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Desafíos de La Pandemia A La Teología y La Pastoral

El documento presenta una discusión sobre la naturaleza y función de la teología. Sostiene que la teología es el intento de comprender y expresar la verdad de la fe a la luz de la Biblia y en diálogo con la tradición, la experiencia y la cultura contemporánea. Señala que la teología debe lidiar con la tensión entre lo permanente de la Palabra de Dios y lo cambiante de la cultura. Finalmente, argumenta que la tradición cristiana, entendida como el recuerdo de lo importante para la comunidad a trav

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Desafíos de La Pandemia A La Teología y La Pastoral

El documento presenta una discusión sobre la naturaleza y función de la teología. Sostiene que la teología es el intento de comprender y expresar la verdad de la fe a la luz de la Biblia y en diálogo con la tradición, la experiencia y la cultura contemporánea. Señala que la teología debe lidiar con la tensión entre lo permanente de la Palabra de Dios y lo cambiante de la cultura. Finalmente, argumenta que la tradición cristiana, entendida como el recuerdo de lo importante para la comunidad a trav

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CURSO DE TEOLOGÍA, PASTORAL Y PANDEMIA

Clase 2: Desafíos de la pandemia a la teología y a la pastoral


10/8/2020 | Richard Serrano, Venezuela

¿Teolo… qué?
1. ¿Y qué estás haciendo ahora mismo? Últimamente, suelo comenzar mis clases de teología
sistemática con una pregunta a mis estudiantes. Les planteo un caso, hipotético para algunos y
real para la mayoría: “Imagínense que van caminando por cualquier calle, y de pronto se
consiguen con algún amigo no cristiano del liceo. Después de charlar un rato, les preguntan:
‘Dime, ¿y qué estás haciendo ahora mismo?’ Como pueden, se les arreglan y responden: ‘Bueno,
estoy por iniciar mis estudios de teología’. Con extrañeza, ese amigo se lanza hacia atrás y
replica: ‘Teolo… qué?’ ¿Qué más le dirías para tratar de mostrarle que estás en algo que vale la
pena?” Después de risas y varios gestos, casi todos se animan a compartir sus impresiones. Mi
intención con este ejercicio es triple. Además de romper el hielo, como se dice: a) me interesa
que ellos mismos cuestionen la valoración que traen de la teología y la inversión de vida que se
supone están por hacer, b) quiero confrontarles con una realidad: la teología no goza de la mejor
reputación en la actualidad, c) ya en positivo, busco que distingan que una cosa es esa
generalizada subestimación y otra el lugar que sigue mereciendo la teología para la comprensión
y expresión de nuestra fe.

2. “La reina de las ciencias”. ¡Y pensar que hubo un tiempo en el que la teología fue
considerada “la reina de las ciencias”! Un intrincado proceso histórico y cultural explica, en
buena parte, las razones de este cambio. Y, con honestidad, hemos de admitir que en
determinados estadios de la historia ciertas maneras de teologizar dieron excusas a muchas de las
acusaciones, pasadas y presentes, en contra de la teología. Lo cierto es que hoy, incluso dentro de
algunos círculos cristianos, la teología es mirada con sospecha, o a lo menos con desdén. Los
cuestionamientos son varios. Algunos la miran como una disciplina complicada, meramente
accesoria, poco práctica y hasta reservada para una especie de élite (religiosa o académica). Hay
quienes la acusan de secar la espiritualidad de los creyentes, especialmente de los estudiantes de
seminarios y determinados líderes que terminan enredados en los letales tentáculos de “la letra”.
No falta quienes le endosen el brote de herejías. Incluso, unos piensan que aporta muy poco al
cumplimiento de la misión de la iglesia o a la resolución de muchos de los acuciantes males que
aquejan a nuestro mundo.

3. ¿Sirve para algo? Visto así, es comprensible que alguien hoy se pregunte: en plena pandemia,
¿sirve para algo la teología? Y esto me hace recordar que, alguna vez, leí una anécdota según la
cual alguien, con mucha premura, llegó a solicitar los servicios de un doctor. En esa casa, había
dos. Ante la insistencia, desde adentro, preguntaron si se referían al pastor y teólogo, y le dijeron
que no, que buscaban al que “hacía algo por la gente”. Preguntaría a mis estudiantes también:
“¿Podemos, desde la teología y la pastoral, hacer algo por la gente hoy en medio de la
pandemia?”

4. Intentaré cinco cosas. Continuando con la serie de ponencias que constituyen nuestro curso,
me corresponde hablarles de los desafíos de la pandemia a la teología y la pastoral. En lo
sucesivo, intentaré cinco cosas:

1
 Primero, mostrar la relación entre teología y quehacer teológico. Con ello, veremos algo
de la naturaleza y la función de la teología, lo que es fundamental para repensar su
vigencia, particularmente en momentos críticos de la historia.
 Segundo, hacer un breve repaso histórico de la teología para ver no solo de lo que
compartimos con el “patrimonio teológico colectivo” universal, sino algunas
particularidades de la teología latinoamericana y sus énfasis.
 Tercero, consideraremos la pastoral como parte de los procesos del quehacer teológico
para sugerir algunos ajustes en la noción y práctica pastoral de nuestras iglesias.
 Cuarto, esbozaré algunas interpelaciones de la pandemia a la teología y la pastoral actual.
 Finalmente, les invitaré a imaginar algunas respuestas teológicas y pastorales apropiadas
para este trance de la historia.

De la teología y el quehacer teológico


1. Teología. Aunque se relacionan, una cosa es definir teología y otra es concebir la teología
como una construcción permanente. Volvamos a esa pregunta que hicimos arriba: ¿Constituye la
teología algún aporte para esta coyuntura? La respuesta dependerá de lo que se asuma por
teología. La sola consideración etimológica del vocablo nos ayuda, aunque no mucho. Cualquier
diccionario dirá que, por sus raíces griegas, teología es literalmente el estudio de o acerca de
Dios. Pero, pronto advertimos que lo más que podemos es tratar de hablar significativamente en
torno a lo que Dios ha dicho y manifestado. Siendo que él nos ha dicho no sólo de sí mismo, sino
también de su relación y propósitos para con sus criaturas, nos percatamos que la teología es más
que solo el virtuoso estudios de las perfecciones divinas, o las elaboraciones encumbradas de las
grandes doctrinas de la fe.

2. Dos momentos. Teología es el intento por explicar el acontecimiento de Dios en Cristo, de


acuerdo al testimonial de la Biblia, lo cual tiene implicaciones para esta vida y la venidera.
Conviene precisar en este punto que hago referencia particularmente a la teología evangélica. ¿Y
por qué hago la acotación? Porque para la mayoría de los evangélicos, la fuente privilegiada de
toda reflexión y práctica de fe cristianas es la Biblia, esto es cierto al menos como presuposición.
Y hemos de subrayar, por cierto, que revelación bíblica y teología no son la misma cosa. Como
dirían algunos teólogos, la revelación bíblica es el “primer momento”; tiene que ver con la
prerrogativa de Dios, quien soberanamente ha decidido darse a conocer en Cristo con propósitos
redentores. La teología es, si se quiere, el “segundo momento”, la respuesta inteligente, piadosa y
comprometida hacia lo que Dios nos ha revelado de su persona, de su palabra y de sus
propósitos.

3. Lidiar con una tensión. La teología, pues, nos pone en la necesidad de responder a los retos de
cada época a la luz de lo que Dios ha sido eternamente, ha revelado en Cristo, ha dicho en su
palabra y demandado en cada tiempo. Corresponde a cada generación de creyentes interpretar lo
permanente de la Palabra de Dios para responder así a lo cambiante de su contexto. Así, la
teología, cual puente, viene a mediar entre la matriz de nuestra cultura y la fe que sostenemos y
nos sostiene. Aprender a lidiar con esta tensión (lo permanente de la Palabra-lo cambiante de la
cultura) es hacer teología, y no tan solo estudiarla.

4. Un intento de definición. Teología, por tanto, es el continuo intento humano por comprender,
formular y expresar la verdad viva de la fe en Cristo a la luz de la Biblia y en diálogo dinámico y

2
creativo con la tradición (con “T” mayúscula), la experiencia cristiana y la cultura humana
contemporánea. La Biblia es la revelación especial y personal de Dios, inspirada, confiable y
autoritativa para todo tiempo y cultural. En general, con esto no tenemos problema los
evangélicos, otra vez, al menos en la teoría. La cultura humana contemporánea, otra fuente del
quehacer teológico, incluye la conciencia humana, la creación, la historia, los procesos y
productos de la razón y la cultura. La experiencia, por su parte, es importante también para el
quehacer teológica, aunque no siempre bien ponderada. Por eso, vale decir que la salvación es
vista como una experiencia. El discipulado, entre otras cosas, pretende que los seguidores de
Jesús experimenten el poder del Espíritu, el evangelio y los valores del reino de Dios en sus
vidas, circunstancias y relaciones. ¿O no?

5. Con “T” mayúscula. He dejado de último a la “tradición” intencionalmente, por ser la fuente a
la que los evangélicos miramos con más sospecha. Una cosa es “tradicionalismo”, y otra
“tradición” cristiana. Digamos más, ciertamente debemos rechazar cualquier pretensión de
colocar tradición alguna por encima de la Palabra de Dios. Pero, cuidado, por estas reservas nos
hemos perdido de una mirada rica a la tradición cristiana con “T” mayúscula. Hacer tradición es
traer a la memoria, de generación en generación, aquello que ha sido importante para un
colectivo o comunidad.

6. Sí, ¡hacemos tradición! ¿No hizo tradición Israel cuando recordaba a los hijos, y a los hijos de
los hijos, acerca de Jehová, su ley y hechos poderosos y liberadores? La tradición es a los
colectivos lo que la mente a un individuo. Prescindir de ella es atentar contra la historia, las
raíces e identidad comunitarias. ¿No habla el Nuevo Testamento de la tradición de los apóstoles?
¿No encomendó Pablo a los discípulos repetir con idoneidad lo que habían recibido? Hacemos
tradición en todas las comunidades vitales, religiosas o no. Es cuestión de memoria, y en nuestro
caso de memoria teológica. Piénselo bien, sin este ejercicio (traer a la memoria) no podemos
hacer teología, ni vivir la fe, ni cumplir la misión. No nos amarramos a dogmas ni confesiones,
convengamos; pero sí valoramos el testimonio de quienes intentaron antes que nosotros. ¡Eso es
tradición con “T” mayúscula! ¿Valoramos o no lo que pensadores y escritores evangélicos
respetables tienen para decir de esto o aquello? ¡Eso también es hacer tradición con “T”
mayúscula! ¿Cómo leyeron el texto, hicieron preguntas y respondieron otros cristianos en el
pasado ante situaciones de pandemia? ¡Eso es tradición con “T” mayúscula!

7. Tres acercamientos. ¿De qué hemos venido hablando hasta acá? Pues, hemos querido hacer
ver que, en alguna medida, podemos acceder a lo que Dios es, ha hecho, dicho y demanda por
medio de su Palabra, la cual encuentra su clímax en Cristo. Hemos querido decir también que esa
revelación tiene que ser interpretada y vivida en cada generación. Por eso, vez tras vez, debemos
hacer estos tres acercamientos en nuestro quehacer teológico:
 Primero, averiguar lo que dice la Biblia (teología bíblica)
 Segundo, interpretar qué significa lo que dice la Biblia (teología histórico sistemática)
 Tercero, elaborar nuestra respuesta de fe en cada generación (teología práctica o
pastoral).
 Repito, los tres acercamientos son necesarios e interdependientes. ¿Valoramos el estudio
de tales intentos en la historia? Deberíamos. Seguidamente, haremos una revista de la
historia de la teología. Téngase en cuenta que no es exhaustiva y busca, sobre todo,

3
encontrar en sus principales énfasis pistas del quehacer teológico necesario para nuestro
tiempo.

Breve reseña de la teología y la nuestra


1. La teología tiene su historia. Conocerla nos permite comprender de dónde venimos, por dónde
hemos pasado, cómo y por qué hemos llegado a pensar y expresar la fe de una manera u otra. La
historia de la teología tiene que ver con los distintos énfasis teológicos que, a la sazón de ciertos
entornos culturales, procesos y acontecimientos históricos, han demandado de los cristianos
(personas y comunidades en diferentes lugares y épocas) asumir posiciones ante la Biblia y ante
la cultura; todo eso como parte de su lealtad a Jesús y su causa en el mundo. Para ello, tales
personas y comunidades (no siempre de modo consciente) han echado mano de determinadas
mediaciones disciplinarias y metodológicas. Así ha sido en cada período de la historia del
cristianismo. Por eso, no es exagerado afirmar que la teología hunde sus raíces prácticamente en
los inicios de la fe cristiana misma.

2. Aludiendo a “3P”. Tradicionalmente, la historia de la teología suele abordarse aludiendo a


“3P”: períodos históricos, pensadores sobresalientes y pensamientos representativos. Más que
datos fríos y parcelados, una historia de la teología provechosa debería prestar especial atención
a las coordenadas generales que trazan rutas, dibujan mapas, pulsan esos rasgos que permiten
apreciar las tensiones, motivos, solapes, énfasis, búsquedas, avances o retrocesos, convergencias
o disrupciones en esos intentos por comprender y expresar la fe cristiana en cada época.

3. Mirar para comprender. Como grandes momentos de la historia de la teología cristiana se


habla del apostólico, el patrístico, el escolástico y el moderno. ¿Y ahora del postmoderno? Otra
vez, hay que tener cuidado con la tentación de parcelar la teología, o el estudio de su historia, al
punto de desatender las relaciones dinámicas que trascienden lo cronológico, geográfico y
cultural. A veces, basta solo con mirar al pasado para comprender muchas de nuestras carencias
o excesos, aciertos y desaciertos. En cierta manera, podemos decir acá, tocante a la teología y su
historia, lo que el Predicador o Qohelet: “No hay nada nuevo bajo el sol”.

4. Los comienzos del evangelio. Brevemente, recordamos cómo comenzó esta historia. Jesús,
profetizado y esperado, nació en pleno apogeo del imperio romano. Todo inició con el
cumplimiento a tiempo de una promesa (Gál. 4:4), el acontecimiento luminoso de la encarnación
(Juan 1), la entrega y victoria de la vida (Evangelios: pasión, muerte y resurrección) y la
respuesta de fe como seguimiento (final de los evangelios y demás escritos del Nuevo
Testamento). El evangelio comenzó a anunciarse en medio de la cultura grecolatina. Eran
tiempos de gemidos entre los marginados. Por doquiera había sufrimiento y desesperanza. A
estos Jesús, por cierto, dedicó especial atención. El mundo religioso era una mescolanza de
filosofías, sectas judías y cultos de misterio que nada podían hacer para devolverle a la mayoría
la dignidad humana y sentido a la vida presente y futura.

5. Etapa fundacional. Los primeros cristianos, en su mayoría judíos, tuvieron que reinterpretar el
judaísmo a la luz de los eventos Cristo y Pentecostés. En la medida en que avanzaba el
cristianismo, la comunidad gentil pasó a ser mayoría, lo que planteó nuevos desafíos de
interpretación y contextualización. La labor de los apóstoles sería fundamental en esa etapa
fundacional. Ellos recibieron directamente de Jesús lo que luego, por inspiración del Espíritu,

4
comunicaron a las nacientes comunidades creyentes. Los cristianos tuvieron, pues, que hacer
teología en tiempos de sufrimiento, opresión y pluralismo. ¡Cualquier parecido con la
coincidencia es pura realidad!

6. Hacia adentro y hacia afuera. Hacia adentro, fueron apareciendo distintos desafíos éticos,
litúrgicos, diaconales, doctrinales y administrativos. Hacia afuera, entre los principales, hubo que
responder a los ataques de los filósofos paganos. Para ello, unos cristianos rehusaron usar
categorías filosóficas. Otros, las emplearon en función de una comunicación más contextual del
evangelio. ¿Sigue siendo esa una opción válida? Pienso que sí. Unas veces, esa vía resultó
exitosa. Otras, no tanto. Incluso, hubo momentos en los que lo evangélico se supeditó a lo
filosófico. Pero, otra vez, el mal uso de un recurso o instrumento no invalida su utilidad.

7. Del movimiento a las creencias. Lamentablemente, lo que comenzó siendo un vigoroso


movimiento de amor, servicio y testimonio en el nombre y en pos de Jesús de Nazaret, a la
postre, degeneró en diatribas interminables, y hasta sangrientas. Una mancha sobre el
movimiento de Jesús de Nazaret, ese que exigió a Pedro esconder su daga e impertinencias. De
esta manera, lo que unos y otros pensaban de lo dicho por Jesús llegó a ser más importante que
amar y seguir a Jesús mismo (Harvie Cox). ¡Cualquier parecido con la coincidencia es pura
realidad! Las controversias entre cristianos cristalizaron en la convocatorio de cuatro concilios
(Nicea, Constantinopla, Éfeso y Calcedonia). El logro más notable de esta etapa conciliar fue la
sistematización de los principales rasgos de nuestra fe en el Dios trino (Padre, Hijo y Espíritu
Santo).

8. Poder y estructuras. La vitalidad interna y el crecimiento exponencial logrados por la iglesia


en los dos primeros siglos comenzaron a declinar. Varias causas se dieron para ello. Con la
movida de Constantino, el imperio se hizo cristiano (o lo pretendió), y el cristianismo se hizo
imperial. El poder superó al modelo de amor y servicio, las jerarquías ahogaron la vida
comunitaria y los sistemas de creencia opacaron a la fe sencilla y vital. Una vez saboreado algo
del poder constantiniano, la iglesia se acomodó y el cristianismo decantó. Como era de esperar,
menguó el fervor misionero y evangelizador.

9. Decadencia y caídas. Los mahometanos conquistan Oriente, la iglesia en Occidente palidece.


Cae Roma. El cristianismo sigue en decadencia. Con todo, hay que decirlo, en cada época de la
historia, cual remanente del Antiguo Testamento, siempre hubo comunidades fieles al evangelio,
resistentes a los desmanes políticos, culturales y doctrinales, y con inquebrantables anhelos de
reforma.

10. Reforma Protestante. Una suma de anhelos de reformas se puso al servicio de la gran
Reforma Protestante: el auge del pensamiento modernista, el repunte por el interés de los
idiomas clásicos, la decadencia del clero romano, el abuso de las burguesías en ascenso, el
abandono de la gente sufrida sin asistencia social ni espiritual, el auge de los ideales liberales, los
cambios políticos en Europa y en el mundo. Para el s. XVI, en Alemania, Suiza y Ginebra se
levantaron distinguidos reformadores, siendo Lutero la figura más representativa. En desafío al
sistema medieval, Lutero llamó de vuelta al evangelio de Jesús y al Jesús del evangelio. Sus
ideas tuvieron repercusiones en todos los ámbitos de la cultura, especialmente en lo religioso. Es
imposible hablar de la cultura Occidental y el cristianismo global sin aludir a este hito.

5
11. Resurgir teológico. Hay un resurgir teológico con Anselmo de Canterbury y sus clásicos
argumentos para probar la existencia de Dios (s. XI). Aparece Tomás de Aquino (XIII),
arquitecto teológico de la ICR hasta el s. XX, con su Summa Teológica. En esta etapa se nota la
incidencia de los teólogos y la fuerte influencia de la filosofía griega, en especial de Platón y
Aristóteles, en la teología occidental. El sistema tomista prevaleció más o menos invicto hasta el
s. XVI. Justo González nos invita a descubrir un detalle interesante: los teólogos del Atlántico
norte tienen predilección por la filosofía, mientras que los latinoamericanos y demás países del
llamado tercer mundo por la sociología.

12. Desafíos y oportunidades. Hasta acá, es justo discernir que a cada generación de cristianos le
ha tocado lidiar con desafíos y oportunidades para interpretar y expresar su fe. Siempre ha sido
así. En tal sentido, el quehacer teológico ha implicado responder y aprovechar. Para ello, en
general, en cada período ha sido clave: la vitalidad interna de las comunidades de fe, el uso
creativo de los medios de comunicación, el testimonio evangélico en palabras y en hechos. Los
primeros creyentes supieron usar los caminos romanos, los reformadores el ambiente de
insatisfacción y la imprenta, los creyentes de la era moderna los recursos de la crítica y la
hermenéutica. ¿Y nosotros hoy? Hasta acá, el cristianismo ha visto el devenir de varias eras:
apostólica, patrística, medieval, moderna y la actual como quiera que se asuma.

13. Tres vertientes desembocan en América Latina. En nuestro caso, confluyen tres grandes
vertientes: a) la llegada del llamado protestantismo histórico europeo al continente y las
sucesivas mutaciones que se dieron por estas tierras: pentecostalismos, carismáticos y neo
carismáticos (J.P. Bastián), b) las convulsiones sociales y políticas de la región, especialmente a
partir de la década de los 60, y c) los intentos por una teología más autóctona con focos
divergentes en la iglesia, la misión y la sociedad. Estos influjos explican, en buena parte,
nuestros rasgos, tensiones, contradicciones, riquezas y potencialidades.

14. Énfasis primarios en América Latina. El protestantismo europeo arribó e influyó sobre
EEUU y éste, a su vez, sobre nuestros pueblos. La impronta heredada fue traída por los
misioneros que venían con el evangelio y, en su momento, pensaron principalmente en la
capacitación de los obreros que atenderían a las nuevas iglesias o eventualmente establecerían
otras. Los esfuerzos educativos, en iglesias y seminarios, por tanto, se redujeron prácticamente a
la conversión de nuevas personas, la piedad individual y la plantación de nuevas congregaciones.
A tales fines, reprodujeron los modelos educativos y administrativos a los que ellos mismos se
habían expuesto. Ser evangélico era abandonar relaciones y prácticas pasadas y especialmente
ser anti católicos (Míguez Bonino). También se dio importancia a la apologética para responder a
los cuestionamientos en las universidades y debatir con los católicos. Más adelante, a lo
evangélico en América Latina se le vinculó a la clase burguesa y los ideales liberales de las
naciones nórdicas tenidas como modélicas de desarrollo.

15. Contexto y realidad. A mediados del siglo XX, con los aportes de varios educadores,
filósofos, teólogos y poetas la teología latinoamericana comenzó a interesarse por otros
enfoques, métodos y contenidos. Entre otros, hay que destacar la influencia de Paulo Freire y la
Teología de la Liberación. La teología latinoamericana llegaría a proponer que el contexto
importa, y que, por lo tanto, debe tomarse en cuenta al momento de hacer teología y cumplir la

6
misión encargada por Dios a la iglesia. Este será, de hecho, su principal aporte al concurso de la
teología global. Dirá también que la transformación de la realidad es parte (o debería) tanto de la
reflexión teológica como de la vivencia de la fe.

16. Avances, aportes y pendientes. Con el correr del tiempo, nuestra teología ha hecho avances
importantes en materia de ciencias bíblicas, reflexión teológica contextual y en los abordajes
pastorales relevantes. Misión integral es una producción con sello latinoamericano. Pero nuevos
desafíos han surgido que se suman a tareas pendientes, a las cuales habrá que responder:
 Las condiciones que impulsaron los intentos iniciales de contextualización han cambiado
desde la década de los 60
 Las complejidades propias de este mundo globalizado: una pobreza que hoy es
generalizada, la supremacía del mercado sobre la vida y los daños causados al ambiente
 Las contradicciones latentes en torno a cómo percibir lo postmoderno
 La necesidad de repasar qué es lo que constituye nuestra identidad evangélica
 El desafío de la urbanización y los movimientos migratorios
 El drama de nuestras comunidades indígenas y las crecientes demandas de las minorías
 Y, más recientemente, los inevitables reacomodos ante los escenarios post pandemia
 David Suazo habla, además, de la necesaria complejización de las categorías
“contextualización” y “transformación”. 1

Quehacer teológico y pastoral


1. Teología pastoral y práctica pastoral. De los tres acercamientos del quehacer teológico
(bíblico, histórico-sistemático y práctico), en esta ponencia nos interesa revisar particularmente
el tercero. La pastoral evoca fundamentalmente la praxis de la fe. En esta parte, quisiera revisar
algunas definiciones formales de pastoral y luego hacer algunas observaciones con relación a
ciertos ajustes que estimo deberíamos acometer en nuestras nociones y prácticas pastorales
actuales. La teología pastoral involucra dos movimientos: la sustentación teórica y la expresión
práctica de la fe. En las definiciones, con fines didácticos, se hará la distinción. Después de las
definiciones, emplearé pastoral de modo indistinto, dando por sentado que lo uno lleva a lo otro
y viceversa (teoría-práctica; práctica-teoría).

2. Orlando Costas refiere lo siguiente: “Entiéndase por pastoral toda aquella acción que busca
correlacionar el evangelio (o la fe cristiana) con las situaciones concretas del diario vivir,
sirviendo de puente para la experiencia (internalización, incorporación y actualización) de la fe
en la vida cristiana. Y puesto que la vida cristiana toma diversas formas, la pastoral será tan
complicada como la vida misma. De ahí que al hablar de pastoral se necesita concretar la acción
a la que se refiere”.2 Notemos en la definición de Costas la función correlativa de la pastoral,
busca conectar el evangelio con lo cotidiano y servir de puente a la experiencia de fe cristiana,
individual y colectivamente, en acciones tan diversas como contextos surjan.

1
David Suazo, “Apuntes para una educación teológica evangélica desde América Latina”, Kairós, núm 36
(enero-junio, 2005).
2
Orlando E. Costas, Educación teológica y acción pastoral en América Latina. En SEBILA (Ed.), Módulo de
Fundamentos de Pastoral (San José, Costa Rica: SEBILA, 1987), p. 37.

7
3. Plutarco Bonilla señala que: “Este término no abarca tan solo la tarea que le corresponde al
pastor en tanto ministerio de la palabra y los sacramentos. Tiene que ver, de hecho, con todos y
cualquiera de los aspectos de la vida y misión de la iglesia”. 3 Bonilla, por un lado, nos ayuda a
captar la diversidad de actores en la pastoral y, por el otro lado, su variedad de ámbitos. Nos
recuerda, además, que la pastoral debe verse como genuina expresión de la misión de la iglesia.

4. Seward Hiltner, de la teología pastoral, dice: “Es la reflexión crítica y sistemática sobre las
acciones pastorales de la iglesia”. De esta concisa definición rescatemos la sustentación teórica
que requiere la práctica pastoral. Luego notemos la pluralización de las pastorales de la iglesia,
es decir, pueden y deben surgir tantas pastorales como realidades y necesidades humanas se
presenten.4 Hiltner plantea cuatro grandes categorías de la pastoral con foco en la misión “curar,
sostener, guiar y reconciliar”.

5. Finalmente, leamos este comentario de Jenny A. Santamaría:


El desafío de la teología radica en posibilitar genuinos horizontes de proyección y de
desarrollo humano. Toda la cultura de muerte, de indiferencia, de escepticismo, de
relativismo, de desesperanza, y a su vez, la cultura inmediatista, evoca y convoca a la
teología a ejercer su papel, generando vías alternativas de trasformación, ya que su
misión fundamental es la de dar luces de vida y esperanza al caminar histórico de los
pueblos con base en el mensaje evangélico que se evidencia en Jesús. 5

6. Santamaría muestra que la teología pastoral está para generar alternativas de transformación.
Llama la atención también la imagen que emplea, ve la teología pastoral como un reflejo de luz
de vida y esperanza al andar de los pueblos. ¡Cuánto se necesita de ello, especialmente hoy
cuando las demás luces de la sociedad tienden a apagarse! Es vital precisar que las iglesias, y sus
pastorales, son apenas el reflejo de la verdadera fuente: el evangelio, como dice Juan: “La luz
brilla en la oscuridad, y la oscuridad jamás podrá apagarla” (Juan 1:5, NTV). Acá ya avistamos
la marca de una teología y pastoral vitales, unas que no se dejan mitigar, ¡que irradian esperanza
en medio de los tiempos oscuros! De hecho, es cuando más se espera que lo hagan.

7. Nociones y prácticas en revisión. Estos insumos ya nos permiten cuestionar lo que hemos
entendido y practicado como pastoral, hasta ahora, en la mayoría de nuestras congregaciones
evangélicas. Este es, por cierto, un buen ejemplo de la manera en que hemos leído los textos,
reflexionado la fe y vivido la misión. También podría ser, a la inversa, un recordatorio de un
procedimiento a evitar, nos muestra lo que resulta de ciertos prejuicios culturales o de responder
teológicamente más por la reacción que por la reflexión. En ámbitos evangélicos hemos limitado
la pastoral a contextos clericales, es decir, como algo reservado a los carismas, vocaciones o
llamados ministerios de la Palabra: profetas o predicadores, pastores-maestros, evangelistas y
misioneros.

3
Plutarco Bonilla, citado en Pablo A. Deiros, Diccionario Hispano-Americano de la misión (Bellingham:
Logos Research Systems, edición electrónica, 2006).
4
Seward Hiltner, citado en Pablo A. Deiros, Diccionario Hispano-Americano de la misión (Bellingham:
Logos Research Systems, edición electrónica, 2006).
5
Jenny A. Santamaría, Hacia un quehacer teológico-pastoral pertinente y relevante en el contexto
postmoderno, en Theologica Xaveriana (Bogotá: Universidad Pontificia Javeriana, 2002), p. 307.

8
8. Segundo, hemos tendido a circunscribir la pastoral a los ámbitos litúrgicos, administrativos y
unipersonales: la conducción del culto público, la enseñanza y la predicación, la administración
de ordenanzas y la gestión de ciertas tareas (visitas, coordinación de reuniones, procesos
formativos, administrativos y organizacionales). Tercero, entre nosotros la pastoral ha sido
típicamente adulta y androcéntrica (preponderantemente masculina). La participación de la
niñez, las juventudes y las mujeres es marginal, con poco o ningún arraigo orgánico.

9. Mayormente en la tradición católica, y afortunadamente en algunas experiencias evangélicas


más recientes, la pastoral ya es vista como la práctica de la fe por parte de todo el pueblo de
Dios, para vivir y aplicar todo el evangelio en toda realidad concreta que lo requiera. Vamos a
desglosar esto. Primero, sin desdén de los conocidos carismas de la Palabra (Efesios 4),
ministerios colegiados o de dedicación exclusiva, la pastoral se debe fundamentar en el
sacerdocio de todos los creyentes, es decir, “la formación de los santos para la obra del
ministerio”. Segundo, la pastoral necesaria tiene que ver con la vivencia de la fe en lo cotidiano,
y no solo dentro de nuestros templos. ¿Quizás por eso nos ha costado tanto sortear los embates
de la pandemia? Tercero, la pastoral debe apuntar a la transformación de la vida (en todas sus
manifestaciones), comunidades y realidades.

10. Algunas pastorales relevantes. Recordemos que hay que ir de la noción a la práctica, pero
también es válido aportar sustentación a las prácticas de la fe. El ejemplo de Jesús nos ilustra: a)
exponía a los discípulos a la realidad por medio de recorridos, b) los desafiaba a una oración
sensibilizadora, c) los animaba a pensar en obreros, y d) los enviaba. La tradición católica ha
propuesto esta metodología para imaginar y concretar las pastorales: a) observar: exponerse,
mirar, averiguar, investigar, imaginar, descubrir rostros, voces y realidades ocultas o ignoradas;
b) juzgar: sugiere un juicio no solo intelectual, sino moral. Implica reflexión, hacer buenas
preguntas, interpretar e imaginar posibilidades a partir de la realidad misma, de la lectura de la
Palabra y participación del pueblo de Dios (con sus dones, talentos, historias, experiencias,
incluso heridas); c) actuar: formular líneas pastorales, viabilizar las acciones y respuestas.
Ayudan mucho las buenas preguntas de la planificación (qué, por qué, quiénes, cuándo, cómo,
con qué); d) celebrar: la fe cristiana está llena de símbolos festivos y celebraciones de la vida y la
esperanza. No se trata solo de una manera de cerrar “un proyecto” impersonal. Tiene que ver con
logros, oportunidades, sanidades, restauraciones. Me permito la mención de algunas pastorales
necesarias. Podemos pensar en otras: educativas, hacia personas violentadas, hacia la familia y
similares.

 Pastoral de la niñez y la adolescencia. Hemos pasado de verles como objetos de cuidado


y protección a sujetos de derecho. Más recientemente, se les ve como actores
protagónicos de la construcción de su destino. Ellos necesitan especialmente dos cosas:
condiciones para vivir y desarrollarse integralmente, y contención interna en medio de
tanto desgaste, miedo y desesperanzas. Muchos son blancos de abusos de todo tipo,
incluso dentro de sus casas. Hacer algo por ellos, en el nombre del Señor, significará no
solo ganar sus almas para el cielo, sino garantizar la generación que hará frente a los
problemas que les heredaremos. Ellos constituyen, al mismo tiempo, los discípulos de
Jesús que tomarán las riendas de nuestras iglesias, vivirán y compartirán el evangelio con
su generación. Por cierto, ¿haríamos algo por ellos a sabiendas de que nunca visitarán
nuestros templos? ¿Cómo ver, juzgar, actuar y celebrar entre las realidades de nuestra

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niñez y adolescencia? ¿Cómo recorrer las aldeas de nuestra realidad, orar, pensar en
obreros y decidirnos a salir como instrumentos del Señor entre ellos?

 Pastoral migrante. Migrar es moverse, forzada o voluntariamente en busca de mejores


condiciones para la vida. En nuestro contexto, la migración centroamericana y la
venezolana representan las más desafiantes. Venezuela encabeza el movimiento humano
más grande en décadas. La salida, el trayecto y los intentos de ingreso de los migrantes
presuponen procesos complejos que requieren del acompañamiento integral de la iglesia
hacia el migrante y hacia la familia que queda atrás. La sociedad necesita superar
estigmas y sesgos hacia los migrantes. La iglesia necesita educarse con relación a esta
realidad. Urge una mirada a la migración desde los relatos bíblicos, y no tan solo desde
las pasiones y lecturas políticas y socioeconómicas. La migración, incluso, puede servir
de metáfora del discipulado cristiano. En los migrantes hemos de encontrar también el
rostro de Cristo, sus ojos que nos mira y su voz que nos habla, ¡que interpela nuestra
desidia humana y cristiana! Afortunadamente, recientemente vemos esfuerzos
esperanzadores de organizaciones y congregaciones con foco en los migrantes. El caso de
“Como nacido entre nosotros” es un movimiento de sensibilización, movilización y
acompañamiento a las comunidades con pastorales hacia los migrantes. ¿Cómo ver,
juzgar, actuar y celebrar entre las realidades de los migrantes? ¿Cómo recorrer las aldeas
de nuestra región, orar, pensar en obreros y decidirnos a salir como instrumentos del
Señor entre ellos?

 Pastoral ecológica. El concepto de mayordomía no nos es extraño. En general, hemos


trabajado esta dimensión en nuestras iglesias. Pero las condiciones del planeta han
cambiado drásticamente. No hay acuerdo con relación a la valoración de los daños que
nuestros hábitos de producción y consumo causan al ambiente. ¿Tendríamos que levantar
la voz al respecto? Nos corresponde enseñar que Dios es Señor de la creación. Que
nosotros somos solo cuidadores, no explotadores de la naturaleza. Parte de nuestra
función debería ser denunciar todo trato injusto hacia el medio ambiente y proponer
principios y modelos de relacionamientos más armónicos y sustentables. Sabemos que la
creación gime por redención, pero entre tanto somos signos de esa nueva creación que
aguardamos. Recordemos que, antes de colocar a los humanos, el Señor tomó cuidado de
crear las condiciones favorables para la vida plena. ¿Cómo ver, juzgar, actuar y celebrar
entre las realidades que tocan el medio ambiente? ¿Cómo recorrer las aldeas de los
atentados a la creación de Dios, orar, pensar en obreros y decidirnos a salir como
instrumentos del Señor?

Interpelaciones de la pandemia
1. Una humanidad interpelada. Toda interpelación comporta interrogación, cuestionamiento y
demanda. Pensemos, primero, en la interpelación a la humanidad. La pandemia confronta
nuestros modelos de producción y consumo, cuestiona nuestro trato al medio ambiente y pone al
descubierto tanto egoísmo. La pandemia nos echa en cara el abandono de los más frágiles de la
sociedad. La pandemia descubre que el tan mentado progreso no ha sido para todos. Nos
recrimina haberle levantado un altar al mercado globalizador de pandemias sociales. Abofetea
nuestras soberbias. Ante un diminuto virus, de nada han servido las armas, el dinero y tanta
técnica. Los verdaderos héroes han sido los que se han atrevido a exponer sus vidas para

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garantizar tantas como sea posible proteger o curar. El momento nos interpela con un necesario
arrepentimiento global, individual y colectivo.

2. Pasemos a la interpelación de las comunidades de fe en general. Son llamadas a posponer todo


ánimo de competencia y unir fuerzas en función de la vida. ¿Seremos nosotros capaces, por
ejemplo, de sumar con otras denominaciones evangélicas, incluso otras religiones, para trabajar
en pro del bienestar común?

3. Pensemos, ahora, en las interpelaciones a nuestras comunidades evangélicas. Todavía nos


siguen separando las diatribas. Buena parte de nuestro liderazgo parece seducido por el poder, la
familia y la gloria de los pequeños imperios. El cierre voluntario y temporal de nuestros templos
nos ha movido el piso, pues nuestro ser y hacer parece que giraba en torno al templo, ciertas
actividades y el desempeño de unos pocos. Dios usó la pandemia para devolvernos a casa, para
darle un frenazo a nuestros desboques. Este tiempo nos recuerda que ser iglesia es, antes que
nada, la gente, la comunidad de fe. Hemos sido convocados a mirar la integralidad de la vida
humana como parte de nuestra espiritualidad. El uso de los medios digitales ha trastocado
nuestras nociones de espacialidad, presencia, compañerismo, testimonio, educación, trabajo y
ministerio. ¿Cómo nos ha ido hasta este tiempo de confinamiento? ¿Qué nos deparan los
llamados escenarios post pandemia? ¿Hemos reflexionado al respecto? ¿Imaginamos algunas
pastorales acordes?

Desafíos y oportunidades hoy


1. ¿Pastoral de la actitud-sentido teológico? Mirar la teología solo como disciplina formal o
contenidos densos no ha sido sano. Necesitamos mirar la teología también como actitud. En este
sentido, ¡todos somos teólogos! Necesitamos ayudar a nuestros hermanos y hermanas a
interpretar la realidad teológicamente, es decir, a elaborar una respuesta teológica ante la vida y
sus circunstancias. De pronto esto es a lo que llamamos discipulado. Pero, entonces, necesitamos
ampliar y dinamizar los contenidos, los enfoques y los ámbitos de práctica. ¡Qué tal si miramos
el Sermón del Monte como núcleo curricular! ¿Y si vamos otra vez a los evangelios para ver a
Jesús de Nazaret como modelo de vida en lugares, situaciones y relaciones concretas? Mirando
cada cosa hoy, se me ocurre que urgimos de una integración del sentido bíblico, el sentido
común y el discernimiento espiritual. Para separar lo que es de lo que no es. Para que nuestra
gente aprenda a distinguir la voz de Jesús en medio de tantas voces que la imitan o tergiversan.
Nuestra gente necesita orientación teológica.

2. ¿Pastoral de la solidaridad? Juan Stam nos compartió un ensayo que recomiendo, “Hacia una
cristología de la solidaridad”. Aborda las clásicas etapas cristológicas de Pablo (Fil. 2:5-11) y
nos invita a ver la encarnación, la cruz y la resurrección como manifestaciones supremas de
solidaridad por parte del Dios que se hizo carne (de verdad), para identificarse (de verdad) con
nuestras realidades y abrirnos un camino de redención, vida plena y esperanza. Necesitamos
nociones y prácticas de solidaridad que superen los límites de la lástima, que tan solo se duele de
modo vertical, desde una especie de superioridad; solidaridad es compasión que se encarna, que
se involucra para participar de en el nombre del Señor.

3. ¿Pastoral de la salud integral? Al cuidado del ambiente, sumemos una pastoral de la mejor
alimentación posible; sigue en mora una teología bíblica y pastoral del cuerpo y la sexualidad

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humanas. Afortunadamente, con la pandemia, muchos se han convencido que la dimensión
afectiva de la vida es real, que forma parte del diseño que Dios nos dio y que, por tanto, no puede
ser ni ignorada, ni suprimida ni descuidada. La salud mental debe ser vista como expresión de
una sana espiritualidad. En este tiempo, hemos de preguntarnos por la concepción, el nacimiento,
la crianza, la educación, la enfermedad y la muerte en tiempos de pandemia y distanciamiento
físico. ¿Contamos ya con algunos “sustitutos funcionales” que nos permitan expresar la fe,
acompañar a nuestra gente y realzar la vida y la esperanza en medio del confinamiento?

4. ¿Pastoral de la esperanza? Esperanza cristiana es más que solo escatología. Debe ser vista
también como realidad presente gracias a la persona y obra de Cristo. El futuro de Dios debe
atravesar nuestro presente para ayudarnos a enfrentarlo con valor y confianza. La esperanza,
entonces, es presencia y poder que alienta nuestro hoy (cualquiera que sea) y proyecta nuestro
mañana. Vivir con esperanza no es negar la realidad, pero si es elevarnos por medio de la fe en la
confianza de que la última palabra la tiene el Dios de la vida. En lugar de insistir en el terror, en
elucubrar fechas o alentar teorías conspirativas, nuestro lugar tiene que ser “inyecta esperanza”.
De hecho, eso es lo que ha distinguido a la fe cristiana en momentos cruciales y oscuros de la
historia.

Quo Vadis pastoral?


1. A 493 años de esa carta de Lutero. Recuerdo que un día como hoy, 10 de agosto, pero de
1527, el reformador alemán, Martín Lutero, escribió una carta en respuesta a las inquietudes de
varios hermanos y consiervos suyos. Con la reaparición de la peste negra, muchos se
preguntaban si debían o no los cristianos huir de sus pueblos para evitar el contagio. Les animo a
buscar la carta y releerla. Llama la atención que Lutero conmina a los que tenían alguna
responsabilidad a quedarse a cumplir con el deber. Pero, no solo eso, animaba a las personas a
tomar medidas sanitarias de prevención. En la carta, deja ver la responsabilidad de los gobiernos
de proveer condiciones en favor de la prevención y las curas. Este teólogo y pastor, respetando la
decisión de cada cual, llamó a los creyentes a la solidaridad con los contagiados. Finalmente,
ante la eventual muerte, animaba a todos a hacer las paces con Dios y apropiarse de la esperanza
en el resucitado. ¡Qué magistral ejemplo de un quehacer teológico fiel y pertinente!

2. ¿Hacia dónde se desplaza la pastoral? ¿Hacia dónde debería? Leí la historia de un viajero en
el polo que viajó en trineo todo un día en sentido norte. Con premura, exigió lo que más pudo a
sus perros. Al caer la tarde, después de tan extenuante recorrido, se dispuso saber qué tan al norte
estaba. Para su gran sorpresa, se percata de que estaba más al sur que cuando había partido por la
mañana. ¿Cómo explicarlo? Durante el día, corrió y corrió hacia el norte, ¡pero lo había hecho
sobre un témpano de hielo que estaba siendo arrastrado hacia el sur por la corriente del océano! 6
Con este relato, Harold Segura nos invita a una reflexión punzante: “Puede suceder que la iglesia
se mueva en una dirección y hasta celebre su avance, pero el contexto más amplio de las
necesidades y angustias del mundo se mueva en dirección contraria”. 7

6
Harold Segura, Ser iglesia para los demás: Hacia una espiritualidad comprometida (Buenos Aires: Kairós, 2010),
p. 63.
7
Ibid.

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3. Ante tales interpelaciones. Vuelvo a las preguntas iniciales y añado otras para invitarnos a
seguir pensando, orando y viviendo la fe. ¿Significa algún aporte el quehacer teológico hoy?
¿Contamos con ejemplos y recursos para reflexionar nuestra fe y expresarla en medio de este
tiempo? ¿Cómo miramos ahora el quehacer teológico? ¿Vemos en la realidad solo amenazas, o
también oportunidades para brillar con la luz del evangelio? ¿Cómo hemos venido concibiendo y
practicando la pastoral hasta ahora? ¿Las interpelaciones de este tiempo nos mueven a hacer
ajustes para la gloria de Dios y bienestar integral de la gente? ¿Cómo nos ha ido como creyentes,
iglesias y ministerios en este tiempo de pandemia y confinamiento? ¿Hacia dónde creemos va la
pastoral en América Latina? ¿Hacia dónde nos dirigimos nosotros? ¡Hagamos teología!
¡Imaginemos pastorales fieles y pertinentes! ¡Vivamos la fe!

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