0% encontró este documento útil (0 votos)
317 vistas11 páginas

Gregorio de Nazianzo, Lo Que No Es Asumido No Puede Ser Sanado

1) Gregorio de Nacianzo creía que para ofrecer salvación, Dios tuvo que "condescender" y "hacerse humano" completamente a través de la encarnación, ya que "lo que no es asumido no puede ser sanado". 2) Algunos obispos en el Vaticano II firmaron un pacto para vivir de forma más cercana a los pobres, renunciando a riquezas y títulos para estar solidarizados con la gente. 3) Ngũgĩ wa Thiong'o describió cómo algun

Cargado por

Noel Londono
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
317 vistas11 páginas

Gregorio de Nazianzo, Lo Que No Es Asumido No Puede Ser Sanado

1) Gregorio de Nacianzo creía que para ofrecer salvación, Dios tuvo que "condescender" y "hacerse humano" completamente a través de la encarnación, ya que "lo que no es asumido no puede ser sanado". 2) Algunos obispos en el Vaticano II firmaron un pacto para vivir de forma más cercana a los pobres, renunciando a riquezas y títulos para estar solidarizados con la gente. 3) Ngũgĩ wa Thiong'o describió cómo algun

Cargado por

Noel Londono
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 11

1

8. Gregorio de Nacianzo, lo que no es asumido no puede ser sanado


Entre los padres de la Capadocia, hoy Turquía, Gregorio de Nacianzo es llamado el teólogo, y
esto, gracias a todas sus contribuciones para que podamos intuir el misterio del Hijo de Dios en
Jesús. Lo que Gregorio nos enseña sobre la encarnación se nos vuelve hoy principio, y más
todavía, espiritualidad, para el diálogo fe y culturas, para la inculturación.
8.1 Narraciones de hoy
Antes de entrar en cuestión quiero traer algunas anécdotas y otras cosas que se me vienen a la
cabeza cuando leo al capadocio de Nacianzo.
- ¿Agua bendita para llevar salvación a la gente?

La ciudad ya no podía más de violencia y cosas feas y el Obispo estaba preocupado y, claro,
buscaba el modo de hacer algo por su feligresía. Así fue que se le ocurrió la idea de sobrevolar
las calles y los barrios en helicóptero, y, desde bien alto, rociarlos con agua bendita y alejar de
este modo los demonios que abajo pululaban. Un pastor y teólogo como el Nacianceno nunca
se hubiera imaginado que, para dar salvación, para sanar, hubiera que subir, en su lógica la
salvación, así como la percibía en Cristo Jesús, se hacía “bajándose”. Y tampoco hubiera
podido concebir lo del agua bendita para ofrecer salvación; para él, si se trataba de salvar
hombres y mujeres, pues había que ser humano, enteramente humano como ellos y por esto
la encarnación de Dios… (en la lógica del capadocio, sí los seres humanos estuviéramos hechos
de agua, Dios no habría dudado en “hacerse agua” por nosotros).

- Hacerse “Lemoosa con los Lemoosa”


Tengo un amigo, Giordano, es un antropólogo y hace su tesis en una universidad de Paris. En su
investigación, decidió ahondar en las canciones tradicionales y en la música de los samburu.
Sabía bien que no podía hacer antropología desde Paris y que tenía que venirse a vivir entre la
gente que quería conocer. Me preguntó si podía darle la bienvenida en la misión y si podía estar
con nosotros. Giordano se confiesa ateo y es, al mismo tiempo, muy delicado y sensible para
acercarse a la gente y le entusiasman las culturas. Al llegar, se quedó sólo unos días en la
parroquia y más tarde se fue a vivir con la gente en sus casas. Una familia lo adoptó y, después
de largos meses con ellos, los ancianos lo bendijeron y le dieron un apellido samburu: ahora es
una "Lemoosa con los Lemoosa". Incluso se viste como su nueva gente y, ya habla la lengua de
la tribu. La gente dice que Giordano es uno de ellos y, el agudo antropólogo tiene la silenciosa
convicción de que sólo lo semejante conoce lo semejante, que para comprender algo de otros
hay que “hacerse uno” con ellos. Giordano no se imagina que un antiguo teólogo cristiano,
Gregorio de Nacianzo, tenía ya, hace muchos siglos, estas mismas intuiciones.
- El primer pacto de las catacumbas: solidaridad con la gente, asumir para salvar
2

Gregorio de Nacianzo, cavilando la Cristología, hace ya muchos siglos, se dio cuenta que el
modo de Dios para ofrecer salvación era “condescender”, “bajarse”, ya que, como vamos a
repetirlo, “lo que no es asumido, no puede ser sanado”. En esa onda cristológica y durante el
Vaticano II, un grupo de padres del Concilio, se dio cuenta de que, para cumplir su misión como
obispos y pastores del pueblo de Dios, necesitaban "bajar a la tierra", asumir la vida de su
gente y vivir en solidaridad. Así, fueron juntos a las catacumbas de Domitila en Roma y
firmaron un pacto en el que se prometían vivir su ministerio episcopal de modo evangélico:

“Nosotros -dicen entre otras cosas- obispos reunidos en el Concilio Vaticano II, habiendo
recibido luz sobre las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el evangelio..., nos
comprometemos a lo que sigue: Intentaremos vivir según el modo ordinario de nuestra
población en lo concerniente a la habitación, el alimento, los medios de locomoción y todo lo
que con esto va unido (cf. Mt 5,3; 6,33-34 82,20). Renunciamos para siempre a la apariencia y a
la realidad de riqueza, especialmente en los vestidos (telas ricas, colores llamativos), las
insignias de materias preciosas (estos signos deben ser realmente evangélicos: cf. Mc. 6,9; Mt
10,910; Hch 3,6). No poseeremos ni bienes inmuebles, ni muebles, ni cuentas bancarias, etc., a
nuestro propio nombre; y si es preciso poseer, pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las
obras sociales o caritativas (cf. Mt. 6,19-21; Lc 12,33-34) …Renunciamos a ser llamados de
palabra o por escrito con nombres y títulos que indican grandeza y poder (Eminencia,
Excelencia, Monseñor). Preferimos ser llamados con el nombre evangélico de Padre. En nuestro
proceder y en nuestras relaciones sociales evitaremos lo que pueda dar a entender que damos
privilegios, prioridad e incluso cualquier tipo de preferencia a los ricos y poderosos -v.gr.,
banquetes ofrecidos o aceptados, clases en los servicios religiosos- (cf. Lc 13,1214; 1 Cor 9,1419)
… Apoyaremos a los seglares, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llame a evangelizar
a los pobres y obreros participando de la vida obrera y del trabajo (cf. Lc 4,18; Mc 6,4; Mt 11,45;
Hch 18,3-4; 20,33-35; 1 Cor 4,12; 9,1-27)… Nos comprometemos a compartir con amor pastoral
nuestra vida con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos, seglares, para que nuestro
ministerio sea un verdadero servicio. Por tanto: - nos esforzaremos en "revisar nuestra vida" con
ellos; - suscitaremos colaboradores, con el fin de ser más bien animadores según el Espíritu que
jefes según el mundo; - procuraremos que nuestra presencia sea más humana y acogedora; -
nos mostraremos abiertos a todos, sea cual sea su religión (cf. Mc 8,34-35; Hch 6,1-7; 1 Tim
3,810)”.

- Una religión que mutila el alma de la gente


Gregorio se tuvo que enfrentar a un problema y era que en su tiempo Apolinar decía que
Cristo se había unido a la carne de Jesús y que había dejado a un lado su alma; según esto,
Jesús resultaba siendo un sonámbulo, ajeno a sí mismo y alienado. Algo así pasa en la
misión, cuando queriendo que nuestra fe se una a las culturas, ponemos a un lado la religión
y las tradiciones que dan vida a esa cultura. La cristología tiene siempre consecuencias en la
misión.
3

En este orden de ideas, Ngῦgῖ Wa Thíong´o , en su libro “El río que separa”1, describe a Joshua,
un recién convertido al cristianismo, como un hombre que, después de su bautismo perdió las
tradiciones que dan vida a su pueblo: "La nueva fe – afirma- influyó en él hasta poseerlo por
completo. Renunció a la magia, el poder y el ritual de su tribu” 2. "Se vistió con una religión
decorada y teñida de blanco. Renunció a su pasado y se apartó de las tradiciones que dan vida
a la tribu. Y como no tenía nada sobre lo que descansar, algo rico y firme para afirmarse y
crecer, tuvo que aferrarse con sus manos a lo que los misioneros le enseñaron"3. Wa Thíong'o
también nos hace un retrato hablado de Mariamu, la esposa de Joshua, y aparece como una
mujer alienada, una especie de sonámbula "dentro de la cual la verdadera mujer Kikuyu
estaba dormida"4.
A lo largo de su libro, el autor sigue reflexionando sobre la nueva religión y pone estos
pensamientos en la mente de Waiyaki, el personaje principal de su novela: "Porque Waiyaki
sabía que no todos los caminos del hombre blanco eran malos. Incluso su religión no era
esencialmente mala. Algo bueno, algo de verdad brillaba en ella. Pero esa religión, esa fe,
necesitaba lavarse, limpiar toda la suciedad que traía, y dejar sólo lo eterno. Y esa verdad
eterna tenía que reconciliarse con las tradiciones del pueblo. Las tradiciones de un pueblo no
podían ser barridas de la noche a la mañana. Esto sólo traería desintegración y la tribu se
quedaría sin raíces, porque las raíces de un pueblo estaban en sus tradiciones, en su pasado.
Una religión a la que no le importaba el modo de vida de la gente, una religión que no tenía
ojos para la belleza y la verdad que hay en la forma en que vive la gente, es inútil, no puede
satisfacer. No sería una experiencia viva, una fuente de vida y vitalidad. Sólo mutilaría el alma
de un hombre"5.
8.2 Gregorio el teólogo
Gregorio nació en el año 330, en Nacianzo, la ciudad donde su padre era obispo. Estudió en
Alejandría y Atenas junto con su amigo Basilio y después de sus estudios regresó a su patria.
Más bien forzado que deseoso, fue ordenado presbítero por su padre que lo quería en su
propia diócesis. Pocos años después, Basilio, su amigo, que había llegado a ser metropolitano
en Cesarea, lo nombró obispo de Sásima, y Gregorio, después de ser consagrado, no se vio en
condiciones de ejercer el episcopado y renunció a su sede y se retiró a la vida monástica.
Pasando más tiempo, y otra vez obligado, fue enviado a Constantinopla para dirigir la
comunidad católica, que era una minoría en comparación con la arriana. Siendo obispo allí,
participó en el concilio del 381 y sus aportes fueron decisivos para las definiciones
cristológicas de esa reunión eclesial. Debido a las divisiones y acusaciones, decidió de nuevo
dejar su sede. Al final lo vemos en silencio y retiro en Arianzo, su tierra, donde murió en 390.
Fue un santo obispo que nunca quiso ser obispo.
1
El título original es The River in Between.
2
Wa Thíong´o, Ngῦgῖ, The River in Between, East African Educational Publishers, Nairobi, 2010, p. 29
3
Ibid, p. 141
4
Ibid, p. 33
5
Ibid, p. 137
4

8.3 Las convicciones cristológicas de Gregorio


Repasemos algunas convicciones de nuestro Gregorio y escojamos las que nos ofrecen
principios y espiritualidad para al diálogo entre fe y culturas, que es el tema de toda esa serie.
- Condescendencia, el modo divino de salvar
Apolinar, la piedra en el zapato de nuestro Gregorio, era obispo en Laodicea y enseñaba cosas
difíciles de tragar para la fe de la Iglesia. Una primera era que Dios podía salvarnos con un
mero acto de su voluntad y sólo emitiendo un decreto desde su cielo, que no necesariamente
tenía que hacerse hombre y bajar hasta nosotros. Para Gregorio este no es el modo ni el
interés de Dios y no es esto lo que vemos en la historia de salvación.
El Dios trascendente no nos salva emitiendo un decreto en el cielo, en un entorno no histórico,
sino entrando en nuestro espacio y tiempo. Dios no nos salva con un mero acto de voluntad,
sino asumiendo nuestra condición humana. Refutando a Apolinar, Gregorio enseñaba que
incluso si Dios tenía el poder de salvarnos desde lejos (con “control remoto” diríamos hoy),
pues simplemente no era su opción y que su estilo era hacerse uno de nosotros y desde dentro
darnos la salud: "Por nuestro bien descendió incluso a lo más bajo (...) La Palabra se hizo
carne, y esto, me parece que es equivalente a lo que también se dice en otra parte, que se hizo
pecado, o una maldición para nosotros; no es que el Señor se transformó en ninguno de estos,
¿cómo podría ser? Pero porque al tomarlos sobre El, nos quitó nuestros pecados y sano nuestras
iniquidades." 6
Dios desciende a nuestro nivel para que él, el incomprensible sea comprendido por nosotros.
Desciende a nosotros -encarnación- para que podamos ascender a él - divinización. Esta idea
de Gregorio es bien explicada por uno de sus estudiosos, Donald Winslow: "Dios bajó para que
pudiéramos subir… Condescendió al hambre humana para que pudiéramos ser alimentados, a
la sed humana para que pudiéramos beber y saciarnos, al cansancio humano para que
encontráramos descanso, a las lágrimas humanas para que no lloremos más. Y, dice Gregorio,
nuestra apropiación de estos dones que nos otorgó la condescendencia del Logos encarnado
consiste en nuestra ascensión: «bajó» y «se convirtió en hombre» para que pudiéramos «subir»
y «convertirnos en Dios» ” 7.
- El Hijo de Dios asumió nuestra condición y no dejó a un lado nada de lo que somos
Apolinar se resistía a la idea de una encarnación de Dios en un ser humano completo. Para él
había en nosotros cosas “indignas de Dios” y que por tanto no podían ser asumidas por él.
Entre estas cosas indignas, Apolinar ponía en primer lugar el alma racional (νοῦς), porque es
ella la que decide el pecado y la culpable de la ruina la carne. Así que arregló la cosa diciendo
que el Logos había asumido sólo la carne de Jesús y que había dejado el alma a un lado. En

6
Gregorio de Nacianzo, Carta 101,60
7
Winslow, Donald f, The Dynamics of Salvation (A Study of Gregory of Nazianzus), Philadelphia Patristic
Foundation, Ltd. Cambridge, 1979. p. 92-93
5

pocas palabras, Jesús “desalmado”, según esta visión, era medio hombre ocupado por el
Logos. El Hijo de Dios se unió sólo a la carne y la humanidad de Jesús se quedó sin alma, sin
inspiración, sin aliento, sin decisión, sin voluntad. La divinidad ejercía todas esas funciones en
la carne de Jesús. Apolinar leía literalmente el prólogo del evangelio de Juan y confirmaba en la
sola letra que el “Logos se hizo carne”8 y no realmente hombre, se trataba para él simplemente
de “encarnación” y no de “humanización”. Para Gregorio el Hijo de Dios encarnado es
9
“perfecto hombre y también Dios” . En la encarnación, Dios se une a un hombre entero y no
sólo a una parte del hombre. "Él destruyó la condenación santificando lo semejante con lo
semejante; necesitó carne a causa de la carne que había incurrido en la condenación, y por
causa del alma, él necesito alma”10.
- Lo que no es asumido no puede ser sanado
Lo que está en riesgo para el capadocio es la salvación, porque si el Logos asumió sólo una
parte del ser humano, todo el ser humano no obtuvo la salvación: lo que no se asume, y este
es el núcleo de la cristología de Gregorio, no puede ser sanado: “Si alguien pone su confianza
en él como un hombre sin mente, es que le falta inteligencia, y es indigno de salvación. Porque
lo que no se asume no puede ser sanado… si solo la mitad de Adán cayó, entonces lo que Cristo
asume y salva puede ser sólo la mitad; pero si la entera naturaleza cayó, él tiene que estar
unido a la entera naturaleza y ser salvarla por entero” 11. La salvación, insiste Gregorio, es para
el ser humano entero, y no para una parte del hombre, y así, el Hijo de Dios se encarnó en un
hombre entero, en Jesús de Nazaret.
8.3 Gregorio y la misión hoy

- Condescendencia, el modo divino para la misión


La idea de la condescendencia divina está muy presente no sólo en Gregorio sino también en
muchos de los padres de la Iglesia. La misión de Dios, como se da cuenta Gregorio, se
caracteriza por la condescendencia, por el vaciarse, el abajarse, por la kénosis. Por nuestro
bien, Dios descendió hasta nosotros y se hizo humano para que podamos ser deificados. Dios
se acerca a nosotros, es con nosotros, es uno de nosotros: la condescendencia es la forma en
que Dios hace la misión.
La misión de la Iglesia es la misión de Dios y no puede tener otro modo que la
condescendencia, el vaciarse, el abajarse, la kenósis. Es una misión que tiene como modelo la
del Hijo de Dios y la del Espíritu Santo: dejarse concebir y nacer de nuevo, hundirse en la
intimidad de otros, ser uno de tantos, inspirar desde las entrañas, abajarse y ser parte, tocar el
corazón de la gente y de las cosas y empujar desde dentro. No basta el desplazamiento
geográfico del misionero y más bien estorba si llega con muchas cosas traídas desde fuera, es
8
See Juan 1,14
9
Gregorio de Nacianzo, Carta 101,13-15
10
Gregorio de Nacianzo, Carta 101, 52.
11
Gregorio de Nacianzo, Carta 101,32-33.
6

indispensable un nuevo nacimiento, como el del Hijo de Dios de María en Belén, desnudos y
listos para dejarse amamantar con la leche de la cultura, para dejarse vestir con los hábitos y
costumbres de los otros, para aprender a hablar y decir lo elemental (que es lo esencial, el
kerigma), para crecer en la estatura, sabiduría y gracia de los pueblos que nos acogen.
La misión de la Iglesia, aunque con recta intención, no raras veces, se ha hecho desde “arriba”
y se ha convertido en una cuestión de poder y de dominio: basta pensar en la Evangelización
del continente americano y la humillación, aparejada con la cristianización, que sufrieron los
indígenas de nuestro continente. la Iglesia, ya en tiempos más cercanos, se vuelve, no raras
veces, una especie de ONG con medios potentes para ayudar a las personas y resolver las
"dificultades" y las "miserias"; y la misión llega como una exhibición de carros, edificios,
hospitales, talleres, suministros de alimentos, escuelas, turistas y benefactores, rituales raros,
zonas de confort, morales estrictas, cánones inamovibles, doctrinas para memorizar, influencias
políticas, idiomas ajenos. La misión se reduce a un balcón desde el cual "se tiran" servicios a
los pobres y queda patente un profundo abismo entre los "misioneros" y los destinatarios de
la misión. Los “misioneros” superiores y mejores, tenidos por héroes y sabidos, con la solución
y la experiencia, diciendo la primera y la última palabra, sabelotodo desde el primer día; “los
destinatarios de la misión” miserables y pobrecitos, para rescatar de su poquedad, ingenuos y
risibles, “buenos salvajes”, supersticiosos, supuestamente en mundo sin oportunidades y
centro de todos los pesares.
Esto es lo que llamamos proselitismo, misión religiosa sin la condescendencia que caracteriza
la misión de Dios. Una misión que no tiene la idea de la cultura, las tradiciones, los valores, las
costumbres de las personas; una misión sin asumir la realidad y no dispuesta a poner la tienda
en medio de pueblos y barrios. El resultado es una misión que tiene éxito, pero que no salva;
que lleva medicinas, pero no salud; doctrinas, pero no sabiduría; ideas, pero no inspiración;
comida, pero no satisfacción; bautismo, pero no experiencia del amor de Dios: mientras el
misionero está, todo parece perfecto, pero después que se va, la gente queda en las mismas. La
salvación incluye el desarrollo y va más allá: si sólo ayudamos desde fuera, contribuimos al
mero desarrollo; si somos parte, si nos insertamos, en la vida de las personas, facilitamos la
salvación. El agente extranjero es capaz de ofrecer algunas soluciones urgentes y transitorias
para mejorar la situación de otras personas, sólo el que se hace todo a todos (como el
“Lemoosa con los Lemoosa” del Giordano al que me referí en la narrativa de los primeros
párrafos) puede ocasionar algo definitivo y absoluto, algo que viene de dentro de los pueblos y
ya está en germen en ellos y no algo que llega desde afuera y que mañana puede no estar más .
La Iglesia en misión, lo repite Francisco, no puede “balconear”, necesita bajarse, meterse en
las calles, “hacer lío” y así tomar en serio la encarnación.
La misión, como la vemos en Jesús, no permite realmente una diferencia entre “misioneros” y
“destinatarios de la misión”, esta dicotomía no se ve en los evangelios: Jesús es uno de
tantos, es compartiendo la vida, sentándose a la misma mesa, listo a la compasión, cercano a
todos, aprendiendo de los otros. El principio de condescendencia no resiste las pirámides
7

jerárquicas en las que unos se ponen por encima de los otros y manipulan, se actúa más bien en
la comunidad, en la consciencia de pertenecer al mismo pueblo, a la misma familia, “de estar
hechos de la misma pasta”.
Creo que estas cosas las entendieron muy bien los obispos que mencione al principio, los que
hicieron el primer pacto de las catacumbas y decidieron bajarse de los pedestales que los
separaban de lo humano. Creo en el segundo pacto que acaban de hacer otros obispos, esta
vez durante el sínodo de la Amazonia, sólo si hacen suyo este primero que asegura las
posibilidades para el último. ¡Bajémonos del balcón!
- Carne a causa de la carne y alma a causa del alma
Gregorio, hablando de la misión de Cristo Jesús dice que “necesitó carne a causa de la carne
que había incurrido en la condenación, y por causa del alma, él necesito alma” 12, es decir, en
palabras de hoy, necesitó humanidad a causa de la humanidad. Para salvarnos el Hijo de Dios
asumió nuestra humanidad y no le añadió nada, y menos cosas religiosas que, según la opinión
de muchos, tendrían por sí mismas poder para salvar. El Hijo de Dios “Hombre sin añadidos”,
no puso, en la obra de salvarnos, otra cosa fuera de su humanidad, e incluso “aunque era
Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. En cambio, renunció a
los privilegios divinos, adoptó la misma posición de un esclavo y nació como un ser humano” 13.
La Iglesia en su misión, la misma de Jesús, no puede poder otra cosa distinta. La salvación no
puede venir sino de la humanidad de Cristo, que no es sólo la de Jesús de Nazaret, sino la de
todo hombre y mujer: “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con
todo hombre”14. De esta feliz expresión del Concilio Vaticano II, yo quitaría “en cierto modo” y
no dudaría que la encarnación de Cristo se realiza en todo ser humano y que tocar un ser
humano es tocar a Cristo. Lo que no sea humano no nos puede salvar, si la Iglesia no es
humana no puede ayudar en la empresa de la salvación, si la Iglesia se acostumbra a traer
“añadidos” a su humanidad, se llena de estorbos que impiden su misión: con la encarnación,
Dios se quedó para siempre en la humanidad, y no nos quiere dar, ni nos puede dar, nada sin
su humanidad.
Esto quiere decir que la Iglesia tiene que asegurarse en humanidad y ofrecer humanidad, en
esas dará toda la salvación. Los sacramentos y los sacramentales, si se desconectan de lo
humano, de los dolores y de las alegrías de la gente, de la justicia y el derecho, de la compasión
y la solidaridad, del amor y la pasión, de los límites y de las posibilidades, se vuelven fetiches en
nuestras manos; la asamblea eucarística si se separa de la vida diaria de los que participan en
ella, ofrecida por amor con la de Cristo, si se vuelve mera formula y rito sin la carne ni la sangre
de las víctimas de este mundo, se convierte en un aquelarre. Las cosas que llamamos santas,
desde la eucaristía hasta las reliquias y los escapularios, si ajenas a lo humano, quedan

12
Gregorio de Nacianzo, Carta 101, 52.
13
Filipenses 2, 6-7
14
Gaudium et Spes 22
8

reducidas a amuletos. Cuando no nos hacemos uno con la gente, con los más pobres, hacemos
magia, y ya no la liturgia que queremos; la misa se vuelve negra cuando hay solo rúbricas, pan
y vino, y falta la caridad. Aclaro que no tengo nada en contra y que amo hondamente los
sacramentos y los sacramentales y que la eucaristía es para mí y para los míos la gracia inmensa
de cada día, lo que si objeto es que, consintiéndolo o no, los desconectemos muchas veces de
lo humano y sacándolos de lo humano, condición sin la cual, de salvación, dejamos a la Iglesia
en condición de bruja.
Los hierofantes, esos que en las religiones antiguas hacían aparecer lo sagrado, no tienen
nada que ver con Jesús y con la Iglesia que Jesús quiso; muy distinto de ellos, Jesús no hacía
aparecer lo sagrado, él hizo aparecer lo humano y esto humano resultó ser el retrato más fiel
de Dios mismo. El cristianismo no tiene hierofantes, somos un pueblo sacerdotal y lo que nos
toca es ser no sólo hombres y mujeres, sino ser humanos, humanizar, ahí está nuestra tarea,
esta es la misión. El Hijo de Dios, de cuyo único sacerdocio participamos, se hizo humano para
poder ejercer su sacerdocio. Lo que distingue a un sacerdote cristiano, sea este el Papa o él
más reciente bautizado, es hacer presente lo humano, dejémosle lo sagrado a los que tienen
otras ideas de Dios distintas a las del Evangelio. Jesús nos dejó muy claro que lo sagrado no
está en el templo, ni en las normas, ni en los ritos, ni en las doctrinas, en los rezos, que está
donde está la gente, está donde está la vida.
Cristo nos salvó haciéndose uno de nosotros, asumiendo lo que somos, él no se hizo “agua
bendita” por nosotros, él se hizo uno de nosotros; él no le atribuyó ningún poder mágico a una
vestidura o a un accesorio adosado al cuerpo; no uso ninguna fórmula a modo de ensalmos
para lograr efectos sin causa; compartía el pan y el vino y no brebajes encantados; sus palabras
no tenían sentidos ocultos para solo iniciados: no era un mago, era un hombre que vivía la
vida como es la vida. El misterio es demasiado simple y escandaloso para la mentalidad
religiosa: se hizo hombre y nos salvó viviendo su humanidad y amando con ella hasta el
extremo. La norma en estas cosas es la que Gregorio señala en la salvación ofrecida por Cristo
a la humanidad: “carne a causa de la carne”,” alma a causa del alma”, y hoy diríamos, sin estas
divisiones del pasado platónico, humanidad a causa de la humanidad. No tenemos otra
salvación, otra salida, otro método, que ser humanos, tan humanos, como sólo Dios pudo
serlo.
- La religión, alma de las culturas
Como pudimos notar, Apolinar desconfiaba de la naturaleza humana y quería defender a Dios
de sus amenazas. Esta desconfianza no es rara en la gente que se cree observante y llena de
celo por la causa de Dios: “Se trata de la idea según la cual a Dios no se le encuentra en ´la
relación con lo humano’, a Dios se le encuentra en ‘el sometimiento a lo divino’, mediante la
dominación y hasta la mortificación de todo lo que significa nuestra empecatada humanidad….
Es el criterio que se sustenta en el convencimiento de que lo humano está viciado por el pecado,
que es causa de nuestro enfrentamiento con Dios. De ahí que, en la medida en que sometemos
9

lo humano y renunciamos a lo humano, así, y solamente así, es como podemos encontrar a


Dios, relacionarnos con él y recibir sus beneficios, que nos llevarán finalmente a la salvación” 15.
Apolinar le echaba cabeza a la encarnación y a la manera como el Hijo de Dios se había unido al
hombre Jesús, desechó el alma penando que el alma era ocasión de pecado y enseño que Dios
se había unido a la carne de Jesús, no a su alma. Con este Jesús medio hombre, Apolinar
defendía la divinidad y la separaba de toda bajeza. Lo cierto es, según lo defendió Gregorio, y
lo confirmó siempre la Iglesia, especialmente en el concilio de Constantinopla, que la
encarnación del Hijo de Dios tuvo lugar en un ser humano completo y Jesús era hombre y nada
de lo humano le faltaba. Vuelve y juega el principio, “lo que no es asumido, no es sanado”.
El error cristológico de Apolinar, tiene como todos los errores cristológicos, sus equivalentes
en la misión. la forma de razonamiento que llevó a Apolinar a diluir la realidad de la
encarnación del Hijo de Dios en un ser humano real y completo, también ha bloqueado la
inculturación de la fe cuando las culturas no se asumen en su veracidad e integridad, y, sobre
todo, cuando el celo por la integridad de la fe decide ignorar las religiones que inspiran y dan
vida a esas culturas. Cuando vamos a misión nos encontramos con que las culturas tienen
siempre su religión y esa, que es el alma que las anima, nos parece indigna de la fe y las
ponemos a un lado. No sólo las ponemos a un lado, así como Apolinar desechaba el alma de
Jesús por considerarla ocasión de pecado, así nosotros desechamos las religiones de los
pueblos que nos acogen y esto porque las consideramos superstición, mitos irracionales,
mera búsqueda humana, obra del diablo, y mucho otras cosas peores. Pretendemos
evangelizar culturas “desalmadas”: La cultura sí, pero sin religión: la cultura sin su religión
equivale a un cadáver, y la evangelización resulta un funeral.
Como el Jesús desalmado de Apolinar no tenía en sí mismo inspiración y decisión, no poseía
energía y vitalidad, así los que vienen a la fe, pierden, como decía Ngῦgῖ Wa Thíong´o, las
tradiciones que dan vida a su pueblo, se vuelven sonámbulos y su verdadera identidad se
queda dormida. Los misioneros, si no nos fijamos bien, resultamos mutilando las culturas,
quitándoles el alma, y volviéndolas amasijos, no de carne, sino de costumbres, historias, dichos
y tradiciones que ya no tienen vida y que no logran ser animadas por la fe recibida. Si la
encarnación se diluía en el Jesús desalmado de Apolinar, la inculturación se diluye en las
culturas vaciadas de su inspiración que es la religión. Si la consecuencia de la misión es un
keniano roto, un peruano a la mitad, un indio mutilado, un zelandés alienado, simplemente
significa que hemos fallado en nuestro propósito. En la encarnación, la humanidad completa
de Jesús era una sola cosa con su divinidad; en la inculturación, la cultura completa llega a ser
una sola cosa con la fe.
Raimon Panikkar decía que "podemos distinguir entre religión y cultura, pero no es posible
separar una de la otra"16. Sin sus religiones, las comunidades que recibieron la fe se vuelven
interiormente muertas y paralizadas, pierden su dinamismo, se desmoronan: la religión que

15
Castillo José María, La humanidad de Jesús, Trotta, Madrid, 2016, p. 39
16
Panikkar, Raimon, Religión y Religiones, Herder, Barcelona, p. 132
10

siempre los ha movido y los ha unido, ahora con la misión, se considera un obstáculo para la
evangelización, y se remplaza por algo ajeno. A este respecto, escuchemos al teólogo
tanzaniano, Laurenti Magesa: "A los primeros conversos africanos al cristianismo, se les pedía
una ruptura completa con sus tradiciones y espiritualidad, junto con el llamamiento a la cultura
europea como único vehículo válido para interpretar y expresar el mensaje de Cristo. La
«conversión» se entendía como el proceso de cortar la conexión del pueblo africano con sus
raíces espirituales"17. "¿Cómo puede Jesús encontrarse con los africanos excepto en forma
africana, asumiendo los tesoros de su religiosidad africana?" 18. "La auténtica evangelización
cristiana debe estar abierta a las riquezas que ofrece la presencia divina en toda cultura, una
presencia que es en sí misma responsable de permitir que el mensaje de Jesús permee y
transforme verdaderamente todas las culturas"19.
Si decimos que sin el alma de Jesús no puede haber encarnación, podemos decir también que
sin religiones no hay inculturación. Esto es a menudo confirmado por teólogos y misioneros
que han profundizado en el estudio de las religiones y el diálogo interreligioso: "Uno de los
peligros en la inculturación es precisamente olvidar el vínculo íntimo entre cultura y religión.
Subvalorar la religión es privar a la cultura de una parte esencial de su dinamismo... La
religión tradicional mantiene unida a la sociedad, explica la enfermedad y la muerte y permite a
los africanos afrontar satisfactoriamente los problemas cotidianos de la vida..." 20.
Normalmente pensamos que aquellos que reciben la fe deben necesariamente convertirse a la
"religión" del misionero; pero, considerando bien, el que necesita la conversión es el
misionero: conversión a la religión del pueblo que evangeliza, apertura a su inspiración,
apreciación de sus valores y participación en sus rituales. Sin el diálogo interreligioso la misión
fracasa y la inculturación es sólo utopía. Adolfo Nicolás, ex general de la Compañía de Jesús,
señala en una entrevista reciente que uno de los grandes problemas para la evangelización es
la incapacidad para entender que “las religiones son lo mejor que una cultura puede
ofrecer"21. Las religiones ofrecen posibilidades de inculturación real del mismo modo que el
alma racional de Jesús ofrecía posibilidades de encarnación.
Lo que Cristo Jesús dijo de la religión de Israel, "No crean que he venido a suprimir la Ley o los
Profetas. He venido, no para deshacer, sino para llevar a la forma perfecta" 22, lo dice de todas
las religiones a las que llega la misión. El evangelio no se impone como nueva religión, no
viene a ocupar el lugar de las religiones en las culturas, como el Logos de Apolinar que

17
Magesa Laurenti, What is not Sacred? African Spirituality, Acton Publishers, Nairobi, 2014, p 127
18
Ibid, p. 107
19
Ibid, p. 132
20
KIziku, Vicente Carlos, Culture and Inculturation, A Bantu Viewpoint, Paulines, Nairobi, p 117.
21
Nicolas, Adolfo, interview in: http://www.periodistadigital.com/religion/vida-religiosa/2017/02/13/adolfo-
nicolas-sj-no-hay-evangelizacion-posible-sin-alianzas-con-el-budismo-o-el-sintoismo-religion-iglesia-jesuitas-sosa-
papa-francisco-asia.shtml
22
Mateo 5, 17.
11

sustituía el alma de Jesús; el Evangelio purifica las religiones y las lleva a su forma perfecta.
Cristo es la plenitud, no sólo de Israel sino de todos los pueblos de la tierra.

También podría gustarte