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2.la Plegaria de Ordenación de Presbíteros-Lexorandi

La plegaria de ordenación de presbíteros ha evolucionado a lo largo de la historia, experimentando modificaciones y añadidos. Tras el Concilio Vaticano II, la plegaria fue actualizada en 1968 y 1989 para que reflejara mejor la doctrina sobre el presbiterado. El texto actual estructura la plegaria en tres secciones: la invocación a Dios, la petición de la dignidad del presbiterado para los candidatos, y la petición de gracias para su ministerio.

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2.la Plegaria de Ordenación de Presbíteros-Lexorandi

La plegaria de ordenación de presbíteros ha evolucionado a lo largo de la historia, experimentando modificaciones y añadidos. Tras el Concilio Vaticano II, la plegaria fue actualizada en 1968 y 1989 para que reflejara mejor la doctrina sobre el presbiterado. El texto actual estructura la plegaria en tres secciones: la invocación a Dios, la petición de la dignidad del presbiterado para los candidatos, y la petición de gracias para su ministerio.

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LA PLEGARIA DE ORDENACIÓN DE PRESBÍTEROS

Dr. Narciso-Jesús Lorenzo Leal1

Seguro que en más de una ocasión hemos tenido la oportunidad de participar en la ordenación
de presbíteros en la catedral o en alguna parroquia. Son momentos que sobrecogen a la
comunidad cristiana que ve como el Señor sigue llamando a su servicio a hombres, jóvenes o
mayores, al ministerio pastoral y contempla emocionada como por gracia de Dios la vida de
una persona va a poder acoger y manifestar la entrega pastoral del Salvador por su Iglesia y por
los hombres en general y como algunos de sus actos serán, a partir de ahora, actos mismos de
Jesucristo. La acción litúrgica de las ordenaciones en el seno de la celebración eucarística, en
su actual sobriedad ritual y en su rica eucología, revela lo que es el oficio presbiteral en la
Iglesia y confiere esta función a los llamados por Dios para este oficio.
Después de proclamar la Palabra de Dios e implorar la misericordia de Cristo y la intercesión
de los Santos se procede a la llamada, como eco de la vocación divina, a los que van a ser
incorporados por el Espíritu Santo y la mediación ministerial de la Iglesia, al sacerdocio y
oficio pastoral de Cristo, como colaboradores del ministerio episcopal. Por la imposición de las
manos y la oración de ordenación del Obispo se confiere el oficio presbiteral. La imposición de
manos y plegaria de ordenación, nunca aisladas, sino integradas en el conjunto de la entera
acción litúrgica, son los elementos sacramentales “esenciales” de la ordenación del Obispo, de
los presbíteros y de los diáconos.

La historia del texto

Nos ocupamos en este artículo de la plegaria de Ordenación de los presbíteros tal como aparece
en el actual Pontifical. Se trata de un texto que ha experimentado una notable evolución
partiendo de su redacción original. Hasta tal punto ha visto modificaciones y añadidos, sobre
todo en la segunda edición del ritual de 1989, que casi podríamos decir que ha sido recreado. El
texto original pertenece al Sacramentario Veronense, considerado leoniano según muchos
investigadores. Con leves modificaciones, en el Sacramentario Gelasiano Reginensis, llega
casi intacto hasta la edición de 1962. La Reforma Litúrgica promulgada por el Concilio
Vaticano II producirá su primer fruto en la publicación, el año 1968, del Ritual de órdenes,
caracterizado por una notable sobriedad ritual; pero además por distinguir los gestos
propiamente sacramentales de los explicativos; por proponer para la ordenación del Obispo un
texto de la Tradición Apostólica de Hipólito, y por continuar con el mismo texto, para la
ordenación de los presbiterios, con algunos añadidos. Sin embargo, los testigos más
cualificados de la evolución de la reforma litúrgica y de su aplicación como el Obispo Pere
Tena, han señalado que la plegaria de ordenación de los presbíteros provocó enseguida
reacciones de insatisfacción por lo que podríamos llamar “insuficiencia doctrinal”. Era
necesario que en dicha plegaria la lex orandi manifestase mejor el contenido de la lex credendi

1
Tomado el día 16 de octubre de 2012: http://www.lexorandies.blogspot.mx/search/label/orden%20sagrado

1
en lo que respecta al presbiterado, expuesta, sobre todo, en el decreto conciliar Presbiterorum
Ordinis.2

La actual plegaria de ordenación presbiteral

Asístenos, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, autor de la dignidad humana y dispensador de todo don y
toda gracia; por ti progresan tus criaturas y por ti se consolidan todas las cosas
Para formar un pueblo sacerdotal, Tú dispones con la fuerza del Espíritu Santo, en órdenes diversos a los
ministros de tu Hijo Jesucristo.
Ya en la primera Alianza aumentaron los oficios, instituidos como signos sagrados. Cuando pusiste a Moisés y
Aarón como jefes de tu pueblo para gobernarlo y santificarlo, les elegiste colaboradores, subordinados en
orden y dignidad.
Así, en el desierto diste parte del espíritu de Moisés comunicándolo por medio de setenta varones prudentes con
los cuales gobernó más fácilmente a tu pueblo.
Así, también, hiciste participar a los hijos de Aarón de la abundante plenitud otorgada a su padre para que un
número suficiente de sacerdotes ofreciera según la Ley los sacrificios, sombra de los bienes futuros.
Finalmente, cuando llegó la plenitud de los tiempos, enviaste al mundo, Padre Santo, a tu Hijo Jesús, como
Apóstol y Pontífice de la fe que profesamos. Él, movido por el Espíritu Santo, se ofreció a ti como sacrificio sin
mancha y habiendo consagrado a los Apóstoles con la verdad, los hizo partícipes de su misión; a ellos a su vez
les diste colaboradores, para anunciar y realizar por el mundo entero la obra de la salvación.
También, ahora, Señor, te pedimos nos concedas como ayuda a nuestra limitación, estos colaboradores que
necesitamos para ejercer el sacerdocio apostólico.
TE PEDIMOS, PADRE TODOPODEROSO QUE CONFIERAS A ESTOS SIERVOS TUYOS LA DIGNIDAD DEL
PRESBITERADO. RENUEVA EN SUS CORAZONES EL ESPÍRITU SANTO; RECIBAN DE TI, EL SEGUNDO GRADO DEL
MINISTERIO SACERDOTAL, Y SEAN, CON SU CONDUCTA EJEMPLO DE VIDA.
Sean honrados colaboradores del orden de los obispos, para que por su predicación y con la gracia del Espíritu
Santo, la palabra del Evangelio fructifique en el corazón de los hombres y llegue hasta los confines de la tierra.
Sean, junto con nosotros, fieles dispensadores de tus Misterios, para que tu pueblo se renueve con el baño del
nuevo nacimiento y se alimente en tu altar; para que los pecadores sean reconciliados y confortados los
enfermos.
Que en comunión con nosotros, Señor, imploren tu misericordia, Señor, por el pueblo que se les confía y en
favor del mundo entero. Así, todas las naciones congregadas en Cristo, formarán en un único pueblo tuyo que
alcanzará su plenitud en tu reino. PNSJ.

Estructura del texto

Uno de los elementos que llama la atención es que el rito de Ordenación de presbíteros
contempla como forma típica conferir el ministerio siempre a varios candidatos. La forma
original de redacción de esta plegaria está en plural. No por razones prácticas sino porque, el
ministerio presbiteral, es un ministerio colegiado, un ordo. Si bien hablamos con propiedad del
Obispo de una Iglesia particular, no hablamos de presbítero, sino de los presbíteros en una
Iglesia. El título de la segunda edición del ritual de órdenes es, pues, significativo: Pontifical

2
La parte de la plegaria presentada en mayúsculas ha permanecido idéntica en las ediciones de 1968 y 1989. Es la sección
que contiene los “verba quae naturam rei pertinente” lo que no significa ni que sean aislables del resto de la plegaria, ni que
no sea la totalidad de la plegaria la que, por decirlo de alguna manera, atrae la gracia divina sobre los candidatos. El número
112 de los actuales prenotandos dice literalmente: Por la imposición de manos del Obispo y la plegaria de ordenación, se
les confiere a los candidatos el don del Espíritu Santo para su función presbiteral. ¿Cómo interpretar, pues, esta
esencialidad, más allá del asencialismo medieval? En estas palabras se concentra el agente y la función, de forma
indiscutible expresan lo que se quiere alcanzar y quien está capacitado para conseguirlo. Son, en situación excepcional, el
requisito imprescindible que se exigen para la validez del acto (Ibid. 112).

2
Romano. Ordenación del Obispo, de los Presbíteros y de los Diáconos. De este modo se refiere
en primer lugar a la ordenación del Obispo porque es la cabeza de la Iglesia particular y porque
en él reside la plenitud del oficio pastoral. En segundo lugar a los presbíteros que son
incorporados al oficio pastoral por medio del Obispo y en cuanto colaboradores suyos en la
Iglesia local para la edificación de la entera Iglesia de Cristo.
Sabemos bien que toda plegaria litúrgica es simultáneamente confesión de fe y parte integrante
de alguna forma de acción sacramental. En este caso es elemento decisivo del rito de la
ordenación presbiteral. Por ser confesión de fe es resultado de la fe de la Iglesia, que es siempre
idéntica a sí misma, porque la Revelación nos ha sido dada definitivamente para nuestra
salvación en el Misterio de Cristo (cfr. Hb 1,1-2), pero a la vez abierta en continuo progreso de
profundización, por acción del Espíritu, que conduce a la Iglesia hacia la plenitud de la
revelación ya dada (cfr. Jn 16,13). Esto explica, en último término, la evolución de algunos
textos litúrgicos, que son siempre eco enunciativo y deprecativo del Misterio salvífico,
expresado con mayor o menor precisión. Sólo en aquellos casos en los que el texto se muestra
insuficiente, se reemplaza o por otro mejor, como el caso de la plegaria de la ordenación del
Obispo, o se completa como ocurre en el caso de la oración de ordenación de los presbíteros.
Por tanto, se puede afirmar que el ministerio presbiteral ha sido conferido en la Iglesia siempre
conforme a su verdad aunque los textos hayan requerido en el presente una mejor formulación
para lograr esa perfecta consonancia verbal entre la lex orandi y la lex credendi.
El texto responde de forma absolutamente clara a lo que convenimos llamar “dinamismo
deprecativo anamnético-epliclético” de la eucología cristiana, y por extensión de toda la acción
ritual o acción sacramental. Una Ordenación es siempre una acción divina, una prolongación en
el tiempo de las maravillas de la salvación. Conferir un ministerio sacramental, confiar una
tarea pastoral, vincular a Cristo de modo tan singular, sólo será posible en virtud de la voluntad
divina, de la acción sacerdotal de Cristo y la comunicación del Espíritu Santo en perfecta y
armoniosa sinergia tripersonal. La Iglesia, y en ella aquellos que ya han recibido la función de
administrar la Casa de Dios o dispensar los santos misterios, se vuelve hacia lo alto para que el
Señor atienda su necesidad y haga eficaces sus acciones rituales. Por ello, la plegaria será
siempre dirigida al Padre de acuerdo con la economía trinitaria y la orientación teológica propia
de la eucología romana.
La oración se divide estructuralmente en dos grandes bloques: 1. La sección anamnética
introducida por una invocación teológica en la que se confiesa la soberanía y omnipotencia
divina y la narración del cuidado paternal y pastoral que Dios ha dispensado a su pueblo a la
largo de la Historia de la salvación, sobre todo con la llegada de Cristo a Israel y a la historia
humana como Apóstol del Padre y Pontífice ante Dios. 2. Sigue inmediatamente la sección
epiclética con la súplica especifica que Dios confiera el presbiterado a alguno o algunos de los
hombres de la Iglesia, mediante una acción interior del Espíritu Santo. A continuación se
suceden las súplicas para que los ordenados desempeñen las tareas presbitareles como
cooperadores del ministerio episcopal, de ahí que el Obispo suplique a Dios: los colaboradores
que necesitamos para el ejercicio del sacerdocio apostólico.
Este texto eucológico que, como señaláramos se remonta al siglo V, ha acogido a través de las
sucesivas modificaciones los elementos necesarios que expresan la naturaleza del oficio de los
presbíteros. El sustrato bíblico es muy claro tanto en la tipología veterotestamentaria como en
la referencia fundamental del ministerio sacerdotal a Jesucristo y a los Apóstoles. Así mismo se
aprecia con claridad la doctrina del Vaticano II incorporada en la revisión y redacción

3
definitiva de la segunda edición típica del año 1989. Podríamos decir que los textos
eucológicos vienen a ser como esponjas con suficiente capacidad de absorción doctrinal. En
toda la primera parte de la plegaria se advierte claramente una sucesión anamnética en tres
momentos, que van desde la creación, pasando por la economía veterotestamentaria hasta llegar
a la plenitud de los tiempos con la Encarnación de Cristo. La epíclesis, en el corazón mismo de
la plegaria, se divide en dos peticiones. La primera que pide los necesarios colaboradores del
ministerio episcopal, da… auditores y una segunda, considerada la parte esencial de la plegaria,
en la que se suplica la dignidad presbiteral para los candidatos, presbyterii dignitatem, la acción
interior del Espíritu Santo, innova in visceribus Spiritum sanctitatis, y la recepción del segundo
grado del ministerio sacerdotal, secundi meriti munus.3 La plegaria se cierra con otra sucesión
tripartita de peticiones introducida por un sint que expresa finalidad, las finalidades del
ministerio presbiteral.

La Invocación y primera anamnesis

La invocación comienza con un asístenos. Este adesto inicial es un término con una gran fuerza
expresiva capaz de ilustrar lo extraordinario de lo que va a acontecer, de probar la grandeza del
ministerio episcopal y, a la vez, la pequeñez del individuo encargado de administrar los bienes
salvíficos en la casa de Dios4. Solo con el auxilio divino el Obispo puede conducir a otros
hermanos al oficio de los presbíteros.
Lo que va a ser suplicado será atendido porque Dios es Todopoderoso, con un poder que es
liberalidad permanente, extensible sobre toda la creación desde su origen, promoviendo su
progreso y perfección, por ti progresan tus criaturas y por ti se consolidan todas las cosas.
Esta primera anamnesis hace referencia al orden de la creación, pero de alguna forma, también,
está anticipando su recapitulación final.
Este poder providencial se vuelca sobre todo con el hombre al que ha conferido una dignidad
sustancialmente diversa. Citando DH 10 Dios es llamado: autor de la dignidad humana. Dios
ha dotado a los hombres de la dignidad de la imagen de su Hijo, al haber sido revestidos de
Cristo por el Bautismo (cfr. Ga 3,27), y como consecuencia hechos participes de la vida divina
(cfr. 2Pe 1,4). Esta es, pues, la razón última de la dignidad humana. Podemos concluir que
cuando hablamos de anamnesis en cualquier texto eucológico los hechos expuestos no son
mero recordatorio de algo pasado, sino el testimonio dirigido a la fe del continuo actuar divino,
de ahí la doble alusión en este texto al progreso continuo de las criaturas y a la consolidación
de todas cosas.

3
Sobre la evolución del texto citamos un artículo del Obispo Pere Tena titulado: “Prex Orationis de los presbíteros. Etapas
de la formación del texto”, en AA.VV., Myterium et Ministerium. Miscelanea en honor del profesor Ignacio Oñatibia,
Victoriensia, vol 60. Vitoria 1993, pp. 459-478. Otro artículo en el que se pone paralelo entre la evolución del plegaria de
ordenación presbiteral y el desarrollo progresivo de la doctrina católica sobre el ministerio presbiteral es el de Salvador Pie,
“Plegaria de Ordenación de los presbíteros. Nueva edición del Ritual”, en Phase 186 (1991), pp. 471-490. Un amplio
estudio sobre la plegaria lo encontramos en A. García, El Modelo de Presbítero según la actual “Prex Ordinationis
Presbyterorum”, Toledo 1995.
4
En palabras del Apóstol Pablo: Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que todos vean que una fuerza tan
extraordinaria procede de Dios y no de nosotros (2 Cor 4,7).

4
Segunda anamnesis

Citando casi literalmente LG 28 enseguida hace una declaración del designio salvífico de Dios
en orden a hacer de su pueblo un pueblo sacerdotal (cfr. LG 10; PO12) por medio de los
diversos órdenes, diversis ordinibus. Se señala, por un lado, la vocación sacerdotal de todo el
pueblo de Dios y, por otro, el medio necesario para alcanzarlo: los tres órdenes, entre los que
está el orden presbiteral. No se trata de ministerios o carismas sino de tres colectivos
ministeriales de designio divino y de carácter sacramental5.
Esta segunda anamnesis resume el designio salvífico de Dios en lo que respecta al ministerio
ordenado en la Iglesia. En ellos se manifiesta la triple actuación divina. 1. Son queridos por
Dios -tú dispones. 2. Habilitados por el Espíritu Santo, -con la fuerza del Espíritu Santo. 3.
Para ser ministros de Cristo -en diversos órdenes a los ministros de tu Hijo.
La institución del ministerio ordenado responde, por un lado, a la necesidad natural de todo
colectivo humano y, a la vez, es propósito divino que viene preparado desde antiguo en el
pueblo de Dios a través de las figuras “tipo” de Moisés y Aarón y sus colaboradores -les
elegiste colaboradores, subordinados en orden y dignidad- los setenta ancianos o los hijos de
Aarón6. Se da, pues, una continuidad y una novedad en los oficios ministeriales. El pueblo de
Dios necesita de guías y sacerdotes para realizar su vocación de pueblo sacerdotal, pero todo
destinado, según el plan divino, a una forma de relación con Dios que llegará a ser
absolutamente singular. En el viejo sacerdocio se subrayaba la distancia entre el pueblo
sacerdotal, los sacerdotes oficiantes y Dios. Con la entrada de Cristo en la historia de Israel y
en la entera historia humana la atención se pone en la cercanía. Una cercanía tal que el
sacerdote pertenece a Dios y pertenece a los hombres a la vez. La Carta a los Hebreos subraya
esta proximidad en la humanidad de Jesús con gran claridad: Tal es el Sumo Sacerdote que nos
hacía falta, santo, inocente, inmaculado… Él no tiene necesidad, como los sumos sacerdotes,
de ofrecer sacrificios cada día por sus propios pecados, antes de ofrecerlos por los del pueblo,
porque esto lo hizo de una vez para siempre ofreciéndose a si mismo (7,26-27). De ahí que esta
sección anamnética termine diciendo que los viejos sacrificios de los sacerdotes antiguos son
sombra de los bienes futuros.

Tercera anámnesis

La tercera anámnesis desarrolla la economía del sacerdocio de Cristo, fundamento de toda


forma de sacerdocio o ministerio. Parece que los títulos que se dan a Cristo de Apóstol y
Pontífice, tomados de Hb 3,1 evocan las figuras de Moisés y de Aarón. Cristo es Profeta-Pastor
y Sacerdote, funciones “insinuadas” y de alguna forma anticipadas en los mencionados
personajes.

5
La conciencia sacerdotal del pueblo de Dios no ha sido siempre suficientemente percibida, como tampoco la identidad,
diferencia y necesaria relación entre el oficio sacerdotal de los ministros y la función sacerdotal de todo el pueblo de Dios.
Un momento de inflexión de esta ambigüedad lo constituyó en 1947 la encíclica de Pío XII Mediator Dei. Decisiva será la
Constitución Lumen Gentium, en particular el n. 10, que aborda la relación entre el llamado sacerdocio común de todo el
pueblo de Dios y el sacerdocio ministerial. Resumiendo, de forma muy clara lo distingue Salvador Pie en el ya citado
artículo cuando dice: el sacerdocio común es ofrenda personal, mientras que el ministerio pastoral es manifestación
tangible de la mediación sacerdotal de Cristo, p. 84.
6
Los textos bíblicos a los que remiten son: La distribución del espíritu de Moisés en Nm 11, 24ss. La elección y
consagración de los hijos de Aarón en Ex 28,1-4; 29,-9.44.

5
El texto presenta la esencia del oficio sacerdotal de Cristo. Es decir la ofrenda de su existencia,
con lo que en Jesucristo se da el ser sacerdote y oblación a un tiempo. La alusión al Espíritu
Santo es muy interesante pues amplía la comprensión del sacrificio de Cristo más allá del
Calvario, pues su entrada en la historia es el inicio del ejercicio de su sacerdocio ofreciendo su
entera existencia al Padre. Su concepción virginal es fruto del Espíritu (cfr. Lc 1,35). Su
ministerio público se inicia en el Jordán bajo la acción del Espíritu (cfr.Lc 3,22) y su entrega en
la cruz acontece también bajo la acción del Espíritu (cfr. Hb 9,14). Y será este mismo Espíritu
el invocado para que esa misión se prolongue en la historia de un modo visible y eficaz
mientras dura el tiempo hasta que el Señor vuelva, como dice la Escritura, hasta que sus
enemigos sean puestos como escabel de sus pies (1Co 15,26).
En este fragmento anamnético podemos apreciar un paralelismo entre lo antiguo y lo nuevo.
Entre la liturgia sacrificial veterotestamentaria y la liturgia de la Iglesia. La liturgia
veterotestamentaria anunciaba con el sacrificio del cordero, desde Abrahán hasta los sacrificios
del templo, el sacrificio del Cordero de Dios. Jesucristo es sacrificado en la cruz, según la
cronología joánica en el momento en que en el templo eran degollaban los corderos para la
pascua. Aquella liturgia, que no era del todo un acto externo, de alguna forma reclamaba la
participación existencial en ese sacrificio como se puede deducir de la obediencia “literal” de
Abrahán al mandato de sacrificar a su hijo Isaac (cfr. Gn 22, 1-18). Tampoco la liturgia de la
Iglesia es un culto externo porque es siempre la actualización del Sacrificio del Cordero de
Dios (cfr. 1Co 11,23-26) y porque requiere de nosotros la actitud de ofrecernos al Padre como
“hostia viva” (cfr. Rm 12,1-2). Para hacer partícipes de este sacrificio a toda la humanidad, que
es la esencia misma de la filialidad de Cristo, según lo exige la naturaleza humana como
recordará el Concilio de Trento, Dios ha previsto los ministros necesarios que “personifiquen”
al Apóstol y Pontífice7.
Podemos hablar como si estuviéramos contemplando un díptico. La primera parte, ya
mencionada, referida al sacrificio existencial de Cristo y la segunda a la misión de los
Apóstoles, a los Apóstoles… los hizo partícipes de su misión y de sus colaboradores, a ellos a
su vez les diste colaboradores. La anámnesis menciona el modo de la participación de los
Apóstoles en la misión de Cristo, habiendo consagrado a los Apóstoles con la verdad. Se trata
de una afirmación compleja que remite a Jn 17, 18-19. Un texto en el cual la misión, el anuncio
y la ofrenda se suceden y se implican. La Verdad es el entero Misterio de Cristo, la Buena
Noticia de la Salvación que se realiza en la entrega y ofrenda existencial de Cristo8.
7
DZ 1740: El mismo Dios, pues, y Señor nuestro, aunque se había de ofrecer a sí mismo a Dios Padre, una vez, por medio
de la muerte en el ara de la cruz, para obrar desde ella la redención eterna; con todo, como su sacerdocio no había de
acabarse con su muerte; para dejar en la última cena de la noche misma en que era entregado, a su amada esposa la
Iglesia un sacrificio visible, según requiere la condición de los hombres, en el que se representase el sacrificio cruento que
por una vez se había de hacer en la cruz, y permaneciese su memoria hasta el fin del mundo, y se aplicase su saludable
virtud a la remisión de los pecados que cotidianamente cometemos; al mismo tiempo que se declaró sacerdote según el
orden de Melchisedech, constituido para toda la eternidad, ofreció a Dios Padre su cuerpo y su sangre bajo las especies de
pan y vino, y lo dio a sus Apóstoles, a quienes entonces constituía sacerdotes del nuevo Testamento, para que lo recibiesen
bajo los signos de aquellas mismas cosas, mandándoles, e igualmente a sus sucesores en el sacerdocio, que lo ofreciesen,
por estas palabras: Haced esto en memoria mía.
8
El texto dice: Yo los he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí. Por ellos yo me ofrezco enteramente a ti, para que
también ellos se ofrezcan enteramente a ti, por medio de la verdad. De aquí se deduce con absoluta claridad que la
Revelación tiene por centro la Ofrenda filial y solidaria de Cristo al Padre; que la misión de la consagración de los
Apóstoles en la Verdad es hacerlos partícipes del entero Misterio de Cristo que es Evangelio y Cordero de Dios; que la
misión conlleva el anuncio del Evangelio y la ofrenda de sí en Cristo; que la evangelización y la liturgia son coextensivos y
que la Palabra y el Sacrificio son dos realidades inseparables del culto cristiano.

6
La Epíclesis

En la epíclesis podemos distinguir dos súplicas. La primera, introducida conforme a la retórica


eucológica por un te pedimos nos concedas, señala que toda acción de la Iglesia, que toda
administración sacramental, es siempre un acto de soberanía divina. Frente a la potencia divina
contrasta la debilidad de lo humano, la debilidad del obispo que tiene necesidad y suplica
colaboradores para desempeñar el ministerio apostólico – nos concedas… estos colaboradores
que necesitamos para ejercer el sacerdocio apostólico. Esta debilidad, además de constatar que
el sacerdocio apostólico es siempre un oficio que desborda las fuerzas del que lo ha recibido, es
sobre todo un oficio de naturaleza colegial y corporativa, a la vez diferenciada y jerárquica. La
necesidad expresa la naturaleza corporativa y jerárquica del ministerio pastoral. Toda la Iglesia
ha recibido la misión apostólica, pero en ella algunos, la reciben como una vocación específica,
la vocación presbiteral, y son habilitados para ella mediante consagración sacramental que será
ejercida en comunión, en colaboración y en subordinación jerárquica. Esta primera epíclesis
pide y afirma que los presbíteros son los colaboradores necesarios para el ejercicio del
sacerdocio apostólico (cfr. PO 7).9
El nunc etiam, también ahora, que introduce la epíclesis ha introducido un matiz interesante
que hace que sea algo más que una expresión temporal. Nunc etiam es una expresión
anamnética que “atrae”, como trae siempre la liturgia, los misterios de la salvación al presente,
haciéndolos hodie. También ahora, como prolongación de aquel tiempo, Cristo sigue haciendo
participes de su misión.
La segunda epíclesis parece pedir tres cosas consecutivas, 1. Confieras… la dignidad del
presbiterado. 2. Renueva… el Espíritu de santidad. 3. Reciba el segundo grado del ministerio
sacerdotal. Se trata de un fragmento con una redacción peculiar que ha permanecido idéntica
desde el texto del Veronense hasta nuestros días. En el centro, en la segunda petición aparece el
Espíritu, aparentemente como una petición autónoma y la primera y la tercera petición parecen
sinónimas. Sin embargo, las tres peticiones, están teológicamente conectadas. Es decir, Dios
por medio del Espíritu Santo, ya presente en el candidato, en una forma nueva de intervención,
conferirá el segundo grado del ministerio sacerdotal, que es la dignidad del presbiterado. Y
¿qué es este segundo grado del ministerio sacerdotal? Se trata de la traducción aprobada del
texto latino que reza: secundi meriti munus. Una compleja y debatida expresión que no puede
ser comprendida como una forma secundaria de sacerdocio o como si se tratase de un
sacerdocio “de segunda”. Comprendido el presbiterado en relación y dependencia del
ministerio episcopal, ministerio pleno y originario, este secundi refiere a los que secundan, a
los que siguen. Es decir el ordo, el colectivo de colaboradores, que participando del sacerdocio
de Cristo, tienen la función de secundar la solicitud pastoral del Obispo por toda la Iglesia.
Existe una esencial relación entre el Obispo y los presbíteros. El Obispo ejerce su ministerio de
cabeza con sus presbíteros y los presbíteros lo realizan en comunión y secundando en
obediencia siempre su misión. De este modo Obispo y presbíteros ejercen en la Iglesia

9
Es obvio que el Obispo por si mismo puede ejercer del sacerdocio apostólico, pero en cuanto su función es ser cabeza de
una Iglesia particular este sacerdocio es eficaz en la atención y crecimiento de la Iglesia, misión que sólo puede desempeñar
con la colaboración de aquellos también asociados al sacerdocio de Cristo y situados en un orden de colaboradores. Siendo
los Apóstoles en algún sentido irremplazables, ni siquiera en tiempo de Jesús acapararon la misión apostólica. Aquellos
elegidos para desempeñar su función capital en la Iglesia tendrán desde el principio colaboradores, cuya identidad se
perfilará muy pronto. Estos colaboradores son los presbíteros y también los diáconos.

7
particular el sacerdocio apostólico.10 Las acciones sacerdotales por ser siempre las de Cristo,
sean del Obispo o sean de los presbíteros, no son ni de primer, ni de segundo grado, porque
solo existe un sacerdocio, el de Cristo, actualizado sacramentalmente en el ministerio del
Obispo o de los presbíteros.11
La conclusión de la epíclesis señala una finalidad existencial, sean con su conducta ejemplo de
vida, el servicio de los presbíteros no se limita al ejercicio de unas tareas, ni siquiera se limita
al culto, sino que se extiende a la ofrenda en Cristo de la propia vida, que permita decir con el
apóstol Pablo: No soy yo, es Cristo que vive en mí (Ga 2,20).

Primera intercesión

Desarrollan y explicitan, no solo lo que es el ministerio presbiteral, sino lo que la Iglesia espera
y necesita de ellos. Los textos litúrgicos primero son deprecativos y luego didácticos. El sint
introductorio prolonga la mentalidad de la epíclesis: la permanente súplica para que Dios
sostenga en todo momento las tareas que deben desempeñar. Para que nunca la enormidad de la
misión y la debilidad del sujeto sean insuperables y en todo momento se haga realidad el te
basta mi gracia (2Co 12,9).
La primera súplica pone en relación el hecho de que los presbíteros son colaboradores del
orden episcopal con la misión de predicar. La predicación es la primera tarea que se atribuye al
Obispo12 y también a los presbíteros (cfr. PO 4). El servicio al Evangelio es pues la primera
manifestación del vínculo entre el obispo y sus presbíteros. En fin, obispo y presbíteros son en
la Iglesia particular la re-presentación personal-sacramental de aquel que es Apóstol del Padre
y Sacerdote de Dios. Pero esta predicación, para ser eficaz, deberá ser sostenida y guiada por la
gracia del Espíritu Santo, con la gracia del Espíritu Santo la palabra del Evangelio fructifique.
La predicación tiene como destino el corazón de cada hombre, para que por la fe y la
conversión se vuelva a Dios (cfr. Rm 10,8-10). Y debe extenderse hasta los confines de la tierra
y de la historia cumpliéndose así el encargo misionero y evangelizador del Señor Jesucristo
(cfr. Mt 28,19-20).
Convendría hacer una pequeña observación sobre el calificativo dado a los presbíteros
honrados, probi. Quizás habría sido más acertado traducirlo por leales o virtuosos, porque la
lealtad es cualidad del colaborador y la virtud pone en relación el proceder, el hábito de
actuación con la gracia. Fuere como fuere, ambos aspectos están implicados.

10
Dice el obispo Pere Tena: “secundi meritti munus” no tiene un origen administrativo o jurídico, sino estrictamente
sacramental, que fundamenta precisamente la comunión de los presbíteros con el Obispo, y entre sí, en una auténtica
fraternidad sacramental. En “Prex Ordinationis de los presbíteros en la II edición típica”, en Notitiae 26 (1990), p. 129. Más
información sobre esta expresión en B. Botte, “Secundi Meriti Munus”, en Questions Liturgiques 21 (1936), pp. 84-88.
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No existe un sacerdocio de primera, el de los Obispos, y un sacerdocio de segunda, el de los presbíteros, existe un único
sacerdocio el de Cristo. La diferencia entre el Obispo y los presbíteros reside la función sacramental de cada uno. Pero las
acciones sacerdotales en si mismas, por ser las de Cristo, ejercidas por uno o por otros no pueden ser calificadas de de
primera o de segunda.
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La primera función del oficio episcopal recogida en el escrutinio que precede a la ordenación dice: ¿Quieres anunciar con
fidelidad y constancia el Evangelio de Jesucristo?

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Segunda intercesión

De nuevo se señala la colaboración, la corresponsabilidad, la tarea de secundar el oficio


episcopal, en definitiva el poder ejercer entre todos, el obispo con sus presbíteros el sacerdocio
apostólico, sean, junto con nosotros, fieles dispensadores de tus Misterios. El obispo ejerce su
función con la colaboración de los presbíteros y los presbíteros no harán nada sin el obispo. No
entenderán y ejercerán su ministerio sin comprenderse unidos al obispo.13
Mediante la forma verbal sint se pide, aunque no se mencione, el auxilio divino para poder
realizar la función de administrar los Misterios de Dios (cfr. 1Co 4,1). En concreto, la
Iniciación Cristiana, llamada lavacrum regenerationis, y sobre todo la Eucaristía, altari tuo
reficiatur. La Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia. El verbo reficio, tan frecuente en
los textos litúrgicos, habla del servicio cotidiano de alimentar a los fieles con el Pan de vida,
dadles vosotros de comer (Mt 14,16). En esta “administración” ocupan un lugar preponderante
la tarea de la reconciliación sacramental y la atención a los enfermos, subleventur infirmi.

Tercera intercesión

La misión de los presbíteros unidos al Obispo, como la misión del Señor, está destinada a
extender la salvación a todos los hombres. Ésta se ejercita implorando la misericordia divina,
mediante la intercesión de la oración, el valor propiciatorio del sacrificio del altar y la
participación en la Pasión redentora del Salvador, en comunión con nosotros, Señor, imploren
tu misericordia. El ejercicio del ministerio sacerdotal del Obispo y de los presbíteros tiene unos
destinatarios específicos: la Iglesia particular y las comunidades que la integran. Pero su
solicitud también se extiende a toda la Iglesia y a la entera humanidad, por el pueblo que se les
confía y en favor del mundo entero. El ejercicio del sacerdocio apostólico de obispos y
presbíteros hace posible, pues, que el Pueblo de Dios, en cada uno de sus miembros, se
presente ante el mundo como un pueblo de reyes, una asamblea santa y un pueblo sacerdotal,
extendiendo de este modo el Reino de Dios, que crece hasta que un día alcance su plenitud con
todos los hombres y mujeres que han creído en Cristo y congregados en él formen el único
pueblo de Dios.

Conclusión

Resumiendo, podemos decir que estamos ante un rica composición eucológica que sirve para
conferir el Orden presbiteral, pero también para realizar un ejercicio sapiencial de lectura
creyente y contemplativo orante, admirando el actuar divino que provee a la Iglesia del
necesario ministerio presbiteral, conociendo mejor este servicio sacerdotal, rezando con lo
expresado en el texto y rogando, en este Año Sacerdotal, por la santificación, vitalidad y
entrega de los sacerdotes y por el incremento de las vocaciones presbiterales.

13
Que nadie haga ninguna cosa que sea importante con respecto a la iglesia sin el obispo. Considerar como válida sólo
aquella eucaristía que es celebrada por el obispo, o por uno que él designe, San Ignacio de Antioquía, Carta a los de
Esmirna 8,1-2.

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