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Manuel Grossi Mier
LA INSURRECCIÓN
DE ASTURIAS
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LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Libro 244
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Manuel Grossi Mier
Colección
SOCIALISMO y LIBERTAD
Libro 1 LA REVOLUCIÓN ALEMANA
Víctor Serge - Karl Liebknecht - Rosa Luxemburgo
Libro 2 DIALÉCTICA DE LO CONCRETO
Karel Kosik
Libro 3 LAS IZQUIERDAS EN EL PROCESO POLÍTICO ARGENTINO
Silvio Frondizi
Libro 4 INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA DE LA PRAXIS
Antonio Gramsci
Libro 5 MAO Tse-tung
José Aricó
Libro 6 VENCEREMOS
Ernesto Guevara
Libro 7 DE LO ABSTRACTO A LO CONCRETO - DIALÉCTICA DE LO IDEAL
Edwald Ilienkov
Libro 8 LA DIALÉCTICA COMO ARMA, MÉTODO, CONCEPCIÓN y ARTE
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 9 GUEVARISMO: UN MARXISMO BOLIVARIANO
Néstor Kohan
Libro 10 AMÉRICA NUESTRA. AMÉRICA MADRE
Julio Antonio Mella
Libro 11 FLN. Dos meses con los patriotas de Vietnam del sur
Madeleine Riffaud
Libro 12 MARX y ENGELS. Nueve Conferencias en la Academia Socialista
David Riazánov
Libro 13 ANARQUISMO y COMUNISMO
Evgeni Preobrazhenski
Libro 14 REFORMA o REVOLUCIÓN - LA CRISIS DE LA SOCIALDEMOCRACIA
Rosa Luxemburgo
Libro 15 ÉTICA y REVOLUCIÓN
Herbert Marcuse
Libro 16 EDUCACIÓN y LUCHA DE CLASES
Aníbal Ponce
Libro 17 LA MONTAÑA ES ALGO MÁS QUE UNA INMENSA ESTEPA VERDE
Omar Cabezas
Libro 18 LA REVOLUCIÓN EN FRANCIA. Breve historia del movimiento obrero en Francia
1789-1848. Selección de textos de Alberto J. Plá
Libro 19 MARX y ENGELS
Karl Marx y Friedrich Engels. Selección de textos
Libro 20 CLASES y PUEBLOS. Sobre el sujeto revolucionario
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 21 LA FILOSOFÍA BURGUESA POSTCLÁSICA
Rubén Zardoya
Libro 22 DIALÉCTICA Y CONCIENCIA DE CLASE
György Lukács
Libro 23 EL MATERIALISMO HISTÓRICO ALEMÁN
Franz Mehring
Libro 24 DIALÉCTICA PARA LA INDEPENDENCIA
Ruy Mauro Marini
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LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Libro 25 MUJERES EN REVOLUCIÓN
Clara Zetkin
Libro 26 EL SOCIALISMO COMO EJERCICIO DE LA LIBERTAD
Agustín Cueva - Daniel Bensaïd. Selección de textos
Libro 27 LA DIALÉCTICA COMO FORMA DE PENSAMIENTO - DE ÍDOLOS E IDEALES
Edwald Ilienkov. Selección de textos
Libro 28 FETICHISMO y ALIENACIÓN - ENSAYOS SOBRE LA TEORÍA MARXISTA EL VALOR
Isaak Illich Rubin
Libro 29 DEMOCRACIA Y REVOLUCIÓN. El hombre y la Democracia
György Lukács
Libro 30 PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO
Paulo Freire
Libro 31 HISTORIA, TRADICIÓN Y CONSCIENCIA DE CLASE
Edward P. Thompson. Selección de textos
Libro 32 LENIN, LA REVOLUCIÓN Y AMÉRICA LATINA
Rodney Arismendi
Libro 33 MEMORIAS DE UN BOLCHEVIQUE
Osip Piatninsky
Libro 34 VLADIMIR ILICH Y LA EDUCACIÓN
Nadeshda Krupskaya
Libro 35 LA SOLIDARIDAD DE LOS OPRIMIDOS
Julius Fucik - Bertolt Brecht - Walter Benjamin. Selección de textos
Libro 36 UN GRANO DE MAÍZ
Tomás Borge y Fidel Castro
Libro 37 FILOSOFÍA DE LA PRAXIS
Adolfo Sánchez Vázquez
Libro 38 ECONOMÍA DE LA SOCIEDAD COLONIAL
Sergio Bagú
Libro 39 CAPITALISMO Y SUBDESARROLLO EN AMÉRICA LATINA
André Gunder Frank
Libro 40 MÉXICO INSURGENTE
John Reed
Libro 41 DIEZ DÍAS QUE CONMOVIERON AL MUNDO
John Reed
Libro 42 EL MATERIALISMO HISTÓRICO
Georgi Plekhanov
Libro 43 MI GUERRA DE ESPAÑA
Mika Etchebéherè
Libro 44 NACIONES Y NACIONALISMOS
Eric Hobsbawm
Libro 45 MARX DESCONOCIDO
Nicolás González Varela - Karl Korsch
Libro 46 MARX Y LA MODERNIDAD
Enrique Dussel
Libro 47 LÓGICA DIALÉCTICA
Edwald Ilienkov
Libro 48 LOS INTELECTUALES Y LA ORGANIZACIÓN DE LA CULTURA
Antonio Gramsci
Libro 49 KARL MARX. LEÓN TROTSKY, Y EL GUEVARISMO ARGENTINO
Trotsky - Mariátegui - Masetti - Santucho y otros. Selección de Textos
Libro 50 LA REALIDAD ARGENTINA - El Sistema Capitalista
Silvio Frondizi
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Manuel Grossi Mier
Libro 51 LA REALIDAD ARGENTINA - La Revolución Socialista
Silvio Frondizi
Libro 52 POPULISMO Y DEPENDENCIA - De Yrigoyen a Perón
Milcíades Peña
Libro 53 MARXISMO Y POLÍTICA
Carlos Nélson Coutinho
Libro 54 VISIÓN DE LOS VENCIDOS
Miguel León-Portilla
Libro 55 LOS ORÍGENES DE LA RELIGIÓN
Lucien Henry
Libro 56 MARX Y LA POLÍTICA
Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 57 LA UNIÓN OBRERA
Flora Tristán
Libro 58 CAPITALISMO, MONOPOLIOS Y DEPENDENCIA
Ismael Viñas
Libro 59 LOS ORÍGENES DEL MOVIMIENTO OBRERO
Julio Godio
Libro 60 HISTORIA SOCIAL DE NUESTRA AMÉRICA
Luis Vitale
Libro 61 LA INTERNACIONAL. Breve Historia de la Organización Obrera en Argentina.
Selección de Textos
Libro 62 IMPERIALISMO Y LUCHA ARMADA
Marighella, Marulanda y la Escuela de las Américas
Libro 63 LA VIDA DE MIGUEL ENRÍQUEZ
Pedro Naranjo Sandoval
Libro 64 CLASISMO Y POPULISMO
Michael Löwy - Agustín Tosco y otros. Selección de textos
Libro 65 DIALÉCTICA DE LA LIBERTAD
Herbert Marcuse
Libro 66 EPISTEMOLOGÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Theodor W. Adorno
Libro 67 EL AÑO 1 DE LA REVOLUCIÓN RUSA
Víctor Serge
Libro 68 SOCIALISMO PARA ARMAR
Löwy -Thompson - Anderson - Meiksins Wood y otros. Selección de Textos
Libro 69 ¿QUÉ ES LA CONCIENCIA DE CLASE?
Wilhelm Reich
Libro 70 HISTORIA DEL SIGLO XX - Primera Parte
Eric Hobsbawm
Libro 71 HISTORIA DEL SIGLO XX - Segunda Parte
Eric Hobsbawm
Libro 72 HISTORIA DEL SIGLO XX - Tercera Parte
Eric Hobsbawm
Libro 73 SOCIOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANA
Ágnes Heller
Libro 74 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo I
Marc Bloch
Libro 75 LA SOCIEDAD FEUDAL - Tomo 2
Marc Bloch
Libro 76 KARL MARX. ENSAYO DE BIOGRAFÍA INTELECTUAL
Maximilien Rubel
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LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Libro 77 EL DERECHO A LA PEREZA
Paul Lafargue
Libro 78 ¿PARA QUÉ SIRVE EL CAPITAL?
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 79 DIALÉCTICA DE LA RESISTENCIA
Pablo González Casanova
Libro 80 HO CHI MINH
Selección de textos
Libro 81 RAZÓN Y REVOLUCIÓN
Herbert Marcuse
Libro 82 CULTURA Y POLÍTICA - Ensayos para una cultura de la resistencia
Santana - Pérez Lara - Acanda - Hard Dávalos - Alvarez Somoza y otros
Libro 83 LÓGICA Y DIALÉCTICA
Henri Lefebvre
Libro 84 LAS VENAS ABIERTAS DE AMÉRICA LATINA
Eduardo Galeano
Libro 85 HUGO CHÁVEZ
José Vicente Rangél
Libro 86 LAS GUERRAS CIVILES ARGENTINAS
Juan Álvarez
Libro 87 PEDAGOGÍA DIALÉCTICA
Betty Ciro - César Julio Hernández - León Vallejo Osorio
Libro 88 COLONIALISMO Y LIBERACIÓN
Truong Chinh - Patrice Lumumba
Libro 89 LOS CONDENADOS DE LA TIERRA
Frantz Fanon
Libro 90 HOMENAJE A CATALUÑA
George Orwell
Libro 91 DISCURSOS Y PROCLAMAS
Simón Bolívar
Libro 92 VIOLENCIA Y PODER - Selección de textos
Vargas Lozano - Echeverría - Burawoy - Monsiváis - Védrine - Kaplan y otros
Libro 93 CRÍTICA DE LA RAZÓN DIALÉCTICA
Jean Paul Sartre
Libro 94 LA IDEA ANARQUISTA
Bakunin - Kropotkin - Barret - Malatesta - Fabbri - Gilimón - Goldman
Libro 95 VERDAD Y LIBERTAD
Martínez Heredia - Sánchez Vázquez - Luporini - Hobsbawn - Rozitchner - Del Barco
Libro 96 INTRODUCCIÓN GENERAL A LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA
Karl Marx y Friedrich Engels
Libro 97 EL AMIGO DEL PUEBLO
Los amigos de Durruti
Libro 98 MARXISMO Y FILOSOFÍA
Karl Korsch
Libro 99 LA RELIGIÓN
Leszek Kolakowski
Libro 100 AUTOGESTIÓN, ESTADO Y REVOLUCIÓN
Noir et Rouge
Libro 101 COOPERATIVISMO, CONSEJISMO Y AUTOGESTIÓN
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 102 ROSA LUXEMBURGO Y EL ESPONTANEÍSMO REVOLUCIONARIO
Selección de textos
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Manuel Grossi Mier
Libro 103 LA INSURRECCIÓN ARMADA
A. Neuberg
Libro 104 ANTES DE MAYO
Milcíades Peña
Libro 105 MARX LIBERTARIO
Maximilien Rubel
Libro 106 DE LA POESÍA A LA REVOLUCIÓN
Manuel Rojas
Libro 107 ESTRUCTURA SOCIAL DE LA COLONIA
Sergio Bagú
Libro 108 COMPENDIO DE HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA
Albert Soboul
Libro 109 DANTON, MARAT Y ROBESPIERRE. Historia de la Revolución Francesa
Albert Soboul
Libro 110 LOS JACOBINOS NEGROS. Toussaint L’Ouverture y la revolución de Haití
Cyril Lionel Robert James
Libro 111 MARCUSE Y EL 68
Selección de textos
Libro 112 DIALÉCTICA DE LA CONCIENCIA - Realidad y Enajenación
José Revueltas
Libro 113 ¿QUÉ ES LA LIBERTAD? - Selección de textos
Gajo Petrović – Milán Kangrga
Libro 114 GUERRA DEL PUEBLO - EJÉRCITO DEL PUEBLO
Vo Nguyen Giap
Libro115 TIEMPO, REALIDAD SOCIAL Y CONOCIMIENTO
Sergio Bagú
Libro 116 MUJER, ECONOMÍA Y SOCIEDAD
Alexandra Kollontay
Libro 117 LOS JERARCAS SINDICALES
Jorge Correa
Libro 118 TOUSSAINT LOUVERTURE. La Revolución Francesa y el Problema Colonial
Aimé Césaire
Libro 119 LA SITUACIÓN DE LA CLASE OBRERA EN INGLATERRA
Federico Engels
Libro 120 POR LA SEGUNDA Y DEFINITIVA INDEPENDENCIA
Estrella Roja - Ejército Revolucionario del Pueblo
Libro 121 LA LUCHA DE CLASES EN LA ANTIGUA ROMA
Espartaquistas
Libro 122 LA GUERRA EN ESPAÑA
Manuel Azaña
Libro 123 LA IMAGINACIÓN SOCIOLÓGICA
Charles Wright Mills
Libro 124 LA GRAN TRANSFORMACIÓN. Critica del Liberalismo Económico
Karl Polanyi
Libro 125 KAFKA. El Método Poético
Ernst Fischer
Libro 126 PERIODISMO Y LUCHA DE CLASES
Camilo Taufic
Libro 127 MUJERES, RAZA Y CLASE
Angela Davis
Libro 128 CONTRA LOS TECNÓCRATAS
Henri Lefebvre
8
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Libro 129 ROUSSEAU Y MARX
Galvano della Volpe
Libro 130 LAS GUERRAS CAMPESINAS - REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN EN
ALEMANIA
Federico Engels
Libro 131 EL COLONIALISMO EUROPEO
Carlos Marx - Federico Engels
Libro 132 ESPAÑA. Las Revoluciones del Siglo XIX
Carlos Marx - Federico Engels
Libro 133 LAS IDEAS REVOLUCIONARIOS DE KARL MARX
Alex Callinicos
Libro 134 KARL MARX
Karl Korsch
Libro 135 LA CLASE OBRERA EN LA ERA DE LAS MULTINACIONALES
Peters Mertens
Libro 136 EL ÚLTIMO COMBATE DE LENIN
Moshe Lewin
Libro 137 TEORÍAS DE LA AUTOGESTIÓN
Roberto Massari
Libro 138 ROSA LUXEMBURG
Tony Cliff
Libro 139 LOS ROJOS DE ULTRAMAR
Jordi Soler
Libro 140 INTRODUCCIÓN A LA ECONOMÍA POLÍTICA
Rosa Luxemburg
Libro 141 HISTORIA Y DIALÉCTICA
Leo Kofler
Libro 142 BLANQUI Y LOS CONSEJISTAS
Blanqui - Luxemburg - Gorter - Pannekoek - Pfemfert - Rühle - Wolffheim y Otros
Libro 143 EL MARXISMO - El MATERIALISMO DIALÉCTICO
Henri Lefebvre
Libro 144 EL MARXISMO
Ernest Mandel
Libro 145 LA COMMUNE DE PARÍS Y LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA
Federica Montseny
Libro 146 LENIN, SOBRE SUS PROPIOS PIES
Rudi Dutschke
Libro 147 BOLCHEVIQUE
Larissa Reisner
Libro 148 TIEMPOS SALVAJES
Pier Paolo Pasolini
Libro 149 DIOS TE SALVE BURGUESÍA
Paul Lafargue - Herman Gorter - Franz Mehring
Libro 150 EL FIN DE LA ESPERANZA
Juan Hermanos
Libro 151 MARXISMO Y ANTROPOLOGÍA
György Markus
Libro 152 MARXISMO Y FEMINISMO
Herbert Marcuse
Libro 153 LA TRAGEDIA DEL PROLETARIADO ALEMÁN
Juan Rústico
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Manuel Grossi Mier
Libro 154 LA PESTE PARDA
Daniel Guerin
Libro 155 CIENCIA, POLÍTICA Y CIENTIFICISMO - LA IDEOLOGÍA DE LA NEUTRALIDAD
IDEOLÓGICA
Oscar Varsavsky - Adolfo Sánchez Vázquez
Libro156 PRAXIS. Estrategia de supervivencia
Ilienkola- Kosik - Adorno - Horkheimer - Sartre - Sacristán y Otros
Libro 157 KARL MARX. Historia de su vida
Franz Mehring
Libro 158 ¡NO PASARÁN!
Upton Sinclair
Libro 159 LO QUE TODO REVOLUCIONARIO DEBE SABER SOBRE LA REPRESIÓN
Víctor Serge
Libro 160 ¿SEXO CONTRA SEXO O CLASE CONTRA CLASE?
Evelyn Reed
Libro 161 EL CAMARADA
Takiji Kobayashi
Libro 162 LA GUERRA POPULAR PROLONGADA
Máo Zé dōng
Libro 163 LA REVOLUCIÓN RUSA
Christopher Hill
Libro 164 LA DIALÉCTICA DEL PROCESO HISTÓRICO
George Novack
Libro 165 EJÉRCITO POPULAR – GUERRA DE TODO EL PUEBLO
Vo Nguyen Giap
Libro 166 EL MATERIALISMO DIALÉCTICO
August Thalheimer
Libro 167 ¿QUÉ ES EL MARXISMO?
Emile Burns
Libro 168 ESTADO AUTORITARIO
Max Horkheimer
Libro 169 SOBRE EL COLONIALISMO
Aimé Césaire
Libro 170 CRÍTICA DE LA DEMOCRACIA CAPITALISTA
Stanley Moore
Libro 171 SINDICALISMO CAMPESINO EN BOLIVIA
Qhana - CSUTCB - COB
Libro 172 LOS ORÍGENES DE LA CIVILIZACIÓN
Vere Gordon Childe
Libro 173 CRISIS Y TEORÍA DE LA CRISIS
Paul Mattick
Libro 174 TOMAS MÜNZER. Teólogo de la Revolución
Ernst Bloch
Libro 175 MANIFIESTO DE LOS PLEBEYOS
Gracco Babeuf
Libro 176 EL PUEBLO
Anselmo Lorenzo
Libro 177 LA DOCTRINA SOCIALISTA Y LOS CONSEJOS OBREROS
Enrique Del Valle Iberlucea
Libro 178 VIEJA Y NUEVA DEMOCRACIA
Moses I. Finley
10
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Libro 179 LA REVOLUCIÓN FRANCESA
George Rudé
Libro 180 ACTIVIDAD, CONCIENCIA Y PERSONALIDAD
Aleksei Leontiev
Libro 181 ENSAYOS FILOSÓFICOS
Alejandro Lipschütz
Libro 182 LA IZQUIERDA COMUNISTA ITALIANA (1917-1927)
Selección de textos
Libro 183 EL ORIGEN DE LAS IDEAS ABSTRACTAS
Paul Lafargue
Libro 184 DIALÉCTICA DE LA PRAXIS. El Humanismo Marxista
Mihailo Marković
Libro 185 LAS MASAS Y EL PODER
Pietro Ingrao
Libro 186 REIVINDICACIÓN DE LOS DERECHOS DE LA MUJER
Mary Wollstonecraft
Libro 187 CUBA 1991
Fidel Castro
Libro 188 LAS VANGUARDIAS ARTÍSTICAS DEL SIGLO XX
Mario De Micheli
Libro 189 CHE. Una Biografía
Héctor Oesterheld - Alberto Breccia - Enrique Breccia
Libro 190 CRÍTICA DEL PROGRAMA DE GOTHA
Karl Marx
Libro 191 FENOMENOLOGÍA Y MATERIALISMO DIALÉCTICO
Trần Đức Thảo
Libro 192 EN TORNO AL DESARROLLO INTELECTUAL DEL JOVEN MARX (1840-1844)
Georg Lukács
Libro 193 LA FUNCIÓN DE LAS IDEOLOGÍAS – CRÍTICA DE LA RAZÓN INSTRUMENTAL
Max Horkheimer
Libro 194 UTOPÍA
Tomás Moro
Libro 195 ASÍ SE TEMPLÓ EL ACERO
Nikolai Ostrovski
Libro 196 DIALÉCTICA Y PRAXIS REVOLUCIONARIA
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 197 JUSTICIEROS Y COMUNISTAS (1843-1852)
Karl Marx, Friedrich Engels y Otros
Libro 198 FILOSOFÍA DE LA LIBERTAD
Rubén Zardoya Loureda - Marcello Musto - Seongjin Jeong - Andrzej Walicki
Bolívar Echeverría - Daniel Bensaïd -Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 199 EL MOVIMIENTO ANARQUISTA EN ARGENTINA. Desde sus comienzos hasta 1910
Diego Abad de Santillán
Libro 200 BUJALANCE. LA REVOLUCIÓN CAMPESINA
Juan del Pueblo
Libro 201 MATERIALISMO DIALÉCTICO Y PSICOANÁLISIS
Wilhelm Reich
Libro 202 OLIVER CROMWELL Y LA REVOLUCIÓN INGLESA
Christopher Hill
Libro 203 AUTOBIOGRAFÍA DE UNA MUJER EMANCIPADA
Alexandra Kollontay
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Manuel Grossi Mier
Libro 204 TRAS LAS HUELLAS DEL MATERIALISMO HISTÓRICO
Perry Anderson
Libro 205 CONTRA EL POSTMODERNISMO – UN MANIFIESTO ANTICAPITALISTA
Alex Callinicos
Libro 206 EL MATERIALISMO DIALÉCTICO SEGÚN HENRI LEFEBVRE
Eugenio Werden
Libro 207 LOS COMUNISTAS Y LA PAZ
Jean-Paul Sartre
Libro 208 CÓMO NOS VENDEN LA MOTO
Noan Chomsky - Ignacio Ramonet
Libro 209 EL COMITÉ REGIONAL CLANDESTINO EN ACCIÓN
Alexei Fiodorov
Libro 210 LA MUJER Y EL SOCIALISMO
August Bebel
Libro 211 DEJAR DE PENSAR
Carlos Fernández Liria y Santiago Alba Rico
Libro 212 LA EXPRESIÓN TEÓRICA DEL MOVIMIENTO PRÁCTICO
Walter Benjamin – Rudi Dutschke – Jean-Paul Sartre – Bolívar Echeverría
Libro 213 ANTE EL DOLOR DE LOS DEMÁS
Susan Sontag
Libro 214 LIBRO DE LECTURA PARA USO DE LAS ESCUELAS NOCTURNAS PARA
TRABAJADORES – 1er Grado
Comisión Editora Popular
Libro 215 EL DISCURSO CRÍTICO DE MARX
Bolívar Echeverría
Libro 216 APUNTES SOBRE MARXISMO
Iñaki Gil de San Vicente
Libro 217 PARA UN MARXISMO LIBERTARIO
Daniel Guerin
Libro 218 LA IDEOLOGÍA ALEMANA
Karl Marx y Friedrich Engels
Libro 219 BABEUF
Ilya Ehrenburg
Libro 220 MIGUEL MÁRMOL – LOS SUCESOS DE 1932 EN EL SALVADOR
Roque Dalton
Libro 221 SIMÓN BOLÍVAR CONDUCTOR POLÍTICO Y MILITAR DE LA GUERRA ANTI
COLONIAL
Alberto Pinzón Sánchez
Libro 222 MARXISMO Y LITERATURA
Raymond Williams
Libro 223 SANDINO, GENERAL DE HOMBRES LIBRES
Gregorio Selser
Libro 224 CRÍTICA DIALÉCTICA. Ensayos, Notas y Conferencias (1958-1968)
Karel Kosik
Libro 225 LA POLÍTICA REVOLUCIONARIA. Ensayos, Notas y Conferencias
Ruy Mauro Marini
Libro 226 LOS QUE LUCHAN Y LOS QUE LLORAN. El Fidel Castro que yo ví
Jorge Ricardo Masetti
Libro 227 DE CADENAS Y DE HOMBRES
Robert Linhart
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LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Libro 228 ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ
César Vallejo
Libro 229 LECCIONES DE HISTORIA. Documentos del MIR - 1965-1974
Miguel y Edgardo Enríquez - Bautista Van Schowen - Ruy Mauro Marini y Otros
Libro 230 DIALÉCTICA Y CONOCIMIENTO
Jindřich Zelený
Libro 231 LA IZQUIERDA BOLCHEVIQUE - (1922-1924)
Izquierda Bolchevique
Libro 232 LA RELIGIÓN DEL CAPITAL
Paul Lafargue
Libro 233 LA NUEVA ECONOMÍA
Evgeni Preobrazhenski
Libro 234 EL OTRO SADE. DEMOCRACIA DIRECTA Y CRÍTICA INTEGRAL DE LA
MODERNIDAD (Los escritos políticos de D. A. F. de Sade. Un comentario)
Jorge Veraza Urtuzuástegui
Libro 235 EL IMPERIALISMO ES UNA JAULA
Ulrike Meinhof
Libro 236 EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE LA DERECHA
Simone de Beauvoir
Libro 237 EUROPA ANTE EL ESPEJO
Josep Fontana
Libro 238 LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS
Edouard Perroy
Libro 239 TRESCIENTOS MILLONES DE ESCLAVOS Y SIERVOS TRABAJAN BAJO
EL NUEVO ORDEN ECONÓMICO FASCISTA
Jürgen Kuczynski
Libro 240 HISTORIA Y COMUNICACIÓN SOCIAL
Manuel Vázquez Montalbán
Libro 241 TEORÍA GENERAL DEL DERECHO y Otros Escritos
Pēteris Ivánovich Stučka
Libro 242 TEORÍA GENERAL DEL DERECHO Y MARXISMO
Evgeni Bronislavovic Pashukanis
Libro 243 EL NACIMIENTO DEL FASCISMO
Angelo Tasca
Libro 244 LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Manuel Grossi Mier
13
Manuel Grossi Mier
https://elsudamericano.wordpress.com
La red mundial de los hijos de la revolución social
14
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Manuel Grossi Mier
PRÓLOGO de Joaquín Maurín
DIARIO EPISÓDICO DE LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS.
QUINCE DÍAS DE REVOLUCIÓN SOCIALISTA
EPÍLOGO de Julián Gorkin
POST SCRIPTUM
NOTAS a la edición francesa
Ediciones «La Batalla»
Barcelona. 1935
15
Manuel Grossi Mier
CARTA DE RAMÓN GONZÁLEZ PEÑA
Penal de Cartagena, 19 de junio de 1935.
Manuel Grossi Mieres.
Querido Manolo:
Con cuanto placer prologaría tu libro, que por ser tuyo y conocerte, sé
que ha de estar lleno de páginas emotivas, pero el régimen del penal
nos impide en absoluto escribir nada que se relacione con la cuestión
social. Ni aun siquiera nos permiten leer libros. Varios han enviado y
no llegó ninguno a mis manos; están en poder de la dirección para que
yo los remita donde quiera. Los recogerá ahora la familia que llegó
aquí el domingo.
Yo también tengo casi ultimado otro libro y no sé si podré darle cima.
Tuve el cuidado de dejarlo casi terminado en Oviedo, pero juzgo difícil
poder corregirlo y ampliar con algunos hechos que creo de interés.
Torpe de expresión mi prólogo no sería seguramente digno de tu libro,
pero mi identificación contigo antes y en el movimiento haría que al
menos en la intención no restase mérito a tu obra.
Francamente lamento el inconveniente y sinceramente te agradezco
me hayas considerado digno, ya que no sea capaz por mi indigencia
intelectual, para ese prólogo.
Con abrazos fraternales, sabes te quiere de veras tu buen amigo y
camarada,
Ramón González Peña
16
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
PRÓLOGO
En la primavera de 1934 se constituyó en Asturias la Alianza Obrera.
Formaban parte de ella el Partido Socialista, la Unión General de
Trabajadores con su sección decisiva en Asturias: el Sindicato Minero
Asturiano, la Confederación Regional del Trabajo de Asturias, León y
Palencia, la Izquierda Comunista y el Bloque Obrero y Campesino.
Como delegado del Bloque Obrero y Campesino para el Comité
Regional de la Alianza Obrera fue nombrado el camarada Manuel
Grossi.
La Alianza Obrera durante los primeros tiempos se dedicó a una labor
de propaganda. Los mineros de las cuencas de Mieres y de Langreo se
sintieron animados al ver que el Frente Único era un hecho real,
indiscutible.
El 1.° de mayo fue ya un anuncio de las jornadas épicas de octubre. En
Mieres y en Sama, los dos grandes centros de la cuenca minera, se
celebraron actos de propaganda que fueron una demostración
contundente de la marcha irresistible hacia el Frente Único. Los
mineros, comprendiendo intuitivamente la gravedad de la situación
política, imponían un abrazo cordial de todas las fracciones obreras.
No más separaciones, no más fraccionamientos. ¡Unidad de esfuerzos!
Quien escribe este Prólogo tomó parte como orador en esos dos actos,
y pudo constatar personalmente la fuerza inmensa de todos aquellos
trabajadores de la mina, al sentirse unidos formando un bloque
compacto.
El verano fue en Asturias más que en el resto de España de gran
preparación. Los trabajadores de Asturias no son diletantes. Actúan
siempre en serio. El proletariado asturiano es, indiscutiblemente, la
solera firme del movimiento obrero español. Cuando forja un plan, lo
realiza. No hay nada ni nadie que pueda destruir su idea. Marcha hacia
el objetivo con paso seguro, decidido. Tiene la sensación de su fuerza.
17
Manuel Grossi Mier
En septiembre, las fuerzas reaccionarias intentaron concentrarse en
Covadonga. Querían simbólicamente, dar la impresión de que partían
desde aquellos riscos legendarios a la reconquista de España como los
Godos y Cristianos de hace siglos. Mas los mineros estaban allí, y
malograron los proyectos reaccionarios. La concentración de Covadonga
fue un verdadero fracaso. Los trabajadores asturianos ganaron una
importante batalla. Eran invencibles.
Vino octubre. Y Asturias se insurreccionó. Durante quince días los
mineros estuvieron con las armas en la mano combatiendo sin parar
un instante.
***
¿Qué importancia histórica tendrá para el futuro desenvolvimiento de
los acontecimientos políticos en nuestro país la insurrección asturiana?
Es difícil hacer pronósticos. Tenemos tres experiencias anteriores en
nuestro propio país que, si no de punto de comparación absoluta
pueden servirnos como enseñanza. Cierto que la Historia no se repite
con exactitud, pero las leyes de los movimientos revolucionarios, de
sus causas y consecuencias son indiscutibles, y deben ser examinadas
en tanto que normas generales posibles.
En 1909, se insurreccionó Cataluña y de un modo más particular,
Barcelona. La revuelta fue caótica, sin llegar ni, remotamente, a lo que
ha sido la sublevación asturiana. Barcelona obrera se erguía contra la
política reaccionaria que representaba el gobierno de Maura-La Cierva
(Lerroux-Gil Robles de hace veintiséis años). Maura y La Cierva
triunfaron; la insurrección fue sofocada y las cosas volvieron a su sitio.
Mas la política que encarnaban Maura y La Cierva fue vencida. Se
inició entonces un período liberal, democrático. El movimiento obrero
fue acusando su personalidad propia y diferenciándose progresiva-
mente del viejo republicanismo.
La semana roja de julio de 1909 constituyó un formidable paso
adelante en la marcha de la revolución española y de la clase
trabajadora.
18
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
En 1917, el movimiento obrero y la pequeña burguesía de nuestro país
intentaron una acción contra la monarquía: la llamada Asamblea de
Parlamentarios y la huelga revolucionaria de agosto. Fracasaron.
Triunfó el gobierno de Dato-Sánchez Guerra. Sin embargo, unos meses
más tarde los vencedores eran puestos en derrota.
El gran desarrollo de la organización obrera nace precisamente del
movimiento de 1917. Es a partir de entonces que el Partido Socialista
adquiere una verdadera importancia y que cobra prestigio la
Confederación Nacional del Trabajo.
Dos años después del fracaso de 1917, la clase trabajadora española
estuvo en condiciones de haber podido vencer totalmente a la
burguesía. Su fuerza era arrolladora. Mas la falta de la unidad
revolucionaria y de una doctrina revolucionaria justa encarnada por un
partido obrero, hizo perder circunstancias tan propicias.
En 1930, España se encuentra nuevamente como en 1909 y 1917, en
trance revolucionario. Estalla a fines de año una de las más formidables
huelgas generales que jamás se hayan presenciado. El Gobierno del
general Berenguer parece inconmovible. El movimiento revolucionario
es yugulado.
No obstante, cuatro meses después el huracán derrumbaba el Gobierno
y con él la propia monarquía.
El aplastamiento momentáneo de aquellos movimientos que tienen un
sentido progresivo, que poseen una justificación histórica, es más
aparente que real. El fracaso constituye la mayor parte de las veces un
peldaño necesario para el ascenso hacia futuros triunfos. Sin la
revolución rusa de 1905, fracasada, no se hubiera dado la victoria de
1917.
Los acontecimientos de octubre de 1934 cuya culminación heroica fue
la Comuna asturiana han sido el prólogo luminoso de la segunda
revolución que indefectiblemente vivirá España.
La situación actual: Lerroux, Gil Robles, «cedismo», apoteosis
reaccionaria, todo eso es puramente transitorio, efímero. Pasará,
barrido por el vendaval de las grandes conmociones, sin dejar traza,
19
Manuel Grossi Mier
España se encuentra actualmente –y octubre fue el exponente de esta
situación–, entre el fascismo y el socialismo. Ha sido destruida toda
posibilidad de estabilización democrático-burguesa. La burguesía se
mantendrá en el Poder sólo aplicando implacablemente el hierro y el
fuego, es decir, evolucionando a marchas forzadas hacia el fascismo
del que el Gobierno Gil Robes-Lerroux es una avanzada exploradora.
¿Mas es que la clase trabajadora, después de conocer las «delicias»
del fascismo triunfante en Italia, Polonia, Alemania y Austria,
consentirá su victoria? Octubre fue un esfuerzo grandioso para
cerrarle el paso. Lo que puede ocurrir luego no tardaremos en verlo.
Hay un hecho, sin embargo, que conviene destacar. El movimiento
obrero, amordazado, colocado fuera de la ley, perseguido con saña
como no lo fue globalmente jamás durante la monarquía, no se siente
vencido. Obligado a estar comprimido, a permanecer a la sombra, se
siente fuerte, optimista, rehace sus cuadros y se prepara para entrar
nuevamente en batalla.
La disyuntiva histórica: fascismo o socialismo se decidirá, finalmente,
en rudos combates, de los que octubre no fue más que el primero y
seguramente no el más importante.
***
Es, pues, en ese sentido que lo ocurrido en Asturias durante los quince
días de la insurrección tiene un interés histórico trascendental.
Grossi nos aporta un documento de un valor excepcional. No se trata
de un reportaje hecho por una pluma brillante. Grossi durante los días
de la sublevación no manejaba la pluma, sino el fusil, la bomba y la
ametralladora. No tenía tiempo para tomar notas, sino para decidir, en
las reuniones de los Comités, la actuación a seguir y aplicarla luego
como elemento directivo responsable.
Es en la Casa del Pueblo de Mieres, convertida en cárcel, que después
de octubre Grossi ha tenido tiempo para hacer un resumen de la
acción de aquellos días. Sus páginas, secas, pero fuertemente
emocionantes a veces, son un reflejo interesantísimo de aquellas
jornadas cargadas de electricidad e iluminadas por las explosiones de
la dinamita.
20
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Difícilmente se escribirá sobre lo ocurrido en Asturias nada que, siendo
un relato vivido, sea comparable a lo de Grossi. Y no por su literatura,
sino por la falta de literatura precisamente, por ser una traducción tan
próxima de la acción.
El Camarada González Peña, en la carta dirigida a Grossi que precede a
estas páginas, dice claramente que entre él y Grossi, como elementos
directivos que eran ambos del movimiento revolucionario, hubo una
completa identificación antes y durante el movimiento. La misma que
seguramente existió entre Peña y Grossi por un lado, y Bonifacio
Martín, José María Martínez; demás directivos, del otro lado.
El documento de Grossi realza su valor a causa de eso. Aunque escrito
por él, no es, en último término, más que el parte de guerra que dan
los Comités revolucionarios resumiendo la batalla librada y anunciando
las razones que han obligado a la desmovilización y a concertar un
armisticio temporal.
Manuel Grossi, minero; de 30 años de edad, directivo de la insurrección
asturiana, autor de las páginas que siguen, se encuentra actualmente
en la cárcel aguardando la hora de pasar ante el Consejo de Guerra
que seguramente le pedirá la pena de muerte.
El interés dramático sube de tono todavía...
Joaquín Maurín
5 de julio de 1935
21
Manuel Grossi Mier
DIARIO EPISÓDICO DE LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
QUINCE DÍAS DE REVOLUCIÓN SOCIALISTA
La crisis del Gobierno Samper ha excitado enormemente los ánimos de
los trabajadores asturianos. Los rudos semblantes de los mineros
aparecen preocupados, inquietos. Se interrogan unos a otros con la
mirada, con el gesto. ¿Qué va a pasar?
Por la tarde, los Centros Obreros aparecen extraordinariamente
concurridos. Acuden a ellos millares de trabajadores. Atmósfera densa,
cargada de humo y de electricidad. Se habla en voz alta, casi a gritos.
Los comentarios giran, claro está, en torno a la crisis. ¿Cómo se
solucionará ésta? ¿Formará Gobierno Lerroux? ¿Con la CEDA 1 o sin la
CEDA? Es esta la preocupación máxima de todos.
Lerroux no cuenta con ninguna simpatía en los medios obreros. Todos
los comentarios le son francamente hostiles. Sin embargo, si se limita
a formar un Gobierno republicano es más que probable que no se
desencadenará ninguna acción inmediata contra él. Lo que no puede
consentirse es la entrada de la CEDA en el Gobierno. A este respecto,
todos parecen unánimes. ¡La CEDA, no! La participación de la CEDA en
el Gobierno sería una primera victoria oficial del fascismo. Aceptar
esto, sin resistencia, sin lucha, sería tanto como prepararse la derrota,
el aplastamiento, la tumba. Sería una complicidad.
La amarga experiencia de los trabajadores alemanes está presente en
todos los ánimos. Esa experiencia, los trabajadores españoles no la
repetirán. Al anochecer, el cielo se cubre de negros nubarrones. Se
masca la tempestad.
Por la mañana, temprano aún, las calles de Mieres presentan un
aspecto inusitado. Extraordinaria concurrencia de trabajadores. Avidez
de noticias. Preguntas, casi siempre las mismas. Comentarios vivos. A
través de unas y de otros, se va entretejiendo la voluntad colectiva, la
pasión unánime de los trabajadores. A medida que pasan las horas,
sube de grado la tensión espiritual. Por encima de las negras cabezas
de los mineros, se siente un extraño revoloteo. Tiene algo de angustia,
de tragedia y de amenaza. Es el anuncio de los grandes acontecimientos,
de las gloriosas hazañas colectivas que embellecen la historia de los
pueblos.
1
«Confederación Española de Derechas Autónomas» (C.E.D.A.) y su principal dirigente José María
Gil Robles, Jefe del partido social-católico, «Acción Popular».
22
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
La negra muchedumbre acude, en demanda de noticias, a la Casa del
Pueblo. Es un continuo ir y venir. Los mineros entran y salen como
abejas; del interior de la Casa del Pueblo sale un zumbido de colmena.
La Casa del Pueblo sustituye al templo y al cuartel. En ella se fecunda la
nueva fe y la nueva disciplina. A ella afluye y en ella se genera la vida
social moderna. En ella se incuban los grandes acontecimientos
sociales, los grandes partos de la historia. Quien quiera conocer
nuestro tiempo y penetrar en el porvenir, que mire hacia las Casas del
Pueblo.
Hoy, víspera de batalla, nos damos cuenta de la influencia que tiene la
Alianza Obrera entre los parias del subsuelo. A.O. Estas dos letras han
adquirido un poder mágico. El mitin, la conferencia, la asamblea
pública, el periódico, el manifiesto, las han popularizado entre los
trabajadores. Hoy forman parte de su conciencia colectiva. Confían en
ellas porque confían en sí mismos, en su unión, en su fuerza. En estos
momentos, preñados de peligro, los obreros lo esperan todo de la
Alianza Obrera.
Hacia las siete de la tarde, se conoce la noticia de la constitución del
nuevo Gobierno. Forman parte de él tres ministros de la CEDA. En el
primer momento, los obreros se resisten a creerlo ¡Cómo! ¿Es posible
que se les entregue así la República? La noticia se confirma. La
indignación sucede al estupor. Se fruncen los ceños y se encienden en
cólera los ojos. Los puños se aprietan y se levantan casi instintivamente.
Los obreros de Mieres me conocen como miembro del Comité de la
Alianza Obrera. Vienen a mí y me envuelven a preguntas. ¿Qué piensa
hacer el Comité? ¿Qué respuesta se da a la provocación de la
burguesía?
Siento sobre mí la responsabilidad de estos momentos. Nada puedo
hacer sin consultar a los demás compañeros de Comité. A los que me
interrogan, les digo:
– La Alianza Obrera está informada de cuanto sucede y procederá
como corresponde a una organización revolucionaria. Lo primero que
se impone en todos es serenidad y disciplina.
23
Manuel Grossi Mier
El Partido Comunista Oficial trata de aprovecharse de las circunstancias
para enfrentar a los trabajadores con el Comité Central de la Alianza
Obrera. Esta maniobra no da resultado alguno. Los obreros saben a
qué atenerse.
Las nueve de la noche. La noticia de la entrada de la CEDA en el
Gobierno recibe confirmación definitiva. Los ánimos están extra-
ordinariamente excitados. Se masca la proximidad de la batalla. El
Ejército rojo está en su máxima gestación. El reloj de la revolución no
se detendrá ya. La hora H está a punto de sonar.
Hacia las diez de la noche me encuentro con Ramón González Peña.
Cambiamos impresiones respecto a la actitud que debemos adoptar.
Llegamos fácilmente a un acuerdo: es preciso desencadenar la
insurrección. Pero antes debe reunirse la Alianza Obrera y consultar a
la Comisión Ejecutiva del Partido Socialista y de la Unión General de
Trabajadores. A las doce de la noche podrá tenerse ya una respuesta.
Si, como es lógico suponer, ésta es afirmativa, inmediatamente
empezará la insurrección.
Las doce de la noche. Las noticias recibidas son favorables al
movimiento. Todo está dispuesto. Sólo falta aplicar la cerilla a la
mecha de la insurrección. La aplicamos sin vacilar, con gesto grave,
pero con la voluntad de vencer.
Tenemos confianza en nuestra unidad. La Alianza Obrera Revolucionaria
se ha extendido por todos los centros industriales de Asturias. Los
comités locales tienen vida activa. El ejército de la revolución se
estructura en su formación orgánica. La victoria se hace indestructible.
Ella responde a la firme voluntad de toda la clase trabajadora de
España que se manifiesta contra el asalto al poder por las fuerzas
reaccionarias. Sólo el proletariado unido, entre sí, las hará retroceder.
Adelante, con paso firme, emprendemos el camino, con la seguridad
de que nuestra misión revolucionaria será cumplida en todos los
terrenos.
24
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
La toma de Mieres
¿De qué número de armas disponemos en el momento de lanzarnos a
la insurrección?
Procedente del famoso alijo de San Esteban de Pravia, a Mieres no
llegó una sola arma. Veinte días antes del movimiento llegó un vagón
de chatarra a la fábrica de Mieres. En el fondo de este vagón había
unos doscientos fusiles alemanes. Convenientemente examinados,
empezamos a ponerles culatas. De estos fusiles sólo podemos
aprovechar unos treinta.
En los primeros momentos tenemos que recurrir a las escopetas y a los
aperos de labranza, útiles en estos casos. Ocupa un lugar preferente la
dinamita.
Nuestro primer objetivo consiste en copar, sin que el enemigo se dé
cuenta, los cuarteles de la fuerza pública: guardia civil y guardia de
asalto. Desgraciadamente, hacia las diez de la noche ha estallado un
cartucho de dinamita, que ha sembrado la alarma entre el elemento
reaccionario. La fuerza pública patrulla por las calles durante la noche.
Su tranquilidad no se hacía estable.
A la una de la noche decidimos emprender la acción con todas sus
consecuencias. Tenemos noticias de que en la cuenca minera de Sama,
Pola de Lena, Riosa, etc., se va a entrar en acción hacia la misma hora.
Suenan los primeros disparos. El primer camarada que pierde la vida
por la revolución es Nazario Álvarez, miembro del Partido Comunista.
El gobernador civil de Oviedo ha sido informado por teléfono de lo que
ocurre. Sabemos que se han apresurado a enviar una camioneta de
guardias de asalto, pero ésta no llega a su destino; sus ocupantes,
aterrados, la abandonan en mitad de la carretera y se dan a la fuga.
Suenan disparos durante toda la madrugada, pero sin consecuencia
alguna. La verdadera batalla da comienzo a las cinco de la mañana, al
emprender el asalto de los cuarteles de la guardia civil y de los
guardias de asalto. Son éstos unos setenta en total.
Los insurrectos han sido organizados por grupos de treinta; cada grupo
obedece disciplinadamente a un jefe.
25
Manuel Grossi Mier
Las seis. Decidimos emprender la lucha para apoderarnos del
Ayuntamiento. La custodia de éste ha sido encomendada a los
guardias de asalto. Empieza el ataque. Tras media hora de nutrido
tiroteo, suspendemos éste y hacemos señas al sargento que manda las
fuerzas enemigas para que se rinda. Por toda respuesta, el sargento
ordena a sus hombres que continúe el fuego.
– Ríndanse ustedes; será mejor –se le gritó por segunda vez.
– Mientras me quede un hombre no me rindo –responde, obstinado,
el sargento. ¡Supremo apego al deber!
Se reanuda el tiroteo, más violento aún que antes. Cinco minutos
después el Ayuntamiento pasa a nuestras manos. El que minutos antes
pretendía desestimar el valor de los mineros pide, clemencia. No se le
hace el menor daño; por él, contrario, se le trata con toda clase de
consideraciones. ¡Así son los mineros asturianos!
Han perdido la vida en esta lucha dos guardias de asalto; el resto,
hasta doce, han sido heridos, salvo uno que logró esconderse en el
reloj del Ayuntamiento, donde permanece tres días sin el menor
alimento, hasta que nos enteramos confidencialmente de su estado.
Hacia las ocho y media de la mañana se congrega ante el Ayuntamiento,
ocupado por los obreros insurrectos, una muchedumbre de más de
dos mil personas. Proclamo, desde uno de los balcones, la República
Socialista. El entusiasmo es indescriptible. Se suceden los vivas a la
revolución y a la República Socialista. Cuando consigo hacerme oír de
nuevo, doy instrucciones para continuar la acción. Sólo existe un
pensamiento. La victoria.
Hacia la misma hora, se libran violentos ataques contra los cuarteles
en toda la cuenca minera. El de Murias ha sido tomado ya, perdiendo
la vida el sargento de la guardia civil y un hijo de éste que, sin ser
guardia civil, ha tenido la imprudencia de intervenir en la lucha.
26
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
El cuartel de los guardias de asalto
Por nuestra parte tenemos que librar aún una batalla importante. El
cuartel de los guardias de asalto, llamado Palacio de la Villa,
permanece intacto. Es preciso tomarlo sin demora.
Se organiza, delante mismo del Ayuntamiento, un pelotón de ochenta
hombres armados. Las armas ocupadas a los guardias de asalto que
defendían el Ayuntamiento han mejorado grandemente nuestro
armamento.
Nos encaminamos hacia el cuartel de los guardias de asalto. Por mi
parte querría, si ello fuera posible, evitar la efusión de sangre.
Tenemos en nuestro poder al sargento de los guardias de asalto. Quizá
pueda él influir para que se rindan éstos sin lucha. Se lo digo. El se
niega alegando que no sabe lo que les tiene que decir. Redactamos
una cuartilla y se la entrego para que la lea ante sus compañeros. El
muestra su conformidad.
Llegamos ante el cuartel. El sargento da lectura al escrito que acabo de
entregarle. Tras una corta deliberación, los guardias de asalto deciden
rendirse sin lucha. Nos mandan para comunicárnoslo a un emisario.
Está éste cumpliendo su cometido cuando un desgraciado apodado
«Fantomas» le da un culatazo en la cabeza. Los otros guardias, que
presencian la escena desde el cuartel, rompen inmediatamente el fuego
contra nosotros, hiriendo a varios camaradas. Algunos mortalmente.
Nos encontramos a unos metros de la puerta del cuartel. Comprendemos
que un retroceso en estas condiciones sería darles a los guardias la
sensación de la derrota. Decidimos avanzar a toda costa. Nuestra
decisión en el ataque se ve coronada por el éxito; diez minutos
después logramos apoderarnos del cuartel. Han caído muertos todos
los guardias que se encontraban en el interior del edificio. Sin el gesto
imbécil de «Fantomas» se hubiera evitado este estúpido derramamiento
de sangre.
Consignemos el inminente peligro de muerte en que estuvo el
camarada Mariano Liras, militante activo del Bloque Obrero y
Campesino de Mieres. Detenido a las dos de la madrugada no lejos del
cuartel, los guardias de asalto le tuvieron esposado hasta momentos
antes de ocupar nosotros éste. Estuvo expuesto a morir bajo el fuego
de nuestros propios fusiles. Se salvó por verdadera casualidad.
27
Manuel Grossi Mier
Parecerá extraño que los guardias de asalto permanecieran tantas
horas sin salir del cuartel. Ello se debió a la siguiente estratagema: a
las tres de la madrugada habíamos apostado un grupo de obreros
armados detrás de una iglesia, a unos doscientos metros del cuartel.
Cada cinco minutos estos camaradas hacían disparos en el aire. Los
guardias, creyéndose sitiados, no se atrevieron a salir. Así se dio
tiempo a que llegáramos nosotros, después de apoderarnos del
Ayuntamiento.
Ocupados los dos puntos decisivos, el Ayuntamiento y el Palacio de la
Villa, Mieres pasa a poder de los obreros. Son las primeras fortalezas
de la Revolución. Indiscutiblemente de las principales.
Nombramiento del Comité Revolucionario
Antes de dar comienzo al ataque a los cuarteles, nos habíamos puesto
de acuerdo cuatro camaradas para constituir un Comité provisional.
Este debía ser sustituido por otro, nombrado oficialmente, tan pronto
como nos hiciéramos dueños de la población.
Instalados en el Ayuntamiento, procedemos al nombramiento del
nuevo Comité Revolucionario. Como miembro que soy del Comité de
la Alianza Obrera, se me encarga a mí para hacer las designaciones.
Constituyo el Comité con dos socialistas, dos anarquistas, dos
comunistas del Partido oficial y yo, en representación de la Alianza
Obrera y del Bloque Obrero y Campesino.
Los camaradas socialistas y anarquistas me hacen algunas observaciones
en el sentido de excluir del Comité a los dos comunistas. Yo me
opongo a ello. Los comunistas se han batido desde el primer momento
como excelentes revolucionarios. Pronto tenía que darme cuenta de la
razón que asistía a los que me hacían las observaciones antedichas. En
sentido general diré que he aprendido más en los quince días que ha
durado el movimiento que en el resto de mi vida. ¡Terrible experiencia!
Mieres se convierte inmediatamente en el centro de la insurrección
asturiana. La toma de los cuarteles nos ha proporcionado un buen
número de armas. Pero no tantas como fueran menester. Nos vemos
acosados por centenares de trabajadores que piden un arma. Quieren
batirse, quieren pasar a formar parte del Ejército rojo. A falta de otras
armas, la mayoría tendrán que batirse con dinamita.
28
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
No se conoce el miedo. Los obreros dan pruebas de una decisión y un
valor inconmensurables. Sus ojos están fijos en la victoria. Por
alcanzarla todos están dispuestos a sacrificar la vida. No creo que
haya palabras capaces de describir el heroísmo de los revolucionarios
asturianos. Sólo otros héroes semejantes pueden comprenderlo.
Primeros actos de pillaje
Alguien ha dicho que las revoluciones suelen arrastrar en pos la
espuma de la sociedad.2 Al lado de los combatientes, capaces de todos
los sacrificios por la realización de su ideal, suelen colocarse esos
elementos podridos que parecen destinados a tratar de deshonrar las
revoluciones.
En los primeros momentos, asistimos en Mieres a algunos actos de
pillaje. Ciertos elementos, que parecían sumarse a la revolución, se
dedicaban a asaltar y saquear los comercios, llevándose cuanto
encuentran de algún valor.
Decidimos tomar medidas para que acaben estos abusos. El primer
acto en este sentido es la publicación de un bando en que, al mismo
tiempo que se invita a la población a sumarse al movimiento
revolucionario, se anuncian sanciones severas contra los que sean
sorprendidos cometiendo actos de pillaje. Este bando da resultados
formidables. Los más reacios se suman con entusiasmo a la revolución
y saludan levantando el puño. Los elementos turbios comprenden que
se da comienzo a un nuevo orden de cosas y que es preciso someterse
a él, so pena de sufrir las consecuencias.
La batalla de la Manzaneda (Olloniego)
Nuestra atención está fijada en Oviedo. Para que nuestra victoria en
Asturias sea completa necesitamos conquistar la capital. Y para ello es
preciso organizar, con la mayor rapidez posible, el Ejército rojo de la
Revolución.
2
Una alusión a un célebre pasaje de Víctor Serge [N. Ed.]
29
Manuel Grossi Mier
Estamos trabajando en este sentido, cuando nos llega la noticia de que
se dirigen hacia Mieres fuerzas del Gobierno. No hay que perder un
solo instante. Procedemos con toda rapidez a la requisa de camionetas
y salirnos, en número de 200, al encuentro de los guardias de asalto y
de las tropas mandadas contra nosotros.
Al llegar a la cuesta de la Manzaneda, tropezamos con el enemigo. Nos
detenemos a unos quinientos metros de él y empezamos febrilmente,
pero con serenidad de ánimo y decisión, los preparativos para la
batalla. Dividimos nuestras fuerzas en siete grupos de treinta hombres.
Cada uno de estos grupos debe obedecer, sin la menor discusión, al
jefe designado. Los jefes de grupo no pueden tomar ninguna decisión
sin consultar al representante del Comité revolucionario.
Cerca de la Manzaneda existe un viejo castillo. Corro a instalarme en él
junto con otros camaradas y un corneta de la Cruz Roja que se ha
puesto a nuestra disposición. Los grupos toman posiciones estratégicas
en la montaña. El corneta da la señal de la acción. Comienza la guerra.
En los primeros momentos, la pelea resulta durísima para nosotros.
Las fuerzas enemigas disparan con ametralladoras. Nosotros no
disponemos más que de pistolas ametralladoras, que no logran hacer
blanco por la distancia a que está emplazado el enemigo.
A las tres de la tarde, el tiroteo continúa. El enemigo resiste y nos hace
algunas bajas. Nuestros soldados rojos se baten con tesón.
A las cuatro damos órdenes para que cese el fuego. Reúno a los jefes
de grupos y cambiamos impresiones. Tras breve deliberación, decidimos
emprender el ataque por la carretera. Se encargan de ello dos jefes al
frente de sesenta hombres.
¿De cuántos hombres dispone el enemigo? Lo ignoramos. En la carretera
se ven tres camionetas. Esto nos sirve de indicio.
Da comienzo el ataque. Este se presenta bastante duro. Las
ametralladoras del enemigo disparan sin cesar. Pero los nuestros
avanzan despreciando la muerte. A las cinco ocupamos la posición del
enemigo y algunas de sus armas, y entre éstas las ametralladoras. Sin
la presencia de los soldados, que protegen su retirada, no quedaría un
solo guardia de asalto con vida.
30
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Llega la noche y decidimos nuestra retirada. Nos trasladamos a Mieres
en las camionetas ocupadas a los guardias de asalto. Nuestra entrada
en la población provoca un entusiasmo indescriptible. Todos los
trabajadores, viejos y jóvenes, las mujeres y los niños entonan a coro
la Internacional. No es ya un canto de esperanza, sino de victoria. Me
siento embargado por la emoción.
Rápidamente, hacemos el balance de la batalla de la Manzaneda. Los
soldados rojos han aplicado en ella los métodos estratégicos de la
insurrección. Han sabido desplegarse en guerrilla por los frentes con
toda la ciencia moderna. La disciplina observada ha sido de todo punto
admirable. Cuantas órdenes han sido aplicadas sin chistar. Gracias a
esto, doscientos revolucionarios, deficientemente armados, han
podido vencer a dos compañías de guardias de asalto y una del
Ejército, bien pertrechadas.
En nuestro poder tenemos, prisioneros, a los guardias civiles del
puesto de Olloniego. A pesar de las bajas que se nos han hecho, ni por
un solo momento se nos ocurre tomar venganza en ellos. Son tratados,
por el contrario, con toda clase de consideraciones. Nosotros somos
soldados de la Revolución, pero no asesinos.
La iniciación del movimiento en Ablaña
Después de habernos puesto de acuerdo en Mieres, González Peña se
trasladó a Ablaña con el fin de organizar un fuerte pelotón que se
encargara de recoger las armas procedentes del alijo de Muros del
Nalón y que teníamos convenientemente guardadas.
Ablaña es el pueblo de González Peña. Este ha ejercido siempre un
gran ascendiente entre los obreros de dicho pueblo. Sin embargo,
tiene que arengarles diferentes veces y en los tonos más conminatorios
para decidirlos a sumarse al movimiento. Por fin consigue organizar el
grupo propuesto, con el cual se dirige al lugar donde están las armas.
Habíamos convenido en que una vez armados los obreros, se dirigiría
con ellos hacia el Monte del Naranco (Oviedo). Por razones que
expondremos en otra parte, el grupo formado en Ablaña no toma
parte en el ataque hasta las primeras horas del día 6.
31
Manuel Grossi Mier
Comienzo de la lucha en Turón
La zona de Turón había sido en otros tiempos una fortaleza del
comunismo. Se la denominó «Turón rojo». Pero de algún tiempo a
esta parte los trabajadores de esta zona minera daban pruebas de una
gran desorientación. La mayoría de ellos habían abandonado incluso
las organizaciones obreras, humillándose ante la empresa.
Pero no se abandona tan fácilmente un ideal. Este espera siempre una
circunstancia propicia para manifestarse. Y esa circunstancia se
presentó para los trabajadores turoneses.
Casi a la misma hora que comienza la lucha en Mieres, los obreros de
Turón, aquellos precisamente que parecían más rezagados y al servicio
de la empresa, son los primeros en lanzarse al movimiento. Los guardias
jurados, con la excepción de dos o tres, que son inmediatamente
desarmados, se suman al movimiento.
El 5 de madrugada se emprende el ataque al cuartel de la guardia civil.
Este resulta duro y prolongado. Se carece de una dirección firme, de
disciplina; cada revolucionario obra a su capricho. No se piensa un solo
instante en parlamentar. Es casi seguro que de hacerlo la guardia civil
se rendiría, evitando así una pérdida de tiempo y el derramamiento de
sangre.
La toma del cuartel de la guardia civil dura cerca de ocho horas. De
hecho esta victoria no se obtiene más que gracias a la llegada de
refuerzos de Ujo, Santa Cruz y Figaredo. En este ataque a cuartel de
Turón perdieron la vida el comandante del puesto y dos o tres
guardias.
El caso del capitán Nart
Unos meses después de los acontecimientos y con el único fin de
manchar a los revolucionarios y defenderse ante el conocimiento público
de los crímenes cometidos en Asturias, el Gobierno de Lerroux-Gil
Robles se ha creído en la obligación de publicar un documento que
nosotros podríamos destruir punto por punto. He aquí un extracto de
dicho documento:
32
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
«Una salida a las treinta y dos horas de combate.
»En estas condiciones, y bajo la dirección del capitán Nart, las
fuerzas decidieron abandonar su cuartel, el capitán Nart al frente,
utilizando las bombas de mano que les quedaban, ya que habían
casi agotado las municiones. El capitán consiguió llegar al puente
sobre el Nalón, seguido de algunos números, que fueron cayendo
por el camino; los restantes guardias, que no tenían ya municiones,
fueron muertos al saltar la pared de una finca de labor. Entre ellos
estaba el ordenanza. El capitán cogió el fusil y disparó los dos
únicos tiros que tenía, matando a otros tantos revolucionarios.
Acto seguido se refugió en una “chavola”, y una mujer avisó a los
revoltosos. Estos le pidieron se rindiese, y al negarse a ellos
dispararon, matándole».
Para poder encontrar un héroe, la pobre burguesía se ve obligada a
acumular las mentiras. Tal es el caso del capitán Nart, a quien el
Gobierno se esfuerza por convertir en un héroe. La verdad llana y lisa
es la siguiente:
El ataque a los cuarteles en Sama reviste caracteres extraordinariamente
dramáticos; dura cerca de dos noches y un día y ello debido a la
actitud del capitán Nart. Casi al comienzo de la lucha, este «valiente»
solicita parlamentar con los revolucionarios, los cuales acceden a ello.
El capitán Nart aprovecha esta circunstancia y empieza a ametrallar,
por sorpresa, a los revolucionarios. Esta traición le cuesta cara. Los
trabajadores, poseídos por la rabia, emprenden el ataque al cuartel
hasta no dejar piedra sobre piedra.
El capitán Nart, viendo la cosa perdida, se apresura a huir del cuartel,
abandonando deslealmente a sus subordinados. No lleva en su huida
fusil ni bombas, su única preocupación es la de encontrar algún lugar
donde ocultarse ya que la situación había venido extremadamente
negra. Esta actitud, que otros han dado en calificar de cobarde, no le
vale; los obreros indignados por su proceder anterior para con sus
compañeros, precisamente fusilados a tiro de ametralladora por orden
del citado capitán, le hacen pagar su traición con la vida. La clase
obrera sabe ser altruista y leal en todos los terrenos, pero en casos
como este aplica la justicia revolucionaria.
33
Manuel Grossi Mier
El día 5 a las once de la noche, ante el Comité de Mieres, doy cuenta
del desarrollo y del resultado de la batalla de la Manzaneda. Nuestro
objetivo ahora es marchar sobre Oviedo. La conquista de la capital
asturiana sólo puede hacerse por medio de una acción envolvente.
Han sido constituidos Comités revolucionarios en toda la región. En la
noche del 5 han quedado organizadas las milicias revolucionarias que
deben realizar la operación. Se han mandado las oportunas órdenes a
los Comités de Turón, Ujo y Figaredo, para que éstos las comuniquen a
los trabajadores.
Decidimos ocupar los alrededores de Oviedo durante la noche con el
fin de emprender la acción al despuntar el día. Se emprende la marcha
en medio de la noche. El paso desde Olloniego hasta Oviedo se hace
con ciertas dificultades. Sabemos que los guardias de asalto y los
soldados han hecho su retirada; pero no sabemos si ésta ha sido hacia
el centro de la población o si se han quedado en los alrededores.
Suenan disparos en la noche. Estos nos llenan de indecisión. Más tarde
sabemos que los disparos los hacían los guardias de asalto en su huida
hacia la montaña.
Pasan los grupos de treinta en treinta hacia Oviedo. El desfile se hace
tomando las mayores precauciones.
Los puntos estratégicos señalados por el Comité son los siguientes:
carretera de Trubia, carretera de Mieres, carretera de Sama, monte
del Naranco, fábrica de la Manjoya y otros varios.
La pasividad de Oviedo
A las 6 de la mañana empieza el ataque en la carretera de Oviedo a
Mieres. Nos encontramos apenas a un kilómetro de la capital.
Con gran sorpresa nuestra, los trabajadores de la capital permanecen
absolutamente pasivos. Hace ya treinta horas que mantenemos la
lucha victoriosa en la cuenca hullera y los obreros de Oviedo parecen
no haberse enterado de nada. Esto nos hace suponer que sin nuestra
marcha sobre la capital, en ésta no hubiera sucedido nada.
34
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
La pasividad de los trabajadores de Oviedo hace difícil la toma de la
capital y nos cuesta innumerables víctimas. ¿De quién es la culpa?
Nosotros sabemos que los obreros ovetenses querían entrar en acción
el día 5 ya, pero por lo visto son los dirigentes quienes se han opuesto.
Ignoro a qué se debe esta actitud. Lo único cierto es que tales retrasos
en momentos decisivos perjudican extraordinariamente la causa de la
revolución.
El gobernador de Oviedo aprovecha la pasividad de los trabajadores de
la capital para distribuir la fuerza pública en los lugares estratégicos.
Los edificios más elevados han sido ocupados por fuerzas del ejército,
de la guardia civil y de la guardia de asalto. Desde estos puntos pueden
oponernos una gran resistencia y hacernos innumerables bajas. Si los
trabajadores de Oviedo hubieran emprendido la acción a tiempo, el
gobernador no hubiese podido aplicar tales medidas y la toma de la
capital hubiera resultado relativamente fácil.
¡El Ayuntamiento de Oviedo en nuestro poder!
El ataque a Oviedo empieza por la carretera de San Lázaro. Los jefes de
las fuerzas contrarrevolucionarias están al corriente de nuestra llegada.
Por nuestra parte no ignoramos tampoco las posiciones del enemigo.
En los primeros momentos, nuestras fuerzas no observan la disciplina
que fuera menester. Se observa, por el contrario, cierta desorganización
en el ataque, que tiene para nosotros funestos resultados. Por el
contrario, el enemigo da pruebas de gran astucia. Simula la retirada y
al avanzar nuestros camaradas y tenerles a tiro los ametralla sin
miramiento alguno. Así pierden la vida gran número de revolucionarios.
Los que quedan con vida no retroceden por eso. Siguen atacando con
denuedo y dispuestos a no retroceder un solo paso. Gracias a la
decisión y al heroísmo de nuestros combatientes, la revolución va
ganando terreno.
Hacia las nueve de la mañana llegan a San Lázaro nuevos grupos de
revolucionarios procedentes de Mieres. Con este refuerzo empren-
demos la acción a fondo. La dinamita entra en juego. Los mineros,
habituados a su empleo, obran con ella verdaderos prodigios. Los
enemigos retroceden aterrados. El pánico los ha ganado y corren
carretera adelante como niños asustados. El retroceso, la huida más
35
Manuel Grossi Mier
bien del enemigo, llena de entusiasmo y de valor a los combatientes
rojos. Puede decirse que éstos no han conocido un solo instante el
miedo. Nadie ha pensado en retroceder; si alguien hubiera intentado
hacerlo, hubiera caído acribillado por las balas de los propios
compañeros. Todos sabían que el simple hecho de empuñar el fusil
significaba la obligación de luchar hasta el último momento, a triunfar
o morir.
Los combatientes rojos ocupan serias posiciones en el interior de la
capital. En estas circunstancias es cuando podemos darnos cuenta del
cambio que se opera en las capas más atrasadas e ignorantes de la
población. Cuando las fuerzas contrarrevolucionarias parecen triunfar,
la población pasiva las aplaude; cuando retroceden bajo los golpes de
los revolucionarios, éstos cosechan ovaciones a su paso. Nuestra
entrada en la capital provoca un gran entusiasmo; los trabajadores
revolucionarios de Oviedo se apresuran a unirse a los mineros rojos.
El enemigo retrocede hacia el centro de la población, perseguido por
los revolucionarios. Así llegamos a las inmediaciones del Ayuntamiento
de Oviedo. El edificio parece abandonado. Nadie espera al ejército
minero. A las cuatro de la tarde del día 6, y después de una lucha
encarnizada, el Ayuntamiento de la capital asturiana cae en poder de
los trabajadores revolucionarios. Y al igual que en las poblaciones
conquistadas anteriormente, se constituye el Comité revolucionario
encargado de regir los destinos de Oviedo.
¿Y los demás grupos?
¿Qué se ha hecho de los demás grupos que debían entrar en la ciudad
al mismo tiempo que el de la carretera de San Lázaro? Estos no
aparecen por ninguna parte.
El grupo mandado por González Peña tenía como objetivo la toma del
Naranco para emprender desde allí la acción convergente sobre la
ciudad. No se había convenido señal alguna. Los jefes de grupo tenían
señalada su hora y, en la medida de lo posible, debían atenerse a ella.
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LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Los obreros que salieron de Ablaña el 5 a las cuatro de la mañana no
tenían armas y su primer cuidado debía consistir en procurárselas. En
las Caldas, apeadero del ferrocarril vasco, había guardados algunos
fusiles procedentes del alijo. También había gran número de ellos y de
municiones en Balduno. Estas armas estaban destinadas a Madrid,
pero por causas ajenas a nuestra voluntad no se pudieron mandar.
Asimismo se destinaban para Gijón muchas de ellas, pero la precipitación
del movimiento nos ha impedido mandarlas.
Los obreros armados entre Las Caldas y Balduno suman aproximada-
mente 700, aparte 200 más disponiendo de gran cantidad de dinamita
y de otros medios de lucha. Este ejército revolucionario salió de
Balduno hacia las doce del día, llegando al monte del Naranco a las
cuatro de la tarde. Creían ellos que los obreros de Oviedo saldrían a su
encuentro junto a la Iglesia de San Pedro, pero no fue así. Esto les
decepcionó grandemente. El propio González Peña dio entonces orden
de retirada, aconsejando a los obreros que volvieran a sus casas, pues
la capital aparecía desde el Naranco en estado pacífico. Afortunada-
mente los obreros no hicieron caso de la orden de Peña y continuaron
en su puesto. De hecho estos camaradas hubieran debido entrar en la
capital al mismo tiempo que los de la carretera de San Lázaro.
Los demás grupos, si bien no han dado todo lo que se podía esperar de
ellos, han cumplido al menos con su deber.
¡Los soldados, a nuestro lado!
El mismo día se toma la fábrica de dinamita de La Manjoya. Estaba
ésta protegida por veinte soldados del regimiento número 3, los
cuales, sin oponer la menor resistencia, se pasaron después al Ejército
rojo. Su comportamiento ha sido desde entonces inmejorable. Pronto
sustituyen su uniforme por la ropa azul que se les entrega.
Cuando fracasó el movimiento, yo mismo devolví sus uniformes a
estos soldados, encerrándoles en la Casa del Pueblo, separados de la
guardia civil, de los guardias de asalto y de los carabineros detenidos.
A la llegada a Mieres de las fuerzas gubernamentales, estos soldados
fueron rescatados y licenciados poco después. El total de soldados que
teníamos en nuestro poder era de sesenta.
37
Manuel Grossi Mier
La toma de la Comandancia de Carabineros nos cuesta un duro
combate. La dinamita, una vez más, juega un papel de primer orden.
Gracias a ella y al valor de los mineros, esta fortaleza del enemigo pasa
a poder de los trabajadores a últimas horas de la tarde.
En este ataque sufrimos algunas bajas. Los mineros, despreciando las
reglas de la estrategia, desafiaban al enemigo a cuerpo descubierto y
ofreciéndoles un blanco fácil.
El mismo día cae en nuestro poder la fábrica de armas de Trubia. Esto
ponía a nuestra disposición, a partir del día 7, cierta cantidad de
cañones, los primeros de los cuales debían ser emplazados en el
Naranco.
La batalla de Campomanes
A las once de la mañana del día 6, hacen su aparición en Campomanes
las fuerzas enviadas por el Gobierno para sofocar el movimiento. El
Gobierno ignora sin duda toda la extensión del movimiento
revolucionario de Asturias. Por la carretera de León avanzan hacia
Campomanes veinte camionetas ocupadas por fuerzas de la guardia
civil y de la guardia de asalto. La carretera está cortada a trechos.
Gracias a esta precaución, las fuerzas enemigas avanzan con dificultad.
Asimismo han sido destruidos, en la mañana del día 5, algunos de los
puestos del ferrocarril del Norte. Estos obstáculos con que tropiezan
las fuerzas enemigas, no dan tiempo a nosotros para ocupar los puntos
estratégicos y aguardar en ellos al enemigo.
Las fuerzas gubernamentales hacen contra nosotros los primeros
disparos. Da comienzo la batalla. Esta dura dos horas, durante las
cuales perecen la mayoría de los guardias civiles y de asalto. Empieza
la desbandada en las filas enemigas; muchos de los guardias, al huir, se
desvían y vienen a dar en nuestro propio frente. No les matamos ni
nos libramos sobre ellos a malos tratos. Les guardamos prisioneros en
calidad de rehenes.
La llegada de la noche nos impide apoderarnos de las veinte
camionetas del enemigo. Nos vemos obligados a retirarnos hacia Vega
del Ciego, dejando en Campomanes un fuerte retén. La carretera
aparece cubierta de cadáveres. No es imposible recogerlos y darles
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LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
sepultura, pues esto sería tanto como ofrecernos de blanco al
enemigo. Desde este momento, Campomanes pasa a ser el campo de
batalla de la revolución.
Durante la batalla hemos observado en nuestro frente la falta de
disciplina en la dirección. Cada camarada ha disparado caprichosa-
mente, se ha movido a su guisa sin esperar órdenes de los jefes y del
Comité. Es preciso corregir enérgicamente estos defectos que ponen
en riesgo la causa de la insurrección. En lo sucesivo, aquellos que
desobedezcan las órdenes de los Comités se expondrán a perder la
vida.
Un acto de indisciplina
En este punto es preciso referirse a un hecho que tuvo fatales
consecuencias para la revolución.
El día 5 por la mañana, un grupo compuesto por unos doscientos
revolucionarios llegó hasta lo alto del Puerto de Pajares, donde
permaneció un par de horas. La impaciencia se apoderó de estos
compañeros, que decidieron regresar a Pola de Lena, llenando la
carretera de obstáculos, así como la línea del ferrocarril.
Sin este imprudente abandono del Puerto de Pajares, es probable que
las cosas hubieran tomado otro rumbo. El Puerto de Pajares es un
punto estratégico de primer orden. Sin su abandono por los
revolucionarios, las tropas gubernamentales no hubieran podido
entrar por él en Asturias de la manera que lo hicieron. Este acto de
indisciplina, esta negligencia por parte de los doscientos camaradas en
cuestión, teníamos que pagarlo caro.
Elementos turbios
Sama envía a Mieres un grupo de obreros armados, que queda
incorporado al Ejército rojo. Estos camaradas están impacientes por
batirse contra el enemigo.
La afluencia de nuevos grupos nos crea un serio problema: tenemos
que abastecer dos frentes y no disponemos más que de una exigua
cantidad de municiones. Nuestra atención primordial se dirigirá desde
este momento hacia la solución de ese importantísimo problema.
39
Manuel Grossi Mier
Otro problema nos lo plantea la infiltración de elementos turbios en
las filas revolucionarias. Estos elementos no persiguen más que una
finalidad: introducir la perturbación entre los elementos sanos, el
saqueo para su personal provecho y el crimen vulgar. Y nosotros no
podemos permitir que se deshonre así la noble causa que nos mueve.
Comprendemos en seguida la urgente necesidad de tomar medidas
radicales contra tales elementos. Nuestra blandura en este sentido
podría acarrearnos funestas consecuencias. En efecto, en los lugares
donde reprimimos a esta escoria con mano dura, todo va bien; por el
contrario, nuestra negligencia en hacerlo en otros sitios, nos acarrea
toda clase de males. Es esta una lección que es preciso tener siempre
en cuenta.
¡Las mujeres se incorporan a la lucha!
Mieres sigue siendo el centro de la insurrección. Automáticamente se
convierte en el cuartel general del Ejército rojo. El abastecimiento de
comestibles, de municiones, de dinamita, etcétera, todo sale de
Mieres. Allí se organizan principalmente, los grupos, que parten lo
mejor dispuestos posible para el frente.
El día 6 no se ha procedido todavía a la distribución del trabajo. No
están aún formados los Comités de Abastos, del Transporte, de Guerra;
todo el trabajo lo centraliza, en suma, el Comité revolucionario. Esto
tiene como consecuencia el que se produzcan infinidad de anorma-
lidades.
Con el fin de subsanar éstas y de orientar al mismo tiempo a los
trabajadores respecto de la marcha del movimiento, se celebra un
mitin en la Casa del Pueblo de Mieres, a las cuatro de la tarde. Tornan
parte en éste un representante del Partido Socialista, otro del Partido
Comunista oficial y yo en representación del Comité Revolucionario.
Los discursos encendidos, vibrantes de los oradores, despiertan un
entusiasmo indescriptible. Aumenta la tensión revolucionaria en los
espíritus. En este acto registramos un concurso de un valor extra-
ordinario: las mujeres deciden, en medio del mayor entusiasmo,
incorporarse a la lucha.
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LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
En este punto me llaman los camaradas del Partido Comunista oficial
para manifestarme su descontento por los miembros de su partido
que forman parte del Comité Revolucionario. Ignoro las causas de este
descontento. Según me dicen, su partido se ha reunido y ha tomado el
acuerdo de designar sus representantes oficialmente. Esto ocurre a las
ocho de la noche. A las diez, reunido el Comité Revolucionario, se
aprueba sin debate alguno el cambio propuesto por el Partido
Comunista.
En esta misma reunión se toma asimismo un acuerdo de extraordinaria
importancia: la constitución, al día siguiente, de los Comités de Abastos,
del Transporte, de Régimen interior, etc
A primeras horas de la madrugada nos sorprende un gran ruido de
motores. Los ojos se levantan hacia el firmamento. Cruzan los aires
tres aviones, que se limitan a realizar maniobras de inspección sobre
Mieres.
Alguien, sin causa que lo justifique, lanza la especie de que se trata de
aviones que se han puesto al servicio de la revolución. La imaginación
de la gente se apodera de esta especie y la alegría se desborda en
todos. Los obreros saludan la llegada de estos aviones como si se
tratara de emisarios de la revolución. Desgraciadamente, no podía
tardar en producirse la desilusión: se trataba pura y simplemente de
aviones enemigos que se preparaban a bombardear despiadadamente
a la población obrera.
En este día entran en acción las mujeres proletarias, alistándose al
Ejército rojo. Armadas de un fusil lo mismo que los hombres, se
disponen a luchar con denuedo por la causa revolucionaria.
Pero en el frente existen otras necesidades que las de luchar con el
fusil en la mano. La alimentación de los combatientes, la recogida y la
asistencia de los heridos, etc. Todo esto corre a cargo de las mujeres.
Estas llegan a ocupar a veces los sitios de mayor peligro, a unos
cuantos metros del enemigo. En el propio campo de batalla animan sin
cesar a los trabajadores. Y con el enemigo, la mujer se muestra cien
veces más cruel que el hombre. Poner los prisioneros a su disposición
era extraordinariamente peligroso para ellos.
41
Manuel Grossi Mier
¡Material para la lucha!
Se habilita uno de los salones de la Casa del Pueblo como taller para la
fabricación de bombas. Este taller funciona día y noche, sin parar un
solo instante. El Ejército rojo necesita material y los camaradas que
trabajan en su fabricación comprenden que no tienen derecho a
descansar. Nunca han trabajado con la fe y el entusiasmo de ahora.
Trabajan para su causa, para la emancipación de los trabajadores, para
la construcción de la sociedad socialista.
En la fábrica de Mieres trabajan unos cien obreros, especialmente en
los talleres de calderería y ajuste. Su trabajo consiste en el blindaje de
máquinas y vagones, así como en el de camiones.
La perfección y la rapidez con que se fabrican estos instrumentos de
guerra llenan de asombro al enemigo. Y no sólo al enemigo. Nosotros
mismos quedamos un tanto asombrados de ver lo que es capaz de
crear la voluntad y el espíritu revolucionario de los trabajadores en un
momento de tensión política como el que estamos viviendo. Los
proletarios que realizan esa obra están ya capacitados para construir el
mundo nuevo que todos anhelamos.
También en Turón se trabaja de firme en los talleres para el blindaje
de los camiones. Excepto los camaradas que llenan esta tarea y otros
encargados de montar la guardia, los demás permanecen ausentes de
esta cuenca minera, pues su residencia oficial está al lado del cuartel
general del Ejército rojo.
Salvo la tarea de mantener el orden y de distribuir la alimentación, el
Comité de Turón no llena hoy otra actividad.
¡Los Altos Hornos deben seguir funcionando!
Se acuerda dirigir un llamamiento a los obreros pertenecientes al Alto
Horno de la Fábrica de Mieres, con el fin de que acudan sin tardar a
descargar el horno que quedó abandonado el día 5 a las doce de la
noche. Se hace esto con miras al triunfo de la revolución y como una
garantía para la producción del mañana. Los trabajadores no tienen
por qué destruir los instrumentos de trabajo, sino que deben
apoderarse de ellos y adaptarlos a la nueva sociedad socialista.
42
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Esto los obreros lo comprenden perfectamente, tan perfectamente
que aquellos a quienes se dirige nuestro llamamiento se reintegran
con toda disciplina al Alto Horno, dejándolo en perfecto estado.
¡Nuevos soldados rojos!
El Cuartel general y la Oficina de reclutamiento del Ejército rojo han
quedado instalados en el salón principal de la Casa del Pueblo de
Mieres. Los grupos o compañías de revolucionarios se componen, ya lo
hemos dicho, de treinta hombres y un jefe. Se decide mantener esta
forma de organización hasta el fin. La única variación que se introduce
es la siguiente: al salir del Cuartel general, cada jefe tiene en su poder
una lista con los nombres de los componentes de su grupo. Tanto a la
llegada al frente como al iniciar la retirada, cada jefe debe pasar lista
de su gente, dando cuenta al Comité de las bajas sufridas. De esta
manera se lleva una rígida contabilidad de las fuerzas en presencia.
Se observa, sin embargo, en el frente la falta de unificación del mando.
Cada jefe de grupo actúa con plena independencia, lo cual constituye
una falta grave que decidimos subsanar lo antes posible.
Comprendemos la necesidad absoluta de articular un potente ejército
que responda a las necesidades ofensivas de la insurrección. En este
sentido dirigimos un llamamiento a los trabajadores, que acuden
inmediatamente en número de 600, dispuestos a entrar en acción en
cuanto se les ordene. Estos nuevos soldados rojos permanecen en el
Cuartel general desde las diez de la mañana hasta bien entrada la
noche, esperando una orden de marcha que no llega. Esto se debe a
nuestra falta de armamento. No nos queda ya ni un fusil de reserva ni
municiones.
En nuestros propósitos entra la ocupación, lo antes posible, de la
fábrica de armas de Oviedo. Tomada ésta, quedaría resuelto el grave
problema del armamento de todos nuestros camaradas. Pero por el
momento esto no es más que un objetivo, una esperanza.
Pasan las horas y nosotros no sabemos qué hacer con los hombres
reclutados en el Cuartel general. Licenciarlos o mandarlos simplemente
retirar produciría un verdadero malestar entre ellos. Esto les daría
seguramente la sensación de que el movimiento revolucionario decae
43
Manuel Grossi Mier
y disminuiría la autoridad del Comité. Este decide reunirse con toda
urgencia y tomar decisiones para solucionar el conflicto. La solución
acordada es la siguiente: debe procederse al relevo en el frente, es
decir, que los que se encuentran en activo deben entregar las armas y
ser relevados por los camaradas que se encuentran en el Cuartel
general y retirarse a descansar para venir a relevar a su vez al día
siguiente a los otros camaradas. De esta forma estamos en condiciones
de hacer frente al enemigo, mayor en número y mejor armado que
nosotros.
La situación en los frentes
El frente revolucionario de Oviedo permanece un tanto estancado. Los
puntos más fuertes de la batalla son los siguientes: el Campo de San
Francisco, la Plazuela de Santo Domingo y la Estación del Norte.
Los grupos de San Francisco tienen que luchar encarnizadamente y
registran numerosas bajas. El enemigo ocupa los puntos estratégicos
de la calle de Uría y no permite el avance de nuestros combatientes.
No se olvide que los principales edificios de dicha calle están en poder
de las fuerzas enemigas, que disparan contra nuestros camaradas
desde los puntos más altos.
Aparecen en las inmediaciones del Campo de San Francisco los primeros
cañones procedentes de la fábrica de Trubia. Desgraciadamente, estos
cañones no pueden dar el resultado apetecido, por la sencilla razón de
que los obuses no tienen espoletas. Es indudable que de tenerlas el
enemigo no podría resistir mucho tiempo. Claro está que ello sería a
condición de reducir a escombros los edificios ocupados por las
fuerzas enemigas.
La disciplina en estos frentes no puede ser mejor. Los obreros
revolucionarios parecen haberse formado en la guerra. Los despliegues
en guerrilla se efectúan con una precisión extraordinaria y sin perder
un solo instante el contacto. Esto se debe, sobre todo, a la comprensión
y la identificación de que dan prueba los obreros revolucionarios.
Pero en el Campo de San Francisco se observa el mismo defecto de
Campomanes: la falta de unificación en el mando. Aquí los jefes obran
asimismo con toda independencia, si bien con una mayor comprensión.
44
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
En Santo Domingo, la lucha nos es más favorable que en los otros
frentes de Oviedo, si bien sufrimos asimismo numerosas bajas. El
fuego más nutrido contra los combatientes revolucionarios se hace
desde el edificio de los Padres Carmelitas. Este edificio está ocupado
por fuerzas de la guardia civil, de la guardia de asalto y de carabineros.
Nosotros no vemos disparar a ninguno de los padres carmelitas, pero
por lo que podemos averiguar más tarde deducimos que éstos
disparan contra los trabajadores. Digamos en seguida que tomado este
edificio por los revolucionarios y hechos prisioneros los padres
Carmelitas, así como los guardias civiles, guardias de asalto y
carabineros, se observa con ellos la mayor clemencia. Ni uno solo de
ellos puede decir que haya sido objeto de malos tratos. Sin embargo,
ninguna de estas cosas se nos tiene más tarde en cuenta.
La Estación del Norte está ocupada por soldados del Regimiento
número 3, guardia civil y guardia de asalto. El hecho de ocupar un
punto estratégico como el monte del Naranco facilita extraordinaria-
mente el ataque de los revolucionarios. El fuego dura poco tiempo,
pues el enemigo abandona el terreno a las primeras de cambio. En su
huida precipitada corren a refugiarse en la Cárcel Modelo, donde
tienen que permanecer hasta el final del movimiento revolucionario.
Un elemento perturbador
Trubia es el único pueblo asturiano donde el Partido Comunista oficial
ejerce preponderancia en el Comité. En éste hay un miembro comunista
que, desde el primer momento, nos crea una serie de conflictos que
nos obligan a enfrentarnos con él. Instalado en la fábrica como un
dictadorzuelo, nos hace no pocas trastadas. Por culpa suya, permanecen
los cañones horas enteras sin poder disparar por falta de obuses.
Cuando más falta hacen estos cañones para emplazarlos frente al
enemigo, el tal dictadorzuelo se empeña en colocar en Trubia cuatro
de ellos so pretexto de verse atacado por las tropas enemigas. Estos
cañones permanecen en Trubia desde el 6 hasta el día 19, sin prestar
servicio alguno a la revolución. De esto tanta responsabilidad le cabe a
él personalmente como a los que con él constituyen el Comité de
Trubia. Un Comité revolucionario verdaderamente responsable de su
misión hubiera fusilado sin miramiento a este elemento perturbador.
45
Manuel Grossi Mier
Trubia da un escaso contingente de elementos a la revolución. Excepto
algunos cañoneros, el resto de los trabajadores no llega a abandonar
el pueblo. Pero no por eso permanecen inactivos. En el frente se
necesitan obuses. A propuesta de nuestro Comité revolucionario, los
obreros de Trubia trabajan día y noche en la fábrica para producir.
Desde el día 7 hasta el día 15, la fábrica no cesa de producir un solo
instante para la revolución. No sólo se fabrican obuses, sino que se
reparan asimismo los cañones que lo necesitan. Desgraciadamente,
ninguno de estos obuses lleva espoletas.
Ninguna queja puede exponerse, por consiguiente, contra los
trabajadores de Trubia, que cumplen con su deber de revolucionarios
conscientes. En cambio tenemos que formular grandes quejas contra
el Comité de dicha población y, sobre todo, contra el infatuado
dictadorzuelo a que me he referido, a quien más tarde el Partido
Comunista ha querido nada menos que presentar como un héroe...
Hospitales improvisados
Los combates revolucionarios producen gran número de heridos.
Necesitamos hospitales. Queda instalado en Mieres el Hospital
general, con unas quinientas camas, que son ocupadas rápidamente.
También se instalan hospitalillos en Sama, Turón, Pola de Lena, Riosa,
Moreda, etc.
Además del Hospital provincial, en Oviedo se improvisan también
varios hospitales. En todos estos hospitales prestan asistencia todos
los médicos y practicantes de las respectivas localidades. No nos
interesa conocer sus ideas políticas, si tienen. Son facultativos y deben
cumplir con su deber curando a cuantos heridos ingresan en los
establecimientos. Por su parte llenan este deber profesional sin la
menor reticencia. Estos médicos y practicantes pueden darse cuenta
de que nosotros no establecemos diferencia alguna en el trato entre
los heridos revolucionarios y los heridos de la fuerza pública.
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LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
¡Otra vez la canalla!
Se habla por toda la cuenca asturiana de la dimisión del gobernador
civil. Esta noticia no nos sorprende lo más mínimo. En vista del cariz
que toman los acontecimientos, era lo único que le cabía hacer al
gobernador: dimitir.
El mando de la provincia pasa a la jurisdicción militar. Es este un
detalle que a nosotros nos tiene sin cuidado. Civil o militar, nosotros
tenemos la firme voluntad de hacer triunfar la insurrección.
En Oviedo, por ser la capital, es donde más abundan los casos de
pillaje. Las prostitutas, los rateros, los mendigos, toda la gente de vida
equívoca y que constituye la escoria de la sociedad, se vuelca en pos
de los revolucionarios al asalto de los establecimientos. Durante el
ataque permanecen en la retaguardia rezagados del peligro; en cuanto
ven retroceder al enemigo, surgen en bandada y desvalijan cuantos
comercios encuentran a mano. Por la noche se ofrecen con insistencia
a montar la guardia con el fin de robar en los establecimientos en
cuanto vuelven la espalda los obreros revolucionarios.
Fracasado el movimiento, estos miserables tenían que hacernos mucho
más daño que la propia burguesía. Han delatado a cuantos obreros
revolucionarios conocían y en ocasiones, acompañaban a la propia
guardia civil hasta el domicilio de éstos. Podemos decir que una parte
del fracaso de la revolución se debe a esta canalla. Es ésta una
experiencia que los revolucionarios no deben perder jamás de vista en
circunstancias semejantes a las por nosotros vividas.
Conviene hacer, sin embargo, una excepción: la de no pocas mujeres
públicas que, desde el primer momento, se colocan al lado de la
revolución. En las líneas de fuego, con gran peligro de su vida, corren a
socorrer a los revolucionarios heridos.
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Manuel Grossi Mier
¿Iniciamos la marcha sobre Madrid?
En Mieres la situación se hace un tanto difícil. El frente de Campomanes
ha sufrido gran número de bajas y se encuentra en peligro. Y es éste
nuestro frente más importante.
Ante esta situación se manda un emisario a los diferentes Comités,
convocándoles para las once de la noche en Mieres.
A dicha hora se reúnen los representantes de Oviedo, Mieres, Sama,
Pola de Lena, Olloniego, etc. Se les informa del objeto de la reunión,
así como de la situación del frente de Campomanes. Cada delegado
hace lo propio respecto de su localidad y de las fuerzas y los
armamentos de que disponen.
En este Comité se plantea la cuestión de concentrar nuestras fuerzas
en un solo frente: el de Campomanes. Se trata de organizar un ejército
invasor, de ocupar Campomanes y de iniciar la marcha sobre Madrid.
Para esta acción estamos seguros de poder reunir unos treinta mil
hombres, además de una fuerte retaguardia que proteja nuestro
avance sirviéndose de la dinamita.
Tras un amplio debate, queda desechada esta proposición. Oviedo no
está aun enteramente en nuestro poder. Abandonar este frente
confiado a un simple retén supondría un grave peligro.
En Gijón, la mayoría de los edificios están todavía en poder del
enemigo. La victoria de los trabajadores se presenta todavía dudosa.
Nuestros camaradas carecen allí de los necesarios medios de combate,
mientras que el enemigo los tiene en abundancia.
En estas circunstancias, la marcha sobre Madrid es una verdadera
aventura. A pesar de que un momento seduce nuestras imaginaciones,
tenemos al fin que desecharla.
El Gobierno de Madrid anuncia por radio el fracaso de la revolución en
Cataluña, debido a le vergonzosa capitulación de Companys, Dencás y
los suyos. Al mismo tiempo anuncia el envío de tropas contra Asturias.
Esto nos crea un grave problema. Examinada la situación, se adopta el
acuerdo unánime de sostener la lucha en la región asturiana, defen-
diendo nuestras posiciones hasta el último momento.
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LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
En este plano se aborda el problema del armamento de los trabajadores
pertenecientes al Partido Socialista, Partido Comunista, Bloque Obrero
y Campesino, anarquistas y simples sindicatos, con de fin de poner
término al pillaje retirándoles las armas a los elementos equívocos.
Nuestras medidas enérgicas dan excelentes resultados. Sin embargo,
no llegamos a suprimir totalmente el pillaje.
¿Por qué no hemos utilizado la radio?
En este plano tratamos ampliamente de la cuestión de la radio. La
estación de Oviedo ha caído en nuestras manos. Hasta ahora no ha
funcionado un solo instante. Tras una larga discusión se toma el
acuerdo de no utilizarla para nada. Este acuerdo se apoya en el
siguiente razonamiento: si utilizamos la radio, tiene que ser para
alentar a los trabajadores de toda España en la lucha, señalándoles el
triunfo de la revolución. El simple hecho de sabernos triunfantes quizá
determine a los trabajadores del resto de la Península a no prestarnos
la necesaria ayuda.
Yo mantengo desde el primer momento un criterio opuesto. Es
necesario utilizar la radio para hacer llegar nuestra voz a los trabajadores
de España y del mundo entero. Es preciso señalar nuestro generoso
comportamiento para con los prisioneros caídos en nuestro poder y
los crímenes que contra nosotros empieza a cometer la aviación. Es
preciso, en una palabra, que los proletarios conozcan la verdad.
Desgraciadamente no logro hacer que este criterio prevalezca. Más
tarde, demasiado tarde ya, se reconoce el error cometido, al privarnos
de un medio tan eficaz de agitación y propaganda como es la radio.
En esta reunión se adoptan asimismo importantes acuerdos respecto
de los transportes y del abastecimiento de los frentes y de las
poblaciones.
En este punto nos llegan noticias amplias sobre el bombardeo de Sama
por la aviación y las víctimas causadas por ésta.
A primeras horas de la mañana recibimos informes de que el enemigo
ha recibido numerosos refuerzos en Campomanes. Inmediatamente
me traslado a la línea de fuego, donde compruebo la noticia.
49
Manuel Grossi Mier
A lo lejos, por la carretera, se ven avanzar numerosos soldados. A
medida que se acercan vemos que se trata de un ejército ciclista.
Sin duda alguna no le será posible emprender la acción inmediata-
mente. Antes tienen que estudiar el terreno y tomar posiciones
estratégicas. Este tiempo podemos aprovecharlo nosotros para
reforzar nuestras filas y obligar al enemigo a retroceder.
Nos trasladamos a toda prisa a Vega del Ciego, donde se organiza
una fuerte columna revolucionaria, compuesta en su mayoría por
compañeros llegados momentos antes de Sama.
Son las once. Emprendemos la marcha hacia el frente, observando la
mayor disciplina. A las cuatro de la tarde, el enemigo, desplegado en
guerrilla por el monte, emprende la acción contra nosotros. Es un
combate furioso, que produce gran número de muertos. Tras dos
horas de lucha, el enemigo queda desarticulado. La carretera aparece
cubierta de cadáveres, la mayoría de los cuales pertenecen al ejército
enemigo. Se nos llena el alma de tristeza al pensar que hemos tenido
que enfrentarnos trabajadores contra trabajadores. Los soldados son
también hijos del pueblo, obligados a vestir el uniforme para defender
al enemigo, al explotador.
Hacia las seis de la tarde, el enemigo suspende el fuego. Por nuestra
parte decidimos parlamentar. Nos damos cuenta del estado de
confusión de las fuerzas gubernamentales y creemos que es ésta la
hora propicia para incitarles a rendirse.
Alzando un poco la voz podemos hacernos comprender del enemigo.
Designamos a cuatro compañeros y a un jefe de grupo para iniciar el
parlamento. Las proposiciones que tienen que hacer las llevan
nuestros camaradas por escrito. Deben atenerse exclusivamente a lo
que indica el documento que se les entrega.
Caminan nuestros camaradas al encuentro del enemigo. Los emisarios
de éste se juntan en medio de la carretera con los nuestros. Un teniente
les tiende la mano. Los nuestros hacen lo propio. Comprendemos que
los representantes del enemigo vacilan un momento ante nuestras
proposiciones. El diálogo dura media hora. Se llega a un acuerdo en lo
referente a suspender el fuego mientras se retiran por ambas partes
los muertos y los heridos. Pero no así en lo referente a la rendición del
enemigo.
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LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
El simple hecho de que las fuerzas gubernamentales se hayan decidido
a parlamentar con los revolucionarios demuestra el pánico que se ha
apoderado de ellas. Este hecho, como tantos otros, ha sido cuidadosa-
mente ocultado por el Gobierno. Nosotros tenemos interés en que la
clase trabajadora lo conozca.
La lucha en Oviedo
La lucha en Oviedo es cada vez más encarnizada. Las calles céntricas
de la ciudad han quedado convertidas en verdaderos campos de
batalla. Ocupada la parte alta de los edificios por los enemigos,
nuestros combatientes se ven obligados a caminar por ellas pejados a
las paredes para no ser vistos y mirando siempre hacia arriba. Cuantos
se exponen en medio de la calle caen en el acto acribillados a balazos.
Esta difícil situación obliga a nuestros camaradas a adoptar formas
especiales de lucha. Desechada por excesivamente peligrosa la acción
colectiva, hay que disgregar lo más posible a la gente para la acción.
Con el fin de proteger a nuestros combatientes, se han fabricado unas
chapas de metal que sirven para resguardarles. A la hora de iniciar la
retirada, este aparato de defensa se convierte en un serio inconveniente,
por cuanto al darle la espalda al enemigo, éste se aprovecha para
hacer blanco. Esto da lugar a vivas discusiones entre los compañeros,
que están a punto de degenerar en actos de hostilidad entre sí.
Las dificultades aumentan por el hecho de que en Oviedo escasean los
víveres, hasta el punto de que los camaradas encargados de la
distribución se encuentran ante la imposibilidad de atender como es
debido a la población. Téngase en cuenta que la distribución de
comestibles se hace por igual a los burgueses que a los trabajadores.
Una de las principales causas de la escasez de los víveres hay que
buscarla en el pillaje desencadenado en los primeros momentos de la
insurrección. De hecho tenemos que mantener dos frentes: uno contra
el enemigo en armas, otro contra la canalla desmandada.
Hay que evitar que la escasez de víveres dé lugar a hechos lamentables
entre nuestros camaradas. Para ello se mandan a Oviedo abundantes
provisiones de Grado y de Mieres.
51
Manuel Grossi Mier
La cizaña del sectarismo
En la dirección del movimiento de Oviedo se empiezan a producir
algunas discrepancias, producto más que nada del sectarismo. Todos
se sienten unidos frente a la reacción, pero no respecto a los métodos
de la insurrección. Hay quien cree que no se lucha franca y decididamente
por el triunfo completo de la revolución. Lo más grave que podría
suceder es que estas discrepancias dieran lugar a una lucha intestina
entre los propios trabajadores revolucionarios.
Aparte de esto, no se puede hacer ningún reproche a los elementos de
dirección. Estos se han encontrado en todo momento en los lugares de
mayor peligro, dando ejemplo de heroísmo a los trabajadores. A este
respecto no puede establecerse la más mínima distinción entre
socialistas, comunistas, anarquistas y la mayoría de los trabajadores no
organizados. Todos han sabido colocar muy alta la heroica bandera de
la revolución proletaria.
La dinamita, principal arma de lucha
La dinamita constituye el elemento de combate más formidable
utilizado durante la insurrección asturiana. El 40 % de nuestros
resultados combativos se deben a la utilización de la dinamita. Ello no
quiere decir, claro está, que nosotros demos preferencia a esta
materia sobre armas perfectas y modernas de guerra. El caso es que
en Asturias carecemos de esas armas en cantidad suficiente y
poseemos, en cambio, una gran provisión de dinamita. Por otra parte,
los mineros, familiarizados con la misma, la manejan con una habilidad
que llena de terror al enemigo.
Ocupada la fábrica de dinamita de la Manjoya, desde el primer
momento enviamos grandes cantidades de ella a Oviedo. Ya habían
llegado a la capital otras cantidades procedentes de Mieres, Sama y
otros puntos. Comprendemos perfectamente que hay que acumular
las mayores energías y la mayor cantidad de medios materiales sobre
la capital. Sin embargo, la dinamita no basta. Necesitamos otras armas
de que carecemos, y éstas se encuentran en gran abundancia en la
fábrica de Oviedo. Trabajadores de este gran establecimiento nos han
informado de la gran cantidad de armamento que hay en él.
52
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Desde este momento, la ocupación de la fábrica constituye un objetivo
de primer orden para el triunfo de la insurrección. El gobierno manda
y seguirá mandando cada vez nuevas fuerzas contra nosotros.
Disponemos de un gran número de trabajadores en el frente, pero es
aún mucho mayor el de los camaradas que, impacientes, esperan en la
retaguardia, exigiendo que se les den armas para poderse incorporar a
las líneas de fuego. Muchos de estos camaradas, a falta de otras
armas, se han lanzado a la lucha con unos simples cartuchos de
dinamita. Son casos de heroísmo que prueban el estado de tensión y el
inmenso espíritu de sacrificio de los revolucionarios asturianos.
Necesitamos, pues, armas. Y éstas están en la fábrica de Oviedo. Es
preciso ocuparla a toda costa.
Antes de decidirnos al ataque, procederemos a un detenido estudio de
las condiciones estratégicas. En preciso evitar a toda costa una derrota.
La fábrica está protegida, desde el primer momento, por ciento
cincuenta soldados con sus correspondientes jefes y oficiales. Ya se
han hecho algunos intentos para conquistar el edificio, pero aislada-
mente y sin las medidas de rigor. El principal punto estratégico para la
conquista de la fábrica lo constituye el ferrocarril vasco. Uno de los
intentos realizados lo ha sido por medio de trenes blindados por los
propios revolucionarios; pero la deficiencia de los mismos nos hace
retroceder, no sin la pérdida de algunos valientes camaradas.
El día 8, por la noche, los dirigentes de la insurrección adoptamos
acuerdos concretos para la ocupación de la fábrica de armas de
Oviedo. Los puntos estratégicos que deben utilizarse para ello son la
carretera de Santo Domingo, que llega directamente al exterior del
establecimiento; la carretera de Lugones, en contacto con la de Pola
de Siero, y, preferentemente, el Ferrocarril Vasco Asturiano y el
emplazamiento en el mismo de los trenes blindados. El ataque queda
concertado para las primeras horas de la madrugada.
53
Manuel Grossi Mier
Un caso único de heroísmo
En la Cárcel Modelo de Oviedo tenemos un cierto número de camaradas
presos. Dueños en gran parte de la capital, los revolucionarios
consideran una vergüenza no proceder al rescate de nuestros presos.
Pero la cárcel está bien defendida. Además de los veinte soldados y del
oficial que la custodian en tiempo normal, desde el comienzo del
movimiento ha sido grandemente reforzada la guardia. Por otra parte,
y como hemos señalado anteriormente, los guardias de asalto que
huyeron de la estación del Norte han venido a refugiarse en la cárcel.
Todas estas fuerzas han ocupado las posiciones estratégicas, dispuestas
a rechazar cualquier ataque.
Desde el primer día de nuestra entrada en Oviedo, los revolucionarios
han sostenido grandes y a veces acaloradas discusiones sobre si debe
bombardeare o no el cuerpo de guardia de la cárcel. Los más impacientes
han llegado a hacer varios disparos de cañón contra el cuerpo de
guardia de la Cárcel Modelo desde el monte del Naranco. Esta actitud
ha sido recriminada por los camaradas encargados de dirigir la lucha.
Se teme que los guardias de asalto y demás fuerzas que custodian la
cárcel tomen represalias contra nuestros camaradas. Sin embargo, es
necesario conquistar cuanto antes el edificio.
Se organiza un importante grupo de soldados rojos para el ataque a la
prisión. Los presos, no sabemos de qué manera, se han enterado de
nuestras vacilaciones y, finalmente, de nuestros planes. Llegados
nuestros camaradas encargados de tomar la cárcel a la parte posterior
de la misma, y rozando casi los muros, ven caer a su lado un papel que
dice así:
«Camaradas: comprendemos la dificultad momentánea en que
os encontráis para tomar la cárcel. Hoy por la mañana han caído
algunos proyectiles de cañón en el centro de esta prisión. No ha
habido víctimas. Nosotros hemos tomado, jugándonos el todo
por el todo, el siguiente acuerdo: si para el triunfo de nuestra
revolución es necesario volar la cárcel, disparad sobre ella, pues
antes que nuestras vidas está la emancipación total de los
explotados. ¡Adelante, pues, camaradas, y luchad con firmeza
hasta el triunfo total!»
54
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
En medio de las grandezas y de los heroísmos de la gloriosa Comuna
Asturiana, nada tan grande y tan heroico, en su sublime sencillez,
como este documento de los camaradas presos en la Cárcel Modelo.
Su lectura produce hondísima impresión en los camaradas que se
disponen a jugarse la vida por el rescate de los presos. Claro está que
no puede admitirse el sacrificio propuesto por los presos. Si la toma de
la Cárcel Modelo constituyera una cuestión decisiva para el triunfo de
la revolución cabría discutir la proposición de los presos; no siendo así,
no cabe discusión alguna.
Más tarde hemos sabido el pánico que reinó entre las fuerzas que
custodiaban la cárcel. Momentos hubo en que los jefes de ésta
declinaron sus poderes en un Comité formado por los propios presos.
Esto sucedió en la parte interior de la prisión. Por su parte, los guardias
civiles y de asalto y los oficiales del Ejército tenían el propósito de
asesinar a los principales camaradas presos, en el caso de que se
hubieran visto obligados a la retirada.
Cocinas improvisadas
El abastecimiento de los frentes fue en los primeros momentos
bastante deficiente. Camaradas hubo que estuvieron luchando a pie
firme durante doce horas sin probar alimento alguno. Para remediar
esto, al menos momentáneamente, se crean cocinas en el frente. A
pesar del peligro que ello supone, se lleva café y alimentos a los
camaradas revolucionarios hasta la propia línea de fuego. Es preciso
alimentar a los que permanecen día y noche en los puntos de mayor
peligro.
Estas cocinas de campaña están a cargo de las mujeres revolucio-
narias. Son ellas mismas las encargadas de abastecer el frente en lo
concerniente a la alimentación. Asimismo se han establecido cocinas
en el centro de la capital y los principales locales han quedado
convertidos en vastos comedores a los que acuden centenares de
familias obreras. Los guardias rojos, encargados de mantener el orden
en la población, acuden también a alimentarse en estos comedores
improvisados. A ellos acude también otra categoría de gente: son los
elementos equívocos a que hemos hecho referencia en otras ocasiones.
Estos maleantes, que brillan por su ausencia en los lugares de peligro,
son en las horas de comer los más exigentes.
55
Manuel Grossi Mier
Claro que una medida de modales represivos contra esta clase de
gente podría parecer un tanto luctuosa, pero francamente se ha de
decir que por el bien de la causa revolucionaria se haría necesaria,
como auténtico derecho de salud pública.
La falta de espoletas
Los cañones procedentes de la fábrica de Trubia fueron emplazados en
las inmediaciones de Oviedo el día 6, a últimas horas de la tarde. En
caso general, los trabajadores ignoraban el exacto funcionamiento de
los cañones. Pero en período revolucionario se aprende mucho y muy
de prisa. El día 8 los insurrectos manejan ya los cañones con cierta
habilidad, haciendo excelentes blancos. Desgraciadamente, los obuses
no tienen espoletas y no producen otro efecto que el de piedras
violentísimamente lanzadas.
La falta de espoletas provoca ciertas desconfianzas entre los
trabajadores, que se entregan a acaloradas y lamentables discusiones.
Algunos llegan incluso a manifestar que son los jefes del movimiento
quienes ocultan las espoletas, no se sabe con qué fin. Naturalmente,
esto no puede creerlo nadie, a menos de estar interesado en
desvirtuar la verdad con fines partidistas.
La acusación parece basarse en lo siguiente: de la fábrica de Trubia ha
llegado en efecto un cierto número de espoletas, pero completamente
inservibles por estar fuera del calibre de los cañones.
Nadie más interesado que los propios dirigentes en el triunfo de la
revolución. En caso de fracaso, la mayor responsabilidad caerá
lógicamente sobre éstos. El asunto de las municiones, y en primer
lugar el de las espoletas, ha estado constantemente a la orden del día
en las reuniones del Comité revolucionario. Por un momento hemos
creído que la fábrica de la Vega podría fabricarlas, llegando pronto a la
conclusión de que ello era imposible. Queremos dejar aclarado este
punto para que nadie pueda tergiversar los hechos con fines incon-
fesables.
56
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Otra vez el sectarismo
El día 8 es uno de los más agitados en toda la cuenca asturiana.
Tenemos la certeza del triunfo y ello pone nuestras voluntades en
tensión.
De hecho no existen discrepancias en el seno del Comité. Sin embargo
vuelven a manifestarse síntomas de sectarismo por parte de los
camaradas del Partido comunista oficial. Más que la labor revolucionaria
parece interesar a éstos la labor partidista. Para ello no vacilan en
atizar ciertas calumnias contra determinados camaradas del Comité
revolucionario, con el fin de provocar su desplazamiento. Nuestro
camarada Marcelino Magdalena les llama la atención diferentes veces
sobre el particular, haciéndoles ver que tales procedimientos, en
momentos de intensa labor revolucionaria, no pueden irrogar
beneficio alguno a la causa común. Muchos camaradas comunistas
comprenden la lógica de estos razonamientos; pero otros, llevados de
cierta mala fe, no cesan en su labor, a todas luces nefasta para la
revolución.
Por el contrario no hacían brotar el mismo celo ante el juez (auditor
militar) por cuanto en sus declaraciones decían, «no haber tenido
ninguna participación dirigente en el movimiento, y que todas sus
actuaciones como soldados de segunda fila, habían sido ordenadas por
Manolé».
El Comité de Guerra
Sobre el Comité revolucionario pesa un trabajo agobiador. No es
posible atender debidamente las múltiples tareas de la acción.
Se crea un Comité de guerra estrechamente ligado al Cuartel general y
a la Oficina de reclutamiento. Este Comité se ha formado de la manera
más empírica. Un delegado especial del Comité revolucionario de
Mieres se traslada al Casino de la población, con objeto de normalizar
la distribución de las armas, las municiones y la dinamita. Este
camarada se ve obligado a pedir ayuda y a él se agregan cuatro
trabajadores más, que pasan a formar el Comité de guerra. Este
trabaja bajo el control del Comité revolucionario, que no descuida un
solo momento lo esencial: la acción en el frente y cuanto a ella se
refiere.
57
Manuel Grossi Mier
El blindaje de camiones
El personal que trabaja en el blindaje de camiones, vagones y loco-
motoras aumenta de día en día, al punto de verse casi normalizado el
servicio en los talleres de calderería y ajuste.
Los camiones son blindados de la siguiente forma: se pone una chapa
exterior de cerca de un centímetro de gruesa, detrás de la cual se
colocan sacos terreros y luego otra chapa la mitad de gruesa que la
anterior. El mismo procedimiento se emplea con los vagones de
ferrocarril. Antes de expedirlos al frente, estos rodajes blindados son
sometidos a prueba en la misma fábrica, disparando sobre ellos con
ametralladora.
No necesitamos elogiar la perfección de este trabajo. Lo dicho por la
prensa reaccionaria y por el propio general López Ochoa nos ahorra el
hacerlo. Lo único que podemos decir es que tales medios de combate
han sido de una eficacia extraordinaria durante la lucha revolucionaria.
La fabricación de bombas
Cada vez se deja sentir más la falta de municiones para fusiles,
escopetas, etc. Esto constituye la máxima preocupación del Comité
revolucionario. Con el fin de evitar que el desastre pueda venirnos por
esta parte, dedicamos una atención especial a la fabricación de
bombas.
En los primeros días se realizaba ésta en la Casa del Pueblo de Mieres.
Pero la Casa del Pueblo si ha convertido, en el transcurso de la
insurrección, en Cuartel general y en prisión para los enemigos caídos
en nuestro poder. Decidimos trasladar los talleres para la fabricación
de bombas a los lugares menos peligrosos: las bocaminas y el túnel del
Pozo del Peñón, enclavado al final de la calle de Manuel Llaneza.
Cualquier imprudencia en el manejo de la dinamita puede provocar
una catástrofe, cuyas consecuencias serían mucho mayores de
continuar la fabricación de bombas en la Casa del Pueblo.
Produce general asombro el resultado práctico que dan las bombas
para la insurrección. Están tan bien calculadas las mechas y la
fabricación es de tal modo perfecta que no falla una sola bomba.
58
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Cuantos objetivos nos proponemos empleando estos artefactos son
plenamente alcanzados. Para la insurrección no basta el combate en el
frente. Es preciso luchar asimismo en otros muchos sitios y con cuantos
medios ponen las circunstancias en manos de los revolucionarios.
La clase trabajadora asturiana no podrá olvidar jamás el trabajo
realizado por algunos compañeros mineros en la fabricación de
bombas. Estos se entregaron con una fe extraordinaria y casi sin
descanso a su labor. El agotamiento físico de muchos de ellos y el uso
hecho de la dinamita han acabado trastornando sus cerebros.
Nuevas reservas
El Cuartel general ha sido trasladado de la Casa del Pueblo al Cine
Salón Novedades. Lo llamamientos hechos por el Comité revolucionario
al pueblo trabajador siguen dando resultados. Cada día aumenta el
número de soldados rojos dispuestos a luchar y a morir por la revolución.
A pesar del relevo en los frentes, queda todavía una enorme cantidad
de trabajadores en la reserva, que no podemos utilizar. Estos
compañeros quisieran trasladarse al frente, tomar parte en la lucha
activa. Permanecen en su encierro consumiendo su impaciencia
mientras en el frente prosigue la lucha.
La Oficia de reclutamiento trabaja hoy como en días anteriores, con la
única diferencia de que hoy son muchos más los obreros que solicitan
armas.
La hipócrita actitud de los burgueses
El Comité de Mieres ha dirigido un llamamiento a los empleados de
oficinas, ingenieros, capataces, etc. A este llamamiento han respondido
la mayoría. Se establece una oficina de filiación en el mismo
Ayuntamiento, en una secretaría contigua a la que ocupa el Comité.
Cada nuevo afiliado indica su profesión y sus aptitudes y adquiere al
mismo tiempo el compromiso formal de realizar el trabajo que le
encomiende el Comité revolucionario. Muchos de estos elementos son
aprovechados en el Comité de abastos para extender vales y por el
propio Comité revolucionario para los trabajos burocráticos.
59
Manuel Grossi Mier
Ya desde el día 6, el ingeniero, los capataces de grupo y un cierto
número de obreros se reintegraron a su trabajo en la mina Mariana,
con el fin de conservar las minas, el achique de los pozos, etc. A este
trabajo han sido afectados cuarenta mineros de más de 45 años.
Por estos días observamos un fenómeno que constituye para nosotros
una preciosa lección: lanzado el llamamiento del Comité, los elementos
de derecha se precipitan para ponerse a nuestras órdenes, hasta el
extremo de provocar no pocas disputas para ver quién entraba
primero. Estos elementos manifiestan un exceso de celo por demás
sospechoso. Son los primeros en poner el puño en alto y en dar vivas a
la revolución cuando se encuentran en presencia de los trabajadores.
A cuenta de ello reciben una ración alimenticia, tabaco y otras cosas, a
veces en cantidad superior a los propios revolucionarios. La clase
trabajadora es incauta y generosa como un niño. Los burgueses, por el
contrario, saben dar pruebas de habilidad y de hipocresía, sobre todo
en momentos en que está en juego su vida. Es ésta una constatación
que nos vemos obligados a hacer.
En estas jornadas ha habido que encarcelar a algunos ingenieros
directores de minas, pero se ha guardado con ellos toda clase de
consideraciones. Hemos creído en todo momento que no podíamos
fusilar por simple capricho personal ya que quien tal hiciera hubiese
asumido una gran responsabilidad ante la clase trabajadora. Sólo ésta,
reunida en grandes asambleas, podía tener autoridad para decidir
sobre la suerte de los detenidos. De haber triunfado la revolución, no
cabe la menor duda que esto se hubiera hecho.
¡Faltan municiones!
Al Comité revolucionario de Mieres llegan infinidad de emisarios,
procedentes de los frentes, reclamando municiones. Ya he dicho en
otra parte que esto constituye la máxima preocupación del Comité.
Al comienzo del movimiento insurreccional se ha cometido un error
cuyas consecuencias empezamos a pagar ahora: se hizo un gran
dispendio de municiones, sin pensar en la falta que iban a hacernos
más tarde. Muchos camaradas, al verse con un arma en la mano,
disparaban a tontas y a locas, derrochando miles de proyectiles
inútilmente. Con las municiones gastadas durante la insurrección
60
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
asturiana se hubiese podido emprender la conquista de toda la
Península. El no haber impuesto un rígido control en la distribución y
en el uso de las municiones ha construido uno de nuestros más graves
errores.
Por el momento no podemos abastecer los frentes de municiones. No
tenemos en nuestro poder un solo cartucho. Esto nos crea una
situación por demás difícil. La única respuesta que podemos dar a los
emisarios del frente es que creemos próxima la toma de la fábrica de
armas de Oviedo, donde, según nuestras noticias, existe un gran
depósito de municiones. Sin esta esperanza, estamos seguros que se
produciría en el frente una desmoralización nefasta para la causa
revolucionaria.
El caso del teniente Torrens
El teniente Torrens estaba al frente del cuartel de la Guardia Civil de
Ujo. Detenido en aquella Casa del Pueblo, junto con otros tenientes
del mismo cuerpo y un gran número de guardias, esperaba impaciente
el fallo que contra él pronunciara la revolución.
Los obreros encargados de la custodia de los prisioneros solían
conversar con ellos, dando cuenta al Comité de estas conversaciones.
Se había estropeado una ametralladora. Nuestros camaradas comen-
taban el hecho en presencia de los prisioneros. Espontáneamente, el
teniente Torrens se ofreció a repararla.
Reunido el Comité, acordamos utilizar al teniente Torrens para cuanto
se ofreciera y con las consiguientes garantías para nuestra acción
insurreccional. Para probarle debidamente le invitamos a trazar, de su
puño y letra, un esquema para la distribución de los grupos en los
frentes. Asimismo le rogamos nos indicase los métodos y las tácticas
más factibles, a su juicio, para combatir al enemigo. Por último, le
facilitamos un mapa para que reprodujera sobre un papel la parte
montañosa y señalase los puntos estratégicos del frente de
Campomanes. El teniente Torrens se prestó de buen grado a este
trabajo. Convenientemente examinado por el Comité, llegamos al
convencimiento de que podía prestarnos grandes servicios desde el
punto de vista estratégico.
61
Manuel Grossi Mier
Desde este momento, el teniente Torrens es para nosotros un precioso
colaborador, un asesor técnico. Por consejo nuestro se traslada al
frente de Campomanes y ayuda a los trabajadores revolucionarios a
emplazar los cañones en puntos firmes y seguros. Junto con los jefes
de grupo y un delegado del Comité de Mieres unifica las guerrillas,
procediendo a la distribución de éstas de forma organizada.
Conviene hacer una aclaración respecto del teniente Torrens. El hecho
de que le utilizáramos no quiere decir que le diéramos al menor
mando directo. Por importante que fuera su colaboración, no podía,
claro está, inspirarnos confianza alguna. Se trataba, después de todo,
de un teniente de la Guardia civil, que de no haber sido hecho
prisionero seguiría combatiendo contra nosotros. Por otra parte, sería
completamente estúpido no utilizar sus facultades técnicas, puesto
que se presta a ello. No cabe duda que la revolución debe utilizar
todos los elementos y todos los medios que las circunstancias pongan
a su disposición. ¿Acaso no los utiliza el enemigo en su lucha
despiadada contra los revolucionarios? Lo único que tenemos la
obligación de hacer es controlar toda la labor del teniente Torrens. Y
eso es lo que hacemos.
La gran masa trabajadora al lado de la revolución
El desarrollo de la lucha revolucionaria ha creado un ambiente
formidable en toda la región asturiana. A medida que avanzan los días
se generaliza el fervor revolucionario y acude cada vez mayor número
de trabajadores a enrolarse al servicio de la revolución. De Grado,
Trubia, Avilés, etc., en donde las masas trabajadoras estaban menos
radicalizadas, llegan constantemente camionetas de trabajadores,
ansiosos de formar parte del ejército revolucionario. Hoy, día 8, puede
decirse que la casi totalidad de los trabajadores asturianos se han
puesto ya al lado de la revolución. Esta experiencia demuestra que una
vez emprendida la lucha revolucionaria, ésta conquista fácilmente a la
mayoría de la clase trabajadora, que ve en ella la realización de sus
profundos y, a veces, oscuros anhelos de liberación social.
62
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
El enemigo se refuerza
En la noche del día 7 observamos que grandes y potentes reflectores
iluminaban las montañas de los alrededores de Grado. No cabía duda
alguna: el enemigo examinaba el terreno.
El Gobierno no cesa de hacer manifestaciones por medio de la radio
respecto al envío de tropas a Asturias. Comentamos serenamente
estas manifestaciones. Tenemos que confesar que no les concedemos
una extraordinaria importancia. La composición reaccionaria del
Gobierno y la situación apurada en que debe encontrarse le llevan,
creemos nosotros, a tratar de desmoralizarnos con tales manifes-
taciones.
No mantenemos contacto alguno con las demás provincias de España.
Juzgamos, por nuestra firmeza en la lucha, que los trabajadores de la
Península han debido lanzarse a la calle con las armas en la mano y
dispuestos a la conquista del Poder. Oímos los informes del general
Batet, comunicando al Gobierno y a toda España el fracaso del
movimiento revolucionario en Cataluña. No nos amilanamos por eso.
Cuanto más habla Batet de fracaso en Cataluña y más sugerencias nos
hace el Gobierno para que nos rindamos, mayores ánimos vamos
cobrando, pues comprendemos que si no toda la Península, la mayoría
de las regiones deben estar, como la nuestra, levantadas en armas.
Sin embargo, a medida que avanzan las horas parecen comprobarse
las manifestaciones del Gobierno. Al atardecer del día 8, hacen su
aparición por las inmediaciones de Grado grandes grupos del ejército
enemigo. Decidimos emprender la acción sin demora contra las
fuerzas gubernamentales. No necesitamos lanzarnos a fondo, pues el
enemigo, al divisar a los mineros, emprende su retroceso hacia San
Esteban de Pravia y, finalmente, la más veloz huida.
Después de este retroceso del enemigo, adoptamos importantes
medidas. En un trayecto de tres kilómetros de carretera, se cortan
todos los árboles próximos a la misma, extendiéndolos luego en forma
tal, que la parte rodada del ejército enemigo se vea en la imposibilidad
de avanzar o, por lo menos, encuentre grandes dificultades que nos
den tiempo para realizar los preparativos con miras a una intensa y
vasta acción combativa.
63
Manuel Grossi Mier
Asimismo señalamos algunas de las alcantarillas de la carretera, con el
fin de prepararlas con dinamita, de forma que al pasar el enemigo
puedan estallar y ponerle, en parte, fuera de combate. Pero a este
respecto se suscitan grandes y acaloradas discusiones. Opinan mucho
camaradas que no puede emprenderse esta acción contra los soldados,
que son trabajadores como nosotros, puestos momentáneamente al
servicio de los explotadores. Estas discusiones terminan con el
acuerdo de no hacer uso de la dinamita en los lugares antes
mencionados. Bien es verdad que de haber decidido lo contrario, ello
no hubiera servido para nada, ya que el enemigo se desplaza hacia
Avilés.
No puede negarse la potencialidad del enemigo. En vista de ello, se
reúnen los Comités revolucionarios, con el fin de concentrar las
medidas que deben aplicarse al día siguiente.
El frente de Campomanes
La lucha adquiere cada día mayor importancia en el frente de
Campomanes. El enemigo ha sido reforzado aquí con la llegada de
algunos batallones de Palencia, León, etc. Si bien no avanzan, su fuego
graneado hace pensar en su decisión de luchar contra los insurrectos.
Pero éstos se mantienen firmes. Han recibido órdenes severas en
sentido de impedir el avance del Ejército enemigo. Son dos ejércitos
frente a frente: el de la revolución y el de la contrarrevolución. ¿Quién
vencerá a quién? Por nuestra parte estamos decididos a alcanzar la
victoria a toda costa.
Nuestro ataque se lleva a cabo desde el pueblo llamado Ronzón.
Disponemos de algunas ametralladoras, emplazadas en un corral, y
otras a algunos metros del enemigo. Nuestros camaradas están
parapetados en un camino que va desde Vega del Rey a Ronzón, a
corta distancia del enemigo. Se puede incluso conversar, alzando la
voz, con las fuerzas del Gobierno.
Las fuerzas revolucionarias pernoctan en los mismos campos de
batalla. Un número considerable de trabajadores no se han movido del
frente desde el primer día hasta el final del movimiento.
64
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
El enemigo está enclavado en el mismo pueblo de Vega del Rey, donde
parece haber establecido su cuartel general. No se atreve a retroceder
ni a avanzar. Utiliza a guisa de parapeto algunas de las camionetas del
ejército. Nuestras balas las atraviesan sin gran dificultad. Dispone, a
nuestro buen ver, de seis ametralladoras, que hacen fuego constante-
mente contra nosotros. Pero no logran hacer blanco, pues los
trabajadores, conocedores del terreno que pisan, saben cómo y dónde
colocarse. El enemigo dispone también de otras ametralladoras
ocultas a la sombra de unos maizales. Nuestros esfuerzos por
distinguirlas resultan inútiles.
Al otro lado de la montaña, lindante con la Cobertoria, tenemos
también apostados algunos grupos, que hacen funcionar de vez en
cuando las ametralladoras para rechazar la acción del enemigo. Uno
de los lugares estratégicos elegido por nosotros es la capilla de la
Iglesia de Santa Cristina, sin desechar por eso otros parapetos de
menor importancia.
Hay momentos en que el enemigo dedica toda su atención contra este
frente, haciendo funcionar sus cañones, cuyos proyectiles vienen a
estrellarse contra la citada capilla. El enemigo ha emplazado estos
cañones no lejos de Campomanes, a bastante distancia y a la
retaguardia de la infantería. La artillería enemiga bombardea algunos
de los castilletes por nosotros ocupados, produciendo destrozos que el
Gobierno y la prensa burguesa han de cargar más tarde a nuestra
cuenta.
Todos los terrenos lindando con Campomanes han quedado convertidos
en campos de batalla. La aviación evoluciona por encima de nuestras
trincheras haciéndonos un nutrido fuego de ametralladoras y utilizando
de vez en cuando las bombas.
Afortunadamente, la estrategia guerrera y la audacia de los trabajadores
burla las más de las veces la puntería de la aviación, a pesar de que
ésta vuela a baja altura. Por nuestra parte, y después de bien elegidos
los lugares más adecuados, hacemos constantes descargas de fusil y
de fusil- ametralladora contra los aviones, pero éstos están blindados y
renunciamos a continuar disparando, pues ello supone un gasto inútil
de municiones, de que tan escasos vamos.
65
Manuel Grossi Mier
En sentido general podemos decir que nuestros valientes soldados
rojos resisten en el frente de Campomanes con la energía de días
anteriores. Buena prueba de ello es que el enemigo, a pesar de todos
sus refuerzos, no puede avanzar un solo paso.
En lo que respecta al abastecimiento de víveres en el frente, éste se
lleva a cabo con la misma regularidad de los días anteriores.
¡Soldados, sumaos a la revolución!
El Comité de Mieres estudia a fondo la situación en el frente de
Campomanes. Los soldados del ejército enemigo pertenecen a la clase
trabajadora y ello nos incita a invitarles a pasarse al campo de la
revolución. Para darles a conocer nuestro deseo, hemos redactado una
octavilla que nos proponemos hacerles llegar por cualquier medio.
Para ello tropezamos, claro está, con grandes dificultades.
Tras largas reflexiones a este respecto, llegamos a encontrar un medio
que nos parece excelente: se prepara un bidón lleno de octavillas y
con una cierta cantidad de dinamita, y una mecha de dimensiones bien
calculadas. Este bidón se coloca sobre un asno, convenientemente
aparejado, y dirigido hacia el frente enemigo. Está todo calculado de
forma que al llegar nuestro «emisario» a las posiciones enemigas, haga
explosión el bidón y distribuya nuestras octavillas entre los soldados.
No sólo este medio no nos da los resultados apetecidos, sino que está
a punto de jugarnos una mala partida, pues ocurre que hacia la mitad
del camino, el asno en cuestión da media vuelta y vuelve hacia
nosotros, estallando el bidón no lejos de donde nos encontramos. Esta
triste experiencia nos obliga a renunciar a la propaganda entre los
soldados por medios tan empíricos.
66
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
¡El tren blindado!
En el frente de Campomanes y por la línea del ferrocarril del Norte, se
decide utilizar un tren blindado. Su acción no da los resultados por
nosotros esperados, pues si bien los vagones están perfectamente
blindados, no ocurre lo mismo con la locomotora, que queda inutilizada
por el enemigo a las primeras de cambio. Las dificultades para salir de
los vagones no pueden ser mayores, pues intentar bajar de ellos es
tanto como exponerse a una muerte cierta.
En este tren van unos sesenta hombres, al mando de un miembro del
Comité de Mieres. Cada hombre lleva su correspondiente fusil.
Asimismo disponen de un cañón y de cierto número de obuses, pero
sin espoleta. No cabe duda que de no habernos inutilizado la locomotora,
este tren blindado hubiera sido de grandes resultados para nosotros.
Por la noche, y desafiando todos los peligros, volvemos a recuperar el
tren, caído, de hecho, en poder del enemigo.
Cuando ellos lo dicen...
En los primeros días de combate, y cuando tan encarnizada se hacía la
batalla en el frente de Campomanes, la prensa reaccionaria resume la
situación de una forma desesperada para las fuerzas del gobierno. He
aquí un resumen del diario «Ahora»:
»...las fuerzas de la columna del general Bosch avanzaron en los
primeros momentos hasta Vega del Rey. En unas casas que hay a
la entrada de este pueblo, en las que tenía establecido un
comercio don Cándido Rodríguez, se instaló el propio general
Bosch con su Estado Mayor. Los soldados establecieron la
vigilancia debida alrededor de este recinto, en él se dispusieron a
pasar la noche los jefes del ejército. Las familias que allí vivían no
se retiraron.
»Los rebeldes, que sigilosamente habían ido ocupando las alturas
que dominan estratégicamente la carretera, se lanzaron impetuo-
samente al ataque del alojamiento del general. Emplazaron varias
ametralladoras y cañones y comenzó un verdadero sitio.
67
Manuel Grossi Mier
Las tropas iniciaron varias descubiertas, pero fueron terriblemente
castigadas por el fuego que les hacían los revolucionarios desde
las lomas próximas que tenían ocupadas. El capitán Pavés, que
salió a hacer una descubierta, quedó muerto en una de aquellas
lomas.
»Se organizó la defensa de las casas donde se había refugiado
Bosch con su Estado Mayor. Las ventanas fueron astilladas con
piedras de la carretera y en las galerías se hicieron verdaderos
parapetos con todos los materiales útiles para ello que había en
la vivienda.
»Soldados y civiles, todos los que pudieron empuñar un arma,
estuvieron disparando contra los núcleos de rebeldes que les
sitiaban. En la pieza más protegida de la casa, que tenía
escasamente tres metros de largo por dos de ancho, se metieron
las mujeres y los chicos, unas veinte personas en total. Durante
muchos días, media docena de criaturas estuvo en un rincón de
aquella pieza, sin poder moverse. Para que descansasen, los
metían a todos debajo de la cama.
»Vinieron refuerzos desde Campomanes, y el general Bosch pudo
evacuar las casas sitiadas, teniendo la fuerza que abrirse paso
bajo un fuego terrible de los rebeldes. Acudió la artillería en
socorro de los sitiados, pero el tiroteo de los mineros impidió el
emplazamiento de las piezas en lugares estratégicos. Un teniente
de artillería fue herido de un balazo, y varias de las caballerías
que arrastraban las piezas fueron muertas, teniendo que quedar
los cañones junto a la casa sitiada, en lugar protegido.
»Empezó entonces el cañoneo de los rebeldes. Afortunadamente
las balas no tenían espoleta y no hacían más que perforar los
muros. De lo contrario, todos los infelices seres refugiados en
aquellas casas hubieran perecido.
»Un cañonazo abrió un boquete en el muro, por el que pasaban
constantemente las balas de los fusiles enemigos.
»Así se fueron sucediendo los días. Los víveres empezaron a
escasear. A los niños se les entretenía dándoles de comer las
cosas más diversas e impropias.
68
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
»Vinieron más fuerzas desde Campomanes a auxiliarnos en la
defensa, pero no era posible batir a los rebeldes que nos sitiaban,
que cada día eran más numerosos. Las baterías de la columna de
León, desde Campomanes pudieron, al fin, bombardear los
reductos del enemigo. Se había refugiado éste en la ermita de
Santa Cristina, joya arqueológica del siglo IX, en la que había
instalado una ametralladora. La artillería bombardeó la ermita,
que ha sufrido graves daños.
»Después de diez días de horribles sufrimientos, y cuando
estaban casi agotados los víveres, llegaron a las casas sitiadas de
Vega del Rey las tropas de la columna que mandaba el general
Balmes. Eran fuerzas de los regimientos Lugo, León y Astorga, que
consiguieron batir a los rebeldes y liberar a los sitiados.»
¡Firmes en su puesto!
Seguimos ante la imposibilidad de poder abastecer de municiones a
los frentes. Esto constituye la dificultad más grande con que tropieza la
insurrección. Los trabajadores empiezan a comprender que sin armas
suficientes y, sobre todo, sin municiones, será muy difícil alcanzar la
victoria.
Tenemos un gran número de camaradas acuartelados desde la
mañana hasta la noche por falta de material. Esta pasividad empieza a
crear en ellos un principio de pesimismo y de decaimiento, que es lo
peor que puede ocurrir. Sin embargo, ni uno solo de estos trabajadores
abandona su puesto. No se registra, que yo sepa, un solo caso de
deserción. Por el contrario, animados en todo momento por los
Comités, todos los hombres se mantienen en sus puestos hasta que se
les ordena la retirada.
El teléfono en el frente
La lucha en el frente conoce varias fases. A veces, en una hora, se
necesita cambiar varias veces las posiciones estratégicas. En estas
condiciones, resulta de todo punto pesado y peligroso el que los jefes
encargados de dirigir las operaciones tengan que cambiar de puesto
cada diez minutos.
69
Manuel Grossi Mier
Con el fin de subsanar esto y mejorar nuestra dirección, se decide
instalar teléfonos cerca de la línea de fuego. Esta medida nos permite
mejorar nuestra acción en un cincuenta por ciento. De esta manera,
los avances o las retiradas pueden efectuarse al unísono. Sentimos no
haber introducido esta medida desde el comienzo de nuestra acción
revolucionaria.
Otra de nuestras preocupaciones la constituye la vestimenta de
nuestros camaradas. Para que éstos puedan resistir los rigores de la
temperatura, es preciso dotarles de ropas apropiadas. Esto se efectúa
en el Cuartel General, al mismo tiempo que mandamos a los frentes
los camiones con todo lo necesario para que nuestros bravos
combatientes no puedan carecer de nada.
El heroísmo de las mujeres
Cuanto se diga sobre la valiosa ayuda que nos prestan las mujeres, es
poco. Han llegado a ofrecerse tan valientemente y en número tan
crecido, que es imposible darles trabajo a todas. Curan a los heridos en
el mismo frente o ayudan a los médicos en las operaciones que se ven
obligados a practicar, abastecen los frentes de alimentos o de
municiones, animan con su presencia y con su entusiasmo a los
combatientes y se colocan, en fin, a la altura de los luchadores más
heroicos. Su valiente comportamiento reconforta nuestro ánimo y nos
da nuevos bríos para proseguir la acción. El heroísmo y la abnegación
de las mujeres asturianas quedarán grabados para siempre en las
conciencias de cuantos participan en esta gesta heroica.
¡Cañones!
El frente de Campomanes reclama con toda la urgencia que sean
trasladados allí los cañones que se encuentran en Oviedo. Pero los
directivos de la capital oponen una viva resistencia. No quieren
deshacerse de estos potentes medios de combate. Sólo cuando llegan
al convencimiento de que la partida más importante se juega quizá en
Campomanes, consienten en que sean trasladados cuatro de estos
cañones, de los cuales uno queda emplazado a unos doscientos
metros de Vega del Ciego y los restantes en la propia línea de fuego.
70
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Contrariamente a lo que sucede en Oviedo, en el frente de Campomanes
son los obreros que han fabricado los cañones quienes los manejan,
ayudados por trabajadores mineros que hicieron el servicio militar en
el cuerpo de artillería. Si bien no logran manejarlos con toda perfección,
pronto adquieren cierto dominio sobre ellos.
El enemigo no tarda en darse cuenta de que, careciendo de espoletas,
nuestros obuses no son peligrosos. Esto no quiere decir que no
produzcan efecto alguno. Sirven, en primer lugar, para mantener el
ánimo de los trabajadores revolucionarios. En todo caso, los enemigos
procuran destruir nuestros cañones por medio de nutridos bombardeos
y con grave riesgo de destruirlos.
¡Lanzabombas!
Con el fin de que nuestras bombas lleguen hasta el parapeto del
enemigo, se han fabricado unos aparatos lanzabombas. Han sido
fabricados estos aparatos en los talleres de calderería de la fábrica de
Mieres, y antes de su traslado al frente han sido convenientemente
ensayados.
Estos aparatos son una especie de palanca con muelle. Al extremo de
esta palanca hay una especie de platillo en el que se coloca la bomba.
Prendida la mecha, tres hombres se cogen a la palanca y tiran de ella
todo lo que el muelle es capaz de resistir, soltando entonces la
palanca.
Estos aparatos dan excelentes resultados. La bomba cae casi en el
mismo parapeto del enemigo. Esto siembra el pánico en sus filas. Los
jefes gritan con frecuencia: «¡Criminales, no empleéis la dinamita;
tirad con los fusiles!» Los revolucionarios se ríen de estos denuestos.
Tiran con lo que tienen. Si dispusiéramos de medios más perfectos de
combate, los emplearíamos.
Los lanzabombas han sido invención de los propios revolucionarios y,
conviene repetirlo, nos prestan una utilidad extraordinaria. Refiriéndose
a esto y al blindaje de los camiones y de los trenes, la prensa burguesa
tenía que poner más tarde el grito en el cielo, pretendiendo que todo
esto probaba los preparativos hechos ante la eventualidad de la
revolución. La burguesía ignora, claro está, la voluntad y el espíritu
71
Manuel Grossi Mier
creador de que son capaces los trabajadores revolucionarios. De hecho
ningún preparativo serio se había llevado a cabo con miras a la
revolución. Todo ha sido más o menos improvisado durante la lucha
insurreccional. De haber durado ésta varios días más, nadie es capaz
de saber los medios de lucha que se hubieran descubierto y las cosas
que hubieran podido realizarse.
Parlamentamos
El parlamento con el enemigo nos ha reportado indiscutibles ventajas.
Esta táctica no es ni puede ser deshonrosa para los revolucionarios. El
problema consiste en mantenerse firmes, en no hacer concesiones
graves, en no dejarse engañar por el enemigo y en tratar de enredarle
a él. Después de todo, la táctica empleada se ve justificada por el
resultado. Y si el resultado es bueno para la causa revolucionaria, ello
quiere decir que la táctica empleada para obtenerlo ha sido buena.
Si anteriormente, mediante el parlamento, habíamos llegado a un
acuerdo en lo referente a la recogida de heridos, ahora, ante el visible
desgaste del enemigo, bien puede suceder que consigamos su rendición.
También a este respecto puede proporcionarnos buenos servicios el
teniente Torrens. Nadie mejor que él para llevar nuestra voz al frente
enemigo. No puede decirse que acoge nuestra proposición con gran
entusiasmo. Lo importante es que la acepta. Sólo nos pide que le
demos nuestras condiciones por escrito. No oponemos el menor
reparo, ya que era propósito nuestro hacerlo así.
Damos la orden de cesar el fuego en nuestro frente. El enemigo, ante
nuestras indicaciones, hace lo propio. Queda así concertada la nueva
acción parlamentaria.
Sale el teniente Torrens, acompañado por diez camaradas. Van a
proponerle al enemigo que se rinda. Las negociaciones duran
aproximadamente una hora, al cabo de la cual regresan nuestros
parlamentarios y el teniente Torrens nos expone el resultado de las
mismas. El enemigo se niega a aceptar nuestra propuesta, alegando
«que en el resto de España no hay nada y que sólo nosotros
continuamos la lucha».
72
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Nuestros camaradas han insistido una y otra vez.
«Toda la península –han dicho– está en pie y lo que ustedes nos
dicen son cuentos del Gobierno.»
En vista del resultado negativo de las negociaciones, vuelve a
reanudarse el fuego en el frente de Campomanes.
La toma de la fábrica de armas de Oviedo
El 9 continúa la lucha en Oviedo. Esta es particularmente encarnizada
en torno a la fábrica de armas de La Vega.
A primeras horas de la madrugada, están ya preparados los grupos que
han de emprender el ataque. Las órdenes recibidas son sumamente
rigurosas. Nadie debe retroceder suceda lo que suceda. Es preciso
avanzar, vencer a toda costa.
Los grupos encargados de la toma de la fábrica de armas de La Vega se
componen de voluntarios llegados de los diferentes puntos de la
provincia. Son todos trabajadores eminentemente revolucionarios,
hombres probados no sólo a través de una vida de luchadores sin
tacha, sino durante las últimas acciones. Suman aproximadamente un
millar. Son muchos más los que se han ofrecido como voluntarios;
puede decirse, incluso, que a pesar del peligro que supone esta acción,
se han ofrecido la mayoría de los trabajadores; pero se ha procedido a
una rigurosa selección entre los más decididos.
Nuestros camaradas deben encontrarse al amanecer en los lugares
que se les ha designado. Una vez en éstos, deben aguardar para
emprender el ataque la hora señalada: las seis de la mañana.
Ha sido transportada una gran cantidad de bombas desde Mieres. Los
soldados rojos han recibido las mejores armas de que se puede
disponer. Uno de los jefes de grupo, al emprender esta acción es el
sargento Vázquez. Incorporado al movimiento el día 6, al iniciarse en
Oviedo el ataque a la Comandancia de Carabineros, se ha encontrado
desde entonces luchando al lado de los trabajadores.
73
Manuel Grossi Mier
Los obreros que forman los grupos de ataque saben la inmensa
importancia que tiene para la revolución la toma de la fábrica de
armas. Quizá depende de esta acción el desarrollo ulterior de la lucha
insurreccional.
A las seis en punto de la mañana se emprende el ataque. Han sido
previamente ocupados los lugares estratégicos en torno del edificio.
En la vía del ferrocarril vasco se encuentra el tren blindado que tan
grandes resultados debe darnos en esta acción. Los combatientes
rojos emprenden la lucha con gran bravura. Conforme a la orden
recibida, están dispuestos a no retroceder.
Los tiros de los soldados encargados de la defensa de la fábrica no
hacen baja alguna entre nuestros combatientes. Se comprende al
momento que estos soldados se limitan a disparar por pura forma y
obligados por sus jefes. Los obreros avanzan sin vacilar y haciendo un
abundante empleo de la dinamita. Ya se encuentran cercanos a
los muros de los talleres, a unos metros de los pabellones. Las
ametralladoras están colocadas en forma tal, que todo indica que
nuestra acción no puede fallar.
Rodeado el edificio, decidimos iniciar el parlamento. Pero resulta un
tanto peligroso salir de las trincheras para ello. Tratamos de hacer
comprender al enemigo nuestro deseo. Este nos hace comprender a su
vez su rotunda negativa a parlamentar.
Se suspende un momento el fuego por nuestra parte. Y cambiamos
unas ligeras impresiones. Decidimos reemprender el ataque a fondo y
acabar cuanto antes con la resistencia del enemigo. Sin más contem-
placiones, sin el menor asomo de vacilación, se prepara la dinamita y,
a una señal, recomienza el ataque. Este dura apenas media hora.
El enemigo, impotente para rechazar nuestra acción, emprende
precipitada huida hacia el Cuartel de Pelayo, donde se encuentra el
Regimiento de Infantería número 3. Los trabajadores asaltan la fábrica
y se apoderan de un enorme arsenal de armas; fusiles, fusiles
ametralladoras, ametralladoras, etc. Hay allí un total de unas 24.000
armas.
74
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Inmediatamente se comunica este feliz resultado a toda la cuenca
minera. Es preciso preparar camionetas con el fin de sacar de la
fábrica, y lo más rápidamente posible, las armas. Estas deben
transportarse principalmente a Mieres y a Sama.
Según nuestros informes, en este establecimiento de armas había
también una gran cantidad de municiones. Recorremos todas las
dependencias y escudriñamos todos los rincones. En un amplio local
damos con un gran montón de cápsulas vacías. Quedamos un tanto
decepcionados. Pronto recobramos la confianza al prestarse varios
compañeros, especializados en este trabajo, a cargar las cápsulas. Se
empieza este trabajo sin perder un solo instante. La revolución no
puede esperar. Necesita material. Necesita municiones. Se eligen a
toda prisa los locales que reúnen las mejores condiciones y se
trasladan a ellos las cápsulas y las materias para cargarlas.
Los compañeros encargados de este trabajo no paran ni de día ni de
noche. No obstante, no llegan a cargar más de unas 3.000 cápsulas
diarias. Es esta una cantidad insignificante, dadas las grandes
necesidades del frente. Puede decirse que no sale a proyectil por
compañero.
Las grandes esperanzas cifradas en la toma de la fábrica de armas se
desvanecen rápidamente. Hemos ocupado una gran cantidad de
armas. Pero ¿para qué nos sirven, si carecemos de municiones con que
cargarlas? La incertidumbre empieza a ganar el ánimo de los directivos.
Después de la ocupación de la fábrica, ha habido que desarmar por la
fuerza a no pocos elementos turbios, que no sentían otro deseo que
apoderarse de lo ajeno.
La Catedral de Oviedo
El enemigo, dueño como sabemos de la parte alta de los edificios de
Oviedo, opone una resistencia encarnizada al ataque de los trabaja-
dores. Estos siguen luchando con tesón. La rabia se va apoderando de
ellos a medida que pasan las horas sin poder determinar un cambio en
la situación. Mientras el enemigo siga ocupando sus posiciones, no
puede darse por conquistada la capital asturiana. Y es preciso conquistar
ésta a toda costa.
75
Manuel Grossi Mier
Los ánimos están cada vez más excitados. Los directivos del movimiento
tienen que tomar toda suerte de medidas para no verse arrollados por
los trabajadores. Estos piden carta blanca para actuar en todos los
terrenos. No quieren que nadie ponga reparos a su acción. No nos
ocultan la gravedad que encierra esta pretensión de los combatientes
rojos. Claro está que en manera alguna podemos dar esta carta blanca
que se nos pide, pues ello sería tanto como dejar el movimiento sin
disciplina y sin control.
Las mayores discusiones se suscitan en torno a la catedral de Oviedo.
Desde este edificio, el enemigo opone una tenaz resistencia y nos
produce gran número de bajas. Los trabajadores proponen la
destrucción del edificio por medio de la dinamita.
Ante la gravedad de la situación se reúne urgentemente el Comité de
Oviedo, que toma el acuerdo de desechar la proposición de los
obreros. La catedral no debe ser volada por medio de la dinamita. Uno
de los más tenaces defensores de este acuerdo es el camarada Ramón
González Peña. Por unanimidad, el Comité de Oviedo acaba suscribiendo
el punto de vista del camarada Peña. La catedral será, pues, respetada.
Los trabajadores no se contentan con querer destruir la catedral.
Asimismo pretenden la destrucción de muchos edificios, desde los
cuales se hace fuerte el enemigo. Pero el Comité, en esta misma
reunión, acuerda no hacerlo así. Entra en mucho en este acuerdo la
situación que sospechamos existe en el resto de la península y,
particularmente, la capitulación de Cataluña. Seguimos hoy como en
anteriores días: sin noticias concretas del resto de España. Sólo
sabemos lo que afirma el Gobierno por medio de la radio. La
concentración de las fuerzas gubernamentales en Grado no deja lugar
a dudas sobre la veracidad de las manifestaciones del Gobierno. En
esta situación y ante la evidencia del fracaso, se cree que es de todo
punto inútil la destrucción de los edificios. No cabe la menor duda de
que si para el triunfo de la insurrección hubiera sido necesario volar la
catedral y otros edificios, esto se hubiera hecho sin vacilar.
Terminada la reunión del Comité de Oviedo, se comunica a los jefes de
grupo los acuerdos recaídos. Deben atenerse a ellos. Al mismo tiempo
se explica a los trabajadores las razones de nuestra decisión. Y ello
mientras se les anima a continuar la lucha como hasta ahora.
76
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
En la guerra como en la guerra
En la guerra civil, lo mismo que en la guerra entre Estados, se emplean
por una y otra parte todos los medios para reducir al enemigo.
Nosotros nos adaptamos a esta regla elemental de la guerra. Cuando
es de utilidad en el combate, cuanto favorece nuestra acción y nos
acerca a la victoria, es aplicado.
Estudiamos la manera de derrotar al enemigo, no sólo por medio de
las armas, del ataque violento, sino por medio del hambre, la sed, la
falta de luz, etc.
Estos medios aplicados en la medida de lo posible, nos han dado
algunos resultados. Gracias a tales procedimientos, logramos rendir al
enemigo y ocupar algunos edificios. No permitimos que nadie, y sobre
todo la burguesía, nos haga el menor reproche a este respecto, ya que,
para reducir a los trabajadores, ella ha empleado los medios más
feroces. Después de todo, los trabajadores no hacen sino emplear en
pequeña escala, y generalmente con excesiva generosidad, las lecciones
recibidas, a través de la historia, de la burguesía.
Partidismos desmoralizadores
Las discusiones en torno a si debía destruirse o no la catedral y otros
edificios han agriado un tanto las relaciones entre determinados
partícipes en el movimiento. Hay quien quiere sacar partido de cualquier
discrepancia que surge, no comprendiendo lo criminal que para la
causa revolucionaria puede ser este proceder. De una manera más o
menos solapada, tratándoles de débiles y hasta de cobardes en lo que
respecta a la decisión en el ataque. Afortunadamente, tales maniobras
prenden con dificultad en los cerebros obreros. Precisamente la
Comuna asturiana se distingue por el hecho de que dirigentes y
dirigidos luchan todos juntos y aportando cada cual todo su sacrificio.
Sin embargo, algún grupo de obcecados, envenenados por ciertas
calumnias, se enfrenta con González Peña en el monte del Naranco y
en la cuesta de San Lázaro. Compañeros hay incluso que llegan a hacer
ademanes incorrectos contra quien no ha abandonado un solo
momento su puesto de combate. Peña conserva, afortunadamente,
toda su serenidad revolucionaria. De no ser así, es más que probable
que estas actitudes degenerarían en una lucha sangrienta entre los
propios trabajadores revolucionarios.
77
Manuel Grossi Mier
No pocos miembros del Partido Comunista oficial se dan cuenta de la
gravedad de la situación y condenan el proceder de sus propios
camaradas de partido. Dichos compañeros comprenden la realidad de
la lucha, el limpio y abnegado proceder de los dirigentes y se solidarizan
incluso con los acuerdos adoptados momentos antes por el Comité de
Oviedo. Sin esto, es indudable que la revolución pasaría por momentos
de gran gravedad.
¿Quiénes son los incendiarios?
Una de las acusaciones que la burguesía formula contra nosotros es la
de incendiarios. Con esta acusación el Gobierno contrarrevolucionario
trata de cubrir únicamente su responsabilidad. La verdad es que
nosotros no hemos pensado en incendiar edificio alguno, pues
comprendemos que esta medida desesperada sólo puede ser signo de
la derrota. Nosotros no somos incendiarios ni asesinos. Somos los
nobles combatientes por un ideal.
Los verdaderos incendiarios son nuestros enemigos. El primer incendio
cometido por éstos es, en la noche del 9, el de la redacción del
periódico «Avance» y a la vez Centro Obrero Socialista de Oviedo. Este
edificio es incendiado después de haber rociado la parte alta con
gasolina. A las pocas horas queda completamente destruido. En la
misma calle existen otros centros obreros, a los que la fuerza pública
intenta incendiar también.
La misma noche los guardias de asalto incendian asimismo el hermoso
teatro Campoamor, lanzando gran número de algodones encendidos
en el interior del Coliseo. Este procedimiento no les da al comienzo el
resultado apetecido.
La fuerza pública tiene sus razones para intentar incendiar el teatro
Campoamor. El cuartel general de los guardias de asalto se encuentra
a unos metros de dicho teatro. Es indudable que si los revolucionarios
logran apoderarse del Campoamor, no les será difícil destruir desde él,
y por medio de la dinamita, el cuartel general de los guardias de
asalto. Este temor es el que obliga a la fuerza pública a proceder
contra el teatro Campoamor.
78
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Esta fechoría y otras muchas cometidas por el enemigo en el
transcurso de la lucha, trata de achacársenos a nosotros. Claro está
que la burguesía y su Gobierno no lograrán salirse con la suya. La
verdad se impondrá. La verdad les ahogará.
La lucha en Gijón
La lucha en Gijón no puede ser más cruel ni encarnizada. La fuerza
pública opone una extraordinaria resistencia. Nuestros compañeros
carecen de armamentos adecuados. Es una lucha desigual, que sólo
puede mantenerse gracias al tesón y al heroísmo de los combatientes.
Ha sucedido en Gijón lo mismo que en Oviedo; el movimiento sufrió
un inconcebible retraso, lo cual permitió al enemigo ocupar desde el
primer momento los puntos estratégicos de la población.
Al surgir la acción revolucionaria, los trabajadores corren a enrolarse
en número considerable, pero no tanto que haga posible el ataque
desde el primer momento con la decisión debida. El encargado de
dirigir la acción, junto con otros camaradas, es el valiente militante
sindicalista José María Martínez.
Los grupos no están compenetrados entre sí, no actúan de una
manera conjunta y disciplinada, lo cual es un gran inconveniente. Sin
embargo, los trabajadores dan pruebas aquí de gran heroísmo. No se
olvide que fue en la cuenca de Gijón donde primero hicieron su
aparición las tropas gubernamentales llegadas por mar.
Nuestros camaradas mantienen en Cimadevilla una de las batallas más
sangrientas de la insurrección asturiana, registrando gran número de
bajas. Nuestros camaradas comprenden que, ocupado este céntrico
lugar de la población, les sería fácil lanzarse luego hacia el Musel,
donde están emplazados los cañones del Gobierno, llamados guarda-
costas. Si se apoderan de estos lugares estratégicos, puede asegurarse
que los buques de guerra mandados contra nosotros pueden ser
fácilmente hundidos o, al menos, inutilizados. Si esto no puede hacerse
se debe precisamente a la falta de armas de que sufren nuestros
compañeros.
79
Manuel Grossi Mier
Por otra parte en Gijón se aplica desde el primer momento una táctica
de lucha equivocada. En lugar de apoderarse de los edificios y
parapetarse en ellos, sobre todo en las partes altas de éstos, como ha
sabido hacer estratégicamente el enemigo en Oviedo, se limitan a
construir barricadas en medio de la calle. No se deja, además, en
libertad de movimientos a los jefes de grupo que, conocedores del
terreno, se las hubieran arreglado para envolver al enemigo o coparles
por sorpresa. En estas condiciones la lucha tenía que ser muy cruenta.
En la noche del 8, y a gran distancia del Musel, los buques de guerra
extendieron sus reflectores iluminando, a pesar de la distancia a que
se encontraban, toda la población gijonesa. Esto sembró el pánico y la
desmoralización entre los trabajadores, dándose el caso de que
muchos de éstos abandonaron la población en desbandada.
Los Comités tienen que hacer frente a esta difícil situación. Lanzan
vibrantes manifiestos, incitando a los trabajadores a permanecer firmes
en los puestos de combate. Estos llamamientos hacen reaccionar
vivamente y con entusiasmo a los trabajadores de Gijón. Todos
vuelven a ocupar sus puestos y nuevos soldados rojos vienen a
sumarse al ejército de la revolución.
Los aviones asesinos
Lo mismo en la guerra imperialista moderna que en la guerra civil, la
aviación juega un papel de primer orden. Quien posee en sus manos
este medio moderno de combate lleva sobre el adversario las mayores
ventajas. Esta realidad deben tenerla en cuenta siempre todos los
revolucionarios.
La aviación produce estragos en los medios revolucionarios de Asturias
y, particularmente, en Gijón. Los bombardeos aéreos se suceden sin
cesar y producen verdaderas carnicerías. Rara es la bomba lanzada por
un aeroplano que no produzca diez o doce víctimas. Momentos hay en
que los aviones se despliegan sobre los barrios bajos, bombardeándolos
todos a un tiempo. En tales despliegues perecen gran número de
obreros, de mujeres, de niños. Las bombas asesinas no eligen sus
víctimas. Matan en serie. Resulta difícil describir los estragos causados
por la aviación en la población gijonesa. Bastará con decir que la cifra
de muertos por la aviación en dicha villa no baja de 600.
80
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Los bombardeos aéreos siembran el pánico entre los combatientes y
entre toda la población. Pero no logran desarmar el ánimo de los
trabajadores que, al lanzarse a la lucha insurreccional, sabían que iban
a jugarse la vida. De todas formas, es ésta una lección que debe ser
aprovechada por la clase trabajadora.
La situación en Sama
Sama es otra fortaleza de la revolución. Han sido constituidos, al igual
que en Mieres, diferentes Comités: el de Abastos, que efectúa la
distribución de víveres sin ninguna diferencia de clases; el de
Seguridad, encargado de mantener la custodia del pueblo durante la
noche; el de Reclutamiento, ligado al cuartel general, y al cual acuden
a alistarse los voluntarios rojos. Todos estos Comités funcionan poco
más o menos con la misma perfección que los de Mieres.
En los talleres de calderería de la fábrica de Duro Felguera, se procede
activamente al blindaje de camiones. Este trabajo es tan perfecto
como el realizado en la fábrica de Mieres.
También en Sama produce estragos la aviación. Esta, por orden del
Gobierno de Madrid, trata a los trabajadores asturianos de la misma
manera, peor aún quizá, que al enemigo en una guerra con el
extranjero. Esto no puede producirnos el menor asombro. Todas las
experiencias históricas, y sobre todo la Commune de París, demuestran
que no hay peor enemigo para la burguesía que el proletariado
revolucionario del propio país.
Si dispusiéramos de armamentos propios para combatir eficazmente a
la aviación, poco podría importarnos su acción contra nosotros.
Desgraciadamente no es así. Y es esto lo que más contribuye a
desmoralizar a los trabajadores, indefensos ante la acción mortífera de
los aviones del Gobierno.
81
Manuel Grossi Mier
La fábrica de la revolución
La fábrica de armas de Trubia funciona día y noche. Se hacen tres
turnos de ocho horas. La dirección de la fábrica es asumida por
algunos de los trabajadores más antiguos y especializados en el trabajo
de la fábrica. El orden y la disciplina dentro del trabajo no han sido
nunca tan perfectos. Los obreros no trabajan ya para el armamento y
defensa de la clase enemiga; trabajan para sí, para la victoria de su
causa. Las máquinas les obedecen. Si alguna avería surge, es reparada
con tal rapidez, que el trabajo vuelve a normalizarse en seguida. Entre
los trabajadores no se produce el menor choque, la menor rivalidad;
sólo hay lugar para la emulación y el ejemplo en el trabajo y en el
sacrificio. Todos los obreros constituyen una sola familia, trabajando
por la emancipación colectiva. Son trabajadores dignos de un régimen
socialista.
Los trabajadores del frente tienen puestos sus ojos en Trubia. Tanto el
ferrocarril vasco como las carreteras aparecen constantemente
atestadas de camaradas que vienen en busca de obuses. Pero por
mucho que se esfuercen los obreros de la fábrica, no consiguen dar
abasto a los obreros del frente.
Fuera los obreros revolucionarios montan la guardia en Trubia y en los
alrededores. Han sido avisados de la llegada a los alrededores de
Grado de las fuerzas enviadas por el Gobierno. Y están prevenidos
contra un posible ataque. Deben defender a toda costa su fábrica de
armas, la fábrica de la revolución. He aquí por qué los alrededores de
Trubia han sido reforzados por amplios retenes de obreros armados
con fusiles y con buena provisión de dinamita. Asimismo los montes de
Trubia siguen protegidos por los cuatro cañones apostados, según
hemos indicado ya. Estos no ha habido necesidad de emplearlos.
«U.H.P.»
En Turón ha sido instalada una estación de radio de onda extracorta.
Tiene por objeto informar a los trabajadores sobre la marcha del
movimiento de Asturias y sobre la situación en el resto de España. Este
aparato de radio, el único que funciona en Asturias durante los
acontecimientos, trasmite las noticias a las nueve en punto de la
noche.
82
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Se empieza por las ya históricas letras U.H.P.: Unión de Hermanos
Proletarios. Un grupo de camaradas, después de repetir estas letras,
entona La Internacional.
Los Comités han instalado aparatos receptores en los diferentes
lugares, de forma que las noticias informativas puedan llegar a la
mayoría de los trabajadores. Asimismo teníamos el propósito de
instalar aparatos semejantes en la misma línea de fuego. Pero no nos
ha sido posible hacerlo.
El abastecimiento del pueblo sigue haciéndose normalmente. Y
asimismo el reclutamiento de voluntarios rojos. Sólo se ha introducido
una variante, y es que después de la toma de la fábrica de armas los
trabajadores son armados en el mismo pueblo, ya que el Comité de
Mieres les ha hecho envío de una gran cantidad de fusiles.
Los talleres de Hulleras de Turón trabajan intensamente en el blindaje
de camiones. Aquí la dirección técnica es asumida por los propios
capataces, que se han ofrecido voluntariamente. La mayoría de los
antiguos jefes ha tenido que ser encarcelada. Pero hay algunos jefes
que se han ofrecido a continuar en su puesto, siendo su colaboración
de un formidable resultado para la marcha del trabajo. Más tarde, al
fracasar el movimiento, han sido los mayores delatores contra los que
les habían liberado la vida.
Los aviones sobre Mieres
La aviación no podía olvidar a Mieres, centro de la insurrección. A las
nueve de la mañana ha volado sobre la población, inspeccionando las
calles más céntricas, sobre las cuales ha empezado en seguida el
bombardeo. La mayoría de las víctimas son mujeres y niños. En la calle
de Ramón y Cajal, a unos metros del Ateneo Popular, una bomba ha
hecho nueve muertos y catorce heridos. Al final de esta misma calle,
otra bomba ha herido ocho personas y ha producido grandes
destrozos. Lo mismo sucede en otros puntos de la población.
Junto con otros compañeros, me traslado al monte con el fin de
tirotear a la aviación. Pero a pesar de las excelentes armas de que
disponemos, nuestros disparos son nulos por el blindaje de los
aparatos. En vista de ello decidimos no gastar más municiones en
vano.
83
Manuel Grossi Mier
Reunido con toda urgencia el Comité de Mieres, acuerda lanzar unas
octavillas prohibiendo rigurosamente el que se dispare contra los
aviones mientras este Comité no dé orden en contrario. Nuestra orden
es obedecida por todos los revolucionarios. Hemos tomado este
acuerdo con el fin de no gastar municiones inútilmente y con la
esperanza de que los aviones, al no verse hostilizados, cesen en la
carnicería. ¡Vana esperanza! El bombardeo aéreo no cesa un instante.
Los aviadores no avisan antes de proceder al bombardeo. Asesinan
fríamente, por sorpresa. Y cuando dejan de lanzar bombas es para
lanzar unas octavillas en que se dice que ha fracasado el movimiento
revolucionario en Cataluña y que han sido encarcelados, por orden del
Gobierno de Madrid, todos los miembros de la Generalidad.
«Rebeldes de Asturias: ¡Rendíos!
»Es la única manera de salvar vuestras vidas, la rendición sin
condiciones y la entrega de las armas antes de 24 horas.
»España entera, con todas sus fuerzas, va contra vosotros,
dispuesta a aplastaros sin piedad, como justo castigo a vuestra
criminal locura.
»La Generalidad de Cataluña se rindió a las tropas españolas en
la madrugada del domingo, Companys y sus cómplices esperan
en la cárcel el fallo de la justicia.
»No queda una huelga en toda España. Estáis solos y vais a ser
las víctimas de la Revolución vencida y fracasada.
»Todo el daño que os han hecho los bombardeos del aire y las
armas de las tropas, son nada más que un simple aviso del que
recibiréis implacablemente, si antes de ponerse el Sol no habéis
depuesto la rebeldía y entregado las armas. Después iremos
contra vosotros hasta destruiros sin tregua ni perdón.
»¡Rendíos al Gobierno de España! ¡Viva la República!»
84
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
La lucha en Avilés
La lucha insurreccional en Avilés dio comienzo con cierto retraso, pero
con gran entusiasmo por parte de los trabajadores. El impulso de los
revolucionarios era tal que pronto pudieron considerarse dueños de la
población.
Sin embargo, la lucha adolece aquí de grandes defectos. Los grupos no
saben moverse con disciplina y eficacia. No existe entre ellos .esa
comprensión mutua tan necesaria para la acción revolucionaria. Los
revolucionarios, aun cuando hayan conseguido apoderarse de los
edificios céntricos de la población, no saben aprovecharlos para luchar
desde ellos contra el enemigo. Prefieren, por el contrario, sostener
grandes tiroteos con la fuerza pública en medio de las plazas y calles.
Falta ante todo inteligencia y autoridad por parte de la dirección. Y
falta espíritu de organización. Sin estos defectos se hubieran organizado
los grupos con sus respectivos jefes y el movimiento revolucionario de
Avilés hubiera adquirido una importancia extraordinaria. Ocupado el
pueblo, hubiera podido enviarse importantes grupos revolucionarios
en ayuda de los camaradas de Gijón.
El enemigo en Avilés
Como hemos indicado en otra parte, las fuerzas del Gobierno aparecidas
en Grado han tomado rumbo hacia Avilés. Ante este hecho, era deber
nuestro enviar trabajadores a unos kilómetros de la villa, para que
cortasen el paso al enemigo.
Reunido el Comité de Oviedo, procede a un detenido estudio de la
cuestión. Se acuerda que sean los grupos del propio Avilés los
encargados de rechazar al enemigo. El Comité de Oviedo, por su parte,
les prestará ayuda por medio del envío de algunos centenares de
fusiles y de una cierta cantidad de municiones. Pero el enemigo no da
ni tan solo tiempo para hacer esto, pues recorre el camino mucho
antes de lo que habíamos calculado.
85
Manuel Grossi Mier
Los camaradas de Avilés oponen una encarnizada resistencia a la
entrada del enemigo. Pero éste es harto numeroso y posee abundantes
y perfeccionados medios de guerra, obligando a nuestros camaradas a
retroceder. Las fuerzas del Gobierno hacen alto en las inmediaciones
de la población, donde pernoctan y preparan el ataque para el día
siguiente.
En Grado y Figaredo
La principal misión que cumple Grado es la de abastecer de víveres a
las líneas de fuego. El ferrocarril vasco transporta diariamente gran
cantidad de patatas, de verduras, de leche, etc. A este respecto, Grado
llena un gran papel durante la lucha insurreccional.
Diariamente también salen de esta población importantes grupos de
trabajadores para el frente de Oviedo. Y en la lucha dan pruebas de
firmeza y de espíritu de sacrificio.
Si bien no tan intensamente como en Mieres, el movimiento
revolucionario se desarrolló en toda la provincia. En Figaredo, los
camaradas con cargos representativos en las organizaciones obreras
han constituido el Comité encargado de dirigir la lucha revolucionaria.
Este Comité actúa de la manera más firme y noble, ya que desde el
primer momento ha sabido mantener la seguridad y el orden en la
población. Cuantas veces visitamos esta zona encontramos a los
componentes del Comité en su puesto, dando pruebas como nadie de
organización y de disciplina revolucionaria.
Trenes rojos
Hoy, día 9, la aviación vuela sin cesar sobre la línea férrea vasco
asturiana. El enemigo se ha dado cuenta del suministro de obuses que
nos hace la fábrica de Trubia y quiere cortar éste a toda costa. Los
trenes tienen que esperar el momento en que la aviación se desvía un
poco para acelerar la marcha lo más posible. Al divisar estos trenes, los
aeroplanos se lanzan en su persecución, dejando caer gran cantidad de
bombas al llegar a la altura de éstos. Para librarse del bombardeo
enemigo, los trenes tienen que parar a veces, sobre todo aprovechando
los túneles.
86
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
En Fuso de la Reina, estación de este mismo ferrocarril, la aviación
bombardea un tren, no logrando hacer efecto alguno porque se
introdujo rápidamente en un túnel próximo.
Bien puede decirse que el noventa por ciento de nuestra derrota ha
sido producto de la aviación. Ha sido ésta la que más ha introducido el
pánico y la desmoralización en los medios revolucionarios, imposi-
bilitados de luchar eficazmente contra ella.
Cierto que al no responder al movimiento el resto de las fuerzas
obreras de España, no podía haber ningún indicio de victoria. Pero lo
que también es verdad, que sin la terrible intervención de la aviación,
la lucha se habría prolongado por un tiempo más, que bien podría ser
de días o de semanas, ya que la situación política de la Nación se hacía
inestable en todos los terrenos. También se habría hecho menos fácil
la rendición si los mineros asturianos hubiesen sabido, de antemano,
la terrible represión que les esperaba.
Manifiesto del Comité de Grado
Es interesante dar a conocer el manifiesto del Comité Revolucionario
de Grado, por su profundo tono de solvencia humana y atinado temple
revolucionario:
«A los trabajadores y campesinos del Consejo de Grado,
»Compañeros: Estamos creando una nueva sociedad. Y, como en
el mundo biológico, el alumbramiento se verifica con desgarrones
físicos y dolores mortales. Son leyes naturales a las que nada, ni
nadie, escapa. El hombre más preclaro que produjo la humanidad
nació de madre moribunda, rendida a los dolores del vientre
desgarrado. Es fatal que así sea. La muerte produce la vida. La
agonía de un moribundo, su último aliento, va a fortalecer los
pulmones de un recién nacido. Va a darle vida.
»No os extrañe, pues, trabajadores, que el mundo que estarnos
forjando cueste sangre, dolores y lágrimas; todo es fecundo en la
tierra.
87
Manuel Grossi Mier
»Ahora bien: esta obra de gigantes necesita el concurso de todos.
Los jóvenes varones se baten en las calles con un entusiasmo y
valor dignos de la causa que defienden. Son los verdaderos
héroes de esta jornada que va a liberar de la esclavitud a la clase
trabajadora. Y, como todos somos necesarios, a los que no luchan
con el fusil se les pide su cooperación personal para cuantas
operaciones secundarias sean necesarias.
»El abastecimiento del vecindario es complicado. Lo hace más
difícil la falta de transportes ferroviarios que habría, según lo
convenido, de proporcionarnos lo que nos hiciera falta. Será
cuestión de días normalizar la vida del trabajo a la que nos corre
prisa llegar.
»Sí, sí; nos corre prisa dejar las armas; queremos pronto licenciar
la juventud para que se dedique a crear y no a destruir, porque es
un sarcasmo que quien nace para la vida empuñe instrumentos
de muerte. Será cuestión de horas, las necesarias para que se
convenzan los antiguos privilegiados que sus privilegios han
terminado para siempre, como terminó, en su época, el derecho
de pernada de los señores feudales.
»Atendiendo a las dificultades que hemos de encontrar en el
abastecimiento de víveres, las familias han de cooperar en lo que
puedan los días que duren las estrecheces económicas. Cada
hogar se surtirá de lo sumamente indispensable, sacrificando el
estómago. Si alguna familia puede pasar unas horas sin un
artículo, no debe pedirlo. Los labradores deben consumir en estas
horas difíciles los pocos productos de que dispongan, en la
seguridad de que muy pronto pondremos a su disposición útiles
de trabajo, semillas y abonos.
»Las clases que se resistan a ingresar en las filas de los
trabajadores, porque tienen dinero o crédito, desde hoy no
podrán surtirse en la forma que lo venían haciendo. Los
comestibles que en el día de hoy, y en adelante, se expendan, son
de nuestros almacenes. Los expendedores, en cuya honradez
fiamos, que sean infieles, ya sabremos cómo hemos de tratarlos,
advirtiéndoles que no son estos momentos los más propicios para
contemplaciones.
88
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
»El pueblo en general ha de sentir la intensa satisfacción de ver
su ideal realizado. Pocas horas no más, y habrá más pan en todos
los hogares y alegría en todos los corazones.
»Seamos todos dignos de los momentos que vivimos, levantando
la frente tantos siglos humillada.
»Soldados del ideal: en disposición y en alto vuestro fusil; aún hay
enemigos. Todavía miles de hermanos de clase se baten en
algunos pueblos. Nuestro triunfo no puede hacernos olvidar que
nuestra voluntad y nuestro esfuerzo serán necesarios a otros
trabajadores que luchan con más dificultades.
»Mujeres: por vuestros hijos, que van a gozar en adelante de un
mundo mejor, ayudad en esta empresa. Consumid poco, lo
estrictamente indispensable; sed, también vosotras, dignas de la
hora actual.
»¡Trabajadores!: ¡Viva la revolución social!
»Grado, octubre 1934. »El Comité Revolucionario.»
¡Fraternización!
El fuego continúa en Campomanes tan intenso como en días
anteriores. El enemigo no logra avanzar, pero no retrocede tampoco.
Opone una gran resistencia, a pesar de la incertidumbre que se
observa entre los soldados. Estos, bien podemos darnos cuenta de
ello, tienen que sufrir las coacciones y las amenazas de sus jefes. Les
ordenan desplegarse a cuerpo descubierto y en guerrilla por los
cercanos prados, pero sin que les acompañe un solo jefe u oficial, que
tienen sobrados motivos para temer a los mineros. No nos sería difícil
disparar contra los soldados y dejar a la mayoría sin vida. Pero
nosotros guardamos para con ellos unas consideraciones que no
tienen los jefes que les exponen tan inicuamente a un peligro de
muerte.
Muchos de estos soldados, al encontrarse distanciados de las
posiciones que ocupan sus jefes, nos hacen señas que manifiestan bien
a las claras su deseo de rendición. Algunos se pasan valientemente al
campo de la revolución, siendo acogidos con los brazos abiertos por
los trabajadores revolucionarios.
89
Manuel Grossi Mier
Estos mismos soldados nos informan de cuanto sucede en el campo
enemigo, por lo cual deducimos el grado de desorganización y de
descontento que existe en él. Añadamos que algunos de estos
soldados juegan un papel de gran importancia durante la lucha
insurreccional.
Nos falta material
La escasez de municiones es cada vez mayor. Ello nos obliga a un rígido
control en la distribución de las mismas. En Vega del Ciego, a la llegada
de los grupos que se disponen a ocupar la línea de fuego, forman éstos
y, por riguroso orden, se entrega un cargador con cinco cartuchos a
cada camarada.
Los obuses han disminuido hasta el extremo de tener que retirar no
pocos cañones del frente. Estos no volverán a entrar en acción. ¿De
qué nos sirve tener cañones si no podemos aprovecharlos por falta de
obuses?
Lo mismo sucede respecto de las ametralladoras. Días enteros
permanecen inmóviles, sin posibilidades de hacerlas funcionar por
falta de municiones.
Casi puede decirse que tenemos que hacer frente al enemigo
exclusivamente con dinamita. Sigue ésta jugando el primer papel en la
contienda. Los lanzabombas de nuestra propia fabricación no cesan de
funcionar un solo instante, sembrando el terror entre los enemigos.
He aquí con qué pobres medios tienen que combatir los mineros
asturianos frente a un ejército disponiendo de abundantes y modernos
medios de guerra. Lo que no puede poseer el enemigo es lo que
poseen en grado sumo los trabajadores revolucionarios: valor y
heroísmo.
El abastecimiento de víveres en el frente se lleva a cabo como en días
anteriores, siempre con la preciosa ayuda de las valientes mujeres
asturianas.
90
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Luchamos con desventaja
El enemigo sigue recibiendo grandes refuerzos. Estos actúan a gran
distancia y como para proteger la retirada. Componen estos refuerzos
tropas de artillería de montaña. A pesar de sus esfuerzos por emplazar
sus cañones, no obtienen grandes resultados, ya que los puntos
estratégicos de la montaña están ocupados por los trabajadores. En
vista de ello, la artillería emplaza sus cañones a una distancia de seis
kilómetros de la línea de fuego.
Los obuses del enemigo nos causan grandes destrozos. Si bien no
logran caer en nuestras propias trincheras, nos impiden el avance y la
conquista de nuevas posiciones de vanguardia. Frente a los cañones
del enemigo, disponemos nosotros de los nuestros, pero con escasos
obuses y éstos sin espoleta. Luchamos, pues, con desventaja.
Una canallada del enemigo
El teniente Torrens, considerado ya por nosotros como un camarada
de lucha, sigue en el frente cumpliendo la misión que le ha
encomendado el Comité de Mieres. Su conocimiento de las reglas
militares es para nosotros de una ayuda preciosa. Desde que
utilizamos su competencia, ha mejorado enormemente la organización
de los grupos, su disciplina y su manera de proceder a los avances o a
los retrocesos. Junto con algunos camaradas dirigentes, Torrens
recorre la línea de fuego, haciendo toda clase de advertencias para el
fortalecimiento de las posiciones y el mejoramiento de la acción.
Advirtamos, sin embargo, que Torrens no se dirige nunca a los
trabajadores sino por intermedio de los dirigentes que lo acompañan,
los cuales someten a un riguroso examen todas sus advertencias.
A simple vista se observa hoy una mayor desmoralización en el frente
enemigo. Esta no se produce sólo entre la tropa, sino en la propia
dirección del ejército. Aprovechando esto y previa reunión de los
camaradas que tienen a su cargo la responsabilidad de la dirección, se
acuerda invitar por vez tercera al enemigo a parlamentar. Este
parlamento debe ser establecido de potencia a potencia e invitando al
enemigo a rendirse, pues de lo contrario estamos dispuestos a
desencadenar la acción en forma arrolladora y sin miramiento alguno.
91
Manuel Grossi Mier
Pero aquí necesitamos hacer algunas aclaraciones. El folleto del
Gobierno, a que nos hemos referido en otra parte, trata de ocultar la
verdad respecto de estos parlamentos. Entre otras cosas dice lo
siguiente:
«En uno de los intervalos de la lucha, los defensores de las casas
sitiadas de Vega del Rey vieron avanzar por el prado próximo, al
otro lado de la carretera, a un hombre vestido de paisano que
llevaba una bandera blanca. Este hombre, que al principio
creyeron era un casero de Ronzón, resultó luego ser otro
individuo. El parlamentario se puso al habla con algunos
hombres civiles que había en las casas sitiadas. Salió a
parlamentar el propietario de Pola de Lena, señor García Tuñón,
que se hallaba con los sitiados por haberlo sorprendido allí los
acontecimientos cuando regresaba de Valladolid. El emisario
intimó a los defensores de las casas para que se rindieran.
– »Dígalo usted así a los jefes de la fuerza.
– »Los defensores de la casa –le contestó el señor García
Tuñón– son militares y no pueden rendirse.»
Todo esto envuelve una grosera patraña que trata de desvirtuar la
realidad de las cosas. Y que es así lo sabe con toda evidencia el último
minero asturiano, y lo sabe también el Gobierno que así miente. Todos
los parlamentos que se han efectuado lo han sido directamente entre
los jefes del ejército rojo y los jefes del ejército burgués. No hay nadie
que pueda demostrar que el señor García Tuñón mantuviera parlamento
alguno con los revolucionarios ni recibiera el menor encargo de éstos.
La verdad es que el señor Tuñón fue encarcelado en Vega del Rey por
las fuerzas gubernamentales, costándole gran trabajo poder identificar
su personalidad de elemento fascista. Comprendemos que el Gobierno
no quiera pasar por la triste humillación de reconocer que los jefes de
su ejército, los orgullosos militares, se han visto obligados a parla-
mentar con los jefes del ejército insurrecto. Reconocer esto significa
concedernos a importancia y la personalidad a que tenemos derecho
ante la historia. No será ciertamente el pobre folletito del Gobierno el
que nos arrebate ese derecho.
He aquí otro extracto del susodicho folletito:
92
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
«Verificábase el parlamento a la puerta de las casas sitiadas.
Habían suspendido el fuego mientras deliberaban los parla-
mentarios, pero los soldados que seguían atentos a la defensa
advirtieron que mientras se verificaba el parlamento iban
avanzando cautelosamente unos veinte hombres provistos de
bombas de mano, que cuando se quiso advertir estaban a la
puerta misma del edificio y rodeaban a los parlamentarios.
Alguno de ellos, considerando ganada ya la partida, se metió en
la casa con una bomba en la mano, pero los soldados estaban
apercibidos e inmediatamente le sujetaron. Sus compañeros
fueron hechos también prisioneros y metidos en el interior de la
vivienda. Se abrió el fuego inmediatamente y los que intentaron
el golpe de mano quedaron prisioneros.»
Esta afirmación es quizá la más miserable de todo el folleto. Vamos a
explicar la verdad de lo sucedido. Acordado por los directivos de la
línea de fuego el parlamento, se designa al teniente Torrens para que
acompañe a los emisarios del ejército rojo. Suspendido el fuego en
ambos frentes, se encaminan nuestros camaradas hacia el frente
enemigo. Son portadores de un escrito que deben entregar a los
emisarios del enemigo y que dice poco más o menos así:
«En nombre del ejército rojo revolucionario de Asturias, les
hacemos saber que depongan sus armas y municiones, haciendo
entrega de las mismas a nuestros comisionados, pues nuestra
revolución triunfa en toda España y de resistirse ustedes nos
veremos en la necesidad de emplear la lucha a fondo, debiendo
atenerse a las consecuencias. Venimos dándoles demasiada
beligerancia, cosa que no estamos dispuestos a continuar.
Después de leída la siguiente orden, esperamos de ustedes una
contestación concreta sobre el particular, contestación que ha
de ser dada a los compañeros portadores de la presente
credencial.»
Nuestros parlamentarios eran veinte, además del teniente Torrens.
Llegados a la posición enemiga, son recibidos por el Estado Mayor del
Ejército burgués, al cual entregan la credencial. Leída ésta no dan una
contestación rotunda respecto de la rendición, pero tampoco se
niegan a ella, ya que dicen que de momento nada pueden decidir,
pero que antes de una hora resolverán sobre el particular.
93
Manuel Grossi Mier
Al salir nuestros camaradas del lugar donde se efectúa el parlamento,
suenan algunos disparos que, según parece, proceden de nuestro
frente, si bien este punto no está todavía aclarado. Ante estos
disparos, nuestros emisarios retroceden hacia las posiciones enemigas,
donde son detenidos y amarrados a un carro al frente de su parapeto,
con la sola excepción del teniente Torrens y otros cuatro que logran
escapar y llegar nuevamente a nuestro frente. Ninguno de nuestros
camaradas ha disparado contra los compañeros detenidos y atados en
la línea de fuego enemiga. Sin embargo, seis de éllos aparecen
muertos más tarde. Los demás, y ante nuestra amenaza, son puestos
en libertad por el enemigo reintegrándose momentos después al
ejército rojo.
Esta es la verdad de lo sucedido y no lo que dice el amañado folletito
del Gobierno. Nosotros hemos iniciado todos nuestros parlamentos
franca y noblemente, no pudiendo sospechar que unos militares que
deberían tener un concepto claro y concreto –pundonoroso, como
ellos le llaman– de lo que esta acción representa, sin el menor respeto
a las personas, iban a cometer la cobarde villanía de encarcelarlos y de
asesinar a algunos de ellos.
Los Comités de Pola de Lena
La dirección del movimiento en Pola de Lena ha mejorado extra-
ordinariamente. Puede decirse que en estos momentos es el Comité
de este pueblo el de más trabajo y mayor responsabilidad. Sin
embargo, no se observa en él la menor vacilación.
Bien es verdad que el Comité de Pola de Lena está asesorado por
camaradas del Comité de Mieres, que revisan en todo momento las
condiciones de la línea de fuego. Por otra parte, y ante el enorme
trabajo que pesa sobre dicho Comité, hemos decidido nombrar otro en
Vega del Ciego para que se distribuyan el trabajo.
La organización general del trabajo ha mejorado también muchísimo,
llegando casi a la perfección revolucionaria. Por acuerdo del Comité
revolucionario, el Comité de Abastos goza de plena autonomía en lo
que respecta a la alimentación del pueblo. En una reunión celebrada
por éste se ha adoptado el acuerdo de que los trabajadores sean
atendidos en los comercios de comestibles mediante la entrega de
94
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
vales extendidos por el propio Comité de Abastos. Esta medida no se
aplica por igual a proletarios y a burgueses, pues éstos, para adquirir
artículos de primera necesidad, tienen que abonar su importe en
metálico. De lo recaudado de esta manera se hace cargo diariamente
el Comité de Abastos, que deposita el dinero en una caja especial
creada al efecto.
Si bien en Mieres, Sama y otros puntos se sacrifica algún que otro
cerdo o vaca perteneciente a elementos obreros, en Pola de Lena
todas las reses sacrificadas son propiedad de la clase pudiente.
Un tren de víveres
A conocimiento del Comité de Mieres llega la noticia de que las fuerzas
leales al Gobierno han salido de Burgos con dirección a Asturias.
Estudiado el caso por el Comité de Mieres, éste decide enviar al puerto
de San Isidro un fuerte grupo de camaradas, con la misión de ocupar
posiciones estratégicas y mantener a raya al enemigo. Llegan nuestros
camaradas al referido punto sin observar la menor anormalidad. Quizá
se trata de un infundio.
Descubiertos por la aviación, ésta se libra a un bombardeo en toda
regla contra nuestros valientes camaradas. Pasan éstos por las mayores
calamidades. Pero saben mantenerse firmes, en cumplimiento de la
misión que se les ha confiado. Es esta una prueba más del heroísmo de
los mineros asturianos.
A la estación de ferrocarril de Linares llega un tren cargado de víveres.
¿Cuál es su punto de destino? No lo sabemos. Los compañeros que
montan la guardia en las montañas próximas a la estación de Linares
confiscan los víveres del tren. En la estación misma se constituye un
Comité, al frente del cual se encuentra un camarada llamado «El
Argentino». Se efectúa la distribución de los víveres entre las mujeres
de los pueblos más inmediatos y se cargan cincuenta mulos para
Moreda y Vega del Ciego, los cuales tienen que atravesar La Cordillera
antes de llegar al punto de destino.
95
Manuel Grossi Mier
Desde la estación de Linares hasta Vega del Rey, cuartel general de las
fuerzas enemigas, hay una distancia de aproximadamente nueve
kilómetros. Al otro lado del puerto, no lejos de Busdongo, hay también
un potente ejército de reserva afecto al Gobierno. Nuestros camaradas
de Linares se encuentran, pues, en medio de estos dos ejércitos
enemigos. Es preciso proteger al tren de víveres y a los camaradas que
efectúan la descarga del mismo. Para ello han sido formados
importantes retenes en los puntos estratégicos lindantes con la
estación de Linares. Los camaradas que forman estos retenes
permanecen en su puesto día y noche mientras dura la distribución de
los víveres.
Estudiando la posición del enemigo, llegamos al convencimiento de
que no sería muy difícil derrotarle. Ocupa, como decimos más arriba,
Vega del Rey. Atacándole al mismo tiempo por Linares y por el Ronzón,
podríamos tomarlos en medio y derrotarle. Por lo que respecta al
frente de Campomanes, no cabe duda de que atacando por los
flancos, la victoria sería poco menos que segura. ¿Por qué no
desencadenamos este ataque? La razón es muy sencilla. Los dirigentes
de la insurrección asturiana sabemos que con toda evidencia que el
movimiento ha sido sofocado en toda España. Esta es la única razón
que nos aconseja no atacar por los dos frentes. Tenemos la evidencia
de que el enemigo opondrá una viva resistencia, que puede determinar
al final una verdadera carnicería. Si Cataluña, Madrid y otros puntos
decisivos de España se mantuviesen todavía en pie por la victoria de la
revolución, otra hubiera sido nuestra decisión. El enemigo hubiera sido
entonces aplastado sin miramiento alguno. Así, decidimos mantenernos
a la defensiva con la esperanza de que el resto de España reaccione
nuevamente ante nuestro ejemplo. De no ser así, habrá que pensar en
organizar la paz. Y a esperar una mejor ocasión, una ocasión que no
puede estar muy lejana, para el triunfo de la revolución socialista.
La marcha del movimiento en Mieres
Sobre el Comité de Mieres pesa un trabajo abrumador. Como centro
de la revolución, corre a su cargo la organización de los grupos, el
abastecimiento de armas, municiones y víveres para el frente, etc. Este
Comité tiene sus delegados en Oviedo y Campomanes, los cuales le
informan de cuanto sucede en la línea de fuego.
96
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Diariamente se publican manifiestos alentando a los trabajadores a
proseguir la lucha. Estos manifiestos son acogidos con extraordinaria
avidez por todos los trabajadores. Es tal el ansia de noticias que hay,
que por muchos miles que hagamos nunca bastan para satisfacer a la
inmensa masa humana que los arrebata de las manos de los
encargados de su distribución.
El Comité de Abastos funciona de una manera cada vez más perfecta.
Ha editado un carnet especial, que ha sido distribuido a cada ciudadano
o cabeza de familia; en él se consigna la cantidad de alimentos que
corresponde a cada cual diariamente. Dicho carnet se distribuye, sin
establecer diferencia alguna, lo mismo entre proletarios que entre
elementos burgueses o pequeño-burgueses. Además de los carnets,
siguen distribuyéndose vales para la leche, el calzado, etc.
Desde el primer momento de la insurrección, en Mieres ha quedado
suprimida la moneda, continuando así hasta el momento de concertarse
la paz.
En presencia del bombardeo incesante de la aviación y de las víctimas
que produce entre las mujeres y los niños que forman cola ante los
establecimientos de comestibles, decidimos que la distribución se
efectúe durante la noche. Esto resulta un tanto pesado para quienes
se ven obligados a venir de otros pueblos a adquirir sus alimentos.
El Comité de Guerra sigue funcionando como en días anteriores. La
toma de la fábrica de armas de Oviedo le ha permitido mejorar
grandemente los armamentos. Pero cada vez recibe menos municiones.
Las cápsulas vacías encontradas en la fábrica de Oviedo, y que los
obreros van cargando en la medida de sus fuerzas, son distribuidas
entre los trabajadores de la capital. Los revolucionarios que salen para
el frente de Campomanes, lo hacen con el consabido cargador de cinco
cartuchos. Y muchos grupos tienen que quedar acuartelados ante la
imposibilidad de distribuirles incluso un cargador.
El cuartel general sigue procediendo al reclutamiento de voluntarios.
Estos son cada vez más numerosos como consecuencia de los constantes
manifiestos que se les dirige.
97
Manuel Grossi Mier
En vista de la necesidad que se siente de normalizar el servicio rodado
y de la gran cantidad de coches, camionetas, etc., de que disponemos,
se ha decidido la creación de un Comité de Transportes. Para poder
sacar un coche o una camioneta de los garajes es necesario presentar
un volante del Comité revolucionario al Comité de Transportes. Este se
ha incautado de los garajes, organizando un servicio casi perfecto.
El funcionamiento del Hospital
En el Hospital central de Mieres sigue asistiéndose por igual a los
heridos revolucionarios y a los de la fuerza pública. El número de
heridos ingresados en este hospital es extraordinario. Han sido
requisados todos los medicamentos de las farmacias, pero esto no
basta para atender al número cada vez mayor de heridos. Los médicos
operan día y noche con una voluntad y un tesón extraordinarios.
Añadamos un detalle: que casi toda la gente de derechas solicita ser
admitida en calidad de enfermero, buscando en el Hospital una
especie de refugio seguro. Por nuestra parte no hay inconveniente en
ello, siempre que en su trabajo no se observe la menor anomalía o
intento de sabotaje. De buena o de mala gana, el caso es que, impelida
por la necesidad o por el miedo, se ve obligada a ponerse al servicio de
la revolución.
Se pone un cuidado especial para que los heridos, de uno u otro
bando, no carezcan de nada. Los mejores alimentos les son reservados.
A este respecto ningún reproche justificado se nos podrá hacer, triunfe
o fracase la revolución. Todos los heridos pertenecientes a la fuerza
pública que quieran atenerse a la verdad, deberán reconocer que han
recibido durante los acontecimientos el mismo trato que los heridos
pertenecientes al ejército revolucionario.
Las cocinas y los comedores instalados en diferentes locales están
dando magníficos resultados. Los obreros se han habituado a estos
comedores populares, y a las horas de las comidas acuden como
si siempre hubieran existido. Todo esto denota un principio de
organización socialista.
98
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Nuestras bombas
Hoy es uno de los días en que sale de Mieres una mayor cantidad de
dinamita para los frentes. Esta está perfectamente preparada.
Las bombas mandadas al frente en días anteriores eran paquetes de
cinco cartuchos sujetos por una mecha. Nuestras bombas han
mejorado hoy grandemente en calidad. En el interior del tubo se
introducen unas decenas de postas, de forma que se extiendan al
hacer explosión las bombas, produciendo el mismo efecto que las
bombas del ejército reglamentadas para la guerra. Como se ve, los
revolucionarios van aprendiendo cada día nuevas cosas. La acción es
una gran escuela.
Un llamamiento a los trabajadores El Comité de Mieres ha convocado
al pueblo para las cuatro de la tarde en la plaza del Ayuntamiento. El
objeto de esta convocatoria es informar a los trabajadores sobre la
marcha de la revolución.
El Comité revolucionario me ha designado para hacer uso de la
palabra. En su nombre dirijo un llamamiento a todos los trabajadores
de dieciocho a cuarenta años, para que acudan al frente. Este
llamamiento recibe una gran acogida. Ante la oficina de reclutamiento
se congrega una gran muchedumbre revolucionaria que desea alistarse.
Nuestras medidas y exhortaciones contra los actos de pillaje dan
excelentes resultados. Cada día se registran menos actos de esta
naturaleza, lo cual denota la comprensión revolucionaria y la disciplina
de todos.
Llamada al nuevo orden social
En más de una ocasión hay que intervenir contra el pillaje. Para cortar
tan cancerosa enfermedad se publicó un bando en el que al mismo
tiempo se ordenaba, a todos los que se encontrasen en condiciones de
salir para el frente, se presentasen en las oficinas de reclutamiento:
99
Manuel Grossi Mier
«Comité Revolucionario de Mieres y su Consejo.
»Hacemos saber:
»1.° Que el Comité Revolucionario, como intérprete de la voluntad
popular y velando por los intereses de la revolución, se dispone a
tomar con la energía necesaria todas las medidas conducentes a
encauzar el curso del movimiento. A tal efecto, disponemos:
»2.° Ordenamos que todos los que se encuentren en condiciones de
marchar al frente, pasen a alistarse en las oficinas de recluta-
miento que a tal efecto tenemos instaladas en los locales Salón
Novedades y Grupo Escolar, que servirán de cuartel general que
operará en este sector.
»3.° Cese radical de todo acto de pillaje, previniendo que todo
individuo que sea cogido en un acto de esta naturaleza será
pasado por las armas.
»4.° Todo individuo que tenga armas en su poder debe presentarse
ante el Comité Revolucionario a identificar su personalidad. A
quien se coja con armas en su domicilio o en la calle, sin la
correspondiente declaración, será severísimamente juzgado.
»5°. Todo el que tenga en su poder artículos producto de pillaje o
cantidades de los mismos que sean también producto de
ocultaciones, se le conmina a hacer entrega de los mismos
inmediatamente. El que así no lo haga se atendrá a las conse-
cuencias naturales, como enemigo de la revolución.
»6.° Todos los víveres existentes, así como los artículos de vestir,
quedan confiscados.
»7.° Se ruega la presentación inmediata ante este Comité, de todos
los miembros pertenecientes a los comités directivos de las
organizaciones obreras de la localidad, para normalizar la
distribución y el consumo de víveres y artículos de vestir.
»8.° Los miembros de los partidos y juventudes obreras de la
localidad deben presentarse inmediatamente con su correspon-
diente carnet para constituir la milicia obrera que ha de velar por
el orden y la buena marcha de la revolución.
»El Comité Revolucionario.»
100
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Contra las atrocidades de la aviación
Ha aumentado el número de aeroplanos del Gobierno que vuelan
sobre Mieres. Ha aumentado, por consiguiente, el bombardeo. Pero
las bombas caen ahora sobre los prados próximos, no causando, por lo
tanto, víctimas. Sin embargo, es imposible evitar el pánico entre la
gente.
Las atrocidades que comete diariamente la aviación nos trae extra-
ordinariamente preocupados. Nosotros querríamos encontrar la manera
de protestar contra estas atrocidades ante el mundo entero. En Mieres
existe la central del telégrafo Morse, al cual nos dirigimos con el fin de
enviar tres telegramas: uno al Gobierno, otro a la Sociedad de las
Naciones y un tercero a la Liga de los Derechos del Hombre. Pero nos
encontramos con que está interrumpida la línea en Puente de los
Fierros. De no ser así, cursaríamos el telegrama al Gobierno poniéndole
al corriente de los crímenes cometidos por la aviación en la región
asturiana y anunciándole que tenemos en nuestro poder un gran
número de presos burgueses, con los cuales nos veríamos obligados a
tomar justas represalias de no ordenar inmediatamente que cese el
bombardeo aéreo. Estos telegramas no han podido ser expedidos y la
aviación continúa sus estragos.
Podemos decir con toda nobleza que, por nuestra parte, no hemos
tomado ninguna represalia contra los prisioneros enemigos caídos en
nuestras manos. Nadie podrá decir lo contrario sin faltar a la verdad.
La lucha en torno a un cuartel
La acción revolucionaria en la capital asturiana se concentra hoy ante
el cuartel del Regimiento de Infantería número 3. La fuerza pública y
los reaccionarios de la ciudad se han refugiado en este cuartel. El
enemigo opone desde él una gran resistencia y causa al ejército rojo
gran número de bajas. Los revolucionarios se plantean como objetivo
inmediato la toma de esta fortaleza enemiga. Y al amanecer de este
día, nutridos grupos de revolucionarios, debidamente disciplinados, se
aproximan al cuartel. Para ello se necesita un valor a toda prueba,
pues por encontrarse el cuartel en medio de un campo raso, es muy
difícil encontrar parapetos.
101
Manuel Grossi Mier
Desde el Naranco se hace un nutrido fuego de cañón contra el cuartel.
A pesar de la falta de espoletas, la mayoría de los muros del edificio
quedan destrozados. El enemigo, distraído por los cañonazos que
vienen del Naranco, no se apercibe de que nuestros camaradas llegan
por el otro lado hasta los propios muros del cuartel. A unos cincuenta
metros de la puerta principal del edificio han sido emplazadas dos
ametralladoras con el fin de proteger el ataque de nuestros camaradas.
El plan ha sido determinadamente estudiado. La toma de esta fortaleza
enemiga representaría un gran triunfo para nuestra causa, por la gran
cantidad de municiones que hay depositada allí. Hemos averiguado
que dos días antes del movimiento revolucionario el gobernador de
Oviedo ordenó el traslado a este cuartel de las municiones ocupadas
en el alijo descubierto en San Esteban de Pravia. Estas municiones
están guardadas en los sótanos del cuartel. Su ocupación nos
permitiría dotar a nuestro ejército del gran medio de lucha de que
carece: las municiones.
En días anteriores se ha sostenido algún tiroteo con el cuartel en
cuestión, pero una acción concertada y disciplinada no se emprende
hasta hoy. Los preparativos técnicos para el ataque terminan hacia las
diez de la mañana. Los grupos quedan convenientemente distribuidos
y aguardan impacientes la señal de la acción. En este momento
aparecen ocho o nueve aviones que, a relativa altura, desencadenan
un duro bombardeo y un nutrido fuego de ametralladoras contra
nuestros camaradas. Estos registran gran número de bajas, pero
procuran mantenerse firmes en sus puestos. Por fin, y a pesar de su
gran valor, tienen que ceder ante la gran superioridad de los medios
de combate del enemigo.
No cabe la menor duda que de haberse retrasado la aviación media
hora tan solo el cuartel del Regimiento número 3 hubiera caído en
nuestras manos. Después de este ataque se intentan otros menos
importantes, pero sin resultado, pues la aviación protege constante-
mente este cuartel contra los trabajadores.
102
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
El enemigo en Gijón
Las fuerzas gubernamentales desatan hoy una ofensiva furiosa contra
los revolucionarios de Gijón. En el Llano, en la carretera de Ceares y en
otros puntos de la villa, el ejército burgués entra a bayoneta calada.
Los soldados del Tercio parecen chacales ávidos de sangre. Matan sin
miramiento. Matan lo mismo a hombres que a mujeres y niños.
En esta trágica jornada son pasados a cuchillo centenares de
trabajadores. El Tercio invade la ciudad regándola de sangre, sembrando
el dolor en los hogares proletarios. Nuestros camaradas resisten
valientemente, se mantienen firmes en el combate. Pero la resistencia
se hace desesperada. Carecen de medios adecuados, de armas
modernas que oponer al brutal y sanguinario enemigo. Y tienen que
pasar a la defensiva, que emprender la retirada, pero de una forma
compacta y organizada, sometiéndose a las reglas disciplinadas de la
estrategia. A pesar del furioso ataque del enemigo, combinado a veces
con el bombardeo aéreo, no se produce la desbandada.
Los revolucionarios de Gijón toman la carretera que conduce a Oviedo.
Durante el trayecto, se detienen en los pueblos y toman las posiciones
de rigor. Se encuentra a su cabeza el camarada José María Martínez.
Es desde el primer momento uno de los jefes de la insurrección. Su
comportamiento podrá haber sido igualado, pero no superado en
nobleza y en valor revolucionario por nadie. Lo mismo en la acción
ofensiva que en la defensiva, en el ataque que en la retirada, José
María Martínez ocupa uno de los primeros puestos. Goza de una gran
autoridad moral y sus indicaciones son seguidas al pie de la letra.
Cuantos lo insultaron ayer, los que llegaron a acusarle de traidor por el
hecho de ser uno de los defensores más firmes de la Alianza Obrera,
tienen que rectificar ahora y rendir a nuestro querido camarada el
homenaje que merece.
José María Martínez estuvo reunido con nosotros y con el Comité de
Oviedo poco antes de la carnicería cometida por el ejército burgués en
Gijón. Estaba emocionado. Cada palabra que se desprendía de sus
labios era para alentarnos en la lucha, para instarnos a todos a mantener
a toda costa nuestra unidad de acción, condición indispensable para el
logro total de nuestras aspiraciones revolucionarias.
103
Manuel Grossi Mier
Yo no podré olvidar jamás las palabras y los hechos de este héroe de la
insurrección asturiana. Y ningún proletario consciente, de España o de
fuera de España, lo podrá olvidar.
Tomada la villa gijonesa, el ejército contrarrevolucionario inicia un
rápido avance hacia Oviedo. Nuestros camaradas, parapetados por los
pueblos del trayecto, oponen una viva resistencia a su avance. Pero
tienen que ceder ante el empuje brutal de los mercenarios al servicio
de la contrarrevolución.
Llegada la noche, el enemigo hace un alto en su avance. Nuestros
camaradas pernoctan también en los pueblos y toman sus medidas
para tratar de detener al día siguiente el avance del enemigo hacia la
capital asturiana.
Avilés ha caído en poder del enemigo. Pero allí no se ha registrado la
horrible carnicería de Gijón. Las fuerzas de Avilés se dirigen también
hacia Oviedo. Todo presagia para mañana una lucha por demás
encarnizada.
Se agrava la situación
A primeras horas de la mañana, el frente de Campomanes se mantiene
como en días anteriores. Aparentemente, no existe contrariedad
alguna entre los trabajadores que luchan en el frente.
Los jefes de grupo celebran una reunión plenaria para examinar el
asunto del abastecimiento del frente en lo que respecta a municiones
y obuses. Esta reunión, como vamos a ver, tiene una trascendencia
enorme para la marcha de la revolución. Son ya varios los días en que
el frente se mantiene con una escasez extraordinaria de municiones.
Esto determina un gran descontento entre los combatientes
revolucionarios.
La reunión plenaria de los jefes de grupo adopta una resolución
categórica, exige municiones y, de no ser atendida su demanda,
comunican al Comité de Mieres que no están dispuestos a proseguir
un momento más en la línea de fuego.
104
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
El Comité de Mieres se reúne para examinar esta grave resolución de
los jefes de grupo. Se llega a la conclusión de la necesidad de hacer
una requisa general, con el fin de recoger todas las municiones
existentes en los puntos donde haya cesado el fuego. Este acuerdo es
llevado inmediatamente a la práctica y dos horas más tarde el frente
de Campomanes puede disponer de unos dos mil quinientos
proyectiles. Entregados a los jefes de grupo, éstos proceden a un
rígido reparto entre los trabajadores que ocupan la línea de fuego.
De esta forma puede sostenerse algún tiempo más el frente de
Campomanes. Digamos, sin embargo, que de no existir los lanzabombas
fabricados en la fábrica de Mieres, es indudable que se hubiera
iniciado en seguida la retirada en el frente de Campomanes, y ello no
por la voluntad de los Comités, sino por exigencia de los propios
trabajadores, que no querían resistir más sin disponer de medios de
lucha.
Como puede verse, la situación se hace cada vez más difícil. Esta se
agrava aún más por la actitud que adoptan los trabajadores en Vega
del Ciego. Llegan muchos de éstos a creer que la falta de municiones
se debe a un descarado sabotaje por parte de la dirección. Esto es de
todo punto absurdo, pues los Comités son los primeros interesados en
abastecer el frente de municiones. Nosotros no sabemos de la
existencia de municiones en parte alguna, pues de existir serían
entregadas inmediatamente a los trabajadores.
En toda lucha política y social hay quien se entrega a habilidades que
pueden acarrear consecuencias de extraordinaria gravedad. En un
momento en que los obreros unidos luchan por la revolución, en que
se juega el porvenir de la clase trabajadora, querer hacer política
partidista es de todo punto criminal. En Campomanes tropezamos
desgraciadamente con una de estas maniobras. Elementos incapaces
de empuñar un fusil, aun cuando el revolucionarismo se les salga por
la boca, se dedican a sembrar suspicacias contra los dirigentes. Nada
más criminal que querer enfrentar en un momento tan grave a los
soldados de la revolución con los camaradas responsables de dirigirles.
Como hemos dicho ya en otra parte, esta triste labor es realizada por
determinados dirigentes del Partido Comunista oficial, con la disconfor-
midad de la mayoría de los trabajadores e incluso de los propios
afiliados al partido.
105
Manuel Grossi Mier
La designación del sargento Vázquez
Sobre el Comité de Pola de Lena pesa cada vez un trabajo más
agobiador. Cada día adquiere una nueva responsabilidad en la
dirección del movimiento. Todos los camaradas destinados al frente de
Campomanes tienen que pasar por el Comité de Pola de Lena, siendo
informado por los jefes de grupo de la misión que les ha sido
encomendada y del número de camaradas que llevan a sus órdenes.
El Comité de Pola de Lena ha sido encargado asimismo de abastecer
de comestibles al frente de Campomanes. Este Comité procede al
nombramiento de los delegados efectivos para realizar este trabajo en
el frente.
En este mismo día se constituye en Pola un cuartel general para
proceder al reclutamiento de voluntarios. La dirección de este trabajo
corre a cargo del sargento Vázquez. Este sargento ha sido designado
por el Comité provincial, el cual le ha entregado la consiguiente
credencial. Con ella se presenta Vázquez ante mí, como representante
del Comité de Mieres. El documento que me presente dice así:
«Por el Comité regional revolucionario de Asturias queda
autorizado el portador de la presente, Vázquez, para ponerse al
frente y dirigir la acción en la línea de fuego de Campomanes.»
Hago saber al sargento Vázquez que puesto que es el Comité regional
quien le ha nombrado, el Comité de Mieres no puede oponerle el
menor obstáculo. Le notifico que estamos dispuestos a poner un coche
a su disposición para que pueda trasladarse al lugar designado. Pero
antes necesito informarle de la situación que existe en la línea de
fuego.
– Los ánimos en el frente de Campomanes –le digo– están un tanto
decaídos, debido al cansancio de los obreros revolucionarios que
llevan cinco días sin soltar el fusil y pernoctando en el frente y, sobre
todo, a la escasez de municiones. Tu misión consiste en alentar a los
trabajadores, haciéndoles ver la necesidad de resistir un poco más en
el frente, ya que según nuestras noticias los trabajadores del resto de
España parecen dispuestos a prestarnos su solidaridad levantándose
en armas.
106
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
El sargento Vázquez me molesta:
– «Ahora me voy a comer. Procurad que a las dos de esta tarde haya
un buen pelotón de trabajadores frente a este mismo edificio, en la
plazuela del Ayuntamiento. Les arengaré y les pondré en situación de
luchar contra el enemigo.»
Esta declaración me parece un tanto infantil. No son arengas lo que se
necesita, sino municiones. Sin éstas es imposible seguir la lucha contra
el enemigo. Este cuenta con armas y con municiones en abundancia y
mandar contra él a camaradas con un fusil descargado es una
quijotada, por no decir un crimen. Así se lo hago observar al sargento
Vázquez, el cual desiste de la arenga y se encamina a la línea de fuego.
Vázquez se pone asimismo al frente del cuartel general y de la Oficina
de reclutamiento de Pola de Lena. Los llamamientos que se dirigen a
los trabajadores dan ya escaso resultado. Es preciso ir a buscarles
personalmente, según pasan por la carretera. La insurrección entra ya
en plena decadencia.
¡No tenemos municiones!
El Comité de Mieres se encuentra ante un problema dificilísimo. Hoy
es el día de máxima responsabilidad para él. Mieres sigue siendo el
centro de la revolución. Las quejas de los frentes vienen directamente
a nuestro Comité. Este, reunido casi en permanencia, está estrecha-
mente ligado a todo el movimiento. El problema de las municiones se
agudiza por momentos. A esto se debe la parte material del fracaso de
la insurrección. Si no logramos solucionar este problema, no cabe
duda que la insurrección está perdida. En cuanto el enemigo se entere
de nuestra trágica situación a este respecto emprenderá el ataque a
fondo y seguramente nos derrotará.
Hemos mandado delegados a Trubia, Oviedo y otros puntos para que
traten por todos los medios de hacerse con municiones. Trubia nos
manda cinco cajas y Oviedo unos dos mil proyectiles de los cargados a
mano por los obreros especializados en este trabajo. Esto no constituye
más que una solución de momento. Mañana se nos volverá a plantear
el mismo problema. ¿Qué hacer?
107
Manuel Grossi Mier
Las misivas del Gobierno
Los trabajadores de los frentes acuden ahora directamente al Comité
de Guerra de Mieres en demanda de municiones. ¡Siempre este
angustioso problema, las municiones! A su cargo corre también el
cuartel general y la oficina de reclutamiento, que dan en estos
momentos un trabajo intenso. No es posible descuidar el más mínimo
detalle. Es el momento más difícil, más grave de la insurrección.
El Comité revolucionario trata de sobreponerse al creciente descon-
tento de los trabajadores por medio de manifiestos en que se trazan
orientaciones y se levantan los ánimos. A falta de municiones, es
preciso sostenerse por medio de la dinamita. Abandonar la lucha y
entregarse al enemigo sería de consecuencias catastróficas.
Hoy vuela sobre todo Asturias una nube de aeroplanos. No sólo
arrojan bombas y se libran a un nutrido fuego de ametralladoras, sino
que arrojan también paquetes de periódicos, con ejemplares de «A B
C» y «El Debate», diciendo que ha fracasado el movimiento en España
y que sólo queda un foco rebelde en la zona de Mieres y Sama de
Langreo. El Gobierno de Madrid debe cifrar grandes esperanzas en el
envío de estos paquetes. Se equivoca de medio a medio. Es completa-
mente ridículo querer informar, como lo hacen estos periódicos, a los
obreros asturianos sobre lo que en Asturias sucede. Los trabajadores
ríen de buena gana ante la afirmación de que sólo existen focos
rebeldes en Mieres y Sama. Esas noticias estarían muy bien en la
China; en Asturias sólo pueden producir hilaridad.
Sin embargo, en lo que respecta al resto de España, las informaciones
del Gobierno parecen ciertas y contribuyen a desorientar a los
trabajadores. Y esto constituye un nuevo elemento de fracaso.
El Comité de Mieres trata de neutralizar la acción perturbadora de las
informaciones gubernamentales. Pero entre nosotros existen elementos
perturbadores que se convierten inconscientemente en cómplices de
la contrarrevolución. Algunos de estos elementos tienen que ser
encarcelados por los trabajadores revolucionarios.
Respecto de la distribución de víveres y de otros aspectos de la vida,
Mieres se desenvuelve como en días anteriores.
108
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
La derrota
Al Comité de Oviedo llegan constantemente camaradas anunciando la
proximidad del enemigo. Asimismo llegan compañeros huidos de
Gijón, los cuales informan detenidamente sobre la difícil situación en
que se encuentra nuestro movimiento. Por otra parte, se ve perfecta-
mente cómo las tropas del Gobierno hacen fuego en los barrios
extremos de la carretera de Lugones.
El Comité decide reunirse urgentemente con el fin de estudiar las
medidas que deben adoptarse. La impaciencia domina los ánimos. No
es posible perder tiempo en disquisiciones, pues el tiempo que se
pierde lo gana el enemigo para acercarse al centro de la población.
Se acuerda enviar un fuerte pelotón de trabajadores para que retenga
el avance del enemigo, con las municiones de que se dispone y por
medio de la dinamita, mientras llegan refuerzos de la cuenca hullera.
Cada miembro del Comité se pone a la cabeza de un grupo, con el fin
de que vean los obreros que los dirigentes no se separan un momento
de ellos en el peligro.
La desmoralización aumenta, sin embargo, a medida que el enemigo
se pone a la vista. Los obreros, faltos de municiones, empiezan a
abandonar la línea de fuego, lo cual da lugar a grandes disputas con los
compañeros decididos a seguir luchando. Estos compañeros mantienen
el criterio firme de que a falta de municiones es preciso mantenerse
en el puesto por medio del empleo de la dinamita, mientras exista
alguna cantidad.
La aviación tiene que decidir hoy el resultado de la batalla. Al mismo
tiempo que hace retroceder a nuestros camaradas con su incesante
bombardeo, protege el avance del enemigo. Los aviadores han debido
recibir órdenes severísimas, pues parecen decididos a destruir nuestras
posiciones cueste lo que cueste. Su bombardeo no respeta nada: ni
personas ni edificios. Muchos de éstos quedan reducidos a escombros.
Nuestros compañeros emprenden la retirada. Desgraciadamente, ésta
se efectúa de una forma desorganizada. Los unos abandonan el fusil
en la línea de fuego y emprenden la huida en busca de un refugio
contra la metralla, los otros se llevan el fusil y tratan también de
salvarse.
109
Manuel Grossi Mier
A nadie puede sorprender esta desbandada, si se tiene en cuenta que
la pérdida de unos minutos puede significar la muerte de infinidad de
camaradas.
Ante esta desesperada situación no cabe sino dirigir un llamamiento a
todos los frentes de la capital con el fin de que los trabajadores se
replieguen hacia el corazón de la cuenca hullera. Con este objeto viene
a vernos a Mieres el camarada González Peña. Decidimos reunir para
la madrugada del día siguiente todas las camionetas que sea posible,
con el fin de efectuar en pocos momentos la proyectada retirada. El
movimiento puede darse por fracasado. Obstinarse en resistir es tanto
como ofrecerse a una muerte cierta. La única misión que nos queda es
la de poner a salvo a los camaradas que por su intervención y su
responsabilidad en el movimiento corran mayor peligro ante la victoria
del enemigo. Dejarse detener en estos momentos equivale a ser
fusilados sin remisión.
Para poner a salvo las vidas de los compañeros más comprometidos,
se necesita dinero. Y nosotros no lo tenemos. Es preciso buscarle
donde le haya. El Banco de España cayó desde los primeros momentos
en nuestro poder y se decide sacar de él cierta cantidad. Esta no es de
14 millones, como ha afirmado la prensa burguesa. Gran parte de esos
millones debieron ser retirados por los directores del Banco de España
ante la inminencia del movimiento revolucionario. Nosotros no hemos
confiscado más que lo indispensable para poner a salvo a los camaradas
más comprometidos en el movimiento.
La huida de los Comités
Ante la desorganización que se observa en nuestros cuadros, y en vista
de la imposibilidad de hacer frente al decidido ataque del enemigo, el
Comité Regional toma el acuerdo de que sean abandonadas las
posiciones que mantenemos desde hace nueve días. Este acuerdo se
comunica a todos los Comités locales y, sobre todo, a los más
responsables en el movimiento, o sea a los de Mieres, Sama y Trubia. Y
el Comité de Oviedo, hechas las correspondientes advertencias a los
compañeros más comprometidos, abandona la capital hacia la una de
la noche.
110
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Por su parte el Comité de Mieres acuerda abandonar la población
hacia las dos de la madrugada. A este respecto, conviene que nos
expliquemos con cierto detenimiento, para que nadie pueda explotar
la cosa con fines partidistas.
Al plantearse la cuestión del fracaso del movimiento y la necesidad de
abandonar los frentes, en el seno del Comité de Oviedo surgieron
algunas discrepancias por parte de los representantes del Partido
Comunista oficial. Pero tras una corta discusión se tomó el acuerdo,
por unanimidad, de abandonar las posiciones. Eso quiere decir
que todos los componentes del Comité, socialistas, comunistas y
anarquistas, llegaron a ponerse de acuerdo. Conviene hacer esta
advertencia porque hay un partido político obrero que trata de
llevarse los laureles de la insurrección asturiana en detrimento de los
demás partidos obreros y, sobre todo, del Partido Socialista. Folletitos
se han publicado en que se acusa de cobardes a los camaradas
designados por el Partido Socialista para dirigir la acción. Yo no
pertenezco al Partido Socialista ni estoy de acuerdo con la trayectoria
política que ha seguido este partido. Pero a pesar de ello tengo que
decir con toda franqueza, con toda lealtad, que mientras ha durado la
lucha, todos los compañeros socialistas, lo mismo los directivos que los
de la base, han dado pruebas de valor y de abnegación, como
corresponde a verdaderos revolucionarios.
Y ahora digamos en qué condiciones abandona la población el Comité
de Mieres. A las doce de la noche se nos comunica el acuerdo del
Comité Regional. Avisamos de ello a los camaradas más comprometidos
y decidimos emprender la marcha a las dos de la madrugada. A esta
hora, otros tres camaradas y yo tomarnos un coche y nos dirigimos
hacia Quirós, con el fin de ganar la frontera portuguesa. No nos falta
dinero, pues los camaradas que me acompañan se han hecho con
alguna cantidad en el Banco Español de Crédito. Por el camino inquiero
a los compañeros que me acompañan respecto de si han salido ya los
demás componentes del Comité. Me dicen que están decididos a salir,
pero que pensaban apoderarse de algunas pesetas en el Banco
Herrero y que esto les retrasaría un poco la salida. Nos encontramos
en los montes de Riosa. Le indicamos al chófer que dé media vuelta,
con el fin de correr en busca de los otros compañeros que componen
el Comité. Pero pasan las horas y estos compañeros no llegan. En vista
de lo cual, decidimos regresar a Mieres a ver lo que sucede. Entramos
111
Manuel Grossi Mier
nuevamente en Mieres hacia la una de la tarde. No tardamos en
enterarnos de que, a pesar del acuerdo unánime del Comité de
abandonar Mieres, los compañeros del Partido Comunista oficial
tratan de envenenar los ánimos de los trabajadores, haciéndonos a
nosotros responsables directos de la deserción de los Comités de toda
Asturias. Ante esta actitud, decidimos poner las cartas sobre la mesa
con el fin de que los trabajadores nos juzguen a todos.
Se celebra una reunión del Comité, en la que se plantea con toda
seriedad esta cuestión. Y los que tanto habían alborotado contra
nosotros, se ven obligados a reconocer que a todos nos cabe la misma
parte de responsabilidad en el acuerdo adoptado la víspera. Liquidado
así este enojoso incidente decidimos volver a ocupar cada cual su
puesto y «reemprender la lucha por la revolución hasta triunfar o
morir» (son palabras textuales).
En Sama sucede poco más o menos lo mismo que en Mieres. Algunos
compañeros del Comité abandonan la población hacia la una de la
noche, dejando la situación normalizada en la medida de lo posible.
En Trubia y en otras poblaciones no se observa cambio alguno, pues
según parece no les ha sido comunicado el acuerdo del Comité
Regional.
No cabe duda alguna que la marcha de los Comités tenía que
decepcionar grandemente a los trabajadores que con tanto valor y
heroísmo habían emprendido la lucha revolucionaria en la madrugada
del 5. La mayoría de éstos justifican la resolución adoptada por el
Comité Regional, en vista del peligro que corre la vida de los
compañeros más responsables. Pero hay una minoría que cree que
antes que abandonar las armas es preferible morir con ellas en la
mano.
Indudablemente que de existir alguna posibilidad de triunfo, el punto
de vista de los últimos camaradas sería el más razonable. Pero dada la
derrota del movimiento revolucionario en toda España creemos de
todo punto equivocada esta posición. Morir por morir con las armas
en la mano, sin que esto reporte ventaja alguna para la causa de la
emancipación obrera, nos parece completamente absurdo.
112
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Una vez perdida la batalla lo revolucionario es el repliegue estratégico,
con el fin de salvar la mayor cantidad de elementos posibles para
la preparación de las futuras batallas revolucionarias, que deben
conducirnos a la victoria.
La huida de los Comités no ha producido demasiada desorganización
en el frente de Campomanes. Las posiciones abandonadas ayer han
sido fácilmente recuperadas a primeras horas de la madrugada. Los
trabajadores revolucionarios parecen dispuestos a defenderlas hasta
el último momento. Para ello no se cuenta más que con dinamita.
La mayoría de los fusiles han sido abandonados como instrumentos
inservibles por la falta de municiones.
El enemigo parece haberse dado cuenta de nuestra debilidad. A juzgar
por los despliegues efectuados y por las posiciones que ha ido ocupando,
parece disponerse a emprender una acción a fondo. Las lomas más
altas han ido cayendo en su poder, sin que nuestros camaradas, faltos
de medios de combate, hayan podido evitarlo.
Hay un momento en que los trabajadores logran tener a raya al
enemigo, gracias tan sólo al empleo de la dinamita. Lanzan las bombas
a mano desde la iglesia de Santa Cristina y algunos otros puntos
estratégicos de las posiciones que mantenemos en los alrededores de
Ronzón. Esta lucha desigual, esta resistencia tenaz, produce una
impresión extraordinaria. Para mantenerla, los mineros necesitan de
todo su valor.
Sin embargo, el combate en estas condiciones no puede durar mucho,
máxime si se tiene en cuenta la corta distancia desde la que es preciso
lanzar las bombas de dinamita. La situación se hace cada vez más
dramática. Proseguir la lucha significa la muerte, el suicidio. Esto lo
saben los compañeros del frente de Campomanes. Nosotros, al
menos, no se lo ocultamos. Sin embargo, los valientes luchadores
parecen resueltos a no deponer las armas hasta el último momento.
En vista de lo cual, nos decidimos a continuar la acción suceda lo que
suceda y haciendo frente a las peores eventualidades.
113
Manuel Grossi Mier
Un caso entre mil
El Comité de Pola de Lena realiza un trabajo eminentemente
revolucionario. Este sirve para alentar a los trabajadores en todo
momento. Se encuentra profundamente compenetrado con los
combatientes revolucionarios del frente de Campomanes. Su criterio
es el de proseguir la lucha hasta vencer o morir.
El Comité de Mieres examina esta resolución de la línea de fuego y
está dispuesto a seguir adelante, asumiendo por anticipado las
responsabilidades que puedan derivarse del fracaso de la insurrección.
Sobre el Comité de Mieres pesaba en días anteriores una enorme
responsabilidad. Este ha aumentado extraordinariamente por el hecho
de tener que asumir ahora la dirección del movimiento en toda Asturias.
Cada uno de sus miembros queda responsabilizado de una parte de la
insurrección.
La fabricación de bombas aumenta sin cesar. Pero no se pueden
abastecer, sin embargo, las necesidades del frente. Hay grandes
núcleos de trabajadores que salen para el frente armados tan sólo con
algunas bombas. A pesar de nuestras observaciones, la mayoría de
ellos insisten ante el Comité para que se les deje ir al frente como sea.
Si ha sido grande el valor manifestado por los mineros asturianos hasta
este día, éste ha sido redoblado a partir de hoy.
Del frente, conducidos por los camilleros, llegan infinidad de camaradas
heridos al hospital. Muchos de ellos llevan una bala o dos en un brazo,
en una pierna. Los médicos les aconsejan que guarden cama. Para
ellos desechan el consejo del médico, y una vez practicada la primera
cura, vuelven a salir para el frente sin atender los razonamientos
facultativos.
Un casco de metralla le ha arrancado la mano izquierda a un
compañero. Este ha sido llevado al hospital, donde se le practica la
primera cura. Inmediatamente se dispone a volver al frente. Los
médicos aterrados, tratan de impedirlo. Pero el camarada en cuestión,
amputado un brazo, recién hecha la operación, se marcha sin oír
razones y ocupa de nuevo su puesto en la primera línea de combate, al
lado de sus hermanos de clase.
114
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Estos no son casos únicos, sino algunos entre los miles que se han
producido y cuya descripción haría interminable nuestro relato. Todos
los mineros han manifestado el mismo valor, la misma energía, el
mismo heroísmo en el combate. Ha sido una epopeya colectiva que
quedará eternamente en la historia de las grandes luchas del
proletariado mundial.
La toma de Oviedo por el enemigo
La marcha del Comité regional ha empezado a notarse en la capital
asturiana hacia las cuatro de la madrugada. Esto ha provocado
violentas discusiones entre los trabajadores. Han llovido censuras y
ataques por doquier. Compañeros ha habido que han propuesto que
se corriera en busca de los miembros que integraban dicho Comité
para ejecutarles allí donde fueran habidos. En unos, tales propósitos
son producto de una exaltación sincera; en otros, obedecen a un
cálculo partidista de la más baja especie. Conocemos los nombres de
unos y de otros, pero no creemos prudente darlos todavía a la
publicidad. Sólo diré que muchos de los últimos, al quedar bien
aclarada la actitud del Comité regional, abandonaron las armas al día
siguiente y emprendieron la huida.
En Oviedo se ha formado un Comité integrado por miembros del
Partido Comunista oficial. Este Comité no ha durado un solo día. Su
secretaría ha quedado instalada en el chalet de Herrero. Logro
entrevistarme con este Comité hacia las cuatro de la tarde. Les planteo
el problema con toda claridad: sin municiones, sin medios serios de
combate, la resistencia es imposible. Saco la impresión de que los
compañeros que constituyen el Comité están dominados por el
nerviosismo, por una exaltación ciegamente partidista. Entre ellos no
existe la debida compenetración ni la sangre fría suficiente para
plantearse y discutir serenamente los problemas. No puede negárseles,
y yo no pretendo hacerlo, un gran valor en la lucha. Pero esto no basta
para una empresa de la envergadura de la que estamos reseñando.
Hacia la misma hora en que celebro la entrevista con el nuevo Comité
emprende la aviación un bombardeo terrible contra todos los núcleos
revolucionarios de la capital. Este alcanza desde la estación del Norte
hasta la fábrica de armas de La Vega.
115
Manuel Grossi Mier
A juzgar por el despliegue de los aviones y por la acción decidida que
han emprendido vienen dispuestos a acabar con los revolucionarios de
la capital a toda costa. No cabe duda que si continúa el bombardeo en
estas condiciones, y al mismo tiempo las fuerzas gubernamentales
estrechan el cerco de la capital, ésta caerá en sus manos hacia las siete
de la tarde. Nuestras posiciones serán ocupadas por ellos, a pesar de la
resistencia que pueda oponérseles.
Les manifiesto a los camaradas del nuevo Comité la necesidad de la
retirada. Ellos se obstinan en creer que no ha llegado todavía la hora
de hacerlo. Esta obstinación me parece por demás absurda, pues el
enemigo se encuentra ya a unos pasos de nosotros y un nuevo retraso
en la retirada puede dar como resultado el que ésta no pueda
efectuarse de una forma organizada y caigan en poder de las fuerzas
enemigas muchos de nuestros combatientes. Y así sucede en efecto.
De haberse llevado a la práctica mi proposición, la toma de Oviedo por
el enemigo no hubiera costado ninguna víctima o, en todo caso,
hubiera costado muy pocas. Los propios camaradas que entonces me
tildaban de cobarde tenían que darme la razón más tarde en este
respecto.
Abandono a los camaradas del Comité y, en vista de la proximidad del
enemigo, insinúo por mi cuenta y riesgo, entre los compañeros que
están con las armas en la mano, la necesidad de iniciar la retirada de la
forma más rápida y mejor organizada posible hacia la cuenca hullera,
pues es seguro que de retrasar ésta una hora más caeremos todos en
poder de las fuerzas gubernamentales. Mi proposición es atendida y
así se inicia la retirada hacia los poblados de la cuenca minera.
Caminamos hacia Mieres, cuando al llegar a San Lázaro vemos
aparecer, a unos doscientos metros de nosotros, a los soldados moros.
Algunos camaradas son partidarios de abrir el fuego contra ellos con el
fin de cortar su marcha. Alguien advierte que de hacerlo el enemigo
nos copará inmediatamente por detrás. En vista de esto decidimos no
abrir el fuego contra los moros y seguir la marcha hacia Mieres.
En este momento, seis de la tarde, el grueso del ejército burgués
invade la capital asturiana. Algunos de nuestros camaradas caen
asesinados bajo las balas del enemigo. Desde el manicomio de Oviedo
hasta el cuartel de la guardia de asalto, puede decirse que han sido
116
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
fusilados todos los trabajadores encontrados por el ejército enemigo
en su camino. Las tropas enemigas no eligen sus víctimas. Al lado de
los obreros revolucionarios son asesinados también trabajadores que
no habían intervenido para nada en el movimiento. La mayoría de los
obreros son pasados a cuchillo. La soldadesca, desatados sus instintos
criminales, no piensa ni tan sólo en apartar los cadáveres de la
carretera. Pasa por encima de ellos pisoteándolos sin miramiento
alguno, manchándose los zapatos de sangre. Una vez pasada la
columna enemiga la carretera aparece inundada de cadáveres, roja de
sangre.
Bonifacio Martín y José María Martínez
Entre los camaradas asesinados por las tropas gubernamentales que
dirige el general López Ochoa figuran Bonifacio Martín, viejo militante
socialista y uno de los más heroicos combatientes de la insurrección
asturiana. El camarada Bonifacio dirigía los grupos revolucionarios que
luchaban en las inmediaciones de Lugones. La mayoría de estos
camaradas han caído en poder del enemigo, siendo fusilados sin
proceso alguno y ni siquiera tomar el nombre de las víctimas. Otros
han sido pasados a la bayoneta. Entre ellos, el camarada Bonifacio
Martín.
Ninguna distinción quiero establecer entre los heroicos combatientes
asturianos caídos bajo las balas de la contrarrevolución. El recuerdo de
todos debe quedar unido para siempre en la memoria del proletariado
español, pues todos han muerto por la misma causa. Hay dos
hombres, sin embargo, que simbolizan el recuerdo de todos nuestros
mártires de Asturias: son José María Martínez y Bonifacio Martín,
sindicalista el primero, socialista el segundo. Tras largos años de lucha
entre sí, de desunión y de hostilidad, estos dos camaradas tenían que
caer unidos por el heroísmo de la misma acción, de la misma causa.
Anteriormente ya habían estado unidos en el esfuerzo por realizar la
Alianza Obrera. Desde el primer momento fueron los camaradas
Bonifacio Martín y José María Martínez dos de sus más valientes
paladines. Gracias a su voluntad y a su esfuerzo principalmente, la
Alianza Obrera asturiana puede englobar a la casi totalidad del
proletariado, lo cual ha constituido su fuerza y ha hecho posible la
gesta heroica que estamos historiando.
117
Manuel Grossi Mier
Esto, la burguesía y los mercenarios a sus órdenes, no podían
perdonárselo. Ambos camaradas han pagado con sus vidas el ejemplo
de unidad y de valor que han trazado a todo el proletariado español.
Con la bandera tremolada por estos dos héroes durante las jornadas
de Octubre, éste alcanzará un día su victoria total.
La entrada de las hienas
La retirada se va haciendo de la forma más organizada posible hacia la
cuenca hullera, lo que significa para nosotros la posibilidad de salvarnos
provisionalmente de la ferocidad del ejército burgués. Copados los
picos de las montañas más altas del valle minero, al ejército burgués le
será un tanto difícil entrar en los pueblos, pues con la dinamita de que
disponemos estamos dispuestos a impedir a toda costa sus avances.
Avanzamos por la cuesta de San Lázaro. No lejos del cementerio de
Oviedo se hace el alto y ocupamos los lugares estratégicos que nos
permitan mantener a raya al enemigo. Al anochecer llegan numerosos
trabajadores con el fusil al hombro. Llegan horrorizados de los criminales
procedimientos que emplean las tropas contrarrevolucionarias con los
camaradas caídos en su poder. En la represión se distinguen por su
ferocidad las tropas de Regulares y del Tercio. No sólo asesinan a los
obreros, sino que asaltan las casas, las tiendas, los comercios, robando
cuanto encuentran.
Se asesina. Se roba. Se incendia. La guardia de asalto, incendiando el
Teatro Campoamor de le manera que hemos descrito anteriormente,
ha trazado el ejemplo a los asesinos profesionales de Regulares y del
Tercio, que tienen carta blanca para hacer cuanto sus instintos
criminales les dicten. En la calle de Uría, de la capital, ha sido incendiado
el Café de Niza, desde donde nos hacían un fuego graneado, y en
dirección a la Estación del Norte han sido incendiados el Hotel Inglés,
la tienda de Pablo Hospital, una librería y tres edificios más, que se
encontraban siguiendo por la calle de Fruela. En la calle de San
Francisco han sido incendiados el Restaurant Tuto, la joyería que se
encontraba a continuación, la Universidad, la Casa Singer, los Almacenes
Simeón, la Casa de Aparatos Eléctricos, el Banco Asturiano. En la calle
Ramón y Cajal ha sido incendiado el Hotel Covadonga. En la calle
Jovellanos, el Garaje España, la Peluquería Escotet, una mercería y dos
118
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
edificios particulares. Ha sido destruida la Audiencia. La Catedral ha
sufrido desperfectos por la parte de la Cámara Santa. En la calle de la
Magdalena, el edificio más castigado ha sido la Comandancia de
Carabineros.
El Gobierno y su prensa cargan todos estos incendios en nuestro
haber. Mienten. Saben positivamente que mienten. Los trabajadores
no han tirado jamás algodones empapados de gasolina para incendiar
los edificios que podían caer en nuestras manos, como lo ha hecho la
fuerza pública. Algunos de los edificios han sido destruidos durante la
lucha. La mayoría de ellos han sido incendiados después de la entrada
de las tropas gubernamentales en la capital, pues la soldadesca tenía
carta blanca para incendiar, robar, asesinar e incluso violar mujeres
indefensas.
El Gobierno, mandando a los Regulares y al Tercio a Asturias sabía lo
que tenía que suceder. Pero lo único que le interesaba, en medio de su
pánico, era aplastar la revolución. Por todos los medios. Como fuera.
Además de los testigos proletarios, hay no pocos testigos pertenecientes
a la clase burguesa de los hechos vandálicos cometidos por las hienas
traídas de África. Si no han hablado todavía, día llegará en que tendrán
que hacerlo. Y su propio testimonio será abrumador para un Gobierno
y para un régimen.
Se apoderan de nuestros cañones
Llegada la noche, los trabajadores ocupan los lugares desde los cuales
creemos poder combatir mejor al enemigo. Todavía se deja sentir
entre ellos los efectos de la huida del Comité regional, sobre todo si se
tiene en cuenta que hay elementos que siguen interesados en meter
cizaña. Digamos, sin embargo, que los trabajadores tienen puesta su
atención en estos momentos en impedir que el enemigo, ocupada la
capital, avance hacia la cuenca hullera.
Los camaradas de Naranco han iniciado también su retirada, llevando
consigo algunos de los cañones emplazados contra el enemigo que
ocupa el centro de la capital. Algunos de estos cañones han sido
emplazados, tras grandes esfuerzos, en la cuesta del cementerio,
desde donde nos disponemos a oponer una desesperada resistencia.
119
Manuel Grossi Mier
Algunas de estas piezas caen poco después en poder del enemigo, ya
que su defensa y luego su rescate hubiera supuesto la muerte de
nuestros mejores camaradas a manos de las fuerzas mercenarias.
¡Cápsulas vacías!
A mi llegada a Mieres, informo al Comité de cuanto sucede en la
capital y de la próxima llegada del ejército enemigo. Pero el Comité
está ya enterado de todo por los trabajadores de la capital que me han
precedido en su llegada a Mieres.
El Comité decide lanzar un manifiesto informando a los trabajadores
de la situación real. El Comité en pleno, con algunos miembros
responsables del Cuartel General y de la Oficina de Reclutamiento, se
dispone a reorganizar un fuerte ejército con el fin de hacer retroceder
al enemigo. De todos los trabajadores que forman este ejército, sólo
unos doscientos disponen de fusiles y de municiones. Los demás
disponen de bombas y ocupan dos lugares estratégicos por donde
suponemos puede entrar el ejército del Gobierno.
Son aproximadamente las once de la noche. Los camaradas encargados
de las camionetas han recibido orden de tenerlas dispuestas y de no
permitir que nadie disponga de ellas sin un mandato especial del
Comité. Frente al túnel del Peñón se cargan de bombas tres de estas
camionetas, con destino al frente del cementerio de San Salvador de
Oviedo.
Hemos perdido ya toda esperanza de hacernos con una cierta cantidad
de municiones. Ocupada la capital por el enemigo, los camaradas que
llenaban la misión de preparar municiones en la fábrica de la Vega se
han visto obligados a abandonar su puesto, cayendo todo este arsenal
en poder de las tropas gubernamentales. En la fábrica de Trubia hay
varios camaradas encargados de este menester. Para ello acordamos
lo siguiente: los camaradas que disparen en el frente con fusil deben
tener cuidado de no perder las cápsulas con el fin de que puedan ser
cargadas y utilizadas de nuevo.
120
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Se ha encargado a varios camaradas de ir detrás de los combatientes
que disponen de un fusil, recogiendo las cápsulas vacías. Disponen
para ello de un cesto. Su misión es por demás expuesta, ya que tienen
que encontrarse en plena línea de fuego. Una vez que han recogido un
cierto número de cápsulas, corren a depositarlas en una camioneta, la
cual sale a toda velocidad hacia la fábrica de Trubia donde las cápsulas
deben ser cargadas de nuevo.
Los picos de las montañas más próximas a Mieres están ocupados por
camaradas nuestros, los cuales deben comunicar al Comité cuanto de
anormal observen en las proximidades. Todas las medidas están
tomadas para llevar a cabo al día siguiente un desesperado proyecto:
enfrentarnos con el enemigo y obligarle a retroceder a toda costa.
A las doce de la noche se vuelve a reunir el Comité para ultimar todos
los detalles de este proyecto. Aprovecho la ocasión para tratar de
hacer ver a los demás camaradas del Comité el peligro inminente que
corremos los directivos de la insurrección y la conveniencia de ponerse
a salvo cuanto antes. Algún compañero apunta el temor del peligro
que pueda correr la gente no revolucionaria del pueblo si el Comité la
abandona a las iras de los trabajadores. Les comunico que por mi parte
no tengo inconveniente alguno en quedarme con el fin de normalizar
la situación y establecer la paz. Los camaradas no aceptan mi
proposición, alegando que si alguien debe ponerse a salvo soy yo,
puesto que sobre mí pesa la máxima responsabilidad por el movimiento
de Mieres. A las dos de la mañana se pone fin a la reunión del Comité.
Han estado presentes todos los camaradas que el día 5 a las diez de la
mañana fueron designados para constituir el Comité Revolucionario, o
sea dos socialistas, dos comunistas, dos anarquistas y el que suscribe
por el Comité Ejecutivo de la Alianza Obrera. El acuerdo recaído en
esta reunión es de permanecer en los puestos directivos hasta el
último momento.
Hace diez días ya que no me acuesto. Al terminar la reunión ruego a
los demás camaradas del Comité que me permitan irme a descansar y
que si algo sucede me avisen a la farmacia del Hospital donde quiero
instalar mi cama. Después de lo cual abandono el Ayuntamiento de
Mieres para retirarme a dormir algunas horas.
121
Manuel Grossi Mier
La huida del Comité de Mieres
Aproximadamente a las cuatro de la madrugada viene a despertarme
un grupo de trabajadores que ha descubierto mi dormitorio por el
farmacéutico. Estos camaradas, extraordinariamente emocionados,
me comunican que en el Ayuntamiento no se encuentra ninguno de
los miembros del Comité, lo cual hace suponer que éste ha huido.
Me levanto precipitadamente y salgo con los camaradas que acaban
de traerme la noticia. La primera tarea consiste en reorganizar las
guardias rojas encargadas de mantener el orden y que, por mandato
de sus jefes, han abandonado sus puestos. En la misma plazuela del
Ayuntamiento designo a seis camaradas para que conmigo vuelvan a
organizar la lucha.
Los presos que teníamos en el Ayuntamiento no están ya en él; por lo
visto, sus propios guardianes les han abierto la puerta. En la Casa del
Pueblo, donde se encuentran los prisioneros de la fuerza pública, no
ha sucedido nada. Si no se han escapado es porque no han querido,
pues han desaparecido los encargados de su custodia.
El desbarajuste no puede ser mayor. Las guardias rojas, en su huida,
han abandonado las armas a lo largo de la carretera. Algunas de éstas
aparecen rotas en dos pedazos.
Ante esta situación, los elementos de derecha, reunidos, han
nombrado el nuevo Ayuntamiento que debía sustituir. Caso todavía
más lamentable: los heridos que se encontraban en el hospital
hubieran quedado totalmente abandonados a no ser por el auxilio que
les prestan algunos camaradas.
A las cinco y media de la madrugada celebro mi primera reunión con
los camaradas que yo mismo he designado para formar parte del
nuevo Comité. El primer acuerdo adoptado consiste en enviar a varios
camaradas en busca de los miembros del anterior Comité. Otros
compañeros reciben el encargo de buscar y detener nuevamente a los
prisioneros puestos en libertad por sus propios guardianes. Los
camaradas designados a tal efecto han venido a mí rogándome les
autorice fusilar, en el lugar mismo donde sean hallados, a los
miembros del anterior Comité. Idéntica propuesta me hacen con
respecto a los prisioneros libertados por sus guardianes. Yo me
122
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
opongo a ello. Ni unos ni otros deben ser fusilados. Deben ser
detenidos y traídos a presencia del nuevo Comité, el cual convocará a
una asamblea de todos los trabajadores para que éstos decidan
democráticamente de su suerte. Con estas órdenes salen los camaradas
en cuestión a cumplir la misión que se les ha encomendado.
La principal preocupación ahora del nuevo Comité consiste en mantener
la resistencia en el frente. Nuestra situación a este respecto no puede
ser más crítica, pues chocamos con la disconformidad casi general de
los trabajadores. No parecen éstos dispuestos a acatar nuestras órdenes.
Redacto una octavilla explicando que la marcha del Comité ha sido
debida a una falsa noticia lanzada por los elementos reaccionarios,
que, agazapados en sus escondites, conspiran contra la revolución.
Esta octavilla es extensamente difundida por toda la cuenca hullera de
Mieres. El efecto que produce no puede ser mejor: los trabajadores
deponen su actitud y se someten a la disciplina del nuevo Comité.
Procedemos a la organización de unos cuantos grupos que, disponiendo
de cierta cantidad de dinamita, se disponen a reemplazar a los que
desde el día anterior sostienen la lucha en el frente contra las fuerzas
gubernamentales que siguen avanzando a través de la cuenca hullera.
A las siete de la mañana la situación en nuestro frente queda normalizada
como en días anteriores.
Hacia las once es traído a presencia nuestra uno de los miembros del
Comité que se ha dado a la fuga. Este camarada ha sido reintegrado
inmediatamente en el puesto que ocupaba, a pesar de la disconformidad
que manifiestan algunos trabajadores. Y hacia las cuatro son traídos el
resto de los camaradas miembros del anterior Comité. Estos han sido
detenidos por los trabajadores de Ablaña en las inmediaciones de los
montes de la Nicolasa. Llevados en primer lugar a presencia del Comité
de Ablaña, éste ha decidido trasladarlos ante el Comité de Mieres.
Pero a este respecto han surgido algunas discrepancias en el seno del
Comité de Ablaña, pues mientras los unos opinaban que debían
presentarse ellos mismos, otros eran partidarios de que fuesen
custodiados por los trabajadores. Por fin ha prevalecido este último
criterio.
123
Manuel Grossi Mier
Al conocer esta decisión, los camaradas detenidos protestan enérgica-
mente, alegando que desde el primer momento se han portado como
verdaderos revolucionarios, empuñando el fusil contra el enemigo.
Han solicitado del Comité de Ablaña que se les permita presentarse sin
custodia alguna ante el Comité de Mieres. Pero el Comité de Ablaña se
ha mantenido en su actitud, a pesar de que los camaradas prisioneros
han manifestado estar dispuestos a presentarse no sólo ante el nuevo
Comité de Mieres, sino ante la totalidad de los trabajadores para que
los juzguen. Asimismo han manifestado que antes de permitir que los
custodien sus propios hermanos de clase prefieren ser fusilados en el
acto. A pesar de lo cual, su traslado se ha efectuado bajo la custodia de
los trabajadores.
Al igual que el camarada llegado anteriormente, estos compañeros son
reintegrados inmediatamente a sus puestos de dirección. Yo mismo
me he encargado de hacer comprender a los trabajadores la firmeza y
el valor revolucionario de que habían dado pruebas dichos camaradas
desde el primer momento. En vista de que los trabajadores exigían la
aplicación del primer acuerdo, o sea que los camaradas en cuestión
sean juzgados por una asamblea magna, yo, con el fin de evitar un
desenlace que pudiera ser trágico, propongo que se convoque a los
jefes de grupo y los jefes de guardia para que juntamente con el nuevo
Comité busquen una solución al conflicto.
Esta reunión se celebra a las seis de la tarde en el salón de sesiones del
Ayuntamiento de Mieres. Los primeros en hablar son los compañeros
encausados, los cuales nos informan detalladamente de las causas que
les han impulsado a abandonar sus puestos. Tras una larga discusión,
consigo que prevalezca mi punto de vista, pasando los camaradas en
cuestión a ocupar su antiguo puesto en el Comité. Este acuerdo debe
ser comunicado por los jefes de grupos y los jefes de las guardias rojas
a los camaradas a sus órdenes. Por su parte el Comité, compuesto por
los antiguos miembros y por los camaradas designados por mí, redacta
un manifiesto explicando a los trabajadores el acuerdo recaído.
124
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Maniobras partidistas
Mal tenían que pagarme algunos de los camaradas repuestos en el
Comité la calurosa defensa que de ellos había hecho. Distrayendo un
tiempo que era necesario para la acción revolucionaria, dichos
compañeros emprendieron una campaña contra varios de los directivos
del movimiento y, principalmente, contra mí. No podían consentir, sin
duda, que un simple representante del Bloque Obrero y Campesino
fuese el único que, en los momentos más difíciles, hubiese permanecido
en su sitio organizando y alentando a los que ellos habían abandonado.
En la primera reunión que celebra el nuevo Comité reorganizado, los
representantes del Partido Comunista oficial se atreven a manifestar
que el único responsable de las desbandada general que se ha
producido en Asturias, con motivo de la marcha del Comité regional,
soy yo. Exigen para mí, por consiguiente, la misma culpabilidad que
pueda caberles a ellos por su actitud. Afirman que no están dispuestos
a consentir que yo conserve la máxima autoridad ante los trabajadores,
mientras ellos ven ésta grandemente disminuida.
Me apresuro a manifestar que no rehuyo la responsabilidad que pueda
caberme en lo que respecta a la dirección del movimiento, y para que
ésta sea conocida y juzgada por los trabajadores, propongo que se
convoque una asamblea en la plazuela del Ayuntamiento, con el fin de
comunicarle desde el balcón del mismo todo lo sucedido con la mayor
imparcialidad. Yo mismo me ofrezco a hacer el informe y ello por
varias razones: porque he sido yo el que he hecho otros informes
públicamente y porque, pudiendo darse ya por fracasada la insurrección
y no siendo los demás camaradas del Comité conocidos por el
enemigo como directivos de la misma, me parece inútil que se den a
conocer y se expongan a sufrir las consecuencias.
Esta proposición no es aceptada. Hay una razón poderosa para ellos:
es que la mayoría de los trabajadores, sino la totalidad, están identi-
ficados con mi actuación. Los camaradas del Partido Comunista oficial
prefieren continuar su trabajo de zapa, temerosos de que su partido
quede disminuido si yo, representante del Bloque Obrero y Campesino,
continúo actuando como hasta ahora.
125
Manuel Grossi Mier
A las tres de la tarde llegan a la secretaría del Ayuntamiento, donde
me encuentro, dos camaradas del Partido Comunista oficial y me
comunican que debo trasladarme al Comité de Guerra, pues los
componentes de éste desean cambiar impresiones conmigo. Me
apresuro a trasladarme al lugar donde se encuentra dicho Comité, y
cual no será mi sorpresa al comunicarme sus componentes que quedo
detenido. Los trabajadores que entran y salen se dan cuenta, por el
tono de nuestra discusión, de lo que sucede. La noticia de mi detención
se extiende inmediatamente, provocando la reacción que es de
suponer.
Exijo que se me permita trasladarme inmediatamente al Ayuntamiento
cosa que el Comité de Guerra no se atreve a negarme. De nuevo ante
el resto del Comité Revolucionario, le comunico cuanto sucede. Este
no está al corriente de nada, pues no se le ha consultado respecto de
mi detención. Decidimos hacer comparecer ante nosotros al Comité de
Guerra. Este explica que mi detención obedece al hecho de que yo
haya dado orden a los revolucionarios de Oviedo de iniciar la retirada
hacia la cuenca minera a pesar de la opinión contraria del Comité de la
capital. Contesto adecuadamente a esta acusación. De todas formas,
no me extraña la maniobra del Comité de Guerra si se tiene en cuenta
que de los siete camaradas que lo componen seis de ellos pertenecen
al Partido Comunista oficial y de éstos, cuatro pertenecen a los huidos
la noche anterior, y repuestos en el Comité de Guerra a proposición
mía.
Debo decir que en estos momentos he encontrado el consejo y el
aliento de nuestro gran camarada Marcelino Magdalena y de los
camaradas socialistas, los cuales me aconsejan no haga el menor caso
de esta labor partidista que llevan a cabo lo elementos del comunismo
oficial. Entre dichos camaradas se encuentran militantes que han
encanecido en las organizaciones obreras al servicio de la causa de
nuestra clase. Incluso los elementos republicanos vienen a mí
aconsejándome serenidad frente a las maniobras urdidas contra mí.
Huelga decir que por mi parte acojo como es debido estos cordiales
consejos, dispuesto a seguir trabajando hasta el último momento en
favor de la emancipación proletaria.
126
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
No quiero terminar este capítulo sin señalar que los mismos
camaradas que tal acusación han formulado contra mí tenían que
enaltecer más tarde mi actitud revolucionaria y mi responsabilidad
directiva en el curso de la gloriosa Comuna Asturiana. Estos elementos,
en el momento de responder ante la justicia burguesa, declaraban que
cuanto hicieron durante el movimiento revolucionario fue por orden
mía y que si en algún momento empuñaron las armas fue porque yo
les obligué a ello. Nada tengo que reprochar a estos camaradas. Cada
cual responde de sus actos ante la clase trabajadora. Por mi parte yo
respondo de los míos y me someto al juicio de todos mis compañeros.
Añadiré que obran en mi poder cartas de muchos de los militantes del
Partido Comunista oficial felicitándome por mi comportamiento
durante el movimiento revolucionario y luego en presencia de las
autoridades. Estas cartas tienen para mí y para el partido en que milito
un alto valor revolucionario.
El nuevo Comité de Sama
El Comité de Sama abandona su puesto al comprender que la situación
está perdida. Esta actitud es duramente calificada por la mayoría de
los trabajadores. La palabra traición corría de boca en boca. Los más
vehementes constituyen el nuevo Comité y parecen grandemente
entusiasmados con su cargo. Sin embargo, al comprender la gravedad
de la situación, estos elementos no tienen inconveniente en seguir el
camino del anterior Comité, abandonando a los trabajadores a su
suerte.
Es inútil tratar de describir el malestar creado entre los obreros
dispuestos a proseguir la lucha contra el enemigo. Desde este
momento, éstos dedican mucha más atención a vigilar a sus Comités
que a combatir a las fuerzas enemigas. Afortunadamente se forma un
nuevo Comité formado por camaradas de toda solvencia ante los
trabajadores. Estos camaradas constituyen una garantía revolucionaria
para todos. Digamos que no han faltado un solo momento a su deber,
puesto que han permanecido en sus puestos, y sin ocultar la verdad de
la situación a los trabajadores, hasta llegar el momento de la total
capitulación.
127
Manuel Grossi Mier
Da comienzo la represión
El enemigo prosigue sus avances sobre la cuenca minera. De no
detener estos avances mediante una resistencia desesperada, es
indudable que dentro de breves horas ocuparán los pueblos mineros.
Los soldados de Regulares y del Tercio han ocupado ya las posiciones
que mantenían nuestros camaradas en las inmediaciones del cementerio
de Oviedo. Las casas cercanas al cementerio, a lo largo de la carretera,
han sido saqueadas por las fuerzas del Gobierno, y muchos de sus
habitantes, lo mismo que los obreros detenidos, pasados a cuchillo. La
soldadesca no respeta nada. Bajo sus golpes ciegos caen lo mismo
trabajadores, que mujeres y niños. La historia no registra quizás
crímenes tan horrorosos como los cometidos durante estas horas
trágicas de la represión asturiana.
En Villafría, junto a la fábrica de cerillas, y a corta distancia del
cementerio, los soldados moros y los legionarios han violado a varias
mujeres, cometiendo con ellas increíbles abusos, después de lo cual
les han cortado los pechos, dejándolas verdaderamente descuartizadas.
Nosotros mismos, aunque a larga distancia, hemos tenido que
presenciar casos verdaderamente monstruosos.
A pesar de la resistencia desesperada de los trabajadores, los soldados
han logrado penetrar en el cementerio. Había allí ocho compañeros
encargados de dar sepultura a los muertos. Siete de éstos han sido
pasados a cuchillo, y el único que ha logrado salvarse es un primo
carnal mío, que ha tenido la suerte de introducirse a tiempo en un
panteón, donde ha permanecido hasta después de cometida tan
terrible fechoría.
Por nuestra parte, y después de un retroceso obligado ante la
arrolladora ofensiva del enemigo, hemos conseguido emplazar dos
cañones, uno del diez y medio y otro del siete y medio, gracias a los
cuales logramos hacernos momentáneamente fuertes. Durante este
tiempo, en Sama y en Mieres se organizan potentes grupos de
revolucionarios, con el fin de hacer retroceder al ejército guberna-
mental, mediante el uso de la dinamita. Llegados estos grupos a la
línea de fuego, se distribuyen en guerrillas, y a una señal se emprende
la acción a fondo. Ante este ataque, el enemigo retrocede y emprende
la retirada de la forma más desorganizada que puede concebirse.
128
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Bien se ve el pánico que «estos bravos soldados» sienten ante el
ataque de los valientes mineros. Huyen carretera adelante velozmente
hacia la capital, dándose el caso de que muchos moros arrojan sus
fusiles para poder correr mejor.
Tras esta retirada del enemigo, nuestros camaradas ocupan las
posiciones defendidas momentos antes por las tropas guberna-
mentales.
Nuestros camaradas constatan ahora los crímenes cometidos por la
soldadesca en el interior de los hogares. Son momentos verdaderamente
dolorosos y difíciles de describir. Algunos supervivientes, que han
logrado pasar desapercibidos en sus escondites, abrazan a nuestros
camaradas pidiéndoles a gritos que les salven de las hienas salvajes del
Tercio y los Regulares. La mayoría de las mujeres que han logrado
salvarse preguntan entre llantos por sus maridos o por sus hijos.
Se acerca a nosotros una mujer y nos pregunta si hemos estado en el
cementerio después de la marcha de los moros y de los legionarios. Le
contestamos afirmativamente. Nos ruega que le digamos qué ha sido
de su marido. No le conocemos por el nombre. Nos da sus señas e
insiste de una manera desgarradora, que decidimos mandar al
cementerio a cuatro compañeros. Regresan éstos a poco y nos dicen
reservadamente que el camarada cuyas señas nos ha dado la mujer se
encuentra muerto en el cementerio, entre varios compañeros pasados
como él a cuchillo. A su pobre compañera le decimos que su marido
está sano y salvo ocupando su puesto.
Llegada la noche y ocupadas las posiciones enemigas próximas al
cementerio, se organizan dos grupos para que avancen hacia San
Lázaro. Resulta bastante peligroso avanzar por la carretera, pues el
enemigo no cesa de disparar con sus ametralladoras. También hacen
fuego, de vez en cuando, con sus cañones, contra los edificios en los
cuales pernoctan muchos de nuestros camaradas, que desde hace diez
días no se han tomado un momento de reposo.
En vista de las dificultades que se presentan para avanzar por la
carretera, decidimos atravesar los prados hasta llegar al punto que nos
hemos propuesto. Para llevar a cabo esta empresa, se han reunido
noventa camaradas a las órdenes de tres jefes de grupo.
129
Manuel Grossi Mier
Llegan estos compañeros al edificio de la Maletería de Oviedo, situada
en la parte posterior de San Lázaro. El enemigo se ha refugiado en esta
misma manzana de casas. Nuestros camaradas se encuentran a unos
cuarenta metros de ellos. En las casas que van ocupando dejan una
guardia de tres o cuatro compañeros. El resto penetra en la citada
Maletería, donde se dan a la tarea de preparar las bombas de dinamita
que les permitan entrar en acción. Pero en este momento, en la parte
alta de la carretera aparece un coche que ilumina con sus faros el
edificio donde se encuentran nuestros compañeros. El enemigo
descubre así la presencia de los trabajadores revolucionarios y
empiezan a hacer descargas de ametralladoras, que obligan a nuestros
camaradas a abandonar el edificio y a volver al campamento general,
situado en San Esteban de las Cruces. Inmediatamente salen dos
emisarios a informar al Comité de Mieres de lo sucedido en la línea de
fuego.
El Comité estudia la situación. Tropezamos, como siempre con la falta
de municiones. Decidimos que salga inmediatamente, por la línea del
ferrocarril vasco, un tren para Trubia, con el fin de ver si los
compañeros que trabajan en la fábrica de municiones pueden poner a
nuestra disposición cierta cantidad de éstas. Al mismo tiempo salen
seis automóviles con el mismo destino y con el fin de llevar
directamente a la línea de fuego las municiones que puedan obtener.
Mientras tanto, nuestros camaradas tendrán que hacer frente a las
tropas enemigas sirviéndose tan sólo de la dinamita.
El heroísmo de las mujeres
En el frente de Campomanes ha disminuido notablemente el número
de combatientes rojos. La falta de municiones les ha obligado a
abandonar las posiciones que ocupaban. A pesar de lo cual se
mantiene el frente gracias exclusivamente a los lanzabombas.
No hay que creer que los camaradas que abandonan el frente desertan
del campo de la revolución. Estos no marchan a sus casas, sino que
permanecen en la Vega del Ciego, donde aguardan horas y horas a ver
si les llegan municiones que les permitan volver a sus puestos de
combate.
130
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Quienes mayor valor demuestran en estos momentos son las mujeres
revolucionarias. Estas continúan en la línea de fuego, no consintiendo
en abandonar sus puestos a pesar de los consejos de los trabajadores.
Son ellas las que animan a los obreros en estos momentos de peligro.
Cuando muchos de éstos abandonan el frente por carecer de
municiones, ellas les acusan de cobardes, sin tener en cuenta que
jamás los trabajadores de parte alguna han dado las pruebas de
heroísmo de estos camaradas asturianos. En más de una ocasión ha
habido que obligar a las mujeres a abandonar la línea de fuego con el
fin de librarlas de una muerte cierta.
Antes del movimiento, yo había sostenido el criterio de que las
mujeres proletarias no tomarían parte activa en la acción insurreccional.
Tengo que confesar mi error. Después de la experiencia de la Comuna
asturiana tengo que reconocer que la mujer obrera puede jugar un
papel tan importante en la revolución como el de los proletarios. Su
valor sobrepasa incluso, a veces, al de los propios trabajadores. No
sólo en los momentos de auge de la revolución, sino incluso durante la
represión, la mujer asturiana ha dado pruebas sorprendentes de
abnegación y de heroísmo, conquistando para siempre su puesto en
las luchas hacia el triunfo de la emancipación proletaria.
Los anarquistas y la dictadura
A pesar de la desbandada de los demás Comités de Asturias, el Comité
de Pola de Lena no ha desertado su puesto. Desde el comienzo de la
insurrección hasta el momento de concertarse la paz, los componentes
de dicho Comité se han mantenido firmes. Los trabajadores de Pola de
Lena han mantenido asimismo una actitud consecuente con la de sus
directivos.
Para hoy han sido convocados en Sama los principales Comités, con el
fin de reorganizar el Comité regional y llevar a término el movimiento.
A la reunión de Sama acuden dos delegados del Comité de Mieres,
otros dos de Oviedo, de Trubia, etc. Queda construido el Comité por
representantes socialistas y comunistas, e inmediatamente se hace
cargo de la dirección del movimiento.
131
Manuel Grossi Mier
A pesar de haber intervenido desde el primer momento en la
insurrección y de haber tenido representación en los puntos donde
existen organizaciones o núcleos de su tendencia, los anarquistas se
niegan a formar parte del Comité, si bien se comprometen a acatar las
órdenes del mismo.
Respecto a la actitud de los anarquistas durante el movimiento
insurreccional, tenemos que hacer algunas consideraciones. Los
anarquistas desechan sistemáticamente la idea de la dictadura del
proletariado como régimen transitorio hacia la organización de la
nueva Sociedad. La prensa de inspiración anarquista no cesa de
combatir a los marxistas porque reconocen la necesidad de la
dictadura proletaria. Sin embargo, al constituirse los Comités, quienes
mayor dureza exigían en las reuniones eran precisamente los camaradas
anarquistas. De mi Comité forman parte dos de los representantes
más puros de las doctrinas libertarias. Estos camaradas que han
luchado en la revolución heroicamente, hacían proposiciones que
caían de lleno en la concepción de la más rígida dictadura proletaria.
Llegado el momento de la lucha, es menester el ejercicio de un control
rígido y de una disciplina de hierro, impuestos por la propia acción
revolucionaria. Los compañeros anarquistas, que durante tantos años
han combatido la necesidad de la dictadura revolucionaria en nombre
de su concepción comunista libertaria, han comprendido esto perfecta-
mente durante las jornadas de octubre. Seguro estoy de que, de
haberse encontrado en Asturias los camaradas anarquistas catalanes o
de otras regiones, se hubieran visto obligados a adoptar los mismos
métodos de lucha que los anarquistas asturianos. Estos han tenido la
sinceridad de enaltecer, durante el movimiento insurreccional, los
métodos preconizados por Marx y Lenin. No dudamos que esta
experiencia servirá en lo futuro, no sólo a los anarquistas de Asturias,
sino a los anarquistas de toda España para que antepongan la realidad
a sus teorías cerradas.
132
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Heroica resistencia
En Mieres se espera con impaciencia el regreso de los camaradas que
salieron ayer para Trubia en busca de municiones. Llegan éstos a
primeras horas de la madrugada con tan escaso número de municiones,
que apenas bastan para distribuir cinco cartuchos a una cuarentena de
trabajadores.
Se apodera de nosotros la desesperación. Tenemos al enemigo a dos
pasos y no sólo no podemos obligarle a retroceder, sino que ni tan
siquiera podemos oponernos con eficacia a su acción arrolladora.
El Comité regional que funciona en Sama es partidario, lo mismo que
el Comité de Mieres, de que nos juguemos la última carta, con tal de
cortar los avances del enemigo. Acordamos dirigir un llamamiento a
los trabajadores revolucionarios invitándoles a entrar en acción. Les
damos conocimiento de los crímenes cometidos por las tropas
gubernamentales en Oviedo y en los pueblos inmediatos al cementerio
de la capital, así como el arrojo y la resistencia demostrados por las
mujeres revolucionarias. Este llamamiento encuentra una excelente
acogida. De sobra saben los trabajadores que no es posible ya poner
en derrota al enemigo, pero se trata de salvar de la muerte al mayor
número posible de familias proletarias.
Hacia las diez de la mañana salen para el frente del cementerio de
Oviedo unos doscientos trabajadores de Sama y de Mieres. El enemigo
ha ocupado otra vez el cementerio, convirtiendo sus tapias en
parapetos contra los mineros. Nosotros hemos dado orden a nuestros
camaradas de no disparar un solo tiro en balde, de apuntar bien con el
fin de hacer blanco, si es posible, a cada disparo. Por otra parte,
nuestros camaradas no deben dejar que se pierda una sola cápsula
vacía. Cuando hayan disparado todos los cartuchos, deberán esperar a
que sean recargados de nuevo para volver a entrar en acción. En estas
condiciones tienen que batirse los revolucionarios asturianos frente a
un ejército salvaje y disponiendo de todos los medios modernos de
combate.
Nuestros cañones, emplazados en San Esteban de las Cruces, funcionan
como en días anteriores. A pesar de la falta de espoletas, la certeza de
los disparos de nuestros camaradas llena de pánico al enemigo. Hay
momentos en que se apresuran a abandonar sus posiciones y a huir.
133
Manuel Grossi Mier
Sus jefes ordenan a los soldados que caigan sobre nosotros a bayoneta
calada. Así lo intentan éstos, pero en cuanto se enfrentan con los
trabajadores revolucionarios vacilan, desisten y retroceden acelerada-
mente, buscando un lugar donde ocultarse. Los legionarios y los moros
no saben manejar sus bayonetas más que contra personas desarmadas,
indefensas; pero cuando se encuentran frente a trabajadores armados
y decididos a vender caras sus vidas, se acobardan y no piensan más
que en poner a salvo su miserable pellejo.
Los jefes de grupo ordenan a los trabajadores que disparen especial-
mente contra los jefes y oficiales del ejército contrarrevolucionario.
Han sido muchos los jefes y oficiales que han pagado así con su vida las
canallescas órdenes que han dado a sus soldados en ejercicio de la
represión.
Otra vez la aviación
Desde el día de su entrada en la capital, el ejército enemigo es protegido
por la aviación. Si alguna posición es abandonada prematuramente por
los trabajadores, ello se debe a los medios de combate empleados por
la contrarrevolución. Las ametralladoras de los aviones nos dejan casi
indiferentes, a pesar de que no cesan de disparar contra nosotros. Lo
verdaderamente insoportable para el ejército proletario es el nutrido
bombardeo, que de vez en cuando desencadenan los aviones contra
éste. El bombardeo desencadenado desde la fábrica de la Vega y de la
Estación del Norte hasta el cuartel de Pelayo, a que nos hemos
referido anteriormente, no fue nada comparado con el desencadenado
hoy desde San Lázaro hasta San Esteban de las Cruces. En este último
punto han sido reducidos a escombros la mayoría de los edificios. El
ganado que pacía por los cercanos prados ha sido muerto por la
aviación. Sobre nuestras trincheras se desencadena un verdadero
terremoto, quedando muchos de nuestros compañeros muertos o sin
piernas ni brazos, sin que por nuestra parte nos sea posible prestarles
auxilio alguno. Los camaradas alcanzados por un pedazo de metralla
tienen que dejarse amputar inmediatamente la pierna o el brazo
heridos, pues de lo contrario se produce la gangrena y sobreviene la
muerte en medio de horribles sufrimientos.
134
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Procuremos describir lo más exactamente posible cómo se ha
desarrollado este día la batalla, decidiendo definitivamente el resultado
del movimiento revolucionario
Los trabajadores hicieron retroceder ayer al enemigo de la manera
que ya hemos dicho antes. Conociendo el valor de los mineros, los
jefes del ejército contrarrevolucionario no se atreven a emprender la
ofensiva valiéndose de sus propios medios. Prefieren aguardar a que la
aviación proteja sus movimientos de ataque contra los valientes
mineros. Llegada la aviación bien entrada ya la mañana, da comienzo
al bombardeo sobre las posiciones ocupadas por los trabajadores. La
aviación se compone de diez aeroplanos. Su despliegue responde a la
más perfecta estrategia guerrera. Vuelan a pocos metros de altura.
Primero pasan por encima de nuestras trincheras cuatro aviones de
observación y arrojan unas octavillas que dicen lo siguiente:
«Rebeldes de Asturias, rendíos. Sólo vosotros estáis luchando. En
el resto de España la situación ha quedado completamente
normalizada, pues a pesar de haberse declarado la huelga
general el día 6, ésta no ha tenido ningún efecto gracias a la
táctica certera del Gobierno. Os avisamos por última vez. Si antes
de la puesta del sol no deponéis vuestra actitud y entregáis las
armas a las fuerzas leales al Gobierno, seréis castigados duramente
y como reptiles venenosos enemigos de la sociedad. Por última
vez os instamos para que os rindáis.»
Después de lanzar estas octavillas regresan hacia el centro de la
capital, donde se juntan con el resto de los aviones que evolucionan
sobre la misma. Transcurre así un cuarto de hora. Y sin más preámbulos,
emprenden el ataque de la forma más feroz que es posible imaginar.
Todo queda arrasado a su paso. Nuestros camaradas se ven obligados
a tumbarse en las cunetas y en los prados, tratando de salvarse de la
metralla enemiga. Otros huyen a la desbandada, abandonando las
armas por el suelo. En unos instantes nuestras posiciones quedan
completamente abandonadas.
Después de este feroz ataque de la aviación, avanzan las tropas
contrarrevolucionarias llevando a su vanguardia a los moros y a los
legionarios del Tercio. Desplegados en guerrillas, logran copar una
gran extensión de terreno y van ocupando los puntos estratégicos que
135
Manuel Grossi Mier
poco antes estaban en nuestro poder. Llegados a unos cien metros de
nosotros, hacen alto y echan cuerpo en tierra, como si fueran perros
de caza al atisbo de una pieza.
La aviación sólo puede volar, por lo visto, un par de horas, sin duda por
falta de bombas. En cuanto los aviones inician la retirada en busca de
material, volvemos nosotros a reorganizar nuestras fuerzas y a
emprender el contraataque contra las tropas de la contrarrevolución y
obligándolas a retroceder hasta adueñarnos otra vez de las posiciones
perdidas. En estas acciones los trabajadores deben suplir la falta de
medios materiales de combate con su astucia y su valor a toda prueba.
Sólo con esto tenemos la gran satisfacción de mantener en jaque a las
fuerzas contrarrevolucionarias, muy bien equipadas materialmente,
pero con una cobardía manifiesta. Quizá su crueldad en la represión es
el mejor reflejo de esta cobardía.
¡Compárese!
Y ahora comparemos la diferencia de trato dado por nosotros a los
prisioneros enemigos con el del ejército contrarrevolucionario para
con los trabajadores caídos en su poder.
Nuestro comportamiento para con los prisioneros enemigos es el
siguiente:
Primero. Les damos de comer y les vestimos y calzamos como
trabajadores.
Segundo. Les sometemos a un interrogatorio con el fin de que nos
informen de la importancia del ejército burgués, de los medios de
guerra de que disponen, etc.
Tercero. Tratamos de convencerles para que apoyen nuestra acción
haciéndoles ver el engaño de que son objeto al tener que combatir, en
defensa del régimen capitalista, contra sus propios hermanos de clase.
Cuarto. Les buscamos alojamiento lejos de la línea de fuego y de sus
peligros, pues consideramos que bastantes han corrido ya luchando
contra los trabajadores y al servicio de sus asesinos.
136
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
El comportamiento de los contrarrevolucionarios para con los obreros
caídos en sus manos es el siguiente:
Primero. Se les somete a un brutal interrogatorio sobre su filiación
política y el lugar que ha ocupado en la lucha.
Segundo. Se le arrima sin perder un momento a una pared y se le hace
una descarga de fusil, que le deja muerto en el acto.
Tercero. No se preocupan de recoger los cadáveres, dejando que éstos
entren en estado de descomposición, cuando no los pisotean durante
días enteros para mayor ensañamiento.
Esto que decimos no son invenciones nuestras. Es la realidad clara y
brutal. Hay miles de testimonios de ello. El ejército contrarrevolucionario
ha cometido tales excesos, hechos tan repugnantes, que no queremos
pararnos a describirlos. Pero quienes los hemos presenciado no
podremos olvidarlos jamás. Que quienes los cometieron y mandaron
cometerlos paguen un día las consecuencias de estos trágicos recuerdos,
que llevaremos siempre grabados en nuestras conciencias.
Un caso entre mil
Durante los ataques de la aviación son muchos los camaradas que, en
su retroceso, llegan a Mieres, donde informan al Comité de lo sucedido.
De los informes de nuestros camaradas deducimos que incluso la
dinamita tiene muy poca eficacia por la distancia a que se sitúa el
enemigo. En el frente de Oviedo no se dispone de aparatos lanzabombas,
pues los que tenemos se necesitan en el frente de Campomanes y no
es posible trasladarlos constantemente de un lado a otro. Nuestros
camaradas esperaban que las tropas enemigas procedieran en el
cementerio de Oviedo de la misma manera que en la estación del
Norte y en la fábrica de La Vega, esto es, que emprendieran el ataque
a fondo con las bayonetas. Esto hubiera permitido recibirlas haciendo
uso de la dinamita y parando así la acción.
Nuestros informadores nos dicen que hay infinidad de soldados rojos
que lloran de coraje en el frente al ver acercarse al enemigo sin
disponer de municiones con que hacerle frente. No pocos camaradas
han preferido mantenerse a pie firme y morir a manos del enemigo
antes que sufrir la humillación de la huida. A este respecto nos
limitaremos a referir un sólo caso.
137
Manuel Grossi Mier
En la trinchera próxima al cementerio se encontraban siete camaradas.
Desde las tapias del cementerio, las tropas enemigas disparaban sin
cesar contra los trabajadores. Estos lograban tenerlos a raya. Agotadas
las municiones, uno de lo camaradas propone que se entre en acción
con la dinamita. Y sin aguardar un minuto más el camarada que ha
hecho la proposición recoge dos bombas y abandona la trinchera,
encaminándose derechamente hacia las posiciones enemigas. A corta
distancia de éstas cae al suelo acribillado a balazos y dando un viva a la
revolución, no sin antes lanzar contra el enemigo una de las bombas.
Casos así se han producido en gran número. Reseñar todos los que
conocemos sería tanto como hacer este relato interminable. Sólo
diremos lo siguiente: los camaradas que han logrado salvar la vida, los
que llenan las cárceles lo mismo que los que están en libertad, no
sienten más que un deseo: volver a empuñar las armas y no cejar
hasta vengar a nuestros heroicos muertos y hacer ondear nuestra
gloriosa bandera roja en lo alto de los edificios públicos.
Los prisioneros
El Comité de Mieres acuerda no enviar más dinamita al frente de
Oviedo, ya que según informes de nuestros camaradas su eficacia allí
es poco menos que nula. Sin perder momento se ordena la salida de
un tren para Trubia en busca de municiones y los obuses que haya
disponibles. A los camaradas que salen al frente de este tren se les
recomienda rapidez y urgencia, ya que la pérdida de unos minutos
puede ser de funestas consecuencias para nuestro movimiento.
Las noticias sobre lo sucedido en el frente corren de boca en boca. Las
mujeres y los hombres que por su edad no pueden ser mandados al
frente, se congregan ante el Ayuntamiento de Mieres, ansiosos de
conocer la verdad. De las más remotas aldeas del Concejo de Mieres
acuden gran número de personas en busca de informes sobre la
marcha de la revolución. Las imprentas trabajan día y noche y los
manifiestos circulan sin cesar. El pueblo trabajador está, pues, al
corriente de cuanto sucede.
138
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Los elementos de derecha no abandonan sus escondites. Al comienzo
del movimiento revolucionario se apresuraron a ponerse a nuestro
servicio; ahora, ante el temor de que se les obligue a empuñar un
arma y a ir al frente, permanecen ocultos y se pasan incluso días
enteros sin comer ni beber. Ni un solo momento se nos ha ocurrido la
idea de tomar represalias contra estos elementos ni mucho menos de
mandarles a la línea de fuego, y ello a pesar de que más de una vez se
han entregado a actos de conspiración contra nuestro movimiento.
Cada hora que pasa veo aumentar la concurrencia en la población de
Mieres. De Gijón, de Oviedo y de otras poblaciones, llegan gran
número de familias obreras, que manifiestan su horror ante los
procedimientos empleados por las tropas de la contrarrevolución. Las
escenas presenciadas y luego descritas por estas familias arrancan
gritos de dolor y de rabia. Todas ellas son acogidas con todo cariño por
los trabajadores de Mieres, los cuales les conducen a los comedores
públicos y les buscan albergue donde descansar de sus fatigas.
Los relatos hechos por los refugiados en Mieres provocan protestas y
peticiones de que se aplique con los prisioneros enemigos el mismo
trato que las tropas contrarrevolucionarias aplican con nuestros
camaradas. En vista de esta reacción popular, el Comité se ve obligado
a reforzar la guardia en los locales donde se guarda a los prisioneros.
Momentos hay, sin embargo, en que los trabajadores llegan hasta la
propia puerta de estos locales, reclamando a voz en grito la cabeza de
los prisioneros. Esto crea un difícil problema al Comité de Mieres.
Tenemos que dedicar a la salvaguardia de los prisioneros una atención
que necesitamos concentrar en la lucha en el frente. De no haber
tomado el Comité medidas enérgicas, es de todo punto seguro que a
estas horas no vivirían los elementos que guardábamos prisioneros.
Tengo que hacer constar que yo he sido uno de los que mayores
esfuerzos han hecho para salvar la vida de los prisioneros, llegando no
pocas veces a tener que enfrentarme con algunos de mis más queridos
camaradas. No me arrepiento de ello. Nosotros no podemos deshonrar
nuestra noble causa y nuestro ideal poniéndonos a la altura de la
cobarde burguesía, que no vacila en cometer las peores monstruo-
sidades contra los prisioneros e incluso contra seres indefensos. Esta
diferencia entre la burguesía y nosotros constituye nuestro orgullo y
nos da derecho a la conquista del porvenir en nombre de una moral
superior.
139
Manuel Grossi Mier
El Comité de Sama
Frente a los locales ocupados por el Comité revolucionario de Sama se
observa un ir y venir constante. Lo mismo que los trabajadores de
Mieres, los de Sama quieren saber cómo marcha el movimiento y lo
que se propone hacer el Comité.
Sobre el Comité regional pesa un trabajo y una responsabilidad
extraordinarios. No pasa minuto sin que lleguen emisarios de otros
Comités o de la línea de fuego, pidiendo instrucciones o reclamando
material y, sobre todo, municiones. La situación de este Comité es por
demás delicada. Sus miembros no pueden dar un solo paso sin verse
estrechamente vigilados por los trabajadores, pues después de la
huida del primer Comité regional los obreros desconfían de todo y de
todos. Camaradas ha habido del Comité regional que no han podido
retirarse a descansar sin una escolta de seis u ocho trabajadores.
Lo mismo que en Mieres, en Sama andan los ánimos muy excitados
con respecto a los prisioneros. Los obreros quieren tomar represalias
en respuesta a las atrocidades cometidas por las tropas guberna-
mentales. El Comité se ve obligado a adoptar las más enérgicas
medidas. Ha habido miembros de éste que han tenido que empuñar el
revólver para salvar la vida de los presos del odio y la venganza de
algunos exaltados, en ocasiones de elementos que pretenden
aprovecharse de la revolución para liquidar cuentas o satisfacer
antiguos rencores personales.
En Sama como en Mieres, los Comités no han permitido que se
deshonrara a la revolución.
El hecho de Turón
De toda la cuenca hullera, sólo en Turón se han producido hechos que
nosotros, revolucionarios conscientes, somos los primeros en lamentar.
Aquí se ha dado muerte a algunos de los prisioneros. Este hecho, que
yo no quiero analizar, al menos por el momento ha permitido a la
burguesía lanzar toda clase de acusaciones contra los elementos
responsables de la insurrección. Sin embargo, ninguna intervención
han tenido en estos hechos, y ninguna responsabilidad puede caberles
por tanto, a los miembros de ningún Comité.
140
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Se trata de un hecho aislado cometido por los obreros que han obrado
por su cuenta y saliéndose de las normas que han presidido nuestro
movimiento.
En la insurrección asturiana han tomado parte alrededor de 50.000
trabajadores, muchos de ellos ajenos a las organizaciones políticas o
sindicales que tienen en su mano la dirección del movimiento. Puede
decirse que en caso general este enorme contingente humano se ha
sometido a las directivas de los Comités y ha observado una admirable
disciplina revolucionaria. ¿Podía evitarse, sin embargo, que algún
obrero cometiera un hecho aislado y fuera de los marcos de nuestro
pensamiento ideológico y de las normas que han presidido nuestra
acción? ¿Acaso la historia registra otro movimiento insurreccional tan
disciplinado y al mismo tiempo tan generoso para con el adversario
como nuestro glorioso movimiento de Asturias?
Cuando se recuerdan los propios movimientos revolucionarios de la
burguesía en contra del feudalismo y de las monarquías absolutas,
suelen aparecer hechos más atroces que este hecho aislado que nos
ocupa. Jamás en un período revolucionario la burguesía ha dado las
pruebas de nobleza, de honradez y de generosidad del proletariado de
cualquier país y, sobre todo, del proletariado asturiano. Y en su
período de reacción, ¡cuántos crímenes han cometido las clases
dirigentes en contra de las masas populares ansiosas de libertad! ¡Qué
es el hecho aislado de Turón al lado de las cuarenta mil víctimas de la
represión versallesa que siguió a la Commune de París, al lado de las
dieciocho mil víctimas hechas por la represión zarista después de la
revolución de 1905, al lado de las veinte mil que pueden anotarse en
la cuenta del verdugo Zankof en Bulgaria y, en fin, de las víctimas de
Horthy, de Dollfus, etc.? Y circunscribiéndonos a España, ¿qué significa
el hecho de Turón comparando con las monstruosidades cometidas
por los moros y los legionarios mandados por el Gobierno para
reprimir la insurrección asturiana?
Nosotros condenamos el hecho de Turón. Pero nos explicamos
perfectamente que unos trabajadores, siempre explotados y
escarnecidos, puedan dejarse llevar en un momento de exaltación
revolucionaria de los odios y los rencores que la actitud de sus
enemigos han ido sembrando y desarrollando en sus espíritus. Por
estas razones no admitirnos que la burguesía y sus gobernantes
141
Manuel Grossi Mier
puedan dirigirnos el menor reproche respecto del hecho de Turón ni
de nada que concierna al movimiento insurreccional de Asturias.
Repetimos que no aprobamos lo sucedido en Turón. Creemos que ello
enturbia la verdad de nuestro ideal, y lo manifestamos públicamente.
Ahora bien, el caso en sí, no guarda ni minúscula comparación con los
procedimientos empleados por las tropas del Tercio y Regulares en el
Cementerio de Oviedo, y allí donde avanzaron, asaltando tiendas,
comercios, y cometiendo otros estragos que sólo el recordar los
hechos suscita lágrimas de dolor.
El heroísmo de los jefes de grupo
Los compañeros enviados por el Comité de Mieres a Trubia en busca
de municiones han regresado cinco horas después sin traernos un solo
cartucho ni un solo obús. Tenemos que informar de ello a los jefes de
grupo, los cuales se apresuran a informar a su vez a los compañeros
que se mantienen firmes en la línea de fuego. Tras amplia deliberación,
éstos acuerdan abandonar el frente, pues no quieren exponerse a
morir sin disponer de medios de defensa.
Llegados estos compañeros no lejos de Olloniego, envían algunos
emisarios a informar de su resolución al Comité de Mieres. Este se
apresura a poner al corriente de lo que sucede al Comité de Guerra, el
cual manda a varios compañeros en dos camionetas, con el fin de que
se reintegren todos a la línea de fuego y hagan simulacros que den la
sensación al enemigo de una fuerza que realmente no tenemos.
Durante el día de hoy los compañeros del frente han abandonado más
de una vez sus posiciones. Aquí se ha puesto de manifiesto el
extraordinario valor de los jefes de grupo que, no sólo han arengado a
sus grupos para que permanecieran en su puesto a pesar de todas las
dificultades y de todos los peligros, sino que, abandonadas las posiciones
por los trabajadores, han permanecido ellos solos en su puesto
defendiéndolas heroicamente. Esto lo han hecho los jefes de grupo
pertenecientes a todas las tendencias y muchos que no pertenecen a
organización alguna. Los Comités les habían nombrado para este cargo
y ellos sabían dar ejemplo de firmeza y de valor insuperables.
142
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Como en los días anteriores, la aviación ha hecho hoy también trágicas
apariciones. Su presencia ha sembrado el desconcierto que es de
suponer en las filas revolucionarias. Más que el temor a la muerte lo
que desconcierta a nuestros camaradas es su falta total de medios de
defensa contra tales monstruos. Prueba de ello es que en cuanto
desaparecen los aviones los trabajadores vuelven a reagruparse y a
luchar con la energía de siempre.
Es preciso organizar la paz
Ante la imposibilidad de mantener la resistencia frente al enemigo,
dada la falta de municiones, el Comité de Mieres estudia detenidamente
los medios de organizar la paz. Se trata, claro está, de ir a las
negociaciones de potencia a potencia. En los primeros momentos,
muchos de los componentes del Comité de Mieres se niegan a iniciar
estas negociaciones, alegando que una vez dueño de la capital el
ejército enemigo se negaría a parlamentar. En opinión suya no queda
otra alternativa que mantener la lucha hasta el último momento.
Tras amplia discusión, el Comité de Mieres acuerda por unanimidad
comunicar al Comité regional su criterio favorable a la organización de
la paz. Se designa a dos camaradas para que se trasladen inmediata-
mente a Sama y den a conocer nuestro acuerdo al Comité regional.
El Comité regional toma en consideración nuestra propuesta y acuerda
llevarla a la práctica lo antes posible. Así nos lo comunican nuestros
delegados a su retorno a Mieres.
En el seno del Comité de Mieres no existe ya discrepancia alguna a
este respecto. El fracaso de nuestra insurrección se debe a la
abstención en la lucha del proletariado del resto de la Península, a la
vergonzosa capitulación de la Generalidad de Cataluña y a la falta de
municiones, que hace imposible la resistencia. La represión, no cabe
duda, se abatirá lo mismo sobre los comunistas, socialistas que
anarquistas. Nos hemos levantado contra la sacrosanta propiedad
privada y esto constituye el más monstruoso de los delitos a los ojos
de los beneficiarios del actual régimen. A nosotros nos quedará por lo
menos una satisfacción histórica, que nada ni nadie nos podrá
arrebatar: la de haber sabido unificar todos nuestros esfuerzos en una
gesta que constituye el comienzo de la verdadera epopeya del
143
Manuel Grossi Mier
proletariado español. Bajo las balas del enemigo, los proletarios de
todas las tendencias hemos sabido entonar a coro nuestra gloriosa
Internacional. El abrazo fraternal que el camarada José María Martínez
nos dio a todos antes de que saliera al encuentro de la muerte, no
podrá ser olvidado jamás.
La concurrencia en Mieres es aún mayor que en los días anteriores. Se
discute apasionadamente. Del cuartel general han salido cuatrocientos
soldados rojos que recorren las calles de la ciudad en orden perfecto y
entonando La Internacional. Este desfile llena de emoción a todos los
que lo presencian. Los ojos se llenan de lágrimas. Esos hombres han
pasado días y noches sin moverse de las trincheras de la revolución.
Están sucios, harapientos, cubiertos de lodo. Les ha crecido la barba.
Han dormido apenas. Han conocido toda clase de privaciones. Sin
embargo, en este momento decisivo, cuando ya se masca la derrota, a
dos pasos quizá de la más sangrienta de las represiones, tienen fe, una
inquebrantable fe en su causa, en su ideal. No lloran. Cantan. Es este
canto que, a través de derrotas y de victorias parciales, tiene que
conducir un día no lejano a la clase trabajadora del mundo entero a su
victoria definitiva, a su emancipación total.
Disciplina en la derrota
Los trabajadores del frente de Campomanes han paralizado casi
totalmente el fuego. Sólo la necesidad les ha impelido a ello. Sin un
solo cartucho, sin un obús, los fusiles, las ametralladoras y los cañones
que tienen en su poder son completamente inservibles. De los dos
lanzabombas que les quedan uno, el más potente, ha quedado
inutilizado. Permanecen, pues, en sus puestos, puede decirse que en
calidad de espectadores y vigilando los movimientos del enemigo. Este
no se atreve a avanzar.
Sin embargo el frente de Campomanes es abandonado por la mayoría
de los trabajadores, los cuales acampan en Vega del Ciego, en espera
de que les lleguen municiones de alguna parte. En la línea de fuego
sólo permanecen los jefes de grupo y un reducido número de hombres.
144
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Comunicamos tanto a los camaradas que permanecen en el frente
como a los acampados en Vega del Ciego el acuerdo tomado por el
Comité de Mieres respecto a la organización de la paz. Hacemos ver a
unos y otros el enorme trastorno que puede producirnos el abandono
en estas circunstancias de la línea de fuego. Las condiciones de paz
serán unas u otras según nos sepa el enemigo completamente
vencidos o dispuestos todavía a defender nuestras posiciones. Es
preciso volver a la línea de fuego, luchar hasta nueva orden. Un gran
núcleo de trabajadores se reintegra a su puesto. Los jefes de grupo
tienen el encargo de velar porque se cumplan nuestras órdenes hasta
que llegue el momento de la retirada general.
Preparando otra batalla
Hacia las siete de la tarde llega a conocimiento de los jefes de grupo la
noticia de que el enemigo avanza por las montañas con dirección a
Quirós y con el propósito de tomar a nuestros compañeros entre dos
fuegos. El Comité de Pola de Lena examina el caso y decide ponerlo en
conocimiento del Cuartel General y de la oficina de reclutamiento del
mismo pueblo.
Salen de Pola y en dirección a Quirós, por la carretera del Valle de
Laredo, varios grupos de soldados rojos. La noticia de la proximidad
del enemigo ha llegado también al pueblo de Quirós y los compañeros
que componen el Comité se apresuran a organizar varios grupos con el
fin de emprender la lucha junto con los de Pola de Lena. Unos y otros
se unen en el kilómetro 11 de la carretera entre Pola y Quirós. Se
empieza por estudiar los caminos por donde debe emprender la acción
y cortar el avance del enemigo. Seguidamente se pasa a nombrar los
jefes de grupo. El sargento Vázquez, junto con algunos miembros del
Comité de Quirós, es el encargado de dirigir esta operación.
Organizados los grupos con su correspondientes jefes, se sale por
distintas direcciones al encuentro del enemigo. Nuestros camaradas
tienen que andar durante tres horas consecutivas. La marcha se hace
dificilísima. Abundan los obstáculos. Atraviesan la cordillera de la
Balsa, los montes de Brama, Valera. Muchos de estos montes están
cubiertos de nieve.
La batalla con el enemigo no podrá librarse hasta mañana. Todo
anuncia que ésta será bastante dura.
145
Manuel Grossi Mier
¡200 hombres en peligro!
Hoy es uno de los días más duros para el frente de Campomanes. La
lucha se agudiza al extremo. La artillería enemiga produce enormes
destrozos en nuestras posiciones y deja sin brazos y piernas a gran
número de camaradas. El campo de la revolución se pone rojo de
sangre. Muchas de las casas de los pueblos cercanos a la línea de
fuego se derrumban y dejan sepultados en sus escombros a sus
habitantes. Algunos de los cañonazos del ejército enemigo hacen
explosión en la parte más céntrica de Pola de Lena. Han caído no
pocos obuses en la propia plaza del Ayuntamiento, produciendo
enormes destrozos y gran número de víctimas.
Las ametralladoras enemigas han ido conquistando mejores posiciones
y sus proyectiles se acercan cada vez más a las trincheras de los
trabajadores.
Ante este fuego graneado, los soldados rojos pueden apenas moverse
de sus parapetos, pues en cuanto se descubren caen acribillados a
balazos. Nuestros camaradas no pueden arrojar ni un solo cartucho
de dinamita, pues para ello se verían obligados a incorporarse,
exponiéndose a una muerte cierta. Su situación es de las más
desesperadas. No pueden retroceder ni avanzar, teniendo que
permanecer en las fosas cavadas para atrincherarse contra el fuego
enemigo. No pueden tampoco ponerse en comunicación con los
demás camaradas, pues los trabajadores que se dirigían hacia allí,
faltos de municiones, han tenido que retroceder por tercera vez hacia
Vega del Ciego.
En las trincheras hay doscientos soldados rojos a punto de caer en
poder del enemigo. No disponen de un solo cartucho. No pueden
defenderse. Su muerte parece inminente. Sin embargo, no manifiestan
la menor vacilación, el menor nerviosismo; se enfrentan valientemente
con la muerte, y ello gracias, sobre todo, a la firmeza y al coraje
sobrehumanos de los jefes de grupo, que no pierden un solo momento
su sangre fría. Esta situación dura más de dos horas.
Los camaradas que han retornado hacia Vega del Ciego informan al
Comité provisional, designado en este pueblo, sobre la situación de la
línea de fuego y el peligro que corren los camaradas que ocupan las
trincheras.
146
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Salen los compañeros hacia Pola de Lena, con el fin de informar de
todo al Comité. Este organiza tres grupos de treinta hombres para
correr en auxilio de los camaradas en peligro. Pero el problema es
siempre el mismo: no hay municiones y la dinamita es ahora casi
inservible.
Llegados a Vega del Ciego, donde hay ya unos doscientos hombres en
espera de municiones, el Comité provisional se opone a que salgan
para el frente en estas condiciones. El enemigo ha emplazado sus
ametralladoras en algunas lomas, desde las que puede hacer innume-
rables bajas al ejército proletario. Los camaradas que se decidan a
escalar la montaña sin medios de defensa, es seguro que quedarán
muertos sobre el terreno.
El ejército enemigo se despliega en guerrilla por los prados y parece
dispuesto a copar las posiciones de la clase trabajadora. Al mismo
tiempo no cesan de disparar sus fusiles, sus ametralladoras y sus
cañones, con el fin de impedir la retirada de los trabajadores. No cabe
duda alguna que el enemigo está perfectamente enterado ahora de
nuestra falta total de municiones.
Informado el Comité de Mieres de la gravedad de la situación en el
frente de Campomanes, designa a dos de sus miembros para que
sobre el terreno mismo estudien lo que cabe hacer. Llegados a Vega
del Ciego se reúnen inmediatamente con el Comité provisional y con
los jefes de grupo y acuerdan que salgan hacia la línea de fuego dos
grupos de revolucionarios con sus correspondientes jefes y con el
único medio de combate de que podemos disponer: la dinamita. La
misión de estos grupos consiste en proteger la retirada de los
camaradas que se encuentran en inminente peligro de muerte. Cerca
ya de la montaña, a unos trescientos metros de los camaradas que se
encuentran en la línea de fuego, hacen su aparición los aviones, que
desencadenan en el acto un terrible bombardeo. Nuestros camaradas
quedan atrapados entre dos fuegos. Los aviones vuelan en torno a las
trincheras rojas, descienden casi a ras de suelo y desencadenan una
lluvia de bombas que producen gran número de víctimas en nuestro
frente. Esto no impide a muchos de nuestros compañeros llegar a las
propias trincheras, donde se encuentran con un gran número de
muertos y heridos.
147
Manuel Grossi Mier
Afortunadamente, y no sabemos aún por qué causa, el enemigo
suspende un momento el fuego. Nuestros camaradas proceden a
enterrar sus muertos en la propia línea de fuego y a trasladar los
heridos al hospital de Mieres. También procuran salvar los cañones
que se encontraban en el frente. Aun cuando carezcamos de obuses,
se trata de impedir que caigan en poder del enemigo.
La llegada de los heridos a Mieres provoca escenas de dolor y de rabia
entre la población trabajadora. Ni un solo momento decae el ánimo de
ésta. Todos, hombres y mujeres, dan prueba de entereza y de espíritu
de sacrificio. Todos parecen dispuestos a morir si es preciso, pero sin
temblar, sin acobardarse.
El Comité de Pola de Lena en su puesto
Ante la proximidad del enemigo y el bombardeo de Pola de Lena el
vecindario huye en busca de refugio. La aviación ha producido grandes
destrozos en este pueblo, pero no víctimas. El Comité de Pola da
muestras de gran serenidad. Comprende que el menor desfallecimiento,
la más pequeña vacilación pueden acarrear grandes trastornos. Si
grave es la situación que se plantea ante los demás Comités, ésta no
tiene punto de comparación con la del Comité de Pola.
En las primeras horas de la tarde, el pueblo se concentra ante el local
donde está reunido el Comité revolucionario. Se espera de sus
componentes un informe sobre la situación del movimiento y las
disposiciones que se piensan tomar. Al enterarse de que se ha
decidido entablar negociaciones de paz, la mayoría no oculta su
alborozo. Sin embargo, en medio de esta alegría general, flota en
muchos la tristeza de tener que dar por derrotado el movimiento.
Muchas madres lloran pensando en la suerte que pueden correr sus
hijos a la entrada del ejército enemigo. Conocedoras de los salvajes
procedimientos que emplean los moros y los legionarios, muchas
madres o compañeras se abrazan a los suyos como si se despidieran
de ellos para siempre. La emoción gana a todos.
A pesar de todo esto el Comité de Lena permanece firme en su puesto.
Los Comités de Abastos, Guerra, etc., no abandonan un solo instante
sus actividades. Todos están dispuestos a cumplir con su deber hasta
el último momento.
148
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Más sobre los fusilamientos de Turón
Aparte los fusilamientos a que hemos hecho referencia con anterioridad,
en Turón, han ocurrido, en estos días últimos, pocos hechos dignos de
comentario. Insistiremos brevemente sobre dichos fusilamientos, ya
que la burguesía y sus gobernantes han querido servirse de ellos para
tratar de deshonrar toda nuestra revolución.
Tenemos que repetir, ante todo, que el Comité de Turón no tiene la
más mínima responsabilidad en estos hechos. Precisamente en este
Comité uno de los que mayores pruebas de consciencia y serenidad ha
dado durante el movimiento revolucionario. El sentido de la responsa-
bilidad ha presidido todas sus decisiones y todos sus actos. Ello
pueden atestiguarlo cuantos conocen a los componentes de dicho
Comité.
Los prisioneros enemigos se encontraban a bastante distancia del local
ocupado por el Comité de Turón, y custodiados por varios compañeros
que, según los propios supervivientes, se mostraron muy benévolos
con los detenidos. El Comité tenía puesta toda su atención en el frente
y no podía preocuparse lo más mínimo de los prisioneros. La situación
de éstos y lo que con ellos debían hacerse no fue una sola vez objeto
de examen en el seno del Comité. Ninguno de los componentes de
éste ha dado orden, nos consta, de que se fusilara a un solo prisionero.
Estamos convencidos de que los fusilamientos obedecieron al odio de
elemento extraños en absoluto al Comité. Cuando éste se enteró de lo
sucedido se apresuró a reforzar la guardia de los prisioneros, dando a
los camaradas encargados de esta misión severísimas órdenes en el
sentido de que si alguien se presentaba con malas intenciones a los
presos fuera llevado a presencia del Comité, que le pediría estrecha
cuenta de sus propósitos. A pesar de estas órdenes, se han cometido
anormalidades, valiéndose sus autores para ello de toda una serie de
habilidades y a veces de violencias con los propios guardianes de los
prisioneros. Los hechos de Turón son, por consiguiente, hechos aislados
que en nada comprometen la responsabilidad del Comité de Turón ni
de ningún elemento responsable de cuantos han intervenido en las
jornadas revolucionarias de Octubre.
149
Manuel Grossi Mier
¡Desalojen, señores reaccionarios!
El Comité de Moreda fue uno de los que huyeron el día 13. Pero
inmediatamente se constituyó un nuevo Comité, que tomó la dirección
del movimiento en este pueblo. Detenidos los miembros que componían
el anterior Comité, no fueron repuestos en sus cargos como había
sucedido en otras poblaciones ya citadas.
También en Cabañaquinta se había marchado el Comité, apoderándose
los elementos reaccionarios del Ayuntamiento en las primeras horas
de la mañana. Al enterarse de ello los camaradas de Moreda, salió
inmediatamente un grupo de ellos para Cabañaquinta, encontrándose
con que el nuevo Ayuntamiento había designado ya su alcalde y, tras
una breve deliberación, había adoptado, como primer acuerdo, el de
nombrar un juez que empezase a establecer expedientes para encausar
caprichosamente a los trabajadores de aquel pueblo que habían
tomado parte en la revolución. Nuestros compañeros de Moreda se
apresuraron a detener a este Ayuntamiento reaccionario, metiéndole
en la cárcel. Después de lo cual se designó inmediatamente un nuevo
Comité, que es el que ha funcionado hasta el momento de concertarse
la paz.
Trubia en poder del enemigo
La mayor preocupación del Comité de Mieres la constituye la situación
que se ha creado en el frente de Campomanes. No es menor, sin
embargo, la que se deriva de la falta casi total de municiones.
Constantemente salen emisarios para Trubia, con el fin de requerir a
los trabajadores de la fábrica que manden inmediatamente cuantas
municiones tengan. Ha llegado un momento en que no ha podido salir
un solo trabajador para el frente por falta de municiones.
Hacia las cuatro de la tarde se presentan en la secretaría del Comité de
Mieres cuatro compañeros de Trubia diciéndonos que es inútil enviar a
nadie en busca de municiones, pues los obreros que trabajan en la
fábrica se han visto obligados a abandonarla y a empuñar el fusil
contra el enemigo. Nos comunican que el ejército burgués ha salido de
Oviedo con dirección a Trubia y que debe estar muy cerca del centro
de la población. Son muchos los obreros que han abandonado ya el
fuego, lo cual se explica por la falta casi total de municiones.
150
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
El momento no puede ser más grave, no sólo para el movimiento en
Mieres, sino en toda Asturias. El ejército burgués sabe perfectamente
que el centro de la insurrección radica en la cuenca hullera, y más
concretamente en Mieres. No cabe duda, pues, que desencadenará
sobre estos pueblos todo el peso de la represión.
El Comité Revolucionario de Mieres, de acuerdo con el Comité de
Guerra, ha organizado un tren con ciento veinte soldados rojos, que ha
salido con dirección a Trubia en auxilio de los revolucionarios de esta
población. Este tren llega sin contratiempo hasta Soto de Rivera, pero
se ve obligado a detenerse allí, pues la línea está tomada por el
ejército gubernamental. También están tomadas las montañas próximas
a Trubia. Dos camaradas piden permiso para acercarse a las propias
filas enemigas. Se les concede. Llegan a la fábrica de la Manjoya,
depósito de dinamita de donde se surtía el ejército revolucionario. La
fábrica está tomada y fuertemente defendida por las fuerzas guberna-
mentales. Dominadas por el temor de verse sorprendidas por los
camaradas que le rodean no lejos, han hecho saltar la vía del
ferrocarril del Norte y del ferrocarril Vasco. Quieren ahorrase así una
sorpresa desagradable. Han acordonado la fábrica de dinamita y han
adoptado todo género de precauciones.
Los ciento veinte camaradas del tren rojo comprenden que no hay
nada que hacer y deciden volver al punto de destino. En esto aparece
la aviación, que trata de bombardear el tren rojo. Este logra salvarse
refugiándose en los túneles que existen en el trayecto. A pesar de la
encarnizada persecución de los aviones, el tren llega a Mieres sin una
sola víctima.
El fracaso de esta expedición obliga al Comité a reunirse precipitada-
mente y a adoptar acuerdos en el sentido de organizar la paz con el
enemigo lo antes posible, pues de lo contrario nos exponemos todos a
ser copados dentro de breves horas. Sale para Sama una delegación
del Comité de Mieres con el fin de ponerse de acuerdo con el Comité
regional para iniciar inmediatamente las negociaciones de paz con el
enemigo.
151
Manuel Grossi Mier
Sama, la heroica
Los compañeros del frente de Oviedo han hecho una rigurosa requisa
que ha dado como resultado el reunir unos cuantos cargadores.
Inmediatamente se ha formado un grupo compuesto por cincuenta y
dos revolucionarios, que han salido con dirección a Oviedo. Llegados a
San Esteban de las Cruces los camaradas de este grupo relevan a los
que se encuentran en el frente desde hace varios días y en un estado
de agotamiento físico casi total. Estos camaradas avanzan hacia el
cementerio, a cuya puerta encuentran trece cadáveres de obreros
atados de pies y manos. Por lo visto han sido sacados de sus casas por
las fuerzas enemigas, trasladados al cementerio y fusilados sin
contemplación alguna.
Se reúnen con unos doscientos camaradas del Valle de Langreo, que
defienden palmo a palmo el terreno contra un enorme contingente
enemigo. Puestos de acuerdo, deciden iniciar la retirada, no sólo por
su inferioridad numérica frente al enemigo, sino por la carencia de
medios de combate para hacerle frente. La retirada se realiza
ordenadamente y en forma de abanico para evitar ser sorprendidos y
ofrecer los menos blancos posibles al enemigo. Llegados a San Esteban
de las Cruces, examinan la manera de hacer frente a la columna
enemiga que trata de cerrarles el paso por la parte de la Manjoya.
Atravesando los prados, las fuerzas enemigas tratan de cortar la
retirada a nuestros camaradas. No consiguen hacerlo por unos minutos.
Nuestros soldados rojos llegan los primeros a una encrucijada, donde
las fuerzas enemigas proyectaban coparles en una hábil emboscada.
Se entabla un vivo tiroteo que dura dos horas. Debido a la magnífica
posición que ocupan, nuestros camaradas no registran ninguna baja.
En este combate ha entrado en juego la artillería. Nuestros camaradas
sólo disponen de un cañón, cuyos tiros, no contando con espoleta,
tienen que ir directos al blanco. El enemigo dispone de cuatro cañones
y de unas cuantas ametralladoras que no cesan de hacer fuego.
Llega la noche. Nuestros camaradas han agotado sus municiones. En la
trinchera sólo queda un reducido número de revolucionarios. Deciden
retirarse en dirección a Olloniego, lo cual efectúan sin contratiempo
alguno. Por el camino recogen algunos obuses.
152
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Ante la proximidad de las fuerzas gubernamentales, los habitantes de
Olloniego deciden huir por los montes. Tienen noticias sobre la
ferocidad del enemigo respecto de la represión. Saben que no se
distingue de edad ni de sexo. Y huyen de una posible orgía de sangre.
Se telefonea al Comité de Mieres, el cual manda dos camionetas para
que trasladen a los camaradas llegados del frente. Trasladados al local
que ocupa el Comité de Guerra, nuestros camaradas dan cuenta
detallada de lo sucedido y dicen que lo único que resta hacer ya es
salvar a la población civil por medio de la organización de la paz.
Sama sigue con extraordinario interés el desarrollo de las operaciones
en el frente de Campomanes, por las noticias que van recibiendo
desde Mieres.
Los obreros de Sama de Langreo han dado pruebas de un alto espíritu
revolucionario. Espontáneamente han corrido siempre en busca del
peligro con un total desprecio de la vida y con la sonrisa en el rostro,
cual si acudieran a una fiesta. Cuanto se diga sobre el valor de estos
camaradas es poco. Con los ejemplos de heroísmo dados por los
obreros de Sama, podría escribirse un largo libro. Eran tantos, que
unos relegaban a otros. De una sola de las hazañas de estos valientes
hubiera sacado gloria imperecedera un general burgués. Tratándose
de revolucionarios, sus actos de heroísmo son, en opinión de la prensa
burguesa y del Gobierno, crímenes monstruosos que deben ser
durante reprimidos. Exponer generosamente su vida, luchar con tesón
y en los lugares de mayores peligros, mantenerse días y noches en su
puesto sin dar prueba de cansancio, todo esto son crímenes para la
burguesía. Para nosotros son pruebas de heroísmo que enaltecen a los
trabajadores de Sama ante la conciencia del proletariado internacional.
Nuestros valientes guerrilleros langreanos, rivalizando en el combate y
en los lugares de mayor peligro, han llegado a contagiar a todo el
frente con ese valor indómito que es patrimonio de los verdaderos
revolucionarios. ¡Cuántas veces los propios jefes de grupo han tenido
que imponerse ante la gesta de un heroísmo tal que ha rayado en la
locura!
153
Manuel Grossi Mier
Peor que los vándalos
El Comité regional, de acuerdo con el Comité de Mieres, está dispuesto
a concertar la paz. Lo difícil es iniciar las negociaciones con el ejército
burgués. A pesar de las señales que se le han hecho en favor del
parlamento el ejército gubernamental sigue disparando. Los camaradas
que han querido entrar en contacto con el enemigo para hacerle ver
nuestra decisión han caído acribillados, sin poder lograr su objetivo. En
vista de estas dificultades, el Comité regional piensa que únicamente
una persona como el teniente Torrens será capaz de iniciar las
negociaciones. Este se encuentra en el frente de Campomanes. Se
acuerda llamarle inmediatamente, sin avisarle de lo que se trata. Ha
llegado ya la noche y no será posible entrevistarse con el teniente
Torrens hasta la mañana siguiente.
Mientras tanto siguen recibiéndose noticias sobre las atrocidades que
cometen las fuerzas gubernamentales, especialmente los moros y los
legionarios. Según nuestras noticias, en el campo de San Francisco, los
moros disponen de grandes montones de colchones, de cubrecamas,
de sábanas, etc., que se dedican a vender a precio insignificantes.
Todo esto es producto de robo.
Los elementos del Tercio, llevan los brazos cubiertos de relojes de
pulsera, producto también del pillaje, que venden a cualquier precio.
La soldadesca se ha dedicado a robar cuanto de algún valor ha
encontrado en las casas. Estos procedimientos recuerdan los tiempos
de barbarie en que lo único que movía a la soldadesca mercenaria era
el afán y la codicia del botín, esto acompañado de degüellos en masa y
de violaciones. En el siglo XX, tales procedimientos parecían de todo
punto imposibles. No lo ha sido, sin embargo. Trece siglos después del
comienzo de la reconquista de España por don Pelayo y de ser
arrojados los moros de Asturias, un Gobierno republicano con la
intervención de tres ministros católicos, apostólicos y romanos, no ha
tenido inconveniente en librar la bella región asturiana a actos de
terror que avergonzarían sin duda a los propios cristianos del siglo VII.
Finalizado el movimiento y llegada la tranquilizadora paz para los
hombres llamados del ‘orden’, se ha cargado sobre los revolucionarios
todo el peso de la destrucción de la capital, así como los asaltos a los
comercios, violaciones y otras atrocidades.
154
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Todo ello no es nada de extrañar. Había que disculpar a la fauna
invasora, y como el vencedor siempre es el que tiene razón, nada
mejor que cargar el peso del deshonor sobre el vencido, sobre los
obreros revolucionarios.
La situación sigue empeorando para nosotros y mejorando para el
enemigo. El frente de Campomanes está protegido por un reducidísimo
retén de trabajadores, dispuestos a no retroceder a pesar de que no
disponen de material alguno para su defensa. El resto de los compañeros
ha pasado la noche en la retaguardia, regresando a Vega del Ciego en
las primeras horas de la madrugada. Durante la noche última apenas
ha sido disparado un tiro de fusil en el frente de Campomanes. Si
alguna detonación ha rasgado el silencio de la noche, ésta partía del
frente enemigo. Nuestros camaradas sólo contestaban de vez en
cuando haciendo estallar alguna que otra bomba de dinamita.
Los camaradas que regresan de la línea de fuego a Vega del Ciego
informan al Comité formado en este pueblo de cuanto sucede. El
enemigo gana posiciones cada vez mejores, haciendo despliegues por
las montañas para atravesar la cordillera que va a Moreda. Por la otra
parte de la montaña las fuerzas enemigas se dirigen hacia las
Camaretas, lugar donde nuestros camaradas mantienen un duro
combate con las fuerzas del Tercio y de Regulares. Otra compañía del
ejército enemigo ha tomado las orillas del río Huerna, dirigiéndose
hacia nuestras posiciones. Otro grupo de soldados, al mando de un
capitán, ha tomado la parte posterior de la montaña, donde tenemos
algunos de nuestros parapetos y, por la parte alta de los prados, se
dirige hacia nuestro frente. Este último grupo llega a escasa distancia
de los revolucionarios, parlamentando con ellos e invitándoles a que
se rindan. La respuesta que reciben es que tanto la acción parlamentaria
como la organización de la paz corresponde al Comité regional,
directamente con el jefe de las fuerzas gubernamentales general
López Ochoa. El capitán insiste mientras se acerca cada vez más a
nuestras posiciones. En vista de lo cual, el jefe del grupo de
revolucionarios da orden de que se empleen las bombas, observando
que desde la explosión de la primera, tanto el capitán como sus
soldados emprenden veloz carrera, sin insistir más.
155
Manuel Grossi Mier
No cabe duda que si las fuerzas enemigas siguen avanzando, dentro de
una hora estarán ya en Vega del Ciego, de donde pasarán, sin
encontrar ningún obstáculo, a la propia villa de Mieres. Esta operación
pueden realizarla en unas tres horas. El Comité de Vega del Ciego,
junto con el de Pola de Lena, organiza grupos de revolucionarios, con
un total de unos trescientos, para que al lado del escaso número de
camaradas que se encuentra en el frente, traten de oponerse al
avance del ejército contrarrevolucionario. Para ello tendrán que
servirse única y exclusivamente de la dinamita.
A su llegada a la línea de fuego, nuestros camaradas constatan que el
enemigo en su totalidad ha abandonado los sitios donde ha permanecido
refugiado durante trece días. Se emprende la acción por medio de la
dinamita. El enemigo vacila unos momentos y, por fin, se ve obligado a
retroceder. Los trabajadores aprovechan este retroceso para ocupar
de nuevo las trincheras que se habían visto obligados a abandonar el
día anterior ante el ataque del enemigo. Esta victoria reconforta los
ánimos. La alegría de los trabajadores se desborda en vivas al ejército
rojo y a la revolución y por medio de cantos revolucionarios. En la
misma línea de fuego los jefes de grupo y algunos de los miembros de
los Comités de Pola de Lena, Mieres, etc., se ponen de acuerdo
respecto de la distribución que debe hacerse de nuestros efectivos
para impedir la acción invasora del enemigo sobre las poblaciones
mineras. Cada camarada responsabilizado toma posesión de un puesto
determinado, debiendo mantenerse firme en él mientras no reciba
órdenes superiores en contrario. Estos camaradas se comprometen
todos, bajo palabra de revolucionarios, a no dejar pasar al enemigo.
De intentarlo éste, sólo podrá hacerlo pasando sobre sus cadáveres de
soldados de la revolución.
«El heroísmo de los legionarios»
En las Camaretas, no lejos de Quirós, nuestros camaradas siguen
manteniendo a raya a un gran contingente de Regulares y del Tercio,
que ha hecho su aparición en aquellos lugares. Nuestros camaradas
llevan ya luchando un día y una noche contra un enemigo seleccionado
para el crimen. Nuestros compañeros salieron de Pola de Lena y de
Quirós con una escasa cantidad de municiones, que administran de la
manera más rígida.
156
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
El enemigo desconoce el terreno que pisa. En cambio, nuestros
compañeros, vecinos la mayoría de ellos de los alrededores, ocupan
los puntos estratégicos e impiden por medio de la dinamita los
avances del enemigo. Nuestros camaradas avanzan hasta situarse al
lado mismo del enemigo. Sus bombas lanzadas a mano, van a caer en
medio del ejército burgués. En más de una ocasión el Tercio intenta
entrar en el frente de los trabajadores con la bayoneta calada, pero el
valor demostrado por los mineros les obliga siempre a retroceder.
Nuestros camaradas tienen la satisfacción de ver correr como conejos
a estos temibles legionarios en torno a los cuales se ha creado toda
una leyenda de arrojo y de heroísmo. Su heroísmo ha consistido en
Asturias en arrasar barrios enteros, pasando a cuchillo a ancianos,
mujeres y niños indefensos. Pero cuando ha habido que enfrentarse
con mineros disponiendo de cartuchos o bombas de dinamita, no se
ha visto su heroísmo por ninguna parte.
El tiempo ha empeorado gravemente. Ha caído gran cantidad de nieve,
obstaculizando los movimientos de nuestros camaradas y poniendo
una vez más a prueba su fortaleza moral y física. Los heridos del
frente, los camaradas caídos en la parte alta de las montañas, donde
están establecidos los parapetos, son trasladados a Pola de Lena y, en
vista de que allí no pueden ser convenientemente asistidos, son
mandados a Mieres, donde quedan hospitalizados.
Se acuerda organizar la paz
El Comité regional se ha reunido para examinar la gravedad de la
situación. Tras amplia deliberación, acuerda convocar una reunión con
delegados de todos los Comités. Su criterio es que no debe seguirse
regando con sangre, inútilmente, el suelo asturiano. Se decide, por
consiguiente, iniciar las negociaciones de paz, para lo cual se ofrece
espontáneamente el teniente Torrens, que debe salir para Oviedo con
el fin de parlamentar con el general López Ochoa.
Durante la reunión del Comité el pueblo de Sama se estaciona ante el
Ayuntamiento en demanda de noticias.
157
Manuel Grossi Mier
La reunión del Comité regional dura hasta altas horas de la noche. El
acuerdo adoptado es el de que el teniente Torrens se limite a comunicar
al general López Ochoa los puntos de vista del Comité regional, siendo
uno de éstos el que el general reciba a una representación directa del
ejército rojo para tratar de llegar a un acuerdo definitivo. Y tomado
este acuerdo, ya nada más queda que esperar los acontecimientos del
día siguiente.
La conducta de los republicanos
Mieres está pendiente de la resolución adoptada por el Comité
regional. Nuestros camaradas del frente de Oviedo se han visto
obligados a retirarse hacia Olloniego, y esto constituye la principal
preocupación del Comité de Mieres, pues es posible que al no
encontrar obstáculos el ejército enemigo acelere la marcha sobre la
cuenca hullera.
En los altos de la Manzaneda se ha podido organizar un retén de
trabajadores, más que para combatir al ejército enemigo para observar
sus movimientos. Este no se ha decidido a pasar a San Esteban de las
Cruces, a pesar de haberse enterado de la retirada de los trabajadores.
De haber avanzado, no hubiera encontrado casi ninguna resistencia en
un largo trecho, ya que nuestros camaradas, por falta de material, se
habían visto obligados a regresar a Mieres.
No quiero terminar mis notas sobre este día sin referirme brevemente
a la actitud de los elementos republicanos. Estos no han intervenido
directamente en el movimiento revolucionario, ya que éste ha sido
netamente obrero y perseguía como finalidad la instauración de la
sociedad socialista, pero en más de una ocasión hemos encontrado el
calor de su consejo. Han sido ellos los primeros en insistir cerca del
Comité de Mieres para que lanzase un manifiesto en favor de la
concordia, comprendiendo que fracasado el movimiento era de todo
punto inútil seguir derramando sangre. Nuestras relaciones con los
republicanos no han sido malas en ningún momento, pues aun cuando
existan entre nosotros grandes divergencias ideológicas, es lo cierto
que su apoyo era de todo punto desinteresado. Las advertencias y los
consejos de los elementos republicanos nos han servido de mucho y
esto, aun cuando ideológica y políticamente no estamos dispuestos a
hacerles ninguna concesión, no lo olvidaremos tan fácilmente.
158
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Las condiciones de paz
Se aproxima el momento de la paz. El movimiento revolucionario,
iniciado hace quince días, ha fracasado. El proletariado asturiano, que
tan valientemente ha sabido batirse durante este tiempo, ha sido
momentáneamente vencido. Los camaradas del frente esperan con
impaciencia la orden de retirada definitiva. En los hospitalillos hay
centenares de valientes soldados rojos heridos por las balas enemigas.
Infinidades de madres proletarias empiezan a vestir de luto, no sólo
por la muerte de los seres queridos, sino por el fracaso de la gloriosa
Comuna asturiana. Las calles de las poblaciones mineras se ven llenas
de familias obreras que han tenido que abandonar sus hogares
huyendo de la matanza de los salvajes enemigos. La burguesía respira.
Con el rostro demacrado por los días de miedo y de privaciones,
empiezan los burgueses a abandonar sus guaridas y a presentarse en
público, mirando a los mineros con una mezcla de insolencia y de
temor. En cada edificio ha sido izada una bandera blanca. Es preciso
organizar la paz.
El teniente Torrens sale para Oviedo, a entrevistarse con el general
López Ochoa, a primeras horas de la mañana. Una vez en su presencia
le da a conocer nuestra decisión de organizar la paz. López Ochoa
aprueba diciendo que este es también su deseo. Torrens le refiere las
atrocidades cometidas por el Tercio y los Regulares con los obreros y
con sus familiares. López Ochoa afirma que es la primera noticia que
tiene de todo eso. Torrens le señala entonces concretamente las
carnicerías de Villafría y del cementerio de Oviedo. El general encarga
a Torrens que comunique a los mineros que él desconocía tales
monstruosidades y que está dispuesto a tomar medidas para que no
se repitan. Horas después llega a nosotros la noticia de que López
Ochoa ha hecho fusilar a cuatro moros cogidos en un acto represivo.
Torrens regresa a Sama, donde da cuenta al Comité regional de la
conversación mantenida con el jefe de las fuerzas enemigas. El Comité
da orden en todos los frentes para que cese el fuego durante veinticuatro
horas, mientras continúan las negociaciones de paz. El acuerdo que se
torna es en el sentido de que estas negociaciones sean continuadas
por una auténtica representación del Comité regional y del ejército
rojo. Se ofrece para ello el compañero Belarmino Tomás, el cual sale
para Oviedo con algunos camaradas y con el teniente Torrens.
159
Manuel Grossi Mier
Pasa el primero al despacho de López Ochoa el teniente Torrens, que
le anuncia la presencia de una representación del ejército rojo.
Obtenido el consiguiente permiso, Belarmino Tomás es introducido
cerca del general en jefe de las fuerzas enemigas. Ya se encuentran
frente a frente los representantes del ejército proletario y del ejército
burgués, el minero Belarmino Tomás y el general López Ochoa.
Empiezan oficialmente las negociaciones. Ninguna condición puede
imponer nuestro representante. Es López Ochoa quien en nombre del
ejército y del Gobierno dicta las suyas. Son las siguientes:
1. Los trabajadores deben entregar todas las armas a los guardias
civiles y guardias de asalto que tienen prisioneros.
2. Armamento, como antes del 6 de octubre, de la guardia civil y
demás del Gobierno en poder de los revolucionarios.
3. Respeto de las vidas de los prisioneros en poder de los
revolucionarios.
4. Entrega de la cuarta parte del Comité regional y de los Comités
de Mieres y Trubia a las autoridades del Gobierno.
5. Que los revolucionarios no disparen un solo tiro más contra las
fuerzas gubernamentales.
Belarmino Tomás emite a su vez las condiciones siguientes:
6. Que las fuerzas del Tercio y de Regulares sean retiradas de los
frentes, ya que su comportamiento no es digno de ninguna nación
civilizada y que de continuar en el frente darían lugar a que los
trabajadores se negaran a deponer las armas, sobre todo en los
pueblos más amenazados.
7. Que las mismas fuerzas de Regulares y del Tercio no entrasen en
la cuenca minera, pues ello daría lugar a contratiempos, ya que los
trabajadores, temerosos de que se reprodujeran las escenas
salvajes de Oviedo, seguramente no les dejarían entrar.
López Ochoa dice que no tiene inconveniente alguno en acceder a tal
petición. Los moros y los legionarios no entrarán en la cuenca hullera
y, de hacerlo, será a la retaguardia de la columna que se envíe.
160
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Añade que para ello es preciso que no salga un solo disparo de los
revolucionarios contra la columna que entre en los pueblos mineros,
pues de lo contrario pondrá en la vanguardia al Tercio y a los Regulares.
Belarmino Tomás le hace saber que si bien los Comités aceptan las
condiciones y se comprometen a que las cumplan los trabajadores, no
pueden, sin embargo, garantizar en absoluto que deje de sonar algún
disparo aislado. Ello no puede dar lugar a lo que apunta el general
López Ochoa. Este parece rendirse a las razones de Belarmino y dice
que si sólo se trata de algunos disparos aislados, no se hará caso
alguno.
Puestos de acuerdo en principio, salen de nuevo para la cuenca hullera
los representantes del ejército rojo. Llegados a Sama, se reúnen con el
Comité regional y con los representantes de los Comités de la
provincia. Belarmino Tomás explica su gestión y presenta las bases
concertadas con el general López Ochoa. Nadie da su conformidad a
las mismas. Esas bases y, sobre todo, la que se refiere a la entrega de
la cuarta parte de los Comités responsables, se encuentran de todo
punto inaceptables. Después de amplia discusión se llega al acuerdo
de interpretar dichas bases de forma que el enemigo no se dé cuenta
del incumplimiento referente a la entrega de miembros de Comités.
Se trata ahora de dar cuenta al pueblo trabajador de las condiciones
de paz. Los miembros del Comité regional, junto con el camarada
Belarmino Tomás, salen al balcón del Ayuntamiento de Sama, ante
el cual se agrupa la muchedumbre obrera. Los ánimos están extra-
ordinariamente excitados. Todos los trabajadores saben que el
movimiento ha fracasado, pero aún hay muchos partidarios de seguir
con las armas en la mano hasta derramar la última gota de sangre. La
situación de los Comités no puede ser más difícil. Decirles a los obreros
que deben deponer las armas significa, quizá, un peligro de muerte
para sus componentes. Esto no quiere decir que los trabajadores sean
contrarios a la paz. Lo que sucede es que muchos temen ser víctimas
del Tercio y de los Regulares.
La presencia de los miembros del Comité regional en el balcón del
Ayuntamiento impone el mayor silencio. Belarmino Tomás empieza así
su informe:
161
Manuel Grossi Mier
«Camaradas, soldados rojos: aquí ante vosotros, sin ningún temor,
seguros de que hemos sabido cumplir el mandato que nos habéis
confiado, venimos a daros cuenta de la triste situación en que ha
caído nuestro glorioso movimiento insurreccional. Vamos a daros
cuenta de las conversaciones sostenidas por nosotros con el
general del ejército enemigo, tal como de las bases propuestas por
éste y que debemos aceptar si queremos la paz.
»Tened en cuenta, queridos camaradas, que nuestra situación no
es otra que la de un ejército vencido. Vencido momentáneamente.
Todos, absolutamente todos, hemos sabido responder como
corresponde a trabajadores revolucionarios. Socialistas, comunistas,
anarquistas y obreros sin partido, empuñamos las armas para
luchar contra el capitalismo el 5 de octubre, fecha memorable para
el proletariado de Asturias.
»No somos culpables del fracaso de la insurrección, puesto que en
esta región hemos sabido interpretar el sentir de la clase
trabajadora, que ha sabido demostrar su voluntad con hechos
concretos. No sabemos quién o quiénes han sido los culpables del
fracaso de nuestro movimiento. El tiempo permitirá que todo esto
se ponga en claro. Lo que sí podemos decir es que en el resto de
las provincias los trabajadores no han respondido como era su
deber. Y ante esta abstención, el Gobierno ha podido combatirnos,
no sin antes tener que movilizar cerca de cuarenta mil hombres
armados con los medios de guerra más modernos y perfeccionados.
»Sólo nuestra región resiste y lucha contra el ejército y el Gobierno
de la burguesía. El resto de la Península no da señales de vida en lo
que a la insurrección se refiere, si bien en algunas provincias ha
sido declarada la huelga general, pero sin pasar a más.
»La lucha no se ha planteado como las necesidades exigían. Existía
y existe el temor de tomar las armas, y este temor, por no llamarle
traición, es el que ha determinado precisamente el fracaso de
nuestro movimiento, tan valientemente y con tanto heroísmo
sostenido aquí por espacio de quince días. Tenemos fusiles,
ametralladoras y cañones, pero nos falta lo esencial, que son las
municiones. No disponemos de un solo cartucho. En nuestros
frentes los soldados rojos se ven obligados a sostener el avance
162
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
enemigo, empleando para ello la dinamita. Sólo con esto pueden
los soldados rojos tener a raya al ejército adversario. Como
comprenderéis, esta situación no se puede prolongar un día más,
pues disponerse a resistir significa el ser copados por nuestros
enemigos y ser pasados a cuchillo. Ninguna ayuda podemos
esperar del proletariado del resto de la Península, ya que éste no
es más que un mero espectador del movimiento de Asturias, y
ante esta situación no es posible seguir luchando por más tiempo
con las armas en la mano.
»La artillería enemiga está emplazada y dispuesta a destruir nuestros
pueblos. Nadie mejor que nosotros puede saber los estragos
causados por la aviación. Si reflexionamos sin apasionamiento,
veremos que sólo se nos ofrece un camino: organizar la paz. Para
ello hemos consultado a los Comités revolucionarios existentes, así
como a los jefes de grupo, que se han reunido en los campos de
batalla y han dado su opinión. El acuerdo adoptado por unos y
otros, junto con el Comité regional, ha sido el de tramitar la paz.
Así se ha hecho y he aquí las bases presentadas por el general
López Ochoa.»
Y el camarada Belarmino Tomás lee las condiciones impuestas por el
general en jefe del ejército enemigo y antes mencionadas. La lectura
de estas condiciones da lugar a infinidad de protestas entre los
trabajadores que escuchan. Muchos acusan de traidores a los
miembros de los Comités, otros descargan sus iras sólo contra el
Comité regional. Algunos fusiles apuntan hacia el balcón ocupado por
Belarmino y el resto de los miembros del Comité regional. El momento
no puede ser más dramático. La vida de los camaradas del Comité está
a merced de cualquiera de estos fusiles dirigidos hacia ellos. A pesar
de lo cual, dichos camaradas permanecen inmóviles en el balcón,
esperando fríamente la resolución de los trabajadores. Pasado el
primer momento de confusión, nuestros camaradas tratan de imponer
silencio. Esto parece poco menos que imposible, pues a medida que
pasa el tiempo parece crecer el alboroto y la disconformidad entre los
trabajadores. Pasan así unos diez minutos. Por fin se impone un
silencio relativo, que aprovecha Belarmino Tomás para decir:
163
Manuel Grossi Mier
«Camaradas: Si creéis que somos unos traidores, como algunos
manifiestan, pegadnos un tiro, o hacer con nosotros lo que mejor
os parezca. Pero no continuéis vertiendo sangre cuando ya todas
las posibilidades de éxito están perdidas.
»No nos negamos a luchar y seguiríamos con las armas en la mano
hasta derramar nuestra última gota de sangre, siempre que
nuestro sacrificio se viera compensado con el triunfo de nuestra
insurrección en Asturias y en el resto de la Península. Pero lo que
no podemos admitir y claramente os lo manifestamos, es seguir
gastando un momento más nuestras fuerzas inútilmente.
»No es de cobardes deponer las armas cuando claramente se ve
que es segura la derrota, derrota que no puede considerarse como
tal si pensamos en la potencialidad de nuestro enemigo así como
en los medios y las armas que éste ha tenido que emplear para
combatirnos. Nadie, absolutamente nadie, podrá borrar de la
Historia lo que significa nuestra insurrección. Reflexionad pues,
camaradas, y comprenderéis nuestros razonamientos. La lucha
entre el capital y el trabajo no ha terminado ni podrá terminar en
tanto que los obreros y campesinos no sean dueños absolutos del
Poder.
»El hecho de organizar la paz con nuestros enemigos no quiere
decir que reneguemos de la lucha de clases. No. Lo que hoy
hacemos es simplemente un alto en el camino, en el cual
subsanaremos nuestros errores para no volver a caer en los
mismos, procurando al mismo tiempo organizar nuestra segunda y
próxima batalla, que debe culminar en el triunfo total de los
explotados.
»Conocemos el ensañamiento con que viene actuando el ejército
enemigo. Los crímenes, los atracos, los robos y las violaciones
están a la orden del día del Tercio y los Regulares. Ante el propio
general López Ochoa ha sido expuesto por nosotros todo esto. Nos
ha contestado que no estaba enterado, pero que de ser cierto
tomaría medidas para que estos hechos no se repitan. No sabemos
si ha tomado medidas serias sobre el particular. De palabra nos ha
dicho que sí.
164
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
»También hemos concertado, como ya os he dicho, que no habría
represalias. Yo creo, y conmigo el resto de los camaradas de los
Comités, que ningún caso debemos hacer de lo que sobre este
particular nos ha dicho el general enemigo. El criterio de los
Comités es que una vez fracasado el movimiento y concertada la
paz los más comprometidos se pongan a salvo, y no sólo los
comprometidos, sino todos cuantos puedan y hayan tomado parte
en este heroico movimiento revolucionario.
»Nada más os decimos, camaradas, sobre este particular, siendo
nuestra última palabra un viva a los valientes trabajadores de
Asturias y a la revolución social.»
Terminado este informe, en los alrededores de la plaza del Ayunta-
miento de Sama continúan los murmullos y las manifestaciones
adversas a los jefes del movimiento, teniendo en muchas ocasiones
que dar más amplias explicaciones a los compañeros que las piden. El
conflicto parece resuelto de momento. Pero pronto surge un nuevo
conflicto al proponer alguien que se tome venganza de los crímenes
cometidos con los trabajadores en los detenidos que la revolución
tiene en su poder. El Comité regional, enterado de ello, interviene en
el acto con el fin de evitar lo que se proyecta. Esta intervención logra
calmar los ánimos, consiguiendo que todo se deslice por cauces del
buen sentido.
La orden de paz en Mieres
El Comité de Mieres recibe la orden de dar a conocer a los pueblos el
pacto ultimado con el general López Ochoa. Conocemos lo sucedido en
Sama y comprendemos que si procedemos de la misma manera
ponemos en peligro la vida de los doscientos cincuenta prisioneros
que tenemos en nuestro poder. Se da a conocer esto al Comité
regional, el cual comprende la situación. En consecuencia, decidimos
redactar un manifiesto dando a conocer las bases concertadas con el
enemigo e invitando a los trabajadores a deponer las armas y a iniciar
la retirada. Este acuerdo se da a conocer en Mieres hacia las ocho de la
noche. Según el acuerdo establecido con López Ochoa, las tropas
gubernamentales deben efectuar la entrada en los pueblos de la
cuenca minera a la mañana siguiente.
165
Manuel Grossi Mier
El fuego ha sido suspendido, pero no por eso han abandonado sus
trincheras los soldados rojos. En ellas permanecen esperando que se
les comuniquen los acuerdos recaídos. No podemos perder un solo
minuto. Dichos acuerdos deben ser comunicados a los frentes, así
como a los pueblos y a las aldeas. Salen grupos de compañeros con el
fin de distribuir nuestro manifiesto por toda Asturias. La vida de estos
compañeros ha corrido grave peligro en muchos sitios, pues muchos
de los Comités provisionales nombrados en ciertos pueblos se niegan a
acatar nuestras órdenes y hasta amenazan con fusilar a los camaradas
que distribuyen el manifiesto en cuestión.
La pronta intervención de otros Comités y de algunos camaradas de
gran solvencia en el movimiento obrero ha impedido que estos
fusilamientos se llevaran a cabo.
Alto el fuego
La orden de alto el fuego ya se había convenido. El Comité provincial
reunido conjuntamente con la mayoría de los Comités locales, había
tomado el acuerdo de poner fin al movimiento. Para lo cual se había
publicado un manifiesto que decía así:
«Comité Provincial Revolucionario de Asturias.
»A todos los trabajadores:
»El día cinco del mes en curso comenzó la insurrección gloriosa
del proletariado contra la burguesía, y después de probada la
capacidad revolucionaria de las masas obreras para los objetivos
de gobierno, ofreciendo alternativas de ataque y defensa
ponderadas, estimamos necesaria una tregua en la lucha,
deponiendo las armas en evitación de males mayores. Por ello,
reunidos todos los comités revolucionarios con el provincial, se
acordó la vuelta a la normalidad, encareciéndoos a todos os
reintegréis, de forma ordenada, consciente y serena, al trabajo.
Esta retirada nuestra, camaradas, la consideramos honrosa por
inevitable.
166
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
La diferencia de medios de lucha, cuando nosotros hemos
rendido tributo de ideales y de hombría en el teatro de la
guerra, y el enemigo cuenta con elementos modernos de
combate, nos llevó por ética revolucionaria a adoptar esta
actitud extrema. Es un alto en el camino, un paréntesis, un
descanso reparador después de tanto «surmenaje». Nosotros,
camaradas, os recordamos esta frase histórica: 'Al proletariado
se le puede derrotar, pero jamás vencer.'
»¡Todos al trabajo y a continuar luchando por el triunfo!
»18-10-1934.»
Última reunión plenaria
Hacia las diez de la noche se celebra en Mieres una reunión plenaria,
con delegados de la mayoría de los pueblos de la región. A esta
reunión asiste el teniente Torrens. Se trata de examinar si debe
armarse a los presos que tenemos en nuestro poder o, por el
contrario, debe dejárseles encerrados hasta la entrada de las tropas
gubernamentales. Por unanimidad se toma este último acuerdo.
Se trata ahora de examinar la suerte que puedan correr los jefes de la
insurrección y si deben entregarse o no los más responsables, como ha
solicitado el general López Ochoa. Se acuerda que no se entregue a
nadie. Por lo tanto es preciso poner a salvo a los camaradas más
comprometidos y, entre ellos, al teniente Torrens. Este dice que él no
tiene nada que temer, ya que puede alegar que cuanto ha hecho ha
sido obligado por las circunstancias. Yo mismo trato de hacerle
comprender que el Gobierno para nada tendrá en cuenta sus razones
y que estamos todos dispuestos a hacer cuanto sea posible para que
se ponga a salvo. A pesar de todas nuestras advertencia, el teniente
Torrens no desiste de su propósito de presentarse al general López
Ochoa, ya que ha ido éste al compromiso adquirido con dicho general.
Terminada esta reunión cada compañero regresa a su pueblo, no sin
despedirnos antes por medio de un abrazo fraternal. Todos se sienten
embargados por la emoción. Torrens se queda en Mieres, donde tiene
la orden de López Ochoa de ponerse al frente de la guardia civil, de la
guardia de asalto, de los carabineros prisioneros, con el fin de salir al
167
Manuel Grossi Mier
día siguiente al encuentro de las tropas gubernamentales. Junto con
dos compañeros del Comité, el teniente Torrens visita a los prisioneros,
para darles a conocer la situación y comunicarles el acuerdo concertado
con López Ochoa respecto de las represalias.
Hacia las doce de la noche, se presenta ante el Comité revolucionario
de Mieres una Comisión de republicanos con un manifiesto que se
refiere exclusivamente a la organización de la paz. Desea dicha Comisión
que el Comité la autorice a imprimirlo a primeras horas de la mañana
del día siguiente. Yo empiezo por preguntarles si están dispuestos a
colaborar en la aplicación de las medidas de paz. Me dan una
respuesta afirmativa. Dicen que todos los afiliados de su partido están
dispuestos a hacer cuanto ea posible en el sentido indicado. Se
empieza por cambiar los guardianes rojos de las prisiones preventivas
por elementos republicanos, con el fin de evitar cualquier acto
desagradable.
Son las dos de la madrugada. A estas horas son contadas las personas
que transitan por la calle. Es la calma que sucede a la tempestad.
Pocos logran, sin embargo, conciliar el sueño durante esta noche para
siempre memorable.
Los últimos momentos de la insurrección
El Comité de Mieres celebra su última reunión a primeras horas de la
madrugada del día 19. Se examinan los medios de salvar a los
camaradas más comprometidos. No es posible que todos salgan
juntos. Es preciso, por lo tanto, preparar algunos coches con el fin de
adelantar terreno.
Yo expongo mi criterio de que no podemos marcharnos todos,
abandonando al pueblo a su suerte. Debemos permanecer en nuestro
puesto, hasta la última hora, algunos miembros responsables, con el
fin de que se apliquen todos los trámites previstos para la realización
de la paz. Tenemos, por nuestra parte, infinidad de enemigos, que
aprovecharán nuestra huida para cometer actos vandálicos que
tratarán después de cargarnos en cuenta. Yo no creo que las tropas
gubernamentales puedan hacer su aparición hasta el mediodía, lo cual
nos dará tiempo para ocultamos, después de haber cumplido hasta el
último momento con nuestro deber.
168
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Esta propuesta no es aceptada por el resto de los componentes del
Comité. Alegan que el tiempo que tenemos por delante es muy corto y
que debemos aprovecharlo para ponernos a salvo. Ante esta actitud,
me ofrezco a quedarme solo, con el fin de no abandonar a los
republicanos en la aplicación de las medidas que creo pertinente
aplicar. Puestos de acuerdo sobre esta última proposición, me despido
del resto de mis camaradas y llamo de nuevo a los republicanos, con el
fin de ponerme de acuerdo con ellos. Acuden éstos sin tardar y
empezamos por revisar los locales donde están los detenidos, al
mismo tiempo que las guardias encargadas de su custodia. En esta
labor se agregan algunos camaradas comunistas y socialistas, que
voluntariamente se ofrecen a realizar cuanto se les mande.
Yo soy un marxista, un leninista afiliado al Bloque Obrero y Campesino,
y he procurado desterrar de mí todo sentimentalismo. Sin embargo,
tengo que manifestar que uno de los momentos más emocionantes de
mi vida, incluso de las jornadas revolucionarias, es precisamente este
que estoy describiendo.
En presencia de los prisioneros, les hago varias preguntas respecto del
trato que han recibido durante las jornadas revolucionarias. Todos me
contestan a coro que ningún reproche tienen que hacernos y que nos
están francamente agradecidos por el comportamiento que con ellos
han tenido los revolucionarios. Le pregunto si al ser detenidos, o
después en la cárcel, han sido maltratados de palabra o de hecho.
Responden todos que no. No se les ha dirigido la menor ofensa, la
menor injuria por parte de ningún revolucionario. Me interesa tomar
nota de esto, y asimismo lo hacen mis acompañantes, y entre ellos, los
republicanos.
Igualmente me afirman los prisioneros que durante las jornadas
revolucionarias no se les ha dejado una sola vez sin comer.
Les comunico que al día siguiente entrarán las fuerzas del Gobierno y
que para mayor seguridad de ellos deben permanecer en la cárcel
hasta que dichas fuerzas vengan a ponerles en libertad. Les manifiesto
que no deben temer nada por nuestra parte, pues somos
revolucionarios y enemigos de la clase capitalista, pero no asesinos.
Una vez en libertad, deben ser ellos los que den a conocer nuestro
comportamiento. Deben decir la verdad y nada más que la verdad
sobre lo sucedido.
169
Manuel Grossi Mier
Terminada esta entrevista con los presos, voy en busca del delegado
gubernativo, señor Sergio León, al cual encuentro en el hospitalillo. Le
pongo en antecedentes de todo y le digo que con otras personas que
él crea conveniente debe hacerse cargo del Ayuntamiento hasta que
las autoridades militares dispongan otra cosa. Teniendo en cuenta que
las fuerzas del Gobierno no llegarán hasta las doce del día, le ruego se
traslade a Oviedo, en compañía de algunos republicanos, con el fin de
entrevistarse con el general López Ochoa y exponerle la conveniencia
de adelantar la hora de entrada de las tropas, con el fin de evitar
posibles incidentes. El delegado gubernativo se hace cargo de cuanto
le comunico y toma medidas en consecuencia.
Volvería a empezar...
Con esto doy por terminada mi intervención en el movimiento
revolucionario. Procedo a despedirme de los elementos que tenemos
prisioneros, comunicándoles el término del movimiento y que todos
quedan a disposición de las autoridades gubernativas. Muchos de los
presos me exteriorizan una vez más su satisfacción por el trato
caballeresco que han recibido. Muchos de ellos se ofrecen a ocultarme
en sus casas para evitarme una detención. Tanto insisten a este
respecto, que acepto la proposición de uno de los más significados
elementos de la derecha. Me ocultaré en su casa con el fin de no
inspirar sospechas.
A la entrada de las tropas en Mieres, se fija un bando declarando que
se castigará rigurosamente a toda persona que oculte a un elemento
revolucionario. Aún no había acabado de fijarse este bando cuando la
persona que con tanta insistencia me había ofrecido albergue viene a
comunicarme la necesidad de que abandone inmediatamente su
domicilio, pues de lo contrario se expone a sufrir las consecuencias si
me descubren en su casa. Las fuerzas del Gobierno se encuentran a
diez metros de la casa donde permanezco oculto. Le hago ver el
peligro que corre mi vida de salir en este momento, y él consiente en
que permanezca unas horas más allí. A primeras horas de la noche me
traslado a mi propio domicilio, donde permanecí hasta el momento de
mi detención, el diez de noviembre por la mañana, y debido a una
infame y canallesca delación.
170
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Y ahora sólo me resta decir que al trazar las líneas que preceden, en
medio de las incomodidades de la Casa del Pueblo de Mieres
convertida en cárcel, lo he hecho desprovisto de toda gala literaria.
Soy un minero y un revolucionario, sin otra cultura que aquella que he
podido adquirir a fuerza de sacrificios. El único propósito que
perseguía creo que lo he alcanzado: decir la verdad, la áspera y cruda
verdad. Es una norma en mi vida. Tan es así, que nadie que haya vivido
las jornadas revolucionarias como yo las he vivido, podrá desvirtuar
una sola de mis manifestaciones. Mi relato, mi informe, a falta de
otros méritos, tiene al menos ese, para mí el más valioso: el de la
imparcialidad y el de la objetividad. Yo no sé si esta objetividad será
capaz de zaherir a alguien. Lo sentiría mucho. En todo caso, por nada
del mundo renunciaría a ella.
Y ahora una última palabra. Estoy orgulloso de haber intervenido en la
insurrección de Octubre. No me arrepiento de nada. Si hubiera que
volver a empezar, aun a sabiendas de que nos aguardaba otra derrota
momentánea volvería a empezar. ¿Una derrota momentánea? Es el
comienzo, el camino de la victoria. El proletariado asturiano ha
merecido esa victoria. ¿Quién podrá disputársela? A su lado estará, el
día de la lucha final, todo el proletariado español. Y el proletariado de
mundo entero, que ha contemplado con emoción y esperanza nuestra
gesta de Octubre.
171
Manuel Grossi Mier
EPÍLOGO
«Desde la Commune de París no se había visto nada tan hermoso
como el movimiento revolucionario de Asturias.» Ha dicho esas
magníficas palabras un artista, un gran escritor francés, que ha
contado quizá como nadie la Gran Revolución del 1793 y las
revoluciones de 1830 y de 1848; un hombre, formado en la tradición
revolucionaria de su país, que ha exaltado como una epopeya popular,
y que hoy contempla el mundo y sus convulsiones desde su retiro,
actuando con su pluma siempre joven y hoy al servicio del
proletariado, que crea la nueva epopeya... Ese artista, ese hombre,
que sintetiza en su espíritu el fin del ciclo de las revoluciones
burguesas y el comienzo del ciclo de las revoluciones proletarias, es
Romain Rolland.
¿Hermoso el movimiento revolucionario de Asturias? ¡Ya lo creo!
Pueden los cerriles gobernantes publicar folletitos de encargo para
desvirtuarlo; pueden graznar contra él las Cortes reaccionarias,
tratando de difamarlo; pueden calumniarlo cuanto quieran los
plumíferos a tanto la línea o la mesada; pueden, en fin, anatematizarlo
día tras día todos los clérigos desde el púlpito: ese movimiento
quedará en la Historia como una de las páginas más hermosas escritas
con su sangre por los hombres. ¡Y qué hombres! Los mineros, que
abandonan un día la entrañas de la tierra para elevarse al sol. Esos
hombres han dado como nadie pruebas de valor, de heroísmo, de
generosidad, de sacrificio, de disciplina... ¿Cuándo se vio nada más
hermoso?
La Commune de París trazó el camino. Por vez primera en la Historia,
los proletarios tomaron el Poder revolucionariamente. Sobre sus jefes
pesaban las influencias doctrinales más variadas, entre las que
primaba el proudhonismo pequeño burgués; no habían llegado a una
concreción teórica, revolucionaria, que guiara su acción; los miembros
de la Internacional, fundada por Marx y Engels, no ejercían todavía un
gran ascendiente sobre las masas. Y se carecía, por ende, del
instrumento de revolución, del partido revolucionario que condujera a
esas masas hacia su victoria definitiva. En lugar de iniciar la marcha
sobre Versalles, reducto del contrarrevolucionario Thiers, y de
172
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
aplastarle, para instaurar la dictadura proletaria, los comunalistas, en
un empacho de legalismo, no tuvieron más que una preocupación:
convocar elecciones, con lo cual se perdió un tiempo precioso.
Por otra parte, el París comunalista se vio casi totalmente aislado del
resto de Francia. Thiers aprovechó esta serie de errores y de
circunstancias y, sin pararse en legalismos, haciéndose apoyar incluso
por las bayonetas de Bismarck –todas las burguesías se unen cuando
se trata de aplastar al proletariado revolucionario–, cayó sobre París y
aplastó la Commune en una repugnante orgía de sangre. ¿Fue inútil
aquella gloriosa derrota? En manera alguna. Sus experiencias tenían
que enriquecer extraordinariamente el arsenal revolucionario del
proletariado. ¿Qué experiencias eran éstas? Es menester una teoría
revolucionaria que guíe el movimiento revolucionario, un partido
disciplinado que sepa conducir a las masas a la victoria. Es necesario
unir el movimiento de la ciudad y del campo para la lucha contra el
enemigo común. En fin: es preciso instaurar la dictadura del
proletariado, régimen transitorio de defensa de la revolución y de
aplastamiento del enemigo. Todo el movimiento obrero internacional,
a pesar de transitorias desviaciones, se ha nutrido de aquellas
experiencias. En este sentido, la derrota de la Commune tenía que
ayudar al proletariado a encontrar el camino de la victoria...
Otro jalón en ese camino tenía que ser la revolución rusa de 1905. Esta
se produjo como consecuencia del famoso «domingo rojo». El 9 de
enero de ese año, conducidos por el pope Gapón, los obreros de San
Petersburgo, explotados y oprimidos hasta el extremo límite, acudieron
en manifestación, con estandartes religiosos e imágenes de los zares, a
postrarse de rodillas ante el Palacio de Invierno, implorando al
«padrecito». Este les mandó a los brutales cosacos, que sembraron de
pobres cadáveres la nevada perspectiva Nevski. Esta monstruosa
hazaña, digna del zarismo, conmovió a la inmensa Rusia. Las masas
obreras, antes pacíficas e implorantes, se levantaron indignadas contra
él. Se proclamó la huelga general revolucionaria. A falta de otro tipo de
organización, surgieron espontáneamente los soviets. El zarismo, herido
de muerte, se tambaleó. La revolución fue vencida. La represión hizo
dieciocho mil víctimas. Pero 1905 fue el preludio de 1917. Sin aquella
gloriosa derrota no hubiera podido producirse la magnífica victoria de
Octubre. La sangre de los comunalistas y la sangre de los obreros rusos
tenía que encontrar así su compensación histórica.
173
Manuel Grossi Mier
Después, una nueva serie de derrotas proletarias... Bajo la dirección de
la Spartakusbund de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht el proletariado
alemán, imitando al proletariado ruso, se lanza a la conquista del
Poder. Los socialdemócratas, que en 1914 votaron los créditos de
guerra, en 1918-19 completan su traición ahogando en sangre la
revolución alemana con ayuda de los oficiales kaiseristas. Rosa y Karl
caen asesinados. De capitulación en capitulación, por el camino del
«mal menor», la socialdemocracia acaba entregándole el Poder a
Hitler.
Tras cinco meses de República soviética en Hungría, ésta es aplastada
y conduce a la dictadura de Horthy.
Los obreros italianos ocupan las fábricas en Milán y los campesinos
empiezan a distribuirse la tierra. El movimiento obrero italiano está
muy dividido y carece de un partido disciplinado y con autoridad
suficiente para conducirle a la victoria. El fascismo de Mussolini,
apoyado por la gran burguesía industrial y agraria, conquista el Poder
en 1922 e instaura la más feroz de las dictaduras.
En Austria triunfa la revolución en 1919. Los austromarxistas toman el
Poder, pero para entregárselo a la burguesía. Viena está en sus manos.
Organizan una policía socialista. Construyen magníficas casas. No
saben utilizar su fuerza. En 1927 aplastan en nombre de la democracia
burguesa, un movimiento insurreccional del proletariado vienés. El
fascismo católico de Dollfus va ganando terreno, sin que los austro-
marxistas le opongan otra cosa que bellas frases y llamamientos
desesperados a la Sociedad de las Naciones. En febrero de 1934 el
proletariado austríaco, desesperado, se lanza a una lucha condenada
al fracaso. Es demasiado tarde ya. El enemigo ha conquistado sólidas
posiciones. La Commune austríaca es ahogada en sangre.
¡Qué trágica cadena de derrotas! ¿Cuál será el nuevo eslabón
revolucionario?
El movimiento obrero español ha sabido aprovechar, claro está, las
experiencias del movimiento obrero internacional. La Commune de
París tuvo una gran repercusión en España. Los obreros catalanes y los
campesinos andaluces miraban hacia el París revolucionario. Nuestros
republicanos, faltos de visión política, incapaces de aprovechar las
fuerzas obreras y campesinas en movimiento para llevar a cabo la
174
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
revolución democrática en España, no se cuidaron más que de
perseguirlas y acerrojarlas, preparándoles así el lecho a Pavía y a la
restauración monárquica. Con eso no consiguieron, sin embargo,
arrancar del corazón de las masas españolas la gesta gloriosa de los
comunalistas. Cada año, los trabajadores españoles celebraban esa
efemérides, que no ha sido sustituida más que por otra: el triunfo de la
revolución rusa, el 7 de noviembre de 1917.
Esta encontró también un eco formidable en España. El gran
movimiento huelguístico de 1918 a 1921 se produjo bajo la influencia
de la revolución rusa. Mejor dirigido, ese movimiento hubiera podido
culminar en una victoria revolucionaria.
Después, el triunfo de Mussolini en Italia determinó, en gran parte, el
de Primo de Rivera, su caricatura, en España. ¿Y quién puede dudar
que el triunfo de Hitler en Alemania y el de Dollfus en Austria, el
primero conseguido sin lucha, el segundo tras una insurrección
fracasada, han servido para aleccionar al proletariado español?
Este cuenta, sin embargo, con experiencias propias, nacionales.
Octubre de 1934 no es sino la culminación histórica de todo un
proceso revolucionario, iniciado en 1909, y que tiene en su haber la
huelga general de 1917; el movimiento huelguístico, ya indicado, de
1918 a 1921; el de 1930, que aboca en la insurrección de Jaca y,
finalmente, en la proclamación de la República, verdadero comienzo
de la revolución española, de la cual es Octubre la más brillante etapa.
Sean cual fueren los altibajos que nos reserve el porvenir inmediato,
ese proceso no puede terminar más que con la victoria definitiva del
proletariado español.
«Los socialistas asturianos no son como los demás socialistas», me
decía estos días el anarquista Durruti en la Cárcel Modelo donde trazo
estas líneas. Durruti ha querido decir, sin duda, que los socialistas
asturianos –y yo añadiré que los obreros asturianos en general– están
más curtidos en la lucha, mejor preparados para la batalla insurreccional,
que los del resto de España.
En la mayoría de los países han solido ser los mineros quienes han
mantenido luchas más reñidas con las compañías explotadoras. La
cuenca minera asturiana no podía ser una excepción.
175
Manuel Grossi Mier
Los trabajadores astures se han templado para la lucha a través de
duras batallas de clase. ¿Quién no recuerda aquellas huelgas en que
los mineros, para poder resistir mejor, tenían que mandar a sus hijos a
otras regiones y en que sus bravas compañeras se acostaban sobre los
raíles para que no pasaran los trenes de mineral?
La Alianza Obrera, organizada inicialmente en Cataluña –y ello
constituye un gran orgullo para nuestro Bloque Obrero y Campesino–,
encontró en Asturias, desde el primer momento, su organización más
completa y más perfecta. A ella dio su adhesión, contrariamente al
resto de España, la Confederación Nacional del Trabajo. De hecho,
englobaba a la totalidad del proletariado organizado de Asturias. Los
dos grandes artífices de la Alianza, al lado de nuestro camarada Grossi,
fueron José María Martínez, sindicalista, y Bonifacio Martín, socialista.
Asesinados durante la represión, hoy son los dos héroes, que
simbolizan el heroísmo colectivo, del proletariado astur.
¿Quién es Grossi, autor de este libro? Pocos le conocen fuera de
Asturias. Es joven, muy joven; no llega a los treinta años. Y es un
proletario, un minero. Su rostro es enérgico e inteligente. Sus ojos
tienen la fiereza de los revolucionarios convencidos, acostumbrados a
mirar cara a cara a la vida y a quienes hoy la administran. Me lo decía
hace poco en Madrid un abogado: «Grossi es un muchacho
inteligentísimo, que sabe lo que se hace y cómo lo hace.»
Grossi ha jugado un papel de primer orden antes y durante la
insurrección asturiana. Mieres fue el centro insurreccional y Grossi era
en Mieres el representante de la Alianza Obrera. A él le cupo designar
el primer Comité revolucionario y dirigió la primera batalla
insurreccional, que decidió las demás. Lo han querido así las
circunstancias, pero también sus magníficas dotes de revolucionario,
de organizador y –¿por qué no pronunciar la palabra?– de jefe. Un jefe
revolucionario no lo es porque él se lo diga o trate de erigirse en tal; lo
es porque sabe, en los momentos decisivos, ser el intérprete de las
masas, ganarse su confianza, sintetizar sus aspiraciones. En este
sentido, nuestro camarada ha sido un jefe.
176
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Digamos ahora dos palabras sobre el libro. Lo primero que verá el
lector es que no ha sido hecho por un escritor. Está exento de galas
literarias. Es una obra sin pulir. Yo la prefiero así. Esas notas breves,
directas, como aguafuertes, tienen un sabor de cosa vivida de
verdadero documento humano. Es el diario de un combatiente rojo
que, en el silencio carcelario, va rememorando las escenas vividas
durante la lucha. La insurrección asturiana inspirará muchos libros,
tantos como inspiró la Commune de París. Serán crónicas o reportajes
o estudios vistos después de los hechos, a través de referencias; el
estilo literario será más pulido y su arquitectura más perfecta; pero
siempre que se quiera recoger una sensación de realidad, de vida,
habrá que acudir al libro de Grossi como a una fuente prístina.
El proletariado aprende siempre, tanto en sus derrotas como en sus
victorias. Y quizá más aún en las primeras que en las segundas. En este
sentido, Octubre es una extraordinaria lección, una lección única.
Por vez primera en la Historia, los trabajadores de una región española
han tenido el Poder en sus manos, han pasado por el fuego de la guerra
civil, de una verdadera insurrección armada. No nos corresponde
estudiar aquí por qué fracasó Octubre; otros lo han hecho y lo harán
con todo detalle en su día. En todo caso, ninguna responsabilidad
incumbe por ese fracaso a los valientes trabajadores asturianos.
Octubre es con relación a las futuras batallas revolucionarias de
nuestro país lo que fue 1905 con respecto a 1917 en Rusia: el preludio
de la gran revolución triunfante, una especie de ensayo general. Pero
con una diferencia fundamental: que las condiciones del país y las
posibilidades combativas del proletariado español no tienen semejanza
alguna con las condiciones de la Rusia de 1905 y con las posibilidades
del proletariado ruso. Los trabajadores españoles cuentan con una
tradición de lucha y unas organizaciones de clase que no poseían los
trabajadores rusos. Vencida la revolución del 5, en Rusia hubo que
esperar una nueva coyuntura revolucionaria. En España, el proceso
revolucionario no se ha interrumpido. Sigue más viril, más consciente,
más seguro que nunca. Nada podrán contra él los ardides de la
burguesía, de derecha o de izquierda, si el proletariado español sabe
mantener su unidad de clase y su independencia de clase para la
realización de sus objetivos de clase.
177
Manuel Grossi Mier
El camarada José M. Martínez, el héroe sindicalista asturiano, pocas
horas antes de morir, en unas sencillas y sublimes palabras expresó el
deseo de que el proletariado español se mantenga unido, cada vez
más unido, si quiere vencer. El partido al cual pertenecemos Grossi y
yo, haciéndose eco de ese deseo, que es la aspiración de las grandes
masas obreras y campesinas de España, ha lanzado tres consignas
unitarias: fortalecimiento de la Alianza Obrera, una sola Central
Sindical, un Partido Marxista Único.
Julián. G. Gorkin
Cárcel Modelo, Valencia, julio de 1935
178
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
POST SCRIPTUM
(1978)3
Los hechos históricos que se reseñan en este libro pudieron haber
cambiado íntegramente la estructura orgánica de los destinos político-
económicos y sociales de la Península Ibérica en octubre de 1934 si
cuando el fascismo inició su intento de apoderarse del aparato del
Estado (que había logrado en parte) hubiesen todas las organizaciones
obreras de España respondido con las armas en la mano, de la misma
manera y con igual valentía que supo hacerlo la clase obrera de
Asturias, unida entre sí, bajo el control y dirección de la Alianza Obrera
Revolucionaria.
No sucedió así y de ahí que aquel error de la abstención de los anarco-
sindicalistas, fuera de la región asturiana, unido al débil temple de una
gran rama de los republicanos llamados ‘de izquierda’ así como de una
parte de la dirección de la Unión General de Trabajadores y del Partido
Socialista Obrero Español, que ni ayer, ni hoy, han visto con buenos
ojos la heroica decisión de los trabajadores asturianos en octubre de
1934, haya acarreado las desastrosas consecuencias que ha vivido el
pueblo español desde hace más de cuatro decenios y que en el día de
hoy aún continúa sometido a las direcciones de los fuertes residuos
reaccionarios de los antiguos tiempos del “Caudillo”.
Asturias siempre ha sido una de las regiones de España donde la clase
obrera ha contado con una preparación, tanto política como sindical,
muy meritoria. Lo ha demostrado en todos los movimientos
huelguísticos de carácter reivindicativo económico, así como en sus
acciones políticas. Por eso en la templada historia del movimiento
obrero peninsular le corresponde un lugar preferente como vanguardia
en el combate por la emancipación de la clase trabajadora.
Porque es allí, a la sombra de gigantescas montañas, difíciles de
escalar, donde se forjan los corazones de aquellos parias del subsuelo.
Allí redobla el eco de la potente voz de aquellos hijos astures que no
pueden vivir sin aires de libertad. Por ella luchan, y lo suelen entregar
todo, hasta la propia vida, ya que un asturiano falto de libertad
languidece en su caminar.
3
Parte de esta Introducción fue escrita en 1971 para la edición Francesa, he creído conveniente
revisarla y ponerle la fecha que lleva indicada, para la nueva edición en castellano. [M.G.M]
179
Manuel Grossi Mier
La Confederación Nacional del Trabajo (tendencia anarquista) y la
Unión General de Trabajadores (socialista) eran, antes, y lo continúan
siendo ahora, pese a las repetidas y cerradas dificultades de la
clandestinidad, así como a los duros martirios represivos que sufrieron
ayer, y que en parte aún no han cesado hoy, las dos organizaciones de
base sólida cuyos cimientos han sido afianzados a través de múltiples
batallas contra la patronal minero-metalúrgica.
En igual sentido se puede mencionar la firme estabilidad del Partido
Socialista Obrero Español organización de gran arraigo dentro de los
medios obreros de la región asturiana, con aplastante mayoría política
en la cuenca minera, hecho que se debe a que, casi, la totalidad de los
trabajadores de la mina se puede decir que han recibido una educación
social muy profunda, salida del Sindicato Minero Asturiano (UGT),
íntegramente socialista.
En los meses de febrero-marzo de 1934, se celebran asambleas de
todas las organizaciones obreras de la región asturiana, en el Centro
de Sociedades Obreras de Oviedo, local perteneciente al PSOE-UGT.
Estas asambleas son convocadas por la Confederación Regional del
Trabajo (CNT) y por el Comité Provincial de la Unión General de
Trabajadores de Asturias.
La principal misión de esta reunión, convocada por socialistas y
anarco-sindicalistas, es la de poder llegar a la unidad de acción de
todas las fuerzas obreras de Asturias mediante la creación del
organismo unitario de combate, La Alianza Obrera Revolucionaria.
La A.O.R. habrá de formalizarse, desde su principio orgánico, con
cuatro puntos principales que se resumen así:
* Como organismo de unidad de acción.
* Centro de propaganda unida y de mutua comprensión entre las
organizaciones comprometidas en el Pacto.
* Órgano de preparación militar.
* Centro regulador de poder político, económico y social.
180
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Este principio orgánico de la A.O.R. era de suma urgencia y se hacía sin
pérdida de tiempo, ya que la acelerada marcha de las fuerzas reaccio-
narias y pro-fascistas se encaminaba a pasos de gigante hacia la toma
del poder, desde donde ahogaría los más mínimos brotes de las
libertades alcanzadas por la República.
Lo cierto es que la responsabilidad de lo que venía sucediendo recaía
sobre todo el conglomerado de los grupos que se decían republicanos,
sin librar ni querer sacar de la responsabilidad al Partido Socialista
Obrero Español, en su integridad, muy propenso siempre a resabios
personales, que tantos daños han causado, en todos sus escalones, a
la estabilidad y consolidación de la República.
Dígase lo que se quiera, y aunque se trate de oscurecer la verdad, lo
uno y lo otro ayudó e hizo revivir las fuerzas de derecha, y por lo tanto
allanó el camino de la pérdida de la República, a la que socialistas y
republicanos habían entonado tantas loas.
Tanto es así que no faltaron momentos –¡momentos aquellos!– en
que no era menguada la represión contra el movimiento obrero
revolucionario, mientras se hacía la vista gorda al amamantar de los
cachorros del fascismo que en algunos lugares de la Península iba
tomando carácter de milicia militarizada, con multiplicidad de atentados
personales.
Al llamamiento de la C.N.T.-U.G.T. de la región asturiana, acudieron el
Partido Socialista Obrero Español, Sindicato Minero Asturiano, Bloque
Obrero y Campesino, Izquierda Comunista, Juventudes Socialistas,
Juventudes Libertarias, Juventud Comunista Ibérica (BOC) y el Partido
Comunista d España (sección de Asturias).
Las dos organizaciones proponentes C.N.T.-U.G.T. habían celebrado,
entre ellas, unas reuniones preliminares, llegando a un acuerdo de
principio, sobre las bases del Pacto de unidad de acción.
Una vez presentado el convenio contraído por las dos organizaciones
sindicales a la asamblea constitutiva, es aprobado por todas las
delegaciones de las organizaciones convocadas, a excepción de la del
Partido Comunista, que como siempre que se trata de la unidad de
acción de la clase obrera y la dirección no cae en manos de los
tovarich, comienzan por formar un revuelo con cerrada oposición,
181
Manuel Grossi Mier
además de desplegar una labor de zapa visiblemente contrarre-
volucionaria, resultándoles indiferente lo que con tales algaradas
puedan favorecer a las fuerzas enemigas.
Parece ser ¡Un solo parecer! que en la hora actual el Partido
Comunista trata de tapar, con una de cal, y la otra de arena, sus
garrafales errores, pasando por aquel octubre de 1934, y deslizándose
por todo el período de la guerra civil, en la cual, operando a las
órdenes de Stalin (así lo dicen ahora) se han enlutado millares de
hogares españoles. Estamos obligados a colocar en lugar preferente el
vil asesinato de Andreu Nin, miembro del Comité Ejecutivo del Partido
Obrero de Unificación Marxista, en el que tiene parte preferente de
iniciativa Dolores Ibarruri la «Pasionaria» cuya voz ejecutiva contra el
P.O.U.M. va ligada al doloroso calvario sufrido por nuestro digno y
honroso camarada, Andréu.
Puede ocurrir que el Partido Comunista se haya dado cuenta de que
los aires de hoy no les son tan agradables ni suaves como los de ayer, y
en las reglas de juego reconozcan que se precisa ser un poquito más
limpios. Pero así y todo, la realidad nos demuestra que el Partido
Comunista continúa su añejo modus faciendi, pese a todos esos
truquillos del eurocomunismo, que es un camelo, video lupum, al cual,
ya sea de lejos o de cerca, se le ven las garras de la hipocresía. Es el
respirar táctico de un Partido Comunista con ansias de poder. En fin,
algo que resulta despreciable. Primero: Por la traición que encierra
contra la verdad de Lenin, y todo cuanto se parezca a marxismo
revolucionario. Segundo: Por la traición que significa al marxismo-
leninismo en su lucha cerrada contra el capitalismo. Lo uno y lo otro
colocan al PCE en la vanguardia de la contrarrevolución.
He aquí el Pacto que reglamenta las bases de compromiso de unidad
que dio forma orgánica a la Alianza Obrera Revolucionaria de Asturias
en 1934:
“Las organizaciones que subscriben, Unión General de Trabaja-
dores, y Confederación Nacional del Trabajo, convienen entre sí
en reconocer que frente a la situación económico-política del
régimen burgués de España, se impone la acción mancomunada
de todos los sectores obreros con el exclusivo objeto de
promover y llevar a cabo la revolución social. A tal fin, cada
182
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
organización de las que suscriben queda comprometida a
cumplir el compromiso fijado en este Pacto, bajo las condiciones
siguientes:
“Las organizaciones firmantes de este pacto trabajarán de
común acuerdo hasta conseguir el triunfo de la revolución social
en España estableciendo un régimen de igualdad económica,
política y social, fundado sobre principios socialistas federalistas.
“Para la consecución de este fin, se constituirá en Oviedo un
Comité Ejecutivo en representación de todas las organizaciones
adheridas a este Pacto, el cual actuará de acuerdo con otro
nacional y del mismo carácter para los efectos de la acción
general de toda España.
“Como consecuencia lógica de las condiciones primera y
segunda de este Pacto queda entendido que la constitución del
Comité Nacional es premisa indispensable, en caso de que los
acontecimientos se desenvuelvan normalmente, para emprender
toda acción relacionada con el objetivo de este Pacto, por
cuanto el mismo trata y pretende la realización de un hecho
nacional. El Comité Nacional que ha de constituirse será el único
que autorizadamente podrá ordenar, al que queda en Oviedo,
los movimientos a emprender en relación con el general en toda
España.
“Se constituirá en toda Asturias un Comité en cada localidad,
cuya composición deberá estar integrada por delegaciones de
cada una de las organizaciones firmantes de este Pacto, y
aquellas otras que adhiriéndose sean admitidas por el Comité
Ejecutivo.
“A partir de la fecha en que este Pacto sea firmado cesarán
todas las campañas de propaganda que pudieran entorpecer o
agriar relaciones entre las partes aliadas, sin que esto signifique
dejación de la labor serena y razonada de las diversas doctrinas
preconizadas por los sectores que integran la Alianza Obrera
Revolucionaria, conservando, a tal fin, su independencia
colectiva.
183
Manuel Grossi Mier
“El Comité Ejecutivo elaborará un plan de acción que mediante
el esfuerzo revolucionario del proletariado asegure el triunfo de
la revolución en sus diversos aspectos, y consolidándola según
las normas del convenio previamente establecido.
“Serán cláusulas adicionales al presente Pacto, todos los
acuerdos del Comité Ejecutivo, cuyo cumplimiento es obligatorio
para todas las organizaciones representadas, siendo estos
acuerdos de obligada vigencia, tanto en el período preparatorio
de la revolución como después del triunfo de ésta. Sobre-
entendiéndose que las resoluciones del referido Comité Ejecutivo
se inspirarán en el contenido de este Pacto.
“El compromiso contraído por las organizaciones que subscriben
terminará en el momento en que haya sido implantado el
régimen señalado en el apartado primero, con sus órganos
propios elegidos, voluntariamente, por la clase trabajadora y por
el procedimiento que haya preceptuado la obra dimanante de
este Pacto.
“Considerando que este Pacto constituye un acuerdo de
organizaciones de la clase trabajadora, para coordinar la acción
contra el régimen burgués y abatirlo, aquellas organizaciones
que tuvieran relaciones orgánicas con partidos burgueses las
romperán automáticamente para consagrarse, exclusivamente,
a la consecución de los fines que determina el presente Pacto.
“De esta Alianza Revolucionaria, forma parte, por estar
previamente de acuerdo con el contenido del Pacto, la
Federación Socialista Asturiana.
Asturias, 28 de marzo de 1934.”
Pese a la corriente revolucionaria que se manifestaba en las masas
obreras de Asturias a favor de la A.O.R. no se ha de dejar de
mencionar que desde febrero de 1934, el Partido Comunista se
desgañitaba lanzando falsos y trucados adjetivos contra esta unidad
centralizada en la A.O.R. Las andanadas contra la disgregación de la
clase trabajadora, tanto las descargaban desde la prensa como desde
la tribuna, remachando el clavo con un manifiesto que entre otras
insensateces terminaba así:
184
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
“¡TRABAJADORES! No os dejéis engañar por ese falso camino
que os brindan para la unidad.
“Vuestros jefes os traicionan. La Alianza Obrera es el nervio vivo
de la contrarrevolución.
“¡ABAJO LA ALIANZA OBRERA DE LA TRAICIÓN!”
Esto lo propagaba el Partido Comunista 24 horas antes de que en
Asturias fuese emprendida la acción revolucionaria.
Es decir al declinar del día 4 de octubre de 1934. Más tarde, al estallar
el movimiento en la madrugada del día 5, estos mismos elementos del
Partido Comunista tropezaron con la realidad combativa de los
trabajadores, unidos en la acción del combate, y claro está, como
hacen siempre, se vieron obligados a confesar sus errores, y como si
no existiera ninguna responsabilidad, solicitaban el ingreso en la
Alianza Obrera Revolucionaria, que por golpe de magia, y de la noche a
la mañana –y quizás también, por órdenes recibidas de los tovarichs
del Kremlin– reconocían que había dejado de ser el «nervio vivo de la
contrarrevolución». ¡Qué contrastes más engañosos guarda la vida!
Sería de desear que la juventud de hoy se aleccionara en la historia de
aquel cercano ayer. Quizás tal estudio le sería muy provechoso para no
ser víctima de hipócritas y falsos engaños venidos de aquellos que se
las arreglan para vivir de las ideas, y no para las ideas, ya que el vivir
de las ideas es muy propenso a venderse por cuatro cuartos a
cualquier Stalin.
Lo cierto es que los comunistas, una vez incorporados a la unidad de la
lucha, combatieron con valentía, como hemos luchado todos los
combatientes de aquella contienda.
Pero lo que es preciso aclarar es que, unido al despliegue de los
revolucionarios en el frente, y cuando las demás organizaciones
entregaban todas sus fuerzas al combate cerrado contra el enemigo, la
actuación del Partido Comunista se vinculaba a una pronunciada y
tendenciosa acción partidista que en algunas ocasiones además de
perjudicar la unidad de los combatientes se hacía altamente dañina
para el conjunto de la acción.
185
Manuel Grossi Mier
He aquí la formación del Comité Ejecutivo Regional de la Alianza
Obrera Revolucionaria de Asturias, que en contacto permanente con
los diferentes comités locales fue partícipe y dirigente de la lucha
revolucionaria de los quince días de Revolución Socialista.
Presidente: Bonifacio Martín, en representación del P.S.O.E. y de la
U.G.T. Ponderado militante socialista, fusilado en los alrededores de
Lugones, como a seis kilómetros de Oviedo, por las tropas mercenarias
de vanguardia que operaban a las órdenes del General López Ochoa.
Vice-Presidente: Manuel Grossi Mier, en representación del Bloque
Obrero y Campesino.
Secretario: José María Martínez, en representación de la Confederación
Regional del Trabajo, de Asturias, León y Palencia (C.N.T.). Este gran
hombre apareció muerto en los alrededores de Sotiello, pueblo
lindante con Gijón, a una distancia de unos ocho kilómetros, el día 12
de octubre de 1934. La muerte de este leal compañero, ejemplar,
sincero y auténtico revolucionario, muy difícil de igualar, encierra un
misterio, que sólo sus más próximos compañeros de combate podrían
aclarar.
Tesorero: Graciano Antuña, representando al Sindicato Minero
Asturiano (U.G.T.) fusilado por los llamados ‘nacionales’ de Oviedo en
1936, después de haberle aplicado métodos inhumanos de tormento.
Este gran combatiente y minero socialista supo morir con entera
dignidad, como sólo saben morir los hijos de las minas de aquellas
líricas y heroicas tierras asturianas.
Eran miembros, igualmente, del Comité Regional de la A.O.R. de
Asturias, Amador Fernández, Montes, Ramón González Peña, Belarmino
Tomás Álvarez, y Perfecto González, fusilado este último por las
fuerzas franquistas en 1942 después de haber trepado por las
montañas astures, por espacio de cuatro años, con las armas en la
mano, junto con sus compañeros guerrilleros, en reñida lucha contra
las fuerzas represivas al servicio del régimen dictatorial que padecía
España.
Por la C.N.T. junto con José María Martínez, también formaba parte
del Comité Regional di A.O.R. Avelino Entrialgo.
186
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Las Juventudes Socialistas estaban representadas por Ángel Fierro,
Rafael Fernández, y el ponderado y gran animador Otero, joven
socialista de Sama de Langreo.
Las Juventudes Libertarias se habían adherido, siendo representadas
por los compañeros de la C.N.T. ya citados.
Marcelino Magdalena y José Prieto, de Mieres, miembros del Bloque
Obrero Campesino, formaban parte del Comité de la Alianza Obrera
Revolucionaria, en calidad d asesores, teniendo también la misión de
representar a la Izquierda Comunista, así como a la juventud Comunista
Ibérica.
A Javier Bueno, el gran periodista y director del diario socialista
«Avance», de Oviedo, se le había encomendado la propaganda escrita.
Este dignísimo hombre, de temple de acero y de entereza humana en
todos los órdenes de la vida, llegado el alto el fuego de la guerra civil
no pudo encontrar medios para salir de Madrid, donde fue hecho
prisionero por las llamadas fuerzas ‘nacionales’ y condenado a muerte
por garrote vil, condena criminal, llevada a cabo en la Cárcel de Madrid
en 1939.
Y, ahora querido lector, como final de este apunte histórico, es preciso
que sepas que el manuscrito, «Diario episódico de la INSURRECCIÓN
DE ASTURIAS. Quince días de revolución socialista» fue escrito con
sangre de los mineros asturianos, pocas semanas después de haber
cesado el combate.
Fue allí, en los sótanos de la Casa del Pueblo de Mieres que las fuerzas
de represión habían convertido en cárcel, centro de tortura, y refinado
martirio contra los heroicos parias del subsuelo, mineros asturianos.
Sí, contra esos hombres, que en el firme caminar de la revolución
socialista, habían perdido una batalla, pero sin haber cesado jamás de
pensar y creer en la victoria.
Pues bien, de aquellos sótanos salieron mis primeras cuartillas escritas.
Confieso que aunque la iniciativa de historiar los hechos vividos partió
de mí mismo, fui animado, en todo momento, por mis camaradas de
infortunio, todos detenidos en aquella pieza subterránea donde el
sudor de la humanidad hacia que el agua alcanzase nuestros tobillos.
187
Manuel Grossi Mier
Claro que esto sucedía después de haber recibido las caricias
represivas que las llamadas ‘fuerzas del orden’ reservaban para estos
casos.
Cierto que todos los relatos cuando son nacidos de movimientos
revolucionarios, guardan en sí pasajes extraordinariamente heroicos y
aleccionadores, de aquí que el manuscrito de la INSURRECCIÓN DE
ASTURIAS cuente también con su historia.
La verdad es que aquellas horas despedían terror, dolor, y sangre. La
represión era enorme. Terrible. Algo de temer. Tanto es así que
aquellos que hayan pasado por aquellos trances no habrán olvidado
las horas fatales que revive el recuerdo.
Las cuartillas escritas se iban sacando al exterior de la improvisada
cárcel como se podía. Se desafiaba el peligro de tan oscuro momento.
Ciertamente que el haber sido descubierto en tal empresa suponía
perder la vida.
Testigos de esta reseña pueden ser, en el día de hoy, algunos
compañeros que en aquellos luctuosos momentos se encontraban
presos conmigo, después de haber sufrido los mismos, o quizás más
duros, tratamientos represivos, ya sea durante el período de
internamiento, en la Casa del Pueblo de Mieres, Adoratrices en
Oviedo. Modelo de Oviedo o en la cárcel del Coto de Gijón.
Sí, quizá a ellos, a los que como yo, ya han perdido el caminar juvenil,
al leer estas líneas hoy, les vuelva a la memoria el recuerdo de
aquellos tiempos heroicos, y por cierto un tanto lejanos, en que
alentados por nuestra juventud, y aleccionados por un ideal socialista,
habíamos luchado unidos por una sociedad sin clases donde se hiciera
regla de ley efectiva la justicia y la libertad.
Esforzados compañeros, en contacto con mis familiares, hacían llegar
mis escritos hasta Barcelona, donde también por medios clandestinos
se hacían cargo de ellos Germinal Vidal, Miguel Pedrola, Pedro Pagés,
Wilebaldo Solano, y Galo, todos ellos miembros del Comité Ejecutivo
de la Juventud Comunista Ibérica, quienes los remitían a la dirección
de mi Partido, el Bloque Obrero Campesino, siendo la misma dirección
del B.O.C. la que después de habérmelo solicitado por escrito, y en
visita personal a la Cárcel del Coto de Gijón, quedó autorizada para
188
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
formalizar en libro mis escritos sobre los hechos vividos durante la
Insurrección de Asturias en octubre de 1934.
Cierto que tal reseña es cruda y huérfana de arte literario, pero ligada,
en todo y por todo, a la verdad de los hechos sucedidos. A aquél, o
aquéllos, que no se sientan de acuerdo –confieso que lo siento–
espacio libre les queda para desdecir mi verdad, cosa muy difícil ya
que la reseña brota de los acontecimientos vividos.
El U.H.P. –Unión Hermanos Proletarios– de aquel octubre socialista
permanece más vivo que nunca, en el conjunto de los valientes
trabajadores asturianos.
Cierto que la lección ha sido muy dura y sangrante, pero también
altamente educativa para la juventud revolucionaria que lucha en
vanguardia por una sociedad socialista donde la justicia y la libertad se
hagan más humanas, más comprensibles, y más fraternas entre todos
los asalariados del mundo.
189
Manuel Grossi Mier
NOTAS A LA EDICIÓN FRANCESA
Mil novecientos treinta y tres, es el año de la llegada de Hitler al poder
en Alemania. El período abierto por las grandes luchas revolucionarias
de 1918-1923 se cierra con la victoria del nazismo. La clase obrera
alemana, la mejor organizada de Europa Occidental, ha sido derrotada,
peor aún, sin combate. La derrota del proletariado alemán abre un
nuevo período, el de la guerra mundial, la guerra contra la Unión
Soviética, la ofensiva contrarrevolucionaria de los émulos del nazismo.
Por el momento esa ofensiva alimenta las reacciones defensivas del
movimiento obrero, que se manifiestan mediante una aspiración
profunda por la unidad obrera a fin de evitar que se repita lo ocurrido
en Alemania.
Esta reacción defensiva se traduce en España bajo la forma de la
«Alianza Obrera Revolucionaria», frente único de las organizaciones
obreras para la defensa de la democracia y de las instituciones de la
democracia proletaria: Casas del Pueblo, Centros Obreros, Ateneos
Obreros, etc., contra el fascismo. En octubre de 1934, el proletariado
español, agrupado solamente en parte en la Alianza Obrera, choca
contra la contrarrevolución, encarnada entonces en la «Confederación
Española de Derechas Autónomas» (C.E.D.A.) y su principal dirigente
José María Gil Robles, «Jefe» además del partido social-católico,
Acción Popular. En Asturias, este choque se convierte en insurrección.
Allí, durante quince días, el proletariado asturiano, que había reunido
todas sus tendencias en sus Comités Revolucionarios formados por
representantes de sus organizaciones sindicales y políticas, resiste al
ejército del gobierno en el Gil Robles ocupa un puesto. La revolución
asturiana y su grito U.H.P (¡Unión Hermanos Proletarios!) juegan un
papel capital en la historia del movimiento obrero español.
El ejemplo de la insurrección asturiana instaurando el poder de las
organizaciones obreras unidas –Federación y sección del Partido
Socialista Obrero Español (P.S.O.E.), el Bloque Obrero y Campesino
(B.O.C.), de la Izquierda Comunista (trotskista), de la Unión General de
Trabajadores, de la Confederación Nacional del Trabajo y de la
Confederación General del Trabajo Unitaria–, verdadero embrión de
190
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
gobierno obrero, ha nutrido el desarrollo de una parte importante de
la clase obrera, por ejemplo, el de las Juventudes Socialistas que
desfilan el primero de mayo de 1936 en Madrid al grito de «¡Gobierno
obrero!».
Sin embargo, este aspecto de la revolución asturiana, el más notable,
no será meditado, o casi no lo será, a pesar del grito siempre repetido,
pero poco a poco vaciado de su sentido, de ¡U.H.P.! Para la mayoría
del movimiento obrero organizado, la Revolución de octubre de 1934
terminará por significar, ante todo, la brutal represión de Asturias, las
decenas de miles de obreros encarcelados... Precisamente bajo la
bandera de octubre del 34, al grito casi ritual de «¡U.H.P.!» y para la
liberación de los encarcelados, se sitúan las elecciones de febrero de
1936, en las que triunfa el Frente Popular. Para unos este era el medio
que permitía la amnistía de los presos, para otros era la «forma
original del desarrollo de la revolución en su etapa actual, es decir, en
su etapa democrático-burguesa»4 Esa «forma original», el Frente
Popular, reúne, sobre la base de un programa burgués, organizaciones
obreras y burguesas y, por eso mismo, se diferencia radicalmente de la
Alianza Obrera, frente único de las organizaciones de la clase obrera.
En la hora del levantamiento militar de julio de 1936 y de la acción
revolucionaria del proletariado que le seguirá, será el cuadro de la
Revolución española y de la guerra civil.
La obra de Manuel Grossi, bien ilustrada además por el Prefacio de
Joaquín Maurín y el Epílogo de Julián Gorkin en su edición de 1935,
muestra, mejor que todas las otras obras escritas sobre 1934, este
aspecto notable de la insurrección asturiana. En su comunicación con
motivo de la publicación en lengua francesa de su obra, Manuel Grossi
precisa algunos aspectos desconocidos de la Alianza Obrera y revela la
composición del Comité de la Alianza Obrera de Asturias. Eso es lo que
supone el carácter excepcional del conjunto de los documentos que se
presentan aquí.
4
Citado por Fernando Claudín, en La Crisis del Movimiento Comunista, T. I, p. 171. París. 1970.
191
Manuel Grossi Mier
LA FORMACIÓN DE LA ALIANZA OBRERA
La Alianza Obrera nació en Cataluña en marzo de 1933 bajo el impulso
del Bloque Obrero y Campesino, cuyos dirigentes eran en esa época
Joaquín Maurín y Julián Gorkin. Joaquín Maurín definirá el Bloque del
siguiente modo:
«Por su doctrina y por su manera de actuar, el B.O.C correspondía
a un partido socialista de izquierda que había sabido comprender
lo que había de positivo y de negativo en la Revolución rusa. El
B.O.C. estaba influido ideológicamente por Marx y Engels, por
Lenin y Bujarin, muy poco por Trotsky y absolutamente nada por
Stalin».5
En 1929 es cuando el mismo Joaquín Maurín sitúa su ruptura con la III
Internacional, es decir, en el momento del «gran giro» del partido
comunista ruso: abandono de la Nueva Política Económica, compulsiva
colectivización rural, industrialización forzada en el plano nacional y,
en el plano internacional, la fraudulenta expulsión de Bujarin, el viraje
hacia el ultraizquierdismo concretizado en España por las consignas
del poder a los soviets y del gobierno obrero y campesino, del frente
único en la base. Los anarquistas y los socialistas, calificados cómo
anarco-fascistas y social-fascistas, son los principales enemigos.
Joaquín Maurín y el Bloque siguen dedicados a la construcción del
partido revolucionario en el escenario español e incluso catalán, sin
hacer ningún balance del período de la Internacional que ha precedido
al viraje hacia la izquierda. De ahí que ellos se diferencian profunda-
mente de Trotsky y de la oposición de izquierda, representada en
España por Andrés Nin y la Izquierda comunista, cuyas posiciones
fundamentales han sido elaboradas precisamente con la Oposición de
izquierda rusa e internacional en los años 1926-1929: condena de la
política del Comité anglo-ruso que liga los comunistas al ala izquierda
del Congreso de los sindicatos ingleses, condena de la política del
Kuomintang que liga los comunistas a los intereses de la burguesía
«nacionalista»...
Al dirigirse Joaquín Maurín a los trabajadores asturianos el primero de
mayo de 1934 traza así la historia de la Alianza Obrera de Cataluña:
5
En: Joaquín Maurín, Revolución y Contrarrevolución en España, «Introducción de 1965», p. 3,
París, 1966.
192
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
«En marzo del año pasado se constituía en Barcelona, bajo los
auspicios del B.O.C., la Alianza Obrera contra el fascismo, cuyos
participantes eran, en los primeros momentos, además del
B.O.C., los sindicalistas...»6
En noviembre, después del triunfo de las derechas, ante la amenaza
contrarrevolucionaria, la Alianza Obrera amplió su base, compuesta
entonces por el B.O.C., con la Federación Socialista Libertaria,7 la
Unión Socialista de Cataluña, la U.G.T., la Federación Socialista de
Barcelona,8 la Izquierda Comunista,9 los sindicatos de oposición de la
C.N.T.,10 los sindicatos excluidos de la C.N.T.11 y la Unión de Payeses.12
Algún tiempo después, la Unión Socialista de Cataluña se vió obligada
a retirarse, porque la Alianza Obrera consideraba inaceptable que el
mencionado partido colaborase con la burguesía en el gobierno de la
Generalidat».13
Este resumen histórico permite caracterizar la Alianza Obrera como un
frente clasista de las organizaciones políticas y sindicales de la clase
obrera, sin ninguna participación de cualquier organización burguesa.
Joaquín Maurín y el B.O.C., muy ligados a la política del frente único,
tienen una tendencia pronunciada para hacer de esta política un
principio supremo. Caracterizan así a la Alianza Obrera:
«La Alianza Obrera, orgánicamente, es muy simple. Todas las
secciones de los partidos y sindicatos obreros que existen en
una localidad forman un todo, un bloque. Constituyen un
Comité con representantes de cada organización adherente,
Comité que centraliza la dirección de todos los movimientos
emprendidos. De esta manera, la Alianza Obrera no desplaza ni
destruye ninguna de las organizaciones existentes. La Alianza
Obrera crece en fuerza en la proporción en la que crece la fuerza
6
Se trata de los partidarios de Ángel Pestaña, excluidos de la dirección de la C.N.T. por los
anarquistas de la Federación Anarquista Ibérica, F.A.I.) y la Unión Socialista de Cataluña (esta
organización es estrictamente catalana
7
Se trata de una parte de los partidarios de Ángel Pestaña que habían constituido en abril de
1933 el Partido Socialista
8
Perteneciente al P.S.O.E.
9
Trotskistas
10
Próximos a las posiciones de Ángel Pestaña
11
Con frecuencia próximos al B.O.C.
12
Trabajadores de la tierra
13
«Avance», número especial del 1.° de mayo de 1934.
193
Manuel Grossi Mier
de los organismos que la componen. Y viceversa, en la medida
en que la Alianza Obrera, que no es una organización sino una
superorganización, se extiende y gana en intensidad, auto-
máticamente, las repercusiones favorables se manifiestan en los
sindicatos, partidos y otras organizaciones que forman su base.
La Alianza Obrera no es el soviet, puesto que sus caracteres son
distintos, pero desempeña las funciones del soviet, al que
sustituye con ventaja, teniendo en cuenta las particularidades
de la organización obrera española. Lo que fue el soviet para la
Revolución rusa lo es la Alianza Obrera para la Revolución
española».14
Un análisis muy parecido de la situación española lleva, después de la
constitución de la Alianza Obrera catalana, a la firma del Pacto
asturiano, que Manuel Grossi reproduce en su Pos Scriptum de 1978
mencionando los firmantes, sindicatos y organizaciones políticas.
Mediante el canal del B.O.C., de la Izquierda Comunista y de los
sindicatos de oposición de la C.N.T., el conjunto de la clase obrera
asturiana conoce la Alianza Obrera de Cataluña, sus objetivos y su
funcionamiento desde 1933. El proletariado asturiano va a apoderarse
de la Alianza Obrera como ningún otro proletariado de cualquier otra
región de España.
Y el 9 de septiembre de 1934, con ocasión de la concentración de las
Juventudes de Acción Popular y de la misma Acción Popular de José
María Gil Robles en el santuario de Nuestra Señor de Covadonga, la
Alianza Obrera de Asturias muestra su capacidad de movilizar a los
trabajadores. El día 8 la huelga es total. El 9 las vías férreas están
cortadas, las carreteras están llenas de clavos, los taxistas se no se
presentan a sus trabajos... La unánime respuesta obrera ha impedido
la concentración de las derechas. La clase obrera asturiana parece
dispuesta a la insurrección.
14
Joaquín Marín, Revolución y Contrarrevolución en España, p. 119.
194
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
CARÁCTER DE LA ALIANZA OBRERA EN ASTURIAS
Un éxito así de la Alianza Obrera se explica por los características
propias de las organizaciones obreras, por el movimiento mismo del
proletariado y por la acción de hombres «excepcionales».
De todas las regiones españolas son los asturianos los que tienen, sin
duda, el movimiento obrero mejor organizado. La densidad de la red
de las Casas del Pueblo, de los Ateneos Obreros y Populares, de los
Centros Obreros, de las Cooperativas y a veces incluso de escuelas,
como en Gijón, explica el nivel político de la clase obrera, contribuye a
estructurar organizaciones políticas y sindicales, poniéndolas al
«alcance de la mano» de la población trabajadora: ochenta mil
obreros, de los cuales treinta mil son mineros y sus familias.
La más prestigiosa, y también la más potente, de las organizaciones
obreras asturianas es el Sindicato de Obreros Mineros de Asturias
(S.M.A.), fundado el 10 de noviembre de 1910, que agrupa a los
obreros, mineros o no, que pertenecen a una empresa cuya actividad
principal está ligada a la extracción, la utilización o el transporte del
carbón. Influenciado por su fundador, que ha permanecido cuatro
años en las minas del Norte de Francia, en las que predominan las
concepciones sindicales de Jules Guesde, el S.M.A. depende muy
estrechamente de la Federación Socialista. Desde el comienzo el
sindicato está muy centralizado y se organiza alrededor de un aparato,
cada vez más pesado, de funcionarios permanentes. Con la adquisición
de una mina en 1928, el S.M.A. y también la Federación Socialista
tienen su escuela de cuadros y, en cierta medida, una fuente
abundante de ingresos mediante la compra del carbón producido,
garantizada por el Estado.15 Los principales dirigentes socialistas
asturianos han pasado por esta mina.
La preponderancia del S.M.A. en la vida del movimiento obrero de tendencia
socialdemócrata es casi absoluta. El S.M.A. forma los cuadros,. financia la
prensa, administra el orfelinato de mineros, compra la armas desembarcadas
por el «Turquesa» el 11 de septiembre de 1934, operaciones llevadas a cabo
por la dirección de la Federación Socialista y por Indalecio Prieto, el dirigente
del «centro» del Partido Socialista... es casi posible identificar el S.M.A. con la
socialdemocracia asturiana.
15
En Andrés Saborit, Asturias y sus hombres, p. 127. Toulouse. 1964
195
Manuel Grossi Mier
La Confederación Regional del Trabajo de Asturias, León y Palencia
(C.R.T.-C.N.T.) desempeña desde hace mucho tiempo un papel
importante en el movimiento obrero asturiano. Organiza en el seno de
los Sindicatos Únicos, o Sindicatos de Industria, a los metalúrgicos de
Gijón y de La Felguera y a los obreros de la construcción de Gijón. Las
organizaciones sindicales de la Confederación Regional, con excepción
de la organización de La Felguera, controlada por los anarquistas de la
F.A.I., son muy diferentes de las del resto de España. Para ellas la
dictadura del general Primo de Rivera no había sido, a pesar de la
clandestinidad, una verdadera ruptura y por ello se pudo mantener
una cierta continuidad tanto en las estructuras como en los cuadros
dirigentes. Los Sindicatos únicos asturianos, en su mayoría, tienen una
solidez y una efectividad poco comunes en la España de la época.
En el cuadro de estas organizaciones con características próximas a las
de los grandes países industriales, la Alianza Obrera va a convertirse
en realidad, dando al proletariado asturiano una fuerza tal que le
permitirá enfrentar y resistir durante quince días en octubre, al
ejército gubernamental
***
La Alianza Obrera es ciertamente una consecuencia de la escalada
internacional y nacional del fascismo, esa expresión de la crisis de
dominación de la burguesía decidida a intentar destruir todo
movimiento obrero organizado para preservar su dominio. En Asturias
coincide con una situación particular en este cuadro general. Esa
situación es el resultado del deterioro y la crisis del sector minero-
metalúrgico, que no pudieron resolver ni la dictadura del general
Primo de Rivera ni el gobierno republicano-socialista, aunque también
es el resultado de la experiencia hecha por los movimientos obreros
de huelga de 1927 y 1933, y del parcial abandono del apoliticismo
tradicional del sector anarco-sindicalista. Un terreno propicio para la
Alianza Obrera.
El balance hecho por los obreros de la experiencia de las huelgas de
1927 y 1933 se traduce en una oposición, cada vez más radical, a la
colaboración de los socialistas con la burguesía.
196
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
En 1927 los mineros, contra la voluntad de la dirección del S.M.A.,
habían desencadenado le primera gran huelga bajo la dictadura del
general Primo de Rivera.
Mediante esa huelga con la que se oponían a un descenso de los
salarios, los mineros expresaban su rechazo de la política de
colaboración entre el Directorio militar, el Partido Socialista y la U.G.T.,
política que había significado para ellos un estancamiento de los
salarios, una baja de los efectivos, un aumento en media hora de la
jornada de trabajo y un rápido aumento de la productividad. 16 De esta
época data el movimiento de oposición a la «colaboración» de
importantes sectores de la socialdemocracia española, movimiento
alimentado, en particular en Asturias, por un hundimiento de los
afiliados efectivos del S.M.A.17
Sin embargo, la colaboración socialista en el gobierno de Azaña en
1931, al amparo de la euforia provocada por la instauración de la II
República, será aceptada por los mineros asturianos. Pero muy pronto,
bajo una forma análoga a la de 1927, la hostilidad a la política de
colaboración de clase renace, traduciéndose a comienzos de 1933 en
una huelga general de los mineros que rehúsan la disminución de la
producción de hulla y el despido anunciado de varios miles de ellos.
Esta huelga tiene importantes consecuencias para la evolución de la
clase obrera de la cuenca hullera.
El conflicto, resuelto en principio por la creación de una Caja de retiros
y pensiones (7 de marzo de 1933), financiada por un impuesto sobre
los salarios y por cada tonelada de carbón extraído, desemboca en una
prejubilación de 2.800 mineros. Las jubilaciones insuficientes, y con un
pago muy irregular, dedicadas a las víctimas de la huelga se encuentran
en el origen de la constante agitación de la cuenca hullera. Cabe
aclarar que la propuesta de la Caja de retiros y pensiones es de
Amador Fernández Montes, principal dirigente del S.M.A.
16
En 1920, son necesarios más de 38.000 mineros para producir 2.500.000 toneladas de carbón.
En 1926, son necesarios 31.000 mineros para producir más de 3.500.000 toneladas; y en 1928,
26.000 mineros para 3.750.000 toneladas. Cf. Catastro y Censo Minero de España, Madrid, 1946.
17
Los efectivos sindicados habían pasado de 20.000 en 1927 a 8.709 en 1927 para caer a 3.000 en
1929. Cf. David Ruiz González, El Movimiento Obrero en Asturias. De la Industrialización a la
Segunda República, p. 195. Oviedo, 1968.
197
Manuel Grossi Mier
La presión obrera ejercida sobre la dirección del S.M.A. ha sido tan
considerable que ha acelerado el deslizamiento de las direcciones de
la Federación Socialista y del S.M.A. hacia las posiciones de Indalecio
Prieto. Las posiciones de este último, calificadas de centristas, porque
se sitúan entre las del ala derecha de Julián Besteiro, Trifón Gómez y
Andrés Saborit y las del ala izquierda de Francisco Largo Caballero, son
muy representativas de las posiciones tomadas por la Internacional
Obrera Socialista después del desmantelamiento de la social-
democracia alemana por el nazismo. Esta evolución de la fracción
ampliamente mayoritaria de la socialdemocracia asturiana le quita al
ala derecha del Partido Socialista su principal base obrera, convierte a
Prieto en verdadero líder del aparato dirigente del Partido Socialista.
En esta época, y con frecuencia en conexión con el problema de las
jubilaciones, estallan huelgas, desencadenadas a veces sin el parecer
del S.M.A., que obligan a su dirección a tomar posiciones cada vez más
duras.18
Los mineros denuncian cada vez más conscientemente, la política de
colaboración de clase de la socialdemocracia. La Alianza Obrera
aparece a los ojos de los mineros –y los hombres y las organizaciones
se lo repetirán constantemente– como la forma que concreta esta
ruptura con la burguesía.
***
La evolución del anarco-sindicalismo asturiano, y más exactamente el
anarco-sindicalismo del gran puerto de Gijón, hacia un abandono
parcial de las posiciones tradicionales del apoliticismo, tiene antiguos
antecedentes.
La misma situación geográfica de Gijón proporciona algunos elementos
de explicación. Aislados, alejados de las zonas andaluzas llenas de
miseria que alimentan el anarquismo, sometidos a la influencia de la
socialdemocracia como posiciones dominantes en la provincia, los
sindicalistas gijoneses han mantenido, desde siempre, posiciones
originales. Durante la huelga general de agosto de 1917, lucharon al
lado de los socialistas y de la U.G.T. En el Congreso del Teatro de la
Comedia (Madrid, 10-18 de diciembre de 1919), fueron encarnizados
defensores de la unidad sindical C.N.T.-U.G.T., sin condiciones previas,
18
Andrés Saborit, Asturias y sus hombres, p. 132.
198
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
y los enemigos más intransigentes de las corrientes que proponían la
absorción de la U.G.T. por la C.N.T., pues veían en esta posición el
triunfo del sectarismo y del fanatismo, y pensaban que aquello
condenaba a la C.N.T. a la impotencia. En el mismo congreso, se
declararon fervientes partidarios de las Federaciones nacionales de
industria, que hubiera dado a la C.N.T. una estructura próxima a la de
la C.G.T. francesa. Las corrientes contra las que combatían se oponían
además a ellos, pues veían ahí la expresión de tendencias centralistas
opuestas a las tendencias anarquistas federalistas. Los anarco-
sindicalistas gijoneses habían defendido, por consiguiente, desde
1919, posiciones que luego serán las de la C.N.T. en 1931 durante
algunos meses, antes de que la F.A.I. se apoderara de la Confederación.
Este criterio de apertura del sindicalismo gijonés, una rareza en la
C.N.T., esta tendencia pronunciada a la búsqueda de la unidad, esta
antigua e irreductible oposición a los métodos «del golpe de mano» de
la F.A.I. (tan sólo la organización de La Felguera, en el ámbito de
Asturias, se encuentra bajo el control de la F.A.I.) y, finalmente, el
fracaso de algunos intentos de colaboración con la burguesía liberal de
Gijón, y su representante más ilustre, el «tribuno» Melquíades Álvarez,
que terminará por aliarse a la C.E.D.A. en noviembre de 1933, harán a
los anarco-sindicalistas firmes defensores de la Alianza Obrera
La C.R.T., dirigida por los sindicalistas gijoneses, firmará en primer
lugar un pacto de alianza con la U.G.T. de Asturias y después,
reteniendo tan sólo el criterio de que «la Alianza Obrera agrupa
únicamente a organizaciones de la clase obrera y que está impulsada
por «numerosas voluntades coincidentes a partir de los puntos más
opuestos del horizonte social proletario», 19 aceptará un pacto de
alianza obrera con las organizaciones políticas. La C.R.T. había enterrado,
de este modo, el residuo de apoliticismo que arrastraba y que a veces
todavía blandía.
***
19
En «Avance», número especial del primero de mayo de 1934, artículo del gran dirigente
anarco-sindicalista de Gijón Eleuterio Quintanilla, «Sobre la Alianza Obrera, consideraciones
marginales».
199
Manuel Grossi Mier
A estos diversos factores de explicación se añade la presencia en
Asturias de hombres y de grupos que habían desempeñado un papel
excepcional en la formación de la Alianza Obrera. Se trata del socialista
Bonifacio Martín, uno de los fundadores de la Federación Socialista,
antiguo simpatizante de la III Internacional, el anarco-sindicalista José
María Martínez, uno de los delegados asturianos a Congreso de la
C.N.T. de 1918, el director, no inscrito en el P.S.O.E., del diario
socialista de Oviedo, el gran periodista Javier Bueno y sus amigos,
todos ellos fundadores del Partido Comunista de Asturias y animadores
de las oposiciones a la política de la Internacional, Jesús Ibáñez,
delegado en Moscú por la C.N.T. en 1921, José Loredo Aparicio,
miembro de la Izquierda Comunista hasta 1933 y colaborador de
«Comunismo», todos ellos artesanos incansables de la formación de la
Alianza Obrera. Finalmente, algunas organizaciones desempeñaron un
papel de primer orden: el B.O.C con Benjamín Escobar y M.
Magdalena, que agrupaba a unos cincuenta mineros, la Izquierda
Comunista con I. Iglesias y Emiliano García, que agrupaba algunas
decenas de mineros y de obreros de la construcción, y, sobre todo, las
Juventudes Socialistas, que dirigían Ángel Fierro y Rafael Fernández.
Estos hombres y estas organizaciones han constituido el verdadero
cemento de la Alianza Obrera y, mediante sus incesantes campañas, se
ha llegado a movilizar al proletariado asturiano.
***
En septiembre, la Alianza Obrera agrupaba todas las organizaciones
del proletariado, con excepción de la sección asturiana del P.C.E. y de
la F.A.I.
Los comunistas oficiales, hasta el Congreso General del partido en
septiembre de 1934, eran, junto con la burguesía, los más violentos en
combatir la Alianza Obrera a la que calificaban de «comadreo de unos
jefes con bases ideológicas que descansan sobre un montón de
estiércol político».20 La hostilidad del Partido Comunista orientaba
todas las polémicas en el interior del movimiento obrero asturiano.
Los argumentos ultra-izquierdistas del frente único de base, de los
comités de frente único para la insurrección armada y de la
20
En «El Noroeste», 15 de mayo de 1934, segunda parte del artículo de Ramón Rodríguez, viejo
militante comunista sin responsabilidad particular en el Partido. El título del artículo era «Frente
único y Alianza Obrera».
200
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
instauración del gobierno obrero y campesino, de la lucha implacable
contra los ‘social-fascistas’, los ‘anarco-fascistas’ y la gente expulsada
del Partido (B.O.C. y la Izquierda Comunista), calificados de «los
enemigos más grandes de la revolución proletaria», 21 han sido
refutados por los militantes más eminentes y en ello las organizaciones
anteriormente citadas desempeñaron un papel de primer orden. La
sección asturiana del P.C.E., una de las más fuertes de España, con un
centenar de militantes, se encontraba en septiembre completamente
aislada y en plena descomposición. Sin embargo, la entrada de los
comunistas oficiales en la Alianza Obrera no parece que esté
fundamentalmente ligada con este aislamiento. La razón esencial del
viraje del Partido Comunista es el cambio de política decidido por la
Komintern en 1934, un giro preparado por el encuentro entre Barthou
y Litvinov en mayo de 1934, que desemboca en el apoyo de Francia a
la entrada de la Unión Soviética en la Sociedad de Naciones en
septiembre y que corresponde a la publicación de un artículo en
«Pravda», que afirmaba la posibilidad de proponer a los dirigentes
socialistas franceses la unidad de acción (impuesta por la misma clase
obrera, en la calle, el 12 de febrero). La sección asturiana entra a
finales de septiembre y comienzo de octubre en la Alianza Obrera. El
proletariado asturiano está casi completamente unido.
El Comité de enlace de grupos anarquistas (F.A.I.) es el único que sigue
siendo adversario irreductible de la Alianza Obrera. Detrás de un
fanatismo y un sectarismo poco comunes, que se traducen en
fórmulas tales como «Los obreros tienen su frente único en el seno de
la C.N.T.» o «El frente único, la Alianza revolucionaria; en una palabra,
el futuro de la clase obrera, no se encuentra en ninguna otra parte que
no sea en las filas de la Confederación»– 22 y detrás de los tradicionales
ataques contra los socialistas motivados por la represión de la que
fueron víctimas los anarquistas y los anarco-sindicalistas durante el
bienio republicano-socialista, se encontraba la denuncia del Pacto de
la Alianza Obrera:
21
Manuel Vidal, uno de los dirigentes de las Juventudes Comunistas de Asturias, en su artículo
«Los renegados del comunismo en la primera fila de la contrarrevolución», «El Noroeste», 19 de
mayo de 1934.
22
En C.N.T. de Madrid, el 7 de septiembre de 1934, en un artículo de Solano Palacio, militante
anarquista de Mieres, titulado «La unión de los obreros no puede estar en la fusión en un
organismo político. Los obreros tienen su frente único en el seno de la C.N.T.».
201
Manuel Grossi Mier
«Entrar en la Alianza es un suicidio. Equivale a una franca
declaración de nuestro fracaso y de nuestra incapacidad
revolucionaria, fracaso que no ha existido y capacidad
revolucionaria puesta a prueba en todo momento».23
De hecho, metidos en la insurrección de octubre, los «faístas»
participarán en ella e incluso aceptarán formar parte, junto con los
socialistas y los comunistas, de los Comités revolucionarios.
La Alianza Obrera es, por tanto, en la víspera de la insurrección de
octubre del 34 esa unión de los hermanos proletarios de todos los
horizontes, «U.H.P.», contra el fascismo, contra la burguesía y su
Estado. Esta unión de las organizaciones arrastra detrás de ella a los no
organizados y acrecienta la fuerza de la Alianza Obrera. Pero hay que
subrayar que únicamente Asturias pudo llevarse a cabo felizmente la
tarea histórica de la construcción de la Alianza Obrera. Ciertamente
porque las condiciones eran favorables, pero también porque en
Asturias hubo esa acción de los militantes, de las organizaciones y de
los órganos de prensa que hemos mencionado; en resumen, porque
allí existió la fuerza organizada de los artífices de la Alianza Obrera.
DE LA ALIANZA OBRERA A LA INSURRECCIÓN
Hay, sin embargo, en la Alianza Obrera muchas ambigüedades, que
son las mismas del Pacto. El texto que presenta Manuel Grossi es un
acuerdo, un compromiso entre organizaciones que pretenden ser
organizaciones de la clase obrera, sobre objetivos que son los de la
clase obrera. Esto es lo que diferencia fundamentalmente este Pacto
del Pacto del Frente Popular. De todos modos, aparece una incerti-
dumbre en la redacción del punto 1, el fin que se persigue es: «el
triunfo de la revolución social, con el establecimiento de un régimen
de igualdad económica, política y social, fundado en principios
socialistas federalistas».
En la continuación del texto no se contempla en ningún momento la
forma de ese régimen. La Revolución de octubre de 1934 aportará la
respuesta a esta cuestión fundamental. Tal es la contribución de la
insurrección asturiana y de su grito «¡U.H.P.!» a la historia del
movimiento obrero español.
23
Véase Palacio, Op. Cit.
202
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
En cuanto al desencadenamiento de la insurrección, no hay necesidad
alguna de insistir en que la obra de Manuel Grossi es perfectamente
clara y muestra suficientemente el espíritu de decisión y la voluntad de
combate del proletariado asturiano:
«Lo que no se puede consentir es la entrada de la C.E.D.A. en el
gobierno. En eso todos parecen unánimes. La C.E.D.A., ¡no! (...).
Aceptar eso si resistencia, sin lucha, equivaldría a preparar la
propia derrota, el propio aplastamiento, la tumba. Sería una
complicidad».
***
La insurrección asturiana fue posible por la unidad del proletariado
asturiano en el cuadro de la Alianza Obrera, por la intensa campaña
que acompañó la formación de la unidad de las organizaciones y por el
movimiento mismo de la clase obrera que la llevaba al enfrentamiento
con el Estado burgués. Los dirigentes socialistas se lanzaron a la
insurrección porque de haber actuado de otra manera incluso sus
propias tropas los hubieran barrido. Esta es, por otra parte, la
explicación que da en esa época un compañero cercano a Francisco
Largo Caballero, dirigente del ala izquierda del Partido Socialista, Luis
Araquistain:
«La tensión revolucionaria había llegado a tal extremo que, si no
estallaba, el proletariado de tendencia socialista habría
destrozado sus cuadros sindicales y se habría incorporado a los
de carácter comunista o anarco-sindicalistas». 24
Se verá una prueba de eso en el relato de M. Grossi, cuando describe
la determinación de los mineros que imponen a su «jefe», González
Peña, el ataque a Oviedo, que éste no deseaba. 25
***
24
En «Leviatán», n.°. 21, febrero de 1936, «La revolución de octubre en España».
25
En el número especial «Luis de Sirval», publicado por el Comité Luis de Sirval. Georges Garnier,
Grenoble, julio de 1971
203
Manuel Grossi Mier
La insurrección en sí misma presenta caracteres comunes desde el
comienzo hasta el final. Su desarrollo está señalado por una ruptura en
el nivel del control de los Comités revolucionarios por la clase obrera,
que es posible situar desde la huida de los Comités la noche del 11 al
12 de octubre.
Estos caracteres comunes residen en la forma de la organización del
poder de la clase obrera y en el contenido de las medidas tomadas
por este poder. Los Comités revolucionarios están compuestos de
trabajadores que pertenecen a las organizaciones que existen en las
zonas dependientes de su autoridad. No existe elección alguna para
estos Comités. Son órganos de poder formados por representantes de
las organizaciones nombradas por el Comité de la Alianza Obrera de
Asturias o por las mismas organizaciones. Ellos se instalan en las
antiguas alcaldías, sustituyen al antiguo aparato del Estado provincial
que desaparece. En el momento en que se han instalado y en cuanto
se forma un ejército rojo necesario para las tareas de la insurrección,
organizan el control de la producción, el control de la distribución de
los bienes de consumo, la conservación de las minas y de las
empresas, una policía formada por los guardias rojos. El conjunto de
los Comités revolucionarios, bajo la égida de un Comité provincial,
forma el gobierno obrero de las organizaciones obreras unidas.
Después de la huida de los Comités, en la noche del 11 al 12 de
octubre, cuando la insurrección está a punto de ser aplastada, se
constata un cierto deslizamiento de la organización del poder de las
organizaciones obreras hacia formas más propiamente «soviéticas».
Se manifiesta de modo particular, después de la detención de los
miembros del Comité de Mieres en plena huida por parte de los
obreros de Ablaña, en la exigencia de estos últimos de conducir a los
miembros detenidos con una buena escolta a Mieres y en la estrecha
vigilancia ejercida por los obreros de Sama de Langreo sobre ciertos
miembros del Comité para evitar su fuga... Todo ocurre como si la
confianza de una parte de los trabajadores en una fracción de sus
dirigentes, miembros de los Comités revolucionarios, hubiera quedado
sacudida, y como si buscaran un medio de ejercer directamente su
poder, esbozo de un deslizamiento hacia formas «soviéticas».
204
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Esa es la materia de la obra de Manuel Grossi. Sólo entonces
adquieren su dimensión verdadera la intensidad misma de la lucha, la
resistencia de la clase obrera, el heroísmo de los mineros y de los
obreros metalúrgicos, una dimensión verdadera que no es otra que la
expresión extrema de la guerra civil permanente entre la clase obrera
y la burguesía y su Estado. La clase obrera asturiana sublevada en su
marcha sobre Oviedo, sede del gobernador de la provincia que
representa directamente al poder central, bajo la dirección de los
representantes de sus organizaciones, ha roto todo lazo con la
burguesía al atacar a su aparato de Estado, y destruye de ese modo el
mito del Estado-Providencia, árbitro por encima de las clases, ese
mismo mito que intentará hacer revivir el Frente Popular, apoyándose
en la Revolución asturiana que precisamente lo ha destruido. ¡Extraña
paradoja!
En compensación, la burguesía por su parte ha comprendido perfecta-
mente la dimensión del combate de los trabajadores asturianos y esta
comprensión se ha traducido en una represión que sólo se puede
comparar con la represión de la que fueron víctimas los miembros de
la Comuna de París en mayo de 1871.
***
Bajo las balas y las bayonetas de los mercenarios marroquíes y del
Tercio (Legión extranjera), bajo las balas de los guardias civiles y de los
guardias de asalto, caerán muertos o heridos miles de obreros
asturianos –tal vez casi tres mil muertos– una buena parte de ellos,
después de haber cesado los combates. Sin contar los encarcelamientos
(que superan los 12.000) y las torturas practicadas bajo la dirección
experta del comandante de la Guardia Civil, Doval. Pero con la historia
de la represión de la Comuna asturiana comienza también la historia
del Frente Popular.
Para practicar mejor su represión y a fin de evitar que el resto de
Europa y del mundo tuviera conocimiento de ello, el gobierno español
prohibió muy rápidamente, y durante algunas semanas, todo reportaje,
todo envío de misiones humanitarias, parlamentarias y de otro tipo...
No contento con golpear a los actores del levantamiento de 1934, la
represión alcanza también a un conocido periodista liberal, Luis de
Sirval, que ha llegado a investigar en Asturias antes de la prohibición
205
Manuel Grossi Mier
del gobierno. Luis de Sirval es asesinado en Oviedo por un teniente del
Tercio descontento con sus artículos sobre las atrocidades.
La muerte de Luis de Sirval provoca una ola de indignación. Un
«Comité Luis de Sirvas», que agrupa a las organizaciones obreras y
democráticas se constituye para exigir el castigo del culpable y el
restablecimiento de los derechos y las libertades garantizados por la
Constitución. Se desarrolla entonces un movimiento de masas cuyo
punto culminante será el gigantesco mitin de Valencia, el primero de
diciembre de 1935 «por la justicia y la libertad (y) por los mártires de la
república». La campaña por Luis de Sirval, orientada fundamentalmente
hacia el restablecimiento de las libertades constitucionales, se trans-
forma en una campaña contra los encarcelamientos, contra los
artífices de la represión en Asturias, contra los crímenes del fascismo.
El éxito que obtuvo esta campaña es revelador de la voluntad de una
gran parte de la población española por obtener la amnistía total para
los insurrectos de 1934, la abrogación de las medidas tomadas contra
los trabajadores por motivos políticos...
Esos son algunos de los puntos que figuran en el Pacto de alianza
electoral de febrero de 1936. A través de esta campaña comenzaban a
encajarse los elementos que conducirían al Frente Popular. Al unir los
nombres de Luis de Sirva, Bonifacio Martín y José María Martínez,
algunos intentan disimular las razones, recordadas aquí por Manuel
Grossi, por las que estos dos militantes obreros han sido asesinados:
«Gracias principalmente a su voluntad y a su esfuerzo, pudo la
Alianza Obrera asturiana englobar a la casi totalidad del
proletariado, lo que constituyó su fuerza y lo que hizo posible la
gesta heroica que contamos. Eso es lo que no pudieron
perdonarles la burguesía y los mercenarios a sus órdenes».
Sin duda, el primero de diciembre de 1935, el Frente Popular está
todavía lejos de realizarse, pero en esa fecha parece ya ciertamente
que comienza a esfumarse la lección esencial de la insurrección
asturiana: la experiencia de la Alianza Obrera y la formación de un
embrión de gobierno obrero de las organizaciones obreras que han
roto con la burguesía en octubre de 1934. A partir de abril de 1935, el
Partido Comunista proponía la formación de un bloque antifascista
popular.
206
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
DE LA ALIANZA OBRERA AL FRENTE POPULAR
El programa de la alianza electoral que se convertirá en el Frente
Popular se firma en Madrid el 16 de enero de 1936 por los
representantes de los partidos republicanos Izquierda Republicana y
Unión Republicana, por el Partido Socialista, la U.G.T., el Partido
Comunista y el Partido Obrero de Unificación Marxista.
Desde ese momento, es fácil constatar que, a diferencia de la Alianza
Obrera, el Frente Popular es un frente «multiclasista». En cuanto al
programa, no contiene estrictamente ninguna de las reivindicaciones
obreras revolucionarias: nada de nacionalización de la tierra y de los
bancos, nada de control obrero... Un solo punto es importante y
bastará para la movilización popular: la amnistía de los encarcelados,
la supresión de las medidas tomadas contra los trabajadores por
motivos políticos... Un pacto como este, esencialmente burgués, típico
resultado de una política de colaboración de clases, liga a las
organizaciones obreras a los intereses de la burguesía. Contra eso
precisamente habían luchado los obreros asturianos en 1934. Se trata
de la negación de la política de clase, de la política de la Alianza
Obrera, esa política defendida por los socialistas de izquierda, por las
Juventudes Socialistas, por el B.O.C. a partir de 1933 y por la Izquierda
Comunista. Y, por una extraña ironía de la historia, esa política de
colaboración de clases se lleva a cabo en nombre de la insurrección
asturiana y de la Revolución de octubre de 1934. Además, la victoria
electoral del Frente Popular, el 16 de febrero de 1936, se ha hecho
posible precisamente por la Insurrección de octubre que, a pesar de su
fracaso, asestó un buen golpe y contuvo a Gil Robles y a sus bandas
fascistas e hizo necesaria la disolución de las Cortes.
En todos los discursos electorales, el argumento movilizador de los
candidatos del Frente Popular nunca es el «Frente Popular» –una
palabra que Largo Caballero se jacta en sus memorias de no haber
empleado en ningún texto ni discurso de esa época–, sino que el
argumento fue siempre la liberación de los encarcelados... y el
recuerdo de la consigna «¡U.H.P.!». La victoria del Frente Popular
provocará la liberación de los encarcelados mediante manifestaciones
que abren las puertas de las prisiones, particularmente en Oviedo y
mediante amotinamientos de los presos. El aparato legal de la
República ratificará sin más el hecho consumado.
207
Manuel Grossi Mier
Pero la batalla electoral ha vuelto a dar vida al mito del Estado-
Providencia, ha hecho renacer esas ilusiones en las masas obreras, ha
desorientado a la clase obrera. Nadie, absolutamente nadie, ha
denunciado, por el momento, el pacto del Frente Popular.
***
La firma del pacto de alianza electoral tiene para unos y otros
significados diferentes.
Para el Partido Comunista, la política del Frente Popular (surgida del
giro de 1934 que efectuó la política exterior de Stalin hacia la
aproximación con las potencias democráticas y que fue consagrada
por el VII Congreso de la Internacional Comunista) no es otra cosa que
un combate para la formación de un gobierno con la ‘burguesía
democrática’ de los diferentes países contra el fascismo, enemigo de la
Unión Soviética. Se trata ni más ni menos que de subordinar los
partidos comunistas a sus burguesías, aliadas de la Unión Soviética. En
España, la política del Frente Popular se presenta corno la «forma
original de la revolución española» en su primera etapa «democrático-
burguesa».
Para el ala derecha y para el centro del Partido Socialista (de Julián
Besteiro hasta Indalecio Prieto), la política del Frente Popular
constituye el retorno a la colaboración con los partidos republicanos y
con los hombres del bienio republicano-socialista. Para el ala izquierda
de Largo Caballero, las Juventudes Socialistas y la U.G.T., después de
una batalla muy dura con Prieto, la alianza electoral constituye ante
todo la posibilidad de ganar las elecciones y, consiguientemente,
conseguir la amnistía para los encarcelados y la supresión de otras
medidas represivas.
La C.N.T. se encontraba en la imposibilidad, por su «apoliticismo», de
firmar un pacto con las organizaciones políticas. Pero como los anarco-
sindicalistas desean la liberación de los encarcelados, se abstienen de
hacer su campaña antielectoral habitual. Los muros de España, el 16,
de febrero de 1936, no estaban cubiertos con las acostumbradas
inscripciones «¡NO VOTÉIS!»
208
LA INSURRECCIÓN DE ASTURIAS
Para el P.O.U.M., la firma del pacto se había hecho necesaria por el
sistema electoral español que hacía casi imposibles las candidaturas
independientes del partido, por la voluntad de liberar a los prisioneros
y cerrar el camino a la reacción. Inmediatamente después de que se
conociera el resultado de las elecciones, el P.O.U.M. pone en guardia
al proletariado español contra el Frente Popular y lanza la consigna de
gobierno obrero. Todo esto eran cosas que el P.O.U.M. había explicado
ya, en particular por boca de Nin, antes de la firma del pacto.
Sean cuales fueren las justificaciones aportadas por unos y otros a la
firma del pacto, no se sigue menos de ahí, y la historia lo demuestra,
que la conclusión de una alianza electoral con un contenido así ha
nutrido trágicas ilusiones en la clase obrera española. Además de
haber dado vida al insignificante Partido Comunista, ha permitido no
plantear los problemas de la naturaleza del Estado, del gobierno
necesario para la satisfacción de las reivindicaciones obreras. La
conclusión del pacto de la alianza electoral y la constitución del Frente
Popular han permitido oscurecer lo que la Revolución asturiana había
hecho claro: la consigna de la clase obrera «¡Gobierno obrero!» y el
método de lucha: la Alianza Obrera. Se establece el cuadro ambiguo
de la guerra civil.
En octubre de 1934, se rebela el proletariado asturiano, unido en la
Alianza Obrera, frente único de las organizaciones obreras. Con las
armas en la mano se opone ese proletariado a las tropas del gobierno
de Gil Robles y de sus bandas profascistas. Detrás de sus Comités
revolucionarios, verdaderos órganos de un gobierno obrero embrio-
nario de las organizaciones obreras, que han roto todo lazo con la
burguesía, se lanza contra el Estado burgués. El proletariado asturiano
había dado una consigna a la clase obrera española: «¡Gobierno
obrero!» Había mostrado el valor del método seguido: la Alianza
Obrera. ¡Hubiera faltado todavía que se hubiera seguido su ejemplo!
Al sacar las lecciones de la insurrección y al analizar lo que es 1934 con
respecto a futuras batallas revolucionarias, que en 1935 él las siente
cercanas, Julián Gorkin escribe en su epílogo:
209
Manuel Grossi Mier
«En España, el proceso revolucionario no se ha interrumpido.
Continúa más viril, más consciente, más seguro que nunca. Las
astucias de la burguesía, sean de derecha o de izquierda, no
podrán nada contra él, si el proletariado español sabe mantener
su unidad de clase y su independencia de clase para la
realización de sus objetivos de clase».
Eso es lo que afirma toda la historia del movimiento obrero
internacional, desde la Comuna de París hasta la Comuna de Asturias.
Georges Garnier, Grenoble
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