TEMA I Las Raices Medievales Paolo Grossi
TEMA I Las Raices Medievales Paolo Grossi
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Historia del Derecho
Facultad de Derecho
Universidad Autónoma de Madrid
Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su
totalidad.
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A. Herrero López – Derecho y Ciencia Política y de la Administración Pública – UAM – 1º (Profesora Laura Beck Varela)
TALLER DE LA PRAXIS:
El carácter político de la edad media se fundamenta en la falta de un Estado, sobre todo tras el
derrumbamiento del Imperio Romano la sociedad da un gran giro en todos los sentidos, también en la
esfera jurídica.
Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
La edad media jurídica, comienza sobre todo a partir del siglo IV y V d. C., con el objetivo de organizar
el vacío generado por la desaparición del Imperio Romano.
En cuanto a la estructura política, el gran poder y la gran construcción del imperio romano no fue
reemplazada, más bien, no pudo ser sustituida por otra de igual calidad e intensidad. Por ello, este
momento histórico se caracteriza por una forma del poder incompleto; sobre esta definición debemos
de entender la falta de carácter totalizador, su indiferenciad e incapacidad para ocuparse de todas las
manifestaciones sociales.
Sin embargo, cabe señalar que el poder supremo se ejerció de forma muy variada, y generalmente con
bastante efectividad, guiado en su gran mayoría por los principios feudales. Aunque si es cierto que
podemos encontrar el papel del principie rasgos dictatoriales, por lo que se caracteriza la edad media,
es por la falta de una psicología totalizadora que mantenga el poder de forma clara y omnipresente. Lo
que viene a significar que, durante este periodo, el poder político estaba totalmente descentralizado en
las manos de los señores feudales o de los monarcas, que gobernaban su jurisdicción de forma
independiente.
Nos encontramos ante un momento de transición entre la Antigüedad tardía y la edad media (S. IV y
V), marcado por distintas guerras y epidemias, lo cual constituye una forma de vivir mucha más dura
y difícil. Es decir, la visión antropocéntrica y positiva que se poseía de la vida que se había tenido
durante la Antigüedad, se fue sustituyendo cada vez más por una visión pesimista de la realidad. Este
pensamiento característico de la edad media se conoce como reincentrismo
Sin embargo, no podemos olvidar dos hechos también decisivos para la construcción de la edad media,
por una parte, la inserción de poblaciones nórdicas en las civilizaciones medievales; quienes además
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de traer su propia cultura y costumbre, traían también un modelo político determinado, muy distinto
de la cultura romana.
Por otra parte, la Iglesia romana, desde el SIV en adelante, llevó a cabo un proceso de extensión en
las zonas rurales, llegando a implantar una determinada fe y forma de ver la vida incluso en los lugares
más remotos. Gracias a su presencia, el poder político quedaba limitado de la esfera del poder público,
consolidando una visión colectiva anti absoluta, lo cual consolidó una estructura del poder político
incompleta, con una fuerte vinculación al poder/derecho, es decir, un derecho que procede desde arriba
hacia abajo.
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Este derecho no está recogido de forma escrita en los libros de los sabios o en texto normativo, sino
que existe en las cosas físicas. Se consolida a partir de un conjunto de valores subyacentes en las
relaciones sociales y económicas, lo que se conoce como el orden oculto.
• Ordenativo: más que potestativo, adquiere unas características ordenativas. Cabe hacer una
distinción entre ambos adjetivos; el primero (ordenativo) se está refiriendo a una génesis desde
abajo y se connota por una consideración de la realidad objetiva. Por otra parte, el segundo
adjetivo (potestativo) subraya la expresión de una voluntad superior, que cae desde arriba y
puede incluso ejercer violencia contra la realidad objetiva, es una visión ornamental. El derecho
es la costumbre. No es la voz del poder, sino la expresión de la pluralidad de las fuerzas
presentes en un determinado orden social.
• Fisionomía propia: a pesar de estar sujeto a las formas de la historia y la costumbre, el derecho
adquiere su propia forma. Y contrariamente a lo que sucederá en otras épocas como en la edad
moderna, donde el derecho será la expresión centralizada del monopolio estatal. Durante toda
la edad media triunfó el pluralismo jurídico, es decir, la existencia y convivencia de distintos
tipos de ordenamientos jurídicos que asumirán el poder territorial de formas distintas.
Por otra parte, reducir la concepción medieval a la definición de si en esta época existía o no
estado, tal como algunos haces, subyace en el error conceptual, pues el estado tal y como la
entendemos ahora ha sido adquirida a partir de la edad moderna, y hablar de tal con anterioridad
carece de sentido.
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Iglesia romana: que influyó a la construcción de la débil estructura política de la edad media,
así como al resentimiento de la concepción del individuo. La religión acogió durante esta época
histórica una imagen de salvadora de la civilización, que otorgaba a los fieles una vida mucho
mejor tras la muerte, como incentivo para las penurias, pestes y hambrunas que se vivieron
durante la edad media.
Pero Pablo Grossi critica la idea tradicional que se tiene, acerca de que la edad media es una época de
tinieblas. Plantea que gracias al derrumbamiento del órgano cultural y político que era el imperio
romano, pudo darse lugar a la construcción de una nueva estructura social, política y económica
original y nueva. Pero ¿en qué consiste ese extraordinario coeficiente de novedad?, la respuesta es una,
el redescubrimiento de la factualidad del derecho.
Factualidad: termino derivado de factum (hecho). significa que el derecho redescubre los hechos en
su autenticidad, se apoya en ellos y se deja modelar por los mismos sin pretender alterarlos. Cuando
nos referimos a hechos, estamos hablando de sucesos naturales, como la geografía, el tiempo, la física,
etc.…
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Cuando una cultura jurídica encuentra su fuente en la ciencia, como la romana, en el poder político,
como la moderna, etc.… esta misma se fundamenta en una emanación del derecho desde arriba, hacia
abajo. Pues bien, en la cultura medieval ocurre lo contrario, naturaleza y sociedad se expresan sin
mordazas, mientras que el derecho se reserva en un discreto papel ordinario.
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Toda esta época encuentra su inspiración en el naturalismo, pues la dimensión humana se modela
sobre la naturaleza física, es tanta la relevancia del naturalismo durante esta etapa que incluso
podríamos hablar de cierto primitivismo, entendido este como una fusión entre la naturaleza y el
hombre sin llevar a diferenciar al uno del otro. El paisaje socio jurídico de este taller proto-medieval
nos presenta a los hombres y las cosas como simples partes de una gran superficie superior, la gran
cosa madre.
Los hechos, se entienden como hechos jurídicos ya por sí, es decir poseen una carga jurídica potencial
que espera el momento solo para manifestarse. Entre los hechos, tres son decisivos en el diseño del
nuevo orden jurídico; tierra, sangre y tiempo.
Estas tres fuerzas, poseen un mismo objetivo, minimizar la contribución del individuo y elevar el rango
de la naturaleza de las cosas y al grupo. Por otra parte, estos hechos marcan la imperfección del
individuo hacia la comunidad.
Hasta el momento vemos dos direcciones que ha ido tomando la cultura de la primera edad media, el
reicentrismo y el comunitarismo, por otra parte, encontramos una actitud del derecho factual.
Consecuencia de esta concepción del derecho, el consuetudinario es la fuente que genera y consolida
el derecho.
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Entendemos por consultado un hecho repetido en el tiempo en el seno de una comunidad que adquiere
un valor positivo. Además, es considerado un hecho normativo, es decir, un hecho, que de por si posee
fuerza, y que por otra parte es vinculante.
• Origen: nace de abajo a arriba, es decir de las cosas, de la tierra. Reflejando su realidad social
y cultural en el resto de las estructuras. Es decir, nace de lo particular de una cultura y su
objetivo es las marcas inevitables de la realidad particular que pretende ordenar jurídicamente.
Aunque no debemos de confundir esta concepción de particular con una forma de actuación
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individual; más bien todo lo contrario, su forma misma se encuentra en el hecho de la repetición
colectiva de un determinado hecho o acto.
• Fin, objetivo: la consueto identifica a un grupo, una colectividad, como una forma de estado
naciente, es decir, sintetiza en las convenciones y valores de una nueva sociedad jurídica, para
vencer su propia batalla con la historia y estar presente en ella.
Si es cierto que la consueto nace en una comunidad y tiende a identificarla, también por otra
parte tiende a proyectarse en la tierra hasta convertirse en su carácter jurídico. En este contexto,
al consuetudo constituye un instrumente para la territorializacion del derecho. Cada tierra tiene
su consuetudo, por ello que en cada lugar se establezca de acuerdo con unos valores y una
moral distinta. Constituyendo el mapa jurídico europeo distinto, es decir sin homogenizar y
sujeto a las pretensiones de cada príncipe.
La primacía de la praxis en la identificación del orden jurídico. Bajo el signo del particularismo.
El nuevo orden jurídico se encuentra bajo el signo del particularismo, es decir, el nuevo orden jurídico
no puedo, y no quiere sofocar las exigencias del particular. Por eso se irán absorbiendo y acogiendo
miles de reglas consuetudinarias.
En este contexto, se puede entender bien que el papel fundamental como fuente de derecho, es decir
como instrumento que permita la identificación y manifestación del derecho en el nivel local no le
corresponde a una persona como el príncipe, alejado de estos problemas. Sino que le corresponde a un
sujeto más arraigado a la tierra, este sujeto será el notario, un hombre de praxis y no un legislador
científico. El notario no es una persona estudiada en derecho, no conoce a fondo las reglas,
simplemente tiene algunos conocimientos. Actúa de acuerdo al sentido común, resolviendo las
demandas de las partes en la realidad social de un lugar.
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Las distintas atribuciones que hoy le damos a un legislador moderno no son las mismas con las que se
le dotaban a un legislador proto-medieval (o incluso medieval). Ya que como hemos señalado
anteriormente, el principie no es el legislador, sino que esta función recae en los notarios de los
distintos territorios. Por otra parte, cabe señalar que el príncipe si actúa como juez, como el gran
justiciero del pueblo, con amplitud de poderes, incluso el domino sobre la vida y la muerte.
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Asimismo, las fuentes religiosas, politológicas y filosóficas no dejan de subrayar la virtud que se le
obliga poseer al príncipe. Virtud que se encuentra relacionada con la equidad, es decir, con la justicia.
A lo largo de la edad media el poder del príncipe será iurisdictio, un poder que se centra en el ámbito
jurídico. Pero que a la vez también engloba el poder ius directe, es decir, el poder que se manifiesta
directamente a sus súbditos.
Sin embargo, es cierto que durante la época proto-medieval existen textos jurídicos escritos por
monarcas, como son los textos de los reyes visigodos en España, los longobardos en Italia, o los reyes
y monarcas franceses. Aunque cabe señalar que el conjunto de estas leyes representa unas leyes
basadas en la costumbre labrada durante años en las sociedades proto-medievales, que los monarcas
no se atreven a modificar.
Por consiguiente, no existe ningún texto jurídico creado por parte del monarca, ya que este se dedica
únicamente a interpretar las costumbres. Por ello, durante la época proto-medieval no existe ese vacío
conceptual entre lex y consuetudo, que luego si existe entre legalismo y formalismo durante la edad
moderna.
En este punto vamos a tratar las relaciones contractuales que vinculan a los sujetos privados en la lenta
dinámica de una relación económica bastante estancada como es la de la sociedad medieval. Pero aún
más, vamos a tratar las soluciones jurídicas de la relación hombre/bien y hombre/tierra.
Los romanos establecieron que la realidad contractual estuviera dominada por un riguroso principio
de tipicidad: a los privados se les imponía distintos tipos de contratos, es decir unos modelos
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determinados, de los cuales solo se podía participar si te acogías totalmente a ellos (compraventa,
alquilar, hipoteca…)
En cambio, la praxis negociadora proto-medieval se halla bajo el signo de la atipicidad, como no podía
ser de otra forma una sociedad jurídica basada en el consuetudinario. Los modelos son dúctiles y
cambiantes y se confía plenamente en la fe del notario y de las partes.
También existe un control sobre el territorio, que protege las relaciones hombre/bien y hombre/tierra.
Mientras que los romanos poseen una concepción estricta de la propiedad privada, que ayudaba a
construir un cuerpo político y económico fuerte, en la cultura proto-medieval no podemos hablar del
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concepto de propiedad, sino más bien del concepto de dominio. Ya que existían distintos tipos de
dominio, bien, por una parte, el dominio directo, es decir, el titular de la tierra y por otra parte el
dominio útil, es decir, la persona encargada de la explotación de dicha tierra.
Si el derecho romano es sobre todo derecho civil, es decir, se centra en ese sujeto económicamente
neutro (neutro porque es abstracto), que es el civis. El ciudadano del derecho proto-medieval encuentra
una mayor abundancia del derecho agrario, es decir, centrado en la económica fundamental del cultivo,
la ganadería, leñadores, etc.…
Bajo un perfil técnico-jurídico, las conclusiones que destacan son las siguientes: el orden jurídico
valoriza las situaciones de efectividad en la tierra, sobre todo si están relacionadas al ejercicio de la
empresa agraria.
En la cultura proto-medieval, les parece inutilizable la opinión conceptual romana, entre propiedad y
detención. Ya que en esta época las relaciones del hombre con la tierra se fundamental en DOMINIOS
y no en propiedades.
La iglesia romana durante el primer milenio: génesis y estructura del derecho canónico.
Para el estudiador del derecho, las características de la comunidad romana católica revisten un interés
especial, porque se trata de la única forma de confesión que ha pretendido establecer un ordenamiento
jurídico original que no dependiese de ninguna fuerza temporal, sino que se remonta directamente al
resto como legislador divino, y como consecuencia, pretende establecer un derecho único y nuevo, el
derecho canónico.
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Este derecho canónico que se va a ir implantando durante toda la época medieval no está enfocado
únicamente a un conjunto sacerdotal, sino que presenta una unión entre el cielo y la tierra, lo sacro y
lo profano, el fiel y el infiel, todo ello reflejado en un conjunto de normas y bajo una institución, que
tiene como objetivo homogenizar la colectividad.
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Pero esta forma del derecho responde una cuestión antropológica, un instrumento de control y de
poder, que se refleja en una sociedad sagrada (organizada jerárquicamente), y para alcanzar la
salvación eterna, en la necesaria inserción del fiel dentro de la estructura se construye todo un
organismo jurídico y jerárquico que lo ampara.
Aunque en el primer milenio de la iglesia romana los esfuerzos de esta se focalizaban en los
movimientos heréticos y en el fin de establecer la ortodoxia religiosa. Así como también dirigían sus
esfuerzos a la consolidación del derecho canónico. Y es cierto, que a lo largo de los siglos en todo el
lugar del mundo cristianizado y de acuerdo con fuentes muy distintas (obispos, pontífices, órdenes
religiosas, etc.…) la dimensión jurídica canónica se va transformando cada vez en un cumulo confuso
de reglas, muchas de las cuales se contradecían y suscitaban incomodidad en un ordenamiento
dominado por finalidades estrictamente pastorales.
Ivo reconoce las contradicciones que se han ido produciendo en los siglos del derecho canónico, pero
identifica en el material jurídico dos niveles que provocan una dicotomía imprescindible (ya que está
relacionada con la naturaleza pastoral del derecho canónico)
• Primer nivel: el nivel alto del derecho divino (ius divinum), tiene como su función a dios
mismo, este nivel del derecho está formado por unas pocas reglas esenciales (ej.: no mataras,
no robaras…) estas reglas son perpetuas, eternas, universales y son necesarias para toda criatura
de la creación en el camino a su salvación.
• Segundo nivel: el nivel bajo es el del derecho humano (ius humanum) cuyas fuentes son las
jerarquías sagradas, las costumbres, que constituyen la mayoría de las reglas canónicas y que
es solo útil para la salvación, y que precisamente por ser útil están sujetas a la fragilidad
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humana, teniendo en cuenta cuidadosamente la diversidad de los lugares, de los tiempos, de las
circunstancias y de las motivaciones de los actos
De la ordenación iviniana salía un derecho no compacto, más bien formado por un sutil estrato superior
muy rígido y por un estrato inferior muy flexible, con el objetivo de que pudiese dar respuesta a las
diferentes circunstancias en que el hombre se hallaba,
Este derecho estaba, obviamente, en manos de del que aplicaba la norma general, sobre todo del juez,
quien, a partir de la valoración concreta de una situación específica, podía usar el rigor o la moderación,
llegando incluso a la no aplicación, si el caso así lo merecía bajo la perspectiva del pastor, es lo que en
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el derecho canónico se ha considerado relaxatio legis.
En verdad Ivo no había inventado nada, simplemente había aplicado un principio general y perenne
del ordenamiento jurídico de la iglesia, que impone que se considere al fiel individualmente. Por eso
la dicotomía señalada a finales del SXI por el obispo de chartres no conoce el desgaste temporal y
puede ser considerada valida aun hoy.
En el plano histórico jurídico podríamos señalar una conclusión relevante: la elasticidad del derecho
canónico constituye los muros ara la totalidad de la experiencia jurídica medieval condicionada por la
iglesia romana y su mensaje jurídico.
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A finales del siglo XI se producen distintos cambios sustantivos, que hacen incluso que se coloque una
línea divisoria que marca el paso a un escenario sensiblemente distinto.
El paisaje agrario aparece cambiado, y el toda Europa pasa de ser un tipo silvo-pastoral a presentar
tierras taladas, rotuladas y reconquistadas por el cultivo, además cabe señalar el aumento de los
habitantes que se produjo.
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más complejo, aunque e centro sigue siendo el campo, las ciudades y su comercio se van construyendo.
Pero la ciudad no es solo un cumulo de piedras, es un hecho espiritual. Si el castillo se sitúa en las
grandes cimas de las colinas, las ciudades se construyen en los nudos de las vías, que se vuelven a
recorrer, y esto es una realidad que por su propia naturaleza no es autárquica, sino que tiene una
vocación aperturista, se alimenta de las aportaciones de los hombres y de os bienes procedentes del
exterior.
Habría que remarcar también la aparición de nuevos personajes en escena. La nueva abundancia de
productos en el mercado, desplazan al viejo mercader ambulante de la época proto-medieval, para dar
lugar a un mercader profesional. Además, con la mayor abundancia de productos, también aumenta el
comercia y el intercambio de bienes, por ello, el uso de la moneda se hace cada vez más extendido.
Pero este cambio en la naturaleza socioeconómica no es el único que se origina desde la época proto-
medieval hasta la medieval. Otro cambio relevante también se llevó a cabo en la esfera cultural. Si
bien durante los siglos proto-medievales las escuelas y centros culturales, en donde se impartían
estudios en historia, filosofía, teología, etc.… se conturban ocultos tras los muros de los monasterios.
Ahora esos centros se colocaran en las ciudades, cerca de las catedrales, e incluso podríamos hablar
de una cultura en circulación.
Ese vacío cultural, que había dado pie a la construcción e implantación de una atmosfera naturalista, e
incluso primitiva, se va rellenando, y prueba de ello es el florecimiento que se va desarrollando durante
el siglo XII. Este florecimiento no está marcado por reflexiones aisladas de ciertos individuos, sino
por una red de reflexiones de espectro europeo. A menudo se construía un dialogo encendido que tenía
como centro las escuelas. Cabe señalar que durante esta etapa se producen revisiones en el campo de
la teología y de la filosofía, y de estas revisiones sacará provecho la ciencia jurídica.
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Además de los mercaderes, a partir de los siglos XI y XII, otros hombres recorren las vías llevando a
todas partes la semilla de la reflexión y de la ciencia, llenando así, uno de los vacíos que se había
generado durante la época proto-medieval.
Aunque llegados a este punto, cabría preguntarse si esta línea divisoria que se ha trazado entre estos
periodos se corresponde verdaderamente con una distinción de las características jurídicas. Pues bien,
en verdad, durante esta gran etapa que la edad moderna ha calificado de Edad Media, se rige por unas
pautas y fundamentos unitarios en la forma de concebir el derecho.
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Pero en verdad, existen distinciones notables entre ambos periodos.
• Dimensión cultural: lejos de alterar la identidad cultura, tras la etapa proto-medieval se inserta
armónicamente en la plataforma del derecho, destilada lentamente por la praxis, que, aunque
aún se aplicaba sobre una cultura agraria, la civilización cada vez es más dinámica y compleja.
• El príncipe: si bien, el vacío cultural se va rellenando poco a poco, en cuanto a la realidad
política, nos encontramos en un plano bastante pareció.
El príncipe sigue siendo considerado como cabeza del pensamiento colectivo, como un juez
supremo de la comunidad. Y con una virtud básica basada en la equidad, es decir, la capacidad
de aplicar una justicia fundada en la naturaleza de las cosas.
Bajo esta perspectiva del príncipe caracterizado por la equidad hace Juan de Salisbury una
descripción a mediados del siglo XII de las características principales de un príncipe, este fue
el primer gran tratado de filosofía política de la incipiente edad media sapiencial. Unos cien
años después, Tomas de Aquino, el consolidador de la teoría filosófica y teológica de la edad
media, identifica al príncipe de acuerdo con los mismos criterios.
Es decir, el príncipe no es concebido dentro de los teóricos de la edad media, como voluntad
suprema, ostentador de un poder arbitrario sobre sus súbditos. Sino como un personaje atento
en la lectura de la naturaleza, en dentro se encuentran escritos los cánones de la justo. Y es por
esto, que el propio Aquino identifica la ley con el fruto de una operación racional, que no
apunta a proyectar una voluntad tiránica sobre la comunidad, sino a ordenarla.
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El príncipe se limita a producir normas para disciplinar el campo limitado relacionado con el ejercicio
del poder. Y es obvio, porque aún en este periodo sigue existiendo una gran importancia de las
costumbres en la colectividad.
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España: en España mientras que en Cataluña, Aragón, Valencia y Navarra dominan hacia mitad del
siglo XII derechos locales de tipo propiamente consuetudinario, en catilla, en la segunda mitad de este
siglo encontramos la importante intervención de Alfonso X (el sabio). Este rey forzó el localismo
consuetudinario, una intervención que dice mucho de la calidad legislativa de este rey, las siete
partidas. Este monumento legislativo tiene un contenido del derecho común no castellano, es decir, de
ese derecho universal romano y canónico del que todavía no hemos hablado, pero cuyo carácter en
gran parte científico es necesario subrayar desde ahora. Y, de hecho, la praxis del reino, a pesar de la
traducción en la legua local, lo rechazará como un cuerpo extraño.
Aquí encontramos un claro ejemplo de continuidad entre las épocas de la edad media. Hasta bien
entrado el siglo XIII perdura el domino de la consuetudo como fuente del derecho y por tanto se
mantiene la factualidad del derecho. Se trata de una continuidad sustancial, o más bien, esencial.
Sin embargo, la consuetudo tiene un gran defecto, la pluralidad y la falta de homogeneidad ligada a
las diferencias en los propios lugares.
En una sociedad simple y estática como la de la primera edad media, la consuetudo puede ser la única
forma de jurídica capaz de ordenar. Pero se demuestra a través de la evidencia histórica, que esto no
ocurre así, en parte, debido a la fragilidad de sus relaciones socioeconómicas y jurídicas.
Una vez que la sociedad avanza hacia una compleja red de relaciones mercantiles y una mayor
agrupación de la actividad agrícola, la consuetudo se revela imponente a la hora de dar orden. Los
hechos que se van generando necesitan un armazón que no los ahogue, sino que los organice y los
ordene.
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Ahora bien, dos son las fuentes jurídicas adecuadas para conseguir este objetivo: la ley y la ciencia.
Dos fuentes que pueden sobreponerse al cumulo de las situaciones particulares y organizarlos según
principios, conceptos y esquemas generales.
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