leza y por la amenaza de la perdición.
Estos textos tienen, a nivel de la sociedad, una estructura sem e
jante a la del habitus, tal como es concebido por Pierre Bourdieu.
Por un lado, constituyen una realidad estructurada (por las condi
ciones de una práctica discursiva embebida en dispositivos textua
les, institucionales y sociales específicos), que incorpora esquemas
intelectuales cuya adecuación al ambiente había sido comprobada .42
Pero, por otro, constituyen una realidad estructurante que continúa
42 Esta es una ventaja de dicho cuerpo literario sobre la tradición ficcional o puramente
ensayística. Aquí los mecanismos de control de adecuación práctica de las proposiciones o
no existen o tienen mucho menos fuerza reestructurante. Un personaje psicológicamente
inverosímil no obliga necesariamente al autor a reescribir una novela.
32 " =
Perspectivas teóricas
■
-= '! _____ . -------------- 33
inducía a consensos posibles, registrando la solución más consen
sual (o p in io com unis) como la solución probable (aunque no for
zosa). Estos procesos metodológicos eran, por un lado, el esquema
expositivo de la qu aestio y, por el otro, la combinación de doctrina
( ars tópica) y opinión común. Con la compilación de las qu aestion es,
el historiador adquiere un capital de proposiciones discutidas ( q u a
estiones disputatae) que da cuenta de los conflictos provenientes de
diferentes apropiaciones de los textos. Con la doctrina accede al ca
tálogo de las bases consensúales de cualquier discusión, a los topoi
socialmente aceptables. Pero la doctrina garantizaba además que la
solución final, registrada para la posteridad como opinión común,
fuera la solución más consensual, tomada com o base de nuevos de
sarrollos textuales.
Q uaestio y topiqu e son así dos poderosos mecanismos de enrai-
zamiento de los textos teológico-jurídicos en los contextos sociales,
que transforman estos textos en testimonios particularmente fiables
acerca de los datos culturales embebidos en la práctica. El lugar cen
tral ocupado por lo imaginario jurídico en la representación de la
sociedad y del poder es una prueba convincente de eso.
Pero ¿no perjudicará la finalidad preceptiva de la teología, de la
moral y del Derecho la relevancia de sus textos com o testimonios
de las relaciones sociales? O sea, en estos textos, el p a th o s normativo
¿no los hará estar más atentos al d eber ser que al s e r ? ¿No les dará
una coloración mistificadora, ' ideológica”, que los inutilice com o
fuentes idóneas de la historia?
Algunas objeciones hechas por historiadores a la utilización de
estas fuentes insisten justamente en este punto. A las fuentes car
gadas de intenciones serían preferibles fuentes no intencionales,
subproductos brutos de la práctica como peticiones, descripciones,
apuntes, etcétera. O sea, textos que no fueron escritos para consti
tuir modelos de acción, sino más bien que hayan sido escritos bajo
la modelación de la acción.
Es probable que esta jerarquización de los dos tipos de fuentes,
desde el punto de vista de su “fidelidad a lo real”, descanse en el
concepto de ideología como conciencia deformada y del discurso
ideológico como discurso mistificador, discurso que podría oponer
se a otros meramente denotativos, que reproducirían sin mediacio
nes el “estado de las cosas”. Este concepto de ideología en la actua
34 — ......... li______________________ — — —
— Perspectivas teóricas
= 35
sobre cada una de las opciones, una estrategia discursiva y práctica
propia. Pero el catálogo de los argumentos a favor de cada posición
y hasta las formas alternativas de jerarquizarlos están fijadas en un
meta-modelo común que compendia las bases culturales del con
senso que, justamente, permiten que sus posiciones dialoguen.43 O
sea, las diferentes apropiaciones del conjunto contradictorio de tó
picos que integran el sistema discursivo del Derecho no saltan hacia
afuera de su sistematicidad, a un nivel más profundo, así com o las
posiciones contradictorias de las partes en un proceso no cimbran
las normas de decisión procesual.44
No obstante, no creemos que sea prudente erigir el modelo cul
tural subyacente al espíritu de las instituciones y de la literatura doc
trinal que trata de ellas como un modelo global, com o lo hace Louis
Dumont para los marcos mentales subyacentes, a las jerarquizaciones
sociales de la cultura hindú.45 Evidentemente, existen modelos de
representación ajenos al discurso de los teólogos y de los juristas.
Por ejemplo, para la época primo-moderna peninsular, la de los
políticos, fundada en valores (como el de la oportunidad o de la efi
cacia concebidas como adecuación a un único punto de vista)46 que
son claramente incompatibles con los fundamentos de la imagen
de la sociedad que moldea el discurso de la teología moral y del De
recho.
El discurso de los teólogos y de los juristas apenas permite el
acceso a estas otras constelaciones cognitivas y axiológicas en con
traposición, en la medida en que polemiza con ellas. Y ni eso,
cuando ni siquiera es obligado a polemizar con ellas, limitándose a
descalificarlas por el silencio o por el desdén.47
Naturalmente que estos modelos “variantes” (en el primer caso)
o “alternativos” (en el segundo) deben ser considerados por el his-
" Pero que, por ejemplo, excluye una discusión del mismo tipo sobre la preferencia del
estado “noble” y del estado "mecánico”.
44 O las estrategias opuestas de dos jugadores no destruyen el patrimonio común de las
reglas del juego.
44 L. Dumont, H om o hierarchicu s. Essai su r le systém e des costes, Paris, Gallimard, 1966.
46 Por ejemplo, la oportunidad o eficacia desde el punto de vista del interés de la Corona,
desatendiendo los puntos de vista de otros intereses, cuya consideración conjunta y
equilibrada constituía precisamente la justicia.
47 Como sucede con el "derecho de los rústicos”, ignorado o referido despectivamente
como los usos de los ignorantes o de los rudos ( Cfr: Hespanha, 1983, op. cit.).
36 ________ _____
Perspectivas teóricas
------- --- 37
mas de mecanicismo objetivista que tiende a explicar la acción hu
mana a partir de un juego de determinantes puramente externos, ya
sea la necesidad fisiológica, las leyes del mercado, los ritmos de los
precios, las curvas de natalidad o las estructuras de producción.
Insistimos, por el contrario, en que las prácticas de que se ocupa
la historia son prácticas humanas, consecuencia de alguna manera
de actos de cognición, de afectividad, de evaluación y de voluntad.
En cualquiera de estos niveles de actividad mental presupuesta por
la acción, se encuentran momentos irreductibles de elección en que
los agentes construyen versiones del mundo exterior, las evalúan,
optan entre formas alternativas de reacción, representan los resul
tados y anticipan las consecuencias futuras. Todas estas operaciones
pertenecen a la esfera del mundo interior. Son operaciones irreduc
tiblemente intelectuales basadas en representaciones construidas
por el agente, eventualmente a partir de estímulos (de muy variada
naturaleza) recibidos del exterior. Sin embargo, éstos son reprocesados
por mecanismos puramente intelectuales constituidos por utensilios
mentales tales com o esquemas de aprehensión y de clasificación,
sistemas de valores, procesos de inferencia, baterías de ejemplos,
modelos típicos de acción, etcétera. En fin, todo representaciones.
Cuando, por ejemplo, Karl Polanyi insiste en el carácter “antropo
lógicamente embebido” del mercado no está destacando otra cosa
que las “leyes del mercado” no constituyen lógicas de comporta
miento forzoso, consecuencia o de una lógica de las cosas o de una
razón económica, sino modelos de acción que se fundan sobre
sistemas de creencias y de valores situados en una cultura determi
nada (de una época, de un grupo social).48 De la misma manera,
cuando M. Bakhtin sostiene que el mundo no puede ser aprehen
dido sino como un texto49 y que, por lo tanto, la relación entre
“realidad” y representación necesariamente tiene que ser entendida
como una forma de comunicación inter-textual, sólo está insistiendo
en la idea de que todo el contexto de la acción humana, al cual esta
acción necesariamente responde, es algo que ya pasó por una fase
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Cfr. sobre la idea de pan-textualidad de Bakhtin, Zyma Peter, Textosoziologie. E in e
krislische Einfbürung, Stuttgart Metzler, 1980 (Cap. “Gesellschsft ais Text”).
38 ■" - — -
Perspectivas teóricas
Bibliografía
" Para un modelo de contextualización del discurso jurídico que todavía me parece
razonablemente válido ver Antonio Manuel Hespanha, “O materialismo histórico na historia
do direito”, 1978a.
40
1 ~ ~ Perspectivas teóricas
41
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