Desafíos de La Pandemia A La Teología y La Pastoral
Desafíos de La Pandemia A La Teología y La Pastoral
¿Teolo… qué?
1. ¿Y qué estás haciendo ahora mismo? Últimamente, suelo comenzar mis clases de teología
sistemática con una pregunta a mis estudiantes. Les planteo un caso, hipotético para algunos y
real para la mayoría: “Imagínense que van caminando por cualquier calle, y de pronto se
consiguen con algún amigo no cristiano del liceo. Después de charlar un rato, les preguntan:
‘Dime, ¿y qué estás haciendo ahora mismo?’ Como pueden, se les arreglan y responden: ‘Bueno,
estoy por iniciar mis estudios de teología’. Con extrañeza, ese amigo se lanza hacia atrás y
replica: ‘Teolo… qué?’ ¿Qué más le dirías para tratar de mostrarle que estás en algo que vale la
pena?” Después de risas y varios gestos, casi todos se animan a compartir sus impresiones. Mi
intención con este ejercicio es triple. Además de romper el hielo, como se dice: a) me interesa
que ellos mismos cuestionen la valoración que traen de la teología y la inversión de vida que se
supone están por hacer, b) quiero confrontarles con una realidad: la teología no goza de la mejor
reputación en la actualidad, c) ya en positivo, busco que distingan que una cosa es esa
generalizada subestimación y otra el lugar que sigue mereciendo la teología para la comprensión
y expresión de nuestra fe.
2. “La reina de las ciencias”. ¡Y pensar que hubo un tiempo en el que la teología fue
considerada “la reina de las ciencias”! Un intrincado proceso histórico y cultural explica, en
buena parte, las razones de este cambio. Y, con honestidad, hemos de admitir que en
determinados estadios de la historia ciertas maneras de teologizar dieron excusas a muchas de las
acusaciones, pasadas y presentes, en contra de la teología. Lo cierto es que hoy, incluso dentro de
algunos círculos cristianos, la teología es mirada con sospecha, o a lo menos con desdén. Los
cuestionamientos son varios. Algunos la miran como una disciplina complicada, meramente
accesoria, poco práctica y hasta reservada para una especie de élite (religiosa o académica). Hay
quienes la acusan de secar la espiritualidad de los creyentes, especialmente de los estudiantes de
seminarios y determinados líderes que terminan enredados en los letales tentáculos de “la letra”.
No falta quienes le endosen el brote de herejías. Incluso, unos piensan que aporta muy poco al
cumplimiento de la misión de la iglesia o a la resolución de muchos de los acuciantes males que
aquejan a nuestro mundo.
3. ¿Sirve para algo? Visto así, es comprensible que alguien hoy se pregunte: en plena pandemia,
¿sirve para algo la teología? Y esto me hace recordar que, alguna vez, leí una anécdota según la
cual alguien, con mucha premura, llegó a solicitar los servicios de un doctor. En esa casa, había
dos. Ante la insistencia, desde adentro, preguntaron si se referían al pastor y teólogo, y le dijeron
que no, que buscaban al que “hacía algo por la gente”. Preguntaría a mis estudiantes también:
“¿Podemos, desde la teología y la pastoral, hacer algo por la gente hoy en medio de la
pandemia?”
4. Intentaré cinco cosas. Continuando con la serie de ponencias que constituyen nuestro curso,
me corresponde hablarles de los desafíos de la pandemia a la teología y la pastoral. En lo
sucesivo, intentaré cinco cosas:
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Primero, mostrar la relación entre teología y quehacer teológico. Con ello, veremos algo
de la naturaleza y la función de la teología, lo que es fundamental para repensar su
vigencia, particularmente en momentos críticos de la historia.
Segundo, hacer un breve repaso histórico de la teología para ver no solo de lo que
compartimos con el “patrimonio teológico colectivo” universal, sino algunas
particularidades de la teología latinoamericana y sus énfasis.
Tercero, consideraremos la pastoral como parte de los procesos del quehacer teológico
para sugerir algunos ajustes en la noción y práctica pastoral de nuestras iglesias.
Cuarto, esbozaré algunas interpelaciones de la pandemia a la teología y la pastoral actual.
Finalmente, les invitaré a imaginar algunas respuestas teológicas y pastorales apropiadas
para este trance de la historia.
3. Lidiar con una tensión. La teología, pues, nos pone en la necesidad de responder a los retos de
cada época a la luz de lo que Dios ha sido eternamente, ha revelado en Cristo, ha dicho en su
palabra y demandado en cada tiempo. Corresponde a cada generación de creyentes interpretar lo
permanente de la Palabra de Dios para responder así a lo cambiante de su contexto. Así, la
teología, cual puente, viene a mediar entre la matriz de nuestra cultura y la fe que sostenemos y
nos sostiene. Aprender a lidiar con esta tensión (lo permanente de la Palabra-lo cambiante de la
cultura) es hacer teología, y no tan solo estudiarla.
4. Un intento de definición. Teología, por tanto, es el continuo intento humano por comprender,
formular y expresar la verdad viva de la fe en Cristo a la luz de la Biblia y en diálogo dinámico y
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creativo con la tradición (con “T” mayúscula), la experiencia cristiana y la cultura humana
contemporánea. La Biblia es la revelación especial y personal de Dios, inspirada, confiable y
autoritativa para todo tiempo y cultural. En general, con esto no tenemos problema los
evangélicos, otra vez, al menos en la teoría. La cultura humana contemporánea, otra fuente del
quehacer teológico, incluye la conciencia humana, la creación, la historia, los procesos y
productos de la razón y la cultura. La experiencia, por su parte, es importante también para el
quehacer teológica, aunque no siempre bien ponderada. Por eso, vale decir que la salvación es
vista como una experiencia. El discipulado, entre otras cosas, pretende que los seguidores de
Jesús experimenten el poder del Espíritu, el evangelio y los valores del reino de Dios en sus
vidas, circunstancias y relaciones. ¿O no?
5. Con “T” mayúscula. He dejado de último a la “tradición” intencionalmente, por ser la fuente a
la que los evangélicos miramos con más sospecha. Una cosa es “tradicionalismo”, y otra
“tradición” cristiana. Digamos más, ciertamente debemos rechazar cualquier pretensión de
colocar tradición alguna por encima de la Palabra de Dios. Pero, cuidado, por estas reservas nos
hemos perdido de una mirada rica a la tradición cristiana con “T” mayúscula. Hacer tradición es
traer a la memoria, de generación en generación, aquello que ha sido importante para un
colectivo o comunidad.
6. Sí, ¡hacemos tradición! ¿No hizo tradición Israel cuando recordaba a los hijos, y a los hijos de
los hijos, acerca de Jehová, su ley y hechos poderosos y liberadores? La tradición es a los
colectivos lo que la mente a un individuo. Prescindir de ella es atentar contra la historia, las
raíces e identidad comunitarias. ¿No habla el Nuevo Testamento de la tradición de los apóstoles?
¿No encomendó Pablo a los discípulos repetir con idoneidad lo que habían recibido? Hacemos
tradición en todas las comunidades vitales, religiosas o no. Es cuestión de memoria, y en nuestro
caso de memoria teológica. Piénselo bien, sin este ejercicio (traer a la memoria) no podemos
hacer teología, ni vivir la fe, ni cumplir la misión. No nos amarramos a dogmas ni confesiones,
convengamos; pero sí valoramos el testimonio de quienes intentaron antes que nosotros. ¡Eso es
tradición con “T” mayúscula! ¿Valoramos o no lo que pensadores y escritores evangélicos
respetables tienen para decir de esto o aquello? ¡Eso también es hacer tradición con “T”
mayúscula! ¿Cómo leyeron el texto, hicieron preguntas y respondieron otros cristianos en el
pasado ante situaciones de pandemia? ¡Eso es tradición con “T” mayúscula!
7. Tres acercamientos. ¿De qué hemos venido hablando hasta acá? Pues, hemos querido hacer
ver que, en alguna medida, podemos acceder a lo que Dios es, ha hecho, dicho y demanda por
medio de su Palabra, la cual encuentra su clímax en Cristo. Hemos querido decir también que esa
revelación tiene que ser interpretada y vivida en cada generación. Por eso, vez tras vez, debemos
hacer estos tres acercamientos en nuestro quehacer teológico:
Primero, averiguar lo que dice la Biblia (teología bíblica)
Segundo, interpretar qué significa lo que dice la Biblia (teología histórico sistemática)
Tercero, elaborar nuestra respuesta de fe en cada generación (teología práctica o
pastoral).
Repito, los tres acercamientos son necesarios e interdependientes. ¿Valoramos el estudio
de tales intentos en la historia? Deberíamos. Seguidamente, haremos una revista de la
historia de la teología. Téngase en cuenta que no es exhaustiva y busca, sobre todo,
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encontrar en sus principales énfasis pistas del quehacer teológico necesario para nuestro
tiempo.
4. Los comienzos del evangelio. Brevemente, recordamos cómo comenzó esta historia. Jesús,
profetizado y esperado, nació en pleno apogeo del imperio romano. Todo inició con el
cumplimiento a tiempo de una promesa (Gál. 4:4), el acontecimiento luminoso de la encarnación
(Juan 1), la entrega y victoria de la vida (Evangelios: pasión, muerte y resurrección) y la
respuesta de fe como seguimiento (final de los evangelios y demás escritos del Nuevo
Testamento). El evangelio comenzó a anunciarse en medio de la cultura grecolatina. Eran
tiempos de gemidos entre los marginados. Por doquiera había sufrimiento y desesperanza. A
estos Jesús, por cierto, dedicó especial atención. El mundo religioso era una mescolanza de
filosofías, sectas judías y cultos de misterio que nada podían hacer para devolverle a la mayoría
la dignidad humana y sentido a la vida presente y futura.
5. Etapa fundacional. Los primeros cristianos, en su mayoría judíos, tuvieron que reinterpretar el
judaísmo a la luz de los eventos Cristo y Pentecostés. En la medida en que avanzaba el
cristianismo, la comunidad gentil pasó a ser mayoría, lo que planteó nuevos desafíos de
interpretación y contextualización. La labor de los apóstoles sería fundamental en esa etapa
fundacional. Ellos recibieron directamente de Jesús lo que luego, por inspiración del Espíritu,
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comunicaron a las nacientes comunidades creyentes. Los cristianos tuvieron, pues, que hacer
teología en tiempos de sufrimiento, opresión y pluralismo. ¡Cualquier parecido con la
coincidencia es pura realidad!
6. Hacia adentro y hacia afuera. Hacia adentro, fueron apareciendo distintos desafíos éticos,
litúrgicos, diaconales, doctrinales y administrativos. Hacia afuera, entre los principales, hubo que
responder a los ataques de los filósofos paganos. Para ello, unos cristianos rehusaron usar
categorías filosóficas. Otros, las emplearon en función de una comunicación más contextual del
evangelio. ¿Sigue siendo esa una opción válida? Pienso que sí. Unas veces, esa vía resultó
exitosa. Otras, no tanto. Incluso, hubo momentos en los que lo evangélico se supeditó a lo
filosófico. Pero, otra vez, el mal uso de un recurso o instrumento no invalida su utilidad.
10. Reforma Protestante. Una suma de anhelos de reformas se puso al servicio de la gran
Reforma Protestante: el auge del pensamiento modernista, el repunte por el interés de los
idiomas clásicos, la decadencia del clero romano, el abuso de las burguesías en ascenso, el
abandono de la gente sufrida sin asistencia social ni espiritual, el auge de los ideales liberales, los
cambios políticos en Europa y en el mundo. Para el s. XVI, en Alemania, Suiza y Ginebra se
levantaron distinguidos reformadores, siendo Lutero la figura más representativa. En desafío al
sistema medieval, Lutero llamó de vuelta al evangelio de Jesús y al Jesús del evangelio. Sus
ideas tuvieron repercusiones en todos los ámbitos de la cultura, especialmente en lo religioso. Es
imposible hablar de la cultura Occidental y el cristianismo global sin aludir a este hito.
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11. Resurgir teológico. Hay un resurgir teológico con Anselmo de Canterbury y sus clásicos
argumentos para probar la existencia de Dios (s. XI). Aparece Tomás de Aquino (XIII),
arquitecto teológico de la ICR hasta el s. XX, con su Summa Teológica. En esta etapa se nota la
incidencia de los teólogos y la fuerte influencia de la filosofía griega, en especial de Platón y
Aristóteles, en la teología occidental. El sistema tomista prevaleció más o menos invicto hasta el
s. XVI. Justo González nos invita a descubrir un detalle interesante: los teólogos del Atlántico
norte tienen predilección por la filosofía, mientras que los latinoamericanos y demás países del
llamado tercer mundo por la sociología.
12. Desafíos y oportunidades. Hasta acá, es justo discernir que a cada generación de cristianos le
ha tocado lidiar con desafíos y oportunidades para interpretar y expresar su fe. Siempre ha sido
así. En tal sentido, el quehacer teológico ha implicado responder y aprovechar. Para ello, en
general, en cada período ha sido clave: la vitalidad interna de las comunidades de fe, el uso
creativo de los medios de comunicación, el testimonio evangélico en palabras y en hechos. Los
primeros creyentes supieron usar los caminos romanos, los reformadores el ambiente de
insatisfacción y la imprenta, los creyentes de la era moderna los recursos de la crítica y la
hermenéutica. ¿Y nosotros hoy? Hasta acá, el cristianismo ha visto el devenir de varias eras:
apostólica, patrística, medieval, moderna y la actual como quiera que se asuma.
13. Tres vertientes desembocan en América Latina. En nuestro caso, confluyen tres grandes
vertientes: a) la llegada del llamado protestantismo histórico europeo al continente y las
sucesivas mutaciones que se dieron por estas tierras: pentecostalismos, carismáticos y neo
carismáticos (J.P. Bastián), b) las convulsiones sociales y políticas de la región, especialmente a
partir de la década de los 60, y c) los intentos por una teología más autóctona con focos
divergentes en la iglesia, la misión y la sociedad. Estos influjos explican, en buena parte,
nuestros rasgos, tensiones, contradicciones, riquezas y potencialidades.
14. Énfasis primarios en América Latina. El protestantismo europeo arribó e influyó sobre
EEUU y éste, a su vez, sobre nuestros pueblos. La impronta heredada fue traída por los
misioneros que venían con el evangelio y, en su momento, pensaron principalmente en la
capacitación de los obreros que atenderían a las nuevas iglesias o eventualmente establecerían
otras. Los esfuerzos educativos, en iglesias y seminarios, por tanto, se redujeron prácticamente a
la conversión de nuevas personas, la piedad individual y la plantación de nuevas congregaciones.
A tales fines, reprodujeron los modelos educativos y administrativos a los que ellos mismos se
habían expuesto. Ser evangélico era abandonar relaciones y prácticas pasadas y especialmente
ser anti católicos (Míguez Bonino). También se dio importancia a la apologética para responder a
los cuestionamientos en las universidades y debatir con los católicos. Más adelante, a lo
evangélico en América Latina se le vinculó a la clase burguesa y los ideales liberales de las
naciones nórdicas tenidas como modélicas de desarrollo.
15. Contexto y realidad. A mediados del siglo XX, con los aportes de varios educadores,
filósofos, teólogos y poetas la teología latinoamericana comenzó a interesarse por otros
enfoques, métodos y contenidos. Entre otros, hay que destacar la influencia de Paulo Freire y la
Teología de la Liberación. La teología latinoamericana llegaría a proponer que el contexto
importa, y que, por lo tanto, debe tomarse en cuenta al momento de hacer teología y cumplir la
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misión encargada por Dios a la iglesia. Este será, de hecho, su principal aporte al concurso de la
teología global. Dirá también que la transformación de la realidad es parte (o debería) tanto de la
reflexión teológica como de la vivencia de la fe.
16. Avances, aportes y pendientes. Con el correr del tiempo, nuestra teología ha hecho avances
importantes en materia de ciencias bíblicas, reflexión teológica contextual y en los abordajes
pastorales relevantes. Misión integral es una producción con sello latinoamericano. Pero nuevos
desafíos han surgido que se suman a tareas pendientes, a las cuales habrá que responder:
Las condiciones que impulsaron los intentos iniciales de contextualización han cambiado
desde la década de los 60
Las complejidades propias de este mundo globalizado: una pobreza que hoy es
generalizada, la supremacía del mercado sobre la vida y los daños causados al ambiente
Las contradicciones latentes en torno a cómo percibir lo postmoderno
La necesidad de repasar qué es lo que constituye nuestra identidad evangélica
El desafío de la urbanización y los movimientos migratorios
El drama de nuestras comunidades indígenas y las crecientes demandas de las minorías
Y, más recientemente, los inevitables reacomodos ante los escenarios post pandemia
David Suazo habla, además, de la necesaria complejización de las categorías
“contextualización” y “transformación”. 1
2. Orlando Costas refiere lo siguiente: “Entiéndase por pastoral toda aquella acción que busca
correlacionar el evangelio (o la fe cristiana) con las situaciones concretas del diario vivir,
sirviendo de puente para la experiencia (internalización, incorporación y actualización) de la fe
en la vida cristiana. Y puesto que la vida cristiana toma diversas formas, la pastoral será tan
complicada como la vida misma. De ahí que al hablar de pastoral se necesita concretar la acción
a la que se refiere”.2 Notemos en la definición de Costas la función correlativa de la pastoral,
busca conectar el evangelio con lo cotidiano y servir de puente a la experiencia de fe cristiana,
individual y colectivamente, en acciones tan diversas como contextos surjan.
1
David Suazo, “Apuntes para una educación teológica evangélica desde América Latina”, Kairós, núm 36
(enero-junio, 2005).
2
Orlando E. Costas, Educación teológica y acción pastoral en América Latina. En SEBILA (Ed.), Módulo de
Fundamentos de Pastoral (San José, Costa Rica: SEBILA, 1987), p. 37.
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3. Plutarco Bonilla señala que: “Este término no abarca tan solo la tarea que le corresponde al
pastor en tanto ministerio de la palabra y los sacramentos. Tiene que ver, de hecho, con todos y
cualquiera de los aspectos de la vida y misión de la iglesia”. 3 Bonilla, por un lado, nos ayuda a
captar la diversidad de actores en la pastoral y, por el otro lado, su variedad de ámbitos. Nos
recuerda, además, que la pastoral debe verse como genuina expresión de la misión de la iglesia.
4. Seward Hiltner, de la teología pastoral, dice: “Es la reflexión crítica y sistemática sobre las
acciones pastorales de la iglesia”. De esta concisa definición rescatemos la sustentación teórica
que requiere la práctica pastoral. Luego notemos la pluralización de las pastorales de la iglesia,
es decir, pueden y deben surgir tantas pastorales como realidades y necesidades humanas se
presenten.4 Hiltner plantea cuatro grandes categorías de la pastoral con foco en la misión “curar,
sostener, guiar y reconciliar”.
6. Santamaría muestra que la teología pastoral está para generar alternativas de transformación.
Llama la atención también la imagen que emplea, ve la teología pastoral como un reflejo de luz
de vida y esperanza al andar de los pueblos. ¡Cuánto se necesita de ello, especialmente hoy
cuando las demás luces de la sociedad tienden a apagarse! Es vital precisar que las iglesias, y sus
pastorales, son apenas el reflejo de la verdadera fuente: el evangelio, como dice Juan: “La luz
brilla en la oscuridad, y la oscuridad jamás podrá apagarla” (Juan 1:5, NTV). Acá ya avistamos
la marca de una teología y pastoral vitales, unas que no se dejan mitigar, ¡que irradian esperanza
en medio de los tiempos oscuros! De hecho, es cuando más se espera que lo hagan.
7. Nociones y prácticas en revisión. Estos insumos ya nos permiten cuestionar lo que hemos
entendido y practicado como pastoral, hasta ahora, en la mayoría de nuestras congregaciones
evangélicas. Este es, por cierto, un buen ejemplo de la manera en que hemos leído los textos,
reflexionado la fe y vivido la misión. También podría ser, a la inversa, un recordatorio de un
procedimiento a evitar, nos muestra lo que resulta de ciertos prejuicios culturales o de responder
teológicamente más por la reacción que por la reflexión. En ámbitos evangélicos hemos limitado
la pastoral a contextos clericales, es decir, como algo reservado a los carismas, vocaciones o
llamados ministerios de la Palabra: profetas o predicadores, pastores-maestros, evangelistas y
misioneros.
3
Plutarco Bonilla, citado en Pablo A. Deiros, Diccionario Hispano-Americano de la misión (Bellingham:
Logos Research Systems, edición electrónica, 2006).
4
Seward Hiltner, citado en Pablo A. Deiros, Diccionario Hispano-Americano de la misión (Bellingham:
Logos Research Systems, edición electrónica, 2006).
5
Jenny A. Santamaría, Hacia un quehacer teológico-pastoral pertinente y relevante en el contexto
postmoderno, en Theologica Xaveriana (Bogotá: Universidad Pontificia Javeriana, 2002), p. 307.
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8. Segundo, hemos tendido a circunscribir la pastoral a los ámbitos litúrgicos, administrativos y
unipersonales: la conducción del culto público, la enseñanza y la predicación, la administración
de ordenanzas y la gestión de ciertas tareas (visitas, coordinación de reuniones, procesos
formativos, administrativos y organizacionales). Tercero, entre nosotros la pastoral ha sido
típicamente adulta y androcéntrica (preponderantemente masculina). La participación de la
niñez, las juventudes y las mujeres es marginal, con poco o ningún arraigo orgánico.
10. Algunas pastorales relevantes. Recordemos que hay que ir de la noción a la práctica, pero
también es válido aportar sustentación a las prácticas de la fe. El ejemplo de Jesús nos ilustra: a)
exponía a los discípulos a la realidad por medio de recorridos, b) los desafiaba a una oración
sensibilizadora, c) los animaba a pensar en obreros, y d) los enviaba. La tradición católica ha
propuesto esta metodología para imaginar y concretar las pastorales: a) observar: exponerse,
mirar, averiguar, investigar, imaginar, descubrir rostros, voces y realidades ocultas o ignoradas;
b) juzgar: sugiere un juicio no solo intelectual, sino moral. Implica reflexión, hacer buenas
preguntas, interpretar e imaginar posibilidades a partir de la realidad misma, de la lectura de la
Palabra y participación del pueblo de Dios (con sus dones, talentos, historias, experiencias,
incluso heridas); c) actuar: formular líneas pastorales, viabilizar las acciones y respuestas.
Ayudan mucho las buenas preguntas de la planificación (qué, por qué, quiénes, cuándo, cómo,
con qué); d) celebrar: la fe cristiana está llena de símbolos festivos y celebraciones de la vida y la
esperanza. No se trata solo de una manera de cerrar “un proyecto” impersonal. Tiene que ver con
logros, oportunidades, sanidades, restauraciones. Me permito la mención de algunas pastorales
necesarias. Podemos pensar en otras: educativas, hacia personas violentadas, hacia la familia y
similares.
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niñez y adolescencia? ¿Cómo recorrer las aldeas de nuestra realidad, orar, pensar en
obreros y decidirnos a salir como instrumentos del Señor entre ellos?
Interpelaciones de la pandemia
1. Una humanidad interpelada. Toda interpelación comporta interrogación, cuestionamiento y
demanda. Pensemos, primero, en la interpelación a la humanidad. La pandemia confronta
nuestros modelos de producción y consumo, cuestiona nuestro trato al medio ambiente y pone al
descubierto tanto egoísmo. La pandemia nos echa en cara el abandono de los más frágiles de la
sociedad. La pandemia descubre que el tan mentado progreso no ha sido para todos. Nos
recrimina haberle levantado un altar al mercado globalizador de pandemias sociales. Abofetea
nuestras soberbias. Ante un diminuto virus, de nada han servido las armas, el dinero y tanta
técnica. Los verdaderos héroes han sido los que se han atrevido a exponer sus vidas para
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garantizar tantas como sea posible proteger o curar. El momento nos interpela con un necesario
arrepentimiento global, individual y colectivo.
2. ¿Pastoral de la solidaridad? Juan Stam nos compartió un ensayo que recomiendo, “Hacia una
cristología de la solidaridad”. Aborda las clásicas etapas cristológicas de Pablo (Fil. 2:5-11) y
nos invita a ver la encarnación, la cruz y la resurrección como manifestaciones supremas de
solidaridad por parte del Dios que se hizo carne (de verdad), para identificarse (de verdad) con
nuestras realidades y abrirnos un camino de redención, vida plena y esperanza. Necesitamos
nociones y prácticas de solidaridad que superen los límites de la lástima, que tan solo se duele de
modo vertical, desde una especie de superioridad; solidaridad es compasión que se encarna, que
se involucra para participar de en el nombre del Señor.
3. ¿Pastoral de la salud integral? Al cuidado del ambiente, sumemos una pastoral de la mejor
alimentación posible; sigue en mora una teología bíblica y pastoral del cuerpo y la sexualidad
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humanas. Afortunadamente, con la pandemia, muchos se han convencido que la dimensión
afectiva de la vida es real, que forma parte del diseño que Dios nos dio y que, por tanto, no puede
ser ni ignorada, ni suprimida ni descuidada. La salud mental debe ser vista como expresión de
una sana espiritualidad. En este tiempo, hemos de preguntarnos por la concepción, el nacimiento,
la crianza, la educación, la enfermedad y la muerte en tiempos de pandemia y distanciamiento
físico. ¿Contamos ya con algunos “sustitutos funcionales” que nos permitan expresar la fe,
acompañar a nuestra gente y realzar la vida y la esperanza en medio del confinamiento?
4. ¿Pastoral de la esperanza? Esperanza cristiana es más que solo escatología. Debe ser vista
también como realidad presente gracias a la persona y obra de Cristo. El futuro de Dios debe
atravesar nuestro presente para ayudarnos a enfrentarlo con valor y confianza. La esperanza,
entonces, es presencia y poder que alienta nuestro hoy (cualquiera que sea) y proyecta nuestro
mañana. Vivir con esperanza no es negar la realidad, pero si es elevarnos por medio de la fe en la
confianza de que la última palabra la tiene el Dios de la vida. En lugar de insistir en el terror, en
elucubrar fechas o alentar teorías conspirativas, nuestro lugar tiene que ser “inyecta esperanza”.
De hecho, eso es lo que ha distinguido a la fe cristiana en momentos cruciales y oscuros de la
historia.
2. ¿Hacia dónde se desplaza la pastoral? ¿Hacia dónde debería? Leí la historia de un viajero en
el polo que viajó en trineo todo un día en sentido norte. Con premura, exigió lo que más pudo a
sus perros. Al caer la tarde, después de tan extenuante recorrido, se dispuso saber qué tan al norte
estaba. Para su gran sorpresa, se percata de que estaba más al sur que cuando había partido por la
mañana. ¿Cómo explicarlo? Durante el día, corrió y corrió hacia el norte, ¡pero lo había hecho
sobre un témpano de hielo que estaba siendo arrastrado hacia el sur por la corriente del océano! 6
Con este relato, Harold Segura nos invita a una reflexión punzante: “Puede suceder que la iglesia
se mueva en una dirección y hasta celebre su avance, pero el contexto más amplio de las
necesidades y angustias del mundo se mueva en dirección contraria”. 7
6
Harold Segura, Ser iglesia para los demás: Hacia una espiritualidad comprometida (Buenos Aires: Kairós, 2010),
p. 63.
7
Ibid.
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3. Ante tales interpelaciones. Vuelvo a las preguntas iniciales y añado otras para invitarnos a
seguir pensando, orando y viviendo la fe. ¿Significa algún aporte el quehacer teológico hoy?
¿Contamos con ejemplos y recursos para reflexionar nuestra fe y expresarla en medio de este
tiempo? ¿Cómo miramos ahora el quehacer teológico? ¿Vemos en la realidad solo amenazas, o
también oportunidades para brillar con la luz del evangelio? ¿Cómo hemos venido concibiendo y
practicando la pastoral hasta ahora? ¿Las interpelaciones de este tiempo nos mueven a hacer
ajustes para la gloria de Dios y bienestar integral de la gente? ¿Cómo nos ha ido como creyentes,
iglesias y ministerios en este tiempo de pandemia y confinamiento? ¿Hacia dónde creemos va la
pastoral en América Latina? ¿Hacia dónde nos dirigimos nosotros? ¡Hagamos teología!
¡Imaginemos pastorales fieles y pertinentes! ¡Vivamos la fe!
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