“pobre no es el que tiene poco sino el que necesita infinitamente mucho, y desea más y más”.
Esta es una clave de carácter cultural.
¿Qué es lo que aletea en nuestras cabezas? ¿El modelo de desarrollo y de consumo, que es el
actual de las sociedades ricas?
¿Estamos gobernando la globalización o la globalización nos gobierna a nosotros?
¿qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de autos por familia que
tienen los alemanes? ¿Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar?
¿Tiene el mundo hoy los elementos materiales como para hacer posible que 7 mil u 8 mil millones
de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de despilfarro que tienen las más
opulentas sociedades occidentales?
Porque hemos creado esta civilización en la que estamos: hija del mercado, hija de la competencia
y que ha deparado un progreso material portentoso y explosivo.
¿Es posible hablar de solidaridad y de que “estamos todos juntos” en una economía basada en la
competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad?
El hombre no gobierna hoy a las fuerzas que ha desatado, sino que las fuerzas que ha desatado
gobiernan al hombre.
Porque no venimos al planeta para desarrollarnos solamente, así, en general. Venimos al planeta
para ser felices. Porque la vida es corta y se nos va. Y ningún bien vale como la vida y esto es lo
elemental.
porque el problema es el mercado, porque tenemos que trabajar y tenemos que sostener una
civilización del “úselo y tírelo”, y así estamos en un círculo vicioso.
el desarrollo no puede ser en contra de la felicidad. Tiene que ser a favor de la felicidad humana;
del amor arriba de la Tierra, de las relaciones humanas, del cuidado a los hijos, de tener amigos, de
tener lo elemental.
Cuando luchamos por el medio ambiente, tenemos que recordar que el primer elemento del
medio ambiente se llama felicidad humana