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La Humildad de Jesús

El documento describe la humildad de Jesús a través de varias lecturas y reflexiones. Resalta que Jesús, siendo Dios, se hizo hombre y se humilló a sí mismo hasta morir en la cruz por la humanidad. También explica que la humildad no es sentirse inferior sino reconocer que dependemos de Dios y debemos servir a los demás como Jesús. Finalmente, pide cultivar la humildad para acercarse a Dios y crecer en santidad.

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La Humildad de Jesús

El documento describe la humildad de Jesús a través de varias lecturas y reflexiones. Resalta que Jesús, siendo Dios, se hizo hombre y se humilló a sí mismo hasta morir en la cruz por la humanidad. También explica que la humildad no es sentirse inferior sino reconocer que dependemos de Dios y debemos servir a los demás como Jesús. Finalmente, pide cultivar la humildad para acercarse a Dios y crecer en santidad.

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LA HUMILDAD DE JESÚS

Canto: Postrado a tus pies

Exposición

Alabanza:

¡Bendito y alabado sea este Sagrado Corazón que, por amor a la humanidad, ya
nunca dejará de latir!

Padre nuestro, Ave María y Gloria 3 veces.

Comunión espiritual

Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío y en Ti creo. Tú eres el Pan que da


la Vida. Que tu Presencia espiritual inunde mi alma y acreciente mi deseo
de recibirte sacramentalmente. Oh, Dios de Amor, lléname de Ti. Amén.

Lectura: Filipenses 2,5-11

"Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo
de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se
despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a
los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí
mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le
exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al
nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los
abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SENOR para gloria de
Dios Padre."

Reflexión

La humildad es la clave que nos permite entrar en el corazón de Jesucristo.


“Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón”, nos dice Él.
Si nos damos cuenta, la “humildad de Dios” es una de las verdades
definitorias de nuestra fe.

Al reflexionar sobre esto vemos que es algo asombroso y hermoso. En la


Encarnación, la Palabra de Dios, por medio de la cual fue creado el
universo, eligió convertirse a sí mismo en una criatura.

El que gobierna el cielo y la tierra se humilló a sí mismo y bajó del cielo


para hacerse nuestro siervo.

Como dice San Pablo: “Él se humilló a sí mismo, haciéndose obediente


hasta la muerte y una muerte de cruz”.

Ése es Dios. Él es un Dios que nos ama tanto que se humilla a sí mismo
para compartir nuestra humanidad; un Dios que se acerca a nosotros para
levantarnos; que muere por nosotros para que podamos tener parte en su
divinidad.

La humildad de Dios tiene el propósito de mostrarnos una forma


enteramente nueva de vivir. El imitar a Jesús en su humildad, es la manera
en la que descubrimos nuestra verdadera humanidad.

Y Jesús nos ordena practicar la humildad de muchas maneras diferentes.


“El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el servidor de todos”, nos
dice Él.

Pero con frecuencia la humildad es mal interpretada.

No implica que debamos degradarnos o reprocharnos a nosotros mismos


por nuestros fracasos y debilidades. No se trata de sentirse inferiores o
como si no valiéramos nada. Esto no es humildad.

Santa Teresa de Ávila dijo que la humildad es la verdad. Significa saber


quiénes somos, requiere ser honestos con nosotros mismos.

La verdad es que somos pecadores y que no somos dignos de estar en la


presencia de Dios.
Reconocemos esto cada vez que celebramos la Eucaristía. Empezamos la
misa confesando nuestros pecados y antes de la comunión, oramos
diciendo: “Señor, no soy digno…”.

Pero esta no es toda la verdad sobre quienes somos. La humildad nos hace
conscientes de que somos imperfectos, de que somos débiles. Pero también
nos permite darnos cuenta de que somos amados por Dios y de que Él nos
llama a caminar con Jesús, a seguirlo y a participar de su santidad.

Ese camino que Jesús nos llama a seguir es su camino, el camino de la


humildad.

Para crecer en humildad, tenemos que empezar por recordar que todo lo
que tenemos proviene de las manos amorosas de Dios.

Necesitamos recordar con frecuencia cuánto se nos ha dado, qué tanto se


nos ha perdonado, todas las tiernas misericordias de Dios en nuestra vida.

El esforzarnos por ser agradecidos nos mantendrá humildes. Nos hacemos


así más conscientes de los dones de Dios en nuestra vida y de que no hay
nada que podamos hacer para “merecer” o para ganar su amor.

La humildad significa saber que necesitamos a Dios, que dependemos de Él


para todo. La humildad significa saber que con Dios todas las cosas son
posibles y que todo lo podemos llevar a cabo gracias a la fuerza que Él nos
da.

También crecemos en humildad al entregarnos unos a otros, al servir a los


demás a ejemplo de Cristo, que vino a servirnos.

Nosotros estamos llamados a esta misma humildad, a este mismo servicio a


los demás, especialmente a los pobres. “Les he dado un modelo a seguir”,
nos dice Él. “Lo que yo he hecho con ustedes, háganlo ustedes también”.

El amor de Cristo es un amor humilde, el amor de un siervo. En su


humildad, Él se inclina para levantarnos y para acercarnos a Él, así como
cuando un padre se inclina para levantar a su hijo.
Tenemos que buscar su rostro, así como un niño busca el rostro de sus
padres. Esto es lo que Jesús quiere decir al llamarnos a ser humildes a
ejemplo de los “niños pequeños”.

Canto:

M. María Jesús nos enseña sobre la humildad:

Para santificarse es preciso conocerse, y este conocimiento ha de traer la


humildad, sin ella es imposible la santidad, pues para ser santo hay que destruirse
y del polvo que queda es con lo que se ha de fabricar el santo.
Todos: Enséñame a conocerme Sagrado Corazón de Jesús

La humildad nace de la bondad.- Sabe siempre dejar un pedazo del corazón en las
lágrimas que enjuga.
Todos: Enséñame a ser bondadosa/so S. C. de Jesús

Jesús compadeceos de mi corazón, y para hacerlo más agradable a vuestros ojos


dadme una humildad capaz de atraer vuestras miradas.
Todos: Enséñame a centrar mi vida en tu mirada S. C. de Jesús

Colmad si queréis a los demás de dones deslumbradores; en cuanto a mí, amable


Salvador mío, no os pido si no una humildad sincera, una humildad profunda que
iré a buscar en vuestro adorable Corazón y en el amargo recuerdo de mis
ingratitudes.
Todos: Enséñame a reconocer mis ingratitudes S. C. de Jesús

Para santificarme necesito conocerme, de este conocimiento nace la humildad. La


humildad vive y crece en la humillación. Sin ella no es posible la “santidad”.
Todos: Enséñame a crecer en santidad S. C. de Jesús

Necesito fundarme en humildad. La humildad causa paz inalterable en el alma.


Todos: Enséñame a vivir en la verdadera paz S. C. de Jesús

-El alma humilde es piadosa con una piedad fundamentada en el cumplimiento


exacto de sus deberes de piedad sin que pueda ser capaz la aridez de hacerle
desistir de su fervor en las prácticas de piedad.
Todos: Enséñame a cumplir con mis deberes de piedad S. C. de Jesús
La humildad sólida hará mi trabajo fructuoso. “Sólo crece lozana la espiga cuando
el grano enterrado se ha podrido y germina en la tierra”. Así el alma, sólo cuando
alcanza arraigo en la humildad, es apta para el apostolado.
Todos: Enséñame a ser un verdadero apóstol S. C. de Jesús

¡Oh Jesús dígnate darme la verdadera humildad pues esa virtud bendita es la que
estrechará más y más mi unión contigo ya que tú siempre fuiste humilde desde la
encarnación hasta la muerte de cruz.
Todos: Sagrado Corazón de Jesús haz mi corazón semejante al tuyo

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