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Este documento resume brevemente la historia de Mesopotamia antigua desde el período dinástico temprano (2900-2350 a.C.) hasta la invasión amorrea alrededor de 2004 a.C. Divide la historia en períodos clave e incluye una tabla con los principales eventos y gobernantes. Explica que las ciudades-estados sumerias estaban divididas pero compartían una cultura común, y que hubo conflictos por el control de tierras y canales de riego.

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Este documento resume brevemente la historia de Mesopotamia antigua desde el período dinástico temprano (2900-2350 a.C.) hasta la invasión amorrea alrededor de 2004 a.C. Divide la historia en períodos clave e incluye una tabla con los principales eventos y gobernantes. Explica que las ciudades-estados sumerias estaban divididas pero compartían una cultura común, y que hubo conflictos por el control de tierras y canales de riego.

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INSTITUTO SUPERIOR DEL PROFESORADO nº 3 “Eduardo Lafferriere”

HISTORIA MUNDIAL I (Oriente)

PROFESORA: Leticia Rovira

CHARPIN, Dominique “The History of Ancient Mesopotamia: An Overview” en: SASSON, Jack (Ed.)
Civilization of the Ancient Near East, Hendrickson Publisher, New York, 2006 [1995], pp. 48-61
Traducción para uso interno de cátedra: Noelia Silvestri, 2012
Revisión: Melisa Gómez, 2012

“La historia de la antigua Mesopotamia: una mirada”

[807] Los historiadores que intentan un resumen de la historia de Sumer y Akkad se encuentran,
antes que nada, con el problema de cómo dividir la historia en períodos. Hay cierto consenso en
organizar en períodos los tres milenios que separan la aparición de la escritura en Sumer de la
llegada de los griegos con Alejandro, y este consenso será seguido aquí. Su validez, sin embargo, ha
sido a veces cuestionada. Algunos han notado que privilegia períodos donde hay abundantes fuentes
escritas disponibles, separándolas con “edades oscuras” que a menudo duran más de un siglo. Tal
representación de la historia como una secuencia de brillantes períodos interrumpidos por invasiones
de hordas barbáricas –acadios, amorreos, casitas, arameos- ha provisto a menudo un objetivo fácil
para las críticas.

Para estar seguros, la gente de estos llamados años oscuros sí tuvo historia, aunque sea menos
accesible a los historiadores a causa de la falta de documentos. También, las fuentes escritas para la
historia de Sumer y Akkad son suministradas en gran cantidad por la arqueología, por lo que no hay
historiografía no interrumpida como la que nos trajo los escritos bíblicos o los clásicos latinos y
griegos mediante los copistas. Algunos descubrimientos recientes como los de Ebla (actual Tell
Mardikh), han demostrado que culturas enteras pueden de pronto salir a la luz y alterar
considerablemente la representación propuesta por los historiadores de un período o región
particular. Se esperan más descubrimientos, sobre todo en torno a los períodos más tempranos. Sin
embargo, el gran número de excavaciones conducidas en Irak desde el siglo XIX y las condiciones
bajo las que sobrevivieron los documentos escritos indican que en total la abundancia de las fuentes
epigráficas para un período particular puede ser significativa.

En cuanto a la historiografía antigua, los historiadores de Sumer y Akkad se encuentran en una


situación radicalmente diferente de la de todos aquellos colegas que estudian el mundo “clásico”; ya
que no poseen narrativas históricas a su disposición. A excepción tal vez de Berossus, no hay
equivalentes de Heródoto o Tucídides y no hay escritos sobre instituciones antiguas comparables a
los de Aristóteles. Por lo tanto, los escritores de Mesopotamia deben reconstruir el pasado en base a
fuentes primaras y no mediadas, un tarea que genera emoción pero crea también dificultades. (Ver
también “Ancient Mesopotamia in Classical Greeks ans Hellenistic Thought” parte 1, vol. 1)

[808] Desde cierto punto de vista, los asiriólogos están en una situación comparable a la de los
egiptólogos que aún dependen de la división de Manetón de la historia egipcia en dinastías. Nuestro
conocimiento de la historia Mesopotámica se deriva de listas reales, crónicas dinásticas, “fórmulas de
año”, anales y especialmente inscripciones reales conmemorativas. Este tipo de fuente no es
imparcial. Aceptar sus contenidos ciegamente puede llevarnos a una errónea representación del
1
período. Esta información debe ser chequeada y complementada con la abundante información
proveída por los textos de archivo (cartas, contratos, documentos económicos y administrativos).
También debe tenerse en cuenta en la aplicación de términos iguales la posibilidad de incongruencia
(paleoasirio / paleobabilónico, asirio medio / babilónico medio, neoasirio / neobabilónico) en los
contextos lingüísticos e históricos. Así, “Neobabilónico” designa ambos: el dialecto babilónico del
primer milenio, y como término político, el mucho más corto período del Nuevo Imperio Babilónico
(626-539).

La importancia del patrimonio protohistórico es innegable. Algunos autores sostienen que para el año
3.000 la mayoría de los avances ya había tenido lugar. Esto pasa por alto muchas innovaciones
importantes como la propagación de la luz, el carruaje tirado por caballos a mitad del segundo milenio
y el incremento en el uso de tecnologías de hierro a principios del primer milenio. Estos estudiosos
repiten inconscientemente la opinión, frecuente en Mesopotamia, de que en el amanecer de los
tiempos todos los elementos de la civilización fueron traídos a la humanidad por el mítico ser Uanna
(Oannes), mitad hombre, mitad pez, después del cual “nada nuevo fue inventado”. Esta ideología de
una edad dorada que se aleja totalmente de la noción de progreso impregna la mentalidad
mesopotámica: todo debe tender a restablecer un ideal, un orden primitivo que se ha deteriorado. A
pesar de esta creencia, sin embargo, los hombres nunca han cesado de innovar, diseñando nuevas
formas de organización política y económica. Sería equivocado representar la historia de Sumer y
Akkad como tres milenios de estancamiento. Sin duda, el mayor progreso técnico de estos períodos
históricos es el incremento en el uso de la escritura, un incomparable instrumento de control
ambiental, así como también social. (Ver también “The use of knowledge in Ancient Mesopotamia”,
part 8, Vol. III.)

EL PERÍODO DINÁSTICO TEMPRANO (2900-2350)

El período que va desde 2900 hasta 2350 ha sido largamente denominado “Pre-sargónico”, en
referencia a Sargón de Akkad, que ascendió al trono en 2350. El término “dinástico temprano” ahora
se prefiere y lo arqueólogos lo han subdividido en fases I, II y III. Mientras la escritura emergió
alrededor del 3200 a.C., más de seis siglos transcurrieron antes de la aparición de las inscripciones
más tempranas “históricas”, o más acertadamente “conmemorativas” - textos dedicatorios en ladrillos
y bisagras de puertas, figuras enterradas en los cimientos, inscripciones votivas en vasos, placas
decorativas, cabezas de masa y similares.

TABLA 1

Sumer y Akkad en el tercer milenio:

Dinástico Temprano I (ca. 2900-2700)

Dinástico Temprano II (ca. 2700-2600)

Dinástico Temprano III (ca. 2600-2350)

Primera dinastía de Lagash:

Ur-Nanshe (ca. 2500)

2
Eannatum Estela de los buitres (ca. 2450)

Uru-inimgina (Urukagina)

Imperio de Akkad (2350-2193)

Sargon (2334-2279)

Rimush (2278-2270)

Manishtushu (2269-2255)

Naram-Sin (2254-2218)

Shar-kali-sharri (2217-2193)

Invasiones guteas

Segunda dinastía de Lagash:

Gudea (ca. 2100?)

Tercera dinastía de Ur (Ur III) (2112- 2004)

Ur-Nammu (2112-2095)

Shulgi (2094-2047)

Aamar-Sin (2046-2038)

Shu-Shin (2037-2039)

Ibbi-Sin (2028-2004)

Invasiones amorreas y LÚ.SU

(En negrita, los períodos principales; en cursiva, algunos de los eventos claves o artefactos; las
fechas son para años de reinado completos).

Estas [809] inscripciones son a menudo lacónicas y el dialecto sumerio en el que están escritas
permanece oscuro. Sin embargo, indican que Sumer, al actual sur de Irak, estaba dividida en unas
treinta ciudades-estados aproximadamente, cada una con una deidad patrona y un gobernante
generalmente llamado ENSI: Ur (Tell al-Muqayyar moderno) y Uruk (Warka moderno, Erech bíblico)
en el sur, Umma (Tell Jokha) más al norte, y Lagash (Tell al-Hiba) en el este, están bien
documentados. En el norte de Sumer, Kish (actual Tell Uhaimir, Tell Ingharra) ha dado algunas
inscripciones, y también Mari (Tell Hariri) en el noroeste. Ninguna autoridad duradera podía darse en
estos principados que guardaban celosamente su independencia, tal como lo indica la construcción
de murallas en torno a las ciudades alrededor del 2700. La historia de este período es aún poco
conocida, y el uso por parte de algunos historiadores de narraciones literarias posteriores sobre
gobernantes legendarios de aquellos momentos como Gilgamesh, quien presuntamente reinó en
Uruk alrededor del 2600, es cuestionable. Igualmente, los historiadores han confiado
3
equivocadamente en las listas reales sumerias cuyo carácter partidista es bien conocido. Ofrecen una
visión deformada de la historia, enumerando ciudades donde la realeza “residió” después de “haber
bajado de los cielos”.

Para el año 2500 la ciudad de Kish parece haber establecido cierto tipo de hegemonía sobre Sumer.
Su gobernarte tomó el título de lugal consagrando su preeminencia. Posteriormente, el título “Rey de
Kish” fue llevado por soberanos de varias ciudades deseosos de ver su supremacía reconocida. Por
lo tanto, Mesalim, rey de Kish, arbitró la querella de un siglo de antigüedad entre Lagash y su vecino
Umma sobre su frontera. La posesión de tierras y, aún más importante, el control sobre los canales
de riego, esenciales para la prosperidad de la agricultura, parecen haber sido la causas más comunes
de conflicto. La famosa Estela de los Buitres conmemora una de las victorias de Lagash, que también
experimentó episodios menos afortunados. Las relaciones internacionales están escasamente
documentadas: unas pocas inscripciones aluden a alianzas y coaliciones, que presuponen
intercambios diplomáticos. El comercio a larga distancia está también documentado como por
ejemplo el alquiler de naves de carga enviadas hacia Dilmun (Bahrain) por Ur-Nanshe de Lagash
para traer madera a Sumer.

A pesar de la fragmentación política, las ciudades-estados sumerias pueden haber formado una
especie de liga. Compartían una serie de creencias religiosas que reconocían la supremacía de la
deidad patrona de Nippur, Enlil sobre el resto del panteón. A través de descubrimientos por accidente,
Lagash es la mejor conocida de estas ciudades. Sus soberanos están documentados durante seis
generaciones, cubriendo cerca de un siglo y medio (ca. 2500 a 2350), desde Ur-Nanshe hasta Uru-
inimgina (Urukagina); su capital estaba situada en Girsu (Tello). Además de las inscripciones
conmemorativas, mil seiscientos textos administrativos han sobrevivido tales como listas de
racionamiento y de asignaciones de campos. La reconstrucción propuesta por historiadores en base a
estos textos ha variado. Por largo tiempo prevaleció la idea de que estas ciudades-estados eran
“Estado-templos” de los que las deidades eran propietarios únicos. Una reexaminación reciente ha
demostrado que la economía de Lagash estaba de hecho controlada por el rey a través de la
intermediación de grandes dominios conectados a los templos de las deidades preeminentes de las
ciudades. A veces surgían conflictos entre la familia real y el SANGA, responsable del mantenimiento
de las tierras del templo. Es probable en este contexto que ocurriesen las “reformas” de Uru-inimgina,
el último gobernante del período Temprano de Lagash,; el suyo fue el más temprano caso de
intervención real en la ley. (Ver también “Social and Economic Organization of Ancient Mesopotamian
Temples” parte 4, vol. I).

La escritura no estaba únicamente confinada a los registros administrativos o a la celebración de


obras o regalos reales. Hay también restos literarios de estos primeros períodos, gracias más que
nada a los descubrimientos en Shuruppakh (Fara) y especialmente en Tell Abu Salabikh. Estos
consisten esencialmente de tablillas escolares en las que no sólo se preservan listas léxicas sino
también himnos y literatura de “sabiduría”. Aunque la mayor prte de la literatura de Sumer es
conocida de los manuscritos del siglo XVIII, ahora parece que la mayoría de este corpus fue
establecido en el Dinástico Temprano.

EL IMPERIO DE AKKAD Y SU CAÍDA (2350-2193)

Al final del período Dinástico Temprano, el rey de Umma, Lugalzagesi, se apoderó de Uruk,
estableció su [810] dominio sobre Lagash y luego se convirtió en LUGAL sobre todos los gobernantes
de Sumer. Su triunfo fue corto sin embargo, y fue vencido y reemplazado por un acadio llamado
Sargón cuyo ascenso marcó el comienzo de una nueva fase en la historia de Mesopotamia que vio
por primera vez la unificación política de Sumer y Acad. El lenguaje acadio (llamado en este período,
4
paleoacadio) era ahora usado tanto en inscripciones reales como en documentos de archivo. El
carácter trascendental de este período era sentido por los antiguos mismos: las figuras de Sargón y
Naram-Sin (su nieto) se volvieron rápidamente legendarias e inspiraron reflexiones sobre el
significado de la historia ya en el primer milenio antes de Cristo.

La organización interna del reino de Sargón es pobremente conocida. De a poco, los ENSI locales
privados de su independencia, fueron reemplazados por gobernadores acadios devotos al avance de
su monarca. Además, Sargón lanzó un ambicioso programa de expansión territorial hacia el noreste.
Marchando por el Éufrates, recibió la realeza sobre esta región de Siria del dios Dagan de Tuttul (Tell
Bila), en la desembocadura del río Balikh. Pero esta campaña hacia el Mediterráneo no fue más que
una incursión militar. Su hijo Rimish que lo sucedió, enfrentó una rebelión generalizada en Sumer; su
supresión causó la muerte de cientos de hombres.

Naram-Sin, nieto de Sargón, realmente transformó el reino que heredó en un verdadero imperio. Aquí
uno debe hacerse una pregunta largamente debatida entre los especialistas: ¿se justifica hablar de
un Imperio de Akkad? De seguro, no hay término en el lenguaje acadio que corresponda a nuestra
noción de Imperio, heredada de Roma. Pero esto no impide la existencia del fenómeno en sí. La
definición propuesta por el medievalista Georges Duby establece dos criterios: “El concepto de
Imperio está atado a un complejo sistema cosmogónico que presupone dominio universal, al menos
del universo que tiene ‘algún valor’. Hay también otra característica esencial que es el carácter sacro
del emperador que se convierte en la encarnación hipostática de la deidad.” Durante el período de
Akkad, estos dos criterios pueden observarse por primera vez en la historia de Mesopotamia. El
monarca ostenta ahora el título de “rey de las cuatro orillas” indicando que su dominación se extiende
(teóricamente) hasta los límites del mundo habitado. Este reclamo universalista va acompañado de
un nuevo fenómeno, la deificación del gobernante, simbolizado por la representación iconográfica del
rey usando una tiara, atributo antes exclusivo de los dioses. Los escribas ahora preceden el nombre
del monarca con un símbolo específico, llamado determinativo, normalmente encontrado antes del
nombre de la deidad. La tiara con cuernos y el determinante divino, en los respectivos ámbitos del
arte figurativo y de las escrituras, simbolizaban la nueva dirección adquirida por el gobernante. Ya no
era solamente un jefe, un primus inter pares, sino un ser con una esencia diferente, llamado a la
dominación del mundo.

La realidad no se conformaba con esta nueva visión del mundo. La administración del Imperio de
Akkad era ligera, y el control territorial no se extendió tanto como teóricamente podría haberlo hecho.
Sin embargo, una estructura política de ciudades-estados independientes fue reemplazada con una
entidad unificada y centralizada desde la capital, una nueva ciudad llamada Agadé (Akkad)
establecida en los alrededores de la moderna Baghdad. Una reforma del sistema de escritura
favoreció la estandarización de procedimientos contables y permitió el control de administradores
locales por parte de delegados del monarca. Se han encontrado antiguos archivos acadios en Susa
(Shushan bíblico, Shush moderno), Gasur (luego Nuzi, moderno Yorghun Tepe), y tan al norte como
Tell Brak, en el triángulo formado por la confluencia del Khabur con el Éufrates. Pero, aún más
importante, una nueva visión de soberanía estaba siendo creada, que inspiraría a todas las
posteriores monarquías de Mesopotamia, independientemente de su origen. Esta primera unificación
política de Babilonia ocurrió notablemente tarde comparándola con Egipto, pero no debemos dudar
que el determinismo geográfico fue un factor de peso.

La diversidad etnolingüística es uno de los criterios empleados a menudo para la definición de un


imperio. Un imperio incluye gente diversa bajo una estructura política unificada. Sería anacrónico
hablar de naciones en el antiguo Cercano Oriente. Según Morgan T. Larsen, “Un imperio puede ser
definido como un sistema supranacional de control sea su centro una ciudad-estado o un Estado
territorial”. Este aspecto del problema presenta de seguro dificultades considerables a los
5
historiadores. El único criterio de análisis en este caso son los nombres personales. Sin embargo la
onomástica –estudio de cómo [811] se forman los nombres - requiere de un cuidadoso manejo. Este
período fue largamente caracterizado por el conflicto entre el sur y el norte de Babilonia, poblados por
sumerios no semitas y acadios semitas, respectivamente. Se dice que el ascenso de Babilonia al
poder político ocurrió bajo Sargón de Akkad. Sin embargo, los historiadores han descubierto que un
siglo antes, alrededor del 2500, la mitad de los escribas de Abu Salabikh en el sur de Babilonia
llevaban nombres semíticos. En consiguiente, ha sido sugerido que el sumerio puede haber sido un
lenguaje muerto a mediados del tercer milenio, hipótesis que silencia el problema del presunto
conflicto entre sumerios y acadios. Un estudio reciente ha reinstituido una mirada más tradicional.
Basado en un estudio onomástico, este análisis reafirma la correlación entre onomástica y
pertenencia lingüística, y establece que el 80 por ciento de los habitantes de Sumer llevaba nombres
sumerios. En Akkad, al norte, el número de nombres sumerios es drásticamente menor. Por otra
parte, estas onomásticas eran aún creativas y aparecían nombres nuevos, indicando que el lenguaje
aún estaba vivo. Generalmente los portadores de nombres sumerios deben haber hablado sumerio, lo
cual ya no era el caso en los inicios del segundo milenio. Consecuentemente, el factor etnolingüístico
debe haber jugado un papel no despreciable en las rebeliones internas que marcaron la consolidación
del imperio de Akkad.

Esto explicaría la persistente oposición al gobernante de Akkad. De hecho, para el tiempo de Naram-
Sin nadie vivo había conocido el régimen de la independencia pre-sargónica de las ciudades-estados.
Sumer había vivido largamente en paz, las fronteras estaba bien vigiladas, el comercio estaba en
pleno auge. Y aún así Naram-Sin tuvo que enfrentar numerosas rebeliones quizá causadas por los
trabajos presuntamente sacrílegos llevados a cabo con la destrucción de parte del gran templo de
Nippur (Nuffar). Estos eventos pueden haberse reflejado en la famosa composición titulada Maldición
de Agade. (Ver “Kings of Akkad: Sargon and Naram-Sin” en este mismo volumen).

Su sucesor, Shar-kali-sharri, tuvo ambiciones más modestas. Renunciando al título de “rey de las
cuatro orillas” sólo conservó el título de “Rey de Akkad”. Sucesivas derrotas limitaron su reino a la
región de la capital y la dinastía sobrevivió cuarenta años más en la oscuridad. El rol instrumental de
las tribus guteas en la caída de Akkad es incierto. Parece más probable que ellos llenasen el vacío
creado por la decaída del imperio.

LA TERCERA DINASTÍA DE UR (2112-2004)

La historiografía antigua atribuye a Utu-khegal, hermano de Ur-Nammu, fundador de la Tercer


dinastía de Ur, el rol de liberar Sumer de las hordas guteas. En un primer momento, sin embargo, el
reino de Ur se vio opacado por el de Lagash. En efecto, información prosopográfica de un grupo
homogéneo de textos de Lagash indican que la dinastía de Gudea (Segunda dinastía de Lagash) se
superpone en parte con el reinado de Ur-Nammu. Los logros de la cultura sumeria bajo Gudea no
necesitan ser enfatizados, como se evidencian en los desarrollos artísticos y literarios (notablemente
la estatuaria [ver “Reliefs, Statuary, and Monumental Paitings in Ancient Mesopotamia”, parte 10, Vol.
IV] y los famosos cilindros de Gudea). Para reconstruir el templo más importante de su capital, Girsu
(Tello), Gudea importó materiales de tierras lejanas: se atestiguan relaciones con el Golfo Pérsico y
con los amanos. El período que abarca la segunda dinastía de Lagash y la tercera dinastía de Ur es a
veces designado como Neo-Sumerio. El sumerio se convierte nuevamente en el lenguaje escrito
dominante, pero la significancia de este hecho no debe ser sobreestimada.

El verdadero ascenso de Ur ocurrió con Shulgi (2094-2047), sucesor de Ur-nammu. Su reinado


(tratado en un capítulo aparte) duró medio siglo, la mitad de la duración de la dinastía completa.
Estuvo marcado por una rápida expansión territorial, mayoritariamente hacia el este del Tigris y en el
6
sudoeste de Irán, donde importantes áreas fueron anexadas. La administración de la realeza se basó
en la distinción núcleo-periferia. El núcleo, que incluía el norte y sur de Babilonia y la cuenca baja del
Dilaya, fue dividida en unas veinte provincias correspondientes a los territorios de las ciudades-estado
formadas. Cada provincia estaba regida por un gobernador (ENSI) nombrado por el rey y elegido de
una familia local preeminente. Su poder se contraponía al del gobernante militar (ŠAGINA) quien
dependía [812] por entero de la administración central. La periferia estaba por entero bajo la autoridad
de gobernadores militares que dependían de un ministro o canciller (SUKKAL.MAḪ). Este era
segundo del rey y estaba confiado de enormes responsabilidades en la administración, justicia,
relaciones exteriores y milicias. La figura del rey era la piedra angular del sistema entero.
Considerado un Dios, era reverenciado durante su vida en templos dedicados a su culto en cada
ciudad importante. Aparte de los himnos dedicados a las deidades, que imploraban llenar al rey de
felicidad, otros himnos lo alababan en todas sus actividades, e incluso algunas eran narradas en
primera persona. Desafortunadamente, no conocemos en qué contextos eran utilizados. La familia
real es, sin embargo, mejor conocida. Se nota la existencia de matrimonios diplomáticos, como el que
unió a Ur-Nammu a la hija de Apil-kin, dinasta de Mari, cuyos gobernadores independientes llevaban
el título de shakkanakku.

Shulgi lanzó una serie de reformas administrativas, políticas y económicas que transformaron el reino
de Ur en un Estado burocrático centralizado. Reorganizó la administración del templo, estableció una
fuerza militar fija y creó en Puzrish-Dagan (Drehem) un almacén y centro de reserva central para los
ingresos estatales. Este trabajo de unificación también abarcó la metrología, el calendario, los
caminos y el sistema postal. Descansaba en una enorme organización burocrática: los escribas
recibían ahora un entrenamiento uniforme que incluía nuevos procedimientos contables y nuevos
formatos para textos de archivo. Tal grado de centralización nunca fue alcanzado nuevamente y en
última instancia el experimento fracasó.

¿Por qué colapsó este Imperio? Tradicionalmente los historiadores han insistido en factores externos
como los invasores. Esta era ciertamente la opinión de los mesopotámicos: hordas bárbaras cayendo
desde las montañas pueden aparecer como instrumentos de retribución divina en algunas
explicaciones teológicas de la historia. La realidad de esas invasiones no puede ser negada, y es
claro que las migraciones de los amorreos hacia el final de la Tercera Dinastía de Ur jugaron un rol
en el colapso del Imperio. El muro levantado por Shu-Sin (2037-2029) que explícitamente pretendía
prevenir la penetración de nómadas amorreos de Siria es testimonio del peligro de estas invasiones y
de la incapacidad de la administración central para contenerlos. Aun así, algunos historiadores han
apuntado sabiamente la evidencia del crecimiento de la decadencia interna en el período previo a que
los invasores destruyesen esta entidad política. Precios en alza, una causa segura y síntoma de una
profunda crisis económica, son un buen indicador. Esta esclerosis puede ser en parte atribuida a la
centralización burocrática: el manejo de los recursos se volvió más y más intrincado y el número de
funcionarios creció fuera de control. Algunos sostienen que el final de la Tercera Dinastía de Ur fue
causado tanto por la implosión del sistema burocrático como así también por el ataque violento de los
amorreos de Siria y de los LÚ.SU de Irán.

LA EDAD DE LOS AMORRITAS (2003-1595)

Los cuatro siglos que siguieron al colapso de Ur fueron unos de los más notables períodos en la
historia del Cercano Oriente y probablemente el periodo sobre el que nuestro conocimiento ha sido
más renovado en estos últimos tiempos. Estuvo caracterizado por una gran cohesión, a pesar de la
ausencia de unidad política: las vastas construcciones políticas de Shamshi-Adad y Hammurabi no
sobrevivieron a sus creadores. En todas las ciudades capitales del período –Qatna, Aleppo (antigua

7
Halab, más tarde denominada Beroea), Mari, Babilonia, Eshnunna (Eshnunnak, moderno Tell Asmar),
Larsa- el trono fue ocupado por una dinastía amorrea. El fenómeno más remarcable fue la
emergencia de una nueva lengua común (koiné) cultural. La cultura sumeria dejó realmente una
profunda impresión en los reinos del Este, pero había también escribas en Mari que podían escribir
en sumerio. Sin embargo esta lengua común también estaba empapada de herencia amorrea y en el
nuevo lenguaje internacional del período, el acadio, escrito tanto en Hazor en Palestina como en
Kanesh (Nesha, Kültepe moderno) en el centro de la actual Turquía y en Susa en el sudoeste de Irán.
El viaje constante de adivinos, escribas, médicos, músicos y mercaderes explica parcialmente la
emergencia de esta comunidad. Los príncipes jóvenes también viajaban de una corte a otra. No
obstante, las confrontaciones armadas no eran infrecuentes.

Reconstruir la historia política y militar de este período es una ardua tarea por la total ausencia de
narrativas, incluso parciales. [813] Uno debe entonces confiar en información primaria, muy
abundante afortunadamente, y unir los numerosos detalles que estas ofrecen en una imagen general
que permanece incompleta. Las fuentes son inscripciones reales, “nombres de años” y material
epistolar. Las cartas no incluyen su fecha o lugar de composición, y la reconstrucción de los eventos
en base a ellas es una labor delicada, como ejemplifican las miles de cartas encontradas en la
cancillería palacial de Mari. La primera fase que se extiende desde 2004 a 1763, se caracteriza por
una fragmentación del imperio de Ur en una multitud de pequeños principados que cayeron
progresivamente bajo la influencia de dos poderes rivales: Isin (Isin Bahriyat) y Larsa.

Los reyes de Isin reclamaron la herencia política de Ur y los escribas de su administración emularon
la tradición previa. Ur, sin embargo, incluso despojado de su predominancia política, jugaba aún un
importante rol económico: sus mercaderes continuaban con un lucrativo comercio marítimo con
Dilmun. Ur también preservaba su estatus de metrópoli religiosa donde la tradición sumeria era
piadosamente conservada. En la primera parte del reino de Isin, fue conquistada en 1925 por el rey
de Larsa, Gungunum. Los reyes de Larsa instalaron allí una de sus hijas como sacerdotisa (entum)
del dios Sin, continuando así una tradición que venía del período de Akkad. En las casas particulares
que rodeaban el templo mayor de Larsa, los arqueólogos han encontrado archivos de algunos
miembros del clero local. Pero la ciudad que emerge como el centro líder en literatura de esta etapa
es Nippur. Allí, no sólo los escribas aprendices copiaron los “clásicos” sino que también los maestros
crearon nuevas composiciones, principalmente himnos en honor al rey de Isin o Larsa, que era en
ese momento reconocido como “rey de Sumer y de Akkad”. (Ver también “Sumerian Literature: An
Overview”, parte 9, Vol. IV).

En 1984 una nueva dinastía asumió el poder en Babilonia. Aunque destinada a una gloriosa suerte,
tuvo inicios modestos, pero Sumu-la-el (1180-1845) tuvo éxito al anexar Sippar (actual Tell Abu-
Habba), Dillbat y Kish, todas previamente controladas por dinastías locales. Posteriormente, a pesar
de las redadas exitosas y ocasionales en el territorio de Larsa, el reino de Babilonia no expandió
significativamente su territorio hasta mediados del reinado de Hammurabi (también discutido en esta
sección).

El centralismo burocrático del Tercer Período de Ur dio camino a una economía más conducida por la
iniciativa privada. Algunas dinastías de mercaderes acumularon considerables fortunas, fenómeno
documentado por numerosos archivos familiares encontrados en ciudades babilónicas. Su éxito
financiero fue muchas veces simbolizado por la construcción de hermosos edificios de residencia
privadas y de esta manera la ciudad de Larsa experimentó una verdadera prosperidad urbana
alrededor de 1800.

La historia del norte de Mesopotamia al principio del Período Babilónico Antiguo es aún poco
conocida y las fuentes son escasas para el primer siglo y medio. Sabemos que Naram-Sin, rey de

8
Eshunna, capturó Asshur (moderno Qalat Sharqat) (¿alrededor de 1830?) y luego, después de haber
cruzado Jebel Sinjar, conquistó las estribaciones de las montañas Taurus hasta el nacimiento del
Khabur. Eshunna extendió también su dominio sobre la región media del Eufrates hasta la vecindad
inmediata de Mari. El gobernador local, Yakhdun-Lim, luego vasallo del rey de Aleppo, tuvo que
reconocer la soberanía del rey de Eshunna. Esta entidad política duró poco, pero su impronta cultural
en estas regiones fue considerable porque favoreció la difusión del dialecto babilónico, mientras
Asshur retuvo la antigua tradición acadia y desarrolló su propio dialecto, el asirio.

Aquí uno debe mencionar Shamshi-Adad I (circa 1830 – 1776), una figura interesante en la
historiografía del antiguo cercano Oriente. Fue por largo tiempo considerado rey de Asiria ya que los
escribas del primer milenio incluyeron su nombre en la lista real asiria. Sin embargo, Asiria no había
aún emergido como un estado territorial para ese tiempo. Asshur era una ciudad estado caracterizada
por su importancia religiosa y sus actividades comerciales. No controlaba un territorio extenso aunque
había establecido postas comerciales tan lejos como en el centro de Anatolia, siendo Kanesh la más
importante, cerca de la actual Kayseri. Sus comerciantes se beneficiaron de alguna manera de la
extraterritorialidad y pudieron viajar a través de países no dominados por asirios pero con los que se
habían hecho arreglos mutuos.

Shanshi-Adad I (también tiene una reseña en un capítulo separado en este volumen) era
originalmente un rey de Ekallatum que había extendido su territorio progresivamente, anexando no
sólo la ciudad sagrada de Asshur sino también reinos distantes como Mari [816] (1796). Con estas
conquistas forjó una entidad territorial continua cubriendo toda la Alta Mesopotamia desde las colinas
de los Zagros en el este hasta el Éufrates en el oeste, y desde las montañas Taurus en el norte hasta
Rapiqum en el sur. Sus ejércitos incluso alcanzaron el Líbano, donde las envió a auxiliar al rey de
Qatna, y Kurdistan donde hizo campaña para dominar a los turbulentos montañeses que
amenazaban la frontera este de su reino. En su vejez Shamshi-Adad I decidió dividir su imperio entre
sus dos hijos: Ishme-Dagan, el mayor, ocupó el ancestral trono de Ekallatum, mientras que el más
joven, Yasmakh-Adad, fue instalado en Mari. Shamshi-Adad decidió residir en Shubat-Enlil y continúo
haciendo campañas en persona en donde hubiera amenazas serias. Después de una veintena de
años su ambicioso arreglo se desvaneció con su creador. Sus hijos fallaron en neutralizar las fuerzas
centrífugas que amenazaban la cohesión y todos los reinos absorbidos por Shamshi-Adad recobraron
su independencia gracias a la ayuda de poderes vecinos como Eshunna y Aleppo.

Los años que siguieron fueron una edad dorada para las relaciones diplomáticas. Una famosa carta
de un alto oficial de Mari describe vívidamente el nuevo equilibrio internacional: “No hay rey, que sólo
por sí mismo, sea verdaderamente poderoso. Diez o quince reyes siguen a Hammurabi, señor de
Babilonia, como tantos a Rim-Sin, señor de Larsa, a Ibal-pi-el señor de Eshunna, a Amut-pi-el señor
de Qatna. Veinte reyes siguen a Yarim-Lim, señor de Yamkhad (Aleppo)”.

Zimri-Lim, que ocupó el trono de Mari entre 1776 y 1761, aspiró a poseer un rol líder entre estos
reyes pero experimentó dificultades para ser reconocido así. Por su posición geográfica, Mari estaba
“rasgada” entre el este y el oeste. Forzado a elegir, inmediatamente después de su ascenso, entre el
apoyo del rey de Aleppo y de la protección del rey de

9
[Páginas 814-815]
10
Eshunna, Zimri-Lim eligió el primero. Pero primero tuvo que resolver ciertos conflictos tribales.
Miembro de la tribu bensimalita, debía establecer su soberanía sobre la tribu benjaminita, el otro
mayor poder tribal de la región. Estos llamaron al rey de Eshunna, quien en 1771 condujo una vasta
campaña militar a lo largo del Éufrates y en las montañas del Jebel Sinjar. Surgieron temores de que
pudiera reconstruir el reino de Alta Mesopotamia, pero su empresa fracasó. Zimri-Lim ganó entonces
la libertad de acción para establecer la hegemonía regional, así como su soberanía sobre los
pequeños gobernantes del Jebel Sinjar y del triángulo de Khabur.

Zimri-Lim concertó alianzas matrimoniales frecuentemente, dando sus numerosas hijas en matrimonio
a sus vasallos, tal como se acostumbraba en esos días. Muy a menudo, gobernantes ansiosos por
reforzar sus alianzas diplomáticas recurrían a matrimonios “políticos”: una hija de Sumu-la-el de
Babilonia se casó con un rey de Uruk, el rey de Qatna entregó a su hija en matrimonio al hijo de
Shamshi-Adad y Zimri-Lim mismo se casó con la hija de su poderoso vecino y protector, el rey de
Aleppo. Lo que hace único el caso de las hijas de Zimri-Lim es el hecho de que algunas de las cartas
que ellas escribieron a su padre después de sus bodas llegaron hasta nosotros. Su destino no parece
haber sido envidiable ya que eran a menudo relegadas a una posición menor en el harén de sus
consortes reales.

El reino de Mari bajo Zimri-Lim, aunque haya sido una potencia de mediano rango, es sin embargo el
mejor conocido del Cercano Oriente de esta época. La vida en el palacio real es documentada por
miles de textos administrativos que nos permiten reconstruir la jerarquía dentro del harén, el culto al
interior del palacio, la recepción de embajadores del extranjero y el intercambio de regalos entre los
gobernantes. Abundante información sobre la cultura material está disponible, notablemente en áreas
no iluminadas por restos arqueológicos (vestimenta, joyería y similares). (Ver: “Mari: A Portrait in Art
of Mesopotamian City-State” más adelante en este volumen.)

El aspecto más rico de los archivos de Mari es, sin embargo, su correspondencia. Numerosas cartas
eran dirigidas a y enviadas por el rey de Mari. En la primera categoría está la correspondencia
enviada por gobernantes extranjeros, gobernadores provinciales o funcionarios enviados al exterior
por tareas oficiales y por funcionarios residiendo en la capital mientras el rey viajaba; parece que las
cartas recibidas por el rey mientras se encontraba de viaje eran meticulosamente archivadas después
de su regreso al palacio. Las cartas enviadas por el rey durante sus viajes eran generalmente
dirigidas a administradores en la capital o a miembros de la familia real. De este modo, es posible
desarrollar un conocimiento íntimo de la vida en ese reino, así como en el Cercano Oriente en
general, si bien sobre un período limitado de tiempo.

El soberano de Elam emergió como mediador del equilibrio que siguió al colapso del reino de la Alta
Mesopotamia: derivó su [817] poder de los vastos recursos de la meseta iraní y su liderazgo fue
aceptado por todos los monarcas del cercano este - y tanto más fácilmente porque era un monarca
remoto. Pronto, sin embargo, los elamitas mostraron un interés creciente por la frontera occidental.
Primero capturaron Eshunna en 1766 con la ayuda de Babilonia y Mari. Ansiosos de explotar su
ventaja, enfrentaron inmediatamente a sus antiguos aliados. Un ejército elamita ocupó Shubat-Enlil
por unos meses, pero fueron pronto forzados a retirarse, abandonado Eshunna inclusive.

Fue en esta coyuntura que Hammurabi sintió que su momento había llegado. Animado por sus éxitos
contra Elam, se volvió contra su vecino del sur, Larsa, para ese entonces un reino considerable. Su
gobernador Rim-Sin había incluso anexado los reinos colindantes de Uruk (1801) y de Isin (1793).
Así, cuando Hammurabi conquistó el reino de Larsa en 1763, estableció en efecto su control sobre
todo Sumer, mereciendo verdaderamente portar el título de “Rey de Sumer y de Akkad”. Uno se
preguntaría si el término “Imperio” es realmente apropiado en este caso. Durante la primera fase de
su establecimiento, el reino de Hammurabi tuvo más el carácter de una monarquía dual, con la

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monarquía de Sumer y de Akkad en las manos del mismo gobernante. Pero con la búsqueda de
conquistas en el norte y el noreste (especialmente la conquista de Mari en 1761 y su destrucción en
1759), Hammurabi construyó un verdadero imperio, extendiéndose desde la Alta a la Baja
Mesopotamia, un imperio que no sobrevivió a el. La fragilidad es lo que caracteriza todas las
construcciones imperiales del tercer y segundo milenio: las pocas que sobrevivieron a sus creadores
no duraron más que dos generaciones. (Ver también “King Hammurabi of Babylon” más adelante en
este volumen.)

Tanto la caída interna como la presión de invasiones extranjeras jugaron un rol en el declive del
Imperio Paleobabilónico. Su territorio se vio progresivamente disminuido, especialmente con la
deserción de las ciudades sumerias del sur (Larsa, Ur, y Uruk en 1738, Nippur e Isin en 1720) y con
la migración de su población de refugiados hacia el norte (habitantes de la ciudad de Uruk hacia
ciudades como Kish). Los ingresos del Estado disminuyeron en consecuencia y la situación
económica empeoró. La emisión de edictos de “reparación” (mišārum) no era nueva: consistían en
una remisión, por decreto real, de los atrasos para agentes de Estado y para deudas no comerciales
entre partes privadas. Pero su frecuencia parece haberse incrementado sugiriendo una inhabilidad
para hacer frente a la situación social y económica en deterioro. Al mismo tiempo, la burocracia se
amplió; los documentos administrativos son abundantes para el siglo XVII y la jerarquía de los
funcionarios se volvió más compleja, con nuevos títulos y posesiones. Los cargos tendieron a ser
cada vez más hereditarios haciendo peligrar la capacidad de decisión del poder central. Finalmente,
el rey privado de recursos, se vio obligado a aceptar pagos en metálico en lugar del servicio militar
(ilku) debido por los poseedores de las tierras reales. Este moribundo Estado sufrió su último golpe
cuando Murshili I y sus tropas hititas asaltaron Babilonia en 1595.

LA ÉPOCA OSCURA Y LA BABILONIA CASITA. (1595-1158)

Prácticamente no tenemos fuentes para el siglo y medio que se extiende desde los principios del siglo
XVI hasta la mitad del siglo XV. Sabemos que en Babilonia el poder cayó en manos de los casitas.
Este pueblo, originario de una montaña de la región (posiblemente los Zagros), constituyen un
enigma para los historiadores: se asimilaron tan bien en Babilonia que su lenguaje es prácticamente
desconocido. (Los casitas son tratados en un artículo separado más adelante). Los casitas no eran
completamente recién llegados: habían amenazado Babilonia en 1731 y 1708 y su presencia en el
país, mayoritariamente como mercenarios y agricultores era omnipresente bajo los últimos
gobernantes de la primer dinastía babilónica. En esos tiempos, algunos soberanos de de Terqa (Tell
‘Ashara moderno) en el Éufrates medio, usaban nombres casitas. Algunas tropas casitas
amenazaron directamente Sippar en el quinceavo año de Ammisaduqa, por lo que no es
sorprendente que hayan llenado el vacío creado por la incursión hitita en Babilonia. Ellos controlaron
Babilonia, renombrada Karduniash, por más de cuatro siglos (1595-1158). Por unos cien años el sur
de Babilonia permaneció independiente bajo el poder de una oscura dinastía denominada la “Dinastía
de los pueblo del mar”. La totalidad de Babilonia cayó bajo el control casita entre 1490 y 1465.

Los reyes casitas se esforzaron por restaurar templos considerablemente deteriorados: restos [819]
de sus trabajos pueden ser vistos en todos los santuarios importantes de Babilonia como los de Ur,
Larsa, Uruk y Nippur. Construyeron un palacio enorme en su nueva capital, Dur-Kurigalzu (moderna
‘Aqar Quf, cerca de Bagdad). Los archivos más típicos de este período son los kudurru, piedras
monumentales talladas con símbolos divinos que llevan inscripciones que muestran compromisos
reales de concesión de tierras y exenciones de impuestos bajo la protección divina.

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13
[Páginas 818-819] Tabla 3. Babilonia y Asiria

EL PERÍODO DE AMARNA

Un nuevo equilibrio internacional emergió en el siglo XV, caracterizado por la hegemonía de cuatro
importantes poderes: Egipto, el imperio Hitita en Anatolia, Mitanni en Alta Mesopotamia y Babilonia.
La parte final de esta edad está documentada con los archivos de Amarna (Akenatón) en Egipto.
Consisten de la correspondencia internacional de las cancillerías de los faraones Amenofis
(Amehotep III) y Akenatón (Amehotep IV) y cubren un período de 30 años (hacia 1385-1355). Estas
cartas, escritas en su mayoría en acadio, el lenguaje internacional del período, fueron enviadas por
gobernantes de Mitanni, Babilonia, la Anatolia Hitita y Asiria. Un grupo mayor se originó en los
pequeños principados en el Levante bajo la tutela egipcia.

Mitanni es el menos conocido de los cuatro estados principales. Fue fundado por gobernadores con
nombres indoeuropeos pero fue poblado principalmente por hurritas: su centro estaba situado en la
región alta de Khabur. Los reyes mitanios residían a menudo en [820] Washukkani, sitio aún
indefinido. Otro centro importante, tal vez incluso la capital, según algunos estudiosos, era Tiadu,
situado en el área de Tell Brak. Los gobernantes de Mitanni progresivamente extendieron su
autoridad sobre los numerosos reinos vecinos, llegando a Arrapkha (Kirkuk moderno) en el este y la
ciudad del norte de Siria, Qadesh (Tell Nabi Mend) hacia el oeste. Mitanni llegó a su cima al final de
siglo XVI, en tiempos del Rey Barattarna (Parattarna). La vida del reino es conocida esencialmente
por archivos descubiertos en dos poblados periféricos: Nuzi al este y Alalakh (Tell ‘Atchana, nivel 4) al
oeste. (Ver artículos más adelante sobre Nuzi y Mitanni).

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La estructura del Estado Mitannio era imprecisa y los conflictos dinásticos llevaron a su disolución.
Esto dio lugar a una serie de intervenciones hititas y el rey Shuppiluliuma I tuvo éxito durante tres
guerras consecutivas en establecer su autoridad en el norte de Siria, después de lo cual instaló a su
hijo como rey de Carchemish (Karkamish). Durante este período, las relaciones diplomáticas
aumentaron su sofisticación, intensidad y extensión geográfica. Los “Grandes Reyes” intercambiaban
cartas y regalos llevados por mensajeros que a veces se convertían prácticamente en embajadores.
Sus alianzas eran selladas por medio de tratos, habiendo sido preservados algunos de ellos, y
reforzados por uniones matrimoniales. De esta manera, la hermana de rey casita Kadashman-Enlil I
fue dada en matrimonio a Amenofis (Amenhotep III), y la tercera (y última) esposa del rey hitita
Shuppiluliuma era una princesa babilónica. Los soberanos casitas eran los más dispuestos a dar
regalos como caballos, carros y lapislázuli a los faraones egipcios porque esperaban recibir a cambio
el oro que necesitaban para cubrir su ambicioso programa de edificación: desde finales del siglo XV
en adelante, los mensajeros viajaban regularmente entre las dos cortes y mercaderes babilónicos
comerciaban con Canaán, entonces bajo tutela egipcia.

Asiria emergió en la escena internacional bajo Assur-uballit I (1366-1330). Los archivos familiares
indican que dentro de Asiria tuvo lugar un proceso de concentración de la tierra y formación de largos
patrimonios, espacialmente en la región de Tharthar. Por primera vez Asshur abandonó su estatus de
ciudad-estado para convertirse en un Estado territorial. Assur-uballit, alardeando de los títulos “Gran
Rey” y “Rey de la totalidad”, se esforzó por ser reconocido como un igual del faraón y del rey hitita,
para el resentimiento del rey casita Burna-Buriash II (1359-1333). Los asirios conquistaron porciones
de Mitanni, que fue gradualmente fraccionada entre hititas y asirios, mientras su parte este sobrevivió
bajo el nombre de Khanigalbat.

Durante el reinado de Shalmaneser I (1274-1245), cuando Alta Mesopotamia cayó enteramente bajo
el control asirio, que ahora controlaba las tierras fértiles para agricultura así como las rutas
comerciales de Siria y Anatolia, los hititas estaban considerablemente alarmados. Claramente, la
subida de Asiria era una de las razones más importantes que llevaron a los hititas a cesar sus
hostilidades con los egipcios: en 1271, dieciséis años después de la batalla de Qadesh, el rey hitita
Muwattalli II y el Faraón Ramsés II concluyeron una alianza. Una de las figuras principales en Asiria
para ese tiempo era el canciller Babu-aha-iddina, bien conocido por nosotros: sondeos llevados a
cabo por arqueólogos alemanes en la ciudad baja de Asshur han dado a conocer su residencia y su
rico entierro, y sus archivos personales han arrojado una luz fascinante en la administración de su
hogar. La explotación de la cuenca de Khabur por parte de los asirios está documentada por los
archivos de la familia Urad-Sherua, de la cual dos miembros fueron gobernadores de Nakhur: estos
textos revelan el proceso por el cual las nuevas provincias conquistadas eran confiadas por el rey a
una “casa” (es decir, a una familia prominente) dentro de la cual las responsabilidades del gobierno
local eran transmitidas por herencia.

Los archivos descubiertos en Tell Sheikh Hamad deberían, eventualmente, proveernos de un


entendimiento más profundo del proceso de colonización cultural, aunque uno debe ser cuidadoso de
no evaluar esta información exclusivamente a la luz de las realidades que prevalecen bajo el Nuevo
Imperio Asirio. Varios cientos de tablillas fueron encontradas en el palacio del gobernador local
cubriendo un espacio temporal de quince años durante los reinados de Shalmanasar I y Tukulti-
Ninurta I. Son principalmente documentos contables que iluminarán la administración del bajo valle de
Khabur durante el primer período de expansión Asiria. Esta culminó con Tukulti-Ninurta I (1244-1208).
Atacado en 1235 [821] por el rey casita Kahstiliash IV, el rey asirio lo capturó y tomó serias
represalias sobre Babilonia. Entre los babilónicos deportados a Asiria hubo escribas. La victoria de
Tukulti-Ninurta fue celebrada por una gran épica y este fue el primer gobernante Asirio en adoptar los
prestigiosos títulos de “rey de las cuatro costas”, es decir, “rey del Universo”. Lanzó la construcción de
una nueva capital Kar-Tukulti-Ninurta, establecida sobre el Tigris frente a Asshur, asignando
15
deportados a esta tarea. Como Tukulti-Ninurta fue asesinado, uno podría postular que sus
innovaciones alienaron a muchas personas, y las décadas siguientes estuvieron marcadas por un
debilitamiento del poder real.

En 1158 un ataque elamita en Babilonia puso fin a la dinastía casita. Numerosos monumentos fueron
llevados fuera de Susa dónde excavaciones los descubrieron a principios del siglo XX. Entre ellos se
encontraba el Código Hammurabi (desarrollado en “El rey Hammurabi”, más adelante en este
volumen). Después de esto, Babilonia cayó bajo el control de la segunda dinastía de Isin por más de
un siglo (1158-1027). Su representante más brillante fue Nabucodonosor I (1124-1103). Un kudurru
(mojón) describe su decisiva victoria sobre Elam, que permitió que la estatua del dios Marduk, que
también había sido removida por los elamitas, volviera a Babilonia. Esto puede haber provisto la
ocasión para la composición del famoso Enuma Elish, impropiamente denominado en tiempos
modernos “la creación épica babilónica”. Este es de hecho un himno que glorifica a Marduk
representando la aceptación de su liderazgo por parte de los otros dioses, tal vez también reflejando
así en el cielo la soberanía de Babilonia en la tierra. (Ver “Myth and mythmaking in Sumer and Akkad”
parte 8, vol. III).

LAS INVASIONES ARAMEAS

Empezando en los albores de la vigésima centuria, importantes movimientos migratorios causaron


profundos cambios en todo el Cercano Oriente. Aquellos que afectaron la costa Mediterránea son
comúnmente llamados “invasiones de los pueblo del mar”, que brutalmente culminaron la edad de
Bronce tardía en algunas ciudades costeras como Ugarit. Tierra adentro, nómades arameos
empezaron su propia migración unas décadas después y sus movimientos alcanzaron una magnitud
tal que nos hace referirnos a ellos como “Invasiones Arameas”. El rey asirio Tiglath-Pileser I (1115-
1077) declaró: “Veintiocho veces he cruzado el Éufrates para perseguir a los arameos”, pero falló en
su contención y los arameos continuaron con sus redadas, llegando a las murallas de Nínive. Grupos
de nómadas también arrasaron con los más importantes santuarios de Babilonia, que se hundieron
en caos hacia el final del onceavo siglo. Solo entonces los arameos se volvieron contra Siria del
norte: atacaron el triángulo de Khabur y la curva de Éufrates ente 1013 y 973 y alrededor de 950 Til
Barsip (actual Tell Ahmar) se convirtió en la capital del estado arameo de Bit-Adini. (Ver “Aramean
Tribes and Nations of First-Millennium Western Asia”, parte 3, vol. I.)

Estas invasiones favorecieron el surgimiento de un nuevo lenguaje cultural común. Sin embargo, en
agudo contraste con lo que pasó después de las invasiones amorritas un milenio antes, esta
unificación es, por dos motivos, menos visible para nosotros. La primera deriva de la naturaleza de
las fuentes epigráficas: el arameo era generalmente escrito con tinta en papiros o pergaminos. A
causa del clima mesopotámico estos medios no sobrevivieron al paso del tiempo. Por otra parte, las
inscripciones lapidarias son raras: la estatua descubierta en Tell al–Fakhariya (antigua Sikan) e
inscrita en arameo y asirio es una excepción notable. Consecuentemente, las únicas fuentes que han
sobrevivido son cuneiformes, escritas aún en arcilla; claramente la imagen resultante está deformada,
dominada por la falsa impresión de continuidad con la tradición precedente. Aún más, el poder
imperial que prevaleció en Asiria, y luego en Babilonia, a lo largo de la primera mitad del primer
milenio, insistía en la prosecución de esta tradición: en respuesta a un gobernador pidiendo permiso
para escribir en arameo, el rey responde que debe usar cuneiforme. Esto, por lo tanto, nos da la
impresión de un antagonismo este-oeste, que era una realidad a nivel político, aunque oscurece la
existencia de unidad cultural con raíces más profundas de lo que podemos imaginar: la gran cantidad
de deportaciones llevadas a cabo por los reyes neoasirios aceleró la “arameización” de Asiria.

Las principales fuentes historiográficas para [822] el primer milenio Asirio son los anales reales.
Narrados en primera persona, su objetivo es conmemorar las obras de su soberano, por lo que es fútil

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buscar en ellos una representación objetiva de la realidad. Con sus refinamientos retóricos, son
piezas literarias auténticas y fascinantes objetos de estudio. Los sucesos de Babilonia son conocidos
por crónicas que usan un estilo más lacónico y presentan una imagen de la realidad menos
distorsionada. (Ver también “The Deeds of Ancient Mesopotamia Kings” parte 9, vol. IV.)

LA RECONQUISTA ASIRIA (911-823)

La reconquista asiria empezó lentamente hacia fines del siglo X y especialmente, a comienzos siglo
IX durante los reinados de Adad-nirari II (911-891) y Tukulti-Ninurta II (890-884) y ganaron más
impulso con Assurnasirpal II (883-859) y Shalmaneser III (858-823). Su objetivo no era tanto
recuperar los territorios perdidos sino crear un sistema de control sobre rutas de comercio vitales con
el fin de asegurar el movimiento seguro de las deidades. La ambigüedad resultante del paisaje
político resultante se refleja en los títulos de los potentados locales, como evidencia la estatua en Tell
al-Fakhariya: podían reclamar el título de reyes arameos (mlk) pero al mismo tiempo ser considerados
gobernadores (shaknu) dependientes de las autoridades centrales asirias.

En 883, Assurnasirpal II se sentó a sí mismo en el trono. Fue una personalidad destacada cuyo
reinado fue crucial para el futuro de Asiria. Cada año, llevaba a sus ejércitos al campo de batalla
suprimiendo rebeliones con la mayor brutalidad y fundando nuevos centros asirios para reforzar el
control existente. Esta crueldad, que se puede atribuir probablemente al trauma causado por las
invasiones arameas, se convirtió gradualmente en un componente esencial del estilo de gobierno
asirio: la reputación de los asirios era tal que muchos preferían someterse ante las meras noticias de
su acercamiento difiriendo la emancipación hasta que circunstancias más favorables se hiciesen
presentes. Estas campañas militares eran generalmente conducidas hacia el oeste: Assurnasirpal
llegó hasta el Mediterráneo, extrayendo tributo de las ciudades fenicias en su camino. Estas
campañas, acompañadas de pillaje y deportaciones provocaron un súbito crecimiento en la potencial
económico asirio y pronto los ingresos regulares estuvieron asegurados a través del pago de un
tributo anual por parte de los principados vencidos.

El poder asirio re-emergió con la construcción de Assurnasirpal de la nueva capital Kalkhu (actual
Nirmud). A partir de 879 se erigió un muro de siete kilómetros de ancho (aproximadamente 4 millas),
encerrando 36 hectáreas (90 acres). Cálculos han determinado que sólo su construcción requirió de
una fuerza de trabajo de siete mil hombres durante tres años. Assurnasirpal también construyó dentro
de la ciudadela de dos hectáreas que dominaba el sitio, un gran palacio y numerosos templos. Estos
trabajos, no interrumpidos por su muerte en 859, fueron completados por su hijo y sucesor
Shalmaneser III. Por primera vez en Asiria, una vasta metrópolis había sido erigida en la cual estaban
concentrados una gran parte de los recursos humanos y naturales del reino; este no fue un caso
aislado, Khorsabad y luego Nínive cumplieron el mismo rol a finales de los siglos VIII y VII. Estas
exitosas capitales funcionaron como extractores y su carácter desproporcionado fue seguramente
uno de los factores que llevaron al colapso del imperio.

A mitad del siglo IX, sin embargo, Asiria era impulsada por su propio éxito. Shalmaneser III concentró
sus esfuerzos mayoritariamente en el oeste: norte de Siria, sudeste de Anatolia y Cilicia. Los estados
locales de estas áreas estaban, en su mayor parte, gobernados por arameos y neo-hititas que si bien
eran ricos, eran militarmente débiles por lo que no pudieron oponerse a la formidable máquina de
guerra asiria. En 856, después de varias campañas, Bit-Adini fue derrotada y convertida en una
provincia mientras que su capital Til Barsip fue renombrada Kar- Shalmaneser. Asiria ahora
controlaba la curva del Éufrates. Se condujeron campañas más allá de esa región pero no se ganó
ningún territorio. La confrontación con los estados sirios y palestinos culminó en la batalla de Qarqar
en el río Orontes (853): de cara a la amenaza asiria, doce reinos dejaron de lado su enemistad y se
unieron bajo el liderazgo de Damasco, Hamath e Israel. Shalmaneser clamó haber obtenido la

17
victoria pero la situación parece haber estado lejos de ser segura ya que las tropas asirias hicieron
campaña en la región al menos cinco veces más.

[823] Shalmaneser también mostró interés por Babilonia, que había experimentado un verdadero
renacimiento durante el reinado de Nabu–appla-idinna (888-855). El país fue entonces liberado de las
tribus nómadas que lo habían saqueado, y el culto a los dioses locales fue restablecido en los
grandes santuarios de Babilonia, Borsippa, Sippar y Uruk. El país también experimentó un renacer
literario y científico, ilustrado en la composición de la magnífica Épica de Irra (Erra). Cuando Marduk-
zakir-shumi I asumió su reinado en 854, tuvo que llamar a los asirios para detener una rebelión
liderada por su hermano. Después de derrotar la rebelión en 850, Shalmaneser hizo sus devociones
en los templos de Kutha, Babilonia y Borsippa, como signo de veneración por de esas ciudades
sagradas. También llevó adelante una campaña contra la población caldea en el sur, que controlaba
importantes rutas comerciales, volviendo a Asiria con mucho botín.

LA CRISIS (823-745)

Los dos reinados de estos dos muy poderosos gobernantes fueron seguidos de un período
problemático, que ya se había iniciado para finales del reinado de Shalmaneser. El tuvo que enfrentar
una rebelión liderada por uno de sus hijos y la situación no se estabilizó hasta el reinado de su
sucesor Shamsi-Adad V (823-811). Debilitada por siete años de problemas, Asiria tuvo que concluir
con un tratado con el rey de Babilonia Marduk-zakir-shumi I en el cual acordaron concesiones
humillantes, pero cuatro años después Shamsi-Adad V tomó venganza conduciendo cuatro
campañas militares en Babilonia (814-811).

Bajo su sucesor, Adad-nirari III (810-783), Asiria se hundió aún más en la oscuridad. Esto es
sugerido por la ausencia de fuentes, pero también se opone una evaluación precisa de la situación.
El declive del poder real es manifiesto pero esto no significa que una depresión correspondiente haya
prevalecido en todo el reino. Los gobernadores reconocían la soberanía sólo nominalmente y
actuaban localmente como verdaderos monarcas. Para asegurarse fidelidad, el rey se comprometió
con grandes concesiones de tierra que a futuro debilitaron su posición. Su madre, Semiramis, ejerció
un poder considerable, situación que dio lugar a la leyenda griega de Semiramis.

La figura más destacada del período es Shamshi-ilu, comandante supremo militar que fue gobernante
de facto en la porción oeste del reino. Residiendo en Til Barsip como si fuese una verdadera capital,
condujo una campaña contra Damasco y medió en varias disputas fronterizas entre los reinos neo-
hititas y arameos del sudeste de Anatolia y el norte de Siria. Entre 782-745 tres reyes, faltos de
autoridad real, ocuparon el trono y Urartu, una nueva figura en la escena internacional, amenazó
seriamente el norte de Asiria. Seis campañas fueron llevadas adelante mayoritariamente por
Shamshu-ilu entre 781 y 744. Ha sobrevivido una inscripción del rey de Urartu Sarduri II,
conmemorando una victoria sobre los asirios. Finalmente, estalló una serie de rebeliones como
también dos plagas epidémicas en 765 y 759 afectando la mayoría de las grandes ciudades. (Ver
“The Kingdom of Urartu in Eastern Anatolia” más adelante en este volumen.)

EL IMPERIO NEO-ASIRIO (744-612)

Se puede decir que el verdadero fundador del Imperio Neo-Asirio fue Tiglath-pileser III. De hecho,
sólo a partir de su reinado podría uno verdaderamente hablar de imperio, y esta vez, en contraste con
el imperio de Akkad, la extensión de control territorial era enorme –desde Susa en Irán hasta Tebas
en Egipto. Durante la mayoría de este período el trono fue ocupado por la dinastía sargónida,
comprendiendo a Sargón II (721-705), Esarhaddon (680-669) y Assurbanipal (669-627).

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En contraste con las décadas precedentes, el reinado de Tiglath-pileser III estuvo marcado por una
brillante política militar: una victoria sobre Urartu en 743 y la sumisión de los reinos sirios concluyendo
con la caída de Damasco en 732. En esta oportunidad, las regiones conquistadas fueron convertidas
en provincias asirias, un cambio de la anterior política de redadas militares que aseguraban sólo la
recolección de tributos. La guerra se convirtió en guerra permanente para la conquista. Uno de los
corolarios de esta mutación fue la política de deportación masiva: los habitantes de las nuevas
provincias eran desplazados a cambio de otras poblaciones traídas de otras regiones. Esto de
seguro no era una novedad, pero [824] la escala a la que fue implementada esta política transformó el
problema radicalmente: de esta forma, cerca de 743, unas ochenta mil personas fueron desplazadas.
Tiglath-pileser también condujo una verdadera política mediterránea: todas las ciudades fenicias, con
la excepción de Tiro, fueron incorporadas a una nueva provincia y se les prohibió comerciar con
Egipto. En el sur, como resultado de varias intervenciones militares, Tiglath-pileser asumió el trono de
Babilonia en 729. Su solución de una monarquía dual en vez de una simple reducción a la posición de
provincia tuvo la ventaja de no herir sensibilidades locales.

Shalmaneser V sucedió a su padre Tiglath-pileser III en 725 y reinó sólo por cinco años. Por lo que
más se lo conoce es por sus dos años de asedio a Samaria que finalmente cayó en 721 mientras el
usurpador Sargon II tomaba el poder en Asiria. El gran evento del reinado de Sargón fue la lucha
contra Urartu. Esta culminó con la famosa “Octava Campaña” en 714, narrada en una detallado
relato en forma de carta dirigida del rey al dios Assur en la que justifica el saqueo de los santuarios de
Urartu. En Babilonia el caldeo Merodach-Baladan II se apoderó del trono vacante tras la muerte de
Tiglath-pileser introduciendo tres décadas de continuas luchas entre asirios y caldeos por el control
del trono babilónico.

Los caldeos poseían una ventaja estratégica: podían retraerse a los pantanos del sur en caso de
inferioridad militar o hacia el territorio elamita, cuyo apoyo podían fácilmente comprar con su riqueza.
Pero la mayoría de las ciudades babilónicas les eran hostiles y Sargon explotó este antagonismo
sabiamente. Merodach-Baladan, atrincherado en su capital Dur-Yakin, fue vencido en 707. Más de
cien mil arameos fueron deportados a Harran, Cilicia y Samaria, y gente de Commagene
(Kummukhu) fue trasladada para reemplazarlos. Por cinco años Babilonia fue teatro de un vasto
trabajo de construcción y de desarrollo de la agricultura. Los numerosos documentos encontrados en
el depósito de armas en Nirmud (“Fuerte Shalamanaser”),que datan de la región de Sargón, permiten
una detallada reconstrucción de la organización de la armada, en particular de la caballería y de los
carros, los dos factores decisivos para el dominio asirio. Luego Sargón decidió abandonar Kalkhu
para construir una nueva capital, Dur-Shakurrin (moderna Khorsa-bad) en su honor. Cuando Sargón
murió en batalla en la región del Taurus, su construcción no se había completado aún.

Sennacherib, hijo y sucesor de Sargón, reinó por casi un cuarto de siglo. Ya había tomado cartas en
los asuntos de gobierno durante la vida de su padre y es el príncipe de la corona asiria cuyas
acciones son mejor conocidas. Su reinado, sin embargo, no está tan bien documentados como los de
los otros tres monarcas sargónidas porque su correspondencia parece haber sido destruida
deliberadamente después de su muerte: Dejo Dur-Sharrukin y estableció su capital en la antigua y
prestigiosa ciudad de Nínive donde entre 703 y 694 construyó un enorme palacio llamado el “Palacio
sin rival”. Su construcción está particularmente bien documentada, tanto por inscripciones
conmemorativas como por los relieves de sus paredes; algunas de estas ilustran su construcción (por
ejemplo, el transporte de enormes estatuas de toros alados). Aquellas que listan el sitio de la ciudad
palestina de Lachish (Tell al-Duwayr moderno) en 701 son famosas.

Babilonia era la mayor preocupación de Sennacherib. Varias posibles soluciones al problema fueron
puestas en práctica pero ninguna de ellas dio el resultado deseado. Sennacherib, con la esperanza
de obtener la paz, instaló a su heredero, Assur-nadin-shumi, en el trono babilónico en 699; pero cinco
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años después los babilónicos lo entregaron a los elamitas. Sennacherib lanzó a continuación una
guerra despiadada contra los elamitas que está documentada en los relieves de su palacio. Además,
decidió castigar a los habitantes de Babilonia, que cayó a principios del invierno de 689 después de
un asedio de quince meses. La ciudad fue objeto de una destrucción brutal y sistemática que dejó
cicatrices duraderas. La eliminación de Assur-nadin-shumi también trajo a colación el problema de la
sucesión. Arad-mullisu, el hijo mayor superviviente del rey, era la elección lógica a príncipe de la
corona pero Sennacherib se decidió a favor de su hijo menor, Esarhaddon. Esta elección iba a tener
trágicas consecuencias. Esarhaddon fue exiliado bajo oscuras circunstancias y una conspiración
liderada por Arad- mullisu resultó en el asesinato de Sennacherib. Tras seis semanas de guerra civil,
Esarhaddon emergió victorioso y los conspiradores huyeron al norte.

Esarhaddon reinó sólo doce años y [825] su pobre salud explica algunas de las idiosincrasias de su
gobierno. Sufría de una enfermedad crónica inflamatoria que lo forzó a menudo a retiros y tenía
serios efectos en su carácter. Tenemos cientos de cartas de, entre otros, astrólogos, exorcistas y
sacerdotes mágicos en los que estos especialistas alientan al rey sobre su salud o le dan
instrucciones sobre cómo evitar las consecuencias directas de los siniestros presagios. Estas cartas
nos permiten atisbar la vida de la corte, con su laberinto de intrigas y denuncias. Babilonia
experimentó un renacer: después de años de intervención asiria e inestabilidad política (diez reyes en
treinta años), el orden fue reestablecido, Babilonia restaurada y una nueva era de prosperidad
comenzó. (Ver “Esarhaddon, King of Assyria” más adelante en este volumen.)

Entre 690 y 655 las relaciones con Elam fueron cordiales. Las tribus de Media no estaban aún unidas,
lo que redujo la amenaza en la frontera iraní y permitió a los asirios concentrar sus esfuerzos militares
en el oeste. La situación en el noreste, donde los cimerios y los escitas estaban amenazando a los
vasallos asirios en Cilicia, fue resulta por medio de una campaña militar seguida por diplomacia. En el
sudoeste Sidón fue reducido a una nueva provincia asiria después de que su rebelde rey fuera
decapitado y sus habitantes, deportados. El reino de Tiro se vio obligado a firmar un tratado dejando
el comercio fenicio bajo el control asirio. Pero el gran evento de su reinado fue la conquista de Egipto
desde 679 y especialmente desde 673 en adelante. Los asirios clamaron ser “liberadores” de Egipto
y después reinaron mediante una dinastía de origen Nubio, la número veinticinco. Pero el rey Taharqa
quien huyó tras ser derrotado en su capital, Memphis en 671, recuperó la ciudad dos años después.
En su camino a Egipto Esarhaddon murió en Harran en 669 por un ataque de su enfermedad. Su
sucesión había sido meticulosamente planeada desde 672: un juramento de lealtad (adû) con
Assurbanipal, su heredero al trono asirio, y con su hermano gemelo Shamash-shum-ukin, su
heredero para el trono de Babilonia, había sido impuesto a la población.

Los cuarenta años del reinado de Assurbanipal fueron con mucho el reinado más largo en la historia
asiria y pueden ser considerados la cúspide de su imperio. Puede ser dividido en tres fases, aunque
aún la secuencia de los eventos no está firmemente establecida. Desde 669 a 653, las fuerzas
militares asirias se concentraron en Egipto. Memphis fue recuperado y Tebas saqueado en 664.
Assurbanipal se jactó de estas victorias pero está lejos de ser cierto que él mismo haya hecho
campaña allí. Las relaciones entre Asiria y Elam se mantuvieron cordiales entre 690 y 665, pero un
cambio brusco tuvo lugar en 664. El episodio mejor conocido de la feroz guerra que sigue es “el
banquete de la escena bajo la vid” que describe a Assurbanipal y sus consortes relajándose en un
jardín donde, desde un árbol, cuelga la cabeza del rey elamita Te’umman.

Psamtik I, tomando ventaja de esta guerra, se rebeló en 653 expulsando a los asirios de Egipto. El
país estaba definitivamente perdido para los asirios, quienes se encontraban incapaces de lanzar un
contraataque. Este período marca los límites del imperialismo asirio; era irreal incorporar dentro del
imperio un país tan lejano y diferente como Egipto. Inmediatamente después de la (temporaria)
conclusión de la guerra elamita, la revuelta de Shamash-shum-ukin irrumpió en Babilonia durando
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desde 652 a 648. Babilonia cayó tras una prolongada guerra y asedio de dos años, pero la supresión
de la rebelión agotó las tropas militares asirias. Un cierto Kandalanu fue instalado en el trono de
Babilonia por Assurbanipal quien también castigó a los elamitas y los árabes que habían prestado
apoyo a su hermano. Numerosas tablillas fueron confiscadas a escribas babilónicos para abastecer la
famosa biblioteca de Nínive. La última fase del reinado de Assurbanipal es poco conocida debido a
que no hay inscripciones después de 639.

El rápido colapso de un imperio gigante como el asirio plantea un problema considerable a los
historiadores. Una explicación parcial es el continuo estado de guerra desde 627 a 612, y la captura
de Nínive por los medos y los babilonios en 612 probablemente se trató del último aliento de un
estado ya moribundo. Assurbanipal tenía hijos gemelos, Assur-etel-ilani y Sin-shar-ishkum que
batallaron por el trono hasta cinco años después de la muerte de su padre. Después de la eliminación
de su hermano en 623, Sin-shar-ishkum se posicionó como gobernante único pero tuvo que enfrentar
serias amenazas externas.

Desde 626 el caldeo Nabopolassar había extendido su influencia gradualmente sobre el sur, y
Babilonia había caído bajo su control. En el oeste, Egipto, recuperando su posición tradicional,
planteó un riesgo creciente a Asiria, cada vez menos capaz de mantener su autoridad en Siria [826] y
Palestina. Pero la amenaza más seria venía del este. En 625, Cyaxares unió a los medos y a los
persas bajo su autoridad. En 615 Arba’il fue amenazada, en 614 Assur fue capturada y Nínive se
convirtió en un objetivo de ataque. Nabopolassar y Cyaxares, ahora aliados, sitiaron Nínive en 612 y
la ciudad cayó tres meses más tarde. Un último intento asirio de recuperación fue organizado por
Assur-uballit II en Harran pero fue aplastado en 610 por los medos y los babilónicos. Palestina,
Fenicia y Siria cayeron bajo la influencia egipcia y Nabopolassar estableció su soberanía sobre toda
la Jazira.

EL IMPERIO NEO-BABILÓNICO (612-539)

El Imperio Neo-Babilónico duró unos sesenta años, dos tercios de ellos cubiertos por un solo reinado.
Nabucodonosor II, quien sucedió a su padre Nabopolasar en 604, reinó por 42 años, la misma
duración que su distante predecesor Hammurabi. Tal longevidad política era en la antigüedad
garantía segura de éxito y prosperidad debido a los frecuentes problemas que surgían con la
sucesión. Nabucodonosor lanzó un gran programa de edificación, particularmente en la capital,
Babilonia: el famoso camino procesional a la puerta de Ishtar es uno de sus muchos proyectos
arquitectónicos. Por lo menos para nosotros, la imagen pública de Nabucodonosor es mucho más
interesante que la de cualquier otro monarca asirio, ya que nunca se vanagloria de masacres en sus
inscripciones. Las inscripciones conmemorativas noebabilónicas en esencia registran la restauración
de santuarios. A veces retratan al rey como un arqueólogo limpiando las ruinas de los templos en
busca de su disposición original para que pudiese duplicarlos.

Las excavaciones modernas han confirmado tales reportes. Pero los gobernantes neo-babilónicos no
eran sólo restauradores de construcciones sino que también resucitaron instituciones por largo tiempo
olvidadas. Nabonido (555-539), reviviendo una tradición del tiempo de Sargón de Akkad, instaló a su
hija como alta sacerdotisa del dios Sin de Ur. Del período del Imperio Neobabilónico ha sobrevivido
gran cantidad de documentos ilustrando la estructura administrativa y económica de los templos,
particularmente de Uruk, donde el hallazgo de miles de tablillas nos ha permitido reconstruir en
detalle el manejo de los asuntos del templo. El sistema de concesiones de tierra para el huerto de
dátiles es especialmente conocido. Es en este período en que la vieja institución de las prebendas del
templo está mejor documentada. Las prebendas involucraban a la elite urbana en la utilización
económica de los recursos del templo, más que nada ganando porciones de ofrendas del templo a
cambio de tareas –cocción, elaboración de cerveza y otros- realizados en el santuario.

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En ausencia de narrativas similares a las de los anales neo-asirios, las crónicas proveen la mayoría
de la información de los eventos históricos y militares del período. A veces estas pueden ser
corroboradas con fuentes no babilónicas. La captura de Jerusalén en 597 y las subsecuentes
deportaciones en 587 y 582, por ejemplo, ocupan una posición en la historiografía moderna que no se
refleja en las fuentes babilónicas en las que estos eventos son indistinguibles de otras guerras de
conquista. Nabonido, el último monarca neo-babilónico, es una figura enigmática y controversial. Era
rechazado por el sacerdocio de la capital porque había intentado imponer el culto del dios-luna Sin en
detrimento del de Marduk. El pasó diez años en el oasis de Taima (Teima) en el norte de Arabia
dejando el poder en manos de su hijo Belsasar. Su reinado de 17 años concluyó con la captura de
Babilonia por el líder persa Ciro. (Ver “King Nabonidus and the Neo-Babylonian Empire” más adelante
en este volumen.)

MESOPOTAMIA BAJO LA DINASTÍA AQUEMÉNIDA (539-333)

Babilonia perdió luego su independencia política para siempre cayendo bajo el dominio persa
aqueménida por dos siglos y luego bajo Alejandro Magno y sus sucesores. Sin embargo, la vida en
Babilonia no experimentó una disrupción dramática en 539: no hay interrupción en los archivos
familiares, lo que significa pocos cambios. Ciro creó en 535 una vasta unidad administrativa llamada
provincia de Babilonia y eber nāri: incluía Babilonia, la costa siria y Palestina [827] como también las
regiones contiguas del norte de Mesopotamia y Siria. Sus gobernadores eran iraníes-Gobryas (entre
535 y 525 y probablemente hasta 521) y Ushtanu (desde 521 hasta por los menos 516)- pero los
oficiales locales eran babilónicos. Babilonia era considerada entonces el “granero” del Imperio Persa.
Sus recursos eran explotados mediante instituciones tradicionales como el templo, con la ayuda de
familias pertenecientes a elites urbanas, como la familia Egibi. (ver también “Private Commerce and
Banking in Achaemenid Babylon”, parte 6, vol. III.)

Darío I (521-486) fomentó la creación de un sistema militar de tenencia de la tierra; lo más encontrado
frecuentemente es “la tierra del arco” (bīt qašti) poblada por familias obligadas a equipar cada una un
arquero para las fuerzas imperiales. Tenencias similares eran concedidas como “tierra de carros” y
“tierra de caballos”. Estos dominios eran administrados bajo entidades llamadas ḫatru, que
funcionaban como distritos fiscales, como unidades de explotación agrícola [828] y como reservas
militares. Todos los que poseían esta tierra estaban obligados a realizar servicios militares pero rara
vez eran llamados para eso; a cambio pagaban a menudo su renta en plata.

Por el carácter extranjero de la casa gobernante, se puede observar un nuevo fenómeno en las varias
revueltas “nacionales” que ocurrieron a la muerte de Cambises y al principio del reinado de Jerjes.
Varios usurpadores tomaron el trono entonces (Nabuconosor III y IV en 521-522, Bel-shimanni y
Shamash-eriba en 482) pero nunca permanecieron en el poder más de unos pocos meses. La
extensión de la represión de Jerjes ha sido sujeto de mucho debate. Sin embargo, la separación de
las satrapías de Babilonia y eber nāri, que ocurrió durante su reinado, aparentemente no estaban
dictadas por una política represiva aunque Zopyros, sátrapa de Babilonia, había sido ejecutado por
los rebeldes babilónicos. Los templos y distritos urbanos, por otro lado, perdieron su poder
administrativo, lo que explica la repentina interrupción de la documentación escrita en muchos lugares
al mismo tiempo. Una profunda reforma administrativa fue implementada, mediante la cual la
explotación de las tenencias de tierra y la recolección de impuestos era confiada a agentes de la
corona.

Después de eso, Babilonia fue dos veces sacudida por las crisis dinásticas que marcaron el curso de
la historia aqueménida -durante el ascenso de Darío II (423) y en los tiempos de la rebelión de Ciro el
joven (401). Estas rebeliones fueron instigadas por persas que usaron Babilonia como base y
difícilmente pueden ser comparados con los levantamientos “nacionales” del siglo previo. Tras el

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ascenso de Darío II los poseedores de tierras militares fueron obligados a suministrar una
contribución financiera excepcional que excedía los recursos de muchos de ellos. Esto está
documentado por los archivos de la familia Murashu de Nippur, que actuó como intermediaria entre la
administración real y los poseedores de las tierras, que contrajeron numerosos préstamos de la firma
encabezada por la familia.

Las fuentes se volvieron increíblemente escasas en todo el siglo IV: mientras que los ocho años de
Cambises están documentado por más de mil textos, el reinado de Artajerjes II (404-359), aunque
cuatro veces más largo, produjo la décima parte de documentos. Esto debe ser atribuido al
decrecimiento del uso de la escritura cuneiforme. Ese sistema de escritura era infinitamente más
engorroso que el arameo, y las tablillas de arcilla eran menos fáciles de manejar que los papiros o
pergaminos. Algunos archivos publicados documentan las actividades de una familia de escribas en
Nippur durante el reinado de Artajerjes I (464-424). Otro archivo es el de Kasr en Babilonia, fechado
en los reinados de Artajerjes I (464-424), Darío II (423-405) y Artajerjes II (404-359), que tiene un
gran parecido con el archivo Murashu, pero su contexto geográfico es el norte de Babilonia.

Cuando Alejandro entró a Babilonia en 330, la tradición cuneiforme aún estaba viva. Bajo las
dinastías seléucidas y arsácidas sobrevivió mayoritariamente en círculos de escribas encerrados y
restringidos que mantuvieron los viejos cultos de Babilonia y Uruk. Estas familias copiaron y
transmitieron los textos tradicionales de generación en generación hasta que el último escriba utilizó
por última vez el cuneiforme en una tablilla hacia el año 70 d.C., cerrando así una tradición de más de
tres milenios de antigüedad.

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