CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACION CIVIL
Magistrado Ponente:
Dr. JOSE FERNANDO RAMIREZ GOMEZ
Bogotá, D. C., veintiséis (26) de junio de dos mil tres (2003).
Referencia: Expediente No. C-5906
Profiere la Corte, en sede de instancia, sentencia
sustitutiva en el proceso ordinario de OLIMPO RIVERA MEDINA contra
TRANSPORTES RAPIDO TOLIMA S. A. y ALFONSO PARRA PEREZ, luego de
evacuadas las pruebas que se decretaron en el fallo de 31 de octubre
de 2001, mediante el cual se declaró fundado el recurso de casación
que interpuso el demandante contra la sentencia de 14 de febrero de
1995, proferida por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Neiva, Sala
Civil Familia Laboral.
ANTECEDENTES
1.- En la demanda que originó el proceso, el citado
demandante solicita que se declare que los también mencionados
demandados son solidaria y civilmente responsables de todos los
perjuicios materiales y morales que le causaron en el accidente de
tránsito ocurrido el 27 de junio de 1991, sitio “Pericongo”, vía Pitalito-
Ibagué, y como consecuencia, que se les condene a su pago,
debidamente indexados los primeros, y los segundos en el equivalente a
2.000 gramos oro.
2.- Las pretensiones se fundamentan en los hechos
que se compendian:
2.1.- La sociedad demandada tiene como objeto
social el transporte terrestre y a la misma se encontraba afiliado el
automotor de placa WD 1022 de propiedad del otro demandado.
2.2.- El día de los hechos, el mencionado vehículo
era conducido por JOSE ALIRIO PARRA ARDILA, empleado de dicha
empresa, con exceso de velocidad, y pese a los requerimientos de los
pasajeros, entre los cuales viajaba como tal el demandante, para que
la disminuyera, no los atendió, razón por la cual colisionó contra una
roca, para luego caer en el río Magdalena.
2.3. El demandante fue llevado de urgencias al
Hospital General de Neiva donde fue atendido de las múltiples heridas y
lesiones ocasionadas en el accidente, tales como “perturbación
funcional en el órgano de la locomoción por acortamiento de una de
las extremidades inferiores; perturbación funcional en el órgano de la
vista por disminución del 70% en la visión de la vista derecha y 35% en la
vista izquierda; fracturas en la cadera, clavículas y costilla; fractura en la
pelvis, puño izquierdo”, debiendo someterse a tratamiento con
ortopedistas, lo que implicó comprar fajas y drogas, así como a una
cirugía ocular que cuesta $1.000.000.oo. A esto se suma la incapacidad
durante 165 días, época en la que devengaba $120.000.oo mensuales,
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aproximadamente, la pérdida de su capacidad laboral y los perjuicios
morales por las secuelas, “renquera y poca visión”.
3.- Tramitado el proceso, con oposición de los
demandados, el Juzgado Segundo Civil del Circuito de Pitalito,
mediante sentencia de 26 de noviembre de 1993, declaró infundadas
las excepciones que aquéllos habían propuesto, caso fortuito y pago, y
luego de declararlos civilmente responsables del accidente, de
conformidad con lo previsto en los artículos “2356” “2347 y 2349” del
Código Civil, los condenó a pagar solidariamente al demandante la
cantidad de $9.368.673.10, por concepto de “todos los perjuicios
materiales y morales” que “con corrección monetaria fue debidamente
tasada por peritos”, no así la suma de $9.366.990.90, valor del
tratamiento neurológico, debido al parentesco de la perito sicóloga
con el apoderado judicial del actor.
4.- Apelada la sentencia por ambas partes, el
demandante, al sustentar el recurso, solicita que la condena se
extienda al valor del tratamiento neurológico, porque el “parentesco”
aducido para la desestimación del dictamen pericial en ese aspecto,
parte de un “supuesto conocimiento privado”, “sin basarse en prueba
alguna”, y en contra del concepto de otros peritos, “en número de
cuatro”, quienes concuerdan sobre los “perjuicios y su tasación”.
Los demandados, en cambio, solicitan que se
revoque el fallo, argumentando que como los daños se causaron en la
ejecución de un contrato de transporte terrestre de pasajeros, la
responsabilidad que debió demandarse es la contractual por el
incumplimiento de la obligación de resultado de conducir sano y salvo
al pasajero a su lugar de destino, y no la aquiliana, como se hizo.
CONSIDERACIONES
1.- Aun cuando los demandados sostienen en el
recurso de apelación que el demandante no solicitó el resarcimiento de
perjuicios derivados del incumplimiento del contrato de transporte
terrestre de pasajeros, razón por la cual las pretensiones deben ser
denegadas, definido quedó en la sentencia de casación que esa
precisamente fue la naturaleza de la responsabilidad demandada.
Como se explicó en el aludido fallo, siendo
obligación del juez trascender la redacción de la demanda,
interpretándola en su conjunto, con criterio jurídico, que no mecánico,
tampoco literal, para inferir su verdadera naturaleza y esencia, eso
precisamente era lo que se descubría del petitum y la causa petendi. Es
decir, que “las lesiones padecidas por el demandante fueron
ocasionadas por razón del accidente de tránsito ocurrido por el bus
antes identificado el 27 de junio de 1991, cuando cubría la ruta Pitalito-
Ibagué, siendo pasajero del mismo el demandante, lo que se traduciría
en incumplimiento del contrato de transporte por parte de la empresa
demandada, ya que en virtud del convenio celebrado entre el actor y
ella, ésta tenía la obligación de conducir al señor Olímpo Rivera Medina
sano y salvo al lugar de destino".
2
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Por manera que como igualmente se señaló,
“siendo suficientemente conocido en virtud de la claridad que al
respecto ha hecho la jurisprudencia de la Corte, que la pretensión del
pasajero lesionado es de naturaleza contractual”1, procede examinar si
en el caso concurren los elementos de esa responsabilidad, vale decir,
la existencia del contrato de transporte terrestre, el incumplimiento
imputable al transportador, el daño y la relación de causalidad entre
dicho daño y la culpa contractual del deudor.
2.- Existiendo libertad probatoria para acreditar el
contrato de transporte terrestre de pasajeros (artículo 981-2 del Código
de Comercio), ninguna discusión abriga el particular, porque los
demandados al contestar la demanda aceptaron expresamente que el
27 de junio de 1991, el vehículo tipo bus de placa WD 1022, conducido
por JOSE ALIRIO PARRA ARDILA, con número de orden 614, afiliado a la
sociedad TRANSPORTES RAPIDO TOLIMA S. A., cuyo objeto social es el
transporte terrestre, y de propiedad de ALFONSO PARRA PEREZ, cubría la
ruta Pitalito-Ibagué, y que el mismo fue abordado en el lugar de origen,
con destino a la ciudad de Neiva, en su condición de pasajero, por el
demandante OLIMPO RIVERA MEDINA.
Entre otras pruebas, los testigos, señores MARIELA
SALAZAR SALAZAR y JESUS MARIA ROJAS SUAREZ, así como por el
entonces menor WILLIAM MOTTA SALAZAR, compañeros de viaje del
actor, confirman la existencia del aludido contrato. La primera al
manifestar que lo tiene presente, pues trabaja en la emisora, y los
demás al referirse como la persona que resultó más herida.
De otra parte, al enarbolar la existencia del
contrato de transporte como sustento del recurso de apelación, los
demandados corroboran lo anterior. Luego de afirmar que OLIMPO
RIVERA MEDINA, “en la madrugada del 27 de junio de 1991 abordó en
Pitalito el bus No. 614 de la empresa ‘Transportes Rápido Tolima S. A.’
con destino a la ciudad de Neiva, en el viaje que dan cuenta los autos”,
concluyen que el “contrato de transporte está probado” “con el
certificado de existencia y representación de la parte demandada
donde se describe el objeto de la misma”, con el “testimonio del actor y
demás prueba testimonial arrimada como trasladada desde el proceso
penal que por homicidio y lesiones personales se sigue contra el
conductor del vehículo accidentado”.
3.- El artículo 982, numeral 2º del Código de
Comercio, modificado por el artículo 2º del decreto 01 de 1990, impone
al transportador, en el “transporte de personas”, la obligación de
“conducirlas sanas y salvas al lugar de destino”, lo que comporta
también, según el artículo 1003, ibídem, la obligación de responder de
“todos los daños que sobrevengan al pasajero desde el momento en
que se haga cargo de éste”.
Es lo que la doctrina ha denominado “obligación
de seguridad”, en consideración a que el contrato de transporte origina
obligaciones de resultado. Esto implica que en caso de incumplimiento,
al pasajero le basta afirmarlo, sin que tenga que probar la culpa del
1
Cfr. Sentencia de 19 de abril de 1993 (CCXXII, 403-406), entre otras.
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transportador, pues ésta se presume. Como se explicó en la sentencia
citada, tratándose de “responsabilidad contractual que implique al
propio tiempo el ejercicio de actividad peligrosa, la exoneración de la
carga de probar la culpa depende no de la presunción prevista en el
artículo 2356 del C. C., sino de que la obligación allí asumida sea de
resultado, tal como lo dispone el artículo 1604 ibídem”.
Si la sociedad demandada había adquirido la
obligación de transportar al demandante desde Pitalito hasta Neiva, es
punto pacífico que esa obligación se incumplió, porque el vehículo en
que se transportaba se accidentó antes de llegar a su destino.
Independientemente de las causas del accidente, así lo manifiestan los
testigos citados, también el conductor del bus, señor JOSE ALIRIO PARRA
ARDILA, inclusive se acepta en la contestación de la demanda cuando
se aduce como causa de exoneración de responsabilidad el caso
fortuito. En palabras de los demandados al sustentar la apelación,
porque el “viaje que dan cuenta los autos…se interrumpió con el
siniestro ocurrido en el sitio ‘Pericongo’ donde el demandante sufrió las
lesiones cuyo pago pretende en el proceso”.
4.- En cuanto a los daños y a la relación de
causalidad entre éstos y la culpa contractual del deudor, que como
quedó dicho se presume, es asunto que tampoco admite discusión. La
presanidad del demandante antes del accidente se encuentra
acreditada con la declaración rendida por MARIELA SALAZAR SALZAR,
JESUS MARIA ROJAS SUAREZ y WILLIAM MOTTA SALAZAR, quienes al
responder si entre los pasajeros iba alguno herido o lesionado,
contestaron que todos estaban bien.
Los mismos testigos ponen de presente que como
consecuencia del accidente OLIMPO RIVERA MEDINA resultó con
heridas de consideración. Según la historia clínica remitida por el
Hospital General de Neiva, el demandante sufrió politraumatismo en
cráneo, ojos, miembro superior izquierdo, miembro inferior izquierdo y
reja costal, los cuales especifica. Además, ojos: “movimientos oculares
limitados por necrosis bilateral y exotratomia traumática con
hemorragia subconjuntival bilateral”. “Rx clavícula: Fractura cerrada
izquierda, fractura reja costal 11º arco izquierdo”. “Fractura puño
izquierdo, fractura palmar”. “Miembro superior izquierdo: Fractura 1/3
clavícula izquierda, fractura puño izquierdo”. “Torax: “fractura del 7º
arco costal izquierdo”. “Pelvis: Fractura de rama isquio derecha”.
5.- Demostrados como se encuentran los requisitos
de la responsabilidad derivada del contrato de transporte terrestre, se
pasa a estudiar si la presunción de culpa que pesa contra la parte
demandada fue desvirtuada, dejando bien claro que la exoneración
de responsabilidad sólo procede en los casos previstos en el artículo
1003 del Código de Comercio, entre otros, “Cuando los daños ocurran
por fuerza mayor, pero ésta no podrá alegarse cuando haya mediado
culpa imputable al transportador, que en alguna forma sea causa del
daño”.
Precisamente esa fue la excepción que planteó la
parte demandada, al manifestar que la causa determinante del
accidente fue la “falla intempestiva e imprevisible del sistema de
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dirección y freno” del vehículo de placa WD-1022, “debido al mal
estado de la vía, circunstancia que impidió a PARRA ARDILA evitar un
mal mayor, siendo que éste operó toda su pericia e idoneidad en la
conducción para evitar en lo posible el siniestro”.
Con todo, aunque sea cierto lo de las fallas
mecánicas, tales hechos no estructuran la excepción. Sin parar mientes
en las diferencias entre la fuerza mayor y el caso fortuito,
suficientemente se tiene por averiguado que para que un hecho pueda
catalogarse como imprevisible e irresistible, el mismo no debe estar
“ligado al agente, a su persona ni a su industria”, sino que debe tratarse
de “un acontecimiento extraordinario que se desate desde el exterior
sobre la industria, acontecimiento imprevisible y que no hubiera sido
posible evitar aún aplicando la mayor diligencia sin poner en peligro
toda la industria y la marcha económica de la empresa y que el
industrial no tenía porqué tener en cuenta ni tomar en consideración”2.
Los daños de los instrumentos o máquinas con que
se ejecuta una actividad peligrosa, como serían los automotores en
relación con la actividad transportadora, no pueden calificarse de
externos, por ser hechos que se relacionan con la industria misma.
Como se explicó en la citada sentencia, “en sana lógica se impone
concluir (…) que las fallas en el mecanismo u operación de ciertas
cosas o actividades peligrosas, de cuyo buen funcionamiento y
ejecución exenta de peligros es garante el empresario frente a
potenciales víctimas…, por faltarles el requisito de exterioridad nunca
pueden configurar, en la modalidad de caso fortuito o de fuerza mayor,
una causa extraordinaria…”.
Por lo demás, las supuestas fallas mecánicas no es
dable atribuirlas al “mal estado de la vía”, como lo declara el
conductor del automotor, inclusive el ayudante en el proceso penal,
porque aparte de ser testigos interesados, pues el primero fue el
protagonista de los hechos y el segundo dependiente de la parte
demandada, lo que por sí les resta credibilidad, en verdad el accidente
lo originó el exceso de velocidad, luego de un enfrentamiento verbal
que el conductor del bus tuvo con los pasajeros por no devolverles el
valor del transporte cuando se quedó varado por gasolina.
Así lo declara MARIELA SALAZAR SALAZAR, al
expresar que superado el problema de la gasolina, “él salió a la loca,
prendió el bus y arrancó a toda, no esquivaba huecos ni nada, ya al
llegar a la batea le pudo la cabrilla y cayó al río (….) iba a empezar una
curva y en la carretera hay un vacío, por eso le llaman la batea, él iba
muy a toda velocidad y le pudo la cabrilla...se fue para la peña y para
no dajarla contra la peña, se fue hacia el río en cámara lenta”.
En el mismo sentido JESUS MARIA ROJAS SUAREZ, al
afirmar que “el motivo del accidente fue irresponsabilidad del
conductor…por la velocidad, él iba muy rápido…iba bajando
rápido…de mal genio…antes de llegar al pozo él trató de esquivar
porque iba de frente a la peña y a lo que trató de esquivar…de una vez
nos fuimos abajo”.
2
Sentencia de 26 de noviembre de 1999 (CCLXI, 1152-1153, volumen II).
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También el para entonces menor WILLIAM MOTTA
SALAZAR, al manifiestar que “ya arreglaron el bus…y arrancó a
toda….cuando iba a toda velocidad, no esquivaba ni huecos le dio
contra la peña y de ahí rebotó al río”.
6.- Al no haberse desvirtuado la presunción de
culpa contractual que gravitaba contra la parte demandada y antes,
por el contrario, corroborada, es del caso cuantificar los perjuicios que
sufrió el demandante como consecuencia del accidente, sin limitación
alguna, no sólo porque la sentencia del juzgado fue apelada por
ambas partes, sino porque la responsabilidad contractual por la que se
procede no fue analizada.
6.1.- En cuanto a los perjuicios materiales, los
mismos deben comprender, como daño emergente, el valor de los
gastos clínicos y médicos, así como los que tenga que sufragar para
recuperar su salud, porque conforme a dictámenes que obran a folios
272-273, C-2, 109 y 168, C-Corte, el actor requiere un tratamiento
“psiconeurológico adecuado” y “rehabilitación con fisioterapia”
respecto de la limitación de la flexión de los primeros tres dedos de la
mano izquierda, así como “asistencia médica períodica…para prevenir
posibles complicaciones o enfermedades posteriores” del órgano de la
visión, pues aunque futuro, es un daño “cierto e indemnizable”, en
consideración a que son “lesiones o secuelas del daño mismo” y
“desarrollo de un daño presente”, como lo tiene sentado la Corte 3.
Con relación a drogas y materiales quirúrgicos,
aparece acreditado, según documentos emanados de terceros que
inclusive fueron reconocidos por su autor, señora LEONOR PARRA
MUÑOZ (folios 2-7, C-1 y 260, C-2), que entre el 5 de julio y el 21 de
octubre de 1991, el demandante sufragó la cantidad de $142.215.oo.
Así mismo, como lo declara el médico ortopedista que lo trató durante
un año, doctor FERNANDO ANTONIO ECHEVERRY ELEJALDE, la suma de
$500.000.oo, que es el mínimo seguro entre “quinientos mil o seiscientos
mil pesos” que menciona (folios 1-3, C-4), de los cuales $300.000.oo
recibió el 5 de noviembre de 1991 (folio 20, C-1). Igualmente, por gastos
generados en el órgano de la visión, la suma de $165.000.oo, pagados
al optómetra PABLO EMILIO CHAVEZ, el 10 de diciembre de 1991, según
su declaración (folios 4-5, C-4) y del documento del folio 19, C-1.
Respecto de la “asistencia médica períodica…para
prevenir posibles complicaciones o enfermedades posteriores” del
órgano de la visión, en el dictamen decretado por la Corte, que no
ofrece objeción alguna, el oftalmólogo designado estimó su “costo
actual”, a 9 de enero de 2003, en la suma de $3.500.000.oo (folio 168, C-
Corte). Del mismo modo, el tratamiento “psiconeurológico adecuado”
se actualizó a 24 de enero de 2002, en la cantidad de $11.000.000.oo
(folios 50-51, ib.), en dictamen que no hay lugar a desechar, porque
aparte de estar fundamentado, no aparece que la perito sicóloga haya
sido recusada por el supuesto parentesco con el apoderado del
demandante, y porque al aceptar el nombramiento manifestó que no
estaba impedida para ejercer el cargo, fuera de que en verdad en el
3
Sentencia de 9 de agosto de 1999 (CCLXI-150, volumen I).
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proceso no existe la prueba del hecho y el conocimiento privado del
juez no es el idóneo para restarle credibilidad. Aunque no se estableció
el costo del tratamiento por el acortamiento de un miembro inferior por
trauma pélvico, Medicina Legal determinó que en lo referente a la
“rehabilitación con fisioterapia” de la flexión de los dedos de la mano
izquierda, el “paciente requiere una transposición tendinosa cuyo valor
oscila”, a 25 de abril de 2002, “entre dos millones quinientos mil…y tres
millones…de pesos” (folio 109, ib.), por lo que siendo el mínimo de esas
cantidades el más seguro, por dicho concepto debe fijarse en la suma
de $2.500.000.ooo.
Desde luego que la estimación señalada en el
dictamen del folio 273, C-2, rendido el 17 de agosto de 1993, no puede
ser tenida en cuenta, porque el costo del tratamiento avaluado en
$1.000.000.oo, lo fue de manera genérica, sin especificar lo que
corresponde al del miembro inferior izquierdo. Además, porque
tampoco se señalaron los conceptos a que se refiere la “Indemnización
de ochocientos (800) gramos oro”, como lo viene pormenorizando la
Corte.
Por supuesto que las cantidades de dinero que han
quedado determinadas, deben ser corregidas monetariamente hasta
cuando se produzca su pago, en cumplimiento de lo previsto en el
artículo 307, inciso 2º, y 308, in fine, del Código de Procedimiento Civil, al
estar afectadas por el fenómeno de la inflación, como así lo ha
reconocido la Corte, concreción de la actualización que se verificará
teniendo en cuenta la certificación que expida el Banco de la
República sobre la pérdida del valor adquisitivo del peso. Así, por los
perjuicios materiales ciertos y actuales, desde cuando el demandante
hizo las respectivas erogaciones, según da cuenta cada uno de los
documentos citados, aclarando que como no existe fecha del pago
del saldo al ortopedista ($200.000.oo), la corrección debe tomarse a
partir del 27 de junio de 1992, pues como lo declaró, trató al
demandante durante un año desde el accidente. Respecto de los
perjuicios ciertos futuros, desde cuando, a instancia de la Corte, se
actualizaron los costos de los tratamientos, tal cual quedó consignado.
6.2.- Sobre el lucro cesante pasado y futuro, según
se trate de una incapacidad temporal para laborar o de una
disminución de la capacidad productiva, debe decirse que sólo
procede reconocer el primero, porque aunque en el proceso no se
afirma ni aparece demostrada la actividad productiva del
demandante, verbi gratia, empleado, empresario, trabajador
independiente, en fin, como tampoco el quantum de sus ingresos
mensuales, debe presumirse que sin consideración a su ocupación,
percibía al menos el equivalente al salario mínimo legal mensual, como
así lo ha reconocido la Corte4.
Acreditado como se encuentra que Medicina
Legal confirmó en cuarenta (40) días la incapacidad definitiva de
OLIMPO RIVERA MEDINA, según las copias adosadas del proceso penal,
respecto de las cuales en la apelación la parte demandada expresa
que “no propongo reparo alguno” sobre la “validez como se incorporó
4
Sentencia de 9 de octubre de 1999 (CCLXI, 574-575, volumen I)
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al proceso”, la condena por dicho aspecto debe ser, con relación a ese
tiempo, el equivalente al salario mínimo legal mensual cuando se
produzca el pago. Esto porque la parte demandada no demostró que
esa incapacidad haya sido pagada como consecuencia de una
relación laboral o por cualquier otro motivo. Por supuesto que tal cual se
reiteró en la sentencia inmediatamente citada, “como apenas ahora
haríase efectiva la indemnización, el nuevo salario legal fijado trae
‘implícita la pérdida del poder adquisitivo del peso’”.
En cambio, para el reconocimiento del lucro
cesante futuro sí era indispensable afirmar y probar la actividad
productiva del demandante, inclusive en el evento de presunción de
ingresos no inferiores al salario mínimo legal mensual, porque si no existe
una relación de causalidad entre la lesión o secuela sufrida con el oficio
que ordinariamente se desarrolla, no podría hablarse de disminución de
la capacidad laboral, o lo que es lo mismo, los ingresos no sufrirían
mengua alguna.
En la demanda en forma abstracta se afirma que
los ingresos del demandante al momento del accidente oscilaban entre
$120.000.oo mensuales, pero no se concreta el oficio que
desempeñaba. Si era empleado, no existe prueba de la dependencia.
Tampoco de la actividad productiva en el caso de que ejerciera una
profesión liberal, un trabajo independiente o fuere empresario. De ahí
que no sea posible ponderar la incidencia que pudo haber tenido la
disminución de la visión o el acortamiento del miembro inferior con
determinada labor.
En escritos posteriores, vale decir, al margen de la
demanda, el actor manifestó que su profesión era periodista y que
prestaba sus servicios a varios medios de comunicación. En el evento de
que estos hechos se pudieran considerar sin violar el principio de
congruencia consagrado en el artículo 305 del Código de
Procedimiento Civil, podría pensarse el caso de que la parte
demandada haya tenido la oportunidad de controvertirlos, lo cierto es
que no fueron probados en el proceso. Si bien la testigo MARIELA
SALAZAR SALAZAR declara que vio al demandante en la “emisora”, esa
afirmación nada dice de su actividad y relación con la misma. Aunque
la perito sicóloga que amplió el dictamen refiere la “desvinculación
laboral de las empresas radiales a que pertenecía” (folios 50-51, C-
Corte), el medio sobre ese aspecto no puede ser acogido, porque
carece de respaldo en otras pruebas y porque omite el fundamento de
su afirmación.
6.3.- Respecto de los perjuicios morales, solicitados
en 2000 gramos oro, debe decirse que como la estimación de su monto
corresponde al arbitrio judicial, como de vieja data lo ha reconocido la
jurisprudencia, no hay lugar a tener en cuenta, en ese específico punto,
los dictámenes que aparecen en el proceso, especialmente el de la
perito sicóloga.
Por tanto, al estar demostrado que el demandante
sufrió heridas de consideración, algunas con secuelas, como la pérdida
parcial de la visión, el acortamiento de un miembro inferior por trauma
pélvico y la limitación de la flexión de los dedos de la mano izquierda,
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procede la fijación de los perjuicios morales en la suma de
$10.000.000.oo. Esto en consideración a la gran angustia que produce el
verse lesionado y la afección emocional que se deriva del tenerse que
aceptar en el medio familiar y social, inclusive laboral, en el estado
actual de su cuerpo. Estado que, como es apenas obvio, no es
transitorio, sino que debe soportarlo el demandante durante toda su
vida, lo que conlleva indiscutible la lesión de caros derechos de la
personalidad y de la autoestima.
7.- En cuanto a la excepción de pago, fundada en
que el valor de los daños fueron sufragados por Seguros del Comercio S.
A., al estar amparados por el seguro obligatorio de accidente de
tránsito, en el proceso no aparece que suma alguna haya sido pagada
al demandante, porque como expresa la comunicación de la
aseguradora (folios 4 y 5, C-3), “el señor OLIMPO RIVERA no ha
presentado directamente reclamación a esta compañía”.
En consecuencia, la excepción no puede
prosperar, ni siquiera parcialmente, porque lo que se probó es que en lo
que respecta “a las lesiones que sufrió el señor OLIMPO RIVERA,
SEGUROS DEL COMERCIO S. A., canceló al HOSPITAL DE PITALITO la suma
de $62.072 y al HOSPITAL GENERAL DE NEIVA la suma de $237.126.oo”.
Desde luego que en el proceso el demandante no afirma haber
pagado a dichos hospitales suma alguna por la atención urgente e
inmediata que recibió, razón por la cual nada de eso demanda.
8.- Por último, la condena debe imponerse de
manera solidaria en contra de los demandados, en los términos del
artículo 991 del Código de Comercio, porque se encuentra probado
que el contrato de transporte se celebró entre el demandante y la
sociedad TRANSPORTES RAPIDO TOLIMA S. A., como en otra parte
quedó explicado, para cuya ejecución se utilizó un vehículo a la misma
empresa afiliado, el cual era de propiedad de ALFONSO PARRA PEREZ.
Así se observa en la certificación expedida por la
Inspección de Tránsito y Transporte de la Dorada (folio 229, C-2), en
concordancia con la contestación de la demanda. Si bien aparece
que el vehículo estaba afiliado a la empresa “Autobuses Unidos del Sur”,
el certificado de existencia y representación que obra a folio 14, C-1,
acredita que mediante escritura pública No. 5695 de la Notaría
Segunda de Ibagué, dicha sociedad se fusionó con la sociedad
demandada, en donde ésta “actúa como absorvente” y aquélla
“como…incorporada”.
Por supuesto que el propietario del vehículo debe
responder en la forma dicha, porque no acreditó que su control
efectivo estaba en cabeza de la empresa de transporte, conforme lo
exige el artículo citado. El contrato de administración que a instancia
del demandante aportó la parte demandada (folios 7-9, C-2), no
desvirtúa lo dicho, porque la vinculación del vehículo fue simplemente
“a la organización administrativa de la EMPRESA” (cláusula tercera),
siendo de cargo del propietario contratista el “nombramiento del
conductor” (cláusula octava), a la vez beneficiario de la explotación,
previas las deducciones que discriminadas corresponden a la empresa
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de transporte (comisiones, servicios, salarios de los conductores que
contrate, en fin (cláusulas octava, once, doce y trece, entre otras).
DECISION
Por lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala
de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República y
por autoridad de la ley, REVOCA la sentencia de 27 de noviembre de
1993, proferida por el Juzgado Segundo Civil del Circuito de Pitalito, en
el proceso ordinario de OLIMPO RIVERA MEDINA contra TRANSPORTES
RAPIDO TOLIMA S. A. y ALFONSO PARRA PEREZ, en cuanto declaró la
responsabilidad aquiliana, y en su lugar;
RESUELVE:
Primero: Declarar infundadas las excepciones de mérito propuestas,
“caso fortuito” y “pago”.
Segundo: Declarar que los citados demandados son solidariamente
responsables de los daños causados al también mencionado
demandante con ocasión del incumplimiento del contrato de
transporte terrestre de pasajeros.
Tercero: Condenar a los demandados TRANSPORTES RAPIDO TOLIMA y
ALFONSO PARRA PEREZ a pagar al demandante OLIMPO RIVERA
MEDINA: a) Por daño emergente cierto actual y cierto futuro, la suma
de DIECISIETE MILLONES OCHOIENTOS SEITE MIL DOSCIENTOS QUINCE
PESOS ($17.807.215.oo), más la corrección monetaria de cada uno de
los componentes que conforman dicho capital, según certificación que
expida el Banco de la República sobre la pérdida del poder adquisitivo
del peso, desde las fechas que para cada uno de los mismos se
indicaron en el numeral 6.1 de las consideraciones, hasta cuando se
produzca su pago, actualización que se concretará de conformidad
con lo previsto en los artículos 307, inciso 2º, y 308, in fine, del Código de
Procedimiento Civil; b) Por lucro cesante pasado el equivalente a
cuarenta (40) días del salario mínimo mensual legal vigente al momento
del pago; y c) Por perjuicios morales, la suma de DIEZ MILLONES DE
PESOS ($10.000.000.oo), a la ejecutoria de la presente sentencia.
No se condena a pagar el valor del lucro cesante futuro, por las razones
expuestas en la parte motiva.
Cuarto: Condenar a los demandados a pagar al demandante las
costas causadas en ambas instancias. Tásense y liquídense en su
oportunidad por el Tribunal y el juzgado.
Cópiese, notifíquese y devuélvase el expediente a la oficina de origen
para lo pertinente.
JORGE ANTONIO CASTILLO RUGELES
MANUEL ARDILA VELASQUEZ
CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO
JOSE FERNANDO RAMIREZ GOMEZ
JORGE SANTOS BALLESTEROS
10
JFRG. C-5906
SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO
(En comisión de servicios)
CESAR JULIO VALENCIA COPETE
11