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RESUMEN La Plegaria de Jimena

El documento analiza las oraciones y elementos religiosos presentes en el Poema de Mio Cid. Señala que hay numerosas oraciones breves pronunciadas por el Cid y otros personajes para pedir protección o dar gracias a Dios. También contiene fórmulas devotas comunes en la Edad Media. La oración más extensa es la de Jimena en la iglesia de San Pedro de Cardeña, donde narra milagros bíblicos y pide protección para el Cid. Su petición es respondida por la aparición del ángel Gabriel. En

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RESUMEN La Plegaria de Jimena

El documento analiza las oraciones y elementos religiosos presentes en el Poema de Mio Cid. Señala que hay numerosas oraciones breves pronunciadas por el Cid y otros personajes para pedir protección o dar gracias a Dios. También contiene fórmulas devotas comunes en la Edad Media. La oración más extensa es la de Jimena en la iglesia de San Pedro de Cardeña, donde narra milagros bíblicos y pide protección para el Cid. Su petición es respondida por la aparición del ángel Gabriel. En

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RESUMEN: LA PLEGARIA DE JIMENA – IRENE ZADERENKO

Cada una de las premisas de Ramón Menéndez Pidal, podemos afirmar hoy, están equivocadas. Él decía que de
los juglares épicos no conservamos nada que nos revele una fisonomía o nos ayude a comprender
una obra; siempre esos juglares serán para nosotros figuras anónimas, de cuya vida y carácter apenas nada
llegaremos a conocer a través de sus obras de tono objetivo e impersonal. A los autores de éstas [poesías
narrativas] llamaremos juglares, sin tener seguridad de que lo fuesen.

Estas ideas prevalecieron durante varias décadas como explicación del origen del Poema de mio Cid. En su edición
del poema, Menéndez Pidal afirmaba que había sido compuesto hacia 1140 por un juglar mozárabe de Medinaceli,
descartando cualquier influjo eclesiástico y subrayando su fidelidad a los hechos de la historia. En una posterior
revisión de sus ideas hecha al final de su larga vida, precisó que el poema había sido compuesto hacia 1110 por
un autor de San Esteban de Gormaz y que otro juglar de Medinaceli, hacia 1140, lo había reelaborado agregando
elementos ficticios.

Estas propuestas de Menéndez Pidal están equivocadas. Según Deyermond, el PMC “fue compuesto hacia fines
del siglo XII, tal vez a comienzos del XIII, por un único autor, un poeta culto, que muy bien pudo ser clérigo y
ciertamente versado en cuestiones notariales y jurídicas”. Por mi parte, creo que hay suficientes elementos
religiosos para probar que, en efecto, el es producto de la cultura clerical de fines del PMC siglo XII y, más
concretamente, del monasterio de San Pedro de Cardeña. A continuación voy a analizar algunos aspectos del
poema.

En el PMC hay numerosas oraciones breves. La primera aparece en el comienzo mismo del poema, cuando antes
de partir de Vivar el héroe se dirige a Dios. Esta es la única ocasión en que el Cid suspira antes de decir una oración.
El momento es difícil, pero la plegaria de Rodrigo es un acto de profunda resignación cristiana así como una
muestra de confianza en que, con la ayuda de Dios, va a poder sobreponerse a todos los obstáculos y adversidades.
Poco después, antes de alejarse de la ciudad de Burgos el Cid dirige la vista hacia la catedral de Santa María, se
santigua.

Dos veces en la misma oración el héroe repite su petición a María suplicándole que lo proteja “de noch e de día”
en el destierro y le ofrece, si así lo hiciere, hacer cantar mil misas en su altar. La doble invocación a Dios y a la
Virgen, la repetición del pedido de auxilio ante el peligro inminente y el voto de hacer cantar nada menos que mil
misas, todo contribuye a destacar la gravedad del momento y la urgencia del pedido. Podemos considerar esta
plegaria, por lo tanto, como una oración mixta de agradecimiento, resignación y petición. Una breve oración de
petición es dirigida por doña Jimena a Dios y a San Pedro poco antes de la llegada del Cid a Cardeña. En otra
ocasión, cuando los moros de Valencia intentan detener el avance del Cid en la región, Rodrigo dirige las siguientes
palabras a Dios.

El Cid da gracias a Dios ante circunstancias adversas confiando en que con la ayuda divina podrá superar todos los
obstáculos. Ante el peligro inminente, la fe disipa todo temor de la mente del héroe. Pero la plegaria brota de los
labios del héroe también en los momentos más íntimos, por ejemplo, cuando Rodrigo se despide de su esposa e
hijas en el monasterio de Cardeña. En ese momento dirige su mirada a las niñas y en una breve oración las
encomienda a Dios. Un tipo diferente de plegaria es la que pronuncia Álvar Fáñez cuando
el Cid le ofrece la quinta del botín capturado en Castejón. En esta oración, Minaya promete solemnemente a Dios
que no va a tomar nada del botín hasta que haya empleado sus armas peleando contra moros.

Aquí la profesión de fe caballeresca toma la forma de una oración, de una promesa hecha a Dios de luchar contra
el enemigo y vencerlo antes de aceptar parte de las ganancias. En el la mayor parte de las plegarias son
pronunciadas por el Poema Cid, pero también oran Jimena, Álvar Fáñez, el abad don Sancho y hasta los enemigos
del Cid. Debemos tener en cuenta que todas las oraciones de petición son escuchadas, pues el Cid logra superar
los obstáculos que se le presentan en el destierro y Diego González escapa vivo de la contienda.

Además de estas oraciones breves, en el PMC encontramos numerosos ejemplos de fórmulas devotas
frecuentemente usadas en la Edad Media. Estas fórmulas ocupan un hemistiquio o un verso entero y se intercalan
en el discurso de los personajes o del narrador, por lo que no las consideramos oraciones en un sentido estricto.
Para expresar admiración o asombro el narrador usa una fórmula que comienza con la exclamación “¡Dios!”, por
ejemplo, “¡Dios, qué alegre fue el abbat don Sancho!” (v. 243)”. Otra fórmula que aparece con frecuencia es la
que utilizan distintos personajes, y en alguna ocasión el narrador, para invocar la protección divina: “¡El Criador
vos vala, Cid Campeador leal!” (v. 706). El pedido o la súplica que un personaje dirige a otro muchas veces se
refuerza con la fórmula “por amor de”. Jimena, por ejemplo, le implora al Cid: “¡dadnos consejo, por amor de
Santa María!” (v. 273).

Una fórmula de encomienda al poder divino, “sinava la cara, a Dios se acomendó” (v. 411), aparece una vez en
cada uno de los cantares. El grito de guerra de los soldados cristianos invocando al santo patrono de España, el
apóstol Santiago, es mencionado en el cantar primero y en el segundo. Diversos personajes y el narrador utilizan
una fórmula que expresa reconocimiento por el favor divino recibido: “Dios nos valió e venciemos la lid” (v. 831).
Para expresar aceptación o acatamiento de la voluntad divina, el narrador y diversos personajes emplean la
siguiente fórmula: “abremos esta vida mientra ploguiere al Padre Santo” (v. 1047). Fórmulas devotas que
manifiestan gratitud son utilizadas muchas veces por el Cid y ocasionalmente por otros personajes y por el
narrador: “¡Grado a Dios del cielo e a todos los sos santos” (v. 614).

En total se emplean 24 fórmulas devotas en el primer cantar, 52 en el segundo y 63 en el tercero. Por otra parte,
en todos los cantares se menciona en alguna ocasión que los personajes rezan, aunque la oración misma no
aparezca. También los moros son presentados en alguna ocasión como personas devotas. En el primer cantar los
moros bendicen al Cid cuando se va de Castejón; en las batallas invocan el nombre de Mahoma y rezan por el Cid
cuando éste se va de Alcocer.

La expresión más extensa y elaborada de sentimiento religioso en el PMC, y la única petición que recibe una
respuesta explícita mediante la aparición milagrosa del ángel Gabriel, es la larga oración narrativa que pronuncia
Jimena suplicando a Dios que proteja a su esposo (vv. 330-365). Postrada a los pies del altar en la iglesia de San
Pedro de Cardeña durante la misa, Jimena reza con fervor e intensidad “cuanto ella mejor sabe” (v. 328). La
plegaria es introducida por el poeta, quien declara que el personaje va a rezar. Sigue la oración propiamente dicha
que consta de tres partes: invocación, narración de una serie de milagros y petición. La segunda parte es la más
extensa y presenta una serie de episodios del Antiguo Testamento, de la vida de Cristo y de los santos que
atestiguan el infinito poder divino.

En primer lugar, menciona el rol de Dios como creador, su encarnación en la Virgen María y la aparición de los
tres reyes magos. Más adelante narra los milagros de Jonás, Daniel, San Sebastián y la casta Susana, que presentan
paralelos con el caso del Cid por haber sido salvados de situaciones de extremo peligro. Jimena vuelve entonces
a la narración de la vida de Cristo, que había interrumpido momentáneamente, y refiere los milagros de la
conversión del agua en vino y de las piedras en pan, la resurrección de Lázaro y la crucifixión. Joaquín Gimeno
Casalduero cree que hay un orden en estas narraciones: los sucesos que presentan a Dios como señor
omnipotente siguen un orden establecido, el del credo, que se rompe con la enumeración de milagros que
presentan a Dios como señor misericordioso que actúa a favor de un hombre o todo un pueblo. Sin embargo, en
la oración de Jimena y en muchas de las plegarias francesas y castellanas es evidente la doble interrupción del
orden cronológico. En efecto, el orden del credo se interrumpe para introducir milagros que a su vez mezclan
episodios del Viejo y Nuevo Testamento con otros provenientes de textos apócrifos y de la vida de los santos.

En la oración de Jimena se subraya la manifestación de la voluntad divina en estos actos pues de la voluntad de
Dios depende la respuesta favorable a la plegaria. Sigue la narración del mayor milagro de todos, la resurrección
de Cristo, y después se cuenta su descenso a los infiernos. Los últimos versos de la plegaria contienen la petición
de Jimena. Doña Jimena solicita la intercesión de San Pedro, bajo cuya advocación
estaba la iglesia de Cardeña, para que le ayude a rogar a Dios que proteja al Cid. La respuesta divina a su plegaria
se manifiesta poco después mediante la aparición del ángel Gabriel.

En efecto, la oración de Jimena es uno de los elementos que, sin duda, fue imitado de la épica
francesa. Oraciones similares existen en La Chanson de Roland. Menéndez Pidal reconoció en la oración de Jimena
un claro influjo francés. Lo curioso es que la oración de Jimena, una versión extensa y muy elaborada de las
plegarias de la épica francesa, conserva muchos cultismos: matines, eglesia, altar, Dios, glorioso, encarnación,
Beleem, voluntad, glorificaron, laudare, Arabia, adorar, etc. Por otra parte, Russell señala que la presencia de
latinismos es una diferencia importante entre la oración de Jimena y las plegarias francesas. Esto prueba que el
autor del PMC conocía muy bien no sólo las sino también las oraciones latinas que inspiraron a los chansons de
geste poetas en primer lugar, y era capaz de utilizar correctamente su vocabulario y reproducir la fonética y
ortografía latinas. Por tanto, debemos concluir que el poeta era no sólo un erudito con muy buenos conocimientos
de la literatura francesa y del latín sino, muy probablemente, un clérigo. Una diferencia importante entre las
oraciones de la épica francesa y la plegaria de Jimena es el personaje que reza la oración y las circunstancias en
que lo hace. Los héroes de las chansons francesas suelen tener que proferir sus oraciones en situaciones de gran
peligro y lejos de iglesias y sacerdotes.

Las circunstancias en que Jimena reza podrían estar vinculadas con el Itinerarium, una plegaria utilizada por
monjes y clérigos antes de iniciar un viaje. Es probable que el uso de tales oraciones se haya originado en los
monasterios. En la tradición monástica, si la ausencia era breve, es decir, si el retorno se producía en el mismo día
o al día siguiente, los que partían simplemente pedían la bendición del abad. Pero si el viaje era más largo,
se usaba una forma más solemne del Itinerarium: los que partían se arrodillaban o se postraban ante el altar y el
abad rezaba algunas oraciones y luego despedía a los viajeros con su bendición y el beso de la paz.

El PMC es la única gesta castellana cuyo héroe expresa con fervor y constantemente su ilimitada fe en Dios. Por
tanto, me parece muy probable que el autor fuera un monje de Cardeña que escribía para difundir la “historia”
del héroe enterrado en la abadía, donde se generó gran parte de la leyenda cidiana.

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