VIII EL TEMPLO DE DIOS
“¿O ignorá is que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo, el cual está en vosotros. . . . Si alguno
destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él”
I Corintios 6:19, 3:17.
Nuestros cuerpos. Las dos escrituras citadas en
parte arriba nos enseñ an que nuestros cuerpos son templos
y moradas del Espíritu de Dios. Por esto, no debemos
contaminar nuestros cuerpos, sino Dios nos manda
que los guardemos santos. Esto puede interpretarse en un
sentido general para referirse a todo tipo de pecado que
cometemos con nuestros cuerpos. En este capítulo,
vamos a limitar nuestra discusió n a algunas cosas específicas
que realmente dañ an y contaminan nuestros cuerpos
físicos. Las escrituras citadas arriba quizá s no se
aplican ú nicamente a estas cosas, pero es cierto que
incluyen todas aquellas actividades que nos contaminan
físicamente En particular, discutiremos la pertinencia de
los alimentos, las bebidas alcohó licas, el tabaco, y las drogas
a estas escrituras.
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Los alimentos. Inmediatamente después de la
creació n, Dios le dio al hombre todos los vegetales, granos,
y frutas con que alimentarse, con la excepció n del
á rbol del conocimiento de bien y mal. Todas las plantas
verdes fueron dadas a los animales para su alimento
(Génesis 1:29-30, 2:16-17). Después del diluvio, Dios
permitió que el hombre comiera a cada cosa viva, tanto
de las plantas como de los animales. La ú nica restricció n
era que no se podía comer la sangre (Génesis 9:1-4).
Note que cuando Dios dio la dieta vegetal, É l retuvo uno
de los á rboles como un símbolo de Su señ oría suprema y
como un recordatorio a Adá n de esa relació n. Cuando los
animales llegaron a ser alimento permisible, Dios nuevamente
retuvo una porció n—la sangre—para testificar que
solo É l era el dador de la vida.
La ley de Moisés tal como fue dada en Levítico 11 y
Deuteronomio 14 restringió la dieta en numerosas maneras.
Bá sicamente, se permitía que los Israelitas comieran
de todos los animales que rumía la mascada y tenía la
pezuñ a hendida (Levítico 11:3). Los animales que eran
prohibidos por esta regla eran el camello, el conejo, la
liebre, y el puerco. El pescado sin escamas y sin aletas
eran también sucio (Levítico 11:10). Veinte tipos de
pá jaros, mayormente basureros y aves de presa, se enumeraban
como sucios (Levítico 11:13-19). Todo insecto
alado que anduviere sobre cuatro patas era sucio con la
excepció n de la langosta, el langostín, el argol, y el hagab.
El propó sito principal de las leyes dietéticas era simplemente
de separar a Israel como una nació n de todas las
otras naciones del mundo. Estas leyes también eran diseñ adas
para conservar a los Israelitas del alimento insalubre
y que cargaba enfermedades. Por ejemplo, el cerdo es
una fuente bien conocida de triquinosis si no es sanitario
y si no está cocinado adecuadamente. En aquellos días,
los procesos de la matanza, el cocinado, y el saneamien-
142
to eran primitivos segú n nuestras normas, por lo tanto
estas leyes eran medicamente ventajosas.
En Hechos capítulo 15 encontramos una reunió n de
la iglesia primitiva que se llevó a cabo con el fin de
establecer cuá les de las restricciones de la ley Judía
serían aplicables en la edad actual. Encontramos solamente
cuatro leyes que los cristianos gentiles deben
guardar. 1) Deben abstenerse de las contaminaciones de
los ídolos. Esto significa que no debemos tener nada que
ver con cualquier tipo de veneració n de ídolos, incluyendo
el alimento ofrecido a los ídolos y hechos sexuales
inmorales que son una parte de las fiestas idó latras. 2)
Deben abstenerse de la fornicació n. La palabra tal como
se usa aquí incluye todos los tipos de pecado que está n
relacionados con el sexo tal como el adulterio y la homosexualidad
(véase el Capítulo IX). 3) Deben abstenerse de
cosas estranguladas. La referencia aquí es a Levítico
17:13-14. Cuando un animal sea matado, debe matarse
para que la sangre salga del cadá ver. Si un animal es
estrangulado, la sangre permanece en el, y la persona que
lo come está comiendo la sangre lo cual está prohibido.
4) Debe abstener de la sangre. Todas las leyes relacionadas
a la sangre está n incluidas aquí. No solamente
se prohibe comer la sangre, pero asimismo se prohiben
todas las formas de matanza tales como el homicidio y el
suicidio (véase el Capítulo X).
El resultado es que el cristiano tiene la libertad de
comer cualquier cosa hoy excepto la sangre y, en ciertas
situaciones, el alimento ofrecido a los ídolos. Ninguna de
las leyes Levíticas relacionadas a los animales sucios se
menciona en Hechos capítulo 15, entonces podemos presumir
que no se aplican ahora. Pablo enseñ a que las
leyes relacionadas al alimento eran una sombra de las
cosas venideras. Ellas predijeron de la separació n de lo
limpio de lo sucio en la vida de un cristiana. Con respecto
143
a las leyes dietéticas específicas de Moisés, Pablo dijo,
“Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida”
(Colosenses 2:16-17).
La sangre. Comer la sangre o comer un animal
estrangulado que retiene la sangre es una de las dos
restricciones sobre el alimento de un cristiano. ¿Por qué
es esto? Debemos darnos cuenta que esta restricció n fue
impuesta antes de la ley de Moisés y sigue en vigencia aun
después del tiempo de la ley. Muchas veces en la Biblia
Dios ha prohibido comer la sangre (Génesis 9:4, Levítico
7:26, 17:10-14, Deuteronomio 12:23-25, Hechos 15:20,
29, 21:25). La razó n es que la vida de un animal o de un
ser humano se encuentra en la sangre (Levítico 17:14).
La ciencia moderna ha verificado esta declaració n por el
descubrimiento que el oxígeno y la nutrició n que dan la
vida son llevados a todas partes del cuerpo por la sangre.
En cada edad, Dios ha escogido la sangre para representar
la vida y para ser el medio por el cual el pecado es perdonado
(Hebreos 9:22). Consecuentemente, el hombre
no debe comer la sangre en ninguna forma.
El alimento ofrecido a los ídolos. Esta es la otra
restricció n sobre el alimento que los cristianos deben
observar. Pablo enseñ a sobre este tema en I Corintios 8:1-
13 y 10:23-33. Estas escrituras se relacionan con la libertad
cristiana y su relació n al alimento. La línea bá sica
del razonamiento de Pablo es como se indica a continuació n:
Nosotros que hemos sido convertidos al cristianismo
tenemos el conocimiento suficiente en lo que
concierne a los ídolos y a la veneració n de los ídolos.
Sabemos que un ídolo no es nada, y que hay un solo Dios.
Por lo tanto, comer un alimento que ha sido ofrecido a un
ídolo no es nada, porque el ídolo no es nada (I Corintios
8:4). A pesar de esto, hay ciertas restricciones que debemos
observar para que los otros no malinterpreten nuestras
acciones. No podemos comer en un fiesta donde el
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alimento ha sido ofrecido a los ídolos, y no podemos ayudar
en la preparació n de los alimentos que van a ser ofrecidos
a los ídolos. Si lo hacemos, estamos dando la
impresió n a los idó latras que aprobamos o participamos
en su veneració n. También, si un hermano que es débil
(eso es, que no tiene un conocimiento cristiano pleno
acerca de este tema) nos ve comiendo aquel alimento,
puede llegar a ser un tropiezo a él. En ambos casos,
hacemos dañ o a otra gente por disfrutar de nuestra libertad
(I Corintios 8:7-9). Por esta razó n los cristianos no
pueden participar en fiestas donde se ofrecen alimentos a
los ídolos o a espíritus.
Ahora, supongamos que alguien da un alimento que ha
sido ofrecido a un ídolo a un cristiano y él no lo sabe. ¿Si
el cristiano lo come, ha pecado? No, porque sabemos que
los ídolos no son nada. En el día de Pablo tantos alimentos
se ofrecían a los ídolos en los templos paganos que los
sacerdotes no podían comerlo todo. Ellos vendían en el
mercado el alimento que sobraba. La pregunta surgió
entre los cristianos si sería un pecado comer aquel alimento.
¿Si fuera así, entonces, como podrían ellos saber si
el alimento vendido en el mercado había sido ofrecido a
los ídolos o no? La respuesta de Pablo es “De todo lo que
se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por
motivos de conciencia” (I Corintios 10:25). Si usted está
invitado a una cena o a un banquete donde el alimento
puede haber sido ofrecido ya a los ídolos, Pablo dice, “Si
algú n incrédulo os invita, y queréis ir, de todo lo que se os
ponga delante comed, sin preguntar nada por motivos de
conciencia” (v. 27). Sin embargo, si se ofrece el alimento
a los ídolos en aquella fiesta, o si alguien le dice que el alimento
ha sido ofrecido a los ídolos, entonces usted no
debe comerlo. Esto es para el bien de la persona que a
usted le está mirando (vs. 28-29). Debemos recordar
también que la veneració n de los ídolos es realmente la
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veneració n del diablo, y es por esa razó n que no podemos
tener nada que ver con los ídolos (v. 20).
En los ú ltimos días habrá maestros que “prohibirá n
casarse, y mandará n abstenerse de alimentos que Dios
creó para que con acció n de gracias participasen de ellos
los creyentes y los que han conocido la verdad” (I
Timoteo 4:3). Tal enseñ anza contra el casamiento y contra
ciertos tipos de alimentos es contraria a la voluntad de
Dios. El casamiento es santificado por la Palabra de Dios,
y todos los alimentos son santificados por la oració n y
acció n de gracias (vvs. 4-5). En el Nuevo Testamento no
hay ninguna restricció n sobre ciertos tipos de alimentos.
La templanza y la glotonería. Debemos recordar
siempre de ser moderados en nuestros há bitos de comer.
Somos los templos del Espíritu Santo, y no podemos contaminar
nuestros cuerpos. No hay una lista de cosas que
podemos y no podemos comer, pero el Espíritu nos puede
guiar individualmente. Como una cosa prá ctica, no debemos
comer los alimentos que nos afectan adversamente.
Si algo irrita su cuerpo o le enferma, entonces ¡no lo
coma!
No debemos ser culpables de la glotonería—comiendo
a la demasía. Comiendo demasiado puede ser un pecado
(Deuteronomio 21:20, Proverbios 23:21). Proverbios
nos enseñ a a usar la templanza y la moderació n en el
comer (Proverbios 25:16). Jesú s nos advirtió que nuestros
corazones no deben ser cargados de glotonería, que
es comer excesivamente o comer hasta el punto de sentir
la ná usea (Lucas 21:34). Algunos ni pensarían tomar
alcohol o fumar cigarrillos puesto que estas cosas harian
dañ o a sus cuerpos, pero ellos literalmente se matan con
lo mucho que comen. Comiendo demasiado y comiendo
mal puede causar una variedad de enfermedades y eventualmente
una muerte prematura. Esto es un abuso del
templo de Dios. ¿Qué clase de impresió n sienten los
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pecadores que ven a los cristianos que con un espíritu
farisaico condenan la intemperancia y el exceso de indulgencia
en algunas á reas mientras que ellos son igualmente
culpables en el á rea de comer? ¿Qué aspecto se
presenta por un ministro que es muy obeso por haber
comido demasiado y ha tenido muy poco ejercicio? Sí,
tenemos la libertad cristiana en el á rea del alimento, pero
debemos usar también nuestro sentido comú n y la direcció n
del Espíritu. Debemos ser moderados en todas las
cosas.
La templanza significa moderació n y dominio propio.
Esto debe ser nuestro lema cuando consideramos
cualquier actividad física o emoció n carnal. Debemos
esforzarnos en ganar la maestría en todas las cosas, lo
que se logra por ser moderado en todas las cosas (I Corintios
9:25). É l que se enseñ orea de su espíritu es mejor
que él que toma una ciudad (Proverbios 16:32). É l que no
se enseñ orea de su espíritu es como una ciudad sin defensas
(Proverbios 25:28). Debemos guardar nuestros cuerpos
en servidumbre (I Corintios 9:27). No debemos
rendir nuestros cuerpos a nada sino al Espíritu de Dios
(Romanos 6:12-13), tal como se sucedió en el día de
Pentecostés. Por estas razones debemos evitar el uso de
cualquier cosa que nos puede hacer perder el control de
nosotros mismos, o permanentemente como en una adicció n
o temporalmente como en la embriaguez. Si no nos
controlamos a nosotros mismos en todo momento,
entonces nuestra defensa contra el pecado se debilita, y
Dios no puede usarnos como É l quisiera.
Las bebidas. La ley era liberal en lo que concierne a
las bebidas (Deuteronomio 14:26), pero a la vez en el
Antiguo Testamento Dios condenaba la bebida fuerte
(Proverbios 20:1, Isaías 5:11). El Nuevo Testamento dice
que lo que comemos o bebemos, debemos hacerlo para la
gloria de Dios (I Corintios 10:31). Cuando consideramos
147
lo que vamos a comer o beber, debemos preguntarnos,
“Puedo comer o beber esto a la gloria de Dios?” Haciendo
así excluiremos cualquier cosa que nos enviciaría o nos
haría perder el dominio propio (I Corintios 6:12).
El café, el té y las bebidas gaseosas. Estas bebidas
son estimulantes leves porque contienen cafeína. Esto no
es necesariamente malo a menos que que la bebida sea
nociva a su cuerpo o que forme un há bito. Si usted llegua
a ser nervioso, irritable, débil, enfermo, o incapaz de ayunar
a menos que consiga su taza de café en la mañ ana o
su bebida gaseosa a diario, entonces quizá s usted debe
romper aquel há bito. Como cristianos, no podemos permitir
que nada nos controle o nos mande. Nuestros cuerpos
son la propiedad del Espíritu Santo. Si nos rendimos
a cualquier otra cosa, llegamos a ser sus esclavos
(Romanos 6:16). La conclusió n es esto: si el café, o el té,
o la bebida gaseosa, o cualquier otra cosa produce efectos
nocivos en su cuerpo o le hace formar un há bito de
cualquier forma, aprenda a controlarlo.
Las bebidas alcohólicas. La Biblia está llena de
advertencias contra las bebidas alcohó licas, particularmente
el vino. Proverbios tiene varias condenaciones del
vino y de otras bebidas fuertes. “El vino es escarnecedor,
la sidra alborotadora, Y cualquiera que por ellos yerra no
es sabio” (Proverbios 20:1). “No mires al vino cuando
rojea, Cuando resplandece su color en la copa” (Proverbios
23:31). Este ú ltimo versículo es una advertencia clara contra
el beber del vino después de que se ha fermentado y ha
llegado a ser un embriagador. Las consecuencias perversas
del vino y del vino mezclado se enumeran como la aflicció n,
el duelo, la contienda, las quejas, las heridas, ojos
inyectados de sangre, el pecado sexual, las palabras indecentes,
la pérdida del equilibrio y coordinació n, la insensibilidad,
y la adicció n (Proverbios 23:29-35). Los amantes
del vino no será n ricos (Proverbios 21:17).
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A través del Antiguo Testamento, todos aquellos que
eran separados a Dios no podían beber ni el vino ni la
bebida fuerte. Los Nazareos no podían beber el vino
(Nú meros 6:3, Jueces 13:7). Juan el Bautista no lo bebía
(Lucas 1:15). No era para los reyes y los príncipes por
miedo de que los ocasionara a olvidarse de la ley de Dios
y pervertir la justicia (Proverbios 31:4-5). Los sacerdotes
no podían beberlo cuando ministraban delante de Dios en
el taberná culo o en el templo (Levítico 10:9, Ezequiel
44:21). Todos los cristianos hoy está n separados a Dios.
Somos reyes y sacerdotes, un sacerdocio real, y sacrificios
vivos (Apocalipsis 1:6, I Pedro 2:9, Romanos 12:1).
Entonces, ¿debemos tomar las bebidas fuertes?
El pecado fue el resultado de la primera vez registrada
en la Biblia que la gente bebió el vino. Noé se
embriagó y trajo deshonra sobre su propio cuerpo, causando
vergü enza a otros y una oportunidad para que
otros podrían pecar (Génesis 9:20-25). Lot se embriagó y
cometió el incesto con sus propias hijas (Génesis 19:32-
38). Muchas otras escrituras del Antiguo Testamento condenan
las bebidas alcohó licas. Isaías pronunció una
aflicció n sobre la embriaguez (Isaías 5:11). É l también
dijo que la bebida fuerte causaba que la gente, los sacerdotes,
y los profetas erraran, se extraviaran, y perdieran
su vista espiritual (Isaías 28:7). El vino quita el juicio del
hombre, así como lo hace la fornicació n (Oseas 4:11).
Habacuc pronunció una aflicció n sobre cualquiera que
daría a su vecino a beber (Habacuc 2:15).
En el Nuevo Testamento, la embriaguez se clasifica
como un pecado que hará que la gente no podrá heredar
el reino de Dios (I Corintios 6:10, Gá latas 5:19-21).
Jesú s, Pablo, y Pedro advertieron contra la embriaguez
(Lucas 21:34, Romanos 13:13, Efesios 5:18, I Pedro 4:3).
Se manda especificamente que los obispos, los diá conos,
y las mujeres ancianas no sean dados al vino (I Timoteo
149
3:3, 8; Tito 1:7, 2:3). Después de revisar todas estas
escrituras, parece claro que los cristianos no deben tomar
bebidas alcohó licas. Sin embargo, mucha gente usa las
diversas referencias Bíblicas que parecen aprobar el
beber el vino para justificar el beber. Para poder comprender
estos ejemplos, es ú til estudiar las palabras
hebreas y griegas para el vino. El estudio siguiente está
basado en el Diccionario Hebreo y Caldeo de Strong y
el Diccionario Griego del Nuevo Testamento.
Hay dos importantes palabras Hebreas que se traducen
“vino” en el Antiguo Testamento. Nueve otras palabras
Hebreas se usan solamente pocas veces para
diversos tipos de vino y bebida alcohó lica. “Yayin” es la
palabra mas comú n que se usa, y puede significar
cualquier tipo de vino. Esta palabra comú nmente se
refiere al vino fermentado. Algunas escrituras que usan
“yayin” definitivamente para significar el vino fermentado
son: Génesis 9:21, 19:32, II Samuel 13:28, Ester 1:10,
Proverbios 20:1, 23:31, y 31:4. “Yayin” se usa también
para significar el jugo de uva no fermentado y recién
hecho (Isaías 16:10, Jeremías 48:33).
La otra palabra Hebrea que se usa con frecuencia para
el vino es “tiyrosh.” Casi siempre se refiere al vino no fermentado
y recién hecho. Solamente esta palabra se usa
para el vino del cual se daba el diezmo, porque Dios quería
los diezmos primeramente, antes de que la fermentació n
tuviera lugar (Deuteronomio 12:17, 14:23, Nehemías
13:5). Es la palabra usada para prosperidad en la frase
“trigo y vino” (Génesis 27:28, 37, Deuteronomio 7:13,
etc.). Se traduce “mosto” en muchas citas (Proverbios
3:10, Joel 1:10, Miqueas 6:15 etc.). Esta palabra se usa
también en Isaías 65:8 que dice, “Como si alguno hallase
mosto en un racimo.” De esta escritura vemos que la palabra
“tiyrosh,” traducida “mosto,” se refiere al jugo no fermentado
de la uva, aun al jugo que todavía está en la uva.
150
La palabra griega “oinos” es la palabra original para
vino en el Nuevo Testamento. Comú nmente se refiere al
vino fermentado, pero como sus equivalentes hebreas,
puede referirse también al vino no fermentado. Por lo
menos tres escrituras del Nuevo Testamento definitivamente
la usan de esta manera (Mateo 9:17, Marcos 2:22,
Lucas 5:37). Estas escrituras dicen que el nuevo vino no
fermentado no se pone en odres viejos porque cuando el
vino se fermentara los reventaría. La palabra griega
“gleukos” se usa una sola vez, donde se traduce “mosto”
(Hechos 2:13). Esta palabra significa vino recién hecho
(jugo de uva) o también vino dulce.
Como un resultado de nuestro estudio, vemos que la
palabra “vino” en ambos testamentos puede referirse o al
jugo de uva fermentado o no fermentado. También sabemos
de la historia que en los dias del Nuevo Testamento
comunmente la gente diluían el vino antes de servirlo en
los hogares, y que los métodos de conservar el jugo de
uva en una condició n no fermentada eran bien conocidos.
A la luz de estos hechos y en vista de las advertencias
Bíblicas contra el vino, no podemos interpretar ninguna
referencia Bíblica al vino diciendo que aprueba el tomar
las bebidas alcohó licas fuertes.
No estamos tratando de probar que la gente en el
Antiguo Testamento no bebía. Ellos sí bebían. Sin embargo,
podemos ver las muchas cosas malas que resultaban.
También, ellos vivían bajo la ley y no tenían la fuerza de
vencer. La ley solo mostraba a la gente cuá n pecaminosa
realmente era. Si la ley hubiera sido perfecta, no habría
habido ninguna necesidad de la dispensació n de gracia.
Hoy, Dios nos da la gracia y el poder para vencer.
Podemos y debemos vivir en conformidad con las normas
de perfecció n de Dios.
Como una excusa para beber, algunos descansan en el
hecho de que Jesú s convirtió el agua en vino (Juan 2:1-11).
151
Fíjese que no hay prueba que el vino que Jesú s hizo fue
alcohó lico. El versículo diez no dice que los invitados se
embriagaron, pero solamente dice que ellos habían
bebido libremente del otro vino provisto por el anfitrió n.
El Dios que condenó la embriaguez en el Antiguo
Testamento no haría un fuerte vino alcohó lico para que la
gente se embriagara en el Nuevo Testamento. La
embriaguez es un pecado, y Dios no tienta a ningú n hombre
a pecar (Gá latas 5:21, Santiago 1:13).
El consejo de Pablo a Timoteo también confunde a
algunos. “Ya no bebas agua, sino usa de un poco de vino
por causa de tu estó mago y de tus frecuentes enfermedades”
(I Timoteo 5:23). Pablo recomendaba que
Timoteo tomara el jugo en vez del agua a fin de fortalecer
su cuerpo y para apaciguar su estó mago débil. Es muy
posible que Pablo estaba aconsejando a Timoteo a no
tomar el agua local que era insalubre, o que él estaba
recomendando una cantidad pequeñ a de vino para
propó sitos puramente medicinales. Ciertamente él no
estaba diciendo a Timoteo a beber una bebida alcohó lica
fuerte que solamente agravaría su condició n debilitada.
Es significante notar que la Biblia no dice que se
sirvió el vino en la ú ltima cena de Jesú s con Sus discípulos,
sino que se sirvió “el fruto de la vid” (Mateo 26:29,
Marcos 14:25, Lucas 22:18). Indudablemente, estas palabras
eran inspiradas deliberadamente por el Espíritu.
Como resultado, es imposible probar de la Biblia que el
vino fermentado y no el jugo de uva no fermentado se
sirvió . (De hecho, las mismas razones para usar el pan
á zimo pueden ser vá lidas para usar el vino no fermentado.
La levadura del pan es un proceso de fermentació n
igual que la fermentació n alcohó lica. Ambos son procesos
de deterioro o del cambio químico orgá nico que son
efectuados por la levadura, un tipo de hongo.) Es cierto
que algunos en Corinto se embriagaron en la iglesia, pero
152
esto sucedió en su fiesta de amor antes de la actual Cena
del Señ or (I Corintios 11:20-22). Esto era una comida
social donde cada persona trajo su alimento propio (v.
21), y algunos evidentemente trajeron vino fermentado.
De todas formas, esta escritura no aprueba el uso de
bebidas alcohó licas, pero, en realidad lo condena. El
intento de esta discusió n no es de prescribir una cierta
forma para el servicio de la Cena del Señ or, pero es meramente
para mostrar que nadie puede basar sus creencias
en la ú ltima cena para justificar tomar el alcohol.
Queremos enfatizar una vez má s que la palabra “vino” se
usa a través de la Biblia para bebidas fermentadas y no
fermentadas, y no se puede determinar cual es el significado
correcto en muchos pasajes particulares. No importa
como se interpretan algunas de estas escrituras, dos
cosas son evidentes. Primeramente, sabemos que la
embriaguez es una obra de la carne que prevendrá que la
gente herede el reino de Dios. En segundo lugar,
podemos ver las muchas maldades significantes del alcohol
en la Biblia y en nuestro día. Podemos ver que el alcohol
causa la pobreza, la enfermedad, la perdida del
tiempo, la pérdida del dinero, la aflicció n, la violencia, los
pensamientos malos, las familias dividas, los pecados sexuales,
los dañ os físicos, los dañ os mentales, y las muertes.
Como una prueba, examine el informe acerca del alcohol
del añ o 1978 preparado para el Congreso por el
Departamento de Salud, Educació n y Bienestar de los
Estados Unidos. (Véase The Daily Texan, 18 de Octubre
de 1978, Austin, Tejas.) Segú n este informe, siete por
ciento de los Estadounidenses, o diez milló nes de personas,
son bebedores problemá ticos. El alcohol es un factor
importante en 200,000 muertes al añ o en el EE.UU.,
incluyendo la mitad de todas las fatalidades de trá nsito, la
mitad de todos los homicidios, y una tercera parte de
todos los suicidios. Ha sido identificado como una causa
153
de un nú mero de enfermedades incluyendo la cirrosis del
hígado, el dañ o cerebral, y má s recientemente, el cá ncer
de la boca, faringe, laringe, esó fago, hígado, y pulmó n. Es
la tercera causa principal de defectos de nacimiento que
involucra la retardació n mental. Mas o menos $43 mil
millones se pierden cada añ o en el EE.UU. debido al alcohol,
incluyendo la producció n perdida y los costos médicos.
No hay manera de medir el pecado que el alcohol
induce, pero podemos verlo todos los días. Ciertamente,
estas maldades son suficientemente grandes para probar
que las advertencias de Proverbios 23:29-35 y 21:17 son
ciertas.
Los argumentos Bíblicos y sociales para la abstenció n
de las bebidas alcohó licas son fuertes. A pesar de esto,
muchos preguntan, “¿No podemos beber un poco no
má s?” Cada persona debe desarrollar su propia convicció n,
pero, hablando por nosotros mismos, no bebemos
por las siguientes razones. En primer lugar, es prá cticamente
imposible que alguien beba una cantidad tan poca
que no sean afectados mentalmente o que nunca se
embriaguen. Inevitablemente, el comportamiento y las
acciones de una persona será n afectados a cierto grado.
Entonces, la persona ya no ejerce el control completo de
sí mismo y frecuentemente hace cosas que no debería
hacer. Ya no es capaz de protegerse a sí mismo totalmente
contra la tentació n y el pecado. La persona llega a ser el
esclavo del alcohol (y del diablo) puesto que ha rendido
su cuerpo a ello (Romanos 6:16). Puesto que nuestros
cuerpos son los templos del Espíritu Santo, no queremos
que nada mas gane control de ellos. Asimismo, no queremos
usar algo que es físicamente peligroso y debilitante.
En cada caso estamos contaminando nuestros cuerpos.
En segundo lugar, no todos pueden resistir la
tentació n presentada por una bebida, y no todos pueden
controlar aun una cantidad pequeñ a de alcohol. El curso
154
de acció n má s seguro es de no tocar el alcohol en ninguna
manera. Aun los que piensan que pueden controlarlo
sin riesgo fá cilmente pueden ofender, debilitar, o hacer
tropezar a un hermano. Esta es una razó n suficiente en sí
para la abstenció n segú n Romanos 14:21. Todos los
niñ os, adolescentes, y adultos má s débiles beneficiará n
de un buen ejemplo y será n dañ ados por un mal ejemplo.
Finalmente, la escritura nos dice que debemos evitar
toda especie de mal (I Tesalonicenses 5:22). La manera
de obedecer esto donde el alcohol anda metido es de evitarlo
por completo. Debemos considerar nuestra reputació n
dentro de la iglesia y la reputació n de la iglesia en
los ojos del mundo. A algunos, la abstenció n puede parecer
muy extrema, pero es una solució n garantizada para
todos los problemas causadas por el alcohol. Sin el
Espíritu Santo esto puede ser difícil o imposible de lograr,
pero con el Espíritu Santo no es difícil lograr. El Espíritu
da poder para vencer. Dios nos hace criaturas completamente
nuevas con nuevos amores y deseos (II Corintios
5:17). É l quita el mismo deseo para que ya no má s tengamos
el deseo de beber. Ademá s, el Espíritu nos da todo
el gozo, la paz, la relajació n, y la satisfacció n que necesitamos
(Romanos 14:17, Efesios 5:18). El alcohol puede
dar un gozo temporal y un escape temporal de nuestros
problemas, pero el Espíritu Santo nos da el gozo permanente
y soluciones permanentes a nuestros problemas.
Las drogas y los narcóticos. Nuestra discusió n
acerca de las maldades del alcohol se aplica también a las
drogas puesto que el alcohol es realmente un tipo de
droga. La marijuana, por ejemplo, produce la mayoría de
las mismas maldades que el alcohol. Su uso causa la pérdida
del dominio propio, puede causar una adicció n psicoló gica
si no física, y puede conducir al uso de las
drogas adictivas. Para ver el informe de la investigació n
sobre sus efectos nocivos mentales y físicos véase “Alerta
155
de la Marijuana: I. Los Dañ os Sexuales y Cerebrales II. El
Enemigo de la Juventud” en Selecciones de Readers
Digest, Diciembre de 1979. Se ve claramente que las
drogas adictivas forman há bitos, causan dañ os físicos, y
son una causa importante del crimen. Bá sicamente,
cualquier droga que causa el equivalente de la
embriaguez (la pérdida de autodominio), conduce al
pecado, causa dañ os físicos, o hace que lleguemos a
depender en ella no le agrada a Dios. Para ser consistentes
debemos aplicar esto a los medicamentos así como
también a las drogas ilegales. Debemos practicar la moderació n,
el autodominio, y la disciplina cuando usemos
los analgésicos, pastillas para dormir, y otras drogas, si es
que las tomamos.
El tabaco. En un tiempo todas las organizaciones del
cristianismo fundamental tomaban una posició n contra el
uso del tabaco. Hoy hay un espíritu moderno que ha cedido
campo sobre este punto como en muchos otros puntos.
Hay todavía muchos cristianos que rehusan fumar.
¿Por qué?
Nuestros cuerpos son los templos del Espíritu Santo,
y Dios nos dice que no debemos contaminarlos (I Corintios
6:19, 3:17). La palabra “contaminar” significa ensuciar,
hacer asqueroso, desatender y corromper la pureza
o la perfecció n de algo. Ciertamente el tabaco hace esto.
Desde hace añ os los ministros se han dado cuenta que el
fumar es asqueroso y nocivo al cuerpo. El Espíritu Santo
los enseñ aba que era nocivo mucho tiempo antes de que
la ciencia lo hizo saber. Por supuesto, la Biblia no se
refiere directamente al tabaco puesto que no era usado en
los días de Biblia. El tabaco fue introducido al viejo
mundo por los indios estadounidenses después del descubrimiento
del nuevo mundo. Para atender a situaciones
como esta, Dios ha dado la autoridad a su iglesia que está
llena de Su Espíritu de imponer normas cuando sea nece-
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sario (Mateo 18:18, Hechos 15:28). Esto aplica en el caso
del tabaco y las drogas.
La ciencia moderna ha determinado que el fumar es
de veras nocivo al cuerpo. La publicidad de los cigarrillos
en la televisió n está prohibido en los Estados Unidos de
América. Cada paquete de cigarrillos y cada anuncio
impreso para los cigarrillos debe llevar el mensaje,
“Advertencia: El Cirujano General Ha Determinado Que el
Fumar Cigarrillos Es Peligroso para Su Salud.” El fumar
es una causa importante de la enfisema y del cá ncer de
los pulmones. Se asocia también con muchos otros tipos
de cá ncer y de enfermedades respiratorias tal como también
con los derrames cerebrales y los problemas del
corazó n. El ú ltimo informe del Cirujano General hace la
estimació n que 350,000 estadounidenses mueren cada
añ o a causa de los cigarrillos (Selecciones de Readers
Digest, Abril de 1979). El Colegio Real de Médicos de
Gran Bretañ a informó en un estudio reciente que “cada
cigarrillo corta 5 1/4 minutos de la vida de un fumador.”
(Véase The Houston Chronicle, 5 de Julio de 1977,
Houston, Tejas). El mismo estudio dice que uno de cada
tres fumadores eventualmente muere a causa del fumar.
Unos cincuenta milló nes de días laborales de un añ o se
pierden en Gran Bretañ a a causa de las enfermedades
causadas por el fumar. Unos 27.5 mil millones de dó lares
se pierden en los Estados Unidos cada añ o debido al
fumar, mayormente en la producció n perdida y en los costos
del cuidado de la salud. (New England Journal of
Medicine, 9 de Marzo de 1978). Entonces aun el mundo
de hoy se da cuenta que el fumar contamina y destruye el
cuerpo.
Ademá s, el tabaco es adictivo y esto está en contra de
la voluntad de Dios, tal como hemos explicado en una
secció n anterior. Muchos tratan de romper el há bito pero
simplemente no pueden sin la ayuda de Dios. Por todas
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estas razones no usamos el tabaco en ninguna forma.
Conclusión. “Limpiémonos de toda contaminació n
de carne y de espíritu” (II Corintios 7:1). “Que presentéis
vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a
Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1).