LOS SACRAMENTOS I
LA NECESIDAD DE LA CONFIRMACIÓN
Sabemos muy bien que, con el Bautismo y la Eucaristía, el sacramento de la Confirmación
constituye el conjunto de los sacramentos de la iniciación cristiana. Es preciso, pues, explicar a
los fieles que la recepción de este sacramento es necesaria para la plenitud de la gracia bautismal.
En efecto, a los bautizados “el sacramento de la Confirmación los une más íntimamente a la
Iglesia y los enriquece con la fortaleza especial del Espíritu Santo. De esta manera se
comprometen mucho más, como auténticos testigos de Cristo, a extender y defender la fe con sus
palabras y sus obras. (CIC 1285).
Pero hay que tener en cuenta que la Confirmación es un sacramento propio, distinto del bautismo.
La diferencia entre el bautismo y la confirmación se refiere tanto al rito: imposición de las manos,
unción, sigilación y marca del ya bautizado, como al contenido del sacramento: la donación del
Espíritu, aunque no forma parte de la fundamentación inmediata de la vida cristiana. Esta
fundamentación acontece en el bautismo, que también otorga el Espíritu como vinculo originario
con Dios. La confirmación consolida y sella la vida iniciada en el bautismo. Esto no quiere decir
que uno es más importante que el otro, sino que es la confirmación como bien lo menciona su
nombre es una confirmación del sacramento del bautismo que se realiza según las etapas del ser
humano para hacer madurar la fe y comprometer a la persona a vivir como autentico cristiano sus
compromisos adquiridos por medio de estos sacramentos.
En los hechos de los apóstoles (8,14-17), trae Lucas un texto fundamental importancia que
testifica que la imposición de las manos de la confirmación es un rito independiente que acarrea
una especial recepción del Espíritu Santo. Enterados los apóstoles en Jerusalén de que había
recibido Samaría la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan, los cuales descendieron y
oraron sobre ellos para que recibieran el Espíritu Santo; porque todavía no había descendido
sobre ninguno de ellos, sino que solo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús.
Entonces les iban imponiendo las manos y recibían el Espíritu Santo. Hch 19,1-7 e
imponiéndoles Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo.
Así Lucas tanto en su evangelio como en los Hechos de los apóstoles le da una importancia
grandísima a la acción del Espíritu Santo, y que es justificada en Jesucristo por medio de sus
acciones y de la promesa que el mismo va a dar a la Iglesia y a todos los que quieran ser los
testigos de Dios.
Si con el agua en el bautismo nos lava del pecado original, con el óleo sagrado aquí empleado,
aplicado en la frente y en todos los demás sentidos, se convierte en el medio para la recepción del
Espíritu. Y así como Cristo resistió en el desierto los ataques del demonio, así también el ungido
con el Espíritu está confirmado para luchar contra los enemigos de Dios, equipado con las armas
espirituales (según Ef 3,6-20: la verdad, la justicia, la fe, la salvación, la palabra de Dios)1.
Ahora bien, el ministro de la confirmación es el señor obispo esto para decir que él obispo que
tiene la plenitud del orden sacerdotal, que ha recibido por la tradición de los apóstoles aquellos
que estando en pentecostés reunidos en oración se les dio el Espíritu Santo para que fueran los
testigos del resucitado por toda la tierra.
Así por este sacramento, los cristianos, es decir, los que son ungidos, participan más plenamente
en la misión de Jesucristo y en la plenitud del Espíritu Santo que éste posee, a fin de que toda su
vida desprenda “el buen olor de Cristo” (CIC). Por medio de esta unción, el confirmado recibe
“la marca”, el sello del Espíritu Santo. Cristo mismos de clara marcado con el sello de su Padre
(Jn 6, 27). Este sello del Espíritu Santo, marca la pertenencia total de Cristo, la puesta a su
servicio para siempre, pero indica también la promesa de la protección divina a la gran prueba
escatológica. (CIC).
Este sacramento confiera unos efectos o causas que es la efusión especial del Espíritu Santo
concedida a los futuros confirmados como sucedió el día de pentecostés. Estos efectos son los
siguiente: nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir “Abbá,
Padre” (Rm 8, 15); nos une más firmemente a Cristo, aumenta en nosotros los dones del Espíritu
Santo, hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia, nos concede una fuerza especial del
Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos
testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás
vergüenza de la cruz. (CIC).
Estas ayudas que se nos da por el sacramento de la confirmación vienen siendo las armas que
necesitamos para ser verdaderos discípulos y misioneros de Jesús. la plenitud del Espíritu Santo
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Dogmática teoría y práctica de la teología pag 688
que recibimos el día de nuestra confirmación es la garantía de que no caminamos solos, que no
estamos solos en nuestras luchas contra las fuerzas del mal, esa misma valentía e ímpetu que
tuvieron los apóstoles aparece en nosotros fortaleciendo nuestros sentidos y nuestra voluntad para
defender nuestra fe y vivirla de una manera más plena y consagrada.
Ante esta grandeza los cristianos debemos ser consciente que el Espíritu Santo habita en nosotros,
que somos templos del Espíritu Santo, también implica un llamado constante e indeleble al
crecimiento en el amor que echa sus raíces en el interior del confirmado, cada día
perfeccionándolo en la plenitud estructurar ontológica del ser cristiano, es decir le da una
identidad tanto para llamarse cristiano, como para ser testigo de la fe recibida en Cristo por el
bautismo y garantizada en el sacramento de la confirmación. Como nos dice (Hch 1,8), Pero
recibirán la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes, y serán testigos míos en
Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo.