0% encontró este documento útil (0 votos)
238 vistas20 páginas

LAHAV, R., Reflexiones Sobre La Filosofía Práctica

Este documento resume las reflexiones de Ran Lahav sobre si la filosofía occidental puede considerarse una forma conservadora de discurso filosófico. Argumenta que la filosofía occidental se ha convertido en un discurso especializado basado en textos y métodos canónicos, excluyendo otras formas de pensamiento. Sugiere que esta ortodoxia fue creada por las instituciones académicas para justificar su estatus y autoridad, limitando la filosofía. Para los filósofos prácticos, la filosofía ortodoxa tiene p
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
238 vistas20 páginas

LAHAV, R., Reflexiones Sobre La Filosofía Práctica

Este documento resume las reflexiones de Ran Lahav sobre si la filosofía occidental puede considerarse una forma conservadora de discurso filosófico. Argumenta que la filosofía occidental se ha convertido en un discurso especializado basado en textos y métodos canónicos, excluyendo otras formas de pensamiento. Sugiere que esta ortodoxia fue creada por las instituciones académicas para justificar su estatus y autoridad, limitando la filosofía. Para los filósofos prácticos, la filosofía ortodoxa tiene p
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 20

Reflexiones Sobre la Filosofía Práctica

Ran Lahav

OBTENIDO DEL SITIO WEB DE RAN LAHAV: trans-sophia.net

Reflexión 17: ¿La filo-sofïa es realmente una nueva forma de filosofïa?

Reflexión 18: Contemplar más allá de los juegos

Reflexión 19: El diálogo polifónico

Reflexión 20: Cómo las ideas abiertas me abren a mí

Reflexión 21: Desarrollando la sensibilidad filosófica

Reflexion 17

¿LA FILO- SOFÍA ES REALMENTE UNA NUEVA FORMA DE FILOSOFÍA?


Traducido por Carmen Zavala

Es fascinante ver, cómo se inician los nuevos estudiantes universitarios en la


filosofía. Al comienzo sus pensamientos parecen confundidos –por lo menos en
relación a lo que nosotros consideramos como un buen pensar filosófico. No
logran entender un texto simple, ni distinguen líneas de razonamiento obvias, ni
se dan cuenta de los
presupuestos ocultos.

Poco a poco, sin embargo, siguiendo el ejemplo de sus profesores y sus textos,
aprenden a seguir los pasos de la filosofía predominante. En poco tiempo ya saben
citar a Sartre, o discutir a Hume o formular un argumento. En poco tiempo pensar
filosóficamente les parecerá completamente natural.
Qué fascinante: una mente ha sido entrenada. También ha sido iniciada una
mente…. ¿en qué?¿Cuál es la naturaleza de este campo filosófico en el que se han
iniciado?

La filosofía occidental puede ser considerada una forma de discurso especializada.


Es un discurso que gira alrededor de ciertas cuestiones, teorías, conceptos y
métodos de investigación específicos y que en su mayor parte ha sido inspirado
por ciertos textos
"canónicos" como los escritos de Platón, Aristóteles, Descartes, Kant, etc. (aparte
de algunos filósofos "menores" en la periferia de este respetable club)

Claro que muchos otros pensadores a lo largo de la historia de Occidente, no han


sido incluidos en este club exclusivista: Mucho han sido rechazados porque fueron
juzgados como irrelevantes o superficiales. Otros fueron desanimados de escribir,
o ni siquiera
fueron aceptados a las escuelas, porque su modo de pensar era muy diferente y
"extraño". Es más, muchos pensadores potenciales nunca desarrollaron sus
pensamientos porque fueron desalentados por una atmósfera intelectual
demasiado extraña para ellos (¡Piensen cómo un joven Descartes hubiera sido
desalentado en una escuela taoista!)

Estos pensadores y pensadores potenciales fueron marginados, ignorados o


simplemente no escuchados. Sus pensamientos hubieran podido inspirar
diferentes tipos de filosofía, pero no lo hicieron. El discurso de la filosofía
occidental resultó siendo formado por un pequeño grupo de pensadores canónicos
y de sus textos, métodos, cuestiones y conceptos.

Y esto define más o menos lo que estudiamos como filosofía occidental. Por cierto,
TIENES que estudiar este discurso especializado si quieres que te traten como un
filósofo serio. De lo contrario, ninguna revista respetable publicará tus textos, ni
ningún departamento académico te contratará.

Todo esto resulta bastante curioso. Si la filosofía es una búsqueda de sabiduría y


comprensión, entonces por qué excluyó tantas formas alternativas de discurso?
Después de todo, en otras culturas hay otras formas de pensar, que se basan en
presupuestos, métodos y conceptos diferentes.

¿Cuál fue la fuerza motriz que hizo de la filosofía occidental un discurso tan
especializado?
La historia oficial, que se enseña en las clases de filosofía, es que hay buenas
razones que han hecho de Platón y Descartes, etc., los paradigmas de qué cosa es
la filosofía. Hay razones que explican por ejemplo, por qué Diógenes el cínico u
otro Sr. Anónimo no se han convertido en héroes filosóficos. Probablemente, la
razón sea el juicio en base al cual se ha determinado si una determinada
aproximación filosófica florecería o perecería en la historia.

¿Pero acaso esta historia oficial es precisa? Después de todo, la historia muchas
veces no se ha formado por la razón, sino por las luchas de poder, intereses
personales y competencias por la fama y el control. ¿Será posible que la historia
"oficial" sea unilateral, como la propaganda de las autoridades?

Veamos a la historia de la filosofía desde una perspectiva sociológica. Un discurso


especializado, basado en textos y métodos canónicos quiere decir una TRADICIÓN:
un cuerpo de ideas relativamente estable, que se desarrolla lentamente y que es
estudiado, emulado, reverenciado y discutido.

En este sentido, tradición significa conservadurismo. Porque promociona un


discurso que requiere de mucho entrenamiento y estudio, rechazando
aproximaciones demasiado personales, originales o librepensadoras. Una
tradición marca una clara distinción entre filosofía legítima ("buena",
"importante") y filosofía ilegítima ("mala", "superficial"), entre lo correcto y lo
incorrecto, entre ortodoxia y heterodoxia. Es más, una tradición filosófica
promueve filosofías que producen productos universales (teorías, metodologías)
que pueden ser recogidas y transmitidas, y elimina filosofías con
final abierto. Prefiere ideas que pueden poseerse en pensamiento y por escrito, en
oposición a ideas que puedan ser vividas en la vida cotidiana.

El resultado es la filosofía que tenemos hoy en día, la filosofía que ha sido


preservada en los libros de historia, y que es llamada "filosofía occidental".

"¿Cómo pudo ocurrir esto? ¿Quién convirtió a la filosofía occidental en un


discurso tan conservador? ¿Quién se benefició con este tipo de conservadurismo?
La respuesta me parece clara. El conservadurismo de la filosofía fue creado por
las instituciones: la Universidad, la academia, la iglesia o el monasterio, las
revistas profesionales
especializadas. Las instituciones necesitan estabilidad. El establishment filosófico
necesita textos, métodos y terminología especializados para justificar su status
especial. Los filósofos institucionalizados necesitan conocimiento y métodos para
mantener su autoridad. Sólo gracias a su profesionalismo pueden trazar la línea
entre aquellos que están iniciados y que no lo están, entre filosofías aceptables y
filosofías no aceptables, entre lo superior y lo inferior, entre ellos y los demás.

Resumiendo, la corriente principal de la filosofía occidental es la filosofía del


establishment, de las instituciones dominantes. Es la filosofía de los que ostentan
el poder y necesitan mantener su autoridad.

No estoy sugiriendo que los profesores universitarios sean unos cínicos, ávidos de
poder. Me imagino que la mayoría de ellos incluyendo aquellos que están en la
misma cima, están realmente interesados en la filosofía. Mi punto es que
determinadas flores crecen en determinados habitats. En el suelo de las
instituciones crece filosofía conservadora. Claro, algunas veces encontramos
formas alternativas de hacer filosofía, que son aceptadas por el mundo académico
(piensen por ejemplo en Kierkegaard), pero no pueden durar mucho tiempo. O
desaparecen rápidamente de la escena académica, o se las domestica y re-
interpreta y asimila a la "ortodoxia".

Esto no quiere decir, que la tradición es mala. Después de todo la tradición


filosófica nos permite recordar ideas muy inspiradoras y desarrollarlas
gradualmente y refinarlas, como podemos observar en los hermosos tesoros
intelectuales que encontramos en los libros de filosofía.

Pero hay también un precio muy pesado a pagar. La ortodoxia limita a la filosofía
a un discurso muy específico y elimina todas las formas alternativas de discurso.
En el caso de la filosofía occidental, el discurso dominante se ha centrado en las
discusiones abstractas que tienen como objetivo producir teorías, ignorando
virtualmente toda
otra aproximación a la vida.

Esta situación es específicamente problemática para la práctica filo-sófica, que no


es una forma institucional de hacer filosofía. Cualquiera que haya hecho algo de
consejería filosófica sabe de la poca relevancia que Aristóteles o Descartes tienen
para la vida
cotidiana. Los grandes textos ortodoxos tienen muy poco que decir sobre la vida
concreta. Incluso aquellas filosofías de la antigüedad que han tratado de guiar
nuestra vida cotidiana están muy lejos de la vida de una persona particular
concreta. ¿Qué relevancia pueden tener las rígidas recetas estoicas para la
persona en la calle?
La vida concreta es mucho más rica y compleja, mucho más multilateral y con
final abierto, mucho más contradictoria y dinámica y personal que las fórmulas
universales. Y la filosofía ortodoxa es demasiado cerrada y rígida como para
apreciar esto.

Por eso me parece que para nosotros, los filó-sofos prácticos, el campo académico
llamado "filosofía" no tiene mucho que ofrecer.

Espinoza y Leibniz no son más relevantes para nosotros que Sigmund Freud,
Mircea Eliade o Meister Eckhart o Dostoevsky o Rilke, o incluso un shaman sabio
del Amazonas. Como filó-sofos, no somos parte del discurso profesional
especializado. No estamos especialmente conectados a la filosofía institucional.
Somos viajeros en un mundo mucho más amplio.

Esta conclusión puede resultarnos quizás difícil a muchos de nosotros, filó-sofos


prácticos. Hemos pasado tanto tiempo en los departamentos de filosofía, que nos
puede costar vernos a nosotros mismo como otra cosa que no sea filósofos - y qué
otra cosa podría ser además?

Pero tenemos que darnos cuenta, me parece, que si queremos tocar la realidad
humana concreta, tenemos que salirnos de los muros de la ortodoxia filosófica. No
tenemos por qué reverenciar a los héroes de la filosofía tradicional - a Aristóteles,
a Kant y al resto. ¡Abajo los reyes! Son grandes reyes, pero no son NUESTROS
reyes.

Uno podrá preguntarse: ¿Pero qué exactamente es lo que estás proponiendo en


vez de eso?¿Qué discurso alternativo estás sugiriendo?¿Si rompemos con la
manera institucional de pensar, entonces, a donde estamos yendo?

Claro que no voy a tartar de proporcionar una respuesta a estas preguntas. No


intento sugerir una nueva prisión intelectual para reemplazar la anterior. Para
mí, los filósofos son nómadas sin lugar de descanso. No pertenecemos a una
disciplina o a un discurso particular. Estamos familiarizados con muchas maneras
de pensar y de comprender, y no con UN solo camino; conocemos miles de
métodos, pero ningún método último. Somos aquellos que buscan explorar las
cuestiones y dudas y problemas humanos, pero que no tenemos respuestas que
ofrecer. Estamos interesados en toda clase de desconciertos y ansiedades y
anhelos, pero tenemos las manos vacías. Queremos estar en contacto con todas las
facetas de la existencia humana, pero no sabemos como apretujarlas
acomodándolas en una sola teoría organizada o visión del mundo.
Esto es, pienso yo, lo que somos como filó-sofos. Somos eternos nómadas – no
porque estemos desilusionados o seamos cínicos, sino porque es aquí que
encontramos la plenitud de la existencia humana: en el vasto e inagotable desierto
de la vida. Es aquí donde encontramos el Ser, a Lu, la sagrada.

Y nuestra misión como filó-sofos, según lo veo yo, es invitar a otros a unirse a
nosotros en nuestras travesías nómades. Invitamos a todos a ser filó-sofos junto
con nosotros, no solo a los que tienen un grado institucional o entrenamiento en
filosofía, pero a todo aquel que esté dispuesto a ser un no-conocedor.

Reflexión 18

CONTEMPLAR MÁS ALLÁ DE LOS JUEGOS


Traducido por Carmen Zavala

- ¿Cuál es el objetivo de la práctica filosófica?

- No puedo hablar sobre el objetivo. Mis reflexiones sólo expresan la voz personal
de una persona en particular

- Está bien, entonces, ¿cuál es tu objetivo en filo-sofía?

- Como lo veo por ahora: ir más allá de las limitaciones de los juegos

- ¿Juegos? ¿Qué quieres decir?

Toma por ejemplo un juego de ajedrez. Tiramos una moneda "¡Yo soy blancas!"

Efectivamente, soy blancas. Las figuras de plástico blancas sobre el tablero de


madera no sólo son mías – yo soy ellas. Cuando estoy absorto en el juego, ellas
son el centro de mis esperanzas, de mis pensamientos, de mis arrepentimientos,
de mis alegrías. Cuando tu reina negra se come a mi alfil blanco, siento un dolor
muy real. Las acciones de las piezas blancas son mis acciones. Yo me muevo a
través de ellas, me vengo, ataco, triunfo, vivo. Porque yo soy ellas. Durante la
duración del juego, los 64 cuadrados negros y blancos son mi mundo.

Jugar un juego es ser transportado de la “vida real” a otra realidad – a un tablero


de ajedrez, a un manojo de cartas o a una cancha de basquet. Cuando me siento a
jugar, ya no soy el hombre que nació en Israel, que enseña filosofía y que tiene
una cita con el dentista mañana. Estos hechos no importan para nada con respecto
a donde está mi mente ahora. Para mí casi no tienen ninguna existencia.

Sin embargo, en el fondo de mi mente, estoy consciente de que sólo es un juego y


de que tengo una cita con el dentista mañana. Efectivamente, estoy dividido en
dos partes: una parte mía vive el juego, mientras la otra parte mía está vagamente
consciente del mundo más amplio. Vivo en dos realidades a la vez: el juego, y el
mundo "real".

Jugar juegos es un fenómeno tan común, que normalmente no nos damos cuenta
de lo asombroso que es. Es asombroso que pueda ser los soldados blancos en el
tablero y olvidarme de mis preocupaciones normales y de mi identidad. Es
asombroso que pueda vivir dos vidas diferentes. Vidas diferentes, porque en cada
una de ellas tengo diferentes intenciones y preferencias, diferentes esperanzas,
temores y comportamientos. Es como si dentro de mí hubiera dos fuentes de
motivación, de pensamiento y emoción, de vida.

Los juegos son mecanismos que me permiten vivir una segunda vida, una realidad
alternativa. En ese sentido se parecen a las películas y a las novelas. En una
película me como las uñas cuando atacan al héroe y suspiro aliviado cuando es
rescatado. Me identifico con el protagonista, con sus preocupaciones, temores y
esperanzas.

Y sin embargo, normalmente no confundo las dos realidades. Nunca confundo a la


persona en la pantalla de la película con mi vecino sentado a mi costado.

¿En qué sentido un juego se diferencia del mundo "real?"

Un juego tiene reglas que limitan el comportamiento del jugador (p.ej., el rey solo
puede moverse un casillero y uno no puede patear la pelota). Pero en nuestro
mundo "real" también nos regimos por reglas: la ley de la gravedad, patrones
psicológicos, normas sociales.

Un juego tiene un objetivo (p.ej. uno debe tratar de derrocar al rey del oponente,
o de insertar la pelota de basquet). Pero en la vida "real" nuestras acciones
también se rigen por nuestros objetivos: divertirnos, tener éxito, fama, seguridad,
etc.
Por eso los juegos son imitaciones de la realidad, y por eso son tan fascinantes.
Pero no son la realidad. Porque las reglas y los objetivos del juego son
imaginarios. Son de mentiras. En el juego me comporto COMO SI fuese importante
encestar la pelota; COMO SI la pelota no pudiese ser pateada sino sólo tocada por
la mano. Estas reglas y objetivos no ejercen un poder real sobre mí. Solo estoy
ligado a ellas mientras que las acepte, sólo mientras que me identifique con ellas
como las que determinan mi realidad.

El asombroso poder de los juegos proviene de la capacidad de identificarme con


reglas imaginarias y objetivos imaginarios como si fuesen reales. Nos
identificamos con situaciones ficticias y sacamos a la realidad "real" hacia fuera
de nuestra conciencia.

Hay juegos de mesa y juegos de pelota y juegos de cartas. Pero también hay juegos
psicológicos y juegos sociales. Puedo jugar el juego "soy bonita" o "soy sabio", o el
juego "soy un filósofo". Estos son juegos si es que me identifico con ellos; si
pretendo que determinan quien soy. Por ejemplo puedo dejar que la idea "soy
bonita" controle mi modo de actuar y de hablar. O puedo asumir una determinada
postura y un determinado discurso de acuerdo a "soy sabio". Me impongo mí
mismo determinados estándares (reglas, objetivos) y me restrinjo a mí mismo a
éstos. Mi realidad ahora está más restringida.

También hay juegos intelectuales: Me impongo a mí mismo determinados


estándares de pensamiento y creencias -"Soy existencialista", "Creo en el
dualismo", " Tengo un gusto refinado". Ajusto mis pensamientos a patrones,
modos de pensar y presupuestos específicos.

Estos son juegos si es que identifico a mi realidad con ellos, si permito que
restrinjan mi modo de pensar y de ser, si me imagino que ellos pueden determinar
quien soy.

Jugar juegos es confinarme a mismo a una realidad imaginaria muy estrecha.


Esto no necesariamente es malo. Los juegos pueden ser divertidos. También
pueden ayudarnos a lograr alcanzar determinadas metas. Los juegos sociales
salvan a la sociedad del caos.

Pero si entro a los juegos sin darme cuenta, si me pierdo en ellos por largos
períodos de tiempo, entonces no vivo plenamente mi vida. Entonces pierdo el
contacto con gran parte de la realidad humana. Empiezo a vivir la vida virtual
construida por ideales nobles y filosofías, por las exigencias de la sociedad, por
caprichos y fantasías.
Somos asombrosamente "buenos" en perdernos en reglas y objetivos ficticios. Los
niños israelíes aprenden rápidamente las reglas de la identidad israelí y los niños
árabes aprenden rápidamente las reglas de la identidad árabe. Los americanos
aclaman a sus equipos de basquet, los italianos aclaman a su equipo de fútbol
italiano. El pobre campesino africano sueña con su campo lleno de árboles de
plátano, mientras que el filósofo americano sueña con volverse famoso (¡famoso
entre otros intelectuales!)

Somos muy buenos en restringir nuestros pensamientos, nuestras emociones,


aspiraciones y comportamiento a un ámbito muy limitado de la realidad humana.

Pero parece que no estuviéramos totalmente encarcelados en nuestros juegos. El


jugador de ajedrez tiene una vaga conciencia de que está jugando, y esa realidad
es más amplia que el tablero de ajedrez. Una señora adinerada en una fiesta de
alta sociedad puede actuar y sentir de acuerdo a las normas sociales y sin
embargo algo en el fondo de su mente le puede estar susurrando que está
actuando.

No estoy totalmente encarcelado en mis juegos. Incluso cuando me veo forzado a


jugar las reglas de mi sociedad y de mi sicología, no necesito identificarme
plenamente con éstas y restringir mi existencia a ellas. Incluso cuando me
encuentro a mí mismo controlado por mis hábitos u obsesiones o temores, puedo
darme cuenta de que mi realidad es mucho más grande que estos juegos.

La psicología moderna ha desarrollado modos de ayudar a la gente a darse cuenta


de sus juegos psicológicos ("patrones emocionales","defensas", "represiones",
etc.) y de ir más allá de ellos. Pero esta tarea, por más importante que pueda ser,
todavía sigue siendo muy limitada. Porque ir más allá de los juegos
psicológicos no es todavía ir más allá de una prisión más fundamental todavía,
esto es, la prisión conceptual - los juegos de nuestro entendimiento: las reglas y
objetivos que seguimos construyendo las coordinadas básicas de nuestro mundo.
Estos son juegos de nuestros patrones cognitivos, de nuestras predisposiciones
culturales, de las estructuras (o reglas) que nuestra autobiografía particular
impone a la realidad.

¿Es posible acaso que lleguemos a ser conscientes de estos juegos más
fundamentales o de ir más allá de nuestra concepción normal de la realidad?
¿Existe alguna manera de trascender nuestros modos usuales de comprensión, que
son los que forman nuestro mundo?
Esto sería una tremenda tarea. Es difícil pensar en una aspiración más ambiciosa.
Y sin embargo, me parece que no es del todo imposible. Por supuesto como ser
humano no puedo ser libre de todo tipo de ataduras. No puedo deshacerme de
todos mis patrones cognoscitivos y culturales. Pero el punto es que no necesito
indentificarme con ellos. No necesito limitar mi conciencia a determinados juegos
intelectuales. Puedo "escuchar" a una conciencia más amplia de una realidad más
grande. Puedo contemplar más allá de mis limitaciones.

Si esto es realmente posible, si puedo ser más grande que mis juegos y puedo
estar en contacto con un ámbito más amplio de la existencia humana, entonces
esto parece ser una tarea apropiada para la filo-sofía. Porque, para usar las
imágenes de Platón, el objetivo del filó-sofo es salir de la estrecha caverna hacia
un mundo más amplio.

Esta es pues mi respuesta personal (por lo menos por el momento) a la pregunta


al inicio de esta reflexión. Mi objetivo en filo-sofía no es buscar respuestas o
teorías o explicaciones, y no es limitarme a las voces de la razón o de la moral o
de la belleza. Mi objetivo es, más bien, ir más allá de las limitaciones de mi modo
normal de comprender y de ser un testigo de un horizonte más amplio de la
realidad humana - a través de mi conciencia, de mis pensamientos y mis escritos,
a través de mis relaciones, y a través de mi vida cotidiana.

Reflexión 19

EL DIÁLOGO POLIFÓNICO
Traducido por Carmen Zavala

Me alegró mucho recibir algunas reacciones interesantes a mi última reflexión


(sobre juegos), y las he puesto en línea en esta página web (haz click aquí). Me
alegra que los que han escrito hayan dado voz a sus comprensiones de las cosas,
especialmente porque son diferentes a las mía. Después de todo, mi propia voz
filo-sófica es solo una voz. Proviene de la experiencia de vida de una sola persona.
Expresa el modo en que la realidad humana habla a través de una vida muy
particular y no a través de otros modos de ser. Sin otras voces, mi voz sería
unilateral, incompleta.
Por eso no considero a las diferentes voces de mis colegas filósofos prácticos como
contrarias a mi voz, sino como complementarias a mi voz. Me acompañan a crear
una comprensión más completa, una música más rica, como diferentes voces en
un coro. Mi voz particular nunca será suficiente para expresar la riqueza de la
realidad humana – una flauta sola nunca dará voz a una sinfonía.

Por esta razón no me gusta discutir sobre mis reflexiones. Me gusta escuchar las
reacciones de otra gente, pero no me interesa mucho si es que están o no de
acuerdo conmigo. Es más, el propósito de mis reflexiones no es convencer, sino
estimular e inspirar – y ser inspirado. Mi intención no es sostener una verdad
universal, sino ser una voz particular en un coro más grande. Mi esperanza es que
otras voces resuenen conmigo, que me respondan así como una cantante soprano
le responde a un tenor, y enriquezcan así la música filo-sófica.

Este tipo de interacción filo-sófica puede ser llamado un diálogo polifónico (le
debo este nombre a mi amigo Stefano Zampieri). Es muy diferente al modelo “yo
tengo la razón y tú estás equivocado”, que es tan común en la filosofía ortodoxa.
La idea básica aquí no es: “Si pensamos distinto, entonces una de nosotros debe
estar equivocado con respecto a la realidad.”, sino mas bien: “ Si pensamos
distinto, entonces juntos podemos expresar más sobre la realidad – así como un
dueto muchas veces expresa mas que uno solo.”
En un diálogo polifónico mi propósito no es silenciarte probándote que estás
equivocado, sino inspirarte para que podamos ayudarnos mutuamente a
esclarecer y precisar las ideas que nos hablan. Porque nuestro propósito común es
darle voz a la riqueza de nuestra realidad. Nuestras diferentes voces filo-sóficas,
si es que son fieles a lo que las mueve, si es que son precisas y coherentes, pueden
sumarse las unas a las otras en un coro multi-dimensional filosófico,
precisamente porque son diferentes.

Este es el motivo por el cual sugerí en mis reflexiones anteriores que en tanto filó-
sofos deberíamos ir más allá del discurso tradicional de la filosofía occidental
ortodoxa. Sugerí que deberíamos buscar formas alternativas del discurso, que no
asuman que las ideas filosóficas necesariamente son teorías; que no traten de
captar la realidad a través de afirmaciones universalmente válidas, que no se
preocupen de estar argumentando y contraargumentando sobre qué es lo que está
bien y qué es lo que está mal.
La idea de filosofar como un diálogo polifónico puede parecer extraña. Después de
todo el objetivo de la filosofía es entender- es entrar acercarse a la verdad de
realidad. ¿Cómo podemos aceptar dos afirmaciones filosóficas que son diferentes?
Si tu idea es verdadera, entonces como mi idea que la contradice, puede ser
verdadera también?
Además, filo-sofía polifónica no significa acaso que debemos abandonar los
ideales de verdad y realidad? ¿Esto no nos lleva acaso a un relativismo o
subjetivismo extremo, en el que no hay verdadero y falso, donde todo es relativo,
donde todo es igualmente verdadero?

El problema de esta objeción es que asume algo significativo – sobre los que
significa acercarse a la verdad. Muchas veces pensamos en la verdad como
“verdad descriptiva” o “verdad teórica”: Se presume que verdad significa que
hablamos de manera correcta de la realidad. Significa que captamos la realidad
con descripciones y teorías.
Sin embargo, no tenemos por qué limitarnos a asumir este presupuesto ortodoxo.
Podemos buscar la verdad de otras maneras – por ejemplo, tomando parte de la
verdad o dándole voz a la realidad. Desde esta perspectiva alternativa, verdad
significa que asumo un cierto modo de ser y que me abro a la realidad. Estar en la
verdad es una forma de ser, no es algo que yo capte con palabras. El papel de las
palabras no es el de definir, delimitar, fijar una opinión, sino el de abrirme más
allá a de las opiniones en la compañía de otros.

Por estas razones a veces estoy perplejo cuando la gente me habla de “mi
aproximación” a la práctica filosófica, o sobre “mis opiniones” sobre cuestiones
filosóficas. ¿Realmente tengo una aproximación filosófica? ¿Tengo puntos de vista
filosóficos?

Es verdad que a veces mis palabras suenan como afirmaciones categóricas – sobre
la naturaleza de la sabiduría, o sobre el objetivo de la filo-sofía o (como en esta
reflexión) sobre al diálogo filo-sófico. Y a veces sueno como que argumento
bastante, especialmente cuando discuto sobre la filosofía ortodoxa.

Y sin embargo, no tengo opiniones filosóficas que quiera defender como


universalmente válidas. Escribo ideas, no verdades.. Le doy voz a las palabras que
hablan en mí, a los chispazos de realización, a las burbujas de pensamiento,
observaciones, o resumiendo, a frases musicales en una sinfonía en ejecución. Lo
que digo no se supone que sea la última palabra, sino una frase en una canción
que está siendo entonada.

¿Por qué entonces mis reflexiones muchas veces suenan como afirmaciones
categóricas?
Una de las razones es que este es mi modo de inspirar – Escribo en lenguaje fuerte
y provocativo para estimular al lector. También a veces critico la filo-sofía
ortodoxa para alentarnos a explorar caminos no ortodoxos. Mis declaraciones
tienen como propósito cuestionar el monopolio que tiene la ortodoxia y abrir así
la puerta a formas alternativas de filosofar.
Pero hay una tercera razón que es mucho más importante: por las limitaciones de
la gramática. Ese es el problema de las reglas del lenguaje, que cuando
combinamos un sujeto y un predicado y construimos una proposición gramatical,
el resultado suena como una afirmación categórica.
Me gustaría que hubiese una conjugación lingüística especial o un tiempo
gramatical especial, que pudiese expresar ideas sin convertirlas en proposiciones.
Podríamos llamarlo el “tiempo filosófico” o “ el tiempo reflexivo”: el tiempo
pasado. El tiempo presente, el tiempo futuro… y el tiempo reflexivo.
A lo mejor deberíamos inventarlo.

Pero hay una cuarta razón por la que mis reflexiones muchas veces suenan como
afirmaciones concluyentes. Había dicho un poco antes que no tengo opiniones
filosóficas y que no pretendo que mis palabras sean universalmente verdaderas.
Bueno, esto es inexacto. En realidad, muchas veces me dejo llevar y hago
declaraciones sobre lo que está bien y lo que está mal, sobre como debería ser la
filosofía y como no debería ser.
Lo admito. Y sin embargo solo es una parte mía la que está hablando. Es solo una
parte mía la que está jugando el juego de la filosofía ortodoxa, el juego de tratar
de captar la verdad universalmente válida. A veces me dejo llevar por el juego,
pero como sugerí en la reflexión 18, la persona que juega un juego, también es
más grande que el juego. El jugador de ajedrez que está absorto en el juego, es
también conciente deque sólo es un juego. La persona que está mirando una
película sabe en el fondo de su mente, que está sentada en un cine.

Así también solo una parte mía juega el juego de las afirmaciones categóricas. Soy
un ser humano. No puedo liberarme de todos los juegos. Tengo mis mecanismos
cognitivos, patrones sicológicos, condicionamientos culturales y programación
biológica. Estos tienen su función y su valor, pero también me tientan a pretender
que mis palabras son la verdad universal, que mi voz solitaria es toda la música,
que mi pequeño tablero es toda la realidad. Y a pesar de ello, incluso en esos
momentos cuando juego con las reglas de las afirmaciones categóricas y la verdad
teórica, también puedo saber en el fondo de mi mente que esto sólo es un modo
limitado de relacionarme con la realidad.
En algún sentido, por eso, mientras mi yo más inmediato está preocupado con sus
juegos teóricos, mi yo más amplio - mi conciencia mas amplia – mira mas allá de
las limitaciones de la teoría. Entonces trata de llegar a esos horizontes de la
existencia humana, que ninguna teoría sola de validez universal puede captar.

Esto, sugiero yo, es el filó-sofo en mí (y en nosotros) la toma de conciencia, que es


mucho más amplia que nuestras limitaciones normales, y que es testigo del amplio
reino de la realidad humana: de la variedad de juegos humanos y limitaciones, así
como de lo que está más allá de ellas.

Reflexión 20

CÓMO LAS IDEAS ABIERTAS ME ABREN A MÍ


Traducido por Carmen Zavala

Hace algunas semanas una persona quería discutir conmigo sobre mis reflexiones
recientes. Empezó explicando lo que había entendido de mi texto. Al hacer eso
trató de precisar lo que escribí y de determinar exactamente lo que el pensó que
yo quise decir.

Hablando con él, tuve la desagradable sensación de que estaba distorsionando lo


que yo quise decir, o incluso trivializándolo (claro que sin mala intención). Pero al
principio no podía indicar qué era lo que exactamente me estaba molestando.

Y luego lo comprendí: Él estaba tratando de hacer mis textos más precisos de lo


que realmente eran. Estaba “traduciendo” mis palabras a ideas muy bien
definidas.

Cuando hablo o escribo en filo-sofía, mis palabras contienen un elemento que es


indefinido, que está indefinido. Cuando digo, por ejemplo, “ir más allá de mis
límites” o “voces de la realidad humana”. No tengo una definición exacta de qué
significan esas palabras. Puede ser que tenga una representación en mi mente,
una imagen, algún tipo de comprensión parcial, pero la gran parte permanece en
mi entendimiento de manera vaga.

No se trata de un desafortunado accidente. Respeto el elemento de indefinición en


las ideas que hablan en mí. No quiero imponerles límites precisos. Porque pueden
hacer algo muy importante precisamente porque son indefinidas:

Su apertura me permite estar abierto. Como su significado está abierto, no me


mantienen encerrado dentro de los muros de una opinión establecida. Cuando
reflexiono sobre ellas, me hacen explorar qué es lo exactamente implican y por lo
tanto me alientan a investigar nuevos significados. Actúan más como preguntas
sabias que como respuestas, como señales de tránsito que me indican que debo
caminar en determinada dirección, que todavía no llego a explorar
completamente.
Resumiendo, el rol de estas ideas indefinidas es ayudarme a develar una visión
que todavía no me está clara. No delimitan mis pensamientos en definiciones y
distinciones, no precisan mi visión, sino que abren mi mirada a más significados y
nuevas formas de comprensión.

No quiero decir que las ideas definidas sean inferiores, y que haya que hacerlas
indefinidas a todas. Aquellas también tienen su función, pero esta función es
diferente.

Mi punto es, que cuando solo tenemos ideas muy bien definidas, tendemos a
cerrarnos en teorías y opiniones inflexibles. Los límites de nuestro mundo se nos
hacen entonces demasiado precisos, las distinciones demasiado terminantes y
demasiado rígidas – como los muros de la caverna de Platón.

Pienso que en la historia de la filosofía, el elemento indefinido en las ideas


muchas veces ha sido ignorado e incluso suprimido. Muchos filósofos se han
preocupado en definir y esclarecer y precisar ideas, como si estuvieran tratando
de purificarlas de todo rastro de vaguedad sospechosa.

Esto tal vez sea así, porque la filosofía tradicional muchas veces considera a las
ideas como teorías que han de ser poseídas y transmitidas. Sin embargo, si la filo-
sofía ha de ser una búsqueda de la sabiduría y un modo de vida, entonces las ideas
son importantes no como posesiones, sino por lo que nos pueden hacer:
develarnos nuevos caminos de comprensión que nos conduzcan más allá de
nuestras actuales limitaciones.

Claro que todo esto no debería ser una excusa para un pensar descuidado o para
escribir de manera confusa. Las palabras filo-sóficas tienen que ser precisas,
aunque no en el sentido de definiciones exactas, sino más bien en el sentido de la
precisión de un poema. Las palabras deberían ser elegidas con mucho cuidado,
para dar voz a las ideas que se quieren expresar, y para permitir que lleven a cabo
su importante función, esto es, el abrirnos realmente a visiones aun no
exploradas.

Desde esta perspectiva, mis reflexiones no deberían ser vistas como teorías o
como opiniones personales. Mis escritos solo son valiosos en la medida en que
forman parte activa de mi búsqueda abierta de nuevos horizontes de comprensión
y sabiduría – y que ojalá ayuden también a otros en esta búsqueda. Esto es el
motivo por el cual, cuando mi lector tradujo mi texto a ideas claramente
delineadas se perdió un elemento crucial: su apertura.
Y entonces ¿qué es lo que quiero decir cuando digo “darle la palabra a la realidad
humana” o “estar abierto a nuevos horizontes de comprensión”? Solo puedo dar
una respuesta muy vaga. Pero esto es el por qué estas ideas me inspiran a seguir
buscando.

E incluso esta reflexión que acabo de escribir no es una idea definitiva. No la


estoy escribiendo aquí para sentar los principios de la filo-sofía, ni para construir
una teoría sobre la indefinición, sino para darle voz a una visión abierta que surge
en mí y que quiere ser explorada. Efectivamente, estoy escribiendo mi experiencia
personal cuando estoy escribiendo mis reflexiones, la experiencia de darle voz a
unas ideas que no comprendo del todo. Siempre que escribo una reflexión, me doy
cuenta de que las ideas que surgen en mí apuntan en determinada dirección, me
doy cuenta de que me quieren llevar más allá, pero no puedo ver hacia dónde
exactamente me están llevando. Poco a poco sin embargo, van revelando más
sobre ellas mismas, y también me llevan a más ideas, que a su vez me llevan
más allá a través de su apertura.

Y por mí, esto está bien. No siento ninguna necesidad de agarrar y poseer y
controlar las ideas. ¡Que se desarrollen en su propio ritmo y a su manera! Confío
que me llevarán por pasajes con sentido.

***

El mes pasado nuestro grupo de compañeros filosóficos se reunió en Florencia.


Fue nuestra primera reunión cara a cara. Me parece que para todos nosotros fue
una tremenda experiencia de comunión filosófica. Esto puede parecer
sorprendente. Cuando ocho filósofos de cinco diferentes países se encuentran,
pareciera probable que terminen encontrándose discutiendo y disputando. Todos
nosotros somos filósofos prácticos activos. (incluyendo algunos líderes de
organizaciones), y gente como esa normalmente tiene sus propias agendas
personales y convicciones. Normalmente, este tipo de situaciones lleva a
desacuerdos. Y sin embargo, a pesar de que estuvimos filosofando todo un fin de
semana, nunca llegamos a una verdadera disputa.

No quiero decir, que estuvimos de acuerdo en todos los temas filosóficos. El punto
es que el asunto del acuerdo o desacuerdo nunca fue importante en nuestras
conversaciones. Claro que cada uno de nosotros tenía perspectivas distintas sobre
las cuestiones filosóficas, pero en vez de pelearnos por estas diferencias, las
acogimos de buen grado y las usamos para construir un “diálogo polifónico” (ver
reflexión 19). “Cantamos” diferentes “voces” en un coro común.
¿Cómo fue posible esto? ¿Cómo pudo el filosofar – es decir, un discurso tan
confrontacional- trascender las diferencias del plano de la opinión personal?

Me parece que la respuesta principal es esta: No estábamos interesados en definir


nuestras opiniones. No estuvimos ocupados aclarando nuestros conceptos y
precisando nuestras ideas, como suele ser tan común en la filosofía tradicional. Es
más, no estábamos interesados en lo que la filosofía académica considera como
precisión y exactitud. Al contrario, preferimos dejar nuestros conceptos e ideas
abiertos de alguna manera, con delimitaciones algo indefinidas. En consecuencia
nuestras diferentes “voces” filosóficas pudieron aceptarse las unas a las otras.
Pudieron interactuar y explorar conjuntamente, en vez de chocar y contradecirse.
Los muros que normalmente separan una opinión de otra fueron desmantelados.

En otras palabras, no tratamos nuestras ideas como productos terminados y bien


definidos. Cuando alguno de nosotros expresaba una idea, él o ella no pretendían
que esto fuera la última palabra, sino la puerta para exploraciones futuras, un
dedo que apunta más allá de sí mismo, una fuente de inspiración para más ideas,
una invitación a otros para unirse a nosotros y responder.
No creo que hayamos hecho con una intención plenamente conciente. Pero
echando una mirada hacia atrás al proceso, creo que esto es lo que de facto
ocurrió, y lo que nos permitió experimentar un nuevo tipo de diálogo filosófico.

Reflexión 21

DESARROLLANDO LA SENSIBILIDAD FILOSÓFICA


Traducido por Carmen Zavala

Por más de un año he estado escribiendo y haciendo circular mis reflexiones sobre
la práctica filosófica y estoy muy agradecido por su interés, apoyo y comentarios.
Me parece que ha llegado el momento de continuar con un modo distinto de
escribir.

Estoy pensando en tratar de escribir una nueva serie de textos cortos. Permítanme
compartir con ustedes algunos de los pensamientos que me han hecho llegar a
esta idea.

Como muchas veces digo, me parece que si queremos que la filo-sofía sea un modo
de ser, si queremos que no solo sea SOBRE la vida, sino que se de EN la vida,
entonces no se puede limitar solamente a pensar. La filo-sofía tiene que estar
presente no solo cuando discutimos asuntos abstractos en la clase o cuando
escribimos artículos, sino también cuando vamos a comprar, cuando conversamos
con un amigo o nos sentamos a comer. Después de todo el filó-sofo es un ser
humano en este mundo y su sabiduría también está en este mundo.

Filo-sofía no significa tomarse un descanso de la vida, sino que es como una


dimensión más de la vida, una dimensión de comprensión, de sentido.

Por lo tanto, en tanto ser humano manejo hacia el trabajo, lavo la vajilla, hago
llamadas telefónicas, me encuentro con amigos, pero como filó-sofo hago todo
esto con una sensibilidad adicional para nuevas formas de comprensión.
Mantengo una especial apertura, una disposición para discernir las “voces” de la
vida y expresarlas. No solo en mis palabras, pero en todo mi modo de ser. Soy un
testigo de la multiplicidad de sentidos de la realidad humana.

Esto implica, me parece, que en tanto filó-sofo no pienso ni hablo solo en nombre
de mi propio pequeño yo. No siento, ni actúo desde mi ego centrado en mí mismo,
desde la prisión de mis presupuestos, desde mis juegos sicológicos y sociales. En
vez de eso, dejo que una forma de entendimiento mayor hable dentro de mí. En
otras palabras, le doy voz a esas partes de mi ser que normalmente están
reprimidas y marginadas por los juegos sociales, por mis necesidades sicológicas,
por mi agenda personal y prejuicios culturales. Aspiro a llegar a tener una mayor
conciencia, que permita a otras partes de mi realidad, hablar a través mío, y por
lo tanto, permitir que un rango mayor de comprensión actúe en mi vida.
Obviamente que ser un filó-sofo en este sentido requiere de una profunda
transformación, que implica nuevas sensibilidades y actitudes.

Claro que como ser humano continúo siendo la misma persona que antes, con sus
tendencias familiares, preferencias, talentos y limitaciones. Pero al mismo
tiempo, en tanto filó-sofo ya no estoy tan confinado a este antiguo yo, no estoy
completamente inmerso en mis preocupaciones personales y placeres y puntos de
vista subjetivos. Ya no soy solo mi pequeño yo, porque mi comprensión va más
allá de los límites de mi yo. Ahora me extiendo más allá de mi prisión y en ese
sentido soy más grande que yo mismo. Mi vida está impregnada por una dimisión
adicional, una conciencia mayor, es más, una realidad mayor. Ahora ya no
pertenezco sólo a mi yo, sino a un ámbito más amplio de sentido y comprensión.

Puedo imaginar a alguien quejándose de que mis palabras son demasiado vagas,
demasiado poéticas.
“¡No entiendo lo que estás describiendo!”
Y esa persona estaría en lo correcto. Lo que he escrito no pretende ser un análisis
o una teoría. Es más, no pienso que una teoría pueda “capturar” el sentido de la
vida filo-sófica, porque la filo-sofía, por su propia naturaleza, es una búsqueda
abierta en lo desconocido. Mis palabras solo tienen como intención servir como un
dedo que apunta en determinada dirección, que necesita ser explorada. Son como
un ademán hacia el inicio del camino que desaparece más allá del horizonte.

Sin embargo, aunque solo esté apuntando en una dirección que haya que explorar,
es legítimo preguntarse: ¿Cómo caminamos en esta dirección? Y además, ¿qué tipo
de guía o tutoría podemos ofrecerle a aquellos que deseen acompañarnos en este
camino?

Sugiero que una cosa importante que necesitamos para este tipo de vida filo-
sófica y exploración filo-sófica es lo que puede ser llamado “sensibilidad filo-
sófica”. Como filósofo tengo que desarrollar una sensibilidad para los sentidos, un
“oído” para nuevas formas de comprensión, un “ojo” para ver más allá de las
paredes normales alrededor mío. Necesito desarrollar la capacidad de detectar
nuevas voces de la realidad humana y dejar que hablen dentro de mí, en vez de
imponer al mundo mi propia sapiencia. Esto requiere de una actitud especial, una
actitud contemplativa a lo largo del día. Contemplativa- en el sentido de abrirme,
más allá de mi mismo, a nuevas comprensiones que hablen en mí.

Pero ¿como es que obtenemos este tipo de sensibilidad filo-sófica? ¿Cómo nos
entrenamos y cómo entrenamos a otros?

Me parece que sería de ayuda aquí tomar en cuenta una analogía del mundo del
arte. Cuando enseñamos música o pintura, esperamos que el estudiante
eventualmente llegue a ser capaz de tocar o pintar de manera creativa. Esperamos
que desarrolle su propia visión artística personal. Pero este es el fin último, no el
comienzo. Un estudiante no puede empezar creando grandes obras. Para poder
crear música o pinturas primero tiene que aprender las técnicas básicas, aprender
las claves musicales o los métodos para pintar sobre lienzo, dominar las reglas de
armonía y las reglas de perspectiva y estar familiarizado con gran cantidad de
material clásico. Debe pasar muchas horas haciendo ejercicios. Recién entonces,
después de domine las capacidades y técnicas básicas, cuando haya adquirido
sensibilidades y una capacidad de escuchar y ver, recién entonces estará lista para
ir más allá de esas herramientas, de ir “a través” de estos tecnicismos a la cosa
real.
Sugiero que de la misma manera, no puedo ser un verdadero filó-sofo a partir de
la nada. Tengo que empezar a aprender técnicas de análisis de conceptos, métodos
de desenmascarar presupuestos escondidos, maneras de construir argumentos.
Tengo que estudiar los textos de los grandes pensadores y ver cómo expresan las
ideas que surgieron en ellos.

Poco a poco voy adquiriendo las capacidades técnicas, el conocimiento, y las


sensibilidades apropiadas y sólo entonces puedo empezar a crear gradualmente,
para abrirme a nuevas formas de entender de incorporar la filo-sofía en mi vida.

Esto implica que el currículo de la filosofía en las universidades no es totalmente


inútil para nosotros. Algunos de sus aspectos son muy relevantes para nosotros
como filó-sofos, especialmente aquellos que tratan de técnicas filosóficas y de
temas de la vida diaria, tales como el amor, la libertad o la autenticidad.
A pesar de que este material académico no es importante como un objetivo en sí,
es parte de los ejercicios de entrenamiento que nos pueden ayudar a desarrollar
nuestra sensibilidad filo-sófica, a condición de que eventualmente lleguemos a ir
más allá de éstos.

***

Estos son algunos de los pensamientos que me han llevado a decidir empezar a
escribir un tipo diferente de textos cortos. Estos textos tendrán como propósito
ayudar a agudizar nuestras sensibilidades filosóficas a la vida cotidiana. La idea
es que cada uno de estos textos se centrará en un tema de la vida cotidiana, y se
valdrá de los textos de múltiples filósofos para explorar posibles modos de
comprensión que surgen de esos tópicos.

Pero permítanme terminar aquí. No quiero aproximarme a este nuevo proyecto


con demasiadas ideas preconcebidas. Permítanme esperar y ver cómo se
materializa en mí. Espero que pronto sea capaz de compartir con ustedes los
primeros textos y espero aún más, que sean de interés para ustedes y para sus
estudiantes de práctica filosófica.

También podría gustarte